PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

domingo, 23 de octubre de 2022

LOS DESCONOCIDOS REPOBLADORES DE LA HIGUERA ENTRE LOS AÑOS 1228 Y 1241, AL MENOS.

POSIBLEMENTE LA IGLESIA DE SANTA MARÍA DE ANDÚJAR, DE LA CUAL DEPENDÍA NUESTRA PARROQUIA, INICIASE LA DISTRIBUCIÓN DE LOS REPOBLADORES DE LA HIGUERA.

A diferencia de lo que ocurriera casi un siglo atrás, la ciudad y Castillo de Andújar (y sus aldeas: La Higuera, Villanueva y Marmolejo) constituye la primera de las ciudades de al-Andalus en ser conquistada por las milicias castellanas del rey Fernando III, aprovechando el favorable escenario que había propiciado la victoria de Las Navas de Tolosa en 1212.

Remontémonos a los días de finales de junio del año 1201, probablemente el día 24, festividad de san Juan, nacía el que iba a ser Fernando III de Castilla y de León en el camino de Salamanca a Zamora (en Peleas de Arriba), en el monte al que luego se trasladaría el monasterio bernardo de Valparaíso.

Castilla y León eran desde hacía cuarenta y cuatro años dos reinos distintos, separados y frecuentemente enfrentados. Fernando III era hijo del rey Alfonso IX de León y de la castellana doña Berenguela, hija primogénita de Alfonso VIII de Castilla. Aunque procedente de doble estirpe regia, Fernando no nacía como heredero de ninguno de los dos tronos: en León le precedía un hermanastro suyo, nacido hacia 1194 y llamado igualmente Fernando, hijo del Rey leonés y de doña Teresa de Portugal, que ya había sido jurado como heredero del Trono de León; mientras que en Castilla el heredero era igualmente otro Fernando nacido en 1189, hijo de Alfonso VIII y hermano de doña Berenguela, la madre de Fernando, que como hemos dicho había nacido posteriormente en 1201.

Fernando III de Castilla y de León, El Santo, el Rey que reunificó los reinos de Castilla y León.

https://www.youtube.com/watch?v=1hNn6YxJLXc

El matrimonio de sus padres no pudo mantenerse, pues había sido contraído sin la necesaria dispensa papal del impedimento de consanguinidad, pues el padre de doña Berenguela, Alfonso VIII de Castilla, el vencedor de la Batalla de Las Navas de Tolosa, era primo carnal de Alfonso IX de León. Ante los requerimientos de Inocencio III a los cónyuges para que se separaran, éstos rompieron su convivencia, tras seis años y medio de vida matrimonial (1197-1204) en los que nacieron cinco hijos, dos de ellos varones: el futuro Fernando III y su hermano Alfonso de Molina. Rota la convivencia de los padres cuando Fernando no había cumplido aún los tres años, la educación infantil de éste corrió a cargo de su madre doña Berenguela que había regresado a Burgos con su prole; más tarde la formación y la vida del pequeño infante se repartieron entre Burgos, donde era conocido como el leonés, para distinguirlo de su tío Fernando, heredero del Trono castellano y doce años mayor, y en León al lado de su padre, donde era llamado el castellano para diferenciarlo de su hermano mayor, también homónimo y heredero de la Corona de León. Además en Burgos, había nacido ya Alfonso, el 14 de abril de 1204, y otro hijo varón, Enrique, que igualmente precedía a doña Berenguela y a su hijo Fernando en el orden sucesorio castellano.

Berenguela de Castilla, La prudentísima, reina de Castilla y reina consorte de León. 

https://www.youtube.com/watch?v=du6GzQ-IrCM

Mas la muerte imprevista el 14 de octubre de 1211 de Fernando, el hijo y heredero de Alfonso VIII, a los veintidós años de edad, acercó al pequeño Fernando III al Trono castellano, del que sólo lo separaba su tío, el infante Enrique. En agosto de 1214 otra muerte igualmente impredecible, la de Fernando, el hijo de Alfonso IX de León, cuando rondaba los veinte años de edad, aproximaba también al futuro Fernando III al Trono de León.

Genealogía de Alfonso IX de León, ascendientes y descendientes.

El 6 de octubre de 1214 fallecía el rey de Castilla Alfonso VIII, el vencedor de las Navas de Tolosa, y lo sucedía en el Trono su hijo Enrique, un menor de diez años y medio de edad; veintiséis días más tarde fallecía la reina doña Leonor, por lo que recayó la tutoría y la regencia en doña Berenguela, pero al cabo de algunos meses las intrigas de los tres hermanos Lara forzaron la renuncia de la madre de Fernando y se hizo cargo de ambos oficios Álvaro Núñez de Lara. Las tensiones entre los hermanos Lara y los magnates que apoyaban a doña Berenguela se trocaron en choque armado y mientras aquéllos cercaban a doña Berenguela en Autillo (Palencia), en el palacio episcopal de Palencia un accidente de juego causaba graves heridas al rey Enrique I, a resultas de la cuales falleció el 6 de junio de 1217, cuando acababa de cumplir los trece años. En ese momento el futuro Fernando III se encontraba en Toro junto a su padre; doña Berenguela envió mensajeros para reclamar la presencia de su hijo, sin declarar nada de lo sucedido; Alfonso IX autorizó la partida del infante Fernando, que fue a reunirse con su madre.

Los Lara levantaron el asedio de Autillo, marcharon a Palencia y con el cadáver del rey Enrique abandonaron la ciudad, seguidos a corta distancia por doña Berenguela y los suyos. Los intentos de llegar a un acuerdo entre ambos bandos fracasaron, pues los Lara exigían que les fuera entregado el infante don Fernando, que estaba por esos días a punto de cumplir los dieciséis años, y quedara sometido a su tutela.

Doña Berenguela se estableció con su hijo Fernando en Valladolid, desde donde trataba de ganarse el apoyo de los concejos de la Extremadura castellana. Dichos concejos estaban reunidos en Segovia, deliberando para mantener una cierta unidad entre ellos, cuando, invitados por doña Berenguela, accedieron a trasladarse a Valladolid. El 2 o el 3 de julio los concejos congregados en el campo del mercado rogaron a doña Berenguela que acudiese ante ellos con sus hijos; allí tras reconocerla como reina y señora de Castilla, le rogaron que hiciese entrega del reino a su hijo mayor, al infante don Fernando, a lo que accedió en el acto la Reina, siendo así aclamado por todos Fernando III como rey de Castilla.

La primera tarea que tuvo ante sí el joven Monarca fue la pacificación del reino, superando la rebeldía de los Lara y logrando que su padre Alfonso IX, que había penetrado en el reino castellano como aspirante también a esta Corona, se retirara pacíficamente y depusiera sus aspiraciones; ambos objetivos eran alcanzados en el transcurso de los años 1217 y 1218. Al año siguiente, el 30 de noviembre de 1219, tuvo lugar en Las Huelgas Reales de Burgos el matrimonio de Fernando III con la princesa alemana doña Beatriz de Suabia, Beatriz era hija de Felipe de Suabia, emperador electo de Alemania en 1198 y que falleció en 1208, sobrina del emperador Enrique VI (1190-1197) y nieta de Federico I Barbarroja. Por parte de su madre, la bizantina Irene, era también nieta del emperador de Oriente Isaac de Ángel (1185-1204) y de su esposa Margarita, hija del rey Bela de Hungría. Con la elección de esta princesa extranjera quiso sin duda doña Berenguela evitar a su hijo la triste experiencia de una anulación matrimonial, ya que estaba unido por lazos de sangre a todas las casas reinantes en España.

Beatriz de Suabia, reina de Castilla y de León.

https://www.youtube.com/watch?v=oY9yVoI_iE8

Los primeros años del reinado de Fernando III transcurrieron en paz, pues desde 1214 se venían renovando las treguas firmadas por Alfonso VIII, poco después de la batalla de Las Navas con los almohades, treguas que continuaron observándose durante el reinado de Enrique I (1214-1217) y los cuatro primeros años del de Fernando III, esto es, hasta 1221. En este año las treguas se renovaron hacia el mes de octubre por tres años más, por lo tanto, hasta 1224. Las treguas fueron escrupulosamente observadas por ambas partes, a pesar del clima de cruzada creado en Europa por el concilio de Letrán de 1215 y promovido por el papa Inocencio III.

Al finalizar el mes de septiembre de 1224 expiraban las treguas suscritas entre Castilla y el Califa almohade; había que tomar una decisión que significaba la paz o la guerra, y en la toma de esta decisión quiso Fernando III que participara primero su curia ordinaria, reunida en el castillo de Muñó (Burgos) el domingo de Pentecostés, 2 de junio de 1224, y luego una curia extraordinaria de todos los magnates y prelados del reino convocada en Carrión de los Condes a principios del siguiente mes de julio. En ambas asambleas la decisión fue la misma: no renovar por más tiempo las treguas con el Califa almohade, que venían durando ya diez años completos.

Se cerraban así los siete primeros años de reinado de Fernando III, caracterizados por la pacificación y recuperación interior, por el sometimiento de los magnates y por el robustecimiento de la autoridad regia, todo ello destinado a la creación de un reino próspero, fuerte y unido a las órdenes del joven Monarca. Ahora se abría otra época de su reinado de veintiocho años de duración, que sólo acabó con su muerte, durante los cuales, sin pausa, ni desmayo y con el apoyo incondicional y entusiasta de su pueblo, Fernando III se consagró a extender sus fronteras a costa del enemigo musulmán, hasta acabar con el poder islámico, expulsándolo hacia África o sometiendo a vasallaje al último reino mahometano que quedaba en España, el de Granada.

Tras un largo periodo de treguas entre los años 1214 y 1224, y contando con Fernando III, el joven monarca de Castilla, consolidado definitivamente en el trono en 1217, cuando aceptó de manos de su madre Berenguela, un reino felizmente pacificado en todos los órdenes y una situación económica rehecha y prospera, se busca y propicia un pacto con el autoproclamado emir de la taifa baezana Allah Abu Muhammad al-Bayassì. Así lo refleja la Crónica latina de los Reyes de Castilla con estas palabras: “Rex Baecie tempore illo regi nostro adherebat(El rey de Baeza en aquel tiempo era aliado de nuestro rey Fernando) (1).

