EL BEATO MARCOS CRIADO GUELAMO FUE BEATIFICADO POR EL PAPA LEÓN XIII EL 24 DE JULIO DE 1899.
Hoy traigo a estas páginas la historia de un santo de Andújar, llamado Marcos Criado Guelamo, que fue martirizado en La Alpujarra cuando se produjeron los levantamientos de moriscos, en el pueblo granadino de La Peza en fecha 25 de septiembre de 1569.
Hijo del higuereño Juan Criado Notario, fue beatificado por el papa León XIII el 24 de julio de 1899, destacando en él las virtudes cristianas y trinitarias que le llevaron a dar su vida por la liberación de sus hermanos.
Posiblemente ninguno de los higuereños, que tan frecuentemente visitan el Santuario de la Virgen de la Cabeza en el cerro del Cabezo, se habrá fijado de un modo especial en esta imagen, que representa a un hijo de un higuereño. Esta imagen está situada, desde la posición de salida del altar, en el lateral de la izquierda, según se sale del pequeño espacio que ocupa el Sagrario a la izquierda y abajo del Camarín de la Virgen de la Cabeza. En ese primer altar hay una imagen de un fraile trinitario, atado a un tronco de encina, es la imagen del beato Marcos Criado Guelamo.
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Beato Fray Marcos Criado Guelamo, martir trinitario en La Peza (Granada) en el año 1569. Imagen del Santuario de la Virgen de la Cabeza. Foto propia.
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Buscando los antecesores del beato Marcos Criado en Lahiguera, nos encontramos a un bautizado en el registro de los inscritos como bautizados, se trata de Juan (Criado Gutiérrez), bautizado en fecha 19 de noviembre de 1577, hijo de Juan Criado y de Ana Gutiérrez su mujer, vecinos de esta Villa de la Higuera, fueron sus compadres Bartolomé Berdejo, Clérigo, y Elvira de Soto mujer de Cristóbal Fernández, fueron testigos Juan Criado, y Antón Berdejo. Suponemos que el Clérigo Bartolomé Berdejo y Antón Berdejo serían hermanos y ambos a la vez hermanos de María Berdejo, madre del beato Fray Blas Palomino.
Suponemos que la relación familiar de Juan Criado Gutiérrez y Marcos Criado Guelamo es más que evidente, lo que desconocemos a la vista de la caótica forma de seguir los apellidos los hijos en relación con sus padres naturales, es la mayor o menor proximidad en este caso.
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Sagrario del Santuario de la Virgen de la Cabeza en Sierra Morena, Andújar (Jaén). Foto propia.
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Por las fechas que manejamos podemos realizar una aproximación a su parentesco entendiendo que Juan Criado Notario, natural de la Higuera (zerca de Arjona), que casó con María (o Marina) Guelamo Pasillas, natural de Andújar, contraería matrimonio en fechas bastante anteriores al 25 de abril de 1522, dado que Marcos Criado fue el menor de varios hijos, que ya estaban casados cuando murió la madre de Marcos, llamada María o Marina. Como familia originaria de la Higuera Zerca de Arjona es fácil pensar que alguno de sus hijos, tal vez Juan Criado (hijo) casó con Ana Gutiérrez, también vecina de La Higuera y tuvieron como hijo a Juan Criado Gutiérrez. Por lo que el beato Marcos Criado Guelamo, mártir en fecha 25 de septiembre de 1569 en la población granadina de La Peza, posiblemente fuese tío carnal de Juan Criado Gutiérrez bautizado el 19 de noviembre de 1577.
No debemos olvidar aquí que Marcos Criado Guelamo, hijo de Juan Criado natural de la Higuera, fue reconocido como santo natural de Andújar con origen familiar en la Higuera por ser lugar de nacimiento de su padre.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiLKrUr7mM_lSY6eSVqzRbTmTOEg-pfaXmwIM2BZ2rH_BHS20NBFJpqGS9wYU-bYfqUZDI-8uNLRdWNREvTJ-8daBdFmWRvqSrEy8lcXwNoju8QxAuIzEe8ynXhOGo_69uhpQU0l4888kCua8STZ3QX2zm4cgYZEQS5zYlw4jLbno3kNd8I-fLfxJpjhQ=w640-h480) |
Altar del Beato Marcos Criado (arriba a la izquierda) en la Basílica menor del Santuario de la Virgen de la Cabeza. |
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Beato Marcos Criado Guelamo, nacido en Andújar e hijo de un higuereño llamado Juan Criado Notario. Foto propia tomada en la basilica de Ntra. Señora de la Cabeza, patrona de la provincia de Jaén.
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Marcos Criado Guelamo, nacido en Andújar en fecha 25 de abril de 1522, y muerto mártir en fecha 25 de septiembre de 1569 en la población granadina de La Peza, fue un religioso de la Orden de la Santísima Trinidad que sufrió el martirio en el pueblo granadino de La Peza durante la rebelión de los moriscos. Fue beatificado por el papa León XIII el 24 de julio de 1899, destacando en él las virtudes cristianas y trinitarias que le llevaron a dar su vida por la liberación de sus hermanos.
Marcos Criado nació en Andújar, el 25 de abril de 1522, del matrimonio formado por Juan Criado Notario, natural de la Higuera (de Arjona), y María (o Marina) Guelamo Pasillas, natural de Andújar. Marcos era el menor de los hijos, habidos en el matrimonio, y este dato, unido al hecho de nacer en una familia acomodada, hicieron que la infancia de Marcos estuviera llena de caprichos y gustos. Desde muy pequeño comenzó a frecuentar el convento de los trinitarios calzados de Andújar, ejerciendo de monaguillo.
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Imagen lateral del Beato Fray Marcos Criado donde se muestra la herida producida al sacarle el corazón en su martirio. Imagen del Santuario. Foto propia.
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Con nueve años muere su madre en 1531, y quedan en la casa su padre y él solos, ya que sus hermanos estaban todos casados. Padre e hijo hacen desde entonces una vida casi de religiosos. (Así lo refiere Cruz Rodríguez, Teodoro: “Beato Marcos Criado, biografía breve” Andújar, 1966). El joven Marcos pide permiso a su padre para visitar la ermita de la Virgen de la Cabeza, en la sierra de Andújar. El corto tiempo que estuvo en aquel cerro, los ermitaños que allí vivían quedaron asombrados de su vida de sacrificio y de oración ante la Virgen. A ella se entrega y la toma por madre, prometiéndole entregarse por siempre al servicio de Dios, siguiendo a Cristo llevando su cruz. Cuando regresa a Andújar y cuenta a su padre todo lo sucedido, este decide entregarse también a Dios como religioso y reparte sus bienes entre sus hijos. Marcos, con lo que le corresponde decide hacer tres partes: una para el convento de la Trinidad de Andújar, otra para la redención de cautivos y una tercera para hacer caridad con los pobres.
Liquidadas sus cuentas personales pide ser admitido como religioso trinitario. Su padre Juan Criado Notario había ingresado al mismo tiempo en el convento franciscano de la Arruzafa en Córdoba.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvNuh8KqwxBIu_dxcZ2Mc1DBYSI9XB_JPtquwrq_MS6Rlc9MKuuPn-9-dZPHeeYGJAEj_HyCeN88tJa_vKyUNZlUxqQwwaYGS7RM6Ji1FvwArEk1ZL5zwBTV0VVYdjmZD8im66knhqKXqt/w640-h480/5066704371_481adc078a_k.jpg) |
Portada de entrada al antiguo convento de San Francisco en la Arruzafa (Córdoba), donde entró Juan Criado Notario, cuando su hijo Juan Criado Guelamo decidió profesar como religioso trinitario. Este convento fue fundado en el año 1417.
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Bendita imagen del Beato Fray Marcos Criado Guelamo del Santuario de la Virgen de la Cabeza. Foto propia.
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Marcos comienza su noviciado en 1536, siendo su maestro fray Fernando Ramírez. Desde el primer momento hizo gala de su espíritu de servicio, solía decir que había nacido criado y como tal debía obrar durante toda su vida, ofreciéndose siempre para los trabajos más humildes. Un año más tarde en el año 1537 realizó su profesión y comenzó en el mismo convento de Andújar los estudios de Filosofía y Teología. Pero fray Marcos no estaba contento, pensaba que esos dones podían ser motivo de orgullo y por eso pedía que Dios le enviara humillaciones. Entre otras, él mismo no quiso presentarse a los exámenes que le conferirían el grado de bachiller. Tuvo que intervenir el Ministro Provincial de la orden trinitaria para que, bajo voto de obediencia al que estaba obligado, se presentara a dichos exámenes. Cuentan que así lo hizo pero respondió tan mal que fue descalificado. No había faltado contra la obediencia, ni contra la humildad que prometiera ante la Virgen de la Cabeza.
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Beato Marcos Criado. Foto propia.
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Nada más recibir la ordenación sacerdotal fue nombrado Predicador Mayor del convento de Andújar. Su fama de orador y de maestro de almas se extendió por toda Andalucía, hasta el punto de que tenía cada vez menos tiempo para él mismo. Pidió entonces traslado a otro convento, siendo destinado con el cargo de Predicador Mayor al convento trinitario de Jaén. Pero su fama había llegado hasta Jaén y nada más llegar tenía ya largas colas en el confesionario y en la puerta del convento. Nuevamente pidió ser trasladado, esta vez a un lugar más tranquilo, y el Provincial de la orden trinitaria lo trasladó al convento de Úbeda. En él tuvo oportunidad de dar nuevas muestras de su humildad, tomando para sí el oficio de sacristán y todas las limosnas que recibía por las predicaciones y donativos particulares las empleó en renovar los ornamentos y vestiduras litúrgicas de la iglesia del convento. En el Protocolo de la Casa de Úbeda se conserva una escritura otorgada en aquellos días, firmada por todos los religiosos de la Casa, con la firma de fray Marcos Criado, sacristán, y no Predicador Mayor que era título de mayor categoría.
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Azulejo del martir Beato Marcos Criado en la fachada de la antigua iglesia de los Trinitarios Calzados de Sevilla. En su mano derecha porta el corazón con las letras JHS, que según la tradición apareció en el corazón extraído del martir.
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A causa de la revuelta de los moriscos, y bajo petición del papa Pío IV, los obispos de Guadix y de Almería, solicitaron en 1560 a las Órdenes Religiosas el envío de misioneros a las Alpujarras para contrarrestar el alcance de la insurrección morisca, y ayudar a las pequeñas poblaciones de cristianos que se veían amenazados por la revuelta. El Ministro de la Casa de la Santísima Trinidad de Almería tramitó esta petición al Ministro Provincial, que visitaba en esos días el convento de Úbeda, y así lo comunicó a los hermanos. De los cinco religiosos que pedían los obispos, solo respondieron dos, fray Marcos Criado y fray Pedro de San Martín, ambos del convento de Úbeda. Camino de Almería ambos religiosos pararon a visitar al obispo de Guadix, D. Melchor Álvarez de Vozmediano.
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El Papa Pío IV pidió a los obispos de Guadix y Almería el envío de misioneros a las Alpujarras para contrarrestar el alcance de la insurrección morisca y ayudar a las pequeñas poblaciones de cristianos que se veían amenazados por la revuelta.
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Los contratiempos comenzaron pronto, nada más llegar a Almería, antes de comenzar la misión propiamente dicha, fallecía inesperadamente fray Pedro de San Martín, por ello Fray Marcos Criado quedaba solo, pero eso no impidió que ganara en ánimo y renaciera su antiguo espíritu de entrega, partiendo hacia el pueblo de La Peza, cercano a Guadix.
Pronto conocieron en aquel pueblo las artes oratorias de Fray Marcos Criado, aunque también lo conocieron pronto los que se iban a convertir en sus perseguidores. Marcos Criado pidió permiso al obispo de Guadix para adentrarse en las Alpujarras granadinas y ayudar a los cristianos que en aquellas aldeas habían quedado aislados. El obispo le dio cartas de recomendación y presentación para los párrocos y autoridades de aquellos pueblos, que acogían con gran alegría la llegada del fraile trinitario. ![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhv19LTAVmawH67w1C4y4Wz-7c4YsVkiiGK3MLn141tr38a4Z5YM-8Hb8V4nDPTZV-5NYgRTsVqS3yfrU20yPIl69Z7O2U_r3VKldQbQIiypaJ1WcblO4Vi6Pkhl6VECUnYzjC2B99dxKMY/s16000/Paisaje+de+la+Alpujarra+granadina.jpg) |
Paisajes de la Alpujarra granadina. |
Las orillas del río Almanzora, los pueblos de Vera, Cádiar, Poqueiza, Juviles, Trevelez, Laroles, y Ugijar, entre otros, fueron testigos del paso de Marcos Criado, oyeron sus predicaciones, sintieron su apoyo en tan duros momentos para su fe, incluso fueron testigos de no pocas palizas que recibió de grupos de moriscos que esperaban su paso por los caminos abruptos de las Alpujarras. Los moriscos se tomaron la revancha contra los cristianos viejos cebándose con los sacerdotes y sacristanes, y es que las humillaciones que estos ejercieron sobre los moriscos fueron por cosas como la falta a misa, llevar el velo, utilizar plantas para las enfermedades, etc., sirva como ejemplo el castigo infligido sobre algunos de ellos cuando los montaban en una escalera junto a la iglesia desnudos en los días más fríos.
