PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 7 de marzo de 2022

EL PRECIO DE LA ARROBA DE ACEITE EN JAÉN EN 1514 OSCILABA EN TORNO A LOS 120 MARAVEDÍES..

EL VINO TORRONTÉS DE MARTOS ERA MUY APRECIADO EN LAS MEJORES MESAS MEDIEVALES.

En un artículo anterior dimos una visión aproximada de cómo era la alimentación de nuestros paisanos en los siglos XV y XVI, tiempo en que se construyó el templo calatravo en nuestra villa; también dimos detalles de los productos alimenticios que se consumían durante la segunda mitad del siglo XV y primeras décadas del siglo XVI.

En este artículo vamos a completar con otra serie de productos alimenticios que consumían nuestros paisanos en este tiempo, como el aceite, el vino, las hortalizas y frutas, la miel, leche y queso, etc.

Respecto al aceite, decir que paradójicamente, el cultivo intensivo del olivar que hoy ocupa casi toda la provincia de Jaén no lo fue así en el siglo XV, al punto que en ocasiones dejan ver las autoridades la deficiencia de dicho producto para abastecer las necesidades de la población. No obstante, desde 1467 se comenzó a producir una notable expansión olivarera, como así se manifiesta en la población de Andújar, que de cinco molinos para la molturación de la aceituna, que contaba en dicha fecha con una temporada de trabajo más bien corta, se pasó a comienzos del siglo XVI a 20 molinos que molturaban aceituna durante un largo período de tiempo invernal y primaveral, una molturación que se prolongaba hasta bien entrado el verano, a la vez que la arroba de aceite reducía su precio a casi la mitad de su valor (1).

La Tercia de Lahiguera es junto al templo calatravo de Ntro. Padre Jesús de la Capilla y el entorno de la calle Ancha, el núcleo poblacional de Lahiguera en estos siglos.
Interior de La Tercia. Foto de Carmen Berdonces Gavilán.
Pared lateral izquierda de La Tercia, en ella se observa la huella en la pared de una Santa Cruz en el centro a media altura, que indica su pasado como lugar de culto.

 
Las cosechas de aceite de medianos y pequeños labradores comenzaron por permitir no sólo el autoabastecimiento, sino también cierto excedente que se destina a la venta en otras comarcas o regiones de la península. Existía en Jaén un mercado franco concedido por el rey Enrique IV, lo que incentivó la venta de aceite por vecinos de Jaén que lo compraban en Sevilla (en aquel tiempo máxima productora de aceite) para después venderlo en los mercados de la ciudad o exportarlo a las poblaciones del reino nazarí de Granada, constatados buenos clientes en la compra de aceite a los mercaderes jiennenses, o para venderlo por las poblaciones de La Mancha, especialmente en Consuegra (2).

La ciudad de Jaén contaba con numerosas tiendas de aceite (Archivo  Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folios 103 y 126r.), en las que se vendía al por menor, ya que los documentos hablan de la venta de aceite en panillas (Archivo  Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 126v.) y media arroba (Archivo  Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 125r.)

El precio de la arroba de aceite osciló en torno a los 120 maravedíes. (Archivo  Municipal de Jaén: Actas de 1514, folios 160 y 161.)
   

Dos vistas parciales de la ciudad de Jaén.

 

En Úbeda, en 1510, la reflexión hecha a partir de las cuentas decimales, que hemos de suponer que nos dan cuenta de toda la producción de la ciudad, el consumo por habitante y año sería de 17,67 kilogramos de aceite, cantidad, sin duda, más aproximada a las posibilidades reales ofrecidas por la producción (3).

Úbeda, fuente renacentista.
 Para comprender con amplitud el tema del aceite como producto del olivo, en el tiempo que aquí reproducimos, es interesante señalar que con la llegada del Islam a la Península Ibérica, el aceite pasó a ser la base de la alimentación, tanto como ingrediente principal de los guisos, para freír otros alimentos o como conservante. El olivo y sus derivados, junto con los cereales, la vid y los dátiles, figuran entre los alimentos básicos que recomienda el Corán. En la España islámica se conjugaron dos tradiciones que habían hecho del aceite un componente culinario de primera magnitud: la oriental y la romana (recibida en buena medida a través de Bizancio). Esto explica que el aceite aparezca como ingrediente básico en el 90 % de las combinaciones gastronómicas recogidas por los recetarios de cocina andalusíes o los tratados de hisba (obras que entre otros muchos aspectos regulaban la venta de comida popular en los zocos): “El aceite (al-zayt) es caliente, y el más caliente de todos el más rancio. Es la más conveniente de las grasas para el cuerpo humano, por su afinidad a él. Constituye un alimento muy bueno, y no tiene la pesadez del resto de las grasas” (Al Arbuli, al-Kalam ‘alà l-agdiya, s. XV).    


Al Arbuli, al-Kalam ‘alà l-agdiya, científico andalusí del siglo XV probablemente de Arboleas (Almería).

Se documenta por las fuentes escritas que Al-Ándalus se convirtió, junto a otras regiones como Túnez, Siria o Palestina, en uno de los principales centros exportadores de aceite del mundo islámico. La escasez de olivos en determinadas regiones del mundo musulmán por las dificultades de los condicionantes del suelo y la propia climatología favoreció el auge de algunas comarcas de Al-Ándalus más propicias al cultivo del olivo, especialmente del Aljarafe sevillano, zona en la que se produjo una gran expansión. El territorio occidental de Sevilla se describía como un auténtico bosque de olivos, caracterizado por su espesura.
El botánico andalusí Abu I-Jayr al-Isbili describe la espesura de los olivares del Aljarafe sevillano.
Abu I-Jayr al-Isbili dice que “apenas había en él un lugar soleado de tanto como se arrebujaban sus olivos” e Ibn al-'Awwam dijo que “sus olivares son tan espesos y tienen unas ramas tan entrelazadas que el sol apenas puede filtrar sus rayos a través de ellos”. Al-Idüsl, por su parte, al recorrer el camino de Sevilla a Niebla, afirmaba que quien lo transitara lo hacía “bajo la sombra de los olivos”.
 
 

En el Libro de agricultura de Ibn al-'Awwam, se dijo sobre los olivares del Aljarafe: “sus olivares son tan espesos y tienen unas ramas tan entrelazadas que el sol apenas puede filtrar sus rayos a través de ellos”.