Allah Abu Muhammad al-Bayyasì, emir de la taifa baezana.

Abd Alláh ben Muhammad al-Bayyasì fue un noble almohade natural de Bayyasa (actual Baeza) que se alzó en contra del califa Al-Adil, nombrándose emir de Baeza. En 1224 llegó a controlar gran parte de las actuales provincias de Jaén, de Córdoba y la zona fronteriza del sur de Badajoz y Ciudad Real.

Abd Alláh ben Mohammad al-Bayyasì era hijo de Abu Abd Alláh Muhammad ben Umar (valí de Bayyasa) y bisnieto del califa Abd al-Mumin. Abd Alláh nació en la ciudad de la que era natural su padre y por ella se le dio el sobrenombre de “al-Bayyasí” (el Baezano).

Bajo el gobierno del califa almohade Abu Yaqub II al-Mustansir fue nombrado valí de Jaén pero este nombramiento no le duró mucho porque a la muerte de este, al-Bayyasí fue sustituido por Abu-l-Rabi b. Abu Hafs, tío del nuevo califa Abd al-Wahid al-Majlu. En vista de tal desaire, al-Bayyasì entró al servicio del otro aspirante al trono emiral, Abu Muhammad Adb Alláh al-Adil de Murcia. Este nuevo califa lo envió a reclutar nuevos adeptos para su causa, entre ellos a Abu Zayd (hermano de al-Bayyasí). Más tarde le encomendó tareas de más responsabilidad como la de someter Sevilla y obligarla a servir lealtad a al-Adil. Al-Bayyasí marchó con un numeroso ejército al que se le sumaron las tropas de Abu-l-Ula (valí de Córdoba y hermano de al-Adil). En Sevilla obligaron al valí Abd al-Aziz a someterse y el Califa marchó hacia allá para aposentarse en su nueva sede. Al-Bayyasì esperaba que se le recompensara con el nombramiento de valí de Sevilla, ya que había sido él, el que había conseguido la victoria, pero por el contrario, el califa al-Adil nombró para este cargo a su hermano Abu-l-Ula y al baezano le dio el gobierno de Córdoba, que era una plaza menos importante.

Negociación de Fernando III con Abd Alláh ben Mohammad al-Bayyasì.
 

Al-Bayyasì se vio defraudado y en Córdoba tomó la decisión de nombrarse emir independiente en 1224. Comenzó a conquistar tierras y se le sumaron nuevas poblaciones, entre ellas su natural Baeza, así consiguió abarcar un amplio territorio que comprendía las actuales provincias de Jaén, Córdoba, Badajoz y Ciudad Real. El califa respondió mandando a su hermano Abu-l-Ula, que reconquistó todas las plazas menos Baeza, donde se refugió al-Bayyasì y se rindió. Ese mismo año se volvió a nombrar emir, esta vez en Baeza, y desde esta plaza comenzó la nueva conquista de las tierras que le habían arrebatado. Ya que no tenía apoyos en el mundo islámico, los buscó en el cristiano, y así entró en contacto con Fernando III “el Santo”, rey de Castilla. Juntos participaron en los ataques a Quesada y Jaén, e hicieron frente a un nuevo ataque califal sobre Baeza que fue atajado a cinco millas de la ciudad.

La figura de ‛Abd Allāh el Baezano se sitúa en el contexto de la descomposición política del Imperio almohade posterior a la derrota de las Navas de Tolosa en 1212. Desde este momento la situación política en al-Andalus comienza a degradarse, produciéndose la aparición de caudillos locales que actuarán de forma independiente, fenómeno que ha llegado a ser calificado como “terceras taifas”. El Baezano, perteneciente a una familia que ejercía importantes funciones políticas con los almohades, representa la fugaz aparición del primer caudillo andalusí con ambición de crear un dominio estable, pero su efímero poder duró sólo dos años, entre 1224-1226.

El protagonismo del Baezano se remonta a 1224, momento en el que la descomposición interna de la dinastía almohade comienza a hacerse más fuerte. Ese año fue proclamado en Marrakech como nuevo califa almohade Abū Muammad ‛Abd alWāid, hasta entonces gobernador de Tremecén. Pero, al mismo tiempo, en Murcia se eligió a ‛Abd Allāh b. Ya‛qūb b. al-Manūr, sobrino del anterior e hijo de Yūsuf Ya‛qūb alManūr, elevado al califato con el sobrenombre de al‛Ādil. Era el 6 de marzo de 1224 e, inicialmente, el Baezano se unió a la causa del nuevo califa: según Ibn ‛Iārī, al-‛Ādil escribió a Abū Muammad b. al-Sayyid Abī ‛Abd Allāh b. al-Sayyid Abī Muammad al-Bayyāsī, entonces gobernador de Sevilla, para agradecerle que se revelara contra su tío y que apoyara su causa. Tras recibir la proclamación de la gente de Murcia, al-‛Ādil se dirigió hacia Sevilla, uniéndosele en el camino su hermano Abū l-‛Alā, y ‛Abd Allah al-Bayyāsī (el Baezano), donde recibió la aceptación de todo al-Andalus, excepto la zona del Levante, gobernada por el sayyid Abū Zayd, hermano del Baezano. Al-‛Ādil se estableció en Sevilla e hizo un cambio de gobernadores, poniendo al Baezano como gobernador de Córdoba y a su propio hermano Abū l-‛Alā al frente de Sevilla.

La alianza del Baezano con los almohades se rompió muy pronto, por motivos que se ignoran. Tal vez, como sugiere F. García Fitz, el Baezano interpretase como gesto de desconfianza el ser relegado del gobierno de Sevilla, la capital andalusí de los almohades, o puede que fuese inducido a ello por su hermano Abū Zayd, el único que no había mostrado su apoyo a al-‛Ādil. El cronista al-imyarĪ sugiere que entre ambos personajes no existía confianza, ya que el califa había manifestado malas intenciones hacia el Baezano, quizás debido a la actitud de su hermano, y que, atemorizado, ‛Abd Allāh al-Bayyāsī optó por refugiarse en Baeza. Sea de ello lo que fuere, no es absurdo pensar su ambición última fuese convertirse en el único soberano de al-Andalus y para ello no dudó en echarse en manos de los cristianos, lo que generó entre la población andalusí un sentimiento de desconfianza y animadversión hacia él.

Por dos veces al-‛Ādil trató de someter al rebelde encastillado en Baeza. Primero envió contra él un poderoso ejército dirigido por el gobernador de Sevilla, su hermano Abū-l-‛Alā, que lo asedió, llegándose a un pacto por el que el Baezano aceptó someterse, entregando incluso un hijo suyo como rehén. Pero ello no satisfizo al califa, siendo Abū l-‛Alā reprendido por su actuación. Un segundo ejército se dirigió contra Baeza, comandado por ‛Utmān b. Abī af, pero fue dispersado sin dificultad por el centenar de caballeros del Baezano y los cristianos que lo apoyaban. Fue, pues, en este contexto, donde se fraguó la alianza entre el Baezano y Fernando III, si bien las fuentes árabes afirman que una de las razones que motivó la retirada de Abū l-‛Alā fue el temor a la llegada de refuerzos cristianos, a los que califican como “protectores y aliados del señor de Baeza”. La colaboración entre ambos iba a ser muy provechosa, sobre todo, para el rey castellano, que tuvo dos dimensiones principales: la entrega de plazas fuertes y fortalezas y la realización de incursiones y cabalgadas. Es posible que el Baezano se declarase vasallo del rey, si bien tal circunstancia no consta en las fuentes.

Veamos algo de los hechos entre los almohades desde la batalla de Las Navas de Tolosa.

En la fecha del 16 de julio de 1212, en Navas de Tolosa se produce lo que para muchos historiadores es la batalla más importante de la reconquista. La derrota que sufrieron los almohades fue tal, que nunca se llegarían a recuperar del todo, siendo este el principio del fin de los almohades.

Se le achaca esta derrota a la cabezonería del Califa de los almohades que, por no escuchar a los líderes de al-Andalus, acabó perdiendo todo lo que había conseguido, ya que estos, llevaban luchando años contra los cristianos.

Los cristianos, consiguieron adentrarse un poco más y llegar hasta Úbeda, pero faltos de provisiones, tuvieron que parar su avance. Los almohades perdieron terreno pero se mantuvieron en las principales ciudades.

Los líderes y nobles almohades, hartos de que su califa no les escuchase y viendo que perdían cada vez más territorio, decidieron acabar con su vida, al-Nasir fue asesinado el 25 de Diciembre de 1213 cuando solo contaba con 35 años.

Le sucedió en el trono su hijo Abu Yaqub Yusuf II, que tomaría el nombre de al-Mustansir , quién desde el primer momento estaba completamente controlado por los jefes de las diferentes tribus (shajis).

Uno de sus primeros movimientos fue, establecer una paz con los cristianos castellanos, que tampoco tenían ahora una capacidad para atacar, ya que estaban pasando por momentos de hambruna y problemas políticos. Sólo los portugueses mantenían en vilo a los almohades.

Los portugueses, se centraron en recuperar la ciudad costera que al-Mansur les había tomado en 1192, Alcacer do Sal, y en octubre de 1217, los portugueses reconquistaron la fortificación haciendo rendirse a los defensores .

Yusuf II (al-Mustansir), mientras los portugueses amenazan en al-Andalus, en África comienzan de nuevo las revueltas en su contra, por lo que tienen que dividirse y empieza a perder en todos los frentes de batalla que tenía abiertos.

El 4 de enero de 1224, muere el califa de los almohades sin descendencia. Lo que provocará que los jefes de las tribus elijan a un veterano de la familia de los califas, al tío de al-Mustansir: Abd al-Wahid.

Pero al mismo tiempo, Abd Allah, se nombra califa en Murcia con el nombre de al-Adil. Este, consigue que casi toda al-Andalus se ponga de su parte y echar al califa al-Wahid de la península ibérica. A los pocos meses el al-Wahid será asesinado y conocido como al-makhlu, el desposado.

