PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 28 de septiembre de 2020

D. ANTONIO CÁNOVAS DEL CASTILLO, FIGURA CLAVE DEL REINADO DE ALFONSO XII.


ACTAS DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA CORRESPONDIENTES AL SEGUNDO TRIMESTRE DEL AÑO 1875. 
Cuando hablamos de La Restauración, entendemos en historia que nos referimos a una época, la iniciada por Cánovas en 1874 y concluida por la Segunda República en 1931. Fue una época larga, de más de medio siglo. Y lo curioso de ella es que tomó el nombre de Cánovas, canovismo, época de Cánovas, y no de los Reyes Alfonso XII o Alfonso XIII. Y es que Cánovas fue una figura superior a los monarcas de su época.
Antonio Cánovas es una gran personalidad histórica en España, una personalidad con facetas de escritor, ensayista, jurista, historiador, poeta y, ante todo, político. En política, fue uno de los personajes más relevantes de la Historia de España en el sentido de que tenía inteligencia, sentido de la realidad y perspectiva del conjunto de las cosas.

Del prestigio de Cánovas ante sus contemporáneos pueden ser muestra estas dos manifestaciones formuladas a raíz del magnicidio; la de Sagasta en España: “Ahora, muerto Cánovas, podemos tutearnos todos”; y la del canciller Bismarck ante el Reichstag alemán: “Jamás he inclinado la cabeza ante nadie, pero siempre lo hacía con respeto al oír el nombre de Cánovas”.
D. Antonio Cánovas del Castillo, inventor del conservadurismo. Pintado por Madrazo.

D. Antonio Cánovas del Castillo nació en el seno de una familia ilustrada, pero modesta, su padre era maestro de primera enseñanza; la madre, prima del destacado escritor Serafín Estébanez Calderón, conocido bajo el apelativo de El Solitario. Después de una adolescencia difícil en su ciudad natal, donde se hubo de abrir camino para sacar adelante a sus cuatro hermanos a la muerte de su padre en 1843, ejerciendo como profesor ayudante en el centro de enseñanza de la Junta de Comercio, a la que ya había estado vinculado su padre, pudo cursar en Madrid la carrera de Filosofía y Jurisprudencia, a partir de 1845, gracias al apoyo de su tío Serafín Estébanez, que le proporcionó trabajo en las oficinas de la empresa constructora del ferrocarril MadridAranjuez. Destacado en el Colegio de Abogados (1853), empieza asimismo a ser conocido Cánovas por sus actividades literarias, la publicación de la novela histórica La Campana de Huesca, de las que había sido curioso antecedente la fundación en Málaga del periódico La Joven Málaga.
Carlos Manuel O'Donnell y Álvarez de Abreu, duque de Tetuán, amigo de Cánovas desde la universidad. Foto publicada en La Ilustración Española y Americana.  
Se inició en la política gracias a su amistad con Carlos Manuel O’Donnell, con quien coincidió en las aulas universitarias y que lo recomendó a su tío Leopoldo, el famoso general, conde de Lucena, necesitado de un secretario “que le ordenase los papeles”. De la colaboración, convertida pronto en amistad estrecha del general con el joven abogado, que no sólo iba a ordenarle los papeles, como se ha dicho, sino las ideas, surgiría el bosquejo de un proyecto político integrador, capaz de superar la perpetua confrontación de guerra fría o caliente, entre moderados y progresistas, subsiguiente al final de la Primera Guerra Carlista.
El “pronunciamiento” de O’Donnell o “La Vicalvarada” con su cartel programático, el “Manifiesto de Manzanares redactado por Cánovas y basado en una apelación al saneamiento de la política (1854), no supondría, sin embargo, al degenerar en una peligrosa situación revolucionaria en Madrid y Barcelona, más que el retorno de Espartero, ídolo de los progresistas y apartado de la política durante la década moderada (1844-1854). Se abrió así una etapa de difícil cohabitación entre el duque de la Victoria y el conde de Lucena (el “Bienio Progresista”) que no respondía, desde luego, a los designios políticos de este último. En cuanto a Cánovas, durante el bienio vivió en una especie de exilio voluntario, al frente de la Agencia de Preces radicada en Roma cuyo reverso positivo fue la inmersión del político español en la atmósfera de arte e historia de la Ciudad Eterna, y una abundante cosecha documental que, andando los años, le servirá para redactar su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia (1860), que llevará por título La dominación de los españoles en Italia. En cuanto a la experiencia revolucionaria de “La Vicalvarada”, a la que había contribuido decisivamente, le sirvió para reducir uno de sus principios inconmovibles, era el rechazo del recurso a la violencia, expresado en esta frase lapidaria: “Un hombre honrado no puede tomar parte más que en una revolución y eso, porque ignora lo que es”.
¿Quién era Antonio Cánovas del Castillo? Minidocumental
Fue después de la caída de Espartero (1856) cuando O’Donnell logró abrir paso entre moderados y progresistas a un tercer camino, diseñado por un nuevo partido, la Unión Liberal, más o menos inspirado por Cánovas, que en realidad era un proyecto ideológico, que en principio trataba de asumir una síntesis sociopolítica, pero que de hecho apuntaba al partido único y que acabó definiéndose como un Partido de Centro, junto a los otros dos ya existentes: Moderado y Progresista. Ahora bien, también es cierto que los años de hegemonía unionista durante el llamado “Gobierno largo” de O’Donnell (1859-1864), en el que Cánovas figuró como subsecretario del ministro de la Gobernación Posada Herrera, son los más brillantes y fecundos del reinado de Isabel II, animados internacionalmente por la llamada Guerra de África (1859) y por la expedición a México (1862). A partir de 1864 se inicia el declive del reinado de Isabel II, desde el momento en que la vuelta al poder de los moderados fue degenerando en una dictadura de partido, ya que la Reina evitó, obcecadamente, una alternativa progresista, ante el temor de que ello redundase en un nuevo conflicto con Roma, provocado por la segunda Desamortización, la iniciada por el progresista Pascual Madoz. Sin embargo, entre 1864 y 1866, aún cupo un turnismo moderadounionista,  fue  durante este último, y bajo la presidencia de Alejandro Mon (1864), Cánovas ocupó la cartera de Gobernación, y la de Ultramar bajo el último Gobierno de O’Donnell (1866). Pero tras el frustrado pronunciamiento de este mismo año, con la sublevación del cuartel de San Gil, animada por los progresistas y reprimida con rigor por el conde de Lucena, la Reina cometió el error y la imprudencia de prescindir de este último para llamar a Narváez, y la situación política degeneró en una dictadura moderada, endurecida, tras la muerte de Narváez, por González Bravo. Contra ella se articuló la coalición de progresistas y demócratas, a la que sólo tras la muerte de O’Donnell, autoexiliado en Biarritz, se sumó la Unión Liberal, ahora capitaneada por Serrano. Así se produjo la Revolución de 1868, que provocó la caída del trono y el exilio de la Familia Real.
Por su parte, Cánovas se abstuvo de apoyar a la Reina, pero no se sumó tampoco a la Revolución. Permaneció entregado a sus actividades intelectuales, ahora centradas en el estudio de la decadencia española durante los últimos Austria, constituyéndose en una reserva política, a la que tras la abdicación de Isabel II en el futuro Alfonso XII, todavía menor de edad (1870), acudió la misma Reina, esta vez bien aconsejada, para que Antonio Cánovas asumiese los trabajos conducentes a una posible Restauración.
Foto de la boda de Cánovas con su primera esposa Dª María de la Concepción Espinosa de los Monteros que falleció en 1865.
Cánovas se casó dos veces: la primera en 1860 con María de la Concepción Espinosa de los Monteros, hija del barón del Solar de Espinosa, que falleció en 1865; y la segunda en 1887, ya frisando los sesenta años, con Joaquina de Osma y Zavala, hija de los marqueses de la Puente y Sotomayor, que rodearía de lujo los últimos años del gran estadista en su espléndida residencia de La Huerta. No logró descendencia de ninguna de las dos, y el título ducal, que le fue concedido tras su muerte a su viuda, pasaría, ya fallecida, a la línea de una hermana de ésta, perdiéndose para el auténtico linaje de Cánovas.
Joaquina de Osma y Zavala, segunda esposa de Cánovas.
El instrumento político de Cánovas sería su Partido, ahora denominado LiberalConservador, concebido con vocación integradora y, por lo mismo, claramente diferenciado del antiguo Partido Moderado, al que consideraba responsable de la revolución que había acabado con la Monarquía isabelina, al paso que se preocupaba, personalmente, de la formación política e intelectual del futuro Alfonso XII, trasladado a Londres para seguir sus estudios militares en la Academia de Sandhurst, pero también para habituarse al clima parlamentario liberal de la Monarquía británica.
Aunque Cánovas no rehuyó la posibilidad de que el cambio de régimen, en los momentos en que la experiencia republicana había degenerado en caos y se vivía la “República sin Parlamento” de Serrano, fuese consecuencia de una proclamación militar, confiada al general Concha, marqués del Duero, que estaba a punto de cerrar la Guerra Carlista, la muerte de éste, cuando ultimaba el cerco de Estella después de liberar Bilbao, no sólo prolongó el conflicto, sino que decidió a Cánovas, definitivamente, por una solución civil y democrática confiada a las urnas para cuando Serrano convocase Cortes, ya que su labor proselitista había cosechado adhesiones que parecían asegurar el triunfo de la Restauración. El llamado Manifiesto de Sandhurst, en forma de carta del príncipe Alfonso dirigida a los numerosos monárquicos que le habían felicitado con motivo de su cumpleaños, era la expresión de un programa a un mismo tiempo atenido a la tradición y al progreso y que prometía una conciliación entre las dos Españas disociadas en torno a 1868.
Contra la voluntad de Cánovas se adelantó el general Martínez Campos, puesto al frente de la brigada Dabán, a proclamar la Monarquía (Alfonso XII) en Sagunto (diciembre de 1874). La casi unanimidad con que los jefes del Ejército y la inmensa mayoría de la población civil secundaron el pronunciamiento, era la demostración, por lo demás, del éxito logrado por la fecunda labor proselitista desplegada previamente por Cánovas, obligó al general Serrano a pasar la frontera. Cánovas, que no deseaba que la Monarquía volviese a España mediante un pronunciamiento, pues los pronunciamientos isabelinos y el “régimen de los generales” eran las dos tradiciones políticas recientes que quería excluir del nuevo régimen, aunque en principio desautorizó a Martínez Campos, hubo de hacerse cargo del poder, en el que fue confirmado por Alfonso XII, quien en París había recibido la buena nueva de que la Restauración era ya un hecho.
Se iniciaba el “Gobierno largo” de Cánovas, primero con el “Ministerio Regencia” y luego con un gabinete que de hecho prolongó su existencia hasta 1878. Etapa en la que pudo darse fin a la guerra civil, en campañas dirigidas por Jovellar y Martínez Campos, y en cuyo inicio el propio Rey hizo acto de presencia. Cánovas quería hacer de él un “Rey soldado”, como garantía de una neutralización efectiva del mal llamado “poder militar”.
Se apartó voluntariamente del poder durante pocas semanas, cediéndoselo a Jovellar (antiguo hombre de confianza de Prim) para que convocase a Cortes Constituyentes con arreglo a la vigente Ley de sufragio universal, sin que su propia presencia al frente del Gobierno supusiese un respaldo a dicha Ley, de la que no era partidario por considerarla inadecuada al nivel de madurez ciudadana del país. Ya reunidas las Cortes y recuperado el timón del Gobierno, Cánovas se esforzó en atraerse a los núcleos procedentes de la revolución de 1868, dándoles seguridades de que el futuro les estaba abierto. Práxedes Mateo Sagasta, antiguo lugarteniente de Prim y ex ministro de Amadeo I, respondió a la llamada, al frente de su propio partido, que se mostró dispuesto a acatar la Monarquía, siempre que dentro de ella fuera posible incorporar “las esencias del 68”. La Constitución de 1876, obra de Cánovas, se sitúa en equilibrio entre la moderada del 45 y la democrática del 69. Si restablece el principio de la cosoberanía (Rey y Cortes), incorpora prácticamente todo el cuadro de derechos y libertades individuales de la de 1869.
D. Antonio Cánovas del Castillo, a cargo de Benigno Pendás
 
