PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 26 de octubre de 2015

LA FRONTERA DE LA FUENTE DE LA FIGUERA CON ARYÜNA TRAS EL AÑO 1225. LA VIDA DE LOS NUEVOS POBLADORES PROCEDENTES DE CASTILLA


SITUACIÓN DE UNA POBLACIÓN PERTENECIENTE A ANDÚJAR, UNA VILLA RECIEN RECUPERADA POR FERNANDO III EL SANTO.

Durante los primeros siglos de dominación árabe en España, nuestras tierras tuvieron un apreciable y regular nivel de población, hasta que tuvieron lugar los repetidos ataques castellanos durante la etapa de desmoronamiento del poder almohade y el surgimiento de las terceras taifas en al-Andalus; circunstancia histórica en que Figueruela dejó de pertenecer al poder musulmán en el año 1225, y paso a denominarse La Fuente de la Figuera. 
Desde el primer nombre de la Reconquista en 1225, La Fuente de la Figuera ha llegado a tener diversos nombres: Higuera de Andúxar, Higuera cerca de Arjona, Higuera, Higuera de Arjona. Estos nombres han variado en función de su situación de dependencia del señorío de la ciudad de Anduxar, o de su pertenencia a la Vara de Arjona tras pasar a manos de la Orden de Calatrava. Incluso siglos después se mantenía esa indefinición, como podemos comprobar por encima de donde se escribe DE del texto VARA DE ARJONA, donde se puede leer "Higuera cerca de Arjona ó de Andujar".

Muchas de las fortificaciones y lugares habitados ya con anterioridad en época musulmana, sufrieron una transformación importante o abandono en la etapa emiral, tal como ocurrió con los asentamientos islámicos de Corbún, Los Pozos y Las Cuevas, debido a la orden del emir y luego califa de Córdoba llamado Abd al-Rahman III, que tomó esa decisión  para prevenir futuras sublevaciones, tras el papel preponderante que numerosas plazas jugaron en las rebeliones muladíes contra el poder central a finales del siglo IX y comienzos del siglo X en al-Andalus.



Antes de la llegada de los árabes y musulmanes en el 711, la provincia de Jaén no existía como tal, ni en la época visigoda inmediata ni en la anterior dominación romana; por tanto la provincia de Jaén, la ciudad y su capitalidad de la Cora, nacen durante el periodo islámico con la constitución del estado de al-Andalus, que establece una organización geográfico-administrativa en la que se creó la Kura o Cora de Jaén (Yayyan). Desde su constitución como Cora o provincia en el siglo VIII, el territorio estaba integrado por un buen número de localidades de diversa entidad, con algunas ciudades de importancia y comarcas ricas, fértiles y prosperas, con abundantes mercados y actividad comercial. Un territorio muy bien defendido mediante  una serie de plazas inexpugnables y poderosas fortalezas.

El Castillo de Jaén . Fotografía de Juan Quesada.
Toma lateral del Castillo de Jaén.
Vista aérea actual del Castillo de Jaén y Parador.
De su configuración territorial destacan algunas de sus comarcas o distritos como Mantisa (La Guardia), Martus (Martos), Ubbada (Úbeda), Bayyasa (Baeza), Andüyar (Andújar), Sawdar (Jodar), Saqüra (Segura), Sumuntan y Qaysata (Quesada). En la zona del distrito centro de la Cora estaban Arjona, Cazalilla y Porcuna y muchas otras poblaciones menores e innumerables alquerías o fortalezas, como pudieron ser los núcleos de población islámica del cerro de Corbun o Corbul desde los siglos VIII al X en la época emiral, el núcleo de Los Pozos y Las Cuevas que constituirían las alquerías de La Higueruela.

Baños árabes de Jaén. Fotografía de Sitoh


Jaén como capital de la Cora era una ciudad de mediana importancia, que contaba con diversos baños y mezquitas y acogía a comunidades de judíos y cristianos en un ambiente de tolerancia y convivencia pacíficas. Tuvo una vida cultural e intelectual de cierta relevancia con alto conocimiento técnico, científico y literario.

En algunos casos la conquista era con batalla, asalto y rendición por cerco; si bien con anterioridad había habido en muchos casos constantemente entradas por parte de cada bando hacia el territorio contrario, con saqueos y pillaje y toma de cautivos de los que se pedía rescate; se incendiaban cosechas, se talaban árboles, y se destrozaban casas, iglesias o mezquitas en medio de una vorágine casi permanente.

En caso de cesión pacífica, por acuerdo de los reyes, de villas o aldeas, como fue en el caso de la entrega de Andújar y sus aldeas de La Higuera y Villanueva en 1225, o de  rendición por cesión pacífica, se permitía la salida de la población musulmana que lo desease, sin la destrucción sistemática de todo lo que representaba el pasado, con lo que en muchos casos se reutilizaron mezquitas, reconvertidas ahora en templos para los cristianos, se aprovechaban las fortalezas, y sus viviendas, aprovechándose igualmente en algunos casos la documentación del vencido para hacer los nuevos repartimientos y delimitación de términos entre las diversas villas y aldeas, basándose en muchos casos en las antiguas divisiones administrativas musulmanas. 


Conoce tu Comarca, Lahiguera

Con los castellanos desapareció, en toda la zona conquistada, la estructura del poblamiento islámico, que hasta ese momento existía y que esencialmente se componía  de numerosas alquerías o aldeas y asentamientos dispersos no fortificados, que estarían organizados en torno a un Hisn o castillo como elemento de articulación del territorio. Con Castilla esta organización fue sustituida por una estructura señorial, fuertemente jerarquizada y dirigida por estamentos militares establecidos en la zona, con la obligación de defenderla a cambio de apoyo económico de la corona castellana, y del botín, que se obtenía de las incursiones realizadas en el territorio del enemigo musulmán de la frontera, más o menos próxima. En el lado cristiano de la nueva frontera la población civil era muy escasa y la mayoría de sus habitantes eran guerreros encastillados y agricultores que algunas veces se tenían que proveer de alimentos de las recuas enviadas desde otros lugares no tan próximos a la frontera. A las nuevas villas o aldeas conquistadas se les concedía básicamente el estatuto de realengo o de señorío. Los señoríos como entidad jurídica disfrutaban de más privilegios y derechos, mientras que las tierras de realengo se otorgaban a los concejos en zonas no fronterizas y por lo tanto no tan necesitadas de defensa. Esta fue la razón por la que La Fuente de la Figuera tras la conquista de Jaén por Fernando III pasó a depender de Jaén como tierra de realengo.
La Higuera tierra de frontera, tras la entrega a Fernando III, con el emergente reino Nazarí de Arjüna.
Mapa tomado de (3) Vidal, F.: (2010) Jaén en época de los nazaríes (al- Andalus, siglo XIII- XVI. Editorial  Zumaque, Alcalá la Real (Jaén). Página 19 de Antonia Paniza Cabrera).

