PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

martes, 16 de noviembre de 2021

LAS MINAS DE AGUA DE LAHIGUERA: LAS BOCAMINAS DE LA MINA Y DE SANTA CLARA.

CONDUCCIONES ROMANAS DE AGUAS SUBTERRÁNEAS DEBAJO DEL CERRO DE LA ATALAYA, EN CUYA CUMBRE ESTABA UBICADO UN GRAN ALMACÉN ROMANO DE DISTRIBUCIÓN DE MERCANCIAS.

El aire y el agua son sin duda, los elementos naturales más indispensables para el hombre. El aire lo es de manera inmediata e inaplazable. El agua, también de forma imprescindible, pero aplazable dentro de ciertos límites. El aire se obtiene sin esfuerzo, en todas partes y sin restricción. El agua tan solo existe en ciertos sitios y en cantidad variable de unos periodos estacionales a otros. Por ello se comprende que todas las civilizaciones antiguas hayan dependido para su ubicación de los lugares donde había agua. En Lahiguera numerosas zonas ricas en aguas han congregado a diferentes pobladores a través de los siglos.

A partir de los momentos finales del IV Milenio antes de Cristo y de los inicios del III Milenio antes de Cristo, se aprecia un aumento considerable de la presencia humana en la zona de nuestro hoy término municipal. Los asentamientos de los agricultores requerían estar próximos a lugares de fácil abastecimiento de agua y la existencia en sus proximidades, de buenos suelos para un aprovechamiento agrícola inmejorable. Por lo tanto se trataba de un tipo de hábitat muy vinculado a una economía básica de subsistencia, basada en los productos que en el campo criaba para alimentación del grupo familiar y sus ganados, con lo que se desarrollaban también los cultivos hortícolas y cerealistas.

La sedentarización del grupo humano inicial y la necesidad de ir aumentando el espacio de tierras productivas, llevó a este tipo de poblaciones a una búsqueda de la máxima competencia en la calidad de los suelos más productivos, lo que conllevaba la acertada elección de los suelos donde se asentaban.

Dada la demostrada calidad el nuestras tierras de la Campiña Sur, era natural la elección desde antiguo de numerosos puntos geográficos de nuestro término para que se produjesen los asentamientos. La elección de estos emplazamientos o asentamientos debían ser elegidos también entre los cerros, que ofreciesen buenas posibilidades defensivas, y así permitiesen la posibilidad de construcción de algún sistema de fortificación, un aspecto que era también considerado prioritario.

Término de Lahiguera con expresión de las diferentes denominaciones que reciben las tierras de cultivo de los 7 sectores que componen la superficie de tierras pertenecientes al Municipio.
El primer asentamiento conocido con fuentes documentales contrastadas por el Equipo de arqueólogos dirigidos por Nocete, es el yacimiento arqueológico de Los Pozos, situado en el mismo casco urbano de la villa.

Este tema ya fue tratado en un artículo anterior titulado: Yacimiento arqueológico en Lahiguera. Los Pozos: Un yacimiento arqueológico del Neolítico en Higuera de Arjona (Lahiguera).

https://lahiguerajaen.blogspot.com/2014/05/yacimiento-arqueologico-en-lahiguera.html

En el año 1986 con motivo de preparar las salidas de aguas negras de nuestras redes de saneamiento, tuvo lugar su descubrimiento, por lo que se realizó una excavación arqueológica de urgencia del citado yacimiento. En Los Pozos apareció una de las primeras fortificaciones conocidas con un sistema defensivo basado en un profundo foso excavado en la roca, con unos muros hechos de adobe. Junto a él aparecieron unas estructuras de habitación, fondos de cabañas con forma más o menos circulares, donde aparecieron grandes cantidades de materiales cerámicos, sobre todo fuentes y platos de arcilla.

Yacimiento de Los Pozos de Higuera de Arjona (Lahiguera). Excavación de urgencia del año 1986. Por la tipología del yacimiento es de filiación Neolítica.
Entre mediados del tercer milenio y su final se debió culminar en este yacimiento el proceso de sedentarización de estos hombres primitivos en nuestra villa, consolidándose por tanto en este territorio el modelo de subsistencia basado en la agricultura de cereales.

Según Nocete la topología de poblamientos encontrados responde a una triple articulación de asentamientos humanos:

1º.- Grandes centros fortificados situados en posiciones estratégicas.

2º.- Asentamientos de tamaño reducido que ocuparon cerros de gran control visual para sus pobladores, vinculados al control del territorio y de sus recursos agrícolas, y

3º.- Pequeños centros agrícolas especializados en los cultivos de secano, con unas estructuras de hábitat débiles.

Grupos cerámicos tardorrepublicanos del Cerro de La Atalaya de Lahiguera.
En el año 1986 en el Anuario Arqueológico de Andalucía, 1986 de  la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Dirección General de Bienes Culturales, página 47, se recoge una referencia a la prospección arqueológica realizada ese año en la zona de Los Pozos de Higuera de Arjona (Lahiguera). En esta prospección actuó un equipo de arqueólogos entre quienes estaba nuestro paisano arqueólogo Cristóbal Pérez Bareas, junto a los profesores Hornos y Nocete (1).

Ubicación del Cerro de Corbull de Lahiguera, muy próximo al Puente Romano sobre el Arroyo Salaillo. Foto de J. J. Mercado.
En el Cerro de Corbún o Corbull se situó otro poblado que podríamos considerar de una antigüedad cifrada entre la etapa de transición entre la edad del Cobre y del Bronce, según los materiales encontrados en superficie. Este asentamiento está falto de estudio y documentación, por lo que no podemos argumentar demasiados datos de momento. Se deduce que este asentamiento tuvo lugar en el mundo argárico, del que se han encontrado restos en otras zonas de nuestra Campiña. Debió ser una sociedad que alcanzó un alto grado de complejidad en su articulación interna, en la que se puso de manifiesto una jerarquización clara, que podíamos definir como “estatal” de tipo aristocrático. La cultura argárica, que se asentó en el sudeste de la península Ibérica hace entre 4.500 y 3.600 años, desapareció por una mala gestión de sus recursos naturales. El colapso ecológico tuvo mucho que ver con la deforestación a la que sometieron a una zona que ya sufría de aridez y en la que los incendios fueron una constante.

Los argar, llamados así porque los primeros indicios de su existencia aparecieron en el poblado almeriense de El Argar, fue una de las primeras sociedades urbanas de Europa Occidental, en plena Edad de Bronce. Después de alcanzar un amplio grado de desarrollo, su desaparición repentina, unos 1.500 años a. de C., siempre ha sido un misterio. Algunos creen que se debió al agotamiento de las minas en las que conseguían el material para hacer sus adornos, sus puñales o sus hachas, otros hablan de invasiones o de cambio climático. Sin embargo, José Sebastián Carrión García, del Departamento de Biología Vegetal de Murcia, y sus colegas aseguran, en la revista científica “Quaternary Science Reviews”, que hubo un desastre ecológico causado por el hombre en una región que ya era propensa a la sequía.

Vista a la derecha del cerro de Corbull, muy próximo al Puente Romano del Arroyo Salaillo. Foto de J. J. Mercado.
Con la cultura argárica, hace unos cuatro milenios, se intensificó la minería y comenzaron a producirse excedentes agrícolas y una mayor explotación de los bosques. Gracias a los carbones, se sabe qué hace unos 4.100 años se extendieron los fuegos provocados, quizás para aumentar los pastos, y hace 3.800 años la vegetación había cambiado: los bosques originales se transformaron en matorrales y plantas espinosas.

“Se perdió una gran biodiversidad ecológica y de forma muy rápida, en menos de una década. El cambio del clima no transformó el ecosistema, pero sí lo hizo la tala, los fuegos y el exceso de población. Se acabó la madera y sólo 300 años después la cultura argárica desapareció”, argumenta Carrión. La agricultura y el pastoreo, básicos para su supervivencia, se hicieron imposibles y las comunidades tuvieron que emigrar.

Con estas conclusiones en la mano, el investigador José Sebastián Carrión García recuerda que son muchas las culturas que han sufrido “un suicidio ecológico por sobreexplotación del medio, sobre todo en sociedades que han vivido en los márgenes de ecosistemas frágiles”. “Debemos aprender del pasado. Cuando las comunidades son pequeñas, son sostenibles, pero el problema llega con la sobreexplotación brutal de un espacio”.


El yacimiento de La Atalaya presenta una ocupación en la Edad del Bronce, y tras su abandono se vuelven a producir numerosas ocupaciones en etapas posteriores, generándose así después con el paso de los siglos diversas ocupaciones. El cerro de La Atalaya es el de más altura del entorno geográfico.

El río Guadalquivir a unos 5 km. del Cerro de la Atalaya, sin duda, debió de convertirse en una vía de comunicación rápida desde época muy temprana, reavivada tras la conquista romana y durante la etapa tardorrepublicana o republicana tardía.

La llamada República romana tardía fue una nueva etapa en la que entró el estado romano a partir de finales del siglo II a. C., en su nueva posición de hegemonía mundial, tras haber destruido o debilitado a todas las grandes naciones que pudieran haber representado una amenaza para su propia supervivencia.  

Todas las grandes potencias del Mediterráneo fueron doblegadas por Roma en un corto período. La República cartaginesa fue destruida en las guerras púnicas (146 a. C.), así como el Reino de Macedonia en las guerras macedónicas, el Imperio seléucida la gran potencia del este fue reemplazada a potencia de segundo orden en la guerra siria y el sometimiento de Grecia al poder romano dejó a Roma como dueña del Mediterráneo. Roma durante los sucesivos siglos no volvió a tener un enemigo organizado capaz de poner en peligro su propia existencia, solo algunos reinos como el Ponto, Numidia o Armenia crearon molestias regionales rápidamente subsanadas.

En esta nueva era, el mayor problema de la República fueron los propios enemigos internos, surgidos con los nuevos conflictos ideológicos y propiciados por el enorme éxito romano, estos saturaron las antiguas leyes e instituciones republicanas en una gran crisis del modelo de Estado que fragmentó la sociedad romana. La República se vio sacudida por nuevas reivindicaciones sociales por parte de los propios pueblos italianos aliados de Roma, quienes no poseían la ciudadanía romana y soportaban el peso de las campañas militares, sin tener opción de acceder a las nuevas oportunidades que ofrecían las nuevas conquistas territoriales.

Paralelamente, la aristocracia y la clase política concretamente, se beneficiaron enormemente de las nuevas conquistas del mundo mediterráneo. Los tributos impuestos a Cartago, Macedonia y Siria, el botín arrancado a las provincias y las ganancias derivadas del comercio efectuado, aumentaron su poder y riqueza. Este nuevo poder dotó de mayores recursos a los propios políticos para llevar a cabo sus propias aspiraciones personales, aspiraciones que en muchos casos se hacían a expensas del bienestar del estado. En esta nueva era, las grandes fortunas permitieron ostentar clientelas enormes con las que se ejercía influencia y compra de votos, con el único propósito de servir al aumento del poder personal a expensas de la legalidad, enfermedad que sin duda alguna fue el mayor problema de la República y la causa final de su destrucción.

La expansión territorial romana, hacia finales del siglo II a.C., parece consolidarse con la creación de nuevas formas de explotación agrícola y minera en tierras del Alto Guadalquivir, lo que debió de propiciar la creación de unidades de producción e infraestructuras destinadas a la distribución de mercancías, ubicadas en lugares estratégicos, este fue el papel que fue asignado al gran centro de distribución comercial que se instaló en nuestro Cerro de La Atalaya.


