ALGUNOS DATOS RELACIONADOS CON
LA NATALIDAD, NUPCIALIDAD Y MORTALIDAD EN ESPAÑA.
Una vez que las fuentes
informativas de los diversos organismos estadísticos tan sólo ofrecían datos a
nivel nacional y provincial, Machado Santiago, R.:1987, elaboró mediante el método de los residuales de ISARD
(1973, páginas 48 a 75) (13), los saldos migratorios de nuestra zona de estudio
como muestra el Cuadro I. CH-3
Del análisis de los datos
aportados por Machado Santiago, (1987) podemos concluir en primer lugar que se
observa el saldo migratorio es negativo en el primer periodo del siglo XX, como
consecuencia de una crisis agrícola
generalizada; sin embargo en 1911 y hasta 1940 se asistió a un proceso
contrario, con una inmigración que coincide con el mayor aumento poblacional, y
que tuvo su razón de ser en la gran expansión que se produjo del cultivo
olivarero y del cereal, y en la intensificación de las producciones de
subsistencia del campo al no darse nocivas condiciones naturales como
existieron en épocas pasadas del siglo XIX con las sequías y plagas .
Gráfico I. CH-3
SALDOS MIGRATORIOS 1901-1980.
Nota: Elaborado a partir del Cuadro: “Dinámica Demográfica: Movimientos migratorios”
Nota: Elaborado a partir del Cuadro: “Dinámica Demográfica: Movimientos migratorios”
Representación de los saldos migratorios de los municipios de Andújar, Arjona, Marmolejo, Lopera, Porcuna, Escañuela y Lahiguera. |
Gráfico I. CH-3 CONTINUACIÓN
SALDOS MIGRATORIOS 1901-1980.
Nota: elaborado a partir del Cuadro: “Dinámica Demográfica: Movimientos migratorios”
Nota: elaborado a partir del Cuadro: “Dinámica Demográfica: Movimientos migratorios”
Representación de los saldos migratorios de los municipios de Arjonilla, Cazalilla, Villanueva de la Reina, Fuerte del Rey, Mengíbar y Espeluy entre los años 1901 y 1980. |
A partir de esta etapa de 1941
a 1950 los saldos migratorios comenzaron a ser negativos de nuevo, pero en este
periodo con unos índices superiores a los del periodo precedente de 1901 a
1910. La Campiña Baja y el valle de Andújar empezaron a encontrarse de este
modo, inmersos en una situación que se dio también en el resto de la provincia
de Jaén, la subregión de Andalucía Oriental y toda la región andaluza, según lo
confirman los datos y comentarios aportados por el profesor Villegas Molina
(1985, páginas 81 a 90) (14).
Gráfico de la evolución de la población en Lahiguera entre los años 1900 y 2010. Fuente: Instituto Nacional de Estadística. |
De cualquier forma los saldos
migratorios agrupados por decenas de años desde 1900 al 1980, durante los
últimos cuarenta años trascurridos entre 1940 y 1980, se producen importantes
diferencias no solo en este espacio de tiempo sino también en los diferentes
espacios municipales de la zona que estudiamos. Por todo esto, observamos cómo
entre 1941 y 1950 y entre 1951 y 1960 la emigración alcanzó unas cotas tan
altas, que llegaron a superar el crecimiento natural de la población,
provocando un descenso real de habitantes en nuestros pueblos. Por municipios
este descenso fue generalizado en ambas décadas, pudiendo afirmar que afectó a
todos ellos, menos al municipio de Espeluy y al de Andújar en la decena de
entre 1951 y 1960, debido a una mayor diversificación económica de estas poblaciones. En cuanto a
las pérdidas absolutas de población en estos veinte años de entre 1941-1950 y
1951-1960, destacó la mayor despoblación de los núcleos de esta parte de la
Campiña en municipios como: Arjona, Lahiguera, Arjonilla, Escañuela, Porcuna,
etc., poblaciones que quedaron más desfavorecidas en su economía de base,
representada exclusivamente por la agricultura.
Emigrantes giennenses en la Estación de Jaén. Foto de la década de los sesenta. |
En la etapa de entre 1961 y
1970 la emigración se generalizó en nuestros pueblos registrando las cifras más
altas de todo el siglo XX. Un éxodo rural provocado por el proceso de
industrialización y urbanización de la nación, así como por la apertura
definitiva del país hacia Europa. Se
produjo con ello, una salida masiva de población, que se caracterizó
estructuralmente por ir progresivamente
cambiando cualitativamente respecto al sector social que emigraba, tal como
señaló Naredo, J. M. (1980, página 98) (15). En este proceso emigratorio se
produjo primero una salida de los asalariados agrícolas sin trabajo, después de
los trabajadores con las familias, y finalmente incluso de los pequeños empresarios
agrícolas. Este periodo de la decena de entre 1961 y 1970 difiere del periodo
de la decena anterior de 1951-1960, por cuanto en esta década última aún se
estaba en un momento económico difícil, sin atracción clara a vivir en las
ciudades y con las puertas de Europa
todavía cerradas a los emigrantes españoles, lo cual implicaba a los
desplazados unos riesgos laborales evidentes en sus salidas fuera de nuestras
fronteras.
Según García Barbancho, A.: (1967,
página 133) (16), la emigración solo afectó a los varones jóvenes con una edad
comprendida entre los 20 y 35 años, más aventureros y en situación económica
familiar más delicada o desesperada. Por el contrario, en la década siguiente
de entre 1961 y 1970, la emigración fue tan intensamente generalizada, que
afectó a todos los grupos de edad, por lo que en ese periodo fue una emigración
de un signo típicamente familiar donde decenas de familias abandonaron nuestros
pueblos en poco tiempo. Así prácticamente en todos nuestros pueblos se
registraron unos saldos migratorios que se convirtieron en los más altos del
siglo XX, superando el propio crecimiento vegetativo de la población, salvo en
los municipios de Arjona y Mengíbar. En consecuencia se observó que en todos
los núcleos se registraron pérdidas porcentuales de población de la Campiña
Baja, con mayor incidencia que los que tenían sus tierras regadas por el río
Guadalquivir, porque diversificaba sus cultivos.
A partir de 1971 y hasta 1980,
la importancia cuantitativa de la emigración fue bastante menor que en los años
precedentes, pero bastante más alta que lo fue en la primera década del siglo
XX. Así mismo, se observó también como en algunos municipios marcaron una
reducción e incluso cierta anulación de los saldos migratorios, aunque la
tónica general fue que cada vez era mayor el número de municipios que
alcanzaron un saldo migratorio bajo, e incluso positivo o de crecimiento de la
población en algunos casos por la inmigración de retorno como se dio en Andújar
y Cazalilla.
Después de esta década se
produjo una reducción de la emigración con una tendencia a la anulación de la
emigración, por cuanto se alteraron las condiciones sociales que motivaron ese
éxodo. Las circunstancias económicas del mundo occidental desde la crisis de
1973 en adelante, y ciertos síntomas de solución en los momentos y decenas
siguientes, hicieron disminuir ostensiblemente el éxodo rural. Sus
repercusiones también se hicieron presentes con la anulación del poder de
atracción de la ciudad en general, la dificultad para encontrar trabajo y el
consiguiente aumento del paro, el desajuste entre el nivel de vida y de los
salarios, el mayor coste de las viviendas, las presiones político económicas de
los gobiernos europeos ante el aumento del paro interior del país; todos unos
factores que provocaron la contracción de la emigración hacia estos países.