Ahora ya no quedaban más familiares y, el enfrentamiento, empezó a empeorar por dirimir quien tomaría el trono. Hubo un pequeño amago de al-Adil por unificar a todos los almohades, pero no acabó cuajando.

Las revueltas se sucedían y el califa al-Adil no fue capaz de salir de la maldición de los asesinatos, y el 4 de octubre de 1227 fue asesinado. Le sucedió su hermano al-Mamun.

Ahora, sería el turno de la rebelión de Ibn Hūd (que tomaría el nombre de al-Mutawakkil), quién se nombró califa y toda al-Andalus lo siguieron, a excepción de Valencia . Pero aún con esta unificación, no fueron capaces de detener a los cristianos quienes habían retomado su cruzada en la península.

En 1225, el gobierno almohade no pudo resistir más y acabó colapsado, teniendo que huir al norte de África, quedando aislado  en Sevilla Abu Zayd, el último califa almohade en al-Andalus.

Las circunstancias no podían ser más propicias para el inicio de las operaciones militares. El 6 de enero de 1224 había muerto el califa almohade al-Mustanşir (Yūsuf II); la desaparición del Emir había dado lugar a luchas intestinas en al-Andalus, destacando entre los rebeldes el llamado al-Bayassì, esto es, el Baezano, que, asediado en su ciudad de Baeza por el gobernador de Sevilla, no dudó en reclamar la ayuda del Rey cristiano. Respondiendo a esta llamada, el 30 de septiembre de 1224, salía de Toledo Fernando III y, unidas sus fuerzas a las del Baezano causaron grave quebranto a los enemigos, ya que conquistaron Quesada y no menos de otros seis castillos, que fueron entregados al aliado musulmán.


Castillos de Salvatierra, Borjalamel (Borjalimar, Baños de la Encina) y Capilla (Badajoz).
 
Esta alianza permitió repetir la entrada en al-Andalus al año siguiente, 1225, cuando los cristianos recorriendo las comarcas de Jaén, Andújar, Martos, Alcaudete, Priego, Loja, Alhama de Granada y Granada, y colocaron ya guarniciones permanentes en las fortalezas de Andújar y Martos, la primera custodiando la entrada en Andalucía por Puertollano o río Jándula, la segunda como una flecha clavada en el interior de la Andalucía islámica. La alianza con el Baezano se demostraba muy fructífera, sobre todo cuando éste, en el año 1226, logró apoderarse de Córdoba y, reconociéndose fiel vasallo del Monarca castellano, le ofreció los castillos de Salvatierra, Borjalamel y Capilla. Pero la guarnición de Capilla no obedeció las órdenes del Baezano y no entregó la fortaleza a Fernando III, por lo que a principios del verano de 1227 éste se puso en campaña para someter el castillo rebelde; estaba sitiando Capilla cuando recibió la noticia de que los cordobeses habían asesinado al Baezano, por lo que, tras rendir Capilla, pasó a Andalucía a asegurar la posesión de Baeza, Andújar y Martos. Este año y el siguiente se aceleró la desintegración del imperio almohade en la Península, dividiéndose en varios principados o reinos taifas, lo que facilitaría la conquista de al-Andalus por Fernando III.

Como ya hemos visto, el emir de la taifa baezana Allah Abu Muhammad al-Bayassí estaba cada vez más acuciado por el creciente poder almohade, y con el pacto con el rey castellano y su respaldo, inició una serie de hostilidades que le reportarían en unos pocos años, un aumento muy considerable del territorio de su reino por al-Andalus.

En origen , la entrada a Andalucía se realizaba por el Puerto del Muladar o Muradal, diferente al paso de Despeñaperros, abierto el trazado por el desfiladero desde el año 1779, a finales del siglo XVIII.

La primera de una serie de victoriosas campañas tiene su comienzo en el otoño de 1224, cuando el rey Fernando III cruza el puerto del Muradal, próximo a Despeñaperros, para llegar hasta Baeza. Desde allí, con el apoyo del ejército de su circunstancial aliado al-Bayassí, avanza con éxito por todas aquellas plazas, que en un tiempo anterior el emir baezano había perdido. Quesada fue asaltada, saqueada y sus muros arrasados por no pensar retenerla (2), así como otros cuatro castillos que hallaron vacíos (Latra, Tojar, Palos y Esnarer) y otros dos más el de Estenil y Espliego, cuyos defensores y pobladores pactaron con el rey castellano “que los dexase tan solamente con los cuerpos e quel daríen los castillos” antes de destruirlos (3).

Después continuaron por el territorio giennense bañado por el Guadalquivir repitiendo idéntico saqueo, con captura de gentes y el vencimiento de los adversarios musulmanes por la fuerza de cuantas fortificaciones y defensas iba encontrando a su paso.

Mucho más profunda y fructífera para los intereses del rey Fernando fue la campaña desarrollada al año siguiente en 1225. A su llegada a al-Andalus, en el mismo puerto de Despeñaperros, selló con al-Bayassí el pacto en el que el Baezano se reconocía vasallo, el primero que el monarca castellano firma con una autoridad musulmana andaluza. En virtud de este pacto el rey musulmán le prometió la entrega de las plazas de Martos y Andújar (con sus aldeas: La Higuera, Villa Nueva y El Marmolejo) y Jaén si lograba ocuparlas, así como cualquier otra fortaleza menor que el rey Fernando quisiera recibir por dichas tierras (4).

Resto de la muralla de Andújar.
Castillo o fortaleza deAndújar.

Los documentos del rey Fernando testimoniaban exultantes por espacio de casi un año, entre septiembre de 1225 y junio de 1226, el éxito de esta campaña: eo uidelicet anno Auen Mahomat, rex Baecie, deuenit uassallus meus et osculatus est manus meas”.

Juntos, ambos soberanos, dirigirán sus fuerzas aliadas contra la ciudad de Jaén, devastando toda su tierra a excepción de lo perteneciente al Baezano, y sometiendo a dicha ciudad a un férreo sitio durante varias jornadas, como lo muestra la Crónica latina de los Reyes de Castilla en su página 66: “Appropincuantes igitur nobili et famose ciuitati de Jaén, ipsam obsederunt et multis diebus impugnauerunt, omnesque, qui in eadem uilla erant, conclusos tenuerunt, ortos et uineas et arbores, et segetes deuastantes. Denigrata est facies illius nobilis ciuitatis florentis et uirentis super carbones, emarcuit terra, squalebant arura; decidit gloria prima”.

Después continuaron por Martos, Alcaudete y Priego, en las que, tras su ocupación, no se hizo daño a ruego de al-Bayassí; Loja fue tomada, Alhama sería arrasada al haber sido abandonada por sus pobladores, y la Vega de Granada, a la que evitaron estragar completamente tras un acuerdo al que llegaron con las autoridades granadinas. Un acuerdo propiciado por el lado musulmán, por el desnaturalizado Alvar Pérez de Castro, del lado musulmán, personaje que después sería tenente de la Andújar conquistada, y cristiana, a cambio de la entrega de un elevado número de cristianos cautivos (5).

Carta de Fernando III, otorgando al Concejo de Andújar los mismos términos que tuvo durante la época musulmana, en época musulmana el término de La Higuera (o Higueruela) y Villanueva pertenecían al Iqlim de Andújar. Dado en Úbeda a 12 de marzo de 1241.

A la conclusión de esta expedición militar el rey de Baeza procedió a la entrega al rey Fernando III de las fortalezas de Martos y Andújar con sus aldeas, tal como había quedado prometido en la formalización del pacto de vasallo suscrito entre ambos, así como otros castillos de menor importancia que se encontraban en manos de Abd Allah Abu Muhammad al-Bayassì. Así lo dice la Crónica de Veinte Reyes: “Cuenta la estoria que entonçes el rrey de Baeça entregó al rrey Fernando el alcáçar de Martos e de Andújar. El rrey dexolos a don Alvar Pérez, e diole cinquenta mil alfonsís para en tenencia e finco y el maestre de Calatrava e otros omnes bueno por fronteros. El rrey fízoles pleito que fuese con ellos al março, aviendo salud. Después tornóse para Toledo…”

Hemos de aclarar que lo que efectivamente se ocupaba por el rey Fernando III eran los castillos que amparaban ambas ciudades y sus distritos, pero no así las poblaciones que continuaban bajo el control de sus mismas autoridades y el gobierno superior del rey de Baeza Abd Allah Abu Muhammad al-Bayassì (6).

La toma de posesión debió perfeccionarse o completarse a fines de agosto de 1225, toda vez que cierto documento datado el 5 de septiembre en Toledo, (donde se encontraba ya el monarca castellano de regreso de su expedición andaluza), testimonia la tenencia ejercida sobre las plazas por el magnate Alvar Pérez de Castro, como relataba la Crónica de Veinte Reyes: “Aluarus Petri, tenens Martos et Andújar, conf.”

Alvar Pérez de Castro, designado por el rey Fernando como mando militar y gubernativo supremo de las dos fortificaciones, era un personaje tremendamente controvertido. Era miembro destacado del linaje castellano de los Castro, que había permanecido alejado de su tierra natal, principalmente al servicio del rey de León Alfonso IX, (marido de la reina de Castilla Doña Berenguela, ambos padres de Fernando III) entre los años 1220 y 1223 y posteriormente del rey moro de Granada hacia el año 1224, en este último caso, como afirma la Crónica latina de los Reyes de Castilla, desnaturalizado de su rey y origen y al servicio de los musulmanes granadinos, en nombre de los cuales negociara ante el rey Fernando III la salvación de la rica Vega Granadina en la expedición militar de 1225, tal como antes referimos.

Rey de León Alfonso IX, (marido de la reina de Castilla Doña Berenguela, ambos padres de Fernando III)
 
Como soldado de fortuna, algo habitual en estos siglos, tras su retorno a la obediencia del rey castellano, por el citado acuerdo, sería recompensado por éste con la tenencia de las primeras fortificaciones en manos cristianas por Andalucía. Alvar Pérez  de Castro, noble hijo de Pedro Fernández, que ya se había apartado de la amistad con los moros, se hizo vasallo de nuestro rey y recibió los castillos de manos del rey castellano, y los retuvo y defendió posteriormente durante largo tiempo con fidelidad y fuerza, simultaneando esta defensa con ataque a otros enclaves musulmanes (7).

