ACTAS
DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA CORRESPONDIENTES AL SEGUNDO TRIMESTRE
DEL AÑO 1875.
Cuando
hablamos de La Restauración, entendemos en historia que nos referimos a una
época, la iniciada por Cánovas en 1874 y concluida por la Segunda República en
1931. Fue una época larga, de más de medio siglo. Y lo curioso de ella es que
tomó el nombre de Cánovas, canovismo, época de Cánovas, y no de los Reyes
Alfonso XII o Alfonso XIII. Y es que Cánovas fue una figura superior a los
monarcas de su época.
Antonio
Cánovas es una gran personalidad histórica en España, una personalidad con
facetas de escritor, ensayista, jurista, historiador, poeta y, ante todo,
político. En política, fue uno de los personajes más relevantes de la Historia
de España en el sentido de que tenía inteligencia, sentido de la realidad y
perspectiva del conjunto de las cosas.
https://www.youtube.com/watch?v=wGLxbqg06UU
Del
prestigio de Cánovas ante sus contemporáneos pueden ser muestra estas dos
manifestaciones formuladas a raíz del magnicidio; la de Sagasta en España: “Ahora,
muerto Cánovas, podemos tutearnos todos”; y la del canciller Bismarck ante el
Reichstag alemán: “Jamás he inclinado la cabeza ante nadie, pero siempre lo
hacía con respeto al oír el nombre de Cánovas”.
D. Antonio Cánovas del Castillo, inventor del conservadurismo. Pintado por Madrazo. |
D.
Antonio Cánovas del Castillo nació en el seno de una familia ilustrada, pero modesta,
su padre era maestro de primera enseñanza; la madre, prima del destacado
escritor Serafín Estébanez Calderón, conocido bajo el apelativo de El Solitario.
Después de una adolescencia difícil en su ciudad natal, donde se hubo de abrir
camino para sacar adelante a sus cuatro hermanos a la muerte de su padre en 1843,
ejerciendo como profesor ayudante en el centro de enseñanza de la Junta de
Comercio, a la que ya había estado vinculado su padre, pudo cursar en Madrid la
carrera de Filosofía y Jurisprudencia, a partir de 1845, gracias al apoyo de su
tío Serafín Estébanez, que le proporcionó trabajo en las oficinas de la empresa
constructora del ferrocarril Madrid‑Aranjuez. Destacado en el Colegio de
Abogados (1853), empieza asimismo a ser conocido Cánovas por sus actividades
literarias, la publicación de la novela histórica La Campana de Huesca, de las
que había sido curioso antecedente la fundación en Málaga del periódico La
Joven Málaga.
Carlos Manuel O'Donnell y Álvarez de Abreu, duque de Tetuán, amigo de Cánovas desde la universidad. Foto publicada en La Ilustración Española y Americana. |
Se
inició en la política gracias a su amistad con Carlos Manuel O’Donnell, con
quien coincidió en las aulas universitarias y que lo recomendó a su tío
Leopoldo, el famoso general, conde de Lucena, necesitado de un secretario “que
le ordenase los papeles”. De la colaboración, convertida pronto en amistad
estrecha del general con el joven abogado, que no sólo iba a ordenarle los
papeles, como se ha dicho, sino las ideas, surgiría el bosquejo de un proyecto
político integrador, capaz de superar la perpetua confrontación de guerra fría
o caliente, entre moderados y progresistas, subsiguiente al final de la Primera
Guerra Carlista.
El
“pronunciamiento” de O’Donnell o “La Vicalvarada” con su cartel programático,
el “Manifiesto de Manzanares” redactado por Cánovas y basado en una apelación al
saneamiento de la política (1854), no supondría, sin embargo, al degenerar en
una peligrosa situación revolucionaria en Madrid y Barcelona, más que el
retorno de Espartero, ídolo de los progresistas y apartado de la política
durante la década moderada (1844-1854). Se abrió así una etapa de difícil cohabitación
entre el duque de la Victoria y el conde de Lucena (el “Bienio Progresista”)
que no respondía, desde luego, a los designios políticos de este último. En
cuanto a Cánovas, durante el bienio vivió en una especie de exilio voluntario,
al frente de la Agencia de Preces radicada en Roma cuyo reverso positivo fue la
inmersión del político español en la atmósfera de arte e historia de la Ciudad
Eterna, y una abundante cosecha documental que, andando los años, le servirá
para redactar su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia (1860),
que llevará por título “La dominación de los españoles en Italia”. En cuanto a la
experiencia revolucionaria de “La Vicalvarada”, a la que había contribuido decisivamente,
le sirvió para reducir uno de sus principios inconmovibles, era el rechazo del
recurso a la violencia, expresado en esta frase lapidaria: “Un hombre honrado
no puede tomar parte más que en una revolución y eso, porque ignora lo que es”.
¿Quién
era Antonio Cánovas del Castillo? Minidocumental
Fue
después de la caída de Espartero (1856) cuando O’Donnell logró abrir paso entre
moderados y progresistas a un tercer camino, diseñado por un nuevo partido, la
Unión Liberal, más o menos inspirado por Cánovas, que en realidad era un proyecto
ideológico, que en principio trataba de asumir una síntesis sociopolítica, pero
que de hecho apuntaba al partido único y que acabó definiéndose como un Partido
de Centro, junto a los otros dos ya existentes: Moderado y Progresista. Ahora
bien, también es cierto que los años de hegemonía unionista durante el llamado
“Gobierno largo” de O’Donnell (1859-1864), en el que Cánovas figuró como subsecretario
del ministro de la Gobernación Posada Herrera, son los más brillantes y
fecundos del reinado de Isabel II, animados internacionalmente por la llamada
Guerra de África (1859) y por la expedición a México (1862). A partir de 1864
se inicia el declive del reinado de Isabel II, desde el momento en que la
vuelta al poder de los moderados fue degenerando en una dictadura de partido,
ya que la Reina evitó, obcecadamente, una alternativa progresista, ante el
temor de que ello redundase en un nuevo conflicto con Roma, provocado por la
segunda Desamortización, la iniciada por el progresista Pascual Madoz. Sin
embargo, entre 1864 y 1866, aún cupo un turnismo moderadounionista, fue durante este último, y bajo la presidencia de
Alejandro Mon (1864), Cánovas ocupó la cartera de Gobernación, y la de Ultramar
bajo el último Gobierno de O’Donnell (1866). Pero tras el frustrado
pronunciamiento de este mismo año, con la sublevación del cuartel de San Gil,
animada por los progresistas y reprimida con rigor por el conde de Lucena, la
Reina cometió el error y la imprudencia de prescindir de este último para
llamar a Narváez, y la situación política degeneró en una dictadura moderada,
endurecida, tras la muerte de Narváez, por González Bravo. Contra ella se
articuló la coalición de progresistas y demócratas, a la que sólo tras la
muerte de O’Donnell, autoexiliado en Biarritz, se sumó la Unión Liberal, ahora
capitaneada por Serrano. Así se produjo la Revolución de 1868, que provocó la
caída del trono y el exilio de la Familia Real.
Por
su parte, Cánovas se abstuvo de apoyar a la Reina, pero no se sumó tampoco a la
Revolución. Permaneció entregado a sus actividades intelectuales, ahora
centradas en el estudio de la decadencia española durante los últimos Austria,
constituyéndose en una reserva política, a la que tras la abdicación de Isabel
II en el futuro Alfonso XII, todavía menor de edad (1870), acudió la misma
Reina, esta vez bien aconsejada, para que Antonio Cánovas asumiese los trabajos
conducentes a una posible Restauración.
Foto de la boda de Cánovas con su primera esposa Dª María de la Concepción Espinosa de los Monteros que falleció en 1865. |
Cánovas
se casó dos veces: la primera en 1860 con María de la Concepción Espinosa de
los Monteros, hija del barón del Solar de Espinosa, que falleció en 1865; y la
segunda en 1887, ya frisando los sesenta años, con Joaquina de Osma y Zavala,
hija de los marqueses de la Puente y Sotomayor, que rodearía de lujo los
últimos años del gran estadista en su espléndida residencia de La Huerta. No
logró descendencia de ninguna de las dos, y el título ducal, que le fue
concedido tras su muerte a su viuda, pasaría, ya fallecida, a la línea de una
hermana de ésta, perdiéndose para el auténtico linaje de Cánovas.
Dª Joaquina de Osma y Zavala, segunda esposa de Cánovas. |
El
instrumento político de Cánovas sería su Partido, ahora denominado Liberal‑Conservador,
concebido con vocación
integradora y, por lo mismo, claramente diferenciado del antiguo Partido
Moderado, al que consideraba responsable de la revolución que había acabado con
la Monarquía isabelina, al paso que se preocupaba, personalmente, de la
formación política e intelectual del futuro Alfonso XII, trasladado a Londres
para seguir sus estudios militares en la Academia de Sandhurst, pero también
para habituarse al clima parlamentario liberal de la Monarquía británica.
Aunque
Cánovas no rehuyó la posibilidad de que el cambio de régimen, en los momentos
en que la experiencia republicana había degenerado en caos y se vivía la
“República sin Parlamento” de Serrano, fuese consecuencia de una proclamación
militar, confiada al general Concha, marqués del Duero, que estaba a punto de
cerrar la Guerra Carlista, la muerte de éste, cuando ultimaba el cerco de
Estella después de liberar Bilbao, no sólo prolongó el conflicto, sino que
decidió a Cánovas, definitivamente, por una solución civil y democrática
confiada a las urnas para cuando Serrano convocase Cortes, ya que su labor
proselitista había cosechado adhesiones que parecían asegurar el triunfo de la
Restauración. El llamado Manifiesto de Sandhurst, en forma de carta del
príncipe Alfonso dirigida a los numerosos monárquicos que le habían felicitado
con motivo de su cumpleaños, era la expresión de un programa a un mismo tiempo
atenido a la tradición y al progreso y que prometía una conciliación entre las
dos Españas disociadas en torno a 1868.
Contra
la voluntad de Cánovas se adelantó el general Martínez Campos, puesto al frente
de la brigada Dabán, a proclamar la Monarquía (Alfonso XII) en Sagunto
(diciembre de 1874). La casi unanimidad con que los jefes del Ejército y la
inmensa mayoría de la población civil secundaron el pronunciamiento, era la
demostración, por lo demás, del éxito logrado por la fecunda labor proselitista
desplegada previamente por Cánovas, obligó al general Serrano a pasar la frontera.
Cánovas, que no deseaba que la Monarquía volviese a España mediante un pronunciamiento,
pues los pronunciamientos isabelinos y el “régimen de los generales” eran las
dos tradiciones políticas recientes que quería excluir del nuevo régimen,
aunque en principio desautorizó a Martínez Campos, hubo de hacerse cargo del
poder, en el que fue confirmado por Alfonso XII, quien en París había recibido
la buena nueva de que la Restauración era ya un hecho.
Se
iniciaba el “Gobierno largo” de Cánovas, primero con el “Ministerio Regencia” y
luego con un gabinete que de hecho prolongó su existencia hasta 1878. Etapa en
la que pudo darse fin a la guerra civil, en campañas dirigidas por Jovellar y
Martínez Campos, y en cuyo inicio el propio Rey hizo acto de presencia. Cánovas
quería hacer de él un “Rey soldado”, como garantía de una neutralización
efectiva del mal llamado “poder militar”.
Se
apartó voluntariamente del poder durante pocas semanas, cediéndoselo a Jovellar
(antiguo hombre de confianza de Prim) para que convocase a Cortes
Constituyentes con arreglo a la vigente Ley de sufragio universal, sin que su
propia presencia al frente del Gobierno supusiese un respaldo a dicha Ley, de
la que no era partidario por considerarla inadecuada al nivel de madurez
ciudadana del país. Ya reunidas las Cortes y recuperado el timón del Gobierno,
Cánovas se esforzó en atraerse a los núcleos procedentes de la revolución de
1868, dándoles seguridades de que el futuro les estaba abierto. Práxedes Mateo
Sagasta, antiguo lugarteniente de Prim y ex ministro de Amadeo I, respondió a
la llamada, al frente de su propio partido, que se mostró dispuesto a acatar la
Monarquía, siempre que dentro de ella fuera posible incorporar “las esencias
del 68”. La Constitución de 1876, obra de Cánovas, se sitúa en equilibrio entre
la moderada del 45 y la democrática del 69. Si restablece el principio de la
cosoberanía (Rey y Cortes), incorpora prácticamente todo el cuadro de derechos
y libertades individuales de la de 1869.
D.
Antonio Cánovas del Castillo, a cargo de Benigno Pendás
En
cuanto al artículo más cuestionado de la Constitución de 1869, el artículo 21, que establecía la libertad de cultos, en
la de 1876 se tradujo en “tolerancia de cultos”, buscando términos de
transacción con la Unión Católica. Y, en fin, la Ley Electoral restableció el
sufragio censitario, pero extendiéndolo a los sectores intelectuales y amplias
zonas del funcionariado. Ciertamente, el régimen se había iniciado con
restricciones muy duras de las libertades de prensa y cátedra, obra del
ministro Orovio, ya destacado por análogas medidas reaccionarias en la fase
foral del reinado de Isabel II, y ello daría lugar a una indignada réplica de
los núcleos intelectuales y universitarios, réplica traducida en la fundación de
la Institución Libre de Enseñanza. En todo caso, se trató de unas disposiciones
circunstanciales, tomadas en momentos en que se trataba de atraer a los
neocatólicos y a los carlistas, todavía en guerra abierta con el régimen, pero
que de hecho quedaron anuladas por la Constitución y que en el primer turno
progresista (1881-1883) serán desplazadas por una ampliamente democrática Ley
de Prensa.