Esta coyuntura, más favorable
para la vida en la ciudad que en el medio rural, propició el descenso de la
emigración y también el retorno de la población a sus lugares de origen en
menor escala. En este último caso de los retornados, los movimientos que se
produjeron a partir del 1980, evidencian este fenómeno de vuelta en la mayoría
de los municipios, a través de las rectificaciones sucesivas de los Padrones
Municipales de Habitantes, y fundamentalmente por las encuestas realizadas. En
su momento se planteó que de no cambiar las condiciones económicas en los
municipios que los vieron salir, se podía llegar a acarrearle graves
repercusiones para estos núcleos poblacionales, tal como manifestó Leib y
Martins, (1980, páginas 132 a 136) (17) al señalar el incremento del paro en
estos municipios, con una mayor presión poblacional sobre los recursos
disponibles y la consiguiente conflictividad social que iría en aumento. Las
políticas generales dirigidas a la
implantación del seguro de desempleo generaron con las asignaciones a los
parados, una estabilidad y fijación de la población en la mayoría de los
pueblos de Andalucía, unos subsidios que ahogan otras iniciativas individuales
o en grupo, y centralizan las expectativas de su cobro en las encuestas de los
centros escolares, cuando se les pregunta a los alumnos, que van a dejar el
colegio por finalización de los ciclos de la escolaridad obligatoria, sobre las
expectativas que en el futuro quieran tener por estudios y empleo, y las
respuestas muy frecuentes de que cuando sean mayores lo que quieren es cobrar
el paro.
Del análisis deducimos que la
emigración fue corta en los primeros diez años del siglo XX, para después pasar
en tres décadas siguientes a existir una emigración más crecida, y en las tres
últimas décadas hasta 1970 aparecer de nuevo el fenómeno migratorio casi de
forma violenta y generalizada, sobre todo en los municipios de la Campiña Baja
dependientes exclusivamente de los
monocultivos olivareros y cerealistas.
La tendencia detectada a partir
de 1980 fue progresivamente decreciente, incluso hasta llegar a valores
positivos. La Campiña Baja y el valle de Andújar, tuvieron un proceso
migratorio como el entorno geográfico al que pertenece administrativamente. La
combinación de las tres principales variables analizadas: crecimiento natural,
crecimiento real y saldo migratorio, nos confirman el estudio realizado de
evolución demográfica y nos da una visión de cómo la zona hizo frente a este
problema.
Casi 225.000 españoles tuvieron que emigrar para encontrar empleo. |
Lo que, en principio, más nos
llama la atención es que tan sólo encontramos que el municipio de Andújar
registro una situación progresiva o de crecimiento a lo largo del siglo XX, al
haber crecido por movimiento natural y migratorio, por lo que podemos afirmar
que en su caso se produjo un crecimiento real. Por el contrario, en el resto de
los municipios si incidió el éxodo rural de forma más fuerte, de tal modo que
Fuerte del Rey, Arjona, Escañuela, Arjonilla, Lopera y Porcuna fueron los más
afectados, al registrar índices de regresión o de abandono, con unas tasas
negativas de crecimiento real y saldo migratorio, a pesar de que el crecimiento
vegetativo fue positivo. En una situación intermedia entre Andújar y el resto
de los seis pueblos aludidos líneas atrás, aparecen una serie de municipios
como Cazalilla, Espeluy, Lahiguera, Marmolejo, Mengíbar y Villanueva de la
Reina, que podíamos decir que pasaron por una situación de estacionalidad,
donde los saldos migratorios se compensaron con un crecimiento natural alto y,
además los saldos migratorios fueron menores que los de los seis citados, con
una peor situación por la regresión sufrida.
La situación de a partir de la
década de 1980 fue la de mantenimiento de esa estacionalidad, según los datos
de los valores que aportaron los trece municipios de este estudio, estimándose
una cierta recuperación paulatina porque la emigración descendió bastante, al
punto de que en algunos municipios se detuvo, e incluso en otros se observó
cómo se producía una cierta inmigración como resultado de los coletazos de la
crisis económica.
Gráfico I.CH-4
VARIACIONES ESPACIALES
DEMOGRÁFICAS: 1901-1980.
Nota: Elaborado a partir del Cuadro: “Dinámica demográfica: movimientos migratorios”
Nota: Elaborado a partir del Cuadro: “Dinámica demográfica: movimientos migratorios”
Es evidente que a nivel
municipal, este desarrollo poblacional fue mayor en aquellos municipios que
estaban en una situación con una situación económica más favorable y con un
potencial económico mayor, nos referimos a municipios como sobre todo a
Andújar, pero también a Marmolejo, Espeluy, Mengíbar, Cazalilla, Villanueva de
la Reina, e incluso a Lahiguera. Municipios todos ellos que en mayor o menor
medida, por esta ligados a la mejora, diversificación e intensificación de
cultivos y la ganadería que, en base a la intensificación del regadío, se venía
llevando a cabo desde hacía ya algún tiempo. Por el contrario el resto de los
municipios y, a consecuencia de haber sufrido un proceso de despoblación mayor,
y por su carácter de monocultivo de secano extensivo, presentaron mayores
dificultades para progresar.
El análisis de la evolución demográfica, que tuvo esta
zona, pone de manifiesto dos etapas netamente diferentes; la de inicio de siglo
XX hasta el año 1940 y la etapa que trascurre entre 1940 y 1980. La primera de
ellas se caracteriza por un aumento poblacional al estar el país en plena
transición demográfica, que coincide con la gran expansión que a partir del año
1920 tuvo el olivar, y también aunque en menor grado el cereal.
La segunda etapa está marcada
por la pérdida real de población, pues aunque no cerro el modelo de transición
demográfica hasta aproximadamente 1970, si se había iniciado en esta etapa un
fuerte éxodo emigratorio, fundamentalmente en los municipios de la Campiña
Baja, que fueron los que vieron salir mayor número de habitantes en la etapa
álgida de la emigración entre 1961 y 1970, al presentar la campiña, en
comparación con los del Valle de Andújar, mayores limitaciones en su economía
agraria, y no poderse beneficiar de las inversiones del “Plan Jaén”, sobre todo
en lo que se refiere a la implantación de nuevos regadíos. El denominado “Plan
Jaén” genero un crecimiento en estos municipios con el desarrollo del riego, y
por lo tanto se situaron poblacionalmente desde la perspectiva agraria en unas
posiciones, que los hicieron más propicios para el desarrollo que los demás
municipios de la Campiña Baja, ajenos al desarrollo de sus vecinos y que era
fácilmente constatable tan solo a unos pocos kilómetros de su municipio.
Completado el estudio
poblacional de nuestro entorno, veamos cuales eran los datos de natalidad,
nupcialidad y mortalidad en España en estos años.
Foto de un bautizo de los años 1950. Autor W. Eugene Smith. |
En su análisis general de la natalidad
española, Diez Nicolás registró sobre todo a partir de 1940, el aumento de la natalidad en las
mujeres jóvenes especialmente en las de edad de 20 a 29 años. Aunque descartaba
la influencia de la edad de matrimonio en este ligero aumento, aducía, en
cambio, otra serie de causas sociológicas, tales como: el descenso de la
mortalidad infantil, el optimismo económico creciente, y el propósito de los matrimonios
jóvenes de espaciar menos los nacimientos de los hijos, sin pensar disminuir por
ello el tamaño de la familia. (Diez Nicolás, J.: 1971, pág. 11.) (18).
