PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

miércoles, 1 de abril de 2020

ACTAS DEL AYUNTAMIENTO DE HIGUERA DE ARJONA DURANTE EL BREVE GOBIERNO REPUBLICANO DE D. NICOLÁS SALMERÓN.

EL DÍA 22 DE JULIO DE 1873 SE DECLARÓ EL CANTÓN DE BAILÉN A INICIATIVA DEL BRIGADIER MARIANO PECO CANO. EL 23 DE JULIO ANDÚJAR CONSTITUYÓ SU JUNTA REVOLUCIONARIA.

El 11 de febrero de 1873 se había proclamado tras el fiasco del reinado de Amadeo de Saboya la I República en España. A pesar de las esperanzas puestas en el nuevo sistema de gobierno, los problemas internos del país impedían la cristalización de una organización federal del Estado, lo que desembocó en un levantamiento cantonalista.

La heterogeneidad de las fuerzas republicanas propugnaban distintos modelos. La República de febrero de 1873 respondía a un modelo indefinido, resultado de un pacto entre republicanos y radicales. En junio, surge la república federal y reformista y al mismo tiempo, desde unas posturas extremistas, la república cantonal. Frente a esto, la conflictividad social en las ciudades y el campo da lugar a la república social. Como respuesta a esta diversidad, la llegada de Salmerón a la presidencia, en julio, establece la república del orden.
D. Nicolás Salmerón gobernó desde el 18 de julio de 1873 al 4 de septiembre de 1873. Tras la dimisión de Pi en las Cortes, Nicolás Salmerón había sido elegido, el 19 de julio, Presidente del Poder Ejecutivo por 118 votos, de los benevolentes, contra 93 de los intransigentes. Salmerón habló de establecer un programa de orden público, de hacer reformas, pacífica y gradualmente, cuando se pudiera. Los intransigentes hablaron de que había muerto la libertad.

Entre los republicanos, había cuatro modelos posibles de República: los intransigentes de izquierda querían la República Federal Cantonalista; los intransigentes del grupo de Pi querían el Federalismo Republicano, conservando el Estado español; el centro republicano de Salmerón quería la República radical unitaria, es decir, que hiciera los cambios que España venía pidiendo desde principios de siglo y los hiciera inmediatamente; la derecha republicana de Castelar quería la República de los liberales, una República con poder central fuerte que garantizara la unidad territorial de España. Todavía cabía una quinta opción: República militarista al estilo francés, que era la idea de Serrano.

D. Nicolás Salmeron y Alonso, tercer presidente de la Primera República.

La idea de Salmerón, el designado Presidente del Poder Ejecutivo, era una república unitaria y precisamente por eso llamó a colaboradores conservadores, porque temía a los cantonalistas. Acudió a generales monárquicos (Pavía y Martínez Campos) de los que se sospechaba que ya estaban comprometidos con el alfonsinismo, pero que eran de confianza a la hora de reprimir a los Cantones independentistas, y les ordenó reprimir el cantonalismo. Esa actitud encolerizó a los republicanos más intransigentes, los que se habían marchado de las Cortes y estaban en los Cantones.

El 20 de julio, se declaró piratas a los barcos de los intransigentes de Cartagena. También se decidió que junto a los cantonalistas se debía reprimir a los internacionalistas.

El 24 de julio se hizo una ley de protección al trabajo para menores de 16 años.

El 18 de agosto se hizo una propuesta de reparto de terrenos faltos de cultivo para dárselos a braceros sin tierra, que no prosperó.


El Gobierno de D. Nicolás Salmaron comenzó su andadura el 18 de julio de 1873 y terminó el 4 de septiembre 1873.
Presidente del Poder Ejecutivo, Nicolás Salmerón Alonso. (Partido Republicano Democrático Federal).
Estado, Santiago Soler Pla. (Republicano unitario).
Hacienda, José Carvajal Hué. (Republicano unitario).
Gracia y Justicia, Pedro José Moreno Rodríguez, (Partido Republicano Democrático Federal).
Guerra, Eulogio González Íscar. (Republicano unitario).
Marina, Jacobo Oreyro Villavicencio. (Republicano unitario).
Gobernación, Eleuterio Maisonnave Cutayar. (Republicano unitario).
Fomento, José Fernando González. (Partido Republicano Democrático Federal).
Ultramar, Eduardo Palanca Asensi. (Partido Republicano Democrático Federal).
Continuaban del Gobierno anterior los titulares de Guerra y de Hacienda.

Nicolás Salmerón fue designado Presidente del Poder Ejecutivo el 18 de julio de 1873 por tan solo 119 votos. Ya se estaban quedando solos los republicanos puros, y de los 258 votos de Figueras y su Gobierno de coalición con los radicales, quedaban menos de la mitad de los escaños en apoyo del Gobierno. La crisis de los republicanos era evidente. Pero como los republicanos federales habían abandonado las Cortes, Salmerón podía aparecer como líder de entre los que se habían quedado.
Mientras tanto el 16 de julio de 1873, Carlos VII había entrado en España por Zagarramurdi y se puso personalmente al frente del ejército carlista.
El 16 de julio de 1873, día anterior a la presentación del proyecto de la Constitución Federal en la Asamblea Nacional, el obispo de Seo de Urgel, José Caixal, ungió en el santuario de Loyola como Rey de España a Carlos VII, al estilo medieval, y éste se instaló en Estella, la ciudad que representaba por antonomasia al carlismo. La parodia de la coronación no logró su efecto, que era que las potencias europeas le reconociesen, así que Carlos VII decidió poner sitio a la ciudad de Bilbao, para desde allí reivindicar ese reconocimiento internacional. Allí acudió Serrano y logró levantar el sitio en abril.
Carlos VII pintado por Carlos Vázquez.
Carlos VII estuvo en España hasta febrero de 1876, mientras su esposa Margarita de Parma, con quien se había casado en 1867, estaba en Pau, dirigiendo hospitales de guerra a través de una institución que se llamaba “La Caridad”. Mantenía hospitales en Santurce, Irache y en el sur de Francia.
D. Domingo Moriones Murillo, jefe del ejército en el primer gobierno de la República.
D. Manuel Pavía Rodríguez de Alburquerque, jefe del ejército del segundo gobierno de la República.
D. Ramón Nouvilas Rafols, jefe del ejército del tercer gobierno de la República.
D. José Sánchez Bregua, jefe del ejército del cuarto gobierno de la República.
La República Española cambió al jefe del ejército gubernamental 4 veces, tantas como de Presidente del poder Ejecutivo, y fueron sucesivamente Domingo Moriones Murillo, Manuel Pavía Rodríguez de Alburquerque, Ramón Nouvilas Rafols y José Sánchez Bregua. En la lucha, todos se mostraron inoperantes y actuaron a la defensiva, limitándose a defender el telégrafo y el ferrocarril de los sabotajes carlistas.
Papa Pío IX.
En agosto de 1873 el Papa Pío IX nombró vicario general castrense carlista a José Caixal, obispo de Urgel, lo cual suponía tomar bando y apostar por el carlismo. Los carlistas progresaron todo el periodo de la República e incluso tomaron Estella. La estancia en España de Carlos VII no fue del todo positiva para su causa, pues José Caixal, creía que el comportamiento de Carlos VII y de su Corte era inmoral e irreligioso.
D. José Caixal Estradé, obispo de Urgel.
Los carlistas se dividieron entre "activistas" y "legalistas". Los primeros querían el levantamiento militar a toda costa. Los segundos querían que la causa carlista triunfase por acatamiento de todos los españoles y sin necesidad de otra guerra civil. Como la mayoría de las masas conservadoras católicas españolas era alfonsina, los legalistas no tenían nada que hacer. Y como los activistas eran pocos, su derrota militar era segura en cuanto se acabasen las dificultades cantonalistas del Gobierno de España.
Uno de los legalistas de 1873 era el viejo Ramón Cabrera Griñó, el en otros tiempos belicoso y cruel líder carlista. Cabrera no veía factible una sublevación y menos una guerra civil, y llegó a ponerse en contra de los activistas. No obstante, los activistas iniciaron su guerra, conocida como Tercera Guerra Carlista, aunque el título de “guerra” nos parece un tanto pretencioso. Lo mismo había ocurrido en la llamada Segunda Guerra Carlista, o Dels Matiners, que muchos no la reconocen como tal guerra.
D. Ramón Cabrera Griñó, que había sido un belicoso y cruel lider carlista.
La ocasión de los carlistas surgió porque la mayor parte del ejército del norte desertó, como también lo hicieron en el sur los acosados por el cantonalismo. Los carlistas aprovecharon para ocupar el País Vasco y Navarra, excepto las ciudades, y allí organizaron un Gobierno con sus sellos de correos, periódico, telégrafo, recaudación de tributos y una fábrica de armas en Eibar. La apariencia era de que renovaban las bases territoriales, pero sólo era un espejismo transitorio.
Su gran debilidad era que carecían de artillería y de caballería. Su punto fuerte fue que consiguieron la solidaridad de Cataluña, Valencia y Aragón. Su derrota final consistió en que cada grupo carlista sintió la llamada "cantonalista-regionalista" de defender su tierra, y de desertar en cuanto se les sacaba de la misma, con lo cual no había un carlismo, sino docenas de ellos independientes los unos de los otros.
Una vez restaurado un poder central en enero de 1874, el carlismo estaba condenado al fracaso: Cataluña se manifestaba por Alfonso XII, y Martínez Campos se manifestó en diciembre en Sagunto por Alfonso XII y con ello se perdieron los apoyos levantinos al carlismo.
D. Antonio Cánovas del Castillo.
D. Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero. Palacio del Senado de España.
Cánovas se entrevistó con Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués de Duero, para hacerle jefe militar del movimiento alfonsino, ofreciéndole con ello la posibilidad de llegar al mando supremo del ejército. Manuel Gutiérrez de la Concha aceptó.
El 4 de agosto de 1873, Isabel II designó jefe del partido alfonsino a D. Antonio Cánovas del Castillo. Isabel II no tenía simpatía alguna por Cánovas y, de hecho en 1865, cuando O’Donnell le quiso nombrar ministro de Ultramar, le había suprimido de la lista. El motivo de la discordia es que Cánovas quería eliminar a gran parte de la camarilla de Isabel II, concretamente las monjas y sacerdotes, para dar seriedad a la causa Alfonsina. Manuel Antonio de Acuña Dewitte marqués de Bedmar y José Osorio Silva duque de Sesto siguieron luchando por Cánovas, mientras la Reina buscaba líderes alfonsinos en las personas del general Reina (posiblemente José María de Reyna Frías Latorre I conde de Oricaín), Carlos Marfori y José Güell i Renté, fracasando todas las veces.
D. Manuel Antonio de Acuña Dewitte, marqués de Bedmar.
D. José Ososrio Silva, duque de Sesto, defensor de la candidatura de Cánovas a la jefatura del partido alfonsino.
En 1873, José Osorio Silva duque de Sesto, Alejandro de Castro y Jacinto María Ruiz volvieron a presentar la candidatura de Cánovas a la jefatura del partido, y el 4 de agosto hubo una reunión en Francia entre Isabel II de Borbón, Alfonso de Borbón, el duque de Sesto, Mariano Roca de Togores y Carrasco I marqués de Molins, general Reina (posiblemente José María de Reyna Frías de la Torre), Alejandro de Castro, Jacinto María Ruiz y Antonio Cánovas, en la que salió designado éste como jefe del partido alfonsino.
El 22 de agosto de 1873, Isabel II firmó un documento concediendo a Cánovas plenos poderes para hacer y deshacer. En esta ocasión, Cánovas conoció la actualidad del príncipe Alfonso y se alegró de ver un joven despierto e inteligente, lo cual facilitaría mucho el trabajo restaurador. Pero Cánovas decidió esperar a la mayoría de edad del príncipe. No estuvo desacertado pues mientras tanto, la República fracasó, y un montón de problemas desaparecieron para el futuro Rey de España. También en ese tiempo, Francisco Serrano se desacreditó por no tener coherencia política. Y Cánovas no necesitó de folletos de propaganda ni de actos públicos para desacreditar a los contrarios o para proponer a Alfonso. Se limitaba a entrevistarse con la gente conveniente para constatar que la salida política para España era la monarquía alfonsina.
Castelar llegó a estar de acuerdo con el sistema de Cánovas en 1881, cuando Cánovas permitió el Gobierno de los liberales de Sagasta y prometió el sufragio universal, lo cual le parecía positivo en el avance hacia la idea de República.
D. Emilio Castellar y Ripoll.
Castelar creó un ambiente de republicanos moderados que luego se puso al servicio de Práxedes Mateo Sagasta a partir de 1883. Sagasta había creado en 1883 Izquierda Dinástica, que fue un fracaso. Entonces Sagasta entendió que el camino se abría por las ideas de Castelar, el sufragio universal y la alianza con los demócratas. Y renunció al federalismo que había sido la moda política durante la década anterior.
Castelar fue una persona muy reconocida por Cánovas y Sagasta, y ambos procuraron que siempre tuviera un escaño de diputado y una minoría de diputados fieles.
El 18 de julio de 1873 se empezó a discutir el Proyecto Constitucional de Emilio Castelar. La discusión del anteproyecto constitucional se hizo sobre el proyecto de Emilio Castelar a partir de 11 de agosto de 1873.
En principio, el proyecto Castelar no les había gustado a los republicanos intransigentes, que habían puesto el veto al proyecto Castelar. Lideraban el veto: Francisco Díaz Quintero, Ramón de Cala Barea y Eduardo Benot. Pero estos diputados retiraron su veto el 8 de agosto, porque lo único que estaban haciendo era retrasar el hecho de que hubiera una Constitución, cuando la realidad era que había muchos problemas en España. Comprendieron que, o apoyaban la Constitución de Castelar, o no habría ninguna Constitución.
El modelo de Constitución intransigente defendía que los intransigentes pedían que se configuraran espontáneamente todos los Estados Regionales que los españoles deseasen, y habían acuñado su concepto de “Cantón”.
Caricatura de la época que representa el bombardeo de Cartagena por las tropas gubernamentales. Vemos a Antoñete (con espada) y Contreras ( rechoncho) en situación apurada. Sobre este último personaje viene el dicho popular: ¡Que no te enteras, Contreras!.
Un Cantón sería la asociación de varias provincias limítrofes, sin necesidad de respetar tampoco los límites provinciales existentes en ese momento. Los intransigentes pedían la plenitud de soberanía de cada Cantón, excepto en los temas que el cantón delegase por propia iniciativa en la Constitución Federal. Admitían que la República Federal era necesaria para garantizar la independencia, la libertad y los derechos de los ciudadanos. Y admitían que los Cantones no pudieran unirse a naciones distintas a España. Y también que los Cantones aportaran dinero y hombres para la defensa de la Nación, cuando las Cortes Federales hicieran una movilización. Los intransigentes admitían que los Cantones no podrían poner impuestos sobre temas ya gravados por el Estado Federal, ni tampoco por motivos de tránsito de caminos o ríos por su territorio, ni podrían poner aduanas entre cantones españoles. Y admitían que no podrían hacer pactos entre Cantones. La disconformidad era pues una cuestión de soberanía, el poder de decidir en cada Cantón, y el concepto de que el Estado Federal sería producto del acuerdo entre Cantones.
El debate iniciado el 11 de agosto, se suspendió el 14 de agosto porque los ponentes no lograban entenderse en lo más mínimo. El Partido Constitucional y el Partido Radical decían que era una Constitución preparada para la ruptura de España. y los intransigentes volvieron a las ideas del veto al proyecto de Castelar de soberanía cantonal.
El 20 de agosto, Castelar retiró definitivamente su proyecto de Constitución razonando que el sur de España se había entregado a la “demagogia roja”, mientras el norte lo había hecho a la “demagogia blanca”, y no tenía sentido seguir discutiendo entre personas que no querían acordar nada.
Los rebeldes cantonalistas fueron juzgados y condenados por tribunales militares. La izquierda acusó a Salmerón de tratar a los cantonalistas como a criminales, cuando se trataba de delitos políticos nunca equiparables a crímenes. Salmerón creyó que todo era cuestión de poner muchos guardias civiles y movilizar muchos más reservistas (unos 80.000), y las condenas le sorprendieron sin la decisión suficiente.
El 1 de septiembre de 1873, Salmerón se negó a ratificar las penas de muerte que habían impuesto los tribunales. Alegaba que, durante la guerra se podía matar en caliente, pero después, a los prisioneros sometidos a Consejo de Guerra, no era lícito ejecutarles. Salmerón no quiso firmar ninguna pena de muerte y dimitió el 6 de septiembre.

