PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

viernes, 27 de diciembre de 2013

ADQUISICIÓN DE FIGUERUELA

ADQUISICIÓN DE FIGUERUELA POR FERNANDO III EL SANTO EN 1225, CEDIDA POR EL CALIFA ABD ALLAH AL-BAYYSI A CAMBIO DE TROPAS CASTELLANAS PARA CONTINUAR SUS CONQUISTAS HACIA SEVILLA.

    El año 1223 fue un año clave para la Reconquista castellana del territorio que hoy ocupa Lahiguera. En este año se produjo el fallecimiento del califa almohade Yusuf II, al-Mustansir, y su muerte aceleró la descomposición del imperio almohade, circunstancia que animó al rey castellano Fernando III a reanudar la Reconquista del territorio de al-Andalus, que había quedado detenida desde 1212 en la batalla de las Navas de Tolosa, que ganó su abuelo Alfonso VIII. Para el profesor Malpica Cuello “lo más importante de esta batalla es que a partir de entonces las ocupaciones de territorios eran constantes, permanentes y definitivas, se entró en el corazón de al-Andalus y a partir de ese momento no tuvo poder de respuesta”. La batalla de Las Navas de Tolosa marcó el declive irrecuperable de los musulmanes.

Fernando III el Santo, Rey de Castilla y León
Estas tierras de Figueruela fueron conquistadas en 1225, justo con el fin del primer cuarto del siglo XIII por Fernando III, de forma pacífica a cambio de cesión de tropas, al rey de la Taifa de Baeza Abd Allah al-Bayysi, llamado “El Baezano”; quedando las nuevas tierras cedidas englobadas dentro de los territorios del realengo, Se decía de los territorios de realengo a aquellos que dependían directamente del rey, es decir de aquellos que no eran de señorío, ni de las Ordenes Militares. En las villas de realengo el territorio y la población estaban sujetos a la autoridad directa del rey, en ellas no tenían jurisdicción las ordenes militares. Se deduce que tras su conquista La Fuente de la Figuera quedaría como territorio de realengo bajo jurisdicción directa del Rey Fernando III, hasta que años después con la Conquista de Jaén en 1246, junto a las demás “Fuentes”, quedaría incorporada al Concejo de Jaén. En 1292 Alfonso X la concedía a Andújar

    El topónimo «la Fuente de la Figuera» fue el primer nombre conocido de Lahiguera. Por privilegio de Alfonso X el Sabio dado en Toledo el 20 de febrero de 1292, se concedía La Fuente de la Figuera a la ciudad de Andújar, pasando a denominarse Higuera de Andújar. Según refieren las Crónicas el día 20 de febrero de 1292 en la ciudad de Toledo se otorgó un privilegio real por el cual se confería la aldea de La Fuente de la Figuera a la ciudad de Andújar.
En el siglo XV pasó a ser aldea de Arjona dentro del señorío de la Orden de Calatrava, sin embargo, en el plano eclesiástico siguió perteneciendo a Andújar, como se  recoge en el Sínodo de 1511.
   
    Sin duda, el acontecimiento histórico más importante del siglo XVI es el proceso de exención de Lahiguera de la jurisdicción de Andújar. Hasta el siglo XVII no consiguió su denominación como villa y con ello su independencia jurídico-administrativa. A partir de ese momento  y ya durante toda la contemporaneidad, La Higuera, una vez que logró eximirse de la dependencia jurídico-administrativa de Andújar, consiguió ser catalogada como villa con jurisdicción independiente.
   
    A pesar de entender administrativamente cerrado el proceso de exención jurisdiccional de Lahiguera, tanto en la villa como en su término, con la resolución definitiva de 1791, la Orden de Calatrava no cesó en su empeño de disputar la jurisdicción eclesiástica de la villa al obispo de Jaén, y con ella la jurisdicción en Arjona y Arjonilla, las tres poblaciones calatravas constituían “La Vara de Arjona”.
    A finales de siglo XX recuperará su antiguo nombre Lahiguera (La Figuera). De ello queda constancia en el Boletín Oficial del Estado del sábado 3 de febrero de 1996 (BOE n. º 30).


Pág. del BOE núm. 30 de 3 de febrero de 1996.

Tras la conquista progresiva del territorio del futuro Reino de Jaén, se produce el abigarrado proceso de configuración de las estructuras territoriales y jurisdiccionales de la conquista, era la consecuencia lógica de la difícil armonización de los intereses representados por la Corona de Castilla, el mundo urbano y los señores; este conjunto de intereses enturbian la tradicional división  entre los territorios de realengo y los de los señoríos. En la época medieval, había una doble necesidad, por una parte la de afianzar la jurisdicción y el patrimonio real, necesario como contrapeso frente a las exigencias nobiliarias, y la necesidad de vertebrar el territorio conquistado en torno a unos núcleos mayores, capaces de asumir determinadas funciones rectoras sobre poblaciones limítrofes mas pequeñas; así las principales poblaciones fueron erigidas en cabezas de demarcación. Los términos así constituidos solían abarcar diversos núcleos de población menores, algunos de los cuales permanecieron bajo jurisdicción real; mientras que otros quedaron sometidos a jurisdicción señorial, unos quedaban así de realengo como es el caso de nuestra Fuente de la Figuera, y otros de más entidad se constituían en señoríos. Muchísimos pueblos y villas que antes eran de realengo pasaron después a ser de señorío, lo que no quiere decir que el señor alcanzase la propiedad y ni siquiera el dominio eminente sobre las tierras, sino el conjunto de derechos señoriales, que en la práctica son el derecho a percibir buena parte del excedente de la producción, vía todo tipo de impuestos. Esto nos explicará el cambio de concejos en la pertenencia inicial entre las aldeas conquistadas, y como veremos a continuación la adjudicación de La Fuente de la Figuera al Concejo de Jaén, tras haber sido inicialmente tierra de realengo, y su posterior cambio en la adjudicación al Concejo de Andújar.
   
    En el siglo XIII aparece con el nombre de Fuente de la Figuera, pronto reducido a "La Figuera" y que algunos investigadores consideran que es una traducción de su denominación de La Figuruela  o Figueruela visigoda o de La Higueruela árabe.

    El día 20 de Febrero de 1254 Alfonso X sacó a  la aldea de “La Fuente de la Figuera” de la jurisdicción del Concejo de Jaén y se la otorgó al Concejo de Andújar como también le ocurrió a Villanueva. Desde entonces ambas pasarían  a llamarse  “La Higuera de Andúxar” y “Villanueva de Andúxar” respectivamente.


Alfonso X El Sabio

“...Do  e  otorgó  al  concejo  de  Andújar  por mucho  servicio  que  fizieron  al  muy  noble, muy  alto  y  mucho  honrado  el  rey  don Fernando , mío  padre , e   fizieron  a  mí  e faran  de  aquí  adelante , que  ayan  por aldeas  la  Fuente  de  la  Figuera  e Villanueva , las  que  tomé  al  concejo  de Jaén  quando  di  por  aldeas  de  Jaén , Arjona  e  a  Porcuna. Y  mano  que  estas aldeas  sobredichas  que  las  aya  el  concejo de  Andújar  para  siempre  jamás , con  sus entradas  e  con  sus  salidas , con  montes, con  fuentes , con  ríos , con  pastos  e  con sus pertenencias , así  como  la  deuen  auer. E dógelas  en  tal  manera  que  las  tengan bien  pobladas...”.
 
     Por este privilegio de Alfonso X “El Sabio”, dado en Toledo el 20 de febrero de 1254, la concedía a la ciudad de Andújar, pasando a denominarse La Higuera de Andúxar. Se deduce que una vez conseguida la conquista de Jaén en 1246, Fernando, tras ser tierras de realengo veintiún años, desde 1225 al 1246, incorporó las aldeas de La Fuente de la Figuera y Villanueva al Concejo de Jaén, y su hijo Alfonso X, nueve años después, en la antedicha fecha de 1254 las adjunto al Concejo de Andújar, sacándolas del Concejo de Jaén, como se ve a cambio de incluir en el Concejo de Jaén las aldeas de Arjona y Porcuna.


Sello de Alfonso X.

Refiere Ahumada Lara (cfr. 1995, 20), sobre este periodo histórico que:”Solo temporalmente afectará a Higuera de Arjona la tardía conquista de la ciudad de Jaén en 1246. El rey Fernando, con el fin de consolidar un patrimonio para la capital del Santo Reino, entrega al concejo de la ciudad de Jaén, las tierras situadas al norte de la misma hasta el límite con el vecino concejo de Andújar. En otras palabras dona para Jaén el extenso pago de Las Fuentes: Fuente Mora (¿La Imora?), Fuente del Campo (¿Torredelcampo?), Fuente Tétar (cerca de Mengíbar), Fuente del Rey (Fuerte del Rey)... La Fuente de la Figuera. Pero no tardaría La Fuente de la Figuera junto con Villanueva en volver a su natural protector. Con el firme propósito de que las tenga bien pobladas, ocho años más tarde, Alfonso X, un 20 de febrero de 1254, devuelve a Andújar la jurisdicción sobre las aldeas de la Fuente de la Figuera y Villanueva.”

    Y continúa: “No finalizaría el siglo XIII sin que los vaivenes de la nobleza, las intrigas, las concesiones arbitrarias, el favoritismo, en fin, provoque que el concejo de Andújar se vea obligado a soportar un nuevo atentado. Durante el reinado de Fernando IV (1295-1311), el monarca firmó y selló privilegio a favor de don Gonzalo Ibáñez de Aguilar para que se hiciera cargo de la aldea de la Figuera (cfr. Terrones 1657, 110).

    Pero en esta ocasión el concejo de Andújar hace valer sus privilegios y pone querella al rey por pretender enajenar parte del patrimonio de la ciudad. Fernando IV se verá obligado a revocar el privilegio de concesión a Ibáñez de Aguilar, y la donación que de La Fuente de la Figuera hiciera su abuelo, Alfonso X, en 1254, queda ratificada, después de rectificada”

    Comenta Ahumada Lara con razón, de que  con toda probabilidad el intento de enajenación reforzara la posición de La Fuente de la Figuera, con respecto al concejo de Andújar, y de ello se inicia una mayor atención a “el aldea de la Figuera”. De los primeros años el siglo XIV quizá arranque el asentamiento más duradero y hasta definitivo de familias de Andújar en La Fuente de la Figuera, como los Palomino (antecesores del Venerable Fray Blas Palomino, religioso franciscano que sufrió martirio en Las Molucas); llegando a alcanzar la población un total de sesenta u ochenta casas, un número de viviendas suficientes para que la aldea se constituyese en Parroquia (cfr. Terrones 1657, 197)
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Referencia a las aldeas de Andújar: la Higuera y Villanueva, por entonces no era lugar el Marmolejo.

    En el siglo XV pasó a ser aldea de Arjona dentro del señorío de la Orden de Calatrava, como después veremos cuando se refiera  la venta del Condestable de Castilla don Álvaro de Luna a los calatravos;  aunque en el plano eclesiástico siguió perteneciendo a Andújar, como se recoge en el Sínodo de 1511. El sínodo de 1511, celebrado por iniciativa de Don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce se puede definir, siguiendo a Montijano Chica (3), como “un modelo de vigilancia pastoral, de sabiduría y de prudencia en el gobierno de la diócesis”. Son estos años de decididos impulsos reformadores que intentan establecer la disciplina eclesiástica en clérigos y seglares.
    En el Archivo de la Catedral de Jaén, en los folios XX-XXI del Sínodo de 1511 nos encontramos una lista con las ermitas, arciprestazgos y parroquias de la diócesis de Baeza-Jaén, donde figura como tal. En realidad tras la creación de la nueva diócesis de Baeza en 1230, y la consagración del primer obispo, Fray Domingo, religioso de la orden de predicadores, se incluye esta nueva diócesis en el ámbito metropolitano de Toledo. Pero una vez conquistada Jaén en 1246, Fernando III solicitó el traslado de la sede episcopal a la ciudad de Jaén, por considerarlo un lugar más estratégico para la defensa de Castilla. El Papa Inocencio IV accedió al traslado, y éste se produjo en 1248. Desde ese momento la diócesis adquiere la organización de una sede episcopal, con dos catedrales: Baeza y Jaén. El cabildo quedaba repartido entre una y otra ciudad: dos tercios de los capitulares residirían en Jaén y el restante de Baeza. (3)
    Ahumada Lara (1995, 26) refiere que con la entrada de La Fuente de la Figuera en el dominio de la Orden de Calatrava, los problemas ocasionados a la iglesia local de la aldea fueron de mayor calibre y mucho más duraderos. A la llegada de los calatravos a “La Figuera hacia el año 1432, desposeyeron a los sacerdotes dependientes del obispado de los beneficios del diezmo y los expulsaron. El mismo papa Calisto III firmó bula en 1456 para que “bajo excomunión devuelva los diezmos recogidos indebidamente y dejen su plaza a los sacerdotes del obispo de Jaén” (cfr. Fuente 1978, 99-100), (4). Las órdenes provenientes de Roma no fueron atendidas a pesar de estar ordenadas por el mismo papa. M. Jimena Jurado (XVII, 15 vº), (5) recoge la siguiente inscripción conciliadora de los tres poderes: la monarquía, la iglesia y la Orden de Calatrava:

        ESTA PUERTA DE LA NAVE DEL ALTAR MA-
        YOR SE FIZO AÑO DE MCCCCLXIII REY-
        NANTE EN CASTILLA EL REY DON ENRIQUE
        Y MAESTRE DE CALATRAVA DON RODRIGO
        TÉLLEZ GIRÓN. OBISPO DE JAHÉN DON
        ALONSO DE ACUÑA Y PRIOR DESTA YGLE-
        SIA RUY DÍAZ DE CAMBIL. ESCRIBIÓ ESTA
        MEMORIA FRANCISCO DE SEVILLA.

Papa Calixto III. Papa de la Iglesia católica desde 8 de abril de 1455 al 6 de agosto de 1458.

De los años finales de este siglo y primeros del siglo XVI se conservan en el Archivo histórico Nacional los libros de visitas a las fortalezas andaluzas de la Orden de Calatrava. En el archivo correspondiente al año 1495, consta que “La Figuera” contaba con una cerbatana, dos espigardas, una arroba de pólvora y dos docenas de astas para ballestas (Solano 1978, 166), (6). El año 1494 se había reparado parte de la torre del castillo de “La Figuera de cabe Arjona” y se recogía la reparación que había hacerse de algunas almenas (cfr. Ruiz, 1990, 138). (7)
    La Fuente de la Figuera perteneció al señorío de la Orden de Calatrava, entre 1432 y 1558. En el estudio que realiza Alcazar Hernández, E.M.: Formación y articulación de un concejo fronterizo: Jaén en el siglo XIII. Universidad de Jaén. Establece que “el último mojón que partía tierras calatravas y tierras jiennenses se colocó en el Arroyo Salado de Los Villares. A partir de aquí, y hasta el Guadalquivir, los límites son considerablemente más confusos. Por un lado les pertenecían las aldeas de Fuente de la Figuera (hoy La Higuera) y Villanueva (hoy Villanueva de la Reina), esta última ubicada junto a la orilla izquierda del río Guadalquivir…” (Tomado de la página 270 del texto de referencia) (8)


Mapa de Eslava Galán. En el se puede apreciar como La Higuera después de 1246 forma parte del Concejo de Arjona. El límite del concejo de Arjona va paralelo al curso del río Guadalquivir. Se aprecia con más claridad cuando se amplía el tamaño del mapa.

Hasta el 17 de octubre de 1558 no llegó a ser considerada como aldea independiente de Arjona y hasta el siglo XVII no consiguió su denominación como villa y con ello su independencia jurídico-administrativa de Arjona. Se llamaba por aquellos tiempos “Higuera cerca de Arjona” y  posteriormente perdió lo de “cerca“por el uso del pueblo y se denominó Higuera de Arjona hasta el año 1996, que paso a denominarse La Higuera.

Alfonso VII según una miniatura del Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela.

Hagamos ahora un recorrido histórico desde Alfonso VII, antecesor de Fernando III, para hacer una secuencia de contenidos que nos lleven al momento en que Fernando III hace pasar la Figueruela o Higueruela musulmana a sus dominios, denominándola “Fuente de la Figuera” cuando pasa a manos cristianas.
    Nos retrotraemos ahora, a los años que tras la ocupación musulmana de la aldea visigoda de Figueruela, y años azarosos de ocupación entre las diferentes etnias africanas que invadieron periódicamente la península desde el estrecho, y llegamos al llamado “Emperador” castellano Alfonso VII, que en 1135 celebró un concilio en León, donde se coronó emperador, y aprovechó la disgregación del imperio almorávide, con los musulmanes españoles en abierta rebeldía, para extender hacia el sur las fronteras de su reino. Tras una primera incursión en 1133 de varios meses, a lo largo del valle del Guadalquivir hasta Jerez, en 1139 inició realmente su actividad reconquistadora: tomó ese año el estratégico castillo de Oreja (Madrid) y Albalate, y Coria (Cáceres) en 1142. Para ello intervino activamente en los enfrentamientos entre las dos dinastías bereberes y llevó a cabo expediciones y ataques de saqueo incitando a las poblaciones a sublevarse contra ellos, para lo cual contó con la ayuda de dos caudillos hispanomusulmanes: el caudillo ismaelita Sayf al-Dawla más conocido como Zafadola e Ibn Mardanish conocido como «el rey Lobo».


Ibn Mardanish conocido como «el rey Lobo». El Papado de Roma elogió en el siglo XIII la figura de Ibn Mardanish con la frase "el rey Lope, de gloriosa memoria".

Entre los que se levantaron contra el poder almorávide figuran, Zafadola Ibn Hud, en Levante; Ibn Mardanis, el denominado Rey Lobo en las fuentes cristianas, quien ejerció su poder especialmente en Murcia y Valencia hasta casi la mitad del reinado del segundo califa almohade.

Mapa de la expansión territorial del reino de Murcia con Ibn Mardanish, El Rey Lobo, en el siglo XII. Posiblemente Figueruela estuviese en este tiempo bajo sus dominios.

En los años siguientes organizaría frecuentemente expediciones de saqueo a tierras musulmanas. En 1144  Alfonso VII se hace con Jaén y Córdoba, aunque esta última volverá a caer ese mismo año en manos musulmanas. Suponemos que en este avance las pequeñas agrupaciones de población sufrirían el avance y retroceso de los nuevos invasores castellanos con la ayuda de Zafadola.
    En el año 1144, en una de las expediciones especialmente importante,  Alfonso, en compañía de Zafadola recorrió y asoló toda al-Andalus, y en 1146 entró incluso en la antigua capital del califato, Córdoba.


Abu Chafar Ahmad ben Hud (1130), llamado Zafadola (Saif al-dawla o "Sable del estado") en las crónicas cristianas. Zafadola fue el principal agente de Alfonso VII, de quien se declaró vasallo, en la penetración castellana en tierras almorávides.
Al desembarcar al poco los almohades en la península se retiró, dejando en esta plaza un gobernador musulmán vasallo. Luego aseguró los pasos de Sierra Morena entre la meseta manchega y Andalucía, ocupando algunas plazas importantes a uno y otro lado de las montañas: Calatrava (Ciudad Real, 1147) y Uclés (Cuenca), al norte, y Baeza (Jaén, 1147), Andujar (Jaén, 1155), Pedroche (Córdoba, 1155) y Santa Eufemia (Córdoba, 1155), al sur.
    Imaginamos que en este ganar y volver a perder, de estas tierras de 1155 de Andújar, en manos de unos conquistadores u otros, Figueruela o La Fuente de la Figuera, según el conquistador de turno, sufriría como Arjona o Andújar los mismos ataques, saqueos y destrucciones. Eran años de bastante inestabilidad. El presente de Figueruela estaba siempre muy unido al de sus dos mayores poblaciones vecinas, Andújar y Arjona.

    Hemos visto hasta ahora las diferentes invasiones musulmanas procedentes del norte de África, las consecutivas oleadas y las luchas intestinas entre los nuevos invasores por una parte y la también referida inestabilidad de las conquistas de los reinos cristianos.
   
    Imaginamos que en estos años la vida de los habitantes de Higueruela, sería la de unos grupos humanos reunidos en torno a las fuentes de agua, sobre los que los árabes tienen bien acreditada su laboriosidad e idoneidad para los cultivos de regadíos que introdujeron. La zona geográfica de los alrededores del Cerro de Corbún es claramente un lugar de asentamiento de las tribus bereberes tras la primera invasión y su asentamiento. Es de suponer también que otras zonas como el Pozo de Santa Clara, la Mina, El Chorrillo y otros lugares serían pequeñas alquerías o aldeas musulmanas, algunas como agrupamientos familiares. No disponemos de datos históricos sobre ubicación y nombres que tendrían estas alquerías, pero siempre han aparecido restos de construcciones y restos arqueológicos que demuestran la presencia de estos pueblos islámicos entre nosotros, tras el 711. La Historia en general no se ocupaba de las poblaciones de poca entidad, para los historiadores las aldeas pasaban desapercibidas, y nuestra historia se solapaba con la de nuestras poblaciones limítrofes de Andújar y Arjona. Por ello la mejor forma de conocer y buscar nuestro pasado es conocer el pasado de nuestros vecinos, cuyo destino en la historia marcó a lo largo de los siglos nuestro futuro como pueblo. Como hemos visto, después de la conquista de los pueblos de alrededor de Lahiguera, las incursiones y ataques de los musulmanes fueron muy numerosas, contra Arjona, Jaén, Martos, etc. No es de extrañar que las tropas musulmanas pasaran varias veces por nuestro término e incluso por nuestro pueblo, así que la vida en un municipio sin defensas amuralladas sería muy peligrosa. Probablemente nuestra localidad fuera abandonada varias veces y vuelta a colonizar otras tantas.
    Durante este avance de 1146 se produce una invasión almohade que tras desembarcar en Algeciras se hace con importantes territorios, por lo que Alfonso VII se ve obligado a pactar con el caudillo almorávide Ibn Ganiya para organizar la resistencia. Alfonso VII de Castilla ayudó a Ibn Ganiya a tomar Córdoba, pero, a cambio, le obligó a ceder Baeza y Úbeda, penetrando así en el espacio enemigo. Jugadas de esta categoría ocurrían con frecuencia y, además, dicha presión política y territorial se traducía en exigencias económicas materializadas en el pago de tributos cada vez más cuantiosos.
     El 17 de octubre de 1147, Alfonso VII realizó su más importante conquista: la de la ciudad de Almería. Después se entrevista Alfonso VI con Ramón Berenguer IV y con García Ramírez y acuerdan la conquista de Almería en poder de los almohades. Para ello cuentan además con el apoyo de la flota genovesa y con cruzados franceses, que responden al llamamiento que ha realizado el papa Eugenio III como cruzada. Para la toma de este puerto mediterráneo, importante enclave comercial pero también foco de piratería, contó con la ayuda de los monarcas hispanos vasallos, y también con buques genoveses y pisanos que bloquearon Almería por mar. La campaña se inició con la predicación de los obispos de León y de Toledo, adquiriendo verdadera condición de cruzada. Los ejércitos castellano-leoneses se reunieron en Toledo en mayo, y en junio se detuvieron en Calatrava, donde se les unieron, entre otras, las fuerzas navarras. En julio Alfonso VII obtuvo la rendición de Úbeda y Baeza, y recibió a los recién llegados catalanes y genoveses, que ya habían establecido el asedio marítimo de Almería. Tras tres meses de sitio la ciudad capituló, quedando gobernada conjuntamente entre castellanos y genoveses.
    Alfonso VII prosiguió después sus campañas andaluzas con un nuevo sitio a Córdoba y también a Jaén y Guadix, en este caso con ayuda de Ibn Mardanis, el “rey Lobo”, señor de las taifas musulmanas de Valencia y Murcia. Fueron éstos, no obstante, años relativamente pacíficos, en los que su presencia en Andalucía fue menor, residiendo en el norte y ocupándose de diversos asuntos internos del reino. En 1155 se produjo una nueva ofensiva almohade. La toma de Almería y de muchos territorios andaluces que se revelaron efímeras: en 1157 Almería fue sitiada y rendida por los almohades, sin que el auxilio del rey fuese suficiente para resistir. En 1157, los almohades recuperaron el control de la ciudad de Almería y Alfonso VII parte para intentar reconquistarla. Fracasa en el intento y cuando regresaba a León, muere el 21 de agosto, durante el camino de regreso a Castilla, en el puerto del Muradal o de Despeñaperros, con sólo 52 años. El lugar exacto de su fallecimiento está en duda, ya que existe el acuerdo de que fue en el paraje de «Fresnedas» pero no hay acuerdo sobre la ubicación exacta de dicho paraje. Según algunos autores ese paraje se corresponde con el actual de «La aliseda», en el término municipal de Santa Elena, provincia de Jaén; mientras que otros defienden que se corresponde con el actual paraje del mismo nombre situado en el municipio de Viso del Marqués, antes nombrado «Viso del Puerto», provincia de Ciudad Real.
    Con su muerte de Alfonso VII, “El Emperador”, desaparecía también la idea imperial, sustituida por la España de los Cinco Reinos (Portugal, León, Castilla, Navarra y Aragón); él mismo contribuyó a ello dos años antes de su muerte al decidir dividir su reino entre sus dos hijos: a Sancho III, el primogénito, entregó Castilla y sus dependencias (Toledo y la Extremadura castellana) y a Fernando II, León y Galicia.
    Alfonso VII había tenido a ambos con su primera mujer, Berenguela, en 1133 y 1137 respectivamente; también tuvo con ella a Constanza (reina de Francia al casar con Luis VII) y a Sancha (que lo fue de Navarra como esposa de Sancho VI). Muerta la reina Berenguela en 1149, en 1151 Alfonso VII casó en segundas nupcias con Rica, hija del desterrado conde polaco Ladislao II; de este enlace nació Sancha (reina aragonesa al contraer matrimonio con Alfonso II de Aragón). Alfonso VII tuvo dos hijas naturales: Urraca (segunda esposa de García Ramírez de Navarra), de la relación con su amante Guntroda; y Estefanía, tenida con Sancha Fernández de Castro.
    La estrategia del joven rey Fernando III, repetía los pasos de su antecesor Alfonso VII, aunque evitando caer en sus mismos errores.
Al final de su reinado, Alfonso VII había intentado, como ya ha quedado reseñado, conquistar al-Andalus, cuando el imperio almorávide se estaba desintegrando; pero, aunque logró conquistar y ocupar  el puer¬to de Almería, fracasó ante el avance hacía Jaén, que era la plaza más fuerte de la cabecera del Guadalquivir, e imprescindible para asegurar las comu¬nicaciones de Castilla con la nueva tierra conquistada. El gran error de Alfonso VII fue que conquistadas algunas plazas no repo¬bló debidamente las tierras y ciudades conquistadas; de esta forma no afianzó las tierras conquistadas, ni consiguió por tanto consolidar sus conquistas antes de que el imperio almohade ocupase el vacío político y militar que dejaban los almorávides, con renovadas fuerzas.


Fernando III de Castilla
Fernando III de Castilla, nacido en Peleas de Arriba, Zamora o Bolaños de Calatrava, Ciudad Real, el 5 de agosto de 1199 y muerto en Sevilla, el 30 de mayo de 1252, llamado el Santo, primero fue rey de Castilla (1217-1252) y después de León (1230-1252). Hijo de Berenguela, reina de Castilla, y de Alfonso IX, rey de León.

    Los hechos que desembocaron en la posterior unión de los reinos de León y Castilla trascurrieron así: En 1230 muere Alfonso IX de León dejando el reino en manos de Sancha y Dulce, hijas habidas con su primera esposa, Teresa de Portugal y el matrimonio  fue disuelto por consanguinidad. Alfonso IX se casó de nuevo  con Berenguela, una sobrina suya, por lo que el papa Inocencio III declaró igualmente nulo en 1204 el matrimonio de los padres de Fernando, Alfonso IX y Berenguela, alegando de nuevo el parentesco de los cónyuges, tras lo cual Berenguela volvió a la corte de su padre (el rey de Castilla) con todos sus hijos. Tras la temprana muerte del rey de Castilla, Enrique I, hermano menor de su madre a causa de una pedrada recibida y la abdicación de esta, fue proclamado Fernando III rey de Castilla hacia el 10 de junio de 1217.


Documento de la Concordia de Benavente.

A la muerte de su padre, Alfonso IX de León en 1230, los partidarios de Fernando no respetaron su testamento, reivindicando el trono de León, que el rey, su padre, había legado a Sancha y Dulce, hijas de su matrimonio con Teresa de Portugal. Tras una reunión entre las dos reinas consortes, Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla, se firmó la Concordia de Benavente, en la que se declara la inviabilidad del testamento de Alfonso IX y el traspaso de la corona de León a Fernando a cambio de una compensación económica a sus hermanastras Dulce y Sancha, que incluía la cesión de tierras que se reincorporarían a Castilla cuando estas murieran. De ese modo se unieron dinásticamente, aunque siguieron conservando Cortes, leyes e instituciones diferentes, León y Castilla en la persona de Fernando III el Santo.

Doña Berenguela de Castilla

Durante su reinado se unificaron definitivamente las coronas de Castilla y León, que habían permanecido divididas desde la época de Alfonso VII el Emperador.
   
    Desde este momento, la conquista castellana de al-Andalus era ya sólo cuestión de tiempo. Esta se desarrolló a lo largo de 20 años, en un complejo proceso, en el que se mezclaron las ofensivas castellanas con las luchas entre los propios dirigentes almohades, cuando varios miembros de la misma familia califal se disputaron el poder. Las disputas intestinas entre los almohades facilitaron el surgimiento, ahora por tercera vez del nacimiento de los pequeños reinos andalusíes de taifas, ante la evidente incapacidad que los descendientes almohades tuvieron para mantener un estado almohade centralizado.

    Valga pues, como hilo conductor para comprender la situación, la actuación en la provincia de Jaén de una serie de personajes, que nos permitirán seguir los acontecimientos políticos de este periodo que tanto afecto a nuestra tierra. Sabemos que a pesar de las derrotas militares, el movimiento almohade, tal como se ha dicho antes, fue capaz de resistir, pero finalmente llegaría a hundirse a causa de una profunda crisis interna, que afecto a la propia continuidad del califato almohade.

    En 1223, Fernando III conquistaba las poblaciones jiennenses de Sabiote y Jódar y sitiaba de nuevo Jaén en otro intento por apoderarse de lo que después sería la capital del Santo Reino.

    La muerte en 1223 del califa al-Mustansir sin hijos, y sin que hubiese regulada una normativa sucesoria, hizo que al menos ocho miembros de la familia califal pudieran optar al titulo, la mayoría de los cuales eran gobernadores de las principales zonas de al-Andalus. Ante la elección para la sucesión de al-Majlu, se sublevó su sobrino al-Ydil, gobernador de Murcia, con el apoyo de casi todos los gobernadores de al-Andalus, haciéndose éste con el califato. Ante esta situación el gobernador de Jaén, Abd Allah al-Bayysi se revelo contra al-Ydil, que consiguió hacerse con el control de buena parte de las tierras de Córdoba y Jaén, entre las que desde luego estaba incluida Figueruela, razón por la que después aceptaría la contrapartida de entregar Andujar y sus aldeas y Martos, a cambio de su ayuda para las conquistas del Aljarafe sevillano. Siendo despojado rápidamente de la mayor parte de estas tierras, y marchó a refugiarse a la ciudad de Baeza, fracasando en los enfrentamientos de sus ejércitos con los que sucesivamente envió al-Ydil contra él.

    Parece ser que a pesar la pérdida de numerosas tierras, mantuvo Andujar y Martos hasta 1225. La Taifa de Baeza (Bayyasa) fue un reino musulmán que surgió en al-Ándalus después de la derrota de los almohades a manos de los ejércitos cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa, librada en 1212 por el Alfonso VIII, abuelo de Fernando III. El reino taifa de Baeza formó parte cronológicamente de los terceros reinos de taifas. Su único rey fue al-Bayyasi.

    Abd Allah al-Bayysi, llamado “El Baezano”, era bisnieto del califa Abd al-Mumin. El sobrenombre de “El Baezano” le venía, según las fuentes árabes de que su padre había estado mucho tiempo en Baeza, quizá como gobernador de esta ciudad, lo que de paso, nos servirá para explicar el apoyo que recibió de la población baezana, apoyo que se vio considerablemente reforzado por las tropas castellanas de Fernando III. El mismo año de 1224 Fernando III había lanzado su primera campaña bélica contra los territorios musulmanes de al-Andalus. El rey Fernando firmó con el rey musulmán de Baeza el “Pacto de las Navas”, por el que al-Bayyasi entregaba al rey castellano los castillos de Martos y Andújar, a cambio de respetar la población musulmana para que no fuera expulsada de ambas ciudades.

