FRAY BLAS PALOMINO NACIÓ EN LAHIGUERA, (LLAMADA EN EL SIGLO XVI HIGUERA DE ANDUXAR POR SU VECINDAD) EN EL AÑO
MIL QUINIENTOS SETENTA.
En tal día como hoy, día diez de
marzo, y hace trescientos noventa y nueve años, moría en el norte de la isla de
Macasar, en las islas Célebes, un sacerdote higuereño que nació en 1570 y murió el
diez de marzo de 1620 a los cincuenta años. Vaya este artículo para celebrar
tan memorable fecha para todos los higuereños, en reconocimiento por su ejemplo
de vida y entrega a los pobres y a la evangelización de tierras tan lejanas.
Fray Blas Palomino nació en La
Higuera en el año 1570. Nuestra villa fue entregada al Rey Fernando III El
Santo por el Rey de la taifa de Baeza Al- Bayassi en el año 1225 junto a
Villanueva, con lo que La Higuera pasó a llamarse La Higuera de Andúxar y
Villanueva, como Villanueva de Andúxar. Blas Palomino fue uno de los hijos de
Francisco Ruiz Palomino y de María Verdejo, descendientes ambos de soldados
conquistadores de las tierras del Santo Reino por parte de Fernando III El
Santo.
Uno de los hermanos de fray Blas fue su hermano Pedro, que conocemos recibió
una carta de despedida de su hermano Blas, para despedirse de la familia y cada
uno de los vecinos coetáneos de nuestra villa, cuando supo que el embarque para
América era inminente.
En el
siglo XV floreció en el ejercicio de las armas Juan Alonso Palomino, padre de
Pedro, Gonzalo y Rodrigo Palomino, que se distinguieron en el servicio del Rey
Enrique IV de Castilla, parece ser que pertenecían a la casa de Andújar. La familia Palomino que tenía un origen navarro,
participo en la conquista de Baeza y se asentaron en Andúxar, donde en tiempo
de Enrique IV fueron defensores de sus derechos dinásticos, en contra del
Alcalde Pedro de Esquivias. Fueron algunos de los tres hermanos, que por desavenencias con
el conocido alcalde de Andúxar tuvieron que tomar vecindad en Arjona y La Higuera.
Blas Palomino dio muestras
desde su más terna infancia de devoción y ejemplo de vida en la familia y en la
escuela de nuestra villa, creció en un hogar cristiano y comenzó desde su
infancia siendo dirigido espiritualmente por su madre, que participaba
activamente en la vida religiosa de la villa, siendo madrina Bautizos en muchos
de los casos de esclavos y personas pobres junto al sacristán de la parroquia
de la villa.
Siendo bastante joven destacó
por su práctica de la caridad y su mansedumbre personal, disfrutando de una
vida austera a pesar del esfuerzo de los trabajos del campo que atendía de sol
a sol.
Con aproximadamente dieciocho
años se trasladó a Baeza para recibir clases de Gramática, destacando pronto en
su aprovechamiento e ingenio aventajado para los aprendizajes, con lo que entró
en contacto con otras personas muy interesadas por la cultura y el conocimiento
de la vida religiosa de otros de sus condiscípulos. A requerimiento de sus
padres volvió de Baeza a La Higuera para hacerse cargo de la hacienda familiar,
donde dio ejemplo de vida, caridad y entrega al duro trabajo de los campos con
arados y azadón. A sus compañeros trabajadores de las faenas del campo les
explicaba la religión cristiana y exhortaba a que tuvieran paciencia en los
trabajos y adversidades de la vida. Su vida en La Higuera estuvo igualmente
marcada por su profundo sentimiento religioso sin dejar de practicar lo
aprendido en la escuela, oír misa a diario en el convento de Santa Clara al
alba antes de ir a trabajar al campo, confesar y comulgar frecuentemente. En el
trabajo en el campo era el primero en echar mano del arado y azadón y el último
en dejarlos. A pesar de los duros trabajos del campo que realizaba de sol a
sol, no olvidaba sus deberes piadosos como detalladamente se expresa en el
texto de Fray Pedro de la Concepción compañero de predicación en Maluco y que
lo conocía bien por haber muerto fray Blas en sus brazos.
Practicaba la caridad con los
pobres de nuestra villa y llegó a dar en una ocasión las ropas de gala que
vestía un día, al encontrar en un día frío a un pobre desnudo, siendo mancebo
de tan solo quince años.
Unos años después a petición de
los padres tuvo la opción de volver a Baeza donde reanudó las Clases de
Gramática y comenzó después a estudiar Artes teniendo como Maestro al Doctor
Luís Blas, compartiendo su asistencia a las Escuelas, (suponemos que la
Universidad de Baeza, creada por fray Juan de Ávila) con el acercamiento a las comunidades religiosas de jesuitas y franciscanos.
Durante su estancia en Baeza,
tuvo contacto con otros religiosos jesuitas y franciscanos, por lo que fue
asiduo del Convento de San Francisco de la Compañía de Jesús, y del Convento franciscano
de San Buenaventura a kilómetro y medio de la salida desde Baeza a la cercana
población de La Yedra, donde adquirió vocación para las cosas del alma. En
contacto con los jesuitas del Convento de San Francisco conoció el fervor
religioso de misioneros de la Compañía en Japón, entre ellos la de los mártires
Pedro Miqui (jesuita), y Pedro Bautista (franciscano). Con ese renovado fervor
cristiano se fue al Convento de San Buenaventura, situado en el extrarradio de
la ciudad de Baeza a kilómetro y medio de la ciudad en la dirección de la
cercana población de La Yedra, comunicándole a la comunidad franciscana sus
deseos de hacerse religioso de la orden del Seráfico Padre San Francisco, y
considerándolo suficiente en su formación cristiana y ejemplar práctica de vida,
lo enviaron al Convento franciscano de San Lorenzo de Montilla, situado en el extrarradio
de la ciudad en el camino de la población de Espejo.
En Montilla inició su formación
como novicio en el Convento de San Francisco, donde vistió el hábito religioso
con un espíritu tan fervoroso, que en el noviciado fue ejemplo para novicios, y donde
fue accediendo a los diferentes grados
hasta el sacerdocio. Siendo ejemplo de prácticas de penitencia, ayunos,
oración y pobreza, utilizando el hábito más desechado del convento, mucho más
de lo que el compromiso de pobreza de la Regla Franciscana recomendaba. Su obsesión por la práctica de la
pobreza excedía lo estipulado por la Regla del Seráfico San Francisco, tan solo
disponía de un camastro de tablas, una cruz, variados cilicios y disciplinas.
Era habitual el cotidiano ejercicio de penitencias y pasaba las noches enteras
en oraciones y rezos. Se decía que era el primero en todo y jamás ordenó una
cosa que él no hiciera antes ante sus componentes del noviciado. El solía decir
que siempre él estaba en el noviciado, siempre principiante en la Religión. Sus
consejos eran siempre prudentes, y llegado el caso de que tuviera que reprender
a alguno de los demás, lo hacía con gran caridad y celo. Sus excesivas
penitencias y su espíritu de oración no le impedían ser una persona alegre en
su relación personal con los demás de su comunidad de hermanos franciscanos, y
con los naturales de las poblaciones en los que vivía en todos esos años de
profesión religiosa.
