LOS
VIENTOS HÚMEDOS OCEÁNICOS QUE ENTRAN POR EL GUADALQUIVIR PRODUCEN ABUNDANTES PRECIPITACIONES ENTRE
OTOÑO Y PRIMAVERA.
España es un país de
contrastes, y en un país de contrastes hay dos formas extremas de mirar al
cielo: esbozando un gesto de hastío ante tanta lluvia, o con una mueca de
súplica por la ausencia de las aguas para nuestros campos. En muchos de los
casos nosotros pertenecemos al grupo de los suplicantes por las irregulares
ausencias de lluvias en ciclos de años.
Encontramos pues a la mayor parte
de España deseosa de desprenderse del paraguas y a la mitad sureste, desde
Castellón hasta Almería, rogando porque asome alguna nube por el horizonte. Da
ahí la necesidad de un trasvase del Ebro, que lleve agua a esas sedientas
tierras del sudeste español. Un proyecto aprobado por la Unión Europea con
financiación incluida, que fue abortado por el gobierno del dañino Zapatero a
petición de los nacionalistas catalanes.
Vista antigua del puente romano sobre el río Guadalquivir a su paso por Andújar. Camino de entrada desde Lahiguera. |
En el resto del país la
irregularidad de las lluvias marca la vida de los campesinos españoles, sobre
todo los de la mitad sur de la península. En diciembre de 2017, los pantanos
españoles apenas superaban el 35% del total. Mal que les pese a quienes
defienden que la primavera auténtica consiste en la larguísima cadena de
tormentas tropicales, que han caído una tras otra en numerosas zonas, con la
general recuperación de los embalses en este año de 2018, que obedece a un hecho
extraordinario, en opinión de Ana Casals, portavoz de la Agencia Estatal de
Meteorología (AEMET). “En primavera suele llover bastante, pero la de este año
2018 puede ser la segunda o tercera más lluviosa desde al menos 1965”, calcula
la meteoróloga. Es decir, en 53 años. La tendencia al aguacero se ha moderado
un tanto en mayo y junio, pero fue muy acusada en abril, que superó en un 37%
el valor medio de lluvias, y sobre todo en marzo. En el cómputo nacional, ese
mes, “extremadamente húmedo”, acumuló 163 litros por metro cuadrado, cuando el
promedio ha sido de 47 en el periodo de referencia 1981-2010. Esto es, llovió
un 347% más de lo habitual, lo que sitúa a ese período entre los dos marzos más
lluviosos desde 1965. Solo le supera el de
2013, que alcanzó los 166 litros.
Por lo que respecta al sudeste
de la península, en lo que va de año en la región de Murcia “los valores de lluvia
de 207 litros por metro cuadrado, cuando la media en la cuenca es de 365-370”,
según Jesús García, director de la Oficina Técnica de Planificación de la
Confederación Hidrográfica del Segura, sus embalses se encuentran a apenas un
31,5% de su capacidad. Justo al norte, en la Comunidad Valenciana, las
precipitaciones han sido algo más abundante, “pero sin alcanzar la media de los
últimos 27 años, que es de 340 litros y estamos en unos 300”. Aporta el dato María Ángeles Ureña Guillem,
presidenta de la Confederación Hidrográfica del Júcar. Aquí, el nivel de los
pantanos es del 35,8%.
Los registros son radicalmente
mejores en el resto de cuencas. Ninguna de ellas registra hoy un porcentaje
inferior al 64,3% (la del Guadiana) y la general nacional asciende al 72,8%. Es
una cifra muy superior a la del seco 2017 en la misma semana (55,8%) y similar
a la media de los diez últimos años en idéntica fecha (71,07%).
Sin embargo, la mitad sur
levantina experimentó un marzo “normal o algo seco” y un abril “seco”. Las
cuencas del Segura y Júcar han aliviado los paupérrimos niveles de sus pantanos
en diciembre, de un 13,2% y un 24,98%, respectivamente, pero “siguen al amparo
de los decretos de sequía”, recuerda Jesús García. El Ministerio para la
Transición Ecológica acaba de comenzar los trámites para una nueva prórroga de
los decretos que afectan a ambas zonas. En base a ellos la Confederación del
Segura mantiene “restricciones del orden del 25% en el riego”. Otro tanto hace
su hermana del Júcar. “De nuestros nueve sistemas, cuatro están en situación de
alerta, cuatro en prealerta y solo uno en normalidad”, detalla la presidenta
María Ángeles Ureña.
Por lo que respecta a Andalucía
tiene un clima suave y soleado durante gran parte del año, la gran cantidad de
horas de sol dan al paisaje andaluz esa luminosidad que lo caracteriza, y otorga
a sus habitantes un carácter alegre y hospitalario.
El clima de Andalucía viene
dado por su localización en el planeta que habitamos. Está comprendida entre los
36 grados de latitud norte en su punto más meridional y 38 grados 44 segundos
de la misma latitud norte en su punto más septentrional, toda una franja de
terreno que se encuentra en la zona templada cálida de la Tierra.
Andalucía está ubicada en la
franja templado-cálida de la Tierra. Es un clima de fachada occidental del tipo
Csa. En todos los climas andaluces su rasgo más característico es la
mediterraneidad, la sequía estival. Así, todos los climas de Andalucía son mediterráneos,
a pesar de las diferencias entre Grazalema y el desierto almeriense de
Tabernas. Por tanto, el rasgo más característico de los climas andaluces es su
sequía estival, con varios meses secos, desde 3 ó 4 hasta 8 ó 10 meses
Su situación entre la zona polar y la tropical
le da unas peculiaridades a su clima. Esta ubicación le confiere al clima andaluz
las características fundamentales de estar Andalucía bajo la acción de los grandes
anticiclones subtropicales, con una marcada diferencia entre el invierno húmedo
y suave, y el verano seco y caluroso. Una estabilidad estival en Andalucía, que
está mucho más marcada en la Andalucía interior y en las costas orientales de
la región.
Las grandes cadenas montañosas
andaluzas presentan una disposición favorable climáticamente. Los conjuntos
montañosos de Andalucía se abren hacia el Oeste por donde penetran masas
húmedas y el frente polar, favorecen así la penetración de vientos húmedos.
Los
vientos del oeste, noroeste y del norte afectan a las fachadas norte y oeste de
los conjuntos montañosos. La fachada norte de las Béticas está más expuesta a
los vientos fríos. Las partes sur y sudeste son las zonas de sotavento con
respecto a estos tipos de tiempo predominante, y aquí ni los vientos del norte
generan olas de frío muy intensas, ya que estos vientos se recalientan por el
mecanismo Föehn.
El efecto föehn (o föhn)
En España, cuando sopla el
viento de poniente procedente del océano Atlántico, la masa de aire tiene que
cruzarse por diversas montañas. Cuando el aire se topa con una montaña, tiende
a ascender para pasar ese obstáculo. Conforme el aire aumenta en altitud, va
perdiendo temperatura, dado que el gradiente térmico ambiental, hace que
conforme se aumente en altura, se disminuya la temperatura. Una vez ha
alcanzado el pico de la montaña, comienza a descender. Mientras la masa de aire
desciende por la montaña, va perdiendo humedad y aumentando su temperatura, de
tal forma que, cuando llega a la superficie, su temperatura es mayor que con la
que comenzó a subir la montaña.
Descripción del efecto Föehn. |
A esto se le llama efecto Föehn
y sucede aquí en España cuando sopla el viento de poniente, aunque es
característico de casi todas las áreas montañosas. Cuando la masa de aire
caliente va ascendiendo por la montaña, se va expandiendo, ya que la presión
disminuye con la altura. Esto provoca un enfriamiento y, como consecuencia, una
continua condensación de vapor de agua, la cual conduce a una liberación de
calor latente. El resultado es que el aire al ascender da lugar a la formación
de nubes y precipitación. Es típica la existencia de nubes de estancamiento (en
la cima) permanentes. Normalmente el efecto föehn está asociado a movimientos
ciclónicos y ocurre solamente cuando la circulación de aire es tan fuerte que
es capaz de forzar al aire a pasar completamente a través de la montaña en un
corto periodo de tiempo. Así podemos decir que el efecto föehn es capaz
de transformar en tan solo unas horas la cantidad de humedad que tienen los
valles. La
teoría del efecto föehn nos dice que cuando el viento templado y húmedo sopla y
se encuentra con una cordillera, para poder pasarlo, tiene que verse obligado a
ascender. Cuando sucede esto, el vapor de agua que lleva el aire se enfría y se
condensa, produciendo lluvias a barlovento de la cordillera. Esto hace disminuir
toda la humedad que tiene el aire, por lo que a sotavento, cuando el aire
desciende, se convierte en una masa más cálida y con muy poca humedad.