Las fuentes afirman que el aceite del Aljarafe llegaba hasta el puerto de Alejandría en Egipto, Creta, El Magreb e incluso Yemen. También hay constancia de la afluencia de ese aceite de Al-Ándalus hacia los núcleos cristianos del norte peninsular y hacia otros países de la Europa medieval atlántica, tal como también está atestiguada a partir de la documentación escrita. Todo ello indica una producción importantísima, así como la existencia de unos potentes circuitos comerciales para los que, sin embargo, no se cuentan con muchas evidencias arqueológicas.

Durante el periodo de la conquista castellana, los reinos cristianos fueron progresivamente desplazando a los musulmanes de norte a sur en la Península Ibérica hasta su total ocupación. La división del sur peninsular desde el siglo XIII al XV entre dominios castellanos y el reino nazarí de Granada, se materializa también en una dualidad del ámbito económico, en el que la presencia de un dilatado espacio fronterizo resultaba determinante.

La conquista castellana conllevaba una transformación de los fundamentos agrarios en los territorios del Guadalquivir, acorde con los esquemas castellanos, junto a otros factores, como la precariedad demográfica con gran escasez de población repobladora asentada, o la propia inseguridad con las incursiones al territorio enemigo o “razzias”, dando lugar en definitiva a una brusca alteración de los paisajes del sur de España reconquistado.

El despoblamiento durante la conquista de Andalucía por los castellanos es acompañado por el reparto de las tierras entre los nuevos pobladores, que muestran en los terrenos adjudicados la preferencia del cultivo del cereal para atender sus necesidades primarias y el avance ganadero protagonizado por el Honrado Concejo de la Mesta. Estos factores determinan la configuración de un nuevo paisaje agrario, en el cual los olivos suministradores del aceite permanecieron fundamentalmente en los ruedos de los pueblos, donde estaban más seguros.

La inestabilidad de las fronteras, las razzias y las expediciones de castigo se cebaban en las cosechas, que, si era en un campo de cereales suponía un año perdido, pero en los campos de los viñedos y olivares era toda una vida, al tener una renovación más lenta en años de volver a la producción. Durante estos años, de hecho, se constata un fenómeno que acompañará a los paisajes del olivar durante los siglos posteriores, al producirse unos ciclos de ampliación y retracción del espacio dedicado al cultivo del olivar. Extensión en tiempos de prosperidad y reducción por abandono cuando las vacas eran flacas, y entonces el olivar se cubría de jaras y tomillos, o desaparición por arranque, transformado el campo en viñedo o en la imprescindible tierra de cereal.

En las zonas de frontera se produciría durante largos períodos una gran despoblación y el consecuente abandono de tierras, hecho que favoreció la proliferación de densos bosques, como se constata en el Libro de la Montería de Alfonso XI.

El siglo XIV fue de relativa estabilidad, al menos en lo que se refiere al contorno de las fronteras, dando lugar a la conformación de los primeros señoríos. La sembradura de secano se erige en la base de la producción, siendo notables el ascenso del viñedo, ligado a menudo a las repoblaciones, y la consolidación del olivar como cultivo comercial. El olivar se desarrolla en enclaves de Jaén y en torno a Córdoba, el Aljarafe y Jerez.

En los primeros momentos, los nuevos pobladores castellanos concebían el aceite como un producto demasiado refinado y propio de las culturas morisca y judía. Sin embargo, pronto asumieron la importancia del olivar y del aceite y de los beneficios obtenidos del control impositivo y, especialmente, de los derechos de molienda e impulsaron la expansión del cultivo de olivar. Dicha expansión supuso una intensa transformación del paisaje en algunos ámbitos, sobre todo en los que abundaba el monte y el matorral.

En el reino nazarí de Granada se prolongaron las pautas de la economía andalusí, que estaba caracterizada por la diversidad de cultivos y la importancia del regadío.

En el reino nazarí de Granada se prolongaron las pautas de la economía andalusí, caracterizada por la diversidad de cultivos y la importancia del regadío. Cuando en el siglo XV los castellanos retomaron la conquista, fueron cayendo una tras otra las plazas y con ellas sus paisajes: Archidona, Antequera, el paréntesis de mediados del siglo XV, y luego Málaga, Loja, Baza, Almería, hasta la definitiva capitulación de Granada.

El éxodo de los moriscos dejó tras de sí los bancales y las alquerías, las aceñas y, por supuesto, los olivos, que permanecieron dispersos, tal y como estaban, entre moreras, viñedos y frutales. En este sentido, la permanencia del olivar en policultivo al sur de Granada tiene sus raíces en el modo de cultivar de los nazaríes que se ha conservado en las comarcas de tradición morisca.

El establecimiento de ferias en la Baja Edad Media en las poblaciones cristianas andaluzas confirma la renovación del comercio interior. A fines de esta etapa, cuando se afianzan las rutas de tráfico con el norte de Europa y se abren otras nuevas rutas hacia Canarias y África, el conjunto de Andalucía ocupa una posición privilegiada en el comercio internacional, dada su estratégica posición como bisagra o gozne entre el Mediterráneo y el Atlántico.

El Vino Torrontés de Martos era de los más apreciados desde el siglo XIV en nuestra  provincia y en todo el reino castellano.

Con respecto al vino, decir que aunque hoy parezca inimaginable, Jaén fue célebre en la Edad Media tanto por sus vinos, como por la calidad y aprecio de las vides que los producían. De forma que la vid denominada “viñedo de Jaén”, era de las más apreciadas en el siglo XIV en las tierras de Toledo (4).

De acuerdo con los datos que de esta variedad o especie de vid tenemos en Úbeda, se debía tratar de una uva productora de vino blanco de gran calidad, ya que se habla de “vino tinto y Jaén” (5).

En su cultivo y venta del vino estaban intensamente interesados los caballeros de la ciudad de Jaén, hasta el punto de reivindicar del entonces príncipe Enrique IV en el siglo XV la protección de la comercialización de sus caldos frente a cualesquier otros de la ciudad y, por supuesto, a los traídos de fuera. El príncipe, futuro Enrique IV, se hacía eco de esta reivindicación en el texto que sigue:

“Sepades que Fernando de Berrio e Juan Ferrandes de Barrionuevo, mis vasallos, regidores de la dicha çibdad me fizieron relaçión diciendo que la mayor parte de los vezinos que en ella biben tienen su trato e bivienda por la labranza de las viñas e del vino que de ellas han, se proveen e mantienen, aunque los más de estos tales son los cavalleros de contía que mantienen armas e cavallos, e por cabsa que algunas personas se entremeten a meter vino de fuera parte de la dicha mi çibdad por lo vender, que los tales vezinos de ella no han lugar ni pueden vender el vino que han de su cosecha, por lo qual diz que no pueden mantener los dichos cavallos e armas e dexan perder e por labrar las dichas viñas, por manera que munchos que serían contiosos para mantener los dichos cavallos e armas no lo son... ...me suplicaron mandase vedar la entrada del dicho vino.