Un cargo de tenente, que en el caso de Martos ejercitará presumiblemente desde agosto de 1225 hasta diciembre de 1228, fecha en la que Martos fue donado a la Orden de Calatrava,  y en el cargo de tenente de Andújar estuvo por lo menos hasta el otoño de 1234 (8).

En los meses sucesivos, el tenente Alvar Pérez de Castro desarrolló una intensa actividad bélica contra el gobernador almohade de Sevilla Al’-Adil y sus aliados, que culminará con la sumisión a la autoridad del rey de Baeza Al-Bayassí de la ciudad y reino de Córdoba, además de casi todas las villas y fortalezas que se ubicaban por esta parte del territorio andaluz hasta Sevilla (9).

Todas estas exitosas circunstancias, unidas a algún que otro revés, como el del Castillo de Garcíez, perteneciente al rey Baezano y defendido por el caballero castellano Martín Gordillo, que sucumbió a las fuerzas musulmanas sevillanas, precipitaron la presencia del rey castellano de nuevo en al-Andalus, cuando aún no habían llegado a pasar los tres meses de su partida de nuestra tierra.

Garcíez tuvo su propio castillo califal en el Cerro Cuchillo, en el valle medio del río Cuadros.
Mapa parcial de los pueblos de Sierra Mágina en el que con el número 3 podemos ubicar el Castillo perdido de Garcíez o Garcíes a 6 kilómetros de Bedmar.
 
A su regreso el rey Fernando se estableció en su plaza fuerte de Andújar, y celebro entrevistas en sus proximidades con el rey de Baeza, recientemente proclamado nuevo soberano de la recién conquistada Córdoba, exigiéndole, como vasallo suyo y en virtud del pacto sellado tiempo atrás, la entrega de aquellas fortalezas que desease en el reino de Córdoba. Al- Bayassí prometió la cesión al rey Fernando del castillo de Salvatiera, que tenían los musulmanes desde 1211, el de Borjalimar (Baños de la Encina) y el de Capilla, otorgándole en prenda de cumplimiento futuro de la así acordado, su Alcázar de Baeza. La entrega efectiva de las dos primeras debió acontecer a principios 1226, pues en abril de dicho año los diplomas regios ya testimoniaban su control por las fuerzas cristianas: “anno quo… Saluaterram et Borialamer, de manibus sarracenorum, liberata cultui reddidi christiano”.

Mayor complejidad presentaría la incorporación de la tercera fortificación pendiente de Capilla, la Cabala musulmana. Ante la férrea oposición presentada por sus defensores y pobladores, la rendición de su alcázar no acontecerá hasta bien entrado el verano de 1226, probablemente en el mes de julio, tras llegar a un acuerdo de capitulación con los mismos en virtud del cual podrían abandonar el lugar “con los cuerpos solamente”. El rey Fernando III hizo que los moros, sus esposas e hijos, con los bienes muebles, salieran y fueran llevados salvos, como había prometido, hasta el Castillo de Gahet (Belalcázar).

Mientras se acometía el sitio del castillo de Capilla por el rey Fernando, el rey de Baeza y Córdoba, Allah Abu Muhammad al-Bayassí, moriría decapitado a mano de los musulmanes cordobeses junto al castillo de Almodóvar en la primera quincena de julio de 1226.

La población de Córdoba se reveló, al parecer sospechando que el Baezano quería entregar la ciudad a los cristianos. Aunque trató de huir en dirección al castillo de Almodóvar, fue alcanzado en la misma cuesta del castillo y ejecutado. Su cabeza fue enviada a Abū l-‛Al~, el cual la mandó a su hermano el califa, a Marrakech, el cual, según las crónicas árabes, se ensañó con ella, golpeándola e injuriando al Baezano y a toda su familia.

Castillo de Almodovar del río, en cuyas inmediaciones fue decapitado Allah Abu Muhammad al-Bayyasí en la primera quincena de julio de 1226.
 
Su muerte llevaba aparejada dos trascendentales consecuencias políticas: de un lado, el rey pasó a considerarse desvinculado de la obligación de evacuar el alcázar baezano, aun después de haber tomado Capilla, amparándose para ello en un justificado deber moral de garantizar su tenencia para el hijo de su vasallo muerto, frente a los planes en sentido contrario de su enemigo el gobernador de Sevilla y hermano de al-Bayyasí, Abû-l-‘Ulâ.

La muerte de su fiel aliado y vasallo Allah Abu Muhammad al-Bayyasí dejaba tras de sí un gran vacío de autoridad, además de enorme incertidumbre y desconcierto entre las filas musulmanas, hasta el momento amigas, que colocaría a las guarniciones cristianas acantonadas en los Alcázares de Baeza, Andújar y Martos en una posición harto difícil, en el seno de unas ciudades de mayoritaria población musulmana, que se sentían cada vez más atraídas por el retorno a la obediencia almohade y de las que dependían, en última instancia, para su subsistencia diaria. Suponemos que debió ser esta compleja y novedosa situación la que abocara, finalmente, al rey Fernando III a decidir el asalto final a las ciudades cuyas defensas ya se encontraban de su mano, como medio de conjurar su posible pérdida a manos de unas envalentonadas autoridades almohades, tras la decapitación de al-Bayassí en las inmediaciones del castillo de Almodóvar donde pretendía refugiarse.

Entre julio y diciembre de 1226 quedaron definitivamente sometidas a la autoridad del rey Fernando III las fortificaciones de Capilla, Martos, Andújar y Baeza, además de las fortalezas de Salvatierra y Borjalamel (Baños).

De las tres ciudades Martos, Andújar y Baeza, únicamente de Baeza tenemos certeza absoluta del día en el que aconteció su conquista. Según al-Himyari, “los cristianos se apoderaron de Baeza el día de ‘Arafa de du’l-hiyya del año 623 (1 de diciembre de 1226)”, no teniendo sus pobladores” más recurso que dejar la ciudad y renunciar a sus bienes”, iniciando una diáspora “A través del país” probablemente a Quesada, Sorihuela, barrio del Albaicín de Granada, a la par que los cristianos permanecieron en la ciudad “sometiéndola a su autoridad”.

Foto antigua del barrio del Albaicín, su nombre viene de los musulmanes que ocuparon este barrio procedente de la taifa de Baeza, cuando fue desalojada de la población árabe. Abajo vistas del Albaicín hoy.

El apoderamiento tras la evacuación de la población musulmana fue la práctica habitual que el Rey Fernando desarrolló en las tres ciudades, temeroso de un posterior levantamiento que pudiera facilitar de nuevo su pérdida, a manos de los almohades. La Crónica de Veinte Reyes es clara a la hora de testimoniar tales extremos: “Dexaron la villa, ca fuéronse todos, que non fincó ninguno y, e fincó la villa toda quieta al rrey, e eso mesmo fincaron todos los de Martos, que non fincó y ninguno” (10).

La retirada de la población musulmana de las tres ciudades, planteaba el grave problema de la despoblación y el vacío demográfico de toda la zona de cada una de las tres ciudades y sus aldeas dependientes, a esta situación de la que se debía salir del paso con una intensa y rápida colonización, mediante el establecimiento de gentes cristianas venidas de otras latitudes del norte de Castilla. Era necesaria una colonización rápida para que no quedara debilitada la posición estratégica de estas tierras de una indudable e insoslayable importancia.

El control de cada una de estas plazas reportaba al rey castellano unos servicios importantes y diferenciados, pues la posesión del Castillo de Andújar constituía, en última instancia, una garantía con respecto al control efectivo del acceso a Andalucía por el puerto del río Jándula; y la del castillo de Martos, era la llave del puerto de Puertollano, autentica punta de lanza hacia el corazón del poder islámico imperante en aquellos años.

Alvar Pérez de Castro, apodado “El Castellano” como su padre, nació a finales del siglo XII.  Era hijo de Pedro Fernández de Castro (nieto de Alfonso VII el Emperador), heredó de su padre el apodo “el Castellano”. Su padre, Pedro Fernández había muerto en Marruecos, en 1214, expatriado a causa de su enemistad con Alfonso VIII de Castilla. Alvar Pérez recobró los derechos que su familia había perdido en ese Reino, pero no apareció en la Corte castellana hasta 1219, cuando ya ocupaba el Trono Fernando III.

Debido a sus diferencias con este Monarca, en 1225 Alvar Pérez de Castro se exilió en al-Ándalus, prestando sus servicios a varios emires de las taifas musulmanes. A finales de ese mismo año volvió al vasallaje de Fernando III, que le confió la defensa de dos castillos recién cedidos a Castilla por el rey musulmán de Baeza, ‘Abd Allah b. Muhammad al-Bayyasí, emparentado con la Familia Real almohade: Martos (cuya tenencia disfrutaría Alvar Pérez de Castro hasta 1228) y Andújar.

Según nos refiere La Crónica de los Veinte Reyes, por el ejercicio de su oficio encomendado por el Rey Fernando, Alvar Pérez  de Castro tenente de estas plazas, recibiría además de las rentas habituales propias de su cargo, la cantidad de 50.000 maravedíes de oro para el mantenimiento de las guarniciones de soldados destacadas en los dos castillos.

A partir de aquel momento, la actividad militar de Alvar Pérez de Castro se hallará muy ligada a la conquista de Andalucía. En 1225 él y otros nobles castellanos lucharon junto al rey musulmán de Baeza contra Sevilla, derrotando a las tropas hispalenses en el llano de al-Kars. Hacia 1231 Alvar Pérez de Castro dirigió, junto al infante Alfonso de Molina (hermano del Rey Fernando), una algarada por el valle del Guadalquivir, en cuyo transcurso venció al caudillo andalusí Ibn Hūd en las inmediaciones de la actual Jerez de la Frontera.