El efecto Föehn en las montañas. |
En España se conocen algunos
vientos principales. El ábrego, por ejemplo, es un viento que procede del
suroeste. Es un viento templado y relativamente húmedo. Es muy conocido en la
Meseta y en Andalucía, ya que es portador de lluvias, dolores de cabeza,
catarros y estados depresivos. Es el viento de los temporales de otoño y
primavera que son la base de la agricultura de secano, pues son su principal
recurso hídrico. Procede del Atlántico, de la zona entre las Islas Canarias y
las Azores. Otro de los efectos negativo que trae el ábrego es que, debido a su
baja humedad, extiende los incendios. Este tipo de viento es condicionado por
el efecto föehn.
El efecto Föehn en la isla canaria de La Palma. |
El efecto Föehn en los valles. |
En la vertiente norte los días
son más cortos y los rayos solares inciden más inclinados. En la vertiente sur,
existen más horas de sol, se corrige la inclinación de los rayos solares
generando temperaturas más altas. Todo este tipo de factores se unen dando
lugar a mayor variedad de contrastes. Así tenemos, por ejemplo, la unión de
solana y sotavento en las costas de Almería.
En las zonas del Sur y Sureste
el viento sopla del Mediterráneo, actuando esta vez como fachada de barlovento
y generando gran inestabilidad.
Vista del puente romano de Andújar donde se llenaban los cantaros para el consumo de la población. |
Las montañas suponen barreras
frente a vientos, cambios de orientación respecto a tipos de tiempo y masas de
aire, etc. Además de otros factores de orden termodinámico, ligados a la
situación relativa de Andalucía frente a la circulación atmosférica. Entre los
factores de orden termodinámico, ligados a la circulación atmosférica, el más
destacable es la posición de Andalucía en la zona meridional con respecto al
flujo circumpolar del oeste. Andalucía se ve afectada por este tipo de tiempo
inestable en situaciones puntuales. En invierno los anillos de la circulación
atmosférica se desplazan hacia el sur y la corriente en chorro o yet stream
puede alcanzar las latitudes donde se encuentra Andalucía. En estos casos las
situaciones de estabilidad atmosférica, e inestabilidad se suceden
alternativamente. De la misma forma, en cuanto a la circulación general
atmosférica, Andalucía se encuentra situada en la zona límite de acción de los
grandes anticiclones subtropicales y los grandes ciclones polares. Esto va a
provocar dos estaciones muy bien diferenciadas en función del desplazamiento de
los centros de acción en las dos grandes estaciones de verano e invierno en
nuestra tierra. De esta forma, en verano Andalucía estará bajo la acción de la
estabilidad generada por los anticiclones subtropicales; y durante el invierno,
el desplazamiento de éstos hacia el sur, permitirá que los centros de acción
polares lleguen hasta Andalucía generando un clima inestable. Es el caso que
hemos tenido este año con entradas de viento polar hacia el sur de Europa que
provocan inestabilidad atmosférica y
lluvias.
La temperatura media anual de
Andalucía está por encima de los 16° C, oscilando en las ciudades entre los
18,5° C de Málaga y los 15,1° C de Baeza. En la mayor parte del valle del
Guadalquivir y de la costa mediterránea, la media está en 18º C y algunos
lugares de la costa almeriense se pueden dar medias anuales que sobrepasan los
20º C. El litoral y las zonas montañosas ofrecen durante los meses de invierno
un ambiente más fresco, debido a la influencia de los vientos atlánticos. Por
el contrario, en los meses de verano las temperaturas son allí mucho más suaves
que en las zonas del interior de nuestra región.
Son varios los centros de
acción atmosférica, masas de aire y frentes que actúan en Andalucía; pero su
clima viene determinado en mayor parte por la corriente del chorro polar, que suele situarse al norte de Andalucía y no
suele afectar a la región andaluza, aunque a veces cuando estas tienen una
circulación lenta describiendo grandes ondulaciones al Norte y al Sur es cuando
la corriente del chorro polar puede situarse sobre la región andaluza. La corriente
en chorro subtropical suele situarse al sur de Andalucía, pero en verano, la
corriente en chorro subtropical puede dominar plenamente Andalucía generando
una situación anticiclónica ligada al dominio del Anticiclón tropical de las
Azores. La corriente en chorro subtropical cuando domina Andalucía siempre
genera una situación de tipo anticiclónico, es decir, altas presiones,
estabilidad y buen tiempo. La corriente en chorro polar es la que produce las situaciones
climáticas más diversas sobre Andalucía.
Andalucía y España se encuentran situadas en la zona templada de la Tierra, que es la zona más afectada por centros de acción atmosféricos, masas de aire y frentes. Las zonas cálidas reciben centros de acción muy concretos y masas de aire también muy concretas; por el contrario, la zona templada recibe influencias de las zonas cálida y fría, generando tipos de tiempo más contrastados. La zona templada de la Tierra es la única que aparece con claras diferencias estacionales. Esto hace que Andalucía, situada en la zona templada, se vea afectada por los distintos centros de acción atmosférica, son 8 ó 9 grandes centros que ejercen su acción directa o indirecta sobre Andalucía.
Río Guadalquivir a su paso por Andújar. |
Andalucía y España se encuentran situadas en la zona templada de la Tierra, que es la zona más afectada por centros de acción atmosféricos, masas de aire y frentes. Las zonas cálidas reciben centros de acción muy concretos y masas de aire también muy concretas; por el contrario, la zona templada recibe influencias de las zonas cálida y fría, generando tipos de tiempo más contrastados. La zona templada de la Tierra es la única que aparece con claras diferencias estacionales. Esto hace que Andalucía, situada en la zona templada, se vea afectada por los distintos centros de acción atmosférica, son 8 ó 9 grandes centros que ejercen su acción directa o indirecta sobre Andalucía.
Aproximadamente son 7 grandes
masas las que pueden alcanzar Andalucía. Tienen origen muy distinto, y pueden
provenir de regiones más cálidas o de regiones más frías. Las dos masas de aire
con mayor influencia son: la tropical marítima y la tropical continental.
Andalucía tiene grandes
diferencias altitudinales, y como sabemos las temperaturas disminuyen con la
altura. Así, aparece una amplia escala que va desde climas subtropicales a
climas de tundra. La altitud influye sobre las precipitaciones, sabemos por
experiencia que las precipitaciones se incrementan en las zonas montañosas.
Esto hace que en Andalucía nos
encontremos con gran diversidad de climas: clima mediterráneo de tipo
subtropical, de tundra, de clara influencia oceánica, climas influenciados por
el mar Mediterráneo, etc.; por tanto cada tipo de tiempo en Andalucía tiene
efectos distintos de unas partes a otras de la región.
En Andalucía, las masas de aire
que penetran son más frías por su procedencia septentrional que siguen la trayectoria
por la corriente fría de las Canarias, que como bien sabemos son las que nos traen
las lluvias, cuando las borrascas siguen el Valle del Guadalquivir en camino
inverso a su nacimiento. También el aire que proviene mayoritariamente del
continente africano nos eleva las temperaturas en verano, estación en que la
humedad es muy escasa. Estos dos factores
caracterizan el clima mediterráneo de Andalucía. Otro rasgo, es la posición de
Andalucía entre la gran masa Oceánica y la del mar Mediterráneo. Este hecho
puede generar en algunos momentos mucha inestabilidad, provocados por el
relieve en la costa, generándose las llamadas gotas frías o tormentas de verano,
que a veces vienen acompañadas de pedrisco, de las que este año hemos
disfrutado.
El clima andaluz tiene las
siguientes características: Un invierno húmedo y muy suavizado por la influencia
oceánica; una marcada irregularidad temporal en la precipitación, provocando situaciones
de sequía habituales; una acusada variabilidad espacial debido a la
configuración del relieve, lo que provoca la creación de enclaves climáticos
como la costa subtropical.
Las precipitaciones son escasas
e irregulares, presentando grandes variaciones de un año a otro. Las
precipitaciones oscilan de 600 a 800 mm al año. La Sierra de Grazalema es la
zona más lluviosa de España. Por su parte, Sierra Nevada recibe precipitaciones
en forma de nieve que permanecen durante la mayor parte del año. Aunque en la
costa atlántica llueve muy poco durante los meses de invierno.
