PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 4 de febrero de 2019

FRAY BLAS PALOMINO Y LAS CIRCUNSTANCIAS INESTABLES Y ADVERSAS DE SU NUEVA TIERRA DE MISIÓN EN LAS ISLAS DE LAS ESPECIAS Y EL NORTE DE SULAWESI.

LA DUPLICIDAD DE COMPETENCIAS ENTRE JESUITAS Y FRANCISCANOS EN EL EVANGELIZACIÓN DE LAS MOLUCAS, Y LA GUERRA SUCIA DE PORTUGUESES,  ESPAÑOLES Y HOLANDESES.
Este artículo tiene como objetivo arrojar luz sobre un aspecto del paso y estancia de nuestro Beato Fray Blas Palomino por Moluco o islas Molucas, asunto todavía desconocido para muchos higuereños, por lo que consideramos necesario recopilar datos históricos, en gran parte inexplorados, que nos acerquen a este personaje paisano nuestro para lograr sacar, a través del estudio de los documentos, un marco preliminar de las condiciones propias de esos territorios en esa época, partiendo de las fortificaciones que los españoles construyeron, durante los años 1521 a 1663. Fray Blas Palomino encontró su martirio en una pequeña isla del norte de Sulawessi o isla de Mateo (que no podemos concretar por las numerosas pequeñas islas de estos archipiélagos), una de las Celebes, muy cerca de las islas Molucas, con la isla de Tidore como bastión de las fuerzas españolas, y base de la evangelización de las islas del entorno en sus diferentes archipiélagos, en las legendarias islas de las Especias. La predicación de los misioneros españoles era la parte final de los intereses comerciales de las especias, tan solicitadas en todo el occidente europeo, que llevaron en parte a la corona española a las conquista de estas islas. Los misioneros llevaban la parte más humana de la conquista de las nuevas tierras.
Página del capítulo LXVIII del libro de Francisco de Bilches, donde se recoge la vida y obra del Beato higuereño Fray Blas Palomino.
Convento de San Buenaventura de los Frailes Franciscanos de Baeza, al que Fray Blas Palomino solía ir con frecuencia en el inicio de su vocación misionera.


También habría que considerar por su importancia histórica la disputa por estas tierras entre los reinos de Portugal y España, y por otra parte dedicar en otro artículo el marco geográfico de estas islas, y otras circunstancias que dificultaron el mantenimiento de estas tierras bajo el mandato español, y las dificultades para su evangelización.

La duplicidad de competencias de parte de los jesuitas y los religiosos franciscanos, ocasionaron una gran rivalidad entre ambas órdenes religiosas, produciéndose una verdadera lucha de competencias sobre el derecho de evangelización de esta tierra, al que tampoco estaba ajeno el trasfondo de la confrontación hispano-portuguesa sobre la legitimidad de la soberanía sobre estos territorios. Los jesuitas llegaron con los portugueses, primeros europeos en llegar a estas islas y así los jesuitas basaban su primacía, en disfrutar de mayores competencias, en función de haber sido los primeros en llegar con los portugueses, frente a los franciscanos, que vinculaban su derecho de forma paralela al inicio de la soberanía española sobre las Molucas. Por otra parte en la estructura religiosa de las Molucas, todos los religiosos de este ámbito, y por consiguiente del norte de Sulawesi, tuvieron como máximo responsable al obispo de Malaca, y no al de Filipinas, que era el núcleo del poder español en todo el oriente, produciéndose una divergencia entre el poder civil y religioso. En una solución algo contradictoria, en las Molucas la administración civil dependía de Manila, mientras que la religiosa dependía de Malaca, situación que incluso se prolongaría más allá de la ruptura ibérica, durando hasta el año 1654.
Mapa de los Dominios Coloniales de Portugal en India e Insulindia en 1498-1580 en color verdoso. En naranja las posesiones españolas en Filipinas e islas de Ternate, Tidore y Halmahera entre otras.

La soberanía española sobre las islas Molucas entre  los años 1606 y 1662, dio lugar a un episodio poco conocido en la historia española en comparación con las conquistas americanas; esta es la razón para abordar la presencia de soldados españoles en el norte de la actual isla de Sulawesi (llamada por los españoles isla de Mateo). La conquista de las Molucas en 1606 inició un período de frecuentes relaciones entre los españoles de las Molucas y las tribus de la cercana isla de Sulawesi. Durante varias décadas se firmaron alianzas y se estableció una pequeña colonia española en el norte de la isla de Sulawesi. Aunque la lejanía del territorio, y la escasez de recursos imposibilitaron la consolidación de una colonia española de forma estable, y la posterior colonización holandesa de este territorio. No obstante, lejos de ser un episodio aislado, esta presencia española tuvo una continuidad temporal que hizo que durante casi siete décadas, soldados y religiosos españoles viajaran y residieran en este territorio tan alejado del centro de poder de Manila (1).
Mapa que muestra al sur de las islas Filipinas las islas Celebes, que fueron el foco de la actividad misionera de Fray Blas Palomino. En este mapa podemos localizar las islas de Sulawessi, y en el norte destaca Manado y a la derecha las islas de Ternate, Tidore y Halmahera espacio donde Fray Blas Palomino realizó su misión pastoral hasta su martirio el 10 de Marzo de 1620.
Los holandeses llegaron a Asia en 1596 con el objetivo de apoderarse del comercio portugués de las especias.  En primer lugar se apoderaron de Ternate, el más fuerte enclave del sultanato.  Pronto los holandeses fueron los líderes de una coalición islámica contra los portugueses y españoles, que tenían las bases en las Filipinas. Después de cincuenta años, este conflicto se extendió hasta el norte y el sur de Sulawesi o Malaca. En 1617 los españoles fundaron una fortaleza y un centro comercial en Manado, que apoyó a sus guarniciones en las Molucas. Los esfuerzos para convertir a la población en Minahasa al catolicismo se encontró con mucha oposición, y en 1643 los líderes locales llamaron en su ayuda a los holandeses. Desde el 1657 fueron líderes en el Norte y Sulawesi (Manado) y Maluco. Manado se convirtió en su base permanente de sus operaciones comerciales y militares.
Rama del árbol del clavo de olor, especia que la sociedad occidental de aquel tiempo consideraba apreciadísima para la condimentación de la comida y que lo convirtió en mercancía valiosa, razón por la que surgió el rico comercio de las especias en manos portuguesas, españolas y holandesas.
Capullos de la flor del clavo en la rama.
Fruto del clavo que movió grandes intereses comerciales desde oriente a occidente.

Cosecha de capullos de clavo secándose al sol en los bordes de la carretera en estos tiempos.
La presencia española en Sulawesi (llamada por los españoles isla de Mateo) se explica a partir de la soberanía española sobre las islas Molucas. Aunque la llegada de los españoles a Asia vino motivada con el objetivo del control de las especias de este archipiélago, el descubrimiento de los territorios que formarán Filipinas hizo que pasaran a ser un objetivo no prioritario, asumiéndose y aceptándose la soberanía portuguesa sobre las Islas Molucas. Los esfuerzos de las autoridades españolas durante el último cuarto del siglo XVI se centraron en la creación y consolidación del nuevo territorio colonial filipino. A inicios del siglo XVII el dominio español en Filipinas se encuentra en buen estado. Manila se ha consolidado como un importante enclave comercial conectado, gracias a los mercaderes chinos, con el grueso tráfico comercial asiático. Los galeones de Nueva España, además de recursos para la colonia, proporcionan una red de intercambio comercial entre Asia y América de gran beneficio para la ciudad de Manila.
Mapa de las islas Molucas o Maluco. estas islas en su parte norte del archipiélago y el norte de Sulawessi fueron el difícil y arriesgado campo de misión de Fray Blas Palomino.

Con respecto a las Molucas, la soberanía lusa empezaba a correr grave peligro. La lejanía de sus enclaves de Goa y Malaca, las hacía incapaces de resistir con garantía a las amenazas del sultán de Ternate y de los holandeses, que desde inicios del XVII empezaron a establecerse en estos territorios. Esta llegada holandesa a las Molucas desencadenó una importante campaña militar desde Manila, que fue la expedición de Pedro de Acuña de 1606. Su éxito provocará que las Molucas pasasen a estar tuteladas desde Manila y la nueva frontera meridional del dominio español asiático quedó establecida mucho más al sur de Mindanao. Los fuertes del Maluco (Molucas) albergarán una presencia continuada de fuerzas españolas durante los próximos 56 años. El inicio del gobierno español sobre el Maluco tendrá su lógica influencia en los territorios circundantes, especialmente en la gran isla de las islas Célebes, la llamada isla de Mateo por las fuentes españolas y actual isla indonesia de Sulawesi. Un gran territorio al este de Ternate, accesible a solo unos días de navegación, que de ser un territorio al que nunca se le había prestado mucha atención, visitándose de forma ocasional cuando los vientos forzaban a hacer escalas involuntarias a las naves de la ruta Molucas-Mindanao, pasará a convertirse en una zona de interés estratégico.
Insulindia en Atlas Muller.
Mapa de Indonesia hoy. en la parte del centro hacia la derecha podemos apreciar las islas Celebes, donde permaneció Fray Blas Palomino durante varios años como misionero franciscano.

La presencia de Fray Blas Palomino en las islas Célebes principios del XVII en el norte de la isla de Sulawesi nos invita realizar un bosquejo de cómo era este territorio en este momento histórico.  El norte de la isla de Sulawesi o isla de Mateo era un territorio habitado por diferentes pueblos, que a pesar de sus vínculos culturales comunes estaban lejos de presentar grandes estructuras de organización política, a diferencia de lo que ocurría en el sur con el sultanato de Macasar, la entidad política más importante de la isla de Sulawesi, y centro de una importante red comercial asiática extendida por el continente. Pese a ello, la soberanía de Macasar no llegaba al resto de la isla, sin ni siquiera ejercer una gran influencia sobre unos reinos del norte que incluso tenían unas vinculaciones más estrechas con el sur del archipiélago filipino que con el resto de su propia isla (2).

Este hecho lo comprobamos en el campo de la lingüística. Los lenguajes de los dos grupos más importantes del norte de Sulawesi, Minahasa y Bolang-Mongodow, son los únicos que pertenecen al grupo de lenguas filipinas.

Norte de la isla de Sulawessi, con numerosas islas pequeñas desde las posiciones del este, norte y oeste. No podemos precisar si la última evangelización se hizo en la isla de Lembeh (situada a la derecha), o lo fue en alguna de las islas del norte. En este mapa se puede comprobar el elevado número de volcanes que hay en la isla, como ocurre en toda esta región de parte del Cinturón de Fuego del Pacífico.
El norte de Sulawesi distaba de ser un territorio unificado bajo un poder central. Aunque este territorio estaba conformado por numerosas tribus independientes, las fuentes españoles siempre hacen mención a tres reinos principales. Esto no quiere decir que estos reinos fuesen capaces de controlar todo el norte de la isla; su mayor mención en las fuentes se debe a ser los reinos de mejor acceso desde la costa. El primer reino y el más nombrado en las fuentes españolas es el de Manado, en torno al territorio situado en la actual ciudad del mismo nombre.
Isla de Sulawesi, llamada por los españoles isla de Mateo. En la parte norte de la isla está situada la ciudad de Manado, foco primero de la evangelización de Fray Blas Palomino.
Isla de Sulawessi en el centro de la imagen tomada desde satélite.
Al asentarse cerca de un puerto natural fue el primer reino con el que contactaron las expediciones españolas procedentes de Ternate. La soberanía del rey de Manado se desplegaría sobre un pequeña zona en torno a las actuales poblaciones costeras de Manado y Amurang. 
Poblaciónes costeras de Manado, Amurang en el oeste, y Tondano en el este al lado de La Laguna. Las poblaciones de hoy de Kotabunan, Belang, Rumbai y Bitung son las enclavadas en la llamada "Contracosta" de la Isla de Sulawessi en el norte de la isla.
Bahía de Manado y tres islas: Manado (que puede inducir a equivoco con respecto a la población de Manado y puede ser la referencia a los volcanes de Manados), Bunaken y Siladen. Segun se refiere en el libro de Francisco de Bilches, llegaron a una isla pequeña pegada a la misma isla de Macassar o Sulawessi antes de llegar a los volcanes que llaman de Manados. Este texto nos hace pensar que pudieron llegar a la isla de Bunaken.
Portada del Libro de Francisco de Bilches : Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, 1653.
“Finalmente llegando a la contracosta de Manados, tuvimos tan recio viento contrario por la proa, por mas de diez días, que saliendo por dos, o tres veces a atravesar el golfo que hay de allí al Maluco, que son cosa de cincuenta leguas, volvimos a arribar donde habíamos salido, y viéndonos ya necesitados de agua y bastimentos, nos llegamos a una Isla pequeña, que está pegada a la misma Isla de Macasar, cosa de tres o cuatro leguas antes de llegar a los volcanes, que llaman de Manados. Y habiendo tomado agua, y en dos días no haber visto gente. Otro día de mañana vieron de la galeota, donde iba el Padre fray Blas, unas banderillas blancas puestas en unos palos en la playa. Desde nuestra galeota no las vimos, ni la gente que después vieron de la otra, porque habíamos surgido mas de media legua desviados. El Padre fray Blas pidió  al Capitán fuesen con la chalupa a ver que gente era, y si traían algún refresco, lo cual se hizo yendo algunos marineros, y soldados, y en su compañía el dicho Padre fray Blas.

Llegaron cerca de tierra, y vieron ser gente desnuda, algo blancos, cabellos largos como mujeres, que es por la mayor parte el uso de aquella tierra. Hablaronles por un intérprete, y después de muchas demandas, y respuestas, les pidieron viniesen al navío un par de ellos, y que les regalarían, y ellos vinieron en ello con que se quedasen otros dos de los nuestros en tierra de ellos. Hízose así, y traídos al navío les dieron de comer, y de beber muy bien, y el Padre fray Blas les dio muchas cosas de bujerías, que traía de Macasar, y ellos apetecían.”