Alvar Pérez de Castro se encontró como tenente de Andújar y sus aldeas y Martos, inmerso en la repoblación de la zona que controlaba desde Andújar. Era el momento para invertir el tiempo en ese menester, debido al cuantioso botín de la última campaña de verano de 1231. Separado de su mujer Aurembiaix, desde 1228, la vida de Alvar Pérez de Castro se centró en la tenencia de Andújar, en la consolidación de esa amplia zona de frontera, que estaba muy cercana la ahora imponente ciudad musulmana de Córdoba, que en el futuro debía ser uno de los objetivos de conquista de Fernando III, y de él mismo como garante de la frontera.

Las dos severas derrotas sufridas por Ibn Hūd, primero con los leoneses en las pérdidas de Mérida y Badajoz, y más tarde con los castellanos, al mando de Alvar Pérez de Castro, con la humillante derrota en Jerez, supusieren una importante pérdida en la consideración de aquellos valores que habían encumbrado a Ibn Hud entre la población musulmana.

El proyecto político de Ibn Hūd se sustentaba sobre unas bases muy poco sólidas: “Sus colaboradores no mostraban dotes para ordenar, resistir y cimentar su reino duradero, cosechando en cambio repetidos y sonoros fracasos en sus enfrentamientos con los cristianos”, por lo que a finales de 1231, su capacidad de liderazgo estaba ya en franco declive.

Alfonso X, el Sabio, infante de Castilla.
 
Tras la campaña militar llevada a cabo por Alvar Pérez de castro en el verano de 1231, al lado del infante Alfonso, por orden del propio Fernando III, que tuvo como consecuencia una gran victoria por parte de las tropas castellanas, no solo por el desmoronamiento de la aureola de fama con la que se había emergido Ibn Hūd, como rey de al-Andalus, y el enorme descredito de los andalusíes que le habían apoyado, con el temor ahora de las represalias de un imperio almohade prácticamente desaparecido, sino también por la enormes riquezas traídas como consecuencia de un gran botín que le permitiría a Alvar Pérez de Castro pasar unos años tranquilos en Andújar reforzando la repoblación de la villa y sus tres aldeas: La Higuera, Villanueva y El Marmolexo.

Estos serían unos años difíciles, de cierta incertidumbre, de una calma tensa. Era la vida compleja y siempre alerta en la vanguardia de la frontera, en la punta de lanza de las posesiones territoriales del ahora reino castellano-leonés, y que dirigía Alvar Pérez de Castro desde Andújar, por lo que sería considerado por toda la casa real castellanoleonesa como el mejor guardián de la frontera. Un Pérez de Castro, que gracias a la exitosa campaña de Jerez, se había ganado la fama de ser el mejor capitán de frontera que tenía Fernando III. Los próximos años los dedicará Alvar Pérez de Castro a Andújar, siguiendo la consolidación de la repoblación de la villa e instará a Fernando III a que la dote de norma foral.

Mientras tanto Alvar Pérez de Castro vivirá expectante los movimientos surgidos dentro de al-Andalus, estando al tanto del nacimiento de un nuevo rey Muhammad Ibn al-Ahmar al-Nasr, natural de Arjona, pero también vivirá con cierto desahogo el que Fernando III retomase el pulso de la frontera, y tras varios años ausente recorriendo el reino de León, decidiera volver a continuar con las campañas militares del verano y otoño para intentar nuevas incorporaciones de territorios a su reino, correspondiendo en estos años la conquista de Úbeda.

Tampoco le favorecía a Ibn Hūd su tono modesto entre su plebe, ni agradaba a los nobles su aire populachero. Lo indudable es que le desprestigiaban sus fracasos militares ante la presión castellano- leonesa, y también que minaban su poder las exacciones de tributos que requería para hacer frente a los gastos de su despliegue militar (11).

De la misma manera que Ibn Hūd se autoproclamó independiente de al-Mamun, una situación de enorme debilidad militar y descredito político, propició que a Ibn Hūd le pudieran salir nuevos enemigos entre sus connaturales. Así surgirían nuevos líderes de entre los musulmanes andalusís, que descontentos con el liderazgo, vislumbraran la posibilidad de emerger como nuevos jefes referentes de la comunidad de al-Andalus.

En este contexto político no tardó en emerger un nuevo líder musulmán, y sorpresivamente surgiría al lado mismo de Andújar, La Higuera y El Marmolexo de las cuales era tenente Alvar Pérez de Castro, poblaciones que estaban haciendo frontera con la musulmana Arjona, y también estaba muy cercana a Martos, que ya estaba en manos de la Orden de Calatrava.

El líder musulmán Muhammad Ibn al-Ahmar al-Nasr pasaría a la historia como Mohammed I, primer rey de Granada y fundador de la dinastía nazarí.
 
De Arjona surge un nuevo líder musulmán Muhammad Ibn al-Ahmar al-Nasr, un musulmán de 37 años, natural de Arjona nacido en 1195, que el 18 de abril de 1232 fue proclamado emir en la mezquita de nuestra cercana Taifa de Arjona (12).

Muhammad Ibn al-Ahmar al-Nasr, aunque de origen humilde y trabajador, más conocido como el rojo, por usar este color en sus vestimentas frente al negro representativo de Ibn Hūd, que parece que después de su faena diaria en el campo, se dedicaba a hacer incursiones en las tierras castellanas recién conquistadas en los atardeceres, se sublevó en su ciudad natal Arjona, debido a la cercanía de esta tierra a la frontera que controlaba Alvar Pérez de Castro, y sobre todo por el “avance  castellano en las localidades circundantes de Lahiguera, Andújar y El Marmolexo, que puso a la taifa de Arjona en una grave situación de alerta y peligro, que llevó a Ibn al-Ahmar a decidir un levantamiento (13).

Los autores musulmanes perfilan a Muhammad Ibn al-Ahmar al-Nasr como “ un hombre austero, inclinado a la vida rústica, sencillo en el vestir, astuto, audaz, valiente y versado en todo tipo de estrategias para la guerra, cuya persona reunía, en fin todas aquellas virtudes que pudieran ser atribuidas al modelo tradicional del “sayj” beduino, por el prestigio personal ganado entre sus iguales, que lo respetaban por su autoridad moral. El arzobispo de Toledo lo describe lacónicamente como un hombre que no mucho antes de proclamarse emir “andaba tras la yunta y el arado”.

Muhammad Ibn al-Ahmar al-Nasr procedente de un antiguo linaje andalusí, que los historiadores musulmanes como origen del linaje a Sa’db Ubada, jefe de la tribu Jazray de Medina y uno de los ansar que auxiliaron al profeta después de la huida de la Meca a Medina (14).

Muhammad Ibn al-Ahmar al-Nasr, en poco tiempo se convirtió en señor de al-Ándalus oriental, gobernando Jaén, parte de Córdoba y luego Granada, sumándose también a su causa las villas y gobernantes de Porcuna y de Córdoba, aunque los cordobeses volvieran después a renovar obediencia a Ibn Hūd.

Paralelamente al levantamiento de Arjona, los sevillanos decidieron expulsar al gobernador de Ibn Hūd rigiéndose por un Consejo de nobles de la ciudad, a cuyo frente se encontraba Muhammad al-Badji, finalmente proclamado emir, que supo aliarse con el rey de Arjona, llegando a casarse con una hija de al-Ahmar, convirtiéndose en un aliado y vasallo del al-Ahmar, haciendo ambos frente a Ibn Hūd.

Mientras tanto la vanguardia castellana de la frontera, a cuyo frente se encontraba en Andújar, Alvar Pérez de Castro, continúa infringiendo duras y severas derrotas al enemigo, aplicando la teoría de divide y vencerás, como táctica en la que es sólo cuestión de tiempo y tacto político verlos caer a los litigantes musulmanes. Tanto Ibn Hūd como Muhammad Ibn al-Ahmar al-Nasr deciden entrevistarse con Fernando III para pactar unas treguas, ambas beneficiosas para Castilla y León, con el acuerdo de dejar latente el enfrentamiento contra Fernando III, para centrarse en unas guerras civiles entre los musulmanes de al-Andalus.

En 1232 Alvar Pérez de Castro  sigue alerta todos los acontecimientos de los enemigos, trabajando en la repoblación y consolidación de Andújar y sus aldeas, en toda el área de la frontera central con al-Andalus.

Mencía López de Haro fue la segunda esposa de Alvar Pérez de Castro, a la muerte de éste, Mencia casó con Sancho II de Portugal. 

 
En abril de 1234 Alvar Pérez de Castro acordó su matrimonio con Mencía, hija de Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya. La boda formaba parte de un pacto entre ambos nobles contra Fernando III, con el que estaban descontentos. De hecho, tomaron las armas contra el Soberano, si bien Alvar Pérezde Castro, refugiado en su recién fortificada villa de Paredes, se rindió en cuanto Fernando III hizo amago de asediarlo. El suceso estuvo a punto de desembocar en una nueva marcha del ricohombre a tierra de moros, pero finalmente el Monarca restituyó a Alvar Pérez de Castro su tierra y sus castillos. Para demostrar su confianza en él, en el verano de 1235 el Rey le encomendó atacar a Ibn Hūd. Después de un período de hostilidades, Alvar negoció una ventajosa tregua para Castilla.

En 1236, el de Castro fue uno de los principales artífices de la conquista de Córdoba, cuya tenencia al parecer le fue confiada. Desde 1236 hasta su muerte fue delegado de Fernando III en la ciudad califal y responsable de la defensa de la nueva frontera andaluza.

En el año 1228, el rey castellano Fernando tampoco faltó la campaña anual de quebranto y castigo del enemigo musulmán dirigida, como todas las demás, personalmente por Fernando III; al llegar a Andújar, donde se encontraba como jefe militar de todas las fuerzas de la frontera Alvar Pérez de Castro, recibió del gobernador almohade de Sevilla la oferta de 300.000 maravedís de oro, a cambio de que respetara sus tierras por un año; habiendo aceptado la oferta, Fernando III pudo talar impunemente las tierras de Jaén, que obedecían a Ibn Hūd. Al año siguiente, 1229, de nuevo el gobernador de Sevilla compró otra tregua de un año por otros 300.000 maravedíes; también Ibn Hūd, imitando al sevillano, pagó otra tregua con la entrega de tres fortalezas: Saviote, Garcíez y Jódar, que vinieron a aumentar la base castellana para futuras operaciones al sur del puerto Muradal. Desde esta base, en el año 1230, intentó Fernando III apoderarse de la ciudad de Jaén, a lo que puso cerco hacia el 24 de junio, pero ante la tenaz resistencia de la plaza, que aguantó más de tres meses de duro asedio, el Rey cristiano cejó en el empeño e inició el regreso hacia Castilla.

