ALGUNOS
HECHOS OCURRIDOS ESE AÑO EN ESPAÑA.
En
el interior de las carpetas blancas habituales, que se han realizado en años
posteriores con ocasión de organización del archivo municipal, aparecen dos
folios unidos de papel timbrado (al modo del papel de barba que conocimos) con
los Sellos de oficio preceptivos.
Aparece
en la parte superior de cada uno de los folios el llamado Sello de Oficio ya
descrito con el texto: SELLO 4º AÑO 1860.
40 Ms.
No
aparece portada con las anotaciones de registro y los títulos habituales de la
Portada de otros años, se pasa directamente a redactar el siguiente escrito:
ACTA
DE LA ÚNICA SESIÓN ORDINARIA EXISTENTE DEL
AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA CERCA DE ARJONA DE FECHA MAYO DE 1860.
“Mayo
de mil ochocientos sesenta reunidos los Sres. que componen el Ayuntamiento de
la misma bajo la presidencia del Sr. Alcalde Dn. Manuel Clemente Pérez, y por
mi presencia como Serio. por el Sr. Presidente se declaró abierta la sesión
poniéndose de manifiesto el presupuesto municipal del corriente año devuelto
por el Sr. Gobernador Civil de esta provincia á fin de que se reforme en los
términos que se previenen por esta autoridad superior en su comunicación de
veinte y uno de Abril último, y abierta discusión sobre los puntos ó
particulares de la misma se acordó. 1º Que al capítulo 6º de ingresos á su
final se adiccionen los dos mil quinientos noventa y cinco reales cuarenta y
nueve céntimos sobrantes del presupuesto anterior, elevándose por este medio
los ingresos á la cantidad de diez mil quinientos noventa y cuatro reales
cincuenta y nueve céntimos. 2º Que se eliminen de dicho presupuesto los dos mil
quinientos noventa y cinco reales cuarenta y nueve céntimos que en acta de diez
y ocho de Setiembre último se reconocieron por la municipalidad y que en
acuerdo de diez de Octubre del mismo año se unieron á los gastos de este presupuesto como necesarios para la construcción del cementerio. 3º Que no
habiendo hecho uso este Ayuntamiento de los nuevecientos veinte y ocho reales
que le correspondían por el aumento que han tenido las nuevas tarifas de
consumo según consta del espediente de arriendo de los ramos de consumo
aprovado por la Administración principal de Hacienda Pública de la Provincia,
no puede aumentarlos á los diez mil quinientos noventa y cuatro reales
cincuenta y nueve céntimos de sus ingresos por no percibirlos. 4º Que siendo el
resumen de este presupuesto según la reforma practicada de Quince mil ciento veinte y un reales de
gastos, y los ingresos tanto ordinarios como estraordinarios diez mil
quinientos noventa y cuatro reales
cincuenta y nueve céntimos resulta un déficit para su igualación de cuatro mil
quinientos veinte y seis reales cuarenta y un céntimos que para cubrirlo se
propusieron los medios sobre las contribuciones de Inmuebles, subsidio y
consumo cuyos recargos ascienden á nueve mil cuatrocientos dos reales ochenta y
un céntimos por lo que en vista á que estando concedido y cobrándose el importe
de dichos recargos no puede proponerse un tanto por % menor sobre las
contribuciones territorial que el ya establecido, y que los cuatro mil
ochocientos setenta y seis reales cuarenta céntimos sobrantes de este
presupuesto se apliquen como primera partida para el del año inmediato si no
ocurriese algún gasto extraordinario durante el ejercicio del presente y se
concediese autorización por el Sor Gobernador Civil para que la corporación dispusiese
del todo ó parte de los cuatro mil ochocientos setenta y seis reales cuarenta
céntimos sobrantes. 5º y último. Que se una al final del presente presupuesto
el estado comparativo con el del año anterior remitiéndolo al Sr. Gobernador
para su aprovación si la mereciese con lo que se levantó la sesión
estendiéndose este acta que firman los Sres. concurrentes y yo el Serio de que
certifico =
Nota:
No aparecen firmas
Habría
que decir que la redacción de las actas ha cambiado de un año para otro, como
si de decenios se tratase; tanto en su redacción como en su ortografía, (aunque
persisten algunas leves variaciones ortográficas con las reglas que utilizamos
hoy), como por la calidad de
los nuevos escritos, tan diferentes ahora. Un hecho desconocido por sus causas,
es el caso, no dado hasta ahora, de sólo aparecer un acta incompleta del año
1860, desconocemos si las demás se perdieron. Aunque tenemos constancia de que
faltan cuadernillos de actas de algunos años, sin conocerse la causa de tales
faltas.
Poco
se presta este texto de la única acta de este año 1860, para conocer algún dato
interesante de nuestra villa en este año; tampoco conocemos la causa de la
pérdida del resto de los escritos de actas de este mismo año, pero hemos
deseado no pasar de largo por este reducido escrito, sin hacer constar su
existencia en los archivos municipales del Ayuntamiento de nuestra villa.
Con
frecuencia en los numerosos escritos de actas de los ayuntamientos, en poco se
deja trasparentar la situación política del país, a no ser por las demandas de
soldados, que para las guerras carlistas hacían desde el gobierno de turno bajo
el anterior tiempo del reinado de Isabel II.
En
este año de 1860 hubo acontecimientos importantes en España que por su
importancia pasamos a exponer:
Entró
en vigor en España el Sistema Métrico Decimal, una sabía decisión que trajo
unidad y uniformidad a nuestro sistema de pesos y medidas. Igualmente se
produjo el Alzamiento carlista en San Carlos de la Rápita (Tarragona), y se
produjeron algunas batallas en el norte de África que desde el año 1859 andaba
un tanto revuelto, primero con la Batalla de Castillejos y después con la
Batalla de Wad-Ras, que desembocó en un Tratado de paz y de Amistad entre
España y Marruecos, firmado en Tetuán por el que se reconoció la soberanía
española sobre Ifni.
