PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 9 de marzo de 2020

ACTAS REPUBLICANAS DEL AÑO 1873 EN HIGUERA DE ARJONA EN EL PRIMER GOBIERNO DE LA REPÚBLICA SIENDO PRESIDENTE D. ESTANISLAO FIGUERAS




UNA ESPAÑA INGOBERNABLE PROVOCÓ LA DIMISIÓN DE AMADEO I, Y LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA INCLUSO CON EL VOTO DE LOS MONARQUICOS ESPAÑOLES.


Amadeo I como rey de España se mostró escrupuloso en el cumplimiento de la Constitución, prudente, discreto y con sentido del ahorro, casi todo lo contrario de lo que eran los españoles. Los españoles decían que no era muy inteligente, pero se mostró con más sentido común que la mayoría de los Reyes de España. Tal vez porque venía de otro tipo de educación familiar. Había empezado por despedir a la mucha servidumbre de Palacio, incluso a las nodrizas (su esposa la Reina María Victoria quiso criar ella misma a sus hijos) y ello generó críticas furibundas de la nobleza y burguesía españolas, que creían que el prescindir de la servidumbre y el amamantar a los hijos era desacreditar a la monarquía. No menos furioso se puso el pueblo que pensó que Amadeo quería dejarles sin trabajo. La reducción de aposentos de Palacio, la eliminación de ceremonias, la eliminación de la escolta y el prescindir de la caravana de coches caros, acabó de asombrar a los españoles. 
Rey Amadeo I de España y su esposa la reina María Vittoria Dal Pozzo de la Cisterna.
Este era el menor de los problemas de Amadeo. Los problemas eran que:
Había que ganar la guerra carlista.
Había que contener el republicanismo, que amenazaba con hacer estallar acontecimientos violentos.
Había que reformar el sistema de quintas para que no sólo los pobres fueran a la guerra.
Había que resolver el problema de la esclavitud, abolir en España (en sus territorios de ultramar) lo que ya había sido abolido internacionalmente en 1815, en el Congreso de Viena.
Se debía introducir a los conservadores en las reglas de juego del liberalismo parlamentario limpio, lo cual equivalía a crear un nuevo paradigma para los partidos políticos.
Había que reducir el ejército a su papel estrictamente militar, al tiempo que era preciso dignificar sus sueldos, mejorar sus medios y  mejorar su propio funcionamiento interno.
Era preciso refrenar o sujetar al movimiento populista tan arraigado en España.
Era necesaria una política social de modo que se consiguiera una sociedad más justa, con "egalité" y "fraternité", de modo que el socialismo, marxismo y anarquismo, no tuvieran detrás el apoyo populista. Para ello era preciso resolver el entonces llamado “problema social”, que era el viejo problema de la propiedad de la tierra, del latifundio y del minifundio.
Todos estos problemas venían arrastrándose, al menos desde principios de siglo, y nadie en España estaba dispuesto a resolverlos. El Rey, si lo intentaba, pero estaba solo ante una reconstrucción del país tan colosal.
Rey Amadeo I de España.
Amadeo pretendía, como premisa inmediata, que los partidos dialogasen y llegasen a unos programas mínimos en los que estuvieran de acuerdo. Pero lejos del propósito del nuevo Rey, los partidos fueron abandonando progresivamente a un Rey que les quería hacer desistir de sus “sagrados principios”. Es decir, pretendían que todas sus ideas eran inamovibles e innegociables. Los constitucionalistas querían frenar la democracia, que fuera más lenta, olvidando tal vez que llevaban transcurridos 60 años desde aquel recordado 1812, y no se habían puesto ni siquiera las bases de una verdadera democracia liberal representativa y parlamentaria. Los radicales querían darle velocidad al proceso. Los republicanos querían destruir la monarquía e ir directamente al gobierno de los pueblos, en diversos modelos muy poco madurados. Y los moderados querían volver a modelos anteriores más autoritarios. Las discusiones entre los partidos hacían inviable toda acción de gobierno y era, con mucho, el problema más grave del momento. Todos eran, a cuál más, conservadores de sus viejos principios.
Los Gobiernos de 1868-1873 fueron haciendo concesiones a los republicanos federales con ánimo de ganar la paz social, tales como la abolición de las quintas y la supresión de impuestos indirectos, pero los federales no se dieron por satisfechos con estas concesiones y pedían mucho más porque su objetivo no era mejorar las condiciones del sistema liberal, sino crear condiciones de violencia que permitieran su revolución, mientras los moderados se mostraron incómodos con las concesiones hechas, y el resultado fue un fracaso por todas partes. La monarquía se agotó en el intento y ya no tenía soluciones que ofrecer.
  Manifestación para abolición de las quintas ante el Palacio del Congreso de los Diputados.     
Un detalle nos confirma el problema que venimos insinuando: El 24 de enero de 1872, Amadeo propuso unas elecciones, pero elecciones limpias, a lo que Serrano contestó: “serán todo lo limpias que pueden ser en España”. Se celebraron en abril. Los gubernamentales volvieron a sacar mayoría. Se supone que hubo pucherazo, y más cuando algunos diputados denunciaron que Gobernación se había gastado 2 millones de reales en amañar resultados.
Tras las elecciones volvió la violencia abierta. Los carlistas declararon la guerra en mayo, hubo unas sublevaciones republicanas en El Ferrol y Málaga, y hasta alguien trató de asesinar al Rey en el mes de julio. Como bien sabemos las elecciones no resuelven los problemas por sí mismas.
Amadeo dio oportunidad de gobierno a los constitucionalistas en marzo, a los radicales en julio, a los constitucionalistas en septiembre y en el nuevo Gobierno de diciembre. Casi un Gobierno por trimestre. Todos querían gobernar sin dialogar, ni negociar nada con nadie, y como no tenían la mayoría absoluta, dimitían. Los Gobiernos, a cual más intransigente, se sucedieron con rapidez. 
D. Francisco Serrano Domínguez, duque de la Torre.
En mayo Serrano, que exigió suspensión de las garantías constitucionales y el Rey le hizo dimitir para nombrar Presidente, en junio, a Ruiz Zorrilla del Partido Radical. 
D. Manuel Ruiz Zorrilla.
Ruíz Zorrilla disolvió las Cortes y el 24 de agosto hizo elecciones, que se dice que fueron limpias, pero en ellas se abstuvo el 54% de los electores, lo cual no nos permite interpretarlas como voluntad real del Estado. En ellas los radicales, que en las anteriores habían sacado 42 escaños, obtuvieron 274 diputados. Un cambio tan brusco no es explicable, salvo teniendo en cuenta el retraimiento de la oposición, pero entonces debemos concluir que no son significativos los datos. Se interpreta que los españoles estaban dispuestos a iniciar un nuevo sistema político, republicano o alfonsino, ya se vería, pero que no sabían lo qué quería cada partido.
El agitador típico de izquierdas era un político de café, literato en cuanto escribía artículos en periódicos, provinciano, bohemio en Madrid, pequeño burgués, que repetía sin cesar el latiguillo “España con honra”. El agitador era seguido por masas de campesinos que creían, erróneamente, que república era lo mismo que reparto de la propiedad de la tierra entre todos los campesinos, y masas de artesanos que esperaban que una república diese salida a sus anticuados y caros productos no competitivos ante la Revolución Industrial, y unos habitantes de ciudad que pensaban que la República daría trabajo a todos, en milicias y puestos administrativos. Este apoyo social a los republicanos, causó lógicamente la crisis del Gobierno de Amadeo e hizo triunfar la República, pero fue también la causa del fracaso de la República porque ésta era una utopía y porque las fuerzas sociales y económicas burguesas no estaban con ellos, no podían aceptar su utopía, sino que buscaban la suya propia.
Los cuatro presidentes de la Primera República, solamente reconocida por Estados Unidos y Suiza, y las reacciones del los estratos sociales del pueblo español .
En diciembre de 1872 se preparaba un pronunciamiento militar contra Amadeo, cuyo objetivo era proclamar dictador a Serrano de forma provisional hasta la mayoría de edad de Alfonso XII. Lo preparaba el grupo de los militares alfonsinos y el civil Manuel Rancés Villanueva IV marqués de Casa Laiglesia. Fracasaron porque no hubo acuerdo en el programa del nuevo Gobierno a instalar y en la financiación del golpe. Otro motivo del fracaso fue no contar con Cánovas, el jefe de los alfonsinistas.
En la navidad de 1872, Amadeo, ya se sentía solo y decidió atraerse a Serrano, del que sabía que estaba en conversaciones con los alfonsinos. Le nombró “Príncipe de Alcolea”. En sentido contrario y para contrarrestar el posible atractivo de los Saboya, Isabel de Borbón le aseguró a Serrano que él sería el jefe militar de un futuro Gobierno de Alfonso XII.
D. Nicolás María Rivero, presidente del Congreso.
Nicolás María Rivero, presidente del Congreso, entró en negociaciones con los republicanos federales de Figueras a fin de cambiar de sistema político, de monarquía a república. La unión del Partido Radical con los republicanos federales, aseguraba la posibilidad de cambio. Amadeo buscó una ocasión para abdicar y marcharse a su casa de Italia, a fines de 1872. Sólo necesitaba una buena excusa. La encontraría antes o después. La actuación de Rivero negociando con Figueras, también puede ser interpretada como búsqueda de la continuidad democrática en caso de que Amadeo abdicase.
El 24 de diciembre de 1872 se hizo la abolición de la esclavitud para Puerto Rico. Los hacendados caribeños se pusieron en contra del Rey de España.
El 7 de enero de 1873, Castelar anunciaba que la república estaba cercana. Creía que el sistema político sólo podría mantenerse si los conservadores mostraban autoridad, si se iba a la república, o si se instalaba una nueva monarquía. Y el sistema con más posibilidades en ese momento histórico era la república. El 23 de enero repitió sus tesis. Esas declaraciones reflejan el ambiente de crisis.
Los moderados tomaron una decidida postura contra Amadeo y hubo rumores de golpe de Estado. Apoyaban al Rey los oficiales de artillería y el Almirante Juan Bautista Topete. Cualquier decisión podía significar la guerra civil.
El 25 de enero de 1873, unos 300 hombres importantes en España se reunieron en el Círculo Moderado, en teoría para celebrar el cumpleaños del príncipe Alfonso (lo cual no se correspondía con el cumpleaños que era en noviembre), y en realidad fue para crear Liga Nacional Alfonsina, a cuyo frente se pusieron Cánovas del Castillo, López de Ayala, Toreno, Manzanedo, Moyano, Romero Robledo y Caballero de Rodas. Amadeo se sintió despreciado y de nuevo se confirmó en su deseo de abandonar, aunque todavía le faltaba una excusa objetiva para hacerlo.
Doña Antonia Domínguez Borrell, esposa de Serrano, cuando contaba 42 años de edad.
A principios de 1873, Antonia Domínguez, esposa de Serrano, manifestó un distanciamiento del alfonsinismo. Todos tenían claro que Amadeo no podía seguir como Rey, pero se empezaba a pensar en la posibilidad de una dictadura personal de Serrano al estilo de los generales franceses del momento.
El asunto que desencadenó la dimisión de Amadeo fue el asunto Hidalgo. Baltasar Hidalgo fue nombrado Capitán General de Vascongadas. La voz popular le acusaba de ser él quien provocó los fusilamientos de San Gil de 1866, primero porque el día de autos excitó a todos a la rebelión y luego huyó a París y desde allí escribió artículos de prensa que comprometían a los acusados. Por ello, todos los oficiales de artillería se le declararon enfermos al llegar Hidalgo, por lo que fueron arrestados y dimitieron. Hidalgo los sustituyó por suboficiales y oficiales de infantería y llevó a todos los enfermos al Castillo de La Mota en San Sebastián. Córdova, ministro de la Guerra ordenó que los oficiales volvieran a sus casas. Hidalgo dimitió. El ejército se rompía en dos bandos en torno a artillería e infantería. Córdova quería hacer un tribunal de honor a Hidalgo, pero Ruiz Zorrilla se negó a ello y decidió trasladarle a Tarragona. Ruiz Zorrilla trataba de demostrar que la autoridad civil estaba por encima de los militares y no pudo encontrar peor ocasión para demostrarlo.
El Gobierno decidió rebajar las sanciones impuestas por Hidalgo a simples arrestos domiciliarios y enviar a Hidalgo a Cataluña. Los jefes y oficiales de artillería consideraron un insulto el traslado de Hidalgo, cuando pensaban que debía ser cesado, y dimitieron en bloque. El Rey no quería admitir la renuncia de todo el Cuerpo de Artillería pero Córdova dijo que sí, y llevó la cuestión al Congreso. Los republicanos, y Córdova con ellos, querían la disolución del cuerpo de Artillería, que se había declarado partidario de Amadeo, y el Gobierno disolvió el Cuerpo de Artillería el 7 de febrero de 1873.
La disolución del Cuerpo de Artillería hecha por Ruiz Zorrilla fue un error político muy grueso. Se hacía por razón de insubordinación ante el Ministro. Y el Presidente Ruiz Zorrilla cometió la imprudencia de presentar el decreto de disolución a la firma del Rey. Si firmaba, se ponía en su contra a todo un ejército. Si no firmaba, se ponía en contra de la Constitución, de las leyes militares y del Gobierno de Ruiz Zorrilla. No es explicable cómo este político cayó en esta trampa, y se la tendió al Rey. No había salidas.
D. Manuel Ruiz Zorrilla, presidente del Gobierno.
La cúpula del poder militar le pidió al Rey un cambio de Gobierno para imponer un Gobierno moderado que pusiera orden en la política y en el mismo ejército. El generalato no estaba dispuesto a aceptar que se echase del ejército a los oficiales en masa y recurrió al Rey, como era costumbre.
Serrano, en el caso Hidalgo, defendía la postura de los artilleros y censuraba al general Córdova, Ministro de la Guerra, y al Presidente del Gobierno Ruiz Zorrilla. En conversación con los republicanos les dijo que admitiría la República pero no el desorden, en cuyo caso utilizaría el ejército contra ellos. Los republicanos no sabían qué postura tomar, pues los Voluntarios de la República, que eran violentos, eran su principal apoyo, y la abolición de quintas la principal bandera de enganche de los Voluntarios.
El Rey se vio pillado entre varios fuegos. No quería la eliminación de los oficiales de artillería por voluntad de un general, pues ello acabaría con el ejército, pero llamar a los moderados para echar a los radicales y formar un Gobierno que le permitiera aunar el ejército significaba la rebelión de los radicales y republicanos, que podría llegar a guerra civil. Y no hacer nada significaba la división del ejército.
Retrato de D. Fernando Fernández de Córdova, Ministro de la Guerra, publicado el 8 de noviembre de 1873 en La Ilustración Española y Americana.
El Consejo de Ministros de 8 de febrero de 1873 dividió el Cuerpo de Artillería en dos grupos, uno con los oficiales procedentes de la Academia Militar de Segovia y otro con todos los demás, a fin de incorporarlos a otras Armas del ejército. Todos amenazaban al Rey con la sublevación y exigían tomar unas medidas concretas que Amadeo no estaba dispuesto a tomar.
El 9 de febrero, Amadeo le comunicó a Ruiz Zorrilla su decisión de abdicar. Ese día, el Gobierno le presentó a la firma el decreto de disolución del Arma de Artillería. Amadeo firmó la disolución, y a continuación, su renuncia al trono. Nadie pidió al Rey que se quedara.
Decidieron al principio mantener en secreto la abdicación, por miedo a levantamientos inoportunos, pero Figueras preguntó a Ruiz Zorrilla si lo de la abdicación era verdad y Ruiz Zorrilla rompió el pacto de silencio el mismo día 10 de febrero. Ruiz Zorrilla volvió a ser imprudente y rompió el secreto. Enseguida llamaron a Serrano para que acudiera a Madrid y se hiciera cargo de la situación. Manuel Silvela redactó la declaración que Amadeo debía leer ante las Cortes.
El 10 de febrero, una multitud de republicanos de Madrid se presentó ante el Congreso de Diputados y exigió la República. Los líderes republicanos estaban fijando carteles y distribuyendo octavillas por Madrid pidiendo tranquilidad, pues veían que la situación se les iba de las manos a todos.
Multitud agolpada frente al Palacio de las Cortes, mientras se gestaba la proclamación de la República en el interior del edificio.
En la noche del 10 al 11 de febrero de 1873 había mucha tensión en Madrid. Se esperaba un golpe conservador violento y el general Serrano se había presentado en Madrid. Los republicanos temían las represalias.
Nicolás María Rivero, Presidente del Congreso de diputados, leyó en las Cortes el documento de renuncia al trono de Amadeo I el 11 de febrero de 1873. Senado y Congreso fueron reunidos por Rivero en Asamblea Nacional para que aceptasen la abdicación en cámara única. La reunión en cámara única era inconstitucional, pero no se veía mejor solución al problema. El Presidente del Senado, D. Laureano Figuerola Ballester, aceptó esta medida extraordinaria. La reunión conjunta se celebró a las 15:00 horas.
Los del Partido Radical no sabían qué hacer. Ellos habían generado la monarquía democrática de Amadeo I, y ellos mismos eran los que se proponían echarle. Pero no tenían motivos, sino circunstanciales, para hacerlo.
Proclamación de la Primera República en Las Cortes (Publicada por La Ilustración en 1873.)
La iniciativa pasó a Pi i Margall, el cual presentó un texto que decía: “La Asamblea Nacional reasume todos los poderes y declara como forma de Gobierno de la Nación la República”. Y los radicales votaron afirmativamente esta proposición. Los monárquicos estaban votando república y lo justificaban diciendo que había que salvar la democracia. Si la reunión de Congreso y Senado en Asamblea Nacional era anticonstitucional, la votación de un cambio en la Constitución, sin consulta al pueblo, también lo era. Lo legal era que las Cortes propusieran algo, se disolvieran al tiempo que convocaban elecciones, se constituyese un Gobierno Provisional que consultase al pueblo español. Pero en esos momentos, al igual que había ocurrido durante todo el siglo XIX, la legalidad importaba poco.
Para complicar más el tema, no se sabía qué se iba a votar, pues la propuesta de Pi i Margall era una generalidad que conducía a la indefinición más completa. No se sabía si se estaba votando república unitaria o federal. Y en caso de votarse república federal, no se había previsto qué tendrían en común los Estados federados y qué sería privativo de cada uno de ellos. Pi se había limitado a decir generalidades en tono solemne, a decir que federación era lo mismo que paz, y que esa paz incidiría primero en España, y luego en Europa entera. Y nadie percibió la irracionalidad de todo aquel discurso y aquella situación.
A renglón seguido, el 11 de febrero, el Congreso y el Senado declararon la República por 258 votos a favor y 32 en contra. Era un tanto sorprendente pues los del Partido Radical, que eran monárquicos, tenían mayoría en ambas cámaras. Nicolás María Rivero llevó a Palacio la resolución de las Cortes.
Proclamación de la República en las calles de Madrid la noche del 11 de febrero de 1873. Dibujo de Vierge publicado en Le Monde Illustré.
Castelar escribió un artículo irónico agradeciendo al Rey los servicios prestados.
La Flaca, un periódico satírico, recordaba que Estados Unidos y Suiza habían tardado años en declararse repúblicas, mientras España lo había hecho en pocos minutos. E incidía en el hecho de que los monárquicos hubieran votado república. Y comentaba que un asunto tan complejo como organizar los poderes del Estado y los de los Estados Federales, había sido liquidado en unos minutos. Una revista cómica analizaba con mayor rigor la realidad que el Congreso y el Senado reunidos.
Se declaró Asamblea Nacional y fue elegido Presidente de la misma, Cristino Martos por 222 votos. Nicolás María Rivero había intentado poner orden y casi nadie le votó. Y luego, Estanislao Figueras fue elegido como Presidente del Poder Ejecutivo por 244 votos. Y el resto de los Ministerios fue repartido por votación, resultando elegidos cuatro republicanos y cinco del Partido Radical, monárquicos.
La sesión se levantó a las 02:00 horas del día 12 de febrero, tras 11 horas de comentarios y votaciones.

