PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 27 de septiembre de 2021

GONZALO RUÍZ DE AGUILAR, MÉDICO, NACIDO EN LA HIGUERA EN 1530.

UN PROBABLE JUDÍOCONVERSO, QUE SEGÚN REALES PROVISIONES DE 1548-1549, ERA VECINO DE ARJONILLA Y DESPUÉS SE TRASLADÓ A CABRA (Córdoba).

Este artículo nace de la consulta y estudio del libro dedicado a la Heráldica y Genealogía de los Linajes de Cabra de Córdoba, Doña Mencía y Monturque y de sus enlaces. Siglos XVI-XIX. Autor: López Barea, Oscar.

En su primer volumen se hace eco de un higuereño de la rama familiar de los Ruiz de Aguilar, que se traslada a Cabra, posiblemente al amparo y protección que los Condes de Cabra dispensaron a judíos, judeoconversos y moriscos, seguramente necesitados de sus servicios y de fortalecer su condado frente al otro Condado de Aguilar, que competía con ellos en alcanzar los máximos poderes de la nobleza cordobesa y andaluza. La conocida abundancia de conversos en ciertos pueblos señoriales, como Baena, Cabra, Palma del Río y Chillón fue, sin duda, al menos en parte, una consecuencia de la protección que les otorgaron los respectivos señores de esas villas, el conde de Cabra, en el caso de las dos primeras, Luis Portocarrero, en la tercera, y el Alcaide los Donceles en la última de ellas.

Resulta interesante para nuestro estudio que el citado autor considere el apellido, de Aguilar, propio de la genealogía de nuestra villa, a la que denomina todavía Higuera de Arjona, y que dentro de la relación de nuevos apellidos introducidos por el deseo de mejorar la riqueza de su población cabeza del condado de Cabra, llegue a identificar el apellido “De Aguilar” como  uno de los muchos apellidos de la nueva genealogía de esta población, como apellidos de los judeoconversos que se introdujeron en Cabra en esos tiempos medievales.

También concurren otras circunstancias propias de estos siglos como el que los tres sectores sociales que representaban los nobles y plebeyos, judíos y moriscos, vivían en las poblaciones grandes y pequeñas en barrios propios, como los barrios nobles y de cristianos viejos, las aljamas judías y los barrios de la morería. Con ello, en estos núcleos cerrados, se producía una fuerte endogamia y resultaba muy difícil la integración de los sectores marginales, por lo que los judeoconversos seguían casándose con judíos y los moriscos con los de sus mismas creencias religiosas, por lo que la modélica convivencia de las tres culturas o tres creencias religiosas era más aparente que real.

También entraremos a la vista de lo documentado en el posible caso de considerar a los “Ruiz de Aguilar” y otros “De Aguilar” de nuestra villa como presuntos judeoconversos, a pesar de la necesaria discreción y ocultamiento, que estos realizaban para no ser denunciados ante la Inquisición por los expedientes de Limpieza de sangre. En realidad, hay varios higuereños de este tiempo con el apellido, “De Aguilar”, que fueron conocidos por ser personajes célebres bien por los cargos religiosos que ocuparon o por haber alcanzado un importante patrimonio como Diego Garcés de Aguilar, que con 25 años viajo a América e hizo su aventura americana.

Retomamos a continuación la línea genealógica de los “De Aguilar” de La Higuera.

En el primer volumen se trata la rama de la Hidalguía de los Ruíz de Aguilar de La Higuera de Arjona, pasada a Cabra de Córdoba en el siglo XVI, en su página 21. (1).

Hidalguía de los Ruíz de Aguilar de Higuera de Arjona.

Es un hecho comprobable en los archivos de la Real Chancillería de Granada (RCHG): En Reales Provisiones, de 1548-1549, a favor de Gonzalo Ruíz de Aguilar, vecino de Arjonilla, y sus descendientes

Vecinos de Cabra: Gonzalo de Aguilar, boticario, con fama de judío, vecino de Plaza Alta, que casó en 1598, con Mariana de Valdivieso.

Entramos así en la tesitura de que Gonzalo Ruiz de Aguilar, vecino de Arjonilla, generase una rama familiar en la población de Cabra, quizá, en caso de que fuese judío o judeoconverso al amparo que los Condes de Cabra proporcionaron a los judeoconversos en los decenios más brillantes de esta casa nobiliaria, entre los que destaca D. Gonzalo Fernández de Córdoba (o Fernández de Aguilar y Córdoba), el “Gran Capitán”.

Estadistica de frecuencia del apellido Aguilar en España en el año 2008.

En el año 1620, era alguacil mayor y regidor perpetuo de la villa de “La Yguera”, Luis de Aguilar y Ventosillo. (Ahumada Lara, Ignacio,1995:31), un referente del apellido, de Aguilar, propio de La Higuera según hemos comprobado anteriormente. Unos años después tenemos referencia de otro higuereño, Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar, que fue precisamente hermano de la esposa del citado alcalde mayor y regidor perpetuo de la villa, Luis de Aguilar y Ventosillo. Se trataba de doña Ana de Quesada y Aguilar, hermana de madre de don Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar, quien tan sólo unos años más tarde, llegaría a destacar por su buena gestión durante cuarenta años como prior de la Parroquia de “Ntra. Sra. de la Expectación” en Cabra de Santo Cristo (Jaén). Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar, nacido en "La Yguera”, fue prior en Cabra de Santo Cristo durante cuarenta años, los que transcurren entre 1636 y 1676.

El texto anterior refleja algunos datos del comienzo de un artículo publicado en este blog en fecha 3 de diciembre de 2011, cuyo enlace de entrada es: https://lahiguerajaen.blogspot.com/2011/12/francisco-palomino-de-ledesma-y-aguilar.html

El también doctor de la iglesia Gabriel Palomino de Ledesma (omite su segundo apellido “De Aguilar”), hermano de Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar, fue canónigo de la Abadía del Sacromonte de Granada, así como de la catedral de Jaén, donde ocupó temporalmente los cargos de provisor y vicario general. Pasó a Toledo como secretario del cardenal Moscoso y Sandoval” (4).

En el índice del: Catálogo de los Obispos de las Iglesias Catedrales de la diócesis de Jaén y de los Anales eclesiásticos de este obispado, Madrid, 1664, de don Martín Ximena Jurado, en su página 43 se recoge:

Doctor Don Gabriel de Ledesma Palomino, Prior de la Santa Iglesia de Jaén, y nos envía a la página 559 del referido libro.

Después en la página 559, al referir el nombramiento del cuadragésimo Obispo de Jaén y Baeza, Don Fernando de Andrade y Castro dice textualmente:

Don Fernando de Andrade, y Castro, tercero de este nombre, Arzobispo de Palermo, sucedió en el Obispado á Don Iuan Queipo de Llano, presentaronse las Bulas de su traslación a este obispado por el Doctor Don Gabriel Ledesma Palomino, Prior de la Santa Iglesia de Iaen, en su cabildo, Lunes Doze de Otubre del Año 1648, en virtud de Sustitución  de Poder , que para ello tuvo, del Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Arzobispo de Toledo mi señor (se refiere a Arzobispo de Toledo Don Baltasar de Moscoso y Sandoval), a quien lo avia enviado el Señor Arzobispo de Palermo: y en su nombre se dio possesion el mismo Doctor Don Gabriel de Ledesma en siguiente día Viernes 16 del mismo mes de Otubre, desde el qual tiempo hasta el presente, en que esto escribe, que es a fin del año 1652, gobierna esta Iglesia con grande rectitud, y asistencia, como tan vigilante, y exemplar Prelado. Año 1652.

Sobre el personaje Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar, natural de la villa giennense de Lahiguera y que por entonces era prior de la iglesia de Cabra del Santo Cristo, además del trabajo de Lázaro Gila Medina, puede verse también el de Ignacio Ahumada “De la vida doméstica en la villa de Lahiguera (Jaén): la carta de dote de doña Ana de Quesada y Aguilar (1620). Edición y estudio”, Homenaje a Luis Coronas, Jaén, Universidad, 2001, páginas 569 a 582. El documento al que aquí se alude fue redactado, en ausencia de escribano, por el referido prior, hermano por parte de madre de doña Ana de Quesada y Aguilar. Se constata que siendo hijos el Doctor Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar y el Doctor Don Gabriel Ledesma Palomino, ambos tenían la misma madre que era doña Ana de Quesada y Aguilar, pues, aunque tenían diferente padre, manteniendo ambos el apellido Aguilar de la madre.

Me refería un familiar, encargado por el trinitario Padre Juan, para que facilitase el acceso del profesor Lázaro Gila Medina, a los archivos parroquiales, como investigador para consultar las anotaciones en el Libro de Bautismos de Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar y su hermano Gabriel Palomino de Ledesma, también religioso de más altos vuelos,(secretario y mano derecha del Cardenal D. Baltasar de Moscoso y Sandoval, arzobispo de Toledo), como, cundido el profesor por el celo investigador se mostraba emocionado por ir aproximándose a la fuente de los datos buscaba, y que pasados unos minutos mostraba su desengaño por no haber encontrado las anotaciones de bautizados de ambos hermanos, parece que estaban arrancadas del libro de registro. Ello hizo pensar que se podía tratar de un ocultamiento de datos, que posiblemente fuesen motivados por ocultar ante los tribunales inquisitoriales, alguna relación de limpieza de sangre en tan brillantes familiares de la familia con apellidos: De Aguilar.

Otro insigne higuereño nos da a conocer Ahumada Lara, Ignacio,(1995:30), se trata de don Diego Garcés de Aguilar, nacido en nuestra villa en el año 1595, que había partido desde nuestra villa para Sevilla en 1620 con 25 años, con el propósito de participar en la aventura americana. Nuestro paisano llevaba sus papeles ejecutoriales fechados en “la villa de la Yguera” un 24 de febrero de 1620 y firmados por su alcalde, Luís de Aguilar y Ventosillo, y Pedro de Navarro, notario público y de cabildo (cfr. Garcés 1984, 177).  A su llegada a Ecuador se estableció en Ambato y casó en Ambato en 16 con María de Salas y Sánchez de Ana en 1627 (5).

María de Salas y Sánchez de Ana era hija de un rico comerciante español llamado Alonso Sánchez de Ana. Del matrimonio nacieron diez hijos que iniciaron una nueva dinastía que generó el higuereño Diego Garcés de Aguilar, de la que aún se enorgullecen los descendientes de esta genealogía en aquel amplio solar de América del sur. Uno de los muchos andaluces que progresaron económicamente consiguiendo un importante patrimonio familiar. Uno de sus herederos, nieto suyo, llamado Juan Francisco Garcés de Aguilar, instalado con buena fortuna en Cali (Colombia), donó a la ciudad tierras de un monte de sus inmediaciones en la que se levantó una Ermita, hoy bajo la advocación de San Antonio, y en la que desde entonces se venera la imagen de Santa Clara, patrona de la villa de nacimiento de su abuelo Diego Garcés de Aguilar, seguramente en recuerdo de la imagen que realizada por Juan de Reolid fue encargada en fecha 15 de julio y  realizada para su entrega a mediados de septiembre en  el año 1555 para la ermita de Santa Clara en el lugar que todavía conservamos en el camino (hoy carretera) que nos comunica con Villanueva de la Reina. Respecto al contrato de Juan de Reolid de la imagen de Santa Clara referenciamos el texto tomado de una publicación en las páginas de este mismo blogspot (https://lahiguerajaen.blogspot.com/2015/10/el-templo-medieval-de-lahiguera-los.html

“A la misma localidad, en 1555, Reolid hizo una Santa Clara, (A.H.P.J., Escrib. Sánchez Cachiprieto, leg.336, fol. 493v. Jaén, 1555, jul. 15), patrona de la localidad, que le encargó su cofradía para venerarla en la ermita de su nombre. Hoy sólo se conserva el lugar hecho casa de labor. Era la imagen de cinco cuartos de alta, y obligaba el contrato a entregarlas dorada y estofada en el tiempo que corría desde la formalización del encargo, 15 de julio, hasta el día venidero de la Santa, a mediados de Septiembre.

