PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

jueves, 9 de junio de 2022

EL 11 DE JUNIO DE 1466, ENTRE LOS TÉRMINOS DE LA HIGUERA Y VILLANUEVA SE PRODUJO UN ENFRENTAMIENTO ENTRE LAS TROPAS DE D. PEDRO DE ESCAVIAS Y D. FADRIQUE MANRIQUE..

MIGUEL LUCAS DE IRANZO ENGRANDECIÓ JAÉN CON SU DEFENSA, GESTIÓN Y PRESENCIA HASTA SU ASESINATO EN 1473.

Digamos a modo de introducción para este artículo, que Miguel Lucas de Iranzo, Condestable de Castilla y Señor de Jaén, de origen humilde y plebeyo, nace en la villa de Belmonte (Cuenca) y creció en la corte castellana de Juan II, por recomendación del propio don Juan Pacheco, Marqués de Villena y señor de Belmonte, quien estaba muy vinculado a la corte del rey Juan II. Estas influencias favorecen su nombramiento como doncel del príncipe de Asturias, futuro rey Enrique IV, con quien establece una más que notoria amistad.

Dicen las Crónicas que se trataba de un joven apuesto, despierto y ambicioso, a quien su afán de poder personal y político le hace entrar en oposición con la alta nobleza y otros miembros de la corte. Entre sus enemigos, se encontraban sus paisanos de Belmonte (Cuenca), los hermanos Juan Pacheco y Pedro Girón; así como Beltrán de la Cueva.

Miguel Lucas de Iranzo fue uno de los tres validos del rey Enrique IV, junto con Beltrán de la Cueva, el duque de Alburquerque, y Juan Pacheco, el marqués de Villena y I duque de Escalona.

El Condestable de Castilla D. Miguel Lucas de Iranzo.
Comenzó al servicio de Juan Pacheco, marqués de Villena y a través de él logrará entrar en la corte castellana de Juan II, sirviendo como paje de su hijo Enrique, que al reinar se preocupa de instruir e introducir en el seno de la corte a un grupo de personajes que manifiesten cierta afinidad personal, para contrarrestar las traiciones de Juan Pacheco y Pedro Girón.

Para conseguir estos objetivos, ambos hermanos, manejando a su conveniencia el poderoso instrumento que el destino les había proporcionado, se reparten los papeles e inician una época de tira y afloja, de frecuentes pequeñas revueltas seguidas rápidamente de negociaciones, amenazas, alarmas, cabalgadas, levantamientos…. con la finalidad de acorralar al privado del rey  Juan II, D. Álvaro de Luna, para tenerle más o menos maniatado, casi a su merced, para hacerse ellos cada vez más necesarios e indispensables al poder, a fin de arrebatarle más y más donaciones de villas y rentas que le permitiesen a su vez incrementar sus posesiones. Hacerse cada vez más ricos para convertirse en más poderosos y llegar a controlar por completo la gobernación del Estado, como sugiere el halconero de Juan II en el siguiente texto: “La fama era que el Príncipe lo fazia por inducimiento de don Jhoan Pacheco, marqués de Villena, su criado, el qual se presume que lo fazía a fin de sacar del Rey algunos yntereses, según que lo avía acostumbrado, e asimismo por desviar al dicho condestable e maestre de Santiago de la corte; porque él así desviado, pudiese con el fabor del Prínçipe mandar en el rreyno más que otro alguno” (1).

Carrillo de Huete lo da a entender de forma bien clara cuando dice que el príncipe no era del todo libre para desembarazarse de Pacheco y Girón porque desde hacía años les había entregado las tenencias de las fortalezas que poseía, y desde ellas podían muy fácilmente hacerse fuertes y declararse en rebeldía. No tenía, por tanto, libertad plena para poder tomar una decisión semejante. Así pues, no podía extrañar a nadie, dadas esas circunstancias, que Pacheco y Girón regresasen bien pronto al redil, o dicho de otra manera volviesen a hacerse cargo de los negocios de don Enrique como privados favoritos, lo que habían sido hasta entonces y continuarían siéndolo, con algunos altibajos, hasta el final de sus vidas.

D. Juan de Pacheco, Marqués de Villena.         
D. Pedro Girón de Acuña Pacheco.

En este reparto de papeles, siempre, desde luego, unidos por una común ambición, se destaca sobremanera la figura de D. Juan Pacheco, un hombre extraordinariamente hábil, astuto e inteligente, dotado de cualidades políticas innegables para la intriga, el pacto y la seducción, sin importarle jamás la palabra dada, el juramento o la amistad. Nada le detenía si con ello podía satisfacer su apetito desordenado de poder, riqueza y dominio. Pacheco pensaba y trazaba el plan a seguir. Su hermano D. Pedro Girón, hombre de acción, violento y brutal ejecutaba sus decisiones. Ambos hermanos tendrían pleno éxito porque, además de favorecerle la privanza, y de aprovechar a su favor la difícil y compleja coyuntura política de mediados del siglo XV en que vivieron y actuaron, se complementaban perfectamente. Uno era el cerebro, el otro el brazo militar. Teniendo en cuenta estas condiciones, la fortuna estaba asegurada.

Entre 1445 y 1448 Pacheco y Girón lograron crear un extenso heredamiento, a costa en buena parte de los infantes de Aragón y de sus partidarios.

Juan de Pacheco  en poco más de cinco años, había pasado de ser un doncel sin fortuna, heredero de un señorío tan modesto como Belmonte, a crear un extenso y sólido dominio en la Mancha oriental.

Tanto el nuevo marqués de Villena, como su hermano el flamante maestre de Calatrava D. Pedro Girón, con la gran prebenda del maestrazgo de Calatrava, fueron acrecentando sus dominios personales, consolidando su situación de nuevos ricos-hombres del reino y escalando posiciones de poder a la espera del momento supremo, que llegaría cuando su protector, el príncipe Enrique, sucediese a su padre Juan II en la Corona de Castilla.

Rey Juan II de Castilla.
Enrique IV de Castilla. Colección del Museo del Prado.
A su hermano D. Pedro Girón se le había también premiado nada menos, que con una potencia económica y militar de tanta importancia como el Maestrazgo de la Orden de Calatrava; se les había dado, en fin, a ambos hermanos toda una amplia serie de señoríos sobre ricas y bien pobladas villas, además de oficios cortesanos y rentas de gran valor. En definitiva, se les había hecho grandes señores en el reino. Habían salido, por así decirlo, de la nada y se les había elevado a la más alta nobleza de Castilla ¡Qué más podían aún pedir! Craso error el del condestable Álvaro de Luna, pues ambos hermanos, “maestres tan prosperados como reyes” en palabras del poeta Jorge Manrique, eran insaciables en sus ambiciones y no se detendrían nunca en su codicia con objeto de conseguir, más prebendas, más dignidades, más señoríos a costa de una corona a la que procuraban debilitar cada vez más. La difícil coyuntura política del reino, a río revuelto ganancia de pescadores, y el control casi total que ejercían sobre el heredero del trono, arrímate a buen árbol que buena sombra te dará, les permitiría alcanzar una buena parte de sus objetivos. Por de pronto tratarían por todos los medios a su alcance de debilitar la posición del
Condestable don Álvaro de Luna para medrar a su costa.
 
Grabado de 1791 que representa a D. Álvaro de Luna, nombrado Condestable de Castilla y privado del rey Juan II, más tarde cayó en desgracia y fue decapitado por orden del mismo rey.

El hecho cierto es que el plan por parte del heredero castellano Enrique IV, de intentar prescindir de los servicios que hasta entonces le habían hecho los hermanos Pacheco y Girón, si es que realmente existió una verdadera voluntad de desembarazarse de ellos, no dio resultado alguno, lo que demuestra bien a las claras de que don Enrique, a la altura del año 1450, no era ya capaz de quitarse de en medio a esos dos servidores, que desde niño le venían dictando las decisiones que debía tomar ante cualquier problema que se le presentase. Le faltaba fuerza de voluntad para adoptar una medida que podría haber sido tan trascendente para él y para el futuro del reino, lo que prueba, una vez más, que la araña tejida por Juan de Pacheco alrededor de su persona y de sus intereses, a lo largo de tantos años, era tan tupida y densa que no era capaz de desenredarla. En eso había consistido la gran jugada de Juan Pacheco, marqués de Villena, se había hecho tan imprescindible y tan necesario que, Don Enrique, aun deseándolo, no podía ya prescindir de él.

Beltrán de la Cueva.
En las luchas desarrolladas durante el reinado de Enrique IV, se enfrentaron los partidarios del rey que conformaba una coalición comandada por D. Miguel Lucas de Iranzo, Beltrán de la Cueva y la Orden de Santiago, apoyados por los Concejos de Jaén y Andújar, frente a la cual se configuró otro gran bloque nobiliario encabezado por D. Pedro Pacheco, Marqués de Villena y D. Pedro Girón, Maestre de Calatrava. Durante el conflicto la fortaleza de Lopera fue atacada y saqueada en 1466 por los aliados del Condestable de Castilla, capitaneados por el Alcalde de Andújar, Pedro de Escavias.

Una buena muestra de lo ocurrido fue descrito en la Crónica del Condestable, señalando que “E otro día, martes siguiente, los cavalleros de Andujar corrieron Arjona e Arjonilla. E ese mismo día, martes, antes del día, con fasta setenta roçines e tresçientos peones de la dicha ciudad de Andujar dieron sobre la villa de Lopera, e entraron por las barreras e robaron e metieron a saco mano la dicha villa, de donde troxieron grande despojo e cavalgada de muchas joyas e alhajas e ganados e bestias e otras cosas e vinieron con todo ello a la ciudad de Anduxar”. (2).

El reinado de Enrique IV fue muy alborotado por causa de los conflictos sucesorios, el enfrentamiento entre los nobles y la propia guerra civil de sucesión castellana, pero nada fue suficiente para impedir que el Rey diera su más contundente testimonio de su afecto por Don Miguel Lucas de Iranzo.

Miguel Lucas de Iranzo mantenía muy buenas relaciones con el rey Enrique IV, no exentas de cierto morbo en lo que al tema sexual se refiere, pues era bien conocido y comentado en toda la corte el hecho de la demostrada homosexualidad del rey Enrique IV. En la Crónica de Enrique IV de Alonso de Palencia se alude a estas relaciones en las Coplas del Provincial.

Las referencias sobre sus datos biográficos son bien concluyentes, dicen así: “Fue don Miguel Lucas de Iranzu natural de Belmonte, villa de Don Juan de Pacheco, marqués de Villena, hombre de bajo linaje y de mui poco estado y asaz nacido y criado en baja suerte (...). El marqués de Villena Don Juan Pacheco, deseando favorecer y acrecentar sus vasallos procuró el aumento de Miguel Lucas, para lo qual le acomodó en vida de Don Juan el II por paje del príncipe Don Enrique su hijo, que le sucedió en el Reyno”... Así consta en las notas adicionales que figuran en el manuscrito Salazar (hoy en la Real Academia de la Historia, signatura D-117), y que Gayangos incorporó a su edición (3).

Así pues para describir la vida y hechos del condestable Iranzo, nos basaremos en la publicación de Juan de Mata Carriazo, titulada: “Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo”, edición y estudio de Juan de Mata Carriazo (Madrid: Esposa-Calpe, 1940). Advirtiendo que todas las citas del presente artículo de “Los Hechos…, corresponden a esta edición, basada en este manuscrito, a través de diversas notas extraídas en su mayor parte, “del libro viejo de Cabildo del archivo de Baeza” (páginas 498 y siguientes).

Panorámica de la villa de Belmonte (Cuenca) con el castillo del Marqués de Villena a la derecha.  
De origen humilde, Miguel Lucas de Navia (Iranzo) nació en Belmonte (Cuenca), villa perteneciente a Juan Pacheco, marqués de Villena, en el primer tercio del siglo XV. Su padre fue Tomás Luca de Nieva. Al enviudar su madre, Catalina Pérez de Mena, se vuelve a casar con Alonso Álvarez de Iranzo (Iranzu), que era agricultor, apellido con el que se conoce.

El doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal añade un nuevo dato sobre la figura del quinto Condestable de Castilla: su padre era un “pobre labrador” (4)

En Madrid recibe formación y el 12 de junio de 1455, Enrique IV le otorga la nobleza de la que carecía su linaje, siendo investido caballero en una solemne ceremonia tras la batalla ante Íllora (Granada).

Uno de los días clave en la vida de Miguel Lucas fue el que se le concedió la dignidad de caballero, junto con otros personajes, caso del hijo del almirante, por sus méritos en la campaña granadina. El hecho no estuvo exento de polémica, ya que el ennoblecimiento por voluntad regia y, según los enemigos de Iranzo, “sin mirar ni virtudes ni linaje ni otra cosa alguna” molestó a muchos. Aquel día de 1455 fue armado caballero de espuelas doradas, un reconocimiento que sólo podía ser concedido por el Rey o un delegado suyo. Asimismo, se le concedieron los símbolos y colores pertenecientes a los blasones del Monarca y la categoría de miembro de la Orden de la Banda. Todos estos actos tenían una gran significación por cuanto la condición caballeresca era, para el noble, la demostración de su dimensión militar. Nunca se habían otorgado tantos títulos juntos en un solo día y a una sola persona.

En Madrid recibe formación y el 12 de junio de 1455, Enrique IV le otorga la nobleza de la que carecía su linaje, siendo investido caballero en una solemne ceremonia tras la batalla ante Íllora (Granada).

Posteriormente, y hasta 1458, fue nombrado criado y chanciller mayor del rey; antes del cambio de reinado fue designado halconero mayor y corregidor de Baza; con anterioridad, ostentó el mismo puesto en Baeza (18 de agosto de 1455); más tarde, alcaide de Alcalá la Real y de los alcázares de Jaén, hasta conseguir, finalmente, el título de Condestable de Castilla, siendo investido como tal el 25 de marzo de 1458, un cargo vitalicio y vacante desde la ejecución en Valladolid de su predecesor, Álvaro de Luna, cinco años atrás (1453). Durante los años centrales de su carrera política pretendió, infructuosamente, ser nombrado maestre de Santiago. Pero tanto la oposición de los nobles como, por otra parte, su baja procedencia impedía al monarca concederle el maestrazgo de Santiago, pues para desempeñar el cargo de maestrante de la Orden era imprescindible ser, al menos, hidalgo y poder demostrar la limpieza de oficio.

Su ennoblecimiento fue propiciado también a través de su matrimonio con María Teresa de Torres, hija única de Pedro de Torres y de Leonor Carrillo, nieta del adelantado de Andalucía y prima del conde de Haro, Pedro Fernández de Velasco.

Castillo de Santa Catalina de Jaén.
Tuvieron dos hijos, Isabel, que murió joven y Luis de Iranzo, que tres la muerte de su padre, estuvo en la corte y terminó tomando los hábitos franciscanos. La muerte de su primogénita,su hijita Isabel, el 8 de enero de 1470, en su quinto cumpleaños, afligió al Condestable. Expiró de epilepsia y la crónica del siglo XV la describe como “la más graciosa e discreta e donosica niña del mundo”. El atribulado Don Miguel tomó a su mujer y a su suegra, Doña Guiomar Carrillo y a su pequeño hijito, Luis y abandonaron temporalmente Jaén. Pernoctaron aquella noche en Fuente del Rey y al día siguiente, desde Cazalilla, a instancias de Pedro de Escavias, alcalde de Andujar, emprendieron el camino de esta ciudad.

La política matrimonial y el descontento de Miguel Lucas en la Corte, propiciados quizá por las intrigas del marqués de Villena, (Juan de Pacheco), y otros nobles, fueron los motivos definitivos que ocasionaron su traslado al territorio fronterizo de Jaén con el reino nazarí de Granada. La primera visita a Jaén tuvo lugar el 20 de mayo de 1458. Y, a pesar de su partida, el condestable siguió manteniendo contacto directo con el rey, a quien recibió en tierras giennenses en varias ocasiones.

Por su origen humilde le acusará Alonso de Palencia en su Crónica latina de Enrique IV, censurando también su familiaridad de adolescente con el rey. Enrique IV lo ennobleció, le nombró su “halconero mayor” y, entre 1454-1458, Corregidor de Baeza, Alcayde de Alcalá la Real, señor de Baños y Linares y Chanciller Mayor, proporcionándole la tenencia de los alcázares viejo y nuevo de Jaén y la vara de Alguacil mayor de esta ciudad. A tanto llegó su privanza con el rey, que incluso formó parte del consejo que propició su boda con doña Juana de Portugal. Muy pronto, con el apoyo del Duque de Medina Sidonia, aspira al maestrazgo de la Orden de Santiago; pero sus intereses chocan con los del marqués de Villena, don Juan Pacheco, enfrentándose también a sus partidarios, el Maestre de Calatrava (don Pedro Girón, hermano de Pacheco) y el privado Beltrán de la Cueva.

Beltrán de la Cueva, privado del reino de Castilla.
Por su amistad de juventud es por lo que Enrique IV le nombra Corregidor de la ciudad fronteriza de Baeza y, más tarde, es encumbrado en 1458 a uno de los cargos más altos del reino, el de Condestable de Castilla; figura a la que llega sin haber demostrado cualidades excepcionales que justificasen dicho nombramiento, quizás facilitado por la preferencia del rey de rodearse de personajes carentes de títulos y ascendencia nobiliaria, además de tratarse de hecho de su personaje favorito. Ello contribuye igualmente a que le sean conferidas por el rey las dignidades de barón, conde de Castilla, Chanciller Mayor del reino y Alcalde de las fortalezas de Jaén, Alcalá la Real y Andújar, además de Alguacil Mayor y Alcalde de la Cárcel de Jaén.

Cuando Miguel Lucas alcanzó el favor del monarca benefició a sus allegados. Así ayuda a ascender socialmente a sus tres hermanos: Diego Fernández de Iranzo y Fernando del Cerezo, nombrados comendador de Montizón y de Oreja, respectivamente; el tercero, Alonso de Iranzo, alcanzó el puesto de arcediano de Toledo.

El rey Enrique IV entregó la encomienda del Castillo de Montizón (Ciudad Real), a Diego Cerezo, medio hermano de Lucas de Iranzo, en lugar de hacerlo a algún Manrique, familia del fallecido.

El caballero Miguel Lucas de Iranzo ostentó por concesión del rey la merced de portar escudo de armas.

Desde ese momento, las armas de los Iranzo de Belmonte llevaban un estandarte tajado por una banda de sinople, en la parte superior un castillo de oro sobre fondo gules y en la parte inferior un león rampante de púrpura sobre fondo plata.

La rivalidad entre el Condestable y sus paisanos, los hermanos Juan Pacheco y Pedro Girón es constante a lo largo de sus vidas. Enemistad que incluso hizo que ambos hermanos consiguieran que cesara la protección real hacia el Condestable (no olvidemos la fidelidad de éste hacia el monarca, así como la amistad entre ambos), especialmente animando el creciente afecto del rey hacia Beltrán de la Cueva (esta es una de las muchas pruebas de la debilidad del monarca y los cambios de rumbo injustificados que solía tener). Ello hace que Iranzo sea encarcelado en julio de 1458 (reducido a una especie de confinamiento), huyendo de la prisión en mayo de 1459 y trasladándose a Aragón, ante el regocijo de los hermanos Girón y Pacheco al verse de nuevo sin oposición en su influencia en la corte. El Condestable Iranzo pudo regresar habiendo recuperado de nuevo la protección real gracias a los buenos oficios de Lope Barrientos, miembro del Consejo Real y persona influyente entre la alta nobleza y el propio rey. Pese a las insistencias de su rey por que permanezca de nuevo junto a él, Iranzo decide dejar la corte y fijar su residencia en Jaén, ciudad donde se había casado años antes con Teresa de Torres, perteneciente a una noble familia. En esta ciudad vivirá desde octubre de 1459 hasta el final de su vida en 1473. Antes de situarse en tierras andaluzas regresó a Cuenca, pasando por su pueblo natal; desde allí se dirigió a Jaén, ciudad en la que se refugia, atento en adelante tan sólo a la consolidación de su señorío sobre la ciudad, y a la defensa de sus tierras contra las incursiones musulmanas, como capitanía de frontera, ya que se trataba de uno de los principales bastiones cristianos frente al reino de Granada.

Escultura en marmol del Obispo de Cuenca Lope Barrientos, miembro del Consejo Real y persona influyente entre la alta nobleza y el propio rey. 
A principios de 1458, Miguel Lucas se marcha de la corte, al parecer descontento porque “el Rey comenzaba a mostrar grande amor a un criado suio llamado Francisco de Valdés, caballero de buen linaje (...). Y fuese para Palencia, y a ruego de Don Lope de Barrientos, obispo de Cuenca, hubo de volver allí y estuvo con el obispo algunos días, donde el Rey le embió muchos mensajeros y hubo de volver a Madrid. Y allí el rey, luego que llegó, que fue por Henero de 1458, lo mandó poner en una torre del alcázar, donde estuvo bien dos meses” (5).

Prestigiosos historiadores aseguran que el texto: “Los Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo”, posiblemente fuese compuesto por el alcaide de Andújar, Pedro de Escavias, como una crónica particular. Este es todavía el gran problema, aún por resolver, respecto a la autoría de este texto sobre la certeza de quién fue su autor. Aunque se han aventurado distintas hipótesis, de las que Juan Bautista Avalle-Arce ofrece un resumen en su obra: El cronista Pedro de Escavias: una vida del siglo XV. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 1972, páginas 20 y 22.

“Los Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo”, cuya redacción parece ser contemporánea de los sucesos narrados, comienzan describiendo cómo el 25 de marzo de 1458, Miguel Lucas es investido solemnemente por el rey en el alcázar de Madrid como barón, como conde y como condestable de Castilla “juntamente en un día, cosa no vista hasta entonces” (6).

Poco después, el rey decide yr a facer guerra al rey i reino de Granada (Hechos, pág. 14) antes de entregarle a Miguel Lucas la villa de Agreda. Tras algunas correrías por la vega de Granada (7), “donde su alteza estouo algunos días talando y quemando y destruyendo todos los lugares e panes e huertas (...) y faciendo cada día grandes escaramuças con los moros” (Hechos, página 16), la gente del marqués de Villena y de su hermano el Maestre de Calatrava “travaron dentro en el real un grand ruydo e pelea con la gente del señor Condestable» (Hechos..., página 16). En la pelea muere un camarero del Maestre y resultan heridos varios hombres “de una parte y de otra” (Hechos..., página 16). El rey se ve obligado a intervenir en favor de Miguel Lucas. Poco después, estos caballeros urden nuevas traiciones, convenciendo finalmente al monarca de que arrebate las fortalezas de Jaén y Alcalá la Real a Miguel Lucas, al que retiene una semana en Palacio. Enrique IV fuerza al Condestable a hacer un juramento que le obliga a acompañarle durante dos meses, en los cuales “no se yría ni absentaría a ninguna parte sin su liçençia y mandado” (Hechos..., página 21). Sólo entonces, habiéndolo jurado contra su voluntad, accede a liberarlo.

Fortaleza del Castillo de Santa Catalina en Jaén.
Fortaleza del Castillo de la Mota en Alcalá la Real (Jaén)
Transcurrido el plazo de tiempo acordado, el rey se niega a cumplir lo prometido y rechaza la petición de Miguel Lucas, quien tan sólo desea ya retirarse a Jaén para “exerçitarse i pasar su tiempo en la guerra de los moros” (Hechos..., página 22).

Furioso, el monarca le conmina, bajo pena de muerte, a prestarle de nuevo juramento por otros dos meses. Al cabo de los cuales, el Condestable “temiendo quel señor rey le apremiaría a que jurase de estar más adelante (...) fízose quemar vn callo que tenía en el dedo del pie. Y no contento con lo que los çirujanos avían fecho, mandó a Gonçalo Mexía su camarero, “que ge lo tornase a quemar otras tres o quatro veces, fasta el hueso” (Hechos..., página 26).