La estructura militar determinó el poblamiento y la organización de los asentamientos de cristianos en la nueva zona reconquistada al Islam, que sufrió una despoblación muy importante por la emigración a núcleos de población mayores y más seguros, hasta el punto que muchas zonas quedaron deshabitadas o poco pobladas, mientras que en otros lugares se concentraba la población en torno a los castillos construidos para refugio y defensa en caso de ataques árabes de la zona fronteriza. 
Islam y Resistencia Cristiana:

https://www.youtube.com/watch?v=PDHbPRizg_E
La población cristiana se congregaba alrededor de la Torre fortaleza o castillo y el templo cristiano. Por todo ello, y ante la imposibilidad de mantener en muchos casos las tierras conquistadas en manos castellanas, se articuló la entrega de las tierras conquistadas a las órdenes militares de Santiago y Calatrava.

La invasión árabe de la Península Ibérica y el inicio de la Reconquista:


Tras la ocupación musulmana y la formación de al-Andalus, los nuevos gobernantes se mostraron muy dispuestos a pactar con la aristocracia goda. Como parte del pacto, los nobles godos se hacían muladíes (conversos al Islam) y así podían seguir gobernando sus tierras y cobrando impuestos. En cuanto a la población cristiana (los mozárabes), los gobernantes fueron tolerantes con sus tradiciones religiosas y se conformaron con el cobro de tributos. 
Los Primeros Reinos Cristianos:

https://www.youtube.com/watch?v=YOwK3U32Es0

Sin embargo, pronto se crearían fuertes desigualdades dentro de la sociedad andalusí y surgirían muchos motivos de descontento. Un motivo era el aumento de la presión fiscal para mantener un ejército cada vez más numeroso; otro motivo era el reparto de tierras, que beneficiaba a las tribus árabes o beréberes más cercanas al poder; un tercer motivo era el aumento de la presión religiosa para forzar la conversión; un cuarto motivo podía ser la ocupación de cargos por las élites árabes en perjuicio de la nobleza goda muladí. Por estos u otros motivos, en el siglo IX se produjeron movimientos de rebeldía contra los gobernantes de al-Andalus, cuyos  protagonistas principales fueron gentes cristianas de Hispania o mozárabes. Por lo menos conocemos tres rebeliones. Por orden cronológico son:
1- Una rebelión de los habitantes de una ciudad contra la presión fiscal del emir, que tuvo mucho de espontánea y desencadenó una fuerte ola de violencia y represión.
2- Una rebelión por motivos religiosos, focalizada dentro de una ciudad y liderada por clérigos que promovieron una forma “no violenta” de protesta.

3- Una rebelión dirigida por muladíes que se extendió por un amplio territorio del estado andalusí y desencadenó una guerra que se prolongó hasta el siglo X.
 
Cuadro resumen de la Evolución política de Al- Andalus.

El 22 de septiembre del año 852 d.C., muere en Córdoba Abū l-Mutarraf `Abd ar-Rahmān ibn al-Hakam (Árabe: أبو المطرف عبد الرحمن بن الحكم), más conocido como Abderramán II, hijo y sucesor de Alhakén I, cuarto emir omeya de Córdoba, que reinó desde el 25 de mayo de 822 hasta su muerte.

Tras la muerte de Abderramán II, sería su primogénito, Muhammad, quien rezara la oración fúnebre en la tumba del Alcázar de los Omeyas.

Ibn Idhari nos dejó este retrato de él: 


«...era alto, moreno, de ojos grandes y negros, la nariz aquilina, los párpados morenos y larga barba; hacía mucho uso del henné [la henna] y del ketem. Tuvo cuarenta y cinco hijos y cuarenta y dos hijas».

Fue el primer omeya que acuñó moneda en Córdoba, grabó los dírhemes con su nombre e instituyó una ceca, a cuyo cargo puso alamines. Desde la conquista hasta entonces los habitantes de al-Andalus empleaban los dírhemes y dinares que traían de Oriente. Durante su reinado aumentó la recaudación de impuestos, se incrementaron las exacciones del jarach, se construyeron alcázares, ciudades y talleres; los reyes cristianos y de otros lugares se le sometieron. (1) (Anónimo: Una descripción anónima de al-Andalus. Madrid, CSIC, 1983 (Ed. y trad., con introducción, notas e índices por Luís Molina), p. 149.).
Abd-al Rhaman III en Medina Azahara, año 930.
Imagen actual de Medina Azahara. Fotografía de Sombradeparra.
El arte emiral y califal en al-Andalus:

https://www.youtube.com/watch?v=1FKQ6ip-zXk
Fue el primero que hizo fastuosos edificios y cumplidos alcázares, utilizando avanzada maquinaria y revolviendo todas las comarcas en busca de columnas, buscando todos los instrumentos de al-Andalus y llevándolos a la residencia califal de Córdoba, de manera que toda famosa fábrica allí fue construcción y diseño suyo (2) (Ibn Hayyan de Córdoba. Almuqtabis II-1 (Crónica de los emires Alhakén I y Abderramán II entre los años 796 y 847). Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Próximo Oriente, 2001 (Trad., notas e índices de Mahmud ali Makki y Federico Corriente), p. 182.).

En los territorios de la actual provincia de Jaén, a partir de la segunda decena del siglo XIII, se inició con un gran avance de los reinos cristianos del Norte sobre Despeñaperros en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, batalla que si bien no propició la conquista y consolidación inmediata de estos territorios, si dio comienzo a una fase de desmoronamiento del poder almohade en los decenios siguientes.
Batalla de Las Navas de Tolosa, año 1212.

