PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

domingo, 15 de septiembre de 2019

AL-BAYYASI, EL ÚLTIMO EMIR DEL IQLIM DE ANDÚJAR, QUE ENTREGO ANDÚJAR Y LAS ALDEAS DE FIGUERUELA (LAHIGUERA) Y VILLANUEVA, EN EL AÑO 1225 AL REY CASTELLANO FERNANDO III, EL SANTO.



EL PACTO DE LAS NAVAS, POR EL QUE FERNANDO III REFORZABA A AL-BAYYASI EN SUS CONQUISTAS, HIZO QUE NUESTRA ALDEA PASASE A MANOS CRISTIANAS.

En los primeros años del siglo XIII, las tropas aliadas de Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra vencen a los moros almohades en las Navas de Tolosa (Jaén, 1212). Su derrota supondrá la caída en poder de los cristianos de casi todo Al-andalús.

El primer tercio del siglo XIII en al-Ándalus fue una época bastante convulsa, por las continuas etapas de ataques primaverales y veraniegos del rey castellano Fernando III, contra los reyezuelos musulmanes que gobernaban diferentes poblaciones andaluzas, y que constituían el resto del poder musulmán en los llamados “Terceros reinos de Taifas”. Esas luchas  eran también internas entre los diferentes emires de los múltiples reinos de taifas, tal como después veremos.

Esta situación de crisis permanente y bastante compleja para la población musulmana, que ocupaba gran parte de la península, y entre ella estaba la totalidad del territorio que hoy conocemos por Andalucía, que se contraponía a los esfuerzos de mantenimiento de las conquistas llevadas a cabo por el citado rey castellano.

 La situación de los llamados “Terceros reinos de Taifas”, era delicada por la fragmentación que supuso la pérdida de un poder central musulmán, con la disolución del califato omeya a principios del siglo XI (los primeros reinos de taifas), y posteriormente el hundimiento del poder de los almorávides a mediados del siglo XII con la segunda época de taifas y la derrota decisiva del califato almohade en la  decisiva batalla de Las Navas de Tolosa  en el año 1212, que provocó la tercera época taifal; era una situación muy compleja provocada por la aparición de numerosos territorios autónomos o independientes, y por ello la decadencia de un poder central fuerte, en los llamados terceros reinos de taifas que acabaron con el ocaso de muchos reinos musulmanes definitivamente.
Batalla de Las Navas de Tolosa. Cuadro de Francisco de Paula Van Halen.

Para el mundo cristiano y sobre todo para el reino Castellano y sus aliados, la victoria de las Navas de Tolosa en 1212 abrió a Castilla las puertas de entrada para las fuerzas castellanas en Andalucía. En el año 1224 Fernando III decidió iniciar las operaciones militares que en veinticuatro años de campañas pusieron en sus manos toda la Baja Andalucía con la conquista se Sevilla en 1248.

La derrota del ejército almohade en la batalla de Las Navas de Tolosa, a manos de la coalición militar liderada por el rey castellano Alfonso VIII en 1212, quizás por lo inesperada y también por la propia contundencia de la misma, tuvo unas consecuencias desastrosas y definitivas para el futuro de al-Ándalus que, tras cinco siglos de hegemonía musulmana, quedaría veinte años más tarde circunscrita territorialmente al reino nazarí de Granada que creara nuestro vecino arjonero Al-Hamar, pues, como afirma la I Crónica General, “tras ella fueron los moros tan quebrantados que nunca después cabeza alzaron en España”(1).
Batalla de Las Navas de Tolosa. Pintura de Victor Morelli.

Alfonso VIII, triunfador de la batalla de las Navas de Tolosa el 16 de julio de 1212, abuelo de Fernando III, por su hija doña Berenguela, ya había mantenido durante los cincuenta y cuatro años que duró su reinado, entre los años 1158 y 1214, un tenso y prolongado pulso con los califas almohades de Marrakech, que eran dueños y señores de todo al-Ándalus. Aunque en ese más de medio siglo las hostigaciones castellanas no fueron continuas, se produjeron cuatro periodos bélicos, los que tuvieron lugar entre 1158 y 1173; entre 1176 y 1190; entre 1194 y 1197, y entre 1211 y 1214, que fueron seguidos por otros cuatro períodos de treguas entre los años 1173 y 1176; entre 1190 y 1194; entre 1197 y 1211, y la de 1214, un total de treinta y cinco años de guerra y veintiuno de treguas (2). 

Varias causas vinieron a coincidir curiosamente convergentes sobre esta coyuntura política, que  abrieron y dieron lugar a un periodo de agitaciones dinásticas de los emires principales de los musulmanes, con lo que el final de los almohades se precipitó, al ritmo rápido con que se sucedían los últimos califas: Así, ‘al-Nasir’, el gran califa derrotado en Navas de Tolosa, fue asesinado en 1213; ‘Abu Yaqub II’ ejerció un poder mediatizado hasta 1224; ‘al-Majlu’, tío abuelo del califa fallecido, rompió la línea patrilineal dinástica y abrió pugnas familiares y una guerra de sucesión, que tuvo como consecuencia que ‘al-Adil’ se proclamara califa en Murcia, siendo acatado en prácticamente todo al-Ándalus salvo en Valencia, que seguía siendo fiel al califa de Marraquech, el cual pronto sería asesinado, en 1224, con lo que ‘al-Adil’ fue reconocido califa en al-Ándalus y en el Magreb, sin que pudiera trasladarse de forma inmediata a la capital almohade, Marraquech, por la necesidad de hacer frente a la sublevación de ‘al-Bayyasi’, aunque finalmente abandonara la península, dejando al frente de los asuntos andalusíes a su hermano ‘al-Mamun’, que acabó autoproclamándose califa marchando al norte de África, tras el asesinato de su hermano ‘al-Adil’ en 1227, con la finalidad de luchar por el califato con su sobrino ‘al-Mutasim’, reconocido entretanto como califa. Fue así, el califato almohade, un poder, que, desde dentro, se deterioraba a pasos agigantados, era el síntoma de la ruptura de otros estamentos internos, partidos y creencias, llegándose a abolir la doctrina almohade en 1223 (3).
Árbol Genealógico de Fernando III el Santo.
Esta situación de debilidad del poder central desembocó en al-Ándalus en la aparición de una serie de pequeños reinos independientes, las terceras taifas, que luchaban, recelaban, conspiraban, se aliaban o se traicionaban unas a otras, manteniendo con los cristianos de Castilla y  Aragón una actitud ambivalente y de subordinación en la mayoría de los casos. Esta situación solo finalizó con las conquistas cristianas de Jaime I de Aragón en el Levante español de Valencia (1238) y Játiva (1244) y las de Fernando III de Castilla de Córdoba (1236) y Sevilla (1248), perdurando a partir de estas fechas como territorio independiente musulmán únicamente el reino de Granada gobernado por los nazaríes (4).
Los reinos de taífas.
Para comprender la dimensión de las taifas citaremos brevemente las taifas más relevantes, diremos que, en el Levante español, las taifas de Alcira, Denia y Játiva tuvieron una efímera vida desde 1224 a 1227, siendo reconquistadas por el poder central almohade, y posteriormente por los ejércitos aragoneses entre 1228 y 1244; asimismo, en el este hispano, se asentó la taifa de Valencia, la más importante y la que más resistencia presentó, durando desde 1228 a 1238 hasta que fue conquistada por Jaime I de Aragón; y también en el este insular de la península, la taifa de Menorca logró mantenerse, al menos formalmente, desde 1228 a 1287, hasta que fue absorbida por el reino de Aragón. En la zona geográfica murciana, Lorca fue autónoma de 1240 a 1265, hasta su conquista por Castilla; Murcia, con una etapa gloriosa bajo el emirato de ‘Ibn Hud’, que acabó siendo asesinado en 1238, logró mantener su autonomía desde 1228 a 1266, hasta acabar en manos de Castilla; y asimismo en la zona murciana, Orihuela fue taifa desde 1239 a 1250, en que fue repartida entre la taifa de Murcia y la potencia castellana.
Rey Fernando III el Santo. Cuadro de Bartolomé Esteban Murillo.
En el sur de la península, tenemos en esta época la taifa de Ceuta, independiente de 1233 a 1236, hasta que fue absorbida por la taifa de Murcia; Niebla logró sobrevivir bajo la tutela musulmana de forma independiente desde 1234 a 1262, en que cayó en manos de los ejércitos castellanos; la taifa de Arjona acabó siendo el germen y el origen del reino nazarí de Granada (5).
Al reino nazarí de Granada, se incorporó la taifa de Málaga en 1238, tras nueve años de autonomía; y, por último, tenemos la taifa de Baeza (1224-1226) bajo la égida de ‘al-Bayyasi’, conquistada por Castilla, de la que hablaremos más adelante por ser el objetivo principal de este artículo  por lo que como a higuereños nos incumbe.
En cuanto al lado cristiano, la batalla de Navas de Tolosa de 1212, quizás la batalla más decisiva de los ocho siglos de al-Ándalus, otorgó definitivamente la supremacía militar a los ejércitos cristianos, en particular a las mesnadas castellanas; y no solamente posibilitó esta batalla dicha hegemonía, sino que puso en manos de Castilla las cuatro fortalezas que controlaban el paso a Andalucía: El Ferral, Las Navas de Tolosa,  Vilches y Baños de la Encina, que guardaban el puerto y los pasos del Muradal (Despeñaperros). Pero esta gran victoria militar no pudo ser explotada con las consiguientes consecutivas conquistas territoriales, como hubiese sido lo propio. Una terrible infección de disentería (fuertes diarreas, por beber aguas contaminadas) se apodero de las huestes militares castellanas, provocando una fuerte mortandad y postración de la mayor parte de los combatientes, lo cual forzó su retirada a Castilla, tras el abandono de Baeza y la conquista de Úbeda.

Tras la batalla de las Navas en el verano de 1212, se presentó en Castilla un año agrícola en 1213 con una sequía terrible y la consiguiente hambre que asoló las tierras del victorioso Alfonso VIII, con lo que sucumbieron en tandas los hombres y ganados agobiados por el hambre, situación que provocó muchas muertes en el reino castellano, que quedó agotado y exhausto, por lo que el rey se vio en la necesidad de establecer con los musulmanes unas treguas que fueron firmadas en mayo de 1214  (6) .
Imagen cartográfica de Jean Baptiste Nolin.

El año agrícola siguiente a la gran batalla, en ese infausto año agrícola de 1213 para Castilla, la ofensiva contra los musulmanes no pudo ser secundada; si hubiese sido posible una ofensiva próxima hubiera acabado seguramente con el poder almohade de forma casi inmediata, y con su total expulsión de la península, pues a las disensiones políticas que ya habían comenzado a darse en la coalición cristiana, se unió la terrible infección disentérica que se apoderó de las huestes cristianas diezmando su ejército, y provocando una fuerte mortandad y quebranto de la gran mayoría de los combatientes, se forzó la necesaria retirada tras el abandono de Baeza y la conquista de Úbeda.

