PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

domingo, 18 de julio de 2021

CUATRO HIGUEREÑOS EN EL BATALLÓN NUMERO 6 DE SOLDADOS TRABAJADORES EN IGAL (I) (NAVARRA) ENTRE LOS 605 QUE LLEGARON EN DICIEMBRE DE 1939.


LOS SOLDADOS TRABAJADORES, TAL COMO SON RECORDADOS, CONSTRUCTORES DE LOS SIETE KILÓMETROS DE CARRETERA QUE UNEN IGAL A VIDÁNGOZ ENTRE LOS FINALES DEL 1939 AL 1941.

Entre los lugares de cautiverio para los prisioneros de guerra englobados en Batallones de Trabajadores y Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores, estuvieron los valles de Roncal y Salazar, donde entre 1939 y 1941 trabajaron unos 2.200 prisioneros, en la apertura de una carretera para unir ambos valles, entre Roncal, Vidángoz e Igal, unas poblaciones pequeñas donde los vecinos se vieron sorprendidos por la llegada de centenares de prisioneros. La mayoría de estos soldados trabajadores procedían de provincias como: Asturias, Barcelona, Vizcaya, Granada y Jaén.

Terminada la guerra, el nuevo régimen decidió que los perdedores de la guerra, y por tanto los “desafectos al régimen”, habían de ser los responsables de la “reconstrucción del país que ellos mismos habían destruido con la dinamita”, tal y como rezaba en la propaganda franquista.

Así, aquel verano de 1939 llegaron a Roncal los primeros camiones cargados de prisioneros que, integrados en los Batallones de Trabajadores, en otoño parte de aquel contingente llegó a Vidángoz y poco después, parte del mismo pasó a Igal. Todos ellos con la misión de excavar a pico y pala, el trazado de la carretera que había de unir los tres pueblos mencionados.

Grupo de Soldados Trabajadores que realizaron los trabajos de la carretera en las montañas navarras entre Igal, Bidángoz y Roncal. Aparece señalado con una flecha en el centro Luís Ortiz Alfau, junto a otros soldados compañeros. Foto del Archivo personal de Luís Ortiz Alfau.
El proyecto de la carretera era algo largamente anhelado por los habitantes de Bidángoz, que ya lo habían solicitado anteriormente sin éxito y que, en su momento, había resultado menos prioritaria que la que llevaba a la localidad de Burgui, realizada ya en la década de 1910. No obstante, ya en aquel momento hubo división de opiniones sobre qué carretera hacer primero, y tomada la decisión, sus detractores inventaron la siguiente copla:

“Carretera de Vidángoz,

carretera mal pensada:

los de Txestas a Baraku

y los de Burgui a Sagarraga”.

En cualquier caso, y viendo cercano el final de la guerra, a finales de marzo de 1939 el entonces alcalde de Vidángoz, Pedro Salvoch Salvoch (Salbotx significa Calderero), aprovechó para insistir al gobierno en la realización del proyecto. Dado que este tipo de infraestructuras en zonas cercanas a la frontera habían de ser aprobadas por el Ministerio de Guerra, recalcó en su misiva la importancia que el proyecto tendría en el aspecto defensivo, al permitir unir tres valles (los de los ríos Salazar, Binies y Esca) en una línea paralela a la frontera francesa y distante apenas 20 kilómetros de ella.

Mapa de la carretera Igal-Vidángoz-Roncal que hicieron los prisioneros. En realidad, sólo se construyeron los siete kilómetros que une a las dos primeras poblaciones. El tramo puntuado hasta Roncal no llegó a realizarse. Fuente: Esclavos del franquismo en el Pirineo. (Txalaparta, 2006).  
Seguramente la decisión de construir la carretera ya estaría tomada, pero, por si acaso, el alcalde hizo su petición. Y sea como fuere, aquel otoño de 1939 llegaron una pila de “trabajadores”, un montón de prisioneros que serían usados como trabajadores no voluntarios o esclavos. Así llegaron ellos y un montón de militares que habrían de realizar las funciones de vigilancia de los mismos.
Soldado del Batallón de Trabajadores número 6 de Igal en el lateral del pabellón

Pero lo que ni el alcalde ni ningún vecino de Bidángoz había calculado era la magnitud del impacto que aquella obra iba a tener en la vida del pueblo, que vio duplicada su población (de 300 a 600 o 700 habitantes según las fuentes) en aquellos años de posguerra difíciles para todos. Al contrario que en Roncal o en Igal, donde los prisioneros se alojaban en barracones fuera del pueblo, en Vidángoz los prisioneros convivían con los habitantes, ocupando tres casas contiguas que se encontraban deshabitadas en el momento de su llegada: casa Aizagar, casa Laskorna y casa Bortiri. Curiosamente, y como si se tratara de bajar más la moral al prisionero, las tres casas se encuentran en la calle Salsipuedes, como si se les estuviera retando.

Casa Aizagar, al final de la calle Salsipuedes. Foto de Ángel Mari Pérez Artuch
La casa Aizagar era una de las casas que tradicionalmente cerraba la calle Salsipuedes, después estaba el río. Entre el otoño de 1939 y 1941 la casa sirvió de alojamiento, junto con dos de sus casas vecinas en la calle Salsipuedes, para cientos de los trabajadores forzosos que llegaron a Vidángoz, destinados a construir la carretera Igal-Vidángoz-Roncal a golpe de pico y pala en condiciones infrahumanas.

Los mandos, por su parte, ocuparon otras casas que también se encontraban libres en aquel momento, entre las que podemos citar casa Iriarte o casa Matxin, si bien damos como seguro que hubo más.

Casa Matxin en Vidángoz en la actualidad. Esta casa sirvió de alojamiento a la tropa que vigilaba a los presos.

En los primeros meses la disciplina con los prisioneros era férrea, con duros escarmientos e incluso la muerte para los que intentaban escapar (hubo al menos 3 muertos por este motivo en Vidángoz), y hubo escaso contacto con la población. El hacinamiento de los prisioneros en las tres casas de la calle Salsipuedes, las extenuantes jornadas de trabajo bajo las duras condiciones climáticas del entorno geográfico, agravadas por la pésima alimentación recibida, consecuencia también en gran parte de la corrupción existente entre los militares.

Luís Ortiz Alfau ante la casa en la que estuvo dos años en Vidángoz. Foto de Ander Izaguirre.

En 1940 cambió el Batallón de Trabajadores, la disciplina se fue relajando ligeramente y el contacto con los vecinos de Bidángoz aumentó, despertando así también la solidaridad de algunos de ellos para con los soldados.

En el verano de 1941 los Batallones Disciplinarios de Trabajadores dejaron Vidángoz y la “caja” de la carretera ya había quedado abierta, carretera que habría de completarse en los años siguientes con el trabajo de jóvenes que realizaban el servicio militar de esta manera.

Del paso de estos prisioneros y de los militares por Vidángoz, de aquellos casi dos años, quedaron huellas: por un lado, la boda entre el prisionero José Antonio Martínez Beitia (Bilbao) y la vecina de Bidángoz Natividad Ezquer Pérez (Landarna); por otro lado, la boda entre el soldado Francisco González Zapico (Ciaño, Asturias) con la vecina de Bidángoz, Patrocinio Sanz Hualde (José María).

La pareja formada por el prisionero José Antonio Martínez Beitia y la vecina de Bidángoz Natividad Ezquer Pérez, ambos en la parte superior izquierda de la imagen. (Fuente: “Esclavos del franquismo en el Pirineo” (Txalaparta, 2006).

Al Batallón número 6 de Soldados Trabajadores de Igal en Navarra fueron destinados cuatro higuereños, cuyos nombres exponemos a continuación: 1º Andrés Cobo Navas, 2º Juan Cortijos Pancorbo, 3º Félix Gavilán Cortijos, y 4º Benito La Virgen Martínez.

14.- Número por Orden Alfabético: 1.135. Apellidos, Nombre y alias: Cobo Navas, Andrés. Fecha de Nacimiento y/o Edad: Se desconoce. Lugar de Nacimiento: Lahiguera. Lugar Residencia: Lahiguera. Afiliación: Se desconoce. Incoada causa militar. Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón: Soldados Trabajadores Nº 6 en Igal (Navarra).

