PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

miércoles, 20 de marzo de 2019

LA PRESENCIA ESPAÑOLA EN LA ISLA DE SULAWESI Y DATOS DEL CONTEXTO DE MISIÓN EN MANADO INCLUIDOS EN LA RELACIÓN HECHA POR FRAY BLAS PALOMINO EN FECHA 23 DE JUNIO DE 1619.



DATOS DEL ARCHIVO FRANCISCANO IBÉRICO-ORIENTAL SOBRE LA EVANGELIZACIÓN EN MANADO.

Resulta increíble pensar que el principal motivo por el que se organizaron las arriesgadas expediciones de los europeos hacia Oriente en los siglos XV y XVI fuese por ir a buscar especias. Pero fue así, buscaban esas mismas especias que hoy encontramos en cualquier supermercado a precios irrisorios; pero que en la Edad Media había que ir a buscar a la única zona del planeta donde se producen en las llamadas Indias Orientales.
El lugar geográfico, que los europeos ansiaban alcanzar a toda costa, era las Islas de las Molucas, también conocidas como las Islas de las Especias por la cantidad de clavo y nuez moscada que producían. Más difícil de creer es el alto precio que se pagaba por lo que hoy vale tan poco. El motivo de que fuese a tan alto precio era el largo y peligroso viaje que había que realizar para poder conseguirlas. Y la opción de no ir a por ellas era impensable, Europa necesitaba las especias  para mantener comestible una carne que se deterioraba y era plato preferido de muchas mesas dispuestas a pagar tan preciado producto, que mantenía la carne casi en mal estado todavía con un sabor agradable. Era una época en la que no existían medios de conservación de alimentos y fuera de la neveras o pozos con nieve mientras el calor lo permitiera, era esencial una especia que pudiera conservar y disimular el mal estado de la carne, al menos lo suficiente como para hacerla agradable al paladar.
Marco Polo, comerciante veneciano que organizó la ruta de la seda e inició el comercio pionero entre Oriente y Occidente.
Caravana de la ruta de la seda.
Mapa del recorrido de los comerciantes europeos de la Ruta de la seda.
Tapiz persa de los viajes de Marco Polo.
En la Edad Media, el comercio de las especias estaba en manos de los mercaderes árabes y de los italianos. Este comercio funcionaba primero con la compra de los árabes en la India, y desde allí las transportaban por mar y por tierra hasta el Mediterráneo oriental, donde se las revendían a los comerciantes italianos que se acercaban hasta allí con sus barcos, quienes a su vez las revendían por Europa. Cuando un saquito de pimienta llegaba a la cocina de un europeo había navegado enormes distancias en barcos pocos seguros y expuestos a piratas, había atravesado desiertos y frías montañas en caravanas, y había pasado por decenas de intermediarios.
Mercaderes del siglo XV en Oriente.
Además, tras la caída de Constantinopla en 1453, el Imperio Turco Otomano tomó el control de Asia Menor, Egipto, Grecia... en definitiva, toda la zona del Mediterráneo Oriental, la única puerta de entrada que entonces había para que las especias pasaran desde Asia, donde se producían, a Europa donde se consumían.
Conscientes de la importancia que las especias tenían para los europeos, los turcos se aprovecharon del monopolio que tenían sobre esta zona y bloquearon la ruta de las especias. Para que pasaran tenían que pagarles unas tasas excesivamente elevadas. No es de extrañar que el precio de las especias se disparase hasta convertirse en un objeto de lujo. Para hacerse una idea de cuánto se llegó a revalorizar, puede decirse que un pequeño saco de pimienta llegó a valer lo que el salario de un trabajador durante toda su vida.
Para “burlar” este bloqueo turco, fue necesario buscar nuevas rutas marítimas que permitieran llegar de forma directa a las deseadas especias, sin tener que pasar por tantos intermediarios. Eso sólo podía lograrse por mar y fue lo que hicieron Portugal y España.

El puerto de Sevilla en el siglo XVI.
Ambos se encontraban sobradamente preparados para llevar a cabo esta frenética carrera por encontrar la ruta marítima más rápida y barata. El primero que la consiguiera se haría inmensamente rico.
En cuestión de navegación, el diseño de las naves había mejorado mucho y los nuevos instrumentos para una buena navegación empezaron a ofrecer más seguridad a los marinos para lanzarse a lo desconocido. Tanto españoles como portugueses podían y deseaban pasar del tradicional comercio de vinos, pescados y sal, al que llevaban siglos dedicados, a otro de mayor riesgo, mayor distancia, pero mucho más lucrativo: el comercio de esclavos, oro y especias de Oriente.
Entre finales del siglo XV y principios del XVI fueron muchos los que lo intentaron pero pocos los que lo consiguieron. España y Portugal se jugaban la carrera hacia el monopolio de tan preciado condimento, y esta es la causa del descubrimiento de las llamadas Indias Orientales, su conquista y evangelización.
 

Una cuestión que hoy vemos como diferente, en lo relacionado con la conquista y evangelización de nuevos continentes y tierras, era que en aquel tiempo la conquista y la evangelización estaban tan unidas que eran una misma cosa. Los siglos XVI al XVIII son un momento histórico en los que Iglesia y Estado estaban completamente entrelazados, confundiéndose a veces en la práctica sus ámbitos y límites de autoridad y actuación. A esta realidad se añadiría en Indias la concesión por parte de la Santa Sede del Patronato Indiano. Se debe comenzar por este hecho ya que influirá decisivamente en la organización y desarrollo de la Iglesia en la América española. Como es sabido, la Edad Media, por lo que se refiere a las relaciones Iglesia-Estado, basculaba entre el cesaro-papismo (predominio del Estado sobre la Iglesia) y la teocracia pontifical o doctrina del gobierno del mundo por Dios mediante su vicario, el Romano Pontífice, lo cual implicaba el poder universal de éste también sobre los príncipes cristianos; tesis ésta que no fue caprichosamente desarrollada o impuesta por la sede romana, para adueñarse del poder temporal, sino que se generó lentamente, durante los siglos posteriores a la caída del Imperio Romano, lo que provocó un serio vacío de poder civil o político, tan sólo compensado por el poder de la jerarquía eclesiástica y, especialmente por el obispo de Roma, el Pontífice.

A partir de ahí, al final de la alta Edad Media surge la idea de la cristiandad europea y la monarquía católica universal, como una auténtica restauración del imperio romano cristiano de occidente. Entre las facultades que la teoría de la teocracia pontifical otorgaba al Papa estaba la de conceder, al príncipe cristiano que considerara más apto, el derecho a conquistar tierras de infieles, con el deber inherente de cristianizarlos. En los descubrimientos atlánticos, tanto Portugal como Castilla contaron con la intervención de la Santa Sede, y la conquista y evangelización de las Indias de Orientales, en la búsqueda de las especias, estaba enmarcada con estos mismos planteamientos. En un momento en que la teoría teocrática estaba ya en clara decadencia, ambas monarquías solicitaron las respectivas bulas del Pontífice, para obtener la exclusividad en la soberanía sobre los territorios descubiertos o por descubrir. Sin embargo, cada una de las monarquías ibéricas se sirvió de ese instrumento a modo de expediente justificativo frente a la eventuales pretensiones o competencia de la otra; una prueba de que en realidad no "creían" en los derechos de soberanía universal del Papa, fue que Castilla y Portugal variaron las condiciones de las bulas pontificias cuando les interesó hacerlo, como ocurrió en el caso del cambio que realiza el Tratado de Tordesillas sobre la línea de división trazada en la bula Inter Caetera.
El Tratado de Tordesillas firmado el 7 de junio de 1494 por los reyes de Castilla y Portugal fue lo más parecido a un acuerdo para dividir el mundo entre las dos naciones ibéricas.
Como defendería Francisco de Vitoria la Santa Sede tenía pleno poder sólo para otorgar la exclusividad para la evangelización. En el marco de la indefinición del poder papal sobre los aspectos políticos la corona de Castilla interpretó, porque así le convenía, que dichas bulas le otorgaban, no sólo la exclusividad sobre la cristianización, sino principalmente la soberanía sobre los nuevos territorios con la condición de evangelizar aquellas tierras. En el caso de Castilla, la donación o concesión del Patronato Regio implicaba un derecho y un deber. El derecho que recibió la corona fue el de presentar a la Santa Sede a las personas que habían de ser investidas de los cargos eclesiásticos diocesanos (obispos, canónigos, párrocos) una consagración que obviamente correspondía a la Iglesia; el deber u obligación consistía en ayudar a la Iglesia en su obra cristianizadora en las tierras de infieles conquistadas,  fundando iglesias y edificios de culto, dotándolas para su mantenimiento y el de los clérigos, así como de los establecimientos misionales; es decir, la corona quedaba encargada de la implantación de la Iglesia en las nuevas tierras de las Indias. En la práctica, los reyes interpretaron esa donación o concesión de forma abusiva, apropiándose el derecho a gestionar casi todo lo que concernía al gobierno y disciplina de la Iglesia en América; apropiación que era consentida por la Santa Sede, aunque nunca se aprobó explícitamente. 
Llegada de los españoles a las Islas Filipinas. Museo de San Agustín, Manila.
Esta "aquiesciencia" de la Santa Sede se debió, por una parte a que los Reyes católicos enviaron clérigos y frailes reformados, que fueron fruto de la importante reforma que tuvo lugar en la península ibérica en el siglo XV; es decir, ambos paises enviaron para la evangelización a lo mejor de la Iglesia del momento histórico. Los Austrias continuaron la labor evangelizadora y de expansión de la Iglesia en el Nuevo Mundo, siempre de acuerdo con la doctrina católica; sus diferencias con la Santa Sede nunca fueron doctrinales, y la elección de clérigos y obispos, la construcción de iglesias y conventos, el apoyo a los colegios y universidades, etc. se hizo sin escatimar medios; de hecho, la Santa Sede no disponía de los medios necesarios para haceresta misión sin ayuda de la corona. De las sucesivas concesiones y delegaciones de poder que hicieron los papas, y de la práctica abusiva por parte de los reyes surge "la teoría vicarial", doctrina defendida por los juristas oficiosos que consideran que el Papa concedió a los reyes castellanos el Vicariato Universal sobre las Indias, es decir, que les habría nombrado "vicarios" o delegados del Papa para el gobierno de las Indias, de modo que para la Santa Sede se quedaría únicamente la potestad de las ordenaciones eclesiales, aspecto del que no eran capaces los cristianos seglares. Sorprendentemente, esta teoría surgió entre los franciscanos a finales del XVI, que acuden al rey para conservar los privilegios recibidos por ellos de la Santa Sede al inicio de la evangelización, y que comenzaron a peligrar cuando se establecen los obispos y la normal sequencia de la organización eclesiástica. El afamado jurista Juan de Solórzano Pereira consagró esta doctrina en el siglo XVII, y le dio su formulación técnica, al considerar que el nombramiento de los reyes como vicarios pontificios estaba implícito en las bulas alejandrinas, que les encargaba el envío de misioneros y que para atender la evangelización "empleen toda la diligencia debida". En el siglo XVIII, los juristas y ministros borbónicos darían un paso más, por influencia francesa, al defender abiertamente el regalismo, que implicaba la conversión de una concesión de la Santa Sede, en un supuesto derecho de la corona inherente a su propia función.
Evangelización de Filipinas, bautizo de indígenas en la isla de Cebú, (Filipinas).
La Iglesia española, y algo más tarde la portuguesa, vivían en el momento del descubrimiento una importante reforma, que impulsaba a los mejores espíritus a una vida de ascesis y de renovación cristiana, que revertía en la sociedad. Este movimiento prendió primero en las órdenes mendicantes, en los dominicos y franciscanos sobre todo, y pasó luego al episcopado y al clero secular, aunque en menor medida. Esta es la Iglesia que pasó a las Indias de Oriente y Occidente. La organización territorial de la Iglesia en Indias fue la misma que la del viejo mundo: archidiócesis, diócesis y parroquias; pero como ocurre en la implantación de otras instituciones en su traslado al nuevo mundo, también la organización eclesiástica recibirá en Indias, quizá por necesidad de las nuevas circunstancias, unas características propias. 
Naves exploradoras de los viajes a las Indias Orientales.
