PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 4 de abril de 2022

LAS FIESTAS QUE SE CELEBRABAN EN LA PROVINCIA DE JAÉN EN LA EDAD MEDIA ENTRE LA NOBLEZA Y EL CLERO.

LOS UTENSILIOS UTILIZADOS PARA SERVIR LA COMIDA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XV Y PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVI.

El pasado día 21 de marzo de 2022 (víspera de la Fiesta de nuestra ancestral novena al Santísimo Cristo de la Capilla), día de San Benito, se cumplieron 549 años del asesinato en la vieja Catedral de Jaén del Condestable Miguel Lucas. Un personaje que fue fundamental para el Jaén de la segunda mitad del siglo XV, aunque bastante desconocido por el gran público.

Del Condestable se escribió una crónica que por la minuciosidad de su relato es muy utilizada por los medievalistas españoles; y aunque en ella no se relata su muerte, sí lo hace el apéndice del manuscrito de “los Hechos del Muy Magnífico e más Virtuoso Señor, el señor don Miguel Lucas, Muy Digno Condestable de Castilla”, que hace unos años adquirió el Instituto de Estudios Giennenses. En el citado apéndice del manuscrito se dice:

“En el año del Señor de 1473 años, por la Cuaresma, en la ciudad de Córdoba se levantó un herrero y otros munchos con él contra los conversos, matando y robando munchos dellos. Al cual ruido, don Alonso, señor de la Casa de Aguilar y Montilla, salió por los amparar y defender. Y encontrando al dicho herrero, le dio una lanzada, de que murió. Y por luego cesó el robo y llevaron la comunidad de Córdoba al herrero a una iglesia cercana, do estuvo algún espacio. Y uno de la comunidad alzó al dicho herrero por la cabeza diciendo a voces: ¡Milagro, milagro, que ha resucitado el herrero! Y con esta voz, la comunidad fue y robó los dichos conversos, sin que don Alonso ni nadie los pudiese socorrer.

Catedral de Jaén, donde estando de rodillas cerca del altar mayor, el Condestable Miguel Lucas de Iranzo fue  asesinado por dos ballesteros por golpes en la cabeza con las ballestas.
Luego, este dicho año, día de San Benito, sucesivamente la comunidad de Jaén se levantó y robaron los conversos y mataron muy cruelmente munchos. Y el Condestable don Miguel Lucas, visto tan grande alboroto, no se halló con aparejo de podello remediar e, incontinente, salió de su casa a pie con tres criados suyos, el cual no solía salir con menos de ciento. Y aquellos tres lo dejaron solo en la iglesia mayor de Santa María; y dijo, que lo oyeron munchos: “Hoy morirán los malos”. Y fuese derechamente al altar mayor, que agora es arco principal por do entran a la capilla mayor, e hincose de rodillas en las gradas. Y estando allí, llegaron dos ballesteros, personas bajas, y el uno le dio en la cabeza con la empulguera de la ballesta y le echó los sesos de fuera, y el otro le acudió con el mocho de su ballesta; y ansí dieron con él muerto en el suelo. Fue enterrado en la capilla deste linaje de Torres, que es en la iglesia mayor. Nunca fue hecho castigo por este insulto salvo, que en Sevilla se alabó uno destos ballesteros, que era tuerto, que había muerto al dicho Condestable, y el Duque de Medina Sidonia lo hizo prender y hacer cuartos”.

Recreación del Condestable Miguel Lucas de Iranzo pintado por Francisco Cerezo Moreno (nacido en Villargordo 19/01/1919 y fallecido en Jaén 10/10/2006. El cuadro fue encargado al pintor por el Parador de Turismo de Jaén, donde se encuentra.

Castilla vivió en el siglo XV una época de gran expansión, que le permitió actuar como adelantada y pionera de Europa entera en la primera hora de la llamada “civilización atlántica”.

La Andalucía castellana ofrecía en el siglo XV la imagen de un país en el que la nueva fase de crecimiento económico había comenzado, de manera precoz, varios decenios antes qué en otras partes de Europa e incluso de la Península Ibérica. Una sociedad plena de vitalidad, que se situó en menos de cien años casi a la par, en cuanto a población y capacidad tributaria se refiere, con otras dos grandes áreas de la Corona: el valle del Duero y el antiguo reino de Toledo. Una región que consiguió, con la ayuda del resto de la Corona de Castilla, sostener el esfuerzo casi titánico de la conquista del emirato de Granada entre 1482 y 1492 y prolongarlo, mediante una tarea repobladora, entre 1486 y 1505, que no tiene parangón en ninguna otra parte de Europa. Andalucía se convirtió, además, en el siglo XV en un área de comercio interior en auge, y Sevilla en centro principal del gran comercio europeo, lo que explica por qué aquella ciudad pudo coordinar la gran tarea de la expansión atlántica y convertirse en capital del segundo imperio ultramarino europeo, mientras que Cádiz y Málaga se afirmaban como cabeceras del comercio con el Norte de África.

Patio del Palacio del Condestable Miguel Lucas de Iranzo en Jaén.

El crecimiento de población puede considerarse como causa añadida y, al mismo tiempo, como consecuencia en muchos procesos de crecimiento económico, al incrementar los términos de oferta y demanda, esto es, la capacidad de fuerza de trabajo y el volumen de consumo de bienes económicos.

Posiblemente, la Andalucía del Guadalquivir y de las sierras norteñas toco el fondo de la depresión demográfica del siglo XIV entre 1383 y 1393.

Se estima que, en ese momento, no tendría más de 350.000 pobladores. Un siglo y medio después, hacia 1530, la cifra había aumentado a 750.000 u 800.000. El incremento de población no había sido homogéneo, ni en el tiempo ni en las diversas áreas. Por ejemplo, el hambre de los años 1503-1506 y la devastadora epidemia de 1507 habían arrebatado tal cantidad de población que, a buen seguro, las cifras estimadas para 1530 no podían ser muy superiores a las de treinta años antes, en torno a 1500. Respecto al reparto por zonas, el reino de Sevilla contaba con 76.000 vecinos pecheros (unos 420.000 habitantes), y los de Córdoba y Jaén con algo más de 33.000 vecinos cada uno (en torno a 350.000 habitantes).

Detalle del artesonado del Salón Mudejar del Palacio del Condestable Miguel Lucas de Iranzo.
En este artículo, tomando como referencia lo expresado en Los hechos del Condestable Miguel Lucas (de Carriazo Arroquia), al que nos hemos referido con abundancia de citas en anteriores artículos, describiremos el uso que se hacía de los productos que servían de base alimenticia de los dignatarios nobles y del clero que asistían a las fiestas organizadas por el Condestable Miguel Lucas tanto en Jaén como en otras villas y ciudades de nuestra provincia. Así conoceremos los alimentos ofrecidos en sus cenas y fiestas, cuál era su menaje para la mesa, el combustible utilizado para cocinar, cómo se preparaba la mesa y su iluminación, los platos que se preparaban, como eran los salarios y el poder adquisitivo del trabajador y la diferencia que había entre la comida de ricos y la comida de pobres.

Pretendemos en este artículo describir las fiestas que se celebraban en la provincia de Jaén en la segunda mitad del siglo XV, y describir más en detalle cómo era la alimentación a finales de este siglo a través de los referidos libros sobre el Condestable Miguel Lucas de Iranzo y lo registrado también en el Retrato de la lozana Andaluza (de Francisco Delicado).

Es bastante difícil, por no decir prácticamente imposible, poder describir los distintos platos preparados por cada uno de los sectores sociales de las gentes del medievo en nuestra zona del alto Guadalquivir; sin embargo, un intento de rastreo en diferentes fuentes puede proporcionarnos un número no pequeño de procedimientos culinarios y detalles, que de alguna manera nos pueden ilustrar sobre las posibilidades culinarias de la sociedad de este siglo tomando las dos mitades del siglo XV y del siglo XVI.