Las treguas fueron renovadas, primeramente, durante la minoría de edad de Enrique I y, posteriormente, por el propio Fernando III, mientras intentaba hacer frente a las ambiciones de su padre, el rey leonés, y de los poderosos señores nobles de la Casa de Lara, que tanto quehacer le dieron en este comienzo de su reinado.

Tras algunas dudas por parte de varios nobles, es proclamado rey de Castilla Fernando III en el año 1217, el cual comienza a preparar una serie de expediciones contra al-Andalus en dos fases, una primera de 1224 a 1227 y otra segunda de 1230 a 1245 (7).

Aprovechando la debilidad del poder almohade y la guerra civil manifiesta nacida entre ellos por el nombramiento como califa de ‘al-Mustansir’ en Marraquech. En este contexto de debilidad y dispersión, ‘al-Bayyasi’ aprovecha para proclamar su emirato independiente de Baeza y enfrentarse al autonombrado califa almohade en al-Andalus ‘al-Adil’. Al año siguiente, en el 1225, ‘al-Bayyasi’ decide aliarse con Fernando III contra ‘al-Adil’, firmando a principios del verano un tratado de amistad y vasallaje en Las Navas de Tolosa, en el cual, según Ballesteros Gaibrois, además de prometerle la entrega de Jaén, Martos y Andújar, jura una sumisión que “suponía reconocimiento por parte del cristiano de una soberanía protegida (…) con tolerancia de admitir guarniciones en sitios estratégicos, pero sin anular la realeza del emir baezano, a quien debieron quedarle los atributos externos, con el mando sobre los suyos y algunas  ventajas de tipo tributario y económico”(8).
Negociación de Fernando III el Santo con Al-Bayyasi.

Las últimas treguas firmadas por Fernando III con el califa ‘al-Mustansir’ en 1221 vencía tres años más tarde, en el verano de 1224; dado que la situación política había cambiado, pues, a la crisis política y de insurrección de sus gobernadores del califato almohade se oponía por contraste una Castilla, totalmente pacificada, con una economía próspera y con Fernando III consolidado en el trono; desde tales posicionamientos, el rey castellano planteó la cuestión de la prórroga o no de las treguas y la posibilidad de iniciar las hostilidades a su Consejo Real reunido en Muñó (Burgos), a principio de junio de 1224, y más tarde en el Consejo General convocado en Carrión de los Condes a principios de julio. (9).

En ambas ocasiones el perecer más general de los reunidos se inclinó en favor de no negociar nueva tregua e iniciar la guerra al final de la misma, en el mes de septiembre.

Lo cierto es que, en ambas ocasiones, los miembros del Consejo real coincidieron con el rey Fernando, y se inclinaron a favor de no negociar nuevas treguas y dar paso a una guerra de conquista. Así pues, Fernando III vio allanado el camino para apoderarse de los territorios de Murcia y Andalucía, mientras los aragoneses, con Jaime I a la cabeza, hacían lo mismo con el Levante español. Tras diez años largos de treguas, se convocó la concentración de tropa para el uno de septiembre de ese mismo año en la ciudad de Toledo, pero las fuerzas cristianas convocadas no estuvieron preparadas para iniciar la marcha hasta finales del mes de septiembre, y el día veintinueve de septiembre partieron de Toledo para atravesar a primeros de octubre el puerto del Muradal (Despeñaperros), donde al sur del puerto conservaba Fernando III la cabeza de puente formada por los castillos de El Ferral, Tolosa, Vilches y Baños.
En este año 1224, Fernando III partió desde Toledo con un considerable contingente de caballeros y tropas de castellanos, con el maestre de la Orden de Santiago, uniéndoseles posteriormente la Orden de Calatrava con su maestre al frente. Todos se dirigieron a Sierra Morena, concentrándose en el Castillo de Baños de la Encina, donde Al-Bayyasi les rindió parias.

En esta primera campaña en Andalucía, Fernando III encontró el apoyo  de ‘al-Bayyasi’, magnate musulmán, descendiente de califas, que había ocupado el cargo de gobernador de Sevilla, bajo el poder almohade, y que, destituido del cargo se retiró a su Baeza natal de la que su padre había sido gobernador (amil). En su ciudad de origen ‘Abd Allah Abu Muhammad’, más conocido como ‘al-Bayyasi’ (de Bayyasa), se proclamó emir, lo que suponía un levantamiento contra el nuevo califa almohade ‘Abu Muhammad al-Adil’ (10).
San Fernando recibe el tributo de Mahomad de Baeza. Cuadro de Lorenzo Quirós (Academia de Bellas Artes de San Fernando, Sevilla)

Acosado por los almohades el Baezano no dudó en solicitar el auxilio del rey castellano Fernando III, que libre ya de las treguas firmadas en años anteriores podía intervenir miliarmente en al-Ándalus.

Esta época que tratamos, fue una época en la que entre los mismos pequeños reinos musulmanes dieron lugar a innumerables  pactos, contra pactos, ofensivas militares de las taifas más fuertes contra las más débiles, deserciones, cambios de bando y resurgir de líderes locales ambiciosos, con lo que la inestabilidad quedaba servida y a la orden del día, dándose así las condiciones para que una figura como la del hijo del gobernador de la taifa baezana ‘Abd al-Mu’min al-Bayyasi’, siempre conocido por ‘al-Bayassi’ pudiera maniobrar según conveniencia para satisfacer su saciedad de poder o su megalomanía.

‘Abd Allah ben Muhammad ben Umar ben Abd al-Mu’min al-Bayyasi’, nació a finales del siglo XII en Baeza, en donde su padre, ‘Abu Abd Allah Muhammad ben Umar’, era gobernador. Nos interesa conocer la historia de este personaje porque el emir de la taifa Baezana, ‘al-Bayyassi’, fue el último emir árabe del Iqlim de Andújar y sus aldeas Figueruela (Lahiguera) y Villanueva,  tras la entrega que éste hizo a Fernando III, como consecuencia del vasallaje y la alianza establecida con el rey castellano, acordados en el pacto de Las Navas de Tolosa; un personaje que termino siendo asesinado en Almodóvar del Río (Córdoba) en la primera quincena de julio de 1226, tras detectar la intención de acabar con su vida en la ciudad de Córdoba, acusado de traición a la causa musulmana. El sobrenombre de al-Bayyasi (“El Baezano”) le viene por su lugar de nacimiento (11).

Abd Allah ibn Muhammad al-Bayyasi era un noble y señor almohade de Bayyasa (actual  Baeza, Jaén) que se alzó en contra del califa Al-Adil, nombrándose emir de Baeza. En 1224 controlaba gran parte de las actuales provincias de Jaén, de Córdoba y toda la zona fronteriza del sur de las provincias de Ciudad Real y Badajoz. 
Bajo el gobierno del califa almohade Abu Yaqub II al-Mustansir o Yusuf II fue nombrado valí de Jaén, pero este nombramiento no le duró mucho, porque, a la muerte de Yusuf, Al-Bayyasi fue sustituido por Abu-l-Rabi ibn Abu Hafs, tío del nuevo califa Abd al-Wahid al-Majlu. En vista de tal desaire, AlBayyasi entró al servicio del otro aspirante al trono emiral, Abu Muhammad Abd Allah Al-Adil de Murcia. Este nuevo califa lo envió a reclutar nuevos adeptos para su causa, entre ellos a Abu Zayd (familiar directo de Al-Bayyasi). Más tarde le encomendó tareas de mayor responsabilidad como la de someter Sevilla y obligarla a servir lealtad a Al-Adil. Al-Bayyasi marchó con un numeroso ejército al que se le sumaron las tropas de Abu-l-Ula (valí de Córdoba y hermano de Al-Adil). En Sevilla obligaron al valí Abd al-Aziz a someterse y el califa marchó hacia allá para aposentarse en su nueva sede. Al-Bayyasi esperaba que se le recompensara con el nombramiento de valí de Sevilla, ya que había sido él el que había conseguido la victoria, pero por el contrario el califa Al-Adil nombró para este cargo a su hermano Abu-lula y al baezano le dio el gobierno de Córdoba, que era una plaza menos importante. Al-Bayyasi se vio defraudado y en Córdoba tomó la decisión de nombrarse emir independiente en este año 1224. Comenzó a conquistar tierras y se le sumaron nuevas poblaciones, entre ellas su natural Baeza, de donde él era y de donde era su familia.

Como hemos visto el califa almohade ‘Abu Yaqub II al-Mustansir’ (1213-1224) tuvo a bien nombrarlo valí, gobernador de Jaén, cargo que se vio obligado a dejar a la muerte del califa, pues el nuevo, ‘Abd al-Wahid al-Majlu’ (1224), resolvió sustituirlo por su tío, ‘Abu-l-Rabi ‘ben Abu Hafs’, lo que provocó la ira y la desafección de ‘al-Bayyasi’. El nuevo califa, ‘al-Majlu’, no fue unánimemente reconocido por la comunidad almohade, ya que arrastraba tras de sí una serie de problemas dinásticos, y pronto sufrió el enfrentamiento de hermanos y otros gobernadores (12).
Asedio de Jaén, año 1230.


