Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.
EN EL AÑO 2.023 LA DURACIÓN MEDIA DE LOS
MATRIMONIOS DISUELTOS ENTRE CÓNYUGES DE DISTINTO SEXO FUE DE 16,9 AÑOS.
El número de separaciones y divorcios fue de 13.817,
un 11,4% menos que en 2022, el año anterior.
La tasa bruta de disoluciones fue en Andalucía de 1,6
por mil y a nivel nacional de 1,7 por mil.
Sevilla presentó la mayor tasa bruta de disoluciones
(1,8 por mil), así como Almería, Granada y Jaén la menor (1,5 por mil).
El 17,3% de los divorcios correspondió a matrimonios
con 5 años o menos de duración.
El 18,6% de las demandas fueron presentadas por la
esposa, frente a los 10,0% presentadas por el esposo.
La custodia de los hijos fue otorgada a la madre en el
56,8% de los casos, al padre en el 3,5%, fue compartida en el 39,5%, y en el
0,1% de los casos se otorgó a otras instituciones o familiares.
Según los datos de la Estadística de Divorcios, Separaciones y Nulidades en Andalucía que
elabora el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, publicados en
fecha 16 de septiembre de 2.024, durante el año 2023 se produjeron en Andalucía
13.817 (1) (2) casos
de separación y divorcio (un 11,4% menos que en el año anterior).
Nota 1: En 2023 no se dispone de información sobre
nulidades.
Nota 2: Las cifras totales pueden presentar mínimos
descuadres respecto a las sumas parciales debido al uso de factores de
corrección y posterior redondeo a números enteros.
De ellos, 13.119 fueron divorcios (94,9%) y 698
separaciones (5,1%). Por otro lado, 271 de las disoluciones fueron de matrimonios
entre personas del mismo sexo (2,0%).
La tasa bruta de disoluciones en Andalucía fue de 1,6
por cada 1.000 habitantes (1,8 en 2022), siendo la tasa nacional de 1,7 por
mil. En la desagregación provincial, se observa que Sevilla presenta la mayor tasa
(1,8 por mil), así como Almería, Granada y Jaén la menor (1,5 por mil).
Disoluciones entre cónyuges de distinto sexo
La duración media de los matrimonios disueltos fue de
16,9 años. Por provincias, este indicador tomó su máximo en Granada y Huelva
(17,4 años) y el mínimo en Cádiz (16,2 años).
Duración
media del matrimonio a la disolución. Año 2023.
En las sentencias de divorcio, las duraciones
matrimoniales más frecuentes fueron de 5 años (4,5%), seguidas de las de 4 años
(4,4%). El 17,3% correspondió a matrimonios con 5 años o menos de duración, y
el 3,1% tuvo una duración de un año o menos.
Divorcios
según duración del matrimonio. Año 2023.
El 18,6% de las demandas de disolución matrimonial en
Andalucía fueron presentadas por la esposa, mientras que en un 10,0% de los
casos lo hizo el esposo.
El 46,7% de los divorcios se produjeron en matrimonios
que no tenían hijos menores, mientras que en el 26,8% existía un único hijo
menor de edad y en el 22,5% existían dos. En el caso de las separaciones, el
71,6% no tenían hijos menores, el 13,7% tenían un único menor y el 10,1%, dos
menores.
En relación al total de sentencias con hijos menores,
la custodia fue otorgada a la madre en el 56,8% de los casos de divorcio o
separación (58,9% en el año 2022), al padre en un 3,5% (2,7% en el año
anterior), fue compartida en el 39,5% de los casos (38,0% en el año 2022), y en
el 0,1% se otorgó a otras instituciones o familiares (0,4% en el año anterior).
Evolución
de las sentencias con hijos menores según quién ejerce la custodia.
El Instituto de Estadística y Cartografía de
Andalucía elabora la Estadística
de divorcios, separaciones y nulidades en Andalucía con una
periodicidad anual a partir de los ficheros estadísticos facilitados por el
Instituto Nacional de Estadística (INE), que ofrece información sobre los
divorcios, separaciones y nulidades por provincias, grupos de edad, estado
civil previo al matrimonio, demandante, año de celebración del matrimonio y
duración del mismo.
Como consecuencia de la disponibilidad de nuevas
fuentes de información judicial, desde 2013 se introdujo una mejora
metodológica en el proceso de esta estadística, que ha permitido obtener una
estimación más precisa del número de sentencias. Como resultado de este cambio,
los totales de cada tipo de sentencia no son directamente comparables con los
publicados en años anteriores a dicho año.
DISTRIBUCIÓN
DE LOS ASENTAMIENTOS MAYORES (CIVITAS) DURANTE LA ÉPOCA FLAVIA EN EL ALTO
GUADALQUIVIR.
El
Centro Comercial en el Cerro de la Atalaya de Lahiguera (Jaén) en el siglo I
antes de Cristo, fechado entre los años 100 y 60 antes de Cristo, ubicado en un
punto estratégico de la Alta Andalucía, será referente para los estudios de los
procesos comerciales en la romanización de la Península Ibérica.
El
yacimiento de La Atalaya presenta una ocupación en la Edad de Cobre, y tras su
abandono se vuelven a producir numerosas ocupaciones en etapas posteriores,
generándose así después con el paso de los siglos diversas ocupaciones.
El
yacimiento conocido como Cerro de la Atalaya se localiza en la Alta Andalucía,
a escasos 600 m. del municipio de Lahiguera, en la provincia de Jaén. Sus
excepcionales condiciones de visibilidad sobre la vega del Guadalquivir y la
campiña occidental jiennense han propiciado que el lugar tradicionalmente se
hubiera identificado con un recinto de época ibérica (1).
(1)
Molinos, M.; Rísquez, C. y Serrano, J. L. (1994): Un problema de fronteras en
la periferia de Tartessos: Las Calañas de Marmolejo (Jaén), página 146. Jaén,
Universidad de Jaén.
Incluso
en recientes estudios se ha considerado que se trata de un pequeño recinto de
la etapa republicana romana, relacionado con las llamadas turres baeticae (2).
(2)
Ruiz Montes, P. y Peinado Espinosa, Mª V. (2013): Un medio característico para
un desarrollo histórico particular. Istvrgi en la vega occidental”, en Mª. I.
Fernández-García (coordinadora), Una aproximación a Istvrgi romana: un complejo
alfarero de Los Villares de Andújar, Jaén, España. Páginas19 a 38, página 23. Granada, Universidad de
Granada.
De
entre estos 134 yacimientos íberos del Alto Guadalquivir no figura el
yacimiento de la Atalaya de Lahiguera (Higuera de Arjona), la razón debe ser
que el estudio del profesor Ruiz Rodríguez, A., es del año 1978, y el
yacimiento íbero romanode Lahiguera se
comenzó a excavar en 2007 y se realizó en tres fases hasta 2013.
En
la cima del cerro se sitúa un depósito de agua construido en la década de 1970.
Las investigaciones sobre el lugar han estado relacionadas con la ampliación de
dicha infraestructura. El Cerro de la Atalaya ha sido excavado sistemáticamente
durante los años 2007, 2008 y 2013, como consecuencia de la construcción de un
nuevo depósito regulador de agua que abasteciera al municipio (campañas de
excavación de 2007 y 2008) y la mejora de la red general de abastecimiento de
agua de la campiña jiennense (campaña de 2013). La primera campaña de
excavación contempló la apertura de veinte sondeos de 2x2 m, siendo algunos de
ellos ampliados hasta excavar una superficie total de 306 m². Ante la aparición
de numerosos restos arqueológicos que iban a ser afectados por la construcción
del depósito de agua, se vio la necesidad de excavar la totalidad de la superficie
afectada por las obras, por lo que en el año 2008 se procedió a una nueva
intervención arqueológica en la que se llegó a abarcar una superficie de 236 m.
La última fase de estudios arqueológicos realizados en el cerro corresponde al
año 2013, en el que se realizó un control arqueológico desde la ladera oeste
hasta la cima del cerro, así como una nueva intervención arqueológica en la
cima con la apertura de cuatro sondeos, excavándose un total de 41 m². Por
tanto, podemos indicar que la superficie excavada total durante estas campañas
de intervención ha sido de 583 m², por lo que prácticamente fue investigado la
totalidad del yacimiento. De igual forma, también se ha realizado una
prospección sistemática del entorno inmediato al yacimiento, abarcando un radio
de unos 4 kilómetros, y una microprospección con GPS de todas las laderas y
pendientes con arrastres de materiales cerámicos (3).
(3)
Alcalá, F.; Fernández, A.; Torres, M. J. y Barba, V.: Memoria Preliminar I. A.