 Seguramente, en un primer momento y en la mayor parte de los casos, los romanos aprovecharían las infraestructuras existentes de las ciudades más relevantes, pero en otros casos debieron construirse nuevas instalaciones y se crearon lugares encargados de recepcionar las mercancías derivadas del pago de las diversas obligaciones fiscales, a las que se vieron sometidos los pueblos conquistados. De esta forma, el Cerro de la Atalaya se configura como un lugar de tránsito ubicado a escasos 5 km. del río Guadalquivir, junto a las principales vías de comunicación y nudos comerciales de la Alta Andalucía: la vía Heraclea y la futura vía Augusta.

Trazado de la Vía Heraclea desde Cádiz a la frontera de los Pirineos, con parte de sus trayectos utilizados después para la Via Augusta.

Trazado de la Vía Augusta desde Cádiz con los 22 trayectos hasta los Pirineos.
La Vía Heraclea, Heráclea o Heraklea fue un importante camino histórico que discurría por la península ibérica, que data de al menos el siglo VI a. C. Gran parte de su trazado es el antecesor directo de la Vía Augusta romana. Se utilizaba principalmente para realizar el comercio entre las colonias griegas del Levante español con los territorios de Turdetania (Bética), en cuyo extremo oriental se encontraba nuestro territorio. Esta vía tenía su comienzo en los puertos helenos del este de Iberia: Akra Leuké (hoy Alicante), Alonis (Villajoyosa) y, Hemeroscopio (Denia). Desde allí, partía hacia el territorio de la actual provincia de Albacete, bajando posteriormente hacia Sierra Morena y entrando en territorio Oretano (ya considerado Turdetano). Tartessos, que coincide en casi su totalidad con lo que posteriormente sería denominado Bética, comenzaba al sur de las actuales ciudades de Ciudad Real y Albacete, por lo que a pocas jornadas desde Albacete ya se entraba en el territorio comercial perteneciente al directorio de servicios de las minas del Guadalquivir y Guadiana. La vía heraclea seguía por sierra Morena, bien entrando por la capital Oretana, Castulo (cerca del actual Linares) o bien desde el este, por la ciudad de Obulco (actual Porcuna). Tras ello, seguía hacia el sur llegando a Kart Iuba (Córdoba) y Spalis (Sevilla).

Pavimentación de la Vía Augusta.
La vía Augusta comenzaba en Cádiz y terminaba en Narbona, pasando por poblaciones tan próximas como Corduba (Córdoba), Epora (Montoro), Obulco (Porcuna), Isturgi (Andújar), Iliturgi (Mengíbar, donde cruzaba el Río Betis (Guadalquivir) y Castulo (Linares).

Después de sus victorias, Roma imponía a la mayoría de las comunidades dominadas la obligación de pagar un stipendium o tributo anual, una cantidad fija que podía ser satisfecha en moneda, metal o productos agrarios. Las primeras acuñaciones de moneda de Obulco (Porcuna) e Iliturgi se realizaron para regularizar el pago a Roma y así facilitar la recaudación del tributo. La imposición de una tributación regular requería el establecimiento de una alianza con la aristocracia ibera local, toda vez que Roma nunca dispuso de un sistema burocrático suficientemente complejo, como para asumir el control directo de la producción agraria y de los mismos mecanismos de formación del tributo. La aristocracia ibérica se constituyó en el interlocutor regional de Roma, y ésta a su vez garantizaba mediante la coacción militar, el mantenimiento del modo de vida tradicional de las comunidades locales. Esta situación explica la conservación en este periodo de la cultura material indígena, como han evidenciado, respecto al urbanismo, los trabajos en oppida como Atalayuelas (Fuerte del Rey) (2), o en las turres (recintos fortificados) de Los Jardines de la Yuca (La Guardia), del Espino (Torredelcampo) (3), y el Cerro de Peñaflor (Jaén), todas construidas en época ibérica, pero ocupadas con funciones similares a las originarias bastante tiempo después, al menos hasta el siglo I d.C. También, la necesidad de responder a las exigencias de la tributación impuesta llevaría a las comunidades indígenas a extender la producción agraria a nuevas zonas, hasta entonces desatendidas.

Castillo de Peñaflor (Jaén).
Sin embargo, no siempre fue posible el entendimiento de Roma con la aristocracia indígena. El territorio provincial fue contemplado también por la oligarquía senatorial romana como una vasta reserva de recursos que podían ser extraídos mediante la actividad militar. Los ingresos militares eran beneficios económicos inmediatos, derivados del saqueo, de la venta de prisioneros o de las indemnizaciones de guerra. Esta fuente de ingresos se ajustaba estrechamente a los intereses individuales de los senadores que obtenían el mando provincial, pues el éxito militar aseguraba el prestigio político en la misma ciudad de Roma y, a menudo, servía para compensar los costes ocasionados por el ejercicio de las magistraturas en la ciudad y, en general, para financiar la propia carrera política del senador. Sólo de esta manera podemos entender que una forma de explotación, que parecería normal en el contexto de la Segunda Guerra Púnica o del control militar de la región, se encuentre, aunque con intensidad decreciente, durante todo el periodo republicano. Un ejemplo lo encontramos en torno al año 140 a.C. en la intervención de Quinto Fabío Máximo Serviliano, el cual, según Apiano, vendió como esclavos  “en número de diez mil” a los habitantes de Iscadia, Obulcola y Gemella, lugares de localización incierta que algunos autores han situado en nuestro ámbito geográfico próximo. La desaparición de algunos oppida ibéricos de la zona como Cerro Villargordo y Torrejón en Torredelcampo, abandonados justamente en ese momento, debió estar motivada por actuaciones como la de Serviliano.

Los  conflictos civiles de los últimos años de la República, y el apoyo de las comunidades locales a uno u otro de los jefes militares romanos en lucha, hicieron ver el peligro que ello tenía para la propia seguridad de la República. Por ello no resulta extraño que fuera Julio Cesar, principal beneficiario de buena parte de ese apoyo, el que iniciase, un programa de implantación colonial en el valle del río Guadalquivir, con la llegada de nuevos colonos romanos. Se crearon así nuevos asentamientos destinados al establecimiento de sus clientelas civiles y militares, que significaron una importante restricción del campo explotado por las comunidades locales, y fueron dispuestos de acuerdo con un proyecto de control sistemático del territorio. Este sería el origen de la Colonia Augusta Gemella Tucci, la actual Martos. Probablemente, la fundación de la citada colonia estuvo motivada por la conveniencia de situar un establecimiento romano en una región sin poblaciones de gran entidad, pero sin duda también influyo la actitud sostenida por la Tucci indígena durante los conflictos civiles de la República tardía. Efectivamente, en este sentido se trataría de un castigo infligido a una población que había manifestado una adhesión continuada al bando pompeyano; la intención punitiva de esta intervención romana se reforzaría por la procedencia militar de los nuevos colonos. Otros oppida se remodelarían profundamente, como en el caso de Cerro Miguelico (Torredelcampo) (4).
Muralla ciclopea de Cerro Miguelico (Torredelcampo).

Paralelamente, y como demuestra la progresiva abundancia de cerámicas romanas en los asentamientos indígenas de nuestro término, se produce un importante desarrollo de los circuitos comerciales de productos romanos, como es el caso de nuestro centro de distribución de mercancías del Cerro de la Atalaya, que van a ir sustituyendo con cierta rapidez a la cultura material autóctona ibera.

Pero esto será sólo el antecedente inmediato de la aparición del primer centro de producción de terra sigillata hispánica en época de Tiberio-Claudio, siendo junto al río Guadalquivir, en los Villares de Andújar (5), donde se ha observado la estrecha relación de las primeras cerámicas con los productos itálicos. Esta presencia comercial itálica en el alto Guadalquivir seguramente exigió la estabilización del sistema impositivo y, sin duda, comportaba también un notable incremento de la circulación monetaria. El intercambio creciente determinaría el abandono progresivo de las acuñaciones indígenas y, en su lugar se generó el uso generalizado de la moneda romana. La nueva orientación de la política romana durante la primera edad imperial está señalando una real transformación importante ocurrida en el mismo Estado romano, donde los nuevos grupos sociales que se habían desarrollado durante los últimos siglos de la República, al amparo de la expansión territorial, como el llamado orden ecuestre. Todos estos factores conseguirían la paulatina integración de la población indígena en el Imperio, cuya sanción será la concesión del derecho latino a Hispania por Vespasiano, en torno a 70 d.C., que crea el marco jurídico de las nuevas relaciones entre indígenas y romanos. Así, la ciudadanía latina se extendió a toda la población libre de los centros indígenas. Esta política de municipalización de las comunidades provinciales promovida por Vespasiano, estaba destinada a la consolidación del nuevo sustrato social de la nueva dinastía Flavia, y a racionalizar el sistema impositivo con la aplicación de las distintas fórmulas de tributación personal propias de los ciudadanos. Esta radical transformación cristalizaba en la ciudad romana, y en la nueva articulación del territorio que depende de ella, y que es el nuevo instrumento dispuesto por Roma para la explotación del territorio provincial. La antigua aristocracia ibera se convierte así en parte de la ciudadanía romana a través del ejercicio de las magistraturas municipales, identificándose con el propio Estado romano, lo que produce la disgregación definitiva de la sociedad ibérica.

La nueva configuración urbanística de los asentamientos eleva la importancia de tres de los antiguos oppida: Aurgi (Jaén) (6), Iliturgi (Cerro Maquiz de Mengibar (7), y probablemente Mentesa Bastia (La Guardia), que adquieren la categoría de municipios romanos. Otros oppida indígenas iberos como el del Cerro de la Atalaya de Lahiguera y el de Las Atalayuelas (Fuerte del Rey), que permanecieron ocupados durante el periodo imperial nunca fueron reconocidos como una entidad político administrativa propia, y quedaron como una articulación secundaria dentro del territorio de los municipios, asumiendo principalmente funciones de intercambio primario como centros de mercado local.

Apliques de bronce de lanzas de carros de Cerro Maquiz de Mengíbar, del siglo IV antes de Cristo.
La transformación más relevante del paisaje agrario de la Campiña en la etapa imperial consistió en la expansión del poblamiento rural disperso, hasta entonces relegado al entorno de los establecimientos coloniales. Esta característica implantación rural, detectada a partir del último tercio del siglo I d. C. tiene su origen en la ocupación privada de una parte de las tierras de los municipios, que sería asignada a los ciudadanos siguiendo la sistemática del catastro romano, mientras otra parte continuaría siendo de aprovechamiento común. Esta dispersión de pequeños asentamientos constituye la expresión en el territorio de una estructura agraria dominada por la pequeña y mediana propiedad campesina, habiéndose estimado entre 25 y 50 hectáreas la extensión media de estas propiedades en las distintas zonas de la Campiña. El hallazgo en muchos lugares de nuestro término de muelas de granito y prensas de aceite, en ocasiones en un mismo sitio, indica una producción agraria centrada en los cereales y el olivar, aunque posiblemente también se darían otros cultivos como la vid y leguminosas y, sin duda , una ganadería bastante diversificada (8).