En la página 221 continúa así el relato:

“Dijeron que eran de unos pueblos que había allí cerca, que estaban cerca del Reino de Manados, donde habíamos estado primero, y que abría de traviesa de allí a Manados, por tierra cosa de catorce leguas no mas. Con ello se fueron, y los echaron a tierra, y volvieron a coger los nuestros. Quedo de concierto, que otro día habían de volver, y traer refresco. A todo esto en nuestra galeota no sabíamos nada, y otro día de mañana al amanecer, se embarco el Padre fray Blas, y con alguna gente vino, a nuestra galeota a darnos parte, y comunicar lo que les había pasado el día de antes, y en particular me dijo , que era aquella muy buena ocasión para volver a entrar en Manados, que pensaba, si hallaba ocasión, quedarse allí, y de allí atravesar a Manados, a ver si podía reducir a aquella gente, que los traía atravesados el corazón, por ser gente afable, y de buenos naturales para Cristianos, y muchos de ellos lo querían ser, y quedaron muy pesarosos de que se fuesen los padres. Con ello hablamos al Capitán de nuestra galeota, para que continuase, que fuese nuestra barca también en compañía de la suya, con algunos soldados y vino en ello.

Fuimos, entramos cada uno en su barco, y primero fuimos a la galeota del Padre fray Blas a pedir licencia al Capitán para ir donde habían hablado el día antes aquella gente, y él la dio, aunque con harta dificultad, temiéndose nos sucediese alguna desgracia, porque era hombre muy cursado en aquella tierra, y conocía toda aquella gente ser Moros, y muy traidores. Mas por las persuasiones del Padre fray Blas dio licencia, advirtiendo del orden que se había de  tener y enviando gente de guarda. Llegados que fuimos al puerto, nos salieron a recibir algunos de aquellos Indios, y el Padre fray Blas los llamo, y dijo le sacasen del barco, como lo hicieron, en hombros. Fue saliendo las demás gente, que sólo quedaron cuatro hombres en cada barco. El bendito Padre los comenzó a abrazar, y se sentó a la sombra de un árbol con algunos de ellos, y el intérprete, que era portugués, a tratar lo que llevaba pensado.” (12).
Páginas 22o y 221 del Libro de Francisco de Bilches en las que relata el encuentro con los nativos de la pequeña isla y su martírio.

Fuera de la zona costera donde está ubicado Manado, el interior estaba habitado por diferentes poblaciones o tribus independientes que no aceptaban la supremacía del cacique de Manado, a quien consideraban más bien como un igual, era el territorio llamado “contracosta”. El enfrentamiento entre las tribus era continuo, pudiéndose hablar de un estado de guerra crónico y de gran violencia: “Son en ella crueles, pues matan a todos los rendidos sin concederles vida, ni prisión” (3). 
Es este mapa se puede ver la ubicación de la Laguna de Tondano o La Laguna y dos pequeños archipiélagos uno al sur de Tondano y otro más arriba con la isla de Lembeh, ambos en la zona de "La Contracosta" con zonas selváticas y tribus más reaccias a cualquier contacto con los misioneros.
El conjunto de todo este territorio ha recibido la denominación de Minahasa, aunque las fuentes españoles utilizan siempre el nombre de Manado para referirse al mismo. Minahasa abarcaría el territorio entre ambas costas, entre los actuales mares de Sulawesi y Molucas y al norte del ecuador, y englobaría diferentes tribus, cada una de ellas con su respectiva propia área de influencia, controlando un territorio no muy amplio en torno a su poblado principal. La complicada orografía del territorio, marcada por numerosos valles y montañas, facilitaría esta misma fragmentación política. Los españoles remarcaban mucho la dicotomía entre costa y montaña, “la costa y la contracosta”. La costa albergaría los reinos principales con un pasado de contactos y comercio con los primeros expedicionarios europeos, accesibles a la llegada de embarcaciones por mar y ríos, y abiertos a colaborar y establecer alianzas con los españoles a cambio de ayuda militar frente a un tercero, lo cual le permitía vivir con cierta independencia por el vasallaje de la alianza. Por contra, el interior sería territorio de tribus menos accesibles y más reacias a cualquier intento de colaboración. Sin embargo, entre estas tribus de las montañas del interior, que serán las denominadas como olifares o alfuros por los españoles, hay que destacar la población más grande de Minahasa, el llamado pueblo de Tondano o La Laguna, con más de 700 casas según las fuentes españolas (4).
Mapamundi publicado en 1625 por Jodocus Hondius, grabador y cartógrafo flamenco, 1563-1612.
El pueblo de Tondano situado en torno al actual lago del mismo nombre, y que con el paso de los años acabó siendo la población que mayor fidelidad a los nuestros, pues se mostró favorable a la presencia del bando hispano en la disputa por el territorio, manteniendo la alianza con los españoles, aun cuando los holandeses ya se habían aliado y establecido en Manado en el sur. Hasta seis pueblos encontramos mencionados en las fuentes españolas. Cada uno con su correspondencia en la población actual y todos localizados en el interior del norte de Sulawesi: Cale (Kali), Cacascasen (Kakaskasen), Tomun (Tomohon), Sarranson (Sarongson), Tonbani (Tanawangko) y Las Quemas (Kema).
Islas Celebes, a la izquierda el estrecho de Macassar y a la derecha el Mar de las Molucas. Mares de difícil navegación debido a los tifones, y vientos monzónicos.

Al sur de Manado, las fuentes también mencionan dos reinos más. Por una parte, Cauripa (Kaidipán), que era el reino al que se llegaba remontando un río desde Manado, al que se llegaba siguiendo la costa, que sería su frontera meridional, disponiendo también de puerto. Por otra parte, Bool (Bulan o Bohol), a tres días al sur de Cauripa, que era el más lejano de los tres, pero el único poseedor de salitre y capaz de fabricar su propia pólvora (5).

Según avanzaba el siglo XVII se fue aumentando su hegemonía en la zona, conformando lo que en el futuro se denominaría Bolaang Mongodow (6), Bolaang sería el nombre local para este reino de Bool, mientras que Mongodow correspondería a Mogondo, en el interior.

El grueso de las visitas y de la influencia española se desarrollará en la zona más septentrional y más accesible desde las islas Molucas, la perteneciente a la región de Manado-Minahasa, siendo Manado el destino inicial y la puerta de entrada de las embarcaciones españolas. Desde su poblado, que albergaba una guarnición española, se iniciaron las penetraciones al interior del territorio. Entre el último punto de abastecimiento español en Zamboanga (punta occidental de la isla de Mindanao) y la isla de Ternate se desplegaba un cinturón de islas que eran conocidas por los navegantes españoles, ya que eran camino de paso de la importante ruta desde Manila a las Molucas. Las escalas en estas islas, voluntarias o no, según los tizones y temporales, fueron creando una serie de contactos que se fueron intensificando de forma progresiva a lo largo del siglo XVII. 
En este mapa antiguo se puede apreciar en el color azulado que representa la isla de Sulawessi como en su parte norte en Manado se encontraba el paso de las rutas de navegación para todas las otras islas del archipielago de Las Molucas.

A continuación vamos a mencionar algunas de las islas que albergaron presencia española o tuvieron un papel activo en los conflictos militares entre los poderes de la zona.


Son de destacar las islas situadas al norte de Sulawessi, por el importante papel que tuvieron algunas de estas islas para los españoles, que circulaban con frecuencia por esas rutas, en busca de conquistas y provisiones destacamos las islas de reino de Siao; unas islas que llegaron a tener presencia española o tuvieron un papel activo en los conflictos militares que se mantuvieron entre los poderes fácticos de la zona, a saber portugueses, españoles y holandeses.

El reino de Siao fue el aliado por excelencia de los españoles en las islas Molucas, con este reino mantuvimos una alianza firme y duradera, que se remontaba al gobierno de Gómez Pérez Dasmariñas en el año 1593, pues cuando el sultán de Ternate ocupó la fortaleza de la isla vecina de Sangir (en el mapa Sangihe), el rey de Siao (Don Gerónimo), cristiano convertido por los jesuitas desde el Maluco, navegó hasta Manila buscando la ayuda española (7). 
Islas situadas al norte de Sulawessi donde estaba situado el reino de Siao o Siau.
La embajada del rey de Siao (Don Gerónimo) obtiene resultados de su visita a Manila, firmándose un acuerdo de colaboración mutua, un acuerdo importante, que pasaría también a sus sucesores. Por dicha alianza el rey de Siao aceptaba la llegada de misioneros y daba licencia para construir una fortaleza que albergase a los soldados españoles residentes en la isla. Después el asesinato de Gómez Pérez Dasmariñas a manos de mercenarios chinos al comienzo de una expedición al Maluco o Molucas, impidió la materialización de tan ventajoso acuerdo alcanzado. No obstante, su hijo y sucesor, Luis Pérez Dasmariñas, enviaría después un pequeño grupo de soldados, creándose con ello el vínculo que posibilitaría a los españoles tener una base de apoyo entre las islas Molucas y la de Mindanao en Filipinas (8).

La firme alianza del reino de Siao con Manila provocaría también después que Siao fuese víctima de los ataques de los holandeses (los máximos enemigos de España), porque ellos eran conocedores de la importancia estratégica de Siao como escala fundamental en la ruta del socorro del Maluco, nombre con el que eran conocidas entonces las islas Molucas, y por estas razones acometerían acciones de gran virulencia contra los habitantes del reino de Siao, como la que se produjo en el año 1615, cuatro años antes de la llegada de Fray Blas Palomino a Filipinas, cuando los holandeses deportaron a gran parte de sus habitantes a las plantaciones holandesas de las islas Banda (hoy Palau Ay). En 1615 se calcula la deportación en más de quinientas personas, incluyendo mujeres, que en su mayor parte acabaron siendo esclavizadas o asesinadas (9). Este hecho nos ayudará a entender la firmeza de la alianza del reino de Siao con España, así como su gran recelo y enemistad hacia los holandeses; por otra parte se deduce el clima de inseguridad que sufría toda esta zona de islas, tan solo unos años antes de la llegada de Fray Blas Palomino y sus compañeros franciscanos a estas tierras. 
Isla de Siao tomada por satélite.
Islas de Siao, Tagulandang (Tagolanda) antes Meaos, enemigos de los españoles, y Biaro, al norte de Sulawessi y cercanas a Manado. A estas islas las llaman islas de Meaos.

La isla de Siao (Pulau Siau) mantuvo el mérito de ser el último territorio abandonado por los españoles, perdurando la alianza con el reino de España hasta años después, con el epílogo de quince años de posterior permanencia, marcándose en el año de 1677 la fecha de salida de los últimos españoles del territorio al sur de Filipinas con la evacuación del fuerte de Santa Rosa, ante la presión militar del sultán de Ternate y sus aliados holandeses, años en los que ya se había consumado la evacuación de las Molucas (10).

Otras islas de la ruta eran las islas Meaos, que eran islas  vasallas de reino de Ternate, acérrimo enemigo de la isla de Tidore, con lo que en parte se explica la enemistad con los españoles. Meaos (con Palau Biaro en el mapa) son el conjunto de islas al norte de Sulawesi y las más cercanas a Manado. Si Siao fue el aliado por excelencia de los españoles, en este conjunto de islas encontramos al gran enemigo formadas por la isla de Tagolanda o Taolán (Pulau Thulandang), lugar de martirio de franciscanos españoles como Antonio de Santa Ana, estando de misión en Manado, en 1610 fue apresado en el río Cauripa para ser llevado a Tagolanda, donde fue martirizado, tan sólo unos años antes del martirio de Fray Blas Palomino (11).

El arraigado sentimiento musulmán de estas islas de Meaos, y su alianza con los holandeses imposibilitaron que los españoles estableciera fuertes en estas islas. 
Islas de Sangir o Sangihe, situadas al norte del archipielago de Meaos.



Otro archipiélago de la zona son las islas Sangir, éstas son el conjunto de islas situadas más al norte de las islas de Meaos que albergaron diferentes reinos, siendo Calonga y Tabuca los dos más importantes, ambos en la isla principal del archipiélago (Sangir Besar, Pulao Sangihe). Su protagonismo se desarrollará en la década de los años 1640 por la exitosa campaña de evangelización franciscana, veinte años después de la muerte de fray Blas Palomino. Estos dos reinos eran aliados de España, y su posición cercana al norte de Sulawesi permitió a españoles con problemas en Manado valerse de ellas para lograr el regreso a Molucas. La evacuación española de las Molucas de 1662 conllevó el abandono del presidio de Tabuca, una pequeña fuerza de una decena de soldados destinados a proteger a los nativos cristianos de los ataques de los vecinos musulmanes (13).
Islas de Siau, Sangihe, Talaud y Kawio.
Muy importantes desde nuestro punto de vista en el estudio que realizamos fueron los reinos de Ternate o Terranate y Tidore, dos reinos secularmente enemigos cuyas tiranteces y ataques fueron mantenidos por los sucesivos y respectivos sultanes de ambos sultanatos a través de decenios de su historia. El reino de la isla de Ternate era la puerta de salida para las expediciones a Sulawesi. Este sultanato de Ternate del territorio de las islas Molucas quedó bajo soberanía portuguesa en virtud del Tratado de Zaragoza de 1529. Por el Tratado de Zaragoza de 1529, nuestro emperador Carlos I cede los derechos sobre las Molucas al rey de Portugal Juan III, fijándose la cesión como una compraventa por la cantidad de 350.000 ducados. Cantidad que en caso de devolver esa cantidad por parte española haría que los derechos sobre estos territorios volviera de nuevo a ser españoles. Esta posibilidad no se llevó nunca a efecto (14). 
Islas de Ternate y Tidore, claves de las relaciones entre portugueses y españoles y sus respectivos nativos.

A partir de la unión de España y Portugal de 1580, y con la fundación nueve años atrás de la ciudad de Manila, las viejas aspiraciones españolas al control de las islas de las especias volvieron a parecer factibles. La influencia española se iba incrementado de formar progresiva, pues desde Manila se organizaban expediciones, que pese a ser de ayuda sobre estos territorios, comenzaron a ser vistas con recelo por las autoridades portuguesas. En el año 1582 se manda la expedición de Juan Ronquillo que fracasa en la toma de Ternate. En el de 1584, se envía otra expedición al mando de Juan Morón para ayudar al capitán portugués de Tidore en la reconquista de Ternate, pero también termina en fracaso. La siguiente, de Gómez Pérez Dasmariñas en 1593 (que ya citamos antes), aunque más ambiciosa, fracasó antes de llegar a su destino por el asesinato del gobernador a manos de mercenarios chinos al poco de salir Manila (15). 
La isla de Ternate, al igual que la de Tidore son de origen volcánico como muchas de las islas del país actual de Indonesia.