La Batalla de las Navas de Tolosa 1212:


https://www.youtube.com/watch?v=unPlvN_sQtw

Un imperio almohade que hasta entonces había abarcado en un solo y extenso estado todo el norte de África y al-Andalus. Imperio regentado por la etnia berebere del clan masmuda, que sufrió su decisiva derrota en 1212 y se debilitó definitivamente tras la muerte del califa Abu Yacub Yusuf en 1224, debido a que las luchas sucesorias que siguieron a su fallecimiento provocaron la decadencia de la dinastía. Ello provocó en al-Andalus el levantamiento de jefes locales que se fueron apoderando de parcelas más o menos amplias del territorio, y que fragmentado se denominaron “las terceras taifas”. A partir de este contexto histórico es cuando Figueruela aldea de Anduxar pasa de nuevo a manos castellanas del rey Fernando III. 
El Reino de Castilla:



También al otro lado del Estrecho de Gibraltar, la situación no fue mejor que lo era en la península, y el estado almohade se iba desintegrando a medida que surgían  nuevos poderes y estados. El estado almohade se dividió en cuatro partes; tres estados en el norte de África y una en al-Andalus.  En al-Andalus los Nasries no fueron muy poderosos y las dos taifas más importantes de este periodo fueron las de Valencia con la familia de los Banu Mardanis y la de Murcia creada y gobernada por los Banu Hud. En 1228 Ibn Hud consiguió imponerse sobre los demás señores andalusíes y llegó a controlar casi la totalidad de al-Andalus. 
 El esplendor de al-Andalus:


https://www.youtube.com/watch?v=-0x7WqA0UZY
El avance cristiano importante cuantitativamente y cualitativamente fue paralelo al retroceso territorial del periodo de gobierno de Ibn Hud, que aunque intenso, fue breve y duró sólo un decenio (1228-1238) a mediados del cual sus reiterados fracasos militares ante los ejércitos cristianos, que avanzaban arrolladores e incontenibles, provocaron el malestar y alarma de su población. Los andalusíes se sentían indefensos con un soberano que no les garantizaba la seguridad para ellos, sus tierras y sus campos, y les exigía elevados impuestos para pagar las treguas forzosas que se veían obligados a pactar, que con frecuencia el emir murciano se veía obligado a firmar con los castellanos, además de que como gobernante tampoco era demasiado brillante en su política. El clima de descontento favorecía la aparición de nuevos dirigentes a quienes los musulmanes, decepcionados del suyo, pudieran seguir y confiar sus esperanzas.
Este fue el proceso de las terceras taifas en todo al-Andalus, que fue aprovechado por los reinos cristianos, para realizar un avance enorme en la conquista de territorios que culmina a mediados del siglo XIII. En menos de tres decenios, las tres cuartas partes del territorio andalusí de la época almohade habían pasado a manos cristianas. El proceso de avance cristiano parecía que iba a acabar con al-Andalus, y que no se iba a detener hasta que quedara completada la recuperación de toda la península, en la que ya sólo iba a quedar un rincón sudoriental en el que se refugió el levantamiento de Ibn al-Ahmar, el rey de Arjona, fundador de la dinastía nazarí. De forma que lo que en un principio no tenía más posibilidades de supervivencia, que la que tenía el resto de los pequeños señoríos locales, (establecidos tras la conquista castellana al otro lado de la frontera), se mantenía a mediados del siglo XIII todavía como independiente, y lo que parecía más sorprendente aun fue, que continuó como el único y solitario bastión de al-Andalus, asegurando la permanencia del estado islámico durante casi dos siglos y medio más. La habilidad y capacidad política del arjonero Ibn al-Ahmar impidió la desintegración total, gracias a que supo maniobrar en un siglo XIII, tan agitado y turbulento, hasta llegar a alumbrar el nacimiento de la última gran dinastía islámica de la península.
La formación de la frontera en la parte de la Campiña baja de la provincia de Jaén fue el resultado necesario de las conquistas realizadas por el rey Fernando III, el Santo, por parte de la corona castellana  y el surgimiento, unos años más tarde, del nacimiento y posterior consolidación del emirato nazarí, creado primero con capitalidad en Arjona, después en Jaén y finalmente en Granada. Lo que a partir de entonces queda como territorio de frontera, por lo que a La Higuera respecta, tal como se puede comprobar en el mapa, con anterioridad había sido un mismo territorio musulmán unido, que quedó dividido precisamente con esa frontera, que antes de su división pertenecía a un solo territorio, a una sola unidad como estado, que era al-Andalus.
El impulso que a la conquista del territorio musulmán dio Fernando III fue intenso y sostenido, ya desde los inicios de su reinado, como lo evidencian las incursiones de la primavera de 1224, cuando consiguió un pacto de amistad y, poco después el vasallaje  de al-Bayyasi, señor de Baeza, y asoló la villa de Quesada, o la incursión de 1225, que consolidaron las conquistas de importantes plazas en el alto valle del Guadalquivir, como Andújar y Martos. Entre 1225 y 1228 pasan a poder cristiano Andujar (y sus aldeas La Fuente de la Figuera y Villanueva), Baeza, Martos, Iznatoraf etc.
Cuadro que representa la Negociación de Fernando III "El Santo" con el rey de la taifa baezana Al- Bayyasi en el año 1224.
En los comienzos del tercer decenio del siglo XIII y a mediados del reinado del ya citado emir murciano Ibn Hud (1228-1238), se produjo el levantamiento del baezano al-Bayyasi contra el emir de los almohades, y firmó una alianza con Fernando III para combatirlos. El vasallaje que hizo con Fernando por esta causa de la defensa almohade, le hacen pagar ya en 1225 la cesión de importantes plazas al rey castellano como fueron Andújar y sus aldeas (Higueruela y Villanueva), Martos, y Burgalimar o Baños de la Encina. Siendo esta entrega uno de los factores que aceleraron poco a poco el retroceso  y caída del Jaén Islámico en poder castellano. Al Bayyasi controlaba casi toda la provincia o Cora de Jaén excepto su capital. Ayudado por estas cesiones, el rey Fernando emprendió, como uno de los primeros pasos en su decidido proceso de invasión, la conquista y control de una parte del valle del Jandulilla, esencial vía de comunicación para unir la parte alta del valle del Guadalquivir con las tierras de Granada. Fernando conquistó Baeza en 1226 y Jodar y Garcíez en 1227.
Aseguradas las primeras conquistas de la invasión castellana del siglo XIII por tierras de Jaén, se procedió a una repoblación del reino en dos fases, una primera de carácter militar y en lugares fortificados, y una segunda de tipo concejil dando cuerpo de naturaleza a los concejos municipales. Esta segunda fase fue la más compleja para su realización pues las tierras con frontera musulmana no eran deseadas por la población que venía para el repoblamiento. La mayoría de la población había de vivir de la agricultura, y ante la inseguridad de la frontera tenían que compartir su trabajo en el campo con formar parte de las milicias fronterizas todos los hombres útiles de la villa o aldea.
También se utilizaba para alentar la repoblación cristiana el reparto de tierras. El mismo Fernando III, recién conquistado Jaén
enbio por pobladores a todas partes, enviando prometer grandes libertades a quantos y viniesen a poblar; et vinieron y muchas gentes de toda la tierra, et mandoles partir la uilla et los heredamientos a todos muy comunalmente”
(4) Primera Crónica General, páginas 746-747.
Estas tierras de Figueruela fueron conquistadas en 1225, justo con el fin del primer cuarto del siglo XIII por Fernando III, de forma pacífica a cambio de cesión de tropas, al rey de la Taifa de Baeza Abd Allah al-Bayysi, llamado “El Baezano”; quedando las nuevas tierras cedidas englobadas dentro de los territorios del realengo. Se decía de los territorios de realengo a aquellos que dependían directamente del rey, es decir de aquellos que no eran de señorío, ni de las Ordenes Militares. En las villas de realengo el territorio y la población estaban sujetos a la autoridad directa del rey, en ellas no tenían jurisdicción las ordenes militares. Se deduce que tras su conquista La Fuente de la Figuera quedaría como territorio de realengo bajo jurisdicción directa del Rey Fernando III, hasta que años después con la Conquista de Jaén en 1246, junto a las demás “Fuentes”, quedaría incorporada al Concejo de Jaén. En 1292 Alfonso X la concedía a Andújar.
El topónimo «la Fuente de la Figuera» fue el primer nombre conocido de La Higuera. Por privilegio de Alfonso X el Sabio dado en Toledo el 20 de febrero de 1292, se concedía La Fuente de la Figuera a la ciudad de Andújar, pasando a denominarse Higuera de Andújar. Según refieren las Crónicas el día 20 de febrero de 1292 en la ciudad de Toledo se otorgó un privilegio real por el cual se confería la aldea de La Fuente de la Figuera (nuestro pueblo) a la ciudad de Andújar.
En el siglo XV pasó a ser aldea de Arjona dentro del señorío de la Orden de Calatrava, sin embargo, en el plano eclesiástico siguió perteneciendo a Andújar, como se  recoge en el Sínodo de 1511.

