PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

domingo, 10 de marzo de 2019

LA VILLA DE LAHIGUERA ANTE LA EXPECTATIVA DE LA DECLARACIÓN DEL BEATO FRAY BLAS PALOMINO COMO SANTO DE LA IGLESIA CATÓLICA. MARTIR EL 10 DE MARZO DE 1620 EN LAS ISLAS CÉLEBES.



FRAY BLAS PALOMINO NACIÓ EN LAHIGUERA, (LLAMADA EN EL SIGLO XVI HIGUERA DE ANDUXAR POR SU VECINDAD) EN EL AÑO MIL QUINIENTOS SETENTA.


En tal día como hoy, día diez de marzo, y hace trescientos noventa y nueve años, moría en el norte de la isla de Macasar, en las islas Célebes, un sacerdote higuereño que nació en 1570 y murió el diez de marzo de 1620 a los cincuenta años. Vaya este artículo para celebrar tan memorable fecha para todos los higuereños, en reconocimiento por su ejemplo de vida y entrega a los pobres y a la evangelización de tierras tan lejanas.

Fray Blas Palomino nació en La Higuera en el año 1570. Nuestra villa fue entregada al Rey Fernando III El Santo por el Rey de la taifa de Baeza Al- Bayassi en el año 1225 junto a Villanueva, con lo que La Higuera pasó a llamarse La Higuera de Andúxar y Villanueva, como Villanueva de Andúxar. Blas Palomino fue uno de los hijos de Francisco Ruiz Palomino y de María Verdejo, descendientes ambos de soldados conquistadores de las tierras del Santo Reino por parte de Fernando III El Santo. 

Uno de los hermanos de fray Blas fue su hermano Pedro, que conocemos recibió una carta de despedida de su hermano Blas, para despedirse de la familia y cada uno de los vecinos coetáneos de nuestra villa, cuando supo que el embarque para América era inminente.

En el siglo XV floreció en el ejercicio de las armas Juan Alonso Palomino, padre de Pedro, Gonzalo y Rodrigo Palomino, que se distinguieron en el servicio del Rey Enrique IV de Castilla, parece ser que pertenecían a la casa de Andújar. La familia Palomino que tenía un origen navarro, participo en la conquista de Baeza y se asentaron en Andúxar, donde en tiempo de Enrique IV fueron defensores de sus derechos dinásticos, en contra del Alcalde Pedro de Esquivias. Fueron algunos de los tres hermanos, que por desavenencias con el conocido alcalde de Andúxar tuvieron que tomar vecindad en Arjona y La Higuera.

Blas Palomino dio muestras desde su más terna infancia de devoción y ejemplo de vida en la familia y en la escuela de nuestra villa, creció en un hogar cristiano y comenzó desde su infancia siendo dirigido espiritualmente por su madre, que participaba activamente en la vida religiosa de la villa, siendo madrina Bautizos en muchos de los casos de esclavos y personas pobres junto al sacristán de la parroquia de la villa.

Siendo bastante joven destacó por su práctica de la caridad y su mansedumbre personal, disfrutando de una vida austera a pesar del esfuerzo de los trabajos del campo que atendía de sol a sol.

Con aproximadamente dieciocho años se trasladó a Baeza para recibir clases de Gramática, destacando pronto en su aprovechamiento e ingenio aventajado para los aprendizajes, con lo que entró en contacto con otras personas muy interesadas por la cultura y el conocimiento de la vida religiosa de otros de sus condiscípulos. A requerimiento de sus padres volvió de Baeza a La Higuera para hacerse cargo de la hacienda familiar, donde dio ejemplo de vida, caridad y entrega al duro trabajo de los campos con arados y azadón. A sus compañeros trabajadores de las faenas del campo les explicaba la religión cristiana y exhortaba a que tuvieran paciencia en los trabajos y adversidades de la vida. Su vida en La Higuera estuvo igualmente marcada por su profundo sentimiento religioso sin dejar de practicar lo aprendido en la escuela, oír misa a diario en el convento de Santa Clara al alba antes de ir a trabajar al campo, confesar y comulgar frecuentemente. En el trabajo en el campo era el primero en echar mano del arado y azadón y el último en dejarlos. A pesar de los duros trabajos del campo que realizaba de sol a sol, no olvidaba sus deberes piadosos como detalladamente se expresa en el texto de Fray Pedro de la Concepción compañero de predicación en Maluco y que lo conocía bien por haber muerto fray Blas en sus brazos.

Practicaba la caridad con los pobres de nuestra villa y llegó a dar en una ocasión las ropas de gala que vestía un día, al encontrar en un día frío a un pobre desnudo, siendo mancebo de tan solo quince años.

Unos años después a petición de los padres tuvo la opción de volver a Baeza donde reanudó las Clases de Gramática y comenzó después a estudiar Artes teniendo como Maestro al Doctor Luís Blas, compartiendo su asistencia a las Escuelas, (suponemos que la Universidad de Baeza, creada por fray Juan de Ávila) con el acercamiento a las comunidades religiosas de jesuitas y franciscanos.