Entre los que se opusieron a su nombramiento de gobernador de Jaén estaba el gobernador de Murcia ‘Abu Muhammad Abd  Allah al-Adil’ (1224-1227), que logró hacerse con el poder con el apoyo del propio ‘al-Bayyasi’. El nuevo califa le confió a ‘al-Bayyasi’ importantes tareas de gobierno, entre ellas la de aplacar ánimos y reclutar nuevos adeptos a su autonombramiento, como se daba en el caso de su hermano ‘Abu Zayd’; pero quizás la encomienda más importante de las recibidas fue la de atacar a la insumisa Sevilla, que no aceptaba la autoridad de ‘al-Adil’; con el fin de ayudarlo en la empresa, le acompañó ‘Abu-l-Ulà’, a la sazón hermano del califa ‘al-Adil’ y valí o gobernador de Córdoba, que lograron su objetivo de tomar Sevilla y doblegar a su gobernador ‘Abd al-Aziz’ (13).
El califa ‘al-Adil’ marchó a esta tradicional capital andalusí de los almohades para instalar su corte, nombrando nuevo gobernador de la ciudad a su hermano ‘Abu-l-Ulà’, lo que fue muy mal recibido por ‘al-Bayyasi’, que esperaba tal honor para él, con el recibo de su nombramiento para tal cargo, sin que la donación del gobierno de Córdoba, plaza desde luego menos importante, le aplacara en sus ansias de poder. Decepcionado y defraudado, ‘al-Bayyasi’ tomó en Córdoba la decisión, nada más y nada menos, que de nombrarse emir independiente en 1224. Lo cierto fue que, aupado por unas condiciones militares favorables y por un carisma y aura que se extendió por al-Andalus, nuestro emir ‘al-Bayyasi’ consiguió extender su gobierno y su emirato por un amplio territorio que abarcaba las tierras de Jaén, Córdoba, Badajoz y Ciudad Real (14). 
Jinete árabe.
La ofensiva del califa no se hizo esperar y logró recuperar todas las plazas perdidas y prácticamente todo el territorio del emirato de ‘al-Bayyasi’ excepto Baeza (Bayyasa), lugar en que se refugió y se atrincheró, reafirmando su emirato. Pero ‘al-Bayyasi’ estaba dispuesto a recuperar el territorio perdido, y a la vista de que no tenía apenas apoyos de entre los emires musulmanes correligionarios, tomó la decisión de realizar una alianza con Fernando III, Rey de Castilla, por la que en definitiva pasaría a la historia, fue la decisión de pactar con Fernando III el Santo, rey de Castilla y posteriormente de León, y rendirle  vasallaje. Para los higuereños árabes de nuestra aldea este pacto fue determinante para que tan sólo unos meses después los diferentes núcleos de población musulmana de nuestro término, a saber: Los Pozos, Las Cuevas y el enclave del cerro de Corbull y Saladillo pasasen a ser dependientes del rey castellano, Fernando III.
Dado que la taifa de Baeza fue el núcleo territorial del gobierno de ‘al-Bayyasi’, aunque de efímera vida, de 1224 a 1226, pasaremos revista a los eventos que tuvieron lugar en este pequeño emirato independiente. Este reino de taifa llegó a comprender un amplio territorio situado entre las actuales provincias de Jaén y Córdoba, logrando asimismo el reconocimiento de la mayoría de las villas, pueblos, aldeas y localidades situadas entre Sevilla y Córdoba.
Con el fin de impedir la conquista de Baeza por parte del califa almohade,  el emir de Bayyasa, ‘al-Bayyasi’, firmó en 1225 el referido pacto de vasallaje con Fernando III de Castilla, conocido como el Pacto de las Navas, por el cual se comprometía a traspasarle una serie de castillos y ciudades en el momento de su conquista, entre ellos Jaén, Andújar y Martos, a cambio de su respaldo y ayuda para proseguir sus conquistas hacia el sur de Andalucía.
A las huestes de Fernando se le unieron las fuerzas del Baezano, y cruzando el campo de Úbeda, restaurada después del arrasamiento del año 1212, marcharon contra Quesada, situada a unos cuarenta kilómetros al sureste de Baeza.
Castillo de Santa Catalina de Jaén.
En la lista de los caballeros conquistadores de Úbeda y Baeza que recibieron propiedades en ellas figuran, entre otros, Don Lope Ruiz de Baeza, señor de La Guardia de Jaén aproximadamente desde 1244; Martín Malo (apellido apódico); Alfonso Martínez de Ordás (población de Vigo, Pontevedra); Sancho Canciller; Ramón Jordán (sobrenombre cristiano); Lope Iñíguez de Horozco (Orozco, término de Vizcaya); Pascual Rubio; Diego Sánchez del Obispo (apellido de filiación, o de cargo, servicio…); Suero de Benavides (entidad de León); Pedro Fernández el Vizcaíno; Lope Pérez Lechuga (probable mote); Ramiro de Calatañazor (villa de Soria); Rui Silvestre Espadero (apellido de oficio)…(15).
La marcha desde Baeza fue muy rápida, pues Quesada fue sorprendida, invadida y entregada al saqueo, según las bárbaras costumbres bélicas de la época. La población de Quesada, bastante numerosa fue hecha cautiva, y hombres, mujeres y niños, en número de varios miles, fueron repartidos entre los conquistadores. El rey Fernando no quiso retener la villa en su poder, en parte porque sus muros habían quedado muy derruidos, y también en parte por su situación geográfica bastante alejada de la cabeza de puente cristiana del sur, el paso del Muradal (Despeñaperros).

Además de Quesada, las fuerzas aliadas conquistaron seis castillos más de la comarca, y continuaron su expedición por la cuenca del río Guadalquivir, y por el territorio de Jaén saqueando bienes, haciendo cautivos y arrasando las fortificaciones y defensas que iban encontrando a su paso, con idea de debilitar las posiciones enemigas.
Fernando III el Santo. (Ayuntamiento de León).

Durante toda esta primera parte de la primera campaña del rey Fernando, su aliado ‘al-Bayyasi’ estrechó todavía más su relación con el rey de Castilla, y en prueba de su fidelidad y buena fe entrego a su hijo primogénito a Fernando III para que se educase en Castilla.
Fernando le dio educación en su propia familia y el joven acompañó al rey en sus conquistas por Andalucía, logrando no pocos honores por ello. No se sabe con certeza si Al-Bayyasi se hizo cristiano, pero todo parece indicar que sí. De otra parte, el rey Zayd Abu Zayd de Valencia no sabía qué posición tomar al respecto de esta actitud de los cristianos, y su primo Al-Bayyasi le instó a que se hiciera vasallo de Fernando, por lo que le veremos dirigirse a Cuenca cuando se encuentre allí la corte castellana. Zayd Abu Zayd jurará vasallaje perpetuo al rey castellano.
Este joven se quedó definitivamente en Castilla, donde fue bautizado con el nombre de Fernando en honor de su rey protector, y formó parte de la mesnada real en las campañas de Andalucía recibiendo importantes heredades en el repartimiento de la Sevilla conquistada años después, y se asentó como vecino de Sevilla y fallecido fue enterrado en la catedral sevillana (16).

Después de algo más de un mes de  campaña militar por Andalucía, y ante un invierno inminente, Fernando III con toda su hueste castellana regreso a su Castilla llevando consigo un inmenso botín y numerosos cautivos, llegando a Toledo el once de noviembre de 1224.

Esta campaña del año 1224, aunque no aportó ninguna ganancia territorial a Castilla, había causado un grave quebranto a los musulmanes de al-Ándalus, y sobre todo porque su alianza del rey de Castilla con el Baezano, constituía un gravísimo peligro para el futuro del Islam en Andalucía. Ante más que una previsible reacción rápida por parte de ‘Abu l-Ala’ gobernador de Sevilla, y por tanto representante del califa de Marrakech en el al-Ándalus peninsular, el rey Fernando III dejo un importante contingente de soldados en Andalucía al servicio del aliado ‘al-Bayyasi’, y con esta ayuda pudo rechazar y dispersar las fuerzas almohades que intentaron aproximarse a Baeza (17).

En la siguiente campaña, la de 1225, el aliado ‘al-Bayyasi’ prometió a Fernando III la entrega de Andújar, Martos y Jaén cuando fuesen conquistadas. El acto del pacto con el rey castellano Fernando III tuvo lugar el 29 de junio de 1225, en Las Navas de Tolosa, en donde el emir musulmán ‘al-Bayyasi’ besó la mano del rey y le prometió pleitesía y vasallaje, a cambio de que le ayudara a recuperar sus tierras, uniendo su destino para siempre en esta alianza, y entregándole  a Fernando III a su hijo ‘Abd al-Mon’ para que fuera cristianizado y educado en Castilla. Algún tiempo después el rey Fernando III, al tener noticia de la muerte de al-Bayyasi en 1226, tomó bajo su protección a su hijo ‘Abd al-Mon’, educándolo junto a sus hijos y llevándolo a la conquista de Sevilla en 1248; allí, en la mezquita mayor, ya consagrada en catedral, ‘Abd al-Mon’ fue bautizado en la fe cristiana, siendo padrino el propio rey Fernando III, recibiendo el nombre de Fernando de Adelmón, un apellido del que aún queda constatada su existencia hoy en día en el entorno de Sevilla.
Heráldica del apellido de Fernando Adelmón hijo menor de Al-Bayyasi, entregado para ser educado por Fernando III el Santo.

Para la historia de nuestra villa este encuentro pactado fue precisamente el acto en el que le ofreció pleitesía y vasallaje, con el beso en la mano, por el que ‘al-Bayyasi’ prometió entregarle a Fernando III las plazas de Jaén, Andújar y Martos, en el caso de que llegara a conquistárselas a los almohades. Y en el lote de la entrega de Andújar fue incluida la entrega de dos aldeas de su mismo Iqlim o distrito: Figueruela (Lahiguera), y la aldea de Villanueva, después de la Reina, desde la visita de Isabel II. 

La campaña de 1225 se inició mucho antes que la anterior, recordemos que la primera se inició en octubre de 1224; en este caso el ejército castellano partiría de Toledo, base de  operaciones,  en el mes de mayo, llegando al puerto del Muradal que cruzó el 29 de junio, llegado a Las Navas de Tolosa, donde vino a su encuentro ‘al- Bayyasi’, el cual en las conversaciones mantenidas con Fernando III le prometió la entrega de los castillos de Jaén, Andújar y Martos, si lograba arrebatárselos a los almohades, en cuyo poder se encontraban. También prometió poner en poder del rey Fernando III cualquier otro castillo o fortaleza que el rey castellano deseara recibir y retener de entre las conquistadas por el emir Baezano. Después de este pacto, el musulmán, con sus hijos besó en ese mismo lugar de las Navas de Tolosa, las manos del rey castellano, convirtiéndose de esta forma en vasallo del rey de Castilla, y uniendo por tanto su destino para siempre a esta alianza y vasallaje.
Escudo de Al-Bayyasi.
De esta forma fue como ‘Al-Bayyasi’ (El Baezano) comenzó una lenta recuperación de su anterior territorio con la ayuda ahora de los aliados castellanos (lo cual fue considerado posteriormente como una traición hasta el punto que le costó ser degollado), y así fue como vinieron a su poder las plazas de Quesada o Jaén, al tiempo que entregaba en propiedad al rey castellano Fernando otras como Salvatierra, Burgalimar o Capilla.
Puestos de acuerdo ambos reyes, levantaron sus campamentos y marcharon con rapidez hacia Jaén, devastando todo el territorio, salvo el perteneciente al rey de Baeza ‘Al-Bayyasi’, y llegados a los muros de la capital de la Cora de Jaén la cercaron y atacaron durante varios días con gran número de bajas por ambas partes. El asedio de Jaén de 1225 se llevó a cabo por parte del rey Fernando III de Castilla durante su primera campaña, acaecida de 1224 a 1230. El asedio de Jaén fue llevado a cabo antes de la conquista de Andújar, ese mismo año.
La conquista de Jaén era fundamental para la expansión del Reino de Castilla por el valle del Guadalquivir. El problema de la conquista de la ciudad eran las fuertes murallas construidas por los almorávides y que en 1151 y en 1152 soportaron el ataque del rey Alfonso VII de Castilla y el ataque de los almohades en 1162.
Teniendo en cuenta todo esto, en 1224, Fernando III de Castilla, atacó el territorio de Jaén partiendo de Baeza con su aliado musulmán, el rey al-Bayyasi. Esta primera campaña fue solo un tanteo para ver y probar las defensas de Jaén.
El ejército de Castilla contaba con un importante número de hombres que acompañaban al rey desde Toledo, además, del apoyo del ejército castellano de Baeza y del ejército de Al-Bayyasi, Taifa de Baeza, vasallo del rey santo. El objetivo de Fernando III no era todavía conquistar la plaza sino debilitarla y probar sus defensas con vistas al asedio definitivo. A los pocos días levantó el cerco.
Mapa de España desde las Navas de Tolosa hasta los Reyes Católicos.
Durante el asedio se establecieron campamentos cristianos, se devastaron los campos próximos, los sitiados realizaron salidas con escaramuzas a los sitiadores y los sitiadores atacaron la Muralla. El asedio no concluyó con la conquista de la ciudad debido a que el ejército de Castilla no contaba con máquinas de asedio, a pesar de que la Crónica de Ávila habla del uso de trabuquete, además, la ciudad estaba fuertemente defendida por 160 caballeros cristianos que apoyaban a los musulmanes, acaudillados por el magnate Álvaro Pérez de Castro “el Castellano”, señor de la Casa de Castro y bisnieto de Alfonso VII el Emperador, rey de Castilla y León. El número de combatientes que defendían Jaén, según las crónicas cristianas, era de 3.000 caballeros y 50.000 peones musulmanes y 160 caballeros cristianos al mando de Álvaro Pérez de Castro.
“…en aquella plaza se face çerca de las huertas contra Castro (...) allanaron las cauas que eran fondas e furacaron las barbacanas” (Crónica de Ávila.)

