CONSIDERACIONES SOBRE LA CAMPAÑA 2020-2021 Y SOBRE LOS AUGURIOS INICIALES DE LA PRESENTE CAMPAÑA.
Dice el refrán: “Si por San Juan y San Pedro en tu olivar aceitunas hallas, una aquí y otra allá, buena cosecha habrá”.
En muchas ocasiones he pensado que para cualquiera de nuestros antepasados en unas pocas generaciones, vivir en un pueblo en el que más del 90% de sus terrenos estuviesen ocupados por el olivo sería una auténtica aberración; seguramente nos preguntarían que de dónde conseguimos el trigo para el pan, las almortas para las gachas, y la cebada y la avena para los animales de labor; además, se extrañarían de que no hubiesen pastizales para los bueyes, para las mulas y para los rebaños de ovejas y cabras. Seguramente pensarían que teníamos demasiados olivos.
Aunque oficialmente el 1 de octubre es la fecha de comienzo de la campaña olivarera, los trabajos de recolección en su gran mayoría comienzan algunas semanas después. Este año la temporada ha venido marcada por dos cuestiones fundamentales. Por un lado, la falta de lluvias ha perjudicado gravemente a las explotaciones y, en consecuencia, a la cosecha que finalmente se ha recogido. En el lado positivo están los precios, que se encuentran en su mejor momento en la apertura de una campaña de entre los últimos cuatro años, y las perspectivas son que esta tendencia continuará en los próximos meses sin variaciones.
Un informe publicado en otoño por la Delegación Territorial de Agricultura, Ganadería y Pesca señalaba que “la aceituna estaba sufriendo los efectos de la sequía, más acusada en las explotaciones de secano y en Sierra Morena”.
Vista parcial de Lahiguera. Foto tomada desde el barrio de San Luís. |
El “mar de olivos” de Jaén está integrado por 66 millones de arboles. |
Bien pudimos conocer todos que las altas temperaturas que se estaban registrando desde hacía semanas, y la sequía que sufríamos estaban provocando el arrugamiento de muchas aceitunas, lo que hacía imposible su conversión en aceite de oliva en los molinos. Por lo que en el sector oleícola hubo una gran incertidumbre y preocupación debido a que día a día se perdía producción por la escasez de lluvias, que no llegaban, o pasaban de largo sin caernos unas gotas.
El volumen de aceite de la aceituna oscilaba entre el 16% y el 18% frente al 21% de media de las cosechas precedentes. |
Las buenas noticias solamente venían de los precios en origen, dado que en esa fase de sequía el kilo de aceite virgen extra costaba de media 3,22 euros, según los datos oficiales. Esta cifra era un 43 por ciento más elevada que el año pasado. Además, destacaba también el hecho de que era la cotización más elevada en un comienzo de la campaña olivarera desde 2017, cuando se alcanzaron los 3,83 euros por kilo.
Destaca en nuestros campos la belleza del bosque ordenado del olivar. |
Todos sabemos que el mercado del aceite es muy volátil, en el que la tendencia del precio puede cambiar de forma inmediata con gran facilidad, por lo que hay que ser bastante cautos a la hora de vaticinar una tendencia a futuro, aunque, la influencia de variables como las salidas mensuales de aceite de oliva, que continuaban a buen ritmo, o una producción media prevista para esta próxima campaña, podían ser decisivos para que en las próximas semanas y meses los precios de las distintas categorías de aceites se mantuvieran con cierta estabilidad.
A mediados de noviembre llegaban los primeros temporeros a la estación de autobuses de Jaén. Para ellos se abrían los albergues en la capital y en toda la provincia, Baeza, Villacarrillo, Torredonjimeno...
Solo en Andalucía, donde se produce el 70% del aceite de oliva español y el 50% del mundial, se calculaba que habría 8,1 millones de jornales, a 55,59 euros para una jornada de seis horas y media, únicamente en lo referido a la recogida de la aceituna. Las almazaras ya estaban listas y comenzaban a molturar las primeras aceitunas, las de verdeo, para exprimir el zumo virgen extra de más calidad y exclusivo. Comenzaba así la campaña del aceite de oliva 2021-2022. Miles de millones de kilos de aceitunas para una producción estimada de 1,34 millones de toneladas de aceite, un 5,5% menos que la campaña pasada, que en la almazara, y a los precios actuales, puede llegar a alcanzar un valor total estimado, según fuentes del sector, de 3.500 millones de euros. El oro verde del campo español.
Cortes de carretera producidos en la A-306 en Porcuna , y en la A-322 en Villanueva del Arzobispo y Arroyo del Ojanco. |
Tractorada en Alcalá la Real.
https://www.youtube.com/watch?v=dAXwzF3TAig
Pero como nunca llueve a gusto de todos, y nunca mejor dicho, los exportadores advierten del lastre que para las exportaciones ya suponía, y supondrá en el futuro próximo, el alto precio del aceite en origen. La Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador de Aceites de Oliva y Aceites de Orujo (ASOLIVA) alertaba sobre los efectos distorsionadores que el incremento del precio en origen estaba ocasionando sobre el mercado exterior. Sabemos que el alza del precio en origen resta competitividad al sector exportador español. El asunto no es baladí por cuanto las exportaciones representan el 75% de todo lo que se produce en España. Hay que tener en cuenta que somos un país netamente exportador, y por ello se debería tener cuidado con esta tendencia de descenso en los volúmenes comercializados, que dibujaban las gráficas de exportación en los últimos meses, y que era una clara consecuencia, indeseada, de la notable variación del coste del aceite en origen.
Desde nuestro punto de vista, como era de esperar, los productores, los olivareros, no pensábamos lo mismo. Se comprendía que los comercializadores quisieran aceite más barato para ellos ganar más y si era posible vender también más, pero las palabras de los exportadores se contradicen en sí mismas porque en la campaña pasada que acababa de finalizar se había comercializado la mayor cantidad de aceite de toda la historia, por lo que era fácil pensar que el mercado admitía ese precio.
Los olivareros, no sin razón piensan con frecuencia que los exportadores mienten más que hablan. Recordemos que ellos han estado vendiendo toda la vida con márgenes del 200%, o sea que ahora, que hay márgenes dignos para el productor, no se deberían quejar.
Además, qué curioso que por este tiempo, estaba comenzando, ligeramente, a bajar el precio... Los olivareros piensan, no sin razón, con cierta preocupación, que pudiera comenzar a haber un acuerdo por debajo de la mesa para que los precios en origen tiraran a la baja, porque en esta coyuntura no existe ningún factor externo ni de mercado que hiciera que pudiera ser así.
Primeros aceites de extracción con su característico color verde intenso. |
Por su parte, el mercado interior también evidenció una clara recuperación, con aumentos del 6% con respecto a la última campaña y del 11% respecto de la media. Con un total de 551.000 toneladas, la campaña 2020-2021 había registrado las cifras de mercado interior más elevadas en las últimas ocho campañas. Estos movimientos de mercado han dejado unas existencias finales, el llamado enlace, de 422.100 toneladas de aceite, que se sitúan un 14% por debajo del periodo anterior y un 12% inferior a la media de las cuatro campañas anteriores. Se contabilizaban además existencias inferiores en un 17% en las almazaras y un 11% en las envasadoras respecto de la campaña pasada. Por primera vez, al inicio de la campaña, había más stock de aceite en las envasadoras que en las almazaras.