En general estos son los dos
elementos principales en el clima de Andalucía. También es importante la
humedad que predomina principalmente en las estaciones de otoño e invierno, que
junto a la evaporación del agua, debida a las constantes horas de sol que se
dan en verano, configuran nuestro clima, con una presión atmosférica que no
sufre grandes cambios con las del resto del clima mediterráneo. Las muchas
horas de insolación que caracteriza el clima de Andalucía, son la nota
distintiva en parte de primavera, el verano y el otoño.
Río Guadalquivir a su paso por Andújar. |
En Andalucía nos podemos
encontrar con grandes variedades de paisajes debido, principalmente, a estos
elementos climáticos que referimos. Desde la Sierra de Grazalema (considerada
el lugar de España en el que más llueve), el desierto de Almería, Sierra Nevada…
Todos ellos con grandes diferencias y encontrándose unos tan cerca de otros.
Ahora daremos unas breves pinceladas de análisis individual de cada provincia
andaluza.
Comenzaremos por Huelva que por
su situación geográfica, cuenta con un clima mediterráneo continental con
influencias atlánticas. El clima húmedo y suave de la sierra disminuye las
altas temperaturas en verano y las bajas del invierno. El centro, más caluroso y seco, es refrescado
por las brisas marinas del atardecer. El clima templado de la costa, permite
disfrutar del sol y del mar durante todo el año. En invierno las temperaturas
no suelen bajar de los 10º y los meses de julio y agosto son calurosos. Las
temperaturas medias anuales oscilan entre los 18 y los 20º, variando según la
zona: 17º en la Campiña, 16º en la Sierra y 18º en la costa. En esta provincia
la media de las precipitaciones es de unos 500 mm anuales, aumentando hasta los
1.000 mm en la zona montañosa del interior. La temporada en la que se registran
más lluvias es la de finales de otoño y en invierno. En verano no suele llover,
siendo la lluvia muy infrecuente durante el mes de julio. Un paisaje
característico de la provincia de Huelva son las marismas, y en las zonas de
costa las dunas.
La provincia de Cádiz tiene un
clima privilegiado. Sus más de 3000 horas de sol al año y sus 18,2° de
temperatura media hacen las delicias de sus habitantes y de los visitantes. Es
un clima típicamente mediterráneo con influencias atlánticas, caracterizado por
las temperaturas suaves y la escasez de lluvias. Este excepcional clima está
motivado por la situación de la provincia de Cádiz en el extremo meridional de
la Península, lo que explica las escasas precipitaciones y los fuertes vientos
de Levante y Poniente, mientras que la influencia del mar provoca un efecto
termorregulador sobre las temperaturas. En cuanto al viento, hay que señalar
que en cierto modo ha condicionado el modo de vivir de los habitantes de la
bahía. Aunque sopla frecuentemente en las zonas costeras, su dirección y fuerza
son muy variables. El viento de levante es muy fuerte en la zona del estrecho.
Por ello, Tarifa cuenta con el primer parque eólico de España. Las temperaturas
medias anuales más altas se dan en la costa y en la parte más occidental de la
Campiña de Jerez, mientras que las más bajas se registran en las zonas altas de
las serranías al norte de la provincia. La temperatura del mar Atlántico está
entre los 16º de enero y los 23º de agosto y septiembre. La temporada ideal
para el baño es desde mediados de mayo hasta finales de octubre. La
distribución de las precipitaciones en la provincia es muy desigual: mientras
que en algunas zonas de la Sierra de Grazalema supera los 2000 mm, en la zona
más occidental de la provincia no se llega a superar los 500 mm de pluviosidad.
Por lo general, las épocas más lluviosas son el final del otoño y el invierno,
frente a la marcada sequía del verano.
El clima de la provincia de
Sevilla es mediterráneo continental con un claro matiz oceánico. La temperatura
media anual oscila entre 18º y 20º. Los inviernos son suaves, la primavera y el
otoño resultan cálidos y los veranos se presentan secos y muy caluroso,
llegándose a alcanzar durante los meses de julio y agosto los 40 grados. En el
invierno de 2005 llegaron a contabilizarse cerca de 20 días de heladas, con
mínimas de hasta -5,8 °C durante una ola de frío. En el área metropolitana de
Sevilla las temperaturas mínimas bajaron aún más el 28 de enero, registrándose
-6.8 °C en la estación meteorológica de Sanlúcar la Mayor y hasta -8.2 °C en la
de Aznalcázar, ambas de la Junta de Andalucía. Las precipitaciones, con una
media de 650 mm al año, se producen fundamentalmente entre octubre y abril,
siendo diciembre el mes más lluvioso.
El clima en la provincia de
Málaga es un clima mediterráneo cálido y seco, aunque varía según la zona. En
general presenta una baja oscilación térmica, siendo los veranos largos, secos
y calurosos. Los inviernos son cortos y suaves. Las temperaturas medias anuales
oscilan entre los 12,5° y los 19° C. Los
meses más calurosos son julio y agosto, mientras que diciembre y febrero suelen
ser los más fríos, con una temperatura media de 22,8º de máxima y 13 º de
mínima. Las precipitaciones son escasas, concentrándose sobre todo en otoño e
invierno. Es característico de este clima el alternar periodos de fuertes
sequías con periodos de lluvias torrenciales. Por zonas, en la costa oriental
el clima es mediterráneo subtropical, con inviernos muy suaves. En la costa
occidental encontramos un clima mediterráneo oceánico, con inviernos suaves y
lluviosos y veranos no tan calurosos. Al norte, donde el clima es mediterráneo
continentalizado, los inviernos se presentan más fríos.
El clima de la provincia de
Córdoba es de tipo mediterráneo continental, con influencias atlánticas, ya
que, aunque se encuentra en el interior, su baja altitud lo hace posible. Los
inviernos son suaves y no registran temperaturas extremas, salvo en raras
ocasiones en las que pueden llegar a producirse heladas. La media mínima anual
es de 9,5º y se mide en el mes de Enero. Por el contrario, los veranos pueden
llegar a ser extremadamente calurosos (con 40º o más de día y 18º por la
noche), presentando importantes oscilaciones térmicas. Córdoba es una de las
ciudades más calurosas de Europa. Las precipitaciones,
que entran por el Golfo de Cádiz y el Valle del Guadalquivir, se concentran en
los meses de primavera y de otoño. Las lluvias anuales superan los 500 mm de
media, aunque hay que destacar una notable irregularidad interanual.
Familia posa al principio del puente romano ante la crecida del río Guadalquivir en el año 1963. |
El
clima en la provincia de Jaén es de tipo mediterráneo continental, influenciado por el Valle del Guadalquivir,
condiciona la circulación atmosférica de la provincia. A lo largo del año la
oscilación de temperatura en un mismo día puede llegar a los 20º C. La temperatura
media máxima es de 22,1º y la mínima es de 11,8º. El invierno es templado, con
temperaturas medias nocturnas de 13º y que por las noches raramente bajan de
los 2º. Los vientos húmedos oceánicos que circulan por el valle del
Guadalquivir producen abundantes precipitaciones entre el otoño y la primavera,
siendo especialmente importantes en la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas. El
verano de la provincia Jaén suele ser caluroso con temperaturas máximas hasta
los 40º y escasas lluvias. Durante los meses de julio y agosto la zona de la
montaña tiene un clima menos caluroso. A mencionar que, por la gran pluviosidad
de la Sierra de Cazorla, nazcan en esta zona dos ríos importantes de la
península: el Guadalquivir y el Segura.
Por la que respecta a Granada, Granada
capital tiene un clima mediterráneo continentalizado, con temperaturas frías y
heladas en invierno y con veranos calurosos, en los que las temperaturas
máximas pueden sobrepasar los 35º. La diferencia entre la temperatura máxima y
mínima en un mismo día puede ser superior a los 20º. La media anual es de
14,8º, 6º en enero y más de 25º durante el mes de agosto. Las lluvias se concentran
sobre todo en el invierno, siendo bastante escasas durante el resto del año. Las
precipitaciones en verano son mínimas, mientras que en invierno se dan casi
exclusivamente en forma de nieve (a partir de los 2000 metros de altitud). En
el Parque Natural Sierra Nevada y en La Alpujarra el clima es el típico de las
grandes montañas, con veranos suaves e inviernos muy fríos y con
precipitaciones abundantes en forma de agua o nieve. La costa de Granada posee el único microclima
subtropical de Europa, provocado por los vientos suaves procedentes del norte
de África y la frescura de las montañas de Sierra Nevada. En invierno registra
las temperaturas más altas de Europa continental, con máximas diarias de 18º y
mínimas de 10º.
