PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

ACTA DE LA ÚNICA SESIÓN ORDINARIA EXISTENTE DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA CERCA DE ARJONA DE FECHA MAYO DE 1860.



ALGUNOS HECHOS OCURRIDOS ESE AÑO EN ESPAÑA.

En el interior de las carpetas blancas habituales, que se han realizado en años posteriores con ocasión de organización del archivo municipal, aparecen dos folios unidos de papel timbrado (al modo del papel de barba que conocimos) con los Sellos de oficio preceptivos.

Aparece en la parte superior de cada uno de los folios el llamado Sello de Oficio ya descrito con el texto: SELLO 4º AÑO 1860.  40 Ms.

No aparece portada con las anotaciones de registro y los títulos habituales de la Portada de otros años, se pasa directamente a redactar el siguiente escrito:

 



ACTA DE LA ÚNICA SESIÓN ORDINARIA  EXISTENTE DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA CERCA DE ARJONA DE FECHA MAYO DE 1860.
“Mayo de mil ochocientos sesenta reunidos los Sres. que componen el Ayuntamiento de la misma bajo la presidencia del Sr. Alcalde Dn. Manuel Clemente Pérez, y por mi presencia como Serio. por el Sr. Presidente se declaró abierta la sesión poniéndose de manifiesto el presupuesto municipal del corriente año devuelto por el Sr. Gobernador Civil de esta provincia á fin de que se reforme en los términos que se previenen por esta autoridad superior en su comunicación de veinte y uno de Abril último, y abierta discusión sobre los puntos ó particulares de la misma se acordó. 1º Que al capítulo 6º de ingresos á su final se adiccionen los dos mil quinientos noventa y cinco reales cuarenta y nueve céntimos sobrantes del presupuesto anterior, elevándose por este medio los ingresos á la cantidad de diez mil quinientos noventa y cuatro reales cincuenta y nueve céntimos. 2º Que se eliminen de dicho presupuesto los dos mil quinientos noventa y cinco reales cuarenta y nueve céntimos que en acta de diez y ocho de Setiembre último se reconocieron por la municipalidad y que en acuerdo de diez de Octubre del mismo año se unieron á los gastos de este presupuesto como necesarios para la construcción del cementerio. 3º Que no habiendo hecho uso este Ayuntamiento de los nuevecientos veinte y ocho reales que le correspondían por el aumento que han tenido las nuevas tarifas de consumo según consta del espediente de arriendo de los ramos de consumo aprovado por la Administración principal de Hacienda Pública de la Provincia, no puede aumentarlos á los diez mil quinientos noventa y cuatro reales cincuenta y nueve céntimos de sus ingresos por no percibirlos. 4º Que siendo el resumen de este presupuesto según la reforma practicada  de Quince mil ciento veinte y un reales de gastos, y los ingresos tanto ordinarios como estraordinarios diez mil quinientos noventa y cuatro reales cincuenta y nueve céntimos resulta un déficit para su igualación de cuatro mil quinientos veinte y seis reales cuarenta y un céntimos que para cubrirlo se propusieron los medios sobre las contribuciones de Inmuebles, subsidio y consumo cuyos recargos ascienden á nueve mil cuatrocientos dos reales ochenta y un céntimos por lo que en vista á que estando concedido y cobrándose el importe de dichos recargos no puede proponerse un tanto por % menor sobre las contribuciones territorial que el ya establecido, y que los cuatro mil ochocientos setenta y seis reales cuarenta céntimos sobrantes de este presupuesto se apliquen como primera partida para el del año inmediato si no ocurriese algún gasto extraordinario durante el ejercicio del presente y se concediese autorización por el Sor Gobernador Civil para que la corporación dispusiese del todo ó parte de los cuatro mil ochocientos setenta y seis reales cuarenta céntimos sobrantes. 5º y último. Que se una al final del presente presupuesto el estado comparativo con el del año anterior remitiéndolo al Sr. Gobernador para su aprovación si la mereciese con lo que se levantó la sesión estendiéndose este acta que firman los Sres. concurrentes y yo el Serio de que certifico =

Nota: No aparecen firmas

Habría que decir que la redacción de las actas ha cambiado de un año para otro, como si de decenios se tratase; tanto en su redacción como en su ortografía, (aunque persisten algunas leves variaciones ortográficas con las reglas que utilizamos hoy), como por la calidad de los nuevos escritos, tan diferentes ahora. Un hecho desconocido por sus causas, es el caso, no dado hasta ahora, de sólo aparecer un acta incompleta del año 1860, desconocemos si las demás se perdieron. Aunque tenemos constancia de que faltan cuadernillos de actas de algunos años, sin conocerse la causa de tales faltas.

Poco se presta este texto de la única acta de este año 1860, para conocer algún dato interesante de nuestra villa en este año; tampoco conocemos la causa de la pérdida del resto de los escritos de actas de este mismo año, pero hemos deseado no pasar de largo por este reducido escrito, sin hacer constar su existencia en los archivos municipales del Ayuntamiento de nuestra villa.

Con frecuencia en los numerosos escritos de actas de los ayuntamientos, en poco se deja trasparentar la situación política del país, a no ser por las demandas de soldados, que para las guerras carlistas hacían desde el gobierno de turno bajo el anterior tiempo del reinado de Isabel II.

En este año de 1860 hubo acontecimientos importantes en España que por su importancia pasamos a exponer:

Entró en vigor en España el Sistema Métrico Decimal, una sabía decisión que trajo unidad y uniformidad a nuestro sistema de pesos y medidas. Igualmente se produjo el Alzamiento carlista en San Carlos de la Rápita (Tarragona), y se produjeron algunas batallas en el norte de África que desde el año 1859 andaba un tanto revuelto, primero con la Batalla de Castillejos y después con la Batalla de Wad-Ras, que desembocó en un Tratado de paz y de Amistad entre España y Marruecos, firmado en Tetuán por el que se reconoció la soberanía española sobre Ifni.