Después de los primeros años en los que las órdenes mendicantes, gracias a la Bula Expone Nobis, la "omnímoda", iniciaron el establecimiento de la Iglesia y la evangelización de los indígenas con autoridad y potestad "cuasi episcopal", se comenzó el envío de obispos para organizar la estructura de la Iglesia en plenitud. En América fue muy rápido el establecimiento de las diócesis y provincias eclesiásticas, y su división en cuanto se veía necesario por el aumento de población. Desde el punto de vista territorial, la Iglesia en la América española presentó dos formas o estructuras cronológicamente consecutivas en cada territorio: la misional o en proceso de formación mediante la actividad evangelizadora, integrada por indígenas que se iban incorporando al cristianismo, y la post-misional o hispano-criolla, de carácter sobre todo urbano, en la que terminará por integrarse la primera, misional, en la medida en que se produce la hispanización de la población indígena. La Iglesia hispano-criolla estaba integrada por españoles, criollos y mestizos, y mantuvo siempre la organización territorial de la vieja cristiandad europea: archidiócesis o diócesis metropolitanas, cabeza de las provincias eclesiásticas, y diócesis sufragáneas o dependientes de aquellas, a su vez divididas en parroquias. La creación de obispados o diócesis fue a la par de la aparición de nuevos centros urbanos. La ocupación del territorio por parte de la Iglesia va siguiendo a la colonización, pues así como las misiones podían ser incluso punta de lanza de esa colonización o, como sucederá en el XVII, un medio para ocupar territorios de frontera, las diócesis únicamente se crearán cuando ya estaba ocupado y organizado el territorio. En un principio no contaban con límites geográficos concretos, debido fundamentalmente al desconocimiento del territorio o a la imprevisible expansión de la colonización. Después se fueron acotando sobre el conocimiento tanto del territorio como de su densidad de población y la importancia de sus centros urbanos.
Salida de la expedición de La Coruña para la conquista de Las Molucas y con ello el dominio de las especias tan apreciadas en Europa.
Bosquejadas la realidad de la conquista de nuevas tierras por la necesidad de intervenir en el comercio de las especias, y habiendo analizado brevemente la unidad que representaba la conquista y la evangelización de los nuevos territorios de infieles, pasaremos a tratar con más detalle las diversas circunstancias sobre la soberanía de España en las islas Molucas y la isla de Sulawesi del archipiélago de las islas Célebes, donde permaneció el Beato Fray Blas Palomino al menos desde el 23 de junio de 1619 hasta el 10 de marzo de 1620, fecha en la que murió Mártir, en el norte de la isla de Macasar, isla de Mateo para los españoles, llamada hoy Sulawesi, como parte de Indonesia.
Estrecho de Macasar entre la isla de Borneo y Sulawesi, llamada en este tiempo Isla de Macasar e Isla de San Mateo por los españoles.
La soberanía española sobre las islas Molucas (1606-1662) dio lugar a un episodio poco conocido en la historia española, como fue la presencia de soldados españoles y misioneros (franciscanos y algún jesuita) en el norte de la actual isla de Sulawesi. La conquista de las Molucas en 1606 inició un período de frecuentes relaciones entre los españoles de las Molucas y las tribus de la cercana isla de Sulawesi. Durante varias décadas se firmaron alianzas y se fijó una pequeña colonia española en el norte de Sulawesi; pero la lejanía del territorio y la gran escasez de recursos materiales para su abastecimiento, imposibilitaron la consolidación de una colonia española más estable, a lo que antecedería la colonización holandesa de este territorio. No obstante, lejos de ser un episodio aislado, esta presencia española tuvo una continuidad temporal, que hizo que durante casi siete décadas, soldados y religiosos españoles viajaran y residieran en este territorio tan alejado del centro de poder de Manila (1).
Estrecho de Makassar o Macassar tomado desde satélite. Esta zona oceánica y de múltiples islas fue navegada por los misioneros franciscanos españoles, para atender la evangelización del norte de la isla de Sulawessi, donde murió el Beato Fray Blas Palomino.
Mapa de las islas Célebes o Macassar, que los españoles denominamos como isla de San Mateo, donde podemos apreciar los distintos reinos de Macassar. La isla mayor en verde es actualmente conocida como Sulawesi, en una de las pequeñas islas del norte, señalado en el mapa como perteneciente al Rey de Boulon fue martirizado nuestro beato fray Blas Palomino el 10 de marzo de 1620.
La presencia española en Sulawesi se explica a partir de la soberanía española sobre las islas Molucas. Aunque la llegada de los españoles a Asia vino motivada con el objetivo del control de las especias de este archipiélago, el descubrimiento de los territorios que formarán Filipinas hizo que pasaran a ser un objetivo no prioritario por parte española, asumiéndose la soberanía lusa de facto sobre ellas. Los esfuerzos de las autoridades españolas, durante el último cuarto del siglo XVI, se centraron en la creación y consolidación del nuevo territorio colonial filipino. A inicios del siglo XVII el dominio español en Filipinas se encontraba digamos que en buen estado. Manila se había consolidado como un importante enclave comercial conectado, gracias a los mercaderes chinos, con el tráfico comercial de Asia. Los galeones de Nueva España, además de recursos para la colonia, proporcionaban una red de intercambio comercial entre Asia y América de gran beneficio económico para la ciudad de Manila. Con respecto a las Molucas, la soberanía portuguesa empezaba a correr grave peligro, pues la lejanía de sus enclaves de Goa y Malaca, las hacía incapaces de resistir con garantía a las amenazas del sultán de Ternate y de sus aliados los holandeses, que desde inicios del XVII empezaron a establecerse en estos territorios. Esta llegada holandesa a las Molucas desencadenará una importante campaña militar española desde Manila, cual fue la expedición del Gobernador General de Filipinas, don Pedro de Acuña de 1606. Su éxito provocó que las Molucas pasasen a estar tuteladas por España desde Manila, y la nueva frontera meridional del dominio español asiático quedase establecida mucho más al sur de Mindanao. Los fuertes del Maluco (Molucas) albergarán una presencia continuada de fuerzas españolas durante los próximos 56 años, donde a finales de la segunda decena fue destinado el Beato Fray Blas Palomino, a petición propia ante el obispo de Malaca, para evangelizar estas islas y las islas Célebes, hasta su martirio en fecha 10 de marzo de 1620.
Imagen de la Nasa donde apreciamos las Islas Celebes a la izquierda de la imagen y las Islas Molucas a la derecha.
El inicio del gobierno español sobre el Maluco tendrá su lógica influencia en los territorios circundantes, especialmente en la gran isla de las Célebes, la llamada isla de Mateo por las fuentes españolas y actual isla indonesia de Sulawesi. Un gran territorio al este de Ternate, accesible a solo unos días de navegación, que de ser un territorio al que nunca se le había prestado mucha atención, visitándose de forma ocasional pasó a convertirse en una zona de importante interés estratégico, sobre todo cuando los vientos forzaban a hacer escalas involuntarias a las naves de la ruta Molucas-Mindanao.
A principios del XVII el norte de Sulawesi era un territorio habitado por diferentes pueblos, que a pesar de sus vínculos culturales comunes, estaban lejos de presentar grandes estructuras de organización política, a diferencia de lo que ocurría en el sur de la misma isla con el sultanato de Macasar, la entidad política más importante de Sulawesi, y centro de una importante red comercial asiática. Pese a ello, la soberanía de Macasar no llegaba al resto de la isla, sin ni siquiera ejercer una gran influencia sobre unos reinos del norte, que incluso tenían unas vinculaciones más estrechas con el sur del archipiélago filipino que con el resto de su propia isla (2).
Este hecho lo comprobamos en el campo de la lingüística. Los lenguajes de los dos grupos más importantes del norte de Sulawesi, Minahasa y Bolang-Mongodow, son los únicos que pertenecen al grupo de lenguas filipinas. 
Norte de la isla de Sulawesi.
El norte de Sulawesi distaba de ser un territorio unificado bajo un poder central unitario. Aunque el territorio estaba conformado por numerosas tribus independientes, las fuentes españoles siempre hacen mención a tres reinos principales. Esto no quiere decir que éstos fuesen capaces de controlar todo el norte de la isla; su mayor mención en las fuentes se debe a ser los reinos de mejor acceso desde la costa. El primer reino y el más nombrado en las fuentes españolas es el de Manado, en torno al territorio situado en la actual ciudad del mismo nombre. Al asentarse cerca de un puerto natural, fue el primer reino con el que contactaron las expediciones españolas procedentes de Ternate. La soberanía del rey de Manado se desplegaría sobre una zona pequeña en torno a las actuales poblaciones costeras de Manado y Amurang. Fuera de la zona costera, el interior estaba habitado por diferentes poblaciones o tribus independientes que no aceptaban la supremacía del cacique de Manado, a quien consideraban más bien como un igual. El enfrentamiento entre ellas era continuo, pudiéndose hablar de un estado de guerra crónico y de gran violencia, "Son en ella crueles, pues matan a todos los rendidos sin concederles vida, ni prisión" (3).
Esta parte de Insulindia en un territorio con multitud de islas, se cifran en 17.000 el número de islas existentes. Los estudios geológicos nos muestran que estas islas son los picos de las cordilleras de un continente hundido, como consecuencia de grandes cataclitmos geologicos provocados por multitud de terremotos y volcanes. La foto de abajo da buena muestra de lo dicho.
Imagen del suelo del Océano Pacífico donde podemos contemplar la multitud de islas que están bajo las aguas oceánicas y en amarillo las tierras que hoy constituyen las islas de esta zona del sur del Pacífico. También podemos observar las grandes simas submarinas.
El conjunto de todo este territorio ha recibido la denominación de Minahasa, aunque las fuentes españoles utilizan siempre el nombre de Manado para referirse al mismo. Minahasa abarcaría el territorio entre ambas costas, entre los actuales mares de Sulawesi y Molucas y al norte del ecuador, y englobaría diferentes tribus, cada una de ellas con su respectiva área de influencia, controlando un territorio no muy amplio en torno a su poblado principal. La complicada orografía del territorio, marcada por numerosos valles y montañas, facilitaba esta fragmentación política. Los españoles remarcaban mucho la dicotomía entre costa y montaña. La costa albergaría los reinos principales con un pasado de contactos y comercio con los primeros europeos, accesibles a la llegada de embarcaciones por mar y ríos, y abiertos a colaborar y establecer alianzas con los españoles a cambio de ayuda militar frente a un tercero. Por contra, el interior sería territorio de tribus menos accesibles y más reacias a cualquier intento de colaboración. Sin embargo, entre estas tribus de las montañas del interior, que serán las denominadas como olifares o alfuros por los españoles, hay que destacar la población más grande de Minahasa, el llamado pueblo de Tondano o La Laguna, con más de 700 casas según las fuentes españolas. Así es como por el mismo Fray Blas Palomino  en la relación sobre el reino de Manados lo deja reflejado, donde en fecha 23 de junio de 1619 describe el ambiente  de tribus salvajes que vivían en zonas aisladas de las montañas, donde tiempo después sería mártir de manos de unas de esas tribus  (4), en torno al actual lago del mismo nombre, y que con el paso de los años acabó siendo la población que mayor fidelidad mostró al bando hispano, manteniendo la alianza con los españoles, aun cuando los holandeses ya se habían aliado y establecido en Manado. Hasta seis pueblos encontramos mencionados en las fuentes españolas. Cada uno con su correspondencia actual y todos localizados en el interior del norte de Sulawesi, entre las poblaciones con presencia española destacaban: Cale (Kali), Cacascasen (Kakaskasen), Tomun (Tomohon), Sarranson (Sarongson), Tonbani (Tanawangko) y Las Quemas (Kema).
Mapa actual de la parte norte de la isla de Sulawessi o isla de San Mateo para los españoles.
Al sur de Manado, las fuentes también mencionan dos reinos más. Por una parte, Cauripa (Kaidipán), que era el reino al que se llegaba remontando un río desde Manado, que siguiendo la costa sería su frontera meridional, disponiendo también de puerto. Por otra parte destaca el reino de Bool (Bulan o Bohol), a tres días al sur de Cauripa, que era el más lejano de los tres, pero el único poseedor de salitre y capaz de fabricar su propia pólvora (5).
Según avanzaba el siglo XVII fue aumentando la hegemonía española en la zona, conformando lo que en el futuro se denominaría Bolaang Mongodow (6).
