PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

sábado, 13 de febrero de 2021

LA LLEGADA DE 10 MORISCOS A LA HIGUERA CERCA DE ARJONA, ORDENADA EL 31 DE MARZO DE 1571, INCREMENTA EL NÚMERO DE LOS 9 MORISCOS YA RESIDENTES.

REPARTO DE MORISCOS NAZARÍES POR LA PROVINCIA DE JAÉN.

La intención de este artículo es dar a conocer el número de moriscos o cristianos nuevos, que fueron enviados a Lahiguera, dentro del proceso de diseminación de la población morisca del antiguo Reino de Granada entre las poblaciones de la provincia de Jaén, y así realizar unas pequeñas aportaciones sobre la presencia de esos cristianos nuevos o moriscos, algunos de ellos en la condición de esclavos, en las ciudades y villas giennenses, destacando como entidad propia la Marca de Calatrava con epicentro en Martos. De esta manera intentaremos, en la manera de lo posible, dar respuesta a los interrogantes que este tema nos plantea acerca de cuáles fueron los orígenes de la comunidad morisca en la provincia, cómo se desarrolló ésta durante el siglo XVI, y en qué medida afecto a la misma la rebelión morisca de 1568.

Existen dos definiciones de morisco, la de los antiguos musulmanes que después de recibido el bautismo, trataban de mantenerse dentro de la fe cristiana y, la de otros, que sintiéndose forzados a abrazarla contra su voluntad trataban de mantenerse fieles a su antigua religión. La cuestión de los moriscos comenzó a raíz de la conquista de Granada en 1492. En el siglo XVI, el término morisco era abiertamente despectivo. A esto se sumaban sus formas de vida e incluso de vestido y de habitación. Desde 1085, en que capitula Toledo ante los musulmanes liderando la conquista Alfonso VI de Castilla, “el Bravo”, hasta 1502, la situación jurídica de la fe musulmana en todos los reinos españoles (Portugal incumplió esa norma en 1497) era la correspondiente a la que en el antiguo derecho romano se definía como “religio licita”; en virtud de la cual los musulmanes (“mudayyan” o sometidos, de donde proviene el término mudéjar) podían privadamente practicar su religión e incluso en organizarse en pequeñas comunidades administrativas, porque así se había establecido por los reyes en las capitulaciones firmadas. En 1480 había unos treinta mil musulmanes viviendo en territorio de la Corona de Castilla, y bastantes más en la Corona de Aragón desarrollando la actividad agrícola, que los grandes señores consideraban esencial, sin causar problemas serios. Los impuestos sobre los mudéjares (musulmanes que vivían en zona cristiana y bajo su control) eran menores que los que tenían los antiguos moriscos granadinos. Posteriormente la población musulmana creció, por encima de los doscientos mil después de la conquista granadina.

La rendición de Boabdil, rey de Granada, ante los Reyes Católicos. Obra de Francisco Pradilla y Ortíz, 1882. Sala de Conferencias del Palacio del Senado.
Los Reyes Católicos mantuvieron y accedieron a esas condiciones establecidas porque creían que su conversión induciría a la mayoría a solicitar el bautismo. De esta tarea se encargaría el conde de Tendilla y fray Hernando de Talavera, confesor de la reina Isabel y primer arzobispo de Granada.

Fray Fernando de Talavera, primer arzobispo de Granada y confesor de la reina Isabel.

Se estuvieron durante casi siete años convirtiendo o intentando convertir a los moriscos hasta que en 1499 intervino el cardenal Cisneros que consideró que la existencia de tantos musulmanes era un peligro para la Cristiandad y, los métodos seguidos hasta entonces eran demasiado lentos. Desde entonces se montó un sistema durísimo de malos tratos, logrando conversiones poco sinceras. A partir del dieciocho de abril de ese año (1499) estalló una rebelión que desde el Albaicín se extendió hasta las Alpujarras y duró hasta el 8 de marzo de 1500. Las revueltas se reprodujeron en 1501. Por esta causa, quedó suprimido el status de religión lícita para el Islam, no sólo en Granada, sino en toda Castilla. Los mudéjares tenían dos opciones: bautizarse o emigrar, bien entendido que, transcurrido un cierto plazo, les sería prohibida la salida del reino. La mayoría permanecieron. Para muchos resultaba muy difícil adaptarse a la nueva religión dentro de la cual eran tratados como catecúmenos necesitados de instrucción. La medida, de momento, no fue aplicada en Aragón y Valencia. Hubo zonas donde el predominio morisco era absoluto.

Bautizos forzados de moriscos granadinos ordenados por el Cardenal Cisneros. Obra de Edwin Long (1829-1891)

A esta circunstancia se unió el hecho de que piratas berberiscos, alentados y estimulados por los otomanos, y que muchas veces eran ayudados desde tierra por los moriscos, cuando hacían incursiones en pequeñas poblaciones de la costa, haciendo bastantes cautivos. Carlos V, en 1525, aplicó la norma vigente en Castilla y también en Aragón; conversión o dejar el reino. Los años transcurridos entre 1565 y 1571 pueden considerarse una época en que la Monarquía Católica vivió bajo la sensación de peligro. En Europa se luchaba contra los luteranos, calvinistas y anglicanos y en España se tenía miedo de una invasión de los turcos, apoyados por los moriscos, que iban a su vez aumentando en número. También influyó en la decisión de expulsar a los moriscos los reiterados fracasos de la política española (paz de Londres, imposibilidad de continuar la guerra en Flandes) junto con la oposición de los rebeldes holandeses a la tregua ofrecida por España (Tregua de los Doce Años). En estas circunstancias se pensó como estrategia política, que si se expulsaba a los moriscos, se presentaría como un triunfo católico que compensaría las otras cesiones obligadas.

Bautismo de los moriscos granadinos. Retablo de la Capilla Real de la Catedral de Granada. Obra de Felipe Bigarny, 1521.

Por diciembre de 1567 las tierras de Granada se llenaron de desasosiego. Especialmente para la comunidad morisca, que era mayoritaria en la capital e inmensamente mayor en las zonas rurales. El rey Felipe II se había empeñado en acabar, de una vez, con la rocosa e indomable comunidad descendiente de los mudéjares. Ya no habría más prórrogas: o se cristianizaban en todos los aspectos o sufrirían severos castigos. El venerable anciano Francisco Núñez Muley veía rechazado su recurso, en forma de Memorial, para solicitar la clemencia real. La Navidad de 1567 se presentaba muy triste para los musulmanes granadinos; empezaban a salir cartas y mensajeros desde Granada en dirección al imperio otomano. Añafiles y atabales de sus antepasados anunciaban sangre; aunque la Guerra de las Alpujarras o de los Moriscos tardaría todavía un año en estallar, la mecha estaba encendida desde unos pocos años atrás. Y lo habían hecho tanto el Papa de Roma como el Consejo de Castilla en Madrid (sin desdeñar la deslealtad y traición de corsarios moriscos). 

Bautismo de las moriscas de Felipe Bigarny, 1521. Capilla Real de Granada.

La sublevación morisca del Reino de Granada (diciembre de 1568) originó una guerra que concluyó en 1570 con la deportación de los sublevados granadinos a otros territorios del reino de Castilla. En 1570, más de cincuenta mil moriscos fueron expulsados para siempre de su lugar de origen y reasentados en Castilla, Andalucía occidental y Extremadura. Durante los tres años siguientes unos ochenta mil moriscos más fueron expulsados de sus lugares de origen. En esos años Granada perdió hasta ciento veinte mil habitantes. Lo que empezó como una sublevación de salteadores creó alarma en el gobierno de Felipe II, ya que se temía que el Turco (el sultán otomano, Selim II) junto con los argelinos y hugonotes franceses aprovechasen el levantamiento para invadir España. Felipe II no hizo caso a los consejeros que le animaban a expulsarlos. Lo que sí hizo fue deportarlos a zonas menos peligrosas, en 1570 y después en varias ocasiones entre 1574 y 1577, momento de máxima presión otomana tras Lepanto. La persistencia morisca en las prácticas musulmanas provocó además denuncias proféticas (derrota de la Armada Invencible, etc.) anunciando mayores males para el mundo cristiano. Las quejas y denuncias del arzobispo de Valencia, Juan de Rivera, virrey de Valencia y patriarca de Antioquía, eran la que con más clamor se oían, aunque no la única. Felipe II firmó la pragmática de 1567, que prohibía a los moriscos el uso del árabe, vestidos distintos a los del resto de la población; en suma todos los usos y costumbres distintos a los del resto de la población.

La respuesta, en las Alpujarras, en Filabres (Almería) y en la Serranía de Ronda no se hizo esperar. Fueron dos los alzamientos: a finales de 1568 y comienzos de 1569. El primer intento de sofocar la rebelión de las Alpujarras, encomendado al marqués de Mondéjar, fracasó. Juan de Austria tomó el relevo con dos fines: acabar con la rebelión interna y rechazar la supuesta ofensiva turca, que nunca se produjo.

Retrato de D. Juan de Austria poco antes de la batalla de Lepanto. Museo del Prado.

Juan de Austria consiguió pacificar la zona. Un miembro de las familias antiguas granadinas, Fernando de Córdoba y Valor, renombrado como Aben Humeya, pretendía poner de nuevo en pie el antiguo reino de Granada, atrayendo la colaboración de los moriscos levantinos, pero los que formaban su bando querían hacer acciones de pillaje, que proporcionaban ganancias y esclavos. Los moriscos granadinos mantuvieron contactos con el sultán otomano y con los señores de Argel y Tetuán, el hermano de Aben Humeya, Luis de Valor, viajó a Argel y después a Estambul para recabar apoyos.

El sultán Selim II del imperio otomano, apodado el beodo o borracho, hijo de Solimán el Magnífico.

El sultán otomano, Selim II, les envió una carta de apoyo en su lucha contra los “malvados cristianos”, y aunque estaba ocupado en la conquista de la isla de Chipre, de la que acabó apoderándose en el otoño de 1570, ordenó que recibieran ayuda desde Argel, aunque ésta fue bastante limitada. Se enviaron armas y provisiones y unos cuatro mil turcos y berberiscos combatieron en las filas de los moriscos granadinos, apoyando siempre a los jefes partidarios de continuar la guerra y contrarios a la negociación. La consecuencia es que Abén Humeya fue asesinado al igual que su hermano y sucesor Abén Abú. Las medidas de represión fueron encomendadas a la Inquisición: se trataba de castigar las prácticas musulmanas obligando a los moriscos a vivir exclusivamente como cristianos. Las denuncias, como ya pasara con los conversos del judaísmo, fueron abundantes. Pero en este caso, los delincuentes no eran exclusivamente los moriscos, sino también los señores en cuyas tierras vivían y trabajaban, algunos de los cuales eran eclesiásticos. La Inquisición llegó a la misma conclusión que con los judíos: la asimilación era imposible, además la quiebra de la Hacienda Real y el fracaso cosechado en Francia (Enrique IV de Borbón, con el lema “Paris bien vale una misa”, se había convertido al catolicismo para poder ser elegido rey) puso a España en situación defensiva. Así se llegó a la decisión final. No servía dar a elegir la decisión (bautizarse o salir), pues ya eran cristianos de nombre, había que eliminar un cuerpo social que había llegado a convertirse en muy peligroso ya que ciertos dirigentes moriscos ya habían contactado con Enrique IV de Francia.