En este año de 1860 entró en vigor en España el Sistema Métrico Decimal. Anteriormente la Ley de Pesos y Medidas de 19 de julio de 1849 introdujo en todos los dominios de España un sistema decimal de pesos y medidas cuyas unidades básicas eran, respectivamente, el kilo y el metro. Se adoptaba así un sistema uniforme, de acuerdo con el modelo implantado por vez primera en Francia en 1795. Bélgica y Holanda fueron los primeros países en seguir el ejemplo francés, en 1816, que, después de España, fue también adoptado por Portugal (1852), Italia (1871) y el Imperio alemán (1872).

La ley española de 1849 constaba de dos partes. En la primera, se definían los múltiplos y divisores de los nuevos pesos y medidas legales. En la segunda se establecían los plazos y procedimientos administrativos para su implantación, que se quería fuese definitiva el 1 de enero de 1860. Sin embargo, los plazos, con excepción del que hacía obligatoria su enseñanza a partir de 1852, no se cumplieron. Un real decreto de 17 de junio de 1867 reiteraba la obligatoriedad del sistema métrico a partir del 1 de julio del mismo año.

En la ley de 1849 se solicitaba la remisión al Ministerio de Fomento de dos copias de todas las unidades de pesos y medidas utilizadas tradicionalmente en las distintas provincias, con objeto de establecer su relación con las nuevas. La Gaceta de Madrid de 28 de diciembre de 1852 publicó las tablas de correspondencia recíproca entre las muchas y variadas medidas tradicionales y el metro y el kilo. Una de las colecciones enviadas por las provincias se guardó en el Archivo General Central de Alcalá de Henares, donde se perdió al destruirse el Archivo en 1938, en la guerra civil. La otra colección se conserva en el Museo del Centro Español de Metrología, institución heredera de las funciones y trabajos que realizó la Comisión Permanente de Pesas y Medidas de 1846.
Reina Isabel II. Autor Federico Madrazo.

En este año 1860 tuvo lugar igualmente el  Alzamiento carlista en San Carlos de la Rápita (Tarragona).

Se denomina alzamiento o intentona carlista de la Rápita u “Ortegada” al complot del general Jaime Ortega y Olleta, capitán general de Baleares, el 1 de abril de 1860, para proclamar al pretendiente carlista Carlos Luis de Borbón y destronar a la reina Isabel II, mediante el envío de una expedición militar a la península, cerca de la población de San Carlos de la Rápita.

El general Ortega, con el apoyo expreso del Cardenal y arzobispo de Toledo, Cirilo Alameda y Brea, el pretendiente Carlos Luis de Borbón y su hermano Fernando de Borbón, así como algunos militares y funcionarios, embarcó tres mil hombres de las guarniciones ubicadas en Baleares con destino a las cercanías del Delta del Ebro con la intención de provocar la sublevación de varios cuarteles en Cataluña y forzar la abdicación de la reina Isabel II. Previamente, el general había sido aleccionado por elementos carlistas de que la reina abdicaría en el momento en que varias unidades se unieran a la sublevación. El general Ramón Cabrera había enviado a Carlos VI una carta en la que desaconsejaba su participación por considerar que no tenía ninguna posibilidad de éxito y porque era una acción no dirigida por el carlismo (1).
Sin informar a la tropa y con el conocimiento de muy pocos oficiales, la expedición desembarcó en La Amposta y en San Carlos de la Rápita el 2 de abril, no sin antes haber sufrido un intento de amotinamiento por parte de la tropa que sospechaba de las intenciones del general Ortega. Las tropas se reagruparon en Amposta. El mismo día, tras el desembarco, se arengó a la tropa a marchar sobre la ciudad de Tortosa sin informarle sobre los motivos.

El descontento creciente hizo que al amanecer del día 3, a la altura de la Creu del Coll, varios oficiales indicaran su negativa a continuar la expedición si no se les daban explicaciones. El coronel Rodríguez Vera dio “vivas” a la reina y al gobierno, a lo que la tropa respondió de forma casi unánime. Entonces el general Ortega creyó necesario realizar una arenga en favor del pretendiente carlista que estaba presente y oculto.

La animadversión de los oficiales y la tropa a las pretensiones del general fueron inmediatas, lo que obligó al pretendiente carlista a huir camino de Ulldecona para evitar las iras del ejército. Sólo algunos suboficiales apoyaron a Ortega, pero la mayoría del ejército se negó a marchar sobre Tortosa, dando vítores a Isabel II. El día 4 la tropa expedicionaria se sublevó y obligó a huir al general Ortega, que se reunió en el camino a Ulldecona con varios militares y el pretendiente. Ortega conoce entonces de primera mano que su acción no ha merecido mucho interés por el gobierno y que, al contrario de lo que le habían prometido, la reina no había abdicado.

El gobierno liberal buscó infructuosamente en las provincias de Tarragona y Castellón a Ramón Cabrera, del que pensaban que dirigía la expedición.

Documento de Orden de búsqueda y captura de Ramón Cabrera. La Bisbal del Panades, 1860.

Tras la huida, el general Ortega es capturado cerca de Calanda. Juzgado por un Tribunal Militar en Consejo de Guerra el 17 de abril es condenado a muerte por alta traición y fusilado en la mañana siguiente. El pretendiente Carlos y su hermano Fernando fueron también apresados por la Guardia Civil el 21 de abril, pero fueron amnistiados después por el gobierno a cambio de que ambos firmaran su renuncia al trono de España y sus derechos dinásticos, cosa que hicieron, siendo deportados a Francia.
El general Leopoldo O'Donnell, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra.