Durante su estancia en Baeza, tuvo contacto con otros religiosos jesuitas y franciscanos, por lo que fue asiduo del Convento de San Francisco de la Compañía de Jesús, y del Convento franciscano de San Buenaventura a kilómetro y medio de la salida desde Baeza a la cercana población de La Yedra, donde adquirió vocación para las cosas del alma. En contacto con los jesuitas del Convento de San Francisco conoció el fervor religioso de misioneros de la Compañía en Japón, entre ellos la de los mártires Pedro Miqui (jesuita), y Pedro Bautista (franciscano). Con ese renovado fervor cristiano se fue al Convento de San Buenaventura, situado en el extrarradio de la ciudad de Baeza a kilómetro y medio de la ciudad en la dirección de la cercana población de La Yedra, comunicándole a la comunidad franciscana sus deseos de hacerse religioso de la orden del Seráfico Padre San Francisco, y considerándolo suficiente en su formación cristiana y ejemplar práctica de vida, lo enviaron al Convento franciscano de San Lorenzo de Montilla, situado en el extrarradio de la ciudad en el camino de la población de Espejo.
En Montilla inició su formación como novicio en el Convento de San Francisco, donde vistió el hábito religioso con un espíritu tan fervoroso, que en el noviciado fue ejemplo para novicios, y donde fue accediendo a los diferentes grados  hasta el sacerdocio. Siendo ejemplo de prácticas de penitencia, ayunos, oración y pobreza, utilizando el hábito más desechado del convento, mucho más de lo que el compromiso de pobreza de la Regla Franciscana recomendaba. Su obsesión por la práctica de la pobreza excedía lo estipulado por la Regla del Seráfico San Francisco, tan solo disponía de un camastro de tablas, una cruz, variados cilicios y disciplinas. Era habitual el cotidiano ejercicio de penitencias y pasaba las noches enteras en oraciones y rezos. Se decía que era el primero en todo y jamás ordenó una cosa que él no hiciera antes ante sus componentes del noviciado. El solía decir que siempre él estaba en el noviciado, siempre principiante en la Religión. Sus consejos eran siempre prudentes, y llegado el caso de que tuviera que reprender a alguno de los demás, lo hacía con gran caridad y celo. Sus excesivas penitencias y su espíritu de oración no le impedían ser una persona alegre en su relación personal con los demás de su comunidad de hermanos franciscanos, y con los naturales de las poblaciones en los que vivía en todos esos años de profesión religiosa.
Fue dotado de una alegría religiosa y tanta afabilidad que se ganaba los corazones de la gente, con lo que fue requerido en el lugar para en una ocasión poner paz entre dos mancebos ricos y nobles de Montilla, que en sus disputas habían llegado a un grado máximo de rencor, hasta el punto de desear la muerte uno del otro, y buscar la muerte uno del otro y viceversa siendo malheridos y picados en la venganza hasta llegar a la muerte, con lo que fue llamado el sacerdote Fray Blas Palomino para poner paz entre los contendientes. También fue requerido para expulsar el demonio de un endemoniado, que era una persona de mucho respeto en la ciudad, y al que ya habían tratado de sanar haciendo muchas oraciones y exorcismos para librar al paciente de aquella opresión, Pero la atención recibida no tuvo efecto en el paciente por lo  que llamaron a Fray Blas a que ejercitase  al endemoniado, y al llegar el sacerdote Fray Blas a su domicilio con estola e hisopo, el endemoniado tomo unos bríos de voces antes nunca vistos, con grandes voces muy lastimosas, que resolvió echándose mano al pecho y mostrándole una Cruz que puso sobre el endemoniado, ordenándole : Yo te mando en nombre de Dios, que estés quedo, y al punto cayó el pobre hombre a tierra dando voces, tan confusas que no parecían de uno, sino de muchos endemoniados, o por mejor decir demonios. Dijo el venerable Padre Blas un Evangelio sobre la cabeza del paciente y luego estas palabras: Sal luego de este hombre, enemigo del género humano, y ve donde no hagas mal alguno, que así lo manda Jesucristo Dios y Hombre Verdadero. Al punto obedeció el espíritu maligno, diciendo con voces más rendidas: Por ti me voy Blas, porque eres virgen, y me dejes, y puesto que el demonio sea padre de mentiras, con todo a veces le manda Dios decir verdad.
El convento de San Lorenzo fue fundado por los frailes franciscanos a principios del siglo XVI. Situado en el paraje conocido como Huerta del Adalid, extramuros de la población y en dirección a Espejo, el convento se encontraba en estado ruinoso desde el siglo XVIII. Hoy sólo se conservan algunos restos, entre los que destaca la bella portada abocinada con decoración plateresca que daba entrada al recinto.
Después Fray Blas fue nombrado Maestro de novicios en el Convento de San Francisco de Montilla, que ejerció con suma rectitud y vigilancia, siendo muy valorado por ellos como uno de los primeros seguidores de la obra del Seráfico San Francisco de Asís.
Pasados unos ocho años y tras largo discernimiento, y clarificada su respuesta a la petición ante Dios de su vocación misionera, decidió pedir ser enviado a las misiones de Filipinas, para predicar a los infieles y hacer el sacrificio de su vida predicando, convencido de que eso era lo que le trajo a la Religión. Tras despedirse de sus hermanos frailes de San Buenaventura, el convento de Baeza, y tras haber pasado antes por La Higuera para despedirse de sus hermanos, deudos, y toda la gente de su villa, viaja a Sevilla donde permanece un tiempo hasta que se  proyecta su viaje a Nueva España (México) en la expedición de cincuenta religiosos de diferentes órdenes religiosas que en una expedición organizada por Fray Juan Pobre, iban destinados a la evangelización de Filipinas, Japón y las islas del Maluco.  En México permaneció varios años en un convento donde se les preparaba para su misión apostólica en los futuros campos  de misión. Después cruzando el territorio de México (Nueva España) hasta el Océano Pacífico continuó su viaje hasta Manila.
Ya en Sevilla, cuando supo que la partida del barco hasta México era inminente, escribió una carta de despedida a sus hermanos, a nombre de su hermano Pedro, con el ruego final de que se diera a conocer a todos los hermanos, sobrinos, parientes y conocidos. La carta desde Sevilla tiene fecha  de 30 de mayo del año 1608 y la salida del barco se produjo ocho días más tarde, el día 7 de junio de 1608. Después de la salida de San Lucar y la parada en las islas Canarias se produjo la llegada a Nueva España (México) hacia 1610, cuando se calcula que tenía cuarenta años más o menos. Llegados a Filipinas nuestro Padre Fray Blas Palomino aprendió la lengua de los filipinos, llamada el tagalo, y administró  por muchos años los sacramentos a los nuevos cristianos de esas tierras. Deseó pasar a las misiones de Japón y viendo que que la Provincia eclesiástica de San Gregorio enviaba  religiosos a otra nueva conversión  del Reino de Macasar, situado a unas trescientas leguas al sur , más allá de Maluco, en la isla de Mateo para los españoles (hoy Sulawessi), pidió con gran insistencia se le incluyera entre los hermanos religiosos que habían de ir allá, lo que hizo el Prelado.
En un principio fue encargado de la predicación en Baler consiguiendo con el Crucifijo en la mano, y las lenguas de los indígenas que había aprendido, consiguió que todos lo escucharan con un corazón dócil y se bautizaran centenares y miles de nuevos cristianos.
El arzobispado de Malaca del que dependía toda la zona del Filipinas, hasta que se nombró arzobispo de Manila, planteó emprender un nuevo plan de evangelización en las islas Célebes, que debido a la fiereza de los nativos musulmanes habían sido ralentizada su evangelización, por ser unas tribus muy salvajes situadas en las zonas internas y boscosas, donde habitaban los indígenas,  y con este fin embarcaron desde la ciudad de Manila en los navíos de socorro que el entonces Gobernador de Filipinas, don Alonso Faxardo envió en el año 1619 para los fuertes de las islas Célebes y Molucas, islas situadas al sur de Filipinas, y llegados allí se repartieron los religiosos en dos grupos, de forma que de los seis que viajaron, Fray Blas Palomino fuese con otro sacerdote y un religioso lego enfermo a predicar al reino de Manados en el norte de la misma isla de Macasar, (San Mateo y hoy Sulawessi). En la otra goleta iban otros tres religiosos franciscanos, el mismo fray Pedro de la Concepción, el Comisario, y otro religioso lego, con destino al sur de la misma isla de Macasar con una embajada del Gobernador de Filipinas Alonso de Faxardo para entregar al rey de Macasar. Salidos de Maluco, llamadas hoy Molucas, y probablemente de algún fuerte próximo de la isla amiga de Tidore, en el navío del Rey llegaron a Manados al norte donde los seis religiosos franciscanos estuvieron cuatro o cinco días, y dejaron allí al grupo de tres religiosos en el que iba Fray Blas Palomino y dos religiosos más, y después de hablar con el rey de Manados , fray Pedro  de la Concepción, el Comisario y el lego pensaron dirigirse al sur de la isla, al reino de Macasar; pero  viendo los padres que la situación no tenía remedio por la respuesta de los nativos al rey de Manados en el sentido de que los padres habían de destruir su tierra y se les habían de morir sus hijos y mujeres, según le habían dicho los brujos de las tribus. Los Padres al ver las grandes dificultades de evangelización que ofrecía la realidad de Manados consultaron con sus superiores, qué debían hacer, y recibieron la respuesta de que volvieran a Manila para dar parte de la situación al Provincial  de lo que allí pasaba y que el Padre Fray Blas fuese  a Macasar a hacer lo propio al comisario, y coincidiendo con encontrar allí dos navíos portugueses y una galeota que iba en ruta a Macasar al sur de la isla, se embarcaron los dichos padres y prosiguieron su viaje. Estaba el Padre Fray Blas muy enfermo y casi desahuciado de la vida, por lo que antes de embarcarse pidió le diesen los Sacramentos y se embarcó y fue mejorando progresivamente, llegando recuperado al Reino de Macasar; pero aunque fueron bien recibidos por el Rey y aceptó la embajada del Gobernador Alonso Faxardo, y concedió la paz y amistad con los españoles, en lo referente a lo de predicar en su tierra y hacer cristianos no lo aceptó, publicando un bando en el que amenazaba con castigar con la pena de pérdida de su vida a cualquiera que se hiciese cristiano.
Después de permanecer algunos meses en Macasar, y experimentando que los frutos de su predicación allí eran nulos, determinó el Comisario que Fray Blas y Fray Pedro de la Concepción fuesen de nuevo  a Maluco, y que desde allí Fray Pedro de la Concepción fuese a Manila a llevar la respuesta de la embajada al Gobernador Alonso Faxardo, y dar parte al Padre Provincial de su orden franciscana de lo que en Macasar pasaba, y que el Padre Fray Blas Palomino se quedase allí en Maluco, para ser el presidente o director del nuevo convento que se había construido en la isla de Tidore, en el archipiélago de las Molucas, junto a la vecina y ancestral enemiga Terranate o Ternate.
Se embarcaron ambos en cada una de las dos goletas portuguesas que iban a Maluco, y cada uno en la suya comenzaron a navegar, pero el viaje fue tan tormentoso y trabajoso por la fuerza de las tormentas y los peligros de los nativos enemigos, y vientos tan contrarios al sentido de su navegación, que en un viaje en el que se acostumbraba a tardar veinte días como mucho, estuvieron navegando más de sesenta y tantos, encontrándose en cuatro ocasiones con fieros enemigos nativos y peleando con ellos. Finalmente llegaron a la zona costera de la Contracosta de Manados en el noreste de la isla de Macasar, pero con tan recio viento en contra por la proa del barco, que por más de diez días salieron en dos o tres veces a atravesar el golfo, que separa la isla llamada entonces de Macasar o San Mateo y , que en un trayecto de distancia de unas cincuenta leguas, volvieron a llegar al mismo lugar, más o menos próximo del lugar en que habían salido las goletas más arriba o menos, con lo que se vieron necesitados de agua y abastecimientos. Llegaron entonces a una isla pequeña, pegada a la misma isla de Macasar, a tres o cuatro leguas antes de llegar a los volcanes de Manados. Y abastecidos de agua y trás dos días de no haber visto gente nativa, otro día por la mañana vieron desde la goleta donde estaba el Padre Fray Blas Palomino, unas banderillas blancas puestas en unos palos en la playa.
El Padre Fray Blas pidió al capitán portugués que fuesen en una chalupa a ver que gente era, lo que se hizo con algunos marineros y soldados. Llegaron a tierra y vieron gente desnuda, algo blancos y cabellos largos como mujeres. Les hablaron por medio de un intérprete, y después de muchas preguntas y respuestas, le pidieron a los nativos que fuesen al navío portugués un par de nativos para regalarles mercaderías y accedieron a ello, a cambio de que quedasen otros dos de los europeos en tierra con los otros nativos. Tras darles de comer y beber muy bien, el Padre Fray Blas les regaló muchas bujerías que traía de Macasar y a ellos le gustaron mucho.
Eran unos pueblos que estaban cerca del Reino de Manados, donde habían estado antes, a unas catorce leguas. Dejaron el barco los indígenas y los echaron a tierra y volvieron a coger los nuestros. Quedaron en que otro día volverían y al otro día al amanecer, se embarcó el Padre Fray Blas, y con alguna gente fueron a la otra goleta portuguesa a darles parte de lo convenido el día anterior con los nativos, pensando Fray Blas que era una buena ocasión para volver a intentar entrar en el Reino de Manados.
Se fueron las dos goletas portuguesas, para ir donde habían quedado el día anterior con aquella gente, y el capitán portugués concedió la petición de Fray Blas, aunque temiendo sucediese alguna desgracia, porque conocía aquellas tierras y sus habitantes, que eran unas tribus musulmanas muy traidoras, advirtiéndoles el capitán del orden y cuidado que habían de tener y enviando soldados de guardia. Llegados al lugar salieron a recibirlos algunos de aquellos indios y el Padre Fray Blas los llamó y pidió lo sacaran del barco, como así lo hicieron sacándolo a hombros. Quedaron solo cuatro hombres en cada barco, y el bendito Padre Fray Blas comenzó a abrazarlos y se sentó a la sombra de un árbol con algunos de ellos y el intérprete que era portugués, y comenzó a predicarles. Fray Pedro de la Concepción, mientras tanto se puso a hablar con un grupo de ellos apartados en corrillos, y preguntándoles si traían algún refresco, le dijeron que sí, que los tenían allí dentro del Monte y que no lo podían traer a cuestas, que entrásemos por ellos y entrando más adentro vió Fray Pedro detrás de unos árboles muchas lanzas y adargas juntas y amontonadas, como escondidas. Fray Pedro haciendo como que no había visto nada, se salió simuladamente del monte, y llegó donde estaba el Padre Fray Blas y le dijo lo que había visto; pero Fray Blas dijo que eran muy buena gente y se volvió a hablar con ellos, desviándose Fray Pedro cosa de doce o catorce pasos, mirando hacia los barcos, y vio Fray Pedro a los soldados tomar apresurados los arcabuces y decir a voces: Traición, traición, y volviéndose Fray Pedro a mirar atrás, vio ya atravesado con una lanza al bendito Padre Fray Blas Palomino, y con otra al intérprete portugués que lo acompañaba en la predicación. Dos o tres soldados que se hallaban cerca no dispararon sus armas y echaron mano a las espadas, con lo que los nativos temieron y huyeron.
Retiraron el cuerpo del Padre Fray Blas, que murió en las manos de Fray Pedro de la Concepción al cuarto de hora, y el cuerpo del intérprete no lo pudieron retirar, pues temían que cercasen las embarcaciones. Llevaron el cuerpo del Padre Fray Blas a la galeota, y Fray Pedro estuvo velándolo toda aquella noche, y por la mañana vinieron gente de la otra goleta y lo llevaron a enterrar  todos juntos a una isla pequeña que estaba próxima, dejando marcada la sepultura para volver más tarde por su cuerpo, lo que se hizo a los seis meses, llevándolo a Maluco donde su cuerpo está colocado en una caja en la Iglesia del Convento de San Antonio, como santo Mártir, poniéndolo y nombrándole entre el número de los Mártires que había habido en aquella Santa Provincia eclesiástica de San Gregorio. 