U. en la obra de infraestructura del sistema Quiebrajano-Víboras, en los
términos municipales de Lopera, Porcuna, Torredonjimeno, Higuera de Calatrava,
Santiago de Calatrava, Arjona, Arjonilla y Lahiguera (Jaén), Valenzuela y
Cañete de las Torres (Córdoba). Intervención Arqueológica en el Cerro de la
Atalaya de Lahiguera. Archivo de la Delegación Territorial de Educación,
Cultura y Deporte, Junta de Andalucía. Julio 2013.
Las
diferentes intervenciones arqueológicas realizadas nos han llevado a definir
tres momentos de ocupación. El primero de ellos se corresponde con la etapa del
Bronce Final, documentándose algunas estructuras excavadas en la base geológica
correspondientes a silos de almacenaje, cabañas y dos fosos de carácter
defensivo. Sin embargo, las prospecciones realizadas en el entorno nos informan
de que la principal ocupación de este momento se encontraría más hacia el este,
apreciándose una pequeña meseta que debió estar fortificada con abundante
material en superficie. Dicha ocupación está relacionada con la consolidación
de núcleos poblacionales de cierta envergadura que empiezan a surgir a partir
del segundo y tercer cuarto del III Milenio antes de Cristo en la campiña
jiennense (4).
(4)
Nocete, F. (2001): Tercer Milenio antes de Nuestra Era. Relaciones y
contradicciones centro/periferia en el Valle del Guadalquivir. Barcelona,
Bellaterra).
Recordemos
la excavación realizada en el cercano yacimiento de Los Pozos, excavado en la
década de los años 80 en el casco urbano de Lahiguera (5).
(5)
Hornos, F.; Nocete, F. y Pérez, C. (1987): Actuación arqueológica de urgencia
en el yacimiento de Los Pozos, Higuera de Arjona (Jaén). Anuario Arqueológico
de Andalucía 1987 I: páginas 198 a 202. Sevilla, Consejería de Cultura de la
Junta de Andalucía.
La
segunda fase documentada se corresponde con la etapa Ibérica antigua, desde el
siglo VII a.C. hasta mediados del siglo VI a.C. De esta fase se ha localizado
una estructura excavada en la base geológica que presenta una dirección
norte-sur y que se ha identificado como un canal de conducción de agua
asociado, con toda seguridad, a la puesta en cultivo de la ladera sur del cerro
durante esta etapa. Debido a que en los últimos años se habían realizado estudios
arqueológicos superficiales, se venía considerando que el Cerro de la Atalaya
en esta época se correspondía con un recinto fortificado asociado a lo que se
había definido como frontera oriental de Tartessos (6).
(6)
Molinos, M.; Ruiz, A. y Serrano, J. L. (1995): La frontera oriental de
Tartessos, en Actas del Congreso Conmemorativo del V Symposium Internacional de
Prehistoria Peninsular: Tartessos, 25 años después (1968-1993), páginas 239 a
254. Jerez de la Frontera, Ayuntamiento de Jerez de la Frontera.
Por
las evidencias arqueológicas que hemos documentado de esta etapa, sabemos que
este yacimiento está asociado a un hábitat estacional con un tipo de
construcciones realizadas con materiales perecederos, a modo de choza excavada
en el sustrato geológico, y relacionada con la puesta en cultivo de tierras
fértiles en lugares próximo a manantiales o cauces fluviales.
La
tercera fase histórica documentada en el Cerro de la Atalaya es la que mayor
importancia tiene, ya que se ha localizado un conjunto de tres edificios de
época tardorrepublicana, fechados en la primera mitad del siglo I antes de
Cristo. Se trata de un complejo comercial dividido en varias áreas que hemos
interpretado como zona de producción, lugar de acopio de mercancías o almacén,
granero y espacios administrativos o lugar donde se realizarían los tratos y
las transacciones comerciales.
El
Cerro de la Atalaya en la localidad de Lahiguera (Jaén) es un peculiar e
inédito yacimiento recientemente excavado y que ha revelado una coyuntura de abandono
excepcional. Se localiza en la confluencia de varias de las vías de
comunicación más importantes que tuvo la Alta Andalucía durante la
romanización. El yacimiento se corresponde con un gran almacén de carácter
comercial que se ha fechado en la primera mitad del siglo I antes de Cristo.
Entre los materiales que se han documentado destacan las cerámicas de barniz
negro, sus imitaciones, las paredes finas, cerámicas comunes importadas de
Sicilia y un interesante repertorio de ánforas regionales e importadas.
El
cese repentino de las instalaciones del Cerro de la Atalaya a mediados del
siglo I antes de Cristo, como consecuencia de un conflicto bélico, truncó los
planes de los conquistadores y de las élites romanas que controlaban
seguramente el enclave comercial. Esta coyuntura de inestabilidad coincide de
forma generalizada en todo nuestro territorio, y como consecuencia de ello
observamos cierres y abandonos de algunas minas en Sierra Morena y
ocultamientos de tesorillos al norte de la provincia de Jaén (7).
(7)
Ruiz, A. y Molinos, M. (2007): Íberos en Jaén. Jaén, Universidad de Jaén.
Parece
advertirse de esta forma una cierta resistencia de la población indígena a las
exigencias de Roma, y por ello las instalaciones de la Atalaya debieron ser
destruidas, con la intención de cortar el servicio que proporcionaban sus
instalaciones, y no volver a poner en marcha este lugar de tránsito y sus
conexiones con los distintos mercados y los circuitos comerciales establecidos.
Convertida La Atalaya en un centro de comercio de productos importados y de la
producción agrícola de toda la zona, que también servía para pagar los
impuestos, pudo ser que la población ibérica indígena se negara a facilitar
suministros a los conquistadores romanos y esa pudo ser la causa principal de
la destrucción y abandono de su función de intercambio comercial del enclave de
la Atalaya.
Tras la pérdida de Sicilia, en la primera guerra Púnica, Cartago necesitaba mejorar su débil economía. El caudillo Amílcar Barca, organizó una serie de expediciones a la península Ibérica para obtener las riquezas del territorio. Al morir Amílcar en la batalla de Illici, Asdrúbal el Bello, su yerno, con diplomacia y a través de diferentes alianzas con muchas tribus de la península, se hace con el mando y funda Cartago Nova, la actual Cartagena. La frontera de Cartago quedo así en el río Ebro.
Himilce era la princesa de los oretanos (íberos de las actuales provincias de Ciudad Real, Albacete y Jaén) en la ciudad de Cástulo (actual Linares). Los oretanos estaban en guerra contra los Cartagineses, que ya habían conquistado el sur de la Península Ibérica hacia el siglo III antes de Cristo. Sin embargo, fue la boda del general Aníbal Barca con Himilce lo que hizo sucumbir a los oretanos y sellar la paz. La boda se celebró en Cartago Nova (actual Cartagena), donde dejó Aníbal a su mujer y a su hijo para emprender su famosa campaña de Italia contra Roma. Himilce decidió regresar a la Oretania para esperarle, pero murió antes de que Aníbal lograra volver a por ella.
En
esta obra se representa el encuentro de los oretanos con los
cartagineses y de cómo para firmar la paz entrega Mucro, el Rey de Oretania, a
su hija Himilce, a la que muestra como un trofeo. Aníbal es tratado por
los suyos como emperador, rodeado de sirvientes y esclavos que ha ido
haciendo en África y el sur de Iberia. A la izquierda, el pueblo oretano
se resiste al acuerdo, tratando de defender la integridad de su
princesa.
Aníbal Barca
Al morir asesinado Asdrúbal alrededor del año 221 antes de Cristo es nombrado como caudillo cartaginés Aníbal Barca. Ante el temor de la invasión cartaginesa, muchos reyes y jefes de las tribus del sur, pidieron protección al rey Mucro, de Cástulo importante ciudad íbera del siglo III antes de Cristo situada en el sur de la península ibérica, ya que temían que una vez muerto Asdrúbal se terminaría la época de paz y buenas relaciones que habían disfrutado, y con el nuevo caudillo empezara un periodo de pillajes y conquistas por parte de los cartagineses. Así estaban las cosas cuando Aníbal se presentó a las puertas de la ciudad de Cástulo, cerca de la actual Linares, cuenta la leyenda que Aníbal se mostró muy ofendido ante los temores que le manifestó el rey Mucro, ya que tenía la intención de mantener y respetar el tratado que Asdrúbal había acordado con el rey de Cástulo.
Para sellar el pacto de paz y evitar nuevos enfrentamientos con los cartagineses, el rey Mucro ofreció a su hija Himilce como esposa de Aníbal. Con este enlace, la ciudad de Cástulo selló una alianza con Cartago al comienzo de la Segunda guerra Púnica.
Estatua de Himilce en Baeza .