Contamos con bastantes datos acerca de las comidas y bebidas de las clases poderosas a través de los banquetes, recepciones o colaciones narrados en los Hechos del Condestable Don Miguel Lucas de Iranzo, e incluso podemos vislumbrar la que fuera comida habitual de este poderoso señor; también disponemos de la información que proporciona la lectura del Retrato de la Lozana Andaluza de Francisco Delicado, aunque tropezamos con un auténtico problema al pretender indagar en las comidas de las capas populares, en sus diferentes escalones de caballeros de cuantía, hombres buenos pecheros; acomodados, medianos y pequeños; y trabajadores del campo o de la ciudad.

Detalle del centro del artesonado del Salón Mudejar del Palacio del Condestable Miguel Lucas de Iranzo en Jaén.
En las descripciones de los banquetes o recepciones ofrecidas por el condestable Iranzo, las comidas durante el día solían constar de una colación o comida ligera a media mañana, banquete propiamente dicho al mediodía, otra colación a media tarde, cena seguida de prolongados bailes y danzas, despedidos con una colación en torno a las tres de la madrugada, en que los invitados se retiraban a dormir.

Exponemos a modo de referencia el relato de los diferentes banquetes ofrecidos por el Condestable de Castilla don Miguel Lucas de Iranzo en distintas épocas del año:

En febrero de 1464, ya entrados en Cuaresma y de camino hacia Jaén, Miguel Lucas agasaja al monarca Enrique IV con la siguiente comida:

“avía mandado traer muchos pescados frescos empanados y en pipotes y de todas maneras, ca era Cuaresma, y de muchas frutas y suplicaciones e otras conservas reales e muncho pan e gevada e muy finos e diversos vinos” (1).

Llegados a Jaén le ofreció una cena después de completas, es decir, pasadas las 9 de la noche:

“E asentóse a çenar en una mesa que estava en un asiento de madera de gradas, do el señor Condestable le sirvió de maestresala e trinchante e la señora Condesa, su muger, le dió el agua manos y la copa”. Entre plato y plato tocaba la música (2). 

Rey Enrique IV.
Proporcionó, asimismo, alimentos al rey y a su comitiva durante las salidas efectuadas con el monarca en esta Cuaresma de 1464:

y para todos los que allí fueron mandó llevar muchos e diversos pescados e pan blanco e frutas e vinos (3).

E mandó dar de comer muchos pescados de Sevilla, empanados e otros, e pan e vino e gevada a quantos venían con él de Jahén (4).

Pero los banquetes donde mejor se enumeran los exquisitos manjares consumidos por los asistentes son los ofrecidos tras las bendiciones nupciales recibidas por él y doña Teresa de Torres, en 1461: “En una sala amplia, ricamente engalanada, estaba colocado un alto estrado de madera con gradas, y sobre él una mesa. Y en la sala y fuera de ella otras muchas mesas y aparadores de vajillas de oro y plata”. La descripción que el cronista hace de la comida ofrecida a las autoridades municipales, cabildo catedralicio y otros señores se desarrolla así:

“así los dichos señores como todos los otros fueron muy abastados de muchos pavos e de todas las otras aves e manjares e confesiones e vinos que se solían e podían dar a la mesa del más alto príncipe del mundo”.

“Y esto se continuó a noche y mañana cada día de quantos las fiestas duraron que fueron veynte e tres días”.

Al margen de este entorno y con motivo de semejante fasto, los criados de la casa daban raciones a forasteros “el quatro tanto que le era necesario” y a todos, en general, “raciones con gran abundancia”.

Aguamanil medieval en bronce con forma de león. El aguamanil era utilizado para lavar las manos a lo largo de la comida dado que los alimentos se tomaban con las manos.

Las casas populares de Jaén también recibieron sus agasajos, aunque de diferente categoría y de forma más apropiada a los que ellos acostumbrarían hacer en sus celebraciones, pues el condestable “mandó dar cargo a ciertos jurados que repartiesen por la dicha çibdad mil pares de gallinas e muchos carneros e vacas e otros mantenimientos a personas especiales della”.

El pan no quedó huérfano de las correspondientes corridas de toros, en las que se divirtieron a satisfacción todos los que quisieron participar corriendo unas veces seis, otras ocho y otras diez toros (5). 

Las corridas que se celebran durante la Edad Media consistían en la persecución tumultuosa de los toros en la que participaba el pueblo en pleno. En dichas corridas los animales eran finalmente abatidos después de haber sido heridos con flechas, venablos, cuchillos y dardos.

Algunas de estas corridas tienen un profundo origen religioso. Es el caso de las denominadas corridas votivas, funerales y nupciales. Otras tienen un carácter festivo exclusivamente: son las corridas festivas.

Las corridas votivas eran las celebradas en cumplimiento de algún voto religioso. Ante ciertas catástrofes o para verse liberados de alguna epidemia, desde la época bajomedieval, el pueblo ofrecía a la divinidad, por intercesión de determinados santos, la celebración de corridas de toros que eran organizadas por las autoridades locales. No se trataba de una simple diversión sino de un voto, hecho con la intención de librarse de algún mal.

Las corridas funerarias consistían en corridas de toros ordenadas en testamento por el propio finado en beneficio de su alma y que los familiares se veían obligados a celebrarlas si querían heredar. Este tipo de festejos se convirtieron, a mediados del siglo XVI, en una auténtica “epidemia religiosa”.

Muchos de los viejos ritos en los que participaba el toro están relacionados con la antigua creencia pagana de la influencia que el sacrificio de los toros tenía para la fertilidad de los campos y la fecundidad de los ganados. En este contexto, se enmarcan las corridas nupciales que se desarrollan asiduamente en toda la España medieval. El día de la boda, en algunas regiones, el novio y sus amigos corrían un toro por el pueblo o ciudad, toreándolo con blancas sábanas. Finalmente, la res era abatida ante la puerta de la casa de la novia, que muchas veces participaba en el hostigamiento o fin del animal, salpicándose su vestido con la sangre del toro. Esta costumbre tiene un claro simbolismo de la pérdida de la virginidad de la desposada y su fecundación.

Las corridas que se celebran durante la Edad Media consistían en la persecución tumultuosa de los toros en la que participaba el pueblo en pleno.
Precisamente, de este tipo de corrida existe una secuencia de seis pinturas en las miniaturas del códice Rico de las Cantigas de Alfonso X el Sabio que se conserva en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Estas miniaturas ilustran la cantiga o canción CXLIV, que narra cómo la Virgen salva a un clérigo de ser arrollado por un toro que se corría por la ciudad con motivo de las bodas de un hombre rico. El hecho se sitúa en Plasencia. La tercera miniatura nos muestra a un toro sufriendo el castigo de la multitud, que desde la muralla le arrojaba dardos, banderillas o venablos. Un caballero desde lo alto, con su capa azul y roja, cita al toro; quizás esta sea la primera representación de un capote. La cuarta miniatura nos muestra al toro embistiendo al clérigo despistado. La quinta, cómo el toro cae al suelo, aparentemente muerto, gracias a la intervención de la Virgen. La última miniatura nos muestra cómo el toro recuperado, se deja acariciar por el pueblo, al volverse manso por la intervención de la Virgen.

En las corridas medievales intervenían, con frecuencia, unos individuos que eran los encargados de rematar al animal y a los que llamaban matatoros. En el norte de España, esta profesión, llegó a ser muy bien retribuida y estimada, llegando algunos monarcas, incluso, a contratarlos para sus fiestas. Sin embargo, Alfonso X El Sabio, a mediados del siglo XIII, prohíbe en el “Código de las siete partidas”, al considerar que es un deshonor recibir cualquier tipo de remuneración económica por dar muerte a los toros. A la vez, el rey insta a los caballeros a la lidia de reses bravas, con lo que, “por orden regia” se inicia el llamado toreo caballeresco, que se practica dentro de las llamadas Fiestas de Toros y Juego de Cañas. Aunque, siguen celebrándose, sobre todo en el norte de España, los festejos populares que, con el paso del tiempo, darían lugar al denominado Toreo Navarro.

Juego de cañas en la Plaza Mayor de Valladolid (1506). Obra atribuida a Jacob van Laethem.
En las bodas de uno de sus primos, Fernand Lucas con la hija de Pedro de Escavias (Alcaide de Andújar), celebrada el 27 de mayo de 1470, los invitados fueron obsequiados generosamente “de muchos manjares e potajes e frutas e vinos de diversas maneras” (6).