Sería difícil comprender los casos de movilidad de la población como el reseñado de Cabra si no comprendemos previamente las características de la España medieval. En la España correspondiente a las edades Media y Moderna, la condición social de cada individuo, dependía en gran medida de las circunstancias de su nacimiento, de la familia en la que nacieras, dependía del estrato social en el que estuviera ubicada tu familia, para estar determinada tu vida a lo largo de casi toda tu existencia. La sangre lo era todo y difícilmente se podía escalar puestos socialmente en otra clase superior a la tuya si nacías en una clase plebeya. Las clases privilegiadas, estaban exentas de impuestos y estaban formadas por aquellos que procedían de la nobleza, siendo nobleza titulada, la compuesta de: Duques, Marqueses, Condes, Vizcondes, Barones, y Señores; la de los hidalgos y caballeros descendientes de la clase militar, la de la nobleza titulada u oriundos de zonas de privilegio de hidalguía colectiva, sobre todo en zonas de Navarra, País Vasco, Rioja y Aragón, aunque a veces se obtenía por méritos  militares o civiles; y la otra capa social estaba formada por el clero noble, que eran descendientes de la nobleza titulada y de los hidalgos, que eran los que ocupaban los cargos de la alta jerarquía eclesiástica o eran simples párrocos dependiendo de la riqueza que el aspirante hubiese tenido desde la cuna.

La plebe estaba formada por los demás, es decir por aquellos que no formaban parte de las clases privilegiadas, y sobre esta clase social recaía todo el peso de los pechos o impuestos, por lo que también se les llamó pecheros. La plebe estaba formada por los cristianos viejos, que podían ejercer algunos cargos en los concejos de las villas y ciudades, u otros cargos de las administraciones locales e inquisitorial. También formaban parte de los plebeyos los conversos, (judeoconversos, moriscos, y esclavos) y los gitanos.

Los esclavos eran de cuatro tipos: 1º) Mulatos que eran procedentes de Portugal, 2º) Negros procedentes del Golfo de Guinea y de Berbería, 3º) Moriscos hechos prisioneros en el Reino de Granada y en el levantamiento de las Alpujarras de 1568, y 4º) Blancos hechos prisioneros en barcos enemigos y en la Berbería africana.

De entre los esclavos los más caros y numerosos eran las mujeres. Por razón de la raza los más caros eran los blancos, y respectivamente negros, mulatos, y moriscos.

Los Jurados representaban al pueblo formado en su mayor parte por pecheros ante el Consejo, siendo estos elegidos de las diferentes collaciones de cada villa. No eran pertenecientes a las clases privilegiadas. Tampoco era frecuente que perteneciesen a linajes de cristianos viejos e incluso de ascendencia conversa, (muchas juradurías fueron ocupadas por judeoconversos) que ejercían cargos del Santo Oficio o de la administración de los Concejos, que eran reconocidos finalmente como hidalgos.

Genealogía de Luís de Aguilar y Eslava:

I Diego Ruíz de Aguilar, Inquisidor en la Higuera de Martos (así lo expresa en el documento consultado, en lugar de Higuera de Arjona, como se dice después en el texto, es una muy posible confusión con Higuera de Arjona, como suele ocurrir en algunas ocasiones en la historia de las dos villas, posible confusión por la falta de concreción de los nombres de las dos poblaciones, ambas pertenecientes en este tiempo a la poderosa Orden de Calatrava. En el índice del libro de Martín Ximena Jurado (Catálogo de los Obispos de las Iglesias Catedrales de la diócesis de Jaén y de los Anales eclesiásticos de este obispado, Madrid, 1664), hay una referencia a las dos Higueras provinciales. De la nuestra dice textualmente: La Higuera, Villa junto a Anduxar 4, página 175. A la otra Higuera se refiere textualmente: La Higuera, Villa junto a Martos,5, páginas 203 y 423).

Diego Ruíz de Aguilar ganó Ejecutoria de Nobleza, en 1526 y testó en Cabra, en 1560, casado con Ana Verdejo. El apellido Verdejo fue un apellido importante en “La Higuera”, María Verdejo fue la madre del Beato Fray Blas Palomino de la Orden de San Francisco, que fue mártir en Manaos en la isla de Sulawessi.

Diego Ruíz de Aguilar y Ana Verdejo fueron los padres de: 1º Gonzalo Ruíz de Aguilar, 2ª Isabel Ruíz de Aguilar y 3º Diego Ruíz de Aguilar.

Gonzalo Ruíz de Aguilar, médico, nacido en La Higuera, en 1530, que testó en 1597, casado en Cabra, en 1566, a los 36 años con Isabel Toledano, de Cabra. Gonzalo Ruíz de Aguilar e Isabel Toledano fueron los padres de: 1º Diego de Aguilar Toledano (que sigue), 2ª Luís de Aguilar Toledano (Licenciado y presbítero), y 3º Alonso de Aguilar Toledano (casado con su prima Beatriz Gómez de Aranda (1) (que sigue después en la Genealogía de los Gómez de Aguilar).

Diego de Aguilar Toledano, nacido en Cabra, en 1567, médico, que testó en 1648, casado en Cabra, en 1597, a los 30 años con Ana María de Eslava Adamuz, de Cabra, vecinos de la calle Huertos de Herenas, en 1656. Diego de Aguilar Toledano y Ana María de Eslava Adamuz fueron los padres de:

Isabel Victoria de Aguilar Eslava, nacida en 1599.

Beatriz de Aguilar Eslava, nacida en 1607.

Cristóbal Torcuato de Aguilar Eslava, nacido en 1600.

Gonzalo de Aguilar Eslava, nacido en 1604, doctor, casado con Lucía de Cea. Gonzalo de Aguilar Eslava y Lucía de Cea fueron los padres de: 1º Diego Aguilar y Eslava, y 2ª Ana María de Aguilar y Eslava.

1º Diego Aguilar y Eslava, clérigo, vecino de Cabra en 1663.

2ª Ana María de Aguilar y Eslava, nacida en Cabra, en 1630, que heredó de sus padres las casas de la calle Tercia, casada con Pedro Juan de Murteo y Castro, nacido en Bujalance, en 1631. Ana María de Aguilar y Eslava y Pedro Juan de Murteo y Castro fueron los padres de: 1º Pedro José de Murteo y Aguilar.

1º Pedro José de Murteo y Aguilar, caballero de Calatrava, hidalgo de Cabra, entre 1704 y 1713. (que sigue);

Bartolomé de Aguilar Eslava, nacido en 1606, notario del Santo Oficio en La Higuera.

Beatriz de Aguilar Eslava nacida en 1607.

Luís de Aguilar Eslava, nacido en Cabra, en 1610, doctor, fundador del Real Colegio de la Purísima Concepción de Cabra, vecino de la calle Huertos, en 1635 y de la calle San Juan, en 1663, con propiedades en Carcabuey, donde falleció en 1679 y donde está enterrado.

Documento de Constitución del Colegio de la Purísima de Cabra por Don Luís de Aguilar y Eslava. Abajo entrada al Colegio.

y 8ª Leonor Micaela de Aguilar Eslava, nacida en 1613, casada en 1642, con su primo hermano Luís Gómez de la Madrid, que sigue en la genealogía de los Gómez de Aguilar.

Hermanos de Gonzalo Ruíz de Aguilar, médico, nacido en La Higuera, en 1530, fueron Isabel Ruíz de Aguilar, nacida en Cabra, en 1551, y Diego Ruíz de Aguilar nacido en Cabra, en 1536, que siguen a continuación.

2ª Isabel Ruíz de Aguilar, nacida en Cabra, en 1551, que sigue en la genealogía de los Gómez de Aguilar, en el apartado II. Isabel Ruiz de Aguilar casó con Juan Gómez de Madrid Aranda, abogado de los Reales Concejos, casado en Cabra, en 1574, con la referida Isabel Ruiz de Aguilar. Juan Gómez de Madrid Aranda e Isabel Ruiz de Aguilar fueron los padres de: Beatriz Gómez de Aranda (1) (o de Aranda Madrid y Aguilar) nacida en Cabra, en 1581, casada con Alonso (Ruíz) de Aguilar Toledano, nacido en Cabra, en 1575.

3º Diego Ruíz de Aguilar, (que sigue en B), nacido en Cabra, en 1536, casado en Cabra, en 1556, con María Núñez de Aguayo. Diego Ruíz de Aguilar y María Núñez de Aguayo fueron los padres de: 1º Alonso Ruíz de Aguilar, y 2º Juan de Aguilar.

1º Alonso Ruíz de Aguilar, nacido en Cabra, en 1558, casado en 1595, con Catalina de Cea y Arias, padres de Lucía de Aguilar, nacida en 1606, casada en 1626 con Gonzalo de Aguilar y Eslava, que aparece en IV).

2º Juan de Aguilar, nacido en 1557, contador del Duque de Sesa y regidor de Cabra, que fundó mayorazgo, testó en 1617, casado en primeras nupcias en 1587, con Ginesa de Contreras y Silva (hija de Gonzalo de Silva, que fundó la Capilla de Santo Domingo Soriano, en el Convento de los Dominicos) y en segundas nupcias en 1594, con María Chacón. Padres en primeras de Gonzalo (escribano mayor y regidor del cabildo de Antequera, casado en Antequera, en 1600, con Juana de León y Toro, de Antequera, padres de Nicolás y Constanza, que sigue en V) y en segundas de Lucía (que sigue) y Marta (nacida en 1627, casada con Lucas Luzón).

IV Lucía Francisca de Aguilar y Chacón, nacida en 1598, casada en 1615, con Juan de Vargas Carrillo, vecinos en calle Gonzalo Silva, en 1657. Juan de Vargas Carrillo y Lucía Francisca de Aguilar y Chacón fueron los padres de: Gonzalo de Vargas Carrillo y Aguilar.

V Gonzalo de Vargas Carrillo y Aguilar, nacido en 1621, casado en Antequera, en 1647, con Constanza de Silva y León, de Antequera

Genealogía de los Gómez de Aguilar: I-II-III-IV y V

I. Juan Gómez de Aranda, casado con Francisca de Madrid. Padres de:

II. Juan Gómez de Madrid Aranda, abogado de los Realas Concejos, casado en Cabra, en 1574, con Isabel Ruiz de Aguilar. Juan Gómez de Madrid Aranda e Isabel Ruiz de Aguilar fueron los padres de: Beatriz Gómez de Aranda (1) o de Aranda Madrid y Aguilar) nacida en Cabra, en 1581.

III. Beatriz Gómez de Aranda (1) o de Aranda Madrid y Aguilar) nacida en Cabra, en 1581, casada con Alonso (Ruíz) de Aguilar Toledano, nacido en Cabra, en 1575. Alonso (Ruíz) de Aguilar Toledano y Beatriz Gómez de Aranda (1) o de Aranda Madrid y Aguilar fueron los padres de: Luís Gómez de la Madrid (o Gómez de Aguilar y Aranda o Aguilar y Aranda), nacido en Cabra, en 1615.

IV. Luís Gómez de la Madrid (o Gómez de Aguilar y Aranda o Aguilar y Aranda), nacido en Cabra, en 1615, hidalgo en 1656 y 1663, en calle Huertos de Herenas, de Cabra, Corregidor de Baena, en 1654, Alcaide de la fortaleza de Serón, en Soria, en 1672, que testó en Cabra, en 1670, casado con Leonor Micaela de Aguilar y Eslava. Luís Gómez de la Madrid (o Gómez de Aguilar y Aranda o Aguilar y Aranda), nacido en Cabra, en 1615 y Leonor Micaela de Aguilar y Eslava fueron los padres de: 1º Luís Gómez de Aguilar y Aranda (que sigue), 2º Juan Andrés (Gómez) de Aguilar y Aranda (que sigue), 3º Fray Alonso de Aguilar (nacido en 1654, teólogo y catedrático) 4º Diego Gómez de Aguilar (clérigo) y 5º Fernando Pablo de Aguilar (nacido en 1658).

V. A) Luís Gómez de Aguilar y Aranda (o Gómez de Aranda o Aguilar Aranda), nacido en Cabra en 1664, Alférez Mayor de Cabra, primer patrono del colegio de su tío, hidalgo en Cabra, en 1704 y 1713.

V. B. Juan Andrés (Gómez) de Aguilar y Aranda (o Gómez de Aguilar Aranda y Aguilar o Gómez de Aranda, nacido en Cabra, en 1648, administrador de los bienes de su tío, Alférez Mayor de Cabra y Caballero de Santiago desde 1687, hidalgo en Cabra, en 1704 y 1713, que testó en 1737, con asas en las calles Huertos de Herenas y San Juan (2).