De Himilce se sabe muy poca cosa, las crónicas, la trasmisión oral y los historiadores, cuentan que la princesa poseía una gran belleza, la fama de su belleza llegó incluso a Roma, donde algunos poetas como Silio Itálico le dedicaron varios poemas.
Se cuenta que Aníbal y la princesa se conocieron en el santuario de Auringis (Jaén), se casaron en la primavera del año 221/ 220 antes de Cristo en el templo de la diosa Tanit en Qart Hadasht
la actual Cartagena, ciudad a la que se desplazó junto Aníbal y donde
permaneció mientras el Caudillo se adentró en la península Itálica,
camino de Roma.
Con este matrimonio se selló la alianza entre Oretania y Cartago.
Busto de la Diosa Tanit
Los Oretanos ayudaron a Roma a cambio de sustanciosos privilegios, así que no cumplieron con el pacto.
Sobre la boda hay noticias contradictorias, se dice que la boda fue muy breve y que Aníbal apenas miro a la princesa, ya que la boda era solo un trámite político. También se comenta que fruto de ese matrimonio, nació un hijo llamado Aspar. Cuando las cosas no le iban bien a Aníbal, Himilce marchó junto a su hijo hacia Cartago, donde se perdió la pista de ambos. Se supone que la princesa fue enterrada en Cástulo, se le erigió una estatua funeraria que los habitantes de Linares quieren creer que es la que hoy podemos ver en la plaza del Populo de Baeza, aunque las dataciones la sitúan siglos posteriores.
Otras fuentes cuentan que Aspar murió cuando Aníbal estaba en campaña en Italia. El poeta Silio Itálico en su Púnica (Libro III) narra la boda Himilce con Aníbal, nombra a su hijo Aspar y de cómo Himilce quiso evitar la guerra con Roma y, una vez declarada, la princesa quiso acompañar a su esposo a Italia, pero Aníbal se negó y la dejó en Cartago, donde murió por causa de una epidemia Según Tito Livio, Aníbal no tuvo ningún hijo. Tampoco menciona el nombre de la princesa, parece que alude a ella cuando escribe que Cástulo, fuerte y célebre ciudad de Hispania, tan estrechamente unida a los cartagineses que la esposa del propio Aníbal era de allí, se pasó a los romanos. (XXIV, 41, 7). A pesar de todo, la leyenda cuenta que aunque fue una boda de intereses entre Aníbal y la princesa, nació el verdadero amor.
Recordemos
la destrucción de Iliturgi, una
gran ciudad ubicada cerca de Mengíbar fue destruida, bajo la acusación de haber
traicionado al Imperio Romano en la Segunda Guerra Púnica.
El
enfrentamiento entre Roma y Cartago durante la Segunda Guerra Púnica tuvo un
escenario excepcional en el valle del Alto Guadalquivir. Las tropas romanas,
bajo el mando de Escipión el Africano, pretendían contener las fuerzas
cartaginesas y especialmente impedir que Asdrúbal Barca reforzara a su hermano
Aníbal en la península itálica.
Baecula
https://www.youtube.com/watch?v=_W6GQe-OMFc
Uno
de los episodios más enigmáticos de la guerra entre los dos imperios se produjo
en Iliturgi, una ciudad estratégica por su proximidad a las principales vías de
comunicación, sus recursos mineros y una producción de cereales que garantizaba
el abastecimiento de las tropas. Situada en las proximidades de Mengíbar, junto
a la Nacional -VI, vivió en toda su complejidad la tensión de los tiempos,
alternando los periodos de influencia cartaginesa y romana hasta que en el año
206 antes de Cristo fue sitiada y Escipión, bajo la acusación de haber
traicionado a Roma para volver a los brazos de Cartago, se ordenó su
destrucción.
Un
equipo del Instituto de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, bajo la
dirección de Juan Pedro Bellón, recuerda que Iliturgi partía de un culto
tradicional ibérico, indígena, influenciado por las ideologías del
mediterráneo, que hacia el siglo III, una vez que lo púnico cobra interés, vira
hacia la ideología y tradición cartaginesa para, finalmente, introducir el
sistema de culto y la liturgia romana una vez que se produce la invasión. El
investigador subraya que este no es un proceso mecánico y lineal en el que una
etapa finaliza para dar entrada a otra, sino que se conforma como procesos
ideológicos y políticos en los que la cultura ibérica asume unas cosas pero no
otras. Por ejemplo cuando se siente más atacada por el sistema romano recupera
algunas tradiciones antiguas. Incluso después, una vez destruida Iliturgis,
Roma negocia con las élites locales y esa aristocracia indígena también
despliega este juego, de modo que conviven tradiciones indígenas con el sistema
de culto romano. Juan Pedro Bellón indica en este sentido que Iliturgi en el
siglo IV era una gran ciudad rodeada por un espacio despoblado. Sin embargo,
con la llegada de los romanos, disfrutó de varios estatus que no pasaron
inadvertidos en el territorio. Recuerda, por ejemplo, que al ser considerada
colonia romana se asentaron ciudadanos itálicos, procedentes de la península
itálica, a los que se les adjudicaron lotes de tierra. “Esto es algo que
necesariamente se tiene que reflejar en el paisaje porque tienen que hacerse
parcelaciones, se construyen casas en el campo y, en definitiva, el paisaje se
modifica.”
El
contexto arqueológico del Cerro de la Atalaya, de la primera mitad del siglo I
antes de Cristo, como lugar de tránsito y centro de producción y de
distribución de mercancías nos abre un nuevo horizonte sobre las formas de
control y dominio del territorio durante la implantación romana en el valle
Alto del Guadalquivir.
En
primer lugar destaca el gran edificio del almacén, que tiene 210 m² y estaba
distribuido en seis estancias: tres de ellas precedidas por un pórtico y
orientadas hacia la zona oeste del yacimiento y otras tres situadas en la zona
oriental y cuyo pavimento está realizado con grandes losas de piedra. En la
zona occidental, junto a un gran porche, interpretamos que se guardaban las
mercancías elaboradas o directamente destinadas a los diferentes mercados. En
cambio, la zona oriental, o parte trasera del almacén, parece que estuvo
relacionada con diversas áreas de actividad, donde se han localizado hornos,
hogares, bancos de trabajo, etc., y a su vez lugares donde se guardarían los
productos semielaborados o en proceso de preparación como salsas y conservas.
El
porche exterior debió ser uno de los lugares principales del asentamiento, a él
llegarían los comerciantes y era donde seguramente se recibían los productos y
se verificaba el estado de los mismos, siendo la parte más pública de las
instalaciones.
Ciertos
productos de prestigio, como las cerámicas importadas grises bruñidas
republicanas y los barnices negros (principalmente del círculo de la B), son
almacenados en espacios concretos, y ello pensamos que es debido a los
mecanismos de control que se realizan de los mercados y a la ordenación
logística de los materiales procedentes de los distintos centros receptores
(8).
(8)
Barba, V.; Fernández, A. y Torres, M. (2014): La cerámica Gris Bruñida
Republicana, imitaciones y nuevas formas documentadas en la Alta Andalucía en
el almacén comercial del Cerro de la Atalaya de Lahiguera (Jaén), en Actas del
II Congreso Internacional da Secah-Ex Officina Hispana. Las producciones
cerámicas de imitación en Hispania, páginas 19 a 34. Braga (2013). Oporto, Faculdade
de Letras da Universidade do Porto (FLUP).
En
el caso de las ánforas, se documentó que la mayor parte de ellas se guardaban
en la zona oriental del edificio, y con el análisis espacial de los distintos
tipos anfóricos hemos podido comprobar que las ánforas se asocian a otros tipos
de materiales (barniz negro, cerámica de paredes finas, imitaciones, etc.) y
que se almacenaban en estancias concretas del edificio.
Parece
evidente que el almacén comercial de la Atalaya se postula como un centro
receptivo y de distribución de mercancías itálicas (ánforas, cerámicas de
paredes finas, morteros, etc.), que propició la creación de un mercado regional
para el abastecimiento de un determinado grupo social encargado seguramente de
gestionar las explotaciones mineras en Sierra Morena.
La
expansión territorial romana, hacia finales del siglo II antes de Cristo,
parece consolidarse con la creación de nuevas formas de explotación agrícola y
minera en tierras del Alto Guadalquivir, lo que debió de propiciar la creación
de unidades de producción e infraestructuras destinadas a la distribución de
mercancías, ubicadas en lugares estratégicos. Seguramente, en un primer momento
y en la mayor parte de los casos, los romanos aprovecharían las
infraestructuras existentes de las ciudades más relevantes, pero en otros casos
debieron construirse ex novo instalaciones y lugares encargados de recepcionar
las mercancías derivadas del pago de las diversas obligaciones fiscales, a las
que se vieron sometidos los pueblos conquistados.