Las estimaciones del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación situaban la presente campaña del aceite de oliva en torno a 1,3 millones de toneladas y 570.000 toneladas para la aceituna de mesa, una cifra que indica cierta estabilidad en la producción y el mercado del aceite de oliva en la campaña 2021/2022, en línea con la media de las cuatro campañas últimas y ligeramente por debajo de la campaña pasada.
Aceituna cornicabra. |
La producción de aceituna de almazara en Andalucía para la campaña 2021-2022 se calculó que sería de 1.050.300 toneladas, lo que supone un descenso del 5,5% respecto a la producción final de la campaña anterior. En el caso de Jaén, principal productora mundial, se estima una producción de 480.000 toneladas de aceite de oliva, un 8,4% menos que la producción final de la pasada campaña y un 3,7% menos que la media calculada del último lustro.
La Junta de Andalucía en principio ajustó el aforo, ya que la ausencia de lluvias de los últimos meses, con una sequía, como no se veía en años, ha propiciado que parte de la cosecha se hubiera perdido ya y la misma sería menor que la prevista.
Bruselas, por su parte, prevía que la producción de aceite de oliva de la UE en 2021-2022 estaría al nivel de la última campaña (alrededor de 2,1 millones de toneladas). Una buena cosecha inicialmente esperada en Italia y Grecia, que se ha visto obstaculizada por un verano caluroso y seco en el que muchos olivares productores han sufrido estrés hídrico, lo que ha resultado crítico, especialmente en los sistemas de producción sin riego lo que podría dar lugar a unos rendimientos más bajos de los esperados. En España, como se ha expuesto, se espera una producción promedio, mientras que la producción de Portugal podría aumentar en un 50%. Las disponibilidades iniciales de la Unión Europea serían un 4% inferiores a las de la última campaña.
Vista panorámica de olivares de Jaén. |
El monocultivo olivarero es tan fruto de nuestro tiempo como las grandes ciudades, el transporte transcontinental, los vehículos motorizados, o la tan extendida pandemia, por no hablar de Ucrania. Lo que no es óbice para que en otras épocas también hubiera paisajes uniformes de olivar, que florecieron, sobre todo, en las etapas de mayor madurez de civilizaciones bien estructuradas y dependientes de redes comerciales que permitían la especialización productiva. El Aljarafe sevillano, con sus diversos esplendores que comenzaron con los romanos, y acaso también con fenicios, hispanomusulmanes, castellanos, la venta colonial del siglo XVI y decimonónico en los finales del XIX y principios del XX, en este sentido, son el mejor de los ejemplos.
Los olivos y los olivares se han encumbrado a las sinuosidades del territorio de nuestra campiña, al amparo de la bonanza económica o han sido abandonados o descepados ante el avance de la incertidumbre. El olivo define el espacio cultural del Mediterráneo, y por ello padece las veleidades de este clima caprichoso, sufriendo olas de calor y heladas mortíferas de manera recurrente, y las no menos preocupantes periódicas sequias que han marcado su devenir desde hace siglos.
Los olivos y los olivares se han encumbrado a las sinuosidades del territorio de nuestra campiña, al amparo de la bonanza económica. |
La difusión del olivo ha ido siempre de la mano de la evolución climática; en Italia está documentado que su distribución septentrional se redujo a partir del siglo XIV como consecuencia de que se entró en lo que posteriormente se ha denominado como pequeña Edad de Hielo. Las heladas han sido siempre mortíferas para el olivo, sobre todo cuando la temperatura descendía por debajo de -8º Centígrados. De carácter frecuentemente local o comarcal, en ocasiones sus efectos devastadores causaban estragos en todo un país. La helada del 1709 en Italia, cuando se alcanzó en las zonas olivareras -17º Centígrados supuso un antes y un después en la olivicultura italiana, puesto que redefinió el mapa olivarero, retirándose del norte de la península italiana, y aumentando en consecuencia de ello la superficie de explotación vinícola. En Francia, la helada de 1929 contribuyó al cambio de cultivo que se estaba produciendo desde la crisis de la filoxera de finales del siglo XIX, reconvirtiendo las antiguas tierras de olivar, limpias de plaga, en nuevos viñedos. En el sur de España, dejaron huella las heladas de 1891 y las posteriores de 1941 y 1942; esta última sirvió de acicate para que los olivareros sevillanos mudaran de variedad principal, aumentando la superficie de olivos hojiblancos a costa de los olivos lechines (1).
Olivo multicentenario bien conservado. |
La aparición de plagas y enfermedades también ha tenido gran influencia en la distribución del olivo. La filoxera, de la hemos hablado de sus efectos en Francia, tuvo una incidencia opuesta en España; pues destruidos una gran proporción de los viñedos de las laderas de las colinas y cerros litorales, fueron reemplazados en parte por olivares. En 1840 apareció la mosca del olivo en el norte de Italia, lo que favoreció la sustitución por la vid. Unas décadas antes se había extendido en España otra epidemia de los olivares, era la tizne o negrilla, que durante muchos años tuvo despistados a los investigadores, porque no se sabía si era provocada por un insecto o era consecuencia de la excesiva exudación de savia de los árboles; en esta ocasión fue tan grande su incidencia inicial que se convirtió en uno de los problemas más graves de los olivares, provocando en algunos casos la sustitución del cultivo.
Los historiadores sitúan la aparición de las primeras variedades de olivos hace medio millón de años en el oeste de África, pero es en la región del Peloponeso, en el siglo XX antes de Cristo cuando su cultivo empieza a generalizarse y llega a su cénit en la ciudad comercial de Biblos.
Las primitivas almazaras empiezan a machacar los huesos de las aceitunas para utilizar los jugos extraídos y en la Península Ibérica este uso se vincula con las culturas de los turdetanos y los tartesios, pueblos prerromanos. Fuentes bibliográficas ya atestiguan que Homero califica al aceite de oliva como “oro líquido”.
Más allá de religiones y culturas, la Historia demuestra que el uso de prensas para obtener el aceite, cuyos usos al comienzo no eran culinarios, era generalizada tanto en la cultura egipcia, griega, romana, en el mundo árabe de Al-Ándalus, la Edad Media y exportando el cultivo también al recién descubierto “Nuevo Mundo”, donde no había llegado este cultivo.
Mujer palestina cogiendo aceituna a mano. |
El término arameo zaytūnā, diminutivo de zaytā, llegó al árabe clásico como zaytūnah. Esta palabra, a su vez, arribó al árabe hispánico como azzaytúna. Tras este recorrido etimológico, encontramos la noción de aceituna. La aceituna es el fruto del olivo, árbol que pertenece al grupo familiar de las oleáceas. Por eso también se la puede nombrar como oliva. Los olivos son nativos de Oriente pero actualmente se cultivan también en otras regiones del mundo. El aceite de oliva, se obtiene mediante el prensado de la aceituna. Con la intervención de un molino o una prensa, se ejerce presión sobre la aceituna, siendo esta molida. Este proceso permite formar una pasta, después, para separar líquidos y sólidos de dicha pasta, se realiza un filtrado y se centrifuga en las centrifugadoras verticales antes de pasar a la línea de envasado o embotellado.