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Restos de la fortaleza o castillo de La Peza. |
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El
año 1569 se presentó con gran conflictividad entre el grupo de rebeldes
moriscos y la infantería del ejército que sofocaba la revuelta de las
Alpujarras. En febrero el Capitán Bernardino de Villalta, vecino de Guadix, con
una compañía de infantería, pidió licencia y gente al conde de Tendilla para ir
a la fortaleza de La Peza con la intención de prender Aben Humeya, diciéndole
que unas espías le habían prometido dárselo en las manos. El Conde de Tendilla
le concedió para ello tres compañías de infantería. Sin embargo, Bernardino de
Villalta lo que hizo fue entrar en Laroles por el puerto de La Ragua haciendo
promesas de paz, aunque por el contrario, saqueó y capturó a las indefensas
mujeres moriscas que después vendió como esclavas en el mercado de Guadix. Esta
acción hizo que los moriscos de la zona que aún no se habían rebelado se
unieran con mayor fuerza a Aben Humeya. El capitán fue castigado por ello por
el Conde de Tendilla.
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Aben Humeya.
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El
23 de Junio Aben Humeya entra a La Peza por el puerto de Espique, acompañado de
cinco mil hombres. Persuadió a los vecinos para que se alzasen, unos
voluntariamente, otros a la fuerza, porque no querían rebelarse.”Siempre fue La
Peza comunidad de diferente sentir, nunca se ajustan todos al voto de uno por
justo que sea.” (Hurtado de Mendoza) A su entrada en la villa, los moriscos
incendiaron la iglesia, quedando reducida a escombros, aunque la torre se salvó
quedando hasta nuestros días, La Carraca. También apuñalaron al beneficiado de
la parroquia, Pedro de Palencia en la puerta de esta, que salió a defender a
Marcos Criado. Estos días tuvo lugar la captura de los hijos de D. Cristóbal de
Arce, alcaide de la fortaleza, y que se encontraban fuera de ella en el momento
de la entrada de Aben Humeya. Así lo cuenta Francisco Bermúdez de Pedraza: “El
alcaide Cristóbal de Arce, que se encontraba en este tiempo dentro de la
fortaleza, no quiso desampararla y se hizo fuerte en ella, y los moros tampoco
se quisieron detener a combatirla, pero llevaron dos prendas del corazón, dos
hijos suyos y de doña Isabel Muñoz, su mujer, Cristóbal y Andrés de Arce.
Habían bajado estos niños de la fortaleza al lugar quedando Aben Humeya entró
en él asediándolos, y los maniataron los moros con deseo de que el padre
entregase la fortaleza por la libertad de los hijos, y aunque el alcaide no dio
su puñal para matarlos como Don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, pero dejó
llevar los niños, y parte de su corazón por no entregar la fortaleza, y
lleváronlos a Oxixar el Jueves Santo de este año donde el moro les persuadió
para que renegasen de la Fe de Cristo nuestro Señor con ofertas de vida,
hacienda y estado, pero los muchachos como cristianos viejos y nobles
resistieron a las promesas y amenazas y ofrecieron sus vidas voluntariamente al
martirio, efectos de buena sangre, y aquella noche condenó el rey al inocente
Cristóbal, era el mayor de los dos hermanos aunque no tenía más de trece años,
pero su muerte fue maravillosa por las circunstancias de ella: el nombre de
Cristóbal, el día en que se ejecutó, Viernes Santo la muerte de Cruz, con que
me persuado que tuvo el rey moro algún ludio por al feffor El Viernes Santo por
la mañana fue Cristóbal crucificado y su hermano Andrés atado a los pies de la
cruz para que renegase atemorizado con la horrible muerte de sus hermano y le guardo
nuestro señor para testigo y cronista de ella, dos días estuvo vivo en la Cruz
el ilustre mártir, y ambos hecho un apóstol y predicador de la fe de Cristo a
su hermano. Le persuadió para que mirase por su alma y no se dejase vencer de
halagos ni amenazas de los moros, que estuviese como buen soldado de Cristo,
fuerte en la fe católica, y no renegase de ella: y ponderaba mucho Andrés que
siendo su hermano tartamudo le hablaba muy claro. Era Andrés de nueve años, y
con valor de noventa le prometió morir por Cristo: y muy condolido de ver
derramar sangre de su hermano, le preguntaba si le dolía mucho las heridas de
pies y manos, y Cristóbal le respondió que no le dolían, antes le parecía que
estaba como en una cama de flores olorosas; ¡oh celestial auxilio de los
mártires!. Para mayor gloria del martirio, estando los dos hermanos divertidos
en estos coloquios, al segundo día pasó por Oxixar una tropa de moros, y viendo
en la Cruz a Cristóbal, le dijo uno: ¿todavía vive este perro? Y le dio una
herida en el costado, con lo que Cristóbal, alabando a sus creados puso el alma
en sus manos. Los moros llevaron consigo a su hermano Andrés y después de
reducidos al servicio del Rey nuestro seño, le restituyeron a sus padres para
historiador del glorioso martirio de su hermano. En la obra de D. Diego
Escolano de Ledesma, arzobispo de Granada, menciona que los sarracenos sitiaron
la fortaleza en la que se habían refugiado todos los vecinos que habían
escapado. Cristóbal de Arce escribió a Granada y a Guadix pero no recibió
ayuda, y después de llevar varios días sin agua, Andrés y Cristóbal “como los
más alentados soldados”, y porque su posición alentaría a sus vecinos,
decidieron salir del castillo con algunos hombres para conseguir llevar agua.
Cuándo estaban apunto de regresar, los moros les asaltaron y apresaron a
Andrés, Cristóbal regresó al castillo llevando el agua, pero más tarde corrió
la misma suerte. Añade Escolano de Ledesma, que Cristóbal no murió por la
herida en el costado, y que por ello le arrojaron a un zarzal para alargar su
tormento. Justino Antolinez de Burgos, en su “Historia Eclesiástica de Granada”,
escribió esta historia cuando aún estaba viva una hermana de Cristóbal y
Andrés, María de Arce. En esta dice que cuándo Cristóbal volvió al castillo con
el agua, los moros enfurecieron y apretaron el cerco al castillo, llegando a
destruir parte de la torre. Los cristianos que quedaron dentro, asediados y
presionados por la sed y los pactos que ofrecían los sarracenos, acabaron por
entregarse, entre ellos Cristóbal. Como tanto Guadix, cómo Granada están cerca
al pueblo, los moros arrasaron con las pertenencias que encontraron en las casas
y en el castillo y se retiraron a La Alpujarra.
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Imagen actual de la villa de La Peza.
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Durante tres meses,
fray Marcos Criado continuó pastoreando a los cristianos que quedaban en la
villa, hasta que en septiembre los moriscos le capturaron. Los moriscos le
echaron manos arrojándole en la plaza pública a merced de mujeres y niños que
le maltrataron. Trás la vuelta a La Peza la situación se había hecho insostenible. Los rebeldes moriscos prácticamente habían tomado el pueblo. Las palizas, empujones, injurias, incluso puñaladas y pedradas, eran continuos, alguna vez le dieron por muerto. Marcos Criado se mantuvo siempre dispuesto a dar su vida por Cristo, y por aquellos cristianos por los que había dejado todo. Estaban llegando las humillaciones que con tanto tesón pidió desde joven a Dios.
La última paliza le sobrevino el 21 de septiembre de 1569. Un grupo de moriscos lo encerró primero en la iglesia del pueblo, junto a un gran número de fieles que le defendían a ultranza, entre los que se encontraba el párroco de La Peza, que al salir en defensa del trinitario fue apuñalado y murió allí mismo.
A fray Marcos Criado lo llevaron arrastras hasta las afueras del pueblo, lo ataron a un árbol y a base de golpes pretendían que renunciara a su fe. Marcos respondía: ¿Renegar de Cristo?, jamás. Lo colgaron del árbol de modo que los pies no tocaban el suelo. Pasó toda la noche en esta posición, y por la mañana, viendo que seguía vivo y estaba cantando salmos, lo apedrearon hasta dejarlo inconsciente.
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La fuente de Belchite se encuentra a las afueras de La Peza, al final de la calle Santo Marcos, una vez pasado el puente sobre el arroyo de Espique en dirección a la cercana Ermita del Santo Marcos.
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El día 25 de septiembre de 2019 se celebro en La Peza el 450 aniversario del martirio del Beato Marcos Criado, en las inmediaciones de la Ermita del Santo Marcos. El obispo de Guadix, D. Francisco Jesús Orozco presidió la celebración, concelebrada por sacerdotes de la diócesis y un religioso trinitario de la Comunidad del Santuario de la Virgen de la Cabeza de Andújar (Jaén).
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Celebración del aniversario del martirio del Beato Marcos Criado en la pequeña explanada de la Ermita del Santo Marcos en La Peza.
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Lo colgaron en el árbol en un lugar próximo a la población que se conoce
todavía como fuente de Belchite, le ataron a una encina por debajo de los brazos
y por la cintura de manera que no tocase con los pies el suelo. Sin hueso sano
por las pedradas, desangrado, esperaban que muriese de sed y de hambre. Así lo
cuenta Francisco A. Hitos en “Mártires de la Alpujarra en la rebelión de los
moriscos”: “padeció martirio por aquellos enemigos acérrimos del nombre
cristiano, de mandato de su jefe Abencota, fue cogido el Siervo de Dios, e
incitado vanamente a que abandonase la fe verdadera, después de otros
tormentos, sufrió el martirio a pedradas, atado a una encina, junto al pueblo
de la Peza. Durante los tres días que permaneció allí colgado, rogó a Dios por
sus perseguidores, y predicó la fe católica; hasta que le abrieron el corazón,
que inmediatamente comenzó a brillar con esplendor admirable, teniendo esculpido
el santísimo Nombre de Jesús, que también se dice haberse ostentado en las
bellotas de la misma encina”.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDlD_eCdmMY91RLxX_OXwOf-o3f8y86IlEWsicLDl7j6WzesurmRV9kWcBMlihLfVvOWmZ6FPT9gjfVq2NkmDm4VXIoz6MIrzm7RxLW-rvUvhzQX0hGccmLtQrCmuBE4z9MgH8hjsqZbLa/w496-h640/Martirio+de+Marcos+Criado+Guelamo.jpg) |
Martirio del Beato Marcos Criado.
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El
24 de septiembre, el Beato Marcos Criado padeció martirio. Pasó todo el día así. El 25 de septiembre, viendo que no moría, un morisco le abrió el pecho y la extrajo el corazón.
Según cuenta la tradición, de su corazón salió un resplandor y en él se veía escrito el anagrama del nombre de Jesús (JHS). Ante este prodigio los moriscos retrocedieron. Era el año 1569, fray Marcos Criado tenía 47 años de edad y 33 de profesión religiosa, pronto se hicieron eco de su martirio los mejores predicadores de la época, se escribieron relatos que alentaran a otros en sus virtudes y se extendió su fama de santidad. Después de la guerra, volvieron a la villa los “moriscos
de paz”. Fueron los moriscos convertidos sinceramente los que
iniciaron el culto al mártir a la fe cristiana,
después de presenciar la milagrosa muerte de fray Marcos Criado.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCgmxzkYe8kVnI0VZKL7xEUndnP7LoT-LsxlRJ8t3SnOSlwqcsPbMdp46Kk6x6DTL_xoTwt1Gr8AqAIIOpcfkyYjY3mFZIyxnOrg3z9Xt5T_5Bx5I4HWaUpOmjKZhm8F4sRgxKAqZgz0NH/w640-h468/Papa+Le%25C3%25B3n+XIII.jpg) |
El Papa León XIII beatificó al Beato Marcos Criado en fecha 24 de julio de 1899, y su fiesta se celebra en la Orden Trinitaria el 24 de septiembre.
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El papa León XIII lo beatificó el 24 de julio de 1899. Su fiesta se celebra en la Orden el 24 de septiembre.
Damos a conocer el texto extractado del decreto que se dio por la Sede Apostólica aprobando su culto, copiando algunos párrafos que nos den en compendio lo que nos conviene saber de este mártir, el primero de los que padecieron martirio, elevado al honor de los altares.
En Andújar el año 1522, nació de padres conspicuos por su nobleza y virtud Marcos, de apellido Criado. Vistió en el año 1536 el hábito religioso de la Orden de la Santísima Trinidad. Elevado al sacerdocio, recorrió, con licencia de los superiores, en varias expediciones sagradas, muchas regiones de España, principalmente aquellas que aún eran oprimidas cruelmente bajo el yugo de los moros. Todavía recuerda y celebra con alegría y gratitud a este varón apostólico toda la región de las Alpujarras, juntamente con la ciudad de Almería, cuyo suburbio en aquellos tiempos, fuera del Convento de Trinitarios, era ocupado por los moros. Por aquellos enemigos acérrimos del nombre cristiano, de mandato de su jefe Abencota, fue cogido el Siervo de Dios, e incitado vanamente a que abandonase la fe verdadera, después de otros tormentos, sufrió el martirio a pedradas, atado a una encina, junto al pueblo de la Peza. Durante los tres días que permaneció allí colgado, rogó a Dios por sus perseguidores, y predicó la fe católica; hasta que le abrieron el pecho y le arrancaron el corazón, que inmediatamente comenzó a brillar con esplendor admirable, teniendo esculpido el santísimo Nombre de Jesús, que también se dice haberse ostentado en las bellotas de la misma encina.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjX4llJ3aWU-Qqioe4Owjzsd2t_X6gTkpfFqEAIS1vks82Q9Qo0ppxMTJFz2aKm-uHTf1QdeKrATKe9QP5wZwViVoLNhachX2RMiTVEECrin64RrQ5CIK_1SKgrSrJYhRlnOMEEdipozZHQ/w480-h640/P1140987+Imagen+del+beato+Fray+Marcos+Criado+en+el+Santuario+de+la+Virgen+de+la+Cabeza.JPG) |
Dos perspectivas distintas de la imagen del Beato Marcos Criado en la basílica de la Virgen de la Cabeza de Andújar. Fotos propias.