    Las tropas de Fernando III “El Santo” conquistarían las alquerías de Higueruela, cuyos habitantes estarían más pendientes de su trabajo en el huerto y del campo, que de guerras y conquistas. Una aldea tan pequeña no debió poner ninguna resistencia a un ejército tan organizado como el del rey Fernando y se entregaría sin ninguna resistencia, fue una conquista pacífica. Con toda probabilidad sus habitantes habrían sido expulsados como lo fueron los de Andujar, Martos o Baeza, éstos unos años antes, ante contratiempo del asedio de la fortaleza baezana.

    El pacto de amistad entre Fernando III y al-Bayysi fue consecuencia de la entrevista celebrada entre los dos en el Castillo de Baños de la Encina; como prueba y garantía del pacto alcanzado, al-Bayysi le entrego a Fernando a uno de sus hijos como rehén. El rey de Baeza le entrega en rehén a un hijo, y éste, convertido al cristianismo y bajo el título castellano de infante Fernando Abdel Mohn (con el mismo nombre cristiano de pila del rey), es luego uno de los pobladores de Sevilla. Aunque parece que la calidad humana de Fernando tenía todo el reconocimiento de los reyezuelos musulmanes de al-Andalus, fue también la forma por parte del Baezano de ganarse la confianza de Fernando III frente a los posibles ataques de al-Ydil; a cambio Fernando comprometió la  neutralidad del Baezano, con lo que se vio libre para atacar Quesada, arrastrando sus defensas, y prosiguiendo después en una larga correría por el valle del río Guadalimar y el valle del Guadalquivir, llegando hasta las proximidades de Jaén.


Página 237 de: Historia de la Antigua y Continuada nobleza de la ciudad de Jaén, muy famosa, muy noble y muy leal: Guarda y defendimiento de los reinos de España. Año 1618. Autor: Alonso de la Cueva Benavides y Mendoza Carrillo, primer marqués de Bedmar, cardenal de la Santa Iglesia de Roma.

Al año siguiente, año de 1225, desde el comienzo de la campaña bélica del verano, Fernando III recibiría el vasallaje efectivo de al-Bayysy, por lo que  El Baezano pudo mantener la soberanía de sus territorios, y quizá alguna ventaja más favorable en cuanto al pago de tributos a Castilla.

     A cambio de todo esto “El Baezano” debía prestar ayuda militar en sus batallas de conquista al rey castellano, acompañándolo en un ataque a Jaén. En 1225 Álvaro Pérez de Castro, leal a los musulmanes, participó junto con 160 caballeros cristianos en la defensa de la ciudad de Jaén, que fue sitiada por Fernando III, quien no pudo conquistar la ciudad por la carencia de máquinas de asedio. (9). 

    Jaén en 1225 fue cercado durante unos días pero no fue tomado. Luego avanzaron hacia Martos, que fue ocupado en junio de ese mismo año sin resistencia, y su población se respetó por petición del propio al-Bayyasi. Torredonjimeno fue entregado en esa misma fecha puesto que dependía directamente de Martos.

    En 1325 la ciudad de Martos fue atacada y saqueada por los musulmanes utilizando la artillería con pólvora por primera vez en tierras de Jaén.

    Tras el fracaso del sitio de Jaén, en toda una larga cabalgada, que lo llevaría a Martos, Víboras, Alcaudete y Priego, poblaciones que todas reconocieron a al-Bayysi, salvándose así del saqueo. No sucedió lo mismo con Loja y Alhama de Granada, aunque Fernando respeto Granada a cambio de la devolución de 1.300 cautivos, volviéndose hacia Castilla por Montejicar, Pegalajar y Mengíbar.  De nuevo aparece aquí Álvaro Pérez de Castro en 1225, pues tras la conquista de la ciudad de Loja por los castellanos, Fernando III de Castilla se dirigió a devastar la Vega de Granada, pero actuó Álvaro Pérez de Castro de mediador entre los cristianos y los granadinos, logrando que Fernando III suspendiese los ataques, siéndole entregados entonces al rey Fernando los 1.300 cautivos cristianos que se hallaban en manos de los granadinos. Después de alcanzar dicho acuerdo, Álvaro Pérez de Castro recuperó el favor del rey Fernando III y retornó junto a él hacia tierras castellanas. (9)   

    Por lo que a nosotros respecta Fernando III, antes de abandonar el territorio jiennense, exigió a al-Bayysi la entrega de los castillos de Andujar (Undusar) y Martos, entrando Figueruela (Lahiguera) como aldea perteneciente a Andujar en la referida entrega. A cambio de esta entrega El Baezano pudo disponer de tropas castellanas para atacar en dirección a Sevilla, campaña en la que al-Bayysi logró apoderarse de varias fortalezas del Aljarafe sevillano, acrecentando así de esta forma bastante los dominios, aunque poco después sería derrotado, perdiendo las posiciones antes conquistadas.


Página 238 de: Historia de la Antigua y Continuada nobleza de la ciudad de Jaén, muy famosa, muy noble y muy leal: Guarda y defendimiento de los reinos de España. Año 1618. Autor: Alonso de la Cueva Benavides y Mendoza Carrillo, primer marqués de Bedmar, cardenal de la Santa Iglesia de Roma.

En 1225 el rey musulmán de Baeza entregó a Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, entre otros, los castillos de Andujar y Martos, aunque algunos autores sostienen que dicha entrega fue realizada en otro momento. (10)

    La razón de que Fernando III encomendase la tenencia  de las fortalezas conquistadas a Álvaro  Pérez de Castro, miembro de la Orden de Calatrava y posterior Maestre de Calatrava, en parte era debida a su pertenencia a la Orden de  Calatrava, en la que ingresó siguiendo los pasos de su padre, en el año 1204 ingresaron: su padre, Pedro Fernández de Castro junto a su esposa Jimena Gómez, y sus hijos Álvaro Pérez de Castro y Elo Pérez de Castro.


Tomado de: Maroto Aguayo, V. Archivo histórico municipal de Andújar. Guía e inventario general de fondos. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses. Octubre/Diciembre 1996. Número 162.


Así pues, las fortalezas de Andújar y Martos fueron encomendados por Fernando III a Álvaro Pérez de Castro" el Castellano", para su tenencia desde su conquista, cuyas rentas ascendían a 50.000 maravedíes alfonsíes, al tiempo que en la zona se asentaban tropas de las Órdenes de Santiago y Calatrava, pasando a convertirse la localidad de Martos en el centro del dispositivo cristiano de defensa en la zona. Desde que fue entregada al rey Fernando III, la localidad de Andujar se convirtió en el punto de reunión de los ejércitos cristianos que combatían al sur de Sierra Morena, y Álvaro Pérez de Castro desempeñó la tenencia de las fortalezas de Martos y Andujar entre el 5 de septiembre de 1225 y el 16 de enero de 1227, fecha en la que deja de aparecer como poseedor de las fortalezas en los documentos regios. Quizá su destitución se produjese por la actuación de parte de los musulmanes en el asedio de Jaén en el que Álvaro Pérez de Castro brindo ayuda junto a 160 caballeros cristianos en contra de Fernando III que asediaba.

    Desde el momento en que tomó posesión de la tenencia de ambas fortalezas, Álvaro Pérez de Castro comenzó a realizar incursiones de devastación y saqueo en las tierras que rodeaban sus castillos y que permanecían leales al gobernador almohade de Sevilla, quien reunió un ejército con tropas reclutadas en Córdoba, Sevilla, Jerez de la Frontera y Tejada, y fue derrotado por Álvaro Pérez de Castro "el Castellano" en una batalla campal en la que ocasionó graves pérdidas a los almohades, lo que ocasionó que la mayoría de las villas situadas entre Sevilla y Córdoba, a fin de evitar los ataques cristianos, reconociesen al rey de Baeza como a su señor, pues era aliado del rey de Castilla.

    Poco después de la victoria de Álvaro Pérez de Castro en dicha batalla campal, los musulmanes sitiaron y tomaron el castillo de Garcíez, en el que se hallaba un caballero llamado Martín Gordillo, a pesar de que Álvaro Pérez de Castro acudió en su socorro. Pero no llegó a tiempo de impedir que fuera ocupada por los almohades, lo que provocó que Fernando III, acompañado por varios magnates y prelados de su reino se dirigiese hacia Andújar, lo que sorprendió a Álvaro Pérez de Castro, que se hallara en la ciudad de Córdoba en compañía del rey de Baeza.

    Se cuenta en una crónica, que cuando Fernando III estaba guardando luto en Benavente por la muerte de su mujer, doña Beatriz, supo mientras comía el novelesco asalto nocturno de un puñado de sus caballeros a la Ajarquía o arrabal de Córdoba, levantose de la mesa, mandó ensillar el caballo y se puso en camino, esperando, como sucedió, que sus caballeros y las mesnadas le seguirían viéndole ir delante. Se entusiasmó, dice la Crónica latina: «irruit... Domini Spiritus in rege».
      Posteriormente el rey Fernando III exigió la entrega de las fortalezas de Salvatiera, Baños y Capilla, acordándose que mientras no se le entregasen estas fortalezas, se quedaría una guarnición cristiana en la Alcazaba de Baeza. Se entregaron las fortalezas de Salvatierra y Baños, pero  los habitantes de Capilla se negaron a entregarse, y hubo de ser tomada al asalto después de haber sufrido dos meses de asedio, con ello se incumplió el pacto. Una vez reunidos el rey de Baeza y Fernando III en Andújar, acordaron que el rey de Baeza entregaría al soberano castellano otros tres castillos, y que hasta que le fuesen entregados, el castillo de Baeza sería ocupado por tropas castellanas, instalándose en él a continuación los maestres de las Órdenes de Santiago y de Calatrava, y mientras tanto Fernando III asedió la localidad de Capilla, situada en la actual provincia de Badajoz.  La sumisión que “El Baezano” tuvo con el rey castellano Fernando, exasperó a la población musulmana que acabó sublevándose contra El Baezano. En el mes de julio de 1226, mientras Fernando conquistaba Capilla, Abd Allah al-Bayysi, llamado “El Baezano”, rey de Baeza era asesinado. Tras el asesinato de al-Bayyasi, los habitantes musulmanes de Baeza sitiaron el alcázar de la ciudad donde residía la guarnición cristiana, pero no consiguieron tomarlo, en represalia, los musulmanes baezanos fueron expulsados de la ciudad a finales de 1226. Para que no ocurriera lo mismo que había ocurrido en Baeza, que la población musulmana cercó la guarnición cristiana, los musulmanes fueron también expulsados de Martos, Torredonjimeno y Andújar, que serían repobladas más tarde por cristianos. Concretamente Baeza fue repoblada con gente del norte de Castilla en 1228 y Martos quedó despoblada hasta 1251. En este mismo año Fernando III delimitó el término de Martos, pero antes, el 8 de diciembre de 1228, había encomendado la ciudad a la Orden de Calatrava. A principios de 1227 Fernando III contaba con Martos, Andújar y Baeza, tres importantes ciudades bien fortificadas y libres de población musulmana.
Así el califa Abd Allah al-Bayysi que había mantenido bajo su poder entre otras poblaciones jiennenses a Figueruela, terminó decapitado en Almodóvar del Río por su propio visir.

    Queda decir o recalcar, para acabar con este relato, que mientras tanto, se había entregado la Alcazaba de Baeza a Fernando III, lo fue por incumplimiento del pacto entre ambos, ya que, como hemos referido, Capilla debió tomarse al asalto por las tropas castellanas. Tras la muerte de Abd Allah al-Bayysi, llamado “El Baezano”, la población de Baeza intentó expulsar a los cristianos con la ayuda del gobernador de Jaén, pero ante el fracaso del intento, los musulmanes acabaron abandonando la ciudad de Baeza, que quedó definitivamente en manos de Fernando III en el mes de diciembre de 1226.

    La ejecución del rey de Baeza provocó que el señor de Jaén atacase la guarnición cristiana que se hallaba en el alcázar de Baeza, la cual resistió en el interior del alcázar, a pesar de que los musulmanes dominaban el resto de la ciudad. A pesar de ello, el señor de Jaén, temeroso de que acudiesen a la zona refuerzos cristianos, abandonó la ciudad sin haber sitiado el alcázar, provocando con ello que la población musulmana de las localidades de Baeza, Martos y Andújar, entre otras, abandonasen sus ciudades a finales de 1226, quedando desocupada Baeza de musulmanes en el segundo semestre de ese año.

    La población musulmana de las localidades de Andujar, Martos y Baeza abandonó dichas ciudades a finales de 1226, quedando desocupada Baeza de musulmanes en el segundo semestre de ese año. En 1227 Fernando III el Santo nombró a Lope Díaz de Haro tenente o poseedor de Baeza, los primeros pobladores cristianos comenzaron a llegar a las localidades de Baeza, Andujar y Martos, al tiempo que en ésta última la tenencia de Álvaro Pérez de Castro se vio reforzada por la presencia de Tello Alfonso de Meneses, hijo de Alfonso Téllez de Meneses y sobrino de Tello Téllez de Meneses, obispo de Palencia. No obstante, algunas fuentes señalan que la repoblación cristiana de Andujar no comenzó hasta el año 1228. “Es muy probable, como sugiere el Prof. Julio González González, que fuera en esta ocasión, en esta expedición del año 1228, cuando Fernando III iniciara la repoblación de Andujar y el asentamiento de los primeros vecinos castellanos de la ciudad."(11)

    El fracaso de los almohades ante los cristianos, la lucha interna por la sucesión, el incremento constante de los impuestos y los grandes privilegios de los musulmanes más poderosos, que cada vez podían ser menos justificados ante el pueblo, aumentaron el rechazo de la población, del pueblo llano, que desembocó en la sublevación de diversos jefes andalusíes. De entre ellos el principal sublevado fue Muhammad b. Yusuf. Hud, supuesto miembro de la dinastía de los Banu Hud, la familia que había reinado en Zaragoza allá por el siglo XI. Ibn Hud se alzó en 1228 en  Murcia, desplegando una intensa actividad guerrera tanto contra los cristianos como contra los almohades, atrayendo así a numerosos seguidores descontentos y consiguiendo la obediencia bajo su mando de la mayor parte del restante al-Andalus. Para su afianzamiento reconoció al califa Abbasí, logrando de este modo la legitimidad religiosa.   

    Durante la campaña emprendida por el rey de Castilla contra Jaén en 1228, a pesar del propósito inicial de combatir al reino de Sevilla, Álvaro Pérez de Castro no pudo acompañar al rey por hallarse enfermo, siendo probable que entonces comenzase la repoblación de la localidad de Andújar, llevada a cabo por el rey Fernando III. (12)

    Dos años después, en 1230, Álvaro Pérez de Castro acompañó a Fernando III de Castilla, cuando se dirigía a tomar posesión del reino de León, pues había fallecido su padre, el rey Alfonso IX de León. En 1231, mientras Fernando III recorría las principales ciudades del reino de León después de haber tomado posesión del mismo, el soberano envió a su hijo, el infante Alfonso (que después sería Alfonso X “El Sabio”), que contaba nueve años de edad y se hallaba en Salamanca, a devastar los reinos musulmanes de Córdoba y Sevilla, acompañado por Álvaro Pérez de Castro y por el magnate Gil Manrique. Aunque varios historiadores han señalado que el infante Alfonso al que se refieren las crónicas de la época no fue el hijo de Fernando III, sino su hermano, el infante Alfonso de Molina, hijo del difunto Alfonso IX de León. No obstante, según la versión que sostiene que el infante Alfonso presente en la batalla era en realidad el hijo del rey, Fernando III. La Crónica dice así:
“Mandó  a  don  Alvar  de  Castro, el  Castellano, que  fuese con  él, para  guardar el  infante y por cabdillo  de  la hueste, ca  el  infante  era  muy  moço  e  avn  non  era tan  esfforçado, e  don  Alvar Pérez  era omne  deferido  e  muy esforçado.”




Monumento a Fernando III el Santo en Baeza.

En 1231 el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez  de Rada tomaba la plaza de Quesada, que había sido fortificada nuevamente por los musulmanes, y algunas plazas de la Sierra de Cazorla, sin que Ibn Hud pudiera impedirlo. Todos estos hechos fueron minando rápida y progresivamente su prestigio y le surgió una fuerte oposición. Entre los que se opusieron a Ibn Hud, por sus reiterados fracasos, destacó ibn Nasr ibn al-Ahmar, uno de los jefes militares de frontera que había comúnmente en toda la frontera con los reinos cristianos, que se sublevó en Arjona, su pueblo, en 1232, siendo proclamado sultán.
   
    El referido ibn Nasr ibn al-Ahmar, era nada menos que el sultán que después conformaría el gran Reino Nazarí de Granada, que pervivió hasta 1492.
    La desconfianza que la población sentía por Ibn Hud se hizo más aguda tras la pérdida de la población de Úbeda en 1223, esto le permitió a ibn Nasr ibn al-Ahmar asegurar mucho más sus posiciones políticas, recibiendo a consecuencia de ello la sumisión de la mayor parte de las localidades de las campiñas de Jaén. Entre tanta movilidad de jefes musulmanes y la complejidad política del momento, que va desde el reconocimiento a Ibn Hud, el enfrentamiento de Ibn Nasr ibn al-Ahmar a él, cambiando unos y otros de actitud según van dictando los diferentes momentos  históricos. En 1236 pacta ibn Nasr ibn al-Ahmar con Fernando III y le ayuda en la toma de Córdoba por el acuerdo de unas treguas entre ellos hasta el año 1242, estas treguas le permitieron a  ibn Nasr ibn al-Ahmar dedicarse a ampliar sus propios territorios de forma que en 1238 los granadinos le entregan la ciudad, donde termina instalando la capitalidad de su ya considerable Reino Nazarí, que tras la muerte de su anterior enemigo Ibn Hud se extendería a los territorios de  su reino consiguiendo el reconocimiento de Málaga y Almería.

    En la fecha del 30 de Junio de 1236, Fernando III había obtenido la ciudad de Córdoba mediante un pacto con ibn Hud, y debido a esta conquista, la ciudad de Porcuna (los musulmanes la conocían como Bulkúna) se encontraba en una situación difícil y complicada, puesto que estaba prácticamente rodeada por territorio cristiano (Córdoba, Martos y Andujar), si exceptuamos Arjona que aún era musulmana. Antes de la caída de Porcuna, el rey Fernando ya había otorgado la ciudad a la Orden de Calatrava en 1228. Incluso antes de ser tomada, el 17 de Septiembre de 1240, se deslindan los términos de Baena, Porcuna Alcaudete y Alvendín. Estos deslindes realizados por el propio Fernando III coincidían con los mismos de la época musulmana, incluso con los términos municipales actuales. Los deslindes en estos pueblos, se llevaron a cabo con la ayuda de los musulmanes que aún habitaban en ellos. A pesar de todo, el castillo de Porcuna no caería en manos cristianas hasta 1241. De Porcuna también serán expulsados los moros y permanecerá unos años despoblada hasta la llegada de los nuevos colonos cristianos.
   
     Terminadas las treguas con el rey castellano en 1242, ibn Nasr ibn al-Ahmar fracasó en su intento de recuperar las localidades fortificadas del alto Guadalquivir, como Martos,  y ello posibilita notablemente la expansión castellana. Fernando III, integra ya en su ejército de forma habitual a las gentes de los concejos de Úbeda, Baeza, Quesada, y con las tropas de Sancho Martínez de Jódar, toma Arjona en 1244, y después La guardia, Pegalajar, Bexix, Cárchel y Cazalla. En 1224, el  reyezuelo 'Umar ibn Ábd a1-Mu'min, llamado a1-Bayyasi,  solicitó ayuda de Castilla contra el nuevo califa al-Adil que le había arrebatado sus dominios del Alto Guadalquivir a excepción de Baeza. La curia real de Castilla y los magnates del reino aprobaron la de¬cisión real de prestar a al-Bayyasi la ayuda solicitada.

(Recordaremos que Alfonso VII ya había intentado la conquista de Jaén (Yayyan) en repetidas ocasiones, pero había fracasado por las buenas defensas con las que habían dotado los musulmanes a la ciudad.)

    En 1224 Fernando III atacó el territorio de Jaén para tantear las fuerzas de los musulmanes, y en el año siguiente el rey puso cerco a la ciudad para debilitar y probar sus defensas, también taló sus huertas y asoló los campos.


En esta imagen aparece el Castillo de Jaén en 1862 con las laderas totalmente taladas de árboles, esta sería la imagen que tendría en la época de su conquista. Tanto a los sitiadores como a los sitiados les interesaba visualizar claramente todos los alrededores de la fortaleza.

    Durante la reconquista se produjo una gran parte de la deforestación del país. En 1229 Fernando III volvió a arrasar las tierras de Jaén y el 24 de Junio le puso cerco por segunda vez, pero fracasó de nuevo. En esta fecha la ciudad se encontraba aislada ya que pueblos tan importantes como Martos, Andújar o Baeza ya estaban en poder de los cristianos.

    Con todo este avance en sus territorios, Fernando decide cambiar de táctica en el ataque a Jaén, que ya había sido frustrado en otras ocasiones anteriores; ante las dificultades que presentaba la ciudad para tomarla al asalto, inicia una operación de cerco mucho más amplia, tomando previamente las localidades y fortalezas que la rodeaban, de forma que quedase totalmente aislada y por tanto imposibilitada para poder recibir ayuda, cortando también todas las fuentes de abastecimiento, termina arrasando los campos de las localidades que no ocupó.

    En 1245 Fernando III cerca de nuevo Jaén, estableciendo en esta ocasión un sistema rotativo entre las huestes de los nobles y los concejos, que se iban relevando en el sitio a la ciudad. El último y definitivo asedio se estableció a primeros de agosto de 1245 y duró siete meses, aquel invierno fue muy crudo y los cristianos sitiadores acabaron con las reservas de madera para calentarse, pero peor aún era la situación de los sitiados, que además de madera carecían de alimentos. El rey cristiano nunca intentó tomar la ciudad por asalto aunque sostuvo algunas escaramuzas de poca importancia, simplemente esperaba rendirla por hambre, como así ocurrió.

    Sería en los primeros meses de 1246 cuando el rey granadino Alhamar, viendo la situación tan complicada de la población, considerando que ya era imposible evitar la caída de la ciudad entregó la ciudad mediante un pacto (Pacto de Jaén) en el que se declaraba vasallo de Fernando III y se obligaba a pagar 150.000 dinares anuales a Castilla en concepto de parias durante veinte años, además de auxiliarle en la paz y en la guerra, y el compromiso de asistir a las cortes de Castilla cuando fuera convocado. A cambio, Fernando III le reconoce como rey del Reino Nazarí y reconoce por tanto la posesión de los territorios situados al Sur de las Cordilleras Béticas, con su límite occidental en Gibraltar. Esto ocurrió probablemente el 28 de febrero de 1246. Con esta acción finalizó la conquista militar del territorio jiennense, y queda también constituido el Reino Nazarí de Granada, reconocido y vasallo del Rey de Castilla Fernando III, cuyas fronteras en este sector quedaron ya delimitadas en las sierras al Sur y Sudeste de la ciudad de Jaén y seguía entre los términos de Pegalajar y Cambil, luego discurría entre Torres, Albanchez y Jódar, todos ellos en la parte cristiana, y Huelma y Bélmez de la Moraleda en la parte musulmana. Esta frontera se mantendrá prácticamente inalterable durante dos siglos y medio, hasta la conquista de Granada en 1492, aunque las incursiones de los árabes en tierras cristianas y cristianos en tierras musulmanas eran muy frecuentes.



Granada 5 de Diciembre de 2013
                                   Pedro Galán Galán
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Bibliografía:
(1) Ahumada Lara, I. Breve historia de Higuera de Arjona, 1995. Diputación provincial.

(2) Terrones y Robles, A., 1657: Vida, martirio, traslación y milagros de San Eufrasio, obispo y patrón de Andújar. Origen, antigüedad y excelencia desta ciudad, Granada.
(3) Montijano Chica, J. Historia de la diócesis de Jaén y sus obispos. Instituto de Estudios Giennenses, Diputación provincial, Jaén 1986.
(4) Fuente González, A., 1978: Don Gonzalo de Stúñiga. Obispo de Jaén (1423-1456), Jaén, Obra del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba.
(5) Jimena Jurado, M., 1652: Catálogo de los obispos de las iglesia catedrales de la diócesis de Jaén y anales eclesiásticos deste obispado, (XVII, 15 vº) ed. fac., est. prel. e índices por J. Rodríguez Molina y M.J. Osorio Pérez, Granada, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1991.
(6) Solano Ruiz, E., 1978: La Orden de Calatrava en el siglo XV, Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad.
(7) Ruiz Calvente, M., 1990:” Aportación documental sobre las fortalezas calatravas de Porcuna, Lopera, Arjona, e Higuera de Arjona. Años 1459 y 1494”, en Aspectos geográficos e históricos de la ciudad de Andújar y su comarca, Granada, Servicio Permanente de Geografía e Historia “Jandula”, 129-151
(8) Alcazar Hernández, E.M.: Formación y articulación de un concejo fronterizo: Jaén en el siglo XIII. Universidad de Jaén. Página 270.
(9) Rodríguez-Picavea Matilla, E. (1999). «Documentos para el estudio de la Orden de Calatrava en la Meseta meridional castellana (1102-1302)». Cuadernos de Historia Medieval (Madrid: Universidad Autónoma de Madrid)

 (10) Eslava Galán, J. (1987). «La campaña de 1225 y el primer cerco de Jaén por Fernando III». Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (Jaén: Instituto de Estudios Giennenses) (132). Págs.: 23-38.

(11) González González, J. (2006) Las conquistas de Fernando III en Andalucía. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto Jerónimo Zurita. Valladolid: Editorial Maxtor.

(12) Martínez  Díez, G. (2000). «La conquista de Andujar: su integración en la Corona de Castilla». Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (Jaén: Instituto de Estudios Giennenses) (176): Págs.: 616-629.

Otros textos consultados:
Anson Oliart, Francisco (1998). Fernando III, rey de Castilla y León. Madrid: Ediciones Palabra S. A.
Castillo Armenteros, Juan Carlos; Eva María Alcázar Hernández (2006). «La Campiña del alto Guadalquivir en la Baja Edad Media: La dinámica de un espacio fronterizo». Studia histórica. Historia medieval (Salamanca: Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de la Universidad de Salamanca. Ediciones Universidad de Salamanca) 24: pp. 15-196.
Costas Rodríguez, Jenaro (2002). Fernando III a través de las crónicas medievales. Ayuntamiento de Zamora, Universidad Nacional de Educación a Distancia. Centro Asociado de Zamora.
Eslava Galán, J. (1990). «El castillo de la Peña de Martos y la Orden de Calatrava». Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (Jaén: Instituto de Estudios Giennenses) (142): pp. 149-160.
García Fitz, F., Relaciones políticas y guerra. La experiencia castellano-leonesa frente al Islam. Siglos XI-XIII editorial=Grafitrés S. L. (2002). Universidad de Sevilla. Servicio de Publicaciones. ed. (1ª edición). Sevilla.
Maroto Aguayo, V. Archivo histórico municipal de Andújar. Guía e inventario general de fondos. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses. Octubre/Diciembre 1996. Número 162
Martínez  Díez, Gonzalo (2000). «La conquista de Andujar: su integración en la Corona de Castilla». Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (Jaén: Instituto de Estudios Giennenses) (176): Págs. 615-644.
Rodríguez López, Ana (1994). La consolidación territorial de la monarquía feudal castellana: expansión y fronteras durante el reinado de Fernando III. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Recuero y Astray, M.J. Alfonso VII, emperador. El imperio hispánico en el siglo XII. (León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro: 1979).
Risco, M. Historia de Alfonso VII el emperador. (León, Nebrija: 1980).
Ubieto Arteta, A. Navarra-Aragón y la idea imperial de Alfonso VII de Castilla. (Zaragoza, Escuela de Estudios Medievales: 1956).
Vázquez Campos, Braulio (2000). «Sobre los orígenes del Adelantamiento de Andalucía». Historia, instituciones, documentos (Sevilla: Universidad de Sevilla: Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas) 27: pp. 333-373.
Otras Fuentes y agradecimientos:
«Jaén: pueblos y ciudades». Jaén: Diario Jaén, 1997.

Jaén (Provincia). Diputación Provincial. Revista de información turística. Información por  municipios [en línea]. Jaén: Diputación Provincial. Http//www. promojaen.es/pit/municipios.asp?l=.

Jiménez Cobo, M.: Por los campos de Larva. Ayuntamiento de Larva, 1997.

Olivares Barragán, F.: Jaén y sus cien pueblos/ Francisco Olivares Barragán. – [2. ª ed. corr. y amp.].–Jaén.
Wikipedia, llenguavalencianas, cdad pintura, maravedis, y otras de Internet.



207 comentarios:

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Amparo Chinchilla Miranda dijo...

Me gustaría comenzar mi comentario planteando algunas puntualizaciones sobre lo que históricamente se ha venido llamando Reconquista.
Reconquistar algo es volver a conquistar lo que se había perdido. Tradicionalmente se ha venido diciendo que la Reconquista fue el proceso de recuperación por los cristianos el territorio peninsular perdido en favor de los musulmanes, que se inició en 722 con la batalla de Covadonga y se terminó en 1492 con la conquista de Granada.
Pero la Reconquista así entendida presupone dos condiciones previas: que los musulmanes hubiesen conquistado la mayor parte de las tierras de la Península y que los habitantes hipanogodos sintiesen, simultáneamente, que habían perdido tales tierras. La primera de tales condiciones puede aceptarse con más o menos reservas; la segunda, no, ya que la mayor parte de los hispanogodos siguieron siendo dueños de cuanto poseían, lo más que notaron fue el cambio de autoridades.
La ideas de la "pérdida de España" y, consiguientemente, de la necesidad de reconquistarla surgió lentamente; fue introducida en la España de los reinos cristianos por los mozárabes desplazados de Al-Andalus, sobre todo en el reinado de Alfonso II (791-840) quien, por influencia de esos mozárabes, se proclamó sucesor de los reyes visigodos y en cuya época tuvo lugar el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago. No obstante, la idea de la pérdida de España no se consolidó hasta casi cien años después, durante el reinado de Alfonso III (866-911). Me gustaría aclarar que: Si bien la Reconquista duró casi ochocientos años (722-1492) no fueron ocho siglos de continuos enfrentamientos ya que sumados todos los años que hubo guerras, no fueron ni cien, y en esos escasos cien años la guerra únicamente se producía durante el buen tiempo en las estaciones climáticas de primavera y verano. También los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes tuvieron las más de las veces un matiz con mayor sentido político que religioso y las relaciones entre ellos concluían en muchos matrimonios mixtos musulmanes-cristianos que fueron mucho más habituales que lo que pensamos.
Un saludo para todos.
Amparo Chinchilla Miranda.

Consuelo Mezcua dijo...

Gloriosa cuna, la que te vio nacer. Enhorabuena por el trabajo, eso
hacen los "hijosdalgos" con sus raíces, darlas a conocer.
Gracias.

Rafael Mateos Pérez dijo...

Este es un artículo mediante el cual el lector del blog irá progresivamente entrando en el pasado lejano de tu pueblo, y verá documentalmente las variadas vicisitudes de una población, que estaba inmersa en momentos de cabalgadas, correrías y saqueos por unos y otros, intentando mantener por alguno tiempo sus conquistas, consiguiéndolo sólo por sucesivas oleadas, para volver a perderlas a continuación. Unos tiempos difíciles para la fijación de la población pendiente de mantener sus vidas y sus cosechas a término, sin otras medidas de defensa que la huida o algún torreón de protección mientras pasaban las correrías destructoras.
Su lectura me ha hecho ir acrecentando y expandir mi curiosidad hasta lo más lejano del pasado medieval, imagino que al igual que me ocurrió a mi, los lectores iran paso a paso hilvanando su historia y tomando conciencia de que la historia de los pueblos y sus gentes se va construyendo día a día. Así, a medida que se va investigando se descubren nuevos aspectos de la historia que permanecen latentes, como dormidos, hasta que alguien que investiga con el corazón puesto paralelo al interés de su gente lo hace tan apasionadamente, sin límites en la entrega y dedicación. Amigo Pedro, recibe mi más cordial enhorabuena por lograr que un forastero ande ya, interesado en las cosas de tu pueblo. Tus artículos me invitan a pensar y buscar información sobre el pasado de mi pueblo también. La lectura de los numerosos capítulos dedicados a costumbres e historias de las gentes, me apasionan, animan e invitan a meditar sobre un pasado tan poco perfilado, diría que oculto y desconocido hasta ahora, un pasado que comienza a ver la luz de sus hechos históricos. ¡Adelante!.
Un abrazo, Rafael Mateos Pérez.

Jesús Ángel Mellado Prieto dijo...