El olivo es un árbol ligado al comercio. Desde su más oscuro pasado, las estacas han acompañado a los viajeros, en una continua sucesión de intentos de implantación del cultivo en las tierras que habitaron. Algunos de ellos tuvieron éxito y de ahí proceden los olivares que se reparten por todos los continentes, definiéndolos como árboles mediterráneos incluso en aquellos lugares de los diversos continentes donde nunca se había oído hablar de este mar nuestro.
En el tratado “De Mirabilia Auscultaciones”, redactado en el siglo IV o III antes de Cristo ya se relata que en sus primeros contactos con los nativos de la Península Ibérica los fenicios cambiaron aceite de oliva y otras mercancías de poco valor para ellos, por tal cantidad de plata de los hispanos, que los famosos comerciantes fenicios no eran capaces de llevar consigo en sus viajes de vuelta, tanta cantidad de plata, por lo que tuvieron que hacer de este metal todos sus útiles, incluso las anclas de sus barcos.
Probablemente esta carencia del preciado líquido estimularía la importación posterior de garrotes y estacas de olivos desde el Mediterráneo oriental hasta nuestras tierras. Esta misma historia se reprodujo posteriormente en la antigüedad en el norte de África con los fenicios y los romanos, en la Italia prerromana, en las islas griegas o en el sur francés.
Olivo multicentenario de la isla de Creta en Grecia. |
Anchísimo tronco milenario de un olivo. |
Desde 1509 se sucedieron los intentos de aclimatación del olivo en la tierra recién descubierta para los europeos. Historia y leyenda se entremezclan en la incorporación del olivo a la flora cultivada de América. El Perú y México fueron los focos de dispersión desde donde los olivos pasarían a Chile, Argentina y otros países del Cono Sur en el primer caso, y hacia las misiones californianas en el segundo.
Las crónicas cuentan que a Lima lo llevó Antonio de Ribera, quien embarcó en Sevilla en 1559 más de cien plantones de olivos del Aljarafe sevillano, tres de los cuales sobrevivieron al viaje hasta su hacienda limeña. Las estacas fueron cuidadas como oro en paño, custodiadas por sus criados. Una de ellas, empero, fue sustraída y llevada hacia el sur, tal vez hacia Arequipa o Valparaíso, en Chile, siendo el germen de los olivares chilenos.
La leyenda también emborrona los perfiles de la historia del olivo en Argentina. Hay quien defiende que fue introducido en 1562 a través de esquejes traídos de Perú por Francisco de Aguirre; otros sitúan su origen en los que trajera el capitán Pedro de Alvarado directamente de España en 1558 y que fueron plantados en la localidad de Arauco. Para evitar la competencia con la metrópoli, se prohibió a finales del siglo XVI la plantación de vides y olivares; décadas después, el Virrey del Perú, Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos (1667-1672) ordenó la tala de todos los olivares que estaban plantados en su jurisdicción. Afortunadamente, en una villa del departamento de Arauco, Aimogasta, en la actual provincia de La Rioja, la anciana Expectación de la Fuente de Ávila cubrió con su poncho un esqueje de olivo, que pasó desapercibido a la vista de los funcionarios. La pequeña planta se convirtió en árbol y de él salieron todos los que hoy se conocen en esa región como olivos de la variedad Arauco.
Este es considerado el olivo más viejo de Argentina, tene más de 400 años de edad, por lo que es considerado el ejemplar vivo más añoso del continente, y sigue dando aceituna. |
Es posible que si el olivo se hubiera aclimatado mejor se hubiera extendido de forma más efectiva por el territorio americano. Pero el Mediterráneo en América central y del sur está limitado a una estrecha franja chilena y a parte de la costa californiana, por lo que aún hoy en día la difusión del olivar está limitada por los fríos excesivos, la ausencia de estaciones, la extrema aridez o los temporales de viento.
Como esta aclimatación no se produjo (unido al efecto difícil de valorar de la severidad de las leyes), se consumió aceite bético en América. Este comercio se sustentaba en el denominado tercio de frutos, que implicaba que una tercera parte del tonelaje de los barcos que hicieran la Carrera de Indias, es decir, los navíos que pusieran en contacto comercial las dos orillas, debía estar constituida por los denominados frutos de la tierra, productos agrícolas procedentes de los cultivadores de Sevilla, Jerez, Cádiz, Sanlúcar de Barrameda y el Puerto de Santamaría, y que estuvo vigente hasta finales del siglo XVIII, cuando se autorizó el libre comercio con las colonias. Si bien la evaluación cuantitativa de las exportaciones de aceite a las Indias arroja un balance moderado (se ha estimado entre 6.000 y 8.000 arrobas por año), este derecho propició la consolidación de un sector productor olivarero pujante en la campiña gaditana y sevillana, uno de cuyos frutos fue la construcción de numerosas haciendas de olivar que aún perduran en los paisajes del Bajo Guadalquivir.
Monumentales haciendas olivareras del Bajo Guadalquivir. |
Australia no ha sido el último confín conquistado por el olivo: en Japón se introdujo inicialmente en 1858, cultivándose hoy en día en la isla de Shodo Shima, y en China se han llevado a cabo plantaciones experimentales en las últimas décadas del siglo XX.
En la expansión del olivo intervinieron varias civilizaciones. Fenicios, griegos, romanos y árabes llevaron consigo sus propias variedades cuando colonizaron diferentes partes del Mediterráneo. Finalmente, estos pueblos se encontraban en muchos casos con olivos silvestres, denominados acebuches, a los lugares donde llevaban sus cultivos. El olivo y el acebuche (ambos de la especie Olea europea) se pueden cruzar entre ellos y dan lugar a descendencia fértil.
Olivo de Aguamarga, una pequeña aldea de pescadores bien situada dentro del Parque Natural del Cabo de Gata-Nijar, provincia de Almería. |
Vista de la Redonda en Porcuna. |
Cabe preguntarse al respecto “¿Por qué no podemos suponer que, si en un momento dado se dieron las condiciones para domesticar el acebuche en Oriente Próximo, al igual otros pueblos no hicieran lo mismo en otras zonas del Mediterráneo?”. Ello daría lugar a la interpretación de la diversidad de variedades locales que tiene el olivo.
Las muestras procedentes de Oriente Próximo se parecían más a las del sur de España y Marruecos que a las de la zona central del Mediterráneo. Ubicadas geográficamente, se produjo un efecto curioso: parecía un mapa político de la Edad Media. Mientras que las variedades orientales y peninsulares perfilaban los territorios que ocupó la expansión islámica, primero, y la Corona de Castilla en la Península Ibérica después, las variedades del centro del Mediterráneo reproducían la extensión de la Corona de Aragón con sus territorios extra-peninsulares. No sólo eso, las muestras presentes en América, llevadas por los conquistadores, se parecían más a las del sur que a las del este de España.
“Cuando se publique el genoma del olivo, se podrá ahondar en el proceso de domesticación”, avanza Concepción Muñoz (2).
Diferentes variedades de aceituna. |
Por ahora, a pesar de que se refuerza la hipótesis de que la domesticación del olivo se originó en Oriente Próximo queda alguna pregunta por resolver. ¿Qué pasó en el Mediterráneo central? Parece que hemos hecho un retrato de trazo grueso, ahora falta perfilar las formas dibujadas, que están por investigar.