Ante la fortaleza de los muros de las murallas de Jaén, y la decisión de defensa de sus defensores, entre los que se encontraba don Alvar Pérez de Castro con cuarenta caballeros cristianos, como defensor de parte de los musulmanes, al modo de mercenarios de la guerra.

Álvar Pérez de Castro, Hijo de Pedro o Pero Fernández de Castro, “el Castellano”, de ahí que Álvar se apellidase Pérez, su linaje procedía de Castrojeriz (oeste de Burgos).
Alhamar, rey de Granada, rinde vasallaje al rey de Castilla, Fernando III el Santo.

Vista la situación y sin pensar en el desgaste del asedio de Jaén, Fernando III y ‘al-Bayyasi’ decidieron levantar el asedio de la capital de la Cora, y en rápida incursión cayeron sobre la ciudad de Martos, que se sometió a ‘al-Bayyasi’, por lo que fue respetada en su población y bienes; y desde allí se dirigieron a Alcaudete, Priego y Loja que fueron asaltadas y ocupadas. Desde Loja siguieron ruta hacia Granada y en camino encontraron una gran villa abandonada por todos sus habitantes, que habían huido aterrados al tener la noticia de lo sucedido en Loja. La villa era Alhama de Granada que fue saqueada a conciencia obteniendo buena cantidad de vituallas para el ejército y dejándola desolada al estar deshabitada.

Ya cerca de Granada, y antes de que pudieran causar daños notables en la vega, los expedicionarios considerando que no disponían de suficientes vituallas decidieron regresar a tierra de cristianos; dándose  la circunstancia que los granadinos temiendo correr los mismos daños que habían sufrido las villas de Loja y Alhama, les ofrecieron la entrega de los 1.300 esclavos cristianos existentes en Granada. 
Personalización de Álvar Pérez de Castro en una representación medieval reciente. 

De nuevo aparece en el lugar y momento preciso don Alvar Pérez de Castro, que había sido defensor de Jaén al servicio de los almohades, y en este caso había acudido a Granada desde Jaén como auxilio almohade para la ciudad, circunstancia en la que se brindó y sirvió de intermediario entre las autoridades granadinas y el rey Fernando III, que aceptó la propuesta y recogió a los 1.300 cautivos cristianos. Poco tiempo después don Alvar Pérez de Castro se despidió del gobernador almohade jiennense y se puso al servicio del rey Fernando III como vasallo, que lo acogió y se unió a la hueste castellana con los cuarenta caballeros cristianos que antaño habían defendido Jaén de los ataques de Fernando III y ‘al-Bayyasi’, antes de que rompieran el asedio y se dirigieran a la ciudad de Martos.

Abandonaron indemne la vega de Granada, haciendo la retirada por Montejicar camino de Baeza, población que fue destruida, y continuaron su camino por Pegalajar y Mengíbar, que fueron asoladas, hasta regresar a tierras del rey de Baeza, donde tras atravesar el Guadalquivir el rey Fernando despidió al grueso de ejército para que regresaran a sus casas (18).

El rey Fernando III, después de despedir al grueso del ejército se quedó todavía algún tiempo en Andalucía con los magnates, nobles y algunos caballeros, para tomar ciertas decisiones importantes. Antes de iniciar su regreso a Castilla, Fernando III, solicitó de ‘al-Bayyasi’ el cumplimiento de los acuerdos cerrados al inicio de la campaña respecto a la entrega de Jaén, Andújar y Martos, y aunque Jaén no había podido ser ocupado, si pedía la entrega de Andújar y Martos, que habían quedado en manos de su aliado musulmán. Entonces como fiel cumplimiento de lo acordado en Las Navas de Tolosa, el emir de Baeza ‘Abd Allah Abu Muammad al Bayyasi’ hizo entrega a Fernando III de los castillos de Andújar y Martos, el cual los confió en el acto a su nuevo vasallo don Alvar Pérez de Castro, al que entrego además 50.000 maravedís de oro, destinados para el mantenimiento de las guarniciones de ambas ciudades recibidas como tenente. Así  Andújar, Figueruela, Villanueva y Martos quedaron de manos castellanas de Fernando a través de don Alvar Pérez de Castro (como tenente), los maestres de la Orden de Calatrava y Uclés con sus freires, y otros magnates como defensores de las nuevas fronteras.

Un diploma de fecha cinco de septiembre de 1225 registraba ya esta doble tenencia de don Alvar sobre Andújar y sus dos aldeas y Martos, con el texto: Aluarus Petri tenens Martos et Andúiar (19).
Carta de Fernando III otorgando al Concejo de Andújar los mismos términos que tuvo durante la época musulmana. (Úbeda 12 de marzo de 1241)


Fernando III,  con el mismo título subscribiría la mayor parte de los diplomas de tenencias por la posesión de conquistas hasta el 16 de enero de 1227 (20) , fecha tras la cual desaparece en los diplomas regios toda mención de las tenencias ejercidas por Alvar Pérez de Castro, vástago de la Casa de los Castro. Fernando III, antes de despedirse de los caballeros que dejaba en sus nuevas posesiones de Andújar y Martos, les prometió que estaría de vuelta con ellos en el mes de marzo de 1226, e inició el regreso hacia Toledo donde la esperaba su madre, doña Berenguela, y su mujer, la reina doña Beatriz, con las que continuó el camino hacia tierras de la cuenca del Duero. Como está constatado que el día cinco de septiembre de 1225 el rey Fernando se encontraba ya en Toledo, es fácil deducir que la toma de posesión de los castillos de Andújar y Martos por parte cristiana tuvo lugar en los días finales del mes de agosto de 1225.
Las tres plazas: Jaén, Andújar y Martos eran las principales de la región. Jaén era la cabeza de la Cora o provincia del mismo nombre, y Andújar y Martos eran a su vez cabezas de dos de los Iqlim (o distritos) más importantes de la Cora de Jaén, y estaban dotadas a su vez de dos poderosos castillos, aunque la importancia de Andújar destacaba siempre como punto neurálgico desde el comienzo de las campañas andaluza, para ser el comienzo de la continua penetración castellana en Andalucía, dada su posición geográfica y la facilidad de poder penetrar por el valle del Guadalquivir. Andújar constituía una plaza fuerte en el futuro camino a la antigua capital del califato, en la que desde los primeros momentos puso los ojos el rey Fernando III.
Retrato imaginario de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León. Pintura de Carlos Múgica y Pérez, año 1850. Museo del Prado (Madrid).
La posesión del castillo de Andújar significaba también la garantía del control de la entrada en Andalucía por el puerto de Puertollano o del río Jándula, mientras que el castillo de Martos era una flecha clavada en el interior de la hasta entonces Andalucía islámica, por estar rodeada de emires musulmanes.
Para Figueruela este tiempo debió trascurrir con relativa tranquilidad en el población musulmana, a pesar de la entrega al rey castellano, porque en realidad la fecha de finales de agosto de 1225 no representaba la toma de Andújar por los cristianos, sino la nueva y simple instalación del Tenente Alvar Pérez de Castro y los caballeros y soldados castellanos que quedaron en el castillo de la ciudad. La ciudad seguía en manos de la población musulmana que la habitaba anteriormente antes de la entrega de ‘al-Bayyasi’ al rey Fernando, la única diferencia era que la población de Andújar estaba ahora bajo el control de las nuevas autoridades cristianas, poder que ejercían conjuntamente con el gobierno superior del aliado emir de Baeza ‘Abd Allah Abu Muammad al Bayyasi’, con lo que el cambio para la población de Andújar, Figueruela y Villanueva no debió ser traumático, era la entrada de nuevos mandos militares en la ciudad.
La conquista cristiana de la ciudad de Andújar no fue militar, sino que fue entregada a los castellanos por al-Bayyasi, de forma pacífica, en el seno de su singular pacto de vasallaje al rey Fernando III. Andújar se convirtió el centro de referencia para la penetración castellana en Andalucía, población que fue considerada importante desde el periodo andalusí,  y así lo evidencia la frecuencia con la que es mencionada en las fuentes árabes (al-Bakri, Ibn Abi Zar’, Ibn Hayyan, al-Himyari, Ibn Idari, al-Idri-si, Ibn al-Jatib, al-‘Udri, etc.) (21).
Lo cierto es que la toma de posesión de los castillos de Andújar y Martos por la guarnición cristiana, que tuvo lugar hacia los últimos días de agosto de 1225, lo cual no significó formalmente de facto la toma de Andújar por los cristianos, sino simplemente la instalación de los caballeros y soldados castellanos en la fortaleza de la ciudad, pues el gobierno interno y municipal de la ciudad seguía en manos de al-Bayyasi, ya que la ciudad seguía estando habitada por los musulmanes, pero lo que sí se aseguró el rey castellano fue la posesión del castillo de Andújar que significó la garantía del control de la entrada en Andalucía por el puerto de Puertollano o del río Jándula.
Andújar, en un grabado de Bernardo Espinalt.

Sobre la importancia de nuestra cabecera de partido, decir que Anduyar (Andújar) aparecía siempre citada en las fuentes árabes como perteneciente a la Cora de Jaén. Encontramos referencias históricas de Andújar en el verano del año 853, cuando el emir Muhammad I envió a ‘Qasim Ibn al-Abbas’ y a ‘Tammam Ibn Abi-l-Attaf’, generales del ejército omeya al valle  del Jándula, para hacer frente a los rebeldes toledanos; en esa ocasión el ejército omeya levantó su campamento en Andújar (22).

Del mismo modo vuelve a saltar el nombre de Anduyar en el año 888, cuando el emir ‘Abd Allah’ ordenó al gobernador o amil de Jaén, que reconstruyese, fortificase y poblase con súbditos leales los castillos de Aryuna (Arjona) y Anduyar (Andújar) (23).

En el año 1211, un año antes de la batalla de las Navas de Tolosa, el califa ‘al-Nasir’ conquistó el castillo de Salvatierra y el comunicado de la victoria al rey de Túnez aparece firmado por el citado califa en su campamento de Andújar, “bi-manzil Anduyar” (24).
Rey Alfonso VII, que en el año 1138 realizó una algara y saqueo sobre la población árabe de Anduyar.

