PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

viernes, 23 de junio de 2023

PREGÓN DE LAS FIESTAS DE SAN JUAN BAUTISTA DE LAHIGUERA, AÑO 2023.

Buenas noches a todos los aquí presentes en el pregón que abre las fiestas de San Juan Bautista 2023 y que este año tengo el honor de pronunciar. Quiero dar las gracias a Paqui, nuestra alcaldesa, por darme esta oportunidad de ser vuestra pregonera y a todos vosotros: vecinos, amigos y familiares por acompañarme y por escucharme durante un ratito, yo lo he intentado hacer lo más ameno posible, así que espero no se os haga muy pesado.



Cuando aquel quince de marzo, aún recuerdo el día, me llamó Paqui porque según me dijo quería hablar conmigo personalmente, seguramente notaría inquietud en mi voz porque me dijo” te quiero decir algo pero no te preocupes, yo creo que te va a gustar”.


De todas las cosas que se me pasaron por mi cabeza, la petición de que fuera la pregonera este año no era una de ellas. Aunque me abrumó la responsabilidad  del encargo, lo acepté motivada tanto por su muestra de confianza en mí, igual que Juan Mercado, concejal de festejos, y Antonio, como por tener la oportunidad de compartir con todos vosotros algunos recuerdos y vivencias de mi vida en nuestro pueblo. Y aquí estoy.


Les pregunté en qué consistía dar un pregón, qué debía decir. Me contestaron que las vivencias, los recuerdos que tengo de las Fiestas de San Juan como vecina de este pueblo desde que nací.

Voy  a comenzar con una pequeña introducción sobre el origen de los pregones, la historia de nuestro pueblo y la celebración de sus fiestas de San Juan.

Aquí no hay juegos con agua, ni hogueras, ni sal, ni fuegos artificiales que anuncien el solsticio de verano al llegar la noche mágica de San Juan. Esas tradiciones ancestrales que se celebran en otros muchos y bellos lugares  de nuestra querida Andalucía y fuera de ella. Tal vez aquí, en Lahiguera, en esta centenaria e ilustre villa tenemos el honor de celebrar una genuina fiesta exenta de boato, tal vez eso responda a la forma austera de ser que nos caracteriza. Incluso no tenemos que remontarnos mucho para llegar a sus orígenes de este acto que hoy celebramos con el que inauguramos la fiesta.


Estos pregones que como el que hoy celebramos comenzaron en la década de los noventa del pasado siglo. Se dieron dos pregones hace ya más de una treintena de años en la Plaza Primero de Mayo, concretamente en los años 1991 y 1992, el primero lo pronunció el cronista de la Capital y de la Provincia de Jaén, Don Vicente Oya Rodríguez y el segundo estuvo a cargo del cronista oficial de nuestra Localidad, Sebastián Berdonces Lara; pero después de aquellos dos pregones se interrumpieron y no se  retomaron, ya sin interrupción, hasta el año 2006. Los dos primeros  de esta segunda etapa se pronunciaron como ya recordareis en el Parque Pablo Iglesias y desde el año 2008 hasta ahora en el Salón de Plenos del Ayuntamiento donde nos encontramos.

Al retomarse en el año 2006, como he dicho anteriormente, el pregón estuvo a cargo del historiador y cronista de Guarromán, después y creo que con buen criterio se consideró que fueran hijos de esta localidad quienes dieran el pregón y así se comenzó la tradición en el año 2007 hasta hoy, en que me cabe el inmerecido honor de inaugurar nuestras fiestas. 

Los más jóvenes pueden pensar que esto se viene haciendo desde siempre. Por eso he querido comenzar recordando su origen y hacerles sentir que son parte de la historia de Lahiguera, que la construimos todos juntos.  Y cuando los jóvenes y niños de ahora lleguen a estar aquí puedan decir “ya llevamos casi un siglo celebrando este hermoso acto” ¿no es ésa la historia de un pueblo?