De
esta forma, el Cerro de la Atalaya se configura como un lugar de tránsito
ubicado a escasos 5 km del río Guadalquivir, junto a las principales vías de
comunicación y nudos comerciales de la Alta Andalucía: la vía Heraclea y la
futura vía Augusta. El río Guadalquivir, sin duda, debió de convertirse en una
vía de comunicación rápida desde época muy temprana, reavivada tras la
conquista romana y durante la etapa tardorrepublicana.
De
los análisis carpológicos realizados en el yacimiento se desprenden varios datos
a destacar: en primer lugar sabemos que la especie más numerosa es el trigo
común duro, el cual llega hasta el Cerro de la Atalaya limpio, cribado y no
asociado a ningún tipo de mala hierba, por lo que no se cultiva en el entorno
inmediato al yacimiento. La ausencia de raquis o bases de lema en los cereales
sugiere un almacenamiento del grano limpio. Las mayores concentraciones de
cereal están asociadas a diez zonas de molienda localizadas en el edificio que
hemos identificado como granero y horno de tostado (9)
(9)
Montes Moya, E. Mª. (2014): Las prácticas agrícolas en la Alta Andalucía a
través de los análisis carpológicos (desde la Prehistoria reciente al siglo II
de nuestra era.). Universidad de Jaén (junio de 2014).
http://ruja.ujaen.es/handle/10953/648.
El
proceso que hemos reconstruido se podría resumir de la siguiente manera: tras
la recepción del cereal, se almacenaría en sacos apilados sobre el pavimento de
grandes losas del edificio de producción y granero, en cuyo porche se han
localizado hasta cuatro zonas de trabajo con molinos de vaivén documentados in
situ. El grano sería tostado en el horno ubicado en la parte trasera de las
instalaciones, lo cual facilitaría su molturación. La harina resultante sería
envasada en las ánforas que hemos identificado como Pellicer-D de la Alta
Andalucía (AF-3), localizadas alguna de ellas junto a las zonas de trabajo. Por
las grandes dimensiones que presenta este recipiente, debió tener una gran
capacidad de almacenaje, según una estimación preliminar cada ánfora pudo
contener una media de 90 kg de harina.
El
envasado de la harina en ánforas es un hecho novedoso hasta ahora poco
atestiguado, pero que sin duda supone un importante avance para el transporte
de este producto a largas distancias sin los consiguientes problemas de
conservación y mantenimiento, ya que los cereales se preservan mejor si son
cocinados o molidos antes de emprender un largo viaje, sobre todo marítimo
(10).
(10)
Salido Domínguez, J. (2013): El transporte marítimo de grano en época romana.
Problemática arqueológica, en R. Morais, H. Granja y A. Morillo (eds.), O Irado
Mar Atlántico. O naufrágio bético augustano de Esposende (Norte de Portugal).
Páginas 139 a 178. Braga, Museu de Arqueología D. Diogo de Sousa.
La
segunda especie destacada es la olea, siendo significativa la aparición de
huesos de aceitunas completos de dos especies diferentes. Sabemos que en el
Cerro de la Atalaya no se realizaron trabajos de extracción de aceite, ya que
no se han localizado indicios de dicha actividad; por tanto, el hecho de
localizar huesos completos de distintas variedades de aceitunas, nos sugiere
que éstas debieron de llegar en salmuera hasta nuestro territorio, seguramente
envasadas en algún tipo de ánfora, sin que podamos precisar en cuál de ellas. De
igual forma, es significativa la localización de dos especies distintas de
aceitunas: la principal, con hueso pequeño redondeado, se estandarizará por
toda la Alta Andalucía y principalmente en la Bética a partir del cambio de
era, convirtiéndose en el cultivo estrella; en cambio, la otra variedad que se
atestigua en el Cerro de la Atalaya, hueso grande y alargado, no ha sido
localizada por el momento en ningún otro contexto arqueológico bético o de la
provincia de Jaén, lo que podría estar indicándonos que se trata de una
variedad importada (11).
(11)
Montes Moya, E. Mª. (2014): Las prácticas agrícolas en la Alta Andalucía a
través de los análisis carpológicos (desde la Prehistoria reciente al siglo II
de nuestra era). Universidad de Jaén (junio de 2014). http://ruja.ujaen.es/handle/10953/648.
Por
tanto, el Cerro de la Atalaya se nos configura como un enclave logístico
ubicado junto al río Guadalquivir, un lugar de tránsito al que llegaron
diversas mercancías y donde se recepcionaban los cereales procedentes del pago
de los impuestos, que tras la conquista se imponen a las comunidades indígenas
(stipendium, aestimatio frumenti, vicésima, adhaeratio, praefecti) (12).
(12)
Aguilar Guillén, Mª A. y Ñaco Del Hoyo, T. (1997): Fiscalidad romana y la
aparición de la moneda ibérica. Apuntes para una discusión. 195-171 a.C.:
algunos textos polémicos. Habis 28, páginas 71 a 86.
Por
el momento no tenemos paralelos similares, aunque este tipo de infraestructuras
suponemos que debieron ser frecuentes en nudos territoriales estratégicos. El
Cerro de la Atalaya presenta una inusual coyuntura de abandono, habiéndose
excavado prácticamente al completo la totalidad del yacimiento y presentándonos
una planta de ocupación tardorrepublicana única, en la que ha sido fundamental
el análisis interpretativo de los diferentes espacios y los materiales allí
localizados.
Planta de las estructuras
documentales de la zona construida en el Cerro de la Atalaya.
El segundo de los edificios se localiza en el extremo
sureste del complejo y se corresponde con una construcción alargada de 47,50
m², estando precedida por un pequeño pórtico sustentado por pilares de madera.
Junto al mismo se han encontrado numerosos bancos de trabajo relacionados con
molinos de mano, lo que junto al estudio carpológico realizado, nos ha llevado a
identificar esta zona como un lugar de granero y de producción o elaboración de
harinas. Adosado al edificio se ha identificado un gran horno circular de 1,20
m de diámetro que estaría asociado al tostado del grano.
El último edificio documentado se encuentra ubicado al
este del almacén, pero tan sólo se pudo excavar una pequeña parte del mismo,
con lo que nos ha sido imposible adscribirle una funcionalidad concreta;
aunque, por los materiales localizados en su interior, pensamos que se
correspondería con una zona destinada al hábitat.
Las zonas exteriores que se configuran entre los
distintos edificios se identifican como lugares también de producción, donde se
han documentado diversas áreas de trabajo relacionadas igualmente con la
molienda de grano.
Hacia mediados del siglo I antes de Cristo se produjo
el abandono brusco del asentamiento, debido seguramente a los conflictos
internos entre la población local y las élites romanas, que posiblemente
controlaban las instalaciones.
Esto motivó que gran parte de los materiales que allí
se almacenaban y las distintas áreas de trabajo fueran abandonados de forma
súbita, coyuntura excepcional que nos ha servido para interpretar los diversos
usos y funciones de los diferentes espacios y dependencias. El lugar nunca más
fue ocupado y solamente se han detectado fosas de expolio para sustraer los
mampuestos que configuraban los zócalos de las distintas estructuras. Ya en
época contemporánea, la construcción del depósito de agua y las labores
agrícolas, relacionadas con el cultivo actual del olivar, han propiciado el
deterioro superficial del yacimiento y una dispersión considerable de sus
materiales.
El conocimiento que las excavaciones arqueológicas
están aportando sobre este conjunto de sitios secundarios permite avanzar unos
primeros elementos para comprender la naturaleza de las transformaciones que se
producen en la organización territorial con el advenimiento de la dinastía
Flavia. De una parte, la reducción del área efectivamente ocupada, que
entendemos se relaciona con la desaparición de las funciones de explotación
directa de su entorno rural en favor de las villae (13).
(13) Hornos et alii, (1986): Excavación en Cabeza Baja
de Encina Hermosa. Memorias de Arqueología de la Junta de Andalucía);
y por otro lado , la configuración de los mismos como
centros de intercambio primarios (14).
(14) Cazaban, Α.: Una casa comercial romana en
Castillo de Locubín. (1914) Revista Lope de Sosa. Jaén.).
Esta caracterización explicaría satisfactoriamente la
desaparición de estos lugares a lo largo de los siglos II y III después de
Cristo, siguiendo un desarrollo paralelo a la crisis de las pequeñas y medianas
explotaciones agrarias; este proceso va a determinar la consolidación de un
nuevo modelo territorial estrictamente rural, vinculado a la crisis de la
ciudad antigua y al predominio en el sistema económico de elementos orientados
al autoconsumo.