Los paralelos históricos suelen inducir a error. Pero haberlos, “haylos”. Uno de los mitos más arraigados en sociedades satisfechas de sí mismas es el de la convivencia pacífica, cuando no fructuosa, de grupos humanos de culturas diferentes. Así, es una convicción ampliamente defendida en España que judíos, musulmanes y cristianos vivieron aquí juntos y en buen entendimiento en la época del califato de Córdoba. Que tanto el judaísmo como el cristianismo fueran considerados por el Corán religiones a lo sumo toleradas; que la Reconquista se haya caracterizado por el odio y la crueldad de los cristianos contra musulmanes y judíos; que ese largo proceso histórico comenzado en el siglo VIII desembocara primero en la expulsión o conversión forzada de los judíos y poco después en la expulsión de los moriscos; que la obra del Santo Oficio se prolongara durante varios siglos, no parece mellar el mito de la edad dorada de la convivencia de las tres culturas. Sigue hablándose de una idílica triple raíz de España, como si el Concilio Iliberitano de principios del siglo IV no hubiera sido el primer caso institucionalizado de racismo biológico, y como si entre los primeros pogromos (o matanzas de ciertas clases de personas realizada con la connivencia o, por lo menos el desentendimiento de las autoridades), no hubiera que contar los del siglo XIV en Andalucía.
Jesús Ángel Mellado Prieto.

Leonardo López Pereira dijo...

De entre las varias cuestiones importantes que afectan a la Edad Media peninsular en su conjunto, ninguna hay más debatida que la del concepto y significado de la Reconquista. El propio término, utilizado desde el siglo XIX por los historiadores españoles sin mayores problemas, ha acabado convirtiéndose en un asunto polémico que ha hecho correr ríos de tinta. Su uso ha marcado durante algún tiempo una línea de separación entre los medievalistas como si hacerlo implicase necesariamente la adscripción a una determinada ideología del pasado, cuestión que por otra parte nada tiene que ver con la historia ni menos aún con el quehacer historiográfico. Es posible que este rechazo o, por lo menos, prevención al empleo del término se deba a la aplicación abusiva a hechos dolorosos del pasado reciente. Pero el mismo uso se hizo del término «cruzada» y no por ello los historiadores hemos dejado de utilizarlo sin ningún tipo de reticencia.
La polémica se inició a fines del siglo XIX en el seno de la corriente que ha dado en llamarse «regeneracionismo». Sus seguidores, sin plantearse problema alguno sobre el concepto, abominaron a su manera de la Reconquista al atribuirle buena parte de los males que padecía la España de fines del siglo XIX. Joaquín Costa propuso cerrar de una vez por todas, con siete llaves, el sepulcro de El Cid. La misma idea se percibe todavía en una conferencia pronunciada por Sánchez Albornoz en Praga en 1928. A la reconquista atribuía entonces el joven maestro abulense «el rebrotar a nueva vida del particularismo ibérico», su «retraso» con respecto a Europa y ese estado de «superexcitación guerrera» y de «hipertrofia de la clerecía hispana» que de forma tan negativa afectó al desarrollo social y económico del país. (Claudio Sánchez Albornoz, «España y el Islam», Revista de Occidente, 57 (1929). Reimpreso en De la invasión islámica al Estado continental. (Sevilla, Universidad, 1974), Colección de Bolsillo, nº 25, 15-40.

Leonardo López Pereira

Luis Luzón Gómez dijo...

Según se ha precisado en el completo artículo de Pedro Galán, las nuevas ciudades y villas conquistadas a los árabes de al-Andalus, fueron repobladas con gentes venidas del norte de España, sobre todo de los reinos de León y Castilla. Al menos esto es lo que dicen los libros de historia, por ello queremos mostrarles un estudio comparativo entre los habitantes de algunas regiones españolas y de otras zonas europeas, que sin lugar a dudas ponen en cuestión tales tesis, sobre todo cuando como después veremos, la coincidencia entre los estudios genéticos se dan en mayor medida como coincidentes en le caso de los andaluces con los actuales habitantes del norte de Italia.
Al visitante que llega a Andalucía le suele llamar la atención un detalle de la fisonomía de sus habitantes: No son tan morenos como se suele pensar en principio o suponer. De hecho, Andalucía es una de las regiones españolas con mayor porcentaje de rubios naturales.
Al andaluz que visita el norte de España le suele llamar la atención otro detalle fisonómico: Hay una cantidad inusual de gentes con el pelo negro a pesar de la piel pálida.
Si observamos con atención a un grupo de andaluces, un grupo de marroquíes rifeños si se quiere) y un grupo de italianos de Roma, se verá que el andaluz y el marroquí, a pesar de vivir cerca el uno del otro, bajo prácticamente el mismo clima y con una larga historia de intercambios poblacionales, son sensiblemente más diferentes de lo que lo son ambos con el italiano (en especial el andaluz).
Lejos de defender la fisonomía como método de relacionar poblaciones, hemos querido poner estos casos no como base de documentación alguna, sino como ejemplo de cómo algo tan evidente ha sido desechado en favor de los datos historiográficos, siempre tan incompletos.

Luis Luzón Gómez.

Raúl Martínez Hernández dijo...

Contrariamente a lo que suele pensarse, la Península Ibérica no ha sido objeto de un excesivo número de invasiones foráneas a lo largo de su historia. Este territorio no se encuentra en ninguna encrucijada de grandes rutas y su situación en el extremo suroccidental de Eurasia no le ha hecho destino de violentos flujos poblacionales en tiempos históricos. Un breve repaso de tales tiempos así lo confirma.
Al sustrato formado por los pueblos celtas e iberos se superpusieron una serie de colonias de procedencia fenicia y griega que, sin embargo, ni fueron muy numerosas, ni llegaron a alcanzar de forma significativa territorios del interior. A la breve y parcial ocupación cartaginesa le siguió, en cambio, la conquista que marcó más profundamente la configuración del territorio: la que, ordenada desde Roma, puso en marcha importantes y complejos procesos de asimilación social y cultural, cuyas huellas son todavía visibles en aspectos tales como, por ejemplo, las lenguas.
Por su parte, las invasiones germánicas del siglo V pusieron fin al Imperio romano en Hispania y abrieron una nueva etapa que acabaría viéndose profundamente marcada por la formación del Reino visigodo de Toledo en un turbulento periodo marcado por la crisis y la reconfiguración del oneroso legado clásico.

Raúl Martínez Hernández.

Alfredo Quesada Salvatierra dijo...

Reconquista es un concepto polémico y discutido que desde el siglo XIX ha sido utilizado y reivindicado por el nacionalismo español como una particular seña de identidad de la historia y la formación de España, y descalificado por sus detractores por su carácter espurio y falsificador de la realidad histórica. Al margen de las controversias políticas, ideológicas e historiográficas, lo cierto es que se trata de un término plenamente vigente en el medievalismo, que lo sigue empleando normalmente como sinónimo de expansión de los reinos cristianos a costa del Islam o incluso como equivalente a Edad Media hispánica. En cualquier caso, de lo que no cabe duda es de que la noción o la idea de reconquista, aunque no la palabra, se creó y se utilizó reiteradamente durante el medievo hispánico, dando forma a una ideología militante basada en los principios de guerra santa y guerra justa, a veces con claras conexiones con el fenómeno de la cruzada, que sirvió para justificar y animar la guerra contra el Islam.

El profesor de Historia Medieval afirma que “el concepto de Reconquista, en tanto que construcción ideológica, se fundamentó sobre dos potentes pilares: el de la guerra justa y el de la guerra santa. Aunque desde el punto de vista actual pertenecen a dos conjuntos de principios perfectamente disociables, uno de carácter jurídico y otro religioso, lo cierto es que para los autores medievales la distinción no siempre resulta clara ni posible”. “La Reconquista” es el título del libro que el profesor Francisco García Fitz, del departamento de Historia de la Universidad de Extremadura, que ha publicado la editorial de la Universidad de Granada.

Alfredo Quesada Salvatierra.

Sebastián Ordóñez Cabrera dijo...

En nuestros días están apareciendo por doquier publicaciones, artículos, lugares públicos, conferencias, citas, etcétera, en los que se va imponiendo un neologismo o expresión aparecida recientemente en nuestro país: la "España de las tres culturas". Quienes crearon y mantienen este mito, parten de la idea de que España, como tal e incluso su mismo nombre, surge en la Edad Media y viene a ser el producto o consecuencia de la fecunda unión de tres culturas: la musulmana, la judía y la cristiana. Eso habría creado al pueblo español, que entre sus antepasados tendría necesariamente a judíos y árabes, lo que haría que España fuese el ejemplo internacional de un mestizaje cultural supuestamente modélico.
Para basar en la Historia este hipotético esquema sociocultural, se cita como hecho objetivo y real la presunta existencia de un tiempo idílico en que se habría dado esa convivencia y cuyo mejor exponente era la supuesta Escuela de Traductores de Toledo: sabios y eruditos de las tres culturas se habrían juntado en ella y aportado sus conocimientos y, como fruto de eso y de las traducciones de libros en los que se contenían sus tres culturas, se formó en lengua romance (la del pueblo español) un saber y una cultura que es la base de la cultura actual de España.

Sebastián Ordóñez Cabrera.

Luis Luzón Gómez dijo...

Para el propósito que pretendemos presentar, nos sería muy provechoso elaborar una pequeña historia genética de Europa, por ello aunque sea de manera muy suscinta citamos los principales movimientos de población que han conformado el pool genético europeo:
-40.000 b.p.: (Antes del Presente, abreviado a menudo con las siglas AP y, en ocasiones, BP, del inglés Before Present) Poblamiento inicial de Europa proveniente de Asia Central. Primeros Homo Sapiens, cultura auriñaciense. Las frecuencias genéticas de esta migración son más patentes cuanto más al norte de Europa. Aproximadamente el 50% del pool genético común.
-22.000 b.p.: Segunda oleada proveniente de Oriente Medio. Cultura gravetiense y magdaleniense. Las frecuencias genéticas de esta migración se notan más cuanto más al norte y oeste de Europa. Aproximadamente el 30% del pool genético común.
-9.000 b.p.: Tercera oleada, proveniente de Oriente Próximo y relacionado con la expansión de la agricultura. Esta oleada pasa de Oriente Próximo a Asia Menor, de aquí a Creta y Grecia, primero, Italia y Cerdeña después y finalmente el levante y el sur español. El Magreb, que queda fuera del alcance de la expansión por el norte de África (que se concentra en el Valle del Nilo), recogerá el reflujo a través del sur peninsular. Las frecuencias genéticas de esta migración son más patentes cuanto más al sur. Aproximadamente el 20% del pool genético común.
La mayor parte de las siguientes migraciones (cultura de la cerámica de bandas, kurganes, cultura de los campos de urnas, expansión griega, expansión romana e invasiones germánicas) se producen dentro del pool genético común. Se dan excepciones como las infiltraciones de húngaros, turcos o bereberes, pero no son excesivamente numerosas.

Luis Luzón Gómez.

Luis Luzón Gómez dijo...

Hemos decidido realizar algunas comparaciones genéticas entre distintas poblaciones, a fin de averiguar hasta que punto las tesis de una repoblación maximalista tienen cabida cuando pasamos al estudio genético de las poblaciones.
Por desgracia no hemos encontrado ningún estudio suficientemente reciente que albergue la totalidad de la poblaciones que deseábamos estudiar de modo que hemos recurrido a articular una meta comparación a base de distintas fuentes y datos:
-Proporción de Rh-
-Proporción de grupo sanguíneo B.
-Estudio sobre los componentes principales de una serie de 95 genes para 42 poblaciones europeas (Cavalli-Sforza)
-Estudio sobre haplotipos del cromosoma Y en 1007 individuos (Semino et alia)
-Estudio sobre haplotipos del cromosoma Y en 3616 individuos de 47 poblaciones (Roussel et alia).

Luis Luzón Gómez.

Luis Luzón Gómez dijo...

Analizando la proporción del RH de la población de la muestra encontramos que la presencia del factor Rhesus en la sangre parece un factor moderno que se adquirió en África en alguna de las ultimas migraciones y que se ha expandido de manera mas regular por otras partes del mundo que por Europa. Su ausencia, es decir el RH-, es mayor cuanto más al noroeste de Europa nos localizamos, con un máximo en la población vasca que en algunos casos puede llegar al 50%. Es decir, que en principio, un mayor índice de Rh- es síntoma de un mayor aislamiento respecto a las dos últimas grandes migraciones. Algunos datos promediados de RH-:

-Vascos: 30%
-Catalanes: 16,5%
-Andaluces: 14%
-Españoles en conjunto: 16%
.Italianos del norte: 14%
-Italianos del centro: -11%
-Magrebíes: -11%

Un primer vistazo a los datos ubica a los andaluces en una posición intermedia entre las poblaciones citadas, muy lejos de la población vasca, pero casi a la misma distancia de catalanes, italianos del centro y magrebíes, y un valor similar al de los italianos del norte, algo acorde con la posición de Andalucía como receptora de población en las tres migraciones citadas. Sin embargo la tesis repoblacionista encuentra aquí un primer pero, debido a que partiendo de sus premisas debería darse una mayor correlación con los habitantes del norte de la península (participantes del experimento repoblatorio) que con los de la península itálica, que no forman parte de esa experiencia y que se hallan mas lejos geográficamente.

Luis Luzón Gómez.

Luis Luzón Gómez dijo...

Con respecto a la proporcionalidad que presenta la muestra en la prueba del grupo sanguíneo B, siendo como es un método muy simple de análisis, debido a que los grupos sanguíneos son sólo 4 y están extendidos todos por casi todas las regiones de la tierra, en el caso de Europa adquiere cierto valor, debido a su escasa presencia, siendo esta menor cuanto más al norte y el oeste viajamos, consecuencia clara de una menor penetración de gentes asiáticas en general.
Algunos promedios de grupo sanguíneo B:

-Vascos: -6%
-Catalanes: -6%
-Andaluces: 7,5%
-Españoles en conjunto: 7%
-Italianos del Norte: 7,5%
-Italianos del Centro: 7,5%
-Rifeños: 7,5%
-Magrebíes: 10,5%

Las conclusiones del primer análisis se repiten, en parte en este segundo, de nuevo hay mayor correlación entre andaluces e italianos del norte, en este caso también del centro, que con los de otras partes de España, pero muestran una clara diferencia con los habitantes del norte de África, a excepción de la población del norte de Marruecos (colonizada por España y sobre todo Francia - 5-6% -), posiblemente mediatizada por repoblaciones recientes.

Luis Luzón Gómez.

Luis Luzón Gómez dijo...

Este estudio de los componentes principales en la frecuencia de 95 genes, cuya última actualización data de 1994, relaciona las frecuencias de 95 genes sanguíneos y proteínicos y establece gamas de frecuencia de 8 niveles en función de su mayor presencia en el pool genético común.
EL PRIMER COMPONENTE (y por tanto el mas importante), es vinculado por su autor a la expansión neolítica: De hecho la frecuencia es mayor cuanto más al sur y el levante caminamos, dándose el caso de que regiones lejanas pero primitivamente neolitizadas tienen frecuencias más parecidas que con regiones vecinas tardíamente neolitizadas. Los números más bajos se dan en la periferia noroccidental de Europa y los más altos en Oriente Próximo.
Algunas frecuencias:

-Vascos: 3
-Catalanes: 3
-Andaluces: 4
-Españoles en conjunto: 3
-Italianos del centro y norte: 4
-Italianos del sur: 5-6

Primera conclusión que refuerza las anteriores: Mayor proximidad a Italia que al norte de España; la repoblación parece provenir de Italia antes que de Castilla.
EL SEGUNDO COMPONENTE es relacionado por Cavalli-Sforza con la posible adaptación al frío, si bien el nivel mas bajo se da en el centro y norte de España y regiones como el centro de Suecia y Palestina tienen la misma frecuencia. Posiblemente la ausencia de este componente pueda estar vinculada a los pueblos del Magdaleniense.
Frecuencias:

-Vascos y habitantes de la meseta: 1
-Catalanes: 2
-Andaluces: 2
-Españoles en conjunto: 1-2
-Italianos: 3

En este caso la correlación con los otros pueblos españoles es mayor que con los italianos pero hay un dato importante: La correlación es mas alta con Cataluña que con Castilla y la cornisa cantábrica. Tampoco en este caso la tesis repoblatoria encuentra apoyo, pues lo lógico sería que esos castellanos de la Nueva Andalucía compartiesen este componente.
EL TERCER COMPONENTE es relacionado con la expansión de los Kurganes, pues su foco máximo se da en Ucrania y los niveles van decreciendo en las zonas adyacentes conforme se avanza hacia el oeste, con mínimos en el sur de Grecia, en Palestina o Sicilia
Frecuencias:

-Vascos: 3
-Meseta: 2
-Andaluces:3
-Catalanes: 3
-Españoles en conjunto: 2-3
-Italianos del norte: 3
-Italianos del centro: 2

En este caso la proximidad de los andaluces es similar a italianos y españoles, si bien marcando las diferencias con la meseta y el noroeste de la península. De nuevo el pool genético andaluz conserva su diferencia respecto a la zona de la que, presuntamente, provienen sus pobladores.

El estudio de Cavalli-Sforza no se acaba aquí, pero cuanto mas componentes analizamos las conclusiones tienden a ser menos significativas por su menor presencia relativa.
Luis Luzón Gómez.

Luis Luzón Gómez dijo...

Ornella Semino en un estudio sobre haplotipos del cromosoma Y en 1007 individuos, se basó en los datos de este estudio para determinar que la mayor parte del pool genético del centro y norte de Europa es básicamente el mismo desde el paleolítico, y que solo en el Sur de Europa la neolitizacion imprimió un sello diferencial (sin llegar a ser mayoritario). Hemos comparado dos a dos los grupos que nos han parecido mas significativos y hemos hallado el grado de paridad genética (el sumatorio de las diferencias positivas haplotipo a haplotipo dividido entre dos -ya que las diferencias pueden oscilar desde -100 a +100- y restado a uno).

-Vascos-Andaluces: 72,25
-Catalanes-Andaluces: 77,35
-Italianos-Andaluces: 76,10
-Catalanes-vascos: 83,60
-Italianos- vascos: 66,25
-Italianos-catalanes: 80,65
-Italianos-(andaluces/vascos/catalanes): 74,34

El mayor grado de paridad de los andaluces es con los catalanes, quien a su vez están mas próximos tanto de vascos como de italianos. Sin embargo los andaluces estarían más próximos genéticamente a los italianos en su conjunto que a catalanes y vascos tomados en conjunto. Al no haber datos de otras partes de España, cuesta sacar una conclusión, si no es la persistente afinidad entre andaluces e italianos y la gran distancia con los habitantes del norte de África.
Luis Luzón Gómez.

Luis Luzón Gómez dijo...

Este estudio sobre haplotipos del cromosoma Y en 3616 individuos, elaborado por un grupo de la Universidad de Chicago liderado por el genetista Roussel, será analizado del mismo modo que el anterior. Sus conclusiones son valiosas tanto porque las poblaciones estudiadas son otras, como porque se pueden establece algunas comparaciones entre ambos estudios. Asimismo el universo muestral es casi 4 veces mayor.

-Italianos-españoles: 75.0
-Italianos-vascos: 52.5
-Italianos-portugueses del sur: 84.5
-Vascos-españoles: 78.5
-Vascos-portugueses del sur: 64.0
-Españoles-portugueses del sur: 85.5

Los dos únicos datos puente entre el anterior estudio y este es la comparación entre vascos e italianos (66 arriba, 52 aquí) y entre italianos y españoles aquí (75) e italianos y media entre catalanes, vascos y andaluces arriba (74), lo cual indica que buena parte de las conclusiones de este estudio serían aplicables al anterior, siempre y cuando se contemplara el sesgo que, en la caso vasco-italiano supone una desviación del 27%.
Por otra parte aquí carecemos de información concreta de los andaluces, pero podríamos aventurarnos a decir que la proximidad entre italianos y andaluces con los datos de este estudio tendría que estar en un punto intermedio entre las paridades expresadas aquí para italianos con españoles y portugueses del sur (75 y 84,5), intervalo en el que se encuentra el dato de 76,10 dado por el anterior estudio para la paridad italianos-andaluces.
Las conclusiones que podríamos sacar de este estudio, y teniendo en cuenta los datos del anterior, es que la proximidad genética de los andaluces a los italianos es tan alta como al resto de españoles, y sensiblemente mayor que a ciertas poblaciones de la península.
Luis Luzón Gómez.

Luis Luzón Gómez dijo...

A modo de Conclusiones finales podemos confirmar según los datos que el paradigma de la Repoblación nos habla de una conquista que extiende sus pobladores y expulsa a los pueblos reconquistados. Ello implicaría una gran proximidad genética entre los habitantes del tercio norte peninsular y la meseta y los del sur. En los distintos estudios que hemos citado queda bien claro que las frecuencias sanguíneas y genéticas andaluzas están más próximas a las italianas que los habitantes del norte peninsular y el norte de África, es decir, que la población andaluza difícilmente puede ser el resultado de una repoblación proveniente del norte de España, y la población marroquí no acusa la influencia que una expulsión masiva y continua de andalusíes hacia sus tierras debería reflejar.
Italianos y andaluces... Ambos reciben su primera aportación genética hace 40.000 años, con el resto de los europeos. A ambas llega debilitada la segunda oleada de hace 22.000 años. Por ambas penetra hacia el norte de Europa Occidental la revolución neolítica. Ambas tienen una historia antigua muy parecida (celtas, italos. godos...).
Estas conclusiones no son un intento de unir soterradamente ambas poblaciones: Dichas semejanzas sólo explican que el grueso de la población de ambas zonas no ha variado tanto a pesar de las diferentes circunstancias históricas de los últimos. Los hispano romanos, después andalusíes, nunca abandonaron el suelo del Sur de España.
Luis Luzón Gómez.

Lahiguera dijo...

Sin duda, otro estupendo artículo de nuestro paisano Pedro en el que no para de escudriñar la historia y raices de nuestro pueblo. Durante la lectura, me llama la atención la mención de "Fuente tétar": es otro castillo o fortaleza árabe, cerca de Mengíbar (como se menciona), engullida por su reforma en cortijada. Será abordada próximamente, espero, en otra de las partes de "Las atalayas". Saludos y agradecimientos a colaboradores y seguidores de este Blog.

Juan José Mercado G.

José Carlos Moreno Herrera dijo...

Fuera de España el nombre puesto a la reconquista se ha visto de una forma menos problemática. Podemos decir que nadie ha cuestionado en serio el uso del término reconquista. El recordado profesor Oerek Lomax escribió todo un libro titulado The Reconquest of Spain (D.W. Lomax, The Reconquest of Spain (London-New York, Longman, 1978). Trad. castellana La reconquista española (Barcelona, Ed. Crítica, 19). Consciente de la exaltación y del rechazo de que había sido objeto el tema por parte de unos y de otros, el gran hispanista inglés expresaba en las primeras líneas de su obra, con total contundencia, su punto de vista: “La Reconquista es un marco conceptual utilizado por los historiadores. Pero, a diferencia del concepto de Edad Media, no se trata de un concepto artificial. Por el contrario, la Reconquista fue una ideología inventada por los hispano-cristianos poco después del año 711, y su realización efectiva hizo que se mantuviera desde entonces como una tradición historiográfica, convirtiéndose también en objeto de nostalgia y en un cliché retórico de los publicistas tanto tradicionales como marxistas”
La perspicacia del ilustre historiador había detectado el verdadero problema: la reconquista en manos de unos y de otros se había convertido en un tópico retóricamente exaltado y objeto de culto o en uno de esos conceptos que había que extirpar y combatir. Creo que ambas posturas son igualmente erróneas, porque ambas adolecen del mismo defecto: el de reducir la enorme complejidad del hecho histórico de la Reconquista, o como quiera llamársela, a una sola de sus múltiples facetas, la espiritual y religiosa en el caso de los tradicionalistas, la material y económica, en el caso de los historiadores marxistas. A los defensores de cualquiera de estas posiciones extremas vendría bien reflexionar sobre advertencia que hiciera Lomax de «que no todos los cristianos abrazaron el ideal de la reconquista de la misma manera en todas las épocas, que la mayoría tuvo motivos distintos, que esta diversidad variaba según los individuos, que el poder político se consideraba como una mezcla de factores militares, económicos, religiosos, demográficos y otros, y que la Reconquista podía llevarse a efecto por otros medios además de la guerra».
José Carlos Moreno Herrera.

Paula Valdés Armenteros dijo...

El mejor ejemplo de esta fecunda convivencia de las tres culturas, sería Maimónides, el judío andalusí cuyo saber iluminó a las culturas musulmana y cristiana de España... e incluso de toda Europa. En su ciudad, la Córdoba de los sirios del califa Omeya (refugiados o exiliados heterodoxos que subsistían en el extremo occidental de un mundo musulmán dirigido por el califato iraquí de los Abasíes), existía un centro de estudio similar a una universidad actual, que difundía los saberes de Asia y de Grecia por todo Al-Andalus, por los reinos cristianos de España y por el resto de Europa. Por eso, en reconocimiento de esta supuesta labor de mestizaje cultural, los agradecidos ciudadanos cordobeses habrían erigido un monumento a Maimónides.
De estos argumentos se deduce que España y su cultura serían el producto de esa convivencia entre miembros de las tres culturas, que deberían ser consideradas en paridad e igualdad: las tres habrían formado España, y ésta sería patrimonio de las tres. Tan curiosa idea se basa en los escritos de Américo Castro, en cuyos libros parece fundarse esa formulación sincretista de España como resultado del mestizaje cultural de judíos, moros y cristianos; más en concreto, hay que precisar que tal idea se basa en su obra “España en su historia. Cristianos, moros y judíos”, escrita por Castro en 1946, durante su estancia en la universidad norteamericana de Princeton. Esta obra, rehecha tras su desafortunada polémica con el gran maestro Claudio Sánchez-Albornoz, se editó en 1954 con el título “La realidad histórica de España”, que algunos toman como el catecismo del sincretismo cultural de España...
Un saludo.
Paula Valdés Armenteros.

José Manuel Troya Vega dijo...

En año 2011 se cumplieron mil trescientos años del comienzo de un episodio que resultó decisivo en la evolución histórica de la península Ibérica. Como continuación de un proceso iniciado en tierras del Próximo Oriente tras la muerte del profeta Mahoma en el año 11 de la hégira (h), 632 de nuestra era (dne), los musulmanes, partiendo de sus bases norteafricanas en Qayrawn (actual Túnez), alcanzaron el territorio peninsular.
Según las fuentes literarias árabes, a comienzos del mes de rayaba del año 92h (finales de abril de 711), contingentes beréberes procedentes de Ceuta cruzaron el estrecho de Gibraltar y llegaron a las costas peninsulares por la bahía de Algeciras. Habían transcurrido casi ochenta años de la muerte de Mahoma y daba comienzo la conquista musulmana de la Península, que significaría el final de la época visigoda y el comienzo de una nueva fase en la historia de este territorio.

José Manuel Troya Vega.

Blanca Navas Martín dijo...

Hablando de conquistas, la conquista del Reino visigodo de Toledo en el año 711 por los árabes dio lugar a la formación de al-Andalus y, poco tiempo más tarde, a la constitución de una serie de Reinos cristianos en los territorios septentrionales. Desde esa fecha, y hasta nuestros días, no se ha producido ninguna otra invasión foránea que haya sido exitosa. Esto es algo que, curiosamente, tiende a olvidarse con mucha frecuencia. Ciertamente, desde el otro lado de los Pirineos se han emprendido guerras e invasiones en diversos momentos, pero en ninguna ocasión han generado una ocupación definitiva. Lo mismo ocurre con las campañas procedentes de más allá del Estrecho en tiempos medievales. Conducidas por almorávides y almohades, tales campañas fueron, sin duda, exitosas en la incorporación de la Península a esos Imperios pero, aparte de ser relativamente efímeras, en absoluto generaron las consecuencias que tuvieron las conquistas romana, germánica y árabe.

Blanca Navas Martín.

Pablo Conejero Zapata dijo...

La conquista musulmana de la península supuso el nacimiento de al-Andalus, un país árabe e islámico en el sur de Europa, cuya existencia habría de prolongarse por espacio de ocho siglos, hasta la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492. Se trata, por lo tanto, de uno de los períodos más extensos e importantes de la historia peninsular. Su origen, sin embargo, constituye un episodio mal conocido, respecto al que la información histórica resulta insuficiente y que, además, en el caso de las fuentes literarias, plantea problemas relacionados con la presencia de tradiciones y leyendas, así como de prejuicios religiosos e ideológicos.
Dada su relevancia, ha sido un asunto al que numerosos e importantes investigadores han dedicado su atención y esfuerzos desde hace más de un siglo. Los primeros trabajos académicos fueron obra de los grandes arabistas decimonónicos, quienes dedicaron atención al análisis de la conquista y de sus fuentes literarias. Hubo que esperar, sin embargo, hasta finales de dicha centuria para ver publicada la primera monografía.

Pablo Conejero Zapata.

Mateo López Sierra dijo...

Los aportes y rupturas demográficas que ha conocido la Península Ibérica se complementan con los episodios encarnados por la diáspora judía, las terribles expulsiones de la época moderna o los fenómenos migratorios de épocas recientes. Con todos ellos podemos culminar un breve repaso del poblamiento de la Península, repaso cuya conclusión resulta muy obvia: en términos generales, han sido las conquistas romana, germánica y árabe las que han marcado el devenir histórico del territorio peninsular. Ello permite comparar entre sí ciertos aspectos que las rodearon. Ciertamente, las circunstancias históricas que concurrieron en cada una de ellas fueron muy distintas, pero aspectos tales como la forma en que se llevaron a cabo, los procesos a los que dieron lugar o la percepción que de ellas se ha terminado formando, sí que pueden ser objeto de comparaciones que pueden llegar a ser muy reveladoras.
Mateo López Sierra.

Antonio Manuel Caminero Mesas dijo...

Si España fuese el resultado social, cultural e histórico de esas tres culturas, y España fuese cosa de las tres, habría que pensar que una de las tres comunidades cometió la injusticia histórica de expulsar a las otras dos. Adviértase que en este argumento se da un salto cualitativo sustancial: el término "culturas" se empieza a usar aparejado al término "comunidades", y no referido a las autónomas recogidas en la Constitución de 1978: así, desde hace un tiempo se viene hablando de comunidad gitana, comunidad magrebí, comunidad israelita (éstos se llaman así cuando se refieren a sí mismos), comunidad alemana (en Mallorca), etc.
El paso siguiente, en la argumentación del triculturalismo, es más audaz: se sobrevalora a los expulsados por encima de nuestros antepasados, los hispano cristianos que se quedaron en su tierra. En 1992, en una serie de reportajes realizados por la Comisión Nacional Sefarad 92 sobre la expulsión de los judíos en marzo de 1492, se decía que Bayaceto II, sultán de Constantinopla, al llegar allí los judíos expulsados había comentado: "¿Cómo puedo considerar inteligente a Fernando, si empobreció su reino para enriquecer el mío?". La idea dominante que se trató de imponer a la sociedad española en 1992 es que la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos en 1492 y la de los moriscos por Felipe III en 1609 había producido una catástrofe económica en España, que habría quedado económicamente desarbolada. Mientras historiadores prestigiosos (Domínguez Ortiz, por ejemplo) lo mitigaban o rechazaban en esos mismos reportajes, había otros que pretendían imponer con frivolidad la idea de que las dos expulsiones arruinaron a España.

Antonio Manuel Caminero Mesas.

Mónica Pastor dijo...

Me quiero referir con mi comentario al Estudio sobre la invasión de los árabes en España (1892), obra de Eduardo Saavedra. En ella, dicho arabista pudo ya disponer de las fuentes literarias, árabes y latinas, más importantes que documentan ese episodio.
Aunque después de esa fecha se publicaron otros trabajos relevantes sobre la conquista, pasaron casi cien años hasta que volvió a aparecer una nueva monografía, The Arab conquest of Spain (710-797), del historiador británico Roger Collins, editada en 1989 y traducida al castellano dos años después. Poco tiempo más tarde, el arabista Pedro Chalmeta volvía a plantear el tema en su voluminoso Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus
(1994), que durante casi dos décadas ha sido la obra de referencia sobre este tema, si bien su cronología supera la de la conquista, ya que abarca toda la primera fase de formación de al-Andalus, hasta la instauración del gobierno Omeya por Abderrahman I en el año 756.

Mónica Pastor.

Carmen Morales Ocaña dijo...

