FUE BAUTIZADO EL 3 DE NOVIEMBRE
DE 1593 EN EL MONASTERIO DEL ESCORIAL CON EL NOMBRE DE FELIPE DE ÁFRICA Y SU
PADRINO FUE EL REY FELIPE II.
Cualquiera que visite el
Santuario de la Virgen de la Cabeza en Sierra Morena se encontrara en el acceso
al camarín de la Virgen con una placa en mármol marrón. Esta placa está
colocada en la última estancia antes de acceder al camarín de la Virgen. Es una
placa que recuerda el hecho de que Muley Xeque príncipe de Marruecos se
convirtió al cristianismo con ocasión de la visita al santuario en romería,
allá por el año 1593, hecho que reproduce Félix Lope de la Vega Carpio en su obra:“ Tragedia del rey don Sebastián
y bautismo del Príncipe de Marruecos”.
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Placa en marmol marrón en memoria del IV Centenario de la Conversión de Mulay Xeque en el Santuario de la Virgen de las Cabeza en la romería de 1593. |
Hay autores que afirman que
esta obra de Lope de Vega fue una comedia por encargo, que pudo hacer Muley
Xeque al mismo Lope de Vega dada la amistad cercana que tenían ambos personajes.
Toda esta historia de la vida del Príncipe Muley Xeque es descrita por el famoso
literato Lope de Vega en una comedia, donde Felipe de África es el héroe de la
obra referida; en ella se cuenta toda su vida hasta su conversión y su
bautismo, una obra bastante espectacular en su formato interpretada por más de
cincuenta y seis personajes y en la que Lope de Vega, se presenta a sí mismo
como testigo director de los hechos. En el primer acto el poeta evoca la
“Batalla de los tres reyes” y la muerte del rey Don Sebastián de Portugal en
1578, los siguientes actos contienen las escenas del peregrinaje a la Virgen de
la Cabeza con bellos parajes de poesía popular y rústica. Para Lope de Vega,
Muley el príncipe de Marruecos, más que
personaje histórico, es un gran amigo y así lo presenta en su obra. Felipe de
África mantuvo unas buenísimas relaciones con López de Vega, con quien
intercambio poemas dedicados.
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Lope Felix de Vega Carpio llamado "El Fenix de los Ingenios". Autor de una bastísima obra literaria y autor de la comedia "Bautismo del Príncipe de Marruecos y Tragedia del Rey Don Sebastián". |
A continuación daremos una
reseña importante de las diferentes partes de la obra de Lope, y así nos
adentraremos en la historia de Muley Xeque, que trataremos históricamente con
más amplitud a lo largo de este artículo.
La historia se compone de dos
momentos distintos, separados por el punto dramático culminante, que es la
“transformación” cristiana del príncipe Muley, una acción que modifica por
completo al personaje que nos muestra en la primera parte del relato. Después
del clímax de la transformación personal del príncipe musulmán, asistimos a una
profunda metamorfosis del protagonista: el cambio presupone no solo el
acogimiento de una perspectiva teológica nueva, sino también la adopción de una
conducta social totalmente inédita, un cambio en el fondo y en la forma. Muley
se despoja del hombre viejo y se reviste del hombre nuevo en don Felipe de
África: renuncia a su nombre, abandona el Islam y su futurible destino de
heredero al trono de Marruecos, para abrazar la ley de Cristo y aceptar ser
vasallo devoto del rey Felipe II, y parte del imperio español. Al rehusar todas
las dimensiones de su antiguo ser musulmán, Muley deja la esfera de la persona
anterior para formar parte de uno más de los creyentes cristianos: la carga
simbólica que la renovación cristiana del príncipe implica está perfectamente
recalcada por Lope de Vega, al decidir predisponer en su obra un retrato a
doble cara del que encargó su nueva comedia.
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Texto manuscríto de los personajes de la obra de Lope de Vega Carpio "El Bautismo del Príncipe de Marruecos y la tragedia del Rey Don Sebastián. |
La figura de Muley Xeque aparece por primera vez en esta obra
de Lope de Vega al terminar el acto primero, en el momento que antecede al
episodio de la muerte de su padre y del rey don Sebastián de Portugal (1).
Lope de Vega incorpora la figura del infante marroquí en la
última escena de la primera jornada, con el propósito de contextualizar al
personaje en la cadena de los hechos históricos, que utiliza como marco para el
relato dramático de la primera parte En
la biografía del infante marroquí, Oliver Asín, 1955, páginas 176 y 177,
comenta que, en el acto primero de la obra, “Lope situaba y destacaba
perfectamente a Muley Xeque dentro de aquel gran episodio de la historia de
Marruecos y Portugal, lo cual, repetimos, no tenía Lope más remedio que llevar
a las tablas, puesto que era trascendental en la vida de Muley Xeque” (2).
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Comienzo del Acto Segundo de la obra de Lope: El Bautismo del Príncipe de Marruecos y tragedia del Rey Don Sebastián. |
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Página del Acto Segundo de la obra de Lope de Vega: el Bautizo del príncipe de Marruecos y la Tragedia del Rey Don Sebastián. |
La acción transcurre en el puerto de Tánger. El joven Muley Xeque,
a la espera de la armada del cristiano Sebastián I de Portugal , está razonando
sobre el futuro desenlace de la batalla junto a Albacarín. Aunque tenga
solamente doce años, el príncipe parece demostrar en sus parlamentos
inteligencia y coraje. Es el mismo Sebastián quien enfatiza este aspecto al
conocer al infante después de desembarcar en las costas africanas. Durante el
encuentro, Muley Xeque, efectivamente, exhibe intrepidez frente a su padre
Muhammad al-Mutawkil y el rey
portugués. El diálogo entre los tres personajes se configura como el primer
recurso del que Lope se sirve para dar viveza, expresividad y fuerza al retrato
del joven príncipe islámico. Después de la despedida entre Muley Xeque y su
padre, la figura desaparece por completo de la escena al ser enviado a Mazagán
por Sebastián I de Portugal. Lope reserva los últimos versos para esbozar
rápidamente el enfrentamiento entre las tropas portuguesas y marroquíes y dar
cuenta de la muerte de Sebastián y del padre de Muley, Muhammad al-Mutawkil.
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Página donde comienza el Acto Segundo de la obra de Lope de Vega Carpio: El Bautizo del Príncipe de Marruecos y tragedia del Rey Don Sebastián. |
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Página segunda del Segundo Acto de la obra. En esta página se da detalle de la composición del ejercito cristiano. |
En el acto segundo Lope de Vega cambia en su obra: lugar,
acción y tiempo dramáticos. Acelera la narración y utiliza el recurso de la
elipsis temporal (corte en el tiempo) para representar el paso de catorce años.
Gracias al cuantioso salto cronológico, Lope de Vega puede intercalar al
personaje del príncipe en territorio español, precisamente en la ciudad de
Andújar, en Andalucía. El autor decide omitir la crónica de la estancia de
Muley en Portugal para dedicar más tiempo a la fase adulta de su vida asentada
en España, el momento más relevante de la evolución personal del príncipe y,
por eso, núcleo central de la teatralización de su historia. Muley Xeque, pieza
importante en el ajedrez político de esa época por las relaciones entre
ingleses, marroquíes y españoles, está en la Península bajo protección de
Felipe II y, aunque viva con todo tipo de privilegios, reside allí como rehén
esperando a que se llegue a una solución final de las negociaciones para
regresar a Marruecos (3).
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Catequesis del fraile del Convento de la Victoria a Muley Xeque. |
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Cantar que se usa en Andalucía a la Virgen de la Cabeza. |
Es precisamente en este punto cronológico cuando el segundo
acto de la obra puede dar comienzo: estamos en mayo del año 1593 y, sin
saberlo, el príncipe está a punto de cambiar su vida. Antes de que aparezca en
escena, el diálogo entre los dos moros Almanzor y Albacarín es el medio
dramático elegido y aprovechado por Lope de Vega para dibujar el retrato del
príncipe musulmán adulto. Lope de Vega Carpio trabaja con cuidado la
tridimensionalidad del personaje principal: Muley es un príncipe generoso, se
deja amar por todos, tiene un talle extremado, bien proporcionado, y muestra
majestad en su compostura. Toca la música con mucho arte, danza y baila a la
cristiana, monta a caballo con elegancia, es muy rico, tiene un séquito de cien
moros y veinte moras, y posee también una escolta de alabarderos. Se deleita
con la caza y en asistir a los espectáculos de toros tan habituales en el reino.
Las cualidades físicas y morales están, entonces, perfectamente mencionadas: el
único aspecto del que no se habla es el religioso y no es detalle
insignificante al saber que será el eje temático principal de los siguientes
actos de la comedia que va a desarrollar. En la segunda jornada, por tanto,
Lope de Vega se acerca al clímax de la historia paulatinamente, construyendo
las escenas una detrás de la otra con mucha atención para conseguir desembocar,
al final del acto, en el momento nuclear y poder aprovecharse de la eficacia de
las secuencias narrativas utilizadas anteriormente. En la primera escena que
lleva hacia la conversión, vemos a Muley Xeque fascinado por el entusiasmo que
reina entre la gente de Andújar. El criado Zaide le explica que la ciudad está
en bullicio por acoger una de las romerías más antiguas de toda España:
De la Cabeza llaman aquesta María,
que es Virgen de gran belleza;
y en toda el Andalucía,
adornada de riqueza.
Preséntanle varios dones,
traen tiendas y pabellones
a aquel campo los cristianos
y en las tiendas y en las manos
levantan ricos pendones
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Sagrario del Santuario de la Virgen de la Cabeza. |
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Foto antigua de la bajada de la procesión de la Virgen de la Cabeza por la calzada. |
El camino hacia el conocimiento y la comprensión de lo
diferente se quiebra, por lo tanto, al cruzar las peligrosas arenas movedizas
del debate religioso: a partir de allí, se muestra una clara imposibilidad de
construcción de cualquier diálogo real entre ellos. Y, al final, afloran de
nuevo los conflictos culturales: la oposición se convierte, otra vez, en el
rechazo de lo extranjero. En la escena dramática siguiente, Muley Xeque, al
remarcar con fuerza su pertenencia a la ley mahometana, representa patentemente
al forastero incrustado o engastado en un ambiente ajeno: la tensión de las
relaciones islamocristianas en contraste, que el príncipe acaba de experimentar
en la conversación con las tres damas, lo empuja hacia una conducta de desafío
y burla del evento religioso de la romería. Decide, entonces, presenciar
disfrazado los festejos con la evidente intención de burlarse de la religión de
los creyentes españoles:
“quiero hacer burla y reír
de esta ley de los cristianos”
(versos: 1662-1663).
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Primitiva Casa de Cofradia de la Virgen de la Cabeza de Lahiguera a la izquierda del Arco de entrada. Foto del siglo XIX. |
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Subida al Santuario de la Virgen de la Cabeza por la Calzada de las Hermandades. Foto del siglo XIX. |
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Procesión de la Virgen de la Cabeza en el siglo XIX. |
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El Santuario en Domingo de romería con el Cerro Cabezo abarrotado de peregrinos. Foto del siglo XIX. |
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Toma desde la parte posterior de la primitiva Casa de Cofradia de Lahiguera con vista general del Cerro del Cabezo. |
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Casa de la Cofradía de Lahiguera reformada con dos balcones a la izquierda junto al Arco de entrada. Imagen de otros tiempos con los burros esparcidos por todos lados. |
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Foto antigua del Altar Mayor del Santuario. En la foto de arriba se puede ver en detalla la reja que daba entrada al prebisterio. |
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Edificio del Santuario de la Virgen de la Cabeza antes del asedio. |
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Lugar de llegada de los peregrinos a caballo, con mulos o burros donde podían abrevar las bestias. Estaba situado delante del Santuario a la izquierda. |
En esta primera fase de la evolución del príncipe, Lope de
Vega pinta entonces a un personaje que, aunque pueda acreditar un buen grado de
integración en el contexto español, todavía se exhibe como una parte evidente
de lo que es ajeno a nuestras creencia y costumbres, al expresar su preferencia
sobre todo por las costumbres islámicas, que siguen en él todavía muy
arraigadas.
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Protección en forma de jaula para la salida en procesión de la Virgen de la Cabeza tal como la pudo ver Muley Xeque. |
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Descenso en procesión de la Virgen de la Cabeza a hombros de sus peregrinos. |
Después de decidir presenciar, a escondidas, la manifestación
colectiva donde el pueblo cristiano rinde culto a la Virgen de la Cabeza, el
príncipe se encuentra en compañía de un fraile que le explica la consolidación
del culto mariano en la Península, y la fuerza que la devoción a la Santísima
María ejerce en el mismo ambiente religioso español. En este preciso momento de
la escena dramática, el fraile del convento de la Victoria parece empezar una
clara tarea de evangelización del creyente musulmán. Enseñándole al príncipe Muley
el valor de la práctica del culto mariano, el fraile perfecciona los
instrumentos del pastor ahora más evangelizador para intentar lograr la
cristianización del musulmán: le cuenta cuáles son los santuarios más
importantes de España y le explica cómo las apariciones milagrosas de la Virgen
han dado lugar a los mismos templos. Muley Xeque está atrapado por los cuentos
del religioso y se declara admirado frente a la vivencia de la romería que está
experimentando. Además, el fraile le comenta a Muley algunos principios de la
doctrina del culto a María, madre de nuestro Salvador, y, para concluir, le
aclara los pasajes de la procesión que acompaña a la efigie de la Virgen por
las calles de Andújar. Al final de la escena, magistralmente construida por
Lope de Vega para ensalzar la grandeza de la potencia divina y subrayar el
vigor de la religión cristiana, el personaje de Muley se deja seducir por la
belleza celestial de la imagen de María:
“Con justa causa la llamas
sol, luna, rosa y estrella.
A burlarme aquí venía
y hele cobrado afición”
(versos: 2052-2055).
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Página en la que aparece al final la poesia: Con justa causa la llamas sol, luna, rosa y estrella. A burlarme aquí venía y hele cobrado afición. |
La conversión milagrosa del príncipe marroquí está a punto de
ocurrir. Al cabo de unos momentos, después de contemplar el paso de la
procesión, Muley, muy turbado, experimenta un hondo cambio de su ser. Todavía
el príncipe no entiende lo que le está pasando, en cambio, el fraile sí que se
da cuenta del milagro que la Virgen de la Cabeza acaba de realizar. Es este el
momento de máxima tensión de la obra de Lope de Vega: a partir de ahora, el
personaje de Muley irá mudándose de piel hasta convertirse, en la tercera
jornada, en una figura totalmente distinta. Con la construcción de la última
escena del acto segundo, está claro que Lope quiere poner el acento, primero,
sobre el fenómeno milagroso (nunca debemos olvidar el relevante fondo
ideológico de la obra), y luego también sobre el significado de la conversión
que implica un camino de cambio, de renovación y de reconstrucción de la
identidad de un individuo convertido. Muley Xeque, aceptando el donativo
divino, entra en un nuevo orden social y forma parte ahora de una nueva congregación
religiosa. El acto segundo termina, entonces, con la representación del acto
prodigioso de la transformación cristiana del príncipe musulmán, acción
dramática que, suponemos, dejaría a la audiencia absolutamente impresionada y,
al mismo tiempo, enganchada a la historia. La expectación del público acerca de
la resolución del caso está justificada por dejar, el autor, a la audiencia en
medio de la acción dramática principal, cuyo desenlace se configurará solamente
en el acto tercero.
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Descripción del final de la procesión y comienzo del Acto Tercero. |
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Descripción del Bautizo del Príncipe Muley Xeque. |
El abrazo del cristianismo por parte de Muley Xeque no es un
proceso que se lleve a cabo sin molestias e incomodidad: efectivamente, la
decisión de su transformación religiosa sacude con violencia al círculo de la
corte musulmana asentada con él en Andújar y se constituye como fuente directa
de unos criminales intentos acometidos contra el mismo príncipe que renuncia a
su fe. Entonces, antes de que el Xeque vuelva a aparecer de nuevo sobre las
tablas, Lope de Vega describe perfectamente los sentimientos de sus compañeros
islámicos al darse cuenta de la noticia de la conversión: la escena inicial de
la tercera jornada es significativa porque en ella se define el choque entre un
pasado abandonado y perdido (Islam) y un presente y futuro prometedor y
atractivo (Cristianismo). Sentimientos de engaño y rabia agitan a los
compañeros del séquito de Muley Xeque:
en particular, es Almanzor quien, al considerar la decisión del príncipe como
enorme agravio contra toda la umma (comunidad) islámica, medita en secreto
asesinarle. Subrayamos, entonces, que la conversión del príncipe empuja a sus
hermanos musulmanes a valorar a Muley de forma diferente: el Xeque ya no es su
líder carismático y futura esperanza como nuevo sultán para el reino de
Marruecos, sino un enemigo que hay necesariamente que eliminar. Paralelamente
al planteamiento de los proyectos de
homicidio contra Muley, el poeta presenta, en la escena siguiente, el
procedimiento de construcción de la nueva identidad del príncipe: cabe destacar
la maestría con la que Lope de Vega muestra la dinámica de la adaptación
gradual del nuevo creyente a su nueva vida religiosa y credo cristiano. El
proceso de evangelización que va perfilando Lope de Vega se apoya en la
exposición de algunos contenidos catequéticos que el fraile victoriano (por
ser del convento de la Victoria) explica a
Muley Xeque a la hora de instruirle y encaminarle hacia su nueva fe. Después de
terminar el catecumenado y sobrevivir al intento de asesinato a manos de los
musulmanes, el príncipe está a punto de concluir definitivamente su evolución
como nuevo individuo cristiano: la última parte de la obra se dedica, de hecho,
a la dramatización de la fastuosa ceremonia del bautizo, último escalón del
proceso de incorporación del príncipe al ambiente cristiano y español.
La ceremonia es una escena que sella oficialmente la
transformación cristiana del protagonista y que, a nivel ideológico, marca la
victoria de la ley católica sobre la islámica. Finalmente, Muley Xeque,
príncipe de Fez y Marruecos, al recibir el bautismo en el monasterio del
Escorial por padrino Felipe II frente a la corte entera, se convierte en nuevo
devoto católico con el apelativo de don Felipe de África, nombrado incluso por
el rey caballero de la Orden de Santiago.
Es muy fiel a la historia la descripción de la fastuosa
ceremonia del bautizo del príncipe Muley Xeque, la razón es que Lope de Vega asistió
personalmente al acto religioso, por ser secretario del duque de Alba en esa
concreta etapa de su vida. Por lo que atañe a los detalles de la segunda parte
de la “vida cristiana” de don Felipe (el exilio) en territorio italiano y a los
posibles enlaces mantenidos con España y con el dramaturgo madrileño hasta su
muerte en Vigévano en 1621, aún queda mucho que investigar.
El soberano le otorgó el título aunque el príncipe no pudiese
claramente cumplir con una de las cuatro normas de inclusión establecidas por
los estatutos de las Órdenes Militares. Las cuatro normas de inclusión eran:
legitimidad, hidalguía, limpieza de sangre, limpieza de oficios (6), la regla
de la “limpieza de sangre”, que, según Postigo Castellanos, era “de todas las
calidades quizás la que con más rigor se averiguaba” (7).
Curiosa también la elección de la Orden de Santiago que, como
es bien sabido, fue fundada en el siglo XII para proteger de los ataques
islámicos a los peregrinos en camino hacia Santiago. Don Felipe de África vivió
entonces, con todos los honores de su estatus, en Madrid en un palacio en la
calle de las Huertas, hasta 1609, año en el que los moriscos españoles
empezaron a ser expulsados de la Península. En la misma temporada, como señala
Lope de Vega en la novela “La desdicha por la honra”, ya está “el príncipe de
Fez en Milán, sirviendo a su Majestad con un hábito de Santiago en los pechos”
(8).
En fin, por causa de los decretos de expulsión promulgados
por el soberano, don Felipe de África tuvo que recuperar forzosamente la
antigua posición que conservaba en el orden social de la época, o sea, el de
moro converso, condición que le obligó, al igual que cualquier otro cristiano
nuevo de moro, a alejarse definitivamente del territorio español.
A continuación dejando lo expresado en la obra de Lope de
Vega, buen amigo de Muley Xeque, vamos a mostrar el hecho histórico tal como
aparece en los tratados de historia de los tres paises.
El príncipe al que nos referimos se llamaba Muley Xeque y,
con ese nombre, nos resultará fácil suponer que hablamos de un personaje
musulmán y marroquí. Sin embargo, no siendo del todo desacertada la deducción,
hay que matizarla porque aunque empezó con tales condiciones, al final de su
vida éstas habían cambiado radicalmente, dado que paso de ser un aspirante al
sultanato de Marruecos, hijo del sultán titular derrocado, a ser un personaje
que abrazó el cristianismo en su exilio español donde vivió feliz en el reino
de España, hasta que los difíciles avatares del período a caballo entre los
siglos XVI y XVII y con la referencia a la Orden Real de expulsión de los
moriscos, le obligaron a marcharse también de esa tierra de acogida, para
fallecer en otra lejana tierra, ajena a su vida y mundo hasta entonces, la
bella Italia.
Jaime Oliver Asín, en su obra: Vida de don Felipe de África,
principe de Fez y Marruecos (1566-1621) Editorial CSIC. Patronato Menéndez Pelayo,
Instituto Miguel Asín,
Madrid, Granada 1955.) hace la siguiente descripción del
personaje: “Nuestro protagonista, el
príncipe Muley Xeque, posteriormente bautizado como don Felipe de África, nació
en Marruecos en 1566. Era hijo del rey de Fez y Marruecos y último descendiente
de la dinastía Saadí, la anterior a la actual que es la dinastía Alauita. Lope
de Vega lo describió como una persona de talle extremado, fornido, de perfectas
proporciones y de rostro modesto, cabello rizado, alegre de ojos y falto de
barba. Su padre, Muhammad fue destronado y huyó con su hijo, refugiándose en el
Peñón de Vélez de la Gomera. Corría el año de 1577. Allí abrigó la esperanza de
que el joven e impetuoso rey Sebastián I de Portugal lo ayudase a
recuperar el trono. Sin embargo, al año siguiente, en la batalla de
Alcazarquivir, no solo fueron derrotados sino que le costó la vida a ambos
monarcas, al luso y al Saadí. El protagonista de nuestra historia, que apenas
tenía doce años, escapó con vida, ayudado por los portugueses que consiguieron
trasladarlo a Lisboa.

Retrato del Rey Sebastián de Portugal por Cristovao de Morais. |
Sebastián I de Portugal, apodado “el Deseado” fue hijo
póstumo del infante Juan Manuel de Portugal (hijo de Juan III el Piadoso) y de
su esposa, la archiduquesa Juana de Austria, infanta de España, hermana de
Felipe II. Era, por tanto, nieto de Carlos I de España por vía materna y
bisnieto por el lado paterno de Manuel I de Portugal. Sebastián llegó al trono tras la
muerte de su padre en 1554, dos semanas antes de su nacimiento, quedando bajo
la potestad de su abuelo cuyo fallecimiento se produjo tres años más tarde de
nacer Sebastián. Al ser todavía un niño, la regencia recayó primero en su
abuela paterna, Catalina de Habsburgo, y después en su tío-abuelo, el cardenal
Enrique de Portugal. Durante este periodo continuó la expansión colonial en
Angola, Mozambique y Malaca; también se produjo la anexión de Macao (1557).
Cuando era sólo un bebé, su madre, Juana de Austria, que había quedado viuda
unos meses antes, abandonó la corte de Lisboa para retornar a Castilla, siendo
rey su abuelo Carlos V. Dejó el bebé a cargo de su suegra, la reina regente, no
volviendo a verlo nunca más, aunque bien es cierto que a lo largo de su vida se
escribirían de forma continuada hasta el fallecimiento de la princesa Juana.
Por ello, el príncipe creció sin referentes paternos, criado en una corte
cargada de conflictos entre la reina regente, su abuela, y su tío, el cardenal
Enrique. Sebastián era un niño frágil, resultado de generaciones de matrimonios
entre miembros de una misma familia. Por poner un ejemplo, tenía sólo cuatro
bisabuelos (cuando lo normal es tener ocho cuando no hay consanguinidades) y
tres de ellos eran descendientes del rey Juan I de Portugal. Ante tan alto
grado de consanguinidad y las contrariedades de su crianza se vió afectado
tanto físicamente como psiquicamente. Como consecuencia de una serie de uniones consanguíneas entre
la Corona portuguesa y la castellana, don Sebastián, bisnieto de la reina Juana
la Loca, heredó la enfermedad mental de ésta, manifestándose en un místico afán
de gloria al que supeditó todas sus acciones. Su nacimiento fue esperado con
ansia en la Corte lisboeta, ya que, de no realizarse o frustrarse el parto de
la infanta Juana de Austria, el trono corría peligro de ser anexionado al rey castellano
precisamente por los pactos dinásticos entre ambas coronas.
El joven rey creció bajo la guía e influencia de los
jesuitas. Fue un místico que dedicaba largos periodos a la caza. Se convenció a
sí mismo de que era un gran capitán de Jesús en una gloriosa cruzada contra la
expansión del poder turco en el norte de África. De hecho durante el último año
de vida de Juan III, las tropas portuguesas se retiraron de sus fortalezas en
Marruecos, lo que permitió la expansión del Imperio turco. Esto abrió un
segundo frente en el inacabable conflicto entre turcos y cristianos. Durante su
juventud, jamás se interesó por las mujeres ni dio síntomas de desear contraer
matrimonio. Algunos biógrafos aluden a una enfermedad en su órgano sexual, que
le provocaba impotencia y esterilidad, y que se acentuaba con la práctica de
ejercicio físico y se relativizaba con el reposo, de lo que nunca llegaría a
curarse. Según Henry Kamen “Parece que el rey estaba lejos de ser frígido, pues
tuvo un buen número de aventuras homosexuales, y algunos acompañantes de su
corte eran al parecer también homosexuales”. La reina Catalina de Austria
intentó sin éxito concertar su enlace matrimonial con la princesa española
Isabel Clara Eugenia, pero el rey Sebastián nunca aceptó ningún tipo de
compromiso.
Poco después de alcanzar Sebastián I de Portugal la mayoría de
edad, y a pesar de no tener hijos ni heredero, inició los planes para organizar
una gran cruzada contra Fez. Su tío Felipe II de España intentó convencerle de
no hacerlo. En una famosa entrevista que mantuvieron los dos reyes, en el
monasterio de Guadalupe, durante la Navidad de 1576, con el duque de Alba
presente, Felipe II intentó razonar con Sebastián de Portugal. Éste, sin
embargo, solo parecía interesado en solicitar ayudas concretas para sus planes
de invadir África. En un momento en el que Felipe II estaba trabajando para
llegar a una tregua con los turcos en el Mediterráneo, parecía poco juicioso
abrir un nuevo frente bélico en el sur. Felipe II al final cedió y le ofreció
algún apoyo. “Me resolví de offrescerle cinquenta galeras y cinco mil
españoles”, pero tendría que pagarlos. El rey de España también insistió en
que, dados los riesgos evidentes de la operación, Sebastián no debía participar
personalmente en la invasión. Los soldados españoles serían de los que salieran
de Flandes para ir a Italia. A su regreso a Madrid, Felipe II le dijo al
embajador imperial Khevenhüller que Sebastián “tiene buena y santa intención,
pero poca madurez”. “Le he persuadido de
palabra y por escrito”, dijo, “pero no ha aprovechado nada”. En 1578 el rey de
España envió a Juan de Silva como embajador a Portugal para intentar detener a
Sebastián. El humanista Benito Arias Montano también fue enviado a Lisboa con
una misión parecida. A pesar de los esfuerzos españoles, la famosa expedición a
Marruecos tuvo lugar.
“La política
española en el Norte de África se basó en gran medida en intervenir en las
constantes disputas dinásticas de sus monarcas, favoreciendo la
discordia. A tal fin, la Corona
hispana fomentó la conversión de su pretendiente, bautizado con el
nombre del rey español que lo amparaba” (9). Como entonces el norte de
África era un territorio de especial importancia geoestratégica para el control
del Mediterráneo, (tal como sigue siendo ahora, a pesar del paso del tiempo y
todos los adelantos en los sistemas de vigilancia actuales del estrecho), y una
muestra de su importancia estratégica, ya en ese tiempo, lo fueron las
continuas disputas entre los regentes del imperio otomano, españoles y
portugueses. Por todo ello el rey luso Sebastián I no sólo decidió intervenir a
favor del derrocado sultán Muhammad al-Mutawkil, sultán de Fez, a través de un
pacto a alianza, sino que decidió hacerlo personalmente participando en la batalla
de Alcazarquivir en 1578. ![]() |
Muley Xeque, Sultán de Marruecos saliendo de Meknés pintado por Delacroix. |
En efecto, el Rey Portugués Don Sebastián I, siempre anheló
tener pie en el Norte de África y cuando Mutawaquil fue destronado vino a
ofrecerle casi un protectorado sobre Marruecos, con lo que el rey portugués acompaño
al ejército portugués desde Portugal, desembarcando en Arcila el 12 de julio
del año 1578. Esta campaña portuguesa, nacida de la voluntad mística y exaltada
del rey lusitano, iba a tener una profunda trascendencia en la historia en los
años siguientes.
Portugal había tenido muchos intereses en África, desde la
conquista de Tánger en 1471, y Sebastián I estaba muy interesado en conservar
la posición de su país en esa zona, contra los emires enemigos pertenecientes a
la dinastía Saadí. La gran flota que partió de Belem el 24 de junio de 1578,
con más de ochocientas naves entre las grandes y pequeñas, abarcando desde
galeones, carabelas y galeras, llevaban un total de 20.000 hombres. Portugal
sola, con su diminuta población, no era capaz de reunir tal cantidad de
hombres. Alrededor de una cuarta parte del ejército eran voluntarios de todos
los países cercanos del occidente europeo, incluido un contingente de España,
que embarcó en Cádiz. Entre ellos había un destacamento de tropas enviadas por
el papa, bajo el mando del inglés Sir Thomas Stukeley. Los barcos tomaron
tierra en lo que hoy es el puerto de Arzila, a pocas millas de Tánger, donde el
ejército debía reunirse con los aliados musulmanes bajo el mando del saadí
Mohamed al Masluk, que estaba enfrentado a otros emires. Los emires enemigos
proclamaron una yihad contra las fuerzas invasoras.
Deseoso de entrar en acción, el joven rey Sebastián de 24
años condujo a sus tropas desierto adentro para enfrentarse a unos ejércitos
que eran el doble del suyo, los bereberes bajo el liderazgo de Muley Abd
al-Malik, el sultán saadí de Marruecos. Desde el principio hubo presagios
desfavorables. El ejército iba acompañado por miles de criados, esclavos y
prostitutas, cuyo trabajo era favorecer que los nobles se sintieran a gusto y
cómodos. Para facilitar el transporte, el rey también llevaba más de mil
carros.
El 4 de agosto de 1578 se enfrentó a las tropas de Al-Malik
en Alcázarquivir, en lo que se conoce como la Batalla de los Tres Reyes, que
terminó en el desastre que predijeron los españoles con anterioridad. Tuvo
lugar a orillas del río Majazen la famosa “Batalla del Ued El Majazin” o la
“Batalla de Alcazarquibir” (actual Ksar el-Kébir), o la “Batalla de los Tres
Reyes” que ha pasado a la historia con estos nombres, y que terminó en el
desastre que predijeron los españoles, donde los portugueses fueron derrotados.
La derrota de los aliados fue total y encima doblemente trágica, pues tanto
Sebastián como Al-Mutawkil fallecieron en combate. De hecho, también murió Abd
al-Malik al-Mutasim o Al-Malik y así, los dos principales países implicados
Portugal y el Sultanato de Fez se quedaron sin rey. Don Sebastián de Portugal
pereció en el campo de batalla a los 24 años de edad, el Sultán reinante Mulay
Abd al-Malik falleció en su tienda de campaña durante la lucha y el propio
Mohammed Mutawaquil, padre de nuestro Felipe de África muere ahogado al cruzar
el río en su huida. Por ello se conoce este combate con el nombre de “Batalla
de los tres reyes”.
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Batalla de Alcázarquivir y muerte del Rey Sebastián de Portugal. |
Cuando en el año 1555 su hermano Muley Abdallah subió al
trono marroquí, tras derribar a la efímera dinastía wattasí, Abd al-Malik y sus
hermanos huyeron del país temiendo la crueldad del nuevo emir. Abd al-Malik,
conocido por las crónicas cristianas con el nombre de El Maluco, entró al
servicio del sultán turco y se estableció en Argel, donde esperó hasta la
muerte de aquél. En el año 1574, Muley Abdallah falleció y fue sucedido por su
hijo primogénito Muley Muhammad al-Mutawakkil, el futuro Muhammad II, llamado
El Negro por ser hijo de una esclava negra. Abd al-Malik, que había servido
bien al sultán turco Selim II en la batalla de Lepanto, pidió ayuda al nuevo
sultán Murat III, quien se la concedió mandándole 6.000 jenízaros perfectamente
adiestrados en la guerra, con los que pudo derrotar a su sobrino Muley Muhammad
en el año 1575, tras lo cual se apoderó del trono y entró triunfalmente en
Marrakech.
El defenestrado monarca marchó a la península Ibérica con
ánimo de concretar una alianza militar contra su tío. Felipe II de España se
desinteresó de este asunto, no así don Sebastián de Portugal, imbuido de un
fuerte y patológico ideal de gloria aprovechado por Muley Muhammad. El monarca
español trabó contactos con Abd al-Malik con el fin de que éste a su vez
tratase de convencer al monarca portugués para que no se embarcase en una
empresa militar en la que no estaba seguro de sacar gran provecho. Don
Sebastián, desoyendo todos los comentarios contrarios a la expedición,
desembarcó en Arcila (Asilah), en el mes de julio del año 1578, al frente de lo
más granado de su ejército y nobleza, contando con la colaboración de Muley
Muhammad. El resultado de la campaña no pudo ser más desastroso para todos. En
la batalla de Alcazarquivir, del 4 de agosto de ese mismo año, murieron los
tres monarcas en litigio. Abd al-Malik dirigió en un comienzo la lucha desde su
litera, pues se encontraba bastante enfermo, quizá como consecuencia de un
veneno que se le dio en el camino. Abd al-Malik murió en medio del fragor de la
batalla, pero sus criados se cuidaron de cerrar las cortinas de la litera y ocultaron
su muerte al ejército.
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Batalla de Alcázarquivir, el ejercito bereber envuelve a las tropas cristianas. |
La batalla de Alcazarquivir tuvo enormes consecuencias, no
sólo en Marruecos, sino también en la política y las posteriores relaciones de
las potencias europeas. Muley Abd al-Malek fue sucedido por su hermano Muley
Ahmed al-Mansur al-Dahabi (El Dorado), sin duda alguna el emir más brillante de
toda la dinastía saadí. La muerte de don Sebastián permitió a Felipe II de
España, como tío suyo que era y único pariente próximo en vida, heredar la
corona de Portugal y todos sus inmensos territorios en ultramar, con lo que
amplió todavía más su imperio territorial, con el consiguiente recelo por parte
de las demás potencias europeas.
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Muley Ahmed al-Mansur al-Dahabi (El Dorado). |
La descripción de la batalla podría ser la siguiente: El
ejército se desplazaba con mucha lentitud, y cuando llegaron a la zona que
buscaban, las fuerzas del enemigo ya estaban allí, esperándolos. El ejército de
al-Malik era una fuerza profesional que probablemente contaba con setenta mil
hombres, incluyendo unos veinticinco mil de caballería. Su artillería, con
treinta y cuatro cañones, ya estaba posicionada. El 4 de agosto de 1578, el día
más caluroso de la estación más calurosa del año, el ejército cristiano, en el
que servía la flor y nata de la nobleza portuguesa, con el joven rey de
veinticuatro años a la cabeza, fue aniquilado por las fuerzas bereberes. A lo
largo de las seis horas de batalla, murieron tal vez ocho mil cristianos (entre
ellos, Thomas Stukeley) y alrededor de seis mil marroquíes. La masacre fue
indudablemente una victoria musulmana. Algunos grupos de cristianos se las
arreglaron para escapar, pero más de diez mil de ellos fueron cogidos
prisioneros. Los tres jefes militares de la batalla, los llamados “tres reyes”,
corrieron el peor de los destinos. Abd al-Malik, un hombre joven de treinta y
cinco años, que ya estaba seriamente enfermo, murió durante la batalla; Mohammed
Mutawaquil o Al-Masluk pereció ahogado
cuando intentaba escapar; y el rey Sebastián se dio por desaparecido, pues su
cuerpo no pudo ser identificado en el campo de batalla (4). Sin embargo, en la
misma noche de la batalla, un grupo de soldados portugueses supervivientes
llegó a Arcila buscando refugio, y para conseguir que la guardia les franquease
la entrada en la ciudad fingieron que Sebastián venía con ellos, lo que provocó
que entre el pueblo se propagase el rumor de que el rey seguía vivo (8), con
ello se dio paso a que Sebastián I entrara en la leyenda como un gran patriota,
el “rey durmiente” que retornaría para ayudar a Portugal en sus horas más
difíciles, dando lugar al movimiento místico-secular llamado Sebastianismo.
Mientras en Portugal brotaba la leyenda del sebastianismo (el
bulo de que el rey habría sobrevivido en la batalla y volvería a Portugal),
Felipe II se encontró con una oportunidad de oro para unir ese reino a España
bajo su corona, lo que hizo en septiembre de 1580. Su muerte sin descendientes
provocó que su trono fuese ocupado por su tío-abuelo Enrique I, cuya muerte
también sin herederos en enero de 1580 abrió la crisis sucesoria que
desembocaría en la cesión de la corona portuguesa a Felipe II de España.

Durante el periodo de unión con España, entre 1580 y 1640,
cuatro pretendientes afirmaban ser el rey Sebastián; el último de ellos, que en
realidad era un italiano, fue ahorcado en 1619, sin referir la historia del
Pastelero del Madrigal. En el
Archivo Nacional de Simancas se conserva el proceso del “Pastelero de
Madrigal”, o Proceso de Madrigal. Este proceso fue declarado materia reservada
y secreto de Estado por el duque de Lerma el 23 de septiembre de 1615, con lo
que no pudo ser investigado hasta que, a mediados del siglo XIX, se levantó el
secreto procesal.
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Gabriel de Espinosa "el Pastelero del Madrigal" que años después intento suplantar al Rey Sebastián de Portugal dentro de la línea del "sebastianismo" |
En Marruecos la muerte del usurpador con el golpe de estado a
su hermano, no supuso la devolución de sus derechos de sucesión al joven Muley
Xeque, nuestro personaje convertido al cristianismo, que vio cómo otro tío suyo
ocupaba el hueco, era Mulay Ahmed alias al-Mansur (el Victorioso) o Ad Dahb (el
Áureo). Ante la nueva situación y para ponerle a salvo de una previsible
represalia, Portugal acogió a Muley, instalándolo en Lisboa con una pensión de
dos mil maravedíes diarios. El rey Sebastián murió en la batalla y gran parte
de la nobleza portuguesa cayó prisionera, por cuyas vidas se exigió un gran rescate,
lo que acabó prácticamente con el tesoro de Portugal. El cadáver del rey fue
recuperado del campo de batalla y sepultado inicialmente en Alcazarquivir; en
diciembre de ese mismo año fue entregado a las autoridades portuguesas en
Ceuta, donde permanecería hasta 1580, fecha en que sería trasladado al
monasterio de los Jerónimos de Belém para su entierro definitivo en Lisboa.
Monasterio del Escorial. |
Se le puso el nombre de Felipe en honor de Felipe II, quien
le apadrinó (Felipe de África se le solía decir), nombrándosele Grande de
España y comendador de la Orden de Santiago, esto último con la curiosa
acreditación previa de no poseer sangre judía. También le concedieron la
encomienda de Bédmar y Albáñez, que le proporcionaría unas rentas más bien
escasas y por eso siempre tuvo problemas económicos, pese a que en Madrid, a
donde se trasladó cuando la ciudad fue nombrada capital del reino, habitaba en
un palacete con servidumbre.
Sobre las encomiendas de Bédmar y Albánchez recogemos
brevemente lo que incluyen dos publicaciones del Instituto de Estudios
Giennenses, son la siguientes:
Ginés de la Jara Torres Navarrete y José Manuel Troyano
Viedma: Comendadores , Señores y Marqueses de la villa de Bedmar (1227-1927).
Página 55 refieren la inclusión de Muley Xeque como encomendado de Bedmar en la
relación histórica de encomendados de la villa, y dicen:”
“Pese a la enajenación de Bedmar y sus tierras a la Orden de
Santiago, la encomienda subsistió” y detallan los beneficios económicos que
generaba “la encomienda a los comendadores tras la creación del Señorío de
Bedmar, comendadores que obtenían de la Encomienda los siguientes beneficios:
— El diezmo entero de los granos desde Cerroluengo hasta el
río Guadalquivir y desde el arroyo de Galapagar hasta dicho río.
— El diezmo de los predios de Morena y Santa Inés y la Dehesa
Vieja hasta la acequia que sale del molino de Cuadros y camino que baja del
Collado de Campanil a la puente de Bedmar.
— Los diezmos del vino y del aceite sobre los predios de
Morena y Santa Inés, salvo el del llamado Olivar Viejo.
— Dos juros en la renta de la Seda de Granada.
Un molino de aceite, exceptuado de la venta y que maquilaba
de ocho arrobas, una.”
A continuación viene una reseña del encomendado Muley Xeque en los siguientes términos:
“Don Felipe de África. Infante de Marruecos; Grande de
Castilla, gracia que le otorgó Felipe II en Madrid el 14 de febrero de 1596,
cuyo nombramiento dirigió al Licenciado Juan de Cuenca, fraile de la Orden, y
capellán de su magestad, para que fuese aceptado en dicha Encomienda. Dice así
el Rey: «Acatando los muchos y buenos servicios que don Felipe de África, hijo
del Rey de Marruecos, Caballero Profeso de la dicha Orden, a hecho a MÍ y a
ELLA, y espero que hará de aquí adelante».
Don Felipe de África era hijo de Muley Mohamed Ben Abdala y
estuvo al frente de la Encomienda hasta el 4 de noviembre de 1621 año en que
falleció. Entonces el rey nombró por título dado en Madrid a 24 de octubre de
1621 por administrador de estas encomiendas a don Luis de Venegas de Figueroa,
Comendador de Paracuellos y su aposentador mayor.”
Otra publicación del Instituto de Estudios Giennenses nos de
información de Muley Xeque, es una publicación de Narciso Mesa Fernández, en “Encomienda
de Bedmar y Albanchez en la Orden de Santiago. Página 91. Boletín del Instituto
de Estudios Giennenses, dice textualmente:
“…dejando vacante la de Bedmar y Albanchez que vino a ocupar
un curioso personaje Don Felipe de Africa, Infante de Marruecos y Grande de
Castilla, hijo de Muley Mohamed Ben Abdala, Rey de Marruecos, muerto en 1578 en
la batalla de Alcazaquivir, luchando al lado del Rey D. Sebastián contra su
hermano Muley Akbd el Melik, que lo había destronado. Por ello el Príncipe vino
a España siendo bautizado con el nombre de Felipe en honor al Príncipe
heredero, que fué su padrino y la madrina la Infanta Isabel Clara Eugenia. De
él queda aún recuerdo en Madrid en la llamada calle del Príncipe, donde vivió.
Tuvo la Encomienda desde el 14 de febrero de 1596 hasta el 18 de septiembre de
1621 en que murió en Flandes.”
Nada cambió en la vida de Muley con la subida al trono de
Felipe III, tras la muerte de Felipe II; Muley llevaba una vida similar a la de
cualquier noble español, asistiendo a misa periódica en la basílica de Atocha,
mostrando una especial afición a los toros (al igual que muchos moriscos) y con
espacio reservado en un corral de comedias. Pero no se conformaba con esa
relajada vida y solicitó ingresar como capitán en los Tercios para ir a
combatir a con los Tercios de Flandes; pero lamentablemente, aunque el rey Felipe
III se mostró dispuesto e incluso le subvencionó los gastos, el duque de Lerma
no lo consideró apropiado.
La negativa debió dejarle frustrado a Muley, ahora Felipe de
África , al igual que descubrir que la integración que intentaba no podía pasar
de ciertos límites, pues sus hijos no fueron admitidos en colegios, ni se les
permitió el acceso a cargos públicos, y probablemente comprendió que apenas
había sido nada más que un peón de Felipe II para mantener a raya al sultán
marroquí e impedir que se aliara con los ingleses y los seguidores de Antonio,
prior de Crato, candidato al trono portugués.
En ese sentido, la puntilla a su situación fue el proyecto
del valido Lerma de expulsar a los moriscos, aún cuando él se había integrado
perfectamente, al igual que otros de clase alta. Y así Muley Xeque, o Felipe de
África, decidió irse de España en 1609 para recalar en Italia, a donde habían
marchado muchos moriscos, algunos tan ilustres como Carlos de Austria (hijo del
rey de Túnez) o Gaspar de Benimerín.
Una vez en tierra trasalpina pudo conocer al papa Pío V y se
instaló en Milán, poniéndose a las órdenes del gobernador Pedro Enríquez de
Acevedo como capitán; su amistad llegaría a ser tan estrecha que Enríquez le
legó parte de sus bienes en herencia. Con el sucesor del gobernador Pedro
Enríquez de Acevedo, ya no se llevó tan bien y se trasladó al vecino pueblo de
Vigevano, donde también se hizo buen amigo del obispo alojándose en su palacio.
La muerte le sorprendió el 4 de noviembre de 1621, a los
cincuenta y cinco años de edad, dejando como albacea de sus limitados recursos
a una hija natural llamada Josefa de África, que era monja en Zamora. No se
sabe con exactitud dónde está enterrado, hay quien apunta a que puede estar
enterrado en la catedral de Vigevano cerca de Milano y esta enterrado en la Catedral,
desgraciadamente, el lugar de su sepultura, con el tiempo se ha perdido...
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Muley Xeque, retrato funerario de Felipe de áfrica. |
Lope de Vega, también dedicó el Soneto 169 a su amigo Felipe
de África que dice asi:
A don Felipe de África, príncipe de Fez y Marruecos:
Alta sangre real, claro Felipe,
a cuyo heroico y generoso pecho
el límite africano vino estrecho,
aunque en grandeza a Europa se
anticipe,
porque el cielo ordenó que participe
de otro imperio mayor vuestro derecho
y que se ocupen en tan alto hecho
los cisnes de las fuentes de Aganipe;
tanto os estima a vos, Príncipe,
solo,
que un día aventuró para ganaros
con cuatro reyes veinte mil personas,
trocando el bajo por el alto polo,
a Fez en Fe, y a vuestros montes
claros
por claros cielos y por mil coronas..
Granada 15 de junio de 2018.
Pedro Galán Galán.
Bibliografía:
Alonso Acero, Beatriz: “Sultanes de Berbería en tierras de la
Cristiandad, exilio musulmán, conversión y asimilación en la monarquía
hispánica (siglos XVI y XVII)”. Madrid 2006. Consejo Superior de
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Belloni, Benedetta: Un retrato a doble cara pintado por Lope:
Muley Jeque (Don Felipe de África) en la obra El bautismo del Príncipe de
Marruecos, en Carlos, Mata Induráin; Adrián J. Sáez; Ana Zuñiga Lacruz, «Sapere
aude». Actas del III Congreso Internacional Jóvenes Investigadores Siglo de Oro
(JISO 2013), (Pamplona,), Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Navarra / Publicaciones Digitales del GRISO - Colección BIADIG (Biblioteca
Áurea Digital) n. 24, Pamplona 2014: 25-36 .
Cervantes, Miguel de: Comedia Famosa El Gran Príncipe de Fez
y Don Balthasar de Loiola. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
www.cervantesvirtual.com.
Bunes Ibarra, Miguel Ángel de, y Alonso Acero, Beatriz: Muley Xeque en la
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Mesonero Romanos, Ramón de: El antiguo Madrid. Paseos
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Morley, S. G., y Bruerton, C.: Cronología de las comedias de
Lope de Vega (con un examen de las atribuciones dudosas, basado todo ello en un
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Oliver Asín, Jaime; De Bunes
Ibarra, Miguel Ángel; Alonso Acero, Beatriz: Vida de Don Felipe de África,
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Pedraza Jiménez, F. B.: Ecos de
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celebrado en Granada, del 5 a 7 de noviembre de 1999 y cuatro estudios clásicos
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Zorita Bayón, Miguel: Cervantes
era vecino de un refugiado.
miguelzorita.com (en inglés).
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Bunes Ibarra y García Hernán,
1994, páginas 447 a 465. (1)
Oliver Asín, 1955, páginas 176
y 177. (2)
Oliver Asín, 1955, páginas 63 a
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Pontón Gijón, 2012, páginas 793
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Oliver Asín, 1955, página 104. (5)
Postigo Castellanos, 1988,
páginas 133 a 144. (6)
Postigo Castellanos, 1988,
página 140, n. 77. (7)
Lope de Vega, Novelas a Marcia
Leonarda, página 86. (8)
Sánchez Ramos, Un saadi converso durante el reinado
de Felipe IV: Don Felipe de áfrica, príncipe de Fez y de Marruecos. Página (9)
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