Pero toda esta estructura se hunde a mediados del siglo II d. C. haciendo su aparición la gran propiedad, que genera una agricultura latifundista y autárquica. Los cambios de este periodo se manifiestan también de forma especialmente activa en el mundo urbano, considerándose que con ello se inicia un declive urbano como el observado en Iliturgi, aparece un nuevo tipo de ciudad cuya articulación de las relaciones sociales la ocupan a ahora los grandes latifundios, con lo que la ciudad acaba configurándose como un simple apéndice en la administración burocrática del Estado. Esos latifundios van a tener su centro en numerosos asentamientos rurales, muchos de los antiguos lugares que seguirían siendo ocupados para la explotación agrícola de las tierras, que incrementan en número el poblamiento rural disperso, para pasar siglos después a ser centros de explotación de una pequeña o mediana propiedad campesina, que con el tiempo pasaron a ser abandonadas. El proceso descrito llevó a que ya en el siglo V la autoridad imperial apenas se ejerciera  sobre la zona, siendo la aristocracia hispanorromana la que gobernaba, ya lo hiciera desde las ciudades y desde los latifundios de los que era propietaria. Muestra de ello fueron la Cortijada del Peñón y de la Cañada de Zafra, La Muña, El Berrueco, Fuerte del Rey, La Aldehuela, Fuentetétar, el Cerro de la Muela en Mengíbar y Torredelcampo, indudable asentamientos de época romana, que después siguieron siendo núcleos de población visigoda y árabe.

Castillo de La Muña (Torredelcampo, Jaén).
El Cerro de la Atalaya en la localidad de Lahiguera (Jaén) es un peculiar e inédito yacimiento recientemente excavado y que ha revelado una coyuntura de abandono excepcional. Se localiza en la confluencia de varias de las vías de comunicación más importantes que tuvo la Alta Andalucía durante la romanización. El yacimiento se corresponde con un gran almacén de carácter comercial que se ha fechado en la primera mitad del siglo I a.C. Entre los materiales que se han documentado destacan las cerámicas de barniz negro,  sus imitaciones, las paredes finas, cerámicas comunes importadas y un interesante repertorio de ánforas regionales e importadas.   

En el año 2016 la Revista de Prehistoria y Arqueología (SPAL) de la Universidad de Sevilla, publicaba en su número 25 (2016) un total de 34 páginas (113-147), donde se recopilaba un interesante informe de las excavaciones realizadas por los arqueólogos Barba Colmenero, Vicente; Fernández Ordóñez, Alberto; y Torres Soria, Manuel Jesús. Así como el estudio de las Ánforas republicanas del Almacén Comercial del Cerro de la Atalaya (Lahiguera, Jaén), con el título que antecede subrayado. Las excavaciones del Cerro de La Atalaya de Lahiguera se realizaron entre los años 2007 y 2013, años en que se produjeron las ampliaciones y modificaciones de nuestros depósitos de aguas potables en el citado cerro.

El texto por su interés es recogido en su totalidad en este artículo, en él se dice:

“El yacimiento conocido como Cerro de la Atalaya se localiza en la Alta Andalucía, a escasos 600 m. del municipio de Lahiguera, en la provincia de Jaén. Sus excepcionales condiciones de visibilidad sobre la vega del Guadalquivir y la campiña occidental jiennense han propiciado que el lugar tradicionalmente se hubiera identificado con un recinto de época ibérica (9), e incluso en recientes estudios se ha considerado que se trata de un pequeño recinto de la etapa republicana, relacionado con las llamadas turres baeticae (10).

Ubicación del Cerro de La Atalaya de Lahiguera.

En la cima del cerro se sitúa un depósito de agua construido en la década de 1970. Las investigaciones sobre el lugar han estado relacionadas con la ampliación de dicha infraestructura. El Cerro de la Atalaya ha sido excavado sistemáticamente durante los años 2007, 2008 y 2013, como consecuencia de la construcción de un nuevo depósito regulador de agua que abasteciera al municipio (campañas de excavación de 2007 y 2008) y la mejora de la red general de abastecimiento de agua de la campiña jiennense (campaña de 2013). La primera campaña de excavación contempló la apertura de veinte sondeos de 2x2 m, siendo algunos de ellos ampliados hasta excavar una superficie total de 306 m². Ante la aparición de numerosos restos arqueológicos que iban a ser afectados por la construcción del depósito de agua, se vio la necesidad de excavar la totalidad de la superficie afectada por las obras, por lo que en el año 2008 se procedió a una nueva intervención arqueológica en la que se llegó a abarcar una superficie de 236 m. La última fase de estudios arqueológicos realizados en el cerro corresponde al año 2013, en el que se realizó un control arqueológico desde la ladera oeste hasta la cima del cerro, así como una nueva intervención arqueológica en la cima con la apertura de cuatro sondeos, excavándose un total de 41 m². Por tanto, podemos indicar que la superficie excavada total durante estas campañas de intervención ha sido de 583 m², por lo que prácticamente hemos investigado la totalidad del yacimiento. De igual forma, también se ha realizado una prospección sistemática del entorno inmediato al yacimiento, abarcando un radio de unos 4 kilómetros, y una microprospección con GPS de todas las laderas y pendientes con arrastres de materiales cerámicos.

Las diferentes intervenciones arqueológicas realizadas han llevado a definir tres momentos de ocupación. El primero de ellos se corresponde con la etapa del Bronce Final, documentándose algunas estructuras excavadas en la base geológica correspondientes a silos de almacenaje, cabañas y dos fosos de carácter defensivo. Sin embargo, las prospecciones realizadas en el entorno nos informan de que la principal ocupación de este momento se encontraría más hacia el este, apreciándose una pequeña meseta que debió estar fortificada con abundante material en superficie. Dicha ocupación está relacionada con la consolidación de núcleos poblacionales de cierta envergadura que empiezan a surgir a partir del segundo y tercer cuarto del III Milenio a.C. en la campiña jiennense (11), como el cercano yacimiento de Los Pozos, excavado en la década de los años 80 en el casco urbano de Lahiguera (12).

La segunda fase documentada se corresponde con la etapa Ibérica antigua, desde el siglo VII a.C. hasta mediados del siglo VI a.C. De esta fase se ha localizado una estructura excavada en la base geológica que presenta una dirección norte-sur y que se ha identificado como un canal de conducción de agua asociado, con toda seguridad, a la puesta en cultivo de la ladera sur del cerro durante esta etapa. Debido a que en los últimos años se habían realizado estudios arqueológicos superficiales, se venía considerando que el Cerro de la Atalaya en esta época se correspondía con un recinto fortificado asociado a lo que se había definido como frontera oriental de Tartessos (13).

Por las evidencias arqueológicas que hemos documentado de esta etapa, sabemos que este yacimiento está asociado a un hábitat estacional con construcciones realizadas con materiales perecederos, a modo de choza excavada en el sustrato geológico, y relacionada con la puesta en cultivo de tierras fértiles en lugares próximo a manantiales o cauces fluviales. A modo de paralelo se han localizado recientemente numerosos establecimientos de este tipo en el entorno de la ciudad de Jaén, en la zona conocida como Marroquíes Bajos (14).

Plano de habitáculo con 6 habitaciones, almacén y fuera un horno para tostar cereales.
La tercera fase histórica documentada en el Cerro de la Atalaya es la que mayor importancia tiene, ya que se ha localizado un conjunto de tres edificios de época tardorrepublicana romana, fechados en la primera mitad del siglo I a.C. Se trata de un complejo comercial dividido en varias áreas que hemos interpretado como zona de producción, lugar de acopio de mercancías o almacén, granero y espacios administrativos o lugar donde se realizarían los tratos y las transacciones comerciales.

En primer lugar destaca el gran edificio del almacén, que tiene 210 m² y estaba distribuido en seis estancias: tres de ellas precedidas por un pórtico y orientadas hacia la zona oeste del yacimiento y otras tres situadas en la zona oriental y cuyo pavimento está realizado con grandes losas de piedra. En la zona occidental, junto a un gran porche, interpretamos que se guardaban las mercancías elaboradas o directamente destinadas a los diferentes mercados. En cambio, la zona oriental, o parte trasera del almacén, parece que estuvo relacionada con diversas áreas de actividad, donde se han localizado hornos, hogares, bancos de trabajo, etc., y a su vez lugares donde se guardarían los productos semielaborados o en proceso de preparación como salsas y conservas de pescado.

El porche exterior debió ser uno de los lugares principales del asentamiento, a él llegarían los comerciantes y era donde seguramente se recibían los productos y se verificaba el estado de los mismos, siendo la parte más pública de las instalaciones.

El segundo de los edificios se localiza en el extremo sureste del complejo y se corresponde con una construcción alargada de 47,50 m², estando precedida por un pequeño pórtico sustentado por pilares de madera. Junto al mismo se han encontrado numerosos bancos de trabajo relacionados con molinos de mano, lo que junto al estudio carpológico realizado, nos ha llevado a identificar esta zona como un lugar de granero y de producción o elaboración de harinas. Adosado al edificio se ha identificado un gran horno circular de 1,20 m de diámetro que estaría asociado al tostado del grano.

El último edificio documentado se encuentra ubicado al este del almacén, pero tan sólo se pudo excavar una pequeña parte del mismo, con lo que nos ha sido imposible adscribirle una funcionalidad concreta; aunque, por los materiales localizados en su interior, pensamos que se correspondería con una zona destinada al hábitat.

Las zonas exteriores que se configuran entre los distintos edificios se identifican como lugares también de producción, donde se han documentado diversas áreas de trabajo relacionadas igualmente con la molienda de grano.

Hacia mediados del siglo I a.C. se produjo el abandono brusco del asentamiento, debido seguramente a los conflictos internos entre la población local y las élites romanas, que posiblemente controlaban las instalaciones. Como sabemos, el yacimiento sufre un abandono brusco asociado a un acontecimiento bélico y las instalaciones son incendiadas. La mayor parte de los materiales quedaron in situ y otros debieron ser saqueados, alguno de ellos esparcidos y rotos por las zonas exteriores. Por los planos de dispersión que hemos documentado en el trabajo de campo, parece evidenciarse que este tipo de ánforas quedó in situ, alguna de ellas como hemos apuntado junto a las zonas de trabajo de molturación de grano, y otras al fondo de las estancias del almacén. En cambio, las ánforas itálicas, las cerámicas campanienses y las paredes finas, es decir, los materiales importados, parecen que tienen una mayor fragmentación y muchos de ellos se han recuperado de forma más desordenada junto a las puertas de las habitaciones y sobre el pavimento de la calle circundante al almacén.

Esto motivó que gran parte de los materiales que allí se almacenaban y las distintas áreas de trabajo fueran abandonados de forma súbita, coyuntura excepcional que nos ha servido para interpretar los diversos usos y funciones de los diferentes espacios y dependencias. El lugar nunca más fue ocupado y solamente se han detectado fosas de expolio para sustraer los mampuestos que configuraban los zócalos de las distintas estructuras.

El cese repentino de las instalaciones del Cerro de la Atalaya a mediados del siglo I a.C., como consecuencia de un conflicto bélico, truncó los planes de los conquistadores y de las élites romanas que controlaban seguramente el enclave comercial. Esta coyuntura de inestabilidad coincide de forma generalizada en todo nuestro territorio, y como consecuencia de ello observamos cierres y abandonos de algunas minas en Sierra Morena y ocultamientos de tesorillos al norte de la provincia de Jaén (15).

Parece advertirse de esta forma una cierta resistencia de la población indígena a las exigencias de Roma, y por ello las instalaciones de la Atalaya debieron ser destruidas, con la intención de cortar y no volver a poner en marcha este lugar de tránsito y sus conexiones con los distintos mercados y los circuitos comerciales.

Parece evidente que el almacén comercial de la Atalaya se postula como un centro receptivo y de distribución de mercancías itálicas (ánforas, cerámicas de paredes finas, morteros, etc.), que propició la creación de un mercado regional para el abastecimiento de un determinado grupo social encargado seguramente de gestionar las explotaciones mineras en Sierra Morena.