Otros acontecimientos importantes del año 1860 fueron las batallas libradas contra Marruecos y la firma del Tratado de Tetuán.  La Guerra de África, o Primera Guerra de Marruecos, fue un conflicto bélico que enfrentó a España con el sultanato de Marruecos entre 1859 y 1860, durante el período de los Gobiernos de la Unión Liberal del reinado de Isabel II.
Vista General de la ciudad de Ceuta.
Melilla, antigua plaza fuerte.

Desde 1840, las ciudades españolas de Ceuta y Melilla sufrían constantes incursiones por parte de grupos marroquíes de la región del Rif. A ello se unía el acoso a las tropas destacadas en distintos puntos, sobre todo en 1844, 1845, 1848 y 1854. Las acciones eran inmediatamente contestadas por el ejército, pero al internarse en territorio marroquí los agresores ponían emboscadas. Esta situación se repetía de forma habitual.

En 1859 el gobierno de la Unión Liberal, presidido por su líder el general Leopoldo O'Donnell, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, bajo el reinado de Isabel II, firmó un acuerdo diplomático con el sultán de Marruecos que afectaba a las plazas de soberanía española de Melilla, Alhucemas y Vélez de la Gomera, pero no a Ceuta. Entonces el gobierno español decidió realizar obras de fortificación en torno a esta última ciudad, lo que fue considerado por Marruecos como una provocación.

Cuando en agosto de 1859 un grupo de rifeños atacó a un destacamento español que custodiaba las reparaciones en diversos fortines de Ceuta, Leopoldo O'Donnell, presidente del Gobierno en aquel momento, exigió al sultán de Marruecos un castigo ejemplar para los agresores. Sin embargo, esto no sucedió.

Entonces el gobierno español decidió invadir el sultanato de Marruecos con el pretexto del “ultraje inferido al pabellón español por las hordas salvajes” cercanas a Ceuta. Los auténticos motivos de la expedición colonial, aunque se dijo que se trataba de “rehacerse en sus fértiles comarcas de nuestras pérdidas coloniales” fueron de orden interno. Por un lado, como señaló un observador de la época, para acabar con las “intrigas cortesanas” que ponían en peligro al gobierno, por lo que “entonces O'Donnell inventó la guerra de África, guerra injusta porque los infelices moros daban todas cuantas satisfacciones pedíamos, incluso ahorcar a los pobres diablos que habían sido la causa del conflicto; pero era preciso distraer a la corte ultramontana con la guerra contra los infieles, que por su atraso y pobreza se los vencía con facilidad, y de este modo la gloria militar haría fuerte al gobierno y mataba las intrigas cortesanas”, y de paso acabar con la amenaza de los pronunciamientos de entre ciertos jefes militares “buscando derivativos a las ambiciones militares” en la forma de alcanzar ascensos, condecoraciones y títulos nobiliarios, con grandeza de España incluida (el propio O'Donnell obtuvo el título de duque de Tetuán). El Gobierno español también “vio en aquel conflicto menor la oportunidad de mejorar la imagen de España en el exterior y de beneficiarse él mismo del clima patriótico que los sucesos de Ceuta generaron en la sociedad española”.

La reacción popular fue unánime y todos los grupos políticos, incluso la mayoría de los miembros del Partido Democrático, apoyaron sin fisuras la intervención. En Cataluña y el País Vasco se organizaron centros de reclutamiento de voluntarios para acudir al frente, donde se inscribieron muchos carlistas, sobre todo procedentes de Navarra, en un proceso de efervescencia patriótica como no se había dado desde la Guerra de la Independencia.

La ola de patriotismo que se extendió por todo el país, a veces rayando en el racismo antimarroquí, también fue fomentada por la Iglesia católica cuando alentó a los soldados “a no volver sin dejar destruido el islamismo, arrasadas las mezquitas y clavada la cruz en todos los alcázares”.

O'Donnell, hombre de gran prestigio militar, y justo en el momento en el que estaba en plena expansión su política de ampliación de las bases de apoyo al gobierno de la Unión Liberal, consciente también que desde la prensa se reclamaba con insistencia una acción decidida del Ejecutivo, propuso al Congreso de los Diputados la declaración de guerra a Marruecos el 22 de octubre, tras recibir el beneplácito de los gobiernos francés e inglés, a pesar de las reticencias de este último por el control de la zona del estrecho de Gibraltar.

La guerra, que duró cuatro meses, se inició en diciembre de 1859 cuando el ejército desembarcado en Ceuta el mes anterior comenzó la invasión del sultanato de Marruecos. Se trataba de un ejército mal equipado, preparado y dirigido, y con un aprovisionamiento muy deficiente, lo que explica que de los cerca de 4000 muertos españoles, dos tercios no murieran en el campo de batalla, sino que fueran víctimas del cólera y de otras enfermedades. A pesar de ello se sucedieron las victorias en las batallas de los Castillejos, donde destacó el general Juan Prim, lo que le valió el título de marqués de los Castillejos, la de Tetuán (ciudad que fue tomada el 6 de febrero de 1860 y que le valió a O'Donnell el título de duque de Tetuán) y la de Was Ras del 23 de marzo que despejó el camino hacia Tánger, victorias que fueron magnificadas por la prensa en España.
Posiciones de labatalla de Tetuán, 4 de febrero de 1860.

Los objetivos fijados eran la toma de Tetuán y la ocupación del puerto de Tánger. El 17 de diciembre se desataron las hostilidades por la columna mandada por Zabala que ocupó la sierra de Bullones. Dos días después Echagüe conquistó el Palacio del Serrallo y O'Donnell se puso al frente de la fuerza que desembarcó en Ceuta el 21. El día de Navidad los tres cuerpos de ejército habían consolidado sus posiciones y esperaban la orden de avanzar hacia Tetuán. El 1 de enero de 1860, el general Prim avanzó en tromba hasta la desembocadura de Uad el-Jelú con el apoyo al flanco del general Zabala y el de la flota que mantenía a las fuerzas enemigas alejadas de la costa. Las refriegas continuaron hasta el 31 de enero, en que fue contenida una acción ofensiva marroquí, y O'Donnell comenzó la marcha hacia Tetuán, con el apoyo de los voluntarios catalanes. Recibía la cobertura del general Ros de Olano y de Prim en los flancos. La presión de la artillería española desbarató las filas marroquíes hasta el punto de que los restos de este ejército se refugiaron en Tetuán, que cayó el día 6 de febrero.
Tetuán. Mercado moro.
Tetuán. La Judería.
Tanger. Caravana descansando.