Bolang sería el nombre local para este reino de Bool, mientras que Mongodow correspondería a Mogondo, en el interior.
El grueso de las visitas y de la influencia española se desarrollará en la zona más septentrional y más accesible desde Molucas, la perteneciente a la región de Manado-Minahasa, siendo Manado el destino inicial y la puerta de entrada de las embarcaciones españolas. Desde su poblado, que albergaba una guarnición española, se iniciaron las penetraciones al interior. Entre el último punto de abastecimiento español en Zamboanga (punta occidental de la isla de Mindanao) y la isla de Ternate se desplegaba un cinturón de islas que conocerían los navegantes españoles de la ruta Manila-Molucas. Las escalas en estas islas, voluntarias o no, fueron creando una serie de contactos que se fueron intensificando de forma progresiva durante el siglo XVII.
Norte de la isla de Sulawessi con poblaciones como Manado, alrededor pequeños grupos de islas. Más arriba otras islas como el pequeño archipiélago del reino de Siao.
El reino de Siao fue el aliado por excelencia de los españoles de las Molucas. Una alianza firme y duradera, que se remontaba al gobierno de Gómez Pérez Dasmariñas. En 1593, cuando el sultán de Ternate ocupó la fortaleza de la isla vecina de Sangir, el rey de Siao (Don Gerónimo), cristiano convertido por los jesuitas desde el Maluco, navegó hasta Manila buscando la ayuda española (7).
La embajada obtuvo resultados, firmándose un acuerdo de colaboración mutua, que pasaría también a sus sucesores. Por dicha alianza el rey de Siao aceptaba la llegada de misioneros y daba licencia para construir una fortaleza que albergase soldados españoles. El asesinato de Pérez Dasmariñas a manos de mercenarios chinos al comienzo de una expedición al Maluco impidió la materialización del mencionado acuerdo. No obstante, su hijo y sucesor, Luis Pérez Dasmariñas, envió un pequeño grupo de soldados, creándose el vínculo que posibilitaba a los españoles tener una base de apoyo entre las islas Molucas y la de Mindanao en Filipinas (8).
Gómez Pérez Dasmariñas estableció una fuerte alianza con el rey de Siao (Don Gerónimo), cristiano convertido por los jesuitas desde el Maluco.
La firme alianza de Gerónimo rey de Siao con Manila provocaría que Siao fuese víctima de ataques de los enemigos de España, los holandeses de la VOC, conocedores de su importancia estratégica como escala fundamental en la ruta del socorro del Maluco, con lo que acometieron acciones de gran virulencia, como la del año 1615, cuando deportaron a gran parte de sus habitantes a sus plantaciones de las islas Banda (Palau Ay). Se calculó la deportación en más de 500 personas, incluyendo mujeres, de las que la mayor parte de ellos acabaron siendo asesinados o esclavizados (9).
Una obligación o acción de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales emitida en el año 1623.
Este hecho nos ayudará a entender la firmeza de la alianza con España, así como su gran recelo y enemistad hacia los holandeses. La isla de Siao (Pulau Siau) tiene para nosotros el mérito de ser el último territorio abandonado por los españoles, perdurando la alianza con España aun cuando ya se había consumado la evacuación de las Molucas (10).
Será un epílogo de 15 años, marcando el año de 1677 la fecha de salida de los últimos españoles del territorio al sur de Filipinas, con la evacuación del fuerte de Santa Rosa ante la presión militar del sultán de Ternate y sus aliados holandeses (11).
Las islas Meaos, vasallas de Ternate son el conjunto de islas al norte de Sulawesi y las más cercanas a Manado. Si Siao fue el aliado por excelencia de los españoles, en este conjunto de islas encontramos al gran enemigo, con la isla de Tagolanda o Taolán (Pulau Thulandang), lugar de martirio de frailes franciscanos españoles como Antonio de Santa Ana, estando de misión en Manado, en 1610 que fue apresado en el río Cauripa para ser llevado a Tagolanda, donde fue martirizado (12).
El arraigado sentimiento musulmán de estas islas de Meaos, y su alianza con los holandeses imposibilitarían que los españoles establecieran fuertes en estas islas.
Islas Sangihe o Sangir.
Las islas Sangir son el conjunto de islas situadas más al norte de las anteriores que albergan diferentes reinos, siendo Calonga y Tabuca los dos más importantes, ambos en la isla principal del archipiélago (Sangir Besar, Pulao Sangihe). Su protagonismo principal se desarrolló en la década de los años 1640, por la exitosa campaña de evangelización franciscana que se realizó en este pequeño archipiélago. Como aliados de España, su posición cercana al norte de Sulawesi permitió a los españoles con problemas en Manado valerse de ellas para lograr el regreso a Molucas. La evacuación española de las Molucas de 1662 conllevó el abandono del presidio de Tabuca, una pequeña fortaleza de una decena de soldados destinados a proteger a los nativos cristianos de los ataques de los vecinos musulmanes (13).
Islas Molucas en el siglo XVII. Entre ellas son de destacar las islas de Ternate y Tidore, las máximas productoras de clavo.
La isla de Ternate, era la puerta de salida para las expediciones españolas a Sulawesi. El territorio de las Molucas quedó bajo soberanía portuguesa en virtud del Tratado de Zaragoza de 1529. Por el Tratado de Zaragoza de 1529, Carlos I cede los derechos sobre las Molucas al rey de Portugal Juan III (su cuñado), con una cantidad de compraventa de 350.000 ducados. Aunque en caso de devolver el pago por parte de la corona española, los derechos sobre estos territorios volverían a ser españoles. Esta posibilidad no se llevó nunca a efecto (14).
A partir de la unión de los reinos ibéricos de 1580 y con la fundación nueve años atrás de la ciudad de Manila, las viejas aspiraciones españolas al control de las islas de las especias vuelven a parecer factibles. La influencia española se va a ir incrementado de formar progresiva, pues desde Manila se organizan expediciones, que pese a ser de ayuda empiezan a ser vistas con recelo por las autoridades portuguesas. Ya en el año 1582 se manda la expedición de Juan Ronquillo que fracasa en la toma de Ternate. En 1584, se envía otra expedición al mando de Juan Morón para ayudar al capitán portugués de Tidore en la reconquista de Ternate, pero también termina en fracaso. La siguiente, de Gómez Pérez Dasmariñas en 1593, aunque más ambiciosa, fracasó antes de llegar a su destino por el asesinato del gobernador a manos de mercenarios chinos al poco de salir Manila.
Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
A inicios de la nueva centuria, en 1602, los portugueses de Molucas viven sus momentos de mayor debilidad. La ayuda holandesa al sultán de Ternate era una amenaza real a su soberanía, por lo que el capitán de Tidore, Rui Gonzalez de Siqueira, se ve obligado a pedir la ayuda española. La respuesta no se hizo esperar y en 1603 se arma una expedición comandada por Juan Juárez de Gallinato en alianza con el portugués Hurtado de Mendoza que sale desde Goa. Pese a estar muy cerca de la victoria, la falta de entendimiento entre las naciones ibéricas no logra culminar el asedio sobre Ternate (el recelo luso era evidente sabiendo que la victoria significaría sustituir Goa por Manila como referencia de mando para las Molucas). Tras esta serie de fracasos continuados, y toda vez que los holandeses ya se habían establecido en las Molucas, en 1606 se pone en marcha la campaña que va a dar inicio a la presencia española en este territorio, con la gran expedición de Pedro de Acuña, la mayor empresa militar reunida hasta el momento, con más de 3.000 expedicionarios (mitad españoles y mitad nativos filipinos). Las autoridades españolas deciden prescindir en esta ocasión de la colaboración portuguesa y se consigue la toma completa de Tidore y gran parte de Ternate. Las Molucas pasan a ser gobernadas por España con una fuerza militar estable de 600 soldados, 500 en Ternate al mando del nuevo gobernador del Maluco Juan de Esquivel, más 100 en Tidore al mando del capitán Alarcón. (15).
La victoria logró detener momentáneamente el empuje holandés y conllevó sustituir la soberanía portuguesa por la española, aunque no se consiguió expulsar a los holandeses, fuertemente asentados en estas islas. Los holandeses en Ternate tenían tres fuertes: el principal Fort Orange (Fuerte Malayo, 1607), Fort Willemstad (Fuerte Tacome, 1609) y Fort Hollandia (Fuerte San Juan de Toluco, conquistado a los españoles en 1612). 
Mapa de la Isla deTidore, donde se comprueba la ubicación de los fuertes españoles en la isla. Autor Marco Ramerini.
En Tidore también permanecerán casi una década (entre 1613 y 1622). En 1608 ya disponían de tres fuertes en Makian (la isla que más clavo proporcionaba); en 1609 capturaron el fuerte español de Bacham y establecieron otro en Motir. Los españoles controlaron el sur de Ternate con su capital en Ciudad del Rosario, la isla de Tidore (con varios fuertes, siendo Tohula o Santiago de los Caballeros el principal) y otros en la isla de Gilolo (fuerte Sabugo en la actual isla de Halmahera) y Morotai (San Juan de Tolo), las islas más grandes de la zona pero las menos pobladas y con pocas especias, que acabarán abandonando para concentrarse en Ternate y Tidore. (16).
Así comenzaría una verdadera guerra de posiciones, con los enemigos europeos separados a muy pocos kilómetros, y en la que los holandeses parecieron tener mayor empuje, gracias al periódico envió de embarcaciones desde sus puertos del mar del Norte, que a través del cabo de Buena Esperanza llegan directamente a Asia. A principios del siglo XVII, las islas de la especias ya habían empezado a ser visitadas por barcos holandeses. La primera presencia es del año 1595 con la llegada de Cornelius de Houtman a Java. Previo a su viaje Cornelius de Houtman fue enviado a Lisboa para recabar información de la ruta portuguesa de acceso a las especias (17).
Especias.
La pujanza económica de la nueva nación europea posibilitó el envío regular de flotas con el objetivo del control del negocio de las especias. Así consiguen expulsar a los portuguesas en las Molucas del Sur (Banda y Ambon) y hacer frente a los españoles en las Molucas del Norte, fundando en 1607 el fuerte Orange (fuerte Malayo en las fuentes españolas), que será su posición principal cerca de Talangame, el mejor puerto de Ternate, y a diez kilómetros al norte de Ciudad del Rosario o Nuestra Señora del Rosario en Ternate, el enclave español más importante en las Molucas (actual Kastela), residencia del sultán (Gamalama), era el destino final del socorro procedente de Manila y puerta de salida a los territorios cercanos, sobre todo al oeste, donde se encuentra la cercana gran isla de Mateo (Sulawesi), cuyos pueblos tenían unos fuertes vínculos históricos con la isla de Ternate.
Isla de Ternate creada de emanaciones volcánicas. En esta pintura del danés Dutch se observa el fuerte portugués de San Juan Bautista.
La llegada europea a las Molucas se hace sobre unas sociedades con ciertos niveles de desarrollo y jerarquía. En virtud de las redes comerciales asiáticas y la existencia de productos de gran demanda, Ternate era el sultanato más poderoso de la zona. Viendo la geografía del archipiélago se comprueba que no era la isla más grande, pero sí era la que gozaba del vasallaje de los territorios cercanos, entre otros de los reinos del norte de Sulawessi. Ya Leonardo de Argensola en su Conquista de las Molucas, enumera todos los territorios tributarios del rey de Ternate (al que denomina Emperador del Archipiélago) (18), entre los que se incluyen los reinos septentrionales de la isla de Mateo, llegando su influencia incluso hasta Mindanao. El sultán de Ternate envió soldados para ayudar a los locales en sus luchas contra los españoles de la expedición de Esteban Rodríguez de Figueroa de 1596 (19).
La toma de Ternate proporcionaría información acerca de sus reinos tributarios y posibilitaría el envío de expediciones a estos nuevos territorios vecinos. Los portugueses ya habían visitado algunos de estos reinos tributarios e incluso habían acompañado al sultán de Ternate en alguna visita, como la que hizo al rey de Manado en 1565. El Padre Magalhães visita Manado acompañando al sultán de Ternate. Los jesuitas permanecen casi 40 años entre los años 1568 y 1608 en Manado. Con la llegada de los españoles, los jesuitas fueron reemplazados por los franciscanos, uno de los cuales fue nuestro Fray Blas Palomino, mártir en 1620 (20).