En la colación del primer día, tras divertirse en una corrida de cuatro toros, les invitó a una recepción “de muchos confites e cerezas e mancanas e vino” (7), y en la del segundo día “mandó traer colación de muchas frutas de sartén e cerezas e mancanas e muy finos vinos” (8).

Aporta algunas variantes el banquete ofrecido con motivo de la boda de dos de sus criados, en 1463, en el que prepararon 5 mesas muy largas en una sala, y en otra sala, otras tantas para las damas y otras mujeres.

Artesonado del Salón Mudejar del palacio del Condestable Miguel Lucas de Iranzo, donde seguramente se darían las fiestas que ofrecía el condestable a sus invitados.

A todos ellos presidía el condestable desde una mesa colocada sobre un estrado. Los convidados eran autoridades civiles notables y otras gentes del común de la ciudad:

“Donde después de las frutas, muchos potajes de diversas maneras comieron, demás de muchas aves cocidas e asadas, cabritos, carneros, vacas. E, asimesmo, fueron bien abastados de muy finos vinos, que de muchas partes se mandaron traer (9).

Al día siguiente, lunes, comieron junto con los invitados los criados del condestable “para lo qual, de la despensa del dicho señor condestable, muchas aves, cabritos, carneros e vacas e todas las otras cosas necesarias se levaron, e los mismos cocineros suyos, asimesmo, para que aquello e otro potajes guisasen con aquella abundancia que el día primero, fecho avían” (10).

Semejantes a éstos fueron otros banquetes ofrecidos con motivo de las bodas de otros criados, a primeros de febrero de 1466 (11), o de las de su hermana, en 1467 (12).

A parte de estos banquetes ofrecía otros similares en determinadas solemnidades a las autoridades locales, caballeros y dueñas, como el ofrecido el día de Reyes de 1463 (13).

Todos los lunes de la Pascua del Espíritu Santo guardaba la costumbre de invitar a las autoridades municipales y al alto clero jiennenses a cenar en la Fuente de la Peña (14).

Del modo que sigue se desarrolló la ofrecida en 1464: “para lo qual se llevavan allá, al canpo, muchas aves e cabritos e carneros e cagúelas e pasteles e quesadilla, e muy finos vinos blancos e tintos e muchas frutas de las que el tienpo avía”. La quesadilla era cierto género de pastel compuesto de queso y masa que se hace regularmente por Carnestollendas; una especie de dulce, hecho a modo de pastelillo, relleno de almíbar, conserva u otro manjar.

Cada fiesta importante tenía su personalidad que se reflejaba en el banquete ofrecido. Es el caso de la del Domingo de Pascua Florida, descrita así; “E luego trayan el cordero asado muchas flores en torno, e los capellanes bendecían la mesa e el dicho cordero. E este día se trayan los manjares, segund que en las fiestas susodichas, así a la mañana como a la noche” (15). 

Castillo de Andújar que fue derribado por acuerdo en unanímidad de todas las fuerzas políticas en la fecha 5 de enero de 1932.
La comida de Pascua Florida de 1470, celebrada en Andújar, estuvo especialmente concurrida: “tanto que después de los que en las mesas se asentaron no cabía la gente de onbres e mugeres e niños en el patín e corredores de su posada, que toda la calle estava llena: Todos los quales fueron abastados de muchas gallinas e pollos e palominos e cabritos e corderos e de muchos huevos cocidos e quesos frescos e muy finos vinos torronteses e tintos. En tal manera que de lo que sobrava y se dava, con ello fueron para abastar otros tantos” (16). 

Posada de Andújar en la calle Tiradores 20.
En la Navidad invitaba a caballeros, dueñas y alto clero (17).

En 1464, acabada la Historia del Nacimiento y después de divertirse con diversos juegos se hacía colación: “Donde en la dicha sala de abaxo estava aparejada colación de muchas e diversas aves e muy finos vinos para todos los cavalleros e otras gentes que venían en su acompañamiento» (18).

Fiestas y comidas similares se organizaron en reconocimiento y agasajo de diferentes personajes o colectividades, en el año 1465 ofreció una comida en Bailén a un hermano suyo (19). 

Bailén, antigua Ermita de San Marcos y San Nicasio (XIV-XV). El más antiguo monumento de la ciudad que se conserva, de estilo gótico. Hoy Ermita de La Soledad.
En 1460, en Cuaresma, obsequió al embajador francés Mosén Juan de Fox con una comida en la Venta de los Palacios: “E levaron muchas conservas de diagitrón (Cidra confitada) e confites e otras muchas frutas e muy finos vinos blancos e tintos para que ficiese collación, porque ayunava aquel día; e para los otros suyos que no ayunavan y cenar quisiesen, muchos pescados y frutas” (20).

La fiesta de las Carnestollendas o carnaval, eran los tres días de carne que preceden al miércoles de Ceniza, en los cuales se hacen fiestas, convites y otros juegos para divertirse y burlarse entre los componentes de la fiesta. Es una palabra compuesta de las latinas caro y tollo, que significa: las carnes que se han de quitar.

En la época medieval era muy frecuente el consumo de carne asada al fuego.

Un divertimento de las Carnestollendas propio de los tres días que duraba la fiesta era el juego del gallo, que se ejecutaba ordinariamente enterrando un gallo dejandole solamente fuera la cabeza y pescuezo; y vendándole a uno de los caballeros asistente los ojos,  que después partía desde una distancia a buscarle con la espada en la mano y el lance consistía en herirle o cortarle la cabeza al gallo con la espada.

Con anterioridad a las Carnestollendas de 1460, el cocinero del condestable había preparado manjares para atender en tierras cordobesas, camino de Jaén, a Mosén Juan de Fox: “los quales llegaron a Córdoba, miércoles, primero día de Quaresma. Y como sopieron quel viernes siguiente se avía de partyr, ficieron cocer mucho pan blanco e conpraron quatro o cinco cargas de vino blanco e tinto, muy oloroso e muy fino, y asímesmo muchos sávalos e otros pescados frescos e muchas conservas de diaçitrón e confites e dátiles e palmitos e otras muchas frutas verdes e secas, quantos según el tienpo se pudieron aver”.

Todo este acopio de manjares fue transportado al Carpió, a donde concurrió el embajador, “do fue muy bien servido y todos abastados de muchos pescados e vinos e frutas de diversas maneras, segund dicho es” (21). 

El Carpio, Torre de Garci Mendez de Sotomayor del año 1325, edificio emblemático de la villa de estilo mudéjar.
Esta misma generosidad mostró con los condes de la pequeña Egipto, (los primeros gitanos documentados en la península) que se presentaron ante él, el 20 de noviembre de 1462 (22).

A los moros, de los que la crónica lo muestra como acérrimo y natural enemigo, los agasajaba también en diversas ocasiones durante los prolongados períodos de paces. En 1467 ofreció una cena a los moros de Cambil, cuya noticia nos la proporciona Juan de Arquellada: “se dió una muy rica cena e muy suntuosa de muchas gallinas y capones, ansarones y terneros y cabritos y muy delicados vinos, aunque vevieron bien poco, por ser prohibido a su ley y, ansimismo, tuvieron muy ricas colaciones a los postres...” (23).

En celebraciones más populares, se obsequió con copiosos manjares en consonancia con los hábitos alimenticios populares y multitudinarios que aún hoy, con las correspondientes mutaciones, podemos observar en las hogueras de San Antón, celebradas en la capital del Santo Reino:

La Fiesta del Hornazo es una fiesta tradicional de la ciudad de Jaén, cuya celebración tiene lugar todos los años el Lunes de Pentecostés, en la que tienen cabida los distintos grupos sociales que habitan en ella, aun cuando el tratamiento dispensado a unos y otros sea bastante diferente, ya que a autoridades civiles y eclesiásticas suele obsequiarlas con una exquisita y suculenta cena, de las que el cronista nos describe la de 1461 (24) y la de 1463 (25).

El Hornazo es una especie de pequeño pan de aceite con un huevo que se cuece en el horno al cocer el pan. El hornazo tradicional es un pan de masa de aceite de oliva, aromatizada con anís en grano, que se coronan con un huevo y masa en forma de cruz. Dicen que la razón de ponerles un huevo a estos panes es que durante la Cuaresma las gallinas seguían poniendo, pero no se podían consumir. Entonces se cocían para conservarlos y se consumían después de la Pascua.