Se tiende a identificar a los castellanos que conquistaron los territorios hispanomusulmanes como consumidores de grasas animales que desconocían las peculiaridades de la agricultura mediterránea.
Según esta perspectiva, verían con cierta suspicacia el consumo del aceite de oliva, propio de los refinados gustos de judíos y moriscos. Sin embargo, quizás sea más sensato someter a este presupuesto histórico, en la medida en que afecta a un periodo muy dilatado de tiempo y a un gran territorio, al tamiz de la prudencia.
Es razonable pensar que los cristianos tendrían una cultura vinculada a las grasas animales y que desconocerían en muchos casos el aceite de oliva. Éste sería el caso de aquellos que procedieran de los concejos en donde el olivo no se pudiera cultivar debido al rigor del clima. En este grupo no se incluirían los provenientes de los municipios castellanos, navarros o aragoneses en donde el olivo prosperaba desde tiempos remotos. En este sentido, conviene no olvidar que Gabriel Alonso de Herrera, el gran tratadista de agricultura de tiempos de los Reyes Católicos, reflejó la olivicultura de su tierra, Talavera de la Reina, situada en Toledo, en el corazón de Castilla. No es casualidad, por ejemplo, que en el escudo heráldico de Olite, en Navarra, o en Mieza, en el norte de Salamanca, aparezca un olivo como representación de lo propio del término. Bien es verdad que el olivo en estas zonas se nos antoja un habitante extraño en un territorio frecuentado por la hostilidad del cierzo y la continentalidad de su clima. En el caso de los olivares del norte de Salamanca, aparecen cuando un accidente geográfico tan hiperbólico como la hoz del Duero en las Arribes hiende la Meseta y forma un escalón de más de cuatrocientos metros de desnivel que atempera el clima y dulcifica los aires. Y los olivares navarros, como los aún más interiores de Rioja alavesa, llegan hasta donde alcanza el influjo del Mediterráneo, teniendo como frontera el rosario de las sierras que aíslan los valles cantábricos de las tierras meridionales. Pero no son los únicos casos de olivares periféricos: olivos (y olivares) ha habido en Galicia (y aún quedan vestigios en el concejo de Quiroga, en Lugo), y dicen que fueron abundantes en el pasado hasta que las contribuciones de tiempos del Conde Duque de Olivares acabaron con ellos. Y olivos quedan todavía en el Bierzo leonés y los hubo en el campo que rodea Valladolid, como dejó anotado el viajero inglés Joseph Townsend en 1786. Y el olivo del monasterio de Lebeña, en Cantabria, aporta un romántico testimonio de las lejanas tierras en donde ha arraigado con tesón.
El aceite de oliva fue el elegido en la liturgia cristiana para estrechar nuestros vínculos con Dios. No es de extrañar que los clérigos y frailes trajeran y llevasen olivos de aquí para allá, para plantarlos en sus atrios, pero también en sus posesiones feudales o en las tierras que les eran concedidas tras la conquista a los infieles. Quien más, y quien menos, pondría un olivo o más de uno al resguardo de los muros de las iglesias para abrigarlos del afilado embate de los vientos del norte. De modo que si en la Baja Edad Media los monasterios italianos o catalanes se convirtieron en centros de difusión de una olivicultura que satisfacía intereses sagrados (aceite para los santos óleos e iluminación, pero también ramas para la celebración del Domingo de Ramos), y mundanos con obtención de rentas, pues entre los siglos XVI y XVIII los clérigos sevillanos impulsaron el cultivo del olivo favorecidos por la exención de las cargas tributarias que debía pagar el estado llano.
En la Reconquista, conforme avanzaban en sus campañas militares, los cristianos conquistaban también los olivares de los vencidos; no es de extrañar, dado que las tierras más benévolas para los olivos se encontraban allende el Tajo o al oriente del Maestrazgo y las serranías ibéricas, tierras que coincidían con el al-Andalus medieval.
Olivo multicentenario de Castellón de la Plana. |
Tronco de olivo con forma de cabeza pensante que muy bien podía haber inspirado a Auguste Rodin para crear su “Pensador”. |
Le Penseur de Auguste Rodin. |
Esta distinción es muy importante y resulta trascendental para comprender la evolución del olivar en España. Cuando en un municipio o en una comarca se superaba determinada relación superficial entre el olivo y la tierra de pan llevar, se traspasaba el umbral que daba acceso a la olivicultura comercial.
Olivo de Fuentebuena situado en la Sierra de Segura, en el municipio de Arroyo del Ojanco , de variedad picual. Es Monumento Natural inscrito en el libro Guinnes. |
La especialización del paisaje en el monocultivo del olivar tiene una relación muy estrecha con la especialización comercial. Pero los ritmos muchas veces no fueron acompasados. Si aumentaba el número de olivos, pero no lo hacía de forma proporcional el número de molinos y prensas para obtener el aceite, la aceituna, una vez recogida, debía esperar turno para ser molturada. A veces este turno de espera en los atrojes a la entrada de la almazara podía dilatarse durante meses, y en consecuencia, el aceite obtenido resultaba incomestible. Fue tan común esta práctica, que los aceites españoles de finales del siglo XIX eran reconocidos en los mercados internacionales y por los viajeros extranjeros que nos visitaban, por su pésimo aspecto, su peor olor y su nauseabundo sabor. Unos aceites nuestros que a lo largo de los siglos XVIII y XIX no podían competir con los afamados aceites franceses de Aix-en-Provence o con los aceites italianos, pero que tenían, no obstante, su cuota de mercado, para los usos industriales. Los aceites manchegos, andaluces, aragoneses o catalanes viajaban hasta Londres, donde eran quemados para alumbrar sus calles.
Olivo con tronco de rostro de anciano en su corteza que se encuentra en Tiscar, una pequeña aldea de la Sierra de Cazorla. |
Olivo milenario que se encuentra en la Sierra de Segura, comarca de Puente Génave. Si nos fijamos en la foto podemos observar que los olivos de las proximidades son también olivos milenarios. |
El sol de nuestra latitudes es el elemento primario para unas temperaturas medias adecuadas al cultivo del olivo. |
Entre 1880 y 1930 se vivió una auténtica fiebre olivarera en España, aunque el panorama, analizado a mayor detalle, cuenta con gran cantidad de matices. Fruto de todo ello fue la ampliación del área de distribución del olivar, consolidándose importantes áreas de producción como las catalanas de Reus, Tortosa y Borges Blanques. También fueron años decisivos para la difusión del olivar en provincias como Jaén, Córdoba, Málaga o Granada, que comenzarían a disputar la hegemonía de la superficie dedicada a este cultivo con la provincia de Sevilla, que se quedaba rezagada.
Otro olivo milenario en la provincia de Jaén, llamado El Acebuche de las Hoyas, situado en el municipio de La Iruela en la Sierra de Cazorla. |
La Olivera Grossa de Villajoyosa, cerca de la Ermita de San Antonio. El olivo más antiguo de la provincia de Alicante. |
Olivar de Andújar, localidad donde se multiplicó el número de molinos de aceite en el siglo XIX con el paso del ferrocarril. |
La industria oleícola fue perezosa ante el cambio tecnológico, como también lo fueron las técnicas productivas de un cultivo que se resistió a la modernización hasta bien entrado el siglo XX. La selección del material vegetal, la plantación, la poda, el injerto o la recolección dependían estrechamente del conocimiento local y aunque existió difusión tecnológica preindustrial, las técnicas de cultivo que nos legaron los tratadistas romanos son reconocibles aún en los libros de olivicultura del siglo XIX.