De los análisis carpológicos realizados en el yacimiento se desprenden varios datos a destacar: en primer lugar sabemos que la especie más numerosa es el trigo común duro, el cual llega hasta el Cerro de la Atalaya limpio, cribado y no asociado a ningún tipo de mala hierba, por lo que no se cultiva en el entorno inmediato al yacimiento. La ausencia de raquis o bases de lema en los cereales sugiere un almacenamiento del grano limpio. Las mayores concentraciones de cereal están asociadas a diez zonas de molienda localizadas en el edificio que hemos identificado como granero y horno de tostado (16).

El proceso que hemos reconstruido se podría resumir de la siguiente manera: tras la recepción del cereal, se almacenaría en sacos apilados sobre el pavimento de grandes losas del edificio de producción y granero, en cuyo porche se han localizado hasta cuatro zonas de trabajo con molinos de vaivén documentados in situ. El grano sería tostado en el horno ubicado en la parte trasera de las instalaciones, lo cual facilitaría su molturación. La harina resultante sería envasada en las ánforas que hemos identificado como Pellicer-D de la Alta Andalucía (AF-3), localizadas alguna de ellas junto a las zonas de trabajo. Por las grandes dimensiones que presenta este recipiente, debió tener una gran capacidad de almacenaje, según una estimación preliminar cada ánfora pudo contener una media de 90 kg de harina.

Ánfora republicana del Almacén del Cerro de La Atalaya de Lahiguera.
El envasado de la harina en ánforas es un hecho novedoso hasta ahora poco atestiguado, pero que sin duda supone un importante avance para el transporte de este producto a largas distancias sin los consiguientes problemas de conservación y mantenimiento, ya que los cereales se preservan mejor si son cocinados o molidos antes de emprender un largo viaje, sobre todo marítimo (17).

La segunda especie destacada es la olea, siendo significativa la aparición de huesos de aceitunas completos de dos especies diferentes. Sabemos que en el Cerro de la Atalaya no se realizaron trabajos de extracción de aceite, ya que no se han localizado indicios de dicha actividad; por tanto, el hecho de localizar huesos completos de distintas variedades de aceitunas, nos sugiere que éstas debieron de llegar en salmuera hasta nuestro territorio, seguramente envasadas en algún tipo de ánfora, sin que podamos precisar en cuál de ellas. De igual forma, es significativa la localización de dos especies distintas de aceitunas: la principal, con hueso pequeño redondeado, se estandarizará por toda la Alta Andalucía y principalmente en la Bética a partir del cambio de era, convirtiéndose en el cultivo estrella; en cambio, la otra variedad que se atestigua en el Cerro de la Atalaya, hueso grande y alargado, no ha sido localizada por el momento en ningún otro contexto arqueológico bético o de la provincia de Jaén, lo que podría estar indicándonos que se trata de una variedad importada (18).

Los tituli picti de las ánforas del Cerro de La Atalaya de Lahiguera (Jaén).
Por tanto, el Cerro de la Atalaya se nos configura como un enclave logístico ubicado junto al río Guadalquivir, un lugar de tránsito al que llegaron diversas mercancías y donde se recepcionaban los cereales procedentes del pago de los impuestos que tras la conquista se imponen a las comunidades indígenas (stipendium, aestimatio frumenti, vicésima, adhaeratio, praefecti) (19).

Por el momento no tenemos paralelos similares, aunque este tipo de infraestructuras suponemos que debieron ser frecuentes en nudos territoriales estratégicos.

Sin duda, los cereales, el vino itálico y las salazones procedentes de la costa gaditana se postulan como los productos más importantes que llegan a principios del siglo I a.C. a este lugar de tránsito. Estos productos debieron de ser muy demandados por los contingentes itálicos recién instalados en la Alta Andalucía, aunque también parecen ser adquiridos por las élites locales, como queda atestiguado en la tumba íbera recientemente excavada en la necrópolis del paraje de Piquía en Arjona (Jaén), con un ajuar inusual en el que se localizan dos ánforas Dressel 1.

El Cerro de la Atalaya presenta una inusual coyuntura de abandono, habiéndose excavado prácticamente al completo la totalidad del yacimiento y presentándonos una planta de ocupación tardorrepublicana única, en la que ha sido fundamental el análisis interpretativo de los diferentes espacios y los materiales allí localizados.

Ya en época contemporánea, la construcción del depósito de agua y las labores agrícolas, relacionadas con el cultivo actual del olivar, han propiciado el deterioro superficial del yacimiento y una dispersión considerable de sus materiales.

Lugar donde estuvo la salida de agua de la bocamina de la Mina de Lahiguera. Foto de Antonio Fernández Cortés.

Lugar donde estuvo la Charca de agua que decantaba la salida de la Bocamina de La Mina en Lahiguera. Foto de Juan José Mercado Gavilán.
Lugar de la Bocamina de La Mina en Lahiguera donde salía el agua decantada del Cerro de La Atalaya. Foto de Antonio Fernández Cortés.
Respecto a las galerías subterráneas de agua o pozos horizontales con salidas de agua en la Mina y en el lugar de Santa Clara, todos los ya crecidos en años vimos en aquellos años de inicio de la década de los sesenta del siglo pasado, como mayores y niños  observamos con ocasión de la remodelación de la carretera de Villanueva en el lugar de Santa Clara, como en la parte derecha de la carretera había a una profundidad de unos tres o cuatro metros un ensanche que en la parte que pegaba a la tierra de labor de mi abuelo José María Galán Pérez, se internaba en dirección al cerro de la Atalaya, y todos suponíamos que esa bocamina de un metro y algo de altura, de la que salía un agua clara y transparente, que se cortó hacía su salida de más abajo hasta la alberca cerca de la actual casa de Santa Clara, esto sería seguramente con las primeras obras de la carretera de Villanueva. Y se suponía que en sentido contrario parte del agua iría a parar a otra bocamina que había en el lugar conocido como La Mina, en la zona rocosa y con algunos arbustos y árboles, que por entonces se distinguía con claridad a unas decenas de metros de la curva donde estaba la casa de Los Lomas en la carretera de Jaén, que cultivaban la única viña superviviente de nuestro término.
Lugar del lateral derecho de la carretera a Villanueva de la Reina, donde antes de la remodelación de la carretera salía agua decantada de la galería subterránea que procedía de Cerro de La Atalaya. Fotos de Antonio Fernández Cortés.

Escuché decir a algunos jóvenes que en algún momento de habían internado en la gruta por la boca de Santa Clara; pero que tan solo caminaron unas veintenas de metros, aunque supongo que quizá fuesen menos, y se volvieron por no disponer de materiales adecuados para continuar la exploración.

Después de publicado este artículo me comentó Aurelio Garrido Martínez (“Aurelio el del Plancha”), que él con su excavadora nueva giratoria allá por el año 2002, hizo una cata en el terreno, en tiempo en que era alcalde Francisco Galán, y que al excavar en el margen derecho de la carretera en dirección a Villanueva, quedó al descubierto la bocamina del pozo de agua horizontal , apareciendo una gruta  en arena  de unos dos metros y medio de alto y dos cuerpos de ancho, que excavando en dirección hacia el cerro de la Atalaya, como uno 50 metros más arriba del margen de la carretera, se encontró con la galería de la conducción de agua, una agua limpia que no corría y estaba empantanada en la gruta, y que cuando se bajó le cubría hasta las ingles. Y que a partir de unos diez metros más en dirección al cerro estaba ya hundida. Describió igualmente que a lo largo de los metros recorridos de la gruta en arena, se mantenían unos pozos intermedios hacia la superficie del terreno cada ocho o diez metros; eran los pozos verticales que se realizaban hasta llegar a la superficie para proporcionar salida a la tierra extraída en la excavación y como conductos suministradores de aire a lo largo del recorrido del todo el pozo horizontal, y que cada cinco o algo más de metros se encontraban en los laterales a una altura de unos dos metros del suelo unas cavidades excavadas en la arena que se mostraban negras como si hubiesen servido como espacio donde se colocaron unas luminarias o antorchas para iluminar el recorrido de la gruta durante el trabajo de excavación romana. Dijo Aurelio que la arena de esas cavidades laterales a modo de pequeña covacha, hornacina o estante estaba negra del humo del fuego y la combustión mantenida por el fuego en recipientes de sebo o aceite a modo de candiles. Dice igualmente que cuando hicieron esa exploración estaba acompañado de Juan José Barragán Calero (hijo del Niño de Soledad), tristemente fallecido hace algunos años, y que Luís Zafra Gavilán hizo un video de la exploración, pero que le ha preguntado y dice no saber dónde lo tiene, que debió dejárselo a alguien y no se lo habrá devuelto. Yo pensaba hablar con Luís y tratar de localizar ese video que sería esencial para dar una muestra real de lo explorado.

Para que no quede en el olvido todo esto, y sea conocido por generaciones jóvenes, es por lo que escribo este artículo, pues cada vez más, a la vista de las lecturas realizadas, estoy en la idea que estas galerías subterráneas de Santa Clara y La Mina son obra de la ingeniería hidrológica romana, aunque después esas aguas fuesen aprovechadas por grupos moriscos bastantes siglos después.

Recordemos que en el cerro de La Atalaya, lugar más alto de nuestro entorno geográfico, está ubicado el depósito de aguas potables que suministra hoy agua a toda la población de nuestra villa, incluso a la parte más alta del núcleo de población que fue La Fuente de la Figuera, tras la entrega de Al-Bayyasi de nuestra aldea a Fernando III el Santo. Núcleo que estaba constituido por el Castillo, el Templo calatravo de Nuestra Señora de la Consolación, y el depósito de granos que almacenaba el tercio entregado a la iglesia de los cereales producidos en la villa, que se almacenaban en la Tercia, hoy felizmente propiedad del Ayuntamiento. La Tercia quizá fue también el templo desde la repoblación de nuestra aldea allá por los años 1.236 y siguientes tras la conquista de Arjona, hasta la construcción del templo calatravo en 1.552. Se supone que a partir de este tiempo el edificio pasó a ser La Tercia, cuyas paredes permanecen en pie.  La Tercia, que así fue llamada durante siglos, hacía las veces de silo, recogiendo en sus estancias compartimentadas todo el diezmo del trigo y demás cosechas procedentes de los campos que pertenecían al término del pueblo. Cuando se producían malas cosechas, debido a la sequía o como consecuencia de la plaga de langosta, este depósito podía servir de consuelo momentáneo para la alimentación de sus habitantes, previa autorización del cabildo catedralicio. A veces estos depósitos de granos servían para aliviar la hambruna de otras zonas de la provincia que habían sido castigadas por una nube de pedrisco o por una plaga de langosta muy localizada.

Recuerdos de la infancia me vienen a la memoria en oleadas, cuando pienso en lo que en aquellos tiempos de mi niñez era la Bocamina de la Mina de agua, que penetra y quizá cruce el cerro de la Atalaya en nuestra villa. Decimos cruza, sin saber si la creencia que durante decenas de años se ha mantenido en el saber popular de la localidad puede ser cierto, en el sentido de que la citada Mina de agua que tiene su principio o final en el venero que desaguaba en La Mina, tiene su continuidad, (bajo el monte en el otro lado del Cerro de la Atalaya en dirección nordeste, con una longitud aproximada de unos 800 metros), en el otro venero que llegaba al lugar de Santa Clara en la carretera que nos une con Villanueva de la Reina.