La ciudad de Andújar que sufrió primero la algara y saqueo lanzados por Alfonso VII en el año 1138 (25), tan sólo seis años más tarde en 1144, Andújar rehecha figuraba entre las ciudades que estando aliadas con el poderoso Zafadola se sublevaron contra los almorávides (26), y muerto Zafadola en 1146 la ciudad de Anduyar ofreció refugio a ‘Abu Yafar Handin’, que fue sitiado en ella por los almorávides. El sitiado ‘Abu Yafar Handin’ desde Anduyar solicitó el auxilio de Alfonso VII “El Emperador”, que le envió de socorro al conde de Limia, Fernándo Yáñes, con numerosa hueste que penetro en la ciudad sitiada y forzó el levantamiento del asedio de Anduyar. Incluso al conde de Limia le siguió el propio “Emperador” en persona, que en su correría llego también a ocupar parte de Córdoba (27).
Abd Allah ibn Muhammad al-Bayassi. Imagen de al-Bayyasi recogida de una publicación norteamericana.

En 1225 el emir baezano decidió llevar a cabo su objetivo más preciado, que era la conquista de la ciudad de Sevilla, para lo cual se fue adueñando progresivamente de todos los castillos y las plazas fuertes de la comarca del Aljarafe sevillano, lo que llegó a provocar que el califa ‘al-Adil’, temeroso de esta ofensiva, decidiera retirarse al norte África, concretamente a Marraquech, en donde murió asesinado en noviembre de 1226, no sin antes haber dejado al mando de los territorios andalusíes a su hermano  ‘Abu-l-Ulà’ . Lo cierto es que, a la vista del éxito y a fin de reagrupar fuerzas para la toma definitiva de Sevilla, ‘al-Bayyasi’ se retiró a Córdoba, pero las cosas en la ya conquistada Córdoba no le fueron bien, pues ‘al-Bayyasi’ lo que no esperaba era que el hecho de su prometedora amistad y vasallaje al rey castellano Fernando III, hubiera levantado tantas ampollas y rechazo entre sus súbditos musulmanes, que iniciaron un levantamiento popular en su contra en la ciudad califal, hasta el punto que obligó a ‘al-Bayyasi’ a huir a la localidad de Almodóvar del Río para refugiarse en su castillo; pero estando ya en esta ciudad, mientras subía la cuesta de la fortaleza, en donde pensaba refugiarse  y hacerse fuerte, al emir ‘al-Bayyasi’ le traicionó su propio visir ‘Ibn Yaburak’, su hombre de confianza, el cual había pactado por su cuenta con ‘Abu-l-Ulà’ gobernador almohade de Sevilla, por lo que asesinó a ‘al-Bayyasi’ y le cortó la cabeza, con el  fin de llevársela al gobernador almohade a Sevilla, gesto que no le sirvió de nada, pues ‘Abu-l-Ulà’ le acusó cínicamente a ‘Ibn Yaburak ‘de traición a su emir ‘al-Bayyasi’, y acabó ajusticiando al degollador, asesino de ‘al-Bayyasi’ .
Castillo de Almodóvar del Río.

La muerte de ‘al-Bayyasi’ provocó que el gobernador almohade de  Jaén se decidiera a atacar Baeza, que resistió más tiempo del que esperaba, teniendo que regresar sin haber podido tomar el alcázar. La población musulmana de la ciudad, junto a la de Martos y Andújar, temerosa de la represión cristiana, abandonaron estas ciudades a finales de 1226, quedando desocupadas de musulmanes para el segundo semestre de este año (28).

Hemos visto que el castillo o fortaleza de Andújar fue entregado al rey castellano en el verano de 1225 por el emir de Baeza ‘Abd Allah Abu Muhammad al-Bayyasi’, pero las fuerzas castellanas que mantenían la ciudad bajo su control mantuvieron según lo pactado la población musulmana en sus núcleos de población y la de sus aldeas; pero ese estatus se mantuvo hasta la muerte por degüello de al-Bayyasi en el año 1226, y desde ese momento la ciudad de Andújar se convirtió en la principal plaza de armas y cuartel general de las fuerzas cristianas que a las órdenes del Tenente don Alvar Pérez de Castro participaban en las campañas anuales que poco a poco iban aumentando las conquistas cristianas por tierras de al-Ándalus.  Aunque en menor medida la ciudad de Andújar continuó siendo protagonista en el paso del poder musulmán al poder cristiano en toda la conquista de la Baja Andalucía por el rey Fernando III entre los años 1224 y 1252.
Castillo o fortaleza de Andújar.
Las fuerzas castellanas, que cumplían la función de guarnecer los castillos de Andújar y Martos, no permanecieron inactivas en ausencia de su rey Fernando. Don Alvar Pérez de Castro, que ejercía el mando superior, con los otros magnates y el emir de Baeza comenzaron a recorrer la tierras que obedecían al gobernador almohade de Sevilla ocasionando los consiguientes saqueos y destrucciones en ellas; los cuerpos militares castellanos iniciaron incursiones de saqueo a los castillos musulmanes, lo que provocó la reacción del gobernador almohade de Sevilla que concentro fuerzas de Sevilla, Jerez, Tejada y Córdoba para hacer frente a don Alvar, pero éste, en batalla campal, deshizo al ejército sevillano causándole gran mortandad a sus tropas. Como consecuencia de esta batalla y para evitar las razias castellanas casi todas las villas y castillos del espacio geográfico entre Córdoba y Sevilla, se volvieron al dominio del rey de Baeza ‘al-Bayyasi’ y lo reconocieron como señor (29).
La derrota del ejército del gobernador de Sevilla y aliados trajo como consecuencia de que la mayoría de estas villas musulmanas acabaran rindiendo pleitesía a ‘al-Bayyasi’, pero en realidad lo que querían impedir era su paso a manos castellanas.
También la ciudad de Córdoba recibió al emir Baezano como rey y se sometió a su poder, tras apresar al gobernador de la ciudad que era un hermano del gobernador o emir de Sevilla. Al mismo tiempo los moros de Jaén habían cercado el Castillo de Garcíez, que obedecía al Baezano y donde resistía el caballero castellano Martín Gordillo, por lo que siendo sabedor don Alvar Pérez de Castro de la situación y una vez victoriosos contra las fuerzas sevillanas acudió en socorro de los sitiados en Garcíez, cruzando el río Guadalquivir; pero antes de que Alvar y los suyos llegasen a Garcíez la fortaleza había sucumbido a sus sitiadores.
Enterado Fernando III de estos sucesos, que en pocas semanas habían dado un vuelco substancial a la situación política anterior, no dudó en adelantar su presencia  en las tierras del Guadalquivir, y sin esperar a que llegara el mes de marzo, en que se esperaba, decidió ponerse en camino para volver a Andalucía sin tardanza.
Los ejércitos castellanos no se limitaron a controlar pasivamente estos castillos de Andújar y Martos, sino que iniciaron una dinámica de lanzamiento de correrías y algazaras por los territorios de los imanes fronterizos, que deterioraron el poder almohade sevillano, que fue derrotado en batalla campal, lo que tuvo como consecuencia que muchas localidades musulmanas entre Córdoba y Sevilla, al verse desamparados por parte de los almohades, decidieran ponerse bajo la encomienda de al-Bayyasi, a fin de librarse directamente de las tropelías de los cristianos. Sabedor Fernando III de estas victorias y como buen político que era, no quería que otros se atribuyeran tales éxitos, por lo que decidió mediar con su presencia y decidió, el 1 de noviembre, emprender viaje a Andalucía, a pesar de las inclemencias del invierno, lo que hizo con toda parafernalia, acompañado de nobles como don Lope Díaz de Haro, don Gonzalo Ruiz Girón, don Alfonso Téllez, don Guillén Pérez de Guzmán, don García Fernández de Villamayor y don Guillén Gómez, entre otros (30).
Alcazar de Baeza.
Fernando III tomó la decisión de salir para Andalucía unos días antes de la fiesta de Todos los Santos, y el día uno de noviembre, pese a la resistencia de sus magnates, que le desaconsejaban el viaje por las inclemencias de la época invernal, y porque su presencia sin un ejército poco podía dañar a los musulmanes. Emprendió el viaje camino de Andújar acompañado por don Lope Díaz de Haro, don Gonzalo Ruiz Girón, don Alfonso Téllez, don Guillén Pérez de Guzmán, don García Fernández de Villamayor, don Guillén Gómez y otros magnates . Hicieron el camino por el río Jándula, no por el puerto del Muradal, por lo que la llegada cogió por sorpresa al emir de Baeza y al propio Don Alvar Pérez de Castro, que se hallaba fuera de Andújar junto al soberano musulmán.

Cuando Fernando III llegó a Andújar mando montar su campamento en un lugar conocido como la Janduela: “E el rrey fuese para Andújar. El rrey pasó (mas bién posó) en Xandiuela (31), y no tardaron en llegar ‘al-Bayyasi’ el emir de Baeza desde Córdoba, según relata La Crónica de Veinte Reyes en Janduela se presentaron el baezano ‘al-Bayyasi’ y Pérez de Castro con mucho boato y esplendor, como nos describe la Crónica de los Veinte Reyes: “(al-Bayyasi se presentó): con tres mil caualleros de almohades e de aláraues e de andaluzes e turcos, e bien treinta mil a pie, con muchas tronpas e atanbores e con grandes rruydos. Entonces el rrey resçibiólos muy bien… e venia tanbien don Alvar Peres e don Alfonso e otros omnes buenos que fueron por fronteros. Junto con al-Bayyasi venía también “don Alvar peres e don Alfonso e otros omnes buenos que fueron por fronteros. El rrey acogólos muy bien e fizoles mucha onrra (32).
Perímetro de la Muralla de Andújar.

En este encuentro de la Janduela se llegó a un nuevo acuerdo entre los dos reyes; el rey ‘al-Bayyasi’ hizo el compromiso de entrega al rey Fernando otros tres castillos, los de “Saluatierra e Capilla e Bulgarymar”, y como prenda del fiel cumplimiento de lo que había pactado con la entrega de las tres fortalezas referidas, el emir de Baeza puso en manos de Fernando III el alcázar o castillo de su propia capital, Baeza, hasta el día en que se cumpliese la entrega de las tres plazas convenidas. El rey castellano a su vez dejó en el  alcázar de Baeza al maestre de Calatrava, don Gonzalo Yáñez, y al maestre de Santiago, don Pedro Gómez, mientras el rey de Baeza nombraba como delegado suyo para efectuar la entrega de los tres castillos a un sobrino suyo, hijo del reyezuelo de Valencia, ‘Abu Zaid’, hermano del Baezano.