Los asentamientos de Porcuna (Obulco), Jaén (Aurgi),
Arjona (Urgavo), Maquiz (Iliturgi), Martos (Tucci) y Los Villares de Andújar
(Isturgi) se integran en el primer nivel de la jerarquía. Los restantes oppida
son considerados vid: en sentido Este-Oeste, Atalayuelas, Torre Benzalá, La
Nava y Cerro Boyero se distribuyen con exactitud sobre la cota de los 400
metros sobre el nivel del mar, en la zona de contacto de la Campiña alta con la
baja, y coincidiendo de forma precisa también con las líneas de separación de
las distintas cuencas fluviales; esta última circunstancia se observa
igualmente en los otros dos vid, Atalaya de Higuera de Arjona se encuentra
entre el Guadalquivir y el Salado de Los Villares, y la Bobadilla entre los
ríos Víboras y Salado de Porcuna. El asentamiento del cerro de San Cristóbal en
Las Casillas de Martos, en la cabecera del río Víboras, se ha intentado adscribir
a la categoría de ciudad, si bien no existen elementos ciertos para esta
atribución y su tamaño es bastante inferior al documentado para Iliturgi e
Isturgi, los dos únicos casos en los que es posible evaluar esta variable al no
coincidir con las poblaciones actuales.
El
término municipal de nuestra villa estaba sembrado de pequeños núcleos de
poblados romanos que se denominaron “uillae”, eran agrupaciones pequeñas de
personas que explotaban la tierra en las zonas geográficas de mayor riqueza en
sus suelos.
Hay
una relación bastante numerosa de lugares que podemos considerar yacimientos de
restos arqueológicos romanos tanto en cimientos de viviendas como en
enterramientos, restos que por estar todos situados en tierras de labor durante
tantos siglos hoyquedan localizados por
las monedas u otras muestras de los metales utilizados.
En
el mapa anterior de la provincia podemos ubicar las poblaciones que hoy nos
aseguran que estuvieron pobladas formando “uillae” y en cuales por mayor tipo
de construcciones eran denominadas “ciuitates”. Lo que también parce claro es
que esta distribución de asentamientos mayores se produjerondurante época Flavia, por ello dedicaremos a
continuación una breve introducción a la época Flavia dentro del proceso de
romanización de nuestra provincia.
De
todos los yacimientos constatados, que se encuentran repartidos por 47 de los
96 municipios de la provincia de Jaén, apenas superan la docena los que podemos
identificar con seguridad como uillae, y no siempre disponemos de la totalidad
del conjunto, lo que nos impide conocer su carácter y definición plena.
Por
dinastía Flavia se conoce una familia de emperadores romanos, que comprendió a
tres gobernantes que ocuparon el trono 27 años en el siglo I después de Cristo,
lo que hizo de ella la más corta de las dinastías de emperadores romanos. Los
tres pertenecieron a la gens romana de los Flavii.
Árbol genealógico de la dinastía Flavia.
Los
nombres de sus integrantes fueron: 1º Vespasiano del año 69 al 79, 2º Tito de
79 al 81, 3º Domiciano de 81 al 96.
Los
Flavios consiguieron el poder tras el año de los cuatro emperadores, la primera
guerra civil tras el comienzo del Imperio de Augusto. Sus emperadores lograron
volver a poner en orden las finanzas del estado, agotadas por el reinado y
fastos de Nerón, y borraron las secuelas del terrible año que acababa.
Vespasiano
alcanzó el éxito en sus cometidos. Bajo su reinado, la revuelta de Judea fue
aplastada (asedio de Masada), el tesoro del estado se recuperó, y las
destrucciones causadas por la guerra se repararon. Signo de la gran mejoría
económica del Imperio romano es que en esta época se construyó el Coliseo
romano, probablemente la construcción antigua más impresionante.
Se
recuperó el signo hereditario del Imperio Julio-Claudio; Vespasiano asoció
desde el comienzo de su reinado a sus dos hijos Tito y Domiciano, con el título
de César. Estos tres hombres monopolizaron el título consular durante el
reinado de Vespasiano, y sus hijos continuaron durante sus reinados
atribuyéndose con cierta asiduidad la prestigiosa dignidad consular.
Con
Vespasiano, el estatus de Príncipe se hace oficial con la ley llamada “Lex de
imperio Vespasiani”, la cual precisa los poderes del emperador, salvando así la
imprecisa definición de Augusto, y contribuyendo a hacer del Príncipe no solo
un hombre excepcionalmente revestido de numerosos poderes, sino también un
magistrado del pueblo de Roma.
Tras
esta breve introducción nos referiremos a la distribución de los espacios en la
conquista de Hispania para así entender como la ubicación de muchas de la
poblaciones que hoy ocupamos fueron elegidas en función del espacio físico en
toda la zona del Alto Guadalquivir, que más o menos coincide con la dimensión
actual de nuestra provincia de Jaén.
La
hegemonía romana no sólo supondrá el momento al que debemos remontarnos para
encontrar un asentamiento definitivo y denso en la totalidad del Alto
Guadalquivir, sino que también significará la eclosión de la vida urbana con la
implantación de la civitas como nueva forma de ocupación y ordenación
territorial. Si bien es cierto, que el Sur peninsular ya conocía el fenómeno
urbano antes de la llegada de Roma; los fenicio-púnicos habían fundado
importantes asentamientos, aunque generalmente en la costa y no de manera
sistemática, y los pobladores indígenas, humildes “oppida” que, de todos modos,
fueron abandonados para fundar asentamientos según el modelo romano.
Pero
el hecho de contar con puntos de conexión de civilización urbana no disminuye
el verdadero mérito de Roma, que consistió en acelerar el proceso y ampliar
sistemáticamente la geografía de los centros urbanos.
La
romanización del Alto Guadalquivir fue tan intensa que muchas de las ciudades
que hoy conocemos se originaron entonces (Andújar, Alcaudete, Arjona, Baeza,
Bailén, Jaén, Mancha Real, Martos, Mengíbar, Úbeda, Vilches, etc.) y algunas de
las vías terrestres que se crearon para comunicarlas entre sí o con otros
centros más alejados del Sur peninsular sirven de asiento a carreteras
modernas, que, en grosso modo, mantienen sus mismos trazados.
Con
la implantación de la civitas no solo quedará diseñado en gran medida el actual
poblamiento de Jaén, sino que también se desarrollará la agricultura
mediterránea como hasta entonces no se había conocido gracias al nuevo modelo
de explotación agraria de la villa.
Esto
no debe servirnos para caer en el tópico de que en la Antigüedad el Alto
Guadalquivir constituía un extenso y plateado olivar sin límites, asiento de
numerosas villae destinadas a la exclusiva producción de aceite, imagen que
muchos se hacen condicionados por el paisaje agrario actual de Jaén, basado en
el monocultivo olivarero.
Para
que ello se produzca tendremos que esperar al siglo XX, pero quizás el origen
de la situación actual tenga su antecedente más remoto en las transformaciones introducidas
por los romanos (15).
(15)
E. Araque; V.J. Gallego; J.D. Sánchez: El
olivar regado en la provincia de Jaén, Investigaciones Geográficas 28 (2002),
páginas 5 a 32.
Como
hemos señalado con anterioridad, la villa es una explotación que se ubica en el
campo, más próxima o más alejada del núcleo residencial urbano, pero siempre
fuera de él. Sin embargo, esto no implica que debamos entenderla como algo
ajeno y contrapuesto a la ciudad. Núcleo urbano y villae son realidades
inseparables que constituyen la “ciuitas romana”, y como tal resultan
interdependientes. Sirva de ejemplo el hecho: los propietarios de las villae se
valieron de asalariados libres y de esclavos como mano de obra. El trabajo de
estos últimos, que ocupó un lugar preferente en las actividades agrarias
romanas desde fines de la República y durante todo el Alto Imperio, liberó a
los terratenientes de sus bases rurales de un modo tan radical que los
convertirá en individuos esencialmente urbanos y les permitía dedicarse a otros
menesteres, como el ejercicio de la política y las evergesías (Evergesías se
refiere a las familias que configuraban el ordo decurial y cuyos líderes tenían
reconocida por Roma la gestión política de cada comunidad como miembros
titulares del senado local), donaciones que revertían en beneficio del centro
urbano, hermoseado con importantes obras públicas que lo dotaron, por vez
primera, de edificios públicos destinados al ocio y al confort (teatros, baños
públicos, etc.).
Aunque
aún resulte difícil establecer el patrón de asentamiento del período ibérico,
en líneas generales y considerando siempre un cierto margen de error, podemos
señalar determinadas constantes. No parece ser que los íberos tuviesen un
centro nuclear que controlase un macroterritorio. La estructura principal está
representada por los “oppida”, como el oppida de la Atalaya, pequeños poblados
fortificados de cierto carácter urbano que actuaban como centro neurálgico de
poder del territorio inmediato, donde se encontraban dispersos pequeños
asentamientos satélites o turres que parecen ejercían la función de puesto de
vigilancia (16).
