PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

domingo, 18 de febrero de 2024

EL CAMBIO CLIMÁTICO PROVOCARA QUE LOS PERIODOS SECOS SEAN CADA VEZ MÁS LARGOS E INTENSOS.

UN 75% DEL TERRITORIO ESPAÑOL ESTÁ EN PELIGRO DE SUFRIR DESERTIFICACIÓN Y UN 20% YA LO SUFRE.

Los embalses peninsulares han visto aumentar sus reservas gracias a las precipitaciones de la última semana. En conjunto, el volumen de agua almacenada ha subido al 51,1% de su capacidad, un punto más que en la semana anterior, un nivel similar a las mismas fechas de 2023, y ocho puntos por debajo de la media de la última década (59,3%).

Del mismo modo, las reservas de las presas destinadas a la producción de energía eléctrica han aumentado respecto a la última semana, de forma que estos embalses se encuentran al 75% de su capacidad, en unos niveles algo superiores al año pasado (70,7%) y por encima de los valores medios de la última década (70,8%).

Pero lo más importante es que los embalses de uso consuntivo (consumo y cultivo), aquellos cuyo fin es el consumo humano y la agricultura, se encuentran al 40,5%, según los datos del último informe semanal del Boletín Hidrológico, publicado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). Son 1,3 puntos más que la semana anterior, en la que las reservas han aumentado en 508 hectómetros cúbicos.

En definitiva, el volumen de agua en los embalses para el consumo humano alcanza los 15.712 hm³, aunque en la mayor parte de España hay mucha menos agua almacenada de lo que sería normal y en términos generales España sigue arrastrando una sequía de más de dos años, especialmente acusada en el sur de España y en Cataluña.

Podemos decir que a día de hoy, la reserva de agua para consumo se encuentra un punto por debajo del nivel del año pasado por estas fechas (41,6%), que ya fue un año más seco de lo normal, y sigue muy lejos del nivel medio de la última década para esta época (54%). En suma, no está lloviendo lo suficiente como para recuperar la situación de sequía prolongada que arrastra España y afecta a amplios territorios.

Las cuencas que menos agua almacenan en relación con su capacidad son las cuencas internas de Cataluña, (15,4%), la del Guadalete-Barbate (15,5%), la del Segura (17,7%), la Cuenca Mediterránea Andaluza (18,6%) y la del Guadalquivir (23%). Por el contrario, las que están en mejor situación relativa son, por lo general, las cuencas septentrionales, pero son también las de menor capacidad: la del Cantábrico Oriental, Cuencas internas del País Vasco y Cantábrico Occidental.

En España hay 374 embalses con una capacidad total de almacenamiento de 56.000 hectómetros cúbicos (hm³) de agua, lo que supone aproximadamente el 50% del caudal fluvial del país. En el año hidrológico 2023-2024 se han añadido dos nuevos embalses: el de Irueña, en la confederación hidrográfica del Duero, y el de La Colada, en la del Guadiana. El más grande es de La Serena, en Badajoz (3.219 hm³, el tercero más grande de Europa), y el segundo más grandes es el de Alcántara, en Cáceres (3.160 hm³). En total, nueve embalses superan los 1.000 hectómetros cúbicos de capacidad.

 PANTANO DE LA SERENA


https://www.youtube.com/watch?v=yBXquK1V4Eo

Entre los embalses que muy a menudo aparecerán vacíos está el de Valdeinfierno, en la cuenca del Segura, que se construyó en el siglo XVIII y cuya finalidad principal es retener el agua para el aprovechamiento del regadío y para proteger a las poblaciones de las crecidas del río Luchena, igual que la presa de Algar respecto a las crecidas del río Palancia, en Valencia.

La mayor parte de los embalses peninsulares para el consumo humano se encuentran en la actualidad en un nivel inferior que en el último lustro.

En conjunto, el nivel de agua embalsada en España se encuentra en valores mínimos en comparación con los últimos diez años, lo que expone a la población a situaciones de escasez de agua. Según la organización Greenpeace, el 70% de las cuencas hidrográficas en España presentan un nivel de estrés hídrico alto o severo.

Los niveles de en torno al 85% de capacidad que alcanzaron los embalses españoles en la primavera de 2013 o 2014 no se han repetido en la misma estación desde entonces, en un descenso que es más acusado en la vertiente Atlántica, donde están algunos de los principales ríos españoles y los que más han sufrido esta tendencia, en especial las cuencas de los ríos Guadiana, Guadalete-Barbate y el Guadalquivir.

Más de un 75% de la superficie de España se encuentra en riesgo de desertificación, y el 70% de las cuencas hidrográficas presentan niveles de estrés hídrico alto o severo, según señala la organización Greenpeace.

España atraviesa un período de sequía extensa y prolongada. Es un hecho que avalan los datos y que evidencia una mirada al cielo, a los ríos y a los campos. No es un fenómeno limitado a nuestro país, forma parte del calentamiento global del planeta, pero en ocasiones nos damos cuenta tarde, cuando sus efectos impactan en nuestro día a día: restricciones, cortes de agua y pobres cosechas que hacen aumentar los precios de los alimentos.

El año hidrológico 2021-2022 ha sido el tercero más seco desde que se tienen registros, en los últimos 61 años. Las precipitaciones acumuladas en España desde el 1 de octubre de 2021 hasta el pasado 30 de septiembre fueron un 25% menores de lo normal. Y eso es el promedio, porque hay amplias zonas donde el déficit de precipitaciones rondó o superó el 50%.

Situación de los embalses en fecha 12 de febrero de 2024.

Otra manera de representar este escenario es ver la evolución de la sequía en los últimos meses, con la evolución del SPEI (Índice de Precipitación Evaporación Estandarizada) en una escala temporal de 12 meses a lo largo de los trimestres del pasado año hidrológico.