La discusión no tanto sobre el nombre sino sobre los orígenes de la Reconquista se reactivó en 1965 cuando Marcelo Vigil y Abilio Barbero postularon unos orígenes para la Reconquista que nada tenían que ver con la tesis tradicional. Los autores citados, a partir del estudio de los textos y de las evidencias arqueológicas, postularon, como eje fundamental de su argumentación, el escaso nivel de romanización y de cristianización de los pueblos del norte y la persistencia de estructuras sociales muy primitivas. Afirmaban que estos pueblos, que habían mantenido frente a los visigodos la misma actitud de resistencia exhibida frente a Roma, rechazarían con la misma contundencia la presencia de los árabes invasores, y si esto así, es evidente que «el fenómeno histórico llamado reconquista no obedeció en sus orígenes a motivos puramente políticos y religiosos [...]. Debió su dinamismo a ser la continuación de un movimiento de expansión de pueblos que iban alcanzando formas de desarrollo económico y social superiores» (A. Barbero y M. Vigil, Sobre los orígenes sociales de la Reconquista (Barcelona, Ed. Ariel, 1974. Antes había aparecido como artículo en el Boletín de la Real Academia de la Historia CLVI (1965) ,271-339. , Vigil y Barbero ampliaron posteriormente sus tesis analizando con detalle la etapa Astur-Leonesa.
Saludos.
Carmen Morales Ocaña.

Leonor Villegas García dijo...

Es un hecho bien conocido que la conquista árabe del año 711 posee en la actualidad unas connotaciones que se encuentran ausentes en las otras dos. Es cierto que el nacionalismo español ha querido ver en episodios como la conquista de Numancia (133 a. C.) o la rebelión de Viriato (139 a. C.) una manifestación del indómito carácter hispano opuesto a la conquista romana. Cuadros que adornan estancias oficiales o estatuas repartidas por plazas públicas demuestran tal interés, especialmente en la época decimonónica. Tampoco es desdeñable la mitificación que de los Reinos germánicos han querido hacer las lecturas nacionalistas, que han buscado un entronque originario en Reinos como el de los suevos o el de los visigodos, formados a raíz de las invasiones germánicas. Especialmente, en el Reino visigodo de Toledo el nacionalismo español ha encontrado siempre una referencia importante como primera formación estatal que habría unificado toda la Península. Sin embargo, a pesar de que estas visiones han sido importantes para la conformación del ideario nacionalista, no poseen un contenido claro y evidente como reclamaciones históricas o identitarias basadas en la reivindicación expresa del Imperio romano o del Reino de Toledo. A los reyes visigodos se les puede considerar como precursores de una cierta idea de unidad nacional, pero a nadie o a casi nadie, se le ocurre reclamar los concilios visigodos o el Liber Iudiciorum como forma de identidad política.

Leonor Villegas García.

Inés Alfaro Vilches dijo...

En la argumentación de los defensores de la España de las tres culturas, de aquí se desemboca con toda naturalidad en la Inquisición, que es presentada como un bestial e inhumano medio de practicar la intolerancia: se la expone como el hecho más repudiable de nuestra Historia, un hecho o institución de la que España debería avergonzarse. Con ello se llega al insulto directo a nuestros antepasados de los siglos XV, XVI y XVII. Suele rematarse este argumento diciendo que la Inquisición española persiguió a los judíos y a los musulmanes, lo cual debería constituir una vergüenza para los españoles.
España -dicen- tiene tal "mestizaje cultural" que, a pesar de haber expulsado a moros y judíos, en la mismísima España del siglo XVI estarían muy presentes las tres culturas. Pero con un notable matiz: mientras que la musulmana tan sólo habría dejado "huellas", la judía estaría presente y operante... tanto que hasta la gran empresa española en América sería también labor de judíos, puesto que ellos también estaban "en América Latina en el período colonial", como dice el historiador Seymour B. Liebman, quien añade que, posteriormente, lucharían contra España: "Los judíos tomaron parte activa en la batalla de los porteños por la independencia de Argentina".
Toda esta argumentación, basada en esos pasos arriba expuestos, se complementa con una actividad febril para extender esta extraña idea del mestizaje cultural de España, idea que, con el pretexto de abrir horizontes mentales a lo universal o lo foráneo, pretende vaciar de contenidos lo propio y hacernos olvidar o menospreciar nuestra propia cultura.

Inés Alfaro Vilches.

Víctor Pérez Ordóñez dijo...

Las ideas de Marcelo Vigil y Abilio Barbero encontraron un rápido eco y una amplia difusión en los manuales universitarios. En 1975, J. L. Martín escribía que «los proyectos concebidos por los mozárabes para la dinastía leonesa han sido transformados en realidad por cronistas e historiadores que han acuñado el término reconquista para designar el largo periodo que va desde la entrada de los musulmanes en la Península (711) hasta la desaparición del último estado islámico (1492». Para añadir más adelante: «La realidad, sin embargo, difiere bastante del esquema trazado: la conquista de las tierras dominadas por los musulmanes, en sus orígenes al menos, es obra de poblaciones poco romanizadas y poco o nada cristianizadas» (J.L. Martín, La Península en la Edad Media (Barcelona, Ed. Teide, 1975), 229.)
Pero no todo ha sido unanimidad ni aceptación generalizada de las tesis de Vigil y Barbero. Por el contrario, éstas comenzaron a ser discutidas y rechazadas casi desde el momento mismo de su formulación escrita. Las principales objeciones a estas tesis se formularon a partir de un análisis depurado de las fuentes y, especialmente, de las evidencias arqueológicas. Apenas publicado el artículo de Vigil y Barbero, desde la Argentina don Claudio Sánchez- Albornoz mostraba su radical discrepancia con estos autores, a los que reconocía, no obstante, inteligencia y amplios conocimientos. (Claudio Sánchez-Albornoz, "Observaciones a unas páginas sobre el inicio de la Reconquista», Cuadernos de Historia de España 47-48 (1968), 343-342.).
Víctor Pérez Ordóñez.

Francisco José Cuevas Triviño dijo...

La conquista no ha dejado de suscitar interés en tiempos más recientes, ya que continúa siendo un asunto abierto, a cuyo conocimiento han seguido contribuyendo valiosos investigadores. Gracias a ellos se han podido descubrir nuevos e importantísimos testimonios históricos que están revelando aspectos hasta hora inéditos. Me refiero, por ejemplo, al yacimiento de Ruscino, en el sur de Francia, que en la última década ha deparado relevantes novedades arqueológicas sobre la expansión musulmana en esa zona. Asimismo, el desarrollo en los últimos años de un proyecto de investigación dirigido por L. A. García Moreno y M. J. Viguera ha propiciado una necesaria relectura de numerosas fuentes no árabes (latinas, griegas, siríacas, coptas, etc.) que acreditan el proceso de expansión del Islam por el Occidente mediterráneo. Como resultado de ese proyecto se publicó en 2010 un volumen integrado por diez trabajos y titulado Del Nilo al Ebro. Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica. No cabe duda de que durante el bienio 2011-2012 hemos asistido a una reactivación del interés por la conquista islámica, dado que se cumplían mil trescientos años desde esa fecha. Resulta llamativo, sin embargo, que, en un país tan proclive a las conmemoraciones oficiales como el nuestro, haya pasado casi desapercibida en el ámbito institucional. Apenas cabe mencionar, en este sentido, la iniciativa del
Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, organizador de la exposición
711, Arqueología entre dos mundos, con la publicación del correspondiente catálogo. A ello cabría añadir, en el ámbito local, la declaración por parte del Ayuntamiento de Orihuela
(Murcia) del año 2013 como «Año de Teodomiro», en recuerdo del pacto celebrado en el año
713 entre el conde visigodo Teodomiro y Abd al-Az Ìz ibn Musà, uno de los episodios más importantes y conocidos de la conquista.

Francisco José Cuevas Triviño.

Fernando Alvarado Segura dijo...

Con este espíritu, y basándose en una supuesta teoría globalizadora y sincretista de Américo Castro, se empezó a formular la idea de las "tres culturas de España" en unos problemáticos años en los que España estaba atravesando el difícil y peligroso momento de la famosa transición. Si a pesar del error, que todos reconocían, nadie habló para desmentirlo, fue por una razón de fuerza mayor: en aquellos años lo importante era fundamentar en aquel presente la convivencia de ideologías y actitudes opuestas y contrapuestas, sin que nadie se preocupase entonces de una peregrina teoría sobre el pasado ya olvidado. Sin embargo, la falta de oposición dio alas a quienes formularon la idea de la España de las tres culturas y la empezaron a difundir. Para ello escogieron como primer ejemplo emblemático el monumento a Maimónides. Además, como la Constitución de 1978 consagraba la España de las autonomías, Andalucía tomó su hecho diferencial en los restos de la cultura musulmana que aún quedaban en su territorio; apoyándose en esta circunstancia, los amigos de la España de las tres culturas empezaron a mostrarse enemigos de la tradición española, y desde hace tres años (el texto original se fecha en 1997) intentan que la Mezquita de Córdoba deje de ser la Catedral de la ciudad y se torne nuevamente en mezquita. Y en Granada, algunos han llegado a la aberración de pedirle al alcalde Díaz-Berbel que se deje de celebrar la fiesta local del 2 de enero como aniversario de la toma de la ciudad por los Reyes Católicos y del fin de la Reconquista, y que se sustituya por una jornada de "reconciliación de las tres culturas": al negarse el alcalde a tan absurda pretensión hubo periodistas que se le echaron encima con todo tipo de insultos.

Fernando Alvarado Segura.

Julio Valenzuela Castillo dijo...

Si examinamos uno por uno los argumentos de los triculturalistas, encontramos rápidamente su primer error grave: se olvidan de los nueve primeros siglos de la existencia de España como unidad sociopolítica. Para ellos no existe la España hispano romana (218 A.c.-456 D.c.), aquella Hispania que llegó a estar dividida en 6 provincias o circunscripciones, pero que supuso la fusión de celtas, iberos y celtíberos con los romanos, todos con una única cultura y una única religión, primero pagana y luego cristiana. Podrían decir que España (Hispania) no era una unidad políticamente independiente, pero tampoco lo eran los griegos de la época clásica y sólo un loco se atrevería a poner en duda que constituían una única cultura.
Por el contrario, sí era una unidad políticamente independiente la España visigoda (141/456-711): aquellos germanos llegaron a la península enviados por Roma a luchar contra los suevos, vándalos y alanos, y se entremezclaron con los hispanos romanos mediante matrimonios. Más tarde, tras el III Concilio de Toledo (en el año 589), la unidad religiosa en la fe católica de los hispano romanos produjo la fusión total, formando una unidad política social y cultural. Se puede decir, con Ramos-Oliveira, que la España visigoda duró menos de trescientos años, pero fue un período de intensa unificación.
Julio Valenzuela Castillo.

Paula Villegas Viedma dijo...

Varias revistas especializadas han dedicado números monográficos a la conquista. Awrq, publicación de la Agencia Española de Cooperación Internacional, incluyó en el de 2011 una sección titulada «Repensar Al-Andalus: presencias y ausencias tras 1.300 años», con artículos de investigadores españoles. De forma mucho más extensa y exhaustiva, Zona Arqueológica, editada por el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, dedicó su número de 2001 a 711, Arqueología e Historia entre dos mundos, completando, así, la iniciativa de la exposición antes mencionada. Sus dos volúmenes integran casi cincuenta publicaciones que abarcan tanto las realidades del período visigodo como el proceso de conquista islámica, con especial incidencia sobre la importancia de los testimonios arqueológicos.
Desde una perspectiva más generalista y divulgativa, Andalucía en la Historia, edición de la Junta de Andalucía, publicó en 2011 un dossier en el que, bajo el título de «la conquista islámica y el nacimiento de al-Andalus», se incluían varios trabajos de arabistas y medievalistas sobre la conquista. Asimismo, la revista Debats, editada por la Fundación Alfons el Magnànim de Valencia, dedicó en 2011 un número monográfico a la conmemoración del 1.300 aniversario de la «invasión» musulmana de Hispania.

Paula Villegas Viedma.

Juan Luis Alonso Minguez dijo...

Olvidar tantos siglos de nuestra memoria histórica es estúpido; pero mentir para que nosotros los olvidemos, es una canallada y un crimen o genocidio cultural. Guste o no, España tiene unas claras aportaciones étnicas y culturales romana y germánica que la asemejan desde entonces a todos los demás pueblos europeos. Y esa parte de la historia y de la cultura española no puede olvidarse, porque dejaría de explicar todo lo que vino después y lo que ahora somos.
Ese tiempo presuntamente idílico en el que -dicen- convivieron en paz y armonía las tres culturas es un invento o fantasía de gentes bien intencionadas, como el escritor Juan Goytisolo, o de tendenciosos que buscan ladina e interesadamente tergiversar nuestra historia. A los primeros ya les contestó acertadamente el escritor Carlos Semprún Maura; a los segundos, conviene recordarles lo que ya en 1913 escribía el gran maestro Gómez-Moreno: "La invasión musulmana en España provocó varias realizaciones: fuga casi general de la nobleza goda y del alto clero, traición y alzamientos por parte de los judíos, pasividad de las clases serviles, abandono en masa de algunas ciudades y resistencia de pocas, que unas obtuvieron conciertos y otras cayeron bajo la dura ley de la conquista (...) Por de pronto, los españoles sometidos desaparecen de la Historia" (Manuel Gómez-Moreno, "Ideas sobre historia, cultura y arte", Retazos, CSIC, Madrid, 1970, p. 53.). Y es que una guerra es siempre una guerra, aunque haya momentos en que el ardor bélico disminuya, o instantes en que se llegue a la confraternización o al colaboracionismo, pero toda guerra implica muertes, odios y violencia, no convivencia. Para mayor precisión, y fijándonos en algo reciente que todos nosotros hemos vivido, recuérdese que no es lo mismo convivencia que coexistencia: por eso se llamó "coexistencia pacífica" a lo que se dio entre el mundo occidental y el mundo del este europeo en el período 1962-1989.
Juan Luis Alonso Minguez.

Gonzalo Gómez Vargas dijo...

En fechas más recientes, un joven investigador vasco, Armando Besga demostraba la inconsistencia de una de las tesis de Vigil y Barbero: la de que Cantabria y Asturias no habían sido conquistadas por los visigodos. (Armando Besga Marroquín, La situación política de los pueblos del norte de España en la época visigoda (Bilbao, Universidad de Deusto, 1983).
En su tesis doctoral, recientemente publicada, defiende, con contundencia, frente a la llamada tesis «indigenista», los «orígenes hispano-godos del reino de Asturias», minimizando incluso el papel de los mozárabes en el nacimiento del programa «restaurador» de la monarquía asturiana. (A. Besga Marroquín, Orígenes hispano.godos del reino de Asturias (Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2000).
Gonzalo Gómez Vargas.

María del Carmen Villena Gómez dijo...

Del debate sobre la cuestión del Islam y de sus relaciones con Occidente, debate que no hace sino acrecentarse alimentado por una cadena constante de acontecimientos que están afianzando el sentimiento de enfrentamiento e incompatibilidad. Las posiciones se radicalizan y, por más que las voces autorizadas intentan hacerse oír, no conseguimos adquirir una imagen más clara de qué es el Islam o el mundo musulmán, ni siquiera el más cercano o el que forma parte de nuestra propia historia. Asistimos a una inflación de publicaciones sobre el Islam, al tiempo que a un fracaso sobre toda tentativa de comprensión real, de aprehensión cognitiva que pueda enriquecer, si no desbloquear, el debate. En parte, todas estas tentativas fracasan porque reproducen una visión de las civilizaciones como un bloque coherente, de características esenciales, entidades distintas dotadas de una cultura específica, no contingente sino esencial, inalterada e inalterable. El debate no refleja, como sería de desear, la naturaleza histórica y, por tanto, fluida y contingente de estas civilizaciones y de estas culturas que además son compuestas, complejas, productos del mestizaje incluso en los períodos de conflicto y máximo enfrentamiento. En cualquier caso, el concepto de cultura, incorporado al debate político, adquiere las características de un sistema lógico, internamente coherente, permanente en el tiempo, inmanente. Desde esta perspectiva, el Islam aparece como una cultura intraducible, incompatible. Lo que demuestran los términos actuales del debate es que es la propia noción de cultura la que necesita ser repensada a fin de evitar cuanto antes el riesgo, en el que ya hemos incurrido, de estar haciendo del concepto así acuñado de «cultura» un equivalente del término «raza».
María del Carmen Villena Gómez.

Eduardo Pérez Navarro dijo...

Además de dar lugar al origen de al-Andalus, la conquista islámica ha sido un hecho con fuertes repercusiones en la elaboración de la memoria colectiva de los españoles. Creo que el elemento que mejor singulariza este aspecto radica en el intenso proceso de distorsión ideológica al que ha sido sometida. A finales de los ochenta, atrajo mi atención una información aparecida en la prensa. El célebre literato cordobés Antonio Gala, en una entrevista concedida a un importante periódico de difusión nacional, manifestaba una serie de ideas sobre la presencia musulmana en España (El País, 13 de octubre de 1988). Entre otras cosas, Gala decía que la mezquita de Córdoba había sido concebida en su origen como un templo arriano. El arrianismo fue una versión del cristianismo condenada en el I Concilio Ecuménico de la Iglesia, celebrado en la ciudad de Nicea en el año 325. Pese a ello, fue adoptada por los visigodos, permaneciendo como la fe de los reyes de Toledo hasta el año 589. Aunque el literato cordobés omitía en todo momento la procedencia de sus ideas sobre la mezquita, no había mucha dificultad para identificar las fuentes con total certeza.
No hay futuro sin pasado, y los dos se construyen en el presente.

Eduardo Pérez Navarro.

Marian Caballero Hurtado dijo...

Con la conquista árabe de la península las cosas son muy distintas. Una larga tradición historiográfica ha identificado el año 711 con la fecha de la «pérdida de España» y la batalla de Covadonga con el inicio de la «Reconquista». De un modo u otro, buena parte de los discursos nacionalistas peninsulares buscan, por lo tanto, su idea originaria en ese momento posterior a la conquista musulmana, y es evidente que la ideología de «Reconquista» o, lo que es lo mismo, de confrontación militar y doctrinal con el Islam, ha permitido la articulación de innumerables discursos políticos e históricos tanto a lo largo de los siglos, como también en la actualidad.
Por otra parte, tampoco puede minimizarse el hecho de que los acontecimientos y los personajes ligados a la conquista gocen de una considerable popularidad en los discursos históricos alentados por un nacionalismo árabe que identifica el periodo de la gran expansión de los siglos
VII y VIII como una especie de edad dorada basada en el poderío militar, la pujanza política y la cohesión comunitaria, que contrastarían agudamente con el declive, la humillación y la desunión que parecen marcar muchos aspectos de la historia reciente de las sociedades árabes. Todo ello hace de la fecha del 711 una efeméride muy especial, cargada de un simbolismo muy fuerte, en el que es muy frecuente la propuesta que unos y otros hacen para buscar en ella paralelismos con respecto a acontecimientos actuales. El supuesto reconocimiento de esos acontecimientos en un espejo histórico que se reitera una y otra vez, y que refleja las mismas circunstancias y los mismos protagonistas que contendieron hace ahora mil trescientos años, es uno de los mecanismos de movilización social y política que vienen practicando quienes, por unos motivos u otros, insisten en la idea del «choque de civilizaciones», basado en la existencia de un enfrentamiento perenne entre el Islam y el cristianismo.
Tal movilización se basa en la necesidad de propiciar un rearme ideológico que, o bien permita reeditar los éxitos de las grandes conquistas, o bien nos prepare para protagonizar nuevas «reconquistas» en un escenario no sólo peninsular, sino también global.

Marian Caballero Hurtado.

Juan Ramón Alarcón Messia dijo...

Algunos partidarios del triculturalismo objetan que eso era así en tiempo de guerra, pero que en tiempo de paz se daba una verdadera convivencia, y ponen como mejor expresión de ella la Escuela de Traductores de Toledo. Pero tal cosa no es admisible: primero, porque lo habitual era la guerra, y la paz era una excepción; en segundo lugar, porque nunca existió la Escuela de Traductores de Toledo.
Lo que sí existió fue una iniciativa cultural y científica de los reyes y arzobispos castellanos, que deseaban para su reino unos conocimientos y saberes de la misma categoría que los que poseían los árabes andalusíes a través de la academia o universidad de la Córdoba califal. Por eso, en el s. XII y durante el reinado de Alfonso VII (1126-1157), coronado en León como Emperador de España en 1135, fue Raimundo de Sauvetat, arzobispo de Toledo y Canciller de Castilla, quien organizó y patrocinó una serie de ediciones (los libros se copiaban a mano) y de traducciones de obras clásicas antiguas grecolatinas y otras modernas de los árabes.
El arzobispo confió las primeras traducciones del árabe a los mozárabes de Toledo, que entendían los libros en árabe, y a los clérigos de su catedral, que conocían el latín: así se traducía del árabe al romance, y del romance al latín; los judíos traducían del hebreo al latín, y del árabe al hebreo.

Juan Ramón Alarcón Messia.

Antonio Prieto Bolívar dijo...

Otros historiadores han comprobado, entre otras cosas, el alto nivel de romanización de los pueblos del norte y la temprana extinción, concretamente en Asturias, de la organización gentilicia. (Cf. José Miguel Novo Güisán, Las pueblos vaco-cantábricos y galaicos en la Antigüedad tardía. Siglos III-IX (Alcalá de Henares, Universidad, 1992). Reproducimos dos significativos pasajes de su obra. "Por lo que se refiere a la onomástica, sobre un conjunto de 850 inscripciones procedentes de los tres Conventos Jurídicos del noroeste, el Asturum, el Lucense y el Bracarense, que cae fuera de nuestro estudio, hay un 80% de inscripciones en las que los individuos llevan nomen o cognomen latinos». Ob. cit., 431. En Galicia y en la parte occidental de Asturias, que pertenecía al Convento Lucense, "no existieron gentilitates y, si las centuriae son unidades suprafamiliares, no llegaron vivas al siglo III». (Ob. Cit., 342.) Probando, con buenos argumentos, la debilidad de los presupuestos de una tesis que durante varios decenios ha sido ampliamente aceptada.
Antonio Prieto Bolívar.

Juan Alberto Hinojosa Méndez dijo...

No creo que Eduardo Manzano en su obra Conquistadores, emires y califas. Los Omeyas y la formación de al-Andalus, tuviera este debate sobre al-Andalus en mente cuando empezó a escribir su libro aunque, desde luego, puede deducirse dónde se situaría. (Eduardo Manzano Moreno: Conquistadores, emires y califas. Los Omeyas y la formación de al-Andalus. Crítica, Barcelona 620 pp.).
Tan prestigioso historiador medievalista, sí tendría en cambio, sin duda, en mente el famoso debate sobre al-Andalus que comienza en el siglo XIX y que se ha recrudecido en años recientes en conexión con este sentimiento de enfrentamiento e incompatibilidad con el Islam que dista de ser específico de España, aunque aquí adquiera características propias. El interés por al-Andalus, es decir, por el territorio de la península Ibérica regido por un poder político islámico, renació a mediados de los años setenta. Para un país que salía de cuarenta años de homogeneidad forzada y de un concepto de identidad nacional de ingredientes muy limitados y demasiado estrechos para una buena parte de españoles, la imagen mítica de una Edad Media peninsular, en la que convivían en interrelación positiva etnias y religiones diversas, cobró un nuevo atractivo en nombre de la «tolerancia» y la «convivencia», y al-Andalus se convirtió casi en un modelo de comportamiento, en un paraíso perdido y edulcorado. Proporcionaba ocasiones para fastos y celebraciones, brindaba además especificidades e identidades separadas a diversas regiones hispanas y, por tanto, a las élites que quieren ejercer el poder sobre ellas. Poco tienen que ver historia y mito; como todo mito, el de al-Andalus propone un modelo que sublima aspectos de la historia para justificar un programa político.
Juan Alberto Hinojosa Méndez.

María del Mar Alonso Cortez dijo...

A mediados de los cincuenta del siglo pasado, Ignacio Olagüe Videla (1903-74), un aficionado a la historia de origen vasco y cercano ideológicamente al fascismo, dio origen a lo que a lo largo de este estudio voy a denominar el fraude negacionista. Según Olagüe, la llegada del Islam a la Península no fue producto de una conquista protagonizada por contingentes árabes y beréberes, como establecen todas las fuentes históricas y afirma de forma unánime la tradición historiográfica moderna. Con posterioridad, dio una forma más elaborada a su propuesta negacionista, primero en una monografía publicada en francés en 1969 (Les arabes n’ont jamais envahi l’Espagne) y luego en una segunda versión, más amplia, en castellano, editada en 1974 bajo el título de La revolución islámica en Occidente.
En síntesis, Olagüe postulaba un proceso de génesis interna en la formación de al-Andalus, según el cual el establecimiento de una sociedad árabe e islámica en la Península sería el resultado de la pugna religiosa entre el unitarismo arriano y el trinitarismo católico, que desembocaría, a mediados del siglo X, en la decantación del «sincretismo islámico». En la biblioteca familiar teníamos un ejemplar de La revolución islámica en Occidente, el cual yo ya había leído con anterioridad a la citada entrevista, lo que me permitió identificar las ideas
mencionadas por Gala en otro comentario anterior.
María del Mar Alonso Cortez.

Ruth Blanco Lozano dijo...

Dice Alejandro García Sanjuán, prestigioso historiador autor de “La conquista islámica de la Península Ibérica y la tergiversación del pasado” que desde la fase inicial de su formación como historiador, la historia de al-Andalus se convirtió en su ámbito de estudio predilecto. Pudo desarrollar esta vocación durante sus estudios de licenciatura y, sobre todo, tras incorporarse profesionalmente al ámbito universitario. Desde entonces, la conquista musulmana ha acaparado parte de su labor investigadora, habiéndole dedicado varias publicaciones. Partiendo de ese bagaje previo comenzó a preparar el referido estudio, sobre cuyo propósito llegó a hacer algunas observaciones.
En primer lugar, le interesaba aclarar desde el inicio que no había pretendido decirlo todo sobre la conquista, ni tampoco desarrollar de forma exhaustiva los aspectos que trató de elaborar en una descripción minuciosa o detallada de los hechos acaecidos a partir de 711. El lector interesado en informarse sobre estas cuestiones puede acudir a la amplia diversidad de publicaciones científicas y académicas que existen sobre el tema. Ahora bien, aunque su contribución no tiene pretensiones de totalidad y dista de ser novedosa en muchos aspectos, creo que aporta unas perspectivas que, siendo, a mi juicio, relevantes, sin embargo, no han recibido suficiente atención en la tradición historiográfica previa, al menos hasta ahora.
La elaboración del conocimiento histórico es una tarea científica especializada. La práctica historiográfica constituye una labor profesional, exige una especialización y no puede improvisarse. A mi juicio, la tarea del historiador profesional tiene tres dimensiones: la elaboración del conocimiento histórico, su transmisión a la sociedad y su preservación, en particular respecto a todo intento de tergiversación y manipulación, cualquiera que sea su procedencia. Tal vez se debería prestar una mayor atención a esta última, pues el afán por distorsionar el pasado resulta permanente.

Ruth Blanco Lozano.

Santiago Montalvo Aguirre dijo...

El objeto de los estudios históricos son los acontecimientos acaecidos en el pasado, el historiador busca la recopilación de hechos o sucesos importantes a través del tiempo en un lugar o país, desde que se tiene conocimiento.
Su función debería ser que nosotros que vivimos en el presente aprendiéramos de los que vivieron antes. La Historia se puede cifrar en cantidad y o calidad de información y significados humanos que han perdurado y tenemos conciencia colectiva de los mismos. La Historia no es un 'producto', sino un 'proceso'.El proceso al que se refiere es "¿qué es la humanidad?", que analiza y procesa, sobre todo, en acontecimientos que han pasado. La Historia se puede cifrar en la cantidad y la calidad de información y significados humanos que han perdurado y tenemos conciencia colectiva de los mismos. Como proceso, no podemos dar, en el presente, una sola respuesta a nuestra pregunta primigenia; precisamente porque nos faltan los datos y significados del futuro es el encuentro de la reflexión continua y colectiva de la humanidad.
Santiago Montalvo Aguirre.

Cristina Falcón Lozano dijo...

El catedrático de Historia Medieval Javier Peña desmonta la Reconquista en su estudio de ingreso en la Academia Fernán González. Dijo a propósito de la Reconquista: «Jamás se habló de ella en la Edad Media ni en la Moderna, sólo a partir del siglo XIX».
Fue el propio Javier Peña el que se vio sorprendido en el transcurso de su investigación sobre el mito de la Reconquista, tema escogido por el historiador para su ingreso en la Academia Fernán González. «Para desconcierto mío, y supongo que para muchos de los lectores, es que este mito, al contrario que otros de los que he estudiado, que tienen su origen y su momento de mayor brillo en la Edad Media, no surgió entonces. Ni tan siquiera en la Edad Moderna. Jamás se habló entonces de Reconquista. La palabra ni se conocía. Se utilizó por primera vez en los cronistas españoles en torno al año 1800».
El catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Burgos y uno de los más prestigiosos del ámbito académico español no desmitifica nada en su trabajo de ingreso en la Academia, titulado Castilla Medieval. Perfiles míticos. «Distingo entre mito y realidad histórica», puntualiza. En el acto, que se celebró a finales de este mes de noviembre, Peña leyó un discurso resumido de ese estudio, mucho más amplio, que se publicará en forma de libro y que constará de doscientas páginas. Una obra que recoge el compendio exhaustivo de todos sus trabajos sobre los mitos relacionados con Castilla en la Edad Media pero que tiene en el de la Reconquista su punta de lanza, por cuanto es el más novedoso y el que arroja una nueva revelación científica.
«Esa palabra alcanza con los románticos y los liberales unos contenidos que se van identificando poco a poco con la noción de Reconquista=Recuperación de una unidad nacional, la idea de nación, la idea de patria, que es el nervio del nuevo modelo de Estado que se está creando en el siglo XIX», explica Peña.
Cristina Falcón Lozano.

Rosa Ibáñez Valenzuela dijo...

La profunda carga que ostentan las conquistas árabes, nada tienen que ver con las romanas o las germanas, ha hecho que este episodio histórico esté aun lejos de haber adquirido la «normalidad histórica» que impregna otros capítulos históricos más recientes, como, por ejemplo, la Guerra de la Independencia contra Francia. Claudio Sánchez Albornoz señalaba en uno de sus escritos que, al rememorar la conquista árabe, no podía «dejar de pensar jamás sin emoción en ese instante, trágico, de la historia del mundo. Desde años me obsesiona la idea de que este fue el minuto decisivo de la historia de España». Más recientemente, no ha faltado quien ha pedido a Dios que le evitara vivir tiempos de una hipotética secesión de las nacionalidades en España, pues, en su opinión, sería lo mismo que volver a los tiempos de la invasión árabe; una segunda pérdida de España parecida a la que los españoles habían tardado casi ocho siglos en superar.

Rosa Ibáñez Valenzuela.

José Luis Garrido Gutiérrez dijo...

Desde el lado árabe se muestra una historiografía contraria, con casos que podrían contarse como innumerables por los ejemplos en los que se presenta a los protagonistas de la conquista, Tariq Ibn Ziyad o Musa Ibn Nusayr, como grandes héroes, forjadores de hazañas bélicas sin parangón.
La profunda emotividad que impregna estos planteamientos ha influido de manera decisiva no sólo en las construcciones historiográficas, sino también en unas percepciones históricas ampliamente difundidas. En el caso hispano, cualquier escolar sabe que el tema de los orígenes nacionales ha estado siempre articulado, de una forma u otra, con las ideas de heroica resistencia primero y de gloriosa ofensiva después contra el Islam. De nuevo se trata de un discurso profundamente emocional, que habla de «pérdida» y «recuperación» y con el que se busca una identificación tan inmediata como la que se traza, de manera especular por parte de quienes contemplan con añoranza y desasosiego el lento declive y la irreparable pérdida de un al-Andalus imaginario, cuyo triste final parece querer ejemplificar el compendio de todos los males que se abaten sobre las sociedades árabes contemporáneas.

José Luis Garrido Gutiérrez.

María del Rosario Conde Guzmán dijo...

En su estudio Alejandro García Sanjuán trató de mantener un equilibrio entre estas tres facetas mediante la elaboración de una síntesis bien documentada, dirigida a un público amplio, actualizada, en la que se recogen los resultados más importantes de la investigación histórica especializada. En relación con este aspecto, pretendió dar a conocer las fuentes históricas que nos permiten estudiar la conquista, no sólo las literarias, sino también las numismáticas y arqueológicas, cuya importancia resulta decisiva. Consideró de particular relevancia enfatizar lo que, en mi opinión, constituye el aspecto más destacado de este relativamente amplio conjunto de testimonios literarios y arqueológicos, su plena compatibilidad a la hora de mostrar la naturaleza de los hechos históricos asociados a la conquista musulmana de 711. Se trata, por lo tanto, de un trabajo de investigación realizado desde un planteamiento académico, en el que los testimonios documentales ocupan un espacio central, así como la crítica de las distintas tendencias relativas a los problemas que plantea el estudio de la conquista.
Junto a la elaboración del conocimiento histórico, su transferencia a la sociedad constituye una de las tareas más importantes de la labor historiográfica. Por ello, su estudio pretendía alcanzar a un público lo más amplio posible, tanto al lector medio, interesado en el conocimiento riguroso del pasado, como al estudiante de Ciencias Sociales, Historia, Filología o Humanidades, necesitado para su formación de síntesis actualizadas elaboradas por especialistas.
María del Rosario Conde Guzmán.