En
este año de 1860 entró en vigor en España el Sistema Métrico Decimal.
Anteriormente la Ley de Pesos y Medidas de 19 de julio de 1849 introdujo en
todos los dominios de España un sistema decimal de pesos y medidas cuyas
unidades básicas eran, respectivamente, el kilo y el metro. Se adoptaba así un
sistema uniforme, de acuerdo con el modelo implantado por vez primera en
Francia en 1795. Bélgica y Holanda fueron los primeros países en seguir el
ejemplo francés, en 1816, que, después de España, fue también adoptado por
Portugal (1852), Italia (1871) y el Imperio alemán (1872).
La
ley española de 1849 constaba de dos partes. En la primera, se definían los
múltiplos y divisores de los nuevos pesos y medidas legales. En la segunda se
establecían los plazos y procedimientos administrativos para su implantación,
que se quería fuese definitiva el 1 de enero de 1860. Sin embargo, los plazos,
con excepción del que hacía obligatoria su enseñanza a partir de 1852, no se
cumplieron. Un real decreto de 17 de junio de 1867 reiteraba la obligatoriedad
del sistema métrico a partir del 1 de julio del mismo año.
En
la ley de 1849 se solicitaba la remisión al Ministerio de Fomento de dos copias
de todas las unidades de pesos y medidas utilizadas tradicionalmente en las
distintas provincias, con objeto de establecer su relación con las nuevas. La
Gaceta de Madrid de 28 de diciembre de 1852 publicó las tablas de
correspondencia recíproca entre las muchas y variadas medidas tradicionales y
el metro y el kilo. Una de las colecciones enviadas por las provincias se
guardó en el Archivo General Central de Alcalá de Henares, donde se perdió al destruirse
el Archivo en 1938, en la guerra civil. La otra colección se conserva en el
Museo del Centro Español de Metrología, institución heredera de las funciones y
trabajos que realizó la Comisión Permanente de Pesas y Medidas de 1846.
Reina Isabel II. Autor Federico Madrazo. |
En
este año 1860 tuvo lugar igualmente el
Alzamiento carlista en San Carlos de la Rápita (Tarragona).
Se
denomina alzamiento o intentona carlista de la Rápita u “Ortegada” al complot
del general Jaime Ortega y Olleta, capitán general de Baleares, el 1 de abril
de 1860, para proclamar al pretendiente carlista Carlos Luis de Borbón y
destronar a la reina Isabel II, mediante el envío de una expedición militar a
la península, cerca de la población de San Carlos de la Rápita.
El
general Ortega, con el apoyo expreso del Cardenal y arzobispo de Toledo, Cirilo
Alameda y Brea, el pretendiente Carlos Luis de Borbón y su hermano Fernando de
Borbón, así como algunos militares y funcionarios, embarcó tres mil hombres de
las guarniciones ubicadas en Baleares con destino a las cercanías del Delta del
Ebro con la intención de provocar la sublevación de varios cuarteles en
Cataluña y forzar la abdicación de la reina Isabel II. Previamente, el general
había sido aleccionado por elementos carlistas de que la reina abdicaría en el
momento en que varias unidades se unieran a la sublevación. El general Ramón
Cabrera había enviado a Carlos VI una carta en la que desaconsejaba su
participación por considerar que no tenía ninguna posibilidad de éxito y porque
era una acción no dirigida por el carlismo (1).
Sin
informar a la tropa y con el conocimiento de muy pocos oficiales, la expedición
desembarcó en La Amposta y en San Carlos de la Rápita el 2 de abril, no sin
antes haber sufrido un intento de amotinamiento por parte de la tropa que
sospechaba de las intenciones del general Ortega. Las tropas se reagruparon en Amposta.
El mismo día, tras el desembarco, se arengó a la tropa a marchar sobre la
ciudad de Tortosa sin informarle sobre los motivos.
El
descontento creciente hizo que al amanecer del día 3, a la altura de la Creu
del Coll, varios oficiales indicaran su negativa a continuar la expedición si
no se les daban explicaciones. El coronel Rodríguez Vera dio “vivas” a la reina
y al gobierno, a lo que la tropa respondió de forma casi unánime. Entonces el
general Ortega creyó necesario realizar una arenga en favor del pretendiente
carlista que estaba presente y oculto.
La
animadversión de los oficiales y la tropa a las pretensiones del general fueron
inmediatas, lo que obligó al pretendiente carlista a huir camino de Ulldecona
para evitar las iras del ejército. Sólo algunos suboficiales apoyaron a Ortega,
pero la mayoría del ejército se negó a marchar sobre Tortosa, dando vítores a
Isabel II. El día 4 la tropa expedicionaria se sublevó y obligó a huir al general
Ortega, que se reunió en el camino a Ulldecona con varios militares y el
pretendiente. Ortega conoce entonces de primera mano que su acción no ha
merecido mucho interés por el gobierno y que, al contrario de lo que le habían
prometido, la reina no había abdicado.
El
gobierno liberal buscó infructuosamente en las provincias de Tarragona y
Castellón a Ramón Cabrera, del que pensaban que dirigía la expedición.
Tras
la huida, el general Ortega es capturado cerca de Calanda. Juzgado por un
Tribunal Militar en Consejo de Guerra el 17 de abril es condenado a muerte por
alta traición y fusilado en la mañana siguiente. El pretendiente Carlos y su
hermano Fernando fueron también apresados por la Guardia Civil el 21 de abril,
pero fueron amnistiados después por el gobierno a cambio de que ambos firmaran
su renuncia al trono de España y sus derechos dinásticos, cosa que hicieron,
siendo deportados a Francia.
Otros
acontecimientos importantes del año 1860 fueron las batallas libradas
contra Marruecos y la firma del Tratado de Tetuán. La
Guerra de África, o Primera Guerra de Marruecos, fue un conflicto bélico que
enfrentó a España con el sultanato de Marruecos entre 1859 y 1860, durante el
período de los Gobiernos de la Unión Liberal del reinado de Isabel II.