Este indicador, que se obtiene con los datos de precipitación y los de demanda de agua de la atmósfera, da fe de cómo menguó el agua disponible tanto por la falta de lluvias generalizada -salvo en los meses de marzo y abril- como por el exceso de calor durante buena parte del año. Y refleja la evolución, extensión y severidad de la sequía meteorológica.

No obstante, el déficit de precipitaciones de un año concreto no conduce necesariamente a una sequía persistente. Proyectemos el mapa de la sequía sobre los límites de las demarcaciones hidrográficas del país, donde se gestionan las reservas de agua. Con los últimos datos disponibles del Ministerio de Transición Ecológica, a 31 de agosto, el 38,5% de la superficie se encontraba en sequía prolongada, el doble que en la misma fecha del año anterior (19,3%). Son 43 unidades territoriales en esta situación, repartidas en las cuencas del Guadiana, Tajo, Duero, Ebro, Miño-Sil y Galicia Costa.

Las previsiones para el otoño no harían “reverdecer” este mapa. El nuevo año hidrológico ha comenzado como terminó el anterior, con más calor de lo habitual. Un calor que produce mayor evaporación y que no es compensado por unas lluvias que no se están repartiendo de manera homogénea por el territorio.

Según la Agencia Española de Meteorología (Aemet), había un 40% de probabilidades de que los meses de octubre, noviembre y diciembre fuesen más cálidos de lo normal en la península, porcentaje que se elevaba al 50% en Baleares, mientras que para Canarias no hubo una tendencia clara. Por consiguiente, se deduce una mayor tensión sobre las reservas de agua acumulada en España.

La sequía hidrológica, es el resultado de la gestión de un bien escaso. Los embalses españoles se encuentran en niveles mínimos en las últimas tres décadas. Con las reservas de agua embalsada al 31,9% de su capacidad, no se veía un nivel medio tan bajo desde 1995, año que marcó un hito histórico de sequía.

En la actualidad, el 15,7% del territorio está en un escenario de emergencia por escasez grave de agua, tres veces más que el año anterior; además, el 21,5% se encuentra en alerta y otro tanto en prealerta, es decir, en situación de escasez moderada. Como se ve en los mapas anteriores, a lo largo del pasado año hidrológico la situación ha empeorado en todas las cuencas hidrográficas de las que se dispone información, salvo en las del Júcar y el Segura.

Con la información actualizada a 30 de septiembre 2023, en la cuenca del Guadalquivir, la que estaba en peor situación, todas sus demarcaciones se encuentran en alerta o emergencia por escasez, con la única excepción de Ceuta. Y, sin embargo, pese a la falta de lluvias en el último año, no se encontraba en alerta atendiendo a los indicadores de sequía prolongada. El fenómeno se repetía en la parte manchega de la cuenca del Guadiana, la del Tajo en el norte de Cáceres y la región de Murcia.

Ello nos habla de un problema de tensión entre la demanda y disponibilidad de agua, es decir, de sobreexplotación, de gastar lo que no se tiene. Las perspectivas para el otoño no fueron halagüeñas para los embalses, por lo que los responsables de varias confederaciones hidrográficas, como las del Duero o Miño-Sil, llamaban a los ayuntamientos a hacer un consumo responsable ante una sequía que perdurará a medio plazo.

A medio y largo plazo, la solución pasa por “mejorar la estrategia de infraestructura hidráulica”, explica María José Polo, catedrática de Ingeniería Hidráulica en la Universidad de Córdoba. Pero eso no significa construir más embalses “para seguir manteniendo un nivel de consumo que ya es excesivo”. “Es como si para solucionar mi exceso de gasto me abro más cuentas, o pido más tarjetas y voy jugando con el crédito”, compara en declaraciones a DatosRTVE. Podríamos construir más embalses, añade, pero estarían semivacíos.

Las reservas de las cuencas hidrográficas españolas podrían reducirse entre un 3 % y un 7 % hasta 2040.

Puede haber sequía meteorológica y que no afecte a la agricultura, porque el suelo aún mantiene suficiente humedad para nutrir a las plantas. Pero cuando la situación se prolonga y el suelo se seca, disminuye el rendimiento de los cultivos, con importantes consecuencias socioeconómicas.

La situación en España es peor en la mitad norte, donde la vegetación sufre más estrés por la falta de lluvias, que en el sur, donde proliferan cultivos leñosos de secano, como el olivo, que, pese a tener la peor cosecha en años, son más resistentes al calor por naturaleza. Más al norte, en amplias zonas de Francia, Inglaterra y el centro y este de Europa, un año extraordinariamente cálido ha puesto en peligro a los campos y bosques de países poco acostumbrados a períodos tan secos.

No es la foto fija de un año en particular. Los registros indican que Europa nunca ha estado tan seca como en estas últimas décadas. Un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Salamanca analizaba la evolución de la humedad del suelo en Europa en los últimos 30 años y llegaba a la conclusión de que el suelo tiene cada vez menos agua, en cualquiera de los climas del continente, pero en especial en el centro y este de Europa.

Europa sufre sequías más frecuentes, intensas y duraderas, que ponen en riesgo las cosechas presentes y dificultan la recuperación para años posteriores. En el caso de España, otro estudio muestra un aumento de la sequía agrícola entre mayo y octubre (2023), lo que afecta a los períodos de crecimiento de importantes cultivos, como los cereales y la uva.

Se cierne así una amenaza sobre alimentos de nuestro día a día. En un titular llamativo, la sequía podría dejarnos sin leche y hasta sin cerveza, según señalaba en TVE esta semana Fernando Valladares, profesor de investigación del CSIC.