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Desde aquel tiempo, el año 1569, poco más o menos, en que Marcos Criado recibió la corona en glorioso martirio, se dio culto público y eclesiástico al mismo Siervo de Dios, especialmente por los pezanos y en la Diócesis de Guadix; y, perseverando dicho culto, decretó Benedicto XIV, Pontífice Máximo, el día 15 de septiembre de 1757, que podía y debía tolerarse, sin que se juzgara como aprobación Apostólica de dicho culto para deducir beatificación equivalente o formal; para la que mandó el mismo Pontífice que se debía proceder al tenor de los decretos del Papa Urbano VIII.
Nuestro Santísimo Señor el Papa León XIII, teniendo en cuenta el decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, expedido el día 24 de abril de 1899, por especial gracia, considerando sobre todo la claridad del martirio del Siervo de Dios, aprobó definitivamente su culto el 10 de julio de este mismo año.
En la iglesia de la Peza hay más de un cuadro de este mártir.
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Imagen del Beato Marcos Criado, que recibe culto en el Santuario de la Virgen de la Cabeza de Andújar. Foto propia.
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Para enmarcar la vida de este santo personaje haremos una introducción relacionada con las características físicas la extensa comarca andaluza de La Alpujarra, la rebelión morisca, y la anotación de los hechos referidos a las matanzas de religiosos y cristianos viejos que habitaban estos territorios en este tiempo.
La Alpujarra es una región histórica de Andalucía que se encuentra dividida entre la provincia de Granada y la provincia de Almería, en las faldas de la ladera sur de Sierra Nevada. De Sierra Nevada parten varios contrafuertes en distintas direcciones; hacia el Sur arrancan las sierras de Contraviesa y de Gádor, llamadas por los árabes Montes del Sol y del Aire, que son el armazón de las Alpujarras. Se distinguen las Alpujarras altas u occidentales, entre la cadena principal y las dos secundarias, y las Alpujarras orientales que abarcan la estribación Sur de la parte Este que desciende a las anchas cuencas del río Ujíjar o río Grande, y el Canjáyar o río Almería.
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Valle de la Alpujarra granadina.
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Los valles de esta comarca se distinguen por ser su parte alta la más ancha, y se estrechan y se hacen inaccesibles a medida que se alejan de la cadena principal. Todos terminan por la parte superior en prados alpinos en parte planos, en parte rodeados de pétreas murallas. Las circunstancias locales hacen cambiar la vegetación por todas las formas alpinas de las más variadas graduaciones, hasta llegar a los productos tropicales, incluso los dátiles y la caña de azúcar. Gran parte del territorio de esta comarca es estéril y áspero, pero en todas las zonas hay fértiles valles, bosques de frondosos árboles y riquísimos pastos, y en ellos se mantiene mucho ganado lanar y de cerda; un cultivo esmerado enriquece esta comarca, en ella se ven árboles frutales de un gran desarrollo; las faldas y laderas de las montañas están plantadas en algunas partes de viñedos, de los cuales se sacan las excelentes uvas que, puestas a secar al sol o pasadas por una lejía de sarmiento, dan el exquisito fruto de que tanto consumo se ha hecho hasta ahora, bajo el nombre de pasa de Málaga.
La región consiste principalmente en una serie de valles y barrancos que descienden desde las cumbres de Sierra Nevada, en el norte, al eje vertebrador de la comarca, que es el gran valle, dispuesto en dirección este-oeste, formado por las cuencas del río Guadalfeo, en la parte granadina, y del río Andarax, en la parte almeriense. Al sur, la Sierra de Lújar, la Sierra de la Contraviesa y la Sierra de Gádor con sus barrancos, que descienden desde estas sierras al mar Mediterráneo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8P-JdfbNqevgvyWoFk5CJg9_ips_9n1TAk2VM7qyPWPb85T5onORfUu_ywzjYC_-ZSUiuvmjdc5uhv4zQlez92Ij6t540_8zw1tamdfhXbuxyNr9f5GZCQQ_2eGYFROrjiQc9VVD9KqdT/w640-h426/Sierra+de+L%25C3%25BAjar.jpg) |
Sierra de Lujar.
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Sierra de la Contraviesa.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEioA6Ca5Ur5ebubtPRScQWWsVzhb9-THc8JniOagxoyuzrsJ0mD5GEjZ5dXSWcz_Gzur5R15LOrJHBidP7rf_365TARB7aht7aGcFz5lopg86AW5xlnCATQe2ofEqx6PPkkPYM2qluTp_XB/w640-h427/Sierra+de+G%25C3%25A1dor.jpg) | Sierra de Gádor. |
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Se trata de un espacio de una enorme belleza natural y grandes contrastes. A causa de su clima suave, combinado con una fuente estable de agua para la irrigación de los ríos que descienden de Sierra Nevada, los valles de La Alpujarra disfrutan de un importante grado de fertilidad, si bien a causa de la naturaleza del terreno sólo pueden ser cultivados en pequeñas parcelas, por lo cual la técnicas modernas de agricultura no suelen ser viables. Abundan los árboles frutales, como naranjos, limoneros, caquis, manzanos, higueras, castaños, almendros, y los viñedos. La zona este de La Alpujarra, la almeriense, así como la cara sur de las sierras costeras, son más áridas.
Colonizada por íberos y celtas, por la antigua Roma, y por visigodos, antes de la conquista musulmana de Hispania durante el siglo VIII. El historiador árabe Ibn Ragid declara que la región no fue conquistada por los árabes debido a la aspereza de su territorio. Su colonización, por tanto, hubo de ser posterior y realizarse de modo muy paulatino. La región fue el último refugio de los moriscos, a quienes se les permitió permanecer allí hasta mucho después de la caída del Reino Nazarí de Granada en 1492. Tras la revuelta morisca de 1568 (durante la que Abén Humeya, de nombre cristiano Fernando de Córdoba y Válor, se proclamó rey de la Alpujarra), la población morisca fue expulsada de la región tras que ésta fuese usada como su base militar de la rebelión.
Por orden de la corona española, se requirió que dos familias moriscas permaneciesen en cada villa para ayudar a los nuevos habitantes, introducidos desde Castilla (fundamentalmente procedentes de otros lugares de Andalucía, así como castellanos, gallegos y leoneses), y enseñarles la forma de trabajar las terrazas y los sistemas de irrigación de los que depende la agricultura de la región. Sin embargo, la repoblación fracasó y los sistemas agrícolas se perdieron, sustituidos por especies y métodos de origen castellano.
La influencia de la población árabe se puede observar, lógicamente, en el paisaje agrario, la arquitectura cúbica, interaccionada con la arquitectura bereber de las montañas marroquíes del Atlas.
El primitivo nombre con que se menciona esta comarca es el de Ilipula. En la época árabe se sublevaron varias ocasiones los habitantes de las Alpujarras, llegando por dos veces a declararse independientes del emirato de Córdoba, nombrando rey propio. En el último período de la reconquista hicieron los árabes de este territorio su último baluarte, favorecidos por lo quebrado del suelo, promoviendo repetidas protestas, pacíficas o belicosas, contra la desconsideración con que, a su juicio, eran tratados después de la rendición de Granada. Estas protestas dieron ocasión a la guerra de las Alpujarras, una serie de sublevaciones que duraron desde 1500 a 1570.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiWtLzjESLZ7-J5uvTmgiOia9l_CKRhd3pH-A6PPzq0ku3t27FvFeeZbMzTy7T69AsCI8c9zwGqRd31DGoA7ZGppt-wXa53bey4Gbexzv6p8FSkS9sbeK-RenddLR8AQwpBj4dh5NXrtoJ/w640-h622/Gonzalo+Fern%25C3%25A1ndez+de+C%25C3%25B3rdoba%252C+el+Gran+Capitan.jpg) |
D. Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.
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En la primera insurrección se apoderaron de casi todas las plazas fuertes de la comarca, e hicieron incursiones contra los cristianos, por lo que Fernando V mandó contra los moros al Gran Capitán y al conde de Tendilla, poniéndose después el propio monarca al frente de las tropas hasta dominar a los rebeldes. Entonces se les impuso la condición de entregar fortalezas y armas, y pagar un tributo de 50.000 ducados; pero la insurrección quedó latente, siguiendo el levantamiento de partidas, al modo de guerra de guerrillas. Para contener a los sediciosos, Carlos V promulgó una rigurosa pragmática en 1526, que dio un resultado contraproducente, hasta aparecer en 1560 numerosas partidas armadas por aquella sierra. Felipe II, queriendo ser más enérgico, reprodujo la pragmática de Carlos V, adicionando otras cláusulas.
Los muslimes, creyendo llegada la ocasión de sacudirse del yugo cristiano, se alzaron en armas dirigidos por Faraz-Abenfaraz, y proclamaron rey a D. Fernando de Córdoba y Válor, descendiente de los Omeyas u Omniadas, quien al renegar del cristianismo tomó el nombre de Aben-Humeya.
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Faraz-Abenfaraz
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Faraz-Abenfaraz se creía con mejor derecho a ser rey por descender de los Abencerrajes, pero transigió por no provocar escisiones, siendo nombrado por Aben-Humeya alguacil mayor con numerosas tropas de alpujarreños y mercenarios turcos y africanos. Feraz, contra la opinión de Humeya, llevó la guerra a sangre y fuego.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiU0jvKg3z-UnWOKwSeG1dKNSFgSkNfdKSOzw7T6-_3MQNqLu1USOkwzc-Im8RPBLpR2hZtXmHSO05rDwx2FcT-CtpsJ9WgM5i3O6MFV1c9Aj_vdx1CGzZTOTOO_FiGD904UotSpHIGiCvt/w585-h640/D.+%25C3%258D%25C3%25B1igo+L%25C3%25B3pez+de+Mendoza%252C+primer+marqu%25C3%25A9s+de+Mond%25C3%25A9jar+%2528Museo+del+Prado%2529.jpg) |
D. Íñigo López de Mendoza, primer Marqués de Mondejar.
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Felipe II mandó contra los insurrectos al Marqués de Mondéjar con un ejército que partió de Granada en 1569, y después al ver que no terminaba la guerra, otro ejército dirigido por el Marqués de los Vélez. Surgieron rivalidades entre estos caudillos, dando lugar a que la guerra se propagara a otras comarcas. Felipe II envió entonces a D. Juan de Austria, como generalísimo, y a D. Luis de Requeséns con una escuadra para impedir a los moriscos los auxilios por mar. El éxito empezó a decidirse por los cristianos; el Marqués de los Vélez conquistó las alturas de Ugir, derrotando a Aben-Humeya, que con el resto de sus fuerzas tuvo que retirarse a Sierra Nevada, donde trató de reorganizarse, pero una conjuración le hizo caer en poder de los cristianos y fue ahorcado.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCSJoOdJUASjZqlaYtJGlSo_G2tDdv-K0W2-U0OgfIftrD5MOpqAN0bUgOIKzExhK-NxvlCaoAORvJhQtTFZB-4asgAbbXb2TMJZEtCxPK_ppoB4gu59h4XZx9dnqnYKyIzCyVJXCKJdpg/w640-h376/Don+Juan+de+Austria+se+re%25C3%25BAne+con+su+hermano+Felipe+II.jpg) |
D. Juan de Austria reunido con su hermano Felipe II.
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![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEii2stwkhMuiyrqFTW_yqmgvxUpdVK-o3kE_Nq6Xb5QebPaZ71rPCCC_1bGGVdbFsPBhSJw8xJ217xhKoRPMUKHjl3KmDkJRjxHffOwb17akcAOt8SzOtvRDl0p3rFwKoIw-qpAnoWwhLmr/w494-h640/D.+Luis+de+Requesens+y+Z%25C3%25BA%25C3%25B1iga+%2528Museo+del+Prado%2529.jpg) |
D. Luís de Requesens y Zúñiga (Museo del Prado). |
Los
moros prosiguieron la guerra proclamando a Aben-Abó, que dio comienzo a
una activa campaña tomando algunas plazas, y llegando hasta las calles
de Granada. La insurrección amenazaba propagarse a Murcia y Valencia.
Para impedirlo tomó D. Juan de Austria personalmente la dirección de las
operaciones, hasta obligar a los rebeldes a refugiarse en lo más
intrincado de las Alpujarras. Entonces publicó un bando prometiendo
perdón a los que se sometieran, sin que ninguno lo efectuara, aunque lo
había prometido hasta el mismo Aben-Abó. Ante la resistencia pasiva
reanudó D. Juan de Austria la campaña con tal ímpetu, que a fines de
1570 sólo restaban unos 400 moriscos con armas, escondidos en las
fragosidades de la sierra. Cansados de tal vida se vendieron a los
cristianos dos de los más íntimos de Aben-Abó, y éste fue asesinado por
los suyos en marzo de 1571, entregando su cadáver en Granada. ![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJvc98QECHx0k9LvmF2FtOeKKPVm5JDnzVHkJQVc99hTiKzDwYO70BuEiODpVo95tCVbLXfcG8BDfxj9T8YT-B-RMSaTpdMn4Q6vnIT67rUvAGTSr3IfrCVXD2rW9LHNnGTTfn1-a4XTZG/w490-h640/Aben+Aboo.jpg) |
Aben-Abó
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De este modo terminó la guerra, viéndose después los moriscos obligados a abandonar las Alpujarras por imposición de los vencedores. Esta última rebelión es la época de los Mártires que ahora historiamos.