E yo, visto lo suso dicho e acatando que aquesto se usa e guarda en todas las otras mis çibdades e villas e lugares donde ha vino de la cosecha, mandé dar e di esta mi carta para vos, por la qual vos mando a todos e cada uno de vos e a otras qualesquier personas singulares de esa dicha mi çíbdad, que non metades ni metan, nin consintades nin dedes lugar a que ninguna ni algunas personas puedan meter nin metan vino de fuera parte de esa dicha mi çibdad e sus términos en ella, para lo vender, fasta tanto que el vino de la cosecha de los vezinos de esa dicha çibdad sea vendido, tasado e poniendo el dicho vino de la cosecha a precios convenibles e razonables, por manera que los vezinos de esa dicha mi çibdad que lo ovieren de conprar no sean agraviados”.

Esta carta fue confirmada el 15 de febrero de 1505 (La carta contenida en Archivo Municipal de Jaén, Actas de 1476, folio 131v., es confirmada en 1505: Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, la noticia es reseñada por Martínez de Mazas, José: Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén. Jaén, 1794. Reimpreso por Editorial El Albir. Barcelona, 1978, página 379.)

La noticia, aparte de informarnos de la gran importancia del vino para los caballeros de cuantía de Jaén, no es más que manifestación de una costumbre muy extendida en los diferentes municipios castellanos, que frente a la progresiva extensión de la producción de vinos, tomaban medidas proteccionistas para los caldos del propio municipio (6).

Vino y uvas de la variedad  Torrontés de Martós.

Las clases y los precios de los vinos de Jaén en distintos momentos de finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI, fueron los que siguen:

En el año 1479 (Archivo  Municipal de Jaén: Actas de 1479, folios 84v y 103r.)

• Vino tinto bueno, lo mejor (el 30 de agosto): 5 maravedíes el azumbre.

• Vino blanco torrontés, lo mejor: 7 a 8 maravedíes.

• Vino de fuera: tinto: 4 maravedíes.

• Vino de fuera: blanco: hasta 7 maravedíes.

En el año 1480 (Archivo  Municipal de Jaén: Actas de 1480, folio 82.)

• Vino blanco, el 27 de septiembre: 5 maravedíes el azumbre.

• Vino tinto, el 17 de septiembre: 4 maravedíes el azumbre.

En el año 1505 (Archivo  Municipal de Jaén: Actas de 1505, folios 118, 133v., 140 y 161.)

• El vino tinto que el 11 de agosto valía 4 maravedíes la azumbre, se pone a 5 maravedíes.

• El vino torrontés que vale a 5 maravedíes la azumbre, se pone a 6 maravedíes.

Vino traído de fuera:

• Vino tinto y blanco valadí: 4 maravedíes la azumbre.

• Torrontés blanco: 5 maravedíes la azumbre.

Vino propio del cosechero (9 de septiembre):

• Torrentés bueno y fino, a 1 maravedí más que lo valadí, que es a 6 maravedíes la azumbre.

Vinos nuevos:

• Todos los vinos nuevos: 3 maravedíes el azumbre.

En el año 1517 (Archivo  Municipal de Jaén: Actas dé 1514, folio 172r.)

Vinos nuevos (20 de diciembre):

• Vino nuevo aguapié: 4 maravedíes la azumbre.

• Vino nuevo yema: 5 maravedíes la azumbre.

Un vino especial producido por una cepa originaria de Jaén y de gran prestigio en tierras de Toledo en el siglo XIV, continúa cultivándose en las tierras jiennenses durante los siglos XV y XVI. Se trata del “viñedo de Jaén”, registrado en el siglo XV, tanto en Baeza (Archivo  Municipal de Baeza: Cofradía de la Concepción.) como en Úbeda (7).

Fuente monumental antigua en Baeza.

De cuanto acabamos de exponer se desprende con bastante claridad que el vino más cotizado es el vino torrontés, sobre todo de cosecha propia, al que siguen otros vinos blancos traídos de fuera de la ciudad; a continuación se clasifican los vinos tintos y en el último lugar los vinos nuevos.

El vino torrontés es el más apreciado de todos, tal como lo muestran los diferentes testimonios que acerca del mismo tenemos: En 1456, el condestable Miguel Lucas tuvo la suerte de recibir un copioso regalo de este vino, pues tras andar en la comitiva del monarca, hizo estancia en Baeza, de donde era corregidor: “Después de lo cual Miguel Lucas se vino a Baeza, a donde era corregidor y la ciudad, en la cual tenía por su theniente al alcalde Pedro de la Cueva, le hizo un presente de vino torrontés” (8).

Francisco Delicado (Delgado) nacido en Córdoba o en alguna población de su diócesis, fue  vecino de Martos desde niño y en su primera juventud y pasó parte de su vida en Roma, entre otras publicaciones escribió El retrato de la Lozana Andaluza, libro que con detalle nos hace conocer cómo eran la vida y costumbres de estos tiempos en nuestra tierra.

Como indicamos anteriormente, este vino se cultivaba y criaba en los diferentes rincones de Jaén: Francisco Delicado, en La Lozana Andaluza (9), libro compuesto en 1524 y publicado en 1528 (10), dice que Martos, su tierra, “tiene buenos vinos torronteses y albillos y halogues”. El vino Alogue era un vino de color rojo claro. Hoy el término se aplica al vino tinto claro.

Con anterioridad, en 1505, las Actas Capitulares de Jaén registran la traída desde Martos a Jaén de una partida de vino torrontés, en el mes de junio (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, folio 63.)

La calidad del vino torrontés y la intensa demanda, capaz de producir ciertas alteraciones en su comercialización, impulsa o empuja al cabildo municipal de Jaén, en 1505, a tomar determinadas medidas, con motivo de las cuales se habla de la bondad de dichos vinos:

“Vino torrontés e vino tinto valadí, que son vinos muy finos e buenos”, “los cuales cosecheros y taberneros procuran venderlos por arrobas y a los precios que creen oportunos, por ello, para evitar agravios entre los distintos grupos de vecinos y vendedores, el 9 de septiembre los miembros del cabildo mandaron que el vino arrovado, así torrontés como valadí lo vendan al precio que se vende por adumbre, por taberna” (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, folio 140.)