Rama de los Aguilar de Montilla, pasada a Monturque, en el siglo XVIII.:

Hidalguía:

Real Chancillería de Granada (RCHG): Reales Provisiones, de 1799-1803, a favor de José María Aguilar, de Montilla.

Genealogía en Montilla y Monturque:

(1)Lucas de Aguilar, casado con Isabel de Cea. Padres de: Lucas de Aguilar.

II. Lucas de Aguilar, hidalgo, según decreto del Duque de Sessa, en 1695, casado con Juana Francisca de Cea de Leiva, y Caracuel. Lucas de Aguilar y Juana Francisca de Cea de Leiva, y Caracuel fueron los padres de: Lucas Alonso de Aguilar.

III. Lucas Alonso de Aguilar, nacido en Montilla, vecino de Monturque, que probó su limpieza de sangre en 1726-1731 para ser notario del Santo Oficio (3).

Plaza Vieja de Cabra foto de los años 40, a la derecha  arriba Castillo Palacio de los Condes de Cabra.

A esta explanada se le llamaba Plaza Mayor y de abastos.

Torre del homenaje del Castillo de los Condes de Cabra en los años cuarenta y en la actualidad.
Cúpula del Castillo Palacio de los Condes de Cabra.
Castillo de los Condes de Cabra.

Muralla del Castillo de los Condes de Cabra.

Muchos  de los nuevos vecinos establecidos en Cabra, en el siglo XVI, mayoritariamente andaluces, manchegos y extremeños, usaron por apellidos el nombre de sus localidades de procedencia, en ocasiones añadido al patronímico: Adamuz, Aguilar, Alcántara, Alhama, Almagro, Almaraz, Antequera, Arjona, Baena, Baeza, Barcarrota, Begíjar, Bujalance, Cabezadebuey, Cáceres, Cañete, Carcabuey, Carmona, Casarrubias, Castro, Cazalla, Cazorla, Chillón, Esparragosa, Espejo, Espiel, Fregenal, Gaete, Galisteo, Garrobo, Granada, La Guardia, Ibros, Jaén, Jerez, Jódar, Llera, Loja, Lucena, Luque, Málaga, Manzanilla, Martos, Medellín, Mérida, Montánchez, Montemayor, Montilla, Montoro, Morón, Osuna, Pedrera, Plasencia, Porcuna, Priego, Rute, Santaella, Siruela, Teba, Úbeda , Zuheros…

Disponemos de una relación de linajes de hidalgos y cristianos viejos en Cabra que fueron procedentes de la provincia de Jaén, y que relacionamos a continuación.

Procedencia de los linajes hidalgos y cristianos viejos, en Cabra, entre los siglos XVI–XIX:

Provincia de Jaén: Corbera, Navarrete, Porcel.

Alcalá la Real: Aranda, Arjona, Fernández de Villalta, Hermoso, Marroquín o Marroquín de la Peña, Roldán, Serrano, Vázquez, Zejalbo.

Alcaudete: Romero, Toro, Toledano, Vallinas o Vallenes.

Andújar: Criado, Maroto, Salcines.

Arjona: Calmaestra, Piédrola.

Baeza: Baeza, Barrionuevo, Bonilla, Carvajal, Corpas, Curado, Escobar, Fernández de Córdoba, Galiano, Garrido, Haro, Lechuga, Lorite, Méndez, Molina, Moreno, Narváez, Núñez, Perea, Pimentel, Termiñon, Torres, Yáñez de Ávila.

Baños: Luna.

Higuera de Arjona: Aguilar.

Higuera de Calatrava: Infante, Zejalbo.

Iznatoraf: Fernández de Villalta.

Jaén: Contreras, Jaén, Quesada, San Martín.

Martos: Aguilera, Arévalo, Martos, Mazuelo.

Porcuna: Aguilera, Padura, Porcuna, Ramírez, Solís.

Torredonjimeno: Arias, Arias Sahavedra, Arias Texeiro, Fernández de Villalta, o Villalta, Huete, o Güete, Martínez de Güete, Martos.

Úbeda: Alaminos, Becerra, Camargo, Cherino, Dávalos, Molina, Maroto, Rivera, Orozco, Salido, Segura, Úbeda.

También nos interesa releer la relación de apellidos de judeoconversos y reconciliados en Cabra según expedientes inquisitoriales, de los siglos XVI y XVII y procedencia de los mismos.

Relación de apellidos de Judeoconversos y reconciliados en Cabra, según expedientes inquisitoriales, de los siglos XVI y XVII y procedencia de los mismos. Página 14 del texto de referencia.

Cabra: Aguilar, Báez, del Carpio, Cazorla, Díaz de Sebastián, Eslava, Fernández, Fregenal, Gómez, Gutiérrez, de los Ríos, López, Martín, Fresnedilla, Martín Palomino, Martínez, Muñoz, Páez, Pérez Rojado, Ruiz de Almodóvar, Ruiz Gavilán, Ruiz Nieto.

Estas relaciones no son pruebas concluyentes de la posibilidad de que nuestros paisanos apellidados: “De Aguilar”, fuesen judeoconversos, incluso cabe la posibilidad de que puedan referirse a los apellidados Aguilar por la procedencia de la población cordobesa de Aguilar, pero no dejan, eso sí, de ser una muestra de lo que podía confirmar el origen judeoconverso de nuestros paisanos, algo pendiente de corroborar, con las máximas dificultades de éxito en la investigación.

No existe documentación adecuada para tratar el asunto de los judíos o judeoconversos por la misma evidente necesidad, fácilmente comprensible de ocultar sus ideas y prácticas religiosas, a una población a la que se intentó integrar forzando su bautismo y la práctica religiosa que en el reino de España tenían los llamados cristianos viejos.

La Plaza Vieja de Cabra repleta de público presenciando el paso de Jesús Nazareno.

Vecinos presenciando el paso de una cofradía en el Semana Santa de Cabra.

A continuación, referimos otros personajes con el apellido “De Aguilar” que fueron notables personajes de nuestra villa:

Para velar por que nadie obtuviera más privilegios de aquellos a los que tenían derecho de sangre, se crearon varias instituciones, siendo las más importantes “Las Reales Chancillerías”, para lo que se crearon dos, una en Valladolid y otra en Granada, que se repartían los territorios de la Corona de Castilla, partiendo la pertenencia a una u otra chancillería por los límites que marcaba el cauce del río Tajo.

Los medios que tenían los hidalgos de defender sus privilegios, consistían en las probanzas de hidalguía, ya fuera en las Reales Audiencias o en las Reales Chancillerías, obteniendo las llamadas Reales Provisiones, Ejecutorias, Diligencias y Sentencias, o realizando Expedientes de Hidalguía y los expedientes de Limpieza de Sangre, en los colegios para nobles, como el de San Telmo de Sevilla o el de la Purísima Concepción de Cabra  (Córdoba), en Catedrales  para los cargos eclesiásticos, ante el Tribunal de la Inquisición para los cargos  del Santo Oficio, o para ingresar en Órdenes Militares o en las Compañías de Guarda Marinas o unidades militares, en las que se exigía la nobleza para ingresar en ellas, como ocurría en los Arqueros de Corps.

La alta cualificación profesional de los conversos los condujo, con frecuencia, a ciertos sectores clave. Los encontramos como boticarios y especieros y, sobre todo, como médicos. En las religiones judía y musulmana se permitía diseccionar los cadáveres para estudiar las causas de la muerte, algo que en la religión católica medieval estaba prohibido, quizá por ello los médicos judíos y musulmanes, herederos de los saberes de la medicina oriental clásica y practicante de la referida medicina fueron los médicos de los reyes castellanos.

La historia de la medicina cordobesa del siglo XV está llena de nombres de conversos. También abundan entre ellos los escribanos, los cambistas, los contables; y todo ello les da una ocasión más de relacionarse con el poder o, por decirlo de otra manera, de seguir relacionándose con el poder; porque, desde siempre, los judíos, sus antecesores, fueron vinculados a los grupos oligárquicos a los cuales sirvieron de manera directa facilitándoles la práctica de sus negocios y beneficiándose ellos mismos, en gran medida, de los ingresos que producen los grandes capitales muebles o inmuebles de los miembros de la nobleza. El nivel de rentas de los conversos, que es, muchas veces, considerablemente alto, les permitió, incluso, acceder a la nobleza o, al menos, ingresar en ese grupo intermedio entre la nobleza y el estado llano que son los caballeros cuantiosos, a los cuales se les exime de cierto tipo de impuestos, pero se les obliga a mantener caballo y armas asimilándolos así, en cierto modo, al modo de vida caballeresco. No hay que extrañarse, por tanto, de que los contemporáneos se escandalicen del ennoblecimiento progresivo de los conversos y del acaparamiento de los puestos de gobierno de las ciudades, que obtuvieron frecuentemente por dinero y también por el favor y la protección que sobre ellos ejercieron los grandes señores a cuyo servicio trabajaban (6).

Los cristianos viejos les hacían numerosos y variados reproches. En primer lugar, el carácter insincero de su conversión al cristianismo y la práctica oculta de la religión mosaica, que muchas veces no era oculta sino totalmente abierta y descarada. Se suponía, por otra parte, que existía una permeabilidad muy grande entre ellos y sus antiguos correligionarios no convertidos, los judíos, y que de ella derivaba la continuidad de las prácticas mosaicas entre los conversos. La connivencia existente entre muchos de estos últimos y la oligarquía nobiliaria, demasiado poderosa, acaparadora y prepotente, los hacía muy impopulares porque, con frecuencia, ellos eran la cara más visible del poder, es decir, quienes cobraban los tributos y administraban las finanzas de la nobleza y también porque, como titulares de muchas juradurías, en las cuales tenían como misión la defensa de los intereses de las clases populares, atendían, más bien, los intereses de la oligarquía gobernante (7).

A los componentes de esta oligarquía dominante les venía muy bien contar con la colaboración de los conversos, porque eran fieles ejecutores, enormemente eficientes desde el punto de vista profesional, y porque no sólo podían hacer descansar en ellos la responsabilidad de administrar sus bienes sino también la otra responsabilidad, tanto o más importante, es decir, la de los errores cometidos en la administración y gobierno de la ciudad, utilizándolos, por tanto, como colchón defensivo contra el cual se estrellaban las iras de los descontentos (8).

Alfonso de Palencia describe muy bien cómo don Alfonso de Aguilar, Conde de Cabra, defensor en un primer momento de los conversos en la revuelta cordobesa de 1473, los abandonó luego a su suerte para congraciarse con quienes los atacaban. Dice así: “D. Alfonso de Aguilar, que había perdido mucha de su gente, se afanaba por recoger cuantos despojos podía, a fin de indemnizarse con ellos del espontáneo favor prestado gratuitamente con ellos durante largo tiempo a sus poseedores. No se portó mejor su hermano, Gonzalo Fernández de Aguilar, más acepto a la plebe cuanta más crueldad y perfidia demostraba. Ambos buscaban en la rapiña la reconciliación con el desenfrenado populacho” (9).

El fin de la Reconquista trajo un importante crecimiento demográfico en Cabra, debido al establecimiento de cristianos viejos, que, atraídos por las buenas tierras de la campiña, ahora ya pacificadas, también hicieron desplazarse hasta esta población a judíos o judeoconversos, y a moriscos atraídos por los Condes de Cabra.

Don Gonzalo Fernández de Córdoba, el "Gran Capitán".

Hasta ese momento la nobleza local de Cabra vivía en la villa vieja. Los Condes de Cabra, impulsaron la evolución urbanística y socioeconómica de Cabra, en la primera mitad del siglo XVI, consiguiendo la renovación, en 1510, de un Privilegio Real, otorgado en 1382, por Alfonso XI, para la repoblación de la villa, además de que el rey quería donar la arruinada villa de Cabra a su amante doña Leonor de Guzmán, y quería garantizar la riqueza y bienestar de ella y de sus vecinos. Estas circunstancias facilitaron la llegada a Cabra de numerosos forasteros, procedentes de Bujalance, Montemayor, Priego, Baena, Castro del Río, Espejo, Córdoba, Martos, Arjona, Andújar, y algunos extremeños, franceses y portugueses, que contribuyeron al desarrollo local, viniendo unos por iniciativa propia y otros al amparo de los Condes de Cabra.

Entre ellos fueron llegando, también, gentes procedentes de las Indias, con las fortunas amasadas durante la conquista. De modo que, a partir de mediados del siglo XVI, se instalaron en Cabra numerosos talleres y pequeñas industrias que querían aprovecharse de la importante exención de impuestos, tanto para el comercio local como para la exportación de lo allí producido.