Por parte de la Corona Castellana, en enero de 1492 había llegado el momento feliz de terminar gloriosamente la reconquista con la toma a los moros del último baluarte de su poderío, la ciudad de Granada. Determinada la entrega, los moros pretendieron sacar todo el partido posible de su situación, y así arreglaron los capítulos de su rendición en conformidad con sus aspiraciones. Y aunque ellos, como dice Mármol, trataban estas cosas “con demasiada importunidad”, “los vencedores, (añade el mismo autor), que ninguna cosa querían más que acabar de vencer, se lo concedieron todo”. Y entre otras cosas que dejarán vivir a todos en su ley, y nos les consintieran quitar sus Mezquitas, ni sus torres, ni almuedones, ni les perturbarán en sus usos y costumbres.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjurAN1yEBzJPhjV2o5oTKw347oWSQFDIhdxablfrhLal-jUlsf8AAQWwBr2LhvR1QFeh7z5keoyllNBXprM4aRY-KAi59Oqq9AKBzu1OMBcP_OhzC9I4ARcHV3R_ZE7foKoHNKHPo85T6j/w324-h640/Fray+Hernando+de+Talavera%252C+primer+Arzobispo+de+Granada.jpg) |
Fray Hernando de Talavera, primer Arzobispo de Granada. |
Aunque
algunos prelados y otras personas religiosas pidieron a los Reyes con
mucha insistencia que como celosos de la honra de Dios, diesen orden
para que se prosiguieran con mucho empeño el desterrar de España el
nombre y secta de Mahoma, mandando que los rendidos, que no se quisieran
bautizar, se fueran a Berbería en el norte de África, no estando en
ello de acuerdo los reyes, y poniendo tan importante asunto en las manos
de Fray Hernando de Talavera, primer Arzobispo de Granada, muy
estimado de los Reyes por su mucha virtud, hombre de maravilloso
ingenio, gran predicador y muy docto en sagradas letras. Fue tan bueno
su tratamiento con los moriscos, que como muy bien dice Mármol ninguna
cosa era más estimada, más venerada y más amada, que el nombre del
Arzobispo, a quien ellos llamaban el Alfaquí Mayor de los cristianos y
el Santo Alfaquí. Y de tal manera recibían sus enseñanzas que se venían a
oírle los mismos alfaquíes, y se convirtieron muchos de unos y de
otros.
En vista de estas numerosas conversiones, los Reyes mandaron venir al
Arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros, para que le ayudase
en tan gran obra. Puestos de acuerdo, sobre el medio que tuvieron para
proceder mansamente fue mandar llamar a los alfaquíes y morabitos de más
posición entre los moros, y con ellos solos, en buena conversación,
disputaban y les daban a entender las cosas tocantes a su religión,
según el mandato de los Reyes, que estuvieron en Granada por esta fecha
(año 1499). Con esta forma de proceder creció de nuevo el número de los
moriscos convertidos, hasta el punto que a los pocos días vinieron
muchos hombres y mujeres a pedir el Bautismo, autorizados por sus
propios alfaquíes, de tal forma que en un solo día se bautizaron más de
tres mil personas, que por cierto fue necesario, por la muchedumbre, que
el Arzobispo de Toledo los bautizara con hisopo en un bautismo masivo y
general. Se consagró la mezquita del Albaicín y quedó como iglesia
colegial con la advocación de la parroquia del Salvador.
Aunque no faltaron contradictores de esta conversión, pues no todos los
moros vieron bien el correr de sus compatriotas a las aguas saludables
del Bautismo, y empezaron a buscar ocasión de manifestar su disgusto.
Entre éstos hubo moros principales que se dolían de que desapareciese la
ley de Mahoma de todo punto en España.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijEhayZO7ht4VBqsd8VhEzrcbGZVfhgnE50ZEe6JHYwGEjc_N0DBVTrBNxkql7aGLuKPy7a6Mv_Kv4eO7LACGD9n-rRNuCmm0j-v-DuX1l9UthyqQRgL81GrZSfutpdc4DZeL70JC5VJqR/w640-h438/El+cardenal+Francisco+Jim%25C3%25A9nez+de+Cisneros.jpg) |
El cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.
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Juzgó
conveniente Cisneros, el Cardenal de Toledo, intimidarles con algún
castigo, a fin de poner freno a sus propagandas contra el nombre de
cristiano. Fue uno de éstos el moro Zegrí, que hubo de ingresar en
prisión, en la que, convenientemente instruido, vino a cambiar de forma
que pidió ver al Cardenal Cisneros, y arrodillado y besando la tierra le
pidió el Bautismo, diciendo que había tenido revelación de Dios que se
lo mandaba. De aquí nació que otros hiciesen lo mismo, sin que los
alfaquíes se lo impidieran. Mandó así mismo el Cardenal quemar los
libros árabes que tocaban a la secta, y los demás ordenó encuadernar y
enviar al colegio de Alcalá de Henares.
El disgusto de los que llevaban a mal la conversión de los moros estalló
al fin, con ocasión de ciertas medidas que tomó el Cardenal Cisneros,
para castigar a los renegados o cristianos que habían abrazado la
religión mahometana, apostatando de la fe, y que los moros llamaban
elches. Las quejas y protestas de una de estas mujeres, a quien llevaba
presa un alguacil, que se había hecho muy odioso al pueblo, fue causa de
la muerte violenta de éste, de que corriese igual peligro el criado y
de que se pusieran en arma los moriscos. Comenzaron a implorar a Mahoma,
pidiendo libertad, diciendo que rompían los acuerdos de paz, tomaron
las calles, las puertas y las entradas del Albaicín, se fortalecieron
contra los cristianos, y comenzaron a pelear contra ellos, y como
ofendidos por la sobrada diligencia que ponía el Cardenal Cisneros en su
conversión, corrieron a la Alcazaba, y le cercaron dentro, sin que les
valiese para contener el movimiento el haber tendido a su defensa el
Conde de Tendilla, que bajó de la Alhambra al día siguiente. Diez días
duró aún la rebelión, durante los cuales trabajaron inútilmente los
Prelados y el Conde de Tendilla con los alfaquíes y principales
ciudadanos de ellos para hacerlos entrar en razón, poniéndoles delante
de los ojos el error que habían cometido levantándose contra los reyes;
cosa que ellos desmentían, diciendo, que más bien ellos volvían por la
autoridad de las firmas de los reyes, quebrantadas con la violación de
los capítulos de las paces, no respetando lo estipulado en materia de
religión. Encendidas las pasiones entró en la solución del problema planteado el arzobispo de Granada que no habiendo querido oír al Conde de Tendilla, ni recibir su adarga, que les enviaba en señal de paz, tratando mal al criado que la llevaba, el Arzobispo tomó consigo un solo capellán, con cruz alzada delante de sí, y algunos criados, y a pie y desarmado se fue a meter entre los moros en la plaza de Bib el Bonut en donde se habían recogido, con tan buen semblante y rostro tan sereno, como cuando iba a predicarles las cosas de la fe. Cuando los moriscos le vieron en aquella actitud, depusieron su postura hostil, y fueron sumisos al Arzobispo Fray Hernando de Talavera, olvidando toda la saña, y le besaron el alda de la ropa, como solían cuando estaban pacíficos. El Conde de Tendilla aprovechó esta buena coyuntura, llegó con un alabardero, y quitándose un bonete de grana que llevaba en la cabeza, lo arrojó en medio de los moros, para que entendiesen que iba en hábito de paz. Los cuales lo alzaron, y besaron, y se lo volvieron a dar. Tras largos razonamientos del Arzobispo y del Conde, de prometerles el perdón de sus Altezas, en vista de que aquello, como ellos querían hacer valer, no era sino volver a lo acordado por las firmas de ellos en las capitulaciones, se quedaron en paz; y para que se aseguraran más, el Conde hizo una cosa digna de su nombre: tomó consigo a la Condesa su mujer, y a sus hijos niños, y los metió en una casa del Albaicín en calidad de rehenes.
No llegaron las noticias sobre la rebelión a Sevilla, donde estaban los reyes Isabel y Fernando, pero informados más tarde por el mismo Cardenal Cisneros, no sólo se aplacaron sino que, oído su descargo, le animaron a proseguir la conversión de los moros. Y no se tuvieron en cuenta las alteraciones que por este motivo de las conversiones hubo por el reino de Granada aquel año y el siguiente de 1500, y en algunos lugares como Güéjar, Andarax y Lanjarón, y que por medio de sus capitanes, o él mismo rey en persona, allanaron y, pacificaron la situación, viniendo Fernando para esto de Sevilla, en donde, después de pacificada la tierra granadina, se volvió, para de nuevo acompañar a la reina por el mes de julio. En los meses de agosto, septiembre y octubre se convirtieron todos los moros de la Alpujarra, y de las ciudades de Almería, Baza y, Guadix, y de otros muchos lugares del mismo reino de Granada.
A pesar estos progresos, se alzaron los moros de Belefique, los de Níjar, y Güevéjar, que al final fueron vencidos. Y el mismo año de 1501 se alzaron en otros lugares de la Serranía de Ronda, Sierra Bermeja, y Villaluenga, y después de los grandes reveses sufridos por los capitanes, muerte de mucha gente y de algunos caballeros principales, fue necesario que el mismo Rey Católico saliese, y dejando ir a Berbería a los que no quisieron ser cristianos, se convirtieron los demás allí y en todo el antiguo reino nazarí. También hicieron lo mismo al poco tiempo los mudéjares que vivían en Toro y Zamora y en otras partes de Castilla, que hasta entonces no se habían convertido.
No obstante el buen trato y muchas mercedes con que los Reyes fueron regalando a los moros, los favores y buen tratamiento que, por encargo de los mismos, les hacían los ministros de justicia, bien pronto se vio, que aprovechaban todas estas cosas concedidas para que ellos dejaran de ser moros, y no tuvieran más cuenta con sus ritos y ceremonias, una vez bautizados en la Iglesia Católica, cerrando de este modo los oídos a cuanto los prelados, curas y religiosos les predicaban; sin que tuviesen en cuenta que en la nueva situación eran más ricos y más señores de sus haciendas, que lo fueron en tiempo de los Reyes moros del antiguo Reino Nazarí. Ayudaba no poco a este estado de cosas la confianza en que vivían entre ellos, de que un día volverían a ser moros como en su anterior estado.
Y alimentaban esta esperanza los jofores o pronósticos que así lo decían, y con los cuales los principales mantenían a los demás en esta creencia de su futura victoria y próspero reinado. El historiador Mármol condensa en el siguiente párrafo la falsía y fingimiento con que en materia de religión procedían los moriscos, después de convertirse:
“Si iban a oír misa los domingos y días de fiesta, era por cumplimiento, y porque los curas y beneficiados no los penasen por ello. Jamás hallaban pecado mortal, ni decían verdad en las confesiones. Los viernes guardaban y se lavaban, y hacían la zalá en sus casas a puerta cerrada, y los domingos y días de fiesta se encerraban a trabajar. Cuando habían bautizado algunas criaturas, las lavaban secretamente con agua caliente para quitarles la crisma y el óleo santo, y hacían sus ceremonias de retajarlas, y les ponían nombre de moros: las novias, que los Curas les hacían llevar con vestidos de cristianas para recibir las bendiciones de la iglesia, las desnudaban yendo a sus casas, y vistiéndolas como moras, hacían sus bodas a la morisca con instrumentos y manjares de moros”.
No eran menos de temer sus trazas y engaños en el orden político; porque acogían a turcos y moros en sus alquerías y casas, les daban aviso para que matasen, robasen y cautivasen cristianos, y ellos mismos los hacían cautivos en ocasiones y se los vendían como esclavos a los turcos.
Proveyeron los Reyes de Castilla algunas cosas de justicia y buen gobierno para remedio de estos males; entre otras la Reina doña Juana, hija y heredera de los Reyes Católicos, entendió sería de mucho bien quitarles el hábito morisco, para que con él fuesen perdiendo la memoria de sus costumbres de moros. No era gran pena quitarles el traje, y porque fuera menos, se les dieron seis años de plazo para romper los que tenían hechos, y se disimuló más años, hasta que fue mandado cumplir por el emperador D. Carlos el año 1518, y suspendido el mismo año a instancia de los moriscos.
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Retrato de D. Gaspar de Avalos, obispo de Guadix.
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El Abad, Canónigos y Beneficiados del Salvador en el Albaicín, que por estar en continuo contacto con los moriscos sabían cómo vivían éstos, informaron de nuevo que guardaban los ritos y ceremonias de los moros, y el año 1526 se proveyó de visitadores eclesiásticos por toda la tierra del antiguo reino, siendo nombrados el obispo de Guadix, D. Gaspar de Avalos; el Licenciado Utiel, el Doctor Quintana y el canónigo Pedro López. Después de haber estado en los lugares de los moriscos, informaron los visitadores al Emperador, afirmando la conveniencia de que dejaran el trato y costumbres que tenían de tiempo de los moros para ser buenos cristianos.