A raíz de la publicación de varios artículos en este mismo blogs, referidos a la santa vida de Fray Blas Palomino, un paisano nuestro del siglo XVI, muchos  higuereños estamos expectantes por conocer la continuidad del proceso que tiene abierto la Congregación para la Causa de los Santos, para declarar santo de la iglesia Católica a nuestro Fray Blas Palomino, Mártir.

Los procesos de canonización de la Iglesia son lentos porque suponen el desarrollo de un largo trayecto de estudios y recopilación de datos y testimonios sobre la vida de los santos. La Iglesia es prudente en grado sumo en la elaboración de este proceso necesario para no cometer errores, sería un error imperdonable el hecho de que algún cristiano fuese declarado santo condicionado por datos o informes no fiables.
Convento de San Buenaventura en el extrarradio de la ciudad de Baeza, que fue residencia de Fray Blas Palomino durante su estancia en la Universidad de Baeza.
El Convento de frailes Franciscanos de San Buenaventura está situado a 1,5 km del Casco Urbano de Baeza en dirección La Yedra. Se construyó en esta zona de recreo en el siglo XVI. Se mantuvo en uso hasta su extinción en el siglo XIX. Era casa de oración y retiro mientras que el convento principal estaba ubicado en el centro de la ciudad, lo que se conoce hoy como las "Ruinas de San Francisco".

Puerta de entrada al Convento de San Buenaventura de Baeza.
Foto actual de la entrada al Convento de San Buenaventura de Baeza. Edificio hoy restaurado y de propiedad particular.

Detalle de los dos escudos laterales en la fachada del Convento de San Buenaventura situados a la izquierda y derecha de la primera altura del edificio.
Desde hace algunos años se rumorea que el proceso de canonización de Fray Blas Palomino puede estar en su fase final, y que quizá cualquier día nos sorprendamos porque la Iglesia diocesana declare santo a Fray Blas Palomino, una tradición antigua de la Iglesia, que vuelve a actualizarse, al nombrar santos en sus diócesis como portavoces de la Santa Sede.
Quizá, para comprender la dimensión de este largo proceso, nos interese a todo el vecindario hacernos conocedores  de los pasos seguidos, y dar a conocer a nuestra comunidad de cristianos higuereños  los pasos que la Santa Iglesia Católica va desarrollando, para llegar a la proclamación de Santo; como pueblo creyente, no podemos dejar la incertidumbre que concierne a tan esperado anuncio, y por ello nos interesa prepararnos para recibir tal nombramiento con la esperada satisfacción cristiana de ver nuestra parroquia enriquecida, con el testimonio de un santo de nuestra misma villa.

Desde Benedicto XVI, los beatos vuelven a ser proclamados por los obispos, en sus diócesis respectivas, volviendo a los orígenes de la beatificación como un proceso local.   

El primero paso en orden a la canonización de un santo, es el considerarlo Siervo de Dios, el segundo Venerable, el tercero Beato y el  cuarto Santo.

Siervo de Dios es el título que se le da al candidato a los altares, al terminar la primera fase del proceso de canonización. Es una fase en la que se busca información y milagros del llamado Siervo de Dios, porque se reconoce, que vivió la virtudes de la fe, la esperanza y la caridad en grado heroico y es digno de veneración, con lo cual, alcanza el “grado” de venerable, o sea, ser digno de veneración, siempre que lo sea en privado y nunca en actos públicos.
Convento de San Buenaventura de los hermanos franciscanos de Baeza, situado a kilómetros y medio de la salida de Baeza a La Yedra. El pequeño conjunto se encontraba en el siglo XIX decadente y ruinoso. Se extingue definitivamente con la Exclaustración de 1835 y la Desamortización de 1836.
Vista septentrional de la ciudad de Baeza. Tomada del Atlante-Español. Colección Narváez Olivera. En esta lámina podemos observar en el número 3 la ubicación de la Universidad donde recibió clases de Gramática Fray Blas Palomino  y con el número 19 el primitivo convento de San Francisco de los hermanos franciscanos.

El título de venerable, es el primer título que concede la Iglesia a los que mueren con fama de santidad. Se da a las personas fallecidas que por el ejemplo de su vida y obras, se consideran dignas de veneración, y respeto. Es como un renombre que se da a las personas que han sido acreedoras ante los demás por su reconocida virtud. El término  Siervo de Dios y Venerable tienen la misma consideración, son dos formas de llamar a los reconocidos por sus virtudes. Entre el Siervo de Dios y el Venerable no hay mucha diferencia.

El término beato significa literalmente feliz (del latín beatus), o bienaventurado en sentido más amplio, aludiendo a la creencia de que esa persona está ya gozando del paraíso. La consideración de beato constituye el tercer paso en el camino de la canonización.