Amadeo salió el día 12 de febrero hacía Lisboa en tren. Allí le recogió la fragata “Roma” y le llevó a Italia.
Alegoría de La Niña Bonita sobre la Primera República Española, publicada por La Flaca, revista humorística y liberal del siglo XIX. Autor Tomás Padró.
El 11 de febrero de 1873 empezó la Primera República. Figueras supo que los republicanos intransigentes, sus propios partidarios, estaban preparando nuevos golpes de Estado para instaurar la República Cantonalista

Proclamada la República se formó el primer Gobierno Republicano encabezado por D. Estanislao Figueras. Este gobierno comenzó el 12 de febrero de 1873 y terminó el 11 de junio de ese mismo año de 1873. Cuatro meses de gobierno republicano que defraudaron las esperanzas puestas en el nuevo sistema político.

El primer “Presidente del Poder Ejecutivo” fue Estanislao Figueras Moragas con un Gobierno de coalición de republicanos, radicales y progresistas, y manteniendo en vigor la Constitución de 1869. Decidieron que no habría Presidentes de la República hasta que fuera aprobada la Constitución republicana, y ello no ocurrió nunca. Y los Presidentes del Gobierno decidieron tomar una denominación que les parecía más democrática.
D. Estanislao Figueras y Moragas fue el primer presidente de la Primera República Española, entre febrero y junio de 1873.

Recordemos que:

El Partido Constitucional de tiempos de Amadeo estaba presidido por Práxedes Mateo Sagasta y reunía a los “moderados” del momento: unionistas, progresistas moderados y demócratas moderados.

Y el Partido Radical de tiempos de Amadeo estaba presidido por Manuel Ruiz Zorrilla y reunía a los “progresistas” del momento: progresistas de izquierda y demócratas de izquierda. A su vez, el grupo de Ruiz Zorrilla estaba dividido en una facción más a la derecha, liderada por Servando Ruiz y por Eduardo Gasset, y una facción más a la izquierda liderada por Cristino Martos Balbi y Nicolás María Rivero.

Era el grupo de más a la izquierda del Partido Radical el que apoyaba a Figueras, además de la minoría republicana y demócrata. El apoyo era pues minoritario.

Gobierno de Estanislao Figueras Moragas quedó así constituido y duró desde el 11 de febrero de 1873 al 10 de junio 1873:

Presidente del Poder Ejecutivo, Estanislao Figueras Moragas. Partido Republicano Democrático Federal. / 10 marzo 1873 Francisco Pi i Margall, interino / 25 marzo, Estanislao Figueras Moragas / 21 abril: Francisco Pi i Margall, interino / 28 abril, Estanislao Figueras Moragas.

Estado, Emilio Castelar Ripoll. Republicano Unitario.

Gracia y Justicia, Nicolás Salmerón Alonso. Partido Republicano Democrático Federal.

Gobernación, Francisco Pi i Margall, Partido Republicano Democrático Federal.

Hacienda, José Echegaray Eizaguirre, liberal radical / 24 febrero 1873: Juan Tutau Verges, Partido Republicano Democrático Federal.

Guerra, Fernando Fernández de Córdova Valcárcel, II marqués de Mendogorría, Militar, liberal radical /24 de febrero 1873: Domingo Moriones Murillo marqués de Oroquita, interino (estuvo menos de 24 horas) / 24 de febrero 1873: Juan Acosta Muñoz. Militar, Republicano Unitario /30 abril 1873: Ramón Nouvilas Rafols, del Partido Republicano Democrático Federal, como titular, pero en realidad ejercía Fernando Pierrad Alcedar, interino /7 junio 1873: Estanislao Figueras Moragas, interino.

Marina, José María Beránger Ruiz de Apodaca. Partido Radical. /24 febrero: Jacobo Oreyro Villavicencio, Partido Radical.

Fomento, Manuel Becerra Bermúdez, del Partido Radical. /24 febrero de 1873: Eduardo Chao Fernández, del Partido Republicano Democrático Federal.

Ultramar, Francisco Salmerón Alonso, del Partido Republicano Democrático Federal / 24 febrero 1873: José Cristóbal Sorní Grau, del Partido Republicano Democrático Federal.

Como se puede comprobar la sucesión de cargos en los distintos ministerios fue bastante frecuente, lo cual fue una muestra más de la inestabilidad del gobierno. 

Se trataba de una nueva generación de políticos nacidos entre 1813 y 1838, en la llamada periferia peninsular: José Cristóbal Sorní nació en 1813 en Valencia; Figueras nació en 1819 en Barcelona; Manuel Becerra nació en 1820 en Lugo y fue educado en Madrid (es la excepción); Eduardo Chao nació en 1822 en Asturias y fue educado en Santiago de Compostela; Francisco Salmerón Alonso nació en 1822 en Madrid, de padres almerienses, circunstancialmente y por motivos políticos huidos a Madrid; Pi y Margall nació en 1824 en Barcelona; Castelar nació en 1832 en Cádiz, de padres de Elda (Alicante); José Echegaray nació en 1832 en Madrid, y había sido educado en Murcia; Nicolás Salmerón, hermano de Francisco, nació en 1838 en Alhama (Almería). 
D. Nicolás Salmerón Alonso Ministro de Gracia y Justicia.

En este Gobierno eran republicanos federales Figueras en Presidencia, Pi i Margall en Gobernación, y Nicolás Salmerón en Gracia y Justicia. Era republicano unitario, Emilio Castelar en Estado. Eran del Partido Radical, o liberales radicales, Echegaray en Hacienda, Córdova en Guerra, Beránger en Marina y Becerra en Fomento; era progresista Francisco Salmerón ministro de Ultramar. De ocho ministros, cuatro eran republicanos, y cuatro radicales, que admitían la República en el momento adecuado para España, pero también podían admitir la monarquía si ello parecía lo adecuado.

Figueras, Castelar, Pi y Salmerón eran nombres nuevos en el Ministerio, pero Echegaray, Becerra y Fernández de Córdoba eran ministros de Gobiernos anteriores. Incluso Francisco Salmerón era netamente monárquico. El equipo de gobierno no era por tanto demasiado “nuevo”.

La misma composición del Gobierno daba a entender la realidad política del momento: los diputados conservadores pensaban que la República era una situación transitoria hasta poner una nueva monarquía o una república unitaria liberal. En la situación real de la España de entonces, opinaban que sería clave quién fuera Jefe de Gobierno cuando se convocasen y celebrasen elecciones constituyentes. En ello iban a estar tanto los radicales como los republicanos. Las elecciones dirían realmente qué sistema político se impondría en España.

Los del Partido Radical, que habían votado contra Amadeo, se sabían mayoría en ambas cámaras, y forzaron un Gobierno de coalición, aunque la Presidencia se la concedían a Figueras, al cual le exigieron el compromiso de respetar la Constitución de 1869, salvo en lo tocante a la monarquía. El experimento duró 13 días.


Los objetivos inmediatos que se propuso el Gobierno de Figueras fueron disolver las Cortes, convocar elecciones a una Asamblea Nacional Constituyente, y proclamar después la República, unitaria o federal, si era oportuno. Eran objetivos no compatibles con las ideas republicanas de los intransigentes: la República Federal inmediatamente.

El Gobierno de la República ignoraba conscientemente la Guerra de Cuba, declarada en 1868, y la Guerra Carlista, declarada en 1872. También querían ignorar que el Estado español debía 546 millones de pesetas y que en las arcas sólo había 32 millones. Querían ignorar que el Cuerpo de Artillería había sido disuelto por Amadeo, aunque fuera a su pesar, el día que se marchó de España, y ello tenía disgustado a todo el ejército. Se querían dedicar al aspecto meramente político, olvidando los verdaderos problemas del país.

Creían los republicanos que, con el simple hecho de instaurarse un Gobierno republicano, que se declarase amigo del pueblo, los demás problemas se arreglarían por sí mismos.
D.Cristino Martos Balbi, del Partido liberal radical, y por tanto de pasado monárquico, era Presidente de la Asamblea Nacional (Cortes)

Cristino Martos Balbi, del Partido liberal radical, y por tanto de pasado monárquico, era Presidente de la Asamblea Nacional (Cortes). La Asamblea Nacional tomó medidas de tipo “político” que no eran las más urgentes para la sostenibilidad del sistema político: aprobó una amnistía para los delitos políticos; aprobó la igualdad de todos los españoles ante el servicio militar, es decir, la abolición de la redención de quintas por dinero; y el 22 de marzo de 1873 abolió la esclavitud. Eran medidas largamente perseguidas por los progresistas más avanzados, y que se consolidaban en este momento de inicio de la República, como cumplimiento a una obligación moral de varias décadas.

Los republicanos federales intransigentes, temiendo una continuidad de las viejas políticas, nada más iniciarse la república el 11 de febrero reaccionaron tomando la iniciativa. Las provincias se organizaron en Juntas Provinciales Revolucionarias. Las Juntas revolucionarias iban sobre los Ayuntamientos monárquicos, los tomaban, y proclamaban en ellos la República Federal. Si el Estado quería continuar existiendo, ese movimiento cantonal debía ser dominado por el Estado, pues no se podía tolerar que las Juntas Provinciales destituyeran a los regidores de los Ayuntamientos no republicanos, y que provocasen disturbios continuamente a fin de preparar el éxito republicano. Pero los “republicanos benévolos” del Gobierno, los de Madrid, la facción derecha del Partido Republicano Democrático Federal, fueron tolerantes para con sus colegas intransigentes.
D. Francisco Pi y Margall, ministro de Gobernación.

El Ministro de Gobernación, Pi i Margall, se resistió a proclamar la república federal que le pedían las Juntas, y al contrario, disolvió las Juntas y repuso a los Ayuntamientos legales que éstas habían depuesto. Manifestó que respetaría el acuerdo por el cual las siguientes elecciones indicarían cómo iba a ser la República, si unitaria o federal. Defendió que la legalidad constitucional estaba por encima de la revolución, porque una Constitución definiría las atribuciones del poder central.

En ese punto, los liberales radicales y constitucionales no pudieron estar de acuerdo con su propio Gobierno de coalición republicano-radical-progresista. La crisis era evidente. Los liberales radicales querían república unitaria y democrática, o monarquía en su defecto. Los republicanos querían república federal con muchas variantes: como mínimo, república unitaria, federalismo republicano de Pi, y República cantonalista. Algunas minorías querían república socialista en una de sus dos vertientes, marxista o bakuninista.