Mayores volcanes de Indonesia  que han tenido erupciones desde 1.900 años antes de Cristo. Al norte de la isla de Sulawessi podemos ver la referencia de ocho volcanes con estas características de actividad volcánica.

A inicios de la nueva centuria, en 1602, los portugueses de Molucas viven sus momentos de mayor debilidad. La ayuda holandesa al sultán de Ternate era una amenaza real a su soberanía, por lo que el capitán de Tidore, el portugués Rui González de Siqueira, se ve obligado a pedir la ayuda española. La respuesta no se hace esperar y en 1603 se arma una expedición comandada por Juan Juárez de Gallinato en alianza con el portugués Hurtado de Mendoza que sale desde Goa. Pese a estar muy cerca de la victoria, la falta de entendimiento entre las dos naciones ibéricas no logró culminar el asedio sobre Ternate (el recelo luso era evidente sabiendo que la victoria significaría sustituir Goa por Manila como referencia de mando para las Molucas). Tras esta serie de fracasos continuados, y toda vez debido a que los holandeses ya se habían establecido en las Molucas, hace que, por estas circunstancias de su presencia, en el año 1606 se ponga en marcha la campaña que iba a dar inicio a la presencia española en este territorio: la gran expedición del Gobernador general de Filipinas Pedro de Acuña, la mayor empresa militar reunida hasta el momento, con más de 3.000 expedicionarios (mitad españoles y mitad nativos filipinos). En este caso las autoridades españolas deciden prescindir de la colaboración portuguesa, y con ello se consigue la toma completa de Tidore y gran parte de Ternate. Las Molucas pasan a ser gobernadas por España con una fuerza militar estable de 600 soldados, 500 en Ternate al mando del nuevo gobernador del Maluco Juan de Esquivel, más 100 en Tidore al mando del capitán Alarcón (16). 
Vista de la isla de Ternate con el volcán Gamalama, segun grabado de Bellin de 1750.

La victoria española comandada por Acuña logra detener momentáneamente el empuje holandés y conlleva sustituir la soberanía portuguesa por la española, aunque no se consigue expulsar a los holandeses, fuertemente asentados en estas islas. En Ternate tenían tres fuertes: el principal Fort Orange (Fuerte Malayo, 1607), Fort Willemstad (Fuerte Tacome, 1609) y Fort Hollandia (Fuerte San Juan de Toluco, conquistado a los españoles en 1612).
Islas de Ternate y Tidore según un mapa de la época.

En Tidore también permanecerían los holandeses casi una década (entre 1613 y 1622). En 1608 ya dispusieron de 3 fuertes en Makian (la isla que más clavo proporcionaba); en 1609 capturaron el fuerte español de Bacham y establecieron otro en Motir.

Los españoles controlarían el sur de Ternate con su capital en Ciudad del Rosario, la isla de Tidore (con varios fuertes, siendo Tohula o Santiago de los Caballeros el principal) y otros en la isla de Gilolo (fuerte Sabugo en la actual isla de Halmahera) y Morotai (San Juan de Tolo), éstas eran las islas más grandes de la zona pero las menos pobladas y con pocas especias, por lo que acabarían siendo abandonadas por los españoles para concentrarse en Ternate y Tidore (17).
Isla de Tidore, cuyos sultanes mantuvieron una alianza permanente con los españoles.

Comenzó con este abandono una verdadera guerra de posiciones, con los holandeses separados tan sólo a muy pocos kilómetros de nuestras posiciones, y en la que los holandeses parecieron tener mayor empuje, gracias al periódico envió de embarcaciones desde sus puertos del mar del Norte, que a través del cabo de Buena Esperanza llegaban directamente a Asia. A principios del siglo XVII, las islas de la especias ya habían empezado a ser visitadas por barcos holandeses. La primera presencia es del año 1595 con la llegada de Cornelius de Houtman a Java. Previo a su viaje Cornelius de Houtman fue enviado a Lisboa para recabar información de la ruta portuguesa de acceso a las especias (18).
Astilleros en Amsterdam en 1750 de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC).

La pujanza económica de la nueva nación holandesa posibilitó el envío regular de flotas con el objetivo del control de las especias. Con ellas consiguen expulsar a los portuguesas en las Molucas del Sur (Banda y Ambon) y hacer frente a los españoles en las Molucas del Norte, fundando en 1607 el fuerte Orange (fuerte Malayo en las fuentes españolas), que será su posición principal cerca de Talangame, el mejor puerto de Ternate, y a 10 kilómetros al norte de Ciudad del Rosario o Nuestra Señora del Rosario en Ternate, el enclave español más importante en las Molucas (actual Kastela), residencia del sultán (Gamalama), destino final del socorro procedente de Manila y puerta de salida a los territorios cercanos, sobre todo al oeste, donde se encontraba la cercana gran isla de Mateo (hoy Sulawesi), cuyos pueblos tenían unos fuertes vínculos históricos con la isla de Ternate.

La llegada europea a las Molucas se hace sobre unas sociedades con ciertos niveles de desarrollo y jerarquía. En virtud de las redes comerciales asiáticas y la existencia de productos de gran demanda, Ternate era el sultanato más poderoso de la zona. Viendo la geografía del archipiélago no era la isla más grande, pero sí era la que gozaba del vasallaje de los territorios cercanos. Ya Leonardo de Argensola en su Conquista de las Molucas, enumera todos los territorios tributarios del rey de Ternate, al que denomina Emperador del Archipiélago (19), entre los que se incluyen los reinos septentrionales de la isla de Mateo, llegando su influencia incluso hasta la isla filipina de Mindanao. El sultán de Ternate envió soldados para ayudar a los locales en sus luchas contra los españoles de la expedición de Esteban Rodríguez de Figueroa de 1596 (20).
Isla de Ternate en el archipiélago de Las Molucas. Detalle del lago Ngade con las islas Maitara y Tidore al fondo. Fotografía del Yakarta Post.

Islas de Ternate, Maitara y Tidore.
La toma de Ternate le proporcionaría al sultán de Ternate la información precisa acerca de sus reinos tributarios y posibilitaría el envío de expediciones a estos nuevos territorios vecinos. Los portugueses sus aliados, ya habían visitado algunos de estos reinos tributarios e incluso habían acompañado al sultán de Ternate en alguna visita, como la que hizo al rey de Manado en 1565. El Padre Magalhães visita Manado acompañando al sultán de Ternate. Los jesuitas permanecieron casi 40 años entre 1568-1608 en el reino de Manado. Con la llegada de los españoles los religiosos jesuitas (otro aspecto tener en cuenta con los hermanos en la fe, tan ansiosos de sus terrenos de misión en oriente) que serán reemplazados por los frailes franciscanos, uno de los cuales fue nuestro Fray Blas Palomino, mártir en fecha 10 de marzo de 1620 (21).

Los españoles son conocedores de esta realidad y, poco después de la conquista de las Molucas, acometen la primera expedición a Sulawesi; el 10 de octubre de 1606 se dirige a la isla de Mateo una expedición al mando de Cristóbal Suárez (22). Los reinos de Sulawesi, como tributarios del sultán de Ternate, ven la llegada de los españoles como una oportunidad para mejorar su posición frente a los vecinos y no tardan en pedir armas, pólvora y balas. Si el sultán de Ternate se somete y jura obediencia a España, a los ojos de los reinos del norte de Sulawesi aparece un nuevo poder en escena, el español, con el que poder negociar, aunque esto sólo se producía realmente siempre y cuando beneficiase a sus intereses, era parte de la norma de poder y supervivencia.
Detalle de las Islas Molucas en un catálogo anónimo del año 1711.

No debemos de olvidar y conviene tenerlo siempre en cuanta que las islas Molucas, a pesar de su fama como islas de la especiería, no tenían recursos suficientes para alimentar a toda la nueva población española, que progresivamente iba llegando para cubrir los diferentes fuertes dispersos por las islas del Maluco. Esta carestía de abastecimientos fuerza a tener que buscar recursos fuera de ellas, y la gran isla de las Célebes apareció como una solución para resolver el déficit alimenticio del Maluco. El norte de Sulawesi no era territorio productor de especias, pero tenía una gran tradición en el cultivo del arroz. Para los españoles el acceso al arroz de Sulawesi suponía tener cubierta gran parte de las necesidades alimenticias. Sin embargo su acceso no era fácil, pues el arroz no se producía en la costera Manado, sino que los campos de arroz se encontraban en territorio de los pueblos del interior y, antes que para comer y comerciar, se cultivaban para fines religiosos, siendo su finalidad primera la de servir de ofrenda a sus dioses (23).
Cultivo de arroz en terrazas en Indonesia.  

Diferentes tipos de arroz.
La producción sobrante de estos sacrificios sería a la que accedían los españoles, y no era gratis, debiendo ofrecer armas y ropa a cambio de ello. En una carta de 1614 al gobernador Jerónimo de Silva nos cuenta cómo, por la falta de comida en las Molucas, Juan Martínez de Liédena va a Manado para conseguir arroz y sagú a cambio de ropa. (24). Si el arroz no se lograba en las Célebes, debía ser traído desde las Filipinas, en una ruta no muy accesible, puesto que no se hacía directamente, sino teniendo una escala en Siao, donde se almacenaba a la espera de embarcaciones más pequeñas que lo distribuían entre los diferentes fuertes de las Molucas (25). Junto al arroz, el sagú constituía el complemento básico e indispensable en la dieta de los españoles. Su elaboración en forma de harina, tomando como base el almidón presente en los troncos de las palmeras, proporcionaba el recurso para sustituir la ausencia de arroz. Fernández Navarrete dice: “Compramos allí mucho Sagú (…) es el corazón de unas palmas, remojándose hace harina amarilla. De esta se hacen una tortillas, que sirven de pan a aquella gente, y nosotros nos sustentamos con aquello seis meses” (26).
Diversas fases de la obtención del corazón del tronco de la palma para la obtención del sagú, una harina amarilla con la que elaboran pan.

Con buenas provisiones de arroz y sagú se cubrirían las necesidades básicas de alimentación para los residentes en Molucas. El arroz había que traerlo de Manila, Minahasa o Macasar, y el sagú, aunque presente en las Molucas, no siempre tenía fácil acceso con las fuerzas holandesas situadas a escasos kilómetros de las posiciones españolas. Las primeras expediciones tras la toma de Ternate, obedecen más a la búsqueda de alimentos que a los deseos de conquista (27).

En una relación de 1610 que el gobernador de las Molucas Cristóbal de Azcueta envía a don Juan de Silva, tenemos el informe de este viaje, que nos confirma que su objetivo principal era la búsqueda de alimentos. El champán o embarcación, consigue volver a Ternate tres meses y medio después con provisiones de sagú para alimentar un mes a toda la población del Rosario, que entre españoles, portugueses, mestizos y nativos-mardicas se contabilizaba en unas 1.300 personas. Además del sagú, el viaje también proporcionó una buena provisión de carne y gallinas. (28). El sagú es una especie de palmera de hojas grandes, con frutos ovoides, cuyo tronco tiene forma de tubérculo, del cual se extrae un almidón o fécula en forma de harina, o bolitas de fécula, que se usan para cocinar, acompañar o espesar alimentos, especialmente sopas, purés, o púdines. Originalmente se conoce como sagú la fécula producida de la médula de la palmera Metroxylon sagu. Para la extracción del sagú se tala un tronco de la palma, se extraen las fibras del corazón, se filtran y los bloques obtenidos se decantan en una suspensión, después de lo cual se pueden amasar y cocinar o someter antes a la molienda o procesos de perlado.
Vista del volcán de la isla de Tidore desde la vecina isla de Ternate en el año 1800.
Por tanto, los primeros viajes hechos desde Ternate obedecen a la búsqueda de soluciones a unos problemas de logística causados por la llegada de una población española hasta ahora nunca vista en estas islas. El socorro que se enviaba desde Manila tardaba mucho en llegar y era insuficiente en sus efectivos. Gracias a los viajes a Sulawesi se podían solucionar temporalmente las carencias del socorro del Maluco (29). Desde el punto de vista comercial, con respecto a Manado, también se llegaron a plantearse políticas relacionadas con el comercio del clavo. Se pensó en el establecimiento de una factoría española para intermediar en el envío de clavo a la India (30). Pero estos viajes en busca de abastecimientos fueron más bien un hecho aislado, no existiendo una estrategia comercial con continuidad a largo plazo, pues al mandar clavo a la India, se compraban abastecimientos para la vuelta lo que se convirtió en un recurso extraordinario para obtener lo que de abastecimientos faltase en Molucas, que eran muchos debido a que como ya dijimos, la carestía crónica de este territorio era insuficiente, y la ayuda que se recibía de Manila al respecto era poca. El gobernador Fajardo de Tenza en carta al rey dice que el clavo que escapaba al control de los holandeses y que se recolectaba directamente en Molucas no era suficiente para el gran comercio, y el poco que había se utilizaba para proveerse de arroz. Lo dice el gobernador Cristóbal Azcueta a don Juan de Silva. “con el envío de este champán se ha aliviado algo aunque poco pero espero en Dios que con otro viaje que haga nos sustentemos hasta que V. S. nos socorre” (31). 
Mapa antiguo del sudeste de Asia por Jansson.