Las sequías no son extrañas en nuestro clima mediterráneo, y, aunque es grave que en un solo año las precipitaciones hayan sido un 25% menor de lo normal, sus efectos los empeora la explotación descontrolada de un recurso menguado. “Estamos sobrepasando todas las líneas rojas del derroche. El agua que gastamos, los regadíos desproporcionados que no paran de crecer o los pozos ilegales que sustraen un agua que necesitamos todos son lo que al final está determinando todo”, afirma Valladares, especializado en Biogeografía y Cambio Global.

El futuro apunta a repetir una secuencia ya advertida por los científicos: con el cambio climático, las temperaturas suben y las sequías se hacen más frecuentes y severas. La menor cantidad de lluvias y la mayor evaporación y transpiración por el calor reducen el agua disponible para el consumo humano; y si no se controla la demanda, que sigue creciendo, la escasez coyuntural se hará crónica.

Con este escenario, urge adoptar medidas para adaptar la gestión de los recursos hídricos y de su uso en la agricultura al cambio climático. Un trabajo que conviene acometer en los años de bonanza y no cuando la necesidad acucia, recuerda la profesora María José Polo, y que implica una reconversión de modelo, adaptar una nueva mentalidad de que España no puede mantener todos sus regadíos.

“Ha habido reconversiones de industrias en este país: la siderurgia, el sector pesquero... Han tenido un coste social, claro que sí, pero se han hecho porque la situación llega a un estado que es insostenible y creo que estamos en ese momento en que hay que repensar este sistema”, concluye.

La sequía afectará a nuestra agricultura y a nuestras fuentes de suministro de agua potable.

El 2023-2024 sigue siendo un año hidrológico seco, que, pese a precipitaciones copiosas caídas en períodos concentrados de tiempo, no mejora la situación general de sequía prolongada que atraviesa España, especialmente en Cataluña y Andalucía. El año 2023 terminó como el más cálido jamás registrado a nivel global; en Europa fue el segundo más cálido, después de 2020, y en España fue el segundo más cálido desde que hay registros, solo por detrás de 2022, y el sexto más seco.

El año 2023 terminó en España con una temperatura media de 15,2 ºC en la península, 1,3 °C por encima de la media; 18 ºC en Baleares (0,9 por encima de la media) y 19,8 ºC en Canarias (+1,4 respecto a la media).

Con un 3% menos de precipitaciones que en el período 1991-2020, el año hidrológico 2022-2023 cerró con precipitaciones a la baja, siguiendo la estela del anterior, que terminó siendo el tercero más seco desde que comenzaron los registros en España hace seis décadas, con un valor acumulado un 16% por debajo de lo normal, y extremadamente seco en áreas de Cataluña, Comunidad Valenciana y Andalucía. En Canarias se registró un 31% de precipitaciones menos de lo normal y en Baleares, un 21%.

Y el otoño no contribuyó a mejorar la situación en estos lugares. Con datos hasta el 16 de enero, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) apunta que el valor medio nacional de las precipitaciones acumuladas es de 252 litros por metro cuadrado, lo que representa un 3% menos de lo esperado, que serían 261. Sin embargo, las precipitaciones se han acumulado de manera muy desigual en el territorio español.

Como se ve, las cantidades acumuladas son muy escasas en todo el arco de Levante, donde se ha registrado menos de una cuarta parte de la precipitación respecto a su valor medio para el periodo 1991-2020. También están por debajo de la media en puntos de Asturias, Cantabria y en ambos archipiélagos. Por el contrario, ha llovido más de lo normal en la mitad oeste de la península y en el Pirineo occidental. Estamos ante una Sequía meteorológica de larga duración.

Además de la Aemet, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) también vigila el nivel de sequía que hay en nuestro país. Gracias a su monitor de sequía meteorológica, se puede apreciar la extensión de la severidad de la situación por la falta de lluvia.

Lo hace a través del SPEI o Índice de Precipitación Evapotranspiración Estandarizada. Este indicador, una vez obtenidos los datos de precipitaciones y los de demanda de agua por parte de la atmósfera en los últimos 12 meses, asigna un nivel de severidad: cuanto más negativo es el valor, es decir, cuanto más tiende a rojo, más grave es el nivel de sequía.

El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) también divulga mensualmente informes y mapas que siguen la situación de sequía y escasez en todas las demarcaciones hidrográficas de la península.

El organismo, de acuerdo con los Planes Especiales de Sequía (PES), distingue entre la sequía prolongada, entendida como un fenómeno natural en la que el ser humano no interviene, y la escasez, relacionada con problemas puntuales en la atención de las demandas de agua.

Sobre la sequía prolongada, los últimos datos confirman los efectos generales de un año seco en la península. Así, el 17,1% de la superficie peninsular estaría en situación de sequía prolongada, según los últimos datos recopilados por Miteco), correspondientes al 31 de diciembre.

A la izquierda un campo de cereales regado por aspersión, a la derecha un campo sin riego.

El mes de diciembre fue en general seco o muy seco en toda España, a excepción de Galicia y algunas zonas del norte peninsular, pero de nuevo volvió a ser un mes muy seco en el este y sur. De esta manera, empeoran las zonas que ya se encontraban en una situación de sequía prolongada. El número de unidades territoriales en estado de sequía prolongada sube de 35 a 50, localizadas sobre todo en las cuencas internas de Cataluña (18), Cuencas Mediterráneas Andaluzas (12), Guadalquivir (7), Ebro (6) y Júcar (5).

Por otra parte, y según los datos del Miteco, el 34,5% del territorio se encuentra en situación de emergencia (21,9%) o alerta/excepcionalidad (12,6%) por escasez de agua. La escasez coyuntural de agua está relacionada con los posibles problemas de atención de las demandas, independientemente de la disponibilidad de recursos hídricos.