El hornazo es una tradición típica de la ciudad de Jaén que se toma el Domingo de Resurrección.
Esta suerte de pan dulce es típico del Domingo de Resurrección en Jaén capital.

Pero es ésta una fiesta popular en la que tienen cabida todos los habitantes, aunque, como venimos diciendo, con distintos grados de participación según la categoría social detentada. Así, autoridades civiles y eclesiásticas eran invitadas por el condestable, en 1461 “para que después de comer, a la tarde, viniesen a su posada, a recibir el fornazo”. A continuación tenía lugar la representación jocosa de un asedio de fortaleza que en el caso era la mansión de Miguel Lucas, donde junto con su familia y amigos más allegados se reunían regidores, caballeros y miembros destacados del clero. De otro lado, una multitud de gente de la ciudad venía desde la collación de la Magdalena portando un gran castillo de madera que para tal representación se conservaba en aquel barrio, “y llegados delante de su posada, comentóse un conbate de huevos entre los del castillo y los que estavan en la ya dicha torre e corredores e calle, que no era sino placer de mirallo. Do verdaderamente creo se gastaron allende de nueve o diez mil huevos” (26).

La representación que se repetía cada año es descrita, de nuevo, por el cronista con motivo de la celebrada en 1463, en que de nuevo se repite la invitación a los notables de la ciudad “para que después de comer viniesen a reçebir el fornazo”, representando, a continuación, las diferentes escenas de asedio de la fortaleza, “como lo solían facer otros años” (27).

La participación popular mejor descrita en la Fiesta de Hornazo es, acaso, la de 1464: “Este día, después de comer, mandaron traer a palacio un castillo de madera que para esto estava fecho en las casas de doña Violante de Torres, que son a la Magdalena, el qual tenían a cargo del traer los ortelanos de la çibdad. E, asimesmo, mandaron aderesgar para el dicho tienpo el hornazo, de muchas aves e pasteles e quesadillas e cagúelas e muchos huevos cocidos e muy finos vinos blancos e tintos...”.

La guerra con huevos cocidos entre los hortelanos y el resto de la población contra la casa del condestable, sus amigos y autoridades duraba unas dos horas. Después se servía la cena a las autoridades y o tras personalidades invitadas (28). 

Ampliamente populares fueron los agasajos obsequiados al común de la población con motivo del nacimiento de la hija del condestable, doña Luisa, el día 7 de enero de 1465:”Y como se puso el sol, fueron hechos muy grandes fuegos en todas las plagas e las puertas de las iglesias de la dicha çibdad. En las quales asavan muchas aves e cabritos e casi los tocinos enteros. E comían e bevían todos los que querían. Especialmente en la plaça de Santa María, Gonzalo Mexía, su alguazil mayor, mandó facer un grant fuego e allí mandó asar muchas aves e carneros e tocinos enteros e manteles puestos en las gradas para quantos querían comer y bever, así aquella noche como otro día de mañana” (29).

Cuando nació su hijo Luis, el 11 de abril de 1468, por la mañana pusieron mesas en los cementerios de las collaciones y trajeron para las gentes “mucho pan y buen vino torrontés e muchos pescados e sardinas e naranjas e buñuelos e otras frutas” (30).

El día de su bautismo, que tuvo lugar el 18 de abril de 1468, después de la comida bautizaron al niño y vueltos a palacio, “a todos mandó dar colación de muchos confites e conservas e muy finos vinos”. Terminada la colación hubo una corrida de toros, donde se corrieron seis ejemplares delante del mirador de San Ildefonso, “e troxieron mucho pan e muchos platos de corderos asados, cortados, e muchos quesos e huevos e muy finos vinos. Y allí delante del mirador dieron de comer y bever a toda la gente que en el coso estava... tanta abundancia ovo de todo, que muchos ovieron menester quien los levase del braço a sus casas” (31). 

Cerdo abierto en caná para su oreo.
Observamos que nunca aparece el tocino en ninguna de las recepciones ofrecidas por Miguel Lucas en su casa, salvo cuando se agasaja al pueblo en plazas, cementerios o gradas para entrar en las iglesias, generalmente en torno a una gran hoguera en la que suelen asarse los alimentos o como dice el cronista, los tocinos enteros. No era la carne de cerdo la más apreciada, y si hemos de creer a La Lozana, ésta la define así: “era más dejativa que la carne de cerdo”.

Festines y comidas se atenían a un estricto ritual, en el que se mezclan juegos, bailes y colaciones o comidas intermedias más ligeras, entre comida y cena, para reponer energías a los participantes: Las colaciones se intercalaban a media mañana, media tarde y media noche o madrugada. En determinados momentos el agasajo se reduce a una simple colación, pero entonces, ésta suele ser larga y algo más abastecida que las intercaladas en los días de grandes banquetes.

Puede ser ejemplo de estas últimas las ofrecidas en los alardes de 1463. En el alarde de 1464, también obsequia con una colación tanto a caballeros como a ballesteros (32), con motivo de la que el cronista nos informa: “e de las otras dos tiendas sacávanles muchos platos de fruta e facían colación” (33) así como de la recepción ofrecida a unos moros invitados a contemplar dicho alarde: “mandóles traer colación de muchos confites e vinos” (34) o esta otra alusión al mismo hecho: “E desque ovieron fecho su alarde sacaron de una tienda que estava puesta mucha fruta e vino e ficieron colación” (35).

Estas colaciones eran ofrecidas con motivo de cualquier celebración, generalmente de tipo religioso, como en el bautismo, en 1465, de la hija del condestable (36), en la Fiesta de San Lucas, en 1464, acabadas las completas, a las 9 de la noche, don Miguel Lucas hace esto mismo, en la capilla del Cabildo acompañado de los clérigos de la catedral (37).

Es pintoresco y muy elocuente el modo de actuar en un acto similar que tiene lugar en la Fiesta de Santa María de agosto de 1464: “Y después que avían corrido los toros, su maestresala traya colación de muchas frutas, que a la sazón avía, e muy finos vinos para todos los que en el dicho mirador estavan; y desde arriba mandava echar y él mismo echava muchos platos e canastas de fruta a la gente de pie que debaxo estaba” (38).

Se ofrece colación en la madrugada de Navidad, después de una prolongada velada (39), después de la celebración de la fiesta del Hornazo, en Pentecostés (40).

Cuando la colación se da en el campo o en otro lugar, ya entrada la noche, entonces se ilumina el espacio con numerosas antorchas. En estas circunstancias obsequia al maestre de Calatrava: “Y çerca de Sant Sebastián encontró la colaçión que avía mandado traer para el dicho señor maestre, de muchos confites e conservas e muy finos vinos e con muchas antorchas (41) o lo hace con toda la población, en Pascua del Espíritu Santo, en la Fuente de la Peña:a todos los cavalleros e peones mandaba dar fruta e vino fasta que se davan con ello (42).

Es peculiar la colación ofrecida el martes, último día de Carnestollendas de 1463. En la noche, para agasajar a caballeros moros que estaban acompañándole ordenó que se hiciese en la plaza que había delante de su casa una gran hoguera de leña seca y allí con caballeros, dueñas y gente plebeya, se sentó tras varios juegos a cenar, y después que hubo cenado “mandó traer colagión a todos los cavalleros e escuderos e otras gentes que ende estavan, de muchas gallinas e perdices e cabritos e pasteles e quesos frescos y quesadillas y otras frutas de diversas maneras, en tan grand abundancia, que la gente se davan unos a otros con ello” (43).

En 1464, el último martes de Carnestolendas, después de haber tomado parte en un torneo, mandava traer colación para todos los que allí se ayuntavan, que era asaz gente, de muchas aves e cabritos e pasteles e tortas de huevos rebueltas con togino y muy finos vinos, fasta que sobrava (44).