En una perspectiva de una
mirada a mucho más largo plazo, sin embargo, lo notable en España fue el
descenso de la natalidad, en especial desde el año 1930, y la estabilización a
partir de los años 40, a pesar de la
definida política natalista del nuevo estado que emergía. Sin ningún propósito de
sentar conclusiones definitivas sobre este hecho, nos parece adecuado indicar
que, siguiendo el esquema de Davis y
Blake (Kingsley Davis y
Judith Blake, 1966, págs. 211-235) (19), las causas
pudieron ser, sobre todo, la tardía edad de los contrayentes al matrimonio y la
alta proporción de célibes que se daba en la población española, como las
principales causas que condicionaron la limitación de la natalidad en nuestro
país, por afectar ambas a la formación de las uniones matrimoniales en el período
más productivo para la reproducción humana.
Despedida del soldado. Foto de W. Eugene Smith del año 1951. |
En cuanto a los factores que
afectaban a la exposición a la concepción de los matrimonios, no cabe la menor duda
de que en España se daba ya un importante grado el control de la natalidad por el incremento de los medios
del uso voluntario de los métodos anticonceptivos. Aunque los datos con que contamos
sobre este punto son extremadamente inseguros, cabe señalar que en un coloquio
médico de aquellos años, se afirmó que en España se vendían píldoras para
tratar a un millón de mujeres cada año, en el año 1970. A continuación
reproducimos, con propósitos meramente indicativos, unos datos aparecidos en la
prensa española, que se tomaron del Giornale d'Italia, sobre los anticonceptivos orales vendidos en millones de unidades en varios países occidentales en
los años que se expresan (Tele L'Express, 14
de enero de 1970.) (20).
En el año 1970 se estimó que el
porcentaje de mujeres que tomaban la píldora en España era cuanto menos del
2,10 por ciento; en tanto que en Francia este porcentaje ascendía al 4,75 por
ciento; en Inglaterra al 8,13 por ciento;
en Alemania al 11,12 por ciento; en Estados Unidos al 16,95 por ciento, y en Suecia
al 22,44 por ciento. Por debajo de España se encontraban Italia, con el 0,76
por ciento; Grecia, con el 0,61 por ciento, e Irlanda, con un mínimo de 0,03
por ciento. (L'Express, 26 de enero-1 de febrero de 1970, pág. 31) (21).
100.000 abortos al año en
España
Por otro lado, debemos
mencionar que en España se registraban cada año por esa época un promedio de
22.453 abortos. De este número, casi un 24 por ciento correspondía a Andalucía,
el 13,7 por ciento a Castilla la Nueva y el 10 por ciento a Cataluña. El mínimo
de abortos se registraba en Navarra, que no alcanzaba al 1 por ciento del total
de los habidos en el país.
Todo lo cual nos lleva a
reconocer que el tema de la disminución de la natalidad española no ha sido todavía suficientemente
esclarecido, a pesar de las agudas observaciones formuladas por distintos autores.
Nadie discute que “la fecundidad de la población española comenzó su
disminución secular a fines del siglo XIX, posiblemente con treinta años de adelanto
en Cataluña”. (Massimo Livi Bacci, Part. 1” pág. 97).
(22)
De todos modos, algunos de los
datos que hemos recogido anteriormente muestran
que entre 1861 y 1900 también se produjo una cierta disminución de la
natalidad, y Bacci realiza, el que constituye, a nuestro juicio, el mejor
análisis histórico de la fecundidad en España, en el que precisa que “la tasa
de natalidad muestra un descenso sustancial entre 1768 y 1890 (10 por ciento) y que la disminución continúa a un
ritmo acelerado hasta 1910, fecha en la que desciende por debajo del 75 por
ciento del nivel de 1768. A comienzos
del siglo XIX la difusión de la limitación familiar se hace evidente en
las zonas más desarrolladas del país". (Massimo Livi
Bacci, Part. 1”, pág. 97.)
(23).
La razón más comúnmente
aceptada para explicar la disminución de la natalidad en España consiste en la
difusión general de pautas de comportamiento bien establecidas previamente
en determinados grupos, por lo que se
refiere a la limitación del número de miembros de la familia. Al parecer, “el
centro de difusión fue Cataluña, región abierta a la influencia francesa, que
experimentó un temprano descenso de la mortalidad, junto a un proceso acelerado
de industrialización”. (Massimo
Livi Bacci, Part 2”, 2, julio
de 1968, págs.230-231). (24).
Comida en familia. Foto de W. Eugene Smith de los años 1950. |
En cualquier caso, el análisis realizado
por Glass de las tendencias de la fecundidad en Europa desde la segunda guerra
mundial, patentiza que en aquellos países donde antes de la guerra “los niveles
de fecundidad eran relativamente altos, la
fecundidad marital ha disminuido a menudo drásticamente. En algunos de estos países, la
fecundidad general y las tasas brutas de
natalidad hubieran disminuido todavía en mayor grado si no hubiera sido por el
hecho de que también allí las pautas de nupcialidad también habían cambiado en
la dirección de adelantarse la edad del matrimonio (aunque en ningún grado
importante en la de aumentar la tasa de
natalidad). Los cambios en la edad de contraer matrimonio, y el adelanto del
momento de tener hijos y la contracción del período efectivo de natalidad se
combinaban para hacemos dudar mucho antes de usar las tasas convencionales de sustitución,
bien sea para efectuar comparaciones dentro del país o en distintos períodos de
tiempo”. (Glass, David V.: 1, marzo de
1968, pág. 126.) (25).
Coincidiendo con la ingente
inmigración que se producía por estos años desde el resto de España hacia Cataluña,
se manifestó allí por primera vez en este siglo, un crecimiento natural
superior al migratorio, así en 1968 y
1969 sólo al 41,4 y al 46,2, respectivamente, del crecimiento total de Cataluña
fue fruto de la inmigración. Y esto es lo que nos hace concurrir plenamente con
la precavida afirmación de Leasure acerca de los factores que han intervenido
en la disminución de la fecundidad en España: “El análisis anterior parece
indicar que no hay ninguna explicación simple para la fecundidad diferencial en
España ni al comienzo ni al final de la disminución, ni tampoco para el cambio
intermedio. Las actitudes hacia el tamaño de la familia fueron indudablemente
el resultado de interrelaciones muy complejas de variables" (26). (William
Leasure,
J.: 3, marzo de 1963, pág. 283).
