PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 26 de junio de 2023

LA PANDEMIA DE PESTE EN LA HISTORIA DE LA PROVINCIA DE JAÉN, DE ANDALUCÍA Y ESPAÑA.

EL GRAN CATHARRO DE 1580 MÁS QUE PESTE O UNA EPIDEMIA DE GRIPE, QUE DEJO ENFERMO AL REY FELIPE II Y COSTÓ LA VIDA A SU CUARTA ESPOSA ANA DE AUSTRIA (EMBARAZADA), PODRÍA SER UN BROTE EPIDÉMICO DE TOS FERINA.

Parece que la pandemia del Covid-19 va dejándonos poco a poco, aunque persiste, ahora con algunos casos de gripe, a este respecto puede que ocurra lo que la cita siguiente explicita con bastante claridad: “No fue la medicina la que acabó con la peste en el Viejo continente. A principio del siglo XVIII, una especie invasora expulsó a otra que es vectora del bacilo”.

La epidemia de la peste tuvo en España una manifestación temprana. Ya desde los siglos VI-VIII en la península se tiene constancia de brotes de peste por la franja mediterránea. Durante el siglo XIV apareció en Europa la Peste Negra, una epidemia que, intercalándose con otras, como la gripe y el tifus, reapareció en los siglos XV y XVI. En 1596 llegó la peste a la península a través de Santander, zona portuaria. Se extendió con virulencia por territorios de Extremadura y las dos Castillas, sobre todo la franja circundante a Madrid. La cornisa cantábrica y Andalucía también se vieron afectadas, así como el entorno entre Alicante y Valencia. Fue en esta última ciudad donde se desató años más tarde, en 1647, otra epidemia de peste. De Valencia subió para la zona norte de la Corona de Aragón: Cataluña y los propios territorios aragoneses se vieron perjudicados. También Andalucía fue, nuevamente, castigada, contando con importantes pérdidas humanas la ciudad de Sevilla, donde se estima que un 45% de la población falleció. Fue en este último territorio donde apareció otra epidemia en 1676. Sin tiempo para rehacerse, ciudades como Sevilla, Córdoba, Málaga, Cádiz y Jaén fueron las protagonistas del horror. 

Relámpagos sobre las torres de la Catedral de Jaén. Foto de Francisco José López.

A ellas se les sumó Cartagena, del Reino de Murcia. Estas fueron las últimas epidemias a gran escala acaecidas en territorios peninsulares de la Monarquía Hispánica. Superadas estas crisis epidémicas periódicas, demográficas y de alimentos del siglo XVII, el XVIII alumbró una etapa de crecimiento generalizado.

Hubo un tiempo en que cualquier epidemia era también denominada peste. Cualquier epidemia llevaba este apodo manchado de hemorragias y fiebres. Fuera gripe, viruela o pestilencia, no fue hasta los tiempos de Louis Pasteur cuando la medicina supo que los supuestos castigos del Todopoderoso se ejercían mediante microbios.

Durante siglos, la historia de la Fisiología no ha podido quitar del todo el velo mágico a las enfermedades masivas, que eran vistas como castigos divinos. Sin embargo, desde tiempos antiguos, era sabido que cadáveres mal enterrados y aguas estancadas no eran amigos de la salud.

La peste la contagiaban las pulgas y piojos alojados en humanos, no en las ratas.

La mayoría de los adultos de hoy en día recuerdan haber estudiado en la escuela acerca de la Peste Negra, que mató a un tercio de la población europea.

Durante los siglos XVI y XVII se produjeron diversas epidemias de peste que machacaron a Sevilla. Es lo que ocurrió en la Sevilla de 1649. Aquella epidemia acabó con el 46 por ciento de sus habitantes. Siempre se echó la culpa a las ratas, pero las grandes pestes hoy sabemos que son cosa de pulgas. La peste la contagiaban las pulgas y piojos alojados en humanos, no en las ratas.

Menos conocida que la Peste Negra o el brote que diezmó Sevilla, fue una epidemia terrible que tuvo en vilo a la población durante seis años, desde 1596 hasta 1602. Esta epidemia fue particularmente mortífera en Castilla. La enfermedad llegó desde Flandes en un barco cargado de lana, el Rodamudno, que atracó en Santander. De ahí el nombre de Atlántica. La peste penetró por el norte de la península, arrasó hasta Andalucía donde se reactivó y volvió a barrer España marcha atrás. En Castilla los efectos fueron catastróficos. A finales del reinado de Felipe II se perdió el 15% de la población. En Madrid murió el 30% de la población en el momento de más intensidad, alrededor de 1599.

Como la peste, la epidemia probablemente de gripe que asoló Castilla aquel verano de 1580 motivó el desarrollo del tradicional mecanismo protector, aunque hay estudios que después veremos que se inclinan por asegurar que esta epidemia más que ser de gripe fue una epidemia de tos ferina.

Pilar de Martíngordo en Torredonjimeno. Foto de los años 50 del siglo pasado.

El pueblo de Torredonjimeno según recoge Manuel Jesús Cañada fue uno de los afectados en la provincia, cuya causa se creía estar en los pecados de la población y la epidemia era el castigo de Dios: temerosos de la ira de Dios... viendo que por nuestros pecados la Divina Magestad ha querido castigarnos con la corrupción de los aires, la qual ha causado tan contagiosas enfermedades y tantas muertes repentinas, que destruyen y despueblan estos reynos (1).

Castillo de Torredonjimeno (Jaén)


https://www.youtube.com/watch?v=3GjlIMAxzEg

Fotografías antiguas de Torredonjimeno (Jaén)

https://www.youtube.com/watch?v=MronfGT3GX4&t=33s

En Torredonjimeno, la población encontró en san Cosme y san Damián la protección frente a la epidemia, pues notaron cierta mejoría a finales del mes de septiembre, cuando se celebraba su fiesta. A ellos se les dedicó un voto y le encargaron la protección de la salud de la villa, además de construírseles una ermita, imágenes, constitución de una cofradía, procesión, acto litúrgico,... (2). Fue la consolidación de una devoción que existía anteriormente.

Frecuentemente, la palabra peste era sinónimo de enfermedad contagiosa. No todas las enfermedades denominadas como peste eran tales. Es el caso de la que tuvo lugar en el convento de Santa Catalina de Baeza en 1639. En una carta fechada el 1 de enero de aquel año, se dice que en dicho convento en un  mes habían muerto quince monjas. La enfermedad es descrita de la siguiente forma: [...] comiénzales la enfermedad por tabardillo, y luego se les encanzeran las narices y se mueren, [...]. Piensan los Médicos que en unas tinajas de agua, de que beben an caído algunas savandijas; el Médico poiatos dice que piensa no ha de quedar ninguna monja.

Antiguo convento de santa Catalina de Baeza.

En relación con esta enfermedad contagiosa, se levantó una visión mística, capaz de envolver con un sentido mágico-religioso un hecho real y trágico como era esta enfermedad, que debió de alarmar a la población. La carta continúa diciendo:

[...] En la sala donde oían músicas (las monjas), quando se aparecieron las luces de los Santos, abrá seis o siete meses que se oyen cantar oficios y misas de Difuntos y oyen la campanilla del Santus, y tan cerca, que les parece que si alargan la mano se encontrarán personas vivas (3).

Otra epidemia virulenta se desarrolló de 1683 a 1685, asolando a Andalucía y a las dos Castillas, parece ser que de tifus. En un informe de villa de Jódar se describe como “común enfermedad de tercianas y tabardillos”, también fue uno de los brotes más importantes en el reino de Jaén. Afectó duramente durante la primavera de 1684 y, el año siguiente, se contagió Linares, que pasó por la peste y el tifus (4).

Iglesia de San Francisco de Linares.

Calle Julio Burell de Linares.
Antigua calle Cánovas del Castillo, hoy calle Pontón.

Linares, casa de la Viuda de Cembrano (El Hospicio). Foto del año 1905.