https://www.youtube.com/watch?v=wGLxbqg06UU

En cuanto al artículo más cuestionado de la Constitución de 1869, el artículo  21, que establecía la libertad de cultos, en la de 1876 se tradujo en “tolerancia de cultos”, buscando términos de transacción con la Unión Católica. Y, en fin, la Ley Electoral restableció el sufragio censitario, pero extendiéndolo a los sectores intelectuales y amplias zonas del funcionariado. Ciertamente, el régimen se había iniciado con restricciones muy duras de las libertades de prensa y cátedra, obra del ministro Orovio, ya destacado por análogas medidas reaccionarias en la fase foral del reinado de Isabel II, y ello daría lugar a una indignada réplica de los núcleos intelectuales y universitarios, réplica traducida en la fundación de la Institución Libre de Enseñanza. En todo caso, se trató de unas disposiciones circunstanciales, tomadas en momentos en que se trataba de atraer a los neocatólicos y a los carlistas, todavía en guerra abierta con el régimen, pero que de hecho quedaron anuladas por la Constitución y que en el primer turno progresista (1881-1883) serán desplazadas por una ampliamente democrática Ley de Prensa.
Promulgada la Constitución (1876) cuando la guerra civil carlista había concluido, la pacificación era una realidad en la Península y ello permitió trasladar el esfuerzo militar a Cuba, donde de nuevo en colaboración con el capitán general Jovellar y el jefe de operaciones Martínez Campos pudieron cerrar la llamada “Guerra larga” con la Paz del Zanjón.
Pacto o Paz de Zanjón.
 Paz Zanjón 1878.
Cánovas cedió el poder a Martínez Campos para que éste recabase el respaldo de las Cortes a los términos de la Paz y a su empeñada promesa de abolición de la esclavitud (la que no llegaría por cierto hasta 1886). De nuevo se trató de un paréntesis tras el que volvería al poder Cánovas, que prolongó su “Gobierno largo” hasta 1881. La llamada de los progresistas al poder por el Rey en este año permitió desvanecer el resurgido fantasma de los “obstáculos tradicionales”. El “turno” cubierto por Sagasta y Posada Herrera permitió clarificar la jefatura de la izquierda dentro del régimen a favor del primero, polarizador ahora de los reductos aún reacios procedentes del “sexenio” a través de su partido fusionista.
Quedaba así configurado el bipartidismo, una de las claves de la idea política de Cánovas. El sistema se completó al producirse la muerte del Rey e iniciarse la regencia de María Cristina de Habsburgo. El llamado Pacto de El Pardo supuso un fundamental acuerdo entre los dos partidos, que no sólo se refería a su alternancia pacífica en el poder, sino que se basaba en una lealtad inquebrantable al trono, traducida en el compromiso de hacer causa común, al margen de sus legítimas diferencias políticas, cuando aquél se viese atacado directamente, bien desde la ultraizquierda, bien desde la ultraderecha; mientras, uno y otro Cánovas y Sagasta, se esforzarán en integrar a esos sectores que habían quedado al margen de la Restauración al producirse ésta. Cánovas había logrado ya la adhesión de los neocatólicos de Pidal; Sagasta conseguirá, durante su “Gobierno largo” (18851890), la apertura posibilista de Castelar.
La Constitución de 1876, el bipartidismo y el Pacto de El Pardo diseñaron así lo que podría calificarse de “sistema centro”, muy diverso del “Partido Centro” que supuso la Unión Liberal en los años sesenta; sistema que respondía a uno de los dogmas del canovismo, que decía: no hay posibilidad de gobierno sin transacciones justas, lícitas, honradas e inteligentes. Al mismo tiempo, había consolidado el prestigio del régimen la prudente solución lograda por Cánovas al conflicto de las Carolinas (1884), evitando una ruptura con el Imperio alemán, y la excelente coyuntura económica registrada en estos años, especialmente en Cataluña (“febre d’or”).
El buen funcionamiento del sistema se puso de relieve cuando, tras el “Parlamento largo” con el que gobernó Sagasta en el primer lustro de la Regencia, Cánovas asumió la legislación democrática de aquél. En el nuevo turno conservador (18901892), afloraron, sin embargo, diferencias de criterio o de procedimiento entre el que fuera brazo derecho de Cánovas dentro del Partido, Silvela y Romero Robledo, el político que traducía a la realidad práctica la prematura democracia impuesta por Práxedes Mateo Sagasta con la reimplantación del sufragio universal, unas diferencias que abocaron a la disidencia de Silvela y la crisis del Gobierno. De hecho, la supuesta “democratización” sagastina, cuando una gran parte de la sociedad española se hallaba muy lejos de la capacidad intelectual y económica necesaria para asumir libremente los derechos ciudadanos, se tradujo en un régimen clientelista que en cualquier caso cubría una fase transicional hacia la verdadera democracia, similar a la experimentada por otros países de Europa y América.
Cánovas formó su último Gobierno en 1895, cuando al final del segundo turno fusionista acababa de producirse la nueva insurrección antillana, extendida luego a Filipinas. Aplicó todas sus energías a sofocar el alzamiento, partiendo de la convicción de que Cuba era tierra española y no precisamente colonia. Sólo una vez depuestas las armas por unos compatriotas rebeldes cabía el planteamiento de reformas autonómicas en las Antillas. 
General Valeriano Weyler y Nicolau.

Aunque las operaciones, acertadamente dirigidas por Valeriano Weyler, parecían apuntar a un éxito final en la primavera de 1897 (Cánovas había logrado eludir la intervención norteamericana asegurando al presidente Cleveland la próxima pacificación de Cuba, acompañada de libertades autonómicas asumibles por los insurrectos, según el programa ya iniciado por su Gobierno), este programa quedaría truncado con el asesinato del gran político en el balneario de Santa Águeda (8 de agosto de 1897) por un anarquista italiano, Angiolillo, que se proponía vengar a sus correligionarios ejecutados en Montjuich a raíz de los atentados terroristas de 1893 y 1896. En realidad, fue la Junta Revolucionaria Cubana a través de sus delegados instalados en París,  la que desvió el objetivo inicial de Angiolillo, que era el Rey niño Alfonso XIII , o la Regente María Cristina,  hacia el estadista que encarnaba una verdadera amenaza para su causa.
“La libertad sin una autoridad fuerte e incólume, no es libertad al cabo de poco tiempo, sino anarquía”. Esta fue una de las principales premisas políticas de uno de los mayores exponentes de la política española de la segunda mitad del siglo XIX, Antonio Cánovas del Castillo. Seguro que jamás imaginó que fuera asesinado precisamente por un anarquista mientras disfrutaba de sus últimos días de vacaciones estivales en el relajante balneario de Mondragón, un recóndito pueblo de Guipúzcoa. El magnicidio lo llevó a cabo un italiano que sería ejecutado pocos días después mediante el garrote vil en la cárcel de Vergara por el verdugo más famoso del país.
El 8 de agosto de 1897, Cánovas del Castillo había abandonado San Sebastián tras ser recibido en audiencia por la reina regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena para tratar temas de Estado. Decidió finalizar sus vacaciones estivales en el balneario de Santa Águeda, en Mondragón, famoso en aquella época por las cualidades medicinales de sus aguas sulfurosas. Este día era domingo y tras acudir a misa se sentó en un banco junto a la puerta de lo que ahora se llamaría un spa para leer la prensa. Pese a su importante cargo no había cerca ninguna escolta, algo impensable en la actualidad tratándose de un presidente de Gobierno.

A la una del mediodía del domingo 8 de agosto de 1897, Cánovas se entretenía con la lectura del diario “La Época” a la vez que hacía tiempo antes de ir a comer.
Alrededor de la una del mediodía no se notó nada sospechoso en la persona que se acercaba sigiloso hacia donde él se encontraba. De pronto, el desconocido sacó una revólver y efectuó, a sangre fría, tres certeros disparos a quemarropa; de ellos una bala causó al político malagueño una herida en la cabeza, otra en la yugular y la tercera en un costado.

El activista Angiolillo, que llevaba alojado desde el día 3 en Santa Águeda esperando el momento propicio, se le acercó con sigilo y descerrajó un tiro en la sien del político español seguido de otros dos disparos. La esposa de Cánovas, que se encontraba a algunos metros de distancia charlando con una amiga, se acercó corriendo y se encaró con el anarquista, quien le espetó: “A usted le respeto porque es una señora honrada, pero yo he cumplido con mi deber matando al presidente, y estoy tranquilo; he vengado a mis hermanos de Monjuich”.
En fecha 14 de agosto de 1897, Blanco y Negro publicaba el siguiente texto sobre la Sra. Viuda de Cánovas.
Joaquina de Osma y Zavala, su segunda esposa, fue la primera que atendió al marido herido de muerte por las balas del revólver, y por tanto, la primera que vivió “in situ” la tragedia. Su huella e impacto fue imborrable y nunca pudo superarlo. En adelante su vida fue una continua sucesión de dolorosos recuerdos que produjeron profunda huella en el corazón y en el ánimo de aquella señora. Cuatro años y ocho días después del asesinato del marido moría en “La Huerta” en Madrid, el 16 de agosto de 1901.
El asesino fue reducido por un teniente de la Guardia Civil cuando intentaba disparar por cuarta vez. Fue identificado como Michele Angiolillo, un anarquista italiano que, para no levantar sospechas, se había registrado en el balneario de Mondragón como corresponsal del periódico italiano Il Popolo. La violenta muerte del presidente del Gobierno conmocionó a todo el país y el balneario de Santa Águeda se hizo tristemente famoso en los periódicos nacionales e internacionales.
Revólver utilizado por Michele Angiolillo en el asesinato de D. Antonio Cánovas del Castillo.
Precisamente, este asesinato fue una de las razones del rápido declive del balneario, e incluso del cierre de sus puertas por orden de la reina Isabel II.

El magnicidio marcó el declive del balneario ya que, según un libro publicado por la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios con motivo de las bodas de oro del sanatorio, el asesinato provocó una auténtica espantada de la clientela. Entonces, otro italiano, el sacerdote Benito Menni adquirió el establecimiento en nombre de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y de la congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús por 250.000 pesetas, y el 1 de abril de 1898 fundó la Casa de Salud para enfermos mentales de Santa Águeda. El psiquiátrico aún continúa en activo y, tras las reformas y ampliación, que supusieron una inversión de 2.000 millones de pesetas, se ha convertido en uno de los establecimientos punteros de toda España.
Michele Angiolillo asesino de D. Antonio Cánovas del Castillo.