Promulgada
la Constitución (1876) cuando la guerra civil carlista había concluido, la
pacificación era una realidad en la Península y ello permitió trasladar el
esfuerzo militar a Cuba, donde de nuevo en colaboración con el capitán general
Jovellar y el jefe de operaciones Martínez Campos pudieron cerrar la llamada
“Guerra larga” con la Paz del Zanjón.
Cánovas cedió el poder a Martínez Campos
para que éste recabase el respaldo de las Cortes a los términos de la Paz y a
su empeñada promesa de abolición de la esclavitud (la que no llegaría por
cierto hasta 1886). De nuevo se trató de un paréntesis tras el que volvería al
poder Cánovas, que prolongó su “Gobierno largo” hasta 1881. La llamada de los progresistas
al poder por el Rey en este año permitió desvanecer el resurgido fantasma de
los “obstáculos tradicionales”. El “turno” cubierto por Sagasta y Posada
Herrera permitió clarificar la jefatura de la izquierda dentro del régimen a
favor del primero, polarizador ahora de los reductos aún reacios procedentes
del “sexenio” a través de su partido fusionista.
Pacto o Paz de Zanjón. |
Paz
Zanjón 1878.
Quedaba
así configurado el bipartidismo, una de las claves de la idea política de
Cánovas. El sistema se completó al producirse la muerte del Rey e iniciarse la
regencia de María Cristina de Habsburgo. El llamado Pacto de El Pardo supuso un
fundamental acuerdo entre los dos partidos, que no sólo se refería a su alternancia
pacífica en el poder, sino que se basaba en una lealtad inquebrantable al trono,
traducida en el compromiso de hacer causa común, al margen de sus legítimas
diferencias políticas, cuando aquél se viese atacado directamente, bien desde
la ultraizquierda, bien desde la ultraderecha; mientras, uno y otro Cánovas y
Sagasta, se esforzarán en integrar a esos sectores que habían quedado al margen
de la Restauración al producirse ésta. Cánovas había logrado ya la adhesión de
los neocatólicos de Pidal; Sagasta conseguirá, durante su “Gobierno largo”
(1885‑1890), la apertura “posibilista” de
Castelar.
La
Constitución de 1876, el bipartidismo y el Pacto de El Pardo diseñaron así lo
que podría calificarse de “sistema centro”, muy diverso del “Partido Centro”
que supuso la Unión Liberal en los años sesenta; sistema que respondía a uno de
los dogmas del canovismo, que decía: no hay posibilidad de gobierno sin
transacciones justas, lícitas, honradas e inteligentes. Al mismo tiempo, había
consolidado el prestigio del régimen la prudente solución lograda por Cánovas
al conflicto de las Carolinas (1884), evitando una ruptura con el Imperio
alemán, y la excelente coyuntura económica registrada en estos años, especialmente
en Cataluña (“febre d’or”).
El
buen funcionamiento del sistema se puso de relieve cuando, tras el “Parlamento
largo” con el que gobernó Sagasta en el primer lustro de la Regencia, Cánovas
asumió la legislación democrática de aquél. En el nuevo turno conservador (1890‑1892),
afloraron, sin embargo, diferencias de criterio o de procedimiento entre el que
fuera brazo derecho de Cánovas dentro del Partido, Silvela y Romero Robledo, el
político que traducía a la realidad práctica la prematura democracia impuesta
por Práxedes Mateo Sagasta con la reimplantación del sufragio universal, unas diferencias
que abocaron a la disidencia de Silvela y la crisis del Gobierno. De hecho, la
supuesta “democratización” sagastina, cuando una gran parte de la sociedad española
se hallaba muy lejos de la capacidad intelectual y económica necesaria para
asumir libremente los derechos ciudadanos, se tradujo en un régimen clientelista
que en cualquier caso cubría una fase transicional hacia la verdadera democracia,
similar a la experimentada por otros países de Europa y América.
Cánovas
formó su último Gobierno en 1895, cuando al final del segundo turno fusionista
acababa de producirse la nueva insurrección antillana, extendida luego a
Filipinas. Aplicó todas sus energías a sofocar el alzamiento, partiendo de la
convicción de que Cuba era tierra española y no precisamente colonia. Sólo una
vez depuestas las armas por unos compatriotas rebeldes cabía el planteamiento
de reformas autonómicas en las Antillas.
Aunque las operaciones, acertadamente dirigidas por Valeriano Weyler, parecían apuntar a un éxito final en la primavera de 1897 (Cánovas había logrado eludir la intervención norteamericana asegurando al presidente Cleveland la próxima pacificación de Cuba, acompañada de libertades autonómicas asumibles por los insurrectos, según el programa ya iniciado por su Gobierno), este programa quedaría truncado con el asesinato del gran político en el balneario de Santa Águeda (8 de agosto de 1897) por un anarquista italiano, Angiolillo, que se proponía vengar a sus correligionarios ejecutados en Montjuich a raíz de los atentados terroristas de 1893 y 1896. En realidad, fue la Junta Revolucionaria Cubana a través de sus delegados instalados en París, la que desvió el objetivo inicial de Angiolillo, que era el Rey niño Alfonso XIII , o la Regente María Cristina, hacia el estadista que encarnaba una verdadera amenaza para su causa.
General Valeriano Weyler y Nicolau. |
Aunque las operaciones, acertadamente dirigidas por Valeriano Weyler, parecían apuntar a un éxito final en la primavera de 1897 (Cánovas había logrado eludir la intervención norteamericana asegurando al presidente Cleveland la próxima pacificación de Cuba, acompañada de libertades autonómicas asumibles por los insurrectos, según el programa ya iniciado por su Gobierno), este programa quedaría truncado con el asesinato del gran político en el balneario de Santa Águeda (8 de agosto de 1897) por un anarquista italiano, Angiolillo, que se proponía vengar a sus correligionarios ejecutados en Montjuich a raíz de los atentados terroristas de 1893 y 1896. En realidad, fue la Junta Revolucionaria Cubana a través de sus delegados instalados en París, la que desvió el objetivo inicial de Angiolillo, que era el Rey niño Alfonso XIII , o la Regente María Cristina, hacia el estadista que encarnaba una verdadera amenaza para su causa.
“La
libertad sin una autoridad fuerte e incólume, no es libertad al cabo de poco
tiempo, sino anarquía”. Esta fue una de las principales premisas políticas de
uno de los mayores exponentes de la política española de la segunda mitad del siglo
XIX, Antonio Cánovas del Castillo. Seguro que jamás imaginó que fuera asesinado
precisamente por un anarquista mientras disfrutaba de sus últimos días de
vacaciones estivales en el relajante balneario de Mondragón, un recóndito pueblo
de Guipúzcoa. El magnicidio lo llevó a cabo un italiano que sería ejecutado
pocos días después mediante el garrote vil en la cárcel de Vergara por el
verdugo más famoso del país.
El
8 de agosto de 1897, Cánovas del Castillo había abandonado San Sebastián tras ser
recibido en audiencia por la reina regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena
para tratar temas de Estado. Decidió finalizar sus vacaciones estivales en el
balneario de Santa Águeda, en Mondragón, famoso en aquella época por las
cualidades medicinales de sus aguas sulfurosas. Este día era domingo y tras
acudir a misa se sentó en un banco junto a la puerta de lo que ahora se
llamaría un “spa” para leer la prensa. Pese a su importante cargo no había
cerca ninguna escolta, algo impensable en la actualidad tratándose de un
presidente de Gobierno.
El
asesino fue reducido por un teniente de la Guardia Civil cuando intentaba
disparar por cuarta vez. Fue identificado como Michele Angiolillo, un
anarquista italiano que, para no levantar sospechas, se había registrado en el
balneario de Mondragón como corresponsal del periódico italiano “Il Popolo”. La
violenta muerte del presidente del Gobierno conmocionó a todo el país y el
balneario de Santa Águeda se hizo tristemente famoso en los periódicos
nacionales e internacionales.
A
la una del mediodía del domingo 8 de agosto de 1897, Cánovas se entretenía con
la lectura del diario “La Época” a la vez que hacía tiempo antes de ir a comer.
Alrededor de la una del mediodía no se notó nada
sospechoso en la persona que se acercaba sigiloso hacia donde él se encontraba.
De pronto, el desconocido sacó una revólver y efectuó, a sangre fría, tres
certeros disparos a quemarropa; de ellos una bala causó al político malagueño
una herida en la cabeza, otra en la yugular y la tercera en un costado.
El
activista Angiolillo, que llevaba alojado desde el día 3 en Santa Águeda
esperando el momento propicio, se le acercó con sigilo y descerrajó un tiro en
la sien del político español seguido de otros dos disparos. La esposa de
Cánovas, que se encontraba a algunos metros de distancia charlando con una
amiga, se acercó corriendo y se encaró con el anarquista, quien le espetó: “A
usted le respeto porque es una señora honrada, pero yo he cumplido con mi deber
matando al presidente, y estoy tranquilo; he vengado a mis hermanos de Monjuich”.
En fecha 14 de agosto de 1897, Blanco y Negro publicaba el siguiente texto sobre la Sra. Viuda de Cánovas. |
Joaquina
de Osma y Zavala, su segunda esposa, fue la primera que atendió al marido
herido de muerte por las balas del revólver, y por tanto, la primera que vivió “in
situ” la tragedia. Su huella e impacto fue imborrable y nunca pudo superarlo. En
adelante su vida fue una continua sucesión de dolorosos recuerdos que
produjeron profunda huella en el corazón y en el ánimo de aquella señora.
Cuatro años y ocho días después del asesinato del marido moría en “La Huerta”
en Madrid, el 16 de agosto de 1901.
Revólver utilizado por Michele Angiolillo en el asesinato de D. Antonio Cánovas del Castillo. |
Precisamente,
este asesinato fue una de las razones del rápido declive del balneario, e
incluso del cierre de sus puertas por orden de la reina Isabel II.
El
magnicidio marcó el declive del balneario ya que, según un libro publicado
por la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios con motivo de las bodas de oro
del sanatorio, el asesinato provocó una auténtica espantada de la clientela. Entonces,
otro italiano, el sacerdote Benito Menni adquirió el establecimiento en nombre
de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y de la congregación de Hermanas
Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús por 250.000 pesetas, y el 1 de abril
de 1898 fundó la Casa de Salud para enfermos mentales de Santa Águeda. El
psiquiátrico aún continúa en activo y, tras las reformas y ampliación, que supusieron
una inversión de 2.000 millones de pesetas, se ha convertido en uno de los
establecimientos punteros de toda España.
Michele Angiolillo asesino de D. Antonio Cánovas del Castillo. |
Michele
Angiolillo nació en Foggia, cerca de Nápoles, al sur de Italia, donde
permaneció como trabajador ferroviario hasta que salió de Italia, perseguido a
causa de su actividad de agitación en contra de las autoridades locales. De
Italia pasó a Francia en 1895, y de ahí a Suiza, donde se ocupó como tipógrafo
y periodista hasta ser acusado, multado y encarcelado en 1896, por sus escritos
políticos. Logró evadirse de la prisión y pasó nuevamente a Francia, y luego a
España, donde estableció contactos políticos con el movimiento obrero en
Barcelona.
Estaba
en Barcelona cuando se suscitaron los hechos de la Calle Cambios Nuevos. El
estado de sitio impuesto por la Guardia Civil y los persistentes rumores sobre
los horrores que se perpetraban contra los detenidos en Montjuïch fueron buenas
razones para verse persuadido a salir de la ciudad rumbo a Francia.
En
Marsella fue arrestado y se le encontró en violación de ley al poseer cédulas
falsificadas. Se le envió a Bélgica, donde trabajó por un tiempo en una
imprenta. Finalmente partió a Inglaterra en 1897. En Londres hizo contacto con
los exiliados españoles, y tuvo también contacto personal con las víctimas de
los sucesos de Montjuïch. Se empleó en una imprenta llamada Typographia y se
activó inmediatamente en las labores de proselitismo anarquista. Contaba en este
momento con 27 años de edad.
Asistió
a la manifestación masiva en Trafalgar Square el 30 de mayo, organizada por el
anarquista Joseph Perry del Spanish Attrocities Committee.
Pudo
comprobar de cerca la crueldad de la represión burguesa, en la carne mutilada
de dos trabajadores torturados, Oller y Gana, que le mostraron a él y a otros
anarquistas reunidos en casa de uno de ellos, las escalofriantes cicatrices que
condenaron a Cánovas a su destino violento.
Frank
Fernández nos cita el testimonio de uno de los presentes:
“Yo
he visto las cicatrices de Francisco Gana en sus manos, las que fueron quemadas
con hierros candentes para que acusara a alguien, le sacaron las uñas, lo
amordazaron y apretaron al máximo hasta que su boca quedó abierta por horas. Lo
hicieron caminar por su celda cuatro días y noches, sin descanso. Le aplastaron
la cabeza con una máquina compresora. Finalmente le arrancaron los testículos.”
Doctor Ramón Emeterio Betances, que sugirió a Angiolillo el asesinato de D. Antonio Cánovas del Castillo. |
El
incansable doctor Betances formó parte del coro que machacó con insistencia el
punto propagandístico necesario: el estado español representaba un sistema
sádico que se ensañaba sobre gentes indefensas, como ocurrió con los
reconcentrados en Cuba, insurrectos en armas, como fue con los revolucionarios
cubanos y filipinos, que eran sumariados cuando caían prisioneros, y ácratas en
rebelión, como demostraron en los sucesos de Montjuïch.