Indicación del volcán que produjo gran emanación de lava en Palu, en la zona norte de Sulawessi en fecha 28 de septiembre del año 2018.
Los españoles son conocedores de esta realidad y, poco después de la conquista de las Molucas, acometen la primera expedición a Sulawesi, en fecha de 10 de octubre de 1606 se dirige a la isla de Mateo una expedición al mando de Cristóbal Suárez (21).
Los reinos de Sulawesi, como tributarios del sultán de Ternate, ven la llegada de los españoles como una oportunidad para mejorar su posición frente a los vecinos y no tardan en pedir armas, pólvora y balas. Si el sultán de Ternate se somete y jura obediencia a España, a los ojos de los reinos del norte de Sulawesi aparece un nuevo poder en escena, el español, con el que poder negociar, aunque esto sólo se producirá siempre y cuando beneficie a sus intereses.
Las Molucas, a pesar de su fama como islas de la especiería, no tenían recursos suficientes para alimentar a toda la nueva población española, que iba llegando a las islas para cubrir los diferentes fuertes dispersos por las islas del Maluco. Esta carestía forzaba a tener que buscar recursos fuera de ellas, y la gran isla de las Célebes (Sulawesi) aparecía como una solución para resolver el déficit alimenticio del Maluco. El norte de Sulawesi no era territorio productor de especias, pero tenía una gran tradición en el cultivo del arroz. Para los españoles el acceso al arroz de Sulawesi suponía tener cubierta gran parte de las necesidades alimenticias. Sin embargo su acceso no era fácil, pues el arroz no se producía en la costera Manado, sino que los campos de arroz se encontraban en territorio de los pueblos del interior,  y antes que para comer y comerciar, se cultivaba para fines religiosos, siendo su finalidad primera la de servir de ofrenda a sus dioses (22). 
Ternate, la isla más importante en la producción de clavo, al fondo el volcán Gamalama.
La producción sobrante de estos sacrificios sería a la que accedían los españoles, y no era gratis, debiendo ofrecer armas y ropa a cambio de ello. En una carta de 1614 al gobernador Jerónimo de Silva se nos cuenta cómo, por la falta de comida en las Molucas, Juan Martínez de Liédena va a Manado para conseguir arroz y sagú a cambio de ropa. (23).
Si el arroz no se lograba en las Célebes, debía ser traído desde las Filipinas, pero en una ruta no muy accesible, puesto que no se hacía directamente, sino teniendo una escala en la isla de Siao, donde se almacenaba a la espera de embarcaciones más pequeñas, que lo distribuían después entre los diferentes fuertes de las Molucas (24).
Junto al arroz, el sagú constituía el complemento básico e indispensable en la dieta de los españoles. Su elaboración en forma de harina, tomando como base el almidón presente en los troncos de las palmeras, proporcionaba el recurso para sustituir la ausencia de arroz. Fernández Navarrete dice: “Compramos allí mucho Sagú (…) es el corazón de unas palmas, remojándose hace harina amarilla. De esta se hacen una tortillas, que sirven de pan a aquella gente, y nosotros nos sustentamos con aquello seis meses” (25).
Con buenas provisiones de arroz y sagú se cubrirían las necesidades básicas de alimentación para los residentes en Molucas. El arroz había que traerlo de Manila, Minahasa o Macasar, y el sagú, aunque presente en las Molucas, no siempre tenía fácil acceso con las fuerzas holandesas enemigas situadas tan solo a escasos kilómetros de las posiciones españolas. Las primeras expediciones tras la toma de Ternate, obedecieron más a la búsqueda de alimentos que a los deseos de conquista de nuevas tierras (26).
Mapa de la nación de Indonesia hoy, con indicación de los más importantes volcanes. Aparte de la gran cadena de volcanes de la isla de Sumatra a la izquierda y centro del mapa, comprobamos más arriba hacia la derecha los ocho volcanes del norte de Sulawessi y los cinco de las islas Molucas.
En una relación de 1610 que el gobernador de las Molucas Cristóbal de Azcueta envía a don Juan de Silva, tenemos el informe de este viaje, que nos confirma que su objetivo principal era la búsqueda de alimentos. El champán consigue volver a Ternate tres meses y medio después con provisiones de sagú para alimentar un mes a toda la población del Rosario, que entre españoles, portugueses, mestizos y nativos-mardicas se contabilizaba en unas 1.300 personas. Además del sagú, el viaje también proporcionó una buena provisión de carne y gallinas. (27).
Por tanto, los primeros viajes hechos desde Ternate obedecen a la búsqueda de soluciones a unos problemas de logística, causados por la llegada de una población española, hasta ahora nunca vista en estas islas. El socorro que se enviaba desde Manila tardaba mucho en llegar y era insuficiente. Gracias a los viajes a Sulawesi se podían solucionar temporalmente las carencias del socorro del Maluco (28).
Desde el punto de vista comercial, con respecto a Manado, también se llegaron a plantearse políticas relacionadas con el comercio del clavo. Se pensó en el establecimiento de una factoría española para intermediar en el envío de clavo a la India. Pero fue más bien un hecho aislado, no existiendo una estrategia comercial a más largo plazo. El mandar clavo a la India era un recurso extraordinario para obtener allí los abastecimientos que faltasen en las Molucas, que eran muchos debido a, como ya dijimos, la carestía crónica de este territorio y la poca ayuda que se recibía de Manila. El gobernador General de Filipinas Alonso Fajardo de Tenza (en tiempo en que Fray Blas Palomino estaba en Manila y se trasladó junto a cinco franciscanos más a Maluco en dos navíos que llevaban suministros a Maluco) en carta al rey dice que el clavo que escapaba al control de los holandeses, y que se recolectaba directamente en Molucas no era suficiente para el gran comercio, y el poco que había se utilizaba para proveerse de arroz. Lo dice el gobernador Cristóbal Azcueta a don Juan de Silva. “con el envío de este champán se ha aliviado algo aunque poco pero espero en Dios que con otro viaje que haga nos sustentemos hasta que V. S. nos socorre” (29).
También se sugirieron otras medidas a tomar como la compra de esclavos en Malaca para las galeras del Maluco, ya que allí se adquirían a mejor precio (30).
La toma de las Molucas no conllevó un gran cambio en el comercio de las especias. De la parte ibérica se mantuvo la gestión portuguesa a través de Malaca e India y no de Filipinas, pues aunque la conquista de Acuña hizo que dentro del gobierno español se viese legítimo conducir el clavo a través de Filipinas, Felipe III no lo aprobó (31).
Rey Felipe III de España que no aprobó que el comercio de las especias, desde la conquista de Acuña, se realizase a través de Filipinas, lo cual hubiese supuesto una nueva perpectiva de financiación y el protagonismo del comercio de las especias, que continuó de manos portuguesas a través de Malaca e India.
El único producto de valor de las Molucas, el clavo, era gestionado por los comerciantes portugueses de las islas Molucas y no debía ser mucho, puesto que los holandeses, en sus intentos de hacerse con el monopolio, controlaban las zonas de mayor producción de las islas. Su control pasaría por la derrota y expulsión de los holandeses de las Molucas, como así lo expresa el gobernador del Maluco Pedro de Heredia al inicio de su misión en 1622 (32), y lo vuelve a señalar el gobernador de Filipinas Niño de Távora, que en carta al monarca de 1628 dice que hacerse con el comercio de clavo, que tienen los holandeses, ayudaría a sufragar los gastos de las Molucas.
Carta del Gobernador de Filipinas Niño de Tavora. Tomada del Archivo General de Indias (Sevilla).
Ante la dificultad de expulsar a las fuerzas holandesas y el poco clavo que se obtiene en Tidore, se propone al menos la toma de la isla de Makián para poder obtener réditos del comercio de su clavo. Para tal objetivo pide un socorro extraordinario de 500 hombres (300 de Manila y 200 de Nueva España (México)  (33).
Barcos de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, pintado por Rammakens.
Pero este objetivo nunca se logró, más bien fue todo lo contrario, siendo la VOC, una compañía comercial que corresponde en holandés a Verenigde Oostindische Compagnie (Unión de Compañías de las Indias Orientales), compañía de capital mixto, surgida en 1602 con el objetivo de controlar el comercio con Asía, cada vez arrinconó más al español en estos territorios (34).
La falta de productos de alto valor en el norte de Sulawesi no motivaría un gran interés del territorio a nivel comercial: su interés económico más directo vendría sobre todo por los productos de primera necesidad que faltaban en Molucas, principalmente el arroz.
Las órdenes religiosas fueron las entidades que más claramente tuvieron marcados sus objetivos en estos nuevos territorios. Con la finalidad del logro de conversiones enviaron a varios de sus miembros en las expediciones comerciales o militares. El siglo XVI, asociado a la presencia portuguesa en el norte de la isla, es protagonizado por los jesuitas. Por contra, en el siglo XVII el relevo del poder portugués por el español también conllevó que una nueva orden religiosa se establezca en las Molucas y adquiera un gran protagonismo, eran los franciscanos. Los miembros de la orden de San Francisco serán visitantes asiduos del norte de Sulawesi con el siempre difícil objetivo del logro de conversiones. La dicotomía jesuita-franciscana será de una gran rivalidad en este campo de misión, una verdadera lucha de competencias sobre el derecho de evangelización de esta tierra, con el trasfondo de la confrontación hispano-portuguesa sobre la legitimidad de la soberanía sobre estos territorios. Los jesuitas se basaban en haber sido los primeros en llegar, frente a los franciscanos, que vinculaban su derecho en paralelo al inicio de la soberanía española sobre las Molucas. En la estructura religiosa de las Molucas, todos los religiosos de este ámbito, y por consiguiente del norte de Sulawesi, tuvieron como máximo responsable al obispo de Malaca. En una solución algo contradictoria, en las Molucas la administración civil dependía de Manila, mientras que la religiosa dependía de Malaca, situación que incluso se prolongará más allá de la ruptura ibérica, durando hasta el año 1654 (35).
Grupo de frailes franciscanos.
En 1611 el gobernador del Maluco, Cristóbal de Azcueta, favorec a la orden de San Francisco otorgándole el derecho de predicación y limosnas sobre los territorios de Sulawesi, lo que conllevaba la facultad y licencia para “que pudiese tomar y fabricar casas y conventos de su orden en dicha isla”, lo que suponía la  adjudicación de la isla de Mateo y de Sanguilbasar y de todos sus naturales que allí habitan o vinieren aquí para que sean nuestras doctrinas (36).
El conocimiento de nuevas posibilidades de conversión hizo que la apuesta franciscana por la evangelización de Sulawesi fuera muy fuerte y arriesgada. Así, ya la primera misión franciscana de 1610 se saldó con los martirios de Antonio de Santa Ana y Sebastián de San José, a manos de locales de Tagolanda. A la salida de Cauripa, bajo excusa de solicitar un salvoconducto para las fuerzas españolas, los nativos de Tagolanda asetearon a Sebastián de San José provocándole la muerte, para luego apresar a Antonio de San José.  (37).
Bahía de Manado y tres islas: Manado Tua, Bunaken y Siladen.
A esta misión le siguió otra tan sólo un año después, la de Juan del Caño y Cristóbal Gómez, y hubo una tercera en 1612, a cargo de Pascual Torrellas y Benito Díaz. Su intensa actividad misionera les llevó a fundar iglesias en las poblaciones más importantes del norte de Sulawesi, no sólo en la localidad principal de Manado, sino que también, adentrándose en el interior, erigieron iglesias en las localidades de Banta y Cale por parte de los frailes Blas Palomino y Diego de Rojas en 1619. La pujanza franciscana también motivó la presencia de jesuitas en el norte de Sulawesi. En el año 1617 documentamos la estancia en Manado de los jesuitas Scalamonti y Cosme Pinto, que tuvieron que ser relevados por enfermedad por Pero Gómez, quien permaneció hasta 1619. Aunque los religiosos están presentes desde los primeros años del siglo XVII, su éxito más destacable se dará en la década de los cuarenta, gracias al gran número de conversiones logradas en los reinos de las islas de Sanguir (Calonga y Tabuca) con el envío de una comitiva evangelizadora franciscana cuyo resultado evangelizador también llegó a las poblaciones del norte de Sulawesi, según se relata en la  Relación de lo sucedido en Manados desde el año 1639 a causa de los agravios que hacían los españoles y que por haber herido un soldado a uno de los principales  mandatarios de Manados, se levantaron en rebelión más de diez mil indios  (38).