Día de boda en el pueblo. Foto de 1951 de W. Eugene Smith. |
Como ha puesto de relieve Daric
(Daric, Jean: enero-marzo 1956, pág. 90) (27), la tasa de nupcialidad de la población española
ha mostrado gran constancia a lo largo de más de un siglo. Baste mencionar que
en el período 1861-1870 el número de matrimonios por 1.000 habitantes fue de 7,8;
en el período 1901-1910 fue de 7,4; en el período 1931-1935 la tasa disminuyó
hasta ser 6,5, para remontarse algo después de la guerra civil, siendo en el quinquenio
1946-1950 de un 7,6 y de 7,5 en 1961-1965. Solamente durante los
períodos 1881-1890, 1931-1935 y 1936-1940 había
descendido la tasa de nupcialidad por debajo de 7, como puede apreciarse
en la siguiente serie temporal:
En la decena de 1861-1870 la
tasa de nupcialidad era de 7,8. En la decena 1881-1890 fue de 6.5, en la de
1891-1900 fue de 7,3. En la década de 1901-1910 fue de 7,4 y en la década de
1911-1920 fue de 7,1. En la década de 1921-1930 fue de 7,3 y en el periodo de
1930-1935 fue de 6,4. En el periodo de 1936-1940 fue de 6,0. En el periodo
1941-1945 fue de 7,1 y en el periodo de 1946-1950 del 7,6. En el quinquenio
1951-1955 fue de 7,8, y en quinquenio 1956-1960 fue de 8,3. En el quinquenio
1961-1965 fue de 7,5 y en el quinquenio 1966-1970 fue de un 7,1.
Por otra parte, aunque a partir
del final de la guerra civil se estabilizó la tasa bruta de nupcialidad, que mostró un máximo pasajero del 8,3 en el quinquenio 1956-1960, y unas
cifras superiores a 8 en los años
1947, 1955, 1956, 1957 y 1958, esta estabilización era compatible con un aumento
apreciable en la proporción de casados, tanto varones como mujeres, que, sin embargo,
no ejerció mucha influencia en la tasa bruta de fecundidad.
Día de la Primeras Comuniones en el pueblo. Foto de W. Eugene Smith año 1951. |
Andalucía, Canarias,
Extremadura, Murcia y Valencia fueron las únicas regiones
cuya tasa de nupcialidad superaba
a la media nacional en el quinquenio 1961-1965. Por lo que toca a las capitales que registraban una tasa de
nupcialidad ligeramente superior al promedio español regional, la sobrepasaban bastante las
capitales de Aragón, León y Navarra y algo las de Castilla La Nueva, Castilla
la Vieja, Murcia y Vascongadas. En cuanto a los municipios de más de 200.000 habitantes,
registraban también una tasa de nupcialidad muy superior al promedio nacional en Aragón, y ligeramente superior
al mismo promedio en Castilla la Nueva, Murcia y Valencia. En la región de Cataluña, en
cambio, la tasa de nupcialidad era inferior al promedio que correspondía al
conjunto de todos los municipios de más de doscientos mil habitantes en España.
En el año 1965 de acuerdo con las estadísticas deducidas del Padrón Municipal de
habitantes, la población se repartía porcentualmente según su estado
civil, como sigue:
Solteros: Total de hombres y
mujeres solteros 50,73%. Hombres solteros 53,25%. Mujeres solteras 48,35%.
Casados: Total de hombres y
mujeres casados 42,99%. Hombres casados 43,90. Mujeres casadas 42,11.
Viudos: Total de viudos entre
hombres y mujeres 6,01%. Hombres viudos 2,62%. Mujeres viudas 9,24%.
Separados entre hombres y
mujeres 0.01%. Hombres separados 0,01. Mujeres separadas 0,01.
No constaba su estado civil:
Total entre hombres y mujeres 0,26%. Hombres 0,24% y mujeres 0,28%.
La proporción de célibes seguía siendo elevada, para
lo que era corriente en algunos países
occidentales, como Francia; pero en cambio se registró un consistente
descenso en la proporción de solteros
desde el año 1950, fecha en que
superaba el 55 por ciento. A su vez, la proporción de casados había pasado de ser
del 37,8 por ciento
en 1950, a alrededor del 43% en 1965. Los dos porcentajes de varones solteros
y casados excedían bastante a los de mujeres,
según se puso de relieve en los datos anteriores, pero se seguía
manteniendo el elevado porcentaje de viudas, que estaba relacionado con la diferente
esperanza de vida media, a favor del
sexo femenino. La edad a la que se contraía matrimonio continuaba siendo bastante elevada en España. El profesor Diez Nicolás (Diez Nicolás, J.: Anales de
Moral Social y Económica, 14, separata, pág. 32.) (27) estimó los
promedios de edad al casarse para varones y mujeres desde principios del
presente siglo, por quinquenios. De sus cuantiosos datos cabe seleccionar los
correspondientes a algunos períodos, completándolos con los relativos al año 1965
y a 1969, calculados por De Miguel, J.
M. (28) (De Miguel, J. M.: El ritmo de
la vida social, segunda parte, pág. 59.)
Foto del año 1951 de W. Eugene Smith. El cabrero del pueblo organiza la salida del ganado al campo. |
En el quinquenio 1901-1905 la
edad media de edad de los varones se casaban a una edad de 27,75 años y la edad
media de casamiento de las mujeres era de 24,73 años. En el quinquenio
1906-1910 la media era de 27,88 para los varones y 24,79 para las mujeres. En
el quinquenio 1911-1915 la media de edad de casamiento de los varones era de
28,12 años y las mujeres se casaban a una edad media de 24,88 años. En el
quinquenio de 1916-1920 la edad a la que se casaban los varones era de 28.39
años y la de las mujeres 25,19. En el quinquenio 1926-1930 los varones se
casaban a una edad media de 27,94 años, mientras que las mujeres lo hacían a
una edad media de 24,81 años. En el quinquenio de entre 1931-1935 los varones
en España se casaban a una edad media de 27,75 años y las mujeres lo hacían a
una media de edad de 24,65. En el quinquenio de 1936-1940 la edad media de
casamiento de los varones subió a 29,09 años y la de las mujeres subió a 25,60.
En el decenio de entre 1941-1945 la edad media de casamiento de los varones
subió hasta 29,70 años y la de las mujeres subió hasta 26,03. En el quinquenio
1946-1950 la edad media de casamiento bajó hasta el 29,14 en los varones y
hasta 25,89 en las mujeres. En el quinquenio 1951-1955 la edad de los varones
bajó levemente; mientras que la de las mujeres se mantenía estable con relación
al anterior. En el quinquenio de 1956-1960 la edad media con la que los varones
se casaban bajó hasta el 28,84 y la de las mujeres se fijó en 25,87 años de
media. En 1965 se estableció la media en unos 28,43 años y la de las mujeres en
25,26. En el año 1969 se fijó en 27,56 de edad media de casamiento de los
varones y en un 24,66 para las mujeres.
La diferencia en años entre los cónyuges pasó de
ser 3,02 años en 1901-05 a ser 2.90 en 1969.
No obstante, la edad de contraer matrimonio seguía siendo
extraordinariamente elevada en España,
como puso igualmente de manifiesto el hecho de que el porcentaje de solteras entre
las mujeres mayores de 14 años en torno a 1960 (31,5) sólo fuera superado en
Europa por Italia (32,2), Portugal (32,4), Islandia (35,0) e Irlanda (38,9) (29)
(De Miguel, J.
M.: El ritmo de la vida social, pág. 42.)
Mujeres de los años 1950 aventando el trigo en la era. Foto de W. Eugene Smith que fue portada en la Revista LIFE. |
En el grupo de edad de 20 a 24
años, nada menos que el 73 por ciento de nuestras mujeres permanecían solteras. Como se ha apuntado certeramente,
tanto el retraso en la edad de contraer matrimonio
como la menor proporción de casados representan sendos medios indirectos de
control de la natalidad en España en este periodo de tiempo.
