UN REPASO A CÓMO
FUERON EVOLUCIONANDO LOS PARTIDOS POLÍTICOS ESPAÑOLES EN ESTOS AÑOS.
Anotado a lápiz
aparece en el folio que sirve de portada:
Nº 24 1865
Escrito a tinta a
modo de Portada aparece el texto:
Higuera de
Arjona Año de 1865
Libro Capitular pª dicho año
Nota: Aparece en la
parte superior de cada uno de los 6 folios el llamado Sello de Oficio diferente al ya descrito de los años anteriores. Este Sello de Oficio
de color azulado claro, presenta en su perímetro motivos florales y dentro de
un óvalo en vertical aparece el texto: SELLO 8º 4 REALES en
la parte superior y AÑO 1865 en la parte inferior. Sobre impreso aparece a la
izquierda ISABEL y a la derecha SEGUNDA. Los sellos de oficio vienen impresos
en los folios impares.
Portada del cuadernillo de actas del año 1865. |
ACTA DE LA PRIMERA SESIÓN
ORDINARIA DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE
FECHA PRIMERO DE ENERO DE 1865.
“Acta de
posesión del nuevo Aytº… En la
Villa de la
Higuera de Arjona á primero de Enero de mil ochocientos
Sesenta y cinco, reunidos los SS. que componen el Ayuntamiento Constitucional
de la misma en el local acostumbrado bajo la presidencia de D. Domingo S.
Fuentes y con mi asistencia como Secretario
encontrándose presentes, D.
Felipe Martínez Marín, D. Felipe Martínez Medina, D. Juan Ramón Barragán, D.
José Calero Martínez, D. Francisco Martínez, D. Bonoso de Lara, y D. Emilio
Martínez excepto D. Bartolomé Catalán por hallarse ausente; por el Sor-
Presidente se declaró abierta la sesión
leyéndose la comunicación del Sor Gobernador Civil de esta Provincia por la que
se sirve aprobar las actas de elecciones Municipales de esta población para el
bienio de mil ochocientos Sesenta y cinco á Sesenta y seis nombrándose para el
cargo de Alcalde al D. Felipe Martínez Marín para el de Teniente a D. Felipe
Martínez Medina, y para Regidores D. Francisco Martínez, D. Bonoso de Lara y D.
Emilio Martínez, en unión con los que han quedado del vienio anterior de lo que
quedaron enterados. Acto seguido D.
Domingo S. Fuentes Alcalde Saliente recibió el juramento prevenido por la ley
del entrante y procediendo este á recibirlo de los demás Concejales quedó
constituido de nuevo el Aytº haciéndose estender este acta y que en
cumplimiento de la misma ley se dé parte al Sor Gobernador de quedar instalado
el nuevo Aytº y lo firman los que saben hacerlo de que Certifico =
Aparecen las firmas
de los siguientes señores:
Felipe
Martínez. Felipe Martínez Medina. José Calero Martínez. Juan Ramón Barragán. Bonoso de Lara. Francisco Martínez. Emilio Martínez.
El Srio.
Francisco Cardeña y Arcediano.
Primera acta del año 1865 de fecha 1 de enero de 1865. |
ACTA DE LA SEGUNDA SESIÓN
ORDINARIA DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA CERCA DE
ARJONA DE FECHA 2 DE ENERO DE 1865.
”Acuerdo… En la Higuera cerca de Arjona á
dos de Enero de mil ochocientos Sesenta y cinco reunidos los SS. d. Felipe
Martínez Marín, D. Felipe Martínez Medina, Teniente y los Regidores D. Juan
Ramón Barragán, D. José Calero Martínez D. Francisco Martínez, D. Bonoso de
Lara y D. Emilio Martínez á excepción de D. Bartolomé Catalán por hallarse aun todavía ausente y en mi presencia como Secretario dicho Sor.
presidente declaró á seguida quedar abierta la sesión procediéndose
acontinuación á la numeración del orden de los SS. Regidores, los que escritos
sus nombres en otras tantas papeletas que fueron depositadas en un globo, se
procedió á su estracción, resultando del Sorteo referidos SS. con la numeración
siguiente =
Regidor 1º D.
Juan Ramón Barragán.
Regidor 2º D. José
Calero Martínez.
Regidor 3º d.
Bartolomé Catalán.
Regidor 4º D.
Francisco Martínez.
Regidor 5º D.
Bonoso de Lara.
Regidor 6º D.
Emilio Martínez.
Acto continuo se
procedió al nombramiento de Regidor Sindico de entre los espresados SS.
resultando electo por unanimidad para el referido cargo D. José Calero Martínez
de cuyo nombramiento se dará conocimiento al Sor. Gobernador Civil y Promotor
Fiscal del Juzgado de este Partido.
Seguidamente los
espresados SS. señalaron los sábados de cada Semana para que tuvieran lugar las
sesiones ordinarias según previene la ley dando también parte de ello á la Superioridad.
En este estado
se procedió al nombramiento de la
Junta de Sanidad para el presente bienio prevenido en la ley
vigente de ramo lo que se efectuó de la manera siguiente:
Sr. Alcalde
Presidente.
D. Francisco
Cardeña y Arcediano.
D. Antonio
Eslava.
D. José Calero
Martínez.
D. José Calero
Navarro.
Acto continuo se
efectuó el nombramiento de los Sres. que han de componer la Junta local de Instrucción
primaria de esta Villa y quedaron elegidos los Sres. siguientes.
Sor. Alcalde
Presidente.
Sor Cura
Párroco.
D. Bonoso de
Lara Regidor.
D. Manuel
Martínez Marín.
D. Domingo S.
Fuentes.
D. Manuel
Mercado Cano.
Igualmente se
procedió al nombramiento de los SS. que han de componer la Junta Parroquial
de esta Villa quedando compuesta de los SS. siguientes =
Sor Alcalde
Presidente.
Sor Cura
Párroco.
Sor Cura
Coadjutor.
D. Clemente
Pérez.
Así mismo
quedaron elegidos peritos de Campo los sugetos siguientes:
Francisco Mármol.
Antonio Cortes.
Del propio modo
quedaron elegidos Maestros Alarifes como peritos los individuos siguientes =
José Fernández
Calero.
Francisco Zafra.
En la misma
forma se procedió al nombramiento de la Junta de Ganaderos de esta Villa recayendo en los
Sujetos siguientes.
D. Felipe
Martínez Cortes.
Manuel Cubillas.
Francisco
Barragán.