Casi
instintivamente, Angiolillo se dirigió a Francia, con el revólver que adquirió
en Londres en su bolsillo. Prosiguió a París, y a través de sus contactos
dentro de la fraternidad anarquista, buscó presentarse ante el doctor Betances.
En
otras fichas se han presentado diferentes aspectos de la presencia del
revolucionario caborrojeño en París. Aquí repetimos que su despacho en el 6 bis
Rue Châteaudun era escenario de juntas y reuniones regulares de diferentes
grupos revolucionarios con los que el doctor Betances mantenía íntimas y cálidas
relaciones. Naturalmente, primero entre ellos, estaba el grupo del exilio
cubano, del cual Betances, reclutado personalmente por Martí, era la principal
y más activa figura política.
José Martí Pérez, lider de la independencia de Cuba, presidente del partido Revolucionario Cubano. |
El
doctor Ramón Emeterio Betances fue el instrumento con el que el Partido
Revolucionario Cubano lograra casi todas sus metas en Europa. Aun así, en el
momento de la verdad, la burguesía cubana lo abandonó en su empeño de lanzar una
expedición libertadora a Puerto Rico antes de que los yankis invadieran su
Patria.
Entre
los más frecuentes estaban los anarquistas, tanto de Francia como italianos,
que convergían en casa del eminente médico, hombre de ciencias, apasionado de
la libertad, y activista incondicional de todas las causas revolucionarias.
Uno
de ellos, Domenico Tosti, lo dirigió a Angiolillo a una de las charlas del doctor
Ramón Emeterio Betances. A partir de ese momento, Angiolillo encontró su camino
y repitió su visita intermitentemente. En una de esas visitas, y en privado,
Angiolillo le propuso a Betances darle un duro golpe al régimen español,
matando al infante futuro Rey de España, Alfonso XIII, o a su madre, la Reina
Regente María Cristina.
Betances
lo detuvo, interrumpiéndolo. Le rechazó el plan sin ambigüedades, calificándolo
de un grave error, que sería mal visto y causaría gran repugnancia en todo el
mundo; el Rey, después de todo, era un niño y nadie lo vería como responsable
de los crímenes cometidos por el estado español. Sobre darle muerte a la Reina
Regente le dijo igualmente que sería una mala acción, que sería rechazada de
plano incluso en las Antillas, ya que la muerte violenta de una mujer se vería
más como un acto de cobardía que otra cosa.
Fue
entonces que se insinuó en la conversación, o tal vez Betances se lo dijo
directamente, nunca se sabrá de manera cierta, que el único responsable de la
política genocida de España contra Cuba, y de las atrocidades de Montjuïch,
llevaba el nombre de Antonio Cánovas del Castillo. Esa conversación terminó un
poco más tarde sin mayores consecuencias.
No
todos los narradores coinciden en la secuencia precisa de los eventos. Angiolillo
regresó al despacho del doctor Betances al día siguiente, el 30 de julio de
1897, para despedirse, y tal vez para solicitar ayuda económica para su misión
de extinguir la vida de Cánovas, si ya no lo había hecho en los días
anteriores. Betances no se la brindó de momento, pero algunos de los que han
investigado y reconstruido los eventos, infieren que en un plazo relativamente
corto Angiolillo recibió un sobre anónimo con mil (otros dicen que quinientos)
francos en su interior, y que con toda probabilidad fue Betances quien decidió
que ese dinero llegara a manos del anarquista italiano.
Desde
París, Angiolillo regresó a España en acecho de su víctima, donde, para ocultar su identidad, se hizo
unas tarjetas con el nombre de Emilio Rinaldini, corresponsal del periódico “Il Popolo”, cuando las tuvo en su poder marchó hacia el balneario guipuzcoano
de Santa Agueda donde se hospedó cuatro días antes que llegara Cánovas sin levantar
ninguna clase de sospecha.
A primeros de agosto,
Michelle Angiolillo tomó el tren en la estación del Norte de Madrid y se apeó en la población de Zumarraga. Allí tomó un carro
que le condujo al Balneario de Santa Agueda.
Mientras en la Alameda de Mondragón los veraneantes disfrutaban del paso del tiempo, Angiolillo preparaba en el Balneario de santa Agueda el asesinato de Cánovas. |
Angiolillo
finalmente encontró su presa en Santa Águeda, hospedaje de baños medicinales
para los acomodados de España. Allí se hospedó él también bajo el nombre de
Emilio Rinaldini, y asumió la identidad de un corresponsal italiano. Hay que
suponer que, para no llamar la atención, tuvo que vestirse y calzarse a la moda
de un caballero pudiente, lo que significaría que le fue necesario gastar
cantidades de dinero a estos efectos.
Se
cruzó con Cánovas varias veces, buscando el momento oportuno para el golpe, que
finalmente se le presentó ese domingo al mediodía. Es de suponerse que, en
ocasiones de encuentros casuales durante los días del acecho, se saludarían
cordialmente, sin que se despertaran suspicacias.
Cuando
se le presentó la oportunidad, pudo acercársele sin causar alarma. Con parsimonia,
extrajo el revólver de su bolsillo y comenzó su faena.
Asesinato de Cánovas en el balneario de Santa Agueda en Mondragón (Guipúzcoa) el 8 de agosto de 1897. |
Después
de disparar el tercer tiro, Angiolillo bajó el arma. No huyó. Su primera
confrontación fue con la mujer que él acababa de hacer viuda, Joaquina de Osma,
que al escuchar la primera detonación, parece haber intuído que su marido
estaba en peligro y corrió escaleras abajo. En ese plazo se escucharon la
segunda y tercera detonación. Al ver la escena sangrienta, la espantada mujer
encaró al verdugo de Cánovas con palabras fuertes. Angiolillo la dejó expresar
sus emociones, y entonces le respondió, sin delatar ninguna emoción de su
parte, que él había cumplido con su misión, pero que ella no corría ningún
peligro. Nos citan los cronistas que le dijo:
“A
usted la respeto porque es una señora honrada; pero he cumplido con mi deber y
estoy tranquilo. He vengado a mis hermanos de Montjuïch”.
Representación del asesinato de D. Antonio Cánovas del Castillo de manos del anárquista italiano Michele Angiolillo. |
Angiolillo
fue detenido por las fuerzas del orden sin oponer resistencia, las posteriores
investigaciones descubrieron que el asesino era un hombre bien conocido por la
policía, una de sus múltiples detenciones lo fue por las bombas que se lanzaron
en el Teatro del Liceo barcelonés, aunque finalmente no se pudo probar nada.
D. Antonio Cánovas malherido. |
En
esos instantes fue apresado por varios de los veinticinco guardias civiles (y
nueve agentes de la policía secreta) que suponían velar por la seguridad del
Presidente del Consejo de Ministros. Fue conducido inmediatamente, fuertemente
encadenado y bajo estricta vigilancia al cuartel de Vergara, cerca de la
hospedería. Angiolillo nunca perdió la calma. No dio explicaciones ni pidió
consideraciones de ninguna clase.
Michele Angiolillo ante el Consejo de Guerra el 15 de agosto. |
Fue enjuiciado en la mañana del domingo, 15
de agosto por un Consejo de Guerrra, a puertas cerradas, que lo condenaron a
morir. Angiolillo intentó plantear unas declaraciones políticas al concluir el
juicio, pero no le fue permtido por los oficiales encargados.
El
18 de agosto, en Madrid, se validó el fallo del tribunal de Vergara por un
Tribunal Supremo de Marina y Guerra.
La
sentencia se ejecutó el 20 de agosto de 1897, a las once de la mañana, en el
garrote vil, en el patio de la misma prisión de Vergara. Según se le
atornillaba el collar de acero en contra de su garganta, emitió como pudo el
grito de “¡Germinal!”, la consigna de guerra de clases del anarquismo internacional
(naceran otros nuevos).
Al
enterarse del hecho, Betances comprendió la magnitud del asunto. España le
exigió a las autoridades francesas que expulsaran al doctor Betances y a otros
exiliados cubanos. Solamente el prestigio del doctor, y su reputación entre las
masas parisinas, y en círculos influyentes de la política de la ciudad,
mantuvieron a raya a las autoridades francesas.
En una carta escrita el 13 de agosto de 1897, a Gonzalo de Quesada, una semana antes de la ejecución de Angiolillo, Betances expresaba:
Gonzalo de Quesada Aróstegui, disciplulo y colaborador de José Martí Pérez, lider revolucionario de la independencia cubana. |
En una carta escrita el 13 de agosto de 1897, a Gonzalo de Quesada, una semana antes de la ejecución de Angiolillo, Betances expresaba:
“La
venganza de Maceo ocurrida en Santa Águeda, el meeting socialista en que un
cubano, Tarrida del Mármol, sobrino de Donato, tomó la palabra, la fuga de
Justo García y de Planas de Chafarinas, han creado aquí un movimiento algo
escabroso para nosotros y hoy he sabido por mis vecinos que mi casa se halla
muy vigilada por la policía”.
Doctor Ramón Emeterio Betances el veterano conspirador puertorriqueño. |
Betances,
el veterano conspirador, manejó con
cautela los resultados de los acontecimientos, pero nunca le tembló el pulso.
Los medios noticiosos de toda Europa acechaban al galeno puertorriqueño en
búsqueda de una entrevista reveladora. A preguntas de L’Intransigeant,
periódico socialista de París, sobre su sentir en relación a los sucesos de
Santa Águeda, Betances se expresó así:
“No
aplaudimos, pero tampoco lloramos”.
Así declaró
al periódico La Luz de Lisboa:
“Cánovas
había caído bajo el golpe de Angiolillo, que a fin de cuentas asesinó a un
hombre, mientras que su víctima asesinó a un pueblo”.
El
régimen canovista se sacudió, pero no se colapsó inmediatamente. Las ruedas del
estado se movieron rápidamente para recobrar el balance, y en poco tiempo ya
Sagasta tenía el timón del gobierno y del régimen en sus manos.
No
obstante, ya la suerte estaba echada. Con Cánovas, el único político español
con prestigio de estado e influencias diplomáticas en las cancillerías
europeas, sacado del camino, la maquinaria imperialista de Estados Unidos vio
el terreno limpio para subirle la candela al fogón, y comenzó a dar pasos
inexorables hacia la confrontación final con España.
Para
entender las razones de este magnicidio hay que entender el convulso contexto
político, económico y social en el que se produjo. Cánovas del Castillo fue el
impulsor de un férreo y no muy ortodoxo bipartidismo en España. Se alternaban
en el poder su Partido Liberal-Conservador, y el que lideraba su máximo rival
político, Práxedes Mateo Sagasta, el Partido Liberal-Fusionista. Esto hizo que
otras formaciones, como las socialistas y las anarquistas, quedaran marginadas
por un sistema electoral vertebrado por un caciquismo amparado en un sistema
oligárquico y centralista, y donde, además, la Iglesia tenía un gran poder
económico, ideológico y social. No hay que olvidar, asimismo, que la revolución
industrial que comenzaba a germinar en otros países europeos todavía era un
espejismo en la España de finales del siglo XIX, por lo que la pobreza imperaba
a lo largo y ancho de un país agrícola que a duras penas sobrevivía. Ante este
despótico y desolador panorama las violentas reivindicaciones de grupos
socialistas y anarquistas, en muchos casos por medio de atentados, fueron
perseguidas y reprimidas con contundencia por parte del Estado.
“in fraganti” que
cometió el asesinato de Cánovas de Castillo en solitario. Subrayó que fue por
venganza a la brutal represión que siguió a un atentado ocurrido el 7 de junio
de 1896 en Barcelona. Ese día, un anarquista lanzó un artefacto explosivo al
paso de la procesión del Corpus en la calle Canvis Nous. Doce personas
resultaron muertas y medio centenar heridas. Una implacable e indiscriminada
operación policial desembocó en el llamado “Proceso de Montjuic”. Se encarceló
a 400 sospechosos en el castillo de Montjuic.
La mayoría de ellos sufrieron
terribles torturas. Además, varios consejos de guerra condenaron a muerte a 28
personas, cinco de las cuales fueron ejecutadas, y a otras 59 fueron condenadas
a cadena perpetua. Unos sesenta procesados fueron declarados inocentes, pero se
les deportó en el Sáhara español. El proceso, ordenado y supervisado por el
propio Cánovas del Castillo, levantó una ola de protestas por toda Europa. En
el Estado fueron lógicamente duramente reprimidas.
El
autor del magnicidio mantuvo en el consejo de guerra que lo juzgó que había
actuado en solitario, pero hay quien vio conexiones de Cuba y Estados Unidos, tal como hemos visto.
Cuando
comenzaron las redadas policiales tras el atentado del día del Corpus, Angiolillo,
que era tipógrafo de profesión, se encontraba en Barcelona y fácilmente podía
haber sido condenado por sus artículos subversivos a favor del movimiento
anarquista. Por eso huyó a Italia y luego a Reino Unido. En la capital
británica conoció los relatos de los torturados en Montjuic y las condenas
impuestas por el atentado de la Ciudad Condal. Con el objetivo de vengarse por
la suerte de sus compañeros de ideología, supuestamente compró la pistola con
la que asesinaría a Cánovas del Castillo un año después en el balneario de
Santa Águeda.