Foto de la nueva Casa de Santa Clara. Foto propia.
Lugar próximo a donde pudo esta la ermita convento de las clarisas, donde en una ornacina se veneraba la imagen de Santa Clara, imagen que realizó Juan de Reolid en 1.555. Foto propia.
Resulta difícil que pudiese ser una sola galería dada la significativa altura, que apreciamos entre una y otra salida de los dos veneros,  en contra de lo que comúnmente hemos pensado durante lustros y centenares de años, y que podamos atribuirle una continuidad a toda una galería subterránea de agua con una longitud aproximada de unos 800 metros entre una salida y otra; quizá por ello mejor podríamos precisar que en uno y otro caso, los realizadores de tales conducciones de agua decantada en cada salida, (posiblemente romanos y continuado en su uso por árabes durante los siglos que poblaron estas tierras) pueda mejor pertenecer a dos galerías diferentes. A nuestro entender la salida que tras la remodelación de la carretera se taponó en el margen derecho de la carretera, está mucho más baja que la que podemos calcular, observando el terreno desde la cumbre de la Atalaya hacia la caída de la Bocamina de la Mina de agua, que todos reconocemos como La Mina.
A unos 15 o 20 metros de la casa de Santa Clara estaba ubicada en su tiempo la ermita convento de Santa Clara. Foto propia.
Lugar en cuyas inmediaciones estaba hubicada la alberca que recogía el agua decantada de la bocamina de Santa Clara en el margen izquierdo de la carretera a Villanueva de la Reina. Foto propia.
Una simple hipótesis que no se podrá validar hasta que no se estudie con una exploración, quizá ya imposible por el estado de abandono y olvido en que se encuentra y porque las generaciones jóvenes actuales  y venideras desconocen su existencia.

Algunos vecinos mayores de nuestra villa recuerdan que tanto por una u otra entrada hubo grupo a amigos que intentaron penetrar una decena escasa de metros por la Bocamina de La Mina, pero regresaron ante la incógnita de lo desconocido y carecer del material adecuado para continuar su penetración.

Quizá el intento más esclarecedor fuese el que hace ya muchos años intento realizar, como a unos veinte metros del borde de la carretera a Villanueva, Aurelio “El Plancha” con su máquina excavadora, en la misma dirección de la boca abierta en Santa Clara, encontrando la galería y una especie de escalones de trecho en trecho donde se supone que se colocaban candiles o luminarias que le permitían visualizar su labor de excavación. Parece ser que como consecuencia de la utilización de la excavadora al ir quitando tierra desde la superficie hacia el interior del terreno, la galería se hundió y los allí presentes pudieron penetrar y ver un corto trayecto de galería con los pequeños huecos o escalones porta candiles que había de trecho en trecho, encontrándose más allá la galería obstruida por derrumbamiento.

Por la salida de la bocamina por Santa Clara, los mayores recuerdan que también había una alberca en el otro margen inferior de la carretera de Villanueva de la Reina, situada poco más o menos a unos metros de donde hoy está ubicada la casa, con unas dimensiones de 6 metros de larga con orientación en paralelo a la carretera y entre 2 y 3 metros de ancha. Creo recordar que en ese tiempo la parte de abajo de la finca de Santa Clara era propiedad de Teresa Martínez Lara, aunque recuerdo ver por allí a algunos miembros de la familia de los “Torrevueltos”, que eran quienes la trabajaban. Después debieron adquirirla la familia de “los Plateros”, pues recuerdan que el abuelo “Platero”, la cultivaba, después el hijo, marido de Quica de “Manecillas” que rehicieron la casa y su hijo “Platerillo”, su actual propietario. 

La alberca estaba habitualmente bien nutrida por el agua corriente constante que salía de la pontanilla de Santa Clara, que servía para regar el huerto de Santa Clara y se deslizaba hacia abajo hasta juntarse con los restos del agua que sobraba tras el huerto del Canillo, en la vertiente de debajo de la Cooperativa Santa Clara, donde se encontró el yacimiento arqueológico de Los Pozos, de forma casual, dieron con los cimientos del más antiguo de los poblados de los que tenemos noticia en nuestra villa, en las excavaciones realizadas para realizar las conducciones de la salida de las aguas negras.

En el citado lugar de Santa Clara, en la Edad Media hubo una ermita convento, en la que me comentó un amigo que su padre le refería, que había una hornacina donde estaba la imagen de Santa Clara desde septiembre de 1.555, imagen perdida que fue encargada el imaginero Juan de Reolid, en el año 1.555, autor también del Señor de las Aguas, que fue destruido durante la Guerra Civil. También parece que había en el lugar un convento de la congregación de Santa Clara, dependiente de las clarisas del convento de Santa Isabel en Jaén.  

La imagen de Santa Clara era del tamaño de cinco cuartos de alta, y obligaba el contrato a entregarlas dorada y estofada en el tiempo que corría desde la formalización del encargo, en fecha 15 de julio de 1.555, hasta el día venidero de la Santa, a mediados de Septiembre”. Con este dato de la fecha hay que considerar que la fiesta en honor de nuestra patrona Santa Clara se celebraba en este tiempo a mediados de septiembre cada año, patrocinada y organizada por su cofradía.

En la cita que reproduzco a continuación, disponemos de un documento importante para tratar de imaginar cómo sería el retablo destruido en la Guerra Civil en 1936, en el referido texto se menciona a Miguel Sánchez con Juan de Reolid, ambos artífices del retablo  original del que durante siglos fue templo parroquial de Higuera de Arjona, allá por el año 1542. Habiendo descubierto  el documento (20), compruebo que disponemos de documentación suficiente para abordar la estructura del retablo desaparecido y ello da lugar a abordar otros aspectos relacionados con los autores del retablo.

El texto de referencia es el siguiente:

“En cuanto a su tierra, que llevó el grueso de la producción, en 1540 cobró de la iglesia de San Ildefonso la hechura de una imagen de la Virgen que hizo para un retablo, tal vez labrado por Pedro Machuca, que fue colocado en el sitio de la Virgen de la Capilla. Después alternó trabajando para la catedral y para iglesias en las localidades de Higuera de Arjona, Santisteban, Pegalajar, Úbeda y quizá también Baeza y Torredonjimeno.

Para Higuera de Arjona se obligó de mancomún con el pintor Miguel Sánchez, con el que fue varias veces pareja, en hacer un retablo de pintura y talla para la iglesia parroquial de Santa María de la Consolación. Tal como aparece en el Archivo Histórico Provincial de Jaén, Escribiente, Juan de Herrera, legajo 297, folio. 280v. Jaén, 1542, mayo, 11. En Domínguez Cubero, José: La rejería de Jaén en el siglo XVI, Página. 82), que por entonces se acabaría de hacer. Es sencilla, tipo cajón, cubierta con armadura mudéjar y coro a los pies. El trabajo fue encargado en Jaén por el visitador del Obispado, doctor Martín Pérez de Ayala, y formalizada la escritura el 11 de mayo de 1542 en la casa donde residía el famoso rejero Maestro Bartolomé de Salamanca que salió, junto a otros, fiador.

El precio sería a tasación de maestros puestos por las partes comprometidas, pero por los adelantos que se hicieron, hasta cien ducados, y el plazo de año y medio que se dio para la confección, se vislumbra un trabajo de importancia. Ignoramos su aspecto por estar perdido y no aparecer en el contrato las condiciones que describían el formato, pero se habla de unos pilares que se habían de pintar de blanco bruñido adornados de grutescos, tableros con historias pintadas al óleo y una imagen de la Virgen con el niño en brazos, en bulto, y metida en un tabernáculo dorado, que estaría centrando el conjunto, como corresponde a la titular.

A la misma localidad, en 1555, Reolid hizo una Santa Clara, (Archivo Histórico Provincial de Jaén, Escribiente Sánchez Cachiprieto, legajo 336, folio 493v. Jaén, 1555, julio, 15), patrona de la localidad, que le encargó su cofradía para venerarla en la ermita de su nombre. Hoy sólo se conserva el lugar hecho casa de labor. Era la imagen de cinco cuartos de alta, y obligaba el contrato a entregarlas dorada y estofada en el tiempo que corría desde la formalización del encargo, 15 de julio, hasta el día venidero de la Santa, a mediados de Septiembre”.

 Consultar el enlace:

https://lahiguerajaen.blogspot.com/2015/10/el-templo-medieval-de-lahiguera-los.html

Por la entrada de La Bocamina de La Mina, su fiel vigilante era Manuel, dueño de un terreno propiedad de Manuel y Rosario, a la que llamaban “La Rubica”, una de los siete hijos de Demetrio Lomas García, que fue alcalde del pueblo en tiempo de la Segunda República. Como era el lugar uno de los escasos atractivos que teníamos los jóvenes los domingos en el paseo vespertino, ella solía defender el paso por las inmediaciones de su huerto, para salvaguardar lo que era fruto de su trabajo y el de su marido Manuel, y parte fundamental de su sustento. Vivían en una humilde vivienda que reconocíamos con el nombre de “la casilla de la Rubica”. Ellos se habían quedado con este terreno de su hermano Ares, que, junto a su familia, vivían en la “Cuesta de los caballos” y que emigró a Zaragoza con todos los suyos. Quizá él y sus hijos serían los mejores conocedores de lo que fue la Bocamina de La Mina desde decenas de años atrás, seguramente  bastante diferente de la imagen que la Bocamina nos ofrecía en nuestros tiempos.

Pozo de Martín Pérez "La Destrucción de una Mina de Agua" con Antonio González Cantero. ¿Por qué se ha tapado la Mina de Martín Pérez? Antonio González nos desvela la investigación que se está haciendo para poder recuperar la lumbrera de acceso y así impedir la desaparición y olvido de la fuente. Carmona 8 de julio 2020.

https://www.youtube.com/watch?v=h2akOWSLhJQ

El pequeño manantial que salía de la Bocamina acumulaba agua transparente en una pequeña alberca, que debió ser excavada en la roca calcárea de tosca arenisca por sus propietarios, o quién sabe si por algunos de sus usuarios romanos o árabes, agua que extraída a base de cubos servía para regar el huerto, que desde la bocamina se extendía hasta los bordes de la carretera en terrazas sucesivas.

Aunque Manuel y su mujer siempre estaban muy pendientes de que nadie se acercara a la Bocamina por el peligro, que ellos creían presentaba con las ovas verdes del sol y agua clara, que se criaban en la zona de la corrida del agua en los pequeños laterales y en la base del curso del agua, y como estaba situada encima de la charca de La Mina se descolgaban las  algas en racimos hacia abajo.

La entrada a la Bocamina era una apertura de unos 1,20 o 1,30 metros de alto por unos 80 centímetros de ancho, que estaba llena de carrizos y juncos. Desconocemos si alguna vez algunos jóvenes higuereños hicieron entrada en la bocamina más allá de los metros del principio de la entrada. Manuel asustaba por precaución a los jovenzuelos que intentaban descubrir sus características más adentro.

Por los destierros que se hicieron hace años para firme en la carretera de Jaén, se puede comprobar que toda la montaña de la Atalaya tiene arenas en sus capas interiores, una capa que se extiende desde la zona del Pozuelo hasta arriba en dirección a la Atalaya. Creo recordar que hace ya algunos decenios al desmontar la zona alta del Pozuelo, se quedó al descubierto un pozo con perfil rectangular bastante profundo que, sobre paredes de arena bastante dura según se profundizaba, dirigía sus túneles en galerías hacia la dirección de la Atalaya.