Don Nicolás Salmerón, tercer Presidente del Poder Ejecutivo de la República, pasó a la historia con la leyenda de ser un santo laico. Es cierto que era un hombre de grandes virtudes, de enorme honestidad y rectitud, además de ser un gran abogado, orador brillante y con un bagaje cultural y filosófico, como buen krausista, enormemente importante. Liberal de corazón, se adhirió al partido demócrata y votó por la República creyendo de buena fe que era este el camino razonable que debía seguir España para lograr su desarrollo social y político. Era Presidente del Congreso cuando se dieron los lamentables sucesos cantonalistas, provocados en gran manera por el federalismo que patrocinaba Pi, quien poco después hubo de dimitir ante aquellos gravísimos acontecimientos y, entonces, se le nombró a Salmerón Presidente del Poder Ejecutivo de la República. Ingenuamente pretendió restablecer el orden con su actitud digna y con la exaltación oratoria del supremo interés nacional, pero le faltó la decisión necesaria para aplicar el castigo que los tribunales de justicia dictaron contra los responsables de la rebelión cantonalista y contra los asesinatos cometidos durante ella. Enemigo, por convencimiento moral, de la pena de muerte, se negó a firmar el "enterado", correspondiente a su cargo de Presidente y prefirió dimitir de él, aunque volvió a la presidencia del Congreso.
Estuvo frente a Castelar cuando este trato de dar un giro a la derecha a la desnortada República, y en la sesión tormentosa del 2 de Enero, llegó a descender a un escaño del Congreso, abandonando la presidencia de la Cámara, para poder combatir al nuevo Presidente y a su política de mano dura, a quien increpaba la izquierda parlamentaria, entre otras, con la siguiente pregunta:
¿Y donde quedan nuestras libertades, logradas por la República con tantos afanes?
A lo que Castelar respondió:
“Las quemasteis en Cartagena” (Diario de Sesiones. 806)
Tuvo también Salmerón sus inclinaciones catalanistas, ciertamente en todo cuanto consideraba compatible con sus ideales republicanos y así en 1906, al fundarse "Solidaritat Catalana" fue elegido presidente de dicho movimiento, con lo que se escindió el partido republicano de Lerroux, pues éste levantó bandera de españolismo republicano en el propio terreno de Salmerón, es decir, en Cataluña.
También es necesario decir, para terminar ésta breve referencia a Salmerón, que su honradez no puede ponerse en tela de juicio, como tampoco su altura profesional. Una buena prueba de ello es que durante su exilio en París la propia reina Isabel II le solicitó como abogado para resolver unos asuntos judiciales privados de ella, lo que revela la alta estima en que le tenía una persona tan contraria a las ideas republicanas como podía ser toda una reina de España.
Pero, por desgracia, la política es complicada y con solo excelentes cualidades intelectuales, y aún morales, no basta para gobernar un país tan complicado como España (o cualquiera otro), por eso Salmerón, dígase lo que se quiera, no era la persona adecuada para el cargo de Presidente de la República en aquel ambiente tan sumamente difícil y complicado. Siendo una excelente persona, era, políticamente, un ingenuo.

D. Antonio de los Ríos Rosas, brillante parlamentario. Palacio del Congreso.
Pi i Margall intentó entonces retomar la Presidencia, pero Ríos Rosas se opuso y dejó constancia de que buena parte de las violencias del presente se debían a los errores de Pi durante su presidencia. Y Castelar añadió que otro error de Pi, en las circunstancias del momento, desencadenaría la guerra civil. La candidatura de Pi fue derrotada por 67 votos a favor y 133 en contra.
Los republicanos intransigentes esperaban que, tras los pronunciamientos cantonales, se les entregaría la Asamblea Nacional, y todos los republicanos federales se pondrían de su parte. Pero Pi no había cedido en su momento a la idea de la descomposición de España, y Salmerón les hizo frente con medidas leves a partir del 18 de julio, y militarmente a partir de agosto. Salmerón escogió a militares prestigiosos para luchar contra los cantonalistas.

Los cantonalistas tenían una grave división interna, porque los pequeño-burgueses no eran lo mismo que los internacionalistas, ni éstos lo mismo que los republicano-federales, y cada vez que alcanzaban el poder en un Cantón se mostraban las diferencias, y las gentes acababan colaborando con el Gobierno central aun en contra de los cantonalistas.
D. Roque Barcia Martí llamó a la insurrección general el mismo día que D. Nicolás Salmerón Alonso se hizo cargo del gobierno de tercer presidente de la Primera República.

El 18 de julio de 1873, Roque Barcia Martí publicó en La República Federal, un llamamiento pidiendo la formación de Comités de Salud Pública (Gobiernos locales) en torno a jefes federales intransigentes, en todos los municipios y provincias en que fuera posible, y pidiendo que organizase cada uno su Gobierno cantonal. Es decir, llamó a la insurrección general el mismo día que Salmerón se hacía cargo del Gobierno.