No resulto fácil, ni pacífica la ocupación de los tres castillos citados; en primer lugar el rey Fernando recibió el castillo de Borialamer sin mayor dificultad, cuando iba de regreso hacia Toledo. Sobre la ubicación de este castillo hay disparidad de criterios; para Hernández Jiménez se refiere al castillo de Baños de la Encina (33). Esta identificación fue negada por el profesor Julio González, que lo sitúa al norte de Sierra Morena, entre el puerto del Muradal y el castillo de Salvatierra (34).
Castillo de Burgalimar (Baños de la Encina)

Fernando III, Después de haber ocupado el castillo de Borialamer, se dirigió a Salvatierra, donde la guarnición rehusó la entrega de la fortaleza durante unos quince días a pesar de que ‘al-Bayyasi’ había enviado a Salvatierra un hábil mensajero para que convenciera a la guarnición musulmana de la conveniencia de entregar el castillo al rey cristiano. La entrega del castillo de  Salvatierra tuvo lugar unos días antes del 8 de enero de 1226, pues en esa fecha ya se encontraba en Toledo el rey Fernando.
Castillo de Salvatierra.

Más difícil se presentó el caso de la entrega del castillo de Capilla, la negativa a entregar la fortaleza al rey de Castilla no cedía, y para vencer esta obstinación poco después de la fiesta de Pentecostés, que ese año caía en el 7 de junio, se reunió en Toledo una no muy numerosa hueste que marchó para Capilla, contando también con el apoyo incondicional de rey Baezano y se inició el asedio de la fortaleza batiendo sus muros con máquinas apropiadas.

La Crónica de Veinte Reyes recoge así el asedio al castillo de Capilla y la colaboración de ‘al-Bayyasi’: “El rrey de Baeça enbíole mucha farina e mucho fierro e cuerda para los engeños que el rrey le poníe, ca el castillo era fuerte e cercado de tres çinchos, e está en vna peña biua, e torres mucho altas e el alcáçar mucho fuerte. El rrey puso sus engenos e conbatióla muy fuerte, asy que entraron la villa por fuerça. Después, conbatieron el alcáçar. E pues que los moros vieron que non avíen acorro nin se podíen defender, diérongela al rrey que los dexase salir con los cuerpos tan solamente. E ante que dende mouiese diéronle a Sant Esteuan (35).
Castillo de Capilla.

La rendición del alcázar de Capilla se acordó mediante un pacto entre los sitiados y el rey de Castilla en los siguientes términos: Si en el plazo de ocho días no recibían auxilio eficaz del rey de Sevilla, entregarían el castillo al rey cristiano, y ellos podrían salir de la fortaleza libres con sus esposas e hijos y con todos sus bienes muebles y trasladarse salvos hasta Belalcázar, llamado entonces Gahet. 

El asedio de la fortaleza de Capilla vino a durar unos dos meses, pues en torno al quince de agosto, fiesta de la Asunción, Fernando III ya había regresado a Toledo junto a su madre Berenguela y su esposa Beatriz.
Mientras Fernando III asediaba el alcázar de Capilla con los auxilios que el rey de Baeza les enviaba desde Córdoba, donde al-Bayyasi se había asentado tras la incorporación de la ciudad califal a sus dominios, los cordobeses urdieron una conspiración contra la vida del emir baezano, descontentos por la ayuda que su señor musulmán prestaba a los cristianos en sus batallas por el Pacto de Las Navas. Ante el peligro inminente que corría su vida en Córdoba, el emir de Baeza salió huyendo precipitadamente de la ciudad en compañía de unos pocos de sus fieles; pero los cordobeses salieron en su persecución, dándole alcance junto al castillo de Almodóvar, donde lo decapitaron enviando su cabeza al califa almohade, que unos días antes se había trasladado de Sevilla a Marruecos.
Conocida la noticia de la muerte de ‘al-Bayyasi’ por Fernando III y los sitiadores del alcázar de Capilla, los magnates de su séquito que lo acompañaban en la toma le aconsejaban a Fernando III que abandonara el asedio de Capilla y pasara a tierras cordobesas donde podría inferir muchos daños a los musulmanes y así vengar el asesinato de su vasallo el emir baezano; pero el rey Fernando prefirió seguir el consejo que le había dado su madre, doña Berenguela, que le había recomendado continuar en el asedio de Capilla hasta que estuviera en su poder.
Podríamos fijar la muerte de al-Bayyasi en la primera quincena de julio de 1226, dado que el asedio de Capilla no pudo comenzar antes del día quince de junio, ya que el rey Fernando se encontraba en Peñafiel todavía el día ocho de junio (36), por lo que Capilla se había rendido antes del 15 de agosto, fiesta de la Asunción que el rey Fernando celebró en Toledo de regreso de Capilla.
La muerte por degüello de al-Bayyasi dejo un gran vacío de autoridad en todas las tierras sujetas a su obediencia, provocando en ellas un gran desconcierto y una vuelta generalizada a la obediencia almohade. Por parte cristiana la desaparición del fiel aliado colocó a las guarniciones cristianas de los castillos de Baeza, Andújar y Martos en una difícil coyuntura en unas ciudades donde la población seguía siendo musulmana en su totalidad, en las que las autoridades cristianas solamente controlaban el gobierno y la seguridad de estos enclaves fronterizos. Los cristianos estaban muy alejados de sus bases logísticas de abastecimiento en medio de una tierra hostil, porque las poblaciones musulmanas eran las que proporcionaban los abastecimientos diarios de muchos productos de consumo, con lo que su dependencia real era alta.
Fernando III el Santo sirve comida a los pobres. Museo del Prado (Madrid).
En Baeza tras la muerte de al-Bayyasi la población musulmana llamó el auxilio de la ciudad al emil o gobernador de Jaén, deseando expulsar  a la guarnición cristiana del castillo, quien se presentó con su ejército  en Baeza. Los cristianos que se encontraban fuera del castillo “fueron asesinados, después de haberse defendido valientemente, sucumbiendo ante el número de sus enemigos. Pero fue imposible apoderarse de la ciudadela, que tal forma estaba fortificada” (37).
Si el gobernador de Jaén hubiera sitiado la fortaleza durante uno o dos días más, hubiera obligado a los sitiados cristianos a rendirse por hambre o a intentar una salida negociada, pues  normalmente no tenían otros víveres que los que adquirían a diario de la ciudad en tiempo de paz; pero el gobernador de Jaén temeroso de la llegada de posibles auxilios o refuerzos cristianos, no se mostró dispuesto a demorar ni un día más su estancia en Baeza. Les dijo a sus habitantes: “Yo me vuelvo. El que quiera partir no tiene más que acompañarme. El que quiera quedarse no tiene más que quedarse”. Le suplicaron que prolongara su estancia uno o dos días. Rehusó en su incontenible deseo de volver a Jaén. En estas condiciones a las gentes de Baeza,  no les quedó más recurso que dejar la ciudad y renunciar a sus bienes, y se dispersaron a través del país. Los cristianos permanecieron en la ciudad, que quedó por completo en su poder. Asi pasó definitivamente Baeza a manos cristianas (38).
Ubicación de las poblaciones de Andúxar, El Santuario de Ntra. Sra. de la Cabeza, La Higuera, Arjona, Villanueva y Cazalilla, indicando también la situación de las antiguas Isturgi e Iliturgi en este croquis de principios del siglo XVII de Ximena Jurado.
Conocedores en Andújar y Martos de la actitud de los musulmanes baezanos, cuyos castillos ocupaban igualmente los cristianos, procuraron por combate conseguir conquistar cada fortaleza en estas ciudades sin llegar a conseguirlo en ninguno de los dos casos. Así lo refiere la Crónica de Veinte Reyes: “E los moros, quando esto vieron (la muerte del Baezano), alçáronse todos por la tierra, e ellos a endurar (con fiereza) conbatieron el alcáçar que tenían los christianos, mas non lo pudieron tomar por ninguna guisa.
De cómo los moros desanpararon a Martos e Andújar e las cobró el rrey, e el alcáçar de Baeça…
Temiendose de lo que començaron, dexaron la villa (Andújar), ca fueronse todos, que non fincó ninguno y, e fincó la villa toda quieta al rrey; e eso mesmo fincaron todos los de Martos, que non fincó y ninguno. Otrosy fincó el rrey con el alcáçar de Baeça” (39).
Todos estos sucesos tuvieron lugar después de la muerte de al-Bayyasi en la primera quincena del mes de julio del año 1226, pero no tuvieron lugar de forma inmediata tras su muerte, pues la caída de la ciudad de Baeza en manos cristianas es datada por el historiador musulmán Ibn Jaldun (40), el uno de diciembre de 1226, y según otras fuentes en la víspera de esa fecha, es decir el treinta de noviembre.
En fecha 29 de junio de 1236, Fernando III el Santo rey de Castilla y León recibe las llaves de la ciudad de Córdoba. Los musulmanes exhaustos tras un largo asedio, en el que no reciben ayuda de los reinos vecinos, entregan la ciudad.
Diez años después con la conquista de Córdoba en 1236, la plaza de Andújar tan importante para la reconquista en esos diez años, pasó de la vanguardia a la retaguardia, con la consiguiente pérdida de su valor estratégico de cuartel general, en favor de la nueva primera fila de la ciudad cordobesa, con lo que en la ciudad de Andújar y sus aldeas de Figueruela y Villanueva fueron iniciando su repoblación cristiana de castellanos, con el consiguiente repartimiento de tierras  y la organización de la vida local con la puesta en marcha de sus concejos o ayuntamientos respectivos, con lo que en este periodo de estabilidad la fase de conquista de Andújar y Figueruela y Villanueva habrían llegado a su término, al menos hasta que Al-Hamar en 1232 tomara el poder en la vecina Arjona, con lo que la inestabilidad se prolongaría en la tierra de frontera de Arjona con Figueruela y Andújar, términos en los que las razzias y saqueos continuarían durante algún tiempo.
Andújar, primera ciudad entre las andaluzas en ser ocupada por Fernando III, comenzó a recibir tras la muerte de al-Bayyasi a los nuevos pobladores cristianos llegados del reino de Castilla, que vinieron a ocupar el vacío que los antiguos habitantes musulmanes habían dejado tras su huida y emigración a otros territorios inmediatos que aún seguían bajo el poder del Islam. Quizá el vecino  enclave musulmán del emirato de Aryuna (Arjona) recibiera muchos de los huidos de Figueruela y Anduyar.
Plano de la Córdoba islámica.
Tal como hemos referido antes, una vez recuperadas las localidades de Andújar y Martos, pasaron a manos de Alvar Pérez de Castro (41), Tenente de Andújar, frontero de al-Andalus, conquistador de Córdoba. Madrid, 2017.), que seguramente como Tenente de Andújar se hiciera cargo de la defensa de Figueruela y Villanueva como aldeas de Andújar. A parte de la autoridad entregada a don Alvar Pérez de Castro, debemos contemplar el papel de las órdenes militares de Santiago y Calatrava, que se aposentaron en estas tierras, pasando Martos a convertirse en el centro del dispositivo cristiano de defensa de la zona. (42).
El 23 de noviembre de 1248, el rey Fernando III de Castilla reconquistó Sevilla.