Grupo de jóvenes de la localidad en la antigua Fuente de La Mina, cuya bajada por la derecha de la foto se modificó a raíz del ensanche de la carretera a Jaén, por lo que se realizó su bajada por el lado de la izquierda de la fuente.
Fuente de la Mina con su bajada por la izquierda después del ensanche de la carretera de Jaén. Foto de Juan José Mercado Gavilán.
A unos cien metros, más o menos de ese pozo y los túneles está desde hace siglos la Fuente de la Mina, donde en origen había un pilar a una altura de un metro y medio del suelo, y una salida de agua de forma que se podía beber agua de pie y colocar los cantaros en alto; tenía unas juntas de obra con cemento hecho con cal que unía las piedras degastadas por el uso y el paso del tiempo. Hará más de 60 años que esta fuente de La Mina se renovó, perdiendo así el ancho camino que había a su izquierda en la bajada a la fuente, un camino que tenía movimiento por su anchura por el que en su día bajaban carros descargados hacia algunas de las fincas de sus inmediaciones. Esa primera restauración de la fuente de la Mina la realizó Pedro de Ruli y su cuadrilla, quizá en tiempo de alcaldía de Antonio Catalán. Como resultado de la obra se hizo un depósito de agua para abastecimiento de la fuente de unos 2 metros por 4 o 5 que se cerraba con una tapadera metálica. Antes buscaron hacia arriba siguiendo el camino, en dirección al cantón de la izquierda una conducción de agua corriente que venía desde arriba y que con cuatro ladrillos por sección constituían la conducción de agua a todo lo largo de su recorrido, estaba formada por cuatro ladrillos que desde la posición de base, laterales y tapadera provenían de más arriba, donde parece se adentraba progresivamente en mayor profundidad, conducto que se mantenía intacto en su recorrido por no haber sufrido movimiento de tierras.

Desde este depósito se surtían los caños de la fuente y el rebosadero del pilar para abastecimiento del ganado. El mal cuidado de la fuente y su escaso mantenimiento propició que se tuviese que volver a restaurar hace unos años, y hubo quejas del escaso miramiento que se hizo con la obra nueva.

En la foto de las jóvenes higuereñas con los corderos en el pilar de La Mina se aprecia con claridad que la bajada hasta la fuente estaba en tiempos pasados a la derecha de la fuente, con un cantón que la separaba de la carretera de Jaén, con el tiempo y ante la necesidad de ampliar la carretera el espacio entre la fuente y la carretera fue disminuyendo notablemente , y con ocasión de las obras de la carretera se reforzó con obra el muro de tierra resultante de ganar la ampliación de la carretera a costa del espacio que la separaba de la fuente. Igualmente se cambió la bajada de acceso a la fuente y terrenos colindantes, al lado izquierdo de la fuente, tal como está en la actualidad

Parece ser que algo más abajo de la Fuente de la Mina hacia la izquierda había un pozo en el camino por donde por su amplitud pasaban los carros descargados, pero en una de las reformas ese pozo se cegó y se quedó perdido. 

Me comento igualmente Aurelio Garrido Martínez que hace mucho tiempo Sebastián Lomas Gavilán (el Chico) le dijo que siendo el muy joven había más abajo de la Fuente de la Mina una bocamina en dirección al cerro de la Atalaya, que estaba cubierta de ladrillos en su superficie, techo y laterales y que la gente iba al lugar a sacar ladrillos para su uso, y que entonces Demetrio Lomas el padre, comento a su familia la necesidad de tapar la bocamina para evitar que al entrar el vecindario en ella a coger ladrillos, pudiese derrumbarse y ocasionarle a ellos perjuicios por tal incidente, por lo que decidieron taparlo. Parece que con la amplitud del ensanche de la carretera a lo largo de los años, Aurelio estima que todo eso estará perdido. Aurelio me dio certeza de lo dicho porque fue él directamente el que recogió esa información de parte de Sebastián.

También corroboró otras afirmaciones expuestas desde el principio en este artículo, en el sentido de que han sido algunos más los pozos descubiertos, que en una cierta profundidad eran surtidos por galerías que iban en dirección al cerro de la Atalaya y otro al Pozuelo.

Alcalá de Guadaira - Mina de agua. Investigación de las minas de agua de origen romano de Alcalá de Guadaira por parte de la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas y el Espeleoclub Karst, bajo el convenio con el Ayuntamiento de la ciudad. Manuel Bernal.

https://www.youtube.com/watch?v=igvIn7Sw3LQ

Desde niño y a través de los años por conversaciones con otros interesados en nuestra historia como pueblo, he recordado periódicamente la visión de las dos bocaminas existentes a unas centenas de metros del casco urbano de nuestra villa; me refiero a la bocamina de la Mina y la supuesta conexión con la bocamina de Santa Clara, en la misma margen derecha de la carretera que nos une a Villanueva de la Reina. También me quiero hacer eco ahora de una supuesta galería de agua subterránea en la zona del Chorrillo, que unos agricultores en plenos trabajos agrícolas de corta o en el alza de los olivares, encontraron en una finca de doña Teresa Martínez Lara, esposa de don Antonio Parra. No podría precisar en qué momento se produjo este hecho del descubrimiento de una gran galería de aguas corriente en el subsuelo, ni quién sería el manijero encargado de comunicar, quizá fuese Rafael Pozo, pero lo que hace años me refirieron es que estando labrando los olivos, quizá con un brabán, ese que hacía sacar los turrillos de las olivas y todas las raíces superficiales, que nutrían al olivo del agua de lluvia, para satisfacción de los propietarios, (una muestra equivocada por el gran mal que con ello se producía en el plantío de las fincas). Enseguida los trabajadores se vieron sorprendidos del gran flujo de agua subterránea que atravesaba esa parte del olivar y se lo comunicaron al manijero, que con mayor rapidez fue a ver a Isidro Lara, administrador de las propiedades de la casa familiar de los Parras, para comunicarlo y realizar lo considerado conveniente en este caso. Supongo que el recordado Isidro Lara acudiría con prestancia a verlo y tras contemplarlo, me dijeron que ordenó que todo se tapara convenientemente. Fue una pena que fuese informado de este hecho cuando ya mi considerado amigo Isidro Lara hubiese fallecido, estoy seguro que este hecho, si fue tan real como me aseguraron, nos hubiese proporcionado buena información o al menos un buen rato de conversación de los que echábamos de vez en cuando con nuestra mutua afición a los canarios y su crianza. Mucho me temo que este asunto quede en este rumor o comentario, pues cualquier otro testigo habrá desaparecido igualmente, y salvo que alguno de ellos se lo comentase a algún descendiente, la información quedara cortada y en este simple comentario.

La desamortización de Mendizábal fue un proceso gubernamental de comercialización de tierras y bienes propiedad de la Iglesia católica y que se produjo a finales del primer tercio del siglo XIX en España, concretamente desde 1836. El ministro decide aplicar y desarrollar un plan que había sido diseñado con anterioridad por el conde de Toreno: expropiar y vender los bienes eclesiásticos, tanto de órdenes regulares como seculares. Vendiendo las tierras y bienes de la Iglesia también se podrían realizar inversiones en el campo que la institución religiosa no podía o no quería realizar, con la desamortización se consiguió privatizar la tierra, es decir, que la propiedad de los terrenos estuviese en manos privadas. Los grandes beneficiados de la desamortización de Mendizábal fueron la burguesía y la nobleza. Desde entonces pensamos que el convento y ermita de Santa Clara pasó a manos privadas.

Así, la desamortización de Mendizábal consistió en la expropiación de las tierras eclesiásticas (denominadas “manos muertas”, por su improductividad) y su subasta de forma pública. Estas tierras habían llegado a la Iglesia a través de donaciones, herencias y abintestatos (sucesiones de personas muertas sin herederos).

Reportaje de la Sala de Rodeznos (Restos Históricos) de la Fábrica de Anís - Puerto de Brenes I. La Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas bajo el marco del Convenio firmado por el Ayuntamiento de Carmona, realiza una serie de estudios a la salida de la Mina de Agua del Puerto de Brenes. Coordinado por el geólogo carmonense Antonio González se llevó a cabo esta acción el pasado día 18 de agosto del 2020. En el vídeo colabora el ambientólogo Enrique Peña, el arqueólogo Juan Manuel Román y el presidente de la AAES, José Millán.

https://www.youtube.com/watch?v=aVDMKFkAvuY

Tengo que decir que en la declaración de bienes que se hizo en el año 1850, con la Desamortización de Madoz, que se ordenó con la idea de comprobar cuáles eran los bienes de cada uno de los ciudadanos, para después organizar y ordenar un impuesto único, era la consecuencia de la unificación de más de la decena de impuestos que sufrían los ciudadanos de todo el país, y en la declaración de La Higuera cerca de Arjona se refiere que en el Chorrillo había un molino de granos o harinero, que como es bien sabido en ese tiempo se movía con agua, y buena debía ser la cantidad de agua para que produjese la fuerza motriz que realizase tan fuerte trabajo. También parece que había en el lugar un convento de la congregación de Santa Clara, dependiente de las clarisas del convento de Santa Isabel en Jaén.

Algunos autores consideran estas galerías de infiltración romanas como un tipo especial de pozo, pero con la diferencia de que la perforación es en horizontal con una pequeña pendiente para que el agua fluya hacia la salida de la galería. La longitud de estas perforaciones sería entre una veintena y algunos centenares de metros, excavados bajo la montaña de manera que se interceptaba el nivel freático y alguna posible vena de agua. A la salida del túnel el agua drenada se conducía a un depósito y arenero o bien se conducía directamente a la conducción para el suministro.

Aunque las captaciones de aguas subterráneas mediante una galería drenante tienen su origen en Próximo Oriente  (qanat) y en el Magreb (foggara) en Andalucía son también abundantes estas minas de agua o galerías subterráneas. Una foggara, de la palabra árabe Fawwara (fuente), es una captación horizontal de agua subterránea. Se trata de una galería excavada por debajo de la superficie de la tierra con el objeto de alcanzar el manto freático y extraer por decantación en agua hasta el exterior.

Mina de agua de Alcaudete (Carmona)

https://www.youtube.com/watch?v=CV6S4M08JeQ&t=7s

Estas galerías de captación de aguas subterráneas, según su tipología constructiva y el área geográfica donde se localicen reciben una serie de denominaciones diferentes, llamándose Foggara, Qanat, Khattara, Kariz, Karez, Rhettara, Falaj, etc, en el área de influencia islámica. En España se les llama: minas de agua galerías de drenaje, galerías filtrantes, galerías con lumbreras, alcavones, cavas, viajes de agua, pozos horizontales, etc.

La primera referencia escrita sobre el uso de esta técnica de captación de agua, data del año 714 antes de Cristo y se la denominó foggara. De ella se hacen referencias en el relato de la campaña militar del rey asirio Sargon II, contra el rey Ursa I de Urartu, en Persia. Esta técnica fue utilizada posteriormente por su hijo Sennacherib con la finalidad de abastecer Nineveh. Entre los años 550 y 331 antes de Cristo, los persas ampliaron sus territorios hacia el Nilo por el Oeste y hacia la península de Indostán por el Este, exportando la técnica de las foggaras. El origen de las foggaras o qanats pudieron ser las regiones situadas al pie de los montes Zagros, en Armenia y desde allí transferirse a Mesopotamia (Persia), y posteriormente la técnica se fue expandiendo por otras áreas del mundo. La primera gran expansión fue desde Mesopotamia al éste de Persia, y desde allí se extendió por Afganistán y los oasis de la Ruta de la Seda hasta el Turquistán chino (Turpan).

Es muy posible que los romanos primero (en obras realizadas para el abastecimiento de agua a las poblaciones) y luego los árabes, fueran los principales promotores  de la expansión de esta técnica extractiva de agua hacia todo el Occidente.