Fue dotado de una alegría
religiosa y tanta afabilidad que se ganaba los corazones de la gente, con lo
que fue requerido en el lugar para en una ocasión poner paz entre dos mancebos
ricos y nobles de Montilla, que en sus disputas habían llegado a un grado
máximo de rencor, hasta el punto de desear la muerte uno del otro, y buscar la
muerte uno del otro y viceversa siendo malheridos y picados en la venganza
hasta llegar a la muerte, con lo que fue llamado el sacerdote Fray Blas
Palomino para poner paz entre los contendientes. También fue requerido para
expulsar el demonio de un endemoniado, que era una persona de mucho respeto en
la ciudad, y al que ya habían tratado de sanar haciendo muchas oraciones y
exorcismos para librar al paciente de aquella opresión, Pero la atención
recibida no tuvo efecto en el paciente
por lo que llamaron a Fray Blas a que
ejercitase al endemoniado, y al llegar el
sacerdote Fray Blas a su domicilio con estola e hisopo, el endemoniado tomo
unos bríos de voces antes nunca vistos, con grandes voces muy lastimosas, que
resolvió echándose mano al pecho y mostrándole una Cruz que puso sobre el
endemoniado, ordenándole : Yo te mando en nombre de Dios, que estés quedo, y al
punto cayó el pobre hombre a tierra dando voces, tan confusas que no parecían
de uno, sino de muchos endemoniados, o por mejor decir demonios. Dijo el
venerable Padre Blas un Evangelio sobre la cabeza del paciente y luego estas
palabras: Sal luego de este hombre, enemigo del género humano, y ve donde no
hagas mal alguno, que así lo manda Jesucristo Dios y Hombre Verdadero. Al punto
obedeció el espíritu maligno, diciendo con voces más rendidas: Por ti me voy
Blas, porque eres virgen, y me dejes, y puesto que el demonio sea padre de
mentiras, con todo a veces le manda Dios decir verdad.
El convento de San Lorenzo fue
fundado por los frailes franciscanos a principios del siglo XVI. Situado en el
paraje conocido como Huerta del Adalid, extramuros de la población y en
dirección a Espejo, el convento se encontraba en estado ruinoso desde el siglo
XVIII. Hoy sólo se conservan algunos restos, entre los que destaca la bella
portada abocinada con decoración plateresca que daba entrada al recinto.
Después Fray Blas fue nombrado Maestro
de novicios en el Convento de San Francisco de Montilla, que ejerció con suma
rectitud y vigilancia, siendo muy valorado por ellos como uno de los primeros
seguidores de la obra del Seráfico San Francisco de Asís.
Pasados unos ocho años y tras
largo discernimiento, y clarificada su respuesta a la petición ante Dios de su
vocación misionera, decidió pedir ser
enviado a las misiones de Filipinas, para predicar a los infieles y hacer el sacrificio
de su vida predicando, convencido de que eso era lo que le trajo a la Religión.
Tras despedirse de sus hermanos frailes de San Buenaventura, el convento de
Baeza, y tras haber pasado antes por La Higuera para despedirse de sus hermanos,
deudos, y toda la gente de su villa, viaja a Sevilla donde permanece un tiempo
hasta que se proyecta su viaje a Nueva
España (México) en la expedición de cincuenta religiosos de diferentes órdenes
religiosas que en una expedición organizada por Fray Juan Pobre, iban
destinados a la evangelización de Filipinas, Japón y las islas del Maluco. En México permaneció varios años en un
convento donde se les preparaba para su misión apostólica en los futuros
campos de misión. Después cruzando el
territorio de México (Nueva España) hasta el Océano Pacífico continuó su viaje
hasta Manila.
Ya en Sevilla, cuando supo que
la partida del barco hasta México era inminente, escribió una carta de despedida
a sus hermanos, a nombre de su hermano Pedro, con el ruego final de que se
diera a conocer a todos los hermanos, sobrinos, parientes y conocidos. La carta
desde Sevilla tiene fecha de 30 de mayo
del año 1608 y la salida del barco se produjo ocho días más tarde, el día 7 de
junio de 1608. Después de la salida de San Lucar y la parada en las islas Canarias
se produjo la llegada a Nueva España
(México) hacia 1610, cuando se calcula que tenía cuarenta años más o menos. Llegados
a Filipinas nuestro Padre Fray Blas Palomino aprendió la lengua de los
filipinos, llamada el tagalo, y administró
por muchos años los sacramentos a los nuevos cristianos de esas tierras.
Deseó pasar a las misiones de Japón y viendo que que la Provincia eclesiástica
de San Gregorio enviaba religiosos a
otra nueva conversión del Reino de
Macasar, situado a unas trescientas leguas al sur , más allá de Maluco, en la
isla de Mateo para los españoles (hoy Sulawessi), pidió con gran insistencia
se le incluyera entre los hermanos religiosos que habían de ir allá, lo que
hizo el Prelado.
En un principio fue encargado
de la predicación en Baler consiguiendo con el Crucifijo en la mano, y las
lenguas de los indígenas que había aprendido, consiguió que todos lo escucharan
con un corazón dócil y se bautizaran centenares y miles de nuevos cristianos.
El arzobispado de Malaca del
que dependía toda la zona del Filipinas, hasta que se nombró arzobispo de
Manila, planteó emprender un nuevo plan de evangelización en las islas Célebes,
que debido a la fiereza de los nativos musulmanes habían sido ralentizada su
evangelización, por ser unas tribus muy salvajes situadas en las zonas internas
y boscosas, donde habitaban los indígenas, y con este fin embarcaron desde la ciudad de
Manila en los navíos de socorro que el entonces Gobernador de Filipinas, don
Alonso Faxardo envió en el año 1619 para los fuertes de las islas Célebes y
Molucas, islas situadas al sur de Filipinas, y llegados allí se repartieron los
religiosos en dos grupos, de forma que de los seis que viajaron, Fray Blas
Palomino fuese con otro sacerdote y un religioso lego enfermo a predicar al
reino de Manados en el norte de la misma isla de Macasar, (San Mateo y hoy
Sulawessi). En la otra goleta iban otros tres religiosos franciscanos, el mismo
fray Pedro de la Concepción, el Comisario, y otro religioso lego, con destino al
sur de la misma isla de Macasar con una embajada del Gobernador de Filipinas
Alonso de Faxardo para entregar al rey de Macasar. Salidos de Maluco, llamadas
hoy Molucas, y probablemente de algún fuerte próximo de la isla amiga de Tidore,
en el navío del Rey llegaron a Manados al norte donde los seis religiosos franciscanos
estuvieron cuatro o cinco días, y dejaron allí al grupo de tres religiosos en
el que iba Fray Blas Palomino y dos religiosos más, y después de hablar con el
rey de Manados , fray Pedro de la
Concepción, el Comisario y el lego pensaron dirigirse al sur de la isla, al
reino de Macasar; pero viendo los padres
que la situación no tenía remedio por la respuesta de los nativos al rey de
Manados en el sentido de que los padres habían de destruir su tierra y se les
habían de morir sus hijos y mujeres, según le habían dicho los brujos de las
tribus. Los Padres al ver las grandes dificultades de evangelización que
ofrecía la realidad de Manados consultaron con sus superiores, qué debían hacer,
y recibieron la respuesta de que volvieran a Manila para dar parte de la
situación al Provincial de lo que allí pasaba
y que el Padre Fray Blas fuese a Macasar
a hacer lo propio al comisario, y coincidiendo con encontrar allí dos navíos
portugueses y una galeota que iba en ruta a Macasar al sur de la isla, se
embarcaron los dichos padres y prosiguieron su viaje. Estaba el Padre Fray Blas muy
enfermo y casi desahuciado de la vida, por lo que antes de embarcarse pidió le
diesen los Sacramentos y se embarcó y fue mejorando progresivamente, llegando
recuperado al Reino de Macasar; pero aunque fueron bien recibidos por el Rey y
aceptó la embajada del Gobernador Alonso Faxardo, y concedió la paz y amistad
con los españoles, en lo referente a lo de predicar en su tierra y
hacer cristianos no lo aceptó, publicando un bando en el que amenazaba con
castigar con la pena de pérdida de su vida a cualquiera que se hiciese
cristiano.
Después de permanecer algunos
meses en Macasar, y experimentando que los frutos de su predicación allí eran
nulos, determinó el Comisario que Fray Blas y Fray Pedro de la Concepción
fuesen de nuevo a Maluco, y que desde
allí Fray Pedro de la Concepción fuese a Manila a llevar la respuesta de la
embajada al Gobernador Alonso Faxardo, y dar parte al Padre Provincial de su
orden franciscana de lo que en Macasar pasaba, y que el Padre Fray Blas
Palomino se quedase allí en Maluco, para ser el presidente o director del nuevo
convento que se había construido en la isla de Tidore, en el archipiélago de
las Molucas, junto a la vecina y ancestral enemiga Terranate o Ternate.