Para ser declarado Beato por la Iglesia además de los atributos personales de caridad y virtudes heroicas, se requiere un milagro obtenido a través de la intercesión del Venerable y verificado después de su muerte. El milagro requerido debe ser probado a través de una comisión de expertos en medicina y teólogos. Es muy exhaustivo el estudio, sin margen a un error. La iglesia prefiere demorar y estudiar bien cada caso que beatificar a alguien sin merecerlo, o basándose en documentos o datos erróneos. 
Camino de acceso al convento franciscano de San Buenaventura de Baeza, que Fray Blas Palomino debío recorrer diariamente.
Camino de acceso al Convento de San Buenaventura hoy rodeado de olivares.


El milagro no es requerido si la persona ha sido reconocida mártir. “Sólo pueden considerarse mártires quienes voluntariamente han derramado su sangre, los que han sido asesinados “por odio a la fe” (Cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos).

El texto tomado da buena referencia de ello: “así lo escribe la Provincia en una patente que dio el Padre Custodio fray Marcos de Lisboa para el Capítulo General, poniéndole y nombrándole entre el número de los Mártires que había habido en aquella santa Provincia, y  con mucha razón, pues demás de haber ido de España dedicado para la conversión, fue allá escogido para enviar a predicar el santo Evangelio a las tierras de Moros, y Gentiles arriba dichas. Y en esta demanda murió alanceado por los Moros de aquella tierra, in odium fidei, como consta de la experiencia grande que se tiene de los que los han comunicado, que quieren beber la sangre de cualquier cristiano todos los de aquella tierra. Y además de esto, que como arriba he dicho, su intento principal de salir aquella ocasión, fue con el deseo de convertirlos, y ver si podía quedar allí para pasar al Reino de Manados, donde primero había estado, todo con el fin de ganar aquellas almas, como él me comunicó antes.”

Existió una época fecunda en santos y obstinados mártires suicidas en la historia de la Compañía de Jesús en Japón a principios del XVII. Los verdugos pudieron constatar que deliberadamente, durante las horas y aun días que duraba su tormento, esos jesuitas buscaron intencionadamente y utilizaron su muerte, por lo menos no la rehuyeron, motivados por un fin sublimemente valioso: hacer creíble el mensaje de salvación para los que tienen fe en el maestro Jesucristo. Este fue igualmente el testimonio de vida y muerte de Fray Blas Palomino.
Portada del libro de Francisco de Bilches, Rector del Colegio de San Ignacio de la ciudad de Baeza.


El Padre Francisco de Bilches, de la Compañía de Jesús, Rector del Colegio de San Ignacio de la ciudad de Baeza, en su libro: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653, relata en su Capítulo LXVIII el Ministerio, y martirio del venerable Padre fray Blas Palomino.

“CAPÍTULO LXVIII

Los grandes, y admirables empleos, y trabajos padecidos por amor de Dios, del venerable Padre fray Blas Palomino, en el nuevo mundo por espacio de doce años, y su preciosa muerte tan medida a sus deseo con que glorificó al Señor, refiere un compañero inseparable suyo, y de su misma Religión, y profesión. Pondré aquí a letra sus palabras, pues será mejor oír esta historia de un testigo de vista mayor de toda excepción, que no de quien la ha de hacer por relaciones.”

Tomado del libro: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653. Por el Padre Francisco de Bilches, de la Compañía de Jesús, Rector del Colegio de San Ignacio de la ciudad de Baeza. (Se ha respetado la ortografía del manuscrito del siglo XVII, también se ha respetado la forma de redactar propia de aquel tiempo).

Los beatos son venerados públicamente, pero solo por la iglesia local, en una región determinada, generalmente la región que pidió su beatificación, quizá por esta razón y el desconocimiento histórico de este nuestro paisano y su martirio la iglesia local de la Higuera no haya celebrado cada año un acto de reconocimiento cada 10 de marzo desde el año 1620, pero fray Blas Palomino y su recuerdo anida en el corazón de muchos higuereños y representa en sus vidas un testimonio de fe y sacrificio ejemplares.
Convento de San Francisco en Baeza, destruido y que hoy conocemos como “Ruinas de San Francisco”. La escritura fundacional del edificio de San Francisco es de 1538. Una de las características propias de los Conventos Franciscanos son las capillas mayores y laterales de sus templos, vinculados a importantes linajes de la nobleza y de las oligarquías locales. Sus miembros se encargaron de amueblarlas y alhajarlas, disponiendo sus escudos en las partes más visibles de la misma. Retablos, pinturas, tallas, objetos santuarios y ornamentos sagrados, fueron costeados por los patronos. Las capillas se convirtieron en un verdadero lugar de pública representación y con frecuencia, por su autonomía y entidad fueron auténticas “iglesias dentro de la iglesia”. Las familias propietarias tenían en ellas su lugar reservado durante las grandes ceremonias y también su espacio de enterramiento.
Las actuales ruinas de la capilla de los Benavides es claro ejemplo de ello. Se había fundado en 1538, según acuerdo con la comunidad monástica, como capilla funeraria del linaje de los Benavides; su arquitectura fue trazada por Andrés de Vandelvira y se apunta a Esteban Jamete como autor de su escultura decorativa. La capilla quedó arruinada a principios del siglo XIX a causa de un terremoto seguido por desastrosos temporales y finalmente por el saqueo de las tropas napoleónicas. Vendida, igual que el resto del convento con ocasión de la Desamortización de Mendizábal, su espacio acabó ocupado por viviendas y comercios que perduraron hasta que en los años setenta del siglo XX, volvió a liberarse como solar.
Detalle del altar de la iglesia del Convento de San Francisco en la ciuad de Baeza, que debió frecuentar nuestro paisano Fray Blas Palomino en sus años de estancia en Baeza.


Estos beatos no se incluyen en el calendario romano ni se proponen a toda la iglesia. El proceso de beatificación declara que un difunto ha vivido una vida de santidad, y ha realizado uno o varios milagros después de su muerte o martirio.

Un documento valioso para esta causa, que se debe haber considerado es la Certificación del muy Reverendo Padre Fray Pedro de la Concepción, acerca de las Misiones, y muerte del venerable Padre fray Blas Palomino. Está recogido en el capítulo LXVIII del libro del Padre Francisco de Vilches, página 219, que hemos reseñado con anterioridad, que dice así: 

“Certifico yo fray Pedro de la Concepción, Procurador de la Provincia de san Gregorio, de los Frailes Descalzos Franciscanos de las Filipinas, y Comisario de los Religiosos que han de pasar a aquellas partes el año que viene de mil y seiscientos y veinte y ocho. Que es verdad, que conocí al Padre fray Blas Palomino Religioso de la orden de nuestro Padre san Francisco de la Provincia, y recolección de Andalucía, que paso en mi compañía hará veinte años en la barcaza que llevo fray Juan Pobre, el cual dicho Padre era  ya Sacerdote, y Confesor cuando paso, y a mi parecer, de edad de cuarenta años, poco más o menos Y que llegados que fuimos a la dicha Provincia de Filipinas, el dicho Padre aprendió luego la lengua de los naturales, que llaman Tagala, y en ella administro por muchos años los Santos  Sacramentos a aquellos nuevos Cristianos, con grandísimo ejemplo de todos, y mucho fruto que hacía de las alma, por las mucha devoción, fervor y  espíritu con que el dicho acudía a todo esto, de que soy testigo de vista, y comunicación de muchos años. “
Portada de la Universidad de Baeza.
Antigua Universidad de Baeza. Capilla de San Juan Evangelista , fachada oeste.

Balcón del Concejo de Baeza, año 1882.

Los doce años a que se refiere el texto es contando desde el primero de junio de 1608 fecha de la salida de Sevilla al 10 de marzo de 1620 que muere en Manados.

“Tuvo este dicho Padre grandísimos deseos de pasar a Japón, y lo pidió diversas veces con deseos fervorosísimos del martirio, y de ocuparse mejor de predicar, y convertir almas, a que era notablemente inclinado; y viendo que no podía alcanzar ir al Japón, y que la provincia enviaba Religiosos a otra nueva conversión del Reino de Macasar, que es trescientas leguas mas allá del Maluco, en la isla que llaman de Mateo, pidió con grande instancia le señalasen  en el número de los que habían de ir allá, lo cual hizo el Prelado por la satisfacción que le tenía ya en la provincia de su mucho espíritu, y celo de la salvación de las almas. Y yo, aunque indigno, fui también de  los señalados para aquella empresa, que fuimos seis en compañía del Padre fray Martín de san Juan, religioso grave, de mucha virtud, y letras, que fue por nuestro comisario.