La segunda gran expansión fue mediante las invasiones árabes desde el Norte de África hacia los países mediterráneos europeos. Actualmente los qanats se encuentran distribuidos por todo el Oriente Próximo, el Magreb, los países mediterráneos (España, Italia, Francia…), en las islas mediterráneas (Chipre y Sicilia) e incluso se encuentran presentes en zonas de Europa Central (Babaría-Bohemia).

En Irán suponen actualmente el 75% del agua total disponible, existiendo 22.000 construcciones de este tipo, con un total de 170.000 millas de canales subterráneos. En Touat (Argelia) suponen unos 2.000 kilómetros de conducciones subterráneas.

La mina de agua de San Antón. Vídeo grabado por la AAES en la mina de agua de San Antón, una extraordinaria obra hidráulica de origen romano situada bajo el subsuelo de la ciudad de Carmona. José Millán.

 

Esta técnica de los kanats o foggaras se extendió también por el Nuevo Mundo tras la expansión colonial española por América, sobre todo por México, Perú (Atacama) y Chile (Nazca y Pica). Del mismo modo la técnica se transmitió desde Oriente Próximo y los oasis de la Ruta de la Seda a China y Japón.

En la construcción de una foggara, qanat o galería se seguían los siguientes pasos:

1º Se abría un pozo donde se observaban indicios de que podía haber agua, y se le llamaba pozo madre.

2º Se calculaba la distancia a que se situaría la bocamina o salida, teniendo en cuenta la profundidad a la que estaba el acuífero y la pendiente, que ha de ser constantemente mantenida, y no superior al 5%.

3º Desde el punto calculado para la bocamina se iniciaba la excavación hacia el pozo madre.

4º Se abrían de tramo en tramo, una serie de pozos intermedios verticales que se comunicaban con el exterior, denominados pozos de aireación o lumbreras.

La ventaja de la mina de agua formada respecto al pozo vertical es que el agua sale al exterior por la fuerza de la gravedad, sin esfuerzo humano o animal, como ocurría con los pozos verticales y las norias. La galería de la mina de agua siempre consta de un tramo superior de drenaje, construido mediante técnica minera, y un tramo inferior, donde el agua sale a la superficie y por acequias es conducida hacia una alberca para distribuirse a los campos de cultivo.

Mina del Pocito Saco - El Viso del Alcor

https://www.youtube.com/watch?v=t4nE9yZ9wxw

La foggara o qanat es aquella captación de agua subterránea compuesta por un pozo madre, pozos de aireación y una galería que fue excavada. Lo habitual es que también dispusiera de una alberca en la salida de agua decantada a la boca de la bocamina.

La longitud de estas minas de agua puede oscilar según las características del terreno, así pueden oscilar entre 15 metros y varios kilómetros. La galería de Lahiguera puede tener una longitud de unos 800 metros desde la Bocamina de la Mina hasta  la salida de Santa Clara. Puede ser que nuestra Mina de agua no se iniciase con la apertura de un pozo madre y que no haya dispuesto de pozos, quizá para sus constructores se evidenciaban los indicios de que el nivel freático de las aguas lo encontraron próximo; pero pese a estas diferencias, el procedimiento de funcionamiento era el mismo que el de las foggaras o qanats, cuyo objetivo no era otro que la extracción de agua subterránea a través de una galería horizontal por la acción de la gravedad.

Las definiciones de qué es un qanat presentan cierta diversidad, pero consiste esencialmente en un acueducto subterráneo (pozo horizontal o bocamina horizontal) que penetra en un acuífero (manto freático o aguas subálveas), y las conduce por gravedad a la superficie. La captación del agua en el acueducto subterráneo puede darse por filtración de las paredes o por un manantial en el piso (o techo) del acueducto. La longitud del acueducto subterráneo está relacionada con la distancia entre el lugar de captación del agua y su conducción hasta poderla aflorar por gravedad a la superficie; es típico que el acueducto subterráneo cuente a distancia periódica con respiraderos (lumbreras), que sirven también  para introducirse al acueducto para darle mantenimiento, suelen ser muy visibles en fotografía aérea ya que cada lumbrera está rodeada por la extracción original de tierra para excavar el acueducto, así como de los residuos de la limpieza del acueducto. El qanat es tanto una técnica de captación como de conducción de agua.

Hay diferentes tipologías de qanats, como el Qanat con una lumbrera o Mina con pozo Madre, que normalmente era una galería, corta de longitud, que contaba solo con un pozo madre, que normalmente fue tapado, y la galería por la que discurre el agua hasta la superficie.

La Cimbra era una galería filtrante construida bajo el lecho de un río o rambla, que captaba las aguas subálveas, que llevaba su trazado por debajo del cauce en forma de zigzag para captar las filtraciones. En algunos casos las Cimbras podían contar con pozos de aireación e incluso podían disponer de un tramo construido a cielo abierto, como si fuese una zanja que posteriormente quedaba cubierta por lajas de piedra. Algunas de las lumbreras también quedaban totalmente tapadas. Durante su trayecto también recogía aguas de la capa freática más superficial.

La mina de la fábrica de anís. Por José Millán. Video grabado por la AAES en Carmona en la mina de agua de la Fábrica de Anís situada en el Puerto de Brenes.

https://www.youtube.com/watch?v=z9OdsnTMVHU

En nuestro caso, nos inclinamos por la del tipo de Mina que da nombre a todo ese entorno. La mina se trata de una captación de agua horizontal, es decir que no es otra cosa que un túnel subterráneo sin lumbreras y que partiendo de una escasa profundidad a un lado u otro del Cerro de la Atalaya, que se interna en las entrañas del gran cerro cruzando su interior desde una posición sur a la del norte, como era propicio hacer en una zona montañosa rica en aguas subterráneas. Este tipo de galerías se realizan dependiendo de las características geográficas del terreno, teniendo en cuenta su geomorfología, su litología, etc. Y las técnicas constructivas de la época que podían, adoptar otras combinaciones con otras galerías que confluyeran hacia la galería madre.           

Algunas de las características que podemos señalar de las galerías, analizando individualmente algunos de sus componentes, son los siguientes:

El Pozo madre es un pozo vertical con el que se inicia la construcción del qanat, que fue excavado en el lugar donde se tiene indicios de que hay agua subterránea relativamente próxima en la superficie. Una vez se alcanza el nivel freático se inician los pertinentes cálculos para la apertura de la galería.

El pozo de aireación o lumbrera se utilizaba en galerías poco profundas, y la distancia entre las lumbreras era de unos 5 a 20 metros, mientras que en las galerías profundas la distancia entre las lumbreras era de hasta 200 metros. La forma y factura de los pozos de aireación es diferente según el periodo en que las galerías fueron construidas. Esta característica puede ayudarnos a aclarar la datación de la foggara. En las lumbreras de forma circular se suelen dar mucha más antigüedad que en aquellas otras que su sección tiene forma cuadrangular, que se consideran más modernas. En la boca exterior se reforzaban los bordes del pozo o lumbrera con parte del material extraído del interior, elevándolos un poco respecto al nivel de la superficie del terreno para así evitar que las entradas a los mismos quedasen cegados por los aportes de los materiales aluviales o coluviales. Dándose también el caso de que a veces los pozos de aireación o lumbreras contaran con refuerzos internos, reforzados con aros de barro o de madera, e incluso en algunos casos con sillería, dependiendo del sustrato de materiales litológicos en el que se encontraban construidos. Por esa boca del pozo de aireación o lumbrera se extraían los materiales, conforme iba avanzando la obra, al mismo tiempo que se daba aire a los obreros. Una vez se finalizaba la obra de la foggara los pozos lumbreras servían para igualar la presión interna de la galería de agua y facilitar la circulación del agua por gravedad, y también para acceder a la galería en las tareas de limpieza de la misma.

La Galería tenía una forma y dimensiones según el tipo de terrenos que atravesaba. En las zonas arenosas como ocurre en todo el gran cerro de la Atalaya la galería tenía un techo abovedado o plano en otros casos. En las zonas blandas de terreno la galería es estrecha y con el fondo redondeado, mientras que en zonas secas y duras la galería era mucho más amplia.

La mina de agua de Los Villa (Carmona). Vídeo de las exploraciones realizadas por la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas en la mina de agua de los Villa en Carmona. José Millán.

https://www.youtube.com/watch?v=O8dBmKGe6HA

Las galerías largas no solían revestirse de mampostería y tenían por ello más peligro de derrumbe, circunstancia que podemos considerar en nuestro caso con la bocamina de agua de la Mina de nuestra villa, aunque realmente nunca se ha podido comprobar el estado de conservación o de derrumbe en la larga galería o galerías que atraviesan el Cerro de la Atalaya.

A veces en algunos casos se empleaban como unos aros de refuerzo que se llamaban nars, y otras veces se reforzaba sólo la bóveda con morteros hidráulicos o parte de las paredes con mampuestos y mortero, que por lo que hemos visto en su momento y se ha comentado a través del tiempo no es nuestro caso. En ocasiones sólo el primer tramo desde la bocamina estaba revestido.

El suelo de la galería podía estar impermeabilizado con mortero, ser de obra con una acequia en el centro o en uno de los lados o bien ser de tierra o arcilla. En lo que se pudo apreciar cuando por obras de reforma de la carretera de Villanueva en la salida de Santa Clara claramente se pudo apreciar que en suelo de nuestra bocamina era de tierra.

En algunos casos para captar más agua en la foggara o qanat se profundizaba más el pozo madre y se abrían nuevas galerías que cruzaban la original o se prolongaba ésta hacia el interior. En muchos casos se apreciaron en algunos qanats las dificultades que presentó en su momento mantener la dirección y pendiente correcta de la galería, sobre todo en las foggaras más largas.

Quizá la bajada de los niveles freáticos de la Bocamina de la Mina o los derrumbes en la galería, hayan propiciado la escasa o nula salida de agua, perdiéndose poco a poco la entrada por la Mina y habiendo sido tapada en el lateral derecho de Santa Clara, razón por la que no fluye el agua. Todos estos aspectos quedan en el misterio de lo desconocido, pero las generaciones venideras deben recordar que había una galería con doble salida, una en la zona de la curva de la carretera, tan próxima a la casilla de la Rubica de entonces y otra en la zona de Santa Clara, entradas que quedaron cegadas; una por efectos de las obras de la carretera y otra en la mina por el paso del tiempo y el cambio en las condiciones que durante tantos años las hicieron posibles, en el que el abandono del campo y los pozos de bombeo de agua en la actualidad pueden haber contribuido a dejarla en las circunstancias actuales. Ambos nombres han quedado para la historia de nuestra villa, estos nombres nos recordaran parte de su pasado que ahora hemos recordado.

Nueva galería romana descubierta en Carmona (Sevilla).
Uno de los miembros de la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas recorre uno de los tramos de la galería de Carmona.
Nueva galería romana descubierta en Carmona.

En junio de 2020 se descubrió en Carmona una galería romana subterránea para abastecer de agua a la ciudad.

El Servicio de Arqueología del Ayuntamiento de Carmona y la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas (AAES) han hallado una nueva entrada al complejo sistema de galerías de época romana descubierto bajo el suelo del municipio.

Se trata de la lumbrera de una mina de unos quince metros de profundidad descubierto gracias al aviso dado por un vecino a la Delegación municipal de Obras previamente a la realización de una obra de asfaltado en un tramo de la calle Urbano X.

Desde este pozo se accede a una de las galerías romanas que conforman la extensa red de infraestructuras subterráneas creadas en época romana para la captación, su conducción y el aprovechamiento de agua.

La importancia de este hallazgo radica es que ha puesto al descubierto un nuevo punto de entrada al entramado de galerías que, como ésta, confluyen en la zona conocida como Puerto de Brenes y que precisamente se caracteriza por los escasos accesos que ofrece para su estudio.