Jacinto Moreno Valero dijo...

Hay que decir, no obstante, que la polémica abierta sobre la reconquista, no fue del todo inútil, ya que ha permitido profundizar en el conocimiento, hasta donde la escasez de las fuentes lo permite, del estado de los pueblos de norte en el momento de la llegada de los árabes a la Península. En esta misma línea, Yves Bonnaz ha planteado con buenos argumentos la continuidad de las estructuras políticas y hasta culturales visigóticas desde el momento mismo de la sublevación de Pelayo. Detecta, en efecto, la existencia de una fortísima migración a Asturias de la nobleza visigoda, hecho que se observa en la propia antroponimia de los primeros monarcas visigodos y que recogen no sólo las primeras crónicas cristianas de la reconquista sino hasta el texto historiográfico más antiguo como el Ajbar Machmu ‘a. (Yves Bonnaz, «Continuité wisigothique dans la monarchie asturienne», en Melanges de la Casa de Velázquez XII (1976) ,81-99.)
Y, especialmente, defiende no sólo la continuidad de la forma de elegir a los reyes, calcada de la norma toledana, sino la vinculación familiar de Pelayo con los reyes godos de Toledo. La versión Albeldense de la Crónica de Alfonso III la hace el hijo del duque Favila, dato confirmado por algunas fuentes árabes. (Id., Ibíd., 88). En una palabra, la restauración del «orden de los godos» llevada a efecto en tiempos de Alfonso II no surgió de la nada: dicho orden, de forma si se quiere embrionaria e imperfecta, había estado presente en Asturias desde los mismos días de la sublevación de Pelayo contra los invasores musulmanes.
Jacinto Moreno Valero.

Francisco Aguilera Pizarro dijo...

Muchas y diversas voces se han alzado autorizada y ajustadamente contra esta sublimación de al-Andalus y sus «tres culturas», con poco éxito. Porque, al mismo tiempo, se ha producido una suerte de «contra-mito», o más sencillamente, se ha revivido el mito contrario, que justifica también un programa político y que se alimenta del pensamiento reaccionario decimonónico revitalizado por los miedos que provoca el creciente multiculturalismo y la globalización de la violencia de signo islamista. Han ido a buscarse a la historiografía de hace más de un siglo argumentos históricos que legitimen una postura de dureza frente a estos nuevos desafíos. Ni que decir tiene que son fáciles de encontrar. Siempre puede extraerse de la historia lo que a uno le hace falta si lo recorta y descontextualiza adecuadamente, siempre pueden encontrarse barbaries perpetradas por los unos y por los otros. Los textos o los episodios que forjan identidades de exclusión a lo largo de la Edad Media son tan numerosos y frecuentes que constituyen una verdadera mina para aquellos que quieran justificar la intransigencia o lo inevitable de la confrontación actual. El título más significativo de este tipo de publicaciones es el de César Vidal, El Islam contra España. De Mahoma a Bin Laden, en el que se enuncian y desarrollan las posiciones que Aznar defendió en Geor¬ge¬town en septiembre de 2004 («el problema de España con Al-Qaeda empezó hace mil trescientos años»), pero hay muchos más, como también hay muchos que hablan del «esplendor de al-Andalus» o de su calidad de «ornamento del mundo». Ambos géneros son fáciles de identificar si el lector hojea las referencias y la bibliografía: no hacen nunca uso de nada que se haya publicado hace menos de veinte años, sobre todo en lo que se refiere a la bibliografía especializada.
Francisco Aguilera Pizarro.

Ismael Bellido Torres dijo...

El simple discurso de pérdida y recuperación con respecto a al-Andalus siempre ha planteado, sin embargo, un serio problema a los historiadores contemporáneos que han tenido que tratar sobre este tema. Se puede, ciertamente, sentir una emoción profunda imaginando el campo de batalla en la jornada de Guadalete y rememorar o conmemorar al rey Rodrigo siendo derrotado en esa batalla por las fuerzas de Tariq Ibn Ziyad, pero lo cierto es que el ámbito histórico que se inaugura inmediatamente después, al-Andalus, mantuvo una perduración tan prolongada concretamente hasta su desaparición en 1492, que precisa ser explicado de alguna forma; en otras palabras, el espacio andalusí necesita ser encajado en una interpretación histórica coherente que aporte un cierto discurso. Ésta es la tarea a la que, en última instancia, dedican sus esfuerzos los historiadores, para quienes no pueden existir capítulos en blanco en sus libros. Hay que contener algo la emoción con la que se contempla el momento mismo de la conquista para explicar los desarrollos posteriores surgidos a raíz de ella. Pero ¿cómo hacerlo?
Ha habido respuestas muy distintas a este problema. La más común y desagradable ha consistido en prolongar la emoción sentida ante la denominada «pérdida de España» a través de una burda descalificación de todo cuanto tuviera que ver con al-Andalus. De esta forma, son muy abundantes las obras que retratan a los gobernantes andalusíes como tiranos movidos por la crueldad, que se recrean en describir una violencia supuestamente congénita a la sociedad andalusí o que, en fin, niegan cualquier interés o importancia a las posibles aportaciones culturales árabes con el argumento de que carecen de originalidad, de que son repetitivas o de que, en última instancia, deberían ser atribuidas a las poblaciones autóctonas sometidas al «yugo islámico».
Ismael Bellido Torres.

Carlos Hinojosa Gálvez dijo...

La tesis sobre la restauración del «orden de los godos» llevada a efecto en tiempos de Alfonso II no surgió de la nada, dicho orden había estado presente en Asturias desde los mismos días de la sublevación de Pelayo contra los invasores musulmanes.
Aunque puede parecer extremista en su formulación, replantea nada menos que la verosimilitud del relato de la sublevación de Pelayo en Asturias y los orígenes mismos de la reconquista. ¿Era Pelayo consciente de estar iniciando una empresa que, andando el tiempo, iba a permitir restaurar «la salvación de España y el ejército del pueblo godo», como leemos en la Crónica de Alfonso III? (Juan Gil Fernández, José L. Moralejo y Juan I. Ruiz de la Peña, Crónicas Asturianas (Oviedo, Universidad, 1985), 202.), o muy al contrario, ¿era Pelayo simplemente un caudillo que luchaba por su propia supervivencia, sin más horizonte que mantener incólume al frente de «treinta asnos salvajes»?. Esta era la expresión que utilizaba al-Maqqari, aplicada a Pelayo y los suyos, en el relato de la «escaramuza de montaña» que, según algunos autores modernos, fue la batalla de Guadalete. (Cf. C. Sánchez- Albornoz, La España musulmana según los autores islamitas y cristianos medievales, I (Madrid, Espasa-Calpe. 1973), 77.)
Carlos Hinojosa Gálvez.

Pedro Arellano Ibáñez dijo...

No hay que ser un lince para advertir que el singular y excepcional patrimonio del pasado árabe e islámico de España vuelve a ser puesto en solfa. Quiero decir que, desde hace ya unos cuantos años, está sometiéndose de nuevo a revisión la cuestión de Al Andalus, pasada nuevamente por el tamiz con variable acierto, conocimiento de la materia e intención. En realidad, se trata de una discusión ya muy vieja entre hispanos, hasta aburrida, raída, y en muchos aspectos de perversos efectos más o menos duraderos y profundos. Pero es también una cuestión guadiánica, es decir, que desaparece y reaparece. Señal clara de que no hemos acertado todavía a plantearla. Hace décadas que llegó a la que ha sido hasta ahora, a mi entender, su cumbre académica, intelectual e ideológica: la polémica establecida, de forma tan sui generis, entre don Américo Castro y don Claudio Sánchez Albornoz. La verdad es que ahora, lamentablemente, no se alcanzan tales cimas y mucho me temo que no se vuelvan a alcanzar, a la vista del talante y la tónica imperantes en la revisión. Posiblemente también se esté reflejando en esto el enorme desfondamiento que aqueja a nuestra cultura actual.
Pedro Arellano Ibáñez.

José Carlos Maldonado dijo...

El tercer objetivo que parece se proponía Alejandro García Sanjuán en el estudio “La conquista islámica de la Península Ibérica y la tergiversación del pasado”, se relaciona con esa idea de transferencia del conocimiento y, por ello, es más ambicioso que el primero. Consiste en contribuir a erradicar los mitos y falacias que, a lo largo del tiempo, se han difundido en torno a un hecho histórico tan importante como la conquista musulmana. En efecto pocos episodios han tenido una trascendencia tan profunda en la memoria histórica colectiva de los españoles. La conquista generó, como reacción, lo que desde el siglo XIX comenzó a denominarse «Reconquista», un proceso de expansión y conquista protagonizado por las entidades surgidas en el norte de la Península, en los espacios ajenos a la soberanía islámica. El término fue consagrado por la historiografía decimonónica al convertir la conquista musulmana de 711 y el proceso de Reconquista en el elemento definitorio de la conformación de la identidad nacional. Este discurso ha sido hegemónico en nuestro país hasta la segunda mitad del siglo XX y, hoy día, continua vigente como fenómeno político e ideológico, no exento de manifestaciones historiográficas.

José Carlos Maldonado.

María García Fernández dijo...

Buena parte de las raíces contemporáneas de esta nueva interpretación sobre al-Andalus, se encuentran en la célebre obra sobre los mozárabes redactada por Francisco Javier Simonet gran erudito y arabista, que apareció poco después de su muerte en 1897. Simonet es un autor que está pidiendo a gritos una biografía actualizada, dado el gran impacto que su obra ha tenido en el pensamiento reaccionario hispano. Sus referencias a la «esclavitud» en que quedó sumida la Iglesia, a la maldad del «yugo islamita» o las «persecuciones sarracénicas» nutrieron buena parte de la producción historiográfica posterior, aquejada también de una profunda hostilidad a la idea de la presencia del Islam en la Península Ibérica. Contrariamente a lo que pensábamos quienes ingenuamente creíamos que el avance del conocimiento acabaría desterrando semejante cúmulo de simplezas, éstas han encontrado un renovado vigor en nuestros días debido a la reciente preponderancia de agendas políticas conservadoras basadas en la idea-fuerza de una confrontación natural y necesaria contra el Islam. Ello ha servido para reactivar de nuevo las plumas de quienes leen los manuales de historia de al-Andalus con la intención de dar aires de erudición a las glosas que de ellos hacen de todo cuanto sea susceptible de nutrir ese discurso tan simplista.
No obstante, muchos historiadores y arabistas de comienzos del siglo XX fueron ya conscientes de que una visión tan tosca apenas podía sostenerse.
María García Fernández.

María Antonia de la Fuente Ibarra dijo...

Es una pena el silencio que se mantiene desde los estamentos oficiales, porque en para¬lelo, y sin apenas convergencia, al-Andalus ha sido objeto de una singular actividad por parte de historiadores, arabistas, arqueólogos, numismatas, historiadores del arte, que han producido un trabajo profundo, complejo y novedoso que hace que hoy sea al-Andalus probablemente la mejor conocida de todas las sociedades islámicas medievales. Nada, o muy poco de ello, ha llegado a los medios, a los divulgadores o celebradores de fastos varios, a los ideó¬logos, y lo que llega es denostado porque los ideólogos no gustan de matices, de complejidades. Un libro tan magnífico, tan rico y de tan grata lectura como el de Manuela Marín, Mujeres en al-Andalus (Madrid, CSIC, 2000), que incide sobre una cuestión tan debatida como el de la mujer y el Islam, no ha tenido eco más que en medios académicos. Veremos si un libro más reciente y divulgativo de la misma autora, Vidas de mujeres andalusíes (Málaga, Sarriá, 2006), tiene mejor fortuna. Éste es sólo un ejemplo, pero podrían aducirse bastantes más. Y, así, se repiten las mismas ideas y los mismos tópicos que llevan circulando siglos, sin que parezca posible que se tengan en cuenta los importantes avances historiográficos que se han producido respecto a al-Andalus en los últimos años. Para el gran público, incluso para el público culto, al-Andalus ha quedado atrapado en un círculo vicioso de sublimación y denigración del que sólo salen los especialistas que publican en revistas científicas complejos trabajos que no son tenidos en cuenta por los publicistas. Ni tampoco por los que confeccionan manuales y libros de texto.
María Antonia de la Fuente Ibarra.

Ana María Fernández Martín dijo...

Lo hasta ahora dicho y escrito sobre al-Andalus resulta ya abundante y variado, tiene su origen en múltiples procedencias, cuenta con muy variados estímulos y motivaciones y está acicateado también por muy distintos propósitos, más o menos confesados o disimulados. Al toque de rebato se vienen sumando con alborozo historiadores, literatos, arabistas, comunicadores, periodistas, políticos, hasta un largo etcétera de profesionales diversamente cualificados. Todo ello es prueba irrefutable de la gran entidad e importancia del tema, de la poderosa atracción que ejerce desde todas las dedicaciones y perspectivas, de su permanencia y actualidad indiscutibles, y de la necesidad imperiosa de volver a plantearlo de la forma más correcta, sincera, valiente y racional posible. No faltan en el panorama los híbridos de muy variada formación y condición, y abundan asimismo las manifestaciones contaminadas, en grado y proporción diferentes, de la incontenible tendencia de la neoislamofobia creciente.
Ana María Fernández Martín.

Felipe Alarcón Liébana dijo...

El profesor Valdeón Baruque, prestigioso medievalista, publicó un libro ilustrativamente subtitulado: El concepto de España: unidad y diversidad, y más ilustrativamente aún titulado La Reconquista. Viene bien partir de esas nociones de unidad y de diversidad cuando del concepto de España se trate, y no sólo del concepto, sino también del propio término. Pienso que la gran mayoría estaremos de acuerdo en aplicar esas ideas de unidad y de diversidad, taraceándose como conjunto dinámico en la conformación de la entidad e identidad colectivas de España.
Aclaro desde un principio que yo no estoy particularmente preocupado por esta cuestión de las identidades, y sé muy bien que pueden con facilidad derivar en obsesiones enfermizas, cerriles, perversas y hasta asesinas. En especial, cuando se amalgaman servil y toscamente con los nacionalismos. Pero estoy convencido también de que identidades y nacionalismos constituyen dos de las grandes discusiones de nuestro tiempo y que ignorar este hecho, marginarlo, despreciarlo u ocultarlo, acarrea funestas consecuencias. Lo mismo que ocurre cuando se magnifica o se impone. Aclaro también que en este asunto de las identidades colectivas suscribo plenamente la expresión del profesor Álvarez Junco: «El carácter fluido de las identidades colectivas y la estrecha relación de su significado con el contexto en que se usen los términos».
Felipe Alarcón Liébana.

José Ignacio Martínez Gallardo dijo...

Estoy de acuerdo con un comentario anterior, en realidad ni hubo una Escuela de Traductores propiamente dicha, ni se trabajaba en un solo sitio, ni se debatían los temas y obras traducidos. Pero, aunque no existió una Escuela de Traductores, lo cierto es que fueron tantas las obras traducidas en Toledo, y fueron tantas las personas que se ocuparon de este trabajo, que debieron contar con una eficaz dirección racionalizada u organizadora del trabajo y una importante ayuda económica que lo hiciera posible. Como ha señalado González Palencia, "en Toledo, durante el siglo XII, se hizo la transfusión de la ciencia recibida en lengua árabe por los españoles al resto de Europa, por medio de traducciones en las que siempre figuraba un español".
Esas versiones al latín difundieron por toda España y por toda la Cristiandad europea la ciencia oriental y la clásica. Un siglo después, en el reinado de Alfonso X el Sabio (1252-1284), las obras se traducían ya a la lengua romance castellana.
Conocemos las materias que allí se tradujeron, y sabemos cuáles eran las que suscitaban el interés de los españoles y europeos de aquella época. Vernet ha confeccionado una escala de materias con arreglo a las traducciones realizadas sobre cada una: 47% de cálculo y cosmología (matemáticas, astronomía y astrología), 21% de filosofía, 20% de medicina, 8% de religión, física, ciencias naturales, etc., y 4% de ciencias ocultas y alquimia.

José Ignacio Martínez Gallardo.

Juan Ignacio de la Torre dijo...

Podíamos preguntarnos si, ¿Era tal el propósito de Pelayo de mantener el pequeño rincón donde se había iniciado la primera resistencia a la presencia islámica en el norte peninsular? Nunca lo sabremos. La versión tardía de los hechos, desde la perspectiva que da siglo y medio de distancia de los hechos historiados, ve en Covadonga el inicio de la restauración de España y de la reconquista. Pero cierta o no, no cabe la menor duda que la reconquista era a la altura del reinado de Alfonso III (866-910) algo más que un proyecto nebuloso. Uno de los textos historiográficos del ciclo del primer rey leonés, la Crónica Albeldense, lo expresa con toda claridad. Tras narrar la conquista de la España visigoda por los musulmanes, el anónimo cronista escribe:
“Et cum eis Xpni die noctuque bella iniunt et cotidie confligunt, dum predestinatio usque diuina dehinc eos expelli crudeliter iubeat.”

Su traducción podía ser la siguiente:

“Y con ellos (los sarracenos) los cristianos día y noche afrontan batalla y cotidianamente luchan, hasta que la predestinación divina ordene que sean cruelmente expulsados de aquí” (F. Gil Fernández y otros, obra citada arriba, 171/244.)
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el autor de este texto era un iluminado que confundía el deseo con la realidad, y hasta que, a pesar de la crisis que atravesaba el emirato cordobés, ni el más animoso de los consejeros del rey participaba del entusiasmo profético del autor de la Albeldense. Lo que no puede negarse es que el estado de opinión que se trasluce en esta crónica existía, por poco generalizado que estuviese. Y si esta opinión existía y a su luz se interpretaban las campañas de Alfonso III es porque el proyecto que llamamos reconquista estaba definiéndose como lo que acabaría siendo más adelante: una ideología justificativa de la expansión territorial y de la conquista de los territorios detentados por los musulmanes. Sobre el origen de la ideología de la reconquista, véase J.I. Ruiz de la Peña, «La monarquía asturiana (718- 918)», en El reino de León en la Alta Edad Media. III: La monarquía astur-leonesa. De Pelayo a Alfonso VI. 718-1109 (León, Centro de Estudios e Investigación «San Isidoro», 1995) ,120-127.)

Juan Ignacio de la Torre.

Juan José Martínez Terrón dijo...

A partir de la realidad indiscutible de la unidad y diversidad de España me permito, pues, plantear la pregunta que hasta ahora no nos hemos planteado cuando de Al Andalus, la Hispania árabe islámica, se trata, o no la hemos expuesto todavía con la claridad, la precisión y la rotundidad necesarias. Es ésta: ¿forma parte Al Andalus de la posible identidad colectiva española, o no forma parte de ella? Y seguidamente: ¿cuáles son los componentes, los datos, los argumentos que sustentan con plena garantía las respuestas correspondientes a tal pregunta, sean afirmativas o negativas? Insisto en ello: éste es el punto central de la cuestión, el auténtico eje de cualquier debate o polémica sobre el tema, y todo lo que sea seguir ignorándolo, evitándolo, marginándolo, disimulándolo, posponiéndolo, es un error monumental: las furiosas pasiones subterráneas se irán cada vez más gravemente macerando en su furioso alambique. En España nunca se ha planteado, de verdad, ese gran debate nacional con el rigor intelectual e ideológico exigible; nos hemos contentado, como mucho, con apuntes, descalificaciones, subterfugios, mixtificaciones, exabruptos. Y lo peor no es que estemos a la zaga, es que sigue sin haber nada delante. Que no se ilusione nadie: yo no voy a dar aquí respuesta a estas preguntas cruciales. No son ni el lugar ni la ocasión. En esta primera suscitación del tema voy a limitarme a proporcionar algunos ejemplos y testimonios que considero sumamente ilustrativos y que me inclinan a pensar que la tónica mayoritaria ha sido precisamente la de excluir a Al Andalus de esa posible identidad española o la de incluirlo tan sólo de manera muy parcial y forzada.
Juan José Martínez Terrón.

Eloisa Fajardo Ochoa dijo...

Tal vez sea esa indudable trascendencia de los efectos de la conquista islámica lo que explique las fuertes distorsiones a que ha sido sometido su estudio. Sin duda, la más extravagante de ellas es la representada por el negacionismo, según la cual la conquista islámica de 711 no existió. Se trata, como me propongo demostrar en las páginas siguientes, de un auténtico fraude historiográfico. La obra de Olagüe no resiste la más mínima crítica científica y desde el mismo momento de su aparición fue rechazada por importantes investigadores profesionales, arabistas e historiadores. Sin embargo, pese al tiempo transcurrido desde su aparición y al amplio descrédito de la obra en los medios académicos, el negacionismo ha alcanzado a día de hoy una notoriedad muy superior de la que probablemente Olagüe jamás habría soñado lograr. Su persistencia ha sido constante hasta la actualidad, a tal punto que, en el año 2004, “La revolución islámica en Occidente” fue reeditada. Más aún, sólo dos años después de esa fecha, el negacionismo recibía, por vez primera, pleno y explícito respaldo desde el ámbito académico del Arabismo español, una de las disciplinas que ha tenido mayor relevancia en el estudio de al-Andalus.

Eloisa Fajardo Ochoa.

Gabriel Morcillo Lorite dijo...

Se dice que Maimónides es el mejor exponente del triculturalismo. La verdad es muy otra: es el mejor exponente de la intolerancia y el desprecio a lo diferente. Moshe ben Maimón (en hebreo) o Abú-Amram Musa ben Maimún ibn Abd Alá (según los árabes), pero conocido por Maimónides, fue un escritor judío que vivió en Al Andalus: nacido en la Córdoba musulmana en 1135, murió en El Cairo en 1204. Rabino judío por religión, filósofo andalusí por nacimiento, pertenecía a la comunidad humana y política enemiga de nuestros antepasados hispanocristianos, al Estado islámico que los invasores musulmanes fundaron en España. Cuando la invasión de los almorávides (1090), más fanáticos aún que los andalusíes, fue deportado a Marruecos y residió en Fez. Perseguido allí también por aquellos fanáticos defensores de la pureza de la fe islámica, se vio obligado a marchar al Egipto de los fatimitas (ss. XI y XII); instalado en El Cairo, ejerció como médico del sultán Saladino y como jefe de los judíos del país. Cuando murió en Egipto, no pidió ser enterrado en Córdoba ni en otro lugar de España, sino en Jerusalén, que es donde sus restos reposan desde entonces.

Gabriel Morcillo Lorite.

Javier Diez Rivera dijo...

La Crónica albeldense (Chronicon Albeldense o Codex Conciliorum Albeldensis seu Vigilanus), también se le llama Cronicón Emilianense, es un manuscrito anónimo redactado en latín y finalizado en el 881.
En un formato de crónica histórica, relata pasajes de la historia antigua y de Hispania y supone una de las escasas fuentes conservadas de estudio del periodo final de la monarquía hispano visigoda, la invasión y asentamiento del poder Omeya en la península, y la génesis del Reino de Asturias.
Junto con la Crónica rotense y la sebastianense, es también referida como las crónicas alfonsinas. Se cree que fue confeccionada por un eclesiástico llamando Dulcidius o Dulcidio, con supervisión directa del propio rey. Por ello, tiene el sesgo goticista propio de las últimas décadas del Reino de Asturias.
Comienza narrando la historia de Roma, pasa por los reyes visigodos y, por último, habla de los reyes asturianos, desde Pelayo hasta Alfonso III. La primera versión se acaba de escribir en 881. Más tarde se le añadirían dos grandes párrafos referidos a los años 882 y 883. La crónica acaba en noviembre de ese año.
El nombre de Albeldense le viene del códice del monasterio de San Martín de Albelda en Albelda de Iregua, La Rioja, copiado y continuado por el monje Vigila o Vigilán hasta el año 976. De ahí el nombre de Códice vigilano (Codex Conciliorum Albeldensis seu Vigilanus). Entre otras informaciones útiles, el Códice vigilano contiene la primera mención y representación de los números arábigos (excepto el cero) en Occidente.
La versión más completa que se conserva de la crónica se encuentra en la Real Academia de la Historia y es un manuscrito procedente del monasterio de San Millán de la Cogolla que data del año 951 aproximadamente.
Javier Diez Rivera.

Emilio José Hurtado del Pozo dijo...

El referido historiador Eduardo Manzano, citado en otro comentario anterior, se proponía romper este doble círculo: desde luego, el de sublimación o denigración, pero también aquel que encierra a los especialistas en un mundo aparte y no leído más que por sus pares. Es la aportación del estudio que refleja su libro de gran valía; un libro que tiene la ambición de hacerse accesible sin prescindir del rigor, de la erudición y de la complejidad. Está muy bien escrito, según mi humilde opinión; desde un punto de vista formal, literario; muy bien ensamblado y argumentado, y con una voluntad de hacerse seguir, de hacerse entender mediante la explicación de los pasos que va dando, de aclarar dónde sitúa las aportaciones que hace en relación con lo ya adquirido, explicando también cada nuevo término utilizado sin caer en la jerga, de no dar por obvio o conocido del lector aquello que pertenece al ámbito del especialista. De facilitarle, en una palabra, la tarea al lector, sin reducir ni empobrecer por ello su discurso. Hay otra frontera más, que evidentemente el libro de Manzano quiere romper, y es aquella que separa a los medievalistas dedicados al mundo cristiano (la inmensa mayoría del cuerpo profesional en España) y los que se dedican al mundo musulmán, los arabistas. Por razones que tienen que ver con el concepto de «historia nacional» acuñado en el si¬glo XIX, pero también por razones que guardan relación con la división universitaria en departamentos y las disciplinas que se guardan para sí unos u otros (latín para los departamentos de historia medieval, árabe para los de estudios árabes, generalmente en las facultades de filología), el estudio del ¬islam peninsular ha estado relegado durante muchos años a círcu¬los pequeños y apartados de arabistas que difícilmente podían entrar en liza con los historiadores «considerados de verdad».
Emilio José Hurtado del Pozo.

Pedro Rodríguez Céspedes dijo...

Al-Andalus era un capítulo demasiado extenso de la historia medieval hispana y difícilmente hubiera podido mantenerse durante casi ochocientos años sin una armazón social que hubiera permitido el mantenimiento de cualquier estructura política, por muy despótica que ésta hubiera sido. Por su parte, los logros culturales producidos en ese ámbito presentaban tal consistencia y magnitud que no podían verse ignorados sobre la base de groseras descalificaciones genéricas. La propuesta de negar al otro, aparte de ser excesivamente simplificadora, tenía el grave inconveniente de amputar una parte muy considerable del pasado nacional de nuestro país.
La solución consistió en hispanizar el Islam peninsular. Para ello, la historiografía de comienzos del siglo XX volvió al momento de la conquista e intentó demostrar que ésta había sido llevada a cabo por un número muy pequeño de gentes. Estos guerreros habrían sido, por lo tanto, muy minoritarios en el marco de la sociedad recién conquistada y el resultado fue que muy rápidamente se hispanizaron en contacto con una población numéricamente superior y culturalmente muy avanzada. El resultado habría sido un Islam español, claramente diferenciable del Islam ortodoxo extendido por otras latitudes del Próximo Oriente y del norte de África. La permisividad con respecto al consumo del vino o la supuesta «libertad» de las mujeres andalusíes habrían sido rasgos de esa civilización «hispano-musulmana» surgida de la hibridación entre el genio de la nación hispana y los materiales de la civilización oriental acarreados por los árabes. El esplendor artístico y cultural de la «España musulmana» se habría debido a esa peculiar simbiosis, ejemplificada por el arabista Julián Ribera (1858-1934) en su conocida metáfora sobre el efecto producido por una gota de anilina roja sobre las aguas de un estanque: ciertamente, estas aguas siguen teniendo la misma composición, pero su color ha cambiado por completo.
Pedro Rodríguez Céspedes.

Pilar Criado Rubio dijo...

Dada la coyuntura que se muestra a lo largo de numerosos comentarios, entre nacionalistas y arabistas, cabe hacerse una doble pregunta: ¿Qué es la historia? y ¿Cuáles son sus funciones?
Bien, la historia es aquella ciencia que estudia al hombre a través del tiempo. Su interés principal es la dimensión social del hombre, es decir, el hombre en relación con los demás hombres. Sin embargo, la relación del hombre con el medio geográfico a lo largo del tiempo tampoco escapa al interés de algunos historiadores. Por otra parte, por mucho tiempo la política fue la temática principal de la historia. Hoy, por el contrario, abundan diferentes tipos de enfoques y objetos de estudio: el estudio de la historia de la muerte, de la enfermedad, de la vida privada, de las mentalidades, de la cultura popular, de la clase obrera eran impensables en el momento en que la historia se profesionaliza en el siglo XIX.
La Historia toma elementos de otras ciencias para su desarrollo (lo que no entiendo es por qué no le da el mismo status a la Historia). La geografía y la sociología fueron en su momento las que más influenciaron a la historia, pero hoy en día los modelos y conceptos provienen de la demografía, de la antropología cultural y de la lingüística.
Pilar Criado Rubio.

Marisol Cabezas Sánchez dijo...

Es posible que no sean ya muchos quienes recuerden los fastos y conmemoraciones que tuvieron lugar durante el año 1992, para festejar el V Centenario del tenido por descubrimiento de América, acontecimiento coincidente, como todo el mundo sabe, con la caída de la Granada nazarí y el final de la llamada Reconquista. Aquellos actos del V Centenario contaron con el máximo patronazgo institucional y respaldo oficial. Traigo a colación sólo una de aquellas numerosas celebraciones: la publicación de sendos volúmenes lujosos, uno dedicado a Al Andalus y otro a Sefarad. Hay que diferenciar, porque desde el primer momento me llamó la atención, el enfoque sobre el ilustrativo y desequilibrado título que se puso a cada uno de ellos: el dedicado a Al Andalus era El Islam en España; el dedicado a Sefarad, La España judía. Entonces me pregunté, y sigo haciéndolo ahora la causa de tan clamorosa y partidista asimetría, ¿este planteamiento fue sólo consecuencia de una inadvertencia, de un desliz, de un deficiente conocimiento de las posibilidades expresivas de la lengua española? ¿O escondía alguna intención inconfesada y sugería dispares sentimientos y percepciones de los respectivos objetos de estudio? No lo sé, nadie se habrá dado por responsable ni me lo aclara. Pero quedaba evidente. España incluía a Sefarad; el Islam era algo simplemente trasladado, recibido, locativo. ¡Cuántas diferencias explícitas o implícitas pueden existir entre un calificativo y una preposición!
Marisol Cabezas Sánchez.

José Luis Higueras Rubio dijo...

En el estudio “La conquista islámica de la Península Ibérica y la tergiversación del pasado” se da una respuesta más amplia al fraude negacionista que la hasta ahora formulada desde el ámbito académico. Su punto de partida, para ello, radica en una premisa esencial, el estudio de las fuentes, base esencial e insoslayable de cualquier trabajo de investigación histórica. Se sabe que…, diría en buena medida, la refutación del negacionismo constituye una tarea vana. Los mitos, en efecto, son indestructibles. Su existencia responde a la necesidad de distorsionar el pasado para acomodarlo a las exigencias actuales de quienes los crean, fomentan y difunden. La obra de Olagüe representa la expresión de un determinado españolismo que pretende explicar los logros de la «civilización andalusí» a través de la acción de fuerzas autóctonas, limitando el papel de los agentes externos. Para lograrlo, se caracteriza el origen y desarrollo de al-Andalus como un proceso de base endógena, minimizando todo aporte exógeno.
En un curioso fenómeno de transferencia entre ideologías completamente ajenas, aunque perfectamente explicable, el fraude negacionista se transmite durante la Transición al discurso historiográfico del nacionalismo andalucista, que ve en la civilización andalusí la máxima culminación histórica del «pueblo andaluz». Más recientemente se prolonga como manifestación de una pretendida historia «antisistema», que adopta una pose postmoderna de cuestionamiento de las verdades de la historiografía «oficial», siempre adicta al poder y justificadora de sus manipulaciones. El negacionismo se complace hoy día en presentarse a sí mismo como el necesario cuestionamiento de mitos fomentados desde el Poder. Es decir, se trataría de una historia ajena a los «convencionalismos» de un supuesto academicismo trasnochado y orgánico. Sin embargo, la tergiversación consciente e intencionada de los testimonios históricos efectuada por los negacionistas resulta mucho más nociva para el conocimiento histórico que cualquier posible convencionalismo.
Un afectuoso saludo para Pedro.
José Luis Higueras Rubio.

Marisol Pavón Calvo dijo...