Se embarcaron ambos en cada una
de las dos goletas portuguesas que iban a Maluco, y cada uno en la suya
comenzaron a navegar, pero el viaje fue tan tormentoso y trabajoso por la
fuerza de las tormentas y los peligros de los nativos enemigos, y vientos tan
contrarios al sentido de su navegación, que en un viaje en el que se
acostumbraba a tardar veinte días como mucho, estuvieron navegando más de
sesenta y tantos, encontrándose en cuatro ocasiones con fieros enemigos nativos
y peleando con ellos. Finalmente llegaron a la zona costera de la Contracosta de Manados
en el noreste de la isla de Macasar, pero con tan recio viento en contra por la
proa del barco, que por más de diez días salieron en dos o tres veces a
atravesar el golfo, que separa la isla llamada entonces de Macasar o San Mateo y
, que en un trayecto de distancia de unas cincuenta leguas, volvieron a llegar
al mismo lugar, más o menos próximo del lugar en que habían salido las goletas
más arriba o menos, con lo que se vieron necesitados de agua y abastecimientos.
Llegaron entonces a una isla pequeña, pegada a la misma isla de Macasar, a tres
o cuatro leguas antes de llegar a los volcanes de Manados. Y abastecidos de
agua y trás dos días de no haber visto gente nativa, otro día por la mañana
vieron desde la goleta donde estaba el Padre Fray Blas Palomino, unas banderillas
blancas puestas en unos palos en la playa.
El Padre Fray Blas pidió al
capitán portugués que fuesen en una chalupa a ver que gente era, lo que se hizo
con algunos marineros y soldados. Llegaron a tierra y vieron gente desnuda,
algo blancos y cabellos largos como mujeres. Les hablaron por medio de un
intérprete, y después de muchas preguntas y respuestas, le pidieron a los
nativos que fuesen al navío portugués un par de nativos para regalarles
mercaderías y accedieron a ello, a cambio de que quedasen otros dos de los
europeos en tierra con los otros nativos. Tras darles de comer y beber muy
bien, el Padre Fray Blas les regaló muchas bujerías que traía de Macasar y a
ellos le gustaron mucho.
Eran unos pueblos que estaban
cerca del Reino de Manados, donde habían estado antes, a unas catorce leguas.
Dejaron el barco los indígenas y los echaron a tierra y volvieron a coger los
nuestros. Quedaron en que otro día volverían y al otro día al amanecer, se embarcó
el Padre Fray Blas, y con alguna gente fueron a la otra goleta portuguesa a
darles parte de lo convenido el día anterior con los nativos, pensando Fray
Blas que era una buena ocasión para volver a intentar entrar en el Reino de Manados.
Se fueron las dos goletas
portuguesas, para ir donde habían quedado el día anterior con aquella gente, y el
capitán portugués concedió la petición de Fray Blas, aunque temiendo sucediese
alguna desgracia, porque conocía aquellas tierras y sus habitantes, que eran unas
tribus musulmanas muy traidoras, advirtiéndoles el capitán del orden y cuidado
que habían de tener y enviando soldados de guardia. Llegados al lugar salieron
a recibirlos algunos de aquellos indios y el Padre Fray Blas los llamó y pidió
lo sacaran del barco, como así lo hicieron sacándolo a hombros. Quedaron solo
cuatro hombres en cada barco, y el bendito Padre Fray Blas comenzó a abrazarlos
y se sentó a la sombra de un árbol con algunos de ellos y el intérprete que era
portugués, y comenzó a predicarles. Fray Pedro de la Concepción, mientras tanto
se puso a hablar con un grupo de ellos apartados en corrillos, y preguntándoles
si traían algún refresco, le dijeron que sí, que los tenían allí dentro del Monte y que no lo podían traer a cuestas,
que entrásemos por ellos y entrando más adentro vió Fray Pedro detrás de unos árboles
muchas lanzas y adargas juntas y amontonadas, como escondidas. Fray Pedro
haciendo como que no había visto nada, se salió simuladamente del monte, y llegó
donde estaba el Padre Fray Blas y le dijo lo que había visto; pero Fray Blas
dijo que eran muy buena gente y se volvió a hablar con ellos, desviándose Fray
Pedro cosa de doce o catorce pasos, mirando hacia los barcos, y vio Fray Pedro
a los soldados tomar apresurados los arcabuces y decir a voces: Traición,
traición, y volviéndose Fray Pedro a mirar atrás, vio ya atravesado con una lanza
al bendito Padre Fray Blas Palomino, y con otra al intérprete portugués que lo
acompañaba en la predicación. Dos o tres
soldados que se hallaban cerca no dispararon sus armas y echaron mano a las
espadas, con lo que los nativos temieron y huyeron.
Retiraron el cuerpo del Padre
Fray Blas, que murió en las manos de Fray Pedro de la Concepción al cuarto de
hora, y el cuerpo del intérprete no lo pudieron retirar, pues temían que cercasen
las embarcaciones. Llevaron el cuerpo del Padre Fray Blas a la galeota, y Fray
Pedro estuvo velándolo toda aquella noche, y por la mañana vinieron gente de la
otra goleta y lo llevaron a enterrar
todos juntos a una isla pequeña que estaba próxima, dejando marcada la
sepultura para volver más tarde por su cuerpo, lo que se hizo a los seis meses,
llevándolo a Maluco donde su cuerpo está colocado en una caja en la Iglesia del
Convento de San Antonio, como santo Mártir, poniéndolo y nombrándole entre el
número de los Mártires que había habido en aquella Santa Provincia eclesiástica
de San Gregorio.
A raíz de la publicación de varios artículos en este mismo blogs, referidos a la santa vida de Fray Blas Palomino, un paisano nuestro del siglo XVI, muchos higuereños estamos expectantes por conocer la continuidad del proceso que tiene abierto la Congregación para la Causa de los Santos, para declarar santo de la iglesia Católica a nuestro Fray Blas Palomino, Mártir.
Los procesos de canonización de
la Iglesia son lentos porque suponen el desarrollo de un largo trayecto de
estudios y recopilación de datos y testimonios sobre la vida de los santos. La
Iglesia es prudente en grado sumo en la elaboración de este proceso necesario
para no cometer errores, sería un error imperdonable el hecho de que algún
cristiano fuese declarado santo condicionado por datos o informes no fiables.
Puerta de entrada al Convento de San Buenaventura de Baeza. |
Foto actual de la entrada al Convento de San Buenaventura de Baeza. Edificio hoy restaurado y de propiedad particular. |
Detalle de los dos escudos laterales en la fachada del Convento de San Buenaventura situados a la izquierda y derecha de la primera altura del edificio. |
Quizá, para comprender la
dimensión de este largo proceso, nos interese a todo el vecindario hacernos
conocedores de los pasos seguidos, y dar
a conocer a nuestra comunidad de cristianos higuereños los pasos que la Santa Iglesia Católica va
desarrollando, para llegar a la proclamación de Santo; como pueblo creyente, no
podemos dejar la incertidumbre que concierne a tan esperado anuncio, y por ello
nos interesa prepararnos para recibir tal nombramiento con la esperada
satisfacción cristiana de ver nuestra parroquia enriquecida, con el testimonio
de un santo de nuestra misma villa.
Desde Benedicto XVI, los beatos
vuelven a ser proclamados por los obispos, en sus diócesis respectivas,
volviendo a los orígenes de la beatificación como un proceso local.
El primero paso en orden a la
canonización de un santo, es el considerarlo Siervo de Dios, el segundo
Venerable, el tercero Beato y el cuarto
Santo.
Siervo de Dios es el título que
se le da al candidato a los altares, al terminar la primera fase del proceso de
canonización. Es una fase en la que se busca información y milagros del llamado
Siervo de Dios, porque se reconoce, que vivió la virtudes de la fe, la
esperanza y la caridad en grado heroico y es digno de veneración, con lo cual,
alcanza el “grado” de venerable, o sea, ser digno de veneración, siempre que lo
sea en privado y nunca en actos públicos.