Tanger. Fondaque del trigo.

El siguiente objetivo era Tánger. El ejército se vio reforzado por otra división de infantería de 5.600 soldados, junto a la que desembarcaron las unidades voluntarias vascas, formadas por 3000 hombres, la mayoría carlistas, junto al batallón de voluntarios catalanes, con unos 450 reclutas de la misma procedencia. Desembarcaron durante el mes de febrero hasta completar una fuerza suficiente para la ofensiva del 11 de marzo. El 23 de marzo se produjo la batalla de Wad-Ras en la que venció el ejército español y forzó la petición de paz del comandante marroquí Muley Abbás.

Como hemos visto ya al comienzo del reinado de Isabel II se iniciaron los problemas con Marruecos, a raíz de la ocupación por los cabileños de Anyera de unos terrenos colindantes con la plaza de Ceuta, que ponían en peligro su defensa, y de unos ataques a la plaza de Melilla. La intervención mediadora de Francia y Gran Bretaña facilitó la firma de los convenios de Tánger (1844) y Larache (1845), unos convenios que no se cumplieron, continuando las agresiones. La construcción por España de una línea de fuertes en el campo exterior de Ceuta provocó la ruptura de hostilidades de los anyeríes, que destruyeron el escudo de España en un mojón de delimitación de los límites de la ciudad. La falta de respuesta satisfactoria por parte del Sultán a las reclamaciones españolas por las agresiones motivó la declaración de guerra a Marruecos el 22 de octubre de 1859, de cuyo texto podemos deducir la finalidad a alcanzar:

“No nos lleva un espíritu de conquista (…) vamos a: lavar nuestra honra (…), exigir garantías (…), exigir indemnización (…) y satisfacción de los agravios…” (2). 

Se trata pues de una operación militar de castigo con un objetivo limitado, que una vez alcanzado suponía el repliegue de la fuerza española. Para la guerra se organizó un ejército expedicionario al mando del general D. Leopoldo O´Donnell, a la sazón primer ministro del gobierno, que se articuló en tres cuerpos de ejército bajo el mando de los generales Echagüe, Zabala y Ros de Olano, respectivamente, una división de reserva al mando del general Prim, y otra de caballería mandada por el general Alcalá Galiano. El gobierno del general O'Donnell, se sentía presionado por una complicada situación política en el país, consecuencia, entre otras razones, del riesgo que se repitiera alguna intentona republicana contra Isabel II, como la del verano de 1858, o algún nuevo movimiento del partido carlista.

El ejército expedicionario que partió de Algeciras estaba compuesto por unos 45.000 hombres, 3.000 mulos y caballos y 78 piezas de artillería, apoyado por una escuadra de guerra formada por un navío de línea, dos fragatas de hélice y una de vela, dos corbetas, cuatro goletas, once vapores de ruedas y tres faluchos, además de nueve vapores y tres urcas que actuaron como transportes de tropas. O'Donnell dividió las fuerzas en tres cuerpos de ejército, en los que puso al frente a los generales Juan Zavala de la Puente, Antonio Ros de Olano y Ramón de Echagüe. El grupo de reserva estuvo bajo el mando del general Juan Prim. La División de Caballería, al mando del mariscal de campo Félix Alcalá Galiano, estaba compuesta por dos brigadas, la primera al mando del brigadier Juan de Villate y la segunda al mando del brigadier Francisco Romero Palomeque. El almirante Segundo Díaz Herrero fue nombrado jefe de la escuadra.

Se designó como objetivo Tánger y para alcanzarlo se eligió una acción terrestre, que teniendo a Ceuta como base de operaciones, progresaría por la costa hasta conquistar Tetuán y después llegar a Tánger por el paso de El Fondak. El apoyo logístico hasta Tetuán correría a cargo de la Armada y después se realizaría por tierra.

El 1 de enero de 1860 se inicia el avance y se produce el primer encuentro en Castillejos, dando lugar a la famosa batalla en la que alcanza la gloria el general Prim, a la que siguen Monte Negrón, Tetuán, Samsa y Uad-Ras.

Batalla de Castillejos.


La batalla de los Castillejos se libró el 1 de enero de 1860 y tuvo lugar en los altos y en el valle de los Castillejos, situado a unos 4 o 5 kilómetros al sur de Ceuta.

Esta batalla formó parte de la Guerra de África, que enfrentó a España con Marruecos, durante el reinado de Isabel II y el gobierno de Leopoldo O'Donnell. Las tropas españolas lograron desalojar de sus posiciones al enemigo, que se batió en retirada.

Durante las últimas dos décadas, las plazas españolas en el norte de Marruecos, particularmente las de Ceuta y Melilla, venían siendo acosadas por los rifeños, que estaban en rebeldía, tanto contra España, como contra el sultán.

En agosto de 1859 un destacamento del ejército español, que daba protección a las obras de reparación del fortín de Santa Clara, fue atacado por los rifeños de Anyera, que acabaron con parte de las obras de fortificación y arrancaron y ultrajaron el escudo de España. Enterado el general O'Donnell, exigió al sultán, Muley Abd al Rahman, una reparación así como un castigo a los causantes de la afrenta. Poco después falleció Abd al Rahman y su hijo y sucesor, Muhammad ibn Abd al-Rahman, nunca cumplió con el requerimiento de O'Donnell.