Así mismo fueron
nombrados Guarda Municipal de Campo los siguientes individuos.
Manuel Cortes.
Manuel Jiménez.
En su
consecuencia la Corporación lo acordó
así todo dando parte al Sor Gobernador Civil de esta Provincia á los efectos
prevenidos y firman referidos SS. Capitulares de que Certifico =
Aparecen las firmas
de los siguientes señores:
Felipe
Martínez. Felipe Martínez Medina. José Calero Martínez. Juan Ramón Barragán. Bonoso de Lara. Francisco Martínez. Emilio Martínez.
P. A. D. A. C.
Francisco Cardeña y Arcediano.
A continuación
aparece la siguiente diligencia:
Diligencia... y
La estampo de no haberse celebrado Sesión ordinaria en el día de hoy por
carecer del asunto de que ocuparse. Higuera de Arjona catorce de Enero de mil
ochocientos Sesenta y cinco de que yo el Srio. Certifico =
Francisco Cardeña y Arcediano.
En la página de la izquierda continuación del acta primera con las firmas, y al final de la misma página comienza el acta segunda de fecha 2 de enero de 1865. |
Estas dos páginas son la continuación del acta segunda del año 1865. |
En la página de la izquierda final del acta segunda y Diligencia. En la página de la derecha comienza el ecta tercera de fecha 25 de enero del año 1865. |
“Acuerdo…y En la Villa de la Higuera de Arjona á Veinte
y uno de Enero de mil ochocientos Sesenta y cinco reunidos los SS. que componen
el Aytº Constitucional de la misma en su Sala de Sesiones bajo la Presidencia de D. Felipe Martínez y Marín, por dicho Sor.
se dio cuenta de una comunicación del Sor Administrador principal de Hacienda
pública de esta Provincia en fecha 17 del actual, por el que manifiesta ha
rescindido el contrato de recaudador de Contribuciones a D. Carlos Morales en
fin de Diciembre último y que por consiguiente hacía cargo á la Corporación de ello
por el Segundo Trimestre del presente año económico, previniendo á la vez se
autorizase persona que recogiera los correspondientes libros talonarios de aquella
dependencia. En su virtud el Aytº enterado quedó en su cumplimiento acordando a
la vez se autorizará a D. José María Moreno vecino de Jaén para que se entregue
de mencionados libros talonarios.
Así mismo se
acordó nombrar recaudador de las Contribuciones de Yndustria y Subsidio por dicho Segundo Semestre a D.
Emilio Martínez persona de responsabilidad y confianza de toda la Municipalidad. Así
lo acordaron y firman referidos SS. de que yo el Srio. Certifico =
No aparecen firmas.
ACTA DE LA CUARTA SESIÓN
ORDINARIA DEL AYUNTAMIENTO DE LA
HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 28 DE ENERO DE 1865.
“Acuerdo… y En la Villa de la Higuera de Arjona á veinte
y ocho de Enero de mil ochocientos Sesenta y cinco reunidos los SS. que
componen el Aytº de la misma en su Sala de Sesiones bajo la presidencia del Alcalde D. Felipe
Martínez y Marín por dicho Sor se manifestó haberse fijado al público los edictos para la presentación
de relaciones Contribuyentes vecinos y hacendados forasteros como también
remitido otro para su inserción en el Boletín oficial de esta Provincia con el
objeto de que en el término de quince días lo verifiquen de la riqueza que
poseen en el término jurisdiccional de esta Villa para que la Junta pericial las tenga
presentes al dar principio á sus trabajos Estadísticos por lo que el Aytº quedó
enterado.
Así mismo se dio
cuenta de una Circular del Sor. Administrador principal de Hacienda pública de
esta Provincia fecha 26 de Enero corriente para que se proceda á la renovación
de los peritos repartidores según previene la ley quedando la Corporación en su
cumplimiento y que de ello se acuse el oportuno recibo. Así lo acordaron y
firman referidos SS. Capitulares de que yo el Srio. Certifico =
No aparecen firmas.
Notas… y
Careciendo de asuntos de que ocuparse no hubo sesión hoy cuatro de Febrero de
mil ochocientos Sesenta y cinco de que Certifico =
Francisco
Cardeña y Arcediano.
ACTA DE LA QUINTA SESIÓN
ORDINARIA DEL AYUNTAMIENTO DE LA
HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 18 DE FEBRERO DE 1865.
“Acuerdo En la Villa de la Higuera de Arjona á diez y
ocho de Febrero de mil ochocientos Sesenta y cinco reunidos en su Sala
Capitular los SS. que componen el Aytº Constitucional de la misma bajo la
presidencia de D. Felipe Martínez Marín Alcalde de ella por dicho Sor. se dio
cuenta del Estado de los mozos sorteados en el año anterior de 1864 con las
bajas correspondientes quedando el número de nuevos para el repartimiento del
año actual ó sea para el reemplazo del ejercito del propio año cuyo estado se
halla inserto en el Boletín Oficial del miércoles ocho del mismo, de lo que el
Aytº quedó enterado. Igualmente se dio cuenta de una Circular del Sor
Gobernador Civil de esta provincia fecha 9 del corriente inserta en el Boletín oficial
del Viernes 10 del mismo previniendo se proceda al alistamiento de mozos
comprendidos en la edad de veinte años
cumplido en 30 de Abril próximo para la quinta del presente año por lo cual la Corporación quedó en
su cumplimiento.
Así mismo se
procedió al nombramiento de los peritos repartidores que corresponden al
renovamiento de la Junta
pericial por el Aytº y fueron designados.
Concluyen las actas
de este año de esta forma, con esta acta que aparece inconclusa y sin firmas.
Nota a tener en cuenta en la trascripción de todas las
actas.
En todos los casos la trascripción es literal, si bien
se ha procedido a interpretar en algunos casos los textos confusos o ilegibles,
a no utilizar las mismas abreviaturas de palabras en orden a dar claridad al
texto redactado y la imposibilidad de transcribir fielmente en la abreviatura
la colocación de algunas grafías manuscritas, a
acentuar las palabras que en muchos casos no figuraban acentuadas. Si se
ha respetado siempre la ortografía original, las uniones indebidas de palabras
y la redacción del texto en general.
En los últimos años del reinado de Isabel II, conocidos como crisis del
moderantismo, se celebran seis elecciones, en 1857, 1858, 1863, 1864, 1865 y
1867. Parece como si la referencia a estos años de inestabilidad política fuese
una premonición de los tiempos que nos esperan como país.