El siglo XVI, fue para Cabra un periodo de gran crecimiento demográfico, duplicándose la población, en tan solo medio siglo, pasando de unos 3.500 o 4.000 habitantes a comienzos de siglo, hasta unos 8.500 en el padrón de 1577.

Foto de 1915 del Castillo Palacio de los Condes de Cabra .

Para entrar en el problema y dramas personales de vida de los judeoconversos, nos hacemos eco de un texto de una conferencia dada en Andújar por mi profesor D. Luís Coronas Tejada, con el título: Los judeoconversos en el reino de Jaén.

En realidad, durante algunos siglos los judíos disfrutaron en España de un trato generoso por parte de los cristianos, interrumpido por algún conato o chispazo de antisemitismo, que apenas afloraba en las masas de la variada población hispana. La España cristiana medieval ofrecía a los europeos de más allá de los Pirineos una más que aceptable tolerancia respecto de religiones y razas, que aquellos no llegaban a comprender. Se hablaba de la ciudad de Toledo, que se presentaba como ciudad modelo de convivencia de tres culturas: cristiana, musulmana y judía, de reyes como Alfonso VI, que se titulaba rey de los hombres de las tres religiones y del trato cordial, de plenas relaciones humanas en lo cultural, en las mismas costumbres, que hacían diferentes los reinos cristianos hispánicos de los más allá de los territorios ultra pirenaicos europeos.

Pero en la Baja Edad Media este aspecto, que podíamos denominar de moderna tolerancia, cambió para aparecer un antisemitismo, que iba a cambiar la buena vida de los judíos en un constante temor debido a las sucesivas persecuciones de las que fueron objeto.

El Valle del Guadalquivir, con una riqueza que podíamos calificar de proverbial, fue durante siglos tierra de promisión para los judíos que se sentían atraídos por sus numerosas y bien pobladas ciudades.

Del problema judío planteado con toda crudeza y resuelto muchas veces con sangrientos asaltos de juderías en el siglo XIV, se pasó en la centuria siguiente al problema converso, de tal modo que el odio hacia los judíos del siglo anterior se va a polarizar en el odio hacia los judíos conversos en el siglo XV. La razón principal de esta actitud estaba en la presunción de que la mayoría de las conversiones habían sido ficticias, y que los conversos en lo más íntimo de su corazón seguían fieles al judaísmo, lo que los convertía en falsos conversos. Esto era lógico: la conversión era la opción obligada para evitar el martirio. El criptojudaismo o comportamiento religioso de los falsos judíos, se patentizaba en el Valle del Guadalquivir. Las prácticas judaicas entre los conversos se fomentaban con las relaciones que mantenían con otros que habían permanecido fieles a la ley de Moisés, a pesar de que a veces entre ellos mismos se originasen serias disputas, graves delaciones (dícese de las acciones y efecto de delatar, denunciar, o dar aviso secreto a la autoridad, de un hecho delictivo), por odios familiares, o por resentimientos provocados entre los judíos más fieles contra aquellos que no habían sido capaces de mantenerse firmes en sus creencias.  Consideramos naturales las disputas entre los que habían abjurado de la religión judaica y los que se mantenían fieles a ella; aunque a veces conociendo éstos el criptojudaismo de aquellos, y comprendiendo su debilidad se decidían a ayudarlos en los momentos de persecución. Tal el caso de Abraham Bienveniste y su mujer condenados por atraerlos de nuevo a su antigua religión (10).

Los conversos de Jaén, como los de Córdoba y Sevilla, tenían fama de ser criptojudíos o falsos conversos (11).

Cuesta de La Alcantarilla de Jaén.
En Andalucía y, dentro de ella, la ciudad de Córdoba, las luchas entre cristianos viejos y cristianos nuevos o judeoconversos tuvieron un protagonismo singular. De la información que poseemos se desprende con claridad la idea de que, en las ciudades andaluzas, el número de conversos era, seguramente, superior al de otras regiones del reino de Castilla (12).

Destacan, entre todas, como es lógico, las luchas de Córdoba y Sevilla y también la de Jaén, en las que se van a producir los episodios más dramáticos y sangrientos de la lucha entre cristianos viejos y cristianos nuevos.

No hay que olvidar, por otra parte, que había sido aquí, en Andalucía, donde había surgido la gran persecución antijudaica de 1391 y tampoco hay que perder de vista que el decreto de expulsión de los judíos se aplicó en Andalucía en 1483, y no en 1492, como sucedió en otras regiones del reino.

En las ciudades andaluzas y, sobre todo, en Córdoba y Sevilla, se había producido, pues, un espectacular afianzamiento del poder de los cristianos nuevos.

Estudios recientes sobre la oligarquía que gobernaba a Córdoba en 1480 ponen de manifiesto la presencia de numerosos conversos en los puestos clave de la ciudad (13).

Con mucha frecuencia los encontramos ejerciendo como regidores o veinticuatros en regidurías acrecentadas, es decir, creadas expresamente para ellos y para otros favorecidos por el poder, excediendo el número de regidurías establecido por las disposiciones vigentes. En 1480 había en Córdoba 24 regidores del número y 89 regidores acrecentados. No todos eran conversos, naturalmente, pero sí algunos de ellos, casi en todos los casos criados o colaboradores de los grandes señores.

Es el caso de Juan de Baeza, criado de don Alfonso de Aguilar y mayordomo del concejo de Córdoba (Fernández de Córdoba, Alfonso. Alfonso de Aguilar. Titular de la casa de Córdoba (VIII), señor del estado y mayorazgo de Aguilar (V). ?, 1447 – Sierra Bermeja (Málaga), 1501. Noble, caballero). Lo mismo sucede con Alfonso de Córdoba o con varios miembros de la familia Herrera, Juan, Diego y Gome, de los cuales, el más antiguo, Juan, había sido ya criado del señor de Aguilar, don Pedro Fernández de Córdoba (el padre de don Alfonso) y alcaide del castillo de Priego (Fernández de Córdoba, Pedro. Titular de la casa de Córdoba (VII), señor del estado y mayorazgo de Aguilar (IV). ?, p. s. XV – Recas (Toledo), II. 1455. Noble, caballero. Hijo de Pedro Fernández de Córdoba, segundogénito a su vez de Alfonso Fernández de Córdoba, sucedió a su hermano Alfonso Fernández de Córdoba.

Escudo de armas de los Condes de Cabra, el más antiguo de los que se conservan en la actualidad. Finales del siglo XV.
Durante esta época, Alfonso de Aguilar protagonizó también fuertes tensiones con el obispo de Córdoba, Pedro Solier, entre otras razones por su sintonía con los judíos conversos, que molestaba profundamente al obispo, y que derivaron, al fin, en un violento incidente en el otoño de 1471. En los comienzos del siguiente, el señor de Aguilar se hizo jurar fidelidad por los jurados cordobeses, poniendo de manifiesto su indiscutible autoridad en la ciudad. No obstante, nuevos enfrentamientos con el conde de Cabra que provocaron, entre otros episodios, el apresamiento por éste del hermano de Alfonso, Gonzalo Fernández de Córdoba (Fernández de Córdoba, Gonzalo. El Gran Capitán. Montilla (Córdoba), 1.IX.1453 – Granada, 2.XII.1515), pusieron en peligro la posición de fuerza del señor de Aguilar, hasta que, en junio de 1475, se firmó una tregua por un año para acabar con las tensiones entre los bandos y restablecer el orden en la ciudad.

Un caso singular fue Pedro de Jaén, detectado ya como veinticuatro en 1468 y que llegaría a ser, andando el tiempo, contador de la Hermandad en Andalucía. Pero seguramente la figura más prestigiosa del grupo de los conversos adscritos a las regidurías de Córdoba fue Juan Rodríguez de Santa Cruz, un célebre médico, miembro de una familia de galenos conocida en toda la Corona de Castilla (14).

Los ejemplos mencionados son solamente ilustrativos y se refieren siempre a individuos inequívocamente conversos. Sobre otros muchos hay una sospecha más o menos segura sobre su condición de tales, pero resulta difícil de demostrar. Por otra parte, sería interminable la reseña de los conversos que ocuparon, a lo largo del siglo XV, no ya las regidurías sino las juradurías de Córdoba. Entre ellos merece la pena dejar constancia de un caso: el del doctor Juan Martínez de Córdoba, médico de Enrique IV, personaje de gran prestigio, que fue jurado de la collación de San Salvador y condenado por la Inquisición en 1483 (15).

Calle Bernabé Soriano de Jaén, llamada La Carrera.
Otra vista de la Carrera de Jaén.
La animosidad de los cristianos viejos hacia los conversos dio lugar a una tremenda explosión de furia popular que se produjo en Córdoba en el mes de marzo de 1473. Es un episodio muy célebre de la historia de la ciudad, que se desencadenó en el lugar conocido como “La Cruz del Rastro”. Un incidente ocurrido durante una procesión en la confluencia de la Ribera con la calle de la Feria se saldó con una terrible persecución de conversos, muchos de los cuales fueron violentamente asesinados, otros despojados de sus bienes y la mayoría obligados a emigrar de la ciudad (16).

La persecución contra los conversos se reprodujo luego en Jaén. Fue, precisamente, en ese contexto cuando tuvo lugar la muerte violenta del condestable Miguel Lucas de Iranzo, que, al igual que don Alfonso de Aguilar, en Córdoba, protegía a los cristianos nuevos (17).

Luego se repitieron los hechos en la ciudad de Sevilla, en 1474, y ese mismo año, en diciembre, coincidiendo exactamente con la muerte de Enrique IV, se producía una segunda persecución en Córdoba.

El cronista Alfonso de Palencia, que tenía una información de primera mano sobre el problema, nos cuenta con todo lujo de detalles el protagonismo que en la organización de la defensa y en la huida de Córdoba tuvo un converso cordobés llamado Pedro de Córdoba, que propuso a los huidos refugiarse en Gibraltar (18).

El propio Palencia, a propósito de ese contexto cronológico, nos informa, aunque sólo de pasada, de lo sucedido en algunos pueblos del ámbito cordobés al decirnos que “el ejemplo de tales excesos cundió rápidamente por las villas y lugares circunvecinos, y que en Montoro, Adamuz, Bujalance, La Rambla y Santaella se cometieron iguales atrocidades contra los conversos”. Y añade: “Lo mismo hubiera acontecido en la noble ciudad de Baena, si el conde de Cabra no hubiera amparado a los infelices conversos con el castigo de los malvados (19).

Pero no hay ninguna información más sobre los conversos de Baena, a los cuales se alude incidentalmente en esa frase de Palencia que, sin decirlo, da a entender que posee una comunidad de cristianos nuevos suficientemente importante como para merecer la protección de su señor, el conde de Cabra.

Aunque no podemos dar una cifra del número de judeoconversos del reino de Jaén; sabemos que era alto, aunque no tan elevado como el de Sevilla y Córdoba; hacer un cómputo es imposible. El cambio por los conversos de sus nombres y apellidos judíos por otros cristianos desde el momento de su bautismo, hace difícil reconocerles en los documentos, a no ser que se haga expresa referencia a su antigua religión; sucesivos cambios de nombres impiden a veces seguir la pista de estos conversos, que tomaban en muchas ocasiones los apellidos más sonoros y distinguidos de la sociedad castellana. El judeoconverso siguió con las mismas actividades habituales que habían desarrollado cuando practicaba el judaísmo, y sus descendientes las mantuvieron. El pueblo cristiano viejo no veía cambio entre aquellas familias antes judías, y ahora cristianas nuevas. Seguían con los arrendamientos de contribuciones, la usura, las mismas actividades mercantiles y los mismos oficios. Sin embargo, los cristianos viejos veían que con la conversión los antiguos judíos vivían en cualquier barrio de la ciudad, no constreñidos como antes al barrio de la aljama, podían usar la forma de vestir de los cristianos, pues ya lo eran, y siendo muchos de ellos ricos podían usar telas y adornos que antes les estaba vedado y con ello provocaban la envidia, y, sobre todo, podían ocupar y de hecho ocupaban en muchas ciudades, como ocurría en Jaén cargos y oficios municipales interviniendo directamente en la vida política local. Se decía que de la actitud humilde del judío habían pasado los conversos a ser insolentes, incluso a “suscitar revueltas y bandos los que antes jamás se atrevían al más insignificante movimiento de libertad” (20).