Después de lo dicho, no
resultará sorprendente mencionar que las frecuencias modales en los porcentajes de matrimonios según la edad de
los contrayentes en el quinquenio 1961-1965 se
dan en el grupo de 25 a 29 años entre los hombres y entre las mujeres en
el grupo de 20 a 24. Concretamente, alrededor
del 26 por ciento de todos los matrimonios tenían lugar entre personas que se encontraban
en esos grupos de edad. En ese mismo quinquenio, el 44,08 por ciento de todas las mujeres que se casaron
pertenecían al grupo de edad 20-24 años y el 30,33 por ciento de los hombres al de 25 a 29. La
proporción de contrayentes de menos de 25 años
desde principios de siglo varió como sigue (30) (Diez Nicolás, Juan: “Evolución y
previsiones de la
natalidad en España”,
Anales de Moral Social y Económica, 14, separata,
pág. 33.)
En el quinquenio 1901-1905 el
47,7 de los varones que se casaron en este periodo de tiempo tenían una edad de
menores de 25 años al contraer matrimonio, mientras que las mujeres se casaron
un 70,5% en edad de menos de 25 años. En el de 1906-1910 el porcentaje inicio
una escalada de descensos estableciéndose en los varones casados con menos de
25 años en un 45,5%, y el de las mujeres en un 70,6% las que se casaron en edad
inferior a los 25 años. En el de 1911-1915 fue de un 40,8% para los varones y
de un 69,8% para las mujeres. En el quinquenio 1916-1920 el porcentaje para los
varones fue del 37,3% y el de las mujeres de un 66,4%. En el quinquenio
1921-1925 el porcentaje se estableció en un 36,8% para los varones y un 67%
para las mujeres. En el quinquenio 1926-1930 ascendió al 38,9% y al 68,9% para
las mujeres. En el quinquenio 1931-1935 se produjo una bajada considerable
entre los contrayentes matrimoniales con edad menor de 25 años, fijándose para
las mujeres en un 61,3%. En el quinquenio 1936-1940 los porcentajes volvieron a
bajar considerablemente hasta un 20,9 para los varones y un 51% para las
mujeres. En el quinquenio 1941-1945 bajaron al 16,2% en los varones y el 47,4%
para las mujeres. En el quinquenio 1946-1950 se fijó en un 19,2% para varones y
49,2 para mujeres. En el quinquenio 1951-1955 se fijó en un 18,3% para varones
y 48,7 % para las mujeres de ese periodo. En el quinquenio de entre 1956-1960
el porcentaje de los que se casaron con menos de 25 años se estableció para los
varones en el 18,2% para varones y 48,1 para las mujeres. En el quinquenio
1961-1965 el porcentaje de casados con menos de 25 años entre los varones se
estableció en un 19,9% y el de las mujeres en un 52,6%.
Los datos correspondientes al
período 1966-1969, arrojaban un total de 932.939 matrimonios. Es interesante constatar que, según estos
datos, la proporción de contrayentes varones de
menos de veinticinco años subió al 27,9 por ciento y la de contrayentes
mujeres al 61,7 por ciento. Los datos
parecen así probar una tendencia definida al rebajamiento en la edad de
contraer matrimonio, cuyas consecuencias de orden social no deben infravalorarse.
También España parece querer abandonar la
que Hajnal ha llamado “pauta europea”
de nupcialidad, consistente en una tardía edad de matrimonio
y una considerable proporción de célibes. (31) (Hajnal, J.: 1953, páginas
111-136.)
Día de duelo en el pueblo. Foto de W. Eugene Smith año 1951. |
Por otra parte la tasa de
mortalidad en España ha evolucionado durante los últimos ciento diez años de la
manera siguiente:
En la década de entre 1861-1870
había en España una mortalidad del 30,7%. En la década de entre 1881-1890 la
tasa de mortalidad subió hasta el 31,4%. En la década de entre 1891-1900 la
tasa de mortalidad bajo al 30,0%. En la década de entre 1901 y 1910 se
estableció en un 24,4% con una bajada considerable. En la década de 1911-1920
continuó bajando hasta 23,5% y en la década de 1921-1930 bajo de forma
destacada hasta un 19,0%. En la década 1931-1935 se estableció en un 16,3% para
volver a incrementarse en la década siguiente de 1936-1940 hasta un 17,9%. En
la década de entre 1941-1945 bajo de nuevo algunos puntos llegando al 14,3%,
bajada que continuó en la década siguiente de 1946-1950 hasta un 11,6%. En la
década de 1951-1955 volvió bajar la tasa de mortalidad de forma considerable
hasta un 9,8%, bajada que fue progresivamente produciéndose en la década de
entre 1956-1960 con una tasa de mortalidad de 9,1%. En el quinquenio 1961-1965
hubo una tasa de mortalidad infantil de un 8,6% y en siguiente de entre
1966-1970 la tasa se fijó en un 8,5%.
Mujer en duelo. Foto de W. Eugene Smith año 1951. |
Noche de Velatorio. Foto de 1950 de W. Eugene Smith. |
La tasa de mortalidad por
regiones, capitales y municipios de más de 20.000 habitantes y de más de
200.000 habitantes durante el quinquenio de 1961 a 1965 fueron las siguientes:
En España la tasa total de
mortalidad era de un 8,58%, en capitales la media era de 8,41%, en municipios
de más de 20.000 era de 7,53% y en municipios de más de 200.000 habitantes era
de un 8,15%.
Por regiones las tasas eran las
siguientes:
Andalucía un total de un 8.09%,
en las capitales una media del 9,06%, en poblaciones de más de 20.000
habitantes era 7,08%, mientras que en poblaciones de más de 200.000 habitantes
era del 8.80%.
En Aragón era por estos mismos
conceptos de 9,58%, de un 8.91%, (No contabilizado) y de un 8,68%.
En Asturias los valores eran de
un 8,03%, de un 8,39%, de un 7,83% y el último valor no estaba contabilizado.
En Baleares eran de 10,68%, de
10.19% y los valores 3º y 4º no estaban contabilizados.
En Canarias los valores eran
más bajos de un 6,54%, de un 7,00%, de un 5,92% y no contabilizado.
En Castilla la Nueva eran de
7,93%, de 7,36%, de 7,59%, y de un 7,24%.
En Castilla la Vieja eran de
9,11%, de un 9,44%, de un 6,78%, no contabilizado.
En Cataluña eran de 8.97%, de
8,80%, de 7,58% y de un 8,72%.
En Extremadura eran de un
8,79%, de 8,64%, de un 8,44%, y no contabilizado.
En Galicia era de 9.01%, 7,11%,
8,30 y no contabilizado.
El León los valores eran los
siguientes: 9,37%, 8,83%, 6,37%, y no contabilizado.
En Murcia eran de 8,44%, 7,89%,
8,60% y 7,52%.
En Navarra eran de 9,06%,
9,56%, no contabilizado y no contabilizado.
En Valencia eran del 9,61%,
9,71%, 8,55% y 9,64%.
En Vascongadas era de 7,55%, de
8,46%, 6,01% y 8,27%.