 Durante  toda  la Edad  Media,  la  Península  Ibérica  se  constituye  en  patria  común  de  las  tres  grandes  religiones  monoteístas: cristianos, musulmanes  y judíos; sus habitantes, salvo en intervalos muy concretos,  cortos y numerosos,  conviven en el interior  de  los reinos  cristianos  y musulmanes en largos periodos de paz a lo largo de la  Reconquista.

Recordemos que la Reconquista fue, en sentido estricto, una recuperación de territorios ocupados durante la invasión árabe siglos atrás, y que estaba lejos de ser una reconquista religiosa de los antiguos reinos cristianos visigodos; era la expansión de los distintos reinos con el fin de disponer de más recursos ante la necesidad de ampliar el espacio vital disponible. Muestra de ello fue que no importaba que algunos de un determinado credo religioso diferente a los nuevos dueños de la zona ganada permaneciesen en el territorio conquistado por los oponentes, eso sí, tenían que aceptar las condiciones exigidas por el conquistador en lo referente a los nuevos tributos, que exigían los nuevos dueños de la tierra y habían impuesto obligatoriamente a los que permanecían en esas tierras. En ese sentido el tamiz religioso también fue, si cabe, una excusa  para conquistar el territorio del infiel.

Mapa del Partido de Martos y sus diferentes Varas: Vara de Arjona, Vara de Porcuna y Vara de Torreximeno.

No olvidemos que ya desde siglos anteriores la cercanía de las encomiendas de La Marca de Calatrava con la frontera entre el reino cristiano de Castilla y el musulmán de Granada, hizo que este territorio estuviera continuamente en “estado de guerra”, bien porque en él se dieran batallas, razzias o simplemente fuera el centro de operaciones  de los cristianos para atacar las tierras en manos musulmanas y viceversa. Fue en esas razzias realizadas por un bando cristiano o el musulmán, cuando se produjeron diferentes hechos para producir daños a los núcleos vecinos, para debilitar su fuerza a través de los ataques a la producción agrícola y ganados, con acciones como el arrasamiento de las poblaciones vecinas, sus campos de labor y la masacre de su población. Recordemos, por ejemplo la famosa razzia del año 1471 procedente de Granada  que arrasó las poblaciones de Santiago e Higuera de Calatrava, y de la que tanto se lamentó el Condestable de Castilla, D. Miguel Lucas de Iranzo.

A este respecto véase el enlace:

https://lahiguerajaen.blogspot.com/2015/10/la-frontera-de-la-fuente-de-la-figuera.html

La toma de rehenes, para convertirlos en esclavos se produjo de igual forma, pues el fenómeno de la esclavitud en toda la zona de Frontera Castellano-Nazarí fue una práctica habitual en la línea de frontera entre cristianos y musulmanes (1). De hecho, contamos con diversa documentación que nos confirma la presencia  de musulmanes cautivos  en Torredonjimeno a finales del siglo XV (2). En estos documentos se refieren los debates que en el año 1478 hubo entre Jaén y Alcalá la Real sobre los musulmanes cautivos que fueron tomados por los vecinos de Martos (3).

Otro testimonio es una carta de los Reyes Católicos al gobernador calatravo del Partido de Andalucía y a las justicias de Porcuna y Osuna, para que devolviese al alcaide del Puerto de Santa María, dos esclavos musulmanes suyos que huyeron mientras dicho alcaide estaba en el cerco de la ciudad de Málaga, y que uno de ellos estaba en Porcuna en poder de Luís Tejerino, y el otro con los hermanos del Comendador del Castillo en Osuna (4).

Lógicamente, esta no era más que una muestra de la situación de la frontera en estos años, lo cual no quiere decir que no todos los  musulmanes que había en territorio castellano fuesen esclavos, ni los cristianos que quedaron en territorio musulmán lo fuesen en la misma condición de esclavos.

Las circunstancias sólo comenzarán a cambiar a partir del siglo  XIV,  cuando la  intransigencia  religiosa  recaía  sobre  la  minoría  hebrea; sin embargo, sólo será tras el fin de la Reconquista cuando se empiece a cuestionar también la presencia de comunidades  mudéjares 0 moriscas en el seno del nuevo Estado castellano-aragonés; este Estado nace con ansias  unitarias, lo que tendrá su  correlato en el campo de lo religioso en la supresión de las comunidades no cristianas. Dicha  supresión  se intentó, tanto  en  el caso de  los hebreos  como en el caso de los musulmanes,  por dos  vías: en primer lugar, mediante la conversión forzosa al Cristianismo y, luego, tras el fracaso de esta política poco realista, mediante el recurso a la expulsión de todos estos conjuntos étnicos-religiosos  inasimilables  por  la fuerza. 

San Juan de Ribera, arzobispo de Valencia por Luís de Morales.

La Iglesia, como diría el arzobispo Rivera, también estaba convencida que la presencia de los moriscos era un mal. Sólo los grandes propietarios agrícolas de Aragón, Valencia y los jesuitas estaban en contra de la expulsión. El problema morisco se venía arrastrando desde 1502. Los moriscos de los señoríos se sublevaron menos que los de realengo debido a la protección que les dieron sus señores. La principal preocupación de Felipe II fue que la rebelión de las Alpujarras se transformara en un levantamiento generalizado de todos los moriscos de sus estados, incluidos los de la Corona de Aragón, una preocupación que compartían los cristianos viejos de esos territorios, concertada con una intervención del Imperio Otomano y de sus aliados del norte de África, lo que pondría en peligro a la propia Monarquía Hispánica, una amenaza que se sintió cercana durante la segunda mitad de 1569 y los inicios de 1570. Ya en 1580, el jerife de Fez, cercano a Felipe II, fue el que le reveló una vasta conspiración morisca en unión con Marruecos (en aquella época Fez era un reino independiente del Marruecos que ahora se conoce). En 1596, el marqués de Denia, de Valencia, da a conocer a Felipe II nuevos temores en el mismo sentido, pero el Rey Prudente no quiso enfrentarse al problema pues confiaba en su rápida conversión. En 1602 y en 1605, ya reinando Felipe III, están a punto de estallar revueltas de moriscos en Valencia, confirmadas después por fuentes francesas, revueltas que iban a ser apoyadas activamente por Francia y por los berberiscos.

Rey Felipe II de España, apodado el Rey Prudente.

En vísperas de su expulsión, dos terceras partes de los moriscos que vivían en España lo hacían en el reino de Valencia. Bastantes en Aragón y en Cataluña una minoría. En Castilla vivía el resto. Mayormente los moriscos eran campesinos sometidos a señorío ocupando en exclusiva comarcas en las que había pocos cristianos viejos. Eran comunidades muy cohesionadas, dirigidas por una elite de familias ricas que desarrollaban una importante actividad comercial. Los moriscos valencianos eran los que mayormente mantenían los rasgos culturales moriscos con uso del árabe, vestidos tradicionales femeninos, costumbres alimenticias, etc. Todo vinculado a su fe islámica.

En Castilla había dos tipos de comunidades moriscas: los antiguos mudéjares, convertidos a principios del siglo XVI, asentados en ciudades y en determinadas comarcas de la Mancha, Extremadura y la zona del Ebro y que estaban muy asimilados a la sociedad de los cristianos viejos sin haber perdido su identidad. Otra comunidad fue la que se añadió a partir de 1570 y que componían los granadinos deportados del reino por la guerra de Granada, que se distribuyeron de forma irregular por el Guadalquivir, Extremadura, Castilla-La Mancha y Murcia, que tuvieron que reconstruir sus vidas en el exilio en condiciones muy duras, perdiendo poco a poco sus signos de identidad islámicos. Las razones de la expulsión se debieron por un lado a motivaciones de larga duración y por otro a la política de Felipe III y de su valido, el duque de Lerma, en la primera década del siglo XVII. Entre las primeras razones de la expulsión se encuentran la pervivencia musulmana y su negativa a vivir como cristianos. Se hicieron serios esfuerzos en este sentido. Entre 1492 y 1566 se publicaron catecismos o colecciones de oraciones cristianas en lengua árabe.

Cuadro de 1864 de Francisco Domingo Marqués que falsea la realidad de la expulsión de los moriscos para ensalzar la figura de Juan de Rivera.

Juan de Rivera, arzobispo de Valencia, se dedicó durante los cuarenta y un años precedentes a la expulsión, a evangelizar a sus feligreses moriscos y a defenderlos contra las coacciones. El obispo de Segorbe le imitó. Se fomentó los matrimonios mixtos. La Inquisición multiplicó los edictos de gracias mostrándose indulgente. El edicto de gracia era el primer paso de las “visitas” de la Inquisición a una ciudad o un área rural en el que se invitaba a la denuncia de uno mismo como hereje en un plazo de entre treinta o cuarenta días, durante el cual no sería castigado con penas severas siendo posteriormente sustituido por el edicto de fe, mucho más duro. Y, a partir de 1571, estableció que los bienes de los moriscos perseguidos por herejía no fueran ni secuestrados ni confiscados, lo que favorecía a los moriscos en relación con otros súbditos. Como contrapartida, los moriscos aceptaron pagar a la Inquisición una tasa anual de dos mil quinientos ducados, una miseria. Además no todos los moriscos eran pobres; en un informe a Felipe II se señala que en Andalucía y en Toledo, había más de veinte mil que disponían de ingresos superiores a veinte mil ducados, casi el diez por ciento del montante de la tasa que todo el conjunto de los moriscos pagaba a la Inquisición. No se podía hacer más, pues no existía país en el curso de la historia, en que el cristianismo haya desplazado al islam. La cristianización de los moriscos, era tan evidentemente imposible, que los que habían intentado por conseguirlo acabaron por ser los más ardientes partidarios de la expulsión (el obispo de Segorbe y el arzobispo de Valencia).

Degüello de los cristianos en Cádiar, Alpujarra granadina.

Por lo que se refiere a los moriscos, en términos generales, ellos adoptaron  una  política  de  resistencia a la asimilación, que tuvo dos momentos de explosión bélica, cuando los moriscos granadinos se sublevaron,  primero a comienzos del siglo XVI, coincidiendo con  los  bautismos  masivos,  y continuaron en la segunda mitad del mismo  entre 1563 y 1570,  en ambos  casos  con  idénticos  resultados: la derrota  militar y los consiguientes malos tratos para los vencidos. Pero si la primera derrota se había saldado  con  el  ajusticiamiento de los cabecillas, la esclavización de algunas comunidades y la huida a África de  algunas otras, la de 1570 tuvo consecuencias mucho más duraderas y de mayor alcance para todas las comunidades moriscas bajo  soberanía castellano-aragonesa; en este caso, digamos que no sólo se impusieron castigos ejemplares para algunos de los levantados  en  armas,  sino  que, además, se tomó una medida general de mover a todos los moriscos granadinos, con la expulsión  hacia el interior de la península por temor al contacto de los rebeldes con el poder turco en auge progresivo. Así, a partir del primero de noviembre de 1570 se decretó que todos los antiguos musulmanes del reino de Granada, vencidos en 1492, abandonasen sus propiedades y lugares de asentamiento para ser trasladados y repartidos por toda Castilla, a fin de hacer disminuir su potencial peligrosidad para la comunidad cristiana, harta de sobresaltos y obsesionada, como se reconoce que estaba, ante el peligro turco con gran predominio sobre el Mediterráneo.

Detalle de la Jornada de Argel en el Palacio de El Viso del Marqués, la ciudad fue cercada pero se fracasó en la toma de la ciudad.