Olivo del Huerto de Gatsemaní en Jerusalen (Israel) |
Las distintas coyunturas favorables de precios se han sucedido a lo largo de la historia. En Andalucía, por ejemplo, los olivares del Renacimiento se vieron favorecidos por el aumento del precio, que se triplicó entre 1511 y 1559, teniendo un ratio de incremento del precio muy superior a los cereales, aunque netamente inferior al vino. A partir de mediados del siglo XVII la tónica general del precio del aceite fue ascendente, lo que también se traduce en unos mejores precios de venta y de arrendamiento de la tierra de olivar en comparación con la de cereal y la de viñedo.
Olivos de 500 años en Puglia (Italia). |
La difusión del olivo fue empujada por leyes como las desamortizaciones españolas, que sacaron al mercado una enorme cantidad de terrenos eclesiásticos y comunales en el tramo central del siglo XIX, o las ventas de tierras del Estado Pontificio durante la misma época en Italia. Los olivares de las vertientes de Sierra Morena son un buen ejemplo de este periodo. También tuvieron gran incidencia las normativas locales, como las Ordenanzas de los concejos, en las que se tendió a proteger al olivar, sobre todo tras las primeras oleadas privatizadoras de los terrenos baldíos locales y de otras tierras comunales. En las de 1677 de Estepa (Sevilla), se protegían los olivares ante la demanda de nuevas plantaciones: “ordenamos y mandamos que ninguna persona de cualquier estado y condición sea osado de sacar raja o estaca de aceituno con hacha, ni con peto, ni con mazo ni piedra, ni palanca, ni con una herramienta, que si fuere hallado sacando las dichas rajas o estacas o se probare como dicho es, por la primera vez que así fuere hallado o se le averiguare, que pague 600 maravedíes y por la segunda vez la pena doblada y por la tercera vez que demas de la dicha pena sea desterrado de esta villa por dos meses si fuere hombre honrado y si fuere persona vil que se den cien azotes”. En las Ordenanzas de Morón de la Frontera (Sevilla) de 1472 o en las de Baños de la Encina (Jaén) de 1742 se multaba a los ganados que entrasen en los olivares.
Olivos multicentenarios de Baños de la Encina (Jaén). |
El recurso al proteccionismo fue adoptado en otras ocasiones como en 1915, cuando ante el riesgo de desabastecimiento interior debido a las exportaciones a los países beligerantes en la guerra mundial, se prohibieron las exportaciones de aceite.
Granada 13 de abril de 2022.
Pedro Galán Galán.
Bibliografía:
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Fernández Pérez, Joaquín y González Tascón, Ignacio (coord.): La agricultura viajera. Cultivos y manufacturas de plantas industriales y alimentarias en España y en la América Virreinal, CSIC-Lunwerg Editores, 1990, Barcelona.
Garrido González, Luís: Historia del olivar y del aceite en Andalucía, Editorial Sarría, 2004, Málaga.
Garrido González, Luís: Olivar y cultura del aceite en la Historia de Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 2005, Jaén.
Guzmán Álvarez, José Ramón: El palimpsesto cultivado: Historia de los paisajes del olivar andaluz, Consejería de Agricultura y Pesca, 2004, Sevilla.
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Referencias:
(1) Guzmán Álvarez, J. R. (2007). La génesis de los paisajes olivareros: siglos XVI-XX. En: Tierras del Olivo. Editorial El Legado Andalusí, Jaén, páginas 185 a 197.
(2) Concepción Muñoz, Isabel Trujillo, Nieves Martínez-Urdiroz, Diego Barranco, Luis Rallo, Pedro Marfil y Brandon S. Gaut: “Olive domestation and diversification in the Mediterranean Basin”. New Phytologist (2015) 206, páginas 436 a 447.
9 comentarios:
Hay una pintura rupestre, del Neolítico, donde se ve a una persona vareando y las aceitunas en el suelo. Es una pintura esquemática, como se hace en este periodo, pero se ve claramente lo que representa. Sin embargo, los historiadores afirman que fueron los fenicios los que introducen el olivo, cuando este gráfico es de miles de años antes de que este pueblo llegara, curioso.
En nuestro pueblo los olivares nos hablan, nos cuentan como estaba distribuido el espacio agrario. Así vemos que solo se daba este cultivo en las tierras del suroeste, la parte que mira a Arjona, en esta cercana población igual pasaba, ninguna plantación había en las tierras que miran a Lahiguera.
Estas plantaciones comenzaron hace centenares de años, quizá miles. Los olivares viejos que hemos conocido abarcaban desde los Morales a las Losas, sobre todo en este último lugar, donde olivos de un pie se han abierto, con el paso del tiempo, tanto, que ahora un tractor puede pasar entre estos troncos agrietados; para que esto ocurra tienen que pasar muchos años. Allí se descubrió una villa romana, las piedras de un molino estaban (no sé si aún están) en el arroyo, junto al pedazo de la Boticaria. Creo que este molino era de aceite y los olivares aquellos databan de época romana.
En fin, es una pena que estos centenarios, o milenarios, árboles se estén arrancando; ya quedan pocos que den testimonio de épocas tan lejanas. Algo de nuestra historia se pierde con ellos.
Manolo, es cierto lo que dices sobre la pintura rupestre que representa la recolección del olivo, pero no localizo donde era. Lo que sí he visto una vasija griega donde con toda suerte de detalles se reproduce la recolección de la aceituna con muy buen grado de conservación.
También veo natural que los olivares estuvieran orientados en la dirección suroeste, estos seguramente tuvieron que ser plantados tras la llamada glaciación del siglo XVI, y si estaban plantados tendrían que ser renovados por estos decenios.
Hubo también unos decenios de gran sequía y solamente quedaron vivos algunos de los olivos que estaban a orillas de Guadalquivir y del Ebro por el norte.
Sobre los restos de la dominación romana en nuestro término municipal, se sabe que estuvo sembrado de pequeñas “villae” romanas, cuyo origen tuvo lugar por la transformación más relevante del paisaje agrario de nuestra Campiña en la etapa imperial romana, consistente en la fuerte expansión del poblamiento rural disperso, hasta entonces relegado solamente al entorno de los establecimientos coloniales, como fue nuestra Atalaya. Esta característica implantación rural, detectada a partir del último tercio del siglo I después de Cristo, tiene su origen en la ocupación privada de una parte de las tierras de los municipios, que sería asignada a los ciudadanos siguiendo la sistemática de distribución del catastro romano, mientras otra parte continuaría siendo de aprovechamiento común. Esta dispersión de pequeños asentamientos constituye la expresión en el territorio de una estructura agraria dominada por la pequeña y mediana propiedad campesina, habiéndose estimado entre 25 y 50 hectáreas la extensión media de estas propiedades en distintas zonas de la Campiña. El hallazgo en estos lugares de muelas de granito y prensas de aceite, en ocasiones en un mismo sitio, indica una producción agraria centrada en los cereales y el olivar, aunque posiblemente también se darían otros cultivos como la vid y leguminosas y, sin duda, una ganadería diversificada.