Posteriormente
salieron a la luz versiones periodísticas que apuntaban a que Angiolillo pudo
no actuar en solitario, sino también alentado por insurrectos cubanos que
luchaban desde Europa contra España para lograr la independencia. Cierto o no,
el fallecimiento del político malagueño sí facilitó la independencia de la isla
y la pérdida de las últimas colonias durante el “Desastre de 1898”. Asimismo,
hay quien ve una conexión con Estados Unidos, país que tenía grandes intereses
económicos y geopolíticos desde La Habana.
Tras
un juicio sumarísimo, el 20 de agosto el anarquista Michele Angiolillo fue
ejecutado en Vergara mediante garrote vil por el entonces verdugo más famoso de
España. Se trataba de Gregorio Mayoral Sendino. Quedan siete placas
fotográficas que dan testimonio de ello, junto a los cientos de artículos que
aparecieron a partir de ese día en la prensa nacional e internacional.
Gregorio Mayoral Sandino el verdugo funcionario de Justicia que ejecuto la pena de garrote vil a Michele Angiolillo. |
Gregorio
Mayoral Sendino había llegado un día antes a Vergara, en una húmeda tarde de
agosto. Su presencia en la localidad no pasó desapercibida para sus vecinos. Se
bajó del ferrocarril de vapor y fue escoltado por una pareja de la Guardia
Civil hasta la cárcel, donde se quedaría a dormir. Gregorio Mayoral nunca
pernoctaba en fondas y pensiones, ya que las consideraba caras y tampoco era
bien recibido en las mismas por su oficio. Prefería la soledad del duro
camastro de las prisiones, libre de miradas reprobatorias. Los vergareses
observaban en silencio el impasible caminar de un hombre más bien bajito y
regordete, con un rostro cetrino, barba descuidada, gorra calada hasta las
cejas, pantalón de pana y zamarra, que parecía más un labrador castellano que un funcionario de Justicia. En una mano portaba su inseparable maletín
negro. De aspecto siniestro, en su interior llevaba su amenazador aparato
mortal. Más de un vecino se santiguó temeroso al ver pasar a semejante foráneo.
A
las once de la mañana de ese 20 de agosto el verdugo burgalés subió los doce
peldaños del improvisado cadalso, que a toda prisa se había montado en el patio
de la cárcel de Vergara. Se encontró cara a cara ante un pálido Michele
Angiolillo, que ya estaba sentado en la tétrica e incómoda silla. Colocó con
pericia y serenidad los hierros de la mortal argolla y apretó el mortal
tornillo. Se dice que poco antes de su último aliento el preso gritó ¡Germinal!
(nacerán otros nuevos). Cuando finalizó su labor cubrió el rostro del ejecutado
con un paño negro y abandonó el recinto como si nada.
Gregorio
Mayoral Sendino nació en la localidad burgalesa de Cabia el 24 de diciembre de
1861. Su familia tenía muy pocos recursos y se vio obligado a emigrar a la
capital, donde tampoco le fue muy bien. Desde muy joven tuvo que ganarse la
vida con muchos oficios, pero pocos beneficios. Gregorio Mayoral fue pastor,
zapatero, peón y hasta se apuntó al servicio militar para intentar escapar de
la pobreza. Con ese mísero panorama, y con su anciana madre a su cargo, en 1890
un letrado amigo de sus progenitores le informó de que había quedado vacante un
empleo en la Audiencia de Burgos. Le subrayó que estaba muy bien pagado: 1.750
pesetas al año, más dietas para gastos de viaje. Aunque su madre le pidió
encarecidamente, y hasta llorando, que no lo hiciera, se presentó para el
puesto de verdugo. Ganó la plaza frente a otros candidatos gracias a que había
servido en el Ejército. Tuvo así en sus manos por primera vez el que fuera un
temido y odiado instrumento utilizado en España desde 1820 a 1978 para ejecutar
a los condenados a muerte.
A
través de entrevistas a periódicos y escritores, se sabe que Gregorio Mayoral
siempre asumió su oficio con naturalidad, sin que le provocara problemas de
conciencia ni le quitara el sueño. Insistía en que se limitaba a cumplir
órdenes y que más grave era la sentencia que el cumplimiento de la misma.
A la izquierda Lorenzo Huertas de la Audiencia de Valladolid y a la derecha Gragorio Mayoral su alumno. Ambos competían para demostrar quién era más efectivo como verdugo. |
Su
inicio con el garrote vil en solitario, sin la ayuda del que fuera hasta
entonces su maestro Lorenzo Huertas, de la Audiencia de Valladolid, se
convirtió en un completo desastre. La mujer a la que debía ajusticiar se
revolvió con tanta fuerza en la silla del patíbulo que rompió las amarras y
lanzó por los aires al cura encargado de tranquilizar su alma de un puntapié.
Todo esto provocó las carcajadas y burlas del morboso público. Abochornado por
lo ocurrido, Gregorio Mayoral se percató rápidamente de que debía introducir
una serie de mejoras tanto en el mortífero instrumento como en su técnica al
utilizarlo. Feliz con sus progresos técnicos, aseguraba que los avances que
ideó humanizaban el cumplimiento de la pena capital y, además, le permitían ser
el más rápido y diestro con lo que cariñosamente llamaba “la guitarra”. “No
hace ni un pellizco, ni un rasguño, ni nada. Es casi instantáneo. Tres cuartos
de vuelta y en dos segundos...”. Esto es lo que explicaba a quien quería
escucharle sobre su oficio mientras mostraba gráficamente con sus manos gruesas
y fuertes cómo utilizaba el collar de hierro que por medio de un tornillo
retrocede hasta matar al reo por asfixia.
Era
tan metódico que hasta llegó a probar en su propio cuello el corbatín de
hierro. Su mayor preocupación era evitar sufrimientos innecesarios a los
ajusticiados. “Con la música a otra parte”, decía impasible tras finalizar una
ejecución. Colocaba su “guitarra” en su manoseado maletín azabache y más tarde
escribía en una libreta de tapas también negras cómo era el reo y cuál había
sido su reacción.
Gregorio
Mayoral estuvo casi cuarenta años desempeñando un oficio al que aún hoy día a
muchos les removería el estómago y le provocaría negras pesadillas. Llevó a
cabo casi un centenar de ejecuciones. No es de extrañar que gracias a su eficaz
veteranía sus compañeros más jóvenes le llamaran “El abuelo”. El campechano
burgalés, que parecía más un vulgar labrador castellano que un funcionario del
Estado, fue abucheado y apedreado por el vecindario en más de una ocasión tras
una ejecución.
Gregorio
Mayoral falleció en octubre de 1928, y no de forma violenta como las personas a
las que ajusticiaba de forma mecánica e impersonal, sino de muerte natural.
Vivía en una mísera casa del arrabal burgalés, estaba viudo y le cuidaba una
nieta. El sueldo que tan alto le pareció cuando comenzó su carrera de verdugo
nunca le sacó de la pobreza.
Jean
Paul Sartre decía: “A los verdugos se les reconoce siempre. Tienen cara de
miedo”. Paradojas de la vida, era la inevitable sensación de angustia del reo a
ajusticiar antes de morir y, además, reflejado en el rostro del hombre que le
quitaba la vida con el argumento de que cumplía la ley.
Documental
Cánovas del Castillo
Al
igual que ocurre en la actualidad, los políticos de aquel tiempo eran más bien
mediocres, gente con labia que sabía conmover al auditorio, sin profesar para
ello convicciones de ningún tipo, ni políticas, ni morales. Cada político
aspiraba a ser líder de algún grupo. Y para ello se cultivaban las amistades y
antipatías, y se utilizaban las habilidades precisas para descabalgar al
enemigo, al tiempo de atraer más seguidores adictos hacia su persona y su
causa. En Madrid proliferaba la vida bohemia, la cual elevaba y descabalgaba a
líderes políticos, autores de teatro, novelistas, figuras taurinas,
periodistas… La bohemia presumía de moralidad, pero protestaba de todo y se
contrataba por unos duros a patalear una obra de teatro, o a abuchear a unos
políticos (ahora se llama “escrache”). Aquellos vivían en la más absoluta
pobreza, pero presumían de ser el núcleo cultural más importante del país. No
eran marginales, pero estaban en el límite de la vida marginal y social. Eran
los falsos progresistas presentes en la historia de España al menos desde el
XVIII hasta hoy. En ese ambiente se encontraba el joven Cánovas a la hora de su
llegada a Madrid, pero Cánovas comprendió que debía adquirir una cultura
verdadera y no ficticia, y destacó de entre ellos por su enorme capacidad de
lectura, su inteligencia y su oratoria.
Retrato de D. Antonio Cánovas del Castillo año 1869. |
Evidentemente,
la figura clave del reinado de Alfonso XII fue Cánovas: Fue Presidente
Provisional en diciembre de 1874 y Presidente definitivo en enero de 1875.
Volvería a serlo en diciembre de 1875, en diciembre de 1879, en enero de 1884,
en julio de 1890 y en marzo de 1895 hasta el día de su muerte en 1897. Su
sistema político perduró hasta 1931. Es conveniente reflexionar un instante sobre
las ideas que sostenían el sistema.
El
primer apoyo de su sistema político fue Sagasta. Cánovas era una persona de
trato brusco, y a veces hasta malhumorado. Podía ser encantador cuando se lo
proponía y podía hablar de cualquier tema y hacer el tema atractivo en
cualquier corrillo. Pero Cánovas no iba por la calle saludando a todos, ni
repartiendo sonrisas a todo el que se encontraba. Cánovas no buscaba el aplauso
de la gente y no se sentía a gusto entre la multitud. Tenía un cierto aire de
superioridad, porque se sabía preparado para hablar de todos los temas, y era bastante
ingenioso en la conversación.
Existen
muchas anécdotas alrededor del malagueño personaje D, Antonio Cánovas del Castillo. Cánovas del Castillo no se ocupó solo de ocupar un importante papel
en la política de su época y manejar los hilos de la restauración borbónica
instaurando a Alfonso XII como rey de España, sino que destacó sobre todo por
tener un ingenio particular.
Jefe
del partido Conservador, fue seis veces el presidente del Gobierno, en
alternancia con Sagasta, líder del partido liberal.
Cánovas
era conocido por sus ocurrencias. Solía decir: “Los franceses no son más que
unos españoles con dinero”. Alguien en su presencia, alabó al general O’Donnell,
a lo que él comentó: “¡Dígamelo a mí, que hablé mil veces dentro de él!”
Un
día fueron unas señoras a pedirle unos favores y en un momento de la conversación,
una de ellas le dice: “Don Antonio, debe usted estar harto de nosotras, que no
hacemos más que pedirle cosas”, a lo que él respondió “Señora a mí las mujeres
no me molestan por lo que me piden, sino por lo que me niegan”.
Se
dice que le comentaron a Cánovas que había una persona que hablaba muy mal de él,
a lo que Cánovas contestó: “Qué raro. Nunca le he hecho ningún favor”.
Una
señora le preguntó a Cánovas que se podría hacer para evitar la calumnia, a lo
que él contestó: “Hacer lo que dicen que hacemos”.
Contrastaba
con Sagasta, el hombre amable con todo el mundo, el que tenía una palabra
amable para todo el que se encontraba por la calle, el tipo relacionado con
todos, el tipo popular; p ero en la tribuna, Sagasta era un demagogo, siempre
halagaba a la gente y despreciaba a los contrarios. Sagasta se mostraba
sencillo y cordial, pero en la vida ordinaria resultaba menos adicto al trabajo
y menos seguro a la hora de dar lo que prometía, mientras que Cánovas siempre
daba lo que prometía, siempre cumplía su palabra.
Como
resultado de ello, Sagasta creía en Cánovas, y los políticos creían en Sagasta
porque era más avezado, versátil, capaz de llegar a acuerdos con cualquiera. Y
de esta manera, Sagasta le era útil a Cánovas.
Cánovas
intentó un sistema político estable y monárquico y se inventó dos partidos, uno
de gobierno y otro de oposición, para que el ejército, y sus presiones y pronunciamientos,
estuvieran fuera del sistema político. Redactó la Constitución de 1876 a su
medida, para dar estabilidad al sistema. El control del engranaje político lo
gestionaría él mismo, y así fue hasta 1897. Jugó el turno de partidos dejando
que Sagasta gobernara en 1881 y a partir de 1885. Tras su muerte, el sistema
funcionó cada vez peor, pero perduró hasta 1931. Una vez muerto Cánovas, en
1897, la Constitución de Cánovas se convirtió en un problema, pues la
“flexibilidad” pensada para el fácil turno de partidos, sirvió para todo tipo
de amañamientos y cacicadas.
El
régimen canovista no fue popular ni impopular, porque los españoles estaban muy
al margen de la política. Era un régimen político, inventado por unos
políticos, que gustaba a muchos de los políticos de aquel tiempo. El pueblo,
estaba cansado de revoluciones, huelgas, golpes de Estado, barricadas… y,
cuando vio un régimen político pacífico, se alegró mucho y decidió vivir la
vida. Se alegró por el resultado, pero no por el establecimiento del canovismo,
que le traía sin cuidado. El sistema tenía pocos apoyos populares, pero también
poca gente en su contra. Los verdaderos organizadores de estados de opinión,
mediante la correspondiente desinformación, los periodistas, respetaron el
sistema político porque habían obtenido ciertos niveles de libertad de
expresión, de reunión y de asociación, el Gobierno no les molestaba mientras
respetaran los temas tabú, y se sintieron satisfechos con no ser molestados en
su trabajo. Bastaba con autocensurarse. El ejército, por su parte, renunció a
los golpes de Estado y se consideró satisfecho también.