Los lectores habrán podido constatar la permanente inestabilidad
política que sufría nuestro país por estos años, una situación que
prácticamente venía arrastrada desde el año 1812 con las Cortes de Cádiz,
tiempo en que se inicia el período constitucional español, en el que se comienzan
a reconocer los derechos de los españoles como ciudadanos.
La lectura del artículo correspondiente al año 1863 y el correspondiente
al año 1864, nos han aproximado a las problemáticas que ejercicio de la
democracia trae consigo, a pesar de ser el ideal, hasta que tras el paso de los
años este derecho de los ciudadanos se va asentando en la práctica de los
derechos de la ciudadanía.
El artículo anterior, publicado en fecha 4 de diciembre de 2019, tiene
su entrada en el enlace:
Y el correspondiente al año 1864,
que tiene su enlace:
En realidad los grupos políticos isabelinos, no pueden ser calificados
exactamente de partidos antes del año 1848, pues carecían de un programa
político claro y conciso, de listas de afiliados, de cuotas para el
sostenimiento del partido, y de disciplina de partido. Pero, puesto que estaban
juntos en la intención de conseguir el Gobierno, los vamos a llamar partidos
desde estas fechas de 1832 a 1835, aunque el tema es discutible.
Desde 1833, los grupos políticos españoles se fueron nutriendo de gentes
de distintas procedencias. Tenían un programa tácito, que deducimos de sus
intervenciones, pero no podemos afirmar con exactitud que tuvieran programa.
Eran “casi” un partido político, pero no lo eran todavía en pureza de
pensamiento e ideales.
No podemos hablar exactamente de partidos políticos como ocurría en otros países como Gran Bretaña, donde ya
habían llegado a concretar sus aspiraciones y a pulir sus programas de acción
política.
La explicitación de puntos de un programa político se hizo necesaria en
la segunda mitad del siglo XIX: En 1847 había publicado Marx el Manifiesto
Comunista, anunciando otro tipo de socialismo distinto al tradicional, basado
en razonamientos y no en sentimientos y tradiciones, al que llamó “socialismo
científico”. Pero los razonamientos se hicieron esperar hasta la publicación de
El Capital en 1867. El programa de los partidos políticos no era fácil de
concretar, porque eran cambiantes sus principios con frecuencia, y a menudo
dependían de la personalidad del líder que en ese momento encabezara el
partido. Los
exaltados españoles, o progresistas más tarde, no podían redactar un programa
porque no tenían una idea exacta del liberalismo que defendían.
D. Agustín José Argúelles Álvarez. |
En 1836, Agustín Argüelles llamaba a la unidad de todos los liberales y
decía que no podía haber diferencias entre ellos, pues el enemigo era el
absolutismo. Con ello, en primer lugar denotaba las múltiples opiniones
existentes dentro del partido, y además, todavía no entendía que las
diferencias de opinión eran la esencia del liberalismo que él decía defender.
Todos los liberales elaboraron programas más bien a la contra de sus
enemigos políticos, así los exaltados de 1822, o progresistas de 1837, despreciaban
a los moderados y pensaban que sólo los progresistas eran verdaderamente
liberales, y que los moderados sólo eran gentes no consecuentes, que no
evolucionaban hacia las verdaderas posiciones del liberalismo (las suyas
progresistas) por intereses espurios.
A su vez, los moderados no aceptaban a los progresistas porque
consideraban que éstos sobrepasaban los límites de lo correcto, provocando
desórdenes públicos porque no eran capaces de sostener sus ideas en un
Parlamento. Los moderados pensaban que su versión del liberalismo era mejor
porque entregaba el Gobierno a los más capaces, a los que habían demostrado
saber ganar dinero o tener capacidades intelectuales, porque evitaban la
llegada al Gobierno de arribistas y revoltosos, que sólo pretendían servirse de
la política para sus propios fines, colocarse, o tener influencia sobre las
masas.
En España del siglo XIX había pocos pensadores políticos. Por ello,
ningún partido tenía ideas claras sobre política exterior que había que
desarrollar con otros países, ni sobre la política interior o doméstica que más
interesaba al país. Solían contentarse con mantener lo existente y los
planteamientos prácticos solían ser parecidos, sin muchas diferencias básicas,
gobernase quien gobernase, tanto si se llamaban moderados, progresistas,
demócratas o republicanos.
En ello influía la falta de estadistas de valía con liderazgo, algo que
periódicamente se repite como los cambios de clima. Lo normal era que gobernara
un militar y, a veces, un militar que ni siquiera había pasado por estudios de
cualificada formación. De ello se deducían sistemas de Gobierno sin iniciativas
y con ansia de autojustificarse ante una opinión pública poco cultivada. Se
echaba mano de tópicos como “el espíritu europeo”, “el sentimiento nacional” o
“la amistad entre las naciones”.
Eran frecuentes los políticos sin formación teórica suficiente, que les
permitiera una evaluación correcta de los intereses generales de España en
materia económica, comercial, industrial y bancaria. Los dirigentes en España
se aferraban a ideas equivocadas y los embajadores de España en el extranjero
identificaban los intereses de la gran burguesía del país con los de España en
general.
Se dependía demasiado del pensamiento extranjero, sobre todo francés y
británico, sin conocer a fondo los idiomas en que las obras habían sido
escritas, lo cual llevaba a depender de traducciones. Y en las embajadas se
dependía demasiado del informador contratado para traducir, lo cual creaba
realidades ficticias en la mayoría de los casos, bastante alejadas de la
realidad. La salida era recurrir a tópicos como el de “los pueblos latinos”,
“el equilibrio europeo” o “el statu quo”.
Los diplomáticos, encargados de observar el pensamiento español y el
extranjero, tenían unas muletillas aprendidas, distintas según el partido
político en el que militasen, algo que a pesar del tiempo trascurrido también
se suele observar en los partidos políticos actuales. Los moderados en
concreto, los que más tiempo gobernaron, eran doctrinarios y su postura tradicional
era el eclecticismo. Trataban de copiar ideas de Guizot, Cousin y
Royer-Collard, y se solían quedar con los tópicos de “idea de Europa”, “defensa
del equilibrio europeo entre las naciones”, “necesidad de un orden
internacional compatible con el nacionalismo” y “la marginación a que nos
tenían sometidos a los españoles”. No había pensadores de altura, sino recurso
a lecturas de teóricos extranjeros mal asumidas.