16.- Número por Orden Alfabético:1.230. Apellidos, Nombre y alias:  Cortijo Pancorbo, Juan. Fecha de Nacimiento y/o Edad: Se desconoce. Lugar de Nacimiento: Lahiguera. Lugar Residencia: Lahiguera. Afiliación: Se desconoce. Incoada causa militar Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón: Soldados Trabajadores Nº 6 en Igal (Navarra).

29.- Número por Orden Alfabético: 2.176. Apellidos, Nombre y alias:   Gavilán Cortijo, Félix. Fecha de Nacimiento y/o Edad: Se desconoce. Lugar de Nacimiento: Lahiguera. Lugar Residencia: Lahiguera. Afiliación: Se desconoce. Incoada causa militar Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón: Soldados Trabajadores Nº 6 en Igal (Navarra).

32.- Número por Orden Alfabético: 2.825. Apellidos, Nombre y alias:    La Virgen Martínez, Benito. Fecha de Nacimiento y/o Edad: Se desconoce. Lugar de Nacimiento: Lahiguera. Lugar Residencia: Lahiguera. Afiliación: Se desconoce. Incoada causa militar Se desconoce el fallo militar. Recluido en el Batallón: Soldados Trabajadores Nº 6 en Igal (Navarra).

Foto del año 1929 de Igal, (Igari, en vascuence). Foto de López-Castro.

Entre los valles de Erronkari y Zaraitzu, hay una estrecha carretera que asciende por entre los pinares y une las localidades de Igal (Igari) y Vidángoz (Bidankoze) superando un puerto de montaña. En ella estuvieron trabajando estos cuatro higuereños entre otros 2.196. Si bien el número de Soldados Trabajadores que llegaron a Igal fueron 600, según el Archivo Municipal de Güesa, municipio al que pertenece el concejo de Igal, que recoge la llegada de los soldados como vecinos en el censo de 1940.

La base documental de este artículo proviene de la publicación: Beaumont Esandi, Edurne y Mendiola Gonzalo, Fernando: Los Batallones de Soldados Trabajadores vistos y recordados por la población de la Montaña Navarra (Vidángoz e Igal: 1939-1941). Estos autores realizaron un trabajo de campo con informantes de estas poblaciones, de los que reproducen sus palabras y recuerdos. A lo largo de este trabajo se van mostrando los testimonios y la especial ayuda que los entrevistados: Ibon, Idoia, Jaxin y Laura prestaron para realizar las entrevistas; y la confianza e información sobre los Batallones de Soldados Trabajadores proporcionada por Isaac Arenal, prisionero en ellos y activo luchador antifranquista.

“Desafectos: Esclavos de Franco en el Pirineo”, de la asociación Memoriaren Bideak (Eguzki bideoak, 2007),

https://www.youtube.com/watch?v=7LMWAS_jueU

Dentro del panorama represivo de la posguerra, los Batallones de Soldados Trabajadores son especialmente desconocidos, eclipsados entre la realidad carcelaria y la de los campos de concentración convencionales. Sin embargo, estos Batallones, tanto por sus características como por la gran cantidad de prisioneros de guerra que trabajan en ellos, fueron una de las piezas clave de la represión durante la guerra y en la posguerra. Isaac Arenal, conocedor de primera mano de estos Batallones en los que tuvo que trabajar durante años, explica en su libro las características de esta modalidad de trabajos forzados, a los que eran destinados quienes eran clasificados como “desafectos” al nuevo régimen en los campos de concentración y clasificación de prisioneros. En este grupo, clasificado con la letra D, se englobaba a quienes, habiendo luchado en el bando republicano, no eran considerados afectos al nuevo régimen franquista, aunque no se les acusara de delitos políticos o sindicales, en cuyo caso eran enviados a la cárcel o fusilados (1).

El objetivo de este artículo es dar a conocer la represión sufrida por estos cuatro higuereños, englobados en un estudio de estos autores, que clarifican tanto las condiciones de vida de los prisioneros, como el impacto que tuvo en las pequeñas poblaciones cercanas, la presencia de Batallones de Soldados Trabajadores, centrándonos para nuestro interés en un caso concreto, la construcción de una carretera de montaña entre estos valles montañosos.

Monolito que recuerda a los soldados del Batallón de Soldados Trabajadores. Obra del vecino de Vidángoz Xabier De Zerio).

Los llamados Batallones de Trabajadores de Prisioneros de Guerra (BB.TT.). Son creados a mediados de 1937 (como la Inspección de Campos de Concentración) para aprovechar la creciente cantidad de prisioneros de guerra republicanos. Serán disueltos a mediados de 1940, momento en que los últimos prisioneros de la guerra son liberados (algunos con casi 3 años de reclusión). Los trabajos que desempeñan son múltiples. Inicialmente son usados en los frentes, recuperando material o construyendo trincheras y posiciones, hecho que provocaba muchas bajas y también un alto número de fugas. Rápidamente son trasladados a la retaguardia, donde realizaron obras en carreteras, vías de tren y, en menor medida, trabajaron en fábricas y minas contribuyendo al esfuerzo bélico rebelde. Al terminar la guerra fueron esenciales en la reconstrucción de infraestructuras, motivo por el cual el régimen mantuvo a la mayoría de los Batallones de Trabajadores (BB.TT.) en funcionamiento hasta que los sustituyó por otras unidades.

“Al enemigo, ni agua” (EITB, 2011).


https://www.youtube.com/watch?v=3eTkxAgbjLY

Documental: “Al enemigo ni agua”. Documental de ETB sobre más de 2.300 prisioneros antifranquistas, que fueron trasladados a los valles del Roncal y Salazar, en el Pirineo navarro, entre 1939 y 1941 para abrir una carretera de montaña que uniría ambos valles.

Según el ya citado, Javier Rodrigo Sánchez, más allá de las necesidades logísticas de la guerra, los campos de concentración cumplían una función política de cara al sometimiento ideológico de los prisioneros y su entorno, pensamos que esa función, en el caso de los “campos itinerantes” que eran en la práctica estos batallones, trascendía a los prisioneros para alcanzar a la población local, con la que se establecían unos vínculos y en los que las necesidades vitales de los prisioneros creaban unas relaciones personales mutuas, que saltaban de diferentes maneras por encima de las restricciones legales impuestas. Ahora bien, estudiar esas relaciones no puede hacerse desde cuestiones abstractas sino desde la realidad de los relatos de la vida cotidiana, de una realidad vivida por sus habitantes y por los soldados, y unas necesidades, que condicionaron en gran medida los contactos y las imágenes que se crearon en estos pueblos en torno a estos prisioneros.

Foto de Vidángoz del año 1.999 de Garikoitz Estornés.

 Se trataba de un numeroso grupo de jóvenes de las quintas entre los años 1936 y 1942, que posteriormente debieron hacer un servicio militar especial, trabajando en diferentes obras, sin portar distintivos militares como el uniforme convencional, totalmente desarmados, y sin jurar bandera. Un caso especial lo constituyeron los condenados que alcanzaron la libertad condicional antes de 1942, quienes fueron englobados en Batallones especiales adjetivados como “penados”, (2).

Como explica Javier Rodrigo Sánchez, la organización legal de los Batallones de trabajos no voluntarios o forzados durante la guerra es especialmente confusa, ya que muchas unidades militares tenían batallones propios, pero desde su creación en 1937, fue la Inspección General de Campos de Concentración de Prisioneros el organismo encargado de centralizar y organizar los Batallones de Soldados Trabajadores (3). 

Vidángoz, valle del Roncal.


https://www.youtube.com/watch?v=YBzAJhnou_I

Una vez terminada la guerra, los Batallones dependieron de la Jefatura de Campos de Concentración y de las Unidades de Soldados Trabajadores, organismo del Ministerio del Ejército, hasta la disolución de la Jefatura en octubre de 1942, momento en el que también se disuelven la mayor parte de los batallones, excepto los especiales compuestos por soldados “penados”, que se mantuvieron hasta 1946 (4).

