PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 26 de julio de 2021

RELACIÓN DE LOS 157 GIENNENSES DE LOS BATALLONES DE TRABAJADORES DESTINADOS A IGAL (141), VIDÁNGOZ (8) Y RONCAL (8).

ALGUNAS MUESTRAS DE LA CONVIVENCIA DE LOS VECINOS DE ESTAS POBLACIONES CON LOS SOLDADOS TRABAJADORES.

En un anterior artículo, publicado en fecha 18 de julio, aparecían los datos personales de los cuatro higuereños que habían sido enviados al Batallón de Soldados Trabajadores Número 6 en el campo de concentración de Igal (Navarra). Dado que la fuente de información proporciona otro muy numeroso grupo de personas, que fueron enviadas a este mismo lugar, incorporaremos la lista completa de los presos de la provincia de Jaén, de ellos 141 fueron destinados al Batallón de Igal, también incluiremos en esta relación otros 8 que fueron destinados a Vidángoz y otros 8 que fueron destinados a Roncal, poblaciones que quedaron reflejadas en ese anterior artículo, puesto que el proyecto era el de dotar a estas poblaciones de una carretera que uniera a estas tres localidades navarras, pues se requería iniciar los trabajos de preparación de la “caja” de la carretera desde las tres localidades.

Soldados Trabajadores en el valle del Roncal.
 A continuación, incluimos la relación de los 157 presos, que incluidos los cuatro higuereños, serían los presos giennenses en el Batallón número 6 de Igal, y además hemos incluido a 8 presos que fueron destinados al Batallón Numero 127 de Vidángoz y otros 8 al Batallón Número 106 de la población de Roncal.

En la siguiente relación aparecerá en primer lugar el número de orden de los soldados entre paréntesis, en segundo lugar, el número de cómo están ordenados por orden alfabético los 5.851 presos de la provincia de Jaén indicándose con otra numeración sin paréntesis. A continuación, primer y segundo apellidos, nombre y alias o mote, fecha de nacimiento y/o edad, lugar de nacimiento, lugar residencia, afiliación política o sindical, el expediente sumarísimo de responsabilidades y la condena, y cárcel o cárceles donde estuvieron y observaciones.  

(1º) 70 Aguilera Peña, Leovigildo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo de concentración de Igal (Navarra).

(2º) 141 Alés Rivillas, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo de concentración de Igal (Navarra).

(3º) 202 Amensena Valenzuela, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Bélmez de la Moraleday residente en Bélmez de la Moraleda.Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo de concentración de Igal (Navarra).

(4º) 243 Aranda Barajas, Esteban. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Huelma y residente en Huelma. Incoada causa militar. Se desconoce filiación política o sindical. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(5º) 262 Arcas Cardeña, Ildefonso. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(6º) 263 Arco Lara, José del. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Villanueva del Arzobispo y residente en Villanueva del Arzobispo. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 127 en Vidángoz (Navarra).

(7) 302 Arjona Serrano, Rafael. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(8) 314 Armenteros Ruiz, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(9) 369 Ballester Suárez, Raimundo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcaudete y residente en Alcaudete. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 127 en Vidángoz (Navarra).

(10) 387 Barajas Galiano, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Huelma y residente en Huelma. Afiliado a Juventudes Socialistas. Incoada causa militar Detenido y condenado: Cárcel en Huelma, Jaén y Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(11) 398 Bárcena Juzgado, Manuel. Nacido en 1916. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(12) 592 Burgos Alba, Juan A. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(13) 595 Burgos Manella, Rogelio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcaudete y residente en Alcaudete. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(14) 632 Cabrera Vallejo, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(15) 691 Camacho Moreno, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Larva y residente en Larva. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(16) 772 Cano Martos, Luis. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar: Detenido y condenado a cadena perpetua (30 años). Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(17) 777 Cano Sánchez, Julián. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcaudete y residente en Alcaudete. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar: Detenido y condenado a cadena perpetua (30 años). Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(18) 778 Cano Serrano, Vicente. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(19) 848 Carmona Bejerano, Ildefonso. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjonilla y residente en Arjonilla. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(20) 860 Carmona Jándula, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjonilla y residente en Arjonilla. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(21) 908 Carrillo Aguilera, Vicente. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).  

(22) 911 Carrillo Coca, Juan.  Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(23) 913 Carrillo Expósito, Ildefonso. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjonilla y residente en Arjonilla. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(24) 918 Carrillo Latorre, Cipriano.  Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcaudete y residente en Alcaudete. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(25) 992 Castillo Familina, Antonio.  Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Escañuela y residente en Escañuela. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 106 en Roncal (Erronkari en vascuence). (Navarra).

(26) 994 Castillo García, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Castillo de Locubín y residente en Castillo de Locubín. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(27) 1.030 Castro Plaza, Pedro. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(28) 1.047 Ceacero Peinado, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Mancha-Real y residente en Mancha-Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(29) 1.130 Cobo Fernández, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(30) 1.135 Cobo Navas, Andrés. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Lahiguera y residente en Lahiguera. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(31) 1.142 Cobos Aguilar, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Mancha Real y residente en Mancha Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(32) 832) 1.147 Cobos Martínez, Laureano. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Mancha Real y residente en Mancha Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(33) 1.152 Cobos Saeta, Fernando. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Mancha Real y residente en Mancha Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(34) 1.168 Colmenero Cabrera, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Fuensanta de Martos y residente en Fuensanta de Martos. Se desconoce a filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(35) 1.169 Colmenero Medina, Pascual. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Jaén y residente en Jaén. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 106 en Roncal (Erronkari en vascuence). (Navarra).

(36) 1.195 Córdoba Pérez, Rafael. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(37) 1.230 Cortijos Pancorbo, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Lahiguera y residente en Lahiguera. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).   

(38) 1.271 Cruz Fernández, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de La Carolina y residente en La Carolina. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(39) 1.321 Cuesta Cuenca, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(40) 1.352 Delgado Gómez, Andrés. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Mancha Real y residente en Mancha Real. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(41) 1.366 Delgado Ramírez, Pedro. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(42) 1.393 Díaz Huete, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Fuensanta de Martos y residente en Fuensanta de Martos. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(43) 1.401 Díaz Morales, Fausto. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Huelma y residente en Huelma. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(44) 1.425 Díez Zamora, Mariano. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Jaén y residente en Jaén. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo del tribunal militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 106 en Roncal (Erronkari en vascuence). (Navarra).

(45) 1.442 Donaire Lara, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Fuensanta de Martos y residente en Fuensanta de Martos. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(46) 1.443 Donaire Milla, Eduardo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Fuensanta de Martos y residente en Fuensanta de Martos. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(47) 1.513 Espinosa Casado, Luis. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Escañuela y residente en Escañuela. Afiliado al PCE Incoada causa militar. Al finalizar la guerra fue recluido en los campos de concentración de Albatera y Portaceli. Cuando regresó a su pueblo natal, fue movilizado y enviado como desafecto al régimen al Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra) y después a la base en Rota (Cádiz). En julio de 1942 se evadió marchando a Madrid. Detenido en 1943.

(48) 1.535 Estévez Caballero, Sotero. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcaudete y residente en Alcaudete. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(49) 1.606 Fermenia Torres, Juan.  Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Linares y residente en Linares. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(50) 1.620 Fernández Cañizares, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(51) 1.704 Fernández Santiago, Luis. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Fuensanta de Martos y residente en Fuensanta de Martos. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(52) 1.707 Fernández Serrano, Miguel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Carchelejo y residente en Carchelejo. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(53) 1.764 Fuentes Jiménez, Rafael. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(54) 1.799 Galán Segovia, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcaudete y residente en Alcaudete. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(55) 1.850 Gallego Ruiz, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(56) 1.881 Gámez Serrano, Gregorio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(57) 1.901 García Barragán, Matías. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(58) 1.929 García de la Torre, Miguel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Lahiguera y residente en Lahiguera. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).  

(59) 1.995 García Márquez, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(60) 2.015 García Morales, Diego. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Cambil y residente en Cambil. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).   

(61) 2.098 García Vaca, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(62) 2.112 Garrido Armenteros, Antonio.  Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Frailes y residente en Frailes. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(63) 2.119 Garrido Carmona, Saturnino. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Linares y residente en Linares. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 106 en Roncal (Erronkari en vascuence) (Navarra).

Foto de Lahiguera a vista de pájaro.
(64) 2.176 Gavilán Cortijos, Félix. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Lahiguera y residente en Lahiguera. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).   

(65) 2.184 Gea Méndez, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Albanchez de Mágina y residente en Albanchez de Mágina. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 106 en Roncal (Erronkari en vascuence) (Navarra).

(66) 2.219 Gómez Fernández, Rafael. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Cárcel en Andújar y recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(67) 2.220 Gómez García, Antonio. Nacido en 1916. Natural de Porcuna y residente en Porcuna. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(68) 2.287 González González, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(69) 2.307 González Moya, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(70) 2.313 González Pala ?, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(71) 2.340 González Sánchez, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Castillo de Locubín y residente en Castillo de Locubín. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).  

(72) 2.387 Guardia Mellados, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(73) 2.389 Guardia Rueda, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(74) 2.409 Guirado Labelle, Salvador. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Jaén y residente en Jaén. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo del tribunal militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 127 en Vidángoz (Navarra).

(75) 2.431 Gutiérrez Lechuga, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Carchelejo y residente en Carchelejo. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(76) 2.437 Gutiérrez Montijano, Juan F. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Escañuela y residente en Escañuela. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(77) 2.506 Hernández Navarro, Bernardo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjonilla y residente en Arjonilla. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(78) 2.582 Hinojosa Aguilera, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(79) 2.583 Hinojosa Arroyo, Rafael. Nacido en 1916. Natural de Alcalá la Real y residente en Lora del Río (Sevilla). Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(80) 2.634 Ibáñez Rosales, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(81) 2.644 Illana Moya, Fernando. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Jaén y residente en Jaén. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo del tribunal militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 106 en Roncal (Erronkari, en vascuence) (Navarra).

(82) 2.648 Iniesta Martínez, Luís. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(83) 2.686 Jiménez Badillo, Julio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(84) 2.711 Jiménez García, Gregorio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(85) 2.770 Jodar Santallo, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Baeza y residente en Baeza. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 106 en Roncal (Erronkari, en vascuence) (Navarra).

(86) 2.771 Joral Buendía, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Lopera y residente en Lopera. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).   

(87) 2.775 Joyanes Espinosa, Miguel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Carchelejo y residente en Carchelejo. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(88) 2.821 Justicia Pulido, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Huelma y residente en Huelma. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(89) 2.825 La Virgen Martínez, Benito. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Lahiguera y residente en Lahiguera. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).  

(90) 2.831 Lacalle Rueda, José María. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(91) 2.888 Lara Sanabria, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(92) 2.899 Lázaro García, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(93) 2.910 Lendínez Romero, Pedro. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Carchelejo y residente en Carchelejo. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

 (94) 2.915 León Moral, Daniel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcaudete y residente en Alcaudete. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(95) 3.005 López Contreras, José Mª. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Castillo de Locubín y residente en Castillo de Locubín. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(96) 3.006 López Córdoba, Miguel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(97) 3.035 López Hernández, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Huelma y residente en Huelma. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(98) 3.153 Luna Jepe, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Baños de la Encina y residente en Baños de la Encina. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 106 en Roncal (Erronkari, en vascuence) (Navarra).

Foto antigua de una vista panorámica de Roncal (Navarra).

(99) 3.366 Martínez Laguna, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(100) 3.400 Martínez Mira, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Huelma y residente en Huelma. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(101) 3.421 Martínez Pérez, Gregorio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(102) 3.429 Martínez Ramírez, Cristóbal. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Jódar y residente en Jódar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(103) 3.487 Mata Gallego, Juan de la. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(104) 3.563 Mena Hinojosa, Andrés. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Martos y residente en Martos. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo del tribunal militar. Cárcel en Martos. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(105) 3.571 Méndez Díaz, Domingo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Martos y residente en Martos. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo del tribunal militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(106) 3.606 Mesa Nieto, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(107) 3.633 Modrego Arenas, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjonilla y residente en Arjonilla. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(108) 3.639 Molina Baena, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcaudete y residente en Alcaudete. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(109) 3.692 Montañés Barranco, Pedro. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(110) 3.855 Moreno Márquez, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Cambil y residente en Cambil. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).  

(111) 3.898 Morilla Chamorro, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Bedmar y residente en Bedmar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).    

(112) 3.952 Muñoz Fernández, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Jaén y residente en Jaén. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Detenido y condenado a 12 años y 1 día.  Cárcel en Jaén y recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(113) 3.999 Muros España, Máximo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(114) 4.023 Navarro Justicia, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjonilla y residente en Arjonilla. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(115) 4.063 Nicor Porcuna, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(116) 4.156 Ortega Martínez, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Cárcel en Andújar y recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(117) 4.157 Ortega Medina, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Úbeda y residente en Úbeda. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 127 en Vidángoz (Navarra).

(118) 4.182 Ortiz Garrido, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(119) 4.186 Ortiz Jiménez, Pedro. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Bedmar (Garciez) y residente Bedmar (Garciez). Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(120) 4.201 Oya Fernández, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Cambil y residente en Cambil. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).  

(121) 4.225 Palacios Bermúdez, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(122) 4.331 Peláez Barrera, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(123) 4.374 Peramares Jiménez, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(124) 4.380 Pérez Amezcua, Alejo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Albanchez de Mágina y residente en Albanchez de Mágina. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(125) 4.439 Pérez Liébanas, Lucas. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Jamilena y residente en Jamilena. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 127 en Vidángoz (Navarra).