Por esto se comprende que surgieran persecuciones en momentos de dificultad contra estos criptojudíos o supuestos falsos conversos, que, como decimos, lo eran la mayoría. Estas persecuciones se debían a múltiples causas, entre otras: 1ª) La debilidad del poder real con las subsiguientes guerras civiles y banderías nobiliarias; 2ª) La crisis económica, y la depresión económica; 3ª) Las manipulaciones en el valor de la moneda; 4ª) La pérdida de cosechas, el hambre; 5ª) El enfrentamiento entre distintas capas sociales; 6ª) y La exaltación religiosa. Consideramos que la persecución surge cuando coinciden varias de esas circunstancias.

En la ciudad de Jaén en 1468 se planeó una matanza de conversos para lanzar después a la población amotinada contra el Condestable Miguel Lucas de Iranzo. Esta conspiración fue abortada a tiempo por el Condestable, pero cinco años más tarde, en 1473, combinadas y en conexión todas aquellas causas ya mencionadas, se originó en Córdoba un motín contra los judeoconversos que se extendió hacia el valle alto del Guadalquivir ensangrentando el reino de Jaén. Alcaudete, Andújar, Baeza, Úbeda y Jaén fueron las localidades donde más violentamente se vieron atacados los conversos; en algunas las autoridades salieron a su defensa, como ocurrió en Alcaudete donde Martín Alonso de Montemayor puso en peligro su vida; de Andújar conocemos los hechos muy escuetamente reseñados por su Alcaide Pedro de Escavias en su Repertorio de Príncipes de España (21), en esta obra, el mismo Alcaide Pedro de Escavias, da a entender que su vida peligró por defenderlos, si bien deduzco por la carta que le dirigió el Condestable, el día antes de ser éste asesinado, que el alcaide iliturgitano dejó hacer a la multitud enardecida con la matanza y saqueo, y sólo cuando se calmó el populacho empezó a poner orden en la ciudad que gobernaba (22).

Tomando palabras de Amador de los Ríos al referirse a los sucesos de Córdoba dice que “la tempestad pasó más adelante con rapidez inaudita, descargando sobre Jaén lo más recio”; en Jaén por defender a los conversos, y conjuntamente como lucha de la política local, perdió la vida el Condestable. También dice Amador de los Ríos “en Andújar fue horrible el estrago, así como en Úbeda y Baeza” (23).

La huida de conversos del reino de Jaén fue grande; no obstante, poco a poco debió volver la mayor parte de esa población conversa, pues pronto vemos que al iniciarse la actuación de la Inquisición el tercer tribunal establecido fue el de Jaén, hecho que demuestra la importante población conversa y con fama de judaizante. Esto prueba que la masacre de conversos no terminó con este grupo social en Jaén.

Iniciadas en esta ciudad las pesquisas oportunas el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición organizó un acto de penitencia pública de judeoconversos el 25 de enero de 1485, con suspensión de oficios públicos de los condenados y confiscación de bienes (24).

No podemos saber el número de los conversos condenados por la Inquisición en Jaén en los primeros años de su actuación, parece que los datos que aporta Llorente no son fiables, pues calculaba para Jaén un número de procesados en 1483 igual al de Sevilla y Córdoba, para 1484 igual al de Córdoba, para 1485 equipara Jaén, Córdoba y Toledo en el número de condenados y otro tanto hace para el año 1486. (25).

Por la relación de los condenados se ve que los tres principales focos de judaísmo en el reino de Jaén eran Baeza, Andújar y la capital. De Alcaudete, Mengíbar, Marmolejo, Alcalá la Real y Arjona salieron pocos procesados por judaizantes en el siglo XVII. Linares, villa escasamente afectada por el criptojudaismo proporcionó, sin embargo, en el auto de fe de 1625 siete vecinos judaizantes todos ellos miembros de una familia (un matrimonio, tres hijas, la abuela materna y un tío paterno de éstas).

A) BAEZA. En el auto de fe de 1625 fueron condenados como judaizantes treinta y dos vecinos de esta ciudad, todos ellos portugueses; el número denota que se trataba de un núcleo importante y se sabe que la casa de una de las condenadas servía de sinagoga a aquella comunidad criptojudía. La mayoría de estos portugueses baezanos eran naturales de Villa Flor indicando este común origen el enlace de los miembros del grupo judaico; la localidad portuguesa de Villa Flor en Braganza, y la zona de Villa Real proporcionarán muchos judaizantes al reino de Jaén, con preferencia a Baeza y Andújar. La preferencia de estos judaizantes portugueses por determinadas ciudades del reino de Jaén puede tener diferentes causas, entre las que destaca la elección de los núcleos de población de mayor vitalidad en la época que estudiamos; también consideramos que estos portugueses judeoconversos fueran atraídos hacia las localidades en donde se mantenía una población criptojudía; tal vez no fuera ajeno al hecho el que pudieran ser descendientes de judíos que en otro tiempo residieran en esas ciudades (26).

Hubo variedad de condenas según apreciase el Tribunal las condiciones del judaizante; varios fueron penados a sambenito y dos años de cárcel, siete a cadena perpetua irremisible y los más destacados judaizantes, nueve en total, fueron relajados al brazo secular para que fuesen quemados; como cinco de ellos habían huido a tiempo sólo fueron ejecutados cuatro, miembros todos ellos de una misma familia; si bien tres manifestaron ante la muerte muestras de arrepentimiento y por tanto recibieron garrote antes de ser quemados, uno se mantuvo pertinaz y fue quemado vivo. La relación que se hizo de este auto destaca la firme actitud de ese judío que prefirió morir en la hoguera, pese a todas las recomendaciones y reconvenciones de los religiosos que atendían a los que se ejecutaban. En la Relación del auto general de fe que se celebró en la ciudad de Córdoba a 2 días del mes de diciembre de este presente año de 1625 ... escrita por el licenciado Juan Páez de Valenzuela figuran los nombres y apellidos de estos judaizantes portugueses vecinos de Baeza.

Del que se mantuvo firme se dice en esta relación que era “...judío, hereje, apostata, judaizante, dogmatissta, fautor i encubridor de judíos, obstinado i pertinaz observante de todos los ritos i ceremonias de la lei de Moisén... i decía que no había más que un solo Dios de Abraham, de Isaac i de Jacob, i que a sollo este Dios se había de creer”; en la relación se añade que el judío respondía ante la solicitud de los religiosos católicos “que él iba por el camino de la verdad, i que todos los demás iban errados, i que él pretendía la salvación de su alma”


Respecto de las profesiones de estos judaizantes sabemos que uno era mercero y otro estanquero de la pimienta.

En el auto de fe celebrado dos años después, en 1627, los judíos portugueses de Baeza condenados, diez en total, fueron relajados en estatua, pues los encausados lograron escapar a tiempo de la justicia inquisitorial. En La Relación del auto general de la fe que se celebró en la ciudad de Córdoba a 21 del mes de diciembre de 1627..., fue escrita por Rodrigo de Figueroa.

Descendió aún más el número de baezanos condenados por el auto de 1655. En La Relación de este auto de fe se debe al jesuita Nicolás Martínez; la correspondiente al de 29 de junio de 1655 fue hecha por fray Pedro de Herrera.

 

B) ANDUJAR. Es el segundo de los focos criptojudíos giennenses en el siglo XVII. Los condenados de esta ciudad, veintisiete en los primeros autos de la centuria, eran naturales de Portugal y algunos de la citada localidad de Villa Flor. Entre ellos figuraron dos muchachas de 16 y 13 años de edad; a la menor se le condenó a reclusión en un convento de monjas durante un año, para que fuese instruida en la doctrina de la religión católica. En el auto de fe de 1627 fue también condenada a la hoguera una mujer tullida y ciega que tuvo que ir al auto en una silla, pero que abjuró de vehementi. En el auto de 1655 fueron procesados y condenados trece iliturgitanos de los que unos aparecen como portugueses y otros figuran ya nacidos en España, si bien se les sigue con frecuencia denominando portugueses por el origen de sus padres. Seis de esos condenados eran miembros de una familia, pero los trece abjuraron del judaismo de vehementi; aparte del correspondiente destierro, sambenito y cárcel proporcional a sus culpas se impusieron penas pecuniarias para dos condenados; a uno de ellos, mercader, se le confiscó la mitad de sus bienes; a una mujer, se le impuso una multa de mil ducados.

Andújar antiguo.

C) JAEN. Es el tercero de los focos criptojudíos en el siglo XVII; en dos autos de fe (1627 y 1655) fueron condenados dieciséis judaizantes de esta ciudad. En uno de ellos fueron penitenciados cuatro hermanas y los maridos de dos de ellas; la pena fue leve: sambenito y cárcel por un año. Varios de los procesados giennenses estaban avecindados en el momento de la prisión en Montilla, Marchena y Bujalance.

En el auto de 1655 fueron condenados diez judaizantes de Jaén, unos portugueses, y otros nacidos ya en esa ciudad o en Andújar. Una de las judías de Jaén, tendera, de cincuenta años de edad, fue acusada de haber golpeado un Santo Cristo; la pena impuesta a esta mujer fue de cárcel perpetua, doscientos azotes y clavarle la mano. Sin embargo, por haberse reconciliado fue suspendida la sentencia respecto de los azotes y a la clavazón de la mano.

Un hombre de negocios portugués, usando el nombre supuesto de Gonzalo de Villagarcía, arribó a Jaén en 1661 donde el Corregidor don Antonio de las Infantas le proporcionó la administración de Millones de Andújar. Era hombre procesado dos veces por la Inquisición, de vida accidentada, que se había hecho circuncidar en Bayona, donde tenía una hermana judía pública y había practicado con ella la religión de sus antepasados. Llegó en la ciudad de Jaén incluso a ocupar el cargo de visitador de Millones del reino giennense nombrado por don Francisco González de Sepúlveda, vecino de la ciudad. En un tercer proceso provocado por sus viajes a Valladolid de donde había sido desterrado, este hombre de negocios, que utilizó diferentes nombres fue duramente condenado por la Inquisición de Toledo (27).

Plaza en el Jaén antiguo.

Aquí también, la población judía sufrirá las más duras persecuciones; como consecuencia de ellas un número considerable de judíos optará por la conversión al cristianismo, apareciendo con ello un grupo social, el de los judeoconversos o cristianos nuevos, no asimilados durante siglos por el resto de los cristianos. Esta actitud, de los que empiezan a llamarse cristianos viejos, se comprende porque dudan razonablemente de la conversión de aquellos.

Las causas de las persecuciones son variadas; una es de tipo religioso, los cristianos veían en los judíos a los descendientes del pueblo deicida; otras son de tipo económico: las actividades de los judíos, como arrendadores del cobro de contribuciones y la práctica de la usura, provocaban el odio de los cristianos que se sentían expoliados por aquellos. También las riquezas, que acumulaban con esas actividades y el comercio, eran incentivos para las persecuciones, pues con éstas venía el saqueo de las casas, de tal modo que ya decía un cronista que más se veía como motivo el robo que la devoción (28).

La guerra civil castellana a mediados del siglo XIV entre el rey legítimo Pedro I y el futuro Enrique II implicó a los judíos, que estuvieron al lado del primero; en los avatares de esta guerra fratricida fueron expoliadas, entre otras muchas, las bien pobladas aljamas o juderías de Toledo y Burgos. Los dos ejércitos cometían toda clase de tropelías en aquella guerra civil, y siempre los más perjudicados fueron los judíos. Como muestra de ello referimos hechos relacionados con tres localidades giennenses. La villa de Arjona quedó casi despoblada tanto por la peste negra “como por la muerte y robo de los judíos que allí acaeció” (29).

Los últimos años de la guerra civil fueron duros para los judíos del reino de Jaén; en su capital el daño les vino precisamente del rey don Pedro, su gran protector, que enfurecido por el apoyo que la ciudad hizo a su enemigo, vendió al rey moro de Granada Mohamed V, como esclavos, a los judíos de la misma, en total algo más de trescientas familias lo que supondría unos mil quinientos habitantes. Difícilmente se podría reponer de este golpe la importante aljama de Jaén (30).

El año peor fue, sin duda, el de 1369, en que murió el gran valedor de los judíos don Pedro I. En este año la política antisemita se presentó con toda crudeza, y muestra de ello fue la persecución antijudía ocurrida en Baeza, que poseía una importante aljama; un analista de la ciudad recogió el hecho lacónicamente: “año 1369, se tornaron los judíos cristianos” (31).