El 12 de febrero de 1873, primer día del Gobierno Figueras, los “republicanos federales” más de izquierda, o más intransigentes, constituyeron la Junta de Gobierno de Montilla (Córdoba), asaltaron la casa del alcalde de la ciudad, prendieron fuego al Registro de la ciudad, y cometieron varios robos y asesinatos, iniciando un movimiento populista al que identificaban con republicanismo. Pero populismo y republicanismo no eran cosas iguales y ni siquiera similares. Pi, el tenido como líder por esos republicanos, les comunicó a los republicanos federales de Montilla que abandonaran esa postura, pero no logró parar la efervescencia de un movimiento populista que, según los casos, era federalista, cantonalista, socialista o anarquista, y que Pi no había calculado ni concebía, y que tenía sus referencias en la Comuna de París de 1871. Pi debiera haber aprendido de esta experiencia francesa, pero se negó a rectificar sus ideas ante la experiencia ajena. Ni siquiera aprendió de la experiencia de Montilla.
El 13 de febrero hubo una manifestación obrera en Barcelona pidiendo jornada de 10 horas y salario proporcional al trabajo realizado. Aquello era una revolución de tipo socialista, poco compatible con la revolución federalista de Montilla, y menos con la República presidida por Figueras.
También hubo ese día, 13 de febrero, insubordinación del ejército, y esta insubordinación militar se toma en muchos tratados como el principio del movimiento cantonal.
El 16 de febrero de 1873 se inició la revolución libertaria en Sanlúcar de Barrameda. El médico de la población, Antonio González Peña, destituyó al alcalde y se constituyó en Presidente de un Comité Revolucionario, apoyado por 39 hombres armados cuyo jefe era Eduardo Franco. Destituyó al Alcalde José María Ontoria y a toda la Corporación Municipal, encarceló a los policías del antiguo Ayuntamiento y quemó los registros notariales. Evidentemente no calculaba bien en qué berenjenal se metía. Solicitó del Gobernador de Cádiz armas para mil hombres y las pagas correspondientes. Y quiso explicar a los jornaleros del campo que los gastos en el laboreo de las viñas no podían exceder de los ingresos habidos por ellas, lo cual disgustó lógicamente a los jornaleros, que querían sus jornales a toda costa, se pudiese o no. Como revolucionario moderado, se incautó del Colegio de los Escolapios, derribó dos conventos, readaptó iglesias para convertirlas en escuelas y cuarteles, y municipalizó el cementerio local. La situación evolucionó de manera violenta e irracional: el 9 de junio de 1873, los jornaleros pidieron a su alcalde ayudas materiales, pues los hacendados no les daban jornales. 
Telegrama de la Junta revolucionaria de Sanlucar a la Junta revolucionaria de Madrid y a todas las de la nación.
El alcalde le comunicó al juez Tomás Solanich Fuster la situación de conflicto, y el juez ordenó cerrar el local de los jornaleros. El 11 de junio los jornaleros empezaron su radicalización: declararon burgués al Gobierno de España, declararon burgués al alcalde Antonio González Peña, y además le acusaban de atropellar los derechos de los obreros, y declararon la guerra “entre los pobres y los ricos, entre los señores y los esclavos, entre los opresores y los oprimidos”. El 14 de junio, un nuevo manifiesto obrero declaró que la única propiedad admisible era la propiedad colectiva, y afirmó que repartiendo las viñas entre todos las jornadas de 15 horas se reducirían a 5 horas diarias, y que la religión, el capitalismo y la política burguesa eran los enemigos del pueblo. El 26 de junio, Antonio Cuevas Jurado se hizo cargo de la alcaldía en calidad de Presidente del Comité Republicano Federal y Social. Comenzaba una época comunista libertaria: El 29 de junio, se suprimió el cabildo eclesiástico y se pusieron en subasta sus bienes; se decidió instalar tres escuelas de adultos en tres iglesias; se fundieron tres conventos en uno y se liberaron los dos edificios restantes; se decidió repartir desayuno gratis pagado por el Ayuntamiento. El 30 de junio llegaron dos delegados provinciales republicanos, los diputados Pedro Bohórquez y Eduardo Gutiérrez Enríquez, y nombraron Ayuntamiento Provisional, del que resultó alcalde el mismo Antonio Cuevas Jurado. 
El nuevo alcalde aceptó peticiones de los vecinos y éstos expusieron que los propietarios de las viñas debían presentar sus títulos de propiedad y que se confiscaran los bienes de aquellos que no se presentasen en el pueblo en los tres días siguientes. Entre los propietarios estaban Antonio de Orleans duque de Montpensier y el Duque de Medinasidonia. También pidieron la incautación de los bienes de la Iglesia y solicitar 25.000 duros para armarse. En ese momento, los vecinos juiciosos, y algunos cargos municipales empezaron a abandonar el pueblo, y acertaron en su pronóstico pues empezaron las barbaries: las iglesias fueron destrozadas en cuanto a mobiliario e imágenes, y el Colegio de los Escolapios fue arrasado. Lo interesante es la razón que dieron para ello: que el donante lo había cedido como colegio de segunda enseñanza para la ciudad, y los curas se habían apropiado del colegio y lo habían convertido en seminario diocesano. Y también dijeron que los Padres Escolapios daban dinero a los carlistas, dinero que era del pueblo de Sanlúcar. El 6 de julio se puso fin a los desmanes y se decidió devolver lo incautado y reparar lo destrozado. El 7 de julio, Antonio Cuevas Jurado adquirió en Cádiz armas al capitán inglés Albert Gybbon Ypillsbury, mil carabinas, sables y bayonetas y 50.000 cartuchos, a cambio de 50.000 pesetas. La revolución del pequeño pueblo de Sanlúcar de Barrameda se hacía peligrosa. Y el 15 de julio, la revolución llegó a su punto culminante con una rebelión de los más intransigentes, que pidieron el exterminio físico de los capitalistas y declararon demasiado moderado a Antonio Cuevas. Fracasaron, pero el aviso estaba ya dado. Y el 19 de julio de 1873, el Gobierno de España decidió acabar con la revolución sanluqueña: el brigadier José Soria Santa Cruz tomó el pueblo, nombró alcalde a Joaquín Leonar Trapero, recogió las armas de fuego, despidió a los Voluntarios de la República radicalizados y reclutó otros nuevos, devolvió sus bienes a la Iglesia, prohibió los desórdenes públicos, detuvo a Antonio Cuevas y a unos 200 revolucionarios más, los cuales fueron encarcelados o enviados a Ceuta, a astilleros de La Carraca, o a Filipinas. Gran parte de ellos salieron en el indulto de 1877.
El 9 de marzo, algunos catalanes intentaron imponer el Estado catalán y fallaron.
D. Juan Nepomuceno de Orbe y Mariaca, IV marqués de Valdespina.
El 11 de febrero de 1873 empezó la Primera República. Para los carlistas, era el momento de jugarse el todo por el todo. Cinco días después iniciaban la guerra masivamente, si bien ya venían en ello desde tiempo atrás.
Los carlistas vascos se animaron otra vez cuando Juan Nepomuceno de Orbe y Mariaca IV marqués de Valdespina les apoyó en Vizcaya y, el 17 de febrero de 1873, mandaron a esa zona como jefe militar a Antonio Dorregaray, un coronel del ejército isabelino pasado a los carlistas. Creyeron que la suerte les había sonreido al dimitir Amadeo el 11 de febrero de 1873, y consideraron que tenían una oportunidad frente a la República.
La abolición de las quintas y el establecimiento de los Voluntarios de la Libertad hecho por la Primera República, se manifestaron como decisiones estúpidas frente a la sublevación carlista, que de no ser por la Restauración de 1874 y la división interna "cantonalista" carlista, hubiera tenido muchas oportunidades de triunfo frente a la inoperancia de un voluntarismo en materia militar. Los Voluntarios de la República decidían no luchar cada vez que no se les pagaba, y esa actitud representa un fracaso militar total en periodo de guerra.
El 17 de febrero de 1873, Dorregaray entró en España por Dancharinea y en ese momento y lugar empezó la guerra formal, la Tercera Guerra Carlista. Lo anterior habían sido acciones guerrilleras o bandolerismo, según el punto de vista del hablante.
En la primavera lograron su primera victoria: Teodoro Rada, alias Radica, y Antonio Lizárraga eran sus hombres de confianza. El 6 de mayo vencieron en Eraul a soldados españoles y les quitaron una pieza de artillería. Dorregaray fue premiado con el título de Marqués de Eraul. Pocos días después vencieron en Udave.
Los generales Nouvilas y Pavía, del ejército de Amadeo de Saboya, estaban desconcertados. No entendían cómo un ejército de voluntarios, sin apenas entrenamiento, y sin artillería, les estaba batiendo.
Durante la República de 1873, las violencias cantonalistas hicieron que muchas familias españolas prestaran sus hijos a la causa carlista, pues consideraban que los políticos republicanos les estaban engañando y estaban generando la violencia gratuitamente. Carlos VII también buscó en los hacendados cubanos un empréstito de cuatro millones de reales a cambio de la promesa de que no habría redención de esclavos.
El marqués de Valde-Espina (número 81) sentado a la izquierda de Carlos VII en la Junta de Vevey en Suiza en el año 1870.
El 16 de julio de 1873, el entusiasmo carlista era tan grande, que Carlos VII decidió volver a España. Entró en Zugarramurdi. Era sorprendente que 12.000 soldados carlistas estuvieran batiendo y tuvieran acobardado a todo un ejército numeroso y mejor armado que ellos, a unos 80.000 hombres, sin contar los paramilitares. Pero los republicanos estaban entretenidos en hacer sus diferentes modelos de república y luchar entre ellos, y no les quedaban medios para combatir al carlismo.
El 16 de julio de 1873, día anterior a la proclamación de la Constitución Federal, José Caixal Estradé obispo de Seo de Urgel, copríncipe de Andorra, ungió como Rey de España a Carlos VII, al estilo medieval, en el santuario de Loyola. Carlos VII se instaló en Estella, la ciudad por antonomasia del carlismo.
Carlos VII pintado por Carlos Vázquez.
Los carlistas se dividieron en "activistas" y "legalistas". Los primeros querían el levantamiento a toda costa. Los segundos querían que la causa carlista triunfase por acatamiento de todos los españoles y sin necesidad de otra guerra civil. Como la mayoría de las masas conservadoras católicas españolas era alfonsina, los legalistas no tenían nada que hacer.
Carlos VII, reunió a sus generales en Echauri para hacer balance de lo ocurrido y elaborar unos planes de guerra. Propuso una marcha sobre Madrid, pero sus generales lo consideraron un suicidio.
Carlos VII fue entonces a Guernica y juró los fueros de Vizcaya. Luego se dirigió a Navarra a comienzos de agosto de 1873.
Pero los carlistas tenían perdida la guerra, porque la opinión pública estaba cambiando en su contra: algunos alfonsinos visitaron a Cabrera en Londres en 1873, entre ellos, José Ignacio Escobar, director de La Época. Y Cabrera les comentó que había que fusilar a muchos curas y a todos los neocatólicos.
D. José Ignacio Escobar, director de La Época.
Por su parte, el problema de los “activistas” era que Cabrera no veía factible una sublevación y menos una guerra civil, y el viejo líder llegó a ponerse en contra de los activistas. No obstante, los activistas iniciaron su guerra.
En el ejército español, un ejército forzado a ir a la guerra, la mayor parte del ejército del norte desertó, como ya dijimos que también lo hicieron en el sur los acosados por el cantonalismo. Los carlistas aprovecharon para ocupar el País Vasco y Navarra, excepto las ciudades, y allí organizaron un Gobierno con sus sellos de correos, periódico, telégrafo, recaudación de tributos y una fábrica de armas en Éibar. Dominaban a fines de 1873 toda Vizcaya menos Bilbao, toda Guipúzcoa menos San Sebastián, la Rioja alavesa, y casi toda Navarra.
Su gran debilidad era que carecían de artillería y de caballería. Su punto fuerte fue que consiguieron la solidaridad de Cataluña, Valencia y Aragón. Su derrota final consistió en que cada grupo carlista sintió la llamada "cantonalista" de defender su tierra y desertar en cuanto se les sacaba de la misma, con lo cual no había un carlismo, sino docenas de ellos independientes los unos de los otros.
El general carlista Antonio Lizárraga Esquiroz.
El general carlista Antonio Lizárraga Esquiroz tomó Elgóibar, Mondragón, Vergara, Oñate, Azcoitia, Azpeitia, Deva, y Motrico durante la primera quincena de agosto de 1873. Fue luego sobre Éibar y Placencia, las fábricas de armas del ejército español. Y el 18 de agosto Eustaquio Díaz de Rada inició su ataque a Estella, ciudad emblemática del carlismo. Los defensores, 475 soldados dirigidos por el Coronel Sanz, se hicieron fuertes en el convento de San Francisco. Se rindieron el 24 de agosto. En Estella se estableció el cuartel general carlista.
Llegó desde Zaragoza el general gubernamental Santa Pau, pero el carlista Dicastillo le salió al paso e impidió su llegada a Estella.
A finales de agosto, los carlistas tomaron Viana. También Nicolás Ollo tomó Sangüesa en Navarra y Lumbier en Navarra, abriendo el camino hacía Aragón.
Los carlistas estaban preparados a finales de agosto de 1873 para tomar alguna ciudad importante, que podía ser Logroño por su posición estratégica.
El 13 de septiembre de 1873, el general Domingo Moriones fue designado por el Gobierno republicano General en Jefe del Ejército del Norte. Sustituía a Sánchez Bregua, el cual había demostrado su incapacidad para abordar la lucha.
El general Domingo Moriones y Murillo.
El 21 de septiembre de 1973, Moriones salió de Vitoria con 12.000 hombres y se dirigió a Navarra. Su objetivo era recuperar Estella. Hubo escaramuzas en Puente de la Reina, y en la ermita de Santa Bárbara de Mañeru el 6 de octubre. Ambos bandos tuvieron muchas bajas. Moriones se dio un tiempo para recomponer su ejército, y en noviembre atacó Montejurra, al sur de Estella. En este punto le esperaron los carlistas Dorregaray, Valdespina, Larramundi, Velasco, Ollo, Mendiri y otros jefes carlistas, es decir, todo el carlismo en pie de guerra. También acudió al lugar Carlos VII, el cual contempló la batalla desde lejos. Moriones preparó la ofensiva tomando posiciones en Luquín, Urbiola, Barbarín, asegurando el camino hacia Logroño, y el día 8 de noviembre Moriones lanzó el ataque general. El 9 de noviembre, los carlistas contraatacaron. Moriones se retiró a Los Arcos, a mitad de camino entre Estella y Logroño.
Los carlistas vendieron la noticia como una gran victoria carlista, pero lo único que había pasado es que Moriones había fallado en su asalto a Montejurra y en su amenaza consiguiente sobre Estella.
Moriones se lo pensó mejor, y se fue a Azpeitia (Guipúzcoa) para destruir la fábrica de armas de la que se estaban abasteciendo los carlistas. Le siguieron las bandas carlistas y enseguida Lizárraga se lanzó contra las fuerzas de Moriones. El carlista Velasco atacó viniendo desde Vizcaya, lo que obligó a Moriones a retroceder sobre San Sebastián buscando cobijo. Allí, embarcó a sus hombres y se fue a Zarauz, intentando sorprender Azpeitia desde el norte, pero no hubo sorpresa, y Moriones volvió a embarcar y se retiró a Santander, un puerto seguro.
A fines de noviembre, los carlistas tomaron Laguardia en Álava. Se sentían tan fuertes que pensaron en la toma de Bilbao, lo que significaría el dominio de la industria del acero y un gran puerto con comunicaciones internacionales.
Desde julio de 1873, venían atacando todos los caminos alrededor de Bilbao. Y el 30 de julio atacaron Portugalete, la entrada de la ría, pero fracasaron.
En diciembre de 1873, los carlistas dominaban casi toda Vizcaya, excepto Bilbao, Portugalete, Luchana y El Desierto (Baracaldo). Para ahogar a Bilbao, los carlistas cortaron la ría con cables y cadenas, lo cual se tiene por el inicio del sitio de Bilbao.
A fines de 1873, el carlismo tuvo algunos triunfos y en 1874 otros más, y entonces Isabel II, que estaba perdiendo su prestigio, se repensó las propuestas que los carlistas le habían hecho en 1868 y 1871, y a fines de 1874 ofreció al Papa declararse carlista, pero el Papa ya sabía por entonces que Cánovas estaba preparando el reinado de Alfonso de Borbón, Alfonso XII, y no quiso pronunciarse sobre lo que proponía Isabel II.
D. Antonio Cánovas del Castillo.
En Cataluña, la guerra carlista fue siempre de menor intensidad y es posible que ni siquiera pueda ser denominada guerra en términos estrictos. Nunca hubo un ejército organizado, sino sólo partidas de guerrilleros carlistas, bandoleros para los gubernamentales. Trataba de coordinar a los carlistas catalanes Alfonso Carlos, el hermano de Carlos VII, pero nunca lo logró. Actuaban Savalls, Castell, Tristany, Auguet, Francesch, Galcerán y Miret, por su cuenta o coordinándose puntualmente algunos de ellos.
La guerra empezó para ellos en abril de 1872, cuando hubo un intento de levantamiento en Gracia (pueblo cercano a Barcelona, y hoy un barrio de la ciudad). Lo protagonizaba Juan Castell al mando de 60 hombres. Recorrieron casi toda la provincia de Barcelona sin problemas mayores, pero no consiguieron nada.
El primer jefe del intento de coordinación carlista fue Rafael Tristany. El conjunto de todas las partidas carlistas catalanas ascendería a 1.000 hombres. Y sólo dominaban el norte de Gerona.
En Tarragona el líder carlista era Juan Francesch, el cual fue capaz de tomar Reus.
El guerrillero con más formación militar era Francisco Savalls, un militar de cierto prestigio, pero que no logró la coordinación de las guerrillas. Segarra se quejaba de la falta de coordinación entre los carlistas catalanes.
En diciembre de 1872, el Jefe de Estado Mayor carlista en Cataluña, Ruiz de Larramendi, se reunió en Perpignán con Alfonso Carlos para hablar de la coordinación de fuerzas. No consiguieron nada.
A principios de 1873, Alfonso Carlos y su mujer, María de las Nieves de Braganza, entraron en España. María de las Nieves era activa, y alguna vez se presentó en el frente y organizó el cuidado de los heridos.
En Sallent, los infantes carlistas estuvieron a punto de ser capturados por los liberales.
La coordinación debía venir de tener un territorio para defender, en vez de estar vagando por los montes. Decidieron tomar Ripoll, un pueblo de Gerona cercano a la frontera francesa. 
General Arsenio Martínez Campos.

Martínez Campos acudió desde Olot, pero no logró desplazar a los guerrilleros carlistas de la población. Es más, los carlistas, el 27 de marzo, ocuparon Berga, provincia de Barcelona, pero muy cercano a Ripoll y también en los Pirineos. Savalls atacó San Quirce de Basora, al sur de Ripoll y también provincia de Barcelona, y venció al general Cabrinety que murió en Alpens. Savalls se quedó con los caballos, armas y cañones de Cabrinety y resultó mucho más fuerte que antes. Incluso se atrevió a tomar, en 19 de julio de 1873, Igualada, una ciudad al oeste de Barcelona, en posición central respecto a Cataluña, y protegida por las montañas de Montserrat y La Segarra. Tristany tomó Vic, avanzando hacia el sur desde Ripoll. Vic era una ciudad episcopal, estaba bien fortificada por los liberales, y su pérdida fue una derrota de consideración. Vic se convirtió en centro de operaciones carlista hacia Manresa (Barcelona), y Olot (los Pirineos de Gerona). Incluso El Vendrell en Tarragona se alzó por los carlistas.
Conseguido el objetivo de poseer un territorio, el siguiente paso era tener un ejército que pudiera coordinarse con otro en Aragón y con el del País Vasco y Navarra, e incluso con otros posibles en Castellón y Castilla la Vieja. Esa era la idea de Alfonso Carlos. Sobre estos supuestos, concedió el mando del ejército catalán a Rafael Tristany y organizó las cuatro provincias catalanas en dos divisiones militares, la primera de ellas sería gestionada por Savalls, y la segunda por Francisco Tristany, hermano de Rafael. En cuanto a los 8.000 hombres que calculaba que tenían, los organizó en cuatro brigadas y 21 batallones.
Todo ello era más teoría que realidad. Alfonso Carlos se fue a Flix (Tarragona) y pasó al Maestrazgo en donde contactó con Pascual Cucala, al cual le ordenó unir las fuerzas carlistas de Aragón y tomar Teruel. La acción fue un fracaso completo. Entonces, tomó las pocas fuerzas que tenía en Aragón y fue sobre Cuenca, donde los liberales no esperaban el ataque carlista, y saqueó e incendió la ciudad. Ello le sirvió para vender que había tenido una victoria, pero no había sido más que un acto de pillaje.
Más efectivo fue Tristany, el cual tomó Seo de Urgel (el Pirineo de Lérida). Lo hizo el 16 de agosto de 1873 con sólo 200 hombres, porque los liberales tampoco creían que esa ciudad fuera atacada. Estaban tan desprevenidos, que la guarnición se había ido ese día a las fiestas de un pueblo cercano, Castellciudad.
La República es solicitada a su derecha por un burgués, que quiere que sea una república unitaria, y a su izquierda por un obrero que desea una república federal. Publicada en la revista La Flaca.
La falta de definición de un programa republicano condujo a que los radicales de ideas republicanas intentaran imponer su programa, pues eran mayoría en la Asamblea Nacional, mientras los republicanos querían imponer los suyos, que tampoco sabían si eran unitarios, federales, o más o menos socialistas. Fue el primer golpe de Cristino Martos.
Cristino Martos pretendía poner a Serrano en la Presidencia del Poder Ejecutivo. El golpe lo apoyaba el general Moriones y algunos batallones de milicianos.
El 23 de febrero de 1873, el liberal radical de izquierdas Cristino Martos Balbi, Presidente de la Asamblea Nacional, intentó derrocar al Gobierno republicano de Figueras, con intención de implantar una República conservadora. Unos Guardias Civiles ocuparon el Ministerio de Gobernación y el de Hacienda y la Milicia Monárquica ocupó los alrededores del Congreso.
Se dice que apoyaban el golpe los generales Francisco Serrano, Moriones y Juan Bautista Topete, y lo dirigía Nicolás María Rivero. 
 