(126) 4.493 Pérez Romero, Miguel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Martos y residente en Martos. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo del tribunal militar. Cárcel en Martos, y recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(127) 4.543 Piqueras Cobos, Pedro. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(128) 4.560 Plaza Jiménez, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjonilla y residente en Arjonilla. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(129) 4.590 Povedano Cano, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(130) 4.604 Prieto Gil, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(131) 4.625 Pulido Ramírez, Daniel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(132) 4.637 Quero Guardia, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(133) 4.785 Roa Justicia, José María. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Huelma y residente en Huelma. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(134) 4.886 Roldán Aguayo, Blas. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Castillo de Locubín y residente en Castillo de Locubín. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(135) 4.907 Romero González, Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(136) 4.995 Rubio Pérez, José. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Fuensanta de Martos y residente en Fuensanta de Martos. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(137) 5.010 Ruiz Baena, Eduardo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcaudete y residente en Alcaudete. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(138) 5.036 Ruiz García, Antonio. Edad 50 años. Natural de Campillo de Arenas y residente en Campillo de Arenas. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(139) 5.050 Ruiz Jiménez, Juan. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(140) 5.076 Ruiz Moreno, Juan Antonio. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Baeza y residente en Baeza. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 127 en Vidángoz (Navarra).

(141) 5.077 Ruiz Morillas, Juan de Dios. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Pegalajar y residente en Pegalajar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(142) 5.092 Ruiz Quiñones, Nicolás. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(143) 5.160 Salas Marín, Jacobo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjona y residente en Arjona. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(144) 5.166 Salas Torres, Francisco, alias (“Huevo León”) de 50 años de edad. Natural de Andújar y residente en Andújar. Afiliado al sindicato UGT. Incoada causa militar. Petición del Fiscal: 12 años y 1 día. Cárcel en Andújar y recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(145) 5.222 Sánchez Fernández, Luís. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(146) 5.267 Sánchez Muñoz, Manuel. Natural de Campillo de Arenas y residente en Campillo de Arenas. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(147) 5.293 Sánchez Segovia, Martín. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Andújar y residente en Andújar. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(148) 5.338 Saturnino. Natural de Linares y residente en Linares. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 127 en Vidángoz (Navarra).

(149) 5.366 Serena Alcalá, Andrés. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Lopera y residente en Lopera. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).  

(150) 5.399 Serrano Padilla, Justo. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

(151) 5.630 Ureña Molina, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Escañuela y residente en Escañuela. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(152) 5.635 Utrera Santos, Cristóbal. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Carchelejo y residente en Carchelejo. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(153) 5.659 Valenzuela Guzmán, Francisco. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Huelma y residente en Huelma. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(154) 5.726 Vera Romero, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Martos y residente en Martos. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo del tribunal militar. Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 127 en Vidángoz (Navarra).

(155) 5.748 Víctor Pérez, Manuel. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Arjonilla y residente en Arjonilla. Se desconoce filiación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra). 

(156) 5.776 Vílchez Ruiz, Fernando. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Cambil y residente en Cambil. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).  

(157) 5.851 Zúñiga López, Aureliano. Se desconoce edad o fecha de nacimiento. Natural de Alcalá la Real y residente en Alcalá la Real. Se desconoce afiliación política o sindical. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar.  Recluido en el Batallón de Soldados Trabajadores Nº 6 en campo concentración del Igal (Navarra).

Estos 157 recluidos son parte de una lista de 5.851 presos de la provincia de Jaén. De ellos 141 estuvieron recluidos en el Batallón de Soldados Trabajadores Número 6 de Igal en la provincia de Navarra. Otros 8 estuvieron recluidos en el Batallón de Soldados Trabajadores Número 127 en Vidángoz (Navarra), y otros 8 estuvieron recluidos en el Batallón de Soldados Trabajadores Número 106 en Roncal (Erronkari, en vascuence) (Navarra). 

Población de Roncal (Navarra).
El aprovechamiento de los  prisioneros de guerra para los trabajos forzados partirá de la creación previa de los campos de concentración y su progresiva regulación. Su origen y destino fueron similares, compartiendo los mismos objetivos y siendo los trabajos forzosos una respuesta económica al gran número de prisioneros capturados en los frentes por el bando sublevado.

La ICCP (Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros) también tuvo, como uno de sus objetivos principales, organizar la vida del soldado republicano en la zona franquista desde que era capturado hasta que se le asignaba el destino definitivo. Por esta razón, en julio de 1937 se reformó la anterior Orden General de Clasificación, abarcando el “derecho al trabajo” a los prisioneros de clasificación “Ad”, adicto/afecto dudoso, que junto a los “B” (desafectos sin responsabilidades criminales) pasarían a engrosar los campos de concentración estables y Batallones de Trabajadores (1).

Tras la caída del Frente Norte a finales del año 1937, el bando sublevado tuvo que plantear soluciones a los problemas surgidos a raíz de la puesta en práctica de los campos de concentración de prisioneros y la creación de los Batallones de Trabajadores (BBTT). Estos problemas eran varios: resolver la clasificación del gran volumen de prisioneros capturados en el norte; recibir el impacto de la guerra fuera de los frentes, la de los huidos; y poner a trabajar a los prisioneros de guerra, un total de 106. 822 tras la toma del Frente Norte.

Los Batallones de Trabajadores (BBTT) también fueron organizados tras la creación de la (Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros) o ICCP, de una manera más concreta y uniforme. La intención de Luís Orgaz era dotar a cada Cuerpo de Ejército de tres batallones formados cada uno por 600 prisioneros. En cuanto a su número, se pasó de tres Batallones activos en julio de 1937 a casi 65 a finales de año, con 34. 000 prisioneros. La redistribución de prisioneros en los Batallones de Trabajadores (BBTT) tuvo varios objetivos, ya que reforzó la militarización de la retaguardia, integró a los cautivos en la “economía de guerra”, y llevó además a los represaliados lejos de las redes sociopolíticas de sus lugares de origen. A finales de 1937 se establecieron además diversas normas de trabajo en los Batallones de Trabajadores (BBTT). Según el discurso oficial del bando vencedor, la principal función de los campos de concentración sería la creación de unidades de trabajadores al servicio de la reconstrucción de la patria.

Estos Batallones de Trabajadores (BBTT) crecieron en volumen tanto como los campos, y en abril de 1938 estaban integrados por 40. 690 prisioneros trabajadores, especializados por oficios, que fueron destinados a talleres e industrias civiles militarizadas, pero también a trabajos para instituciones y particulares.

Vista parcial de la población de Roncal.
Durante 1938 ya empezaba a vislumbrarse que la victoria franquista estaba cercana. Por esta razón, se comenzaron a aplicar las mayores políticas represivas en los campos de concentración y batallones de trabajo forzoso. En diciembre de este mismo año fue aprobado el “Reglamento para el Régimen interior de los Batallones de Trabajadores”, que especificaba las finalidades y organización de estas unidades.

Ya hacia el final de la guerra, con el avance sobre Cataluña, se modificaron las normas de clasificación de 1937 para evitar las acumulaciones de prisioneros que habían tenido lugar en el Frente Norte y descongestionar los campos, enviando a los dudosos a sus localidades de origen. Ya en sus municipios, los prisioneros clasificados podían ser condenados a penas desde cuatro meses al año al internamiento y trabajo forzoso en un Batallón, particularmente en los Batallones de “penados”, para presos en cárceles. La “Ley de Responsabilidades Políticas”, aprobada en febrero de 1939, estaba también detrás de estas reformas.

 Esta reorganización de los Batallones será posible gracias a la normativa en torno al servicio militar, concretamente la Orden del 20 de diciembre de 1939 sobre Servicio Militar y Marina. Esta orden establecía lo siguiente: “Hoy en día se hallan presentes en filas los mozos pertenecientes a los reemplazos de los años 1938 a 1941, pero solamente la parte de los mozos que se encontraba en la zona liberada durante el primer año de la campaña. Para normalizar el equitativo cumplimiento del servicio militar es indispensable proceder con urgencia a una rectificación de los alistamientos de los reemplazos correspondientes a los años de la guerra y a los que han adelantado su ingreso en el Ejército Nacional, verificando simultáneamente una clasificación de antecedentes personales en relación con nuestro Glorioso Movimiento”.

Transporte de soldados en camiones para reorganizar los Batallones.

Por esta orden, los jóvenes reclutados por el gobierno republicano que habían cumplido en parte o en su totalidad el servicio militar, debían volver a realizarlo. De este modo se permitía mantener alistados a los reemplazos que estaban haciendo la “mili”, incrementando el número de soldados y marginando del uso de las armas a personas que fueran sospechosas de haberlas empleado contra el régimen franquista.

Según el artículo 2 de esta orden: “el alistamiento alcanzará a los mozos de los reemplazos comprendidos entre el año 1936 y el del año 1941, ambos inclusive, haciendo los alistamientos de cada año por separado”.

Esta reglamentación se acompañó de una clasificación personal de la población perteneciente a dichos reemplazos en función de su ideología política. La clasificación definitiva fue acordada por las Juntas de Clasificación y Revisión de las Cajas de Recluta (artículo 11 de la Orden del 20 de diciembre) que fueron organizadas de manera excepcional durante los primeros meses de 1940. Esta clasificación está basada en el trabajo previo en los ayuntamientos y en la documentación que deberán presentar los propios mozos de cada reemplazo. Los artículos 6 y 7 de esta orden especifican los mecanismos de clasificación, y los responsables de las Comisiones municipales: “Art. 6: En el bando que han de publicar los Ayuntamientos con arreglo al artículo tercero, además de su contenido habitual se hará constar que todos los mozos tienen que ser clasificados por su actuación respecto a nuestro Movimiento […].

Se prevendrá en el bando que al hacer su presentación los mozos o sus representantes deberán entregar los documentos que sirvan para acreditar su actual situación y su actuación durante la guerra, tales como licencias, nombramientos, etc., que atestigüen haber servido en el Ejército Nacional o en el rojo. Certificados de encontrarse sirviendo actualmente en los Ejércitos de Tierra, Mar o Aire. Certificados de encontrarse en Establecimientos de Beneficencia, Penitenciarios, Campos de Concentración de Prisioneros y Batallones de Trabajadores. Informaciones sobre residencia en el extranjero o paradero desconocido. Certificados de defunción; ídem de pensión para acreditar el lugar de fallecimiento de los causantes. Testimonios de sentencia o de la clasificación obtenida ante las Comisiones depuradoras de prisioneros o presentados, etc. […].

Art. 7: Para la clasificación provisional en los Ayuntamientos, por lo que se refiere a la conducta de los mozos comprendidos en los alistamientos indicados, se formará una comisión presidida por el Alcalde o concejal en quién este delegue, un representante de FET y de las JONS solicitado por el Alcalde, y un tercer representante, perteneciente a la Guardia Civil, o un ex cautivo, o un ex combatiente, nombrados estos últimos también por el Alcalde.

En las poblaciones de más de 5.000 habitantes, se agregará a dicha comisión un representante de la Autoridad militar regional de categoría de Teniente o Capitán, nombrado a petición del Alcalde por la expresada Autoridad Militar”.

La orden de alistamiento también afectaba a los jóvenes que habían sido castigados previamente en Batallones de Trabajadores, ya  clasificados con anterioridad, durante la guerra, en los campos de clasificación: “Art. 15: Los jefes de los Cuerpos Armados, Campos de Concentración, Batallones de Trabajadores, Auditorías, Establecimientos Penitenciarios o de Beneficencia, etc., bajo cuya autoridad se hallen individuos de cualquier categoría pertenecientes a los reemplazos de los años 1936 a 1941, ambos inclusive, redactarán inmediatamente y remitirán con toda urgencia a la Caja correspondiente un certificado para acreditar la presencia en los Cuerpos o Establecimientos de los individuos comprendidos en esta disposición”.

La continuidad del castigo se puede observar en los expedientes personales de estos mozos, conservados en el Archivo General Militar de Guadalajara, en los listados de alistamientos conservados en las localidades en que estaban ubicados estos Batallones, y en los listados elaborados en los ayuntamientos de origen de los represaliados de los reemplazos correspondientes.

Junto a las nuevas normas, se encuentran unas directrices de orientación para los responsables que debían llevar a cabo las clasificaciones de los jóvenes en cada municipio, especificando las condiciones que debían cumplir para ingresar en cada una de las categorías: Adictos, Indiferentes, y Desafectos

ADICTOS: Se clasificaban así a los que contasen con algún antecedente favorable y ninguno desfavorable, considerando como favorables el haber pertenecido a organizaciones simpatizantes con el Glorioso Movimiento Nacional, o no haber pertenecido a ninguna, con buena conducta pública. Desfavorables, por el contrario, eran los de pertenecer en Julio de 1936 a los partidos, agrupaciones o asociaciones declaradas fuera de ley por el Artº 2º de la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, excepción hecha de los simples afiliados a organismos sindicales; o el haber manifestado su identificación con aquellos, exteriorizada con expresiones o actos, así como el haber servido voluntariamente en las filas rojas, si no se acredita haberlo efectuado con fines favorables al G. M. N.

INDIFERENTES: Se clasificaban así los que no contasen con ningún antecedente favorable, ni desfavorable, aun cuando hayan servido en las filas rojas con carácter forzoso, o que, contando con antecedentes desfavorables, los favorables posteriores se consideren prueba suficiente de saneamiento en su anterior ideología.

DESAFECTOS: (Que en su documentación figurarán con una D). Los que se encontraban afectados por antecedentes desfavorables sin llegar a ser motivadores de su clasificación como ENCARTADOS. La cuestión política es pieza clave en la clasificación de los mozos de estas quintas, teniendo un marcado carácter político y punitivo la inclusión en los Batallones de soldados Trabajadores (BDST). También son directamente incluidos en los BDST los presos en edad militar puestos en libertad condicional a mediados de 1940.

Tras terminar el proceso de clasificación, los clasificados como desafectos eran enviados a campos de concentración, para la formación de los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores, lo cual se recoge en la documentación de la Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios (JCCBD). En la estadística de la propia Jefatura, en julio de 1942, se señala que se hallan bajo su estructura “678 Soldados Trabajadores (reemplazados en filas clasificados “D” por Cajas de Recluta y Cuerpos)”, constituyendo el núcleo central de la Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios (JCCBD).

El funcionamiento y estructura interna de los Batallones de soldados Trabajadores (BDST), hasta su disolución, es similar al de los Batallones de Trabajadores (BBTT). Funcionan con su mismo reglamento, por lo que se observa una continuidad clara en cuanto al modo de operar, organizarse y tratar a sus integrantes. La regulación de los Batallones de Trabajadores (BBTT) se especificó en el ya mencionado “Reglamento para el Régimen interior de los Batallones de Trabajadores”, aprobado el 23 de diciembre de 1938.