La provincia de Almería goza de
un clima excelente, no obstante es la ciudad europea con más horas de sol al
año y también con menos precipitaciones. Su característica más notable es el
cielo despejado y la intensidad de la luz. La temperatura media anual es de
18,7° C, llegando a sobrepasar los 30º C en los meses más calurosos del verano.
Al ser una ciudad costera, la sensación térmica puede ser muy superior, según
el grado de humedad. La temperatura de sus aguas durante el invierno es más
cálida que la del aire. La provincia de Almería se encuentra dentro de una de
las zonas con más viento de la Península. Las rachas de viento pueden llegar a
superar los 130 kilómetros por hora en cualquier época del año. En el litoral
los vientos soplan libremente sin barreras geográficas, ya sea el Levante que
suele subir la temperatura unos grados, o el Poniente que refresca los días.
Los meses con menos viento son: enero, julio, agosto, octubre y noviembre. Las
precipitaciones son muy escasas, siendo el Cabo de Gata el lugar donde menos
llueve de toda la Península Ibérica. Por su extremada aridez, el paisaje del
entorno de la ciudad de Almería es desértico, aunque a lo lejos se divisan las
sierras de Gádor y de Alhamilla. Es el único desierto árido de Europa y recordemos
que en él se rodaron muchos westerns durante los años 60 y 70 del siglo pasado.
Para darnos cuenta de que los
ciclos climáticos de nuestra provincia son una realidad, analizaremos a
continuación la climatología de la provincia de Jaén a lo largo de todo el
siglo XVII, y para ello tomaremos de referencia el trabajo de investigación de
mi profesor de Historia D. Luis Coronas Tejada. Un estudio que muestra a través
de los archivos provinciales los ciclos de sequías y de abundancia de lluvias
en nuestra tierra.
El siglo XVII se caracterizó
por ser un periodo de enfriamiento meteorológico en nuestra provincia y en
Andalucía. En la segunda mitad del siglo se registraron temperaturas más bajas
que las de la primera mitad del siglo XVII. Este enfriamiento paulatino del
siglo XVII se hizo más patente a partir de la segunda mitad de este siglo como
después veremos.
En la primera mitad del siglo
XVII se han encontrado pocas citas sobre las bajas temperaturas climáticas en
nuestra provincia, las halladas correspondían a los años 1622, 1624 y 1641, con
la particularidad de que tales testimonios se dejan escritos por la
singularidad de las fechas en que ocurren, como lo fueron las temperaturas muy
bajas de la Semana Santa el año 1622 (Archivo Histórico Diocesano de Jaén,
reunión del cabildo de fecha 6 de mayo de 1622), las temperaturas tan bajas de
los meses de abril y mayo del año 1624
con ocasión de la visita del rey Felipe IV a Jaén (1) , y el “ mucho frío “ que hizo en el mes de septiembre de 1641 (2).
Por actas de las reuniones del
cabildo de fecha 16 de julio de 1608, y de 28 de agosto de 1619 y 1642 se tiene
conocimiento de haber sufrido grandes granizadas en estos años.
Es natural que el hombre de
aquel tiempo manifestara lo anecdótico del clima, lo que le resultaba más
dañino para sus producciones agrícolas y ganaderas o lo que era más perjudicial
de los extremos del frío o del calor. Por esta razón lo razonable es que
reflejara los años de mayor frío, las nevadas, las granizadas que destruían sus
cultivos o el viento tan fuerte que acostumbra a sufrir la capital de Jaén.
Esta es la razón por la que las reseñas se hicieran sobre los años fríos, en
aquel tiempo el hombre se preocupaba más del frio que del calor, a no ser que
el calor llegase a valores extremos que
fuese insoportables para los pobladores y su cabaña animal. Por las mismas
ropas con que había que cubrirse les era más fácil de sobrellevar un tiempo
templado o caluroso que un tiempo de crudo invierno en los que cubrir su cuerpo
y los de sus familiares precisaba de tejidos difíciles de adquirir en sus
pobres economías.
A lo largo de todo el siglo
XVII tan solo se encontraron cinco datos de años con altas temperaturas, fueron
los veranos de los años 1614, 1640, 1641, 1675 y 1682, aunque quizá solo fueran
reseñables por tener a particularidad de venir las calores inusualmente
anticipadas esos años, tal como recientemente comparamos las calores
anticipadas del mes de junio de 2017, con relación a las abundantes lluvias de
la primavera de este año y el verano fresco que en parte, hasta ahora, estamos
viviendo, y por ello hacerlas más reseñables.
En los años 1614 y 1640 (3) las calores
parece que vinieron anticipadas, tal como nosotros las sufrimos el años pasado,
y tan solo los calores del año 1641 corresponde a extremos calurosos en el mes
de agosto, que por alcanzar altas temperaturas, las calores provocaron la muerte
de muchos animales (4). Muy calurosa debió resultar la celebración de nuestra
patrona Santa Clara ese año de 1641.
El viento tan consustancial con
la ciudad giennense, a pesar de lo fuerte que sopla hasta el punto de tirarnos
con sus rachas, no debía preocupar tanto a los habitantes de la capital, quizá
porque estaban habituados a su presencia como anticipo de las lluvias. No
pesamos que el viento, el meteoro estrella de Jaén dejo de ser protagonista en
esos siglos, pero es posible que la familiaridad de los habitantes con este
agente meteorológico propiciara que no
tuviese más que once citas en sus actas en todo el siglo. El haberse citado tan
solo en once ocasiones a lo largo del todo un siglo seguramente fue debido a
que las intensidades de los vientos de los años 1618, 1620, 1626, 1632, 1635,
1640, 1647, 1649, 1683, 1684 y 1687. De estos años los ocho primeros pertenecen
a la primera mitad del siglo XVII y tan solo los tres restantes pertenecen a la
segunda mitad del siglo, año.
Los fuertes vientos de
noviembre de 1618 arrancó rejas de las casas y tiro macetas, el fuerte viento
de marzo de 1626 arrancó los árboles del paraje de recreo llamada la Alameda de
la ciudad, y uno cayó sobre el guarda de la Alameda.
Algo excepcional debió ser el
viento que en marzo de 1640 derribó la torre del convento de la Coronada,
hundiendo parte del edificio y teniendo que refugiárselos frailes en el coro y
parte de la iglesia del convento (5).
En el año 1684 se dice que
soplaron sobre la ciudad “rigurosos urracanes” y en 1697 los vientos desgajaron
los árboles (6).
En el año 1697 los vientos
fueron tan fuertes que desgajaron gran cantidad de arboleda (7).
A partir del año 1657se
registraron 12 años muy fríos, estos años fueron 1657 y el siguiente 1658,
después, cinco años más tarde, en 1.663 se volvió a registrar otro año muy frío
con nevadas de consideración, fenómeno que se repitió tres años después en 1666
también con nevadas importantes y se volvió a repetir tras un periodo de cinco
años en 1671 con nevadas, también en el año 1680 con otro año muy frío con
nevadas importantes y una terrible granizada. En 1683 de nuevo se sucedió un
año muy frío con nevadas considerables; y cinco años más tarde en 1688 de nuevo
se produjo el efecto térmico de la bajada considerable de las temperaturas, de
forma que también se consideró este año muy frío. Seis años más tarde volvió a
ser un año muy frío el año 1694 con importantes nevadas, y lo fue el siguiente
de 1695 también con importantes nevadas, y dos años después también fue año muy
frío el año 1697, tan sólo tres años antes de terminar este siglo.
En algunos de estos años se
produjeron nevadas importantes, fueron siete años en que se registraron nevadas
copiosas y que como hemos referido más arriba se produjeron en los años 1663,
año 1666, 1671, 1680, 1683, 1694 y 1695.
En el Archivo Municipal de Jaén
(A.M.J) en la reunión del cabildo de
fecha 20 de abril de 1680 se dice textualmente” ibierno frixido que ha hecho
asta el presente”, en esa reunión del ayuntamiento se dejó reflejada la
climatología fría que se sufría en este mes tan avanzado de la primavera.
Aunque las temperaturas tan
bajas se producían entre los meses de diciembre y febrero, no faltaban las
temperaturas frías fuera de estos meses, así la primavera del año 1683 se
produjo una fuerte nevada el Domingo de Resurrección, que por su intensidad fue
recordada durante muchos años (8). Otras veces las temperaturas muy bajas y bastante adelantadas
por las fechas del calendario se produjeron en el mes de septiembre del año
1697 (9).