Retrato de D. Blas de Villate, conde de Valmaseda, publicado en la Ilustración Española y Americana el 15 de enero de 1882.

Pero el militar del momento, con popularidad dentro del ejército, era Blas de Villate conde de Valmaseda, cuyo “grupo de Valmaseda” forjado en Cuba, tenía un gran prestigio entre los militares. En este grupo, estarían el general Soria Santa Cruz, Antonio María Fabié Escudero (canovista alfonsino), los hermanos Riquelme, Fernando O`Lawlor Caballero, Olaiz, Ortiz Ustariz, Antonio Uribarren, Fructuoso de Miguel. Trataban de imponer la República Liberal Radical, una república unitaria de soberanía única, liberal y progresista radical.
El Ministro de Gobernación, Pi y Margall, reaccionó al momento. Convocó a los batallones de Voluntarios de la República, y éstos ganaron la calle organizados por el general Nouvilas. Los golpistas no llegaron a acuerdos sobre el objetivo final, monárquico o republicano unitario, y como tampoco lograron la colaboración de Cánovas, abandonaron. Tampoco se habían delatado, y simplemente dejaban el golpe para otro momento más oportuno.
La coalición de republicanos y radicales había durado 13 días. Los Ministros de Hacienda, Guerra, Marina y Fomento, del Partido Radical, fueron cesados, y se daba paso al nuevo Gobierno de Figueras.
Jornada del 24 de febrero en el Congreso de los Diputados . Publicada en Le Monde Illustré.
Gracias a la pronta reacción de Pi y Margall, Figueras se impuso al golpe, y el 24 de febrero constituyó un Gobierno nuevo enteramente republicano federal, pero opuesto a los republicanos intransigentes. Quedaba abierta una brecha entre un Gobierno republicano federal y una Asamblea Nacional de diputados donde triunfaban otros tipos de república, e incluso la monarquía. Los temas políticos evolucionaban demasiado rápido, al estilo revolucionario, y no de modo pausado y meditado.
Remodelación de Gobierno de 24 de febrero de 1873:
Guerra, Juan Acosta Muñoz, militar, republicano unitario.
Marina, Jacobo Oreyro de Villavicencio, militar, Partido Radical.
Hacienda, Juan Tutau Verges, Partido Republicano Democrático Federal.
Fomento, Eduardo Chao, Partido Republicano Democrático Federal.
Ultramar, José Cristóbal Sorní Grau, Partido Republicano Democrático Federal.

A partir de 24 de febrero de 1873 eran siete los ministros republicanos. En cuanto al origen y edad de los nuevos Ministros, eran del mismo grupo que sus compañeros de ministerio anteriores: Acosta Muñoz había nacido en 1819 en Totana (Murcia); Oreiro de Villavicencio había nacido en 1822 en Cádiz; Chao había nacido en Orense en 1822; Sorní había nacido en Valencia en 1813; y Juan Tutau había nacido en 1829 en Figueras (Gerona). El giro hacia el republicanismo federal era obvio.
Cristino Martos continuaba como Presidente de la Asamblea Nacional, pues nada se le había probado en su contra. El plan de Figueras era eliminar a esa Asamblea Nacional de mayoría monárquica, pero para ello debía convocar elecciones.
Pero los republicanos tomados como conjunto, perdían credibilidad, porque el Presidente Figueras no compartía los mismos principios que el Ministro de Gobernación, Pi, y ninguno de ellos compartía las ideas del Ministro de Estado, Castelar, y a su vez, ninguno de ellos compartía ideas con la masa de republicanos federales violentos de provincias. Los republicanos federales provincianos de Cataluña iniciaron su campaña de “tot o res” (todo o nada)
Inmediatamente, el Ministro de Gobernación, Pi, cometió una imprudencia política grave: propuso renovar todos los Ayuntamientos y Diputaciones de España por sufragio universal, sin haber dado todavía el modelo político general que quería para España, las competencias de cada ente político y las relaciones entre ellos. Era empezar la revolución desde abajo y tentar al populismo. Los del Partido Radical se opusieron a esa iniciativa, pero la mecha encendida ya estaba lanzada.
D. Estanislao Figueras y Moragas, primer Presidente de la Primera República.
El 4 de marzo, Figueras pidió la disolución de la Asamblea Nacional (Cortes), pues en ellas tenían mayoría los del Partido Radical. El 11 de marzo, la Asamblea Nacional (Cortes) aceptó autodisolverse y convocar elecciones para el 1 de junio. Se disolvió el 22 de marzo. Antes de disolverse, aprobó la abolición de la esclavitud en Puerto Rico.
Se nombró una Comisión Permanente con las misiones de fiscalizar al Gobierno y de convocar de nuevo a la Asamblea disuelta en caso de necesidad. Los radicales se adjudicaron 8 puestos de un total de 19 que tenía esa Comisión Permanente.
Todos sabían que la Comisión estaba dominada por los radicales, los cuales querían república unitaria conservadora, y sabían que el Gobierno estaba dominado por los republicanos demócratas y federales, que no sabían qué tipo de república querían, pues los había unitarios, federales, federales de espíritu unitario de Pi i Margall, y federales de independencia soberana de cada Estado.
En el mes de marzo se produjo el que podemos llamar el caos revolucionario de marzo de 1873.
El 2 de marzo de 1873 apareció en las calles de Alcoy una proclama pidiendo la revolución social universal, emancipación de todos los trabajadores, organización territorial con libre federación universal de las libres asociaciones “obreras, agrícolas e industriales” a fin de hacer desaparecer todo autoritarismo, y, por último, pedían la República. El origen de esta proclama era que en 24 de enero se había organizado en la ciudad una Comisión Federal que se decía republicana y anarquista o libertaria. Era la revolución anarquista internacional AIT, la cual era incompatible con la revolución federal y con la revolución socialista marxista, aunque todavía no eran conscientes de ello. La huelga obrera de Alcoy degeneró en motín y se asesinó al alcalde, un republicano federal. Después, los socialistas bakuninistas intentaron organizar piquetes que controlasen la huelga.
En los primeros días de marzo los campesinos andaluces reclamaban la tierra. En los pueblos de Andalucía la violencia amenazaba con hacer estallar algo muy grave. En Córdoba dirigían el movimiento cantonalista un estudiante de Derecho y un profesor de Derecho Canónico que se declaraba ateo. Tras organizar motines en Córdoba, el catedrático de Derecho se dirigió a Cartagena para organizar huelgas y motines. Cartagena era una ciudad ya de cierta importancia militar pues en ella había cuatro navíos de guerra con sus tripulaciones completas. En Jerez los campesinos protestaban contra el trabajo a destajo. En Montilla ardieron algunos cortijos.
Paulino Iglesias Posse fundador del PSOE.
En esos mismos días, tuvo lugar un hecho, considerado sin casi importancia por el momento, pero de trascendencia grande en lo sucesivo: En marzo de 1873 la Asociación General del Arte de Imprimir de Madrid propuso huelga y consiguió llevarla a cabo. Esta asociación minoritaria se había creado en 1871 y estaba pasando inadvertida. Paulino Iglesias Posse se fijó en ella y, con motivo de la huelga, dejó de considerarla burguesa, ingresó en ella en 4 de mayo de 1873 y lograría ser presidente de la misma en 10 de mayo de 1874, convirtiéndola en “sociedad de resistencia” o sindicato. Tenía unos 194 asociados, o sea, era minúscula. Era el inicio de lo que sería el Partido Socialista Obrero Español, PSOE. Pero faltaba mucho para que estos nuevos políticos tuvieran bases suficientes para sobrevivir: El 12 de abril de 1873 La Emancipación cerró por falta de dinero. La Nueva Federación Madrileña contaba con 12 federaciones: Madrid, Cádiz, Zaragoza, Vitoria, Toledo, Denia, Pont de Vilumara, Alcalá, Lérida, Gracia, Valencia y Játiva. El 25 de marzo de 1873 había celebrado en Toledo su único congreso, y perdió protagonismo el resto del periodo republicano. Simplemente, hacemos constar que la revolución marxista se sumaba al caos de revoluciones planteadas en 1873.
Volviendo a nuestro tema de las insurrecciones republicanas, en todos los casos, en Cataluña, Alicante, Murcia, Madrid y Andalucía, se trataba de movimientos dirigidos por minorías de activistas, aunque en algún momento lograran dominar todo un municipio. Algunas veces, se trataba de internacionalistas, que eran más bien anarquistas. En otras, de republicanos cantonalistas. El republicanismo venía así desacreditándose entre la mayoría de la población, lo cual explicará el alivio con que será acogida la restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII en diciembre de 1874.
El 8 de marzo de 1873, Figueras salió para Barcelona para intentar apaciguar la región, y Castelar disolvió las Órdenes Militares.
D. Emilio Castelar y Ripoll.
Los republicanos e internacionalistas catalanes proclamaron el 9 de marzo de 1873 el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. Este intento fue abortado por Pi, el cual fue a Barcelona a pedirles que esperasen a que las cosas se hicieran legalmente. La Diputación de Barcelona anunció que se constituía “el primero de los futuros Estados de España”. También podemos afirmar que Barcelona fue el primero de los cantones de España, si bien fallido desde el principio.
El desorden tomó cuerpo, y se hizo peligroso en el momento en que también se introdujo en el ejército: Aunque no hubo toma del poder por las masas, sí hubo, a partir de este momento, formación de muchos núcleos de "Voluntarios de la Libertad" y otros cuerpos francos espontáneos, cuya principal labor era invitar a los soldados a la deserción. Cuando lo lograban, los oficiales del ejército se encontraban sin apoyo de sus superiores para poner arreglo a este estado de cosas, y acababan por marcharse a sus casas, desertando. El conflicto se transformaba poco a poco en enfrentamiento entre la oficialidad y los jefes del ejército, y entre los jefes del ejército y los gobernantes, dado que Figueras, Pi i Margall y Salmerón daban la impresión, por su inoperancia, de estar de acuerdo con este estado de cosas, que sobre todo tenían lugar en Cataluña. 
Con la inoperancia de Figueras, Pi y Margall y Salmeron daba la impresión de que estaban de acuerdo con el estado de cosas que se estaba produciendo en Cataluña, por el enfrentamiento entre la oficialidad y los jefes del ejército y entre los jefes del ejército y los gobernantes.
También había jefes y oficiales del lado de los republicanos cantonalistas, como el coronel Maza, que en contacto con varios socialistas hablaba de revivir la Comuna de París de 1871. Si el movimiento no triunfó en Cataluña fue porque los obreros se negaron a hacer huelgas revolucionarias y a asistir a mítines internacionalistas en los que no tenían nada que ganar para ellos. Los obreros distinguían entre sus intereses y los de los políticos que los dirigían. Tal vez eran los únicos clarividentes del momento, en contraste con unos gobernantes cegatos en sus utopías.
El resultado inmediato de estas rebeliones en su conjunto fue que la República no abolió las quintas como tenía prometido, pues la guerra carlista y las rebeliones andaluzas y catalanas no lo aconsejaban. Los republicanos comenzaban a enfrentarse a sus propias contradicciones.
Frente a estos Voluntarios de la Libertad se produjo la reacción de Figueras , Figueras ordenó crear los Voluntarios de la República, una fuerza armada al servicio del Gobierno, que debía guardar el orden público. El problema era determinar qué era orden público. En historia se dice que orden público es estar a bien con el poder constituido, y todo lo demás es desorden. Podría ser un orden burgués, conservando la propiedad en el sistema republicano, o podía ser un orden socialista eliminando la propiedad privada. Esta idea no se aclaró nunca, y el resultado es que nunca hubo Voluntarios de la República. Lo que sí dijo Figueras es que serían 80 batallones de voluntarios y que cada hombre cobraría dos pesetas diarias. También añadió que se iría eliminando progresivamente el ejército cuando se pudiera.
El tema que estamos citando era muy importante, porque los viejos milicianos españoles siempre habían luchado por la propiedad de la tierra, y los jóvenes milicianos estaban tocados por ideologías de tipo socialista, marxista o anarquista. La triste realidad, era que para ser los Voluntarios de la República se apuntaban los jornaleros más pobres, a los que se aseguraba un sueldo y un plato de comida. Y el Gobierno, que se hizo consciente del avispero en que se había metido con estas nuevas milicias, decretó un aumento significativo de los Guardias Civiles hasta completar un total de 30.000 hombres. Y simultáneamente, restableció la Ley de la Milicia Nacional de 1822, por la que sólo podían ser milicianos los propietarios o personas que tuvieran medios de subsistencia propios.
El 11 de marzo de 1873 una Ley Electoral suprimió el Senado y bajó la edad para poder votar a los 21 años (antes era a los 25 años). Convocó elecciones para los días 10 al 13 de mayo siguientes y apertura de Cortes para 1 de junio, que serían constituyentes.
Las Cortes se convirtieron en Asamblea Nacional, aunque ya venían actuando en cámara única desde 11 de febrero. Los republicanos eran conscientes de que los más fáciles de conducir dentro del populismo eran los jóvenes, y había que darles el voto. Había 4.500.000 posibles electores. En el periodo 1808-1868 votaban en España 300.000 personas como máximo, cuyo número había sido incrementado a 4.000.000 recientemente, en 1869, con la instauración del sufragio universal. En 1869 votaron realmente tres millones de personas. En 1873, se añadían 500.000 votantes más de los que se pensaba que votarían todos, y que votarían republicano.
El 22 de marzo de 1873, el Gobierno convocó elecciones a Asamblea Nacional Constituyente para los días 10-13 de mayo. La Asamblea Nacional debería reunirse a primeros de junio. También abolió la esclavitud en Puerto Rico.
Quedó abierta una Comisión Permanente de la Asamblea Nacional, cuya mayoría era liberal radical. Había 14 liberales radicales (entre ellos el Presidente que era Cristino Martos), 1 demócrata, 2 alfonsinos (Esteban Collantes y Salavarría), 5 republicanos federales, y 8 representantes nombrados por la Presidencia y Vicepresidencia de la Asamblea Nacional. Tenía facultades para convocar a la Asamblea Nacional en pleno si surgían circunstancias extraordinarias. Pi desconfiaba de ella y la vigilaba.
El sentido de estos cambios iba en la dirección de la idea de Pi, de establecer un federalismo republicano, manteniendo el Estado español. Para ello, se estableció un Gobierno de transición de tipo republicano federal. Pi decía que primero había que construir el modelo de federalismo, y luego darle formas republicanas.
Los autores conservadores dicen que la actuación de los republicanos frente a las elecciones de mayo, fue igual de corrupta que lo habían sido las campañas electorales de Isabel II, pero en ese momento, para que ganaran los candidatos republicanos. Se trató de eliminar a los cimbrios (republicanos oportunistas que podían permitir la monarquía en cualquier momento, o pactar republica unitaria si les parecía lo más oportuno), y a los monárquicos en general. Los autores republicanos niegan este aserto y dicen que las elecciones de Pi fueron de lo más limpio. Demasiado subjetivismo en todos los casos.
D. Cristino Martos Balbí que de nuevo como cabeza de los liberales intentó el segundo golpe de estado para imponer la República Liberal Radical.
El 23 de abril, otra vez, los liberales radicales de Cristino Martos Balbi, intentaron el segundo golpe de Estado para imponer la República Liberal Radical. No pensaban que pudieran ganar las futuras elecciones de mayo, y el golpe les parecía necesario. Los radicales contactaron con el Alcalde de Madrid y con el Capitán General de Madrid, Manuel Parra.
Estaba reunido el Gobierno de Figueras con la Comisión Permanente de las Cortes en el Palacio del Congreso de Diputados, y Nicolás María Rivero, el líder demócrata, llamado ahora “posibilista”, pidió suspensión de las elecciones previstas para mayo, y formación de un Gobierno homogéneo del Partido Radical. Emilio Castelar, el líder republicano unitario propuso un “Gobierno de Conciliación”.
Entonces el general Antonio López de Letona Lamas reunió en la Plaza de Toros de la actual calle de Serrano de Madrid, a un batallón Voluntarios Monárquicos, milicia dominada por el Partido Radical y recientemente formada en tiempos de Amadeo I, y los llevó hasta el Paseo del Prado, cerca del Congreso de Diputados. Algunos dicen que fueron hasta 4.000 voluntarios los concentrados.
Varios generales se reunieron en casa de Francisco Serrano Domínguez duque de La Torre, hombres de la antigua Unión Liberal, del Partido Progresista y otros monárquicos: Juan Bautista Topete; Manuel Gutiérrez de la Concha Irigoyen marqués de Duero (alfonsino); Antonio Ros de Olano Perpiñá; Antonio Caballero Fernández de Rodas; Antonio Elías López de Letona Lamas; Blas Diego de Villate y de la Hera II conde de Valmaseda; Gabriel Baldrich i Palau. (Algunos autores no dan esta lista de generales, sino que citan a Serrano, a Manuel Pavía, y a Topete. Otros dan a Serrano, Rivero, Martos y Topete (me temo que hay confusionismo entre el golpe de 23 de febrero y el de 23 de abril). Los líderes de estos golpistas, Práxedes Mateo Sagasta y Cristino Martos, permanecían en sus respectivas casas.
Los preparativos del golpe fueron demasiado evidentes y Pi estaba preparado. Pi no se creyó la excusa de que era una fiesta para una revista militar y llamó al Gobernador Civil de Madrid, Nicolás Estévanez, para reunir a las milicias republicanas federales a las que ordenó ocupar todos los edificios públicos de Madrid. El Ejército no intervino por ninguno de los dos lados.
Retrato de D. Nicolás Estévanez Murphy, Gobernador Civil de Madrid. Pintado por Fernando Viscal
Pi fijó carteles en las calles de Madrid diciendo que había que desconfiar de la Comisión Permanente de la Asamblea Nacional y de los generales que se estaban poniendo a su servicio.
Pi reaccionó inmediatamente pues lo tenía previsto y tenía preparados soldados y Voluntarios de la República para dar “el golpe de Estado Gubernamental” contra el golpe de Estado de los radicales: Inmediatamente Nicolás Estébanez Murphy (Gobernador de Madrid), movilizó a la Guardia Civil, y el Ministro de Guerra, Juan Acosta Muñoz, nombró Capitán General de Madrid a Baltasar Hidalgo, y éste ordenó al brigadier Cipriano Carmona atacar a los Milicianos Monárquicos del Paseo del Prado con un batallón de infantería, y escuadrones de caballería y artillería.
El general Antonio López de Letona arengó a los suyos en la Plaza de Toros diciendo que defendían el orden social y el poder legítimo del Estado.
El día 23 de abril de 1873 a las cuatro de la tarde La Milicia se subleva en la Plaza de Toros.
No hubo enfrentamiento armado. La tensión duró dos días, el 23 y 24 de abril. Los congregados en la Plaza de Toros se disolvieron cuando vieron acercarse tropas armadas.  Los Voluntarios de la República habían vuelto a salvar a la República federal.
La multitud republicana invadió el Asamblea Nacional. Les capitaneaba Nicolás Estébanez, Gobernador de Madrid. Emilio Castelar calmó a los asaltantes y probablemente salvó la vida de los de la Comisión Permanente.
El general Francisco Serrano huyó, bajo la protección de Jacinto Ruiz, y llegó a Biarritz en donde se reunió con Caballero de Rodas, López Domínguez, Francisco de Borja Queipo de Llano y Gayoso de los Cobos VIII conde de Toreno, Alejandro de Castro, Cristino Martos, y Antonio Cánovas del Castillo, es decir, todo el alfonsinismo y radicalismo. Se dice que este grupo estaba siendo subvencionado por los hacendados cubanos, ultracatólicos, esclavistas y ultraconservadores.
La decisión de aquella asamblea de Biarritz fue que había que acabar con la República. También se decidió que el siguiente Gobierno se llamase Gobierno Provisional y que no continuase ninguna forma de República. Es lo que se hizo en enero de 1874. Pero Serrano, en abril de 1873, todavía se negó a reunirse con Isabel II y comprometerse de lleno con los alfonsinos. Sus razones eran que odiaba personalmente a la Reina. En conclusión, la oposición a la República se estaba organizando a partir de abril de 1873, aunque el golpe no fue hasta 3 de enero de 1874, y la restauración borbónica no fue hasta 14 de enero de 1875.
Figueras supo que los republicanos intransigentes, sus propios partidarios, estaban preparando nuevos golpes de Estado para instaurar la República Cantonalista. Tras el fracaso de los monárquicos en 23 de abril, los republicanos intransigentes tomaron más fuerza. Los dirigentes de estos golpes serían Juan Contreras San Román y Fernando Pierrad Alcedar. Figueras se molestó mucho por ello. Es cuando dijo: “Estoy hasta los cojones de todos nosotros”.
La República va quedando desnuda, cada cual tira para su lado según los intereses de partido.
Las consecuencias del 23 de abril de 1873 fueron catastróficas para la República desde el punto de vista económico y político, pues los grandes burgueses abandonaron Madrid yéndose la mayoría a Biarritz. El miedo a las masas amenazaba con cerrar todos los negocios y traer el caos. En Biarritz, los burgueses se presentaban a los alfonsinos y pedían la vuelta de Alfonso XII y aportaban dinero para la revolución. La valoración de la deuda pública cayó un 33% y las acciones del Banco de España un 50%. El capital apostaba claramente en contra de los republicanos. Pero España todavía iba a sufrir los peores meses de violencia republicana: junio, julio y agosto de 1873.
El 25 de abril, la Comisión Permanente de la Asamblea Nacional fue disuelta. Igualmente, el Batallón de Voluntarios Monárquicos quedó disuelto. Se opuso Castelar a la disolución de la Comisión Permanente, no porque estuviera en desacuerdo con el fondo, sino porque, según él, el poder ejecutivo no tenía competencias para disolver al poder legislativo, aunque fuera poder legislativo “en funciones”.
La disolución de la Comisión Permanente de las Cortes era una decisión claramente inconstitucional. Respondía a una ruptura entre republicanos y liberales radicales.
D. Francisco Pi y Margall.
Una consecuencia inesperada, o sorprendente, fue el inicio de la caída en popularidad de Pi i Margall: para los republicanos intransigentes, Pi tuvo, en los siguientes días al 23 de abril de 1873, la oportunidad de utilizar las masas e imponer la República Federal mediante la fuerza de las armas, pero Pi prefirió hacer las cosas legalmente, con una Constitución. Pi todavía creía en la bondad natural de las masas, idea roussoniana, bondad que, según él, se manifestaría en cuanto el pueblo tuviera oportunidad, es decir, libertad y marco jurídico adecuado. Los republicanos federales no se lo perdonaron, y empezaron a desconfiar de Pi, su líder indiscutido hasta entonces.
En cuanto a Cristino Martos, se retrajo en las elecciones, y los liberales radicales desaparecieron del protagonismo político durante el resto del periodo republicano. Volverían a aparecer en enero de 1874.
En 1873, aprovechando el momento republicano, estaba ocurriendo otro fenómeno en la Universidad Española, el Plan Chao, que no tuvo más trascendencia pues quedaría truncado por la reacción de 1874. Eduardo Chao Fernández creó en Madrid facultades de Matemáticas, Física y Química, Historia Natural, y la de Filosofía separada de la de Letras. En las Facultades de Ciencias exigió laboratorios. La Universidad, al reformarse en la República, había apostado a caballo perdedor. El plan educativo se frustró en 1874 con la Restauración, y el positivismo fue combatido por la Iglesia Católica y por los Gobiernos españoles posteriores a 1874. La renovación solamente se pudo mostrar como “costumbrismo” entre los literatos como Pérez Galdós y Fernán Caballero, lo cual fue suficiente como para crear una tendencia literaria en la que incurrieron también los conservadores como Pereda. Los progresistas “costumbristas” buscaban describir la realidad tal cual era, positiva o realista. Los moderados trataban de hacer lo mismo para decir que España era católica, tradicional, monárquica…