La
desinformación fue sistemática hasta el punto de que el Gobierno hacía su propia desinformación,
pagando periódicos y periodistas en pro de las versiones y de las ocultaciones
y publicaciones de las “noticias” que le convenían, o de inventarse las
noticias si éstas no se producían. Cada grupo de oposición, hacía otro tanto.
La desinformación se instaló para siempre en la vida pública española, como
también venía ocurriendo en el resto de los Estados del mundo. El ciudadano
corriente se hastiaba de la política en cuanto era consciente de esta
desinformación. Y los políticos profesionales podían continuar tranquilos
viviendo de la nueva empresa, que era el sistema político. Sólo los jovencitos o también
los más fanáticos se entusiasmaban con algún partido o personaje, hasta que
eran capaces de madurar y asumir que vivían en la desinformación. Por ejemplo,
Cánovas, implicado en el círculo cubano esclavista, tuvo bien cuidado de que el
tema esclavista nunca saliera a la luz pública. Incluso los españoles no
supieron casi nada de la Guerra de Cuba. Tampoco salieron nunca en la prensa
las inmoralidades en la vida de los reyes. Tampoco se publicó sobre las
inmoralidades católicas. El mundo real de la política se convirtió en una
farsa, representada en los escenarios correspondientes. Y parece se quedó así
para siempre. El mundo real se hizo muy duro.
Cánovas
nunca redactó o habló de un cuerpo de doctrina que nos permita ver en síntesis
su ideología. Pero entre 1884 y 1890, publicó en tres volúmenes, titulados “Problemas
Contemporáneos”, sus discursos y conferencias dadas a lo largo de su vida.
Los tres volúmenes titulados: Problemas Contemporáneos, que recogen su ideología política. |
Primera página del Volumen I de Problemas Contemporáneos. |
La
ideología de Cánovas estaba condicionada por dos convicciones fundamentales: su
catolicismo y sus aspiraciones a que la burguesía se civilizara y
racionalizara.
Como
casi todos los políticos recién llegados a la arena política en esta época,
Cánovas había llegado a la política estudiando abogacía, poniéndose al servicio
de un potentado, en este caso el marqués de Salamanca, y casándose con ricas
herederas. Cánovas se casará con la hija de Osma, presidente de Crédito
Mobiliario. Los aspirantes sabían que el poder estaba en manos de las grandes
familias católicas, y su futuro estaba en servir al dinero y al catolicismo. En
ambos partidos, conservador y liberal, había grandes fortunas. Por ejemplo, en
el partido liberal de Sagasta estarán los duques de Fernán Núñez, los
Medinaceli, los Alba… Y en el Partido Conservador de Cánovas estuvo la mayor
parte de la nobleza y alta burguesía.
El
potentado español de la época era un hombre que tenía varios negocios: uno de
ellos era la tierra, grandes fincas que gestionaba un encargado, que éste
arrendaba a otros, que a su vez subarrendaban a los campesinos. Otro de los
negocios lo tenían en diversos sectores, la banca, la industria, la
construcción, los transportes, y era el negocio que llevaban como bandera, pero
no dejaban de pasarse, cada mes o cada año, a cobrar las rentas de sus fincas,
que consideran ingresos básicos y seguros. El industrial y comerciante se
sentía seguro gracias a las rentas de sus tierras. El tercer negocio eran las
colonias, cuyos productos, amparados desde el Estado por privilegios, daban
enormes ganancias.
Para
que el turno pacífico de los partidos en el Gobierno fuera posible, debía haber
una Constitución “abierta y flexible”, es decir, que permitiera gobernar a los
dos partidos alternantes. Que fuera lo suficientemente inconcreta como para no
representar las ideas de un partido determinado, sino permitir gobernar a los
dos partidos alternantes. En la práctica, todos los temas polémicos serían
dejados para leyes posteriores. Y de esa forma, los dos partidos podrían
cambiar la ley a su gusto.
Otra
condición para el turno pacífico era la existencia de dos grandes partidos
solamente, pues la atomización de partidos llevaría a una lucha absurda entre
minorías. Y para garantizar este equilibrio garante de la paz, y obtener dos
grandes partidos, no se le ocurrió otra cosa que utilizar el viejo caciquismo
español, pero apoyado desde el Estado, institucionalizado en la práctica,
aunque no se atreviese a tanto en la teoría política.
Cánovas
defendía que la soberanía de derecho está depositada en las Cortes y en el Rey.
Este era un dogma indiscutible dado por la historia. Pero las Cortes no son una
maquinaria dependiente del Estado, sino que es el organismo que vigila a los
gobernantes para salvaguardar las “verdades madres” (“verdad madre” es un
concepto inventado por Cánovas para referirse a los grandes principios que
rigen la sociedad). Y las Cortes no sólo legislan, sino que ejercen la
soberanía sobre los legisladores, jueces y gobernantes. La soberanía reside en
la nación entera pero se confía a los más preparados para defender las verdades
madres, y así, el sufragio debe ser restringido tanto para votar como para ser
votado. No son tolerables las actitudes y determinaciones de las masas cuando
llegan al poder. El sufragio universal sólo tiene sentido cuando se discuten
las verdades madres, pero en las circunstancias ordinarias de cada día, sólo
deben decidir los más preparados, los cuales son capaces de respetar los derechos
de los individuos.
Sobre
el sufragio, Cánovas creía en la libertad, el pluralismo, la discusión en
Cortes, la tolerancia para con las opiniones diferentes, pero limitaba el
sentido mesiánico del sufragio universal, porque el sufragio puede obrar tanto
moral, como inmoralmente, según ocasiones.
En
el plano de la soberanía, el Rey representa el principio de autoridad, mientras
las Cortes representan el principio de libertad. Ambos principios se
complementan. El Rey garantiza la unidad del Estado, y las Cortes garantizan el
principio de pluralidad, los cuales son complementarios.
Cánovas
estaba imbuido de la idea nacionalista moderada europea, según la cual la
nación no podía ser identificada con el presente, que es voluble, sino con el
pasado histórico en el que ha expresado su personalidad. Por tanto, un
plebiscito no agotaba las posibilidades de acción de un gobernante puesto que
la nación era tanto el pasado como el presente del pueblo. La «constitución
interna» de los pueblos era fundamental. El sufragio universal no era tan
importante y, por el contrario, podía ser muy peligroso. Por lo mismo, el poder
constituyente no lo tenían el Rey ni las Cortes, sino la misma historia de los
pueblos, de la que habían emanado el Rey y las mismas Cortes. Como las Cortes y
el Rey surgieron juntas y existieron juntas, no se podía concebir una
institución separada de la otra sin percibir que sería un modelo de Estado
diferente al histórico.
Cánovas
era partidario de abandonar las grandes teorías políticas y conformarse con
ideales posibles o “hacederos”. En política, lo hacedero para él era una
constitución monárquica que uniera a los españoles en un solo proyecto nacional
exento de dogmatismos. Por ello reunió a todas las tendencias monárquicas y les
propuso una reforma de la Constitución de 1845 cuyo principal cambio era que el
Rey perdía el derecho de cesar ministros a su antojo, derecho que pasaba a las
Cortes, aunque conservaba un derecho de veto sobre las leyes, en la confianza
de que casi nunca, o nunca, hubiera que ejercer ese derecho de veto que era un
enfrentamiento directo Rey-Cortes. (Esta acción política de Cánovas tuvo una
muy curiosa aplicación, cuando Alfonso XII tuvo que soportar que un Ministro se
llevara para sí a una querida del monarca, sin poder hacer dimitir al Ministro,
como venía ocurriendo en épocas anteriores).
La
aceptación de que la soberanía reside en las Cortes con el Rey, se interpretaba
ahora como que el Rey no podía dar un Decreto en desacuerdo con las Cortes, es
decir, que se aceptaba el parlamentarismo. El Rey designaba los Ministros pero,
a partir de ese momento, éstos respondían ante las Cortes y no ante el Rey.
De
igual manera que limitaba al Rey, Cánovas creía que se debía limitar la
libertad de opinión puesto que los periódicos y determinados profesores
universitarios no hacían más que desestabilizar la vida política, sin ningún
criterio ético positivo y globalizador de los intereses del país, sino al
servicio de ideales sectarios, quizás respetables como teorías, pero muy dañinos
para la vida diaria del Estado. Por ello suprimió todos los periódicos
republicanos y exigió fidelidad política a todo el profesorado universitario,
aunque ello provocase muchas emociones en la Universidad.
Alfonso XII, rey de España (Museo del Prado). Pintura de Alejandro Ferrant y Fischermans. |
La
legitimidad monárquica radicaba en los Borbones. No son posibles las
discusiones sobre ello porque es una verdad incontrastable. La legitimidad a
finales del siglo XIX estaba en Alfonso XII y luego, en el príncipe Alfonso
XIII. El Rey es una institución superior a la Constitución, porque la
Constitución es mutable e incluso revocable. Y por eso, era precisa que una monarquía
legítima, como la de Alfonso XII, fuera restaurada en España. Alfonso XII debía
jurar la Constitución, no para ser Rey, sino porque era Rey y el Rey está
llamado a defender las verdades madres. El Rey no es un símbolo, sino un poder
positivo, la primera de las instituciones del Estado, el encargado de imponer a
las demás instituciones del Estado el respeto a la Constitución, de establecer
concierto y paz entre las instituciones y poderes públicos. La Constitución es
la plasmación por escrito que un momento dado cree ser la mejor versión de su
Constitución histórica. Pero el Rey está reconocido en esa Constitución
histórica para que cuide de las Constituciones, de las instituciones y de las
autoridades del Estado. El Rey tiene la facultad de disolver el Poder
Legislativo, destituir al Poder Ejecutivo, cuando cree que no interpretan la
constitución histórica, y el Rey tiene capacidad para nombrar a las personas
que han de ejercer el Poder Judicial. También tiene poder para ejercer el
derecho de gracia. El sistema monárquico se basa en la heredabilidad, pues así
se da continuidad a la institución real y se garantiza su perdurabilidad. Las
monarquías electivas, como la de Amadeo de Saboya, son un fracaso porque el Rey
no necesita el refrendo de la voluntad popular cada poco tiempo, porque ello le
hace más débil, sino que ha sido puesto por la historia y así es más fuerte.
La
monarquía es una creación social legada por la historia a la sociedad presente,
y por ello, el hijo de Rey tiene legitimidad para ser monarca. Este hecho
incuestionable evita reyertas internas por la Jefatura del Estado, y la paz
beneficia a todos los ciudadanos.
La
idea dinástica, segunda gran verdad del pueblo español, o “verdad madre”, se
constituye en la garantía de la propiedad individual, garantía de que la
propiedad pase de padres a hijos. Es la base del sistema liberal. Porque la
monarquía hereditaria mantiene fuerte al Estado y esta fortaleza del Estado
sostiene unas leyes a lo largo del tiempo. Así, se hace posible que la propiedad
pueda pasar de generación en generación por medio de la herencia, pues el Rey y
la monarquía garantizan la perdurabilidad del derecho a lo largo del tiempo.
Esto es así, porque el Jefe del Estado no es influido por los partidos
políticos, como lo estaría en el caso de una República, en la cual el Jefe del
Estado es siempre de un partido determinado y puede estar en contra de los
demás partidos. El Rey garantiza mejor la continuidad de las leyes. De otro
modo, cada vez que llegara al poder un nuevo Jefe de Estado, habría que
plantearse el derecho a la propiedad y otros derechos, acordes a la ideología
del nuevo Jefe de Estado. Además, la monarquía hereditaria evita disputas entre
partidos.
Pero
dentro de una monarquía caben muchos modelos de gobierno. Cánovas proponía el
suyo:
La
monarquía del siglo XIX debía ser democrática, esto es, respetuosa con la
Constitución, voluntad expresa de los españoles, y respetuosa con los
gobernantes que los españoles eligen para ese fin. El Gobierno debía estar, por
tanto, en manos de civiles que debían gobernar en turno pacífico de alternancia
de partidos. Los partidos gobernantes deberían estar de acuerdo en unos
mínimos, que serían la idea de soberanía, tal y como la concebía Cánovas: una
soberanía “histórica” representada por el Rey, y una soberanía “actual”
representada por las Cortes y el pueblo. Otro punto necesario de acuerdo sería
el orden público, sometimiento del ejército a la autoridad del Rey, y búsqueda
del progreso para España.
Esta
misma idea de que la monarquía es la salvaguarda de las libertades, ya la había
expresado Bravo Murillo treinta años antes que Cánovas. Bravo Murillo había
dicho que un Gobierno con autoridad fuerte puede luchar contra el desorden,
contra la delincuencia, contra la arbitrariedad, siempre que actúe a favor de
los ciudadanos y no trate de vivir a costa de ellos.
En
el sistema ideado por Cánovas, el Rey tendría solamente las atribuciones
reconocidas en la Constitución.
Respecto
a las relaciones del Rey con las Cortes, Cánovas manejaba la expresión “el Rey
con las Cortes y las Cortes con el Rey” para resaltar la igualdad de derecho en
el origen de ambas instituciones detentadoras de la soberanía. Ambas se
necesitan, se complementan y ninguno puede prevalecer sobre el otro. El Rey y
las Cortes no pueden estar en desacuerdo porque sólo cumplen su papel de
representar la soberanía del pueblo español cuando obran conjuntamente. El Rey
no puede ser una institución simbólica, porque se necesita que alguien
revitalice continuamente las Cortes. Las Cortes no pueden ser un organismo
muerto, o que se limite a aprobar los presupuestos, porque tienen el deber de
controlar al Poder Ejecutivo y al Judicial, vigilar para que los Ministros no
cometan abusos, y elaborar las Leyes que el país necesite para cada momento. No
se puede concebir un Rey fuerte sin unas Cortes fuertes, y nunca habrá unas
Cortes fuertes sin un Rey fuerte.