Vista General de la ciudad de Ceuta. |
Melilla, antigua plaza fuerte. |
Desde
1840, las ciudades españolas de Ceuta y Melilla sufrían constantes incursiones
por parte de grupos marroquíes de la región del Rif. A ello se unía el acoso a
las tropas destacadas en distintos puntos, sobre todo en 1844, 1845, 1848 y
1854. Las acciones eran inmediatamente contestadas por el ejército, pero al
internarse en territorio marroquí los agresores ponían emboscadas. Esta
situación se repetía de forma habitual.
En
1859 el gobierno de la Unión Liberal, presidido por su líder el general
Leopoldo O'Donnell, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la
Guerra, bajo el reinado de Isabel II, firmó un acuerdo diplomático con el
sultán de Marruecos que afectaba a las plazas de soberanía española de Melilla,
Alhucemas y Vélez de la Gomera, pero no a Ceuta. Entonces el gobierno español
decidió realizar obras de fortificación en torno a esta última ciudad, lo que
fue considerado por Marruecos como una provocación.
Cuando
en agosto de 1859 un grupo de rifeños atacó a un destacamento español que
custodiaba las reparaciones en diversos fortines de Ceuta, Leopoldo O'Donnell,
presidente del Gobierno en aquel momento, exigió al sultán de Marruecos un
castigo ejemplar para los agresores. Sin embargo, esto no sucedió.
Entonces
el gobierno español decidió invadir el sultanato de Marruecos con el pretexto
del “ultraje inferido al pabellón español por las hordas salvajes” cercanas a
Ceuta. Los auténticos motivos de la expedición colonial, aunque se dijo que se
trataba de “rehacerse en sus fértiles comarcas de nuestras pérdidas coloniales”
fueron de orden interno. Por un lado, como señaló un observador de la época,
para acabar con las “intrigas cortesanas” que ponían en peligro al gobierno,
por lo que “entonces O'Donnell inventó la guerra de África, guerra injusta
porque los infelices moros daban todas cuantas satisfacciones pedíamos, incluso
ahorcar a los pobres diablos que habían sido la causa del conflicto; pero era
preciso distraer a la corte ultramontana con la guerra contra los infieles, que
por su atraso y pobreza se los vencía con facilidad, y de este modo la gloria
militar haría fuerte al gobierno y mataba las intrigas cortesanas”, y de paso acabar
con la amenaza de los pronunciamientos de entre ciertos jefes militares “buscando
derivativos a las ambiciones militares” en la forma de alcanzar ascensos, condecoraciones y
títulos nobiliarios, con grandeza de España incluida (el propio O'Donnell obtuvo
el título de duque de Tetuán). El Gobierno español también “vio en aquel
conflicto menor la oportunidad de mejorar la imagen de España en el exterior y
de beneficiarse él mismo del clima patriótico que los sucesos de Ceuta generaron
en la sociedad española”.
La
reacción popular fue unánime y todos los grupos políticos, incluso la mayoría
de los miembros del Partido Democrático, apoyaron sin fisuras la intervención.
En Cataluña y el País Vasco se organizaron centros de reclutamiento de
voluntarios para acudir al frente, donde se inscribieron muchos carlistas,
sobre todo procedentes de Navarra, en un proceso de efervescencia patriótica
como no se había dado desde la Guerra de la Independencia.
La
ola de patriotismo que se extendió por todo el país, a veces rayando en el
racismo antimarroquí, también fue fomentada por la Iglesia católica cuando
alentó a los soldados “a no volver sin dejar destruido el islamismo, arrasadas
las mezquitas y clavada la cruz en todos los alcázares”.
O'Donnell,
hombre de gran prestigio militar, y justo en el momento en el que estaba en
plena expansión su política de ampliación de las bases de apoyo al gobierno de
la Unión Liberal, consciente también que desde la prensa se reclamaba con
insistencia una acción decidida del Ejecutivo, propuso al Congreso de los
Diputados la declaración de guerra a Marruecos el 22 de octubre, tras recibir
el beneplácito de los gobiernos francés e inglés, a pesar de las reticencias de
este último por el control de la zona del estrecho de Gibraltar.
La
guerra, que duró cuatro meses, se inició en diciembre de 1859 cuando el
ejército desembarcado en Ceuta el mes anterior comenzó la invasión del
sultanato de Marruecos. Se trataba de un ejército mal equipado, preparado y
dirigido, y con un aprovisionamiento muy deficiente, lo que explica que de los
cerca de 4000 muertos españoles, dos tercios no murieran en el campo de
batalla, sino que fueran víctimas del cólera y de otras enfermedades. A pesar
de ello se sucedieron las victorias en las batallas de los Castillejos, donde
destacó el general Juan Prim, lo que le valió el título de marqués de los
Castillejos, la de Tetuán (ciudad que fue tomada el 6 de febrero de 1860 y que
le valió a O'Donnell el título de duque de Tetuán) y la de Was Ras del 23 de
marzo que despejó el camino hacia Tánger, victorias que fueron magnificadas por
la prensa en España.
Posiciones de labatalla de Tetuán, 4 de febrero de 1860. |
Los
objetivos fijados eran la toma de Tetuán y la ocupación del puerto de Tánger.
El 17 de diciembre se desataron las hostilidades por la columna mandada por
Zabala que ocupó la sierra de Bullones. Dos días después Echagüe conquistó el
Palacio del Serrallo y O'Donnell se puso al frente de la fuerza que desembarcó
en Ceuta el 21. El día de Navidad los tres cuerpos de ejército habían
consolidado sus posiciones y esperaban la orden de avanzar hacia Tetuán. El 1
de enero de 1860, el general Prim avanzó en tromba hasta la desembocadura de
Uad el-Jelú con el apoyo al flanco del general Zabala y el de la flota que
mantenía a las fuerzas enemigas alejadas de la costa. Las refriegas continuaron
hasta el 31 de enero, en que fue contenida una acción ofensiva marroquí, y
O'Donnell comenzó la marcha hacia Tetuán, con el apoyo de los voluntarios
catalanes. Recibía la cobertura del general Ros de Olano y de Prim en los
flancos. La presión de la artillería española desbarató las filas marroquíes
hasta el punto de que los restos de este ejército se refugiaron en Tetuán, que
cayó el día 6 de febrero.