El mundo de los negocios había evolucionado de febrero a abril, tomando posiciones frente a las nuevas expectativas políticas, hasta que la gran decepción del 23 de abril de 1873 le hizo reconsiderar sus posiciones:
El 14 de febrero de 1873 el Estado español vendió las minas de Riotinto, a perpetuidad, a “Matheson y Cía”, cuyos socios eran: Banco Nacional Alemán; H.M: Matheson (una empresa comercial); Clack Punchard y Compañía (una empresa de ferrocarriles). Los nuevos socios pretendían utilizar las piritas para un nuevo uso, la fabricación de ácido sulfúrico, además de para la obtención tradicional del cobre, y querían explotaciones a cielo abierto y un ferrocarril hasta Huelva. Las otras compañías fabricantes de sulfúrico eran Tharsis, Mason and Berry, ya existente anteriormente, y, años después, Rio Tinto Company. El sulfúrico se utilizaba para fabricar jabón, cristales, papel y blanqueadores de tejidos, y comenzaba a tener mucha demanda en Europa.
En 1873 llegó a España “Orconera Iron Co. Ltd.”, pionera de un grupo de empresas como la franco belga, “Luchana y Bilbao Iron Ore”, que, para explotar convenientemente el convertidor Bessemer descubierto en 1856 que necesitaba mineral de hierro sin residuos como el del norte de España, y al amparo del Decreto-ley de Bases Generales de Minas de 1868, se decidieron a entrar en España. Orconera era propiedad de Krupp en un 28% (abandonaría en 1919), Dowlais Co. of South Wales 28%, Consett Co. of Durham 28%, y de Juan María Ibarra y Cosme de Zubiría Echadía en un 14%. Ibarra y Cosme ponían un coto minero y se llevaban 8 peniques por cada tonelada de mineral extraída. En 1896, Orconera compró las minas de Cabárceno en Obregón (Cantabria). La clave de las explotaciones en España consistía en vender el producto en bruto lo más barato posible, a fin de obtener las máximas plusvalías en los países de los inversores, economía típica colonial.
Los Ibarra habían empezado su negocio en 1827 en Baracaldo, cuando crearon “Ibarra, Mier y Cía” propiedad de José Antonio de Ibarra de los Santos, José Antonio de la Mier, Nicolás María de Llano, y José Echávarri, para explotar las minas de hierro del lugar. Vendían el material a los Ibarra de Bilbao y los Villalonga de Barcelona (Vilallonga en catalán), propietarios de Forjas La Catalana. Juan María Ibarra y su hermano Gabriel Ibarra, habían heredado de su padre, Juan Antonio de Ibarra, la sociedad “Ibarra, Mier y Cía” para comercializar mineral de hierro, y en 1846 habían adquirido el alto horno de carbón vegetal Nuestra Señora de La Merced, en Guriezo (Cantabria) su primera siderúrgica, asociados al francés Ch. Dupont y al catalán José Villalonga (que estaba casado con Rafaela de Ibarra). Además del alto horno, pasaban a obtener la propiedad de 5 hornos de pudelaje y reberbero y 3 trenes de laminación. Las minas de Guriezo (Cantabria) habían sido creadas por Lorenzo Serrano conde de Miravalle, en 1830, al repatriar su capital mejicano. Fueron ocupadas por los carlistas en 1833 y atacadas por Espartero en la batalla de Ramales, pero los carlistas las incendiaron antes de abandonarlas. En 1846 fueron revitalizadas por los Ibarra. En 1854, murió José Antonio de la Mier y en 1860 se constituyó “Ibarra Hermanos y Cía”. En 1857, los Ibarra habían invertido en ferrocarriles, línea Bilbao-Tudela, y entonces decidieron invertir en la producción de raíles y material móvil, pero Guriezo no les servía y se deshicieron de esa empresa, que vendieron a “Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao”. El nuevo proyecto tuvo dos partes: primera, construir la “Fábrica Nuestra Señora del Carmen” de Baracaldo, en el lugar denominado “el Desierto”, un alto horno que funcionaba con coque, y era de lo más moderno de España por entonces, y servido en mineral por la empresa Orconera. Segunda parte del proyecto: Ibarra también adquiriría el 10% a “Franco Belga de Somorrostro”, y el 16% de “Altos Hornos y Fábrica de Hierros y Aceros de Bilbao”. Con estos antecedentes, en 1882 instalaron “La Vizcaya” en Sestao, un nuevo alto horno, y en 1885 llevaron los convertidores Bessemer a Baracaldo, convirtiéndose en los grandes productores de hierro y acero de España. Con ello se hundía el negocio siderometalúrgico de Málaga, no competitivo porque funcionaba con madera y ya habían agotado el bosque de la Serranía de Ronda.
El 25 de marzo de 1873 se creó una comisión para hacer un Mapa Geológico y Minero de España, institución que evolucionaría en 1910 para llamarse Instituto Geológico y Minero, y que, además de seguir trabajando el mapa geológico, hizo estudios sismológicos e hidrológicos.

Ante todo el marasmo de actitudes políticas, que ni siquiera podemos decir que fuesen las propias de cada partido político, a pesar de la amalgama de partidos existentes, hay que decir que las masas populares estaban, ideológicamente, al margen de todos estos movimientos republicanos y cantonalistas, y que aunque fueron utilizadas por ellos, esas masas populares no tenían formación intelectual suficiente para concebir una ideología política, pues en realidad ni los mismos "profesionales", figurantes y practicantes activos de la política sabían muy bien que representaba el pensamiento político de su partido. 
Las masas populares identificaban el concepto “república” con un socialismo que les daría la tierra, o un comunismo que daría trabajo a todos, o quizás una serie de Gobiernos cantonales en los que muchísima gente encontraría un sueldo para vivir del Estado, cosa que, según ellos, sería posible tras eliminar los sueldos del ejército. Pero las propias insurrecciones cantonales demostrarían que, frente a la utopía popular, era imposible eliminar el ejército y, al contrario, éste se hacía más necesario que nunca para luchar, no contra el enemigo exterior, sino contra las veleidades de las mismas masas populares.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que, tras 1874, las masas quedaron decepcionadas por los republicanos, por los anarquistas, por los socialistas, y acabaron recibiendo con cierto alivio la restauración de la monarquía. Nunca hubo mayorías tan aplastantes como las de unos años después las tuvo Cánovas entre 1875 y 1897, ni dejación tan grande de la política en manos de “los profesionales” como la de finales del siglo XIX. La dejación fue tan importante, que los políticos, sin la presión de las masas, no se preocuparon por resolver los problemas pendientes desde hacía décadas y acuciantes en 1868-1874, y dieron lugar a desórdenes políticos, lo cual condujo a nuevos brotes populistas durante toda la primera mitad del siglo XX español.

Las masas populares vieron pronto, desde principios de 1873, que la República no correspondía a sus deseos de reparto de tierra y bajadas de precios, que eran las ideas preconcebidas que tenían sobre el término república. Empezaron a hacer oposición a los radicales que no hacían el modelo de política que ellos pensaban era el republicano. Muchos jornaleros se sumaron al movimiento cantonal, que se hizo más confuso e indefinible, difícil de diferenciar entre los que querían dominar desde posiciones pequeño burguesas, y los que querían reparto de tierras y casas. Pero ante el ataque del ejército contra los Cantones, las masas mostrarían su conservadurismo y no apoyarían a los dirigentes cantonalistas hasta el final. Es preciso explicarnos también cómo los trabajadores llegaron a colaborar con los republicanos intransigentes y con los pequeños burgueses cantonalistas, y abandonaron las revueltas a partir de 1874. A partir de 1874 buscarían otros caminos hacia sus objetivos.



Para entender la difícil República Española de 1873, hay que tener en cuenta la extraña situación parlamentaria en la que se desarrolló la Primera República Española.

La mayoría del Congreso de Diputados no era republicana sino de partidos monárquicos tradicionales como Unión Liberal, y como los hombres más moderados del Partido Progresista, recientemente reconvertidos en “constitucionales” del Partido Constitucional. Y el resto de los progresistas y demócratas, recientemente denominados “radicales” durante el reinado de Amadeo, por ser del Partido Radical, eran republicanos pero podían convivir con la monarquía. De éstos, sólo los demócratas más de izquierda eran republicanos. La mayoría de diputados monárquicos sobre la minoría de los republicanos era de cuatro a uno.

En este año 1873 estalló la gran crisis económica y política a nivel internacional. El 1 de mayo de 1873 se inauguraba la Exposición de Viena y se reunían los grandes líderes europeos allí. El 9 de mayo estalló la crisis, con quiebra económica y crac de la bolsa de Viena, seguida de la quiebra del Kreditanstaltbank, lo que acarreó quiebras de otros 200 bancos en días sucesivos. Europa estaba en un gran apuro económico. En estas condiciones, un país económicamente quebrado como España tenía mucho que perder, pues desaparecía el crédito. Si los del Partido Radical habían roto con el Gobierno en marzo, y surgía la gran crisis financiera de mayo, el porvenir se volvía muy nuboso.

El 8 de mayo, el Gobierno envió a Ramón Nouvilas Rafols a Navarra para solucionar el problema carlista y éste suprimió los títulos nobiliarios e inició los cambios sociales que le parecían necesarios para eliminar la trama carlista.

Los carlistas capitaneados por Antonio Dorregaray Dominguera, marqués de Eraul, en mayo de 1873 estaban ganando algunas batallas en el norte, y tenían cada vez más adeptos. 

Si Thiers había apoyado a Amadeo desde Francia, Macmahon no apoyó a la República española, y con la permisividad francesa, los carlistas tenían en Francia un buen apoyo, lo que les permitía la comunicación entre Cataluña y Navarra.

La revolución cantonal española de 1873 resulta muy compleja, pues no se trataba tan solo de la ruptura de la unidad territorial de España, sino que se reclamaban las reformas prometidas y nunca cumplidas por el liberalismo a lo largo del siglo XIX, se pedían reformas como las que estaban de moda entre los teóricos de Europa en esos días, y se intentaban revoluciones diversas y nada compatibles entre sí.