A causa del estrepitoso fracaso en la toma de Argel (1601), en tiempos del duque de Lerma, valido de Felipe III, del también fracasado programa de evangelización y conversión de los moriscos preparada durante años, es aprovechada por el propio Rivera para solicitar la expulsión de los moriscos. Aunque el monarca la aprobó, Lerma y algunos consejeros se opusieron, archivándose la propuesta. Los holandeses de las Provincias Unidas se opusieron tenazmente a las concesiones ofrecidas por Felipe III en materias de religión por lo que la posición de Lerma se debilitaba dentro de la Corte. Finalmente, por temores infundados de una invasión de Península por parte del Turco y para evitar otra guerra con los neerlandeses se planteó la Tregua de los Doce Años y se volvió a plantear el tema de la expulsión morisca. El cuatro de abril de 1609, el Consejo de Estado aceptó la expulsión y comenzó a estudiar el procedimiento para llevarla a cabo. La decisión se fundamentó en la razón de Estado, por el presunto peligro que suponía un posible apoyo morisco a una supuesta amenaza de invasión de España por los marroquíes con el auxilio de los holandeses. Se acusó de forma global a los moriscos de apostasía, que aunque estaban bautizados, se les acusaba de seguir fieles a la fe islámica a pesar de todos los esfuerzos para convertirlos.

D. Francisco Gómez de Sandoval, marqués de Denia y duque de Lerma, valido de Felipe III de España.                        

Se comenzaron los preparativos con todo sigilo, iniciando el proceso con los que vivieran a veinte leguas de la costa, que afectaba directamente a valencianos y andaluces; se puso en marcha un plan militar basado en las flotas de galeras del Mediterráneo, reforzada con infantería de Italia y apoyadas por los galeones del Atlántico. Pero a finales de julio se cambió el plan y se comenzó con la expulsión de los valencianos, seguidos de los castellanos. El cuatro de agosto en Segovia, Felipe III firma las instrucciones para los generales encargados de llevar a la práctica la decisión: Agustín Mexía y el marqués de Caracena, virrey de Valencia, ayudados por el arzobispo Ribera. Con el mayor secreto, los tres, en contacto con el Consejo de Estado fueron preparando la expulsión mientras las flotas se reunían en las islas Baleares, frente a las costas valencianas. La elaboración fue complicada; que hacer con los buenos cristianos, los niños, y los matrimonios mixtos. Los moriscos no podían escapar mediante una conversión religiosa puesto que estaban bautizados y la expulsión se basó en una condena de traición. Los niños menores de cuatro años se quedarían si los padres estaban de acuerdo, para ser educados en el cristianismo. Por indicación de Lerma, a los señores de los moriscos se les compensó de la pérdida de sus vasallos y trabajadores con la propiedad de los bienes de los moriscos (algunos historiadores dicen que fue Lerma el que como era “señor” de moriscos, por interés personal, impulsó y obligó a cumplir esa norma). La estrategia consistía, por una parte, en tener los preparativos tan avanzados que las negociaciones no pudieran impedir el embarque. Por otra, había que ganarse a las fuerzas vivas del Reino por medio del clientelismo, obra que debía hacer el virrey, y de la defensa de la fe, misión del arzobispo Ribera. El quince de septiembre, el Consejo de Estado se ratificó en su decisión de expulsar a los moriscos valencianos y castellanos. Se dio la orden que las galeras se reuniesen en Ibiza y de allí partieran a sus destinos.

Decreto de expulsión de Valencia a 22 de septiembre de 1609 y apareció el 29 de septiembre de 1609.

El decreto de expulsión de los moriscos de Valencia apareció el 29 de septiembre de 1609. La expulsión de los moriscos de Andalucía y Murcia se decretó el 9 de diciembre de 1609. En abril de 1610 la de aragoneses y catalanes; luego la de los de Castilla, La Mancha y Extremadura.

En fechas posteriores se fue informando a las instituciones y personalidades; el dieciocho de septiembre, Lerma informa al Consejo de Aragón de la orden de expulsión de los moriscos valencianos, y que fuera estudiando los problemas del censo sobre los bienes de los moriscos y la forma de repoblar la zona e informar al Rey. Al arzobispo de Zaragoza, virrey de Aragón, se le dijo el mismo día, informándole que la orden no afectaría a los moros aragoneses. Sólo se mantuvo la promesa siete meses. A pesar del secreto, en Valencia ya se sospechaba algo por lo que una comisión de moriscos salió para entrevistarse con el Rey. El 21 de septiembre mientras la comitiva se dirigía a ver al monarca, en Madrid, el virrey de Valencia entregaba a los nobles titulados, a los diputados del reino y a los jurados de Valencia las cartas reales con la decisión tomada, y el 22 lo hacía al estamento militar, que con quejas, pues veían la catástrofe laboral que se avecinaba para sus haciendas, aceptaron la decisión real. Finalmente, el 22 de septiembre se pregonó por las calles de Valencia el bando del marqués de Caracena. Cuando la embajada se entrevistó con Felipe III, el proceso de expulsión ya estaba en marcha. El bando muy elaborado, comenzaba con una exposición de motivos, basada en una carta real de cuatro de agosto, que resaltaba como ante las conspiraciones constantes de los moriscos, especialmente valencianos y castellanos y el inútil esfuerzo de su evangelización, se había decidido expulsar a Berbería a los del Reino de Valencia por apóstatas y traidores. También decía que bajo de pena de muerte, una vez publicado el bando en cada localidad, los moriscos quedarían recluidos en ella hasta que fueran conducidos a los puertos por los comisarios. Durante el embarque, se les abastecería, pero recomendándoles que llevaran lo que pudieran. Se les autorizaba a llevar los bienes que pudieran cargar, excepto pólvora. El resto de sus pertenencias quedaba para los señores y se amenazaba con pena de muerte a los vecinos de los lugares en que se escondieran o destruyeran lo que no pudiesen llevar. También se castigaría con seis años de galeras a quienes les ayudasen a ocultarse o huir.

Decreto de expulsión de los moriscos firmado por Felipe III en 1609.

Para tranquilizar a los moriscos se amenazaba a los cristianos viejos que les maltratasen y se ofrecía la posibilidad de que de cada expedición regresaran diez a informar a los demás del trato recibido durante el viaje. Por último se daba libertad a los que no quisiesen ir al norte de África para que fueran a otros reinos distintos de los españoles. Se había planeado el control militar del territorio valenciano por las flotas de guerra y los saldados traídos de Italia, junto con la movilización de las milicias territoriales. Se designaron comisarios, con la misión de dirigir el desplazamiento de las poblaciones moriscas de las demarcaciones del reino hacía uno de los puertos elegidos: Vinaroz en el norte, Denia y Alicante en el sur. El planteamiento era comenzar por los más cercanos a la costa, llevándolos lo más deprisa posible a los embarcaderos donde esperaban las escuadras reales, que realizaron tres viajes al norte de África entre principios de octubre y finales de noviembre. Aparte delos viajes en los navíos de guerra, los moriscos deseaban también embarcarse en buques mercantes, y para ello negociaron con las autoridades la posibilidad de concertar el traslado con los patrones, la mayoría franceses, para que los llevasen.

Las autoridades aceptaron rápidamente esas demandas, ya que así se aceleraba el proceso, y se liberaba a la administración y a la hacienda real del trabajo y gasto de proveer de naves para sacarles del reino, sin por ello renunciar a mantener el control de las naves. Esto permitió utilizar el puerto de Valencia al no tener que utilizar naves de guerra al ser un embarcadero muy abierto y sin protección alguna. Sorprendió a las autoridades la predisposición con que los moriscos acudieron a embarcarse. Sólo, avanzado el proceso, se produjeron sublevaciones en las sierras de Laguar (Alicante) y Cortes (Valencia), reprimidas con relativa facilidad y que no interrumpieron el ritmo de las salidas, aunque crearon un residuo de moriscos que costó bastante erradicar.

El comisario responsable de los desplazamientos en Castilla fue Bernardino de Velasco, conde de Salazar. En Valencia fue el maestre de campo Agustín Mejía, en Andalucía fue Juan de Mendoza, conde de San Germán, en Murcia fue Luis Fajardo, marqués de los Vélez. En 1608 los mismos moriscos de Valencia recurrieron a la ayuda marroquí; y en la primavera de 1609 fueron escuchados, porque el jerife de Fez acababa de ser vencido por el fanático sultán de Marraquech. Entonces, España para no ser cogida desprevenida, ataca, a través de una operación poderosamente organizada y ordenada. Fue la expulsión morisca en la que España perdió mucho menos de lo que se ha dicho. Algunos pueblos de labradores quedaron despoblados, algunas profesiones perdieron hábiles artesanos y los riegos perdieron muy poco con ello. La razón fue que los cristianos viejos cultivaban las fértiles huertas de regadío de las regiones de Valencia y Alicante, en su gran mayoría. A los moriscos, se les había asignado las malas tierras, las de secano, de la zona interior. La Inquisición tuvo su parte de culpa, como todo el país. La Inquisición también se quejó de las dramáticas consecuencias económicas de la expulsión morisca para la propia institución.

Embarque de moriscos en el puerto del Grao de Valencia, pintado en 1616 por Pere Oroming.

La expulsión decretada en 1609 por Felipe III, fue impulsada por Lerma, más que por el propio rey. Se podía haber resuelto por medios disuasorios. Distribuidos por las zonas agrícolas de Cataluña, Valencia, Murcia, Aragón y Andalucía, los moriscos eran buena parte del pueblo labrador. Los moriscos no aceptaron de buen grado su expulsión. El decreto se leyó por vez primera en las calles de Valencia, pero en Alicante estalló un movimiento de rebeldía mientras esperaban el embarque. La resistencia fue inútil. En Andalucía la expulsión se realizó sin dificultades, y el éxodo morisco ya había comenzado antes de hacerse público la decisión real.

Gracias a esta traumática medida, se calcula que un 30% de los moriscos expulsados fallecieron durante el trayecto o por resultas  del mismo (5), la Andalucía Bética y Castilla la Nueva, además de Extremadura, se vieron obligadas a acoger a este contingente de hambrientos y depauperados  moriscos, quienes  debieron  iniciar una  nueva vida  en estos lugares de acogida. El recibimiento con que se encontraron en los lugares establecidos varió mucho de unos lugares a otros; sin embargo, llama la atención que fuera precisamente en la Andalucía del Guadalquivir donde mejor acogida se les dispensó y donde, al parecer, mejor posición económica llegaron a alcanzar. Según las Relaciones de Luís Cabrera de Córdoba, la expulsión de 1610 se llevó a cabo de una manera muy rigurosa, afectando, al menos, en Sevilla y Córdoba  a “personas  muy  ricas  y con  oficios  muy  honrados” (6).

La expulsión de los moriscos de Gabriel Puig Roda, 1894. Museo de Bellas Artes de Castellón.

La comparación entre el reducido contingente de exiliados y la numerosa población mora primitiva de los territorios ocupados  durante el largo periodo de la Reconquista, nos lleva a pensar en los muchos mudéjares que debieron abrazar el cristianismo y mezclarse con  sus conquistadores hasta llegar a confundirse con ellos. La tolerancia  medieval los había captado y, de haberse  mantenido a través del tiempo aquel clima de convivencia, posiblemente la asimilación se habría hecho total. No sólo se habrían evitado los infinitos sufrimientos que padecieron aquellas gentes, sino que España, hasta cierto punto, habría escapado al empobrecimiento y la debilidad con que tan dolorosamente pagó por haberlos expulsado (7). 