El discurso del negacionismo de Ignacio Olagüe Videla (1903-74), tan pueril y, en algunos casos, ridículo, produce una mezcla de sentimientos que oscilan entre la vergüenza ajena, la hilaridad y la indignación. Tal vez si se hubiese quedado restringido al ámbito de los aficionados, la actitud lógica habría sido limitarse a las dos primeras reacciones. Sin embargo, desde su entrada en la academia, el problema se agrava, pues adquiere una nueva dimensión, lo que exige la elaboración de la correspondiente réplica.
La preservación del conocimiento histórico impone la refutación de toda clase de revisionismo. Se trata de una labor historiográfica insoslayable, y en nuestro país existen ejemplos recientes que lo acreditan. Me refiero al problema suscitado en torno al Diccionario biográfico español, editado por la Real Academia de la Historia. Algunas de las entradas de dicha obra, en particular la relativa a Franco, suscitaron la reprobación de numerosos historiadores, al considerarla una tergiversación del pasado con intereses ideológicos. Por esta razón, en el año 2012 un grupo de prestigiosos investigadores promovió la publicación de una obra (En el combate por la historia, Ediciones Pasado y Presente) que contrarrestara la manipulación.

Marisol Pavón Calvo.

Domingo Aguado Mesa dijo...

Participe hace unos veranos en un curso organizado en Sevilla por la Universidad Internacional de Andalucía y la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, sobre Judaísmo, Cristianismo e Islam. Estuvo ejemplarmente dirigido por el profesor Tamayo-Acosta, al que no tuve por responsable de la nueva manifestación de la tendenciosa asimetría que se había producido en el tratamiento de los temas. Sobre ella llamé la atención al recibir el proyecto del programa del curso, sin que se tuviera en cuenta mi observación y se corrigiera oportunamente. Dos lecciones del curso se dedicaban al «legado del judaísmo en la cultura española» y otras dos al «legado del cristianismo en la cultura española»; las correspondientes al islam se formularon con el consabido lema de «el islam en España». ¿Por qué los conceptos de legado, cultura y España se asociaban al tratar del judaísmo y del cristianismo, y por qué no cuando se trataba del islam? ¿Por qué éste tema del islam seguía siendo algo recibido, trasladado, locativo, simplemente? En esta ocasión tampoco recibí ninguna aclaración.
Domingo Aguado Mesa.

Juan de Dios Molina Melgarejo dijo...

La visión de una «España musulmana» o de una «civilización hispanoárabe» tuvo durante el siglo XX un gran predicamento. Todo el mundo podía darse por satisfecho con ella. En primer lugar, los arabistas. Una visión así les permitía encontrar su lugar académico dentro del discurso histórico nacionalista. Cierto era que el principal protagonismo histórico recaía en esa otra «nación» presente desde los tiempos más remotos, acrisolada por las sucesivas colonizaciones y conquistas de la época antigua y que había estado a punto de extinguirse en el año 711.
Pero, a pesar de ostentar un papel subsidiario dentro de ese discurso, al menos los arabistas tenían encomendadas una serie de capítulos de la historia de la nación; capítulos que, si bien eran secundarios, permitían trazar tanto una deslavazada y confusa historia política que, en el fondo, no tenía demasiada importancia frente a los sustantivos desarrollos históricos de los Reinos cristianos, como un minucioso y documentado estudio del poderoso legado cultural y artístico dejado por esos españoles arabizados que habían vivido en los tiempos medievales. Por su parte, el medievalismo oficial o, lo que es lo mismo, los estudios centrados en la nación o naciones hispanas, podían volver así cómodamente la espalda a un mundo cuyas referencias políticas y sociales eran complejas y difícilmente inteligibles, dado que carecían de otro sentido que no fuera el de servir de contrapunto pasivo a los fenómenos expansivos de las naciones hispanas. Todo podía quedar convenientemente soslayado haciendo del estudio de poetas, teólogos o filósofos árabes el principal objeto histórico adscrito a un al-Andalus cuyos grandes logros intelectuales, en cambio, sí que podían servir muy bien para ornar las visiones genéricas del esplendor andalusí con las que el medievalismo hispano podía darse por más que satisfecho.
Saludos para todos.
Juan de Dios Molina Melgarejo.

Juan Diego Moncada Tudela dijo...

A Maimónides se le considera el rabino más célebre de la Edad Media, y poseyó grandes conocimientos en las culturas judaica y árabe, y en filosofía griega. También conocía en profundidad la medicina, matemáticas, astronomía, etc., de la época. Entre sus obras más conocidas hay que citar Mishné Torah ("Repetición de la Ley"): escrita en hebreo, es un compendio de las materias religiosas y jurídicas de la ley judía; Siraj ("Dilucidación"): escrito en árabe, es un comentario a la Mishnah judía; Dalalat al Haïrin ("Guía de perplejos"): también en árabe, es una explicación filosófica del judaísmo. Ésta es su obra más importante: con el fin de demostrar la superioridad del judaísmo sobre el cristianismo y el islamismo, hace una conciliación de la Biblia con las verdades racionales. Apologético, más que proselitista, refleja Maimónides en ella sus doctrinas filosóficas. En realidad, su Filosofía no es la de un genio, no es original, pero tiene gran importancia: siguiendo a Aristóteles, enseña a los judíos la filosofía griega, iniciándoles en la ciencia y la filosofía de griegos y árabes (los filósofos árabes tomaron la de los griegos). Ésa fue su influencia, y la de la "universidad" de Córdoba, en la cultura de la Europa cristiana: en las obras de Maimónides y, sobre todo, Averroes volvieron a encontrar los cristianos la filosofía griega aristotélica, que pasaría a la escolástica a través de los escritos y trabajos de San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino.

Juan Diego Moncada Tudela.

Gerardo Fonseca Cañizares dijo...

Una edición facsímil de una de las joyas más preciadas de El Escorial es el llamado Codex Conciliorum Albeldensis seu Vigilanus, que ingresó en la Biblioteca por generosa donación del Conde de Buendía a Felipe II. Escrito en letra visigótica, el manuscrito está compuesto por 429 folios de gran tamaño (455 x 325 mm.) y a dos columnas. Códice de verdadero lujo para los parámetros de la época. Fue terminado de escribir e iluminar en el año 976 para el Monasterio de San Martín de Albelda (Rioja) por el copista Vigila, auxiliado por sus colaboradores Sarracino y García, según consta en su colofón y en una de sus mejores miniaturas, en la que aparecen dibujados, entre otros personajes, los tres escribas iluminadores.
El Monasterio de San Martín de Albelda se constituyó en el siglo X, gobernada La Rioja por los Reyes de Pamplona, en el centro cultural más importante del Reino, a superior altura, incluso, que el no menos famoso monasterio de San Millán de la Cogolla. Tuvo un activo y bien organizado scriptorium, donde los monjes de la comunidad elaboraban los libros que eran necesarios para la liturgia, la vida espiritual e incluso jurídica. Algún códice fue escrito para el extranjero, como el ejemplar del Tratado de San Ildefonso sobre la virginidad de María que, a mediados del siglo X, se llevó personalmente a su tierra el obispo francés Godescalco del Puy.

Gerardo Fonseca Cañizares.

Gabriel Bellido Peñas dijo...

Durante el año 1985 se hicieron en España multitud de actos culturales en nombre de Maimónides. Su vida y su obra fueron objeto de estudios, coloquios y conferencias, dentro del marco propagandístico de lo que se empezó a llamar en aquel momento la "España de las Tres Culturas". La figura de Maimónides fue elogiada como la de "un pensador ecuménico y de inagotable riqueza"; pero, ¿realmente era ecuménico, y tricultural, o era un rabino muy judío, fiel servidor de su religión, pero que vivía en un mundo cultural musulmán y jamás tuvo contacto alguno con cristianos? Esto levantó entonces una polémica que apareció en los periódicos españoles de la época; adviértase que estamos hablando de 1985, pues hoy no se habrían publicado esas opiniones y sus autores habrían sido objeto de campañas e insultos: en el mejor de los casos, se les hubiese llamado "fascistas".
En este sentido, fueron particularmente significativos dos escritos aparecidos en EL PAÍS. El primero, una crónica del señor Funcia, en la línea laudatoria. El contrapunto lo puso el señor Quintín Banderas, quien escribió desde Florida diciendo que Maimónides era "un perfecto máncer (Mánzer: del latín "manzer, -eris" y, a su vez, del hebreo "mamzer" significa Bastardo).

(... abrasado de un odio implacable contra cristianos, moros y otros gentiles"; este señor hacía referencia especialmente a los negros, pues acerca de su nivel cultural y categoría humana decía Maimónides que se hallaban "entre las cosas existentes por debajo del (nivel) del hombre y por encima del de un mono".

Gabriel Bellido Peñas.

Luis María Ortega Aranda dijo...

El libro de Eduardo Manzano: Conquistadores, emires y califas. Los Omeyas y la formación de al-Andalus, desde mi punto de vista, tiene la clara voluntad, no explícita, de unir ambas disciplinas, de escribir un libro sobre al-Andalus que pertenezca de lleno a la historia medieval. Para ello, no sólo limita el uso de términos específicos, sino que utiliza y entra en discusión con las fuentes y con la bibliografía de ambos «lados», con la discusión académica producida en ambos ámbitos, haciendo de paso una síntesis de lo mucho que sobre al-Andalus se ha publicado en años recientes. Es decir, consigue colocar su estudio sobre al-Andalus dentro de las corrientes «normales» desde las que se estudian las sociedades medievales. Y es esa la manera, me parece a mí, con la que evita la alineación de rechazo o apología que resulta tan difícil de eludir para quienes en España escriben sobre «lo moro». Manzano estudia y describe una sociedad medieval con los parámetros, las técnicas y las metodologías con las que se estudian las sociedades medievales.
El libro está dedicado a los tres siglos que siguieron a la conquista árabe de 711 y al proceso largo y complejo, por medio del cual un territorio cristianizado y romanizado, conocido como Hispania, se convirtió en un territorio islámico llamado al-Andalus. En especial, Manzano tiene interés en mostrarnos que se trata de un proceso muy extendido en el tiempo y en el que intervienen actores y factores diversos; que una vez terminado el proceso y observado el resultado (una sociedad plenamente islámica) tienden a olvidarse las complejidades de su trayectoria y se adopta una visión teleológica que elimina, a la vista de la meta, el trayecto recorrido. Para estudiar este trayecto Manzano utiliza, además de fuentes árabes y latinas, las aportaciones más recientes de la arqueología y la numismática. El resultado es interesante, estimulante y renovador. Se trata, sin duda, de un libro importante.
Luis María Ortega Aranda.

Manuel Jesús Del Río Cantero dijo...

El Reino de Marruecos y la Junta de Andalucía decidieron en 1998 crear un foro que, basado en los principios de la paz, el diálogo y la tolerancia, promoviera el encuentro entre pueblos y culturas del Mediterráneo. A esta iniciativa se adhiere posteriormente el Centro Peres por la Paz, la Autoridad Nacional Palestina y otras personas e instituciones de Israel comprometidas con el diálogo y la paz.
El día 8 de marzo de 1999 se constituye en la ciudad de Sevilla la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo. Las características singulares, y en cierto modo excepcionales, de esta Fundación la convierten, pues, en referente de tolerancia y progreso. Existen pocas fundaciones en el mundo con una presencia plurinacional tan representativa y equilibrada entre sus miembros, con una vinculación tan particular con el ámbito mediterráneo y con tal vocación de apertura hacia los países ribereños.
El espíritu de esta Fundación es también reflejo de la Conferencia Euromediterránea de Barcelona, celebrada en noviembre de 1995, que propuso un nuevo horizonte para el conjunto de la cuenca mediterránea: el establecimiento de una zona de paz, estabilidad y progreso en ambas orillas de un mar que ha sido cuna de civilizaciones.
La cooperación en el Mediterráneo tiene hoy más importancia que nunca y, por ello, la creciente cooperación Andalucía-Marruecos constituye uno de los ejes básicos de actuación de la Fundación. Otro ámbito prioritario es, evidentemente, Oriente Medio. En el tiempo que lleva constituida, la Fundación se ha convertido ya en un instrumento privilegiado de diálogo y contacto capaz de aglutinar las preocupaciones de la sociedad sobre el presente y el futuro de esta conflictiva zona. Finalmente, la Unión Europea es el tercer vértice en el que la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo desarrolla su acción. Una relación privilegiada con la UE y los Países Terceros Mediterráneos nos permite convertirnos en instrumento de aplicación de políticas y ejecución de proyectos en el ámbito de la cooperación mediterránea.
Promover el diálogo, la paz y la tolerancia entre pueblos y culturas del Mediterráneo es, pues, el principio rector que guía las actividades de esta Fundación. Entendemos que la cultura es el mejor vehículo para el diálogo en un contexto político complejo. En una época en que la confrontación y la exacerbación de los particularismos provocan continuos conflictos y situaciones de exclusión y marginación, la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo ha asumido el compromiso de promover la convivencia entre culturas y religiones mediante el conocimiento mutuo y el intercambio de ideas y experiencias que fomenten un acercamiento entre los pueblos mediterráneos.
Manuel Jesús Del Río Cantero.

Alberto Miralles Cano dijo...

En realidad, la importancia de Maimónides es grande para los judíos, pues como defensor del judaísmo fue un autor prestigioso e inteligente, que supo acomodar la Toráh judía a la filosofía griega, sin traicionar la esencia religiosa hebrea. Por el contrario, su influjo en la cultura española u occidental es escaso, pues su papel fue sólo el de transmisor; y ni siquiera en esto fue único, pues Averroes fue más decisivo en extender y propagar la filosofía aristotélica. Por lo tanto, su figura, su obra y su trascendencia en el mundo cultural español han sido sobrevaloradas por los autores judíos: la importancia de Maimónides para los andalusíes fue escasa, pues tuvo que abandonar la península como enemigo del Islam (y del Estado islámico) ante la intransigencia de los almorávides en Al Andalus; para los españoles de los reinos cristianos, la trascendencia de Maimónides fue nula: en el siglo XII no le conocieron, y en el siglo XIII tradujeron en Toledo sólo la parte de su obra que se refería a la filosofía aristotélica, al igual que se hizo con Averroes y otros.

Alberto Miralles Cano.

Isidro Valdés Atienza dijo...

En realidad ¿Qué nos dicen los textos que nos han transmitido la idea de reconquista? El texto fundamental es, sin duda, el que se refiere a la batalla de Covadonga. Se trata de un acontecimiento capital, pleno de significado. Es el primero de los hitos historiográficos de que por necesidad debemos ocuparnos. Sea cual sea el juicio que nos merezca, el relato de la batalla de Covadonga constituye una pieza de valor excepcional. Ha llegado a nosotros en la llamada crónica de Alfonso III, de la que se conservan dos versiones ligeramente diferentes, aunque coincidentes en lo esencial. La versión más antigua, la Rotense, sirvió de base para la versión definitiva u oficial realizada por orden de Alfonso III, en la que no sólo se mejoró la redacción y el lenguaje del texto sino que se efectuaron supresiones, correcciones y ampliaciones del texto primitivo. (Cf. I. I. Ruiz de la Peña. «Estudio preliminar» de la edición de las Crónicas Asturianas. Ed., estudio y traducción de J. Gil Fernández y J. L. Moralejo (Oviedo. Universidad, 1985).
Este relato tuvo una amplia difusión y pasó, a través de Rodrigo Jiménez de Rada, a la Primera Crónica General de España, compilada por orden de Alfonso X, sin introducir apenas novedades. Más aún, el relato asturiano es, tal vez, hasta más colorista, al menos en la parte del diálogo entre don Oppas y Pelayo.
Isidro Valdés Atienza.

Emilio José Pérez Salas dijo...

Participé hace algún tiempo en un interesante coloquio internacional, organizado en Granada por el Legado Andalusí, sobre la figura y la obra de Ibn Jaldún. Se dedicó una jornada a abordar genéricamente el tema de las relaciones entre civilizaciones y las posibilidades de diálogo entre ellas. Una de las intervenciones corrió a cargo de un alto funcionario del Ministerio español de Asuntos Exteriores, que expuso con claridad y precisión la actual visión del tema por parte de la Administración española, refiriéndose, entre otras cosas, a la reciente creación de la Casa Árabe y de la Casa Sefarad. En el turno de coloquio yo le hice las siguientes preguntas: ¿Iba a fundar la Administración española una Casa Al Andalus también?, ¿o quedaba Al Andalus incluido en la Casa Árabe, y por tanto era relacionable en parte con España, pero también en parte quedaba excluido? No obtuve tampoco aclaración alguna. No se me pasó entonces por la cabeza otra pregunta, absolutamente descabellada y transgresora de la estricta realidad, que sería ésta: ¿quedaría al-Andalus incluido en Sefarad?
Emilio José Pérez Salas.

Chema García Araujo dijo...

Maimónides gran médico y filósofo, quien desde su judaísmo logró plasmar la idea de la convivencia pacífica entre quienes no tienen las mismas ideas o creencias. Los tres nombres por los que se lo conoce nos hablan de su compleja vida: Rabí Moshe Ben Maimón o Rambam, el nombre que le dio el pueblo judío, o Ibn Maymun, el nombre con el que se lo conoce en el mundo islámico, y Maimónides, la forma griega y occidental que tomó su nombre a lo largo de los siglos, hasta nuestros días.
Estos tres nombres que se refieren a la misma persona simbolizan la posibilidad de que culturas diversas puedan convivir respetuosa y pacíficamente.
Maimónides vivió entre los años 1135 y 1204. Su niñez transcurrió en Andalucía y en Castilla. Pero en el año 1148, cuando tenía trece años y después de que España fuera invadida por extremistas religiosos islámicos, Maimónides y su familia debieron abandonar la ciudad de Córdoba. Escaparon hacia Almería, pero en 1157 está ciudad también fue conquistada y la familia Maimónides debe deambular sin destino por España y el sur de Francia hasta que en 1160 se establecen en Fez (en el norte de África). A pesar de su vida tan azarosa, Maimónides tuvo la capacidad y la fuerza necesarias para estudiar la Biblia y sus comentarios, medicina, astronomía, matemáticas y todas las ciencias de su época. Debe continuar con sus viajes por el mundo: permanece en Alejandría, Palestina y finalmente se establece en Fustat, la antigua ciudad cercana a El Cairo, donde se dedica a la medicina. Hacia 1185 su fama como médico va creciendo y el visir de Saladino, Al Fadil, lo nombra médico oficial de la corte. Lentamente va convirtiéndose en una leyenda en vida.

Chema García Araujo.

Luis Felipe Porcel Ruiz dijo...

Maimónides mantiene una importantísima correspondencia con habitantes de países occidentales y orientales sobre temas legales, interpretaciones de textos religiosos, problemas históricos y teológicos, e incluso sobre problemas cotidianos. Sus respuestas fueron profundamente apreciadas.
Al mismo tiempo que era fiel tanto a la religión como al estado, escribió profusamente. Su muerte en el año 1204 fue llorada por los habitantes de la región mediterránea y sus restos fueron llevados de El Cairo a Tiberiades, en el Mar de Galilea, en la tierra de Israel, donde hasta el día de hoy se visita su tumba con respeto y devoción.
La fama de Maimónides como filósofo se debe fundamentalmente a su obra más importante, Guía de los Perplejos. Esta obra no fue escrita para los creyentes, sino para aquellos musulmanes, cristianos y judíos que, conociendo tanto la filosofía griega como las leyes religiosas, se sentían perplejos y se preguntaban de qué manera podía armonizarse la fe y la razón. En la Guía Maimónides afirma que no existe conflicto entre fe y razón. Siguiendo la filosofía de Aristóteles, Maimónides estaba convencido de que podía responder a una gran cantidad de problemas filosóficos sobre Dios, y su Creación sin por ello entrar en colisión con las Escrituras. Su Guía de los Perplejos es un brillante entramado que aúna la tradición religiosa con el pensamiento científico y filosófico y su influencia sobre generaciones de cristianos, musulmanes y judíos aún está vigente.
Luis Felipe Porcel Ruiz.

Mencía Rodríguez de Tejada dijo...

La Crónica de Alfonso III es un documento histórico del tipo crónica que se atribuye al propio rey Alfonso III, y que abarca un espacio de tiempo que va desde el reinado de Wamba hasta el final del de Ordoño I. Existen dos versiones de esta crónica: la Rotense, que se encuentra en el Códice de Roda, y la Sebastiense, Ovetense, Ad Sebastián o Erudita.
Permaneció inédita hasta que en 1615 Prudencio de Sandoval publicó el fragmento de la crónica que abarca los reyes de Asturias, interpolado y corregido por él mismo, aunque la editio princeps fue la que Juan Ferreras incluyó en su "Historia de España" en 1727; dos años después Francisco de Berganza publicó su propia versión criticando la de Ferreras, pero la de más esmerada elaboración fue la que Enrique Flórez incluyó en 1756 en su España sagrada, que posteriormente sería reproducida por Jacques Paul Migne, Ramón Cobo y Sampedro y Ambrosio Huici, estos dos últimos con traducción al castellano. En 1918 Zacarías García Villada sacó a la luz un estudio sobre la crónica, que incluía las versiones rotense y sebastianense.
Un saludo.
Mencía Rodríguez de Tejada.

Juan Carlos Campos Cano dijo...

Eduardo Manzano estaba poco interesado en la historia religiosa e intelectual, demasiado poco en lo que a la religión se refiere: estamos ante una sociedad medieval y ante una sociedad que hace una traslación de un sistema religioso a otro. Le interesan principalmente el ejército, la administración del territorio, los recursos, el ordenamiento social, los impuestos, el ejercicio del poder, los rebeldes. En especial, cómo la conquista y el control de un territorio, a través de sus formas de poblamiento y de utilización de recursos, se traducen en nuevas formas de dominio. Le atraen todos los aspectos de la vida material, desde aperos de labranza a restos cerámicos o innovaciones técnicas o de cultivos, cuyo análisis le ayuda a trazar un complejo trayecto de transformación social, política y cultural. La fundación o el abandono de ciudades, la construcción de mezquitas, no son leídas como muestras de «esplendor», sino como indicadoras de unas características de población y unas maneras de hacer visible y de legitimar el poder. Le interesa también la participación de la población autóctona y de sus élites en la formación y consolidación de ese poder.
La obra Conquistadores, emires y califas. Los Omeyas y la formación de al-Andalus, está dividida en tres partes que se corresponden con la conquista, el emirato y los califas de Córdoba. En las dos primeras es donde creo que se encuentran sus mayores logros. Para entender la conquista árabe hay que ser cuidadoso con no trasponer circunstancias y creencias que sólo se desarrollaron con el paso del tiempo al momento histórico en que se realizó dicha conquista.
Juan Carlos Campos Cano.

Julián Romero Espejo dijo...

La conquista de Hispania se llevó a cabo por un poderoso ejército bien organizado, con unas jerarquías muy definidas, que se desperdigó por todo el territorio hispano con el fin de controlar sus recursos. Este ejército estaba cohesionado por una conciencia de etnicidad común y por un mensaje salvífico, mesiánico, que le había permitido ya conquistar medio mundo. Tenía la conciencia de pertenecer a un pueblo elegido por Dios por medio de un Profeta nacido en su seno. Y no mucho más en términos religiosos, pues hay que tener muy presente que estamos en un tiempo (unos ochenta años después de la muerte de Mahoma) en que la percepción de la nueva religión predicada por éste era muy diferente de la que acabó consagrándose. El lema «No hay más Dios que Dios», que los conquistadores hicieron enseguida grabar en sus monedas, no venía a ser más que una variedad de otras creencias que se reclamaban receptoras de la revelación divina. Los conquistadores aseguraban que un nuevo profeta surgido entre ellos había recibido de Dios, el Dios único, el último recordatorio que venía a completar y a evitar la tergiversación de las fases anteriores de la Revelación. Los acontecimientos parecían probar el providencialismo de los conquistadores: es decir, Dios parecía apoyarlos.
Julián Romero Espejo.

José Ángel Morales dijo...

La Casa Árabe-Instituto Internacional de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán es un consorcio institucional creado en julio de 2006 mediante un convenio de colaboración suscrito entre el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), la Junta de Andalucía, la Comunidad Autónoma de Madrid, el Ayuntamiento de Madrid y el Ayuntamiento de Córdoba.
Está presidida por el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, y el presidente de la Junta de Andalucía, el presidente de la Comunidad de Madrid, la alcaldesa de Madrid y el alcalde de Córdoba son sus vicepresidentes. Los Reyes de España son sus patronos de honor.
Los principales objetivos de Casa Árabe, con sedes en Madrid y Córdoba, son reforzar las relaciones políticas bilaterales y multilaterales, fomentar y acompañar las relaciones económicas, culturales y educativas, así como la formación y el conocimiento sobre el mundo árabe y musulmán. En definitiva, Casa Árabe quiere ser un espacio de conocimiento mutuo y de reflexión compartida: un punto de encuentro.
José Ángel Morales.

Pedro Jesús Cobo Ruiz dijo...

Como quedó de manifiesto a lo largo del referido estudio de García Sanjuán, el problema que suscita el negacionismo de Olagüe no es distinto al del Diccionario de la Academia de la Historia. Se trata de una tendencia revisionista vinculada a intereses ideológicos que pretende una manipulación del pasado basándose en la tergiversación de los testimonios históricos.
El historiador profesional no puede, ni debe, soslayar la exigencia de impugnar esta clase de imposturas, sobre todo cuando proceden del ámbito académico. En este caso, la necesidad es doble, pues a la obligación de preservar el conocimiento histórico se añade la de señalar a los ventajistas y tramposos que no dudan en fomentar mitos con el fin de medrar, obtener prebendas, satisfacer egos desmedidos o defender determinados proyectos ideológicos, parapetados en la credibilidad que otorga el marchamo académico. No obstante, a lo largo del aludido trabajo el autor se esforzó para evitar que la indignación haya solapado por completo el sentido del humor, al que, justo es reconocerlo, los negacionistas han realizado aportaciones inapreciables.
Se ha calificado el negacionismo como un fraude historiográfico, aunque también, sin duda, representa un mito, ya que la negación de la conquista constituye una forma de edulcorar el origen de la formación de una sociedad árabe e islámica en la Península. Toda mitificación del pasado constituye una idealización de la historia. Tenemos pocas esperanzas, o ninguna, de que un estudio así sirva para erradicar el negacionismo. Los mitos, por naturaleza, son indestructibles. La sociedad los crea porque los necesita. Por lo tanto, el negacionismo pervivirá, pero espero que el esfuerzo realizado por su autor, sirva para denunciar y evidenciar su verdadera condición, así como la de quienes lo fomentan, siempre debido a intereses ajenos al conocimiento histórico.

Pedro Jesús Cobo Ruiz.

Pedro Luis Villegas dijo...

Mis dos nietos me plantearon no hace mucho dos cuestiones inquietantes. Mi nieto Manuel no acierta a explicarse por qué, cuando se explica la Historia de España, se habla siempre de «invasión árabe» o «invasión musulmana», y nunca de «invasión romana». Mi nieta Paola me preguntó: «Abuelo, ¿es qué no hay nada bueno en el islam?». Quizás estas cosas y otras muchas siguen pasando porque todavía no hemos acertado a poner a Al Andalus en el sitio que le corresponde, dándole el lugar que seguramente tiene en la fluida identidad colectiva de España. Si seguimos cometiendo este tremendo error, no sabremos qué podrá ser del uno y de la otra.
Pedro Luis Villegas.

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Pedro, primero agradererte este aporte a la historia de nuestro pueblo. Creo que es la etapa más oscura y la que más falta hace investigar.
En alguna ocasión te he manifestado mi visión particular sobre la huella árabe en nuestra tierra, ya haremos un estudio estadístico. La presencia árabe fue mínima, no creo que nadie, menos Fernando III, la tuviera en cuenta. Pero este rey deja las mejores tierras, las del Chorrillo, a un convento de monjas clarisas que funda en Jaén, y que sigue en propiedad de las mismas a pesar de los calatravos.
Sí que es palpable la presencia de población en estos años, en especial en el XV. Creo que el castillo se construye tras los primeros asentamientos cristianos; y la iglesia, la primitiva, aún antes, por supuesto antes que la permanencia árabe.
No sé si es una confusión, pero creo que Lahiguera nunca ha sido aldea de Arjona; lo fue de Andújar y con Felipe II se independizó, sus buenos dineros que le costó. De Arjona nunca ha sido, siempre ha estado cerca. Siempre se han llevado muy bien los dos pueblos, incluso se aliaban para saquear ciudades (El reyezuelo de Baeza se queja en una crónica).

José Tomas Lanzas Estévez dijo...

La guía de perplejos (1190), mal apodada Guía de los descarriados, es la clave de su pensamiento filosófico y ejerció una fuerte influencia en círculos tanto judíos como cristianos y sobre todo escolásticos. En ella establece una conciliación entre la fe y la razón dirigida a quienes vacilan entre las enseñanzas de la religión judía y las doctrinas de la filosofía aristotélica que entonces imperaban, demostrando que no hay contradicción en los puntos en que fe y razón parecen oponerse. Es decir, una conciliación entre el sentido literal de las escrituras y las verdades racionales, acudiendo a la interpretación alegórica en casos de conflicto.
Fue así que surgieron polémicas por parte de "antimaimonistas", básicamente, por parte de un grupo de musulmanes que pretendían una lectura literal del Corán, los mutallajim, que lo tacharon de racionalista. A pesar de ello fue una obra muy comentada y de gran influencia en el mundo musulmán y la escolástica cristiana, por ejemplo en Santo Tomás de Aquino.
Como judío en territorio islámico tuvo una vasta formación en ambas culturas: la tradicional judía y la árabe profana (con sus incorporaciones de la griega), a partir de las enseñanzas de su erudito padre Maimum, por lo que escribió obras tanto en hebreo como en árabe, en una prosa que se caracteriza sobre todo por la sistematización y la claridad expositiva.
De Maimónides surge el movimiento intelectual judaico de los siglos XIII y XIV que se extendió por España y el sur de Francia. Partidario del realismo teológico ha llegado a ser considerado precursor de las ideas de Spinoza, pero filosóficamente no se le considera muy original por seguir básicamente a Aristóteles, apartándose de él en puntos que parecen contradictorios a las creencias y tradiciones judías. Por lo tanto, su carácter es conciliador.

José Tomas Lanzas Estévez.

Juan Manuel Valdivia Gómez dijo...

¿Qué supuso la civilización musulmana de Al–Andalus en la historia de España? ¿A qué se debió su fin tras ochocientos años de existencia? A estas preguntas han intentado responder numerosos historiadores e intelectuales a lo largo de los últimos cinco siglos. Hace poco tiempo leí un libro titulado: “Cronología histórica de Al-Andalus”, obra de Ángel Luis Encinas Moral. Su autor pretendía dar respuestas a las interrogantes que me hice al principio. El autor intenta dar una respuesta congruente, no mediante argumentos más o menos falaces, sofismas o elucubraciones de cualquier tipo, sino presentando en orden cronológico los acontecimientos históricos de mayor relevancia acaecidos desde el nacimiento en el año 570 de Muhammad Ibn Abdullah, el profeta del Islam, hasta 1667 en que se ha podido datar la última noticia referida a un morisco español.
La novedad y aportación histórica del libro consiste en dar con su planteamiento una nueva perspectiva, al ofrecer una cronología sucinta y objetiva de la historia de Al–Andalus, un trabajo bastante novedoso y que antes no ha realizado por ningún investigador de la historia o de la filología de la España musulmana, que incluye además, como apéndice documental inevitable, los hechos y datos más importantes relacionados con la persecución tanto de los musulmanes como de los judíos españoles, perpetrada por el emergente poder central cristiano.
Juan Manuel Valdivia Gómez.

Jimena Serrano Muñoz dijo...

El Códice de Roda, Códice rotense o de Meyá es un manuscrito en latín de fines del siglo X (hacia 990) que incluye las Historias contra paganos de Paulo Orosio e importantes textos referentes a la historia de los reinos de Asturias, Pamplona y condado de Aragón, entre los que destacan las llamadas Genealogías de Roda. Se conoce con este nombre porque fue en la Catedral de Roda de Isábena (Ribagorza, Aragón) donde se conservó el códice desde el siglo XII hasta 1699.
Comprende, entre otros textos, la mencionada Historiae adversus paganos, de Paulo Orosio (fallecido hacia 420), que ocupa unas dos terceras partes del códice; la Epístola de Honorio a la milicia de Pamplona (407-409); fragmentos de la Historia de regibus Gothorum Vandalorum et Suevorum, de San Isidoro de Sevilla (muerto en 636); la Crónica Albeldense y la Crónica de Alfonso III (cronicones que fines del siglo X, y proceden de la corte de Alfonso III de Asturias, el Magno), dos laudes o elogios de Hispania, y varios textos navarro-aragoneses que incluyen una alabanza a Pamplona (De laude Pampilone, c. 800), entre los que descuellan las Genealogías de Roda, por su interés histórico, que incluyen anales de sus monarcas y un episcopologio de los obispos de Pamplona desde Basilio (muerto en 921) hasta Sisebuto, nombrado en 988. Incluye también una relación de emperadores romanos que hostigaron a cristianos, otra de santos que se veneran en Toledo, de reyes visigodos, reflexiones sobre el origen de las ciudades situadas al norte, o un conjunto de sentencias de carácter teológico.
El principal interés, por lo que a su contenido se refiere, es el de proporcionar información histórica de los siglos VIII a X sobre las dinastías navarro-aragonesas (Íñiga y Jimena) de reyes de Pamplona y condes de Aragón desde Iñigo Arista hasta Sancho Abarca. Gran interés tienen, asimismo, los textos que traslucen la procedencia de la historiografía andalusí, concretamente del historiador y geógrafo Al-Udri, que vivió en la Taifa de Zaragoza y escribió una obra histórica sobre ella.