Los dirigentes republicanos intransigentes se marcharon ese mismo día de Madrid y se dirigieron a sus ciudades respectivas a intentar levantar Cantones. Los máximos dirigentes republicanos de Madrid fueron en su mayor parte a Cartagena, la base naval recientemente sublevada y que contaba con fuerzas civiles y militares muy importantes. Cartagena debía ser la cabeza de la revolución.

Roque Barcia organizó el Comité Madrileño de Salud Pública como Directorio (Gobierno Nacional) de todos los Cantones regionales que iban a surgir, y ordenó que en todos los puntos en donde el Partido Federal tuviera fuerza suficiente, se formasen Comités de Salud Pública que asumieran la soberanía.

Cada grupo de republicanos andaluces y levantinos, muchos de ellos dirigidos por miembros del partido republicano de Pi, declaró a su región Cantón Autónomo. Hubo muy pocos cantones fuera del ámbito mediterráneo y andaluz, concretamente Béjar, Salamanca, Camuñas y Ávila, y este último cantón era anticantonalista.

Y a partir de ese instante sobrevino la revolución cantonal generalizada, era la herencia que dejaba Pi i Margall.

El 19 de julio se declaró cantón en Torrevieja (Alicante), Sevilla, Tarifa, Cádiz, San Fernando, y Almansa, la cual se sumó al Cantón Murciano. Y Jumilla se declaró República Independiente frente a Murcia.

El 19 de julio se declaró cantón Sevilla a iniciativa del general Fernando Pierrad Alcedar, lo que asustó a varios ayuntamientos de la comarca. Aunque Sevilla ya estaba sublevada desde 23 de junio, la iniciativa cantonal de Sevilla impulsó a muchas ciudades a declararse Cantones.

D. Fermín Salvochea, declaró el Cantón de Cádiz el 19 de julio de 1873.

El 19 de julio se declaró cantón Cádiz a iniciativa de Fermín Salvoechea. Ya el 12 de febrero de 1873, en el momento de proclamarse la República, se habían producido manifestaciones populares que hicieron dimitir al alcalde e impusieron el gobierno de un Comité Republicano Federal. El 27 de febrero, este Comité había pedido armas para los Voluntarios de la República y la declaración del Estado Federal en España. Hubo discrepancias entre los republicanos sumisos a Madrid y los republicanos intransigentes. Los intransigentes en la alcaldía forzaron elecciones el 14-18 de marzo, las ganaron y nombraron alcalde de Cádiz a Fermín Salvochea el 22 de marzo.
Ayuntamiento Cantonal de Cádiz.

A las 6 de la mañana empiezan a repicar las campanas del Ayuntamiento, a las que siguen todas las de la ciudad, para anunciar a los gaditanos la noticia del levantamiento cantonal. Mientras tanto, las fuerzas de voluntarios y las del Ejército se reparten por lugares estratégicos de la ciudad, y en el Ayuntamiento se iza la bandera roja del Cantón de Cádiz.
El cónsul de Estados Unidos en la ciudad informó a su gobierno calificando lo sucedido como “una auténtica revolución”.
Fermín Salvochea recibe un telegrama de Sevilla en el que le comunican que se ha proclamado el Cantón Federal Libre e Independiente de Sevilla, lo que pone en conocimiento de los gobernadores civil y militar. El Gobernador Civil cede su mando al Alcalde Salvochea, mientras que el Brigadier Don Pedro Eguía se suma al movimiento.
Se crea el Comité de Salvación Pública de la Provincia, publicando su primer manifiesto en el que comunica la creación del cantón Provincial. Se pretendía tener en sus manos la Hacienda, la Enseñanza y las Fuerzas Armadas.
La primera localidad en sumarse al movimiento fue San Fernando, donde se producen enfrentamientos con la Marina de guerra, que no se suma al movimiento cantonal.
Se unen al cantón gaditano algunas localidades, como Puerto Real, La Línea de la Concepción, Vejer de la Frontera, etc. Pero las más importantes no lo hacen.
Algeciras se constituye en cantón independiente, Jerez intenta adherirse al movimiento, pero la intervención conjunta del Ejército, Guardia Civil y Carabineros lo impide y en el Puerto de Santa María hay indecisión.
Varios buques de guerra extranjeros se congregan en el puerto de Cádiz, para ayudar a los nacionales.
Fermín Salvochea, alcalde de Cádiz.
Salvochea impuso un Gobierno revolucionario: suprimió los impuestos de consumos a los alimentos, subió los impuestos al vino, aguardiente y chacina que eran artículos de exportación, y además puso impuestos directos a los comerciantes, industriales y propietarios en general. También había tomado medidas anticlericales como derribar dos conventos, incautarse de otros dos, y retirar las imágenes religiosas de la vía pública. Fijó el precio del pan a niveles populares, subió los jornales considerablemente, e impuso la jornada de ocho horas. Repartió armas a los Voluntarios de la República, pero sólo tenía unas 700 y le parecían insuficientes, pues hizo reclutamientos de nuevos voluntarios, con los que levantó un batallón de infantería y otro de artillería, pero no tenía armas y sólo media docena de cañones, insuficientes para los 1.000 voluntarios reclutados. El 19 de junio, ya se había proclamado el Cantón de Cádiz y San Fernando, pero se había desistido de la idea tras pedirles Pi i Margall que abandonaran.
El 19 de julio, Cádiz  proclamó definitivamente el Cantón y nombró un Comité de Salvación Pública (Gobierno) que se estableció en el edificio de La Aduana. Se sumaron a la iniciativa el Gobernador Civil y el Gobernador Militar lo que era importante para una base naval española como Cádiz, pero no se sumaron los oficiales de la base. El Comité ordenó al Gobernador Militar entregar armas a los Voluntarios, y ordenó al Delegado del Banco de España en Cádiz entregar sus dineros al Comité de Salvación.

Fermín Salvochea de nuevo en julio emprendió un plan de medidas revolucionarias, pero más radicales que en marzo: disolvió la Diputación Provincial; prohibió la enseñanza religiosa en las escuelas públicas; prohibió las asociaciones que exigieran el celibato; prohibió la lotería; se incautó de los edificios privados destinados al culto y de los edificios del Estado en general; suprimió el impuesto sobre cédulas de vecindad; secularizó los cementerios; suprimió las quintas y la matrícula de mar; dotó de salario a los Voluntarios de la República. El gran inconveniente para Fermín Salvochea fue que la Marina se negó a aceptar la autoridad del Cantón de Cádiz y su Comité de Salvación Pública.

Se adhirieron al Cantón de Cádiz los municipios de Puerto Real, La Línea de la Concepción, Vejer de la Frontera y San Fernando. Siguieron Huelva, Jaén, Jumilla y Loja. Se declaró Cantón independiente Algeciras (22 de julio). Se puso en contra del Cantón de Cádiz, Puerto de Santa María.

El Comité de Salvación Pública de Cádiz impuso enseguida una dictadura popular: prohibió la prensa y la salida de los gaditanos fuera de la ciudad.

Los acontecimientos de Cádiz alarmaron a las potencias mundiales, y Austria, Gran Bretaña, Brasil, Portugal y Francia enviaron barcos de guerra a la bahía de Cádiz en situación de observación de lo que consideraban una guerra entre la Marina Española y los Voluntarios de la República. La Marina decidió reclutar soldados y bombardear desde La Carraca, procurando no hacer daño. Los Voluntarios atacaban con fusilería, unos pocos cañones y un remolcador que habían apresado, con todo lo cual no podían dañar a nadie. El brigadier Pedro Eguía se puso al mando de los Voluntarios y se atrevió a conminar a los militares a rendirse, patochada que tuvo lugar el 22 de julio de 1873. Mientras tanto, la marinería ocupó ese 22 de junio Puerto Real, uno de los apoyos de Cádiz, y ocupó la bahía con barcos de guerra que inmovilizaron a los cantonalistas dentro de los muros de la ciudad. El 27 de julio, la marinería atacó Jerez de la Frontera.
El 30 de julio, los Voluntarios tuvieron su primer éxito, porque la fragata Villa de Madrid se pasó a los cantonalistas. No era esa una buena idea para los marineros sublevados, porque el general Pavía acababa de ocupar Sevilla e iniciaba la marcha hacia Cádiz. Pavía llegó en 2 de agosto y los Voluntarios abandonaron todas las ciudades amigas y se concentraron en Cádiz. Ese mismo día 3 de agosto, la marinería había tomado San Fernando.
El 4 de agosto del mismo año se disolvió el Cantón de Cádiz al entrar en la ciudad las tropas del General Manuel Pavía.

Parte de sus fuerzas se ocuparon de desarmar a las fuerzas cantonales de los pueblos importantes de la provincia y ordenó el ingreso en el castillo de Santa Catalina para formales consejo de guerra a los jefes y oficiales del regimiento de artillería a pie, que se había sumado a la rebelión.

El resultado de la revuelta cantonal de Cádiz, pese al intenso intercambio de fuego artillero, fue de 3 muertos y 4 heridos graves en las filas de la Armada y de 10 muertos y un centenar de heridos en las de los cantonalistas.

La independencia de Cádiz duró más de dos semanas.
El general Pavía anunció que no haría concesiones, ni perdones, ni tratados con los insurrectos que, o se rendían, o morirían. Los cantonales, a la vista del ejército a las puertas de Cádiz y de la Armada en la Bahía de Cádiz, se rindieron y entregaron sus armas. Había habido 3 muertos entre los soldados españoles y 10 muertos entre los cantonalistas. En Sanlúcar de Barrameda, donde la Internacional anarquista había intentado un Gobierno socialista, 74 cantonalistas fueron encarcelados, y unos 200 huyeron de la región.
El 20 de julio se declaró Cantón Alicante. Los rebeldes de Cartagena decidieron implantar el cantonalismo en toda la costa mediterránea, y el vapor Fernando el Católico, comandado por Juan Contreras, fue a Mazarrón, y a Águilas, e incorporó estas ciudades al Cantón Murciano. 
 
Grabado que representa la revolución cantonal en Águilas (Murcia).