En el camino de retorno, al pasar por Guadalerza (Toledo), le llegó un mensajero de su madre doña Berenguela, que le anunciaba la muerte de su padre Alfonso IX en Villanueva de Sarria, el 24 de septiembre de 1230. Ante Fernando III se abría la posibilidad de acceder también al Trono leonés. Su madre salió a recibirlo a Orgaz y juntos siguieron hasta Toledo, donde madre e hijo deliberaron sobre la línea de conducta que convenía seguir. Aunque tenía a su favor la varonía, ante las reticencias de su padre y el no reconocimiento por parte de éste de su derecho a sucederlo, una vez que contra los deseos paternos había alcanzado el trono castellano, don Fernando se había procurado una bula del papa Honorio III, de 10 de julio de 1218, que le declaraba legítimo heredero del Trono leonés. A su vez Alfonso IX, ignorando los derechos de su hijo, venía, desde 1218, reconociendo en reiterados documentos y actos públicos, como sucesoras suyas, a las infantas doña Sancha y doña Dulce, hijas de su primera mujer, Teresa de Portugal. El conflicto estaba servido.

Por Ávila, Medina del Campo y Tordesillas, Fernando III se dirigió hacia el reino de León en el que entró por San Cebrián de Mazote y Villalar (Valladolid), donde fue acogido como Rey; reclamado por la ciudad de Toro fue en esta ciudad y su castillo reconocido también como Rey, lo mismo hicieron Villalpando, Mayorga y Mansilla a su llegada. En esta última villa tuvo noticias de que los obispos de Oviedo, Astorga, León, Lugo, Salamanca, Mondoñedo, Ciudad Rodrigo y Coria, con sus ciudades, se habían declarado por él, mientras que León se hallaba dividido en banderías; tras una espera en Mansilla, también en León triunfaban sus partidarios. Fernando III hacía su entrada en la ciudad regia, donde fue proclamado Rey, probablemente el 7 de noviembre de 1230. De este modo volvían a reunirse bajo un único Monarca los dos reinos separados setenta y tres años atrás.

Santa Teresa reina de Portugal, (1175-1250), primera esposa de Alfonso IX de León, primo suyo.Tuvieron tres hijos Sancha, Alfonso y Dulce. Después Alfonso IX casó con Doña Berenguela de Castilla de la que también se tuvo que separar por ser familiar suya.
Las infantas Sancha II y Dulce I fueron reinas de jure durante tres meses en 1230.Trás el acuerdo de doña Berenguela y doña Teresa se retiraron al Monasterio cisterciense de Santa María en Villabuena del Bierzo. Imagen tomada del Museo Etnográfico de la Montaña de Riaño.

Por esos días llegaban a León mensajeros de la reina doña Teresa que, con el apoyo de Zamora, había avanzado hasta Villalobos, dieciocho kilómetros al sureste de Benavente, trayendo proposiciones de paz. Doña Berenguela y doña Teresa, ésta con sus dos hijas, se reunieron en Valencia de Don Juan, el 11 de diciembre de 1230. El acuerdo logrado por ambas Reinas consistió en la renuncia de las dos infantas a sus derechos, a cambio de una pensión vitalicia de 30.000 maravedís anuales. Fernando de Castilla se convertía también en rey indiscutido de León. Tras el acuerdo de Valencia de Don Juan, dedicó lo que restaba de 1230, y los dos años siguientes a visitar la Extremadura leonesa, las tierras centrales de su reino en la Meseta y Galicia, para conocer a sus nuevos súbditos y ser conocido por ellos.

Esta ausencia del Rey, ocupado en los asuntos leoneses, no impidió que en el año 1231 dos ejércitos castellanos penetraran en territorio musulmán; el primero, movilizado y dirigido por el arzobispo de Toledo, que atacó y conquistó Quesada; el segundo, a las órdenes de Alvar Pérez de Castro, llevando consigo al infante heredero, el futuro Alfonso X, entonces de nueve años de edad, llegó en sus incursiones hasta Vejer (Cádiz). Sorprendido junto a los muros de Jerez de la Frontera por un ejército islámico muy superior en número, en una serie de ataques suicidas logró dispersarlo y aniquilarlo causando una mortandad tremenda y obteniendo un botín cuantioso. Ésta fue la última batalla campal reñida con el islam durante el reinado de Fernando III; a partir de entonces sólo se tratará de asedios de ciudades y escaramuzas durante los mismos, sin que los musulmanes osaran presentar en todo el resto del reinado fernandino una batalla en campo abierto.

Alfonso X de Castilla, Alfonso el Sabio. 

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La derrota de Jerez precipitó todavía más la descomposición y desunión en el territorio musulmán; en el año 1232 se proclamó independiente el gobernador de Arjona (Jaén), Muhammad Ibn al-Ahmar al-Nasr (Muhammad I), fundador de la dinastía nazarí que perduró en Granada durante más de doscientos cincuenta años. En ese mismo período en el sector leonés, los freires de Santiago y la hueste del obispo de Plasencia conquistaron Trujillo.

Unidas ya las fuerzas de Castilla y de León, en el año 1233 el rey Fernando reanudó las operaciones militares con la conquista de Úbeda, que se rindió en el mes de julio; al mismo tiempo el rey Jaime I iniciaba sus profundas incursiones en el Reino de Valencia.

En 1234, el rey Fernando estuvo ausente de la primera línea, porque tuvo que ocuparse de las graves discordias surgidas entre la Monarquía y algunos nobles, como Lope Díaz de Haro y Alvar Pérez de Castro; esto no impidió que los caballeros de la órdenes militares conquistaran en ese verano Medellín, Santa Cruz y Alange y que toda la comarca de Hornachos se entregara a los caballeros de la Orden de Santiago.

En 1235, resueltas las discordias nobiliarias, pudo Fernando III continuar sus campañas por Andalucía con la conquista de Iznatoraf y Santisteban; pero en ese mismo año tuvo que sufrir la pérdida de su esposa doña Beatriz, muerta en Toro el 5 de noviembre de 1235, después de dieciséis años de matrimonio bendecido con diez hijos, de los que sobrevivían ocho. Al año siguiente, 1236, se inician las grandes conquistas de Fernando III en la cuenca del Guadalquivir con las fuerzas unidas de Castilla y de León, a las que sólo pondrá fin en el año 1248 la toma de Sevilla.

En un audaz golpe de mano, un grupo de soldados de la frontera se apoderaba en la noche del 24 de diciembre de 1235 de algunas torres y de una puerta de la muralla cordobesa, que abrieron a un destacamento cristiano que se apoderó del barrio conocido como La Ajarquía y se hizo fuerte en él. Tan pronto como le llegó la noticia de lo sucedido, Fernando III marchó lo más aprisa que pudo hacia Córdoba, al mismo tiempo que ordenaba la movilización de los concejos castellanos y leoneses más próximos; los socorros llegaron puntuales para mantener y reforzar las posiciones ya obtenidas e iniciar el asedio de la ciudad, que tuvo que rendirse el 29 de junio de 1236. En los años siguientes toda la campiña cordobesa fue entregándose progresivamente al rey Fernando III mediante capitulaciones, que permitían por primera vez la continuidad de los musulmanes en sus hogares; no así en la sierra cordobesa, que tuvo que ser conquistada militarmente, y en la que no se toleró la presencia islámica.

A partir de 1224 y hasta el fin de sus días, Fernando III concentró todos sus esfuerzos en engrandecer las fronteras de su reino y en ultimar la recuperación de todo el territorio peninsular. Había recibido de su madre un reino, el de Castilla, de unos 150.000 km2; heredó de su padre otro reino, el de León, con otros 100.000 km2; había conquistado el territorio de un tercer reino de unos 100.000 km2 más ricos y feraces. No sólo se había ocupado de conquistas, tuvo también que entregarse a la repoblación cristiana de ese tercer reino andaluz que había ganado, efectuando llamamientos a castellanos, leoneses y gallegos para que acudieran a poblar las ciudades y los campos de Andalucía, ofreciendo y realizando entre ellos los repartimientos de casas y heredades.

Evolución de la Conquista cristiana en el siglo XV.
 

Por Andalucía y Murcia, los cristianos habían comenzado a encontrar castillos y ciudades que poseían términos antiguos y conocidos, la mayor parte cultivados, intensamente poblados por unas boyantes comunidades musulmanas a las que, cada vez con menor insistencia, se les va a exigir la evacuación o el exilio a otras tierras.

El reparto de las tierras y bienes conquistadas o entregadas suponía en aquella época una especie de obligación de los monarcas para las gentes que habían formado parte de las mesnadas reales, y habían participado en las operaciones militares para la capitulación, a la vez que les servía para pagar viejas deudas para con las órdenes militares o miembros del sector nobiliario.

El efecto repoblador conllevaba un acto jurídico de un considerable valor, como correspondía al reparto de sus heredades entre los nuevos pobladores venidos de Castilla. Este repartimiento de tierras que se pudo realizar en Andújar y sus aldeas de La Higuera, Villanueva y el Marmolexo, como ocurrió en otras tantas ciudades andaluzas, debió de documentarse por escrito en cada caso de todas y cada una de las donaciones realizadas entre ellos, hasta configurar un libro al efecto de los actos de donación individuales, que formo el llamado “Libro de repartimiento”, que suponía una especie de registro de la propiedad, dado que tenía todo el valor jurídico en el supuesto caso de pérdida o destrucción del título de propiedad extendido en su día a cada uno de los beneficiarios, y constituía una prueba irrefutable de propiedad en caso de juicio. Desgraciadamente no se conserva el libro de repartimiento para Andújar, si es que lo hubo, dado que Terrones, historiador andujareño del siglo XVI, afirmaba: “…que no hubo repartimientos, porque Andújar no fue ganada, sino entregada” (15).