Michele Angiolillo nació en Foggia, cerca de Nápoles, al sur de Italia, donde permaneció como trabajador ferroviario hasta que salió de Italia, perseguido a causa de su actividad de agitación en contra de las autoridades locales. De Italia pasó a Francia en 1895, y de ahí a Suiza, donde se ocupó como tipógrafo y periodista hasta ser acusado, multado y encarcelado en 1896, por sus escritos políticos. Logró evadirse de la prisión y pasó nuevamente a Francia, y luego a España, donde estableció contactos políticos con el movimiento obrero en Barcelona.
Estaba en Barcelona cuando se suscitaron los hechos de la Calle Cambios Nuevos. El estado de sitio impuesto por la Guardia Civil y los persistentes rumores sobre los horrores que se perpetraban contra los detenidos en Montjuïch fueron buenas razones para verse persuadido a salir de la ciudad rumbo a Francia.
En Marsella fue arrestado y se le encontró en violación de ley al poseer cédulas falsificadas. Se le envió a Bélgica, donde trabajó por un tiempo en una imprenta. Finalmente partió a Inglaterra en 1897. En Londres hizo contacto con los exiliados españoles, y tuvo también contacto personal con las víctimas de los sucesos de Montjuïch. Se empleó en una imprenta llamada Typographia y se activó inmediatamente en las labores de proselitismo anarquista. Contaba en este momento con 27 años de edad.
Asistió a la manifestación masiva en Trafalgar Square el 30 de mayo, organizada por el anarquista Joseph Perry del Spanish Attrocities Committee.
Pudo comprobar de cerca la crueldad de la represión burguesa, en la carne mutilada de dos trabajadores torturados, Oller y Gana, que le mostraron a él y a otros anarquistas reunidos en casa de uno de ellos, las escalofriantes cicatrices que condenaron a Cánovas a su destino violento.
Frank Fernández nos cita el testimonio de uno de los presentes:
“Yo he visto las cicatrices de Francisco Gana en sus manos, las que fueron quemadas con hierros candentes para que acusara a alguien, le sacaron las uñas, lo amordazaron y apretaron al máximo hasta que su boca quedó abierta por horas. Lo hicieron caminar por su celda cuatro días y noches, sin descanso. Le aplastaron la cabeza con una máquina compresora. Finalmente le arrancaron los testículos.”
Doctor Ramón Emeterio Betances, que sugirió a Angiolillo el asesinato de D. Antonio Cánovas del Castillo.
El incansable doctor Betances formó parte del coro que machacó con insistencia el punto propagandístico necesario: el estado español representaba un sistema sádico que se ensañaba sobre gentes indefensas, como ocurrió con los reconcentrados en Cuba, insurrectos en armas, como fue con los revolucionarios cubanos y filipinos, que eran sumariados cuando caían prisioneros, y ácratas en rebelión, como demostraron en los sucesos de Montjuïch.
Casi instintivamente, Angiolillo se dirigió a Francia, con el revólver que adquirió en Londres en su bolsillo. Prosiguió a París, y a través de sus contactos dentro de la fraternidad anarquista, buscó presentarse ante el doctor Betances.
En otras fichas se han presentado diferentes aspectos de la presencia del revolucionario caborrojeño en París. Aquí repetimos que su despacho en el 6 bis Rue Châteaudun era escenario de juntas y reuniones regulares de diferentes grupos revolucionarios con los que el doctor Betances mantenía íntimas y cálidas relaciones. Naturalmente, primero entre ellos, estaba el grupo del exilio cubano, del cual Betances, reclutado personalmente por Martí, era la principal y más activa figura política.
José Martí Pérez, lider de la independencia de Cuba, presidente del partido Revolucionario Cubano.
El doctor Ramón Emeterio Betances fue el instrumento con el que el Partido Revolucionario Cubano lograra casi todas sus metas en Europa. Aun así, en el momento de la verdad, la burguesía cubana lo abandonó en su empeño de lanzar una expedición libertadora a Puerto Rico antes de que los yankis invadieran su Patria.
Entre los más frecuentes estaban los anarquistas, tanto de Francia como italianos, que convergían en casa del eminente médico, hombre de ciencias, apasionado de la libertad, y activista incondicional de todas las causas revolucionarias.
Uno de ellos, Domenico Tosti, lo dirigió a Angiolillo a una de las charlas del doctor Ramón Emeterio Betances. A partir de ese momento, Angiolillo encontró su camino y repitió su visita intermitentemente. En una de esas visitas, y en privado, Angiolillo le propuso a Betances darle un duro golpe al régimen español, matando al infante futuro Rey de España, Alfonso XIII, o a su madre, la Reina Regente María Cristina.
Betances lo detuvo, interrumpiéndolo. Le rechazó el plan sin ambigüedades, calificándolo de un grave error, que sería mal visto y causaría gran repugnancia en todo el mundo; el Rey, después de todo, era un niño y nadie lo vería como responsable de los crímenes cometidos por el estado español. Sobre darle muerte a la Reina Regente le dijo igualmente que sería una mala acción, que sería rechazada de plano incluso en las Antillas, ya que la muerte violenta de una mujer se vería más como un acto de cobardía que otra cosa.
Fue entonces que se insinuó en la conversación, o tal vez Betances se lo dijo directamente, nunca se sabrá de manera cierta, que el único responsable de la política genocida de España contra Cuba, y de las atrocidades de Montjuïch, llevaba el nombre de Antonio Cánovas del Castillo. Esa conversación terminó un poco más tarde sin mayores consecuencias.
No todos los narradores coinciden en la secuencia precisa de los eventos. Angiolillo regresó al despacho del doctor Betances al día siguiente, el 30 de julio de 1897, para despedirse, y tal vez para solicitar ayuda económica para su misión de extinguir la vida de Cánovas, si ya no lo había hecho en los días anteriores. Betances no se la brindó de momento, pero algunos de los que han investigado y reconstruido los eventos, infieren que en un plazo relativamente corto Angiolillo recibió un sobre anónimo con mil (otros dicen que quinientos) francos en su interior, y que con toda probabilidad fue Betances quien decidió que ese dinero llegara a manos del anarquista italiano.
Desde París, Angiolillo regresó a España en acecho de su víctima, donde, para ocultar su identidad, se hizo unas tarjetas con el nombre de Emilio Rinaldini, corresponsal del periódico Il Popolo, cuando las tuvo en su poder marchó hacia el balneario guipuzcoano de Santa Agueda donde se hospedó cuatro días antes que llegara Cánovas sin levantar ninguna clase de sospecha.
A primeros de agosto, Michelle Angiolillo tomó el tren en la estación del Norte de Madrid y se apeó en la población de Zumarraga. Allí tomó un carro que le condujo al Balneario de Santa Agueda.
Mientras en la Alameda de Mondragón los veraneantes disfrutaban del paso del tiempo, Angiolillo preparaba en el Balneario de santa Agueda el asesinato de Cánovas.
Angiolillo finalmente encontró su presa en Santa Águeda, hospedaje de baños medicinales para los acomodados de España. Allí se hospedó él también bajo el nombre de Emilio Rinaldini, y asumió la identidad de un corresponsal italiano. Hay que suponer que, para no llamar la atención, tuvo que vestirse y calzarse a la moda de un caballero pudiente, lo que significaría que le fue necesario gastar cantidades de dinero a estos efectos.
Se cruzó con Cánovas varias veces, buscando el momento oportuno para el golpe, que finalmente se le presentó ese domingo al mediodía. Es de suponerse que, en ocasiones de encuentros casuales durante los días del acecho, se saludarían cordialmente, sin que se despertaran suspicacias. 
Cuando se le presentó la oportunidad, pudo acercársele sin causar alarma. Con parsimonia, extrajo el revólver de su bolsillo y comenzó su faena.
Asesinato de Cánovas en el balneario de Santa Agueda en Mondragón (Guipúzcoa) el 8 de agosto de 1897.
Después de disparar el tercer tiro, Angiolillo bajó el arma. No huyó. Su primera confrontación fue con la mujer que él acababa de hacer viuda, Joaquina de Osma, que al escuchar la primera detonación, parece haber intuído que su marido estaba en peligro y corrió escaleras abajo. En ese plazo se escucharon la segunda y tercera detonación. Al ver la escena sangrienta, la espantada mujer encaró al verdugo de Cánovas con palabras fuertes. Angiolillo la dejó expresar sus emociones, y entonces le respondió, sin delatar ninguna emoción de su parte, que él había cumplido con su misión, pero que ella no corría ningún peligro. Nos citan los cronistas que le dijo:
“A usted la respeto porque es una señora honrada; pero he cumplido con mi deber y estoy tranquilo. He vengado a mis hermanos de Montjuïch”.
Representación del asesinato de D. Antonio Cánovas del Castillo de manos del anárquista italiano Michele Angiolillo.
Angiolillo fue detenido por las fuerzas del orden sin oponer resistencia, las posteriores investigaciones descubrieron que el asesino era un hombre bien conocido por la policía, una de sus múltiples detenciones lo fue por las bombas que se lanzaron en el Teatro del Liceo barcelonés, aunque finalmente no se pudo probar nada.
D. Antonio Cánovas malherido.
En esos instantes fue apresado por varios de los veinticinco guardias civiles (y nueve agentes de la policía secreta) que suponían velar por la seguridad del Presidente del Consejo de Ministros. Fue conducido inmediatamente, fuertemente encadenado y bajo estricta vigilancia al cuartel de Vergara, cerca de la hospedería. Angiolillo nunca perdió la calma. No dio explicaciones ni pidió consideraciones de ninguna clase.
Michele Angiolillo ante el Consejo de Guerra el 15 de agosto.
Fue enjuiciado en la mañana del domingo, 15 de agosto por un Consejo de Guerrra, a puertas cerradas, que lo condenaron a morir. Angiolillo intentó plantear unas declaraciones políticas al concluir el juicio, pero no le fue permtido por los oficiales encargados.
El 18 de agosto, en Madrid, se validó el fallo del tribunal de Vergara por un Tribunal Supremo de Marina y Guerra.
Michelle Angiolillo de pie, antes de ser ejecutado.
La sentencia se ejecutó el 20 de agosto de 1897, a las once de la mañana, en el garrote vil, en el patio de la misma prisión de Vergara. Según se le atornillaba el collar de acero en contra de su garganta, emitió como pudo el grito de “¡Germinal!”, la consigna de guerra de clases del anarquismo internacional (naceran otros nuevos).
Al enterarse del hecho, Betances comprendió la magnitud del asunto. España le exigió a las autoridades francesas que expulsaran al doctor Betances y a otros exiliados cubanos. Solamente el prestigio del doctor, y su reputación entre las masas parisinas, y en círculos influyentes de la política de la ciudad, mantuvieron a raya a las autoridades francesas. 
Gonzalo de Quesada Aróstegui, disciplulo y colaborador de José Martí Pérez, lider revolucionario de la independencia cubana.