Una historia que comienza mucho antes pero que yo quiero remontar cuando bajo el reinado de Fernando III de Castilla llamado “el Santo” se conquistan en el año 1225 las fortalezas de Martos, Andújar y Arjona, conquistas que más de doscientos años después culminarán en la reconquista de Granada por los Reyes Católicos, el 2 de enero de 1492.                                 


Lahiguera pasó a pertenecer a la Vara de Martos dentro de la Orden de los Calatravos, más tarde el rey Alfonso X  el sabio  la cede a la ciudad de Andújar.

Según datos de la Real Chancillería de Granada, lo que vendría a ser en nuestros días El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y que impartía justicia en “las Andalucias”, constituido en 1505 por los Reyes Católicos, se eleva un pleito contra la ciudad  de Andújar de la cual aún dependía según recoge un legajo correspondiente a los pleitos municipales de esta villa y que leo textualmente “ Que a petición de la Higuera de Andújar se deslinde y amojonase su término y teniendo en cuenta ciertos buenos servicios y esperamos que aquí en adelante hará, se nombra a Pero Mexía para regir la Localidad y sea él quien proceda, con la supervisión de quien mandase la corona, al deslinde  de la Villa...” Junto con la petición de deslinde y emancipación de la vecina ciudad de Andújar se acompaña un escrito y testimonio de Don Alfonso de Çambrana, prior de la villa, y dice: “Que estos habitantes de la Higuera están  siendo subyugados a los de Andújar, que casi les impiden vivir de los frutos que da esta tan generosa tierra, tal que quedan sin punición ni castigo. Los delincuentes que llegan casi a las casas de la Villa y la justicia de la ciudad maltrata a los vecinos de esta villa de tal manera que muchas veces no osan ni pueden estos vecinos salir a laborar sus campos y heredades y no les dexan poner guardas para custodiar sus sembrados por no tener jurisdicción más que de las tejas adentro...” Y como resolución final del tribunal anteriormente nombrado con la rúbrica del rey Felipe II dice “Damos y concedemos a esta villa de la Higuera la jurisdicción civil y criminal de dicho término que se llevará a cabo su delimitación por quien fuere nombrado por esta corona...” El amojonamiento se lleva a cabo entre diciembre de 1558 y enero de 1559, y el deslinde  de la ciudad de Andújar queda de la siguiente forma y términos: la villa de la Higuera que está constituida sobre una cumbre de un cerro que se eleva en la fértil campiña del Guadalquivir. Por el norte y heredad tierras que bordean el río Guadalquivir, por el sur el Arroyo Salado de Arjona equidistando por el este con Villanueva de la Reina, y por el oeste con el término de la villa Arjona.                                                                                                 


A partir de este momento, las fértiles tierras de esta villa comenzaron a dar sus frutos y vino un notable crecimiento de la población y a configurarse el inicio del actual municipio. Y ese auge, como era costumbre, tendrá como epicentro una  iglesia que se llamó de Nuestra Señora de la Consolación, la devoción al Señor de la Capilla o Señor de las Aguas, como anteriormente era conocido, se estableció la Tercia, donde se almacenaba el trigo para la iglesia ubicada en la calle Ancha...

 Y a partir de ahí empieza a converger y crecer nuestro municipio, desde esta meseta hacia su vertiente norte y este. Así, hoy es el único municipio que, junto con el de Porcuna, dentro de la campiña jiennense,  se asoman al Guadalquivir. Y de un modo más relevante Lahiguera, que ya desde antiguo tiene una gran devoción a la Virgen de la Cabeza y quiere mirar aquí a su Santuario, guarda en el imaginario colectivo que las tierras que miran a la “Morenita” son las más fértiles de nuestro término. Ejemplo de ello, es  un pago o parcela de tierra denominado “haza de la Virgen” en uno de los caminos que se dirige al Guadalquivir. 


Hasta que Lahiguera no se independiza de Andújar no comienzan sus fiestas. Un pueblo se identifica a sí mismo, entre otras cosas por sus fiestas.