También se sugirieron otras posibles soluciones a este tema como la compra de esclavos en Malaca para las galeras del Maluco, ya que allí se adquirían a mejor precio (32). La toma de las Molucas no conllevó un gran cambio en el comercio de las especias. De la parte ibérica se mantuvo la gestión portuguesa a través de Malaca e India y no de Filipinas, pues aunque la conquista de Acuña hizo que dentro del gobierno español se viese legítimo conducir el clavo a través de Filipinas, Felipe III no lo aprobó (33).
Rey Felipe III de España.
El único producto de valor de las Molucas, el clavo, era gestionado por los comerciantes portugueses de las islas Molucas y no debía ser mucho, puesto que los holandeses, en sus intentos de hacerse con el monopolio, controlaban las zonas de mayor producción de las islas. Su control pasaría por la derrota y expulsión de los holandeses de las Molucas, como así lo expresa el gobernador del Maluco Pedro de Heredia al inicio de su misión en 1622 (34), y lo vuelve a señalar el gobernador de Filipinas Niño de Távora, que en carta al monarca de 1628 dice que hacerse con el comercio de clavo que tienen los holandeses ayudaría a sufragar los gastos de las Molucas. Ante la dificultad de expulsar a las fuerzas holandesas y el poco clavo que se obtiene en Tidore, propone al menos la toma de la isla de Makián para poder obtener réditos del comercio de su clavo. Para tal objetivo pide un socorro extraordinario de quinientos hombres (trescientos de Manila y doscientos de Nueva España) (35). 
Barcos de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, pintura de Rammakens.

Pero este objetivo nunca se logró, más bien fue todo lo contrario, siendo la VOC, una compañía comercial que corresponde en holandés a Verenigde Oostindische Compagnie (Unión de Compañías de las Indias Orientales), compañía de capital mixto, surgida en 1602 con el objetivo de controlar el comercio con Asia que cada vez arrinconó más al español en estos territorios (36). La falta de productos de alto valor en el norte de Sulawesi no motivaría un gran interés del territorio a nivel comercial: su interés económico más directo vendría sobre todo por los productos de primera necesidad que faltaban en Molucas, principalmente el arroz.

Como casi siempre suele ocurrir, las órdenes religiosas fueron las entidades que más claramente tuvieron marcados sus objetivos en estos nuevos territorios. Con la finalidad del logro de conversiones enviaron a varios de sus miembros en cuanto se presentaba la ocasión por las expediciones comerciales o militares.

A lo largo del siglo XVI, y asociados a la presencia portuguesa en el norte de la isla, se produjo la primera evangelización de estas islas de oriente, evangelización que fue  protagonizada por los jesuitas. Pero en los años finales de este siglo XVI y en el siglo XVII, el relevo del poder portugués por el español, también llevó unida a la presencia española en estas islas, la presencia religiosa de una nueva orden religiosa se estableció en las islas Molucas y llegó a adquirir un gran protagonismo con la llegada de los franciscanos. Los miembros de la seráfica orden de San Francisco fueron los visitantes asiduos del norte de Sulawesi con el siempre difícil objetivo del logro de las conversiones de sus pobladores, en un terreno tan adverso por las características de la población salvaje que habitaba los interiores de la isla. 
Mapa antiguo del norte del archipiélado de Las Molucas: Ternate, Halmahera, Tidore, Makian, Bacan.
Puntualizaremos que unidos a los problemas que esta evangelización presentaba, se unió la dicotomía entre  las competencias de parte de los jesuitas y los religiosos franciscanos, lo que ocasionará una gran rivalidad entre ambas órdenes religiosas, produciéndose una verdadera lucha de competencias sobre el derecho de evangelización de esta tierra, al que no estaba ajeno el trasfondo de la confrontación hispano-portuguesa sobre la legitimidad de la soberanía sobre estos territorios. Los jesuitas llegaron con los portugueses, primeros europeos en llegar a estas islas. Los jesuitas se basaban en disfrutar de mayores competencias en función de haber sido los primeros en llegar con los portugueses, frente a los franciscanos, que vinculaban su derecho de forma paralela al inicio de la soberanía española sobre las Molucas. En la estructura religiosa de las Molucas, todos los religiosos de este ámbito, y por consiguiente del norte de Sulawesi, tuvieron como máximo responsable al obispo de Malaca, y no al de Filipinas, núcleo del poder español en oriente, produciéndose una divergencia entre el poder civil y religiosos. En una solución algo contradictoria, en las Molucas la administración civil dependía de Manila, mientras que la religiosa dependía de Malaca, situación que incluso se prolongaría más allá de la ruptura ibérica, durando hasta el año 1654 (37).
Mapa de 1830 de Lamarche de las Indias Orientales: Islas de la Sonda, Molucas, Filipinas, Carolinas y Marianas.
En 1611 el gobernador del Maluco Cristóbal de Azcueta favorece a la orden de San Francisco otorgándole el derecho de prédica y limosnas sobre los territorios de Sulawesi, lo que conllevaba la facultad y licencia para “que pudiese tomar y fabricar casas y conventos de su orden en dicha isla” (38).

El conocimiento de nuevas posibilidades de conversión hizo que la apuesta franciscana por la evangelización de Sulawesi fuera muy fuerte y arriesgada. Así, ya la primera misión franciscana de 1610 se saldó con los martirios de Antonio de Santa Ana y Sebastián de San José, a manos de locales de Tagolanda. A la salida de Cauripa, bajo excusa de solicitar un salvoconducto para las fuerzas españolas, los nativos de Tagolanda asetean a Sebastián de San José provocándole la muerte, para luego apresar a Antonio de San José  (39). A esta misión le siguió otra tan sólo un año después en 1611, la de Juan del Caño y  Cristóbal Gómez (el celo evangelizador estaba bastante crecido), y hubo una tercera en el año siguiente de 1612, a cargo de Pascual Torrellas y Benito Díaz. Su intensa actividad misionera les llevó a fundar iglesias en las poblaciones más importantes del norte de Sulawesi, no sólo en la localidad principal de Manado, sino que también, adentrándose en el interior que presentaba dificultades extremas por la fiereza de sus habitantes, así se erigieron iglesias en las localidades de Banta y Cale por parte de nuestro beato Fray Blas Palomino y  de Fray Diego de Rojas en el año 1619 (40). 
Mapa antiguo del sudeste asiático.

La pujanza franciscana y el fruto de sus evangelizaciones, también motivó la presencia de jesuitas en el norte de Sulawesi. En el año 1617 está documentada la estancia en Manado de los jesuitas Scalamonti y Cosme Pinto, que tuvieron que ser relevados por enfermedad por Pero Gómez, quien permaneció en Manado hasta el año 1619. Aunque los religiosos están presentes desde los primeros años del siglo XVII, su éxito más destacable se dará en la década de 1640, gracias al gran número de conversiones logradas en los reinos de las islas de Sanguir (Calonga y Tabuca), con el envío de una comitiva evangelizadora franciscana, cuyo resultado evangelizador también llegó a las poblaciones del norte de Sulawesi, según se relata en la Relación de lo sucedido en Manados desde el año 1639 a causa de los agravios que hacían los españoles y por haber dado herida a uno de los principales levantaron más de diez mil indios, Manila, 4 de agosto de 1645 (41). La labor franciscana en estos territorios siempre se apoyó en el poder político español, participando en todas las expediciones que allí se dirigían. Como hemos comprobado por las referencias del Archivo Franciscano Ibero Oriental (AFIO), los testimonios de sus miembros han sido de gran importancia para estudiar la presencia española en este territorio. Al convivir los religiosos franciscanos con los soldados españoles destinados en el norte de Sulawesi, los religiosos serían testigos de primer orden de todo lo allí acontecido.
Estrecho de Macassar en el mar de las Celebes camino de Manado.

Las primeras visitas que desde Ternate se hicieron a Manado en busca de recursos proporcionaron a los españoles un conocimiento directo de la zona. Frente a las pequeñas islas del Maluco, el norte de Sulawesi era un amplio territorio que debió despertar su curiosidad (42). Conociendo el tiempo de navegación, y las fuerzas de las poblaciones locales, los dirigentes españoles del Maluco debieron plantearse la posibilidad de establecer alianzas con los jefes locales, para conseguir aquello de lo que se carecía en las Molucas, e incluso si las fuerzas lo permitiesen, lograr el objetivo más ambicioso del control directo de la zona y la gestión propia de sus recursos. El primero en plantearlo fue Jerónimo de Silva, entre los años 1611 y 1617 gobernador del Maluco, que en 1614 en carta al gobernador de Filipinas, su primo Juan de Silva, propone por primera vez la conquista de Manado con estas palabras: “Yo deseo en extremo la buena llegada de V. S. para que ocupemos esta isla que tiene según dicen más de nueve ó diez mil indios: quieren muy mal a los holandeses” (43).

A través de la línea marítima entre Ternate y Manado habían recibido propuestas de alianzas y de mutua colaboración de los caciques locales, e incluso una proposición para establecer un fuerte en Manado. El gobernador era así consciente de que se estaba abriendo una nueva oportunidad histórica de expansión por estas islas, pero que para llevarla a término resulta indispensable el envío de refuerzos desde la metrópoli, ya que el hacerlo solamente con los efectivos allí presentes, supondría descuidar las demás posiciones en las islas Molucas frente a unos ocupantes holandeses, que estaban muy bien asentados a tan sólo unos pocos kilómetros de ellos. Los holandeses, aunque también frecuentaban la costa norte de Sulawesi, la ausencia de especias hizo que tuviesen poco interés por establecerse, era escasa la producción de clavo en esta parte de la isla de Sulawesi. Años antes en 1615, una expedición holandesa en Manado procedente del archipiélago de Siao rechazó el ofrecimiento de dejar soldados en Manado, por no poner en peligro una posible alianza con el sultanato de Ternate (44).
Mapa de Malasia de 1855 por Dufour (Paris). En el sur de la península de Malaca podemos localizar el estrecho de Singapur en el que la gran flota española del gobernador Juan de Silva naufraen 1616.

Por parte española, la idea de la conquista de Manado surge en un contexto favorable. La victoria en la batalla de Playa Honda en 1610, donde se destruyó la escuadra holandesa que bloqueaba el comercio de Manila, creó un clima de optimismo general que culminó con la creación de una gran flota con la que se pensaba expulsar a los holandeses de Asia. En 1616 el enérgico gobernador Juan de Silva formó una gran escuadra de 42 barcos, 2.000 españoles y 3.000 nativos, con la que navegó hacia Malaca al encuentro de la escuadra holandesa, que dificultaba el comercio luso entre Malaca y Macao. El objetivo era dar un fuerte golpe al poder marítimo de la VOC (Verenigde Oostindische Compagnie, o Unión de Compañías de las Indias Orientales) en Asia, para luego culminarlo dirigiéndose contra sus posiciones en Molucas. El naufragio frente al estrecho de Singapur hizo fracasar el plan y detuvo una posible expansión al sur de Filipinas. La gran armada nunca arribó a Molucas y el propio Jerónimo de Silva, que esperaba impaciente su llegada para visitar personalmente al rey de Manado, vio malograrse su tan ansiada aspiración (45).

Si el fracaso de la armada frente al estrecho de Singapur desbarató cualquier intento de conquista, sí que al menos se envió una expedición con la intención de mantener acuerdos comerciales con los caciques locales. Sus propuestas de alianza, aunque de forma modesta, reciben respuesta con el envío en 1616 de seis soldados, seis manilas y dos franciscanos, los frailes Gregorio de San Esteban y Pedro de los Cobos. El envío, que fue para atender la petición del rey de Bohol, acabó mal con cinco españoles asesinados en Cauripa. En el camino de Cauripa a la isla de Bohol se tomó una caracoa pequeña en la que iban cinco españoles y seis indios manilas de servicio, más un mestizo sangley, que resultó ser un traidor, el cual había estado anteriormente en Bohol con los portugueses conociendo a una mujer de Bohol, cuyo marido que se encontraba en Cauripa quiso venganza habiendo lucha por esta causa (46). El soldado superviviente, junto a los dos religiosos, los frailes Gregorio de San Esteban y Pedro de los Cobos, que se salvaron del ataque al ir en otra embarcación, volvieron a la isla del sultanato de Ternate al cabo de un año ante el poco fruto de su evangelización (47). Pero el fracaso no desanima a los españoles, y el sucesor de Jerónimo de Silva, Lucas de Vergara y Gaviria, que llega en 1617, continúa con la política de su antecesor, siendo partidario de establecer alianzas con estos jefes locales; para lo cual envía otra expedición a Manado, algo más numerosa que la anterior, y lo hace además con ánimo de permanencia con diez soldados al frente del “entretenido” Francisco Meléndez, que llegó a Molucas con posición de entretenido (con sueldo pero sin cargo) en el socorro de fecha 28 de diciembre del año 1616 (48), con los jesuitas: Scalamonti y Cosme Pinto (49),  y los franciscanos (Diego de Rojas y Juan Lego). Sus testimonios relatan que la situación vivida fue de gran tensión, debido a la lucha establecida entre la capital Manado y los olifares del interior. Pese a ello, y las grandes dificultades encontradas se estableció una guarnición española estable en el poblado de Manado. Según testimonio del jesuita Scalamonti, se les asignó un lugar en el poblado para la construcción de una iglesia, así como de un alojamiento para la expedición española. Dos años después los dos jesuitas tuvieron que volverse por enfermedad a Ternate, pero los soldados y los frailes franciscanos permanecieron en esos lugares (50).

“Partimos de la ciudad de Manila en los navíos de socorro que envió el gobernador de Filipinas, Don Alonso Fajardo, el año de diez y nueve al Maluco, y llegados que fuimos allá, se determinó que nos repartiésemos. Que el dicho Padre fray Blas Palomino fuese, con otro sacerdote, y un Religioso lego enfermo, a predicar al Reino de Manados, que es en la misma isla de Macasar, al principio de la tierra; y el Comisario, y yo con otro religioso lego, fuésemos a Macasar, y para tener mejor ocasión de entrar, llevamos una embajada y presente, del Gobernador de Filipinas, para el Rey de Macasar. Salimos de Maluco en un navío del Rey, y llegamos a Manados, donde estuvimos cuatro, o cinco días, y dejamos allí a nuestros padres, después de haber hablado al Rey, y a los principales de la tierra, todos los cuales dieron su consentimiento para que se quedasen a predicarles, y enseñasen el camino del cielo, y nosotros pasamos a Macasar.” (51).