Probablemente Terrones tuviera razón y no hubiera repartimientos en Andújar y sus aldeas con carácter generalizado, y en el ánimo de Fernando III y Alvar Pérez de Castro se encontrara la de convertir a este concejo, ahora pobre e incipiente, en un municipio importante, como le correspondería  a una población crucial para las futuras conquistas hacía en sur de Andalucía, por ello pronto se la dotó de personalidad jurídica y un término municipal fue ampliado (16).

No obstante, se han documentado, al menos, una serie de donadíos relativos a Andújar. En uno de ellos, Fernando III concede al obispo de Osma y Canciller real en 1233, Juan de Soria, el donadío integrado por ocho yugadas de heredad, doce aranzadas de viña, dos aranzadas de huerta (todas ellas medidas agrarias castellanas), la tercera parte de la fuente de los Baños, de la tejera y de la azuda (presa realizada en el río para tomar agua de riego y otros usos), así como dos casas en Andújar.

Otro importante donadío en Andújar es otorgado por Fernando III al maestre de la Orden de Santiago, Pedro González, mediante privilegio fechado el 17 de octubre de 1236, consistente en dos casas, diez yugadas de heredad en Cabeza Gorda (Cerro del Cabezo), ocho aranzadas de viña, una de huerto y un molino. En suma, se constata que al menos las tres órdenes militares de Santiago, Calatrava y San Juan, recibieron importantes donadíos en Andújar (17).

Junto a estos libros de repartimientos existían las llamadas nóminas de pobladores, que son documentos en los que se insertan quienes son los primeros pobladores de los municipios. Estas nóminas suelen ser de escasa fiabilidad, por cuanto suelen reiterar o repetir los nombres de pobladores de diferentes lugares, pero permiten hacernos una idea del linaje de los primeros habitantes de nuestras villas si los hubiese.

Que en Andújar el efecto repoblador había ya comenzado en tiempo del tenente Alvar Pérez de Castro, lo muestra la referencia a una especie de nómina de pobladores en la que se recogía el grupo primigenio de caballeros hidalgos y demás vasallos leales de Alvar Pérez de Castro, que, junto a él, quedaron tanto en Andújar como en Martos, de las que inicialmente el apodado “el Castellano”, mote heredado de su padre, era su tenente por nombramiento del rey Fernando III. Así se asentaron en la fortaleza primero, y luego en la villa de Andújar, junto al tenente Alvar Pérez de Castro, Tello Alfonso de Meneses, hijo de Alonso Téllez, el freire Bernardo de Aguilera Comendador del Templo de Jerusalem, Vicente Arias, Simón Pérez de Cea, Gonzalo Saldaña, los hermanos Garci y Diego, procedentes de los Pérez de Vargas de Toledo, héroes del asedio a Jerez, y de los que se contaron grandes hazañas. También aparecen como pobladores primigenios de Andújar: Gómez Díaz, Ruy Vélez de Garnica, Diego de Hitero, Juan de Hitero su hijo, y Ruy Gómez Camacho. Pobladores que según Terrones: “Consta de la fundación y libro de la Cofradía de los Cavalleros que en la Iglesia de Santa María de dicha ciudad fundaron los susodichos con los demás hidalgos, a honra del nacimiento de la Virgen nuestra Señora” (18).

Terrones los identifica como los primeros fundadores de la Andújar castellana, sus primeros pobladores encargados de guarnecer y fortificar la ciudad, haciendo de ella la principal plaza de armas en la vanguardia del Reino de Castilla.

De este movimiento repoblador existente en Andújar, queda constancia a través de otro dato documental facilitado por Terrones y Argote, por el que ambos transcriben los estatutos de la cofradía o hermandad de Santa María de los hijosdalgo, a la que hacía referencia Terrones, y que data de 1245. A la nómina e pobladores iniciales de esta cofradía, Terrones indica que en los próximos años, sin especificar fecha, fueron entrando nuevos miembros, identificando con nombres y apellidos hasta alrededor de sesenta personas, algunos de los cuales son de fechas muy posteriores al periodo del que hablamos. Así se cita en esta nómina a Pedro de Escavias que vivió en Andújar en la segunda mitad del siglo XV (19).

Quiere ello decir que entre los primeros pobladores, entre 1226 y 1228, se fueron asentando otros conforme avanzaban los años. Nada es de extrañar que muchos caballeros que aparecen en esta cofradía o hermandad acompañaran a Alvar Pérez de Castro, con el ánimo de seguir repoblando la zona, les pidiera a algunos o a muchos de ellos que se quedaran en Andújar para seguir fortaleciendo la villa, que aún en estos años seguía siendo la villa a la vanguardia de Castilla en el territorio de al-Ándalus.

El encabezamiento y protocolo final de las escrituras de la cofradía reiteran prácticamente los mismos hidalgos citados anteriormente, citándolos de nuevo expresamente, junto a otros tantos, “todos vecinos y habitantes de la villa de Andújar (…) a la cual vinieron á morar muchos fijosdalgos y caballeros, y entre ellos fue ordenada esta cofradía y Hermandad por devoción de la Madre de Dios y á ella ruegan les preste su favor ante el justo Juez Ihesu Christo su hijo”.

De entre las reglas de esta hermandad se citan: la exigencia de pertenecer al estado nobiliario para su ingreso y el precio a pagar por el mismo en la hermandad, “veinte blancos de moneda”; la existencia de dos alcaldes y un prior, elegidos por y de entre ellos de forma bianual, al día siguiente de la fiesta de Santa María; también el respeto a la ortodoxia cristiana y a su señor el soberano Fernando III. Destacaban también como principios básicos de la hermandad, la ayuda mutua entre los hermanos hidalgos y el mantenimiento del bien y del orden público de la villa de Andújar.

Sin duda que junto a estos caballeros hidalgos, y quizá vasallos de estos mismos, o del propio Alvar Pérez de Castro, se asentaron en Andújar, como en Baeza o Martos, otros tantos soldados, almogávares o peones, a los que sumar a los anteriores. Nos queda constancia de que Alvar Pérez de Castro se dedicó a entrenar a estos soldados en el buen arte de la guerra en la frontera, no solo a través de las armas, sino también de la inmersión lingüística, enseñándoles árabe para que pudieran comprender a los cautivos de sus algaradas periódicas  o a entender a sus enemigos si eran hechos cautivos.

Andújar se convirtió, gracias a la labor de Alvar Pérez de Castro, y a los deseos de consolidación de la frontera de Fernando III, en un centro de recepción de nuevos pobladores venidos de Castilla. Así, desde la conquista definitiva en julio de 1226, abonada la situación de calma por las treguas firmadas en el otoño de 1228 con los almohades, se abría un periplo de tiempo, al menos hasta 1235 en el que Alvar Pérez de Castro dirigía como tenente el gobierno de Andújar, y en el que gentes procedentes del interior del Reino de Castilla, se irían asentando como nuevos pobladores en Andújar y sus tres aldeas: La Higuera, Villanueva y El Marmolexo. De esta forma se fue consolidando progresivamente una mínima organización institucional del nuevo concejo emergente de la villa de Andújar y poco a poco se iría extendiendo a sus tres aldeas dependientes del concejo andujareño. Tal como puede constatarse en la villa de Baeza, también incorporada a Castilla y cuya tenencia ostentaba el señor de Vizcaya, Lope Díaz de Haro. Si el “ Kalendario de los jueces de Baeza”, al que hacía referencia Ximena Jurado, fuera autentico, debía estar establecida esta mínima organización institucional desde el año 1228, coincidente con el inicio de la repoblación en Andújar, en el que se documenta la existencia del primer juez, Muño de Priego (20).

No obstante, y como afirma González Jiménez, gracias a un documento fechado en 1230, en el que figuran varios personajes baezanos de primera hora, y cuyos nombres debieron figurar en el repartimiento original de tierras de los nuevos pobladores, es en esa fecha cuando comienza realmente el proceso de repoblación de la tierra baezana. En dicho documento, ya se vertebra una incipiente, pero sólida organización institucional. En el documento se hace referencia a la existencia del representante de Lope Díaz de Haro, en la tenencia de la fortaleza, el alcaide Martín González de Mijancos, quizá el mismo Martín Gómez de Mijancos que también sería nombrado alcalde de la tenencia de Andújar, y también figuran como firmantes un juez, Esteban Pédrez, tres alcaldes, Domingo García, Pedro Domingo y don Bartolomé, y un jurado del Rey, llamado Martín Díaz.

Un diploma posterior de 1236 confirma el nombre de estos pobladores aunque con alguna variación en el cargo (21).

Comprobamos, a la luz de estos documentos, como al menos ya se encontraba instalada en Baeza en el año 1230 una organización institucional primigenia.

Fernando III concedió A Andújar una versión del fuero de Cuenca, al igual que haría en otras ciudades del Reino de Jaén, tales como Baeza, Úbeda, Sabiote, Iznatoraf o Quesada, entre otras. Como en el caso del resto de las villas a las que se otorgó esta forma foral, tampoco para Andújar conservamos documento original que nos permita datar la concesión, ni el volumen de normas que incorporaba, es decir, si se trataba de una concesión general del Fuero de Cuenca, ahora aplicable en Andújar, y que al menos sabemos que fue reformado en marzo de 1241, dos años después de la muerte de Alvar Pérez de Castro. Constancia de esta reforma  queda cuando el 10 de marzo de 1241, el propio Fernando III, con ocasión de cierta visita a Córdoba, en función de la cual el 3 de marzo, una semana antes, concedía a Córdoba un fuero procedente en este caso de la versión de Toledo y no de Cuenca. Cuando regresaba el rey a Toledo, se detuvo en Andújar donde vio con sus propios ojos el fuero anteriormente concedido, y viendo que algunos preceptos eran improcedentes procedió a su reforma: “Conoscida cosa sea de todos que esta carta vieren como yo don Fernando , por la gracia de Dios rey de Castilla (…) en viniendo de Córdoba pasé por Andújar e vi las leyes del fuero que avien” Se eliminaba, por un lado, la responsabilidad colectiva en una familia por la comisión de un delito para fijar el principio de personalidad de la pena, de tal manera que esta sigue al autor del delito: “Que no lazre sufrir o padecer uno por otro, ni padre por fijo, nin fijo por padre, nin marido por muger, nin muger por marido más el que ficiese tal mal fecho él solo lazre”. Por el segundo precepto se deroga toda prueba judicial basada en lid, combate judicial, duelo o enfrentamiento armado entre litigantes, de naturaleza ordálica, y concepción objetiva y privada de justicia (22).

