PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 10 de febrero de 2014

Asentamientos islámicos en La Figueruela:

ASENTAMIENTOS ISLAMICOS EN EL TÉRMINO DE FIGUERUELA EN EL INESTABLE SIGLO XI Y EN LOS SIGLOS XII Y XIII: FERNANDO III Y EL JAÉN MUSULMÁN.

    En lo que hoy es el término de Lahiguera se han localizado asentamientos islámicos, que debieron prosperar en las fértiles tierras de esta zona de nuestros arroyos Saladillo y río Salado de Los Villares. Un ejemplo de lo que decimos es el entorno del cerro de Corbún, tan próximo a la intercesión de los referidos Saladillo y Salado de Los Villares.

 Cortijo de Corbún o Corbul.
 
Esta zona debió ser desde la más remota antigüedad lugar de asentamiento de las diferentes culturas que han poblado nuestras tierras. Recordemos la presencia del hoy descuidado Puente Romano del Arroyo Saladillo de la Higuera, que ya fue objeto de mi atención en un artículo anterior en este blog, por su estado de abandono y que tuvo alguna repercusión en prensa, radio y televisión provincial y regional. Los yacimientos de la época islámica de Las Cuevas y Los Pozos, donde se han localizado silos para almacenar grano y cerámica vidriada, son buena prueba de ello en el mismo casco urbano de la actual población de Lahiguera.

Muestra de una cata de la excavación realizada en 1986  en el yacimiento arqueológico de Los Pozos.

El yacimiento arqueológico de Los Pozos, situado en el casco urbano, que fue objeto de una intervención de urgencia en el año 1986. En este lugar apareció una de las primeras fortificaciones conocidas correspondiente a la fase de asentamiento por sedentarización de la población de la aldea, dotada la fortificación de un sistema defensivo basado en un profundo foso excavado en la roca, con muros de abobe. Junto a él aparecieron las estructuras de habitación, fondos de cabañas, de forma más o menos circular, donde aparecieron gran cantidad de materiales cerámicos, sobre todo fuentes y platos.

    La ocupación más antigua documentada para Lahiguera se remonta al Neolítico final, período en el que se inicia la consolidación de la economía agrícola. Este proceso desembocará con el desarrollo de la Edad del Cobre en la sedentarización definitiva de la población aldeana. A partir de estos momentos, finales del IV milenio antes de Cristo y de los inicios del III milenio antes de Cristo, se aprecia un aumento importante de la presencia humana en la zona, vinculado con la existencia de los mejores suelos para el aprovechamiento agrícola. Esta sedentarización junto con la necesidad de ir aumentando el espacio productivo, llevará a estas poblaciones a una competencia por el uso de esos suelos. Así se explica la elección de los lugares para los emplazamientos de las aldeas, cerros de buenas posibilidades defensivas, que serán jalonados por complejos sistemas de fortificación. A este momento corresponde el asentamiento de Los Pozos, aunque parece ser que por los restos encontrados fue asiento permanente de las diferentes culturas que poblaron nuestra tierra. Este yacimiento y otros serán abordados en un próximo artículo, que tratará de la ocupación de las tierras del término de Lahiguera remontándonos a la época prehistórica.

    En la actual localidad de Lahiguera, se han encontrado restos de época islámica en dos puntos: Las  Cuevas y Los Pozos. Su situación hace pensar que formaban parte de una misma población, antecedente y que quizás tendría mayor extensión que nuestra actual Lahiguera. Esta ocupación, que comenzó en época prehistórica, vino determinada por la relativa elevación del lugar con respecto al entorno, lo que le deba una amplia visibilidad y posibilidades defensivas. Por otro lado, la configuración caliza del terreno permite abrir con facilidad silos, que se emplearían para guardar grano, y que es uno de los rasgos que caracterizan a este lugar desde la época prehistórica hasta la medieval. La cerámica islámica encontrada es abundante, pero desgraciadamente por el momento no parece que estuviera acompañada de restos de edificaciones. Como ya se ha tratado en artículo anterior en este blog, es más que seguro que la localidad pasó a manos de castellanas tras el pacto entre Fernando III y Al-Bayyasi, por el que este último entregó al monarca castellano varias localidades, entre ellas Andújar junto a la que iría la que hoy es nuestra población. Como ya se dijo, el nombre con el que aparece la población en el siglo XIII, “Fuente de la Figuera”, es casi con toda seguridad una traducción directa del nombre árabe Figueruela, que muy pronto quedará reducido a "La Figuera”. Los castellanos no cambiarían la orientación casi exclusiva agrícola del lugar, siendo complementaria esta función productiva de su terreno, con sus funciones de vigilancia asignadas. En 1234 Fernando III entrega la aldea de “La Figuera” a Andújar.

    La zona del Cerro de Corbún situado sobre la terraza última del Arroyo Saladillo, controla desde su altura una amplia vega y ofrece toda una amplia panorámica visual y gran visibilidad, por tanto, del lugar de paso que suponía el antiguo camino que desde tiempos inmemoriales ha comunicado la capital, hoy de la provincia, y la siempre emergente población de Andújar y la vega del Guadalquivir. De esta forma nuestro territorio de esta parte del término, continuaba por su situación estratégica, como lugar de paso, servicio que siempre ofreció Jaén en los caminos que la unían con el levante y el reino nazari de Granada y de la que como capital de la Cora de Jaén llegó a tomar su nombre como Xauén (lugar de paso de caravanas).

    Es muy lamentable que la situación que hoy presentan los alrededores del Cerro de Corbún, con reiteradas roturaciones de sus terrenos y la construcción de una cortijada amplia, llegaran a destruir el asentamiento humano que siempre supusiera este entorno para diferentes culturas. Este lugar desde siempre estuvo ocupado sobre todo por asentamientos desde la época de los romanos hasta la época islámica, aunque en el caso de esta última cultura el asentamiento se redujo considerablemente, quedando reducida la habitabilidad a la parte que corresponde con el extremo sur;  por la inestabilidad que supusieron los años tras la invasión del año 711 y las luchas internas que los nuevos invasores mantuvieron entre ellos tras la ocupación de la Betica romana.

    Posiblemente en el siglo XI con al caída del Califato Cordobés y a causa de la extremada inestabilidad política que se produce con su caída, este asentamiento árabe se abandonó, pero no pasarían muchos años antes de que de nuevo volviera a ocuparse a partir de los siglos XII y XIII, hasta que en el primer cuarto del siglo XIII concretamente en 1225 con la cesión del Baezano al rey Fernando III de las poblaciones y torres de Andújar y Martos, quedase totalmente y definitivamente abandonado.

    Durante la larga dominación árabe se produjeron luchas entre moros y cristianos y prolongadas etapas de paz. Alfonso el Batallador cercaría Jaén entre 1.125 y 1.151, conquistándola finalmente Fernando III el Santo, en 1.246. Los moros la atacaron en 1.300, pero no consiguieron hacerse con la plaza debido a la ayuda prestada a Jaén por los Caballeros de Baeza. A lo largo de aquella etapa árabe el castillo de Jaén, que era modificado continuamente, fue escenario de grandes acontecimientos.

    Jaén (Hadira, Jayyán, Gaiyán, Jeen o Xauén) en el 712, un año después de los comienzos de la islamización de la Bética, se integra en al-Ándalus, con un primer nombre de Hadira y después de Jayyán, Jeen o Xauén (lugar de paso de caravanas, referido a ese punto crucial de caminos que siempre ha sido), como se denominaba el amplio espacio del que era capital. Entonces Jaén era una extensa provincia del Califato, o cora, precedente territorial de la provincia actual, pero con los Montes (Alcalá y Huelma) incluidos en Granada y, en cambio, con una parte de la cuenca del Guadiana Menor y del Almanzora (Baza y Purchena). Contaba con otros distritos y ciudades importantes, como Andújar, Martos, Baeza, Segura, Arjona, Porcuna, Bédmar, Úbeda y Quesada. Conquistada Jaén por Abdelazib, en el 713. En el siglo X sería la capital del reino moro llamado Dijaryan. Los almorávides la incorporarían a su imperio en 1.091 y los almohades la ganarían en 1.148.


Mapa de Al-Andalus el año 756 después de Cristo.

Al califato sucedieron reinos de Taifas con límites cambiantes. A principios del XI presenta un territorio similar a la cora, pero hacia 1031 forma parte del amplio Estado granadino y hacia finales de siglo se integra en el de Sevilla, que abarca buena parte de Andalucía.

En este mapa podemos comprobar como en este tiempo de finales del siglo XI la Cora de Jaén queda incorporada al reino de Taifas de Sevilla. Esta claro que dada la extensión de la franja representada en verde seco que comprende desde el Algarbe portugués hasta Murcia la Taifa de Sevilla en 1076 ocupó la mayor parte de Andalucía.

Del siglo XII poseemos un testimonio del geógrafo al-Idrisí, que dice: "Es una linda ciudad cuyo territorio es fértil y donde se compra muy barato, en especial la carne y la miel. Hay en su jurisdicción más de 3.000 alquerías donde se crían gusanos de seda. La ciudad posee un gran número de manantiales, que corren por debajo de sus muros,  y un castillo de los más fuertes" Está rodeada de jardines y vergeles donde se cultiva trigo, cebada, habas y toda clases de cereales y legumbres. A una milla de la ciudad corre el río Bollón (Guad al  Bollón), que es considerable y sobre el cual se han construido gran número de molinos. Jaén tiene también una mezquita aljama, y residen en esta población personajes importantes y hombres de ciencia". En el siglo XIII el reino almohade de Jaén comprende aproximadamente la misma dimensión de la antigua cora o provincia del Califato.
    Con los árabes, Jaén, la Cora de Yayyan, es una excelente tierra regada por abundante agua que fluye en forma de ríos y fuentes, poseedora de gran cantidad de cultivos, así como de una famosa industria de tapices y utensilios domésticos de madera que se exportaban por todo Al-Andalus y el Magreb. Así la describe Al-Sagundi: “Yayyan es la ciudad del Al-Andalus con la que ninguna otra ciudad puede ser comparada en abundancia de cereal, número de valientes soldados y fortaleza y solidez de sus murallas”. Se señala la magnífica situación geográfica de Jaén (Kiurin, Gien o Geen, para otros) como paso obligado entre Córdoba y Toledo, y entre Córdoba y Tudmir, pues se podría afirmar que algunas de las más importantes vías del sur de Al-Andalus cruzaban la Cora de Jaén o de Yayyan. Aquella Giyen o Geen, «camino de caravanas», tuvo épocas de enorme esplendor. La Cora de Jaén dependía del califato cordobés, al frente de la que se encontraba un Camil. Dentro de la Cora, al-Razi cita como medinas de interés a Mentesa, Úbeda y Baeza.
    Esta época deja una enorme marca en la configuración urbana de la ciudad. Aquella ciudad árabe seguiría el modelo islámico de oriente, que se ha quedado descrita como: “secreta, indiferenciada, sin rostro, misteriosa y recóndita, hondamente religiosa, símbolo de igualdad de los creyentes antes el Dios Supremo”. Medina Yayyan aparece plenamente configurada en el primer cuarto del siglo XI como núcleo urbano compuesto por la medina amurallada y la alcazaba. El abundante potencial de agua en la propia ciudad y en sus inmediaciones hizo que surgieran fértiles huertos y vegas circundantes para cuyo riego se construyeron albercas. La ciudad estaba formada por un nicho central o madina, en que se hallaba la mezquita mayor, en torno a la cual se agrupaba la vida comercial y religiosa, en el mercado cerrado de productos valiosos, las alhóndigas o almacenes de mercancías, y al mismo tiempo, posadas, baños y zocos. 
    La mezquita aljama, construida por Abd al-Ramãn II, se alzaba en una zona desde la que se dominaba toda la ciudad, en una plaza de la que partían las calles principales, angostas y tortuosas, que se tornaban a cada paso, formadas por manzanas de casas grandes e irregulares. Al-Himyari la describiría así en el siglo XII: “la mezquita aljama de Jaén domina la villa y se sube a ella por escalones en sus cuatro frentes. Tiene cinco naves sostenidas por columnas de mármol y un gran patio rodeado de galerías y cubiertas”. Las calles más estrechas no tenían salida generalmente, pero sí una puerta para ingreso que se cerraba por la noche al objeto de ofrecer seguridad a sus vecinos. A éstas se le denominaban adarves y aún se conservan algunos. Otras calles aparecen atravesadas por cobertizos y pasos que unían las plazas elevadas de las casas, a uno y otro lado de la calle. Las gentes se agrupaban en los arrabales y barrios por sus creencias religiosas, así como por su medio de vida u ocupación, de donde se tomaba el nombre del barrio. Este conjunto de calles se ha clasificado en cuatro tipos, distinguiéndose las vías maestras; las calles públicas, que parten de las anteriores, en las que se afincaban los artesanos y que funcionaban como maestras de los barrios; las calles de paso, conectadas con las públicas; y por fin, los callejones sin salida.
    Las dos vías maestras discurrían paralelas siguiendo las curvas de nivel, cruzando la falda del monte, y que confluían en la Puerta de Martos: La primera enlazaba la parte noroeste con el sector suroeste, la Puerta de Martos con la Puerta de Granada, y por tanto, unía los caminos que conducían a ambas poblaciones. Se conoce como calle Maestra Alta y se correspondería con las actuales plazas de la Magdalena y calles de Almendros Aguilar, Merced Alta y Puerta Granada. La calle Maestra Baja uniría los sectores noroeste y oeste, la Puerta de Martos con la de Santa María, y con el tiempo sería la que mayor entidad adquiriría y en la que aparecerían los edificios más destacados. Se correspondería con la plaza de la Magdalena, Santo Domingo, Martínez Molina, Maestra, Alcaicería, Mezquita Aljama y Campanas.  Esta estructura urbana se mantendría en época medieval y moderna.
    Se desarrolla una tipología de vivienda unifamiliar con casas sin arreglo ni igualdad y por común oscuras, de mala distribución interior; con gradas para pasar de unas piezas a otras y los pisos desiguales. Las ventanas pequeñas con muchas rejas y celosías, aun las que miran a los patios interiores y a los corrales. La mayor parte tenían sus galerías y corredores sobre postes o columnas pequeñas, a su tradicional usanza. Las puertas de la calle tienen todavía dinteles de madera, aunque sea la fachada de piedra.   
    Como se ve se trataba de una ciudad próspera, con rica agricultura regada y bien defendida. Se sabe que estaba amurallada (se cita a Abú Yafar como el principal fortificador) y se unía al alcázar o castillo, hoy de Santa Catalina, con ocho puertas en la parte baja, de la que se conserva la del Ángel, y varios torreones. El barrio más populoso era el actual de la Magdalena, donde estaba la mezquita más antigua (de la que queda el alminar y el patio de las abluciones), pero la mayor o aljama, de Abderramán II, se situaba en el espacio que hoy ocupa la catedral. Contaba con mercados, alhóndigas y unos baños, de los mejores de al-Ándalus, rehabilitados hoy. En 1232 se erige rey Mohamed Abu Yusuf, más conocido como Alhamar el Magnífico, fundador del reino nazarita de Granada. Pero pronto Jaén se convierte en objetivo castellano, como antes lo fue de Aragón (ya fue asediada sin éxito por Alfonso I el Batallador en 1125).
    La conquista de la ciudad morisca y el declive, se produce en 1246, siendo walí  o gobernador nazarí Alí Ben Muza, fue conquistada por Fernando III, tras una dura oposición, como escribe Abulfeda a finales del XIII: "Es ciudad de las más grandes del Andalus y la que con más fortalezas cuenta, no pudiéndose los cristianos apoderarse de ella, sino  después de un largo asedio".
    La ciudad de Jaén (Gaiyán) había sido capital de un importante reino musulmán aunque de corta duración. El Jaén árabe había sido una de las más grandes ciudades de al-Andalus y acaso el reino más fuerte al menos eso era lo que decía Abulfeda (Ismael Imad-ab-Din-al-Ayubi (Abulfeda), principe árabe natural de Damasco, guerrero, historiador y geógrafo de la ciudad de Jaén tal como recoge Alfredo Cazabán (1917, 90), (1). Su territorio era excelente: las heredades de Jaén generalmente tenían a su puerta un molino de harina y jardines las viviendas. En el distrito había muchos mercados con ferias semanales. El terreno se parecía al de Granada, pero era mucho más fértil; contaba con muchas alquerías y explotaciones agrícolas (El Himyari, Pág. 88-89), (2).

    La misma ciudad de Gaiyán como la llamaban los musulmanes, reunía buenas cualidades. Su ciudadela o fortaleza era inexpugnable. En el interior de la ciudad gozaban de antiquísima y gran fama sus buenas fuentes, una de obra antigua estaba cubierta con bóveda de sillería, y vertía sus aguas en un depósito que alimentaba varias termas o baños árabes.

    Lo que hemos referido de Yayyan (Jaén), está tomado del libro titulado: “El libro del jardín perfumado sobre las noticias de los países”, obra del geógrafo e historiador musulmán Abu Abd Allah Muhammad Ibn Abd al-Mun`im al-Himyari, que siguiendo la costumbre de numerosos geógrafos árabes medievales recopiló textos de al-Bakri y de al-Idrisi que recogieron estas informaciones sobre el terreno. En 1840 se publicó en Paris en texto árabe “La Geografía de Abulfeda” por los autores MM. Reinaud y D’Slan.

Mapa que aparece en el "Livre de Roger". Sicilia, 1154. Copia del siglo XIII, Maghreb. Según datos del autor árabe Al-Idrîsî. España aparece mencionada como la "Península de Al-Andalus". Se mencionan islas habitadas y desaparecidas frente a la Península de Al-Andalus o España.

El nombre de Yayyan (Jaén) aparece ya en las fuentes hispanoárabes del siglo VIII  y si bien desconocemos su etimología, es posible suponer que designarse una región que pudiera corresponderse con la Ossigitana de Plinio.

    Los árabes al considerar a las ciudades como centros administrativos, les conferían un nuevo carácter, al tener cada ciudad dependencias territoriales, la ciudad pasaba a ser un centro administrativo al mando de un gobernador y una pequeña fuerza militar, de forma que estas ciudades se transformaron en ciudades provincia a equivalencia de las coras, Kuwar, de la terminología administrativa empleada por los autores orientales.

    Las fuentes árabes de la época omeya nos dicen que la Cora de Jaén era una región muy extensa, limitada por las coras de Córdoba, Cabra, Ilbira (Granada), Tudmir (Murcia) y Toledo. Por las campañas militares omeyas del emir Abd Allah y del califa Abd al-Rahman III, podemos situar la capital de la Cora en Jodar hasta la caída del califato en el siglo XI, donde se estableció al-Sumayl, jefe del yund sirio de Qinnasrin; pero en el siglo XI la capitalidad debió trasladarse a la actual ciudad de Jaén (Vallvé, J. 1969, 58), (3).

    Los límites de la Cora de Jaén en la época musulmana, hasta su conquista por Fernando III, podemos situarlos según los indicios antedichos, de lo siguiente manera: Los distritos de Anduyar (Andujar) entre los que figuraban las pequeñas aldeas situadas cerca de Corbún  y otras nacidas en los alrededores de las fuentes del pueblo: Los Grifos tan cerca de las Cuevas de origen árabe, el Chorrillo tan cerca de la noria árabe que se cita en el Catastro de la Ensenada como perteneciente al convento de Santa Clara, La Mina cerca de la salida de agua de la bocamina romana, y el poblado de la zona que hoy llamamos Santa Clara en la salida de otra bocamina de agua en las afueras del pueblo en la carretera de Villanueva.
Otro de los límites de la Cora de Jaén era el distrito de Martos, ambos limitaban al Oeste con las coras de Cabra y Córdoba. Por el Sur y el Este, los límites diferían notablemente de los actuales, pues los partidos judiciales de Alcalá la Real y Huelma, formaban parte de la Cora de Ilbira y los de Baza, Huescar y Purchena, quedaban incluidos en la gran Cora de Jaén (Vallvé, J. 1969, 58), (3).

    Puede quedar fundamentada la pertenencia de estos límites, entre los que desde luego figuraba Anduyar y sus aldeas o distritos aledaños, basándonos también para afirmarlo en la Bula concedida por el Papa Honorio III al Arzobispo de Toledo en 1217, al menos queda así considerado en el estudio de Hernández Jiménez, F. (1940, 417) (4).


    La bula del Papa Honorio III que data de 1217, es la concedida al Arzobispo de Toledo para poder fundar iglesias, en la citada Bula del Papa Honorio III adjudica a la Iglesia y al Arzobispo de Toledo todas las iglesias que se construyesen entre Toledo y una línea que desde Andújar pasaba por la Puebla de Chillón, Migneza, Magacela, Medellín, Trujillo y Jaraíz.

Honorio III, (Roma, (ha. 1148) – 18 de marzo de 1227). Papa n. º 177 de la Iglesia católica de 1216 a 1227

El Papa Honorio III, mereció la gratitud del mundo como pacificador, fue el gran pacificador de su tiempo. Sabiendo que la cruzada era imposible mientras los príncipes cristianos estuvieran en guerra unos con otros, empezó su pontificado intentando establecer la paz en toda Europa, esta fue la razón por la que la cruzada general planeada por Honorio nunca se llegara a realizar. En España medió para la paz entre Fernando III y Alfonso IX de León, animó a una cruzada contra los moros (1218-1219), y protegió al rey Jaime de Aragón, en minoría, de los condes Sancho y Fernando. Don Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo visitó Roma y presentó al papa Honorio III (1216 a 1227) una “rememoración”, con el ánimo de defender hipotéticos derechos adquiridos por sus predecesores y otros derechos posiblemente introducidos por él. En la “rememoración” incluía dentro de la diócesis de Toledo todas aquellas iglesias que consideraba de su jurisdicción. El papa Honorio III, en su primer año de pontificado, dicta la bula “Cum a nobis petitur” sobre la jurisdicción del arzobispo de Toledo, relativa a la “rememoración” de D. Rodrigo Jiménez de Rada, en la que señala sus derechos sobre los territorios arriba indicados y otros…

    Como ya hemos referido en otro artículo anterior, antes en la primavera de 1224, Fernando III el Santo, acompañado del Arzobispo de Toledo Don Rodrigo Jiménez de Rada, emprendió su campaña en Andalucía y Sierra Morena, y en cuatro años Fernando se apoderó de Andújar, Martos, Priego, Loja, Alhama, Capilla, Alcaudete y otras plazas menores donde figuraba igualmente la Fuente de la Figuera.

    La importancia de la feraz zona creada en las riberas del Salado de Arjona, en toda la zona del hoy cortijo de Corbún, debió ser ampliamente ocupada por las diferentes tribus africanas invasoras  por la importancia estratégica, como lo atestiguan las denominados hasta hace poco “castillos moros” unas torres para vigilancia y refugio, como lo refieren los mayores del pueblo y lo atestiguan los restos arqueológicos encontrados. Una suposición también confirmada por ser lugar de paso en toda una amplia zona de la gran llanura que se extendía entre los reinos de Toledo, Murcia y Jaén, que de hecho constituyó durante todo el periodo musulmán, al que nos estamos refiriendo, un cruce de itinerarios comerciales entre los territorios de Levante, Castilla y Andalucía (Pacheco Paniagua, J. A. (5). Todo un reducto agrícola y ganadero relevante como viene a confirmarse con el paso posterior del Camino Real de la Mesta y los privilegios aduaneros de los posteriores reinos cristianos para toda esta zona.

    Una vez que Fernando III dio por concluidas sus conquistas en el territorio de Jaén, encomendó a la Orden de Calatrava un amplio territorio cuyo centro de operaciones fue Martos. La principal función de la Orden era repoblar y defender la zona contra posibles ataques musulmanes. Lo que los historiadores llamaron “La Marca Calatrava”.

    Por otra parte la razón de la creación de la Orden de Calatrava fue la defensa del territorio conquistado por Castilla. Entre 1154 y 1157 los almohades aniquilaron la presencia cristiana en Úbeda, Baeza y Almería.

Mapa de España entre 1157 y 1212.

Ante la inminente amenaza, el rey Sancho reunió a sus notables, ofreciendo la plaza fuerte de Calatrava a quien se hiciera cargo de su defensa y posterior colonización. Alentado por el monje y veterano soldado burgalés Diego Velazquez, don Raimundo, abad del monasterio cisterciense de Santa María de Fitero se ofreció como garante de tal empresa, obteniendo la plaza de Calatrava por donación real el 1 de enero de 1158 en Almazán. En poco tiempo, los monjes de Fitero reunieron un contingente de varios miles de guerreros, buena parte de ellos procedentes del reino de Aragón que, repartidos por la frontera con los moros en destacamentos, frenaron en buena medida el empuje musulmán en la zona. En los primeros tiempos la Orden de Calatrava estaba formada por monjes y freires, siendo estos últimos hermanos conversos especializados en las armas y el combate. Tras unos años primeros de incertidumbres en sus operaciones bélicas, dado el novedoso sistema de la incipiente orden, el recelo entre los miembros laicos creció hasta el punto de elegir para la dirección de la congregación a uno del sector militante, don García, bajo el título de Maestre en el año 1164. Obtenida de la orden de Cister la primera reglamentación de conducta y ratificada por el papado, quedo impuesto a los caballeros los votos de pobreza, castidad y obediencia, así como el silencio en el dormitorio, refectorio y oratorio y el ayuno de hasta cuatro días a la semana, acortándose el hábito para adecuarse a las acciones militares.

    Los caballeros de la orden manchega acudieron en numerosas ocasiones en la ayuda de los reyes de Castilla, participando en campañas de asedio y toma de ciudades como Cuenca en 1177, con lo cual Alfonso VIII donó propiedades a la Orden. Sin embargo la pujanza inicial de la Orden sufrió un severo revés cuando un poderoso ejército almohade tomó Calatrava la Vieja, pasando a cuchillo a buena parte de sus defensores.

    Reemprendida por los monarcas castellanos la recuperación de al-Andalus, sus combatientes detentaron una participación muy activa en esta empresa, dilatando su poderío y notoriedad gracias a las conquistas y donaciones de fortalezas y enclaves fronterizos. Participaron en la conquista de Baeza y cercaron Córdoba. Tras dos décadas convertidos en pujante ejército de freires militares, varios millares de ellos tomaron parte en la Batalla de las Navas de Tolosa.

    Concluida la Reconquista se diluyó su espíritu militar, espiritual y religioso, y en poco tiempo convirtieron la rentabilidad económica en la única razón de ser de la congregación, conservando reliquias y, a la manera feudal, generaban insostenibles impuestos en sus vastos dominios. De ahí se deduce la queja del prior de La Fuente de la Figuera, Alonso Cambara como ya hemos acreditado en otro momento.   

    El territorio calatravo incluía los siguientes pueblos y castillos: Martos, Porcuna, Torre Alcazar (entre el Pilar de Moya y Porcuna), Torre Benzalá, Torre Fuencubierta (por la carretera de Santiago de Calatrava, la que va por Consolación), Torredonjimeno, Jamilena, Castillo de Víboras, Castillo de Susana (cerca de Valdepeñas), Santiago de Calatrava, Higuera de Calatrava y más tarde Arjona, Higuera de Arjona y Arjonilla.

Deducimos que en este año de 1246 La Higuera estaría unida a Arjona, dada la escasa distancia que marca la línea de frontera entre Arjona y Andújar.
(Adaptación del mapa de Eslava Galán, J.)
Esta zona estaba mal defendida, exceptuando el castillo de la peña de Martos, en cambio los pueblos de la frontera musulmana como Alcaudete y Alcalá la Real disponían de mejores fortalezas para su defensa.

    Los núcleos urbanos cercanos a Jaén no dependían de esta Orden de Calatrava, sino que formaban el Concejo de Jaén, el Concejo castellano era semejante al Alfoz árabe. El Concejo de Jaén incluía los castillos y núcleos de población dependientes directamente de la ciudad. Ocupaba los actuales términos municipales de Jaén, Torredelcampo, Fuerte del Rey, Cazalilla, Mengíbar, Villargordo, La Guardia, Pegalajar y Villardompardo. Desde 1225 hasta 1236 La Fuente de Lahiguera y Villanueva formaron también parte del Concejo de Jaén (tal como ha quedado documentado en el artículo anterior referido a la adquisición o conquista de La Fuente de la Figuera por Fernando III el Santo). A principios del siglo XIV el Concejo de Jaén se ampliaría con los pueblos de Cambil y Garcíez. Desde la conquista de Arjona en 1246, esta villa pasó también a formar parte del Concejo de Jaén.

    En 1275 el rey granadino Mohammed II, con su ejército de milicias africanas, estaba devastando las poblaciones existentes entre Martos y Arjona  hasta que el infante de Aragón D. Sancho (hijo de Jaime I el Conquistador) salió a su encuentro y lo derrotó en Torredelcampo, el infante Sancho murió en un lugar hoy conocido como “Fuente de D. Sancho” a un kilómetro de Torredonjimeno.

    Téngase en cuenta la trascendencia de este hecho; la Conquista de Jaén proporcionaba a los cristianos vía libre para internarse en el territorio sin dificultad. Así, en 1248 fue tomada Sevilla, para lo que contaron, además, con ayuda de los nazaríes granadinos. Jaén constituía una base importante para conquistar Sevilla, la capital emblemática de los almohades. Era el siguiente paso obligado para el rey castellano y sus ejércitos. Ello les abría, por otra parte, el camino hacia el valle del Guadalquivir. Asimismo, parece ser que los nazaríes colaboraron en el asedio a Niebla, ejerciendo un poder sin escrúpulos que les permitió sobrevivir aún dos siglos más. El reino de Granada se extendía ahora desde la serranía de Ronda hasta Almería. Tras el Pacto de Jaén en 1246 entre Fernando III y Alhamar de Granada, la frontera entre cristianos y musulmanes quedó establecida entre los términos municipales actuales de Martos y Alcaudete, Sierra de la Pandera.

    Fernando III residió en la ciudad de Jaén durante unos seis meses después de su conquista, organizando el repartimiento, la instalación de los pobladores y la articulación de la institución del gobierno concejil de la ciudad. Respecto a los mudéjares o población musulmana vencida, se supone que como en otras ciudades como en Arjona, Sevilla, Úbeda o Córdoba en las que había mediado capitulación, los musulmanes saldrían libres de la ciudad de Jaén, llevando consigo sus propiedades muebles y animales o ganado, perdiendo sus bienes inmuebles (casas y tierras) , que serían objeto de donaciones y reparto entre los conquistadores y nuevos pobladores, y abandonarían de inmediato la localidad, protegidos por salvoconductos firmados por el rey Fernando, con destino al territorio musulmán que persistía en la península, que no era otro que el Reino Nazarí de Granada gobernado por el Rey Alhamar nacido en Arjona. La capital granadina se convirtió en refugio de los musulmanes huidos de otros reinos; buscaban la paz que proporcionó la tregua firmada por Muhammad I con Fernando III. Granada crecía en población y, por tanto, en infraestructura urbanística, como ejemplo los musulmanes huidos del reino del Baezano crearon en Granada un nuevo barrio, el hoy pintoresco y popular barrio del Albayzin; mientras tanto Ibn al-Ahmar (Muhammad I)    mantenía relaciones diplomáticas con Castilla y con las dinastías establecidas al otro lado del Estrecho. Esta fue a partir de ahora la pauta política mantenida mediante un equilibrio inestable por los nazaríes.

San Fernando. 1673-1674. Juan Valdés Leal. Lienzo. 340 x 210 cm. Catedral. Jaén.

Cuando se conquistó la ciudad de Jaén y se estructuró un concejo realengo en torno a ella, ya existía cubriendo más de la mitad de su flanco oeste, el Señorío de la Orden Militar de Calatrava, que con su centro neurálgico situado en la encomienda de Martos, dominaba las localidades de Porcuna, Lopera, Jamilena, La Higuera (siempre se dice que se refiere a Higuera de Calatrava) y Alcaudete, incluyendo los castillos de Locubín, Susana y Víboras, sirviendo de barrera fortificada frente a las incursiones de los nazaríes por Alcalá de Benzayde (Alcalá La Real). Aunque no se incluye el nombre de La Fuente de la Figuera  ni Arjona entre esta relación de lugares pertenecientes a la Orden de Calatrava, se debe considerar su inclusión posterior, como consecuencia de la venta del llamado Conde de Luna, Don Fadrique de Aragón, Duque de Arjona, que pasa a su vez, también por venta a don Álvaro de Luna Condestable del Reino de Castilla estos y otros territorios y su posterior venta del Condestable de la Orden de Calatrava, tal como después demostraremos documentalmente en un próximo artículo pendiente de publicación.
    Así, una tras otra, fueron cayendo en manos cristianas ciudades musulmanas tan significativas como Córdoba (1236) o Jaén (1246). Sobre la toma de Córdoba dice la Crónica: "El soberano llegó a Córdoba y examinó el arrabal que ya habían fortificado los cristianos, pero era necesario cercar el resto, para lo cual el rey fue por la margen izquierda del río, tomando la fortaleza de la Calahorra e impidiendo con ello que se recibieran en la ciudad alimentos y ayuda militar”.

    El emir árabe de Córdoba, Aben Hud, que andaba por Ecija, intentó socorrer a sus vasallos, pero viendo que la situación era muy difícil, abandonó la población con intenciones de volver con un ejército más poderoso y reconquistarla, huyendo hasta Almería, donde fue asesinado por el emir de aquella población, al-Rumami, después de recriminarle su cobardía y el abandono de la ciudad y de los suyos.

    Cuando los cordobeses conocieron que su rey los había dejado solos, con la ciudad cercada y sin medios de obtener alimentos ni armas, no tuvieron otro remedio que capitular. Pero don Fernando no lo consintió; les pidió que se marcharan sin condiciones y les dio permiso para salir en libertad, llevándose sólo lo que pudieran transportar sobre sus espaldas. Las condiciones fueron aceptadas, y el día 29 de junio de 1236, festividad de San Pedro y San Pablo, salieron de la ciudad, al mismo tiempo que un heraldo del rey castellano-leonés, por mandato real, subió al alminar de la gran mezquita y colocó sobre él el estandarte real y la cruz de Cristo.





Reconquista de Córdoba año 1.236.Cuadro que se conserva en el Salón Liceo del Círculo de la Amistad (Córdoba)

El día 6 de julio de 1236, Fernando III y su ejército entraron en Córdoba, dirigiéndose a la Mezquita, donde el obispo de Osma, don Juan, hizo la consagración del templo musulmán como catedral cristiana bajo la advocación de la Asunción de la Virgen y dándole el nombre de Santa María la Mayor. Con el rey Fernando llegaron un grupo de castellanos, procedentes de León, Toledo, Talavera, Burgos y algunos navarros, que se repartieron las propiedades, los latifundios y minifundios procedentes de la época romana; y se intensificó la creación de los señoríos oligárquicos.
    Sevilla, último bastión importante de los almohades, constituía una empresa de conquista muy difícil a causa de las poderosas defensas de la ciudad, sus riquezas y la numerosa población (se le atribuyen hasta trescientos mil habitantes). Esto, aparte del cinturón de plazas fuertes que la rodeaban, como Cantillana, Carmona y Alcalá de Guadaira, y del río Guadalquivir que la unía con la poblada comarca de Jerez y con el Norte de África, desde donde le podían llegar víveres para aguantar el asedio, único sistema que para tomarla tenía Fernando III. Al final del verano cayó el castillo y Sevilla se vio obligada a rendirse a las tropas de Fernando III, tras más de catorce meses de asedio -desde agosto del año 1247 hasta el 23 de noviembre de 1248- y sus habitantes se enfrentaron con un largo proceso de capitulaciones. Este se cerró con la firme decisión de Fernando III de expulsar de Sevilla a todos los musulmanes, como lo había hecho antes en Córdoba y Jaén. La continuación de la campaña por la Andalucía Bética fue tarea más fácil. Fernando III, a pesar de su precaria salud, continuó la acción militar hacia el Bajo Guadalquivir, la zona de las Marismas del Guadalquivir y la comarca próxima al estrecho de Gibraltar e, incluso, preparaba una expedición contra el Norte de África, que no pudo realizar porque le sorprendió la muerte el 30 de mayo de 1252.

    La ausencia de su empuje guerrero, unida a las dificultades surgidas en Castilla durante los reinados de Alfonso X y sus herederos, y la insuficiencia demográfica de Castilla, aminoraron la velocidad de las conquistas castellanas y fueron las causas esenciales de que el reino nazarí de Granada sobreviviera dos siglos y medio más.

    La acción militar castellana en todos los frentes estuvo acompañada por otra de índole social tan importante como la primera. Por un lado, amortiguar el impacto de la densidad de la población musulmana en las ciudades andaluzas, vaciándolas de sus habitantes, en el caso de haber resistido militarmente ante las tropas cristianas y, en los casos en los que no hubo tal resistencia, permitirles trasladarse a las zonas rurales dejando libres las ciudades. Es de suponer que en el termino de la Fuente de la Figuera ya en 1225 y por este motivo permaneciesen algunas agrupaciones familiares de moriscos, casi siempre cerca de las fuentes de agua. Por otro lado, y simultáneamente, se procedió a la repoblación paulatina de estos territorios a través del sistema de repartimientos en donadíos y heredades.     Los donadíos eran grandes extensiones de terreno concedidas a altos mandos militares, a caballeros o a miembros de la nobleza, en recompensa por la ayuda prestada durante las acciones militares contra los musulmanes. Las zonas de la frontera meridional que limitaban con Granada fueron concedidas en donadío a las órdenes militares para que se encargaran de su defensa y, a la vez, para que fomentaran su repoblación. De esta forma, se impulsó la formación de los concejos, organizados sobre la base de las antiguas ciudades islámicas. Las conquistas cristianas del siglo XIII permitieron la incorporación de feraces tierras a la corona castellano-leonesa, se ampliaron también las especies cultivadas, como el olivo y la higuera, hechos todos que facilitaron el despegue agrícola del reino. La relativa buena calidad de las tierras de nuestro término y la introducción del árbol de la higuera por los árabes, bien pudo dar nombre por la abundancia de esta especie entre nosotros y su presencia en todas las zonas de agua abundante, a Figueruela o Higueruela y tras la conquista, intuimos que por la proximidad de los Morales (de claro significado árabe por su importancia para la fabricación de seda y del Chorrillo a la cortijada creada alrededor del Castillo-fortaleza de la Tercia, se terminaría llamando por los castellanos La Fuente de la Figuera. El pozo hoy llamado del Chorrillo con la Cruz de la Orden de Calatrava esculpida en la piedra de su brocal, da buena señal de la importancia de esa fuente de agua para nuestra población.

    El contacto con las ciudades hispano-musulmanas contribuyó a la transmisión de un rico legado urbano que jugó un papel importante en el desarrollo de los centros de fabricación de los diversos productos manufacturados y en el fomento de las rutas del comercio. Reflejo de ello es el progreso que se experimentó en Castilla y León en la industria textil debido, por un lado, a la expansión de la ganadería lanar y, por otro, al legado recibido de la tradición artesanal musulmana. El florecimiento del comercio castellano-leonés a escala interna, que se basaba en la institución del mercado, se debió, en gran parte, a la estructuración de este sistema en la tradición de las ciudades islámicas y sirvió de patrón para los mercados castellanos. Hay que destacar, también, el modelo musulmán en las primeras acuñaciones monetarias de los reinos occidentales de la Península, con fuerte significación en el desarrollo comercial y económico de Castilla y León.

    El avance cristiano contra los musulmanes durante el siglo XIII fue el reflejo de dos fenómenos simultáneos: primero, el debilitamiento de los gobernantes almohades que ocupaban su puesto en nombre de un movimiento religioso en retroceso, minado por las intrigas internas, carente de la cohesión necesaria para mantener activo el empuje inicial, falto de apoyo popular y continuamente amenazado y presionado desde el exterior; segundo, el reforzamiento económico y militar de los reinos cristianos de la Corona de Castilla y León, y de Aragón, apoyados por la Europa cristiana de las Cruzadas y por el ambiente interno de alianzas y de unificación relativamente duradero.

    El crecimiento demográfico, en auge en toda Europa, permitió mantener los territorios conquistados por la fuerza de las armas gracias al asentamiento de nuevos pobladores, a quienes se les entregaban parcelas de pequeño tamaño (heredad) a cambio de la obligación de residir en ellas y pagar los correspondientes pechos. Como medida de atracción adicional, se concedían fueros a las diversas localidades. Por otro, el avance técnico que experimentaron las artes de la guerra puso en manos de los cristianos los medios adecuados para enfrentarse con las densas poblaciones andalusíes, protegidas por ciudades amuralladas que podían resistir largos asedios. Los ejércitos comenzaron a usar la caballería pesada en lugar de la ligera; se introdujeron los estribos, las espuelas y las herraduras; se modificó el sistema de tiro de los animales y se perfeccionaron las saetas, las ballestas y los castillos de madera para atacar las ciudades cercadas. Aparte de estos factores sociales, militares e ideológicos, las conquistas del siglo XIII tuvieron otro móvil fundamental a escala económica. El cobro de las parias de los pequeños reinos musulmanes, que minaba cada vez más a los musulmanes, reforzaba la economía cristiana y constituía un elemento básico en la financiación y movilización de toda la maquinaria bélica que se puso a disposición de los monarcas cristianos para desarrollar las campañas de conquista. Hay que señalar, además, que el nacimiento de las órdenes militares en la segunda mitad del siglo XII favoreció la acción bélica, el mantenimiento del espíritu de cruzada y la posterior repoblación de las tierras andalusíes.   

    Fernando III fue tolerante con los judíos y riguroso con los apóstatas y falsos conversos. Impulsó la ciencia y consolidó las nacientes universidades. Creó la marina de guerra de Castilla. Protegió a las nacientes Órdenes mendicantes de franciscanos y dominicos y se cuidó de la honestidad y piedad de sus soldados. Preparó la codificación de nuestro derecho e instauró el idioma castellano como lengua oficial de las leyes y documentos públicos, en sustitución del latín. Parece cada vez más claro históricamente que el florecimiento jurídico, literario y hasta musical de la corte de Alfonso X el Sabio es fruto de la de su padre. Pobló y colonizó concienzudamente los territorios conquistados. Instituyó en germen los futuros Consejos del reino al designar un colegio de doce varones doctos y prudentes que le asesoraran; mas prescindió de validos. Guardó rigurosamente los pactos y palabras convenidos con sus adversarios los caudillos moros. Fue un  hábil diplomático a la vez que incansable impulsor de la Reconquista. Sólo amó la guerra bajo razón de cruzada cristiana y de legítima reconquista nacional, y cumplió su firme resolución de jamás cruzar las armas con otros príncipes cristianos, agotando en ello la paciencia, la negociación y el compromiso. En la cumbre de la autoridad y del prestigio atendió de manera constante, con ternura filial, reiteradamente expresada en los diplomas oficiales, los sabios consejos de su madre excepcional, doña Berenguela. Dominó a los señores levantiscos; perdonó benignamente a los nobles que vencidos se le sometieron y honró con largueza a los fieles caudillos de sus campañas. Engrandeció el culto y la vida monástica, pero exigió la debida cooperación económica de las manos muertas eclesiásticas y feudales. Robusteció la vida municipal y redujo al límite las contribuciones económicas que necesitaban sus empresas de guerra. En tiempos de costumbres licenciosas y de desafueros dio altísimo ejemplo de pureza de vida y sacrificio personal, ganando ante sus hijos, prelados, nobles y pueblo fama unánime de santo.

    De su reinado queda la fama de las conquistas, que le acreditan de caudillo intrépido, constante y sagaz en el arte de la guerra. Los asedios de las grandes plazas iban preparados por incursiones o «cabalgadas» de castigo, con fuerzas ágiles y escogidas que vivían sobre el país. Dominó el arte de sorprender y desconcertar. Aprovechaba todas las coyunturas políticas de disensión en el adversario. Organizaba con estudio las grandes campañas. Procuraba arrastrar más a los suyos por la persuasión, el ejemplo personal y los beneficios futuros que por la fuerza. Como gobernante fue a la vez severo y benigno, enérgico y humilde, audaz y paciente, gentil en gracias cortesanas y puro de corazón.   

    Su muerte, según testimonios coetáneos, hizo que hombres y mujeres rompieran a llorar en las calles, comenzando por los guerreros. Más aún. Sabemos que arrebató el corazón de sus mismos enemigos, hasta el extremo inconcebible de lograr que algunos príncipes y reyes moros abrazaran por su ejemplo la fe cristiana. «Nada parecido hemos leído de reyes anteriores», dice la crónica contemporánea del Tudense hablando de la honestidad de sus costumbres. «Era un hombre dulce, con sentido político», confiesa Al Himyari, historiador musulmán adversario suyo, a quien citamos al principio. A sus exequias asistió el rey moro de Granada con cien nobles que portaban antorchas encendidas. Su nieto don Juan Manuel le designaba ya en el Enxemplo XLI «el santo et bienauenturado rey Don Fernando».

    Vemos, pues, alcanzar la santidad a un hombre que se casó dos veces, que tuvo trece hijos, que, además de férreo conquistador y justiciero gobernante, era deportista, cortesano gentil, trovador y músico. San Fernando era lo que hoy llamaríamos un deportista: jinete elegante, diestro en los juegos de a caballo y buen cazador. Buen jugador a las damas y al ajedrez, y de los juegos de salón.

    A un género superior de elegancia pertenece la menuda noticia que incidentalmente, como detalle psicológico inestimable, debemos a su hijo: al tropezarse en los caminos, yendo a caballo, con gente de a pie torcía Fernando III por el campo, para que el polvo no molestara a los caminantes ni cegara a las acémilas. Esta escena del séquito real trotando por los polvorientos caminos castellanos, y saliéndose a los barbechos detrás de su rey cuando tropezaba con campesinos, la podemos imaginar con gozoso deleite del alma. Es una de las más exquisitas gentilezas imaginables en un rey elegante y caritativo.
   
    San Fernando quiso que no se le hiciera estatua yacente; pero en su sepulcro grabaron en latín, castellano, árabe y hebreo este epitafio impresionante:
«Aquí yace el Rey muy honrado Don Fernando, señor de Castiella é de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia é de Jaén, el que conquistó toda España, el más leal, é el más verdadero, é el más franco, é el más esforzado, é el más apuesto, é el más granado, é el más sofrido, é el más omildoso, é el que más temie a Dios, é el que más le facía servicio, é el que quebrantó é destruyó á todos sus enemigos, é el que alzó y ondró á todos sus amigos, é conquistó la Cibdad de Sevilla, que es cabeza de toda España, é passos hi en el postrimero día de Mayo, en la era de mil et CC et noventa años.»


Tumba de Fernando III el Santo. Sobre su tumba con inscripciones en hebreo y árabe en la catedral de Sevilla. Se hacía nombrar «rey de las tres religiones», una denominación muy significativa de la voluntad de gobernar sobre una sociedad caracterizada por la diversidad.

Para la canonización es preciso, además del milagro, la fama de santidad. Tras la muerte de Fernando III y de su entierro en la Catedral se genera una energía espiritual que atrae a los fieles sevillanos. El papa Sixto V confirmaría en 1590 que Fernando III poseía el halo de santidad y que merecía el tratamiento de santo, en base al «resplandor alrededor de la cabeza que se da en Roma a los beatificados y la diadema de los canonizados.» Las restricciones del papa Urbano VIII obligaron a demostrar que esta representación realmente era tal y, una vez acreditada, fue posible impulsar el procedimiento a partir de 1649. El 7 de febrero de 1671, fue canonizado por el Papa Clemente X.



                            Granada 15 de Enero de 2014.
                            Pedro Galán Galán.

BIBLIOGRAFIA:

(1) Cazabán, A. “Don Lope de Sosa”, 1917, Pág. 90.

(2) Abu Abd Allah Muhammad Ibn Abd al-Mun`im al-Himyari, “El libro del jardín perfumado sobre las noticias de los países”. Pág. 88-89).

(3) Vallvé, J.: La Cora de Jaén. Al-Andalus, XXXIV, 1969. Página 58
.
(4) Hernández Jiménez, F.: Burch al- Hamma = Brugalimar =Baños de la Encina. Al-Andalus, V, 1940, Página 417.

(5) Pacheco Paniagua, J. A. El castillo de Alcaraz en la obra del geógrafo musulmán Al-Himyari, (S. XV).

Otros textos de referencia:
Anson Oliart, Francisco (1998). Fernando III, rey de Castilla y León. Madrid: Ediciones Palabra S. A.
Castillo Armenteros, Juan Carlos; Eva María Alcázar Hernández (2006). «La Campiña del alto Guadalquivir en la Baja Edad Media: La dinámica de un espacio fronterizo». Studia histórica. Historia medieval (Salamanca: Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de la Universidad de Salamanca. Ediciones Universidad de Salamanca) 24: pp. 15-196.


Costas Rodríguez, Jenaro (2002). Fernando III a través de las crónicas medievales. Ayuntamiento de Zamora, Universidad Nacional de Educación a Distancia. Centro Asociado de Zamora.


Eslava Galán, J. (1990). «El castillo de la Peña de Martos y la Orden de Calatrava». Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (Jaén: Instituto de Estudios Giennenses) (142): pp. 149-160.


García Fitz, F., Relaciones políticas y guerra. La experiencia castellano-leonesa frente al Islam. Siglos XI-XIII editorial=Grafitrés S. L. (2002). Universidad de Sevilla. Servicio de Publicaciones. ed. (1ª edición). Sevilla. 


Rodríguez López, Ana (1994). La consolidación territorial de la monarquía feudal castellana: expansión y fronteras durante el reinado de Fernando III. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.


Vázquez Campos, Braulio (2000). «Sobre los orígenes del Adelantamiento de Andalucía». Historia, instituciones, documentos (Sevilla: Universidad de Sevilla: Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas) 27: pp. 333-373.





216 comentarios:

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Andrés Carrasco Baena dijo...

Me permito afirmar de entrada que el señorío de la Orden de Calatrava se estableció desde el siglo XIII como el principal bastión defensivo frente a los musulmanes del reino granadino y como un fortificado centinela que cuidara los principales pasos abiertos en el sector montañoso del sistema subbético. Por eso su núcleo geográfico se centró fundamentalmente en el sector suroeste, en torno a la puerta de Martos de la que se constituyó un eficiente guardián durante los siglos bajomedievales. El respaldo económico y militar a sus tareas fronterizas lo proporcionaron desde el siglo XIII numerosas poblaciones asentadas en torno a Martos, en la fértil campiña jiennense, de las que destacaron Porcuna, Jamilena, Torredonjimeno, la Higuera y Lopera. El núcleo de Sabiote en el sector central del reino de Jaén jugó el papel, desde el siglo XIV, de necesaria plataforma de apoyo que enlazara el puerto de Muradal con las aperturas que proporcionaban las famosas Bedmar y el Guadiana Menor, puertas de contacto entre los mundos cristiano y musulmán, por cuyas razones atrajo en su día las ambiciones de la mitra toledana. Un nuevo punto de apoyo en este camino hacia la frontera lo proporcionaba el poblado de Canena, cuyo dominio fue compartido entre la Orden de Calatrava y la de Santiago. Otra plataforma defensiva asignada a los calatravos en el sector meridional de las tierras situadas al pie mismo de las montañas subbéticas, fue el formado por las villas de Torres y Jimena y el Heredamiento de Recena que al menos desde el siglo XV quedó sujeto a su jurisdicción.
Andrés Carrasco Baena.

José Ángel Pulido Araque dijo...

Sobre el uso de la ballesta a la que se hace referencia en este documentado artículo. me gustaría precisar que en la España medieval de los siglos XII y XIII en plena reconquista, es notable la amplia utilización y difusión de la ballesta en todos los reinos cristianos por no decir de uso exclusivo, contrariamente a la creencia del uso del arco, como principal arma arrojadiza. Quizás las ventajas del uso de la ballesta se impuso: por la poca especialización que se necesitaba para su uso y el fácil aprendizaje, la ventaja en su uso en batallas o racias de poca envergadura, asalto y defensa de fortificaciones y su gran potencia y poder de penetración en los blindajes de los señores o caballeros de la época hizo que fuera ampliamente empleada, a pesar de la prohibición por el Concilio de Letrán de 1139, quizás por los largos siglos de reconquista.
El uso del arco en los reinos cristianos no se empleo salvo para la caza, en usos bélicos quedo restringido prácticamente a toda la zona de Al-Andalus, quedan constatados algunos casos, como el de compañías de arqueros ingleses cedidos por Eduardo el príncipe de Gales (Príncipe Negro) a Pedro I de Castilla (el Cruel) contra Enrique de Trastámara (Enrique II de Castilla) por el apoyo de Pedro I en la batalla de Nájera. Salvo casos aislados o mercenarios como en este caso su uso fue inexistente por las tropas cristianas.
José Ángel Pulido Araque

Lucas Ballesteros Amescua dijo...

La entrada en el patrimonio de la Orden de Calatrava de la villa de Arjona y su término, hacia mediados del siglo XV, amplió la zona defensiva de su jurisdicción e incrementó los ingresos de su hacienda gracias a la gran fertilidad de estas tierras. Aparte de estos significativos respaldos militares y económicos la Orden de Calatrava, contó con numerosas propiedades rústica y urbanas dispersas en la loma y la campiña. Destacaron entre estos los bienes asentados en el término de la ciudad de Jaén, para cuya administración debió crearse el priorato de san Benito. En general los calatravos ejercieron sus derechos señoriales en sus territorios por medio de varias encomiendas agrupadas desde la segunda mitad del siglo XV en dos grandes partidos: el de Arjona y el de Martos. El de Arjona agrupaba las villas de Arjona, la aldea de su término Arjonilla Porcuna, Lopera e Higuera de Arjona. Y el de Martos formado por Torredonjimeno, Higuera de Martos, Santiago y Jamilena, así como otros enclaves detentados por la Orden en diferentes puntos de la provincia, como Torres, Jimena, Sabiote y un barrio de Canena. Bien entrado el siglo XVI Francisco de los Cobos aprovecha con gran habilidad la coyuntura y en pocos años ponía bajo su dominio personal las poblaciones de Sabiote, el Barrio de Canena, Torres, Jimena y el Heredamiento de Recena.
Lucas Ballesteros Amescua.

Pablo Pérez Fernández dijo...

El uso del arco quedo restringido en la España medieval a las zonas árabes donde por su doctrina religiosa se instaba a los creyentes su aprendizaje y uso de esta arma, hay varias citas del Corán que mencionan a esta arma: " No tiras cuando tiras, es Dios quien tira". O la cita que es totalmente explicita al respecto: "Este arco es el poder de Dios, esta cuerda su majestad, y estas flechas la cólera y el castigo de Dios inflingido a sus enemigos".
Así mismo queda reflejada la importancia que se otorga a esta arma en diversos tratados de aprendizaje y utilización de la arquería. También las diferentes tácticas militares de caballería ligera le conferían mucha importancia al uso de arco corto o compuesto lo que denota una amplia difusión, si a ello sumamos los continuos flujos de contingentes militares norte africanos hizo que el arco en sus diferentes formas se estableciera como arma principal en Al-Andalus y se mantuviese su uso.
Pablo Pérez Fernández.

Octavio Peña Navarro dijo...

También se conoció y generalizo el uso de la ballesta y era conocido como arco cristiano o de pie, sobre todo para la infantería andalusí sobre el siglo XII y épocas posteriores como recoge la gran crónica de Alfonso XI y algunos otros textos donde confirma y recomiendan su uso para el asalto y defensa de fortificaciones, como en el ataque almorávide a Toledo donde se utilizaron cosa no muy normal saetas incendiarias. También quedan constatadas en el asedio de Gibraltar.
Fuera de Al-Andalus en la marca superior (actuales Aragón y Cataluña) quedan constatadas la coexistencia del arco y la ballesta en el ejercito musulmán, con los recientes descubrimientos del yacimiento de Zafranales (Fraga, Huesca) donde en se han encontrado en el asentamiento defensivo que constituía un puesto defensivo vigía datado a finales del XI o principios del siglo XII, donde han sido encontradas 39 puntas de saetas con una medida entre 108 y 134 Mm de longitud junto con puntas de flecha medidas de 60 a 70 Mm. Y una nuez de hueso muy trabajada y decorada con estrías longitudinales.
Volviendo a los reinos cristiano el uso de la ballesta comenzó en el siglo XI y quedo plenamente difundió en el XII y empleándose hasta el XIV. La primera referencia que se tiene de la utilización de esta arma data de 1086 en un grabado del Beato del Burgo de Osma, donde se aprecia en una miniatura una ballesta, apreciándose con claridad los detalles de la nuez y de la llave (palanca de disparo).
Octavio Peña Navarro.

Diego Céspedes Estévez dijo...

Los templarios reciben el encargo de la custodia de Calatrava la Vieja (Carrión de Calatrava, Ciudad Real), que por extraños motivos no se sienten capaces de defender y originan el nacimiento de la nueva Orden Militar de Calatrava (del árabe kalat-ribat que se puede traducir como castillo-convento) que acoge a numerosos templarios y que recibe parte de los bienes del Temple en Castilla y León, cuando éste es disuelto. En el caso de la Corona de Aragón, Jaime II crea en 1317 tras la desaparición del Temple una nueva Orden Militar, Montesa (antigua villa y castillo templario), sujeta a la de Calatrava y entre las que se reparten, a partes iguales, las posesiones templarias en el Reino de Aragón.
Diego Céspedes Estévez.

Isabel Cuesta Pulido dijo...

He podido comprobar con la lectura de este completo artículo de Pedro Galán la importancia de la Cora de Jaén, en la época islámica. Como es normal por la limitación del espacio y tiempo disponible en un blog, no se hace referencia a la presencia de los judíos en esos tiempos en Jaén. Mi propósito estonces es dar a conocer la presencia de esta cultura entre los habitantes de Jaén.
Seguramente, las primeras comunidades judías se establecieron en Jaén en época romana tal y como la mayoría de historiadores piensan que ocurrió en general en España, tomando como fecha clave el año 70 d.C. en que las tropas romanas de Tito entraron en Jerusalén y destruyeron su Templo, obligando a los judíos a la gran diáspora que los dispersó por diferentes partes del mundo, entre ellas Sefarad, nombre que ya aparece en la Biblia (Abdías 1, 20) y que los judíos asociaron tradicionalmente con España.
No obstante, actualmente el documento encontrado más antiguo relacionado directamente con la presencia de judíos en la ciudad de Jaén se remonta al año 612
d. C., en época visigoda. Se trata de una ley dictada por el rey Sisebuto en la que se prohibía a los judíos de esta ciudad tener esclavos cristianos, lo que demuestra, por otra parte, que ya entonces la comunidad judía que habitaba Jaén era de cierta importancia.
Sin duda, la época de Al-Andalus fue la más esplendorosa para la cultura hispano-hebrea. Se sabe que en el siglo IX, Jaén contaba con una sinagoga y junto a ella una yesibah o centro donde se impartían estudios sobre la Torah y el Talmud.
Un saludo para todos.
Isabel Cuesta Pulido.

Consuelo Mezcua dijo...

¿...A qué dedida el tiempo libre?... Ahora entiendo cómo estás siempre
tan ocupado. Te dedicas a la "alta investigación" Te honra hacerlo
desde tus raíces.
Un abrazo, Consuelo

Luismiguel Jiménez dijo...

Muy interesante tu artículo, como suelen ser. Por ponerle algún pequeño "pero" (la típica deformación profesional): Al comienzo (tercer renglón de la letra pequeña), dices "intercesión"; lógicamente habrás querido decir "intersección". A ver, siempre tiene que haber alguna mosca cojonera.
Como complemento a tu amplia bibliografía, te recomiendo también, en la Historia de España de Menéndez Pidal, el tomo VIII, Vol. 1: Los reinos de taifas. Al-Andalus en el siglo XI. Y el tomo VIII, Vol. 2: El retroceso territorial de Al-Andalus. Almorávides y almohades. Siglos XI al XIII (años 1994 y 1997, resp.).
Un cordial saludo.

Daniel Gutiérrez dijo...

Las representaciones de ballesteros están en un capitel del Claustro de Santo Domingo de Silos, fechado en la segunda mitad del siglo XII lo que implica su uso generalizado. La posición de este grabado armando la ballesta implica ya el uso del estribo para su carga y por la posición del brazo la posible utilización de gafa (gancho de carga).
El uso del estribo como medio de carga indica un mayor uso de esta arma al lograr una facilidad de carga, cadencia de tiro y mayor potencia de sus vergas (palas). En el resto de Europa se ha constatado la incorporación de este accesorio sobre el siglo XIII, aunque se sospecha su utilización anterior.
Los primeros vestigios arqueológicos de esta arma están fechados a finales del siglo XII y principios del XIII por la aparición de nueces de ballesta en los castillos de Torre Grossa de Jijona y en el Castellar de Alcoy y algunas otras nueces en Calatrava la vieja, en la época de ocupación musulmana entre las batallas de Alarcos y las Navas de Tolosa. Las piezas encontradas tanto las cristianas o árabes no dan grandes datos sobre la construcción de las ballestas ya que sus medidas o formas son distintas.
Existen algunos grabados posteriores pero no son fiables hasta los que hay en las Cantigas de Santa María, donde aparecen varios modelos, algunos datos constructivos según su utilización y sobre todo de los diversos elementos que formaban estas armas. Basándose en estos grabados más realistas se pueden sacar diversas conclusiones sobre los datos constructivos.
Daniel Gutiérrez.

Javier López Rodríguez dijo...

Tus colaboraciones en el blog me hacen penetrar mucho más en la historia de un pueblo como el tuyo, mucho más que lo que cualquier ser humano pueda sentir al leer noticias de actualidad, que desde hace algún tiempo nos dejan algo escépticos sobre la realidad destrozada por la crisis y la esperanza de que todo vaya mejorando poco a poco con las medidas que se van tomando. Por eso se ha convertido en una costumbre, ya rutinaria, entrar a diario en el blog y leer la parte o el todo del artículo reciente, es como un acto ya habitual cada mañana, antes de entrar en la prensa digital y enterarme de lo que pasa en el mundo.
Un fuerte abrazo amigo Pedro.

Víctor Pérez Ordóñez dijo...

Me parece muy interesante de este artículo la aproximación a la figura histórica de Fernando III “el Santo” en la que se mezclan los aspectos biográficos más descriptivos de su personalidad con las principales decisiones políticas de su reinado, incidiendo especialmente en el pensamiento religioso del monarca. Es una forma de rememorar sus conquistas desde la perspectiva de su propia fe, incluyendo por tanto las manifestaciones externas de ésta, como su devoción mariana, el respeto por las imágenes, su afán de cruzada y la forma de afrontar su muerte. Se tienen referencias de algunas anécdotas piadosas que se le atribuyen y cuál ha sido su repercusión posterior en la historiografía española y en el culto popular.
Me parece un buen trabajo.
Saludos.

José Manuel Herrera Cejudo dijo...

La figura histórica de Fernando III, conocido popularmente como “el Santo” tras su muerte, se acerca al ideal caballeresco bajo medieval de lo que debía ser un buen rey cristiano, implicado abiertamente como “crucesignatus” en el proceso reconquistador peninsular. Una tradición afirma que se armó a sí mismo caballero en 1219, tres días antes de su primera boda, tras velar una noche las armas en el monasterio burgalés de Las Huelgas. Otros relatos indican que fueron su madre o el obispo Mauricio los que le armaron caballero, ciñéndole simbólicamente la espada de Fernán González. Se negó siempre a combatir contra otros reyes cristianos, agotando en estos casos las vías negociadoras. Sí que tuvo que hacer frente a varias revueltas nobiliarias para consolidar su autoridad, tanto al recibir la corona castellana en 1217 como al unificar los reinos de Castilla y León en 1230.
José Manuel Herrera Cejudo.

Rafael Aguilera Vargas dijo...

Cuando Fernando III dirigió la guerra contra las posesiones islámicas apenas tuvo que recurrir a levas obligatorias, pues la esperanza de participar en los posteriores repartimientos de tierras y de bienes animaba a sus soldados. El rey fue extremadamente afortunado en sus campañas militares, hasta el punto de no conocer la derrota, a menos que consideremos como tal el levantamiento temporal de varios cercos, como por dos veces el de Jaén, ciudad que finalmente conquistó en 1246. Esta suerte en las armas se contrapone a las desdichadas cruzadas de su primo, el rey Luis IX de Francia, que enfermó de peste y murió por causa de la desastrosa expedición tunecina de 1270. Al igual que Fernando III, este rey francés fue posteriormente canonizado, concretamente en 1297 por el Papa Bonifacio VIII.
Rafael Aguilera Vargas.

Piedad Camacho Zafra dijo...

No existe ningún relato contemporáneo al reinado de Fernando III que abarque éste en toda su extensión. Las crónicas latinas contemporáneas se centran principalmente en los acontecimientos acaecidos hasta la conquista de Córdoba en 1236. Es el caso de la “Crónica Latina de los Reyes de Castilla”, atribuida al canciller real Juan, obispo de Osma, y el “Chronicon Mundi” del obispo Lucas de Tuy. El Libro IX de “De Rebus Hispaniae” del arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada hace además mención del período comprendido entre 1236 y 1243, pero de forma muy concisa. Acontecimientos posteriores, como la conquista de las ciudades de Jaén y Sevilla, son narrados por crónicas más tardías, escritas a partir de la segunda mitad del siglo XIII, y que son en su mayoría continuaciones de la crónica de Jiménez de Rada, con un posible origen común en la llamada “Traducción Ampliada del Toledano”.
Un cordial saludo para todos.
Piedad Camacho Zafra.

Ismael de la Fuente dijo...

El historiador Al-Himyari cita para la ciudad de Jaén la presencia de 4 hammam o baños musulmanes alimentados con el agua procedente del Raudal de la Magdalena, entre ellos uno denominado Hammam Ibn Ishaq, nombre de claro origen judío (Baño de Ben Isaac). Este baño podría haber sido propiedad de Isaac Ben Saprut, padre del afamado médico y diplomático jienense Hasday Ben Saprut. Desde el año 2002 se vienen realizando excavaciones arqueológicas dentro del entramado urbanístico de la Judería y en ellas, en el solar del APA III se ha dejado al descubierto una estructura que podría identificarse con un baño ¿el de Ibn Isaac? El estudio continúa hoy abierto.
Hacia el año 910 ó 915 nació en Jaén, Hasday Ben Saprut, futura mano derecha de los califas Abderramán III y Al-Hakem II. El introdujo en Al-Andalus las escuelas judías de Siria y Babilonia y mantuvo una estrecha relación con el reino judío de los Kázaros. Como médico, redescubrió la fórmula para la elaboración de la triaca, un antídoto para el veneno, y consiguió curar al rey Sancho el Craso de Navarra de su obesidad. Tradujo del latín al árabe el importante tratado de plantas medicinales de Dioscórides. Creó una magnífica biblioteca y se convirtió en mecenas de poetas y filósofos. Hasday Ben Saprut llevó a su más alta cima la cultura hispano-hebrea.
Afectuosos saludos.
Ismael de la Fuente.

José Alberto Díaz dijo...

Considero interesante conocer los distintos sistemas de carga de las ballestas, es lo que voy a tratar de explicar a continuación: El más antiguo llamado "A dos pies" es como su nombre indica, consistía en sujetar las vergas con los pies mientras se tensa la cuerda bien a mano o con la gafa (garfio de carga). La incomodidad de este sistema de carga, así como la necesidad de aumentar la potencia, hizo que se aplicará el sistema llamado: "De estribo" es un sistema parecido al estribo de caballería, lo que permite aplicar mejor la fuerza combinada "Tronco / piernas" del ballestero, sin sobre cargar la espalda por el esfuerzo. Este sistema se impondría, hasta la evolución a sistemas de carga por medio de palancas (pata de cabra) o tornos cuando la potencia de las ballestas creció, o en equipos grandes de defensa de fortificaciones o en buques de la armada.
Saludos.

José María Parra Buitrago dijo...

Hay una crónica que manifiesta su abierta hostilidad hacia la dinastía castellana, es la “Crónica de 1344”, refundida hacia 1400, y atribuida al conde de Barcelos, hijo bastardo del rey Dionis de Portugal. El resto de las crónicas exaltan a Fernando III, subrayando su legitimidad mientras tratan, de forma diversa, los conflictos nobiliarios de inicios de su reinado. La homogeneidad narrativa es mayor a partir de la referencia a la conquista de Córdoba, prueba de la existencia de una fuente común. La “Primera Crónica General de España” nos aporta la versión oficial del conjunto del reinado de Fernando III, así como el de sus antecesores. En los siglos XIV y XV los relatos, ya muy distanciados de los hechos, incorporan hazañas nobiliarias y milagros realizados por Fernando III, lo que hace sospechar seriamente de su veracidad. La “Crónica del Santo Rey Don Fernando”, impresa en Sevilla en 1526, supone el enlace entre fuentes medievales adornadas con dudosos aditamentos y las obras de exaltación previas al proceso de canonización del monarca.
José María Parra Buitrago.

Abraham Hornos Morillas dijo...

En el siglo XI, tras la disgregación del Califato de Córdoba y la siguiente división de Al-Andalus en Reinos de Taifas, Jaén pasó a formar parte del reino ziri de Granada. De este momento se sabe que en el año 1066 el gobernador de Jaén, Musakhan protagonizó una revuelta en la que arrebató a los judíos de la ciudad sus riquezas, aunque éstos consiguieron luego recuperar su prosperidad.
Las comunidades judías de Al-Andalus recibieron un fuerte golpe con la llegada de almorávides y almohades que les obligaron a exiliarse a los reinos cristianos del norte de España. Así ocurriría también con la judería de Jaén que volvió a restablecerse ya en época cristiana, tras la conquista de la ciudad por el rey Fernando III en 1246.

Abraham Hornos Morillas.

Isabel Ortiz dijo...

Pedro, en esta ocasión lo he leido en facebook. Saludos

Rosa Dávila Ramírez dijo...

Fernando III nació en el monasterio cisterciense de Valparaíso, cerca de la localidad zamorana de Peleas de Arriba, en un descanso realizado por la corte itinerante. El monasterio, del que ya no queda prácticamente nada, tuvo su origen en un albergue fundado para atender a los transeúntes y peregrinos de la Vía de la Plata. Actualmente hay en el lugar un pequeño monumento cuyos azulejos aluden a que allí nació el rey. La fecha de su nacimiento es incierta, oscilando según las fuentes entre 1198 y 1201. Sus padres fueron el rey Alfonso IX de León y doña Berenguela, sobrina de éste e hija del rey Alfonso VIII de Castilla. Este matrimonio fue declarado nulo por no contar con la dispensa papal, pero sí que se consideraron legítimos a sus hijos. Cuando se produjo en 1212 la victoria de la coalición cristiana en Las Navas de Tolosa, Fernando era todavía un adolescente. Dicha batalla contribuyó al resquebrajamiento de las estructuras de poder andalusíes, favoreciendo las futuras conquistas de Fernando III. En 1214 ocupó el trono castellano el joven Enrique I, hermano de doña Berenguela, el cual se vio afectado por los manejos de la nobleza. Este rey murió en 1217 a consecuencia de las heridas causadas por una teja que le cayó en la cabeza mientras jugaba en el patio del castillo episcopal de Palencia. Doña Berenguela llamó entonces a su lado a su hijo Fernando, que se había educado principalmente en el reino leonés, y una vez proclamada en Valladolid reina de Castilla abdicó en él.
Rosa Dávila Ramírez.

Raúl Espinosa Castellano dijo...

Se conservan documentos que demuestran que a finales del siglo XIII, la nueva judería de Jaén pagaba 25000 maravedíes en concepto de diezmos a la Iglesia. Esta cantidad está muy cercana a la que pagaba la importante judería de Córdoba, lo que pone de manifiesto, a su vez, la importancia de la de Jaén. Hasta mediados del siglo XIV, los judíos jienenses vivieron una nueva etapa floreciente en sus trabajos de artesanos, mercaderes, médicos, cambistas y recaudadores de las rentas reales. A este último oficio se dedicaron, por ejemplo, Abraham Secuto, Yuçaf de Castro, Abraham ibn Aladep, Çaq de Castro y Samuel ibn Aladep. Pero en la segunda mitad del siglo XIV comenzará una carrera infrenable de persecuciones contra los judíos hasta su definitiva expulsión por los Reyes Católicos. En este siglo se desarrollará la Guerra Civil por la sucesión al trono entre Enrique II (de sentimientos antisemitas, al que la ciudad de Jaén le era fiel) y su hermano Pedro I (protector de los judíos). Así, en 1368, las tropas nazaríes de Granada que apoyaban la causa de Pedro I, entraron en la ciudad de Jaén y por orden de este rey no mataron a los judíos de la ciudad pero sí se llevaron prisioneros a Granada “hasta 300 padres de familia”, según escribió un judío contemporáneo al asalto llamado Samuel Zarza, en su libro “Fuente de Vida”. Hoy se suele interpretar esta cantidad más bien como “300 familias”, que vendrían a equivaler a unas 1500 personas, número ciertamente elevado en comparación con otras juderías españolas, lo que colocaría a Jaén dentro de las más importantes en la España bajo medieval.
Raúl Espinosa Castellano.

María Teresa Fuentes Navas dijo...

Os quiero relatar un hecho que muestra la calidad humana de Fernando III, rey de Castilla, con ocasión de la renuncia de doña Berenguela al Reino de Castilla a favor de su hijo Fernando, este episodio histórico esta relacionado con la actuación de su padre Alfonso IX.
Como rey de León, Alfonso IX, padre del nuevo rey castellano Fernando III, montó en cólera al saber el modo en que se había resuelto la sucesión castellana, e inició una expedición militar de castigo, que dañó especialmente a la Tierra de Campos palentina. Acaeció entonces uno de los primeros episodios que fraguaron entre el pueblo la aureola de bondad de Fernando. El recién proclamado rey castellano se negó a combatir abiertamente contra su padre, enviando a éste una carta conciliadora. Alfonso IX aceptó las explicaciones de su hijo y se retiró de Castilla a cambio del pago de una indemnización de once mil maravedíes, extremo acordado en la llamada Paz de Toro. Fue precisamente en esta localidad donde murió por entonces uno de los nobles castellanos más levantiscos, el conde Álvaro Núñez de Lara. Revueltas nobiliarias menores estallaron en 1220 y 1221, encabezadas respectivamente por el señor de Cameros y el señor de Molina. Progresivamente se consolidó el poder real de Fernando, gracias en gran medida al apoyo de las ciudades y los obispados. Estos últimos, que litigaban con la corona castellana por el señorío de villas o la propiedad de bienes, aceptaron de buen grado los usos piadosos del monarca con la esperanza de verse favorecidos.
María Teresa Fuentes Navas.

Antonio Montufo Gutierrez dijo...

Amigo Pedro he de felicitarte por este magnífico artículo me ha encantado.
Un fuerte abrazo.
Antonio.

José Antonio Chamorro Aguilar dijo...

Como ya sabemos el reinado de Fernando III supuso la reunificación definitiva de los reinos de Castilla y León. Este acontecimiento se produjo en 1230, año de la muerte de Alfonso IX, ocurrida cuando se dirigía a Compostela tras la conquista de Mérida. Alfonso IX, despechando a su hijo Fernando, dejó como herederas del reino de León a las infantas Sancha y Dulce, hijas de su primer matrimonio con Teresa de Portugal, matrimonio que al igual que el contraído luego con doña Berenguela había sido anulado por las autoridades eclesiásticas, tal como refiere Pedro Galán en este artículo.
Esta decisión sucesoria de Alfonso IX parecía una locura destinada a sembrar la inestabilidad en el reino leonés, tanto por el hecho de no haber un único heredero como por no respetar el juramento que las Cortes de León habían expresado hacia Fernando cuando éste era adolescente, reconociéndole como futuro rey. Al conocer la muerte de Alfonso IX, doña Berenguela instó a su hijo Fernando a que marchase a León para reclamar este reino. Fernando III, acompañado por su madre, entró en el reino de León, donde algunas poblaciones le aclamaron como soberano. Doña Berenguela se entrevistó con Teresa de Portugal, la cual fue posteriormente canonizada por la Iglesia, tanto por su vida conventual como por su decisiva actuación en estos momentos.
José Antonio Chamorro Aguilar.

Miguel Ángel Pedrero Romero dijo...

Deseo referirme a los distintos elementos y formas de las ballestas del siglo XII y XIII utilizadas en España, basándonos en las representaciones encontradas, se pueden observar algunas diferencias en los distintos elementos de las ballestas en la España medieval, que agruparemos según los elementos de la ballesta.
Cuerpo o cureña.
Por las representaciones se distinguen dos tipos de cuerpos:
- 1º Uniforme, con una zona más ancha de anclaje de las vergas, en las primeras ballestas la fijación se realizaba mediante cuerdas o tiras de cuero. Posteriormente fueron sujetas por quijeras de metal, que con la evolución permitían tensar rápidamente las vergas por unas cuñas de metal. El cuerpo continua con una forma convexa para el alojamiento de la nuez y de la llave de disparo, se estrecha progresivamente para terminar en la rabera punto de apoyo en el hombro.
- 2º En otro caso tal como viene representado, en una sola imagen muy esquemáticamente, en la que el cuerpo se estrecha progresivamente hasta la rabera, sin ningún tipo de concavidad.
Este comentario continuará…
Miguel Ángel Pedrero Romero.

Juan Ramón Rosales dijo...

Tal como se ha relatado, el rey Fernando III se casó en dos ocasiones. En la concertación de ambos matrimonios fue determinante el consejo de su madre doña Berenguela. En 1219 se casó con la alemana Beatriz de Suabia, nieta del emperador cruzado Federico I “Barbarroja”. Los cronistas la describen como “optima, pulchra, sapiens et pudica”. Con ella el monarca castellano-leonés tuvo siete hijos varones y una hija. La reina Beatriz murió en 1234, año en que el rey no encabezó expediciones contra los territorios musulmanes, centrándose en la represión de algunas revueltas nobiliarias en el Norte de Castilla. Algunas de las grandes conquistas meridionales del monarca se produjeron tras guardar durante un tiempo luto por su esposa Beatriz. En 1237 Fernando III se casó con la francesa Juana de Ponthieu, en cuya elección intervino la madre del rey francés Luis IX, doña Blanca de Castilla. Con la reina Juana tuvo Fernando III otros cinco hijos.
Juan Ramón Rosales.

Santiago Alcántara Castillo dijo...

La ex reina de León, Teresa de Portugal, viuda de Alfonso IX, viendo los conflictos que podrían derivarse del mantenimiento de la separación de los reinos de Castilla y León, aceptó la renuncia del derecho al trono de sus hijas, las cuales recibieron como compensación grandes rentas. Dicha renuncia se hizo efectiva en el Tratado de Benavente. Cuando Fernando III entró como nuevo rey en la ciudad de León no estaban allí para recibirle algunos de los principales dignatarios del reino, como el arzobispo de Santiago y otros obispos, seguramente los más contrarios a dicha elección. También se le oponía el merino mayor, que aun así fue ratificado en su puesto por el nuevo rey Fernando III. Es decir, Fernando III no quiso alterar el funcionamiento normal de las instituciones leonesas para encontrar así mayores apoyos en su nuevo reino. Fue en Galicia donde la clase señorial se mostró más reacia a la unión política con Castilla, lo que se tradujo en algunas revueltas.
Santiago Alcántara Castillo.

Pedro Coca Bermúdez dijo...

Las frases o circunstancias milagrosas atribuidas a Fernando III aparecen principalmente en crónicas tardías alejadas de los hechos y que recogen diversas tradiciones legendarias, por lo que hemos de citarlas con cierto escepticismo. El poner frases casi literales en boca de personajes históricos fue algo muy del gusto de la historiografía decimonónica y anterior, lo que daba un cierto toque novelado a dichas obras. Lo más probable es que la mayoría de esas frases no se dijeran, o que la idea expresada se dijera con otras palabras, pero en todo caso son frases ya casi petrificadas que reflejan la personalidad y el carácter de las figuras históricas a las que se les atribuyen. Una de las tradiciones milagrosas relacionadas con Fernando III indica que cuando tenía diez años se puso muy enfermo, sin poder comer ni dormir. Su madre llevó entonces al niño al monasterio burgalés de Oña. Rezó y lloró durante una noche entera ante una imagen de la Virgen, hasta que el niño se durmió. Despertó sano y pidiendo algo de comer. Todavía esta historia (importante para entender la devoción mariana que luego tuvo el rey) era contada en la década de 1950 por algunos jóvenes frailes del monasterio de Oña en el catecismo impartido a los niños de los pueblos cercanos.
Pedro Coca Bermúdez.

Josue Espigares Minguez dijo...

En 1473, el Condestable Miguel Lucas de Iranzo que gobernaba la ciudad de Jaén y que era protector de la población local judeo-conversa, fue asesinado mientras rezaba en la Catedral. A continuación, el pueblo se lanzó contra los conversos, convencido de que seguían siendo judíos.
En 1483, los Reyes Católicos establecieron en Jaén el tercer Tribunal de la Inquisición, tras los de Sevilla y Córdoba. Este dato demuestra el alto número de conversos que debió de haber en Jaén en ese momento, por encima de muchas otras ciudades.
Finalmente, el Edicto de Expulsión firmado por los Reyes Católicos en 1492 supuso el gran destierro de los sefardíes, que se establecieron en Marruecos, Portugal, Italia, Grecia, Turquía o los Balcanes.
Josue Espigares Minguez.

Miguel Ángel Pedrero Romero dijo...

Respecto a los modelos de estribos de carga de las ballestas, se pueden distinguir cuatro tipos o modelos de estribos de carga, en función de forma:
- 1º Forma semicircular. Hay dos variantes, una más simple y la segunda con unos pequeños resaltes en los extremos. También varia el anclaje del estribo en las vergas, el primer tipo la parte circular esta en la parte externa y ancla la parte plana del estribo en la verga. En el segundo modelo la parte semicircular ancla en la verga y la plana en el extremo facilitando así el apoyo del pie del ballestero para la carga.
- 2º Forma Trapezoidal. Poco difundida esta forma y solo en ballesteros musulmanes. La forma más ancha del trapecio es la que apoya en la verga.
- 3º Formas circulares. Usados solo por ballesteros musulmanes, llevan dos o tres apéndices rectos en el aro, probablemente para facilitar la carga al clavar estos clavos en el suelo por el apoyo del pie y impedir así que se mueva la ballesta con el esfuerzo de la carga.
-4º Forma dudosa. Solo apreciado en los ballesteros cristianos, con forma de "U" en siglos posteriores esta forma sería de uso exclusivo para colgar y guardar el arma, ya que la carga sería por otros sistemas distintos al del estribo.
Miguel Ángel Pedrero Romero.

Eugenia Martínez Fuentes dijo...

Me parece tan importante y decisivo, para la unión de los reinos de León y Castilla, el personaje de doña Berenguela que me voy a permitir hacer algunas anotaciones sobre la historia de tan singular y decisiva madre de Fernando III el Santo:
Berenguela Alfónsez nació el 1 de junio de 1180 en Segovia. Hija primogénita de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor Plantagenet y, por lo tanto, nieta de la grande Leonor de Aquitania. En su infancia, y para que su tío Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra, lograra aliarse con el poderoso emperador germánico Federico I Barbarroja, fue desposada (1188) con Conrado, duque de Rothenburg, quinto hijo del emperador. Pero el matrimonio fue anulado ese mismo año. Años más tarde, en 1197, en la ciudad de Valladolid, Berenguela se casó con el rey de León, Alfonso IX, naciendo de este matrimonio cinco hijos: Berenguela (1198 - 1235), casada con Juan de Brienne, rey regente de Jerusalén; Constanza (1200 - 1242), monja en el monasterio de las Huelgas; Fernando III el Santo (1201 - 1252); Leonor (1202) y Alfonso de Molina (1203 - 1272), señor de Molina y Mesa por su primer matrimonio. Se casó sucesivamente con Mafalda de Lara, heredera de Molina y Mesa, con Teresa Núñez y con Mayor Téllez de Meneses, señora de Montealegre y Tiedra, de este último enlace nacería la célebre María de Molina, esposa de Sancho IV de León y Castilla.
Eugenia Martínez Fuentes.

José Carlos Mendoza Navarro dijo...

Durante la época de dominación musulmana no hay hasta el momento datos precisos escritos y arqueológicos que puedan indicarnos la ubicación exacta de la judería jienense. Cuando las presiones almohades obligaron a los judíos a abandonar Al-Andalus y refugiarse en los territorios cristianos del norte de España, las aljamas quedaron vacías. Más tarde, el rey conquistador de Jaén, Fernando III, tolerante con los judíos, les permitió regresar a sus ciudades de origen pero la actual laguna documental al respecto nos deja con la incertidumbre de si volvieron a ocupar el mismo barrio que dejaron antes de marcharse o si crearon una nueva judería en un lugar distinto, tal y como ocurrió en otras ciudades de España. Actualmente los historiadores se inclinan a pensar que sí ocuparon el mismo espacio ya habitado con anterioridad.
Durante la Edad Media cristiana, entre la conquista de Jaén en 1246 y mediados del siglo XIV en que comienzan las grandes conversiones de los judíos, el barrio que éstos habitaban parece ser el comprendido entre los actuales edificios del Convento de Santa Clara y la Iglesia de San Andrés.
José Carlos Mendoza Navarro.

Emilio Ortega Muñoz dijo...

A partir del siglo XI, Sevilla toma el relevo de Córdoba y se convierte en la primera ciudad hispanomusulmana. Durante el periodo almorávide, fue cabecera del occidente andalusí, así como puerto de desembarco y base militar. Entre 1091 y 1144, la ciudad conoció catorce gobernadores almorávides, todos ellos miembros de la familia reinante, hijos, hermanos o parientes próximos de Yusuf Ibn Tasufin y de su hijo Ali, los dos grandes emires. Los almohades la elevaron de rango, dotándola de la fisionomía propia de las grandes urbes de su imperio. Su conquista, el 17 de enero de1147, llenó de satisfacción al califa almohade Abd al-Mumin, que envió para su gobierno a los hermanos del propio Mahdi Ibn Tumart. Entre 1156 y 1162 estuvo gobernada por Abu Yaqub Yusuf, hijo y sucesor del califa, quien llegó acompañado de un ejército y de cincuenta jóvenes sevillanos educados en Marraquech. Si desde la llegada de los almohades a al-Andalus, Sevilla había sido la capital de facto de sus dominios al norte del estrecho, en 1163, al acceder al trono Abu Yaqub Yusuf, su condición de capital se hizo oficial. En 1171 Yusuf volvió a Sevilla para establecerse con su séquito. Mientras emprendía campañas contra los cristianos, impulso la realización de grandes obras en la ciudad. Vuelto al Magreb, Yusuf regresó en junio de 1184, muriendo a los dos meses durante una expedición contra Santarem. A los pocos días, su hijo y sucesor Abu Yusuf Yaqubera proclamado en el Alcazar sevillano.
Un amistoso saludo para todos.
Emilio Ortega Muñoz.

Pedro Alfonso Suárez de Guzmán dijo...

A propósito del matrimonio de Alfonso IX de León y su sobrina Berenguela, hago el siguiente comentario. Parece ser que el problema para el matrimonio vino al acceder al papado el papa Inocencio III, de distinto parecer que Celestino III, que lo había permitido, Inocencio se empeñó en anular el matrimonio alegando el parentesco de los cónyuges, Berenguela era sobrina de su esposo Alfonso IX. Finalmente, disuelto el lazo matrimonial en 1204, Berenguela regresa a Castilla al lado de sus padres. Al morir Alfonso VIII en 1214, heredó la corona el joven príncipe Enrique, tercer hijo varón del difunto rey y único superviviente, con tan sólo 10 años de edad bajo la regencia de su madre, (quien duró exactamente 24 días hasta su muerte), y luego bajo la regencia de su hermana Berenguela. Comenzaron entonces los disturbios internos de la nobleza, ocasionados principalmente por la familia de los Lara. Berenguela accede entonces a cederles la tutoría del rey para así evitar una serie de conflictos, pero surgen entonces protestas y desavenencias por parte de otros miembros de la nobleza que no están de acuerdo con la nueva tutoría. El asunto se resuelve al encontrar el pequeño Enrique la muerte de manera accidental: cuando se encontraba jugando con otros niños, una teja fue a parar de manera fortuita a su cabeza y le mató en el instante.
Pedro Alfonso Suárez de Guzmán.

Gerardo Santamaría dijo...

Paso con mi comentario a dar referencia de la Primera Crónica General donde se enumeran los rasgos más sobresalientes de la vida de Fernando III el Santo. La Crónica dice así:
"Este fue rey mucho mesurado et conplido de toda cortesía; et de buen entendimiento, muy sabidor; et muy brauo et muy sannudo en los logares do conueníe, muy leal et muy verdadero en todas las cosas que lealtad deuiese seer guardada. Pero que mucho l(e) temíen los moros, era dellos mucho amado; esto era por la grant lealtad que en el auíen siempre fallada. Et enxalçador de cristianismo, abaxador de paganismo, mucho omildoso contra Dios, mucho obrador de sus obras et muy husador dellas, muy cathólico, muy ecclesiástico, mucho amador de la Iglesia, muy reçelador de en ninguna razón yr contra ella nin pasar contra los sus mandamientos. Rey de todos fechos granados, segunt que en la estoria es ya contado et departido en muchos logares, que sacó de Espanna el poder et el apremiamiento de los contrarios de la fe de Cristo, et les tolló el sennorío et los tornó al suyo a quantos al su tiempo eran. Muchos bienes ouo en si que non son aquí retraydos. En Dios touo su tiempo, sus oios et su coraçón, por que él siempre fue tenudo de l(e) ayudar et guiar en todos sus fechos, et de l(e) adelantar et guiar en todas ondras".
Con esta alabanza al rey muerto, la Primera Crónica General (771b) traza los rasgos salientes del reinado que marcó, de manera significativa, el destino de España, dado que, el proceso de expansión llevado a cabo por Fernando III hizo de Castilla una de las primeras potencias de Europa, rompiendo así de forma definitiva el equilibrio interior de la Península, ya que desde ese momento y en adelante el eje político de España quedaba en manos de Castilla.
Un saludo.
Gerardo Santamaría.

Manuel Rodríguez González dijo...

El siglo XIII es el siglo de los grandes monarcas hacedores de reinos: Luis IX de Francia, el emperador Federico II, Enrique III de Inglaterra, Jaime I de Aragón. Sin lugar a dudas Fernando III, Rey de Castilla y León, lo fue, a pesar de su rápidamente abortado proyecto de restauración imperial. Un monarca de vida azarosa, dado que siendo infante de León se transformó en rey de Castilla (1217-1252).
Una larga tradición historiográfica, fraguada en buena medida durante su propio reinado, lo considera como un rey guerrero, obsesionado hasta lo indecible por concluir la reconquista en la que puso el entusiasmo de un cruzado, campeón elegido por Dios para llevar a cabo un destino singular. Esto generó que tanto sus contemporáneos como los cronistas posteriores magnificaran su imagen hasta el punto de convertirla en paradigma del rey justo, conquistador y santo, lo que significó de hecho la instauración de un protoculto a Fernando, que se adelantó por casi tres siglos a su canonización.
Habría que esperar al siglo XVIII para que la historia del rey se despegue de los cauces trillados de las crónicas y de la hagiografía. Cupo al jesuita P. Andrés Marcos Burriel este mérito, con sus Memorias para la vida del santo rey don Fernando, obra escrita en base a la documentación conservada en archivos diversos, en particular el de la ciudad de Toledo.
En el siglo XX la bibliografía fernandina experimentará importantes progresos, a pesar de la manipulación que se hizo de su figura y obra durante el gobierno franquista. Será Antonio Ballesteros Beretta quien, con sus estudios dedicados a Sevilla en el siglo XIII, permita conocer documentos hasta entonces inéditos y dispersos en los archivos de la Catedral, del Ayuntamiento y de los monasterios de San Clemente, Santa Clara y San Leandro. Prosiguió luego su labor con una monumental biografía de Fernando III, que permanece aún inédita.
Manuel Rodríguez González.

Juan Castro Hinojosa dijo...

De la educación religiosa de Fernando III se ocupó su madre doña Berenguela. A ella unió la formación en otros saberes y en prácticas caballerescas, como el manejo de las armas, la equitación, la caza, la música y los juegos de salón. Alternaba la plácida vida cortesana con algunas penitencias. Las prácticas piadosas no centraban su vida, sino que se integraban como un elemento más de la misma. Las fuentes describen en general a Fernando como caballero apuesto, pero hay también alguna referencia malintencionada a que pudo ser un poco bizco. Cuentan, tal como se refiere en el presente artículo que, yendo a caballo acompañado de más caballeros, al encontrarse con los caminantes, torcía por el campo para que la polvareda no les molestase. Un Jueves Santo pidió un barreño y una toalla, y se puso a lavar los pies de doce personas pobres. Este gesto fue repetido por algunos de sus sucesores en el trono castellano. La guerra quiso sólo reservarla para la conquista de las posesiones islámicas, con afán casi de misión, pues no se conformaba con ningún territorio, ni se detenía mucho en la reorganización de las nuevas tierras, sino que proyectaba sin cesar más campañas. Esta actitud contrasta con la de otros reyes castellanos posteriores, que se acostumbraron acomodaticiamente al cobro de parias al reino de Granada, ralentizando la reconquista, si bien es verdad que tuvieron que hacer frente a problemas políticos internos y a la articulación administrativa eficaz de los nuevos dominios.
Juan Castro Hinojosa.

Francisco Duran Alcalá dijo...

Los relatos hagiográficos que se ocupan de Fernando III indican que no sólo no se consideraba superior a nadie, sino que además pensaba que de todos podía recibir sugerencias acertadas. Se rodeaba de doce varones sabios, origen del Consejo de Castilla. Dicen que temía más la maldición de una viejecita pobre de su reino que a los ejércitos de los mahometanos, y que confiaba más en las oraciones de los religiosos que en el valor de sus soldados. Consideraba que en las batallas era la Virgen María la que peleaba y la que vencía, por lo que a ella le reservaba los honores del triunfo. Compartía con sus soldados las incomodidades de las campañas, velaba en ocasiones junto a los guardias y centinelas, y visitaba a los heridos tras cada batalla. Fue clemente con los adversarios que se le rendían, pero castigó con el destierro a los que le presentaron resistencia. En la administración de justicia no se dejó arrastrar por las reclamaciones de los más ricos frente a los más pobres, sino que procuraba defender los derechos de estos últimos. No buscó con sus conquistas la gloria personal, de modo que simplemente se declaraba “Caballero de Cristo, siervo de Santa María y alférez de Santiago”. Un relato legendario indica que, cuando unos nobles le comentaron que no convenía que un príncipe se sujetase y obedeciese tanto a su madre, él respondió que dejaría de obedecer cuando dejase de ser hijo.
Francisco Duran Alcalá.

Clara León Casas dijo...

Al morir el pequeño Enrique I, pasó la corona de Castilla a su hermana Berenguela, en el año 1217 y en el acto de proclamación, renunció al trono en favor de su hijo Fernando, habido con Alfonso IX. Fue entonces cuando este rey de León comenzó a ocasionar problemas pues ambicionaba también la corona de Castilla. Fue ayudado por la familia de los Lara, siempre dispuesta a los enfrentamientos y llegó a entrar en Castilla en son de guerra, pero fueron rechazados por Fernando, por la mayoría de las ciudades, por el clero y por gran parte de la nobleza. El rey Fernando venció y obligó a los Lara a huir a tierras musulmanas, donde se dice que el cabecilla murió miserablemente. En 1230 murió Alfonso IX de León, quien quiso que le sucediera una de las dos hijas de su primer matrimonio con Teresa de Portugal: Sancha y Dulce. Pero Berenguela supo manejar el asunto de la herencia con gran inteligencia y maestría y, ayudada por el clero, la nobleza e incluso por la madre de las infantas, Teresa, consiguió que éstas renunciaran al trono en favor de su hermano Fernando a cambio de una sustanciosa cantidad de dinero y otras ventajas. Es lo que se llamó Tratado de las Tercerías. De ese modo se unieron para siempre León y Castilla en la persona de Fernando III el Santo. Doña Berenguela murió en el Real Monasterio de las Huelgas (Burgos) el 8 de noviembre de 1246.
Saludos para todos.
Clara León Casas.

Eva María Donaire dijo...

Sobre la ubicación de la judería hay que tener en cuenta, que el trazado urbanístico de la ciudad de Jaén no ha permanecido invariable desde entonces. Actualmente encontramos calles que no existieron en época medieval, como el callejón del Gato que se abrió en el siglo XIX, y otras que existirían entonces ya han desaparecido. Los límites exactos de la antigua judería son aún hoy objeto de discusión.
De lo que no parece haber duda es de que la actual calle de Santa Cruz era su vía principal. En ella, y a las espaldas del Monasterio de Santa Clara, se encontraba la sinagoga. El barrio quedaría conformado por un laberinto de calles estrechas que dispondrían de, tal vez, dos o tres salidas a las vías principales de la ciudad que, por las noches, permanecerían cerradas para evitar asaltos, y escasas plazuelas como la de Santa Cruz.
Eva María Donaire.

Vicente Lozano Sánchez dijo...

Con respecto a los herejes, Fernando III suavizó la legislación, cambiando la pena de muerte por el destierro. Promovió la traducción del “Liber Iudiciorum” o Fuero Juzgo al castellano, dando así rango legislativo a dicha lengua, que se empezó a usar además en los documentos oficiales. El Fuero Juzgo fue entregado como fuero municipal a muchas de las ciudades reconquistadas, mientras que a otras se les aplicó el Fuero de Cuenca. Fernando III proyectó unificar y refundir la legislación existente, tarea que llevó finalmente a cabo su hijo y sucesor Alfonso X. Apoyó también el desarrollo de las escuelas episcopales y del Estudio General de Salamanca, fundado hacia 1218 por su padre Alfonso IX, y que fue la segunda universidad instaurada en España. La primera había sido la de Palencia, abierta hacia 1210. En el reinado de Fernando III se organizó un poco mejor la actividad cultural desplegada por los llamados “traductores”, algunos de los cuales se establecieron en Toledo. Continuó en auge la lírica popular galaico-portuguesa, muchas de cuyas cantigas fueron luego recopiladas en el reinado de Alfonso X bajo el patrocinio de éste. Fernando III favoreció la incipiente arquitectura gótica, iniciándose en su reinado la construcción de las catedrales de Burgos, Toledo, León y Palencia. Permitió la actuación de las recién creadas órdenes mendicantes, cuya espiritualidad se contraponía a las ambiciones patrimoniales del clero oficial. Fue él quien reunió en 1250 por vez primera las Cortes unificadas de Castilla y de León, signo de la preocupación por encontrar formas consensuadas de gobierno en sus heterogéneos dominios.
Un amistoso saludo.
Vicente Lozano Sánchez.

David Caballero Carrasco dijo...

Durante la segunda mitad del siglo XIV se desarrollaron la mayor parte de conversiones forzosas de los judíos y éstos tuvieron que transformar su sinagoga en la parroquia de Santa Cruz, formándose así con el tiempo la nueva collación o barrio de Santa Cruz.
A partir de entonces, la población criptojudía habitó no sólo el espacio de la antigua aljama sino que se dispersó por los barrios de San Pedro, San Andrés, San Juan o San Ildefonso.
Los arqueólogos Vicente Barba, Mercedes Navarro Pérez y Francisca Alcalá Lirio han trabajado recientemente en el solar ocupado hoy por la nueva sede de la Universidad Popular y resulta muy significativo cómo la excavación evidencia que en el siglo XIV, y de forma continuada hasta el siglo XIX, se trataba de una manzana muy cerrada, con muy pocas calles y con muy pocas salidas hacia las vías principales de la ciudad, lo que coincide con la descripción habitual de las juderías españolas.
David Caballero Carrasco.

Miguel Ángel Pedrero Romero dijo...

Por lo que especta a los tipos de vergas de las ballestas, se pueden apreciar dos tipos de vergas o palas de ballesta:
- 1º Con cara exterior lisa.
- 2º Con la cara exterior en la que se aprecian, una serie de ondulaciones que sobresalen de la superficie de la verga, estas ondulaciones se aprecian en grabados de primeros de siglo XIII, quizás por el material o refuerzo con el que están construidas.
Las vergas están coloreadas en los grabados de marrón claro con lo que denotan el material de construcción.
En la primera mitad del siglo XIII se habla de las ballestas "cerveras" como más potentes. Las vergas se reforzaban mediante hueso o cuerno, siguiendo el modelo de arcos recurvos empleado en Al-Andalus para conseguir mayor potencia. Estos métodos referidos al cuero se utilizaban en el siglo XII que era pegado con cola y para consolidar el conjunto se empleaban tendones, el sistema era alisado con limas.
En el poema de Fernán González se hacen referencias a los arcos utilizados por los árabes y turcos reforzados por nervios y a las ballestas cerveras.
Miguel Ángel Pedrero Romero.

Rocío Ocaña Aranda dijo...

No hay ni un solo documento que desmienta la religiosidad y bondad de Fernando III, rey de Castilla y León en el siglo XIII. A su muerte le lloraron cristianos y musulmanes, y sus súbditos honraron su figura hasta nuestros días, convertido en el Patrono de Sevilla, a la que reconquistó.
Gracias a los documentos que han llegado hasta nuestros días, podemos saber que Fernando III de Castilla y León fue un hombre excepcional. De él dijo el Papa Urbano VI, en 1252, que había sido «uno de los hombres más justos que vivieron según los preceptos del Señor».
Lloraron su muerte tanto cristianos como árabes, y Al-Himyari le recordó como «un hombre dulce, que tenía sentido político». La mesura, la religiosidad, la lealtad a su palabra y a los compromisos adquiridos son las notas que destaca la “Crónica de los veinte reyes”, escrita en tiempo de su hijo, Alfonso X. Su leyenda se extendió más allá de su muerte y, con el tiempo, el pueblo le fue conociendo como el Santo.
Fue precisamente Fernando III el rey que reconquistó Sevilla a los árabes. Corría el año 1248, y desde entonces es considerado Patrono de la ciudad hispalense. Sus restos mortales descansan en la catedral de Sevilla y todos los años la ciudad honra su memoria el 30 mayo, aniversario de la muerte del monarca.
Hace unos años el cabildo catedral metropolitano de Sevilla quiso hacer una celebración especial, puesto que ese pasado 30 de mayo se cumplió el 750 aniversario de la muerte de san Fernando, canonizado el 4 de febrero de 1671.
Entre las muchas actividades que la catedral celebró en Sevilla en el día de su Patrono, destacó la exposición, que se pudo contemplar hasta el mes de agosto, situada en el Trascoro de la catedral. Se trataba de una muestra de 24 piezas, seleccionadas especialmente de los fondos de la catedral, y que constituyen una parte de los testimonios artísticos y documentales relacionados con Fernando III.
La exposición se articuló en cuatro secciones, que resumían los aspectos más característicos de la vida de Fernando III: el rey, sus memorias, su canonización y su nueva urna. Destacaron de la muestra la espada del rey, la imagen de la Virgen de las Batallas (primera mitad del siglo XIII), las llaves de la ciudad de Sevilla (también del siglo XIII), los sellos medievales de la Capilla de los Reyes, el epistolario de la Capilla de los Reyes, donado por Alfonso X, la documentación de los procesos de beatificación y canonización de Fernando III, los dibujos del proyecto de la nueva urna, la primera imagen de san Fernando (de Claude Audane, el viejo, de 1630), el cuadro de Fernando Pacheco sobre la entrada de Fernando III en Sevilla.

Rocío Ocaña Aranda.

Sancho González Lara dijo...

El infante Fernando residía en León tras la anulación del matrimonio de sus padres. A la muerte de su tío rey Enrique I (1217), su hermana Berenguela, madre de Fernando III, heredó la corona castellana. Su madre le hace llamar a Castilla, y Berenguela la reina renunció inmediatamente al trono en favor de su hijo.
Durante los primeros años de su reinado la vida política se caracterizó por la predominante presencia de su madre Berenguela en los asuntos del reino. Tuvo que combatir la revuelta nobiliaria encabezada por la casa de los Lara y la invasión leonesa encabezada por su padre Alfonso IX, rechazada frente a Burgos.
En 1230 murió su padre Alfonso IX de León, que en su actitud anticastellana había designado como herederas a sus hijas Sancha y Dulce, habidas de su matrimonio con Teresa de Portugal. Sin embargo, la habilidad de Fernando, la ayuda de la Iglesia y de un sector de la nobleza leonesa, junto con la habilidad de Berenguela, consiguieron que la Corona de León recayera en Fernando. La unión de Castilla y de León bajo el cetro de Fernando III terminaba definitivamente con la separación de ambos reinos. La herencia recibida supone la unión definitiva de ambos reinos, aunque durante los primeros años será un foco de problemas. La cuestión está en la cuestionada legitimidad de Fernando para recibir la herencia de sus padres, pues su madre, Berenguela, es la heredera directa del trono castellano, mientras que, por otra parte, su padre Alfonso IX lega su reino a sus hijas Sancha y Dulce, hijas de su primer matrimonio con Teresa Sánchez de Portugal.
La diplomacia desempeñada por su madre, el carácter conciliador de Fernando y el clima de optimismo generado por la victoria sobre los musulmanes en las Navas de Tolosa (1212) suavizan las iniciales reservas que la entronización de Fernando III había suscitado entre los castellanos. Por parte leonesa, Fernando y su madre Berenguela logran en 1230 la renuncia de las herederas al trono a cambio del pago anual de 30.000 maravedíes. Resueltas las divisiones internas castellanas, el 30 de noviembre de 1219 contrajo matrimonio en Burgos con Beatriz de Suabia, nieta del emperador alemán Federico I Barbarroja, uniendo de este modo la casa de Castilla con los principales representantes del partido gibelino. Tres días más tarde es ordenado caballero en el monasterio de las Huelgas.
Saludos.
Sancho González Lara.

Lucas Roldán Ocaña dijo...

El acróstico Ferrando que se conserva en el Setenario de Alfonso X, resume la figura del rey santo en los siguientes términos:
Fe.
Entendimiento para conocer a Dios.
RReciedumbre de voluntad y de obras.
Amigo de Dios.
Nobleza de corazón en todos sus hechos.
Derechurero y leal tanto en palabras como en obras.
Ombre de buenas maneras y costumbres.
Lucas Roldán Ocaña.

Juan José Palomino Martín dijo...

Con la toma de Córdoba en 1236 se inició la llamada época de las grandes conquistas, en las que el rey participó de forma directa. El gobierno de los reinos tradicionales fue encargado a miembros de la familia regia, especialmente a la madre del monarca, doña Berenguela, y a su hermano Alfonso, señor de Molina, que debían además enviar recursos para financiar las campañas andaluzas. Fernando III acudió con sus huestes a Córdoba al saber que unos caballeros cristianos habían ocupado las torres de la Ajarquía. Tras cinco meses de cerco, la antigua capital califal capituló, lo que supuso un gran golpe propagandístico. La mezquita fue transformada en iglesia y se restauró la vieja diócesis, aunque subordinada a la de Toledo. Hubo también alborozo en la Curia romana, que concedió a Fernando III más fondos, prebendas y derechos de presentación de los rectores de las nuevas iglesias.
Juan José Palomino Martín.

Juan Andrés Ruano dijo...

En tiempos de Carlos II, como bajo sus predecesores, las honras fúnebres dedicadas a la familia real permitieron ensalzar en el púlpito de la Capilla Real la piedad de la Casa de Austria. Los predicadores reales aprovecharon las exequias para proclamar la santidad de los parientes difuntos del monarca, glosando sus devociones y virtudes heroicas. La imagen de la santidad regia planeaba sobre el conjunto del linaje, aún cuando algunos de sus exponentes no se hubiesen caracterizado precisamente por su vida piadosa (baste como ejemplo la de su padre Felipe IV, tan dado al “pecado carnal”). Sin embargo, la Monarquía Hispana carecía de un rey santo de culto reconocido por la Santa Sede, a diferencia de los principales reinos europeos que contaban con reyes santos desde los tiempos bajomedievales.
Durante los primeros años del reinado de Felipe IV se promovió desde la Corte la canonización de algún rey de Castilla o de Aragón que se hubiese distinguido por su vida virtuosa y por su empeño en la propagación militar de la Fe. El propio Felipe IV declaraba cuánto le interesaba al reino “ver uno de sus reyes en el Catálogo de los Santos, requisito que faltaba a la grandeza de esta Monarquía”.
Tras plantearse varias candidaturas como las del rey de Castilla Alfonso VIII y del rey de Aragón Jaime I el Conquistador, al final los recursos de la Corona se concentraron en probar ante Roma la santidad de Fernando III, rey de Castilla y León (el conquistador de Sevilla). El lento proceso de beatificación y canonización de Fernando III sufrió los avatares de las relaciones entre la corte de Madrid y la Sede Apostólica, especialmente, bajo el pontificado de Urbano VIII, quien, como bien se sabe, inclinó decididamente la política de la Santa Sede a favor de Francia y en contra de España. De esta forma se frenaba la política de “canonizaciones españolas” que habían tenido lugar en los primeros años del reinado bajo el pontificado de papas “pro-hispanos” (Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola o San Francisco Javier).
Saludos de Juan Andrés Ruano.

Beatriz Trujillo Blázquez dijo...

La Inquisición europea se fundó en el año 1220 por el Papa Honorio III pero sus inicios no fueron tan severos como en épocas posteriores. En la España medieval, los Reyes Católicos dieron un fuerte impulso a esta institución modificando algunas cuestiones como el hecho de que a partir de entonces serían los propios reyes quienes designaran y expulsaran a los inquisidores y también serían los propios monarcas quienes tendrían el control económico del Santo Oficio. En el año 1481 fundaron el primer Tribunal en Sevilla, al año siguiente lo hicieron en Córdoba y en 1483 lo establecieron en Jaén y Ciudad Real. Este importante dato histórico demuestra el elevado número de población judeo conversa que tuvo que haber en Jaén para determinar su creación aquí antes que en muchas otras localidades españolas.
Un amistoso saludo para los lectores del blog.

Manuel Mora Peinado dijo...

Al parecer, los primeros inquisidores en Jaén, se alojaban en una casa que el Condestable Iranzo poseía dentro de la misma judería. El Tribunal de la Inquisición se ubicó en el Convento de Santa Catalina Mártir (dominicos. Hoy, Archivo Histórico Provincial) donde permaneció hasta el año de 1526.
Los Edictos de Fe se leían en la antigua Catedral gótica y los Autos de Fe comenzaron haciéndose en la misma judería, en la Plazuela de Santa Cruz, y posteriormente se celebraron en la Plaza de Santa María. Los sambenitos, o sacos penitenciales que los condenados estaban obligados a llevar, tras haber cumplido la condena se colgaban en la Catedral, junto a la antigua “Puerta del Caballico”, para su exposición pública y permanente, de modo que el reo y su familia quedaban así señalados para toda la vida. Los condenados a prisión, cumplirían su pena en la cárcel que se situaba al inicio de la actual calle Campanas, esquina con la Plaza de San Francisco y para los condenados a la hoguera, el brasero se situó en un lugar denominado Marrubial o Marrubiales, a las afueras de la ciudad pero en sitio aún no identificado.
Manuel Mora Peinado.

María Ferreira González dijo...

Las Navas de Tolosa en 1212 supuso la apertura y el control de los pasos que comunican la Meseta y Andalucía, invitando así a los ejércitos cristianos a emprender nuevas campañas reconquistadoras. Éstas experimentaron un gran impulso en el reinado de Fernando III, si bien el tipo de colonización realizado supuso la expansión del feudalismo castellano y favoreció el desarrollo del sistema latifundista. La conquista de grandes ciudades y las cesiones realizadas en favor de las instituciones eclesiásticas contribuyeron al renombre y fama de santo que el rey tuvo tras su muerte, pero no bastan para explicar el arraigo popular de la veneración expresada hacia Fernando III. La distorsión historiográfica bajo medieval de su figura, aderezada con leyendas, milagros y acciones admirables tuvo que tener como base la sincera religiosidad del monarca.
Saludos de María Ferreira González.

Juan Ignacio Contreras Ocaña dijo...

Los proyectiles que lanzan las ballestas han recibido muchos nombres, lo que nunca se han llamado ha sido flechas. Además de saetas también se conocen como: Virotes, viratones, viras o cuadriellos.
Existen pocos restos de estas saetas, salvo puntas. Lo que da poca fiabilidad a los grabados medievales. Se desconoce casi todo de ellos, su longitud, posición de emplumado o colocado de los estabilizadores, material de estos. Solo hay vestigios de las puntas que muchas veces es difícil de catalogar o discriminar si son de saetas o de flechas.
Los principales restos localizados y fiables datan del siglo XII para ballestas estriberas y para una cierta potencia. La técnica de fabricación es la misma que para las flechas, así como sus diseños. Quizás la única diferencia sea en el grosor de la punta para las saetas. Las formas son sencillas principalmente romboidales y secciones cuadradas. Quizás de ellos provengan algunos de sus nombres (cuadriellos). Tampoco eran comunes las puntas barbadas.
Hasta otro día.
Juan Ignacio Contreras Ocaña.

Servando Espínola Yáñez dijo...

Uno de los temas que denotan la importancia concedida a las ballestas como armas fue la documentación y obligación al mantenimiento de esta arma. Ya que su complejidad llevo a ello para asegurar su perfecto funcionamiento en el combate. Dado que podían quedar imperativas muy fácilmente, por lo que distintas fuentes aseguran que los ballesteros estaban obligados a saber por ejemplo: repararlas, realizar sus propias saetas, cuerdas, etc.
Existen varias documentaciones en la que se reflejan estos datos:
En el titulo XXII. Ley VII: "Deberán traer consigo peones que sepan tirar bien con ballesta, et que trayan los aguisamientos que pertenecen a fecho de ballesteria, ca estos homes atales cumplen mucho a fecha de guerra."
En el Titulo XVII, ley IX: "Que sepan facer bien su menester, el que haya ni de ellos que sepan adobar las ballestas et las saetas, et todas las cosas que convienen."
El concejo de Toledo, de 1290 confirma y amplia a Puebla de Acocer el fuero otorgado en 1288: " E mandamos a todos los ballesteros que tengan ballestas enderesÇadas todavía non paguen nada.

Mi enhorabuena a todos los responsables del blog.
Servando Espínola Yáñez.

Monica Barrera Galisteo dijo...

Mi aportación tratará en este comentario de dar algunas referencias de las fuentes textuales árabes y sus referencias sobre la expansión islámica por la Península Ibérica. No me detendré, por tanto, a las escritas en otras lenguas, como son sobre todo las latinas relacionadas con los cristianos de al-Andalus o mozárabes, cercanas cronológicamente a aquellos acontecimientos, y en las cuales parecen encontrarse las páginas escritas más antiguas sobre el siglo VIII, pero hemos de concentrarnos en el tema propuesto, no sin advertir que la cuestión de la contemporaneidad no resulta una ventaja absoluta, pues también esas fuentes no islámicas se encuentran interferidas por factores políticos y religiosos, como ha sido bien señalado tanto para las de Hispania (Franco Sánchez, F. (2001): “La conquista musulmana del Magreb y al-Andalus según las crónicas mozárabes”.Dirasat fi l-atar wa-l-naqa’is wa-l-ta’rij: takriman li- Sulayman Mustafa Zbiss: 285-307. Al-Mahad al-watani li-l-turat. Túnez; o en García Moreno, L. (2009): “Fuentes no islámicas de la invasión y conquista de España por el imperio árabe-islámico”. En L. García Moreno y M.J. Viguera (eds.): Del Nilo al Ebro. Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica, 181-207. Universidad de Alcalá. Alcalá de Henares.) como para las orientales, por ejemplo en el revelador análisis sobre “Une chronique syriaque contemporaine de la conquête arabe. Essai d’interprétation théologique et politique”, por Palmer A. (1992): “Une chronique syriaque contemporainede la conquête arabe. Essai d’interprétation théologique et politique”. En Pierre Canivet y Jean-Paul Rey-Coquais (eds.): La Syrie de Byzance à l’IslamVIIe-VIIIe siècles , 31-46. Institut Français. Damasco.

Monica Barrera Galisteo.

Luis Eduardo Cobo Marín dijo...

Una vez pacificado el reino castellano, Fernando III reemprendió las acciones militares meridionales, recibiendo para ello por escrito el apoyo espiritual del Papado. La muerte del califa almohade al-Mustansir en 1224 abrió una crisis sucesoria que supuso la fragmentación del territorio andalusí en varios reinos. El rey de Baeza al-Bayyasí, vasallo del monarca castellano, es responsabilizado por las crónicas islámicas de haber incitado a Fernando III a luchar contra los otros reinos andalusíes. Cuando al-Bayyasí fue asesinado por sus súbditos en 1226, Fernando III se apoderó de Baeza. Fue ocupando en años sucesivos fortalezas menores y suscribió algunas treguas, como la que obligaba al gobernador de Sevilla Abu l-Ula a entregar ingentes cantidades de dinero. Los otros reinos cristianos peninsulares también aprovecharon por entonces la inestabilidad andalusí para llevar más al Sur sus fronteras. Fernando III fracasó por dos veces en el asedio de Jaén, y tuvo que retirarse en 1230 para hacer valer sus derechos al trono leonés. Durante los años que el rey dedicó a la consolidación de su gobierno en el ámbito leonés, emprendieron la reconquista de pequeñas ciudades las órdenes militares, el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada y algunos miembros de la nobleza. En 1233 Fernando III se desplazó nuevamente al espacio andalusí, obteniendo la capitulación de Úbeda. El año siguiente el rey no hizo incursiones en las tierras musulmanas, tanto por la muerte de su esposa Beatriz como por el estallido de algunas revueltas nobiliarias.
Luis Eduardo Cobo Marín.

José García Varela dijo...

Córdoba experimentó tras su conquista penurias y escaseces, lo que obligó al envío de fondos desde los territorios del Norte. El rey permaneció algún tiempo en Burgos tras su matrimonio en 1237 con Juana de Ponthieu. Villas y castillos de la campiña cordobesa se fueron entregando mediante pactos. En 1243 el rey de Murcia entregó su territorio al infante Alfonso que, un año después, firmó con Jaime I de Aragón el tratado fronterizo de Almizra. En virtud de dicho acuerdo, Alicante quedó reservado para la Corona de Castilla, si bien en 1304 se cederá al reino de Valencia por el tratado de Campillo. Todavía uno de los castillos de la ciudad de Alicante recibe el nombre de San Fernando. En 1246 capituló Jaén ante los ejércitos castellanos encabezados por el rey tras seis meses de asedio. Se trataba de una cesión del nuevo rey de Granada, al-Ahmar, que además tuvo que hacerse vasallo y comprometerse al pago anual de grandes subsidios. Dos años después se trasladó la sede episcopal de Baeza a Jaén.
Mi aportación va en el sentido de completar ciertos datos, que naturalmente no pueden ser reflejados en el artículo del amigo Pedro Galán, al que felicito sinceramente.
José García Varela.

Mateo Ibáñez Lozano dijo...

En la conquista de Sevilla, acaecida en 1248 tras quince meses de cerco, fue decisivo el control de los accesos fluviales a la ciudad por medio de una flota mandada por Ramón Bonifaz, y en gran parte construida para tal efecto en los astilleros del Norte. Las circunstancias del asedio son conocidas con gran detalle, signo de que las crónicas valoraron la toma de Sevilla como un hecho culminante en el proceso reconquistador. Primeramente fueron capitulando las fortalezas cercanas a la ciudad, y cuando ya la situación era insostenible para los sitiados se iniciaron las negociaciones de paz. Fernando III rechazó varias de las propuestas recibidas, exigiendo la entrega total de la ciudad y el éxodo de su población islámica en el plazo de un mes. Así se acordó, de modo que los musulmanes se fueron marchando escalonadamente con sus pertenencias o con el dinero recibido por la venta de sus bienes muebles. Sevilla, a pesar de verse demográficamente diezmada, se convirtió en sede de la corte y en cabecera del reino castellano-leonés hasta la muerte del monarca en 1252. Allí se desarrolló en los últimos años de su reinado una intensa actividad judicial, resolviéndose en presencia del rey muchos litigios institucionales y entre particulares. Desde Sevilla se organizaron nuevas campañas que se saldaron con la conquista de algunas ciudades más, como Jerez.
Mateo Ibáñez Lozano.

Raimundo Sánchez del Moral dijo...

Con más o menos referencias sobre la conquista de al-Andalus, existen unas 40 obras árabo-islámicas, compuestas por autores del Oriente, Magreb y al-Andalus, de distintos géneros, diversas circunstancias y desigual valor e importancia. La mayoría han sido utilizadas como fuentes históricas, pero nunca han sido todas ellas consideradas en conjunto, ni antologizados sus pasajes sobre tal conquista, ni completamente confrontadas o establecidas sus relaciones y dependencias, pese a que entre todas representan la totalidad disponible de aquella ‘memoria’ histórica, real o figurada, repartida entre ellas de un modo que en la mayoría de ocasiones resulta tan aleatorio, a falta de necesarias explicaciones sobre transmisiones y contenidos de lo que cada una presenta, como también queda por esclarecer el complejo trasvase de noticias entre ellas. Esas aproximadamente 40 obras, por sus características, resultan insuficientes para trazar una historia de la conquista de al-Andalus, por las lagunas que hallamos en sus informaciones y porque mucho de lo compuesto y transmitido induce a sospechar de sus datos, transmisiones e intereses. Faltan análisis de sus contenidos, y es cierto que “en lugar de forzar las fuentes para que revelen secretos que no poseen, se impone una reflexión sobre el tratamiento que se viene dando a los textos que nos informan sobre la conquista“(Molina, L.1998:. “Un relato de la conquista de al-Andalus”. Al-Qantara, XIX: 39-65)
Raimundo Sánchez del Moral.

Juan María Arroyo Conde dijo...

La Diócesis de Jaén contó durante la Edad Media con dos grandes obispos que ostentaron el cargo de Inquisidores Generales. El primero fue don Diego Deza, hombre de confianza de los Reyes Católicos y tutor de su hijo, el Príncipe Juan. Gran defensor de la aventura de Colón en América, influyó mucho en la Reina Isabel para que le apoyara en su viaje. Este obispo dirigió la diócesis giennense desde 1497 hasta 1500, fecha en que fue trasladado a Sevilla, donde murió y está enterrado.
El otro gran Inquisidor fue su sucesor, don Alonso Suárez de la Fuente del Sauz, quien consiguió impedir durante su episcopado el traslado del Tribunal de Jaén a Granada. Ocupó la cátedra de Jaén desde 1500 hasta 1520. Este obispo está enterrado en la Capilla Mayor o del Santo Rostro de la Catedral.
Saludos jiennenses.
Juan María Arroyo Conde.

Antonio Medina Cabrera dijo...

Ramón Muntaner recoge esta necesidad del mantenimiento de la ballesta en (crónica CXXX) de los ballesteros catalanes embarcados en las naves de "Roger de Lloria”:

"Los ballesteros catalanes son tales que sabrían hacer una ballesta nueva y cada uno sabe tensar su ballesta, hacer viras y dardos, y cuerdas, y encordar y atar y todo cuanto al ballestero corresponda, pues los catalanes no admiten que sea ballestero nadie que no sepa del principio al fin todo lo a la ballesta se refiere. Por esto lleva todo su arreo en una caja, como si tuviese que instalar un taller de ballestería, y ninguna otra gente tiene esto, pues los catalanes lo aprenden desde que los amamantan y los demás no lo hacen, por eso los catalanes son los ( ballesteros) mas buenos del mundo...."

Saludos.
Antonio Medina Cabrera.

Eufrasio Delgado Barrios dijo...

En 1526, el tribunal de la Inquisición de Jaén pasó a depender del Tribunal de Córdoba y al poco ya la propia Inquisición se lamentaba de la falta de documentación del tribunal de Jaén, seguramente perdida en los traslados. En los siglos XVI y XVII la Inquisición buscaba en la ciudad de Jaén una casa particular en la que los judeo conversos se reunían clandestinamente para hacer sus rezos y aun en 1745 se procesó al médico de Jaén Manuel de Acuña, acusado de ser criptojudío.
En 1780, otro Inquisidor General, Agustín Rubín de Ceballos, se estableció como obispo de Jaén, hasta el año 1793 en que murió. Este prelado está enterrado en la Catedral de Jaén, en la Capilla de San Eufrasio de quien era muy devoto y cuyo retablo costeó.
Eufrasio Delgado Barrios.

Cesar González Rincón dijo...

A partir de 1629, se proponen como candidatos a la canonización al carmelita Juan de la Cruz, al beato Simón de Rojas, al cardenal Cisneros, al inquisidor Pedro Arbués y al citado rey Fernando III, entre otros. Sin embargo, Urbano VIII estableció la prohibición de canonizar a nadie que hubiera muerto en los últimos cincuenta años. Aplicar este criterio significó excluir a Juan de la Cruz y a Simón de Rojas. Decidió también el papa excluir a quienes hubiesen recibido ya algún tipo de culto, aunque esto viniera ocurriendo desde “tiempo inmemorial”. Con esta otra puntualización, se sacaba, igualmente, de la lista de candidatos, al rey Fernando III. Abundando en su idea, decidió finalmente Urbano VIII que, en adelante, no se canonizaría más que en tandas de cuatro santos, como mínimo, cada vez. Al mismo tiempo, ordenó que las sesiones en que había que estudiar y decidir sobre cada canonización se distanciaran entre sí mediante períodos mínimos de seis meses. Al parecer, el papa estaba dispuesto a dejar a los españoles que aspiraban a la santidad oficial sin su principal mérito: el de venir recomendados por el Rey Católico.
Todo quedó, por tanto, paralizado, hasta 1644, fecha en que subió al solio pontificio el papa Inocencio X, favorable a los intereses españoles. El nuevo papa revocó las disposiciones dadas por su antecesor, con lo que quedó desbloqueado el proceso de canonización de Fernando III. Pero el desenlace final del mismo sólo se produjo en tiempos de otro papa igualmente favorable a España, Clemente X, quien reconoció el culto público a san Fernando el 7 de febrero de 1671, reinando ya Carlos II.
Saludos para todos.

Ramiro Carmona Ruiz dijo...

Para repoblar las ricas tierras andaluzas se siguió el sistema de los repartimientos, en el que pueden rastrearse algunos de los elementos que desembocarán en el latifundismo andaluz. Los donadíos supusieron la entrega de bienes inmuebles a las aristocracias civiles, militares y eclesiásticas, mientras que los heredamientos implicaron el reparto de tierras entre los verdaderos pobladores, procedentes de los territorios cristianos septentrionales, y entre los que había tanto caballeros como campesinos. Los bienes que estos dejaron en el Norte peninsular fueron rápidamente fagocitados por los concejos o por las instituciones nobiliarias y eclesiásticas. Los repartimientos consolidaron en definitiva las diferencias sociales existentes entre los que participaron en ellos. Fueron a la larga un desacierto de Fernando III en cuanto a la búsqueda de una mayor justicia social, pero satisficieron de forma urgente las ansias de recompensa de los promotores de la reconquista.
Saludos.
Ramiro Carmona Ruiz.

Fernando Caro Santaolalla dijo...

La intensidad actual del culto mariano en Andalucía tiene a Fernando III como uno de sus primeros adalides históricos. El rey hacía llevar siempre consigo en las campañas en que participaba imágenes marianas. Así, la toma de Córdoba en 1236 la efectuó en compañía de una imagen llamada la Virgen de Linares, conservada ahora en el santuario del mismo nombre, situado a 12 kilómetros de la ciudad. En el caso del asedio de Sevilla el rey se hizo acompañar de tres imágenes de la Virgen María. Una de ellas es la llamada Virgen de los Reyes, que presenta en el pie derecho una flor de lis, y que fue la que entró triunfalmente en Sevilla en lugar del rey cuando se consumó la conquista de la ciudad. Por deseo del rey dicha imagen se encuentra cerca de su sepulcro, en la catedral de Sevilla. Otra de las tres imágenes mencionadas es una Virgen de plata, la cual está en medio del retablo de la iglesia Mayor de Sevilla. La tercera imagen es la llamada Virgen de las Batallas, una pequeña talla de marfil que el rey llevaba en su caballo sobre el arzón de la silla, y que también se conserva en la catedral sevillana.
Saludos.
Fernando Caro Santaolalla.

Capilla Benítez Flores dijo...

En el Real Monasterio de Santa Clara de Jaén, la fachada trasera que da a la calle de Santa Cruz presenta un pequeño trozo de muro que sobresale del resto y que muestra un corte muy irregular. Éste viene identificándose con el único vestigio que habría sobrevivido de la antigua Parroquia de Santa Cruz, anterior sinagoga en tiempos medievales. La existencia de esta sinagoga queda demostrada gracias a un documento de 1413 emitido por el Cardenal de Montearagón, referido a un pleito de las monjas de Santa Clara con la nueva iglesia de Santa Cruz que se señala como antigua sinagoga y de la que se indica que estaba situada al otro lado del refectorio del convento.
Se desconoce la fecha exacta en que la sinagoga se vio obligada a transformarse en templo cristiano pero tradicionalmente se establece como la más probable los últimos años del siglo XIV, cuando se desataron los progroms más violentos.
En el siglo XIX, Santa Cruz se cerró al culto definitivamente y el convento amplió su fábrica hasta quedar como en la actualidad.
Capilla Benítez Flores.

Juan Sebastian Piñeiro dijo...

Ramón Carande, en la década del 20, dio a conocer un estudio en el que analizaba las transformaciones de la ciudad de Sevilla, a raíz de la conquista cristiana, estudio en el cual Fernando III aparecía retratado más que como conquistador, como el verdadero impulsor de estos cambios.
De esta manera, la figura del rey ya no tenía necesariamente que ver con el hombre piadoso y guerrero cruzado sino con el monarca capaz de pensar transformaciones profundas para el entorno andalusí. En esta línea de análisis, hacia mediados del siglo pasado, Julio González estudió las conquistas de Fernando III en Andalucía y editó el libro del Repartimiento de Sevilla, obra destinada a marcar el curso de la historiografía, al descubrir un panorama nuevo sobre el tránsito de la comarca del dominio islámico al cristiano.
Pero, sin dudas, la obra fundamental de J. González, fruto de su madurez científica, es su libro Reinado y diplomas de Fernando III, publicada a comienzos de los ochenta. Todas las obras posteriores abrevan en él, ya sean las de divulgación o bien las de estudios puntuales, como la tesis doctoral de Ana Rodríguez López, que aborda la expansión y fronteras del reino castellano durante el reinado de Fernando III.
El panorama referido a la producción fernandina más reciente se cierra con tres obras colectivas resultantes de la celebración de sendas reuniones científicas. La primera recoge las Actas de las IV Jornadas de Historia Militar, celebradas en Sevilla en 1993, que se editaron en un número monográfico de la revista Archivo Hispalense, titulado "Fernando III y su época". La conmemoración en 1998 del 750 aniversario de la conquista de Sevilla dio pie a la organización y celebración de un Congreso Internacional. Por último, el VIII Congreso de Estudios Medievales se ocupó de Fernando III y su tiempo con ocasión del octavo centenario de su nacimiento.
Juan Sebastian Piñeiro.

Gregorio Nogales Nasarre dijo...

La decisión del papa Clemente X fue comunicada a doña Mariana de Austria, madre y regente de Carlos II durante su menor edad. La bula papal autorizaba a celebrar anualmente la fiesta de san Fernando, en todos los reinos de la Corona de España, el día 30 de mayo por ser el día de su muerte y, excepcionalmente, autorizaba también que se festejara aquel acontecimiento de forma especial dentro del año de 1671, en la fecha que pareciera más conveniente. Inmediatamente la Reina gobernadora hizo publicar el breve y una cédula real de 23 de marzo, enviada a todas las ciudades, para que se celebrara el nuevo culto. El 3 de septiembre de 1672 Clemente X amplió la veneración de San Fernando a toda la Iglesia universal y lo incluyó en el martirologio romano. Según afirmó Antonio de Solís.
En junio se celebraron en la Real Capilla de Palacio los breves pontificios. El culto al rey santo permitió a los predicadores glosar la obediencia debida a un trono sagrado y la santidad comunicada al conjunto del linaje por medio de la sangre regia. Además, la elevación a los altares de Fernando III fue utilizado por la regencia de Mariana de Austria para asociar su gobierno con la “Pietas Austriaca” y para remarcar su estrecha relación con la sacralidad. En el discurso pronunciado por el predicador Bartolomé García de Escañuela el 7 de junio de 1671 con ocasión de la primera celebración del culto al Rey Santo, la reina doña Mariana fue caracterizada de “Santa” al estar vinculada por sangre con Fernando III, y relacionada con la reina Berenguela, madre del santo rey, reconocida por su prudencia y devoción. Y es que a la altura de 1671, la Reina regente, que ya había expulsado a Nithard, seguía trabajando en pos de su legitimación.
Gregorio Nogales Nasarre.

Alberto Escudero Ogallar dijo...

La nueva unidad política deja el camino expedito para relanzar las labores de conquista de los territorios musulmanes, aprovechando las expectativas abiertas años atrás por la victoria cristiana en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y la debilidad del poder árabe peninsular, permitieron que desde 1231 a 1236 se desarrollaran bajo el reinado de Fernando importantes campañas victoriosas frente a los musulmanes en el ámbito de la Reconquista.
En 1224, la Curia de Carrión decide adjudicar todos los recursos necesarios para la lucha contra los musulmanes, iniciándose un período de numerosas e importantes conquistas militares. Su vasallo, el arzobispo Jiménez de Rada conquistó Quesada y Cazorla (1231). En 1236 se conquistó Córdoba, antigua capital del Califato, una conquista que va más allá de lo puramente militar por el carácter simbólico de la antigua capital del califato. La situación de prosperidad económica que vive el reino posibilita el lanzamiento de constantes campañas militares, con lo que las conquistas se suceden. Caen sucesivamente Chillón, Almodóvar, Lucena, Aguilar, Écija, Osuna y Estepa.
La fase más importante de expansión territorial frente a los musulmanes se desarrolló entre 1240 y 1248. En 1243 es tomado Murcia; en 1245 conquista Jaén. Tras un asedio de dos años, el 23 de noviembre de 1248 es tomada Sevilla, lo que supone el punto álgido del poderío militar y económico del monarca castellano-leonés. La conquista de Sevilla, autentica joya del poder musulmán, requerirá por vez primera de un ataque marítimo y un auténtico despliegue de medios técnicos y materiales. Así, se prepara una flota en el Cantábrico que asolará la ciudad a las órdenes del almirante Ramón de Bonifaz, evitando además la llegada de auxilio desde el exterior.
Saludos.
Alberto Escudero Ogallar.

Santiago Almazán dijo...

El repoblamiento cristiano de Andalucía comenzó poco después de su conquista. La extensión e importancia económica y estratégica de las nuevas tierras obligaron al monarca a repoblar el territorio conquistado de una forma efectiva. El modo utilizado fue el llamado sistema de 'repartimientos', con dos modalidades: donadíos y heredamientos. Los primeros se utilizaron para repartir los bienes inmuebles, cuyos beneficiarios fueron principalmente la aristocracia laica y eclesiástica. Por su parte, los heredamientos hacen referencia al reparto de tierras entre verdaderos pobladores, que fueron tanto caballeros de linaje y villanos, como peones.
Mediante este sistema se inició en Andalucía una estructura de grandes propiedades que permitió un incremento de la autoridad de los poderosos, tanto por las tierras que consiguieron, como por los derechos jurisdiccionales que acumularon en sus manos. Por su parte, en Castilla y León, de donde salieron la mayoría de los pobladores de las nuevas tierras, se incrementaron los grandes dominios. La aristocracia militar, eclesiástica y de los concejos castellano-leonesa adquirió rápidamente los bienes que dejaban vacantes los emigrantes que se dirigían hacia el sur.
Conquistada buena parte del sur peninsular, la preocupación de Fernando III será ahora asegurar el control sobre los territorios conquistados y organizar y estructurar bajo el patrón de asentamiento castellano tanto los recursos como el espacio anexionados. Para lograr cumplimentar este doble objetivo, se dispone a organizar un ataque contra el norte de África y establece un sistema de reparto de las tierras y bienes tomados a los musulmanes entre caballeros y peones cristianos, con el fin de asegurar la subsistencia de los nuevos pobladores mediante los recursos necesarios.
Santiago Almazán.

José Andrés Rojas Neira dijo...

Fernando III mandó traducir al castellano el "Liber Iudiciorum", conocido como "Fuero Juzgo", y durante su reinado se erigieron las catedrales de Burgos en 1221 y Toledo en 1226. Ya en sus tiempos su mandato fue considerado modélico, pues logró restringir de manera notable el dominio musulmán en la península Ibérica y establecer medidas políticas y económicas que mejoraron las condiciones de vida de sus súbditos. La muerte le sorprendió 30 de mayo de 1252, mientras preparaba una expedición contra el norte de África. Primo de Luis IX de Francia, fue como él considerado un hombre piadoso y de profunda fe católica, por lo que será canonizado en 1671 por el Papa Clemente X.
Los reinos cristianos españoles fueron frontera de Europa durante siglos y bastantes peculiaridades de su desarrollo se deben a esta condición, aunque su entendimiento histórico sólo puede conseguirse dentro de las coordenadas comunes al Occidente medieval.
La reconquista es un concepto originado en aquellos siglos según el cual el territorio de Hispania había sido ocupado injusta y violentamente por los musulmanes al causar la destrucción de la Monarquía visigoda, por lo que los reyes hispano cristianos tenían el derecho y el deber de recuperarlo pare conseguir -ideal neogoticista- la restauración política y religiosa, a través de una acción bélica que, desde el último tercio del siglo XI, se justifica no sólo con argumentos neogoticistas sino apelando también a la idea de cruzada contra los infieles.
La gran diferencia entre las cruzadas hispánicas y las de otros ámbitos consiste en que, en este caso, se desarrollaron sobre un territorio, con unas poblaciones y a partir de un pasado específicos e internos, lo que explica en gran medida la singularidad del resultado y la de los contactos entre culturas ocurridos en el ámbito peninsular. Pero tampoco se puede olvidar que ocurrieron durante la plenitud medieval, como parte del vuelco que se produjo en el sistema de relaciones entre cristianos v musulmanes en el Mediterráneo.
En la frontera española se forjó, bajo la apariencia de recuperación y restauración, una voluntad colectiva de ser en la historia de Occidente: la misma idea de reconquista fue fundamental en la formación de la conciencia histórica e implicaba la existencia sucesiva de fronteras provisionales, hasta que se llegara a su culminación, y la previsión de reparto de los territorios todavía sin conquistar, y de su colonización y organización eclesiástica, política, social y económica.
La sociedad de la época conoció, por causa de guerras y colonizaciones, situaciones de mayor movilidad y flexibilidad interna que otras del Occidente feudal y las mismas formas de organizarse la feudalidad, las relaciones de poder y el reparto político en reinos obedecieron en muchos casos a las circunstancias del proceso de reconquista.
José Andrés Rojas Neira.

Miguel Estepa Mudarra dijo...

En el año de 1971, don José Chamorro en su “Guía artística y monumental de la ciudad de Jaén” expresaba acerca de la iglesia de San Andrés que los arcos mudéjares de sus naves “… evocan el recuerdo de Santa María la Blanca y que, apreciados por distinguidos hebraístas, han afirmado que sin duda tienen su origen en algún edificio judío, principalmente sinagoga”.
Posteriormente, los Historiadores del Arte don Pedro Galera y Luz de Ulierte, magníficos conocedores y estudiosos del Patrimonio Artístico de Jaén, se hicieron eco también de esta posible vinculación de San Andrés con una sinagoga.
El Historiador don Luis Coronas y el Arqueólogo don Vicente Salvatierra, ambos máximos especialistas en el período histórico de que tratamos, en cambio, descartan tal posibilidad argumentando las siguientes razones de peso: Por una parte, está documentada la existencia de la Iglesia de San Andrés ya en el año 1311, momento en que los reyes cristianos aún se mostraban tolerantes con los judíos por lo que no es probable que les arrebataran su sinagoga para la construcción de un nuevo templo cristiano.
Miguel Estepa Mudarra.

Blanca Murube Morgado dijo...

Es interesante apuntar algo en comparación sobre ambos grupos de fuentes “llamados confesionales”: esas fuentes no islámicas consideran la expansión islámica como un hecho ilegítimo respecto a su propio proceso histórico, mientras que para las fuentes islámicas tal expansión-conquista es precisamente el origen legitimador de su historia. Esta perspectiva produce en las fuentes textuales árabes uno de los varios condicionamientos que afectan a la construcción de su discurso, elaborado desde los paradigmas, compartidos también por otras fuentes de otros contextos sobre otros episodios, de lo que suele llamarse sucesos inaugurales, a través de los cuales se procuran establecer referencias de identidad, apología y legitimación. Todo esto ha sido analizado en bastantes ocasiones acerca de otros bloques textuales, y, a título comparativo, me limito a remitir al artículo sobre “La épica griega como relato fundacional” de J. Carruesco García (2010), y, en relación con la expansión islámica al interesante trabajo sobre “Le moment inaugurateur en Histoire. Analyse d’un texte d’Ibn `Abd al-Hakam (187-257/803-871) sur la conquête musulmane de l’Egypte”, por A. Louca (1981), complementado por aportaciones de F. de Polignac (1987), en un destacable estudio cuyo título hago también constar aquí: “L’imaginaire arabe et le mythe de la fondation légitime”. Al centrarnos en las fuentes textuales, claro está que no consideraremos ni las fuentes documentales, relativas a la conquista de al-Andalus, inexistentes en transmisión directa, aunque algunas se hayan conservado indirectamente como versiones de algunos pactos y algunas cartas (Viguera, 2010), ni las fuentes materiales, con importantes referencias, objeto de atención arqueológica y numismática sobre todo.
Blanca Murube Morgado.

Joaquín Expósito Gallego dijo...

La entrada principal de la Iglesia de San Andrés de Jaén se abre a una calle que en época medieval quedaba fuera del espacio físico de la judería y además se trataba de una de las vías principales que conectaría directamente la ciudad con una de las puertas de la muralla - la Puerta de Baeza - por lo que resulta impensable que el poder dominante, islámico primero y cristiano después, permitiera a la minoría judía acceder a su sinagoga desde este punto. Este argumento cambiaría si se descubriera que en aquellos tiempos, la puerta principal de la iglesia de San Andrés no tenía el mismo emplazamiento que en la actualidad sino que se ubicaba en otra calle que sí quedara dentro del espacio físico del barrio judío. Pero esta es una cuestión que de momento se nos escapa.
Joaquín Expósito Gallego.

Ignacio Gálvez González dijo...

Podemos decir que en la época barroca, la Monarquía, a través de su proceso absolutista, lograba convertirse en la instancia suprema. Pero tan importante como el ejercicio del poder era su representación, como señala Saavedra Fajardo, uno de sus principales teóricos. La imagen sagrada de la realeza hispana se constituirá en el principal componente de la ideología política. Los distintos instrumentos de la propaganda regia incidirán en su carácter espiritualista, ya sea, a través del arte, la literatura y, muy especialmente, la fiesta, debido a su carácter masivo y en la que muy a menudo convergían los otros dos mecanismos, a través de los sermones, las representaciones teatrales, las arquitecturas efímeras y los emblemas que las decoraban. La sociedad sacralizada del Antiguo Régimen y la vinculación en la práctica entre el Estado y la Iglesia hacían verdaderamente fácil, y hasta inexorable, esta unión entre el Rey y Dios, fruto tanto de la convicción como de los intereses políticos.
En España no se insistirá en la deificación, como sucedía en la vecina Francia, pero sí en su título de “Rey Católico”. El ideal de “Príncipe Cristiano”, formulado por Ribadenayra en contraposición a Maquiavelo, será recurrente. Un rey que tendrá en la religión su verdadera Razón de Estado y que encontrará en la virtud su guía para lograr el favor divino. En la historia se hallarían algunos modelos de monarcas virtuosos o piadosos, elevados a la mitificación, como Felipe II y, por supuesto, Fernando III. Para la mentalidad de la época se trataba ya de un santo y del rey ideal, cuya piedad y defensa de la Fe contra herejes y, sobre todo, infieles, había sido premiada por la providencia con la reconquista de Andalucía.
Si había un rey necesitado de un impulso propagandístico, e incluso legitimador, ese era Carlos II, sobre todo, durante su minoría de edad. Su naturaleza enfermiza y la situación anómala de una regencia que favorecía las luchas cortesanas, provocaban que la opinión pública contraria al gobierno, frente a los distintos validos de la Reina doña Mariana de Austria, se estuviera desarrollando más que nunca.
Ignacio Gálvez González.

Rocío Luque Peña dijo...

La devoción mariana de Fernando III pudo suponer un elemento más de contraposición a los valores e ideales defendidos por la cultura islámica, por lo que su introducción en Andalucía estaría al servicio de la renovación religiosa deseada. Dicha devoción se atisba además por una cantiga que se atribuye al rey y por los nombres dados a algunos de los templos que se habilitaron o construyeron durante su reinado en el ámbito andaluz. Entre ellos está la capilla mudéjar de Nuestra Señora de Valme en el municipio de Dos Hermanas, cuya advocación alude a una supuesta rogativa del rey en el asedio de Sevilla: “Valedme, Señora”. En campaña rezaba el oficio parvo mariano, una especie de antecedente del rosario. Con el asunto de las imágenes fue el rey escrupuloso, pues no quiso que se le erigiese en vida ninguna estatua ni que se cincelase estatua yacente para su sepulcro, y en cambio movilizó a muchas personas para cubrir los oficios que se le debían dispensar a la imagen de la Virgen de los Reyes. Veía por tanto en las imágenes un signo casi vivo de exaltación y glorificación que reservaba para lo sagrado.
Amistosos saludos para todos los lectores.
Rocío Luque Peña.

Mencia Monteverde Arellano dijo...

La canonización de Fernando III, apoyada con vehemencia por Felipe IV y la Reina gobernadora, como ya se ha referido en anterior comentario, llegaba en el mejor momento. La explosión del fervor religioso, sobre todo en el sur de España, donde existía una gran devoción al nuevo santo, no iba a ser la única consecuencia. Se ponía en marcha el “espectáculo del poder”, uno de los principales mecanismos de dominación, de difusión ideológica y adhesión, con los que contaba la Monarquía, así como las demás instancias del poder: la fiesta. Las ideas de Maravall sobre la cultura barroca, si bien, matizadas por diversos autores, siguen siendo válidas. Se buscaba la adhesión extrarracional, movilizar los ánimos hacia un poder y una determinada concepción del mundo, y para ello nada mejor que tratar de seducir, de conmover, de afectar a los individuos por medio de la fiesta. Era la puesta en práctica de la retórica aristotélica tomada por el Barroco para conseguir la dominación persuasiva: “docere, delectare, movere”.
No se puede dudar del carácter monárquico de las fiestas de 1671, teniendo en cuenta sus promotores y fines. Mariana de Austria fue su impulsora, ordenando a todas las instancias de poder que la celebraran.
Mencia Monteverde Arellano.

Ismael Portillo Muñiz dijo...

Aunque la realidad histórica de al-Andalus se comprende dentro de la general del mundo islámico de aquellos siglos, es conveniente comprender con mayor extensión algunas características y peculiaridades.
Hispania era un territorio muy alejado de las tierras originarias y centrales del poder del Islam; era también un reino, el de los visigodos, cuya evolución corría pareja con la de otros del occidente europeo de entonces y, aunque atravesaba por una época de depresión demográfica y dificultades políticas, su identidad religiosa y cultural era más sólida y homogénea que la de los territorios magrebíes conquistados poco antes, por lo que también lo sería su recuerdo. Las resistencias contra los invasores en las montañas cantábricas y pirenaicas comenzaron pronto, aunque eran muy limitadas y, en parte, heredaban o recordaban a las mantenidas contra anteriores poderes de origen mediterráneo.
Los reyes de Asturias reclamarían para sí la herencia y la voluntad de restauración de la monarquía visigoda, argumento ideológico que demostró una enorme fuerza y que recorre toda la Edad Media hispano-cristiana. La vecindad y crecimiento de la Europa occidental desde tiempos carolingios sería otro estímulo, cada vez más fuerte, en pro de la lucha contra los musulmanes y de la conquista, o reconquista, de la amplísima parte del territorio peninsular integrada en el Islam. La invasión musulmana se produjo durante la segunda época de expansión, protagonizada por los omeyas, no tuvo continuidad en la expansión islámica. A pesar de estas peculiaridades debidas a la geografía y a la historia, la conquista de Hispania recuerda a las anteriores del Próximo Oriente.
Previamente se había dado una debilitación interior del poder regio, con las luchas entre las familias de Chindasvinto y Wamba, acentuada por la feudalización de oficios y tierras a favor de una aristocracia poco solidaria con lo que el reino significaba como conjunto y construcción unitaria.
La decadencia de la autoridad moral del episcopado, evidente en las últimas décadas del siglo VII, y la hostilidad contra los judíos, hacían más oscura la situación frente a un peligro exterior que los dirigentes del reino podían prever. La circunstancia de la conquista muestra un país dividido e insolidario frente a un invasor decidido y con motivaciones muy claras, entre ellas, la de exportar la inquietud y belicosidad de los beréberes, apenas islamizados fuera de su propia tierra.
Ismael Portillo Muñiz.

José Antonio Ruiz Casas dijo...

La entrega de Ceuta, en el año 710, abría el camino, aunque hay autores que señalan la posibilidad de que la primera invasión se produjera por el Sureste peninsular y no por la zona del Estrecho. El rey Rodrigo se vio traicionado por parte de la aristocracia y de su ejército en la batalla del Guadalete (711) y, con su derrota, la monarquía visigoda se derrumbó rápidamente mientras que los invasores encontraban relativamente pocas resistencias: en aquel momento no había proselitismo sino oferta de pactos de capitulación que no empeoraban el estado económico o tributario anterior, y muchos aristócratas consiguieron conservar propiedades, rentas e incluso formas de participación en el poder.
Tariq, que obtuvo la primera victoria, habría desembarcado con unos 12.000 beréberes, y al año siguiente le siguió su señor, Musa ibn Nusayr, con 18.000 árabes, según la tradición. Dos años después, en el 714, las principales operaciones habían concluido y el reino de los visigodos se había derrumbado tan fulminantemente como tres cuartos de siglo atrás la Siria o el Egipto bizantinos pero con la gran diferencia de que la posible insolidaridad social no se refería, en este caso, a ningún poder político exterior.
La resistencia astur (Covadonga, 722) aparece en aquel momento como una realidad marginal y, a pesar de que las noticias sean tan escasas, habrá que seguirse preguntando sobre las causas profundas y próximas que contribuyeron a provocar aquel hundimiento.
Entre los años 714 y 756, el nuevo territorio del Islam acogió a más inmigrantes árabes, sirios y, sobre todo, beréberes, que recibieron trato desigual, lo que provocó reyertas entre ellos, unas veces entre árabes, pues la mayoría seguían viviendo de los impuestos de la población sometida y no habían recibido tierras, otras de los beréberes contra los árabes, como ocurrió a raíz del gran alzamiento norteafricano de los años 740-741.
José Antonio Ruiz Casas.

Juan Carlos Cobaleda dijo...

Existe una leyenda relativa a la decisión tomada por Fernando III de mantener la corte en Sevilla tras la conquista de la ciudad y hasta su muerte. Según esta leyenda, un truhán o juglar que mezclaba los donaires con las advertencias, viendo que los cortesanos tenían casi convencido al rey para que abandonase con su séquito Sevilla, rogó a éste que subiese con él a una torre alta para ver la hermosura de la ciudad. Una vez allí le pidió que no la desamparase, por si su mediana población no fuese suficiente para conservarla. El relato indica que el rey prometió no abandonar ya nunca Sevilla. El caso es que Sevilla se convirtió en algo así como la capital castellano-leonesa hasta la muerte del rey, que quiso ser allí sepultado. Sevilla es la ciudad en que la devoción hacia San Fernando es más fuerte, hasta el punto de tenerlo como patrono. Son diversos los ritos que sirven para recordar y honrar al monarca, como la procesión de su espada por las naves de la catedral sevillana cada 23 de Noviembre, aniversario de la toma de la ciudad. La espada es paseada por el alcalde, que ha de cogerla por la punta. El día del Corpus uno de los pasos sacados en procesión por Sevilla es el de San Fernando. Se trata de una escultura hecha por Pedro Roldán en 1671, año de la canonización del rey, y que lleva al cuello una medalla de la Virgen de los Reyes. Existe también en Sevilla una estatua ecuestre de San Fernando, en la llamada Plaza Nueva, mirando hacia el Ayuntamiento. Es obra de Joaquín Bilbao y se integra como remate en un monumento finalizado en 1924. El nombre de San Fernando está además presente en numerosas instituciones sevillanas, así como en menor medida en otras instituciones y lugares de España e Hispanoamérica.
Juan Carlos Cobaleda.

María de la Concepción Berlanga dijo...

En cuanto a la iconografía de Fernando el Santo, se aprecia cierta diferenciación entre las imágenes religiosas de San Fernando y las imágenes historicistas del monarca o rey. Estas últimas, características de las obras historiográficas antiguas, suelen ser retratos ecuestres o entronizados del rey, en ocasiones recibiendo el vasallaje de reyes islámicos o sosteniendo símbolos de poder, como la espada, el cetro y la bola coronada por una cruz, alusión a la lucha por la extensión universal de la fe cristiana. Las imágenes piadosas presentan en algunos casos a San Fernando mirando al cielo en actitud de súplica o mezclándose entre los pobres con limosnas. La primera imagen religiosa de San Fernando, obra de Claude Audane “el Viejo”, data de 1630. Posteriormente, en 1633, Francisco Pacheco representó en un cuadro la entrada de Fernando III en Sevilla.
Ha sido un acierto que Pedro ponga la estatua de Fernando III en Baeza y el cuadro de la catedral de Jaén como prototipo de ambas manifestaciones de la persona del Santo Rey Fernando.
María de la Concepción Berlanga.

Luis Ríos Hernández dijo...

El emirato de al-Andalus había alcanzado todas sus características como ámbito político y los cristianos que vivían en él considerarían consumada la pérdida de Hispania, según la conocida expresión de la Crónica Mozárabe (año 754).
La llegada en el 756 de Abd al-Rahman, único superviviente de la familia omeya después de su derrota y exterminio a manos de los abbasíes y sus aliados, provocó la independencia política de al-Andalus, que el nuevo califato apenas estuvo en condiciones de combatir, tal era la lejanía de la península y la escasez de medios que podía movilizar en aquel caso Bagdad. El predominio de lo árabe es patente en muchos momentos de la historia andalusí, pero no parece que se cometiera el error de marginar habitualmente a los otros componentes de la población. Abd al-Rahman I debió inspirarse también en antecedentes visigodos, no sólo orientales, para desarrollar su régimen monárquico y las instituciones administrativas y fiscales.
Concluía el siglo VIII cuando Al-Hakam I (796-822) conseguía crear los cuadros de un ejército a sueldo permanente, en medio de diversas revueltas internas y del primer ataque fuerte procedente de la Asturias de Alfonso II. En las primeras décadas del IX, bajo el emirato de Abd al-Rahman II, mejoraron las condiciones económicas y sociales; hubo una introducción de las iniciativas y métodos elaborados por los abbasíes en Oriente y se produjo un fuerte proceso de conversión al Islam y cierta promoción de los mawali o muladíes hispanos.
Luis Ríos Hernández.

Sergio Montes Segura dijo...

La sociedad musulmana andalusí, desembocó en un periodo de disgregación y revueltas entre los años 850 y 920, al que contribuyeron varias causas, entre ellas la oposición a la hegemonía árabe a la arabización cultural, y por parte de bastantes cristianos mozárabes, al peligro de una islamización cada vez más intensa. Se añadía las rebeldías contra el poder emiral y su concentración en Córdoba. La presión de las operaciones militares y conquistas llevadas a cabo por los reyes de Asturias, que pasaron a instalar su capital en León (año 914), y, en menor medida, por los vascones pirenaicos y por los condes de la Cataluña carolingia.
La salida de la crisis ocurre durante los primeros años de Abd al-Rahman III (912-961). Córdoba alcanza el apogeo político a lo largo del siglo X, bajo su mando y el de sus sucesores Al-Hakam II (961-976) e Hisam II (976-1009) y los generales de éste, Galib, Al-Mansur y Abd al-Malik.
Se restableció el equilibrio militar frente a los cristianos del Norte y al-Andalus pasó a la ofensiva, aunque no estaba en condiciones de recuperar o conquistar territorios sino de mantener su área fronteriza en torno al Sistema Central y el pre-Pirineo, y castigar con incursiones y razzías los territorios más norteños.
Abd al-Rahman III tomó el título de califa en el 929 como réplica a sus enemigos fatimíes del Magreb pero también para consolidar la pacificación de al-Andalus con aquel refuerzo político-doctrinal. Las discordias interiores parecían superarse en torno a un régimen fuerte y dotado de un ejército profesional en el que formaban no sólo árabes y bereberes, al margen ya de cualquier adscripción tribal, sino también muchos mercenarios y antiguos esclavos de origen eslavón.
Los califas cordobeses padecieron los mismos efectos que los abbasíes habían experimentado un siglo atrás: los jefes militares, sobre todo Al-Mansur, mediatizaron la voluntad de Hisam II y, en cuanto cesó el prestigio del caudillaje y de las victorias militares sobre los cristianos que eran poco rentables; las disensiones internas en el ejército contribuyeron a producir una nueva disgregación aunque, esta vez, sobre bases económicas y situaciones sociales mucho más prósperas que las de mediados del siglo IX.
Sergio Montes Segura.

Matías Sotomayor dijo...

Los santos eran los grandes héroes de aquella sociedad sacralizada y empapada de trascendencia. La canonización de un rey castellano redundaba en el prestigio de la institución monárquica, pero especialmente en el de su titular. La relación entre el rey santo y Carlos II favorecía la imagen piadosa y sagrada del monarca actual y también la de su madre y regente, a la vez que se dotaba a la publicística regia de un carácter triunfalista, en medio de la realidad decadente, con la vinculación con aquel antepasado victorioso. Esta identificación se pone directamente de manifiesto en la literatura de los sermones, canciones, emblemas y arte efímero, desarrollados en el marco de aquellas fiestas. En las funciones realizadas por la Inquisición en Córdoba, en el convento de San Pablo, aparecían en un mismo escenario el estandarte de San Fernando, el retrato de Carlos II y el ave fénix en el momento en el que se consume en el fuego antes de renacer; Carlos II era el ave fénix renacido de las cenizas de su abuelo, tal como explica el autor de la relación festiva.
Pero, a su vez, eran fiestas religiosas, con un contenido también propagandístico de la Iglesia a nivel nacional. Numerosas eran las celebraciones religiosas en las que de forma directa o indirecta se exaltaba a la Monarquía. Fiestas inmaculistas y de desagravios promovidas por la Corona, el establecimiento de funciones anuales como la Virgen del Patrocinio de 1656, rogativas y acciones de gracias en guerras, nacimientos de príncipes,… mostraban la piedad de los monarcas y la solidaridad entre el Absolutismo y la Contrarreforma. Aunque, posiblemente, en las fiestas de San Fernando, la transposición de intereses regios a realidades sacras llegó a su máxima, o cuanto menos novedosa, expresión.
Matías Sotomayor.

Gonzalo Castillo Silva dijo...

No son muchos los tipos monetarios que se adjudican con seguridad al reinado de Fernando III, pues existen todavía importantes lagunas en el estudio numismático de este período, en el cual se extenderían los llamados dineros burgaleses, así como las piezas conocidas como doblas o castellanos, si bien estas últimas son mucho más frecuentes en el reinado de su sucesor, Alfonso X. Las monedas mejor conocidas del reinado de Fernando III son las piezas de vellón acuñadas en territorio leonés. En La Coruña se emitieron dineros cuyo anverso lo formaba una cruz florenzada que partía la gráfila interior y que presentaba veneras en los cuadrantes. Y es que la venera era el símbolo característico de la ceca coruñesa. En el reverso iba un león mirando a la izquierda. En León se acuñaron óbolos y dineros que presentaban en el anverso una cruz patada con veros heráldicos sobre vástagos en los cuadrantes, mientras que en el reverso iba una pequeña cruz sobre un árbol flanqueado por leones. La leyenda más propia de todas estas acuñaciones era la de “Moneta legionis”, es decir, “Moneda de León”, omitiéndose el nombre del rey, a diferencia de lo que solía ser normal en reinados anteriores y posteriores. Esta omisión del nombre del soberano dificulta la identificación de los tipos monetarios propios del reinado de Fernando III, y en ella podría verse tal vez un signo más de la humildad que las crónicas le atribuyen. Fernando III estuvo entre los monarcas que decidieron que su imagen no fuera representada en las monedas, pues tales imágenes eran de ínfima calidad y aclaraban poco acerca del verdadero aspecto de los reyes. Y además Fernando III mostró siempre aversión hacia toda representación suya hecha para glorificarle, prefiriendo exhibir en las victorias o en la iconografía oficial los antiguos símbolos territoriales.

Gonzalo Castillo Silva.

Luis Alfonso Guzmán dijo...

Durante el siglo X se había producido un fuerte progreso de las ciudades y del comercio, un mejor control del aprovisionamiento de oro africano, y un auge de la actividad cultural que continuaron durante buena parte del siglo XI. La quiebra y fragmentación del califato tuvieron lugar rápidamente, entre los años 1008 y 1031. Tomaron su relevo varias decenas, llegó a haber casi treinta, de pequeños reinos de diversa extensión territorial y viabilidad política muy diversa a los que se conoce como taifas cuyos reyezuelos (muluk al-tawa'if) actuaban como supuestos representantes de unos califas cordobeses ya inexistentes.
Algunas taifas fueron gobernadas por dinastías beréberes y otras por individuos surgidos del mundo de los mercenarios eslavones pero muchas fueron andalusíes, regidas por muladíes o por árabes ya totalmente integrados en la sociedad autóctona.
Los reinos de taifas más importantes, que absorbieron a otros menores, fueron los que tenían frontera con la España cristiana, por elementales razones estratégicas: Badajoz en la marca inferior y Toledo en la media, ambos con dinastías beréberes, Zaragoza, Lérida y Tudela en la marca superior, con reyes andalusíes. En el Sur se consolidó una taifa importante de dinastía beréber, la de los ziríes de Granada, y otra andalusí, la de Sevilla. En Levante predominaron las taifas de eslavones: Tortosa, Valencia, Denia y Baleares, Murcia, Almería.
Por los mismos años en que se disgregaba el califato de Córdoba ocurrían también importantes redistribuciones del poder político en los reinos de la España cristiana, durante los años de Sancho Garcés III de Pamplona y los inmediatos a su muerte. Por entonces, León con Castilla, que fue reino desde 1035, sobrepasaba ampliamente la frontera del Duero, Navarra dominaba las tierras del alto Ebro hasta cerca de Tudela, y Aragón se constituía como reino e integraba también Sobrarbe y Ribagorza. Más al Este, la Cataluña Vieja había completado el proceso de dominio y poblamiento entre los Pirineos y el bajo Llobregat.
Saludos.
Luis Alfonso Guzmán.

Manuel Alfonso Gómez dijo...

En el modo de morir se refleja también la extrema religiosidad manifestada por Fernando III, que quiso humillarse conscientemente a pesar de su condición de rey. Su teatralidad la entendemos como nacida de la fe y no de la falsedad. Entre las últimas enfermedades que le acometieron se encontraba la hidropesía, dolencia consistente en el derrame o acumulación de líquidos en tejidos u órganos internos. Viendo que se acercaba su muerte en la Sevilla reconquistada, Fernando III se despreocupó de los asuntos de gobierno y se centró en los cuidados espirituales de su tránsito. Tomó los últimos sacramentos con gran devoción. Antes de comulgar se postró en tierra con un crucifijo entre la manos sobre un montón de cenizas (como haría años después para morir su primo San Luis), y se colocó una soga al cuello, dando muestras de gran arrepentimiento por sus pecados. Pidió además perdón a los circunstantes por los agravios que hubiera podido causarles, a lo que estos respondieron que sólo mercedes habían recibido. Hizo retirar de la sala todos los adornos y las insignias que pudieran recordar su calidad de rey o sus victorias, queriéndose así desprender simbólicamente de todo ante el poder igualador de la muerte. Se despidió de su segunda esposa y de sus hijos dándoles algunos consejos, especialmente al infante don Alfonso, que pronto reinaría con el título de Alfonso X y el sobrenombre popular de “el Sabio”. El rey tuvo después la sensación de que su alma se iba a salvar y pidió por ello con alegría que le encendiesen una vela en representación del Espíritu Santo. Sus últimas palabras aludieron a que desnudo había nacido y desnudo se ofrecía a la tierra. Murió entre los rezos y cantos religiosos de quienes le acompañaban, seguramente al amanecer del jueves 30 de mayo de 1252, si bien en su epitafio sepulcral se alude al “postrimero día de mayo”. El día 30 de mayo fue posteriormente instaurado como el de San Fernando, coincidiendo ahora su festividad con la de la santa francesa Juana de Arco, quemada en la hoguera en Ruán en 1431 bajo la acusación de brujería, y luego canonizada en 1920 por el Papa Benedicto XV.
Manuel Alfonso Gómez.

Pedro Antonio García Santacruz dijo...

La presión militar y tributaria de los poderes cristianos sobre los taifas aumentó desde mediados del siglo XI, a medida que se hacía cargo de ella Fernando I de Castilla y León. En la generación siguiente, su hijo Alfonso VI consiguió la capitulación de Toledo y su taifa en el año 1085, suceso crucial en la historia hispánica del medievo, pero aquello tuvo como consecuencia que otros reyes de taifas, en especial el de Sevilla, reclamaran la ayuda de los almorávides del Magreb, que pasaron pronto de la condición de aliados a la de dueños del poder prevaliéndose de su fuerza y del prestigio que les aportaron sus victorias sobre Alfonso VI.
Los reinos de taifas habían prolongado muchos aspectos del esplendor cultural del califato pero fueron incapaces de heredar su fuerza política y guerrera y sucumbieron ante la doble presión de las exigencias tributarias o parias y de la presión militar de los reyes cristianos, por una parte y, por otra, ante el regeneracionismo musulmán de los almorávides que, al hacer frente a los cristianos y reunificar al-Andalus, consiguieron, sin duda, su supervivencia pero en condiciones distintas a las que hasta entonces se habían dado.
A la altura de los siglos X y XI, sus diferencias con las de la España cristiana eran tajantes y, más que en los dos siglos anteriores, se puede hablar de frontera entre civilizaciones. La hispano cristiana recibiría influjos y herencias de la andalusí en su proceso de enfrentamientos y relaciones diversas, pero su identidad fue clara y crecientemente europea.
En los siglos anteriores había ocurrido otro proceso, en condiciones muy distintas, el de la permanencia y fusión de realidades premusulmanas en al-Andalus; hay que destacar el bilingüismo, la supervivencia de aspectos y usos de la vida cotidiana y material, la herencia de tipo administrativo e incluso político, el papel de los cristianos mozárabes, diversamente valorado según las regiones y épocas.
Pedro Antonio García Santacruz.

Miguel Ángel Espínola dijo...

En al-Andalus se formó una sociedad musulmana integrada en la civilización y en el mundo del Islam clásico, y sólo así cabe entender su realidad histórica; los 50.000 árabes y más del doble de bereberes que entraron en la Península hasta el siglo XI fueron suficientes, desde sus posiciones de dominio, para impulsar un nuevo orden social, cultural y religioso, al que se iban adhiriendo cada vez más conversos o muladíes hispanos en un proceso que culminó en el siglo X.
Antes se había recorrido un camino plagado de dificultades; incluso después de la conversión al Islam, las diferencias a favor de los árabes y sirios permanecían e irritaban a bereberes y a muladíes hispanos. Las revueltas y secesiones de la segunda mitad del siglo IX tuvieron en cuenta a menudo esta situación social. Así, en el valle del Ebro, la gran rebelión de Musa ibn Qasi y sus hijos contra Córdoba entre los años 842 y 880, se apoyó en la población muladí. Mientras tanto, Toledo conocía varias revueltas en los años 807, 829 a 837 y 852 y un periodo de autonomía total entre 873 y 932, una de cuyas bases fue la población muladí y la escasez de árabes y bereberes en aquel sector.
Miguel Ángel Espínola.

David Gutiérrez González dijo...

En la actual Andalucía, las revueltas de muladíes y mozárabes fueron frecuentes en la segunda mitad del siglo IX frente al predominio árabe en Jaén o Granada, por ejemplo. La alteración más conocida fue la revuelta rural de musulmanes y cristianos en el Sureste, desarrollada entre los años 880 y 917 bajo el mando de Umar ibn Hafsun, un muladí que llegó incluso a ser nombrado representante del califa abbasí, aunque acabó sus días convertido al cristianismo lo que le restó muchos apoyos.
Los mozárabes perdieron fuerza y disminuyeron en número después de la crisis de la segunda mitad del IX, además de aceptar aspectos lingüísticos y culturales árabes no incompatibles con su fe religiosa que, salvo excepciones, fue respetada en las condiciones previstas por la ley islámica. Bastantes emigraron a tierras cristianas pero otros permanecieron como minoría hasta las definitivas expulsiones del siglo XII debidas a almorávides y almohades.
Los judíos, que no parecen haber participado en revueltas o alteraciones, tenían también la consideración de hombres del Libro (La Biblia) y, por lo tanto, de protegidos, y mantuvieron una situación próspera o, al menos, pacífica, hasta que les afectó también la radicalización e intransigencia de los dominadores norteafricanos en el siglo XII.
La desintegración del califato de Córdoba en diversos reinos de taifas coincidió con la reorganización política del espacio hispano cristiano y con su creciente vinculación al Occidente europeo, en los comienzos de una larga fase de expansión. La guerra con al-Andalus se planteaba ya claramente como una reconquista, a través de diversas modalidades pero con un objetivo global. En una primera época, Fernando I de Castilla y León (1035-1065) y Ramón Berenguer I de Barcelona (1035-1076) aprovechan la debilidad de los taifas para someterlos a protectorado militar a cambio del pago de parias, lo que implica la sujeción política indirecta de nuevos territorios: Tortosa, Lérida, Valencia, en el caso catalán, Zaragoza, Toledo, Badajoz, Sevilla e incluso Granada, en el castellano-leones.
David Gutiérrez González.

Sabrina Peláez dijo...

Antes de exponer algunas consideraciones, por fuerza esquemáticas, acerca de varios géneros de obras textuales árabes (históricas, geográficas, jurídicas, genealógicas, biográficas, y relatos literarios) haré un breve repaso sobre la situación cronológica de la composición oral y escrita de las fuentes textuales árabes.
Haré alguna puntualización sobre la composición y transmisión de las fuentes textuales árabes acerca de la conquista de al-Andalus. Hay que tener en cuenta que son varias las
características y circunstancias de las fuentes textuales árabes acerca de la conquista de al-Andalus, por lo que plantean diversos problemas a la hora de su utilización como fuentes históricas; Habrá por tanto que señalar algunos, como el de su composición y transmisión, la interferencia de diversos y a veces enfrentados intereses, y el despiece y pérdida de obras fundamentales. … Continuaré…
Sabrina Peláez.

Eduardo José Morón dijo...

Deseo que se tenga en cuenta que Alfonso VI de Castilla y León (1065-1109) dio un paso decisivo al ocupar por capitulación Toledo, la antigua capital visigoda y sede arzobispal primada de Hispania, y su taifa (1085), y lograr una clara posición hegemónica como "emperador de las dos religiones" e "Imperator toletanus", mientras su vasallo El Cid tomaba Valencia (1094), que se mantuvo en manos cristianas hasta 1102. La entrada de los almarávides norteafricanos, sus victorias sobre Alfonso VI (Sagrajas, 1086; Consuegra, 1097; Uclés, 1108) y su dominio político en al-Andalus, frenaron la expansión y el hegemonismo castellano-leones tanto como la crisis del reino a la muerte de Alfonso VI, al tiempo que los reyes de Aragón y Navarra, Pedro I y Alfonso I (1104-1134) conseguían ampliar su reino en el valle medio del Ebro (conquistas de Huesca, 1096, y Zaragoza, 1118), y Ramón Berenguer III lanzaba una primera expedición contra Mallorca y conquistaba Tarragona entre 1118 y 1126. La decadencia del poder almorávide permitió un nuevo avance cristiano pero el equilibrio político entre los reinos comenzaba a modificarse: Alfonso VII de Castilla y León (1126-1157) mantuvo el titulo de "emperador" y una hegemonía política sobre otros reyes y poderes cristianos y musulmanes basada en pactos vasalláticos, pero Navarra volvió a tener rey propio desde 1134, aunque perdió definitivamente la frontera con al-Andalus, mientras que Aragón y Cataluña se unieron bajo Ramón Berenguer IV desde 1137 y el condado de Portugal pasó a ser reino independiente desde 1139-1143. A la muerte de Alfonso VII, León y Castilla se separaron, hasta 1230, de modo que aquella época de la reconquista estuvo protagonizada por la colaboración y la competencia entre los cinco reinos. En la gran ofensiva de los años cuarenta, Alfonso VII tomó Coria (1142), completó el dominio de la cuenca del Tajo en su sector castellano, y conquistó por unos años Baeza y Almería (1147), mientras que Alfonso I de Portugal tomaba Lisboa (1147) y Ramón Berenguer IV Tortosa, Lérida y Fraga, y establecía con Alfonso VII el tratado de Tudillén (1151) asegurando su espacio de futuras conquistas en Valencia y Denia.
Eduardo José Morón.

Damián Maroto Luna dijo...

Don Rafael Cámara, Presidente de la Asociación Cultural “Iuventa” que tanto ha trabajado y luchado para que se reconozca la importancia histórica de la Judería de Jaén y se la admitiera en la Red de Juderías Españolas “Caminos de Sefarad”, defiende la postura de que San Andrés sí fue una sinagoga inicialmente. Para ello se basa en un cúmulo de coincidencias sobre dicha iglesia que, contextualizadas en un marco físico que linda con la antigua judería giennense, se convertirían para él en indicios también de peso para justificar su origen como templo judío. Así, para el Sr. Cámara, estas coincidencias-indicios serían: una entrada principal mucho más sencilla que el resto de iglesias históricas de la ciudad (las sinagogas presentan accesos muy sencillos); la puerta de entrada no queda frente al altar mayor (las sinagogas nunca tenían la puerta de entrada frente a la orientación del templo para que al salir de la misma no se diera nunca la espalda a la Torah); la orientación del templo hacia el este; el pavimento interior del templo a un nivel inferior al de la calle (las sinagogas solían situarse por debajo del resto de templos cristianos); la similitud artística de la planta del templo con las iglesias de Santa María la Blanca, de Toledo, y la Iglesia del Corpus Christi de Segovia, ambas inicialmente sinagogas; la presencia de un patio que recordaría los patios de acceso de las sinagogas; la denominación popular antigua de la actual calle del Rostro como la calle “de las Escuelas” por la presencia del colegio de San Andrés (pero que para Rafael Cámara serían reminiscencias de la presencia en el mismo lugar de la yesibah o centro de estudios religioso judío que habría unido a la sinagoga).
Damián Maroto Luna.

Antonio Mendoza Salas dijo...

El cuerpo de Fernando III fue según la tradición envuelto en ricas telas arábigo andaluzas y colocado en un sepulcro de la capilla real de la catedral de Sevilla, santuario en el que todavía permanece. Allí mandó poner el nuevo rey Alfonso el siguiente epitafio, cuya redacción (que aquí transcribimos en castellano moderno) se le atribuye: “Aquí yace el muy honrado Fernando, señor de Castilla y de Toledo y de León y de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, el que conquistó toda España, el más leal, el más verdadero, el más franco, el más esforzado, el más apuesto, el más granado, el más sufrido, el más humilde, el que más teme a Dios, el que más le hace servicio, el que quebrantó y destruyó a todos sus enemigos, el que alzó y honró a todos sus amigos y conquistó la ciudad de Sevilla, que es cabeza de toda España”.

Antonio Mendoza Salas.

Inmaculada Granados Vega dijo...

Nada más morir el rey Fernando empezó a crecer su fama de santo, de modo que en los aniversarios de su muerte se paralizaba la actividad normal en Sevilla, concentrándose la gente con insignias, cirios y ofrendas en torno al sepulcro del rey. El soberano islámico de Granada envió cien representantes nobles para que participasen en las exequias de Fernando III portando antorchas encendidas. Las hagiografías fernandinas han querido ver en este gesto que incluso los reyes islámicos sentían pesar por su muerte, pero es más lógico pensar que experimentaron alivio, ya que Fernando III había dado un impulso mayor del esperado a la reconquista cristiana de la península. Incluso llegó a enviar un ejército al Norte de África, y las crónicas aluden a su deseo de trasladar la guerra a África para debilitar más aún a los enfrentados reinos islámicos.

Inmaculada Granados Vega.

Luis Fernando Guzmán Expósito dijo...

En el proceso abierto en el siglo XVII para su beatificación y canonización se estudiaron los supuestos milagros atribuidos por los fieles al rey, “muchos más realizados en muerte que en vida”, destacando entre ellos los relacionados con la defensa y amparo de los presos por razones de guerra o de causas injustas, en lo que se quiere ver un reflejo de la piedad mostrada en vida por el rey hacia sus enemigos capturados. Pero todo esto se escapa de la certeza histórica, entrando en el ámbito de las conjeturas o de la fe.
Entre los elementos tenidos en cuenta en los procesos de beatificación y canonización de Fernando III estuvo el estado de conservación de su cadáver. Su sepulcro fue por primera vez abierto para examinar el cuerpo en 1631, y más tarde se volvió a abrir en 1668. Los médicos y cirujanos, delante de las autoridades eclesiásticas, comprobaron que el cuerpo había experimentado un proceso de momificación natural, conservándose su piel, tejidos y articulaciones, salvo en una pierna que dejaba los huesos al descubierto desde la rodilla hasta el pie. Sorprendió el hecho de que no desprendiese mal olor. Su estado contrastaba con el de otros cuerpos de la familia real también depositados en la catedral de Sevilla, los cuales se encontraban mucho más corrompidos y desbaratados. En la actualidad el cuerpo del rey se encuentra dentro de una urna de plata, dentro de la cual ha continuado su proceso de lenta destrucción, provocada por micro lepidópteros y coleópteros que atacan los tejidos momificados.
Luis Fernando Guzmán Expósito.

Paola Moyano Martínez dijo...

Uno de los hijos de Fernando III, el infante Felipe, tal vez influido por la piedad manifestada por su padre, inició la carrera eclesiástica y cursó estudios en la universidad de París. Una vez conquistada Sevilla, se restauró su sede arzobispal, y al frente de la misma fue colocado el infante Felipe. Pero algunos años después de la muerte de su padre, Felipe renunció a la dignidad pastoral, casándose con la princesa Cristina de Noruega. Esto podría interpretarse como que la profunda educación religiosa recibida en la corte de Fernando III por deseo de éste, hizo a uno de sus hijos confundir su verdadera vocación. Otros dos hijos varones del rey abrazaron el estado eclesiástico, y una de sus hijas, llamada Berenguela, permaneció como monja en el monasterio burgalés de Las Huelgas.
Paola Moyano Martínez.

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Pedro, me alegro que hayas tocado este tema. Con honestidad reconozco que no conocía la existencia de estos restos árabes, ni ningunos otros que tuviesen alguna importancia; varias veces te he manifestado mi opinión sobre la presencia árabe en Lahiguera. Me hubiera gustado que especificaras más qué tipo de cerámica es la encontrada, alguna fotografía.
Creo que hay que aclarar una cosa que puede llevar a confusión: las cuevas a que te refieres ya sabes que son de época reciente, de algunas vivieron su construcción nuestros abuelos. Otra cosa son los restos, árabes, encontrados en los alrededores. De no conocer restos de construcciones no hay que extrañarse, eran bastante chapuceros, me refiero a que la mayoría de sus edificios eran de adobe o tapial, materiales poco resistentes al paso del tiempo.
Nada más, agradecerte tu lección de historia. Cuando nos veamos, espero qe pronto, te comentaré algo sobre las cruces de las órdenes Templaria, Hospitalaria y de Calatrava.
Un abrazo

Daniel González Muñoz dijo...

Con respecto a los reyes islámicos de los territorios andalusíes, la actitud de Fernando III consistió en el cumplimiento leal de los acuerdos suscritos, si bien es cierto que las condiciones de dichos acuerdos solía fijarlas siempre el soberano castellano-leonés de forma muy favorable a sus intereses gracias a la fortuna en las armas, incluyendo la prestación de vasallaje por parte de los derrotados o intimidados reyes meridionales. Guardando las treguas y los pactos reintrodujo un componente caballeresco casi ya olvidado en las luchas intestinas que agitaban al espacio andalusí. El rey islámico de Baeza, al-Bayyasí, entregó antes de morir a Fernando III como rehén a uno de sus hijos, el cual, no sabemos si por conveniencia o de forma sincera, se convirtió al cristianismo y fue bautizado como Fernando Abdelmón, pasando a integrarse luego en la nueva nobleza sevillana. La adopción del nombre de Fernando y la concesión del título castellano de infante parecen indicar que el rey Fernando III fue su padrino de bautismo. Incluso es posible que el propio al-Bayyasí se hiciera cristiano siendo ya un jeque anciano, lo que refieren con vergüenza los cronistas musulmanes. No hubo por tanto en Fernando III ningún atisbo de racismo, aunque estaba clara su actitud integrista en materia religiosa, propia de un rey cruzado. Ejemplo de la diplomacia fernandina es la intercesión para que el Papa pudiera enviar un legado al sultán de los benimerines de Marruecos. El cronista musulmán al-Himyari, a pesar de lamentar los avances reconquistadores del monarca castellano-leonés, alude a él como “un hombre dulce, con sentido político”.
Daniel González Muñoz.

Álvaro Díaz Entrena dijo...

Una de las actuaciones historiográficamente más criticadas de Fernando III es el hecho de que prácticamente vaciase de población musulmana las ciudades de Córdoba, Jaén y Sevilla tras su conquista. Era tanto un castigo por la resistencia ofrecida como un aviso a las ciudades que todavía estaban por someter. Además esta expulsión dejaba al rey una mayor libertad para reorganizar el funcionamiento de los territorios conquistados, evitando posibles revueltas religiosas. Posteriormente el rey permitía el regreso de parte de la población musulmana, la cual debía integrarse en la nueva estructuración de las grandes ciudades. Fernando III acompañaba por tanto sus acciones militares con otras encaminadas a debilitar la fe islámica en territorio peninsular, lo que indica su concepción de la reconquista como cruzada. Parte de la población musulmana expulsada pasaba a otros territorios peninsulares todavía controlados por los poderes islámicos, y una parte menor cruzaba a África, aminorando así la tensión religiosa en las regiones reconquistadas. El historiador tunecino Ibn Jaldún, descendiente de emigrados, hace referencia con dolor a este éxodo sufrido por la población hispanomusulmana. La nostalgia por la progresiva pérdida de al-Ándalus estuvo presente en la poesía y en la historiografía árabe, y constituye aún hoy en día un tema recurrente.
Álvaro Díaz Entrena.

Isidro Anguita Aceituno dijo...

Desde poco después de su muerte e incluso antes de la misma, Fernando III fue ensalzado por diversas personalidades, empezando por su hijo y sucesor Alfonso X, que le describió como lleno de virtudes, gracias y bondades. El monje benedictino y ensayista español Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) quedó cautivado por la biografía del monarca, hasta el punto de decir que en ninguna parte se ha encontrado alguien semejante a él. El Papa Gregorio IX (“1227-1241”), cuando aún vivía el rey, le proclamó “Atleta de Cristo”, y el Papa Inocencio IV (“1243-1254”), deslumbrado por sus victorias y por la humildad con la que las recibía, le llamó “Campeón invicto de Jesucristo”. Fernando III fue canonizado el 4 de febrero de 1671 por el Papa Clemente X. La documentación de los procesos de beatificación y canonización se conserva en los fondos de la catedral de Sevilla, junto a otros elementos relacionados con el monarca, como su espada, las llaves de la ciudad de Sevilla, sellos medievales, el epistolario…Muchos de estos objetos fueron expuestos en el trascoro de la catedral en el año 2002 con motivo del 750 aniversario de su muerte. También ese año se celebró en Sevilla un congreso internacional sobre su figura, y en cuya inauguración participaron los reyes de España.
Saludos para todos los lectores.
Isidro Anguita Aceituno.

Víctor Manuel Dávila de la Vega dijo...

Fernando III, al igual que otros personajes relevantes de la historia española, tuvo su sitio, bajo el signo del interés, en la didáctica franquista, caracterizada en gran medida por la recopilación resumida de biografías ejemplarizantes. Una colección de tebeos mexicana publicada por la editorial Novaro y titulada “Vidas Ejemplares” dedicó en 1965 uno de sus números a San Fernando. En él el rey es descrito como un perfecto caballero cristiano centrado en la empresa reconquistadora. Para fascinar al público infantil el tebeo incide especialmente en los episodios militares, y recoge además la leyenda de que el rey entró en secreto en Sevilla durante su asedio para rezar a la escondida imagen de la Virgen de la Antigua, imagen que en cambio otros consideran que fue la que el rey hizo entrar triunfalmente en Jaén. Actualmente la figura de Fernando III sigue despertando sentimientos encontrados, debido principalmente a la interrelación que hizo de política y religión. En todo caso el devoto rey, hijo de su tiempo, cambió la faz del territorio ibérico, unificando dos reinos cristianos y haciendo retroceder con ardor inesperado los dominios del Islam.
Víctor Manuel Dávila de la Vega.

Jerónimo Duarte Sánchez dijo...

Pretendo hacer mis dos comentarios para analizar las circunstancias por las que el Infante Fernando de León llega a ser rey de Castilla y León, sin que esa posibilidad pudiese vislumbrarse en su momento, pues dinásticamente las coronas de ambos reinos tenían sucesores y nada hacía que se pudiera aseverar tal sospecha.
Fernando III el Santo nace el año 1201 (tal como se ha dicho) en un lugar de Zamora donde posteriormente se alzaría el Monasterio de Valparaíso. De hecho las posibilidades de reinar que tenía eran prácticamente nulas (tenía un hermano mayor también llamado Fernando que fallece en 1211, pues tanto en Castilla donde Enrique I es el sucesor de Alfonso VIII, como en León donde Alfonso IX se siente más inclinado a dejar el trono a una de sus hijas nacidas de su anterior matrimonio con Teresa de Portugal, contaban con sucesores en ambos casos. Mira por donde el Papa Inocencio III declara nulo aquel matrimonio de sus padres, pues doña Berenguela es sobrina de Alfonso IX, y sin embargo legitima el hijo de éstos. A los diez años peligra su vida. No puede dormir ni comer. Doña Berenguela coge al niño en sus brazos, llega al monasterio de Oña, reza, llora durante una noche entera ante la imagen de la Virgen "y el menino empieza a dormir, et depois que foi esparto, luego de comer pedía".
Jerónimo Duarte Sánchez.

Jerónimo Duarte Sánchez dijo...

A partir del episodio de la enfermedad del infante niño Fernando a la edad de diez años le acompaña siempre la fortuna. Una teja hiere a su tío, Enrique I, mortalmente en la cabeza, mientras juega con unos muchachos de su edad en el patio del Palacio Episcopal de Palencia. Berenguela es reina de Castilla. Avisado por su madre, Fernando se reúne con ella y juntos marchan hacia Valladolid. Allí Berenguela recibe el reino que le pertenece por herencia e inmediatamente renuncia a él en favor de su hijo. El rey cuenta con dieciocho años. Poco después, en las Huelgas de Burgos, el obispo Don Mauricio le ciñe la espada de Fernán González y le arma caballero. Fernando vence a Alfonso IX, quien aliado con la poderosa familia de los Lara, intenta arrebatarle el reino por la fuerza, estimando que le corresponde a él por matrimonio. Fernando III, rey de Castilla entre 1217 y 1252 y de León entre 1230 y 1252, vincula a su persona la corona de ambos reinos llevando a cabo su definitiva unión en 1230; reunió por primera vez en 1250 las Cortes de Castilla y de León, buscando formas de gobierno acordes a sus heterogéneos dominios.
Jerónimo Duarte Sánchez.

Francisca Casado Armenteros dijo...

Fernando III casa en 1219 con doña Beatriz de Suabia, hija del emperador de Alemania. Berenguela había firmado durante su regencia una tregua con los almohades el 1215 y la renueva Fernando el 1221, puesto que necesita la paz externa para terminar de ordenar los asuntos del reino. En 1224, se produce el fallecimiento de Yusuf II y con este hecho sobreviene también el final de las treguas acordadas con Castilla. Fernando III ha conseguido la pacificación de su reino y está más que dispuesto a pasar a la ofensiva contra los almohades. En cuanto a Alfonso IX de León, deja dispuesto en 1229 que, a su muerte, violando el derecho sucesorio, el trono de León recaiga en sus hijas Sancha y Dulce, nacidas de la unión con Teresa de Portugal. Alfonso IX muere el año 1230. Una vez más, la extraordinaria habilidad de Berenguela va a salvar la situación en beneficio de Fernando III. Entrevistada con Teresa de Portugal, logra que Sancha y Dulce renuncien a las concesiones del testamento de su padre a cambio de cuantiosas compensaciones económicas, en lo que se conocerá como "Tratado de las Tercerías". A éste acuerdo se unirá el de "Sabugal" suscrito por Fernando III y Sancho II de Portugal. Ambos monarcas desean ciertamente vivir en paz especialmente porque la Reconquista no ha hecho más que comenzar. En diciembre de 1232, Fernando III, asegurado su dominio sobre León, concentra sus tropas en Toledo. Antes de que concluya el año, Trujillo, está en sus manos. Los años siguientes constituyen una secuencia ininterrumpida de victorias. En 1233, las tropas castellanos reconquistan Montiel y Baza. En 1235, Medellín, Alange, Magacela y Santa Cruz. La estrategia castellana no puede ser más acertada militarmente: encerrar Sevilla en medio de dos ofensivas paralelas que surcan Extremadura y la cuenca del Guadalquivir.
Mi felicitación al articulista, muy agradecida por tu trabajo
Francisca Casado Armenteros.

Luis Carlos León Cuesta dijo...

En la segunda mitad del siglo XII, las combinaciones de alianzas y guerras entre los reinos cristianos y la presión creciente de los almohades, que acaban hacia 1172 con todos los poderes independientes andalusíes, frenaron parcialmente el avance conquistador y obligaron a nuevos esfuerzos de organización militar (expansión de las órdenes militares; importancia de las huestes de los concejos). Alfonso II de Aragón conquistó Teruel (1171), ayudó a Alfonso VIII de Castilla en la toma de Cuenca (1177) y en 1179 ambos firmaron el tratado de Cazorla, que delimitaba las fronteras de ambos reinos y sus zonas de expansión futura. En 1186, Alfonso VIII fundó Plasencia frente a los almohades, que mantenían la línea del Tajo, en la actual Extremadura, y lanzaron varias ofensivas que culminan en su victoria de Alarcos (1195), muy dañina para los avances castellanos en La Mancha. La reacción cristiana tardó en llegar. En julio de 1212 Alfonso VIII, con apoyo de otros reyes peninsulares y de cruzados europeos, obtuvo una gran victoria en Las Navas de Tolosa. Poco después se iniciaba el desmoronamiento del Imperio almohade, tanto en el Magreb como en al-Andalus, y las divisiones internas de los musulmanes facilitaban el rápido avance conquistador de los cristianos. Portugal, después del tratado de Sabugal (1231) con Castilla y León sobre zonas de expansión, completó la conquista del Alentejo (Serpa, Moura, 1232) y la del Algarbe al Este del Guadiana (Ayamonte, 1239). Después de 1249 sólo hubo algunos reajustes fronterizos con Castilla y León que, desde 1232, había puesto bajo su protección al reino taifa de Niebla pare evitar la posible conquista por los portugueses. En el ámbito leones, el avance prosiguió por la actual Extremadura, zona de máxima resistencia militar musulmana: Valencia de Alcántara (1221), Cáceres (1229), Mérida y Badajoz (1230), Trujillo (1232). Mientras tanto, se progresaba en la otra gran línea de avance, específicamente castellana, a partir de La Mancha y alto Guadalquivir: Alcaraz (1215), Quesada y Cazorla (1224), Baeza (1232) y Córdoba (1236). Por entonces, desde 1230, Castilla y León habían vuelto a unirse en una misma Corona, bajo Fernando III (m. 1252), lo que aumentó su capacidad ofensiva justamente cuando desaparecían los últimos restos del poder almohade en al-Andalus.
Es un blog muy interesante por sus documentadas entradas. Saludos de Luis Carlos León Cuesta.

Sabrina Peláez dijo...

Entre los acontecimientos de la conquista de al-Andalus, a comienzos del VIII, por su parte, y las primeras obras que nos han llegado con algunas referencias escritas, como el medinés al-Waqidi (747-822) o los primeros geógrafos orientales del siglo IX, transcurre más de un siglo y medio, durante el cual relatos sobre la expansión fueron transmitiéndose oralmente, de forma más o menos aislada o agrupada en colecciones de ajbar , plural de “noticia” (jabar ), que denomina un género árabe específico de noticias discontinuas, que no suele anotar fechas, centrándose en el episodio relatado, como tal. Nadie duda hoy de la exactitud que pueden lograr las tradiciones de composición y transmisión oral, pero las fechas de su composición por escrito resultan bastante tardías en relación con aquellos sucesos inmediatos a la primera decena del siglo VIII. Los relatos orales de la conquista de al-Andalus, más o menos dispersos, y bajo esa forma genérica de ajbar, seguirían las pautas tipológicas de sus antecedentes orientales, que iban siendo reunidos en “Libros sobre las primeras expediciones islámicas” (kutub al- magazi) (Schacht, 1953) o en “Libros de las conquistas” (kutub al-futuh), que deben ser analizados desde sus presupuestos tipológicos (Noth, 1989).
Sabrina Peláez.

Alonso Bermúdez dijo...

No son muchos los tipos monetarios que se adjudican con seguridad al reinado de Fernando III, pues existen todavía importantes lagunas en el estudio numismático de este período, en el cual se extenderían los llamados dineros burgaleses, así como las piezas conocidas como doblas o castellanos, si bien estas últimas son mucho más frecuentes en el reinado de su sucesor, Alfonso X. Las monedas mejor conocidas del reinado de Fernando III son las piezas de vellón acuñadas en territorio leonés. En La Coruña se emitieron dineros cuyo anverso lo formaba una cruz florenzada que partía la gráfila interior y que presentaba veneras en los cuadrantes. Y es que la venera era el símbolo característico de la ceca coruñesa. En el reverso iba un león mirando a la izquierda.
Alonso Bermúdez.

Salvador Herrera Marin dijo...

La caída de Córdoba, que era un símbolo del pasado esplendor de al-Andalus, permitió el rápido dominio de la campiña del Guadalquivir; mucho más difícil fue la toma de Jaén (1246), conseguida por pacto, a cambio de reconocer la existencia del emirato de Granada, como vasallo de Castilla, en las zonas montañosas de la Andalucía oriental. Dos años antes, el infante Alfonso, hijo y heredero de Fernando III, había sujetado a protectorado militar el reino taifa de Murcia, y alcanzado con Jaime I de Aragón (1214-1276) el tratado de Almizra (1244), que señalaba los límites de su expansión hacia el sur: en efecto, el rey de Aragón había llevado a cabo ya la conquista de su zona de influencia; tomó Mallorca e Ibiza entre 1229 y 1235 y, en la península, ocupó entre 1232 (conquista de Morella) y 1246 (Denia) todo lo que sería el nuevo reino de Valencia, cuya capital cayó en 1238. La culminación de las conquistas ocurrió cuando Fernando III entró en Sevilla, antigua capital andalusí de los almohades (1248). Unos años más tarde, en 1262-1263, Alfonso X (1252-1284) incorporó por completo las sierras de la baja Andalucía sujetas hasta entonces sólo a protectorado y control militar: Cádiz y Niebla (1262). La revuelta de los musulmanes mudéjares andaluces y murcianos en 1264, con apoyo del emirato de Granada, y su derrota, consumó los efectos de las conquistas anteriores. Alfonso X expulsó a casi todos los musulmanes de la Andalucía cristiana y, con ayuda de Jaime I, completó el dominio de Murcia, cosa imprescindible pare el rey aragonés tanto para asegurar su victoria sobre los mudéjares valencianos, que produjeron revueltas parciales hasta 1276, como para señalar sus pretensiones más allá de los límites fijados en Almizra: años después, Jaime II, tras una guerra con Castilla, anexionó a Valencia la parte norte del reino de Murcia en 1304. El cambio general de circunstancias políticas y económicas y la dificultad para completar la colonización de las tierras conquistadas pusieron fin al avance de los reyes cristianos en el último tercio del siglo XIII. A ello se unió la fuerte capacidad defensiva del emirato de Granada y el apoyo que recibió de los meriníes norteafricanos entre 1275 y 1350.
Salvador Herrera Marin.

Federico Arboledas Godoy dijo...

No podemos olvidar que en enero de 1236 tiene lugar un acontecimiento de radical importancia. Se hallan reunidas las cortes de Burgos cuando llegan inesperadas noticias de que las fuerzas castellanas se han apoderado por sorpresa del arrabal cordobés conocido como La Ajarquía. El 7 de febrero, el propio Fernando III se halla en el campo de batalla y el 29 de junio, Córdoba, la ciudad que en otro tiempo había sido capital del califato es reconquistada. Resulta difícil magnificar el enorme impacto moral que causa en el Islam la pérdida de Córdoba. También para los cristianos encierra un simbolismo obvio. De Córdoba habían partido las expediciones que los habían esclavizado y saqueado durante generaciones. También se habían originado allí las terribles campañas de Almanzor tan sólo comprensibles desde la óptica de la yihad. Ahora Fernando III considera llegado el momento de realizar un acto de innegable justicia histórica y así ordena la devolución de las campanas compostelanas robadas por Almanzor en el año 998. Igual que en el pasado, viajarán a hombros de cautivos pero esta vez rumbo a sus legítimos propietarios. En 1237 vuelve a contraer matrimonio con Juana de Ponthieu y, por enfermedad suya, el príncipe Alfonso (luego Alfonso X) ocupa el reino de Murcia, que se había hecho vasallo de Castilla, y se apodera de Lorca y Mula, que se le resistieron (1244). Este mismo año firma con Jaime I de Aragón el "Tratado de Almizra", por el que se fija el límite de la expansión aragonesa hacia el sur.
Federico Arboledas Godoy.

Juan Campos Padilla dijo...

La palabra Yad significa en hebreo “mano” y así es como los judíos denominan al puntero con el que el rabino sigue la lectura de la Torah para evitar el contacto directo de ésta con el cuerpo humano, una forma de evitar la “contaminación” del libro sagrado con sustancias impuras.
En las excavaciones arqueológicas realizadas en el solar ocupado hoy por la Casa de las Artes “Sabetay d’Jaen” (Universidad Popular), en el corazón de la judería, se descubrió uno de estos punteros en la bodega de una casona del siglo XIV, aunque su identificación no está aún del todo clara. Para unos especialistas podría tratarse de un adorno para el pelo y para otros se ajusta a lo que sería un puntero judío o yad. El objeto en cuestión parece estar realizado en marfil, aparece labrado en su parte superior con 7 círculos concéntricos y presenta una pequeña hendidura de sujeción, como para quedar colgando de algún punto (¿del libro de la Torah?)
El descubrimiento de este objeto, claramente asociado a la religión judía, demostraría la presencia de judíos (conversos aparentemente) en la ciudad de Jaén aún después de la expulsión de 1492 y refutaría la identificación tradicional de este barrio como la verdadera judería de Jaén.
Juan Campos Padilla.

Andrés Gallardo Palazón dijo...

Cuando Fernando quedó restablecido de su enfermedad, llego hasta la vega de Granada, se apodera de Jaén (1246), del reino granadino, cuyo soberano Mohamed Alhamar el viejo se hace tributario suyo, y hasta le ayuda a conquistar otros territorios musulmanes. Este mismo año muere doña Berenguela, su madre, y principal artífice de sus éxitos. Prosigue sus avances por el valle del Guadalquivir, se apodera de Carmona (1247) y pone sitio a Sevilla, a la que cerca por tierra y por el río, mediante una escuadra mandada por Ramón Bonifaz, que, vence a la flota musulmana y, penetrando por el Guadalquivir, corta la comunicación entre Sevilla y Triana, capitulando Sevilla en noviembre de 1248, después de un largo asedio. Una de las condiciones de la capitulación es que la ciudad se entregue vacía de musulmanes. A la caída de Sevilla siguen la de otras importantes poblaciones, como Arcos, Medina-Sidonia, Sanlúcar, Jerez y Cádiz, con lo que sólo les queda a los musulmanes el reino de Granada, tributario de Castilla. Desgraciadamente, le sobreviene la muerte el 30 de Mayo del año 1252, cuando proyectaba una expedición a Marruecos, donde los benimerines se han adueñado del poder, deponiendo a la dinastía Almohade (1252).
Esta puede ser parte de la síntesis de un gran reinado.
Andrés Gallardo Palazón.

Marcos Cámara Beltrán dijo...

Es muy de destacar la labor del Rey Fernando en el plano cultural, pues favoreció con privilegios y exenciones al Estudio general de Salamanca (1242), por lo que se le considera como fundador de aquella Universidad; comenzó las catedrales de Burgos (1217) y Toledo (1227), de estilo gótico; se empezó a usar en los documentos el romance leonés-castellano, en substitución del latín; mandó traducir al castellano el Fuero Juzgo; abrigó el proyecto que llevó a cabo su hijo, de unificar y refundir toda la legislación, y reunió Cortes por primera vez en Castilla (1250). Fue una de las más grandes figuras de la Edad Media y el que dio mayor avance a la empresa de la Reconquista; conceptuado como santo por su vida ejemplar.
Marcos Cámara Beltrán.

Antonio Cabezas García dijo...

Por tierras de Andalucía fueron tres las grandes campañas de reconquista. La primera entre 1224 y 1230, recuperando las plazas de Andujar, Baeza y Martos; la segunda entre 1231 y 1236, conquistando Córdoba con las campanas de la basílica de Santiago de Compostela que siglos atrás Almanzor había mandado traer a hombros de cristianos para que sirvieran de lámparas en la mezquita; y la tercera, la más importante, entre 1240 y 1248, tomando varias plazas del valle del Guadalquivir, ganando Jaén y Sevilla. En el cerco de esta ciudad, que tardó quince meses en ser tomada, con tropas cristianas en colaboración con musulmanas del reino de Granada, colaboró una Armada, la primera gran operación de la Marina de Castilla ideada por el obispo Gelmírez, con naves de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Galicia al mando del burgalés Ramón Bonifaz, remontando el Guadalquivir para vencer a la flota islámica. Por estas mismas fechas su hijo, quien al heredar la corona se convertiría en Alfonso X el Sabio, conquistaba Murcia. El empuje dado por Fernando III a la Reconquista en el sur de la Península tuvo su paralelo en las victoriosas expediciones de Jaime I de Aragón por tierras de Valencia. En el año 1244 ambos reyes, en el Tratado de Almizra, fijaron la línea fronteriza entre los territorios castellanos y aragoneses.
Antonio Cabezas García.

Silvia Flores dijo...

En al-Andalus, comenzaron a registrarse noticias escritas desde el señalado siglo IX, resultando muy indicativa la actuación de tradicionistas como el cordobés Ibn Waddah (m. 900), situado entre lo oral y lo escrito (Fierro, 1987), con ‘apuntes’ históricos discontinuos, engarzados con tradiciones religiosas o hadices, jurídicas y biográficas. Todo esto ha de relacionarse también con el proceso de constitución de los diversos géneros textuales árabes, primero en Oriente y luego en al-Andalus, desde finales del siglo IX (Makki, 1968).El cordobés Ahmad al-Razi (888-955), según su hijo Isa al-Razi en un texto muy claro y relativamente jactancioso, habría sido el primer andalusí que compuso ‘crónicas’, pues se dedicó a “la investigación histórica, disciplina a la cual no se dedicaban entonces los andaluces. Se puso a recoger informaciones de los ancianos y de los transmisores de noticias (ruwat), y juntó y armonizó esa documentación en forma de historia. Fue de esta suerte el primero que codificó en España las reglas de la composición histórica.... [dotando] a los andaluces de una ciencia que hasta ese momento no habían cultivado con acierto” (Lévi-Provençal, 1957, V, 321-322).
Saludos de Silvia Flores.

Adela Criado Cañas dijo...

La sillería del coro de la Catedral de Jaén se ejecutó a lo largo del siglo XVI, añadiéndose algunos elementos en el siglo XVIII. Por su similitud con la de la Catedral de Burgos, podría pensarse en el escultor Felipe Bigarny como autor de su traza. En ella trabajaron en sus inicios Gutierre Gierero, Juan López de Velasco y Jerónimo Quijano y más tarde, en la época barroca, lo hicieron Julio Fernández y Miguel Arias.
Sus relieves decorativos muestran imágenes de santos y escenas bíblicas del Antiguo y del Nuevo Testamento, es decir, escenas de la historia del pueblo judío.
A lo largo de la historia, el arte ha creado un estereotipo del aspecto físico que tendría un judío para ayudar fácilmente a su identificación: rostros con nariz aguileña, mentón pronunciado y, en numerosas ocasiones, rostros de semblante feo y desagradable, para que el espectador los asociara rápidamente con algo casi maligno que había que rechazar. Muchas de las representaciones de judíos que aparecen en la sillería de la catedral participan de estos estereotipos.
Adela Criado Cañas.

Natalia Cañete Valverde dijo...

El historiador Víctor Manuel Dávila Vegas describe al rey santo con estas palabras: Los relatos hagiográficos que se ocupan de Fernando III indican que no sólo no se consideraba superior a nadie, sino que además pensaba que de todos podía recibir sugerencias acertadas. Se rodeaba de doce varones sabios, origen del Consejo de Castilla. Dicen que temía más la maldición de una viejecita pobre de su reino que a los ejércitos de los mahometanos, y que confiaba más en las oraciones de los religiosos que en el valor de sus soldados. Consideraba que en las batallas era la Virgen María la que peleaba y la que vencía, por lo que a ella le reservaba los honores del triunfo. Compartía con sus soldados las incomodidades de las campañas, velaba en ocasiones junto a los guardias y centinelas, y visitaba a los heridos tras cada batalla. Fue clemente con los adversarios que se le rendían, pero castigó con el destierro a los que le presentaron resistencia. En la administración de justicia no se dejó arrastrar por las reclamaciones de los más ricos frente a los más pobres, sino que procuraba defender los derechos de estos últimos. No buscó con sus conquistas la gloria personal, de modo que simplemente se declaraba "Caballero de Cristo, siervo de Santa María y alférez de Santiago". Un relato legendario indica que, cuando unos nobles le comentaron que no convenía que un príncipe se sujetase y obedeciese tanto a su madre, él respondió que dejaría de obedecer cuando dejase de ser hijo.
Natalia Cañete Valverde.

Esteban Gormaz Márquez dijo...

En la faceta legislativa, Fernando III promovió la traducción al castellano del compendio de leyes visigodo Liber Iudiciorum, o Fuero Juzgo, con lo que además de constituir un cuerpo normativo otorgaba prioridad en la comunicación oficial oral y escrita a la lengua castellana. También, y para los herejes, convalidó la pena de muerte por la de destierro; en la faceta artística, propició el desarrollo de la arquitectura gótica, dando comienzo en su reinado la construcción de las catedrales de Burgos, Toledo, León y Palencia; en la faceta espiritual, otorgó carta de naturaleza a las órdenes mendicantes, incipientes en aquella época, opuestas y no poco enfrentadas a la situación patrimonial de hecho y derecho de la Iglesia.
Esteban Gormaz Márquez.

Virginia Orozco Arenas dijo...

Desde comienzos del siglo X, se iniciaron en al-Andalus las composiciones históricas del género ‘crónica’ (tarij), en obras orgánicas, que procuran narrar el conjunto histórico, donde las fechas son referencias básicas, como también la forma de “Anales”. En torno a los Omeyas de Córdoba se constituye desde entonces un círculo de cronistas cortesanos, que procuran legitimarles, justificarles, loarles, y así los antecedentes de la conquista de al-Andalus, al irse escribiendo sus noticias ( ajbar ), emprende también un camino supeditado a los intereses dinásticos, que Martínez-Gros (1992) analizó sobre varias obras andalusíes.
Virginia Orozco Arenas.

José Manuel García Sequera dijo...

Varias circunstancias, condicionamientos e intereses afectan a la elaboración de las páginas dedicadas a la expansión islámica. En las fuentes textuales se advierten pugnas textuales por adjudicar el protagonismo de la expansión, y no sólo entre individuos (los pocos nombres que al respecto nos quedan son movidos por las noticias como piezas de ajedrez, como símbolo de intereses a posteriori: así, la rivalidad que se refiere entre Tariq y Musa, entre éste y el califa omeya Sulayman, etc...etc.), sino entre etnias, linajes o cualquier otro grupo. Merecen atención los cuatro focos en que fueron componiéndose y transmitiéndose primero esas tradiciones, representando interesadas o motivadas elaboraciones y que significativamente son: 1º. Oriental, que desemboca en los escritos de al-Waqidi; 2º. Egipcio, que fue a parar a la obra de Ibn `Abd al-Hakam; 3º. Ifriqí y 4º. Andalusí, y todos ellos constituidos por descendientes de protagonistas de los episodios (como los descendientes de Musa ibn Nusayri, en Egipto), en círculos de transmisión que M. A. Makkí (1957) ha tenido el mérito de esclarecer.
José Manuel García Sequera.

Hernando Arenas Malpica dijo...

La plaza Nueva de Sevilla siempre tuvo muchos nombres. Plaza de San Francisco, plaza de la República, plaza de la Infanta Isabel, plaza de la Libertad… Desde el siglo XIX cambió frecuentemente de denominación según el viento que soplara en España. Hoy día es la plaza Nueva, que es como se asentó definitivamente a partir del período democrático, y abarca una extensión holgada en el centro de la ciudad como una de las principales ágoras de Sevilla. Antiguo humedal y convento, la plaza Nueva está casi peatonalizada en su totalidad y cuenta con la estación de inicio del tranvía Metrocentro. Son visibles varios árboles en su perímetro, aunque muchos fueron talados injustamente, pero esa es otra historia, varios quioscos, alguna fuente, un aparcamiento para bicicletas, bancos, parterres y un cierto aire prefabricado. Además, está su monumento central. Fernando III luce en lo alto como patrón de la ciudad. Fue importantísimo personaje medieval pero tardó más de seis siglos en tener su estatua. Reconquistó Sevilla en 1248 de manos de los almohades y forjó una leyenda piadosa de monarca valiente y ejemplar, pero hasta el siglo XIX no se le dieron honores de piedra y mármol. Se inició la construcción del monumento en 1877 y no se terminaría hasta 1924. Por su parte, también la canonización se hizo esperar. Lo ungieron santo en 1671, más de cuatro siglos después de su vida y milagros.
Hernando Arenas Malpica.

Candido Ruiz de Ojeda dijo...

Las noticias textuales sobre la conquista de al-Andalus expresaron los intereses individuales y de grupos que selectivamente las reunieron y elaboraron: así, por ejemplo, la considerable fuente llamada “Noticias reunidas” (Ajbar maymua ) se conecta con la familia árabe de Tammam ibn Alqama, llegado a al-Andalus desde Siria en 741, y son sus “archivos familiares”,como los calificaron Julián Ribera y Claudio Sánchez Albornoz (Oliver Pérez, 2009).Por su parte, el objetivo esencial del cordobés Ibnal-Qutiyya, en su convencionalmente titulada “Historia de la conquista de al-Andalus” (Tarij iftitah al-Andalus ) es resaltar sus méritos familiares, los descendientes de Witiza, y diferenciarse de otros autóctonos no leales con los Omeyas, inscribiéndose en las pautas de la cronística omeya. Pugnas por resaltar protagonismos, que representan intereses divergentes, aparecen en la distribución de acciones árabes- beréberes, Tariq-/ Musa...y otros intereses que deben ser mejor analizados para comprender los contenidos de las fuentes textuales.
Candido Ruiz de Ojeda.

José María Castilla Ruiz dijo...

Mas allá de las “estampas de judíos” predeterminadas, el coro de la Catedral de Jaén nos muestra cómo eran sus vestimentas, no en la Palestina de Jesús, sino en el Jaén de principios del siglo XVI cuando se hicieron las sillas corales. Y nos enseñan también los sambenitos de los condenados por la Inquisición y las características rodelas que los judíos estuvieron obligados a llevar, impuestas por leyes reales y normas de la Iglesia desde época medieval. Las rodelas eran pequeños trozos de tela de forma circular, de color rojo o amarillo, que se colocaban en el hombro, sobre el vestido o sobre la capa, como una marca o distintivo de su condición de judíos.
Especialmente interesantes resultan los relieves que narran las escenas del Nuevo Testamento. Así, en las escenas de la Circuncisión y la Presentación de Jesús en el Templo, el rabino que oficia la ceremonia porta en su cabeza una mitra de obispo, “error” intencionado para indicar de forma didáctica al espectador cristiano su condición de máxima autoridad espiritual, aun cuando se tratase de otra religión.
Más adelante, Caifás, rodeado del sanedrín, va mitrado igualmente a modo de Papa.
José María Castilla Ruiz.

Luis Carlos Torrijos Vallejo dijo...

Las referencias de las más antiguas fuentes textuales árabo-islámicas sobre la conquista de al-Andalus se han conservado de modo incompleto, disperso e indirecto. García Moreno (2009: 183-184) ha calificado esa historiografía islámica de “edificio ruinoso, tremendamente ruinoso, en gran parte conservado de manera fragmentaria o por una tradición indirecta, mediante su colección y reelaboración en obras históricas muy posteriores”, y destaca la grave pérdida de la obra de Ahmad al-Razi (m. 955), sólo en parte conservada en citas de otros autores árabes, e incluso en antiguas versiones castellanas y portuguesas, con problemas que vienen analizando los especialistas desde finales del siglo XIX, y sobre los cuales se ha avanza en los últimos años, y se vislumbran interesantes soluciones (García Moreno, 2009: 195-203).Entre las varias fuentes textuales andalusíes perdidas destaca además otra, mucho menos citada, pero que merece atención, para comprobar hasta dónde las referencias antiguas sobre la conquista de al-Andalus han sufrido esas mermas de obras, que en ocasiones reaparecen a través de más o menos fragmentadas y posteriores citas.
Luis Carlos Torrijos Vallejo.

Pedro Manuel Chamorro dijo...

Me quiero referir, por sólo por poner un ejemplo como aviso ilustrativo, a un Kitab al-Jaza’ini (¿“Libro de al-Jaza’iní?), citado en el folio 89r del volumen II del Muqtabis de Ibn Hayyan (Córdoba, s. XI), sobre acontecimientos ya del inicio del emirato de al-Hakam I (796-822), donde aparece “Dice el autor del volumen primero del Alkitab Alhaza’ini , anteriormente mencionado en esta obra” (Ibn Hayyan, 2001: 16, trad.Makki y Corriente), lo cual anotan los traductores:“Nada cierto sabemos de este libro o su autor, citado más de una vez. Parece tratarse de una crónica detallada de Al andalús entre la conquista y el siglo V h [XI C.]. Otra referencia se encuentra en Nafh, I, p.250, donde dice que en Alkitab Alhaza’ini y en otros se encuentran relaciones más completas de la conquista de Al-andalús” (Ibn Hayyan, 2001: 16, nota 11).
Pedro Manuel Chamorro.

Francisco Manuel Maroto dijo...

Al-Maqqari (m. 1631) en su Nafh al-tib, resalta esa obra por sus informaciones acerca de la conquista de al-Andalus, lo cual ha pasado desapercibido, pese al interés de su divergente noticia, accesible en la traducción parcial del Nafh por Pascual de Gayangos (1840-1843, I, 253): “... Musa in person took thecities of Tangiers and Ceuta; the contrary appears from the narrative of Al-khozeyní and other historians who attribute the conquest to Tárik”, anotando Gayangos que carece de referencias sobre este autor. Para no alargar ahora la relación de obras fundamentales perdidas sólo nombraré de pasada otras dos esenciales: el volumen I de la compilación cronística al- Muqtabis de Ibn Hayyan, tratando del siglo VIII, acerca del cual tanto se basaría en Ahmad al-Razi (doble pérdida, pues, de éste: la directa y esta esencial indirecta), y la “Geografía” de al-Bakri (s. XI), que ha llegado incompleta a nuestros días.
Francisco Manuel Maroto.

Luis Fernando Montero Marín dijo...

En un comentario de Luis miguel se hacia referencia a la bibliografía sobre el tema de Fernando III. Me permito con este comentario dar la importancia debida a la obra de don Manuel González Jiménez, quizá el más prestigioso historiador sobre el tema que ahora tratamos.
Dos años después de que su excelente y monumental monografía sobre Alfonso X viera la luz, Manuel González Jiménez (presidente de la Sociedad Española de Estudios Medievales y socio correspondiente de varias Academias de la Historia, entre otros méritos) volvió a deleitar a los amantes de la Gran Historia, la Historia con mayúsculas, con una nueva biografía real, la de “Fernando III el Santo: El Rey que marcó el destino de España”.Una obra que, al igual que aquélla, desborda los límites de una biografía al uso, ofreciendo un detallado retrato de las Españas, especialmente de Castilla, León y Al Andalus, de la primera mitad del siglo XIII, tan desconocidas como fascinantes y antecedentes inmediatos de la época alfonsí.
A diferencia de la anterior sobre Alfonso X, colofón de toda una vida consagrada a la investigación de la época del Rey Sabio, esta nueva biografía constituye, en palabras del propio autor, un “mucho de síntesis y de puesta al día y algo de investigación”. Y es que, sobre todo, la obra es el resultado de un soberbio y cuidadoso proceso de “aggiornamento”, una magistral revisión acometida desde la envidiable capacidad de síntesis que la experiencia proporciona a los grandes maestros. La nueva biografía viene así a completar las lagunas de las que la antecedieron (las de Julio González, Gonzalo Martínez Díaz, Ana Rodríguez López…), enriqueciéndolas con renovadas perspectivas sobre la sucesión de los acontecimientos y sobre su valoración e interpretación. Tanto es así, que casi podríamos catalogarla como la “biografía definitiva” de Fernando III si no supiéramos que, en términos científicos… nada hay definitivo.
Un afectuoso saludo.
Luis Fernando Montero Marín.

Juan José Romero Lupiañez dijo...

En la sillería del coro de la Catedral de Jaén, la escena de Jesús muestra expulsando a los mercaderes del Templo es, sin duda, una de las más interesantes, pues nos muestra al mismo tiempo un personaje que porta el sambenito y otro que lleva la rodela. Igualmente, en la escena de Judas cogiendo el dinero por el que ha traicionado a Jesús y en la tabla nº 44 del Antiguo Testamento, otros dos personajes llevan sobre sus capas la rodela. Las tablas que desarrollan la Pasión de Cristo, cambian en numerosas ocasiones a los soldados romanos por figuras de judíos: la flagelación, poniéndole la corona de espinas, escupiéndole y abofeteándole, presentándolo al pueblo para que eligiera entre Él y Barrabás, en el episodio de Pilatos lavándose las manos, en el viacrucis, crucificándolo y sorteándose la túnica y hasta el mismísimo soldado que le dio la lanzada se transforma en un auténtico sefardí.
Finalmente, la tabla nº 68 del Antiguo Testamento muestra al Gran Rabino (nuevamente con mitra de Papa) en el interior del Templo de Jerusalén, junto a la Menorah o candelabro de siete brazos, símbolo bíblico por excelencia del judaísmo.
Juan José Romero Lupiañez.

Carlos Andrés Morón dijo...

El monumento a Fernando III en la Plaza Nueva de Sevilla fue un monumento paciente, costoso y realizado por varios autores. El basamento alto de blanco raso alberga cuatro personalidades ilustres que ocupan cada una de las caras de la gran columna. Estos son Alfonso X el Sabio, hijo del monarca santo y a la postre continuador de su labor; el obispo Don Remondo, primer prelado de la ciudad en tiempos ya reconquistados; Garci Pérez de Vargas, lugarteniente del rey y militar honrado por la historia como caballero protagonista del asedio; y el almirante Ramón de Bonifaz, marino burgalés al mando de la fundamental flota castellana. Cada uno de ellos mira a cada uno de los cuatro puntos cardinales de la plaza. Arriba los capitanea Fernando, de negro azabache. El Rey Santo monta a caballo y da la bendición a la ciudad. Juntos los cinco forman por arbitraje histórico el pentavirato fundacional de una ciudad singularmente piadosa y volcada con sus imágenes, fundamentalmente sacras. Fernando es uno de sus grandes ejemplos. No obstante, el monumento del santo es poco apreciado por los sevillanos, que pasean distraídamente a su lado sin prestarle mucha atención. Ni siquiera las guías turísticas hacen demasiado hincapié en este conjunto escultórico, y suelen conceder más interés a la plaza en sí que a las figuras que la guardan.
Carlos Andrés Morón.

Ángel-Javier Mancilla dijo...

Tipos y ejemplos de fuentes textuales árabes acerca de la conquista de al-Andalus
Entre las fuentes textuales árabes, se encuentran más o menos referencias a la expansión islámica por la Península Ibérica, sobre todo en las obras cronísticas, que en modo alguno son ni se consideran como exclusivas canteras informativas, pues las noticias de la expansión islámica no sólo se hallan, como bien se sabe, en tales crónicas, sino en obras geográficas, jurídicas, genealógicas, biográficas, y relatos literarios.
Las “crónicas” árabes relativas a la expansión y conquista de la Península Ibérica están constituidas al menos por dos decenas de obras, de varios tipos, siendo las más considerables las crónicas dinásticas, los compendios cronísticos y entre ellos los misceláneos (historia, literatura, geografía) y algunas historias universales, además de algunas recopilaciones de relatos de ajbar.
Ángel-Javier Mancilla.

María Jesús Murillo Balbín dijo...

Curiosamente la fachada trasera de la Catedral, orientada hacia la calle de Valparaíso o “callejón de la mona”, está recorrida en toda su longitud por una moldura de estilo gótico florido fechada hacia finales del siglo XV y principios del siglo XVI y atribuida al cantero Enrique Egas. Poco más podríamos añadir a tenor de la documentación escrita de la época que se ha conservado al respecto.
El profesor giennense don Emilio Luis Lara López, doctor en antropología, ha estudiado la cenefa durante varios años y según su criterio tendría la siguiente interpretación: Para el profesor Lara López, la popular “mona” de la catedral representaría al judío sedente, figura que abre un discurso antisemita de advertencia al cristiano medieval, para que éste no caiga en la tentación de judaizar e incluso para invitar a los propios judíos a la conversión como medio de rechazar al maligno y alcanzar la salvación.
Así contextualizados, los diferentes elementos decorativos que recorren la cenefa se interpretan como símbolos judíos (figuras de cerdos que aludirían a los “marranos”, es decir, a los judeo conversos tal y como se les llamaba en aquella época), cristianos (granadas que simbolizarían la Iglesia; una gárgola con posible forma de pelícano y espigas de trigo que representarían la eucaristía; conchas que significarían el bautismo, la conversión, etc.) e inquisitoriales (figuras humanas y animales atadas a unas ruedas en llamas que podrían representar a los conversos penitenciados, condenados a la hoguera por la Inquisición).
María Jesús Murillo Balbín.

Hernando Díaz González dijo...

La figura de Fernando III de Castilla es troncal a la ciudad de Sevilla y a su gente, sobre todo para creyentes y mayores. Se le considera el monarca más importante de la historia de la ciudad por su obra reconquistadora, y esta, por derecho, resulta uno de los episodios más interesantes de la Baja Edad Media, pasaje entronizado por las crónicas afines que contiene, en todo caso, gran riqueza de imágenes y hechos notables, y representa sin duda el episodio canonizador del personaje.
Hernando Díaz González.

Rodrigo Benítez Arroyo dijo...

De las “crónicas” árabes relativas a la expansión y conquista de la Península Ibérica escritas entre los siglos IX y XVII, tanto en el Occidente como en el Oriente islámicos, sus principales autores fueron: al-Waqidi, Ibn Habib, Ibn `Abd al-Hakam, al-Baladuri, al-Tabari, los Razi, Ibn al-Qutiyya, Ibn Abi l-Fayyad, al-Raqiq al-Qayrawani, Ibn al-Atir, Ibn al-Kardabus, Ibn al-Sabbat, Ibn Idari, Ibn Abd al-Halim, al-Nuwayri, Ibn Jaldun, al-Maqqari, además de Ibn al-Jatib) y alguna obra anónima (Ajbar maymua , compilación procedente de Ibn Alqama, Fath al-Andalus ;Kitab al-Imama wa-l-siyasa, Dikr bilad al-Andalus ). No añadiremos por ahora nada más sobre estas “crónicas.
Rodrigo Benítez Arroyo.

Domingo Esteban Parras dijo...

Las obras geográficas, especialmente las del abigarrado tipo denominado de los “caminos y de los reinos”(al-masâlik wa-l-mamâlik), que reúnen referencias históricas, geográficas, entre otras, en un marco de “geografía humana”. Ofrecen importantes testimonios sobre el tema de la expansión islámica: Ibn Jurradbih yal-Ya`qubî, por no alargar más la lista, siendo tan interesantes las referencias escuetas de los más antiguos, como un reflejo de la incipiente cronística del s. IX (Cornu, 1986). El iraní Ibn al-Faqih, cuya vida se desarrolla en el siglo IX, es el más antiguo geógrafo en recoger noticias sobre Musa ibn Nusayr en su “Libro de los países” (Kitab al-buldan ).Un compendio geográfico-histórico tan importante, aunque nos haya llegado incompleto, como el del almeriense al-Udri (s. XI), además de conservar entre otras interesantes referencias una versión del Pacto de Tudmir, recogió la extraordinaria noticia sobre la conquista de Huesca (Granja, 1967, 507-508):“Cuando los musulmanes entraron en al-Andalus y avanzaron por la Marca Superior, parte de los árabes se detuvo en Huesca, y acamparon frente a sus muros. Desde allí, pasaron a un lugar que hoy se conoce con el nombre de al-Askar [Angáscara], que lleva su nombre [“el Campamento”] por haberse asentado en él. Pusieron sitio a Huesca, cuyos habitantes eran cristianos, y edificaron viviendas en torno a la ciudad, plantaron huertas y sembraron, para asegurarse la subsistencia, y persistieron en su actitud durante siete años, mientras los habitantes de Huesca permanecían sitiados en la Alcazaba Vieja. Cuando la situación de éstos se hizo insostenible, bajaron al encuentro de los árabes, pidiendo el amán para ellos, sus hijos y sus bienes. Los que se convirtieron al islam siguieron siendo dueños de sus personas, sus bienes y sus privilegios, pero los que continuaron en la fe cristiana hubieron de pagar la capitación”.
Domingo Esteban Parras.

Felipe Moya Colomer dijo...

Los “Diccionarios de lugares” contienen también más o menos informaciones al respecto, pero apenas las recogió Yaqut (Siria, ss. XII-XIII), reunidas de todas las procedencias que pudo, para llenar su voluminosa obra, situándose con relativa crítica ante lo legendario, pues incluye en su diccionario, por ejemplo, como una entrada alfabética más y comparativamente extensa, “la Ciudad de Cobre”, de la que empieza diciendo “su historia está lejos de ser auténtica por las diferencias que hay con lo que es habitual. Yo estoy libre de creer en ella, simplemente escribo lo que encontré sobre ella en libros conocidos que compusieron los sabios” (Hernández Juberías, J. (1996): La Península imaginaria. Mitos y Leyendas sobre al-Andalus. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid.1996, 43-45).El “Diccionario geográfico” titulado al-Rawd al- mitar del magrebí al-Himyari (s. XIV) tiene el interés de haberse basado en el gran geógrafo andalusí del siglo XI al-Bakri. El preciso recuento y análisis de Ch. Mazzo-li-Guintard (2009) ha comprobado el interés de establecer lecturas metódicas de los textos, con los resultados expuestos en su reciente artículo “La expansión islámica en la Península Ibérica: los datos de al-Himyari”.
Felipe Moya Colomer.

Juan Ramón Jurado dijo...

Muy interesante el articulo. He visitado el pueblo para ver la Carrera de Las imágenes en Semana Santa pero no conocía su historia. Gracias por la labor de divulgación de la historia de tu pueblo que estas realizando.
Juan Ramón Jurado.

Pedro Ogallar Salazar dijo...

La Reconquista duró ocho siglos y fue cambiante y desordenada. La frontera cristiana avanzó tímidamente en las tres primeras centurias y exponencialmente en las dos siguientes, para estabilizarse entonces y aplazar la conquista del reino nazarí, culminada en 1492. En este sentido, la progresiva dominación de los ríos es útil para ilustrar el avance de los castellanos de norte a sur a lo largo de todo el período. De la escasa cornisa cantábrica en la que resistieron los grupos hispano-visigodos en el siglo VIII se pasó en 200 años a controlar casi por completo el Duero, el Miño y el Ebro, sobre todo en su nacimiento. La brillante conquista de Toledo (1085), símbolo de poder visigodo e histórica taifa islámica, marcará el comienzo del dominio del Tajo, que también será la llave para más conquistas en Portugal. Después, la toma de las riberas del Guadiana y de Extremadura solo pudo significar el avance inminente sobre el corazón del menguante imperio islámico: Andalucía. Cayeron Córdoba (1236), Murcia (1243) y Jaén (1246), precipitándose entonces la conquista de los pueblos del valle del Guadalquivir. Siguiendo esta dinámica, el fin último era claro, Sevilla, nervio de la región y lanzadera hacia el estrecho y hacia África.
Pedro Ogallar Salazar.

Felipe Aldehuela Carrión dijo...

A la entrada de la calle Maestra, en dirección hacia la calle Martínez Molina, en la acera derecha y junto a la cafetería “Manila”, hay una hornacina que guarda la imagen del “Cristo del Amparo”.
Cuentan que en una ocasión, el Condestable Iranzo abría una procesión que se dirigía desde la calle Maestra hacia la Catedral cuando un judeo converso se le acercó para profanar la gran cruz que don Miguel Lucas portaba en sus manos. El condestable respondió a este acto con una fuerte bofetada y a continuación muchos otros judíos se abalanzaron sobre él. El Condestable invocó entonces al Señor y al instante una gran luz cegadora se proyectó sobre el muro en que se encuentra hoy la hornacina, dejando ver una imagen de Cristo. Al momento, el grupo de judíos se arrodillaron ante ella y se convirtieron definitivamente. Esta leyenda del Cristo del Amparo sobre el Condestable Iranzo y los judíos conversos de Jaén, es una de las leyendas tradicionales mantenidas a través de los siglos de la historia de Jaén.
Felipe Aldehuela Carrión.

Sebastian Pastrana de Aguilar dijo...

En realidad, la Reconquista estuvo finiquitada en el siglo XIII, con la conquista hispalense y sus periferias, tal y como explica Juan Pablo Fusi en su libro Historia mínima de España. Irrumpir en Andalucía significó sin duda el último estadio de un proceso complejo y desigual. Y dicha Reconquista no se trató, como ha venido declamando cierta historiografía, de una misión unívoca y providencial, construida a través de 800 años de lucha sostenida, sino más bien la suma desordenada de acciones militares, que aunque fueron primero defensivas y luego más invasivas, siempre fueron territoriales, carentes de relato, que supo mancomunar a los distintos reinos que se fueron formando: Navarra, Aragón, Castilla, León y sobre todo aprovechó la debilidad endémica que fue asolando a los dominios musulmanes, primero bajo el pabellón fuerte del emirato y el califato y finalmente con las taifas, que hicieron la vida y la guerra más o menos por su cuenta.
Sebastian Pastrana de Aguilar.

Antonio Miguel Morillo Navarro dijo...

La excepcional calidad de la obra “Fernando III el Santo” de Manuel González Jiménez ha sido reconocida por la Fundación José Manuel Lara mediante la concesión del Premio 2006 de Biografía “Antonio Domínguez Ortiz” por decisión unánime del jurado. El galardón no hace otra cosa que reconocer con justicia un mérito acreditado del autor. Porque Manuel González, -corredor de fondo, mucho más que velocista- no escribe sino Historia en estado puro. Conjuga, como pocos saben hacerlo, el agudo análisis de las fuentes narrativas y el amplio conocimiento de las documentales con la práctica de un estilo tan culto como preciso. Y es que el autor no concede tregua alguna a la pseudo-historia, a la mitología políticamente correcta, a la manipulación intencionada o a la “historia del corazón”. Muy al contrario, ofrece al lector su oficio honesto y cabal, apoyando todo su discurso en las fuentes y en las pruebas, tamizadas, desde luego, por un análisis previo tan crítico como profundo, desmenuzadas a través de un aparato crítico contundente y apoyado en una casi inabarcable bibliografía.
Esos son los ingredientes de esta excepcional biografía de Fernando III, hijo de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla (y nieto del vencedor de las Navas de Tolosa, Alfonso VIII), que accedió a la corona de Castilla en 1217, a la muerte de su tío Enrique I, y al trono de León en 1230, tras la de su padre Alfonso IX. El autor aborda en ella todos los aspectos de la vida del rey “guerrero” y “santo”: el conflicto nobiliario que sucede a la muerte de su antecesor, las relaciones de la corona con las distintas facciones políticas, la unificación de los reinos de Castilla y León, la influencia política de Doña Berenguela, la conquista de Jaén, de Córdoba, de Sevilla, de Murcia, el comienzo de las repoblaciones y repartimientos en Andalucía…Apenas se detiene en la vida privada del monarca, cuyas noticias son tan escasas como dudosas. Y, por el contrario, concentra su atención en la conquista de Andalucía, de la que fue artífice principal, y, muy especialmente, en la de Sevilla, de enorme e irreversible trascendencia política, militar y cultural.
Antonio Miguel Morillo Navarro.

Marta López Martos dijo...

Sevilla, naturalmente, era una de las grandes joyas de la Iberia musulmana. Próspera en tiempos del Califato de Córdoba y brillante bajo el dominio abadí de los célebres Al-Mutadid y Al-Mutamid, constituida como ciudad más o menos independiente, su localización y su rol otorgado la habían engrandecido gratamente. Sin embargo, el avance cristiano empujó a Al-Mutamid a pedir socorro a las huestes bereberes que poblaban el Magreb. Poderoso aliado militar, los almorávides vinieron para quedarse. Su pujanza guerrera no solo frenó el avance castellano sino que también ambicionó con éxito el trono de Sevilla, instaurando en la ciudad una nueva época de dominación. Era el enésimo visitante de una urbe que había visto desfilar por sus calles a tartessos, fenicios, romanos, visigodos y una buena colección de gobiernos musulmanes. Ahora era el turno de estos magrebíes y bereberes del norte de África, que insuflaron fuerza nueva a los territorios andalusíes.
Marta López Martos.

Adela Palacios Girón dijo...

Una breve reseña de un personaje tan decisivo como doña Berenguela de Castilla, esta reina de Castilla nació el mes de junio de 1180, en Burgos. Casó en primeras nupcias con Conrado de Hoenstaufen, duque de Suabia, en 1188 (este matrimonio fue anulado). Luego casó, en diciembre de 1197, en Valladolid, con Alfonso IX de León, que en primeras nupcias había casado con doña Teresa de Portugal (y, entre estos dos matrimonios había tenido por amante a doña Inés Iñiguez de Mendoza, en la cual tuvo por hija a doña Urraca Alfonso). Alfonso IX y doña Berenguela eran nieto y biznieta de Alfonso VII. Aunque este matrimonio era ilegítimo, el hijo de esta pareja, Fernando III, fue considerado como descendencia legítima. Berenguela murió el 8-XI-1246, en Burgos.
Adela Palacios Girón.

Damián García Ruiz dijo...

Sobre las obras jurídicas, bastaría recordar las observaciones de R.Brunschvig (1942-47: 129): “Ibn `Abd al-Hakam et la conquête de l’Afrique du Nord par les Arabes. Étude critique”, Annales de l’Institut d’Études Orientales d’Alger, VI: 108-155) acerca de la importante presencia de lo jurídico en aquellos episodios y en su elaboración, así como su advertencia: “l’histoire intéresse beaucoup moins en elle même que par les arguments que peut en tirer l’école juridique à laquelle appartenait Ibn `Abd al-Hakam. Il faut connaître cette optique, forcé-ment déformante, pour comprendre avec quelles précautions doit être utilisé l’oeuvre de cet auteur”.Sobre la organización fiscal de la expansión existen referencias en las obras de Fiqh, y entre ellos en la serie de kutub al-amwal y de kutub al-jaray, bien inventariados por Muhammad `Imarat (1989: 10-16): “Estudio introductorio” a Kitab al-amwal de Abu `Ubayd al-Qasim b. Sallam. Dar al-suruq. Beirut. En su estudio introductorio a su edición del Kitab al-amwal de Abu `Ubayd al-Qasim b. Sallam, tipo de obras con reglamentaciones tributarias que debemos utilizar teniendo en cuenta su redacción tantas veces posterior a hechos sobre los que recogen o pergeñan apuntes retrospectivos, como también hemos de considerar las diferencias entre la teoría u ordenación ideal de los valores y la aplicación de las normas, como también a veces “Las diferencias entre la jurisprudencia andalusí y el resto de la escuela de Malik: el texto atribuido a Abu Ishaq al-Garnati” (Carmona González, A. (1998): “Las diferencias entre la jurisprudencia andalusí y el resto de la escuela de Malik: el texto atribuido a Abu Ishaq al-Garnati”. Al- Qantara, XIX: 67-102.
Un saludo.
Damián García Ruiz.

Sebastián Pardal Hernández dijo...

Una antigua leyenda cuenta cómo una vez, un hombre en Jaén llevaba una gallina a su casa y al pasar por la calle Maestra, ésta se le escapó y se metió debajo de la tarima de entrada de un pequeño negocio. El hombre rogó al dueño del establecimiento que levantara la tarima para poder recuperar su animal, a lo que el tendero se negó rotundamente. En pocos momentos un cuantioso grupo de vecinos se arremolinaron en la calle para convencer al dueño de la tienda y cuando al fin levantaron la tarima, vieron que debajo había pintado un crucifijo para que todo el que entrara lo pisara y profanara. Si bien en la leyenda nunca se especifica si el dueño de la tienda era un judío-converso o no, la tradición lo ha identificado como tal.
Otra versión de la misma leyenda narra que fueron dos niños que jugaban en la calle quienes escucharon unos fuertes lamentos bajo la tarima y alertaron enseguida al resto del vecindario.
Se dice que este Cristo se veneró durante mucho tiempo en la desaparecida Parroquia de San Lorenzo y que, cuando ésta se cerró al culto en el siglo XIX, el cuadro se trasladó a la vecina Parroquia de La Merced. Actualmente, de la imagen sólo queda el recuerdo de la leyenda.
Sebastián Pardal Hernández.

Manuel Almodóvar Luque dijo...

El grueso de la obra “Fernando III el Santo” de Manuel González Jiménez se enmarca entre una magnífica introducción y un curioso epílogo que complementan la biografía del personaje con un recorrido a través de la historiografía y la veneración fernandinas. De la primera se nos brinda una estupenda síntesis en la introducción de la obra, ofreciendo al lector las claves fundamentales para interpretar las crónicas de la época y las biografías posteriores. Respecto a la segunda, el autor reseña, tan prolija como asépticamente, el origen y expansión del aura de santidad que, tras la muerte del monarca, comenzó a rodearlo, hasta finalizar en la canonización de 1671.
En definitiva, el libro no sólo ofrece la biografía de Fernando III y contribuye a la radiografía del siglo XIII, sino que constituye todo un compendio de la “fernandología” a través del tiempo. Una obra, en fin, muy atractiva tanto para historiadores como para aficionados que se interesen por la figura de un rey, en gran medida olvidado, cuya muerte puso fin a una época, la de la gran expansión territorial de la Reconquista.
Manuel Almodóvar Luque.

Juan Francisco Quiñones dijo...

El período de dominación almorávide (1091-1147), con algunas sombras se saldó con balance positivo. Se llevó a cabo la reconstrucción y el relanzamiento de la ciudad de Sevilla, tarea continuada y muy engrandecida por los almohades (1147-1228 y 1238-1242), siguiente pueblo en la toma de poder hispalense, de espíritu regenerador y marcado rigor religioso. La magnitud del legado de estos últimos se expresa fácilmente en el gran número de rasgos identitarios de la Sevilla contemporánea que son de origen fundamentalmente almohade. Sobre todo bajo el gobierno de Yusuf, se remató y reforzó el nuevo trazado de las murallas, con un perímetro de más de siete kilómetros, que dieron morfología fija a una ciudad durante siglos deformada una y otra vez por las idas y venidas del Guadalquivir, el Tagarete y el Tamarguillo. Se reconstruyeron los vitales Caños de Carmona (1172), de origen romano, un acueducto magnífico de más de 14 kilómetros que traía agua potable desde Alcalá de Guadaíra. Se construyó el Puente de Barcas (1171), que unía Sevilla con Triana y permitía el abastecimiento desde este arrabal y desde el rico Aljarafe, “huerta de Sevilla”. Se edificó el Palacio de la Buhaira (1172), la mezquita almohade (1182) y su alminar (1198), posteriormente llamada La Giralda, así como la simbólica Torre del Oro (1221), guardiana de la ribera urbana del río. Y por si fuera poco, se dotó a la ciudad de la capitalidad que ya había disfrutado en alguna otra época, haciéndola nudo central de una Al-Ándalus en franco retroceso pero que aún mantenía orgullosa sus plazas más bellas y preciadas: las meridionales.
Juan Francisco Quiñones.

Juan José Vargas Medina dijo...

Cuando los cristianos asomaron por el valle del Guadalquivir, la ciudad de Sevilla llevaba ya algunas décadas envuelta en luchas intestinas. En realidad este iba a ser el común denominador en el rápido avance castellano a partir de siglo XI. La cronología de entonces es confusa y está llena de cambios de régimen, distintas alternancias y hechos convulsos, pero podemos afirmar que el poder musulmán del siglo XIII en Sevilla fue caótico y discontinuo, favoreciendo la filtración paulatina de fuerzas externas. De hecho, ya hacía muchas décadas que la ciudad pagaba tributos a los castellanos, una forma de contención que sirvió para contemporizar un progresivo e irremediable intercambio de poderes. Para muestra, el último gobernante hispalense, Ibn al-Yadd, había firmado un pacto de no agresión con el rey cristiano, que prometió respetar sus dominios y así lo hizo, pero fue asesinado y su poder usurpado por sus propios conciudadanos. De ese modo, la vía quedó completamente libre para los invasores, que resolvieron lanzarse sobre la ciudad sin más pérdida de tiempo. De un modo u otro el ataque castellano iba a ocurrir tarde o temprano. Llegados a ese punto, la Isbiliya almohade, inestable y dividida pero opulenta y grandiosamente fortificada, iba a presentar batalla hasta su último aliento.
Juan José Vargas Medina.

José Alberto López Barajas dijo...

Entre las obras genealógicas, destaca el titulado Yam- harat ansab al-arab, del eminente y plurifacético cordobés Ibn Hazm (m. 1064), que fue analizado de modo ejemplar por E. Terés (1957): “Linajes árabes en al-Andalus según la Yam-hara de Ibn Hazm”. Al-Andalus, XXII: 55-112 y 337-376, quien también indica cómo Ibn Hazm conoció y usó el destacado tratado que compuso Ahmad al-Razi (m. 955), alabado por el mismo Ibn Hazm: “es una de las mejores y más extensas obras que existen sobre genealogías” (Terés, 1957: 58).Por las páginas de la Yamhara desfilan numerosos personajes y grupos que entraron en al-Andalus en el siglo VIII, con indicaciones sobre lugares donde se establecieron. Una buena parte de las noticias de Ibn Hazm proceden de genealogistas orientales, como al-Zubayri, autor de un perdido tratado genealógico general y otro sobre linajes de Qurays, y a quien Ibn Hazm también encomia en su
Yamhara (IBN HAZM (1998): Yamharat ansab al-arab. Dar al-kutub al-ilmiyya. Beirut.
ed. 1998: 13) por ser “el más sabio de los hombres en materia de genealogía”.
José Alberto López Barajas.

Isaac Hervas dijo...

Históricamente, el origen de la popular leyenda del Lagarto de la Malena podría tener su origen en los mitos de lucha entre las fuerzas del bien y del mal surgidos en la zona de India, de allí a Mesopotamia y repartidos por toda la cuenca mediterránea.

¿Cómo se introdujeron en España? Una hipótesis apunta a que pudieron traerlo los fenicios cuando establecieron sus factorías en las costas andaluzas. Otra hipótesis plantea la posibilidad de haber sido transmitidos por el pueblo judío durante su diáspora del año 70 d. C., fecha establecida tradicionalmente como la más probable para el primer gran asentamiento de judíos en España.
Isaac Hervas.

Cesar Fuentes del Río dijo...

En el verano de 1246 comenzarán los preparativos de la conquista de Sevilla. Fernando III de Castilla y León tiene 47 años y un vigor que supera con mucho su salud, bastante maltrecha. Bajo su mandato la Reconquista prosigue a gran ritmo por tierras andaluzas. En esas circunstancias, cita en Jaén a todos sus prohombres para planear la campaña, como explica Carlos Ros en su libro Fernando III el Santo: “Reúne en Jaén a lo más granado de sus ricos hombres y capitanes y les propone el asedio. Los pareceres difieren. El maestre de Santiago, Pelay Correa, apoyado por los caballeros de su orden, aconseja ponerle sitio. Vencida la ciudad, todas las plazas secundarias se rendirían de inmediato. Otros prefieren conquistar primero la comarca, no dejar ninguna plaza fuerte a las espaldas, caminar paso a paso, con tala de contorno, para terminar con el asedio definitivo a la ciudad. Finalmente, prevaleció el parecer de Pelay Correa (…) Directamente hacia Sevilla”. Las circunstancias serían algo diferentes, el proceder también, pero la consigna fue el avance frontal hacia la capital.
Cesar Fuentes del Río.

Higinio Gómez Melero dijo...

Entre los sucesivos y no escasos “diccionarios biográficos”, existen obras tan informativas acerca de este tema como la de Ibn Harit al-Jusani y la de Ibn al-Fara-di, pero también las de al-Humaydi, Cadí Iyad, Ibn Bas-kuwal, al-Dabbi, Ibn al-Abbar, entre otros sobre los cuales puede consultarse Penelas, M. (1997): “Textos biográficos andalusíes: sus ediciones”. En M .L. Ávila M. Marín (eds.): Estudios Onomástico-Biográficos de al-Andalus. VIII: Biografías y género biográfico en el Occidente islámico, 54-92. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid.
Al presentar algunas biografías de personajes de tiempos de la expansión por el Norte de África y al-Andalus, incluyen más o menos referencias a episodios, cronologías y protagonistas, lo cual se extiende también a repertorios magrebíes y orientales, como por ejemplos sucede con las Voluminosas Wafayat del sirio Ibn Jallikan (m. 1282),con su biografía de Musa ibn Nusayr, a quien, por su lado, habían incluido también en sus respectivos repertorios bibliográficos los cordobeses Ibn al-Faradi (m.1003), el mallorquín al-Humaydi (m. 1095), al-Dabbi de Vélez, m. 1202), y el valenciano Ibn al-Abbar (m. 1260). Estos diccionarios biográficos transmiten a veces noticias redactadas en fuentes anteriores, como es el caso de algunas del medinés al-Waqidi (m. 821-822) reinsertas por el recién citado Ibn al-Faradi (m. 1013) en su “Historia de los ulemas de al-Andalus” (Tarij ulama’ al-Andalus). Es un género de obras que convendría analizar, extrayendo las noticias que contengan sobre el siglo VIII.
Higinio Gómez Melero.

Justo Castro Ollero dijo...

El libro de Manuel González Jiménez, historiador erudito y exhaustivo, estudioso del siglo XIII sevillano y especialista internacionalmente reconocido en Alfonso X. Gran "sabidor", don Manuel reconstruye con abrumadora solidez y pluma exquisita la vida y obra de Fernando III, recurriendo para ello a las crónicas, los fueros, los diplomas, la documentación salida de su cancillería; una imponente masa documental que es presentada y abordada siempre con rigurosidad científica y agudos comentarios, que se plasman en extensas notas aclaratorias, en las que pasa revista a las posturas historiográficas, las contradicciones entre las crónicas, las dificultades que plantea la determinación de algunos hechos de su reinado, entre otras cuestiones. Cualidades todas que resaltan la jerarquía de la obra, merecedora del Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías 2006.
Si bien la vida de Fernando es presentada de manera cronológica, comenzando con el nacimiento del futuro monarca y concluyendo con el proceso de canonización que transforma a Fernando III en el Santo, la forma de redacción y el planteo continuo de problemas nos alejan de los cánones tradicionales de las biografías.
Fernando III es Fernando y su época pero también es Fernando y las actuales lecturas que sobre él y su época lleva a cabo la práctica histórica. Si las crónicas registran detalles mínimos referidos a los conflictos militares o las tomas de ciudades, M. González Jiménez registra y toma el pulso de estos datos a la luz de las últimas aportaciones: no se trata, entonces, del dato como anécdota sino como reflexión y análisis de los enfoques referidos a la historia militar o política. Si los datos biográficos abundan, éstos se anudan y entrelazan para dar una verdadera visión prosopográfica. Si los diplomatarios y crónicas ofrecen visiones contradictorias, los aportes de la arqueología le permiten confirmar o refutar algunas de las hipótesis planteadas.
Justo Castro Ollero.

Luis Felipe Liébana dijo...

Las narraciones literarias, tanto en las bellas letras de nivel culto como en géneros populares, se ocupan de algunos acontecimientos relativos a la conquista islámica de la Península Ibérica. Es interesante advertir que, siendo la conquista de al-Andalus un episodio de tanta trascendencia simbólica, algunos de sus acontecimientos se han literaturizado de forma intensa, prolongada en el tiempo, y alcanzando diversos espacios y ámbitos por los tales sucesos se transmiten. Cada vez que uno de sus ecos literarios aparece, podemos detectar el valor mítico con que se modelaron relatos de aquella conquista, de modo general, pero también específica, a través de interpretaciones y convocatorias cuyo análisis nos permite comprender las dimensiones de aquel lejano y trascendental comienzo de al-Andalus, por ejemplo con las referencias prestigiosas que aquello llegó a tener para los moriscos españoles, por sólo referirme a una de tales convocatorias.
Luis Felipe Liébana.

Adela Palacios Girón dijo...

Continuo con la breve reseña biográfica de los padres de Fernando III:
Alfonso IX nació el 15-VIII-1171, en Zamora. Fue rey de León de 1188 a 1229. Casó en primeras nupcias, en Guimaraes (1191) (fue posteriormente anulado), con doña Teresa de Portugal. Luego tuvo una amante (doña Inés Iñiguez de Mendoza, en la cual tuvo por hija a doña Urraca Alfonso, que casó con Pedro Ruiz de la Bureva (primo del Rey), de la Familia de los Trastámara, y tuvieron por hijo a Diego García de Sarmiento, hacia 1230, que fue Señor de Villamayor y casó con doña Elvira Manrique y fueron padres de Garci Pérez de Burgos Rendón.
Alfonso IX casó en diciembre de 1197, en Valladolid, con Berenguela de Castilla, de la cual tuvo por hijos a Fernando (+1214), Sancha, Dulce, Fernando III, Alfonso de Molina y Mesa, Berenguela, Constanza, Leonor, Martín Alfonso, María de León, Sancha de León, Urraca de León, Rodrigo, Pedro, Aldonza de León, Teresa, Urraca de León y Fernando. Alfonso IX murió el 24-IX-1230, en Villanueva de Sarría, Lugo.
Adela Palacios Girón.

Macarena Mejías dijo...

Como curiosidad me permito apuntar que hay una inscripción en la Puerta de Jerez de la capital sevillana que dice: Hércules me edificó, Julio Cesar me cerco de muros y torres altas y el Rey Santo me ganó con Garci Pérez de Vargas. Un reconocimiento a la historia de esta bonita ciudad de Sevilla.
Macarena Mejías.

Ana María Gutiérrez Amador dijo...

Para la conquista de Sevilla se congregó a todas las tropas en Córdoba, en el otoño de 1246. El cuerpo de milicias allí dispuesto conformaba un ejército heterogéneo y diverso, que mezclaba a nobles caballeros, vasallos y milicias municipales venidas de Navarra, Castilla o Aragón. Mención aparte merecen las órdenes militares. Acudieron las de Santiago, Calatrava y Alcántara, recientemente fundadas y que jugarían un papel realmente fundamental en la guerra. Asimismo, acudirá gran parte de la familia real, sobre todo los infantes y hermanos del rey, así como algunas fuerzas de la taifa granadina, ya por entonces bajo influencia castellana. En total, se estima un número de tropas entre las 5000 y las 10.000 unidades. Incluso, el papa Inocencio IV dictaría una bula exigiendo un tercio fiscal para financiar la campaña, lo que da buena prueba de cómo el panorama europeo empezaba a verse dominado por la misión evangelizadora de la Iglesia católica, con las cruzadas como máximo exponente.
Saludos para todos los lectores del blog
Ana María Gutiérrez Amador.

Juan Enrique Márquez Vinuesa dijo...

A lo largo del libro de Manuel González Jiménez desfilan intrigas palaciegas, como las que conducen a la caída de los Lara, proyecciones diplomáticas expresadas en alianzas y pactos matrimoniales, las relaciones entre monarquía y tradiciones forales ejemplificadas en el Fuero de Córdoba y sus diversas interpretaciones, la toma de plazas y ciudades, que conlleva al planteo de la cuestión de la conquista, re-conquista o Reconquista, tema al que el propio autor dedicara un importante estudio de síntesis, el proyecto de organizar una cruzada al norte de África, las cuestiones de los límites y las fronteras, las tensiones y acuerdos con Portugal, el dominio de Andalucía, la actividad repobladora -tópico en el cual M. González Jiménez es un referente-, anécdotas familiares y de la vida cotidiana. Un ejemplo del detalle y la minuciosidad en la reconstrucción histórica lo ofrece el "Epílogo" (pp. 265-294), donde es presentado el proceso de canonización de Fernando y en particular las fiestas que en Sevilla tuvieron lugar en mayo de 1671.
Las fuentes utilizadas y la bibliografía consultada son detalladas en veinte páginas. Dos esquemas genealógicos, correspondientes a Fernando III y a los califas almohades, diversos mapas e ilustraciones y un útil índice onomástico cierran esta importante obra.
Sin duda, esta biografía será considerada como punto de partida para los estudios fernandinos del siglo XXI. Pero también será reconocida por expresar de manera íntegra y cabal las convicciones historiográficas de su autor. La historiografía española ha sido considerada, por muchos y durante mucho tiempo, como una "hermana menor" dentro del panorama historiográfico europeo, apegada al documento y ajena a las nuevas visiones y tendencias. Esta biografía de Fernando III el Santo demuestra lo equivocado de muchas de esas apreciaciones, dado que se puede escribir "una buena historia", que nos lleve a la Andalucía del siglo XIII y por los vericuetos de un recorrido vital sin perder por ello de vista los horizontes historiográficos actuales.
Juan Enrique Márquez Vinuesa.

María Jesús Pastor dijo...

La verdadera historia del Rey Don Rodrigo, en la cual se trata la causa principal de la pérdida de España y la conquista..., fabulada con tanto éxito por el morisco Miguel de Luna en 1592, aunque se la atribuya a “Tarif Abentarique” (véase sobre todo esto: Bernabé Pons, L. F. (2001): “Estudio preliminar” a Miguel de Luna, Historia verdadera del Rey Don Rodrigo, edición facsímil. Editorial Universidad de Granada. Granada, 2001: VII-LXX).
Y, por ejemplo también, la intensidad con que el ‘ciclo de la conquista” se inscribe en las leyendas españolas relativas a al-Andalus (Viguera 2011); (Viguera, Viguera Molins, M. J. (2009): “22 crónicas árabes sobre la expansión por al-Andalus”. En L. García Moreno y M. J. Viguera (eds.): Del Nilo al Ebro. Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica, 209-228. Universidad de Alcalá. Alcalá de Henares. (2010): “Documentos en crónicas árabes”. En N. Martínez de Castilla (ed.): Documentos y manuscritos árabes del Occidente musulmán medieval, 189-202. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid. (en prensa): “Leyendas españolas sobre al-Andalus”. En J. P. Monferrer, R. G. Khoury y M. J. Viguera (eds.): Legendaria Medievalia. Ediciones El Almendro y BVA. Córdoba.
María Jesús Pastor.

Marcos Herrera Vico dijo...

La muerte de doña Berenguela, la madre de Fernando III, estuvo a punto de retrasar los planes de invasión, pues el rey dudó en si ir o no a Castilla, pero finalmente fue una opción descartada. Sin mayores contratiempos la empresa comenzó a principios de año y el avance por el valle del Guadalquivir no se hizo esperar. No fue difícil, puesto que la toma de posiciones en el lugar ya venía de años atrás: “Para entonces, el monarca castellano había llevado a cabo desde Córdoba —tomada en 1236— una serie de conquistas relámpago entre 1240-1241 por amplios sectores de la campiña del bajo Guadalquivir, sometiendo mediante pactos —llamados ‘pleitesías’— muchas localidades andalusíes de la comarca”, explica el catedrático Manuel García Fernández en su artículo “1248: La conquista de Sevilla” en la revista Desperta Ferro. No eran, pues, terrenos ignotos, ni se realizaba avance por territorio completamente hostil. Antes bien, se culminaban incursiones recientes y en los primeros meses de 1247 se someterán los pueblos de Constantina, Lora, Setefilla, Guillena, Tocina, Gerena, Cantillana, y sobre todo, Alcalá del Río.
Marcos Herrera Vico.

José Luis Sánchez dijo...

Citamos también como rápidas muestras de los desarrollos literarios del tema, el de las hazañas que a Musa ibn Nusayr se le atribuyen, entre otras la muy famosa de su expedición a la “ciudad de cobre”, enclave del extremo Occidente, ante el océano tenebroso y mortífero (Borchardt, T, P. (1927): “Die Messingstadt in 1001 Nacht, eine Erinnerung an Atlantis?”.Petermann’s [Geogr.] Mitteilungen, 73: 328-331.
1927), cuya potencia y enjundias narrativas alcanzan hasta las Mil y Una noches (Noches 572 a 578), que no se olvidaron tampoco (en las Noches 271 y 272) del protagonismo también tan simbólico de Tariq ibn Ziyad en la ciudad de Toledo, con la casa cerrada que abrió y los tesoros que allí cogió (Rubiera, M.J. (1980): “La Mesa de Salomón”. Awraq, III: 26-31. — (1985-86): “Estructura de ‘Cantar de Gesta’ en uno de los relatos de la conquista de al-Andalus”.Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid, XXIII: 63-73, o; Juaristi, J. (2004): El Reino del Ocaso. España como sueño ancestral. Espasa Calpe. Madrid. 2004: 103-108).
José Luis Sánchez.

Emilio José Valero la Torre dijo...

Alcalá del Río, plaza norteña inmediatamente anterior a la expectante Sevilla, a menos de 15 kilómetros. De esta localidad dependía gran parte de la defensa inmediata de la capital y finalmente sería tomada sin remedio en el segundo mes de verano, dejando a Isbiliya virtualmente desnuda ante el enemigo a las puertas. Fernando III permanecería en dicho pueblo hasta el 15 de agosto, momento en el que él y su ejército volverían grupas hacia el cauce sureño del río, bordeando ampliamente la ciudad por el este y haciendo noche en la otra Alcalá, Alcalá de Guadaíra. Dos objetivos aguardaban en el lugar de destino: aproximarse hacia la última de las grandes fortalezas metropolitanas, San Juan de Aznalfarache, para tomarla al asalto; y ofrecer cobertura a la importantísima flota naval que venía remontando desde Sanlúcar de Barrameda. Era el 20 de agosto y los cristianos completaron su aproximación acampando en la llanura de Tablada, a la vera del río, de su armada y justo enfrente de San Juan. El cerco comenzaba en ese momento.
Emilio José Valero la Torre.

Jacinto Arias León dijo...

La cuestión naval era primordial para tomar Sevilla. La ciudad se aprovisionaba fluvialmente desde África y además recibía víveres desde el oeste: San Juan de Aznalfarache, el Aljarafe y Niebla, en Huelva. En este sentido, la clave era cortar la conexión africana, así como el puente de barcas que unía Sevilla con Triana y a Triana con todas estas regiones. Sabedor de la necesidad de hacer un tipo de guerra mixta para tomar la ciudad bética —el asedio de tierra y las incursiones navales—, Fernando III y sus hombres también se entrevistaron en Jaén con Ramón Bonifaz, un burgalés versado en las artes del mar. Su procedencia ha sembrado el misterio entre los historiadores, pues no se le supone a un castellano del siglo XIII mucho conocimiento marino, razón por la que se especula con una ascendencia marsellesa o italiana.
Jacinto Arias León.

María José Rico Millán dijo...

El encargo del rey cristiano fue claro: había que armar en Cantabria una flota fuerte y preparada para hacer la guerra en el Guadalquivir. La demanda fue satisfecha con diligencia, pese a que por entonces la armada hispana era prácticamente inexistente. Se construyeron 13 naos y 5 galeras en los astilleros de Santander, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera y Laredo. Además, se calcula que fue preciso enrolar al menos a 1000 hombres entre marinos, galeotes y gentes diversas de armas. Presta y flamante, en el verano de 1247 la flota de Bonifaz ya andaba batallando en la desembocadura del Guadalquivir contra las naves moras, que les cerraron el paso de inmediato. La intención de los cántabros era remontar el río y ganarlo para sí, y no sin esfuerzo lo consiguieron. Los cristianos lograron imponerse en una serie de sucesivos encontronazos y en agosto remontaban con superioridad las aguas andaluzas hasta la altura de Coria, a unos 15 kilómetros de la capital hispalense. La vía fluvial estaba iniciada. Estuvieron entonces en plena disposición de participar de lleno en el asedio, para el que se les aguardaba con impaciencia. Según los cronistas, sería una experiencia pionera de guerra combinada, que aunó lo terrestre con lo naval bajo un mismo objetivo territorial.
María José Rico Millán.

Alejandro Fernández Carmona dijo...

Tenemos que volver a incidir en la leyenda de la “ciudad de cobre”, fundamental para explicarnos el enfoque de temor y heroica grandeza que repercute en la configuración de los relatos de la conquista, que impregnan no sólo las fuentes literarias árabes sino las históricas y las geográficas, ya que este episodio lo encontramos reproducido al menos por el cordobés del siglo IX Ibn Habiben su “Historia” y por el geógrafo andalusí Abu Hamid (s. XII), entre una media docena al menos de otras fuentes árabes, hasta el siglo XV, entre las cuales algunos compiladores de noticias geográficas, como Yaqut . Se trata fundamentalmente de un “ocean myth” (Gerhardt, M. I. (1963: 198-235): The Art of Story-Telling. E. J. Brill. Leiden., y es interesante que el recopilador al-Masudi (s. X) señale que existió un texto de Musa ibn Nusayr en que él mismo recogió noticias sobre sus campañas, en un libro “que circulaba de mano en mano ”quizás “una versión más detallada y extensa de la carta que Musa envía al califa Abd al-Malik y que [el geógrafo oriental del siglo IX] Ibn al-Faqih incluye en su noticia” (Hernández Juberías, J. (1996: 42): La Península imaginaria. Mitos y Leyendas sobre al-Andalus . Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid. Y esto es fundamental para calibrar lo que tenemos delante cuando nos enfrentamos a los reflejos textuales árabes acerca de la conquista de al-Andalus, en que los planos de la realidad están traspasados por lo legendario, como también apunta Gerhardt, M. I. (1963): The Art of Story-Telling. E. J. Brill. Leiden.1963: 204): “.... thestory as it now stands cannot, of course, simply be iden-tified with the myth, from which it is already far remo-ved.... the myth originated the legend of Musa’s find.... Itis on the legend that the story was based; it does not pre-serve a conscious reminiscence of the myth”. Esto nos permite vislumbrar porqué las distintas fuentes textuales árabes entremezclan sus relatos históricos y literarios, al fundir los estadios de mito oceánico, leyenda de Musa y conquista de al-Andalus. Es interesante que ese mito del Océano tenebroso, superado en la fase de la leyenda, se aplica como medida de la hazaña conquistadora, sin que sus connotaciones afecten a la imagen elogiosa de la Península conquistada. Los textos literarios tiene todo ese poder, y también el de difundirse extensamente a través de leyendas y relatos populares, como los que estudió Makki (1985-86), y el de constituir incluso posibles géneros heroicos, como los cantares de gesta (Rubiera M.J. (1980): “La Mesa de Salomón”. Awraq, III: 26-31. — (1985-86): “Estructura de ‘Cantar de Gesta’ en uno de los relatos de la conquista de al-Andalus”.Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid, XXIII: 63-73.

Alejandro Fernández Carmona.

Felipe Puertas Bueno dijo...

El cuartel general del rey Fernando III era un nervioso crisol de gentes, según escribe Carlos Ros: “El campamento es una amalgama de colores y ruidos de armaduras bajo el tórrido sol de verano. En el maestre Pelay de Correa y los santiaguistas resalta la cruz roja de Santiago en sus capas; el maestre Fernando Ordóñez y sus calatravos portan el hábito gris con cruz flordelisada; los de Alcántara, con su maestre Pedro Yáñez, son reconocidos por su cruz de sínope también flordelisada. Y de las órdenes extranjeras: los sanjuanistas, con su prior Fernando Royz, lucen sus capas negras y sobre ellas la cruz blanca de ocho puntas que representan las bienaventuranzas de la hospitalidad que profesan; también están presentes los templarios, con su maestre Pedro Álvarez Alvito”.
Felipe Puertas Bueno.

Luis Pardo Perales dijo...

La prioridad como estrategia de Castilla era controlar el suroeste del río y proteger a la flota recién llegada. La primera gran acción de guerra corrió a cargo de los santiaguistas de Pérez Correa, que cruzaron hacia San Juan de Aznalfarache y lograron hacerse con la fortaleza. Tras ello, toda la localidad se rendiría, eliminando la última gran plaza del cinturón municipal. No obstante, el asedio estaba lejos de estar maduro. Los sevillanos seguirían contando con el suministro de Huelva y el Aljarafe a través de Triana. Durante semanas se sucedieron las escaramuzas por todo el perímetro de la ciudad. Las espolonadas musulmanas o arremetidas de caballería serían continuas, mientras los cristianos constataban que no tenían la fuerza militar suficiente para desplegar un cerco firme y completo. El otoño y el invierno de 1247 fueron meses de tímidos avances castellanos, impotentes ante unas fortificaciones concienzudas y una maquinaria de asedio claramente insuficiente.
Un saludo para todos.
Luis Pardo Perales.

Pablo Raya Almazán dijo...

Sevilla era un fortín que se dejaba rondar pero en ningún caso cercar todavía. La lucha de posiciones fue enconada y las razias, batidas rápidas y destructivas en territorio enemigo, se sucedieron con frecuencia, causando desgaste de guerrilla y ralentizando el curso real del asedio. La política cristiana de castigo y tierra quemada tampoco desequilibró la balanza ni cambió en absoluto el clima de estériles escabechinas. Lo ilustra bien la Primera Crónica General, que mandó realizar Alfonso X el Sabio: “De esta guisa andaban todo el día en porfía, los cristianos con esos moros, cuando por tierra cuando por agua, combatiéndose unos con otros… et ansí en esto estaban mañana et tarde… et cada hora del día”. Ante este panorama, Fernando III resolvería la práctica inutilidad de la tormentaria, maquinaria de asedio, y echaría mano del principio básico de la guerra total de expugno: el hambre.
Pablo Raya Almazán.

Leonardo Montero Hervas dijo...

A primeros del año 1248 los cristianos se afanaron en dominar el margen derecho del río (sentido inverso a los mapas) para mermar los suministros moros. Lo consiguieron en gran medida. Continuó el avance y se hizo campamento en los arrabales de Triana merced, entre otras cosas, a incursiones victoriosas de la flota, que cada vez osaba acercarse más al puerto sevillano. Pero el Castillo de San Jorge, baluarte trianero y prolongación del inexpugnable Puente de Barcas, resistía firmemente las arremetidas cristianas, y mientras este aguantase también lo haría el puente, la conexión fundamental con el exterior y por tanto el resto de la ciudad. Según los cronistas, la fortaleza resistiría durante semanas sin que la maquinaria de asedio cristiana pudiera hacer mella en sus defensas. Volvía a ponerse de relieve la limitación ingeniera del ejército castellano y la calidad de las fortificaciones almohades.
Leonardo Montero Hervas.

Francisco José Talavera dijo...

Desde el año 2003 y gracias a la Asociación Cultural “Iuventa”, nos viene visitando la familia sefardí D’Jaen, cuyos antepasados eran oriundos de esta ciudad. Actualmente residen repartidos entre Estados Unidos y Argentina.
Hoy, en el corazón de la antigua judería, la nueva sede de la Universidad Popular del Ayuntamiento de Jaén lleva el nombre de uno de sus miembros: Casa de las Artes “Sabetay D’Jaen”, poeta y dramaturgo nacido en Bulgaria, Gran Rabino de Monastir (en Macedonia), República Argentina, Uruguay y Rumania. Sus obras teatrales se han representado con gran éxito en los Balcanes, Palestina, Egipto y Sudamérica y hoy se considera uno de los más importantes escritores en lengua sefardí del siglo XX. Él, como su familia, siempre llevó orgullosamente como apellido el nombre de la ciudad de sus ancestros.
Actualmente, la asociación Iuventa está haciendo nuevos contactos con la familia británica sefardí “Marrache”, que tienen la tradición de ser oriundos de Jaén.
Francisco José Talavera.

Elisa Ríos Perea dijo...

El curso del asedio a Sevilla iba a cambiar en 1248. La primavera de 1248 es vital para la toma de Sevilla. Los refuerzos que acompañan al recién llegado infante Alfonso darán impulso definitivo a un cerco encaminado pero dificultoso. Alfonso vendrá acompañado por nuevas milicias de todos los reinos cristianos, navarros, aragoneses, leoneses. Con estas nuevas huestes será posible reforzar todas las zonas del sitio y extender una verdadera soga al cuello alrededor de la ciudad musulmana. Manuel García Fernández explica el despliegue con detalle: “El infante se asentaría en la Buhaira (Huerta del Rey) controlando el sector oriental de la ciudad y los Caños de Carmona que la abastecían de agua. En el sector norte, en la zona de la Puerta de la Macarena, se establecieron las tropas del infante don Enrique y las huestes de las órdenes de Calatrava y Alcántara, los caballeros de Diego López de Haro y Rodrigo Gómez de Galicia. En las proximidades del Arroyo Tagarete se instalaría el arzobispo de Santiago.
Elisa Ríos Perea.

María Alcazar dijo...

La historia escrita de Fernando III, como rey y como santo, surge en el siglo XIII. Desde entonces se fija en el texto lo que será la parte medular de los relatos que serán retomados a lo largo de los siglos, principalmente, a partir de su canonización en el siglo XVII. Los escritos, por lo regular, se basan en la Crónica General de su hijo Alfonso X, quien desde su cercanía a los acontecimientos, o a los relatos de su padre, escribe su propia versión; una versión idealizada e inclinada a ver al monarca en su papel de héroe y santo.
Además de la exaltación de sus virtudes, la vida de Fernando III, ha sido caracterizada por la presencia de una serie de milagros, acontecimientos sobrenaturales, visiones y dictados que hacen de su biografía una exaltación literaria y poética. Un ejemplo de esta visión la presenta Alonso Núñez de Castro en su libro Vida de San Fernando, Madrid, Ediciones Atlas, 1944, aunque la edición original titulada Vida de San Fernando el tercero rey de Castilla y León; ley viva de príncipes perfectos… fue publicada en Madrid en el año 1673, por la viuda de Francisco Nieto. De esta publicación hay un ejemplar en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid.
Esta publicación fue retomada en gran parte por quien se hace llamar Socio del Apostolado de la Prensa, en La Vida de San Fernando rey de España. Madrid, Apostolado de la Prensa, 1912.
Las dos obras presentan idénticas versiones de los aspectos más significativos de la Historia de San Fernando.
María Alcazar.

Paula Ayala García dijo...

El rey Fernando III avanzó por el sur hasta las inmediaciones de la Puerta de Jerez, al tiempo que la flota de Bonifaz navegaba ya río arriba hacia la bocana del puerto de Sevilla (…) Por último, el maestre de Santiago estableció nuevo campamento al oeste para cortar el suministro con el Aljarafe y mantener por la comarca la estrategia de guerra total. A excepción del noroeste y del puente de pontones de Triana, por donde continuaban entrando suministros, toda Sevilla estaba cercada en el verano de 1248”. Sin duda, solo restaba una cosa para precipitar la victoria cristiana: el dominio del puerto fluvial. Se supone que el 3 de mayo de 1248 amaneció tranquilo y soleado. Aquel día culminarían los trabajos de la flota cántabra, que llevaba asumiendo el protagonismo ya varios días. La tarde propició la pleamar y un cierto viento de levante y los barcos se lanzaron en su empeño. Pasaron con éxito la barrera de la Torre del Oro, garita centinela que guardaba con celo el acceso a la ciudad. Virotes, flechas y otros objetos de aluvión dieron la bienvenida a los invasores. Mientras, las tropas de Fernando III realizaban fuertes cargas en tierra para tratar de hacer daño simultáneo y dispersar atenciones.
Paula Ayala García.

Rocío Sáez Prieto dijo...

Con la llegada de la flota a la altura de las atarazanas y del Arenal, el avance se hizo completamente encarnizado. Intenso fuego de proyectiles volaba desde la orilla sevillana y desde las embarcaciones moras. Los asediados se empleaban a fondo para hostigar a la flota castellana, sabedores de que se jugaban su último reducto de resistencia. En efecto, los musulmanes aún tenían preparado un recurso defensivo para impedir el paso de Bonifaz, López de Haro y los suyos: el denominado “fuego griego” o “grecisco”. En palabras de Carlos Ros, eran “ollas y tinajas rebosantes de petróleo, azufre, salitre y otros elementos que lo hacían altamente inflamable en el agua”. Se lanzaron varias balsas y brulotes prestas a provocar el incendio, pero apenas hicieron blanco en las embarcaciones cristianas. De pronto, salvado el escollo, la suerte pareció echada.
Rocío Sáez Prieto.

Felipe Galiano Amaro dijo...

Existe en la ciudad de Jaén una tradición que identifica la casa natal del gran Hasday Ben Saprut con una vivienda que se encuentra en la actual Plaza de la Magdalena, corazón de la antigua Yayyan musulmana. La casa, reformada muy recientemente, muestra en su fachada principal un ventanuco decorado con una estrella de David del que sería hoy imposible precisar su antigüedad pero desde luego queda descartado que existiera ya en la época de Al-Andalus.
Es ésta, al parecer, la misma casa que otra tradición asocia a la “Casa de las Almenas o del Rincón”, llamada así por obtener su propietario el privilegio de tener agua y almenas por haber refugiado en ella durante una noche al mismísimo rey Pedro I, enemigo de la ciudad de Jaén durante la guerra con su hermano Enrique II, y protector de los judíos.
Quienes defienden su vinculación con Ben Saprut argumentan que, de haber sido efectivamente en la antigüedad la casa de un judío, atendiendo a las distintas tradiciones que se han mantenido en el tiempo, éste no podría haber sido en cualquier caso un judío cualquiera dada la ubicación de la casa, no sólo fuera de la judería sino junto a los principales poderes - religioso (mezquita aljama) y civil (casa del cadí o juez) - de la ciudad andalusí. Siendo el padre de Ben Saprut un personaje destacado en su tiempo queda así unido a la casa como su hipotético propietario.
Felipe Galiano Amaro.

Juan Fernando Mancebo dijo...

El objetivo de la flota cristiana se dibujó con nitidez: abrir brecha en el Puente de Barcas y cortar sus comunicaciones. Ya estaban muy cerca y ninguna de las embarcaciones musulmanas había logrado detener el avance. Las dos naves cristianas de mayor tamaño iban en vanguardia. Estaban reforzadas en su proa con maderas y todo tipo de metales, listas para embestir. Las tripulaciones anclaron manos y piernas donde pudieron. El primer barco chocó. Hizo estremecer toda la estructura de madera y gruesas cadenas. Segundos después, lo hizo el segundo, donde se suponía que iba el propio Bonifaz. Fue un chasquido sordo y contundente. La embarcación abrió camino y quebró el puente más o menos por su parte central. La brecha estaba abierta. La flota había cortado la barrera de Triana y ahora Sevilla capital estaba completamente aislada.
Juan Fernando Mancebo.

Alberto Egea Pérez dijo...

En las siguientes semanas se tomó con gran esfuerzo el Castillo de San Jorge, pero la rendición tampoco llegaría entonces. Los musulmanes estuvieron completamente encerrados desde mayo de 1248 pero aguantarían con agonía hasta noviembre del mismo año. Entonces, por fin las autoridades castellanas pudieron comenzar las negociaciones, que no serían nada sencillas. Se firmó la capitulación el 23 de noviembre. Habían pasado 14 meses y tres días de incansable sitio a la penúltima gran urbe de Al-Ándalus. No era solo la conquista de una ciudad. Significaba, en la práctica, una de las últimas empresas de la Reconquista.
Alberto Egea Pérez.

Álvaro Zamora Bejarano dijo...

Las crónicas musulmanas están llenas de resignación y melancolía. Además, nos ofrecen una versión solvente de los avatares de la derrota: “El rey cristiano concedió a la población una tregua para permitirles organizar el transporte de todos sus bagajes que pudieran llevar. Al terminar la tregua, la población abandonó la ciudad, que permaneció desierta durante tres días. El monarca cristiano mandó escoltar a los emigrantes por un destacamento armado hasta la zona musulmana de seguridad”. Por su parte, Carlos Ros detalla un poco más la cuestión: “El maestre de Calatrava se encargó de la seguridad de los musulmanes que se dirigían a Jerez, la mayoría, tal vez las tres cuartas partes de la población de Sevilla, que posteriormente darían el salto al reino de Granada. Para los que se decidieron a atravesar el mar, se dispuso de cinco barcos y ocho galeras que los condujeron a Ceuta”. Saludos para todos
Álvaro Zamora Bejarano.

Luis Enrique Moriana dijo...

En 1995 se creó la Red de Juderías de España – Caminos de Sefarad con el fin de desarrollar proyectos y programas que impulsen la recuperación patrimonial y cultural del legado sefardí en nuestro país.
Jaén entró a formar parte de la Red de Juderías en el año 2005 y en el actual año de 2007 ostenta la Presidencia de la Red.
En el mismo año 2005, los jienenses Bernardo Jurado Gómez, como investigador de recetas culinarias de épocas históricas, y Luis Salas, como confitero de la pastelería “El Paraíso”, ganaron el “I Concurso de Repostería” organizado por la propia Red de Juderías para elaborar un dulce sefardí que fuese distintivo de la red, como “dulce oficial” de la misma, de venta en todas las ciudades adscritas a la red. El dulce se comercializa como “dulce elaborado en Jaén”.
Actualmente, son 15 las ciudades españolas que forman parte de la red: Ávila, Barcelona, Cáceres, Córdoba, Gerona, Hervás, Jaén, León, Oviedo, Palma de Mallorca, Ribadavia, Segovia, Toledo, Tortosa y Tudela. Además de otras 6 ciudades asociadas (Besalú, Calahorra, Estella-Lizarra, Monforte de Lemos, Plasencia y Tarazona).
Luis Enrique Moriana.

Olga Romera dijo...

La ciudad era antiguo objeto de deseo para el rey castellano y sus antepasados. El poeta Rafael Laffón lo expresaría con duende: “Guadalquivir abajo, rueda un son de mesnada
La noche con estrellas corre con su espuela loca. Va de bodas Fernando y es la novia Sevilla”.
Saludos de Olga Romera.

María del Carmen Cuenca Padilla dijo...

Se supone que Fernando III rechazó cuantas propuestas de arreglo ofrecieron los vencidos. No quiso la permanencia de los musulmanes en la ciudad ni la división del territorio entre cristianos y moros. No quiso la obtención de rentas compensatorias, altísimos tributos ni concesiones territoriales o monumentales. Antes bien, el rey de Castilla y León ordenó la partida de toda la población islámica hasta dejar la villa desierta. Durante un mes, el éxodo se sucedió sin grandes incidentes. Sevilla quedó vacía y entre sus muros solo pudo oírse el rumor lejano de las batallas recientes. El 22 de diciembre, casi un mes después de la capitulación y conmemorando el traslado de los restos de San Isidoro a León, entraba triunfalmente por la Puerta de Goles (actual calle San Laureano con Alfonso XII) el séquito del rey castellano. Fue un día histórico para la cristiandad. En adelante la ciudad sería repoblada con colonos, soldados y otras gentes castellanas, atraídos sobre todo por los reclamos fiscales, jurídicos y económicos que el monarca dispuso para la causa. No obstante, el área total de la ciudad, muy ampliada por los almohades, no sería del todo poblada hasta siglos después.
María del Carmen Cuenca Padilla.

José Recio Gómez dijo...

La famosa Estoria de España auspiciada por Alfonso X el Sabio dejará heroica constancia del asedio. Constituido por derecho —y no sin la consabida retórica— como uno de los grandes episodios de la Reconquista cristiana, los hechos históricos aquí relatados dejarán además un buen poso de leyendas e historias populares, algunas mundanas y otras más piadosas, algunas más creíbles y otras ciertamente inverosímiles. En su libro Tradiciones y leyendas sevillanas, José María de Mena relata algunos de estos pasajes. Es especialmente popular el relato de Fernando III colándose en la ciudad por su cuenta, de noche, disfrazado de moro y con objeto de buscar desde dentro alguna debilidad en las defensas musulmanas.
José Recio Gómez.

Juan de Dios Linde Arias dijo...

Idolatrada por el rey, la Virgen de los Reyes también cuenta con varios relatos conocidos, pero son más divertidos los de Garci Pérez de Vargas, el gran lugarteniente de Fernando en el asedio. Permítaseme contar uno de ellos. Su incidente con la cofia es bien famoso. Era verano y Pérez de Vargas volvía al campamento después de algunas escaramuzas. Montaba junto a un compañero y hacía tanto calor que ambos se habían desprendido de su yelmo. De súbito, cruzáronse con una comitiva mora que andaba rezagada o perdida. Se supone que se vieron ellos dos solos contra siete u ocho de estos enemigos, por lo que el compañero de Garci Pérez volvió grupas y salió en retirada, mientras este no se inmutó y quiso continuar su camino como si nada pasara. Los moros pudieron reconocerle porque llevaba la cabeza descubierta, y al ser Garci muy temido y bien conocido, pudo continuar la marcha sin hostilidad alguna. Sin embargo, llegado casi al campamento, Garci reparó en que su cofia, que protegía su cabeza del metal de la armadura, se había caído por el camino. Ni corto ni perezoso, se dio la vuelta y volvió a por esta, ante la mirada atónita de los moros, que habían sido retados dos veces sin réplica alguna. Supuestamente, el rey observó toda la escena desde un cerro y apremió a su hombre a revelar el nombre del soldado cobarde que había huido. Garci se negó a hacerlo, e incluso prohibió terminantemente que lo hiciera su escudero bajo amenaza de pena de muerte.
Juan de Dios Linde Arias.

Esmeralda Buendía dijo...

Los textos biográficos de Fernando III resaltan la idea de santidad a través de la leyenda, pero además la vida de Fernando III, puede abordarse desde la perspectiva que lo analiza como monarca dentro del contexto histórico de la historia medieval de España. Es necesario analizar su papel durante la reconquista, como punto de atención más caracterizado, donde puede entenderse el logro estratégico, político y religioso del rey y, como uno de los factores que influyen en la conformación de la historia hispana, o bien, como el resultado de la intermediación divina que premia a los hombres piadosos y defensores de la fe.
Afectuosos saludos para todos los lectores.
Esmeralda Buendía.

Laura Morante dijo...

Fernando III fue digno seguidor de la misión que, por siglos, sus antecesores visigodos se habían propuesto: la unificación de España a través de la recuperación territorial y cristiana. Este ideal se venía gestando desde el siglo VI, con los futuros santos, San Isidoro, San Leandro y San Hermenegildo, quienes concebían el logro de la unidad nacional mediante la unión en la fe cristiana. Hermenegildo, uno de los más importantes antecesores, fue el primer visigodo que se convierte del arrianismo al cristianismo, y a él se debe la conversión de su hermano Recaredo y, con esto, la de la España visigótica.
Para finales del siglo V, los visigodos dominaban gran parte de la península ibérica, pero las invasiones llevan a la pérdida gradual de los territorios. En el siglo VIII, cuando se inician las ocupaciones musulmanas, aparecieron los primeros movimientos de los cristianos por recuperar el espacio patrio. Si bien es cierto que los enfrentamientos y aún las victorias de los primeros siglos de la Reconquista, están lejos de ser producto de una empresa de recuperación del terreno patrio invadido por extranjeros.
Laura Morante.

Mara Castellanos Cantos dijo...

Durante los primeros tiempos de la Reconquista, los grupos hispano-cristianos se mueven de forma aislada e independiente y con estricto sentido defensivo en sus movimientos militares, defendían lo suyo y devastaban lo ajeno, era una empresa orientada y destinada a resistir la invasión. De manera que en las luchas que libran los peninsulares con los invasores, entre los siglos VIII y parte del siglo XI, no estaba presente la idea de restablecer la nación cristiano visigoda desde un punto de vista político y religioso. Por esto, no se puede llegar a hablar en este tiempo aún de Reconquista. Las actividades que van a permitir que este fenómeno se desarrolle, y culmine con la unificación de la Península, comienza en el siglo XI y finaliza en el siglo XIII, con el reinado de Fernando III. Los dos actores que propician tal desarrollo de actividades bélicas fueron: el debilitamiento del poder e los califatos y el hecho de que los reinos cristianos comenzasen a realizar acuerdos y alianzas.
Mara Castellanos Cantos.

José Javier Onieva Zamora dijo...

Al nacimiento de alianzas entre los reyes cristianos no estuvo ajena la Iglesia, preocupada por la pérdida del dominio sobre sus sedes, por lo que propicia la unión entre los reinos y, como se sabe otorga el carácter de cruzada a la lucha hispana contra los musulmanes venidos de África. El resultado de un largo proceso con estos parámetros fue determinante para la conformación geopolítica y religiosa peninsular. Así, tras siglos de lucha por la defensa territorial, finalmente, el siglo XIII marca el inicio de la recuperación definitiva. Ya en el comienzo de este siglo la gran victoria de los cristianos en 1212 en Tolosa, antigua capital del reino visigodo, (no olvidemos que en la lenta consolidación de los visigodos en la península (415-507) inicialmente, ubican su capital en Tolosa y después en el siglo VI se fija la capitalidad en Toledo). La victoria de Alfonso VIII, abuelo de Fernando, señala el fin del imperio almohade. El enfrentamiento, en la conocida batalla de Las Navas de Tolosa abre el camino para el avance hacia el sur. Poco después, el futuro rey santo toma Córdoba (1236), Jaén (1246) y Sevilla (1248). Pudiendo afirmarse que con la conquista de esta última, la península se puede considerar reconquistada, aunque quedaba Granada como reducto hasta 1492, cuando cae bajo los Reyes Católicos.
José Javier Onieva Zamora.

Charo Cortés Pérez dijo...

La Iglesia jugó sin duda un importante papel en la Reconquista, este era un asunto que preocupaba a los papas desde mediados del siglo XI, y desde entonces, Roma empezó a intervenir en los asuntos de la Iglesia Española, aunque con quienes mantenían una relación más estrecha era con el Reino de Castilla, el más poderoso, pero también el que se había inclinado hacia la búsqueda de la unificación.
Ya desde el pontificado de Alejandro II (1061-1073) y después con Gregorio VIII(1073-1085), su objetivo fue apoyar a los reyes castellanos para hacer frente y terminar con las luchas internas de los reyes cristianos, y con ello con la segmentación territorial de la España invadida. Cuando Fernando III sube al trono, la península no había logrado la unidad política, tan necesaria para el avance en la reconquista y el territorio seguía dividido en monarquías que se disputaban las victorias y el imperio, sin embargo, de los cinco reinos peninsulares de entonces: León, Portugal, Aragón, Navarra y Castilla; el más consolidado y pacífico era el del futuro rey santo. Sin duda, el favoritismo pontifical había rendido sus frutos.
Charo Cortés Pérez.

Manuel López Enciso dijo...

Es producto de las leyendas y su tradición el pensar, que el monarca Fernando III entró en Sevilla disfrazado de árabe y penetrar en la ciudad a escondidas desde la Puerta de Córdoba, actual ronda de Capuchinos, hasta llegar a la mezquita, en el lugar que hoy ocupa la santa catedral, y que allí finalmente fue descubierto por los musulmanes, con la suerte de que los suyos ya lo habían echado de menos en el campamento y también se habían infiltrado en la ciudad de Sevilla, pudieron auxiliarlo en su salida. Pues una vez dada la voz de alarma entre los cristianos también infiltrados, el séquito de soldados disfrazados pudo agruparse y poner pies en polvorosa para buscar la salida a una situación tan comprometida, así el Rey salió sano y salvo por la Puerta de Jerez. El autor José María de Mena en su libro Tradiciones y leyendas sevillanas, asegura que esta es una historia veraz y perfectamente documentada, pero cuesta creer que este atrevido acto de pillería sucediera realmente, y terminara de forma tan beneficiosa para los cristianos, sobre todo por la edad del monarca ya nada joven y la precaria salud del Rey Fernando. No dejaba de ser una situación arriesgada.
Manuel López Enciso.

Emma Valverde Cruz dijo...

En la segunda mitad del siglo XII, cuando se debilita el poder de los monarcas castellanos y hay enfrentamientos entre los territorios cristianos, los pontífices, desde Celestino III (1191-1198) hasta Honorio III (1216-1227), se dedicaron a promover las alianzas entre los reinos cristianos y lograr la pacificación entre ellos. El reinado de Fernando III corresponde a este período en el que la intervención de la Santa Sede en las campañas contra el Islam de redujo a la aplicación de medidas proteccionistas. Muy próximo al inicio del reinado del futuro Rey Santo (1217-1252), en 1218, se expide una carta que él mismo Fernando solicita, en la que se toma “bajo especial protección” al monarca y su reino, y se autoriza la aplicación de censuras canónicas contra los que se rebelaran. El apoyo pontifical fue fundamental para legitimar el gobierno del rey y consolidar las movilizaciones de reconquista, aunque la iniciativa contra los sarracenos se debe atribuir sin duda a Fernando III, Rey de Castilla y León, como lo muestra el que para la expedición hasta el sur en 1224, el rey reunió previamente en Burgos a los nobles y señaló la conveniencia de enfrentarse a los musulmanes aprovechando, por un lado, la división de los árabes y, por otro la paz que mantenía su reino con el resto de los reinos cristianos peninsulares.
Emma Valverde Cruz.

Mario Sevilla Bautista dijo...

El reguero numeroso de estas leyendas es confuso y múltiple a la vez, pues cuentan con leyendas en diversas versiones y variantes en la narración de los hechos, además de una veracidad bastante resbaladiza, pero consten estas leyendas para dar cuenta hoy de la rica producción popular oral y escrita que generó la reconquista de Sevilla en el imaginario cristiano e hispalense. Al fin, rendida la ciudad del Guadalquivir, todos los cronistas coinciden en señalar el vínculo enamoradizo de Fernando III con Sevilla. Fue anhelada como una obsesión de distancia y amada profundamente cuando ya fue conquistada. Y en la ciudad hispalense quiso el monarca pasar sus últimos años de vida y establecerla hasta el final de sus días como residencia última de su vida en este mundo. Desde Sevilla planificó la campaña de conquistas para el norte de África; los que le rodeaban sabían que probablemente no viviría para ver prosperar la gran campaña africana que planeaba, pero Fernando aún pudo capitanear en la península importantes conquistas en las provincias de Huelva y Cádiz.
Un amistoso saludo.
Mario Sevilla Bautista.

Bernardo Bayona Galera dijo...

Llegado el momento, la muerte vino a buscarle el 30 de mayo de 1252. Dicen que murió sin sus atributos reales, despojado a voluntad de su espada, corona y cetro para dejarse morir solamente envuelto en su sayo, tal y como figura en la pintura de Virgilio Mattoni Las postrimerías de Fernando III el Santo. Cierto o no, la historiografía no tardaría en convertirle por derecho en el gran rey de la historia sevillana y en una figura troncal de la España medieval naciente. Nombrado santo por las crónicas cristianas, en 1671 sería finalmente canonizado. Y lo cierto es que, en cierto modo, su estatua en la plaza Nueva no acaba de hacerle demasiada justicia, siendo él figura tan engrandecida por los relatos, por lo que resulta más ilustrativo quedarnos con la épica de este asedio hispalense, singular recodo histórico de ingenio bélico y furor guerrero y religioso.
Bernardo Bayona Galera.

Eva María Nieva Montes dijo...

El Papa Honorio III “le felicita por haber empezado la Reconquista” y se limita a concederle la protección de Roma, que hace extensiva a su familia y reino, como bandera contra los nobles y demás monarcas que se le opusieran. Así las cosas, la reconquista no podría equipararse con la idea de cruzada; sin embargo, la Iglesia había tomado parte en la financiación de las empresas hispanas y los pontífices, aún en el caso de que no fuera producto de una iniciativa suya, comulgaban con la idea de asumir a la reconquista con el carácter de una cruzada, pues desde antes del reinado fernandino, se habían sujetado a las disposiciones o requerimientos que le hacían los reyes cristianos e la península.
Cuando el tributo del vasallaje fue insuficiente para solventar los gastos de la guerra, los monarcas castellanos impusieron a la Iglesia “donativos de guerra”, así por ejemplo, para la Batalla de las Navas, el clero aportó la mitad de las rentas eclesiásticas. Durante el reinado del futuro santo, el Papa Honorio III cede el tributo de las tercias eclesiásticas, es decir, que autoriza al monarca Fernando el cobro de las dos novenas partes de la décima correspondiente a las rentas de los bienes de la Iglesia. Este apoyo que le da Honorio III continuó con el papado de Inocencio IV.
Eva María Nieva Montes.

Gabriel Campos dijo...

Demetrio Mansilla Reoyo, en “Iglesia castellano leonesa y curia romana en el reinado de San Fernando”, Madrid, Consejo superior de Investigaciones Científicas, Instituto Francisco Suárez de Teología, 1945, Pág. 53, 56 y 57, encuentra en los registros vaticanos una Bula Papal (15 de abril de 1247) concediéndole al monarca Fernando III la facultad de invertir en las empresas guerreras los bienes destinados a las iglesias. Al parecer se refiere a las tercias que se autorizaron en ese año de 1247, cuando se acercan las operaciones militares hacia la conquista de Sevilla.
Gabriel Campos.

Domingo Juárez Pérez dijo...

Los reyes cristianos de la reconquista, lograron beneficios que, si bien tenían un carácter temporal, llegan a universalizarse con la conquista de las Indias y Granada, en el siglo XVI. Además de las medidas de recaudo, Fernando III obtiene del papado otra concesión más: el Patronato Real. Este derecho, se amplía posteriormente al del Patronato Universal cuando fue reclamado por los Reyes Católicos, para los nuevos territorios conquistados. Su origen está relacionado con la toma de Córdoba en 1236. Dice así: “Gregorio IX, en parte como premio a la sangre derramada por los cristianos y a los trabajos realizados por San Fernando y en parte también como estímulo para el futuro, le concedió, a ruegos del Monarca castellano, facultad extensiva también a sus sucesores de poder presentar al Ordinario del lugar cuatro prebendados, para la obtención de los beneficios de la catedral cordobesa… Un poco más tarde (12 de septiembre de 1237)…A petición de Fernando III concediale facultad de poder presentar por vez primera al Obispo diocesano los rectores todos de las Iglesias que reconquistasen de los musulmanes.” (Mansilla Reoyo, D. 1945: 89).
Debemos entender que estas prerrogativas se iban alcanzando al ritmo de los avances en las campañas de reconquista, con la consabida restauración de las sedes católicas que fueron muy significativas en los tiempos del futuro rey santo.
Domingo Juárez Pérez.

María Salome Espinosa dijo...

Estas indulgencias de los papas eran como una especial idea de cruzada, eran dadas a quienes colaboraban en la empresa de conquista: “Cuando el Rey Santo, con el auxilio de D. Rodrigo, proyectaba la gran campaña andaluza… el Papa procuró equiparar a los cruzados españoles con los que iban a los Santos lugares y otorgarles las mismas indulgencias, siempre que personal o mediante bienes y dinero colaborasen en la empresa de la Reconquista. De esta manera aunque en sentido estricto la reconquista llevada a cabo por Fernando III no se puede asociar a las cruzadas, el apoyo pontificio otorgado, tanto por recaudo, como por los beneficios espirituales para los combatientes que defendían el cristianismo, le daba todo el carácter de cruzada. Entonces podemos decir que tenía todo el carácter de “guerra santa” desde el mismo siglo XIII.
Cuando Fernando levanta su espada para la reconquista, ya estaba consolidada la ideología de cruzado: quien diera su vida, o bienes, por la causa, conseguía la salvación.
Para el futuro Rey santo, siendo quien lideraba los movimientos, la esperanza de alcanzar nuevos beneficios, entre ellos el de la gloria eterna, debió tener tanto peso en su decisión como el mismo ideal de la buscada unidad nacional que había heredado de sus padres y abuelos reyes.
María Salome Espinosa.

Eloy Salvatierra Arroyo dijo...

La especie de ideología de conquista se venía alimentando con una serie de estrategias discursivas contra oriente propagadas por la misma Iglesia, pues desde que se inicia la reconquista, a los monarcas hispanos les movía el temor infundido y manipulado por el clero a través de la imagen negativa que se daba de los invasores: “ los musulmanes fueron presentados como los secuaces de una infame secta, herejía difundida por el hijo de Satanás, Mahoma y sus seguidores como los enemigos de la Fe, seres depravados e impuros, de sangre negra, infieles y desleales, enviados por Dios para castigar a los españoles por sus pecados; era necesario combatirlos y convertirlos …”.
Un manejo que, como bien es conocido, se vuelve a utilizar cuando se llega a tierras americanas tan sólo unos siglos después.
Eloy Salvatierra Arroyo.

Mauricio Alguacil Labrador dijo...

Los reyes hispanos de la reconquista se identificaban como los elegidos para destruir a los que habían sido señalados como los enemigos de la fe, y así llegaron a definir su función, parecía que la reconquista era una misión divina. Fernando III, como cualquiera de los reyes cristianos, el rey favorito de Roma, como descendiente de los visigodos y representante castellano, llevaba con gran convicción el estandarte como intermediario de Dios en la tierra. Esta imagen permanece en los reyes castellanos, así cuando su nombre llega a America, la idea no ha sufrido merma ni modificaciones, por lo que los reyes católicos no dejan de asumirse el papel de responsables de la conversión de los indios y aplican esta misma ideología de conquista a los que no comulgan con la fe católica. La imagen fernandina que llega a la Nueva España, trasmite la esencia de este mensaje.
Mauricio Alguacil Labrador.

Cristino Reinoso Peña dijo...

La situación de privilegio de los reyes medievales, de ser mediador entre Dios y los hombres, ponía de paso al clero en dependencia y, ante los cruzados, les restaba importancia ya que su intervención como mediadores no era indispensable para alcanzar los beneficios espirituales o de la gloria eterna. De hecho y los textos legales del siglo XIII así lo recordaron el rey era el representante de Dios en su reino y es responsable ante Él tanto de sus clérigos como de sus seglares. La trasmisión del poder, de origen divino, se hace en provecho no sólo del monarca, quien, en su reino, dispone de lo temporal y de lo espiritual, llegando incluso a no reconocer la autoridad del papa en lo que no era materia de dogma de fe, de la que el Papa era la máxima autoridad del orbe. Cristino Reinoso Peña.

Carlos Alberto Vallejo dijo...

Los Reyes Católicos determinaron una política con respecto a los musulmanes que, por un tiempo, no varió significativamente de la anteriormente implantada por los reyes castellanos. Ellos les permitieron conservar sus bienes y continuar en el ejercicio de sus costumbres religiosas y civiles; también la Corona ofreció apoyo económico a los musulmanes que desearan emigrar a África. Sin embargo, la actitud de los vencidos no era la misma, por lo que cambiada la situación que en tiempos anteriores había tenido la reconquista y los frecuentes enfrentamientos entre los musulmanes y cristianos, los reyes dieron un ultimátum en 1502: debían abandonar el país o convertirse a las creencias cristianas.
Carlos Alberto Vallejo.

Pablo Parraga Román dijo...

Resulta clara la sumisión del clero a los reyes y el éxito de las medidas adoptadas contra los intocables bienes de la Iglesia, así como los alcances que poseen los reyes en materia religiosa. De esta forma Fernando III interviene en la administración de la justicia, en los asuntos de fe como es el caso de los herejes con quienes fue implacable en el castigo, pues en su tiempo algunos fueron ejecutados y otros mandados a la horca o quemados vivos.
La herejía albigense se difundió en Francia en el siglo XII y principios del XIII en la península, aunque en menor medida. Quizá por ello en las representaciones pictóricas de San Fernando se refleja el tema de la quema de herejes, como es el caso de la pintura del siglo XVIII de Valdés Leal, que está ubicada en la iglesia del convento de San Pablo en Sevilla en la que aparece el santo portando un haz de leña y dispuesto a dar inicio el ritual de la quema, ante el tribunal de la Inquisición. Claro que es una pintura que sufre la presión del tema inquisitorial tan avivado en esos siglos.
Pablo Parraga Román.

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