Y la fragata Vitoria, dotada de 500 hombres y 30 cañones, comandada por Antonio Gálvez “Antoñete” y José Solano Huertas, fue a Alicante, y decidió establecer un Cantón de tipo regional, que englobara todos los pueblos de la zona. Alicante era un baluarte defendido desde el monte por el castillo de Santa Bárbara, y desde la costa por el castillo de San Fernando, y los baluartes de San Nicolás y San Cayetano. Era alcalde de Alicante Manuel Santandreu, y Gobernador Civil José María Morlius, el cual huyó de la ciudad al acercarse la fragata Vitoria y presentir un bombardeo. La acción de Gálvez era de tipo pirata y exigía una fuerte cantidad de dinero a cambio de no bombardear y además se llevó un remolcador, dos escampavías y el vapor El Vigilante.
D. Antonio Gálvez Arce, conocido como Antoñete.
En la noche del 20 de julio, Antonio Gálvez constituyó Junta de Salud Pública en Alicante (Gobierno municipal-regional) que debía imponerse sobre los municipios de la zona. Eran sus miembros: por Alicante, Nicasio Camilo Jover, Manuel Sáez, Faustino Uriarte, Rafael Jordá, Juan Such; José Charques, José Marcili, Eduardo Oarrichena, y Eduardo Carratalá. Por Elche, Juan Ruiz y Francisco Baeza. Por Villena, José Martínez. Por Aspe, Antonio Botella. Por Monóvar, Jaime Villate. Por Novelda, Francisco Rico. Por Orihuela, Fausto Ginestar. Por Callosa, Manuel Navarro. Por Torrevieja, Pedro Vallejo. Por Villajoyosa, José Nogueroles. Por Benidorm, Vicente Zaragoza. Por Denia, Marcelino Codines. Por Alcoy, José Puig. Se volvió a Cartagena.
La Junta de Salud Pública de Alicante fue destituida el 23 de julio. El Gobernador José María Morlius regresó a la ciudad el 23 de julio, pero el brigadier Ruiz Piñeiro le sustituyó por Lorenzo Abizanda, un hombre de Eleuterio Maissonnave, republicano moderado. Los Voluntarios de la Libertad y un cuerpo de ejército se hicieron con la ciudad y el Cantón fue desmantelado. La figura clave de la derrota del Cantón era Eleuterio Maisonnave Cutáyar, comerciante de familia francesa asentada en Alicante y de gran prestigio en la ciudad porque había sido alcalde durante la República, y Comandante de los Voluntarios de la Libertad, enemigo del desorden público, aunque él fuera republicano unitario. Fue denunciado por los anarquistas como “represor cruel y arbitrario en sus detenciones”. Fue colaborador en Gobiernos españoles posteriores.
Antonio Gálvez hizo una nueva incursión en El Vigilante, llegó a Torrevieja, exigió una fuerte cantidad de dinero y la incorporó al Cantón Murciano, y pasó a Alicante, donde fue rechazado. Regresaba a Cartagena cuando fue apresado por la fragata alemana SMS Friedrich Carl, pues España había declarado piratas a los barcos de bandera roja cantonalista, y era legal apresarlos, incluso en aguas españolas.
La que fue vivienda de Antoñete Gálvez Arce en la actualidad.
El 20 de julio se declaró Cantón Granada a iniciativa de Francisco Lambreras. La ciudad estaba en rebeldía desde principios de junio, en que un carabinero había matado a un miliciano republicano en un bar del Arco de Elvira. Los milicianos tomaron el Cuartel de Milicianos, la fábrica de pólvora El Fargue, y el Cuartel de la Guardia Civil. A la llegada del llamamiento a declararse Cantones, el 20 de julio Granada se declararon Cantón y redactaron una Constitución en la que imponían contribuciones directas a cada rico en cuantía calculada por los revolucionarios, ordenaron el derribo de todas las iglesias, ordenaron el establecimiento de una fábrica de moneda, se incautaron de los edificios de Hacienda y de todos los del Estado español, y cesaron a todos los magistrados de la Audiencia. Detuvieron también al arzobispo, pero lo soltaron al ver que ello era impopular. Las familias con posesiones de algún tipo pronto abandonaron Granada y sobrevino el hambre. Anecdóticamente, Jaén declaró la guerra a Granada. El 12 de agosto, Pavía entró en Granada y acabó con el Cantón. El 10 de agosto, Pavía había hecho lo mismo en el Cantón de Loja.
Arco de Elvira de Granada cerca de la taberna donde tuvo lugar el asesinato de un miliciano por parte de un carabinero.

La referida pelea de taberna fue el chispazo simbólico del primer cantón de Granada. Un aciago día, tras intercambiar algunas palabras poco galantes, un carabinero mató a un miliciano en un local del Arco de Elvira. La noticia corrió por la ciudad de Granada como la pólvora, provocando que un grupo de indignados voluntarios republicanos desataran una batalla campal en el cuartel de carabineros hasta conseguir  la rendición de estos. Los voluntarios, enardecidos por su victoria, se animaron a ocupar la fábrica de pólvora de El Fargue y el cuartel de la guardia civil. El 20 de julio de 1873 se apoderaron del Gobierno Civil y obligaron al gobernador a dejar el poder en manos de una junta revolucionaria. Se proclamó entonces oficialmente el Cantón Granadino.
Cuartel de La Merced de Granada donde hubo más de 20 muertos.
En el Cuartel de la Merced hubo más de 20 muertos. Se elaboró una nueva Constitución para (la República de) Granada y entre las medidas que se procedieron a tomar los responsables del nuevo gobierno, que directamente declararon una nueva Constitución, destacaban las siguientes:

1) Imponer una contribución de cien mil duros contra los ricos;

2) Derribar todas las iglesias;

3) Establecer una fábrica de moneda;

4) Incautarse de la administración de Hacienda y de los bienes del Estado;

5) Dejar cesantes a todos los magistrados de la Audiencia.

Además en Granada se abolieron privilegios regios, se fijaron sueldos mínimos y máximos para la población (4.000 y 12.000 reales, respectivamente), se eliminaron los impuestos, se liberalizaron estancos y puertos, se prohibía todo culto fuera de las iglesias, se secularizaban los cementerios y se adoptaba como bandera la misma de la República española.

Catedral de Jaén, testigo de su aventura independentista.

Mientras tanto, en Jaén la provincia vecina, por otro lado, se sublevaba el 22 de julio el brigadier Mariano Peco Cano, declarando el Cantón de Jaén, que compartiría su breve aventura independentista con los de Bailén y Andújar. Según se cuenta una partida de voluntarios de Linares se dirigió a otros municipios cercanos y, armados con lo obtenido del asalto a una casa-cuartel de la Guardia y Civil, recorrieron varios pueblos en los que destruyeron la línea férrea y telegráfica y exigiendo tributo. En la propia Linares obtuvieron 7500 pesetas.

Granada y Jaén, eran cantones independientes y, por cuestiones de desacuerdo de fronteras, se declararon formalmente la guerra, iniciándose cuando el Comité de Salud erigido en Gobierno del Cantón o de la República Cantonal de Granada le declarara la guerra a la República de Jaén, llegando a liberar una partida de presupuesto con la idea de adquirir en el extranjero armamento para defenderse de los vecinos, o para atacarlos, claro.

Esta declaración de guerra existió como así lo refirió el entonces presidente de la República española, Emilio Castelar, en sus Memorias: “Tratábase de dividir en mil porciones nuestra patria, semejantes a las que siguieron a la caída del califato de Córdoba. De provincias, llegaban las ideas más extrañas y los principios más descabellados. Jaén se apercibía a una guerra con Granada”.

Boletín Oficial del Cantón Granadino.

Por suerte, no ocurrió lo mismo que en las cercanas repúblicas de Sevilla y Utrera, que se enfrentaron entre ellas militarmente, produciéndose más de trescientos muertos en la refriega. Curiosamente, ganó Utrera.

El 12 de agosto, tras tomar Loja dos días antes, el general gaditano Manuel Pavía, represor del movimiento cantonalista en Andalucía, entraba a caballo en Granada donde no encontraría resistencia, era el final del sueño cantonal. De hecho, dos batallones enviados contra el militar por el estado granadino no llegaron a presentarle batalla. Inmediatamente se ordenó el desarme de los insurrectos de la capital y de la provincia poniendo fin así al cantón de Granada. Al poco los ricos y las autoridades que habían abandonado la Granada cantonal, volvían a la ciudad. En Andalucía se declararon autónomas todas las capitales a excepción de Huelva.

La I República federal finalizaba seis meses después, precisamente con un golpe militar de Pavía realizado el 3 de enero de 1874.
El 20 de julio se declaró Cantón Ávila a iniciativa de Miguel Cuadrillero, José Junquera Pérez, Miguel Egido, José Pascual Moreno y Segundo Enríquez. Se rebelaban contra la bancarrota, los privilegios no abolidos por la República, la indisciplina y la situación de guerra. Querían independencia respecto al Gobierno de la República, pero una República de más orden y más conservadora. A las pocas horas, fueron detenidos y liberados, pues sólo querían orden público y mejor Gobierno, y en absoluto un Cantón republicano intransigente.