En una carta escrita el 13 de agosto de 1897, a Gonzalo de Quesada, una semana antes de la ejecución de Angiolillo, Betances expresaba:
“La venganza de Maceo ocurrida en Santa Águeda, el meeting socialista en que un cubano, Tarrida del Mármol, sobrino de Donato, tomó la palabra, la fuga de Justo García y de Planas de Chafarinas, han creado aquí un movimiento algo escabroso para nosotros y hoy he sabido por mis vecinos que mi casa se halla muy vigilada por la policía”.
Doctor Ramón Emeterio Betances el veterano conspirador puertorriqueño.
Betances, el veterano conspirador, manejó con cautela los resultados de los acontecimientos, pero nunca le tembló el pulso. Los medios noticiosos de toda Europa acechaban al galeno puertorriqueño en búsqueda de una entrevista reveladora. A preguntas de L’Intransigeant, periódico socialista de París, sobre su sentir en relación a los sucesos de Santa Águeda, Betances se expresó así:
“No aplaudimos, pero tampoco lloramos”.
Así declaró al periódico La Luz de Lisboa:
“Cánovas había caído bajo el golpe de Angiolillo, que a fin de cuentas asesinó a un hombre, mientras que su víctima asesinó a un pueblo”.
El régimen canovista se sacudió, pero no se colapsó inmediatamente. Las ruedas del estado se movieron rápidamente para recobrar el balance, y en poco tiempo ya Sagasta tenía el timón del gobierno y del régimen en sus manos.
No obstante, ya la suerte estaba echada. Con Cánovas, el único político español con prestigio de estado e influencias diplomáticas en las cancillerías europeas, sacado del camino, la maquinaria imperialista de Estados Unidos vio el terreno limpio para subirle la candela al fogón, y comenzó a dar pasos inexorables hacia la confrontación final con España.
Para entender las razones de este magnicidio hay que entender el convulso contexto político, económico y social en el que se produjo. Cánovas del Castillo fue el impulsor de un férreo y no muy ortodoxo bipartidismo en España. Se alternaban en el poder su Partido Liberal-Conservador, y el que lideraba su máximo rival político, Práxedes Mateo Sagasta, el Partido Liberal-Fusionista. Esto hizo que otras formaciones, como las socialistas y las anarquistas, quedaran marginadas por un sistema electoral vertebrado por un caciquismo amparado en un sistema oligárquico y centralista, y donde, además, la Iglesia tenía un gran poder económico, ideológico y social. No hay que olvidar, asimismo, que la revolución industrial que comenzaba a germinar en otros países europeos todavía era un espejismo en la España de finales del siglo XIX, por lo que la pobreza imperaba a lo largo y ancho de un país agrícola que a duras penas sobrevivía. Ante este despótico y desolador panorama las violentas reivindicaciones de grupos socialistas y anarquistas, en muchos casos por medio de atentados, fueron perseguidas y reprimidas con contundencia por parte del Estado.  
Dibujo del cadaver de Cánovas del Castillo realizada por Juan Comba sobre la fotografía del Conde de Aldana, publicada en las páginas de La Ilustración Española y Americana.
Comitiva fúnebre de Cánovas a su paso por la calle de Alcalá. Foto de Christian Franzen.
El asesino, Michele Angiolillo, había nacido en la localidad italiana de Foggia el 5 de junio de 1871, mantuvo en todo momento tras su arresto
in fraganti que cometió el asesinato de Cánovas de Castillo en solitario. Subrayó que fue por venganza a la brutal represión que siguió a un atentado ocurrido el 7 de junio de 1896 en Barcelona. Ese día, un anarquista lanzó un artefacto explosivo al paso de la procesión del Corpus en la calle Canvis Nous. Doce personas resultaron muertas y medio centenar heridas. Una implacable e indiscriminada operación policial desembocó en el llamado “Proceso de Montjuic”. Se encarceló a 400 sospechosos en el castillo de Montjuic. 
Representacón de la explosión al paso de la procesión del Corpus el 7 de junio de 1896.
La mayoría de ellos sufrieron terribles torturas. Además, varios consejos de guerra condenaron a muerte a 28 personas, cinco de las cuales fueron ejecutadas, y a otras 59 fueron condenadas a cadena perpetua. Unos sesenta procesados fueron declarados inocentes, pero se les deportó en el Sáhara español. El proceso, ordenado y supervisado por el propio Cánovas del Castillo, levantó una ola de protestas por toda Europa. En el Estado fueron lógicamente duramente reprimidas.
El autor del magnicidio mantuvo en el consejo de guerra que lo juzgó que había actuado en solitario, pero hay quien vio conexiones de Cuba y Estados Unidos, tal como hemos visto.
Cuando comenzaron las redadas policiales tras el atentado del día del Corpus, Angiolillo, que era tipógrafo de profesión, se encontraba en Barcelona y fácilmente podía haber sido condenado por sus artículos subversivos a favor del movimiento anarquista. Por eso huyó a Italia y luego a Reino Unido. En la capital británica conoció los relatos de los torturados en Montjuic y las condenas impuestas por el atentado de la Ciudad Condal. Con el objetivo de vengarse por la suerte de sus compañeros de ideología, supuestamente compró la pistola con la que asesinaría a Cánovas del Castillo un año después en el balneario de Santa Águeda.
Posteriormente salieron a la luz versiones periodísticas que apuntaban a que Angiolillo pudo no actuar en solitario, sino también alentado por insurrectos cubanos que luchaban desde Europa contra España para lograr la independencia. Cierto o no, el fallecimiento del político malagueño sí facilitó la independencia de la isla y la pérdida de las últimas colonias durante el “Desastre de 1898”. Asimismo, hay quien ve una conexión con Estados Unidos, país que tenía grandes intereses económicos y geopolíticos desde La Habana.
Muerte por garrote vil en un improvisado cadalso en la cárcel de Vergara
Tras un juicio sumarísimo, el 20 de agosto el anarquista Michele Angiolillo fue ejecutado en Vergara mediante garrote vil por el entonces verdugo más famoso de España. Se trataba de Gregorio Mayoral Sendino. Quedan siete placas fotográficas que dan testimonio de ello, junto a los cientos de artículos que aparecieron a partir de ese día en la prensa nacional e internacional.
Gregorio Mayoral Sandino el verdugo funcionario de Justicia que ejecuto la pena de garrote vil a Michele Angiolillo.
Gregorio Mayoral Sendino había llegado un día antes a Vergara, en una húmeda tarde de agosto. Su presencia en la localidad no pasó desapercibida para sus vecinos. Se bajó del ferrocarril de vapor y fue escoltado por una pareja de la Guardia Civil hasta la cárcel, donde se quedaría a dormir. Gregorio Mayoral nunca pernoctaba en fondas y pensiones, ya que las consideraba caras y tampoco era bien recibido en las mismas por su oficio. Prefería la soledad del duro camastro de las prisiones, libre de miradas reprobatorias. Los vergareses observaban en silencio el impasible caminar de un hombre más bien bajito y regordete, con un rostro cetrino, barba descuidada, gorra calada hasta las cejas, pantalón de pana y zamarra, que parecía más un labrador castellano que un funcionario de Justicia. En una mano portaba su inseparable maletín negro. De aspecto siniestro, en su interior llevaba su amenazador aparato mortal. Más de un vecino se santiguó temeroso al ver pasar a semejante foráneo.
A las once de la mañana de ese 20 de agosto el verdugo burgalés subió los doce peldaños del improvisado cadalso, que a toda prisa se había montado en el patio de la cárcel de Vergara. Se encontró cara a cara ante un pálido Michele Angiolillo, que ya estaba sentado en la tétrica e incómoda silla. Colocó con pericia y serenidad los hierros de la mortal argolla y apretó el mortal tornillo. Se dice que poco antes de su último aliento el preso gritó ¡Germinal! (nacerán otros nuevos). Cuando finalizó su labor cubrió el rostro del ejecutado con un paño negro y abandonó el recinto como si nada.
Gregorio Mayoral Sendino nació en la localidad burgalesa de Cabia el 24 de diciembre de 1861. Su familia tenía muy pocos recursos y se vio obligado a emigrar a la capital, donde tampoco le fue muy bien. Desde muy joven tuvo que ganarse la vida con muchos oficios, pero pocos beneficios. Gregorio Mayoral fue pastor, zapatero, peón y hasta se apuntó al servicio militar para intentar escapar de la pobreza. Con ese mísero panorama, y con su anciana madre a su cargo, en 1890 un letrado amigo de sus progenitores le informó de que había quedado vacante un empleo en la Audiencia de Burgos. Le subrayó que estaba muy bien pagado: 1.750 pesetas al año, más dietas para gastos de viaje. Aunque su madre le pidió encarecidamente, y hasta llorando, que no lo hiciera, se presentó para el puesto de verdugo. Ganó la plaza frente a otros candidatos gracias a que había servido en el Ejército. Tuvo así en sus manos por primera vez el que fuera un temido y odiado instrumento utilizado en España desde 1820 a 1978 para ejecutar a los condenados a muerte.
A través de entrevistas a periódicos y escritores, se sabe que Gregorio Mayoral siempre asumió su oficio con naturalidad, sin que le provocara problemas de conciencia ni le quitara el sueño. Insistía en que se limitaba a cumplir órdenes y que más grave era la sentencia que el cumplimiento de la misma.
A la izquierda Lorenzo Huertas de la Audiencia de Valladolid y a la derecha Gragorio Mayoral  su alumno. Ambos competían para demostrar quién era más efectivo como verdugo.
Su inicio con el garrote vil en solitario, sin la ayuda del que fuera hasta entonces su maestro Lorenzo Huertas, de la Audiencia de Valladolid, se convirtió en un completo desastre. La mujer a la que debía ajusticiar se revolvió con tanta fuerza en la silla del patíbulo que rompió las amarras y lanzó por los aires al cura encargado de tranquilizar su alma de un puntapié. Todo esto provocó las carcajadas y burlas del morboso público. Abochornado por lo ocurrido, Gregorio Mayoral se percató rápidamente de que debía introducir una serie de mejoras tanto en el mortífero instrumento como en su técnica al utilizarlo. Feliz con sus progresos técnicos, aseguraba que los avances que ideó humanizaban el cumplimiento de la pena capital y, además, le permitían ser el más rápido y diestro con lo que cariñosamente llamaba “la guitarra”. “No hace ni un pellizco, ni un rasguño, ni nada. Es casi instantáneo. Tres cuartos de vuelta y en dos segundos...”. Esto es lo que explicaba a quien quería escucharle sobre su oficio mientras mostraba gráficamente con sus manos gruesas y fuertes cómo utilizaba el collar de hierro que por medio de un tornillo retrocede hasta matar al reo por asfixia.
Era tan metódico que hasta llegó a probar en su propio cuello el corbatín de hierro. Su mayor preocupación era evitar sufrimientos innecesarios a los ajusticiados. “Con la música a otra parte”, decía impasible tras finalizar una ejecución. Colocaba su “guitarra” en su manoseado maletín azabache y más tarde escribía en una libreta de tapas también negras cómo era el reo y cuál había sido su reacción.
Gregorio Mayoral estuvo casi cuarenta años desempeñando un oficio al que aún hoy día a muchos les removería el estómago y le provocaría negras pesadillas. Llevó a cabo casi un centenar de ejecuciones. No es de extrañar que gracias a su eficaz veteranía sus compañeros más jóvenes le llamaran “El abuelo”. El campechano burgalés, que parecía más un vulgar labrador castellano que un funcionario del Estado, fue abucheado y apedreado por el vecindario en más de una ocasión tras una ejecución.
Gregorio Mayoral falleció en octubre de 1928, y no de forma violenta como las personas a las que ajusticiaba de forma mecánica e impersonal, sino de muerte natural. Vivía en una mísera casa del arrabal burgalés, estaba viudo y le cuidaba una nieta. El sueldo que tan alto le pareció cuando comenzó su carrera de verdugo nunca le sacó de la pobreza.
Jean Paul Sartre decía: “A los verdugos se les reconoce siempre. Tienen cara de miedo”. Paradojas de la vida, era la inevitable sensación de angustia del reo a ajusticiar antes de morir y, además, reflejado en el rostro del hombre que le quitaba la vida con el argumento de que cumplía la ley.

Documental Cánovas del Castillo
 

 
Al igual que ocurre en la actualidad, los políticos de aquel tiempo eran más bien mediocres, gente con labia que sabía conmover al auditorio, sin profesar para ello convicciones de ningún tipo, ni políticas, ni morales. Cada político aspiraba a ser líder de algún grupo. Y para ello se cultivaban las amistades y antipatías, y se utilizaban las habilidades precisas para descabalgar al enemigo, al tiempo de atraer más seguidores adictos hacia su persona y su causa. En Madrid proliferaba la vida bohemia, la cual elevaba y descabalgaba a líderes políticos, autores de teatro, novelistas, figuras taurinas, periodistas… La bohemia presumía de moralidad, pero protestaba de todo y se contrataba por unos duros a patalear una obra de teatro, o a abuchear a unos políticos (ahora se llama “escrache”). Aquellos vivían en la más absoluta pobreza, pero presumían de ser el núcleo cultural más importante del país. No eran marginales, pero estaban en el límite de la vida marginal y social. Eran los falsos progresistas presentes en la historia de España al menos desde el XVIII hasta hoy. En ese ambiente se encontraba el joven Cánovas a la hora de su llegada a Madrid, pero Cánovas comprendió que debía adquirir una cultura verdadera y no ficticia, y destacó de entre ellos por su enorme capacidad de lectura, su inteligencia y su oratoria.
Retrato de D. Antonio Cánovas del Castillo año 1869.
Evidentemente, la figura clave del reinado de Alfonso XII fue Cánovas: Fue Presidente Provisional en diciembre de 1874 y Presidente definitivo en enero de 1875. Volvería a serlo en diciembre de 1875, en diciembre de 1879, en enero de 1884, en julio de 1890 y en marzo de 1895 hasta el día de su muerte en 1897. Su sistema político perduró hasta 1931. Es conveniente reflexionar un instante sobre las ideas que sostenían el sistema.
El primer apoyo de su sistema político fue Sagasta. Cánovas era una persona de trato brusco, y a veces hasta malhumorado. Podía ser encantador cuando se lo proponía y podía hablar de cualquier tema y hacer el tema atractivo en cualquier corrillo. Pero Cánovas no iba por la calle saludando a todos, ni repartiendo sonrisas a todo el que se encontraba. Cánovas no buscaba el aplauso de la gente y no se sentía a gusto entre la multitud. Tenía un cierto aire de superioridad, porque se sabía preparado para hablar de todos los temas, y era bastante ingenioso en la conversación.
Existen muchas anécdotas alrededor del malagueño personaje D, Antonio Cánovas del Castillo. Cánovas del Castillo no se ocupó solo de ocupar un importante papel en la política de su época y manejar los hilos de la restauración borbónica instaurando a Alfonso XII como rey de España, sino que destacó sobre todo por tener un ingenio particular.
Jefe del partido Conservador, fue seis veces el presidente del Gobierno, en alternancia con Sagasta, líder del partido liberal.
Cánovas era conocido por sus ocurrencias. Solía decir: “Los franceses no son más que unos españoles con dinero”. Alguien en su presencia, alabó al general O’Donnell, a lo que él comentó: “¡Dígamelo a mí, que hablé mil veces dentro de él!”
Un día fueron unas señoras a pedirle unos favores y en un momento de la conversación, una de ellas le dice: “Don Antonio, debe usted estar harto de nosotras, que no hacemos más que pedirle cosas”, a lo que él respondió “Señora a mí las mujeres no me molestan por lo que me piden, sino por lo que me niegan”.
Se dice que le comentaron a Cánovas que había una persona que hablaba muy mal de él, a lo que Cánovas contestó: “Qué raro. Nunca le he hecho ningún favor”.
Una señora le preguntó a Cánovas que se podría hacer para evitar la calumnia, a lo que él contestó: “Hacer lo que dicen que hacemos”.
Contrastaba con Sagasta, el hombre amable con todo el mundo, el que tenía una palabra amable para todo el que se encontraba por la calle, el tipo relacionado con todos, el tipo popular; p ero en la tribuna, Sagasta era un demagogo, siempre halagaba a la gente y despreciaba a los contrarios. Sagasta se mostraba sencillo y cordial, pero en la vida ordinaria resultaba menos adicto al trabajo y menos seguro a la hora de dar lo que prometía, mientras que Cánovas siempre daba lo que prometía, siempre cumplía su palabra.
Como resultado de ello, Sagasta creía en Cánovas, y los políticos creían en Sagasta porque era más avezado, versátil, capaz de llegar a acuerdos con cualquiera. Y de esta manera, Sagasta le era útil a Cánovas.
Cánovas intentó un sistema político estable y monárquico y se inventó dos partidos, uno de gobierno y otro de oposición, para que el ejército, y sus presiones y pronunciamientos, estuvieran fuera del sistema político. Redactó la Constitución de 1876 a su medida, para dar estabilidad al sistema. El control del engranaje político lo gestionaría él mismo, y así fue hasta 1897. Jugó el turno de partidos dejando que Sagasta gobernara en 1881 y a partir de 1885. Tras su muerte, el sistema funcionó cada vez peor, pero perduró hasta 1931. Una vez muerto Cánovas, en 1897, la Constitución de Cánovas se convirtió en un problema, pues la “flexibilidad” pensada para el fácil turno de partidos, sirvió para todo tipo de amañamientos y cacicadas.
El régimen canovista no fue popular ni impopular, porque los españoles estaban muy al margen de la política. Era un régimen político, inventado por unos políticos, que gustaba a muchos de los políticos de aquel tiempo. El pueblo, estaba cansado de revoluciones, huelgas, golpes de Estado, barricadas… y, cuando vio un régimen político pacífico, se alegró mucho y decidió vivir la vida. Se alegró por el resultado, pero no por el establecimiento del canovismo, que le traía sin cuidado. El sistema tenía pocos apoyos populares, pero también poca gente en su contra. Los verdaderos organizadores de estados de opinión, mediante la correspondiente desinformación, los periodistas, respetaron el sistema político porque habían obtenido ciertos niveles de libertad de expresión, de reunión y de asociación, el Gobierno no les molestaba mientras respetaran los temas tabú, y se sintieron satisfechos con no ser molestados en su trabajo. Bastaba con autocensurarse. El ejército, por su parte, renunció a los golpes de Estado y se consideró satisfecho también.
La desinformación fue sistemática hasta el punto de que el Gobierno hacía su propia desinformación, pagando periódicos y periodistas en pro de las versiones y de las ocultaciones y publicaciones de las “noticias” que le convenían, o de inventarse las noticias si éstas no se producían. Cada grupo de oposición, hacía otro tanto. La desinformación se instaló para siempre en la vida pública española, como también venía ocurriendo en el resto de los Estados del mundo. El ciudadano corriente se hastiaba de la política en cuanto era consciente de esta desinformación. Y los políticos profesionales podían continuar tranquilos viviendo de la nueva empresa, que era el sistema político. Sólo los jovencitos o también los más fanáticos se entusiasmaban con algún partido o personaje, hasta que eran capaces de madurar y asumir que vivían en la desinformación. Por ejemplo, Cánovas, implicado en el círculo cubano esclavista, tuvo bien cuidado de que el tema esclavista nunca saliera a la luz pública. Incluso los españoles no supieron casi nada de la Guerra de Cuba. Tampoco salieron nunca en la prensa las inmoralidades en la vida de los reyes. Tampoco se publicó sobre las inmoralidades católicas. El mundo real de la política se convirtió en una farsa, representada en los escenarios correspondientes. Y parece se quedó así para siempre. El mundo real se hizo muy duro.
Cánovas nunca redactó o habló de un cuerpo de doctrina que nos permita ver en síntesis su ideología. Pero entre 1884 y 1890, publicó en tres volúmenes, titulados “Problemas Contemporáneos”, sus discursos y conferencias dadas a lo largo de su vida.
Los tres volúmenes titulados: Problemas Contemporáneos, que recogen su ideología política.
Primera página del Volumen I de Problemas Contemporáneos.