El título de venerable, es el
primer título que concede la Iglesia a los que mueren con fama de santidad. Se
da a las personas fallecidas que por el ejemplo de su vida y obras, se
consideran dignas de veneración, y respeto. Es como un renombre que se da a las
personas que han sido acreedoras ante los demás por su reconocida virtud. El
término Siervo de Dios y Venerable
tienen la misma consideración, son dos formas de llamar a los reconocidos por
sus virtudes. Entre el Siervo de Dios y el Venerable no hay mucha diferencia.
El término beato significa
literalmente feliz (del latín beatus), o bienaventurado en sentido más amplio,
aludiendo a la creencia de que esa persona está ya gozando del paraíso. La
consideración de beato constituye el tercer paso en el camino de la
canonización.
Para ser declarado Beato por la
Iglesia además de los atributos personales de caridad y virtudes heroicas, se
requiere un milagro obtenido a través de la intercesión del Venerable y
verificado después de su muerte. El milagro requerido debe ser probado a través
de una comisión de expertos en medicina y teólogos. Es muy exhaustivo el
estudio, sin margen a un error. La iglesia prefiere demorar y estudiar bien
cada caso que beatificar a alguien sin merecerlo, o basándose en documentos o
datos erróneos.
Camino de acceso al convento franciscano de San Buenaventura de Baeza, que Fray Blas Palomino debío recorrer diariamente. |
Camino de acceso al Convento de San Buenaventura hoy rodeado de olivares. |
El milagro no es requerido si
la persona ha sido reconocida mártir. “Sólo pueden considerarse
mártires quienes voluntariamente han derramado su sangre, los que han sido
asesinados “por odio a la fe” (Cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos).
El texto tomado da buena
referencia de ello: “así lo escribe la Provincia en una patente que
dio el Padre Custodio fray Marcos de Lisboa para el Capítulo General,
poniéndole y nombrándole entre el número de los Mártires que había habido en
aquella santa Provincia, y con mucha
razón, pues demás de haber ido de España dedicado para la conversión, fue allá
escogido para enviar a predicar el santo Evangelio a las tierras de Moros, y
Gentiles arriba dichas. Y en esta demanda murió alanceado por los Moros de
aquella tierra, in odium fidei, como consta de la experiencia grande que se
tiene de los que los han comunicado, que quieren beber la sangre de cualquier
cristiano todos los de aquella tierra. Y además de esto, que como arriba he
dicho, su intento principal de salir aquella ocasión, fue con el deseo de
convertirlos, y ver si podía quedar allí para pasar al Reino de Manados, donde
primero había estado, todo con el fin de ganar aquellas almas, como él me
comunicó antes.”
Existió una época fecunda en
santos y obstinados mártires suicidas en la historia de la Compañía de Jesús en
Japón a principios del XVII. Los verdugos pudieron constatar que
deliberadamente, durante las horas y aun días que duraba su tormento, esos
jesuitas buscaron intencionadamente y utilizaron su muerte, por lo menos no la
rehuyeron, motivados por un fin sublimemente valioso: hacer creíble el mensaje
de salvación para los que tienen fe en el maestro Jesucristo. Este fue
igualmente el testimonio de vida y muerte de Fray Blas Palomino.
Portada del libro de Francisco de Bilches, Rector del Colegio de San Ignacio de la ciudad de Baeza. |
El Padre Francisco de Bilches,
de la Compañía de Jesús, Rector del Colegio de San Ignacio de la ciudad de
Baeza, en su libro: Santos y santuarios del obispado de Jaén y
Baeza, año 1653, relata en su Capítulo LXVIII el Ministerio, y martirio del
venerable Padre fray Blas Palomino.
“CAPÍTULO LXVIII
Los grandes, y admirables
empleos, y trabajos padecidos por amor de Dios, del venerable Padre fray Blas
Palomino, en el nuevo mundo por espacio de doce años, y su preciosa muerte tan
medida a sus deseo con que glorificó al Señor, refiere un compañero inseparable
suyo, y de su misma Religión, y profesión. Pondré aquí a letra sus palabras,
pues será mejor oír esta historia de un testigo de vista mayor de toda
excepción, que no de quien la ha de hacer por relaciones.”
Tomado del libro: Santos y
santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653. Por el Padre Francisco de
Bilches, de la Compañía de Jesús, Rector del Colegio de San Ignacio de la
ciudad de Baeza. (Se ha respetado la ortografía del manuscrito del siglo XVII,
también se ha respetado la forma de redactar propia de aquel tiempo).
Los beatos son venerados
públicamente, pero solo por la iglesia local, en una región determinada,
generalmente la región que pidió su beatificación, quizá por esta razón y el
desconocimiento histórico de este nuestro paisano y su martirio la iglesia
local de la Higuera no haya celebrado cada año un acto de reconocimiento cada
10 de marzo desde el año 1620, pero fray Blas Palomino y su recuerdo anida en
el corazón de muchos higuereños y representa en sus vidas un testimonio de fe y
sacrificio ejemplares.
Detalle del altar de la iglesia del Convento de San Francisco en la ciuad de Baeza, que debió frecuentar nuestro paisano Fray Blas Palomino en sus años de estancia en Baeza. |
Estos beatos no se incluyen en
el calendario romano ni se proponen a toda la iglesia. El proceso de
beatificación declara que un difunto ha vivido una vida de santidad, y ha
realizado uno o varios milagros después de su muerte o martirio.
Un documento valioso para esta
causa, que se debe haber considerado es la Certificación del muy Reverendo
Padre Fray Pedro de la Concepción, acerca de las Misiones, y muerte del venerable
Padre fray Blas Palomino. Está recogido en el capítulo LXVIII del libro del
Padre Francisco de Vilches, página 219, que hemos reseñado con anterioridad,
que dice así:
“Certifico yo fray Pedro de la
Concepción, Procurador de la Provincia de san Gregorio, de los Frailes
Descalzos Franciscanos de las Filipinas, y Comisario de los Religiosos que han
de pasar a aquellas partes el año que viene de mil y seiscientos y veinte y
ocho. Que es verdad, que conocí al Padre fray Blas Palomino Religioso de la
orden de nuestro Padre san Francisco de la Provincia, y recolección de
Andalucía, que paso en mi compañía hará veinte años en la barcaza que llevo fray
Juan Pobre, el cual dicho Padre era ya
Sacerdote, y Confesor cuando paso, y a mi parecer, de edad de cuarenta años,
poco más o menos Y que llegados que fuimos a la dicha Provincia de Filipinas,
el dicho Padre aprendió luego la lengua de los naturales, que llaman Tagala, y
en ella administro por muchos años los Santos
Sacramentos a aquellos nuevos Cristianos, con grandísimo ejemplo de
todos, y mucho fruto que hacía de las alma, por las mucha devoción, fervor y espíritu con que el dicho acudía a todo esto,
de que soy testigo de vista, y comunicación de muchos años. “
Portada de la Universidad de Baeza. |
Antigua Universidad de Baeza. Capilla de San Juan Evangelista , fachada oeste. |
Balcón del Concejo de Baeza, año 1882. |
Los doce años a que se refiere el texto es contando desde el primero de junio de 1608 fecha de la salida de Sevilla al 10 de marzo de 1620 que muere en Manados.
“Tuvo este dicho Padre grandísimos
deseos de pasar a Japón, y lo pidió diversas veces con deseos fervorosísimos
del martirio, y de ocuparse mejor de predicar, y convertir almas, a que era
notablemente inclinado; y viendo que no podía alcanzar ir al Japón, y que la
provincia enviaba Religiosos a otra nueva conversión del Reino de Macasar, que
es trescientas leguas mas allá del Maluco, en la isla que llaman de Mateo,
pidió con grande instancia le señalasen
en el número de los que habían de ir allá, lo cual hizo el Prelado por
la satisfacción que le tenía ya en la provincia de su mucho espíritu, y celo de
la salvación de las almas. Y yo, aunque indigno, fui también de los señalados para aquella empresa, que
fuimos seis en compañía del Padre fray Martín de san Juan, religioso grave, de
mucha virtud, y letras, que fue por nuestro comisario.