En la segunda mitad del siglo XIV se consumó el paso de la población judía de Jaén y de otros lugares de su reino al cristianismo como única solución para sobrevivir. Este abandono de la fe de Moisés sucedía a la vez por toda la Andalucía Bética, de tal modo que en el siglo XV el Valle del Guadalquivir será zona del predominio de judeoconversos, y de gran disminución de la población de las aljamas. El momento culminante de la gran defección de los judíos que quedaban en el reino de Jaén correspondió al año 1391; una gran persecución iniciada en Sevilla se extendió por todo el Valle del Guadalquivir. Amador de los Ríos refiriéndose a esta persecución dice así: “secundaban sierra y campiña, en sus más populosas villas y ciudades, la horrible tragedia de Córdoba; y corriéndose el contagio por Montoro y Andújar sobre Jaén, ejercía en esta capital cruentos y lamentables efectos. Úbeda y Baeza tornaban a verse inundadas de sangre judía” (32).

Vista parcial de la ciudad de Úbeda.

El alma de aquel movimiento antisemita fue el arcediano de Ecija, Ferrant Martínez, cuyas predicaciones levantaban las masas contra los judíos. Este arcediano era conocido en tierras giennenses; en 1381 intervino, pese a la prohibición del rey, en un pleito entre Don Yugaf Ben Berga y el Concejo de Baeza.

Por la escasez de noticias sobre judíos en los archivos de Jaén, podemos considerar que, a partir de los últimos años del siglo XIV, casi la totalidad de la población judía del reino se había convertido forzadamente al cristianismo. Los judíos que permanecieron fieles a su fe fueron pocos; la judería de Andújar, de la que aún queda una calle con el preciso nombre de Judería, se debió reducir considerablemente; también quedan en Úbeda casas que en sus fachadas conservan la estrella de David, pareciéndonos indicar que en otro tiempo fueron propiedad de judíos; en esta ciudad la judería se ubicaba en el recinto del Alcázar, que era “más bien ciudadela, barrio aristocrático y militar”. Consideramos de acuerdo con Vañó que esa localización de viviendas de judíos en la zona del Alcázar no debía ser para tenerlos más vigilados, como afirmaba Ruiz Prieto, sino “para protegerlos de la xenofobia religiosa del estado llano” (33).

Conocemos la localización de una sinagoga en Baeza (34) y topónimos relacionados con los judíos en Jaén que se conservaron hasta fines del siglo XVI (35); los topónimos son el Pasaje del Muladar de los Judíos, en el Barranco de la Plata y Barranco del Puente de los Judíos, pero son tan escasos los documentos que demuestran que las persecuciones fueron tan violentas en el reino de Jaén que la población judía se vio obligada a convertirse casi en su totalidad.

La escasa población judía de Andalucía fue expulsada entre 1483 y 1485 y desde entonces hasta la total expulsión en 1492 solo registramos en los archivos el paso de algunos judíos transeúntes; tal es el caso del judío Natán Narboy que en 1489 se le permitió entrar en Úbeda para procurar la libertad de su hijo cautivo por haber entrado sin licencia en la ciudad (36); otro judío, Sunsi de Abraham, registró en escritura dos esclavos moros que le habían costado 25.000 maravedís (37).


Por el Registro General del Sello conocemos la presencia en algún momento de destacados judíos como Abraham Sénior o Abraham Bienveniste, cuyas actividades estaban fuertemente enlazadas con la corte de los Reyes Católicos. A pesar de ello se seguían manteniendo las disposiciones relativas a los judíos: en las Constituciones Sinodales del Obispo don Luis de Osorio dadas en Jaén en 1492 todavía se ordenaba que en “cuanto al diezmo de los judíos e moros que sea dado a Nos e nuestro Cabildo porque lo habemos de haber por privilegio que tenemos de los Reyes pasados e por uso y costumbre de grande tiempo acá” (38).

Todavía en 1632 se recogía en un libro de estatutos de la Catedral una referencia al diezmo de los treinta dineros de los judíos (39).

La huida de muchos conversos judaizantes al tiempo del establecimiento de la Inquisición, y la posterior expulsión de los judíos en 1492, fueron causa de que los núcleos conversos que decidieron permanecer en España no encontrasen ambiente propicio para mantener sus ritos. Sin embargo, queriendo permanecer fieles a su antigua religión seguían prácticas judaicas, muy peligrosas por las intensas actividades del Tribunal del Santo Oficio. No obstante, el sentimiento de grupo se podía mantener fácilmente gracias a la endogamia, pero las dificultades no permitían una actividad religiosa normal; se van olvidando ritos e incluso se llega entre muchos a un indiferentismo religioso. La consecuencia de este judaísmo que no podía expresarse al exterior fue un inevitable decaimiento gradual de las ceremonias judías en la religión de los conversos. De aquí que en los procesos inquisitoriales se llegase pronto a analizar más unas prácticas a modo de costumbres y tradiciones con escasa profundidad de carácter religioso que un puro judaísmo (40).

El peligro de una delación hacía que se ocultase toda práctica judaica delante de los propios hijos menores, para evitar que una indiscreción infantil de éstos pudiese serles fatal. Tampoco circuncidaban a los niños al nacer para evitar que si de pequeños andaban desnudos pudiesen los cristianos reconocer su judaísmo. Por las declaraciones en los tribunales de la Inquisición, vemos que solía hacérsele la revelación de pertenecer al pueblo judío sobre los doce años, creándose en ellos a veces un verdadero trauma; la revelación solía hacerla la madre u otra mujer de la familia, y en ella se le enaltecía su situación de privilegio que era el pertenecer al pueblo elegido por Dios. Tomemos las palabras del proceso del doctor Zapata: “... la expresada su madre le instruyó, y enseñó en la observancia y ceremonias de la Ley de Moysés, oraciones y ayunos que havía de guardar y observar, y que era la buena, y segura para vivir y morir, y salvarse en ella; y que la tuviese oculta en su corazón, sin revelarlo ni manifestarlo a nadie; que en lo exterior y aparente executase lo que hacían los christianos de la observancia de sus fiestas y exercicios de piedad y devoción, para que no fuese descubierto” (41).

La práctica del ayuno era la más extendida entre los criptojudíos o falsos judíos, y como manifestó en su proceso Francisco Laguna se practicaba en las lunas de marzo y de septiembre; este criptajudío declaró que su madre Lucía González le había enseñado una oración especial para ofrecerlos. A través de este proceso vemos que los criptojudíos leían “Flos Sanctorum..” pero sólo lo referente a los profetas de Israel. Respecto de las comidas desangraban las carnes, no comían pescado sin escamas y aborrecían el cerdo; en el proceso de la portuguesa Isabel Álvarez se manifiesta también que era costumbre entre los criptojudíos amortajar a los difuntos con lienzos nuevos.

Procesión por la calle Ollerías de Andújar.
En el proceso de Isabel Álvarez, portuguesa, vecina de Andújar, se indicaban estas prácticas judaicas como más frecuentes; se añadía el no comer conejos y aderezar los candiles. Vid. Relación del auto de fe celebrado en la ciudad de Córdoba el 21 de diciembre de 1627 redactado por los licenciados don Damián de Armenta, arcediano de la Catedral, don Juan Ramírez de Contreras, caballero de Santiago, y el doctor Cristóbal de Mesa, canónigo, e inquisidores de la ciudad. Relaciones de diversos autos de fe que en este trabajo se citan figuran en el Archivo de la Catedral de Sevilla; fueron allí llevados por Hurtado Roldán, según comunicación de Rubio Merino, P. en el Symposium de Cuenca titulada Autos de fe del Tribunal de la Inquisición de Córdoba en el siglo XVII a través de la documentación del archivo de la Catedral de Sevilla.

Aun cuando era peligroso procuraban ponerse mejores vestidos los viernes al atardecer y sábados, o al menos la ropa blanca limpia, y lo mejor que podían, siempre disimulando, intentaban cumplir con el descanso sabático. Muchos cumplían formalmente con el bautismo, pero seguramente actuarían del modo que nos refiere Bernáldez: “...y los que los bautizaban lavábanlos en sus casas después que los traían” (42).

Igualmente, frente al matrimonio cristiano que celebraban para ocultar su judaísmo se haría una boda criptojudía como nos describe el proceso de Antonio de Fonseca en la que el padre de la novia delante de la cama y teniendo delante a los novios los bendice y pide que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob los haga bien casados, les dé mucha paz, muchos bienes y mucha sucesión terminando con abrazo del padre a los contrayentes (43).

Algunas viviendas de criptojudíos servían de sinagoga como se ve por el proceso de la portuguesa Inés Márquez, establecida en Baeza, cuya casa servía para tal fin (44).

No debemos tampoco considerar que entre los conversos no hubiese verdaderos cristianos; el paso de unas generaciones, el matrimonio fuera del grupo converso, favorecían el hecho de que al transcurso de los años personas con antecedentes judaicos fuesen cristianos piadosos, incluso varones santos. Un dominico de Villanueva del Arzobispo, fray Domingo de Baltanás escribió una disertación con el título: “De la discordia de los linajes” en la que reconocía que, aunque entre los conversos había “apóstatas y malos cristianos” también otros eran “santos varones y muy religiosos” y cita entre ellos a uno también relacionado con el reino de Jaén, al doctor Rodrigo López, fundador de la Universidad de Baeza (45); esta Universidad se inició con una bula expedida por Pablo III a instancias del citado Rodrigo López, que era familiar del Pontífice y de vieja estirpe baezana (46).

Fachada de la Universidad de Baeza.
Precisamente esta Universidad de Baeza dirigida a petición del fundador por San Juan de Ávila, que también era de origen judío, se convirtió pronto “en un asilo para espirituales conversos y un plantel de apóstales cuya enseñanza aunaba la preocupación de una depuración religiosa y la de unas realidades terrenas...” (47).

El foco baezano creaba problemas; el rector del Colegio de Baeza, doctor Bernardino Carleval predicó en 1554 que los judíos no habían matado a Jesús, pues lo entregaron a Pilatos, y fueron los gentiles los que llevaron a cabo la ejecución; estas palabras originaron un gran escándalo en la ciudad por lo que tuvo que retractarse públicamente ante notario (48).

También dio lugar a proceso las manifestaciones del catedrático de la Universidad Diego Pérez de Valdivia, por las que se deducía que este profesor opinaba que los conversos debían ser preferidos a los cristianos viejos por ser más humildes; no obstante, parece que el principal cargo que se hizo a este hombre fue “el haber hablado contra los estatutos de las Iglesias de Toledo y Jaén” (49).

Retrato de San Juan de Ávila atribuido al Greco.
La secta de los alumbrados, que en el siglo XVI tuvo tanto predicamento en Baeza y Jaén, se extendió en círculos conversos, en especial en la primera ciudad. Beltrán de Heredia ha demostrado en interesante trabajo la atracción que sobre los cristianos nuevos ejerció tal secta, lo que dio lugar a las consiguientes persecuciones inquisitoriales. Este autor destaca la importante presencia de conversos entre los seguidores de esta secta (50).

En el reino de Jaén se inició el proceso de clara separación de los conversos que luego se extendió al resto de España. Parece que los más antiguos estatutos de limpieza de sangre surgieron en la frontera con el reino de Granada, en Úbeda, Baeza, Jaén y Alcaraz (51).

Se trata de una selección social que tiene dos aspectos, el guerrero y el nobiliario, y se ejercía a través de cofradías militares entre las que destacó la de Santiago de los Ballesteros de Baeza. Domínguez Ortiz dice que tal vez existieran ya en el siglo XIV, y aun en el XIII, y añade que “quizá gracias a ellas la nobleza de Jaén consiguió perseverar una individualidad que la de Sevilla no pudo mantener” (52).

Probablemente la primera catedral que estableció el estatuto de limpieza de sangre para su cabildo fue la de Badajoz. Seguramente poco tiempo después se iniciaría en el Cabildo de Jaén la práctica, en la selección de sus capitulares, de ciertas investigaciones cuyo objetivo era el rechazo de aquellos pretendientes a beneficios de la Iglesia Catedral que tuviesen antecedentes judíos o moriscos.