Partimos de la ciudad de Manila en los navíos de socorro que envió el gobernador de Filipinas, Don Alonso Fajardo, el año de diez y nueve al Maluco, y llegados que fuimos allá, se determinó que nos repartiésemos. Que el dicho Padre fray Blas Palomino fuese, con otro sacerdote, y un Religioso lego enfermo, a predicar al Reino de Manados, que es en la misma isla de Macasar, al principio de la tierra; y el Comisario, y yo con otro religioso lego, fuésemos a Macasar, y para tener mejor ocasión de entrar, llevamos una embajada y presente, del Gobernador de Filipinas, para el Rey de Macasar. Salimos de Maluco en un navío del Rey, y llegamos a Manados, donde estuvimos cuatro, o cinco días, y dejamos allí a nuestros padres, después de haber hablado al Rey, y a los principales de la tierra, todos los cuales dieron su consentimiento para que se quedasen a predicarles, y enseñasen el camino del cielo, y nosotros pasamos a Macasar. ” (Tomado de: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653.)
Vista oriental de la ciudad de Montilla donde fue enviado Blas Palomino para iniciar el noviciado de la orden de los Hermanos Franciscanos. En el número 13 podemos localizar el Convento de San Francisco situado fuera de la ciudad, que era denomiado Convento de San Lorenzo.


Convento de San Lorenzo (Montilla)
El convento de San Lorenzo de Montilla fue edificado en el siglo XVI por la segunda marquesa de Priego Doña Catalina Fernández de Córdoba en la denominada Huerta del Adalid o posteriormente Huerta de san Francisco, entre Montilla y Espejo. A finales del S. XVIII fue abandonado por los franciscanos que se trasladaron al colegio de los jesuitas en Montilla y en poco tiempo quedó en estado ruinoso.

El Convento franciscano de San Lorenzo de Montilla se encuentra en las afueras de la ciudad. Su fundación se remonta a 1512, por disposición testamentaria del primer Marqués de Priego, don Pedro Fernández de Córdoba y la comunidad franciscana lo ocupó desde su fundación hasta el año 1794, que debió ser abandonado por los problemas de conservación que presentaba en esa fecha. Su acceso se efectuaba a través de una portada de piedra arenisca y el perímetro de la finca estaba delimitado por una cerca de manpostería con partes recrecidas de tapial. La portada de piedra arenisca es ejemplo del primer Renacimiento Cordobés atribuida a Hernán Ruiz, conformada por un arco de medio punto abocinado y flanqueado por pilastras cajeadas a las que se adosan columnas abalaustradas. Sobre el arco plateresco se colocó un entablamiento con un friso esculpido con bajorrelieves de roleos y jarrones y, centrado, un escudo nobiliario de la familia de los Marqueses de Priego, sus fundadores. Las enjutas decoradas con relieves de delfines y roleos y en el intradós del arco los relieves presentan símbolos de la Pasión, lanza y flagelos o tenazas y martillo. Presidiendo el arco de acceso al convento de San Lorenzo se ubicaba el blasón nobiliario de los Marqueses de Priego, muy valioso por su antigüedad y por el interés heráldico que representa. Formado por un águila que mira al frente y cuyas alas semiabiertas sirven de marco al escudo de armas de la familia fundadora del convento. A su vez ésta se encuentra rodeada por una guirnalda y lambrequines ondeando al viento. El escudo de los Marquéses de Priego, que presidía el arco de acceso al antiguo convento de San Lorenzo se puede contemplar hoy en el Museo Histórico de Montilla. 
Delimitación de la superficie del antiguo Convento de San Lorenzo de Montilla, tomada del Boletín Oficial de la Junta de Andalucía del año 1906, en que fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC).

Arco del Convento franciscano de San Lorenzo de Montilla donde realizo su noviciado Blas Palomino y donde fue ordenado sacerdote. En el interior de la finca se observa la torre neomudejar del convento y parte de la edificación del hoy cortijo de propiedad particular.
A la salida de Montilla en dirección a Espejo encontramos las murallas de lo que fue el Convento de franciscanos de San Lorenzo, donde Blas Palomino paso todo su periódo de formación religiosa hasta su ordenación de sacerdote. De este convento fue posteriormente prior o director de novicios hasta que, tras el discernimiento personal, tomo la decisión de pedir ser enviado a Japón o Filipinas para desarrollar toda su etapa misionera.

Página 213 del Libro de Francisco de Bilches donde se comienza a relatar la vida y obra apóstolica del sacerdote higuereño Blas Palomino de la Orden Franciscana.



Fue designado para evangelizar la zona de la Contracosta, al este de la isla de Luzón, en el extremo opuesto a Manila, zona muy aislada del resto de la isla, debido a sus características topográficas, insalubridad e inseguridad de la zona por las numerosas rancherías o grupos de chozas habitadas por razas indómitas en las montañas y el apego de los nativos a sus ídolos (poblada por unas tribus bastante violentas y peligrosas), había sido postergada por el arzobispado de Manila.

“Aunque en 1591 se dio por terminada la etapa misional, quedaban numerosas rancherías de razas indómitas en las montañas, principalmente en el norte de Luzón Cagayán, en la Laguna de Bay y en el Isarog de Camarines. Serán los agustinos y franciscanos los que evangelizarán estas tierras en los siglos inmediatos. Desde el principio de 1600 iniciaron éstos una campaña para acabar con los restos de la idolatría (v. tv), dirigiendo su atención al extremo oriental de Luzón (v.), Contracosta de Baler, pero las condiciones de insalubridad de la zona arruinaron la salud de muchos y los misioneros hubieron de retirarse. Se reanuda la evangelización en 1718, año en que los PP. Manuel de San Agustín, Fermoselle y Olivenza, fundan 24 pueblos entre Binangonan de Lampón, cabo de Engaño, provincia de Itui y Cagayán” (Tomado de: Filipinas, V. Historia de la Iglesia, Abad Pérez. A. Ediciones Rialp S.A.)

 “La zona de la Contracosta por ser un terreno montañoso, exigió mucho espíritu de sacrificio para su evangelización y organización cristiana. Su acción apostólica fue ayudada por una larga serie de “enfermerías” y la creación de escuelas primarias. Se escribieron diccionarios y gramática, catecismos, devocionarios y otros libros de piedad para la región. Sin duda fue rápida la conquista espiritual de otras partes de la isla de Luzón, pues la estadística de 1624, arroja un total de 61,300 bautizados,… pero quedaban en la montaña y bosques impenetrables multitud de nativos sin civilizar, entre los que citamos a los negritos o aetas, que se acogieron a lo mas intrincado…” (Tomado de: Filipinas, V. Historia de la Iglesia, Abad Pérez. A. Ediciones Rialp S. A.)

Después de los trabajos y esfuerzos que supusieron realizar la predicación de la zona de la Contracosta, con la creación de Baler, la campaña de predicación más dura aun fue el desplazamiento de fray Blas Palomino y otros religiosos hacia el sur a las islas Molucas; para abordar este segundo viaje dentro de Oceanía pongamos luz a los antecedentes históricos de los hechos.
Página 214 del Libro Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, de Francisco de Bilches, Rector del Colegio de San Ignacio de la ciudad de Baeza, publicado en Madrid en el año 1653.


Fray Blas Palomino en sus años de presidente (prior o superior) del nuevo convento en la isla de Tidore en el mismo Maluco, junto a la isla de Terrenate (Ternate ), al que fue destinado por sus superiores para el apostolado de la predicación y a la formación en esta parte la provincia, supo infundir e impulsar la vocación misionera de los hermanos que se iban incorporando a la obra de evangelización, abriéndoles el espíritu y orientándolos hacia los nuevos campos de misión que había descubierto la orden franciscana en este nuevo contexto de misión según la genuina tradición de la Orden fundada por San Francisco trescientos años atrás.

“…determinó nuestro Comisario de que nos fuéramos el Padre fray Blas, y yo a Maluco, y que desde allí fuese yo a Manila a llevar la respuesta de la embajada al Gobernador, y dar parte al Provincial de lo que pasaba, Y que el Padre fray Blas se quedase allí en Maluco, para ser Presidente de un Convento nuevo, que había tomado en la Isla de Tidore, que es en el mismo Maluco, junto a la Isla de Terrenate.”(Texto tomado de: Francisco de Bilches, Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653.)

El segundo hecho más relevante de Fray Blas Palomino, está relacionado con su viaje en 1619 a las islas Molucas donde tras un año de predicación encontró la muerte en 1620.

El texto original siguiente da buena cuenta de todo ello:

“Con ellos nos embarcamos en dos galeotas Portuguesas, que iban a Maluco, y cada uno en la suya comenzamos a navegar, y hacer nuestro viaje, el cual fue tan trabajoso de tormentas, y peligros de enemigos, y vientos contrarios, que nunca tal se ha visto; porque en viaje donde se acostumbra tardar, cuando mucho, veinte días, estuvimos mas de sesenta y tantos, y por cuatro veces encontramos con enemigos, y peleamos con ellos.