El invierno de 1684 en palabras
del corregidor se escribía con el siguiente texto: “El invierno fue muy
dilatado “y según lo escrito en el acta capitular “había sido riguroso con
frío, lluvias y viento”, tal como lo refleja el acta de fecha 10 de julio de
ese año (10).
Tal como dijimos en la segunda
mitad del siglo XVII se produjo un aumento notorio de la pluviosidad con las
bajadas correlativas de las temperaturas. En la primera mitad del siglo XVII
hubo 17 años que fueron calificados de lluviosos, mientras que en la segunda
mitad del siglo esa consideración de años lluviosos ascendió a 24 años que
tuvieron un notable incremento de la pluviosidad anual, aunque hubo una serie
de años intermedios de la década de los años cincuenta y sesenta de ese siglo en
los que hubo una pluviosidad normal dentro de la escasez. La bajada de las
temperaturas en años de pluviosidad con presencia de abundantes nevadas
corresponden todos a fechas posteriores al año 1660, mientras que las
referencias sobre escasas o nulas nevadas en las sierras que rodean la ciudad
fueron más frecuentes antes del año 1650 y sólo encontramos dos años en los que
no hubo nieve en la segunda mitad del siglo XVII, que fueron 1675 y 1680, según
recogen las actas del cabildo de fecha 28 de febrero de 1675 y 18 de marzo de
1680 (11).
En nuestro clima mediterráneo
con cierta influencia de clima continental, es propio el carácter torrencial de
las lluvias, preferentemente en los meses estacionales de otoño y primavera.
Estas lluvias torrenciales con frecuencia bastante irregulares, hacen que se
padezca inseguridad pluviométrica , y que las variaciones en las cantidades de
agua que recibían las tierras, de las cuales dependían siempre las cosechas,
hacían que los deseos de los agricultores y campesinos se concretaran en
rogativas a la divinidad para que como fiel administrador de las aguas de
lluvia en años de escasez y autoridad para cortar las lluvias en años de
superabundancia de las mismas, se produjeran las condiciones de riego y humedad
apropiadas para el mejor crecimiento de los cereales que con su entrega
generosa de granos servía para alimentar a un población cuya dieta esencial
dependía de los cereales y las legumbres.
En todas las parroquias y
ayuntamientos era habitual que se iniciaran rogativas, en cuanto las lluvias
siguiendo su ciclo inexplicable de lluvias se retrasaban para el inicio de la
siembra, tal como reflejaban las peticiones de rogativas ante los Cristos
titulares, por parte de los concejos municipales y cabildos. En las atas de los
cabidos de los ayuntamientos y en las parroquias y catedrales se reflejaban las
gestiones realizadas por unos y oros para iniciar las rogativas que dieran
regularidad de lluvias y temperaturas a los cultivos de los que dependían para
su trabajo y recolección de frutos. En unas poblaciones que vivían principalmente de la agricultura
era normal que se hiciesen rogativas con procesiones de los cristos o santos
que traían las lluvias como un milagro propio del pastor que cuidaba su crecida
grey. Las peticiones eran frecuentes en un clima tan irregular como el nuestro;
unas veces se hacían para que vinieran las lluvias y otras para que cesaran si se
consideraban abundantes y que por lo tanto podían malograr las cosechas de
trigo o de otros cultivos. La fe estaba por entonces muy unida a estas
peticiones de lluvias o de su cese, se hacía a Dios como gestor de una
problemática, tal como ahora hacemos también en cuanto padecemos de algo que
nos inquieta.
Si el año era lluvioso no
quedaba asegurada una buena cosecha, pues, como hemos referido, si las lluvias
eran abundantes podía ocurrir que el exceso o la caída de las mismas en el
momento más inoportuno, malograra la cosecha. Las peticiones en rogativas a los
cristos y santos eran muy variadas pues también se realizaban rogativas para
que “cesaran los temporales” o para que si las lluvias eran sumamente
torrenciales se convirtieran en lluvias serenas, tal como ocurrió en las fechas
1 de junio de 1652 y 13 de mayo de 1658 (12).
Dentro de la dinámica de vida
de los municipios los años normales y climatológicamente regulares y por lo
tanto años de buenas cosechas eran todos aquellos en los que no eran citados
por escaseces de lluvias o sobreabundancia de las mismas, ni de rogativas y
procesiones de cristos o de santos, eran los años de trabajo, abundancia de cosechas
y bienestar relativo de sus vidas. Por el contrario cuando en las actas
municipales se hablaba reiteradamente de sequias era indudable que se manifestaba por escrito
lo que al pueblo agrícola le angustiaba y se acudía a la divinidad.
Un ejemplo de año en que no
hubo referencias a precipitaciones, temperaturas, ni otros factores
desfavorables para el campo, fue el año 1610, año en que si sabemos, por el
contrario, que fue un año de buenas cosechas, o de cosechas esplendidas tal
como quedó reflejado en las actas capitulares de fecha 12 de mayo de 1610,
donde se dice textualmente: “en muchos años no se ha visto otra igual” (13).
Estas mismas
circunstancias se debieron de producir, entre otros, en los años 1655 y 1686
donde hay constancia de tenerse buenas cosechas (14).
En la primera mitad del siglo
XVII, los años más lluviosos fueron once años que, con periodicidad irregular, tal como estamos
acostumbrados ahora también, empaparon nuestras tierras de labor y nuestros
campos para los cultivos de esos años. Estos años fueron el año 1.601 y los
siguientes diez: 1603, 1608, 1619, 1624, 1626, 1632, 1635, 1642, 1643, y 1649.
De la abundancia de lluvias del año 1603 se preocupa precisamente la Real
Provisión del 19 de diciembre en la que se expresa que las aguas habían
arrasado puentes, y ahogado personas, animales en torno a la ciudad de Jaén (15). Las precipitaciones del año 1608
impresionaron a la gente y al cabildo municipal quien expresa que fueron
“muchas aguas continuas y granizadas en más de 25 leguas desta Andalucía, tan grande
que jamás se ha visto” (16). En el año 1619 también fueron fuertes lluvias las
que regaron nuestros campos, pero ese año las lluvias vinieron acompañadas de
espesas nieblas, mientras que las copiosas lluvias y grandes fríos en la
primavera de 1624 hicieron ingrato el viaje realizado por el rey Felipe IV por
estas tierras.
En el año 1626 los primeros
meses fueron meses de grandes precipitaciones en toda España, que en nuestra
provincia vinieron acompañadas de fuertes vientos, fue un año en que los ríos
aumentaron considerablemente sus caudales. Este parece ser que fue un año muy
lluvioso también por otras partes de nuestro planeta, pues así constaba en las
noticias que vinieron de Perú y del lejano oriente en Japón.
El año 1635 fue un año que
también destacó por su pluviosidad en las que las lluvias fueron muy continuas
durante los meses de enero y febrero, y de nuevo se presentaron muy continuas
refrescando el mes de septiembre en una otoña temprana (17).
Los años 1642 y 1643 fueron dos
años seguidos muy lluviosos, en el año 1642 las abundantes lluvias estuvieron
presentes por toda Andalucía, que produjeron grandes crecidas de sus ríos
Guadalquivir, Genil y de todos los de la región. Se produjeron inundaciones en
Sevilla y un gran temporal en la fecha de Jueves Santo en Granada, lo mismo que
ocurrió en Jaén.
En el año 1649 estuvo lloviendo
en Jaén desde el 16 de febrero hasta el día 6 del mes de abril, siendo en los
últimos días de este ciclo las lluvias tan copiosas que dieron lugar a grandes
crecidas en los ríos (18).
Este mismo ciclo de lluvias
debió producirse este año de 1649 en Sevilla, según refería Ortiz de Zúñiga
(Ortiz de Zúñiga, D.: (Anales eclesiásticos y seculares de Sevilla), al igual
que debieron producirse en Granada donde Enríquez de Jorquera da cuenta de
estos temporales en Granada (Enríquez de Jorquera, F.: Anales de Granada).
El siglo XVII fue un año
extraño por la climatología que hubo a lo largo de esta centuria, presentando
con cierta frecuencia situaciones extremas que hicieron padecer penalidades a
las poblaciones. Juntos a esos años de abundante frecuencia de lluvias que
provocaban las inundaciones y enormes crecidas de los ríos, se presentaban también
grandes sequias que supusieron la perdida de las cosechas, llegando a veces a
provocar la muerte de animales por sed e incluso la escasez de agua para el
consumo humano en las poblaciones, al dejar las fuentes que surtían a la
población de surtir tan necesario líquido vital para nuestra existencia.