El día 20 de Febrero de 1254 Alfonso X sacó a  la aldea de “La Fuente de la Figuera” de la jurisdicción del Concejo de Jaén y se la otorgó al Concejo de Andújar como también le ocurrió a Villanueva. Desde entonces ambas pasarían  a llamarse  “La Higuera de Andúxar” y “Villanueva de Andúxar” respectivamente.



“...Do  e  otorgó  al  concejo  de  Andújar  por mucho  servicio  que  fizieron  al  muy  noble, muy  alto  y  mucho  honrado  el  rey  don Fernando , mío  padre , e   fizieron  a  mí  e faran  de  aquí  adelante , que  ayan  por aldeas  la  Fuente  de  la  Figuera  e Villanueva , las  que  tomé  al  concejo  de Jaén  quando  di  por  aldeas  de  Jaén , Arjona  e  a  Porcuna. Y  mano  que  estas aldeas  sobredichas  que  las  aya  el  concejo de  Andújar  para  siempre  jamás , con  sus entradas  e  con  sus  salidas , con  montes, con  fuentes , con  ríos , con  pastos  e  con sus pertenencias , así  como  la  deuen  auer. E dógelas  en  tal  manera  que  las  tengan bien  pobladas...”.
 

Por este privilegio de Alfonso X “El Sabio”, dado en Toledo el 20 de febrero de 1254, la concedía a la ciudad de Andúxar, pasando a denominarse La Higuera de Andúxar. Se deduce que una vez conseguida la conquista de Jaén en 1246, Fernando, tras ser tierras de realengo veintiún años, desde 1225 al 1246, incorporó las aldeas de La Fuente de la Figuera y Villanueva al Concejo de Jaén, y su hijo Alfonso X, nueve años después, en la antedicha fecha de 1254 las adjunto al Concejo de Andújar, sacándolas del Concejo de Jaén, momento en que tomaron la denominación “de Anduxar”, como se ve a cambio de otras dos aldeas mayores que tomó dicho Concejo con Arjona y Porcuna; este trueque se realizó con la idea de compensar la inclusión de las aldeas de Arjona y Porcuna en el Concejo de Jaén.
En el año 1369 el rey Enrique II confirmaba todos sus privilegios a las villas de Jaén, Baeza, Úbeda y Andújar, privilegios que abarcaban igualmente a sus aldeas de La Fuente de la Figuera y Villanueva de Andújar.

Con la conquista de Andújar y La Fuente de la Figuera, nuestro pueblo se hace frontera con el emergente reino nazarí de Aryüna.

Arjona es tierra fronteriza y Al-hamar obtiene éxitos en sus razzias al territorio cristiano, lo que le proporciona fama y partidarios, siendo por ello nombrado alcaide de Arjona. Casó con su prima Aixa, con quien tuvo cuatro hijos: Mohammad, Farach, Yusuf y Fátima.

Sobre la asolación de Quesada se registra: 
“No convinieron con el rey moro todos los de su nación, antes bien los de Quesada la juzgaron pusilanimidad… sin reparar que habían de pagar esta pertinencia con la sangrienta pena de ser pasados a cuchillo cuantos podían tomar armas, y hacer esclavos a todos los demás que excedieron el numero de once mil , ejecutando San Fernando en corto tiempo con la mudanza de circunstancias la misericordia con el de Baeza porque se rindió, y la justicia con los de Quesada porque obstinadamente  se resistieron…“ 
(5) Burriel, A. M.: Memorias para la vida del santo rey Don Fernando III. Madrid Imprenta Viuda de don Joaquín Ibarra (1800) capítulo XVII.
En 1232 un tío de Al-hamar es destituido por Aben Hud de un cargo a los pocos días de haber sido nombrado. Este hecho fue considerado como una injusticia y propició la rebelión contra Aben-Hud. Esto hizo que Al-hamar ganara adeptos a la causa y le reconociera como rey de Arjona. Porcuna y Jaén le aceptaron como rey. Aben-Hud pacta una tregua con Fernando III para someter al rebelde, pero tras varios encuentros, con resultados alternos, no lo consigue. Al-hamar continúa afianzándose cada día más. Wadi As (Guadix), Basta (Baza) y Djayyán (Jaén) se adhieren a su causa. Sus dominios se van ampliando. Ya es rey de la mitad de las actuales provincias de Jaén y Granada. Continuamente le aceptan nuevos pueblos que desean librarse del dominio de Aben-Hud. 
Con todo lo descrito quedó el terreno abonado y en las mejores condiciones para que surgiera un nuevo líder Ibn al-Ahmar en una zona como  la de Arjona, que sufría los ataques e incursiones de los cristianos que envolvían su territorio por la conquista progresiva de las villas y aldeas de todos sus límites geográficos. Una zona fronteriza que sufría incursiones frecuentes y era escenario de numerosos enfrentamientos entre ambos bandos. Una tierra donde como las que perduraron en nuestro actual término municipal, se localizaba una serie de fortalezas para la defensa de la frontera y protección del territorio existente entre el término de la aldea de La Fuente de la Figuera y los correspondientes al reino musulmán de Aryüna, tan próximo. La frontera establecida, con los hisn de uno y de otro lado o fortalezas, servían a unos y otros para realizar algaradas en el territorio enemigo, tal como también hacían los cristianos desde su tierra recién repoblada.