Tetuán. Mercado moro. |
Tetuán. La Judería. |
Tanger. Caravana descansando. |
Tanger. Fondaque del trigo. |
El siguiente objetivo era Tánger. El ejército se vio reforzado por otra división de infantería de 5.600 soldados, junto a la que desembarcaron las unidades voluntarias vascas, formadas por 3000 hombres, la mayoría carlistas, junto al batallón de voluntarios catalanes, con unos 450 reclutas de la misma procedencia. Desembarcaron durante el mes de febrero hasta completar una fuerza suficiente para la ofensiva del 11 de marzo. El 23 de marzo se produjo la batalla de Wad-Ras en la que venció el ejército español y forzó la petición de paz del comandante marroquí Muley Abbás.
Como
hemos visto ya al comienzo del reinado de Isabel II se iniciaron los problemas
con Marruecos, a raíz de la ocupación por los cabileños de Anyera de unos
terrenos colindantes con la plaza de Ceuta, que ponían en peligro su defensa, y
de unos ataques a la plaza de Melilla. La intervención mediadora de Francia y
Gran Bretaña facilitó la firma de los convenios de Tánger (1844) y Larache
(1845), unos convenios que no se cumplieron, continuando las agresiones. La
construcción por España de una línea de fuertes en el campo exterior de Ceuta
provocó la ruptura de hostilidades de los anyeríes, que destruyeron el escudo
de España en un mojón de delimitación de los límites de la ciudad. La falta de
respuesta satisfactoria por parte del Sultán a las reclamaciones españolas por
las agresiones motivó la declaración de guerra a Marruecos el 22 de octubre de
1859, de cuyo texto podemos deducir la finalidad a alcanzar:
“No
nos lleva un espíritu de conquista (…) vamos a: lavar nuestra honra (…), exigir
garantías (…), exigir indemnización (…) y satisfacción de los agravios…” (2).
Se
trata pues de una operación militar de castigo con un objetivo limitado, que
una vez alcanzado suponía el repliegue de la fuerza española. Para la guerra se
organizó un ejército expedicionario al mando del general D. Leopoldo O´Donnell,
a la sazón primer ministro del gobierno, que se articuló en tres cuerpos de
ejército bajo el mando de los generales Echagüe, Zabala y Ros de Olano,
respectivamente, una división de reserva al mando del general Prim, y otra de
caballería mandada por el general Alcalá Galiano. El gobierno del general O'Donnell, se
sentía presionado por una complicada situación política en el país,
consecuencia, entre otras razones, del riesgo que se repitiera alguna intentona
republicana contra Isabel II, como la del verano de 1858, o algún nuevo
movimiento del partido carlista.
El
ejército expedicionario que partió de Algeciras estaba compuesto por unos
45.000 hombres, 3.000 mulos y caballos y 78 piezas de artillería, apoyado por
una escuadra de guerra formada por un navío de línea, dos fragatas de hélice y
una de vela, dos corbetas, cuatro goletas, once vapores de ruedas y tres
faluchos, además de nueve vapores y tres urcas que actuaron como transportes de
tropas. O'Donnell dividió las fuerzas en tres cuerpos de ejército, en los que
puso al frente a los generales Juan Zavala de la Puente, Antonio Ros de Olano y
Ramón de Echagüe. El grupo de reserva estuvo bajo el mando del general Juan
Prim. La División de Caballería, al mando del mariscal de campo Félix Alcalá
Galiano, estaba compuesta por dos brigadas, la primera al mando del brigadier
Juan de Villate y la segunda al mando del brigadier Francisco Romero Palomeque.
El almirante Segundo Díaz Herrero fue nombrado jefe de la escuadra.
Se
designó como objetivo Tánger y para alcanzarlo se eligió una acción terrestre,
que teniendo a Ceuta como base de operaciones, progresaría por la costa hasta
conquistar Tetuán y después llegar a Tánger por el paso de El Fondak. El apoyo
logístico hasta Tetuán correría a cargo de la Armada y después se realizaría
por tierra.
El
1 de enero de 1860 se inicia el avance y se produce el primer encuentro en
Castillejos, dando lugar a la famosa batalla en la que alcanza la gloria el
general Prim, a la que siguen Monte Negrón, Tetuán, Samsa y Uad-Ras.
La
batalla de los Castillejos se libró el 1 de enero de 1860 y tuvo lugar en los
altos y en el valle de los Castillejos, situado a unos 4 o 5 kilómetros al sur
de Ceuta.
Esta
batalla formó parte de la Guerra de África, que enfrentó a España con
Marruecos, durante el reinado de Isabel II y el gobierno de Leopoldo O'Donnell.
Las tropas españolas lograron desalojar de sus posiciones al enemigo, que se
batió en retirada.
Durante
las últimas dos décadas, las plazas españolas en el norte de Marruecos,
particularmente las de Ceuta y Melilla, venían siendo acosadas por los rifeños,
que estaban en rebeldía, tanto contra España, como contra el sultán.
En
agosto de 1859 un destacamento del ejército español, que daba protección a las
obras de reparación del fortín de Santa Clara, fue atacado por los rifeños de
Anyera, que acabaron con parte de las obras de fortificación y arrancaron y
ultrajaron el escudo de España. Enterado el general O'Donnell, exigió al
sultán, Muley Abd al Rahman, una reparación así como un castigo a los causantes
de la afrenta. Poco después falleció Abd al Rahman y su hijo y sucesor,
Muhammad ibn Abd al-Rahman, nunca cumplió con el requerimiento de O'Donnell.