Una primera dificultad que se plantea para el conocimiento de la realidad de estos batallones, está derivada de esa inicial confusión organizativa, es la cuantificación real de los prisioneros englobados en ellos, algo que también afecta al conjunto de campos de concentración. La cifra exacta de quienes estuvieron en Batallones de Soldados Trabajadores es todavía un asunto por investigar, pero contamos con un dato que evidencia su importancia. En julio de 1942, cuando la mayor parte de los Batallones iban a ser disueltos, la Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios presentó una estadística de los campos y batallones existentes, que nos revela que casi 50.000 prisioneros de guerra estaban castigados con trabajos forzados en el año 1942, al margen de los condenados en prisión y los sujetos a la redención de penas por el trabajo. A esta cifra habría que añadir los reclutas ya licenciados para ese año y todos los reclutados durante la guerra, con lo que la cifra podría ser bastante mayor.

Cuadro 1: Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios: Estado de efectivos en finales de julio de 1942.

En Batallones disciplinarios de Soldados Trabajadores (números del 1 al 15 y números del 91 al 96) ..………………………………………………...........................................45.457 

En Batallones Disciplinarios de Trabajadores (Batallón 75)……………......................933

En Depósitos de Concentración (transeúntes, incidencias, pres. inútiles, etc,):

- Soldados Trabajadores……………………………………………………......................1.193 

- Trabajadores “emboscados” …………………………………………………......................3 

- Trabajadores enviados por la Fiscalía Superior de Tasas................................74 -Extranjeros…………………………………………………………………..........................1.312

TOTAL…………………………………………………………………..…….......................48.972

Fuente: Archivo General Militar de Ávila, caja 20.772 (Estadísticas, 1942, Campos de Concentración).

Foto de miembros del Batallón de Soldados que abrieron “la caja” de la carretera entre Igal y Vidángoz a base de pico y pala.
Al margen, por lo tanto, de nuevas aportaciones, es evidente que estos prisioneros (la mayoría, excepto los batallones de “penados”, ya estaban en los batallones en 1940) deberían ser tenidos en cuenta en las cifras de prisioneros políticos de la posguerra, ya que son un porcentaje considerable, si tenemos en cuenta que el año en el que el número de presas y presos alcanza su máximo es 1940, con 280.000 personas encarceladas (5).

El profesor Francisco Moreno Gómez ha cifrado el jornal medio de un preso político como trabajador esclavizado por el franquismo en 4,75 pesetas, en el caso de ser un hombre con esposa y un hijo a su cargo y que estuviese al servicio de algún organismo público del Estado, y de 14 pesetas si trabajaba al servicio de una empresa privada, de las que sólo 50 céntimos iban a parar al propio preso, 3 pesetas eran destinadas a su familia, 1,40 eran retenidas en teoría para su alimentación y las 9,10 pesetas restantes iban a parar a Hacienda, aunque se ignora bajo qué concepto se les sometía oficialmente a tan cuantiosa exacción fiscal.

Este dinero era periódicamente ingresado por el Patronato para la Redención de Penas en una cuenta cifrada del Banco de España, a nombre del entonces subsecretario de Presidencia del Gobierno, Luis Carrero Blanco, conforme ha podido documentar y probar recientemente el profesor Antonio Miguel Bernal Rodríguez.

 El profesor Antonio Miguel Bernal Rodríguez.


https://www.youtube.com/watch?v=i2PN94WbmAg

Además, estas cifras ponen de manifiesto que las estadísticas oficiales del sistema de redención de penas por el trabajo, sólo nos muestran una pequeña parte de lo que es el panorama de los trabajos forzados en la posguerra, como queda patente en los datos de 1942. Así, Isaías Lafuente (6) señala que, en 1942 fueron 23.610 los presos acogidos al sistema de redención de penas, cifra esta que se triplica si incluimos dentro del trabajo esclavo a los 46.678 integrantes de los batallones. Son cifras todas ellas que no hacen sino aumentar el volumen de los represaliados, y que ponen de manifiesto la importancia del trabajo forzado en la economía de posguerra, triplicando, en el caso de 1942, el número de trabajadores que se deriva de las estadísticas carcelarias (en años anteriores, en los que el sistema de redención de penas ocupa a menos presas y presos, es todavía mayor el peso porcentual de los batallones). De estos casi 50.000 prisioneros de los Batallones que se registran en 1942 la mayoría aparecen “licenciados” en los próximos meses, y sus batallones disueltos, pero existen cinco batallones especiales (nominados con los números 91, 92, 93, 94 y 95), los de “presos penados”, que se mantienen hasta 1945, de manera que hasta este año unos 3.000 prisioneros estaban cumpliendo trabajos forzados al margen de los presos del sistema penitenciario.

Según recoge Isaías Lafuente en su documentado libro, fueron prisioneros políticos quienes construyeron obras hidráulicas como los embalses del Ebro, Benagéver, Entrepeñas, Pálmaces, Mediano, Riosequillo, Revenga, Barasona, Mansilla de la Sierra, González Lacasa, El Cenajo, Torre del Águila, Barrios de Luna, Yesa, San Esteban y Linares, la Real Acequia del Jarama, canales como el Bajo del Guadalquivir, Bajo del Alberche, Montijo, Jarama, Bárdenas, Monegros, Toro-Zamora, Bierzo, Badarán y Linares del Arroyo, amén de saltos como los del Nansa y el Sil.

Presos republicanos durante la construcción del Canal Bajo del Guadalquivir
Fueron, igualmente, prisioneros políticos del franquismo quienes reconstruyeron pueblos y ciudades como Belchite, Brunete, Oviedo, Teruel, Toledo, Huesca, Lleida, Guernica, Amorebieta, Éibar, Potes, Quinto de Ebro, Mediana de Aragón, Puebla de Albortón, Boadilla del Monte, Villamanín, Vilanova de la Barca, Sabiñánigo o Figueres, entre muchas otras poblaciones.

Trabajaron también en las minas de mercurio de Almadén, en los pozos María Luisa, Fondón y San Mames de Duro Felguera, en las minas de antracita de Fabero y en muchas otras empresas mineras, en Asturias, Leñón, Pontevedra, Lleida, Ourense, Teruel, Albacete, Murcia y Cartagena, por ejemplo, y lo hicieron asimismo en gran cantidad de obras públicas, como en la construcción del ferrocarril Madrid-Burgos, Zamora-La Coruña, Tudela de Beguín a Lugo de Llanera, Pedernales-Bermeo o la inconclusa Santander-Mediterráneo, así como en la primera estación ferroviaria de Chamartín, en Madrid, y en carreteras como las de Canfranc, de la carretera de La Coruña a El Escorial, variantes de carreteras como las de Madrid-Valencia Puerto Contreras,  Honrubia, Oropesa, los puertos del Escudo y del Arzobispo, el túnel de Vielha…


https://www.youtube.com/watch?v=XafR-VQjWwE

Además de la construcción tanto de los accesos como del monasterio y la cripta del Valle de los Caídos, fueron también prisioneros políticos del franquismo quienes construyeron desde aeropuertos como los de Sondica o Labacolla, hasta estadios municipales como los de Valladolid y Palencia, pasando por cárceles como la de Carabanchel.

Entre las empresas privadas españolas que más frecuentemente tuvieron a su servicio como trabajadores forzados a prisioneros políticos del franquismo figuraron en lugar muy destacado y constante Dragados y Construcciones, Banús, A. Marroquín, San Román, Hermanos Nicolás Gómez y Construcciones ABC.

Algunas de estas empresas privadas se lucraron con el trabajo forzado de gran número de prisioneros políticos del franquismo por espacio de más de dos décadas, como lo hizo en concreto la empresa Dragados y Construcciones fundamentalmente en la construcción de gran número de pantanos, mientras que en el caso de Banús lo hicieron todavía hasta el año 1969 en todo tipo de obras y construcciones.


https://www.youtube.com/watch?v=M1nl2ca6I8U

Otras empresas que tuvieron a presos políticos trabajando a su servicio fueron, por ejemplo, Babcock-Wilcox, Carbones Asturianos, Constructora Naval, Industrias Egaña, Talleres La Trefilera, Plasencia de las Armas, Esperanza y Compañía SA, Talleres Murga, Cementos Portland-Iberia, Cementos Asland, Metro de Madrid, Riegos Asfálticos, Sacristán, Portolés y Compañía, Sicot, José M. Padró, Carbonífera Palomar, Montes de Galicia, A. Villalón, E. Osis, Elizarrán, Hidro Nitro Española, Minas del Bierzo, Experiencias Industriales, Gutiérrez Oliva, A. Carretero, Sanz Bueno, Salvador Cuota, Maquinista y Fundición del Ebro, Regino Criado, Ferrocarriles y Minas, Antracitas Gaiztarro, Múgica-Arellano y Cía, Minero Siderúrgica de Orallo, ECIA, Vías y Riegos, Duro-Felguera, C. Peña, Julián A. Expósito, Cimentaciones y Obras, E. Medrano, C. Mardellano, D. L. Pastora, M. Llagostera, I. Arribalaga, J. Dobarco, Sociedad Marcor, Ramón Echave, SAFA, Burés, Industrias Artísticas Agrupadas …Por lo que se refiere a los trabajos realizados en Navarra, todavía no podemos hacer una lista definitiva de las obras realizadas por estos batallones, pero se ha constatado ya su presencia en diferentes localidades como: Alsasua, Roncal, Vidángoz, Igal, Garde, Iragi, y Lesaca.

En Alsasua (Altsatsu) con “Obras en el ferrocarril Madrid-Irún”, entre junio de 1943 y mayo de 1944. Batallón 95, penados (7).

En Roncal (Erronkari), según queda recogido en testimonios orales de los entrevistados, e igualmente constatando el aumento de población en el censo de 1940, en este caso iniciaron una carretera de montaña hacia Vidángoz, que no fue terminada.

En Vidángoz (Bidankoze), según los testimonios orales y documentación consultada del Archivo Municipal, trabajaron en la carretera a Igal y en la carretera no terminada hacia Roncal.

Calle de la población de Igal.

En Igal (Igari), según los testimonios orales y documentación del Archivo Municipal de la localidad, trabajaron en la carretera a Vidángoz.

En Garde según manifestaron los entrevistados en los testimonios orales.  

En Iragi como muestra la correspondencia recogida en el Archivo Municipal de Vidángoz, en el que aparece que el Batallón 127, convertido en 1940 en el Batallón 81, está realizando trabajos en esa localidad (8).

En Lesaca (Lesaka) según los testimonios orales, los datos del censo de población de 1940, y la estadística de la Jefatura de Campos de 1942, en la que aparece destinado en Lesaka el Batallón 14 (9).

Igal en el valle de Salazar.

En todas estas poblaciones se ha demostrado que realizaron diferentes obras, sobre todo en los trabajos de hacer carreteras e infraestructuras de comunicaciones en estos municipios. A falta, por lo tanto, de una cuantificación definitiva, podemos avanzar que fueron varios miles de prisioneros los que trabajaron en la construcción de varias carreteras e infraestructuras de la montaña navarra, unas obras que hoy en día se siguen utilizando, y un trabajo ciertamente duro el que fue realizado por aquellos hombres.

Una almadía en la Pechera, el punto donde el río Biniés abandona Vidángoz.

Para entrar mejor a conocer el trabajo de los Soldados Trabajadores nos centraremos en la carretera que une Vidángoz (Bidankoze) e Igal (Igari), estudiando el recuerdo que tienen los habitantes de estos pueblos de la presencia de los Batallones de Soldados Trabajadores, y preguntándonos sobre todo por las relaciones que tuvieron con los trabajadores, y el eco que dejó su presencia, tanto en los meses en los que estuvieron allá como en los años posteriores. Para ello hemos decidido empezar la investigación centrándonos en entrevistas con los habitantes de estos pueblos, pero con la voluntad de seguir investigando en esas relaciones desde el punto de vista de los prisioneros y de las autoridades militares. Se trata, por lo tanto, del inicio de una investigación que esperamos completar con otras fuentes, otras miradas, como las mantenidas en la memoria de quienes estuvieron allí trabajando, o en los archivos militares y municipales. También aparecen en este trabajo testimonios de Belén Santamarina, hija de Manolo Santamarina, prisionero en el Batallón nº 38, en Vidángoz, y de la sobrina de Alejandro Uriarte, prisionero en el Batallón nº 6, en Igal, pero no ha sido nuestra intención incluir en esta publicación la información dada por los prisioneros, cuestión esta sobre la que seguimos investigando y que merece un tratamiento mucho más detenido.

Igal, fachada de casa con escudo del valle.
Para ello se realizaron entrevistas a 16 personas naturales de estas  poblaciones, que vivieron en ellas durante los años de presencia de los batallones, ya que la mayoría de los entrevistados vive habitualmente en Pamplona, de los pueblos circundantes pues aunque la carretera fue proyectada para llegar hasta Roncal, el tramo entre esta localidad de Roncal y Vidángoz no se terminó, así que de momento hemos centrado la investigación en el tramo terminado y en uso hoy en día, es decir, en  los siete kilómetros que separan Igal de Vidángoz, centrándonos sobre todo en las localidades en los que estuvieron los batallones, como en la población de Igal, buscando información de  una serie de personas entrevistadas con sus nombres, apareciendo entre paréntesis su edad que tenían en el año 1940: Florencio Moso (14 años), Modesta Moso (15 años), Fortunato Jauregui (11 años), María Jauregui (17 años), Javier Jauregui (11 años), y Salvador, de Casa Zazu (16 años).

Foto de Matías Aizagar y su esposa Rosa Salvoch. Foto del archivo de Santiago “Calderero”.

Al igual que se realizaron entrevistas personales en Vidángoz, con los nombres de los  entrevistados de este pueblo, cuyos nombres y edades en el año 1940 son los siguientes, expresándose la edad en 1940 entre paréntesis: Ciriaco Salvoch (35 años), Atanasia, de Casa Castillo, (11 años), Marcelino Pasquel (8 años), Teodora Iriarte (25 años), Tere Hualde, Pedro Ornat (20 años), Andresa Asin (21 años), además de testimonios de Ángeles, Valentina, Eusebio Artuix, Fermina Artuix, y otros habitantes del pueblo en conversaciones informales, y recogiendo también algún testimonio en Güesa, aunque en realidad Igal es un concejo perteneciente al municipio de Güesa, pero son dos localidades separadas, estando el grueso de los batallones en Igal. Los entrevistados en Güesa fueron: Heliodoro Las Palas (17 años en 1940) y Agustín Iribarren Tanca (15 años en 1940), además de otros habitantes del pueblo en conversaciones informales, y en Esparza de Salazar, pueblo del valle de Salazar al que acudían los oficiales, acompañados de prisioneros, para comprar patatas para la alimentación de los batallones. En este caso el informante es Pedro Beaumont (con 13 años en 1940).

Escena familiar de los habitantes del valle de Salazar.
Se trata de una información valiosa y abundante, pero de todos modos tenemos que tener en cuenta algunas dificultades metodológicas que afectan en general a las investigaciones de historia oral sobre la guerra y la posguerra, y en concreto a las características de estos pueblos.

En primer lugar, y esto es algo que lo repiten los investigadores y que los autores también comprobaron en la experiencia de este trabajo: la guerra y la posguerra siguen siendo un tema del que no todo el mundo quiere hablar, y del que sigue habiendo miedos y reticencias.

Aun siendo en broma, más de uno de los entrevistados comentó: “…bueno, por esto no iremos a la cárcel, ¿no?”, cuestión esta que no hace sino evidenciar uno de los fracasos de la transición: el no haber sabido crear un clima público en el que se pueda hablar de estos temas sin tabúes o desconfianzas, que diesen naturalidad a tan fatales acontecimientos con el paso de los años. Es más, y esto es especialmente triste, incluso se manifestaba la desconfianza y la negativa a hablar entre algunos de los prisioneros que trabajaron en la carretera, como si todavía fuera considerado una vergüenza el haber estado allí.

Por otro lado, es evidente que no todo el mundo quiere hablar de lo que pasó, y, además, no es políticamente correcto hacer hoy una defensa de la represión de los primeros años del franquismo, lo cual provoca una especie de criba social en las entrevistas, en el sentido de que quienes más estuvieran dispuestos a justificarla no lo hacen de manera pública abiertamente. Es indudable que una investigación como esta se hubiera enriquecido con ese tipo de testimonios, pero también creemos que la información recogida es bastante significativa del sentimiento general que hubo en los pueblos en esos años y del recuerdo que ha quedado con el paso del tiempo.

Río Esca en el valle de Roncal (Navarra). Foto de  Urzainqui.
Además, buena parte de los informantes eran muy jóvenes en esos años, siendo el abanico de edad en 1940 de 8 a 35 años, y los recuerdos que se han guardado también hubieron estado sin duda tamizados por las conversaciones familiares y locales en torno a esos temas. Ahora bien, eso no invalida para nada los testimonios, sino que nos hace entenderlos en su contexto social, como recuerdo y recreación de lo vivido, como selección del pasado y como ocultación de lo incómodo, cuestiones todas ellas imprescindibles si queremos conocer el impacto que tuvo la presencia de los batallones en estos pueblos.Por otro lado, tenemos que tener en cuenta alguna de las características de estos pueblos que también influyen en las posibilidades investigativas. Como se trata de poblaciones muy pequeñas, en las que el número de personas que vivieron aquellos años y están hoy en día en disposición de hablar sobre ellos son pocas, además de esto, la mayor parte de ellas viven muchos meses o de manera permanente en Pamplona, con lo cual es bastante difícil encontrar un número amplio de informantes.

La estrategia de trabajo fue intentar el número máximo de entrevistas, que, en el caso de Igal y Vidángoz lograron contar con un número más que representativo de la población de aquellos años.

Una última cuestión que merece la pena tener en cuenta se refiere a la presencia militar en Vidángoz (Bidankoze), ya que en este pueblo la presencia militar ha sido continua tras la guerra.

Vidángoz nevado.
Desde el Batallón Disciplinario al Regimiento de Ingenieros posterior, así como los destacamentos encargados de la represión de los maquis, la presencia de militares fue algo cotidiano en la década de los cuarenta, y no cabe duda de que este es un factor que ha tenido su influencia en la definición del recuerdo sobre la carretera. Sin duda alguna, mucha de la gente mayor de 40 o 50 años sabe que la carretera tiene “algo que ver” con los militares, pero, sin embargo, la precisión en el recuerdo es menor entre las personas más jóvenes, que a veces no son capaces de diferenciar entre los soldados y los “trabajadores”. Ejemplo de esta confusión son las informaciones informales que algún vecino nos da sobre la presencia de soldados y trabajadores, sobre el alojamiento de presos en los barracones situados en la parte alta del pueblo (que no fueron utilizados para los Batallones Trabajadores, sino para soldados de años posteriores), e incluso sobre algunos hombres a quienes su presencia en el pueblo les llevó a establecer lazos con familias que se han mantenido hasta la actualidad, y sobre los que no todos se acuerdan de si eran soldados o trabajadores. Sin duda alguna tampoco puede ocultar el que mayoritariamente la gente más mayor tiene claro que la carretera la hicieron “los prisioneros” o “los trabajadores”.

Molino de Uztarroz, año 1929. Foto de López-Castro.


Respecto a la presencia de estos Batallones en Vidángoz (Bidankoze) e Igal (Igari), antes de entrar en el resultado de la investigación, queremos hacer unas precisiones que sirvan para enmarcar el trabajo con más exactitud. En primer lugar, hay que repetir que la petición de la carretera parte del ayuntamiento de Vidángoz, que, recibida una circular del Gobernador Civil en la que se pide informes sobre las necesidades del municipio, se “acuerda informar que la aspiración principal de este municipio es la construcción de una carretera que partiendo de Igal una con la que pasa por la villa de Roncal, y se autoriza al Sr. alcalde para que redacte el informe” (10).

En el consiguiente informe, fechado el día 21 de marzo de 1939, el Alcalde argumenta que, además de la necesidad de la carretera para los tratos comerciales de los habitantes, dicha carretera “sería, de INTERES NACIONAL, estratégica, por estar a 20 kilómetros de la frontera, y paralela a esta” (11).

Mapa de la comarca de Roncal-Salazar, también conocida como Valles Pirenaicos Orientales (Navarra)

Por otro lado, es también importante señalar que solamente se terminó el tramo entre Igal y Vidángoz, quedando incompleto el que une esta localidad con Roncal. Además, también es importante, tanto de cara a la terminación del tramo hacia Igal como al impacto en la memoria de los habitantes, la llegada de un posterior Regimiento de Fortificación, en 1942, con la confusión que ello había creado en algunas personas.

Se trata de obras que necesitaban gran cantidad de mano de obra, lo cual va a motivar el desplazamiento a la zona de varios batallones, algo que además de para sus protagonistas, es importante para estudiar la influencia que tuvo la presencia de los batallones y las relaciones que se crearon con la población local. En Igal estuvo el Batallón nº 6, entre finales de 1939 y 1940. En Igal aparecen registrados en la rectificación del padrón de este año, sin que se señale la fecha de partida, mientras que en Vidángoz encontramos las compañías 1 y 2 del Batallón 127 entre octubre de 1939 y junio del 1940, (momento en el que se refunde en el 106, y luego en el batallón 81. Pues en agosto de 1940 el batallón está en Iragui, según aparece en el libro de actas municipal, y en la correspondencia de los meses posteriores relativa a los pagos pendientes de leña (12).

Posteriormente llega el Batallón 38, que ocupa varios edificios entre octubre de 1940 y julio de 1941 y en julio de 1941 se firma la entrega de las casas a sus propietarios por parte del Batallón 38 (13).

Vidángoz con sus casas todas hechas de la abundante piedra de sus montañas.
Un informe más detallado, firmado por el alcalde el 2 de octubre de 1941 y remitido al Jefe de Propiedades del Ramo del Ejército, señala las casas que fueron ocupadas en dos tandas, quedando claro que la segunda tanda (Batallón 38) está en Vidángoz entre octubre de 1940 y julio de 1941(14). 

Todo esto supone un aumento repentino y espectacular de la población de estas localidades, tal y como se recoge en la población de hecho registrada en los censos de 1940. Así, Igal pasa de 112 habitantes en 1930 a 843 en 1940, Vidángoz, por su parte, pasa de 303 a 692 en los mismos años, mientras que en Roncal el aumento es de 469 a 902. En total, unos 1.500 prisioneros trabajaron en la construcción de la carretera, teniendo en cuenta que en la primera tanda de Vidángoz, el batallón 127, estaban 130 prisioneros. En Archivo Municipal de Vidángoz existe un listado de los componentes de este Batallón 127 (Caja 97), y en la segunda tanda unos 400. No se conserva en el Archivo la lista nominal del censo del 1940, pero esta es la diferencia entre la población de hecho y de derecho, una cifra que concuerda con la expresada en una carta del alcalde al gobernador civil el día 20 de febrero del 1941, en la que se informa que hay en el pueblo “un destacamento de tropas de unos 400 hombres, al mando de cinco oficiales, todos ellos pertenecientes al Batallón de Soldados Trabajadores nº 38.” (15).

Cáscada en Vidángoz.

Mientras en Igal el número de soldados trabajadores fue de 600, pues en el Archivo Municipal de Güesa, municipio al que pertenece el concejo de Igal, se conserva la versión nominal del censo de 1940, en la que aparece un regimiento de ingenieros con 117 soldados (convencionales), y el Batallón nº 6 (de Soldados Trabajadores), en el que aparecen registrados un total de 605 prisioneros.

En la población de Roncal fueron enviados casi otros 400 soldados trabajadores, según se desprende del dato de la diferencia entre la población de hecho (902) y de derecho (529) recogidas en el censo de 1940.

Se trata, por lo tanto, de un aumento espectacular, sobre todo en Igal. La experiencia de estos prisioneros y las relaciones que surgen con los habitantes de estos pueblos será, por lo tanto, el objeto principal de esta investigación, intentando que de ella podamos extraer algunas conclusiones sobre la vida en estos batallones y su influencia en la sociedad de la inmediata posguerra. 

Así nos cuenta Fortunato la llegada del Batallón de Soldados Trabajadores nº 6 a Igal, y no es el único que tiene recuerdos claros sobre aquel momento: “En Cáseda estaba, de pastorico... Y precisamente tenían ganado esta, la casa de éste que has dicho, de Florencio, y estaba para ellos, y bajó el padre de Florencio, por Navidades, y él nos dio la noticia, que habían venido un montón de prisioneros, mil o no sé cuántos”.

Su hermana, María, también tiene una visión nítida: “Yo me acuerdo como si sería hoy, el día 15 de diciembre o así... estaba con las vacas... el año 39...se acabó la guerra el 1 de abril...y yo creo que era hacia el 15 de diciembre cuando vinieron los prisioneros... ¡Jo! Estaba yo con las vacas, todo lleno de soldados, madre ¡míaaa! Qué era aquello…”

Igal, iglesia monasterio románico de San Vicente Mártir.
No es de extrañar que sean imágenes que se hayan quedado nítidas en la memoria. Al fin y al cabo, María también remarca que no estaban acostumbrados en el pueblo a estas imágenes marciales: ¡“Hombre” !, ¡ver de repente tanto soldado! ¡Que habías visto a lo mejor uno o dos, ..., o qué se yo! (...) Allá que veías los soldados, yo casi asustada, tenía 17 añicos. Entonces una con 17 años era como ahora una con 12 ó 13... ¡madre mía! ¡Nos daba una cosa!... te daban apuro, te daba un poco de vergüenza, no sé cómo decirlo... pero no eran gente mala!)”, y recuerda también la diferencia de indumentaria: “los soldados llevaban la boinica, y los otros   gorro”. También Florencio, vecino de Igal, afirma en el mismo sentido que “Luego de la guerra ver aquí a tanta gente ¿sabes lo que impresionaba?”. Es curioso que, en los testimonios recogidos, el momento de la llegada es recordado con precisión, y también con asombro, entre los habitantes de Igal, mientras que en Vidángoz nadie lo ha comentado, algo que puede tener que ver tanto con el tamaño de los pueblos como con la posterior presencia militar. 
Gráfica de la evolución demográfica de la población  en Vidángoz entre 1900 y 2017.
Uno de los aspectos que más nos intrigaba a la hora de empezar la investigación era la actitud de los habitantes de unas localidades en las que las derechas habían ganado las elecciones de febrero de 1936 hacia los perdedores de la guerra civil, y en torno a ello está la cuestión de si era conocida la naturaleza política de estos “soldados trabajadores”, algo sobre lo que nos quedan pocas dudas después de oír los diferentes testimonios. Así, por ejemplo, Salvador dice que “como se les decía antes, eran de los rojos”, y Fortunato recuerda que uno de ellos, Félix. Seguramente sería Félix Iturregi, natural de Erandio, que aparece en el censo de 1940 dentro del batallón, que estaba en su casa cocinando para los oficiales, le contó que “que cuando tomaron Bilbao ya los cogieron, los cogieron prisioneros. ¡No sé en qué años los habrían tenido!... de aquí pues igual habrían ido a otro sitio, porque anduvieron por muchos sitios haciendo carreteras”. También Pedro, de Esparza, afirma claramente “Estos estaban en la zona roja, y claro, pues, aquellos prisioneros, y éstos habrían caído seguramente cuando se acabó la guerra. Cuando más prisioneros cuando se acabó la guerra, fíjate los miles y miles y cientos de miles habría, de la parte roja, ¡hombre!... y claro, a cogerlos, ¡y venga todos a campo de concentración!”.
Vidángoz, iglesia de San Pedro.
Uno de los mayores problemas que surgieron con la llegada de estos batallones fue el de su alojamiento, ya que, de repente, el número de habitantes se multiplicó en estas poblaciones, y no existían locales en los que poder albergar a todos estos nuevos habitantes. Además, se trataba de una población que, dada su condición, resultaba especialmente sospechosa y merecedora de un férreo control en opinión de los mandos militares. En estas localidades, los prisioneros fueron concentrados en lugares deshabitados o en barracones construidos al efecto, mientras que los oficiales se albergaron en diferentes casas de diferentes familias, sin que éstas tuvieran ninguna oportunidad de negarse a recibirlos en sus casas.

En cada pueblo también hay recuerdo de las casas y lugares ocupados por los Batallones, aunque en el caso de Vidángoz algunas informaciones nos habían hablado de que se alojaban en unos barracones, situados en la parte alta del pueblo, que sin embargo fueron construidos con posterioridad, para un Regimiento de Ingenieros que continuó el trabajo de los Batallones de Soldados Trabajadores. Estos batallones se albergaron en tres casas del pueblo que estaban deshabitadas, Casa Aizagar, Casa Bortiri y Casa Lacorna. Así era recordado por varios vecinos y vecinas, y descrito, con las fechas de ocupación y desocupación, en el anteriormente citado informe del Alcalde de Vidángoz al Jefe de Propiedades del Ramo del Ejército el 2 de octubre de 1941, (16), y cuyos propietarios se quejaron del estado en que quedaron y los desperfectos sufridos tras la marcha de los batallones. Un ejemplo de ello es la declaración de Matías Aizagar, representante de la propietaria Josefa Aizagar, al firmar la devolución de la casa en agosto de 1941: “la casa de referencia ha quedado en pésimo estado para ser habitada, a la que faltan tabiques, puertas, cristales de ventanas, y deterioros generales en los suelos, además de un gran agujero en el tejado” (17).

Retablo mayor de la iglesia de San Pedro en Vindágoz.

Según varios testimonios, la casa llevaba años deshabitada, pero es evidente que el estado descrito es en el que tuvieron que vivir los prisioneros que allí vivían.

También en Igal los recuerdos son claros. Tanto Fortunato como María y Salvador coinciden en que en un primer momento ocuparon casas del pueblo. María se acuerda de que estuvieron “en el molino y en aquel pajar de Arregui”. Sin embargo, ni ella ni Salvador recuerdan lo que Fortunato comenta de la ermita de San Pedro: “Porque al principio no había barracones ni había nada, ... Dormirían por ahí, en una ermita que hay ahí arriba, que viniendo de la carretera sale ahí arriba, en un montico alto, ahí también.

Aún decían, ahí hay un santo, esa es la ermita de San Pedro, y está el santo allí y decían: ¡Jo!, que los prisioneros le habían quitado la tea! Era de madera, claro…y se conoce que sería de pino y le habían quitado astillas con el hacha o lo que sea... para calentarse y hacer lumbre...y ahí, en esa ermita, también estuvieron bastantes, todos los que cabían”.

Posteriormente se construyeron los barracones, en el barranco de Jabrós, como nos explica María: “marchando a Vidángoz, el primer puente que hay, estaban unos a la derecha y otros a la izquierda, allí, en un monte que es todo pinar, se ha hecho todo pinar, ya no se ve ni el sitio, antes se notaba... lo de los prisioneros está aún muy claro, sí, sí allí no hay pinares, ahora matas” , y matiza Salvador: “esos barracones los levantaron con bloques enseguida, pero no estaban juntos los ingenieros y ellos, estaban bastante aparte”.

En Güesa, sin embargo, la presencia de los trabajadores fue mucho menor. Aunque Heliodoro recuerda que ocuparon temporalmente algún corral, tanto él como Agustín señalan que en este pueblo estaban los principales mandos del Batallón nº 6: “Alquilaron, bueno alquilaron, se metieron en esta bajera, en esta otra que hay al lado de nuestra casa, que es de Galán, y nada más. Después en Igal y.… aquí estaban, en Güesa, la plana mayor del batallón, la plana mayor…”.

Güesa. Foto de Indalecio Ojanguren de 1955.
Con unas viviendas en estas condiciones, es lógico que surgieran también problemas de salud. El primero de ellos era el provocado por la falta de un lugar donde los prisioneros pudieran hacer sus necesidades. El problema de los excrementos de una nueva población tan numerosa se quiso solucionar con la excavación de algunas zanjas, tal y como recuerda Atanasia: “no eran más que, ¡yo qué sé cómo eran! Cubiertos no creáis que eran, unos baños de la..., no, eran una zanja, y poco más”. Ahora bien, con ello no se solucionó el problema, y, sobre todo en Igal, los habitantes tuvieron que acostumbrarse a la presencia de excrementos en las afueras del pueblo, nos cuenta María: “Y aquí alrededor del pueblo, ¿qué había?, ¡mierda!, todo alrededor del pueblo, el día que ibas, todo, ¡ya te digo yo! ¡Mierda!, a la que te apartabas un poquico, porque en el pueblo no harían, pero poco más... ¡Así que pusieron bien los campos!, bien de estiércol! Y eso, se te metían ahí, y no podías decir nada, que vas a reñir, ¿pa qué?, ¡qué vas a empezar a decirles a ellos nada!, porque total, a ellos, ya, pues el que sea les mandó entrar, ¡y tenían que estar!”.
Soldados quitándose los piojos después del baño.
Otro de los problemas sanitarios derivados de esa situación de hacinamiento fueron los piojos y la sarna, recordados tanto en Vidángoz como en Igal. En el primero de los pueblos, Tere se acuerda de que se les decía a los niños que no se acercaran a los prisioneros, porque les pegarían la sarna o les transmitirían piojos. En el caso de Igal Florencio remarca los efectos de la sarna: “¡Nos llenaron de sarna!, (...) estuvimos una cuadrilla de años con la sarna, ¡y no se quitaba!, aún me acuerdo, ¿qué era aquello que nos dábamos?, ¿qué medicamento era aquel? Cuchol, o.… pero, mal lo pasamos aquellos años, ¡no se quitaba como quiera!”.

María, también en Igal, recuerda lo que le pasó a su abuela un día con las vacas: “Y un día me acuerdo que fue con las vacas, la pobre mujer, que entonces se iba con vacas igual los abuelos que las abuelas, fue con las vacas, y al sol estaría, en invierno, y volvió, a la tarde..., ¡lleeena de piojos! Había estado sentada, cerca de alguna mata, donde ellos iban a quitarse los piojos, porque muchos se desnudaban, y ...” Entonces interviene Salvador: “yo eso lo vi muchas veces, se quitaban la ropa y al sol se ponían...”, y sigue María: “Se quitaban la ropa, ..., y mi abuela llena de piojos, y ¡Ay! ¡Ay! Gritaba”.

Aguas del río a su paso por Bigándoz que eran utilizadas por los soldados para su aseo y desparasitación de piojos y sarna.

Con aquellos barracones o casas como vivienda, el aseo tenía que realizarse al aire libre, y más de una vez también eran testigos de ello los habitantes de Igal. María señala que se lavaban “en esos barranquillos, que bajaba más agua que ahora, ahora todo está más seco, ..., y a los barrancos o riachuelos, ya iban también, cogían sus toallas blancas, que tenían...”. Florencio también recuerda que “ellos tenían que bajar al río a bañarse y todo eso. Pero... ¡en aquellos tiempos iban todos a bañarse y así..., ya!, ¡iría el que iría!, y otros muchos pues no irían”. Precisamente por lo duro de bañarse en invierno en esos ríos ha quedado en el recuerdo de los habitantes de Vidángoz la imagen de algunos de esos baños, como en el caso de Tere o de Andresa: “había muchos, vamos, varios, que igual con frío, con hielo o con lo que fuera se bañaban en el río, en ese trozo del molino, por allí, con nieve también ¡Aquellos seguramente que no tendrían piojos!”.

Vidángoz y las aguas que servían para asearse a los soldados del Batallón de Soldados Trabajadores, al final de la calle Salsipuedes.
 El lavado de la ropa también debería hacerse en esos lugares, aunque María recuerda que ella lavaba ropa para oficiales, y también para algún prisionero: “Yo me acuerdo, lavarles mudas, y algunas veces, algún piojo, otras veces, no, ... pero, ¿qué te crees?, ¡ellos querían que se les lavaría, el que quería, y nosotras, pues a ganar alguna pesetica también!, (...) alguno preso también habría, que entre ellos alguno había que tenía más dinero que otro, que podía”.

Estos batallones de trabajos forzados, por lo tanto, supusieron también un problema sanitario no sólo para los prisioneros, sino también para la población local, y el recuerdo de los piojos y la sarna aparece enseguida que hablamos de esta época. Ahora bien, junto a este recuerdo, Tere nos remarca también que entre los prisioneros había todo tipo de profesiones, como médicos y practicantes. En su casa siempre se acordarán de que uno de esos médicos prisioneros salvó la vida a su madre, que se estaba desangrando en un parto, y que otro de ellos, practicante, le curó unas quemaduras a una hermana suya.

En alguna casa, además, eran especialmente conocedores de la naturaleza política de los trabajadores, ya que había quienes los habían tenido enfrente en las trincheras, tal y como nos comenta Andresa; “¡No te digo que mi hermano y mi primo habían estado luchando con ellos! ¡y les tenían una fila, que quee! Pero, ¡no tenían la culpa ni unos ni la tenían los otros! ¡Todos eran mandaos!”. Además, posteriormente añade que habían estado en Guipúzcoa, con lo que, en el caso de los prisioneros vascos, el enfrentamiento en la guerra había sido muy directo. Ahora bien, la misma mujer, Andresa, nos añade que esto no era ocultado por los trabajadores, y que, “cuando se fueron de aquí no sé a dónde fueron, ese Esteban Rico que les digo nos escribió unas cartas y nos decía: “nosotros ahora estamos muy ocupados pidiendo los informes de todos y liberándolos y ya mandándolos a casa”. De Esteban Rico se trataba, de uno de los prisioneros, abogado de profesión, que tenían destino especial y que no trabajaban en la carretera. Además de en estos testimonios, en la mayoría de las intervenciones salen palabras como “prisioneros”, “prisioneros de guerra”, o “trabajadores”, en contraposición a los soldados o escoltas. Al mismo tiempo, también hay un recuerdo generalizado sobre la diversidad de procedencias, la mayoría de andaluces en Igal (constatada en el censo de 1940), y la abundancia de vascos en la segunda tanda de Vidángoz.

Habían llegado, según el discurso oficial, los enemigos a dos valles pequeños de una provincia fiel al alzamiento, pero, sin embargo, no parece haber quedado en el recuerdo esa consideración de enemigos para quienes estuvieron trabajando en la carretera, por lo menos en quienes están dispuestos o dispuestas a hablar de ello. Una vez más, tenemos que tener en cuenta que actualmente estarán más dispuestos a hablar con claridad quienes no estaban comprometidos con las autoridades franquistas, pero, a pesar de ello, en los testimonios recogidos predominan tanto un recuerdo no muy ideologizado de aquellos años, como un sentimiento de compasión ante quienes estaban sufriendo la represión.

Así, tanto Pedro como Fortunato remarcan que no se les consideraban enemigos. El primero señala: “Aquellos que te crees qué culpa tenían, aquellos no tenían nada de culpa, oye, pues que estaban afiliados al otro partido, oye, ¡y alguno tenía que ir con los rojos!”, y Fortunato opina que no se les veía como enemigos: “Si tenían un comportamiento como otra persona cualquiera!, ¡Si no se comían a nadie! Una gente normal, pues si igual eran como yo, que justamente sabrían leer y escribir; habría de todo, vamos, pero bien sencillos”. Otros, como Javier, señalan que “la gente les veía normal... No se metían porque ya estaban vigilados y no se iban a meter con la gente”. Ahora bien, seguramente también estarían los que les seguían viendo como enemigos de guerra, como el hermano y primo de Andresa, que antes comentábamos, u otros de los que no hemos podido recabar testimonio.

Esta idea de falta de un sentimiento contra ellos aparece en casi todas las entrevistas, aunque, una vez más, también hay que pensar que no se reconocería tan fácilmente hoy en día. De todos modos, las noticias sobre el ambiente político de la república y los inicios de la guerra civil apuntan en esa dirección. Las descripciones de la vida política del Valle de Salazar recogidas en el trabajo de “Altaffaylla Kultur Taldea” (“Grupo Cultural Altaffaylla”) apuntan a que vivían los acontecimientos “con cierto distanciamiento”, mientras que, en el Roncal, a pesar de una mayor agitación, Vidángoz fue uno de los pueblos con menor actividad política o sindical, en contraste con localidades más activas, como Burgui o Isaba.

Vista de la población de Isaba.
Además, en Vidángoz nos comentan que en el verano del 1936 salieron entre 6 y 8 voluntarios requetés hacia la guerra, varios de los cuales murieron en la misma. En general, por lo tanto, son localidades de predominio de la derecha religiosa (“Altaffaylla Kultur Taldea”) o (“Grupo Cultural Altaffaylla”), excepto en Esparza, donde el nacionalismo vasco era la fuerza hegemónica y los adictos al régimen franquista minoría, tal y como recuerda Pedro: “¡Porque en Esparza si había un montón (contrarios a Franco), había un montón! oye, requetés también ya había, pero tantos como los otros no, ¡no, no! ¡Ya te digo que no!”.

Esta cierta tranquilidad política, y relativa ausencia de tensiones explica la menor represión que sufren estos valles en comparación con los pueblos meridionales de Navarra, así como la intervención de personas locales con cierta autoridad para frenar detenciones o ejecuciones, algo que se recoge en la investigación de “Altaffaylla Kultur Taldea” (“Grupo Cultural Altaffaylla”), y que recuerda también Heliodoro. En el caso de Vidángoz, también Marcelino recuerda que “Con la gente del pueblo no había pegas, se trataba bien..., porque aquí entonces yo creo que no había ni de izquierdas ni de derechas, bueno, y ahora tampoco ¿eh? Y ahora tampoco”. También recuerda Marcelino que en el pueblo la gente se portó muy bien con la familia de Vicente Mainz, el único vecino fusilado tras el alzamiento.

Trashumancia en la Bardena navarra.

Todo esto no quiere decir que no existieran diferencias políticas, o que no hubiera una tendencia mayoritaria favorable a la derecha, pero, sin embargo, la falta de tensiones políticas parece traducirse en una falta de animadversión hacia los prisioneros, tal y como podremos ir observando en diferentes aspectos de la vida cotidiana. Como comenta Tere, a los prisioneros la gente les ayudaba en lo que podían, aunque para otras cosas su tendencia política fuera contraria a ellos. Como veremos, en todo esto influirá mucho el observar las penalidades cotidianas en un momento duro para todos. La misma Andresa, con dos excombatientes en casa, nos recalca que “había mucha compasión ¡mucha compasión!”, y añade que “la gente pues, claro, ¡no podíamos hacer nada! ¿Cómo les íbamos a decir a los jefes que lo estaban pasando mal los prisioneros? No les podíamos decir nada”.A este respecto, el testimonio de Ciriaco Salvoch, vecino de Vidángoz que pasaba largas temporadas en la Bardena con el ganado, es más que clarificador: “Entonces lo pasamos todos mal, pero nosotros estábamos en nuestras casas, y yo precisamente ya conocía eso porque yo en la Bardena también lo he pasado muy mal, y yo reconocía, yo que he tenido que salir mucho de casa, unos años a una parte, otros a otra, otros a otra,..., y vivíamos muy mal en la Ribera, a lo mejor en cuevas, y durmiendo en cuevas, que una vez por pocos minutos casi se me cae la cueva encima, pues esas cosas, y yo, pues burlarme, ni esas cosas, ¡nada!, a pesar de que nosotros lo pasábamos muy mal, pues aún yo, pues me compadecía que tenían que estar ellos ahí sujetos, y a trabajar, y...”.

Algo parecido a lo que recuerda Salvador, vecino de Igal: ¡No había derecho a tenerlos así!”

Por otro lado, veremos que entre los prisioneros existía un grupo con destinos especiales, con formación académica, que hicieron un trato especial con varias familias, como recuerdan varias personas, entre ellas Andresa: “se les miraba muy bien, se les quería, se les quería. Este Martínez, con otros, … ¡la de veces que habría merendao en nuestra casa!, y eran amigos de los del pueblo, después los escoltas no, ya eran más..., ¡mataron a uno!”. Un testimonio claro que, además de hacer referencia al tema de los castigos y la represión, evidencia que en muchos casos la convivencia y la ayuda mutua estuvieron por encima de las heridas de la guerra o del discurso y las órdenes de los oficiales franquistas.

Granada 18 de julio de 2021.

Pedro Galán Galán.

Bibliografía:

Beaumont Esandi, Edurne y Mendiola Gonzalo, Fernando: Los Batallones de Soldados Trabajadores vistos y recordados por la población de la Montaña Navarra (Vidángoz e Igal: 1939-1941).

Bernal, Antonio Miguel y otros: El canal de los presos (1940-1962)Trabajos forzados: de la represión política  a la explotación económica

Mendiola Gonzalo, Fernando y Beaumont Esandi, Edurne: La carretera Igal-Vidángoz-Roncal”, de (Txalaparta, 2006)

Altaffaylla Kultur Taldea (“Grupo Cultural Altaffaylla”): 1936, de la esperanza al terror, Lizarra-Estella. 1986, Navarra, 

Arenal, Isaac: 95 Batallón de Trabajadores, 1999, Madrid.

González Calleja, E.: “Violencia política y represión en la España franquista: consideraciones teóricas y estado de la cuestión”, en Moreno, R., y Sevillano, F., (eds.) 1999, El franquismo, visiones y balances, Publicaciones de la Universidad de Alicante.

Lafuente, I.: Esclavos por la patria. La explotación de los presos bajo el franquismo, Temas de Hoy, 2002, Madrid.

Moreno, F.: “La represión en la posguerra”, en Julia, S, (coord.), 1999, Víctimas de la guerra civil, Temas de Hoy, 1999, Madrid.

Reig Tapia, A.: Memoria de la guerra civil. Los mitos de la tribu. Alianza Editorial, 1999, Madrid.

Rodrigo Sánchez, Javier: “Vae victis! La función social de los campos de concentración franquistas”, Ayer, 43. 2001.

Referencias de citas:

(1) Rodrigo Sánchez, Javier: “Vae victis! La función social de los campos de concentración franquistas”, Ayer, 43. 2001, página 173).

(2) Arenal, Isaac: 95 Batallón de Trabajadores, Madrid. Arenal, 1999, página 10).

(3) Arenal, Isaac: 95 Batallón de Trabajadores, Madrid. Arenal, 1999, página 10).

(4) (Arenal, Isaac: 95 Batallón de Trabajadores, Madrid. Arenal, 1999, página 10). 

(5) Moreno Gómez, Francisco: “La represión en la posguerra”, en Julia, S, (coord.), 1999, Víctimas de la guerra civil, Temas de Hoy, página 288. Madrid.

(6) Lafuente, Isaías: Esclavos por la patria. La explotación de los presos bajo el franquismo, Temas de Hoy, 2002, Madrid, página 68.

(7) (Arenal, Isaac: 95 Batallón de Trabajadores, Madrid. Arenal, 1999, página 139).

(8) (Archivo Municipal de Vidángoz (A.M.V.) Caja 109).

(9) (Archivo Histórico Militar de Ávila (AGMA), caja 20.772).

(10) Archivo Municipal de Vidángoz, Libro de Actas, sesión del 19 de marzo de 1939. 

(11) Archivo Municipal de Vidángoz, Caja 23. (Disposiciones del Gobierno Civil)

(12) (Archivo Municipal de Vidángoz, libro de actas, 21 de agosto de 1940).

(13) (Archivo Municipal de Vidángoz, caja 109, Correspondencia).

(14) (Archivo Municipal de Vidángoz, caja 109, Correspondencia).

(15) (Archivo Municipal de Vidángoz, caja 109).

(16) (Archivo Municipal de Vidángoz (AMV), caja 109).

(17) Archivo Municipal de Vidángoz (AMV), caja 109, correspondencia.

(18) “Altaffaylla Kultur Taldea” (“Grupo Cultural Altaffaylla”), 1986: II, 170).

(19) Archivo Municipal de Vidángoz (AMV), contestación firmada el 18 de abril de 1944, (Caja 23).

(20) 1 de agosto de 1940. Carta del Alcalde de Vidángoz al capitán del Batallón de Trabajadores nº 85, en Güesa. (Caja 28, asuntos militares).

(21) (Archivo Histórico Militar de Ávila, A.1, Legajo 58, cp.10, f. 4 y 5. Caja 2330.)

(22) (Lafuente, Isaías: Esclavos por la patria. La explotación de los presos bajo el franquismo, Temas de Hoy, 2002, Madrid.)

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