A veces, se adoptaba un modelo populista en el que las consignas no vinieran dadas desde arriba, sino fueran adoptadas “democráticamente” desde abajo por las asambleas cantonalistas. Es decir, que la iniciativa pasase de los grandes burgueses que dominaban el Gobierno de Madrid a los pequeños burgueses que creían poder dominar las asambleas cantonalistas. Y la realidad es que los pequeño burgueses fueron arrollados por las masas y las revoluciones cayeron en manos de militares populistas, campesinos populistas, y utópicos de diversos tipos. A veces, se intentaba la revolución bakuninista. A veces se buscó la revolución marxista.

Es decir, los protagonistas iniciales de la revolución cantonal eran los pequeños burgueses. Los dirigentes cantonalistas eran burgueses intelectuales, comerciantes, propietarios, casi todos ellos católicos, incluso con muchos hombres del clero entre ellos. Culpaban al Gobierno de Madrid, a los republicanos federales, de hacer política laicista.

Se trataba de intelectuales de poca experiencia política que desconocían lo delicado que es tratar con las masas y lo difícil que es evitar que las masas generen violencia. Eran agitadores de café, muy radicales. Estos hombres habían tenido una amarga experiencia en septiembre de 1868, cuando organizaron sus Juntas para derrocar a Isabel II y, no pudiendo hacer frente al ejército gubernamental, tuvieron que entregar el mando de cada movimiento provincial a los militares rebeldes, sirvientes de Prim, el hombre de la gran burguesía. Ellos habían puesto los muertos de la calle, y los militares se llevaban el Gobierno. En 1873, su acción parecía un desquite, una revancha exigiendo que la revolución fuera exclusivamente suya. Decían que no necesitaban a militares ni a partidos políticos tradicionales. Creían que su apoyo sería el pueblo. Con ello iniciaron una experiencia populista, en la que creían poder manejar al pueblo a su gusto. Pero el populismo manejado desde arriba, en este caso por la pequeña burguesía, puede volverse en contra de sus líderes, y aparecer el populismo desde abajo, con líderes salidos de las propias masas, y que pueden ser cambiantes o permanentes, según los casos.

Estos intelectuales pequeños burgueses, profesionales de la agitación de café, creían en la idea mesiánica de que todo se arreglaría por el simple hecho de que ellos gobernasen. Empezaron a decir que lo esencial para el cambio era el propio hecho revolucionario, una “catástrofe” que purificaría la política, como la “tormenta” purifica el ambiente. Tras ello, tendría lugar “un mundo nuevo” u orden nuevo. “El orden nuevo” no tendría Reyes perversos ni Gobernadores nombrados por el Gobierno de Madrid, ni Alcaldes impuestos desde fuera de cada pueblo y ni un solo funcionario nombrado por una autoridad distinta a los mismos ciudadanos de ese pueblo. A eso lo llamaban libertad. Y no habría ejército sino Milicia Popular, ni sacerdotes que predicaran la resignación, sino que todos disfrutarían de la libertad de conciencia. Era una proclamación plena de romanticismo, pero muy fuera de época, muy tardía respecto a la época típica del romanticismo europeo.

Los agitadores políticos de café, llegados a Madrid desde provincias, identificaban centralización con autoritarismo, y culpaban al autoritarismo de todos los males de España. Como autoritarismo y centralización del poder no son conceptos iguales, ni tienen por qué coincidir, aunque hubieran coincidido en la historia de España, el razonamiento posterior era ya de tipo irracional. Aceptaban el federalismo porque a veces les servía para iniciar movimientos independentistas o regionalistas, a veces les servía para iniciar ensayos socialistas, y a veces creían que podrían cambiar la realidad desde los Gobiernos cantonales.

Los pequeños burgueses no creían en la “democracia federal”, sino en una democracia en la que las decisiones serían tomadas en “asambleas populares” y llevadas hacia arriba, hasta el punto de que los Diputados no serían más que trasmisores de esas consignas, y el Gobierno, llamado por ellos Comité Ejecutivo, no sería sino el encargado de cumplirlas. Creían poder dominar ellos a las asambleas populares y presentarse como la voluntad del pueblo.

Por tanto, existía una contradicción entre los dirigentes cantonalistas y los republicanos federales, incluso con los intransigentes.

La revolución cantonal suponía también una nueva escisión entre los republicanos, entre las muchas tendencias republicanas federales (unitarios y federales, benévolos e intransigentes) que pretendían la revolución desde arriba, y el nuevo grupo salido de los intransigentes que pretendía la revolución desde abajo. La idea común de todos estos cantonalistas era librarse de las imposiciones llegadas desde el Gobierno de Madrid. Pero fuera de eso, no tenían estructurado ningún programa político, lo cual significó que cada cantón fuera por un lado distinto.

Los dirigentes cantonalistas mostraban simpatía por todos los radicalismos existentes en ese momento y hablaban de hacer cambios profundos y de manera inmediata. Se declaraban progresistas, demócratas, republicano federales y cantonales. Hubo un auténtico confusionismo de ideas y actuaciones, y ello dio lugar a una pluralidad de resultados: entre los casos más extravagantes tenemos el de los monárquicos de Iznájar (pequeño pueblo del sur de Córdoba) en 11 de febrero de 1873, en donde los monárquicos del pueblo decidieron aceptar la República y constituir Cantón, a fin poder acabar con los republicanos del pueblo. El experimento acabó, como todos, con la llegada del ejército español al pueblo.

En general, el experimento populista les fue bien a los pequeño-burgueses hasta su llegada al poder, hasta constituir cantón. En el momento de constituir un nuevo Gobierno cantonal, quedaban patentes los distintos intereses, los de la pequeña burguesía que quería que sus negocios funcionaran protegidos por el poder, frente a los de las fuerzas populares que querían acceso a la propiedad, trabajo, mejores salarios…  Y ambos intereses eran contrapuestos.

Pi i Margall, el líder del republicanismo federal, el que había preparado la idea del cantonalismo, se dio cuenta del absurdo cantonalista, y de la falsedad del discurso cantonalista, y razonó que los cantones debían ser dominados desde el poder central para poder realizar un programa político común. Intentó imponer su autoridad desde el Ministerio de Gobernación. Pero a los agitadores de Madrid no les interesaba un nuevo Gobierno central y favorecieron las rebeldías cantonales. Los revolucionarios identificaron revolución con lucha por imponer el cantonalismo. Pi, el líder más popular del republicanismo, no era entendido, o no era seguido, por los republicanos federales, y mucho menos por los republicanos unitarios que no entendían su teoría del “federalismo republicano”.

Pi elaboró un programa de reformas políticas que no gustó a casi nadie y defraudó los ánimos de muchos que pensaban que Pi era un revolucionario a la manera en que entendían la revolución, lucha armada. Pero Pi entendía por revolución progreso en el saber y en las libertades individuales, y en su programa anunció restricciones al trabajo de mujeres y niños, jurados mixtos, venta de bienes estatales para su reparto a manos de las clases trabajadoras. Pi desconcertó a sus seguidores, pues los populistas no entendían nada, los bakuninistas, que le consideraban hasta entonces uno de los suyos, renegaron de este programa, y en cambio, Engels, el teórico de los marxistas, alabó este programa político de Pi.

En estas condiciones, los socialistas, anarquistas y marxistas, vieron una magnífica oportunidad para el triunfo de sus doctrinas políticas en alguno de los Cantones. Para ellos, la República seguía siendo una institución burguesa que había que echar abajo antes de imponer la “democracia real” o gobierno del proletariado. Es decir, ellos sustituían el poder de los pequeño-burgueses por el poder de los comités obreros y campesinos. Pero los socialistas eran minoría y sólo estaban presentes en unos pocos Cantones.

El 12 de febrero de 1873, los republicanos federales, que apoyaban al Gobierno de Madrid, habían iniciado algún movimiento para acabar con los Ayuntamientos monárquicos y poner en su lugar Juntas Revolucionarias. Pi salió al paso para decirles que el Estado debía evolucionar ordenadamente, y no a golpe de improvisación. El movimiento se calmó por el momento.

En febrero de 1873 hubo un movimiento anarquista en Sanlúcar de Barrameda. Los anarquistas eliminaron el Ayuntamiento y pusieron en su lugar un Comité Revolucionario, encarcelaron a los policías municipales y destruyeron los archivos municipales. El 14 de febrero llegaron los carabineros, restablecieron el Ayuntamiento y encarcelaron a los miembros del Comité Revolucionario.

En 27 de abril y en 4 de mayo hubo nuevos intentos de los republicanos federales por proclamar la República Federal en Madrid. La paz o tregua aceptada en febrero, la daban por terminada. Exhortaron al pueblo a organizarse políticamente desde abajo en Juntas, sin esperar a que les llegasen órdenes desde arriba, ni desde el Gobierno ni desde las Cortes, por más que éstas se hubieran declarado republicanas federales. Era la declaración de ruptura, de revolución generalizada, de caos político, unas semanas antes de las elecciones. Pi había fracasado estrepitosamente, y la República también, aunque los Presidentes se negaran a reconocerlo. El resto de la historia de la Primera República es la historia de la gestión de un fracaso, de si lo debía solucionar el ejército, de si lo debía gestionar un Gobierno fuerte, de si debían volver los monárquicos…

Los republicanos unitarios de Cristino Martos estaban arrinconados tras su derrota en abril, pero Pi les prometió que las elecciones serían gestionadas por el Gobierno con neutralidad y les pidió que también ellos se comportaran democráticamente.

Y el 3 de mayo, el Gobierno emitió una circular prometiendo que toleraría presión callejera sobre los votantes, ni se harían manipulaciones por parte del Gobierno sobre los resultados.

Figueras y el Ministro de Gobernación Francisco Pi intentaron en mayo de 1873 que las elecciones fueran limpias, sin candidatos oficiales, sin recomendaciones gubernamentales en el sentido de que los Alcaldes y Gobernadores presionaran a favor de determinados candidatos, sin amenazas ni coacciones, sin disolución de las corporaciones municipales no afectas al Gobierno, sin pucherazos. Es más, recomendó a los Gobernadores que fueran neutrales en las elecciones. Buscaba conocer la realidad del pueblo español. Ello era imposible desde el momento en que todos los no republicanos se retraían.

Todos los partidos conservadores pidieron retraimiento, y la abstención fue del 60%. Los carlistas, los moderados, los progresistas y los radicales no fueron a votar, con lo que la realidad política de España en las Cortes, resultó deformada. El resto de la historia oficial de la República es cuestionable, pues la oposición era más fuerte que los Gobiernos.

Los cantonalistas dieron orden de votar a los republicanos federales. Los republicanos ganaron por 343 escaños, de 391 posibles, pero el resultado era moralmente cuestionable una vez que las mayorías se habían retraído. También debemos tener en cuenta que los diputados cantonalistas que llegaron a las Cortes llegaron con la consigna de torpedear todas las acciones de Gobierno (ideas anarquistas), recurriendo siempre que pudieran al escándalo público a fin de traer la revolución desde abajo. Pi estaba condenado de antemano por sus propios diputados.

En estas elecciones, la consigna de los internacionalistas fue abstenerse de presentar candidatos, y el resultado fue que los obreros del campo votaron republicano federal, en contradicción con las consignas anarquistas de no participar en política.
Del 10 al 13 de mayo de 1873 hubo elecciones a Cortes Constituyentes. Se hicieron por sufragio universal para varones mayores de 21 años. Había 4.551.000 electores. Votaron 1.850.000 personas, que eran el 39% del censo. En Madrid votó el 25% del censo. En las ciudades del norte de España votaron menos personas todavía. En Cádiz, donde en 1869 habían votado república 5.039 personas, en mayo de 1873 sólo votaron república 2.917 personas.
Muchos agitadores fueron elegidos diputados. En las Cortes, integraron un “grupo de izquierda republicana intransigente”. Pi dijo de ellos, que habían llegado a las Cortes gentes inexpertas de no muy alto nivel intelectual, con ideas poco meditadas y poco organizadas, a los que parecía gustarles la intranquilidad social como mejor medio en el que ellos actuaban. En ellos, todo era oposición, intransigencia, recursos al escándalo. Pi, el creador de ese movimiento populista, estaba definiendo el populismo y se mostraba contrario a él. Sin embargo, no supo actuar como el momento requería y demostró ser un teórico, un político de salón.
Lo más característico de estas elecciones fue la abstención. Se abstuvo el 60% de los electores. En Guipúzcoa, de tendencias carlistas, se llegó al 85% de abstención. En Madrid se abstuvo el 75%. Los que menos se abstuvieron fueron los andaluces y levantinos.
Por fin, el 1 de junio de 1873 hubo Asamblea Nacional (Cortes), las elegidas el 10 de mayo. Ese día aprobaron la República Federal por aclamación. El 2 de junio se procedió a votación nominal sobre el mismo tema, registrándose los votos en contra de 2 diputados (García Ruiz y Ríos Rosas), partidarios ambos de la república unitaria. Hubo mucha teatralidad: el diputado Enguerino se presentó vestido con alpargatas y una manta al brazo, la indumentaria propia de los braceros andaluces dio una nota cómica. Pero lo más bochornoso era que el Presidente de la Asamblea Nacional, José María Orense, apenas oía y tampoco tenía voz, pues era muy anciano, lo cual era aprovechado por jóvenes republicanos para la mofa escandalosa y colectiva, sin que Orense se enterara de nada.
La vida de esta Asamblea Nacional sería agitada, acosada por los carlistas y los cantonalistas por la vía militar, divididos internamente en grupos irreconciliables.
La Asamblea Nacional estaba dividida en cuatro grupos:
Los llamados “benevolentes” constituían tres grupos:
La “derecha republicana” estaba liderada por Figueras, Salmerón y Castelar. Estas personas querían huir de los extremismos y defender a todas las clases sociales españolas por igual, porque todas eran sujetos de derecho. Querían orden público. Querían garantizar la unidad de España. Eran el grupo mayoritario de la Asamblea.
El autodenominado “centro republicano” era el grupo de Pi i Margall, empeñado en una república federal, cuyas federaciones decidirían más tarde el grado de cohesión entre ellas.
Un tercer grupo de unos 50 diputados, seguía a Orense como figura emblemática, pero sus líderes en la Asamblea eran el fourierista Ramón de la Cala y Francisco Díaz Quintero. Querían la república federal de modo inmediato, pero no sabemos exactamente qué república federal.
La “izquierda republicana”, o grupo de los intransigentes, estaba en contacto continuo con la calle y organizando algaradas en su propio apoyo. Creían que el federalismo lo deberían dictar las asambleas populares que se fueran organizando.
En los partidos republicanos triunfaba el personalismo aún más que en los partidos moderado y progresista de épocas anteriores. La causa de ello era que no había doctrina ni ideología bien formulada, sino que todos entendían que estaban de acuerdo y se entenderían al final. Pero formular esa doctrina política era más difícil de lo que pensaban, porque lo líderes republicanos estaban bastante desconectados de la realidad social española. Eran a menudo profesores de Universidad, teóricos puros. En 1874 se vieron sorprendidos porque las clases medias les abandonaron, pero las clases medias estaban asustadas por la violencia que estos teóricos admitían con tanta facilidad, para los demás. Y los obreros se marcharon poco después con los socialistas y los anarquistas. Y los clubs y los casinos republicanos, tan buenas tribunas para los grandes discursos, fueron languideciendo. Cada 11 de febrero se celebraba una manifestación pro republicana, y ahí se terminaba la acción revolucionaria.
Los demócratas radicales de Ruiz Zorrilla, los conservadores constitucionales de Sagasta, los Alfonsinos, los monárquicos moderados de tiempos de Isabel II, y los carlistas, no tenían representación en la cámara.
La primera incongruencia política de estos federales cantonalistas de izquierda intransigente fue oponerse a Pi i Margall. Sucedió el 8 de junio de 1873 con motivo del nombramiento de Ministros. Protestaban porque se habían nombrado Ministros sin contar con ellos, lo cual les parecía antidemocrático, aunque querían decir antipopulista. En efecto, Pi había buscado deliberadamente no tener a ningún intransigente de la izquierda federalista en su Gobierno.
José María Orense marqués de Albaida, hasta entonces líder intransigente, dimitió como Presidente de las Cortes y se pasó a la izquierda del Partido Radical, un partido republicano conservador.
Poco después, Pi pedía medidas contra los carlistas, y los intransigentes volvieron a atacarle. Los intransigentes se oponían a todo, pues es común a los movimientos populistas creerse muy valientes porque se oponen a todo. Irracionalidad pura.
Y el 30 de junio, los intransigentes presentaron una enmienda para que no se pudieran suspender las garantías individuales del título primero de la Constitución de 1869 entonces vigente. Los intransigentes fueron derrotados. Y entonces, la pequeña burguesía revolucionaria, los republicanos federales más intransigentes, comprendieron que no iban a ganar ninguna batalla en las Cortes. José Navarrete, el líder de este grupo de izquierda republicana inició el “ataque al hombre”, empezando por atacar a Emilio Castelar, del cual dijo que tenía bellas palabras pero no hacía nada práctico. Tampoco obtuvieron de ello resultados positivos. Entonces decidieron que el camino era la revolución cantonal violenta.
Los federales intransigentes se sublevaron en Madrid el 11 de junio y Figueras huyó a Francia, de donde volvió al final de la República. En la noche de ese mismo día se formó Gobierno nuevo con Pi como presidente.
El 7 de junio, ante la aparición de revueltas cantonalistas, Figueras propuso que el instigador del cantonalismo, Pi i Margall, tomase la Presidencia del Poder Ejecutivo. Pero Pi no quería a ningún republicano intransigente, y cantonalista, en su Gobierno, y fue rechazado para el cargo.
El 7 de junio, siete diputados presentaron una moción en la Asamblea Nacional para que se proclamara la República Democrática Federal. La moción fue votada favorablemente el 8 de junio por 219 votos contra 2.
El 8 de junio se trataba de definir la forma de República y se decidió la República Federal.
Las Cortes, o los federales si se prefiere, pues hemos dicho que eran netamente republicanas, se habían dividido en tres facciones republicanas: los conservadores dirigidos por Castelar, los centristas dirigidos por Pi, y los intransigentes dirigidos por José María Orense.
Hubo una gran discusión entre benévolos que querían regular el funcionamiento de la República, e intransigentes que querían dejar que la revolución se produjera desde abajo.
El 9 de junio Figueras dimitió. Figueras propuso a Pi que formara Gobierno, pues él era quien había organizado el lío político de los republicanos.
Pi propuso el 9 de junio un Gobierno con Pedregal, Cervera, Palanca y otros, y los intransigentes protestaron diciendo que quién era Pi para designar Ministros al margen de la voluntad del pueblo, y que los ministros debían ser elegidos democráticamente por los cantones. Pi renunció a ese Gobierno, y José María Orense, Presidente de las Cortes, dimitió y abandonó a los intransigentes. Figueras continuaba.
El 10 de junio, una multitud de republicanos intransigentes cercó el Congreso de Diputados, e incluso uno de sus líderes, el general Juan Contreras San Román, ocupó el Ministerio de Guerra, y los Voluntarios de la República tomaron las calles de Madrid y expulsaron de ellas a la Guardia Civil, la cual quería imponer orden.
El 10 de junio de 1873 por la noche, Figueras huyó a París y no regresó hasta 1874 para intentar salvar la república, que ya no tenía salvación. Figueras salió del Ministerio diciendo que iba a dar un paseo por El Retiro, y se dirigió a Atocha a coger el primer tren que saliera para Francia.
Nicolás Salmerón y Emilio Castelar, sus socios en la Asamblea Nacional, conocieron la noticia al poco, y decidieron que en esa situación, en pleno golpe de Estado republicano intransigente, el hombre más adecuado para gobernar sería Pi y Margall, una persona muy popular entre algunos de los intransigentes, entre los que creían que Pi era un federalista puro. Pero no entendían que Pi creía en la unidad de España, con diversidad municipal y regional, y no creía en un cantonalismo donde cada ciudad actuara por su cuenta en desorden absoluto y con plena soberanía de cada uno de ellos.  