Desde el husun de Aryüna, lugar donde se había establecido la familia de los Banu al Ahmar, llamados también Banu Nasr, surgió la dinastía Nazarí. El célebre y eminente historiador nazarí Ibn al-Jatib, muerto en 1374, afirmó que esta familia:
“tenía por ocupación la guerra santa, el labrar la tierra su medio de vida  y la valentía la cualidad que los había hecho célebres”. Así pues, de esta familia arjonera procedía Muahammmad b. Yusuf, un agricultor y guerrero que en el momento de su exaltación tenía treinta y siete años, que llegaría a ser el primer sultán nazarí. Los propios autores árabes lo ensalzan como “un hombre sencillo y austero que prefería la rudeza y la pobreza, la vida rustica, que era sobrio en el comer, remendaba sus sandalias y vestía ropas ásperas”.

La primera frontera surgió como consecuencia del avance castellano por un lado y, por otro, del territorio de al-Andalus, que se vio empujado a un retroceso territorial ante el empuje castellano y aragonés, que hacían peligrar la existencia del resto del estado islámico hasta su desaparición y que sobrevivió con la creación en Aryüna de un nuevo emirato, conocido después como Reino Nazarí de Granada.
Frontera y territorio del Reino de Jaén después de 1246. Tomado de Juan Eslava Galán.

Una frontera que a lo largo de los años sufrió bastantes fluctuaciones de límites en sus plazas y tierras, llegando a ser una frontera ciertamente irregular. Podríamos hablar de una protofrontera o primera frontera de las tierras tomadas en manos de Castilla, con un carácter más o menos fronterizo, por la conquista iniciada por Fernando III, a partir de la línea establecida desde la entrega en 1225  de  Andújar y sus aldeas (Figueruela y Villanueva), y Martos, hasta la configuración y establecimiento de una frontera más estable, desde que nació en Arjona el nuevo estado nazarí en 1232, jaenés de origen y granadino de capitalidad desde 1246, año en que se entrega Jaén, aunque prolongó su existencia hasta 1492.

Etapas de la Edad Media: Temprana Edad Media entre los iglos V al IX; Alta Edad Media entre los siglos IX al XIII, y Baja Edad Media entre los siglos XIII al XV.


Tras este nuevo impulso de la reconquista, la corona castellana puso en marcha un  proceso de repartimientos y repoblación que sufrió diversos avatares. La mayoría de la población andalusí abandonó las tierra, lo que unido al fracaso inicial de la política castellana de repoblación, determinó en muchos casos el retraimiento urbano de las ciudades, villas  y aldeas conquistadas y el abandono de los campos.

En un primer momento, los nuevos pobladores tendieron a ocupar las zonas urbanas y militares de las villas, intentando mantener a la población musulmana autóctona en el campo; pero los habitantes que siguieron en sus tierras inmediatamente después de la conquista, por mucho que los textos legales y las capitulaciones le concedieran tolerancia y derechos, fueron considerados población vencida presionada directamente por el nuevo marco económico y social  de tipo feudal y la señorialización  de la mayoría de la zona fronteriza, que años después provocó el estallido de la revuelta mudéjar de 1264. Tras esta rebelión, la población musulmana desapareció casi por completo para emigrar al reino de Granada o al Norte de África. El gran vacío humano que se generó en el campo, se intentó rellenar con gentes traída de otras partes de Castilla, a las que se ofreció importantes atractivos económicos, sociales y jurídicos; pero las duras condiciones de vida de la frontera hizo fracasar la repoblación, en líneas generales, durante el siglo XIII y XIV.
La sociedad estructurada en estamentos.

A los musulmanes que habitaban los lugares conquistados por los castellanos, se les daba en muchas ocasiones la oportunidad de permanecer y vivir en sus villas y aldeas pagando su diezmo, pues los nuevos dueños no tenían capacidad repobladora para sus villas y aldeas, ni gente capacitada para mantener el sistema productivo agrícola al nivel cuantitativo y cualitativo, que los andalusíes habían alcanzado.


La nueva población repobladora del espacio reconquistado se articuló en torno a una sociedad feudal tradicional, con una economía agraria de tipo local, con cultivos de cereal, vid y olivos. Los cereales más abundantes eran el trigo y la cebada, que ocupaban las tierras de mejor calidad de nuestra campiña; dejando las tierras de peor calidad y laderas para la siembra de otros cereales de menor rendimiento como la avena o escanda. La vid y el olivo también se cultivaban en las laderas. En la campiña, el paisaje estaba dominado por el cereal. El cultivo se realizaba en hazas de tierra calma, parcelas de variada extensión de entre 20 y 8 fanegas y en explotaciones más extensas como cortijos, heredamientos y donadíos. Los donadíos por su extensión disponían de sus propias dehesas boyales para el mantenimiento de los bueyes de arada, además de pequeñas huertas, algunos prados e instalaciones precisas para la labranza. (6) Argente del Castillo Ocaña, C.: La ganadería medieval andaluza. Siglos XIII-XVI (Reinos de Jaén y Córdoba) (1991) Diputación Provincial de Jaén. Páginas 39 a 43.
Diferentes capas sociales: El grupo de Privilegiados y los no Privilegiados en las villas del campo y en la ciudad.

También había barbechos y superficies baldías entre las sementeras, a las que acudían los rebaños en determinadas épocas del año. Las huertas solían encontrarse junto a las poblaciones y aprovechaban las aguas que servían de abastecimiento a estas; es de pensar que en La Fuente de la Figuera medieval la zona de Los Morales y el Pozo del Chorrillo, que contiene en su brocal de piedra tallada la cruz de la orden de Calatrava, fuera en aquellos tiempos la huerta que en pequeñas parcelas suministrara alimento a los habitantes de la villa, tan cercana al núcleo de población. En estos lugares los olivares estarían en una banda de terrenos colindantes a las huertas para aprovechar las aguas sobrantes para el riego de las plantaciones de olivar, sobre todo en las épocas en que el cultivo de la huerta no precisaba del agua de los pozos o alcubillas. En la periferia del núcleo de población de la villa de la Fuente de la Figuera se hallaban los ejidos, que servían para el mantenimiento de los bueyes y bestias de arada de los vecinos, que tenía una utilización comunal y, a veces solían estar en ellos las eras para la trilla del cereal. 
En este tiempo el olivo era más escaso en nuestros campos y estaba situado como segundo cinturón de cultivo alrededor de nuestra villa. Este cultivo era objeto de las razzias frecuentes en los territorios de frontera. Su continua exposición al destrozo y tala en las razzias, y la duración de su crianza hacía que fuese un cultivo más escaso.