Este reglamento recoge todo tipo de aspectos que rodean a los batallones, desde los generales como su finalidad y composición hasta otros más concretos en torno a su distribución, residencia y régimen interno. En cuanto a la regularización del tamaño y estructura de los batallones, se especifica, en el artículo 43 del reglamento, lo siguiente: “1 comandante, 1 capitán, 3 tenientes, 1 teniente médico, 5 alféreces, 1 brigada, 20 sargentos, 52 cabos, 1 corneta, 68 soldados con 600 trabajadores, los cuales por disposición posterior han sido elevados a un total de 700”.

Esta estructura no siempre se seguía al pie de la letra. Cada batallón tendría además capellanes para servicios religiosos y propaganda. El grupo de trabajo del batallón se dividía en cuatro compañías, cada una de unos 150 prisioneros y catorce soldados de escolta, además de los oficiales y suboficiales correspondientes.

Los “soldados-trabajadores” de los Batallones de soldados Trabajadores (BDST) estaban englobados dentro de la estructura militar, pero sin tener ninguno de los atributos militares (no poseían uniforme militar o armas y no tenían posibilidad de jura de bandera). Estos prisioneros, al igual que en los BBTT, estaban continuamente vigilados, tanto en el trabajo como en los barracones o campamentos, por soldados armados denominados oficialmente como “soldados de escolta”. Y, además, la denominación de sus integrantes puede seguir siendo la de “prisioneros”, ya que por prisioneros están constituidos los Batallones de Trabajadores (BBTT), según el artículo I del Reglamento, que especifica que: “Los Batallones de Trabajadores están constituidos por prisioneros de guerra de nacionalidad española […]”.

Los batallones disciplinarios también tenían modalidades particulares. Son el BDT 75, reservado a prisioneros castigados por motivos disciplinarios, o los BDST (prófugos) destinados a quiénes hubieran intentado fugarse de un Batallones de soldados Trabajadores (BDST). Otro caso especial fueron los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores de Penados, que continuarán su existencia hasta el año 1945. Estos batallones fueron creados en 1941, siendo destinados a ellos los presos que estaban comprendidos entre las quintas de 1936 y 1942 que estuvieran en libertad condicional o condenados por la fiscalía de tasas. Estos batallones no fueron disueltos junto con los Batallones de soldados Trabajadores (BDST) convencionales.

La formación de nuevos BDST llegó a su final de forma definitiva en l año 1942, cuando César Mateos, a cargo de la Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios (JCCBD), ante las condiciones de insalubridad, infecciones o falta de material de centros como el campo Miguel de Unamuno en Madrid (para la formación de BDST), o las condiciones deficientes de los internos que habían sido comprobadas en el campo de Reus, la Comisión Receptora de Figueres, los trabajos en las excavaciones de Ampurias y varios BDST, decidió acabar de forma definitiva con el mando militar de los soldados movilizados por la República durante la guerra, terminando con un proceso administrativo muy largo y por encima de las capacidades del Ejército de Franco. Con la orden del 28 de octubre de 194241 se disolvió la Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios (JCCBD), finalizando por tanto la creación de los Batallones de soldados Trabajadores (BDST). Esta orden especificaba lo siguiente: “4º: En 31 de diciembre del año actual quedarán disueltas las Jefaturas de Campos y Batallones de Trabajadores, las Subinspecciones Regionales, los Hospitales de Zumaya y Pamplona, y el depósito de Concentración de Madrid. El depósito de concentración de Miranda subsistirá, pasando a depender del Capitán General de la sexta Región”.

La misma orden también señala con anterioridad el destino de los integrantes de estos batallones: “1º: El 15 de diciembre próximo quedará incorporado a las Unidades del Ejército el personal de los Batallones de Trabajadores con excepción de los penados y de los sancionados por la Fiscalía de Tasas”.

A partir de este momento se considerará que los mozos de los reemplazos llamados a batallones están cumpliendo el servicio militar, que se alargará hasta finales de 1943 en la mayor parte de los casos.

Se puso fin de este modo a la detención ilegal de los soldados españoles y su empleo en trabajos forzosos, dejando únicamente a los penados trabajadores con condena precisa, alegando para ello que los republicanos en edad militar que no hubiesen regularizado su situación en la “Nueva España” de Franco ya habían pasado por las diferentes modalidades de la justicia militar (tribunales, Comisiones Clasificadoras y trabajos forzosos). El campo Miguel de Unamuno sería también cerrado, y permanecería en activo tan solo el campo de Miranda de Ebro, aunque con características especiales adaptadas a la nueva realidad internacional. Desde 1942 la mano de obra forzosa en la España franquista sería mayoritariamente penal, finalizando así el internamiento en campos de concentración y el trabajo forzoso sin causa judicial. Hasta su disolución en diciembre de 1942 los Batallones de soldados Trabajadores (BDST) fueron un elemento clave en la organización de la represión y los trabajos forzados en la posguerra, empleando casi el doble de prisioneros respecto a los utilizados por el sistema de redención de penas por el trabajo. 

Los Batallones de Soldados Trabajadores proporcionaron una enorme potencialidad de mano de obra barata.
El empleo de la mano de obra forzada durante el franquismo, tanto en la Guerra Civil como en la posguerra, respondió a diferentes motivaciones. Por un lado, las justificaciones morales: para que el bando derrotado, el de los “vencidos”, reconstruyera y pagara de esta forma los desperfectos ocasionados durante la guerra. Esa represión también se extendía a los familiares de los forzados, que veían como marchaban a realizar trabajos en condiciones precarias en beneficio del régimen franquista por haber participado en la guerra o simplemente por no contar con avales que justificaran su fidelidad al mismo, lo cual suponía un elemento desmoralizante y aleccionador que extendía y consolidaba a la “Nueva España” de los “vencedores” mediante el miedo. Pero otra justificación de gran importancia para los trabajos forzados es la meramente práctica. Esta mano de obra resultaba muy rentable, y los prisioneros constituían un importante número de trabajadores empleados por el Estado y por particulares a lo largo y ancho del país.

Las finalidades con las que se crean los Batallones de Trabajadores aparecen expuestas en el artículo segundo del “Reglamento para el Régimen Interior de los Batallones de Trabajadores”, de diciembre de 1938. Son las siguientes:

1ª: La de compensación, en lo posible, de la carga originada por la sustentación de los prisioneros.

2ª: La de contribuir directa o indirectamente a la reparación de los daños y destrozos perpetrados por las hordas marxistas.

3ª: La de conseguir la corrección del prisionero, proporcionándole medios y ocasión de demostrar sus propósitos y en todo momento su grado de rehabilitación moral, patriótica y social, adquiriendo el hábito de la profunda disciplina, pronta obediencia y acatamiento al principio de autoridad, precisamente y muy especialmente en el trabajo, como base previa e indispensable de su adaptación al medio ambiente social de la Nueva España.

Los batallones deben conjugar por tanto dos grandes objetivos: el de la obtención de un beneficio económico para el régimen franquista, a la que se refieren las dos primeras finalidades, y el correccionalista, al que se refiere la tercera.

Los trabajos que realizarían los Batallones de Trabajadores, y por tanto también los Batallones de Soldados Trabajadores (BDST), serían fundamentalmente de carácter militar, pese a que los mismos luego tuvieran una utilidad civil. En el artículo 128 del reglamento de los batallones se especifica que los Batallones de Trabajadores (BBTT) “son sólo para necesidades militares”, y únicamente si estos batallones están sin emplear en necesidades militares pueden trabajar en obras de carácter civil, pero siempre en la localidad en la que estén situados por si son requeridos por la Gran Unidad de ser necesario.

Las obras civiles a las que más especialmente podían emplearse es a las de reparación de destrucciones realizadas por los “rojos”, sobre todo en los Monumentos Nacionales, pero siempre pidiendo autorización para estas obras civiles al Cuartel del Generalísimo.

Las labores de los batallones de trabajo podían ser muy diversas.

Se dedicaron principalmente a tareas como:

• La recuperación de material bélico en montañas o ciudades.

• Labores de intendencia, como carga y descarga de trenes o barcos con suministro.

• Construcción de fortificaciones, búnkeres, nidos de ametralladoras, etc. Por ejemplo, tras terminar la Guerra Civil, el Plan de Defensa de los Pirineos incluyó la construcción de kilómetros de carreteras y trincheras abiertas en gran parte por mano de obra esclava. La construcción de trincheras durante la guerra fue un trabajo bastante arriesgado, y realizado en tierra de nadie entre ambos bandos. Además, esta tarea reflejaba claramente el empleo de los prisioneros en contra de sus compañeros que luchaban por la República.

• Construcción y reparación de infraestructuras de transporte, incluyendo ferrocarriles, con fines militares.

• Tareas civiles, siendo aprovechados estos batallones por ayuntamientos y empresas para realizar trabajos en su localidad. Estas obras incluyeron por ejemplo canalizaciones de agua. Aunque el trabajo civil que llevaron a cabo los Batallones de Trabajadores (BBTT) de mayor importancia fue el de la explotación minera, creándose para esta tarea batallones específicos, los Batallones Mineros.

También se formaron otros batallones específicos, como los Batallones Especialistas, encargados de tareas como la recuperación de automóviles. Estos batallones se formarían con prisioneros especialistas. Asimismo, algunas industrias que fueron militarizadas recibieron prisioneros para trabajar en ellas. Estas industrias eran sobre todo las consideradas estratégicas, como talleres, metalúrgicas o fábricas de armas. Para formar estos Batallones Especialistas se llevó a cabo un control sobre el oficio y cualificación de los prisioneros en los campos de concentración, BBTT y BDST.

Otro ejemplo de las tareas desarrolladas por trabajadores forzados es el de las excavaciones arqueológicas, como ocurrió en el caso de Ampurias, donde se emplearon BDST.

Todos estos trabajos supusieron un importante beneficio económico. Los prisioneros tenían asignado un salario que a su vez repercutía en beneficio del régimen franquista. El artículo 70 del reglamento anteriormente citado para los batallones especifica que cada prisionero percibiría 1,90 pesetas diarias de salario, pero 1,65 de ellas iban destinadas a su manutención por parte del ejército, con lo que el salario quedaba en 0,25 pesetas diarias, que en muchas ocasiones ni eran pagadas. Y a estos gastos además se les añadiría otro gasto extra, también especificado en el reglamento, la “asignación para gastos de entretenimiento y lavado, el cual provisionalmente se ha fijado en una cuota individual mensual que oscila entre una y dos pesetas”.

Por su parte, los trabajos llevados a cabo por presos, bajo el Sistema de Redención de Penas por el Trabajo, también tuvieron una gran importancia, pero a menor escala que el trabajo de los BBTT y BDST. Una gran diferencia entre el trabajo de presos y prisioneros es que, en el caso de estos últimos, la empresa privada tenía mucha menos presencia, mientras que con el sistema de redención de penas el Estado ofrecía a empresas privadas el trabajo de los presos y presas, lucrándose estas empresas y el Estado de los mismos. También es importante tener en cuenta el “ahorro indirecto” que obtuvo el Estado en el mantenimiento de los presos con el sistema de Redención de Penas por el Trabajo, en cualquiera de sus modalidades (en los talleres de las cárceles, en los destacamentos penales, en los batallones de soldados trabajadores o en las agrupaciones del Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas o SCPM).

Soldado del Batallón de Soldados Trabajadores número 6 de Igal (Navarra).
La construcción de la carretera llevada a cabo por los prisioneros giennenses supone un ejemplo importante de la construcción de fortificaciones por la mano de obra forzada. Tras terminar la Guerra Civil, el denominado como “Plan de Defensa de los Pirineos” incluyó la construcción de kilómetros de carreteras y trincheras abiertas en gran parte por batallones de trabajo forzado. Esto encontró su justificación en el hecho de que las autoridades franquistas veían numerosos peligros en la frontera pirenaica, como una posible guerra con Francia, la expansión de la II Guerra Mundial, la entrada de guerrilleros y antifascistas o la evasión de prisioneros y refugiados. Esta frontera además era relativamente fácil de pasar, y ya desde 1937 se pusieron en marcha diversos planes especiales de vigilancia, impulsados definitivamente en 1939 con la construcción de carreteras y fortificaciones en las que trabajaron masivamente los prisioneros que pertenecían a la Inspección de Campos de Concentración, en Batallones de Trabajadores y Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores.

La función estratégica del Pirineo sin embargo no nace con la Guerra Civil, tan solo unos  pocos meses antes del 18 de julio de 1936 se publicó en Toledo “La frontera de los Pirineos Occidentales”, una obra de geografía del Comandante de Caballería Antonio Sanjuán Cañete. En este libro el autor realiza una monografía de geografía regional describiendo aspectos geológicos, biológicos, económicos, culturales y demográficos de toda la franja fronteriza entre Roncal y el mar Cantábrico. También lleva a cabo un análisis pormenorizado de la red de senderos, caminos y carreteras, añadiendo consideraciones y propuestas de índole estratégico. Este estudio, debido a su minuciosidad, fue de gran importancia para el establecimiento de las bases del sistema defensivo puesto en marcha durante la guerra.

Para poder emprender estos planes de fortificación, se creó en 1937 la Inspección General de la Organización Defensiva de la frontera Pirenaica, comenzando a prepararse un estudio minucioso de toda la frontera, incluyendo cuestiones orográficas, forestales y demográficas.

Este estudio tenía como objetivo crear un plan de actuación y obras que llevaba consigo la creación de búnkeres y la construcción de una red de carreteras paralela a la frontera, que iba desde la costa cantábrica hasta el valle del Roncal, de manera que las tropas pudieran pasar de un valle a otro sin tener que bajar por las antiguas carreteras que se dirigían hacia el sur.