La ideología de Cánovas estaba condicionada por dos convicciones fundamentales: su catolicismo y sus aspiraciones a que la burguesía se civilizara y racionalizara.
Como casi todos los políticos recién llegados a la arena política en esta época, Cánovas había llegado a la política estudiando abogacía, poniéndose al servicio de un potentado, en este caso el marqués de Salamanca, y casándose con ricas herederas. Cánovas se casará con la hija de Osma, presidente de Crédito Mobiliario. Los aspirantes sabían que el poder estaba en manos de las grandes familias católicas, y su futuro estaba en servir al dinero y al catolicismo. En ambos partidos, conservador y liberal, había grandes fortunas. Por ejemplo, en el partido liberal de Sagasta estarán los duques de Fernán Núñez, los Medinaceli, los Alba… Y en el Partido Conservador de Cánovas estuvo la mayor parte de la nobleza y alta burguesía.
El potentado español de la época era un hombre que tenía varios negocios: uno de ellos era la tierra, grandes fincas que gestionaba un encargado, que éste arrendaba a otros, que a su vez subarrendaban a los campesinos. Otro de los negocios lo tenían en diversos sectores, la banca, la industria, la construcción, los transportes, y era el negocio que llevaban como bandera, pero no dejaban de pasarse, cada mes o cada año, a cobrar las rentas de sus fincas, que consideran ingresos básicos y seguros. El industrial y comerciante se sentía seguro gracias a las rentas de sus tierras. El tercer negocio eran las colonias, cuyos productos, amparados desde el Estado por privilegios, daban enormes ganancias.
Para que el turno pacífico de los partidos en el Gobierno fuera posible, debía haber una Constitución “abierta y flexible”, es decir, que permitiera gobernar a los dos partidos alternantes. Que fuera lo suficientemente inconcreta como para no representar las ideas de un partido determinado, sino permitir gobernar a los dos partidos alternantes. En la práctica, todos los temas polémicos serían dejados para leyes posteriores. Y de esa forma, los dos partidos podrían cambiar la ley a su gusto.
Otra condición para el turno pacífico era la existencia de dos grandes partidos solamente, pues la atomización de partidos llevaría a una lucha absurda entre minorías. Y para garantizar este equilibrio garante de la paz, y obtener dos grandes partidos, no se le ocurrió otra cosa que utilizar el viejo caciquismo español, pero apoyado desde el Estado, institucionalizado en la práctica, aunque no se atreviese a tanto en la teoría política.
Cánovas defendía que la soberanía de derecho está depositada en las Cortes y en el Rey. Este era un dogma indiscutible dado por la historia. Pero las Cortes no son una maquinaria dependiente del Estado, sino que es el organismo que vigila a los gobernantes para salvaguardar las “verdades madres” (“verdad madre” es un concepto inventado por Cánovas para referirse a los grandes principios que rigen la sociedad). Y las Cortes no sólo legislan, sino que ejercen la soberanía sobre los legisladores, jueces y gobernantes. La soberanía reside en la nación entera pero se confía a los más preparados para defender las verdades madres, y así, el sufragio debe ser restringido tanto para votar como para ser votado. No son tolerables las actitudes y determinaciones de las masas cuando llegan al poder. El sufragio universal sólo tiene sentido cuando se discuten las verdades madres, pero en las circunstancias ordinarias de cada día, sólo deben decidir los más preparados, los cuales son capaces de respetar los derechos de los individuos.
Sobre el sufragio, Cánovas creía en la libertad, el pluralismo, la discusión en Cortes, la tolerancia para con las opiniones diferentes, pero limitaba el sentido mesiánico del sufragio universal, porque el sufragio puede obrar tanto moral, como inmoralmente, según ocasiones.
En el plano de la soberanía, el Rey representa el principio de autoridad, mientras las Cortes representan el principio de libertad. Ambos principios se complementan. El Rey garantiza la unidad del Estado, y las Cortes garantizan el principio de pluralidad, los cuales son complementarios.
Cánovas estaba imbuido de la idea nacionalista moderada europea, según la cual la nación no podía ser identificada con el presente, que es voluble, sino con el pasado histórico en el que ha expresado su personalidad. Por tanto, un plebiscito no agotaba las posibilidades de acción de un gobernante puesto que la nación era tanto el pasado como el presente del pueblo. La «constitución interna» de los pueblos era fundamental. El sufragio universal no era tan importante y, por el contrario, podía ser muy peligroso. Por lo mismo, el poder constituyente no lo tenían el Rey ni las Cortes, sino la misma historia de los pueblos, de la que habían emanado el Rey y las mismas Cortes. Como las Cortes y el Rey surgieron juntas y existieron juntas, no se podía concebir una institución separada de la otra sin percibir que sería un modelo de Estado diferente al histórico.
Cánovas era partidario de abandonar las grandes teorías políticas y conformarse con ideales posibles o hacederos. En política, lo hacedero para él era una constitución monárquica que uniera a los españoles en un solo proyecto nacional exento de dogmatismos. Por ello reunió a todas las tendencias monárquicas y les propuso una reforma de la Constitución de 1845 cuyo principal cambio era que el Rey perdía el derecho de cesar ministros a su antojo, derecho que pasaba a las Cortes, aunque conservaba un derecho de veto sobre las leyes, en la confianza de que casi nunca, o nunca, hubiera que ejercer ese derecho de veto que era un enfrentamiento directo Rey-Cortes. (Esta acción política de Cánovas tuvo una muy curiosa aplicación, cuando Alfonso XII tuvo que soportar que un Ministro se llevara para sí a una querida del monarca, sin poder hacer dimitir al Ministro, como venía ocurriendo en épocas anteriores).
La aceptación de que la soberanía reside en las Cortes con el Rey, se interpretaba ahora como que el Rey no podía dar un Decreto en desacuerdo con las Cortes, es decir, que se aceptaba el parlamentarismo. El Rey designaba los Ministros pero, a partir de ese momento, éstos respondían ante las Cortes y no ante el Rey.
De igual manera que limitaba al Rey, Cánovas creía que se debía limitar la libertad de opinión puesto que los periódicos y determinados profesores universitarios no hacían más que desestabilizar la vida política, sin ningún criterio ético positivo y globalizador de los intereses del país, sino al servicio de ideales sectarios, quizás respetables como teorías, pero muy dañinos para la vida diaria del Estado. Por ello suprimió todos los periódicos republicanos y exigió fidelidad política a todo el profesorado universitario, aunque ello provocase muchas emociones en la Universidad.
Alfonso XII, rey de España (Museo del Prado). Pintura de Alejandro Ferrant y Fischermans.
La legitimidad monárquica radicaba en los Borbones. No son posibles las discusiones sobre ello porque es una verdad incontrastable. La legitimidad a finales del siglo XIX estaba en Alfonso XII y luego, en el príncipe Alfonso XIII. El Rey es una institución superior a la Constitución, porque la Constitución es mutable e incluso revocable. Y por eso, era precisa que una monarquía legítima, como la de Alfonso XII, fuera restaurada en España. Alfonso XII debía jurar la Constitución, no para ser Rey, sino porque era Rey y el Rey está llamado a defender las verdades madres. El Rey no es un símbolo, sino un poder positivo, la primera de las instituciones del Estado, el encargado de imponer a las demás instituciones del Estado el respeto a la Constitución, de establecer concierto y paz entre las instituciones y poderes públicos. La Constitución es la plasmación por escrito que un momento dado cree ser la mejor versión de su Constitución histórica. Pero el Rey está reconocido en esa Constitución histórica para que cuide de las Constituciones, de las instituciones y de las autoridades del Estado. El Rey tiene la facultad de disolver el Poder Legislativo, destituir al Poder Ejecutivo, cuando cree que no interpretan la constitución histórica, y el Rey tiene capacidad para nombrar a las personas que han de ejercer el Poder Judicial. También tiene poder para ejercer el derecho de gracia. El sistema monárquico se basa en la heredabilidad, pues así se da continuidad a la institución real y se garantiza su perdurabilidad. Las monarquías electivas, como la de Amadeo de Saboya, son un fracaso porque el Rey no necesita el refrendo de la voluntad popular cada poco tiempo, porque ello le hace más débil, sino que ha sido puesto por la historia y así es más fuerte.
La monarquía es una creación social legada por la historia a la sociedad presente, y por ello, el hijo de Rey tiene legitimidad para ser monarca. Este hecho incuestionable evita reyertas internas por la Jefatura del Estado, y la paz beneficia a todos los ciudadanos.
La idea dinástica, segunda gran verdad del pueblo español, o “verdad madre”, se constituye en la garantía de la propiedad individual, garantía de que la propiedad pase de padres a hijos. Es la base del sistema liberal. Porque la monarquía hereditaria mantiene fuerte al Estado y esta fortaleza del Estado sostiene unas leyes a lo largo del tiempo. Así, se hace posible que la propiedad pueda pasar de generación en generación por medio de la herencia, pues el Rey y la monarquía garantizan la perdurabilidad del derecho a lo largo del tiempo. Esto es así, porque el Jefe del Estado no es influido por los partidos políticos, como lo estaría en el caso de una República, en la cual el Jefe del Estado es siempre de un partido determinado y puede estar en contra de los demás partidos. El Rey garantiza mejor la continuidad de las leyes. De otro modo, cada vez que llegara al poder un nuevo Jefe de Estado, habría que plantearse el derecho a la propiedad y otros derechos, acordes a la ideología del nuevo Jefe de Estado. Además, la monarquía hereditaria evita disputas entre partidos.
Pero dentro de una monarquía caben muchos modelos de gobierno. Cánovas proponía el suyo:
La monarquía del siglo XIX debía ser democrática, esto es, respetuosa con la Constitución, voluntad expresa de los españoles, y respetuosa con los gobernantes que los españoles eligen para ese fin. El Gobierno debía estar, por tanto, en manos de civiles que debían gobernar en turno pacífico de alternancia de partidos. Los partidos gobernantes deberían estar de acuerdo en unos mínimos, que serían la idea de soberanía, tal y como la concebía Cánovas: una soberanía “histórica” representada por el Rey, y una soberanía “actual” representada por las Cortes y el pueblo. Otro punto necesario de acuerdo sería el orden público, sometimiento del ejército a la autoridad del Rey, y búsqueda del progreso para España.
Esta misma idea de que la monarquía es la salvaguarda de las libertades, ya la había expresado Bravo Murillo treinta años antes que Cánovas. Bravo Murillo había dicho que un Gobierno con autoridad fuerte puede luchar contra el desorden, contra la delincuencia, contra la arbitrariedad, siempre que actúe a favor de los ciudadanos y no trate de vivir a costa de ellos.
En el sistema ideado por Cánovas, el Rey tendría solamente las atribuciones reconocidas en la Constitución.
Respecto a las relaciones del Rey con las Cortes, Cánovas manejaba la expresión “el Rey con las Cortes y las Cortes con el Rey” para resaltar la igualdad de derecho en el origen de ambas instituciones detentadoras de la soberanía. Ambas se necesitan, se complementan y ninguno puede prevalecer sobre el otro. El Rey y las Cortes no pueden estar en desacuerdo porque sólo cumplen su papel de representar la soberanía del pueblo español cuando obran conjuntamente. El Rey no puede ser una institución simbólica, porque se necesita que alguien revitalice continuamente las Cortes. Las Cortes no pueden ser un organismo muerto, o que se limite a aprobar los presupuestos, porque tienen el deber de controlar al Poder Ejecutivo y al Judicial, vigilar para que los Ministros no cometan abusos, y elaborar las Leyes que el país necesite para cada momento. No se puede concebir un Rey fuerte sin unas Cortes fuertes, y nunca habrá unas Cortes fuertes sin un Rey fuerte.
En cuanto a la idea de soberanía depositada en “el Rey con las Cortes”, tercera gran verdad madre del pueblo español, Cánovas fue doctrinario y nunca creyó en el sufragio universal. Creía que la soberanía residía en la nación, en el conjunto de la nación, pero también sabía del absurdo que era que una mayoría ignorante tuviera poder de decisión sobre los destinos de todos los españoles. Los ciudadanos que no conocen la historia, el ser profundo de España, no pueden decidir sobre el presente sin graves riesgos de equivocarse. Es imposible que los ignorantes decidan el porvenir si desconocen el pasado y malinterpretan el presente. Ya les es bastante difícil legislar a los que saben. ¿Se debe correr el riesgo de ponerse en manos de los ignorantes? ¿y si caemos en manos de los inmorales, que pueden ser tanto cultos como ignorantes?. El voto debe restringirse a los hombres capacitados para comprender la realidad y para tratar de encauzarla debidamente. No todos los hombres son iguales a la hora de ejercer el derecho de decisión. El sufragio universal es un método muy inseguro de gobernarse. El resultado del sufragio universal puede estar de acuerdo con el derecho y la razón, o puede decidir completamente en contra, a favor de la indignidad o del error. Lo que es cierto es que la humanidad no puede permitirse errores, porque lo que se tarda años o décadas de esfuerzo en construir, se puede destruir en unas pocas horas. Jugar a ver qué resulta del sufragio universal, es inmoral. Cuando los demócratas defienden el respeto a las minorías, deberían respetar también a la minoría de los inteligentes y la minoría de los hombres prácticos que han sabido levantar las empresas (lo cual no es lo mismo que hacer fortunas, las cuales a saber por qué medios se han levantado).
Por tanto, Cánovas creía que debía construir un régimen político en el que cupieran todos, en el que participasen todos, en el que pudieran expresarse libremente todos los españoles sin distinción entre “buenos” y “malos”, entre ideas permitidas e ideas prohibidas, pero a la postre, deben decidir los bien preparados y honestos. No se debe caer en la idea facilona y temeraria del “todo o nada” planteada por los dogmáticos, que dicen que o se asumen todos los derechos o no estamos en un Estado de derecho. Se impone el razonar, el escuchar a quien tiene algo que decir, el espíritu dialogante, la deposición de actitudes excluyentes. Las ideas no son buenas o malas en función de quien las expresa, ni se puede estar en actitud de contradecir todo lo del contrario aun antes de que éste empiece a hablar. Hay que separar la consideración que nos merecen las personas, de las ideas que estas personas manifiestan. Mi adversario doctrinal no debe ser mi enemigo personal. Es preciso oír a todos, lo cual no implica estar de acuerdo con todo lo que digan los demás.