En
cuanto a la idea de soberanía depositada en “el Rey con las Cortes”, tercera
gran verdad madre del pueblo español, Cánovas fue doctrinario y nunca creyó en
el sufragio universal. Creía que la soberanía residía en la nación, en el
conjunto de la nación, pero también sabía del absurdo que era que una mayoría
ignorante tuviera poder de decisión sobre los destinos de todos los españoles.
Los ciudadanos que no conocen la historia, el ser profundo de España, no pueden
decidir sobre el presente sin graves riesgos de equivocarse. Es imposible que
los ignorantes decidan el porvenir si desconocen el pasado y malinterpretan el
presente. Ya les es bastante difícil legislar a los que saben. ¿Se debe correr
el riesgo de ponerse en manos de los ignorantes? ¿y si caemos en manos de los
inmorales, que pueden ser tanto cultos como ignorantes?. El voto debe
restringirse a los hombres capacitados para comprender la realidad y para
tratar de encauzarla debidamente. No todos los hombres son iguales a la hora de
ejercer el derecho de decisión. El sufragio universal es un método muy inseguro
de gobernarse. El resultado del sufragio universal puede estar de acuerdo con
el derecho y la razón, o puede decidir completamente en contra, a favor de la
indignidad o del error. Lo que es cierto es que la humanidad no puede
permitirse errores, porque lo que se tarda años o décadas de esfuerzo en
construir, se puede destruir en unas pocas horas. Jugar a ver qué resulta del
sufragio universal, es inmoral. Cuando los demócratas defienden el respeto a
las minorías, deberían respetar también a la minoría de los inteligentes y la
minoría de los hombres prácticos que han sabido levantar las empresas (lo cual
no es lo mismo que hacer fortunas, las cuales a saber por qué medios se han
levantado).
Por
tanto, Cánovas creía que debía construir un régimen político en el que cupieran
todos, en el que participasen todos, en el que pudieran expresarse libremente
todos los españoles sin distinción entre “buenos” y “malos”, entre ideas
permitidas e ideas prohibidas, pero a la postre, deben decidir los bien
preparados y honestos. No se debe caer en la idea facilona y temeraria del
“todo o nada” planteada por los dogmáticos, que dicen que o se asumen todos los
derechos o no estamos en un Estado de derecho. Se impone el razonar, el
escuchar a quien tiene algo que decir, el espíritu dialogante, la deposición de
actitudes excluyentes. Las ideas no son buenas o malas en función de quien las
expresa, ni se puede estar en actitud de contradecir todo lo del contrario aun
antes de que éste empiece a hablar. Hay que separar la consideración que nos
merecen las personas, de las ideas que estas personas manifiestan. Mi
adversario doctrinal no debe ser mi enemigo personal. Es preciso oír a todos, lo
cual no implica estar de acuerdo con todo lo que digan los demás.
De
este modo, la restauración canovista fue un movimiento de apertura política, de
realismo, y de positivismo político. Abogaba por la transacción entre los políticos,
y defendía que era imposible gobernar sin pactos y transacciones, siempre que
éstas fueran lícitas, justas, honradas e inteligentes. Las transacciones
siempre rompen un poco la armonía del sistema ideológico-político, pero llevan
a la convivencia del conjunto a fin de resolver las cuestiones de cada momento,
no a gusto de todos, pero tampoco a disgusto completo de todos. El político
debe aprender a ceder en lo accesorio, si se respetan las cuestiones
fundamentales yo verdades madres del país. La libertad y el progreso no son
posibles si no se da igual seguridad a todas las aspiraciones humanas. Como las
aspiraciones humanas son diversas, y aún contradictorias, se debe resolver cada
conflicto mediante la discusión, siempre que la discusión sea razonada,
realista, respetuosa, a fin de conseguir los mejores acuerdos posibles. Porque
“la política es el arte de lo posible”, lo cual es una frase que se suele
atribuir a Cánovas debido a las ideas que defendía, pero que Cánovas nunca
dijo. Dijo muchas frases parecidas a ésta, pero no ésta precisamente. Ésta es
una frase construida por los historiadores para resumir las muchas frases que
Cánovas dijo al respecto.
Cánovas dijo varias veces que la política es un arte,
porque es variable, ajustable a las circunstancias y requiere de habilidad,
táctica, intuición, don de la oportunidad, capacidad para la dialéctica, y
dominio del juego conversador. Pero la política es más que un arte, porque
requiere también de un caudal de conocimientos,
una claridad de ideas, y un dominio de las relaciones humanas, lo cual acerca
el tema política al campo de la ciencia. Hay casos en que las personas nada
preparadas científicamente, entran en política, y tienen muchas probabilidades
de acabar en desastre, personal y del conjunto de los ciudadanos. La política
es mudable, sus decisiones son pasajeras, porque los cambios de actitud ante un
problema son aceptables e incluso aconsejables, según las circunstancias. Pero
el político debe respetar unos principios permanentes, unos valores inmutables,
por encima de las decisiones y acuerdos mudables de cada día. Es preciso
comprender a la otra parte, tratar de averiguar en la historia la raíz del
problema, y poner soluciones de cara al futuro del país con sentido de la
trascendencia. Es inútil en las discusiones el atacar el pasado histórico,
porque eso ya no tiene solución. Es inútil pretender que la legitimidad del
presente nace de la buena fe, porque de la buena fe pueden seguirse tremendos
errores. Por eso, es preciso que el gobernante sepa escuchar a sus
contrincantes y sepa negociar soluciones que sean asumibles por la mayoría. En
ello, el gobernante debe tener asumido que a todos no se les puede dar gusto a
la vez casi nunca. Es preciso ser flexible, ceder ante el contrario, pero sin traicionar
nunca los principios fundamentales de la convivencia, las verdades madres, el
sentido común, el conocimiento adquirido, la “constitución interna” del país.
D. Antonio Cánovas del Castillo. |
Por
eso, la política de cada día es a veces el arte de aplicar a cada momento las
soluciones posibles.
El
Gobernante debe tener en cuenta que Política, con mayúscula, es también el
respeto a las creencias inmutables que constituyen el alma misma del pueblo que
se pretende gobernar. No es posible en política hacer todo lo que se pretende.
Pero se pueden ir haciendo cosas que nos acerquen al ideal del pueblo que
queremos ser. Nunca se va a poder conseguir todo lo expuesto en un programa
político, pero en todo caso el programa debe tener sentido en ese camino hacia
el progreso, hacia las libertades del pueblo.
La
solución es el consenso, la cesión ante el adversario, pero exigiendo al mismo
tiempo que el adversario también ceda en algo de lo suyo. El consenso no es una
capitulación ante el enemigo.
No
se debe excluir a nadie en política, salvo a los violentos e inmorales. Lo
demás, es cosa de transacciones entre personas justas, honradas e inteligentes.
En
cuanto a los partidos políticos, Cánovas pensaba que el pluralismo supone
variedad y discrepancias. Ante la discrepancia, la solución más irracional es
la guerra, o el ataque físico al contrincante. La solución racional es el
diálogo.
El
diálogo necesita de unas reglas de juego que den igualdad de oportunidades a
cada parte, que permitan a cada uno defender sus posiciones racionalmente, a
fin de que sean posibles los acuerdos. En caso de no poder llegar a ningún
acuerdo, el grupo perdedor debe saber perder y debe esperar su oportunidad para
cuando las circunstancias cambien. Los encargados de mantener este juego
político son los partidos.
Los
partidos son completamente necesarios. Es cierto que el individuo pierde su
libertad personal en aras a la disciplina de partido, pero también el partido
puede completar sus ideas, moderar sus ambiciones. Y además, el partido es el
órgano que puede esperar a que las circunstancias cambien.
Los
partidos tienen muchos defectos e inconvenientes, pero son necesarios. Sirven
para tener opiniones contrastadas y defendibles ante el colectivo, pues de otro
modo, las individualidades nos llevarían al caos político continuo y
permanente. Los partidos son un mal necesario para la vida pública. Representan
la variedad necesaria para renovar el pensamiento y para la búsqueda de
soluciones que sean apoyadas por grandes colectivos. En los hombres hay
diversidad de opiniones y por ello, deben existir los partidos que encaucen
estas opiniones.
Tampoco
es deseable que haya una pléyade de partidos, lo cual sería perder el tiempo y
las fuerzas en discutir para no resolver nada. Es deseable que haya pocos
partidos que se pueda llegar a acuerdos
de hacer cosas. Los partidos tienen fuerza del ser y del no ser, y nos conducen
al devenir hegeliano.
La
discusión política debe ser respetuosa. Es normal que se discuta. La función de
un partido político es discutir. La discusión es buena como génesis que conduce
hacia el progreso. Pero para que sea posible la acción hacia el progreso, los
partidos deben saber ceder, llegar a acuerdos, deben saber distinguir entre el
interés general y los intereses de los partidos, entre las cuestiones puntuales
y los grandes principios que sostienen la sociedad y el Estado, los cuales son
irrenunciables, y es imposible ceder en ellos en la negociación.
Los
partidos nacen, se desarrollan, mueren y son sustituidos por otros partidos.
Representan el pluralismo y en cada momento histórico serán diferentes, porque
los problemas de cada momento son diferentes.
Cánovas vio la conveniencia de que los partidos fueran dos, el conservador y el de progreso. |
En
1874, Cánovas vio la conveniencia de que los partidos fueran dos, el
conservador y el de progreso. Los dos deberían alternarse en el poder. Uno
debía ser de centro derecha y otro de centro izquierda, pero los partidos
deberían ser moderados, con capacidad de diálogo, con posibilidad de llegar a
acuerdos entre ellos, y capacidad para atraer hacia sí cada uno a los grupos
afines de sectores radicales, o grupos contrarios al diálogo y al progreso. El
bipartidismo empobrece el sistema político, pues caben menos opiniones
diversas, pero da más estabilidad al sistema y hace más fácil la alternativa de
Gobierno, con lo cual hay más continuidad en la política, y ello da más
seguridad a los ciudadanos.
En
el Ejecutivo, la gestión corresponde tanto a los partidos a la derecha como a
los de izquierda, pero intentando el consenso diario, la concordia entre ambos.
Cada uno tendrá oportunidad de aplicar sus convicciones mediante el turno en el
Gobierno. El turno no se debe organizar en periodos fijos, sino que depende de
las circunstancias políticas. Cuando el partido en el Gobierno se desgasta, se
desune y comete errores, y con ello se desprestigia, da paso al otro partido.
Esta
doctrina del turno de partidos la obtuvo Cánovas de la práctica seguida por los
Gobiernos británicos entre los tories de Disraeli y los whigs de Gladstone, que
a Cánovas le parecía maravillosa. Ninguno tenía temor a ceder el poder porque
sabía que lo recuperaría cuando ganase las elecciones. Así concebido el sistema
de Gobierno, la oposición no es una opción perversa, no es un grupo cuyas ideas
deban ser destruidas a todo trance, sino una opción lícita, siempre que esté
dentro del orden constitucional. El partido que gobierna lo hace en nombre del
Rey y de la Nación. El partido que no gobierna es oposición en nombre del Rey y
de la Nación. Cada uno hace su papel.
El
partido que vence en los comicios, en un régimen bipartidista obtiene siempre
la mayoría absoluta y puede gobernar a gusto según sus propios criterios, pero
ello no le da derecho a aplastar a la oposición, sino que el partido en el
Gobierno debe tender al consenso, negociar, a fin de que cuando la actual
oposición llegue al Gobierno, continúe la obra legislativa y no destruya lo ya
hecho. El arrinconamiento y la humillación de la oposición hecha en España en
el segundo tercio del siglo XIX, debe desterrarse de la vida política para
siempre porque sólo genera enfrentamientos. Es preciso mantener un espíritu de concordia
pues así lo pide el sentido común y las normas del juego político. El partido
en el Gobierno debe dar a la oposición el mismo trato que él desearía recibir,
si fuese en ese momento oposición. Ambos deben respetar al contrario, no abusar
del otro, saber ganar y saber perder, no romper la baraja cuando se pierde.
Las
reglas del juego político son que el partido que tiene la mayoría, gobierna; el
que está en minoría, se convierte en oposición y trata de corregir los errores
del que gobierna; la oposición acepta las leyes que la mayoría del Congreso
aprueba, aunque puede razonar en contra, pero no puede imponer su opinión
mientras esté en minoría; el partido que gobierna no tiene derecho a destruir
la obra hecha por el anterior Gobierno, aunque la considere injusta.
En
resumen, el canovismo fue:
- El
imperio de la ley sobre otras actitudes sociales.
- La
separación de poderes del Estado.
- Respeto
a los derechos individuales.
- Propiedad
privada.
- Libertad
religiosa compatible con que el Estado español sea independiente respecto a la
Iglesia.
- Apoyo
a la Corona por su efecto moderador en la dirección de la política, e incluso
se llama a la Corona, Poder Moderador.
- Creencia
de que la soberanía reside en el pueblo, pero es bueno que la represente el Rey
junto a las Cortes, porque en la práctica, el Rey es más objetivo que el
Congreso y el Senado los cuales suelen estar enfrascados en luchas de partidos.