Por  su parte, Márquez Villanueva  se pregunta  ¿cómo se llega a plantear una alternativa tan increíble como la de 1609? Tanto musulmanes como cristianos hispánicos estaban remisos  a dejar a un lado sus prejuicios para reconocer, por encima de criterios  religiosos, la integral españolidad del morisco, en cuanto punto de convergencia de sus tradiciones y circunstancias de absoluta  peculiaridad, sin paralelo en Occidente. “Su única definición histórica, y hasta  su única “patria”,  es la de un mudejarismo...”. Frente  a la tesis del fatídico  enfrentamiento,  hubo  una  época  en  que los españoles de ambas y hasta de las tres religiones se  trataban  familiarmente.  Todo  cambió  con  la  introducción  del  Santo Oficio, pues fue entonces cuando, abolida unilateral y violentamente la “solución  mudéjar”, surge el “problema  morisco” (8).

Epalza, por  otro lado, entiende  que, después  de los trabajos  de Márquez Villanueva y B. Vincent, está probado que el trágico final  representado por la expulsión no era necesario (9).

Desde los tiempos de recuperación de las villas y ciudades a lo largo de la Reconquista, en toda la Marca de Calatrava o Partido de Martos, fueron quedando residuos de población morisca en muchas de las poblaciones que la formaban, y como resulta lógico los mayores contingentes de moriscos residían en los núcleos de población, que eran cabeceras de la encomienda de Martos, y en las principales villas de la provincia, así la villa de Martos  tenía una población de 139 moriscos residentes ante de la llegada de los 90 nuevos moriscos asignados para esta población en fecha 31 de marzo de 1671; la villa de Porcuna albergaba una población morisca de 1340 y se le asignaron 60 más; Arjona tenía 72 residentes moriscos y se le asignaron 50 más, Lopera 62 y se le asignaron 40 moriscos  más, Torredonjimeno 58 y se le asignaron 55 más, Arjonilla 56 y se le asignaron 40 más, La Higuera (cerca de Arjona) 9 y se asignaron 10 más, y Santiago de Calatrava 2 residentes moriscos y se le asignaron 15 más.

Expulsión de moriscos granadinos a tierras de la corona de Castilla.

Las nuevas asignaciones de moriscos procedentes del antiguo Reino Nazarí, venían calculadas en función del número de familias castellanos viejos que existían como vecinos en cada localidad, y a partir de esa cifra de residentes cristianos viejos, se le asignaba un porcentaje de cristianos nuevos o moriscos para que se diluyeran entre la población autóctona y se fuese produciendo la mezcla de población, y así se fuesen integrando los moriscos, poco a poco, en las poblaciones con los años, con casamientos mixtos de cristianos viejos con moriscas jóvenes, o de moriscos (ricos) con cristianas viejas; por ello se pedía a las poblaciones el número de vecinos cristianos viejos o veterocristianos, y sobre esos residentes se asignaba el número de vecinos moriscos que les correspondía absorber en cada población, procurando que ese número no excediera en cantidad razonable,  para que entre los nuevos vecinos no se siguieran produciendo matrimonios internos o endogámicos que evitaran a la larga la mezcla de unos y otros vecinos.

La permanencia de la población islámica en los nuevos territorios conquistados por los cristianos, se produjo en las encomiendas andaluzas de la Marca de Calatrava desde los primeros instantes de la conquista cristiana de los territorios, tal como después ocurrió en Granada tras su toma en el año 1492.

En este sentido de la permanencia de moriscos tras las conquistas de los territorios por los reyes castellanos recordemos, por ejemplo, la ayuda que los guardas de frontera musulmanes prestaron a los cristianos, tras los territorios reconquistados para delimitar los términos de cada uno de los lugares y villas reconquistadas, como el caso que se dio en Lahiguera con la presencia del influyente Condestable de Castilla, Don Miguel Lucas de Iranzo en la delimitación de los términos de Lahiguera con Torredelcampo, Arjona y Fuerte del Rey. Colaboración de los musulmanes de frontera que se dio igualmente en Arjona, Alcaudete, Baena, etc. También a mediados del siglo XIII, el rey Fernando III, requirió sus servicios, como buenos conocedores de los nuevos términos de los concejos, cuando tras las conquistas éste comenzó a amojonar los recién conquistados términos de las encomiendas y concejos de los reinos de Jaén y Córdoba.

Condestable de Castilla, Don Miguel Lucas de Iranzo.

A este respecto tenemos que valorar muy positivamente para refrendar lo antedicho que en 1493 se realizó un registro de los bienes que la población musulmana tenía en las villas y lugares giennenses de la Orden de Calatrava (10).

Comprobada esta realidad histórica, entendemos que en todas las poblaciones de la Orden de Calatrava, hasta la sublevación de los moriscos en las Alpujarras en 1568, toda la zona de influencia de la citada Orden y en todas las tierras calatravas de Jaén se contaba con una población morisca estable aunque ésta no fuera muy numerosa. Población morisca o de cristianos nuevos que en las poblaciones estaba enmarcada en el llamado grupo de los no privilegiados de cada villa o lugar, pero que permanecían apegados a sus tierras, cultivos y propiedades. En realidad este grupo era el más numeroso, a pesar de ser un grupo de los no privilegiados, y se caracterizaba por la ausencia de privilegios de cualquier tipo, mientras eran acosados por los pagos de elevados tributos. Sobre esta sociedad morisca repercutía la posición de los nobles y eclesiásticos cristianos, con mayor o menor incidencia, porque en realidad ellos constituían con amplitud el estamento social privilegiado, tras las campañas de las conquistas en las que colaboraban muy activamente (11).

El grupo de los no privilegiados era bastante heterogéneo, ya que en este grupo quedaban integrados aparte de la población morisca, los labradores y artesanos, los jornaleros, criados, viudas, huérfanos, pobres de solemnidad y esclavos y mendigos; en una escala de más a menos.

Relaciones de vecindad entre los cristianos viejos y moriscos.

En el caso de Lahiguera, como en los demás lugares y villas calatravas, el grupo social cuyas condiciones de vida eran más extremas lo constituían los marginados, y dentro de este grupo los peor situados eran los esclavos. Esclavos de los que en ningún momento podemos calcular su número. En los registros parroquiales se detectan muchos casos de hijos bautizados de esclavas, sin que se diese nombre de padre conocido del nuevo bautizado, pudiéndose pensar con frecuencia que los hijos de las esclavas eran también hijos de su propio dueño, aunque los neófitos continuaban arrastrando la condición de esclavos. Los esclavos de Lahiguera eran mujeres dedicadas a las actividades domésticas, los esclavos jóvenes solían ser los hijos varones nacidos de las esclavas, que como una propiedad incrementaban la posesión y riqueza de su dueño.

Durante el siglo XVI el número de esclavos fue relativamente numeroso, como se observa en los libros de bautismos de las parroquias.

Hay que interpretar que entre los esclavos de este tiempo había algunos moriscos que habían sido hechos cautivos en los años finales de la Reconquista, aunque también se han podido localizar la presencia de moriscos hechos esclavos tras la sublevación morisca de la Alpujarra en el año 1568, que comentamos ahora.

Como cosa propia de la época, el tráfico de esclavos moriscos era una actividad habitual en la Alta Andalucía, aunque el principal comercio esclavista se realizaba con esclavos norteafricanos procedentes de la llamada zona de Berbería, que equivale a lo que hoy son los estados de Marruecos, Argelia y Túnez, y era llevado a cabo por portugueses y españoles en actos bélicos e incursiones por su territorio (12).

La compra de una esclava, obra de Jean León Gérôme.

Destacaba el mercado de esclavos de Sevilla, aunque también eran importantes los mercados de Córdoba, Granada, Baeza y Úbeda, todos ellos relativamente cercanos a las posesiones de los calatravos en la amplia zona del poder de la Orden de Calatrava en la Marca de Martos. Eran unos mercados en los que la manumisión era una forma de obtener una mayor rentabilidad del dinero invertido en el esclavo, especialmente cuando se aprovechaba la compra de los que presentaban problemas al ser vendidos y que por consiguiente se conseguían a precio de saldo. Ese fue el caso  de Alonso Pérez Hurtado, quien a finales del siglo XVI, en nombre de dos vecinos de Porcuna, rescató por el precio de 60 ducados  a un morisco de 30 años; “el qual por cierto delito fue preso y tiene cárcel perpetua por los señores inquisidores desta ciudad y la culpa fue conmutada” (13).  

Muchos de los moriscos llegaron en condición de esclavos a las villas y lugares de las poblaciones, que formaban el Partido de Andalucía de la Orden de Calatrava, tras ser capturados en la rebelión de las Alpujarras, y otros llegaron a estos lugares, con el objetivo de  ser dispersados por orden de la corona (Felipe II); una medida de dispersión de la población morisca, a consecuencia de dicha rebelión. Ambas circunstancias influyeron en el incremento demográfico de la población de la zona de influencia de toda la Marca de Martos, de modo que no se produjo la interrupción del crecimiento poblacional en el siglo XVI, a pesar de las epidemias sufridas, con lo que el nuevo avecinamiento de los esclavos a finales de 1570 de parte de los 1.515 moriscos, que correspondieron al Partido de Martos o Partido de Andalucía de la Orden de Calatrava, procedentes de la Alpujarra granadina después de la rebelión del año 1568, quienes incrementaron la natalidad, contando también con el rebrote que suele acontecer en la natalidad en poblaciones donde había pasado ya el periodo de la epidemia. Algunos de los moriscos repartidos del contingente citado eran procedentes de poblaciones cercanas a la capital granadina, como son Churriana de la Vega, Ogijares y Otura (14).

La expulsión de los moriscos, 1609. Rebelión y consecuencias.


https://www.youtube.com/watch?v=sb9WKRza8Ks

En la primavera del año 1571 se proyectó una distribución de esclavos moriscos por villas y lugares del Partido de Andalucía de la Orden de Calatrava. Se proyectó distribuir 500 moriscos más entre Arjona, Lahiguera, Arjonilla, Torredonjimeno, Santiago de Calatrava, Sabiote…etc. (15).

Para confirmar la asignación de moriscos que debían repartirse en  los núcleos de población que constituían la llamada Marca de Martos, nos conviene reseñar la comunicación del alcalde mayor del Campo de Calatrava en el partido de Andalucía, quien  informaba a fecha 31 de marzo de 1571 de la presencia de 1.515  cristianos  nuevos  entre  sus  jurisdicciones  y  proponiendo  que se repartieran en las dichas villas y lugares y centros de señorío ,quinientas personas, en las localidades que solían ser de la dicha orden de Calatrava. La propuesta se hizo de esta manera:

Número de moriscos que debían quedar en Jaén

Localidad              Número de moriscos a quedar

Arjona                                                                    50

Lugar de Santiago                                               15

Porcuna                                                                 60

Torredonjimeno                                                   55

La Higuera, cerca de Arjona                            10

La Higuera de Martos                                        18

Lopera                                                                    40

Arjonilla                                                                 40

Jamilena                                                                  4

Bélmez, El Álamo, Doñarama,  Peñaroa y Sierra de Gata, que todos cincos lugares son de la dicha orden                           20

Martos                                                                    90

Sabiote, que es de doña María de Mendoza   25

Canena, que es de la dicha doña María          16

Jimena, que es de la dicha doña María           17

Villafranca, que es del marqués de Priego     40

Total                                                                      500

Fuente: Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla (en varios legajos)

Según López Molina, en el caso de la villa de Martos, gran parte de los 90 de la población morisca asignada, se ubicó en el barrio del Baluarte, instalando sus viviendas junto a las antiguas murallas de la población en el entorno del templo de Nuestra Señora de la Villa; otros moriscos se instalaron en la calle Llana, en la calle del Corral del Concejo y en la Huerta Palacio. Entre sus dedicaciones la mayoría de esta población morisca trabajaba en las labores del campo, y lo hacían por lo general en régimen de arrendamiento de las tierras que cultivaban, aunque también se dieron algunas excepciones de moriscos que eran medianos propietarios de las tierras de su labranza. También había moriscos que eran trabajadores por cuenta propia, y sus oficios cubrían el espectro laboral que correspondía a una población de esas dimensiones, como hortelanos, carpinteros, pequeños comerciantes, etc. Los niños y las jóvenes adolescentes moriscas trabajaban como criadas y esclavas (16).