Mapa de la comarca donde se planificó la unión por carretera de Igal, Vidángoz y Roncal.
Con la constitución posterior de la Junta de Defensa y Armamento de los Pirineos Occidentales, y la elaboración de este plan de defensa del Pirineo Occidental, se utilizaron unos 21. 000 prisioneros en tareas de fortificación y construcción de carreteras entre 1939 y 1945, especialmente en Navarra, y en menor medida en Gipuzkoa y más minoritariamente en Vizcaya, con las fortificaciones costeras entre Getxo y Gorliz. En lo que a Gipuzkoa se refiere hay que señalar que, además de las fortificaciones propiamente dichas, trabajaron miles de prisioneros en 3 carreteras: la de Lezo a Jaizkibel, la de Irún a Erlaitz, y la de Oiartzun al puerto de Aritxulegi, en Aiako Harria, que continuaba por el lado navarro hasta Lesaka. Actualmente, con el avance de las investigaciones en torno a las obras realizadas por los batallones de trabajo forzado, se pueden conocer de manera bastante fidedigna las cifras de trabajadores empleados por el régimen franquista en estas obras. Por ejemplo, por lo que se refiere a las construcciones de carreteras, en Navarra se puede estimar el alto volumen de prisioneros que trabajaron en cuatro de ellas: la de Igal a Roncal, la de Egozkue a Iragi, la de Irurita a Artesiaga y la de Lesaka a Oiartzun. Se trata de carreteras de cierta importancia, que con el tiempo fueron asfaltadas y que hoy en día son utilizadas diariamente por la población de estas zonas y por quienes se acercan a ellas por diferentes motivos, entre los que están un creciente número de turistas y aficionados a la montaña.

En esta provincia, los prisioneros que trabajaban en estas carreteras suponían en 1940 más del 50 % de la población activa en el sector de la construcción, porcentaje que deja clara la dificultad de acometer semejantes obras de manera inmediata con personal asalariado local o provincial.

Con la disolución de los BDST en 1942, estas carreteras aún estaban sin terminar, pero la labor más difícil, la apertura de la caja de la carretera, ya estaba completada. Los trabajos posteriores en esta carretera fueron realizados por mozos que cumplían el servicio militar, con la excepción de unos pocos integrantes del BDST (P) 95 en 1945. Las condiciones de trabajo y régimen disciplinario no eran las mismas en este caso, pero no es menos cierto que muchos jóvenes fueron obligados a realizar estos trabajos durante su servicio militar.

Los informes emitidos por las autoridades locales en 1940 marcaron el destino de gran parte de jóvenes que habían visto que con el fin de la guerra no había concluido ni mucho menos su calvario.

Se trata, por lo general, de un perfil intermedio entre los hombres y mujeres que fueron procesados penalmente y tenían puestos de mayor responsabilidad en organizaciones políticas o sindicales, y aquellos otros que fueron dejados en libertad. Los prisioneros de los BDST eran por lo tanto militantes de base o simpatizantes de organizaciones antifascistas, aunque también se encuentran entre ellos algunos militantes destacados de organizaciones juveniles. Sin embargo, también nos encontramos con muchos jóvenes que, sin tener ningún puesto de responsabilidad, tenían relaciones tirantes con las autoridades locales. Y también, por supuesto, algunos de estos represaliados no tenían especial simpatía política por uno u otro bando, pero las circunstancias les empujaron a ser considerados desafectos por haber participado en la Guerra Civil o verse involucrados en el conflicto de uno u otro modo. Hay que señalar en este sentido que el ser considerado como indiferente garantizaba, en la mayoría de los casos, realizar el servicio militar convencional y no ser destinados a BDST, por lo que muchos jóvenes rehuyeron la implicación política para no comprometer su futuro y evitar ser víctimas de la represión franquista  (2).

De los batallones de trabajo que construyeron la carretera que unió las localidades de Igal, Vidángoz y Roncal, los datos resultantes muestran que más de la mitad de los prisioneros que fueron investigados eran simpatizantes de organizaciones políticas y sindicales, pero sólo un 17% eran militantes activos, y más del 90% habían participado también en la guerra de uno u otro modo. Además, los porcentajes de voluntarios y reclutados no son muy lejanos, aunque los porcentajes de mozos que acudieron a la guerra como voluntarios son algo mayores (3).

A continuación nos dedicaremos a analizar las condiciones de su trabajo, la comida, la disciplina, castigos y aprovechamiento del tiempo libre de los Soldados Trabajadores de estos tres batallones.

El trabajo, como es de esperar, ocupaba la mayor parte del tiempo de estos prisioneros, un trabajo hecho fundamentalmente a pico y pala, tal y como recuerdan todavía en estos pueblos, asombrándose de que una carretera de montaña pudiera realizarse en esas condiciones: “¡a pico y pala! Eso es increíble hoy en día!”, recalca Salvador...

El trabajo en la carretera, excepto en los tramos más cercanos a los pueblos, era algo que quedaba fuera de los ojos de la mayor parte de los habitantes. Ahora bien, en pueblos de fuerte dedicación forestal y ganadera, no era inusual tener que subir al monte a trabajar, y era entonces cuando algunos de ellos observaban a los prisioneros trabajar. Pedro, de Esparza de Salazar, nos cuenta: “Oye, yo alguna vez ya los veía allí, en la carretera, trabajar y eso... lo que pasa que, claro, ¡allí tenías tiempo y para estar y nada!; los veías de un poco de lejos...sí, porque a lo mejor entrábamos tirando madera por ahí y los veías que andaban de aquí para allá, y eso, en la carretera. Pero, ¿qué te crees qué ansia y tenían para trabajar? ...Mal comidos... ¡Se ha jibao! Y, claro, si no trabajabas ¡estacazo que te crió! ¡Eso es lo malo, eso! De cómo los trataban, ¡se ha jibao!”. También Florencio tienen un recuerdo claro de las penalidades que suponía trabajar en esas condiciones: “Días de calor y ¿cómo tenía que estar esa gente? ¡Bua! Con el pico y la pala todo el día. Y en invierno, pues fíjate, esos andaluces de la forma del territorio de allá a lo de aquí, ¡pues fíjate!”, y Fortunato también nos habla en el mismo sentido: “levantaban el pico y caía solo ¿ya sabes lo que te digo con eso? Que no había fuerza..., y voluntad tampoco ¡Hombre, a ver!”. En esas condiciones, no es extraño que algunos intentaran escaparse del trabajo durante unas horas, algo que también recuerda Fortunato: “Y luego, ya sabes, ganas de trabajar no tenían, y alguno pues siempre se largaba y se hacían ¿cómo se llamaban?... se hacían fuego, lumbre o candela, ¡no me acuerdo! Lumbre creo que se llamaba. Y, claro, por fin iban y los traían, como se dice, al tajo”.


https://www.youtube.com/watch?v=fZTv05FNb3Y&t=19s

Dentro de estos intentos de librarse del trabajo, quien lo consiguió durante una buena temporada fue el apodado Tarzán, del que todavía se acuerda Teodora: “Oye, que venía a la mañana, ya te digo, les daban un desayuno, que lo vi yo aquí, que echaban cuatro tabletas de chocolate, que era aquello un caldo de castaña, entonces, todo el hombre ahí medio de hambre, tenías que darle o jamón o lo que sea. ¡Ahí se sentaba y ahí se pegaba toda la mañana sentao!¡Toda la mañana ahí sentao!¡Tarzán! Era un tiarrón..., y era picao de viruela, ¡un tiarrón que para qué! ... ¿pero ¿cómo podemos consentir de que esté este hombre aquí? (...) Es que era el último, echaba..., era un pico, un pico así con eso largo, lo echaba por la ventana y él corriendo arriba, los otros iban para allá y él a la cocina... ¡Y así hizo mucho tiempo! Cuando al mediodía venían para comer, entonces se iba. Se ponía atrás el último y ya iba como si hubiera estado trabajando, (se ríe) ¡y a la tarde hacía lo mismo, eh! ¡Nos dio una pelmada, que pa qué!¡Yo ya me daba no sé qué de verlo! ...No les contarían, porque si no tenían que echar uno de menos ¿no? ¡Él ya se arreglaba de todas formas bien, ya se organizaba bien!”

Los trabajos de la carretera también condicionaron la vida de Vidángoz, ya que para construir el inicio era necesario hacer una obra bastante complicada, destruyendo parte de una peña y construyendo, junto a ella, un pequeño puente, tal y como nos comenta Javier, natural de Igal, pero casado con Atanasia, de Vidángoz, en una casa situada justo al borde de la carretera y de las peñas que sufrió más de una vez los desperfectos por las explosiones: “Aquí no había carretera, rompieron esa peña que estaba unida con la otra... ahí no había paso... En nuestra casa el balcón lo escacharon, ¡todo hierros! las piedras gordas, y en la entrada entró una y una puerta la rajó de arriba abajo, en la entrada adentro, ¡fíjate tú! ”… El mismo Javier nos mostró, en la parte inferior del puente, las cavidades de madera que se dejaron para meter dinamita y volar el puente en caso de necesidad. Todavía se lee en el cemento la fecha de 12-10-1940.

Los desperfectos no sólo afectaron a esta casa o a la cercana ermita de San Miguel, sino que causaron desperfectos en numerosos tejados del pueblo. Pedro Ornat y también Andresa tienen recuerdos claros sobre esos momentos de voladuras: “esa peña que está al lado de casa la Fermina, esa la rompieron ellos, los del pelotón de castigo, ahí picaban... no sé cómo llaman, esas puntas que agujerean la piedra para meter la dinamita, pues eso hacían ellos. Tocaban una corneta, la del rancho o lo que fuera, o tocaban las campanicas de esa ermita, que iba a haber barrenos, que nos retirásemos ¡Buuu, los tejaos que habrían roto!¡todos los tejaos!¡cada piedra saltaba, buf!... Nos bajábamos abajo, en las casas, no hubo ningún accidente por eso, no hubo nada, pero saltaban mucho las piedras ¡y grandes, eh! Casa Racas y casa Sanchena las destrozaron. No sé después, yo creo que pagaron, creo que sí”.

Garde, valle del Roncal. Foto de Mariano Estornés Lasa, 1974.
Fueron precisamente las explosiones las que acabaron con la vida de uno de los prisioneros del batallón de Güesa, pero no en esta localidad, sino en Garde, en el valle del Roncal. A pesar de la distancia, la noticia llegó a Güesa, nos comenta Javier: “Uno, yo sé que era vasco, estaba de cartero en Igal, bajaba a Güesa a por la correspondencia y la traía a Igal, un tal Villalta se llamaba, que tenía una bicicleta y era de gente bien, se veía. Fueron a Garde y allí tenían un montón de barrenos, y si pusieron veinte no contaron si salieron todos, faltaba... Llega allá ese y cuando mismo llegó explotó lo mandó por todos los aires, lo reventó un barreno de esos...aquel era prisionero de guerra...murió en Garde. Es que ponían barrenos, por ejemplo, ponían 15 ó 20 y había que contar a ver si explotaban todos ¿no?¡, antes de arrimarse allá! Se conoce que no contaron bien y ese llegó el primero, explotó uno y se lo llevó por los aires, a ese”.

También otro de los prisioneros del Batallón nº 6 que trabajaban en Güesa, Alejandro Uriarte Bilbao, falleció, oficialmente en accidente. En nuestros intentos de contactar con alguno de los prisioneros, hablamos con la sobrina de Alejandro, y nos comunicó que su tío fue enterrado en Pamplona el 13 de marzo de 1941. La familia recibió la explicación de que fue consecuencia de un accidente con un camión, y su madre se trasladó a Pamplona para asistir al funeral y entierro. En Güesa no aparece su muerte registrada, por lo que es posible que fuera en otro pueblo (no hay constancia de la fecha concreta de la marcha del Batallón de la localidad, aunque sí que se dan de baja en el padrón de habitantes en 1941), o en el Hospital Disciplinario de Pamplona.

Garde (Navarra) a principios del siglo XX.
Estos fueron algunas de las víctimas de estos trabajos, ya que, como en el caso de Alejandro, podrían haber fallecido en Pamplona, con lo que no hay constancia en los pueblos de su fallecimiento; un problema que también lo encontramos en el caso de los muertos en los intentos de fuga, como también ha señalado F. Moreno (1999) para otros batallones.

Ahora bien, no son sino la punta de un iceberg de unas penosas condiciones de trabajo, que provocaron bastantes heridos, algo de lo que también se acuerda Atanasia cuando le preguntamos si tenían noticia de accidentes: “¡A no, sin tener, ya iban vendados algunos ya, toma no!”.

Sin duda alguna, el pico y la pala eran las herramientas más pesadas y temidas, pero también hubo unos pocos prisioneros que consiguieron algún destino especial, con el que se libraron de los trabajos más duros, y pudieron llevar una vida más llevadera. Es el caso de quienes trabajaron como cocineros para los oficiales, (María y Fortunato se acuerdan de ellos, pues cocinaban en su casa), de quienes se ocuparon de carpintería (en Casa Sanchena, que era una en las que hospedaron oficiales en Vidángoz, todavía guardan muebles, arcas o maceteros realizados por ellos), de quienes tenían una misión concreta (como Genaro, zapatero madrileño que estaba de día en casa de Heliodoro, en Güesa), o de los encargados de hacer alguna compra, como Antonio Martínez. Tanto este como Jesús Bilbao pudieron disfrutar así de un contacto más libre con los habitantes de Vidángoz, tal y como nos recuerda Andresa: “había una selección, la plana mayor, que era una cuadrilla de muchachos, que eran estudiantes..., y esos no iban a trabajar, e hicieron amistades por las casas, y a nuestra casa pegaban tres, y estuvieron todo el invierno viniendo a casa a calentarse, ..., uno se llamaba, Juan Manuel Esteban Rico, y era abogado, y ese estaba tan agradecido, que se calentaba todos días, entonces teníamos fuego en el suelo, que hacía mi madre, y estaba tan agradecido, que nos escribió una carta su madre, que era maestra en Bilbao, una carta muy maja..., después había otro que era estudiante de cura, ..., de dónde era, de donde hay una playa ..., sería de Guipúzcoa y nos daba cada sermooón!, .... Esos formaban un grupo que cantaban en la iglesia, y se les tenía en el pueblo, ¡qué sé yo! ..., había uno que se llamaba Torrontegi, me acuerdo de algún nombre, que ese era matarife, que mataba los bichos, y Antonio, ese Martínez, solía traer los bichos, me acuerdo que un día lo vi yo en el camino llegar a Vidángoz, con un buey! ¡Grande, grande y flaco!, y después todos los críos iban a ver cómo los mataban.” 

