PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

viernes, 20 de septiembre de 2024

BUSCANDO EN EL PASADO ÁRABE DE LAHIGUERA.

SUPONEMOS QUE TODA LA ZONA DE CORBÚN, EL CHORRILLO, LOS MORALES, LAS CUEVAS Y HUERTA CANILES, SANTA CLARA Y LA MINA ESTARÍAN POBLADAS DE ALQUERÍAS ÁRABES.

Conocer determinados aspectos de la historia de Lahiguera es una cuestión poco menos que imposible, puesto que no hay restos visibles de construcciones, no se ha excavado en las zonas de presuntos emplazamientos y con lo único que contamos es con las monedas de la época, en mano de unos y otros dueños de detectores de metales que dedican su tiempo libre a rastrear y esquilmar lo que pudiese haber quedado catalogado, es más si no son monedas de oro o plata se perderán o recorrerán caminos diversos hasta su destrucción. Ante esta situación nos vemos los interesados en escudriñar en nuestro pasado, poco menos que incapacitados para poder construir un mínimo de historia razonable sobre la vida de los árabes en nuestro pueblo, digo que nos sentimos incapacitados para descubrirla, creo decir bien al no existir documentos u otras investigaciones de base que faltan de estudios anteriores. Esta es la razón por lo que abordar este tema sea difícil y desistamos una y otra vez de elaborar trabajos pues tendríamos que partir de hacer castillos en el aire, tomar referencias existentes de la vida de los bereberes en Arjona o Andújar o quién sabe si para nuestro propósito reflejar el pasado de Cazalilla a través de Ibn Darráy. Otra opción sería lanzar hipótesis algo atrevidas que pudieran hacer una aproximación al tema atrayente, de forma que a través de la vida y costumbres en otros lugares pudiésemos comprender la vida e historia de los árabes en nuestro término o municipio.

Suponemos que en toda la zona de Corbún, la Atalaya, el Chorrillo, Las Cuevas y Huerta Caniles con la noria y en la periferia de Santa Clara y La Mina habría alquerías árabes, como también se darían en Los Morales, y otros lugares dependiendo de sus necesidades y exigencias de aguas.

Parejas de jóvenes árabes.

El agua es necesaria a todo ser viviente y así lo expresan los jurisconsultos romanos y medievales entre los que destacamos San Isidoro, San Clemente, Beda el Venerable y San Buenaventura. Por ello se alude a textos de la Biblia o se especifica que quitar el agua es condenar a muerte “Y assi á el que se le quita el agua, y condena á su amission, es lo mismo que condenarle á muerte, sin otro verdugo ni espada”.

La legislación musulmana sobre el agua es interesante, partiendo del Corán muchos autores llegan a hablar de un comunismo teocrático puesto que el agua, la hierba, el fuego y otros bienes son comunes a todos los musulmanes incapacitando su apropiación individual o propiedad privada y por tanto la venta del agua. Sin embargo, poco a poco, los juristas van admitiendo que el agua y la tierra pueden ser objeto de apropiación, se mantienen libres de esa apropiación los grandes ríos y el estado se hace cargo de las obras hidráulicas. El estado por tanto es consciente de la importancia del agua y de la tierra, trata de controlar las fincas y los beneficios obtenidos, así se entiende que la autoridad pública controle los regadíos y para ello se atiene a las costumbres locales matizadas por el derecho islámico (1).


La escuela malekí se preocupó del dominio de las aguas y las consideró como elemento necesario para la vida, un don de Dios para los elegidos. El que controla el agua tiene poder económico, el agua revaloriza las tierras de ahí que fiscalidad y regadío son afines para los musulmanes. El estado directamente o mediante concesiones organiza el sistema y muchas comunidades rurales imitan las obras del estado y de los poderosos con los que las irrigaciones toman una gran importancia (2).

 



Las alquerías de Figueruela no debían de ser muy distintas de otras enclavadas en la región dentro de un enclave humano totalmente ruralizado. Las diferencias de los asentamientos vendrían marcadas en cuanto a su dimensiones por el entorno físico donde se encontraba enclavada la alquería, a saber presencia de corrientes de agua para fertilizar la tierra y así abastecer las necesidades de las personas y los animales, la existencia de bosques cercanos para el suministro de maderas y prados para caballerías, unas comunicaciones aceptables, unas tierras circundantes de buena calidad y propicias para los cultivos y huertas, etc. De entre todas las circunstancia la presencia del agua es la que cumple un papel predominante.