(16)
A. Adroher Auroux et al.: La cultura ibérica, Granada, 2002, páginas 65 a 67.
Estos
recintos, cuya mejor representación es el ejemplo del “oppida de la Atalaya” se
ubicaban en la cima de los montes (posiblemente interconectados visualmente),
en lugares estratégicos donde pudiera existir algún peligro de incursión y
desde donde se pudieran controlar los pasos, ríos y tierras de labor.
Las
fuentes escritas antiguas nos describen, aunque de un modo un tanto confuso, el
panorama que presentaba el Alto Guadalquivir en el momento previo a la llegada
de los romanos. La diferenciación de los pueblos indígenas prerromanos, la
localización de sus dominios históricos y su estructura político-social, son
cuestiones aún no resueltas de forma totalmente satisfactoria. Pero, pese a las
dificultades, la conjugación de los datos aportados por los textos antiguos y,
más recientemente, por la arqueología, nos permite una reconstrucción
aproximada de la situación. Así pues, podemos afirmar que Alto Guadalquivir
estuvo habitado por tres pueblos ibéricos diferentes: los oretanos, que
ocupaban el área más extensa, al Norte y Este, y tenían en Castulo su principal
centro; los turdetanos, en la campiña a ambos lados del río Guadalbullón,
siendo el asentamiento más importante Obulco; y los bastetanos, en el extremo
sureste del territorio, en la zona comprendida entre Pozo Alcón e Hinojares (17).
(17)
Ruíz Rodríguez,A.: Jaén desde los primeros pobladores a la
era de Augusto, Historia de Jaén, 1982, páginas 15 a 48.
Con
las primeras conquistas romanas, los territorios ocupados de la franja del Sur
y el Levante peninsular serían integrados, a partir del 197 antes de Cristo, en
las provincias hispanas Citerior y Ulterior, siendo la Ulterior la que contenía
la totalidad de las tierras jiennenses.
Esta
primitiva división administrativa fue reestructurada en tiempos de Augusto,
pues las nuevas adquisiciones territoriales habían convertido la primitiva,y ya antigua división administrativa en
artificial e inadecuada, sobre todo por lo que respecta a la Ulterior, que
entonces será fragmentada en dos: Bética y Lusitania, mientras que la Citerior,
engrosada con nuevos territorios, pasaría a llamarse Tarraconense. Con esta
reforma, que permanecerá inalterable hasta el Bajo Imperio, el Alto
Guadalquivir quedó en principio integrado en la Bética, hasta que Augusto
desgajó una parte del territorio en beneficio de la Tarraconense, bajo su
control directo.
Los
límites de separación con esta provincia no eran tan claros ni concisos como
con los de la Lusitania, pero se suele aceptar como frontera una línea que, de
Sur a Norte, se sitúa entre Pechina-El Ejido (ambas en Almería), Granada-Guadix
y Jaén-La Guardia. A continuación, el límite lo constituiría el Guadalbullón y
parte del Guadalquivir, por el Saltus Castulonensis, con Castulo en la
Tarraconense.
Finalmente,
de Andújar-Bailén, la frontera seguiría el curso del Jándula o el Rumblar y el
Zújar, incluyendo Sisapo en la Tarraconense. De este modo las ciudades de
nuestro territorio pertenecientes a la Bética serían: Isturgi, Vrgauo, Vcia,
Obulco, Tucci, Iliturgi, Batora, Sosontigi y Aurgi. En la Tarraconense se
localizarían: Baecula, Castulo, Ossigi, Mentesa, Vergilia, Viuatia, Salaria,
Tugia e Ilugo (18).
(18)
Cortijo Cerezo,M.L.: La administración territorial de la
Béticaromana, Córdoba, 1993, página 154.
Paralelamente
a la creación de las provincias como unidades administrativas, asistimos a la
implantación de la civitas, la unidad administrativa básica y fundamental.
Dicho fenómeno se efectuará a través de dos procedimientos: mediante la
fundación de colonias o creación de una ciudad estableciendo población romano-itálica
sobre enclaves deshabitados (ex novo) o junto o sobre un centro indígena
preexistente, y mediante la municipalización o concesión de derechos de
ciudadanía a las comunidades indígenas, una vez que éstas han adoptado los
esquemas de administración romanos.
En
la Península Ibérica, la implantación de civitates se efectúa en tres fases: un
desarrollo puntual a inicios de la conquista; un primer gran impulso, que se
produce entre a mediados del siglo I antes de Cristo y comienzos del I después
de Cristo, con la puesta en marcha del amplio programa de colonización y
municipalización concebido por César y continuado por su heredero Augusto; una
última fase en la que el proceso culminará con el Edicto de Latinidad (años 73-74
después de Cristo) de Vespasiano, que supuso la extensión de la
municipalización y la ciudadanía a las restantes poblaciones peregrinas.
En
consecuencia, podemos decir que es a comienzos del Alto Imperio cuando, de
forma generalizada, asistimos a la eclosión de la vida urbana en Hispania. No
obstante, pese a tal generalización, debemos tener en cuenta ciertos matices
que permiten comprender la realidad específica de una zona como es el marco
objeto de este artículo.
El
punto de partida a la hora de establecer el número y nombre de las civitates
del Alto Guadalquivir será la consulta de una serie de topónimos, recogidos por
la tradición literaria romana, la documentación epigráfica e incluso la
numismática, referidos a núcleos de población que se localizan en este
territorio. Quienes mejor nos informa al respecto son los geógrafos: Estrabón,
Mela, Plinio y Ptolomeo, aunque también disponemos de datos importantes de
itinerarios antiguos, como los Vasos de Vicarello, el Itinerario Antonino y el
Anónimo de Ravena o Ravennate, que sirven de complemento a las otras.
A
veces, la información que aportan estas fuentes resulta escasa y confusa,
dificultando no solo la correspondencia de un yacimiento con una civitas, sino
también el establecimiento del estatuto jurídico y el momento de fundación o
promoción de las mismas. En otras ocasiones puede ocurrir que, aun disponiendo
de inscripciones y de algunos restos arqueológicos que indiquen la presencia de
una civitas, carezcamos de datos suficientes para conocer su antiguo nombre,
que permanece ignoto. Pese a todo, en el Alto Guadalquivir podemos señalar la
existencia de tres colonias y trece municipios, a los que debemos añadir cinco
civitates más, tres cuyos nombres ignoramos y dos de estatuto desconocido. Esto
da un total de veintiuna ciudades para un territorio de 13.496 Km2. de
superficie, un alto número si se compara con otras provincias andaluzas vecinas,
como Almería (8.770 Km2.), con sólo seis, o con Granada, donde la diferencia se
hace aún más patente, ya que disponiéndose de una extensión similar (12.525 Km2.)
solo tiene siete. Hemos preferido no incluir Cantigi (Espeluy), pues no tenemos
la certeza de que fuera un oppidum. Más bien parece tratarse de un núcleo de
población menor.
No
obstante, al confrontar con provincias más pequeñas, como Cádiz (7.440 Km2) o
Málaga (7.306 Km2), también con una veintena de civitates, Jaén presenta una
menor densidad. Claro que, hay que tener en cuenta que estas dos ciudades
costeras de la Andalucía occidental dispusieron de una variedad de recursos
naturales (salazones y pesquerías) y vías de comunicación (marinas) de la que
carecieron las ciudades del interior. Como hemos podido comprobar, el modelo de
la civitas romana se proyecta claramente en el Alto Guadalquivir. Sin embargo,
viendo su distribución sobre el terreno y en función de la información de las
fuentes, observamos que tal proyección se produce con distinta intensidad y
ritmo según la zona. En la distribución geográfica de las civitates se puede
apreciar que la mayoría se concentran en la Depresión Central, en la Campiña y
la Loma, tierras llanas de ricos suelos bañados por el Guadalquivir y sus
afluentes (Isturgi, Vcia, Vrgauo, Batora, Obulco, Tucci, Iliturgi, Ossigi,
Mentesa, Aurgi, Viuatia, Salaria), lo que explica su economía de clara
orientación agrícola.
La
Depresión Central del Guadalquivir constituye una típica cuenca sedimentaria
que ha tenido una evolución geológica muy ligada a las Cordilleras Béticas, de
la que es su antefosa.
Dentro
de ella distinguimos dos unidades morfológicas: La Campiña y la Loma de Úbeda,
tierras llanas y alomadas recorridas por el Guadalquivir (Posiblemente
navegable en época romana para ciertas embarcaciones hasta Cástulo (Cazlona,
Linares) y sus afluentes (19).