El olivo constituía el segundo cinturón de cultivo y estaba situado cerca de nuestra villa, para disponer mejor su vigilancia, puesto que era víctima fácil de las razzias de castigo en la frontera, cuyo cultivo  y cuidado casi no compensaba debido al largo periodo de tiempo de crecimiento de este árbol.
Sociedad piramidal y diferentes estamentos sociales de este periodo histórico.

Aquella era una sociedad piramidal que situó en la cumbre a la nobleza, junto con la alta jerarquía eclesiástica representante de una iglesia aglutinadora de privilegios y unificadora en lo cultural. En esta sociedad la nobleza ostentaba los privilegios y disponían de numerosos bienes rústicos y urbanos. La baja nobleza, constituida por los hidalgos era numerosa y con frecuencia no muy pudiente, aunque estaban exentos de impuestos, formada por familias destacadas que dominaban el cabildo municipal de nuestra villa. En su mayoría la nobleza estaba integrada por hidalgos, exentos de impuestos, con derecho a ocupar determinado número de oficios en los cabildos, a cambio de estar obligados a acudir a la guerra con caballo. 
Cuadro representativo de lo que fue la Baja Edad Media en Europa Occidental.

El poder económico de los hidalgos variaba de unos a otros, incluso algunos eran pobres. Entre los no privilegiados estaban los caballeros de cuantía que eran labradores, artesanos o ganaderos con suficientes bienes para mantener caballo y armas, era un grupo en alza y muchos de ellos contribuían en época de conflicto bélico a mantener caballos y armas propias. Los llamados “hombres buenos”, caracterizados porque su situación económica les permitía pagar impuestos, constituían un grupo muy numeroso, eran los llamados “pecheros” o peones porque acudían a pie a la guerra al no disponer de caballo.

El núcleo de la población lo constituían los pecheros u hombres buenos, que económicamente ocupaban escalones inferiores a los caballeros de cuantía y eran los que iban a pie en los alardes formados por agricultores, ganaderos, comerciantes… algunos de los cuales también eran pobres. El último escalón de la población lo ocupaban los esclavos, muy numerosos por ser zona de frontera y estar ligados en su mayoría a cautiverio, siendo procedentes de poblaciones musulmanas, al punto que en las ordenanzas medievales de Jaén quedaban incluidos en el capítulo de animales de tiro y de carga, ocupando el último lugar. (7) Rodríguez Molina, J.: La vida en la ciudad de Jaén en tiempos del Condestable Iranzo (1996) Jaén. Ayuntamiento. Páginas 138-154.  
El clero también tenía sus diferencias sociales internas de acuerdo a los aspectos jerárquico y patrimonio territorial y urbano, además de los ingresos periódicos que le proporcionaba el diezmo eclesiástico. (8) (Rodríguez Molina, J.: La vida en la ciudad de Jaén… Archivo Municipal de Jaén. Ordenanzas de Jaén. Página 137 a 152.

La población activa compaginaba todos los trabajos con la milicia. Los ballesteros eran hombres de campo, que llegado el mes de noviembre paralizaban sus actividades guerreras para realizar la siembra.
Tras la conquista aumentó el poder de la nobleza, ya históricamente y tradicionalmente levantisca por su pugna con la monarquía y con los mismos nobles. Se incrementa el señorío nobiliario en muchas de las villas recién conquistadas, teniendo los nobles sus propias milicias. Las tierras de señorío otorgadas a los nobles ocupan la mayor parte de la línea fronteriza del reino de Jaén, repartido en diferentes señoríos y tierras de realengo.

La comarca de Cazorla pertenecía al Arzobispado de Toledo, la de Martos a la Orden de Calatrava y la de Segura de la Sierra a la Orden de Santiago y en el resto del reino de Jaén destacaban las ciudades de realengo de Úbeda, Baeza, Andújar y Jaén, además de otras tierras de relengo y de señorío nobiliario.
Las minorías marginadas eran los moriscos y judíos y los escasos y recién llegados gitanos. Los gitanos, desde el momento que pasan a formar parte de la vida de la población, comienzan a estar marginados como minoría,  por el choque cultural que se produce. En la ciudad de Jaén los judíos y conversos vivían juntos en el hoy barrio de San Andrés, y sufrían saqueos y linchamientos como en otras poblaciones.

El territorio giennense conquistado por Fernando III se quedó articulado civilmente en una serie de entidades de población, algunas con jurisdicción propia con el título de ciudad o villa, y otras  como aldeas o lugares, que dependieron administrativamente de las primeras (Esta es la razón por la que La Higuera y Villanueva pasaron a depender de Anduxar); unas bajo la jurisdicción propia directa de la corona castellana y otras concedidas como señorío a nobles y eclesiásticos.
La mayor parte de los señoríos estaban incluidos en la zona fronteriza y en ellos se delegaba su defensa, por lo que a nosotros respecta el señorío de Arjona y sus villas fue donado a la Orden de Calatrava, como lo fueron también Torres, Jimena y Sabiote. (Véase la entrada en este blog: Juan II de Castilla y la concesión del Ducado de Arjona a don Fadrique de Aragón… En la fecha 21 de marzo de 2014).

La población el reino de Jaén comenzó a conformase tras las grandes conquistas del sigo XIII, que pusieron en manos cristianas el Alto Valle del Guadalquivir, estableciéndose una frontera relativamente estable. La administración local la ejercía el concejo de la villa o aldea, era la reunión de los oficiales y regidores integrantes del mismo, dándose también el caso de que en ocasiones se convocaba a la población de la villa para reunirse en asamblea cuando se trataban asuntos de importancia y que se realizaba en la iglesia tras la pertinente convocatoria de su campana, la construcción de templos nuevos era necesaria.