En consecuencia de esta información, mandó el Emperador Carlos I hacer junta de los más estimados teólogos que a la sazón se hallaban en el Reino, para que tratasen del remedio que se podría tener para hacerles dejar tales costumbres. Se juntaron para esto en la Capilla Real de Granada los siguientes señores: D. Alfonso Manrique, Arzobispo de Sevilla e Inquisidor general de España; don Juan de Tavera, Arzobispo de Santiago, Presidente del Real Consejo de Castilla y Capellán Mayor de su Majestad; D. Pedro de Álava, electo arzobispo de Granada; D. Fray García de Loaysa, Obispo de Osma; don Gaspar de Avalos, Obispo de Guadix; D. Diego de Villalar, Obispo de Almería; el doctor Lorenzo, Galíndez de Carvajal y el licenciado Luis Polanco, Oidores del Real Consejo; D. García de Padilla, Comendador Mayor de la Orden de Calatrava; D. Hernando de Guevara y el licenciado Valdés, del Consejo de la general Inquisición, y el Comendador Francisco de los Cobos, secretario de su Majestad y de su Consejo. En esta junta se vieron las informaciones de los visitadores, los capítulos y condiciones de las paces que se concedieron a los moros, cuando se rindieron, el asiento que tomó de nuevo con ellos el Arzobispo de Toledo, cuando se convirtieron, y las cédulas y provisiones de los Reyes, junto con las relaciones y pareceres de todos los hombres reunidos.
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D. Alfonso Manrique de Lara, Arzobispo de Sevilla e Inquisidor general de España. |
Y visto todo decidieron que, mientras se vistiesen y hablasen como moros, conservarían la memoria de su secta y no serían buenos cristianos. A consecuencia de ello les prohibieron usar su lengua, y el hábito morisco, y los baños árabes, que tuviesen la puerta de su casa abierta los días de fiesta, y los días de viernes y sábado, y que no usasen las leylas y zambras a la morisca; que no se pusiesen alheñas en los pies, ni en las manos, ni en la cabeza las mujeres; que en los desposorios y casamientos no usasen de ceremonias de moros, como lo hacían, sino se hiciese todo conforme a los que nuestra santa Iglesia lo tiene ordenado; que el día de la boda tuviesen las casas abiertas, y fuesen a oír misa; que no tuviesen niños expósitos; que no usasen de sobrenombres de moros, y que no tuviesen entre ellos Gacis de los Berberiscos, libres ni captivos. Todas estas cosas se pusieron por capítulos, con las causas y razones que los habían movido a ello; y consultado su Majestad, los mandó cumplir, pero los moriscos acudieron ante el rey a contradecirlos, informando con sus razones morales, como gente que ninguna cosa temían tanto como tener que dejar su traje y lengua natural, que era lo que más sentían; y dieron sus memoriales, e hicieron sus ofrecimientos, y al fin alcanzaron con su Majestad, (antes que saliese de Granada), que mandase suspender los capítulos ordenados por el tiempo anterior por su propia voluntad; y con esto cesó la ejecución por entonces de lo anteriormente establecido por las autoridades referidas más arriba.
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El Emperador Carlos I y la emperatriz Isabel de Portugal. |
Todavía en el año 1530, estando ausente el Emperador, mandó la emperatriz despachar reales cédulas al Arzobispo, Presidente, Oidores y moriscos de Granada sobre el traje, ordenando se vistiesen las moriscas como las cristianas. Y otra vez acuden al emperador con nuevas súplicas, representando ante el Emperador los grandes inconvenientes que de esto se seguirían; y otra vez se produce la nueva disposición de Emperador mandando suspender las órdenes hasta su vuelta a España.
Después de lo dicho tienen lugar tres acontecimientos que, aunque no son de índole religiosa, están muy relacionados con el asunto de su integración como pueblo morisco, e influyen en gran manera en el desenlace de todo; motivo por el cual no podemos prescindir de ellos, como son: el haber quitado a los moros el servirse de esclavos negros; el mandato de llevar a sellar sus armas ante el Capitán General, los que tenían licencia de usar de ellas; y otra orden asimismo de que los delincuentes no se acogieran a lugares de señorío, ni gozasen de la inmunidad de las iglesias más de tres días.
Se fundaba la primera disposición en que aquellos esclavos negros de Guinea los compraban bozales para servirse de ellos, con lo cual ellos les enseñaban las creencias de su religión, y los hacían a sus costumbres; con todo lo cual crecía la nación morisca dentro del reino. Lo de las armas era un peligro constante, porque los que tenían licencia compraban más de lo que necesitaban, y las vendían o daban a los monfíes y hombres de la revolución. Sucedió por último que las justicias y consejos de los lugares, que eran cabeza de partido, informaron a los Oidores y Alcaldes de la Audiencia Real, cómo en los lugares de señorío se acogían y estaban avecindados muchos moriscos que andaban huidos de la justicia por delitos, y teniendo allí seguridad, salían a saltear y robar por los caminos, y los señores de estos lugares, a cambio de tenerlos poblados, los favorecían.
Basta a nuestro parecer que con saber que la persecución contra los malhechores, que se acogían a lugares de señorío, dio por resultado, viendo que tampoco se podían acoger a las iglesias, ni estar retraídos más de tres días a ellas, que empezaran a esconderse en los montes, y juntándose con otros monfíes y salteadores, cometían cada día mayores delitos, matando y robando a las gentes, y andando en cuadrillas tan armados, que las justicias ordinarias eran insuficientes para prenderlos, por no traer gente de guerra para tal fin. Así de esta manera se iba preparando aquel ejército de monfíes, que más tarde tanto habían de dar que hacer en los años de las revoluciones moriscas.
Con estos precedentes se entiende cómo los moriscos anduvieran desasosegados, y cada día lloviesen quejas en Granada de los daños que hacían viviendo como moros, y comunicándose con los moros de Berbería.
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Retrato del arzobispo de Granada D. Pedro Guerrero.
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Era a la sazón arzobispo de Granada D. Pedro Guerrero, y yendo al Concilio de Trento, llevó consigo el encargo de tratar de este asunto con el Pontífice Paulo III. El cual, enterado de todo, dio encargo al arzobispo para el rey, a fin de que este pusiese remedio en que aquellas almas no se perdieran. Como consecuencia de esto el Rey don Felipe II mandó celebrar un sínodo, al que concurrieron los obispos sufragáneos del arzobispado de Granada, los cuales declararon la conveniencia de poner en ejecución los capítulos aprobados en la junta de la Capilla Real, que hemos referido antes. Mandó el Rey el informe al Consejo Real, presidido entonces por el licenciado Diego de Espinosa, obispo de Sigüenza, más tarde Cardenal, y teniendo en cuenta que las tolerancias anteriores no habían servido para otra cosa, sino para dar ocasión de nuevos delitos, ahora se acordó no admitir demandas ni respuestas en la ejecución de lo mandado.
Y para proveer en ello mandó el rey Felipe II, el año de mil quinientos sesenta y seis, hacer una junta en la villa de Madrid, en la que intervinieron el Presidente D. Diego de Espinosa, el Duque de Alba, don Antonio de Toledo, Prior de San Juan; D. Bernardo de Borea, Vicecanciller de Aragón; el maestro Gallo, obispo de Orihuela; el licenciado D. Pedro de Deza, del Consejo de la general Inquisición; el licenciado Menchaca y el doctor Velasco, Oidores del Consejo Real y de la Cámara. En esta reunión acordaron que puesto que los moriscos habían sido bautizados y tenían nombre de cristianos y lo habían de ser y parecer, dejasen el hábito y la lengua, y las costumbres que usaban como moros, y que se cumpliesen y ejecutasen los capítulos de la junta que el Emperador D. Carlos I había mandado hacer el año veinte y seis.
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Presidente de la Real Audiencia de Granada, Don Diego de Espinosa. |
Y así lo aconsejaron al emperador, cargándole la conciencia sobre el asunto. Y para evitar las reclamaciones de los moriscos, que no se publicaran hasta que lo enviasen al Presidente de la Real Audiencia de Granada, para que ejecutase tales acuerdos.
Primeramente se ordenó que dentro de tres años venideros los moriscos aprendiesen a hablar la lengua castellana, y de allí en adelante ninguno pudiese hablar, leer, ni escribir en público ni en secreto en lengua arábiga.
Que todos los contratos y escrituras, que desde ese momento en adelante se hiciesen en lengua árabe, fuesen inválidos, sin que tuvieran ningún valor y efecto legal, y no hiciesen testimonio de fe en juicio ni fuera de él, ni en virtud de ellos se pudiesen pedir, ni demandar, ni tuviesen fuerza ni vigor ninguno.
Que todos los libros que estuviesen escritos en lengua arábiga, de cualquier materia y calidad que fuesen, los llevasen dentro de treinta días ante el Presidente de la Audiencia Real de Granada, para que los mandase ver y examinar; y en los que no tuviesen inconveniente, se los devolviesen para que los tuviesen por el tiempo de los tres años, y no más.
En cuanto a la orden que había de dar para que aprendiesen la lengua castellana, se sometía al Presidente y al Arzobispo de Granada, los cuales, con parecer de personas prácticas y de experiencia, proveyesen lo que les pareciese más conveniente al servicio de Dios y al bien de aquellas gentes.
En cuanto a los hábitos o ropa de vestir se mandó que no se hiciesen de nuevo marlotas, almalafas, calzas, ni otra suerte de vestidos de los que usaban en tiempo de moros; y que todo lo que se cortase e hiciese, fuese al modo y uso de los cristianos. Y porque no se perdiesen de todo punto los vestidos moriscos que estaban hechos, se les dio licencia para que pudiesen traer los que fuesen de seda, o tuviesen sedas en guarniciones, por tiempo de un año, y todos los que fuesen de sólo paño, dos años; y que pasado este tiempo de ninguna manera trajesen los unos ni los otros vestidos. Y durante los dos años, todas las mujeres que anduviesen vestidas a la morisca, llevasen la cara descubierta por donde fuesen, porque se entendió que por no perder la costumbre que tenían de andar con los rostros tapados por las calles, dejarían las almalafas y sábanas, y se pondrían mantos y sombreros, como se había hecho en el Reino de Aragón, cuando se quitó el traje a los moriscos de aquel reino.
En cuanto a las bodas se ordenó que los desposorios, velaciones y fiestas que hiciesen, no usasen de los ritos, ceremonias, fiestas y demás regocijos de los que usaban en tiempo de moros, sino que todo se hiciese conformándose en el uso y costumbre de la Santa Madre Iglesia Católica, y de la manera que los fieles cristianos lo hacían; y que en los días de la boda y velaciones tuviesen las puertas de la casa abiertas, y lo mismo hiciesen los viernes en la tarde y todos los días de fiestas, y que no hiciesen zambras, ni leylas con instrumentos ni cantares moriscos de ninguna manera, aunque en ellos no cantasen ni dijesen cosa alguna contra la religión cristiana, ni que pudiese ser sospechosa de ella.
Cuanto a los nombres ordenaron que no tomasen, tuviesen, ni usasen nombres ni sobrenombres de moros, y los que tenían los dejasen; y que las mujeres no se pintaran con alheña o se alheñasen.
En cuanto a los baños mandaron que en ningún tiempo usasen de los que se hacían en baños públicos o artificiales, y que los que habían se derribasen; y que ninguna persona, de ningún estado y condición que fuese, no pudiese usar de los tales baños, ni se bañasen en ellos en sus casas, ni fuera de ellas.
Y cuanto a los Gacis se proveyó que los que fuesen libres, y los que se hubiesen rescatado, o se rescatasen, no morasen en todo el reino de Granada, y dentro de seis meses de haberse rescatado saliesen del reino, y que los moriscos no tuviesen esclavos gacís, aunque tuviesen licencia para poderlos tener. Se conocía por gacís a los moros de África llegados después de 1492, era el nombre dado literalmente a los hombres de guerra de los berberiscos.
En cuanto a los esclavos negros se ordenó que todos los ricos que tenían licencia para tenerlos, las presentasen ante el Presidente de la Real Audiencia de Granada, el cual viese si los que los tenían eran personas que se consideraban sin impedimento de tenerlos , ni otro peligro que podían usar de ellos, y enviase relación a su Majestad de ello, para que lo mandase ver y proveer que hacer sobre el asunto, y en este periodo de tiempo o ínterin la persona, en cuyo poder se exhibiesen las licencias, las detuviesen, proveyendo de todo ello el Presidente de la Real Audiencia de Granada lo que más viese que convenía.
Esta fue la resolución que se tomó en aquella Junta, aunque algunos fueron de parecer de que los capítulos no se ejecutasen todos juntos, por estar los moriscos tan casados con sus costumbres, y porque no lo sentirían tanto si se las iban quitando poco a poco; pero el Presidente de la Real Audiencia de Granada, Don Diego de Espinosa, cansado de los avisos que venían cada día de Granada, y tomando en consideración la fuerza de la Religión y poder de un Príncipe tan católico, quiso y aconsejó a su Majestad que se ejecutasen juntos todos los capítulos ordenados.