Resulta de gran interés por la variedad de matices y descripción de diferentes escenas y modos de servir los vinos y aperitivos, la colación ofrecida el día de San Juan, de 1464, a media mañana: En la puerta de la casa del condestable se habían preparado numerosos aparadores para recibir y obsequiar a los caballeros y peones que de acuerdo con la costumbre popular habían bajado al río para enramarse y celebrar los diferentes juegos y escenas que la fiesta requería. Eran aparadores con “muchas canastas blancas llenas de pan... muchas cargas de las frutas que avya, a la sazón, que la dicha fiesta se facía. Y muchos cueros de vinos finos con muchos cántaros e jarras de agua fría ... tres o quatro artesas llenas de agua fría, puestas sobre sus vancos, cercados de ramas e cañas e juncia, donde muchas redomas llenas de vino a enfriar se ponía”  (45). 

Las redomas eran unas vasijas de vidrio anchas en su fondo que iba angostándose o estrechándose según se acercaba hacia la boca del recipiente.

El cronista nos describe hasta el más nimio detalle del procedimiento seguido en el servicio de los manjares y del vino: “Bien çerca de las dichas redomas... estava su maestresala con todos sus pajes en pos dél, con el aguamanos, pan, frutas e vino ...” . Tras de él, otros dos maestresalas, cada cual “tenía en pos de sí un onbre con una canasta de pan blanco en el onbro.  Y en pos del pan todas las frutas, con un cesto de cada una, y detrás las redomas llenas de vino blanco, e otros tantos con taças muy linpias e jarras llenas de agua fría”, y detrás un hombre con un cántaro de vino provisto de un pequeño caño o pico con el que poder rellenar las redomas, y detrás otro con un cuero en el hombro para rellenar el cántaro.

La colación de fruta y vino volvía a repetirse por la tarde, de la misma manera, a todo el que quería acudir y en todas las calles de Jaén (46). 

Estas colaciones, ofrecidas también en Andújar, alguna vez, por el mismo condestable (47), siempre o en su mayor parte estaban compuestas de vino y fruta, costumbre probablemente observada por las capas populares en sus fiestas y celebraciones. En este contexto habría que explicar el significado de aquella pregunta y repuesta de La Lozana: “¿Quién te hizo puta? El vino y la fruta (48).

Es interesante detenerse en las distintas descripciones de los refrigerios ofrecidos a las huestes durante las campañas militares.

La bebida era, al parecer, acto obligado antes de empezar la pelea. En 1462, antes de empezar el asalto de una fortaleza se ordena que todo el mundo se dispense sus buenos tragos de vino: “Y como llegó, luego mandó que todos se pusiesen de pie y beviesen. E como ovieron bevido mandó tocar las tronpetas al conbate, el qual se comentó así ferozmente...” (49).

Cuando las condiciones lo requerían preparaba comida a sus acompañantes después de cabalgadas contra los moros de Granada. A sí, en 1463 “fizo muy grandes gastos de pan e vino e carne e gevada e otras muchas cosas que mandó levar para quantos fueron con él” (50).

En 1466 ofreció una comida entre caballeros cristianos: “para todos los quales e asymesmo a toda la gente de la dicha çibdad mandó matar e guisar muchas vacas e carneros e otras carnes e dar mucho pan e vino e çevada”. Y en los osarios y cementerios delante de las iglesias los jurados dieron de comer manjares guisados a las gentes de cada collación (51).

Otras veces, a semejanza de lo que acostumbraba hacer en la Fuente de la  Peña, agasajada a sus amigos en el campo. Así ocurrió el día 15 de marzo de 1467, que fueron a la Fuente el Pavón, do su merçed avía mandado traer muchos pescados e buñuelos e finos vinos e mucho pan blanco (52). 

Mercado medieval de alimentación.
La comida diaria era más modesta y menos abundante que la que hemos visto servir en los grandes banquetes y recepciones. Tenemos pocas referencias al respecto. Pero sabemos que Miguel Lucas estaba comiendo en el momento en que las huestes del obispo de Jaén, desterrado en Baeza, penetraban en la ciudad de Jaén para hacerse fuertes en sus palacios. El cronista nos describe así la comida que el condestable hacía en el momento en que recibe la noticia de la osadía: “Estando el dicho señor Condestable comiendo en una sala de arriba con la señora condesa... e aviendo comido lo cocido y el manjar blanco, ya que le traían el plato de lo asado...” (53).

A través de las numerosas noticias de las comidas que La Lozana Andaluza sabía hacer podemos vislumbrar cuál sería la comida cotidiana de las capas populares jiennenses, campesinos y artesanos con cierto desahogo económico:

La Lozana había aprendido de su abuela materna a “hacer fideos, empanadillas, alcuzcuzu con garbanzos, arroz entero, seco, graso, albondiguillas redondas y apretadas con culantro verde (Una hierba aromática y con virtud de curación estomacal), que se conocían las que yo hacía entre ciento” (54). 

El alcuzcuzu es una pasta de harina y miel, reducida a granitos redondos y cocidos después con el vapor del agua caliente. Es comida muy usada en la actualidad entre los árabes norteafricanos.

En Jaén debieron ser muy apreciados los grañones: “Y pasando con su madre a Jaén, posó en su casa y allí fueron los primeros grañones que comió con huesos de tocino” (55).

Los grañones de trigo cocido en grano con castañas.
Los grañones son una especie de sémola hecha con trigo cocido en grano. Se llama también así al grano cocido.

Sabe “torcer hormigos (Los hormigos podían ser desde unas gachas hasta un plato con aceite y con agua y hacer alcuzcuzu” (56).

Se hacían hormigos torcidos con “culandro verde, un puño de buena harina y tanto aceite”; del conjunto salía una “almofía llena” (Almofía = jofaina) (57).

Las habilidades culinarias de La Lozana son muy extensas, pues sabe cocinar el “Salmorejo” (58). Se reconoce así que el tomate venido de América ya estaba en nuestras huertas y despensas.

: “¡Yo quería saber cuánto ha que no comí salmorejo mejor hecho!” (59), “cazuela de peje, que dicen que venden unas acedias frescas vivas, y no tengo quien me vaya por ellas y por un cardo” (60), cabrito apedreado (61), cardico y mojama (62).

Habla, igualmente, de “una capirotada o una lebrada” (63). Pero también La Lozana “es gran comedora de pescado” (64).

Las liebres y faisanes eran alimentos frecuentes en muchas mesas medievales.
Gusta de comidas exquisitas: “Una mesa con presutos cochos y sobreasadas, con capones y dos pavones y un faisán y astarnas y miles cosas” (65).

De dulces multiformes nos ofrece una larga lista: “sabía hacer hojuelas, prestiños, rosquillas a alfajor, textones de cañamones y de ajonjolí, nuégados, xopaipas, hojaldres, hormigos torcidos con aceite, talvinas”,letuarios de arrope para en casa, y con miel para presentar, como eran de membrillos, de cantueso, de uvas, de berenjenas, de nueces, y de la flor del nogal para tiempo de peste, de orégano y hierbabuena para quien pierde el apetito” (66).

El carbón y las brasas eran el combustible más empleado para dar un sabor especial a los guisos.
Incluso cuida el combustible para dar gusto especial a los guisos. Destaca como más apropiado para los buenos sabores el carbón: “Señor, solamente carbón y será más sabroso” (67).

Sin embargo, éstas parecen comidas correspondientes a mesas de labradores o artesanos con cierto nivel de desahogo económico. La gran masa de la población debió consumir alimentos menos adobados, más monótonos de sabores y no tan acompañados de postres.

Las Ordenanzas de Jaén con motivo de la reglamentación de los fuegos en el campo con el fin de evitar incendios que podían resultar catastróficos nos dejan entrever la elemental preparación de los alimentos que labradores, ganaderos o ballesteros hacían para ellos y para los que les servían o ayudaban (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folios 150v  y 152r.)

Se prescribía que desde primeros de junio a finales de septiembre sólo se autorizaban fuegos en el campo, “para guisar de comer”. Se les permite que hagan “fuego en sus viñas para guisar de comer y en sus heredades para sus peones...”.

Con estas comidas estarían más de acuerdo otros guisos que conoce La Lozana para épocas de escasez y para mesas pobres.

A veces en los días finales de septiembre se preparaban comidas en el campo.