Por ello, el Rey no un Rey absoluto, pues viene limitado por la Constitución y
las instituciones del Estado, aunque se reconoce que adquiere mucho poder.
Los
defectos que hoy le vemos al canovismo son: el defender hasta tal punto la
propiedad privada, que se olvidó por completo de las medidas sociales,
encomendándolas a la caridad cristiana; el centralismo a ultranza; el
aislamiento político internacional en el que creyó que podía sacar ventaja; el
caciquismo como único sistema garante de continuidad del régimen; la
identificación de progreso con realizaciones materiales de tipo agrícola,
industrial, bancario, comercial, y el olvido de factores humanos, culturales; la
creencia cerrada en el catolicismo como única moral posible, despreciando la
existencia de otras creencias con criterios morales diferentes.
Pero
el término Restauración es discutible: Si se adoptaba la idea de que se
restauraba la monarquía borbónica, había que admitir que se restauraba el
liberalismo burgués, en España más burgués que liberal, y Cánovas no estaba de
acuerdo ni con el autoritarismo excluyente de Narváez, ni con autoritarismo
progresista de Prim. Cánovas había forjado sus ideas durante los gobiernos de
estos líderes, pero precisamente se rebelaba contra ellos. Quería romper la
idea de que en una discrepancia sólo uno tiene razón, y crear un nuevo sistema
de alternancia de partidos razonables, coherentes con las posibilidades reales
del país. No era una vuelta atrás, sino un sistema diferente, dentro del
conservadurismo, caciquismo y colonialismo tradicionales.
Durante
la mayor parte del siglo XIX español los políticos progresistas se sentían más
liberales que los moderados, y los exaltados se creían más liberales que los
progresistas legales o templados. Cada grupo condenaba al anterior como poco
liberal. Todos se echaban en cara defectos, así el sistema resultaba absurdo y,
desde el punto de vista liberal europeo, el sistema era antiliberal. Olózaga
comprendió lo absurdo de las posturas políticas y decidió que los exaltados
pasaran a llamarse “progresistas”, un adjetivo mucho más positivo y aceptable.
Los
liberales moderados defendían la paz social, el disfrute y fortalecimiento de
las conquistas ya hechas por la sociedad y la política. Temían la violencia y
la arbitrariedad populista, temían el caos provocado por los exaltados
sistemáticamente. Defendían que el orden era necesario para salvaguardar la
libertad. Muchos moderados eran “progresistas arrepentidos”, iniciados en el
ambiente exaltado y hartos de violencias y malos modos propios de los
exaltados. Así le ocurrió a Martínez de la Rosa, Istúriz, González Bravo,
Donoso Cortés, Alcalá Galiano, Ramón María Narváez… Una vez que conocían que
las revueltas populares estaban manipuladas por el dinero y los empresarios
“progresistas”, se decepcionaban, y como consecuencia de ello se pasaban al
moderantismo. Pero el moderantismo español no tenía casi nada de liberal, y se
convirtió con Narváez en represión pura y dura para mantener el orden en las
calles. Y conocer el moderantismo suponía otra decepción. “Los buenos” no
aparecían por ninguna parte en esta novela de la fase final del siglo XIX en la
historia de España.
Cánovas
fue miembro de la Real Academia de la Historia (1860‑1897)
y su director (1882-1897). En ella puso en marcha dos notables iniciativas: la
reanudación de la
publicación de
las Actas de las Cortes de Castilla, proseguida hasta hoy; y la dirección de una gran Historia de España confiada a varios autores, que no llegó a
completarse. Perteneció también a la Real Academia Española (1867), a la de
Ciencias Morales y Políticas (1881), a la de Bellas Artes de San Fernando
(1882) y a la recién creada de Jurisprudencia y Legislación (1882), que también
presidió. Presidió, asimismo, la Real Sociedad Geográfica.
Mausoleo de Cánovas en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. |
Mientras tanto en nuestra villa la actividad política seguía centrada en la provisión de fondos y ajustes presupuestarios del concejo, con frecuentes ejecuciones por descubiertos en los fondos municipales, y la formación de comisionados municipales para realizar en la Diputación Provincial las gestiones y peticiones de acogerse a una moratoria en el pago de los descubiertos en el año económico en curso.
ACTA
DE LA DUODÉCIMA SESIÓN ORDINARIA DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE
FECHA 3 DE ABRIL DE 1875. Esta es la décimo sexta reunión del año 1875. Hasta
esta fecha se produjeron doce sesiones ordinarias y cuatro extraordinarias.
“Acuerdo…y
En la Villa de
la Higuera de Arjona á tres de Abril de mil ochocientos setenta y cinco, se
reunió el Ayuntamiento en sesión ordinaria bajo la presidencia del Sr. Alcalde,
por cuyo señor se declaró abierta la sesión y dada lectura al acta anterior
quedo aprobada. Por el Sr. Presidente se hizo presente al Ayuntamiento que como
en las egecuciones por descubiertos á fondos municipales, no existen
instrucciones que señalen premios, recargos, sin dietas contra los morosos como sucede en los de contribuciones del
tesoro, no se puede exigir al rematador del impuesto indirecto sobre el pan
otros costes y derechos que los reintegros de papel de oficio el sello 9º
imbertido en justo prorrateo para las diligencias de apremio, y debo adbertir á
la corporación que se puede fijar en el despacho del comisionado las
dietas que le sean prudentes. En tal
estado se acordó por unanimidad señalar doce reales diarios por los días que temporalmente funciones en
la comisión de apremios, debiendo ser reintegrado por el deudor Juan Ramón
Barragán. Acto seguido se hizo presente
la necesidad que había de nombrar una comisión para que pasen á la capital de
provincia á gestionar cerca de la Diputación Provincial para que haga moratoria
en el pago de los descubiertos que resultan por el contingente provincial del
actual año económico. Visto lo espuesto por el Sr. Alcalde el Ayuntamiento
acordó nombrar á D. Manuel Fuentes Pérez como persona más apta para el
desempeño de este cometido, por virtud á encontrarse el Secretario recargado de
trabajos. Al efecto, se acordó librar una cantidad de benticinco pesetas con
cargo al Capítulo 6º artículo 2º y contra la caja municipal. Co lo cual se
lebantó la sesión de que yo el Secretario Certifico =
Aparecen
las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan Pérez Serrano. Francisco Pérez. Sebastián Pérez. Dice: Es X de Francisco Agudo. Dice: Es X de Manuel Giménez. Juan José Mercado.
Diligencia…
La pongo yo el Secretario que la sesión ordinaria del sábado diez y siete no
hubo asuntos de que tratar y lo pongo por diligencia. Higuera de Arjona diez y
siete de Abril de mil ochocientos setenta y cinco =
Hipólito
Martínez. Secretario.
Decreto…
y Visto las solicitudes presentadas por
D. Felipe Martínez Marín y D. Bonoso de Lara para el acto de notoriedad pública
de las enfermedades que padecen los mozos número cinco Felipe Lara Martínez y
ocho Francisco Martínez Lara de la segunda edad, hagan combocatoria al
Ayuntamiento para la sesión extraordinaria del día diez y ocho del actual y
demás interesados.
Alcaldía
de Higuera de Arjona á diez y siete de Abril de mil ochocientos setenta y cinco
=
Aparecen
las firmas del Alcalde: Fuentes
e Hipólito Martínez. Secretario.
ACTA
DE LA DÉCIMOTERCERA SESIÓN ORDINARIA DEL
AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 18 DE ABRIL DE 1875. Es la décimo
séptima reunión del año 1875. Se habían celebrado trece reuniones ordinarias y
cuatro extraordinarias.
“Acta
de notoriedad pública… y En la
Villa de la Higuera de Arjona á diez y ocho de Abril de mil
ochocientos setenta y cinco, reunidos los señores que componen el Ayuntamiento
cuyos nombres de los concurrentes se espresan al margen y en u sala capitular y
en la sesión pública anunciada por medios de costumbre, prebia combocatoria al efecto, bajo la presidenta el Sr. Alcalde
D. Domingo S. Fuentes; por dicho señor se declaró abierta la sesión y dada
lectura al acta anterior quedo aprobada.
Diose
cuenta á la corporación municipal de una comunicación de la Exma. Diputación
provincial fecha doce del actual en la que se interesa forme este Ayuntamiento
acta de notoriedad respecto de las enfermedades que padecen los números cinco y
D. Felipe Lara Martínez y ocho Francisco Martínez Lara de la segunda edad.
Al
propio tiempo se dio lectura de dos solicitudes suscritas por D. Bonoso de Lara
padre del mozo número ocho, ambos de esta vecindad, interesando de la misma se
consigne lo que conste por notoriedad pública acerca de los subsodichos
Felipe Lara y Francisco Martínez;
quintos ó soldados pendientes de la segunda edad lla citado, con el fin de
poder comprobarle ante la Exma. Diputación provincial. Al efecto se manifestó
por el Sr. Presidente á los concurrentes al acto, que podían esponer lo que les
constase respecto á la inutilidad presentada por notoriedad pública de los
indibiduos que tengan ó padezcan uno ó más de los defectos o enfermedades
alegados por referidos mozos, sin perjuicio que el Ayuntamiento remita
concienzudamente un dictamen ó informes y no habiendo espuesto ninguna razón en
pro ó en contrario, el Ayuntamiento acordó emitir el siguiente informe: que no
le consta de público ni pribadamente padezcan los mozos números cinco Felipe
Lara Martínez y ocho Francisco Martínez Lara las enfermedades á que se refiere la comunicación de la Exma.
Diputación provincial fecha doce del actual y las solicitudes presentadas en el
Ayuntamiento por los interesados fecha catorce del propio mes; disponiendo que
por el Secretario se les estampe á continuación de las instancias certificado literal
de la presente acta de acuerdo, y se remita copia certificada con atenta
comunicación á la Exma. Diputación provincial. Con lo cual se dio por terminada
la sesión pública que firman los señores concurrentes al acto cada uno como
acostumbran y de todo ello como Secretario certifico =
En
el margen izquierdo figura la relación de asistentes a la sesión municipal.
El
Alcalde Domingo S. Fuentes.
El
Teniente
Juan
Pérez Serrano.
El
Síndico
Juan
J. Mercado
El
Concejal
Francisco
Agudo.
El
Concejal
Sebastián
Pérez
El
Concejal
Manuel
Giménez
Al
final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan Pérez Serrano. Juan José Mercado. Dice: Es X del Regidor Francisco Agudo. Sebastián Pérez. Dice: Es X del Regidor Manuel Giménez.
Hipólito
Martínez. Secretario.
ACTA
DE LA QUINTA SESIÓN EXTRAORDINARIA DEL
AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 20 DE ABRIL DE 1875. Es la décimo
octava reunión del año. Hasta aquí se habían celebrado trece reuniones ordinarias y cuatro extraordinarias.
Con esta reunión extraordinaria se pasan a contabilizar cinco reuniones
extraordinarias
“Acta…
y En la Villa
de la Higuera de Arjona á beinte de Abril de mil ochocientos setenta y cinco,
se reunió el Ayuntamiento en sesión extraordinaria, bajo la presidencia del Sr.
Alcalde D. Domingo S. Fuentes por cuyo señor se declaró abierta la sesión y
dada lectura al acta anterior fue aprobada. Seguidamente se ordenó al
Secretario Diese cuenta y lectura de una orden del Sr. Gobernador civil de esta
provincia de 16 del actual en la que se interesa se instale la Junta local de instrucción
pública de esta Villa, cuyos indibiduos como padres de familia nombrados en
terna por dicho Sr. Gobernador son D. Ildefonso Fuentes, D. Francisco Martínez
Almansa y D. Bonoso de Lara, y el concejal elegido por el municipio en sesión
de beinte de Marzo último es D. Francisco Pérez García, y el Cura Párroco D.
Blas Cobo Peinado, en cumplimiento del Decreto de 19 del propio mes.
Acto
seguido, se dio orden al portero por el Sr. Presidente para que hiciera
comparecer á los citados indibiduos y
después de estar presentes y entregarles sus respectibas credenciales se les
dio posesión de sus cargos, los cuales manifestaron deseos de cumplir bien y
fielmente y que se giraría una bisita mensual á los profesores, tanto por ver
los adelantos que se obserban, cuanto por estimularlos á que no se bea la
educación de los niños, de ambas escuelas en tan punible abandono por falta de
las juntas anteriores, y ebitar se resientan los padres de familia si se
tolerasen á los profesores con nuestra apatía en el cumplimiento de nuestro
honroso cargo que este momento aceptamos. Con lo cual y estando presentes
dichos señores y concejales firman cada uno como acostumbran y se lebantó la
sesión de todo lo que yo el Secretario Certifico = en D. Francisco Pérez García
= entre renglones = vale
Al
final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan Pérez Serrano. Sebastián Pérez. Dice: Es X de Francisco Agudo. Dice: Es X de Manuel Giménez. Juan José Mercado.
Hipólito
Martínez. Secretario.
ACTA
DE LA DÉCIMO CUARTA SESIÓN ORDINARIA DEL
AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 25 DE ABRIL DE 1875.
