PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

domingo, 4 de mayo de 2025

LAS DEFUNCIONES SUPERARON EN ANDALUCÍA A LOS NACIMIENTOS EN 3.385 PERSONAS EN EL SEGUNDO TRIMESTRE DE 2024.

LOS NACIMIENTOS EN LOS QUE ALGÚN PROGENITOR ERA EXTRANJERO SUPUSIERON EN ALMERÍA EL 41,6% Y EN MÁLAGA EL 30,4%.

En el segundo trimestre del año 2024 se produjeron en Andalucía 14.184 nacimientos, 17.569 defunciones y 9.734 matrimonios.

Suponen, respecto al mismo trimestre de 2023, aumentos del 0,3% en defunciones y del 3,0% en matrimonios, y un descenso del 2,9% en nacimientos.

Los nacimientos en los que algún progenitor era extranjero supusieron en Almería y Málaga el 41,6% y el 30,4% respectivamente.

En el segundo trimestre del año 2024 se produjeron en Andalucía 14.184 nacimientos, 17.569 defunciones y 9.734 matrimonios, según los datos provisionales de las Estadísticas del Movimiento Natural de la Población (MNP) que publicó en fecha 24 de enero de 2025 el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. Estas cifras suponen, respecto al mismo trimestre de 2023, aumentos tanto en defunciones (0,3%) como en matrimonios (3,0%) y un descenso en nacimientos (2,9%).

Como resultado, el crecimiento natural en Andalucía (diferencia entre los nacimientos y las defunciones) ha sido negativo (3.385 personas).

Evolución de nacimientos, defunciones y crecimiento natural en el segundo trimestre de cada año en Andalucía.

En este trimestre se produjeron 13.956 partos de los que el 1,8% fueron partos múltiples (245 dobles y 3 triples).

Estos partos dieron lugar a 14.184 nacimientos (nacidos vivos) y algo más de la mitad (51,0%) fueron niños. En cuanto al estado civil de las madres, el 47,2% de los nacimientos correspondieron a madres casadas.

Los nacimientos en los que algún progenitor era extranjero fueron 2.819 y supusieron el 19,9% del total, destacando las provincias de Almería y Málaga, donde este porcentaje se situó en el 41,6% y 30,4% respectivamente.

La edad media de las madres fue de 32,6 años. En el 33,3% de los nacimientos, las madres tenían una edad comprendida entre los 30 y los 34 años, siguiéndole en importancia el volumen de madres entre 35 y 39 años, con un 27,9%.

Distribución del número de nacimientos según edad de la madre. Segundo trimestre de 2024. Andalucía.

En cuanto a las defunciones, el 52,2% fueron hombres. El 68,4% de las defunciones ocurridas en este periodo correspondieron a personas mayores de 74 años, siendo más frecuentes entre 85 y 89 años (18,5%). Desagregando por sexo, este mismo grupo de edad sigue siendo el de mayor frecuencia tanto entre las mujeres (21,5%) como entre los hombres (15,8%).

Las defunciones de extranjeros representaron el 4,9% del total.

En este trimestre, las defunciones de personas casadas y viudas han supuesto porcentajes muy similares, el 39,7% y 39,6% respectivamente. El estado civil más frecuente entre los hombres difuntos fue el de casado (55,4%), mientras que para las mujeres fue el de viuda (61,0%).

Distribución del número de defunciones según estado civil y sexo. Segundo trimestre de 2024. Andalucía.

De los 9.734 matrimonios, 360 fueron entre personas del mismo sexo (3,7% del total). El 60,6% de estas uniones fueron entre mujeres.

El 13,5% de los matrimonios (1.310) correspondieron a uniones en las que algún cónyuge era extranjero.

El Movimiento Natural de la Población (MNP) ofrece información trimestral y anual sobre los nacimientos, matrimonios y defunciones, tanto de los eventos que ocurren en Andalucía como de aquellos que afectan a residentes en Andalucía. El objetivo de esta publicación es ofrecer la información más reciente disponible sobre estos fenómenos vitales.

 


Andalucía es la viva imagen de la crisis demográfica que sufre España. Hace algo más de una década, en 2014, nacieron en Andalucía un total de 82.195 niños. Diez años más tarde, en 2023, la cifra caía hasta los 61.748. Dicho de otro modo, en la última década, la natalidad se ha desplomado un 24 % en Andalucía, que anota su peor dato desde que existen registros.

 

La caída de la natalidad en Andalucía es mayor que en comunidades como Madrid, Valencia o Cataluña, aunque menor, por lo general, que en las regiones de interior, la llamada España vaciada, donde, además de los factores económicos y sociales que son comunes a todas, sufren el fenómeno de la despoblación, que Andalucía combate con la inmigración.

En apenas diez años, Andalucía ha pasado de tener una tasa global de fecundidad –número de nacimientos por cada 1.000 mujeres– de 40,44 a un índice de 32,94, con una media de 1,27 hijos por mujer, una cifra muy por debajo de la media europea.

En cuanto a la tasa de natalidad, el pasado 2023 fue el año con menos nacimientos en Andalucía de la serie histórica, con una tasa de 7,08 por cada 1.000 habitantes. En el año 2000, esta tasa era de 11,04 nacimientos, y en 1975 alcanzó los 20,05 nacimientos.

Por provincias, la mayor tasa bruta de natalidad se presenta en Almería con 8,67 nacimientos por cada 1.000 habitantes, gracias a la inmigración, fundamentalmente; mientras que la menor corresponde a Cádiz y Málaga, ambas con 6,60.

La esperanza de vida al nacer en Andalucía se sitúo en 2023 en 82,5 años, la cifra más alta desde el año 1975, año en el que se inicia la serie histórica. El dato certifica la recuperación de la esperanza de vida después de la pandemia, que provocó un descenso de este registro en Andalucía al pasar de 82,1 años en 2019 a 81,4 años, tanto en 2020 como en 2021, el periodo de mayor incidencia de la enfermedad.

Por sexos, las mujeres alcanzan los 85,1 años, lo que supone 9,4 años más que en 1975. En el caso de los hombres, se sitúa en 79,9 años, que son 5,2 años menos que las mujeres; pero el aumento respecto a 1975 es mayor, con 10,2 años.


Andalucía es la comunidad autónoma de España más poblada. Los datos más recientes indican una población de 8 402 305 habitantes, que representa casi el 18 % de la población española, y una densidad de 96 hab./km2, ligeramente superior a la nacional

Esta población se concentra, sobre todo, en las capitales provinciales y en las áreas costeras, que tienen valores superiores a la media nacional. El nivel de urbanización de Andalucía es bastante elevado, pues más de la mitad de la población andaluza se concentra en las ciudades de más de 50000 habitantes, que han crecido debido a la emigración de los municipios rurales más pequeños.

La distribución de la población es un factor de desequilibrio y contraste entre las distintas zonas de la geografía andaluza. Los ejes de mayor concentración son el de la Costa del Sol (especialmente el eje Málaga-Marbella), debido al turismo, y el del Valle del Guadalquivir (de la ciudad de Córdoba a Cádiz), debido al desarrollo de los servicios. La costa onubense y granadina presentan una densidad media, mientras que las menores densidades se localizan en las provincias más dedicadas al sector primario, como Almería, Granada, Jaén, la zona norte de Huelva y de Córdoba.


La evolución de la población andaluza no ha sido muy diferente de la experimentada por la población española en su conjunto, aunque presenta algunos rasgos peculiares.

El régimen demográfico antiguo prevaleció hasta la década de 1940, manteniendo una natalidad superior a la media nacional. Las causas fueron el predominio de la población rural, el analfabetismo y la mentalidad tradicional. El crecimiento vegetativo era bajo, pero la elevada población joven y las escasas posibilidades económicas provocaron una gran emigración.

La transición demográfica se produjo entre 1940 y 1975. La mortalidad se estancó en torno al 8-9 %o, y la natalidad descendió debido a la emigración de la población adulta y joven, aunque se mantuvo por encima de la media nacional. En 1950 el peso de la población andaluza respecto a la nacional era del 20,04 %.

El régimen demográfico moderno solo se inició a partir de 1975, descendiendo la natalidad por la crisis económica y el aumento del paro. A partir de 1980 la natalidad tendió a descender mientras que la mortalidad se mantuvo en cifras bajas, si bien tuvo un ligero ascenso por el aumento de la población anciana. Por ello, el crecimiento medio interanual fue mucho más moderado que en fechas anteriores. A partir de la década de 1990, en un marco de reducción de la fecundidad y de envejecimiento, apareció el nuevo fenómeno de la inmigración, produciéndose un leve ascenso de los nacimientos, principalmente de hijos de inmigrantes.

Los movimientos migratorios en Andalucía han sido constantes durante el siglo XX, pudiendo distinguirse tres etapas:

Desde finales del siglo XIX a 1950. La intensa emigración al exterior afectó al volumen de población y a la estructura demográfica andaluza. Procedió principalmente de las provincias orientales y se dirigió hacia América Latina y norte de África. Las interiores eran de carácter estacional, orientadas básicamente a la recogida de aceituna, trigo, vendimia o preparación del carbón.

Entre 1950 y 1975. Fue la época en que la emigración se generalizó en toda la Comunidad y alcanzó sus niveles más elevados, provocada por el crecimiento de la población y la mecanización en el campo. Los emigrantes andaluces se dirigían principalmente del campo a la ciudad y del interior hacia el litoral, pero también hacia zonas industriales españolas o con desarrollo turístico (Madrid, Cataluña, País Vasco, Baleares y Comunidad Valenciana) y a países europeos, como Francia, Alemania o Suiza.

A partir de 1975. La crisis económica hizo que la emigración disminuyese y que retornasen numerosos emigrantes a la región. Paralelamente, desde 1980 se produjo un gran despoblamiento de las áreas rurales más pequeñas y de montaña. En la década de 1990 Andalucía comenzó a recibir gran cantidad de inmigrantes, convirtiéndose en la tercera comunidad autónoma receptora.

Actualmente. Las migraciones no han vuelto a alcanzar el volumen de las dos primeras etapas. Surgen nuevas corrientes migratorias hacia algunos países europeos y otras regiones españolas, con mayores posibilidades laborales. De todos modos, Andalucía sigue siendo tierra de inmigrantes, preferentemente de América Latina, Europa del Este y Marruecos.

La estructura de la población andaluza no difiere sustancialmente de la estructura de la población española.

Estructura por edad y sexo: Es muy similar a la población española. Nacen más varones que mujeres y se igualan los efectivos en las edades adultas.

A partir de los 55 años aumenta el número de mujeres por su mayor esperanza de vida, que es de 81 años frente a los 75 de los varones.

Así mismo, Andalucía presenta una población envejecida como consecuencia del descenso en la natalidad (actualmente en 9,6 %o), a pesar de lo cual los grupos de mayor de edad (16,8 %) son algo inferiores a la media nacional y de otras comunidades autónomas.

La estructura es similar a la pirámide del conjunto de nuestro país, aunque con una población algo superior en las edades de 0 a 4 años, reflejo de una mayor natalidad que la media nacional.

Hasta la crisis de 2008, la tasa de actividad en Andalucía crecía, aunque por debajo de la media nacional, debido al mayor porcentaje de población joven, a la pérdida de población activa por la emigración y la menor incorporación de la mujer al trabajo.

La tasa de paro, sin embargo, es superior a la media española debido principalmente a un crecimiento demográfico mayor, y a que es una de las comunidades más afectadas por la crisis actual (31 % frente al 22,3 % nacional). En cuanto a la ocupación por sectores:

1. La población dedicada al sector primario supera la media nacional (9,3 % frente a 4,2%).

2. La población ocupada en la industria y la construcción es inferior a la media española debido al menor desarrollo en Andalucía de este sector (11,0% frente a 19,5 %).

3. El sector terciario es el que predomina, fruto también del proceso de terciarización económica, siendo algo superior a la media de España, predominando los servicios relacionados con transportes, comercio, turismo y servicios públicos.

 

Las dos principales características de la evolución demográfica reciente, el descenso de la fecundidad y la existencia de un saldo migratorio positivo creciente, acercan España, y también Andalucía, al resto de países europeos. El descenso de la natalidad ha sido especialmente rápido y profundo en España, que ostenta hoy uno de los niveles más bajos de toda la Unión Europea (exceptuando los países del Este recientemente incorporados, cuya situación económica y política es muy distinta). 

Andalucía, aunque tiene un nivel de fecundidad ligeramente superior a la media de España, se sitúa también entre los países y regiones de menor fecundidad. Además, ha visto aumentar considerablemente el número de trabajadores extranjeros que se afincan en el territorio andaluz. La población andaluza ha seguido en su evolución un modelo clásico y las tendencias futuras no difieren en lo fundamental de las que se vislumbran en el conjunto de países y regiones de Europa. Algunas nos señalan características de nuestro futuro de advenimiento cierto, siendo las más notables el escaso potencial de crecimiento natural de la población, si se compara con épocas pasadas, y el progresivo envejecimiento demográfico. 

Otras cuestiones plantean interrogantes, en particular el nivel de fecundidad, cuya evolución futura es hoy difícil de prever, incluso dentro de un abanico limitado, y la importancia de los flujos migratorios, muy dependientes de la evolución de la situación económica y de las políticas sobre inmigración.

Como ocurre en el resto de la Unión Europea, el crecimiento actual de la población andaluza depende en su mayor parte de los flujos migratorios. En la década de los noventa, la inmigración representó el 30,0% del crecimiento total y, tras las cuantiosas llegadas de inmigrantes que se han producido desde entonces, la contribución de la inmigración es ahora superior al 79%. No es difícil aventurar que la inmigración seguirá siendo, en el futuro, el elemento determinante de la dinámica de la población. Sin ella, las proyecciones de población permiten anticipar una disminución de la población andaluza, que podría reducirse a 7,3 millones de habitantes en 2050 si, a partir de ahora, se cortara en seco el flujo de inmigrantes. 


En los próximos años, la población andaluza seguirá creciendo, en cualquier escenario posible, debido al efecto de su estructura por edades, más joven que la media en España y en muchos países de la Unión Europea. Aun suponiendo que la fecundidad se mantuviese en el bajo nivel actual y que dejasen de llegar inmigrantes, la población andaluza ya se calculaba que podría alcanzar un máximo algo superior a 8 millones de habitantes en el año 2018. Salvo que se consideren escenarios muy extremos, y poco verosímiles, a largo plazo la población andaluza acabará disminuyendo. En unas primeras simulaciones realizadas por el Instituto de Estadística de Andalucía, el máximo se podría alcanzar entre 2025 y 2044 con entre 8,74 millones y 9,52 millones. A largo plazo, la fecundidad recobra su papel preponderante y, si no se alcanza el nivel de reemplazo de las generaciones (por encima de 2 hijos por mujer), la población no puede mantenerse. Hay que resaltar el impacto que tendría el mantenimiento durante un largo período de un nivel bajo de fecundidad (en torno al actual de 1,5 hijos por mujer), cuyos efectos, al menos a largo plazo, no podrían ser contrarrestados ni siquiera con el mantenimiento de un flujo muy importante de inmigrantes. 

La proyección del número futuro de habitantes de Andalucía admite un abanico muy amplio para 2050. Entre un escenario de mantenimiento de la fecundidad actual, sin inmigración, y el más extremo en el que casi se alcanza el nivel de reemplazo de las generaciones y se mantienen flujos importantes de inmigrantes (del orden de 42 mil cada año hasta 2050), habría 3,5 millones de diferencia (de 7,2 a 10,7 millones de habitantes). Hay que recordar que, incluso en el escenario de baja inmigración, las entradas de inmigrantes serían importantes en el futuro: entre 2005 y 2025 suman más de 600.000 personas. 

Todas las proyecciones muestran la gran dependencia de la demografía andaluza en relación con la inmigración: sólo con flujos permanentes del orden de 30 mil entradas al año podrá aproximadamente mantenerse a largo plazo el volumen actual de población. Incluso en el supuesto de un incremento mayor de la fecundidad (por ejemplo 1,85 hijos por mujer de 2025 en adelante) la tendencia al crecimiento negativo es imparable, salvo que se mantengan de forma permanente en el futuro flujos migratorios continuados importantes, del orden de las 42 mil entradas anuales. Pero, a pesar del crecimiento de la inmigración en los últimos años, la perspectiva de un mantenimiento indefinido de entradas anuales no parece muy probable. En el corto plazo, en los próximos cinco a diez años, es probable que se mantengan flujos comparables a los actuales, aunque la tendencia parece ir a la baja. Eurostat ha previsto en sus tres escenarios de proyecciones unos flujos migratorios hacia España mucho más modestos, de entre 30.000 y 90.000 entradas al año según el escenario (lo que daría aproximadamente entre 5.000 y 15.000 para Andalucía). Por otra parte, la situación que anuncia el escenario más favorable al crecimiento demográfico sería muy distinta de la actual, con una altísima proporción (hasta un tercio de la población andaluza) de personas provenientes de la inmigración, ya sea llegados directamente o descendientes de inmigrantes.

Simulando la evolución futura con diferentes combinaciones de natalidad y de inmigración que conforman la senda por la que puede transitar la población andaluza en el futuro, se puede concluir que no habrá crecimiento demográfico sin inmigración y que la importancia de los flujos migratorios necesarios para que se mantenga a largo plazo la cifra de población vendrá determinada, a medio y largo plazo, por el nivel de fecundidad. Su recuperación hasta niveles que se acerquen a los que han mantenido países como Francia o el Reino Unido, permitiría reducir la dependencia de la inmigración a niveles más compatibles con la necesidad de integrar adecuadamente a los que llegan y de afrontar tiempos futuros, en los que no está asegurada la posibilidad de un flujo regular desde los países de origen.

 

Padre con un recién nacido en brazos.

El problema es que, a pesar del ligero incremento de la fecundidad que se ha producido en los últimos tres años, en buena parte un efecto indirecto de la inmigración, podrían ser necesarias unas medidas de apoyo a la natalidad más firmes que las actuales o las anunciadas. Los cambios en la dinámica demográfica se manifiestan ya en un envejecimiento creciente de la población, que se intensificará en el futuro. El período reciente se ha caracterizado por una disminución de la proporción de jóvenes en la población y un aumento de la de mayores. Actualmente, la proporción de menores de veinte años es del 23,0% y podría disminuir hasta el 21,2% en 2025 y 20,7% en 2050, en el escenario más favorable de fuerte inmigración. 

La proporción de personas de 65 o más años seguirá aumentando en el futuro, según todas las proyecciones existentes. En Andalucía, el porcentaje de mayores podría duplicarse de aquí a 2050 (de 14,5% a 30,9%) si no se mantiene la inmigración y la fecundidad se estabiliza en el nivel actual. Con la misma fecundidad y unos flujos mayores de inmigrantes, la tendencia no varía, aunque la proporción sería sensiblemente inferior en el mismo horizonte de proyección (26,9%). El grupo que más se incrementará en el futuro es el de los más mayores. Las personas de 80 o más años representan, en 2005, el 3,4% de la población y podrían llegar a ser entre el 7,7% y el 8,9% en 2050, según el escenario considerado. Los grupos anteriores, jóvenes y mayores, dependen económicamente de la población en edad de trabajar, el grupo de 20-64 años, que representa en 2005 el 62,5% de la población total. Aunque este grupo seguirá aumentando ligeramente en el próximo futuro, acabará disminuyendo, en el mejor de los casos a partir de 2013, cualquiera que sea la hipótesis de llegada de inmigrantes, reduciéndose en torno al 49,9% en 2050, en el caso más desfavorable. Una carga creciente de dependientes mayores va a tener que ser soportada por una población en edad de trabajar que disminuye en términos relativos. La ratio de dependencia (Número de personas de 65 o más por cien personas de 20-64 años) que sintetiza la información en un indicador único, aumentará ininterrumpidamente en el futuro, cualquiera que sea la hipótesis de inmigración. De 23,7% que representa en 2005, podría llegar a alcanzar entre 49,0% y 67,5% en 2050, según el escenario.

El impacto, relativamente importante, de la inmigración se debe a la composición por edades de los inmigrantes, entre los que abundan las personas en edad de trabajar y escasean los mayores, y, a más largo plazo, al aumento de nacimientos que provoca su llegada. Sin embargo, incluso la existencia de una corriente numerosa y permanente de inmigrantes no evitará que la ratio de dependencia duplique prácticamente su valor en los próximos cuarenta y cinco años. 


La fecundidad de las inmigrantes tiende a igualarse con la de las autóctonas y esto tanto más cuanto mejor integradas estén. Así, un objetivo deseable, como es la integración de la población de inmigrantes, conduce a anular una de sus ventajas demográficas a corto plazo. Por lo demás, la población inmigrante también envejece y las fuertes llegadas de estos últimos años, y eventualmente de los próximos, terminarán por pesar en la carga de dependientes. Un aspecto de máxima relevancia a medio y largo plazo es el importante crecimiento del número de ancianos (mayores de 80 años), susceptibles en mayor medida de sufrir la pérdida o una reducción de su autonomía personal. 

Actualmente, el cuidado de los ancianos está asegurado sobre todo por los miembros de su familia, mayoritariamente por mujeres, aunque no convivan con ellos. En el futuro, la capacidad de cuidado de las familias irá reduciéndose, debido a la disminución de su tamaño, al incremento de la actividad femenina y a la separación de los domicilios. El problema de la dependencia (Según una terminología imprecisa pero ya ampliamente aceptada, el problema de la “dependencia” se refiere al cuidado de los ancianos) pesará de forma creciente sobre el gasto público.

Los efectos del envejecimiento podrían ser, en parte, contrarrestados por el incremento de la tasa de participación. Actualmente sólo es activa el 43,22% de la población femenina en edad de trabajar (EPA (INE). Cuarto trimestre 2006) y el 68,96% de los hombres. Aumentar la capacidad productiva para hacer frente al incremento de la carga de dependientes exige incrementar sobre todo la creación de empleo femenino, lo que puede agudizar los problemas que ya existen para compatibilizar la vida familiar y la vida profesional, dificultando la necesaria recuperación de la fecundidad. De nuevo aparecen dos objetivos con efectos contradictorios. El envejecimiento disminuye la capacidad productiva, lo que favorece la incorporación de mujeres a la población activa; pero esto último disminuye la capacidad de cuidados de las familias, justo cuando aumenta la carga de dependientes, y dificulta la llegada de hijos, lo que a largo plazo acentúa el envejecimiento.

El envejecimiento de la población es un proceso inevitable a corto como a largo plazo. Cualquiera que sea la variante de proyección, se puede anticipar un número y una proporción crecientes de personas mayores en la población y una tasa de dependencia también creciente. Ni siquiera la inmigración constituye un paliativo eficaz a los problemas que plantea la evolución de los parámetros demográficos. El envejecimiento es tan inevitable sin inmigrantes como con inmigrantes, que aportan dependientes y también envejecen. Habría que recordar aquí, sin embargo, que a la vez que se incrementa el número de personas mayores, el umbral de la vejez tiende a alejarse: el envejecimiento real de la población puede ser menor que el que marcan las frías estadísticas demográficas y tendrá en el futuro una gran importancia el lugar que la sociedad asigne a sus mayores. 


Una de las cuestiones que más preocupan a propósito del envejecimiento demográfico es el aumento de la carga económica que va a suponer el crecimiento de la población anciana, particularmente en lo que se refiere al pago de las pensiones y a los gastos sanitarios. Pero también se verán afectados muchos otros aspectos de la vida social. Los ancianos que se jubilen en los próximos veinte años, que han tenido menos hijos que los de hoy, concentrados además en un período corto de su vida, y que se han beneficiado de los años de prosperidad económica y de pleno empleo, habrán podido preparar mejor su futuro, en particular mediante un aumento de su ahorro. Esto debería facilitar la necesaria adaptación del sistema de pensiones, contributivas y no contributivas, al incremento de la carga de jubilados y a la probable disminución de los que cotizan y de los que pagan impuestos, aunque puede contribuir también a intensificar en la jubilación las desigualdades creadas durante la vida activa.

La perspectiva puede ser muy distinta para los jóvenes actuales, cuando se jubilen dentro de 30 ó 40 años, con una relación aún más adversa entre el número de inactivos y de activos. La dificultad que experimentan actualmente para acceder a un empleo estable y el alto endeudamiento que entraña el acceso a la vivienda, tienden a reducir tanto sus derechos futuros como su capacidad para paliar las eventuales carencias del sistema público mediante un ahorro personal. De ahí que la situación actual de los jóvenes constituya también una fuente de preocupación a largo plazo.

A modo de conclusión podemos decir que Andalucía se encuentra actualmente en una situación que comparte con el resto de la Unión Europea en sus rasgos esenciales, que son el débil crecimiento demográfico, la tendencia al envejecimiento de la población y la importancia de la inmigración. 

Crecen los nacimientos de padres extranjeros.

España, y en su seno Andalucía, se distingue además por tener la fecundidad más baja de la Unión Europea y, desde hace tres años, por acoger un número creciente de inmigrantes. Estas dos características configuran un modelo de crecimiento demográfico que, si se mantiene en el futuro, exigirá un flujo continuo e importante de inmigración para simplemente mantener a largo plazo el volumen de población actual, sin que puedan ser evitados ni las fluctuaciones de la población, ni el crecimiento del envejecimiento que solo podrá ser ligeramente atenuado. La inmigración es necesaria, y lo será sin duda aún más en el próximo futuro, pero también es necesario que se tomen medidas que apoyen la recuperación de la fecundidad, para acercarla y mantenerla a niveles próximos al del reemplazo generacional. Favorecer la inmigración y fomentar la natalidad no deben verse como objetivos antagonistas sino, al contrario, como políticas complementarias que tienen como fin asegurar un futuro demográfico sostenible.

La conclusión más importante es que no se puede afrontar el envejecimiento de la población mediante la búsqueda de inexistentes soluciones que lo hagan desaparecer, sino que son necesarios planteamientos innovadores de adaptación. La vejez de mañana será distinta de la de hoy y los problemas claves pueden no surgir donde se esperan. Se atribuye una gran importancia a los aspectos económicos, pero también van a aparecer problemas sociales complicados e inéditos, aunque no imprevisibles. La integración social de un colectivo, cada vez más numeroso, sin empleo remunerado pero con recursos económicos y buenas condiciones físicas (al menos entre los 10 a 15 primeros años de la jubilación), forma a la vez parte del problema y de su solución, por la enorme contribución a la sociedad que pueden aportar las personas de más edad.

La población andaluza hoy.

En 1975, la población andaluza era de 6.133.416 habitantes. Treinta y cinco años  después (2010) esa cifra se elevó a 8.370.975 habitantes. Un crecimiento de más de dos millones de personas que hace que, en esa fecha, asistamos al máximo histórico de población de la región. Desde 1996, el incremento demográfico anual ha sido siempre positivo. Andalucía es la región más poblada de España, representando el 17,8% de su población. Más población y también distinta en su composición: menos niños y jóvenes, más población madura y envejecida, aunque todavía con un cierto diferencial respecto a la situación a escala nacional. Andalucía cuenta con más habitantes que países europeos, como Austria, Bulgaria, Dinamarca o Irlanda y es sólo ligeramente inferior a otros países como Portugal, Bélgica o Suecia.

Los componentes del crecimiento demográfico de los últimos decenios se han modificado sustancialmente. El crecimiento natural modera progresivamente su influencia en el crecimiento total, mientras que los saldos migratorios resultan determinantes: a finales de los años setenta por su tendencia negativa (últimos años de la gran emigración andaluza); a partir de mediados de los años noventa por el signo contrario de un fuerte proceso de inmigración que perdura hasta la actual crisis económica mundial, momento a partir del cual se moderan los saldos migratorios y, con ello, el crecimiento total, a pesar del repunte del crecimiento natural.

La distribución geográfica de la población muestra tres situaciones bien diferenciadas. Una progresiva concentración de los efectivos demográficos en el litoral y las grandes ciudades y áreas metropolitanas; un crecimiento moderado pero menor que la media regional en las comarcas interiores del Valle del Guadalquivir y las hoyas béticas; y, finalmente, un descenso de la población en un numeroso grupo de municipios de las zonas montañosas de la región como Sierra Morena, Serranía rondeña, Alpujarras o Cazorla y Segura.

Los años más recientes consolidan las tendencias que antes se señalaban, si bien se aprecia una cierta recuperación o moderación de las pérdidas de algunas zonas de montaña. Los Centros Regionales, las grandes ciudades y sus áreas metropolitanas, acogen ya al 55% de la población, pero es sobre todo en el sistema de ciudades litorales donde se producen los más rápidos crecimientos.

Los indicadores de fecundidad muestran al menos tres tendencias resaltables: el progresivo descenso del número medio de hijos por mujer (1,43 en 2010); el aumento de la edad media de la maternidad (30,7 en el mismo año); y el creciente porcentaje que representan los nacimientos de madre extranjera (que significan ya más del 12% de los nacimientos totales).

El aumento de la esperanza de vida al nacer es uno de los rasgos más trascendentales de la historia demográfica reciente: de los escasos 40 años de principios del siglo XX, se ha pasado en el momento actual a los 79 de media, muy similar al registro nacional. Un aumento que, combinado con el descenso de la natalidad, provoca un progresivo envejecimiento global de la población. Un hecho que, además, se intensifica particularmente en las zonas rurales y de montaña andaluzas, debido a los procesos migratorios que han afectado, sobre todo, a los segmentos más jóvenes de la población.

El comportamiento de la nupcialidad es un dato relevante para entender el comportamiento demográfico de la sociedad. La tasa bruta de nupcialidad, que representa los matrimonios que se producen en un colectivo de 1.000 habitantes, tiene una clara tendencia descendente, combinada con un progresivo aumento de la edad media del primer matrimonio. Socialmente el cambio es también importante por lo que respecta a las formas de celebración, con una cada vez mayor presencia de los matrimonios civiles.

Los indicadores demográficos de natalidad y mortalidad ofrecen un contraste importante contemplado en su distribución por la geografía regional. Altas tasas de mortalidad, por encima de la media regional, se concentran en las zonas de montaña, donde igualmente se registran las menores tasas de natalidad. Indicadores de signo opuesto se observan en las áreas metropolitanas y el litoral, con poblaciones más jóvenes y donde la inmigración desempeña un papel cada vez más decisivo en el comportamiento demográfico global.

Dentro de un saldo migratorio globalmente positivo para la región, la visión a escala municipal muestra dos caras contrapuestas: por un lado, la tendencia receptora del litoral; por otro lado, el balance negativo de muchas de las grandes ciudades donde se generan flujos migratorios hacia los núcleos exteriores de sus áreas metropolitanas.

Aun cuando la crisis económica global ha reducido en los últimos años la intensidad de buena parte de los procesos migratorios, durante el comienzo del siglo XXI Andalucía se ha convertido en una tierra de recepción de inmigrantes, tanto procedentes del extranjero como de algunas Comunidades Autónomas españolas. Solamente entre 2007 y 2009 se establecieron en Andalucía 267.260 personas, de las cuales 105.764 procedían de Europa con un peso creciente de los países más recientemente incorporados a la UE; otras 50.000 personas, aproximadamente, procedían de África, un número similar a los emigrantes que llegaron de América del Sur. Por su parte, fue la Europa de los quince, por entonces, el destino principal de los emigrantes andaluces.

El proceso de inmigración hacia Andalucía es, en el momento actual, el factor más determinante del comportamiento demográfico. La población extranjera en Andalucía se cifró en 704.056 residentes en 2010, un 8% del total (282.901 en 2003, un 3,7% del total). Su procedencia es diversa y contrastante socialmente: por un lado, África, América Latina y países del este europeo (edad media joven y en busca de trabajo en los sectores agrícolas y de servicios); por otro, los procedentes de los países europeos más desarrollados, de mayor edad y con motivaciones más diversificadas en el hecho migratorio.

La distribución geográfica de la población inmigrante se concentra principalmente en el litoral, con municipios en los que ya representan más del 20% de su población y en las grandes ciudades. Ciertas pautas son observables: la población de origen africano se concentra en los municipios litorales con base agrícola; los latinos afluyen a los sectores de servicios de las áreas urbanas.

La emigración del siglo pasado tiene todavía su reflejo en una importante presencia de andaluces en el resto de España y en el mundo. En España la cifra de andaluces residentes en otras Comunidades se eleva a 1.514.411, sobre todo en Barcelona y Madrid. Los andaluces en el mundo representan 207.974, con dos destinos preferentes: Francia y Alemania, en Europa; y América del Sur, donde Argentina se constituye en el país del mundo con mayor presencia de andaluces.

La fortuna de los nombres es variable, pero algunas tendencias recientes pueden explicarse por importantes cambios de mentalidad, o simplemente por las modas, dentro de la sociedad andaluza. Los nombres tradicionales pierden peso: María, Carmen, José, Antonio o Manuel, tanto tiempo dominantes hasta la segunda mitad del siglo XX, están ahora en clara regresión.

Las proyecciones de población son siempre un ejercicio comprometido, pero también necesario en cuanto dibujan escenarios que deben ser previstos para afrontar un gran número de decisiones de tipo social y económico. En todos los escenarios considerados la población andaluza seguirá creciendo en el corto plazo, si bien se espera una significativa moderación del ritmo de crecimiento. El escenario más bajo calculaba una población de 8.389.000 habitantes para el año 2020. En el caso de mayor crecimiento esperado, la cifra de población alcanzaría los 8.676.000 habitantes para la misma fecha. El número de mayores de 65 años crece de forma importante en todos esos escenarios, gracias a las mejoras de la esperanza de vida y la llegada a esas edades de generaciones muy numerosas.

 A continuación incorporamos algunas precisiones de conceptos a tener en cuenta para mejor comprensión de lo leído.

El Crecimiento natural es la diferencia, o saldo, entre el número de nacimientos menos el de defunciones ocurridas en un periodo. El crecimiento natural expresado en cifras relativas a la población y año se denomina Tasa de Crecimiento Natural.

Densidad de población es el Cociente entre el número de habitantes de un territorio en un momento dado y la superficie del mismo. Generalmente, se expresa en habitantes por kilómetro cuadrado.

La Edad media a la maternidad es Técnicamente la edad a la que las mujeres tienen sus hijos ponderada por el calendario de fecundidad. De una manera más intuitiva representa la edad media a la que las mujeres tienen sus hijos, aunque esto sólo es estrictamente correcto si la estimación de este indicador se realiza, desde una perspectiva longitudinal, sobre una generación de mujeres que ya han cumplido su ciclo reproductivo.

La Edad media de la población es la media aritmética de las edades de la población objeto de estudio.

Esperanza de vida al nacimiento es la Vida media o expectativa de vida a los cero años.

La Migración exterior, son las Migraciones que traspasan los límites de la comunidad autónoma.

La Migración interior, son las Migraciones producidas en el seno de la comunidad autónoma.

El Movimiento migratorio es el Cambio de residencia habitual entre dos demarcaciones geográficas administrativamente definidas; en este sentido, una migración implica siempre dos eventos concurrentes, una emigración o abandono de la residencia en una zona, y la inmigración o inicio de la residencia en otra zona.

Las Proyecciones de población son las Operaciones estadísticas que permiten estimar la población futura de una determinada área geográfica.

La Pirámide de población es la Representación gráfica de la estructura por sexo y edad de una población en un instante temporal determinado. La pirámide de población consta de dos histogramas horizontales: el del lado izquierdo representa la distribución por edad de los hombres y el derecho el de las mujeres. Cada barra horizontal representa la proporción de población en un determinado sexo y rango de edad.

El Saldo migratorio es la Diferencia, o saldo, entre el número de inmigraciones y el de emigraciones ocurridas en un periodo.

La Tasa bruta de mortalidad es el cociente entre el número de defunciones ocurrido en un periodo determinado, partido por los efectivos de la población media del periodo y el número de años del mismo. Generalmente se expresa en defunciones por cada 1000 personas y año.

La Tasa bruta de natalidad es el cociente entre el número de nacimientos ocurrido en un periodo determinado, partido por los efectivos de la población media del periodo y el número de años del mismo. Generalmente se expresa en nacimientos por cada 1000 personas y año.

La Tasa de crecimiento de la población equivale a las variaciones de los efectivos de población en un periodo determinado, partido por la población media del periodo y el número de años. Generalmente se expresa en personas por cada 1000 personas y año.

Granada 4 de mayo de 2025.

Pedro Galán Galán.

Página web consultadas:

https://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadisticaycartografia/dega/movimiento-natural-de-la-poblacion-mnp/nota-divulgativa-segundo-trimestre-2024#:~:text=Nota%20Divulgativa-,En%20Andaluc%C3%ADa%20las%20defunciones%20superaron%20a%20los%20nacimientos%20en%203.385,17.569%20defunciones%20y%209.734%20matrimonios.

https://www.centrodeestudiosandaluces.es/datos/paginas/factoria/programas/a2020/2020_futuropoblacion.pdf

https://www.juntadeandalucia.es/export/drupaljda/1_PoblacionAndaluza.pdf

https://www.geohistoarteducativa.net/archivos/geografia/Poblacion/Poblacion/la_poblacin_espaola/la_poblacin_andaluza.html

Otras páginas web de estadísticas:

Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía http://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadistica

Instituto Nacional de Estadística http://www.ine.es

Instituto Geográfico Nacional http://www.ign.es

Naciones Unidas http://www.un.org

Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico http://www.oecd.org

 Institut National D’ études Démographiques http://www.ined.fr

Centre d’ Estudis Demogràfics http://www.ced.uab.es

Comisión Europea. Eurostat http://epp.eurostat.ec.europa.eu

Banco de España. Información estadística general. http://www.bde.es

Ministerio de Economía y Hacienda. Información estadística general. http://www.meh.es

Banco Mundial http://datos.bancomundial.org

6 comentarios:

jesus.nuevodoncel dijo...

Cada entrada de Pedro en relación con la evolución de la población en España o en Andalucía es un susto constante. ¿Cómo no nos damos cuenta de que vamos al suicidio colectivo como país? ¿Se puede hacer algo? ¿Quién?
La población es cambiante en su origen y movimientos... y más en Andalucía... Pero nuestros hijos no serán ciudadanos de nuestro país. Otra época, otro mundo.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Jesús, la liberalización tácita de la inmigración que han practicado los sucesivos gobiernos españoles, de cualquier signo político, desde inicios de siglo ha facilitado un fuerte aumento de la población inmigrante, que ha crecido a un ritmo extraordinario en comparación con el de los demás países europeos. El aumento de un 20% de la población total no ha venido acompañado de un acercamiento al PIB per cápita de nuestros socios europeos occidentales, porque la mayor parte de esa nueva población se ha ocupado en sectores de baja productividad y porque su tasa de ocupación es inferior a la de los autóctonos.
Mientras tanto, no se ha producido en España un debate sobre qué tipo de inmigración debería atraer el país, ni sobre cómo afrontar los problemas relacionados con la alta tasa de abandono escolar de las segundas generaciones y la amenaza que esto supone para el futuro o sobre el impacto en el sistema sanitario, sobre cómo afecta al sistema de pensiones un crecimiento del empleo basado en bajos salarios, y por tanto bajas cotizaciones, sobre los problemas políticos que puede causar el aumento de la desigualdad y la pobreza, o sobre cómo debemos interpretar la tasa de paro de los autóctonos a la luz de los datos sobre el crecimiento del empleo inmigrante. En conjunto, falta una reflexión sobre la relación entre la inmigración y el modelo económico y social deseado para el país.
Un cordial saludo.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Después lo primero sería cumplir la ley, perseguir el delito de tráfico de personas, el de secuestro de menores, y el de traición por facilitar nuestra invasión a países extranjeros y deportarlos de inmediato. Segundo, cortar la financiación a las ongs y demás organizaciones que nadie ha elegido, y se han erigido como sumos pontífices que imponen a cambio de dinero, lo que nos conviene sin consultarnos. Y lo mismo la promesa o efecto llamada que están haciendo (hoteles, pagas, centros, etc.) con dinero de nuestros impuestos. Expulsión de ilegales y de los legales con delitos. Aplicación del delito de odio a los autóctonos por parte de los inmigracionistas que nos consideran una raza inferior digna de ser invadida, sometida, saqueada e islamizada entre otras cosas en sus medios que nos humillan constantemente. Reforzar las fronteras con la Legión y las Armada. Y no modificar leyes, sino cumplirlas.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Jesús, te sugiero la lectura del libro: La extraña muerte de Europa: Identidad, inmigración, islam, de Douglas Murray, que abre con una contundente diatriba contra el estado actual de la sociedad del Viejo Continente y su política: “Europa se está suicidando. O, cuando menos, sus líderes han decidido que se suicide. El que los pueblos de Europa escojan seguir adelante con tal decisión es, naturalmente, algo muy diferente” (p.6).
Douglas Murray, es un comentarista político y periodista británico que con este libro ha tenido un impacto considerable dentro y fuera de la academia. La obra reúne tres temas que han preocupado a Murray durante los últimos años: La inmigración masiva, la amenaza islamista y el autodesprecio cultural de las élites occidentales. Es una obra bien documentada, donde el autor pone el cuerpo y viaja por toda Europa para examinar la problemática de la inmigración masiva, la desconfianza y desilusión de parte de sus ciudadanos. En general, la combinación de psicoanálisis colectivo y análisis periodístico del autor es poderosa y atractiva. Estimulará a los lectores conservadores, pero difícilmente haga cambiar de opinión al ala progresista de la sociedad (Kaufmann, 2017).
En un contexto europeo habitado por gobiernos conservadores con un abierto rechazo a la inmigración aparece un libro que sostiene la muerte de la concepción y cultura europea causada, fundamentalmente, por la inmigración musulmana. A medida que la extrema derecha asoma su cabeza en el seno de la Unión Europea, una vez más, líderes como Viktor Orbán en Hungría o Andrzej Duda en Polonia están ganando fuerza apuntalados por los escritos de ideólogos como Douglas Murray que alimentan el escepticismo y la abominación ante el fenómeno migratorio: “Tengo la impresión de que Europa, nuestro sagrado hogar europeo, cuna y Partenón de la civilización occidental, ha firmado su propia sentencia con su actual estado de descomposición” (p.6).

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

La tesis general del libro subraya una y otra vez la decadencia del continente europeo y su futura desaparición y muerte. Y el victimario de este homicidio son los inmigrantes musulmanes, hordas de inmigrantes que invaden el continente y tienen una tasa de reproducción muy por encima de la población autóctona europea. Al mismo tiempo, Murray acusa a Europa de haber apostado por el multiculturalismo, un modelo que según el autor ha fracasado rotundamente. Aunque Nicolás Sarkozy, David Cameron y Ángela Merkel, pueden haber criticado la política multicultural, señala Murray, en términos prácticos no han abordado la problemática de la migración profundamente ni cuestionado la transformación étnica de sus sociedades.
Dos de las preocupaciones más persistentes del libro son que Europa no ha conseguido defender su identidad etnocultural, afirma Murray, y, por tanto, se ha enganchado neuróticamente a la inmigración. El resultado de todo ello fue que lo que había sido Europa, el hogar de los pueblos europeos, se fue transformando de modo gradual en el hogar de todo el mundo. (p.14). Para Murray, las políticas fronterizas insuficientes han abierto las puertas a los migrantes y al no tener una política de inmigración dura, los inmigrantes se lanzan a cometer delitos y, por momentos, parece que tienen la culpa de todos los males que aquejan al continente. Sumado a que los europeos blancos, ya agotados a causa de su historia de guerras y conflictos y llevados al relativismo moral por el declive de la fe cristiana, están siendo reemplazados por una población extranjera hostil y diametralmente opuesta en cuestiones de moral y religión. Aquí el autor se abona a la teoría de la “gran sustitución” o “gran reemplazo” (Stefanoni, 2019) provocando y tocando fibras sensibles con estos planteamientos.
Así, el tenor de la obra es de alarma, crítica y rechazo al aumento de la inmigración: El “movimiento masivo de los pueblos europeos", escribe Murray, ha llevado a que “las frías y lluviosas calles de las ciudades septentrionales de Europa, se vayan llenando de gentes vestidas con ropa propia de las colinas de Pakistán o de las arenas de Arabia” (p.7). De este modo, la imagen de Europa que pinta el libro en sus 400 páginas es terrorífica y relatan una sucesión de crímenes cometidos por inmigrantes, solicitantes de asilo y refugiados.
La conclusión del escritor inglés es que existe un esfuerzo incesante de la política para que los ciudadanos europeos no crean en la evidencia de sus vidas cotidianas: crímenes, robos, dificultades en la integración, ajuste del sistema de bienestar, señalando cuán fuera de sintonía con la ciudadanía se han vuelto los gobiernos y las administraciones.
En plena crisis económico-sanitaria Europa se enfrenta a desafíos concretos, acompañados de austeridad económica, disfunción política y, claro, inmigración. En lugar de auspiciar la muerte del continente, proclamación que sirve para generar respuestas extremistas, podría valer la pena considerar que cada generación enfrenta desafíos únicos para los que deben encontrar nuevas soluciones y descartar otras que fallaron en el pasado.
Más allá de todo, “La Extraña Muerte de Europa” es una lectura imprescindible, tanto para quienes discutirían sus análisis como para quienes puedan creer encontrar en el libro cuestiones que ya intuyen.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Es una realidad que en los últimos años, Europa se ha enfrentado a un aumento considerable de inmigrantes, especialmente desde regiones de Medio Oriente, África y Asia. Aunque muchos defienden que la inmigración puede enriquecer a la sociedad, la realidad muestra que no todos los procesos de integración han sido exitosos, y las tensiones sociales aumentan. Uno de los principales problemas es la falta de integración efectiva de muchos inmigrantes. A menudo, se encuentran viviendo en barrios marginales, sin un empleo estable, y con una desconexión respecto a la cultura y valores del país que los acoge. En lugar de contribuir activamente a la sociedad, algunos de estos inmigrantes se aíslan, creando ghettos donde la ley y las costumbres locales quedan en segundo plano.
Se nos presenta el reto de mantener la identidad europea, Europa, que ha sido históricamente un continente que valora su identidad y cultura, se enfrenta al reto de equilibrar la protección de su cultura con la necesidad de adaptarse a un mundo globalizado. La inmigración masiva sin un control adecuado está poniendo en riesgo las bases que han hecho de Europa un continente próspero y cohesionado.
Es fundamental que los países europeos establezcan políticas migratorias más estrictas y selectivas. Solo aquellos inmigrantes dispuestos a integrarse y respetar las leyes y valores de la sociedad europea deberían ser bienvenidos. La apertura indiscriminada de fronteras ha generado problemas de convivencia y seguridad que no se pueden ignorar.
La inmigración puede ser una oportunidad si se gestiona adecuadamente, pero también es un desafío que Europa no puede seguir ignorando. Es esencial que se tomen decisiones políticas claras para proteger tanto la seguridad de los ciudadanos como la cohesión social que ha hecho fuerte a Europa. Solo con políticas de inmigración reguladas y con una verdadera integración se podrá garantizar un futuro armonioso para todos.