Hubo años como 1604 y 1605 que
a pesar de los desbordamientos de los ríos Guadalquivir y Jándula en el mes de
marzo de 1604, término siendo un año seco. Del año 1605 referir lo que a cerca
de la climatología de este año escribió un beneficiario de la iglesia de San
Ildefonso de nuestra capital:
“ En este año de 1605 no llovió
para poder sembrar hasta el día de Santo Tomás de Aquino el siete de marzo; no
llovió ni hubo revolución ni otras señales hasta el día de Santa Dorotea 6 de
febrero que fue este año dominica septuagésima; llovió otro poquito sábado y
domingo de carnestolendas que fue el 16, y el 20 de febrero llovió otro
poquito; el día de San Matías fue poco más y no tan general ni de manera que se
arrojasen a sembrar sino fue en riesgo que se sembró en todo lo que había de
riego hasta debajo de las membrilleras; después del dicho día de Santo Tomás
llovió más y más en general y otro día después salió a sembrar gran muchedumbre
de gente aunque no en la campiña que dicen todavía no haber simienza. Fue esta
seca muy general y tanto que se dijo que había sido en toda Italia y Roma y que
allá se hicieron por el agua muchas
plegarias”. (19).
Durante los años de 1615 a 1617
la sequía fue más larga. En septiembre del años 1615 llovió y estas lluvias
animaron a los agricultores a sembrar pero la cosecha se perdió porque no
volvió a llover hasta el día 29 de junio de 1616, ya en verano y debieron de
ser lluvias de tanta intensidad y cantidades que en el acta capitular se
menciona la lluvia como “el diluvio del día de San Pedro” (20).
En marzo de 1617 hubo algunas
precipitaciones pero el desánimo cundió más
ante los continuos días soleados que siguieron a esas cortas precipitaciones, que dieron
lugar a las pérdidas de las cosechas. (21). Menos mal que en el último trimestre del año, ya después de la
referencia del acta de los tres años de sequía, otra nueva acta municipal del
año 1671, refiere que hace “muchos años que no se ha visto tanta agua y buena…la
tierra está bien llovida” (22).
Otros tres años de sequía
fueron los de 1628, 1629 y 1630 como también lo fueron los años 1642 y 1643.
Cuando finalizaba esta última década para llegar a la mitad del siglo la sequía
atormentaba de nuevo a los jiennenses dado que el trienio de los años 1646,
1647 y 1648 volvió a ser seco de nuevo, aunque en algún momento de esos años lloviese
algo y ventease como ocurrió en enero del año 1647 (23). El año de
1650 fue un año francamente seco.
Los años de la segunda mitad
del siglo XVII fueron años de abundancia de precipitaciones. El primer año que
destacó por la abundancia de precipitaciones fue el año 1658, en este año en el
mes de mayo se acordó hacer rogativas “respecto de estar aflijidos los vecinos
desta ciudad con las grandes pluvias tan continuadas”, nueve años más tarde, en
el año 1667 hubo un “continuado temporal de lluvias”, que ocasionaron numerosos
daños en las viviendas del vecindario, quedando muchas de ellas inhabitables
(24).
En la primavera del año 1670
llovió tanto que los caminos quedaron impracticables y lo mismo ocurrió en el
invierno del siguiente año 1671 en el que las precipitaciones en esa ocasión en
parte en forma de nieve y en parte torrenciales hicieron muchos daños en
caminos, acequias e incluso en los baños de Jabalcuz (25).
El año 1677 fue un año
excesivamente lluvioso para toda Andalucía, en la primavera de este año las
precipitaciones fueron tan abundantes que dieron lugar a la pérdida de las
cosechas (26).
Otro año excepcional de lluvias
fue el año 1680 con un mes de octubre muy lluvioso; para su descripción
preferimos trascribir lo que escribiera
en el libro de bautismos un clérigo de la parroquia de San Lorenzo:
“Suceso extraño. Suzedio año de
1680 que el día nuebe de octubre a las seis de la mañana dia de Sanc Dionisio
Areopajita vbo un temblor de tierra de los maiores que se an visto, auiendo
sucedido antes vnas plubias horribles y truenos espantosos los quales duraron
continuadamente vn mes y caieron piedras el dia diez i ocho de septiembre de
este año como guebos gordos de gallina. Fue año estéril por no aber llovido.
Desde enero no llovio asta principios de maio y el mes de diciembre deste año
despues de cogida la cosecha de la fruta voluieron a florecer los arboles
frutales y por enero de ochenta y vno
auia manzanas y al fin deste año se vio un tremendo cometa como lo zertifico
auer visto y lo firme en Jaén a treinta de diciembre de 1681. Don Antonio de
Ulloa Santos” (27).
Hubo también años secos que
terminaron con lluvias abundantes a finales de año, como ocurrió en el año
1683, en el que tras un periodo de sequía que se sufría desde años anteriores y
que dio lugar a que las fuentes de la ciudad no diesen agua, de forma que en
septiembre solamente corriesen los raudales de la Magdalena, Santa María y San
Ildefonso con grandes penalidades para el vecindario por su escasez; pero en el
mes de diciembre de ese año llegaron las lluvias acompañadas de grandes vientos
que ocasionaron daños en las viviendas (28). Estas lluvias de diciembre
del año 1683 continuaron en enero del año 1684 originando grandes crecidas de
los ríos tal como se señala en las actas municipales de Andújar y Jaén (29).
En Jaén las aguas de lluvia
se llevaron el puente Tablas y durante mucho tiempo entre los jiennenses se
recordó el año 1684 como el más riguroso tanto por las cantidades de lluvias
caídas como por los fuertes vientos que las acompañaban.
Gran crecida de aguas del río Guadalquivir a su paso por Andújar. |
Todos los meses del invierno y la primavera del año 1684
fueron lluviosos, con lluvias en ocasiones torrenciales y con tanta violencia
que fueron muchos los daños ocasionados en viviendas, en la agricultura y
ganadería hasta tal punto que fue un año recordado en muchos pueblos de la
provincia por la copiosidad de las lluvias y sus efectos, de modo que en Bedmar
y otros pueblos se le recordaba a este año de 1684 como el “año de las aguas”
(30).
Las irregularidades
meteorológicas y climáticas de nuestra tierra hicieron que el año de 1685
viniese con signos distintos climatológicamente, pues fue un año seco a
excepción de una copiosa lluvia que cayó sobre la ciudad de Jaén en el mes de
mayo.
El año siguiente de 1686 debió
de ser un año de lluvias suficientes para los campos y bien distribuidas en su
caída, pues no se dice nada en las actas municipales al respecto de la
meteorología del año en curso y además se afirmó que era buena la cosecha que
se iba a recoger (31). Dos
años después el año 1688 de nuevo debió ser un año de lluvias excesivas
produciéndose grandes riadas en la provincia (32).
Gran riada del Guadalquivir a su paso por Andújar. |
Los años siguientes no debieron
ser muy lluviosos porque hasta mayo del año 1691 no se encontraron nuevas citas
sobre las precipitaciones caídas en Jaén y fue preciso llegar al año 1692 para
legar a encontrar otro año eminentemente lluvioso en el que los primeros meses
del año vinieron acompañados de “continuadas y rigurosas lluvias que avian
caído inzesantemente”, año que también se cerró meteorológicamente con
abundante lluvias en el último trimestre del año (33).
Mal año meteorológicamente
hablando debió de ser para los agricultores el año 1694 por su irregularidad
pues nevó abundantemente por las sierras del entorno de Jaén, no llovió por la
campiña hasta el 4 de mayo, a veces de forma torrencial, y continua durante el mes y en algunas comarcas
de la provincia como en Cazorla con fuertes tormentas que sucedieron a estas
lluvias originando cuantiosos daños (34).
Se dijo del invierno de 1695
que fue in invierno “de aguas, fríos y niebes que Dios Nuestro Señor se a
seruido ynviarnos tan continuadamente conque a perezido se caracterizó mucho
numero de ganados cuia plaga es general” (35);
mientras que el año siguiente
de 1696 por sus bien distribuidas lluvias, cayendo en momentos siempre
propicios para las cosechas, y unas temperaturas bonancibles y convenientes para
el crecimiento y desarrollo de los vegetales en general, dieron muy buenas
cosechas, si bien en el mes de noviembre de ese mismo año las lluvias fueron
mucho más intensas de lo común, por lo cual fue recordado como un buen año
tanto meteorológicamente como por los rendimientos de las cosechas. (36).
Gran crecida de aguas del Guadalquivir. |
El año 1697 también fue un año
bueno para los agricultores, con precipitaciones abundantes, aunque con ciertas
lluvias irregulares, esas lluvias no afectaron a los sembrados y dieron ocasión
a que se recogiese una excelente cosecha (37).
El año de 1698, según la
perspectiva de la meteorología de invierno y primavera, supusieron los
jiennenses que de nuevo se daba comienzo a un ciclo de escasez de lluvias y con
ello no se podría haber cumplido lo de ser el tercer año de este ciclo de
buenas cosechas, pero no se cumplieron los presagios de malos augurios. Los campos y la ciudad se cubrían
de nubes, pero no llegaban las prometedoras lluvias; los jiennenses se temían
ya el inicio de un ciclo de sequía, pero no fue así porque las lluvias del
otoño de 1697 y las que tuvieron lugar a comienzos de mayo de ese mismo año de
1698, fueron más que suficientes para obtener un tercer año de buena cosecha,
anulando así la impaciencia del vecindario que se temía algo peor que lo que se
produjo en realidad (38).
El hecho de no tener datos
sobre la meteorología y precipitaciones del año 1699, nos hace pensar que vino
a ser un año normal, y que las precipitaciones debieron ser las necesarias y
estar convenientemente distribuidas para satisfacer los requerimientos
climatológicos normales para el feliz desarrollo de la agricultura del
vecindario.
El año 1700, final de siglo,
debió ser un año que evolucionó a plena satisfacción del campesinado jiennense
en cuanto se refiere a las precipitaciones, pues en abril de este año se
escribe “que frutos”, por lo que suponemos que con estas palabras breves pero
indicativas de gran satisfacción, la cosecha del año sería impresionante (39), pero ello no impidió
que pasados 25 días después de
redactadas estas palabras se hiciesen nuevas rogativas de lluvias, que tuvieron
la efectividad deseada con las nuevas lluvias que se produjeron a comienzos del
mes de junio, regando los campos de Jaén, para satisfacer las ansias de agua a
pesar de haber dispuesto de muy buena cosecha en ese año. A veces los
agricultores somos incansables en nuestros deseos y peticiones, siempre pedimos
algo más; por pedir que no quede.
Resumen de las grandes avenidas
de agua de las lluvias y las inundaciones que provocaron:
Año 1603: Año de fuertes
lluvias, puentes destrozados, y personas ahogadas (40).
Año 1618: Año de grandes
avenidas de aguas de lluvias. Personas y animales ahogados. Puentes
destrozados. (41).
Año 1622: Año de grandes
avenidas de los ríos. Molinos averiados. (42).
Año 1626: Año de grandes avenidas en los ríos españoles, en Jaén caminos y puentes destrozados (44).
Año 1642: Año de grandes
avenidas en el Guadalquivir. Inundaciones en Sevilla desde el 17 al 26 de enero
(45)
Año 1649: Año de la gran
avenida en los ríos en los primeros días de abril. Inundaciones en Sevilla. (46).
Año de 1662: Año de la Gran
avenida del Guadalquivir. Daños en el puente romano de Andújar. (47).
Año de 1671: Año de avenidas de
agua que dañan acequias y caminos. (49).
Año de 1688: Año de la Gran
Avenida de aguas en el Guadalquivir del 5 al 11 de diciembre (51).
Año de 1694: Año de inundación
y “dilubio” en Cazorla el día 2 de junio de 1694 (52).
Año de 1965: Año de gran
avenida de aguas de lluvia del Guadalquivir (53).
En la segunda mitad de este
siglo XVII se caracterizó por ser años de incremento de los ciclos de sequía,
que tanto perjudicaba no solamente a las tierras del antiguo reino de Jaén,
sino a toda Andalucía. Hubo un trienio seco en los años 1646, 1647 y 1648 que
fue grave, pero estos años de sequía no se cortaron pues en el año 1650 se
inició un nuevo ciclo de sequias que llegó a extenderse hasta 1654 inclusive.
Hubo algún episodio de abundantes lluvias en el año 1652 pero fue en un tiempo
inapropiado por lo avanzado del año agrícola, y que por la tanto en lugar de
favorecer la evolución de la cosechas o paliar su escasez, resultaron
perjudiciales o inútiles. A pesar de las abundantes lluvias de este año de 1652
fue un año francamente seco por lo intempestivas de las mismas, tal como quedó
reflejado en numerosas citas documentales de ese año (54).
La sequía que abarcó 5 años,
los transcurridos entre 1650, 1651, 1652, 1653 y 1654 fue la sequía más grave
de ese siglo y por tanto la etapa de más elevado número de rogativas para impetrar
la misericordia divina (55).
Esta sequía que fue grave para los agricultores no fue la más grave ni la más
larga porque la superó una sequía que comenzó en el año 1659 y abarco los años
1660, 1661, 1662, 1663, 1664, 1665, y 1666. La sequía de 1659 se produjo porque
las lluvias vinieron pero duraban muy poco tiempo, apenas comenzando a llover
se cortaba la lluvia; esta fue la razón por la que a petición del pueblo el
cabildo catedralicio decidió ante la situación que en el mes de marzo de
acuerdo con el municipal para organizar rogativas “porque el temporal se detenía”,
(56) y en diciembre de ese mismo año se tomaba una decisión similar “por
estar la tierra por sembrar y la república desconsolada” (57), esta cosecha fue
calificada de “tenue”, pero lo peor fueron los años de sequía que continuaron,
en que las cosechas se perdieron. En algunos casos como en el año 1663 la
sequía se interrumpía con algún “temporal” suelto que causaba riadas, pero no
beneficiaba al campo. Toda esta etapa de sequías terminó en el año 1667 que
desde primero de año comenzaron saciando los campos de agua. En los años
finales de este siglo XVII, aparecieron nuevos años de sequías, unas veces
aislados como la del año 1668 (58), y otros por bienios como la de
1678 y 1679 (59), o la del bienio de 1682, y 1683 (60) y la sequía
de 1684. (61).
A modo de conclusión nos
serviremos de lo que en el año 1803 decía el fiscal del Consejo de Castilla:
“en España tomando un quinquenio apenas se verifica un año abundante, los otros
dos son medianos y los otros dos escasos, si es que uno no es estéril” (62).
Aunque pueda parecer un
planteamiento fácilmente creíble, no llevaba razón el señor fiscal pues en el
siglo XVII se constataron 15 cosechas buenas las correspondientes a los años:
1610, 1614, 1615, 1638,1655, 1670, 1679,1682, 1684, 1686, 1693, 1696, 1697,
1698, y 1700. El promedio expuesto por el fiscal no se cumplió para esta
centuria calificada por muchos como desastrosa con evidente generalización de
lo comprobado en las actas municipales y demás documentos citados; por otra
parte 11 de las 15 cosechas consideradas como buenas se dieron el años de la
segunda mitad del siglo XVII, en el que las sequías fueron muy abundantes, es
más, si precisamos más nuestra afirmación estas se dieron en la última década
del siglo, lo que confirma la apreciación del paulatino aumento de la
pluviosidad en la segunda mitad de la centuria.
Los años de sequía suponían
hambres y muertes, la falta de alimentación favorecía el desarrollo de
enfermedades, siempre con la desnutrición del organismo las epidemias se
enseñorean de los cuerpos; en este siglo fueron bastante cruentas las pestes
del año 1602, y en los mediados de siglo lo fueron las de los años 1447 al
1653, y la del año 1681 (63).
En el siglo XVII a pesar de la
definición de siglo catastrófico, manifestó una variedad climática
caracterizada por una climatología que en una primera parte del siglo resultó
menos lluviosa, más irregular en la que la población esencialmente agrícola padeció
los peores años de la centuria en los años centrales del siglo, los
correspondientes al periodo entre los años 1646 y 1666, que fueron considerados
para algunos poco menos que apocalípticos por las pérdidas reiteradas de las
cosechas, por el contrario la última década del siglo fue un periodo de lluvias
abundantes en los que cinco cosechas importantes llevaron prosperidad y
tranquilidad a una población que en años anteriores había sufrido muchísimo.
Los ciclos de buenas cosechas, ante mejores expectativas de vida aumentaban los
nacimientos y disminuía la mortandad.
Granada 3 de octubre de
2018.
Pedro Galán Galán.
Bibliografía:
Archivo Histórico Diocesano de
Jaén.
Archivo Municipal de Jaén.
Archivo Municipal de Andújar.
Archivo Histórico Nacional.
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Sosa, año 1920, páginas 49 a 52 y 144 a 149).