 Al igual que hiciera el corregidor de Jaén, la orden proponía que el resto se repartiese de la siguiente manera:

Destino planteado para los moriscos giennenses expulsados

Localidad                                               Número de moriscos a quedar

Puebla de Montalbán y su tierra                                                     130

Ducado de Escalona                                                                           300

Maqueda y su tierra                                                                           120

Torrijos                                                                                                   40

Cebolla                                                                                                     15

Galves y Jumila                                                                                    40

Caudilla                                                                                                     3

Barzienze                                                                                                  5

Villaseca y Villaluenga                                                                        30

Huecas                                                                                                       5

Monbestián y su tierra                                                                        80

Madrigal                                                                                                 30

Olmedo                                                                                                    59

Coca, Alaejo, Castrejón y Valdefuentes                                           80

Medina del Campo                                                                                37

Tordesillas                                                                                               41

Total                                                                                                      1015

Fuente: Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla (varios legajos)

En la primera relación del número de moriscos que debían quedar en Jaén tenemos entre todas las poblaciones un total de 500, asignándosele a “La Higuera, cerca de Arjona” la cantidad de diez moriscos.

En la siguiente relación el alcalde mayor del Campo de Calatrava y el Corregidor de Jaén, Per  Afán  de  Rivera, planificaron el destino de los restantes 1.015 que debían ser dirigidos a las poblaciones castellanas que se relacionan hasta completar la cantidad de los 1515 moriscos.

Grupo familiar de la comunidad morisca.

La comunidad morisca o de los llamados cristianos nuevos, era una comunidad de relativa importancia en dicho territorio de la Marca de Calatrava. Un territorio que comprendía desde finales  del siglo XV las villas y lugares de: Martos, Jamilena, Torredonjimeno, Higuera de Calatrava, Fuensanta, Porcuna, Lopera, Arjona, Arjonilla, Lahiguera, Sabiote, Canena, Jimena y Torres.  

Con lo  que  respecta  al  reino  de  Jaén, no sería hasta enero de 1571 cuando se comenzase a tener las primeras cifras sobre el alistamiento de moriscos en su territorio. El día 16 de dicho mes se informaba que:

”...a  esta  ciudad  habrá  que  se  han  enviado  así  de  Granada,  como de Guadix, y  el  Alpujarra,  y  Ronda  y  su  tierra,  más  de  trescientos  moriscos  y  sus mujeres e hijos, y en el término de esta ciudad hay muchas huertas, y copia de carpinteros,  y  zapateros,  y  herreros,  y  otros  oficios,  y  parece  que  en  cada parroquia de los de esta ciudad y cómodamente se podrían entretener hasta seis casas de moriscos, y los demás se podrán  repartir  en  los  lugares  de  suso nombrados  aunque  parece  que  al  servicio  de  Vuestra  Majestad  y  seguridad  de este  reino  de  Granada  convendría  que  los  demás  moriscos  que  en  esta  ciudad hay se metiesen la tierra adentro y se dividiesen bien en los lugares para que no se pudiesen juntar en ningún tiempo...”(17).

El corregidor de Jaén anotaba que el número total de casas de cristianos nuevos alistados en aquella capital andaluza, con sus mujeres e hijos, superaba ya con creces las trescientas, es decir, un centenar más con respecto a las 200 de aquella primera columna que llegase en julio de 1569. Este dato confirma, además, la doble sospecha que esbozase en aquel momento: por un lado,  que  la  petición  de  avecindamiento  conservada  en  las  actas  capitulares  hacían referencia a los cabeza de familia; por el otro, que  la  llegada de cristianos nuevos a la capital giennense fue una  constante,  un  goteo  incesante  de  considerables proporciones que se tradujo como acabamos de ver en la llegada de más de un centenar de familias en poco más de un año. Desafortunadamente,   los detalles numéricos para la ciudad giennense son paupérrimos (18).

El corregidor,  Per Afán de Rivera, centró sus esfuerzos en  transmitir el número total de vecinos, incluidos cristianos viejos, de cada una de las parroquias que conformaban  Jaén  y  su  tierra,  sin  especificar  el  número  de  moriscos  alistados  en  cada una de ellas. Una manera un tanto peculiar de cumplir la orden que se le encomendaba, aunque parecer ser que fue un proceder muy  común  entre sus homólogos castellanos como ya reseñara Henry Lapeyre: Las respuestas fueron dadas en marzo y abril de 1571. Son éstas  muy interesantes, pero el conjunto presenta el defecto habitual de las estadísticas del siglo XVI, la falta de uniformidad. Los  corregidores no respondían siempre a todas las preguntas.  Particularmente  pocos  se  arriesgaban  a  decir  cuántos moriscos habían partido, lo cual era casi imposible de saber (19).

Áreas de poblamiento morisco de menor a mayor según Henry Lapeyre.

Así contamos al menos con la cifra total de moriscos, que debían de quedarse en opinión del concejo y su  propuesta de repartir fuera  de aquel reino  a centenares  de  éstos.  Con  todo,  las  pesquisas  de  Per  Afán  de  Rivera  seguían  siendo, cuando  menos,  imprecisas,  puesto  que  en  la  relación  remitida  el  16  de  enero  de  1571, vista y sacada en Madrid el 29, aparece la relación de las colaciones capitalinas y de las villas correspondientes a su tierra con una serie de anotaciones numéricas en el margen izquierdo que, supuestamente, debían de corresponder al número definitivo de casas de moriscos que habrían de quedarse (y expuestos   correlativamente  según iban apareciendo las localidades en el cuerpo del texto). Sin embargo, en otro documento de Cámara  de  Castilla  en  el  que  se  resumen  los  datos  de  dos  relaciones  que  el citado corregidor Per Afán de Rivera y su  teniente,  el  licenciado  Zarzosa, remitieron a la Corte a  principios  y mediados  de  marzo  de aquel año 1571, no aparecen algunas  de  las  villas  mencionadas  en  la pesquisa de enero. Veamos la siguiente relación porque nos será mucho más aclaratoria la propuesta. 

Propuesta del corregidor de Jaén sobre el número de moriscos que debían de quedarse en Jaén y su tierra y la ciudad de Andújar

Localidad       Número de vecinos cristianos viejos    Moriscos que deben quedar

Jaén                                   5830                                          270

Torredelcampo                 400                                            20

Mengíbar *                        250                                             18

Villargordo                        108                                              8

Fuente del Rey *                  41                                              5

Los Villares *                       60                                           30

La Mancha                        600                                           20

Valdepeñas                        300                                           20

Pegalajar *                        350                                            12

El Campillo *                     200                                           25

Cazalilla                             500                                           22

Cambil *                             400                                           30

La Guardia                        600                                           20

Villardompardo y Escañuela  200                                        20

Andújar                                  -                                            65

Villanueva de Andújar        -                                           20

Marmolejo                             -                                            15

TOTAL:                                                                             620

Fuente: Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, legajos 2159 y 2162

Las villas señaladas con un asterisco (Mengíbar, Fuente del Rey, Los Villares, Pegalajar, El Campillo, y Cambil) son las que aparecen en la relación de enero pero  no  en  las  posteriores  de  marzo.  Cabría  pensar  en  la  eventualidad  de  que reconsiderasen  la posibilidad de no alojar algunas familias en aquellas  localidades por diversas y desconocidas causas, aunque la realidad con el paso del tiempo es que sí se produjo un alistamiento de cristianos nuevos en todas y cada una de ellas, especialmente en Cambil (20). 

La expulsión de los Moriscos - Documental y debate (Cultural-es TVE)


https://www.youtube.com/watch?v=3OFlL4HqZws

Sea como fuere, lo significativo es que el corregidor de Jaén adoptó una posición idéntica a la de su colega y homólogo  cordobés, que era la de controlar y disminuir el excesivo número de moriscos  avecindados en su jurisdicción. Y lo consiguió, ya que el rey accedió  a que  se  repartiesen cuatrocientas  personas  en  la  dicha  ciudad  de  Jaén  y lugares  de  su  tierra,  y  otras  cien  en  la  de  Andújar.  El  resto,  habían  de  sacarse  de  la siguiente manera:

“Y los  mil y cuatrocientos  restantes se han de llevar y repartir en  las partes y lugares que adelante se dirá conforme a la orden que Su Majestad envía a mandar que se tenga:

En Arévalo y su tierra, doscientos de más de lo que hay. Los  cuales  se han de entregar al  corregidor de ella para que los reparta en la  dicha villa y otros lugares de su distrito que se le envían por memoria.

En el principado de Asturias de Oviedo mil doscientos, los cuales se han de  entregar  al  corregidor  de  él  para  que  los  haga  repartir  por los  lugares del dicho principado como Su Majestad le envía a mandar que lo haga” (21).

Se atendía de esta manera a la súplica que hiciera el licenciado  Zarzosa en la relación de 16 de marzo:

“El teniente corregidor de Jaén a 16 de marzo

Que en aquella ciudad y su tierra hay 1500 moriscos

Que en la de Andújar habrá 400

Que todos son muchos y conviene que se repartan por menudo luego” (22).

Parece ser que en Andújar el mestizaje estaba muy extendido, si hemos de creer a un embajador marroquí que pasó por allá en 1690-1691: “De los moradores de Andújar asegura descienden en gran parte de los abencerrajes que, perseguidos por Muley Hacen, huyeron a tierra de cristianos y abrazaron su fe. De ellos desciende gran parte de la nobleza de dicha ciudad; pero mientras algunos de ellos reivindican con orgullo tal ascendencia, otros la repudian y se pretenden originarios de las montañas de Navarra” (23).

Sea esto cierto o no, es sabido que una parte de la antigua nobleza y Casa real nazaríes sobrevivieron cristianizadas en la España Moderna (24).

Desplazamiento de parte de la comunidad morisca por tierras de Jaén.

Como correspondería a su estatus y volumen de población, serán las ciudades de Jaén y Andújar las que tendrían que absorber buena parte del contingente que debía de quedarse en el reino de Jaén. En la capital giennense, la ratio quedaría de 1 morisco por cada 86 cristianos viejos. Unas cifras muy similares a las de  Córdoba.  El caso más llamativo quizás sea el de Los Villares donde se debían de asentar 30 moriscos, uno por cada  8 cristianos viejos. El resto ambularía entre una amplia horquilla de 1 cristiano nuevo por cada 30 a 80 cristianos viejos o veterocristianos, poco más o menos (25). 