Partimos de la ciudad de Manila
en los navíos de socorro que envió el gobernador de Filipinas, Don Alonso
Fajardo, el año de diez y nueve al Maluco, y llegados que fuimos allá, se
determinó que nos repartiésemos. Que el dicho Padre fray Blas Palomino fuese,
con otro sacerdote, y un Religioso lego enfermo, a predicar al Reino de
Manados, que es en la misma isla de Macasar, al principio de la tierra; y el
Comisario, y yo con otro religioso lego, fuésemos a Macasar, y para tener mejor
ocasión de entrar, llevamos una embajada y presente, del Gobernador de
Filipinas, para el Rey de Macasar. Salimos de Maluco en un navío del Rey, y
llegamos a Manados, donde estuvimos cuatro, o cinco días, y dejamos allí a nuestros
padres, después de haber hablado al Rey, y a los principales de la tierra,
todos los cuales dieron su consentimiento para que se quedasen a predicarles, y
enseñasen el camino del cielo, y nosotros pasamos a Macasar. ” (Tomado
de: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653.)
Delimitación de la superficie del antiguo Convento de San Lorenzo de Montilla, tomada del Boletín Oficial de la Junta de Andalucía del año 1906, en que fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC). |
Página 213 del Libro de Francisco de Bilches donde se comienza a relatar la vida y obra apóstolica del sacerdote higuereño Blas Palomino de la Orden Franciscana. |
Fue designado para evangelizar
la zona de la Contracosta, al este de la isla de Luzón, en el extremo opuesto a
Manila, zona muy aislada del resto de la isla, debido a sus características
topográficas, insalubridad e inseguridad de la zona por las numerosas
rancherías o grupos de chozas habitadas por razas indómitas en las montañas y
el apego de los nativos a sus ídolos (poblada por unas tribus bastante
violentas y peligrosas), había sido postergada por el arzobispado de Manila.
“Aunque en 1591 se dio por
terminada la etapa misional, quedaban numerosas rancherías de razas indómitas
en las montañas, principalmente en el norte de Luzón Cagayán, en la Laguna de
Bay y en el Isarog de Camarines. Serán los agustinos y franciscanos los que
evangelizarán estas tierras en los siglos inmediatos. Desde el principio de
1600 iniciaron éstos una campaña para acabar con los restos de la idolatría (v.
tv), dirigiendo su atención al extremo oriental de Luzón (v.), Contracosta de
Baler, pero las condiciones de insalubridad de la zona arruinaron la salud de
muchos y los misioneros hubieron de retirarse. Se reanuda la evangelización en
1718, año en que los PP. Manuel de San Agustín, Fermoselle y Olivenza, fundan
24 pueblos entre Binangonan de Lampón, cabo de Engaño, provincia de Itui y
Cagayán”
(Tomado
de: Filipinas, V. Historia de la Iglesia, Abad Pérez. A. Ediciones Rialp S.A.)
“La zona de la Contracosta por ser un terreno
montañoso, exigió mucho espíritu de sacrificio para su evangelización y
organización cristiana. Su acción apostólica fue ayudada por una larga serie de
“enfermerías” y la creación de escuelas primarias. Se escribieron diccionarios
y gramática, catecismos, devocionarios y otros libros de piedad para la región.
Sin duda fue rápida la conquista espiritual de otras partes de la isla de
Luzón, pues la estadística de 1624, arroja un total de 61,300 bautizados,… pero
quedaban en la montaña y bosques impenetrables multitud de nativos sin
civilizar, entre los que citamos a los negritos o aetas, que se acogieron a lo
mas intrincado…” (Tomado de: Filipinas, V.
Historia de la Iglesia, Abad Pérez. A. Ediciones Rialp S. A.)
Después de los trabajos y
esfuerzos que supusieron realizar la predicación de la zona de la Contracosta,
con la creación de Baler, la campaña de predicación más dura aun fue el
desplazamiento de fray Blas Palomino y otros religiosos hacia el sur a las islas
Molucas; para abordar este segundo viaje dentro de Oceanía pongamos luz a los
antecedentes históricos de los hechos.
Página 214 del Libro Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, de Francisco de Bilches, Rector del Colegio de San Ignacio de la ciudad de Baeza, publicado en Madrid en el año 1653. |
Fray Blas Palomino en sus años
de presidente (prior o superior) del nuevo convento en la isla de Tidore en el
mismo Maluco, junto a la isla de Terrenate (Ternate ), al que fue destinado por
sus superiores para el apostolado de la predicación y a la formación en esta
parte la provincia, supo infundir e impulsar la vocación misionera de los
hermanos que se iban incorporando a la obra de evangelización, abriéndoles el
espíritu y orientándolos hacia los nuevos campos de misión que había
descubierto la orden franciscana en este nuevo contexto de misión según la
genuina tradición de la Orden fundada por San Francisco trescientos años atrás.
“…determinó nuestro Comisario
de que nos fuéramos el Padre fray Blas, y yo a Maluco, y que desde allí fuese
yo a Manila a llevar la respuesta de la embajada al Gobernador, y dar parte al
Provincial de lo que pasaba, Y que el Padre fray Blas se quedase allí en
Maluco, para ser Presidente de un Convento nuevo, que había tomado en la Isla
de Tidore, que es en el mismo Maluco, junto a la Isla de Terrenate.”(Texto
tomado de: Francisco de Bilches, Santos y santuarios del obispado de Jaén y
Baeza, año 1653.)
El segundo hecho más relevante
de Fray Blas Palomino, está relacionado con su viaje en 1619 a las islas
Molucas donde tras un año de predicación encontró la muerte en 1620.
El texto original siguiente da
buena cuenta de todo ello:
“Con ellos nos embarcamos en dos
galeotas Portuguesas, que iban a Maluco, y cada uno en la suya comenzamos a
navegar, y hacer nuestro viaje, el cual fue tan trabajoso de tormentas, y
peligros de enemigos, y vientos contrarios, que nunca tal se ha visto; porque
en viaje donde se acostumbra tardar, cuando mucho, veinte días, estuvimos mas
de sesenta y tantos, y por cuatro veces encontramos con enemigos, y peleamos
con ellos.
Finalmente llegando a la
contracosta de Manados, tuvimos tan recio viento contrario por la proa, por mas
de diez días, que saliendo por dos, o tres veces a atravesar el golfo que hay
de allí al Maluco, que son cosa de cincuenta leguas, volvimos a arribar donde
habíamos salido, y viéndonos ya necesitados de agua y bastimentos (provisión de
alimentos), nos llegamos a una Isla pequeña, que está pegada a la misma Isla de
Macasar, cosa de tres , o cuatro leguas antes de llegar a los volcanes, que
llaman de Manados.”
Página 215 del libro de Francisco de Bilches. Abajo páginas 216, 217, 218 y 219. |
Página 218. |
Página 219. |
“Tuvo este dicho Padre
grandísimos deseos de pasar a Japón, y lo pidió diversas veces con deseos
fervorosísimos del martirio, y de ocuparse mejor de predicar, y convertir
almas, a que era notablemente inclinado; y viendo que no podía alcanzar ir al
Japón, y que la provincia enviaba Religiosos a otra nueva conversión del Reino
de Macasar, que es trescientas leguas mas allá del Maluco, en la isla que
llaman de Mateo, pidió con grande instancia le señalasen en el número de los que habían de ir allá, lo
cual hizo el Prelado por la satisfacción que le tenía ya en la provincia de su
mucho espíritu, y celo de la salvación de las almas.”