Jimena Serrano Muñoz.

Concha Mejias Ribera dijo...

Los musulmanes de los primeros años del islam, que ni siquiera se llamaban a sí mismo musulmanes, sino mu’minun, creyentes, no habían establecido todavía fronteras absolutamente definidas entre ellos mismos y los creyentes del resto de religiones abrahámicas. Y, desde luego, el corpus dogmático de lo que vino a establecerse como islam ortodoxo unos tres siglos más tarde de la muerte del Profeta no estaba todavía fijado, sino que era objeto de discusión entre diversas tendencias e interpretaciones. La visión de los heresiógrafos musulmanes (es decir, aquellos que dedicaron tiempo a establecer qué corrientes dentro del islam se salían de la ortodoxia) de que el islam había quedado establecido clara e inalterablemente desde los tiempos de Mahoma se mantuvo por parte de los estudiosos modernos (y sigue manteniéndose en círculos fundamentalistas) hasta tiempos relativamente recientes en que importantísimos trabajos dedicados al islam temprano han establecido las diferentes fases de su elaboración y fijación, tanto en lo que se refiere al dogma y al ritual como a la ley. Estos estudios han puesto de manifiesto el enorme esfuerzo de elaboración y exégesis que implicó, en todo el orbe islámico, a círculos de estudiosos sin que su tarea fuera controlada por una institución que lo centralizara, por una iglesia equivalente a la del mundo medieval cristiano. Estos estudiosos, los sabios o «ulemas», de¬sarrollaron toda una serie de saberes islámicos y se arrogaron la correcta interpretación de la ley. La aparición documentada de estos estudiosos en diversas ciudades de al-Andalus es uno de los indicios que nos ayuda a establecer los tiempos y las áreas de islamización del territorio.
Concha Mejias Ribera.

Gonzalo Plaza Castaño dijo...

La primera Cronología Histórica de Al-Andalus ha sido elaborada por el historiador y filólogo Ángel Luis Encinas Moral, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, a partir de fuentes muy diversas, con el propósito de presentar una visión panorámica lo más amplia posible de un milenio cuya trascendencia histórica ha marcado no sólo el devenir de la Península Ibérica, sino también en buena medida el del resto del mundo hasta los tiempos presentes. De su rico curriculum académico algunos datos nos lo muestran la breve nota que expongo a continuación:
Ángel Luis Encinas Moral (Madrid, 1954) es Doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Master of Arts en Historia de Rusia y de la URSS por la Universidad Estatal Lomonósov de Moscú. En la actualidad es Profesor de Filología Eslava en la Universidad Complutense de Madrid, y único historiador rusista y eslavista de la universidad española. Autor de numerosas publicaciones, realizadas en español, ruso y ucraniano, el profesor Encinas ha preparado para Miraguano Ediciones las traducciones del anónimo El Cantar de las Huestes de Igor y el Relato de los Años Pasados, de Néstor, obras fundamentales de la literatura medieval rusa, así como la primera edición en castellano de Las causas de la derrota de la República española.
Gonzalo Plaza Castaño.

José Carlos Pedraza Mateos dijo...

El sentido común más extendido afirma que la civilización musulmana surgida en España fue el fruto de una invasión foránea que implantó aquí sus raíces orientales, llegando a dominar durante ocho siglos y luego subsistiendo a la defensiva hasta 1609. Sin embargo, para el historiador Ríos Camacho eso es sólo una apariencia. Para él, como para otros investigadores poco estudiados, la cultura andalusí tiene en su esencia arraigos propios y orígenes autóctonos, genuinamente hispanos. De ahí que las luchas de la " invasión “, de la "reconquista " y de la posterior "expulsión morisca" tuvieran más que ver con una guerra civil entre " hermanos “, que con una guerra de exclusión entre "extraños" inasimilables . Decía Américo Castro "Ser español consiste en no ser musulmán". La cita no es mero capricho sino que quiere convidar al atento lector a adentrarse en la intrahistoria de su propio pueblo y a asumir las contradicciones históricas a que nos lleva el cerrar los ojos a más de ocho siglos de nuestro pasado.
José Carlos Pedraza Mateos.

Mario Jesús Hidalgo Cobos dijo...

En la Guía de perplejos se encuentra todo el pensamiento filosófico de Maimónides. Maimónides distingue tres grupos de seres creados: 1.- los minerales, las plantas y los seres vivos (incluyendo al hombre), compuestos de materia y forma perecederas. 2.- Las esferas y las estrellas, en las cuales la forma es permanente.3.- Los seres dotados de forma, pero sin materia, como son los ángeles.
Maimónides admite la creación como un acto conforme a la esencia divina, el cual abarca todos los seres, no tiene otro fin que a sí mismo y por lo tanto su duración es ilimitada. Prueba la existencia de Dios a partir de argumentos aristotélicos, y afirma su unidad e incorporeidad. El alma es una en esencia, pero tiene cinco facultades: la fuerza vital, los sentidos, la imaginación, el apetito (pasiones y voluntad) y la razón (libertad y entendimiento). El entendimiento es la facultad que caracteriza al hombre, pero las demás le son comunes con la mayor parte de los animales. Éste puede ser pasivo (entendimiento material que sufre la acción de la vida orgánica, es inseparable del cuerpo e individual) o activo (adquirido o comunicado, separado del cuerpo). Habla del estado profético, constituido por una iluminación superior a lo que cada uno puede aspirar que produzca el máximum de ciencia y dicha, entendiendo la profecía como una emanación de Dios que se extiende por medio del intelecto a la facultad racional y después sobre la facultad imaginativa. El hombre es libre y la libertad es una función de la inteligencia, y este intelecto, como forma del alma humana, es inmortal porque no necesita del alma para sus operaciones, sino que entiende separado absolutamente del cuerpo. La resurrección de los cuerpos se debe a la fe pero la razón no la puede demostrar aunque tampoco negar y la admite como un milagro compatible con la creación. El entendimiento constituye el verdadero fondo de nuestro ser, la parte inmortal del hombre y por eso el hombre debe encaminar todos sus actos a obtener la perfección suprema de esta facultad mediante el conocimiento de Dios; conocer y amar a Dios es el fin último de la vida. El hombre es libre y esta libertad, actuando como tal, puede por sus solas fuerzas realizar el bien desinteresadamente.
Mario Jesús Hidalgo Cobos.

Héctor Girón Velásquez dijo...

El Códice de Roda está incompleto y en parte mutilado. Comprende 232 folios en pergamino de 29 x 21 cm, cuya caja de escritura mide 23 x 15 cm. El texto está escrito en letra visigótica a línea tirada, menos los folios 161r.-176v. En los que la caja de texto se compone a doble columna. La encuadernación está hecha en cuadernos de 8 folios.
Títulos están escritos con capitales visigóticas miniadas en color rojo y azul. Las capitulares primarias son policromas y adoptan ornamentación de lacerías y zoomórficas, entre otras tipologías. Las capitulares secundarias están rellenas o adornadas con decoración vegetal entre otras soluciones. En el folio 197r., hay una ilustración que reproduce Babilonia y en el 197v., otras que representan a Nínive y a Toledo. En el 200v., se figura un mapamundi del tipo de San Isidoro. En el folio 206r., se ilustra una Adoración de los Reyes Magos. En el 232r., aparece notación musical para el acompañamiento un epitalamio en honor de la legendaria reina Leodegundia.
Héctor Girón Velásquez.

Juan Vicente Parrilla Ortiz dijo...

Al-Andalus no fue el sueño que hoy se vende, sino la presencia en la historia de Europa de la cultura superior creada por uno de sus pueblos autóctonos, el único que fue capaz de romper todos los vínculos con el orden jurídico de la cristiandad y con el trinitarismo.
Necesitaremos un diferente método histórico para explicar el Islam hispánico debido a los múltiples prejuicios que este periodo conlleva. De este modo, el pensamiento teórico podrá hilar el proceso, ahondando en algo más que sus hechos. Antes del desarrollo, se sugieren dos apuntes obligatorios. Primero: la entrada (¿invasión?) del Islam (711 - 714) en la Península fue hecha y mantenida en ocho siglos por hombres no - árabes: " con un ejercito de berberiscos (etnia de posible origen indoeuropeo pero sobre todo no oriental), nos dice Al - Waqidi cronista de Ibn Hazm y que sus genealogías de familias árabes ratifican.
Sánchez - Albornoz concluye: " Ningún historiador digno de tal nombre ignora que el número de orientales que pusieron pié en España fue muy reducido”. Segundo: si el mensaje musulmán no llegó al Norte europeo no fue por la pírrica derrota sobre las huestes islámicas en Poitiers sino por la rebelión berebere en África (739) y el comienzo de las guerras internas (causa del movimiento jaraichita de tendencia excesivamente revolucionaria y poco constante políticamente, típico del Islam occidental, en contraste con el excesivo intelectualismo oriental) en Al - Andalus europeo y africano.
Juan Vicente Parrilla Ortiz.

Roberto García de la Blanca dijo...

Dentro del conjunto de la civilización musulmana, Al - Andalus fue obra de los pueblos que habitaban el suelo peninsular y no invasión alóctona. Los ibéricos del principios del siglo VIII que decidieron romper con Roma no eran más que un aglomerado de tipos celtíberos y germánicos , no diferentes ni cultural ni racialmente de los demás europeos más o menos cristianizados , sino en pequeñas particularidades debidas más a su mayor o menor grado de civilización que a otra cosa. La norma jurídica del Islam Universal , que no una idiosincrasia particular de las gentes de Toledo , o en general de " España " como se quiere hoy hacer creer , que es la que obliga a judíos y cristianos a atenerse a sus propias leyes, fue la que permitió que en menos de dos generaciones aquel grupo humano se transformara en agente civilizador no sólo del otro grupo de pueblos europeos que continuó su modo de vivir dominando por el orden sacerdotal romano o por el feudal ( principio de las aristocracias germánicas ), sino también de esa amplía zona del Norte de África que por el Sur llega hasta la actual zona de Nigeria, Senegal , Ghana y Malí y por el Este claramente hasta Tunicia.
Roberto García de la Blanca.

Emilio Torres Vázquez dijo...

Aunque aquí en Granada no hay vecino que no sepa que al Realejo se le llama “el antiguo barrio judío de Granada”, la historia sefardí de nuestras calles, los restos de aquella cultura o la realidad de la comunidad hebrea en la ciudad es desconocida para muchos. Hasta el punto de que, algunos, aún llaman “la estatua de Boabdil” al monumento a Yehuda Ben Saúl Ibn Tibon que preside la entrada al barrio del Realejo, judío erudito y patrón de los traductores. Para conocer más sobre la cultura judía, su pasado y su presente, en el barrio encontramos el Museo Sefardí de Granada, una humilde iniciativa privada de Gabriel Pérez y Beatriz Chevalier, en la que el experto en Historia y la descendiente de una familia sefardí que emigró a Francia tras la Guerra Civil reconstruyen los ritos, las costumbres, la cultura y las desventuras de una etnia que estuvo establecida en la Península Ibérica durante más de quince siglos.
Emilio Torres Vázquez.

María Dolores Ibáñez Ortiz dijo...

Para un enfoque histórico correcto de Al - Andalus que permita en el futuro encajar el "enigma" de España en el rompecabezas que le de significado, es preciso, inevitablemente, admitir que los logros cimeros innumerables en los terrenos del pensamiento, la jurisprudencia, ciencia coránica, la filología árabe (gramática, lexicología, oratoria, literatura) , las artes arquitectónicas y las ciencias del calculo (aritmética y álgebra) y geométricas, medicina agricultura, teología escolástica (kalam), óptica, astronomía, lógica (traductores de los clásicos griegos) , metafísica, alquimia, etc. , son el ejemplo de una vida civilizada - paideia - que se dio en Al - Andalus, colocando a los musulmanes ibéricos en un nivel muy alto del escalafón de los agentes civilizadores , manifestación de las formas y productos de la vida civilizada , de compromiso previo con Dios Uno y Único, son su Ley Revelada y con el ejemplo humano de su Mensajero el Profeta Muhammad (s. a. s.) . Esto y no otra cosa fue el poder que transformó el modo de vida hispano romano en modo de vivir andalusí, la misma fuerza dominante que impulsó al " milagro" árabe, persa, turco o mogui, y que la hizo irrumpir en la historia como primera civilización autóctona, desde la fabulosa Tarsis.
La misión profética de Muhammad (s. a. s.) tradicionalmente se define como "misericordia para la humanidad, para incrementar el buen carácter"; y esto es lo que constituye la base misma del modo de vivir civilizado, porque sólo hay dos modelos de transacción vital: comercio o guerra; por eso hablar de paz en sociedades cuya religión tolera la usura es metáfora, puesto que el contrato usurario sólo se acepta por fuerza. Esto altera por completo todas las relaciones sociales produciendo al final el mal carácter de sociedades tales como la actual.

María Dolores Ibáñez Ortiz.

Marian Bueno Martínez dijo...

El Islam, que llegó a Hispania y se mantuvo hasta 1609 , siempre se aferró a la escuela jurídica más sencilla y práctica del Islam ( enseñanza de Ahl As - Sunnahwal Jamaah , siguiendo la escuela de Amal Ahl al - Madinah , de acuerdo con la tradición de Malik ibn Anas ), pues nos llegó en los primeros tiempos directamente de la ciudad de Medina de manos de los jóvenes intrépidos de España que , en el período de guerra civil arriano musulmana contra el poder romano , y que se extendió hasta la Saboya y la Liguria , viajaban a aprender árabe y su Islam a sus mismas fuentes . Después de la restauración de la legalidad del Reino de España en la persona de Abderrahman el Emigrado y de la pacificación ya en tiempos de Abderrahman II se consolidó todo este saber jurídico y filológico en la recesión del Muwatta del Imán Malik, hecha por el cordobés Ibn Yahia o la normalización de los signos ortográficos para la vocalización del korán, que también se hizo aquí por el valenciano Al - Xatibi (de Xátiva, Valencia).
Las escuelas primigenias jurídicas y religiosas hispánicas partían de dos enfoques diferenciados: el dahir (escuela cordobesa) o sentido literal de los textos coránicos y el batin, muy minoritario, entendedor de sentidos más que alegóricos del Libro. Ambas líneas se diluyeron pero dejaron su impronta.
Lo más importante de la escuela Malikí - el actual Islam en España - aparte de ser la nuestra tradicional, se encuentra en el hecho de que el Muwatta del Imán Malik de una importancia notable a todo lo que se relaciona con la corrección de las transacciones económicas, tanto en lo que son las formas de contratación, como de asociación, que es justo lo que nuestro tiempo necesita para encontrar un camino por donde escapar al sistema usurario mundial.
Marian Bueno Martínez.

Juan de Dios Gómez Carrillo dijo...

Los granadinos aún tenemos mucho de judíos. Contamos todos los céntimos de los precios, y nos gusta mucho preguntar, somos muy curiosos. En el pequeño museo Sefardí de Granada, se muestra a los visitantes una Torah, una Menorah (candelabro de siete brazos), el juego del dreidel, una bandeja auténtica de pesaj, la kipá judía, las copas litúrgicas del Sabbath, etc. Dicen: “Estamos en contacto con otras comunidades judías de París, Santiago de Chile o Miami para ampliar la colección de piezas”, comenta la guía, “y también colabora con nosotros el Departamento de Estudios Semíticos de la Universidad de Granada”. Pronto estrenarán otra sala en el museo -que es parte de su actual domicilio, una casa ubicada en la calle Placeta Berrocal, por encima de la calle Pavaneras, a modo de biblioteca y videoteca, con una muestra sobre personajes históricos que tuvieron un pasado sefardí, como Fray Tomás de Torquemada, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Cervantes, Colón o San Juan de Dios.
Juan de Dios Gómez Carrillo.

Isaac Artesero Toledano dijo...

Los judíos que vivieron en los reinos cristianos de la península Ibérica, al igual que los que vivían en zonas musulmanas, sufrieron grandes persecuciones, pero también vivieron largos periodos de prosperidad y tolerancia, tanto bajo la protección de los reyes cristianos como de los taifas musulmanes.
Los judíos españoles fueron a menudo queridos por los monarcas, no precisamente por un amor desinteresado, sino debido a los grandes beneficios que aportaban a las coronas bajo las cuales buscaban protección. Se establecía entonces una relación simbiótica entre la autoridad real y las aljamas. Las comunidades judías servían para repoblar territorios que, tras los avances militares, quedaban baldíos, también aportaban dinero y consejeros al rey, médicos, mercaderes y otros profesionales cualificados a la comunidad, que hacían florecer la economía allí donde se asentaban.
El año 1492 es una fecha fatídica para los judíos españoles, establecidos en nuestra Península muy probablemente desde el año 73 d.C., aunque hay quien afirma que se produjeron los primeros asentamientos tras la primera dispersión realizada por Nabucodonosor II, rey de Babilonia, en el año 587 a.C.
Conversión o expulsión no había otra opción. Algunos abrazaron a Cristo, muchos optaron por el exilio, según el historiador judío Yitzak Baer alrededor de 170.000 sefardíes marcharon en amarga procesión atravesando los reinos de España, que no había cristiano que no hubiese dolor de ellos -nos dice el cura Bernáldez en sus crónicas- en dirección a los puertos marítimos y hacia Portugal, de donde serían expulsados a su vez poco tiempo después.
En los puertos embarcaron hacia el norte de África y los territorios orientales del Imperio Otomano; más tarde se asentaron en Francia, Holanda, Inglaterra, Italia, los Balcanes y otros países europeos.
Isaac Artesero Toledano.

Vicente Correa del Moral dijo...

Ya se ha hablado en otro comentario de Ignacio Olagüe, sin embargo deseo hacer algunas precisiones para colocar a cada cual en el sitio que le corresponde, según mis conocimientos.
En el año 1969, Ignacio Olagüe, un publicista muy cercano durante la Guerra Civil a los círculos falangistas de Ramiro Ledesma Ramos y de Ernesto Giménez Caballero, publicó en París una obra titulada Les Arabes n’ont jamais envahi l’Espagne que, años más tarde, fue traducida al español por la Fundación Juan March, volviendo a ser inexplicablemente reeditada en el año 2004.

La tesis de esta obra venía a ser, como su título anunciaba, que en pleno siglo VIII los árabes no habían tenido ni la capacidad logística, ni los ejércitos suficientes como para haber realizado una empresa de la envergadura que suponía la conquista de un territorio tan lejano como era la Península Ibérica. La falta de fuentes contemporáneas sería un indicio clarísimo, según Olagüe, de que lo que se dirimió en el año 711 fue en realidad una querella interna entre facciones visigodas que, años más tarde, se trató de encubrir recurriendo a la idea de una invasión árabe. Lo que realmente ocurrió a comienzos del siglo VIII fue, sin embargo, que los partidarios de un arrianismo todavía vigente habrían conseguido imponerse a los defensores del cristianismo trinitario instaurando un dominio excluyente. Sobre este sustrato previo, basado en el triunfo del arrianismo, los intercambios comerciales y el aumento de los contactos a través del Mediterráneo facilitaron, ya en pleno siglo IX, la arabización e islamización de las élites urbanas hispanas, dando lugar así a la formación de al-Andalus.
Vicente Correa del Moral.

Cesar Torres Díaz dijo...

Según Lacarra El Códice de Roda fue copiado a finales del siglo X en el ámbito del reino pamplonés. En el siglo XI se encontraba en Nájera, pero es difícil precisar cuál pudo ser el scriptorium en el que se confeccionó. Lacarra sugiere que pudo haber sido escrito en Nájera, en Leire o en Pamplona. Sin embargo, Ubieto Arteta afirma que fue compilado en San Millán de la Cogolla. Su origen en cambio parece claro, a finales del siglo X, en el entorno de Sancho Garcés II, rey de Pamplona y conde de Aragón entre 970 y 994. En el siglo XI se introdujeron algunas adiciones al manuscrito. Actualmente se conserva en la biblioteca de la Real Academia de la Historia de España.
El códice estuvo en Nájera desde 1076 hasta el siglo XII; ese año se añadía en esa ciudad al texto manuscrito la noticia de la muerte de Sancho Garcés IV de Pamplona el de Peñalén.
Posteriormente quedó en la Catedral de Roda hasta 1699. Ese año o poco después fue prestado al entonces Cronista de Aragón Diego Dormer, que falleció en 1705 sin haberlo devuelto a la sede episcopal ribagorzana. Sus herederos vendieron el manuscrito al prior del monasterio de Santa María de Meyá entre 1773 y 1785 Manuel Abad y Lasierra, por lo que es conocido también como códice de Meyá. Manuel Abad lo cedió al ilustrado ministro Pedro Rodríguez de Campomanes. Desde ese momento se pierde el rastro del volumen hasta que en 1927 lo redescubre el historiador Zacarías García Villada y es adquirido por el Estado y depositado en los fondos de la Real Academia de la Historia.
Cesar Torres Díaz.

Marta Jiménez León dijo...

También se ha revisado la interpretación tradicional de que la conversión al islam se produjo de forma masiva en la oleada de conquistas que tuvo lugar en los primeros cien años tras la muerte de Mahoma. El resultado es un nuevo consenso que afirma que el período de tiempo que llevó a la conversión al islam de los habitantes del imperio islámico se dilató cuando menos unos tres siglos, un lapso que coincide más o menos con el de la elaboración del islam. Teniendo esto en cuenta, diversos historiadores se han preguntado cómo sabría un converso si se había hecho verdadero musulmán, cómo sabrían los musulmanes el modo de distinguir a los suyos. Durante estos primeros siglos, parece que esta conversión sería más bien una suerte de adhesión manifestada en apariencia externa, en cambio de nombre y de comportamiento social que permitía la entrada inicial en la comunidad de creyentes. Sobre todo, la conversión era un acto de aceptación de un nuevo lazo de vasallaje a un nuevo señor, es decir, que la conversión tenía un carácter gradual y progresivo que no implicaba una ruptura súbita con el pasado. Ello implica también que el converso aportaba mucho de sus creencias anteriores y que la nueva religión tenía que atender a las necesidades espirituales de los conversos procedentes de otras religiones, en un período en que estaba elaborándose y fijándose. No podría por menos de verse afectada de una u otra manera por la convivencia, absorción y polémica establecida con cristianos, judíos y zoroastras en complejos procesos de asimilación y exclusión.
Marta Jiménez León.

Lola Guijarro García dijo...

Aunque el referido historiador Eduardo Manzano no se ocupe de la elaboración religiosa, también las aportaciones arqueológicas que utiliza ilustran estos procesos de simbiosis y asimilación, como los hallazgos de necrópolis en las que se mezclan y superponen las tumbas cristianas de época visigoda con las musulmanas, éstas fácilmente identificadas por el hecho de que el cadáver está sobre el costado y no boca arriba. Y es que estos nuevos musulmanes hispanos no parecían conocer la prohibición canónica islámica de enterrar a los musulmanes en el mismo suelo que a los no musulmanes. Sencillamente, seguían enterrando a sus muertos donde siempre los habían enterrado, sólo que puestos de lado.
Existen pocas fuentes árabes de tiempos de la conquista: la mayor parte son muy posteriores y explican los acontecimientos que describen bajo la óptica de unas circunstancias y unas creencias distintas y distantes de las que actuaban en el siglo de la conquista, es decir, a la luz de una historia salvífica e interpretada bajo la óptica de una nueva religión. Hacen «historia sagrada». En el caso que nos ocupa, el de Hispania, son por ello de singular importancia las aportaciones de la arqueología y de las fuentes latinas que muestran, en primer lugar, que la llegada de los conquistadores musulmanes no modificó en un principio radicalmente a la sociedad hispana. Ninguno de los grupos dominantes en la Hispania posterior a 711 estaba interesado en ello. No lo estaban, sobre todo, los miembros de la aristocracia autóctona que pactaron de buena gana con los conquistadores porque veían en ellos, como muestra Manzano, una garantía para defender sus intereses, ni los propios conquistadores, que ganaban mucho con estas alianzas. Pero tampoco lo estaba la administración califal de Damasco, que estaba empeñada en instaurar un férreo control fiscal sobre la población que requería que ésta tuviera los movimientos lo más limitados posibles.
Lola Guijarro García.

María Jesús Ortiz Atienza dijo...

El apoyo de la aristocracia indígena de Hispania al nuevo orden se puso de manifiesto con la llegada y acogida, en 742, de un nuevo contingente del ejército imperial, esta vez de origen sirio, que venía a saldar las rebeliones beréberes surgidas en el norte de África y también en la Península. Y es este nuevo orden, con sus pautas sociales y culturales que constituían las señas de identidad de los conquistadores, y a las que éstos se aferraron en razón de su supremacía militar, que pronto se tradujo en supremacía social, el que transformaría a lo largo de dos siglos lo que había sido la antigua Hispania. Se trata de un proceso no muy diferente de la conquista romana o de la colonización española de América, en la que un número relativamente reducido de conquistadores, en relación con la población, acabó produciendo radicales transformaciones sociales y culturales. Es así como funcionan los grandes imperios fuertes y cohesionados: estableciendo un nuevo orden en el que muchos recién incorporados, y en particular sus élites, pugnan por entrar. En otras palabras: la conquista terminó por suponer una transformación profunda propiciada no tanto por una conversión radical y en masa a una nueva religión (un proceso que se dilataría mucho en el tiempo), sino por la expansión militar de un imperio facilitada por amplios sectores de la aristocracia indígena.
María Jesús Ortiz Atienza.

Moisés Macias Zurita dijo...

Los sefardíes adquirieron especial renombre por sus logros intelectuales en el contexto de la cultura judía, baste mencionar a R. Moshe ben Maimón, más conocido como Maimónides o también por sus iniciales: Ramban. Lo podemos considerar como el más grande pensador judío de la Edad Media. Controvertido, levantó pasiones opuestas entre sus seguidores y sus adversarios. La contribución de Maimónides a la evolución del judaísmo le proporcionó el sobrenombre de segundo Moisés. Su gran obra en el campo de la legislación judía es el Mishneh Torah, desarrollada en 14 libros y escrita en hebreo (1170-1180), que siguió modificando hasta su muerte. Además, formuló los Trece artículos de fe, uno de los diversos credos a los que numerosos judíos ortodoxos todavía se adhieren. Está reconocido como el filósofo judío más importante de la edad media.
También se caracterizan los sefardíes por su tradicional lengua vernácula, el ladino, y por su fidelidad a la práctica ritual de la tradición babilónica, en contraposición a las tradiciones palestinas y la lengua Yiddish conservadas por los askenazis.
Actualmente los sefardíes suponen un 60% de la población judía en el mundo, entre la que cabe destacar la comunidad establecida en Marruecos y las de las ciudades
españolas del norte de África Ceuta y Melilla.
Moisés Macias Zurita.

Ismael Molero Quesada dijo...

La historia de Andalucía no podría entenderse sin estudiar la presencia de las comunidades judías en estas tierras, así como sus aportaciones a la cultura, el comercio, la poesía, la medicina, la astronomía, etc. Las primeras evidencias de presencia judía en Andalucía datan de la época romana, aunque no se conoce fecha exacta. Del siglo II-III data la lapida funeraria judía hallada en Abdera (actual Adra, Almería). En el siglo IV, el Concilio de Elvira (Granada) muestra la presencia y prosperidad de estas comunidades judías, ya que dedica cuatro de sus 81 cánones a regular las relaciones entre cristianos y judíos. Será durante el periodo de Al-Andalus cuando estas comunidades alcancen su mayor esplendor cultural, dando lugar a importantes personajes.
En la muestra queda manifestado que este periodo que citan los expertos se divide en cuatro etapas. La primera es la del Califato de Córdoba (929-1008), y su principal figura es Hasday ibn Shaprut (de origen jienense), judío converso al servicio del califa Abderramán III y artífice del judaísmo andalusí. Las otras etapas serían la de los reinos taifas (1031-1086), la época almorávide (1086-1146) y el periodo almohade (1146-1232).
Ismael Molero Quesada.

Iñigo González López dijo...

Por los datos que se desprenden de las fechas de las genealogías navarras que en el texto se incluyen, El Códice de Roda fue compilado en tiempo de Sancho Abarca en Leire, Pamplona o, más probablemente, Nájera, entre los años 988 y 992, quizá copiando el texto de un códice anterior proveniente de San Millán de la Cogolla (que contendría, fundamentalmente, la crónica de Paulo Orosio Historiae adversus paganos) al que se añadieron los materiales navarro-aragoneses de interés para Sancho Garcés II: las genealogías propiamente dichas, llamadas generalmente Genealogías de Roda, que constan de genealogías de los reyes de Pamplona, de los condes de Aragón, de Gascuña, de Tolosa, de Pallars, de los reyes francos (estos a su vez procedentes, posiblemente, de textos anteriores de la Marca Hispánica); dos breves crónicas del reino de Pamplona; episcopologios de los obispos de Pamplona; una epístola en loor de Pamplona, la Epístola de Honorio a la milicia de Pamplona y una canción musicada sobre la supuesta reina Leodegundia. Estos dos últimos textos, sobre todo, tenían un interés local.
Más tarde se incluyeron varias adiciones. La primera consistió en consignar unas noticias eclesiásticas relativas a los años 1020 y 1021. La segunda en añadir unos anales del códice albeldense sobre los reyes de Pamplona que incluyen la muerte en 1076 de Sancho el de Peñalén y, después de la subida al trono navarro del rey de Aragón Sancho Ramírez (a quien no se nombra), noticias sobre Alfonso VI de León-Castilla, ya con una perspectiva castellana, que incluyen la conquista de Toledo (1085) o la batalla de Sagrajas (1086).
Iñigo González López.

Luis Carlos Escudero González dijo...

La tercera parte del libro de Manzano, está dedicada al califato omeya de Córdoba desde su proclamación en 929 hasta su descomposición y desaparición en 1031. Es durante este período cuando se instaura lo que Manzano llama el «orden islámico», esto es, el conjunto de prácticas religiosas, normas jurídicas y sociales que consagran una determinada manera de organizar y disciplinar la sociedad de acuerdo con la ortopraxis del islam y, sobre todo, de acuerdo con sus recientemente codificadas escuelas de derecho. En este sector del libro, Manzano sigue interesado por el poder, por sus formas de dominio, por su capacidad de controlar sus recursos y de administrar el territorio, por su monopolio, a través del ejército, del ejercicio de la violencia. Es, en mi opinión, la parte más insatisfactoria del libro, la trabada con menos destreza. No encontramos en ella un cuadro tan completo como en las dos partes anteriores, sino una serie de temas significativos, sí, pero fragmentados, impresionistas o, más bien, «puntillistas». Y es que el califato es mucho califato: las fuentes se hacen mucho más ricas y sofisticadas y pertenecen a muy diversos géneros (jurídicas, cronísticas, religiosas, literarias...). El lector siente que requiere un libro aparte para ser tratado con la profundidad que el autor maneja en las dos primeras partes del libro y parece que ha sido incluido en éste para llegar al final de trayecto, es decir, para lle¬gar al momento en que al-Andalus se convierte en una sociedad plenamente islámica. Es aquí, en esta tercera parte, cuando se echa más de menos una mayor atención a la vida religiosa e intelectual, a la aparición de nuevas corrientes no sólo jurídicas sino religiosas, ya sean heterodoxas y, como tales, duramente reprimidas (¿cuál es la relación entre la heterodoxia religiosa y la disidencia política?), u ortodoxas, ascéticas, por ejemplo, que anuncian la llegada del sufismo.
Luis Carlos Escudero González.

Beatriz Trujillo Blázquez dijo...