Utilizando este incidente, O'Donnell tomó la decisión de emprender un conflicto armado contra Marruecos, con el objetivo militar de incrementar el área de dominio de Ceuta, controlar Tetuán y Tánger, y su vía de comunicación por tierra, a través del Fondak de Aïn Yeddida, pero también para mover a la opinión pública a su favor, distraerla de los problemas internos del país, y unirla contra la amenaza exterior, que suponían las cada vez más frecuentes agresiones de los marroquíes.

El primer paso fue asegurarse el acuerdo de Francia y de Gran Bretaña, potencias con intereses en la zona. El gobierno británico, exigió el compromiso de que España no permanecería en Tetuán ni en Tánger, ya que temían que esta maniobra encubriese un intento de ocupación permanente de esta última plaza, además exigió el compromiso de que España no se establecería en ningún punto del Estrecho. Tras ello, el 22 de octubre obtuvo también la aprobación del Congreso de los Diputados, para declarar la guerra a Marruecos.

La reacción del pueblo fue de un entusiasmo delirante y la mayoría de los partidos políticos respaldaron la iniciativa de O'Donnell. En las semanas siguientes, se abrieron centros de recogida de pertrechos, donados por las gentes y de reclutamiento de voluntarios, particularmente, en el País Vasco y Navarra, donde se inscribieron numerosos carlistas, así como en Cataluña, donde el presidente de la Diputación de Barcelona, Víctor Balaguer, se encargó de organizar un tercio de voluntarios, que se pondría directamente al mando del general Prim.
El general Prim.

El ejército movilizado para esta actuación militar constó de aproximadamente de unos treinta y cinco mil hombres, (desconocemos si alguno de nuestros paisanos fueron reclutados con tal fin), la artillería contó con unas setenta piezas de reciente fabricación y la flota de apoyo con diecisiete barcos a vapor, de los cuales seis eran impulsados por hélice y once por ruedas, cuatro de vela y veinte lanchas cañoneras.

Las tropas de tierra se dividieron en tres cuerpos de ejército que estuvieron al mando de los generales Echagüe, Zabala y Ros de Olano, respectivamente. Además se movilizó una división de caballería a las órdenes del general Alcalá Galiano y el cuerpo de reserva con el general Prim a la cabeza. Las fuerzas navales estuvieron al mando del almirante Díaz Herrero.
Ciudad de Ceuta. Vista general de la ciudad.
Previamente a la llegada del grueso del ejército a Ceuta, para mejorar las defensas de la plaza y desplazar a las tropas moras de esas posiciones, el 12 de diciembre de 1859, el general Echagüe había tomado la fortificación del Serrallo y el 17 de este mismo mes, Zabala había conquistado los altos de la Sierra de los Bullones.

El resto de las tropas se reunió en Algeciras y en Málaga y desembarcó en Ceuta, concentrándose en esta plaza el 21 de diciembre, momento en que se puso al mando de las tropas el propio O'Donnell, que además de Presidente del Gobierno, era ministro de la Guerra.

Al amanecer del 1 de enero de 1860, las tropas, a excepción del Primer Cuerpo, que permaneció en Ceuta, con el fin de proteger la ciudad, emprendieron la marcha hacia Tetuán, siguiendo el camino de ese mismo nombre, un itinerario norte-sur, paralelo a la playa de Tarajar.
El General Prim, al mando de la División de Reserva.

En vanguardia marchaba el general Prim, al mando de la División de Reserva, seguido de O'Donnell, con su Estado Mayor y el Cuartel General, en retaguardia marchaba el Segundo Cuerpo. El Tercer Cuerpo, al mando de Ros de Olano, se atrincheró en zonas altas del valle.

Frente a la playa se encontraba posicionada parte de la escuadra, con el fin de facilitar el avance de las tropas de tierra, conteniendo al enemigo mediante fuego de artillería y también desembarcando, directamente en la playa, tropas de marinería y de Infantería de Marina, que se encargarán de evacuar y trasladar a bordo a los heridos y de dar apoyo, en caso necesario, a las tropas de tierra.
Episodio de la Batalla de Tetuán. Obra de Eduardo Rosales Gallinas. Museo del Prado. Madrid.

Las fuerzas moras tenían por objetivo impedir el avance de las tropas españolas en su camino hacia Tetuán y para ello, estaban posicionadas, en su mayoría, en los altos del valle.

Las primeras actuaciones estuvieron a cargo de la División de Reserva, al mando de Prim, en la que se encontraban el Regimiento del Príncipe, los batallones de Luchana, de Cuenca y de Cazadores de Vergara, dos escuadrones de húsares y dos baterías de artillería. Apoyados por la artillería de la marina, consiguieron sin grandes dificultades desalojar al enemigo de sus posiciones, al que obligaron a huir hacia el valle, refugiándose en la Casa del Morabito y en los bosques próximos.
Choque de la caballería española con la marroquí durante la Guerra de África. Museo Nacional del Romanticismo. Madrid.

Tras ello y con el apoyo de la artillería de montaña del Tercer Cuerpo, las tropas de caballería de Prim descendieron al valle y, junto a la infantería de marina, que había desembarcado y estaba al mando del capitán de fragata Lobo.
Tras esta acción se llegó a un corto período de calma durante el cual Prim reorganizó sus tropas. Otro tanto hizo el enemigo, al que se le unieron un gran número de otras nuevas, de caballería y de infantería.
Las tropas marroquíes tenían por objetivo recuperar a toda costa sus posiciones iniciales perdidas, por lo que se lanzaron a una serie de furiosos ataques contra las de Prim, dando lugar a enconados combates, que requirieron el apoyo del Regimiento de Córdoba y los batallones de Arapiles, León, Saboya y Simancas, del Segundo Cuerpo, al mando de Zabala y finalmente del propio O'Donnell con los batallones de Chiclana y Navarra.
Batalla de Tetuán, 6 de febrero de 1860. Obra de Julio Albi.