El estatuto de limpieza de sangre en la Catedral de Jaén fue establecido con todo rigor mediante bula y motu proprio de 4 de junio de 1552 por Julio III, que no hacía más que confirmar lo que el Provisor del Obispado había redactado y aceptado el Cardenal Pacheco. Unos años después, en 1560, el Cabildo consideró que de la observancia de tal estatuto se habían seguido discordias, pasiones, otros inconvenientes e incluso escándalos, por lo que se intentó por parte de algunos canónigos su revocación. En realidad, en la Iglesia había entonces una corriente contraria a los estatutos de limpieza de sangre, pues después del establecimiento del de la Catedral de Toledo fueron pocas las Catedrales las que decidieron imponer la limpieza de sangre e incluso alguna, como Salamanca, revocó su estatuto (53).

El Cabildo giennense en dos sucesivas reuniones trató sobre el proyecto de revocación del estatuto para lo que incluso fueron oídos dos expertos en leyes llamados Juan de Vargas y Fernán Álvarez, que no vieron inconvenientes en que se suplicase al Papa, evitándose antes las censuras de la bula y motu propio de Julio III, que en la concesión de beneficios “se reduzca a lo que universalmente está ordenado por nuestra Santa Madre Iglesia y dispuesto por el derecho canónico”. El deán era declarado partidario del estatuto y así se leyó en la primera sesión una amplia carta suya en la que exponía que el estatuto era santo y justo, que se hizo a imitación de la Catedral primada, y que se había dado para honra de la Iglesia de Jaén. A pesar de esto en la primera sesión hubo un número alto de canónigos partidarios de la supresión; al fin el estatuto se mantuvo (54).

Entre los más destacados oponentes del estatuto estaban los siguientes canónigos: Francisco de Herrera, Gabriel de Piédrola, el arcediano de Úbeda, y Diego Lucas de Córdoba. Destacaron en la defensa del estatuto, además del deán, el tesorero y el doctor Villegas.

Toda clase de cofradías, gremiales y piadosas, establecían también en sus estatutos la necesidad de la limpieza para ingresar en ellas de modo que el nuevo cristiano se sentía totalmente desligado de la sociedad cristiana tradicional. Hemos visto un libro de ingreso de cofrades de la cofradía de Santiago y Santa Catalina correspondiente a los años 1581 a 1650 y la limpieza de sangre era requerida con todo rigor; aun siendo fijo el número de cofrades, y accediendo a esta calidad por herencia, se estudiaban los matrimonios que aquellos hacían para saber si los hijos, las esposas o los maridos podían ingresar en la cofradía. Difícil era también en muchas ocasiones entrar por matrimonio en el círculo de los cristianos viejos, pues muchas familias exigían la limpieza para contraer matrimonio sus miembros (55).

La necesidad de la limpieza de sangre para ingresar en las órdenes militares, colegios mayores, cabildos, etc., originaba el estudio genealógico de las familias; difícil era que no hubiese algún antepasado converso, ya de origen judío, ya musulmán, de donde resultaba casi imposible obtener el informe positivo de tal limpieza, tanto más cuanto que se hacían las investigaciones por declaraciones de testigos; las envidias, los odios, daban lugar a denuncias falsas retrasándose en este caso, si se podía demostrar la limpieza todo el expediente, y si no, quedaba infamada la familia. De aquí que solo aquellos que tenían seguridad, o al menos estaban convencidos de su limpieza, solicitasen tal investigación. La Inquisición de Córdoba en sus informaciones genealógicas se veía a veces con casos insólitos en los que aparece sangre conversa, aun cuando fuese de cinco generaciones antes; tal fue el caso de don Fernando de Cerón y Girón caballero de la Orden Militar de Calatrava y veinticuatro de Jaén, que al solicitar una plaza de familiar del Santo Oficio salió a relucir en su expediente que su quinto abuelo Alonso de Zayas, alcaide de Cáíderes, fue habido por su padre el arcediano de Galisteo Gonzalo de Zayas en “Juana Rodríguez, judía de señal” (56).

Cuando era patente el precedente converso en la información genealógica no se aprobaba el expediente. Ponemos como caso el del presbítero y prior de Jódar Francisco Fernández de Rivera, cuyo expediente para ocupar plaza de notario del Santo Oficio se alargó considerablemente no consiguiendo el puesto, que deseaba. De él dijo el fiscal del Tribunal de la Inquisición de Córdoba que era “confesso notorio por muchas partes y que no solo no se le deve dar lo que pretende, pero que deve ser castigado por su atrevimiento de que se puede presumir muy mal, porque es tanto confeso como le toca, y tanta notoriedad parece impusible que él no lo supiese, y por la autoridad del Sancto Oficio parece que assi combiene. Salvo...” (57).

Un testimonio más de esta exaltada aspiración de selección lo tenemos en el acuerdo tomado por el patronato del Santísimo Sacramento, que formaba desde mediados del siglo XVII a los cantores del coro de la Catedral de Jaén, que exige que los aspirantes fuesen “cristianos viejos, limpios de toda mácula y raza...” (58).

El odio al judío y de rechazo al converso se manifiesta en todas las localidades y se alienta con leyendas; en Jaén tenemos la relacionada con el Señor de las Injurias, que Mozas Mesa se inclina a fechar de comienzos del siglo XVI; repite una vez más el tema de una profanación religiosa por parte de un criptojudío (59).

De Andújar es conocida la que Torres Laguna relaciona con la calle Serpiente, en la que se pone de manifiesto el otro aspecto, el racial, pero desde el polo opuesto al que hemos visto, es decir, el racismo judío que existió con tanta fuerza como el cristiano, pues se trata de la oposición al amor de una judía y un cristiano por parte del padre de ella (60).

También es conocida la causa contra el judaizante Pedro Fernández, de Alcaudete, tesorero en Córdoba, cuyo proceso inquisitorial se pudo iniciar, según se decía porque en la procesión de Jueves Santo de 1483 “observaron algunos que de un zapato del tesorero salía sangre de que llevaba todo el pie bañado. Avisándoselo i notando su gran turbación i que no acertaba a proferir palabra, lo entraron en la capilla de San Acacio (que, desde entonces, según dicen, se llama de la sangre) i descalzándole el zapato hallaron en él la Sagrada Forma...”. Su esposa antes había sido juzgada por judaizante (61).

En este ambiente de odio al judío, y como secuela inevitable al converso, se pretende en muchas ocasiones liberar a la ciudad de todo posible contagio con la sangre judía; en el reino de Jaén, según Ordóñez de Ceballos, la villa de Iznatoraf no había dado lugar “a que se avezinde ninguno que no sea limpio, y tanto que hubo tiempos que tratando de llevar un oficio necesario al comercio de la villa, y no constando de su limpieza, le recibieron más no por vecino, y con condición de vivir fuera de los muros y como forastero” (62).

Y según Terrones de Robres, Andújar era “limpísima de toda mala raza, y sus habitantes, aunque fueran pobres, no casarían con persona manchada por más dotes que se le ofrecieran” (63).

El Tribunal de la Inquisición de Jaén se trasladó a Granada donde fue recibido solemnemente el 5 de noviembre de 1526 con asistencia del Emperador Carlos V; parece que se pretendía con este cambio que el Tribunal atendiese más eficazmente las causas de los moriscos, pues precisamente en este año de 1526 se tomaron decisiones importantes sobre ellos (prohibición de hablar árabe, uso de ropas moriscas, obligación de cambiar sus nombres por otros cristianos, etc.).

Dice Ximena Jurado que el Tribunal de la Inquisición durante el tiempo que estuvo en Jaén residió en el Convento de Santo Domingo. Aun cuando el deán Mazas no ve fundamento de la aseveración de Ximena hay a su favor que los asuntos inquisitoriales normalmente, y sobre todo al comienzo, recaían en dominicos. Según el deán Mazas, la Inquisición estuvo instalada en la casa del Condestable ya en 1484, enfrente de la parroquia de Santa Cruz, y que, en ésta, entonces ermita, era donde se celebraban los autos de fe (64).

El obispado de Jaén pasó a depender casi de inmediato del Tribunal de Córdoba de tal modo que los autos de fe de los judaizantes giennenses se celebraban en esa ciudad; la cárcel de la Inquisición estaba instalada en los Reales Alcázares y tenían los calabozos fama por su comodidad. De ellos se dice que eran “seguros, sanos y extensos...; habitaciones que pueden contener con comodidad 200 presos comunicados; cárcel para mujeres absolutamente separada; sitios para labores; una magnífica audiencia; casa para el Alcaide y otras oficinas sobrantes” (65).

El quemadero cordobés según el historiador Ramírez de Arellano consistía en una especie de fogón de grandes dimensiones con un mármol grueso en el centro al que se sujetaban los maderos en que se ataba a los condenados. (Paseos por Córdoba o sean apuntes para su historia, Tomo I, páginas 117 a 120).

Los autos de fe se celebraban en la Plaza Mayor llamada La Corredera, porque en ella se corrían toros, si bien en el siglo XVIII se celebraron a veces en el real convento de San Pablo y en ocasiones en la capilla de San Acasio de los Reales Alcázares. El lugar de ejecución, el quemadero, estaba en el Marrubial, en un campo junto al camino de Madrid por la puerta de Plasencia.

Obispo de Jaén don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce.
La Inquisición en Jaén después del rigor de los primeros momentos fue benevolente, en especial, cuando fue designado inquisidor adjunto el Obispo de Jaén don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce. La actividad inquisitorial episcopal debió ser generosa. Esto lo deducimos del hecho de que los ricos conversos giennenses a comienzos del siglo XVI pidieran a los reyes que se devolviese al Obispo de Jaén la jurisdicción sobre herejía; seguramente el hecho se debía a que el Tribunal de Jaén, por influencia del cruel inquisidor de Córdoba Lucero, había tomado una actitud muy rigurosa. Constatamos este hecho por un documento en el que unos arrendadores de rentas de alcabalas de Jaén otorgaron poder en 1507 para renunciar al arrendamiento dando como causa de esta decisión “la gran pestilencia e mortandad que en la dicha ciudad ha ávido como con la gran esterilidad del año e mengua del pan e frutos... e asymismo por la Santa Inquisición que ha sido e están presos munchos vecinos de la dicha ciudad (Jaén) cabdalosos mercaderes e tratantes” (66).

Tal vez se comprenda mejor esta actividad inquisitorial si tenemos en cuenta que actuaba por estos años en Jaén un hombre llamado Diego de Algeciras, que había trabajado antes con el inquisidor Lucero en Córdoba, y que era “testigo” profesional.

Las denuncias de éste llevaron a la cárcel a los conversos más ricos de Jaén. Se decía que Diego de Algeciras, por una comida era capaz de testificar las actividades judaizantes de cualquier converso. En estos años difíciles para los conversos se cuenta que un notario de la Inquisición de Jaén “encerró a una joven de quince años en una habitación, la desnudó, y la azotó con un látigo hasta que ésta se mostró de acuerdo en testificar contra su madre.” El historiador inglés Kamen dice a este respecto que la mayoría de los abusos de esta índole no procedían de los inquisidores, sino de los subordinados (67).

La labor de la Inquisición fue tan eficaz en la persecución de judaizantes en las primeras décadas de su actuación que a fines del siglo XVI parecía resuelto el problema de los judeoconversos. Así se comprende que Felipe II pidiera al Papa Pío V que autorizase al Gran Inquisidor, Cardenal Espinosa, a absolver a los judaizantes con suaves penitencias espirituales (68).

Se puede con esto llegar a pensar que los judeoconversos españoles, salvo excepciones, iban siendo asimilados por la población cristiana y que solo el prurito de los grupos de cristianos viejos mantenían enconadamente las diferencias; para la persistencia de éstas la misma Inquisición disponía colgar los sambenitos con los nombres y apellidos de los penitenciados por dicho Tribunal en determinadas iglesias de cada localidad (en Baeza, en la de San Pablo, en Arjona, en la de San Martín) con lo que se creaba un profundo abismo entre los judeoconversos y con ellos sus descendientes de un lado, y los cristianos viejos de otro, haciendo imposible la integración de los primeros (69).

Por otro lado, los libros de confesiones de personas reconciliadas, condenadas y penitenciadas por judíos que conservaba la Inquisición impedía la promoción social de los judeoconversos quedando teóricamente relegados sus descendientes en todo aspecto de la vida social (70).