Ya bien entrado el siglo XIX, la Junta Municipal de Sanidad de Jaén,  haciendo distinción entre las enfermedades contagiosas y la peste decía: cuanto menos contagiosa sea una fiebre maligna, tanto más dicta de la  peste [...]. La voz peste es un nombre genérico que no está reducido á calentura, bubón, carbunco, ni otro determinado mal, sino que comprende cualquier enfermedad de la que enferman muchos; mueren en pocos días los más, y se hace espantosa por sus malignos síntomas y extensivo  contagio (5).

Antes del siglo XVI hubo muchos brotes de peste pero la mayoría de las noticias que tenemos son subjetivas, de escritores o cronistas de la época. Pero a finales del 1500 sí existían registros y se ha podido contrastar las consecuencias sobre la población y la economía.

Lo más escalofriante desde el punto de vista estadístico es ver como las defunciones suben brutalmente, y cuando va pasando la peste, caen y unos años después vuelven a subir en el mismo pueblo, pero sin la intensidad de la primera barrida. Es fascinante ver los esfuerzos de los supervivientes, cuantas más muertes se producían también se incrementaba el número de matrimonios, en muchas ocasiones se incrementan instantáneamente los matrimonios entre viudos para fundir rentas y enfrentarse de nuevo a la vida. Los campos abandonados permitieron la entrada de más ganado y una población mejor alimentada.

Los estudios han demostrado que durante toda la edad moderna hubo una gran estacionalidad de las epidemias de peste. Una recurrencia mayor de brotes más leves con menor incidencia sobre una población mejor alimentada. La peste era un tabú. Las ciudades esperaban a que el contagio fuera absolutamente evidente antes de levantar los temidos cordones sanitarios, con unos resultados catastróficos.

Para disimular la gravedad de la infección incluso se buscaban nombres alternativos: el mal, el contagio. Una confusión que a lo largo de la historia podría haber dado lugar a muchas interpretaciones incorrectas.

Por ejemplo el Gran Catharro, considerado el primer episodio documentado de pandemia de gripe. Dejó enfermo al mismo emperador Felipe II y mató su cuarta esposa, Ana de Austria. La epidemia se originó en Asia alrededor de 1580 y se difundió a Europa, donde llegó a enfermar hasta el 80% de la población. Ahora hay estudiosos que cuestionan esta interpretación, proponiendo como alternativa un brote de tos ferina. Por la estacionalidad hay que preguntarse si se trata de una gripe o una variante de peste pulmonar, sin embargo los recortes a la investigación en el campo de la historia de la epidemias dejarán en el aire la respuesta durante mucho tiempo.

Retratos de Felipe II y su cuarta esposa y sobrina Ana de Austria. El llamado “Gran Catharro” diezmó a la población mundial e incluso contagió a Santa Teresa de Jesús y Felipe II y provocó la muerte de su esposa Ana de Austria, embarazada de siete meses.

El Gran Catharro (1580) es considerado como la primera epidemia de gripe. El análisis conjunto de los datos contenidos en diferentes testimonios, suscita dudas respecto a que se tratara de una epidemia de gripe y apoyan la posibilidad de que se tratara de una de tos ferina.

El Gran Catharro es reconocido como la primera epidemia de gripe de diseminación global por múltiples autores (6), aunque nuestra búsqueda no ha proporcionado estudios históricos o diagnósticos específicos respecto de la evolución de esta epidemia de gripe. Dicha epidemia comenzó en Asia y de allí pasó a Europa y América. Casi toda Europa fue afectada en seis semanas, y se dice que sólo el veinte por ciento de la población escapó de la enfermedad.  Los criterios de definición de las enfermedades infecciosas durante el periodo  prelaboratorio  de  la  medicina,  anterior  a  la  primera  mitad  del  siglo  XIX, y los actuales de la medicina contemporánea son muy diferentes. Por ello nuestro análisis debe de ser entendido manteniendo las correspondientes salvaguardas y cautelas (7), que deben plantearse, a la hora de hablar de un diagnóstico retrospectivo, tal y como Cunningham (8) reconoce, y ha sido recogido por Arrizabalaga (9).

Con anterioridad, los diagnósticos sólo podían ser realizados a partir de los síntomas y el curso clínico, después del desarrollo del laboratorio los criterios han cambiado, lo que nos lleva tal y como dice Cunningham a que seamos incapaces de afirmar que, procesos que han sido definidos actualmente sean iguales o similares a otros anteriores, siendo mayor la dificultad cuanto mayor es el salto temporal efectuado. Por otra parte Grmek (10) planteó, que la identificación de enfermedades del pasado en términos nosológicos actuales es factible siempre que se disponga de fuentes y materiales apropiados. En última instancia, hay que reconocer como dice Arrizabalaga (11), que este tipo de construcciones históricas se enfrentan a la imposibilidad de reproducir las condiciones biológicas y ecológicas, fenómeno que es inconcebible actualmente por razones técnicas y éticas que serían, en todo caso, la prueba definitiva que las validase o refutase (12).

Galenos del siglo XVI buscando remedios contra la nueva enfermedad.

Con el estudio de casos, en la historia, podemos obtener algunas ideas, de lo que podría producirse en una situación de déficit de inmunidad, por pérdida de ella o disminución de ésta ante una ausencia prolongada de contacto con la bacteria.  Situación  que  si  se  baja  la  guardia,  podría  reproducirse  en  algún  momento. Sin ser alarmistas, en 1975 en los Estados Unidos, se comunicaron algo más de 1500 casos, y en 1998 se había pasado a casi 8000, cifras que con toda seguridad subestiman la verdadera incidencia de la enfermedad (13).

En nuestro país, desde 1965, existe un programa de vacunación con difteria, tétanos y tos ferina, pero a pesar de ser uno de los países con mayor cobertura  vacunal  (superior  al  95%),  recientemente  se  ha  comunicado  en  el  marco  del  II  Congreso  de  la  Asociación  Española  de  Vacunología  (AEV),  celebrado en las Palmas de Gran Canaria, que en uno de cada cuatro casos de tos ferina en niños menores de un año, la fuente principal de la infección es un adulto que vive con el bebé, e incluso, se han producido brotes epidémicos, tales como el ocurrido en la Provincia de Castellón en el año 2002 (14).

Si bien es cierto que ha transcurrido mucho tiempo desde que tuvieran lugar los eventos del Gran Catharro de 1580, todos estos datos pueden, en cierto modo, proporcionar información que nos permita enfrentarnos, de distinta manera, a los múltiples casos de tos que en algún momento se pueden ver actualmente en la clínica. Casos con una evolución similar a un catarro y que, en realidad, pudiera ser que se estuviera tratando de una tos ferina. Couzigou y Flahault (15) plantean que, incluso entre médicos con un particular compromiso con los temas de salud pública, la tos ferina no está claramente considerada como causa de tos persistente en adultos; la posibilidad de este diagnóstico sólo valdría en los casos donde los síntomas son realmente severos. En este sentido, se ha procedido a realizar el análisis de testimonios relacionados con el Gran Catharro que tuvo lugar alrededor de 1580 y que se extendió a lo largo y ancho del sur de Europa.

A este fin se han consultado diferentes archivos, entre ellos los históricos de los Ayuntamientos de Barcelona y Valencia y el de la Diputación Provincial de Valencia, el cual contiene los fondos del Hospital General valenciano.  A partir de los archivos y de diferentes publicaciones independientes se han compilado testimonios de la época del Gran Catharro; realizándose, a continuación,  el  cotejo  y  análisis  de  los  datos  contenidos  en  los  diferentes  testimonios con los del síndrome clínico de la tos ferina y de la gripe, y a partir de ahí, proceder hasta donde ha sido posible a un diagnóstico diferencial.  Aunque  el  Gran  Catharro  de  1580  había  sido  catalogado  en  algunas  publicaciones como gripe, hay determinados datos que inducen a pensar que no se trataba de tal.

Anónimo italiano que representa los efectos de la peste en Florencia en 1630.

La infección a causa de la Bordetella Pertussis se inicia con la inhalación de la bacteria en forma de aerosol, y la adherencia de ésta a las células epiteliales ciliadas del tracto respiratorio y su posterior crecimiento. Transcurridos entre siete y diez días de incubación, se suceden tres etapas; la primera o catarral, con sintomatología que tal y como su nombre indica, es parecida a un catarro común, con rinorrea serosa, estornudos, malestar general, anorexia y febrícula, siendo este el momento de mayor nivel en la proliferación de la bacteria y por lo tanto de máximas posibilidades de transmisión.  Después de una o dos semanas, aparece la fase paroxística o períodos de tos repetida seguidas de un estridor respiratorio, en la cual las células ciliadas son  expulsadas  del  árbol  respiratorio  e  incrementándose  la  producción  de  moco, el cual, es en parte responsable de producir la obstrucción del flujo aéreo. La fase paroxística acaba generalmente con vómitos y estado de agotamiento. Después de dos a cuatro semanas la enfermedad entra en la tercera y última etapa o de convalecencia (16).

Entre las diferentes referencias antiguas que hemos podido analizar, relacionadas con el Gran Catharro de 1580, encontramos un testimonio fiable e independiente respecto de las autoridades municipales del momento, en la ciudad de Barcelona, el padre Pere Gil, el cual, aunque contemporáneo del contagio, redactó su testimonio  en  un  libro  veinte  años  después (17).

Los  numerosos  contactos  con  jesuitas, incluidos en su escrito, en donde relata la extensión de la epidemia aportando datos incluso de América, dan fiabilidad al testimonio: Lo any 1580 contengue aquell gran catharro tan nomenar; que fou general en tot lo mon; y resultà de infectio de ayre. Comença desde las parts Septentrionals, y poc a poc per sos passos contats passà per Italia, y per las Islas (Córcega, Cerdeña y Baleares), y per França; y entra en lo Agost per Cathalunya, y corregue per tota España, y passà fins a la India Occidental.   

Por otro lado Despalau (18), había relatado que: A 4. de agost any 1580. Vingue una manera de catarro en barcelona que do-naua febra y tos y algunes dolos que tota la yent de barc. ne pasa y sen moriren molt y vingue dit catarro del final del camp ol rey de fransa. y lo qual feu estrago molt gran ali a quaranta galeres que aguardavan los soldats de flandes los quals avien de venir a espaya y la guerra de portugal: feu tambe grandisim dany a perpinya y girona y casi per tota catalluya. E indicaba algunos síntomas, pero poniendo el énfasis en los daños, incluso militares, que pudo provocar la epidemia. Otro aspecto a destacar fueron las referencias climatológicas que este autor realizó (19).

"A 10 de setembre de 1580. entrada de nit aparegue en ves la tramuntana Un nuvol tot vermell ab algunes vies blanques, quese anaue disminuint y en sec qe aumentaue y de aquestos nuvolls sen veren tres sa matexa nit sols los altros dos al llevant la Su, y lo altra enves lo mityorn: anse fets grans yudicis en barcelona y la yent romanguer molt espantada". 

Escenas de las calles de Barcelona de afectados en 1821.
 
Referencias climatológicas que eran coincidentes con un contexto climático tremendamente anómalo: en aquellos años, se empezaba a producir una oscilación climática con incremento de los episodios de lluvia extremos, temporales, grandes nevadas y olas de frío. Era la primera manifestación dura, de lo que desde mediados del siglo XIV estaba ocurriendo en latitudes más altas (Noruega, Islandia, Groenlandia) y que conocemos como miniglaciación (Little Ice Age ó Kleine Eiszeit). Situación con diferentes pulsos y “pausas” que se prolongó hasta mediados del siglo XIX (20).

Aunque este no es el caso que nos ocupa, ya que, como se puede apreciar en el siguiente comentario:  fonc servit nostre senyor per nostres culpes que del dia de nostra senyora de agost fins lo dia de St. Roch caygueren malalts en la present Ciutat de Barcelona mes de vint Milia persones (que suponía para la época un 80/90 % de la población) malaltes de una constitució de ayre calent, lo qual invadia a tots sense ningun discrim y cayent malalt hu en una casa tots ne passaven(21).

La epidemia comenzó en un momento de aires de poniente, lo que hace suponer temperaturas altas. Los datos fueron registrados siguiendo la tradición galénica medieval, reconociendo en primer lugar, y a nivel posiblemente remoto, la intervención divina e incorporando el concepto de culpa en su generación. En un segundo nivel o intermedio, el aire se consideró alterado, y productor de una reacción hostil en cuerpos predispuestos, ya que acarreaba un  agente  nocivo  o  tenía  sus  cualidades  alteradas,  y  por  último,  a  nivel  próximo, tal y como se puede apreciar en las citas que aparecerán a continuación, la correspondiente alteración humoral que produce la sintomatología en los afectados (22).

Hay una cierta discrepancia, entre los autores citados, a la hora de plantear el comienzo de la epidemia, encontrándose diferencias de prácticamente hasta dos semanas entre el primero de Pere Gil y el último. Despalau  habla de que la epidemia comenzó el 4 de agosto y el Manual de Novells Ardits asigna el comienzo de la epidemia al día de Nuestra Señora, con lo que se puede suponer que está hablando del 15 de agosto (23).

Estas discrepancias no son extrañas, dadas las dificultades del momento para realizar una adecuada recogida de datos, y por lo tanto, para la obtención de un cierto nivel adecuado de exactitud. Por otra parte, Pere Gil nos habló de la epidemia habiendo transcurrido veinte años, lo que hace, que no sea extraña su falta de coincidencia. No obstante su testimonio se ubica en un adecuado punto medio. Conforme per verdadera relacio demolts se entengue. En Cathaluña comença, cerca dels .10. /o/ .12. de Agost, y dura cerca de un mes y mitg fins los ultims de Setembre. Yo estava en Barcelona, y me certificaren molts, que casi tots los ossells de gabia de Barcelona moriren. Pardals ni ossells no volaren tot aquell temps ni en-la ciutat ni enlo pla de Barcelona. Adverti que de mil persones, apenas ne campava una, que no tingues catarro (24).

Respecto a la sintomatología referida por los distintos autores, se ha querido poner primero la más reciente en el tiempo, ya que en ésta el padre Pere Gil procede a realizar una descripción previa e introductoria, sin demasiada concreción, debido posiblemente a la lejanía de su descripción con respecto al momento del suceso: Donava un dolor de cap cruelissim. Causava febre, y à alguns li durava la febre un dia natural: als de mes dos, y tres: y à alguns fins à .8. y deu dies. Era tan resia la febre que pareyxia pestilential: y della restavan las personas tan debilitadas, que havian menester molts dies per la convalescencia. Curayanlo los metges ab sola dieta, sens sagnia; y la dieta no era molta: y donavan bons aliments de caldos sustanciosos, y medicaments per ablanir y arrancar (25).

Por otra parte, la descripción que se realiza en el Manual de Novells Arditses la siguiente: gran dolor de cap, gran difficultat de ale y portave una veu ronca y apres una orror de fret y apres febra y apres tos mol gran, la qual los primers dies apparie la tos era seca sense arrencar res, y apres passat lo sete o quatorze scopien molt del pit, y mes en tot lo progres que staven malalts tenien una llassitut y desgana de tot lo cors y debilitacio molt gran de virtut y desgana molt gran de menjar qualsevol vianda, y tenien molt gran vigilia per causa de la tos, y molts en la fi de la malaltia tenien cambres y molts suaven, la qual evaquacio de suor a molts curave y feu molta utilitat (26).

Es una descripción bastante pormenorizada, basada en el relato próximo y fundamentado en la experiencia, que se ha obtenido con la visión de muchos casos similares. Al ser cronológica permite realizar el seguimiento y evolución del conjunto de los casos. Es esta descripción, la que nos hace dudar de la afirmación de que se pudiera tratar de una gripe, tal y como en múltiples escritos se ha venido recogiendo. Al comienzo de este apartado, se realizó la descripción de la sintomatología de la tos ferina y la descripción que encontramos en el Manual de Novells Ardits, parece reflejar de manera clara las tres fases por las que transcurre esta enfermedad. 

Por otra parte, los datos que permiten introducir dudas de que este brote epidémico pudiera ser considerado como gripe, son los siguientes. En primer lugar, la duración de la clínica, ya que la duración estimada de la gripe es de siete a diez días máximo, con posibles complicaciones respiratorias por infecciones bacterianas. Siendo la aparición del clásico síndrome gripal bastante temprano, entre los dos y los cuatro días y extraño que todos los afectados sufran de complicaciones y/o infección respiratoria. Y en segundo lugar, es un brote que aparece en verano, durante los meses de agosto y septiembre y con temperaturas altas, tal y como describe ese Manual. En la descripción que encontramos en el Manual, la sintomatología se alarga hasta los catorce días y más, con el correspondiente período paroxístico y la posterior convalecencia, “los primers dies apparie la tos era seca sense arrencar res, y apres passat lo sete o quatorze scopien molt del pit, ... y tenien molt gran vigilia per causa de la tos”. Por otra parte en esta etapa se superponía el comienzo del período de convalecencia: “tenien una llassitut y desgana de tot lo cors y debilitacio molt gran de virtut y desgana molt gran de menjar qualsevol vianda”. En este sentido el gran número de casos, que supusieron el 80-90 % de la población, no es habitual en una epidemia de gripe aunque, en esta línea, se podría admitir un argumento que es válido para ambos casos: gripe y pertussis, ya que se trataba de una población con carencias de todo tipo.  Asimismo, en dicho Manual de Novells Ardits,  se encuentran referencias a testimonios de médicos que habían observado esta enfermedad en Francia en 1507 y 1510 (27).

Guillaume de Baillou (1538-1616). Bibliotheque de la Faculte de Medicine, París, France.


Es interesante analizar que un contemporáneo de la epidemia de 1580, Guillaume de Baillou (1538-1616), decano de la facultad de medicina de París, fue probablemente el primero en describir la tos ferina en 1578 bajo el nombre de Tussis Quintana, con el siguiente contenido en latín:

Jam ante de aeftatis initio dictum est:: sub sinem aeftatis ídem fere morbi qui & antea viguerunt. Aestas sagrans & aestuosa fuit. Pueros quadrimeftres, decimetres, & paullo adultiores febres adórate sunt, quae innumeros fuftulerunt: máxime ifta folennis  tuffis,  quae  Quinta  feu  Quintana  vulgo  dicitur,  de  qua  ante  dietum  est.  Hujus gravia funt fymptomata: Pulmo ita irritatur, ut omni contentione nitens excutere id quod moleftum est, nec admittat spiritum, nec viviffim facile reddat: intumefcere videtur, & quasi strangulabundus aeger mediis faucibus haerentes spiritus haber. Cur Quinta vulgo dicatur, dubio non caret. Quidam verbum fictitium effe putant per Onomatopoeiam, Nominis fictionem, ab eo fono & ftrepitu, quem edunt ita  tuffientes:  alii  non  inde  repetunt,  fed  vocari  Latine  tuffim  Quintanam  putant  quod certis horis repetat: id quod experientia verum probat: nam vacant ifta tuffiendi molestia aliquando horarum quatuor aut quinque fpatio, deinde repetit ifte tuffiendi Paroxysmus, aliquando tam moleftus, ut fanquis & per nares, & per os vi excernatur: faepiffime fubverfio ventriculi contingit. Nondum quemque auctorem legi, qui de ea tuffi verba faceret.

Que traducido da lugar al siguiente texto:

Ya se habló con anterioridad del inicio del verano; al fin de la temporada estival resurgieron casi las mismas enfermedades que también antes del mismo estuvieron en auge. El estío fue ardiente y abrasador. Unas fiebres afectaron a niños de cuatro meses, de diez y un poco más crecidos, fiebres que sometieron a un número incontable; en especial (causó estragos) una severa tos, que vulgarmente se denomina Quinta o Quintana, la cual ya se ha mencionado antes. Sus graves síntomas son los siguientes: el pulmón se irrita de tal modo que, en sus  denodados  esfuerzos  por  expulsar  el  agente  causante  de  la  irritación,  experimenta  una  notable dificultad en la alternativa inspiración y expiración del aire (apenas puede inspirar ni expeler a su vez el aire). El enfermo parece hincharse (congestionarse) y, como en los casos de estrangulamiento, el aire queda retenido en medio de la garganta. No se sabe con certeza el por qué de la acepción popular Quinta. Hay quienes piensan que se trata de un nombre figurado por onomatopeya (onomatopeya: figura retórica), por el ruido estrepitoso que emiten los que así tosen. Otros no lo derivan de aquí, más bien opinan que la denominación latina Tos Quintana responde a que el fenómeno se repite a determinadas horas, hecho que la experiencia demuestra como cierto, pues los afectados se ven libres de esta aparatosa tos en algún momento del día, por espacio de cuatro o cinco horas; después se reanuda el acceso de tos (paroxismo), en ocasiones con tanta brusquedad que provoca un violento vómito de sangre por vía nasal y oral; muy a menudo el proceso se ve acompañado de una reversión del ventrículo. Todavía no he leído autor alguno que hiciera mención de esta tos (28).

La peste de Barcelona de 1589.

La proximidad de esta descripción y la epidemia, nos llama la atención a pesar de que los autores del Manual de Novells Ardits fueran desconocedores de sus trabajos. Lo cual plantea una vez más serias dudas acerca de que este episodio fuera una gripe, dado que distintos autores de la época habían procedido a una descripción diferenciada. Contemporánea de esta descripción es la que se puede encontrar en un artículo del periódico Davenport Times de Davenport en Ohio, de fecha 2 de Junio de 1900. En él se puede leer una cita del diario de Pierre de L’ Estolla contemporáneo de Enrique III de Francia (1551-1589) (29).

Desde el dos al ocho de Junio cayeron enfermas en París 10.000 personas de una enfermedad con forma de reuma o catarro, que llamaban “coqueluche”. Esta enfermedad atacaba con dolor de cabeza, estómago y piernas y lasitud en todo el cuerpo, y continuo en el conjunto del reino de Francia mientras el año no se acabe, así que una vez haya finalizado ninguno en ciudad o casa de pueblo haya escapado. Por otra parte, la gripe tiene una rápida evolución y no respeta poblaciones, extendiéndose por todo el territorio. 

En Villalba (30), nos encontramos los siguientes textos referidos al año 1580: “A 31 de Agosto de 1580 empezó en España la enfermedad contagiosa del catarro, la qual casi despobló a Madrid y otras muchas villas y ciudades”. Y “en 1580 hubo la enfermedad del catarro que  cundió  tanto,  que  dentro  de  diez  o  doce  días  enfermaron  en  la  ciudad  (Barcelona) más de veinte mil personas, de que murieron muchos: hallándose anotado que en 7 de Septiembre estaban con esta dolencia todos los vecinos”. Aunque en este texto se habla de que casi se despobló Madrid y otras muchas villas y ciudades, parece ser que su incidencia no fue generalizada en todo el territorio de la Península Ibérica. Los reyes Don Felipe II (1527-1598) y Doña Ana de Austria se infectaron, tal y como se recogió en la Memoria de los primeros frailes que vinieron a fundar este monasterio de Sant Lorenzio el real (31).

Fondos del Archivo Histórico Municipal de Valencia.

El rey Felipe II estuvo al borde de la muerte, salvándose, suerte que no corrió su esposa Doña Ana de Austria que murió embarazada. Este hecho lo consideramos de importancia ya que habiéndonos dirigido al Archivo Histórico Municipal de Valencia (AHMV), en el Llibre de Pregons i Rogatives de 1579-1595 encontramos una llamada a la alegría y gracias, por la mejora de la salud de su majestad Felipe II, el 20 de agosto de 1580 y posteriormente, para el 3 de octubre de 1580, la organización de una procesión de gracias por la mejora de la enfermedad del rey (32).

Las noticias corrían en este caso más que la enfermedad, ya que no encontramos en este libro ni en ningún otro, de los que tradicionalmente contienen referencias a las actuaciones del Consell de la ciudad, ningún dato adicional relativo a esta epidemia. Lo cual, por tanto, se podría interpretar como que no hubo  ninguna  incidencia  epidémica,  aspecto  este  que  podría  ser  considerado  como un dato más a la hora de sostener las dudas, acerca de que se tratara de una epidemia de gripe, dadas las características que la evolución de la gripe presenta normalmente. Siendo sorprendente, que en el caso de que se tratara auténticamente de gripe y dada la incidencia que esta enfermedad presentaba en el resto de las ciudades afectadas, no se hubiera extendido también a la ciudad de Valencia. Por otra parte, el padecimiento de una epidemia de estas características  hubiera  dejado  un  rastro  documental  importante  en  las  instituciones  sanitarias de la época, al igual que ocurrió en otras ciudades europeas, tales como Milán o Roma, cuyos registros hospitalarios fueron estudiados en relación con epidemias de gripe por Lancisi y Gagliardi (33).

El Hospital General: cinco siglos de asistencia social y sanitaria en Valencia.


La revisión de los libros de ingreso de enfermos del Hospital General de Valencia (34) del periodo comprendido entre junio y noviembre de 1580, tramo que comprende ampliamente el espacio de tiempo de la epidemia de Barcelona, nos impresiona negativamente a la hora de hablar de una gripe. Las cifras de ingresos de enfermos oscilaron desde los 256 de junio a los 261 de noviembre,  manteniéndose  el  resto  de  los  meses  dentro  de  la  normalidad:  en  julio ingresaron 258 enfermos, en agosto 284, en septiembre 283 y 345 en octubre. Este último dato de octubre nos llamó la atención, por lo que procedimos a su desglose, con la intención de descartar la posibilidad de un patrón infeccioso, pero los casos presentaban una evolución anárquica lo que evidenciaba un incremento de la morbilidad sin mantener una estructura regular.  A esto hay que añadir que, en el mes de octubre, la epidemia había cedido en la ciudad de Barcelona, y que la diferencia numérica de enfermos ingresados, con el resto de los meses no era muy importante. En suma, considerando los ejemplos anteriormente comentados de Roma y Milán, los incrementos de ingresos hospitalarios y la alta mortalidad padecida, nos permite descartar que se tratara de un proceso similar en el área de Valencia. Más aún por cuanto, ya en 1826, Jones un médico americano escribió (35): el simple hecho es... que esta epidemia de (gripe) afecta al conjunto de la región  en  el  espacio  de  una  semana;  y  mucho  más  que  esto,  al  conjunto  de  un  continente tan extenso como Norteamérica... en el plazo de una pocas semanas. Volviendo a la ciudad de Barcelona, cada enfermo sanaba según su constitución, fallecían con más facilidad los que “tenien los pits guastats y vells, y molts  xics  de  llet  y  moltes  dones  prenyades”  (Manual  de  Novells  Ardits, 1580), los pequeños morían por falta de leche, los viejos por no tener fuerza para expectorar y las mujeres embarazadas porque al hacer fuerza para toser abortaban. El padre Pere Gil hace referencias a similares condiciones: Moriren molts infants, y moltas personas vellas, y debils, y enfermisas. Y las personas que actualment estavan malaltas, sobrevenint los dit catarro casi totas moriren. Succey en Barcelona; que per espay de quinze ò vint dias: apenas se pogueren fer sermons, ni cantar los officis, en las Parrochias, y enlos Monestirs; ni dirse missas bayxas sino molt poques. Posaren li en aquest any molts noms, perque lo nomenaren, lo any de la Temporada, y lo any del moquillo: y en Italia.....(blanco). Per lo propi nom fou: Lo any 1580 del gran y universal catharro.  E incluye aspectos tales como las dificultades que esta epidemia conllevó para la realización de actos públicos y una referencia específica a los distintos nombres que recibió la epidemia. Por último es de destacar la capacidad de observación de Pere Gil, que incluye en su escrito una referencia a la mortalidad avícola en la ciudad de Barcelona: “me certificaren molts, que casi tots los ossells de gabia de Barcelona moriren. Pardals ni ossells no volaren tot aquell temps ni enla ciutat ni enlo pla de Barcelona”(36)

Aspecto éste que puede ser atribuido a ambas patologías, gripe y pertussis, ya que, como en muchas otras enfermedades infecciosas respiratorias, los pájaros y los humanos somos susceptibles de contraer la infección.

El tratamiento proporcionado, por los médicos en este tiempo, tal y como viene descrito por Pere Gil: “curayanlo los metges ab sola dieta, sens sagnia; y la dieta no era molta: y donavan bons aliments de caldos sustanciosos, y medicaments per ablanir y arrancar” (37), y por Desplau: “la cura feren los metges en dit malson molta dieta y ayunes. los qui foren segnats sen moriren molts” (38), se componía única y exclusivamente de una dieta reducida, combinada en algún caso con ayunas. Aparentemente,  la  sangría  no  estaba  recomendada  en  estos  casos,  a  los  cuales posiblemente se les administraba algunas sustancias que tenían efecto emoliente, favoreciendo y suavizando la expectoración. Coincidían los galenos catalanes con los franceses en el tratamiento ya que en el diario de Pierre de L’Estolla citado anteriormente, también se podía encontrar una referencia al tratamiento que se aplicaba para esta alteración en la ciudad de París: El mejor remedio que han encontrado los médicos es hacer que el enfermo se abstenga de tomar vino. A algunos de ellos se les ordena sangrías y ruibarbos a otros tapioca y finalmente encontraron lo mejor, mantener al enfermo en la cama y permitirles comer y beber poco.

Pierre de L’Estoile.

A modo de conclusión y a partir del análisis de los testimonios encontrados, defendemos la hipótesis de que el episodio del Gran Catharro de 1580 podría tratarse de un brote epidémico de tos ferina. Los datos obtenidos suscitan suficientes dudas respecto a que se trate de una epidemia de gripe y apoyan de una manera más decidida la posibilidad de que se tratara de una epidemia de tos ferina. Aunque todo ello debe entenderse con la cautela que el tiempo transcurrido impone y la necesidad de continuar profundizando en la búsqueda de testimonios que permitan una mejor aproximación al evento.

Las pandemias que, más o menos conocidas en la actualidad, han tenido lugar a lo largo de la historia con especial repercusión en la región andaluza, se presenta a continuación una línea de tiempo o esquema temporal de su desarrollo, desglosada en dos niveles fundamentales: en primer lugar, la incidencia en el marco global o intercontinental de su propagación y afecciones; en segundo, su registro en el ámbito más concreto de España y, en particular, de Andalucía y sus poblaciones.

El azote de la Peste de Justiniano.

La peste en Andalucía, (España). Indicación del año o años de cada pandemia y explicación del grado de afectación en la zona geográfica a través de la historia.

Año 542: La pandemia conocida como Peste de Justiniano alcanza España por vía de Constantinopla y Cartago. En Andalucía afecta al sector oriental y meridional de la región, básicamente a las zonas de dominio bizantino del área mediterránea.

Años 580-591: En el sur de Hispania se produce un reflujo de la pandemia de peste, en comparación con los territorios más al norte, donde el azote se renueva.

Año 588: Una nave venida de España propaga la peste en Marsella.

Años 1348-1351: La Península Ibérica sufre el devastador azote de la Peste Negra, la denominada “mortandad grande”. Avanza desde las regiones francesas mediterráneas y Mallorca, penetra por Cataluña, Aragón y Valencia, llega a Santiago de Compostela y se propaga por el norte y a través de Portugal.

Años 1348-1349: En una segunda vía, la peste va del Levante al reino nazarí, pasando de las tierras de Almería a Granada, Málaga y poblaciones de su territorio con mortíferos efectos.

Años 1349-1350: La peste se propaga por Toledo y la meseta castellana. El contagio se difunde por toda Andalucía, llegando desde el norte y el reino nazarí de Granada. En Sevilla rebrota en 1353.

Años 1362-1364: Oleada de peste general en la Península y en Andalucía. 1363 es conocido como el año de la “segunda mortandad”, con numerosas víctimas en Sevilla y Córdoba.

Año 1374: Peste que pasa a Sevilla desde Niebla, Gibraleón, Trigueros y el Condado onubense. Un lustro después, se extiende quizás desde el reino de Granada a Murcia.

Años 1383-1384: Epidemia generalizada en la Península Ibérica. Sobreviene la “tercera mortandad” a causa de brotes de peste particularmente letales.

Años 1395-1396: Oleada de peste generalizada en la Península Ibérica. Se calcula que hasta final del siglo la peste acaba con uno de cada cinco españoles. En Murcia se estima que este brote, con más de 6.000 víctimas, reduce su población a la mitad.

Años 1399-1400: Se reanudan las epidemias de peste, con Sevilla como foco probable de propagación. Tiene graves efectos en Andalucía, alcanzando al Condado de Niebla y a Córdoba y su obispado, donde se afirma que causa 70.000 muertos.

Año 1400: La peste parece instalarse en los territorios peninsulares como un mal endémico que reaparece episódicamente, propagado en ocasiones desde el exterior. A lo largo de todo el siglo XV se dan estallidos de variable intensidad aproximadamente cada década.

Año 1458: Entre los repetidos brotes del siglo, destaca el que padece Sevilla este año y al que se atribuye un posible saldo de 13.000 víctimas mortales.

Un médico saja un bubón a una paciente. Fresco de la capilla de San Sebastián. Siglo XV. Lanslevillard, Francia.

Año 1481: La peste reaparece con intensidad en toda Andalucía.

Años 1485-1491: Graves contagios, presumiblemente de tifus exantemático, conocido como modorra o tabardillo, que causan estragos ante todo en las poblaciones orientales andaluzas, como Baza, Loja, Ronda, Almería, Granada o Málaga.

Año 1507: Difusión generalizada de la peste, con focos en Sevilla y Cádiz, quizás Lisboa, desde donde se expande en 1508 a Andalucía oriental y de allí al norte de África.

Años 1521-1524: Fuertes brotes de peste, con importante transmisión en Andalucía. En 1521 estalla en Sevilla y de Andalucía pasa al Algarve portugués. En 1522 se generaliza sobre todo en Andalucía, afectando a Gibraltar, Córdoba, Sevilla, Jerez, Málaga, Granada, Guadix, Almería.

Año 1565: Rebrotes generalizados de peste. Especial incidencia en el norte de España.

Años 1568-1569: Peste en Sevilla. Es uno de los brotes más importantes ocurridos en Jerez, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda.

Año 1580: La pandemia de gripe llegada desde África afecta a la Península Ibérica.

Años 1582-1583: El área de la Tierra de Sevilla hasta Córdoba y Extremadura sufre un fuerte contagio, de naturaleza poco clara. En Málaga se produce un virulento brote de peste.

Años 1596-1602: Propagación de la Peste Atlántica desde el norte de Europa. A partir de Santander y los puertos del Cantábrico, Navarra, el norte de Castilla y Lisboa, esta oleada provoca una grave mortandad en las ciudades andaluzas desde 1597. Sevilla, Córdoba y numerosas poblaciones de Andalucía occidental experimentan un considerable aumento de la mortalidad, al igual que Granada, Málaga, Jaén, Antequera o Alhama de Granada en la región oriental.

Año 1637: Estalla la llamada Peste Andaluza o Peste de Málaga, por la ciudad donde surge y causa en torno a 14.000 muertes, cerca de la mitad de la población; aunque relativamente localizado, se trata de un brote muy violento. De allí se extiende a Antequera y otras ciudades.

Años 1647-1652: La Peste Levantina se difunde desde el reino de Valencia hacia el oeste de la Península Ibérica, alcanzando los puertos y el interior de Andalucía. Irrumpe en esta región meridional, con grave daño. Se estima que habría provocado alrededor de medio millón de muertes en España.

Años 1649-1650: Sevilla sufre la más mortífera epidemia de peste de su historia, que reduce su población alrededor de un 40%. Córdoba también padece graves efectos. Mientras Granada se reserva, la peste diezma la población de Málaga, Ronda, Antequera, Marbella y otras localidades.

Años 1676-1685: Última gran oleada de peste documentada con incidencia en la mayor parte de la Península Ibérica, con diversos brotes en la región andaluza. Desde el Oriente Próximo, llega a Cartagena y afecta luego a Almería y Motril. El ciclo de las epidemias de peste bien documentadas toca a su fin en Andalucía.

Años 1678-1680: La epidemia de peste de estos años está considerada la más mortífera y generalizada en el antiguo reino de Granada, azotando primero a Málaga y luego a Granada y su vega y muchas otras poblaciones.

Año 1682: Peste en Córdoba.

Años 1705-1706: Epidemias en Málaga y Granada, de naturaleza indeterminada.

Años 1708-1709: Grave epidemia probablemente de gripe, seguida de brotes de tifus, en Sevilla, Granada y otras poblaciones andaluzas y españolas.

Años 1730-1731: Se detectan en Cádiz varios casos de fiebre amarilla, transmitida a través de navíos llegados de América.

Año 1741: Brote de fiebre amarilla localizado en Málaga.

Años 1800-1804: Devastadora epidemia de fiebre amarilla focalizada en Andalucía: Cádiz, Jerez, Medina Sidonia, Sevilla, Málaga, Granada, Córdoba y otras poblaciones sufren miles de víctimas. La epidemia se propaga hacia el Levante, por Murcia, Valencia y Barcelona.

Años 1810-1813: Oleadas de fiebre amarilla que afectan ante todo a ciudades como Cádiz, Málaga, Murcia y Alicante.

Años 1819-1821: La fiebre amarilla se propaga de nuevo por Andalucía, pero en esta ocasión afecta sobre todo a Cataluña, Aragón y Baleares, con mortíferos efectos. Se calcula que en Barcelona se cobra 20.000 fallecimientos. Más adelante se repetirán algunos casos, en ciudades portuarias relacionadas con América.

Años 1833-1835: La pandemia de cólera asiático azota al conjunto de la Península Ibérica, introducida desde Portugal y pasando en principio a Galicia. En 1833 penetra desde el Algarbe por Huelva y localidades costeras. Surgen luego virulentos focos en la cuenca del Genil y serranía de Ronda. Al año siguiente vuelve a propagarse por Andalucía occidental desde la mitad oriental, aislándose toda la región mediante un cordón sanitario.

Años 1854-1856: El cólera reaparece en España con una incidencia muy considerable. En las provincias de Granada, Córdoba y Sevilla provoca elevadas cifras de muertes.

Año 1865: Nuevos brotes de cólera.

Años 1884-1885: Se produce uno de los más importantes brotes de cólera en España, que causa grandes estragos, con su foco principal en las áreas de la comunidad Valenciana. En Andalucía su impacto es más notorio, como en otras ocasiones, en la provincia de Granada.

Año 1889: La gripe se propaga y alcanza Occidente y España, afectando, entre otras poblaciones andaluzas, a Málaga.

Años 1890-1891: Nuevos brotes de cólera en España, aunque con una intensidad y extensión muy inferiores a los precedentes.

Años 1905-1906: La peste reaparece en Barcelona en un brote aislado que causa 23 defunciones.

En marzo de 1918, durante los últimos meses de la Primera Guerra Mundial (1914-1919), se registró el primer caso de gripe española, paradójicamente, en un hospital de Estados Unidos.

Años 1918-1919: La denominada Gripe Española se difunde con virulencia en España. Desde el centro de país y la capital se extiende al resto de la nación. Se consignan tres ondas epidémicas, la más mortífera a finales de 1918 y la de 1919 más débil. La provincia andaluza de Almería se sitúa entre las de mayor mortalidad, mientras Málaga y Sevilla figuran entre las de niveles más bajos. La estimación de víctimas mortales en España se sitúa en torno a las 260.000.

Año 1923: Casos aislados de peste en Málaga.

Año 1931: Mínimo foco en Barcelona de peste, enfermedad que se despide de manera definitiva de la geografía española.

Años 1957-1958: Pandemia de la llamada Gripe Asiática.

Tratamiento de un afectado por la Gripe Asiática en Londres en el año 1957.

Años 1968-1970: La pandemia de la Gripe de Hong Kong alcanza España.

Año 1981: Se diagnostican los primeros casos de VIH/sida en España, el primero en Cataluña. Las cifras iniciales de enfermos son todavía mínimas.

Años 1990-1996: Período en que se registra el número más elevado de casos de VIH/sida en España, cuya cifra experimenta una paulatina disminución hasta la actualidad.

Año 2019: Desde el inicio de la propagación del VIH/sida se han notificado cerca de 90.000 casos en España. Andalucía se sitúa en una posición intermedia en el conjunto nacional, con Málaga y Sevilla como las provincias con las cifras más elevadas de casos.

Años 2019-2020: La pandemia de COVID-19 alcanza España y Andalucía. Su incidencia experimenta una rápida escalada a lo largo de 2020. A finales de dicho año los casos de la enfermedad en el país suman casi 1,9 millones y los fallecimientos casi 50.000, mientras en Andalucía los casos se cifran en unos 250.000 y las muertes en casi 5.000.

Años 2020-2021: A finales de 2020 se inyectan en España y en Andalucía las primeras vacunas contra la COVID-19. El ritmo de vacunación, organizado por tramos de edad para la población en general, se incrementa a lo largo de los primeros meses de 2021. A finales de la primavera de este año, se contabilizan en España casi 3,8 millones de casos y algo más de 80.000 muertes causadas por la enfermedad. Para las mismas fechas, en Andalucía las cifras ascienden a unos 610.000 casos y 10.000 fallecimientos.

Enfermo de Coronavirus con respirador en UCI.

Epidemias en el entorno internacional. Año o años y zona geográfica afectada:

Año 430 a.C.: Grave epidemia de naturaleza incierta en Atenas.

Siglos II-I a.C.: Probables brotes de peste en las áreas sudorientales de la cuenca mediterránea.

Años 165-180: La llamada Peste de los Antoninos, probablemente una epidemia de viruela. De identificación poco clara, como otras pandemias o grandes epidemias de la Antigüedad.

Años 541-767: Se desencadena la denominada Peste o Plaga de Justiniano, principio de la que está considerada la primera gran oleada de las pandemias de peste bubónica de la historia. Propagada desde China y la India, da lugar a quince ondas de pandemia sucesivas de notable virulencia.

Años 541-74: Peste de Justiniano en el conjunto de la cuenca del Mediterráneo.

Años 580-91: Brotes subsiguientes de la peste, que se difunde con intensidad por el territorio franco y penetra hacia el norte europeo.

Años 599-694: Cadencia de brotes episódicos de la peste a lo largo de un siglo. Los brotes se van restringiendo paulatinamente a las zonas medias y orientales del Mediterráneo.

Año 767: La primera pandemia de peste se da por finalizada.

Años 1333-1720: La segunda pandemia de peste se difunde desde Asia central en todas direcciones y perdura, con sus últimos brotes más limitados, hasta principios del siglo XIX.

Años 1333-1352: La segunda pandemia de peste se expande por China, donde se calcula que causa unos 13 millones de víctimas.

Años 1346-1352: La segunda gran pandemia de peste se expande desde el Mar Negro y Constantinopla por el Mediterráneo, llega a Sicilia e Italia y se difunde por toda Europa. En el episodio conocido como la Muerte Negra, causa en cinco años entre 24 y 40 millones de muertos, del 30 al 60% de la población europea. Esta segunda pandemia de peste es la más duradera y destructiva en Occidente, con una persistencia recurrente de unos cuatro siglos.

Años 1361-1364: Oleada generalizada de peste desde el norte al sur de Europa.

Años 1374-1376: Peste generalizada en los países de Europa mediterránea.

Años 1383-1384: Una de las oleadas generales de peste de mayores repercusiones en la Europa del ámbito Mediterráneo.

Año 1438: Los brotes de peste se repiten de manera recurrente en Europa a lo largo del siglo XV, afectando este año a la población de París con gran violencia.

Años 1550: En el siglo XVI, la fiebre amarilla se traslada de sus áreas endémicas en África al continente americano.

Año 1569: Peste Grande de Lisboa, la más mortífera en la ciudad desde la Peste Negra.

Año 1580: Irrumpe la que se considera como primera pandemia actualmente comprobada de gripe, que, originada en Asia, pasa a África y Europa, y de allí a América.

Años 1596-1599: Se desencadena la Peste Atlántica, letal brote que se propaga desde los focos mercantiles de los países de la Europa septentrional atlántica, como Amberes.

Años 1629-1632: Contagio conocido como la Peste Milanesa o Plaga Italiana, que se ceba en Italia y Francia, llegando hasta Cataluña y Valencia en la Península Ibérica.

Años 1647-1648: Brotes de fiebre amarilla o vómito negro en el Caribe, en Barbados, Yucatán y Cuba.

En los siglos XVII y XVIII se dan algunos casos y brotes aislados en Europa de la enfermedad llegada desde América.

Años 1647-1654: Intensa oleada epidémica de la llamada Peste Levantina o Mediterránea, por el ámbito al que más ataca. Provoca mortíferos contagios sobre todo en Italia, Argel y la Península Ibérica. Desde los puertos andaluces de la Carrera de Indias, la peste salta por vía marítima al continente americano.

Años 1665-1666: Gran peste de Londres.

Años 1699-1702: Primeras epidemias de fiebre amarilla en las colonias inglesas de América del Norte, con focos en Charleston y Nueva York.

Años 1708-1710: Importante epidemia, o pandemia, de afecciones sin identificar con claridad, con una grave incidencia en el ámbito atlántico de Europa y las colonias americanas.

Año 1720: Última epidemia de peste en Europa occidental: con epicentro en Marsella, el contagio afectó a la Provenza. La peste va desapareciendo del continente europeo, pero aún se dan algunos brotes en Rusia, el norte de África y el Mediterráneo oriental hasta 1839.

Años 1729-1733: Pandemia de gripe que se expande desde territorios rusos.

Año 1741: Brote de fiebre amarilla en Cartagena de Indias; empieza a consolidarse el ciclo epidémico de esta enfermedad.

Años 1772-1773: Peste Persa, mortífero foco epidémico en Oriente Medio.

Años 1781-1782: Pandemia de gripe con origen en China.

Años 1793-1795: Brotes de fiebre amarilla en Estados Unidos, en Filadelfia y Nueva York. Se acentúa con rapidez la escalada epidémica de este mal. El mal se hace endémico en las áreas costeras y pantanosas de parte de América del Norte y el Caribe.

Años 1801-1808: La fiebre amarilla azota Haití y otros lugares del continente americano.

Años 1817-1824: Brotes epidémicos de cólera en la India, origen de la primera pandemia de esta enfermedad que avanza hacia el este, hasta China e Indonesia, y hacia el oeste, llegando a Oriente Medio y Europa oriental. Se inicia el ciclo de seis pandemias consecutivas de cólera hasta los comienzos del siglo XX.

Años 1827-1835: Segunda pandemia de cólera. A través del Próximo Oriente, Rusia y los Balcanes, el cólera llega a Europa occidental en 1831, de donde pasa a América del Norte en 1832.

Años 1830-1833: Extensa pandemia de gripe que se difunde desde China al Lejano Oriente y, a través de Rusia, a Europa y Norteamérica.

Años 1839-1856: Tercera pandemia de cólera, con devastadores efectos sobre todo en Europa, el norte de África y el continente americano.

Año 1840: La peste se detecta en la región china de Yunnan y comienza un lento contagio a otros territorios asiáticos.

Años 1847-1848: La gripe se generaliza en Europa y países de América.

Año 1853: Fiebre amarilla en Nueva Orleans y otras ciudades norteamericanas.

Año 1857: Epidemias de fiebre amarilla en el Caribe.

Años 1863-1875: Cuarta pandemia de cólera, que se expande desde Extremo Oriente y la India hasta Oriente Medio y el norte de África, para propagarse sobre todo por Europa meridional y cruzar a América.

Años 1881-1886: Quinta pandemia de cólera, cuyos efectos se amortiguan en los países de mayor nivel de vida por las medidas preventivas que ya se adoptan.

Años 1889-1890: Pandemia de gripe, denominada Gripe Rusa. Con focos iniciales en territorios rusos de Asia, pasa con rapidez a Europa y alcanza después al resto de los continentes. Rebrote en 1892.

Años 1894-1945: Tercera pandemia de peste.

Años 1894-1896: Desde Yunnan, la peste se propaga a Cantón y Hong Kong y estalla la tercena pandemia de peste de la historia. Se transmite a puertos de Asia, Australia, América, África y Europa.

En China causa numerosas muertes y en la India se calcula que ascendieron a 12 millones. Además, afecta también a continentes adonde la peste no había llegado con anterioridad.

Año 1897: La tercera pandemia de peste penetra en Europa por Oporto. Se localizan pequeños focos del contagio en Oporto, Glasgow, Marsella, París, Barcelona y otras poblaciones.

Año 1898: La fiebre amarilla causa numerosas muertes durante la Guerra de Cuba entre España y EE. UU.

Años 1899-1923: Sexta pandemia de cólera, con brotes recurrentes sobre todo en países del Extremo Oriente.

Años 1918-20: Pandemia de la enfermedad etiquetada como Gripe Española, por corresponder a este país las primeras noticias de su presencia. A partir, al parecer, de Estados Unidos se propaga a Europa y al conjunto del planeta. Causa una cifra de muertes superior a los 60 millones a nivel global.

Año 1945: Se da por concluida la tercera pandemia de peste.

Años 1957-1958: Se desencadena la pandemia de la denominada Gripe Asiática, que se difunde desde las tierras meridionales del interior de China a todos los continentes, dejando un saldo fatal que supera el millón de víctimas mortales.

Año 1961: Incidencia del cólera en su séptima pandemia. Los casos se extienden desde el Lejano Oriente a la India, Oriente Medio, norte de África y América Latina en las décadas siguientes.

Años 1968-1970: Gripe de Hong Kong, pandemia que se extiende desde el foco inicial en dicha ciudad a países de Asia, Europa, América y Australia en dos oleadas.

Años 1977-1978: Grave epidemia de la llamada, de nuevo, Gripe Rusa.

Año 1981: Se identifican los primeros casos de VIH/sida en Estados Unidos. La enfermedad originada por el VIH se propaga como una pandemia que persiste con una elevada afección hasta la actualidad, con sus cifras más altas de enfermos en África y la India.

El VIH / SIDA: desde la década de los 80 hasta hoy (5/5)


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Año 2009: Pandemia de Gripe A.

Año 2018: Desde los inicios de esta pandemia, se estima que unos 78 millones de personas se han contagiado por el VIH y que unos 39 millones han fallecido víctimas de VIH/sida o enfermedades relacionadas.

Año 2019: Desde el área de Wuhan en China se desencadena la pandemia de COVID-19, con una fuerte afección global que se prolonga hasta el presente.

Años 2020-2021: La pandemia de COVID-19 adquiere grandes proporciones con una propagación generalizada en todo el mundo. Se desarrollan varias vacunas para combatir el coronavirus, algunas de las cuales comienzan a distribuirse en el mes de diciembre de 2020. A finales de dicho año se contabilizan un total unos 80 millones de casos de personas contagiadas y cerca de 1,8 millones de víctimas mortales provocadas por la enfermedad.

Granada 26 de junio de 2023.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía:

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(2) Cañada Hornos, M. J.: Creencias, parroquia, comunidad: delimitaciones para un análisis social (Torredonjimeno, s. XVI-XVIII), en Códice, n°13, Jaén, 1997, páginas 33-53.

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(9) Arrizabalaga, J. (1993): La identificación de las causas de muerte en la Europa preindustrial: algunas consideraciones historiográficas, Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, XI (3), páginas 23-47.

(10) Grmek, M. D. (1983): Les maladies à l’ aube de la civilisation occidentale. Recherches sur la réalité pathologique dans le monde grec préhistorique, archaïque et classique, París, Payot.

(11) Arrizabalaga, J. (1993). La identificación de las causas de muerte en la Europa preindustrial: algunas consideraciones historiográficas, Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, XI (3), Página 42.

(12) Camaño Puig, Ramón; Barriendos Vallvé, Mariano; y Faus Gabandé, Francisco: Asclepio-Vol. LVII-2-2005, página 48.

(13) Murray, P. R.; Rosenthal, K. S.; Kabayasi, G. S., y Pfaller, M. A. (2002). Microbiología médica, Madrid, Mosby.

(14) Escorihuela, R., y Barajas, M. V. (2002): Tos ferina un problema emergente, Revista de Salud Pública, 76, páginas 267-270.

(15) Couzigou, C. y Flahault, A. (2003): Is Pertussis Being Considered as a Cause of Persistent Cough among Adults?, European Journal of Epidemiology, 18, pages: 1.013-1.015.

(16) Murray, P. R.; Rosenthal, K. S.; Kabayasi, G. S., y Pfaller, M. A. (2002). Microbiología médica, Madrid, Mosby.

(17) Iglesies, J. (1949): Pere Gil i la seva Geografia de Catalunya, Barcelona, Obispado de Barcelona. 

(18) Despalau, F. (1580): Memories importants (Barcelona: Biblioteca de Catalunya, ms. 510), páginas: 78-79.

(19) Despalau, F. (1580): Memories importants (Barcelona: Biblioteca de Catalunya, ms. 510), páginas: 78-79.

(20) Barriendos, M. (1997): Climatic Variations in the Iberian Peninsula During the Late Maunder Minimum (AD 1675-1715): an Analysis of Data from Rogation Ceremonies, The Holocene,  7  (1),  pages: 105-111.

(21)  Archivo Histórico Municipal de Barcelona, Manual de Novells Ardits, vol. 5, 1562-1587, p. 248; 15 a 18 de agosto de 1580.

(22) Nutton, V. (1990): The Reception of Fracastoro’ s “Theory of Contagion”: the Seed that Fell Among Thorns?, Osiris, 6, pages 196-234.

(23) Despalau, F. (1580): Memories importants (Barcelona: Biblioteca de Catalunya, ms. 510), páginas: 78-79.

(24) Iglesies, J. (1949): Pere Gil i la seva Geografia de Catalunya, Barcelona, Obispado de Barcelona.

(25) Iglesies, J. (1949): Pere Gil i la seva Geografia de Catalunya, Barcelona, Obispado de Barcelona.      

(26) Manual de Novells Ardits (1580), página 248.

(27) Manual de Novells Ardits (1580), página 248.

(28) Traducción realizada por: Xavier Gómez Font y Concepción Ferragut. Baillou, G. (1772): Medici Parisiensis celeberrimi Opera Omnia. Tomus primus Studio et Opera. M. Jacobí Thevart. Genevae. Apud Frates de Tournes.

(29) “The  Grip”,  Davenport Times, Ohio (USA), 2 de junio de 1900. URL: http://www. celticcousins.net/scott/grip.htm [21/07/2003]. : El Coqueluche en Paris, año 1580. 

(30) Villalba, J. (1802): Epidemiología española o historia  cronológica  de  las  pestes,  contagios, epidemias, epizootias que han acaecido en España desde la venida de los cartagineses hasta el año 1801, Madrid, Imprenta de Don Mateo Repullés.

(31)  Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España (Codoin), VII, página 269.

(32)  Archivo Histórico Municipal de Valencia, Llibre de Pregons i Rogatives, 1579-1595, 20 de agosto de 1580 y 3 de octubre de 1580. 

(33) Olagüe de Ros, G. (1981): La epidemia europea de gripe de 1708-1709. Difusión témporoespacial e interpretaciones contemporáneas, Dynamis, 1, páginas 51-86.

(34) Archivo Histórico de la Diputación de Valencia: IV enfermos. IV. 2 Ingresos, estancias y altas, 1580.

(35) Jones, A. (1826): Observations on the Influenza or Epidemic Catarrh, as it Prevailed in Georgia during the Winter and Spring of 1826, Philadelphia Journal of Medical Physical Sciences, 13, 1-30, page 5. 

(36) Iglesies, J. (1949): Pere Gil i la seva Geografia de Catalunya, Barcelona, Obispado de Barcelona.

(37) Iglesies, J. (1949): Pere Gil i la seva Geografia de Catalunya, Barcelona, Obispado de Barcelona.  

(38) Despalau, F. (1580): Memories importants (Barcelona: Biblioteca de Catalunya, ms. 510), páginas: 78-79.

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