Pero toda esta estructura se hunde a mediados del siglo II después de Cristo, haciendo su aparición la gran propiedad, que genera una agricultura latifundista y autárquica. Los cambios de este periodo se manifiestan también de forma especialmente activa en el mundo urbano, hasta el punto de desdibujar parcialmente la retícula de ciudades, propia de la etapa del alto imperio romano, considerándose que se inicia un declive urbano, como fue el observado en lliturgi.
En los últimos años ha adquirido cada vez más fuerza la idea de que, en realidad, se asiste a la formación de un nuevo tipo de ciudad, que ha perdido su capacidad política de articulación de las relaciones sociales, función que pasa a ser ejercida por los grandes latifundios, con lo que la ciudad acaba configurándose como un simple apéndice en la administración burocrática del Estado.
Así esos latifundios romanos fueron a tener su centro en asentamientos rurales, muchos de ellos antiguos lugares que siguen siendo ocupados. Pero ahora presentan un aspecto totalmente nuevo, que responde a un incremento notable de la tierra explotada desde los mismos. En primer lugar, se fortifican, rodeándose de sólidas murallas. En segundo lugar, en el replanteamiento arquitectónico de estos sitios va a destacar especialmente la atención prestada a su parte residencial. Efectivamente, en ella se intentará reproducir, en el campo, la estética que había identificado a la oligarquía urbana en el periodo anterior, y que ahora pretendía consolidar unas condiciones de existencia bastante distintas, surgidas al margen de la organización ciudadana, basadas en el poder económico derivado del proceso de concentración de la propiedad.
Sobre este tema hay mucho que descubrir.
Un cordial saludo
Manolo, cuando yo recibí de mis padres la finca de Grajales, renové el plantío, los viejos olivos centenarios se habían ensanchado tanto con el paso cientos de años que dentro de su marco como cara interior del árbol cabían sentados entre ocho y diez hombres sentados con cierta amplitud. Yo le achacaba a los olivos de esa zona una vejez de unos quinientos o seiscientos años.
Tratando de enmarcarlos en la historia les daba una fecha de plantación de alrededor del siglo XIV, un siglo que fue de relativa estabilidad, al menos en lo que se refiere al contorno de las fronteras, dando lugar a la conformación de los primeros señoríos. En este tiempo la sembradura de secano se erige en la base de la producción, siendo notables el ascenso del viñedo, ligado a menudo a las repoblaciones, y la consolidación del olivar como cultivo comercial. El olivar se desarrolló bastante por este siglo en enclaves de Jaén y en torno a Córdoba, el Aljarafe y Jerez.
En los siglos anteriores en la Andalucía oriental, como en otras zonas montañosas españolas, el olivo entraba a formar parte de un complejo policultivo en el que era tratado como un árbol más, que se cultivaba en las lindes, y daba su fruto principalmente para obtener el aceite de consumo familiar.
Posteriormente entre los siglos XV y XVI en los municipios jiennenses de Andújar y Arjona, y seguramente Lahiguera, que siempre estuvo a la sombra de ambos, se vieron favorecidos por la proximidad a la vía que comunicaba Andalucía con el resto de España; así entre 1477 y 1517 se pusieron más de 20.000 olivos y se construyeron entre 20 y 22 molinos. Posteriormente en el siglo XIX, los olivares avanzarían al ritmo de la construcción del ferrocarril tanto en el mediodía español, como ocurrió también en el italiano al reducirse las barreras comerciales derivadas de la distancia.
Entre 1880 y 1930 se vivió una auténtica fiebre olivarera en España, aunque el panorama, analizado a mayor detalle, cuenta con gran cantidad de matices. Fruto de todo ello fue la ampliación del área de distribución del olivar, consolidándose importantes áreas de producción como las catalanas de Reus, Tortosa y Borges Blanques. También fueron años decisivos para la difusión del olivar en provincias como Jaén, Córdoba, Málaga o Granada, que comenzarían a disputar la hegemonía de la superficie dedicada a este cultivo con la provincia de Sevilla, que se quedaba rezagada.
Nosotros no tenemos las muestras de olivos viejos porque llegados ciertos años la planta se va degenerando siguiendo su ciclo biológico de todos los seres vivos. Esta es la razón por la que en Lahiguera y pueblos vecinos no haya ejemplares de olivos milenarios vivos. Desde siempre observábamos como se liberaba al olivo viejo de las madera secas de su tronco hasta llegar a la corteza interior de tejido vivo, y se sacaban las socorridas astillas para nuestras lumbres de hogar. Esta es la razón por la que nosotros no poseemos fincas de olivos milenarios como ocurre en la zona italiana de Puglia, fenómeno que se da igualmente en el valle de Eleonas en Aegina (Grecia) y en la isla de Creta también en Grecia.
En La provincia de Jaén tenemos la suerte de mantener olivos multimilenarios pero son casos de olivos aislados como el de casa de Aldeaquemada, y los de Puente de Génave y Arroyo del Ojanco, y La Iruela junto a Cazorla. Los casos de los olivos multimilenarios de la provincia de Jaén están todos reseñados en el artículo con fotos incluidas. En todos los casos son olivos aislados.
Gracias por tu comentario.
Cordiales saludos.
¡Cómo me gustan estos artículos! Se me pasa el tiempo al lado de ejemplares de olivos, o encinas, que han visto pasar a Fernando III, los Reyes Católicos, los soldados de Bailén... o los gitanos y los guardias civiles de los romances de Lorca. Parece que somos parte de un proceso más largo que la vida propia y disfruto más el pan con aceite del desayuno y prefiero los ramos de olivo a las palmas el domingo de Ramos.
Por algo se ungía a los Reyes con aceite, porque rozaba lo sagrado; claro que también tiene su lado oscuro y acaso lo contrario de ungir sea untar... y un conocido que trabajaba en el comercio de grasas decía que el aceite por donde pasa mancha; lo que dices de los precios.
Ojalá pudiera mandar a Ucrania una rama de olivo en estos días... Desde Noé ese es un símbolo universal.
Gracias, Pedro, de nuevo
Jesús, como tú bien sabes, el olivo fue un árbol de gran simbología en toda la zona del Mediterráneo durante la antigüedad. Sirvió como fuente de alimento gracias a las aceitunas, de las que se extraía el aceite de oliva. El olivo y el aceite de oliva fueron elementos de gran simbología en Grecia razón por la que fue respetado y venerado, como uno de los dos árboles míticos griegos más importantes, junto con el roble.