El doctor Ruiz de Velasco, corregidor para las ciudades de Úbeda y Baeza y sus tierras,  sí que cumpliría, por su parte, su labor de  manera  eficiente  y  descriptiva. Veámoslo:

Número de vecinos cristianos viejos y moriscos en Úbeda y Baeza

ÚBEDA

Parroquia/Otros                      Nº cristianos Viejos  Casas moriscas  Nº moriscos

Santa María                                 442                        32                 139

San Nicolás                                   584                          5                   44

San Isidro                                   1.180                        15                   79

San Pablo                                      400                         4                   22

Santo Domingo                            180                          2                   11

S. Juan Evangelista                     131                          0                    0

San Millán                                    303                          6                   25

San Pedro                                      180                          9                   31

San Lorenzo                                 288                          4                   24

San Juan Bautista                        171                          5                   19

Santo Tomás                                  170                          2                  24

Quesada                                      1.000                           -                  20

Torreperogil                                  400                          4                   11

Cabra                                               150                          0                    0

TOTAL                                           5579                        88               449

BAEZA

Parroquia/Otros              Nº cristianos Viejos    Casas moriscas    Nº moriscos

Alcázar                                         100                           7                       -

San Miguel                                   167                        36                        -

San Pedro                                      70                           2                        -

Santa María                               180                          27                       -

San Juan                                      170                           2                        -

Santa Cruz                                  164                          33                        -

San Pablo                                    912                          65                        -

San Marcos                                466                            5                        -

San Andrés                               1275                           17                        -

El Salvador                                914                          34                         -

San Vicente                                314                           21                         -

Rus                                              223                             0                         0

Vilches                                        375                           21                          -

Baños                                         327                             4                           -

Begíjar                                      333                            26                          -

Lupió                                           64                              0                          0

Ibros                                          366                              0                          0

Linares                                  1.000                            50

TOTAL                                    7420                           371                           -

Fuente: Archivo General de Simancas  (varios legajos)

Como  puede  comprobarse, las  cifras  son  casi asombrosas. En  el caso de la ciudad ubetense, se estimaba una población  morisca  superior a las cuatrocientas personas, es decir, el 10,4% de la población total de aquella localidad. Por parroquias, cabe destacar las de Santa María y la de San Isidro con un 33,25% y un 18,9%, respectivamente, de cristianos nuevos.  Es  decir,  más  de  la mitad  de la población morisca se encontraba ubicada en aquellas colaciones.  Si  sorprendentes  resultan  las  cifras  para  Úbeda,  el  caso de Baeza puede calificarse de descomunal. Para una  población  total  estimada en  4.732  habitantes,  el censo  elaborado  cifró en 270 las casas de moriscos alistados en la ciudad baezana. Podríamos  estar hablando,  a grosso  modo,  de cerca de 1.000 moriscos los avecindados en esta localidad giennense. Doblando el número de su vecina Úbeda y muy parecida a la cifra de Jaén  capital.  Estamos  hablando  de  que  más  de  una  quinta  parte  de  la población, dado que el 22,8% de su población estaba  conformada por moriscos.  La parroquia de San Pablo destacaría  sobre  todas  las  demás  con  65  casas,  casi  el  25%  del  total.  Del  resto  cabe destacar las localidades de Begíjar y Vilches con un  31,2% y un 22,4% respectivamente de población morisca en sus localidades. Por su parte, Linares aproximadamente contaría con unos 200  moriscos  (unas 50 casas) que vendrían a significar otro  20% del total de su población. Reiteramos que con estas cifras resultaba mucho más difícil minar la estructura social de aquella  comunidad desterrada, que lejos de debilitarse se terminó  reforzando,  más si cabe, sus lazos de solidaridad interna en su exilio. Apoyados, como podemos observar, en un número lo suficientemente  importante  como  para  garantizar las relaciones  socioeconómicas de aquella minoría. Si ya de por sí era inusual encontrar matrimonios mixtos, por  ejemplo,  entre  cristianos  viejos y moriscas  o  viceversa (26).

Grupo de árabes en oración.
Nos preguntamos por ello si ¿acaso  este gran número de moriscos no les garantizaba la posibilidad de propiciar una endogamia comunitaria brutal, sin necesidad de mezclarse con los otros habitantes de sus poblaciones?

La cifra definitiva de moriscos asentados a lo largo y ancho de los reinos de Córdoba y Jaén seguiría moldeándose a lo largo de aquel año de 1571, si bien ya con insignificantes variaciones numéricas.

Desconocemos por qué los planes de los corregidores acerca de la expulsión de miles de moriscos de estos reinos, aprobados además por la Corte, no se llevaron a cabo plenamente, o no al menos eficazmente. Gran número de aquellos evitaron su salida, otros muchos retornaron clandestinamente a sus lugares de origen, algunos consiguieron cédulas reales para retornar a estos reinos colindantes de Granada. Todo ello, además, auspiciado por una grave descoordinación entre las autoridades competentes para ejecutarlas, la macrocefalia de un sistema burocrático con competencias no delimitadas y no pocos enfrentamientos por las jurisdicciones de los asuntos, unido todo a la desidia mostrada especialmente por las autoridades municipales para resolver aquella cuestión, que según transcurría el tiempo además, evidenciaba dos realidades: la supuesta peligrosidad de aquella comunidad se difuminaba, y la victoria cristiana en Lepanto calmaría a la sociedad cristiana y provocaría desesperanza entre la población rebelde morisca, y la economía de la ciudad, especialmente las rentas municipales, comenzaban a disfrutar de las virtudes que suponía la permanencia de aquella comunidad, más allá de prejuicios sociales y religiosos que, por supuesto, no escaseaban (27).

Traslado de moriscos desde el antiguo reino de Granada a los antiguos reinos de Jaén y Córdoba.

Por lo que respecta a la llegada de los moriscos granadinos a los antiguos reinos de Jaén y Córdoba, pronto se tendrían noticias de estas columnas de desterrados en sus respectivos territorios. Una cuestión lógica, por otra parte, si tenemos en cuenta la cercanía geográfica de estos antiguos reinos con la capital granadina y el antiguo reino Nazarí. En el caso del cabildo giennense, el 3 de julio de 1569 se personaba en el Ayuntamiento Juan de Burgos, alguacil de la comisión real de la Audiencia de Granada, quien entregaba al escribano del concejo una provisión real de Su Majestad a la que había que dar lectura de manera urgente:

“A todos los Corregidores, Asistentes, Gobernadores, Alcaldes y otros jueces y Justicias de todas las ciudades, villas y lugares de nuestros reinos y señoríos, a cada uno y cualquiera de vos en vuestros lugares y jurisdicción a quien en esta nuestra carta fuere mostrada, salud y gracia. Bien sabéis el rebelión y levantamiento que algunos de los moriscos del Reino de Granada han hecho en deservicio de Dios y nuestro contra fidelidad y lealtad que como súbditos y naturales nos deben. Para pacificación de lo cual, enviamos a la ciudad de Granada al Ilustrísimo Don Juan de Austria, nuestro muy caro y amado hermano, al cual ha parecido para el bien, pacificación y quietud de la dicha ciudad y su reino, todos los moriscos que vivían en el Albaicín, Alcazaba y Antequeruela de ella que fuesen de edad de desde catorce hasta sesenta años saliesen de ella. Y para que por ahora no viviesen en la dicha ciudad ni en ningún lugar de su reino y para que con seguridad lo pudiesen cumplir, los recibió debajo de nuestro amparo y seguro real. Y, así, acordamos y mandamos que se hiciese. Los cuales os enviamos para que se avecinden y vivan en esos lugares en cada uno de ellos los que con más comodidad puedan vivir. Y os mandamos que los recibáis y los hagáis repartir y avecindar y vivir y morar por la orden y forma de la instrucción que con ésta va. Y les haréis dar casas en que vivan y todas las cosas de que tuviesen necesidad por sus dineros precios convenibles, como entre vosotros valieren, sin lo más encarecer. Y no consentiréis ni daréis lugar a que ningunas personas les hagan mal ni daño en sus personas ni bienes de hecho ni de palabra contra razón y derecho hay como no deban, pues, como es dicho, están debajo de nuestro amparo y seguro real. Y en las cosas se le ofrecieren en cualquier manera, les haréis justicia igualmente que a los demás vecinos de esos lugares. Y llegados y avecinados haréis que los curas de las iglesias donde vivieren los empadronen, para que los domingos y fiestas vayan a oír misa y por ellos puedan llamar y entender los que faltaren. Y, asimismo, les haréis guardar y cumplir nuestras leyes y pragmáticas así para que no puedan tener ni traer armas ofensivas ni defensivas, como en lo que toca al hábito, lenguas y bodas. Y todo lo demás que les está mandado guardar y cumplir en la dicha ciudad de Granada, procediendo contra los que no las guarden o cumplieren, conforme a las dichas leyes y pragmáticas, los cuales queremos que tengan fuerza y vigor, así en los dichos lugares, como lo tenían en el dicho Reino de Granada, para donde se hicieron. Y de todos tendréis particular cuidado y de damos cuenta de cómo se hace y se cumple, así de los que faltaren y se ausentaren de esos lugares, para que cerca de ello se provea lo que más convenga al servicio de Dios y nuestro. Y si las personas que los llevaren, tuvieran necesidad para su guarda de favor y ayuda o gente, bagajes y otras cosas, se lo daréis como lo pidieren y cumpliréis lo que de nuestra parte se ordenare, so las penas de que nuestra parte os pusieren, las cuales ponemos y habemos por puesta y por condenados en ellos, los contrario haciendo. Y no hagades ende al, so pena de la nuestra merced y de doscientos mil maravedíes para la nuestra cámara. So la cual, la mandamos a cualquier escribano público que para esto fuera llamado, dé testimonio signado, porque nos sepamos cómo se cumple nuestro mandado. Dada en Granada, a veintiocho días del mes de junio de mil quinientos sesenta y nueve años. Yo, Hernando de Castro, secretario de cámara de su Majestad, la hice escribir por su mandado” (28).

El asombro de todos los capitulares presentes durante la lectura de la Provisión Real daría paso rápidamente a la incredulidad y a la aparición de suspicacias ante tan sorprendente petición. No podían entender cómo se había tomado una medida tan aventurada con aquella nación de traidores cuando Jaén se encontraba a apenas 100 kilómetros de la capital granadina, es decir, a cuatro o cinco jornadas de marcha. Pero la disposición era firme: que se avecinden y vivan en esos lugares en cada uno de ellos los que con más comodidad puedan vivir.

Dicho y hecho. Tres días después, el 6 de julio, se recibiría en el Cabildo municipal la primera petición formal de: 

“Los moriscos que dé y uso firmamos nuestros nombres que nos traen a esta ciudad por orden de su majestad, suplicamos a vuestra señoría nos reciban por vecinos, para que seamos habidos por tales, y se guarde con nosotros lo que con los demás vecinos de esta ciudad, y en ello se administrará justicia y recibiremos merced” (29). 

Expulsión de los moriscos de España entre los años 1546 y 1647.

En la solicitud, encabezada por el carpintero Francisco de Molina, aparece el nombre de 196 moriscos. El documento contiene una serie de particularidades que merecen ser atendidas antes de continuar. Por un lado, no se consigna a ninguna mujer. Son todos varones, algunos con parentesco, como Miguel, hijo de Francisco de Herrera, tejedor, o Lorenzo, hijo del zapatero Alonso de Toledo. Siendo conscientes de que estas primeras columnas de expulsados fueron, en su mayoría, moriscos de paces, dudo que se segregasen a las familias antes de su salida de la ciudad de Granada. Más bien pensamos que se presentaron ante el cabildo giennense como cabezas de familia en representación de ellos mismos y de sus deudos. Esta cantidad de 196 moriscos varones podían representar a los cabezas de familia, si lo comparamos tal cantidad con el número de cristianos nuevos que se instalaron al mismo tiempo en Córdoba, que fueron en torno a 1.000. Si multiplicamos el número total de 196 por una media de 4 personas por familia, obtenemos una cifra coherente de 800 moriscos, aproximadamente, que serían posiblemente los avecindados en Jaén. Quizá tampoco haya que darle mayor importancia. En otro orden, no deja de ser menos curioso que en él se detallen los oficios de prácticamente la mayoría de los moriscos registrados. Una tercera singularidad podría ser el de los nombres de los cristianos nuevos. O más bien el de sus apellidos y cognomen. Una muestra más, si cabía, para que los cristianos viejos mantuviesen en baja estima la capacidad de integración de la que estaban dispuestos a hacer gala la minoría morisca en su camino hacia la integración y la aculturación en su ideario cristiano. Los Nazar, Alfaiye, Ahalayle, Taybani, o los Diego de Molina, el fozai, Miguel de Mendoza, el balagali… son tan solo una pequeña muestra.