Leyes del Fuero de Andújar. Folio 1r. Museo Lázaro Galdiano. Madrid.

El contenido del Fuero de Andújar, derivado de la versión de Cuenca, hay que enmarcarlo en el desarrollo de una amplia autonomía municipal, muy acorde con las pretensiones de Alvar Pérez de Castro, conocedor de la complejidad que estaba teniendo la repoblación de la zona por ser frontera que exigía importantes privilegios para fomentarla. Los privilegios incorporados en la versión de Andújar, procedente del Fuero de Cuenca, debe ser entendido “como epígono o quintaesencia del derecho de frontera”.
Fuero de Andújar. Folio 4r. Museo Lázaro Galdiano. Madrid.
 

En el Fuero de Andújar, por ser una zona de frontera, las normas concedidas a Andújar van a primar a un grupo social que por poseer casa habitada, armas y caballo superior a una cierta cuantía económica, le va a ser reservado el acceso a los oficios públicos, y casi el protagonismo de la vida municipal. Nos referimos a la caballería villana por habitar en la villa o de cuantía, por gozar de posición económica, que gozará de un estatus especial dentro del régimen privilegiado general.

La autonomía municipal de la que gozaba Andújar también se observa, por ejemplo, en la actuación judicial de los alcaldes municipales. Sometidos a un principio formal de imparcialidad e igualdad a la hora de administrar justicia, la norma aplicable a los encausados siempre será el fuero de Andújar en todas sus instancias. Desde la sentencia dictada en primera instancia por el alcalde en la puerta del juzgado, pasando por la apelación al tribunal de los alcaldes el viernes, hasta la tercera instancia en la que se apela a la Carta o Libro del Fuero, en todas ellas dicha decisión se sujeta a la norma foral. Tan solo si la cuantía superaba los diez mancales (moneda de vellón de la Castilla del siglo XIII) el particular podía acudir directamente al Rey.

Andújar también será privilegiada en materia tributaria al establecerse en el fuero como norma general la exención de gravámenes fiscales a los vecinos, con la excepción del mantenimiento de las murallas de la ciudad.

La versión el fuero de Cuenca concedido originalmente a Andújar no se conserva. No obstante, se ha conservado y editado una excelente edición de una versión del Fuero, con un magnifico estudio introductorio de Martínez Llorente y una impecable trascripción de González Díez. Una edición que según se indica en el estudio podría haberse encargado por el Príncipe de Asturias, el infante don Enrique, hijo de Juan II, toda vez que recibe como señorío de realengo las poblaciones de Andújar, Baeza, Úbeda t Jaén, con todos sus ´términos el 22 de mayo de 1445: “Como señor de la villa ( de 1445 a 1454) a la que se elevaba por este diploma, a la categoría de ciudad, por lo que resulta altamente probable que el príncipe don Enrique, futuro rey Enrique IV, auspiciara la redacción  y confección del código comprensivo del derecho foral de su población” (23).

Se trata de una norma foral que identifica un total de 674 leyes, con numeración romana, denominadas títulos en el fuero, precedido de un incompleto índice, que a su vez identifica estas leyes no como títulos, sino como capítulos.

Fuero de Andújar. Folio 8r. Museo Lázaro Galdiano. Madrid.
 

El Fuero dedica una importante cantidad de preceptos a la regulación de la organización del concejo, con la elección de los principales oficios de magistratura, tales como Juez, y Alcaldes, así como a la regulación de otros oficios auxiliares como el escribano, sayón, almotacén, andador, cogedor o portazguero. Por otra parte, el resto del texto podría estructurarse en normas que regularían aspectos de la vida privada de los moradores de la villa y sus aldeas, tales como la familia, matrimonio, filiación, obligaciones, contratos, o a regular las actividades mercantiles realizadas por los oficios menestrales, tales como los zapateros, pellejeros, alfayates, sastres, tenderos, tintores, taberneros, levadores, tejeros, olleros, carniceros, carpinteros, herreros u orfebres. Otro cuerpo importante de normas está dedicado al establecimiento de delitos y penas, así como a los aspectos procesales para la exigencia de responsabilidad penal. Se regulan así aspectos tales como delitos de daños sobre personas o bienes, contra la propiedad como allanamiento, hurto, robo, o contra las personas como los delitos contra la vida, homicidio y asesinato, aborto, y otros como violación, injurias y calumnias, etc. (24).

A la muerte de Fernando III estaban ya repoblados, al menos oficialmente, los reinos de Jaén y de Córdoba, por ello las actuaciones repobladoras impulsadas por su hijo Alfonso X en estos territorios estuvieron encaminadas más bien a completar la tarea llevada a cabo por su padre. Después de 1264, las escasas intervenciones de Alfonso X en la repoblación del alto y medio Guadalquivir se redujeron a ordenar, tras la revuelta mudéjar, el repartimiento de alguna villa cordobesa.

Granada 23 de octubre de 2022.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía:

(1) Crónica Latina de los reyes de Castilla, Edición Charlo Brea, Luís; Cádiz, 1984, página 64.

(2) Al-Himyari, Ibn Abd al-Mumin: Kitab ar-Rawd al-Mi’ta. Traducido por Maestro González, María del Pilar, Valencia, 1963, páginas 331 y 332.

(3) Crónica de Veinte Reyes, edición Ruíz Asencio, José Manuel, Burgos, 1991, Libro XIV, Capítulo VII, Página 300.

(4) González, Julio: Reinado y diplomas de Fernando III. II Diplomas (1217-1232), Córdoba, 1983, documentos 206 a 216.

(5) Crónica Latina de los Reyes de Castilla, edición Charlo Brea, Luís. Cádiz, 1984, páginas 66 y 67.

(6) Martínez Diez, Gonzalo: La conquista de Andújar: su integración en la Corona de Castilla, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 176-2 (2000), página 624.

(7)  Crónica latina de los Reyes de Castilla, página 67.

(8) González, Julio: Reinado y diplomas de Fernando III. Volumen I, página 141.

(9) Al-Himyari: Kitab ar-Rawd al- Mi’ta, páginas 122 a 124.

(10) Crónica de Veinte Reyes. Libro XV, Capítulo XIII, página 303.

(11) González, Julio: Reinado  y Diplomas de Fernando III, Volumen I, página 317.

(12) Boloix Gallard, Bárbara: De la Taifa de Arjona al Reino Nazarí de Granada (1232-1246). En torno a los orígenes de un estado y de una dinastía. Instituto de Estudios Giennenses, Jaén, 2005, página 60.

(13) Boloix Gallard, Bárbara: De la Taifa de Arjona al Reino Nazarí de Granada (1232-1246). En torno a los orígenes de un estado y de una dinastía. Instituto de Estudios Giennenses, Jaén, 2005, página 61.

(14) Aguirre Sadaba-Jiménez Mata: Introducción al Jaén Islámico, página 242.

(15) Terrones de Robres, Antonio: Vida, Martyrio, Translación y Milagros de San Euphasio obispo y patrón de Andújar: Origen, Antigüedad y Excelencias desta ciudad, privilegios de que goza y varones insignes en santidad, letras y armas que a tenido. Granada 1657, edición facsímil, Jaén 1996, página 102r.

(16) Chamocho Cantudo, Miguel Ángel: Alvar Pérez de Castro (C. 1196-1239) Tenente de Andújar. Frontero de al-Ándalus, página 163.

(17) Martínez Llorente, J: La ciudad de Andújar y su Fuero. Un estudio histórico-jurídico, en: El Fuero de Andújar. Estudio y Edición, coordinado por González Díez, Emiliano; y Martínez Llorente, Félix J., Jaén, 2006, páginas 28 y 29.

(18) Terrones de Robres, Antonio: Vida, Martyrio, Translación y Milagros de San Euphasio obispo y patrón de Andújar: Origen, Antigüedad y Excelencias desta ciudad, privilegios de que goza y varones insignes en santidad, letras y armas que a tenido. Granada 1657, edición facsímil, Jaén 1996, página 88r.

(19) Terrones de Robres, Antonio: Vida, Martyrio, Translación y Milagros de San Euphasio obispo y patrón de Andújar: Origen, Antigüedad y Excelencias desta ciudad, privilegios de que goza y varones insignes en santidad, letras y armas que a tenido. Granada 1657, edición facsímil, Jaén 1996, página 88r-v.

(20) Ximena Jurado, Martín: Catálogo de los obispos de las iglesias catedrales de Jaén y anales eclesiásticos de este obispado, edición facsímil, Granada, 1991, página 116.

(21) González Jiménez, Manuel: Baeza después de la conquista castellana. Reorganización y organización de un espacio, en: Fuero de Baeza. Universidad de Jaén-Ayuntamiento de Baeza, Jaén, 2010, páginas 39 y 40.

(22) Martínez Llorente, J: La ciudad de Andújar y su Fuero. Un estudio histórico-jurídico, en: El Fuero de Andújar. Estudio y Edición, coordinado por González Díez, Emiliano; y Martínez Llorente, Félix J., Jaén, 2006, página 41.

(23) Martínez Llorente, J: La ciudad de Andújar y su Fuero. Un estudio histórico-jurídico, en: El Fuero de Andújar. Estudio y Edición, coordinado por González Díez, Emiliano; y Martínez Llorente, Félix J., Jaén, 2006, página 50.

(24) Martínez Llorente, J: La ciudad de Andújar y su Fuero. Un estudio histórico-jurídico, en: El Fuero de Andújar. Estudio y Edición, coordinado por González Díez, Emiliano; y Martínez Llorente, Félix J., Jaén, 2006, páginas 59 a 63.