Si nos introducimos en la mitología griega el origen del olivo en la ciudad de Atenas se explica a través de la intervención de la diosa Atenea. Esta diosa era hija de Zeus (dios supremo de la mitología griega) y Metis que simbolizaba la astucia y la prudencia. Atenea era una divinidad guerrera cuyos atributos son la lanza, el casco y la égida (atributo mágico de Zeus que según algunos autores sería un zurrón de piel de cabra, y para otros un escudo protegido por la cabeza de Gorgona cuyos ojos convertían en piedra todo lo que mirara). Asimismo, Atenea era diosa de la justicia y la sabiduría, y protectora de las artes y la literatura. Su animal consagrado era la lechuza, y el olivo era uno de sus símbolos más reconocidos. La razón de que el olivo simbolice a la diosa se explica a través de la siguiente narración mítica:
Posidón (Poseidón para la mitología romana), dios de los mares y hermano de Zeus, codiciaba los reinos terrenales, por ello reclamó la posesión del Ática clavando su tridente sobre la Acrópolis ateniense donde brotó un pozo de agua salada. Más tarde, llegó Atenea a la ciudad y la tomó de manera pacífica llamando como testigo a Cécrope, primer rey de Atenas. Atenea hizo brotar un olivo junto al pozo que había generado Zeus. Posidón enfurecido reto a la diosa, Zeus se interpuso y ordenó la formación de un tribunal divino para decidir a quién de los dos dioses debía estar consagrada la ciudad. Así pues, el tribunal formado por las divinidades del Olimpo tras escuchar el testimonio de Cécrope, decidió posicionarse de lado de Atenea. Determinaron que era ella quien tenía el derecho a poseer esa tierra porque había otorgado a la ciudad el mejor regalo: el primer olivo. Desde entonces la ciudad adoptó el nombre de Atenas y el olivo plantando por Atenea fue venerado durante siglos en la Acrópolis simbolizando la victoria.
El olivo en Grecia simbolizaba la paz y la prosperidad, así como la resurrección y la esperanza. Así lo demuestran los hechos acaecidos tras el incendio de Atenas por el rey persa Jerjes en el siglo V antes de Cristo. Jerjes incendió toda la Acrópolis de la ciudad, dentro de la cual se hallaba el olivo centenario de Atenea que quedó calcinado. Sin embargo, cuando los atenienses entraron a la ciudad arrasada, el olivo ya había crecido un codo, simbolizando la rápida recuperación y renovación de los atenienses ante la adversidad.
En una moneda griega de este tiempo llamada Tetradracma acuñada en Atenas, en el anverso aparece Atenea con el casco ático decorado con olivo y en el reverso la lechuza con una rama de olivo.
Un cordial saludo.
También Heracles (Hércules para la mitología romana), uno de los más conocidos héroes mitológicos, posee relación con el olivo. Siendo muy joven Heracles logró acabar con el león de Citerón. Para ello ser sirvió únicamente de sus manos y de una estaca de madera de olivo silvestre. Este acto identifica al olivo con la fuerza y la resistencia. Relativo a Heracles son famosos sus “Doce trabajos” encargados por su primo Euristeo con el fin de expiar sus penas. Durante estos trabajos se sirvió de varias armas, entre ellas una maza, que es uno de los atributos más significativos de Heracles. Esta maza estaba hecha con madera de olivo, además si era clavaba en el suelo comenzaba a echar raíces hasta convertirse en árbol. Entre otras cosas, con esta maza Heracles logró acorralar al león de Nemea en una cueva y ahogarlo con sus propias manos.
Existe un relieve de Behistún (Irak) donde aparece Heracles tumbado sobre una piel de león bajo la sombra de un olivo.
El olivo, al ser considerado un árbol sagrado servía como ofrenda de los mortales hacia los dioses en numerosas ocasiones. Así se demuestra en el relato de Teseo, héroe nacional del Ática, quien igualmente cuenta con la presencia del olivo en el relato de su vida. Teseo era hijo de Egeo, rey del Ática, y a lo largo de su existencia corrió múltiples aventuras. Una de ellas fue el enfrentamiento contra el Minotauro de la isla de Creta. Antes de comenzar su aventura, Teseo suplicó protección a Apolo; para ello entregó como ofrenda al dios una ramita del olivo consagrado de la Acrópolis de Atenas. Esta costumbre arraigó en la cultura romana tal como testimonian los escritos del autor Tito Livio.
Cabe mencionar también como ejemplo a Orestes, hijo de Agamenón y Clitemnestra, quien por orden de Apolo asesinó a su madre y a su amante Egisto después de que estos asesinaran a sus padres. Orestes suplicó ante Apolo para expiar sus crímenes y como ofrenda le entregó una rama de olivo. La rama de olivo podía entregarse a los dioses como ofrenda
El olivo además de en la literatura mitológica clásica está presente en las tradicionales celebraciones religiosas. Las fiestas colectivas celebradas en cada polis en honor a los dioses eran un momento clave dentro del culto griego. Así, cada ciudad o polis diseñaba su propio calendario festivo, llegando incluso a competir entre ellas por lograr la mejor celebración.
Una de las más famosas en Atenas era la fiesta de las Panateneas, celebrada en honor a la diosa Atenea, protectora de la ciudad. Habitualmente se celebraban en el mes de Julio y duraba varios días, durante los cuales se celebraban carreras de caballos, exhibiciones gimnásticas, concursos y variados espectáculos musicales y literarios. A los vencedores de las competiciones se les entregaba como premio ánforas con aceite de oliva que se había cultivado en los campos olivareros del Ática consagrados a Atenea.
Existen preciosos ejemplares de las llamadas Ánforas panatenaicas para aceite de oliva virgen datadas como del siglo VI antes de Cristo donde se representa una carrera de atletismo. Este recipiente con aceite de oliva virgen era el premio que se entregaba a los vencedores.
El acto central de la fiesta de las Panateneas como celebración era la procesión que recorría gran parte de la ciudad y culminaba en el templo del Partenón situado en la Acrópolis. Esta procesión quedó inmortalizada de manos del escultor Fidias a lo largo de todo el friso del Partenón. El objetivo de la procesión era hacer llegar la ofrenda del peplo o manto a la diosa Atenea para revestirla. En el desfile participaban los miembros de la comunidad, entre ellos los magistrados, los sacerdotes, los vencedores de los juegos coronados con olivo, las doncellas de las mejores familias de la ciudad portando las ofrendas, los ancianos llevando ramos de olivo, guerreros,…etc.
Gracias por tu comentario.
Los juegos deportivos celebrados en la ciudad de Olimpia, situada en el Peloponeso, son otra de las fiestas religiosas griegas más importantes. En este caso eran celebrados con un intervalo de cuatro años en honor al dios Zeus. Su origen no está fijado con seguridad. Algunas tradiciones lo fechan hacia el siglo XV antes de Cristo conmemorando la victoria en la carrera de Pélope contra Enómao; sin embargo otra leyenda atribuye a Heracles Dorio el inicio de los Juegos Olímpicos y sitúan la fecha en el 776 antes de Cristo. Lo cierto es, que a partir de este año los juegos celebrados en Olimpia adquieren el rango de fiesta panhelénica, convirtiéndose en la fiesta más importante por encima de festividades como las de los Juegos Píticos celebrados en Delfos en honor a Apolo o los Juegos Istmitos de Corinto en honor a Posidón o Poseidón .
Durante la celebración en Olimpia tenían lugar la prueba del pentatlón compuesta por cinco retos: carrera pedestre de velocidad, salto de longitud, lanzamiento de disco y jabalina y la lucha o pugilato. Además del pentatlón se celebraban carreras de carros, de caballo o competiciones de pancracio. Durante los Juegos Olímpicos no sólo había cabida para pruebas físicas sino también para pruebas intelectuales. Así lo demuestra la existencia de competiciones de literatura u oratoria. En olivo estaba presente en los juegos a través del premio. Era una corona trenzada con ramas de olivo silvestre lo que se entregaba a los vencedores de los juegos, identificándose nuevamente el olivo con la victoria. El atleta quedaba reconocido como un verdadero héroe y su triunfo era un orgullo para su ciudad natal.