Página 220. |
Continúa así el relato en la
página 220 del referido libro:
Sucedió, pues que el demonio envidioso del gran fruto
que allí había de resultar, y de las muchas almas, que por aquel camino le
habían de quitar de entre las uñas, echo sus redes, y urdió tales tramas, que
por nuestros pecados vino a estorbar la entrada; porque remitiéndose a los
hechiceros, y brujos, que allí son como sus Sacerdotes, se juntaron todos, y
acudieron al Rey, y a los Señores mas principales de la tierra, diciendo que
mirasen lo que hacían, porque si recibían aquellos Padres se había de destruir
su tierra, y se les habían de morir sus hijos, y mujeres, que así se lo habían
dicho sus Dioses, y junto con esto se les apareció el demonio en diversas
figuras, fieras y espantosas, amenazándolos si recibían a los Padres. Todo lo cual
causó en ellos tanto miedo, y espanto que no obstante que los Religiosos les
predicaron en contra de aquello, e hicieron todas las diligencias posibles, se
cerraron en que no debían quedar allí los Religiosos, y por nuestros pecados y
secreto juicio de Dios vino a ser así. Viendo, pues, los dichos Padres, que ya
aquello no tenía remedio, y que estaban allí perdidos, entraron en consulta de
lo que harían, y determinaron que los dos se volviesen a Manila a dar parte al
provincial de lo que pasaba, y el Padre fray Blas fuese a Macasar a hacer lo
propio al Comisario, y acertándose a hallar allí dos navíos, y una galeota de
Portugueses, que iba a Macasar, se embarcaron los dichos Padres,y prosiguieron
su viaje. En esta sazón estaba el Padre fray Blas muy enfermo, y casi
desahuciado de la vida, y por esta causa pidió, que antes que se embarcase le
diesen los Sacramentos, por lo que Dios fuese servido de hacer con su vida.
Hiciéronlo así, y luego se embarco, y fue su viaje, y en el fue Dios servido
que mejoro, y fue ya bueno cuando llego al Reino de Macasar, donde nos halló
con el mismo desconsuelo, que el llevaba de ver no hallamos la tierra tan bien
dispuesta como pensamos, para sembrar en ella las palabras del santo Evangelio,
por que aun fuimos bien recibidos del Rey, y acepto la embajada, y concedió la
paz, y amistad con los Españoles, y otras cosas que se le pedían. En lo que fue
dejar predicar en su tierra, ni hacer Cristianos, no quiso venir, antes publicó
un bando en su tierra, de pena de vida a cualquiera que se hiciese Cristiano. Y
por mas que le predicamos, y diligencias que hicimos, no fue posible lo
contrario. Y habiendo estado allí algunos meses, y experimentando que no se
hacía fruto ninguno, ni había esperanza de que se haría adelante, determinó nuestro
Comisario de que nos fuéramos el Padre fray Blas, y yo a Maluco, y que desde
allí fuese yo a Manila a llevar la respuesta de la embajada al Gobernador, y
dar parte al Provincial de lo que pasaba, Y que el Padre fray Blas se quedase
allí en Maluco, para ser Presidente de un Convento nuevo, que había tomado en
la Isla de Tidore, que es en el mismo Maluco, junto a la Isla de Terrenate. Con
ellos nos embarcamos en dos galeotas Portuguesas, que iban a Maluco, y cada uno
en la suya comenzamos a navegar, y hacer nuestro viaje, el cual fue tan
trabajoso de tormentas, y peligros de enemigos, y vientos contrarios, que nunca
tal se ha visto; porque en viaje donde se acostumbra tardar, cuando mucho,
veinte días, estuvimos mas de sesenta y tantos, y por cuatro veces encontramos
con enemigos, y peleamos con ellos.
Finalmente llegando a la
contracosta de Manados, tuvimos tan recio viento contrario por la proa, por mas
de diez días, que saliendo por dos, o tres veces a atravesar el golfo que hay
de allí al Maluco, que son cosa de cincuenta leguas, volvimos a arribar donde
habíamos salido, y viéndonos ya necesitados de agua y bastimentos, nos llegamos
a una Isla pequeña, que está pegada a la misma Isla de Macasar, cosa de tres o
cuatro leguas antes de llegar a los volcanes, que llaman de Manados. Y habiendo
tomado agua, y en dos días no haber visto gente. Otro día de mañana vieron de
la galeota, donde iba el Padre fray Blas, unas banderillas blancas puestas en
unos palos en la playa. Desde nuestra galeota no las vimos, ni la gente que
después vieron de la otra, porque habíamos surgido mas de media legua
desviados. El Padre fray Blas pidió al
Capitán fuesen con la chalupa a ver que gente era, y si traían algún refresco,
lo cual se hizo yendo algunos marineros, y soldados, y en su compañía el dicho
Padre fray Blas.
Llegaron cerca de tierra, y
vieron ser gente desnuda, algo blancos, cabellos largos como mujeres, que es
por la mayor parte el uso de aquella tierra. Hablaronles por un intérprete, y
después de muchas demandas, y respuestas, les pidieron viniesen al navío un par
de ellos, y que les regalarían, y ellos vinieron en ello con que se quedasen
otros dos de los nuestros en tierra de ellos. Hízose así, y traídos al navío les
dieron de comer, y de beber muy bien, y el Padre fray Blas les dio muchas cosas
de bujerías, que traía de Macasar, y ellos apetecían.”
Página 221. |
“Dijeron que eran de unos
pueblos que había allí cerca, que estaban cerca del Reino de Manados, donde
habíamos estado primero, y que abría de traviesa de allí a Manados, por tierra
cosa de catorce leguas no mas. Con ello se fueron, y los echaron a tierra, y
volvieron a coger los nuestros. Quedo de concierto, que otro día habían de
volver, y traer refresco. A todo esto en nuestra galeota no sabíamos nada, y
otro día de mañana al amanecer, se embarco el Padre fray Blas, y con alguna
gente vino, a nuestra galeota a darnos parte, y comunicar lo que les había
pasado el día de antes, y en particular me dijo , que era aquella muy buena
ocasión para volver a entrar en Manados, que pensaba, si hallaba ocasión,
quedarse allí, y de allí atravesar a Manados, a ver si podía reducir a aquella
gente, que los traía atravesados el corazón, por ser gente afable, y de buenos
naturales para Cristianos, y muchos de ellos lo querían ser, y quedaron muy
pesarosos de que se fuesen los padres. Con ello hablamos al Capitán de nuestra
galeota, para que continuase, que fuese nuestra barca también en compañía de la
suya, con algunos soldados y vino en ello.
Fuimos, entramos cada uno en su
barco, y primero fuimos a la galeota del Padre fray Blas a pedir licencia al
Capitán para ir donde habían hablado el día antes aquella gente, y él la dio,
aunque con harta dificultad, temiéndose nos sucediese alguna desgracia, porque
era hombre muy cursado en aquella tierra, y conocía toda aquella gente ser
Moros, y muy traidores. Mas por las persuasiones del Padre fray Blas dio
licencia, advirtiendo del orden que se había de
tener y enviando gente de guarda. Llegados que fuimos al puerto, nos
salieron a recibir algunos de aquellos Indios, y el Padre fray Blas los llamo,
y dijo le sacasen del barco, como lo hicieron, en hombros. Fue saliendo las
demás gente, que sólo quedaron cuatro hombres en cada barco. El bendito Padre
los comenzó a abrazar, y se sentó a la sombra de un árbol con algunos de ellos,
y el intérprete, que era portugués, a tratar lo que llevaba pensado.
En este tiempo yo me puse a
hablar con los demás, que por allí estaban divididos, y apartados en corrillos,
y pregúnteles si traían algún refresco, me dijeron que si, y que lo tenían allí
dentro en el Monte, que no lo podían traer a cuestas, que entrásemos por ello,
de que yo no lo colegí bien, y entrando mas adentro vi, detrás de unos árboles
muchas lanzas, y adargas juntas, y amontonadas como escondidas. Y haciendo como
que no había visto nada, me volví a salir disimuladamente, y llegue al Padre
fray Blas, y le dije lo que había visto, y lo que decía aquella gente del
refresco, y respondió que no, que era muy buena gente, y que si traían algo, y
con ello se volvió a hablar con ellos, y yo me desvié cosa de doce o catorce
pasos, y mirando hacia los barcos vi a los que en ellos estaban tomar a prisa
los arcabuces, y decir a voces,
traición, traición, y volviendo a mirar atrás, vi ya atravesado por una lanza
al bendito Padre fray Blas, y con otra al interprete. Y si dos o tres soldados
que se hallaron cerca no disparaban sus arcabuces, y echaron mano a las
espadas, con que ellos temieron, y huyeron, nos alancearan a todos.”