En el cuadernillode actas aparece anotado a lápiz en el primer folio:
         Nº 28                                                     1873
Nota: Aparece en la parte superior de los folios impares de los 37 folios el llamado Sello de Oficio. Este Sello de Oficio de color rojizo, presenta forma rectangular con base en el lado de menor dimensión. En él aparece como figura central una dama sentada de perfil hacia la izquierda que recuerda a popular imagen de la Diosa Cibeles de Madrid, a su derecha postrado a sus pies un león y a su altura a la derecha aparece sobreimpreso el sello Real. A la izquierda el texto SELLO 10º en la parte derecha AÑO 1873.
En la parte superior derecha aparece escrito folio 1º y así hasta el nº 12, aunque después del 10º aparecen dos no numerados. También aparecen los folios  como con número de serie de forma que en el 1º aparece debajo de la numeración manuscrita otra impresa en tinta negra con el Nº 0773872, en el folio 3º Nº O792779, en el folio 5º Nº 0792823, en el folio 7º Nº 0773981, en el folio 9º Nº 0773980, en el siguiente sin numerar Nº 1204524, y  en el folio 11º Nº 0773873.
En todos los reversos de las páginas timbradas aparece en el margen izquierdo el sello del Ayuntamiento  de forma ovalada con una corona y escudo dividido en cuatro partes y en su borde superior de izquierda a derecha la leyenda: AYUNTAMIENTO CONSTITUCIONAL y abajo en sentido contrario el texto: HIGUERA CERCA D. ARJONA.
Esta primera acta del año 1873 corresponde al último mes de reinado del rey Amadeo I como rey de España, que abdicó como consecuencia de las ya referidas circunstancias que se dieron en España durante el breve tiempo de su reinado. Habitualmente esta primera reunión del concejo municipal se dedicaba a la toma de posesión de los nuevos regidores componentes del ayuntamiento de nuestra villa. En este caso el acta como vemos está centrada en los temas de contribuciones y los repartos que se realizan previamente para asignar cantidades de recaudación. En las dos siguientes reuniones de los días dieciocho y ventiséis de enero no se celebraron reuniones por no tener asuntos que tratar, así se dice; aunque es posible que esa aparente normalidad fuese el enmascaramiento de la complicada situación política por la que el país pasaba. A continuación transcribimos estas actas del cuadernillo 28.
ACTA DE LA PRIMERA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 10 DE ENERO DE 1873.
“Acta de Acuerdo… En la villa de la Higuera de Arjona á diez de Enero de mil ochocientos setenta y tres reunidos previa citación los señores que componen el Ayuntamiento cullos nombres al margen se espresan bajo la presidencia del Señor Alcalde D. Felipe Martínez Medina por cullo Señor se declaró abierta la sesión y se hizo presente á la corporación los siguientes considerandos. Primero, considerando que el repartimiento Municipal y Provincial del corriente año económico está hecho para su cobro con arreglo á la cuarta parte de la contribución territorial que pagan los contribullentes inscritos en el mismo sugetándose a dicho reparto á la riqueza ó liquido imponible con que figuran las mismas deduciendo la contribución, por más que en dicho reparto no figuran las cantidades de donde a de partir dicha contrivución de arbitrios sinduda alguna al suprimir dichas cantidades esdebida á hebitarse trabajo para el Secretario, mas como tiene una base fija y con arreglo a la ley de veinte y tres de Febrero de mil ochocientos setenta que es la cuarta parte de la contribución á los vecinos con más del seis por ciento y los industriales igual solo con el aumento de lo que corresponde a dicha industria por lo cual es visto que los industriales solo esceden dela cuarta parte de la contribución por la que lla quedan espresados; y los Acendados forasteros pagan las dos terceras partes que los vecinos, y por consiguiente los talones y sus matrices están llenas con arreglo á dicho repartimiento y mencionada ley. Segundo: Que habiendo padecido una equibocación de pluma ó suma el escribiente ó Secretario al estender la aprobación de dicho reparto por loque resulta de menos en la aprobación doscientos y pico de pesetas menos que lo repartido y por consiguiente al hacerse el presupuesto del corriente año envez de tomarse la partida que suma dicho reparto retomó lade la aprobación como medio más brebe sin duda que haber obserbado en el acta dicha equibocación; en cullo caso resultando un sobrante el cual no puede aplicarse al presupuesto de este año por no estar consignado dicho sobrante, soy de opinión que setenga presente en el presupuesto venidero de año de mil ochocientos setenta y tres á setenta y cuatro la espresada equibocación para que figure en los gastos del mismo como primera partida. Oída que fue esta explicación por la corporación Municipal y cerciorada de su contenido consideraron y aprueban por unanimidad  lo espresado por dicho Señor Alcalde puesto que no cabe duda en ser una equibocación material é inboluntaria de pluma ó suma puesto que el repartimiento está con arreglo a la ley mencionada no saliéndose como queda dicho los becinos de la cuarta parte de loque pagan por territorial eceptuando á los industriales porque la ley misma autoriza que pagen al mismo tiempo por su industria, y que para los forasteros se á respetado en sus cuotas alas dos terceras partes. Todo fue acordado y aprovado por todos los Señores presentes, con lo que se lebantó la sesión deque firmando cada uno como es costumbre, llo el Secretario Certifico =
Aparecen las firmas de los siguientes señores:
Felipe Martínez Medina.  José Calero.  Francisco Barragán.   Bartolomé Catalán.  Francisco Martínez. 
Hipólito Martínez. Srio.
Diligencia…En la villa de la Higuera de Arjona á diez y ocho de Enero de dicho año, no habiendo asuntos de que tratar no se reunió el Ayuntamiento de que certifico =
                                         Hipólito Martínez. Srio.
Otra…No habiendo asuntos de que tratar en el día veinte y seis del corriente no se reunieron los señores del Ayuntamiento lo que pongo por diligencia =
                                         Hipólito Martínez
Como ya sabemos el día 11 de febrero dió comienzo la Primera República siendo nombrado Presidente del Gobierno D. Estanislao Figueras; desde la siguiente acta segunda con fecha 13 de febrero y hasta la undécima de fecha 23 de abril de 1873, todas las actas que se describen a continuación corresponden al mandato de Figueras como primer presidente de la República, al que como después veremos le siguen tres presidentes más con gobiernos de corta duración. En esta segunda acta ya se percibe el clima social que se produce en nuestra villa con la presencia de "revoltosos" pertenecientes al grupo de "federales" que invaden la sesión que se celebraba en en ayuntamiento este día 13 de febrero, tan solo a dos días de la proclamación republicana. Como ya hemos titulado en al artículo anterior este grupo de "revoltosos" atentan contra la autoridad del alcalde D. Felipe Martínez Medina y toman los archivos y una mesa y hacen una fogata en la puerta de la calle, tal como a continuación comprobaremos.
ACTA DE LA SEGUNDA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 13 DE FEBRERO DE 1873.
“Acta…En la Villa de la Higuera de Arjona á trece de Febrero de mil ochocientos setenta y tres siendo la hora de las ocho de la mañana, se reunieron los Señores que componen el Ayuntamiento cuyos nombres de los concurrentes se espresan al margen, bajo la presidencia del Señor Alcalde Don Felipe Martínez Medina, por cuyo Señor se declaró abierta la sesión y se ordenó al Secretario diese lectura á la copia del oficio que se ha remitido del Señor  Gobernador Civil de esta Provincia su fecha doce del actual. En su consecuencia y cerciorada que fue la Corporación municipal del atentado que se había cometido contra la autoridad del Señor Alcalde para que abdique su mando en poder de una junta de reboltosos, siendo inútiles las gestiones hechas por  mi autoridad para no declinar el mando sin orden del Gobernador, pero que habiéndose amenazado por los tres tomadores de orden público á que decline á forciose en respeto su autoridad, estos no obstante le arrebataron sin su consentimiento de la manera más estrepitosa y desordenada hayándose barios grupos armados hasta dentro de la Sala Capitular, los cuales después de dicho atentado cometieron el más terrible, cual fue arrebatar el archivo municipal y cuentos documentos existían en el mismo formando al efecto una hoguera en la puerta de la casa capitular donde hubo una gran luminaria quemando la mesa de madera y se dice que algunos papeles, lo cual no pude evitar por estar invadido el pleno de la casa capitular por los grupos armados. En tal estado y visto tal proceder, tomando la palabra Don Bartolomé Catalán y dijo: Que ha oído con profundo sentimiento el punible atentado contra el Señor  Alcalde y mucho más sustrayendo el archivo municipal los reboltosos, sopretesto de que eran federales, y que todo ello protestaba altamente por las formas tan ilegales que usaron para berificarlo, sin formar inventario de cuantos documentos existía en dicho archivo. En cuyo caso, si las Cortes habían Acordado que la forma de Gobierno fuera la Republica para lo cual tenía  que preceder la abdicación de la Corona en la misma, en su caso por su parte acatava y respetava las instituciones que la Superioridad  tuviese á bien acordar. Con esta misma opinión  abundaron por unanimidad los Señores presentes, y en su vista se acordó se saque copia certificada de esta acta y se remita con atenta comunicación al Señor Gobernador civil de esta Provincia y á la Excelentísima Diputación Provincial ofreciéndoles su más decidido apollo y cumplir cuantas órdenes se dignen dictar en esta ú otra forma, como se había benido berificando con anterioridad. Con lo cual se levantó la sesión y de todo ello como Secretario Certifico = Dignase dictar sobre raspado vale =
Aparecen las firmas de los siguientes señores:
Felipe Martínez Medina.  Bartolomé Catalán.  Dice: Siguen las firmas:
Arruego de Francisco Fernández.  Arruego de Francisco Catalán. (Ambas con rúbrica del Secretario que da validez a las firmas)
Francisco Pérez.  Juan Ramón Barragán.  Felipe Martínez.  José Calero Martínez.  Francisco Martínez.  Francisco Barragán.
Hipólito Martínez Srio.   
ACTA DE LA TERCERA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 15 DE FEBRERO DE 1873.  
“Acuerdo…En la Villa de la Higuera de Arjona á quince de Febrero de mil ochocientos setenta y tres, reunidos previa citación los Señores del Ayuntamiento bajo la presidencia del Señor Alcalde don Felipe Martínez y Medina por cuyo Señor se declaró abierta la sesión y Dijo: Que en atención á haberse recibido orden del Señor Gobernador Civil de esta Provincia por el Boletín Oficial extraordinario fecha trece del actual, era de opinión de entregarse en el mando que se hiciera constar por medio de un acta dicha entrega y que se sacase copia de la misma para su día poder justificar los atropellos cometidos por las turbas amotinadas y que con referencia á la documentación que han sustraído los amotinados en la sala capitular en el archivo del Ayuntamiento que se nombrara una comisión compuesta del Alcalde , un Concejal y el Secretario de Ayuntamiento y que dicha comisión se entregase por la junta de reboltosos de la documentación por medio de imbentarios y no de otra forma, tanto por el estrabio que hubiese podido sufrir la documentación en manos de las turbas amotinadas cuanto por cualquier otro documento que pudieran ocultar  ó haberles pegado fuego en la puerta de la Sala Capitular. El Ayuntamiento en vista de lo espuesto por el Señor Alcalde todos unánimes aceptaron su proposición y aprobaron. En lo cual se lebantó la sesión firmando cada una como acostumbra de todo lo que yo el Secretario Certifico = “
Aparecen las firmas de los siguientes señores:
Felipe Martínez Medina.  Bartolomé Catalán.  José Calero Martínez.  Francisco Martínez.  Francisco Barragán.
Hipólito Martínez Srio.   
ACTA DE LA CUARTA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 19 DE FEBRERO DE 1873.
“Acuerdo… En la Villa de la Higuera de Arjona de diez y nueve de Febrero de mil ochocientos setenta y tres, reunidos previa citación y convocatoria al efecto los Señores que componen el Ayuntamiento; se dio cuenta por la comisión nombrada para recivir la documentación oficial por imbentario fecha quince del actual que después de haberse presentado hacer dicho imbentario la junta se negó á ello y en su vista el Ayuntamiento acuerda por unanimidad se le imbite nuevamente al presidente de la junta federal por medio de una comunicación para que berifique dicha entrega del archivo por medio de imbentario  como menos medio legal y prudente para ambos, pues de lo contrario den cuenta de tal proceder al Señor Gobernador Civil de la Provincia, según procede al mérito de justicia. Todo así fue acordado por unanimidad y que de ningún modo sin orden superior de recivo  la documentación sin imbentario pues porque los amotinados hallan cometido un atentado no debemos cargar su responsabilidad de documentos que pudieran haberse estraviado ó quemado. Con lo cual se levantó la sesión y firman cada uno como acostumbran de que yo el Secretario Certifico =”
Aparecen las firmas de los siguientes señores:
Felipe Martínez Medina.  Francisco Martínez.  Francisco Barragán. 
Dice: Siguen las firmas:             
José Calero.  Bartolomé Catalán.  
Hipólito Martínez Srio.   
ACTA DE LA QUINTA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 24 DE FEBRERO DE 1873.
“En la viya de la Higuera de Arjona á veinte y cuatro de Fevrero de mil ochocientos setenta y tres, reunidos  previa citación los señores que componen el Ayuntamiento cuyos nombres de los concurrentes se espresan al margen vajo la presidencia  del Señor Alcalde D. Felipe Martínez Medina, por cullo señor se declaró habierta la sesión. Diose cuenta de una solicitud presentada por D. Antonio Mercado suscrita por varios vecinos de esta villa y entre los cuales algunos mayores contribullentes. Dicho señor Alcalde ordeno al secretario diese lectura de la espresada solicitud, en la que se manifestava que en virtud de haberse proclamado la República Govierna que no está en conformidad con los derechos de Arbitrios, y en virtud á hayarse conforme el vecindario en que el déficit que desde hoy día veinte y tres de Febrero resulte para la nivelación del presupuesto era repartido proporcionalmente entre este a fin de que disfrute de las mejoras que la referida forma de Gobierno concede á los Ciudadanos y que el Ayuntamiento se sirva ordenar la correspondiente autorización para que todas y cada uno de por sí pueda libremente espender los artículos que constan en el espediente de subastas. Cerciorados los Señores presentes de su contenido, tomó la palabra el Señor Alcalde y dijo: Que en atención que la junta Rebolucionaria que se instaló el día doce del actual y destitullo al Ayuntamiento, con la voz de habajo los consumos, sin duda alguna an desconocido lo imposible que es en esta localidad arbitrar otra clase de sumas con que puedan cubrirlas atenciones del municipio, pero hello es que esta base por de pronto alaga al vecindario pero en cambio el Ayuntamiento que continúe en la administración Municipal tendrá desatendida sus sagradas y perentorias obligaciones; por lo cual no hay fundamentos para que la Administración económica de este pueblo, altere y macsime cuando el Ayuntamiento asociado de la asamblea Municipal en la forma que previene el artículo treinta y siguientes de la ley Municipal son las competentes para la creación de Arbitrios que cobran los presupuestos formados con arreglo a la ley, por lograr el Ayuntamiento y asamblea pudieran alterar los medios albitrados, único medio de cubrir las infinitas atenciones que pesan sobre este Ayuntamiento. Beo ineficaz las medidas que puedan tomarse en este asunto toda vez que se desea dar gusto al vecindario puesto que por Antonio Mercado se me dice que desea dar gusto á esta ecsigencia de que todo se ¿conceda? libre al pueblo se bendrá encima, una como para esto se obserba en la calle barios grupos y carillos con desmanes ostiles y alarmantes sin que por estos sean respetadas las lelles vigentes ni estén en actitud de darles una satisfacción con prudencia, por lo cual opino que queda en suspenso dichos Arbitrios con arreglo á lo que solicitan en la esposición que se ha dado lectura; y que en su bista el Ayuntamiento visto no puede continuar sin recursos ni acceder á repartos que solicitan fuera de ley, transcurrido que sea algún tiempo presenta su dimisión a fin de hebitar conflictos como el mencionado y que estos que tantos deseos tienen de encargarse de la administración del pueblo entorpeciendo a esta corporación la marcha administrativa, lo verifiquen puesto que los repartos provinciales y Municipales sea pueden pasar del veinte y cinco por ciento, ó sea la cuarta parte de la contribución territorial según ordena la ley de Arbitrios de veinte tres de Febrero de mil ochocientos setenta. Con esta misma opinión diabundaron la de los Señores presentes aprovándose todo por unanimidad  puesto que este Municipio ni sus recursos ni faltando a las leyes vigentes podemos ni debemos gobernar en esta localidad y mucho menos con repartos como los que se solicitan fuera de la ley puesto que hay hechos los que la misma prebiene. Con lo cual levantó la sesiónde todo lo que llo el secretario Certifico =”
Aparecen las firmas de los siguientes señores:
Felipe Martínez Medina.  José Calero.   Francisco Martínez.  Francisco Barragán.  Bartolomé Catalán.  
Hipólito Martínez Srio. 
Acta de la sexta sesión ordinaria de fecha 22 de marzo de 1873.