La bondad del olivo queda demostrada también con la tradición que presenta Higinio en sus textos relatando como los griegos situaban en los vanos de la entrada principal a la casa una ramita de oliva como símbolo de protección ante malos espíritus del exterior.
La fertilidad era una de las atribuciones que también se hacía al olivo. Atenea era diosa de la fertilidad y su símbolo era el olivo que era uno de los árboles más cultivados en Grecia y su fruto alimentó a los helenos durante siglos. Por ello, las familias que buscaban ganar fecundidad en la tierra recurrían a este árbol. Testimonio de esta identificación del olivo con la fertilidad son las procesiones que se realizaban en honor al dios Dionisio en las que la comunidad portaba flores, frutas o ramitas de olivo.
Así pues la relación entre la clásica sociedad griega y el olivo fue muy intensa. Son abundantes las muestras de lo especial que era este árbol para la sociedad griega. Simbolizaba la fuerza, la victoria, la fertilidad, la resistencia y era un elemento sagrado a la hora de ofrecérselo a los dioses. Además consideraban el aceite de oliva virgen como un elemento de gran valor al ofrecérselo como recompensa a los vencedores en las competiciones
Saludos.
El aceite es bien conocido que fue usado en el judaísmo, y en el cristianismo medieval se utilizó para consagrar a los reyes. En la actualidad se sigue usando en la Iglesia católica y en la Iglesia ortodoxa en diversos sacramentos y ceremonias (se considera sagrado). En la unción, el aceite trae la dimensión de muerte y resurrección.
Los santos óleos con los que todos los cristianos hemos sido ungidos, llamados también aceite santo o aceite de unción, es el aceite bendito por el obispo de cada diócesis cada Jueves Santo en la misa crismal y utilizado en diversas ceremonias religiosas, unidas siempre a la administración de los sacramentos. También sirve para primeras comuniones, bodas y bautismos.
Los santos óleos en el catolicismo son tres: el santo crisma, usado para ordenaciones, confirmaciones, bautizos y consagraciones de altares e iglesias; el óleo de los catecúmenos, usado para ungir a los que están preparándose para el bautismo, y el óleo de los enfermos, usado en el sacramento de la unción de los enfermos. Estos óleos los consagra el obispo de cada diócesis en la Misa Crismal, que celebra en su catedral, usualmente el Jueves Santo por la mañana. Luego, son distribuidos a las parroquias de su jurisdicción.
El uso de aceite bendecido en el bautismo está atestiguado desde el siglo III en documentos de la Iglesia primitiva como las Constituciones apostólicas, la Tradición apostólica y el Eucologio de Serapión. El progresivo desarrollo de la liturgia cristiana dio como resultado el uso de los distintos óleos.
A partir del siglo IV se empleó también otro tipo aceite santo para reemplazar el uso de las reliquias, difíciles de encontrar. Se impuso la costumbre de hacer traer el aceite bendecido que ardía día y noche en las lámparas delante de las tumbas de los santos y los mártires y otros santos lugares, como Jerusalén.
A pesar de su desarrollo, su empleo no se extendió al ámbito de los sacramentos y la liturgia romana sino que quedó en el marco de la devoción popular, unido al uso de las reliquias y otros elementos bendecidos como el agua, el pan, las velas, las flores, y vinculados a santuarios y templos dedicados al culto de determinados santos. En la actualidad sigue existiendo esta práctica, aunque es muy reducida. Se lleva a la conclusión que sin la unción del Espíritu Santo no hay iglesia.
Du Cange, en su Glosarium oleum benedictum, cuenta que el aceite se empapaba primero en paños de algodón y luego se metía en unas pequeñas ampollas, generalmente de cristal, para facilitar su traslado. Los sacerdotes ungían con él a los fieles en determinados días. Añade además el relato de una serie de curaciones debidas a este uso. También se usaba en la consagración de los altares como sustituto de las reliquias.
Los Papas enviaban como un gran regalo aceite santo a los reyes y personajes ilustres. Se sabe que Gregorio Magno envió a Teodolinda sesenta y cinco ampollas con este contenido, que había sido extraído de las tumbas de los mártires más venerados. Se conservan algunas de estas ampollas, incluso las hay que llevan la primitiva etiqueta escrita.
En la ciudad de Monza (Italia), antigua capital de los lombardos, se conservan bastantes ampollas. La mayoría son de cristal pero hay algunas de metal que están decoradas con figuras y escenas cristianas y constituyen un verdadero tesoro arqueológico.
En algunos países del mediterráneo oriental, el derramamiento de aceite de oliva sobre un altar era considerado como una solicitud de fecundidad a los dioses.
Los griegos enterraban a sus muertos con objetos que habían querido en su vida y, entre esos objetos estaban vasos con aceite de oliva (lequitos) decorados con pasajes de la vida del difunto. Además, los griegos utilizaban el aceite de oliva entre otros muchos ungüentos para maquillar y conservar el cadáver o lo colocaban en pequeñas vasijas junto a aceites y perfumes. Antes que de que lo hicieran los griegos la unción con aceite fue llevada a cabo por los egipcios, los babilonios y los cananeos.
Un saludo cordial.
En el judaísmo y, por influencia de éste en la religión cristiana, el aceite siempre desempeñó un papel destacado. La Biblia está llena de referencias al aceite y a cosas relacionadas con él. La lámpara del santuario erigido por Moisés usaba aceite de oliva “puro y refinado” y se empleó aceite de oliva mezclado con otros productos para untar los objetos del santuario y ungir a los sacerdotes israelitas.
El Aceite de la Unción Santa es el aceite descrito en la Biblia en Éxodo 30:22-25, fueron dados la lista de ingredientes a Moisés por Dios. De uso exclusivamente sacerdotal, este aceite debería ser hecho según el arte del perfumador, por los sacerdotes del linaje de Aarón o levitas, también llamados Kojanim. En la unción, el aceite trae la dimensión de muerte y resurrección.
Jesús fue apresado por los romanos en el Huerto de los Olivos, existe también la parábola en el Nuevo Testamento de muchachas con lámparas de aceite en espera de sus maridos, y la palabra hebrea Mashiah (Mesías) y la griega Christós (Cristo) significan “ungido”.
El aceite se emplea para perfumar y es medicinal (El buen samaritano “le echó aceite y vino en las heridas y se las vendó”). Además todos conocemos que es usado para la unción de enfermos. Los aromas y esencias se disolvían en aceite, con lo que una unción podía tener también un sentido festivo, de agasajo (recordemos el agasajo a Jesús de María Magdalena poniendo aceite perfumado en los pies y secandoselo con sus cabellos). El aceite se usa en la consagración.
Antes de la utilización de la luz eléctrica, en la Iglesia católica existió una norma que obligaba a que en la parroquia se bendijera aceite el Jueves Santo y que este fuera repartido a todas las iglesias que dependían de esa parroquia para que se utilizase en la iluminación del altar. Ahora solo se utiliza para los santos óleos sacramentales
En la Iglesia Ortodoxa de Grecia, el bautismo va acompañado de la unción del bebé con aceite de oliva. En la Iglesia católica el aceite virgen de oliva también se usa en el bautismo, en la confirmación y en la unción de enfermos o extrema unción. Son los llamados santos óleos (el óleo y el crisma), bendecidos según un ritual propio.
En el Corán también se cita al aceite de oliva.
Gracias.
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