Fortaleza califal de San Esteban de Gormaz (Soria), la fortaleza más grande de Europa.
Cuando Enrique IV parte de Segovia hacia San Esteban de Gormaz, Miguel Lucas se excusa hábilmente, alegando su enfermedad; evita así el nuevo juramento, pues se aleja de la corte antes de que el rey regrese y pueda reclamarlo. Tras unos meses de titubeos y gracias a la intervención del obispo de Cuenca, Lope de Barrientos, don Enrique cede y Miguel Lucas puede voluntariamente exiliarse a sus posesiones de Jahé.  

Para Juan Torres Fontes, “Miguel Lucas de Iranzo, sin el genio político y ambición de don Álvaro Luna, no quiso luchar por mantenerse en el puesto a que el rey le destinaba. Sin grandes aspiraciones, prudente ante la poca seguridad que le ofrecía la personalidad de don Enrique y atraído hacia una vida más tranquila y aburguesada que podía encontrar en Jaén, optó por alejarse de intrigas y conspiraciones . Allí se creó un fuerte poder militar que le permitiría afianzar su dominio y asegurar su sector fronterizo con el reino de Granada”. (8).

Desde este momento y durante los años siguientes (146o-1473), las preocupaciones constantes del Condestable serán la defensa de la frontera y la representación de su alta dignidad en actos espectaculares. Así, en lo que concierne a este último punto, finaliza la construcción de su palacio (Hechos, página 37), favorece los espectáculos teatrales cortesanos (9).

Miguel Lucas celebra sus bodas con toda solemnidad (Hechos, páginas 41 a 61), participa en torneos (Hechos..., página 55), incluso nocturnos (Hechos..., página 56), y pasos de armas (Hechos..., página 58) y demuestra siempre gran generosidad, gastando cuantiosas sumas (por ejemplo, en la batalla de huevos de Semana Santa se emplean entre nueve y diez mil huevos, (Hechos..., página 64) (10).

Fotografía antigua de la ciudad de Jaén, con la vista del Castillo y la muralla.
En esta época el reino de Jaén estaba configurado por cinco ciudades (además de otras villas y sus correspondientes aldeas): Jaén, Úbeda, Baeza, Andújar y Alcalá la Real.

El Gobierno de la ciudad de Jaén estaba a cargo de El Concejo que funcionaba como una Asamblea Ciudadana, quedando éste regido por el Fuero de Toledo, mientras que otras ciudades del reino como Baeza o Úbeda lo eran por el Fuero de Cuenca. El perfil político y de hombre de armas de Miguel Lucas de Iranzo, dirigiendo la ciudad de Jaén, discurre a la par de su gusto por los fastos y los lujos, así como por las mejoras en la ciudad, lo que nos transmite la imagen de un perfecto caballero medieval.

Las Crónicas del Condestable nos muestran el perfil de un personaje cortesano amante de los espectáculos, celebraciones y banquetes. Así, se recogen imágenes escénicas de farsas, momos, representaciones y misterios, a las que habría que añadir las fiestas de carnaval y las justas celebradas en lo que más tarde sería la Plaza del Mercado de Jaén.

La prosperidad económica y social de la ciudad está ligada a la figura del Condestable Iranzo de manera más que notoria. Desde el punto de vista económico, el belmonteño no es ajeno, por ejemplo, a la gran influencia que los judíos tienen en su desarrollo; por eso, cuando en la segunda mitad del siglo XV se desatan persecuciones contra ellos, encuentran la protección del Condestable.

Desde el punto de vista sociocultural es de destacar el hecho de tratarse de la primera persona de la que existe constancia documental que acoge a miembros del Pueblo Gitano allá por el año 1462. En concreto, el día 22 de noviembre de ese año el Condestable recibió honorablemente a dos condes (don Tomás y don Martín) procedentes de Egipto, con unas cien personas entre hombres, mujeres y niños que andaban deambulando por el reino de Castilla sin nadie que los acogiese, ya que, por negarse a nuestra fe, el Santo Padre les obligó a hacer penitencia por todos los reinos y provincias de la cristiandad. Iranzo los mandó aposentar y hacer grandes honras, alimentándoles y dándoles todo lo necesario durante los aproximadamente veinte días que estuvieron en Jaén, así como ropas, sedas y más alimentos para el viaje cuando voluntariamente decidieron dejar la ciudad.

Foto antigua de una familia de gitanos.
Al frente de la tropa figuraban Don Tomás y Don Martín junto con la condesa Luisa. El documento de la época dice que los gitanos llegaron dirigidos por “dos condes de la Pequeña Egipto y con fasta çient personas de ombres e mugeres, sus naturales y vassallos.” La señora López de Meneses dice que el Condestable los acogió “muy onorablemente e los mandó aposentar e facer grandes onrras” y con su cónyuge la condesa Doña Teresa Torres, los sentó a su mesa, los proveyó de “pan e vino e carne e aves e pescado e frutas e paja e çevada abundantemente” y les regaló “muchas telas e paños de que se vistiesen e copia de enrriques” (moneda del Rey Enrique). Permanecieron en Jaén entre quince y veinte días, y a la hora de partir, el matrimonio salió a despedirlos acompañándolos hasta media legua “por manera que los dichos condes partieron del muy contentos y pagados”.

Los gitanos, conocedores ya de la hospitalidad andaluza y de la bondad del Contestable tomaron Andalucía como su mejor punto de destino. Apenas llevaba Don Miguel un par de semanas con su amigo el alcalde de Andujar cuando se presentó otro conde, esta vez fue “Jacobo de la Pequeña Egipto con su muger la condesa e con fasta çinquenta personas más, ombres e mugeres e niños” que iban en peregrinación después de haber sido sojuzgados por los turcos. A estos, como hizo ocho años antes con el conde Tomás, los agasajaron los cinco días que permanecieron en Andújar, sentando diariamente a su mesa a Jacobo y a su mujer.

Iglesia parroquial de San Bartolomé de Jaén, construida en la época del Condestable Miguel Lucas de Iranzo.
De la época de don Miguel Lucas de Iranzo es la iglesia parroquial de San Bartolomé de Jaén (siglo XV), cuyo interior está cubierto por un excelente artesonado mudéjar. La pila bautismal de la iglesia es de estilo gótico de cerámica vidriada (siglo XV); destacándose también el retablo mayor, obra de Fernando Solís del siglo XVI. ¿Cabe pensar que el Condestable quiso consagrar un templo en Jaén al patrón de su pueblo, San Bartolomé, compitiendo nuevamente en obras y dedicatorias con su gran rival don Juan Pacheco, el Marqués de Villena, quien erigiera en el pueblo natal de ambos una Iglesia Colegiata en honor del santo patrón?

Vista del Castillo de Belmonte desde San Isidro, erigido por D. Juan Pacheco, Marqués de Villena, en su pueblo natal.
El Condestable Lucas de Iranzo emprendió diversas obras en Jaén que, si bien no tendrían carácter monumental, sí nos indican el carácter de un regidor preocupado por el aspecto de su ciudad. Las intervenciones del Condestable revelan su doble concepción de la ciudad como fortaleza y, al tiempo, como lugar de habitáculo y esparcimiento, escenario urbano cotidiano y también adecuado para los momentos de celebraciones y fiestas.

La ciudad medieval de Jaén seguía teniendo un fuerte carácter defensivo, se reconstruye el castillo de Santa Catalina, siendo utilizado frecuentemente como residencia por el Condestable, a quien se debe además la construcción de la torre del Homenaje, y el recinto amurallado se amplia para acoger al barrio de San Ildefonso, destruyéndose y reconstruyendo las partes ruinosas de muralla. La ciudad se extendía de forma alargada por la falda del cerro del castillo, conocido como cerro de Santa Catalina, con una longitud aproximada de 1.200 metros y 400 metros de ancho, sin llegar a superar las 50 hectáreas. Se conserva la primitiva estructura de la ciudad, con la excepción de ligeros claros ante las iglesias, para que sirviesen  de cementerios y mercados.

Castillo de Santa Catalina de Jaén, que fue ampliado por el Condestable Miguel Lucas de Iranzo, lugar donde celebro su boda y convirtió en su residencia temporal.

Una edificación civil de la época es el palacio del Condestable. Don Miguel Lucas de Iranzo construyó su palacio en la actual calle Maestra, situada en el centro histórico de la ciudad. Se trata de un edificio del siglo XV, de estilo mudéjar toledano andaluz, de magníficos artesonados mudéjares y algunas decoraciones de yeserías.

Parece que el Condestable quiere rivalizar con su paisano, el marqués de Villena, autor del más fastuoso palacio-fortaleza de la época, el castillo de Belmonte. La actual fachada principal y algunos salones del referido palacio del Condestable en Jaén datan de 1920, fecha en la que se instaló en el palacio el famoso Casino Primitivo de Jaén. El edificio fue restaurado en 1991 y actualmente ocupa el Palacio de Cultura, donde se encuentra la sede de una Biblioteca Pública Municipal, además de acoger servicios de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento.

Actual fachada principal y algunos salones del referido palacio del Condestable en Jaén datan de 1920, fecha en la que se instaló en el palacio el famoso Casino Primitivo de Jaén.
 
El Condestable inicia, asimismo, una política de ordenanzas con el objeto de dotar a la ciudad de infraestructuras y servicios públicos, hasta entonces inexistentes.

Así por ejemplo, la ciudad carecía de pavimentación y alcantarillado, por lo que el aspecto de las calles era polvoriento, pedregoso y desaseado; la suciedad era abundante, ya que no existía hasta entonces regulación respecto al desecho de los residuos domésticos, los cuales iban a las calles y a los arroyos madres que surcaban la ciudad; existían igualmente numerosos obstáculos en la vía pública que impedían la circulación de las caballerías. Dentro de esta política de buen hacer en la ordenación urbana es de destacar también la orden de traslado de las carnicerías del interior de la ciudad a la Puerta Barrera, con la consiguiente mejora higiénica para sus habitantes, al igual que la proyección del futuro desarrollo urbanístico de la ciudad, fruto del cual fue el surgimiento de, entre otras, una nueva vía que posteriormente se convertiría en la principal de la población, la Carrera.

Esta riqueza y progreso se refleja en el hecho de que en tiempos del Condestable hubo casa de moneda en la ciudad, la jaenciana, que el propio monarca Enrique IV visitaría personalmente en 1469, lo que viene a confirmar el buen desarrollo económico del que gozaba Jaén. Don Miguel Lucas de Iranzo, que usó hasta su muerte el título de Condestable y que aunque nunca perdió la confianza del rey Enrique IV, no quiso, sin embargo, regresar a la corte ni abandonar su villa.

D. Pedro Girón, Maestre de la Orden de Calatrava, aspirante a casarse con la Infanta Isabel de Castilla, por acuerdo con el rey Enrique IV.
La Infanta Isabel de Castilla, que casaría en secreto a los 18 años con Fernando V de Aragón, para eludir el casamiento con D. Pedro Girón, Maestre de Calatrava, matrimonio que había acordado su hermanastro Enrique IV. Fue nombrada reina a los 23 años.

Enrique IV, con el fin de ganarse el apoyo de una de las familias más poderosas e influyentes de Castilla, los Pacheco, propuso a Pedro Girón, maestre de la orden de Calatrava y hermano de Juan Pacheco, I marqués de Villena, casarse con su hermanastra Isabel. Para ello tuvo que renunciar a su cargo en la orden de Calatrava, pues ser maestre calatravo suponía mantener celibato, a pesar de lo cual, tuvo varios hijos.

Es 1459 el Papa Pio II autorizó al Maestre de Calatrava a hacer testamento en favor de sus hijos, que eran todos bastardos, ya que por su estatus guerrero y religioso Pedro Girón no había podido casarse.

Precisamente uno de ellos, Rodrigo Téllez de Girón, le sustituiría como maestre, aunque tan solo contaba con seis años. Cuando Pedro Girón se dirigía desde Porcuna hasta Madrid para formalizar la petición de mano de la infanta Isabel se sintió repentinamente indispuesto al llegar a la localidad de Villarrubia de los Ojos, donde fallecería el 2 de mayo de 1466. Según sus opositores, se producido entre blasfemias, culpando a Dios por no prolongar “su vida de cuarenta y tres años” justo en ese momento, a las puertas de su polémica con la boda con la princesa Isabel, en el culmen su carrera política.