Finalmente, llegado el atardecer, las tropas españolas habían conseguido prácticamente todos sus objetivos, desalojando de sus posiciones al enemigo, que se batió en retirada, dejando expedito el camino a O'Donnell y sus tropas, en su camino hacia Tetuán.

De todos los efectivos humanos del ejército español, movilizados desde la península, en esta batalla participaron menos de diez mil hombres, frente a más del doble de efectivos marroquíes, cuyas bajas fueron superiores a dos mil. Por la parte española, las bajas fueron de alrededor de unos cien muertos y quinientos heridos.
Cuadro que representa al General Prim y los voluntarios catalanes durante la Batalla de Tetuán, óleo de Francisco Sans y Cabot (1828-1881). Salón Prim del Cuartel General del Ejercito. Palacio de Buenavista. Madrid.
Por los méritos contraídos en esta batalla, al general Prim, que ya era conde de Reus, se le otorgó el título de Marqués de los Castillejos con Grandeza de España.

El 6 de febrero de 1860 el general español Leopoldo O'Donnell que lideraba las tropas de la reina Isabel II derrotó a las tropas del sultán Mohammed IV y conquistó la ciudad de Tetuán.

El 23 de marzo, las tropas dirigidas por los generales Echagüe, Ros de Olano y Prim (cuya intervención fue decisiva para la victoria del ejército español) vencieron a las fuerzas marroquíes en el valle de Wad-Ras.

El Museo del Prado posee un óleo sobre cartón descriptivo de la batalla de Wad-Ras, realizado por Mariano Fortuny, que fue comisionado por la Diputación de Barcelona.

La Batalla de Wad-Ras, también llamada de Vad-Ras o Gualdrás (wad-ra's “cauce o valle alto”), fue un episodio bélico ocurrido el 23 de marzo de 1860 dentro de la campaña de Marruecos (1859–1860), que junto con las batallas de Los Castillejos y Tetuán, completaron la actuación que llevó a cabo España en el norte de África para reducir las hostilidades entabladas por bandas rifeñas contra la plaza española de Ceuta.
Batalla de Tetuán (1860), de Mariano Fortuny Marsal. Museo Nacional de Arte de Cataluña.

En el Museo Nacional de Arte de Cataluña se conserva el enorme cuadro La batalla de Tetuán.

Tras obtener la conquista de la ciudad de Tetuán en febrero de 1860, la fuerza expedicionaria española, al mando del general Leopoldo O'Donnell (Presidente del Gobierno y Ministro de la Guerra español), decidió avanzar hacia Tánger.

La victoria de las fuerzas españolas fue total y el día 26 de abril de 1860, a los seis meses de iniciadas las operaciones, se firma el Tratado de Tetuán, por el que se fijan definitivamente los límites de Ceuta y Melilla, se cede el territorio de lo que será Ifni, se fija una indemnización de guerra de 100 millones de pesetas, se ocupa Tetuán como garantía de satisfacción de la deuda (estuvo ocupada dos años) y se obtiene la promesa de un tratado comercial, además de otras cláusulas menos interesantes.

La paz fue firmada en Tetuán el 26 de abril de 1860 mediante el Tratado de Wad-Ras entre España y el Sultanato de Marruecos, representados por O'Donnell y Muley el-Abbás (hermano del sultán). 

Tratado de Paz de Wad-Ras acordado entre el General O'Donnel y Muley-Abbás.

Tras un armisticio de 32 días, se firmó el Tratado de Wad-Ras (en Tetuán) el 26 de abril, en el que se declaraba a España vencedora de la guerra y a Marruecos perdedor y único culpable de la misma. El acuerdo estipuló lo siguiente:
-España amplía los territorios de Ceuta y Melilla a perpetuidad.
-El cese de las incursiones a Ceuta y Melilla.
-Marruecos reconocía la soberanía de España sobre las islas Chafarinas.
-Marruecos indemnizaba a España con 400 millones de reales.
-España recibía el pequeño territorio de Santa Cruz de Mar Pequeña, lo que más tarde sería Sidi Ifni,  para establecer allí una pesquería.
-Tetuán quedaría bajo administración temporal española hasta que el sultanato pagase las deudas a España.
La paz que se firmó el 26 de abril de 1860 alguna prensa la calificó de “paz chica para una guerra grande” argumentando que O'Donnell debía haber conquistado Marruecos, aunque desconocían el pésimo estado en que se encontraba el ejército español tras la batalla de Wad Ras y que el gobierno español se había comprometido con Gran Bretaña a no ocupar Tánger ni ningún territorio que pusiera en peligro el dominio británico del estrecho de Gibraltar. O'Donnell se excusó diciendo que España estaba llamada “a dominar una gran parte del África”, pero la empresa requeriría “lo menos de veinte a veinticinco años”. Además, el tratado comercial firmado con Marruecos acabó beneficiando más a Francia y a Gran Bretaña; y el territorio de Ifni, al sur de Marruecos, no fue ocupado hasta setenta años después. Por último, las presiones británicas para mantener el statu quo en la zona del estrecho de Gibraltar obligaron a España a evacuar Tetuán dos años después.
Tras las sucesivas derrotas sufridas por Marruecos en sus enfrentamientos contra las tropas españolas y en particular tras la Batalla de Wad-Ras, obligó a el sultán Muhammad ibn ‘Abd al Rahman a pedir la paz a la reina Isabel II de España mediante el Tratado de Wad-Ras, firmado en Tetuán el 26 de abril de 1860.
La derrota militar desarboló a las irregulares fuerzas marroquíes y provocó la inmediata petición de conversaciones para concertar la paz.
Para Marruecos, la consecuencia inmediata de su derrota fue la quiebra económica, y la consiguiente inestabilidad política y social, que acabará desembocando en el Protectorado hispano-francés, aunque también les supuso el inicio de su apertura al mundo occidental y el final del aislamiento en el que estaba sumido  (3).
Tetuán. Puerta de la Reina.