Aunque en Málaga no se reconoció el nuevo sistema republicano hasta que el 12 de febrero un levantamiento popular republicano se echó a la calle y levantó barricadas. Sucesos similares ocurrieron en algunos pueblos de la provincia como Álora, Casarabonela y Antequera entre otros. Las autoridades locales aceptaron finalmente el nuevo sistema, pero en los meses siguientes continuaron sucediéndose altercados y enfrentamientos, llegando incluso a ser asesinado el alcalde republicano Moreno y Picó.
El Cantón de Málaga fue proclamado el 22 de julio de 1873, tras el levantamiento de las milicias del dirigente local Eduardo Carvajal. Éstas tomaron las calles la noche del 21 de julio y obligaron a la excarcelación de sus compañeros detenidos con anterioridad. Al día siguiente un telegrama del gobernador civil, Francisco Sorlier, anuncia la proclamación del Cantón Federal Malagueño Independiente.
Sin embargo, desde la proclamación de la República Federal el mes anterior, Málaga ya era prácticamente independiente del poder central gracias al pacto no escrito entre Francisco Sorlier, uno de los líderes de los “intransigentes” malagueños y diputado a Cortes allegado al ministro de Ultramar Palanca, y el gobierno de Pi y Margall, que después de nombrar a Solier gobernador civil, sólo exigió a cambio que mantuviera relaciones normales con el Gobierno. El 25 de julio en la reunión para elegir a los miembros del Comité de Salud Pública son detenidos varias decenas de republicanos “intransigentes” del sector de Carvajal, enemigo de Solier, y al día siguiente 45 de ellos son deportados a Melilla.
Movimiento de la tropa en la revolución cantonal.
El 21 de julio se declaró Cantón Málaga a iniciativa del Gobernador Civil Francisco Sorlier, un republicano democrático federal de la facción de Pi, el cual detuvo a los intransigentes como Eduardo Carvajal, y envió 45 personas a Melilla. Málaga se declaraba cantón independiente, pero afecta al Gobierno republicano de Madrid. Esa situación de indefinición le granjeó la protección de Nicolás Salmerón, que ordenó a Pavía no atacar Málaga. Salmerón dimitió en 6 de septiembre, y Emilio Castelar repitió la orden a Pavía. Finalmente, el Gobernador Sorlier depuso su actitud el 13 de septiembre de 1873 y salió de la ciudad, momento en que sus soldados fueron apresados por Pavía, que así no desobedeció al Gobierno, ni dejó cantones independentistas.
El 22 de julio se declaró Cantón Bailén a iniciativa del brigadier Mariano Peco Cano. Él y sus hombres Voluntarios de la República, se dedicaron a recorrer varios pueblos cercanos como Linares, Baeza y Marmolejo, pero sus hombres le pidieron dinero, paga, no lo obtuvieron y le abandonaron.
El 22 de julio se declaró cantón Motril, seguido el 23 por el pequeño pueblo de Gualchos, cercano a Motril. Andújar constituyó Junta Revolucionaria. Algeciras proclamó el cantón.
Motril restauró el Ayuntamiento el 25 de julio, y el 31 de julio fue atacada por Juan Contreras, de Cartagena, que se llevó 8.000 duros y estableció Cantón durante unas horas.
Toma del ayuntamiento de Murcia por la Junta Cantonal presidida por Poveda.
El 22 de julio, declaró Cantón Béjar (Salamanca). El líder de la sublevación era Antonio Gómez.
El 22 de julio declaró Cantón Salamanca. Los Voluntarios de la República proclamaron cantón en la madrugada y formaron Junta: Pedro Martín Benitas, Joaquín Hernández Ágreda (autoproclamado nuevo jefe militar), Casimiro García Moyano, Ignacio Periáñez y Santiago Riesco Ramos. Destituyeron al Gobernador Civil y tomaron el Ayuntamiento, cárcel provincial, murallas y sitios altos de la ciudad. Atacaron el cuartel de la Guardia Civil y expulsaron de la ciudad a sus 170 números, que se fueron a Zamora. Ordenaron cavar trincheras y poner barricadas en las principales calles de la ciudad y en las puertas de la muralla. Los banqueros y comerciantes de Salamanca huyeron para no ser asaltados como había sucedido en 1868. El 24 de julio, se supo que iban sobre Salamanca los Guardias Civiles y Carabineros de Zamora, 5.000 soldados de Valladolid y una fuerza de Voluntarios de Béjar. Entonces, un grupo de notables quiso dialogar con los cantonalistas para evitar el derramamiento de sangre. Éstos se envalentonaron y mandaron izar banderas rojas y preparar hospitales. Pero cuando llegó el ejército el día 26 y los cañones estaban a la vista de la ciudad, y llegó el Gobernador de Ávila a proponer un acuerdo de paz, la Junta Cantonalista se vino abajo y negoció su rendición a cambio de amnistía para ellos.
El 23 de julio, Córdoba se declaró Cantón. Pavía lo sometió el 8 de agosto.
En Coria, Hervás y Plasencia hubo también intentos cantonales.
Incluso un pueblo pequeño, de unos 800 habitantes, como Camuñas (Toledo), se declaró Estado independiente. Camuñas era conocido por un bandolero, el Tío Camuñas, que se rebeló contra los franceses en 1808, y sólo por eso llegó a ser conocida su declaración de independencia en 1873.
Utrera, un Cantón anarquista internacionalista, declaró la guerra al Cantón de Sevilla.
Roque Barcia Martí  proclamó el 27 de julio de 1873 el Gobierno Provisional de la Federación Española.
El 27 de julio Cartagena proclamó el Gobierno Provisional de la Federación Española, presidido por Roque Barcia, Gobierno que se proponía imponer el cantonalismo en el resto de España. La guerra entre el cantonalismo y la República quedaba declarada. El idilio con los populistas había encontrado la realidad de que eran proyectos contradictorios y de imposible convivencia.
Como crítica al cantonalismo, tenemos que decir que el fenómeno cantonal fue pues muy complejo y desordenado. La realidad era que en cuanto al cantonalismo no había foco unificador o director del movimiento cantonal. Cada región o pueblo hizo lo que le parecía que debía hacer. A veces eran movimientos románticos que prometían la felicidad tras el triunfo cantonal. Eran la consecuencia de varios años de propaganda por la descentralización como bálsamo curativo, sin haber definido en qué consistía. Era un ansia de protagonismo de la burguesía media y baja, cansada de ver legislar sólo para la alta burguesía. Era también la consecuencia de la difusión de ideas anarquistas, pero los cantones no eran anarquismo, sino una interpretación muy particular en cada caso, de una acción popular.

Los cantones no defendían una idea en común, sino que cada uno iba por su lado en modelos de Estado distintos, contradictorios e incompatibles. Incluso se dio el caso de que Granada declarase la guerra a Jaén y viceversa, de que Jumilla amenazase de guerra a todos los vecinos que se metiesen con ellos.
Embarque de los cantonales en el vapor Matilde durante el asedio de la ciudad de Valencia, según grabado de Le Monde Illustré.

Algunos Cantones evolucionaron hacia los internacionalistas de la Primera Internacional, otros eran republicano-federales, como Cartagena y Sevilla, que simplemente quería establecer el cantonalismo por toda España y constituir la República Federal cantonal, otros eran populistas puros. Algunos eran de tipo regionalista, es decir, trataban de mantener la región o la provincia en un Cantón presidido por la capital. Otros eran ciudades, o incluso pequeños pueblos, que se declaraban independientes no sólo de España, sino de su capital de provincia.

Los grandes dirigentes internacionalistas en general no participaron del cantonalismo, pero dejaron a sus militantes libertad para hacerlo, y muchos obreros participaron a título particular. Por eso, la represión del cantonalismo implicó represión del internacionalismo de Primera Internacional, AIT.

Muchos Ayuntamientos se negaron a constituir Cantón porque no veían la ventaja de sustituir el autoritarismo de Madrid por el autoritarismo de una ciudad más cercana a ellos. Era el caso de los Cantones “regionalistas” en donde la capital de provincia se constituía en capital del nuevo Estado de su mano mayor, de manera nada democrática.

Los jefes más intransigentes de los Cantones no eran socialistas ni anarquistas con carnet, porque la Internacional, o Marx concretamente, negó su apoyo a este populismo (Marx creía que el lumpenproletariado era enemigo de la revolución). Era excepción el caso de Alcoy, núcleo obrero que intentaba la revolución socialista en medio de los cantones.
Proclamación del Cantón de Cartagena. En aquel ya histórico 12 de julio de 1873, Cartagena asumía el verdadero protagonismo cantonal.

Tras los sucesos cantonales de junio y julio de 1873, varias organizaciones obreras se separaron de la Asociación Internacional de Trabajadores AIT, unas porque no creían en el radicalismo revolucionario que se había mostrado en estos meses, otras porque creían en el republicanismo federal en sí mismo, pero no como vía a socialismos, cantonalismos y regionalismos, y otros porque vieron que, en las huelgas que proponían los líderes socialistas-anarquistas, los obreros ponían el esfuerzo, la prisión y la vida, pero no recibían ningún dinero ni ventaja, por lo que empezaron a sospechar que los líderes internacionalistas eran unos políticos más, que pretendían vivir a su costa y sólo pretendían cargos políticos, aunque se denominasen cantonales en vez de estatales. “Ninguno daba dinero”. Pero nadie fue capaz de difundir una ideología distinta del anarquismo imperante, y las cosas fueron a peor.

El confusionismo era generalizado entre los cantonalistas: En julio de 1873, el Cantón de Córdoba dirigido por la pequeña burguesía, se vio sobrepasado por el populismo de las masas, que atacaba la propiedad y atentaba contra la vida de los propietarios, los burgueses. Los obreros, protagonistas del momento, decían ser de los federales pacíficos de Madrid, de los federales intransigentes que pedían la revolución de los hechos generada desde abajo, y de los internacionalistas (sin distinguir socialistas de anarquistas), en un confusionismo total. Sólo era populismo, o hágase la voluntad del pueblo (de la mayoría) en cada momento, sin respetar los derechos de los individuos y de las minorías.