La causa de su muerte no está clara, pues, aunque hay autores que creen que pudo deberse a una peritonitis derivada de un ataque de apendicitis, otros opinan que pudo ser envenenado para evitar un matrimonio que Isabel no deseaba y que no beneficiaba al sector contrario a Enrique IV. Tras una dura guerra civil en Castilla, Isabel y Fernando accedieron al trono en 1479 y a partir de ese momento fueron estableciendo los cimientos de una monarquía autoritaria que consolidará su poder reduciendo la influencia política de la nobleza.

Pedro Girón es una de las figuras más fascinantes de la historia política del siglo XV en Castilla. Cómplice de su hermano, el astuto y sibilino marqués de Villena, Juan Pacheco, alcanzó la dignidad de maestre de la Orden de Calatrava con menos de 25 años, favoreciendo que se generase en torno a él una abundancia de noticias sobre sus acciones de armas, sus intrigas palaciegas y sus logros, que hace que hoy resulte relativamente fácil reconstruir las vicisitudes por los que discurrió su existencia.

La imagen que a menudo se ha ofrecido de Pedro Girón, sin embargo, siempre ha sido ominosa; en sintonía, de algún modo, con lo que escribieron de él los cronistas que trabajaban para los reyes, que nunca le perdonaron su modo de actuar en los reinados de Juan II y Enrique IV, hasta el punto de erigirlo en paradigma de hombre “falto de escrúpulos, de insaciable ambición y de amoralidad bien manifiesta”

La pugna entre Miguel Lucas de Iranzo junto a Pedro de Escavias (alcalde de Andújar e íntimo amigo de Miguel Lucas) y Pedro Girón, maestre de la Orden de Calatrava dio ocasión a muchos enfrentamientos entre los dos grupos partidario de Enrique IV como príncipe y Juan II su padre, que continuaron después tras pasar de príncipe a rey y la alternativa de su hermano el joven príncipe Alfonso al gobierno de Castilla, que posiblemente muriera envenenado.

Aún en un viaje en 1472, Pedro de Escavias, otro hombre de confianza de Miguel Lucas, explicaba al Rey que no podía consentir la entrada de cortesanos en esta ciudad porque Pacheco sólo quería apoderarse de ella.

La presencia de la Orden de Calatrava en nuestra villa desde 1434 hasta bien entrado el siglo XVII, representaba para el concejo de la villa la intromisión en la administración municipal, de una institución que velaba por la correcta gestión de la cosa pública.

Las poblaciones de la campiña de Jaén cuya jurisdicción pertenecía a la Orden de Calatrava, les proporcionaban notables ingresos procedentes de la actividad agrícola y ganadera (11).

Cuando la administración de la Orden pasa a la Corona, las jurisdicciones civil y criminal, pertenecieron al Rey “e como quier que algunos comendadores por serlo en logares de sus encomiendas lexos de patrimonio de la Horden usen de ellas, declaramos usarlas e tenerlas en nombre de su magestad e de los maestres que por tiempo fueren” (12).

Foto aérea actual de la parte más antigua de nuestra villa con La Tercia, el solar del Castillo de Lahiguera (hoy convertido en Placeta), y el templo que se construyó en Lahiguera bajo la supervisión de los visitadores de la Orden de Calatrava. Foto de J. J. Mercado.

La Higuera, como villa sujeta a la Orden de Calatrava, era controlada por la Orden en la correcta administración de lo público, la “res publica”, era controlada por los visitadores generales periódicamente, comprobando el buen estado de los edificios y las cuentas de propios, amonestando en caso necesario a los alcaldes y regidores del cabildo municipal que en algunas ocasiones fueron multados por su negligencia en el cumplimiento de lo mandado por la visita. 

En el siglo XV pasó a ser aldea de Arjona dentro del señorío de la Orden de Calatrava, por la venta del Condestable de Castilla don Álvaro de Luna a los calatravos;  aunque en el plano eclesiástico siguió perteneciendo a Andújar, como se recoge en el Sínodo de 1511. El sínodo de 1511, celebrado por iniciativa de Don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce se puede definir, siguiendo a Montijano Chica (13), como “un modelo de vigilancia pastoral, de sabiduría y de prudencia en el gobierno de la diócesis”. Son estos años de decididos impulsos reformadores que intentan establecer la disciplina eclesiástica en clérigos y seglares.

En el Archivo de la Catedral de Jaén, en los folios XX-XXI del Sínodo de 1511 nos encontramos una lista con las ermitas, arciprestazgos y parroquias de la diócesis de Baeza-Jaén, donde figura como tal. En realidad tras la creación de la nueva diócesis de Baeza en 1230, y la consagración del primer obispo, Fray Domingo, religioso de la orden de predicadores, se incluye esta nueva diócesis en el ámbito metropolitano de Toledo. Pero una vez conquistada Jaén en 1246, Fernando III solicitó el traslado de la sede episcopal a la ciudad de Jaén, por considerarlo un lugar más estratégico para la defensa de Castilla. El Papa Inocencio IV accedió al traslado, y éste se produjo en 1248. Desde ese momento la diócesis adquiere la organización de una sede episcopal, con dos catedrales: Baeza y Jaén. El cabildo quedaba repartido entre una y otra ciudad: dos tercios de los capitulares residirían en Jaén y el restante de Baeza (13).

 Catedral de Baeza.

https://www.youtube.com/watch?v=TMdaVaoG4fM

 Ahumada Lara (14) refiere que con la entrada de La Fuente de la Figuera en el dominio de la Orden de Calatrava, los problemas ocasionados a la iglesia local de la aldea fueron de mayor calibre y mucho más duraderos. A la llegada de los calatravos a “La Figuera hacia el año 1432, desposeyeron a los sacerdotes dependientes del obispado de los beneficios del diezmo y los expulsaron. El mismo papa Calisto III firmó bula en 1456 para que “bajo excomunión devuelva los diezmos recogidos indebidamente y dejen su plaza a los sacerdotes del obispo de Jaén” (15).

Las órdenes provenientes de Roma no fueron atendidas a pesar de estar ordenadas por el mismo Papa. M. Jimena Jurado (XVII, 15 vº) (16), recoge la siguiente inscripción conciliadora de los tres poderes: la monarquía, la iglesia y la Orden de Calatrava:

        ESTA PUERTA DE LA NAVE DEL ALTAR MA-
        YOR SE FIZO AÑO DE MCCCCLXIII REY-
        NANTE EN CASTILLA EL REY DON ENRIQUE
        Y MAESTRE DE CALATRAVA DON RODRIGO
        TÉLLEZ GIRÓN. OBISPO DE JAHÉN DON
        ALONSO DE ACUÑA Y PRIOR DESTA YGLE-
        SIA RUY DÍAZ DE CAMBIL. ESCRIBIÓ ESTA
        MEMORIA FRANCISCO DE SEVILLA.

En el caso de La Higuera, los visitadores examinaban los equipamientos de carácter civil, ya que los asuntos eclesiásticos dependían directamente del obispo de la Diócesis, según la concordia entre el Obispado y la Orden en la que intervino el poder real, apartando Arjona, Arjonilla y La Higuera de los priores de la Orden. Fueron los “curas de San Pedro”, los que ocuparon los prioratos en estos tres pueblos, frente a los freyles de parroquias tan cercanas como Lopera y Porcuna, que eran nombrados por la Orden de Calatrava.

Aunque en los primeros tiempos de este control calatravo, la espiritualidad de sus moradores también era supervisada, ya que el obispado giennense obtuvo para sí la jurisdicción eclesiástica, tras un pleito con la Orden de Calatrava, y en las visitas que se realizan a partir de la segunda mitad del siglo XVI, el gobierno de los calatravos se limitaba solamente  a las cuestiones del cabildo municipal.

Los visitadores periódicos de la orden de Calatrava a nuestra villa no solo procuran fomentar las obras en los edificios públicos, sino que también se preocupan de los bienes muebles que pertenecían a la Orden de Calatrava. El encargado de velar por este patrimonio de la Orden, según el mandamiento, era el alguacil y alcaide. Finaliza la visita de la Orden de Calatrava se disponían los acostumbrados mandamientos para el cabildo del lugar, el primero de ellos sobre el cumplimiento de lo mandado por la visita, para que los oficiales que ocupasen los cargos públicos conociesen la obligación contraída por la visita, un segundo por el que se obligaba a los alcaldes a presentar las cuentas de los propios al Gobernador, para que este último las enviase al capítulo inmediato que celebrara la Orden, y un tercero acerca del arrendamiento de las rentas o “hacimiento”  que era el arrendamiento de rentas hecho a pregón que dejaron de pagar los vecinos.

Torre del Castillo calatravo de Arjonilla.
En una documentación de la visita realizada por los visitadores de la Orden de Calatrava a la villa de Arjonilla, realizada por frey Diego de Guzmán Galindo y frey Francisco Ordoñez conservada en el Archivo Histórico Nacional, se insertan unos folios sueltos de inventarios de las armas de los castillos de Arjonilla y la Figuera çerca de Arxona, razón que da cuenta de una visita anterior o posterior a nuestra villa por parte de los mismos visitadores. Escrita con una grafía que puede datarse a principios del siglo XVI, con anterioridad a la realización de esta Visita de 1577. En el documento consultado no se especifica el inventario que los visitadores de la Orden encontraron en el Castillo de Figuera çerca de Arxona, inventario que sí se reseña para el caso de la fortaleza de Arjonilla.

Para el caso de la fortaleza de Arjonilla, el inventario es el siguiente:

Arjonilla. Relaçión de los pertrechos y cosas que se hallaron en el castillo de Arjonylla.

Primeramente.

Una puerta de plomo.

Dos espyngardas.

Una vallesta dazero de garrocha.

Un braço de las armas de la garrocha.

Cinco clavos gordos de los engenios.

Unas armas del engenyo de hierro.

Una honda del engenio.

Un torrezuelo del tiempo viejo.

Un servydor de tiro syn polvora syn tyro.

Una serpentina con su servidor.

Un mástil dengenio con siete pieças de madera con que se armava.

Una maroma gruesa de cañamo.

Una tolva de molino de pan pequeña.

Quatro piedras de molinyllos de moler trigo.

Una puerta pequeña vieja.

De los años finales de este siglo y primeros del siglo XVI se conservan en el Archivo histórico Nacional los libros de visitas a las fortalezas andaluzas de la Orden de Calatrava. En el archivo correspondiente al año 1495, consta que “La Figuera” contaba con una cerbatana, dos espigardas, una arroba de pólvora y dos docenas de astas para ballestas (17).

Cerbatana que podia utilizarse fija en castillo o como móvil en campaña.

El año 1494 se había reparado parte de la torre del castillo de “La Figuera de cabe Arjona” y se recogía la reparación que había hacerse de algunas almenas (18).

Viene aquí a propósito de este contexto el hecho de armas que ocurrió entre el valeroso señor don Rodrigo Manrique que antes fue maestre, con Juan de Guzmán, hijo del maestre don Luis de Guzmán, entre Andújar y Arjona en 1443. (19):

 “…El año de 1443, entre Juan de Guzmán, hijo del maestre de Calatrava, don Luis de Guzmán, y Rodrigo Manrique, comendador de Segura, ovieron un recio reencuentro con cada 300 lanzas, y si alguno tenía más que esotro era poca la diferencia. Y salio de Arjona Juan de Guzmán, e Rodrigo Manrique de Andújar, y topáronse en el camino (digo el campo) y travose entre ellos la pelea, y murieron cuarenta hombres de armas de ambas partes y fueron muchos los heridos, y murieron muchos cavallos; y al fin quedó el campo por Juan de Guzmán, y Rodrigo Manrique fue desvaratado. Y yendo Juan de Merlo en el alcance de los contrarios, metiose en ellos tanto, que quedó solo, y cuando quiso volver halló peones, al paso de una puente, de los contrarios, que le mataron; de la cual muerte al Rey y a muchos pesó, porque fue muy buen caballero. Estas son las cosas de la guerra, y a los valerosos capitanes que las continúan acontecen a pro y a contra las victorias; y a este maestre le fue contraria la fortuna en esta jornada, y en otras muchas le fue favorable. Tornemos a nuestro propósito de Paredes.
Havréis de saber que en cierta concordia que se hizo entre el rey Don Juan (II) y el príncipe su hijo don Enrique IV, hallaréis un capítulo en la historia alegada que dice, que en lo que toca al maestradgo de Santiago, aya de ser fecha equivalencia al comendador Rodrigo Manrique por la villa de Paredes, a vista de don Alvaro de Luna, maestre de Santiago y condestable de Castilla, y de don Juan de Pacheco, marqués de Villena, como más largamente lo podéis ver en la corónica ya dicha. En fin, por esta causa le quedó dicha aquella villa pacífica, porque el Rodrigo Manrique dejase el dicho maestre don Álvaro de Luna otras piezas que tenía del maestradgo, ecepto sus encomiendas propias. Este asiento se dio año de 1446; así que en este de 1550 en que estamos, ha 104 años que aquella villa quedó pacífica en poder del dicho Rodrigo Manrique, primero conde de ella, y después del en sus sucesores.”