En 1862 la ciudad de Tetuán fue devuelta a Marruecos. En Tetuán, como consecuencia de esta actividad bélica, tuvieron lugar los primeros contactos entre españoles y descendientes de españoles expulsados, después de cuatro siglos de aislamiento, sobre todo con la numerosa colonia judía sefardí, que hablaba aún una variedad de idioma español, el judeoespañol, también llamado en Marruecos haketía. Buena parte de la población musulmana de la ciudad era, por su parte, de origen peninsular, y conservaba viva la noción de su procedencia.
Recibimiento del Ejército de África en la Puerta del Sol (c. 1860) de Joaquín Sigüenza y Chavarrieta, Museo del Romanticismo.

La guerra de África fue un completo éxito para el gobierno y aumentó su respaldo popular, pues levantó una gran ola de patriotismo por todo el país, a pesar de que “el desenlace de la guerra no colmó, sin embargo, las expectativas creadas en un clima de euforia patriótica que no tenía parangón en la historia reciente”.

La guerra de África produjo una gran cantidad de crónicas periodísticas , varios periódicos enviaron corresponsales a la zona,, relatos, obras literarias, canciones, cuadros, monumentos, etc., muchas de ellas teñidas de un patriotismo grandilocuente y propagandístico. El corresponsal del diario La Iberia, Núñez de Arce, escribió en una de sus crónicas:

“El cielo me ha proporcionado la dicha de ser testigo de la empresa más grande, más heroica que ha acometido y llevado a feliz término nuestra querida España desde la gloriosa guerra de la Independencia”

Tras la Guerra de África, se hace acampar al ejército victorioso en un descampado al norte de Madrid, mientras se hacen los preparativos para una entrada triunfal en la capital, que nunca sucedió. Alrededor del campamento, que de provisional se iba convirtiendo en permanente, se fueron instalando comerciantes y se creó el barrio conocido hasta hoy como “Tetuán de las Victorias”.
Con los cañones capturados en la Batalla de Wad-Ras se fundieron los leones de Las Cortes. Madrid . Congreso de los Diputados.

Como curiosidad recordar que los leones del Congreso de los Diputados, fabricados en bronce por el escultor español Ponciano Ponzano, fueron moldeados con los cañones capturados a los marroquíes en dicha batalla.



Otro acontecimiento anecdótico de este año fue el eclipse total del 18 de julio de 1860, como así lo demuestran la Instrucción sobre el eclipse de Sol, dado por el Real Observatorio de Madrid (Madrid) 27. 1860.

 “Real orden manifestando la satisfacción de S. M. por el celo é inteligencia de los Astrónomos, Profesores y demás individuos de la Comisión de observación del eclipse del 18 de Julio, y mandando se publique la Memoria de D. Eduardo Novella.”. Gaceta de Madrid (Madrid) (305): 1. 31 de octubre de 1860.
Zona de España con la sombra del Eclipse total de sol que tendrá lugar el 18 de Julio de 1860 por Don Francisco Coello autor del Atlas de España en la Biblioteca Digital Hispánica.

Con ocasión de esta previsión de un acontecimiento extraordinario, se desplazaron numerosas delegaciones extranjeras a España. El astrónomo inglés Warren de la Rue, desde Rivabellosa (Álava), fue uno de los primeros en realizar fotografías del evento. Esto fue posible porque se estaban superando los problemas del daguerrotipo. Angelo Secchi, director del observatorio Romano, también realizó fotografías del eclipse. Secchi realizó su trabajo desde el parque natural del Desierto de las Palmas (Castellón).

Este eclipse fue observado en España por muchos científicos de muchos países, por ejemplo a España se desplazaron astrónomos rusos en la primera expedición al extranjero financiada y organizada por la Academia de Ciencias de Rusia, divididos en tres grupos diferentes el primero encabezado por Otto Wilhelm von Struve director del Observatorio de Púlkovo. La segunda dirigida del profesor de San Petersburgo Sawitsch y la tercera encabezada por Mädler director del Observatorio de Dorpat (Tartu), en Estonia y el varón Rennenkaraff.

Las delegaciones Francesa y Española eligieron el Moncayo como punto de observación. En la expedición francesa estaban figuras como Jean Chacornac, Yvon Villarceau (primer astrónomo del Observatorio de París), Léon Foucault y el director del Observatorio de París Urbain Le Verrier.

Nota a tener en cuenta en la trascripción de todas las actas.

Tal como se ha venido haciendo en todo el trabajo de las actas , iniciado desde las actas del año 1833, en todos los casos la transcripción es literal, si bien se ha procedido a interpretar en algunos casos los textos confusos o ilegibles, a no utilizar las mismas abreviaturas de palabras en orden a dar claridad al texto redactado y ante la imposibilidad de transcribir fielmente en la abreviatura la colocación de algunas grafías, a acentuar las palabras que en muchos casos no figuraban acentuadas; aunque siempre se ha respetado la ortografía original de los documentos municipales, las uniones indebidas de palabras y la redacción del texto en general.

Granada 25 de septiembre de 2019.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía:

Acaso Deltell, S.: Una guerra olvidada: la Campaña de Marruecos de 1859. Barcelona. 2007.
Alcalá, C.: La Campaña de Marruecos, 1859 – 1860. Valladolid. 2005.
Albi de la Cuesta, J.: ¡Españoles, a Marruecos! La Guerra de África 1859-1860. Editorial: Desperta Ferro.
Carrasco García, A. y De Mesa Gutiérrez, J.L.: Las tropas de África en las campañas de Marruecos. Especial SERGA nº 1, Madrid. 2000.
De Alarcón, Pedro Antonio: Diario de un testigo de la guerra de África (1860) en Cervantes Virtual.
Martín  Arrue, F.: Guerra Hispano-Marroquí de 1859 y 1860. Estudio histórico. Toledo. 1916.
Pieltain De la Peña, R.: Panorama general de la Guerra de África (1859-60). En Revista de Historia Militar nº 6, Madrid. 1960.
Pirala, Antonio: Historia contemporánea. Anales desde 1843 hasta la conclusión de la última guerra civil. Tomo II, páginas 544 y 545. Madrid, 1876. Edit. Imprenta y fundición de Manuel Tello.