Utilizando
este incidente, O'Donnell tomó la decisión de emprender un conflicto armado
contra Marruecos, con el objetivo militar de incrementar el área de dominio de
Ceuta, controlar Tetuán y Tánger, y su vía de comunicación por tierra, a través
del Fondak de Aïn Yeddida, pero también para mover a la opinión pública a su
favor, distraerla de los problemas internos del país, y unirla contra la
amenaza exterior, que suponían las cada vez más frecuentes agresiones de los
marroquíes.
El
primer paso fue asegurarse el acuerdo de Francia y de Gran Bretaña, potencias
con intereses en la zona. El gobierno británico, exigió el compromiso de que
España no permanecería en Tetuán ni en Tánger, ya que temían que esta maniobra
encubriese un intento de ocupación permanente de esta última plaza, además
exigió el compromiso de que España no se establecería en ningún punto del
Estrecho. Tras ello, el 22 de octubre obtuvo también la aprobación del Congreso
de los Diputados, para declarar la guerra a Marruecos.
La
reacción del pueblo fue de un entusiasmo delirante y la mayoría de los partidos
políticos respaldaron la iniciativa de O'Donnell. En las semanas siguientes, se
abrieron centros de recogida de pertrechos, donados por las gentes y de
reclutamiento de voluntarios, particularmente, en el País Vasco y Navarra,
donde se inscribieron numerosos carlistas, así como en Cataluña, donde el
presidente de la Diputación de Barcelona, Víctor Balaguer, se encargó de
organizar un tercio de voluntarios, que se pondría directamente al mando del
general Prim.
El general Prim. |
El
ejército movilizado para esta actuación militar constó de aproximadamente de unos
treinta y cinco mil hombres, (desconocemos si alguno de nuestros paisanos fueron
reclutados con tal fin), la artillería contó con unas setenta piezas de
reciente fabricación y la flota de apoyo con diecisiete barcos a vapor, de los
cuales seis eran impulsados por hélice y once por ruedas, cuatro de vela y
veinte lanchas cañoneras.
Las
tropas de tierra se dividieron en tres cuerpos de ejército que estuvieron al
mando de los generales Echagüe, Zabala y Ros de Olano, respectivamente. Además
se movilizó una división de caballería a las órdenes del general Alcalá Galiano
y el cuerpo de reserva con el general Prim a la cabeza. Las fuerzas navales
estuvieron al mando del almirante Díaz Herrero.
Previamente
a la llegada del grueso del ejército a Ceuta, para mejorar las defensas de la
plaza y desplazar a las tropas moras de esas posiciones, el 12 de diciembre de
1859, el general Echagüe había tomado la fortificación del Serrallo y el 17 de
este mismo mes, Zabala había conquistado los altos de la Sierra de los
Bullones.
Ciudad de Ceuta. Vista general de la ciudad. |
El
resto de las tropas se reunió en Algeciras y en Málaga y desembarcó en Ceuta,
concentrándose en esta plaza el 21 de diciembre, momento en que se puso al
mando de las tropas el propio O'Donnell, que además de Presidente del Gobierno,
era ministro de la Guerra.
Al
amanecer del 1 de enero de 1860, las tropas, a excepción del Primer Cuerpo, que
permaneció en Ceuta, con el fin de proteger la ciudad, emprendieron la marcha
hacia Tetuán, siguiendo el camino de ese mismo nombre, un itinerario norte-sur,
paralelo a la playa de Tarajar.
El General Prim, al mando de la División de Reserva. |
En
vanguardia marchaba el general Prim, al mando de la División de Reserva,
seguido de O'Donnell, con su Estado Mayor y el Cuartel General, en retaguardia
marchaba el Segundo Cuerpo. El Tercer Cuerpo, al mando de Ros de Olano, se atrincheró
en zonas altas del valle.
Frente
a la playa se encontraba posicionada parte de la escuadra, con el fin de
facilitar el avance de las tropas de tierra, conteniendo al enemigo mediante
fuego de artillería y también desembarcando, directamente en la playa, tropas
de marinería y de Infantería de Marina, que se encargarán de evacuar y
trasladar a bordo a los heridos y de dar apoyo, en caso necesario, a las tropas
de tierra.
Episodio de la Batalla de Tetuán. Obra de Eduardo Rosales Gallinas. Museo del Prado. Madrid. |
Las
fuerzas moras tenían por objetivo impedir el avance de las tropas españolas en
su camino hacia Tetuán y para ello, estaban posicionadas, en su mayoría, en los
altos del valle.
Las
primeras actuaciones estuvieron a cargo de la División de Reserva, al mando de
Prim, en la que se encontraban el Regimiento del Príncipe, los batallones de
Luchana, de Cuenca y de Cazadores de Vergara, dos escuadrones de húsares y dos
baterías de artillería. Apoyados por la artillería de la marina, consiguieron
sin grandes dificultades desalojar al enemigo de sus posiciones, al que
obligaron a huir hacia el valle, refugiándose en la Casa del Morabito y en los
bosques próximos.
Choque de la caballería española con la marroquí durante la Guerra de África. Museo Nacional del Romanticismo. Madrid. |
Tras
ello y con el apoyo de la artillería de montaña del Tercer Cuerpo, las tropas
de caballería de Prim descendieron al valle y, junto a la infantería de marina,
que había desembarcado y estaba al mando del capitán de fragata Lobo.
Tras
esta acción se llegó a un corto período de calma durante el cual Prim
reorganizó sus tropas. Otro tanto hizo el enemigo, al que se le unieron un gran
número de otras nuevas, de caballería y de infantería.
Las
tropas marroquíes tenían por objetivo recuperar a toda costa sus posiciones
iniciales perdidas, por lo que se lanzaron a una serie de furiosos ataques
contra las de Prim, dando lugar a enconados combates, que requirieron el apoyo
del Regimiento de Córdoba y los batallones de Arapiles, León, Saboya y
Simancas, del Segundo Cuerpo, al mando de Zabala y finalmente del propio
O'Donnell con los batallones de Chiclana y Navarra.