La Fuente de la Figuera perteneció al señorío de la Orden de Calatrava, entre 1432 y 1558. En el estudio que realiza Alcazar Hernández, E.M.: Formación y articulación de un concejo fronterizo: Jaén en el siglo XIII. Universidad de Jaén. Establece que “el último mojón que partía tierras calatravas y tierras jiennenses se colocó en el Arroyo Salado de Los Villares. A partir de aquí, y hasta el Guadalquivir, los límites son considerablemente más confusos. Por un lado les pertenecían las aldeas de Fuente de la Figuera (hoy La Higuera) y Villanueva (hoy Villanueva de la Reina), esta última ubicada junto a la orilla izquierda del río Guadalquivir…” (Tomado de la página 270 del texto de referencia) (20).

Iglesia de Santa María del Alcázar de Arjona, siglo XVI, edificada sobre el antiguo alcázar romano.
Hasta el 17 de octubre de 1558 no llegó a ser considerada como aldea independiente de Arjona y hasta el siglo XVII no consiguió su denominación como villa y con ello su independencia jurídico-administrativa de Arjona. Se llamaba por aquellos tiempos “Higuera cerca de Arjona” y  posteriormente perdió lo de “cerca“ por el uso del pueblo y se denominó Higuera de Arjona hasta el año 1996, que paso a denominarse La Higuera.

Por aquellos años, el privilegio de edificar molinos de aceite pertenecía a la mesa maestral, se consideraban “bienes de la mesa maestral”, los que pertenecían al Maestre de la Orden de Calatrava o al maestrazgo que él representaba. Pues estaba amparado este privilegio por el poder real, de modo que ante las pretensiones individuales de poseer molinos donde llevar la aceituna de sus propiedades rústicas, como el caso de algún propietario, se le impedía la edificación de un molino según la provisión real dada en Medina del Campo el 27 de mayo del año 1.518.

La predilección de Enrique IV por el Condestable Miguel Lucas de Iranzo y en menor grado por Escavias, alcaide, poeta y cronista de Andújar, ambos permanentemente fieles a su rey, iba a concluir con el proyecto de nombrar a Escavias Conde del lugar de “La Figuera”, para así favorecer con las “muchas y mayores mercedes que las que vos podéis pensar”, según recoge el profesor Juan Bautista Avalle-Arce en su publicación: “El cronista Pedro de Escavias: una vida del siglo XV”. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 1972, página 174.

El propósito del rey Enrique IV para dar cumplimiento a su promesa hecha a su preferido Miguel Lucas de Iranzo, era tomar la aldea de La Figuera que pertenecía desde 1434 a la Orden de Calatrava  y enajenarla del concejo de Andújar al que pertenecía. Según muestra también en la referida anterior cita de Avalle-Arce, el texto: “Tengo escrito al Condestable, mi amado, que vos faré Conde del lugar de la Figuera”, y quedar el condado dotado de las heredades, casas y almas de esta aldea, que constituirían el Condado de “La Figuera”. Era una orden que Enrique IV firma en Segovia  en fecha 7 de marzo del año 1473, curiosamente el mismo año en que moriría el Condestable asesinado, y que teniendo en cuenta su declarada enemistad con el maestre de Calatrava D. Pedro Girón fue un proyecto inacabado que la volubilidad del rey Enrique y la fortaleza de Girón lo harían llegar a una vía muerta. Sobre como hubiese evolucionado nuestra villa como señorío en manos del Conde Pedro de Escavias, no podemos hacer conjeturas, pero seguramente nos hubiese ido mejor como condado que con la Orden de Calatrava.

Entrada al templo calatravo del Santísimo Cristo de la Capilla de Lahiguera.
La concesión no se llevó a efecto porque entra en el proyecto el Maestre de la Orden de Calatrava D. Rodrigo Téllez Girón.

Ahumada Lara, Ignacio (Breve historia de Higuera de Arjona, página 24 y 25) entiende la motivación real para tal nombramiento de Conde viene de la Batalla librada contra la facción contrincante de la nobleza que encabezaba el Marques de Villena, que contaba con D. Pedro de Girón, hermano y maestre de la Orden de Calatrava, contando con la ayuda de los adalides en Jaén en la persona de D. Fadrique Manrique y como adalid de Córdoba D. Alonso de Aguilar. En fecha 11 de junio de 1466, D. Fadrique sale de “La Higuera” al encuentro de las tropas que encabezaba D. Pedro de Escavias, alcaide de Andújar, que era acompañado por D. Juan de Valenzuela, ambos iban con sus tropas de regreso desde Jaén a Andújar, tras haber desistido el Condestable Miguel Lucas de Iranzo de intentar recuperar la ciudad de Baeza, que estaba en poder de la nobleza disidente al rey Enrique IV.

Ambos personajes con sus tropas cerca de Villanueva y “con fasta quinientos de caballo e ochocientos de peones” a pie, (según se recoge en “Los Hechos…. en la página 317), se enfrenta en una refriega en defensa del rey Enrique IV.

Página 326 del Tomo VIII, del Memorial Histórico Español. Colección de Documentos, Opúsculos y Antigüedades. Real Academia de la Historia. Madrid, 1855, página 326.
 
En el encuentro de ambos bandos hubo un momento que los hombres de Pedro de Escavias hacen prisionero a D. Fadrique Manrique adalid de Jaén del bando de D. Pedro de Girón, que había salido de “La Higuera” al encuentro de ellos, desde el castillo de La Higuera” en el que habían estado apostados, pero una rápida intervención de D. Alonso de Aguilar, con fuerzas muy superiores en número a sus contrincantes, obligó a los contendientes de D, Pedro de Escavias y Juan de Valenzuela a emprender la retirada.

 D. Pedro de Escavias libra batalla contra la facción de la nobleza encabezada por el marqués de Villena, Don Pedro Girón, su hermano y maestre de la Orden de Calatrava, contando con adalides en Jaén y Córdoba como D. Fadrique Manrique y don Alonso de Aguilar, respectivamente en ambas ciudades. El 11 de junio de 1466 D. Fadrique Manrique sale de la aldea de La Figuera, al encuentro de D. Pedro de Escavias, quien acompañado de Juan de Valenzuela, regresan desde Jaén a Andújar tras desistir el Condestable Miguel Lucas de Iranzo de recuperar Baeza que estaba en poder de la nobleza disidente. Cuando Escavias y Valenzuela estaban camino de Villanueva de Andújar con todo su facción del ejército formada por “… hasta quinientos de cauallo e ochocientos de peones”. Hubo un momento que tras el enfrentamiento y refriega, en que los hombres de Escavias, Alcayde de Andújar, hicieron prisionero a D. Fadrique Manrique, pero la rápida intervención del ejército de don Alonso de Aguilar, adalid de Córdoba, que era muy superior en número al contingente de soldados de Escavias y Valenzuela, obligaron a los comandados por el Alcayde de Andújar a batirse en retirada.

Fadrique Manrique, señor de Baños (1415-1477) es el séptimo de los hijos varones  del matrimonio de Pedro Manrique de Lara y Mendoza, adelantado Mayor de León, y Leonor de Castilla. El destino de Fadrique Manrique como hijo segundón se manifestó claramente en el testamento de su progenitor, que adjudicó la parte principal de la herencia a sus hermanos mayores Diego y Rodrigo, futuros condes de Treviño y Paredes. A él únicamente le correspondieron migajas del notable patrimonio por su padre, el Adelantado Mayor de León. Su padre Pedro Manrique de Lara y Mendoza (1381-21 de septiembre de 1440) fue un adelantado mayor de León y notario mayor del dicho reino, miembro del Consejo Real y VIII señor de Amusco.

Su padre, Pedro Manrique de Lara y Mendoza, era hijo de Diego Gómez Manrique de Lara y Leiva y de Juana de Mendoza. Heredó todas sus posesiones, convirtiéndose en octavo señor de Amusco, tercero de Treviño etc. Además, adquirió Villarta-Quintana, Villahorceros, Eterna, Anguiano y, por concesión de Juan II de Castilla en 1429, Paredes de Nava.

Contrajo matrimonio con Leonor de Castilla y Albuquerque, hija ilegítima del I duque de Benavente Fadrique Enríquez. Tuvo quince hijos. Entre sus hijos estaban: Leonor Manrique de Lara y Castilla, que casó con Álvaro de Zúñiga y Guzmán, I duque de Arévalo y II conde de Plasencia, a Fadrique Manrique de Lara, al poeta Gómez Manrique, al conde Rodrigo Manrique y a Diego, I conde de Treviño, que como primogénito heredó el núcleo de su patrimonio, aunque también se fundó mayorazgos para los otros seis hijos varones. Murió en 1440.

Su punto de partida fueron los bienes que le dejó su padre Pedro Manrique de Lara y Mendoza,  Adelantado de León, que en su testamento otorgado en 1440, les cedió los lugares de Hito, Baños y Quintanilla, las Aceñas de Cigondo, 7 lanzas del rey y 9.500 maravedíes de juro anuales.

Como segundón de un gran linaje, Fadrique Manrique hizo del ejercicio de las armas su dedicación habitual, durante los turbulentos años del reinado de Juan II, siguiendo el partido de su hermano Rodrigo Manrique, apoyándole en sus pretensiones al Maestrazgo de Santiago que estaba en manos de Álvaro de Luna, Condestable de Castilla. Designado por su hermano comendador de Villanueva de la Fuente, participó activamente en la lucha contra las fuerzas reales, y diversos testimonios dan cuenta de su actividad bélica, como el cerco de Carrizosa, defendida por el comendador Pedro Iñiguez donde obtuvo un cuantioso botín. También presto ayuda en agosto de 1449 con tropas granadinas al castillo de Montiel, asediado por el comendador mayor de Castila Gabriel Manrique; igualmente participó en la conquista y destrucción de la torre de Fuenllana en el campo de Montiel en esta misma época, y en la entrada en la villa de Provencio de Cuenca hacia 1541 o 1542, que retuvo durante año y medio, y que finalmente devolvió a su legítimo poseedor Luís de Calatayud previo rescate de 28.000 maravedíes. Tras estos acontecimientos se abre un periodo en que las noticias sobre Fadrique Manrique son prácticamente inexistentes, en conexión sin duda con la reconciliación de su hermano Rodrigo con el soberano castellano, aunque posiblemente se instalara ya en Écija con su mujer Beatriz de Figueroa, dados los intereses de la familia Figueroa en la ciudad.

Transcurrido este lapso de tiempo, las Crónicas lo sitúan acompañando al rey Enrique IV en la expedición que realizó al reino de Granada durante el verano de 1546, siendo designado después del regreso como frontero de Écija con 200 caballos, y un año después nuevamente figuraba entre los auxiliares del monarca en su entrada en la Vega granadina.

Su cargo de capitán de las gentes de armas en  Écija posibilitó sin duda su estrecha colaboración con Pedro Girón, Maestre de Calatrava, a la sazón capitán general y frontero. Así comenzaron unas relaciones amistosas entre ambos que parece se prolongó hasta la muerte del Maestre de Calatrava, D. Pedro Girón, en 1466.