Si la comida se adobaba con especias en las mesas desahogadas y en tiempos de holgura, en las mesas pobres y en épocas de escasez la especia fundamental era el hambre: “Yo les guisaba guisadicos que le placían”, condimentados con especias. Ahora, en tiempos de escasez, la “pobreza hace comer sin guisar”. Es decir, en tiempos de abundancia, las especias; en tiempo de escasez, el apetito (68).

La lista de comidas que siguen, serían las que más presencia tendrían en las mesas de agricultores y artesanos pobres. “Talvinas, zahinas y nabos con tocino y con comino”, “col murciana con alcaravea”, y estas o tras de que se jacta nuestra protagonista: “holla reposada no la comía tal ninguna barba” , “y cazuela de berenjenas mojíes en perfección, cazuela con su agico y cominico y saborico de vinagre”, “rellenos, cuajarejos de cabrito, pepitorias y cabrito apedreado con limón ceutí”, “y cazuelas de pescado cecial con oruga y cazuelas moriscas por maravilla y de otros pescados que serían luengo de contar” , “hoyas en tienpo de ayuno”. A una de estas comidas hasta hace poco tiempo muy popular en Andalucía, se refería la abuela de La Lozana cuando expresaba: La holla sin cebolla es boda sin tamborín (69). 

Chimenea con la barra de hierro donde sue cuelgan las llares que sostienen las ollas sobre el fuego, arriba el pescado secándose ahumado.
Por los avituallamientos de castillos y fortalezas podemos inferir de qué tipo serían las comidas de las guarniciones destacadas en ellos:

En 1463 se llevaron desde Andújar al Castillo de Montizón “ochenta o cient cargas de fariña, e algunas cargas de queso e pescados e otros mantenimientos” (70)

El Castillo de Montizón controlaba uno de los caminos que desde Montiel llevaban hasta Jaén y por aquí transcurría la Vía Hercúlea o Augusta, que desde Cádiz conducía hasta la Tarraconense.

Se data su construcción durante el mandato de don Pelayo Pérez Correa (1242-1275), Maestre de la Orden de Santiago. Probablemente fue reconstruido o levantado de nueva planta sobre restos de un castillo anterior. Fue testigo de las luchas civiles del siglo XV entre don Miguel Lucas de Iranzo, partidario de Enrique IV, y los Manrique, partidarios del infante Alfonso. Los Manrique consiguen tomar el castillo en 1467. Pocos años después Jorge Manrique fue Trece de la Orden de Santiago y Comendador de Montizón. Aquí vivió con su esposa y fue aquí donde escribió algunas de sus obras.

Castillo de Montizón.
En otra ocasión, también con destino a dicho castillo, se detecta en el camino de Andújar a Baños “una grand recua de trigo e cevada e tocino e otras provisiones” (71), y más adelante, por el mismo camino y con idéntico destino, se transporta mucha harina e vino e tocinos e quesos e pescados e otras provisiones para el dicho castillo (72).

El 16 de marzo de 1467 el condestable Miguel Lucas presta atención al aprovisionamiento de los alcázares de Jaén: “Y luego los mandó abastecer de mucho trigo e cevada e harina e vino e aceyte e tocino e otras cecinas e sal e leña e carbón” (73).

Pocas, fragmentarias y dispersas son las noticias que al respecto del menaje de cocina y cubiertos conocemos, pero aun así, sistematizándolas de alguna manera, pueden darnos una idea aproximada de la pobreza de menaje que existía en las casas del medievo andaluz, especialmente jiennense. La chimenea y la cocina nos la ilustra, en cierto modo, un grabado de 1538 (Archivo Municipal de Jaén: Missale secundum consuetudinem ordinis ecclesiae giennensis, 1538, reproducido en las Actas del III Coloquio de Historia Medieval Andaluza.

Parte de una despensa medieval.
En él aparece la chimenea con una caldera colgada de las llares, el asador, el soplete y las tenazas. En la cocina que también caldea la chimenea, ya que está emplazada en la misma pieza, se encuentra una mesa desmontable apoyada sobre caballetes y cubierta con un mantel sobre la que una mujer trata de colocar un cubilete, en tanto que otras dos mujeres se acercan por la derecha saliendo de una puerta con jarros y con leña. Dos hombres sentados en sendos bancos junto al fuego se secan y calientan mientras atienden el asador y cuatro mujeres se afanan en alimentar el fuego y preparar la mesa para la comida. A uno y otro lado de la chimenea se abren dos ventanas cuadradas sin protección de postigos, cortinas ni cristales.

El arancel de Bailén de 1491 nos da una amplia idea de lo que debieron ser algunos de los cacharros de cocina y mesa más utilizados por los jiennenses en la Edad Media, cuando habla de “calderas, pailas o sartanes o picheles o plateles de estaño o de cobre o plomo o latón o de qualquier metales, labrado o por labrar”.

Llares de chimenea donde se colgaban las ollas y calderas para mantenerlas encima del fuego.
Contamos, así mismo, con noticias acerca de los elementales ajuares de los pastores entre los que se contemplan los pobres útiles de cocina que transportaban consigo. Ello queda consignado en las reclamaciones que el concejo de Jaén hace a Granada para que le devuelvan los pastores y sus pertenencias robados por los musulmanes.

Los de Colomera protagonizaron uno de estos robos: “...mas en mayo que agora pasó, los de Colomera robaron el fato de Pablos y llevaron dos capas y dos mantas y dos costales y una caldera grande y otra pequeña, y dose quesos y otras cosas menudas del fato”.

El castillo de Arenas debe devolver a Jaén; “un pastor de Pero Sánchez de la Fuente del Rey, y agora me disen que es muerto acá y el rastro reçebí Arenas, una lacaça y una capa y un jubón y un çinto y un puñal y dos camisas y dos pares de çapatos y dos mantas y un costal y una caldera pequeña y dies reales y otras cosas del fato” (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1479, folios 136v y 139v.)

Fuerte del Rey, antes Fuente del Rey, vista general del pueblo y su castillo.
Las ordenanzas de Jaén al hablar del cuidado que han de tener al sacar agua de los pozos, los pastores que hacen estancia en la campiña con el ganado para quesear, se expresa de manera que nos indica varios de los utensilios que componen su menaje:

“y que los dichos cauañeros, ni otras personas que en las dichas cauañas estuuieren, no sean osados de meter en los tales pozos caldera tiznada, ni ferrada en que aya en ella caydo leche, ni otra cosa suzia; y que la puedan sacar con jarro limpio o con herrada, no auiendo caydo en ella leche ni otra cosa suzia...” (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 77.)

En 1511, el menaje de pequeños campesinos y artesano en Jaén, estaba compuesto, en las correspondientes proporciones por los útiles que siguen (74):

— Trébedes, llares.

Utensilios para cocción de alimentos: la caldera está presente en todos los inventarios analizados: la olla de cobre cuenta con una sola cita; la “cajuela” de cobre cuenta con una sola cita. Hay varias sartenes de “fierro” en cada ajuar; abundantes asadores y parrillas; almirez, alcuzas, candiles, se citan escasas cucharas con probable destino a la preparación de las comidas.

— Utensilios para elaborar el pan: artesa, tabla y tablero.

Útiles para almacenamiento y traslado de productos: canastas, espuertas y capachos.

Plato vidriado de Málaga.
Vajilla: “Un vasar de platos y escudillas” o “cierto vedriado”, “platos valencianos”, “vedriado de Málaga”, platos metálicos en peltre. En la Baja Edad Media eran ordinarias en los países europeos “vajillas completas de peltre” o en plata. (75).

Respecto a la vajilla de los señores, los datos dispersos en las distintas narraciones de banquetes y colaciones dadas por el Condestable, coinciden plenamente con los analizados para otras mesas señoriales europeas: (76)

Los utensilios utilizados para la mesa eran:

— Escudillas para alimentos líquidos, cuchillos, tajadores donde se ponen panes ázimos o grandes rebanadas de pan sobre las que se ponen carnes con salsa, que al final de la comida son también degustados.

— Jarros: grandes copas de livación colectiva.

— Bancos para sentarse.

— Ausencia de útiles individuales: no hay un vaso y un cuchillo para cada persona.

— Trompetistas, músicas y entremeses.

— A veces, vajilla en oro o plata.