Una situación de privilegio que también recuerda Isaac Arenal en su libro sobre el Batallón de Soldados Trabajadores (Penados) nº 95, gracias a la cual Isaac pudo mejorar bastante su modo de vida durante estos duros años, y ayudar también a sus compañeros a mejorarla.

Entre ese pasarlo mal de los soldados trabajadores, sin duda alguna, la presencia del hambre era algo fundamental, lo que impulsó bastantes contactos entre la población local y los prisioneros.

El momento de la comida o del desayuno era, tanto en Vidángoz como en Igal (antes de trasladarse a los barracones), un momento en el que los prisioneros estaban a la vista de la población. En Vidángoz varios son los que se acuerdan de cómo formaban en la plaza e iban pasando uno a uno a recoger su ración. Pedro Ornat, cuya casa está en la misma plaza, se acuerda de cómo luego se repartían por la plaza para comer de pie, sentados en el suelo, o refugiados bajo el alero de su casa en los días de lluvia. También María se acuerda en Igal de verlos formar para el desayuno: “Yo los oía cuando tocaban para desayunar, se reunían allá en una era, tocaban ese cornetín... y ¡ala, todos corriendo con el plato a coger el desayuno! Salían de todos los lados y se juntaban en una era, al par de Casa Iriarte, que ahora está todo de matas y árboles, pues allá, allá se oía todo...Se ponían en fila todos”.

Soldados a la hora del almuerzo.
Sobre el contenido de estas comidas contamos con el testimonio de Teodora, en cuya casa se colocaron de manera provisional las cocinas de Vidángoz: “yo lo que vi que les daban aquí no era de sustancia, de alimento nada... El desayuno, con unas tabletas, (de chocolate) no me acuerdo exactamente cuántas, pero me parece que eran 7 u 8 las que echaban, y en un caldero grande ¡con tanta agua! ¡pues aquello sería un caldo de castañas!... Y la comida, legumbres y cosas así, pues ya te digo ¡a semejante calderada!, que se le podía decir calderada de los cerdos, una botella de aceite, un litro, ¡qué sustancia podía tener aquello!”.

En el recuerdo, cómo no, está también la presencia de la patata, algo que Pedro tiene claro, ya que iban oficiales y soldados trabajadores del batallón de Igal a comprarlas a su casa: “Solían venir a Esparza a por patatas para comer...de nuestra casa 3 ó 4 viajes ya sé que llevaron, pero más de un año ¿eh? Habrían llevado 2 ó 3 años...en cada viaje llevaban unos tres o cuatros mil kilos; después llevaban de Chacho, de Auría me parece que también llevaban y no sé si de otro sitio también llevarían, pero de aquí llevaron bastante patata y de ahí arriba también, porque, fíjate, ¡con la de gente que había!, que igual estaban 800 ó 1000, o más prisioneros, y carne no la veían, el pescado menos, a base de patatas, patatas ¡y mal guisadas!”. Las patatas, además eran a veces, como en el caso de Güesa que nos comenta Agustín, sacadas de la tierra por los propios trabajadores: “A lo mejor iba a un campo y, oye, ¿aquí cuántos hondones hay? ... y compraban los campos enteros, y después los sacaban ellos, los prisioneros”. 

Soldados pelando patatas, base de su alimentación.
Dentro de esta penuria alimentaria, también ha quedado en la memoria de algunos habitantes el contraste entre la alimentación de los trabajadores y la de los oficiales, algo que podían observar mejor quienes tenían contacto con ellos, como María: “¡Va, esos, no pasaban hambre! ¡Ya se hacían buenas comilonas!”, o Fortunato, en cuya casa comían los oficiales: “fíjate que tiraban el aceite, ¡a ellos no les faltaba nada, pero todo lo que querían: ¡arroz, azúcar, ...! A estos (los cocineros) les dieron permiso alguna vez, y me acuerdo el día que se iban se llevaban un par de maletas ¡qué no las movías del suelo! Aquí controlaban ellos, aquí no les controlaban nada, cuando se iba a terminar traían más y ¡tira para adelante!”. Sin duda, el desperdicio del aceite era algo que llamaba la atención: “me acuerdo que cuando no ardía bien la leña echaban un chorro de aceite y entonces ardía, y la gente no tenía, y si le echaban poco allá se quedaba, pero la leña ardía con un chorro de aceite que le echaban... ¡Y la gente sin aceite! El roble que lo traían verde, ¡a base de algo tenía que arder!”, recuerda Marcelino. Además, el control de los oficiales no se limita a recibir una mejor alimentación, sino que también, en aquellos tiempos de escasez y racionamiento, la gestión de la alimentación de los prisioneros les servía también para comerciar en el mercado negro, en el llamado estraperlo, algo que no se recuerda con claridad.

Más allá de detalles, sin embargo, lo que ha quedado clavado en el recuerdo de estas personas es el hambre que pasaron los soldados trabajadores, algo que impresionaba a Fortunato: “iban por ahí a trabajar y el que podía se largaba, y a lo mejor los veías por ahí, pero lejos ¡eh! Se escapaban y ¿sabes lo que comían? Peladuras de patata que cogían de la cocina donde guisaban para la tropa, ¡fíjate!, ¡peladuras de patatas! Y bellotas de roble ¡los he visto yo comer!”.

Esta situación llevaba a los prisioneros a recurrir a diferentes maneras de intentar aumentar su dieta, todas ellas comprendidas por quienes recuerdan aquellos años. Su precaria situación era evidente para todos, y eso llevó a varios vecinos a ayudar a los prisioneros, algo que recuerda Pedro cuando venían a comprar patatas a su casa: “El padre y la madre, basta que sabías cómo eran y cómo estaban, pues a lo mejor les daban a cada bocadillo de tocino, porque, claro, otra cosa no les podías dar, ¡y eso tampoco les querían dejar a que tomasen ellos! ¡ya, ya! Pero, claro, tenían que aceptar, porque como les damos nosotros”. La ayuda, una y otra vez, aparece como algo que había que hacer a escondidas la mayoría de las veces, tal y como señala Agustín: “Cuando venían algunos, sí, se veía que tenían necesidad, a vender azúcar o lo que sea, pues sí, porque se veía que tenían necesidad... y yo me acuerdo, pues, la madre, si venían, pues, o esconderlo o que no le habíamos dado nada o lo que sea, si veíamos que venía alguno de los mandamases, de los gordos, de la plana mayor... Si se enteraban los castigaban, los castigaban. ¡Oye! ¡No, no! Os damos para vosotros, y esto no tenéis ni que vender ni nada, ni cambiar ni lo que sea, ni ninguna cosa de esa”.

Ahora bien, había ocasiones en que en las casas se podía ver la petición de ayuda como abuso, y entonces surgían tensiones y agresiones, como nos relata Andresa: “estos se metían en las casas, y hubo uno que se metió en nuestra casa con el pretexto de los otros, (otros prisioneros con los que había muy buen trato) y se nos aprovechó de la cocina, a mí me llevó dos libros que no me los ha devuelto, se hizo dueño de un armario para sus cosas, y mi hermano el mayor, que era el que había estado en la guerra, y en Elgoibar lo hirieron, y siempre les tenía un poco de fila, llegó un día y lo encontró, echao en el suelo ..., ¡todo el suelo pa el!, ¡lo emprende a patadas! Le hizo coger todas las cosas, y ya se largó y no volvió más”.

La necesidad de que la ayuda fuera realizada a escondidas también es recordada por Belén, hija de Manolo Santamarina, quien recuerda que su padre le contaba que a veces los vecinos del Roncal les dejaban algo de comida en las cunetas. En una ocasión en que, formados en la plaza bajo un sol de justicia, una mujer se dispuso a dar agua a un prisionero, uno de los oficiales se lo impidió gritándole que “al enemigo ni agua”.

Además, la predisposición a ayudar aparece junto con la compresión o justificación de los robos, como en el caso de Modesta “Si había algo para coger por ahí, si podían también (...) No, robar no, si acaso en las huertas, ¡no, no, no! Robar, no. No hay que quejar, ¡pero, tenían hambre, ¿qué iban a hacer?, pedir! Y si venían y había, se les daba y si no”. Además de Modesta, son varios los que recuerdan anécdotas de robos de algunos alimentos que pudieran tener a mano, unos robos de pequeñas cantidades que no son recordados con rencor, ni mucho menos, por los habitantes, sino con una comprensión total, como comentan María, recordando la entrada furtiva de prisioneros en los campos de patatas: “Pero eso era porque tenían mucha necesidad, eso nadie lo tomaba mal tampoco... Por una parte, te daban pena, te daban pena, que tener que ir a eso también... Bajabas de la borda, un poco tarde, oscuro, y me acuerdo, en las parcelas que había con patatas, allá alguno si barruntaba que bajaban o caballerías o ruidos, se echaban largos (se ríe) y veías igual alguno largo, echado, pues hasta que pasábamos, ¡qué sé yo, irían a coger las patatas! Y te daba, un poco de ... lata, ¿no?, pasar y ver allá un hombre tumbado (...) No nos hicieron nunca nada, pero, vaya, ¡imponía un poco, eh! Porque no son gente conocida y.… no sabes de que opiniones son... y, ¡claro!, al estar tan amargados, con alguno tendrían que descargar también, ¿no?”.

Otro ejemplo de la comprensión ante los robos nos lo da Atanasia, en Vidángoz: “Solíamos matar tres cerdos en casa, entonces echábamos al caldero grande, que decíamos, unas pocas berzas, una remolacha y encima una cesta de patatas, para los cerdos, para los cerdos, cocidas. ¡Entonces tenían tanta hambre los trabajadores, que se nos comían las patatas! ¡Oye, se las pelaban y se las comían! Y mi padre decía: ¡dejarles que se las coman! ¡Y les dejábamos que se las comiesen!”. También Marcelino recuerda aquellos intentos de conseguir comida con comprensión, y recuerda una anécdota en torno a ellos: “Y aquella gente...pues eso, salían. Había unos, me acuerdo, de críos, uno se apellidaba Acebo, otro Malanda, y aquellos robaban, sí, aquellos sí, porque robaban aquí, que es casa Chestas, que tenían panadería, aquí venían y robaban, y en casa de unos vecinos nuestros también uno fue a robar, y cuando entraba una hija se encontró con ella, no sé si había robado ya o si intentaba robar, y al encontrarse con ella la agarró por el cuello, y chilló, y entonces bajó su padre y su madre de arriba. Y un soldado que pasaba por la calle que oyó, le pegó el padre, levantó el palo, y para eso rompió la bombilla antes, y él que vio uno de caqui, que entró un poquico de luz, ¡le pegó un garrotazo en la cabeza, y el otro (el que estaba robando) se fue”. Se trata, en suma, de una situación comprendida por quienes eran testigos del hambre de los trabajadores, como Teodora: “¡Oye, pues qué iban a hacer los pobres, ¡también estarían de hambre!, porque yo lo que vi que les daban aquí no era de sustancia, de alimento, nada”.

De nuevo, sin embargo, hay que añadir que a veces los robos no eran admitidos (no es lo mismo que les faltaran unas patatas que unos chorizos), y que surgían tensiones en torno a ellos, como recuerda Andresa: “iban a robar a las huertas, palos de las alubias, y fueron a nuestra huerta, y fue mi padre a reñirles, y le pegaron, y ¡va!, y venía a casa un sobrino que precisamente había estado en la guerra..., y un hermano mío que también había estado en la guerra, pero en Guipúzcoa, bueno, ese por todo, ..., subieron con a cada palo, y para cuando llegaron ya se habían ido, no pudieron.. (...). Y después, entraban a robar, a comer, a las casas, y entraron a robar a casa de una tía mía, y ella sintió arriba que alguien había abajo y bajó, y había uno, ya sabía cómo se llamaba, pero ahora no me acuerdo, y lo cogió cogiendo chorizos, y entonces las mujeres eran muy bravas, se agarró a él, luchando por los chorizos, que los llevaba debajo del capote, y los partieron, a medias se quedaba él, a medias ella, y yo sé eso porque era una tía mía.

Bueno, pues ese muchacho, mi tía dio parte, y al día siguiente al pelotón de castigo.” Y es que la mayor o menor comprensión por parte de la población local contrastaba con los castigos a los que se exponían quienes eran sorprendidos cogiendo alimentos de las casas o de las huertas de los pueblos, algo de lo que fueron testigos Atanasia y sus hermanos desde la ventana de su casa: “dieron parte, que le estaba robando, y entonces vino un oficial con la porra, y le pegaba, así, y era cacho el otro, así un poco bajico, y le pegaba y hacía, ah!, ah!, te parece que le pegaba!, pero era porque robaba de hambre, no porque ..”. En el caso de Igal, Javier, su marido, se acuerda de que uno de los prisioneros tuvo que pasearse por Igal con un cartel que decía “ladrón”, gritando continuamente “voy así por ladrón”.

Pero no sólo el robo, también era castigado otro de los recursos de los prisioneros, era el intercambio de los productos que tuvieran a mano por comida en las casas de los pueblos. A veces era el jabón: “El jabón que les daban…se lo vendían... y a lo mejor los otros les perseguían, como aquí estaba la plana mayor, ¡ya sabían sí que bajaban! .... (y lo vendían) ¡para sacar algo!”, afirma Agustín. Otras veces eran mantas, señala Salvador: “Para que les diesen algo de pan les daban las mantas ¡en este pueblo habrá habido en todas las casas mantas de esas, ... a cambio de que les dieras un pedazo de pan o esos, te daban la manta!”, y también herramientas, recuerda Fortunato: “Y si les daban una manta la vendían, bueno, vender, el que podía se les daba un trozo de pan, fíjate… (nosotros: ellos vendían la manta) ¡y se fastidiaban de frío!¡Pero, claro, necesitaban comer!... Vendían, pues lo que te digo, ¡y palas! Porque entonces aquí no había más que pico y pala, ¿eh?... Si la necesitabas les dabas un trocico de pan o eso, a cambio de la pala.... ¡Comían aquello y al otro día estaban igual!”.