ACTA DE LA SEXTA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 22 DE MARZO DE 1873.  
Acuerdo…En la Villa de la Higuera de Arjona á bente y dos  Marzo de mil ochocientos setenta y tres reunidos previa citación y convocatoria al efecto los señores que componen el Ayuntamiento cuyos nombres de los concurrentes se espresa  al margen bajo la presidencia del señor Alcalde Felipe Martínez, por cuyo señor se declaró abierta la sesión y Diose cuenta de que el Depositario de fondos municipales y los señores Alcaldes D. José Calero Martínez y D. Florencio Martínez ordenadores de pagos, en sus respectivos vienios habían rendido sus cuentas respectibas en virtud de la obligación que les impone la instrucción de beinte de Nobiembre de 1845, relatibos al primero de dichos Alcaldes á los años económicos de mil ochocientos sesenta y ocho á sesenta y nueve sesenta y nueve á setenta y selente á setenta y uno y un periodo de ampliación, y el segundo ó sea el señor Alcalde D. Florencio Martínez Síndico las de el año de mil ochocientos setenta y uno á setenta y dos y tres trimestres de mil ochocientos setenta y dos á setenta y tres. El Ayuntamiento visto el artículo 152 de la ley municipal de 20 de Agosto de 1870, acordó que pasen al Sindico para su cobranza encargándole a este la posible actividad en ella ,y que echa se dé cuenta inmediatamente á la corporación para continuar respecto á las indicadas cuentas, los trámites legales. Con lo cual se lebantó la sesión de que yo el Secretario certifico con el Vº Bº del Señor Alcalde fecha ut supra = sobre raspado = Marzo vale = Vº Bº El Alcalde.
Aparecen las firmas del Alcalde  y Secretario:
Felipe Martínez. 
Hipólito Martínez. Srio.
Dictamen del Síndico… El Regidor Síndico de este Ayuntamiento que suscribe, ha visto las cuentas reendidas por los cuentandantes responsables , relatibos al periodo ordinario de los años económicos de mil ochocientos sesenta y ocho á senta y nueve, sesenta y nueve á setenta á setenta y uno, setenta y uno a setenta y dos y tres trimestres de mil ochocientos setenta y dos á setenta y tres y el de ampliación de espresados años, remitidos á censura por acuerdo de la Corporación de beinte y dos de Marzo y después de bien examinados nada tiene que esponer contra el contrato ni los justificantes, por lo cual cree que el Ayuntamiento puede fijarlos como definitivos y perfectamente legales, dándolos la suscriba tramitación que requiere la ley municipal vigente en los artículos 153 y siguientes. La Corporación, no obstante acordará lo que en su superior ilustración considere más de justicia que es á la que con este dictamen cree serbir el Sindico. Higuera de Arjona treinta de Marzo de mil ochocientos setenta y tres = sobre raspado treinta = no  = vale = enmendado Marzo = vale =
El Síndico. José Calero.
Hipólito Martínez. Srio.
Decreto…Dice cuenta de este dictamen, al Ayuntamiento en la primera sesión para que inmediatamente tome acuerdo. Higuera de Arjona fecha ut supra =
Aparecen las firmas del Alcalde  y Secretario:
Felipe Martínez.
Hipólito Martínez. Srio.
En la página de la izquierda aparece el acta séptima de fecha 2 de abril de 1873 y en la página de la derecha el acta octava correspondiente a la fecha 4 de abril de 1873.
ACTA DE LA SÉPTIMA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 2 DE ABRIL DE 1873.
“Acuerdo…
En la Villa de la Higuera de Arjona á dos de Abril de mil ochocientos setenta y tres se tubo al Señor Síndico de esta Corporación por cumplido, puesto que ha evacuado el dictamen respecto (respecto) á los asuntos de los años económicos de mil ochocientos setenta y ocho á senta y nuebe incluida á los tres trimestres de mil ochocientos setenta y dos á setenta y tres y se acordó se remitan á su tiempo oportuno los que corresponda á la aprobación de la excelentísima Diputación Provincial, y se acordó que se cite a la Asamblea municipal para el día cuatro del corriente mes, á fin de que nombre comisión y presidente de su seno, para examinar, discutir y demás que pueda respecto a las cuentas que son de su incumbencia á cuyo efecto se señala el día ocho y hora de las doce de su mañana, siguiendo la prescripción de los artículos 153 y siguientes de la ley Municipal vigente . Con lo    que se levantó la sesión de que yo el Secretario certifico con el Vº Bº del Señor Alcalde =sobre raspado =bril =cuatro = vale
Vº Bº El Alcalde
Felipe Martínez
Hipólito Martínez. Srio.
Aparece en el margen izquierdo del escrito lo siguiente:
El Primer Teniente  de Alcalde Felipe Martínez Medina.
El 2º Teniente de Ídem Francisco Martínez.
El Síndico José Calero.
Concejal Barragán.
Concejal Catalán.
ACTA DE LA OCTAVA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 4 DE ABRIL DE 1873.
“En la Villa de la Higuera á cuatro de Abril de mil ochocientos setenta y tres, el Sor Alcalde presidente de este Ayuntamiento, se constituyó en sesión extraordinaria, á la que asistieron los Señores asociados que se expresan al margen en virtud de la primera citación con el fin de nombrar una comisión de su seno que examine las cuentas municipales presentadas por los cuentandantes responsables y referentes al periodo ordinario y de ampliación del año económico de mil ochocientos setenta y uno á setenta y dos y tres trimestres del setenta y dos á setenta y tres en conformidad al segundo párrafo del artículo 153 de la ley municipal vigente; y abierta la sesión y echo saber el objeto de la reunión á los señores que se hayaban presentes, acordaron después de una suspensión de diez minutos para conformar sus pareceres en votación nominal nombrar para la indicada comisión á los señores D. Juan Barragán, D. Manuel Martínez y D. Antonio Gabilán haciéndoles el encargo de que, á ceslas posible cuenta su dictamen antes de quince días á contar desde esta fecha relativo á las cuentas que comprenden á esta comisión y asamblea de asociados y para presidente de las sesiones á que dé lugar el examen de cuentas á D. Juan de Chica y suplente á D. Francisco Barragán. Con lo que el señor presidente dio por terminado este acto firmando con los señores de la Asamblea concurrentes de que certifico con el Vº Bº del Señor Alcalde = sobre raspado = u = de Chica = vale = y Abril  =vale Juan Barragán Manuel Martínez no he raspado vale =
Vº Bº El Alcalde
Felipe Martínez
Hipólito Martínez. Srio.
Aparecen en el margen izquierdo del escrito lo siguiente:
Vocales Asociados.
Es X de Sebastián Garrido
Hipólito Martínez
Juan Ramón Barragán.
José Barragán.
Es X de Pedro Galán
Francisco Pérez.
Juan Chica.
Francisco Martínez.
Vicente Pancorbo.
Es X de Francisco Garrido.
Juan Ramón Barragán.
Es X de Juan Cortes
Emilio Martínez.
Antonio Martínez.
Por Juan Pérez
Mateo Martínez.
Miguel Martínez.
Es X de Eleuterio Ochando.
Antonio Gavilán.
Siguen las firmas
Felipe Martínez.   Juan Martínez.   José Barragán.
Nota: Debajo de los señalados con la X como firmantes que no saben, aparece: Testigo o Fui Testigo.

ACTA DE LA NOVENA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 4 DE ABRIL DE 1873.
“Informe ó dictamen…
La comisión de la Asamblea de asociados para el examen de las cuentas municipales de este pueblo, relativos al periodo ordinario y de ampliación del año económico de mil ochocientos setenta y uno á setenta y dos y tres trimestres de mil ochocientos setenta y dos á setenta y tres cumpliendo con el encargo los ha examinado con detención y nada tiene que oponer a las mismas, proponiendo á la Asamblea su aprobación. El Ayuntamiento sin embargo, acordará lo que considere más identificado con la legalidad. Higuera de Arjona ocho de Abril de mil ochocientos setenta y tres =
El Presidente Juan Chica
Como individuo de la Comisión Juan Ramón Barragán
Como individuo de la Comisión Juan Martínez.
Como individuo de la Comisión Antonio Gavilán
Hipólito Martínez. Srio”
Acta décima de fecha 22 de abril de 1873.
 ACTA DE LA DÉCIMA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 22 DE ABRIL DE 1873.
“Acta de aprobación…y 
En la Villa de la Higuera de Arjona á beinte y Dos de Abril de mil ochocientos setenta y tres. El Sor. D. Juan Chica vocal asociado presidente nombrado para este acto en sesión de cuatro de Abril, se constituyó en la Sala Consistorial, con asistencia de los de igual clase que se expresan al margen que habían sido citados para el dictamen definitivo respecto á las cuentas municipales, relativas al año de mil ochocientos setenta y uno á setenta y dos y tres trimestres de setenta y dos á setenta y tres; y abierta la sesión se dio lectura por mí el Secretario del Ayuntamiento de las referidas cuentas del dictamen del Regidor Síndico y del de la comisión de esta asamblea y abierta sesión le conformó la Asamblea con el Síndico y la Comisión y declaró las cuentas bien formadas y definitivamente aprobadas en todas sus partes como ulterior resolución. Con lo que se lebantó la sesión y certifico =”
Aparecen las firmas de los siguientes señores bajo el epígrafe de Asociados:
Asociados: Miguel Martínez y Marín.  Vicente Pancorbo.  Felipe Martínez.  Antonio Gavilán.  Francisco Martínez. Dice: Es X de Juan Cortes
Asociados: José Barragán.  Juan Chica.  José Barragán.  Bonoso de Lara. Emilio Martínez. Sebastián Fuentes.  Manuel Martínez.
Hipólito Martínez. Srio. 
En el margen izquierdo aparecen  bajo el mismo epígrafe de asociados las firmas de los siguientes señores:
Asociados: Juan Ramón Barragán.  Dice: Es X de Pedro Galán.  Fui Testigo.   Francisco Pérez. Dice: Es X de Eleuterio Ochando Fui Testigo.  Mateo Martínez.  Dice: La X es de Francisco  Pérez. Fui Testigo.  Antonio Gavilán.   Dice: Es de Francisco Garrido. Fui Testigo.   Juan Ramón Barragán.  Antonio Martínez.  Dice: Es X de Sebastián Garrido. Fui Testigo. Mateo Martínez.
A continuación aparece el siguiente escrito:

Sr. Presidente del Ayuntamiento Popular de esta Villa.
Hipólito Martínez y Medina domiciliado en esta población según se acredita por la cedula de empadronamiento talón número primero, expedido en quince de Octubre próximo pasado por el Sor Alcalde, término municipal de la misma calla llana número cuarenta y cuatro, á U. reberentemente expone. Que por causas agenas á mi voluntad y del Ayuntamiento conocidas, no puede el que suscribe continuar en el desempeño de sus funciones como Secretario del Municipio por lo que necesita  la prebia y correspondiente admisión de la dimisión que tengo hecha berbalmente diferentes beces y como no han hecho uso de mi reclamación.
      Con este objeto formula la presente dimisión por escrito, Por tanto,
Suplico al Ayuntamiento de su presidencia, que prebios los trámites legales se sirba  acordar la dimisión, de conformidad á lo dispuesto en la ley municipal vigente.
Higuera de Arjona beinte y dos de Abril de mil ochocientos setenta y tres.
                        Hipólito Martínez Medina.
Decreto…
Dese cuenta al Ayuntamiento en le sesión primera para que acuerde lo más justo.
Alcaldía popular de esta Villa de Higuera de Arjona á las cuatro de la tarde del día beinte y dos de Abril de mil ochocientos setenta y tresw.
Felipe Martínez Medina
                             Hipólito Martínez, Srio.

ACTA DE LA UNDÉCIMA SESIÓN ORDINARIA  DEL AYUNTAMIENTO DE LA HIGUERA DE ARJONA DE FECHA 23 DE ABRIL DE 1873.
“Acuerdo… y
En la Villa de la Higuera de Arjona á beinte y tres de Abril de mil ochocientos setenta y tres, reunidos los señores que componen el Ayuntamiento, cuyos nombres de los concurrentes se expresan al Margen bajo la presidencia del señor D. Felipe Martínez primer teniente Alcalde de la misma, por cuyo señor se ordenó al Secretario diese lectura al acta anterior la cual fue por unanimidad aprobada. Diose cuenta de una solicitud presentada por D. Hipólito Martínez relatiba á la dimisión del cargo que ejerce de Secretario de Ayuntamiento á la cual le fue dada lectura, y cerciorada la corporación de su contenido y considerando que repetida s beces ha manifestado el D. Hipólito , deseos de no continuar en el ejercicio de sus funciones como tal Secretario de este cuerpo municipal, y Resultando que pudieran inferírsele perjuicios de seguir continuando en el desempeño de su cometido lo cual puede evitarse cuando del cargo expresado, se acordó por unanimidad admitirle la dimisión solicitada terminando en el ejercicio de sus funciones en el día de hoy.
En tal estado y siendo necesaria y de imprescindible necesidad el proveer esta plaza se acordó que en el día de mañana se fije la bacante en los sitios públicos de costumbre, pasando al mismo tiempo atenta comunicación con el adjunto ejemplar al Señor Gobernador Civil de esta Provincia, anunciando la bacante de la Secretaría de esta Villa por el término de la ley con el laudable fin de se presenten aspirantes á la misma con la pensión de su dotación. Así mismo se acordó por todos los señores presentes para mañana  quien se ha de encargar interinamente del cargo de Secretario, y que se reúnan los mismos señores concejales para deliberar sobre este importante asunto en el mismo sitio y hora de las doce de la mañana.
Así lo acordaron y firman la de uno como acostumbran con lo cual se lebantó la sesión de que yo el Secretario dimitente Certifico =”
Aparecen las firmas de los siguientes señores:
Felipe Martínez Medina.  Francisco Martínez.  Francisco Barragán.  José Calero.  Bartolomé Catalán. 
Hipólito Martínez Srio.



Nota a tener en cuenta en la trascripción de todas las actas.

En todos los casos la transcripción es literal, si bien se ha procedido a interpretar en algunos casos los textos confusos o ilegibles, a no utilizar las mismas abreviaturas de palabras en orden a dar claridad al texto redactado y la imposibilidad de transcribir fielmente en la abreviatura la colocación de algunas grafías manuscritas, a  acentuar las palabras que en muchos casos no figuraban acentuadas. Si se ha respetado siempre la ortografía original, las uniones indebidas de palabras y la redacción del texto en general.

“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser siempre niños” Marco Tulio Cicerón.


Granada 9 de marzo de 2020.
Pedro Galán Galán.

Bibliografía: Archivo Municipal de Lahiguera: Cuadernillo de actas número 28 de 1873.
Encinas Gómez, Emilio:
http://www.historiadeespananivelmedio.es/19-17-23-gob-figueras-febrero-1873/
Encinas Gómez, Emilio:
http://www.historiadeespananivelmedio.es/19-17-24-gob-figueras-mayo-junio-1873/

Encinas Gómez, Emilio:
http://www.historiadeespananivelmedio.es/19-17-26-grandes-cantones-julio-1873/
 

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