Catálogo Biográfico de los Religiosos Franciscanos de la Provincia de San Gregorio Magno de Filipinas desde 1577 en que llegaron los primeros a Manila hasta el año 1880.
La labor franciscana en estos territorios siempre se apoyó en el poder político español, participando en todas las expediciones que allí se dirigían. Como veremos, los testimonios de sus miembros serán de gran importancia para estudiar la presencia española en este territorio. Al convivir con los soldados españoles destinados en el norte de Sulawesi, serán testigos de primer orden de todo lo allí acontecido.
Las primeras visitas que desde Ternate se hicieron a Manado en busca de recursos proporcionaron a los españoles un conocimiento directo de la zona. Frente a las pequeñas islas del Maluco, el norte de Sulawesi era un amplio territorio que debió despertar la curiosidad de los españoles. Conociendo el tiempo de navegación y las fuerzas de las poblaciones locales, los dirigentes españoles del Maluco debieron plantearse la posibilidad de establecer alianzas con los jefes locales, para conseguir aquello de lo que se carecía en las Molucas, e incluso si las fuerzas lo permitiesen, lograr el objetivo más ambicioso del control directo de la zona, y la gestión propia de sus recursos. El primero en plantearlo fue Jerónimo de Silva, entre los años 1611 y 1617 siendo gobernador del Maluco, que en 1614 en carta al gobernador de Filipinas, su primo Juan de Silva, le propuso por primera vez la conquista de Manado con estas palabras: “Yo deseo en extremo la buena llegada de V. S. para que ocupemos esta isla que tiene según dicen más de nueve ó diez mil indios: quieren muy mal a los holandeses” (39).
A través de la línea marítima entre Ternate y Manado había recibido propuestas de alianza y de mutua colaboración de los caciques locales, e incluso una proposición para establecer un fuerte en Manado. El gobernador era consciente de que se estaba abriendo una nueva oportunidad histórica de expansión, pero que para llevarla a cabo resultaba indispensable el envío de refuerzos desde la metrópoli, dado que el hacerlo solamente con los efectivos militares allí disponibles supondría descuidar las demás posiciones en las islas Molucas, frente a unos holandeses que estaban muy bien asentados a tan sólo unos muy pocos kilómetros de sus posiciones militares. Aunque también frecuentaban la costa norte de Sulawesi, la ausencia de especias hacía que tuvieran poco interés por establecerse en esta nueva posición contando con tan reducido número de efectivos. Una expedición holandesa en Manado en 1615 procedente de Siao rechazó el ofrecimiento de dejar soldados en Manado por no poner en peligro una posible alianza de los holandeses con Ternate (40).
Por parte española, la idea de la conquista de Manado surge en un contexto favorable. La victoria en la batalla de Playa Honda en 1610, donde se destruyó la escuadra holandesa que bloqueaba el comercio de Manila, creó un clima de optimismo general que culminó con la creación de una gran flota con la que se pensaba expulsar a los holandeses de Asia. En 1616 el enérgico gobernador Juan de Silva formó una gran escuadra de 42 barcos, 2.000 españoles y 3.000 nativos, con la que navegó hacia Malaca al encuentro de la escuadra holandesa que dificultaba el comercio luso entre Malaca y Macao. El objetivo era dar un fuerte golpe al poder marítimo de la VOC en Asia, para luego culminarlo dirigiéndose contra sus posiciones en Molucas. El naufragio frente al estrecho de Singapur hizo fracasar el plan establecido y detuvo una posible expansión al sur de Filipinas. La gran armada nunca arribó a Molucas y el propio Jerónimo de Silva, que esperaba impaciente su llegada para visitar personalmente al rey de Manado, vio malograrse su tan ansiada aspiración (41).
Si el fracaso de la armada frente a Singapur desbarataba cualquier intento de conquista, sí que al menos se envíó una expedición con la intención de mantener acuerdos con los caciques locales. Sus propuestas de alianza, aunque de forma modesta, recibieron respuesta con el envío en 1616 de seis soldados, seis manilas y dos franciscanos (Los frailes Gregorio de San Esteban y Pedro de los Cobos). El envío, que fue para atender la petición del rey de Bohol, acabó mal con cinco españoles asesinados en Cauripa. En el camino de Cauripa a Bohol se tomó una caracoa pequeña en la que iban cinco españoles y seis indios manilas de servicio, más un mestizo sangley que resultó ser un traidor, el cual había estado anteriormente en Bohol con los portugueses, conociendo a una mujer de Bohol, cuyo marido que se encontraba en Cauripa quiso venganza habiendo lucha entre ellos (42).
El soldado superviviente, junto a los dos religiosos (Gregorio de San Esteban y Pedro de los Cobos), se salvaron del ataque al ir en otra embarcación, y terminaron volviendo a Ternate al cabo de un año, ante el poco fruto de su evangelización (43).
El fracaso no desanimaba a los españoles,  y el sucesor de Jerónimo de Silva, Lucas de Vergara y Gaviria, que llegó en 1617, continuó con la política de su antecesor, siendo partidario de establecer alianzas con estos jefes. Envíó otra expedición a Manado, algo más numerosa que la anterior, y lo hace además con ánimo de permanencia, con diez soldados al frente del entretenido Francisco Meléndez, que llegó a Molucas con posición de entretenido (con sueldo pero sin cargo) en el socorro de fecha 28 de diciembre de 1616 (44), los jesuitas (Scalamonti y Pinto (45) y los franciscanos Diego de Rojas y Juan Lego. Sus testimonios relatan que la situación es de gran tensión, de lucha entre la capital Manado y los indígenas olifares del interior. Pese a ello, se establece una guarnición española estable en el poblado de Manado. Según testimonio del jesuita Scalamonti, se les asignó un lugar en el poblado para la construcción de una iglesia, así como de un alojamiento para la expedición española. Dos años después los dos jesuitas tuvieron que volverse por enfermedad a Ternate, pero los soldados y los franciscanos Diego de Rojas y Juan Lego permanecieron (46). 
En marzo de 1619, una embajada de Ternate al reino amigo de Macasar hace escala en Manado. Tres de los seis franciscanos que van en ella se quedan en Manado. Entre estos tres últimos va el paisano sacerdote franciscano Fray Blas Palomino, que nos informa del fuerte-fortaleza creado dos años atrás. Su testimonio es vital para saber de primera mano la situación de la fuerza española. El capitán Francisco Meléndez, junto a un grupo de religiosos, soldados y pampangos, residen en el pueblo de Manado. En su crónica se relata la llegada a Cale y su viaje por los diferentes pueblos del interior: Cacascasen (Kakaskasen), Tomun (Tomohon), Sarranson (Sarongson), Tonbani (Tanawangko), La Laguna (Tondano) y Las Quemas (Kema). Junto a dos soldados residirá en Tondano, para acabar volviendo otra vez a Manado, donde fijará finalmente su residencia. Para el religioso franciscano Blas Palomino el gran problema era la escasez de soldados. La pequeña fuerza española que reside en Manado es una pequeña guarnición establecida en su puerto, pero a su alrededor hay multitud de tribus locales, cada una con su propio caudillo, en continuos enfrentamientos internos, y con escasez de grandes líderes, que cuando surgen son fácilmente revocados por los propios miembros de su tribu, porque “si no les parecen bien lo que ellos hacen no les obedecen y así hay tantas cabezas como hombres libres y con ello otra dificultad, que no quiere hacer ni determinar nada un pueblo sin todos los demás” (47).
Blas Palomino lo tenía claro, o se traía una fuerza mayor a Manado para poder imponer un control político en la zona, o no había nada que hacer en relación con la conversión y control del territorio. La guarnición de Manado era muy escasa y su poco número no imponía respeto entre los locales, “es menester sujetarlos y ponerles debajo de leyes y gobierno (…) que aquí si no hay más fuerza en Manados que ellos teman que no dejarán estar en su tierra religiosos” (48).
Desmotivado por el poco fruto conseguido (su predicación cristiana tampoco es aceptada en muchos pueblos del interior por miedo al enojo de sus dioses), con lo que se plantea volverse a Ternate, y aunque el capitán Francisco Meléndez le da la razón, le invita a quedarse debido a que la guarnición española va a permanecer aguardando acontecimientos, confiando en que las cosas cambien y a la espera de noticias de Ternate. En la fecha del 23 junio de 1619, pese a las dificultades encontradas Fray Blas Palomino se queda en Manado, aunque los otros dos religiosos junto con el capitán Meléndez regresan a Ternate. La estancia de Blas Palomino acabará mal, sería martirizado en fecha 10 de marzo de 1620 (49).
El asentamiento español en Molucas gozaba de cierta estabilidad a través de la tradicional alianza con el sultán de Tidore y el atento control sobre el sultán de Ternate. El mantenimiento de las alianzas sobre las élites sociales de la zona garantizaba la soberanía sobre todos sus súbditos. Por contra, en Minahasa la situación era diferente debido a la ausencia de un gran poder central y la existencia de numerosos pequeños caciques en continuo estado de guerra, que van a la postre a dificultar el control español sobre este territorio. Esta inestabilidad política será el gran problema de los españoles. El conseguir el poder sobre Manado no aseguraba el control sobre todo el territorio de Minahasa. Había que ir sometiendo a todos los pueblos del interior y para ello hacía falta un número de efectivos imposible de obtener, ya que si se sacaban de las fuerzas de Molucas se corría el riesgo de que los holandeses tomasen las posiciones españolas. Los refuerzos que venían de Manila a través de Nueva España, eran insuficientes, siendo ya un éxito el que sirviesen para reponer la alta mortalidad de las fuerzas españolas del Maluco. Las autoridades fueron conscientes de la dificultad de las Molucas, y asumen que todo intento de control de la zona pasa por el envío directo de refuerzos desde la metrópoli. Así lo expone ante el monarca el franciscano Cristóbal Gómez, que en 1615 llega a Madrid procedente de Sulawesi con el objetivo de pedir ayuda al monarca español para frenar la expansión holandesa en las Molucas. Cristóbal Gómez (Cristóbal Ruiz en otras fuentes), fraile franciscano cuya presencia ya se documenta en 1611 en Sulawesi, a donde viajó nada más conocer el martirio de sus hermanos de orden Antonio de Santa Ana y Sebastián de San José. Estuvo en Bohol en labor misionera con el objetivo de continuar la tarea que sus hermanos no pudieron realizar. Su estancia no fue muy larga ya que por enfermedad tuvo que regresar a Ternate en 1613.  Pero no tiene éxito, puesto que la ayuda inicial compuesta de seis galeones y 1.500 soldados al mando del futuro gobernador de Filipinas Alonso Fajardo acabaría dirigiéndose a Alemania, en ese mismo año, para sofocar las revueltas contra el emperador Fernando II (50).
Cuatro años después, en diciembre de 1619, se decide el envío de una escuadra para Molucas, que desgraciadamente fracasa al poco de zarpar a causa de las tormentas, en fecha 3 de enero de 1620 un naufragio frente a las costas de Cádiz acaba con la flota. La expedición, al mando de Lorenzo de Zuazola, tenía previsto seguir la ruta por el cabo de Buena Esperanza, estando compuesta de 1.792 hombres (entre ellos 1.000 soldados y 732 marineros), la mayoría de los cuales murieron en el naufragio, entre ellos el propio Cristóbal Gómez (51).
Otra vez los refuerzos necesarios para acometer políticas más ambiciosas en Molucas siguen sin llegar. Por segunda ocasión un naufragio desbarata la llegada de unos refuerzos que permitiesen contrarrestar el poder holandés e impulsar el posible dominio sobre Sulawesi. Los naufragios de Juan de Silva en Singapur de 1616 y de Lorenzo de Zuazola de 1620 frente a las costas de Cadiz, hicieron que en Manado no hubiera más que una pequeña guarnición de unas decenas de soldados a la espera de acontecimientos, con poca posibilidad de acción y más bien como declaración de intenciones, representando de forma simbólica las aspiraciones españolas de alianza y amistad con los pueblos de Minahasa. En diciembre de 1621, el nuevo gobernador de Filipinas, Alonso Fajardo de Tenza, proyecta un novedoso enfoque estratégico sobre la zona, era la creación de otra base logística en la Isla de Mateo (52).