En Vidángoz, sin embargo, no pervive el recuerdo de intercambiar mantas o jabón, pero sí el que algunos presos realizaban algunos trabajos de artesanía, como tapetes o anillos, para intercambiarlos por comida, como nos cuenta Ángeles: “yo me acuerdo que todos venían a por monedas, ¡yo aún tengo anillos, anillos de esos! ...Había uno con el nombre de mi madre y el nombre mío, ... con monedas de dos reales, ¡no, de real! ¡Y otros de monedicas de plata! Las de plata ¡bueno!... ¡Con un sello muy bonito!”

En aquellas circunstancias, y con la frontera relativamente cerca, no es extraño que la huida fuera una posibilidad barajada por más de uno de los prisioneros. Sin embargo, la debilidad física, el desconocimiento del terreno, y quizás también la inseguridad sobre la situación en Francia serían también argumentos que frenarían el intento de huida. Tal y como comenta Marcelino, la mayoría de ellos pensarían que aquello terminaría algún día y podrían volver a casa.

Con la documentación y testimonios disponibles por el momento, es difícil cuantificar el número de huidos. En Igal, Florencio se acuerda de que por aquel entonces se dijo que dos o tres habían conseguido huir, y Fortunato señala: “¡Alguno me parece que se llegó a escapar, ..., no sé, se largó por ahí, a donde podía, a Francia o ..., a donde sería! (...) se oyó algo de que, si alguno incluso que habían muerto, pero, de estas cosas de entonces, bueno, ¡tampoco lo hacían poco secreto! ¡Bua! ¡Aquí no nos enterábamos de nada!”.

En Vidángoz sí que hay más constancia de los intentos de fuga. Marcelino tiene unos recuerdos claros a pesar de su corta edad en aquellos años: “Hubo, me parece que ya os conté, que se escapaba, bueno, se escapaba, no se sabe si se escapaba o si simplemente se fue de paseo aquel, porque..., hicieron muchas pruebas, después, o sea, mataron a uno, a una hora del pueblo, andando, eh, y el camino, mira, había un camino, ahora va el carretil, entonces había un camino, que hacía así, y aquí, había un corral, con lo cual, el camino venía así, pero hacía curva, y tiraba por aquí, y al hombre, al trabajador, al prisionero, lo mataron en un sitio que decían, después, que era imposible dispararle donde estaba muerto, donde lo mataron, ..., que le echaron el alto, salió corriendo, y allá, de donde le tiraron, lo miraron, y yo oía algún comentario, “es imposible, a ese hombre lo tuvieron que coger y matarlo allá mismo”. ¡Son cosas que hablaban los mayores, y ..., joé!, solíamos escuchar. Ahora la borda esa ya no está, el camino ha desaparecido, pero, de todas maneras, lo miraban, lo estudiaban, y decían, “lo han tenido que sacar y matarlo afuera”. Porque era fácil, ¡mira!, por ejemplo, un domingo, la gente, pues se lavaba la ropa, en el río, donde fuera, pues aquel, igual cogió, y me voy a andar hasta..., ¡y claro!, “¡alto!”, si salió, mecagüen!, igual un poco para delante, y ¡plaf!, “!me lo liquido y amén!”, claro, si de todas esas cosas, porque ahora tienen, me hace mucha gracia en la tele cuando salen crímenes de guerra de otros sitios, resulta que está todo escrito!, todo escrito!, ¿y por qué...? bueno todo escrito!, ¡lo que está!, de ahora hay muchas cosas escritas, pero de entonces..., ¡fíjate!, aún están pidiendo... muertos y desaparecidos, a ver dónde están, ¡y no salen!”

“Después mataron a uno también que estaba ya licenciao, ese al ladico de casa, al ladico de casa, y el padre y la madre, “¡no salgáis!, la sangre bajaba por la calle, porque entonces no estaba la carretera que pasa ahora por la parte abajo, entonces no estaba, eran huertos y cosas, y la calle, iba al río, bajaba al agua, y el chorro, el chorrillo de sangre que bajaba, iba al agua, y no nos dejaban, el padre y la madre, no nos dejaban que miraríamos de la ventana, porque ..., ¡en fin! “¡Oye, no miréis, no miréis, no salgáis!”.

Y estaba licenciao, tenía los papeles ya, para, ese mismo día, el salía, ese día, por lo visto, para lavarse, asearse y largarse, ¡cuanto antes!, porque una vez que tenía la licencia, ¿qué hacía ahí?, si, pues ese se habría bajao, seguramente, si no le hubiera pasao eso, con el cartero, o quien fuera, a Burgui, a coger La Roncalesa, o no se entonces si habría Roncalesa y Tafallesa, porque hubo mucho tiempo que había Roncalesa y Tafallesa, y entonces no sé si habría los dos servicios, pero de todas maneras, ese se quería asear para marcharse, y ¡ mira qué aseo le metieron! Así que aquel, (el soldado escolta que le mató) contaban, después, que, de momento lo ascendieron, le hicieron honores militares, y cosas, y todo, pero enseguida lo metieron aquí a la cárcel, que está aquí en la escuela, que aún se llama, la cárcel, y allá gritaba, “centinela, ¿qué hora es?”, y no pasaba media hora, y “¡centinelaaa!, ¿qué hora es?”, y le decían la hora, y al momentico, y decían que había muerto, ahora, tampoco, no sé, aquel centinela, aquellos centinelas, tenían que estar espantaos!”.

Atanasia también recuerda esta muerte, aunque sin los detalles de Marcelino, pero recogiendo el sentimiento que producían hechos como estos en el pueblo: “Y era cosa, cuando moría alguno, tocaba: tataraaa, esa canción triste que no termina nunca, porque había de todo..., murieron..., mataron..., de todo... Y además tenía que pasar yo aquella noche por allá, si, si, si, por la misma puerta, ya lo habían retirado para cuando fui yo a por la leche, pero..., era un poco de pánico, como ya sabían que ibas todas las noches a por la leche, pues ya... (...) De la casa nativa de Marcelino, pues estaban muy cerca las cocinas, (...) salían de casa Aizagar, cruzar la calle y las cocinas, y de allí algunos decían, vamos a los baños, (...) pero en lugar de ir a los baños ya tenían pensao de escaparse, se escapaban, se daba cuenta el centinela, y ¡pas!, le echaban el alto, no contestaban, o no oían, o no sé lo que pasaba, y ¡pumba!, y la gente protestaba cuando moría uno así, o sea, protestaban, decían que, ¿por qué morir?, porque no hay cosa más seria que morir”.

Foto de Vidángoz en el valle del Roncal.
Son recuerdos que nos transmiten la impresión que causaba en el pequeño pueblo de Vidángoz la muerte de alguno de los “soldados trabajadores”. Mientras que el asesinado en el pueblo es recordado por más personas, que comentan también que hubo algún error, el que fue disparado a una hora del pueblo sólo lo recuerda Marcelino entre los entrevistados, aunque Atanasia dice que eso pasó más veces. Está claro que en Vidángoz hay recuerdo de que murió más de un prisionero intentando la fuga, algo que no recuerdan en Igal. Es más, mientras Atanasia narraba sus recuerdos, su marido Javier decía: “eso de matar, en Igal no, allí no mataron a ninguno, lo que sí, han venido, se han llevao, a fulano o mengano, se los llevaban”.

Hemos consultado los Registros Civiles de Vidángoz y Güesa, y en Vidángoz aparecen registrados dos prisioneros muertos “por arma de fuego”: José Martín Ramón, natural de Gandía (Valencia), fue asesinado a las 24 horas del día 19 de noviembre de 1939, a la edad de 17 años, siendo la causa de su muerte “disparo de arma de fuego”. También murió Benjamín Llacera Monclús, natural de Barcelona, que fue asesinado a las 8,30 horas del día 9 de marzo de 1941, a los 25 años de edad, siendo la causa de su muerte “heridas de arma de fuego”. Por la edad y hora de su muerte, seguramente se trata del trabajador ya licenciado que nombra Marcelino.

Cecilio Gallego, asesinado en Roncal (Navarra), el 23 de octubre de 1939, nacido en Don Benito (Badajoz) en el año 1915.

Ambos serían seguramente los mencionados por Marcelino, y a ellos hay que sumar el asesinato de Cecilio Gallego, natural de Don Benito (Badajoz), el 23 de octubre de 1939 “fue muerto fulminantemente a balazos por los guardias militares” (4), quien se encontraba en un Batallón de Soldados Trabajadores en el pueblo de Roncal. Hoy por hoy estos son los asesinados constatados por disparos de arma de fuego, pero, tal y como han señalado Moreno para otros batallones, a la falta de un acceso a la documentación completa interna, es por ahora imposible conocer con exactitud cuántos consiguieron huir y cuántos fueron asesinados en el intento.

Población de Roncal.
El trato y los castigos que recibían los prisioneros no era algo que estuviera siempre a la vista de los habitantes, así como el régimen de disciplina interno, sin embargo, sí hay quien observó el trato de desprecio dado a los prisioneros. Pedro narra así el trabajo de estos cuando cargaban las patatas compradas en su casa: “Cuando llevaban los sacos y no los llevaban un poco bien, igual se les caía, ¡una patada en el culo!, les daban, y nada, y los otros a callar, porque..., oye, si se retorcían un poco, o ponían mala cara, ¡ya sabían lo que les esperaba!, ¡estacazo que te crió!”.

El recuerdo de la disciplina y los castigos varía mucho entre los dos pueblos en los que estaban los batallones, debido seguramente a que en el caso de Igal, los trabajadores vivieron la mayor parte del tiempo en los barracones. Así, es significativo que mientras Atanasia, su mujer, cuenta diferentes momentos en los que veían pegar a los prisioneros, Javier, su marido, comenta “En Igal no me acuerdo de ver que les pegaran”, algo también repetido por María, Salvador, Florencio o Fortunato. 

Población de Vidángoz.
Sin embargo, en Vidángoz, donde la convivencia era más cercana al estar viviendo el batallón en casas del pueblo, eran los ojos de niños y niñas quienes quedaban asombrados de los golpes y de los castigos. Son precisamente Atanasia y Marcelino quienes tienen los recuerdos más nítidos. Atanasia recuerda que más de una vez veía cómo les pegaban: “Nosotros en la misma puerta veíamos, en la ventana, esa vez y otras, pues..., que le han pegao a Fulano, porque... se corría la noticia, que le han pegao a este, o le han pegao al otro. (...)

¡Robaban, sí, pero porque necesitaban, porque les obligaba el hambre!, ¡y les pegaban cada palo!, pero es que siempre lo pagaba el descarriao: Roque, Acebo, Cacharro, Malanda, y nosotros en casa, cuando reñíamos los hermanos, nos solíamos decir: ¡y tú Roque!, ¡y tú Acebo, y tú Cacharro, y tú Malanda, …. eran los trabajadores tontos! ..., oye que yo entonces tenía doce años, y éramos una banda bien mala, eh, tocaba el corneta, y cuantas veces le seguiría!, si iba a tocar silencio, nosotros con él, si iba a tocar otra cosa, nosotros por la calle con él, o sea, lo que tocaba la corneta, pues nosotras también, laralala!, luego, como nos en corrían y no nos dejaban ir donde los soldaos, pues subíamos arriba, al camino allá donde estaba la gitana, la Benita, al corralico de Muis, y ya nos sabíamos la mitad de los nombres de la compañía, entonces, ahora Capillo!, Mariano... no sé cuántos!, Capillo!, de Málaga era ese”.

También recuerda el nombre de los oficiales que trataban mejor a los prisioneros y de los que más pegaban, así como lo que unas chicas hicieron a modo de protesta: “A otros también les habían pegao, a otros no, a otros... les ayudaban, porque había de todo, gente. ¡Había un teniente, el teniente Canseco, me parece que era, era un hombre serio, serio, les miraba así y no les hacía más, con eso bastaba, y nunca les pegaba! Canseco era famoso por su seriedad, o sea, un hombre, no joven, ni se emborrachaba ni nada, estaba en casa de quién, de Lasanta, o no sé de quién, pero, les respetaba, tanto a los trabajadores como a los militares, él con la mirada bastaba, pero no se molestaba en más. (...). Se llamaba Francisco Diez Canseco, que fue alférez de la 1ª Compañía del Batallón 127, y aparece como comunicador de la muerte de José Martín Ramón en su acta de defunción, recogida en el Registro Civil municipal.

Había un sargento, el chato le llamaban, ¡qué malo era!, y un cabo de primera, ¡qué malo era! ¿Cómo es que se llamaba?, ¡mira, ese cabo de primera pegaba a los soldaos!, y la Carmen de Aistu, que siempre era muy formal, vivía enfrente de Casa Molino, claro, y veía todo lo que pasaba, y le tenían ya un paquete, porque pegaba mucho a los soldados el cabo de primera, y qué hicieron, la Estefanía y la Carmen, la Estefanía se sabe todo lo que le pusieron, de chulo que era, y al final le ponían un recorte de una revista, de uno que iba con un caballo y una pistola, y le decían, si te cojo te mato”, eso era por los santos inocentes, y decía el: “¿quién será?, ¡si a mí no me quiere nadie mal!, ¿quién será que me ha mandao?” y las otras: “¡qué!, ¡a ti te van a mandar!”, y el otro se ponía a leer la carta a las otras, y fíjate, la habían escrito ellas. Era “Baldomino. En la lista de oficiales del Batallón nº 38, que aparece en una carta del alcalde al Gobernador Civil fechada el 20 de febrero de 1941, figura Bernardino Blasco Ortega como alférez, quien bien pudiera ser el aludido Baldomino.