— Almirez (molinillo) para moler la pimienta.

— Recipiente para limosnas en alimentos.

— Recipiente con pedazos de cuerno de unicornio que pasaba por tener la propiedad de reaccionar en presencia del veneno.

En estos casos la vajilla era una manera usual de exhibir la riqueza y el poder, de aquí que los señores gusten que sus banquetes sean inmortalizados en miniaturas, grabados, pinturas y relieves.

Plato medieval de estaño.
Las mesas para la comida de los ricos nos quedan descritas en las mesas y bancos empleados en los banquetes del Condestable Lucas de Iranzo. En 1464, nos ofrece esta descripción de la mesa tras haber terminado la comida de  Navidad:

“E acabado que avían comido, cada uno de los dichos maestresalas facían alçar los vancos e mesas de que avían tenido cargo de servir, salvo los vancos que estavan puestos junto con las paredes de la sala, en los cuales vancos se asentavan todos los convidados” (77).

La mesa de los campesinos acomodados, según datos extraídos de las obras citadas, así como de grabados o pinturas, muestran los útiles que siguen:

— Jarrón, cubilete para beber, cuchillo y fuente de cobre en el centro de la mesa.

— Comen con los dedos.

— Utilizan bancos para sentarse.

La popularización de la cuchara y el tenedor no se logrará hasta el pleno Renacimiento.

También las ciudades medievales andaluzas contaban con los vendedores de agua que tantas canciones, pregones e historietas han generado a lo largo de la historia. La misma ciudad de Jaén, proverbialmente rica en manantiales que tanta fama le dieron como fortaleza invencible, gracias a que éstos brotaban dentro del propio núcleo urbano , contó también con aguadores, cuyo oficio no era otro que el de vender su agua a los vecinos necesitados de ella. Las autoridades municipales se encargaron de reglamentar también los precios y condiciones en las que había de venderse este líquido imprescindible para la vida y los quehaceres domésticos. Exigen que en el cántaro del aguador quepa una arroba de agua y que la carga se venda a precio de 1 maravedí (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, folio 162.)

Fuente de Jaén con los quehaceres de la gente para abastecerse de agua y un aguador con su carro con cisterna.
La ciudad de Baeza menos rica en manantiales interiores reglamentaba también la venta del agua entre sus vecinos y fijó el precio del cántaro de agua en 1 blanca vieja (78).

La leña y el carbón eran siempre el elemento imprescindible para la preparación de los alimentos, así como para calentar algún rincón de la casa donde poder hacer frente a los fríos inviernos de la Edad Media. Las gentes se solían abastecer de leña en otoño, una vez habían terminado las tareas de recolección de semillas y frutos del monte y antes de que diesen comienzo los fríos invernales. Así nos lo transmiten los Hechos del Condestable: “...que porque al tiempo de la otoñada quando la gente se bastecía de leña...”. (79).

Los carboneros y leñadores fueron objeto de una meticulosa y detallada reglamentación en las Ordenanzas de Jaén (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folios 57r  y siguientes.)

El carbón debía ser de encina y nunca de roble (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 59v.) y los precios a que debía venderse quedaban fijados del modo que sigue (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 59r.)

De noviembre a marzo: 7 maravedíes la arroba.

De abril a octubre: 6 maravedíes la arroba.

En cambio, la arroba de carbón vendida en la sierra, sólo valía 2 maravedíes y la carga 20 maravedíes (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 58v.)

El mayordomo de la parroquia de Santisteban del Puerto gastó, en el año 1515, “de una sera de carbón, veynte mrs.” (Archivo Parroquial de Santisteban del Puerto: Cuentas de Fábrica, libro 1. °, folio 30r.)

Era el carbón el mejor combustible para cocinar, pues al decir de la Lozana Andaluza “Que no hay tal comer como lo que se cocina a fuego de carbón y en olla de tierra” (80).

La iluminación era bastante precaria, de manera que en las casas pobres sólo se iluminarían con el resplandor de la hoguera, con la que se calentaban o preparaban los alimentos.

En casas con cierto desahogo económico la iluminación se obtenía, según las posibilidades económicas del sebo, aceite y cera. En 1456 gastaba un candil, durante un mes, lo que suponía un gasto de 12 maravedíes de aceite (81)

El arancel de Bailén de 1491 recoge la comercialización del sebo y del unto, con probable destino a esos fines de iluminación de las casas más poderosas.

Las candelas de sebo eran vendidas a razón de 10 maravedíes la libra, en Baeza, reglamentando las ordenanzas que cada libra tenga cinco, diez o veinte candelas (82).

La cera se empleaba en la iluminación de las iglesias (Archivo Parroquial de Santisteban del Puerto: Cuentas de Fábrica, libro 1°.)

La iluminación de una de las fiestas ofrecidas por el condestable Miguel Lucas, en 1461, se describe así: “Estando la casa tan clara como en el mediodía por la multitud de las muchas antorchas que ardían” (83).

Granada 4 de abril de 2022.

  Pedro Galán Galán. 

Bibliografía y referencia de citas:

(1) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 194.

(2) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 195 y 196.

(3) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 196.

(4) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas. 198 y 199.

(5) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 45 y 46 y 47 a 50.

(6) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 437 y 438.

(7) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 437 y 438.

(8) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 437 y 438.

(9) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 134 y 135.

(10) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 136.

(11) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 306.

(12) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 352.

(13) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 101.

(14) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 132.

(15) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 165.

(16) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 423 y 424.

(17) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 40.

(18) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 154 a 156.

(19) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 302.

(20) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 35.

(21) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 33 y 34.

(22) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 97.

(23) Arquellada, Juan de: Sumario de prohezas y casos de guerra acontecidos en Jaén y Reinos de España y grandeza de ellos, desde el año 1353 hasta el año 1590. Citado por Toral Peñaranda, Enrique: Jaén y el Condestable Miguel Lucas de Iranzo, Jaén, 1987, página 79.

(24) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 64.

(25) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas  123 y 124.

(26) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 63 y 64.

(27) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 123 y 124.

(28) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 165 y 166.

(29) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 258.

(30) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas  376 y 377.

(31) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 380.

(32) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página  252.

(33) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 114.

(34) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 114.

(35). Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 116.

(36) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 262.

(37) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 179.

(38) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 177.

(39) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas  40, 50 y 57.

(40) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 64 y 123.

(41) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 152.

(42) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 132.

(43) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 111.

(44) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 164.

(45) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 171.

(46) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, páginas 171 y 174 a 176.

(47) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 433.

(48) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 63.

(49) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 77.

(50) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 147.

(51) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 336.

(52) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 342.

(53) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 128.

(54) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 38.

(55) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 46.

(56) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 51.

(57) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 53.

(58) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 130.

(59) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 202.

(60) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 163.

(61) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 175.

(62) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 180.

(63) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 203.

(64) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, páginas 99 y 100.

(65) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 118.

(66) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 39.

(67) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 131.

(68) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 38.

(69) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 39.

(70) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página  298.

(71) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 308.

(72) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 319.

(73) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 350.

(74) Argente del Castillo Ocaña, Carmen: Bienes muebles e inmuebles de pequeños labradores y artesanos en Jaén (1511), Actas del III Coloquio de Historia Medieval Andaluza. La Sociedad Medieval Andaluza: Grupos no Privilegiados, Jaén, 1984, página 209.

(75) Pounds, Norman J. G.: La vida cotidiana: Historia de la cultura material, Ed. Crítica. Barcelona, 1992, páginas 277 y 278.

(76) Duby, Georges: Historia de la vida privada. Vol. 2: De la Europa feudal al Renacimiento. 1988.

(77) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 158.

(78) Argente, C.;  Rodríguez, J.: Ordenanzas de Baeza, título XXIII, capítulo I.

(79) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 142.

(80) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 83.

(81) Pérez Gallego, Manuel: El concejo de Morón (1402-1450). Universidad de Granada. Página 368.

(82) Argente, C.; Rodríguez, J.: Ordenanzas de Baeza, título XV, capítulo V.

(83) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, Madrid, 1940, página 56.