La bondad de dicho vino y la constante demanda que del mismo se hace en todas partes, le coloca por encima del vino valadí, tal como queda testificado el 9 de septiembre de 1505, al ordenar las autoridades municipales de la capital, que el vino torrontés bueno y fino se pague un maravedí más caro que el vino valadí, que está puesto a 6 maravedíes el azumbre (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, folio 140.)

Uva de la variedad Torrontés.
El torrontés es el vino de las comidas distinguidas y de los banquetes de las clases nobles. El condestable Miguel Lucas de Iranzo lo ofrece a sus invitados, en 1470: “Todos los quales fueron abasados de muchas gallinas e pollos e palominos e cabritos e corderos e carneros e teñeras e cagúelas e pasteles de diversas maneras e de huevos cocidos y quesos frescos e de muy finos vinos torronteses e tintos” (11).

La Lozana, compara la calidad del vino con el que obsequia a uno de sus amigos, con la del torrontés, tan célebre en Martos, la tierra de su autor:” Bebe tú que torrontés parece” (12).

La comercialización de los vinos, a menudo, dificultada por las medidas proteccionistas de los correspondientes municipios, que cuidan ante todo la venta de los propios caldos, no consiguen cerrar absolutamente las puertas de la ciudad a vinos traídos de otras partes, especialmente, en determinadas épocas del año, en que la propia autoridad no tiene más salida que otorgar licencias para la importación de la bebida. En este contexto se sitúan las importaciones de vino desde Alcalá la Real, en 1476 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1476, folio 131.) y en 1479 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1479, folio 40r.); de Martos, en junio de 1505 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, folios  58v y 63.); de Úbeda, en 1505 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505,  folio 77.) y en el mes de julio de 1514 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1514, folios 93r y 96v.); de Baeza, el 25 de agosto de 1505 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, folio 131v.)

El día 3 de septiembre de 1505, debido a que la cosecha de vino de la ciudad de Jaén se había terminado ya y la vendimia de la uva aún no había comenzado, las autoridades municipales de Jaén extendieron amplia licencia para que los vecinos pudiesen importar vino de Úbeda, Baeza o de Martos (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, folio 133v.)

Martós, Casa municipal de la Cultura Francisco Delicado, un edificiode estilo costumbrista andaluz proyectado por el arquitecto sevillano D. Anibal González, autor también del proyecto de obra de la actual casa del Ayuntamiento de Lahiguera. Con la característica común de los adornos con azulejos.

Estas medidas afectaban sólo a la comercialización de los caldos al por mayor, es decir, los vinos que se importaban envasados en cueros, debían de contar con las correspondientes licencias para su venta (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 117v.) y entrar en la ciudad de Jaén por la Puerta de Baeza (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 117v.), sin embargo existía siempre plena libertad para que cualquier vecino pudiese entrar consigo pequeñas cantidades de vino, de uno o dos azumbres, envasado en bota o en calabaza (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 117v.)

A la inversa, algunos datos también nos informan de la exportación del vino de la ciudad de Jaén hacia otras poblaciones de la provincia. Se transportaba vino a Mengíbar, y para unos desposorios celebrados en la vecina Andújar, se permite que se les lleve una carga (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1479, folio 40r.)

Andújar, palacio de la Condesa de Gracia Real.

Andújar, Altozano de la Victoria.

Y lo que es más sorprendente, se sacan 70 arrobas de vino de Jaén para la fortaleza de Arenas, en 1479,
a pesar de la prohibición religiosa, cuando aún permanecía bajo el poder de los musulmanes,  (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1479, folio 185r.)

La venta de los vinos en Jaén, como la del vinagre, la llevan a cabo los propios cosecheros en sus casas o los taberneros y mesoneros en sus tabernas y mesones, tanto por menudo, como al por mayor, en cántaras (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folios 126v y 127r.); pero a unos y otros les queda terminantemente prohibido ofrecer comidas con la bebida, y en el en el título XIX, trata de los taberneros y de las prohibiciones impuestas a ellos, como la de no dar comidas, no acoger mujeres públicas, no permitir juegos en las tabernas, ni mesones, etc. (13)

En las fiestas populares se montan tenderetes con ramas, donde se sirve el vino que alegra los festejos (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 80r.)

La venta de vino a los esclavos queda terminantemente prohibida en las diferentes poblaciones del reino de Jaén, según queda expresado en Las Actas Capitulares de 1514 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1514, folio 9v.) que recogen la orden de “que ningún tavernero ni tavernera ni otro vezino non de vino a bever a ningunt esclavo”.

Las ordenanzas de Baeza acompañan la prohibición de dar vino a los esclavos por las razones que justifican:

“Otrosí, porque somos informados de çierta çiençia, muy certificados, que en las tabernas y mesones e otras casas dan de comer y beber a los esclavos y esclavas de esta çibdad, donde resulta que ellos hurten a sus amos y señores para ir allí a comer y beber, e los dichos esclavos se enborrachan muchas veces y de buenos esclavos se hazen malos, a los quales da causa el dicho mantenimiento que les hazen y dan las dichas taberneras y mesoneras e otras cosas, e para lo remediar y evitar, hordenamos e mandamos que de aquí adelante ningún mesonero, ni tabernero, ni otra persona alguna, en mesón, ni en taberna, ni en otra casa alguna, no sea osado de dar de comer y beber a los dichos esclavos, por sus dineros, ni de balde, ni de otra manera alguna...” (14).

Imagen de un antiguo mesón. En los mesones estaba prohibido servir vino a los esclavos.

El antiguo reino de Jaén contó en el siglo XV con excelentes vinos provistos de sus propias denominaciones, lo que todavía perduraba a finales del siglo XVIII, pues el deán Mazas habla de vinos viejos de cerca de 20 años y, en general, alaba los vinos jiennenses, a los que considera mejores que los de Lucena y Montilla (15).

Calculamos sobre el consumo del vino en la ciudad de Jaén, que con una producción de 1.400.980 maravedíes de vino, en 1495, nos da un monto total aproximado de 280.196 azumbres, teniendo en cuenta un precio medio de 5 maravedíes por azumbre de vino. La traducción a litros de dicha cantidad nos proporciona una cifra del orden de 560.392 litros, sobre la base de 2 litros aproximadamente por cada azumbre. El reparto de esta cantidad de vino entre unos 18.000 habitantes que podía contar la ciudad en esas fechas, nos da un consumo estimado de 31 litros por habitante y año.