En marzo de 1619, una embajada del sultanato de Ternate para el reino amigo de Macasar hace escala en Manado. Tres de los seis franciscanos que van en ella se quedan en Manado. Entre estos tres últimos va el franciscano higuereño Blas Palomino, que nos informa del fuerte-fortaleza creado dos años atrás. Su testimonio es vital para saber de primera mano la situación de la fuerza española. El capitán Francisco Meléndez, junto a un grupo de religiosos, soldados y pampangos, residen en el pueblo de Manado. En su crónica relata la llegada a Cale y su viaje por los diferentes pueblos del interior: Cacascasen (hoy llamada Kakaskasen), Tomun (hoy Tomohon), Sarranson (hoy Sarongson), Tonbani (hoy Tanawangko), La Laguna (hoy Tondano) y Las Quemas (hoy Kema). Junto a dos soldados los frailes franciscanos residieron en Tondano, pero acabaron volviendo otra vez a Manado, donde fijarían finalmente su residencia. Para el religioso Blas Palomino el gran problema era la escasez de soldados. La pequeña fuerza española que residió en Manado era una pequeña guarnición establecida en su puerto, pero a su alrededor había multitud de tribus locales, cada una con su propio caudillo, en continuos enfrentamientos internos, y con escasez de grandes líderes, hasta el punto de que cuando surgía algunos con más poder, eran revocados fácilmente por los propios miembros de su tribu, porque “si no les parecen bien lo que ellos hacen no les obedecen y así hay tantas cabezas como hombres libres y con ello otra dificultad, que no quiere hacer ni determinar nada un pueblo sin todos los demás” (52).

Blas Palomino, vista la situación de total anarquía lo tenía claro, era necesario traer una fuerza mayor a Manado, para poder imponer un control político en la zona o no había nada que hacer en relación con la conversión, y control del territorio. La guarnición de Manado era muy escasa y su poco número no imponía respeto entre los locales, “es menester sujetarlos y ponerles debajo de leyes y gobierno (…) que aquí si no hay más fuerza en Manados que ellos teman que no dejarán estar en su tierra religiosos” (53).

Desmotivado Fray Blas Palomino por el poco fruto conseguido en la evangelización (su predicación cristiana tampoco era aceptada en muchos pueblos del interior por miedo al enojo de sus dioses) se plantea volverse a Ternate, y aunque el capitán Francisco Meléndez le da la razón, le invita a quedarse debido a que la guarnición española va a permanecer aguardando acontecimientos, confiando en que las cosas cambien y a la espera de noticias de Ternate.
CAPÍTULO LXVIII. Página 219 del libro de Francisco de Bilches: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653. El texto que reproducimos se inicia en las seis últimas líneas de esta página.
“Viendo, pues, los dichos Padres, que ya aquello no tenía remedio, y que estaban allí perdidos, entraron en consulta de lo que harían, y determinaron que los dos se volviesen a Manila a dar parte al provincial de lo que pasaba, y el Padre fray Blas fuese a Macasar a hacer lo propio al Comisario, y acertándose a hallar allí dos navíos, y una galeota de Portugueses, que iba a Macasar, se embarcaron los dichos Padres,y prosiguieron su viaje. 
Parte I. Página 220 del Libro de Francisco de Bilches: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653.
En esta sazón estaba el Padre fray Blas muy enfermo, y casi desahuciado de la vida, y por esta causa pidió, que antes que se embarcase le diesen los Sacramentos, por lo que Dios fuese servido de hacer con su vida. Hiciéronlo así, y luego se embarco, y fue su viaje, y en el fue Dios servido que mejoro, y fue ya bueno cuando llego al Reino de Macasar, donde nos halló con el mismo desconsuelo, que el llevaba de ver no hallamos la tierra tan bien dispuesta como pensamos, para sembrar en ella las palabras del santo Evangelio, por que aun fuimos bien recibidos del Rey, y acepto la embajada, y concedió la paz, y amistad con los Españoles, y otras cosas que se le pedían. En lo que fue dejar predicar en su tierra, ni hacer Cristianos, no quiso venir, antes publicó un bando en su tierra, de pena de vida a cualquiera que se hiciese Cristiano. Y por mas que le predicamos, y diligencias que hicimos, no fue posible lo contrario. Y habiendo estado allí algunos meses, y experimentando que no se hacía fruto ninguno, ni había esperanza de que se haría adelante, determinó nuestro Comisario de que nos fuéramos el Padre fray Blas, y yo a Maluco, y que desde allí fuese yo a Manila a llevar la respuesta de la embajada al Gobernador, y dar parte al Provincial de lo que pasaba, Y que el Padre fray Blas se quedase allí en Maluco, para ser Presidente de un Convento nuevo, que había tomado en la Isla de Tidore, que es en el mismo Maluco, junto a la Isla de Terrenate. Con ellos nos embarcamos en dos galeotas Portuguesas, que iban a Maluco, y cada uno en la suya comenzamos a navegar, y hacer nuestro viaje, el cual fue tan trabajoso de tormentas, y peligros de enemigos, y vientos contrarios, que nunca tal se ha visto; porque en viaje donde se acostumbra tardar, cuando mucho, veinte días, estuvimos mas de sesenta y tantos, y por cuatro veces encontramos con enemigos, y peleamos con ellos.

Finalmente llegando a la contracosta de Manados, tuvimos tan recio viento contrario por la proa, por mas de diez días, que saliendo por dos, o tres veces a atravesar el golfo que hay de allí al Maluco, que son cosa de cincuenta leguas, volvimos a arribar donde habíamos salido, y viéndonos ya necesitados de agua y bastimentos, nos llegamos a una Isla pequeña, que está pegada a la misma Isla de Macasar, cosa de tres o cuatro leguas antes de llegar a los volcanes, que llaman de Manados. Y habiendo tomado agua, y en dos días no haber visto gente. Otro día de mañana vieron de la galeota, donde iba el Padre fray Blas, unas banderillas blancas puestas en unos palos en la playa. Desde nuestra galeota no las vimos, ni la gente que después vieron de la otra, porque habíamos surgido mas de media legua desviados. El Padre fray Blas pidió  al Capitán fuesen con la chalupa a ver que gente era, y si traían algún refresco, lo cual se hizo yendo algunos marineros, y soldados, y en su compañía el dicho Padre fray Blas.

Llegaron cerca de tierra, y vieron ser gente desnuda, algo blancos, cabellos largos como mujeres, que es por la mayor parte el uso de aquella tierra. Hablaronles por un intérprete, y después de muchas demandas, y respuestas, les pidieron viniesen al navío un par de ellos, y que les regalarían, y ellos vinieron en ello con que se quedasen otros dos de los nuestros en tierra de ellos. Hízose así, y traídos al navío les dieron de comer, y de beber muy bien, y el Padre fray Blas les dio muchas cosas de bujerías, que traía de Macasar, y ellos apetecían.” 
Página 221 del Libro de Francisco de Bilches: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653.
En la página 221 continúa así el relato:

“Dijeron que eran de unos pueblos que había allí cerca, que estaban cerca del Reino de Manados, donde habíamos estado primero, y que abría de traviesa de allí a Manados, por tierra cosa de catorce leguas no mas. Con ello se fueron, y los echaron a tierra, y volvieron a coger los nuestros. Quedo de concierto, que otro día habían de volver, y traer refresco. A todo esto en nuestra galeota no sabíamos nada, y otro día de mañana al amanecer, se embarco el Padre fray Blas, y con alguna gente vino, a nuestra galeota a darnos parte, y comunicar lo que les había pasado el día de antes, y en particular me dijo , que era aquella muy buena ocasión para volver a entrar en Manados, que pensaba, si hallaba ocasión, quedarse allí, y de allí atravesar a Manados, a ver si podía reducir a aquella gente, que los traía atravesados el corazón, por ser gente afable, y de buenos naturales para Cristianos, y muchos de ellos lo querían ser, y quedaron muy pesarosos de que se fuesen los padres. Con ello hablamos al Capitán de nuestra galeota, para que continuase, que fuese nuestra barca también en compañía de la suya, con algunos soldados y vino en ello.

Fuimos, entramos cada uno en su barco, y primero fuimos a la galeota del Padre fray Blas a pedir licencia al Capitán para ir donde habían hablado el día antes aquella gente, y él la dio, aunque con harta dificultad, temiéndose nos sucediese alguna desgracia, porque era hombre muy cursado en aquella tierra, y conocía toda aquella gente ser Moros, y muy traidores. Mas por las persuasiones del Padre fray Blas dio licencia, advirtiendo del orden que se había de  tener y enviando gente de guarda. Llegados que fuimos al puerto, nos salieron a recibir algunos de aquellos Indios, y el Padre fray Blas los llamo, y dijo le sacasen del barco, como lo hicieron, en hombros. Fue saliendo las demás gente, que sólo quedaron cuatro hombres en cada barco. El bendito Padre los comenzó a abrazar, y se sentó a la sombra de un árbol con algunos de ellos, y el intérprete, que era portugués, a tratar lo que llevaba pensado.

En este tiempo yo me puse a hablar con los demás, que por allí estaban divididos, y apartados en corrillos, y pregúnteles si traían algún refresco, me dijeron que si, y que lo tenían allí dentro en el Monte, que no lo podían traer a cuestas, que entrásemos por ello, de que yo no lo colegí bien, y entrando mas adentro vi, detrás de unos árboles muchas lanzas, y adargas juntas, y amontonadas como escondidas. Y haciendo como que no había visto nada, me volví a salir disimuladamente, y llegue al Padre fray Blas, y le dije lo que había visto, y lo que decía aquella gente del refresco, y respondió que no, que era muy buena gente, y que si traían algo, y con ello se volvió a hablar con ellos, y yo me desvié cosa de doce o catorce pasos, y mirando hacia los barcos vi a los que en ellos estaban tomar a prisa los  arcabuces, y decir a voces, traición, traición, y volviendo a mirar atrás, vi ya atravesado por una lanza al bendito Padre fray Blas, y con otra al interprete. Y si dos o tres soldados que se hallaron cerca no disparaban sus arcabuces, y echaron mano a las espadas, con que ellos temieron, y huyeron, nos alancearan a todos.”
CAPÍTULO LXVIII. Página 222 del Libro de Francisco de Bilches: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653.
La relación de los hechos de la muerte de Fray Blas Palomino en la Página 222.

“Retiramos luego al Padre fray Blas, que murió en mis manos dentro de un cuarto de hora, y el otro cuerpo no pudimos retirar, temiendo no nos cercasen las embarcaciones. Llevamos al Padre fray Blas a su galeota, y yo estuve con él toda aquella noche, y por la mañana vino la gente de otra galeota, y le llevamos a enterrar todos juntos a una isleta pequeña, que estaba allí junto, lo cual se hizo con la mayor solemnidad que se pudo, porque yo llevaba sobrepelliz, y estola, y sus velas todos los Portugueses. Dejamos marcada la sepultura, para en otra ocasión volver por su cuerpo, como se hizo dentro de seis meses, y se llevo a Maluco, donde está colocado en una caja en la iglesia de nuestro Convento de san Antonio, como de santo Mártir, y así lo escribe la Provincia en una patente que dio el Padre Custodio fray Marcos de Lisboa para el Capítulo General, poniéndole y nombrándole entre el número de los Mártires que había habido en aquella santa Provincia, y  con mucha razón, pues demás de haber ido de España dedicado para la conversión, fue allá escogido para enviar a predicar el santo Evangelio a las tierras de Moros, y Gentiles arriba dichas. Y en esta demanda murió alanceado por los Moros de aquella tierra, in odium fidei, como consta de la experiencia grande que se tiene de los que los han comunicado, que quieren beber la sangre de cualquier cristiano todos los de aquella tierra. Y además de esto, que como arriba he dicho, su intento principal de salir aquella ocasión, fue con el deseo de convertirlos, y ver si podía quedar allí para pasar al Reino de Manados, donde primero había estado, todo con el fin de ganar aquellas almas, como él me comunicó antes. Además de esto, el día antes tuvo tan grandes impulsos, y deseos de decir Misa, que me pidió muy encarecidamente la dijésemos, porque traíamos todo recado. Y pareciéndome, que la mar andaba muy alterada, y que era cosa peligrosa, como a la verdad lo era, no me pareció venir en ello. Mas el bendito religioso hizo tanta  instancia, cosa que jamás había hecho en todo el viaje, que le dije, la dijese muy en hora buena, que yo le tendría el Cáliz, y ayudaría. El se confeso luego, y preparó muy devotamente, y la dijo, aunque con harta dificultad, por la inquietud grande del mar. Que parece sentía ya en su alma algunas premisas de muerte, y buena suerte , que el Señor le tenía guardada, la cual aunque no cabe debajo de merecimiento, supo granjearla, y si decirse puede merecerla, con su santa vida, harto mejor que no yo. Pues por mis pecados estando, en la misma ocasión, no tuve tal ventura y porque todo esto es  así verdad, coram deo, lo firme en este Convento de nuestro Padre san Francisco de Madrid a dos de julio de mil y seiscientos y veinte y siete, Fray Pedro de la Concepción.” (54).

A 23 junio 1619, pese a las dificultades Blas Palomino se queda en Manado aunque los otros dos religiosos junto con el capitán Meléndez regresan a Ternate. La estancia de nuestro querido fray Blas Palomino acabará mal, martirizado en fecha 10 de marzo de 1620 (55).