De este modo, la restauración canovista fue un movimiento de apertura política, de realismo, y de positivismo político. Abogaba por la transacción entre los políticos, y defendía que era imposible gobernar sin pactos y transacciones, siempre que éstas fueran lícitas, justas, honradas e inteligentes. Las transacciones siempre rompen un poco la armonía del sistema ideológico-político, pero llevan a la convivencia del conjunto a fin de resolver las cuestiones de cada momento, no a gusto de todos, pero tampoco a disgusto completo de todos. El político debe aprender a ceder en lo accesorio, si se respetan las cuestiones fundamentales yo verdades madres del país. La libertad y el progreso no son posibles si no se da igual seguridad a todas las aspiraciones humanas. Como las aspiraciones humanas son diversas, y aún contradictorias, se debe resolver cada conflicto mediante la discusión, siempre que la discusión sea razonada, realista, respetuosa, a fin de conseguir los mejores acuerdos posibles. Porque “la política es el arte de lo posible”, lo cual es una frase que se suele atribuir a Cánovas debido a las ideas que defendía, pero que Cánovas nunca dijo. Dijo muchas frases parecidas a ésta, pero no ésta precisamente. Ésta es una frase construida por los historiadores para resumir las muchas frases que Cánovas dijo al respecto.
D. Antonio Cánovas del Castillo.
Cánovas dijo varias veces que la política es un arte, porque es variable, ajustable a las circunstancias y requiere de habilidad, táctica, intuición, don de la oportunidad, capacidad para la dialéctica, y dominio del juego conversador. Pero la política es más que un arte, porque requiere también de un  caudal de conocimientos, una claridad de ideas, y un dominio de las relaciones humanas, lo cual acerca el tema política al campo de la ciencia. Hay casos en que las personas nada preparadas científicamente, entran en política, y tienen muchas probabilidades de acabar en desastre, personal y del conjunto de los ciudadanos. La política es mudable, sus decisiones son pasajeras, porque los cambios de actitud ante un problema son aceptables e incluso aconsejables, según las circunstancias. Pero el político debe respetar unos principios permanentes, unos valores inmutables, por encima de las decisiones y acuerdos mudables de cada día. Es preciso comprender a la otra parte, tratar de averiguar en la historia la raíz del problema, y poner soluciones de cara al futuro del país con sentido de la trascendencia. Es inútil en las discusiones el atacar el pasado histórico, porque eso ya no tiene solución. Es inútil pretender que la legitimidad del presente nace de la buena fe, porque de la buena fe pueden seguirse tremendos errores. Por eso, es preciso que el gobernante sepa escuchar a sus contrincantes y sepa negociar soluciones que sean asumibles por la mayoría. En ello, el gobernante debe tener asumido que a todos no se les puede dar gusto a la vez casi nunca. Es preciso ser flexible, ceder ante el contrario, pero sin traicionar nunca los principios fundamentales de la convivencia, las verdades madres, el sentido común, el conocimiento adquirido, la “constitución interna” del país.
Por eso, la política de cada día es a veces el arte de aplicar a cada momento las soluciones posibles.
El Gobernante debe tener en cuenta que Política, con mayúscula, es también el respeto a las creencias inmutables que constituyen el alma misma del pueblo que se pretende gobernar. No es posible en política hacer todo lo que se pretende. Pero se pueden ir haciendo cosas que nos acerquen al ideal del pueblo que queremos ser. Nunca se va a poder conseguir todo lo expuesto en un programa político, pero en todo caso el programa debe tener sentido en ese camino hacia el progreso, hacia las libertades del pueblo.
La solución es el consenso, la cesión ante el adversario, pero exigiendo al mismo tiempo que el adversario también ceda en algo de lo suyo. El consenso no es una capitulación ante el enemigo.
No se debe excluir a nadie en política, salvo a los violentos e inmorales. Lo demás, es cosa de transacciones entre personas justas, honradas e inteligentes.
En cuanto a los partidos políticos, Cánovas pensaba que el pluralismo supone variedad y discrepancias. Ante la discrepancia, la solución más irracional es la guerra, o el ataque físico al contrincante. La solución racional es el diálogo.
El diálogo necesita de unas reglas de juego que den igualdad de oportunidades a cada parte, que permitan a cada uno defender sus posiciones racionalmente, a fin de que sean posibles los acuerdos. En caso de no poder llegar a ningún acuerdo, el grupo perdedor debe saber perder y debe esperar su oportunidad para cuando las circunstancias cambien. Los encargados de mantener este juego político son los partidos.
Los partidos son completamente necesarios. Es cierto que el individuo pierde su libertad personal en aras a la disciplina de partido, pero también el partido puede completar sus ideas, moderar sus ambiciones. Y además, el partido es el órgano que puede esperar a que las circunstancias cambien.
Los partidos tienen muchos defectos e inconvenientes, pero son necesarios. Sirven para tener opiniones contrastadas y defendibles ante el colectivo, pues de otro modo, las individualidades nos llevarían al caos político continuo y permanente. Los partidos son un mal necesario para la vida pública. Representan la variedad necesaria para renovar el pensamiento y para la búsqueda de soluciones que sean apoyadas por grandes colectivos. En los hombres hay diversidad de opiniones y por ello, deben existir los partidos que encaucen estas opiniones.
Tampoco es deseable que haya una pléyade de partidos, lo cual sería perder el tiempo y las fuerzas en discutir para no resolver nada. Es deseable que haya pocos partidos  que se pueda llegar a acuerdos de hacer cosas. Los partidos tienen fuerza del ser y del no ser, y nos conducen al devenir hegeliano.
La discusión política debe ser respetuosa. Es normal que se discuta. La función de un partido político es discutir. La discusión es buena como génesis que conduce hacia el progreso. Pero para que sea posible la acción hacia el progreso, los partidos deben saber ceder, llegar a acuerdos, deben saber distinguir entre el interés general y los intereses de los partidos, entre las cuestiones puntuales y los grandes principios que sostienen la sociedad y el Estado, los cuales son irrenunciables, y es imposible ceder en ellos en la negociación.
Los partidos nacen, se desarrollan, mueren y son sustituidos por otros partidos. Representan el pluralismo y en cada momento histórico serán diferentes, porque los problemas de cada momento son diferentes.
Cánovas vio la conveniencia de que los partidos fueran dos, el conservador y el de progreso.
En 1874, Cánovas vio la conveniencia de que los partidos fueran dos, el conservador y el de progreso. Los dos deberían alternarse en el poder. Uno debía ser de centro derecha y otro de centro izquierda, pero los partidos deberían ser moderados, con capacidad de diálogo, con posibilidad de llegar a acuerdos entre ellos, y capacidad para atraer hacia sí cada uno a los grupos afines de sectores radicales, o grupos contrarios al diálogo y al progreso. El bipartidismo empobrece el sistema político, pues caben menos opiniones diversas, pero da más estabilidad al sistema y hace más fácil la alternativa de Gobierno, con lo cual hay más continuidad en la política, y ello da más seguridad a los ciudadanos.
En el Ejecutivo, la gestión corresponde tanto a los partidos a la derecha como a los de izquierda, pero intentando el consenso diario, la concordia entre ambos. Cada uno tendrá oportunidad de aplicar sus convicciones mediante el turno en el Gobierno. El turno no se debe organizar en periodos fijos, sino que depende de las circunstancias políticas. Cuando el partido en el Gobierno se desgasta, se desune y comete errores, y con ello se desprestigia, da paso al otro partido.
Esta doctrina del turno de partidos la obtuvo Cánovas de la práctica seguida por los Gobiernos británicos entre los tories de Disraeli y los whigs de Gladstone, que a Cánovas le parecía maravillosa. Ninguno tenía temor a ceder el poder porque sabía que lo recuperaría cuando ganase las elecciones. Así concebido el sistema de Gobierno, la oposición no es una opción perversa, no es un grupo cuyas ideas deban ser destruidas a todo trance, sino una opción lícita, siempre que esté dentro del orden constitucional. El partido que gobierna lo hace en nombre del Rey y de la Nación. El partido que no gobierna es oposición en nombre del Rey y de la Nación. Cada uno hace su papel.
El partido que vence en los comicios, en un régimen bipartidista obtiene siempre la mayoría absoluta y puede gobernar a gusto según sus propios criterios, pero ello no le da derecho a aplastar a la oposición, sino que el partido en el Gobierno debe tender al consenso, negociar, a fin de que cuando la actual oposición llegue al Gobierno, continúe la obra legislativa y no destruya lo ya hecho. El arrinconamiento y la humillación de la oposición hecha en España en el segundo tercio del siglo XIX, debe desterrarse de la vida política para siempre porque sólo genera enfrentamientos. Es preciso mantener un espíritu de concordia pues así lo pide el sentido común y las normas del juego político. El partido en el Gobierno debe dar a la oposición el mismo trato que él desearía recibir, si fuese en ese momento oposición. Ambos deben respetar al contrario, no abusar del otro, saber ganar y saber perder, no romper la baraja cuando se pierde.
Las reglas del juego político son que el partido que tiene la mayoría, gobierna; el que está en minoría, se convierte en oposición y trata de corregir los errores del que gobierna; la oposición acepta las leyes que la mayoría del Congreso aprueba, aunque puede razonar en contra, pero no puede imponer su opinión mientras esté en minoría; el partido que gobierna no tiene derecho a destruir la obra hecha por el anterior Gobierno, aunque la considere injusta.
En resumen, el canovismo fue:
- El imperio de la ley sobre otras actitudes sociales.
- La separación de poderes del Estado.
- Respeto a los derechos individuales.
- Propiedad privada.
- Libertad religiosa compatible con que el Estado español sea independiente respecto a la Iglesia.
- Apoyo a la Corona por su efecto moderador en la dirección de la política, e incluso se llama a la Corona, Poder Moderador.
- Creencia de que la soberanía reside en el pueblo, pero es bueno que la represente el Rey junto a las Cortes, porque en la práctica, el Rey es más objetivo que el Congreso y el Senado los cuales suelen estar enfrascados en luchas de partidos. Por ello, el Rey no un Rey absoluto, pues viene limitado por la Constitución y las instituciones del Estado, aunque se reconoce que adquiere mucho poder.
Los defectos que hoy le vemos al canovismo son: el defender hasta tal punto la propiedad privada, que se olvidó por completo de las medidas sociales, encomendándolas a la caridad cristiana; el centralismo a ultranza; el aislamiento político internacional en el que creyó que podía sacar ventaja; el caciquismo como único sistema garante de continuidad del régimen; la identificación de progreso con realizaciones materiales de tipo agrícola, industrial, bancario, comercial, y el olvido de factores humanos, culturales; la creencia cerrada en el catolicismo como única moral posible, despreciando la existencia de otras creencias con criterios morales diferentes.
Pero el término Restauración es discutible: Si se adoptaba la idea de que se restauraba la monarquía borbónica, había que admitir que se restauraba el liberalismo burgués, en España más burgués que liberal, y Cánovas no estaba de acuerdo ni con el autoritarismo excluyente de Narváez, ni con autoritarismo progresista de Prim. Cánovas había forjado sus ideas durante los gobiernos de estos líderes, pero precisamente se rebelaba contra ellos. Quería romper la idea de que en una discrepancia sólo uno tiene razón, y crear un nuevo sistema de alternancia de partidos razonables, coherentes con las posibilidades reales del país. No era una vuelta atrás, sino un sistema diferente, dentro del conservadurismo, caciquismo y colonialismo tradicionales.
Durante la mayor parte del siglo XIX español los políticos progresistas se sentían más liberales que los moderados, y los exaltados se creían más liberales que los progresistas legales o templados. Cada grupo condenaba al anterior como poco liberal. Todos se echaban en cara defectos, así el sistema resultaba absurdo y, desde el punto de vista liberal europeo, el sistema era antiliberal. Olózaga comprendió lo absurdo de las posturas políticas y decidió que los exaltados pasaran a llamarse “progresistas”, un adjetivo mucho más positivo y aceptable.
Los liberales moderados defendían la paz social, el disfrute y fortalecimiento de las conquistas ya hechas por la sociedad y la política. Temían la violencia y la arbitrariedad populista, temían el caos provocado por los exaltados sistemáticamente. Defendían que el orden era necesario para salvaguardar la libertad. Muchos moderados eran “progresistas arrepentidos”, iniciados en el ambiente exaltado y hartos de violencias y malos modos propios de los exaltados. Así le ocurrió a Martínez de la Rosa, Istúriz, González Bravo, Donoso Cortés, Alcalá Galiano, Ramón María Narváez… Una vez que conocían que las revueltas populares estaban manipuladas por el dinero y los empresarios “progresistas”, se decepcionaban, y como consecuencia de ello se pasaban al moderantismo. Pero el moderantismo español no tenía casi nada de liberal, y se convirtió con Narváez en represión pura y dura para mantener el orden en las calles. Y conocer el moderantismo suponía otra decepción. “Los buenos” no aparecían por ninguna parte en esta novela de la fase final del siglo XIX en la historia de España.
Cánovas fue miembro de la Real Academia de la Historia (18601897) y su director (1882-1897). En ella puso en marcha dos notables iniciativas: la reanudación de la publicación de las Actas de las Cortes de Castilla, proseguida hasta hoy; y la dirección de una gran Historia de España confiada a varios autores, que no llegó a completarse. Perteneció también a la Real Academia Española (1867), a la de Ciencias Morales y Políticas (1881), a la de Bellas Artes de San Fernando (1882) y a la recién creada de Jurisprudencia y Legislación (1882), que también presidió. Presidió, asimismo, la Real Sociedad Geográfica.
Mausoleo de Cánovas en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid.
 