Teniendo en consideración la mentalidad de la época en todas las medidas precedentes que se tomaron, en orden a poner coto a los desmanes y corrupciones de los moriscos, campea entre todos los estamentos implicados un gran celo por la salvación de sus almas, y no menor por la conservación de la fe católica en toda su pureza, eran años del Concilio de Trento. ![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5iZaU_HNAW02TzQ48-MeDViC8u_Ce1ef0mSqd_d4NHyoxPX3oj6dBQKaywks2Qwe_GpIM6UXNkU2mhNYNdmq4vEd1UZgXu0YGVRGWPLSK_hG4polGaE6d6-mBpLHrDk-SP4XlHuNWzNo_/w640-h332/Concilio+de+Trento.jpg) |
El Concilio de Trento fue un concilio ecuménico de la Iglesia Católica Romana celebrado en periodos discontínuos, abierto el 13 de diciembre de 1545 hasta 1563.
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Hay que vivir la historia de aquel siglo de fe y entusiasmo religioso, y tener en cuenta los siglos que habían precedido de lucha sin tregua por la causa católica, para darse cuenta de lo que valen y significan todas estas pragmáticas, y el sacrificio que supone dar una y otra y muchas veces largas y dilaciones a su cumplimiento. El amor de la fe, y la obligación que los prelados y los reyes creían tener de hacer cuanto pudieran para su conservación, junto a la necesidad de reprimir todo conato en los moriscos que tendiera a volver a sus antiguos errores, con daño no solo de sí mismos, más aún de cristianos viejos; explican y justifican estas medidas que, si algo tuvieron de malo, fueron las dilaciones y dispensas, y tan largos años de espera, que hubiesen de producir el natural fruto de que los moriscos se arraigaran más y más en sus errores, y se creyesen al mismo tiempo suficientemente poderosos para resistir y no cumplir lo mandado, interpretando como miedo la tolerancia usada con ellos.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxAg8vbwe8szUq_rVAu18wPgoQrOygmOiwMhIv-twZ9JlvvwL8BiqhDqDcvh6yjK6Y5slvqNZ9OCCV2sUG0fg4Fjn4AOR1CYs1Vp9ZcxcUo3P-DVyedPCQIZPnF-xT4K3fbrQmNmOOnEiY/w640-h430/Los+reyes+cat%25C3%25B3licos+Isabel+y+Fernando.jpg) |
Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando.
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Los mismos Reyes Católicos, que tan adelante habían ido en sus concesiones en las capitulaciones de la paz, comprendieron que se habían excedido en las libertades concedidas, y muy pronto se les alcanzó la necesidad de rectificar su conducta. La rebeldía y levantamiento de los moriscos dieron sobrado pretexto para algunas actuaciones más graves, que justificaron las primeras medidas que en orden a esto se tomaron, y la falsedad, doblez y engaño con que procedían los moriscos después, y las muestras evidentes de que su conversión no era sincera, y de que en oculto perseveraban en ser tan sectarios de Mahoma como antes, estaban pidiendo a todo trance el remedio. En la mentalidad de la época si los moriscos se habían bautizado, debían vivir como cristianos, y había derecho a exigírselo de cualquier manera que fuese, si optaban por permanecer en los dominios del Rey de España.
Que en los reyes y prelados hubo siempre buen deseo de ayudarles, de dar tiempo y de esperarles pacientemente, de ser complacientes con ellos, de atender a sus súplicas de nuevas dispensas y dilaciones, bien se deja ver por las muchas veces que se atendieron sus súplicas, y se suspendieron las órdenes, por los largos plazos que se les dieron para la lengua y los vestidos, y aun las mismas ayudas pecuniarias que se les prometía a los pobres, para poder cumplir con lo relativo a los trajes. Todo lo que suponga de pérdida en los moriscos por la ejecución de la pragmática, es de poca consideración con el daño que suponía para la unidad religiosa, para el bien de las almas, para la paz del reino y para el afianzamiento de la reconquista; y la rebelión que se siguió, por no querer cumplir lo mandado, no se justifica en manera alguna, y mucho menos los excesos que llevaron a cabo. ¿Tanto importaba en la vida de un pueblo el cambio de traje? ¿De tanta trascendencia era el dejar una lengua, aunque fuese la suya, que les llevaría a arriesgar su vida por ella? ¿Y tanto era el vivir sin el uso de los baños, sin los cuales pasaban muy bien sus enemigos? La facilidad con que de todas esas cosas se prescinde hoy en la vida moderna, y en la fusión de pueblos y de razas, tomando por traje, por lengua, por usos y costumbres las que usa y están en boga en la nación en que vivimos, muestran bien a las claras lo que el tiempo vino a descubrir, dando la razón a los que tanto hincapié hicieron, y tanta importancia dieron al prohibir a los moros todas estas cosas, que de suyo no puede negarse son indiferentes en la vida política de un pueblo. Detrás de todo esto se ocultaba otra cosa de más importancia para ellos, y que sirvió de pretexto para la rebelión; como sirvió de causa justificante en los que, por el bien común de la nación y de la Iglesia, una y otra vez tomaron la determinación de hacerla cumplir. Detrás de los zambras y las reuniones a puerta cerrada se ocultaban sacrilegios y abominaciones paganas, que la Iglesia no podía tolerar; los baños eran foco de inmoralidad, con la que no se podía transigir; la lengua y los libros, llenos de supersticiones, alimentaban todo esto; y de la misma manera que los trajes servían de cobertera para mantener siempre vivos, no sólo el culto idolátrico de Mahoma, sino las conjuraciones, la inteligencia con los berberiscos, turcos y piratas, manteniendo siempre latente, pero no menos viva por esto, la posibilidad de una insurrección, y la destrucción por consiguiente de la obra gigantesca llevada a cabo a costa de tanto sacrificio. Y aunque el aspecto político no aparecía tan claro, mejor diremos que se confundía con el religioso, ambos se juntaban para pedir de consuno las medidas que se tomaron. Y es la verdad, que lo que a un pueblo y al otro movía, lo que en todo esto se arriesgaba, y por lo mismo lo que en uno y otro bando se pretendía, era la defensa del principio religioso.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbPncVaoc8V7GHFGN5W8fBzqVGkhuOzAcDB-ZgebfkjLv76brGb3Un2PuLew723ybriddxvyViMhdY5f7VGIJIUrJD0bia0fWOkdFiQJsALBRD1FW5JLAOcv6TdgdkF4M-dma-kImMU8jW/w640-h360/Emperador+Carlos+I.jpg) |
El Emperador Carlos I.
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Por
la defensa de la fe se interesaban teólogos y prelados; al servicio de
la misma ponían sus espadas los Reyes Católicos, el Emperador Carlos V y
Felipe II, y por la ley musulmana conjuraban y se insurreccionaban los
moriscos. Por eso la rebelión fue despiadada, cruel, y en toda ella no
campeaba otro respeto, ni se oyó otra voz que la de la religión,
renegando los moriscos de la fe, y predicando y exigiendo a los
cristianos viejos, bajo pena de la más cruel de las muertes, la
apostasía de su fe secular.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4lvA6iQDwfEATyw6sXTVxD5Vh7MgipBKxaTk3hqA5KbpIi_-u06k9FLwiKvrFBp6dCZ4o23pql2D6_kmUACqT6xn5Juh_XbLWfdcxps4CPl-CwZRRhW87PtUeppLtJ6pTRZ_pmGcKL3UK/w520-h640/Portrait+of+Philip+II+of+Spain+by+Sofonisba+Anguissola.jpg) |
Rey Felipe II de España. Pintura de Sofonisba Anguissola. |
Quizá resulte para muchos un misterio la ceguedad y rebeldía de los moriscos, teniendo en frente todo el poder de Felipe II. Pero ténganse en cuenta varios motivos, bastante poderosos por sí para justificar la temeraria conducta de estos rebeldes. Por una parte, según queda indicado, las dilaciones y largas esperas, consecuencia de múltiples causas que habían engendrado en ellos la creencia de que eran un poder temible a los reyes de España; por otra, la rabiosa desesperación del vencido, que intenta probar fortuna aún a riesgo de perderlo todo, les prestaba el esfuerzo titánico de esta misma desesperación; y no era el menor incentivo para la lucha el motivo religioso que los impulsaba, motivo que, si en todos los pueblos es el más poderoso, en los mahometanos es verdaderamente formidable, por la esperanza de que los que en guerra religiosa sucumban, han de recibir bien mejorado en el otro mundo lo que aquí pierden. Como además contaban con la esperanza, a su juicio segura, de que habían de recibir refuerzos de turcos y berberiscos, sólo les faltaba que hubiese quien les asegurase del triunfo definitivo en nombre de Dios y de su profeta Mahoma, y esta voz del cielo para ellos no faltó.
En efecto; la plebe de todos los tiempos es siempre la misma, y siempre, por desgracia, para esa engañada plebe, hay cabecillas y caudillos que la extravía y la convierte en ciego instrumento de sus ambiciones. La codicia y la soberbia son el arma con que sus instrumentos siempre seducen a las turbas, haciendo brillar ante sus ofuscados ojos la aurora resplandeciente de una felicidad soñada; una victoria segura, una vuelta no menos segura a su antiguo poderío, la humillación y esclavitud del vencedor, la posesión de la tierra perdida, el reinado indiscutible y pacífico para siempre en la misma tierra en que ahora eran servidores y esclavos. He aquí las dulces esperanzas y sueños deliciosos con que sus alfaquíes y cabecillas iban despertando los instintos de aquel pueblo para lanzarlo a la pelea, como el tigre sobre la presa indefensa.
Son notables por cierto los jofores o pronósticos, llovidos del cielo o comunicados a sus alfaquíes, en los que todas estas cosas les prometían, y con los cuales persuadían al pueblo para que se dejase manejar y fraguase la conjuración. Los cuales escritos son los más a propósito para herir la imaginación siempre exaltada de los moriscos. En ellos se empleó un lenguaje simbólico, a veces apocalíptico. “Los sectarios alcoranistas, dice Mármol, que por ventura los habían compuesto, los glosaban trayéndolos por los cabellos al propósito de su pretensión, que era levantar el reino. Feraz Abenferaz y Danel y otros, fueron los que comenzaron a mover al ignorante vulgo diciendo que ya era llegada la hora de su libertad que los jofores decían”.
Como si estos incentivos fuesen poco todavía, había otros que “so color de astrología judiciaria, añade el mismo Mármol, les decían mil desatinos, fingiendo haber visto de noche señales en el aire, mar y tierra, estrellas nunca vistas, arder el cielo con llamas y muchas lumbres haciendo bultos por el aire, y rayos temerosos de estrellas y cometas, que siempre se atribuyen a mudanza de estado”.
Para que nada faltase hasta la fecha del socorro estaba anunciada que había de ser “cuando el año, dice uno de los jofores, entrase en día de sábado”.
Excusado es decir el efecto que todo esto, hábilmente manejado, había de producir en un pueblo fanático, supersticioso, oprimido, con el recuerdo de la libertad y predominio perdido, y ansioso de sacudir el yugo. Con tales apremios y acicates el dudar del éxito de la empresa casi era un delito, un pecado de religión, una ofensa a Alá y a Mahoma su profeta; y la mejor preparación era el estar determinado a proceder a sangre y fuego, con ánimo de exterminarlo todo. Se explica aquel instinto destructor, y aquella inhumanidad, característica sobre todo de los monfíes del ejército de Veraz Abenferaz.
Alentado, pues, con tantas esperanzas de éxito, y confiando también en el gran número de moriscos que había en el Reino de Granada, empezó a tramar la conjuración para un levantamiento general. Se puso a la cabeza Feraz Abenferaz, del linaje de los Abencerrages, tintorero de arrebol del Albaicín, quien comunicó sus planes con otros moriscos de diversos puntos de la Alpujarra, echando a volar la especie de que tenían a su favor armas, gente y socorro de genoveses, y de turcos y moros de Berbería, y como día más a propósito, por estar en él ocupados los cristianos en la iglesia, eligieron el día de Jueves Santo del año 1568, aunque después se cambió.
No dejaron de ser verdad los tratos con los moros de Berbería y otros enemigos, a quienes llamaban en su ayuda. Se dio orden de empadronar ocho mil hombres en los lugares de la Vega, en las alquerías, Valle de Lecrín y partido de Órgiva, a quienes se les pudiera fiar el secreto, y que estuviesen preparados para acudir a la ciudad con bonetes y tocas turcas en las cabezas. Se fabricaron en los lugares de Güéjar y Güéntar 17 escalas de esparto para subir a la muralla, y se combinó detalladamente el plan de ataque a la vez por diversos lugares de la ciudad, con la ayuda de los moriscos del Albaicín, y los que debían concurrir de fuera de la ciudad.
Sucesos imprevistos hicieron que en algunos puntos se adelantaran, y esto fue causa para evitar una hecatombe en la ciudad de Granada; pero no para que el movimiento no corriera como chispa de fuego por toda la Alpujarra, en donde lo embreñado, áspero y montañoso de la parte de la sierra principalmente sirvió de maravilla a los intentos de los rebelados. Fracasada la rebelión del Albaicín, salió Feraz para la Alpujarra.
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Azulejo que refleja el lugar de nombramiento de D. Fernando de Valor y Córdoba como Emir con el nombre de Aben Humeya.
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Nombraron en Béznar rey a Hernando de Córdoba y de Válor, con el nombre de Muley Mohamete Aben Humeya, por ser de linaje real, con gran disgusto y no menos grandes protestas de Ferax Aben Ferax, que llegó en esta ocasión a Béznar en son de triunfo. Aunque estuvieron para venir a las manos los dos aspirantes al reinado, pudo componerse todo con que Ferax fuese su alguacil mayor, oficio el más preeminente. Con autorización del Rey, que deseaba quitárselo de delante, entró por la Alpujarra “llevando consigo, (dice Mármol), trescientos monfíes, salteadores de los más perversos del Albaicín y lugares comarcanos a Granada”.