El asentamiento español en Molucas gozaba de cierta estabilidad a través de la tradicional alianza con el sultán de Tidore y el atento control sobre el sultán de Ternate. El mantenimiento de las alianzas sobre las élites sociales de la zona garantizaba la soberanía sobre todos sus súbditos. Por contra, en Minahasa la situación era diferente debido a la ausencia de un gran poder central y la existencia de numerosos pequeños caciques en continuo estado de guerra que dificultaron el control español sobre este territorio llamado Minahasa. Esta inestabilidad política fue el gran problema de los españoles. El conseguir el poder sobre Manado no aseguraba el control sobre todo el territorio de Minahasa. Había que ir sometiendo a todos los pueblos del interior y para ello hacía falta un número de efectivos imposible de obtener, ya que si se sacaban de las fuerzas de Molucas se corría el riesgo de que los holandeses tomasen las posiciones que los españoles tenían ocupadas.
Mapa de las islas Filipinas, Célebes y Molucas en un mapa antiguo.
Los refuerzos que venían de Manila a través de Nueva España, eran insuficientes, siendo ya un éxito el que sirviesen para llegar a reponer las pérdidas de personal por la alta mortalidad de las fuerzas españolas del Maluco. Las autoridades fueron conscientes de las dificultades que presentaban los asentamientos en estas islas de las Molucas, por la escasa dotación de soldados disponibles, y asumen que todo intento de control de la zona pasaría necesariamente por el envío directo de refuerzos militares de la metrópoli. Así lo expone ante el monarca el franciscano Cristóbal Gómez, que en 1615 llega a Madrid procedente de Sulawesi con el objetivo de pedir ayuda al monarca para frenar la expansión holandesa en las Molucas. Cristóbal Gómez (o Cristóbal Ruiz en otras fuentes), fraile franciscano cuya presencia ya se documenta en el año 1611 en Sulawesi, a donde viajó nada más conocer el martirio de sus hermanos de orden: Antonio de Santa Ana y Sebastián de San José. Estuvo en Bohol en labor misionera con el objetivo de continuar la tarea que sus hermanos martirizados no pudieron realizar. Su estancia no fue muy larga ya que por enfermedad tuvieron que regresar a Ternate en 1613.  
Rey Felipe II de España, en cuyos dominios no se ponía el sol. Abajo dominios españoles en tiempos del rey Felipe II
Pero no la petición del franciscano Cristóbal Gómez ante el rey Felipe II no obtuvo éxito, eran muchas las necesidades que la corona tenía que cubrir con sus soldados en Europa, y así la ayuda inicial que se había propuesto, compuesta de seis galeones y mil quinientos soldados, al mando del futuro gobernador de Filipinas Alonso Fajardo, acabaría dirigiéndose a Alemania, en ese mismo año de 1615, para sofocar las revueltas producidas contra el emperador Fernando II (56).

Cuatro años después, en diciembre de 1619, se decide el envío de una escuadra para Molucas, que desgraciadamente fracasa al poco de zarpar desde España a causa de las tormentas producidas el 3 de enero de 1620, pues un naufragio frente a las costas de Cádiz acabó con la flota. La expedición perdida, al mando de Lorenzo de Zuazola, tenía previsto seguir la ruta hacia las Molucas por el cabo de Buena Esperanza en el sur de África, estando compuesta de 1.792 hombres (entre ellos 1.000 soldados y 732 marineros), la mayoría de los cuales murieron en el naufragio, entre ellos el propio fraile franciscano, Cristóbal Gómez (57).

Otra vez los refuerzos necesarios para acometer políticas más ambiciosas en Molucas siguen sin llegar. Por segunda ocasión un naufragio desbarata la llegada de unos refuerzos que permitiesen contrarrestar el poder holandés e impulsar el posible dominio sobre Sulawesi. Los naufragios de Juan de Silva en Singapur de 1616, y de Lorenzo de Zuazola de 1620 frente a las costas de Cádiz, hicieron que en Manado no hubiera más que una pequeña guarnición de unas decenas de soldados a la espera de acontecimientos que no se producían,  y por tanto con poca posibilidad de acción, con lo que más bien quedaba todo como una declaración de buenas intenciones, representando de forma simbólica las aspiraciones españolas de alianza y amistad con los pueblos de Minahasa. En diciembre de 1621, el nuevo gobernador de Filipinas, Fajardo de Tenza, proyectó un novedoso enfoque estratégico sobre la zona, cuál era la creación de otra base logística en la Isla de Mateo (58).
Foto de la NASA en la que aparece en amarillo la isla de Sulawesi.

Se trataría de ocupar una isleta en la punta nordeste de Sulawesi para dar soporte a una nueva ruta a Ternate. Este enfoque incluiría también el proyecto de construcción de un fuerte para además poder controlar el paso de naves enemigas, obtener los necesarios víveres de carne y arroz, y servir de soporte al socorro en ambas direcciones del trayecto en la navegación por esta ruta. Fajardo de Tenza se refiere al estrecho formado por la actual isla de Pulua Lembeh y la ciudad de Bintung, situado en la costa oriental, la zona opuesta al acceso tradicional que se hacía por Manado, llamado por los españoles el estrecho de Santa Margarita, situado cerca de la actual población de Kema. El nuevo gobernador de Filipinas, Fajardo de Tenza quiere impulsar la política en el Maluco, y en este año de 1621 el socorro llega con destacados refuerzos de ciento veinte nuevos soldados, que se incorporaron a las fuerzas estables de Ternate y Tidore (59).

También se tiene en cuenta la petición por parte local de más soldados, tras haber sido retirados los que estaban en Manado por el maestre de campo Luis de Bracamonte. El fuerte de Manado se había desalojado temporalmente, pero el gobernador comunicó haber dado orden de volver a enviar soldados y franciscanos, mandando al capitán Francisco Meléndez, por su buena relación con los locales de esta zona, al haber vivido varios años entre ellos. Se detalla el objetivo de esta misión: obtener no solo el permiso de los locales, sino también lograr su ayuda para la construcción del nuevo fuerte y tener elegido el sitio para cuando el gobernador pueda enviar gente. Un año después, en 1622, el gobernador de Filipinas Fajardo de Tenza vuelve a incidir en la necesidad de este proyecto y repite que había ordenado levantar ese fuerte-almacén, pero que desgraciadamente no se había realizado porque la galera destinada con tal fin se había perdido en combate ante los enemigos holandeses. No obstante, asegura que lo volverá a intentar con un nuevo envío (60). 
Foto por satélite de la NASA en 2006 del territorio de Indonesia.
Y así lo hace mediante nueva carta fechada en agosto de 1623, dando orden directa a Pedro de Heredia, gobernador del Maluco entre los años 1623 y 1636, de no cejar en construir ese fuerte en la costa oriental (61). Pero Pedro de Heredia, gobernador del Maluco entre 1623 y 1636, que llega a Ternate con una fuerza considerable de una flota de cinco navíos, dos galeras y tres pequeñas fragatas,  para poder llevar a cabo el proyecto de la base en las Célebes, no tiene los mismos plantaeamientos (62). Pedro de Heredia no parece tener el mismo interés de sus antecesores en extender la influencia española más allá de las Molucas. Heredia entendió que tenía que hacer frente de forma prioritaria a las rebeliones locales impulsadas por el sultán de Ternate, por lo que decide que sólo puede aplicar una política defensiva ante los holandeses. Así que bajo la excusa de no ver correspondidas sus peticiones de ayuda, pues cuando él pide que traigan de la India portuguesa por lo menos de doscientos a trescientos hombres y comprueba que tan sólo le habían llegado sesenta y uno, como soldados de refuerzo del contingente de soldados pedido, y también añade la excusa en el sentido de que se le habían prometido ocho galeras y que únicamente había podido disponer de dos. (63), con lo que nunca se llegaría a acometer el fuerte en el estrecho de Santa Margarita porque el militar designado para la misión, el capitán Meléndez, fue enviado en 1624, junto a seis soldados más y el franciscano Diego de Rojas, a la isla de Siao para ayudar en el enfrentamiento que su rey tenía con la isla vecina de Sangil Basar (64).
Archipielago de las islas Sangihe o Sangir.

El sustituto de Fajardo de Tenza, el gobernador Niño de Távora, comunica a Felipe IV que el fuerte para controlar el estrecho de Santa Margarita no  se ha construido. Pedro de Heredia no lo ha llevado a término por no considerarlo prioritario, aunque quiere compensarlo reforzando la presencia española en el otro lado de la isla, para lo que pide al gobernador cincuenta hombres para ocupar el antiguo fuerte de Manado, sufragando su coste a través de la posibilidad de adquirir arroz (65). Encontramos la respuesta de Felipe IV en un documento de 1627 en el que propio rey le da permiso para retomar el fuerte de Manado, prometiendo el envío de ayuda y armas (66).

Aunque el fuerte del estrecho de Margarita nunca se llevó a cabo, se mantuvo la relación con Manado y el vínculo, o alianza política tradicional. Los tiempos estaban cambiando al norte de Filipinas, porque en el año de 1626, el establecimiento holandés en la isla de Formosa provocó el traslado del escenario de los acontecimientos en esta parte del mundo, se abría un nuevo frente más al norte que hizo que las islas Molucas fuesen perdiendo importancia estratégica y con ello se disminuyeron las oportunidades de refuerzos en esta área.
Rey Felipe IV de España. Pintura de Piter Paul Rubens. Museo Hermitage.

Desde la corte española tampoco se apostó fuertemente por las Filipinas. Aunque Felipe IV decidió en 1624 la puesta en marcha de una gran flota de tres mil personas entre soldados y marineros para salir de España en el verano de 1625 con destino al Pacífico, este proyecto se paralizó y finalmente se decidió enviarla la flota a Flandes, prefiriendo luchar con los holandeses en su propio país que en las lejanas tierras filipinas (67). En la década de los años de 1630 nuestra alianza siguió firme con Manado, como así lo prueba el envío en 1636 del hijo del rey de Manado (junto a un hijo del rey de Siao) al colegio jesuita de Manila para ser educado y tutelado por las autoridades españolas. También en 1637 el rey de Manado solicitó ayuda militar al nuevo gobernador del Maluco, Pedro de Mendiola, para sofocar una rebelión interna en su territorio (68). En ese momento la fuerza de las Molucas constaba de quinientos setenta soldados españoles y una fuerza auxiliar de doscientos indios pampangos (69). El número de efectivos de los soldados allí destinados apenas aumentó en casi cuarenta años trascurridos después de la conquista del Gobernador General de Filipinas D. Pedro de Acuña. Los refuerzos que se enviaban siempre eran insuficientes, digamos que apenas servían para cubrir las bajas que se producían en estas islas de soldados. Además, en el año 1637 se produjo una gran campaña militar en Mindanao (contra el sultán Corralat), que naturalmente propicia mayor desguarnecimiento de la tropa (70), a la que seguirá otra campaña militar al año siguiente en 1638 contra Sulú; en esta campaña comandada personalmente por el gobernador Hurtado de Mendoza, se movilizaron unos seiscientos españoles y tres mil nativos reclutados entre las diferentes provincias filipinas.

Ambas operaciones supusieron un gran desgaste de fuerzas y recursos por la necesidad del envío de soldados y del establecimiento de fuertes en ambas zonas. Pese a todo, la presencia de soldados en Manado se mantiene, pues aunque escasa e intermitente, siempre debió haber una guarnición que testimoniara la alianza entre Manado y España. Si esta guarnición no estaba, por lo menos, se mantenía una comunicación regular entre Ternate y Manado, que hiciera mantener y perpetuar la alianza. Un documento fechado en 1639 nos informa de una carta del sargento mayor de las fuerzas del Maluco, Francisco Fernández, fechada en Manado y remitida al gobernador del Maluco, Pedro de Mendiola, en la que los nativos locales volvían a pedir religiosos y a ofrecer vasallaje al rey de España (71). En la década de entre los años 1640 a 1650, la guarnición española que seguía en Manado se enfrentó al alzamiento de los locales el 10 de agosto de 1644, fue la rebelión local más violenta que se había producido hasta ese momento en la historia de las relaciones con la corona española (72).
Frailes de la Orden Franciscana.

Unos años antes habían llegado a Sulawesi procedentes de las islas Sangir dos franciscanos, fueron el fraile Lorenzo Garralda y el padre Juan Iranzo, que en cumplimiento de su misión evangélica denunciaron el maltrato dado por los soldados españoles a los nativos. El desencadenante de la gran rebelión fue el maltrato dado por algunos soldados a la población local. El padre Iranzo relata cómo un soldado español hirió al jefe del pueblo de Tomun (ahora Tomohon), que relato dice así: “El año de 1644 continuando los soldados sus ordinarios agravios y vejaciones, uno de ellos dio una herida al mayor principal del pueblo de Tomún donde yo asistía” (73). Este agravio provocó la rebelión de sus parientes. Durante la noche, los hijos del herido convocaron a las otras tribus para degollar a todos los españoles. El levantamiento tuvo el resultado de diecinueve españoles muertos y veintidós presos (74). Entre las víctimas se encontraba el hermano fraile Lorenzo Garralda, quien, advertido de la rebelión y aun teniendo tiempo para huir, decidió quedarse para acabar siendo alanceado, decapitado y puesto en medio de la plaza de Cale, donde los locales hicieron danzas en torno a su cadáver (75). 
Islas Sangihe o Sangir donde dos franciscanos, el fraile Lorenzo Garralda y el padre Juan Iranzo denunciaron el trato dado a los nativos.

Los pocos españoles supervivientes de esta rebelión, provocada por el maltrato de los españoles sobre los nativos, consiguieron refugiarse en la playa, donde construyeron con las maderas del convento una pequeña fuerza de resistencia y allí estuvieron resistiendo durante ocho meses hasta que intentaron escapar en una embarcación pequeña con la que pretendían alcanzar Ternate. Era esta huida un viaje del todo irrealizable para las escasas condiciones de seguridad que proporcionaba la citada embarcación, en el que con toda probabilidad hubieran muerto ahogados, si no hubiese sido por la ayuda recibida de Buntuán, el rey de Calonga, quien los rescató en las aguas del norte de Sulawesi. Los españoles sobrevivientes fueron acogidos por los reyes de Tabuca y Calonga, para más tarde en una embarcación fletada por el rey Buntuán hacerlos llegar a la isla del sultanato de Ternate.
Final de la Guerra de los 30 años con las firma de la Paz de Westfalia. Abajo celebración de la firma del Tratado de Paz y Estracto del acuerdo del tratado de Westfalia en 1648.