Francois Guizot político francés. |
Victor Cousin, 1792-1867. |
Pierre Paul Royer-Collard por Louis-Leopold Boilly. |
El absolutismo había defendido en política exterior ideas más claras,
que las que tuvieron los liberales como la solidaridad entre los pueblos
europeos, apoyo a los intereses dinásticos y defensa de la razón de Estado.
Frente al absolutismo, los liberales hablaron de conciencia de comunidad
europea como sentimiento de amistad entre los pueblos y de los Gobiernos de
Europa. Los moderados identificaron europeísmo con civilización, y decían que
Europa tenía una tradición histórica común, una cultura en común, que se basaba
en el equilibrio y la coexistencia entre naciones. Odiaban los cambios de
fronteras producidos por la fuerza porque todo cambio produce conflictos
internos e internacionales. Admitían que los sistemas políticos liberales eran
más frágiles que los absolutistas, porque propiciaban más alteraciones
económicas y sociales que nunca se sabía hasta dónde iban a llegar. Por eso,
para los moderados era fundamental el orden, la paz y el equilibrio entre
potencias. Eran liberales porque decían que el orden debía ir hermanado con
libertad. Estaban convencidos de que los problemas europeos nunca eran ajenos a
ningún Gobierno europeo, por lejos que se estuvieran produciendo, porque
siempre acababan repercutiendo en el resto de Europa. Era el caso de Grecia,
Brasil, Bélgica, Italia en sus relaciones con El Vaticano, y Alemania con sus
problemas de unión o federación.
Pero España interpretaba esta solidaridad europea en su propio
beneficio, diciendo que las demás naciones estaban obligadas a ayudar a España
en sus problemas, internos y externos. Esta actitud desencadenaba un nuevo
problema, pues había un sentimiento general de rechazo a la intervención de
fuerzas extranjeras en territorio español, y los gobernantes de turno que
necesitaron ayuda exterior recurrieron a la idea de que había valores
superiores a defender, tales como el orden social, y la civilización, lo cual
justificaba esas intervenciones. De todos modos, se procuraba callar que había
intervenciones; así en la Guerra de la Independencia, muchos autores callaban
la intervención británica, y ocultaban rotundamente la intervención de
ejércitos portugueses en Arapiles, Burgos y Vitoria. El principio dominante en las relaciones exteriores de España era el de
“benevolencia con todas las naciones, amistad con alguna, intimidad con
ninguna”, frase de Martínez de la Rosa, y la conclusión era adoptar siempre
políticas de neutralidad. Sólo en 1856-1866, los puritanos apoyaron políticas
de fuerza en el exterior y paz en el interior, idea originaria de Donoso
Cortés, pero escogieron unos objetivos imposibles de mantener o sostener.
D. Franccisco de Paula Martínez de la Rosa y Berdejo. |
D. Juan Donoso Cortés por Federico Madrazo. |
Las minorías de dirigentes políticos aparecían como irreconciliables, y
se enredaban en discusiones teóricas, que criticaban fácilmente las actuaciones
de sus adversarios bajo el prisma de un modelo más o menos utópico de su realidad,
un modelo intocable, irreconciliable con cualquier idea del contrario, pues se
consideraba flaqueza escuchar las razones del contrario, cierto pensamiento
maniqueo que sólo veía el bien propio y el mal ajeno, y todo estaba
radicalmente bien o radicalmente mal, y si alguno lo negaba estaban dispuestos
a defender sus paranoias en duelo a pistola como medio de resolver el
conflicto.
En estas condiciones, la política propiamente dicha era imposible, el
diálogo entre posturas diferentes no era contemplado como posibilidad, el turno
pacífico y legal de partidos era imposible. Y la forma de acceder al poder era
una intriga palaciega, un golpe militar, unos desórdenes en la calle, la
violencia en último término, para llegar ante la Reina (Isabel II) y decirle que
era culpa del gobernante de turno, al cual había que sustituir. Y entonces se
actuaba de la forma menos democrática posible: se elegía primero al gobernante,
éste elegía a sus colaboradores de Gobierno, y se pedía a la Reina disolución
de Cortes para que hubiera unas elecciones hechas a la medida del nuevo
gobernante, con ley electoral a la medida y el natural caciquismo utilizado en
el sentido que más convenía al equipo de Gobierno.
Y cuando la Reina Isabel II vio que los progresistas se inclinaban por opciones
republicanas, no tuvo más remedio que hacerse amiga de los moderados. Entonces
los progresistas sólo tenían opción de gobernar cuando utilizaban la fuerza y
fueron identificados con la violencia.
A su vez, si analizamos cada uno de los partidos o grupos que accedían
al poder, también vemos que eran un montaje extraño, porque el bipartidismo era
una apariencia. Cada grupo estaba integrado por múltiples facciones, y en
realidad, cada individuo que se sentía capacitado para ejercer el poder hacía
su grupo político personal y se encajaba dentro del partido moderado o del
progresista, según más le conviniera en cada caso y ocasión. Nadie tenía
convicciones profundas y sólo les servían para la finalidad de llegar a
gobernar. Las diferencias entre muchos de esos líderes de facciones políticas
eran mínimas, a menudo un solo punto muy concreto, pero ellos se empeñaban en
considerarlas irreconciliables y en mantener la necesidad de su liderazgo, pues
eso le reforzaba ante los suyos. Y el personalismo era la característica de
toda la política, de modo que cada grupo político con frecuencia moría con su
líder, con lo cual surgían muchos más aspirantes a políticos por doquier, que a
veces desembocaban en nuevos partidos.
En realidad los partidos políticos españoles estaban todos plagados de
contradicciones. Los progresistas, a pesar de sus discursos y propaganda,
hicieron la Desamortización, no según las ideas que propagaban, sino según sus
intereses como clase social, no lo que convenía a la mayoría del pueblo, pero
lo hacían incluso cuando ello era lo contrario de lo que decían y prometían.
Pero mantener el grupo era lo más importante, pues podían correr el riesgo de
desaparecer. Por eso las desamortizaciones propiciaron el latifundismo y no el
reparto de la propiedad entre los pequeños propietarios o de los desprovistos
de tierras, tal como defendían de palabra, pero sólo de palabra, no de hechos.
Los objetivos de las desamortizaciones fueron beneficiar a los particulares, a
los municipios, al Estado, de modo que pudieran realizarse inversiones en obras
públicas, que afianzasen el régimen liberal, que era lo que a ellos convenía.