 

3 comentarios:

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Sí que le gustaba la fiesta al Condestable. Recuerdo una clase de nuestro profesor don Luis Coronas: «Los gitanos vinieron a España en aquellos tiempos, el Condestable Iranzo los acogió muy bien, le gustaban sus bailes y cantes; con ellos se iba de fiesta. Por eso, en la feria de Jaén, hay una caseta que se llama «La del Condestable», para decir que en ella hay mucha fiesta».

Acercando tu escrito a la historia de nuestro pueblo. Hay un amojonamiento en el Salado donde acuden representantes de las tierras afectadas, hay varios de Lahiguera; está el Condestable y después se hace una comilona.

Hay un personaje muy importante, Pedro de Escavias, al que el rey Enrique quiso hacer conde de La Figuera (nuestro pueblo); pero no lo dejaron. Eran los tiempos convulsos de la guerra civil entre los dos hermanos. Recordamos que Enrique pasa a la historia como el Impotente. Escavias se crio con él en la corte de Juan II y siempre le fue fiel (menos cuando le ordenó entregar el castillo de Andújar, que muchos años después sí entregó a la piqueta nuestro paisano Bonoxo Lara). El Condestable también se mantuvo fiel, los dos pelearon en una batalla cercana a Lahiguera.
Hay quien cree que «Los hechos del Condestable» que mencionas los escribe Escavias.

Enhorabuena, Pedro, por tu trabajo.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Manuel, ya hace tiempo publiqué el hecho del deslindamiento de términos entre los pueblos de La Figuera y los vecinos colindantes por el Salado y por Villanueva y Cazalilla.
En fecha 26 de octubre de 2015 publiqué un artículo donde explicaba el acto de amojonamiento de separación de los términos municipales de los pueblos colindantes con La Higuera. El enlace para quien quiera leerlo es:
https://lahiguerajaen.blogspot.com/2015/10/la-frontera-de-la-fuente-de-la-figuera.html

El texto sacado del artículo es el siguiente:
“Un acto administrativo que tuvo lugar en muchos de nuestros pueblos fue el de amojonamiento, un acto de posesión de un territorio, que tenía un ritual, y se expresaba físicamente en un amontonamiento de piedras, o en el aprovechamiento de alguna señal durable y perdurable en el tiempo, para lo que se elegía una señal de especial relieve natural del paisaje. Una de las primeras referencias escritas en las que se expresa claramente el procedimiento amojonador entre los términos de las villas, aparece en la crónica del condestable Miguel Lucas de Iranzo, y está referida al año 1470, en que hubo necesidad de deslindar los términos entre las ciudades de Jaén y Andújar y en los lugares de Cazalilla, Villanueva de la Reina y La Figuera (La Higuera), entre los que había una disputa sobre la delimitación de los términos que debían pertenecer a cada concejo. Para proceder a tal delimitación se reunió el Condestable Miguel Lucas de Iranzo junto a las personas mayores que sabían sobre el asunto, caballeros, escuderos y labradores, tanto de unos lugares como de los otros con el fin de establecer el amojonamiento de los diferentes términos municipales. El ritual del amojonamiento encierra toda una compleja lectura de la mentalidad de la época y se podría relatar así:
“En el primer mojón, que era un pozo “en medio del arroyo del Salado”, el Condestable a caballo echó una lanza, en un símbolo de fuerza que emanaba de su autoridad de juez en este acto, pues era alcaide mayor de la ciudad de Jaén; luego mandó a un mozo que se lanzase vestido al pozo y se sumergiese en el agua, el cual fue sacado posteriormente del mismo en un acto de purificación y renacimiento que emana del agua del pozo, simbolismo que le había dado la autoridad del Condestable. Ello fue inicio para que el resto de los mozos se lanzaran agua unos a otros, incorporando así el elemento del juego y la fiesta al evento.
El acto festivo del amojonamiento continuó en otros mojones, como el situado entre los donadíos de Santa María en Jaén y la orden de San Juan de Acre en Andújar. Allí los jóvenes que acompañaban la comitiva jugaron con camaradería al juego “do las yeguas en el prado” para a continuación pasar a una batalla campal a puñetazos hasta que la intervención del Condestable puso paz, un acto también lleno de simbolismo donde la autoridad del Condestable como juez y pacificador puso fin a las rivalidades entre ambas ciudades. En otro lugar, situado en la cumbre de un cerro junto a un camino que iba de Mengíbar a La Figuera de Andújar, como allí no había piedras, se hizo un mojón grande de tierra. En el lugar los muchachos mataron un carnero a cañaverazos y le cortaron la cabeza, que fue enterrada en el mojón. Se cumple con este acto un nuevo simbolismo medieval del sacrificio y la comida de hermandad entre ambas ciudades, que culmina posteriormente en otro mojón donde se corre un toro que es matado a lanzadas y repartida la carne entre las personas pobres de los lugares cercanos de Cazalilla y Villanueva.”
(10) Relación de los hechos del muy magnífico e más virtuoso señor, el señor don Miguel Lucas, muy digno condestable de Castilla. Ed. Juan Cuevas Mata, Juan del Arco Moya y José del Arco Moya. Jaén: Ayuntamiento, Universidad. (2001). Páginas 347 a 353.

Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

La pugna entre Miguel Lucas de Iranzo junto a Pedro de Escabias (alcalde de Andújar e íntimo amigo de Miguel Lucas) y Pedro Girón, maestre de la Orden de Calatrava dio ocasión a muchos enfrentamientos ente los dos grupos partidario de Enrique IV como príncipe y Juan II su padre, que continuaron después tras pasar de príncipe a rey y la alternativa de su hermano el joven príncipe Alfonso al gobierno de Castilla, que posiblemente muriera envenenado.
D. Pedro de Escabias libra batalla contra la facción de la nobleza encabezada por el marqués de Villena, Don Pedro Girón, su sobrino y maestre de la Orden de Calatrava, contando con adalides en Jaén y Córdoba como D. Fadrique Manrique y don Alonso de Aguilar, respectivamente en ambas ciudades. El 11 de junio de 1466 D. Fadrique Manrique sale de la aldea de La Figuera, al encuentro de D. Pedro de Escabias, quien acompañado de Juan de Valenzuela, regresan desde Jaén a Andújar tras desistir el Condestable Miguel Lucas de Iranzo de recuperar Baeza que estaba en poder de la nobleza disidente. Cuando Escabias y Valenzuela estaban camino de Villanueva de Andújar con todo su facción del ejército formada por “ … hasta quinientos de cauallo e ochocientos de peones”. Hubo un momento que tras el enfrentamiento y refriega, en que los hombres de Escabias, Alcayde de Andújar, hicieron prisionero a D. Fadrique Manrique, pero la rápida intervención del ejército de don Alonso de Aguilar, adalid de Córdoba, que era muy superior en número al contingente de soldados de Escabias y Valenzuela, obligaron a los comandados por el Alcayde de Andújar a batirse en retirada.
También en el término de Arjona, quizá alrededores del puente del Salado tuvieron las dos fuerzas de ambas tropas un serio enfrentamiento con muertos incluso. Ambos relatos fueron incluidos en otros artículos.
En algún otro momento reseñé el plante de Escabias al mismo Enrique IV, que como sabemos tenía un carácter algo raro y voluble. En un viaje de Enrique IV en 1472, Pedro de Escabias, otro hombre de confianza de Miguel Lucas, explicaba al Rey que no podía consentir la entrada de cortesanos en esta ciudad, que el regentaba como Alcayde, porque Juan de Pacheco sólo quería apoderarse de ella (hermano de Pedro Girón maestre de Calatrava). D. Pedro de Escabias y D. Miguel Lucas de Iranzo, el condestable tuvieron continuas fricciones de poder con los nobles D. Pedro Girón, maestre de Calatrava y su hermano Juan de Pacheco.
En tierras giennenses, además, se extendía, como por toda Andalucía, el problema de los conversos. Las frases de respuesta de D. Pedro de Escabias al rey Enrique IV son todo un alegato de explicación de su fidelidad al rey al que desobedeció.
Como he leído tanto sobre el Condestable, no incluí estos relatos en el presente artículo porque pensé en hacer un artículo centrado en el personaje del Condestable Miguel Lucas de Iranzo, que dentro de un tiempo espero que verá la luz.
Cordiales saludos.