El concejo de la villa ordenaba las actividades más diversas de la población, desde las agrícolas y comerciales hasta el abastecimiento del trigo y el control de los bienes comunales y de propios del lugar. La labor judicial la ejercían los alcaldes del concejo, mientras que regidores se encargaban de la administración del lugar. Otros funcionarios eran el alguacil, el escribano, y los fieles encargados de la inspección y control de las medidas utilizadas en las ventas de productos, junto  a otras funciones. El corregidor era un funcionario nombrado por el rey cuando le interesaba a la corona la intervención en la vida administrativa municipal y tenía por misión controlar la gestión del concejo; después se estableció el concejo abierto,  con participación de los vecinos que fue sustituido por los regidores, seleccionados preferentemente de entre la nobleza local de cada villa o aldea. Sus funciones eran cada vez más amplias con actividades judiciales en lo civil y en lo criminal, obras públicas, sanidad, mercados, actividades políticas, militares, etc.  

En tiempos de Alfonso XI se instauró un sistema de regimiento vitalicio de las villas y ciudades que se convirtió en hereditario y fue germen de la oligarquía urbana, que gestionó en su beneficio con frecuencia los importantes bienes  de propios de las poblaciones y las rentas de las ciudades; lo cual trajo como consecuencia revueltas como la ocurrida en Úbeda en el año 1331, rebelión dirigida por Núñez Arquero, un hombre del Común de vecinos que fue erigido caudillo y expulsó a todos los caballeros, escuderos y gente noble de la ciudad, apoderándose de la misma, lo que supuso un mal ejemplo de alteración del orden social reinante, que el mismo rey Alfonso XI atajó citando al caudillo de la rebelión a Mayorga, donde estaba, ordenando posteriormente ahorcarle. (9) Argote de Molina, G.: Nobleza de Andalucía. Sevilla, 1588. En Riquelme y Vargas, 1991. Jaén. Página 399.
A través de una extensa familia de fueros se procedió desde el primer momento de la conquista a la reorganización de los territorios conquistados. El Fuero de Cuenca (1189 o 1190) fue otorgado a las ciudades de Baeza, Andújar y Úbeda con una serie de libertades para atraer a la población. El Fuero de Toledo fue dado a Arjona con mayor control de la corona y Jodar recibió el de Lorca, parecido al de Toledo, pero que delimitaba claramente los estratos sociales y favorecía el gobierno municipal de la nobleza.
Un acto administrativo que tuvo lugar en muchos de nuestros pueblos fue el de amojonamiento, un acto de posesión de un territorio, que tenía un ritual,  y se expresaba físicamente en un amontonamiento de piedras, o en el aprovechamiento de alguna señal durable y perdurable en el tiempo, para lo que se elegía una señal de especial relieve natural del paisaje. Una de las primeras referencias escritas en las que se expresa claramente el procedimiento amojonador entre los términos de las villas, aparece en la crónica del condestable Miguel Lucas de Iranzo, y está referida al año 1470, en que hubo necesidad de deslindar los términos entre las ciudades de Jaén y Andújar y en los lugares de Cazalilla, Villanueva de la Reina y La Figuera (La Higuera), entre los que había una disputa sobre la delimitación de los términos. Para proceder a tal delimitación se reunió el Condestable Miguel Lucas de Iranzo junto a las personas mayores que sabían sobre el asunto, junto con caballeros, escuderos y labradores, tanto de unos lugares como de los otros con el fin de establecer el amojonamiento de los diferentes términos municipales. El ritual del amojonamiento encierra toda una compleja lectura de la mentalidad de a época y se podría relatar así:

“En el primer mojón, que era un pozo “en medio del arroyo del Salado”, el Condestable a caballo echó una lanza, en un símbolo de fuerza que emanaba de su autoridad de juez en este acto, pues era alcaide mayor de la ciudad de Jaén; luego mandó a un mozo que se lanzase vestido al pozo y se sumergiese en el agua, el cual fue sacado posteriormente del mismo en un acto de purificación y renacimiento que emana del agua del pozo, simbolismo que le había dado la autoridad del Condestable. Ello fue inicio para que el resto de los mozos se lanzaran agua unos a otros, incorporando así el elemento del juego y la fiesta al evento.

El acto festivo del amojonamiento continuó en otros mojones, como el situado entre los donadíos de Santa María  en Jaén y la orden de San Juan de Acre en Andújar. Allí los jóvenes que acompañaban la comitiva jugaron con camaradería al juego “do las yeguas en el prado” para a continuación pasar a una batalla campal a puñetazos hasta que la intervención del Condestable puso paz, un acto también lleno de simbolismo donde la autoridad del Condestable como juez  y pacificador puso fin a las rivalidades entre ambas ciudades. En otro lugar, situado en la cumbre de un cerro junto a un camino que iba de  Mengíbar a La Figuera de Andújar, como allí no había piedras, se hizo un mojón grande de tierra. En el lugar los muchachos mataron un carnero a cañaverazos y le cortaron la cabeza, que fue enterrada en el mojón. Se cumple con este acto un nuevo simbolismo medieval del sacrificio  y la comida de hermandad entre ambas ciudades, que culmina posteriormente en otro mojón donde se corre un toro que es matado a lanzadas y repartida la carne entre las personas pobres de los lugares cercanos de Cazalilla y Villanueva.”
(10) Relación de los hechos del muy magnífico e más virtuoso señor, el señor don Miguel Lucas, muy digno condestable de Castilla. Ed. Juan Cuevas Mata, Juan del Arco Moya y José del Arco Moya. Jaén: Ayuntamiento, Universidad. (2001) Páginas 347 a 353. 

Paralela a la división administrativa civil del territorio conquistado, se instauró la división eclesiástica que tenía su núcleo principal en la diócesis de Baeza-Jaén. La instauración de la diócesis de Baeza tras la conquista figuró entre las primeras medidas organizativas adoptadas por Fernando III, otorgándole una serie de rentas y bienes para su mantenimiento. Su primer obispo fue Fray Domingo, pero años después tras la conquista de Jaén, la diócesis pasó a ser denominada diócesis de Jaén con dos catedrales, una en cada ciudad. El territorio quedó dividido para su administración en tres arcedianatos (Jaén, Baeza y Úbeda) y siete arciprestazgos Jaén y Arjona para el primer arcedianato; Baeza y Andújar para el segundo;  y Úbeda, Iznatoraf y Santisteban del Puerto para el tercero. La fuente de la Figuera perteneció por tanto al arcedianato de Baeza y al arciprestazgo de Andújar.

 (11) (Rodríguez Molina, J.: (1986) El obispado de Baeza-Jaén. Organización y economía diocesanas. Diputación provincial de Jaén. Página 19.