Lo primero que se hizo en esta guerra, para que a nadie cupiese duda que era guerra de religión, guerra sagrada, fue el apellidar nombre y secta de Mahoma, y mandar predicarla; y en todas las ocasiones imponían el renegar de la fe, so pena de sufrir la muerte. De tal forma que apenas hay muerte de cristianos, que en ocasiones eran verdaderas hecatombes y matanzas de muchos, en las cuales no se empezase por exigir el renegar de la fe cristiana con amenazas, con promesas y cuantos medios emplearon los paganos en los siglos de las persecuciones más fieras y sangrientas. He aquí lo que dice Mármol al respecto: “Y a un mismo tiempo, sin respetar la cosa divina ni humana, como enemigos de toda religión y caridad, llenos de rabia cruel y diabólica ira, robaron, quemaron y destruyeron las iglesias, despedazaron las venerables imágenes, deshicieron los altares, y poniendo manos violentas en los sacerdotes de Jesucristo, que les enseñaban las cosas de la fe, y administraban los sacramentos, los llevaron por las calles y plazas desnudos y descalzos, con público escarnio y afrenta. A unos asaetearon, a otros quemaron vivos, y a muchos hicieron padecer diversos géneros de martirios. La misma crueldad usaron con los cristianos legos que moraban en aquellos lugares, sin respetar vecino a vecino, compadre a compadre, ni amigo a amigo; y aunque algunos lo quisieron hacer, no fueron parte para ello, porque era tanta la ira de los malos, que matando cuantos les venían a las manos, tampoco daban vida a quien se lo impedía. Les robaron las casas, y a los que se refugiaron en las torres y lugares fuertes, los cercaron y rodearon con llamas de fuego, y quemando muchos de ellos, a todos los que se les rindieron les dieron igualmente la muerte, no queriendo que quedase hombre cristiano vivo en toda la tierra que pasase de diez años arriba”. Y vaya por delante este testimonio de Mármol para que el lector se vaya acostumbrando a las terribles escenas de crueldad y canibalismo que vendrán más tarde.
Para los moriscos rebeldes el sacerdote de cada población condensaba en sí tantas cosas odiosas para los rebeldes moriscos, que muy bien pudiera decirse que era la personificación de todo cuanto ellos aborrecían, y el objeto principal de su saña en las crueldades que ejercitaban en los creyentes; y su muerte y exterminio, la obra a su juicio más grata a Dios y a su profeta.
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Violencia de los monfíes en la rebelión de la Alpujarra.
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El sacerdote por una parte era la representación más genuina de la raza enemiga, pues los motivos que los dividían de los españoles, y los separaban eternamente de ellos con una sima tan honda, que no había podido cegarse con ocho siglos de lucha, era la religión cristiana, que llevaban los españoles tan adentrada en su alma, como ellos la musulmana.
Además, el sacerdote era para ellos el encargado de predicarles y enseñarles las verdades de la fe, que ellos debían creer y profesar en virtud del Santo Bautismo que habían recibido. Por añadidura no sólo les había de enseñar, sino recordarles con su predicación y ejemplo sus obligaciones y reprender con amor paternal cuando faltaban a ellas.
Y finalmente, si no eran ellos, los sacerdotes, los que debían forzarles a pagar una especie de diezmo, o de multa pequeña, de cera o de dinero, como pena por faltar a la Misa en los días de fiesta, por cuenta de los párrocos y sacristanes corría al menos el cuidado de pasar lista y anotar los que faltaban.
Más aún, llegaban en su fanatismo a considerar los sacramentos y ceremonias sagradas como cosa nociva, o de mal agüero, era como que el sacerdote pasara ante sus ojos como un hechicero o cosa parecida. No tiene otra explicación lo que hacían con el niño después que había recibido el Bautismo en la iglesia. Con agua caliente y fricciones, en cuanto lo permitía su delicadeza, intentaban quitar al recién bautizado lo que el agua, las palabras del sacerdote y unción sagrada habían hecho. Sacrílega invención, en la que no se sabe qué admirar más que la ignorancia o la mala fe.
No tenían más estima de la santa Misa, a la que iban a veces las mujeres con las almohadillas de la costura para aprovechar el tiempo durante ella, y el despectivo nombre de torta como llamaban a la hostia consagrada, y el hechizo que sin duda consideraban en la campanilla, a la que llamaban la de morir. Con lo dicho basta para comprender mejor lo que sucedería en tiempo de cumplimiento pascual. A la confesión llegaban, se hincaban de rodillas y no había poder humano que les sacase una sola palabra; quedaban como estatuas, según lo certifica el P. Francisco Vílchez, de la Compañía de Jesús, en su libro Santos y Santuarios del Obispado de Jaén y Baza. Y si hablaban, sería como vimos en el testimonio de Mármol para no decir verdad; fuera de que jamás hallaban pecado mortal como certifica este mismo autor. De esta misma odiosidad participaban las cosas sagradas, los ornamentos y las imágenes.
Con todo lo dicho y con no olvidar que el fin inmediato y principal del morisco y su rebelión no era otro que abatir y matar la religión cristiana y hacer prevalecer la del Profeta, se comprende fácilmente que las principales maquinaciones fueran contra el sacerdote.
Los pocos ejemplares de prisiones que se cuentan en esta historia de la rebelión, en que todo se llevaba a sangre y fuego, y a toda prisa, por temor sin duda a las fuerzas que tras ellos habían de subir a hacerles frente, demuestran bien a las claras que hubieran dejado atrás a los sufrimientos de los primeros cristianos en aquellas cárceles sepulturas.
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Vista de Mairena.
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Para referir la historia del sacerdote vizcaíno Juan Martínez Jáuregui, Beneficiado de Mairena, dejemos la palabra al Doctor Antolínez, ya que compendia quizá mejor y no difiere de lo que sobre él mismo dice Mármol en su historia y Diego de Escolano en su Memorial. Dice así: “No hay fiera tan cruel como un tirano señoreado de su pasión, y poderoso para ejecutar lo que quiere sin resistencia; porque es como un incendio que todo lo abrasa y consume. Ninguno lo fue más en sus principios que el reyezuelo Abenfaraz. Ninguno en más breve tiempo hizo tanta ruina ni pasó tantos cristianos a cuchillo. Puede ser epílogo de sus crueldades el atroz martirio que dieron al bachiller Juan Martínez Jáuregui, vizcaíno de nación y beneficiado del lugar de Mairena, en cuyo cuerpo no quedó arma ninguna que no probase sus filos, ni verdugo que no ejecutase su saña; pero cuando las fuerzas del enemigo más se embravecían cobraba más valor y esfuerzo la constancia del mártir, aunque es verdad que este nombre le merecen todos los que en esta persecución padecieron (pues en general y a muchos en particular se les propuso siguiesen la secta de Mahoma, ofreciéndoles vida, libertad, hacienda y lugares honrados en la república que pensaban fundar). Pero este santo sacerdote vio mil particularidades que sin duda llegan a llenar todo lo que pide el nombre de mártir. Le hicieron preso el primer día de Navidad. Le robaron su hacienda y atado le llevaron a casa de Andrés de Carvajal, morisco. Allí le tuvieron quince días padeciendo hambre, sed y muchos malos tratamientos, haciéndole dormir en el suelo. Le daban solamente para comer un poco de pan de alcandía, arrojándoselo como a un perro. No se puede creer la batería de malos tratos que le dieron, los medios que intentaron para ablandarle, persuadirle y apartarle de la fe católica.
Resistía el valeroso sacerdote con ánimo constante y fuerte. Les hablaba de las verdades de nuestra sagrada religión, la antigüedad de la fe en sus pasados, la naturaleza de su tierra, que en ella se había conservado en la general destrucción de España, y que no había venido a las Alpujarras a perderla, antes para que ellos guardasen la que habían prometido a Cristo en el Bautismo, que ya la dejaban faltando a lo que debían, de que estaba con doloroso sentimiento, viendo cuán mal se habían aprovechado de su doctrina y consejos, y que no se cansasen en persuadirle, porque estaba muy contento y daba infinitas gracias a Dios por haberle puesto en ocasión de padecer por la confesión de su santísimo Nombre, merced que excedía a cualesquier merecimientos por grandes que fuesen, e inflamado con el deseo que tenía de padecer, les reprendía sus vicios, mostraba con razones el mal fin que debían de tener sus intentos y cuán errado camino llevaban. Endurecidos más con tales razones, y viendo el poco fruto que sacaban, determinaron quitarle la vida y lo hicieron con extraordinarios martirios. Sacándole desnudo al campo y eras del lugar, le dieron muchas patadas, bofetadas y escupiéndole en el rostro y con otras mil injurias le decían: “Ya, perro, no nos llamarás a misa. Lo amarraron a una higuera y con una lanza le abrieron el costado derecho al sacerdote, que con gran devoción llamaba a Dios en su ayuda y a su Santísima Madre y repetía que moría por su amor. Embravecidos
los moriscos con estas palabras, le atravesaron con dos jaras el
vientre y pecho izquierdo, y viendo que no habían sido poderosas para
acabar de matarle, le desjarretaron ambas piernas. Uno de aquellos
moriscos le sembró todo el rostro y cuerpo de pólvora y pegó fuego; y
aunque abrasado, quedó con vida, y para acabar de quitársela, cansados
ya de tanta resistencia, le atravesaron con dos balas, y así triunfando
de sus enemigos y de las miserias de esta vida, fue a gozar de la
eterna”.
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Nechite, pueblo de la Alpujarra granadina.
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Se rebelaron los vecinos de Nechite, el día miércoles dos de diciembre, y
habiendo llegado el B. Juan Díez de decir Misa de uno de sus lugares,
un morisco le quitó por fuerza la mula en que venía, y algunos del
pueblo le persuadieron con apariencia de amistad, para que se fiase de
ellos y se recogiese en cierta casa, que ellos le guardarían. Lo hizo
así nuestro beneficiado y llevó consigo a Pedro Valera, su cuñado; a
Juan y Luis de Almenara, hermanos y sacristanes de este pueblo. Los
tuvieron cuatro días en aquella casa, que les sirvió más de cárcel
oscura y hedionda. ![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhc4rYvmHJ73O8yeM-dmViNbNcm43u93ws-f-8zFlr_Wu8BZzP-lqJrFsWYl6H76__c-PRtP7y90iTFrYCSrizyS2UcY08lRHldh1tsipITaZwSLLju9MhqZbS_LcWoFjwWUtLeEWPcMLBU/w640-h500/Ugijar.jpg) |
Población de Ugijar.
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Ellos
habían tenido noticia de las muertes que habían dado los moros de
Ugíjar a los cristianos viejos, saquearon el pueblo, quemaron el retablo
y fueron a la parte y lugar donde estaba el beneficiado y sus
compañeros, y con el mismo doblez y engaño les dijeron que para más
seguridad querían llevar al beneficiado y su cuñado a Ugíjar. Puestos en
camino los empezaron a persuadir que renegasen, y aunque eran grandes
las promesas que por esto les hacían, era mayor su constancia, con la
cual el beneficiado les empezó a decir: “¿Hemos nosotros de volver la
espalda a Dios que sin venirle provecho nos crió con tanto amor y nos
redimió con la pasión y muerte de su Hijo? Y vuelto a su cuñado le dijo:
No permita Dios que por nuestra culpa triunfe de nosotros el demonio y
sus secuaces. No demos lugar a que una causa tan ilustre y santa como es
la de la fe católica quede por nosotros afrentada, ni demos ocasión a
que todos los católicos del mundo nos lloren y se lastimen de nuestra
miserable caída; y pues la experiencia nos enseña que la mano de Dios es
la misma que fue, no hay si no ponernos en ella, que Él nos fortalecerá
con los dones sobrenaturales de su gracia”.
Por estas razones y el encomendarse con gran confianza a Dios y a su
Sacratísima Madre, fueron la causa para que los moros le ultrajasen y
tratasen mal, y por burla y menosprecio le dijesen: “Perro, di «loado
sea Jesucristo» (salutación que le fue muy familiar por todo el tiempo
de su vida). Pero no por eso dejaba de decirla, con que cobraba
esfuerzo, animaba a su cuñado e indignaba a los moros, los cuales a dos
tiros de ballesta del pueblo los desnudaron en carnes, ataron las manos,
y diciéndoles mil injurias que sufrían con mucha paciencia, les
hendieron la cabeza con un hacha de partir leña. Cargaron luego sobre
ellos con gran multitud de lanzas y espadas, y entre ellas remataron la
vida temporal y comenzaron a gozar de la eterna. Poco después sacaron al
mismo lugar a Juan y a Luis de Almenara, desnudándolos en carnes, y
hallándoles unas cruces, fue tan grande su ira y enojo, que con fieros
golpes les partieron las cabezas y echaron sus cuerpos por un barranco
abajo. El mismo género de muerte padecieron este día Lorenzo Rodríguez y
un niño de once años que no se sabe su nombre.