Coronas Tejada, Luís: Estudio
demográfico de la ciudad de Jaén en el siglo XVII, en Actas del I Congreso de
Historia de Andalucía, Andalucía Moderna. Tomo I, páginas 215 a 231. Páginas
216 y 217.
Coronas Tejada, Luís: Estudio
climatológico de Jaén en el siglo XVII, en Actas del Segundo Congreso de
Historia de Andalucía. Historia Moderna. Tomo II, páginas 71 a 78.
Domínguez Ortiz, A.: La crisis
de Castilla en 1677-1687. En recopilación de artículos bajo el título Crisis y
decadencia de la España de los Austrias, páginas 197 a 217.
Enríquez de Jorquera, F.:
Anales de Granada.
Ortega Sagrista, Rafael: La
visita de Felipe IV a Jaén, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses,
página 57.
Ortiz de Zúñiga, D.: Anales
eclesiásticos y seculares de Sevilla.
Citas:
(1). (Ortega Sagrista, R.: La
visita de Felipe IV a Jaén, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses,
página 57)
(2). (Archivo Municipal de Jaén
reunión del cabildo de fecha 23 de septiembre
de 1641).
(3). (Archivo Municipal de Jaén
reunión del cabildo de fecha 6 de junio de 1614)
(4). (Archivo Municipal de Jaén
reunión del cabildo de fecha 12 de agosto de 1641).
(5). (Archivo Municipal de Jaén
reunión del cabildo de fecha 12 de marzo de 1640)
(6). (Archivo Municipal de Jaén
reunión del cabildo de fecha 14 de enero de 1684).
(7) (Archivo Municipal de Jaén
reunión del cabildo de fecha 14 de octubre de 1697).
(8). (Archivo Municipal de Jaén
de fecha 21 de mayo de 1683).
(9). (Archivo Municipal de Jaén
de fecha 14 de octubre de 1697).
(10). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo de fecha 10 de julio de 1684).
(11). (Archivo Municipal de
Jaén. Actas de las reuniones del cabildo de fechas 28 de febrero de 1675 y 18
de marzo de 1680).
(12). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo de fecha 1 de junio de 1652 y 13 de mayo de 1658).
(13). (Archivo Municipal de
Jaén actas de fecha 12 de mayo de 1610).
(14). (Archivo Municipal de
Jaén, reuniones del cabildo de fechas 14 de junio de 1655 y 30 de abril de
1686).
(15). (Archivo Municipal de Jaén en la reunión del
cabildo de fecha 26 de enero de 1604).
(16). (Archivo Municipal de
Jaén, reunión del cabildo de fecha 16 de julio de 1608).
(17). (Archivo Municipal de
Jaén reuniones del cabildo de fechas 5 de febrero y 22 de septiembre del año
1635).
(18). (Archivo Municipal de
Andújar, reunión del cabildo de fecha 9 de abril de 1649 y Archivo Municipal de
Jaén de fecha 14 de abril de 1649).
(19). (Archivo Histórico de
Jaén, sección parroquias, parroquia de San Ildefonso, Libro de bautismos de
1605 a 1615, folio 10)
(20). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo de 18 de julio de 1616).
(21). (Archivo Municipal de
Jaén, reunión del cabildo de fecha 28 de julio de 1617).
(22). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo de fecha 20 de noviembre de 1617).
(23). (Archivo Municipal de
Jaén acta de la reunión de cabildo de fecha 20 de enero de 1647).
(24). (Archivo Municipal de
Jaén, reunión del cabildo de fecha 28 de enero de 1658).
(25). (Archivo Municipal de
Jaén reuniones del cabildo de fechas 10, 20 y 24 de abril y 8 de mayo de 1670).
(26). (Domínguez Ortiz, A.: La
crisis de Castilla en 1677-1687. En recopilación de artículos bajo el título
Crisis y decadencia de la España de los Austrias, páginas 197 a 217).
(27). (Archivo Histórico de
Jaén. Sección Parroquias, parroquia de San Lorenzo, Legajo I. Libro de bautismos de 1676 a 1730, folio 18).
(28). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo de fecha 24 de diciembre del año 1683).
(29). (Archivo Histórico
Provincial de Jaén, Legajo 1.788, folios 98 y 99; Archivo Municipal de Andújar
reunión del cabildo de fecha 4 de febrero
de 1684 y Archivo Municipal de Jaén en su reunión del cabildo en fecha
24 de enero de 1684).
(30). (Archivo Municipal de
Jaén, reuniones del cabildo de fechas 4, 8, 9 y 18 de mayo de 1684)
(31). (Archivo Municipal de
Jaén, reunión de cabildo de fecha 28 de febrero de 1688, y reunión de cabildo
de fecha 30 de abril de 1686).
(32). (Archivo Histórico de
Jaén, Archivo Municipal de Andújar reunión del cabildo de Andújar de fecha 17
de diciembre de 1688, y del cabildo de Jaén de fecha 14 de diciembre de 1688).
(33). (Archivo Municipal de
Jaén reuniones de cabildo de fechas 4, 12, 21, y 28 de febrero de 1692.
(34). (Archivo Municipal de
Jaén reuniones del cabildo de fechas 5 de febrero y 14 y 19 de abril y 21 de
mayo de 1694; Cartas de la villa y del clero de Cazorla al Arzobispo y al
cabildo de la Catedral de Sevilla en Don Lope de Sosa, año 1920, páginas 49 a
52 y 144 a 149).
(35). (Archivo Municipal de Andújar reunión del
cabildo de fecha 5 de enero de fecha 31 de enero de 1695, Archivo Municipal de
Jaén reuniones del cabildo e fechas 11 y 21 de febrero y 29 de junio de 1695).
(36). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo de fecha 7 de noviembre de 1696).
(37). (Archivo Municipal de
Jaén reuniones de fechas 4 de junio y 14 de octubre de 1697 y Archivo de la Catedral de Baeza
reuniones de cabildo de fechas 13 y 14 de mayo de 1697).
(38). (Archivo Municipal de
Jaén reuniones del cabildo de fechas 18 y 29 de abril y 5 de mayo de 1698).
(39). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo de fechas 5 y
30 de abril de 1700).
(40). (Archivo Municipal de
Jaén 26-1-1604).
(41). (Archivo Municipal de
Jaén 29-3-1618)
(42). (Archivo Municipal de
Jaén 17-1-1622)
(43). (Biblioteca Nacional ms.
2.928).
(44). (Archivo Municipal de Andújar 13-2 1626).
(45) (Archivo Municipal de
Andújar 13-1-1642; Anales de Sevilla)
(46). (Archivo Municipal de
Andújar 9-4-1649; Archivo Histórico Diocesano de Jaén).
(47). (Archivo Municipal de
Andújar 23-3-1662).
(48). (Anales de Sevilla).
(49). (Archivo Municipal de
Jaén 24-4-1671).
(50). (Archivo Municipal de
Jaén 28-1-1684; Archivo Municipal de Andújar 3-1-1684).
(51). (Archivo Municipal de
Andújar 17-12-1688).
(52). (Revista Don Lope de Sosa
1920, páginas 49-50 y 144-149).
(53). (Archivo Municipal de
Andújar 31-1- 1965)
(54). (Coronas Tejada, Luís:
Estudio climatológico de Jaén en el siglo XVII, en Actas del Segundo Congreso
de Historia de Andalucía. Historia Moderna. Tomo II, página 78.
(55). (Archivo Municipal de
Jaén reuniones del cabildo de fechas 20 de diciembre de 1650, 16 de diciembre
de 1652, 6 de abril y 9 de junio de 1653, 14 de abril, 28 de agosto, 19 de
octubre de 1654 entre otras).
(56). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo municipal de fecha 19 de marzo)
(57). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo de fecha 24 de diciembre de 1659).
(58). (Archivo Municipal de
Jaén reunión de cabildo de fechas 15 y 16 de marzo de 1668).
(59). (Archivo Municipal de
Jaén reunión del cabildo de fecha 5 de enero de 1679).
(60). (Archivo Municipal de
Jaén de fechas 19 de marzo, 25 de junio y 3 de septiembre de 1683).
(61). (Archivo Municipal de
Jaén de fechas 14, 19 y 29 de abril de 1694.)
(62). (Archivo Histórico
Nacional, Consejos, Legajo 6.873, expediente 7).
(63). (Coronas Tejada, Luís:
Estudio demográfico de la ciudad de Jaén en el siglo XVII, en Actas del I
Congreso de Historia de Andalucía, Andalucía Moderna. Tomo I, páginas 215 a
231, y páginas 216 y 217.)
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