Que la mortalidad fuese superior
en las capitales de provincia refleja, acaso más que ninguna otra cosa, la
venida de personas de los medios rurales a usar los servicios sanitarios de la
capital de la provincia, de los cuales se disponía más abundantemente en los
centros urbanos. Lo mismo ponía de manifiesto la tasa de mortalidad de los
municipios de más de 20.000 habitantes, que superan el 8% en Extremadura,
Galicia, Murcia y Valencia. En cuanto a los municipios de más de 200.000
habitantes, es curioso constatar que con
las únicas excepciones de los de Murcia y de Castilla la Nueva, el promedio de
la tasa de mortalidad era en todos ellos superior al promedio para el conjunto
de los municipios de más de 200.000
habitantes.
En relación con los países
europeos, nuestra tasa de mortalidad era
inferior a la del conjunto de los países
no meridionales, tanto orientales como occidentales. En el sur de Europa, sin
embargo, había países cuya tasa bruta de
mortalidad era inferior a la nuestra,
como se daba el caso de países de Grecia y Albania, aunque sus condiciones socioeconómicas
no fueran precisamente mejores y en otros
casos se daba que la tasa de mortalidad era más
elevada, como se ocurría con Italia
y Portugal.
En las tasas de mortalidad por grupos
de edad y sexo para el quinquenio
1961-1965 y, en él, lo primero que puede
apreciarse es la alta incidencia de la mortalidad infantil, esto es, el elevado
número de fallecimientos antes de cumplir
un año, por cada 1.000 nacidos vivos. Esta tasa era notablemente
superior para los nacidos varones que para las mujeres y, como es lógico, más
alta para los varones que el promedio. A lo largo de todos los tramos de edad
la mortalidad era más elevada para los varones que para las mujeres, hallazgo
perfectamente consistente con la situación de los demás países.
Escuela de niñas en el pueblo. Foto de W. Eugene Smith año 1950. |
Más importancia tiene, si cabe, la incidencia de la mortalidad infantil
según la región y el grado de urbanización. En
él vemos cómo Castilla la Vieja, Extremadura y León superaban todavía
la tasa de mortalidad infantil de
40%, y cómo tenían una tasa superior al 30% las capitales de Canarias, Castilla la Vieja y Valencia.
En cuanto a los municipios
superiores a 2.000 habitantes, tenían una tasa por encima del 30% los correspondientes
a las comunidades de Asturias, Canarias, Castilla la Vieja, Extremadura, Galicia, León y Murcia. Entre los municipios
de más de 200.000 habitantes, Aragón,
Castilla la Nueva, Murcia y Valencia presentaban una tasa de mortalidad
infantil superior a la que correspondía al conjunto nacional de los municipios
del mismo número de habitantes. Como se
ha sugerido, sin embargo, la tasa de
mortalidad infantil más alta de las
capitales y municipios de más de 20.000 habitantes, también podía estar muy
relacionada con la venida de mujeres a dar a luz en las clínicas y hospitales de
las grandes ciudades, así como también, en años recientes, con las peores condiciones sanitarias de la población
inmigrada.
La evolución de la mortalidad
infantil desde principios del siglo mostró un consistente descenso, como muestran los datos porcentuales
ofrecidos por Daric en su artículo citado, (32): (Daric, Jean: 1956, pág. 96)
Por quinquenios entre los años
1900 y 1904 se produjo en España una mortalidad infantil de un 17,5 % de los
nacidos. Entre los años 1905 y 1909 se redujo la mortalidad hasta un 15, 9%.
Entre 1910 y 1914 la mortalidad infantil bajo hasta un 15,2%. Entre 1915 y 1919
subió la mortalidad hasta un 16,15 para volver a bajar en el quinquenio de
entre 1920 y 1924 al 14,8%. En el quinquenio 1925 a 1929 bajo hasta el 12,8% y
en quinquenio del 1930-1934 bajo un punto más la mortalidad infantil
estableciéndose en un 11,8%. En el quinquenio de 1935-1939 subió a un 12,5%,
bajando un punto en el quinquenio de 1940-1944. A partir de este quinquenio se
produjo una bajada significativa de la mortalidad infantil en España pasando en
el quinquenio 1945-1949 a un 8,1%, e iniciándose así una escalada descendente
en los siguientes años de los siguientes quinquenios; así en el quinquenio
1951-1955 bajo la mortalidad infantil hasta el 5,4%, y en el quinquenio
1956-1960 a un 4,3%, en el quinquenio 1961-1965 al 3,2% y en el de 1966-1970 a
un 2,4%.
Escuela rural de los años 1950. Foto de W. Eugene Smith. |
Como es sabido y es fácil de
suponer, la tasa de mortalidad infantil siempre refleja en parte las
condiciones socioeconómicas que prevalecen en una determinada sociedad o área
geográfica determinada y lo marca con mucha más exactitud que lo pueda hacer la
tasa bruta de mortalidad. Por esto se la debe considerar como un buen
indicador de las condiciones económicas
y sociales de una región o un país. En
la tasa de
mortalidad infantil, además,
cuentan mucho las
defunciones acaecidas en las
primeras veinticuatro horas y
también la mortinatalidad. Así, la
tasa de mortalidad
infantil para el
total nacional era
de 41,4 en el quinquenio 1961-1965, y
descontando la mortinatalidad y la mortalidad en las primeras veinticuatro
horas la tasa
se reducía a 32,42. Para
el total de las
capitales de provincias
las cifras correspondientes a
los mismos períodos
era, respectivamente, 38,13 y
27,68.
Como dice
Leguina, la disminución
de la tasa de mortalidad
infantil en España “muy bien
puede deberse más al abandono
de ciertas prácticas tradicionales en
el cuidado de los niños (alimentación, etc.) que a un avance
notable en las instalaciones sanitarias propiamente dichas: en
otras palabras, en el dejar de
destetar a los niños con aguardiente y el
abandono de otras
prácticas parecidas ha
evitado, posiblemente, más
muertes infantiles que la introducción, tímida de hecho, en medios rurales de servicios de puericultura
adecuados. Esto último no es sino otra forma de decir que la cultura, en
sentido amplio, forma parte también del nivel sanitario. Muy distinta cosa
cabría decir de la mortalidad estrictamente perinatal, ya que unas mínimas instalaciones sanitarias son
condiciones indispensables y a la vez
que causa, para el
abandono de la
retrógrada costumbre del “parto
casero” (33). (Leguina, Joaquín: 1970, págs. 95-114.
Para 1967 las tasas fueron estimadas por la Comisaría del
Plan de Desarrollo Económico y Social, Estudio sobre la población española,
Madrid, 1972, pág. 95. (34).
La pareja de la Guardia Civil hace su recorrido por las inmediaciones del pueblo. Foto de W. Eugene Smith año 1950. |
La esperanza media de vida al
nacer es un buen indicador de las condiciones socioeconómicas que
prevalecen en un
país determinado en la fecha a
que se refieren.
En principio, la
evolución para España ha
sido rápida e importante
para los dos sexos, como
muestran los
datos que se
dan a continuación para
los varones y para las mujeres:
En el año 1900 la media de
mortalidad en varones se cifraba en los 33,85 años y la de mujeres en 35,70
años. En 1910 la media de mortalidad en los hombres era de 41,73 años y la de
mujeres de 42,56 años. En 1920 la media
de edad de mortalidad de hombres era de 40,26 y la de mujeres de 42,05 años. En
1930 la media de mortalidad de hombres era de 48,38 años y la de mujeres de
51,60 años. En 1940 la media de edad con la que morían los hombres era de 47,12
años y las mujeres con 53, 24 años. En 1950 la media de mortalidad de los
hombres españoles era de 59,81 y la de las mujeres de 64,32. En 1960 la media
de edad en la que morían los hombres era de 67,32 y la de las mujeres de 71,90.