Así se encuentran en especial casi toda Cataluña y la mayor parte de Andalucía, sur de Extremadura, la mitad oriental de Castilla-La Mancha y, en menor medida, Murcia. Las lluvias de octubre y noviembre permitieron mejorar prácticamente por completo la situación del Duero y fueron importantes en zonas del Ebro y, en menor medida, en el Guadiana, aunque no suficientes para mejorías relevantes en sus zonas más afectadas. En la mayor parte del Guadalquivir y de las cuencas internas andaluzas, y especialmente en las cuencas internas de Cataluña, el problema se sigue agravando, puesto que los primeros meses del presente año hidrológico siguen siendo secos.

La escasez de lluvias y el aumento de las temperaturas no solo afectan a los embalses, sino también a las tierras de cultivo.

Para identificar estos niveles se emplea el Indicador Combinado de Sequía (CDI). Funciona de forma similar al índice SPEI del CSIC, ya que, gracias a los datos recopilados por el satélite Copernicus, se analizan las precipitaciones, la humedad del suelo y la respuesta de la vegetación a las anomalías térmicas, y se asigna un nivel de preocupación.

Según estos datos, el 17,1% del territorio de la Unión Europea se encuentra en estado de alarma (sin contar los archipiélagos atlánticos de Azores, Madeira y Canarias) y el 0,7% en situación de alerta.

El Indicador Combinado de Sequía a finales de diciembre indica que el levante español, gran parte de Italia, el norte y este de Polonia, Rumanía, áreas de los Balcanes, Grecia y Chipre se encuentran en condiciones de alarma debido a la falta de humedad en el suelo provocada por la escasez de lluvias y las temperaturas más cálidas de lo normal.

La desertificación es la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Actualmente, más de dos tercios del país sufren falta de lluvias.

El cambio climático afecta ya a un 70% de los españoles, unos 32 millones de personas sufren en España los efectos de la acumulación de años muy cálidos en la última década. Los datos del estudio Open Data Climático confirman que los veranos duran cinco semanas más que en los años 80.

La orografía del terreno avacúa el agua de lluvia por la zona oscurecida, y cuando no hay agua, deja marca del cauce que provoca. Consuegra (Toledo)

El cambio climático afecta ya al 68,5% de españoles (32 millones) debido a una acumulación de años muy cálidos en la última década, el alargamiento de los veranos y el aumento de las noches tropicales, según el estudio Open Data Climático, presentado por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

La cifra de afectados es el resultado de extrapolar los datos desde 2011 de las temperaturas medias anuales más cálidas durante, al menos 5 años, en 37 observatorios repartidos por toda la geografía española, de un total de 58, ha avanzado Rubén del Campo, portavoz de la agencia de meteorología.

Según las conclusiones de este estudio preliminar, las temperaturas medias de todas las estaciones son cada vez más elevadas, aunque el ascenso se aprecia con más claridad en primavera y, sobre todo en verano, estación que se convierte en la más afectada por el cambio climático, pues se está volviendo más largo y más cálido.

En concreto, los datos revelan que el verano se está alargando nueve días de media por década, con lo que el verano actual abarca cinco semanas más que a comienzos de los años 80, aunque el calentamiento afecta a todas las estaciones del año.

En general, las temperaturas son más cálidas ahora entre abril y octubre, lo que confirma que esta estación comienza antes y termina después. “Es algo que todos notamos y los datos nos vienen a confirmar”, subraya uno de los portavoces de la Aemet, Rubén del Campo.

El estudio además desvela que la superficie con clima semiárido, asociado a temperaturas altas y escasez de lluvias, ha aumentado en 30.000 kilómetros cuadrados (en torno al 6% de la superficie de España) en las últimas cinco décadas y las zonas más afectadas son Castilla-La Mancha, valle del Ebro y sureste peninsular.

Con motivo de la conmemoración del Día Meteorológico Mundial, este informe avanza datos preliminares del informe Open Data Climático elaborado por Aemet con las evidencias más relevantes de los impactos del clima en toda España a lo largo de las últimas décadas.

De los 58 observatorios analizados, el valor más extremo se ha obtenido en Barcelona/Aeropuerto, donde, desde 2011, todos los años han sido muy cálidos, y algo más de seis meses de cada año la temperatura ha quedado englobada dentro del 20% de los meses más cálidos de la serie .

En otros observatorios climatológicos como en el de Murcia o en el de Teruel, todos los años desde 2011 -menos uno- han exhibido un comportamiento similar, mientras que en Madrid, cinco de los últimos ocho años se pueden calificar también de muy cálidos.

Por otro lado, el estudio señala que la temperatura superficial del Mediterráneo está aumentando 0,34ºC por década desde principios de los años 80. Este aporte de calor provoca una expansión termal que contribuye al incremento del nivel del mar. De hecho, desde 1993 el nivel del Mediterráneo ha aumentado en 3,4 milímetros por año.

Según los resultados del Open Data Climático, un Mediterráneo cada vez más cálido repercute en sus regiones costeras aumentando el número de noches tropicales, es decir, aquellas en las que la temperatura mínima iguala o supera los 20ºC.

En este sentido, ambos portavoces han destacado la amplificación de los efectos del fenómeno “isla de calor”, anomalía térmica positiva que tiene lugar en el centro de las ciudades en relación con la periferia. Según el Open Data Climático, este plus térmico nocturno que eleva las temperaturas mínimas afecta al confort de los ciudadanos por sus efectos nocivos para la salud, en particular para aquellos grupos de riesgo que viven en grandes urbes.

Ambos efectos, por tanto, señalan a las grandes ciudades y a la costa mediterránea como los dos entornos más vulnerables al cambio climático.

Finalmente, se ha estudiado la ocurrencia de las olas de calor y de frío. Si bien los episodios fríos disminuyen en número de días, las olas de calor tienden a concentrarse en los últimos años, con especial incidencia en su duración.