Por su parte, al cabildo giennense tan sólo le restaba aceptar aquella petición tras la orden expresa del rey:

“E, vista la dicha petición por los dichos señores, dijeron que recibían y recibieron por vecinos de esta ciudad a todos los susodichos, según y cómo por su Majestad está mandado, con que guarden y cumplan las leyes y premáticas de estos reinos, sin perjuicio del derecho de los arrendadores y de otra cualquier persona, y que den fianzas”.

El goteo de llegada de cristianos nuevos debió ser constante, como muestra la petición al concejo municipal de Lorenzo el Çudende y Miguel Zica, quienes el 15 de julio solicitaron ser avecindados en la ciudad. Súplica que fue aprobada siempre y cuando diesen fianzas y se obliguen en forma (30).

Aún con todo, la llegada ilegal, sin licencia, de numerosos moriscos debió de ser igualmente preocupante, y supuestamente una grave amenaza. Tanto, como para que el cabildo acordarse en enero de 1570 que ningún vecino de Jaén recibiese a moriscos fuera de los que ya estaban avecindados. Para darle mayor tremendismo a la decisión adoptada por los capitulares, se hacía hincapié en que la pena por cobijar clandestinamente a cualquier individuo de la minoría podría conllevar desde la pérdida de los bienes hasta la pena de muerte (31). 

Documentos de la Inquisición para controlar a los moriscos que permanecieron.
 
Con todo, no debió ser suficiente ya que pocas semanas después, a principios de febrero, el propio corregidor de Jaén, Per Afán de Rivera, tomaría cartas en el asunto al ordenar a todos los jurados de la ciudad que hiciesen una lista de los moriscos avecindados en cada una de las parroquias, con el objetivo último de conocer el número exacto de cristianos nuevos que moraban en la capital (32).

Todas estas decisiones precipitadas barruntaban ya un proceso que terminaría siendo imparable: el asentamiento de miles de cristianos nuevos en la ciudad giennense.

Tras de las expulsión de los moriscos de 1609, la población morisca en las tierras calatravas de Martos superaba el medio millar de personas, siendo su distribución algo desigual (33). 

El Castillo de Martos, levantado en el siglo XIV por la Orden de Calatrava.

https://www.youtube.com/watch?v=9TVt4I5uLcA

Según un informe exhaustivo realizado por el gobernador calatravo del Partido de Martos, D. Antonio de Castejón, que fue remitido en fecha 25 de febrero de 1610 al rey Felipe III, realizado poco antes de la expulsión definitiva de los moriscos o cristianos nuevos del reino de España, estos declararon los bienes raíces de los que eran propietarios (34).

Según Aranda Doncel, en el caso de la villa de Martos las aproximadamente 40 familias moriscas que la habitaban poseían bienes de naturaleza diversa; así los moriscos urbanos estaban en posesión de doce casas y un molino aceitero con dos vigas de presión y entre los habitantes del campo o rústicos sumaban entre todos cuarenta fanegas  de tierras de labor, que estaban repartidas en once hazas con cultivos que abarcaban desde el olivar y viñedo hasta el cereal.

En la cercana Porcuna los moriscos o cristianos nuevos en ella avecindados eran propietarios de nueve casas, de las que siete estaban ubicadas en el casco urbano de Porcuna y otras dos en las localidades de Cambil y Arjonilla, además eran propietarios de ciento dieciséis fanegas de tierra de labor, repartidas en diez parcelas. En este caso la distribución de la propiedad tenía grandes contrastes, ya que mientras a la mayoría de los moriscos le correspondía una casa y un pequeño pedazo de tierra, el vecino morisco de la villa Miguel Hernández era propietario de dos casas, catorce aranzadas de olivos y ochenta y seis fanegas  de tierras dedicadas al cultivo de los cereales.

En Santiago de Calatrava el inventario realizado para su informe por el gobernador calatravo, registraba la presencia de dos hermanos moriscos que eran propietarios de dieciocho fanegas de tierra y un majuelo (35).

Moriscos de Granada, grabado de Joris Hoefnage3l (1564).

En Torredonjimeno, los moriscos residentes en la villa formaban un pequeño grupo, que estaba integrado por diecisiete familias aproximadamente. De ellas solamente un 40% contaba con bienes inmuebles de carácter urbano y rústico, estos bienes consistían en seis casas, nueve aranzadas de viña repartidas en cuatro majuelos y un olivar con noventa estacas, sin que existiesen como propiedades tierras de labor. Las posesiones del resto de los moriscos de Torredonjimeno, con la excepción de uno se limitaban a una vivienda propia (36).

En la villa de Torredonjimeno se cree que la población morisca no protagonizó ningún conato de enfrentamiento grave ni problemas de tipo religioso, en el año 1609 con motivo de la expulsión de los moriscos en todo el territorio del Reino de España, sucesos que sí tuvieron lugar a raíz de los levantamientos moriscos en todo el levante valenciano, así lo muestra la documentación criminal e inquisitorial de la Audiencia de Granada, en la que no se halla ninguna causa importante a este respecto. En tal caso cabe pensar que la minoría morisca de esta zona del Partido de Martos vivió hasta llegado el momento de la expulsión sin ser molestada y sin tener problemas de convivencia importantes con los vecinos de las villas y lugares (37).

La expulsión de los moriscos de nuestras villas supuso en muchos casos un varapalo importante en el aspecto demográfico, y hasta económico, pues la población descendió bruscamente  y con ello la natalidad de las villas y lugares. En el plano de la economía local de las poblaciones también quedaron resentidos los tributos, al haber muchos moriscos  que trabajaban la tierra y estas quedaban desatendidas con la expulsión.

Molinero morisco y su mujer trabajando. Miniatura de un manuscrito árabe del siglo XVI. Biblioteca de El Escorial.

Los  mayores daños producidos con la expulsión fueron para la agricultura y los oficios manuales. Eran los únicos que cultivaban el campo español (con excepción de las tierras de riego), porque la población cristiana útil había disminuido mucho, sobre todo en los campos. La razón estaba en que el trabajo en el campo era muy duro y los oficios humildes normalmente los hacían los moriscos, pues los cristianos se dedicaban a casar sólo a algunos de sus hijos, los demás entraban en la Iglesia; otros entraban en el ejército, emigraban a América, eran servidores de la nobleza, se dedicaban a oficios urbanos o en la burocracia. Los españoles preferían otro tipo de trabajo menos duro, conquistando en América y mirando con desprecio los oficios mecánicos. A comienzos del siglo XVI se insistía en la limpieza de sangre y hasta en la “limpieza de oficio” para la entrada en determinados gremios (los moriscos no podían ser oficiales, aprendices ni maestros en ningún gremio). Los oficios de los moriscos no agricultores eran los de calderero, herrero, alpargatero, jabonero, tejedor, sastre, soguero, espartero, ollero, zapatero y revendedores, trabajaron en el curtido y trabajo de pieles, como carpinteros y ceramistas. También como artificieros, arrieros, transporte de animales de carga, transporte fluvial (en el Ebro).

El analfabetismo era algo mayor que el de los cristianos viejos, pero eso no impidió que hubiera escribanos, médicos o físicos, curanderos y boticarios, a pesar de las trabas que se les ponía para practicar estas profesiones. Los mudéjares sobresalieron en la platería y en la manufactura de armas y jaeces de caballos. Destacaron por las edificaciones y obras de ebanistería de gran valor artístico. La cerámica de Manises, Talavera y Sevilla, en sus orígenes, fue obra de los moriscos. Tras la expulsión, las ferias de Medina del Campo, índice de la economía española, se resintieron con fuerza. Padeció sobre todo el cultivo de regadío, en especial la industria del arroz, la caña de azúcar, el gusano de seda, los repujados de cuero y la confección de seda y brocados. La debilidad nacional se acrecentó gravemente con la salida de sus mejores artesanos: los moriscos. Pero las Cortes de Castilla, años antes de la expulsión, ya se quejaban de la despoblación del reino para la agricultura por la gran cantidad de personas que acudían a la corte y grandes ciudades en busca de oficios, pajes, lacayos, etc.

Dos moriscas y un aguador de Granada (1572). Lámina de Civitates Orbis Terrarum, obra de Georg Braun y Frans Hogenberg (1572-1617).

La emigración morisca no hizo sino acentuar esta decadencia. El gran número de extranjeros que trabajaban en el país, especialmente franceses, demuestra la falta de mano de obra española, indispensable para el desarrollo español. Se procuró que en los campos y en los oficios vacantes los moriscos fueran sustituidos por cristianos viejos.

Durante el final del siglo XVII y la primera mitad del XVIII, con la guerra de Sucesión y el agravamiento de los males iniciados en tiempo de los Austrias, se notó la ruina material del país. Los políticos reformadores de los primeros borbones, seguían atribuyéndolo todo a la expulsión de los moriscos. Campomanes, ministro de hacienda de Carlos III, fue el alma del intento de repoblación de Sierra Morena por colonias de extranjeros. Conforme pasaba el siglo XIX empezaron a repararse los daños.

La expulsión de los moriscos fue un mal, pero un mal necesario, porque era el único remedio de otro mal peor: la existencia y auge dentro del Estado español de un pueblo extraño y hostil. España sirvió de dique a la invasión de Europa del poder mahometano. Los Reyes Católicos no remataron la reconquista cuando pudieron hacerlo con menos violencia en el instante que finalizó la Reconquista, dejando a este lado del Estrecho a una población musulmana numerosa e inasimilable. Lo que entonces no se hizo, hubo de hacerse con mayor daño y escándalo un siglo después. La expulsión morisca fue víctima de la impotencia de España para asimilarlos y de su propio rechazo a serlo y también por sus propias imprudencias, de sus conspiraciones. La expulsión fue una medida de seguridad nacional española y llevada a cabo en cuanto el retorno de la paz que permitió la concentración de la flota de guerra, navíos y galeras, para transportarlos. Esto desbordaba el ámbito de la Inquisición. La decisión estaba preparada, y fue tomada en deliberaciones unánimes del Consejo de Estado.

Granada 13 de febrero de 2021.

Pedro Galán Galán

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Referencia de citas:

(1)Torres Delgado, C.: Liberación de cautivos del reino de Granada, siglo XV. En la España Medieval, nº 3. Madrid, (1982), pp. 639-652.

(2) Archivo  General de Simancas, Cámara de Castilla, Libro 4, documento 253, folio 1.

(3) Archivo General de Simancas, Registro General del Sello, Signatura 147811, expediente 84.

(4) Archivo General de Simancas, Registro General del Sello, Signatura 149205, expediente 2349.

(5)  Domínguez  Ortiz, A., y Vincent,  B.: Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría, Madrid,  1978, página 52.

(6) Caro  Baroja,  J.,  Los  moriscos del Reino de  Granada.  Ensayo de Historia social, Madrid,  1976, página 227.

(7) Henry Charles Lea; Rafael Benítez Sánchez-Blanco: Los moriscos españoles.  Su conversión y expulsión, Alicante,  1990, páginas 361 y 362.