Finalmente llegando a la contracosta de Manados, tuvimos tan recio viento contrario por la proa, por mas de diez días, que saliendo por dos, o tres veces a atravesar el golfo que hay de allí al Maluco, que son cosa de cincuenta leguas, volvimos a arribar donde habíamos salido, y viéndonos ya necesitados de agua y bastimentos (provisión de alimentos), nos llegamos a una Isla pequeña, que está pegada a la misma Isla de Macasar, cosa de tres , o cuatro leguas antes de llegar a los volcanes, que llaman de Manados.”
Página 215 del libro de Francisco de Bilches. Abajo páginas 216, 217, 218 y 219.





Página 218.

Página 219.
Más, parece que esta tarea le llenaba menos que lo que era la evangelización directa de infieles. Debió de sentir la llamada del Señor: “Pedro, rema mar adentro”. Y siguió la inspiración que había recibido tras el clima de vocaciones misioneras que tanto favoreció este impulso, que se respiraba en su ya lejana península de origen. Por ello tras un serio discernimiento, como le había ocurrido aquí en España, un buen día presento su moción  a los superiores, tal como ordena la regla (Capítulo 12), y obtuvo el visto bueno para incorporarse a un grupo de religiosos que de forma directa iban a evangelizar infieles, lo hizo con tal vehemencia que incluso intento ser enviado al duro campo de misión de Japón.

“Tuvo este dicho Padre grandísimos deseos de pasar a Japón, y lo pidió diversas veces con deseos fervorosísimos del martirio, y de ocuparse mejor de predicar, y convertir almas, a que era notablemente inclinado; y viendo que no podía alcanzar ir al Japón, y que la provincia enviaba Religiosos a otra nueva conversión del Reino de Macasar, que es trescientas leguas mas allá del Maluco, en la isla que llaman de Mateo, pidió con grande instancia le señalasen  en el número de los que habían de ir allá, lo cual hizo el Prelado por la satisfacción que le tenía ya en la provincia de su mucho espíritu, y celo de la salvación de las almas.”
Página 220.

Continúa así el relato en la página 220 del referido libro:

Sucedió,  pues que el demonio envidioso del gran fruto que allí había de resultar, y de las muchas almas, que por aquel camino le habían de quitar de entre las uñas, echo sus redes, y urdió tales tramas, que por nuestros pecados vino a estorbar la entrada; porque remitiéndose a los hechiceros, y brujos, que allí son como sus Sacerdotes, se juntaron todos, y acudieron al Rey, y a los Señores mas principales de la tierra, diciendo que mirasen lo que hacían, porque si recibían aquellos Padres se había de destruir su tierra, y se les habían de morir sus hijos, y mujeres, que así se lo habían dicho sus Dioses, y junto con esto se les apareció el demonio en diversas figuras, fieras y espantosas, amenazándolos si recibían a los Padres. Todo lo cual causó en ellos tanto miedo, y espanto que no obstante que los Religiosos les predicaron en contra de aquello, e hicieron todas las diligencias posibles, se cerraron en que no debían quedar allí los Religiosos, y por nuestros pecados y secreto juicio de Dios vino a ser así. Viendo, pues, los dichos Padres, que ya aquello no tenía remedio, y que estaban allí perdidos, entraron en consulta de lo que harían, y determinaron que los dos se volviesen a Manila a dar parte al provincial de lo que pasaba, y el Padre fray Blas fuese a Macasar a hacer lo propio al Comisario, y acertándose a hallar allí dos navíos, y una galeota de Portugueses, que iba a Macasar, se embarcaron los dichos Padres,y prosiguieron su viaje. En esta sazón estaba el Padre fray Blas muy enfermo, y casi desahuciado de la vida, y por esta causa pidió, que antes que se embarcase le diesen los Sacramentos, por lo que Dios fuese servido de hacer con su vida. Hiciéronlo así, y luego se embarco, y fue su viaje, y en el fue Dios servido que mejoro, y fue ya bueno cuando llego al Reino de Macasar, donde nos halló con el mismo desconsuelo, que el llevaba de ver no hallamos la tierra tan bien dispuesta como pensamos, para sembrar en ella las palabras del santo Evangelio, por que aun fuimos bien recibidos del Rey, y acepto la embajada, y concedió la paz, y amistad con los Españoles, y otras cosas que se le pedían. En lo que fue dejar predicar en su tierra, ni hacer Cristianos, no quiso venir, antes publicó un bando en su tierra, de pena de vida a cualquiera que se hiciese Cristiano. Y por mas que le predicamos, y diligencias que hicimos, no fue posible lo contrario. Y habiendo estado allí algunos meses, y experimentando que no se hacía fruto ninguno, ni había esperanza de que se haría adelante, determinó nuestro Comisario de que nos fuéramos el Padre fray Blas, y yo a Maluco, y que desde allí fuese yo a Manila a llevar la respuesta de la embajada al Gobernador, y dar parte al Provincial de lo que pasaba, Y que el Padre fray Blas se quedase allí en Maluco, para ser Presidente de un Convento nuevo, que había tomado en la Isla de Tidore, que es en el mismo Maluco, junto a la Isla de Terrenate. Con ellos nos embarcamos en dos galeotas Portuguesas, que iban a Maluco, y cada uno en la suya comenzamos a navegar, y hacer nuestro viaje, el cual fue tan trabajoso de tormentas, y peligros de enemigos, y vientos contrarios, que nunca tal se ha visto; porque en viaje donde se acostumbra tardar, cuando mucho, veinte días, estuvimos mas de sesenta y tantos, y por cuatro veces encontramos con enemigos, y peleamos con ellos.

Finalmente llegando a la contracosta de Manados, tuvimos tan recio viento contrario por la proa, por mas de diez días, que saliendo por dos, o tres veces a atravesar el golfo que hay de allí al Maluco, que son cosa de cincuenta leguas, volvimos a arribar donde habíamos salido, y viéndonos ya necesitados de agua y bastimentos, nos llegamos a una Isla pequeña, que está pegada a la misma Isla de Macasar, cosa de tres o cuatro leguas antes de llegar a los volcanes, que llaman de Manados. Y habiendo tomado agua, y en dos días no haber visto gente. Otro día de mañana vieron de la galeota, donde iba el Padre fray Blas, unas banderillas blancas puestas en unos palos en la playa. Desde nuestra galeota no las vimos, ni la gente que después vieron de la otra, porque habíamos surgido mas de media legua desviados. El Padre fray Blas pidió  al Capitán fuesen con la chalupa a ver que gente era, y si traían algún refresco, lo cual se hizo yendo algunos marineros, y soldados, y en su compañía el dicho Padre fray Blas.


Llegaron cerca de tierra, y vieron ser gente desnuda, algo blancos, cabellos largos como mujeres, que es por la mayor parte el uso de aquella tierra. Hablaronles por un intérprete, y después de muchas demandas, y respuestas, les pidieron viniesen al navío un par de ellos, y que les regalarían, y ellos vinieron en ello con que se quedasen otros dos de los nuestros en tierra de ellos. Hízose así, y traídos al navío les dieron de comer, y de beber muy bien, y el Padre fray Blas les dio muchas cosas de bujerías, que traía de Macasar, y ellos apetecían.” 
Página 221.

En la página 221 continúa así el relato:

“Dijeron que eran de unos pueblos que había allí cerca, que estaban cerca del Reino de Manados, donde habíamos estado primero, y que abría de traviesa de allí a Manados, por tierra cosa de catorce leguas no mas. Con ello se fueron, y los echaron a tierra, y volvieron a coger los nuestros. Quedo de concierto, que otro día habían de volver, y traer refresco. A todo esto en nuestra galeota no sabíamos nada, y otro día de mañana al amanecer, se embarco el Padre fray Blas, y con alguna gente vino, a nuestra galeota a darnos parte, y comunicar lo que les había pasado el día de antes, y en particular me dijo , que era aquella muy buena ocasión para volver a entrar en Manados, que pensaba, si hallaba ocasión, quedarse allí, y de allí atravesar a Manados, a ver si podía reducir a aquella gente, que los traía atravesados el corazón, por ser gente afable, y de buenos naturales para Cristianos, y muchos de ellos lo querían ser, y quedaron muy pesarosos de que se fuesen los padres. Con ello hablamos al Capitán de nuestra galeota, para que continuase, que fuese nuestra barca también en compañía de la suya, con algunos soldados y vino en ello.