Este hecho es particularmente relevante, según ha destacado Hervella, al existir una elevada correlación entre temperaturas máximas y mortalidad, pues a partir de un determinado umbral de temperatura máxima las muertes aumentan de forma notable. Según datos del Ministerio de Sanidad entre 2006 y 2017 han fallecido 83 personas por golpe de calor y entre 2004 y 2016, 446 personas por exposición al calor excesivo.

Para este análisis, la AEMET ha contado con información de su Banco Nacional de Datos Climatológicos y con datos procedentes de un total de 58 observatorios, 52 de ellos ubicados en capitales de provincia o sus proximidades y en Ceuta y Melilla, y otros seis más por la especial relevancia histórica de sus datos.

El paisaje español, ya de por sí altamente inflamable, se verá muy amenazado por el aumento de sequías.

España, anfitrión de la Cumbre del Clima COP25, es uno de los países donde el impacto del cambio climático será mayor. El peor escenario previsto es desolador: inundaciones, sequías, desertificación, incendios, extinción de especies... El paisaje español, ya de por sí altamente inflamable, se verá muy amenazado por el aumento de sequías.

Su extenso litoral marítimo, su ubicación geográfica y sus características medioambientales le convierten en un territorio especialmente vulnerable.

Las olas de calor aumentaran.

El cambio climático provocará una subida de un metro del nivel del mar Mediterráneo afectando “masivamente” a la región, en la que viven más de 500 millones de personas y que se calienta más rápido que el resto del globo, según un estudio de la red Mediterranean Experts on Climate and Environmental Change (MedECC) hecho público en el Foro Regional de la Unión por el Mediterráneo (UpM) en Barcelona sobre este asunto.

El coordinador del MedECC, Wolfgang Cramer, ha alertado de que habrá efectos negativos en la salud humana, así como un incremento de la inseguridad alimentaria y la pobreza relacionada con la falta de agua potable y de comida, lo que pueden incrementar las crisis sociopolíticas que generan migraciones: “Si mejoramos la colaboración entre países y la forma de gestionar la situación política, aumentará la resiliencia al cambio climático”.

Se trata del primer estudio sobre el impacto del cambio climático en la región mediterránea, y su coordinadora, Semia Cherif, ha alertado de que si se da un escenario en el que los gases de efecto invernadero sean altos, en el año 2100 el aumento de la temperatura podría llegar a los 5 grados centígrados, mientras que solo subirá 1 grado si se reducen las emisiones.

El director general adjunto de la Comisión Europea, Maciej Popowski, ha asegurado que la lucha contra el cambio climático es una de las prioridades las instituciones comunitarias y que nos encontramos en el “momento” para tomar acciones: “El tiempo para actuar es ahora”.

El informe avisa de la gran vulnerabilidad de la región mediterránea, donde la temperatura sube un 20% más deprisa que la media mundial: ha subido un grado y medio desde la época preindustrial. Y la previsión es terrorífica: 2,2 grados más en 2040 y hasta 3,8 grados más para el año 2100, si no se toman medidas urgentes para evitarlo.

La subida de un metro del nivel del mar, prevista para el año 2100, afectaría a la tercera parte de los 500 millones de habitantes de la región. Y pondría en serio peligro los medios de subsistencia de al menos 37 millones de personas en la costa africana, por la pérdida de terreno agrícola y la salinización de las aguas subterráneas.

El agua dulce disponible podría disminuir hasta un 15% y más de 250 millones de personas sufrirán escasez de agua en solo 20 años. Especialmente la zona de las cuencas fluviales de Oriente Próximo se esperan grandes sequías, incluso con la subida de temperatura más moderada.

La acidificación del agua del mar y el aumento de su temperatura han causado también la pérdida de muchas especies, aunque la acción del hombre también contribuye: el 90% de las especies que se comercializan están sobreexplotadas. El 34% desaparece por esta sobrepesca. Y el tamaño de sus ejemplares se reducirá a la mitad en 30 años.

Lo mismo pasa en tierra: la sobreexplotación por la agricultura y ganadería intensivas destruye bosques y humedales. La calidad de los cultivos disminuirá tras el calentamiento global, y las importaciones disminuirán la seguridad alimentaria de la región.

Cada grado que suba la temperatura reducirá el rendimiento agrícola: en el caso de los cultivos de trigo, calculan que cada grado reduce un 7,5% su producción, y que en 2090 se habrá reducido un 37,5%.

Las ciudades sufrirán, cada vez más, el efecto isla de calor, y las muertes relacionadas se multiplicarán, como lo harán las enfermedades relacionadas con la calidad del agua.

También el aire perderá calidad y se dispararán las enfermedades respiratorias y cardiovasculares.

Los efectos de fenómenos meteorológicos más extremos ya se dejan ver: las tormentas ya causan importantes riesgos en las infraestructuras y los medios de subsistencia, que se irán intensificando.

Las olas de calor y las sequías serán más fuertes y frecuentes, con mayor riesgo para las personas más débiles (niños, ancianos...). Aumentarán los desequilibrios sociales.

Y también los desequilibrios interterritoriales: los países del sur y el este del Mediterráneo son ya más vulnerables por su limitada capacidad socio-económica para adaptarse a los cambios. Los conflictos relacionados con la escasez de recursos serán más frecuentes y aumentarán las migraciones humanas a gran escala.

El aumento del nivel del mar en 2100 previsto por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) tendría consecuencias generalizadas en los cerca de 10.000 kilómetros de costa española pero, principalmente, en todo el área mediterránea y en Canarias. Asimismo, aumentaría la frecuencia de episodios extremos como los temporales que han azotado el Cantábrico en los últimos años.

Dolores (Alicante) inundado a causa del desbordamiento del río Segura el pasado septiembre.