Batalla de Tetuán, 6 de febrero de 1860. Obra de Julio Albi. |
Finalmente,
llegado el atardecer, las tropas españolas habían conseguido prácticamente
todos sus objetivos, desalojando de sus posiciones al enemigo, que se batió en
retirada, dejando expedito el camino a O'Donnell y sus tropas, en su camino
hacia Tetuán.
De
todos los efectivos humanos del ejército español, movilizados desde la península,
en esta batalla participaron menos de diez mil hombres, frente a más del doble
de efectivos marroquíes, cuyas bajas fueron superiores a dos mil. Por la parte
española, las bajas fueron de alrededor de unos cien muertos y quinientos
heridos.
El
6 de febrero de 1860 el general español Leopoldo O'Donnell que lideraba las
tropas de la reina Isabel II derrotó a las tropas del sultán Mohammed IV y
conquistó la ciudad de Tetuán.
El
23 de marzo, las tropas dirigidas por los generales Echagüe, Ros de Olano y
Prim (cuya intervención fue decisiva para la victoria del ejército español)
vencieron a las fuerzas marroquíes en el valle de Wad-Ras.
El Museo del Prado posee un óleo sobre cartón descriptivo de la batalla de Wad-Ras, realizado por Mariano Fortuny, que fue comisionado por la Diputación de Barcelona. |
La
Batalla de Wad-Ras, también llamada de Vad-Ras o Gualdrás (wad-ra's “cauce o
valle alto”), fue un episodio bélico ocurrido el 23 de marzo de 1860 dentro de
la campaña de Marruecos (1859–1860), que junto con las batallas de Los
Castillejos y Tetuán, completaron la actuación que llevó a cabo España en el
norte de África para reducir las hostilidades entabladas por bandas rifeñas
contra la plaza española de Ceuta.
Batalla de Tetuán (1860), de Mariano Fortuny Marsal. Museo Nacional de Arte de Cataluña. |
En
el Museo Nacional de Arte de Cataluña se conserva el enorme cuadro La batalla
de Tetuán.
Tras
obtener la conquista de la ciudad de Tetuán en febrero de 1860, la fuerza
expedicionaria española, al mando del general Leopoldo O'Donnell (Presidente
del Gobierno y Ministro de la Guerra español), decidió avanzar hacia Tánger.
La
victoria de las fuerzas españolas fue total y el día 26 de abril de 1860, a los
seis meses de iniciadas las operaciones, se firma el Tratado de Tetuán, por el
que se fijan definitivamente los límites de Ceuta y Melilla, se cede el
territorio de lo que será Ifni, se fija una indemnización de guerra de 100
millones de pesetas, se ocupa Tetuán como garantía de satisfacción de la deuda
(estuvo ocupada dos años) y se obtiene la promesa de un tratado comercial,
además de otras cláusulas menos interesantes.
La
paz fue firmada en Tetuán el 26 de abril de 1860 mediante el Tratado de Wad-Ras
entre España y el Sultanato de Marruecos, representados por O'Donnell y Muley
el-Abbás (hermano del sultán).
Tras
un armisticio de 32 días, se firmó el Tratado de Wad-Ras (en Tetuán) el 26 de
abril, en el que se declaraba a España vencedora de la guerra y a Marruecos
perdedor y único culpable de la misma. El acuerdo estipuló lo siguiente:
-España
amplía los territorios de Ceuta y Melilla a perpetuidad.
-El
cese de las incursiones a Ceuta y Melilla.
-Marruecos
reconocía la soberanía de España sobre las islas Chafarinas.
-Marruecos
indemnizaba a España con 400 millones de reales.
-España
recibía el pequeño territorio de Santa Cruz de Mar Pequeña, lo que más tarde
sería Sidi Ifni, para establecer allí
una pesquería.
-Tetuán
quedaría bajo administración temporal española hasta que el sultanato pagase
las deudas a España.
La
paz que se firmó el 26 de abril de 1860 alguna prensa la calificó de “paz chica
para una guerra grande” argumentando que O'Donnell debía haber conquistado
Marruecos, aunque desconocían el pésimo estado en que se encontraba el ejército
español tras la batalla de Wad Ras y que el gobierno español se había
comprometido con Gran Bretaña a no ocupar Tánger ni ningún territorio que
pusiera en peligro el dominio británico del estrecho de Gibraltar. O'Donnell se
excusó diciendo que España estaba llamada “a dominar una gran parte del
África”, pero la empresa requeriría “lo menos de veinte a veinticinco años”.
Además, el tratado comercial firmado con Marruecos acabó beneficiando más a
Francia y a Gran Bretaña; y el territorio de Ifni, al sur de Marruecos, no fue
ocupado hasta setenta años después. Por último, las presiones británicas para
mantener el statu quo en la zona del estrecho de Gibraltar obligaron a España a
evacuar Tetuán dos años después.
Tras
las sucesivas derrotas sufridas por Marruecos en sus enfrentamientos contra las
tropas españolas y en particular tras la Batalla de Wad-Ras, obligó a el sultán
Muhammad ibn ‘Abd al Rahman a pedir la paz a la reina Isabel II de España
mediante el Tratado de Wad-Ras, firmado en Tetuán el 26 de abril de 1860.
La
derrota militar desarboló a las irregulares fuerzas marroquíes y provocó la
inmediata petición de conversaciones para concertar la paz.
Para
Marruecos, la consecuencia inmediata de su derrota fue la quiebra económica, y
la consiguiente inestabilidad política y social, que acabará desembocando en el
Protectorado hispano-francés, aunque también les supuso el inicio de su
apertura al mundo occidental y el final del aislamiento en el que estaba
sumido (3).