Pero si leemos con atención estas ideas, entenderemos que la transferencia de
la propiedad desamortizada no beneficiase a las pequeños unidades de producción
agrícolas, ni crease una clase media de campesinos que tanta estabilidad social
hubiese proporcionado, sino que se benefició a la clase social más alta que era
sustentadora del partido, a la que se dio posibilidad de adueñarse de los bienes
propios, de los terrenos baldíos y comunales, unos bienes que eran la salvación
de los pobres, pues las medidas adoptadas lo fueron en deterioro de las clases
más pobres, las cuales tuvieron que abandonar masivamente los pueblos, acosados
por el hambre y la indigencia.
Balmes criticó las contradicciones de los moderados porque estaban en
contra del desorden social, pero consideraban necesaria la rebelión para
conseguir el poder; defendían que los delitos prescribían cuando gobernaban
ellos, pero que no prescribían igualmente cuando gobernaban los progresistas;
los hechos consumados aparecían o se les daba apariencia de legales, cuando les
favorecía a ellos, pero no si eran de los contrarios. Quizá estos párrafos de
Balmes tengan plena actualidad ahora con los casos de la Gurtel y los Eres.
En 1844, los moderados legalizaron la desamortización de Mendizábal.
Jaime Balmes dijo que, si aceptaban la desamortización de bienes del clero, un
día tendrían que aceptar la desamortización de bienes de particulares por
idénticas razones a las esgrimidas por los moderados. Y a la contra, la
constitución de 1837 era otro hecho consumado que, sin embargo, no les gustaba
y la derogaron.
Otra contradicción puesta de manifiesto por Balmes era que decían que el
régimen se basaba en las clases medias, pero en las constituciones escribían
que la soberanía residía en la Corte (no en el Rey) y en el Senado (no en las
Cortes). Y la Corte y el Senado eran los plutócratas españoles, o sea las
personas con influencia o poder debidos al capital que poseían.
La sociedad liberal se basaba en la fe en la igualdad legal. De la
igualdad legal se derivaría necesariamente la tendencia a la igualdad social,
en el caso de los hombres con deseos de trabajar y con suficiente moralidad
como para “enderezar sus vidas”.
Este concepto es erróneo por cuanto la igualdad social es un concepto
complejo que se deforma en cuanto se le quieren dar significados simples. Las
razones de esta deformación son: Que la línea de salida en la vida de los
hombres no es igual para todos, y ello es una circunstancia irremediable, que
quizás debemos intentar paliar, pero a todas luces irremediable. Unos nacen con
todos los medios económicos, físicos e intelectuales para sobrevivir en sociedad,
y otros nacen con menos medios de entre los enumerados, con muy pocos o con
escasos o ninguno. Existen diferencias familiares y económicas de partida, pero
además la naturaleza da a cada individuo unas condiciones físicas e
intelectuales diferentes, independientemente de los padres que le hayan caído
en suerte tener. Sobre ello, las familias más adineradas podrían intentar
paliar los problemas de sus hijos con más medios que las familias medias, y
muchos más medios que las pobres, pero eso es ya otra circunstancia distinta de
las carencias naturales originarias desde el nacimiento en las personas.
Incluso en condiciones similares de inteligencia y capacidad física, caben
diferencias de fuerza de voluntad y capacidad de sacrificio, mediante la cual
mejorar la personalidad de cada uno, y eso ya no depende en absoluto de la
riqueza familiar. No olvidemos que como individuos, cada uno de nosotros
tenemos como seres vivos el problema de la capacidad de sentir, de comunicarse
con los demás, de la inteligencia emocional, de la humildad para saber escuchar
los consejos paternos y de los maestros o enseñantes, los complejos
personales…etc.
La sociedad es compleja porque la línea de salida de los corredores que
compiten en ella es diferente para cada uno, pero es que además las calles por
donde van a competir los corredores también son diferentes, y la disposición a
correr de cada competidor es también diferente.
Sentada esta realidad, y moviéndonos fuera del campo de la utopía,
podemos entender el problema de la igualdad en su sentido más auténtico, en que
al menos, la sociedad no añada barreras e inconvenientes a las diferencias que
la naturaleza de por sí ya nos ha puesto. Que cada hombre tenga oportunidades
de mejorar, o de empeorar, según su esfuerzo y méritos personales, su capacidad
de trabajo, su perseverancia, en el desarrollo de las cualidades de la persona,
y en el logro de medios económicos para sostener la vida. Estamos diciendo que
una sociedad de libertades da a todos oportunidades de mejorar, pero no obliga
a que cada persona aproveche esas oportunidades. El problema es difícil, porque
el sostenimiento de las oportunidades cuesta dinero, el dinero es limitado y
hay que plantearse quiénes tienen prioridad en ese gasto, que al fin y al cabo
es un gasto social. Decir que todos tienen derecho a todo en todo momento, no
es hablar en términos reales, es sólo un plano teórico y populista, que
conducirá a malas soluciones a un problema de por sí tan complejo. Esta
formulación, que parece utópica en el plano teórico, es más bien perversa en el
plano de la realidad. Es un banderín de enganche populista, fácil de exponer,
muy utilizado por agitadores sociales profesionales de todos los tiempos,
porque lo que se dice es agradable al oído de cada uno, por muy inculto que
sea. Otra cosa es la coherencia. La sociedad tiene el deber de hacer todo lo
que pueda por el desarrollo de cada uno de los derechos individuales de todos,
pero sólo lo hace hasta donde puede.
Un problema muy grande en medio del tema que estamos tratando es otra
idea, muy extendida en diferentes ámbitos sociales, de que algunos colectivos
se sienten por encima de los derechos de los individuos, de los que como
individuos conforman el colectivo o incluso de los de fuera de él (caso del
integrismo religioso violento). La idea es útil en el ejército en tiempo de
combate, cuando se exige morir por la patria, o en las Iglesias cuando exigen
el sacrificio del individuo a favor de la causa eclesiástica, o en los
nacionalismos, fascismos y comunismos cuando exigen el sacrificio del individuo
en bien del partido, pero todo ello es útil sólo para esos colectivos, no para
los individuos. El pensamiento liberal difundió que los colectivos no son más
que la suma de los individuos que los conforman, y lo verdaderamente
importante, el bien último a preservar, son los derechos de los individuos. El
tema es complejísimo y requeriría muchas páginas. Dejémoslo insinuado por
ahora.
Un segundo problema capital del liberalismo es el tema de los conflictos
entre derechos, conflictos entre derechos en un mismo individuo, y conflictos
entre derechos de individuos distintos. Ese es el tema jurídico, que ningún
juez hasta ahora ha sido capaz de solucionar definitivamente, y se conforman
con ir dando soluciones individuales, una a una, lo cual hace muy complejo y
laborioso el funcionamiento de la justicia, pero que por suerte es más real que
cuando se aplican soluciones genéricas a problemas humanos complejos.