 (8) Márquez Villanueva, Francisco: El problema morisco (desde otras laderas), Madrid, 1991, páginas 4 a 7.

(9) Mikel de Epalza Ferrer: Los moriscos antes y después de la expulsión, Madrid,  1992, página 119.

(10) Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, Libro 3-2, documento 22, folio 2.

(11) Gutiérrez Pérez, J.C.: Apuntes sobre la presencia de esclavos y moriscos en Torredonjimeno (ss. XV-XVII). 2020. Argentaria, vol. 23, páginas  87 a 94.

(12) Aranda Doncel, J.: Los moriscos en tierras de Córdoba. (1984). Córdoba, páginas 125-173.

(13) Aranda Doncel, J.: Los moriscos en tierras de Córdoba. (1984). Córdoba, página 172.

(14) Del Mármol Carvajal, Luis: Historia de la rebelión y castigo de los moriscos en el Reino de Granada, capítulo XIII, 1600.

(15) López Molina, M.: Historia de la villa de Martos en el siglo XVI. (1996). Jaén, pág. 88.

(16) López Molina, M.: Historia de la villa de Martos en el siglo XVI. (1996). Jaén, páginas 90 y 91.

(17) Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, folio 14 (16-01-1571).

(18) Otero Mondéjar, Santiago: La reconstrucción de una comunidad. Los moriscos en los reinos de Córdoba y Jaén (siglos XVI-XVII). Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba. Córdoba, 2012, página 96.

(19) Lapeyre, Henry: Geografía de la España morisca, Valencia, Universidad de Valencia, página 133.

(20) Galiano Puy, R.: Historia de los moriscos procedentes del Reino de Granada que se asentaron en las villas de Cambil y Alhabar”, BIEG, 143 (1991), páginas 39 a 56.

(21) Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, legajo 2162.

(22) Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, legajo 2162, folio 8vº.

(23) Lapeyre, Henry: Geografía de la España morisca, Valencia, Universidad de Valencia, página 263.

(24) Soria Mesa, E.: De la conquista a la asimilación. La integración de la aristocracia nazarí en la oligarquía granadina, Áreas, XIV (1992), páginas 49 a 64.

(25) Otero Mondéjar, Santiago: La reconstrucción de una comunidad. Los moriscos en los reinos de Córdoba y Jaén (siglos XVI-XVII). Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba. Córdoba, 2012, página 98.

(26) Otero Mondéjar, Santiago: La reconstrucción de una comunidad. Los moriscos en los reinos de Córdoba y Jaén (siglos XVI-XVII). Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba. Córdoba, 2012, página 100.

(27) Otero Mondéjar, Santiago: La reconstrucción de una comunidad. Los moriscos en los reinos de Córdoba y Jaén (siglos XVI-XVII). Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba. Córdoba, 2012, página 102.

(28) Archivo Municipal de Jaén, Actas Capitulares, 3 de julio de 1569, folios 121 y 122.

(29) Archivo Municipal de Jaén, Actas Capitulares, 6 de julio de 1569, folios  124 y 125.

(30) Archivo Municipal de Jaén,  Actas Capitulares, 15 de julio de 1569, folio 132.

(31) Archivo Municipal de Jaén, Actas Capitulares, 30 de enero de 1570, folio 11v.

(32) Archivo Municipal de Jaén, Actas Capitulares, 9 de febrero de 1570, folio 16.

(33) Aranda  Doncel, J.: Los bienes raíces de los moriscos andaluces en vísperas de la expulsión definitiva. En Andalucía Moderna (Actas de los II Coloquio de Historia de Andalucía. Córdoba, (1980). Tomo I. (1983). Córdoba, pág. 156.

(34) Aranda Doncel, J.: Los bienes raíces de los moriscos andaluces en vísperas de la expulsión definitiva. En Andalucía Moderna (Actas de los II Coloquio de Historia de Andalucía. Córdoba, 1980). Tomo I. (1983). Córdoba, páginas 156 a 158.

(35) Aranda Doncel, J.: Los bienes raíces de los moriscos andaluces en vísperas de la expulsión definitiva. En Andalucía Moderna (Actas de los II Coloquio de Historia de Andalucía. Córdoba, 1980). Tomo I. (1983). Córdoba, páginas 156 a 158.

(36) Aranda Doncel, J.: Los bienes raíces de los moriscos andaluces en vísperas de la expulsión definitiva. En Andalucía Moderna (Actas de los II Coloquio de Historia de Andalucía. Córdoba, 1980). Tomo I. (1983). Córdoba, páginas  157 y 158.

(37) López Molina, M.: Historia de la villa de Martos en el siglo XVI. (1996). Jaén, página 148.

6 comentarios:

jesus.nuevodoncel dijo...

Gracias, Pedro, por esta información tan completa sobre los moriscos, cuya vida nos sigue siendo un tanto desconocida. Para mí ha sido novedoso y enriquecedor. Una pregunta me surge ahora. ¿Es cierto que laq plaza de Las Pasiegas en Granada hace referencia a las asturianas que Cisneros trajo para colocarlas en las familias de los moriscos para que se convirtieran? Un cambio de fray Hernando, el tolerante, a Cisneros, el intransigente... para que haya dónde elegir según procedan los tiempos. La historia da para todo, y la memoria histórica para qué decir.
Espero que podamos seguir contando con tus aportaciones.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Amigo Jesús, la Plaza de las Pasiegas en Granada debe su nombre a todas esas mujeres que tuvieron que emigrar y dejar sus casas para realizar un larguísimo viaje recién paridas y emplearse como amas de cría en Granada y en otros muchos lugares de España.
Según se cuenta, no tardaban en ser contratadas una vez que llegaban hasta la ciudad nazarí porque la fama de las amas de cría pasiegas se había extendido por toda la península tras ser las preferidas por los reyes para amamantar a sus recién nacidos.
Los requisitos que se pedían generalmente eran tener de 19 a 26 años de edad, estar vacunadas, estar criando mínimo a su segundo hijo e incluso tener buen físico y conducta moral. Claro que cuando se trataba de criar en familia real a estos requisitos había que sumarles otros más exigentes como no padecer o haber padecido enfermedades en la piel (ella y su marido eran revisados por el médico de la corte). También se tenía en cuenta la buena conducta moral (certificado que expedía el cura del pueblo), la complexión robusta y que su marido se dedicara a las labores del campo, y no podían haber criado a hijos ajenos.
Las jóvenes pasiegas partían en carretas, acompañadas por un perrito al que daban de mamar para que no se les cortara la leche. Las más osadas llegaban hasta el otro extremo de España donde todavía quedan numerosas muestras del paso de las nodrizas, como ésta plaza de “Las Pasiegas” que recoge su nombre en reconocimiento al valor y a la calidad humana de esas mujeres norteñas a las que familias andaluzas daban a criar sus hijos en toda confianza.
No debía de ser fácil para estas casi niñas emprender un larguísimo viaje dejando atrás sus familias y su tierra querida, cambiar la libertad de los montes por el bullicio de la ciudad, darse a otra familia y criar hijos que no eran los suyos; pasar noches en vela acordándote de su gente, llorar, echar de menos los rincones preferidos o sentir el frío de la niebla en tu cara por las mañanas.
Tan lejos de su casa, tan distinto el habla, tan extraño todo, pero era necesario el sacrificio para mejorar la situación económica familiar y una vez cumplida “la misión” volvían a hacer, por fin, el camino de vuelta al pueblo donde seguían criando a sus amados y extrañados hijos naturales.
Poema a las amas de cría pasiegas:
Largo camino llevaste
por carreteras amargas
cuantas lágrimas perdiste
de Selaya hasta Granada
La luna viajó contigo
y en tu pecho dos medallas:
el San Roque es por tu padre
Y Valvanuz cerca del alma
la virgen de los pasiegos
la que siempre nos ampara
Desde el norte hasta el sur
de la cabaña a la plaza
del monte a la catedral
del Pisueña hasta la Alhambra
Que ya eres ama de cría
y crías de buena gana
a este pequeño andaluz
que te mira mientras mama
Jugo de teta pasiega
que derramas por España
calmando hambres de niños
que lloran por las mañanas
Leche de miel y de estrellas
que de la montaña brota
como río blanco llega
desde el pecho hasta la boca.
Un cordial saludo.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Para los foráneos me gustaría aclarar que la Plaza de las Pasiegas de Granada está casi arrinconada en una de las esquinas de la Plaza Bib-Rambla, y aparece tras la esquina del antiguo Palacio Episcopal casi pidiendo permiso, en ese lugar se levanta una plaza a la vez pequeña y al mismo tiempo enorme, no por su extensión pero sí por la sensación que provoca levantar la vista y ver la imponente fachada de la Catedral de Granada. Es la concurrida Plaza de las Pasiegas que con esta imagen tan espectacular hace las delicias de los numerosos visitantes de la ciudad. Pese a ser uno de los lugares más concurridos y conocidos de la capital, guarda un secreto que pasa desapercibido para la mayoría, cual es, el origen de su nombre. El nombre de Plaza de las Pasiegas mantiene relación con el inicio de la vida. Es decir, con los bebés. Pues en este lugar de Granada tenía lugar uno de los actos más bonitos y naturales de la naturaleza humana, tomar el pecho de nuestras madres, al que la mayoría de los neófitos nos exponemos recién nacidos por la necesidad de alimentarnos. Aunque en este caso no era literalmente así, sino que la leche procedía de otras mujeres que eran una suerte de madres "postizas".
En la Plaza de las Pasiegas se daba de mamar a los bebés. Pero no a cualquiera sino a los de las familias bien de la Granada desde antiguo y siguió haciendose a lo largo del siglo XIX. De hecho ni siquiera esas mujeres eran granadinas, sino que venían desde el extremo más lejano de la Península Ibérica. Eran mujeres, que acababan de dar a luz y que llegaban a Granada desde el valle del Pas en Cantabria, cuyo gentilicio es pasiego, junto con una comitiva de vendedores ambulantes que se recorrían toda la geografía española. Ellas, consideradas "madres nodrizas" daban de amamantar primero a sus hijos y después incluso a cachorros de perro que incorporaban a su viaje para que les sirvieran de protección puesto que pasaban muchas semanas en la carretera de aquellos tiempos.
Una vez en Granada, eran contratadas por familias burguesas cuyas mujeres acababan de ser madres y no querían correr el riesgo de tener que dar de amamantar a sus hijos, estaba mal visto y necesitaban "amas de cria". Pese a ello, se aseguraban de que la mujer que iba a dar leche a su bebé estuviese en unas condiciones óptimas. Debían tener de 19 a 26 años de edad, estar vacunadas, estar criando mínimo a su segundo hijo e incluso tener buen físico y conducta moral. Esas eran las características que reunían las madres nodrizas pasiegas que acabaron dando nombre al lugar en el que llevaban a cabo tan curioso empleo. Uno de los lugares más bellos de la ciudad de la Alhambra.
Saludos.

ralphineudelhofen dijo...
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Morisco dijo...

Contextualizando https://www.academia.edu/37169044/MORISCOS_NO_DEVIENE_DE_CONVERSI%C3%93N_SINO_DE_REBELI%C3%93N_original.docx

Omar TOLEDANO dijo...

¡El crimen cometido por la Iglesia española y portuguesa contra los moriscos no tiene igual en la historia! nadie habla realmente del sufrimiento y la destrucción y desaparición de cinco millones de moriscos!!!

Vivo con un dolor de cinco siglos

nací en marruecos mi sangre ibérica aún corre por mis venas

Omar TOLEDANO.