(19)Fornell Muñoz,A.:
La navegabilidad del curso alto del Guadalquivir en época romana, Flor. Il. 8
(1997), páginas 125 a 147.
Ambas unidades de terrenos muestran una cierta
complejidad de suelos, todos ellos de gran fertilidad y muy aptos para el
cultivo de cereales, vid y olivo. Esto explica que la Depresión Central en su conjunto
haya sido un emporio agrícola a lo largo de las sucesivas etapas históricas y
que en época romana fuera asiento de numerosas e importantes ciudades, como
Obulco (Porcuna), Tucci (Martos), Viuatia (Baeza) y Salaria (Úbeda).
En
las estribaciones de Sierra Morena, pero participando aún de la Campiña, se
encuentran Baecula y Castulo, que disfrutan, especialmente Castulo de una
situación privilegiada por ser encrucijada de caminos, por su riqueza
agropecuaria y, sobre todo, minera. Más al interior de Sierra Morena,
encontramos otras ciudades, como Baesucci, Ilugo y el oppidum ignotum de
Villarrodrigo, que gozaron de cierto valor estratégico. Baesucci, que estaría
dentro de la órbita de Castulo, actuaba también como nexo entre la llanura
bética y la Meseta, la Alta Andalucía y el Levante, mientras que Ilugo y el
oppidum de Villarrodrigo, se encuentran en una zona atravesada por un
importante eje viario, un ramal de la Vía Augusta al que aún hoy se le conoce
como “Camino de Aníbal” (20).
(20)
Morales Rodríguez,E.M.: Los municipios flavios en la provincia
de Jaén, Jaén, 2002, página 55.
En
uno de sus sectores, allí donde gira al Oeste, se acercaba a Castulo (Cazlona,
Linares), destacada zona minera. Sus suelos, donde predomina la tierra parda
meridional, y su alta susceptibilidad erosiva, explican su poca utilidad
agrícola. Sin embargo, aunque la actividad agropecuaria no resulte muy
productiva, la minería, que ahora sirve de complemento, fue importante antaño.
La
explotación minera de la zona, que por lo que sabemos se remonta al Cobre,
vivió su momento de mayor esplendor durante la República y los primeros tiempos
del Imperio hasta fines del siglo I después de Cristo, momento en el comienza a
registrarse una paulatina decadencia que se irá agudizando hasta hacerse evidente
en la etapa bajo-imperial (21).
(21)
Contreras, F. et al.: Prospección arqueometalúrgica en la cuenca alta del río
Rumblar”, AAA’02 II, Sevilla, 2004, páginas 22 a 36.
Finalmente,
en la Subbética, encontramos Sosontigi, Vergilia, Tugia y los oppida de nombre
desconocido localizados en Alcalá la Real y Santo Tomé. Estos núcleos, con una
economía mixta de valle y montaña, tienen también una posición estratégica,
pues todos están relacionados de un modo u otro con las vías que comunicaban
Castulo con la costa, bien por Anticaria hasta Malaca, bien por la provincia de
Granada hasta Sexi (Almuñecar) (22).
(22)
Blázquez,A.: Vías romanas de la Beturia de los Túrdulos,
por don Ángel Delgado”, BRAH 61, Cuaderno V (1912), páginas 359 a 369.
De
las numerosas ciudades constatadas, podemos afirmar que cuatro de los
municipios conocidos fueron fundados por César con seguridad (Castulo,
Iliturgi, Obulco y Aurgi).
Estatua que podría representar a la emperatriz Livia Drusila del siglo I, encontrada en Cástulo mientras se realizaban trabajos de mejora de los caminos del yacimiento arqueológico.
Luego,
existen otros tres cuyo momento de fundación no está del todo claro y se
atribuyen a César o los triunviros (Isturgi), o a César o Augusto (Mentesa,
Ossigi). También parece ser fundación de César o Augusto el oppidum de Santo
Tomé.
Placa de Iliturgi.
Más
clara resulta la fundación de las tres colonias conocidas, Salaria, Tucci e
Iliturgi, (las dos primeras creadas por Augusto, e Iliturgi, que siendo
municipio promociona a colonia con Adriano) y de los siete municipios restantes
(Aurgi, Baessuci, Ilugo, Sosontigi, Tugia, Vergilia, Viuatia), fundados tras el
edicto de Vespasiano y conocidos como municipios flavios.
En
función de lo expuesto, se deduce que la implantación de la civitas en el Alto
Guadalquivir se realizó básicamente en dos tiempos: en época cesaraugustana y
durante la dinastía Flavia.
En
ocho de las veintiuna ciudades constatadas hay una intervención directa de
César (en cuatro) o de sus inmediatos sucesores (los triunviros y Augusto), que
respetaron su proyecto y no se desviaron del programa. Estas fundaciones han de
enmarcarse en el contexto inmediatamente posterior a las Guerras Civiles. Los motivos
de favor y concesión del estatuto privilegiado obedecieron, unas veces, al
deseo de premiar a las comunidades que apoyaron a César en su enfrentamiento
con Pompeyo, como Obulco e Isturgi.
Descubriendo nuestro patrimonio: Obulco - Porcuna
https://www.youtube.com/watch?v=6DbaCX2C4W8
Museo Arqueológico de Obulco (Porcuna)
https://www.youtube.com/watch?v=hfrdyXBwEAs
As de Obulco
https://www.youtube.com/watch?v=Tc3e1075uE4
Obulco
(Porcuna) fue el cuartel general cesariano en la campaña de la batalla de Munda
y zona de interés económico-estratégico (minería y control de vías). Por otra
parte, en la titulación que acompaña al centro urbano de Isturgi tras su
promoción aparece el “cognomen” triunphalis, reiterado en la colonia Iulila Vrbs
Triunphalis Tarraco.
Este
hecho, junto a su ubicación en las proximidades del conflicto entre César y
Pompeyo, supone que su promoción se debe a César como premio por haberse
manifestado a su favor, aunque ésta pudo producirse con los triunviros o los primeros
momentos de Octaviano.
Y otras se desarrollaron gracias al deseo de
organización territorial y al interés económico, como ocurre con Castulo y las
ricas ciudades de la Campiña.
Mosaico de los Amores descubierto en el verano de 2012 en Cástulo.
Antes
de su deforestación en época moderna, el bosque ocupaba los principales
sectores montañosos presentando masas de gran densidad. Algunos eran muy
famosos en época romana, como el Saltus Castulonensis (desde las cadenas
montañosas de Linares y La Carolina hasta la Sierra de Alcaraz) citado por gran
número de autores antiguos (23).
Precisamente
Estrabón nos proporciona noticias de Sierra Morena cuando nos habla de la
Orospeda, región habitada por bastetanos y edetanos, donde nace el Baetis
(Guadalquivir). (24)
(24)
Estrabón II, 2, 11; III, 4, 10; 4, 12; 4, 14.
El
control del sector oriental de sierra Morena se hacía imprescindible pues
constituía un enclave de gran valor estratégico debido a su riqueza en recursos
mineros y a la existencia de un pasillo natural entre la meseta Central y
Andalucía (Despeñaperros). Pero, además, era preciso controlar la línea del
Betis, gran eje ordenador del territorio y asiento de ricas ciudades agrícolas.
Las
nuevas circunstancias históricas del Principado van a introducir modificaciones
que diferencian la labor urbanizadora cesariana de la de su hijo adoptivo. La
Península Ibérica ha sido completamente anexionada y este nuevo marco
condiciona la obra de Augusto en el sentido de que su programa urbanizador se
orientará al ordenamiento global del territorio y a la creación de ejes viarios
que permitan su control y cohesión. Por otra parte, la estabilidad política del
Principado explica que su actividad urbanizadora no esté condicionada por
recompensas, como lo fue la cesariana, y que cambie el carácter de las
fundaciones, sobre todo colonias, en las que se asientan veteranos de las
legiones en vez de colonos procedentes de la plebe urbana de Roma.
A
diferencia de la Campiña y las zonas llanas del valle del río, que fue más y
tempranamente romanizada, el establecimiento de civitates en la zona montuosa y
menos poblada se produjo más tarde, con la concesión de los derechos latinos
que protagoniza Vespasiano, quien completó la obra iniciada por César y Augusto
al promocionar a las ciudades ubicadas en las zonas geográficas más descuidadas
en la época anterior.
Junto
a las propias necesidades imperiales que propician el Edicto de Latinidad
debemos tener en cuenta la dinámica de los territorios peninsulares, que desde
el impulso urbanizador de época cesariana y augusta han incentivado su proceso
de romanización y ya están listos para ser promocionados. Hasta siete centros
del Alto Guadalquivir obtendrán ahora el estatuto de municipio, localizándose
en su mayoría (a excepción de Sosontigi) en el territorio oretano limítrofe con
la Baetica.
Generalmente,
las “ciuitates” del Alto Guadalquivir se van a establecer en lugares
previamente ocupados por núcleos de población ibéricos, a diferencia de otras
zonas del Sur peninsular donde, además de sobre núcleos indígenas, se asientan
sobre antiguas ciudades y factorías fenicio-púnicas. Esta continuidad
ocupacional de las ciudades romanas con respecto a los asentamientos ibéricos,
como hemos comentado en líneas anteriores, tiene lugar en un contexto de
selección de los núcleos preexistentes en función de procesos históricos
coyunturales de carácter político bien por compensaciones por su fidelidad, por
la organización de la red viaria, o el control de poblaciones indígenas; pero
también observamos que algunos de los centros seleccionados para ser
promocionados poseían antes de ello una notable importancia económica derivada
de la explotación de recursos agrícolas o mineros, como ocurre con las ciudades
de la campiña y Castulo.
Respecto
al tamaño físico de las “ciuitates” jiennenses, es decir, tanto del núcleo
urbano (oppidum) como del territorio adscrito (territorium), hasta el momento,
no disponemos de muchas estimaciones. Los límites de los centros urbanos de las
“ciuitates” que analizamos apenas han sido arqueológicamente establecidos. Su
conocimiento tropieza con grandes dificultades, derivadas fundamentalmente de
la falta de excavaciones y la continuidad del hábitat, que acaba borrando sus
huellas o las enmascaran hasta el punto de hacer imposible su identificación;
otras veces, el expolio continuo que sufren las ruinas explican la desaparición
de los restos arqueológicos. Pero aún en el supuesto de que las antiguas
construcciones sobrevivan, nos encontramos con el obstáculo de no disponemos de
elementos precisos que permitan delimitar el espacio ocupado. Generalmente, se
utiliza como punto de referencia el trazado de la muralla, pero hay que señalar
que, en caso de conservarse, nunca nos ofrece el perímetro urbano alto imperial,
pues éstas son de construcción tardía.
Entre
las ciudades que más vestigios arqueológicos han conservado se encuentran
Aurgi, Iliturgi, Isturgi y, sobre todo, Castulo, la única que proporciona un
recinto mural.
Monedas de Iliturgi.
La
ciudad de Castulo adquiere un espléndido desarrollo durante la República y el
Alto Imperio, cuando se convirtió en un importante distrito minero, tal como
registran las fuentes escritas que aluden a la riqueza de sus minas de plomo
argentífero (25).
(25)
Estrabón III, 2, 10.
La
propia documentación literaria constata su red viaria, tanto terrestre como
fluvial, que hacían de Castulo un importante eje de comunicaciones que
conectaba con la costa Levantina a través del llamado “Camino de Aníbal”, con
Acci (Guadix, Granada) y Corduba (Córdoba) mediante dos vías distintas, siendo
una de ellas la Augusta; finalmente, a través de vías secundarias, se
comunicaba con Malaca (Málaga) y Sisapo (Almadén) (26).
(26)
Fornell Muñoz, A.: Vías romanas entre Corduba y Castulo, Revista de la Facultad
de Humanidades de Jaén 4-5.2 (1996), páginas 125 a 140.
Los
resultados de diversas campañas arqueológicas efectuadas, desde que J.M.
Blázquez iniciara la primera en 1968, han permitido documentar unas termas
públicas y el lado oriental del foro. Por otra parte, epigráficamente se
constata la existencia de un anfiteatro, un teatro y un lacus asociado a un
acueducto (27).
(27)
Cila III, I, 106; III, I, 101; III, I, 91; III, I, 88.
En
resumen, se calcula que la ciudad, ocupaba una extensión mínima de 50
hectáreas, aunque todavía sólo se conoce con detenimiento una parte de la
misma.
En
base a una sola ciuitas en la que se constata fehacientemente las dimensiones
del núcleo urbano, y teniendo en cuenta que no fue una ciudad cualquiera, sino
la más importante del Alto Guadalquivir, resulta imposible determinar el tamaño
medio del núcleo urbano de las “ciuitates” jiennenses. No obstante, pese a la
imprecisión, estimamos que estarían dentro de la tónica general de las ciudades
de la Baetica, que podían tener un área media de 20 Hectáreas y entre 2.000 o
4.000 habitantes, es decir, corresponderían al modelo de ciudad pequeña (28).
La
introducción de la ciuitas no sólo va a suponer la difusión de un nuevo modelo
de asentamiento netamente urbano, también generará un nuevo paisaje agrario en
el territorio inmediato adscrito. Así veremos como de las poblaciones agrupadas
en recintos fortificados (turres), desde donde se controlaba la explotación de
los campos efectuada por una población en régimen de semilibertad, se pasa a
otro modelo de población que controla la explotación de fincas (fundus),
asignadas tras parcelar el territorio en el momento de la colonización, desde
una pequeña granja familiar o desde una uillae (29).
(29)
Pérez Barea, Cristóbal et al.: “IIª
campaña de prospecciones arqueológicas sistemáticas en la depresión de
Linares/Bailén. Zonas meridional y oriental, 1990”, AAA’90, II, Sevilla, 1992,
página 93.
La
importancia del fenómeno ciuitas va más allá, pues ésta constituyó el marco
institucional y material previo sin el que hubiera sido imposible que Roma
impusiese su modo de vida en los territorios anexionados. Según la terminología
romana, la ciuitas es ante todo una comunidad de ciudadanos jurídicamente
definida que se materializa en dos elementos indisociablemente unidos: el
centro urbano y un determinado territorio adscrito al mismo. En éste último,
afectado por la centuriación y objeto de varios usos, es donde se proyecta la
uillae, modelo de explotación agraria específicamente romano en el que debe
buscarse el antecedente del cortijo andaluz. En consecuencia, la implantación
de la ciuitas contribuyó como ningún otro factor a la romanización, y permitió
a la Urbs asegurarse el control y la explotación de los nuevos territorios
dejando una huella indeleble en ellos.
A
partir del siglo I después de Cristo asistimos a la consolidación de la uilla
en el Alto Guadalquivir, aunque con una proyección urbanística simple, gracias
a la situación de estabilidad que se sobreviene a partir de la Pax Augusta y a
la creación de nuevos municipios con la concesión de ciudadanía de Vespasiano,
que supuso para las ciudades y ciudadanos encontrarse con un territorio que
hasta entonces había sido ager publicus. El mayor número de explotaciones de la
zona se documenta a lo largo de los siglos I y II d.C.
A
partir de esta fecha, y en relación con los cambios producidos en la propiedad
y el modo de explotación, se detecta una reducción del número de uillae que
puede alcanzar porcentajes elevados, como ocurre en la Campiña occidental, donde
se aprecia una reducción de 30 yacimientos en 8 en una superficie de 180 Km2. a
partir del segundo tercio del siglo II después de Cristo. Por último, entre
finales del s. III y el IV asistiremos a la consolidación de la gran uillae bajo-imperial (30).
(30)
Castro López,M.: El poblamiento rural de la Campiña de
Jaén en época imperial, Dédalo 26 (1988), páginas 119 a 137.
Aunque
es arriesgado extrapolar la situación de las uillae de la Campiña, que es la
zona mejor conocida, a las comarcas de las sierras del sur o de las
estribaciones de Sierra Morena, en base a los pocos datos disponibles podemos
afirmar que la situación es parecida, encontrándonos buena parte de las veces
con uillae donde coexistía el olivar y los cereales (principalmente trigo), e
incluso, presumimos que se daban otros cultivos y aprovechamientos que no se
reflejan en el débil registro arqueológico de superficie, como la vid y las
leguminosas, y la ganadería asociada a ellos (ovicápridos y porcino).
Las
evidencias, aunque pobres, nos llevan a reconocer que la mayoría de las uillae
jiennenses desarrollaron una producción diversificada que cubría sus necesidades
y, salvo raras excepciones, se orientaba al abastecimiento de mercados locales
y regionales. Al menos en la Campiña, los cultivos y el tamaño de las
explotaciones (entre las 25 y 50 hectáreas) parecen indicar la ausencia de una
agricultura especializada (31).
(31)
Choclan, C.; Castro, M.: La Campiña del Alto Guadalquivir en los siglos I-II
d.C. Asentamientos, estructura agraria y mercado”, Arqueología Espacial, Vol.
12 (1988), páginas 205 a 221.
En
consecuencia, Alto Guadalquivir fue ajeno al modelo de agricultura orientado a
la comercialización que se conocía en el triángulo formado por Corduba,
Hispalis y Astigi, la región aceitera por antonomasia (32).
(32)
Remesal,J.: La economía oleícola bética: nuevas
formas de análisis, A.E.A. 50-51 (1977-78), páginas 87 a 142.