Fuimos, entramos cada uno en su barco, y primero fuimos a la galeota del Padre fray Blas a pedir licencia al Capitán para ir donde habían hablado el día antes aquella gente, y él la dio, aunque con harta dificultad, temiéndose nos sucediese alguna desgracia, porque era hombre muy cursado en aquella tierra, y conocía toda aquella gente ser Moros, y muy traidores. Mas por las persuasiones del Padre fray Blas dio licencia, advirtiendo del orden que se había de  tener y enviando gente de guarda. Llegados que fuimos al puerto, nos salieron a recibir algunos de aquellos Indios, y el Padre fray Blas los llamo, y dijo le sacasen del barco, como lo hicieron, en hombros. Fue saliendo las demás gente, que sólo quedaron cuatro hombres en cada barco. El bendito Padre los comenzó a abrazar, y se sentó a la sombra de un árbol con algunos de ellos, y el intérprete, que era portugués, a tratar lo que llevaba pensado.

En este tiempo yo me puse a hablar con los demás, que por allí estaban divididos, y apartados en corrillos, y pregúnteles si traían algún refresco, me dijeron que si, y que lo tenían allí dentro en el Monte, que no lo podían traer a cuestas, que entrásemos por ello, de que yo no lo colegí bien, y entrando mas adentro vi, detrás de unos árboles muchas lanzas, y adargas juntas, y amontonadas como escondidas. Y haciendo como que no había visto nada, me volví a salir disimuladamente, y llegue al Padre fray Blas, y le dije lo que había visto, y lo que decía aquella gente del refresco, y respondió que no, que era muy buena gente, y que si traían algo, y con ello se volvió a hablar con ellos, y yo me desvié cosa de doce o catorce pasos, y mirando hacia los barcos vi a los que en ellos estaban tomar a prisa los  arcabuces, y decir a voces, traición, traición, y volviendo a mirar atrás, vi ya atravesado por una lanza al bendito Padre fray Blas, y con otra al interprete. Y si dos o tres soldados que se hallaron cerca no disparaban sus arcabuces, y echaron mano a las espadas, con que ellos temieron, y huyeron, nos alancearan a todos.” 
Página 222.

La relación de los hechos de la muerte de Fray Blas Palomino en la Página 222

“Retiramos luego al Padre fray Blas, que murió en mis manos dentro de un cuarto de hora, y el otro cuerpo no pudimos retirar, temiendo no nos cercasen las embarcaciones. Llevamos al Padre fray Blas a su galeota, y yo estuve con él toda aquella noche, y por la mañana vino la gente de otra galeota, y le llevamos a enterrar todos juntos a una isleta pequeña, que estaba allí junto, lo cual se hizo con la mayor solemnidad que se pudo, porque yo llevaba sobrepelliz, y estola, y sus velas todos los Portugueses. Dejamos marcada la sepultura, para en otra ocasión volver por su cuerpo, como se hizo dentro de seis meses, y se llevo a Maluco, donde está colocado en una caja en la iglesia de nuestro Convento de san Antonio, como de santo Mártir, y así lo escribe la Provincia en una patente que dio el Padre Custodio fray Marcos de Lisboa para el Capítulo General, poniéndole y nombrándole entre el número de los Mártires que había habido en aquella santa Provincia, y  con mucha razón, pues demás de haber ido de España dedicado para la conversión, fue allá escogido para enviar a predicar el santo Evangelio a las tierras de Moros, y Gentiles arriba dichas. Y en esta demanda murió alanceado por los Moros de aquella tierra, in odium fidei, como consta de la experiencia grande que se tiene de los que los han comunicado, que quieren beber la sangre de cualquier cristiano todos los de aquella tierra. Y además de esto, que como arriba he dicho, su intento principal de salir aquella ocasión, fue con el deseo de convertirlos, y ver si podía quedar allí para pasar al Reino de Manados, donde primero había estado, todo con el fin de ganar aquellas almas, como él me comunicó antes. Además de esto, el día antes tuvo tan grandes impulsos, y deseos de decir Misa, que me pidió muy encarecidamente la dijésemos, porque traíamos todo recado. Y pareciéndome, que la mar andaba muy alterada, y que era cosa peligrosa, como a la verdad lo era, no me pareció venir en ello. Mas el bendito religioso hizo tanta  instancia, cosa que jamás había hecho en todo el viaje, que le dije, la dijese muy en hora buena, que yo le tendría el Cáliz, y ayudaría. El se confeso luego, y preparó muy devotamente, y la dijo, aunque con harta dificultad, por la inquietud grande del mar. Que parece sentía ya en su alma algunas premisas de muerte, y buena suerte , que el Señor le tenía guardada, la cual aunque no cabe debajo de merecimiento, supo granjearla, y si decirse puede merecerla, con su santa vida, harto mejor que no yo. Pues por mis pecados estando, en la misma ocasión, no tuve tal ventura y porque todo esto es  así verdad, coram deo, lo firme en este Convento de nuestro Padre san Francisco de Madrid a dos de julio de mil y seiscientos y veinte y siete, Fray Pedro de la Concepción.”
Página 223.

Concluye en la página 223

“Esta certificación del muy Reverendo Padre fray Pedro de la Concepción contesta con una patente que dio el Padre fray Pedro Bautista Comisario de esta sagrada Religión en Filipinas, y juntamente con una información jurídica, que hizo de este suceso el Doctor don Diego Lorenzo, Canónigo de la Catedral de Malaca, y Vicario de la Cristiandad del puerto de Macasar, por comisión de los Gobernadores del Obispado de Malaca, Francisco Suárez Tesorero, y Lorenzo de Acosta Vicario, en que deponen los soldados, que acompañaron al santo fray Blas, ante Juan Rodríguez escribano. Y puesto que ambos instrumentos sean de mucha autoridad, no los traslado aquí, porque en instancia con una misma cosa, con lo que testifica el Padre fray Pedro de la Concepción. En vez de todo añadiré una cláusula del Martirologio Franciscano, donde se hace celebre conmemoración de este martirio, así. Beatus Blasius Palomino Martyr Provincia Granatensis fuit alumnus. Qui mare trayciens, ut illis efferatis gentibus Evangely lucem difunderet, apud insulanos Malucenses neeatus est  anno millésimo sexcentésimo vigésimo. De eius canonizatione agitur: ad cuius procesus conficiendos litera petuntur Apostolica, uti constat ex libello Neapoli edito anno millesimo sexcentesimo vigesimo sexto, apud Typographian Ioannis Dominies Roncalioli, Rapineo bistor, general origin recoleos, p.i.pref. 4 Gauiana p.I.cap.24. Fue su glorioso triunfo a diez de marzo del año mil y seiscientos y veinte.”

(Tomado de Francisco de Bilches: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653.)
Volcán de la isla de Tidore en Las Molucas, visto desde la vecina isla de Tiernate, año 1800.


Suponemos que la Iglesia del Convento de San Antonio donde reposan los restos de nuestro santo Fray Blas Palomino deberá estar ubicada en la isla de Tidore. Tidore es hoy el nombre de una pequeña isla, y una ciudad, en las islas Molucas, en Indonesia oriental, localizada muy cerca de la costa occidental de la isla mayor de Halmahera en aguas del mar de Molucas. Su nombre correcto en castellano, desde que fuera colonia, es Tidoro (Geografía Universal' de Mariano Torrente, Madrid, 1828). Tiene una superficie de solamente 116 km² y su mayor altitud es el pico Kiematabu, con 1.730 m.

Actualmente administrativamente la isla de Tidore pertenece a la provincia de Molucas Septentrional de Indonesia.

En la época precolonial, Tidore fue un importante centro político y económico regional, fieramente enfrentado con su vecina septentrional, Ternate. Los sultanes de Tidore gobernaron gran parte de la región meridional de Halmahera, y ocasionalmente extendieron su dominio a Buru, Ambon y varias de las islas de la costa de Papúa. Tidore estableció una alianza poco estrecha con los españoles en el siglo XVI, con lo que los españoles erigieron una fortaleza de escasa importancia en la isla. Si bien la desconfianza mutua entre tidoreños y españoles era intensa, la presencia española resultaba de provecho para Tidore al proporcionarle ayuda para resistir las incursiones de Ternate, su enemigo, así como las fuerzas holandesas que contaban con una base en esa isla.

A medida que la fuerza española en la región disminuyó, lo que concluiría con su eventual retirada de la región en 1663, Tidore se convirtió en uno de los reinos más independientes de la región, resistiendo los intentos de control directo por parte de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. En particular, bajo el reino del sultán Saifudín, entre 1657 y 1689, la corte de Tidore empleó el dinero obtenido de los holandeses por la venta de especias en presentes que consolidaron los lazos tradicionales que mantenía con las regiones periféricas. Obtuvo así el respeto y la gratitud de muchas poblaciones locales, con lo que no requirió de la ayuda militar holandesa para mantener el orden en el reino, a diferencia de Ternate.