La producción vitivinícola de Úbeda, en 1510, nos proporciona una cifra media más elevada por habitante y año, que asciende a la cantidad de 40 litros (16).

Con respecto al consumo de hortalizas precisamos decir que el cultivo de hortalizas y frutales en el antiguo reino de Jaén es patrimonio común de todas las poblaciones que lo componen pese a que algunas, como Bedmar y Jaén, la capital del reino, destaquen por la cantidad, calidad y demanda de sus productos no sólo entre las comarcas vecinas, sino en tierras muy distantes de sus entornos (17).

Huertas en los alrededores de la ciudad de Jaén.  
 
Las huertas de los alrededores de la ciudad de Jaén, así como las de los ríos y manantiales próximos a ella, o de los más alejados de la Sierra y la Campiña, producían hortalizas de calidad y en mucha abundancia (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folios 83v y  84r.), que los hortelanos u hortelanas vendían casi diariamente en la plaza de San Juan y en otros muchos lugares apropiados de la ciudad (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 141r.)

Era ésta una obligación impuesta a los hortelanos de la ciudad, quienes para el adecuado abastecimiento de la misma ciudad debían plantar dos tercios de sus huertas con diferentes hortalizas y sólo un tercio de pastel, una planta tintórea muy solicitada y mejor cotizada por la artesanía textil para el color azul de los paños (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1756, folio 46v.)

A parte de los acostumbrados ajos y cebollas (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 82v.), de gran tradición en la cocina castellana y andaluza, las huertas jiennenses producían berenjenas, calabazas, coles, lechugas y rábanos, en cuya producción, los mejores eran los criados en Andújar (18).

El deán Mazas nos recoge una larga lista de las que debieron ser las hortalizas del siglo XV en Jaén, si exceptuamos las que posteriormente llegaron de América. Por tanto, según este ilustrado del siglo XV en las huertas jiennenses del siglo XV se produjeron en sus fértiles y cuidadas tierras, coles, lechugas, acelgas, berenjenas, cebollas, espinacas, escarolas, cardos, melones, sandías, pepinos, etc. (19).

Las hortalizas producidas en las huertas eran complementadas con otras muchas que se criaban de forma silvestre en montes y baldíos, con sabores más delicados y apetecibles, tales como cardos, alcaparras, turmas de tierra, mostaza (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folios 5Xr y 65v.), alcachofas o cardos arrecifas (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 155v.)

Plaza de Deán Mazas en el Jaén antiguo.
Una vez más será el citado deán Mazas quien nos proporcione una lista completa de esos productos del monte:

“Otros frutos menores produce esta campiña que no dejan de hacerla estimable, y no se hallan fácilmente en otras partes. Estos son las alcachofas, alcaciles, cardillos lechales, espárragos, alcaparras, alcaparrones, mostaza...”.

A continuación se detiene en la descripción de los productos más apetecidos por la población (20): así las alcachofas no se diferencian de las que se cultivan y crían en huertas, sino en que son más espinosas, menos anchas de hoja y menos abultada la cabeza. Su sabor viene a ser parecido al de las cultivadas en huerta.

Los alcauciles son de la misma especie, aunque más pequeños, apretados y la punta de cada hoja convertida en una espina punzante, pero su exquisito sabor hace que los jiennenses los conserven secos para aderezar guisos o ensaladas.

Los alcauciles eran conservados secos para aderezar guisos o ensaladas.

Los espárragos que “el campo produce a montones”, comienzan a brotar por octubre, y suelen conservarse secos o en vinagre para todo el año.

Las alcaparras o capullo de esta planta se cosechan para el consumo y como otras hortalizas silvestres se conservan secas, en vinagre o con azúcar.

En el antiguo reino de Jaén se producían igualmente muchas frutas de distintas especies y excelente calidad eran producidas por los hortelanos en las huertas de la ciudad de Jaén durante los siglos XV y XVI.

Las especies de fruta fresca recolectadas en las huertas jiennenses eran muy variadas: cerezas, ciruelas, duraznos, guindas, granadas, higos, manzanas, membrillos, priscos, servas, uvas (21), cidras, limones y naranjas (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 128r.)

Duraznos o melocotones.

Muchas de estas especies se producían de forma espontánea en el monte, y a ellas dedican también sus cuidados las ordenanzas, que ponen especial empeño en la protección de esos frutales: cerezo, peral, higuera, ciruelo y serval (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 157r.)

Nos encontramos, por otra parte, con distintas clases de uva, cada una de las cuales ostenta un valor diferente a juzgar por los distintos precios establecidos para ellas el 17 de noviembre de 1505 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, folio 178.)

Según la variedad de uva se daban diferentes precios de referencia de cada clase:

La  Carga de uva torrontés: 60 maravedíes.

La  Carga de uva Jaén: 50 maravedíes.

La Carga de uva tinta: 40 maravedíes.

La uva colgadera: Precios libres.

Las Uvas agrazas: Venta sin precios fijos (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 127r.)

La venta de la fruta fresca se realizaba por las hortelanas en distintos lugares de la ciudad, aunque parece que el preferido por las autoridades solía ser la Plaza de San Juan (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 141r.)

En la Plaza de San Juan se vendían, entre otras frutas, uvas agrazas, peros, cerezas en canastas, cesta o capacho y fruta al por menor por peso (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 127r.), cidras, limones, naranjas, traídos de fuera y vendidos por millares (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 128r.)

La fruta seca era también objeto de una activa venta en dicha plaza de San Juan y en otros emplazamientos y tiendas de la ciudad: Entre los higos destaca la variedad de “higos xaharís” (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 127r.). Era una variedad de higo muy dulce y tierno.


Los higos secos eran unos productos muy demandados en los mercados de la provincia.


Los higos secos (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 127r.) se acostumbraban a vender en cargas, costales (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 128r.), celemines (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 126v.) y por libras (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  folio 128r.)

Otros frutos secos o asimilados a ellos, vendidos en Jaén, son los dátiles y palmitos (22) (En el caso de la venta del palmito se trata, como bien sabemos, del tallo interior de la planta, que es comestible. 

Igualmente se traían de otras partes para vender en la ciudad, castañas, avellanas y bellotas que suelen comprarse por celemines (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 128r.)