Antes de asentarse en un lugar el hombre buscaba una serie de condiciones, que según los sabios antiguos de los diferentes momentos históricos eran: “que el mejor sitio para una ciudad es el que reúna estas cinco ventajas: Un río corriente, sembradíos fértiles, un bosque cercano en que hacer leña, murallas sólidas y un sultán que mantenga en ella la paz y la seguridad de los caminos y que reprima a los rebeldes” (3). 


Ibn Abi Zar nos recuerda en esta fuente cómo se había construido la ciudad de Fez mediante la edificación de casas, pozos, plantaciones de viñedos, olivares y árboles, murallas, sobre todo se tuvo en cuenta, a la hora de edificar, la proximidad  del agua y de los ríos, además de madera y las tierras para el cultivo.

Por tanto la tierra y el agua eran dos elementos importantes e imprescindibles para cualquier comunidad como pudieron ser las pequeñas alquerías árabes en Figueruela en los alrededores  de Corbún. Sin agua apenas había vida, no en vano en numerosos tratados musulmanes dedicados a la agricultura se dedicaron numerosos capítulos a las diferentes clases de aguas y tierras para llegar a conseguir unos cultivos capaces de satisfacer las necesidades vitales de los habitantes que en ellas se asentaban.

 


Respecto al sitio donde se debía asentar la alquería y otros tipos de hábitats humanos, también contamos con escritos árabes que con sus recomendaciones de los autores más representativos de este momento histórico. Tomamos aquí el texto de Ibn Wafid con el siguiente párrafo:    

“E el mejor lugar del aldea para faser casas es el lugar alto por tal que non lleguen a ellos las aguas nin sean lientas e que beuan dellas toda el aldea e ssus mieses e sus huertas. E si pudier ser en lugar que ssea sobre ribera de rrio seran mejores e que sean sus puertas contra oriente. E otro sy las siniestras que y finieren. Ca los vientos de oriente son mas sanos que los vientos de occidente. E la calentura del sol tollera los males que se facen a los ommes del ayre malo, e sean las casas luengas e altas e las puestas luengas, por tal que puedan entrar por ellas bien los uientos. E con esto seran y los ommes mas sanos” (4).

Todas estas condiciones se cumplirían en el asentamiento y sitio escogido por los moradores de la zona del Chorrillo o la zona de Santa Clara o la de la Mina, estas últimas contaban con agua corriente procedente de la bocamina romana de debajo de la Atalaya que tenia su salida justo por el sitio de asentamiento de las viviendas, buenas tierras propicias para el cultivo, bosque en la zona de los alrededores, una defensa que le proporcionaba el cerro y defensa de la Atalaya, un espacio sólo visible desde lo alto y guardado de la vista por los montículos de los alrededores, buenas comunicaciones con otros núcleos poblacionales como serían Villanueva, Cazalilla, Andújar o Arjona.


Respecto a la ubicación de la alquería ocuparía un lugar elevado, que la hiciese libre de posibles inundaciones, excelente posición para llevar hasta ella el agua para beber mediante acequias, que diseminaran su uso para los habitantes y sus necesidades, y que permitiera que el resto de agua fuese aprovechada para el riego de las tierras.

Por la configuración del espacio de Santa Clara y su paisaje en lo que pudo ser el poblamiento de la alquería, comprobamos que su configuración como terreno no era un impedimento dando lugar a pequeños barrancos que no eran obstáculo para acequias y caminos en el curso normal del terreno, donde con facilidad se pudo construir una acequia alta que llevase el agua hasta las casas del lugar y para regar más abajo las parcelas de las huertas.


En los alrededores mas altos estarían ubicadas las eras del lugar tan necesarias e imprescindibles para el tipo de vida agrícola y ganadero que llevaban sus habitantes, tal como estuvieron hasta hace unos años, antes de que se construyese desde la esquina de la Ollera hacia Villanueva, o las eras de la parte izquierda de la calle que nos lleva a Cuatro Caminos, donde se encontraron bastantes monedas árabes. 