Desde entonces ambos figuran unidos en algunos de los principales acontecimientos políticos en Andalucía, durante todos esos años de la pugna por el trono entre Enrique IV y su hermano el infante D. Alfonso.

Consecuencia directa de esta amistad, Fadrique Manrique acompañó al Maestre de Calatrava en sus más famosas gestas guerreras, encontrándose  presente en la conquista de Archidona, de tan honda resonancia en el reino durante el verano de 1462, y poco después, en octubre de ese mismo año colaboraba nuevamente  con D. Pedro Girón y el Condestable Miguel Lucas de Iranzo en la tala de la Vega granadina.

Parece fuera de toda duda que Fadrique Manrique fiel a la política familiar se alió con los enemigos de la autoridad real, y de ello es muestra el viaje de Enrique IV a Andalucía para poner coto a las ambiciones de Pedro Girón que “Aureolado por su éxito en Achidona había actuado a su antojo” (21), lo que debió significar un periodo de extrañamiento, o al menos de inactividad en la actuación de Fadrique Manrique. 

El arzobispo de Toledo D. Alfonso Carrillo fue uno de los principales protagonistas de la vida política y eclasial de esta época, no sólo en Castilla. Era tío de Juan de Pacheco, marqués de Villena, favorito del rey Enrique IV.
 
El 16 de mayo de 1464, Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, y sus sobrinos Juan Pacheco y Pedro Girón firmaban una nueva Liga nobiliaria que pronto encontró numerosas adhesiones, con los Manrique a la cabeza, con el evidente objetivo de controlar las riendas del poder, y tras una serie de gravísimos atentados a la dignidad real, recogidos oportunamente por Suarez (22), culminaba la rebeldía con la convocatoria por parte de D. Juan Pacheco, marqués de Villena de una junta de nobles en Burgos entre el 26 y 28 de septiembre. Un día después, el 29, Pedro Girón, en nombre de los conjurados otorgaba una escritura de poder a favor de Fadrique Manrique para firmar seguridades y pleitos homenajes, y guardarlos (23).

Consecuencia lógica de los acontecimientos, la Farsa de Ávila a cargo de los rebeldes marca el punto más bajo de la institución monárquica en Castilla (24) y la división del reino en dos bandos que se combatieron con gran saña.

Pintura reproducción de La Farsa de Ávila, que suponía la perdida de la corona de castilla por el rey Enrique IV.
Pedro Girón no participó en la Farsa, sino que había vuelto a Andalucía con el propósito de extender la rebelión contra Enrique IV (25).

Dueños los rebeldes de la mayor parte del territorio, el maestre de Calatrava tomó a su cargo la liquidación  de los principales núcleos partidarios del rey, cuya cabeza visible era la ciudad de Jaén, controlada por el Condestable Miguel Lucas de Iranzo. Su Crónica (Los Hechos…) hacen desempeñar a Fadrique Manrique un papel importante, atribuyéndole  la iniciativa respaldada por el Maestre de Calatrava de dirigir los principales esfuerzos bélicos contra Jaén, participando en todos los hechos de armas de este teatro de operaciones (Hechos… páginas 269 y 270)

Este es el marco histórico y el contexto en el que se da el encuentro de Pedro de Escavias y Fadrique Manrique entre los términos de los concejos de La Higuera y Villanueva.

Si con la nobleza castellana el Condestable Miguel Lucas de Iranzo no mantuvo favorables relaciones, tampoco fueron amistosas con el Maestre de Calatrava, su paisano don Pedro Girón. Así por ejemplo, en el año 1465, durante el cerco a la ciudad de Jaén en los meses de junio a agosto por el Maestre de Calatrava, se destruyeron los molinos de pan y huertas de alrededor de la ciudad, con objeto de forzar la rendición del Condestable. Ante esta situación don Miguel Lucas de Iranzo se ve en la necesidad de enviar a sus gentes a moler a los molinos de La Guardia y Pegalajar.

Aspirantes a casarse con la Infanta Isabel I de Castilla, que casaría muy joven con Fernando V de Aragón. Los Reyes Católicos.

Esa enemistad del Condestable con don Pedro Girón es una consecuencia de su ardiente defensa del rey Enrique IV, durante la guerra civil castellana entre enriqueños y alfonsinos que culmina con la proclamación en Ávila el día 5 de junio de 1465 de Alfonso, hermanastro de Enrique IV, como Rey por parte de la nobleza castellana, en torno a la cual estaba la figura del Marqués de Villena. Es la conocida Farsa de Ávila, en la cual, si bien no había participado directamente Girón, sí se dejará ver su apoyo a los rebeldes desde Andalucía, donde es enviado con la misión de destruir los últimos focos enriqueños. Con su actuación gana casi toda la región a la causa rebelde, proclamando públicamente a Alfonso como rey de Castilla en el Alcázar de Baeza el 17 de junio.

No pudo, no obstante y a pesar del continuado cerco, con la ciudad de Jaén y la actitud defensiva de sus moradores, magistralmente organizados y coordinados por su paisano Iranzo.
Castillo del Berrueco, Torredelcampo, donde el Maestre de Calatrava D. Pedro Girón pernocto una de las noches anteriores a su viaje con regalos para la Infanta Isabel de Castilla, según el casamiento que había acordado su hermano el rey Enrique IV, viaje en el que le sobrevino la muerte en Villarrubia el 2 de mayo de 1466.

Muerto trágicamente D. Pedro Girón en Villarrubia el 2 de mayo de 1466, el hecho obligó a su hermano el marqués de Villena a abandonar su intervención directa en los asuntos del reino y ocuparse de los intereses familiares. A partir de ese momento en su pensamiento jugaría un papel primordial la actitud que en el futuro pudiera adoptar Fadrique Manrique como directo colaborador que había sido de su hermano el fallecido Pedro Girón. Desde esta perspectiva consideramos muy probable que por su directa influencia el infante Don Alfonso hiciera merced a Fadrique Manrique de los lugares de Mengíbar, Cazalilla, Torre del Campo y Fuerte del Rey (26).

Planteamiento que deshace la opinión tradicional de que esta ocupación fuera llevada a cabo por una simple usurpación; y poco después coincidiendo con la noticia de la importante victoria obtenida sobre Juan de Villanueva, prior de San Juan el 11 de junio (“Hechos …”, páginas 317 y 318), nuevamente Don Alfonso confirmara la merced de la Encomienda de Azuaga, (27) ampliándola ese mismo día a las casas, viñas, y heredades que en ella tenía Mahoma, mayordomo del vizconde de Torija, como prenda de futuras fidelidades.

El mayor empuje a esta pequeña hacienda vino de la mano del matrimonio de don Fadrique Manrique con doña Elvira de Figueroa, cuya dote incluía algunos lugares como Sotosgudo, Salazar y Palazuelos, ya que su trayectoria política no le proporcionó mercedes sustanciosas (28).

A lo largo de su carrera don Fadrique Manrique sólo logró incrementar sus bienes lo suficiente para reunir un mediano patrimonio, como correspondía a su categoría de segundón. La merced más importante que recibió fue la que le hizo el Infante Alfonso en 1466 en la que se incluían Mengibar, Caçalilla, Torre del Campo y Fuente del Rey, con sus castillos y términos, lugares de la jurisdicción de Jaén, ciudad que había sido privada de ellos por seguir el partido del rey Enrique IV (29).

Sin embargo, don Fadrique Manrique por las diversas circunstancias políticas se vio obligado a devolver estos lugares, aunque fue recompensado con el cargo de Escribano de las Rentas (alcabalas, tercias y almojarifazgos) de la ciudad de Córdoba y su término, con los derechos de 10 maravedíes al millar y los otros salarios y derechos al oficio anexos, con las Salinas de la citada ciudad y unas casas en la misma que se llamaban de las “Camas altas” (30).

La aldea calatrava de La Higuera como todas los lugares o villas, disponía de un castillo rectangular, situado entre la cabecera del templo calatravo hoy dedicado al culto del Santísimo Cristo de la Capilla, y la pared de la izquierda del edificio de la Tercia (que aparece en la pared con la huella de una Cruz), que hoy se ha convertido en placeta, un espacio que en el callejero de 1889 viene nominado como Era del Castillo

Pared lateral izquierda desde la entrada a la Tercia, que limitaba con la llamada Era del Castillo”. En la parte central de la pared quedan marcado los cuatro brazos de la cruz, lugar que originariamente serviría como lugar de culto establecido por los calatravos, antes de construirse el templo que hoy disfrutamos como Templo del Santisimo Cristo de la Capilla.
En el Callejero de nuestra villa del año 1889, podemos comprobar que el espacio situado entre la cabecera del Templo calatravo y La Tercia, es denominado con Era del Castillo, por lo que suponemos que este debió ser el lugar donde estaría ubicado el desaparecido Castillo de La Higuera.
En ese año de 1434 La Higuera dejó de pertenecer al concejo de Andújar y pasó a manos de la Orden de Calatrava, razón por la que Pedro de Escavias y Juan de Valenzuela, de regreso de Jaén pretendían hacer jornada de descanso para sus tropas en la aldea de Villanueva que era de la jurisdicción de Andújar. Fue en algún paraje entre La Higuera y Villanueva donde se libró la batalla y la retirada en huida de Pedro de Escavias y Juan de Valenzuela, ganando la partida los contingentes de tropas calatravos.

Eran unos años de mucha inestabilidad en toda la zona geográfica de las comarcas de la campiña, las escaramuzas eran frecuentes entre el grupo de comandaba el Condestable Miguel Lucas de Iranzo,  y Pedro de Escavias, fieles al rey Enrique en contra del poderoso Maestre de la Orden de Calatrava que encabezaba D. Pedro Girón.

El reinado de Enrique IV tuvo muchas alternativas, debido a la inestabilidad de carácter del rey Enrique, un rey que acababa de sufrir un gran desprestigio que había sufrido poco tiempo antes en la llamada “Farsa de Ávila”.

La Higuera estaba vinculada a la Orden de Calatrava desde la fecha 3 de junio de 1434, día en que el Rey Juan II firma un privilegio para que “se pueda fazer troque e cambio de la Figuera de cabo Andújar por el lugar de Alharilla, que es cerca de Porcuna”. Según se recoge en el Archivo Histórico Nacional en archivo de 1434. Así podemos comprobar por este privilegio de Juan II pertenecía a la Orden de Calatrava y la Alharilla era propiedad de Rodrigo de Guzmán, que Juan II reconocía como “mi doncel e vasallo”. Desconocemos la causa del pretendido trueque, y suponemos que pudo ser a causa de unos oscuros intereses para enmendar algún desafuero a la ciudad de Andújar. La realidad es que ese trueque que ordenaba el rey Juan II, no se llevó a cabo y en fecha 19 de julio de 1434 la orden de Calatrava cambia sus villas de Maqueda, San Silvestre y El Colmenar por las villas de Arjona, Arjonilla, La Figuera, Recena… a D. Álvaro de Luna poseedor del señorio-ducado de Arjona desde que lo perdiera D. Fadrique de Aragón, el Conde de Luna.

La argumentación legal que presentó el Maestre de la Orden de Calatrava al rey Enrique IV en 1473, se justificaba para su negativa  a cumplirse la orden del nombramiento de D. Pedro de Escavias como Conde de “La Higuera”, fue que La Higuera, desde el año 1434 pertenecía a la Orden de Calatrava y por lo tanto era una aldea de patrimonio y jurisdicción de la Orden de Calatrava.

También en el término de Arjona, quizá alrededores del puente del Salado tuvieron las dos fuerzas de ambas tropas un serio enfrentamiento con muertos incluso. Ambos relatos fueron incluidos en otros artículos.

En algún otro momento reseñé el plante de Escavias al mismo Enrique IV, que como sabemos tenía un carácter algo raro y voluble. En un viaje de Enrique IV en 1472, Pedro de Escabias, otro hombre de confianza de Miguel Lucas, explicaba al Rey que no podía consentir la entrada de cortesanos en esta ciudad, que el regentaba como Alcayde, porque Juan de Pacheco sólo quería apoderarse de ella (hermano de Pedro Girón maestre de Calatrava). D. Pedro de Escavias y D. Miguel Lucas de Iranzo, el condestable, tuvieron continuas fricciones de poder con los nobles D. Pedro Girón, maestre de Calatrava y su hermano Juan de Pacheco.

En tierras giennenses, además, se extendía, como por toda Andalucía, el problema de los conversos. Las frases de respuesta de D. Pedro de Escabias al rey Enrique IV son todo un alegato de explicación de su fidelidad al rey al que desobedeció.

Es importante destacar el interés que demuestra el autor de la crónica en poner de manifiesto la situación caótica de Jaén antes de la llegada del Condestable, quien “la falló muy disipada i destroyda de grandes muertes i cautiverios i robos que los moros de cada día en los tiempos pasados le avían fecho, corriéndola fasta las puertas, 2 matando los onbres, i levando muchos prisioneros i ganados, quemando i talando los panes i viñas i huertas” (Hechos…, páginas 65 y 66). Los caballeros cristianos de Jaén son la burla de los moros granadinos. Con amargura recuerda el cronista cómo antaño la ciudad era llamada “Jahén, Jahén la guerrera”. La causa, que nuestro autor apunta veladamente, es la maurofilia del rey Enrique IV, quien “quería más tratar a asentar alguna tregua con los moros que facelles otro daño” (Hechos…, página 8), lo que hizo imposible el restablecimiento del orden en la frontera y aún el fin de la Reconquista Miguel Lucas, establecido en Jaén, actuará cual “segundo Salamón”, donde reforma la administración ; constituye tribunales de justicia, asegurando el orden público en el interior de la ciudad; y, para la defensa de ésta, coloca centinelas noche y día y se encarga de formar un ejército profesional remunerado, al que mantendrá entrenado con juegos (sortija, toros, cañas), alardes y torneos, con los que, al mismo tiempo, deslumbra y atemoriza a los príncipes árabes que visitan Jaén (Hechos…, páginas 113 a 115); también se ocupa de la instrucción pública, con gran generosidad, pues “envió a seuilla por vn buen maestro de Gramática, i mandóle asentar escuela en la çibdad de Jahén, i salario de dineros i pan de lo suyo; para que a todas i qualesquier personas del obispado de Jahén que quisiesen aprender les abezase Gramática y Retórica y Lógica, y todas las artes liberales, sin les leuar salario ni presçio ninguno, ca él ge lo pagaua por todos” (Hechos…, página 45) . Con todo esto, “de allí en adelante el dicho señor Condestable fue mucho más temido de los moros (...) sabiendo que tenía mill i docientos roçines debaxo de vna llaue” (Hechos…, página 115).

Esta actividad de Miguel Lucas tendrá consecuencias para todo el reino de Castilla: tras la toma de Aldeyra y La Calahorra por las tropas del Condestable, el rey de Granada se inquieta y solicita ayuda a Gibraltar, la cual, desprovista entonces de defensas, sucumbe ante el asalto del Duque de Medinasidonia. De modo que “después de Dios, el dicho señor Condestable fue cabsa que Gibraltar se ganase por los cristianos i la perdiesen los moros» (Hechos…, página 84).

Es el punto de partida de las veladas críticas que el cronista se aventura a lanzar contra la actitud de Enrique IV, de quien Miguel Lucas no recibe ayuda ninguna.

Incluso asegura que, si todos los nobles señores se unieran bajo las órdenes del Condestable, “no solamente este pequeño rincón de Granada sería ya junto y abraçado con estos reynos de Castilla i de León, mas los reyes paganos de allende fueran i serían vasallos i tributarios del rey nuestro Señor” (Hechos…, página 85). Desgraciadamente, el rey ordena nuevas treguas y Granada no podrá ser recobrada hasta treinta años después.

El cronista compara en varias ocasiones a Jaén con una nueva Roma, donde el Condestable es aclamado con tan grant gozo i alegría como solían resçevir en Roma sus emperadores quando de sus conquistas boluíen vençedores” (Hechos…, página 89). Miguel Lucas se ha ido convirtiendo, poco a poco, en una especie de príncipe de un pequeño estado, a la manera italiana. Como señala Juan Oleza, “en una circunstancia ideológica que en Italia produjo condottieri, que en algunos casos llegaron a apropiarse o a fundar estados, en España se recortan las siluetas de héroes particulares (...), como don Alvaro de Luna, don Pero Niño, Suero de Quiñones, don Alonso de Aragón, el Condestable Pedro de Portugal, el Príncipe de Viana, Miguel Lucas de Iranzo, Gonzalo Fernández de Córdoba...” (31).

Héroes reales de los que arrancará la ficción de Tirant lo Blanc, pues, como Tirant, nuestro Condestable se distingue, más que por su “fortitudo”, por su “sapientia”, siendo hombre de “cabtas i discretas agudezas de guerra” (Hechos, página 144) y en todo “muy agudo i de sotil engenio” (Hechos…, página 274). Del mismo modo, Miguel Lucas es un perfecto caballero cortesano, que no sólo participa en batallas, alardes, torneos y pasos de armas, corre toros y juega a la sortija y a las cañas, sino que también danza, participa en las representaciones teatrales e incluso canta (Hechos…, página 439).

La historia de Miguel Lucas y Enrique IV es la de una amistad imposible, el monarca desea siempre su compañía, pero las intrigas de la corte, a las que nunca supo imponerse, le obligaban a mantener en la frontera a sus más leales y fieles servidores, el Condestable Iranzo y Pedro de Escavias, este último probablemente el autor de esta crónica. Nos parecen bastante sólidas las razones aportadas recientemente por Avalle-Arce, J. B.: El cronista Pedro de Escavias: una vida del siglo XV (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 1972), páginas 107 a 136.

También Juan de Mata Carriazo Arroquia atribuía a Escavias la paternidad de los Hechos en la Introducción a su edición, (Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo. Madrid. 1940, Espasa-Calpe, páginas  XXV y siguientes.)

Podemos aventurar una relación triangular como eje de los Hechos del Condestable Miguel Lucas de Iranzo:

Así, “estas dichas dos çibdades padeçían i sofrían muy grandes trabajos por tener y seguir la boz y seruiçio del dicho señor rey” (Hechos…, página 384), hasta tal punto que señala el cronista como “se dicía por muchos que por el dicho señor Condestable su alteza reynaua en Castilla” (Hechos…, página 283), advirtiendo de la existencia de “muchas coplas y cantares” (Hechos…, página 282) que glosaban el tema. Debemos atender ahora precisamente a una de esas composiciones populares, la “Canción en alabanza del Condestable” que figura en el manuscrito 20 (92 de la Biblioteca Nacional de Madrid y que Carriazo recoge en su edición (32).

Los Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo fueron redactados siguiendo un esquema característico de la historiografía medieval castellana, es decir, anualmente. Sin embargo, ya no responden exclusivamente a una finalidad moralizante ejemplar (33).

Como ocurre en la Crónica del rey don Pedro del Canciller Ayala o en El Victorial de Gutierre Díez de Games (si consideramos este último texto como una auténtica crónica), se evidencia una intencionalidad política, puesto que el principal interés radica en la exaltación del Condestable Iranzo como figura histórica de relieve, con el símbolo de la Lealtad a lo largo de toda la obra. Así lo destaca también Madeleine Pardo, quien afirma: “(…) la relation Miguel Lucas-Henri IV est toujours présentée de façon très simple sous le signe de la Lealtad qui reste le plus beau fleuron de ce long panégyrique (…). La loyauté du connétable, qui semble avoir été réelle et qui est même reconnue par le terrible Alonso de Palencia, sert donc ici essentiellement à glorifier le personnage” (34).

En este sentido, y volviendo al esquema propuesto, frente a la traición que rodea a Enrique IV, sólo dos personalidades se alzan con la justicia y la ley: Miguel Lucas y el alcaide Pedro de Escavias, quien es con frecuencia nombrado en algunas de las más significativas páginas de los “Hechos....

Si relacionamos este último dato con las similitudes que el texto histórico ofrece con el Repertorio de Príncipes, como ya demostró Juan Bautista Avalle-Arce, y pensamos en la singular relación que se establece entre el alcaide de Andújar y el Condestable exiliado voluntariamente en Jaén (pues ambos funcionan como auténticos “héroes” en la historia), pocas dudas quedan acerca de la paternidad de los “Hechos…

Sobre este tema conviene recordar las palabras del profesor Juan Bautista Avalle-Arce, cuando afirma: “los Hechos son obra indiscutible de Pedro de Esçavias. Pero, para no incurrir en pecado satánico, repetiré las palabras de Goya: “ello dirá” (35).

De este modo, sólo el ostracismo de Miguel Lucas, un ostracismo que el mismo Condestable justifica en su “Carta de suplicación” al Papa Sixto IV (Hechos…, páginas 470 a 475), donde explica cómo “doce años puede aver, o bien poco menos, que por seruiçio de Dios, ensalçamiento de su fe, defensión desta frontera, acordé no solamente desterrarme de la corte del rey mi señor, y de los grandes fauores que en ella tenía, mas venirme de asiento a beuir a esta çibdad, do tantos, tan grandes y continuos daños facíen los moros, a que ningúnd capitán, sin grand pena y temor, la osase tomar en cargo” (Hechos…, página 471) y su especial situación política y militar en la frontera justifican la redacción de los Hechos.  A este respecto es curioso el estrecho paralelismo que existe entre la actividad de Miguel Lucas en Jaén y la del adelantado mayor don Pedro Fajardo al frente de la ciudad y reino de Murcia, aunque en este caso no hubo repercusiones literarias.

Se trata de dar cuenta detalladamente de la vida de Miguel Lucas en Jaén y, mediante el empleo preferente y sistemático de fuentes documentales (36).

Busto del Condestable Miguel Lucas de Iranzo en Fuentelespino de Haro (Belmonte) a su hijo más ilustre.
En las relaciones de fiestas, tratados de treguas, cartas de mercedes… (y no olvidemos que Escavias era jurista), se exponen objetivamente los éxitos del Condestable desde la ciudad de Jaén, su importancia estratégica, histórica y política para la debilitada monarquía de Enrique IV, a fin de favorecer quizá una futura rehabilitación de Miguel Lucas como favorito del último rey Trastámara castellano. El motivo del exilio interior del protagonista se convierte así en el eje argumental de este texto historiográfico, así, Pedro de Escavias, alcaide de Andújar, relata a sus contemporáneos y a las generaciones venideras la vida en la frontera de Granada, al mismo tiempo que advierte a su rey de la necesidad de reconciliarse con su fiel Condestable. Contra toda posible acusación por parte de los enemigos de Miguel Lucas, los Hechos se alzan indiscutiblemente como la mejor respuesta.

El Condestable Miguel Lucas de Iranzo murió asesinado en Jaén, el 21 de marzo de 1473, mientras rezaba de rodillas en la capilla mayor de la catedral, víctima de las violencias cometidas por la población cristiana contra los moriscos que eran defendidos por la aristocracia castellana por razones de interés económico. Aunque lo que hace más verosímil, es que fuese víctima por el apoyo que el condestable daba a los judíos, aunque, también, probablemente, la causa fueron los celos de otros nobles. Posiblemente en el asesinato participara indirectamente el marqués de Villena.

El Condestable Miguel Lucas de Iranzo muere asesinado en Jaén, el 21 de marzo de 1473, “por la canalla del pueblo” (37), víctima de las violencias cometidas por la población cristiana contra los moriscos, defendidos por la aristocracia castellana por razones de interés económico. La crónica, inacabada, se detiene en los sucesos del año 1471. Durante ese espacio de tiempo silenciado (1472-1473), la actitud del rey con los leales defensores de Jaén y Andújar bien podría considerarse como una traición: congela sus ayudas económicas, pacta cobardemente con la nobleza levantisca y aún con los príncipes granadinos... Quizá Escavias censuró demasiado abiertamente al monarca, a quien tal vez llegase a acusar de la muerte de Miguel Lucas en las últimas páginas de los Hechos... Eso nunca lo sabremos, aunque posiblemente todavía puedan averiguarse muchos datos sobre la realidad histórica andaluza entre 146o y 1471, tras un análisis mucho más exhaustivo de lo que hace posible esta comunicación en torno a la Relación de los fechos del muy Magnífico e más virtuoso señor. El señor don Miguel Lucas muy digno condestable de Castilla.