“Acuerdo…
En la Villa de
la Higuera de Arjona á beinte y cinco de Abril de mil ochocientos setenta y
cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión bajo la presidencia del Sr. Alcalde
D. Domingo Sebastián Fuentes por cuyo señor se declaró abierta la sesión, é
hizo presente lo conveniente que sería el acordar recursos con que poder cubrir
en parte ó en totalidad el presupuesto municipal del año económico de 1875 á 76
y presente también la Junta Municipal de asociaos se acordó los recursos
siguientes: 1º. Arrendar á la esclusiva el vino y aguardiente.2º. carne de
hebra ó sea de ganados lanar y macho cabrio; 3º. el jabón blando y duro. 4º. el
gas; 5º. los pesos y medidas á uso voluntario, 6º. el verdeo de los cerdos bajo
las condiciones que se formulará en sus expedientes respectivos por la comisión
de presupuestos.
En
su consecuencia se acordó que dichas subastas consten de dos remates los cuales tendrán lugar en
los estrados de la Alcaldía, desde las once de la mañana hasta la una del día
el Domingo veinte y tres del actual que se verificará el primer remate, y el
segundo á la misma hora y espresado lugar, á los ocho días de verificad el
primero: al efecto se anunciaran al público en los sitios de costumbre y á la
vez se remitirá ejemplar al Sr. Gobernador civil de esta Provincia para su
inserción en el Boletín oficial llamando licitadores. Así se acordó y firmó por
los Srs concurrentes cada uno como acostumbran y de todo ello como Secretario
certifico = El verdeo de los cerdos =
entre renglones vale = Siguen las firmas
Al
final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan Pérez Serrano. Juan José Mercado. Dice: Es X de Francisco Agudo. Dice: Es X de Manuel Giménez.
ACTA
DE LA DÉCIMO QUINTA SESIÓN ORDINARIA DEL
AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 1 DE MAYO DE 1875.
“Acta…
y En la Villa
de la Higuera de Arjona á primero de Mayo de mil ochocientos setenta y cinco,
se reunió el Ayuntamiento en sesión bajo la presidencia del Sr. Alcalde D.
Domingo S. Fuentes, y convocados los gremios industriales en este día cuya
convocatoria se hizo con anterioridad por edictos para los efectos del
arículo94 del Reglamento de 20 de Mayo de 1873, resultaron no haber asistido
más que dos industriales de un gremio y por consiguiente se consideró como
renuncia expresa del derecho á verificar el nombramiento; En tal estado el Sr.
Alcalde hizo la elección de síndicos y clasificadores durante el egercicio
económico de 1875 á 76 y es a saber:
Síndicos
D. Miguel Perín = D, Antonio Martínez Nabarro =D. Manuel Pérez Ruano =
Clasificadores = D. Antonio Pérez García
= Francisco de Zafra = Y Para que conste se estiende la presente acta que
firman los señores concurrentes al acto de que yo el Secretario certifico =
Al
final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan Pérez Serrano. Juan José Mercado. Dice: Es X de Francisco Agudo. Dice: Es X de Manuel Giménez.
ACTA
DE LA DÉCIMO SEXTA SESIÓN ORDINARIA DEL
AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 7 DE MAYO DE 1875.
“Acuerdo…y
la Villa de la
Higuera de Arjona á siete de Mayo de mil
ochocientos setenta y cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión, bajo la
presidencia del Sr. Alcalde D. Domingo Sebastián Fuentes, por cuyo señor se
declaró abierta la sesión y se hizo presente á la corporación la necesidad que
había de conocer el déficit que había en el presupuesto municipal, y que al
efecto era indispensable formar el adicional y refundido y conocido que fuera,
se presentase el prollecto de presupuesto que ha de regir en el egercicio de
1875 á 76 para su examen discusión y aprobación en Junta municipal. Acto
seguido se de principio á la formación del apéndice al amillaramiento para en
su vista dar principio al repartimiento de inmuebles, cultibo y ganadería, como
igualmente se empieze á la formación de la matrícula de subsidio puesto que
están nombrando los síndicos y clasificadores.
Al
propio tiempo se acordó la recomposición de caminos vecinales y puentes, en
virtud á encontrar la próxima la recolección y encontrarle algunos en muy mal
estado y ser de urgente necesidad.
También
se acordó limpiar y componer los pozos de agua dulce y cañerías, por la escasez
de agua que se esperimenta y especialmente en este próximo berano. Con lo que
se aprobó todo por unanimidad y se lebantó las unión de que yo el Secretario,
certifico =
Al
final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan Pérez Serrano. Juan José Mercado. Dice: Es X de Francisco Agudo. Dice: Es X de Manuel Giménez.
Hipólito
Martínez. Secretario.
ACTA
DE LA SEXTA SESIÓN EXTRAORDINARIA DEL
AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 23 DE MAYO DE 1875. Es la vigésimo
segunda reunión del año 1875 y la sexta reunión extraordinaria.
“Acuerdo…y
En la Villa de
la Higuera de Arjona á beinte y tres de Mayo de mil ochocientos setenta y
cinco, se reunió el Ayuntamiento en sesión extraordinaria con asistencia de la Junta de asociados, cuyos
nombres de los concurrentes se expresan al margen bajo la presidencia del Señor
Alcalde D. Domingo S. Fuentes, por cuyo señor se declaró habierta la sesión y
leída que fue por el Secretario el acta anterior quedó aprobada. Acto seguido
se ordeno por el Sr. presidente se diese lectura al Boletín oficial
extraordinario de beinte y dos del propio mes, y enterados los concurrentes de
las prebenciones que contiene la circular inserta en el mismo fecha 21 del
referido mes dada por el Sr. Gefe Económico de esta provincia se acordó por
unanimidad nombrar una comisión compuesta de tres indibiduos cuya elección
recayó en fabor de loa señores, D. Juan Pérez Serrano Teniente Alcalde, D.
Hipólito Martínez Secretario y D. Antonio Mercado Miya los cuales son nombrados
con el obgeto de que se entiendan con la Administración Económica en el
encabezamiento de consumos por los impuestos de Sal y cereales para ultimar el contrato,
que será por todo el año económico de 1875 á 1876 y siguientes, si el Gobierno
de S. M. no dispone otra cosa en contrario.
Verificado
que fue dicho nombramiento para que acepte en nombrar de los que suscriben la
obligación que trae consigo el encabezamiento: En tal estado se acordó pase
expresada comisión á la capital el día cuatro de Junio próximo benidero y que
se saque copia certificada de este acta para que se la entreguen al Sr. Gefe
Económico.
Seguidamente
se hizo presente por el Sr. presidente á los señores concurrentes que al hacer
el nombramiento de la comisión referida se obliga tanto el Ayuntamiento como
los vocales asociados á estar y pasar por lo que la comisión hiciese dentro de
su cometido.
Con
o cual se lebantó la sesión aprobado que fue por unanimidad y firman cada uno
como acostumbra de todo lo que yo el Secretario Certifico =
Al
final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan Pérez Serrano. Pedro Mercado. Dice: Es X de Francisco Agudo. Dice: Es X de Manuel Giménez. Juan José Mercado. Sebastián Pérez. Eufrasio Barragán. Antonio Mercado. Ildefonso Fuentes. Luis Moreno.
Manuel Clemente Pérez. Nicanor
Torregimeno
Siguen
las firmas: Francisco Martínez Domingo Fuentes.
Sebastián Mercado. Luis Pérez
Galisteo. Juan Ramón Mercado. Pedro Garrido. Bernardino Pérez
Hipólito
Martínez. Secretario.
ACTA
DE LA DÉCIMO SÉPTIMA SESIÓN ORDINARIA
DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 30 DE MAYO DE 1875.
“Acuerdo…
y En la Villa
de la Higuera de Arjona á treinta de Mayo de mil ochocientos setenta y cinco,
se reunió el Ayuntamiento en sesión bajo la presidencia del Sr. Alcalde D.
Domingo S. Fuentes, por cuyo señor se declaró abierta la sesión y dada lectura
al acta anterior quedó aprobada.
Seguidamente
se hizo presente á la corporación por el referido Sr. Alcalde que era preciso
acordar recursos para que la comisión pase á la capital el encargo que se le ha
conferido en sesión de beinte y tres del propio mes y en su vista se acordó una
partida de setenta y seis pesetas con cargo
al artículo segundo capítulo sesto del presupuesto municipal y se
autorice al Sr. Alcalde para que transfiera créditos á este artículo y capítulo
por no haber otros para este obgeto por estar agotados.
Al
mismo tiempo se acoró librar la suma de cuatro pesetas cincuenta céntimos
contra el artículo 2º capítulo primero para impresiones ó sea libramientos.
También se acordó librar la suma de una peseta benticinco céntimos contra dicho
artículo y capítulo para adquirir la instrucción general de consumos.
Así
mismo se acordó librar la suma de diez pesetas para gastos del comisionado para
la conducción del mozo de la tercera edad Manuel Garrido Barragán y se nombró
de comisionado á Francisco Garrido Delgado.
Con
lo cual acordado que fue Todo por unanimidad se lebantó la sesión firmando cada
uno como acostumbran de todo lo que yo el Secretario Certifico =
Al
final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan Pérez Serrano. Juan José Mercado. Dice: Es X de Manuel Giménez. Dice: Es X de Francisco Agudo.
ACTA
DE LA DÉCIMO OCTAVA SESIÓN ORDINARIA DEL
AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 15 DE JUNIO DE 1875.
“Acta…
y En la Villa
de la Higuera de Arjona á quince de Junio de mil ochocientos setenta y cinco,
se reunió el Ayuntamiento en sesión, bajo la presidencia del Sr. Alcalde D.
Domingo S. Fuentes, por cuyo señor se declaró abierta la sesión y se hizo
presente á la corporación lo urgente que era nombrar un administrador para que
se encargue de la recaudación del impuesto indirecto sobre el pan para el día
primero de Julio próximo venidero respectibo al año económico de mil
ochocientos setenta y cinco á setenta y seis, ínterin se acordó la subasta
luego que se conozca el resultado del encabezamiento de consumo por la
Administración Económica de esta provincia. En su virtud se acordó por
unanimidad nombrar para el expresado cargo á D. Manuel Clemente Pérez el
cual además de ingresar semanalmente en
la administración de Consumos que está a
cargo de D. Antonio Mercado rendirá la oportuna cuenta al Ayuntamiento y el día
que haya rematador para el impuesto del pan terminará la recaudación.
También
se acordó imponer el cuatro por ciento de la riqueza para la atención del
presupuesto municipal.
Así
fue acordado firmando cada uno como acostumbra y de todo ello como Secretario
Certifico =
Al
final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan Pérez Serrano. Juan José Mercado. Dice: Es X de Manuel Giménez. Dice: Es X de Francisco Agudo.
Hipólito
Martínez. Secretario.
ACTA
DE LA DÉCIMO NOVENA SESIÓN ORDINARIA DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA
DE FECHA 20 DE JUNIO DE 1875. Con la de esta fecha se habían celebrado
veinticinco reuniones en este año 1875. De ellas diecinueve fueron sesiones
ordinarias y seis reuniones extraordinarias.
“Acuerdo…y
En la Villa de
la Higuera de Arjona á beinte de Junio de mil ochocientos setenta y cinco, se
reunió el Ayuntamiento en sesión bajo la presidencia del Sr. Alcalde D. Domingo
S. Fuentes, por cuyo señor se declaró abierta la sesión y se hizo presente por
el Señor presidente que el Depositario de fondos municipales D. Ildefonso de
Fuentes ha manifestado serle imposible el continuar desempeñando el cargo y por
consiguiente continuará hasta último de Junio que termina el actual año
económico y ínterin se nombra otro.
En
su consecuencia, el Ayuntamiento en su vista acordó nombrar para dicho cargo de
Depositario de institución de D.
Ildefonso de Fuentes á D. Manuel Fuentes Pérez el cual empezará el día primero
de Julio próximo benidero, quien estando presente aceptó el cargo.
Así
mismo se acoró anunciar al público y en el Boletín oficial de esta provincia para su debida
publicidad, haber terminado el apéndice al amillaramiento, como igualmente el
repartimiento de inmuebles, cultibo y ganadería para el año económico de mil
ochocientos setenta y cinco á setenta y seis.
Al
propio tiempo se acordó nombrar comisionado de los mozos de la reserba
respectiba a la rebisión de los expedientes y se nombra comisionado á D. Manuel
Fuentes Pérez á quien se le señala la suma de ciento cuarenta reales para
gastos y perjuicios del capítulo y artículo designados en el presupuesto
municipal.
Todo
fue Acordado por unanimidad y firma cada uno como acostumbra de todo lo que yo
el Secretario certifico =
Al
final del texto aparecen las firmas de los señores siguientes:
Domingo
S. Fuentes. Juan
José Mercado. Juan Pérez Serrano. Dice: Es
X de Francisco Agudo. Dice:
Es X de Manuel Giménez.
Hipólito
Martínez. Secretario.
Acta de la décimo novena sesión ordinaria de fecha 20 de junio de 1875. |
Nota a
tener en cuenta en la trascripción de todas las actas:
En todos
los casos la trascripción es literal, si bien se ha procedido a interpretar en
algunos casos los textos confusos o ilegibles, a no utilizar las mismas
abreviaturas de palabras en orden a dar claridad al texto redactado y la
imposibilidad de transcribir fielmente en la abreviatura la colocación de
algunas grafías manuscritas, a acentuar las palabras que en muchos casos no
figuraban acentuadas. Si se ha respetado siempre la ortografía original, las
uniones indebidas de palabras y la redacción del texto en general.
Granada 28
de septiembre de 2020.
Pedro
Galán Galán.
Bibliografía:
Cuadernillo de actas del
año 1875 de Lahiguera. Archivo municipal de Lahiguera.
Encinas Gómez, Emilio:
http://www.historiadeespananivelmedio.es/19-23-04-canovismo/
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