En el Alto Guadalquivir se producían castañas en Sierra Morena (Archivo Municipal de Jaén: Hospital de Expósitos fundado por D. Miguel Soberado, folios 48 y siguientes.)

Las bellotas tan características de los montes de Sierra Morena.

El arancel de Bailén de 1491 recoge entre los productos gravados por su paso “cargas de “peniza o vellotas o castañas” (23).

Las almendras de Jaén fueron famosas junto con las de Lepe y se exportaron a otras zonas de Andalucía (24).

Su comercialización, entre la de otros productos, se registra en el arancel de Bailén en 1491, en el que se habla de “carga de açucar o almendras o de pasas o de alheña” (La  alheña es una planta, cuyas hojas molidas sirven para teñirlos tejidos).

Se venden pasas, procedentes probablemente de Almuñécar o de la axarquía malagueña (25).

La fruta fresca o seca, según las estaciones del año, era servida en las recepciones ofrecidas por Miguel Lucas de Iranzo, condestable de Castilla: en el alarde de 1° de mayo de 1463, último día de las Carnestollendas, los caballeros moros que permanecieron en él, “una de las cosas de que se maravillaban muy mucho, sí fue, que donde se avían podido fallar tantos figos e nuezes, como se gastaron aquel día allí” (26).

La fruta fresca o seca era servida en las recepciones ofrecidas por el Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo.

En las referencias del alarde de 1° de septiembre del mismo año, vuelven a hacerse parecidas alusiones: “donde el domingo de mañana se levó mucha fruta de duraznos e melones e mucho pan e vino, para toda la gente” (27).

En una de las colaciones ofrecidas en ese mismo alarde, se dice lo siguiente: “E luego mandó dar colación a todos de muchos duraznos e melones e pan e vino” (28), volviéndose a repetir por la tarde parecidos obsequios: “E luego mandó sacar mucha fruta e vino de una tienda que en el dicho campo estava asentada e dieron colación a todos” (29).

Tan abundante era la producción hortofrutícola de la ciudad de Jaén, que de fuera de sus términos jurisdiccionales acudían las gentes en busca de cargas de fruta fresca y fruta seca, como se nos testifica el 3 de enero de 1511 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1511, folio 4.

Estos productos tan necesarios y cuidados por las autoridades como abastecimiento ineludible de la ciudad, atraían, por su fama de gran calidad, a numerosos cargueros de Córdoba, Toledo y La Mancha (30).

Las buenas costumbres hortofrutícolas de los hortelanos jiennenses se mantuvieron inalteradas a lo largo del tiempo, de manera que el deán Mazas podía ofrecernos, a finales del siglo XVIII , un amplio catálogo de las frutas frescas y secas extraídas de sus huertas: nueces, manzanas (muy abundantes) , guindas garrafales, cerezas, camuesas, peras de varias especies, albaricoques, alberchigos, melocotones, ciruelas de muchas especies (las de fraile, eran las mejores y muy buenas para realizar el almíbar), peros blancos y arrebolados, higueras, uvas de comer, camuesas (Una especie de manzana fragante y sabrosa), y granadas se guardaban en invierno, mientras que las otras frutas, no se podían guardar (31).

Vendedor ambulante de leche en la calle.

Respecto al consumo de leche y queso, decir que aunque no era muy importante el consumo de ambos alimentos, el consumo de leche debió superar al del queso, a juzgar por la forma de expresarse los distintos datos de los documentos consultados.

Pudo consumirse la leche por los diferentes sectores de la población. Así nos lo parecen sugerir las medidas tomadas por las autoridades de Baeza (32), para evitar los abusos de los fabricantes de mantequilla, que despojaban de la posibilidad del consumo de este producto a las capas más pobres de la población:

“Por quanto los mantequeros de esta çibdad que usan e acostunbran hazer mantequillas, conpran toda la leche de esta çibdad e su tierra para labrar, de manera que muy poca leche se vende por el pueblo, e aquello es gran perjuizio del común y de los pobres, porque no pueden comprar leche ni hallan para su mantenimiento”.

Se prohíbe, en consecuencia, comprar leche a los fabricantes en una distancia de media legua alrededor de la ciudad.

Los precios de la leche parecen más moderados que los de la carne y el propio pescado, ya que el 11 de octubre de 1514 se establece por las autoridades de Jaén que la azumbre de leche se venda a 7 maravedíes. (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1514, folio 135r.) (La azumbre es una medida para los líquidos que equivale a 2 litros y 16 mililitros).

Las Ordenanzas de Baeza exigen que la leche desnatada se venda a mitad de precio que la leche entera (33).

La mantequilla obtenida con su manipulación debía de venderse a 1 maravedí la onza y media  Una onza equivale a unos 28 gramos de peso. (34).

El queso era un producto que también se consumía, quizá en menor medida que la leche, por las poblaciones del Alto Guadalquivir. La costumbre arraigada y generalizada imponía la necesidad de desplazar los rebaños a los cortijos de la campiña para “quesear” (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 75r.)

Sin embargo, la producción quesera jiennense era escasa y las autoridades a semejanza de lo que hicieron con otros muchos productos tuvieron que tomar medidas proteccionistas sobre su comercialización. Se prohíbe sacar quesos fuera de los términos a vender en otras partes (35).

Las autoridades trataban de proteger al consumidor exigiendo que los fabricantes de queso cumplieran determinadas normas, tales como la exigencia de que fabricasen el “queso fresco de tres vueltas en el entremijo para que sea enjuto” (36).

Existían varias calidades de queso que podemos vislumbrar observando sus nombres y el precio de cada uno de ellos (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1514, folio 4.)

Diferentes tipos de queso y precios:

— Queso fresco a 4 maravedíes la libra.

— Queso recocido a 4 maravedíes.

— Queso «çerazo» a 5 maravedíes la libra.

El consumo de leche y queso, sin embargo, debió ser bastante limitado. En 1487, la alcabala del queso y la leche en la ciudad de Jaén ascendía tan sólo a 25.940 maravedíes, una cifra que supone un consumo de 29.831 kilogramos. El reparto de dicha cantidad entre los 15.000 habitantes que estimamos podía tener la ciudad de Jaén en torno a esas fechas nos permite un consumo de 1,90 kilogramos por habitante y año, lo que indica, evidentemente, que la población no consumía diariamente los productos lácteos, y cuando se hacía, debió de ser en circunstancias muy extraordinarias, al menos para el conjunto de las capas populares.