Se trataría de ocupar una isleta en la punta nordeste de Sulawesi para dar soporte a una nueva ruta a Ternate y el proyecto incluiría construir un fuerte para además poder controlar el paso de naves enemigas, obtener víveres (carne y arroz) y servir de soporte al socorro en ambas direcciones. Alonso Fajardo de Tenza se refiere al estrecho formado por la actual isla de Pulua Lembeh y la ciudad de Bintung, situado en la costa oriental (la opuesta al acceso tradicional que se hacía por Manado, llamado por los españoles el estrecho de Santa Margarita), cerca de la actual población de Kema. El nuevo gobernador quiere impulsar la política en el Maluco, y en este año de 1621 el socorro llega con destacados refuerzos (120 nuevos soldados se incorporan a las fuerzas de Ternate y Tidore) (53).
También se tiene en cuenta la petición por parte local de más soldados, tras haber sido retirados los que estaban en Manado por el maestre de campo Luis de Bracamonte. El fuerte de Manado se había desalojado temporalmente, pero el gobernador comunica haber dado orden de volver a enviar soldados y franciscanos, mandando al capitán Francisco Meléndez por su buena relación con los locales de esta zona al haber vivido varios años entre ellos. Se detalla el objetivo de esta misión, era el de obtener no solo el permiso de los locales, sino también lograr su ayuda para la construcción del nuevo fuerte y tener elegido el sitio para cuando el gobernador pudiese enviar gente. Un año después, en 1622, Alonso Fajardo de Tenza vuelve a incidir en la necesidad de este proyecto y repite que había ordenado levantar ese fuerte-almacén, pero que desgraciadamente no se había realizado porque la galera destinada con tal fin se había perdido en combate ante los holandeses. No obstante, asegura que lo volverá a intentar con un nuevo envío (54).
Y así lo hace mediante nueva carta fechada en agosto de 1623, dando orden directa a Pedro de Heredia, gobernador del Maluco (entre 1623 y 1636), de no cejar en construir ese fuerte en la costa oriental (55).
Pero Pedro de Heredia, que llega a Ternate con una fuerza considerable de una flota de cinco navíos, dos galeras y tres pequeñas fragatas,  para poder llevar a cabo el proyecto de la base en las Célebes (56).
Pedro de Heredia no parece tener el mismo interés de sus antecesores en extender la influencia española más allá de las Molucas. Al tener que hacer frente a las rebeliones locales impulsadas por el sultán de Ternate, siente que sólo puede aplicar una política defensiva ante los holandeses. Bajo la excusa de no ver correspondidas sus peticiones de ayuda, pues cuando él pide que traigan de la India portuguesa por lo menos 200 ó 300 hombres y sólo habían llegado 61 soldados de refuerzo. También se excusa de que se le habían prometido ocho galeras y que únicamente había podido disponer de dos (57), y nunca llegará a acometer el fuerte en el estrecho de Santa Margarita porque el militar designado para la misión, el capitán Meléndez, es enviado en 1624, junto a seis soldados más y el franciscano Diego de Rojas, a la isla de Siao para ayudar en el enfrentamiento que su rey tenía con la isla vecina de Sangil Basar.  (58).
El sustituto de Fajardo de Tenza, el gobernador Niño de Távora, comunica a Felipe IV que el fuerte para controlar el estrecho de Santa Margarita no  se ha construido.
Pedro de Heredia no lo había llevado a término por no considerarlo prioritario, aunque pretendía compensarlo reforzando la presencia española en el otro lado de la isla, para lo que pidió al gobernador cincuenta hombres para ocupar el antiguo fuerte de Manado, sufragando su coste a través de la posibilidad de adquirir arroz (59). 
Encontramos la respuesta de Felipe IV en un documento de 1627 en el que propio rey le da permiso para retomar el fuerte de Manado, prometiendo el envío de ayuda y armas (60).
Aunque el fuerte del estrecho de Santa Margarita nunca se llevó a cabo el vínculo o alianza política tradicional se mantuvo con respecto a Manado; pero los tiempos estaban cambiando al norte de Filipinas, porque en 1626, el establecimiento holandés en Formosa provoca el traslado de los acontecimientos hacía un nuevo frente norte, que hace que las Molucas vayan perdiendo importancia y oportunidades de refuerzos (61).
Desde la corte española tampoco se apostó fuertemente por las Filipinas. Aunque Felipe IV decidió en 1624 la puesta en marcha de una gran flota de 3.000 personas entre soldados y marineros para salir de España en el verano de 1625 con destino al Pacífico, finalmente se decidió enviarla a Flandes, prefiriendo luchar con los holandeses en su propio país que en las lejanas tierras filipinas (62).
En la décadas de los años 1630 a 1649 la alianza siguió firme con Manado, como así lo prueba el envío en 1636 del hijo del rey de Manado (junto a un hijo del rey de Siao) al colegio jesuita de Manila para ser educado y tutelado por las autoridades españolas. También en 1637 el rey de Manado solicitó ayuda militar al nuevo gobernador del Maluco, Pedro de Mendiola, para sofocar una rebelión interna (63).
En ese momento la fuerza de las Molucas constaba de 570 soldados españoles y una fuerza auxiliar de 200 indios pampangos (64).
El número de efectivos casi 40 años después de la conquista de Pedro de Acuña apenas había aumentado. Los refuerzos difícilmente bastaban para cubrir las bajas que se producían en estas islas. Además, en 1637 se produjo una gran campaña militar en Mindanao contra el sultán Corralat (65).
, a la que seguirá otra campaña contra Sulú en 1638 (66). En la campaña de Joló, que fue comandada personalmente por el gobernador Hurtado de Mendoza, se movilizaron unos 600 españoles y 3.000 nativos reclutados entre las diferentes provincias filipinas.
Mapa actual de la nación de Indonesia, los límites de Indonesia vienen marcados por las líneas en marrón claro que marcan la frontera.
Ambas operaciones supusieron un gran desgaste de fuerzas y recursos por la necesidad del envío de soldados y del establecimiento de fuertes en ambas zonas. Pese a todo, la presencia de soldados en Manado se mantiene, pues aunque era escasa e intermitente, siempre debió haber una guarnición que testimoniara la alianza entre Manado y España. Si esta guarnición no estaba, por lo menos se mantenía una comunicación regular entre Ternate y Manado que no hiciera romper la alianza. Un documento fechado en 1639 nos informa de una carta del sargento mayor de las fuerzas del Maluco, Francisco Fernández, fechada en Manado y remitida al gobernador del Maluco, Pedro de Mendiola, en la que los locales volvían a pedir religiosos y a ofrecer vasallaje al rey de España (67).
En la década de los años 1640, la guarnición española que siguía en Manado se enfrentó a la rebelión local más violenta que se había producido hasta el momento, fue el alzamiento del 10 de agosto de 1644 (68).
Unos años antes habían llegado a Sulawesi procedentes de las islas Sangir dos franciscanos: el fraile Lorenzo Garralda y el padre Juan Iranzo. El desencadenante de la gran rebelión fue el maltrato dado por algunos soldados a la población local. El padre Iranzo relata cómo un soldado español hirió al jefe del pueblo de Tomun (Tomohon). Iranzo dice así: El año de 1644 continuando los soldados sus ordinarios agravios y vejaciones, uno de ellos dio una herida al mayor principal del pueblo de Tomún donde yo asistía (69).
Este agravio provocó la rebelión de sus parientes. Durante la noche, los hijos del herido convocaron a las otras tribus para degollar a todos los españoles. El levantamiento tuvo el resultado de 19 españoles muertos y 22 presos (70).
Entre las víctimas se encontraba el hermano Garralda, quien, advertido de la rebelión y aun teniendo tiempo para huir, decidió quedarse para acabar siendo alanceado, decapitado y puesto en medio de la plaza de Cale, donde los locales hicieron danzas en torno a su cadáver (71).
Los pocos españoles supervivientes consiguieron refugiarse en la playa, donde construyeron con las maderas del convento una pequeña fuerza. Así estuvieron resistiendo durante ocho meses hasta que intentaron escapar en una embarcación pequeña con la que pretendían alcanzar Ternate. Un viaje del todo irrealizable para esa embarcación, en el que hubieran muerto ahogados, si no hubiese sido por la ayuda de Buntuán, el rey de Calonga, quien los rescató en las aguas del norte de Sulawesi. Los españoles sobrevivientes fueron acogidos por los reyes de Tabuca y Calonga, para más tarde en una embarcación fletada por el rey Buntuán llegar a Ternate. La rebelión local y el Tratado de Westfalia parecen poner fin a la presencia española en Manado y facilitar la llegada de los holandeses a la zona, pero ello no ocurre de forma total, ni inmediata. Pese a la rebelión, los españoles siguieron permaneciendo en el norte de Sulawesi y el relevo holandés no se produjo tan rápidamente, ni con tanta facilidad como cabría esperar. El acuerdo de Westfalia estipulaba que los españoles no podrían extender sus dominios en las Molucas, lo que conllevó que el gobierno español no invirtiese, ni hiciera más gastos en la zona de esa fecha en adelante (72).
Fortaleza de Kalamata en Ternate.
Pese a esto, muchos de los españoles allí presentes se resistieron a que la influencia hispana sobre los pueblos locales empezase a declinar y se rompieran las alianzas conseguidas años atrás. Comprobamos cómo Manado siguió siendo destino de expediciones militares y estancias españolas (73).
En 1652 desde Ternate se manda una expedición de castigo de rebeldes al mando del capitán Bartolomé de Cosar, y su estancia se prolonga al menos por un año (74).
Dos años después, el 16 de julio 1654, se firma un nuevo acuerdo de paz con Manado, está documentado en una carta del gobernador Manrique de Lara en la que dice que hay paces firmadas con los reyes de Macasar, Tidore, Calonga y Manado (75). 
Volvemos a tener testimonios de la presencia española en Manado para el año 1656, cuando las fuentes franciscanas registran otra expedición al mando del sargento mayor Juan de Ytamarren, en la que fue el franciscano fray Pedro de San Buenaventura (76). 
Sin embargo, y a pesar de la influencia española, los holandeses continuaron ambicionando el control directo de este territorio, y en 1657 establecieron su primer asentamiento en Manado. Aprovechando una petición local de ayuda, iniciaron la construcción de su primer fuerte en la zona, desde donde intentarían romper la alianza que los locales aún mantenían con España (77).
Manado, recelosa del poder de Siao, el aliado por antonomasia de los españoles en la zona, buscó en los holandeses un apoyo que contrarrestase el fuerte vínculo entre Siao y España. Cuatro años después, en 1660, la influencia y la intensa presión holandesa ya se hace notar y Manado rompe su alianza con España. El gobernador Manrique de Lara informa al monarca de que, ayudados por el holandés, los de Manado se habían rebelado contra los soldados españoles, que allí seguían manteniendo la posesión, el dominio, señorío y potestad del monarca hispano (78).
Si bien es cierto que los holandeses consiguen que en el año 1660 Manado rompiera con España, algunas tribus del interior todavía se alineaban junto a los españoles (79).
Se trataba de los habitantes de La Laguna o Tondano. La Laguna correspondería a una gran población en torno al actual lago Tondano. Su nombre Ton-dano significaría pueblo del agua, su rival la tribu Tonsea (Ton-sea), correspondería al pueblo de la catarata) (80), a unos 30 kilómetros de Manado, la mayor población de Minahasa y la que mayor afinidad tuvo siempre con los españoles. Los motivos de esta complicidad los podemos encontrar en diferentes razones, la principal de las cuales sería su posición de tributarios de la etnia de Tonsea (81), más al norte y responsable de la rebelión antiespañola de 1644, pues así su alianza con los españoles reforzaría su posición frente a los antiguos señores. El gobernador holandés de las Molucas, Roberto Padtbrugge, remarca que son los únicos habitantes del norte de Sulawesi que muestran orgullo de ser monógamos y que llevan el pelo corto cortado en redondo a la altura de las orejas, lo que también puede ser un indicio de su buena adaptación a las costumbres españolas (82).