Primero se empezó a celebrar la fiesta de Santa Clara, una romería  en los aledaños de una ermita de una pequeña comunidad franciscana.

La festividad de San Juan Bautista también la trae la misma comunidad franciscana por dos razones: la primera, por la celebración que tiene la propia comunidad  pues el nombre de San Francisco era Juan y él cambiaría el nombre cuando decide cambiar su vida, la vida de un joven rico, lleno de orgullo y vanidad, por el hombre que por quitarse, aparte de todas sus riquezas, se quitó hasta la ropa que llevaba puesta. La segunda razón, y no menos importante, por la influencia del patrocinio de este Santo en la Orden de Calatrava por pertenecer a ella esta villa  y crear así una diferencia notoria con la ciudad de Andújar.

 La fiesta de Santa Clara es la única que se celebra en la Diócesis del Santo Reino, la de San Juan, la única en la campiña del alto Guadalquivir y sus pueblos.                                                                                                

                                                                                                                                                      

A continuación paso a relataros mis vivencias personales de la fiesta de San Juan

En cuanto a mis primeros recuerdos de las Fiestas, van ligados a la gran alegría que sentíamos porque terminaba el colegio y teníamos por delante más de dos meses de vacaciones, tiempo para dormir hasta muy tarde, de jugar horas interminables, bañarnos en la piscina, tomar helados y hacer mil cosas más.                                                                                                                             

En los días previos venía un señor a casa de “Juana la Carpintera “, madre de Julián el marido de Eufrasia, vendiendo zapatos. La habitación que había entrando a mano derecha, la recuerdo llena de zapatos, cajas que llegaban hasta el techo, cajas abiertas mostrando todos los modelos para pequeños y mayores ¡qué ilusión me hacía! Porque aún hoy siguen siendo mi pasión, los zapatos.


También me hacía mucha ilusión que mi madre me comprara un vestido ¡estrenar un vestido! En aquella época era algo muy especial porque siempre estábamos vestidos con “ropa del saco” “que como todos sabemos era la ropa heredada de primas y hermanas.

Y  recuerdo especialmente aquellos juegos de antaño que se hacían por la mañana en la calle como:

Carrera de bicicletas en dos modalidades

La primera era la Carrera de bicicletas: otorgándose tres “valiosos premios “y cuyo recorrido no se indicaba sino que siempre era anunciado al comenzar. Este concurso comenzaría al final de los sesenta y se mantendrá a lo largo toda la década los años setenta.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               

Otra modalidad era la Carrera de cintas  con bicicletas

Esta competición se llevaba a cabo en la Avenida de Andalucía. Entre una ventana y otra a lo ancho de la calle y, guardando cierta distancia entre ellas, se ataban unas cuerdas en las que había colgadas unas cintas con aros metálicos colocadas a una altura a la que pudieran acceder los ciclistas con el palo que llevaban en la mano, algo que no era siempre sencillo, aunque estas cintas estuvieran atadas con un nudo  fácil de deshacer. ¡ La expectación era grande!. Cada cinta encerraba algún premio acorde con la dificultad  que presentaba coger la cinta desde la bicicleta  y sin aminorar la velocidad.

 El programa de fiestas del año 1970 dice “carrera de cintas con bicicleta para la afición local, otorgándose el premio que contenga cada cinta.


Otro juego parecido al anterior era la Carrera de cintas con moto

Aparece por primera vez anunciado en el programa del año 1974. El domingo 23 de junio dice: “carrera de cintas de ámbito provincial en Mobylette patrocinado por el distribuidor de esta firma de Andújar, el señor Arcos”, en la que se otorgaban tres valiosos premios.


Muchos de vosotros también recordaréis las Carrera de sacos

En varios programas nos encontramos con las carreras de sacos. Este concurso se mantuvo durante varios años, incluso décadas. Un programa dice así “Interesante carrera de sacos otorgándose a los dos primeros que logren llegar a la meta dos valiosísimos premios”. A la dificultad que supone saltar metidos en un saco había que añadirle el estado en que se encontraba la calle, pavimentada con bolos del río y con un trazado totalmente irregular.


 Y finalmente haré referencia al Paseo y engalanamiento de caballos

En varios programas de fiestas de finales de los años cincuenta y década de los sesenta aparece este concurso, otorgándose premios a los caballos mejor engalanados y destreza del mejor jinete. En el programa de 1962 aparece también una variante que es la carrera de burros, otorgándose dos premios de cien pesetas cada uno para  los asnos que lleguen a la meta en distintas pruebas, el último y el primero. Es imprescindible para esta carrera el cambio de jinete y que los burros vayan engalanados.

Y recordar, cómo no, el pasacalle de gigantes y cabezudos que nos alegraba tanto a los más pequeños y que hasta no hace muchos años ha estado con nosotros. Para aquellos que no los hayáis conocido eran, en el caso de los cabezudos, como su nombre indica cabezas  de toros, payasos… Hechas de cartón piedra y que llevaban ajustadas a sus cabezas los jóvenes que querían disfrazarse (supongo que por algo de dinero para pasar mejor las fiestas)  y en la parte del cuerpo se complementaba con un traje adecuado. En cuanto a los gigantes eran estructuras de madera que representaban a muñecos de al menos tres metros de altura y que eran llevados desde su interior por alguien bastante fuerte porque seguro que pesaban mucho. Estos pasacalles iban acompañados con música de tambores y trompetas.


Otro acto que se celebraba era  “El  festival taurino”.

Aparece por primera vez en el programa de fiestas del año 1978. Nos encontramos con el anuncio “emocionante festival taurino, los toros serán lidiados en el corralón de Pablo Catalán. Precios populares”. En años posteriores, hasta comienzo de los ochenta, se celebró este festival en el campo de fútbol donde hoy están las pistas exteriores del pabellón deportivo municipal. Como el campo era de arena, se colocaban remolques de tractor formando un círculo emulando el coso taurino y en éstos se subían los espectadores. Los más atrevidos se metían a toreros.  Durante los momentos previos al festival, se hacían unos  pasacalles con los toreros oficiales ya vestidos con el traje de luces para la ocasión. Recuerdo a Juan Antonio (el Musiquillo), a Juan José (El Caballillo) y a José de Pataconeja, seguro que habría alguno más pero no los recuerdo. Espero me perdonen su omisión. Este pasacalles iba acompañado por la banda de música y resultaba de lo más gracioso ya que os podéis imaginar sus trajes y su porte torero. A ellos los acompañaban todos aquellos que querían vestirse en plan de sorna para la ocasión, como señoras vestidas de mantilla. ¡Todo un esperpento taurino!

 Al día siguiente las vaquillas eran cocinadas y servidas en grandes ollas para todos aquellos que querían degustarlas. ¡Un guiso exquisito para los mejores paladares!                                                                                                                        

Otro acto también desaparecido de nuestras fiestas es “el tiro al plato “. Aparece por primera vez en el programa de fiestas del año 1958 con cuatro premios otorgados:

El 1º premio, copa del Excmo. Ayuntamiento y mil pesetas (bastante para la época)

El 2º premio, copa otorgada por el señor gobernador de Jaén y 650 pesetas.

El 3º premio, copa otorgada por la hermandad local de labradores y ganaderos y 500 pesetas.

El 4º premio, copa de la Excma. Diputación Provincial.

Esta competición se celebraba en la parte de atrás del silo. Una máquina lanzaba unos platos de cerámica negra y el que mayor número de platos alcanzara era el ganador.

Una vez terminado el acto los niños buscábamos los platos que no se habían roto, ¡nos hacía mucha ilusión! Por último vienen a mi memoria las cucañas.  

                                                                                                                              

En lo que llamamos “el pilar” sito en “los grifos” donde hoy en día se cargan las cubas para fumigar, se encontraba sin tapar, como una gran piscina o al menos a mí me lo parecía. Allí se lanzaban monedas al fondo y el que más sacara, buceando como no, era el ganador. Otra prueba que entrañaba más dificultad era ir andando sobre un palo impregnado en grasa colocado de un lado a otro del pilar. El que conseguía atravesarlo se llevaba el premio que había al otro lado, el que no, iba al agua.

 Desde aquí me gustaría hacer una petición a la comisión de festejos  para que alguno de estos juegos, si no todos, se volvieran a celebrar ya que resultaban de los más divertidos igual que pueden serlo ahora. Hay cosas que no pasan de moda y los juegos son una.

Me gustaría seguir recordando “los cacharricos “que era como les decíamos a las atracciones de feria.


Empezaré hablando de “las cunicas de Manolo”. Eran unos columpios en forma de barca y que el pobre Manolo accionaba manualmente ¡menudo trabajo! No tenían motor que las moviera. ¡Una atracción tan sencilla y qué ilusión nos hacía! Un año una niña se cayó de ellas, no se llegó a hacer nada serio pero Manolo desapareció, y ya no volvió para las fiestas. Lógicamente este señor quedaría muy afectado por el accidente y no volvió, pensando que no tendría éxito por el temor de los padres a que volviera a ocurrir otro accidente semejante. Se decía “Manolo se ha muerto y por eso no viene”. Pero pasados unos años Manolo volvió con otra atracción mucho mejor, un tiovivo con coches, motos, caballitos... muy parecido a los de ahora.

Y qué decir de las cadenas: eran columpios colgados con cadenas, de ahí su nombre, que giraban a gran velocidad y se iban inclinando hacia afuera conforme aumentaba esta. Yo solo me subí una vez porque el de atrás me cogió y me empezó a enredar la cadena del columpio y lo pasé fatal, lo mío en ese momento era un doble giro, rotación y traslación como nuestro planeta.


Otra atracción era la noria que como tal ha llegado a nuestros días y que no puedo dejar atrás. ¡Era maravilloso ver las cosas desde tan alto!

Y por último, los famosos coches locos que como ya sabéis, consiste en dar grandes choques. Tanto es así que en una ocasión nos dieron tal impacto que nos sacaron de la pista, ¡imaginaros como sería el golpe para quedar el coche sobre el escalón que la bordea!  Me hicieron un gran hematoma en la cadera y menos mal que no pasó de eso porque podría haber sido mucho peor. Ya no me subí más hasta muchos años después con mi sobrino.  

                                                                                                                         

Esta atracción ha cambiado muy poco a lo largo de los años; compras la ficha, la introduces en la ranura del coche y a correr. Antes de subirnos recuerdo que observábamos aquellos coches que corrían más para poder pillarlos cuando no estaban ocupados pero era difícil porque eran los más solicitados. Lo que sí ha cambiado es su ubicación. Los recuerdo en la calle Gran Vía, donde hoy está Coviran, enfrente de la cooperativa “San Isidro” cuando era un gran solar y no había casas, por debajo de Ani, la del Peñonero, cuando no existían las casas que hay hoy en día ni el parque y por último en la calle San Sebastián donde llevan ubicados desde hace muchos años hasta nuestros días.


 Y cómo olvidarme de aquellas casetas de turrón pintadas de azul celeste o verde y que aún hoy se ven en alguna feria de nuestros alrededores. Se situaban a lo largo de la calle Real y eran muchas, o al menos a mí así me lo parecía. Trozos enormes de turrón duro de almendra y que por un duro te partían un trozo más o menos grande según fuera el golpe que le diera el turronero. Estaba muy bueno aunque algo más duro de lo aconsejable después de pasar por varias ferias. Aparte de este  turrón había de otras muchas variedades, también chupetes de caramelo  con un asa de color que una vez acabado nos servía de pulsera (menuda ilusión nos hacía) , las manzanas envueltas también en caramelo como aún hoy se ven en las ferias o el famoso coco.


Y, ¡¡¡Las Tómbolas!!! Igual que las de hoy,  mostraban con mucha  luminosidad gran cantidad de regalos: juguetes, electrodomésticos pequeños (batidoras, secadores...). Los más valiosos y grandes los colocaban en la parte alta para llamar la atención  y también porque rara vez tocaban, los más pequeños y de poco valor, por el contrario, se mostraban a baja altura por ser los que con mayor probabilidad tocaban.

 Sobre el mostrador había cuencos con papeletas; se vendían por un determinado precio, no muy caro pero casi nunca tocaba nada o, como mucho, un pequeño regalo. De vez en cuando eso sí, salía un premio grande.

Había niños que se ilusionaban con algún juguete y como no lo conseguía, el padre, harto de comprar papeletas y no tocarle, decidía hacer un trato con dueño de la tómbola y comprarlo.


Y lo que no puede faltar en ninguna feria, el baile.

 Los primeros bailes que yo recuerdo se hacían en la plaza, acotados por vallas de madera verde atravesados por dos palos en forma de cruz y no muy altas, aunque a nosotros, los pequeños, nos parecieran lo contrario. Cada año se colocaban en un lugar distinto: a la izquierda o a la derecha junto a la pared o en el centro. Los pequeños y no tan pequeños teníamos  mucha facilidad para colarnos por ellas y meternos en el baile pero allí estaban los municipales para echarte ya que como recordaréis había que pagar para entrar. Había que esperar hasta altas horas de la madrugada para que el acceso fuera libre.

 También algunos años se emplazó en la Plaza Chica, como decimos, y el escenario en la calle Gran Vía. Ahí recuerdo mis primeros bailes en los rincones del escenario para pasar desapercibidos, nos daba vergüenza, tendríamos entre diez y doce años. 

                                                                                                                           

Ahí se celebró un concurso de baile y recuerdo a los jóvenes ganadores que fueron Felipe (el de Melenas) y Antonia Castellano y los que obtuvieron el segundo premio, Floren y Angi (la de Araceli). No sé si hubo más modalidades.

Las orquestas de antes nada tienen que ver con las de ahora, eran mucho más pequeñas, de cuatro o cinco músicos y con muy pocos focos de luz aunque a mí me parecían estupendas. Canciones como “Piruleta a peseta, piruleta a real “, “Borriquito como tú”, “Eva María se fue”, Un rayo de sol”... y otras muchas de esa década, los setenta.

A principios de los ochenta, cuando se hizo el parque Pablo Iglesias la feria de San Juan se trasladó allí por ser  un sitio mucho más grande. Las orquestas  empezaron a crecer, traían ya muchos más músicos   y el escenario que, en un principio de hizo pequeño (apto para las orquestas que había habido en años anteriores) se tuvo que ampliar tal y como se encuentra actualmente.                                               

Los ochenta, queridos años de mi juventud, fueron los mejores para mí porque nos juntábamos muchos amigos y por ser esa edad en la que empiezas a descubrir otro mundo distinto al de tu infancia, ¡¡¡te diviertes a tope!!!

Nos poníamos a bailar detrás del escenario porque nos daba vergüenza, solía pasar a primeras horas de la noche pero más tarde ya existía una convivencia armoniosa con los bailarines de todas las edades. 

                                                                                                                          

No sucede lo mismo actualmente ¡cuánto ha cambiado! A los jóvenes se les ha hecho una caseta solo para ellos y con una música estridente, tal como se lleva ahora.


Y yo me pregunto, siempre lo he hecho desde que se tomó esta decisión, ¿por qué separarlos de los demás?. Siempre ha existido una armoniosa convivencia entre las personas de todas las edades que es de lo que se trata. Una fiesta en un pueblo pequeño como es el nuestro es para estar todos juntos sin que exista diferencia de edad, es convivir. Para estar separados en la diversión están los demás días del año.


Y para terminar, mi recuerdo emocionado a todos nuestros paisanos ausentes por motivos varios: laborales, de estudios, familiares, y, quién sabe si sentimentales.


Ya no me queda nada más que desearos unas felices fiestas.


¡VIVA SAN JUAN!

Lahiguera  21 de junio de 2023.

Lola Lara Mercado.

 

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