Los obispos no escaparon a la lucha política interna del reino ni al frente bélico, solían ser obispos guerreros, como Fray Domingo, Pedro Pascual o Gonzalo de Zúñiga. La segunda institución eclesiástica en importancia era el cabildo de la Catedral, de donde se seleccionaba a los principales consejeros y servidores para la administración del Obispado. El resto de la red administrativa se completaba con las parroquias y el clero, que gozaban de inmunidades y privilegios, como las exenciones tributarias, aunque no exenta de tensiones.

Los obispos giennenses entre los siglos XIII al XV fueron los siguientes:

Fray Domingo entre 1226 y 1248.

Pedro Martínez entre 1248 y 1249.

Pascual entre 1249 y 1275.

Martín Domínguez entre 1276 y 1283.

Juan Ibáñez entre 1283 y 1285.

Juan entre 1285 y 1286.

Juan entre 1287 y 1289.

Pedro Pascual entre 1296 y 1300.

García Pérez entre 1301 y 1316.

Gutiérrez Téllez entre 1317 y 1322.

Fernando Martínez de Agreda entre 1322 y 1335.

Juan de Morales entre 1335 y 1357.

Juan 1357.

Alfonso Pecha entre 1359 y 1368.

Nicolás de Viedma entre 1368 y 1378 con su traslado a Cuenca.

Juan Rodríguez entre 1378 y 1381.

Nicolás de Viedma entre 1381 y 1383.

Rodrigo Fernández de Narváez entre 1383 y 1422.

Gonzalo de Stúñiga o de Zúñiga entre 1422 y 1456.

Alonso Vázquez de Acuña entre 1457 y 1474.

Iñigo Manrique entre 1476 y 1482.

Luís Osorio entre 1482 y 1496.
A partir del siglo XIV se utilizaba también en la frontera el privilegio de los homicianos, un indulto del delito contra la vida para los condenados que repoblasen la frontera en la época del ya consolidado estado nazarí. Recibieron en el reino de Jaén este privilegio las poblaciones que sufrían los problemas de una frontera casi estable pero muy combatida, entre ellas: Alcaudete, Alcalá la Real, Castillo de Locubin, Jodar, Quesada y probablemente La Guardia. 

Por ello como regla general y con idea de atraer a la población a las zonas fronterizas  se les eximía de impuestos y se les otorgaba un fuero. Otros privilegios otorgados en las villas a repoblar eran la libre disposición de sus heredades, exención de pechos, excepto de las reparaciones de las murallas y torres del castillo en común, la libre posesión de pesos y medidas en la casa de morada, apropiación de la quinta parte de los ganados ajenos que entrasen en los términos de la villa, y la prohibición de que las heredades de realengo pasasen a la Iglesia. (12) Porras Arboledas, P. A.: “La organización militar y social de la frontera giennense en la Edad Media (1984). En: Actas del III Coloquio de Historia Medieval Andaluza: grupos no privilegiados. Diputación Provincial de Jaén. Página 477.
En este mapa aparece Higuera por primera vez con este nombre. Es posible que fuese el efecto en ese tiempo de su independencia jurídico-administrativa de la jurisdicción de Andújar.
Sin duda, el acontecimiento histórico más importante del siglo XVI es el proceso de exención de La Higuera de la jurisdicción de Andújar. Hasta el siglo XVII no consiguió su denominación como villa y con ello su independencia jurídico-administrativa. A partir de ese momento  y ya durante toda la contemporaneidad, La Higuera, una vez que logró eximirse de la dependencia jurídico-administrativa de Andújar, consiguió ser catalogada como villa con jurisdicción independiente.
Mapa del Partido de Martos. En la parte superior aparece Higuera cerca de Arjona ó de Andújar formando parte de la llamada "Vara de Arjona".

A pesar de entender administrativamente cerrado el proceso de exención jurisdiccional de La Higuera, tanto en la villa como en su término, con la resolución definitiva de 1791, la Orden de Calatrava no cesó en su empeño de disputar la jurisdicción eclesiástica de la villa al obispo de Jaén, y con ella la jurisdicción en Arjona y Arjonilla, las tres poblaciones calatravas que constituían “La Vara de Arjona”.

Granada 26 de 0ctubre de 2015.

Pedro Galán Galán.

BIBLIOGRAFÍA:

Anónimo: Una descripción anónima de al-Andalus. Madrid, CSIC, 1983 (Ed. y trad., con introducción, notas e índices por Luís Molina), p. 149.).

Ibn Hayyan de Córdoba. Almuqtabis II-1 (Crónica de los emires Alhakén I y Abderramán II entre los años 796 y 847). Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Próximo Oriente, 2001 (Trad., notas e índices de Mahmud ali Makki y Federico Corriente), p. 182.).

Vidal, F.: (2010) Jaén en época de los nazaríes (al- Andalus, siglo XIII- XVI. Editorial  Zumaque, Alcalá la Real (Jaén).

Burriel, A. M.: Memorias para la vida del santo rey Don Fernando III. Madrid Imprenta Viuda de don Joaquín Ibarra (1800) capítulo XVII.

Argente del Castillo Ocaña, C.: La ganadería medieval andaluza. Siglos XIII-XVI (Reinos de Jaén y Córdoba) (1991) Diputación Provincial de Jaén. Páginas 39 a 43.

Rodríguez Molina, J.: La vida en la ciudad de Jaén en tiempos del Condestable Iranzo (1996) Jaén. Ayuntamiento. Páginas 138-154.

Rodríguez Molina, J.: La vida en la ciudad de Jaén… Archivo Municipal de Jaén. Ordenanzas de Jaén. Página 137 a 152.

Argote de Molina, G.: Nobleza de Andalucía. Sevilla, 1588. En Riquelme y Vargas, 1991. Jaén. Página 399.

Relación de los hechos del muy magnífico e más virtuoso señor, el señor don Miguel Lucas, muy digno condestable de Castilla. Ed. Juan Cuevas Mata, Juan del Arco Moya y José del Arco Moya. Jaén: Ayuntamiento, Universidad. (2001) Páginas 347 a 353.

Rodríguez Molina, J.: (1986) El obispado de Baeza-Jaén. Organización y economía diocesanas. Diputación provincial de Jaén. Página 19.

Primera Crónica General de España que mando componer Alfonso X el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289. Ed. Ramón Menéndez Pidal. Estudio actualizador Diego Catalán. Madrid: Gredos, 1977. 2 volúmenes, páginas 746-747.

Porras Arboledas, P. A.: “La organización militar y social de la frontera giennense en la Edad Media (1984). En: Actas del III Coloquio de Historia Medieval Andaluza: grupos no privilegiados. Diputación Provincial de Jaén. Página 477.

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