Ellos serán los últimos en aceptar el dominio holandés en la zona, protagonizando una gran rebelión en 1663 que impidió a los holandeses conseguir el arroz que necesitaban y que no en vano era el principal motivo de su interés por el norte de Sulawesi (83).
Los holandeses señalaban como el gran instigador de esta rebelión al jesuita Francisco de Miedes que había llegado a Molucas en 1655, alternando entre Ternate y Siao, quien tras la evacuación española de las Molucas fue capaz de reclutar 50 seguidores en Ternate (84) para vía Siao llegar a Sulawesi. El jesuita estaría en el año 1663 en Tondano ofreciendo ayuda para luchar contra los holandeses, proporcionando pólvora y alentando la posibilidad de establecer de nuevo un fuerte cerca de la zona de Las Quemas (Kema), donde ya se había establecido una iglesia en décadas anteriores, era la zona más oriental del norte de Sulawesi y más lejana a Manado. El mando holandés en Manado advierte de la necesidad de aliarse con el pueblo de Las Quemas para evitar que éstos puedan volver a llegar a un acuerdo con los españoles (85).
En 1662 se tomó la decisión de evacuar las Molucas ante la amenaza del pirata chino Koxinga sobre Manila. La evacuación se hizo efectiva en mayo de 1663, cuando se desmanteló el presidio de Ternate, y aunque se dijo a los holandeses que la salida era temporal, la vuelta ya no fue posible. Su situación, al margen de la amenaza de Koxinga, era ya de por sí muy débil, la isla era improductiva y las fuerzas españolas seguían sin resolver su problema de suministros (86), además de los casos de deserción y de paso a las filas holandesas. El gobernador del Maluco, Francisco de Atienza, destruyó las fortalezas y los almacenes e incendió las casas y conventos para que no pudieran ser aprovechados por los enemigos. Antes de abandonar las Molucas quiso dejar claro que por derecho de guerra se había tomado la soberanía sobre Ternate y que en virtud de la Paz de Münster, dicha soberanía debía ser respetada, “porque aunque se retiraban las armas el Rey nuestro señor retenía en si el dominio, señorío y potestad y propiedad que como legítimo Dueño y Señor tenía en aquel territorio en todas sus plazas, fuerzas y fortificaciones antes de dicho retiro” (87).
El preciado clavo de olor pasó de ser monopolio árabe a ser portugués y español; pero los que obtuvieron mayores beneficios fueron los propietarios de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
Los holandeses, al encontrarse el camino despejado, eliminaron todos los árboles claveros de las diferentes islas, para que no pudieran hacer competencia a las suyas, y aprovecharon los materiales de los presidios españoles abandonados para reforzar sus propias construcciones. La evacuación de Ternate supuso la sentencia final sobre Sulawesi. La salida española de las Molucas despejó el camino a los holandeses para tomar el control directo sobre el norte de Sulawesi. En 1666 construyeron en Manado su fuerte definitivo en piedra (Fort Amsterdam), que sustituyó al anterior, convirtiéndose en el centro del poder holandés en la zona. Tras la evacuación de las Molucas, el último reducto español se concentró en el tradicional aliado Siao, donde desde 1671 residía una pequeña fuerza de soldados españoles. Fueron enviados más como símbolo de continuidad de la alianza con los locales, que no querían renunciar a su cristianismo, pues junto a los soldados estaban tres miembros de la compañía de Jesús, que como posibilidad de mantener un fuerte de defensa militar, que “Residen allí sin presidio, ni fortificación de piedra ni artillería, ni tienen otras armas que las ordinarias de arcabuces y mosquetes”. (88).
Habitantes de las islas Siao.
El reducto de Siao fue un problema para los holandeses. Sin legitimidad para ocuparlo, ya que según lo dispuesto en el Tratado de Münster era lugar de soberanía española, su cercanía a Manado les hacía temer que los pocos españoles instigasen a sus antiguos aliados del norte de Minahasa. De hecho, en julio de 1673, documentamos una visita del mando mayor de la fuerza de Siao, el capitán Andrés Serrano, junto al jesuita Francisco de Miedes, al Fort Amsterdam de Manado. Acuden para entrevistarse con el gobernador de las Molucas, Cornelis Frank (1672-74), firmando un acuerdo por el que ambas partes no volverían a levantarse en armas (89).
Finalmente, los holandeses lograrán que Ternate declarase la guerra a Siao. En 1677 una expedición holandesa bajo la supervisión del gobernador de Molucas, Robert Padtbrugge, acompaña al rey de Ternate a la conquista de Siao, haciendo antes escala en su aliado Manado para sumar efectivos a la operación. (90).
Así se consigue acabar con el último reducto español en la zona, expulsando a los españoles del fuerte Santa Rosa, el último puesto español de las Célebes (91).
Fue una operación llevada a cabo por fuerzas de Ternate, sin que oficialmente la VOC llegase a participar militarmente, o eso al menos se pretendía hacer ver para no incumplir el Tratado de Münster. Disponemos del testimonio de unos de los jesuitas que allí se encontraban, el padre Manuel Español, que residía junto a sus compañeros, Carlos Sarcoti (procedente de Flandes) y Jerónimo de Cebreros (el padre Miedes había recibido la orden de regresar a Filipinas, muriendo en Iloílo en 1674). La fuerza estaría compuesta de 25 soldados, 13 españoles y 12 pampangos, al mando de Andrés Serrano. Según el diario de Padtbrugge el fuerte español estaría en la costa este de la isla, cerca de la población de Oele (Ulu) (92).
Bajo la coartada de una cuestión de legitimidad matrimonial (93), los holandeses encontraron la excusa para justificar el ataque del sultán de Ternate a Siao, expulsando a la última fuerza española 71 años después de la llegada de la expedición de Pedro de Acuña. La VOC procedió rápidamente a cortar los claveros de la isla para salvaguardar su monopolio del clavo.
Anagrama de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, quizá el primer logo reconocido como tal en el mundo.
A la salida española del norte del Sulawesi, le sucedió la llegada de los holandeses que, a diferencia de los españoles, iniciaron un fuerte proceso de colonización, que con el tiempo hizo que el territorio de Manado fuera conocido dentro de Indonesia por su fuerte grado de aculturación neerlandesa. La evacuación española de las Molucas supuso el golpe definitivo de la presencia en Sulawesi. Sin rival europeo, a los holandeses les fue relativamente cómodo controlar todo el norte de Sulawesi, incluyendo las islas más septentrionales. Desde su fuerte en Manado lograron imponer sus condiciones a los diferentes pueblos de la región, bien por acuerdo o haciendo uso de su fuerza militar. La anterior presencia española, aunque no fuera muy numerosa, sirvió de contrapeso a las aspiraciones holandesas, pues los pueblos locales tuvieron un posible aliado con el que poder oponerse a Holanda. Desalojados los fuertes de Molucas, Holanda pasó a ser el único árbitro y señor de todo este territorio. No obstante, la presencia de soldados y religiosos españoles durante algo más de 50 años, nos hace preguntarnos si dejó algún poso o tuvo algunas consecuencias en estos territorios. A nivel de restos materiales el rastro en imperceptible, pues las construcciones como el fuerte de Manado o las iglesias de Banta y Cale, al ser hechas en madera, no debieron durar mucho tiempo. Es en el campo de la filología es donde podemos encontrar ecos de esta presencia. A través de los misioneros protestantes creadores de los primeros diccionarios de las lenguas de la zona a finales del siglo XIX, encontramos el uso de palabras de origen español. En el manado-malais, también conocido como lengua minahasa durante el período de administración holandesa (melaju-pasar), encontramos palabras de claras reminiscencias castellanas: pasiar (pasear), toki (tocar), Blanda (Holanda), horas (tiempo), kintal (terreno), pesta (fiesta), kawalo (caballo) o liquidar (matar) (94).
Paisaje de las islas Siao con la figura cónica del volcán al fondo de cuyas emanaciones se constituiría la isla, como la mayoría de las componentes de este archipiélago.
Además de la lengua, el actual nombre de Kema, población en la costa oriental del norte de Minahasa, parece proceder del original español de Las Quemas, denominación que usaban los españoles para designar la zona más oriental de Minahasa. A modo de conclusión podemos decir que el comienzo de la ocupación española fue consecuencia directa de su cercanía a Ternate. La soberanía española en el Maluco a partir de la expedición de Pedro de Acuña de 1606 propició que un territorio al que se le había prestado poco interés pasase a adquirir cierta importancia estratégica desde una triple perspectiva: económica (como fuente de suministros que remediase la carestía crónica de los fuertes de Ternate y Tidore), política (como área de potenciales aliados) y religiosa (como tierra de evangelización católica). Si bien al inicio desde las altas instancias no hubo una línea política de establecimiento en este territorio, las informaciones que iban llegando desde el Maluco hicieron que desde España se llegasen a plantear estrategias de control, como así reflejan las órdenes que Felipe IV envió para la construcción de un fuerte en la costa oriental, que finalmente no se llevó a cabo por decisión personal del gobernador del Maluco, Pedro de Heredia. La lejanía de este territorio impidió la puesta en marcha de un proceso de colonización. Los posibles recursos que se debían enviar desde Nueva España vía Manila, apenas cubrían las necesidades de los fuertes de las Molucas, con lo que difícilmente quedaban efectos para enviarlos a otras plazas más lejanas. Hubo un interés real en la zona y a ello obedece el hecho de mantener durante varias décadas una guarnición española en Manado, aunque con un número insuficiente de efectivos para acometer planes más ambiciosos de conquista. La falta de medios hizo que el fuerte en Manado tuviera más carácter diplomático que de puesto de control. Pero, aunque la presencia española en Sulawesi no fue continua, tal como sí ocurrió en las islas de Ternate y Tidore, la comunicación con el norte de Sulawesi siempre existió y la navegación de pequeñas embarcaciones con Manado, Siao y las islas Sangir nunca se interrumpió, siendo posible el intercambio de noticias, mercancías y personas entre ambos lados del mar de Molucas. Si bien la presencia española apenas ha dejado un legado o influencia en el territorio.
Granada 20 de Marzo de 2019.
Pedro Galán Galán.
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Referencias de citas:
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(2)  Wigboldus, Jouke S.: A History of the Minahasa c. 1615-1680, Archipel, 34. París, 1987, 1987, página 64.
(3) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 110.
(4) Relación de Fray Blas Palomino sobre Manados, Manados, 23 de junio de 1619, Archivo Franciscano Ibero-Oriental, Madrid (AFIO), caja 21, Filipinas Varios, legajo número 11, folio 4.)
(5) Juan de la Concepción: Historia General de las Filipinas, 14 volúmenes, Manila, Editorial  A. de la Rosa y Balagtas, 1788-1792. Volumen 1, página 126.
(6) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 109.
(7) Juan de la Concepción: Historia General de las Filipinas, 14 volúmenes, Manila, Editorial  A. de la Rosa y Balagtas, 1788-1792., volumen 1, página 321. Y Juan de la Concepción, 1788, volumen 2, página 197.
(8) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 330.
(9) Memoria y Relación e historia verdadera de lo sucedido en las Islas Molucas 1609-1619, Gregorio de San Esteban, Archivo Franciscano Ibero-Oriental (AFIO), Madrid, caja 21, legajo 12, folio. 72.
(10) Carta de Francisco Montemayor sobre reyes de Ternate, Siam, Tabucán, Manila, 12 de junio de 1678, Archivo General de Indias, Sevilla (AGI), Filipinas, 23, Relación 17, Número 55, folio 3.
(11) Campo López, Antonio C.: La presencia española en el norte de Sulawesi durante el siglo XVII. Estudio del asentamiento español en el norte de Sulawesi ante la oposición local y la amenaza holandesa (1606 - 1662), Revista de Indias, LXXVII/269. Madrid, 2017, Página 57.
(12) San Antonio, Juan Francisco: Franciscanos descalzos en Castilla la vieja: Crónica de la Santa Provincia de San Pablo, Salamanca, Santa Cruz, 1728, página 376.
(13) Archivo General de Indias (AGI), Filipinas, 23, Relación 17, Número 55, folio 3.
(14) Spate, Oskar H.: El lago español, España, Casa Asia, 2006, página 147.
(15) Morga, Antonio de: Sucesos de las islas Filipinas, México, 1609, página 246.