En 1967 la media de mortalidad en los hombres era de 69,24 y la de las mujeres
en 74,56.
En 1968 la esperanza media de
vida para los
hombres españoles se cifraba
en 69,9 años. Se
trata, pues, nada
menos que de
haber más que duplicado
la esperanza de
vida de 1900,
que era de
33,8 años. Por otra
parte, la esperanza media
de vida para
las mujeres había
pasado de 35,7 años en 1900 a 74,7 en 1968. No es sorprendente que
los sociólogos afirmen
que en el momento
actual la diferencia
sustancial más importante entre
nuestras familias y las
de otros tiempos
sea precisamente la
duración del matrimonio, que
ya no termina con
frecuencia por la
temprana muerte de
uno de los
cónyuges.
En 1968
la esperanza media
de vida para
los hombres españoles
se cifraba en 69,9 años.
Se trata, pues,
nada menos que
de haber más que duplicado la
esperanza de vida de
1900, que era de 33,8
años. Por otra parte, la
esperanza media de
vida para las
mujeres había pasado de 35,7 años en 1900 a 74,7 en 1968. No es
sorprendente que los sociólogos afirmen
que por esos años la diferencia
sustancial más importante entre
nuestras familias y las de otros
tiempos fuese precisamente la duración del matrimonio, que ya no termina con
frecuencia por la temprana muerte de uno de los cónyuges.
El cabrero sale con su ganado a los pastos de los alrededores. Foto de W. Eugene Smith año 1950. |
El cabrero organiza el corral. Foto de W. Eugene Smith año 1951. |
En el Anuario Estadístico de
España de 1970, en su página 58 se muestran los datos de esperanza de vida de
la población española en los años 1900 y 1960 para los varones y hembras, así
como los de la población total , que son los siguientes:
Con la edad de cero años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 34, 76% y en 1960
era de 69,65%. La de los varones en 1900 era de 33,85% y en 1960 de 67,32%,
mientras que la de las mujeres era de 35,70% en el año 1900 y en 1960 de 71,90%.
Con la edad de un año la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 42,38% y en 1960
era de 71,28%. La de los varones en 1900 era de 41,74% y en 1960 de 69,15%,
mientras que la de las mujeres era de 43,01% en el año 1900 y en 1960 de 73,29%.
Con la edad de cinco años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 49,32% y en 1960
era de 65,85%. La de los varones en 1900 era de 48,60% y en 1960 de 65,74%,
mientras que la de las mujeres era de 49,99% en el año 1900 y en 1960 de 69,83%.
Con la edad de diez años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 46,45% y en 1960
era de 63,07%. La de los varones en 1900 era de 45,66% y en 1960 de 60,96%,
mientras que la de las mujeres era de 47,19% en el año 1900 y en 1960 de 65,03%.
Con la edad de quince años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 42,47 % y en 1960
era de 58,22 %. La de los varones en 1900 era de 41,60% y en 1960 de 56,14%,
mientras que la de las mujeres era de 43,29% en el año 1900 y en 1960 de 60,16%.
Con la edad de veinte años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 38,87% y en 1960
era de 53,44%. La de los varones en 1900 era de 39,93% y en 1960 de 51,41%,
mientras que la de las mujeres era de 39,78% en el año 1900 y en 1960 de 55,31%.
Con la edad de veinticinco años
la esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 38,87% y en
1960 era de 53,44%. La de los varones en 1900 era de 39,93% y en 1960 de
51,41%, mientras que la de las mujeres era de 39,78% en el año 1900 y en 1960
de 55,31%.
Con la edad de treinta años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 32,59% y en 1960 era de 43,99%. La de los
varones en 1900 era de 31,86% y en 1960 de 42,05%, mientras que la de las
mujeres era de 33,28% en el año 1900 y en 1960 de 45,77%.
Con la edad de treinta y cinco
años la esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 29,24% y
en 1960 era de 39,31%. La de los varones en 1900 era de 28,52% y en 1960 de 37,42%,
mientras que la de las mujeres era de 29,92% en el año 1900 y en 1960 de 41,04%.
Medición de los terrenos, una tarea no demasiado frecuente. Foto de W. Eugene Smith año 1951. |
Con la edad de cuarenta años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 25,74% y en 1960
era de 34,69%. La de los varones en 1900 era de 25,02% y en 1960 de 32,85%,
mientras que la de las mujeres era de 26,43% en el año 1900 y en 1960 de 36,37%.
Con la edad de cuarenta y cinco
años la esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 22,14% y
en 1960 era de 30,17%. La de los varones en 1900 era de 21,49% y en 1960 de 28,38%,
mientras que la de las mujeres era de 22,76% en el año 1900 y en 1960 de 31,79%.
Con la edad de cincuenta años
la esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 18,56% y en
1960 era de 25,78%. La de los varones en 1900 era de 18,04% y en 1960 de 24,08%,
mientras que la de las mujeres era de 19,05% en el año 1900 y en 1960 de 27,31%.
Con la edad de cincuenta y
cinco años la esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 15,13%
y en 1960 era de 21,57%. La de los varones en 1900 era de 14,77% y en 1960 de 20,03%,
mientras que la de las mujeres era de 15,47% en el año 1900 y en 1960 de 22,94%.
Con la edad de sesenta años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 11,96% y en 1960
era de 17,62%. La de los varones en 1900 era de 11,74% y en 1960 de 16,28%,
mientras que la de las mujeres era de 12,17% en el año 1900 y en 1960 de 18,77%.
Con la edad de sesenta y cinco años
la esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 9,12% y en
1960 era de 13,91%. La de los varones en 1900 era de 9,00% y en 1960 de 12,80%,
mientras que la de las mujeres era de 9,23% en el año 1900 y en 1960 de 14,82%.
Con la edad de setenta años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 6,67% y en 1960
era de 10,65%. La de los varones en 1900 era de 6,61% y en 1960 de 9,82%,
mientras que la de las mujeres era de 6,72% en el año 1900 y en 1960 de 11,31%.
Con la edad de setenta y cinco años
la esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 4,74% y en
1960 era de 7,80%. La de los varones en 1900 era de 4,71% y en 1960 de 7,24%,
mientras que la de las mujeres era de 4,78% en el año 1900 y en 1960 de 8,23%.
Con la edad de ochenta años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 3,40% y en 1960
era de 5,39%. La de los varones en 1900 era de 3,38% y en 1960 de 5,08%,
mientras que la de las mujeres era de 3,42% en el año 1900 y en 1960 de 5,63%.
Foto de W. Eugene Smith que recoge desavenencias en la era. Foto del año 1950 que fue portada de la revista LIFE. |
Con la edad de ochenta y cinco
años la esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 2,46% y
en 1960 era de 3,66%. La de los varones en 1900 era de 2,45% y en 1960 de 3,57%,
mientras que la de las mujeres era de 2,47% en el año 1900 y en 1960 de 3,81%.
Con la edad de noventa años la
esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 1,78% y en 1960
era de 2,25%. La de los varones en 1900 era de 1,76% y en 1960 de 2,21%,
mientras que la de las mujeres era de 1,79% en el año 1900 y en 1960 de 2,57%.