En el siglo XVIII, cuando la miseria era algo mucho más extendido que
hoy, y los privilegios sociales de las minorías eran algo tenido como natural
por lo habitual que era, los que luego serían conocidos como liberales llegaron
a la conclusión de que el problema de la igualdad social podía resolverse
mediante el acceso legal, libre e igualitario a la propiedad y a la riqueza
para todos los ciudadanos. Partían del supuesto de que existían posibilidades
de propiedad para todos (tierra para todos) y de que la riqueza podía ser
aumentada hasta que todos participasen de ella. Y sin embargo, hace 2.000 años
ya se había dicho y ellos lo habían leído: “a los pobres siempre los tendréis
con vosotros” (1).
El liberal del siglo XIX creía que, con una base económica adecuada y
unas leyes, que permitieran el libre acceso a la propiedad, y el derecho a
perseguir ideales de una sociedad más justa, se podría conseguir la igualdad de
derechos mediante el reparto de la propiedad, que era la llave por la que se
conseguían los derechos. Para ellos, igualdad era el derecho a la libertad que
tenían todos los hombres.
Hay que advertir que los liberales daban el derecho al acceso a la
propiedad y a la riqueza, pero no hablaban de repartir la propiedad y la
riqueza, lo cual no es una idea liberal sino populista. Los liberales hablaban
de que cada uno se consiguiese su propia riqueza de acuerdo a su esfuerzo
individual. El reparto simple y llano de la riqueza es comunismo, antítesis de
liberalismo.
En el pensamiento liberal, cada individuo tiene derecho a reivindicar su
originalidad, su singularidad, su personalidad, siempre que no dañe derechos
más fundamentales de sus semejantes, en cuyo caso es la ley y la justicia
quienes deciden qué derecho prevalece. Pero en todo caso estaríamos hablando de
una ley y de una justicia justas, morales. La ley debe dar un trato legal igual
para todos y ofrecer las mismas reglas de juego para todos, las mismas cargas
tributarias, los mismos beneficios sociales según las necesidades de cada
individuo, cuando el individuo se lo merezca, y sobre todo haga méritos para
ello. La idea es que nadie pueda ver restringidos sus derechos al libre
desarrollo de su personalidad, por los poderes políticos y jurídicos, a no ser
en evitación de un daño mayor que el bien que se persigue.
La idea del mérito, es fundamental en el liberalismo, porque los que
derrochan oportunidades, deben asumir que no las aprovecharon y que otros
puedan tener o tengan preferencia en las siguientes oportunidades, puesto que
las oportunidades son caras y la sociedad no está nunca en condiciones de
darlas todas a todos.
Pero el hombre del XIX creía que todo hombre tenía capacidad por sí
mismo para todo lo que se propusiera, si se le daban las oportunidades
suficientes. Hoy, en una sociedad mucho más compleja, sabemos que esto no es
verdad, pero nos gusta el sentido de la idea. Ya sabemos que cada individuo
tiene distintas capacidades en distinto grado. Pero en el XIX, creían que
cualquier individuo saldría adelante sólo con sus propios medios si se le daban
las oportunidades suficientes.
Llegados a este punto, los pensadores del XIX chocaban con el problema
de la libertad.
Montesquieu había dicho en el XVIII que libertad era el derecho
a hacer todo lo que las leyes permitían. La frase es una tautología o la acumulación
innecesaria e inútil de una palabra o expresión en una proposición
necesariamente verdadera, independientemente del valor de verdad que posee en
su contenido a modo repetitivo de pleonasmo, porque en realidad las leyes las
hace alguna persona, o algún colectivo, que sería o serían los que pusiesen
límites a la libertad. Aunque ya en el siglo XVIII se creía en la bondad
natural del hombre, y Montesquieu creía en la bondad natural de los estamentos
privilegiados. Todos creían en la existencia de un orden natural justo, y que
era posible trasladar ese orden natural a las leyes. Por supuesto, defendían
que el orden natural estaba por encima de las leyes positivas.
Carlos Luís Secondat, barón de Montesquieu. |
Aceptando el criterio de Montesquieu, en ese supuesto, la libertad se
convertiría en el problema de que cada individuo conociera las posibilidades
legales que existían, y tuviera capacidad económica para desarrollarlas. Ese
criterio de libertad era muy pobre.
Por eso entre los liberales surgió un pensamiento radical, que decía que
la libertad estaba por encima de la razón, de las reglas sociales, de las
normas políticas, que la ley es siempre una limitación a la libertad humana. El
pensamiento radical genera un nuevo problema, el de hacer posible la
convivencia en un ambiente en donde las riquezas son limitadas y las
aspiraciones a poseerlas por todos resultan ilimitadas.
La solución también la había dado Rousseau en el XVIII: los hombres son buenos por naturaleza, buenos en el momento de nacer y están dispuestos a compartir, es la sociedad la que a lo largo de la vida los corrompe y genera la maldad. Decía Rousseau que si la sociedad se rige por la “Voluntad General”, no hay problemas. Hay que advertir al no iniciado en estos temas, que la “Voluntad General” no era la voluntad de todos, ni la voluntad de la mayoría, sino la “ley natural” que rige la existencia del hombre, un principio de la naturaleza, como el de que en primavera los árboles renazcan, o que los cuerpos tiendan a caer por gravedad, independiente de la voluntad de los hombres. Según esto, la democracia o votación de todos descubriría la Voluntad General, porque la mayoría de los hombres son buenos y se impondrían sobre la minoría corrompida por la riqueza y por el poder. Una vez descubierta la Voluntad General, ésta ha de imponerse despóticamente, porque es la única forma posible de actuación, y en ese momento, la democracia de Rousseau es exactamente lo contrario de lo que entendemos comúnmente por democracia, por democracia liberal y social.