También las legumbres debieron constituir, sin duda, la base del aporte proteínico a la mesa de las familias comunes de la población y especialmente de los pobres. Las componían los garbanzos, lentejas (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 128r.), habas y yeros (37).

En el mercado de la plaza de Santa María de la ciudad de Jaén se vendían muchas de las legumbres existentes en la época bajo la común denominación de semillas (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 138r.)

Miel de abeja de Sierra Morena.
Igualmente en las tierras del Alto Guadalquivir se obtenían copiosas recogidas de miel, tanto en Sierra Morena (38), como en el sistema montañoso Prebético y Subbético (39) y en los baldíos y dehesas de la campiña (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1500, folio  46.)

En este tiempo se daba una auténtica trashumancia de colmenas que se trasladaban desde Andújar a tierras de Jaén. Doscientas colmenas hacían ese recorrido en el año de 1476 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1476, folio 113r.), y quinientas lo hacían en el año 1500 (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1500, folio 46.)

De Santisteban bajaban los colmeneros a tierras de Úbeda (40).

El deán Mazas habla de la trashumancia de colmenas en el invierno, desde Jaén a Sierra Morena (41).

La miel se vendía por azumbres (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 127.), por menudo y en odres (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 128r.)

Se distribuía por diferentes espacios, como nos parece indicar el Arancel de Bailén de 1491, reiteradas veces citado, en el que se habla de “carga de miel o cera labrada o por labrar e pes e resina”. Dos puntos importantes por los que salía la miel del reino de Jaén para los habitantes del reino de Granada, fueron Pegalajar y Alcalá la Real (42).

La miel se vendía, también, en mercados del interior del Alto Guadalquivir, como ocurría en el Mercado de Santa María de la ciudad de Jaén (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 38r.)

Con ella se elaboraba “melcocha” (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1500, folio. 7v.)  y , sobre todo , turrones.

Los turrones junto con la miel constituían la Renta de la Miel y los Turrones (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 169v.)

En 1487, la alcabala de la miel y la cera, importaba 12.910 maravedíes. (43), es decir, que en ese año se vendió miel y cera por valor de 129.100 maravedíes.

Pese al aparente control de las autoridades que prohíben terminantemente vender “melcocha”, ni “turrones” por las calles, reservando la venta al interior de las casas (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1500, folio 7v.), la comercialización de estos productos debió andar bastante desorganizada, como lo trasluce el hecho de que el 1 de diciembre de 1505, la Renta de la Miel Cocha y de los Turrones, no interesa a nadie, porque no se tiene el debido control sobre ella (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1505, folio 185.)

El día 7 de junio de 1514 se determinaba que “...la postura de los turrones por un año... (fuese) por çinco mil mrs. y que los turrones blancos de almendras blancas se venda la libra a 24 mrs.” (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1514, folio 60v.)

Si la alcabala de los turrones suponía un monto de 5.000 maravedíes. Hemos de pensar que el conjunto de sus ventas sólo ascendió a 50.000 maravedíes, como, por otra parte, conocemos el precio de la libra, deducimos que sólo se vendieron 2.083 libras de turrón, que multiplicadas por 460 gramos, peso al que equivale la libra, nos damos cuenta que se comercializó una cantidad insignificante de turrones, del orden de 958 kilogramos en la ciudad de Jaén, en el año 1514, lo que da pie a pensar que poco turrón consumían o sólo lo compraban unas pocas personas (44).

Las especias eran muy demandadas por la sociedad de este tiempo, tanto para conservar los alimentos como para condimentarlos.

Con respecto al consumo de especias aclarar que eran tiempos de mucha demanda de especias, su comercialización era demandada tanto para conservar los alimentos como para condimentarlos; el uso de las especias estaba institucionalizado en diferentes tiendas de la ciudad de Jaén. Había tiendas de especias donde se vendían cominos, matalahúva (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 128r.), linueso, cañamones (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén, folio 128r.), se  hace referencia al azafrán de Peñafiel, al comino y al ajo. Tan arraigada estaba la especialización en la venta de los diferentes condimentos que en la ciudad de Jaén datamos, en 1478, la cofradía de los especieros (Archivo Municipal de Jaén: Ordenanzas de Jaén,  páginas 36v. y 44r. y v.)

El tan insistentemente referido arancel de Bailén de 1491 contempla entre los productos que pasan por su jurisdicción, la “carga de especiería, azafrán, carga de ajos, ajonjolí, cominos, alhucema, culantro seco, mostaza, linaza, matalahúva, alcaravea, cañamones, etc.”.

Aunque su naturaleza diste mucho del cometido de las especias, su función es bastante parecida a ellas en cuanto se emplean en el arreglo de casas, vestidos y, en definitiva, de personas. Son las aguas olorosas, de las que el arancel de Bailén refiere “cargas de aguas de azahar o rosada o albohor adobado”.

El fabricante de perfumes era muy considerado en la sociedad medieval.

También en el Alto Guadalquivir fue muy abundante la producción de sal por medio de las aguas salobres extraídas de pozos y evaporadas en salinas (Archivo Municipal de Jaén: Actas de 1479, folio 3v.)

De las salinas de los bienes de propios del concejo de Jaén se distribuía sal entre regidores y jurados, a razón de 12 fanegas para cada regidor y 6 fanegas para cada uno de los jurados (45).

Con más de un centenar de salinas de interior (Instituto del Patrimonio y los Paisajes de la Sal, 2008), Jaén es la provincia andaluza y del Estado español con mayor número de este tipo de patrimonio. Por lo tanto, la historia, la economía, los intereses, el poder y la vida en dicho territorio siempre han estado especialmente vinculados a la sal.

El fenómeno de las salinas de interior es especialmente llamativo pues, a través de originales y variopintas instalaciones ubicadas en espacios inverosímiles (laderas o bancales), que se sirven de las aguas salobres de manantiales y cursos subterráneos, se obtiene una sal de alta concentración y calidad. A demás, la presencia de estos blancos paisajes con una rica vegetación y fauna asociada, contrasta con entornos interiores como el de la estepa giennense donde, dicho sea de paso, encontramos la mayoría de las salinas de la provincia.

En este territorio se tiene constatada la cosecha de la sal desde época romana aunque, como ocurre en otros muchos sitios, su uso se puede remontar a la primera ocupación humana. Desde entonces la explotación se mantuvo constante hasta que, la crisis del sector artesanal de mediados de siglo XX, llevó al cierre y abandono de gran número de ellas. No obstante, un número bastante importante de ellas consiguió mantenerse o sobrevivir modernizándose, dedicándose a la extracción de salmueras o conservando a duras penas la producción artesanal.