Si la narración de la Crónica de los Veinte Reyes hubiese seguido la temporalidad real de los hechos, podemos decir que la incorporación a Castilla de manera real de las tres ciudades se realizó por el orden siguiente: Andújar, Martos y Baeza. El vaciamiento de la población musulmana en la ciudad de Andújar tuvo lugar en el segundo semestre del año 1226, entre el uno de julio y el treinta de noviembre. Desde antiguo la tradición consideró la fecha de la reconquista castellana de Andújar unida a la fecha de la festividad de Santa Marina, el dieciocho de julio, con el vaciamiento de la población musulmana en ese día del año 1226, con lo que se produciría la ocupación real de la ciudad.

Dada la supuesta fidelidad mutua entre el rey castellano y el emir baezano, en todos los aspectos del cumplimiento del Pacto de las Navas, es de imaginar que aunque la desaparición de al-Bayyasi significaría un grave contratiempo para las poblaciones de Andújar, Martos y Baeza, la situación militar de estas plazas no debió ser demasiado critica, como lo demuestra el que el rey Fernando III tras la conquista de Capilla se dirigiese de regreso a Toledo y no se dirigiese a Andalucía en una fecha tan próxima a la desaparición por degüello de su aliado baezano en una fecha intermedia como fue la fiesta de la Asunción que celebró en Toledo el quince de agosto.
Fernando III el Santo, Rey de Castilla y León.

Por tierras castellanas permaneció Frenando III algunos meses, como lo demuestra  la documentada presencia en Guadalajara el veinte de septiembre, y en Huete (Cuenca) el siete de octubre de ese mismo año 1226.

Una visita que no realizó hasta la frontera andaluza  hasta mediados de diciembre de 1226 a mediados de enero de 1227. Desde la ciudad de Toledo partió para Andalucía el diez de diciembre para visitar Baeza en la que dejó como tenente a don Lope Díaz de Haro con quinientos caballeros, en Andújar en la que debía seguir como tenente don Alvar Pérez de Castro ( lo suponemos al no decir nada al respecto), y en Martos donde la tenencia de don Alvar se vio reforzada por la presencia en la misma plaza de don Tello Alfonso, hijo de don Alfonso Téllez y sobrino del obispo de Palencia, don Tello Téllez de Meneses.

Es muy posible que esta expedición invernal del rey Fernando fuese  ya acompañada no sólo por las esposas e hijos de los caballeros que iban a permanecer en las nuevas ciudades como asentamiento definitivo de la guarnición militar, sino que con ellos vendrían también los primeros repobladores castellanos que viajaban con la expedición con el ánimo de establecerse como nuevos pobladores en las ciudades de Baeza, Andújar o Martos. Así desde la fiesta de la Asunción el quince de agosto, el rey Fernando habría tenido tiempo de invitar y movilizar a esos castellanos que con sus familias vendrían a repoblar desde la parte norte de su reino, para repoblar las nuevas ciudades andaluzas que habían quedado vacías de población musulmana.

Con el nombramiento de los tenentes que quedaban como delegados suyos en cada uno de las tres ciudades y fortalezas y de sus guarniciones guerreras de defensa de las tierras de frontera, y los primeros repobladores tomando posesión de las tierras otorgadas, que servían al mismo tiempo como refuerzo de sus defensas, el rey Fernando III regresó a Toledo, según narra la Crónica de Veinte Reyes: “el rrey vínose para Toledo” (43).

Aunque la total incorporación de la ciudad de Andújar al reino de Castilla no tuvo lugar hasta el segundo semestre del año 1226, desde la óptica de la curia de Fernando III en la datación de un diploma expedido en Santo Domingo de Silos el dieciséis de marzo de 1227 se conmemoraba ya en segundo año de la conquista de Andújar de las manos de los musulmanes y su entrega una vez liberada al culto cristiano, que dice así:

“Facta carta apud Sanctum Dominicum Exilihensem, XVI die ianuarii era MCCLXV, anno regni mei decimo, eo uidelicet anno quo Baeciam et Capellam adquisiui, secundo etiam anno Saluaterram, Martos, Anduiar et Borialamar de manibus sarracenorum liberata redi cultui christiano (44). 
Pintura que representa a San Fernando en oración.

Esta datación en el segundo año de la conquista de Andújar recuerda un acontecimiento ocurrido entre el 16 de enero de 1225 y el mismo día de 1226, y esa conquista de Andújar solamente puede ser la entrega del alcázar o fortaleza de la ciudad a Fernando III en los días finales de agosto de 1225.

Por lo que respecta a Figueruela, nuestra aldea de aquel tiempo, suponemos que igualmente se quedaría vaciada de población musulmana y comenzaría a recibir  repobladores en esa expedición invernal de entre mediados de diciembre de 1226 y mediados de enero de 1227, con la dificultad añadida de que era población de frontera con la vecina Arjona donde el emir sobrevivía en su pequeño reino de Taifas hasta que en 1232 surgiera la figura de Al-Hamar. Los musulmanes andalusíes arjoneros sufrían incesantes ataque y algaras de parte de las guarniciones de las dos plazas cristianas avanzadas, aunque la reconquista territorial no avanzó gran cosa en este entorno; Arjona entre Andújar y Martos, las dos ciudades cristianas y base de las operaciones militares y algaras, a tan sólo 12 kilómetros de la primera y a 24 de la segunda, sufría con frecuencia las razias, ataques, temores y sustos durante todo el tiempo que estuvo vinculada al emir ‘Muhammad Ibn Hud’, por lo que no sería extraño que durante este periodo trataran de desvincularse de ‘Muhammad Ibn Hud’ y de buscar por su propia cuenta un acuerdo con sus vecinos de Andújar y Martos. Quizá la proclamación y nombramiento del emir de Arjona: ‘Muhammmad Ibn Yusuf Ibn Nasr Ibn al-Ahmar el 18 de abril de 1232, fuese la repuesta a la situación difícil que sufría Arjona con su vecindad, y la pérdida de toda esperanza de recibir ayuda por parte de Muhammad Ibn Hud, a quien estaban vinculados, que estaba en declive tras el fracaso de Jerez cuyo emirato iba desmoronándose poco a poco.
Resto de la Muralla de Andújar.

La antigua Figueruela, castellanizada como Fuente de la Figuera, como aldea antes perteneciente a Andújar, sería defendida en sus intereses  por el mismo Alvar Pérez de Castro, que era el tenente de la ciudad, que también compartía frontera con el pequeño emirato de Arjona. Por otra parte imaginamos que el hecho de compartir también don Alvar Pérez de Castro la tenencia de Martos, le obligaría al paso desde Andújar por La Fuente de la Figuera para llegar a Martos, ciudad de la que también compartía tenencia. Alvar Pérez de Castro era tenente de la fortaleza de Andújar desde agosto del año 1226, cargo para el que quedó ratificado en diciembre del año siguiente (1226) cuando Fernando y sus huestes vinieron con las familias de los caballeros defensores de la ciudad y con los repobladores castellanos. Desde diciembre de 1226 podemos suponer que libre  ya de los antiguos habitantes musulmanes de la ciudad gobernaría la ciudad entera, en las que quedarían incluidas las aldeas de La Fuente de la Figuera y Villanueva, y que como tenente de Martos desde las mismas fechas y en las mismas condiciones de gobierno las marchas con sus guerreros serían frecuentes para mantener a raya al pequeño emirato de Arjona. Alvar Pérez de Castro conservo el cargo de tenente de Andújar hasta el año 1234, en que le fueron retirados todas las tenencias y toda la tierra que había recibido del rey Fernando, al casarse Alvar con Mencía sobrina de Fernando el 29 de septiembre de 1234, sin haber recibido el beneplácito del rey  y no cumplir la prohibición de casamiento en caso de consanguinidad, contempladas  en las normas eclesiásticas que prohibían los enlaces entre consanguíneos por el grado de parentesco que unía a los contrayentes.
Fotografía de la Peña de Martos, cuya localidad fue sitiada por los musulmanes en 1227.

Mucho movimiento debió tener la frontera de los cristianos con los musulmanes cuando en la primavera o principios de verano del año 1227, la nueva ciudad de Martos tuvo que rechazar una fuerte embestida por parte de las fuerzas musulmanas de Sevilla, ataque que tuvo lugar en ausencia de la ciudad de Martos de sus tenentes: Don Alvar Pérez de Castro y don Tello Alfonso que se encontraban realizando razias en incursiones por tierras musulmanas para procurar recoger provisiones de avituallamiento en tiempo de cosechas para el invierno próximo por la comarca de Baena, Castro del Río y Lucena.

En el curso de esas salidas tuvieron noticia por un moro prisionero de la expedición del ejercito del gobernador sevillano contra la ciudad de Martos, noticia por la que don Tello Alfonso sintió pánico porque suponía la perdida de la ciudad ante las escasas defensas con que contaba la ciudad por estas salidas, y la indefensa de la ciudad marteña que solamente estaba cercada por un tapial y la guarnición que había dejado en ella era muy reducida. Aunque a la llegada comprobó don Tello que la ciudad estaba rodeada por musulmanes, don Tello decidió romper el cerco musulmán y forzar la entrada a la plaza sitiada, así que reuniendo a su gente en un pelotón se lanzaron todos en tropel hacia una puerta de entrada a Martos por la que con la ayuda que les prestaron desde el interior lograron entrar en la villa, no sin sufrir sensibles pérdidas.
Después del éxito de la entrada de don Tello y sus hombres, quedó reforzada la guarnición de Martos, pero el gobernador sevillano apretó el cerco de la villa en la que finalmente logró penetrar ocupando la peña de Martos, pero la población cristiana continuó su resistencia en las casas de la villa, aunque estaban escasos de víveres. También llego socorro para Martos de Baeza  de mano de don Gonzalo Yáñez, hijo del conde don Gómez, con setenta caballeros, que consiguieron introducirse en la villa y reforzar así la guarnición cristiana. Conocida la noticia del ataque sevillano a la villa de Martos, el rey Fernando III, mandó enviar socorro a la plaza a don Alvar Pérez de Castro, a don Alfonso Téllez y a los maestres de Santiago y Calatrava, los que llegaron a tiempo de liberar a Martos del asedio y expulsar a los musulmanes de la peña, con lo que los sevillanos regresaron a su lugares de partida sin haber logrado desalojar a los cristianos de esta posición avanzada en territorio almohade.
Dada la posición geográfica de nuestra villa entre la ciudad de Andújar y la villa de la peña de Martos, es de suponer que el movimiento de tropas y los efectos del asedio de Martos debió afectar a los pobladores de nuestra villa, dada la instabilidad de esta tierra de frontera.
Granada 15 de septiembre de 2019.
Pedro Galán Galán.
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Referencias de citas:
(1) Huici Miranda, Ambrosio: Estudio sobre la campaña de las Navas de Tolosa, en Anales del Instituto General y Técnico de Valencia, I (1916), páginas 1 a 196.
(2) Martínez Díez, Gonzalo: Alfonso VIII (1158-1214). Burgos, 1995. Editorial Olmeda.
(3) Viguera Molins, María Jesús: De las taifas al reino de Granada. Al-Ándalus, siglos XI-XV, en Historia de España 16, volumen 9. Madrid, 1995, página 52.
(4) Viguera Molins, María Jesús (coordinadora.): Historia de España fundada por R. Menéndez Pidal, VIII. 2: el retroceso territorial de al-Ándalus. Almorávides y almohades. Siglos XI al XIII. Madrid, 1997. 
(5) Vidal Castro, Francisco (editor y coordinador): Jaén en la época de los nazaríes (al-Ándalus, s. XIII-XV). Jaén, 2010. 
(6) Crónica latina de los Reyes de Castilla. Edición Luís Charlo Brea. Cádiz, 1984, página 38.
(7) Ballesteros Gaibrois, Manuel: San Fernando y la conquista de Jaén. En Cuadernos de Historia de  España, XX, 1951, páginas 63 a 169. 
(8) Ballesteros Gaibrois, Manuel: San Fernando y la conquista de Jaén. En Cuadernos de Historia de  España, XX,  1951, página 46.
(9) Crónica latina de los Reyes de Castilla, Edición Luís Charlo Brea. Cádiz, 1984, páginas 61 a 64.
(10) Crónica latina de los Reyes de Castilla, Edición Luís Charlo Brea. Cádiz, 1984, página 65.
(11) Ibn Idari, al-Bayan al-Mugrib; edición de la parte correspondiente a los almohades de M.I. al-Kattani, Beirut-Casablanca, 1985.
(12) Huici Miranda, Ambrosio: Historia política del Imperio Almohade, Tetuán, 1956-1957, II, página 617 y siguientes.
(13) Viguera Molins, María Jesús: Sevilla almohade, Sevilla, 1997.
(14) Galán Hervás, Francisco: El emirato, páginas 115 y siguientes.
(15) Cf. «Los primeros castellanos en Andalucía», en http://www.darrax.com/,10+Leídos;y http://www.andalucia.cc/habis/repart_ubedabaeza.htm.
(16) González González, Julio: Reinado y diplomas de Fernando III, I: Estudio. Córdoba, 1980, página 294.
(17) Al-Himyari: Kitab ar-Rawd al- Mitar. Versión de María Pilar Maestro González. Valencia, 1963, páginas 122 a 124.
(18) Crónica de Veinte Reyes. Edición de Burgos, 1991, páginas 301 y 302.
(19) Gonzáles González, Julio: Reinado y diplomas de Fernando III. II: Diplomas (1217-1232). Córdoba, 1983, documento 206.)
(20) Gonzáles González, Julio: Reinado y diplomas de Fernando III. II: Diplomas (1217-1232). Córdoba, 1983, documento 222.
(21) Martos, Juan: Andújar, cinco siglos de islamismo (VIII-XII). En Chamocho,  Miguel Ángel (coordinadores), Historia de Andújar. Política, sociedad, economía e instituciones, Jaén, 2009, volumen I, páginas 49 a 82.
(22) Vallvé Bermejo, Joaquín: La división territorial en la España musulmana. La Cora de Jaén. En al-Ándalus, 34. 1969, páginas 61 y 62.
(23) Vallvé Bermejo, Joaquín: La división territorial en la España musulmana. La Cora de Jaén. En al-Ándalus, 34. 1969, página 61.
(24) Al-Himyari: Kitab ar-Rawd al –Mitar. Versión de María Pilar Maestro González. Valencia, 1963, página 226.
(25) Chronica Adefonsi Imperatoris. Edición de Luís Sánchez Belda. Madrid, 1950, número 131.
(26) Chronica Adefinas Imperatoris. Edición de Luís Sánchez Belda. Madrid, 1950, números 189 y 194 y 195.
(27) Recuero Astray, Manuel: Alfonso VII, emperador. El imperio hispánico en el siglo XII. León, 1979, páginas 172 a 176.
(28) Rodríguez Molina, José: Historia de Baeza. Baeza, 1985.
(29) Crónica latina de los Reyes de Castilla. Edición de Luís Charlo Brea. Cádiz, 1984, página 68.
(30) Crónica de los veinte Reyes. Edición de Burgos, 1991, página 302.
(31) Crónica de Veinte Reyes. Edición Burgos, 1991, página 302)
(32) Crónica de Veinte Reyes. Edición de Burgos, 1991, página 302.
(33) Hernández Jiménez, Félix: Estudios de geografía histórica española: II. Bury al-Hammma= Burgalimar= Castillo de Baños de la Encina. En Al-Ándalus, 5. 1940, páginas 413 a 436.
(34) González González, Julio: reinado y diplomas de Fernando III, II: Diplomas (1217-1232). Córdoba, 1983, documento 222.
(35) Crónica de Veinte Reyes. Edición de Burgos, 1991, página 302.
(36) González González, Julio: Reinado y diplomas de Fernando III, II: Diplomas (1217)-(1232). Córdoba, 1983, documento 217.
(37) Al-Himyari: Kitab ar-Rawd al- Mitar. Versión de María Pilar Maestro González. Valencia, 1963, página 125.
(38) Al-Himyari: Kitab ar-Rawd al- Mitar. Versión de María Pilar Maestro González. Valencia, 1963, página 126.
(39) Crónica de Veinte Reyes. Edición de Burgos, 1991, página 303.
(40) Slane: Histoire des Berberíes, II. Paris, 1926, página 230.
(41) Chamocho Cantudo, Miguel Ángel: Alvar Pérez de Castro (c. 1196-1239). Tenente de Andújar, frontero de al-Andalus, conquistador de Córdoba. Madrid, 2017, páginas 101 y siguientes.
(42) Eslava Galán, Juan: El castillo de la Peña de Martos y la Orden de Calatrava. En Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, CILII, 2010, páginas 149 a 160.
(43) Crónica de los Veinte Reyes. Edición de Burgos, 1991, página 303.
(44) González González, Julio: Reinado y diplomas de Fernando III, II: Diplomas (1217-1232). Córdoba, 1983, documento 222.
 



3 comentarios:

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Pedro, en primer lugar quiero agradecer tu retorno.

Alguna vez hemos hablado de la presencia musulmana en nuestro pueblo, ya sabes que pienso que fue muy poca, para los siglos de dominación. Y me atrevería a decir que, en épocas, ninguna.

Me imagino que esos lugares que mencionas con asentamientos islámicos los tienes comprobados con la presencia de algún resto. Sería interesante ir y ver. Yo solo puedo hablar de unas tres monedas, o mejor trozos, en todo el término. Seguro que algo se me escapa.

Enhorabuena.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Manuel, en la lejana fecha del 10 de febrero de 2014, publiqué estos párrafos en el artículo que al final del texto te incluyo:
“En la actual localidad de Lahiguera, se han encontrado restos de época islámica en dos puntos: Las Cuevas y Los Pozos. Su situación hace pensar que formaban parte de una misma población, antecedente y que quizás tendría mayor extensión que nuestra actual Lahiguera. Esta ocupación, que comenzó en época prehistórica, vino determinada por la relativa elevación del lugar con respecto al entorno, lo que le deba una amplia visibilidad y posibilidades defensivas. Por otro lado, la configuración caliza del terreno permite abrir con facilidad silos, que se emplearían para guardar grano, y que es uno de los rasgos que caracterizan a este lugar desde la época prehistórica hasta la medieval. La cerámica islámica encontrada es abundante, pero desgraciadamente por el momento no parece que estuviera acompañada de restos de edificaciones. Como ya se ha tratado en artículo anterior en este blog, es más que seguro que la localidad pasó a manos de castellanas tras el pacto entre Fernando III y Al-Bayyasi, por el que este último entregó al monarca castellano varias localidades, entre ellas Andújar junto a la que iría la que hoy es nuestra población. Como ya se dijo, el nombre con el que aparece la población en el siglo XIII, “Fuente de la Figuera”, es casi con toda seguridad una traducción directa del nombre árabe Figueruela, que muy pronto quedará reducido a "La Figuera”. Los castellanos no cambiarían la orientación casi exclusiva agrícola del lugar, siendo complementaria esta función productiva de su terreno, con sus funciones de vigilancia asignadas. En 1234 Fernando III entrega la aldea de “La Figuera” a Andújar.
La zona del Cerro de Corbún situado sobre la terraza última del Arroyo Saladillo, controla desde su altura una amplia vega y ofrece toda una amplia panorámica visual y gran visibilidad, por tanto, del lugar de paso que suponía el antiguo camino que desde tiempos inmemoriales ha comunicado la capital, hoy de la provincia, y la siempre emergente población de Andújar y la vega del Guadalquivir. De esta forma nuestro territorio de esta parte del término, continuaba por su situación estratégica, como lugar de paso, servicio que siempre ofreció Jaén en los caminos que la unían con el levante y el reino nazarí de Granada y de la que como capital de la Cora de Jaén llegó a tomar su nombre como Xauén (lugar de paso de caravanas).
Es muy lamentable que la situación que hoy presentan los alrededores del Cerro de Corbún, con reiteradas roturaciones de sus terrenos y la construcción de una cortijada amplia, llegaran a destruir el asentamiento humano que siempre supusiera este entorno para diferentes culturas. Este lugar desde siempre estuvo ocupado sobre todo por asentamientos desde la época de los romanos hasta la época islámica, aunque en el caso de esta última cultura el asentamiento se redujo considerablemente, quedando reducida la habitabilidad a la parte que corresponde con el extremo sur; por la inestabilidad que supusieron los años tras la invasión del año 711 y las luchas internas que los nuevos invasores mantuvieron entre ellos tras la ocupación de la Betica romana.
Posiblemente en el siglo XI con al caída del Califato Cordobés y a causa de la extremada inestabilidad política que se produce con su caída, este asentamiento árabe se abandonó, pero no pasarían muchos años antes de que de nuevo volviera a ocuparse a partir de los siglos XII y XIII, hasta que en el primer cuarto del siglo XIII concretamente en 1225 con la cesión del Baezano al rey Fernando III de las poblaciones y torres de Andújar y Martos, quedase totalmente y definitivamente abandonado.”
https://lahiguerajaen.blogspot.com/2014/02/asentamientos-islamicos-en-la-figueruela.html
Cordiales saludos.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

También se hace referencia al tema que planteas en el artículo del siguiente enlace:
https://lahiguerajaen.blogspot.com/2014/05/yacimiento-arqueologico-en-lahiguera.html

Hay que tener en cuenta que los materiales de las construcciones árabes eran sobre todo de barro, el adobe fue su gran aportación, y ya se sabe que su perdurabilidad en las construcciones es escasa. El adobe, palabra que proviene del árabe al-tub1 (طوب), es un ladrillo sin cocer, una pieza para construcción hecha de una masa de barro (arcilla y arena), mezclado a veces con paja, moldeada en forma de ladrillo y secada al sol; con ellos se construyen diversos tipos de elementos constructivos, como paredes, muros y arcos.
Buena información nos han aportado conversaciones con vecinos de Lahiguera , que amantes de la numismática histórica son buenos conocedores de los sectores, donde a través de los años se han encontrado zonas de un tipo de monedas u otras, según la civilización que se asentó en un lugar o paraje de nuestro término, casi siempre en zonas altas y próximas a fuentes de agua.
Cordiales saludos.