Página 222. |
La relación de los hechos de la
muerte de Fray Blas Palomino en la Página 222
“Retiramos luego al Padre fray
Blas, que murió en mis manos dentro de un cuarto de hora, y el otro cuerpo no
pudimos retirar, temiendo no nos cercasen las embarcaciones. Llevamos al Padre
fray Blas a su galeota, y yo estuve con él toda aquella noche, y por la mañana
vino la gente de otra galeota, y le llevamos a enterrar todos juntos a una
isleta pequeña, que estaba allí junto, lo cual se hizo con la mayor solemnidad
que se pudo, porque yo llevaba sobrepelliz, y estola, y sus velas todos los
Portugueses. Dejamos marcada la sepultura, para en otra ocasión volver por su
cuerpo, como se hizo dentro de seis meses, y se llevo a Maluco, donde está
colocado en una caja en la iglesia de nuestro Convento de san Antonio, como de
santo Mártir, y así lo escribe la Provincia en una patente que dio el Padre
Custodio fray Marcos de Lisboa para el Capítulo General, poniéndole y
nombrándole entre el número de los Mártires que había habido en aquella santa
Provincia, y con mucha razón, pues demás
de haber ido de España dedicado para la conversión, fue allá escogido para
enviar a predicar el santo Evangelio a las tierras de Moros, y Gentiles arriba
dichas. Y en esta demanda murió alanceado por los Moros de aquella tierra, in
odium fidei, como consta de la experiencia grande que se tiene de los que los
han comunicado, que quieren beber la sangre de cualquier cristiano todos los de
aquella tierra. Y además de esto, que como arriba he dicho, su intento
principal de salir aquella ocasión, fue con el deseo de convertirlos, y ver si
podía quedar allí para pasar al Reino de Manados, donde primero había estado,
todo con el fin de ganar aquellas almas, como él me comunicó antes. Además de
esto, el día antes tuvo tan grandes impulsos, y deseos de decir Misa, que me
pidió muy encarecidamente la dijésemos, porque traíamos todo recado. Y
pareciéndome, que la mar andaba muy alterada, y que era cosa peligrosa, como a
la verdad lo era, no me pareció venir en ello. Mas el bendito religioso hizo
tanta instancia, cosa que jamás había
hecho en todo el viaje, que le dije, la dijese muy en hora buena, que yo le
tendría el Cáliz, y ayudaría. El se confeso luego, y preparó muy devotamente, y
la dijo, aunque con harta dificultad, por la inquietud grande del mar. Que
parece sentía ya en su alma algunas premisas de muerte, y buena suerte , que el
Señor le tenía guardada, la cual aunque no cabe debajo de merecimiento, supo granjearla,
y si decirse puede merecerla, con su santa vida, harto mejor que no yo. Pues
por mis pecados estando, en la misma ocasión, no tuve tal ventura y porque todo
esto es así verdad, coram deo, lo firme
en este Convento de nuestro Padre san Francisco de Madrid a dos de julio de mil
y seiscientos y veinte y siete, Fray Pedro de la Concepción.”
Página 223. |
Concluye en la página 223
“Esta certificación del muy
Reverendo Padre fray Pedro de la Concepción contesta con una patente que dio el
Padre fray Pedro Bautista Comisario de esta sagrada Religión en Filipinas, y
juntamente con una información jurídica, que hizo de este suceso el Doctor don
Diego Lorenzo, Canónigo de la Catedral de Malaca, y Vicario de la Cristiandad
del puerto de Macasar, por comisión de los Gobernadores del Obispado de Malaca,
Francisco Suárez Tesorero, y Lorenzo de Acosta Vicario, en que deponen los
soldados, que acompañaron al santo fray Blas, ante Juan Rodríguez escribano. Y
puesto que ambos instrumentos sean de mucha autoridad, no los traslado aquí,
porque en instancia con una misma cosa, con lo que testifica el Padre fray
Pedro de la Concepción. En vez de todo añadiré una cláusula del Martirologio
Franciscano, donde se hace celebre conmemoración de este martirio, así. Beatus
Blasius Palomino Martyr Provincia Granatensis fuit alumnus. Qui mare trayciens,
ut illis efferatis gentibus Evangely lucem difunderet, apud insulanos
Malucenses neeatus est anno millésimo
sexcentésimo vigésimo. De eius canonizatione agitur: ad cuius procesus
conficiendos litera petuntur Apostolica, uti constat ex libello Neapoli edito
anno millesimo sexcentesimo vigesimo sexto, apud Typographian Ioannis Dominies
Roncalioli, Rapineo bistor, general origin recoleos, p.i.pref. 4 Gauiana
p.I.cap.24. Fue su glorioso triunfo a diez de marzo del año mil y seiscientos y
veinte.”
(Tomado de Francisco de
Bilches: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653.)
Volcán de la isla de Tidore en Las Molucas, visto desde la vecina isla de Tiernate, año 1800. |
Suponemos que la Iglesia del Convento de San Antonio donde reposan los restos de nuestro santo Fray Blas Palomino deberá estar ubicada en la isla de Tidore. Tidore es hoy el nombre de una
pequeña isla, y una ciudad, en las islas Molucas, en Indonesia oriental,
localizada muy cerca de la costa occidental de la isla mayor de Halmahera en
aguas del mar de Molucas. Su nombre correcto en castellano, desde que fuera
colonia, es Tidoro (Geografía Universal' de Mariano Torrente, Madrid, 1828).
Tiene una superficie de solamente 116 km² y su mayor altitud es el pico
Kiematabu, con 1.730 m.
Actualmente administrativamente la isla de Tidore pertenece
a la provincia de Molucas Septentrional de Indonesia.
En la época precolonial, Tidore
fue un importante centro político y económico regional, fieramente enfrentado
con su vecina septentrional, Ternate. Los sultanes de Tidore gobernaron gran
parte de la región meridional de Halmahera, y ocasionalmente extendieron su
dominio a Buru, Ambon y varias de las islas de la costa de Papúa. Tidore
estableció una alianza poco estrecha con los españoles en el siglo XVI, con lo
que los españoles erigieron una fortaleza de escasa importancia en la isla. Si
bien la desconfianza mutua entre tidoreños y españoles era intensa, la
presencia española resultaba de provecho para Tidore al proporcionarle ayuda
para resistir las incursiones de Ternate, su enemigo, así como las fuerzas
holandesas que contaban con una base en esa isla.
A medida que la fuerza española
en la región disminuyó, lo que concluiría con su eventual retirada de la región
en 1663, Tidore se convirtió en uno de los reinos más independientes de la
región, resistiendo los intentos de control directo por parte de la Compañía
Holandesa de las Indias Orientales. En particular, bajo el reino del sultán
Saifudín, entre 1657 y 1689, la corte de Tidore empleó el dinero obtenido de
los holandeses por la venta de especias en presentes que consolidaron los lazos
tradicionales que mantenía con las regiones periféricas. Obtuvo así el respeto
y la gratitud de muchas poblaciones locales, con lo que no requirió de la ayuda
militar holandesa para mantener el orden en el reino, a diferencia de Ternate.
Tidore continuó siendo un reino
independiente, aunque con frecuentes intervenciones por parte de Holanda, hasta
fines del siglo XVIII. Al igual que Ternate, Tidore permitió que el programa
holandés de erradicación de los cultivos de especias, (destinado a consolidar
el monopolio del comercio de especias gracias a la restricción de la producción)
tuviera lugar en sus territorios. Debido a ello, el reino se empobreció en el
largo plazo, y disminuyó su capacidad de controlar los territorios colindantes.
Granada 10 de marzo de
2019.
En el aniversario tricentésimo nonagésimo noveno de
su martirio.
Pedro Galán Galán.
Bibliografía:
De Bilches, Francisco: Santos y
santuarios del obispado de Jaén y Baeza, Madrid, 1653.