Jean Jacques Rousseau. |
La solución también la había dado Rousseau en el XVIII: los hombres son buenos por naturaleza, buenos en el momento de nacer y están dispuestos a compartir, es la sociedad la que a lo largo de la vida los corrompe y genera la maldad. Decía Rousseau que si la sociedad se rige por la “Voluntad General”, no hay problemas. Hay que advertir al no iniciado en estos temas, que la “Voluntad General” no era la voluntad de todos, ni la voluntad de la mayoría, sino la “ley natural” que rige la existencia del hombre, un principio de la naturaleza, como el de que en primavera los árboles renazcan, o que los cuerpos tiendan a caer por gravedad, independiente de la voluntad de los hombres. Según esto, la democracia o votación de todos descubriría la Voluntad General, porque la mayoría de los hombres son buenos y se impondrían sobre la minoría corrompida por la riqueza y por el poder. Una vez descubierta la Voluntad General, ésta ha de imponerse despóticamente, porque es la única forma posible de actuación, y en ese momento, la democracia de Rousseau es exactamente lo contrario de lo que entendemos comúnmente por democracia, por democracia liberal y social.
Estas ideas les vinieron bien posteriormente a socialistas, anarquistas,
fascistas y nacionalistas en general, que hicieron suyo al autor de esa utopía
(esa idea, plan o proyecto muy halagüeño o muy bueno para todos, pero
irrealizable). Es evidente que la democracia de Rousseau no era la democracia
griega, ni la democracia liberal, ni lo que hoy entendemos por democracia.
Hay muchos elementos irracionales en este razonamiento de Rousseau: la
fe en la igualdad de nacimiento, la fe en la bondad general, y la fe en la
Voluntad General.
Otro problema de las teorías roussonianas es el de la propiedad: como la
riqueza es escasa y los aspirantes a poseerla muchos, es difícil que éstos se
entiendan entre sí por la vía de la Voluntad General. La solución que dieron
los teóricos roussonianos fue la de eliminación de la propiedad, su cambio por
el concepto de posesión, es decir, que las cosas sólo sean de una persona
mientras las utiliza y necesita. De esta vertiente económica de pensamiento
surgieron muchos socialismos utópicos.
El liberalismo clásico luchó a favor de la propiedad. Frente a las
situaciones de condominio, o varios derechos de diferentes personas sobre un
mismo bien, el liberalismo defendía el derecho de una sola persona a la
totalidad del bien. La propiedad incluía el derecho a utilizar una cosa,
derecho a disponer de ella, la apropiación de la misma para el consumo, el
derecho de acumular bienes, la capacidad de hacer y deshacer en esa cosa sin
restricción ninguna, porque así se podía buscar el máximo de rendimientos a
obtener de esa cosa, y se conseguía la plena felicidad que aquella cosa pudiera
proporcionar. La propiedad fue vista como un derecho natural y no como un
capricho de unas personas pudientes o una clase social.
La propiedad así concebida, hacía que los hombres deseasen acumular riqueza,
lo cual, en un ambiente de moralidad, se conseguiría produciendo más riqueza.
Producir riqueza era una actividad completamente moral porque, así, la sociedad
en su conjunto era más rica y todos podrían participar de ella en mayor o menor
grado. En ese estado de cosas, el Estado debería excluirse a sí mismo de
intervenir en los negocios de los particulares.
Los liberales tuvieron que suponer la existencia de una moral innata en
el individuo, que era necesaria para que su sistema fuera creíble. O sea,
tuvieron que introducir un elemento irracional, para hacer creíble un sistema
basado en la racionalidad misma del que presumían. Así, pensaron que la
propiedad generaba la libertad. Sin ese criterio irracional, se puede poner en
duda que el sistema liberal genere libertad, pues los más afortunados se
impondrán a los pobres, no por la ley y la fuerza del Estado, que también, sino
por la fuerza y poder del dinero. Éste es el punto flaco de la teoría liberal.
Por tanto, la aplicación práctica del liberalismo daría lugar a
conflictos sociales graves, según el grado de moralidad de los propietarios que
tolere una sociedad dirigida por ellos mismos. Es el drama del XIX.
La realidad fue que las clases acomodadas se hicieron con la propiedad
de lo desamortizado y las clases trabajadoras apenas tuvieron opción a esas
compras, excepto en el caso de fincas muy marginales. Recordemos a Rafael Pérez
del Álamo en su revolución campesina andaluza que referíamos en el artículo de
la entrada:
Repasemos brevemente los hechos de las revoluciones andaluces de tan
sólo unos años atrás.
Los trabajadores de la tierra en Andalucía estaban decepcionados ante el
liberalismo. Los colonos de la tierra del siglo XVIII, eran auténticos
condueños de la misma, y permanecían sobre la tierra por tiempo indefinido,
pero los trabajadores del siglo XIX habían perdido en derechos con la abolición
del señorío y la desamortización, que quedaban muy bien sobre el papel, pero
suponían para el campesino la pérdida de derechos sobre la tierra que trabajaban.
Los señoritos, dueños de la tierra, captaron muy bien la situación y se pasaron
al liberalismo y a apoyar a Isabel II, en vez de a Carlos V, el carlista. Los
precios de los arrendamientos habían subido, los campesinos habían perdido los
aprovechamientos, legales e ilegales, de los bienes comunales y los bienes
propios. Por eso los campesinos pobres tuvieron tendencia a apoyar al carlismo,
que significaba la continuidad del Antiguo Régimen.
En Andalucía, la tierra con más jornaleros de España, hubo una reacción
extraña al resto peninsular, ellos pedían un liberalismo más radical. Era la
condición de jornaleros, situación que era masiva en Andalucía, la que hacía
ver las cosas a esta gente no asentada sobre la propiedad de manera distinta:
los jornaleros nunca habían sentido la tierra como suya, porque no lo era. Lo
que exigían los jornaleros andaluces del liberalismo era el reparto de la
tierra. Desde 1837 hubo ocupaciones de tierras seguidas de repartos que se
hacían ellos mismos, los ocupantes, lo cual no tenía perdurabilidad ninguna.
Entonces los campesinos reaccionaban airados quemando cosechas y matando
ganado: si la tierra no iba a ser para ellos, no sería para nadie.
En este ambiente se reforzó el bandolerismo en Andalucía, no ya el
bandolero romántico de principios de siglo, un hombre que se jugaba la vida
para hacer “su justicia social” tal y como él la veía, y para hacer vivir a un
grupo de familias, sino un bandolerismo de tipo “mafioso”, origen sórdido de
muchas de las fortunas andaluzas posteriores. La organización criminal era
gestionada por familias aparentemente honorables, que imponían la ley del
silencio, como todas las mafias. Se dedicaban al robo a lo grande, a los
secuestros para pedir rescates, a las extorsiones. Los jornaleros sin trabajo
se prestaban a servir en este trabajo sucio, porque daba dinero, los unos como
caballistas, soldados con capacidad de desplazamiento rápido, pues estaban en
continuo movimiento para no ser localizados por la Guardia Civil, creada en
1844, los otros como informadores de las posibilidades de robo y de las
posiciones de la Guardia Civil. El andaluz, muy dicharachero en teoría, sabía
en qué temas debía callarse. Y todo ello no hubiera sido posible sin la
connivencia de políticos corruptos. Pero en definitiva, el pequeño campesino y
el jornalero que colaboraba con el bandolerismo, con su colaboración luchaban
contra los propietarios de la tierra.