El nuevo descubrimiento se unirá al análisis que los arqueólogos municipales y la AAES están realizando en los últimos años sobre este complejo de minas. Estos hallazgos son posibles gracias al convenio firmado en 2016 entre el Ayuntamiento y la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas con el objetivo de conocer con detalle por dónde discurren estas canalizaciones, la realización de la planimetría de sus trazados y poder adoptar las medidas preventivas oportunas para su conservación, como puede ser su inclusión en el Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico.

Los trabajos han puesto al descubierto un extenso sistema de captación de aguas subterráneas que los romanos desarrollaron bajo la ciudad de Carmona. Las canalizaciones tienen recorridos kilométricos y los arqueólogos estiman que formaron parte de una impresionante obra de ingeniería de época romana. De hecho, en fases anteriores ya se han descubierto en estas galerías subterráneas estructuras constructivas de miles de años, como arcos de medio punto, morteros hidráulicos y revestimientos de ladrillo y tejas, extremo que confirmaba el origen romano de estas canalizaciones.

Los trabajos de exploración del subsuelo carmonense realizados por la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas (AAES), gracias al convenio de colaboración con el Ayuntamiento de Carmona, sigue ofreciendo interesantes resultados. El último, ha sido el hallazgo de una nueva mina de agua de origen romano que discurre bajo la ladera sobre la que se encuentra el Alcázar de Arriba y el Parador de Turismo y cuyo tramo final llegaría hasta la zona donde se sitúa la ermita de la Virgen de Gracia.

Descubrimiento de un nuevo pozo subterráneo en Carmona que une dos galerías subterráneas.

Aunque por los estudios previos de la AAES ya se intuía la existencia de esta mina, según ha recordado el Ayuntamiento en un comunicado, no ha sido hasta las últimas semanas cuando se ha podido acceder al interior de la infraestructura a través de una de sus lumbreras (pozos de registro) y explorar varios tramos de la misma, gracias a la colaboración de un vecino, Francisco Rodríguez.

Algunos sectores son actualmente inaccesibles debido a derrumbes o colmataciones lo que impide recorrer por completo su trazado. La mina fue excavada en la roca alcoriza y presenta similar tipología constructiva a la mayoría de las ya estudiadas.

Cuenta con varios tramos reforzados con muros de ladrillos o tégulas (tejas planas romanas) y rematados con cubiertas a dos aguas o con falsas bóvedas por aproximación de hiladas fabricadas con los mismos materiales.

Uno de los pasadizos de Carmona en los que se han formado estalactitas.
Uno de los espeleólogos de la AAES que accedió a la nueva galería de agua romana de Carmona (Sevilla)

En algunos de los conductos, el carbonato cálcico contenido en el agua ha llegado a formar espeleotemas, como calcitas flotantes, que se fueron depositando sobre el fondo de la canalización y han llegado a reducir considerablemente las dimensiones de las galerías, dificultando su exploración.

Esto último, parece ser indicio de que estos sectores de la mina prácticamente no han sido transitados en cientos de años.

La infraestructura fue construida en época romana, aunque posteriormente, posiblemente entre los siglos XVI y XVIII, algunos de los conductos fueron reformados especialmente en su tramo final ya en las proximidades de la ermita, donde se construyó una fuente y un pilar.

Los datos obtenidos de la exploración de esta mina servirán para la aplicación desde la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de las medidas oportunas de cara a su catalogación y protección.

Algunas fotos de la galería subterránea encontrada este verano en septiembre de 2021 en Iznatoraf. 
A finales de septiembre de este año, 2021, el Ayuntamiento de Iznatoraf dio a conocer la existencia de un hallazgo de lo que podría ser un impresionante hito arqueológico para este pequeño municipio. En unas obras municipales de la calle Baja (dentro del Conjunto Histórico) se ha localizado la boca y los primeros tramos de una impresionante galería o cavidad que, a falta de confirmación por parte de los arqueólogos, podría contar con una longitud de decenas de metros hasta rodear todo el conjunto histórico de esta villa cuyo entramado urbano conjuga a la perfección un singular legado árabe. Fue el descubrimiento de unas galerías que vendrían a constatar que buena parte del término municipal estaría hueco. Se ha señalado que se baraja la posibilidad de que estemos ante unas enormes galerías para la circulación del agua (que podría estar conectado con el antiguo pilar del Terrero, debajo de la muralla de las Torres), sin descartar también que se trate de unos pasadizos, desconociéndose aún si se trata de una construcción de época musulmana, cristiana o incluso romana. Las galerías, en excelente estado de conservación, presentan varias bocas. En todo caso, el Consistorio torafeño ha procedido a tapar de nuevo la boca de la galería descubierta y ha puesto en conocimiento este hallazgo de la Delegación provincial de Cultura de la Junta de Andalucía, que será quien realice las primeras indagaciones.

Granada 16 de noviembre de 2021.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía:

(1) Hornos, F.; Nocete, F. y Pérez, C. (1987): “Actuación arqueológica de urgencia en el yacimiento de Los Pozos, Higuera de Arjona (Jaén)”. Anuario Arqueológico de Andalucía 1987 I: 198-202. Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

(2) Castro López, M.; López, J. ; Zafra, N. Crespo, J. M. y Choclán, C.: Prospección con sondeo estratigráfico en el yacimiento de las Atalayuelas, Fuerte del Rey (Jaén). Anuario arqueológico de Andalucía, 1987, 1989, volumen II, páginas 207 a 215.

(3) Choclán Sabina, C.: Excavación de urgencia en el cerro del Espino (Torredelcampo, (Jaén), 1988. Anuario Arqueológico de Andalucía-1988, 1990, volumen III, páginas 157 a 163.

(4) Salvatierra Cuenca, V. y Aguirre Sádaba, F. J.: El asentamiento hispano musulmán de Cerro Miguelico (Torredelcampo, Jaén). En II Congreso de Arqueología medieval Española. Madrid, 1987, páginas 142 a 148.

(5) Roca Roumens, M.: Sigillata importada  y nuevas y nuevas fprmas de Terra Sigillata hispánica producidas en Andújar. Puntualizaciones cronológicas referidas a la actividad inicial del alfar. Cuadernos de Prehistoria de La Universidad de Granada, 1980, volumen 5, página 237.

(6)  Serrano Peña, J. L.: Aurgi: Estudio del municipio romano desde la arqueología urbana de Jaén. 1985-1995.

(7) Arteaga, O. y Blech, M.: La romanización en las zonas de Porcuna y Mengíbar (Jaén). En  Actas el Coloquio Los asentamientos ibéricos ante la romanización. Madrid, 1987, páginas 89 a 99.

(8) Choclán Sabina, C. y Castro López, M.: La Campiña del Alto Guadalquivir en los siglos I-II d. C. En: Asentamiento, estructura agraria y mercado. Arqueología Espacial 1988, volumen 12, páginas  205 a 221.

(9) Molinos, M.; Rísquez, C. y Serrano, J. L. (1994): Un problema de fronteras en la periferia de Tartessos: Las Calañas de Marmolejo (Jaén). Jaén, Universidad de Jaén, página 146)

(10) Ruiz Montes, P. y Peinado Espinosa, Mª V. (2013):“Un medio característico para un desarrollo histórico particular. Istvrgi en la vega occidental”, en Mª. I. Fernández-García (coord.), Una aproximación a Istvrgi romana: un complejo alfarero de Los Villares de Andújar, Jaén, España: 19-38. Granada, Universidad de Granada, página 23).

(11) Nocete, F. (1989): El Espacio de la Coerción. La transición al estado en las Campiñas del Alto Guadalquivir (España). 3000-1500 a.C. BAR International Series 492. Oxford, Archaeopress.

(12) Hornos, F.; Nocete, F. y Pérez, C. (1987): “Actuación arqueológica de urgencia en el yacimiento de Los Pozos, Higuera de Arjona (Jaén)”. Anuario Arqueológico de Andalucía 1987 I, páginas 198-202. Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

(13)  Molinos, M.; Ruiz, A. y Serrano, J. L. (1995): “La frontera oriental de Tartessos”, en Actas del Congreso Conmemorativo del V Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular: Tartessos, 25 años después (1968-1993), páginas 239 a 254. Jerez de la Frontera, Ayuntamiento de Jerez de la Frontera.

(14) Serrano Peña, J. L. (2004): Aurgi, estudio del municipio romano desde la arqueología urbana de Jaén, 1985-1995. Jaén, Universidad de Jaén.

(15) Ruiz, A. y Molinos, M. (2007): Íberos en Jaén. Jaén, Universidad de Jaén.

(16) Montes Moya, E. Mª. (2014): Las prácticas agrícolas en la Alta Andalucía a través de los análisis carpológicos (desde la Prehistoria reciente al siglo II de nuestra era). Universidad de Jaén (junio de 2014). http://ruja.ujaen.es/handle/10953/648.

(17) Salido Domínguez, J. (2013): “El transporte marítimo de grano en época romana. Problemática arqueológica”, en R. Morais, H. Granja y A. Morillo (eds.), O Irado Mar Atlantico. O naufrágio bético augustano de Esposende (Norte de Portugal): 139-178. Braga, Museu de Arqueologia D. Diogo de Sousa.

(18) Montes Moya, E. Mª. (2014): Las prácticas agrícolas en la Alta Andalucía a través de los análisis carpológicos (desde la Prehistoria reciente al s. II d.n.e.). Universidad de Jaén (junio de 2014). http://ruja.ujaen.es/handle/10953/648.

(19) González Román C.: “Imperialismos, ejercito y circulación de riqueza en la Península Ibérica durante el s. II a.C.”. (2010). En C. Fornis, J. Gallego y P.M. López (coords.) Dialéctica histórica y compromiso social, Vol. 2, páginas 981 a 1006. Libros Pórtico, Zaragoza.

(20) Domínguez Cubero, J. “De la tradición al Clasicismo Pretridentino en la Escultura Giennense, Jaén, 1995,  página 159).

2 comentarios:

jesus.nuevodoncel dijo...

El conocimiento, como el agua, a veces corre oculto. Menos mal que hay zahoríes de la sabiduría, como Pedro, que nos dicen por donde circula y así podemos beber de ella. Una mina, vamos. Que no se tapone y dejemos de saber cual es su curso. También hay aquí "agua oculta que llora". Gracias por la entrada y la documentación que aporta.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Jesús, te contesto con estos dos bellos poemas, el primero es un poema de León Felipe que tituló “Revolución”; el segundo poema es de José de Diego y lo tituló “El ojo del agua”. Espero que te gusten. Un cordial saludo y ¡Gracias!
Poema "Revolución" de León Felipe.
Siempre habrá nieve altanera
que vista el monte de armiño
y agua humilde que trabaje
en la presa del molino.
Y siempre habrá un sol también
un sol verdugo y amigo
que trueque en llanto la nieve
y en nube el agua del río.

Poema "El ojo de agua" de José de Diego
Con los rumores de su eterno coro,
brota la fuente de la peña dura...
¡El ojo de agua que, en su cuenca oscura,
de un cíclope en prisión derrama el lloro!
en tanto salta el surtidor sonoro
por la ancha verja, que el recinto mura,
tiembla en el fondo de la linfa pura
el pez de rosa con estrellas de oro.
En el misterio y en la sombra oriundo,
¿de qué hondo abismo o ignorada
orilla surge a la luz el manantial profundo?
¡raro prodigio! ¡culta maravilla!
el pan de dios lo tiene todo el mundo...
¡Pero, el agua de dios sólo aguadilla!