No obstante, existe la creencia de que el converso español estaba ya ganado para la sociedad en que se desenvolvía y quería vivir en ella de acuerdo con las normas sociales que el uso imponía. Pero a fines del siglo XVI todo cambió con la presencia masiva de judeoconversos portugueses en los reinos de Castilla, hecho que se señala con fuerza en el de Jaén como se atestigua por el número considerable de escrituras de mercaderes de esa nacionalidad que figuran en los archivos de protocolos; se trataba de mercaderes de tejidos e hilos, especieros y algún que otro traficante de esclavos, normalmente ambulantes, sin vecindad en un comienzo; sin embargo, la entronización en Portugal de Felipe II dio pie a una penetración intensa de portugueses que se avecindaban en las distintas ciudades y villas (71).

Granada 27 de septiembre de 2021.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía y referencias de citas:

(1) López Barea, Oscar: Heráldica y Genealogía de los Linajes de Cabra de Córdoba, Doña Mencía y Monturque y de sus enlaces. Siglos XVI-XIX. Página 21.

(2) López Barea, Oscar: Heráldica y Genealogía de los Linajes de Cabra de Córdoba, Doña Mencía y Monturque y de sus enlaces. Siglos XVI-XIX. Página 22.

(3) López Barea, Oscar: Heráldica y Genealogía de los Linajes de Cabra de Córdoba, Doña Mencía y Monturque y de sus enlaces. Siglos XVI-XIX. Página 23.

(4) Ahumada Lara, Ignacio: Breve historia de Higuera de Arjona. 1995. Diputación provincial de Jaén, página 31.

(5) Revista de estudios Históricos, 1993, volúmenes 37-38, página 450).

(6). Palencia, A. de: Crónica de Enrique IV, editorial BAE, Libro VII, capítulo IX, página 85B.

(7) Cabrera Muñoz, E.: Violencia urbana y crisis política en Andalucía durante el siglo XV, en Violencia y conflictividad en la sociedad de la España bajomedíeval, Zaragoza, 1955, páginas 18 a 25.

(8) Cabrera Muñoz, E.: Violencia urbana y crisis política en Andalucía durante el siglo XV, en Violencia y conflictividad en la sociedad de la España bajomedíeval, Zaragoza, 1955, página 22, número 57

(9) Palencia, A. de: Décadas, Lib. VII, capítulo IX, páginas 87B a 88ª

(10) Archivo General de Simancas (A.G.S.), Registro General del Sello, 1485, folio 212.

(11) López Martínez, N.: Los judaizantes castellanos y la Inquisición en tiempos de Isabel la Católica, Apéndice IV, páginas 391 a 404.

(12) Ladero Quesada, M. A.: Grupos marginales, en La Historia medieval en España. Un balance historiográfico (1968-1998), Actas de la XXV Semana de Estudios Medievales de Estella. Pamplona, 1999, páginas 505 y siguientes, especialmente, páginas 525 a 533.

(13) Cabrera Sánchez, M.: Los regidores de Córdoba en 1480: Aproximación prosopográfica. Meridies, 3, 1996, páginas 61 a 88.

(14) Cabrera Sánchez, M.: Médicos, cirujanos y curanderos en Córdoba durante la segunda mitad del siglo XV. Anuario de Estudios Medievales, 26/1, Barcelona, C.S.I.C., Institución Milá y Fontanals, 1996, páginas 329 a 363.

(15) Cabrera Sánchez, M.: Médicos, cirujanos y curanderos en Córdoba durante la segunda mitad del siglo XV, AEM, 26/1, 1996, páginas 344 y 345.

(16) Cabrera Sánchez, M.: El problema converso en Córdoba. El incidente de la Cruz del Rastro, en La Península Ibérica en la era de los Descubrimientos, Sevilla, 1997, páginas 331 a 340.

(17) Palencia, Alonso de: Décadas, Lib. VII, capítulo X, página 89.

(18) Palencia, Alonso de: Crónica de Enrique IV, volumen 11, página 128.

(19) Palencia, Alonso de: Décadas, Lib. VII, capítulo IX, página 88.

(20) Palencia, Alonso de: Crónica de Enrique IV, Tomo III, Libro VII, capítulo IX, página 108.

(21) Escavias, P.: Repertorio de Príncipes de España, ed. del I.E.G. preparada por Michel García, Madrid, 1972, página 368.

(22) Real Academia de la Historia, col. Salazar y Castro, vol. D. 64 publicada por Michel García en B.I.E.G. número 53, páginas 15 a 20.

(23) Amador de los Ríos: Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, Madrid. 1960, página 639, nota 2.

 (24) A.H.P.J., Legajo 2, folio 16. Es un documento escueto de pocas líneas y no detalla número de personas, ni nombre de las mismas. Unos meses después, el 16 de mayo de 1485, los bienes de los condenados fueron confiscados (A.H.P.J. Legajo 2 folio 58).

(25) Llorente, J. A.: La Inquisición y los españoles, segunda edición, Madrid, 1967, páginas 224 y 225.

(26) Kamen, H.: La Inquisición Española, Barcelona, 1972, página 239. 

(27) Libro de autos de fe generales y particulares de la Inquisición de Toledo, fol. 100 r-100 v contiene la condena. Vid. Caro Baroja, J., o.c. T.° I, páginas 491 a 495.

(28) Canciller Ayala: Crónica del Rey don Pedro, B. A. E., Página 177.

(29) Ladero, M. A.: La población en el siglo XV, nota provisional, en Anuario de Historia Económica y Social, 2 (1969), página 480.

(30) Baer, F.: Die Juden im Christlichen Spanien, Tomo II, página 360, edición inglesa. Citado por Valdeón, J. en: Los judíos de Castilla y la revolución Trastámara.

(31) Calendario de Fernández de Tarancón, citado por Ximena, Obispos de las Iglesias Catedrales de la diócesis de Jaén y de los Anales eclesiásticos de este obispado, Madrid, 1664, página 367.

(32) Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, Madrid. 1960, página 463.

(33) Vañó Silvestre, R.: Desarrollo histórico del perímetro de Úbeda, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (B.I.E.G.), núm. 83, página 22, nota 11; del mismo y Vañó Esteban, M. C., Las murallas de Úbeda, B.I.E.G., páginas 45 y 55 del núm. 81.

(34) Cózar, F.: Noticias y documentos para la historia de Baeza, Jaén, 1884.

(35) Archivo Histórico Provincial de Jaén (A.H.P.J.) Legajo 28, folio 127, legajo 77, fol. 271, legajo 570, folio 1.277

(36) Toral Peñaranda, E.: Úbeda (1442-1510), Jaén, I.E.G., página 279.

(37) Archivo Histórico Provincial de Jaén, Legajo 2, folio 30 v.

(38) Título 51 de dichas Constituciones, Archivo Histórico Diocesano de Jaén (A.H.D.J.). Ejemplar manuscrito de 1492 en Archivo.

(39) Libro de los Estatutos, loables usos y costumbres de la Santa Iglesia de Jaén recopilados en sus verdaderos originales para su mejor gouierno, folio 42 r. (s. i.).

(40) León Tello, P.: Costumbres, fiestas y ritos de los judíos toledanos a fines del siglo XV en Simposio Toledo Judaico, Tomo II, páginas 67 a 90.

(41) Biblioteca Nacional (B.N.) papeles curiosos manuscritos, LIII (10.938). Citado por Caro Baraja, J. en Los judíos en la España Moderna y Contemporánea, Tomo III, página 387 y siguientes. Apéndice LVII, “El doctor Zapata y su caso”.

(42) Bernáldez, A.: Historia de los Reyes Católicos. En el capítulo XLIII se refieren diversas costumbres y argucias de los conversos judaizantes, páginas 598 a 600, Tomo LXX, B. A. E.

(43) Archivo Histórico Nacional: Inquisición de Toledo, Legajo 151, folio 117 v. El fragmento de este proceso en cuanto a la boda figura, en Caro Baroja, J.: Los judíos en la España Moderna y Contemporánea, Tomo III, Apéndice XLIV, páginas 393 y 394.

(44) Matute y Luquin, G. (seudónimo): Colección de los autos generales i particulares de fe celebrados por el Tribunal de la Inquisición de Córdoba, Córdoba, 1840, página 34.

(45) Domingo de Baltanás: “De la discordia de los linajes” en Apología sobre ciertas materias morales en que ay opinión, Sevilla, 1556.

(46) Ortega Sagrista, R.: La extinguida universidad de Santa Catalina, mártir de la ciudad de Jaén.  B.I.E.G., número 54, página 21.

(47) Domínguez Ortiz, A.: Los judeoconversos en España y América, Madrid, 1971, página 164.

(48) Sánchez Cantón, F. J.: Floreto de anécdotas y noticias diversas que recopiló un fraile dominico residente en Sevilla a mediados del siglo XVI, edición de 1948, páginas 383 y 384.

(49) Sánchez Gómez, J: Un discípulo del P. Ávila en la Inquisición de Córdoba. El P. Pérez de Valdivia, catedrático de Baeza, en Hispania, 1949.

(50) Beltrán de Heredia: Los alumbrados de la diócesis de Jaén en Bataillon, M.: Erasmo y España, capítulo IV.

(51) Domínguez Ortiz, A.: Los conversos de origen judío después de la expulsión en Estudios de Historia social de España, C.S.I. C. Madrid, 1955, Tomo III, página 275.

(52) Domínguez Ortiz, A.: Los conversos de origen judío después de la expulsión en Estudios de Historia social de España, C.S.I. C. Madrid, 1955, Tomo III, página 275.

(53) Domínguez Ortiz, A.: Los judeoconversos en España y América. Página 96.

(54) Archivo Histórico Diocesano de Jaén: Libro de Cabildos generales de 1556 hasta 1580, actas de 6 y 7 de mayo de 1560.

(55) Archivo Municipal de Jaén (A.M.J.), Libro de ingresos de cofrades de Santiago y Santa Catalina; sin foliación.

(56) A.H.N., Legajo 5.190, núm. 8. Vid. Martínez Bara, J. A.: Catálogo de Informaciones genealógicas de la Inquisición de Córdoba conservadas en el Archivo Histórico Nacional, I.E.G., 1970.

(57) A.H.N., Inquisición, leg. 5.245, núm. 4, en Martínez Bara, o.c. núm. 589.

(58) Así se dispone en la escritura de constitución de los estatutos de este colegio. A.H.D.J. Leg. 1 del colegio, fol. 1 v.

(59) Jaén legendario y tradicional, Jaén, 1959, páginas 269 a 272.

(60) En Leyendas y tradiciones iliturgitanas, Andújar, 1966, páginas 75 a 84.

(61) Matute y Luquin, G. (seudónimo): Colección de los autos generales i particulares de fe celebrados por el Tribunal de la Inquisición de Córdoba, Córdoba, 1840, página 13.

(62) Ordóñez de Ceballos, P.: Historia de Jaén, cap. XXXVII. Citado por Domínguez Ortiz, en Los conversos de origen..., página 278.

(63) Vida de San Eufrasio obispo y patrón de Andújar, cap. XXXII. Citado por Domínguez Ortiz en Los conversos de origen..., páginas 425 y 426.

(64) Martínez de Mazas, J.: Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén, Jaén, 1794, páginas 103 a 109, nota (a).

(65) Kamen, H.: La Inquisición Española, Barcelona, 1972, página 184

(66) A.H.P.J., Leg. 11, fol. 457 r/v. Escritura de 18 de septiembre de 1507 ante Fernán Gómez de Molina. Tarsicio Azcona ha estudiado en una ponencia presentada en el Symposium de Cuenca esta dura etapa originada por la Inquisición cordobesa que se reflejó en Jaén; el título del trabajo La Congregación General de 1508.

(67) Kamen, H.: La Inquisición Española, Barcelona, 1972, Página 67.

(68) Domínguez Ortiz, A.: Los judeoconversos en España y América, p. 58.

(69) A.H.N., Leg. 5.169, núm. 3_ Leg. 5.149 núm. 4 contienen lista de penitenciarios cuyos sambenitos colgaban de las iglesias de San Pablo de Baeza y San Martín de Arjona, respectivamente.

(70) A.H.N., Leg. 5.180, núm. 10, tiene un Libro de genealogías de Jaén en cuanto a determinados apellidos de familias penitenciadas en el siglo XVI.

(71) A.H.P.J., en Leg. 495, fol. 1.057, fol. 1.148; Leg. 574, fol. 608; Leg. 727, fol. 31 figuran escrituras de portugueses mercaderes en Jaén; antes de 1580 encontramos también documentos relativos a portugueses mercaderes normalmente ambulantes (Leg. 566, fol. 679).