Mientras tanto en nuestra villa la actividad política seguía centrada en la provisión de fondos y ajustes presupuestarios del concejo, con frecuentes ejecuciones por descubiertos en los fondos municipales, y la formación de comisionados municipales para realizar en la Diputación Provincial las gestiones y peticiones de acogerse a una moratoria en el pago de los descubiertos en el año económico en curso.
ACTA DE LA DUODÉCIMA SESIÓN ORDINARIA DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 3 DE ABRIL DE 1875. Esta es la décimo sexta reunión del año 1875. Hasta esta fecha se produjeron doce sesiones ordinarias y cuatro extraordinarias.
“Acuerdo…y En la Villa de la Higuera de Arjona á tres de Abril de mil ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión ordinaria bajo la presidencia del Sr. Alcalde, por cuyo señor se declaró abierta la sesión y dada lectura al acta anterior quedo aprobada. Por el Sr. Presidente se hizo presente al Ayuntamiento que como en las egecuciones por descubiertos á fondos municipales, no existen instrucciones que señalen premios, recargos, sin dietas contra los morosos  como sucede en los de contribuciones del tesoro, no se puede exigir al rematador del impuesto indirecto sobre el pan otros costes y derechos que los reintegros de papel de oficio el sello 9º imbertido en justo prorrateo para las diligencias de apremio, y debo adbertir á la corporación que se puede fijar en el despacho del comisionado las dietas  que le sean prudentes. En tal estado se acordó por unanimidad señalar doce reales diarios  por los días que temporalmente funciones en la comisión de apremios, debiendo ser reintegrado por el deudor Juan Ramón Barragán. Acto seguido  se hizo presente la necesidad que había de nombrar una comisión para que pasen á la capital de provincia á gestionar cerca de la Diputación Provincial para que haga moratoria en el pago de los descubiertos que resultan por el contingente provincial del actual año económico. Visto lo espuesto por el Sr. Alcalde el Ayuntamiento acordó nombrar á D. Manuel Fuentes Pérez como persona más apta para el desempeño de este cometido, por virtud á encontrarse el Secretario recargado de trabajos. Al efecto, se acordó librar una cantidad de benticinco pesetas con cargo al Capítulo 6º artículo 2º y contra la caja municipal. Co lo cual se lebantó la sesión de que yo el Secretario Certifico =
Aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan Pérez Serrano.  Francisco Pérez.  Sebastián Pérez.  Dice: Es X de Francisco Agudo.  Dice: Es X de Manuel Giménez.  Juan José Mercado. 
Diligencia… La pongo yo el Secretario que la sesión ordinaria del sábado diez y siete no hubo asuntos de que tratar y lo pongo por diligencia. Higuera de Arjona diez y siete de Abril de mil ochocientos setenta y cinco =
Hipólito Martínez. Secretario.
Decreto… y Visto las solicitudes presentadas  por D. Felipe Martínez Marín y D. Bonoso de Lara para el acto de notoriedad pública de las enfermedades que padecen los mozos número cinco Felipe Lara Martínez y ocho Francisco Martínez Lara de la segunda edad, hagan combocatoria al Ayuntamiento para la sesión extraordinaria del día diez y ocho del actual y demás interesados.
Alcaldía de Higuera de Arjona á diez y siete de Abril de mil ochocientos setenta y cinco =
Aparecen las firmas del Alcalde: Fuentes e Hipólito Martínez. Secretario.
ACTA DE LA DÉCIMOTERCERA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 18 DE ABRIL DE 1875. Es la décimo séptima reunión del año 1875. Se habían celebrado trece reuniones ordinarias y cuatro extraordinarias.
“Acta de notoriedad pública… y En la Villa de la Higuera de Arjona á diez y ocho de Abril de mil ochocientos setenta y cinco, reunidos los señores que componen el Ayuntamiento cuyos nombres de los concurrentes se espresan al margen y en u sala capitular y en la sesión pública anunciada por medios de costumbre, prebia combocatoria  al efecto, bajo la presidenta el Sr. Alcalde D. Domingo S. Fuentes; por dicho señor se declaró abierta la sesión y dada lectura al acta anterior quedo aprobada.
Diose cuenta á la corporación municipal de una comunicación de la Exma. Diputación provincial fecha doce del actual en la que se interesa forme este Ayuntamiento acta de notoriedad respecto de las enfermedades que padecen los números cinco y D. Felipe Lara Martínez y ocho Francisco Martínez Lara de la segunda edad.
Al propio tiempo se dio lectura de dos solicitudes suscritas por D. Bonoso de Lara padre del mozo número ocho, ambos de esta vecindad, interesando de la misma se consigne lo que conste por notoriedad pública acerca de los subsodichos Felipe  Lara y Francisco Martínez; quintos ó soldados pendientes de la segunda edad lla citado, con el fin de poder comprobarle ante la Exma. Diputación provincial. Al efecto se manifestó por el Sr. Presidente á los concurrentes al acto, que podían esponer lo que les constase respecto á la inutilidad presentada por notoriedad pública de los indibiduos que tengan ó padezcan uno ó más de los defectos o enfermedades alegados por referidos mozos, sin perjuicio que el Ayuntamiento remita concienzudamente un dictamen ó informes y no habiendo espuesto ninguna razón en pro ó en contrario, el Ayuntamiento acordó emitir el siguiente informe: que no le consta de público ni pribadamente padezcan los mozos números cinco Felipe Lara Martínez y ocho Francisco Martínez Lara las enfermedades á que  se refiere la comunicación de la Exma. Diputación provincial fecha doce del actual y las solicitudes presentadas en el Ayuntamiento por los interesados fecha catorce del propio mes; disponiendo que por el Secretario se les estampe á continuación de las instancias certificado literal de la presente acta de acuerdo, y se remita copia certificada con atenta comunicación á la Exma. Diputación provincial. Con lo cual se dio por terminada la sesión pública que firman los señores concurrentes al acto cada uno como acostumbran y de todo ello como Secretario certifico =
En el margen izquierdo figura la relación de asistentes a la sesión municipal.
El Alcalde Domingo S. Fuentes.
El Teniente
Juan Pérez Serrano.
El Síndico
Juan J. Mercado
El Concejal
Francisco Agudo.
El Concejal
Sebastián Pérez
El Concejal
Manuel Giménez
Al final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan Pérez Serrano.  Juan José Mercado.  Dice: Es X del Regidor Francisco Agudo.  Sebastián Pérez.  Dice: Es X del Regidor Manuel Giménez. 
Hipólito Martínez. Secretario.
ACTA DE LA QUINTA SESIÓN EXTRAORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 20 DE ABRIL DE 1875. Es la décimo octava reunión del año. Hasta aquí se habían celebrado  trece reuniones ordinarias y cuatro extraordinarias. Con esta reunión extraordinaria se pasan a contabilizar cinco reuniones extraordinarias
“Acta… y En la Villa de la Higuera de Arjona á beinte de Abril de mil ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión extraordinaria, bajo la presidencia del Sr. Alcalde D. Domingo S. Fuentes por cuyo señor se declaró abierta la sesión y dada lectura al acta anterior fue aprobada. Seguidamente se ordenó al Secretario Diese cuenta y lectura de una orden del Sr. Gobernador civil de esta provincia de 16 del actual en la que se interesa se instale la Junta local de instrucción pública de esta Villa, cuyos indibiduos como padres de familia nombrados en terna por dicho Sr. Gobernador son D. Ildefonso Fuentes, D. Francisco Martínez Almansa y D. Bonoso de Lara, y el concejal elegido por el municipio en sesión de beinte de Marzo último es D. Francisco Pérez García, y el Cura Párroco D. Blas Cobo Peinado, en cumplimiento del Decreto de 19 del propio mes.
Acto seguido, se dio orden al portero por el Sr. Presidente para que hiciera comparecer á los citados  indibiduos y después de estar presentes y entregarles sus respectibas credenciales se les dio posesión de sus cargos, los cuales manifestaron deseos de cumplir bien y fielmente y que se giraría una bisita mensual á los profesores, tanto por ver los adelantos que se obserban, cuanto por estimularlos á que no se bea la educación de los niños, de ambas escuelas en tan punible abandono por falta de las juntas anteriores, y ebitar se resientan los padres de familia si se tolerasen á los profesores con nuestra apatía en el cumplimiento de nuestro honroso cargo que este momento aceptamos. Con lo cual y estando presentes dichos señores y concejales firman cada uno como acostumbran y se lebantó la sesión de todo lo que yo el Secretario Certifico = en D. Francisco Pérez García = entre renglones = vale
Al final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan Pérez Serrano.  Sebastián Pérez.   Dice: Es X de Francisco Agudo.  Dice: Es X de Manuel Giménez.  Juan José Mercado.
Hipólito Martínez. Secretario.
ACTA DE LA DÉCIMO CUARTA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 25 DE ABRIL DE 1875.
“Acuerdo… En la Villa de la Higuera de Arjona á beinte y cinco de Abril de mil ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión bajo la presidencia del Sr. Alcalde D. Domingo Sebastián Fuentes por cuyo señor se declaró abierta la sesión, é hizo presente lo conveniente que sería el acordar recursos con que poder cubrir en parte ó en totalidad el presupuesto municipal del año económico de 1875 á 76 y presente también la Junta Municipal de asociaos se acordó los recursos siguientes: 1º. Arrendar á la esclusiva el vino y aguardiente.2º. carne de hebra ó sea de ganados lanar y macho cabrio; 3º. el jabón blando y duro. 4º. el gas; 5º. los pesos y medidas á uso voluntario, 6º. el verdeo de los cerdos bajo las condiciones que se formulará en sus expedientes respectivos por la comisión de presupuestos.
En su consecuencia se acordó que dichas subastas consten  de dos remates los cuales tendrán lugar en los estrados de la Alcaldía, desde las once de la mañana hasta la una del día el Domingo veinte y tres del actual que se verificará el primer remate, y el segundo á la misma hora y espresado lugar, á los ocho días de verificad el primero: al efecto se anunciaran al público en los sitios de costumbre y á la vez se remitirá ejemplar al Sr. Gobernador civil de esta Provincia para su inserción en el Boletín oficial llamando licitadores. Así se acordó y firmó por los Srs concurrentes cada uno como acostumbran y de todo ello como Secretario certifico =  El verdeo de los cerdos = entre renglones vale = Siguen las firmas
Al final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan Pérez Serrano.  Juan José Mercado.   Dice: Es X de Francisco Agudo.  Dice: Es X de Manuel Giménez. 
ACTA DE LA DÉCIMO QUINTA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 1 DE MAYO DE 1875.
“Acta… y En la Villa de la Higuera de Arjona á primero de Mayo de mil ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión bajo la presidencia del Sr. Alcalde D. Domingo S. Fuentes, y convocados los gremios industriales en este día cuya convocatoria se hizo con anterioridad por edictos para los efectos del arículo94 del Reglamento de 20 de Mayo de 1873, resultaron no haber asistido más que dos industriales de un gremio y por consiguiente se consideró como renuncia expresa del derecho á verificar el nombramiento; En tal estado el Sr. Alcalde hizo la elección de síndicos y clasificadores durante el egercicio económico de 1875 á 76 y es a saber:
Síndicos D. Miguel Perín = D, Antonio Martínez Nabarro =D. Manuel Pérez Ruano = Clasificadores = D. Antonio Pérez  García = Francisco de Zafra = Y Para que conste se estiende la presente acta que firman los señores concurrentes al acto de que yo el Secretario certifico =
Al final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan Pérez Serrano.  Juan José Mercado.   Dice: Es X de Francisco Agudo.  Dice: Es X de Manuel Giménez. 
ACTA DE LA DÉCIMO SEXTA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 7 DE MAYO DE 1875.
“Acuerdo…y la Villa de la Higuera de Arjona á siete de Mayo  de mil ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión, bajo la presidencia del Sr. Alcalde D. Domingo Sebastián Fuentes, por cuyo señor se declaró abierta la sesión y se hizo presente á la corporación la necesidad que había de conocer el déficit que había en el presupuesto municipal, y que al efecto era indispensable formar el adicional y refundido y conocido que fuera, se presentase el prollecto de presupuesto que ha de regir en el egercicio de 1875 á 76 para su examen discusión y aprobación en Junta municipal. Acto seguido se de principio á la formación del apéndice al amillaramiento para en su vista dar principio al repartimiento de inmuebles, cultibo y ganadería, como igualmente se empieze á la formación de la matrícula de subsidio puesto que están nombrando los síndicos y clasificadores.
Al propio tiempo se acordó la recomposición de caminos vecinales y puentes, en virtud á encontrar la próxima la recolección y encontrarle algunos en muy mal estado y ser de urgente necesidad.
También se acordó limpiar y componer los pozos de agua dulce y cañerías, por la escasez de agua que se esperimenta y especialmente en este próximo berano. Con lo que se aprobó todo por unanimidad y se lebantó las unión de que yo el Secretario, certifico =
Al final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan Pérez Serrano.  Juan José Mercado.   Dice: Es X de Francisco Agudo.  Dice: Es X de Manuel Giménez. 
Hipólito Martínez. Secretario.
ACTA DE LA SEXTA SESIÓN EXTRAORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 23 DE MAYO DE 1875. Es la vigésimo segunda reunión del año 1875 y la sexta reunión extraordinaria.
“Acuerdo…y En la Villa de la Higuera de Arjona á beinte y tres de Mayo de mil ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión extraordinaria con asistencia de la Junta de asociados, cuyos nombres de los concurrentes se expresan al margen bajo la presidencia del Señor Alcalde D. Domingo S. Fuentes, por cuyo señor se declaró habierta la sesión y leída que fue por el Secretario el acta anterior quedó aprobada. Acto seguido se ordeno por el Sr. presidente se diese lectura al Boletín oficial extraordinario de beinte y dos del propio mes, y enterados los concurrentes de las prebenciones que contiene la circular inserta en el mismo fecha 21 del referido mes dada por el Sr. Gefe Económico de esta provincia se acordó por unanimidad nombrar una comisión compuesta de tres indibiduos cuya elección recayó en fabor de loa señores, D. Juan Pérez Serrano Teniente Alcalde, D. Hipólito Martínez Secretario y D. Antonio Mercado Miya los cuales son nombrados con el obgeto de que se entiendan con la Administración Económica en el encabezamiento de consumos por los impuestos de Sal y cereales para ultimar el contrato, que será por todo el año económico de 1875 á 1876 y siguientes, si el Gobierno de S. M. no dispone otra cosa en contrario.
Verificado que fue dicho nombramiento para que acepte en nombrar de los que suscriben la obligación que trae consigo el encabezamiento: En tal estado se acordó pase expresada comisión á la capital el día cuatro de Junio próximo benidero y que se saque copia certificada de este acta para que se la entreguen al Sr. Gefe Económico.
Seguidamente se hizo presente por el Sr. presidente á los señores concurrentes que al hacer el nombramiento de la comisión referida se obliga tanto el Ayuntamiento como los vocales asociados á estar y pasar por lo que la comisión hiciese dentro de su cometido.
Con o cual se lebantó la sesión aprobado que fue por unanimidad y firman cada uno como acostumbra de todo lo que yo el Secretario Certifico =
Al final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan Pérez Serrano.  Pedro Mercado.  Dice: Es X de Francisco Agudo.  Dice: Es X de Manuel Giménez.  Juan José Mercado.  Sebastián Pérez.  Eufrasio Barragán.  Antonio Mercado.  Ildefonso Fuentes.  Luis Moreno.  Manuel Clemente Pérez.   Nicanor Torregimeno
Siguen las firmas: Francisco Martínez Domingo Fuentes.  Sebastián Mercado.  Luis Pérez Galisteo.  Juan Ramón Mercado.  Pedro Garrido.  Bernardino Pérez
Hipólito Martínez. Secretario.
ACTA DE LA DÉCIMO SÉPTIMA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 30 DE MAYO DE 1875.
“Acuerdo… y En la Villa de la Higuera de Arjona á treinta de Mayo de mil ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión bajo la presidencia del Sr. Alcalde D. Domingo S. Fuentes, por cuyo señor se declaró abierta la sesión y dada lectura al acta anterior quedó aprobada.
Seguidamente se hizo presente á la corporación por el referido Sr. Alcalde que era preciso acordar recursos para que la comisión pase á la capital el encargo que se le ha conferido en sesión de beinte y tres del propio mes y en su vista se acordó una partida de setenta y seis pesetas con cargo  al artículo segundo capítulo sesto del presupuesto municipal y se autorice al Sr. Alcalde para que transfiera créditos á este artículo y capítulo por no haber otros para este obgeto por estar agotados.
Al mismo tiempo se acoró librar la suma de cuatro pesetas cincuenta céntimos contra el artículo 2º capítulo primero para impresiones ó sea libramientos. También se acordó librar la suma de una peseta benticinco céntimos contra dicho artículo y capítulo para adquirir la instrucción  general de consumos.
Así mismo se acordó librar la suma de diez pesetas para gastos del comisionado para la conducción del mozo de la tercera edad Manuel Garrido Barragán y se nombró de comisionado á Francisco Garrido Delgado.
Con lo cual acordado que fue Todo por unanimidad se lebantó la sesión firmando cada uno como acostumbran de todo lo que yo el Secretario Certifico =
Al final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan Pérez Serrano.  Juan José Mercado.  Dice: Es X de Manuel Giménez.   Dice: Es X de Francisco Agudo. 
ACTA DE LA DÉCIMO OCTAVA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 15 DE JUNIO DE 1875.
“Acta… y En la Villa de la Higuera de Arjona á quince de Junio de mil ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión, bajo la presidencia del Sr. Alcalde D. Domingo S. Fuentes, por cuyo señor se declaró abierta la sesión y se hizo presente á la corporación lo urgente que era nombrar un administrador para que se encargue de la recaudación del impuesto indirecto sobre el pan para el día primero de Julio próximo venidero respectibo al año económico de mil ochocientos setenta y cinco á setenta y seis, ínterin se acordó la subasta luego que se conozca el resultado del encabezamiento de consumo por la Administración Económica de esta provincia. En su virtud se acordó por unanimidad nombrar para el expresado cargo á D. Manuel Clemente Pérez el cual  además de ingresar semanalmente en la administración de Consumos  que está a cargo de D. Antonio Mercado rendirá la oportuna cuenta al Ayuntamiento y el día que haya rematador para el impuesto del pan terminará la recaudación.
También se acordó imponer el cuatro por ciento de la riqueza para la atención del presupuesto municipal.
Así fue acordado firmando cada uno como acostumbra y de todo ello como Secretario Certifico =
Al final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan Pérez Serrano.  Juan José Mercado.  Dice: Es X de Manuel Giménez.   Dice: Es X de Francisco Agudo. 
Hipólito Martínez. Secretario.
ACTA DE LA DÉCIMO NOVENA SESIÓN ORDINARIA DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 20 DE JUNIO DE 1875. Con la de esta fecha se habían celebrado veinticinco reuniones en este año 1875. De ellas diecinueve fueron sesiones ordinarias y seis reuniones extraordinarias.
“Acuerdo…y En la Villa de la Higuera de Arjona á beinte de Junio de mil ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión bajo la presidencia del Sr. Alcalde D. Domingo S. Fuentes, por cuyo señor se declaró abierta la sesión y se hizo presente por el Señor presidente que el Depositario de fondos municipales D. Ildefonso de Fuentes ha manifestado serle imposible el continuar desempeñando el cargo y por consiguiente continuará hasta último de Junio que termina el actual año económico  y ínterin se nombra otro.
En su consecuencia, el Ayuntamiento en su vista acordó nombrar para dicho cargo de Depositario de institución  de D. Ildefonso de Fuentes á D. Manuel Fuentes Pérez el cual empezará el día primero de Julio próximo benidero, quien estando presente aceptó el cargo.
Así mismo se acoró anunciar al público y en el Boletín  oficial de esta provincia para su debida publicidad, haber terminado el apéndice al amillaramiento, como igualmente el repartimiento de inmuebles, cultibo y ganadería para el año económico de mil ochocientos setenta y cinco á setenta y seis.
Al propio tiempo se acordó nombrar comisionado de los mozos de la reserba respectiba a la rebisión de los expedientes y se nombra comisionado á D. Manuel Fuentes Pérez á quien se le señala la suma de ciento cuarenta reales para gastos y perjuicios del capítulo y artículo designados en el presupuesto municipal.
Todo fue Acordado por unanimidad y firma cada uno como acostumbra de todo lo que yo el Secretario certifico =
Al final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo S. Fuentes.  Juan José Mercado.  Juan Pérez Serrano. Dice: Es X de Francisco Agudo.  Dice: Es X de Manuel Giménez.   
Hipólito Martínez. Secretario.
Acta de la décimo novena sesión ordinaria de fecha 20 de junio de 1875.
Nota a tener en cuenta en la trascripción de todas las actas:
En todos los casos la trascripción es literal, si bien se ha procedido a interpretar en algunos casos los textos confusos o ilegibles, a no utilizar las mismas abreviaturas de palabras en orden a dar claridad al texto redactado y la imposibilidad de transcribir fielmente en la abreviatura la colocación de algunas grafías manuscritas, a acentuar las palabras que en muchos casos no figuraban acentuadas. Si se ha respetado siempre la ortografía original, las uniones indebidas de palabras y la redacción del texto en general.
Granada 28 de septiembre de 2020.
Pedro Galán Galán.
Bibliografía:
Cuadernillo de actas del año 1875 de Lahiguera. Archivo municipal de Lahiguera.
Encinas Gómez, Emilio:
http://www.historiadeespananivelmedio.es/19-23-04-canovismo/