Referencias de citas:

(1) Antonio Pirala. Historia contemporánea. Anales desde 1843 hasta la conclusión de la última guerra civil. Tomo II, páginas 544 y 545. Madrid, 1876. Edit. Imprenta y fundición de Manuel Tello.

(2) Diario de sesiones del Congreso, 22 de octubre de 1859.
(3). (Ramos Oliver, Francisco: Las Guerras de Marruecos. En Aportaciones a cinco siglos de la Historia militar de España. Director: Mario Menéndez Fernández 2013. Gijón, Uned: Centro Asociado de Asturias, volumen XVII, páginas 166 y 167.  
 
 
 

3 comentarios:

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Lo que más me ha llamado la atención, era un dato que desconocía, es que en la fecha del acta, 1860, se aprueba una cantidad para la construcción del cementerio. Siempre pensé que se inició algo después del fin de la Guerra de la Independencia. Date cuenta que, si en esa fecha se aprueba, seguramente se acabaría años después. Mi bisabuela Paca, que conocí en vida (tú también, era la vecina de tu abuelo Josemaría), nació a principios de los años setenta (del XIX), quizá todavía no había cementerio, o llevaba pocos años como tal. Nosotros lo hemos conocido, era bastante grande. Parece que hubo muchos difuntos, se llenó muy pronto, seguro que por las calamidades que pasaron; da algo de miedo.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Manuel, desconocemos la fecha en que se construyó el primer cementerio en Lahiguera. El cementerio de Lahiguera, que los mayores conocimos, y que hoy es parte del parque y jardines que hay camino de la Piscina Municipal, sería construido sobre la tercera decena de años del siglo XIX, a partir como pronto del año 1833. Un cementerio hecho con paredes de tapial, que sucumbió en sus paredes y tumbas en el gran temporal, que padeció nuestra comarca en invierno del año 1855. En este temporal cayó parte de un templo de Arjona.
Fue a partir del año 1787 cuando comenzaron a construirse cementerios en España fuera de los templos, reinando en España el rey Carlos III.
La obligación de construir cementerios por parte de los Ayuntamientos fue un largo proceso que se inicia a finales del cercano siglo XVIII, y que hasta bien entrado el XIX no se materializó definitivamente en todas las poblaciones de nuestro país.
Los prolegómenos que desembocaron en la Real Cédula de 3 de abril de 1787, que tenía por título “Restablecimiento de la Disciplina de la Iglesia en el uso y construcción de cementerios, según el Ritual Romano”, y que en tiempo de Carlos III impulsaron los ministros ilustrados con Floridablanca a la cabeza. Estos primeros pasos de la aplicación de la Real Cédula fueron motivo de una larga y áspera polémica, pues en la cuestión de la creación de cementerios intervinieron argumentos políticos, científicos y religiosos, y también económicos, pues la iglesia, mediante los enterramientos, obtenía buenos ingresos, dado que más pagaba la familia del difunto cuanto más cerca del altar se le enterrara su familiar difunto. Además, los más ricos pagaban por construir capillas anejas a la nave central de las iglesias, donde enterraban a sus familiares difuntos.
Cordiales saludos.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Muchos fueron los prejuicios y las supersticiones que había que vencer, porque se consideraba que al enterrar los cadáveres en el suelo de los recintos sagrados, el difunto quedaba bajo la protección divina y, además, era el punto de unión del muerto con sus deudos. El problema era que, con frecuencia, ni el espeso humo de las velas ni el aroma del incienso, llegaban a disimular el hedor que producían los cadáveres en descomposición depositados en tierra bajo las losas de los templos. En esas condiciones, las iglesias, decían los médicos higienistas, eran lugares insalubres.
Para poder llevar adelante esta trascendental iniciativa era necesaria la colaboración de los municipios, y aún tendrían que pasar muchos años para que en todas las poblaciones se construyeran cementerios y únicamente en ellos se enterrara a los difuntos. De hecho no fue hasta 1833 que el gobierno de España ya obligó tajantemente a enterrar en cementerios fuera de las iglesias y las poblaciones.
Tuvo que ponerse serio el Gobierno de la Nación, para que los municipios terminaran por hacer caso a las órdenes de construir cementerios, debido a que en muchos casos los regidores iban demorándose en la aplicación de la ley tanto por razones económicas, como por no buscarse enfrentamientos con el poder del clero. En el primer tercio del siglo XIX, se conminó por parte de las autoridades a la construcción de cementerios, en los pueblos que todavía no lo tuvieran, y a que cesara el enterramiento de cadáveres en las iglesias, que había sido la costumbre desde siglos anteriores.
Hasta que se generalizó la construcción de camposantos, los enterramientos se hacían en el interior de las iglesias y sus cementerios anejos, o en los cementerios de los hospitales. Y bastante les costó al Gobierno de la Nación y a los regidores municipales adquirir la completa titularidad de los cementerios, pues la Iglesia católica disputó enconadamente con las autoridades civiles, para no perder la hegemonía en los asuntos de la muerte y el más allá, dado que el giro que imprimió Carlos III a las viejas prácticas funerarias, supuso que el Estado, delegando en los ayuntamientos, se arrogaba un derecho que la Iglesia consideraba que era exclusivamente suyo. Para la Iglesia, la secularización de los cementerios tuvo la consideración de como si de un expolio de su exclusiva propiedad se tratase. Las disputas entre el poder civil y la iglesia no quedaron definitivamente resueltas, y se reavivaron con frecuencia.
Cordiales saludos.