La región mediterránea, donde se encuentra gran parte de nuestro país, es muy sensible, puesto que aquí la temperatura sube un 20% más deprisa que la media mundial. Ya se ha incrementado un grado y medio desde la época preindustrial, y la previsión es aún peor: 2,2 grados más en 2040 y hasta 3,8 grados más para el año 2100, si no se toman medidas urgentes para evitarlo.

Según un reciente estudio internacional, más de 200.000 personas sufrirán inundaciones costeras en España dentro de solo tres décadas. Cincuenta años más tarde, en el 2100, las previsiones científicas elevan esa cifra de afectados a casi 350.000. Las zonas más vulnerables son Doñana, Huelva, Cádiz y el Delta del Ebro.

Así, España será uno de los principales afectados en Europa por el aumento de las marejadas ciclónicas y por la subida del nivel de los océanos. Esto obligaría a adaptar muchos edificios levantados junto al mar, y también a mejorar las defensas costeras, lo que acarrearía pérdidas millonarias.

Los plazos son aún más cortos para otro estudio, en este caso del Observatorio de la Sostenibilidad. Las inundaciones derivadas de la crisis climática pondrán en situación de riesgo a casi 330.000 ciudadanos de las zonas costeras en España de aquí a diez años, la mitad de ellos en la Comunidad Valenciana. Barcelona, Alicante, Málaga y Tarragona serán provincias también muy afectadas.

Especies como el oso pardo, los alcornoques y la Dehesa extremeña podrían desaparecer de la Península Ibérica si continúa aumentando la temperatura global. También, los grandes cetáceos que abundan en nuestras aguas.

Asimismo, el cambio climático podría favorecer la expansión de plagas, como la procesionaria, o de especies invasoras, como las medusas en el Mediterráneo o el mejillón cebra, lo que modificaría la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas.

Otro trabajo científico llevado a cabo por una universidad británica también contribuye a dibujar ese escenario climático catastrófico para la segunda mitad de este siglo. Las sequías se duplicarán en el sur peninsular, mientras que Madrid será una de las capitales europeas con periodos más prolongados de escasez de lluvias. Además, el flujo máximo de los ríos aumentará hasta un 80% en ciertas zonas del norte peninsular, como Galicia.

La desertificación, provocada principalmente por sequías cada vez más intensas, amenaza con degradar severamente y provocar la pérdida de grandes extensiones de suelo fértil. Un 75% del territorio español está en peligro de sufrir desertificación y un 20% ya lo sufre.

Las reservas de las cuencas hidrográficas españolas podrían reducirse entre un 3% y un 7% hasta 2040.

 El cambio climático provocará que los periodos secos sean cada vez más largos e intensos, lo que reducirá los recursos hídricos. El Centro de Estudios Hidrográficos del Cedex (Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas) prevé que las reservas de las cuencas hidrográficas españolas se reducirán entre un 3% y un 7% hasta 2040.

Y otra consecuencia importante, muy relacionada con la falta de lluvia, será el aumento de los incendios, tanto en número como en intensidad. España es el segundo país del Mediterráneo, solo por detrás de Portugal, con más fuegos forestales cada año, con cerca de 100.000 hectáreas quemadas de media. El cambio climático, tal y como ya han alertado organizaciones conservacionistas como WWF, convierte el paisaje español, ya de por sí altamente inflamable, en un polvorín a punto de reventar.

“Tenemos todos los ingredientes necesarios para favorecer el avance del desierto. El efecto del cambio climático, lluvias más irregulares y sequías más intensas, una demanda de recursos hídricos muy alta, y unos suelos de bosques maltratados por el uso del territorio”, dice a RTVE Rafael Seiz, técnico de política del programa de aguas de WWF.

Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, la Península Ibérica va a ser la región europea más afectada por la sequía. Este fenómeno, y el de la desertificación son procesos que caminan de la mano.

“Las principales zonas que se van a ver afectadas son los dos archipiélagos, también el tercio sur de la península ibérica”, dice a RTVE Julio Barea, responsable de la campaña de Aguas de Greenpeace.

Desde Greenpeace han pedido una política de cambio climático más ambiciosa e inciden en la importancia de reducir nuestras emisiones al menos un 55% antes de 2030 y cero emisiones antes de 2040.

Destrucción de pozos ilegales para riego.

Barea también ha señalado que es importante “intentar localizar más de un millón de pozos ilegales que están extrayendo grandes caudales de agua que nos van a hacer falta en un futuro, aplicar políticas agrícolas y ganaderas más sensatas”.

Hay que combatir los pozos ilegales, a esta petición de transformar las estrategias de gestión del agua y de combatir la existencia de los pozos ilegales se ha sumado el Observatorio Ciudadano de la Sequía que, junto con Greenpeace, reclama que se termine con “la sobreexplotación y la contaminación de los recursos hídricos” con el fin de paliar los efectos del cambio climático y acabar con los riesgos de sequía y de desertificación que, aseguran, “son ya incuestionables”.

Según destacan los ecologistas, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico admite en su informe “Impactos y riesgos derivados del cambio climático en España (2021)” que se espera “un aumento generalizado en la intensidad y magnitud de las sequías meteorológicas e hidrológicas bajo escenarios de cambio climático” unido a “una creciente aridez y un aumento del riesgo de desertificación”.

Una situación que, aseguran, ha hecho que durante la segunda mitad del siglo XX se redujeran entre un 10 y un 20 por ciento los recursos hídricos disponibles en las cuencas de la Península Ibérica, que la temperatura del mar Mediterráneo sea entre dos y tres veces superior a la del conjunto de los océanos o que España sea uno de los países de la UE con mayor riesgo de incendios.