Tetuán. Puerta de la Reina. |
En
1862 la ciudad de Tetuán fue devuelta a Marruecos. En Tetuán, como consecuencia
de esta actividad bélica, tuvieron lugar los primeros contactos entre españoles
y descendientes de españoles expulsados, después de cuatro siglos de
aislamiento, sobre todo con la numerosa colonia judía sefardí, que hablaba aún
una variedad de idioma español, el judeoespañol, también llamado en Marruecos
haketía. Buena parte de la población musulmana de la ciudad era, por su parte,
de origen peninsular, y conservaba viva la noción de su procedencia.
Recibimiento del Ejército de África en la Puerta del Sol (c. 1860) de Joaquín Sigüenza y Chavarrieta, Museo del Romanticismo. |
La
guerra de África fue un completo éxito para el gobierno y aumentó su respaldo
popular, pues levantó una gran ola de patriotismo por todo el país, a pesar de
que “el desenlace de la guerra no colmó, sin embargo, las expectativas creadas
en un clima de euforia patriótica que no tenía parangón en la historia
reciente”.
La
guerra de África produjo una gran cantidad de crónicas periodísticas , varios
periódicos enviaron corresponsales a la zona,, relatos, obras literarias,
canciones, cuadros, monumentos, etc., muchas de ellas teñidas de un patriotismo
grandilocuente y propagandístico. El corresponsal del diario La Iberia, Núñez
de Arce, escribió en una de sus crónicas:
“El
cielo me ha proporcionado la dicha de ser testigo de la empresa más grande, más
heroica que ha acometido y llevado a feliz término nuestra querida España desde
la gloriosa guerra de la Independencia”
Tras
la Guerra de África, se hace acampar al ejército victorioso en un descampado al
norte de Madrid, mientras se hacen los preparativos para una entrada triunfal
en la capital, que nunca sucedió. Alrededor del campamento, que de provisional
se iba convirtiendo en permanente, se fueron instalando comerciantes y se creó
el barrio conocido hasta hoy como “Tetuán de las Victorias”.
Con los cañones capturados en la Batalla de Wad-Ras se fundieron los leones de Las Cortes. Madrid . Congreso de los Diputados. |
Como
curiosidad recordar que los leones del Congreso de los Diputados, fabricados en
bronce por el escultor español Ponciano Ponzano, fueron moldeados con los
cañones capturados a los marroquíes en dicha batalla.
Otro
acontecimiento anecdótico de este año fue el eclipse total del 18 de julio de
1860, como así lo demuestran la Instrucción sobre el eclipse de Sol, dado por
el Real Observatorio de Madrid (Madrid) 27. 1860.
“Real orden manifestando la satisfacción de S.
M. por el celo é inteligencia de los Astrónomos, Profesores y demás individuos
de la Comisión de observación del eclipse del 18 de Julio, y mandando se
publique la Memoria de D. Eduardo Novella.”. Gaceta de Madrid (Madrid) (305):
1. 31 de octubre de 1860.
Zona de España con la sombra del Eclipse total de sol que tendrá lugar el 18 de Julio de 1860 por Don Francisco Coello autor del Atlas de España en la Biblioteca Digital Hispánica. |
Con
ocasión de esta previsión de un acontecimiento extraordinario, se desplazaron
numerosas delegaciones extranjeras a España. El astrónomo inglés Warren de la
Rue, desde Rivabellosa (Álava), fue uno de los primeros en realizar fotografías
del evento. Esto fue posible porque se estaban superando los problemas del
daguerrotipo. Angelo Secchi, director del observatorio Romano, también realizó
fotografías del eclipse. Secchi realizó su trabajo desde el parque natural del
Desierto de las Palmas (Castellón).
Este
eclipse fue observado en España por muchos científicos de muchos países, por
ejemplo a España se desplazaron astrónomos rusos en la primera expedición al
extranjero financiada y organizada por la Academia de Ciencias de Rusia,
divididos en tres grupos diferentes el primero encabezado por Otto Wilhelm von
Struve director del Observatorio de Púlkovo. La segunda dirigida del profesor
de San Petersburgo Sawitsch y la tercera encabezada por Mädler director del
Observatorio de Dorpat (Tartu), en Estonia y el varón Rennenkaraff.
Las
delegaciones Francesa y Española eligieron el Moncayo como punto de
observación. En la expedición francesa estaban figuras como Jean Chacornac,
Yvon Villarceau (primer astrónomo del Observatorio de París), Léon Foucault y
el director del Observatorio de París Urbain Le Verrier.
Nota
a tener en cuenta en la trascripción de todas las actas.
Tal
como se ha venido haciendo en todo el trabajo de las actas , iniciado desde las
actas del año 1833, en todos los casos la transcripción es literal, si bien se
ha procedido a interpretar en algunos casos los textos confusos o ilegibles, a
no utilizar las mismas abreviaturas de palabras en orden a dar claridad al
texto redactado y ante la imposibilidad de transcribir fielmente en la
abreviatura la colocación de algunas grafías, a acentuar las palabras que en
muchos casos no figuraban acentuadas; aunque siempre se ha respetado la
ortografía original de los documentos municipales, las uniones indebidas de
palabras y la redacción del texto en general.
Granada 25
de septiembre de 2019.
Pedro
Galán Galán.
Bibliografía:
Acaso Deltell,
S.: Una guerra olvidada: la Campaña de Marruecos de 1859. Barcelona. 2007.
Alcalá, C.:
La Campaña de Marruecos, 1859 – 1860. Valladolid. 2005.
Albi de la
Cuesta, J.: ¡Españoles, a Marruecos! La Guerra de África 1859-1860. Editorial:
Desperta Ferro.
Carrasco
García, A. y De Mesa Gutiérrez, J.L.: Las tropas de África en las campañas de
Marruecos. Especial SERGA nº 1, Madrid. 2000.
De
Alarcón, Pedro Antonio: Diario de un testigo de la guerra de África (1860) en
Cervantes Virtual.