D. Juan Contreras San Román, general en jefe del Cantón murciano.
Juan Contreras San Román, general en jefe del Cantón murciano, hizo un manifiesto al ejército español pidiendo que se sumasen a la revolución. El 22 de julio los cantonalistas declararon traidor al Gobierno de Madrid, el Gobierno Republicano Federal de Nicolás Salmerón. Y más tarde, los cantonalistas de Cartagena emitieron una circular explicando el cantonalismo. Estos tres documentos, “manifiesto de Contreras”, “declaración en contra del Gobierno de Madrid”, y “circular del Cantón de Cartagena”, son todo lo que sabemos de la ideología cantonal.
Los cantonalistas aspiraban a cerrar el periodo de las revoluciones, pronunciamientos y golpes de Estado por medio de un nuevo funcionamiento del Estado, en el que todas las decisiones se tomaran desde abajo, en las asambleas populares, las cuales decidirían siempre, en todos los temas, y los Cantones comunicarían a sus Diputados en Madrid el resultado de esas decisiones, los cuales no serían sino mandaderos que llevarían el recado al Gobierno. El Gobierno pasaría a llamarse Comité de Gobierno. El Comité de Gobierno por su lado, no sería sino un ejecutor de estas decisiones tomadas asambleariamente, y no tendría poder de decisión propio. Estaban destruyendo el concepto de Poder Ejecutivo burgués. También estaban suponiendo que las decisiones populares estarían siempre acordes con la verdad y la justicia, y que no habría contradicciones y enfrentamientos entre ellas. Estaban entrando en el campo de la irracionalidad y la utopía.
José Contreras negociando en Cartagena con una representación de comerciantes valencianos como consecuencia de los barcos capturados por los insurgentes. Publicado por Le Monde Illustré.
En cuanto al método para conseguirlo, lamentaban que las cosas se tuvieran que hacer en la ilegalidad, porque el Gobierno Republicano, al igual que antes otros Gobiernos moderados y progresistas, había traicionado al pueblo: no había bajado los impuestos como había prometido, no había respetado los derechos individuales argumentando que lo importante era el cumplimiento de las leyes, y por último, estaba reuniendo un ejército, que era unionista y alfonsino, para eliminar el cantonalismo, que según ellos, era democrático.
Porque, si las Cortes habían proclamado el principio federativo como forma de gobierno de la República, la consecuencia lógica era admitir la autonomía económica y administrativa de cada Cantón, y no les parecía lógico negar la posibilidad de Cantones hasta tiempos futuros.
Esta declaración de principios, y la presencia de casi todos los dirigentes cantonalistas en Cartagena, demostró que Cartagena era el centro del movimiento cantonal.
Izado de la bandera Cantonal en Cartagena centro del movimiento cantonal del país.
El 30 de julio de 1873 se autorizó abrir procesos a los diputados insurgentes, procesos que acababan en la inhabilitación de los encausados. No hubo penas mayores. Salmerón consideraba que no eran delito.
El 4 de agosto de 1873, José María Orense, líder de los intransigentes en las Cortes, se intentaba defender de Salmerón, y propuso que los republicanos federales nunca se atacasen entre sí. Orense intentaba repetir una vez más el dicho, o máxima utópica, de que la guerra sólo era burguesa, y los federales nunca la practicarían sino para echar abajo a los Gobiernos burgueses. Otra vez aparecía la utopía entre los revolucionarios. En todo caso, podían dilatar para más tarde la confrontación entre concepciones opuestas de la economía y la política, pero nada más.
Por fin, el Gobierno de Salmerón decidió atacar el cantonalismo en serio, militarmente, con todas las fuerzas del Gobierno. Ello fue en agosto de 1873. Salmerón mostró mucha más energía que Pi en la represión del cantonalismo, y ello convenció a los intransigentes de que no lograrían imponer su revolución cantonal por la vía legal.
Salmerón atacó a los cantonalistas y a los carlistas. Todos los funcionarios públicos, civiles y militares, que hubieren estado implicados en las rebeliones cantonalistas fueron privados de empleos y sueldos. Los generales Pierrad y Contreras fueron expulsados del ejército.
Decreto del Presidente del Gobierno D. Nicolás Salmerón expulsando del ejército al General Contreras.
Ello contentó las exigencias de los generales Pavía y Martínez Campos, y a José Turón Prats, Director General de la Guardia Civil. Los barcos de Cartagena y sus tripulaciones fueron declarados piratas, y los barcos extranjeros quedaban autorizados a atacarles, aunque se hacía constar que la propiedad era del Estado español.
Aumentó hasta los 30.000 efectivos la dotación de la Guardia Civil. Nombró nuevos Delegados del Poder Ejecutivo (los que antes eran llamados Gobernadores) en las provincias. Movilizó a 80.000 hombres para el ejército. Requisó los caballos de silla de Navarra y de Burgos que el ejército precisase, sin precisar el número.
Manuel Pavía Rodríguez de Alburquerque fue enviado a Andalucía con 3.000 soldados anticantonalistas y 60 cañones, con la misión de acabar con los cantones del sur. Manuel Pavía era Radical progresista, y tenía una buena hoja de servicios militares. Daba más confianza que Ripoll, el general republicano enviado por Pi, el cual fue relevado en Andalucía. Pavía tomó Córdoba y Sevilla en agosto y, en los siguientes quince días, se entregaron Cádiz, Granada, y Valencia. Málaga resistía sola, agotándose inútilmente, en un concepto cantonalista extraño, al servicio del Gobierno central, pero en disconformidad con él.
General Arsenio Martínez Campos general monárquico encargado de pacificar Valencia, Alicante  y Murcia con el general Manuel Pavía.
Arsenio Martínez Campos marchó a Levante. Martínez Campos era monárquico. Se le encargó atacar Valencia, y bajar hacia Alicante y Murcia, donde debía confluir con Pavía. Murcia era el cantón más significativo, porque los intransigentes de Antonio Gálvez dominaban a las masas civiles, y Juan Contreras San Román dominaba la base militar de Cartagena.
Desde otro punto de vista, Salmerón jugaba otras cartas sociales que debilitaban a los republicanos intransigentes, pues a partir del 24 de julio, Salmerón trataba de recomponer las relaciones laborales haciendo proyectos de ley de protección a los menores de 16 años (24 de julio); de protección al trabajo de los niños en los circos (26 de julio); y proyecto de jurados mixtos para conflictos laborales (14 de agosto).
Salmerón reprimió a los organizadores de la huelga revolucionaria de Alcoy de julio 1873, que habían formado un Comité de Salud Pública y habían resistido a las tropas como un cantón más. Los locales internacionalistas fueron cerrados, los militantes AIT detenidos. Los patronos de Alcoy aprovecharon para bajar los sueldos al nivel de antes de la huelga general de julio.
Del 13 de julio a 10 de agosto de 1873 tuvo lugar un periodo de expansión del cantonalismo, el cantón de Cartagena intentó propagar el cantonalismo para lo que fue aportando armas a los pronunciamientos. Tuvo éxito en algunos lugares de la región levantina.
Antonio Gálvez fue sobre Alicante con la fragata Vitoria y levantó allí la Junta de Salud Pública. Después fue con el vapor El Vigilante hasta Torrevieja, donde el 20 de julio declaró a Torrevieja parte del Cantón Murciano. Estas proclamaciones cantonales eran efímeras, porque se trataba de incursiones reclamando dinero y víveres por la fuerza, piratería pura y dura, y los perjudicados solían tardar muy poco en acabar con el Cantón y volver a la alcaldía tradicional.
El 27 de julio, los diputados republicanos intransigentes formaron un Directorio Provisional de la Federación Regional Española (Gobierno cantonal) órgano del nuevo sistema cantonal, el cual debía tratar con el Gobierno de España, al que sólo se reconocería como Gobierno de Madrid.
Retrato y firma de Juan Contreras San Román.
El Presidente de ese Directorio sería Juan Contreras San Román. Pero en el momento siguiente, llegó a Cartagena Roque Barcia, y fue designado Presidente, porque Contreras debía ocuparse de misiones militares que debían abrir Cantones por toda España. Precisamente la primera misión del Gobierno Provisional de la Región Española era iniciar Cantones.
A primeros de agosto de 1873, los de Cartagena supieron que el general Arsenio Martínez Campos se dirigía a Valencia con un ejército para acabar con el Cantón valenciano.
Hicieron una expedición hacia Albacete, el punto por donde siempre se había atacado a la región levantina y, cuando supieron que Valencia estaba en peligro porque Martínez Campos ya había llegado a sus cercanías, intentaron ir hacia esa ciudad. Organizaron una expedición de infantería que debía trasladarse hasta Valencia. Cuando la infantería cartagenera llegó a Valencia, se encontró con que Martínez Campos dominaba ya Valencia. Se enfrentaron al brigadier de campo Federico Salcedo San Román y fueron derrotados en 10 de agosto de 1873 en la Batalla de Chinchilla (Albacete), lo cual dio lugar al inicio del sitio de Cartagena. Desde entonces, Cartagena pasó a la defensiva.
Desde el 10 de agosto de 1873 al 12 de enero de 1874, el Directorio Provisional de Cartagena pasó a la defensiva.
Cartagena, desde julio de 1873, había optado por resistir, porque creían que en 2 de agosto de 1874, al abrirse nuevas Cortes, tendrían mayoría los federales, y entonces exigirían el Gobierno democrático de las Cortes. Eso no sucedió en la medida que ellos esperaban.
En los cálculos de los republicanos intransigentes no entraba que los Gobiernos de Salmerón y Castelar no aceptasen el “Gobierno popular”. Los republicanos intransigentes pensaban que estos Presidentes defendían un modelo de Gobierno representativo, gestionado por las personas cultas, y rechazaban el populismo, pero que nunca atacarían a los cantones. Los federales intransigentes trataron de hacer proselitismo en la Cámara de Diputados, pero no lograron bloquear la aprobación del Decreto que declaraba piratas a los barcos cantonales de Cartagena. Confiaron entonces en el Cantón de Cataluña como su tabla de salvación, porque el triunfo en Barcelona podría arrastrar a Aragón y, si lograban imponerse en Andalucía, creían que podrían forzar en toda España el federalismo populista que ellos predicaban.
El 12 de agosto de 1873, el general Martínez Campos se llegó a la ciudad de Murcia y los murcianos se retiraron a Cartagena.
Contraalmirante Miguel Lobo Malagamba neutralizó la escuadra rebelde de Cartagena hasta la derrota final.
El 13 de agosto, el Contraalmirante Miguel Lobo Malagamba atacó a la escuadra rebelde de Cartagena y la neutralizó durante un tiempo hasta la derrota final del Cantón Murciano.
El 18 de agosto de 1873, Martínez Campos sitió Cartagena. Este primer sitio duró hasta 24 de septiembre.
Conclusiones tras el cantonalismo de 1873
1-Necesidad de insistir en el liberalismo:
Lo que quedaba meridianamente claro era que los avances liberales, que los Gobiernos españoles del siglo XIX se habían negado a aceptar, y que los partidos progresistas reclamaban, habían calado en mucha gente, y su dejación había sido importante en el triunfo del cantonalismo. El abandono de los principios morales del liberalismo había dado la oportunidad a la aparición de otros modelos políticos y sociales de quienes se querían aprovechar del movimiento de insurrección para ensayar su propio modelo político. Y la confusión había dado lugar a un populismo que había confiado en una idea mesiánica e irracional que solucionaría los males seculares de España.
No obstante el contexto populista, en las proclamaciones cantonales observamos los siguientes principios liberales:
Había habido una proclamación de la superioridad del valor “individuo” sobre el valor “sociedad”.
Se había planteado la posibilidad de un modelo descentralizado de Estado.
Se había proclamado la igualdad social (que no se debe confundir con la igualdad económica).
Se había planteado la laicización del Estado.
Se había planteado un antimilitarismo en forma de protestas contra las ordenanzas militares de Carlos III y de Fernando VII, que era aversión a un concepto de ejército como sometedor de los ciudadanos al Estado, en vez de una fuerza de defensa del ciudadano y de apoyo al Estado.
2-Desilusión generalizada del pueblo español:
1873 fue una enorme desilusión para muchos españoles. El cantonalismo era un fiasco. Y la República, tantas veces mitificada, había resultado un fracaso. Los intransigentes habían traído violencia y requisas de dinero y alimentos. Los dirigentes federales moderados se habían aliado con los progresistas radicales y, juntos, habían terminado con el cantonalismo. Quizás no había salida a la situación política, social y cultural española.
El pueblo ya no reaccionó ante la contrarrevolución de 1874 y 1875, que llevó la política hacia posiciones que parecían ya superadas, el conservadurismo al ultranza.
3-El pesimismo finisecular:
A partir de 1873, tanto los catalanistas como los anarquistas insistirían en que España era “un fracaso histórico”. La expresión sonaba bien, pero no aclaraba qué quería decir. En realidad quedaba muy oscuro su significado. Lo que estaba fracasando era el catalanismo, el federalismo y el anarquismo, y esos teóricos, que creían en la necesidad de esos principios políticos, sin ellos consideraban que todo era un fracaso, que su concepción de la realidad política de España no tenía sentido. Se abría un capítulo de muchas discusiones, que llenarían periódicos y tertulias el resto del XIX y todo el siglo XX.
Giuseppe Fanelli creador del grupo La Solidaridad, cuyos componentes se habían introducido en las organizaciones artesanas y obreras de Madrid.
El anarquista Giuseppe Fanelli había creado en Madrid el grupo “La Solidaridad”, que publicaba un periódico con el mismo nombre. Sus componentes se habían introducido en las organizaciones artesanas y obreras de Madrid. Habían generado un programa político y estaban preparados para la ocasión de revolución proletaria que pudiera surgir. Fanelli les había trasmitido el anarquismo político y ellos lo reinterpretaron como colectivismo agrario e industrial y ateísmo militante.
En Barcelona, la organización obrera que hasta la llegada de Fanelli era de ideas republicanas federales, se convirtió en órgano de la Sección Catalana de la Internacional, anarquista.
En Córdoba, El Derecho, periódico de Navarro Prieto, defendía por igual ideas republicano federales como socialistas.
Los federales de 1871 estaban convencidos de que los grupos socialistas, incluso los englobados en la Internacional, eran partidarios suyos. No pensaba lo mismo Sagasta, el cual había decidido acabar con los socialistas y les hizo redadas en junio de 1871 y enero de 1872.
En junio de 1871 se produjo la ruptura entre la Asamblea Democrática Republicana Federal, que era burguesa, y el Consejo Federal de la Región Española de la Primera Internacional.
En 1873, los burgueses cantonalistas veían con simpatía a los socialistas. Creían poder utilizarlos. Pero los socialistas tenían ya sus propias ideas, consignas y doctrina lo suficientemente nítidas y expresas, y no se prestaron a la manipulación, sino que intentaron adueñarse de los cantones que estaban naciendo por iniciativa burguesa. Los socialistas sabían que debían aprovechar la legalidad cantonal para extender el socialismo y poder ir después hacia la revolución socialista. La táctica se copiaría de lo sucedido en la Comuna de París. Lo intentarían en Alcoy, Sevilla, Valencia, San Fernando, Sanlúcar. Tenían preparados hasta sus propios cuadros de dirigentes. Contaban con 236 asociaciones sindicales que reunían a unos 20.000 afiliados.
El año 1873, año de la I República Española, fue un año muy especial para los socialistas anarquistas. La idea de Cantones autónomos y Ayuntamientos democráticos, la abolición del servicio militar obligatorio y la separación Iglesia-Estado, entusiasmaba en principio a los anarquistas, que veían próximo el éxito de su revolución. Pero 1873 también será el inicio del fracaso del anarquismo cuando se vea que los dirigentes de los Cantones eran muchas veces explotadores del pueblo y más dictadores que los burgueses.
En los primeros días del cantonalismo, los socialistas anarquistas se sumaron al movimiento cantonal a pesar de que eran conscientes de que éste era burgués y estaba siendo protagonizado por los burgueses de provincias. O bien era una equivocación, o una táctica de lucha. Una vez dentro de los Cantones, intentaron dominarlos. Casi nunca lo lograron, pero aprendieron muchas cosas. Se dieron cuenta de cuáles eran los puntos indeclinables de su pensamiento, no susceptibles de pacto alguno con la burguesía.
En 24 de enero de 1873, Alcoy organizó una Comisión Federal que los no entendidos creyeron que era republicana federal, y los dirigentes implicados sabían que era socialista. La Comisión Federal de Alcoy estaba integrada por un fundidor, un ajustador, un maestro y un albañil. El 2 de marzo emitieron un manifiesto en el que afirmaban que pretendían la revolución social universal y la emancipación obrera hecha por los propios obreros. En principio se declararon simpatizantes de la República Federal porque la República les permitía expresarse y organizarse libremente, pero sabían que su política debía ser dirigida por los planes socialistas y no por las consignas llegadas de Madrid del Comité Federal. Sabían que la República era el último baluarte de la burguesía, y que había que dominarlo para hacer después la revolución social que debía terminar con la burguesía.
Otros intentos socialistas por dominar la revolución cantonal, se produjeron en Montilla y en Barcelona en febrero de 1873. En Barcelona, en 13 de febrero de 1873, los socialistas salieron en manifestación desde Plaza de Cataluña vitoreando alternativamente a la Internacional y a la República. Pedían jornada de 10 horas y salario proporcional a la producción.
El socialismo español era más antiguo que los Cantones. Según José María Jover, el socialismo por lo menos era de 1861. De 1869 a 1871 habían hecho propaganda por la República Federal. En 1873 les surgió el problema de interpretar el cantonalismo y la oportunidad de aplicar sus teorías a la práctica. Federico Urales, teórico del anarquismo, dijo que, en 1873, se había producido el paso de identificación de los socialistas españoles como anarquistas. En efecto, en 1873 pudieron constatar que la República Federal era también una creación burguesa y que no era su revolución socialista. Pero al introducirse en los Cantones, los socialistas habían aprendido técnicas de organización de grupos y organización de motines.
El proletariado industrial había aparecido en Cataluña a partir de 1834. Sólo los alrededores de Barcelona, Málaga y Cádiz tenían una evolución al modelo Factory System, y en esos puntos se producían aglomeraciones de proletarios. La minería del hierro del País Vasco y Cantabria, a partir de la cual surgió actividad siderometalúrgica y naval, fue del último tercio del XIX. Carentes de ideólogos propios, los obreros catalanes se nutrían de libros franceses.
El proletariado español al iniciarse el último tercio del XIX era muy escaso. En 1860 había en España unos 150.000 obreros industriales, lo cual era muy poco respecto a una población activa de 7 millones de trabajadores. Otra cosa es que los obreros estuvieran concentrados en unos pocos puntos, sobre todo en Barcelona.
Los obreros agrícolas serían 2,3 millones (30% de los trabajadores)
Los criados y sirvientes serían 800.000 (11%).
Los artesanos serían 600.000 (9%).
Los pobres de solemnidad serían 300.000 (4%).
Y los obreros industriales, 150.000, no eran más que un 2% de los trabajadores.
Mitín de Pablo Iglesias en Motril en 1914.
Pero la sociedad española estaba en proceso de proletarización pues los campesinos perdían progresivamente la capacidad de mantenerse en sus fincas a medida que bajaban los precios de los alimentos, y los artesanos perdían la capacidad de mantener sus negocios a medida que se desarrollaban las comunicaciones y la industria. Y las guerras sacaban a muchos jóvenes de sus casas y les hacían ver otras formas de vida, tras lo cual no se readaptaban a las condiciones de miseria en que vivían sus padres.
El obrero catalán industrial tenía alto nivel de vida. Las condiciones de trabajo del obrero textil podían ser duras, pero sus sueldos eran doble, triple y hasta cuádruple de un sueldo ordinario en el campo o en la artesanía. Y las concentraciones industriales originaban el fenómeno urbano, donde era posible que varios miembros de la unidad familiar trabajasen al tiempo, lo que daba un poder adquisitivo familiar muy alto a muchos de los socialistas organizadores de huelgas y violencias.
Las diferencias entre el obrero textil con sueldo fijo y remuneración muy alta, respecto al obrero agrícola, o el obrero tradicional, con trabajo ocasional, dedicado a todas las actividades que le salieran al paso, eran muy grandes. Los obreros “marginales” eran inmigrantes recientes, todavía inadaptados a la ciudad, y se empleaban en lo que saliera: en la construcción, pesca, agricultura, o talleres artesanales. Y sufrían el paro estacional. Lo típico entre ellos eran las enfermedades gástricas por el mal estado de los alimentos que comían y por la mala evacuación de los residuos en los barrios en que vivían. El 69% de los varones y el 91% de las mujeres eran analfabetas totales, del tipo de los que no sabían ni siquiera escribir su nombre.
De los obreros se contaban relatos de inmoralidad, pero esos relatos los contaban clérigos, abogados y médicos, casi siempre católicos, que los veían desde su óptica particular; para ellos, la inmoralidad principal era los desórdenes en el sexo y la disolución de la familia patriarcal, aparte del mal trato a la infancia y a la mujer. Valoraban mucho menos el maltrato al obrero en forma de latigazos y otros castigos corporales dentro de la fábrica, las multas en el trabajo que no eran sino rebajas de sueldo que beneficiaban al empresario, los abusos salariales y, en general, todo lo que afectaba a los grandes burgueses. Precisamente, grandes empresarios negreros, eran muy admirados en Cataluña como excelentes católicos.
Pues bien, el movimiento obrero nació entre los “obreros afortunados”, entre los obreros de más alto nivel de vida.
La intranquilidad surgía cuando aparecía la inseguridad en el empleo por crisis del algodón, por desabastecimiento de materias primas o pérdida de mercados. Entonces, los obreros aludían al exceso de disciplina en los talleres industriales, falta de sentido ético de los empresarios, castigos corporales y recortes de sueldos unidos a aumento de horas y ritmo de trabajo. Cuestión menor para el obrero industrial textil eran las jornadas de trabajo, de 12 horas diarias, los sábados 9, y los domingos libres. Era cuestión menor, porque en el campo y en sectores artesanales marginales, se trabajaban de 14 a 16 horas diarias, y ellos eran conscientes de su situación de privilegio.
A pesar de todo lo anteriormente dicho, hay que precisar e insistir en que la mayoría de los obreros españoles en 1873 eran republicano-federales y no socialistas. Y los obreros actuaban más que nada por odio a los políticos y a los burgueses.
En julio de 1873, el estallido de los conflictos sociales fue tan rápido y de tales dimensiones, que los políticos quedaron desconcertados y no supieron interpretar lo que pasaba. Las masas hablaban de anulación de todo poder, incluso el de las autoridades cantonales, porque todo poder les parecía una imposición inaceptable, contraria a la libertad. Pero los burgueses de provincias organizadores de cantones, necesitaban a los socialistas porque éstos se habían mostrado activos y estaban en las organizaciones cantonales. Los socialistas aprovecharon para intentar la “confederación anarquista”, pero ello era también demasiado para sus fuerzas.
En Alcoy organizaron una huelga que Pi no supo interpretar. Creyó Pi que la huelga se hacía a favor del federalismo. Enseguida se vio que aquello era otra cosa, cuando los obreros quisieron tomar el Ayuntamiento de Alcoy. El alcalde, Agustín Albors, se resistió y fue asesinado.
En el verano de 1873 los obreros de Alcoy se declararon en huelga, exigiendo a los fabricantes que aumentasen el salario y disminuyesen la jornada laboral. El conflicto laboral mutó en político cuando el primer edil, republicano, abandonó la imparcialidad prometida y reclamó tropas a Alicante. Los líderes de la Internacional en España, que residían en la ciudad, exigieron su destitución. Agustín Albors se negó y mandó disparar contra los manifestantes. Tras horas de lucha, asesinaron al alcalde, prendieron fuego a varios edificios, tomaron rehenes y extorsionaron a los principales contribuyentes.