En conjunto, el nivel de agua embalsada en España se encuentra en valores mínimos en comparación con los últimos diez años, lo que expone a la población a situaciones de escasez de agua. Según la organización Greenpeace, el 70% de las cuencas hidrográficas en España presentan un nivel de estrés hídrico alto o severo

Los niveles de en torno al 85% de capacidad que alcanzaron los embalses españoles en la primavera de 2013 o 2014 no se han repetido en la misma estación desde entonces, en un descenso que es más acusado en la vertiente Atlántica, donde están algunos de los principales ríos españoles y los que más han sufrido esta tendencia, en especial las cuencas de los ríos Guadiana, Guadalete-Barbate y el Guadalquivir.

El año hidrológico 2022-2023 cerró con precipitaciones a la baja, siguiendo la estela del anterior, que terminó siendo el tercero más seco desde que comenzaron los registros en España hace seis décadas.

Las lluvias de las primeras semanas del otoño contribuyeron a paliar este déficit, pero diciembre y enero han sido en general dos meses con precipitaciones bastante por debajo de la media. Con datos hasta el 6 de febrero actual, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) apunta que el valor medio nacional de las precipitaciones acumuladas es de 278 litros por metro cuadrado, lo que representa un 8% menos de lo esperado, que serían 302. Además, las precipitaciones se han acumulado de manera muy desigual en el territorio español.

Las precipitaciones se encuentran por debajo de lo normal en el tercio este y la mitad sur de la península, especialmente en el levante, donde se ha registrado menos de una cuarta parte de la precipitación respecto a su valor medio para el período 1991-2020. También están por debajo de la media los archipiélagos balear y canario. Por el contrario, las cantidades acumuladas superan los valores normales en la mitad oeste de la península (excepto Asturias y Cantabria) y en el Pirineo occidental.

Como consecuencia de lo anterior, y a pesar de las lluvias del comienzo de otoño, el 17,1% de la superficie peninsular estaría en situación de sequía prolongada, según los últimos datos recopilados por el Ministerio de Transición Ecológica (Miteco), correspondientes al 31 de diciembre.

El mes de diciembre fue en general seco o muy seco en toda España, a excepción de Galicia y algunas zonas del norte peninsular, pero de nuevo volvió a ser un mes muy seco en el este y sur. De esta manera, empeoran las zonas que ya se encontraban en una situación de sequía prolongada. El número de unidades territoriales en estado de sequía prolongada sube de 35 a 50, localizadas sobre todo en las cuencas internas de Cataluña (18), Cuencas Mediterráneas Andaluzas (12), Guadalquivir (7), Ebro (6) y Júcar (5).

Por otra parte, y según los datos del Miteco, el 34,5% del territorio se encuentra en situación de emergencia (21,9%) o alerta/excepcionalidad (12,6%) por escasez de agua. La escasez coyuntural de agua está relacionada con los posibles problemas de atención de las demandas, independientemente de la disponibilidad de recursos hídricos.

Así se encuentran en especial casi toda Cataluña y la mayor parte de Andalucía, sur de Extremadura, la mitad oriental de Castilla-La Mancha y, en menor medida, Murcia. Las lluvias de octubre y noviembre permitieron mejorar prácticamente por completo la situación del Duero y fueron importantes en zonas del Ebro y, en menor medida, en el Guadiana, aunque no suficientes para mejorías relevantes en sus zonas más afectadas. En la mayor parte del Guadalquivir y de las cuencas internas andaluzas, y especialmente en las cuencas internas de Cataluña, el problema se sigue agravando.

La sequía no solo está provocando que haya menos agua. En Andalucía la está convirtiendo en radioactiva. Este 2024, los cortes de agua por altos niveles de radioactividad se han acelerado. Y lo que nos queda.

Pero, como dice el dicho popular andaluz, “a perro flaco, todo son pulgas”. Y por los grifos de algunas zonas de la región ha empezado a salir agua radiactiva.

Población almeriense de Chercos donde hubo que cortar el agua por no reunir las características de salubridad por salida de agua radiactiva por radionucleidos en las rocas.

Una historia más larga de lo que parece, ya en abril de 2023, se tuvo que cortar los suministros de Chercos (Almería) y el problema afecta ahora mismo a varios barrios de la capital almeriense y la pedanía malagueña de Maro. Sin embargo, el gran “susto” 
ocurrió a principios de año.

El 30 de diciembre, la desaladora del Campo de Dalías que asegura el suministro a los más de 100.000 habitantes de Roquetas de Mar se averió y el sistema empezó a distribuir agua de los Pozos de Bernal; un lugar que, desde el mes de septiembre, se sabía que tenían niveles de radioactividad superiores a lo establecido.

Casi de inmediato, se cortó el suministro y, durante los dos días que tardó en arreglarse la planta de desalación, los vecinos de Roquetas tuvieron que abastecerse con agua transportada en camiones. Es decir, la segunda ciudad de Almería y la decimotercera de Andalucía ya se ha visto afectada por los altos niveles de radioactividad. Y lo que nos queda por ver.

Los pozos de sequía son uno de los últimos recursos ante la falta de agua. Pero hay un problema: la contaminación.

¿Pero por qué hay radioactividad en el agua? Por la falta de agua. Como explican desde el Ministerio de Sanidad, desde “la formación del planeta” hay radionucleidos en las rocas que “todavía no se han extinguido por transmutación, por ser muy poco radiactivos y tener, por tanto, semividas comparables a la edad de nuestro planeta”.

Es decir, los radionucleidos están aquí, entre nosotros. Y, aunque no todos son problemáticos a nivel sanitario, si se acumulan pueden afectar a la salud a largo plazo.