Estamos por pensar que tal como ocurrió hasta tiempos recientes, casi todos los habitantes de la alquería contarían con una de esas eras, ya que aquel espacio era el lugar donde se almacenaban las mieses de los campos, en espera de trillarse y aventarse para conseguir los cereales, alimento básico de los hombres y de las bestias de labor y demás caballerías. Las eras serían con toda seguridad el espacio donde podían tenerse los ganados y preparar el estiércol, y hacer el aprovechamiento de forrajes y de hierbas que les sirvieran de alimento a toda la variedad ganadera, aspectos todos muy importantes de cuidar en un tipo de sociedad ruralizada, donde cada miembro de la familia tenía un papel asignado en el trabajo del campo, con la ganadería o de la casa. De esta forma se cumpliría los consejos y normas que eran defendidos por tratadistas como el antes citado Ibn Wafid:

“Sea la puerta del era contra occidente o contra mediodia e trillarse a mejor por ello el trigo e la ceuada, e sea en lugar alto por tal que de el viento de todas partes e que sea apartado del aldea e de los huertos por que el viento lieua la paja menuda quando la avientan e echala sobre los arboles e a las raíces e matalos” (5).

Todas estas citas nos permitirán llegar a conocer todos los condicionantes que consideraba el hombre medieval organizando sus espacios naturales, dándoles una infraestructura de comunicaciones entre las tierras de labor, los diferentes caminos con otras aldeas cercanas, acequias principales, acequias secundarias, calles, casas, baños, mezquita y ciertos bienes de los habices, etc.


Es lógico pensar que cada vivienda tuviera sus propios lugares para el almacenamiento del grano, los llamados alfolís o alfolíes, establos para los animales, diferentes habitaciones para los habitantes, etc.

El mismo autor Ibn Wafid nos da las características que deben tener los alfolíes en su orientación para que se produzca el paso de aires, la cita dice así:

“Ideuen faser los alfolis con siniestras contra oriente e contra occidente por tal que pase el uiento por ellas de un cabo a otro e saquen la calentura que se fase en los alfolis. E non les fagan siniestras contra mediodia nin fagan acerca dellos cosina nin establia por tal que nos les faga la alentura mal, e sea el lodo con que envistieren las paredes de buena tierra limpia e bueluan con ello en lugar de paja del ordio e del agua de las olibas o cenisa de ensina cernida. E envistan sobrillo con tiera blanca…” (6).

Todos estos textos aquí referidos nos hacen comprender como se distribuían las viviendas medievales de algunas zonas  como la nuestra, sus sistemas de construcción y de adorno de estas moradas entre las que sobresale el uso del llamado blanqueo de paredes a base de cal, que todavía persisten.


En esta supuesta alquería de Santa Clara vivirían aparte de los moradores agrupados en casas familiares grupos de vecinos que quizá no llegasen a media centena de habitantes, entre los que también habría algunos asalariados que en momentos álgidos de labores ayudarían a los residentes. Suponemos igualmente que esos habitantes de la alquería de Santa Clara tuvieron otras fincas de secano y sacarían rendimientos importantes del ganado lanar que pastaría por los montes cercanos y tierras de alrededores no dedicadas a la agricultura.

En la tradición visigoda, los bosques (compascua) y los prados estaban exentos de división tras la conquista (7).

Ni el Estado, ni las élites,  ni  las  comunidades,  tenían capacidad  de  apropiarse los pastos y prados, que eran de uso común. Cuando llegan los árabes y los norteafricanos, el reparto se hace de acuerdo a esta tradición, de manera que: “los ŷuz’s, sectores de pastos para el ganado. Eran tierras comunes exentas de impuestos, igual que los compascuas de los tiempos romanos y godos. [...] estaban en su mayor parte atribuidos a ciudades [...] o a tribus” (8).


En segundo lugar, la tradición islámica, según un adīth del profeta establece que: Trois choses  sont  communes  aux  gens:  leau,  l herbe  et le feu” (9).

Ninguna persona, según al-Mawardi, podía exigir una compensación por el uso de los pastos en tierras muertas o reservadas (10).