Sobre el mismo tormento de encerrarlos en una cárcel hedionda tienen que
sufrir vejaciones y malos tratos el beneficiado Salvador Gutiérrez y el
cura Martín Romero: pero desengañados sus verdugos de poderlos inducir a
renegar, juntamente con sus compañeros de prisión, les sacaron el día
30 de diciembre, y después de haberlos desnudado, como tenían de
costumbre estos lúbricos verdugos, les ataron fuertemente las manos y
les pusieron a la vista de mucha gente para que con sus vejaciones,
burlas e injurias abatiesen aquellos ánimos invictos, que ellos no
habían podido doblegar.“Oh Padre de las misericordias (decían ellos,
entre tanto, con ternura y devoción) que nos creaste”. “Oh Hijo dulcísimo que nos redimiste, defiéndenos en la unidad de la Iglesia Católica, para que merezcamos hoy morir por ella”.
No necesitaban oír otra cosa los sarracenos, era como si estas palabras
fuesen la señal de acometer, furiosos como energúmenos, a golpes y
heridas, hasta quitarles la vida. Pero no saciándose aún su rabia,
muertos como estaban, les sacaron las entrañas y arrojaron a los perros.
El Licenciado Arcos fue entregado a la gente de guerra. Hinca las
rodillas en tierra y hace con muchas lágrimas a Jesucristo una tierna
oración, que no le dejaron acabar por apoderarse de él y desnudarle, sin
dejarle más que la última túnica, según frase del Arzobispo Diego de
Escolano. Llevado al pie de una cruz comenzó como otro San Andrés a
requebrarse con ella, entre lágrimas y suspiros. No pudiendo los
verdugos soportar las exclamaciones y lágrimas del sacerdote, y el caso
que hacía de ellas su compañero de martirio Diego Pérez de Lugo,
atacaron de repente contra los dos con las espadas y alfanjes con tal
furia, que no quedó ninguno que no ejercitara en ellos su crueldad.
Corrió pareja con ello la intrepidez y valor de los mártires, pues los
moros hubieron de decir: “Aquellos perros cristianos dentro de los
cuerpos tenían las espadas y las puntas y no cesaban de invocar a
Jesucristo”.
Con el mismo intento de hacerles renegar, tuvieron presos en Paterna,
desde el día 26 de diciembre al 2 de enero, al Licenciado N. Arcos con
otros cristianos, diciéndoles muchas injurias contra la cruz y el
Sacramento de la Penitencia, y apelando a toda clase de armas para
vencerlos.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSabU4XmeJ5tfwfhLZefwEIJV3HkkZFpi1RH1layDjeLER4KdE5KLby-Mp83Fr4in5-soOHzWsG9lSSPWeUYWmKekoNNmIn_2szbCPxRqGhzZDUF37FWyJ9Wp6egUTQHpEPP1l0LmKIx3G/w362-h640/Trinitarios+ante+el+martirio.jpg) |
Trinitarios presos ante el martírio. |
Por
ser Ujíjar población tan importante, había una colegiata con seis
canónigos y su abad. En esta ciudad, en la que con tanta crueldad se
realizó la persecución, no podían perdonar a los sacerdotes. Al
contrario, por lo mismo de su importancia religiosa, se ensañaron aquí
quizá más que en otras partes contra todo lo que significase
cristiandad. Era don Diego Pérez de Guzmán, natural de Illescas, de la
provincia de Toledo, el abad, al estallar la rebelión; su dignidad, su
calidad de maestro de Teología y sus muchas virtudes le daban gran
prestigio entre los cristianos que con él se encontraban prisioneros. El
Abad don Diego Pérez de Guzmán ponía ante sus ojos la gloria del
martirio, su mérito ante Dios y el valor con que debían abrazarlo. No
pudieron los moriscos sufrir estas cosas, y para impedir que las dijera
le pusieron en la boca armas de fuego, le desnudan sin piedad y atadas
las manos se invitaban los unos a los otros diciendo “hagámosle la
corona”. Una navaja que le rayó la piel de la cabeza hasta el cráneo, y
cera ardiendo que dejaron caer en aquella inmensa llaga, completaron el
primer ensayo que hicieron con el Abad. Juntamente con los otros
canónigos, fueron atados por los pies y arrastrados hasta la puerta de
la iglesia, y como si fuese un entretenimiento para ellos por el camino
le sacan un ojo al abad. Querían los moriscos sacar todo el provecho
posible de los martirios de estos sacerdotes, y así llamaron a su
presencia a las madres y hermanas de los sacerdotes para obligarlas a
presenciar su muerte, esperando que de aquel certamen de dolores de los
Mártires, y de lágrimas de las mujeres, había de salir la apostasía de
los unos o de los otros. Un inútil empeño, pues todos salieron más
animados de la prueba, y superada de una y otra parte la vergüenza de la
desnudez, entregaron sus cuerpos a la muerte, con el mismo valor
intrépido, dejándose degollar los siete. Sus cadáveres fueron después
atravesados con espadas. No se libraron por esto de ser arrojados a
aquel informe montón de cadáveres que a manera de gavillas de las mieses
en el estío, en la era, fueron pisoteados y materialmente trillados por
los caballos. La multitud de Mártires que hubo en esta ciudad, impidió
mayores profanaciones con los cuerpos de los eclesiásticos; pero no se
libró el Abad de ser seleccionado entretantos, y de ser entregado a las
moriscas, y más tarde a los muchachos, para que después de ser tratado
con gran ignominia fuese arrojado al campo a la voracidad de las fieras.
Ni tampoco perdonaron el cadáver de otro sacerdote, al que partieron
por medio, y sacándole las entrañas, las emplearon en manchar y
escarnecer con ellas las imágenes del templo.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgMcfk6lvNaPRTf2-dqOGuxUPM74xHvmkwI6TjgFuKoTZF6xEWM0SmaIjIJ7bZxM_xo9RsTTFruaJLfVoZ4c_zr6VPT2ZHH4GbO-co9yxVO3EQOUJrdIsSmWE-kiKK2osSbiqJNQ5hNiIY/w640-h426/V%25C3%25A1lor.jpg) |
Actual población de Válor. |
Quizá
sobresalgan estos hechos a los precedentes en la prisión en Válor a que
fue sometido el B. Alonso Delgado con otros cristianos. Para que nada
faltara, hasta hubo la fingida amistad de un morisco, llamado Abenazaba,
que entre otros medios utilizados por los moriscos verdaderamente
notables fueron los que discurrieron para engañarlos y hacerles renegar,
fue uno el tenerlos dos días desnudos. Bien se deja entender cómo se
ponen aquí de acuerdo la vergüenza, el pudor en todos, pero
especialmente entre las mujeres, y el frío intenso para derrocar
aquellas fortalezas de ánimo. ¡Horrible tormento!: las pobres mujeres se
irían a un rincón a cubrirse las unas con las otras, derramando
constantes lágrimas; los hombres, esposos, padres y hermanos de las
cautivas, harían otro tanto, encendido el rostro por la indignación ante
los hechos.
El digno remate de aquellas batallas diarias, ora con halagos, ora con
amenazas, y a veces con engaños y mentiras, para que en Válor el
Beneficiado Alonso Delgado y sus compañeros de cautiverio renegasen,
tuvo el término que podemos suponer. Con pretexto de trasladarlos a otro
lugar, a la media legua de camino salen al encuentro muchos sarracenos,
los cuales, juntos con los que les llevaban, cerraron contra ellos y a
estocadas y cuchilladas los acabaron, esparciendo por el camino sus
cadáveres, era el día de los Santos Inocentes. La prisión del licenciado
Navarrete fue una dura porfía para hacerle renegar, pero de rodillas
con su sacristán ante el altar de Jorairátar, en donde había estado el
Sacramento, suplicaron ambos a sus verdugos les diesen la muerte en
aquel mismo lugar. Hicieron mofa de su petición diciendo: “La iglesia la
queremos para corral de nuestras ovejas y no querrían entrar si huelen
estar enterrados en ella cuerpos de malditos lobos; aunque quedéis en el
campo, aun los perros no os querrán comer”. Arrastrados hasta la puerta
de la iglesia, deseosos todos de ser los verdugos de los mártires,
después de haberlos destrozado a estocadas y cuchilladas, les cortaron
las cabezas y los entregaron a los muchachos para que vengasen en ellos
el odio de la enseñanza del catecismo.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYWXvlg9uT1gU1xL7A29SAkrJGlNlHFMFcG9-c_ytswdV2CMpCvX95w64pAaMUK06XAx-3Cm2AZWN5OdBJb2fsFAX4CuP6ha_gaD2R7kSdTxZwl3GFf-qIJDorX50z4DJFhXabPVswjyKT/w640-h360/Poqueira+celebre+por+su+barranco.png) |
Poqueira y su gran barranco.
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No fue menos dura la cárcel de Poqueira, en una cueva horrenda, profunda
y sin más cama que el duro suelo, y sin más comida que un poco pan de
panizo. A ella fue traído desde Cónchar, con su hermano, el Beneficiado
Juan Félix de Quirós, después de haber estado otros cuatro días en
Cónchar, en casa de un morisco. En la terrible cárcel de Poqueira se
encontraban ya presos el Vicario Baltasar Bravo y el Beneficiado Bernabé
Montanos, con otros treinta cristianos. Con ser duro el trato de la
cárcel, aún fueron más las amenazas, promesas, instancias y toda clase
de medios para inducirlos a renegar de la fe cristiana. Así vivieron y
se prepararon para el martirio, con confesión de todos, que hicieron con
el Beneficiado Juan Félix de Quirós.
Parece que el gobernador de este punto, Miguel Xava, había concebido
esperanza de hacer renegar a los cristianos cuando no tomaba la
determinación de matarlos; si no es que, como sucedió más tarde con
Baltasar Bravo, pensaba explotar a los cristianos, haciéndoles dar
dinero por su rescate. Ello fue que llegó a Poqueira Aben Humeya e
impaciente por tanta dilación, reprendió ásperamente al gobernador.
Llevó éste muy a mal la reprensión, y sacó de pronto a todos los presos a
una plazuela cercana a la cárcel, en donde les esperaba mucha gente
dispuesta a ejercitar en los mártires toda su crueldad. Aquello debió
ser lo que hoy llamamos linchamiento. Apenas aparecieron los mártires
capitaneados por Bernabé Montanos y Juan Félix Quirós, hechas de sus
manos unas cruces, y animando a los suyos al martirio, cargó sobre los
religiosos tan gran multitud de musulmanes o agarenos que con espadas y
alfanjes, y en breve tiempo, dieron cuenta de todos, menos del Vicario
Baltasar Bravo, a quien reservaron para sacar dinero de él; motivo por
el cual quedó privado de la gloria del martirio, pues dio tiempo a la
llegada del marqués de Mondéjar en socorro de los cristianos. Por el
cual motivo se dice quedaron libres las mujeres que estaban presas.
No debemos omitir que Bernabé Montanos, hombre docto, tuvo noticia antes
de la rebelión de lo que se trataba, y se partió a Granada a ponerlo en
conocimiento del Arzobispo. Desestimó el Prelado la advertencia,
ordenándole volviese luego a su lugar; y por el camino dijo a un amigo
suyo: “la rebelión de los moriscos es cierta, aunque mi Prelado y los
ministros de su Majestad no lo crean; voy de muy buena gana a morir por
Cristo, porque así lo quiere y lo manda mi Prelado, y no volveré a
entrar en Granada”.
Sin duda llama la atención, por lo nuevo, el género de tormentos
ensayados en esta persecución, de precipitar desde una gran altura a los
Mártires. En más de una ocasión se aplicó con éxito regocijado por
parte de los verdugos, que gozaban sin duda alguna en aplicar esos
tormentos. Uno de estos casos ocurrió en la villa de Ujíjar, teatro de otros hechos no menos heroicos. A un sacerdote a quien, por su celo en reprenderles sus vicios, tenían especial ojeriza los moriscos, le suspendieron con una cuerda de una viga de la iglesia. Desde esta altura le dejaron caer de golpe, y fue tal el efecto de la caída que, quebradas las piernas y horriblemente mutilado, hubo de expirar en seguida.
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Población actual de Pitres.
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Las piadosas amonestaciones que el Beneficiado Jerónimo de Mesa hizo en Pitres a los cristianos, encaminadas a sostener su ánimo en la dura prueba del martirio fueron causa de que los moriscos se dieran por ofendidos, y entre una lluvia de palos le atan las manos a las espaldas, y con un cordel le levantan a lo más alto de la torre, desde donde le dejan caer, rompiéndose brazos y piernas. Terrible caso, en que si hay mucho que admirar en el sacerdote, quizá no hay menos materia de admiración en la conducta de su madre, que por una y otra vez que se repitió la crueldad, estuvo ella confortándole, cuando llegaba al suelo, con tales palabras que contrastaban vivamente con las que los verdugos acompañaban al tormento. “Perro, le decían; predícanos ahora; di «Ave María»; llama a tu Dios, veamos si te libra”. Bien se deja entender en qué estado quedaría el cuerpo del mártir arrojado por tres veces desde la altura de la torre; reventando sangre por la boca, ojos, oídos y narices, magullado horriblemente y quebrados los huesos por diversas partes, principalmente en los brazos, piernas y cabeza, más parecía masa informe, montón de carne, que hombre. Y sin embargo no pareció a sus verdugos todavía que habían hecho lo suficiente, y convocadas las moriscas a voz de pregonero, estando ya casi muerto, le atan al cuello un cordel y lo entregan a la crueldad de las mujeres, más refinada que la de los hombres; porque con agudos punzones, cuchillos pequeños y punzantes agujas le llenaron de heridas por todo el cuerpo, dando de esta manera Jerónimo de Mesa su espíritu al Señor.
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Mecina Fondales.
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