Aquí es donde entra la sequía. La combinación entre falta de lluvias y sobreexplotación de los acuíferos ha producido que haya mucha menos agua disponible con una cantidad parecida de radionucleidos. Y esto, como ocurrió en verano con los pesticidas en el embalse zamorano-salmantino de la Almendra, provoca que el agua acumule niveles peligrosos para el consumo humano. De ahí sale la radioactividad.

Los embalses almerienses están al 8,93% de su capacidad y la Viñuela, el que da servicio a la comarca malagueña de la Axarquía (donde está Maro) se encuentra al 7,27%. Además, hablamos de zonas donde la agricultura es muy intensiva y eso ha sometido a una presión extra a los acuíferos de la zona.

Pero el resto de Andalucía no está mucho mejor. En su conjunto, los pantanos de la provincia de Málaga están al 15,75% y los de Cádiz, al 15,32%. Sevilla y Huelva están algo mejor por los temporales de las últimas semanas, pero no hay ninguna provincia andaluza que se encuentra ni cerca de la media nacional. Ese es el desastre.

La cuenta atrás ha empezado. Andalucía, como Cataluña, ha anunciado que (si es necesario) fletará barcos para asegurar el suministro de agua de las provincias más afectadas: Almería, Málaga, Cádiz y, justo por detrás, Córdoba. Sin embargo, hay muchas dudas sobre la viabilidad de esto a medio plazo.

Y es que, según las estimaciones de la Junta de Andalucía, estos barcos “pueden transportar entre 40.000 y 100.000 m3 de agua hasta puertos andaluces”. Solo el área de Málaga, gasta 66.000 al día. Harán falta muchos barcos si la situación se mantiene durante más tiempo. Demasiados.

De hecho, a día de hoy, lo más probable es que los cortes de agua se vuelvan más y más frecuentes conforme nos acerquemos al verano. Es cierto que los modelos meteorológicos empiezan a hablar de un cambio radical de tiempo en la segunda mitad de febrero. Pero si algo hemos aprendido estos meses, es que tenemos que estar preparados. Y está claro que muchas partes de Andalucía van tarde.

En los pasados días, España ha estado en mitad de un pasillo de tormentas atlánticas. Ha sido una buena noticia, pero no para todos, durante semanas, las palabras más esperadas han sido “NAO negativa”. Por fin, llegó la lluvia. En Lahiguera hemos contado en tres días con unas lluvias de 52, 22 y 9 litros. Todos andamos como locos echando abonos al olivar para recuperar el plantío y la producción.

Un olivar de regadío en Córdoba, un lujo que no nos podremos permitir con la situación de sequía.

Tras semanas viendo cómo los modelos predictivos prometían más de lo que la meteorología estaba dispuesta a darnos, hemos tenido buenas noticias: las piezas atmosféricas en el Atlántico se han alineado y, por fin, se ha abierto el pasillo de tormentas profundas. Es decir, lluvias, lluvias y más lluvias. Eso sí, no para todos. Y aquí vienen los problemas.

Hablemos de la NAO. Porque, efectivamente, la palabra clave es “NAO negativa”. La “NAO” es la “Oscilación del Atlántico Norte”: el “baile” entre el anticiclón de las Azores y la baja de Islandia, los dos grandes fenómenos atmosféricos que rigen la meteorología del Atlántico norte.

Cuando el índice que usamos para “medir quien va ganando” es negativo, el anticiclón de las Azores es más débil de lo normal y, por eso mismo, no puede bloquear las borrascas profundas del atlántico. La consecuencia directa es que, circulan más al sur de lo normal: justo a nuestra latitud.

En ese escenario entramos.

Entrada de las tormentas de la pasada semana que nos trajeron las lluvias.

 ¿Qué ha pasado estos días? Todo empezó hace unos días con la borrasca Hipólito que ya pasó sobre la península; pero lo bueno continuó con Irene y se empezó a notar en Canarias y después en la Península. Hubo rachas de viento fuerte o muy fuerte y lluvia persistente en el oeste (tanto de Canarias como de la Península).

Basta con ver los mapas de acumulados para comprobar que íbamos a vivir un episodio de lluvias importantes en buena parte del país. Y eso, como la sequía no se ha ido a ninguna parte, es una buena noticia.

Llegó la semana pasada un gran cambio de tiempo con lluvia y nieve. Ha sido la mejor noticia meteorológica del año.

Las malas noticias han venido después, pese a todo, no va a durar mucho, necesitamos más agua. Si avanzamos un poco en las salidas de los modelos, podemos ver que todo indica que, en apenas una semana, el patrón de circulación atmosférica NAO+ volverá con nosotros. Es decir, volverá la estabilidad, los cielos despejados y la calma chicha.

El problema es que llevamos meses instalados exactamente en el mismo patrón: tres o cuatro días de lluvias seguidos de un par de semanas o tres de anticiclón. Esto por sí solo ya sería una mala noticia, pero además hay que sumarle algo fundamental (y que nos va a dar muchos quebraderos de cabeza en el futuro): que las lluvias están muy concentradas en el cuadrante noroeste e ignoran sistemáticamente las regiones costeras del Mediterráneo.

¿Hasta cuándo se podrá beber agua del grifo? Esa es la gran pregunta que se hacen muchos. Hace unos días, Fuengirola iniciaba las restricciones de agua. Y aunque los esfuerzos de las administraciones están puestos en aguantar hasta verano (esperando el milagro), cada día que pasa los problemas persisten y la fecha se acerca.

Granada 18 de febrero de 2024.

Pedro Galán Galán.

 Páginas web consultadas:

https://www.rtve.es/noticias/20191202/como-afecta-a-espana-cambio-climatico/1992746.shtml

 https://www.rtve.es/noticias/20240109/estado-embalses-espana-datos/2281701.shtml

https://www.xataka.com/ecologia-y-naturaleza/ultimo-hito-sequia-andalucia-agua-radioactiva-saliendo-grifos