Martín Arrue, F.: Guerra Hispano-Marroquí de 1859 y
1860. Estudio histórico. Toledo. 1916.
Pieltain De
la Peña, R.: Panorama general de la Guerra de África (1859-60). En Revista de
Historia Militar nº 6, Madrid. 1960.
Pirala, Antonio:
Historia contemporánea. Anales desde 1843 hasta la conclusión de la última
guerra civil. Tomo II, páginas 544 y 545. Madrid, 1876. Edit. Imprenta y
fundición de Manuel Tello.
Referencias
de citas:
(1)
Antonio Pirala. Historia contemporánea. Anales desde 1843 hasta la conclusión
de la última guerra civil. Tomo II, páginas 544 y 545. Madrid, 1876. Edit.
Imprenta y fundición de Manuel Tello.
(2) Diario
de sesiones del Congreso, 22 de octubre de 1859.
(3).
(Ramos Oliver, Francisco: Las Guerras de Marruecos. En Aportaciones a cinco
siglos de la Historia militar de España. Director: Mario Menéndez Fernández
2013. Gijón, Uned: Centro Asociado de Asturias, volumen XVII, páginas 166 y
167.
3 comentarios:
Lo que más me ha llamado la atención, era un dato que desconocía, es que en la fecha del acta, 1860, se aprueba una cantidad para la construcción del cementerio. Siempre pensé que se inició algo después del fin de la Guerra de la Independencia. Date cuenta que, si en esa fecha se aprueba, seguramente se acabaría años después. Mi bisabuela Paca, que conocí en vida (tú también, era la vecina de tu abuelo Josemaría), nació a principios de los años setenta (del XIX), quizá todavía no había cementerio, o llevaba pocos años como tal. Nosotros lo hemos conocido, era bastante grande. Parece que hubo muchos difuntos, se llenó muy pronto, seguro que por las calamidades que pasaron; da algo de miedo.
Manuel, desconocemos la fecha en que se construyó el primer cementerio en Lahiguera. El cementerio de Lahiguera, que los mayores conocimos, y que hoy es parte del parque y jardines que hay camino de la Piscina Municipal, sería construido sobre la tercera decena de años del siglo XIX, a partir como pronto del año 1833. Un cementerio hecho con paredes de tapial, que sucumbió en sus paredes y tumbas en el gran temporal, que padeció nuestra comarca en invierno del año 1855. En este temporal cayó parte de un templo de Arjona.
Fue a partir del año 1787 cuando comenzaron a construirse cementerios en España fuera de los templos, reinando en España el rey Carlos III.
La obligación de construir cementerios por parte de los Ayuntamientos fue un largo proceso que se inicia a finales del cercano siglo XVIII, y que hasta bien entrado el XIX no se materializó definitivamente en todas las poblaciones de nuestro país.
Los prolegómenos que desembocaron en la Real Cédula de 3 de abril de 1787, que tenía por título “Restablecimiento de la Disciplina de la Iglesia en el uso y construcción de cementerios, según el Ritual Romano”, y que en tiempo de Carlos III impulsaron los ministros ilustrados con Floridablanca a la cabeza. Estos primeros pasos de la aplicación de la Real Cédula fueron motivo de una larga y áspera polémica, pues en la cuestión de la creación de cementerios intervinieron argumentos políticos, científicos y religiosos, y también económicos, pues la iglesia, mediante los enterramientos, obtenía buenos ingresos, dado que más pagaba la familia del difunto cuanto más cerca del altar se le enterrara su familiar difunto. Además, los más ricos pagaban por construir capillas anejas a la nave central de las iglesias, donde enterraban a sus familiares difuntos.
Cordiales saludos.
Muchos fueron los prejuicios y las supersticiones que había que vencer, porque se consideraba que al enterrar los cadáveres en el suelo de los recintos sagrados, el difunto quedaba bajo la protección divina y, además, era el punto de unión del muerto con sus deudos. El problema era que, con frecuencia, ni el espeso humo de las velas ni el aroma del incienso, llegaban a disimular el hedor que producían los cadáveres en descomposición depositados en tierra bajo las losas de los templos. En esas condiciones, las iglesias, decían los médicos higienistas, eran lugares insalubres.
Para poder llevar adelante esta trascendental iniciativa era necesaria la colaboración de los municipios, y aún tendrían que pasar muchos años para que en todas las poblaciones se construyeran cementerios y únicamente en ellos se enterrara a los difuntos. De hecho no fue hasta 1833 que el gobierno de España ya obligó tajantemente a enterrar en cementerios fuera de las iglesias y las poblaciones.
Tuvo que ponerse serio el Gobierno de la Nación, para que los municipios terminaran por hacer caso a las órdenes de construir cementerios, debido a que en muchos casos los regidores iban demorándose en la aplicación de la ley tanto por razones económicas, como por no buscarse enfrentamientos con el poder del clero. En el primer tercio del siglo XIX, se conminó por parte de las autoridades a la construcción de cementerios, en los pueblos que todavía no lo tuvieran, y a que cesara el enterramiento de cadáveres en las iglesias, que había sido la costumbre desde siglos anteriores.
Hasta que se generalizó la construcción de camposantos, los enterramientos se hacían en el interior de las iglesias y sus cementerios anejos, o en los cementerios de los hospitales. Y bastante les costó al Gobierno de la Nación y a los regidores municipales adquirir la completa titularidad de los cementerios, pues la Iglesia católica disputó enconadamente con las autoridades civiles, para no perder la hegemonía en los asuntos de la muerte y el más allá, dado que el giro que imprimió Carlos III a las viejas prácticas funerarias, supuso que el Estado, delegando en los ayuntamientos, se arrogaba un derecho que la Iglesia consideraba que era exclusivamente suyo. Para la Iglesia, la secularización de los cementerios tuvo la consideración de como si de un expolio de su exclusiva propiedad se tratase. Las disputas entre el poder civil y la iglesia no quedaron definitivamente resueltas, y se reavivaron con frecuencia.
Cordiales saludos.
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