D. Pascual Madoz. |
Tras la Desamortización de Madoz de 1855, no quedó tierra por repartir y
ninguna esperanza de obtener tierras. Y las fortunas de los grandes
propietarios no paraban de crecer. Cada gran propietario tenía su cortijo,
perfectamente aislado y defendido del exterior por sus propios caballistas. La
única esperanza para el campesino sin tierras era la revolución social.
Simpatizaron con las facciones más a la izquierda del abanico político, primero
con los demócratas, más tarde con los republicanos, los federales y los
socialistas. Pero también encontraron que estos grupos políticos querían la
revolución política, pero no los repartos de la propiedad de la tierra. De
todas formas estuvieron juntos un tiempo.
En 1857, Sixto Cámara, un dirigente republicano, organizó levantamientos
campesinos y artesanos en Málaga, Sevilla y Jaén. Partidas de campesinos y
artesanos de Sevilla recorrían los pueblos de la provincia llamando a la
insurrección. Los campesinos de los pueblos reaccionaron como sabían, asaltando
cuarteles de la Guardia Civil, incendiando archivos municipales y notariales.
Los hechos eran tan contradictorios con las palabras de los republicanos, que
Sixto Cámara negó haber tenido relación con ellos. Narváez persiguió a los
agitadores y ejecutó a un centenar de ellos.
En Loja, en la provincia de Granada, en la confluencia de las carreteras
de Granada, Córdoba y Málaga, había una sociedad secreta organizada por
demócratas, que tenía seguidores en Málaga, Granada y Jaén. En 28 de junio de
1861, Manuel Pérez del Álamo organizó un grupo de campesinos que se apoderó de
Iznájar, un pueblecito al noroeste de Loja, y proclamó la república. Reunió en
Iznájar unos 6.000 hombres y caminó sobre Loja llegando a ocupar la ciudad.
Siguieron llegando hombres a ese ejército popular, y se dice que llegaron a ser
más de 40.000, unos 40.000 armados y otros 10.000 en espera de tener un arma.
Pérez del Álamo no sabía qué hacer con tanta gente que le pedía tierras y él no
podía dárselas porque creía en la Ley, en la conducta sometida a la legalidad.
De hecho no hizo nada, y cuando llegó el ejército, se limitó a huir. La
represión del movimiento de Loja fue muy dura. Se había constatado que la falta
de teorización, la falta de un programa de acción, era catastrófica.
Más tarde, el sistema político del voto censitario entregó los derechos
políticos a las clases acomodadas, “el sector más representativo y dinámico del
conjunto social” según los políticos de la época. Las clases “ilustradas”
accedieron al poder político y al poder económico a fin de poder extender entre
la sociedad los beneficios del progreso. Si los derechos civiles debían repartirse
por igual, según las normas del liberalismo, los derechos económicos no fueron
tratados de igual manera, y al final resultó que los derechos políticos tampoco
se repartieron por igual.
Saturnino Calderón Collantes lo explicó diciendo que los derechos
políticos debían pertenecer a quien tenía algo que defender, pues de otra
manera se generarían desórdenes sociales porque las masas querrían acceder a la
propiedad, a lo cual los de arriba reaccionarían con violencia contra los
revoltosos. De no aceptar esta premisa, era previsible un gobierno tiránico, de
los unos ricos o de los otros pobres, en contra de la parte perjudicada en cada
caso.
Los políticos del XIX identificaron democracia con voluntad política de
las clases alta y media. Asumieron que la clase baja no tenía posibilidades de
acceso a desarrollar su inteligencia y que, por su educación y costumbres, eran
contrarios al orden social. Y consideraban que el poder debía estar
administrado por los que podían hacer algo por el desarrollo del país. Para
entender esta afirmación, da lo mismo el pensamiento de los moderados, que
creían en el gobierno de los muy ricos, que el pensamiento de los progresistas,
que creían en el gobierno de la totalidad de la clase media, que eran una
minoría muy pequeña en su tiempo.
En el siglo XIX se había identificado talento con capacidades. Creían
que el hombre con talento podía dedicarse a cualquier cosa con éxito, que tenía
capacidad para abordar cualquier empresa. Podía trabajar indistintamente en
diversas Secretarías de Despacho, o desempeñar diversos cargos del Gobierno, y
siempre lo haría bien. El talento del individuo se demostraba en la habilidad
que el sujeto había demostrado en adquirir propiedades. En el caso de ser éstas
heredadas, se entendía que un padre con talento educaba a sus hijos en el mismo
sentido.
Había un gran valor en el liberalismo del XIX: El trabajo era una virtud
y el ocio era fuente de miseria y generador de inmoralidades. El acierto era el
valor del trabajo, pero de este gran principio, derivaban en un tremendo error:
estaban convencidos de que los grados de pobreza marcaban grados de degradación
moral y social. Para ellos la pobreza, la ignorancia y el vicio eran tres
conceptos íntimamente unidos. En todo caso, eso sería una verdad estadística,
pero no una verdad absoluta.
A su vez, los inteligentes y virtuosos, así definidos como los acabamos
de describir, se consideraban diferentes por la profesión que ejercía cada uno
y formaban categorías corporativas de abogados, “burgueses” (comerciantes y
fabricantes), militares, profesionales liberales… Lo importante es que se
diferenciaban de las masas proletarias, de los que dependían de otros para su
sustento diario, que eran una masa ingente.
Granada 4 de enero de 2020.
Pedro Galán Galán.
Bibliografía:
Archivo Municipal
de Lahiguera: Cuadernillo de actas del año 1865.
Encinas Gómez,
Emilio: Historia de España, Los partidos políticos y la sociedad isabelina.
https://www.historiadeespananivelmedio.com/19-11-9-partidos-politicos-y-sociedad-isabelina/
https://www.historiadeespananivelmedio.com/19-11-9-partidos-politicos-y-sociedad-isabelina/
(1) Evangelios de
Marcos, 14, 7; Juan 12, 8, y Mateo 26,11.
No hay comentarios:
Publicar un comentario