En tierras giennenses, además, se extendía, como por toda Andalucía, el problema de los judíos y conversos.

El estallido de la persecución contra los judíos y conversos en los reinos cristianos estuvo relacionado intimamente con la crisis bajomedieval.
Era la ocasión adecuada para eliminar enemigos políticos. Miguel Lucas, acusado de favorecer a judíos y conversos, tomó precauciones, pero no pudo impedir su final. En misa mayor, el 21 de marzo de 1473, los conjurados, que contaban con el apoyo del alguacil Gonzalo Mejía, le asesinaron dejando el cadáver mutilado en el suelo de la capilla de la catedral. Acto seguido asaltaron el barrio judío de la Magdalena, llevando a cabo una matanza considerable. Otras versiones sobre su muerte apuntan a un ajuste de cuentas con unos caballeros molestos por un episodio relacionado con la entrada del rey musulmán de Granada en Úbeda y Baeza. Pero casi todos odiaban desde lo más profundo a un hombre de origen humilde llegado tan alto. La viuda, Teresa de Torres, pudo salvarse refugiándose en el castillo con su único hijo, adonde llegaron los hermanos del condestable, comendadores de Oreja y Montizón, que se convirtieron en tutores del pequeño Luis.

La muerte de Miguel Lucas, según algunas versiones, fue vengada por el duque de Medina Sidonia en Sevilla, que mandó ajusticiar a un personaje que presumía de haberlo asesinado. También se apunta que el propio Enrique IV en 1475 mandó colgar a algunos jurados y regidores de las ventanas en venganza por el asesinato de su fiel condestable.

La viuda, tras aquellos terribles acontecimientos, acabó sus días de monja clarisa en Écija, de donde salió, a petición de los Reyes Católicos, para fundar en Granada el monasterio de Santa Isabel la Real de aquella ciudad, en donde poco tiempo después falleció.

La herencia del condestable empezó y acabó en él, ya que, si bien su único hijo heredó parte de los bienes y cargos de su padre desempeñando un discreto papel en la Corte de los Reyes Católicos, más tarde optó por la vida religiosa. Algunos autores indican que, tras perder la razón, Luis Lucas de Iranzo, que había tomado el hábito franciscano, acabó sus días en Guadix, donde fallecería en 1500.

La ciudad de Jaén que le viera crecer políticamente, también le vio morir seguramente a causa de su protección a los conversos de Jaén. Si bien, en este caso, también al Marqués de Villena se le relaciona con la muerte de su paisano belmonteño. Al parecer, un hombre embozado le golpeó en la cabeza con el mocho de la ballesta mientras oraba de rodillas en las escaleras de la capilla mayor de la Catedral. 

A raíz de ello, el populacho se lanzó contra los judíos del barrio de la Magdalena, asaltando sus casas y dando muerte a muchos de ellos

Diecinueve meses después de la muerte del Condestable, el sábado 4 de octubre de 1474 don Juan Pacheco muere a las puertas de la ciudad de Trujillo, en la cercana aldea de Santa Cruz de la Sierra, a donde había ido movido una vez más por sus intrigas políticas, consiguiendo de manera póstuma su última conquista. Muere a la edad de 55 años y su muerte, en plenas negociaciones matrimoniales de Juana con Alfonso de Portugal, se convertiría en una cuestión de Estado. Su hijo Diego, establecería la capitulación definitiva ante los Reyes Católicos obteniendo la concordia con los mismos y firmándose el documento el 1 de marzo de 1480 en el castillo de Belmonte. Según el cronista Palencia, Juan Pacheco muere de la misma enfermedad que había llevado a la tumba a su hermano y cómplice de tantas aventuras, Pedro Girón, de una repugnante y mortal apostema en la garganta que, impidiendo la respiración, puso término a sus constantes embustes. Bien pudo tratarse de un cáncer de garganta (laringe) consecuencia de la irritación crónica (laringitis) que debió arrastrar durante muchos años de su vida.

Las Crónicas nos muestran la figura del belmonteño Miguel Lucas de Iranzo como un fiel vasallo a su señor, a pesar de las numerosas fluctuaciones políticas de la época, actitud agradecida hacia su monarca, quien le había encumbrado a lo más alto de la nobleza, proviniendo de una humilde familia; así como de una persona amante de las fiestas y los lujos y preocupada por el progreso económico y social de la ciudad que regía, pero para quien las relaciones con el resto de los poderes locales y otros nobles de Castilla no fueron nada fáciles.

Si las Crónicas hablan de una gran amistad con el rey Enrique IV, ejemplo de la misma es el acto acaecido en Jaén en 1475, cuando el monarca se presentó en la ciudad de incógnito y asistiendo al Concejo preguntó por ciertos jurados y regidores, mandándolos seguidamente colgar de las ventanas, al parecer en venganza por el asesinato del Condestable.

El nombre de Miguel Lucas de Iranzo está ligado a la historiografía española por su implicación con la realeza castellana en este periodo histórico, así como a la historia de la literatura española gracias a la obra “Relación de los fechos del Condestable Miguel Lucas de Iranzo”.

Granada 9 de junio de 2022.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía y referencia de las citas:

(1) Carrillo de Huete, Pedro: Crónica del Halconero de Juan II. Edición de Juan de Mata Carriazo  Arroquia, capítulo  CCCL, página 478.

(2) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo. Madrid. 1940, Espasa-Calpe, página 326.

(3) Pascual de Gayangos: Memorial Histórico Español VIII. Madrid: Real Academia de la Historia, 1855, páginas 498 y 499.

(4) Galíndez de Carvajal, Lorenzo: Adiciones genealógicas a los Claros varones de Fernán Pérez de Guzmán, señor de Batres, en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España. CODOIN. (Madrid: Vda. de Calero. José Perales y Martínez, 1851), XVIII, página 453.

(5) Pascual de Gayangos: Memorial Histórico Español VIII. Madrid: Real Academia de la Historia, 1855, página 495.

(6) de Valera, Diego: Memorial de diversas hazañas. En Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo. Madrid. 1940, Espasa-Calpe, página XXXVII.

(7) García Valdecasas, Amelia: La singularidad de la frontera granadina según la historiografía castellana, en La Crónica, 16:2 (1987-1988), páginas 101 a 109.

(8) Torres Frontes, Juan: Los Condestables de Cartilla en la Edad Media. Anuario de Historia del Derecho Español, Madrid, 1971, página 89.

(9) Oleza, Juan: Teatralidad cortesana y teatralidad religiosa, vinculaciones medievales, en Ceti Sociali ed Ambienti Urbai nel Teatro Religioso Europeo del 300 e del 4oo, Viterbo 30 Maggio - 2 Giugno I985. Viterbo: Centro Studi Sul Teatro Medioevale e Rinascimentale, 1988, páginas 265 a 294.

(10) Very, Francis: A Fifteenth-Century Spanish Easter Egg Combat and Some Parallels, en Romance Notes, 9 (1962-1963), páginas 66 a 69.

(11) Montes Nieto, F.: La Orden de Calatrava en la Villa de Porcuna. (1515-1558). 1993. Página 38.

(12) Montes Nieto, F.: La Orden de Calatrava en la Villa de Porcuna. (1515-1558). 1993. Página 61.

(13) Montijano Chica, J.: Historia de la diócesis de Jaén y sus obispos. Instituto de Estudios Giennenses, Diputación provincial, Jaén 1986.

(14) Ahumada Lara, I. Breve historia de Higuera de Arjona, 1995. Diputación provincial, página 26.

(15) Fuente González, A.: Don Gonzalo de Stúñiga. Obispo de Jaén (1423-1456), 1978. Jaén, Obra del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, páginas 99 y 100.

(16) Jimena Jurado, M., 1652: Catálogo de los obispos de las iglesia catedrales de la diócesis de Jaén y anales eclesiásticos deste obispado, (XVII, 15 vº) ed. fac., est. prel. e índices por J. Rodríguez Molina y M. J. Osorio Pérez. 1991. Granada, Servicio de Publicaciones de la Universidad.

(17) Solano Ruiz, E.: La Orden de Calatrava en el siglo XV. 1978, Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad. Pagina 166.

(18) Ruiz Calvente, M.: Aportación documental sobre las fortalezas calatravas de Porcuna, Lopera, Arjona, e Higuera de Arjona. Años 1459 y 1494. En Aspectos geográficos e históricos de la ciudad de Andújar y su comarca. 1990, Granada, Servicio Permanente de Geografía e Historia “Jándula”, páginas 129 a 151.

(19) Fernández de Oviedo y Valdés, G.: Batallas y quincuagenas, volumen I. 1983. Madrid, Real Academia de la Historia. Páginas 305 y 306.

(20) Alcázar Hernández, E.M.: Formación y articulación de un concejo fronterizo: Jaén en el siglo XIII. Universidad de Jaén. Página 270.

(21)  Valladolid, 20 de septiembre de 1440. Real Academia de la Historia. Colección Salazar. M-2. Folios 83 - 93, Pruebas, páginas 256 a 261.

(22) Suarez Fernández, L: Los Trastámaras de Castilla y Aragón en el siglo XV (1407-1474), En: Historia de España dirigida por Menéndez Pidal, v. XV. Madrid, 1970, páginas 254 y 255.

(23) Suarez Fernández, L: Los Trastámaras de Castilla y Aragón en el siglo XV (1407-1474), En: Historia de España dirigida por Menéndez Pidal, v. XV. Madrid, 1970, páginas 256 a 258.

(24) 1464, septiembre 29. S.1., A.D.A. Palma, C.7, nº 2, Apéndice 1.

(25) Suarez Fernández, L: Nobleza y Monarquía. Valladolid. Estudios y Documentos, nº 15. 1975, página 231.

(26) J. O`Callaghan: Don Pedro Girón, Master of the Order de Calatrava, 1445-1466, en Hispania, v. XXI, página 380.

(27) 1466, Mayo 20. Arévalo, en Archivo General de Simancas. Mercedes y Privilegios. Legajo 10, nº 151.

(28) 1466. Junio 15. Arévalo, en, ADA Palma. C.7, Nº 7.

(29) Montero Tejada, Rosa María: Los señoríos de los Manrique en la baja Edad Media. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Hª. Medieval, t. 7, 1994, páginas 254 y 255.

(30) Arévalo, 20 de mayo de 1466. Archivo General de Simancas. Mercedes y Privilegios, legajo 10, folio 151.

(31) Écija, 7 de julio de 1469. A.G. Simancas. Mercedes y Privilegios, legajo 77, folio 41. Confirmado por los Reyes Católicos en Segovia, el 11 de septiembre de 1476.

(32) Mata Carriazo, Juan de: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, edición y estudio de Juan de Mata Carriazo. Madrid. Espasa-Calpe, 1940, páginas 328 y 329.

(33) Oleza, Juan: Teatralidad cortesana y teatralidad religiosa, vinculaciones medievales, en Ceti Social¡ ed Ambienti Urbai nel Teatro Religioso Europeo del 300 e del 4oo, Viterbo 30 Maggio - 2 Giugno I985 (Viterbo : Centro Studi Sul Teatro Medioevale e Rinascimentale, 1988), Página 279.

(34) Pardo, Madeleine y García, Michel: Réflexions sur l’exemplarité dans les chroniques castillanes du XVe siècle, en Mélanges de la Casa de Velázquez, 15 (1979), páginas 602 a 604.

(35) Avalle-Arce, Juan Bautista: El cronista Pedro de Escavias: una vida del siglo XV. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 1972, página 13.

(36) Mata Carriazo Arroquia, Juan de: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, edición y estudio de Juan de Mata Carriazo. Madrid. Espasa-Calpe, 1940, página XXXI.

(37) Floranes, Rafael: Notas a los Anales breves de Galíndez de Carvajal, en CODOIN, XVIII, página 251. La cita es de: Mata Carriazo Arroquia, Juan de: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, edición y estudio de Juan de Mata Carriazo. Madrid. Espasa-Calpe, 1940, página XLIII.