Ramerini, Marco:
Las fortalezas españolas en la isla de Tidore, en La
historia de la presencia española en las islas Molucas (Indonesia)
Andaya, Leonard Y.: The world
of Maluku: eastern Indonesia in the early modern period. Honolulu: University
of Hawaii Press. 1993.
Torrente, Mariano: Geografía
Universal. Madrid, 1828
5 comentarios:
ESTUPENDO TRABAJO DON PEDRO OS FELICITO POR POSEER ESTA GRAN FUENTE DE CULTURA Y SOBRE TODO PODER DIFUNDIRLA A LAS NUEVAS GENERACIONES, EN HORA BUENA, QUE DIOS OS BENDIGA , GRACIAS Y HASTA PRONTO...MIGUEL COBIAN PUIG...MIKI COBALTO, MIAMI FLORIDA MARZO 11 2019.
Miguel, he quedado muy gratamente sorprendido y a la vez contento y satisfecho, de que un lector de bella ciudad de Miami siga mis escritos. Me alegra mucho que este trabajo haya merecido tan alta valoración por su parte. Como ha podido comprobar ocupo desde hace algunos años, parte de mi tiempo libre a estudiar, buscar datos, y elaborar artículos para dar a conocer a mis paisanos la historia de nuestra villa. Es ésta mi pequeña contribución a la tierra que me vio nacer, y en la quedaré cuando la vida se acabe.
¡¡¡Muy agradecido por su comentario!!!
Reciba cordiales saludos desde Granada, en esta bendita tierra de Andalucía.
Pedro, me da la impresión, y siento mucho reconocerlo, que la canonización no la llegaremos a ver; quisiera equivocarme.
Hay algo en lo que discrepo contigo. Pedro de Escavias estuvo de paje en la corte de Juan II. Fue amigo de Enrique IV, con él se crio. De este rey era favorito el Condestable Iranzo, que llegó a emparentar con Escavias. Enrique IV prometió a Pedro de Escavias el condado de La Higuera, cosa que no pudo cumplir. Por eso no creo que estuviera contra el rey. Sí que se dio una batalla cerca de Lahiguera entre los partidarios del rey y el bando antagónico; entonces es más probable que los caballeros que mencionas, si son deportados de Andújar a Lahiguera, es por ponerse contra el rey.
Enhorabuena por la entrada. Aunque ya he señalado al principio mi pesimismo, lo que a nosotros nos corresponde es mantener viva la llama de nuestro venerable paisano, para que nunca caiga en el olvido.
Un abrazo.
Manuel, de momento no podemos precisar la causa de que parte de la familia de los Palomino dejasen Andúxar en estos años, pero buena parte de la causa podemos encontrarla en el texto que te trascribo de final del artículo que publique en este mismo blogs en fecha 21 de Marzo de 2014, titulado: El Rey Juan II de Castilla.
Veo la situación creada a los Palomino por la relación creada entre los leales a Enrique IV (Andujeños) y rebeldes (Arjoneros ye Higuereños).
“Hacia 1469 Arjona sería una de las más importantes posiciones de los rebeldes a Enrique IV. Es curioso que Arjona siempre militara en el bando rebelde durante toda la Edad Media. La Figuera se encontraba una vez más entre los rebeldes de Arjona a Enrique IV y los leales a Enrique IV que se encastillaban en Andújar y Jaén. Así La Figuera seguía participando en las luchas de los leales y rebeldes a Enrique IV y su población sintiendo sobre sus haciendas, bienes y vidas, los avatares de un periodo histórico de gran inestabilidad política.”
El encontronazo que dices yo no creo que fuese cerca de La Higuera, sino en el término de Arjona cerca de un puente, del que desconozco el nombre, que está ubicado en la dirección de Arjona a Andúxar. Es el texto que también está incluido en este artículo y que te trascribo a continuación:
“Viene aquí a propósito de este contexto el hecho de armas que ocurrió entre el valeroso señor don Rodrigo Manrique que antes fue maestre, con Juan de Guzmán, hijo del maestre don Luis de Guzmán, entre Andújar y Arjona en 1443. (Fernández de Oviedo y Valdés, G. 1983, 305-306.) (10)
“…El año de 1443, entre Juan de Guzmán, hijo del maestre de Calatrava, don Luis de guzmán, y Rodrigo Manrique, comendador de Segura, ovieron un recio reencuentro con cada 300 lanzas, y si alguno tenía más que esotro era poca la diferencia. Y salio de Arjona Juan de Guzmán, e Rodrigo Manrique de Andújar, y topáronse en el camino (digo el campo) y travose entre ellos la pelea, y murieron cuarenta hombres de armas de ambas partes y fueron muchos los heridos, y murieron muchos cavallos; y al fin quedó el campo por Juan de Guzmán, y Rodrigo Manrique fue desvaratado. Y yendo Juan de Merlo en el alcance de los contrarios, metiose en ellos tanto, que quedó solo, y cuando quiso volver halló peones, al paso de una puente, de los contrarios, que le mataron; de la cual muerte al Rey y a muchos pesó, porque fue muy buen caballero. Estas son las cosas de la guerra, y a los valerosos capitanes que las continúan acontecen a pro y a contra las victorias; y a este maestre le fue contraria la fortuna en esta jornada, y en otras muchas le fue favorable. Tornemos a nuestro propósito de Paredes. Havréis de saber que en cierta concordia que se hizo entre el rey Don Juan (II) y el príncipe su hijo don Enrique IV, hallaréis un capítulo en la historia alegada que dice, que en lo que toca al maestradgo de Santiago, aya de ser fecha equivalencia al comendador Rodrigo Manrique por la villa de Paredes, a vista de don Alvaro de Luna, maestre de Santiago y condestable de Castilla, y de don Juan de Pacheco, marqués de Villena, como más largamente lo podéis ver en la corónica ya dicha. En fin, por esta causa le quedó dicha aquella villa pacífica, porque el Rodrigo Manrique dejase el dicho maestre don Álvaro de Luna otras piezas que tenía del maestradgo, ecepto sus encomiendas propias. Este asiento se dio año de 1446; así que en este de 1550 en que estamos, ha 104 años que aquella villa quedó pacífica en poder del dicho Rodrigo Manrique, primero conde de ella, y después del en sus sucesores.”
Continúa...
Continuación:
En la obra de Terrones tan sólo posterior en unos años a la de Jimena Jurado, se defiende una posición radicalmente opuesta. Según este autor, el rey Juan II dio a Juan de Guzmán ciertas mercedes en compensación por la pérdida de Andújar, que no pudo conquistar. En cuanto al dato histórico de la resistencia de Andújar a la señorialización de su ciudad, como causa de la entrega de Arjona, las crónicas refieren hasta la saciedad la donación de Arjona al Maestre de Calatrava, dando incluso la fecha de su donación como la del 8 de Diciembre de 1429, confirmada en el Consejo Real en el año 1430 y por privilegio el 4 de Octubre de 1432, según muestra el profesor Ladero Quesada, tesis que encuentra confirmación en Carrillo de Huete, P., (1946, 151) (11) y en Solano López, E., (1978, 74) (12). Calderón Ortega, J. M. (1991, 141) (13) afirma que no encontró ningún dato que permitiese aventurar que el Maestre de Calatrava no accediese a la posesión efectiva de Andújar, sino más bien al contrario, como parece demostrar el pleito establecido entre los concejos de Arjona y Andújar en 1430, se menciona en el mismo que la ciudad de Andújar era señorío de Luis de Guzmán (Calderón Ortega, J. M. 1991, 141) (13). Si como parece, don Luis de Guzmán, Maestre de Calatrava, era poseedor pacífico de Andújar desde 1430, resulta evidente que don Fadrique de Aragón no tuvo nada que ver con la ciudad de Andújar entonces, y la resistencia de Luis de Guzmán quedaría circunscrita a una significación muy próxima a la pugna de facciones nobiliarias, entre dos ciudades próximas que se disputan el poder ante Castilla, más que un intento de escapar la ciudad de Andújar a la condición de ser señorío.
Un abrazo.
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