Por tanto, no estaba dentro de la legalidad islámica privatizar los pastos naturales. Esto no significa que no haya un  control  de  la  cabaña  ganadera  que    podía  ser objeto de gravámenes si superaba un número estipulado,  por  debajo  del  cual  no  se  pagaba (11).

Y  tampoco  implica  que  a  medida  que  avanza  el  período  medieval,  cuando  el  sistema  político  y  fiscal se pervierte (12), se intenten controlar ciertos espacios o incluso fiscalizarlos con impuestos como el talbix, que se cobraba por el uso de los pastos en territorios foráneos (13).

A día de hoy, las Sierras de Cazorla y Segura, son prácticamente las únicas a nivel autonómico y estatal que permanecen, en buena medida, en manos públicas (14), manteniendo una  tradición  de  pastos  comunitarios  que  queda  reflejada a lo largo de la historia (15).

A finales del siglo  XV,  en  las  vecinas  villas  de  Cazorla  y  La  Iruela,  los  pastos  también  son  aprovechados  de  forma comunal por los vecinos; y si entran ganados de fuera, se cobra un impuesto que revierte en el concejo.

No será hasta 1552 cuando se regule la explotación de la Sierra y las actividades que en ella se desarrollan de manera significativa.

Este interés por regular dichas prácticas, pone de manifiesto que con anterioridad a este momento la tradición era distinta.

Granada 20 de septiembre de 2024.

Pedro Galán Galán.

 Bibliografía:

(1) Guichard, P: L'eau dans le monde masulman mediéval en L'homme et l'eauen Mediterranée et au Proche Oriente. II. Aménagements hydrauliques. Etatsm et legislation, sous la direction de F et J. Metral, Lyon, 1982, pages 117-124

(2) Espinar Moreno, M.: Aproximación al conocimiento del regadío alpujarreño. Noticias de la taha de Jubiles". Actas del encuentro hispano-francés sobre Sierra Nevada, Granada, 1988), páginas. 121-167.

 (3) Ibn Abi Zar: Rawd al- Qirtas, Tomo I, Páginas 65 y 66).

 (4) Tomado de la traducción castellana del “Tratado de Agricultura de Ibn Wafid”, Al–Andalus, VIII (1943), páginas 281 a 332.

 (5) Tomado de la traducción castellana del “Tratado de Agricultura de Ibn Wafid”, Al–Andalus, VIII (1943), página 310 del autor Millas Valligrosa, J. Mª).

 (6) Tomado de la traducción castellana del “Tratado de Agricultura de Ibn Wafid”, Al–Andalus, VIII (1943), página 310 y 311 del autor Millas Valligrosa, J. Mª).

 (7) Monés, Hussain: La división político-administrativa de la España Musulmana, Revista del Instituto de Estudios Islámicos en Madrid, volumen V, 1-2 (1957), página 95.

(8) Monés, Hussain: La división político-administrativa de la España Musulmana, Revista del Instituto de Estudios Islámicos en Madrid, volumen V, 1-2 (1957), página 122.

(9) Linant De Bellefonds, Yvon: Un problème de sociologie juridique: Les terres “communes” en pays d’ Islam, Studia Islamica, 10 (1959), página 120.

(10) Linant De Bellefonds, Yvon: Un problème de sociologie juridique: Les terres “communes” en pays d’ Islam, Studia Islamica, 10 (1959), página 134.

(11) Barceló, Miquel: El sol que salió por occidente (Estudios sobre el estado omeya en al-Andalus), Jaén, 1997, página 108.

(12) Ibn Ḥazm: Un códice inexplorado del cordobés Ibn Hazm,  Miguel  Asín  Palacios  (traductor),  Al-Andalus, 2, 1 (1934), página 42

(13) Galán Sánchez, Ángel: Acerca del régimen tributario nazarí: el impuesto del talbix, en AA.VV.: Hacienda y comercio: actas del II coloquio de Historia Medieval Andaluza, Sevilla, 1982, páginas 379 a 392.

(14) Araque Jiménez, “Evolución de los paisajes forestales”, páginas 323 a 328.

(15) Archivo General de Simancas CE RG, Legajos: 326-515-516.

 

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