Marcelino, por su parte, también recuerda algunos de los golpes y castigos a los que se sometía a los prisioneros del pelotón de castigo: “Cuando iban a trabajar los que se portaban mal, o aquellos que les tenían manía, pues aquellos los llevaban a trabajar, en trabajos forzaos, y los trataban peor, joer, bueno peor que lo que se trata hoy a un animal, ahora a los animales se trata casi mejor que a las personas, y entonces, a los animales, no digo que se les tratara mal, pero, a ellos mucho peor que a los animales, eso sí. Y.…, ¡joé!, ¡qué palos les metían, ¡bueno!, cuando los llevaban. (...) Por la noche, por la noche, es que los trabajos forzados eran, cenar, y les dejaban, no sé, un tiempo muy corto, para qué..., para ir a la compañía, dejar el plato, y volver corriendo, y el que tardaba un poco, allá lo esperaban, en la esquina de la escuela, y los que llegaban los últimos..., ¡menudos garrotazos les metían! (...), pero yo en cuanto veía que pegaban, por la calle, con un chico que ahora vive en Pamplona, bueno, con un chico, entonces éramos chicos!, ¡y él tenía unos años más que yo, si yo tenía 7 o 8 años, pues él tendría 9, 8 o 9, y los dos corríamos que nos pelábamos, ¡bueno!, ¡pa qué!, y eso, para mí aquello era cruel, era una cosa que no me iba, vaya.”

No le iba a él, pero tampoco en su casa les parecía bien. Nos cuenta que sus padres decían: “que había que tratarlos como personas, y esas cosas sí!, y que cuando llegábamos, ya veían, sofocaos que llegábamos a casa, que habían pegao, ¡“no estéis allá cuando pegan!, porque eso está muy mal, tal, cual, y eso”, pues siempre: “¡qué pobres!,¡ que los traten así!”, ..., ¡era terrible!, ya había algunos chavales que iban aún, y “¡pégale más, pégale más!”, joer!, ¡nosotros que corríamos!”.

Marcelino se acuerda también de quiénes eran los responsables del pelotón de castigo: “Aquí estaban..., les tenían..., ¡bastante rectos iban!, ¡bua!, había, los del pelotón de castigo ese, que eran dos gallegos, ..., ¡y me acuerdo de los nombres!, Camilo y Gerardo se llamaban, Gerardo era cabo, y Camilo un soldao, y después también decían, uno le pegó a un gallego, o sea, el Gerardo le pegó a un gallego, y le dijo,” parece mentira que me pegues, que no somos más que a cinco kilómetros”, y vino la noticia de que a Gerardo lo había matado aquel, o sea, cuando se licenciaron, ..., parece mentira, pero desde allá tan lejos, llegó la noticia de que lo había matao y se había escapao a Francia.

...Que es fácil, ¡eh!, porque, que te peguen por nada, por nada, porque, él ¡qué tenía que hacer! No sé si sería verdad o mentira, pero la noticia sí llegó, pero aquellos eran unos criminales, para mí, aquellos dos, merecían cualquier cosa, eso sí, porque, un hombre, cogerlo, y porque no se pueda defender..., pegarle, ¡joer que bajeza!, ¿qué no?” .

También Andresa tiene un recuerdo claro del pelotón de castigo, que veía desde casa: “Mi casa estaba en un altico, ya sabes casa Belaire, y por donde casa Marcelino bajaban todos los días a trabajar, y el pelotón de castigo bajaban los primeros, con un saco de arena a la espalda, y así a picar todo el día. Después conocí yo a un tal Luis Muro, que estuvo allá. Digo, “oye, cuéntame algo de Vidángoz” ... “¡No me mientes aquel pueblo!” Estuvo mucho tiempo en el pelotón de castigo... (...) Yo de lo que más me acuerdo era del pelotón de castigo, ¡de eso me acuerdo! ¡impresionaba verlos! De noche no sé, pero desde la mañana a eso...sí…Bajaban los primeros, después algún escolta y después todos los demás. Casi formaos bajaban a trabajar.”

Vidángoz nevado.
En Vidángoz, por lo tanto, los castigos físicos eran presenciados de cerca por parte de la población, y también por los niños, produciendo en ellos, como nos cuenta Marcelino, sentimientos contrapuestos. Ahora bien, tanto para quienes animaban a pegarles más, como para quienes corrían asustados ante la barbarie, los castigos a los prisioneros escenificaban de nuevo, en este alejado pueblo en el que no pasó la guerra, quiénes habían sido los vencedores y quiénes los vencidos, y, tan importante como esto, cuál era la situación de estos, y de quienes quisieran hacer frente a las autoridades, en el nuevo régimen.

La llegada de tantos hombres cambió de raíz la proporción numérica entre ambos sexos tanto en Vidángoz como en Igal, y esto, a pesar de las dificultades del momento, también dio pie a nuevas expectativas y relaciones.

El verse en la calle no era difícil, y ello ya daba pie a miradas y piropos, que más de una vez pusieron en un aprieto a chicas como María: “Las chavalas con 17 años, pues ibas por ahí y piropos, ¡y esos andaluces como son tan…!, ¡bueno...! (...) Eran así, ¡esos andaluces, a veces cada palabrota! Ibas y ¡te daba más apuro pasar! ¡Cada piropo! Te entraban: “más vale tu cuerpo andando que Manolito toreando!” ¡Cosas así, parecidas!

Entonces con 17 años ¡nos avergonzábamos! ¡La verdad! Si íbamos dos o tres no, ¡pero como fuéramos solas...! ¡Te daba apuro!”. También Andresa tiene un recuerdo similar, que nos ilustra también sobre el ambiente de trabajo en la carretera: Y cuando yo pasaba montada en un mulo, que entonces no nos quedaba más remedio que hacer todo con mulos allá, y al pasar yo me dicen: “¡oye, chata, ¡qué a gusto te besaría en la nariz! ¡Pero los mocos para éstos!” ¡No se me olvidará! ...Yo avergonzada, ¡no tenía más que 16 años!... Era de los escoltas... De los que picaban no... Unos con el pico y la pala, picando, esos no decían chistes, no tenían ganas de chistes, y menos los del saco de arena ¡pobrecicos!”

Parte trasera de casa Cosme hacia 1930, en segundo plano de una foto familiar de una señora con dos adolescentes.
Otro posible lugar de encuentro era el baile, pero a este respecto encontramos informaciones algo contradictorias sobre la participación de los prisioneros. Por las informaciones recibidas, parece que algunos de ellos sí que podían participar a veces, seguramente quienes tenían destino especial. Sobre esto, Andresa tiene una opinión clara: “De los que iban a picar no”, mientras que Atanasia señala que algunos prisioneros sí que participaban. Esta irrupción de nuevos chicos, fundamentalmente militares, en los bailes creó también tensiones con los chicos del pueblo, ya que, como recuerda Atanasia, “¡a los del pueblo les caía mal! ¡No había pocos follones!”. Andresa tiene también un recuerdo claro: “Mi marido tocaba la acordeón, y a lo mejor ponían baile los dos, y las chicas iban más al baile de los militares que a los otros, y una vez se armó jaleo ¡se pegaron y todo!”. Ahora bien, bailar en la plaza no estaba siempre permitido, y menos con chicos, encontrándonos con más de una chica, como Andresa, que fue multada por ello: “precisamente denunciaban a la que bailaba, y a mí me denunciaron, y pagué 7 pesetas por bailar..., pero ese día yo no hice más que llegar a la esquina de la plaza, nos pusimos a bailar y nos fuimos hasta la otra esquina, no bailamos con ningún chico, ¡pero!... nos hicieron pagar la multa. Nos llamaron a la Casa de la Villa, 7 ó 9 pesetas”. La prohibición de bailar fue común a varios pueblos, como el cercano Burgui, del que Atanasia recuerda una canción al respecto:

“Burgui, Burgui, Burgui querido /

ya no eres aquel pueblo divertido /

Burgui, Burgui, Burgui querido /

ya no eres aquel pueblo divertido. /

Las mocitas por las tardes cuando van a pasear /

muy contentas, muy alegres dicen que quieren bailar /

y los mozos les contestan con mucha amabilidad /

el baile está prohibido nos vamos a emborrachar.”

 Y es que incluso el alcalde de Vidángoz responde en 1944 a un cuestionario del gobernador civil señalando la inconveniencia de prohibir el baile, porque “la moral saldría perjudicada”, al darse paso a otras diversiones como el paseo por las afueras del pueblo o la taberna (5).

Iglesia de San Pedro en Vidángoz. 
Ahora bien, no sólo llegaron hombres al pueblo, ya que algunos oficiales se instalaron también con su familia. De todos modos, la visita femenina que más eco dejó fue la de Cefi, la novia de un prisionero, que llegó a Vidángoz “con su maleta y sus tacones”, (nos dice Teodora), desde Bilbao para estar cerca de su novio, Manolo. No es fácil imaginarse el valor de esta joven de 23 años para abandonar su ciudad y llegar a un pueblo desconocido. Teodora nos cuenta que Cefi fue bien acogida en Casa Casero, y allí pasó varios meses conviviendo con la familia, y que incluso llegó a casarse con Manolo en el mismo Vidángoz, cuya acta matrimonial se conserva en el Registro Civil de Vidángoz.

Esta boda, sin embargo, no fue la única que resultó de la estancia de militares y prisioneros en Vidángoz, Güesa e Igal. Dos militares se casaron con chicas de Vidángoz y Güesa, hermanas de Ángeles y Agustín, respectivamente; por su parte, dos chicas de Vidángoz (Nati) y Burgui, se casaron con soldados trabajadores del Batallón 38: Antonio Martínez y Jesús Bilbao, vizcaínos ambos. 

La boda en 1942 de la hermana de Ángeles, Petro, con el alférez del Batallón nº 38 Francisco González Zapico fue la primera en Vidángoz en la que la novia vestía de blanco.

Así, la presencia de los batallones dejó también en alguno de los pueblos lazos duraderos. En ninguno de los casos parece que estos matrimonios causaran revuelo en el pueblo, ni siquiera en el caso de los dos prisioneros, ya fallecidos, de los que se guarda un querido recuerdo en Vidángoz. En ambos casos, parece claro que su lugar dentro de los batallones, con destinos de trabajo especial que les proporcionaban trato cotidiano y más libre con muchas familias, les permitió relacionarse con normalidad y amabilidad, sin que, por lo que nos informan, su condición de prisioneros hubiera dificultado su matrimonio.

Iglesia de San Pedro en Vidángoz a la que iban los presos para cumplir con el precepto dominical cada domingo.
La actividad de los prisioneros en los días de fiesta es algo sobre lo que no hay un recuerdo homogéneo en estos pueblos, excepto su presencia en la iglesia, aspecto este sobre el que coinciden en Vidángoz e Igal. En este último pueblo, María se acuerdan de cómo entraban en la iglesia: “¡todos adentro, los que cabían! ¡Y nosotros al coro, los del pueblo! El cura organizaba, y nosotros de arriba ¡les veíamos! ¡Firmes, toda la misa!”, y Salvador remarca: “¡los pobres allá... firmes allá toda la misa!”. También en Vidángoz la situación era similar, tal y como recuerdan Marcelino: “ya os dije que cuando estaban en la iglesia, ¡que los hacían ir a todos!, los del pueblo allá en un rincón y todo lo demás ocupao hasta el coro, todo lleno...y después de misa que se bajaba a la plaza y allí tocaban el himno nacional”. Tere también remarca que había un fuerte “calor y olor a tropa” en la iglesia, y recuerda los cantos de los prisioneros vascos, algo que también tiene claro Andresa: “Me acuerdo que cantaban en misa, entre ellos ese Torronte, ¡siempre me hizo gracia ese apellido! No se me ha olvidado, y por supuesto Arantxa también cantaba ¡una cuadrilla! Así que hacían la misa ¡muy solemne!, eran cantores de profesión...”
Retablo mayor de la Iglesia de San Pedro de Vidángoz donde eran llevados los presos cada domingo.

                        Órgano de la Iglesia de San Pedro de Vidángoz. 

Siguiendo con cuestiones relacionadas con la religión, nos preguntábamos sobre si los curas intentarían poner a la población en contra de los soldados trabajadores, pero nada de eso recuerdan en estos pueblos. Al contrario, María recuerda que el cura de Igal ayudaba a los presos, y decía a los habitantes: “¡Si podéis ayudarles en algo!”.

La Fuente del Cura, en Vidángoz, en honor de D. Victoriano el cura de Vidángoz, fue llamada La Fuente de D. Victoriano.
Este buen recuerdo del cura y de la relación con los prisioneros se refleja en el nombre que se dice que pusieron estos a una fuente que hicieron en la carretera: “allá, subiendo al alto de Vidángoz, sacaron una fuente, ¡la fuente del cura! Con un cañico, ¡qué fuente más buena” !, nos explica Salvador, y María añade: “La fuente de Don Victoriano la llamábamos. Le pusieron ellos, porque el cura era amigo ¡de todos, de todos! De los prisioneros también, ¡cómo iban a misa!... Él iba también a estar con ellos”.
D. Victoriano  Izal Contín , natural de Izalzu.
Sobre el mismo tema de la relación del cura de Igal con los soldados trabajadores hemos encontrado también un testimonio en Esparza de Salazar, donde Eugenio Elarre cuenta que tiene oído en Güesa, (y eso lo remarcó), que una vez alguien les robó la bota de vino a los trabajadores que estaban en Igal. El cura, Don Victoriano, de Izalzu, pidió en un sermón que el que había robado la bota la devolviera. En el siguiente sermón volvió a pedir que lo hiciera y que si quería podía dejarla en un lugar (que el cura ya señaló) para que nadie se enterara de quién había sido la persona. Como no salió, el cura bajó a Güesa, compró una bota, la llenó de vino y se la dio a los prisioneros.

Esto es lo que ha quedado en la memoria sobre unas personas, los curas, cuya influencia sería más que notoria en los años de posguerra, y que parece, por lo menos en el caso de Igal, y también el de Vidángoz, que no arengaron a la población contra los prisioneros que habían llegado al pueblo.

Iglesia de San Vicente Mártir de Igal donde cada domingo asistían los soldados a Misa.
Además de estos recuerdos sobre la misa, la vida de los prisioneros en los domingos permanece poco clara en la memoria de los habitantes de estos pueblos. Marcelino y Fortunato, entre otros, se acuerdan de que formaban después de la misa, pero no sobre si podían quedarse de manera libre por el pueblo, aspecto sobre el que Andresa señala que no era lo normal. En Igal y Güesa hablan de algún partido de fútbol, pero, a pesar de que no está muy claro, parece que se realizaban entre oficiales, o con algunos pocos prisioneros. De lo que sí se acuerda Marcelino es que hubo dos partidos de pelota entre un famoso pelotari vasco y Ángel, un hombre de Vidángoz.
Nave única de la Iglesia de San Vicente Mártir de Igal.
Pila bautismal románica de la Iglesia de San Vicente Mártir de Igal.
Curiosamente, el descanso en los trabajos de la carretera era también aprovechado por los niños y niñas de Vidángoz, que subían al alto del puerto para jugar, tal y como recuerda Atanasia: “Tenían unas vagonetas, cuando rompieron el puerto ese entre Igal y Vidángoz, eran unas vagonetas que tenían para frenos unas maderas, no sé cómo llamarlas, unas calzas digamos, y los domingos subíamos nosotros hasta el alto a jugar con las vagonetas”.

La llegada de los batallones no sólo supuso la presencia de cientos de trabajadores, sino también de unas nuevas autoridades en los pueblos, los oficiales de un ejército vencedor, y que se erigió en una de las columnas del nuevo poder político estatal.

También a nivel municipal esto se dejó sentir, y de hecho estos oficiales se convirtieron en una de las autoridades más influyentes, tanto en cuestiones globales como dentro de las casas en las que se hospedaron.

Uno de los casos en los que más se notó la presencia de unas nuevas autoridades que ignoraron las normas de organización municipal fue el de la explotación de los bosques.

La madera es, y era en estos años, uno de los principales recursos económicos de estas localidades, y es por eso que, tanto a nivel municipal como de valle, su explotación estaba sujeta a una clara normativa que asegurara el mantenimiento de los bosques. Sin embargo, las necesidades de madera para los batallones quebraron ese equilibrio, y supusieron una sobreexplotación de los bosques, ante la que nada pudieron hacer ni los habitantes ni los ayuntamientos, que veían con impotencia la nueva situación tanto en Güesa como en Igal y Vidángoz. En el caso de Güesa, Agustín recuerda: “Todo esto, frente al pueblo, mira ¡Había cada roble que entre tres hombres no podías abrazarlos!, pero ¡todo a hombro, eh, lo bajaron!, y ¡mecagüen! Todos los robles más grandes los limpiaron, los limpiaron ellos, ¡y los más cerca! ¡porque si hubieran ido lejos...!”, una situación parecida a la de Igal, descrita por Florencio, quien remarca la prepotencia de las nuevas autoridades: “Aquí nos jibaron todos los árboles de roble que había cerca, como tenían muchos mulos iban y.... ¡cualquiera les decía nada! ¡No podías decirles nada a los jefes! Cortaron los árboles, todos los mejores que había por las orillas de la carretera y todo, y van y los talaban y ¡ala!... ahora se han quedao los pequeños... (Le preguntamos si pagaron algo por la leña). ¡Bien, si pagar! Pagar, eso nada. Que no les dijera nadie: “¡oye! ¿Para qué vais ahí a cortar árboles?” ¡Sí, cualquiera se fiaba en aquellos tiempos!”.

La  madera del valle de Roncal suponía un ingreso importante en la economia municipal.
En Vidángoz, Marcelino también recuerda: “Os dije que la leña la robaban, porque aquello era robarla, vaya, la hacían por estos alrededores, y eso, la llevaban al hombro, ¡bua!, ¡qué duro! Yo muchas veces pienso, ¡yo no sé cómo llevaban aquellos troncos de roble tan grandes! No me explico, ¿eh? Porque al que le tocaba pequeño iba con pequeño, pero al que le tocaba grande... Me acuerdo algunas veces unos ¡un trozo más atrás! Iban que no pesaban, pero se lo tenía que llevar, ¡y se lo llevaban! Y aquellos seguramente, los últimos, que serían los del pelotón de castigo”. Fruto de esa prepotencia son algunos documentos que aparecen en el Archivo Municipal sobre la dificultad de cobrar la leña cortada, o, lo que es más grave, el hecho de que se vean “los dos mejores montes comunales, poblados de robles hace 10 meses, totalmente arrasados” (6). Seguramente es un error el dirigirse al Batallón 85 en Güesa, ya que, en esa localidad, según los datos del padrón, estaba el Batallón número 6.

El poder de estas nuevas autoridades no se limitaba a cuestiones vecinales, sino que afectaba también al interior de las casas en las que se hospedaron los oficiales sin permiso previo. A este respecto, no cabe duda de que las relaciones dentro de las casas serían diferentes en cada caso, y que es difícil generalizar. En Igal, incluso dentro de la misma casa, es diferente el recuerdo de María, quien afirma que “al final te coges cariño y eran como de la familia” que el de su hermano Fortunato, quien recuerda que: “Aquí estaban los oficiales, comían, nos armaban cada bronca... ¡chupaban!, un día me acuerdo mi padre, tuvo que ponerse..., además, ¡nos ocuparon media casa!, y era quieras o no, ¡eh!, no te creas que era por nuestro capricho, que, en aquella época, a aquella gente, les tenías que hacer el saludo, ¡y a callar!. Y mi padre, que era de bastante temperamento, pues, una noche... ¡los tuvo que echar!, bebían borrachos, y luego se ponían allí de juerga y de comer bien, copa... ¡jo! ¡Cada juerga...! (...) A la noche, nosotros a la cama, y ellos cada juerga... ¡y pelearse también entre ellos!”.

En Vidángoz, Andresa se acuerda de pedir a los oficiales que cesara la presencia de centinelas en casa: “Lo pasamos mal, porque en casa de mi tía, que era la primera, pusieron guardia y después en la nuestra, como está la casa alta, para vigilar el castillo ¡y todas las noches allí los soldados, una habitación para ellos! Y yo por fin un día no podía aguantar más y le dije al capitán: “oiga, por favor, ¡ya está bien, eh! ¿Por qué tienen que mandar a una casa habitada a ocupar una habitación? ¡Y si quieren pueden echarse a la cama, qué sabemos!” Y los quitaron ¡y los pusieron en la puerta! En la puerta de Arregui (¿?), allí se ponían a hacer guardia. Y me acuerdo que la madre les dijo: “oye, si tenéis frío entrar en la entrada” porque…”

Ahora bien, como su hermano, María se acuerda de que los militares eran quienes mandaban, y que eso trastocaba toda la vida familiar, ya que “hacían lo que querían, ¡nadie les decía nada!... Nosotros en la cocina, ellos en la habitación, y siempre ¡para arriba, para abajo! ¡Era un incordio! ...”, y Salvador recuerda un día que se encontraron a unos militares y trabajadores en la huerta: “Un día mi padre y yo fuimos allá, y en un extremo de la huerta había arena y tierra... e iba y estaban cogiendo de la huerta... y “¡oiga señores, esto es para sembrar!” “¡Hagan el favor de marcharse de aquí y no respiren, eh!!”, un jefe o sargento, no sé lo que era aquel, ¡joer!”. María asiente, y añade: “¡O sea, que no mandabas ni en lo tuyo! Y en las casas igual, se metían y, ala, aquí vamos a poner esto, vamos a poner lo otro y.…”.

Además de estos casos, hay también otros en que quedaba patente la autoridad de los recién llegados. Marcelino se acuerda que le impresionó mucho lo que le pasó a su padrino: “De misa, que se bajaba a la plaza, y allí tocaban el himno nacional, que fue cuando os dije que, al padre de mi mujer, estando en un cuartico, que lo tenía el hombre, que era albañil, para hacer sus cuentas y cosas. Y el domingo, toda la semana trabajando, claro, el domingo haría sus cuentas, y metió un poco de ruido, entró un sargento y lo sacó de malas maneras, sí, y era mi padrino. ¡Jo! Y a mí aquello me causó una cosa terrible, el sacarlo así, ¡el hombre todo apurao! Y, claro, no le hicieron nada porque el secretario era cuñado y el alcalde era el padre de los dos jóvenes que hay aquí...Por eso no le hicieron nada, no sé qué le podrían haber hecho”.

Florencio, por su parte, también señala otro momento en el que las armas mostraron su autoridad: “Aquellos jefes eran un poco jodidos, ¡eh! (“¿tenían mal genio?”, le preguntamos) ¡Oh! Alguno sí, ¡hombre! Con los del pueblo no, pero si te ponías también, ¡cómo les dirías alguna cosa que no les gustara a ellos...! Ahí, en ese campo al par de casa Eseverri, ahí a la parte de abajo hay un campo, y jugaban en la carretera con el balón...ellos, los soldados, ¡y los mandos! Y ese campo es de (¿?) y tenían un abuelo... y se les caía los balones abajo y les decía: “¡Recrismas, que no entren aquí los balones porque no sé qué no sé cuántas!” ¡Aquellos jefes no hacían ni caso! Con que, un día cayó un balón y lo tenían sembrado el campo, va con el hacha y ¡pamba! ¡y lo cortó el balón! ¡Jobar! Había un teniente que lo llamaban el teniente Ortiz, me acuerdo, ¡me acuerdo más bien! ¨ ¡Me voy a ir a casa, voy a coger la pistola y le voy a pegar un tiro!” ¡Le amenazó, sí hombre, le amenazó al abuelo de Lasarte! Pero el otro le decía “¡Recrismas tendréis, venir aquí!”.

Son anécdotas puntuales, pero que muestran que la autoridad de los oficiales no se ejercía solamente sobre los prisioneros, sino también sobre los habitantes del pueblo. ¡No en vano eran los vencedores de la guerra! En esos años de presencia militar, no cabe duda de que la reacción y los sentimientos de los habitantes y las familias hacia los prisioneros y hacia los oficiales serían variadas, y que también habría quien sacó provecho a la nueva situación. Incluso se crearon vínculos afectivos, que María resume: “Después cuando se fueron, qué sé yo, por una parte, te quedas como tristes”. Ahora bien, la explicación de Florencio es significativa sobre la manera en que los habitantes de Igal habían vivido los casi dos años de presencia militar: “Cuando se fueron, ellos se vieron contentos, pero nosotros también”.

No fue necesario esperar al final de la guerra para encontrar Navarra dentro de la geografía de los campos de concentración, ya que durante la guerra tanto en Estella (Lizarra) como en Pamplona (Iruñea) encontramos campos de concentración, en los que en abril de 1938 había 715 y 1716 prisioneros respectivamente (7).

Además, hemos encontrado diferentes documentos en el Archivo Histórico Militar de Ávila que constatan la presencia durante la guerra de varios Batallones de Trabajadores en diferentes localidades de la Ribera navarra. Otra dificultad a la que se enfrenta el estudio de estos batallones es su clasificación dentro de las variedades represivas del régimen, más allá de las definiciones legales que les dieron sus organizadores, ya que los batallones no se pueden incluir dentro del universo carcelario, al no estar cumpliendo ninguna pena o “redimiéndola” a través del trabajo, los que estaban allí encerrados (8). 

Granada 26 de julio de 2021.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía: 

Beaumont Esandi, Edurne y Mendiola Gonzalo, Fernando: Los Batallones de Soldados Trabajadores vistos y recordados por la población de la Montaña Navarra (Vidángoz e Igal: 1939-1941).

Bernal Rodríguez, Antonio Miguel y otros: El canal de los presos (1940-1962). Trabajos forzados: De la represión política a la explotación económica.

Mendiola Gonzalo, Fernando y Beaumont Esandi, Edurne: La carretera Igal-Vidángoz-Roncal”, de (Txalaparta, 2006)

Altaffaylla Kultur Taldea (“Grupo Cultural Altaffaylla”): 1936, de la esperanza al terror, Lizarra-Estella. 1986, Navarra,

Arenal, Isaac: 95 Batallón de Trabajadores, 1999, Madrid.

González Calleja, E.: “Violencia política y represión en la España franquista: consideraciones teóricas y estado de la cuestión”, en Moreno, R., y Sevillano, F., (eds.) 1999, El franquismo, visiones y balances, Publicaciones de la Universidad de Alicante.

Lafuente, I.: Esclavos por la patria. La explotación de los presos bajo el franquismo, Temas de Hoy, 2002, Madrid.

Moreno, F.: “La represión en la posguerra”, en Julia, S, (coord.), 1999, Víctimas de la guerra civil, Temas de Hoy, 1999, Madrid.

Organero Merino, Ángel: Batallón de pico y pala: cautivos toledanos en Navarra (Lesaka, 1939-1942) Ed. Instituto Gerónimo de Uztáriz-Memoriaren Bideak, Pamplona, 2007.

Reig Tapia, A.: Memoria de la guerra civil. Los mitos de la tribu. Alianza Editorial, 1999, Madrid.

Rodrigo Sánchez, Javier: “Vae victis! La función social de los campos de concentración franquistas”, Ayer, 43. 2001.

Referencias de citas:

(1) Rodrigo, J.: Campos en tiempos de guerra. Historia del mundo concentracionario franquista (1936-1939), en Molinero, C., Sala, M. y Sobrequés, J., eds., Una inmensa prisión…, op. cit., p. 24.)

(2) Organero Merino, Ángel: Batallón de pico y pala: cautivos toledanos en Navarra (Lesaka, 1939-1942) Ed. Instituto Gerónimo de Uztáriz-Memoriaren Bideak, Pamplona, 2007, página 86).

(3) Mendiola, F. y Beaumont, E.: Esclavos del franquismo en el Pirineo…, op. cit., páginas 110 y 114.

(4) (“Altaffaylla Kultur Taldea” (“Grupo Cultural Altaffaylla”), 1986: II, 170).

(5) (Archivo Municipal de Vidángoz (AMV), contestación firmada el 18 de abril de 1944, (Caja 23).

(6) (1 de agosto de 1940. Carta del Alcalde de Vidángoz al capitán del Batallón de Trabajadores nº 85, en Güesa. (Caja 28, asuntos militares).

(7) (Archivo Histórico Militar de Ávila, A.1, Legajo 58, cp.10, f. 4 y 5. Caja 2330.)

(8) (Lafuente, Isaías: Esclavos por la patria. La explotación de los presos bajo el franquismo, Temas de Hoy, 2002, Madrid.)