La rebelión local y el Tratado de Westfalia parecen que pusieron fin a la presencia española en Manado y con ello se pudo facilitar la llegada de los holandeses a la zona, pero esta llegada de los holandeses, no se produce de forma total, ni inmediata; pues pese a la experiencia de la rebelión, los españoles siguieron permaneciendo en el norte de Sulawesi y el relevo holandés no se produjo tan rápidamente, ni con tanta facilidad como cabría esperar después del hueco facilitado por la menor presencia de los españoles. El acuerdo de Westfalia estipulaba que los españoles no podrían extender sus dominios en Molucas, lo que conllevó que el gobierno español no invirtiese en estas islas, ni se produjesen  por nuestra parte más gastos en la zona desde la fecha del referido acuerdo en adelante (76). Pese a esto, muchos de los españoles allí presentes se resistieron a que la influencia hispana sobre los pueblos locales empezase a declinar y se rompieran las alianzas conseguidas años atrás. En documentos se puede comprobar cómo Manado siguió siendo destino de expediciones militares y estancias españolas presente en la isla (77). 
Isla de Ternate, foto actual.

En 1652 desde Ternate se manda una expedición de castigo de rebeldes al mando del capitán Bartolomé de Cosar, y su estancia se prolonga al menos por un año (78). Dos años después, el 16 de julio 1654, se firma un nuevo acuerdo de paz con Manado, como quedó documentado en una carta del gobernador Manrique de Lara en la que dice que hay paces firmadas con los reyes de Macasar, Tidore, Calonga y Manado (79).

También volvemos a tener testimonios de la presencia española en Manado en el año 1656, cuando las fuentes franciscanas registran otra expedición al mando del sargento mayor Juan de Ytamarren (en la que irá el franciscano fray Pedro de San Buenaventura) (80).

Sin embargo, y a pesar de la influencia española, los holandeses empiezan a ambicionar el control directo de este territorio, y ya en el año de 1657 establecen su primer asentamiento en Manado. Lo hicieron aprovechando una petición local de ayuda, e inician la construcción de su primer fuerte en la zona, desde donde intentarían romper la alianza que los locales aún mantenían con España (81).
Cora o barca de navegación de Indonesia.

Manado, recelosa del poder de Siao, el aliado por antonomasia de los españoles en la zona, buscaba en los holandeses un apoyo que contrarrestase el fuerte vínculo existente entre Siao y España. Cuatro años después, en 1660, la influencia y la presión holandesa ya se hace notar y Manado rompe su alianza con España. El gobernador Manrique de Lara informa al monarca de que, ayudados por el holandés, se habían rebelado contra los soldados españoles que allí seguían manteniendo la posesión, el dominio, señorío y potestad del monarca hispano (82). Si bien es cierto que los holandeses consiguen que en 1660 Manado rompa con España, algunas tribus del interior todavía se alinean junto a los españoles (83). Se trata de los habitantes de La Laguna o Tondano (84). La Laguna correspondería a una gran población en torno al actual lago Tondano. Su nombre Ton-dano significaría pueblo del agua, su rival la tribu Tonsea (Ton-sea, correspondería al pueblo de la catarata), a unos 30 kilómetros de Manado, la mayor población de Minahasa y la que mayor afinidad tuvo siempre con los españoles. 
Nativos del nordeste de Sulawessi.
Los motivos de esta complicidad los podemos encontrar en diferentes razones, la principal de las cuales sería su posición de tributarios de la etnia de Tonsea (85), etnia situada más al norte y que fue responsable de la rebelión antiespañola del año 1644, pues así su alianza con los españoles reforzaría su posición frente a los antiguos señores. El gobernador holandés de las Molucas, Roberto Padtbrugge, remarca que son los únicos habitantes del norte de Sulawesi que muestran orgullo de ser monógamos y que llevan el pelo corto cortado en redondo a la altura de las orejas, lo que también puede ser un indicio de su buena adaptación a las costumbres españolas (86). Ellos serían los últimos en aceptar el dominio holandés en la zona, protagonizando una gran rebelión en el año 1663, que impidió a los holandeses conseguir el arroz que necesitaban y que no en vano fue el principal motivo del interés de los holandeses por el norte de Sulawesi (87).
Nativos de la isla de Almahera. Foto de fecha desconocida.

Los holandeses señalaron como el gran instigador de esta rebelión al jesuita Francisco de Miedes. El padre Francisco de Miedes había llegado a Molucas en 1655, alternando su estancia entre los reinos de Ternate y Siao, quien tras la evacuación española de las Molucas fue capaz de reclutar cincuenta seguidores en Ternate (88), para vía Siao llegar a Sulawesi. El jesuita estaría en el año 1663 en Tondano ofreciendo ayuda para luchar contra los holandeses, proporcionando pólvora y alentando la posibilidad de establecer de nuevo un fuerte cerca de la zona de Las Quemas (Kema), donde ya se había establecido una iglesia en décadas anteriores (que era la zona más oriental del norte de Sulawesi y más lejana a Manado). El mando holandés en Manado advierte de la necesidad de aliarse con el pueblo de Las Quemas para evitar que éstos puedan volver a llegar a un acuerdo con los españoles (89).
Grabado del ataque de Koxinga pirata chino de la isla de Formosa al Fort Zeelandia en el año 1669.
Repruducción de la rendición holandesa a Koxinga en 1669.
Koxinga o Zheng Chenggong.
Estatua ecuestre de Koxinga.
En 1662 se tomó la decisión de evacuar las Molucas ante la amenaza del pirata chino Koxinga sobre Manila. La evacuación se hizo efectiva en mayo de 1663, cuando se desmanteló el presidio de Ternate, y aunque se dijo a los holandeses que la salida era temporal, la vuelta ya no fue posible. Su situación, al margen de la amenaza del pirata chino Koxinga, era ya de por sí muy débil, la isla era improductiva y las fuerzas españolas seguían sin resolver su problema de suministros (90), además de los casos de deserción de los soldados, y de su paso a las filas holandesas. El gobernador del Maluco, Francisco de Atienza, destruyó las fortalezas y los almacenes e incendió las casas y conventos para que no pudieran ser aprovechados por los enemigos. Antes de abandonar las Molucas quiso dejar claro que por derecho de guerra se había tomado la soberanía sobre Ternate y que en virtud de la Paz de Münster, dicha soberanía debía ser respetada “porque aunque se retiraban las armas el Rey nuestro señor retenía en si el dominio, señorío y potestad y propiedad que como legítimo Dueño y Señor tenía en aquel territorio en todas sus plazas, fuerzas y fortificaciones antes de dicho retiro”. (91).

Los holandeses, al encontrarse el camino despejado, eliminaron todos los árboles productores de clavo de las diferentes islas, para que no pudieran hacer competencia a las suyas, y aprovecharon los materiales de los presidios españoles abandonados para reforzar sus propias construcciones. La evacuación de Ternate supuso la sentencia final sobre Sulawesi. La salida española de las Molucas despejó el camino a los holandeses para tomar el control directo sobre el norte de Sulawesi. En 1666 construyeron en Manado su fuerte definitivo en piedra (Fort Amsterdam), que sustituyó al anterior, convirtiéndose en el centro del poder holandés en la zona. Tras la evacuación de las Molucas, el último reducto español se concentró en el tradicional aliado Siao, donde desde 1671 residía una pequeña fuerza de soldados españoles. Fueron enviados más soldados, como símbolo de continuidad de la alianza con los locales, que no querían renunciar a su cristianismo, pues junto a los soldados permanecían tres miembros de la compañía de Jesús, que como posibilidad de mantener un fuerte de defensa militar “Residen allí sin presidio, ni fortificación de piedra ni artillería, ni tienen otras armas que las ordinarias de arcabuces y mosquetes”. (92).
Isleños de las islas Siao. Foto de fecha desconocida.

El reducto de Siao fue un problema para los holandeses. Sin legitimidad para ocuparlo, ya que según lo dispuesto en el Tratado de Münster era lugar de soberanía española, su cercanía a Manado les hacía temer que los pocos españoles instigasen a sus antiguos aliados del norte de Minahasa. De hecho, en julio de 1673, hay documentada una visita del mando mayor de la fuerza de Siao, el capitán Andrés Serrano, junto al jesuita Francisco de Miedes, al Fort Amsterdam de Manado. Acuden para entrevistarse con el gobernador de las Molucas, Cornelis Frank (1672-74), firmando un acuerdo por el que ambas partes no volverían a levantarse en armas (93).

Finalmente, los holandeses lograrán que Ternate declare la guerra a Siao. En 1677 una expedición holandesa bajo la supervisión del gobernador de Molucas, Robert Padtbrugge, acompaña al rey de Ternate a la conquista de Siao (94). Haciendo antes escala en su aliado Manado para sumar efectivos a la operación. Así se consigue acabar con el último reducto español en la zona, expulsando a los españoles del fuerte Santa Rosa, el último puesto español de las Célebes (95).

Ésta fue una operación llevada a cabo por fuerzas de Ternate, sin que oficialmente la VOC (Verenigde Oostindische Compagnie, o Unión de Compañías de las Indias Orientales) llegará a participar militarmente, o eso al menos se pretendía hacer ver para no incumplir el Tratado de Münster. Así lo  muestra el testimonio de unos de los jesuitas que allí se encontraban, el padre Manuel Español, que residía junto a sus compañeros, Carlos Sarcoti (procedente de Flandes) y Jerónimo de Cebreros (el padre Miedes había recibido la orden de regresar a Filipinas, muriendo en Iloílo en 1674). La fuerza estaría compuesta de veinticinco soldados, de ellos trece españoles y doce pampangos, al mando de Andrés Serrano (96).

Bajo la coartada de una cuestión de legitimidad matrimonial (97), los holandeses encontraron la excusa para justificar el ataque del sultán de Ternate a Siao, expulsando a la última fuerza española setenta y un años después de la llegada de la expedición del Gobernador Genral de Filipinas D. Pedro de Acuña. La VOC (Verenigde Oostindische Compagnie, o Unión de Compañías de las Indias Orientales) procedió rápidamente a cortar los árboles claveros de la isla para salvaguardar su monopolio del clavo.
Habitantes de las islas Sangir con atuendos tradicionales, circa de 1905.

A la salida española del norte del Sulawesi, le sucedió la llegada de los holandeses que, a diferencia de los españoles, iniciaron un fuerte proceso de colonización, que con el tiempo hizo que el territorio de Manado fuera conocido dentro de Indonesia por su fuerte grado de aculturación neerlandesa. La evacuación española de las Molucas supuso el golpe definitivo de la presencia en Sulawesi. Sin rival europeo, a los holandeses les fue relativamente cómodo controlar todo el norte de Sulawesi, incluyendo las islas más septentrionales. Desde su fuerte en Manado lograron imponer sus condiciones a los diferentes pueblos de la región, bien por acuerdo o haciendo uso de su fuerza militar. La anterior presencia española, aunque no fuera muy numerosa, sirvió de contrapeso a las aspiraciones holandesas, pues los pueblos locales tuvieron un posible aliado en el caso de España con el que poder oponerse a Holanda. Desalojados los fuertes de Molucas, Holanda pasó a ser el único árbitro y señor de todo este territorio.
En esta imagen de Google se puede comprobar la proximidad del norte de Sulawessi de la isla de Ternate.

A modo de conclusión podemos decir que el comienzo de la ocupación española de Sulawessi fue consecuencia directa de su cercanía a la isla y sultanato de Ternate. La soberanía española en el Maluco a partir de la expedición del Gobernador General de Filipinas D. Pedro de Acuña de 1606 propició que un territorio al que se le había prestado poco interés pasase a adquirir cierta importancia estratégica desde una triple perspectiva: económica (como fuente de suministros que remediase la carestía crónica de los fuertes de Ternate y Tidore), política (como área de potenciales aliados) y religiosa (como tierra de evangelización católica). Si bien al inicio desde las altas instancias no hubo una línea política de establecimiento en este territorio, las informaciones que iban llegando desde el Maluco hicieron que desde España se llegasen a plantear estrategias de control, como así reflejan las órdenes que Felipe IV envió para la construcción de un fuerte en la costa oriental, que recordemos finalmente no se llevó a cabo por decisión personal del gobernador del Maluco, Pedro de Heredia. La lejanía de este territorio impidió la puesta en marcha de un proceso de colonización. Los posibles recursos que se debían enviar desde Nueva España vía Manila, apenas cubrían las necesidades de los fuertes de las Molucas, con lo que difícilmente quedaban efectos para enviarlos a otras plazas más lejanas. Hubo un interés real en la zona y a ello obedece el hecho de mantener durante varias décadas una guarnición española en Manado, aunque con un número insuficiente de efectivos para acometer planes más ambiciosos de conquista. La falta de medios hizo que el fuerte en Manado tuviera más carácter diplomático que de puesto de control. Pero, aunque la presencia española en Sulawesi no fue continua, tal como sí ocurrió en las islas de Ternate y Tidore, la comunicación con el norte de Sulawesi siempre existió y la navegación de pequeñas embarcaciones con Manado, Siao y las islas Sangir nunca se interrumpió, siendo posible el intercambio de noticias, mercancías y personas entre ambos lados del mar de Molucas. Si bien la presencia española apenas ha dejado un legado de nuestra cultura o su influencia en el territorio.

Granada 2 de febrero de 2019.