Con la edad de noventa y cinco
años la esperanza de vida de la población total era en el año 1900 de 1,17% y
en 1960 era de 1,39%. La de los varones en 1900 era de 1,10% y en 1960 de 1,37%,
mientras que la de las mujeres era de 1,07% en el año 1900 y en 1960 de 1,73%.
Como dato
adicional debe consignarse
que, de una
cohorte de 100 000 varones nacidos
en 1900, sólo
poco más de la mitad
hubieran sobrevivido hasta cumplir
los treinta años y las
tres cuartas partes
no hubieran alcanzado los
sesenta y cinco.
Entre los nacidos
en 1960, por
contraste, más del
50 por ciento cumplirían
los setenta años y
más de
las tres cuartas
partes los ochenta.
En el
caso de las
mujeres, si hubieran
nacido en 1900
la mitad no
hubiera llegado a cumplir
los treinta y
cinco años y las tres
cuartas partes hubiera fallecido antes
de los setenta,
mientras que de haber
nacido en 1960 la
mitad cumplirá los setenta
y cinco y
al veinte por ciento celebrará
su ochenta y cinco
cumpleaños.
En los
primeros dos años
de vida las
causas de muerte
más importantes son las
enfermedades infecciosas y parasitarias.
Desde ese momento
hasta los treinta
y siete años cobran
una importancia destacadísima
los accidentes. De los
treinta y siete
a los cincuenta
y cuatro años
crecen extraordinariamente el cáncer
y el corazón
y esta última
causa se hace cada vez
más importante en los últimos
años de vida" (35). (F.O.E.S.S.A.,
Madrid, 1971. Tabla. 13.6, pág. 771.)
Padre acude al médico con su hijo enfermo. Foto de W. Eugene Smith del año 1951. |
El mayor porcentaje de
defunciones correspondía en el año 1965 a las mujeres cuyo
trabajo no se especificaba, a los trabajadores agrícolas
y a los jubilados, pensionistas, rentistas, inválidos y ancianos. No cabe duda de que en el caso de
las mujeres dada su escasa participación en la
población económicamente activa, y en el caso de los jubilados,
pensionistas, rentistas, inválidos y
ancianos, por razón precisamente del grupo de edad a que pertenecen, los fallecimientos reflejan fundamentalmente el volumen que ambas
poblaciones representan en el total de
España. En cambio, el elevado porcentaje
de fallecimientos entre los trabajadores del sector primario se debe probablemente a las malas
condiciones socioeconómicas en que desempeñan
su función y a su envejecida composición por edad.
Un examen rápido de la incidencia
de la mortalidad en esos grupos muestra, por
ejemplo, que los lactantes e infantes ocupan el primer lugar en los
fallecimientos por enfermedades
infecciosas y parasitarias, seguidos de los escolares y estudiantes. En
el caso de las enfermedades tumorales
los dos primeros lugares
los ocupan los empleados
y vendedores y los profesionales, técnicos
y funcionarios. En las enfermedades
cardiovasculares los dos primeros
puestos vienen ocupados por las mujeres y por los jubilados, rentistas y pensionistas. En fallecimiento por accidentes y violencias
ostentan el primer lugar los estudiantes y escolares, les siguen las Fuerzas
Armadas y van en tercer lugar los trabajadores especializados.
Granada 11 de enero de 2018.
Pedro Galán Galán.
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Tele L'Express, 14 de enero
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4 comentarios:
Otro artículo interesante, detallado y para guardar. Enhorabuena, Pedro.
Lo que más me ha llamado la atención es encontrar palabras que hace mucho no leía:
«Castilla la Vieja», «Castilla la Nueva»... «Vascongadas».
Saludos
Manolo, muchos datos de la Estadística de Población están tomados de Salustiano del Campo, de la década de los setenta del pasado siglo. Concretamente en parte de uno titulado: La Población de España, del año 1975. Eran años anteriores a la estructuración de la España Autonómica que ahora padecemos. Era necesario dar datos siguiendo esos agrupamientos regionales anteriores, porque la estadística quedaba desfigurada y los datos no eran extrapolables a las nuevas autonomías.
Muy agradecido por tu comentario.
Cordiales saludos.
Pedro este trabajo lo veo muy interesante. Y creo que has tenido que consultar bastantes fuentes. Eso requiere mucho tiempo que tu te lo habrás quitado de otras actividades. Las fotos me han trasladado a mis años de niñez y adolescencia. En aquella época casi todos pasamos por lo mismo. Unos más y otros menos.
Muy buen trabajo y a seguir adelante. Un abrazo Pedro.
Muchas gracias, Manolo, por tu comentario. Me alegra que seas uno de los seguidores y asiduos lectores de mis publicaciones en este blog. Me alegra igualmente que te gusten las fotos que complementan el texto, son W. Eugene Smith, un norteamericano que en 1950 visitó España e hizo como reportero gráfico unas fotografías en el pueblo cacereño de Deleitosa que reflejaban toda la vida de un pueblo en 1950. En Deleitosa pasó dos meses. Quería mostrar cómo era la vida en una población rural y pobre bajo la dictadura. Con el paso del tiempo declararía que era el trabajo del que se sentía más orgulloso, aunque había tenido que mentir una vez y otra a los guardias civiles sobre sus verdaderas intenciones. Siempre les decía que le interesaba el folclore y ni una sola vez mencionó a Franco o la Guerra Civil.
Cuando en 1951 la revista Life publicó el reportaje fotográfico Spanish Village (Pueblo español), pocos ojos de fuera del país sabían de la realidad rural durante los años del franquismo: una vida pobre, miserable y acosada. El autor de aquellas fotos únicas, son una lección de historia en sí mismas, fue un reportero estadounidense que el año anterior había tenido el coraje y la suerte de poder entrar en la España de la dictadura y retratar la vida de Deleitosa, un pueblo de Cáceres (Extremadura) donde la miseria era cotidiana. W. Eugene Smith (1918-1978), ha pasado a la historia como uno de los padres del reportaje fotográfico moderno, entendido como una profundización, análisis y extracción de opinión sobre el tema retratado. Entre las décadas de los años cuarenta y setenta del siglo XX, Smith firmó fotografías inolvidables. W. Eugene Smith nacido en Wichita, Kansas (EE UU) comenzó a hacer fotos a los 15 años, inspirado por su madre, gran aficionada amateur. En 1936, tras el suicidio de su padre como resultado de la ruina económica posterior a la crisis de 1929, viajó a Nueva York para intentar ganarse la vida con una cámara. Al año siguiente encontró su primer trabajo en la revista Newsweek. Un año más tarde prefirió optar por la libertad de ser freelancer y, sobre todo a través de la agencia Black Star, comenzó a publicar con regularidad en Harper’s Bazaar, Collier’s, Time y Life. A partir de 1940, Smith se convirtió en uno de los reporteros con mayor conciencia política y social de su generación. Durante la II Guerra Mundial hizo fotos de propaganda antifascista y cubrió para Life la contienda en el Pacífico. En un determinado momento, que él llamó de “revelación”, dejó de hacer fotos a los soldados y se concentró en el sufrimiento de los civiles inocentes. En 1945 él mismo resultó gravemente herido. Tras la guerra se concentró en los reportajes sobre gente corriente que le encargaba Life y que tuvieron un tremendo impacto social.
Un abrazo para ti y para Marisa.
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