(16) Ramerini, Marco, La storia della presenza Spagnola nelle Isole Molucche: Le fortezze spagnole nella ísola di Tidore 1521-1663, Roma, Saggistica, 2008.
(17) Laarhoven, Ruurdje y Pino Wittermans, Elizabeth: From Blockade to Trade: Early Dutch Relations with Manila, 1600-1750, Philippine Studies, XXXIII/4. Manila, 1985, páginas 485 a 504.
(18) Leonardo de Argensola, Bartolomé: Conquista de las Islas Malucas al rey Felipe III, Madrid, Alonso Martín, 1609, páginas 81 y 82.
(19) Leonardo de Argensola, Bartolomé: Conquista de las Islas Malucas al rey Felipe III, Madrid, Alonso Martín, 1609, página 222.
(20) Santos Hernández, Ángel: Cristianismo en crecimiento, tomo III, Madrid, Espasa, 1977, páginas 531 a 535.
(21) Leonardo de Argensola, Bartolomé: Conquista de las Islas Malucas al rey Felipe III, Madrid, Alonso Martín, 1609, página 383.
(22)  Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 11, folio 2.
(23) Sancho Rayón, José León: Documentos inéditos para la historia de España, tomo LII, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1868, página 223.
(24) Sancho Rayón, José León: Documentos inéditos para la historia de España, tomo LII, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1868, página 183.
(25) Fernández Navarrete, Domingo: Tratados históricos, políticos, éthicos y religiosos de la monarquía de China, Madrid, Imprenta Real, 1676, página 326.
(26) Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 12, folio 34.
(27) Carta del virrey Luis de Velasco, el joven, México, 4 de abril de 1610, Archivo General de Indias (AGI), México, Relación 28, Número 2, folio 59.
(28) Carta del virrey Luis de Velasco, el joven, México, 4 de abril de 1610, Archivo General de Indias (AGI), México, Relación 28, Número 2, folio 59.
(29) Carta de Alonso Fajardo de Tenza sobre asuntos de gobierno, Manila, 31 de julio de 1621, Archivo General de Indias (AGI), Filipinas, 7, Relación 5, Número 64, folio 10.
(30) Rodríguez Rodríguez, Isacio: Historia de la Provincia Agustiniana del Santo nombre de Jesús de Filipinas, vols. XVII-XVIII, Valladolid, Estudios Agustinianos, 1984-1986. Volumen 18, página 260.
(31) Centenero de Arce, Domingo y Terrasa Lozano, Antonio, “El sudeste asiático en las políticas de la Monarquía Católica. Conflictos luso-castellanos entre 1580-1621”, Anais de História de Além-Mar, IX. Lisboa, 2008, página 248.
(32) Carta de Pedro de Heredia a Alonso Maldonado sobre Terrenate, México, 15 de febrero de 1622, Archivo General de Indias (AGI), Filipinas, Relación 39, Número 5, folio 1.
(33) Carta de Niño de Távora sobre la expedición a Isla Hermosa, Manila, 4 de agosto de 1628, Archivo General de Indias, Filipinas, Relación 30, Número 12, folio 16.
(34) Sánchez Pons, Jean-Noel: Misión y Dimisión, Las Molucas en el siglo XVII entre jesuitas portugueses y españoles, 2013, páginas 107 a 132;  y Alexandre Coello de la Rosa, Javier Burrieza y Doris Moreno (eds.): Jesuitas e Imperios de Ultramar (siglos XVI-XIX), Madrid, Sílex, 2012, páginas 81 a 101.
(35) Sánchez Pons, Jean-Noel: Misión y Dimisión, Las Molucas en el siglo XVII entre jesuitas portugueses y españoles, Alexandre Coello de la Rosa, Javier Burrieza y Doris Moreno (eds.), Jesuitas e Imperios de Ultramar (siglos XVI-XIX), Madrid, Sílex, 2012, páginas 81 a 101.  
(36) Ciudad del Rosario, 19 de marzo de 1610, Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 3.
(37) Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 12, folio 41.
(38) Manila, 4 de agosto de 1645, Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 20.
(39) Sancho Rayón, José León: Documentos inéditos para la historia de España, tomo LII, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1868, página 223.  
(40) Henley, David: Conflict, Justice, and the Stranger-King Indigenous Roots of Colonial Rule in Indonesia and Elsewhere, Modern Asian Studies, 38/1. Cambridge, 2004, página 90.
(41) Fernández Duro, Cesáreo: Historia de la Armada Española desde la Unión de los Reinos de Castilla y de Aragón, volumen 3, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1895, página 393.
(42) Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 12, folio 48.
(43) Sancho Rayón, José León: Documentos inéditos para la historia de España, tomo LII, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1868, página 364.
(44) Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 12, folio 89.
(45) Aernsbergen, Anthonius van: De Katholieke kerk en hare Missie in de Minahasa, BKI, 81. S-Gravenhage, 1925, página 18.
(46) Aernsbergen, Anthonius van: De Katholieke kerk en hare Missie in de Minahasa, BKI, 81. S-Gravenhage, 1925, página 19.
(47) Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 11, folio 1.
(48) Archivo Franciscano Ibérico- Oriental (AFIO), caja 21, legajo 11, folio 3.
(49) Martínez, Domingo: Compendio Histórico de la Apostólica Provincia de San Gregorio de Philipinas de Religiosos Menores Descalzos de San Francisco, Madrid, Viuda de Manuel Fernández, 1756, página 176.
(50) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 159.
(51) Gil, Juan: Mitos y utopías del Descubrimiento, volumen 2, Madrid, Alianza, 1992, páginas 190 a 193.
(52) Archivo General de Indias, (AGI) Filipinas, 7, Relación 5, Número 65, folio 14.
(53) Archivo General de Indias, (AGI) Filipinas, 7, Relación 5, Número 65, folio 10.
(54) Archivo General de Indias, (AGI) Filipinas 7, Relación 5, Número 67, folio 7.
(55) Rodríguez Rodríguez, Isacio: Historia de la Provincia Agustiniana del Santo nombre de Jesús de Filipinas, volúmenes XVII-XVIII, Valladolid, Estudios Agustinianos, 1984-1986. Volumen 17, página 30.
(56) Sloos, Dirk A., De Nederlanders in de Philippijnse wateren voor 1626, Amsterdam, De Wit, 1898, página 90.
(57) Carta de Niño de Távora con noticias  de Terrenate de Herrera, Manila, 20 de julio de 1620, Archivo General de Indias (AGI), Filipinas, 20, Relación 19, Número 122, folio 2.
(58) Pérez, Lorenzo: Historia de las misiones de los Franciscanos en las islas Malucas y Célebes, Archivum Franciscanum Historicum, VII. Roma, 1914, página 627.
(59) Archivo General de Indias, Filipinas, 20, Relación 20, Número 140, folio 1.
(60) Respuesta a Niño de Távora sobre asuntos de gobierno, Madrid, 3 de septiembre de 1627, Archivo General de Indias (AGI), Filipinas 329, Legajo 3, Folios 136R a 140R.
(61) Borao Mateo, José Eugenio: Spaniards in Taiwan, 2 volúmenes, Taipei, SMC Publishing, 2014.
(62) Gil, Juan: Mitos y utopías del Descubrimiento, volumen 2, Madrid, Alianza, 1992, página 209.
(63) Blair, Emma Helen y Robertson, James Alexander: The Philippine Islands: 1636-1637, volumen 27, 1905, página 313.
(64) Fernández Duro, Cesáreo: Historia de la Armada Española desde la Unión de los Reinos de Castilla y de Aragón, volumen 4, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1895, páginas 420 y 421. Tomado del Memorial del Procurador D. Juan Grau y Monfalcón.
(65) Sucesos de Filipinas contra Mindanao, 1637, Archivo Histórico Nacional (AHN), Madrid, Diversos-Colecciones, legajo 26, Número 70.
(66) Sucesos de Filipinas contra Mindanao, 1637, Archivo Histórico Nacional (AHN), Madrid, Diversos-Colecciones, legajo 26, Número. 70.
(67) Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 20, folio 1.
(68) Huerta, Félix: Estado Geográfico, Topográfico, Estadístico, Histórico-Religioso de La Santa y Apostólica Provincia de S. Gregorio Magno, Manila, 1855, página 684.
(69) Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 20, folio 5.
(70) Juan de la Concepción, Historia General de las Filipinas, 14 volúmenes, Manila, Ed. A. de la Rosa y Balagtas, 1788-92. Volumen 6, página 178.
(71) Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 20, folios 6 y 7.
(72) Martínez Shaw, Carlos: El imperio colonial español y la República Holandesa tras la Paz de Münster, Pedralbes: Revista d`història moderna, 19. Barcelona, 1999, páginas 117 a 130.
(73) Godée-Molsbergen, Evehardus Cornelis: Geschiedenis van de Minahasa tot 1829, Weltevreden, Landsdrukkerij, 1928, páginas 10 a 15.
(74) Peticiones y recaudos para los religiosos de Terrenate en que se hace constar cómo la provincia de Manados ha sido desde el principio administrada por los franciscanos, Ternate, 12 de mayo de 1657, Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 26, folio 2.
(75) Prieto Lucena, Ana M.: Filipinas durante el gobierno de Manrique de Lara, 1653-1663, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984, página 101.
(76) Carta del Padre Trujillo al Provincial Alonso de San Francisco, Ternate, 15 de junio de 1655, Archivo Franciscano Ibérico-Oriental (AFIO), caja 21, legajo 25, folio 1.
(77) Dam, Pieter van: Beschrijvinge van de Oostindische Compagnie, 1639-1701, Deel 2.1., S-Gravenhage, Stapel, 1931, página 76.
(78) Carta de Manrique de Lara sobre asuntos de guerra, Manila, 20 de junio de 1671, Archivo General de Indias (AGI), Filipinas, 9, Relación 2, Número 34, folio 33.
(79) Henley, David: A Superabundance of centers: Ternate and the Contest for North Sulawesi, Cakalele, 4. Manoa, 1993, páginas 39 a 60.
(80) Padtbrugge, Robert: Beschrijving der zeden en gewoonten van de bewoners der Minahassa, BKI, 13. S-Gravenhage, 1866, página 307.
(81) Wigboldus, Jouke S.: A History of the Minahasa c. 1615-1680, Archipel, 34. París, 1987, página 76.
(82) Padtbrugge, Robert: Beschrijving der zeden en gewoonten van de bewoners der Minahassa, BKI, 13. S-Gravenhage, 1866, página 320.
(83) Wigboldus, Jouke S.: A History of the Minahasa c. 1615-1680, Archipel, 34. París, 1987, página 69.
(84) Chijs, Jacobus Anne van der: Dagh-Register gehouden int Casteel Batavia vant passerende daer ter plaetse als over geheel Nederlandts-India, Anno 1664, s’Hage, Batavia Landsdrukkerij, 1893, página 290.
(85) Aernsbergen, Anthonius van, “De Katholieke kerk en hare Missie in de Minahasa”, BKI, 81. S-Gravenhage, 1925, página 26.
(86) Prieto Lucena, Ana M.: Filipinas durante el gobierno de Manrique de Lara, 1653-1663, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984, página 134.
(87) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 811.
(88) Archivo General de Indias (AGI), Filipinas, 23, Relación 17, Número 55, folio 3.
(89) Jacobs, Hubert: Documenta Malucensia, volumen 3, Roma, IHSI, 1984, página 679.
(90) Robidé van der Aa, P. J. B. C.: De Vermeestering van Siauw door de Oost-Indische Compagnie, BKI, 14. S-Gravenhage, 1867, página 100.
(91) Aritonang, Jan Sihar y Steenbrink, Karel: A History of Christianity in Indonesia, Leiden, Brill, 2008, página 67, y  Juan de la Concepción, 1788, volumen 7, página 260.
(92) Padtbrugge, Robert: Het Journaal van Padtbrugges Reis naar Noord-Celebes en de Noordereilanden, BKI, 14. S-Gravenhage, 1867, página 193.
(93) Herrera Revierigo, José Miguel: Manila y la Gobernación de Filipinas en el Mundo Interconectado de la segunda mitad del siglo XVII, tesis Doctoral, Univ. Jaume I, 2014, páginas 539 a 544.
(94) Niemann, George Karel, “Mededeelingen Omtrent de Alfoersche Taal van NoordOost Celebes”, BKI, 17. S-Gravenhage, 1870, páginas 76 a 120.