Pedro Galán Galán.
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Referencias de citas:
(1) Campo López, Antonio C.: La presencia española en el norte de Sulawesi durante el siglo XVII. Estudio del asentamiento español en el norte de Sulawesi ante la oposición local y la amenaza holandesa (1606-1662), Revista de Indias, LXXVII/269. Madrid, 2017), página 52.
(2) Wigboldus, Jouke S.: A History of the Minahasa c. 1615-1680, Archipel, 34.París, 1987, página 64.
(3) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 110.
(4) Relación de Fr. Blas Palomino sobre Manados, Manados, 23 de junio de 1619, Archivo Franciscano Ibero-Oriental, Madrid. (AFIO), caja 21, Filipinas: Varios, legajo 11, folio 4.)
(5) Juan de la Concepción: Historia General de las Filipinas, 14 volúmenes, Manila, Ed. A. de la Rosa y Balagtas, 1788-92. Volumen 1, página 126.
(6) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 109.
(7) Juan de la Concepción, 1788, volumen 1, página 321 y Juan de la Concepción, 1788, volumen 2, página 197.
(8) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 330.
(9) Gregorio de San Esteban: Memoria y Relación e historia verdadera de lo sucedido en las Islas Molucas 1609-1619, Archivo Franciscano Ibero-Oriental, Madrid. (AFIO), caja 21, legajo 12, folio 72.
(10) Carta de Francisco Montemayor sobre reyes de Ternate, Siam, Tabucán, Manila, 12 de junio de 1678, Archivo General de Indias, Sevilla (AGI), Filipinas, 23, Relación 17, Número 55, folio 3.
(11) San Antonio, Juan Francisco: Franciscanos descalzos en Castilla la vieja: Crónica de la Santa Provincia de San Pablo, Salamanca, Santa Cruz, 1728, página 376.
(12) De Bilches, Francisco: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653. Capítulo LXVIII, página 221.
(13) Archivo General de Indias, Filipinas, 23, Relación 17, Número 55, folio 3.
(14) Spate, Oskar H.: El lago español, España, Casa Asia, 2006, página 147.
(15) Campo López, Antonio C.: La presencia española en el norte de Sulawesi  durante el siglo XVII. Estudio del asentamiento español  en el norte de Sulawesi ante la oposición local y la amenaza holandesa (1606-1662). Revista de Indias, 2017, vol. LXXVII, núm. 269, Página 58.
(16) Morga, Antonio de: Sucesos de las islas Filipinas, México, 1609. Página 246.
(17) Ramerini, Marco: La storia della presenza Spagnola nelle Isole Molucche: Le fortezze spagnole nella ísola di Tidore 1521-1663, Roma, Saggistica, 2008.
(18) Laarhoven, Ruurdje y Pino Wittermans, Elizabeth: From Blockade to Trade: Early Dutch Relations with Manila, 1600-1750, Philippine Studies, XXXIII/4. Manila, 1985, páginas 485 a 504.
(19) Leonardo de Argensola, Bartolomé: Conquista de las Islas Malucas al rey Felipe III, Madrid, Alonso Martín, 1609, páginas 81 y 82.
(20) Leonardo de Argensola, Bartolomé: Conquista de las Islas Malucas al rey Felipe III, Madrid, Alonso Martín, 1609, página 222.
(21) Santos Hernández, Ángel: Cristianismo en crecimiento, tomo III, Madrid, Eapsa, 1977, páginas 531 a 535.
(22) Leonardo de Argensola, Bartolomé: Conquista de las Islas Malucas al rey Felipe III, Madrid, Alonso Martín, 1609, página 383.
(23) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. (AFIO), caja 21, legajo 11, folio 2.
(24) Sancho Rayón, José León: Documentos inéditos para la historia de España, tomo LII, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1868, página 223.
(25) Sancho Rayón, José León: Documentos inéditos para la historia de España, tomo LII, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1868, página 183.
(26) Fernández Navarrete, Domingo: Tratados históricos, políticos, éthicos y religiosos de la monarquía de China, Madrid, Imprenta Real, página 326.
(27) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 12, folio 34.
(28) Carta del virrey Luis de Velasco, el joven, México, 4 de abril de 1610, Archivo General de Indias, México, Relación 28, Número 2, folio 59.
(29) Carta del virrey Luis de Velasco, el joven, México, 4 de abril de 1610, Archivo General de Indias, México, Relación 28, Número 2, folio 59.
(30) Campo López, Antonio C.: La presencia española en el norte de Sulawesi  durante el siglo XVII. Estudio del asentamiento español  en el norte de Sulawesi ante la oposición local y la amenaza holandesa (1606-1662). Revista de Indias, 2017, vol. LXXVII, núm. 269, Página 62.
(31) Carta de Alonso Fajardo de Tenza sobre asuntos de gobierno, Manila, 31 de julio de 1621, Archivo General de Indias, Filipinas, 7, Relación 5, Número 64, folio 10.
(32) Rodríguez Rodríguez, Isacio: Historia de la Provincia Agustiniana del Santo nombre de Jesús de Filipinas, vols. XVII-XVIII, Valladolid, Estudios Agustinianos, 1984-1986. Volumen 18, página 260.
(33) Centenero de Arce, Domingo y Terrasa Lozano, Antonio: El sudeste asiático en las políticas de la Monarquía Católica. Conflictos luso-castellanos entre 1580-1621, Anais de História de Além-Mar, IX. Lisboa, 2008, página 248.
(34) Carta de Pedro de Heredia a Alonso Maldonado sobre Terrenate, México, 15 de febrero de 1622, Archivo General de Indias, Filipinas, Relación 39, Número 5, folio 1.
(35) Carta de Niño de Távora sobre la expedición a Isla Hermosa, Manila, 4 de agosto de 1628, Archivo General de Indias, Filipinas, Relación 30, Número 12, folio 16.
(36) Sánchez Pons, Jean-Noel: Clavados con el clavo. Debates españoles sobre el comercio de las especias asiáticas en los siglos XVI y XVII, Salvador Bernabéu Albert y Carlos Martínez Shaw (coordinadores), Un océano de seda y plata: el universo económico del Galeón de Manila, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2013, páginas 107 a 132.
(37) Sánchez Pons, Jean-Noel: Misión y Dimisión, Las Molucas en el siglo XVII entre jesuitas portugueses y españoles, Alexandre Coello de la Rosa, Javier Burrieza y Doris Moreno (editores), Jesuitas e Imperios de Ultramar (siglos XVI-XIX), Madrid, Sílex, 2012, páginas 81 a 101.
(38)  Adjudicación de la isla de Mateo y de Sanguilbasar y de todos sus naturales que allí habitan o vinieren aquí para que sean nuestras doctrinas, Ciudad del Rosario, 19 de marzo de 1610, Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 3.
(39) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 12, folio 41.
(40) Campo López, Antonio C.: La presencia española en el norte de Sulawesi  durante el siglo XVII. Estudio del asentamiento español  en el norte de Sulawesi ante la oposición local y la amenaza holandesa (1606-1662). Revista de Indias, 2017, vol. LXXVII, núm. 269, Página 64.
(41) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 20.
(44) Henley, David: Conflict, Justice, and the Stranger-King Indigenous Roots of Colonial Rule in Indonesia and Elsewhere, Modern Asian Studies, 38/1. Cambridge, 2004, página 90.
(45) Fernández Duro, Cesáreo: Historia de la Armada Española desde la Unión de los Reinos de Castilla y de Aragón, volumen 3, Madrid, Editorial: Sucesores de Rivadeneyra, 1895, página 393.
(46) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 12, folio 48.
(47) Sancho Rayón, José León: Documentos inéditos para la historia de España, tomo LII, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1868, página 364.
(48) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 12, folio 89.
(49) Aernsbergen, Anthonius van: De Katholieke kerk en hare Missie in de Minahasa, BKI, 81. S-Gravenhage, 1925, página 18.
(50) Aernsbergen, Anthonius van: De Katholieke kerk en hare Missie in de Minahasa, BKI, 81 (S-Gravenhage, 1925, página 19.
(51) (De Bilches, Francisco: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653, capítulo LXVIII, página 219. 
(52) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 11, folio 1.
(53) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 11, folio 3.
(54) De Bilches, Francisco: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653, capítulo LXVIII, páginas: 219, 220, 221, 222, y 223.
(55) Martínez, Domingo: Compendio Histórico de la Apostólica Provincia de San Gregorio de Philipinas de Religiosos Menores Descalzos de San Francisco, Madrid, Viuda de Manuel Fernández, 1756, página 176.
(56) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 159.
(57) Gil, Juan: Mitos y utopías del Descubrimiento, volumen 2. Madrid, Alianza, 1992, páginas 190 a 193.
(58) Archivo General de Indias, Filipinas, 7, Relación 5, Número 65, folio 14.
(59) Archivo General de Indias, Filipinas, 7, Relación 5, Número 65, folio 10.
(60) Archivo General de Indias, Filipinas 7, Relación 5, Número 67, folio 7.
(61) Rodríguez Rodríguez, Isacio: Historia de la Provincia Agustiniana del Santo nombre de Jesús de Filipinas, vols. XVII-XVIII, Valladolid, Estudios Agustinianos, 1984-1986. Volumen 17, página 30.
(62) Sloos, Dirk A.: De Nederlanders in de Philippijnse wateren voor 1626, Amsterdam, De Wit, 1898, página 90.
(63) Carta de Niño de Távora con noticias de Terrenate de Herrera, Manila, 20 de julio de 1620, Archivo General de Indias, Filipinas, 20, Relación 19, Número 122, folio 2.
(64) Pérez, Lorenzo: Historia de las misiones de los Franciscanos en las islas Malucas y Célebes, Archivum Franciscanum Historicum, VII. Roma, 1914, página 627.
(65) Archivo General de Indias, Filipinas, 20, Relación 20, Número 140, folio 1.
(66) Respuesta a Niño de Távora sobre asuntos de gobierno, Madrid, 3 de septiembre de 1627, Archivo General de Indias, Filipinas 329, Legajo 3, Folios: 136R a 140R. 
(67) Gil, Juan: Mitos y utopías del Descubrimiento, volumen 2, Madrid, Alianza Editorial, 1992. Volumen 2, página 209.
(68) Blair, Emma Helen y Robertson, James Alexander: The Philippine Islands: 1636-1637, volumen 27, página 313.
(69) Fernández Duro, Cesáreo, Historia de la Armada Española desde la Unión de los Reinos de Castilla y de Aragón, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1895. Volumen 4, páginas 420 y 421. (Tomado del Memorial del Procurador D. Juan Grau y Monfalcón.)
(70) Sucesos de Filipinas contra Mindanao, 1637, Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Diversos-Colecciones, legajo 26, Número 70.)
(71) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 20, folio 1.
(72) Huerta, Félix: Estado Geográfico, Topográfico, Estadístico, Histórico-Religioso de La Santa y Apostólica Provincia de S. Gregorio Magno, Manila, 1855, página 684.
(73) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 20, folio 5.
(74) Juan de la Concepción: Historia General de las Filipinas, 14 volúmenes, Manila, Ed. A. de la Rosa y Balagtas, 1788, volumen 6, página 178.
(75) Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 20, folios 6 y 7.
(76) Martínez Shaw, Carlos: El imperio colonial español y la República Holandesa tras la Paz de Münster, Pedralbes: Revista d`història moderna, 19. Barcelona, 1999, páginas 117 a 130.
(77) Godée-Molsbergen, Evehardus Cornelis: Geschiedenis van de Minahasa tot 1829, Weltevreden, Landsdrukkerij, 1928, páginas 10 a 15.
(78) Peticiones y recaudos para los religiosos de Terrenate en que se hace constar cómo la provincia de Manados ha sido desde el principio administrada por los franciscanos, Ternate, 12 de mayo de 1657. Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 26, folio 2.
(79) Prieto Lucena, Ana M.: Filipinas durante el gobierno de Manrique de Lara, 1653-1663, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984, página 101.
(80) Carta del Padre Trujillo al Provincial Alonso de San Francisco, Ternate, 15 de junio de 1655, Archivo Franciscano Ibero Oriental: Crónica, Segunda parte de la santa Provincia de San Gregorio de Filipinas que contiene cuatro estados: el primero de la Orden, el segundo seglar, el tercero de la Iglesia de Japón y el cuarto de las fuerzas de Terrenate en Maluco desde el año 1624 por fray Antonio de la Llave, cronista de la misma Provincia. Madrid. AFIO, caja 21, legajo 25, folio 1.
(81) Dam, Pieter van: Beschrijvinge van de Oostindische Compagnie, 1639-1701, Deel 2.1., S-Gravenhage, Stapel, 1931. Página 76.
(82) Carta de Manrique de Lara sobre asuntos de guerra, Manila, 20 de junio de 1671, Archivo General de Indias, Filipinas, 9, Relación 2, Número 34, folio 33.
(83) Henley, David: A Superabundance of centers: Ternate and the Contest for North Sulawesi, Cakalele, 4. Manoa, 1993, páginas 39 a 60.
(84) Padtbrugge, Robert: Beschrijving der zeden en gewoonten van de bewoners der Minahassa, BKI, 13. S-Gravenhage, 1866, página 307.
(85) Wigboldus, Jouke S.: A History of the Minahasa c. 1615-1680, Archipel, 34. París, 1987, página 76.
(86) Padtbrugge, Robert: Beschrijving der zeden en gewoonten van de bewoners der Minahassa, BKI, 13. S-Gravenhage, 1866, página 320.
(87) Wigboldus, Jouke S.: A History of the Minahasa c. 1615-1680, Archipel, 34. París, 1987, página 69.
(88) Chijs, Jacobus Anne van der: Dagh-Register gehouden int Casteel Batavia vant passerende daer ter plaetse als over geheel Nederlandts-India, Anno 1664, s’Hage, Batavia Landsdrukkerij, 1893, página 290.
(89) Aernsbergen, Anthonius van: De Katholieke kerk en hare Missie in de Minahasa, BKI, 81. S-Gravenhage, 1925, página 26.
(90) Prieto Lucena, Ana M.: Filipinas durante el gobierno de Manrique de Lara, 1653-1663, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984, página 134.
(91) Colín, Francisco: Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los Obreros de la Compañía de Jesús, Fundación y progreso de su provincia en las Islas Filipinas, Madrid, Joseph Fernández Buendía, 1663, página 811.
(92) Archivo General de Indias, Filipinas, 23, Relación 17, Número 55, folio 3.
(93) Jacobs, Hubert: Documenta Malucensia. Roma, IHSI, 1984. Volumen 3, página 679.
(94) Robidé van der Aa, P. J. B. C.: De Vermeestering van Siauw door de Oost-Indische Compagnie, BKI, 14. S-Gravenhage, 1867, página 100.
(95) Juan de la Concepción: Historia General de las Filipinas, 14 volúmenes, Manila, Ed. A. de la Rosa y Balagtas, 1788, volumen 7, página 260.
(96) Padtbrugge, Robert: Het Journaal van Padtbrugges Reis naar Noord-Celebes en de Noordereilanden, BKI, 14. S-Gravenhage, 1867, página 193.
(97) Herrera Revierigo, José Miguel: Manila y la Gobernación de Filipinas en el Mundo Interconectado de la segunda mitad del siglo XVII, Universidad Jaume I, 2014, páginas 539 a 544.

1 comentario:

ahmaddenny27 dijo...
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