Eleuterio Maisonnave, siguiendo instrucciones de Castelar, inventó atrocidades para denunciar unos hechos “que no fueron ni con mucho tan horribles”. Más de setecientos procesados y trescientos encarcelados fueron castigados con exagerado rigor, sin pruebas. Algunos penaron su osadía, durante más de una década, en la prisión del castillo de Santa Bárbara. No en vano, “por primera vez, un grupo que no pertenecía ni a la Iglesia, ni al ejército, ni a la clase media, se había manifestado como revolucionario”.

Revolución del Petroleo en Alcoy el 7 de julio de 1873.
Facsimil  de octavilla de fecha 9 de julio de 1873 en la revolución del Petroleo de Alcoy.
Desde ese momento las diferencias aparecieron nítidas. Los burgueses se dieron cuenta de que podían perder el poder a manos de los socialistas-anarquistas, y decidieron luchar contra ellos. El Cantón se convirtió en una guerra de masas populares. Los burgueses llamaron al ejército en su ayuda. Y entonces los obreros y campesinos tuvieron constancia práctica de que los políticos, a la postre, no iban a colaborar con la revolución proletaria, que debía ser sólo de los obreros y campesinos.
Al eliminar el cantonalismo, se eliminó también el socialismo. El obrero español se convertirá entonces en un escéptico airado, que no creerá en ningún político y sólo aceptará ir contra el orden establecido.
Y poco después, se libraría la batalla entre socialistas marxistas y libertarios bakuninistas.
Pavía y Martínez Campos detuvieron y fusilaron a los anarquistas cantonalistas. Los anarquistas se radicalizaron contra el Gobierno.
Los marxistas, que no habían participado en el cantonalismo, vieron una oportunidad de distinguirse y ser aceptados por la sociedad española.
Los anarquistas difundieron el ataque directo contra la propiedad, la autoridad y la Iglesia, lo que se llamaría, a fin del XIX, “Acción Directa”.
En años posteriores a la Primera República, los anarquistas españoles estudiaron la experiencia republicana y les impresionó Pi i Margall. 
Juan Montseny Carrito, conocido con el seudónimo de Federico Urales.
Federico Urales, ideólogo del anarquismo español, encontró en Pi una fuente de pensamiento que les era muy útil, y publicó estas ideas en la Revista Blanca, acabando por declarar que Pi había sido el primer anarquista español. Las ideas que Urales redescubrió en Pi era que la concentración de poder resulta absurda y que el principio de autoridad es irracional en sí mismo, porque el individuo es soberano y sólo debe someterse a los pactos libremente contraídos, lo cual debía generar las federaciones regionalistas.  De ahí surgió la Federación Anarquista Ibérica, FAI, mito que perduró hasta 1936. También Anselmo Lorenzo, otro mito anarquista, declaró que sus ideas le habían surgido leyendo a Pi en La Razón, La Reacción y la Revolución, y La Discusión. 
La obra de Pi, “Las Luchas de Nuestros Días”, 1887, es considerada desde fines del XIX una obra anarquista. En ese libro, Pi no reconocía el principio de autoridad y consideraba tirano a todo aquel que trataba de imponer su voluntad a otra persona. No reconocía que nadie pudiera limitar a otro el uso de sus facultades mentales, como tampoco podía limitar el uso de su fuerza. Pi acababa defendiendo que los anarquistas tenían sus razones para obrar y pensar como lo hacían.
Después de aceptar a Pi, se cree que el anarquismo español fue diferente. Algunos anarquistas consideran que la Primera República Española fue el inicio del anarquismo en España. Y tal vez por ello los anarquistas hablaron de federaciones agrícolas e industriales con autonomía propia, lo cual daba lugar a cantones, regiones, secciones y federaciones. El modelo republicano federal español, una vez desprovisto de sus contenidos políticos, era perfectamente aplicable a la organización anarquista. Las entidades políticas sobran en el anarquismo porque todo Estado es autoritario por definición y contradice el principio básico del anarquismo. El Estado a suprimir incluye los Gobiernos municipales, los provinciales y los nacionales. Estas entidades políticas debían ser sustituidas por la libre federación de trabajadores agrícolas e industriales.
Desde algún punto de vista, el anarquismo no sería más que la radicalización de los principios federales de la España de 1873, y la puesta en práctica de esos principios.
La Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores, dio origen a Federación Anarquista Ibérica FAI, y en 1910 a Confederación Nacional del Trabajo CNT. Estas organizaciones anarquistas fueron las más pujantes en el primer tercio del siglo XIX español, pues en 1931 CNT tenía 809.000 afiliados, mientras Unión General de Trabajadores UGT sólo alcanzaba los 308.000.
También es consecuencia de la Primera República Española una tendencia radical del federalismo que se llamó Esquerra.


En este breve periodo de tiempo de D. Nicolás Salmerón como tercer presidente de la república, la vida política municipal continuaba en nuestra villa, los regidores municipales son los protagonistas de la política municipal, con apellidos bastante enraizados entre las familias de nuestra población, muestra de ello son las actas que reproducimos a continuación:
En la página de la derecha, numerada con el número 10 aparece el acta vigésima de fecha 13 de agosto de 1873.
ACTA DE LA VIGÉSIMA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 3 DE AGOSTO DE 1873.
“Sesión del día 3 de Agosto…
En la Villa de la Higuera cerca de Arjona tres de Agosto de mil ochocientos setenta y tres reunidos los ciudadanos que componen el Ayuntamiento con su presidente el Ciudadano Ildefonso Fuentes  en la sala que celebra sus sesiones previa la oportuna convocatoria leyda que fue el acta Anterior quedó aprobada =
Acuerdo…
Por el Ciudadano Presidente se hizo presente a la corporación que el objeto de la reunión hera para que la corporación acordara sobre la Junta municipal puesto que según la Ley debía quedar nombrada en el segundo mes del año económico y en su consecuencia el Ayuntamiento acordó emcumplimiento del Artículo 61 de la Ley Municipal y siguientes vijentes, que se formen las sesiones de las cuales, sean de sortear el triple número de Asociados que han de componer la Junta y asamblea Municipal en el presente año económico, que se publique el resultado de dichas sesiones y que ultimada la formación en ellas se proceda al indicado sorteo de que quede costituida dicha Junta antes de terminar el mes de Agosto: para todo ello se dava comisión al Ciudadano Alcalde y se encargaba al Secretario la formación de secciones su publicación la extensión de papeletas para el sorteo y cuantos trabajos materiales ocasionen dichas operaciones. Así lo acordaron y firmaron y no haviendo otro asunto de que tratar se lebantó la sesión de que yo el Secretario interino certifico=”
Aparecen las firmas de los siguientes señores:
Ildefonso Fuentes. Francisco Fuentes. Juan José Mercado.  Bernardino Pérez. Pedro Mercado.  Manuel Clemente Pérez. Felipe Pancorbo.
Antonio Mercado. Secretario Interino.
En la página de la izquierda aparece el acta vigésimo primera de fecha 10 de agosto de 1873, que continúa en la página de la derecha numerada con el número 11.
En la página de la izquierda parte final del acta vigésimo primera de fecha 10 de agosto de 1873. Mas abajo diligencias de las sesiones del 13 y 24 de agosto que no se celebran por la carencia de asuntos a tratar.
ACTA DE LA VIGÉSIMO PRIMERA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 10 DE AGOSTO DE 1873.
“Sesión del día 10 de Agosto de 1873…
En la Villa de la Higuera cerca de Arjona a diez de Agosto de mil ochocientos setenta y tres se reuniero previa citación los Ciudadanos que componen el Ayuntamiento con su Alcalde Presidente Ildefonso Fuentes Pérez leyda que fue el Acta Anterior quedó aprobada.
       Por el Sor presidente se hizo presente a la corporación que hera necesario en el día de hoy celebrar el sorteo de los asociados que habían de coponer la Junta Municipal para lo cual se daba principio: Lo cual seberifico según la Ley dando el resultado que sigue:

Primera Sección Mallores Contribuyentes.

Domingo Fuentes Pérez.
Eufrasio Barragán Ramírez.
Antonio Sánchez Bulder.
Manuel Giménez Bicario.
Manuel Cubillas García.
Manuel Molina Martínez.
Francisco Molina García.

Segunda Sección de medianos contribuyentes

Juan Cano Vredad.
Francisco Agudo Cubillas.
Miguel Pérez Choclan.
José Fernández Calero.
Manuel Gabilán García.
Tiburcio Noguera García.
Luis del Pozo Ocevir.

Tercera sección de menores contribuyentes.

Juan Palomares.
Sebastián Ramírez.
José Fernández Bermejo.
Francisco Giménez Carmona.
Antonio García Fernández.
Pedro Garrido Rodríguez.
José Escuín Pérez.
Luis Pérez Galisteo.

Cuarta sección Jornaleros

Juan Miguel Martínez.
Francisco Billaberde Polo.
Manuel Pancorbo Medina.
Manuel Cubillas Molina.
José Agudo Valenzuela.

Concluida la operación se acordó por la corporación se mandara ejemplar Señor Gobernador de la Provincia para su inserción en el Boletín oficial de la misma y no teniendo otro asunto de que tratar se  dio por terminado este acto que firman los concurrentes de que yo el Secretario interino Certifico =”

Aparecen las firmas de los siguientes señores:
Ildefonso Fuentes.  Pedro Mercado.  Francisco Fuentes.   Juan José Mercado.  Bernardino Pérez.  José Calero Pérez.  Felipe Pancorbo.
Antonio Mercado. Secretario Interino.
 “El día diez siete de Agosto de mil ocho cientos setenta y tres sereunieron los indibiduos que componen la corporación Municipal y no teniendo asunto de que tratar selebantó la sesión de que llo el Secretario interino Certifico =”

Antonio Mercado. Secretario Interino.
“En el día 24 de Agosto del mismo año se reunieron los ciudadanos que componen el Ayuntamiento y no teniendo de que tratar se lebantó la sesión de que Certifico =”
Antonio Mercado. Secretario Interino.
“En el día treinta y uno de agosto de mil ocho cinetos setenta y tres se reunieron los Señores que componen el Ayuntamiento y no teniendo asunto de que tratar se lebantó la sesión de que Certifico =”Antonio Mercado. Secretario Interino.

Nota a tener en cuenta en la transcripción de todas las actas.
En todos los casos la transcripción es literal, si bien se ha procedido a interpretar en algunos casos los textos confusos o ilegibles, a no utilizar las mismas abreviaturas de palabras en orden a dar claridad al texto redactado y la imposibilidad de transcribir fielmente en la abreviatura la colocación de algunas grafías manuscritas, a  acentuar las palabras que en muchos casos no figuraban acentuadas. Si se ha respetado siempre la ortografía original, las uniones indebidas de palabras y la redacción del texto en general.

Granada 1 de abril de 2020.
Pedro Galán Galán.
Bibliografía:
Archivo Municipal de Lahiguera: Cuadernillo de actas número 27 de 1873.
Encinas Gómez, Emilio:
http://www.historiadeespananivelmedio.es/19-17-28-gobierno-nicolas-salmeron/
Encinas Gómez, Emilio:
http://www.historiadeespananivelmedio.es/19-17-27-salmeron-cantonalismo/
Encinas Gómez, Emilio:
http://www.historiadeespananivelmedio.es/19-17-26-grandes-cantones-julio-1873/

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