Las salinas de Jaén se han caracterizado por ser pequeñas instalaciones (entre 1 y 3 Has), trabajadas por familias campesinas. En ellas se empleaban los métodos y técnicas tradicionales de producción que aprovechan la radiación solar y energía eólica. La sal era destinada a la conservación de alimentos y al abastecimiento de la ganadería local y comarcal.  

Granada 7 de marzo de 2022.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía y referencias de citas:

(1) Rodríguez Molina, José.: Inicios de la expansión del olivar en Jaén-Andújar (1477-1475), Homenaje al profesor Alfonso Sancho Sáez, Granada, 1989, páginas 186 a 275.

(2) Toral Peñaranda, Enrique: Jaén y el Condestable Miguel Lucas de Iranzo. Jaén, 1987, página 124.

(3) Rodríguez Molina, José: El Reino de Jaén en la Baja Edad Media. Aspectos demográficos y económicos. Granada, 1978, páginas 217 y siguientes.

(4) Izquierdo Benito, Ricardo: El patrimonio del cabildo de la catedral de Toledo en el siglo XIV. Toledo, 1980, página 231.

(5) Toral Peñaranda, Enrique: Úbeda (1442-1510), Jaén, 1975, páginas 309 y 310.

(6) Carle, Mª del Carmen: Mercaderes en Castilla (1252-1512), Cuadernos de Historia de España (Buenos Aires), XXI-XXII (1954), páginas 209 a 211.

(7) Toral Peñaranda, Enrique: Úbeda (1442-1510), Jaén, 1975, páginas 109 a 310.

(8) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo (Crónica del siglo XV), Madrid, 1940, página XL.

(9) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977.

(10) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo (Crónica del siglo XV), Madrid, 1940, página LIII.

(11) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo (Crónica del siglo XV), Madrid, 1940, páginas 423 y 424.

(12) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 70.

(13) Rus de Castro, Alfonso: El señorío de Bailén en la Baja Edad Media. Universidad de Granada, 1984, Arancel de 1491.

(14) Argente del Castillo, Carmen; Rodríguez Molina, José: Ordenanzas de Baeza, título XIX, capítulo VI, páginas 70 y 71.

(15) Martínez de Mazas, José: Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén. Jaén, 1794. Reimpreso por Editorial El Albir. Barcelona, 1978, página 378.

(16) Rodríguez Molina, José: El Reino de Jaén en la Baja Edad Media. Aspectos demográficos y económicos. Granada, 1978, páginas 217 a  226.

(17) Rodríguez Molina, José: Regadío Medieval Andaluz. Jaén, 1991, páginas 57 y siguientes.

(18) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página 88, 124, 207, y 225.

(19) Martínez de Mazas, José: Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén. Jaén, 1794. Reimpreso por Editorial El Albir. Barcelona, 1978, página 352.

(20) Martínez de Mazas, José: Retrato al natural de Jaén, páginas 344 y siguientes.

(21) Rodríguez Molina, José: La ciudad de Jaén. Inventarios de sus documentos (1549 y 1727). Jaén, 1982, número 43, página 22.

(22) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo (Crónica del siglo XV), Madrid, 1940, páginas 33 y 34.

(23) Rus de Castro, Alfonso: El señorío de Bailén en la Baja Edad Media. Universidad de Granada, 1984.

(24) Historia de Andalucía, Editorial Planeta. Barcelona, 1982, tomo II, página 214.

(25) Delicado, Francisco: La Lozana Andaluza, Edaf. Madrid, 1977, página.

(26) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo (Crónica del siglo XV), Madrid, 1940, página 115.

(27) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo (Crónica del siglo XV), Madrid, 1940, páginas 137 y 138.

(28) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo (Crónica del siglo XV), Madrid, 1940, página 139.

(29) Carriazo Arroquia, Juan de Mata: Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo (Crónica del siglo XV), Madrid, 1940, página 141.

(30) Rodríguez Molina, José: La ciudad de Jaén. Inventarios de sus documentos (1549 y 1727). Jaén, 1982, número 43, página 22.

(31) Martínez de Mazas, José: Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén. Jaén, 1794. Reimpreso por Editorial El Albir. Barcelona, 1978, páginas 366 a 370.

(32) Argente del Castillo, Carmen; Rodríguez Molina, José: Ordenanzas de Baeza, título. XVII, capítulo II.

(33) Argente del Castillo, Carmen; Rodríguez Molina, José: Ordenanzas de Baeza, título XVII, capítulo III.

(34) Argente del Castillo, Carmen; Rodríguez Molina, José: Ordenanzas de Baeza, título XVII, capítulo III.

(35) Argente del Castillo, Carmen; Rodríguez Molina, José: Ordenanzas de Baeza, título XII, capítulo II.

(36) Argente del Castillo, Carmen; Rodríguez Molina, José: Ordenanzas de Baeza, título XVII, capítulo VI.

(37) Rus de Castro, Alfonso: El señorío de Bailén en la Baja Edad Media. Universidad de Granada, 1984, Arancel de 1491.

(38) Argente del Castillo, Carmen; Rodríguez Molina, José: Ordenanzas de Baeza, Fundación Miguel de Soberado.

(39) Martínez de Mazas, José: Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén. Jaén, 1794. Reimpreso por Editorial El Albir. Barcelona, 1978, página 348.

(40) Argente del Castillo, Carmen: Las colmenas, un aprovechamiento de la Sierra Morena.

(41) Martínez de Mazas, José: Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén. Jaén, 1794. Reimpreso por Editorial El Albir. Barcelona, 1978, página 348.

(42) Rodríguez Molina, J.: Algunos datos sobre la actividad comercial y fiscal en Jaén y Baeza a fines del siglo XV. Actas del II Coloquio de Historia Medieval Andaluza. Hacienda y Comercio. Sevilla, 1982.

(43) Rodríguez Molina, José: El Reino de Jaén en la Baja Edad Media. Aspectos demográficos y económicos. Granada, 1978, página 244.

(44) Rodríguez Molina, José: La alimentación en el antiguo reino de Jaén. Siglos XV-XVI. Boletín del Instituto de Estudios giennenses, página 84.

(45) Castellano Gutiérrez, Antonio: Las Salinas de Jaén: (Contribución al estudio de la sal en Andalucía Medieval), Cuadernos de Estudios Medievales (Granada), VIII-IX (1983), páginas  157 a 167. 

No hay comentarios: