PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Fray Blas Palomino. Viaje hasta Méjico.

Ruta del viaje de Fray Blas Palomino a Filipinas (I). El viaje hasta Méjico.

    De La Higuera de Anduxar, a partir del siglo XVI y XVII, parten algunos hombres para las colonias españolas en América y Oceanía, son: aventureros nobles en busca de fortuna, religiosos llevados por la necesidad de evangelización y buscavidas que esperaban salir allá de la situación de pobreza en la que se hallaban. El primero del que tenemos referencia es Francisco Criado, que es uno de los conquistadores de Río de la Plata y participa en la fundación de Buenos Aires. Probablemente hubo antes otros, pero la documentación se ha perdido. A Francisco Criado suceden en la aventura de ultramar otros personajes, entre ellos destaca el religioso Fray Blas Palomino.

    Ya en fecha 3 de octubre de 2011, apareció en este blog spot un revelador artículo titulado FRAY BLAS PALOMINO firmado por Manuel Jiménez Barragán, según el texto de Francisco de Bilches, 1654, “Santos y Santuarios del Obispado de Jaén y Baeza”. El estudio pormenorizado del libro de Bilches, el contexto histórico del personaje y su consideración de venerable (dentro de la Iglesia Católica) a nuestro paisano Fray Blas Palomino, han dado como consecuencia luces para nuevos artículos que aparecerán progresivamente en este blog. De esta nueva etapa abierta, este referido a su viaje será el primero, volveremos sobre él abordando otros aspectos.
(Galeón español. Típico de la ruta).

    A medida que vamos recopilando datos, estamos más convencidos de que el viaje de Fray Blas Palomino a Filipinas se realizo en dos fases: La primera a través de Océano Atlántico vía México hasta Veracruz, y una segunda a Acapulco, y desde Acapulco cruzando el Océano Pacífico con llegada a Cavite en Filipinas y Manila.

     El punto de partida de Fray Blas Palomino fue Sevilla, el 30 de mayo de 1608, para posterior embarque en Cádiz o Sanlucar de Barrameda
(Aunque en toda la bibliografía consultada aparece el nombre San Lúcar, optamos por usar el nombre de la población actualizado). Puede ser que lo hiciera desde Sanlucar de Barrameda, dice el texto del jesuita Francisco de Bilches que salio para Cádiz, no sabemos si era en referencia a la ciudad o se refiere a Sanlucar como parte de la provincia), según manifiesta el mismo en la carta a su hermano Pedro y de despedida de todo el pueblo entonces llamado “Higuera de Anduxar”. Los navíos bajaban por el Guadalquivir hacia Sanlucar de Barrameda, donde se hacía la última revisión antes de la salida a mar abierta, camino de Canarias. Defendemos la idea del embarque en Sanlucar ya que tenemos la referencia de que su compañero fray Francisco Gálvez se embarcó el 28 de junio de 1601, zarpando de Sanlucar de Barrameda y por otra parte se confirma, que sólo a partir de 1680 y hasta 1720 se decidió que los galeones partieran y llegaran a Cádiz, dado que el puerto gaditano tenía mejores condiciones que el de Sevilla, resultando prácticamente el puerto de Sevilla un puerto inútil por el aumento de tonelaje de los buques y la existencia de la llamada barra del Guadalquivir que dificultaba e impedía la bajada y subida por el curso del río.

    España es el país que inventa la burocracia, son numerosos los documentos de siglos pasados de los que podemos disponer, en especial de la fecha que estamos estudiando. En este caso nos basamos en el Archivo General de Indias.


    Según documentación  encontrada en el Archivo General de Indias (AGI), podemos dar a conocer los cincuenta religiosos misioneros que iniciaron su viaje desde España camino de Méjico y Filipinas en 1608. Encabeza la relación Fray Juan Pobre encargado por el Rey Felipe II de llevar a cabo el mandato de la  Real Cedula del 1 de Marzo de 1601.


    El 1 de marzo de 1601, el rey Felipe II, expidió una real cédula concediendo a Fr. Juan Pobre licencia para conducir a Filipinas a 40 misioneros, autorizando que los gastos que se ocasionaran fueran pagados por la hacienda real. Fray Juan Pobre era Procurador de la Provincia franciscana de San Gregorio Magno, de Filipinas, y como tal se encargaba de organizar y conducir grupos de misioneros a las Indias, y en un viaje de estos, a raíz de la cédula mencionada, se embarcó nuestro protagonista, que acudió a Sevilla en 1608 para tal fin.

    El primero de los viajes organizados por Fray Juan Pobre con destino a Filipinas se inició el 28 de Junio de 1601, dando cumplimiento a la Real Cedula del Rey Felipe II de fecha 1 de Marzo de 1601. Después en 1604 y 1609 organizaría otros viajes.

    En esta relación aparece Fray Blas Palomino en el puesto vigésimo sexto. Los datos del documento son los siguientes:

Código de Referencia: ES.41091.AGI/11//PASAJEROS, L.9, E .681    
Titulo Nombre atribuido: FRAY JUAN POBRE
Fecha Creación: Probable 1608
Signatura Histórica: PASAJEROS, L.9, E. 681



FRAY JUAN POBRE, franciscano, a Filipinas con los religiosos siguientes:
- Fray Alonso Junípero
- Fray Luis de San Miguel
- Fray Francisco Durán
- Fray Matías de Argesto
- Fray Andrés Esteban
- Fray Pedro de la Concepción
- Fray José Fonte
- Fray Pascual Serrano
- Fray Bernardino Hernández
- Fray Andrés Felipe
- Fray Luis Pérez
- Fray Pascual Torrellas
- Fray Miguel de los Ángeles
- Fray Domingo de San José
- Fray Miguel Soriano
- Fray José Felipe
- Fray Francisco de San Miguel
- Fray Diego de Casasola
- Fray Diego de San Francisco
- Fray Jerónimo de San Francisco
- Fray Baltasar de los Mártires
- Fray Antonio de Peralta
- Fray Cristóbal de San Buenaventura
- Fray Francisco de la Cruz
- Fray Pedro de San Miguel
- Fray Blas Palomino
- Fray Antonio de Acaute
- Fray Juan de Nuncibay
- Fray Francisco de San Bernardino
- Fray Diego de Santa María
- Fray Martín Moreno
- Fray Esteban de la Torre
- Fray Juan de Cabezón
- Fray Antonio de San Buenaventura
- Fray Atilano de San Antonio
- Fray Antonio de Santana
- Fray Pedro de San Antonio
- Fray Pedro de San Martín
- Fray Juan de Zamora
- Fray Gregorio de San Esteban
- Fray Francisco de Jesús
- Fray Francisco de Santa Ana
- Fray Andrés del Sacramento
- Fray Pedro de San Jerónimo
- Fray Juan Mantero
- Fray Alonso de Ampudia
- Fray Domingo de los Mártires
- Fray Francisco de Cadalso
- Fray Juan de Balconete
- Fray Miguel Rubiano.

Descripción incluida en A. G. I., SEVILLA: CATALOGO DE PASAJEROS A INDIAS, VOLUMEN IX. ÁREA DE DOCUMENTACIÓN ASOCIADA
Unidades Relacionadas por Procedencia:
CONTRATACION, 5538,L.2,F.104-105

He aquí la carta de Fray Juan Pobre pidiendo religiosos para Filipinas, depositada en el archivo General de Indias.


Carta de Juan Pobre pidiendo religiosos para Filipinas



    Desde Sevilla  se tomaba dirección a Sanlucar, después se seguía dirección Canarias, para en un mes y algo llegar hasta la isla llamada Dominica, donde tras una breve escala, comilonas, y descanso se dirigían a San Juan de Ulúa, puerto de Veracruz, en el Golfo de Méjico, uno de los puertos a los que arribaban las naos españolas a su llegada para Nueva España, tardándose otro mes desde Dominica  a Veracruz. Otros galeones habían de tomar antes otros destinos hacia otros puertos del Caribe. El viaje tardaría aproximadamente dos meses en total, esta era la duración habitual del viaje, si no se presentaba ninguna problemática.
 
    El viaje de fray Blas Palomino desde Cádiz (mejor Sanlucar) a Veracruz, se realizaría en uno de los numerosos barcos de las llamadas “Flotas de Indias”,  concretamente en una nao de la Armada o Flota de Nueva España, que fueron el mecanismo de funcionamiento del monopolio comercial español en América y constituyeron la esencia de la denominada Carrera de las Indias que englobaba todo el comercio y navegación de España con sus colonias americanas.
    Como en América existían dos virreinatos, el de México y Perú, cada uno de los cuales englobaba a Norteamérica y Suramérica respectivamente, se determinó enviar dos flotas anuales, una para cada uno de ellos. La Real Cédula de 10 de julio de 1561, complementada tres años después, estableció “que se organizarían en la costa andaluza (Sevilla, Cádiz y Sanlucar) y partirían del río de Sevilla, custodiadas por una Armada Real haciéndoles escolta y guarda… y traiga el tesoro nuestro y de particulares”. Aunque no estaba muy claro en la normativa, parece que el tesoro real debía venir en los buques de la Armada y no en los mercantes. El coste de custodiar los mercantes con buques de guerra se gravaba a la mercancía transportada mediante un impuesto denominado avería que se prorrateaba sobre el valor de los productos. De aquí que tuviera niveles variables según el valor de las mercancías. En períodos bélicos había que aumentar la defensa naval y la avería era mayor. Esta incertidumbre continua sobre lo que había que pagar trajo muchos problemas a los comerciantes y desde 1660 la Corona cargó con todo el gasto de defender las flotas, imponiendo a los comerciantes un canon fijo de 790.000 ducados en concepto de tal avería. En 1569 se diferenciaron totalmente las dos flotas. La que iba a México, cuyo destino final era el puerto de Veracruz, debía zarpar de España en el mes de abril. Empezó a llamarse la Armada o Flota de la Nueva España, para distinguirla de la otra, y terminó siendo conocida simplemente con los nombre de Armada o Flota. La destinada a Tierrafirme (Colombia y Venezuela), cuyo terminal era Nombre de Dios -sustituido luego por Portobelo-, tenía que partir en el mes de agosto. Se la llamó la Flota de los Galeones y, finalmente, sólo Los galeones. Algunas veces navegaron juntas La Flota y Los Galeones, pero cada una de ellas manteniendo su personalidad y mando.
La razón de seguir esta vía marítima, es que tras el tratado de Tordesillas, 1494, el mundo quedaba dividido en dos grandes áreas: la portuguesa, hacía el Este y Brasil; la española toda América excepto Brasil. No había una asignación clara de a quien correspondían las islas Molucas, las mayores productoras de especias, motivo por el cual estalló un conflicto bélico entre ambas potencias que finalizó con el Tratado de Zaragoza, 1529, en el que Carlos I, tras su boda con Isabel de Portugal, cedía sus derechos. A partir de ese momento el Océano Pacífico quedó olvidado, sin tránsito. No interesaba ni a unos ni a otros.
    Durante los siglos XVI a XVIII, las flotas de Indias llevaban las riquezas de los virreinatos españoles en América a la Corona de Castilla. Los productos transportados eran plata, oro, gemas, especias, cacao y otros. Los galeones salían de la ciudad de Veracruz, en el Golfo de México, y llegaban a Sevilla por el Guadalquivir (más tarde a Cádiz). El comercio con las colonias españolas estaba fuertemente controlado. Por ley, las colonias españolas sólo podían comerciar con un puerto en España (primero Sevilla, luego Cádiz). Gracias al monopolio, España se convirtió en el país más rico de Europa. Esta riqueza permitió sufragar sobre todo las guerras contra los protestantes del centro y norte de Europa. También causó una enorme inflación en el siglo XVI, lo que prácticamente destruyó la economía española.

    Junto a los envíos de particulares, la flota llevaba el «quinto real», un impuesto del 20 por ciento en los metales preciosos y los envíos de particulares. Diversos descubrimientos arqueológicos sugieren que la cantidad de metales realmente transportados era mucho mayor que la declarada en el Archivo de Indias: los mercaderes recurrían al contrabando y a la corrupción para evitar pagar dicho quinto. En el siglo XVII, el sistema económico empezó a declinar por diversos motivos. Primero, por las tormentas: las de 1622 (incluyendo Nuestra Señora de Atocha), 1715 y 1733 fueron destruidas por huracanes en el Caribe...  Segundo, por los piratas, ya fueran establecidos como tal (corsarios) o barcos militares de potencias extranjeras, En más de 250 años de flota, las pérdidas por ataques fueron mínimas. De hecho, en los 300 años de existencia de la Flota de Indias solo dos convoys fueron hundidos o apresados por los ingleses… Tercero, por la caída en la producción de metales preciosos en América. Las flotas pasaron de 17 barcos en 1550  a 100, de mayor tamaño, a finales del siglo XVI. A mediados del XVII constaban de unos 25 barcos, y continuaron disminuyendo en tamaño. Puede calificarse así a la Flota de Indias como una de las operaciones navales más exitosas de la historia.

    La capital andaluza, era, en este tiempo, la ciudad de mayor movimiento y más rica de España. Allí estaba la Casa de Contratación de las Indias, fundada en 1503, que entendía de todo lo relacionado con los viajes ultramarinos, en sus diversos y complejos asuntos, con atribuciones fiscales y judiciales, mercantiles y técnicas, donde se organizaban las expediciones, se revisaban las listas de pasajeros, se llevaba la cuenta de la entrada de metales, oro, plata y piedras preciosas, se examinaban los pilotos de los barcos y se extendían sus títulos, proveyendo a las naves de todo su equipamiento. También se almacenaban las mercancías. En el importante archivo de esta institución, hoy conservado y bien atendido, el famoso Archivo de Indias, se halla una documentación que es un tesoro para los investigadores y en la que hemos encontrado las referencias relacionadas con el embarque de nuestro Fray Blas.


    La Corona tuvo siempre miedo de que se perdiera plata americana si se abrían
otros puertos peninsulares a la Carrera de las Indias y además le resultaba más cómodo controlar ésta desde un solo terminal, motivos por los cuales favoreció los intereses de la ciudad andaluza, que se convirtió gracias a las flotas en una de las más importantes de Europa
. Su población pasó de 45.000 habitantes a fines del siglo XV a 130.000 a comienzos del XVII.

    El aumento del tonelaje de los buques fue convirtiendo a Sevilla en un puerto inútil para el comercio indiano, ya que impedía la subida por la barra del Guadalquivir. En 1680 se decidió que los galeones partieran y llegaran a Cádiz, puerto que tenía mejores condiciones para esta empresa o negociación atlántica. Los comerciantes sevillanos hicieron el último esfuerzo por controlar el monopolio y fue lograr que la Casa de la Contratación siguiera en su ciudad, con lo cual las flotas se organizaban marítimamente en Cádiz y burocráticamente en Sevilla. Este sistema funcionaría casi otros cuarenta años.

    La ruta o camino de las Indias, que se dirigía hacia América, para llegar después a Filipinas y, finalmente, al Japón, estaba salpicado de graves riesgos, por lo que la Corona Española dispuso, para prevenirlos, el sistema de flotas, agrupando las embarcaciones y protegiéndolas con naves de guerra. Al mando de toda la expedición iba un general, y cada barco llevaba su capitán o maestre. Los de pasajeros y mercancías solían ser diez o doce y los de protección eran cuatro, convenientemente armados.

    En 1543 se ordenó que los mercantes que hacían la Carrera de las Indias fueran siempre juntos, reunidos en dos flotas, que saldrían de España en marzo y septiembre, siempre escoltados por un buque de guerra, armado a costa de la tasa de avería. Cada una de dichas flotas tendría al menos 10 bajeles de 100 o más toneladas. Naturalmente las normas fueron ampliamente incumplidas, como todas las de Indias. Raramente se salía las fechas estipuladas y tampoco hubo dos flotas por año. El Consejo de Indias era quien decidía -tras consulta con la Casa de Contratación que, a su vez, se asesoraba con el Consulado de Sevilla en si había dos o ninguna flota. Los comerciantes querían ganar dinero con su mercancía y jugaron siempre a tener mal abastecido el mercado americano, para subir los precios. De aquí que, cuando sabían que existía mucho género europeo en Indias, aconsejaran suprimir la flota. España realizó un verdadero modelo de organización para sus flotas, doblemente valioso si consideramos lo prematuro del montaje. Podría decirse que para sus necesidades monopolísticas de 1565 resultó un sistema insuperable. Cuidadosamente se reglamentó la forma de preparar las flotas, su composición, su calendario de salidas y llegadas, el número de buques que las compondrían, las ferias en las que se venderían los productos, etcétera.
    Había que diferenciar entre los buques de guerra y los mercantes. Los primeros formaban la Armada de Guardia y eran respectivamente la Capitana, donde embarcaba el General, y la Almiranta, donde iba el Almirante. Cada uno de ellos tenía que llevar 100 marineros y 100 mosquetes (orden de 1581). En 1564 se ordenó que ambas naves tuvieran un porte de al menos 300 toneladas y estuvieran armadas con ocho cañones de bronce, cuatro de hierro y veinticuatro piezas menores. Durante el siglo XVII fue frecuente que la flota llevara sólo el acompañamiento de estos dos únicos buques de guerra, mientras que los galeones acostumbraban a ir custodiados por ocho, aunque tampoco esto fue muy rígido. En toda embarcación de guerra había un capitán de mar y otro de guerra y debía haber dotaciones de armamentos e infantería. Tenían prohibido llevar mercancías, a menos que se tratase de cargamentos rescatados de bajeles perdidos, pero la realidad es que iban repletos de contrabando y algunas veces no pudieron maniobrar con rapidez frente al enemigo precisamente por el peso que llevaban en las bodegas. Los pasajeros que viajaban en las flotas solían ir a bordo de estos buques, que ofrecían mejores condiciones de comodidad que los mercantes. Todos ellos, incluso sus criados, portaban armas y munición.


Imagen de Sevilla del S. XVI


    Según consta en el Archivo de Indias, Fr. Juan Pobre y sus misioneros, entre ellos Fr. Francisco Gálvez, embarcaron en la flota dirigida por Juan Gutiérrez de Garibay y concretamente en la nao que llevaba como maestre a Pedro de Frala, y zarparon del puerto de Sanlucar de Barrameda, en la desembocadura del río Guadalquivir, el 28 de junio de 1601. Podemos comprobar que las fechas de salida desde Sevilla o Sanlucar eran siempre finales de Junio, como fue la salida de Fray Blas Palomino.
Dos meses después, la misión que conducía Fr. Juan Pobre desembarcó en San Juan de Ulúa, puerto de Veracruz, en el Golfo de Méjico. De aquí, se internaron por tierra mejicana y llegaron a la capital, México, la antigua Tenochitlán de los aztecas, que era el centro del más importante virreinato español.

    En posteriores fechas sucesivas: 1601, 1604, 1609 y aún después, los misioneros fueron embarcando en Acapulco para Manila. Es en este último embarque del año 1609 el que albergara a Fray Blas Palomino, que llego a Baler el 30 de junio de 1609, fecha de fundación de la ciudad.

     En el siguiente texto referido a Fray Francisco Gálvez, compañero de viaje de fray Blas Palomino en el viaje a Filipinas en 1609, aparece entrecomillado: “Sabemos que Fr. Francisco Gálvez permaneció ocho años en Méjico cumpliendo órdenes de sus superiores, pero desconocemos los lugares en que residió y el apostolado a que se dedicó. Tampoco se puede precisar la fecha de su llegada al mencionado puerto mejicano del Pacífico, en el que para evitar una larga y molesta espera a los religiosos, se había construido un convento-hospedería. En este convento-hospedería seria donde se conocieran  y convivieran fray Blas Palomino, fray Francisco Gálvez, y los otros seis compañeros franciscanos de nuestro paisano, todos coordinados en su viaje por Fray Juan Pobre, Procurador de la Provincia franciscana de San Gregorio, encargado de organizar y conducir los misioneros para Filipinas.

    Sobre su ordenación sacerdotal, se recoge en la Página 215 del libro de referencia: Santos y Santuarios del Obispado de Jaén y Baeza, 1653, del Padre Francisco de Bilches, (de la Compañía de Jesús, Rector del colegio de San Ignacio de la ciudad de Baeza), que intentó ingresar en la Orden de los Jesuitas, pero que por no esperar la llegada del Provincial de esta Orden, se fue al Convento de san Buenaventura de la Orden Franciscana, a una milla de Baeza, y hallándole suficiente lo enviaron al Convento de San Francisco de Montilla. Allí vistió el hábito franciscano con un espíritu tan fervoroso que fue ejemplo de novicios. Ordenándose en todos sus grados hasta el sacerdocio. Este es el texto original de referencia:


    “Encendiese en deseos de ir a esta conquista, y para efectuar la jornada pidió con instancia ser admitido en la Compañía de Jesús, y sin duda lo fuera, si sus ansias hubieran (como otros hacen) esperado a la venida del Padre Provincial, a quien tocaba recibir en la religión. No pudo aguardar, dábale Dios prisa,
Página 215
fue a san Buenaventura Convento Religiosísimo de la Recolección de san Francisco, a una milla de Baeza, comunicó sus deseos con los religiosos, y hallándole suficiente, le enviaron a san Francisco de Montilla de la misma Recolección. Allí vistió el hábito Religioso, y con el un espíritu tan fervoroso, que en el noviciado fue ejemplo de novicios en el juniorado de estudiantes Religiosos. Alcanzó mucho en ambos ejercicios. Ordenose por sus grados hasta el Sacerdocio, y como si entonces entrara en religión entablo una vida nueva”.


    Refiere la fuente (Ahumada Lara, Ignacio, página. 30, 1995) que fue ordenado sacerdote en 1600, dedicándose posteriormente a ser Maestro de Novicios durante ocho años, con suma vigilancia y rectitud, alcanzando fama de virtuoso y santo el venerable padre, al cabo de los cuales recibió permiso de sus superiores para dedicarse a la predicación en tierras de misión; por lo que abandonó Baeza y se encamino a Sevilla, donde permaneció (refiere Francisco de Bilches que en Sevilla él lo vio y recibió su bendición) y aguardo hasta la fecha de partida para América y Filipinas. Él escribe una carta de despedida a su hermano Pedro Palomino el treinta de Mayo de 1608,  despidiéndose de sus hermanos, sobrinos, familiares,  y de todo el pueblo, y según dice el mismo en la carta se embarcaron ocho días después, es decir el siete de Junio de 1608. En esta ocasión se embarcaron los cincuenta religiosos camino de America, tal como anteriormente hemos reseñado.







Sevilla, centro de partida de las flotas de Indias, a finales del siglo XVI (Obra atribuida a Sánchez Coello, Museo de América, Madrid)

    Los buques mercantes debían ser nuevos (menos de dos años de botados) y con más de 300 toneladas (en el siglo XVI tuvieron usualmente 400 toneladas de arqueo). En 1587 se reglamentó que no se admitiera ninguno de menos porte, pero la normativa fue ampliamente violada. Hay que tener en cuenta que los navíos debían subir a su regreso por el río Guadalquivir hasta Sevilla, remontando la barra de Sanlucar de Barrameda, y esto imponía de por sí una limitación de tonelaje. Por otra parte, no era fácil conseguir buques nuevos y fue frecuente emplear los viejos en un par de viajes, al cabo de los cuales eran desguazados en América. Cada mercante debía llevar dos piezas de artillería de bronce -según orden de 1605- que devolvían al regreso.



Galeón español del siglo XVII


    Todos los buques de la flota eran revisados minuciosamente por expertos de la Casa de Contratación, que daban su visto bueno o señalaban las reparaciones que era preciso efectuar. En una segunda inspección daban su aprobación definitiva a los arreglos hechos.
    La Casa de Contratación se encargaba igualmente de registrar cuanto se subía a bordo. Anotaba cuidadosamente los fardos, su contenido, sus consignatarios y sus propietarios. También se llevaba un registro de los pasajeros: nombre y apellido, lugar de origen y destino, etc. Hasta las vituallas o menestras que se necesitaban para la comida diaria durante la travesía eran contabilizadas escrupulosamente. Una visita al Archivo de Indias nos daría quizá razón de más datos referidos a fray Blas Palomino.
    Cuando finalmente estaba todo listo, con la carga bien asegurada, se embarcaban tripulantes y pasajeros y se daba la orden de emprender el viaje. Los navíos bajaban por el Guadalquivir hacia Sanlucar de Barrameda, donde se hacía la tercera y última visita, cuyo objetivo exclusivo era averiguar si los buques cumplían las condiciones de navegabilidad requeridas y si no se habían embarcado más fardos de los autorizados.
    La flota abandonaba el litoral peninsular y empezaba su singladura por el llamado Mar de las Yeguas, que era parte del océano existente entre Sanlucar y Canarias. Se cubría en unos diez o doce días, dependiendo de las condiciones del mar.
En cabeza iba la Capitana, con estandarte izado en el mayor. Luego, los mercantes. Cerrando la formación, la Almiranta, con insignia izada en el mástil de popa. Los restantes buques de guerra iban a barlovento de los mercantes, para aproximarse a ellos rápidamente en caso de ataque


Forma de transportar los caballos, s. Weiditz, s. XVI


    El viaje era muy lento, pues los navíos iban repletos de carga. Los más pesados imponían su andar al resto de la flota. La travesía resultaba por ello extraordinariamente larga, lo que obligaba a llevar mucha bebida y alimentos para los tripulantes, un peso muerto que incidía a su vez en alargar más el mismo viaje. Frecuentemente se tardaban hasta dos meses y medio en una carrera que un navío ligero podía cubrir en sólo tres semanas.
    Desde Canarias la flota se adentraba en el denominado Mar de las Damas, porque se decía que hasta las mujeres podían gobernar allí las embarcaciones, dadas las condiciones ideales de navegación que solían existir, con los vientos alisios soplando de popa. El viaje se hacía entonces más monótono, acompañado del interminable crujir de las arboladuras y el rechinar de los cables. A veces se ordenaban zafarranchos de combate para tener entrenada a la tropa y marinería frente a un posible ataque enemigo, y esto era quizá lo único que rompía el tedio. La única distracción a bordo eran los oficios religiosos a los que tenían que acudir todos. Los pasajeros no podían jugar ni blasfemar. Se daba la comida dos veces al día. Los pajes la servían a los pasajeros. Al principio no era mala pues constaba de carne, verduras y frutas, pero se acababan pronto y empezaban las legumbres para terminar en la sempiterna dieta de tasajo, miel, queso y aceitunas. La marinería comía casi exclusivamente tasajo.
    Al llegar la noche se encendía el gran fanal en la Capitana, que guiaba la flota. Algunos buques encendían también faroles de situación. Las horas transcurrían interminables, cantadas siempre por los grumetes con alguna advocación pía. El Mar de las Damas se atravesaba en un mes, al cabo del cual se alcanzaba usualmente la isla Dominica, donde se hacía una pequeña escala. Se bajaba a tierra y se hacían grandes comilonas. Quienes iban a América por primera vez contemplaban asombrados a los habitantes, el paisaje, etcétera. La recalada era breve, pues había que proseguir para Veracruz o para Nombre de Dios, y esto representaba otro mes más de viaje.


Rutas comerciales

    La flota de la Nueva España enfilaba desde la Dominica hacia Veracruz. Por el camino se iban desprendiendo de la misma los buques con destino a Honduras, Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba. La flota de Los Galeones por su parte ponía rumbo a Cartagena, dejando en la travesía algunos mercantes que se dirigían a Margarita, La Guaira, Maracaibo y Riohacha. En Cartagena se hacía una larga escala de dos semanas, pues era necesario descargar la mercancía destinada al Nuevo Reino de Granada, que usualmente representaba el 25 % de toda la que se llevaba a Tierrafirme (Venezuela y Colombia). Luego se proseguía a Nombre de Dios, que era el verdadero terminal. En 1595 Francis Drake destruyó esta ciudad y fue sustituida por Portobelo, puerto que reunía mejores condiciones para albergar la flota y que fue fortificado por el ingeniero militar Antonelli.

Defensas de Portobelo

    El atraque de las flotas era saludado con grandes manifestaciones de júbilo. Subían a bordo las autoridades locales y los funcionarios encargados del cobro de impuestos, que revisaban todo y daban su aprobación. Se entregaba la valija procedente de la metrópoli y se daba la orden de partida a dos navíos de aviso que debían regresar a España con la correspondencia urgente y la noticia del feliz arribo de la flota. Luego empezaba la descarga. Interminables caravanas de cargueros de color subían y bajaban por los planchones con los fardos a las espaldas. En el puerto todo era bullicio, pues había empezado la feria. Duraba al menos dos semanas y usualmente un mes. La de Portobelo se celebraba durante 45 días. A ella acudían no sólo los comerciantes con la plata contante y sonante, sino gentes de todos sitios para comprar o vender. Los precios se disparaban y cualquier chamizo se pagaba a precio de oro. Las autoridades instalaban por ello alhóndigas, con artículos de primera necesidad a unos precios asequibles, pero se especulaba con todo y en todos sitios; en las calles, en las plazas y en el puerto. Se vendían telas finas de Holanda, paños de Flandes, mantas de Quito, chicha, vino, aguardiente, ron, fritangas de cerdo y gallina, tortillas de maíz, cazabe, etcétera. Todo olía, todo chirriaba y todo entraba por los ojos. La marinería acudía a sus habituales pulquerías o chicherías. Otros preferían desquitarse del obligado abstencionismo del juego en los mil garitos. Se jugaba fuerte y podía ganarse o perderse una fortuna. Los burdeles hacían igualmente un magnífico negocio. Las ferias tenían su contrapartida. Abundaban los pleitos, las reyertas y no eran raros los homicidios. Con todo, lo peor eran las epidemias que diezmaban a los feriantes. Todos los puertos caribeños eran insalubres y reunían las condiciones de humedad y calor idóneas para la propagación de los virus que se traían del Viejo Mundo. No todo era compraventa y disipación. También se aprovechaba el período de inactividad de las naves para carenarlas y aderezarlas para la próxima travesía.
    Los terminales de las flotas eran las vías de conexión con una complejísima red americana configurada sobre los dos océanos, que se prolongaba luego por el Pacífico hasta el Oriente. Las flotas de Indias transportaban por ello mercancías procedentes de cuatro continentes: el europeo, el americano, el asiático y el oceánico, ya que en definitiva Filipinas estaba en Oceanía. Si a esto le añadimos la trata de negros podríamos decir que los comerciantes españoles manejaron un verdadero negocio mundial, el primero de su género. De aquí que les salieran tantos imitadores.
    El grupo de religiosos aludido continuaría su posterior desplazamiento desde Veracruz por tierra, en mulas de carga a la costa occidental, al puerto de Acapulco, en el Océano Pacífico. Este sería el devenir de nuestro paisano, si no estuvo un tiempo en el convento-hospedería que servía de vivienda temporal a los religiosos, que esperaban ser embarcados para Filipinas. Es de suponer que Fray Blas Palomino fuese compañero de viaje de Fr. Francisco Gálvez, tal como se describe en el archivo de Indias el viaje de este último, que salió de España en 1601 y estuvo ocho años en México en el convento-hospedería citado, donde conoció y convivió con fray Blas Palomino, hasta que se embarcaron en al Puerto de Acapulco en 1609 en dirección al puerto de Cavite en Filipinas.

    Dado el interés de reflejar la segunda parte de este itinerario de Fray Blas Palomino en dirección a Filipinas, y debido a su extensión, se completa este artículo con otro segundo que relate la trayectoria del viaje desde Acapulco en Méjico hasta Filipinas.


Bibliografía:

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Lorenzo Sanz, Eufemio, Comercio de España con América en la época de Felipe II, Valladolid, 1979-89, 2 vols.
Pérez Turrado, G., Armadas españolas de Indias. Mapfre. Madrid, 1992.
Thomazi, Augusto., Las flotas del oro. Historia de los galeones de España.
Swan. Madrid, 1985.
Track of the Manila Galleons, “National Geographic”, Sept. 1990. Eugene Lyon, p. 27.
Walker, G. J., Política española y comercio colonial, 1700–1789. Barcelona, 1979.

Lahiguera 15 de Septiembre de 2012.
                            Día de la Virgen de los Dolores.
                       
Pedro Galán Galán.
Manuel Jiménez Barragán.









38 comentarios:

Aurelia dijo...

Pedro, me ha gustado mucho el artículo donde, de forma muy descriptiva y amena, se relata el viaje de Fray Blas Palomino, este religioso de tu pueblo; reconozco su mucho valor histórico y literario. Merece editarse en un libro, sinceramente lo digo, ...ya sabes: "El espejo y la amistad siempre dicen la verdad". Te agradezco hayas trasmitido esa información y documentación que son una riqueza para tus paisanos y para todos. Un abrazo. Aurelia

Ana Martínez dijo...

Felicidades por tus artículos.Soy una fiel lectora de cada uno de ellos. Están muy bien elaborados y resulta muy amena su lectura. Te animo a seguir y que poco a poco vayamos ampliando los horizontes históricos de nuestros pueblos. También esas pequeñas realidades humanas son protagonistas y testigos de la historia. Me quedo congratulada por lo bien que te lo curras.

Luis Miguel dijo...

Pedro, creo encontrar una errata en el artículo: Fray Blas Palomino. Viaje hasta Méjico. En el mismo citas una Real Cédula dada por Felipe II en 1601, siendo así que este rey murió en 1598. Como puedes comprobar sigo todos tus artículos con mucha atención, como deja claro mi comentario. Por todo lo demás, muy interesante.- Cordiales saludos, Luis Miguel.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Luis Miguel, te agradezco tu puntualización y mas que nada tu interés por leer lo que escribimos. Parece que la fuente histórica donde tome ciertos datos ha resultado poco fiable, aunque no tengo seguridad de que sea falsa, es esta: "Lo sabemos porque el 1 de marzo de 1601, el rey Felipe II, por real cédula que se conserva en el sevillano Archivo de Indias, autorizaba a fray Juan Pobre, procurador de la Provincia franciscana de Filipinas, viajar a dichas islas con 40 misioneros, a expensas reales".
Efectivamente, Felipe II, rey llamado el Prudente, murió el 13 de Septiembre de 1598 y su hijo Felipe III, llamado el Piadoso fue nombrado Rey ese mismo día. Por lo que se deduce que difícilmente Felipe II pudiese firmar esa Real Cédula en 1601. Pero te digo sinceramente, entre el Prudente y el Piadoso, me quedo con el Prudente. Te cuento ... Portugal había conseguido del Papa un breve por el que todo el traslado de religiosos a Oceanía y Asia debía hacerse a través del reino de Portugal, Te entrecomillo el referido texto en su inicio: " La actitud reservada y cautelosa de las autoridades hispanas durante el gobierno de Francisco Tello de Guzmán en Manila, había generado cierto distanciamiento entre el gobernador y la Audiencia, por una parte, y los religiosos castellanos de Filipinas por otra. La prohibición del paso de mendicantes a Japón después de los sucesos trágicos de 1598 en Nagasaki no fue levantada a la muerte de Hideyoshi, de manera que –a pesar de las negociaciones de fray Jerónimo de Jesús– no habían ido religiosos a Japón, salvo los dos frailes que acompañaron al embajador; uno de éstos, Pedro Burguillos, con las cartas de Ieyasu en respuesta de las llevadas a Japón por Jerónimo de Jesús, llegó a Manila al mismo tiempo que el nuevo embajador Pedro Bravo de Acuña.

En diciembre de 1600 el papa Clemente VIII emitía un breve por el cual se establecía que el paso de predicadores a Japón, de cualquier orden religiosa que fuera, debía hacerse a través de las Indias Orientales portuguesas; por lo tanto, no por la vía de la Nueva España y las Filipinas. Era la culminación de una larga gestión jesuítico-portuguesa en la corte pontificia que arrancaba de la embajada a Roma de los daymíos de Omura, Arima y Bungo de 1582 que llegara a Roma en 1585".

No he consultado el Archivo General de Indias a este respecto, pero la situación altamente delicada que se produjo con Roma, pudo haber propiciado la Real Cédula, firmada por Felipe II, y dada a conocer reinando su hijo; aunque en honor a los hechos era conocido que el Rey Felipe II, en los últimos años de su vida, la fuerte gota que padecía le dificultaba bastante firmar documentos, pero aún así pudo hacerlo y hacer que esperara tiempos mejores.

Cordiales Saludos y ¡Gracias!

Anónimo dijo...

Pastor que con tus silbos amorosos

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
Tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño
y la palabra de seguirte empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados;
¿pero cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados?

De Lope de Vega.

Juan Francisco Gálvez Díaz dijo...

El descubrimiento de América ocurre en un momento de verdadera encrucijada histórica. Comienza la Conquista al culminar el siglo XV y se desarrolla en el siglo XVI, es decir, cuando en el resto de Europa la edad media ya no era otra cosa que casi un recuerdo del pasado, en medio de una terrible crisis, en camino de una desintegración progresiva. El edificio de la cristiandad estaba profundamente conmovido. Las actividades humanas como el arte, la cultura, la economía etc., que antes se desarrollaban en jerarquía y gozosa subordinación a la teología, ahora buscaban ¨liberarse¨ en sus principios rectores. Sobre este edificio ya averiado la reforma cayó como un rayo.

España trato de preservar contra viento y marea, la fe de sus padres. Para ello debió sacudir el poder de la Media Luna. Recordemos que la conquista de Granada acaeció precisamente en 1492, tras siete siglos de incesante lucha. Asimismo decretaban la expulsión de los judíos no bautizados, medida dictada no por consideraciones racistas, sino por motivos religiosos exclusivamente para preservar la fe del pueblo español, y ello a pensar de que los reyes católicos no ignoraba el enorme quebranto económico que dicha medida iba necesariamente a ocasionar. Doce años antes los Reyes Católicos habían solicitado del Papa la institución en España del tribunal de la Santa Inquisición.

Con estas medidas España quedo exenta de la invasión protestantizante que conmovió el resto de Europa. O mejor, la supo enfrentar e incluso anticipar en su propio terreno, con una reforma verdaderamente Católica. Ya en 1473, la decadencia espiritual del clero español había sido considerada en los sínodos locales. La voluntad de autocorregirse fue por cierto eficaz. Al diagnostico certero siguieron los remedios adecuados. Pensemos que el que por aquel entonces ocupaba la sede pontificia fue Alejandro VI, de quien dice Pastor que " la iglesia antigua no hubiera admitido a los grados inferiores del clero, a causa de su vida, desarreglada" Así que España mal podía buscar respaldo para su proyecto de autorreforma en la Santa Sede, demasiado atareada en preocupaciones mundanas y renacentistas.
Juan Francisco Gálvez Díaz.

José María Vargas Ruiz dijo...

Fueron pues los Reyes Católicos quienes, ayudados por eclesiásticos lúcidos y llenos de coraje, debieron asumir la responsabilidad de la reforma de las instituciones eclesiásticas. Lo hicieron con la ayuda del Cardenal Mendoza primero, y del gran Cardenal Cisneros después. Ante todo, lograron del Papa el nombramiento de un grupo de excelentes Obispos. Cisneros se abocó principalmente a la restauración de los monasterios, realizando una reforma que habría de figurar entre las más impresionantes de la historia eclesiástica. Por otro lado, y gracias a la inspiración divina, también en aquellas décadas brotaron del suelo español nuevas congregaciones y ordenes religiosas, especialmente la militante compañía de Jesús, con cuya ayuda España se pondría a la cabeza del movimiento de la contrarreforma, llegando a ser el alma del concilio de Trento.

Los hombres del siglo XVI no eran, por cierto, muy distintos a los españoles de nuestro tiempo. Y por eso cabe preguntarse cómo una España menos poblada menos rica, pudo conocer un siglo de oro tan esplendoroso, engendrando tantos sabios de renombre universal, tantos poetas, tantos héroes, tantos Santos. Los hombres eran como los de ahora, pero la sociedad estaba organizada de cara a Dios, conspirando hacia un mismo fin la Iglesia y el Estado, la Universidad y el teatro, las leyes y las costumbres. Si bien los hombres del siglo XVI no fueron distintos a los de hoy, el ambiente era otro. Se los inducía a vivir y a morir para la mayor gloria de Dios.

Y así España conservó en su seno todo el ímpetu de la Edad Media ,ya en disolución en el resto de Europa , se autopreservó de la corrupción protestante (cosa que nunca le sería perdonada) ,y corriente renacentista que provenía de Roma , realizando un renacimiento propio, de cuño español cuya concreción arquitectónica sería el Escorial ; al tiempo que liberaba al testamento clerical de la tentación temporalista ,neutralizaba el influjo de los espíritus intermedios y conciliantes al estilo de Erasmo , y propiciaba el cultivo intenso de los estudios teológicos. Así se puso en condiciones de afrontar el desafío de la conquista.
José María Vargas Ruiz.

Rodrigo Núñez Plaza dijo...

Si bien aún no se había proclamado el impero, la España del descubrimiento y de la conquista estaba signada por la vocación imperial. Para que el Rey llegase a ser Emperador, para que aquella vocación se concretase, era menester que una sola mano reuniese la totalidad, era preciso que España se hiciese universal. La idea tradicional del imperio exigía que sus miembros constituyesen una sola familia, unidos por el culto a un mismo Dios, la misma cultura, la misma sangre, el mismo comercio. No de otro modo había sido el Imperio Romano de los primeros siglos, así como el que patrocinara Orosio y San Agustín; así lo fue desde Augusto hasta Justiniano; después, aunque en un grado menor, el imperio Carolingio de los siglos IX y X, y luego, si bien más restringido todavía, el Sacro Imperio Romano-Germánico. La España sojuzgada por el Islam durante ocho siglos, hizo surgir de sus entrañas liberadas el proyecto de un gran destino universal que, en lo político no necesitaba sino asumir las propias raíces romanas para transformarse en vocación imperial. La savia católica, por otra parte, ya había impregnado la sociedad con su espíritu de aventura, la tendencia a intentar lo imposible, el menosprecio de los bienes materiales, el sentido de la hidalguía, elementos constitutivos del espíritu caballeresco, un estilo tan propio de la hispanidad.

Carlos, nieto de los Reyes Católicos, solo hablaba francés y flamenco, ignorando la lengua española, estaba rodeado por una camarilla de holandeses sin el menor sentido imperial. Sin embargo y a pesar de todo, no fue otro sino él quien tomó de España la antigua noción de Imperio, y sobre esta base, se dedico a construirlo. Cuando estaba a punto de salir de España para dirigirse a Alemania y ser allí coronado, hizo ya su primera declaración imperial. Fue en las cortes, precisamente de la Coruña, localidad de donde siglos atrás había salido Adriano, el gran conductor español del Imperio Romano. Refiriéndose a dicha declaración, comento el P. Mota allí presente que Carlos no era un rey como los demás sino "rey de reyes ", pues su imperio constituía la continuación del Romano-Germánico, y así como ayer España había exportado emperadores a Roma, " ahora viene el imperio a buscar (otra vez) el emperador a España, y nuestro rey de España es hecho, por la gracia de Dios, rey de los romanos y emperador del mundo”. Menéndez y Pidal sintetizó así el discurso de Mota: "Este imperio no lo acepta Carlos para ganar nuevos reinos, pues le sobran los heredados que son más y mejores que los de ningún rey; aceptó el Imperio para cumplir las muy trabajosas obligaciones que implica, para desviar los grandes males que amenazan la religión cristiana y acometer la empresa contra los infieles enemigos de la Santa Fe Católica, en la cual entiende, con la ayuda de Dios, emplear su real persona”. España sería el corazón de dicho imperio, su fundamento, su tesoro, su espada. Continuará...
Rodrigo Núñez Plaza.

Rodrigo Núñez Plaza dijo...

Desde que el Emperador acepto cumplir las obligaciones que implicaba gobernar un gran imperio, Carlos I se comportó con el gran estilo de un emperador. Incluso su enfrentamiento con Lutero no careció de ribetes imperiales. Al día siguiente de la Dieta de Worms, Carlos V les dijo a los príncipes allí reunidos que les daría su opinión al respecto. Fue su primera declaración en un trascendente asunto político, completamente suya, así relatada por el cronista: "Como descendiente de los cristianísimos Emperadores de la noble nación alemana, de los Reyes Católicos de España, de los archiduques de Austria y de los duques de Borgoña, se declaró resuelto a administrar su cargo de defensor de la iglesia Católica, de la fe Católica, y de los sagrados usos ordenamientos y costumbres, y a proceder contra Lutero por manifiesto hereje”. Ello significaba la pena para Lutero. Los príncipes le respondieron que acaso sería mejor tratar de convertirlo. Carlos accedió a discutir, lo cual no opto a que al mismo tiempo publicase el edicto de Worms, y se transformase en el paladín del concilio, buscando el medio de recuperar a los disidentes merced a auténticas reformas eclesiásticas. Al tiempo que luchaba en defensa de la ortodoxia, anhelaba que desapareciesen las manchas de la iglesia, y que en todas las naciones se llevase a cabo la reforma que ya se había realizado en España. Y así fue como a pesar de las reticencias de la curia de Roma, el Papa se resolvió a convocar el concilio. Trento es obra netamente española. Más allá de su contenido estrictamente religioso, fue una obra imperial española. Lo fue no solo en su aspecto espiritual, sino incluso en sus aspiraciones políticas de unir a todos los pueblos de Europa bajo el mismo signo imperial.

Esta es la España que descubre América. Bien ha escrito Caturelli que no se trató de un mero "hallazgo”. Hallar es, simplemente, dar con algo, chocar o topar con una cosa. Por tanto hallar no significa, necesariamente, descubrir, aunque descubrir debe siempre suponer hallar. El mero hallar no descubre no devela, quedando lo hallado encerrado en su ser que permanece velado. De ahí que si fuera comprobado alguna vez que los vikingos llegaron a Groenlandia hacia el 982 y alcanzaron la bahía de Hudson y El Labrador, lo único que se probaría es que solamente "hallaron" , toparon con algo sin hacerse cargo de su ser y su sentido, manteniéndolo en su ahistoricidad.
Dos cosas nos llevó España a los del nuevo mundo: el Cristianismo y la cristiandad.
Rodrigo Núñez Plaza.

Juan Hernández Molero dijo...

No se puede volver a los ojos a los orígenes de América sin tropezar con el pergamino de las Bulas Pontificias promulgadas por Alejandro VI, por las que aquel Papa donaba las tierras descubiertas y por descubrir, al tiempo que las demarcaba con precisión. Es que tras la noticia del Descubrimiento, los Reyes Católicos se habían dirigido al Papa con el objeto de plantearle sus dudas morales acerca de sus derechos para ejercer soberanía sobre las tierras recién descubiertas. En carta al Papa le habían solicitado la concesión de dicha soberanía dándole un motivo esencial que el Papa haría suyo como razón principal de dicha donación, a saber, la tarea de la evangelizacion de las tierras descubiertas y por descubrir.

En la "Inter Caetera", del 4 de mayo de 1493, señala el Papa que los dos caracteres propios de la gran empresa son: ante todo, la continuidad natural con la cruzada de la Reconquista española concluida con la toma de Granada y de la cual Colón había sido testigo; además el carácter misional que asume la persona del Almirante. Respecto de lo primero, dice el Papa "no dudo en concederos... aquello con lo cual podáis, con ánimo cada día más fervoroso, proseguir tal propósito... para honra del mismo Dios y extensión del imperio Cristiano". Respecto del Descubridor, "destinareis al caro hijo Cristóbal Colón varón por todos conceptos merecedor y el más recomendable y apto para tamaña empresa (para que) buscara cuidadosamente, por el mar donde hasta ahora no se había navegado, tierras firmes e islas remotas y desconocidas. Como se ve, tanto el espíritu de la reconquista de España para Cristo como la misionalidad de Colón, conllevan el mandato de la evangelización, a la que los Reyes Católicos están obligados Precisamente en cuanto católicos; por eso les dice que "tratéis de proseguir y asumir, en todo y por todo, semejante empresa, con ánimo impulsado por la fe ortodoxa, como a que queráis y debáis conducir a los pueblos que habitan tales islas y tierras a recibir la religión cristiana". Así comprobamos que en aquel "ir hacía", donde comienza el des cubrimiento progresivo, se unen el impulso de la Reconquista, la extensión del imperio cristiano y la obligatoriedad de la evangelización.
Juan Hernández Molero.

Enrique López Fernández dijo...

Los Reyes Católicos se habían comprometido a la evangelización de los indios. Pero tenían plena conciencia de los obstáculos. Por eso, ocho años después de las instrucciones a Colón, y cuando éste ya habla sido despojado de todo poder de gobierno, las instrucciones al Gobernador Ovando (1501) recogen las experiencias, algunas muy amargas, y tratan de controlar el comportamiento de los españoles. Dada la necesidad de supervivencia, reconocen y permiten el trabajo obligatorio de los indios, pagando el salario justo; pero, ante todo, reafirma que " Nos deseamos que los indios se conviertan a nuestra santa fe católica y sus ánimas se salven, porque este es el mayor bien que les podemos desear, para lo Cual es menester que sean informados en las cosas de nuestra fe, para que vengan a conocimiento de ella; tendréis mucho cuidado de procurar, sin les hacer fuerza alguna, cómo los religiosos que allá están los informen y amonesten para ello con mucho amor, de manera que lo más presto que se pueda se conviertan ... "

(Tal fue la respuesta del Papa a las dudas morales que los Reyes Católicos le habían planteado acerca de sus derechos) El problema moral de "los justos títulos" siguió acuciando la delicada conciencia de los soberanos. El único título que los Reyes invocan una y otra vez ante el Papa, y el único que este acepta, es, el declarado propósito evangelizador. Para quien desconoce las bases religiosas sobre las que descansaba la conciencia social del medievo, perdurante en España, la actitud de los Reyes resulta desconcertante, si no increíble.
Por supuesto que hubo también Intenciones políticas, tanto en Fernando al pedir las Bulas, como en el Papa al concederlas, pero no se puede negar que Fernando puso lo mejor de su voluntad para cumplir el mandato evangelizado de la Conquista, y Alejandro VI, a pesar de lo turbio de su personalidad, se apasiono sinceramente por la conquista espiritual del Nuevo Mundo.
Enrique López Fernández.

Luis Fernando Lara Luna dijo...

Colón fue consciente del sentido religioso de su empresa. En carta a los Reyes les dice: "La sancta Trinidad movió a Vuestras Altezas a esta empresa de las Indias y por su infinita bondad hizo a mí mensajero de ellos". Se sabia "Cristóforo", "el que lleva a Cristo". Desde el 12 de octubre siente Colón su descubrimiento como una ampliación del Occidente cristiano. Por eso a las tierras que descubre, dice, " la primera que yo falle puse nombre Sant Salvador"; y a la segunda "puse Santa María de Concepción". Estaba convencido de que "toda la cristiandad debe tomar alegría" ya que tantos pueblos rueden ser incorporados " a nuestra sancta fe".

Los Reyes Católicos, fueron fieles a su designio. "Nuestra principal intención - dejó dicho Isabel en su testamento - fue, al tiempo que le suplicamos al ,Papa Alejandro VI, de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión, de procurar inducir y traer los pueblos de ellas, y los convertir a nuestra Santa Fe Católica, y enviar a las dichas Islas y tierras firmes, prelados y religiosos, clérigos y otras personas devotas y temerosas de Dios, para instruir los vecinos y moradores de ellas a la Fe Católica y los adoctrinar y enseñar buenas costumbres...". La Reina cierra ese magnífico documento con una súplica a sus sucesores "que así lo hagan y cumplan, y sea este su principal fin". No resulta, pues, extraño, que en las primeras instrucciones dadas a Colón, antes de su segundo viaje, se lea: "Sus altezas, deseando que nuestra Santa Fe Católica sea aumentada y acrecentada, me dan y encargan al Almirante Cristóbal Colón que por todas las vías y maneras que pudiere procure e trabaje a trae a los moradores de las dichas islas y tierra firme a que se conviertan a nuestra Santa Fe Católica, y para ayuda a ello Sus Altezas envían allí el devoto padre Fray Buil juntamente con otros religioso que dicho Almirante consigo ha de llevar..." Podemos así afirmar que fue el afán de conversión el que inspiró Principalmente a la España idealista y heroica a la conquista de América, entrando en la empresa el misticismo como elemento histórico fundacional. Los Reyes que así hablaban se encuentran, para gloria nuestra, en las primeras páginas de la historia de América, suplicando a sus sucesores que cumplieran su intento como "principal fin" de la Conquista y población de nuestras tierras.
Luis Fernando Lara Luna.

Esperanza García Lafuente dijo...

Cada cultura se mueve hacia Dios, en cierta manera. Y así hubo en algunos indígenas cierto conocimiento de Dios y de verdades naturales que podrían conducirlos a la salvación, esbozos de la idea de un Dios uno, de la sobrevivencia allende la muerte,etc. Pero al mismo tiempo, grandes obstáculos como la idolatría, el politeísmo, la magia, etc. Es preciso liberarlos de esos obstáculos mediante la evangelización. Los habitantes del Nuevo Mundo debían ser "nuevas criaturas", exorcizadas y bautizadas.

Pues bien, como ordenó Fernando en 1511: "Mandamos, y cuanto podemos encargamos a los de nuestro Consejo de Indias, que pospuesto todo otro respeto de aprovechamiento, e interese nuestro, tengan por principal cuidado las cosas de la Conversión y Doctrina... ". El principal cuidado del descubrimiento, la exploración y la conquista, que deja en segundo plano otros fines perfectamente lícitos ,siempre que no se transformen en absolutamente primeros y estén subordinados al fin principal, constituyó como el humus del cual surgieron dos tipos humanos en cierto modo irrepetibles: el conquistador y el misionero. Entre los primeros Hernán Cortes, y Pizarro, don Pedro de Mendoza en Argentina, que recibió instrucciones de Carlos V en 1534 de llevar consigo a religiosos, y de que no haya de ejecutar acción alguna de trascendencia sin la previa aprobación de los mismos.
Saludos, Esperanza García Lafuente.

José Alberto Martínez Del Amo dijo...

Como resulta obvio, el propósito esencial de la Conquista no se hubiera
alcanzado sin una verdadera compenetración de los dos poderes, el temporal y el espiritual, simbiosis que no conoce mejor ejemplo en la historia. "El militar español en América - escribe Ramiro de Maeztu - tenía conciencia de que su función
esencial e importante, era primera solamente en el orden del tiempo, pero que la acción fundamental era la del misionero que catequizaba a los indios. De otra parte, el misionero sabía que el soldado y el virrey y el oidor y el alto funcionario, no perseguían otros fines que los que el mismo buscaba".

Esto diferencia sustancialmente la evangelización de América de otras evangelizaciones. Francisco Javier, por ejemplo, misionero sin duda eximio, predicó incansablemente en la India, campanilla en mano, enseñando la doctrina y los mandamientos en los idiomas indígenas, trabajosamente aprendidos. Pero a su labor misionera le faltó el apoyo de un Gobierno como el español, el apoyo del poder temporal. Resulta una constante histórica que solo en aquellas regiones donde la evangelización se realizó con la colaboración de los dos poderes, o mejor, del poder temporal y de la autoridad espiritual, sólo allí hubo cristiandades, es decir, pueblos cristianos, como en Filipinas, única nación del Oriente plenamente evangelizada.
José Alberto Martínez Del Amo.

Jimena Hermoso Palacios dijo...

En su magnífica obra "Política Indiana", su autor, Solórzano Pereira, comienza la parte que dedica a las cosas eclesiásticas y al Patronato con esta tajante afirmación: "La conservación y el aumento de la fe es el fundamento de la monarquía. El espectáculo de una Corona al servicio de una misión tan elevada, no dejó de entusiasmar al erudito escritor: "Si, según sentencia de Aristóteles solo al hablar o descubrir algún arte, ya liberal o mecánica, o alguna piedra, planta y otra cosa, que puede ser de uso y servicio a los hombres, les debe granjear alabanza, ¿de qué gloria no serán dignos los que han descubierto un mundo en que se hallan y encierran tan innumerables grandezas? Y no es menos, estimable el beneficio de este mismo descubrimiento habido respecto al propio mundo nuevo sino antes de mucho mayores ,pues además de la luz de la fe que dimos a sus habitantes, de que luego diré, les hemos puesto en vida sociable y política, desterrando su barbarismo, trocando en humanas sus costumbre y comunicándoles tantas cosas tan provechosas y necesarias como se les han llevado de nuestro orbe, Y enseñándolos la verdadera cultura de la tierra, edificar casas, juntarse en pueblos, leer escribir y otras muchas artes de que antes totalmente estaban ajenos".

La España de la conquista fue un pueblo en misión. Toda España fue evangelizadora en el siglo XVI, lo mismo los reyes que los prelados y soldados, todos los Españoles del siglo XVI parecen misioneros.
Jimena Hermoso Palacios.

Diego Galiano García. dijo...

Después de la ruptura de la Reforma, la hispanidad de los Reyes Católicos, del Cardenal Cisneros y de los grandes Austrias, incluida Iberoamérica, constituía una cristiandad. Toda la sociedad hispanoamericana estaba impregnada del espíritu y la doctrina de la Iglesia y se expresaba en sus leyes, como puede verse por el admirable monumento de las Leyes de Indias, así como en sus instituciones tanto peninsulares como americana.-, vividos por todas las capas de la sociedad.

Gonzague de Reynold habla de cinco etapas de la Cristiandad:
Primero hubo una protocristiandad (SS. I-III), Papas misioneros, catacumbas, Padres apostólicos. Luego la primera etapa (preparación) con Constantino, Teodosio y Justiniano.
La segunda etapa (base) con Carlomagno.
La tercera etapa (SS. X-XI) con Otón I.
La cuarta etapa (s. XII) con el sacro imperio.
La quinta etapa (S. XIII) con San Luis. Para Cauterio habría también una sexta etapa de la cristiandad.
El imperio medieval, apresado entre las garras del nominalismo filosófico, del voluntarismo teológico, del creciente naturalismo político, agoniza sin remedio, sin embargo, al mismo tiempo, en el extremo occidental de Europa, los cinco reinos ibéricos ("las Españas") se encaminan hacia su unidad al cabo de una guerra de ocho siglos. Tras los Reyes Católicos, Carlos V nos aparece como un discípulo de las ideas de su abuelo Fernando y como heredero de los profundos sentimientos de Universalidad cristiana que latían en el corazón de Isabel, escribe Menéndez Pidal, de Carlos hubo de aprender a su manera Felipe II, de quien cuenta Gracián que decía reverentemente ante el retablo de Fernando: “A éste le debemos todo... “En España cuaja la antigua noción romana del Imperio que consiste en considerar a todos los hombres como una gran familia. La cristiandad iberoamericana alcanzó su plenitud bajo el reinado de Felipe II.

Refiriéndose al descubrimiento de América y el propósito evangelizador, dijo el Papa Benedicto XVI: " Era el prorrumpir vigoroso de la universalidad querida por Cristo, como se lee en Mateo, para su mensaje. Este, tras el concilio de Jerusalén, penetra en la Ecumene helenística del Imperio Romano, se confirma en la evangelización de los pueblos Germánicos y eslavos (ahí marcan su influjo Agustín, Benito, Cirilo y Metodio) y halla su nueva plenitud en el alumbramiento de la cristiandad, el Nuevo Mundo".
Diego Galiano García.

Francisco Diez Peña dijo...

Desde el comienzo se advierte el anhelo de "crear cultura", inseparable de la evangelización. En 1544, el obispo Zumárraga, refiriéndose a la conveniencia de imprimir la doctrina, aludía al número de indios capaces de aprovecharse de la misma "pues hay tantos de ellos que saben leer", lo que demuestra se habla cumplido la Real Cédula de Fernando, de 1513,por la que se ordenaba que "todos los hijos de los caciques se entregaran a la edad de 13 años a los frailes franciscanos, los cuales les enseñaran a leer, escribir y la doctrina". Treinta años después haría necesaria la instalación de una imprenta, destinada a publicar libros para estos nuevos lectores. En 1552 un Concilio de Lima ordenaba a los clérigos tuvieran "por muy encomendadas las escuelas de los muchachos... y en ellas se enseñe a leer, y a escribir, y lo demás''.

La labor de enseñar a leer y escribir a los indios fue verdaderamente ardua. Primero los misioneros debieron aprender la lengua de los naturales, para poder elaborar vocabularios y gramáticas que hicieran posible dicha docencia. Las Gramáticas, sermonarios y prácticas de confesionario que en los idiomas indígenas escribieron los religiosos son tan numerosos e importantes que bastan para constituir un monumento filológico sin par. La lingüística adquirió así una función netamente evangelizadora.

El lenguaje temporal expresaba el estadio propio de la conciencia indígena y en él habla de "encarnarse" el Verbo, "habitar" y hacerse indio. Solamente así había de desmitificar su mundo y, asumiéndolo, transfigurarlo en su nuevo ser cristiano. El misionero, que se expresaba en un lenguaje temporal alfabético desde hacía milenios, tenía ente sí un doble cometido: debía aprender el lenguaje prealfabético del indio y, el mismo tiempo, con el propósito de fijar la doctrina, deba "encarnar", verter, traducir el mensaje en la propia lengua indígena. Sobre todo este último propósito produjo un fenómeno extraordinario e irreversible sobre el cual no se ha llamado suficientemente la atención, como lo señala Caturelli: hizo ingresar casi de golpe la lengua indígena al estadio alfabético, dando origen así al fonetismo completo de las milenarias escrituras precolombinas. Un verdadero mestizaje cultural.

Los primeros encuentros fueron con gestos, mímica, ademanes, señas. Así se entendió Colón con algunos caciques. Pero el problema era insuperable mientras no se aprendiera la lengua, cuando lo que se quería transmitir era nada menos que las verdades elementales de la Revelación cristiana. Al principio, como los indígenas los veían gesticular así, tenían a los misioneros por enfermos o por locos. Ello demuestra la heroica urgencia por la evangelización de los primeros misioneros atacados por la "locura de Cristo". Sin embargo, era menester buscar medios más eficaces para la ''encarnación" de la Palabra. Sí la fe entra el oído, y el oído debe escuchar la palabra de la predicación, era necesario aprender la lengua.
Francisco Diez Peña.

Antonio Alvarado Carrasco dijo...

Es el Padre Guillermo Furlong quien mejor ha estudiado la obra educadora de España en América, ampliamente diversificada. Había primero, dice, una instrucción hogareña, en las casas de las familias pudientes, de los encomenderos; luego una instrucción conventual, ya que casi todos los conventos tenían escuela aneja; instrucción parroquias; instrucción particular, en colegios especiales; instrucción misionera, como en las reducciones de indígenas.

En lo que respecta a la enseñanza superior, la Corona de España así dictaminaba: " Para servir a Dios nuestro Señor y bien público de nuestro Reinos, conviene que nuestros vasallos súbditos y naturales, tenían en ellos Universidades y estudios Generales donde sean instruidos y graduados en todas las ciencias y facultades, y por el mucho amor y voluntad que tenemos de honrar y favorecer a los de nuestras Indias, y desterrar de ellas lee tinieblas de la ignorancia criamos, fundamos y constituimos en la ciudad de Lima de los Reinos del Perú y en la ciudad de Méjico de la Nueva España, Universidades, y estudios generales, y tenemos por bien y concedemos a todas las personas que en las dichas Universidades fueran graduadas, que gocen en nuestras Indias, Islas y Tierras Firmes del Océano, de las libertades y franquicia,- de que gozan en estos Reinos los que se gradúan en la Universidad y estudios de Salamanca".

Ya en 1538, es decir, 46 años después del Descubrimiento, se fundaba la Universidad Real y Pontificia de Santo Domingo; en 1551 las de Lima y Méjico, a cuyo decreto de fundación acabamos de aludir; en 1573 la de Santa Fe en Bogotá, etc.Y así, el siglo XVI, el primer siglo de la Presencia de España en América, veía la aparición de numerosas Universidades, alcanzando la vida intelectual un apogeo que luego nunca igualó. En 1613 se fundó la primera Universidad en territorio argentino, la de Córdoba.

Sabemos que Santa Fe contaba con escuela desde 1581, Santiago del Estero desde 1585, Corrientes desde 1602 Córdoba y Buenos Aires desde mucho antes. Asimismo poco a poco se establecieron los estudios secundarios y finalmente los universitarios. Durante XVII y XVIII las escuelas se multiplicaron en la Argentina de manera asombrosa, al punto que el analfabetismo fue escaso o nulo. Las bibliotecas particulares que han podido ser reconstruidas revelan que el grado de cultura de las clases superiores fue realmente de categoría. La decadencia comenzaría a partir de 1806, en coincidencia con el hecho de las Invasiones inglesas.
Antonio Alvarado Carrasco.

Juan Calatayud Rubio dijo...

Ecos de esa cultura popular de aquellos siglos de presencia española, han llegado hasta nosotros gracias sobre todo al ímprobo esfuerzo de Juan Alfonso Carrizo, quien logró reunir en diversos volúmenes las viejas canciones de la tierra americana. La poesía de nuestro pueblo fue un estupendo trasplante del cancionero español, un transplante cultural. Los hombres de la Conquista trajeron en sus labios cantares de los siglos XVI y XVII, y los volcaron en estas nuevas tierras. El natural los oyó y los canto, porque la religión y la cultura común habían llegado a hacer de unos y otros un mismo pueblo. Carrizo recuerda que en 1931 oyó cantar en la Puna de Atacama, a cuatro mi metros de altura, a unos pastores que llevaban un ataúd en medio de la nieve:"¡Señor San Ignacio, - alférez mayor, - llevas la bandera - delante de Dios!". Los centenares de poemas de elevada belleza teológica que Carrizo ha recopilado, digna de los Autos sacramentales.-, nos muestra el acervo cultural con que España supo impregnar a nuestro pueblo sencillo. Se podría repetir también aquí aquello que dijera Chesterton tras visitar unos pueblecitos de Castilla: "¡Dios mío, qué cultos estos analfabetos!".
Las coplas son admirables: "El rico no piensa en Dios - por pensar en sus caudales; - pierde los bienes eternos - por los bienes temporales".
Era la cultura evangelizada, o lo que ahora se ha dado en llamar "la evangelización de la cultura"
Juan Calatayud Rubio.

María Tortosa Piqueras dijo...

También el evangelio impregnó el campo de la política. La política se basa en la amistad. “En Cristo no hay indio ni Griego, bárbaro ni escriba, sino solamente la nueva criatura que por el conocimiento de Dios se renueva conforme a la imagen de aquel que la crió " (Col 3,1C).

El caballero-conquistador fue, además, fundador, como ejecutor, más o menos fiel, de España fundadora. El acto de descubrimiento inicial y progresivo implicaba no solamente el fin principal de la evangelización, sino el de la fundación, también progresiva, de un nuevo Mundo. Por eso, desde el principio, en lo inmediato el conquistador, y mediatamente España, ejercieron en diversos sentidos un acto fundacional. Fundar viene de fundus, base. Fundar es poner la base, es asentar y también erigir, cimentar sólidamente. Mediante el mestizaje, la erección de ciudades, el establecimiento de las instituciones de gobierno, España funde la polis. Funda en fusión con el mundo precolombino. Fundación es también en este caso, nacimiento de algo nuevo, distinto, original, enraizado en la tradición greco-romana-ibérica y católica sobre lo originario. Por eso no puede negarse a España la maternidad histórica respecto de América.
María Tortosa Piqueras.

María Blanca Aguilera dijo...

Las autoridades políticas, existían allende y aquende el Océano. Dos fundamentales en España, la Casa de Contratación de Sevilla (erigida en 1503), que regulaba el despacho de navíos, y el Real Consejo de Indias (fundado en l519), organismo referido tanto a lo civil como a lo religioso. En Indias, los Virreyes; las Reales Audiencias para la justicia; los Gobernadores, que cuando cumplían a la vez funciones militares se llamaban Capitanes Generales, y cuando estas funciones les eran conferidas desde su designación, Adelantados.
Por fin los Cabildos, institución de fundamental importancia por su representatividad social. El mismo día de la fundación de una ciudad se creaba el Cabildo (con sus Alcaldes, no más de dos, y regidores, entre 6 y 12). Se trataba, en realidad, del antiguo municipio romano, persistente durante la reconquista de las ciudades españolas y trasplantado a América con el mismo sentido de representatividad política que recuerde al carácter de la antigua polis griega. Pero con una diferencia propiamente "americana": incluía un distrito suburbano inmenso.
A pesar de las, vicisitudes, que, a lo largo de la historia, hubieron de sufrir los Cabildos, ellos fueron, en el orden social y político, no sólo la base de las futuras provincias de las naciones iberoamericanas, sino el "lugar" físico, espiritual y moral de toda la vida política, y del "federalismo" americano, heredero del autonomismo de las ciudades de Castilla y Aragón.
María Blanca Aguilera.

Miguel Fernández de Bobadilla dijo...

El proyecto religioso y cultural de España dejó sus huellas asimismo en el ámbito de la política, logrando entre nosotros una encarnación admirable en la figura de Hernando Arias de Saavedra. España no vaciló en mezclar su sangre con la sangre ardiente del nativo, dando así origen al hombre de la tierra. En nuestra zona el ejemplo del Adelantado Domínguez Martínez de Irala, el primero en desposar a la india, haciendo respetar la descendencia habida de ella -casó sus hijas con los capitanes más distinguidos de la conquista-, fue seguido ampliamente por sus compañeros. Y así aparecieron las familias,- criollas y mestizas, una nueva aristocracia brotada de la tierra, a cuyos miembros Felipe II no dudó en conceder el titulo de hidalgos. El nacido de la tierra virgen, heredero de la tradicional caballerosidad española, en constante batallar con la selva y el indio, aprendió a dominar diestramente el caballo, el lazo y las boleadoras; fue ese tipo de hombre sufrido menospreciador de las cosas materiales, ajeno a la Epidemia del oro.
Don Quijote, afirma R. de Maeztu, encontró su Prolongación en Martín Fierro y Don Secundo Sombra. Hernandarias es el representante genuino de este nuevo tipo de hombre.
Paraguay fue quizás el. primer lugar de América donde el nacido de la tierra alcanzó a tomar el poder en la persona de Hernandarias. Nació en Asunción, en el año 1560, de dos familias de la nobleza hispánica; su padre, Suárez de Toledo, pertenecía a la raza de los conquistados; su madre, de Sanabria y Calderón, era una mujer de temple indomable; su hermanastro, don Hernando de Trejo, el primer obispo criollo del Tucumán propulsor de la Universidad de Córdoba.
Miguel Fernández de Bobadilla.

Miguel Fernández de Bobadilla dijo...

Continuación:
Elegido reiteradamente como Gobernador del Paraguay, tuvo, Hernandarias, el temple de un auténtico conquistador, victorioso en innumerables batallas, con lo que hizo posible la navegación sin sobresaltos desde Asunción hasta el Río de la Plata . Enfrentó así mismo con notable clarividencia arrojo en la Penetración portuguesa en Buenos Aires y el Paraguay. Pero fue al mismo tiempo un juez ejemplar. Según la vieja tradición hispánica, la justicia no se reducía como ahora a la aplicación casi automática de determinado artículo de cierta ley a cierto caso concreto, sino que en cada alegato, en cada sentencia los jueces se remontaban a las fuente, mismas de la moral y el derecho. Cada administrador de la justicia se sentía en alguna forma revestido de la dignidad del legislador, porque en cada dictamen apelaba de la letra de la ley al espíritu y propósito que la inspiraron. Habían aprendido de Santo Tomás que la ley había de ser justa, y la ley que no es justa no es ley, sino iniquidad. Hernandarias fue un juez de ese estilo, velando por la aplicación de la justicia en todos los campos y particularmente en el ámbito de las encomiendas. Solórzano ha explicado bien lo que realmente fueron las encomiendes, destruyendo la leyenda que quiso contraponer la bondad y abnegación de los misioneros a la codicia y crueldad de los encomenderos. La encomienda fue nuestro modo de feudalismo, es decir, una escuela de honor, al mismo tiempo que el brazo secular para el adoctrinamiento de los indios. Hernandarias salió al paso de los excesos de algunos encomenderos legislando al respecto admirablemente.

Propulso así mismo la cultura y en este sentido fue un verdadero educador. No sólo fundó numerosos colegio, sino que sobre todo trató de elevar al Indio a la vez que contribuyó a su evangelización, colaborando para ello estrechamente con Martín Ignacio de Loyola sobrino de S. Ignacio y obispo de Asunción, y más aún con el Franciscano Fray Luis Bolaños, su amigo predilecto , con quien inició la instalación de los primeros pueblos de indios, labor para la que luego llamó también a los jesuitas, quienes llevarían a cabo esa obra de arte de la pastoral que fueron las reducciones guaraníticas. Gracias a Hernandarias se fundaron numerosas poblaciones, desde S.Ignacio Guazú, en la actual Paraguay, hasta Baradero, en la actual provincia de Buenos Aires. Rara era la carta que no insistiera ante el monarca -nada menor que Felipe II, en ocasiones, para que enviara más religiosos en pro de tan ardua labor. Numerosos testimonios certifican que regalaban de su propio pecunio campanas retablos etc. Y al mejor estilo de los señores medievales consideró un timbre de gloria edificar templos para la honra de Dios y la santificación de las almas.
Miguel Fernández de Bobadilla.

David Flores Arnedo dijo...

La figura de Hernandarias es tan importante que el día en que se adecente nuestra galería de Próceres, Hernandarias figurará allí como uno de los más nobles .Cuarenta años de guerra, en un campo que tuvo por escenario la selva paraguaya y la extensa pampa argentina, recorrida sin descanso, conociendo toda la gama de los sufrimientos físicos, desde las heridas en el combate, hasta la fiebre del pantano que le desfiguró el rostro y le quitó audición, así como de los sufrimientos morales, desde la critica de conventillo hasta la calumnia de gran nivel.
Protector de ciudades, colaboró activamente en la fundación de Buenos aires - no olvidemos, que estaba casado con la hija de Juan de Garay, Concepción del Bermejo y Vera de las Siete Corrientes.
Defensor celoso de las fronteras frente al agresor portugués, sólo desenvainó su espada para defender las buenas causas; en los paréntesis de sus luchas no tenía reparos en tomar las herramientas del albañil para colaborar en la construcción de una iglesia, un hospital o una escuela.
Ningún personaje de la Conquista reúne como Hernandarias las admirables dotes de la virtud heroica en más alto grado, juntamente con las cualidades distintivas del estadista, Y todo ello en admirable equilibrio. Fue caudillo, soldado, gobernador y juez, tan amado que, según se decía en una carta firmada en 1610 por los capitulares de Asunción, "no hay viejo ni mozo que no lo tenga representado en el alma, al padre verdadero de la tierra". Un auténtico caballero, encarnación misma de la Hispanidad en el campo político.
David Flores Arnedo.

Sonia Mendoza Berdonces dijo...

Si se quita la intención evangelizadora, la conquista de América aparece -y así se la querido reiteradamente mostrar- como el caso de un pueblo poderoso que se enfrenta con pueblos débiles, los vence, los explota lo mas posible, y de este modo acreciente el patrimonio de la Corona y las posibilidades mercantilistas de la Metrópoli. En una concepción semejante, los aspectos religiosos pasan a ser anecdóticos, o también expresión del "atraso secular" de España.
La especificidad de la Conquista española resplandece cuando se la compara
con la colonización británica. Vicente Sierra lo ha señalado con claridad. Resumamos lo principal de su desarrollo. La historia nos muestra cómo España incorporó Provincias, Inglaterra instauró colonias Esto cobra evidencia en algo bien concreto y hasta sintomático: La colonización inglesa fue siempre costera, instalando factorías junto al mar, la española es preferentemente mediterránea. Basta ver el mapa de nuestra Patria y la ubicación de sus ciudades antiguas, y compararlo con el mapa político de la India, por ejemplo. Sólo España se transfundió de veras, penetró las selvas, atravesó las montañas; a todos buscó para anunciar la buena nueva. La colonización inglesa no se dirigió al hombre para elevarlo sino en vista de posibles negocios.

Ello explica por qué Inglaterra, cuando necesito salir de la metrópoli e iniciar su
política colonial, no intentó transmitir a sus nuevos súbditos las líneas esenciales de su espíritu y de su cultura, y mucho menos difundir sus ideas religiosas, por eso durante largo tiempo no llevó misioneros consigo.
Inglaterra condujo adelante su tarea con ausencia de controles religioso o éticos, lo que permitió la eclosión de la mentalidad capitalista: en vez del "justo precio", noción anclada en la visión tomista y católica, la búsqueda de gananciales cuanto mas mejor, sobre la base de un nuevo tipo de ascetismo de carácter laico, basado en el hedonismo. Cuando Montesquieu, apóstol del liberalismo, sobre el cual tanto influyeron las ideas británicas, se refiere a la significación de la actividad colonial., enseña: " El objeto de colonias es hacer el comercio en mejores condiciones que con los pueblos vecinos, con los cuales todas las ventajas son recíprocas " Hay en todo esto un claro influjo de las ideas calvinista, con su exaltación del trabajo y del consiguiente beneficio. La obtención de riquezas comienza a ser un fin, e incluso un signo de predilección divina, mientras que la pobreza es considerada como un signo de fracaso, hasta de castigo divino. Por eso no hay que extrañarse que el desarrollo económico haya sido mayor en los países protestantes que en los católicos. El espíritu del capitalismo liberal habría sido imposible con una iglesia Católica fuerte porque ella nunca considero la economía como un menester ajeno a la moral. La influencia de la Reforma, especialmente en su versión calvinista, sobre las ideas políticas abrió paso el liberalismo económico, y este rompió el equilibrio de la Cristiandad en pro de la obtención de ganancias. En adelante el fin primario sería crear y acumular riquezas.
Sonia Mendoza Berdonces.

Luis Carlos González Salamanca dijo...

España, signada por la Contrarreforma, está en las antípodas de Inglaterra. La Contrarreforma no fue sólo una reacción negativa contra la herejía, sino la decisión de superar las tendencias paganizantes del Renacimiento que condicionaban a vastos sectores eclesiásticos, para restaurar el primado religioso, una vez liberada la Iglesia de los dos grandes peligros del momento, la herejía mundanización, enfrentar el desafío de los tiempos nuevos. Inglaterra y España, son dos universos morales. Cuando Inglaterra canta el comercio de esclavos " que eleva hasta la pasión el espíritu de empresa comercial, forma excelentes marinos, y produce enormemente dinero", España goza con los Autos sacramentales. Son dos mundos distintos, quizás con la diferencia que media entre cosmovisión del mundo moderno y la de la cristiandad. Por eso mientras Inglaterra disminuye al máximo los días de fiestas maliciosas, en aras de la productividad, España castiga severamente a los encomenderos que los violan. Este diverso concepto de las festividades muestra gráficamente la diferente manera con que la Reforma y la Contrarreforma encaran la existencia. Frente a una Inglaterra que en ocasiones entregó directamente a compañías Comerciales la soberanía política de las zonas de colonización, España insistió una y otra vez sobre el justo precio, tratando de poner en contacto directo al productor y al consumidor. La teoría del justo precio no es sino la aplicación del carácter evangelizador de la Conquista al área economía.

No que España se desinterese completamente de la economía. Porque podría parecer que el hecho de servir un ideal absoluto, implicase el desprecio por los ideales relativos de riquezas o placeres con que otros se satisfacen. No fue así, ya que un absolutismo que excluyese de sus miras lo relativo y lo cotidiano, sería menos absoluto que el que logra incluirlos. Sólo que la visión hispánica consideraba relativo a lo relativo y absoluto a lo absoluto.

La expresión de Franklin “time is Money”, no debe ser tomada a la ligera porque en esa concepción del mundo y de la vida, el tiempo donde el hombre cumple su esfuerzo y ruge el león de la competencia, debe conducir al "oro" del poder terreno. Este espíritu es la antítesis de la España tradicional y lo contradictorio del espíritu iberoamericano. La futura declaración de la Independencia (1776) y la imponente expansión territorial posterior, en buena parte a costa de Méjico (1848), pone las bases del hijo predilecto de aquella Inglaterra. Si se piensa que de los 65 firmantes de la declaración de la Independencia, 53 eran Masones, se comprende por que el mito iluminista del progreso indefinido con cierto sentido de soteriología terrena, ha sido y es la médula misma de los Estados Unidos. Según Ratzinger la democracia de América está radicada en la "concepción Protestante del hombre y del mundo”.
Luis Carlos González Salamanca.

Yolanda Domínguez Perdomo dijo...

Inglaterra y España respondían, por cierto, a las directivas de sus respectivas metrópolis. Es evidente que de la España de la Reconquista, de la contrarreforma, de los Autos
Sacramentales, del Concilio de Trento, de la Compañía de Jesús, de Vitoria, no podía surgir una mera colonización económica sino una misión; así como de la Inglaterra Puritana, de los saqueos a los bienes de la Iglesia, de los piratas y corsarios, de la "economía política”, no podía salir una misión sino una colonización.

Por cierto que tanto Fernando como sus sucesores se preocuparon también por importar oro de sus Provincias de ultramar, ya que, como ordenaba el primero,
" que ningún oro esté allá holgando en ningún tiempo”. Los necesitaban para sus necesidades internas, así como para costear la misma evangelización y promoción de las nuevas tierras. Para ello Fernando fundó la Casa de Contratación, pero en modo alguno la concibió como totalmente independiente de la realidad espiritual de la España de entonces, de la España de las Bulas misionales. Cuando en 1511 reunió a los miembros del Consejo de Indias para referirse a ese tema, se expresó en los siguientes términos: "Siendo la obligación y cargo, con que somos Señor de las Indias, ninguna cosa deseamos más que la publicación y ampliación de la Ley Evangélica, y la conversión de los Indios a nuestra Santa Fe Católica. Y porque a esto, como al principal intento que tenemos, aderezamos nuestros pensamientos y cuidados: Mandamos, y cuanto podemos, encargamos a los de nuestro Consejo de las Indias, que pospuesto todo otro respeto de aprovechamiento, e interés nuestro, tengan por Principal cuidado las cosas de la Conversión y Doctrina, y sobre todo se desvelen y ocupen con todas sus fuerzas y entendimiento en proveer ministros suficientes para ello ... De manera que cumpliendo Nos en esta parte, que tanto nos obliga, y a que tanto deseamos satisfacer, los de dicho Consejo descargarán sus conciencias, pues con ellos descargamos Nos la nuestra". La posición es clara: hay que ocuparse, como resulta obvio, de los problemas económicos, pero ante la labor misional es preciso posponer "todo otro respeto de aprovechamiento e interés nuestro", pues el principal "y final deseo e intento" es la conversión y adoctrinamiento de los indios.
Yolanda Domínguez Perdomo.

Raúl Artacho Vidal dijo...

¿Cómo puede ser entendido nuestro desgaje del tronco hispánico, nuestra separación política de España? Es que la España del S.XIX ya no era la de los Reyes Católicos, ni la de Carlos V o Felipe II. Como bien dice Maeztu, "de las incertidumbres hispanoamericanas del S.XIX tiene la culpa el escepticismo español del S.XVIII”.
La España de aquel siglo conoció una gran decadencia. Ante todo en la monarquía. Ya desde la introducción de la casa de Borbón, a comienzos del S.XVIII, comenzó un proceso de ablandamiento que se ahondaría trágicamente en el siglo siguiente.
Decadencia asimismo en la aristocracia. El hidalgo de los siglos XVI y XVII recibía una educación severa y disciplinada de modo que el pueblo recibía de buena gana su superioridad, pero cuando dicha educación se hizo notoriamente tan flexible como un muelle, y al espíritu de servicio sucedió el de privilegio como dice Maeztu, los caballeros se convirtieron señores primeros, y en señoritos después, no es extraño que el pueblo les perdiera el respeto En la segunda mitad del S.XVIII gobernaron aristócratas masones, cuyo propósito último era dejar a España sin religión. Por supuesto que la impiedad no entró en España blandiendo ostensiblemente sus principios, sino en secreto. Durante muchas décadas los nobles siguieron rezando su rosario. Pero empezaron por envidiar el fasto y la pujanza de las naciones extranjeras, principalmente si eran protestantes: de la flota y el comercio de Holanda e Inglaterra, de los encajes y lujos de Versalles. Después se asomaron en actitud acoquinada a los autores extranjeros, comenzando por el antihispanista Montesquieu, hasta llegar a experimentar vergüenza por la gesta evangelizadora de los Habsburgos.
Raúl Artacho Vidal.

Francisco Juárez Ortiz dijo...

España siempre se había caracterizado por exaltar el auténtico humanismo. Cuando en 1509, Alonso de Ojeda desembarcó en las Antillas, no les dijo a los indios que los hidalgos leoneses eran de una raza superior, sino esto: "Dios nuestro Señor, que es único y eterno, creó el cielo la tierra un hombre y, una mujer, de los cueles vosotros, yo y todos los hombres que han sido y serán en el mundo, descendemos". A los ojos del español antiguo, todo hombre, cualquiera que fuese su posición social, su carácter o nación, era siempre un hombre. Este humanismo clásico era de origen religioso, es la doctrina del hombre que enseña la Iglesia pero penetró tan profundamente en las conciencias de los españoles, que todos lo aceptaron como obvio. En cambio ahora se iba introduciendo el nuevo humanismo, el del Renacimiento que resucitaba el viejo criterio de Protágoras según el cual el hombre es la medida de todas las cosas. Bueno es lo que al hombre la perece bueno, verdadero lo que cree verdadero, lo que le satisface. La verdad y el bien perdieron su condición de trascendentales para entroncarse en relatividades, solo existentes en relación al hombre. Y el español es siempre tajante: o cree en valores absolutos o deja de creer totalmente, como que para él hubiese sido hecho el lema de Dostoievsky: o el valor absoluto o la nada absoluta. Cortose así la tradición ibérica, en pro del inmanentismo iluminista del Siglo XVIIII, que corrompió el alma de España, disolviéndose la visión de la temporalidad histórica cristiana en la del temporalismo secularizante propia del liberalismo iluminista. Al absolutizar los valores seculares, la nación misionera acabó por negarse a sí misma, el Imperio se trocó en metrópoli de colonias.
Francisco Juárez Ortiz.

Javier Núñez Ilundain dijo...

Quizás uno de los hechos más graves y trágicos por sus consecuencias en el siglo XVIII, fue la expulsión de la Compañía de Jesús de todas las naciones de Europa. Intereses bastardos, como la avaricia del marqués de Pombal, que quería explotar, en sociedad con los Ingleses, las misiones Guaraníticas de la orilla izquierda del río Uruguay, y al amor propio de la marquesa de Pompadour, que no podía perdonar a los Jesuitas se negasen a reconocerle en la corte una posición oficial, como querida de Luis XV, fueron los métodos que utilizaron los jansenistas y los filósofos para atacar a la Compañía. El conde de Aranda los ayudó desde España. "Hay que empezar por los jesuitas como los más valientes", escribía D'Alembert a Chatolai. Y Voltaire a Helvecio, en 1761 "Destruidos los jesuitas, venceremos a la infame". La infame, para él, era la Iglesia. El hecho es que la expulsión de los jesuitas de todas las tierras dependientes de la corona Española produjo en numerosas familias criollas un sentimiento de profunda aversión para con la Madre Patria.

Por su parte, España se avergonzaba más y más de sí misma. Si en el siglo pasado Castelar pudo escribir:" No hay nada más espantoso, ni más abominable, que aquel gran imperio español que era un sudario que se extendía sobre el planeta", hemos de pensar que ya en el siglo XVIII los propios funcionarios españoles, contagiados por las pasiones, de la Enciclopedia, empezaron a propagar, tales ideas deprimentes. Y así Ramiro de Maeztu pudo llegar a afirmar taxativamente que fue de España de donde salió la separación de América. La crisis de la Hispanidad se originó en España. En los camarotes de los barcos españoles viajaban ahora los libros de la Enciclopedia francesa. La Casa Real Borbónica propiciaba un nuevo proyecto basado en los negocios y la explotación de los recursos. Las Indias dejaron de ser así el escenario donde se realizaba un gran intento evangélico para convertirse en codiciable patrimonio.

Javier Núñez Ilundain.

Ignacio Domínguez Villar dijo...

Un erudito ingles Cecil Jane, desarrolla no hace mucho la tesis de que la separación de América se debió a la extrañeza que a los criollos produjeron las novedades introducidas en el gobierno de nuestros países por los virreyes y gobernadores del siglo XVIII, destruyendo el fundamento mismo de la lealtad americana. "Desde ese momento ganó terreno la idea de disolver la unión con España, no porque fuese odiado el Gobierno español, sino porque parecía que el Gobierno había dejado de ser español, en todo, salvo el nombre". Algo semejante afirmó entre nosotros Juan Manuel de Rosas y su ministro Anchorena.

La mayor responsabilidad recae pues sobre la España Gobernante en general, por no renegarse a sí misma, con la esperanza de agradar a las naciones enemigas y sobre todo a Francia. Sintomático es en este sentido lo que Aranda escribía a Floridablanca en 1776: " Rousseau me dice que, continuando España así, dará la ley a todas las naciones, y aunque no es ningún doctor de la Iglesia, debe tenerle por conocedor del corazón humano, y yo estimo mucho su juicio". Generaciones sucesivas de españoles se fueron educando en la vergüenza de ser español, en la envidia a la Francia revolucionaria, y en la más supina ignorancia del sentido de la gesta americana. Según el estudioso ingles antes citado, en las guerras de la independencia los hispanoamericanos combatieron en buena parte por los principios españoles de los siglos XVI y XVII contra las ideas de superioridad peninsular y de explotación económica que llevaron a América los virreyes y funcionarios de Fernando VI y Carlos III. La situación queda caracterizada en un hecho que no deja de ser llamativo: Morillo, el general de Fernando VII, era volteriano y Bolívar, en cambio, aunque iniciado en la masonería cuando joven, proclamaba en Colombia en 1827: "La unión del incensario con la espada de la ley es la verdadera arca de la alianza". Por cierto que algunos revolucionarios de América, educados en el espíritu de la Revolución Francesa, y que están en el origen del partido unitario, hubieran podido hacer suya aquella frase de un francés de aquel tiempo: "Vous n'êtes pas les fils de l'aspagne; vous êtes les fils de la Revolution française" Pero también hubiesen podido repetirla numerosos españoles, que gozaban oyendo la Marsellesa, el primer himno que no nombra a Dios.
Ignacio Domínguez Villar.

Roberto Yera dijo...

Hace poco se han celebrado los 500 años del Descubrimiento de América. Muchos trataron de darle a la gesta una interpretación torva y siniestra, mediante la exhumación de los vacuos prejuicios empleados por la "leyenda negra". Interesante resulta recordar a este respecto que fue el español Julián Juderías quien publicó, en 1914, la primera edición de "La Leyenda Negra", paradójicamente inspirado en un sentimiento patriótico. Había llegado a la conclusión de que los prejuicios protestantes primeros, y revolucionarios después, crearon y mantuvieron la leyenda de una "España inquisitorial ignorante, fanática, incapaz de figurar entre los pueblos cultos", lo mismo ahora que antes; y como esas ideas ofendían su patriotismo escribió su obra con el propósito de mostrar que los españoles sólo habían sido intolerantes y fanáticos cuando los demás pueblos de Europa también habían sido tales, y que se debía estudiar a España sin fobias y prevenciones.

La obra de Enrique Dussel: Historia general de la Iglesia en América Latina, cantando a las víctimas del "genocidio" español.

Frente a ello, hay que salir por los fueros de la verdad conculcada, evocando a la reconstrucción de lo destruido. Es preciso rehacer la hispanidad. Como bien dijo Ramiro de Maeztu, "la obra de España, lejos de ser ruinas y polvo, es una fábrica a medio hacer, como la Sagrada Familia de Barcelona, o la Almudena, de Madrid, o si se quiere, una flecha caída a mitad de camino, que espera el brazo que la recoja y lance al blanco, o una sinfonía interrumpida, que está pidiendo los músicos que sepan continuarla”.

Se va haciendo cada vez más apremiante volver a descubrir a América, es decir, quitarle sus maquillajes, sus disfraces y máscaras falaces, para poder reencontrar su verdadera esencia. Afirma Maeztu que, por desgracia, la mayor parte de los países de Hispanoamérica parecen tener ahora dos patrias ideales, aparte de la suya. La una es Rusia soviética; la otra, los Estados Unidos. Son los dos grandes señuelos actuales. Para las masas, los obreros, los universitarios de izquierda, la revolución bolchevique; para los políticos y los economistas, los empréstitos norteamericanos. O el culto de la revolución o la adoración del bienestar.

Dividida su alma por estos ideales antagónicos, ambos exóticos, extranjeros a su alma, los pueblos hispánicos no hallaran sosiego sino cuando se reencuentren con su vocación inicial, cuando retornen a su centro de gravedad, que es la hispanidad. “Noli foras ire - decía Ganivet, parafraseando S.Agustín-; in interiore Hispanae habitas veritas". ¿Porque los pueblos hispánicos estamos tan exangües y deslucidos, pesando tan poco en el concierto universal de las naciones?. Porque hemos dado la espalda a las fuentes. Buscando ser originales, acabamos por perder nuestra originalidad. Porque lo original ¿no es acaso lo originario?
Roberto Yera.

Mario Serrano Cárdenas dijo...

Los argentinos han de ser más argentinos; los colombianos más colombianos. Y no lo lograran si no son a la vez más hispánicos, pues la Argentina y Colombia son, sus respectivas tierras, pero la Hispanidad es nuestra común raíz espiritual, el mismo que la condición de nuestra presencia peculiar en el mundo. Debemos retomar la antorcha de nuestra misión, una misión interrumpida por el espíritu de la Revolución moderna, de la Revolución anticristiana, retomar las esencias de los siglos XVI y XVII: su mística, su religión, su moral, su derecho, su política, su arte, su función civilizadora. Para así proyectarnos a la construcción de un futuro mejor. Se trata de una obra a medio hacer, de una misión inacabada.

Los últimos Papas nos incitan a ello. Pío XII dijo a España: "España tiene una misión altísima que cumplir. Pero solamente será digna de ella si logra totalmente de nuevo encontrarse a ella misma en su espíritu tradicional y en aquella unidad que solo sobre tal espíritu puede fundarse. Nos alimentamos, por lo que se refiere a España, un solo deseo: verla una y gloriosa, alzando en sus mano poderosa una Cruz rodeada por todo este mundo que, gracias principalmente a ella, piensa y reza en castellano, y proponerla después como ejemplo del poder restaurador, vivificador y educador de una fe..."

Juan Pablo II en: Iberoamérica, "continente de la esperanza". Dice: "Yo. Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que nacieron en gloria a tu Historia y benéfica tu presencia en los demás continentes". Evidente que esta "presencia benéfica" ha sido la evangelización de América. Y en un discurso sobre Vº Centenario pronunciado en Salta: a la luz del mandato de Cristo de ir a evangelizar a todos los pueblos, recordó el encuentro entre los primeros españoles y, el mundo precolombino, del cual "ha nacido vuestra cultura, vivificada por la fe católica que desde el Principio arraigó tan hondamente en estas tierras".
Mario Serrano Cárdenas.

Raúl Piñero Vargas dijo...

Maeztu propiciaba la reaparición de "los caballeros de la Hispanidad". También de los poetas, ya que no hay nación sin poesía: "Si la plenitud de la vida de los españoles y de los hispánicos está en la Hispanidad, y de la Hispanidad en el recobro de su conciencia histórica tendrán que surgir los poetas que nos orienten con sus palabras mágicas ¿Acaso no fue un poeta quien asoció por vez primera las tres palabras de Dios, Patria y Rey?... Nuestros guerreros de la Edad media crearon otra que fue talismán de la victoria: ¡Santiago, y cierra España! En el siglo XVI pudo crearse, como lema del esfuerzo hispánica, la de: "La Fe y las obras..." Los caballeros de la Hispanidad tendrán que forjarse su propia divisa. Para ello pido el auxilio de los poetas.
Iberoamérica esta en estado de vigilia ante el amanecer que llega y que en cierto modo lleva consigo. Así parecían haberlo instituido lo compañeros de Colón, cuando ya visible el alba, cada noche, hasta el amanecer del 12 de octubre, rezaban presididos por el Almirante:

Bendita sea la luz
y la Santa Veracruz
y el Señor de la Verdad
y la Santa Trinidad.
Bendita sea el alba
Y el Señor que nos la manda.
Bendito sea el día
y el Señor que nos lo envía. Amén

Raúl Piñero Vargas.

Fernando Aguado Bustos dijo...

Comenzó a ser un motivo de referencia para la América Hispana, la rebelión de las trece colonias inglesas de Norteamérica contra el rey Jorge III, el hecho sorprendió y preocupó seriamente al gabinete de Madrid , el cual intuyó claramente que la sublevación podía constituir un peligroso ejemplo para las colonias españolas en América. El poseer frontera común con los rebeldes amenazaba con causar un sinnúmero de conflictos.
La aversión inicial del ministerio español a la rebeldía norteamericana se junto con la molestia que nos provocó ver que nuestra aliada Francia tomara medidas unilaterales en favor de la independencia de las colonias inglesas en América, consideradas por nuestra parte como de una precipitación bastante acentuada. No olvidemos la sincera voluntad de paz que profesaba el rey de España, secundado en tal empeño por su canciller.
La primera fase de actuación diplomática española consistió en un intento de mediación entre Francia y los rebeldes norteamericanos por un lado, y la la mediación con Gran Bretaña por otro interesados ambas por mantener sus colonias. También se especulaba en Madrid que con tal éxito diplomático se depararía a España la ocasión de recobrar Gibraltar y tendría más ventajas que una contienda victoriosa contra los ingleses.
Esta iniciativa se frustró por la rigidez con que el Gobierno Británico contemplaba el conflicto colonial y la tenacidad con que rehuía negociar sobre Gibraltar, al tiempo que sus naves proseguían en el ataque al comercio marítimo español.
La genética de los piratas seguía dando sus frutos, y la resistencia a perder Gibraltar, ese trozo de tierra española, sigue coleando en estos días con múltiples actos de deslealtad entre socios de la Unión Europea.
Finalmente quiero hacer notar en este comentario, la antipatía con que la Corte de Versalles siguió la tentativa española y su gozo al verla abortar, con lo cual España se vio forzada a mantener cierta solidaridad en el inminente conflicto americano. España adoptó resuelta y vigorosamente talante guerrero y exigió a Francia que las campañas se planearan y ejecutasen mancomunadamente con miras a procurar el aniquilamiento definitivo de la potencia británica.
Fernando Aguado Bustos.

Miguel-Ángel López-Colón dijo...

En los años de la segunda mitad del siglo XVIII reinaba la más fina amistad entre España y los nacientes Estados Unidos. Lo testimonia el insólito pedido que Jorge Washington dirigió a nuestro monarca Carlos III: le solicitó que le mandase un burro semental. Motivaba esta demanda el renombre que los de España tenían en todo el mundo, y el afán con que Washington cuidaba de la explotación de su finca de Mount Vernon. La exportación de burros estaba prohibida en la España de aquella época, y así fue preciso que Washington dirigiera la petición al mismo rey. Carlos III resolvió mandarle no uno sino dos garañones , guiados por un mozo de mulas de Zamora. Desgraciadamente, uno de los ejemplares murió por el camino. El otro llegó felizmente y fue agradecido por el padre de la patria norteamericana con la siguiente carta:

"Virginia, 19 de diciembre de 1785.
Señor: He de tributar homenaje a S. M. Católica por el honor que me ha hecho con su obsequio. Su valor es grande por sí mismo, pero resulta inestimable por la forma y la mano de que procede.
Le ruego, por tanto, señor, que comunique al Rey mis gracias por los garañones con que ha tenido la bondad de obsequiarme, y asegure a S. M. mi agradecimiento sin límites por una muestra tan condescendiente de su real merced.
Que una larga vid, una salud perfecta y gloria inmarcesible acompañen el reinado de S. M. como es mi ferviente deseo.
Con gran respeto y consideración, tengo el honor de ser, señor, su más obediente y reconocido servidor.
J. Washington
A su excelencia el Conde de Floridablanca.
La carta fue contestada con gran cordialidad por nuestro conde.
Miguel-Ángel López-Colón.

José Luis Castejón García. dijo...

La independencia de las colonias hispanoamericanas comienza a generarse no sólo por los antecedentes obvios de la emancipación de los Estados Unidos, sino por la propia maduración de las colectividades españolas de América en orden a aprovechar aquella experiencia.
Sólo les faltaba a aquellas queridas tierras el fermento político e ideológico de la emancipación para que unas estructuras que vivían ya con holgura, sin necesidad de depender físicamente de la metrópoli se desvinculasen por entero de ella.
Las instituciones representativas funcionaban en las Indias con una lozanía y una potencialidad desaparecidas en España desde el Renacimiento. Los cabildos encarnaban la soberanía de las ciudades. Escribe Madariaga: " El francés Depons comienza su reseña de los cabildos con estas palabras notables:" La manera más correcta de dar una idea de los cabildos es compararlos a los municipios creados por la Asamblea constituyente". Así la antigua monarquía española había introducido en las Indias como cosa muy natural, a comienzos del siglo XVI, una institución tal que para describirla un francés ha de compararla a la que nació de la Revolución a finales del siglo XVIII.
Los consulados, mucho más vivaces y prosperos en América que en la Península, estaban constituidos a la manera de las cámaras de comercio de nuestro tiempo y poseían considerables facultades ordenadoras y judiciales en materia mercantil.
A todas estas autonomías institucionales hay que añadir las autonomías personales, todavía más importantes.
El mismo Ulloa y Jorge Juan ponderan que todo propietario se consideraba como un rey dentro de su hacienda y casi no obedecía más que a su propia voluntad. Las autoridades hubieron de poner coto a las arrogancias de estos particulares, y en muchas ocasiones, fueron los particulares los que salieron victoriosos.
José Luis Castejón García.

Francisco Javier González Ruiz dijo...

A las tierras hispano americanas sólo le faltaba sentirse en mayoría de edad con respecto a España. Solamente un fermento político que sugiriera la idea de la independencia de derecho.
Al Conde de Aranda se le debe, quizá, la más rotunda y autorizada formulación del problema. En 1783, cuando quedó solemnemente instaurada la independencia de los Estados Unidos, el conde aconsejó a Carlos III que cediese las posesiones americanas a tres infantes españoles que se establecerían como reyes en sendas partes de las mismas. El rey de España, tomaría el título de emperador y concertaría unos pactos de familia con los nuevos soberanos. Pero Carlos III rechazó la idea, quizá porque no había en la familia real tres infantes capaces, además el que tendría que reservar para sucederle en la Corona Española; no había príncipes disponibles para tal empresa; además de la posible perdida de soberanía que suponía entregar esas tierras por lo cual se mostraba receloso y molesto.
Esta idea no era nueva, ya fray Toribio Motolinia la había expuesto a Carlos V, y el marqués de Varina la repitió en 1687 a Carlos II, con estas palabras de pasmosa audacia ante el rey:" De un cabello está pendiente la desunión de las Indias de la corona de Vuestra Majestad ..."
Francisco Javier González Ruiz.