Tidore continuó siendo un reino independiente, aunque con frecuentes intervenciones por parte de Holanda, hasta fines del siglo XVIII. Al igual que Ternate, Tidore permitió que el programa holandés de erradicación de los cultivos de especias, (destinado a consolidar el monopolio del comercio de especias gracias a la restricción de la producción) tuviera lugar en sus territorios. Debido a ello, el reino se empobreció en el largo plazo, y disminuyó su capacidad de controlar los territorios colindantes.

Granada 10 de marzo de 2019.

En el aniversario tricentésimo nonagésimo noveno de su martirio.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía:

De Bilches, Francisco: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, Madrid, 1653.

Ramerini, Marco: Las fortalezas españolas en la isla de Tidore, en La historia de la presencia española en las islas Molucas (Indonesia)

Andaya, Leonard Y.: The world of Maluku: eastern Indonesia in the early modern period. Honolulu: University of Hawaii Press. 1993.

Torrente, Mariano: Geografía Universal. Madrid, 1828
 

5 comentarios:

Unknown dijo...

ESTUPENDO TRABAJO DON PEDRO OS FELICITO POR POSEER ESTA GRAN FUENTE DE CULTURA Y SOBRE TODO PODER DIFUNDIRLA A LAS NUEVAS GENERACIONES, EN HORA BUENA, QUE DIOS OS BENDIGA , GRACIAS Y HASTA PRONTO...MIGUEL COBIAN PUIG...MIKI COBALTO, MIAMI FLORIDA MARZO 11 2019.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Miguel, he quedado muy gratamente sorprendido y a la vez contento y satisfecho, de que un lector de bella ciudad de Miami siga mis escritos. Me alegra mucho que este trabajo haya merecido tan alta valoración por su parte. Como ha podido comprobar ocupo desde hace algunos años, parte de mi tiempo libre a estudiar, buscar datos, y elaborar artículos para dar a conocer a mis paisanos la historia de nuestra villa. Es ésta mi pequeña contribución a la tierra que me vio nacer, y en la quedaré cuando la vida se acabe.
¡¡¡Muy agradecido por su comentario!!!
Reciba cordiales saludos desde Granada, en esta bendita tierra de Andalucía.

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Pedro, me da la impresión, y siento mucho reconocerlo, que la canonización no la llegaremos a ver; quisiera equivocarme.

Hay algo en lo que discrepo contigo. Pedro de Escavias estuvo de paje en la corte de Juan II. Fue amigo de Enrique IV, con él se crio. De este rey era favorito el Condestable Iranzo, que llegó a emparentar con Escavias. Enrique IV prometió a Pedro de Escavias el condado de La Higuera, cosa que no pudo cumplir. Por eso no creo que estuviera contra el rey. Sí que se dio una batalla cerca de Lahiguera entre los partidarios del rey y el bando antagónico; entonces es más probable que los caballeros que mencionas, si son deportados de Andújar a Lahiguera, es por ponerse contra el rey.

Enhorabuena por la entrada. Aunque ya he señalado al principio mi pesimismo, lo que a nosotros nos corresponde es mantener viva la llama de nuestro venerable paisano, para que nunca caiga en el olvido.

Un abrazo.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Manuel, de momento no podemos precisar la causa de que parte de la familia de los Palomino dejasen Andúxar en estos años, pero buena parte de la causa podemos encontrarla en el texto que te trascribo de final del artículo que publique en este mismo blogs en fecha 21 de Marzo de 2014, titulado: El Rey Juan II de Castilla.
Veo la situación creada a los Palomino por la relación creada entre los leales a Enrique IV (Andujeños) y rebeldes (Arjoneros ye Higuereños).
“Hacia 1469 Arjona sería una de las más importantes posiciones de los rebeldes a Enrique IV. Es curioso que Arjona siempre militara en el bando rebelde durante toda la Edad Media. La Figuera se encontraba una vez más entre los rebeldes de Arjona a Enrique IV y los leales a Enrique IV que se encastillaban en Andújar y Jaén. Así La Figuera seguía participando en las luchas de los leales y rebeldes a Enrique IV y su población sintiendo sobre sus haciendas, bienes y vidas, los avatares de un periodo histórico de gran inestabilidad política.”
El encontronazo que dices yo no creo que fuese cerca de La Higuera, sino en el término de Arjona cerca de un puente, del que desconozco el nombre, que está ubicado en la dirección de Arjona a Andúxar. Es el texto que también está incluido en este artículo y que te trascribo a continuación:
“Viene aquí a propósito de este contexto el hecho de armas que ocurrió entre el valeroso señor don Rodrigo Manrique que antes fue maestre, con Juan de Guzmán, hijo del maestre don Luis de Guzmán, entre Andújar y Arjona en 1443. (Fernández de Oviedo y Valdés, G. 1983, 305-306.) (10)
“…El año de 1443, entre Juan de Guzmán, hijo del maestre de Calatrava, don Luis de guzmán, y Rodrigo Manrique, comendador de Segura, ovieron un recio reencuentro con cada 300 lanzas, y si alguno tenía más que esotro era poca la diferencia. Y salio de Arjona Juan de Guzmán, e Rodrigo Manrique de Andújar, y topáronse en el camino (digo el campo) y travose entre ellos la pelea, y murieron cuarenta hombres de armas de ambas partes y fueron muchos los heridos, y murieron muchos cavallos; y al fin quedó el campo por Juan de Guzmán, y Rodrigo Manrique fue desvaratado. Y yendo Juan de Merlo en el alcance de los contrarios, metiose en ellos tanto, que quedó solo, y cuando quiso volver halló peones, al paso de una puente, de los contrarios, que le mataron; de la cual muerte al Rey y a muchos pesó, porque fue muy buen caballero. Estas son las cosas de la guerra, y a los valerosos capitanes que las continúan acontecen a pro y a contra las victorias; y a este maestre le fue contraria la fortuna en esta jornada, y en otras muchas le fue favorable. Tornemos a nuestro propósito de Paredes. Havréis de saber que en cierta concordia que se hizo entre el rey Don Juan (II) y el príncipe su hijo don Enrique IV, hallaréis un capítulo en la historia alegada que dice, que en lo que toca al maestradgo de Santiago, aya de ser fecha equivalencia al comendador Rodrigo Manrique por la villa de Paredes, a vista de don Alvaro de Luna, maestre de Santiago y condestable de Castilla, y de don Juan de Pacheco, marqués de Villena, como más largamente lo podéis ver en la corónica ya dicha. En fin, por esta causa le quedó dicha aquella villa pacífica, porque el Rodrigo Manrique dejase el dicho maestre don Álvaro de Luna otras piezas que tenía del maestradgo, ecepto sus encomiendas propias. Este asiento se dio año de 1446; así que en este de 1550 en que estamos, ha 104 años que aquella villa quedó pacífica en poder del dicho Rodrigo Manrique, primero conde de ella, y después del en sus sucesores.”
Continúa...

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Continuación:
En la obra de Terrones tan sólo posterior en unos años a la de Jimena Jurado, se defiende una posición radicalmente opuesta. Según este autor, el rey Juan II dio a Juan de Guzmán ciertas mercedes en compensación por la pérdida de Andújar, que no pudo conquistar. En cuanto al dato histórico de la resistencia de Andújar a la señorialización de su ciudad, como causa de la entrega de Arjona, las crónicas refieren hasta la saciedad la donación de Arjona al Maestre de Calatrava, dando incluso la fecha de su donación como la del 8 de Diciembre de 1429, confirmada en el Consejo Real en el año 1430 y por privilegio el 4 de Octubre de 1432, según muestra el profesor Ladero Quesada, tesis que encuentra confirmación en Carrillo de Huete, P., (1946, 151) (11) y en Solano López, E., (1978, 74) (12). Calderón Ortega, J. M. (1991, 141) (13) afirma que no encontró ningún dato que permitiese aventurar que el Maestre de Calatrava no accediese a la posesión efectiva de Andújar, sino más bien al contrario, como parece demostrar el pleito establecido entre los concejos de Arjona y Andújar en 1430, se menciona en el mismo que la ciudad de Andújar era señorío de Luis de Guzmán (Calderón Ortega, J. M. 1991, 141) (13). Si como parece, don Luis de Guzmán, Maestre de Calatrava, era poseedor pacífico de Andújar desde 1430, resulta evidente que don Fadrique de Aragón no tuvo nada que ver con la ciudad de Andújar entonces, y la resistencia de Luis de Guzmán quedaría circunscrita a una significación muy próxima a la pugna de facciones nobiliarias, entre dos ciudades próximas que se disputan el poder ante Castilla, más que un intento de escapar la ciudad de Andújar a la condición de ser señorío.
Un abrazo.