La Crónica albeldense es un documento que trata del relato de un texto fundamental, ya que en él se expone y de él deriva la primera explicación de los orígenes de la Reconquista: la sublevación en Asturias de un visigodo, Pelayo, spatarius de los reyes Vitiza y Rodrigo, la versión real de la Crónica le hace descendiente del duque Fáfila, ex semine regio, quien, según el Toledano, había estado primero en Cantabria fugiens a facie Witize y, tras la derrota de Guadalete, se había refugiado en Asturias con su hermana con la intención de mantener «in Asturiarum angustiis ...christiani nominis aliquam scintillularn».
Siempre según el Toledano, tras la ocupación de Gijón por los muslimes, su gobernador envió a Pelayo a Córdoba y, aprovechando su ausencia, sororem Pelagii copulauit. A su regreso, Pelayo, que no consintió en esta unión, recuperó a su hermana e inició una sublevación. Huyó más allá del río Piloña siendo elegido príncipe por cuantos estaban descontentos con la dominación árabe y comenzó a atacar a los invasores.
Para acabar con la sublevación Tariq envió a Alcama con un fuerte ejército en el que iba don Oppas, arzobispo de Toledo. Pelayo se refugió en una cueva, a la que el arzobispo no da nombre, aunque sí lo hace la crónica de Alfonso III en sus dos versiones: coba dominica (R) o coua Sancte Marie (Versión revisada), donde fue sitiado por los árabes.
Beatriz Trujillo Blázquez.

Simon Salinas Medina dijo...

Durante unos cien años, desde el 1391 hasta el 1492, convivieron en los reinos hispanos los judíos con los conversos. En el año 1391, durante los gravísimos disturbios antisemitas que arrasaron las comunidades judías de casi toda la península ibérica y Baleares, cantidades ingentes de judíos habían abrazado, mayoritariamente en contra de su libre voluntad, la religión católica para escapar de la muerte. De todos modos, había un balance de intereses contradictorios que por un lado empujaban a los judíos a librarse de un yugo halájico, que les impedía comportase como lo hacían sus vecinos cristianos, y por otro, el considerarse parte de un Pueblo inmortal y con unas características extraordinarias.
Aun así, algunos textos rabínicos de la época criticaban el relativo “libertinaje” que se llevaba a cabo en algunas aljamas judías y que fue el que atrajo las calamidades de muerte y conversiones forzadas sobre sus cabezas. De lo que se desprende que aquellos que eran partidarios de este tipo de libertinaje se sentían muy a gusto en su nueva condición de cristianos e incluso llegaron a extremos en que “trabajaban” para que sus parientes y compatriotas lo aceptaran igualmente.
Esto explica que a los ojos de muchos rabinos contemporáneos de esta calamidad del 1391, se describa a los “Conversos” como personas que no son de fiar incluso cuando parece que están dispuestos a seguir cumpliendo en secreto las leyes del judaísmo. Así se puede leer en las “Responsa” de Rivash (Rabí Yitsjac bar Shéshet) y Rashbats (Rabí Shim’ón ben Tsémaj Durán) que se refieren en muchas de sus respuestas halájicas a los problemas jurídicos causados por los Conversos o por los contactos de los judíos con ellos.
Simon Salinas Medina.

Paco García Romero dijo...

Me parece que la extravagante tesis de Ignacio Olagüe venía a ser una vuelta de tuerca más a la antigua noción de una conquista cosmética que el nacionalismo hispano había abrazado con tanto entusiasmo. Si el número de conquistadores había sido escaso, tal y como aceptaba la propia historiografía académica, su propia llegada a la Península podía obviarse en aras del sentido común: ¿cómo podía concebirse a unos ejércitos formados por miles soldados recorriendo a caballo o a pie miles de kilómetros en pleno siglo VIII? Este argumento, basado en la lógica aplastante de la tertulia de café, tenía además la gran ventaja de que aseguraba el mantenimiento de la homogeneidad racial hispana: de las tres grandes conquistas, la romana, la germánica y la árabe, podía así eliminarse aquella cuya aportación demográfica, que siempre había suscitado una mayor controversia, en la tradición ideológica conservadora.
El objetivo evidente era componer un discurso que permitiera preservar la esencia ancestral sin molestas contaminaciones árabes o norteafricanas. Al fin y al cabo, la visión tradicional sobre al-Andalus, auspiciada por los propios arabistas, venía insistiendo en el hecho de que más que los aportes sociales, eran los elementos culturales los que constituían la esencia más característica de la formación andalusí.

Paco García Romero.

José Sáez Rodríguez dijo...

A parte de la escuela Malikí siempre se han admitido como correctas las escuelas de Abu Hanifa - Hanafí - que se desarrolló sobre todo a partir de los centros de conocimiento y poder de Oriente, de Kufa y Bagdag; y que más ha convenido siempre a las sultanías y califatos. Suele ésta ser considerada como " fiqh " - o tradición jurídica - muy deductiva. La de Shafi se puede considerar una rama del malikismo; y, por último, la escuela de Ibn Hambal - Hambalí - , que es la actual del reino Saudí. Si en un principio pudo haber controversias entre las diversas escuelas, se fue imponiendo por inercia la enseñanza mediante la adscripción a una determinada línea, persuadidos de la imposibilidad de ir más lejos, alineándose con uno u otro imán los discípulos, clausurando la posible desviación que antiguamente era conocida como categoría " modjtahid " - hombres destacados en Derecho, la puerta del " idjtihad " o fuerza de elaboración personal. Con Ibn Jaldún como base y acogiéndonos a la tradición hispanomusulmana, las tendencias actuales de cierto Islam a " unificar " las escuelas jurídicas, atentan contra la tradición variada y una del Fiqh.

Entre otras escuelas las escuelas sunníes, que por proceder de la transmisión de la " casa profética " se acerca en muchos puntos a la malikí, la más prestigiosa, después de su congénito partidismo y de sus innumerables ramas, es la que dio lugar a la actual de Qom, mantenedora de la enseñanza correcta del chiísmo duodecimano. Pero éste es un asunto que históricamente jamás ha afectado a la tradición hispánica, que fue, desde tiempos de la monarquía omeya, malikí en cuanto a la línea de jurisprudencia, ashari por escuela de pensamiento y yunaidi en cuanto a " tasawuf “, conocimiento de Dios , y que podemos llamar sufismo . Bajo esta misma declaración de autoridades se abre la actual constitución marroquí y los documentos solemnes del protocolo de Rabat.
José Sáez Rodríguez.

Purificación Cuevas Montoro dijo...

Puede ser que algún lector de este blog se pregunte: ¿Para qué sirve la historia? Esta cuestión es muy discutida por todo el mundo. La legitimidad de la historia ha sido respondida de distintas maneras. Para quienes la rechazan, es inútil e incluso perniciosa. Quienes defendemos nuestra labor, la justificamos aduciendo que forma parte de las condiciones necesarias para el pleno desarrollo del hombre y de la sociedad. Ningún hombre está separado de su pasado, no existe cambio tan grande, que nada de lo que le ha precedido no sobreviva. Y puesto que la categoría del tiempo, de la duración, es "la atmósfera donde transcurre la Historia", no sólo el pasado, sino el presente es susceptible de análisis histórico. Sería muy bueno que la historia nos permitiera no equivocarnos tan rápido y seguido, pero, como no quiero decepcionaros, también la historia es encajar al conocimiento histórico en una apretada visión como es la historia-enseñanza. La historia va más lejos.
Y si la historia no puede convencer a todos de su carácter científico, es porque la historia en tanto empresa de análisis es muy joven.
La investigación en historia, financiada por universidades, fundaciones y otros programas, ha crecido enormemente en todo el mundo en los últimos años.
Purificación Cuevas Montoro.

Isaías Villalba Cárdenas dijo...

Desde el punto de vista de los Conversos, podríamos decir que muchos de ellos se sienten atrapados por unas circunstancias adversas, sobre todo cuando llegamos a la segunda y tercera generación, los llamados “Anusim arelim”, o sea conversos incircuncisos, a quienes no se puede acusar de ‘flojedad’ o ‘traición’. Siguen sintiendo una fe completamente judía y quieren seguir cumpliendo unos ritos judaicos que ahora les están vedados. Los cumplen a escondidas como buenamente pueden, y al salir a la calle se comportan como cristianos. Pero el cumplimiento se va relajando paulatinamente, por miedo, por falta de práctica o por pura asimilación.
La trampa es casi absoluta, ya que no está a su alcance un posible regreso a la Comunidad judía, mientras no huyan a otro país, generalmente al norte de África, en el que puedan regresar oficialmente a su fe ancestral. Esta solución sufre altibajos: al principio debía estar en el pensamiento de todos los que sucumbieron a la presión cristiana y se bautizaron en contra de su voluntad. Después se fueron desanimando, al acostumbrarse a una vida bífida entre la iglesia y la sinagoga. De nuevo, un siglo más tarde, se despertó la necesidad de la fuga, al estrecharse el lazo inquisitorial alrededor de su cuello.
Isaías Villalba Cárdenas.

José María Vera Guzmán dijo...

Lo más interesante, a mi modo de ver, es el contacto que seguía habiendo entre los conversos y los judíos, muchas veces familiares directos: hermanos, primos, padres o hijos, unos arrodillándose ante los ídolos de los cristianos en las iglesias y otros envueltos en el talit, balanceándose mientras rezan en la sinagoga. No era solo un contacto económico y comercial, sino un contacto familiar que despertaba las sospechas de los vecinos cristianos sobre la sinceridad de su conversión al cristianismo.
¿Cómo podían seguir viviendo sin enloquecer aquellas familias escindidas, que un muro religioso y cultural (o más grave aún) se iba alzando entre sus miembros? ¿En qué casos los judíos rezaban el “cadish”, la oración por los muertos, al bautizarse su pariente cercano? ¿Cuántos Romeos y Julietas (o Yosefos y Blancas) siguieron viéndose a escondidas a pesar de la ‘traición’ religiosa y cultural de uno de los dos? ¿Hay algún libro que registre estos dramas familiares?
José María Vera Guzmán.

Luis Miguel Liñan Perea dijo...

En la Crónica albeldense se dice que a la vista de la resistencia, los sitiadores enviaron como mediador al obispo don Oppas que entabló un diálogo con Pelayo, cargado de referencias bíblicas y de anticipaciones de futuro. La versión del Toledano se ajusta al texto de la versión Rotense, aunque adobado retóricamente con elementos nuevos alusivos a la vinculación familiar de don Oppa a Vitiza ya los crímenes cometidos por su linaje con el conde don Julián. No alude el arzobispo historiador a los dos símiles que aparecen en la Crónica de Alfonso III: el del grano de mostaza, símbolo, de la Iglesia, que, a pesar de su pequeñez, como el reino de Asturias incipiente, dará a dar cobijo a todas las aves del cielo (Rotense) o el de la luna que puede llegar a ocultarse y desaparecer pero que volverá a recuperar su prístina plenitud.
El discurso de Pelayo tal como lo recoge el Toledano, introduce, en la misma línea de la Crónica asturiana, una serie de elementos proféticos, anunciadores de la recuperación de los cristianos: Dios castiga a sus hijos pero «no los abandonará para siempre» y, en alusión a la derrota de Guadalete, la afirmación de que «a cambio de este pequeño y pasajero exterminio nuestro la Iglesia pondrá sus cimientos para resurgir». Utilizo los textos latinos del Toledano a partir de la edición de Juan Fernández Valverde, Historia de Rebvs Hispanie sive Historia Gothica (Turnholt, Brepols, 1987), y su traducción castellana, del mismo autor, en Historia de los hechos de España (Madrid, Alianza Universidad, 1989)
Este primer relato de una victoria que, desde la perspectiva de los finales del siglo IX, había señalado el inicio de todo un proceso, que todavía, lógicamente, no se llamaba reconquista, esbozaba con toda claridad un programa de actuación: la «restauración» de España (Spania), en lo político y en lo religioso, y del «ejército de los godos», en clara alusión a su recuperación final de la mano de sus descendientes los «reyes godos de Oviedo».
Luis Miguel Liñan Perea.

Carlos Alberto Vargas Rodrigues dijo...

No concluyen los relatos, más o menos milagrosos (el de la batalla de Covadonga es también, a pesar de su historicidad, el relato de una victoria lograda por la intervención divina). La reconquista, a los ojos de los cronistas medievales, era una guerra divinal y la lucha perseguía también fines religiosos. No es extraño, pues, que haya otros relatos, legendarios o no, en los que el elemento sobrenatural está también presente, introduciendo nuevos factores conformadores de la ideología de la reconquista. Veamos, brevemente, algunas de estas narraciones.
La primera que debemos considerar es la de la batalla de Clavijo, que circuló ampliamente a partir del texto que estableciera en el siglo XIII, basándose, por supuesto, en otros anteriores, don Lucas, obispo de Tuy. De él lo tomó don Rodrigo Jiménez de Rada. Dice así:
El rey Ramiro...atacó los dominios de los árabes e incendió todo lo que encontró a su paso..., incluida Nájera. Entonces los sarracenos le salieron al paso con infinitas tropas. Por su parte el ejército del rey Ramiro, al divisar a las tropas, se replegó a un lugar fortificado que se llama Clavijo, y como Ramiro anduviera indeciso por la noche acerca del combate, se le apareció Santiago animándole a que, seguro de su victoria, entablara combate con los árabes al día siguiente [...] Iniciada de esta forma la batalla, por una y otra parte, los sarracenos, sacudidos por el desconcierto, dieron la espalda a las espadas de los cristianos, de modo que perecieron casi sesenta mil de ellos. Se cuenta que en esta batalla apareció Santiago sobre un caballo blanco haciendo tremolar un estandarte blanco. Entonces el rey Ramiro se apoderó de Albelda, Clavijo, Calahorra y otros muchos lugares que agregó a su reino. Desde aquel día, según se cuenta, se utilizó esta invocación: « ¡Dios, ayuda, y Santiago!». También entonces ofrendaron a Santiago exvotos y regalos...
El relato de la Primera Crónica General II, capo. 629,360 a-b) es mucho más amplio, y en concreto, al hablar de la aparición, en sueños, de Santiago al rey Ramiro, pone en su boca las siguientes palabras:
Sepas que Nuestro Sennor Jhesu Christo...a mi solo dio a Espanna que la guardasse et la amparasse de manos de los enemigos de la fe. ...yo so Yague, ell apostol de Jhesu Christo et uengo a ti por ayudarte contra estos tus enemigos. Et sepas por uerdad que tu uençerás cras en la mannana con ell ayuda de Dios...Et dígote que tomarán y muerte muchos de los tuyos, a los que está apareiada la gloria de Dios et la su folgança que siempre durará. Et por que non debdes duda en esto que te yo digo ueer medes cras andar y en la lid en un cauallo blanco con una senna blanca et grand espada reluzient en la mano. [...] e non dubdedes nada de yr ferir en la hueste de los barbaros, llamando « ¡Dios, ayuda, et sant Yague».
Llegada la batalla, se cumplió lo anunciado por el Apóstol, y desde entonces, prosigue la Crónica, los cristianos, al entrar en combate contra los moros, «sus enemigos mortales», acostumbran a decir: «Dios, ayuda, et San Yague».
Carlos Alberto Vargas Rodrigues.

José Cueto Vega dijo...

La actual escuela del pensamiento musulmán de Granada basada en el Corán y la Sunna - o Norma verdadera de conducta establecida directamente por Muhammad (s. a. s.) con sus palabras y ejemplo. Transmitida hasta hoy por vía de transmisión Tradicional - , ha adoptado los mismos principios tradicionales del reino de Marruecos , que podemos resumir en las siguientes fuentes de autoridad : el Muwatta del Imán Malik , la Risala del al - Qarawani , los Fundamentos del Islam , el Al - Shifáa o recensión de hadices - dichos del Profeta ( s. a. s. ) no incluidos en el Corán - sobre la vida de Muhammad ( s. a. s. ) , libros ambos compuestos en Granada a principios del siglo XII por el gran jurisconsulto malikí el Qaddi Iyad de Ceuta , en cuanto a Ciencias del Islam.
Por lo que atañe a cuestiones históricas, filológicas o sociológicas, la Muqaddimah de Ibn Jaldún es para los musulmanes europeos el libro de consultas más cierto. Primero porque resume todo el conocimiento que se fue almacenando en Al - Andalus a lo largo de su historia y segundo porqué esta escrito en el momento crucial del auge turco en Oriente y el eclipse de las ciencias hispánicas . En él se encuentra una visión limpia de todas las complicaciones políticas concomitantes del califato otomano, del fenómeno del " wahabismo " (Ibn Wahab proponía un puritanismo radical, a modo de "protestantismo" islámico) del Hiyaz - Medina y Meca - y del período colonial de la Umea - comunidad - islámica. A esto nos queda añadir que para los problemas asociados a la actual crisis mundial , la posición del Islam es la de la escuela de pensamiento de Norwich ( Inglaterra ) , que actualmente es la que desde Granada ha pasado a Alemania , República Checa , Italia , EE.UU. , Sudáfrica , Nigeria y Malasia .
José Cueto Vega.

Juan de Dios Jaldo Polo dijo...

El fundamento de la actual escuela del pensamiento musulmán de Granada es la afirmación de que cualquier posibilidad de solución de los problemas mundiales pasa por la condición previa de recordar y poner en práctica por medio de la creación de mercados dentro de los cuales desaparezca la transacción de " guerra " o prácticas bancarias especulativas y usuarias , imponiendo la práctica comercial y asociativa propia musulmana , la misma propuesta que los ascendientes de Al - Andalus ponían de facto a lo largo de nuestros ocho siglos pasados pero cada vez más vivos en el presente.
El Sueño de la Religión Antigua que pervivía en Hispania fue quizás el atractivo consciente o no de aquellas gentes bereberes y celto - germánicas desde que el Norte africano nos vinieron a recordar (y no a " exportar “) la Tradición del Dios Uno, el Dios Rey indivisible, tal vez el Dios de los atlantes, la transmisión hercúlea delimitada por columnas, megalitos, toros y arcos de herradura que los propios de la tierra hespérida comenzaban a recordar y a llamar Allah.
Juan de Dios Jaldo Polo.

Zacarías Hortelano Segura dijo...

Se despiertan dudas halájicas para los judíos practicantes. Por ejemplo la del vino a beber. Como ya se sabe, el judío no puede consumir el vino de los gentiles, ni tampoco vino judío que ha sido tocado por un no-judío, el llamado “vino de libación”. ¿Cómo referirse al vino judío que ha sido tocado por un Converso? ¿Sigue siendo apto o se ha convertido en un “vino de libación”?
Esto dependerá del nivel de fiabilidad de los Conversos; si sus lazos con el judaísmo siguen firmes a pesar de sus limitaciones forzadas por las circunstancias, su vino seguirá siendo apto. Pero si van alejándose gradualmente del cumplimiento de los mandamientos y adoptando la vida cristiana, considerada idólatra por el judaísmo, su contacto con el vino lo trasforma en “vino de libación”. Aquí entraran en juego la impresión que deja su comportamiento a ojos de la comunidad judía; unos pocos libertinos podrían estropear la buena reputación de los demás o, al contrario, la fidelidad de algunos podrá mejorar la imagen del críptico subgrupo a ojos de los rabinos.
Esta situación continúa durante todo un siglo, hasta que con la publicación del Decreto de Granada los Conversos se ven privados del contacto directo con los judíos y deben decidir definitivamente si seguir conservando estos lazos culturales y religiosos en la solitaria clandestinidad o deshacerse de todo y asimilarse por completo en la sociedad cristiana. Pero esta ya es otra historia.
Zacarías Hortelano Segura.

José Martí Heredia dijo...

En agradecimiento al Apóstol por su victoria en Clavijo, Ramiro ordenó que se diese cada año en ofrenda a la Iglesia de Santiago una medida de pan por cada yunta de bueyes y otra por cada moyo de vino, y que del botín obtenido en la guerra, se ofertase a Santiago tanto como correspondiese a un caballero. Concluye el relato haciendo referencia al tributo de las 100 doncellas, establecido en tiempos del rey Mauregato, que desde entonces no volvió a pagarse nunca más.
¿De dónde arranca esta leyenda? Seguramente, como muchas otras, debió fraguarse en Galicia, en el entorno de la catedral de Santiago y en el seno de un taller historiográfico fecundo como fue el que impulsó su primer arzobispo, don Diego Gelmírez, y que dio como fruto principal la famosa Historia Compostellana. Al parecer, el autor de la leyenda fue un tal Pedro Marcio, canónigo de la catedral, que afirma haber copiado un diploma de Ramiro I en el que éste cuenta el éxito militar obtenido en Clavijo con la ayuda milagrosa del Apóstol Santiago (Cf. O. Rey Castelao, Historiografía del Voto de Santiago. Recopilación crítica de una polémica histórica (Santiago de Compostela, 1985).
José Martí Heredia.

Matías Calvo Egea dijo...

En la ciudad de Granada sigue existiendo una comunidad judía, pero está aún desligada. En Granada viven unos 2.000 hebreos, que viven sus tradiciones a puerta cerrada. No hay sinagogas en Granada, aunque en su día lo fueron las iglesias de San Matías y de San Cecilio, en el barrio. Una de las iniciativas que quiere poner en marcha es la convocatoria de la celebración del Sabbath en la casa-museo, con degustación de la comida típica, y poder invitar a algún rabino a visitarles.
Mientras seguirán abriendo la casa-museo a visitantes y turistas, son muchos los descendientes de judíos que quieren conocer su pasado los que se acercan hasta esta casa, añadiendo más contenido y piezas a su particular museo sefardí. Decidieron ponerlo en marcha tras realizar un viaje a Jerusalén y proyectar que hacía falta poner en valor el pasado hebreo de la provincia, la ciudad y el barrio. Empezaron en un carmen granadino y ahora lo han trasladado a un edificio de su propiedad, que están reformando y ampliando día a día.
Matías Calvo Egea.

Pablo Aragón Angulo dijo...

En el libro de Manzano también se echa en falta, un mayor énfasis en el aspecto ideológico de ese poder político y de las características de su autoridad sobre sus súbditos con la construcción, por ejemplo, de un paradigma de santidad y de identidad escatológica que colocan al califa tan cerca de Dios y en rivalidad, a menudo, con sus cuerpos de ulemas, los intérpretes de la ley que pretenden arrogarse las decisiones acerca de lo que es o no legítimo. Al papel, en fin, de este momento religioso del islam en la configuración de la sociedad. Entre capítulos y epígrafes, algunos de ellos brillantes, se abren fracturas e interrogantes. Por ejemplo, son muy oportunas las páginas dedicadas a la falta de documentos de archivo medievales en árabe, y a sus posibles causas, que Manzano conecta con la tendencia del islam clásico a no crear instituciones fuertes que se hagan permanentes y controlen parcelas de poder. La falta de documentos se asocia también a la importancia y al prestigio de la oralidad, y aquí es cuando nos apercibimos de que Manzano no ha prestado suficiente atención, dentro de estas fases de transformación social, al proceso, menos lento en el tiempo que la islamización, y tan desigual como ésta, de arabización, es decir, de la difusión e imposición de la lengua árabe.
Pablo Aragón Angulo.

José Blanco Alcalá dijo...

Yehudá ben Saúl ibn Tibón, judío, granadino, preside la entrada a nuestro barrio del Realejo y en muchas ocasiones se le confunde con algún poeta árabe de hace siglos. Sufre las inclemencias del tiempo y las travesuras de aquellos que se encaraman a un pedestal para invitarle a fumar (la posición de sus labios puede sujetar un cigarro). Mantiene su mano derecha sobre el corazón y levanta un documento al cielo, como jurando. Es Yehudá ben Saúl ibn Tibón, judío, granadino, médico, filósofo, poeta y patrón de los traductores al ser el fundador de la dinastía de los Tibónidas.
Acabó sus días en la Provenza italiana. De hecho, abandonó Granada en 1148 con sólo 28 años, aunque la huella dejada ya fue imborrable. Su estatua firme y derecha preside las calles Colcha y Pavaneras desde 1988, en época de la alcaldía de Antonio Jara. Sus traducciones del árabe al hebreo posibilitaron la transmisión de muchos y muy valiosos conocimientos.
Su estirpe de intelectuales alcanzó el siglo XX a través del filólogo e historiador Gutierre Tibón, que falleció en México en 1999. Fue él precisamente quien donó la estatua de su ancestro que hoy vemos todos los días. Según publicó el periodista Daniel Rodríguez Moya en La Opinión de Granada, este milanés de nacimiento fue uno de los mayores estudiosos de México y su cultura, además de inventor de una máquina de escribir portátil patentada por Olivetti que le reportó muchos beneficios.
Hoy su legado sigue vivo a través de su imagen que da la bienvenida al viejo barrio judío de Granada, el Realejo, y a través de todos los traductores que recuerdan al patrón de su oficio. Entre ellos se encuentran el grupo de los Tibónidas, una asociación de asociaciones que lucha contra la invisibilidad de su profesión y que se encarga de que los traductores tengan presencia en la Feria del Libro de Granada.
José Blanco Alcalá.

Julio Lechuga Garrido dijo...

El diploma de Ramiro I no resiste la más mínima crítica diplomática e histórica. Se basa, no obstante, en un hecho real -la batalla que tuvo lugar cerca de Albelda, en Monte Laturce, en 844- sobre la que, posiblemente, se elaboró un relato que, deformado o no, llegó hasta mediados del siglo XII y fue puesto por escrito o «copiado» por Pedro Marcio, según su propia declaración. No era la primera vez que el scriptorium compostelano realizaba falsificaciones, algunas de tanto o más fuste que la de la batalla de Clavijo, como el famoso diploma de Alfonso II declarando a Santiago «patrono y señor de toda España» (Cf. A. Floriano, Diplomática Española, I, 172-176. 23 Cf. Margarita Torres, Las batallas legendarias y el oficio de la guerra (Barcelona, Plaza y Janés, 2002).
Asociada a la leyenda de la batalla de Clavijo está la del tributo de las 100 doncellas, del cual el reino se vio libre tras esta batalla. Sin entrar en las diversas variantes de la leyenda (Cf. Margarita Torres Las batallas legendarias y el oficio de la guerra (Barcelona, Plaza y Janés, 2002), habría que decir, tan sólo, que en él se encarna el recuerdo de la época -breve, por otra parte- en que los reyes de Astucias pagaron tributo a Córdoba, probablemente en los días de Silo y Mauregato. Sabemos que esta dependencia se rompió durante el reinado de Alfonso II el Casto y, desde luego, de su sucesor Ramiro I.
Julio Lechuga Garrido.

Juan María Carrasco dijo...

En la construcción del imperio islámico y aquí otra vez de manera semejante al romano o al español, la difusión de la lengua, su conversión en un vehículo de cultura y de prestigio, es un índice importantísimo del afianzamiento de ese «orden islámico» al que Manzano quiere seguir la trayectoria. La lengua es un claro vehículo y un instrumento fundamental del imperio. Y es independiente de la religión: los judíos y los cristianos de al-Andalus (pero también de Oriente Medio) hablaban y escribían en árabe incluso sus textos litúrgicos y religiosos, y ello les incluía plenamente en el orden imperial. Si Manzano hubiera prestado atención a este y a otros aspectos no propios de la historia material y política, el libro habría sido demasiado largo, sí, pero su argumentación no se habría visto sino reforzada. Porque Manzano termina su libro mostrándonos al-Andalus en el momento en que está ya plenamente islamizado (además de arabizado) en el conjunto de sus normas, prescripciones, referencias y formas de conducta. La autoridad, entendida como forma de legitimación del poder, se basaba en este orden que había tardado más de dos siglos en elaborarse, construirse, afianzarse.
Juan María Carrasco.

Mariana Melguizo Mora dijo...

En la revista Alfa y Omega n1 242, que se incluye los jueves junto con el diario ABC, he leído un artículo escrito por Benjamín R. Manzanares, que me ha dejado sorprendida. En la página seis hay un comentario que se refiere al libro “Islam y Arte Contemporáneo” de Hashim Ibrahim Cabrera. El Sr. Manzanares hace un comentario que hiere la sensibilidad de cualquier persona interesada por la historia de España. Tal comentario dice así “Al comentar la invasión musulmana en el siglo VII, el autor (aludiendo al Sr.Cabrera) considera que no hubo tal invasión, sino que la sociedad visigoda de finales del siglo VII fue evolucionando espontáneamente hacia la mentalidad islámica. Se trata de una tantas tergiversaciones de la historia de hoy que tanto proliferan”.
No conozco al Sr. Manzanares ni al Sr. Cabrera, por lo que de ninguna manera soy sospechosa de amiguismo en ningún sentido. Por lo que he leído de uno y de otro, creo que estoy en condiciones de opinar que el Sr. Manzanares no es un buen conocedor de la historia de España; si lo fuese no incurriría en una inexactitud semejante. Primeramente creo que hay que saber lo que significa la palabra “invasión” que más bien se identifica con “allanamiento de morada”, o sea apropiarse sin leyes de lo ajeno, que se asemeja más a una acción de piratería que a otra cosa, y a todas luces no fue así. Otra cosa es aludir a la palabra “conquista” que se refiere a la conquista de un territorio con esfuerzo, incluida la acción armada y venciendo dificultades, y que está incluida dentro de un sistema legal, lo que a todas luces es bien diferente. Y esto, “conquista”, sí la hubo, si en este caso puede llamarse de esta forma.
Mariana Melguizo Mora.

Josefina Pérez Medina dijo...

La sociedad española del Siglo VIII, estaba en pleno caos, pobreza moral y económica, guerras civiles, luchas continuas que se acentuaban en los momentos en que había que elegir nuevo rey, o se quería deponer al anterior. Como el sistema de sucesión era electivo, fomentaba la ambición y la lucha por el poder entre las familias pertenecientes a la nobleza visigoda, sobre todo, en los momentos de sucesión, en los que se recrudecían violentamente los conflictos para conseguir el trono, lo que agravaba más la situación social. A partir del año 648, con el reinado de Wamba, fue constante la guerra civil. No es de extrañar, porque lo reyes visigodos, bárbaros e ignorantes, se guiaban más por sus propios intereses personales que por una moral-religiosa o cualquier ética de tipo humano.
En el año 710 la Península Ibérica se encontraba con fuertes luchas internas, D. Rodrigo, descendiente de Chindasvinto, era quien gobernaba, pero un grupo del linaje de los Áquila (descendiente de Wamba), trataba de hacerse con el poder como fuera, de tal forma que de acuerdo con el conde D. Julián, -una especie de gobernador de la plaza de Septem (Ceuta)- y ante el hecho de la pobreza y represión en que se encontraba el pueblo unido a la propia ambición real, pidieron ayuda a los árabes que ya habían conquistado el Magreb y les facilitaron la entrada en la península. La primera expedición estuvo formada por unos 400 hombres, al mando de Tariq, que entra sin dificultad y se asienta en Tarifa (que toma su nombre y lo conserva en la actualidad).
En abril o Mayo del 711 desembarcan unos 7000 hombres, unos pocos árabes, muchos bereberes y algunos libertos. Ayudados por la flotilla del Conde D. Julián, se asientan en lo que sería más tarde Gibraltar. Don Rodrigo, estaba, en ese momento, sofocando una rebelión en Navarra, ante los hechos regresó con gran celeridad. Solo una pequeña batalla árabe-visigoda (Batalla de Guadalete) -en la que murió D. Rodrigo- y fueron derrotados los reyes hispanos. Tariq, de esta forma se introdujo en Andalucía sin ninguna dificultad. Toledo, la capital del reino, aunque amurallada, no ofreció ninguna resistencia, y dejó pasar tranquilamente a los musulmanes. Un hecho muy importante, y que sin duda cambió la historia, es que Áquila y su hermano, renunciaron en el 714 a sus derechos al trono visigodo en favor del califa de Damasco al-Walid (701-717). Precisamente por obra y gracia de esta renuncia, al-Walid es considerado el heredero legítimo de los reyes visigodos.
En Junio entró Nusayr, conquistó Sevilla y Mérida, también sin resistencia, se unió a Tariq y juntos marcharon hacia Zaragoza.
Josefina Pérez Medina.

Juan Manuel Pérez Salas dijo...

La investigación en historia consiste centralmente en iluminar un período o conjunto de acontecimientos del pasado de los que se conoce poco, o bien en brindar una interpretación nueva respecto de cuestiones en las que las líneas principales de investigación no han dado en el blanco, y por ende no resultan satisfactorias. Para eso, el historiador trabaja con fuentes originales, textos, testimonios escritos o, en el caso de la historia reciente, entrevistas, cuya veracidad debe establecer primero, y que luego debe interpretar.
Y no todos los historiadores son grandes escritores, pero Mommsen, en 1902, ganó el premio Nóbel de Literatura por su investigación. Debe partirse de una definición sobre qué cosa es un "Historiador”. No es lo mismo ser un profesor de historia o alguien que usa la historia, por ejemplo para ser guía de turismo y con ello ganarse el pan de cada día. Un verdadero Historiador es fundamentalmente un investigador profesional en archivos públicos y privados. Generalmente lo contratan en institutos universitarios, archivos eclesiásticos, fundaciones empresariales, etc.
Juan Manuel Pérez Salas.

David Mata Ferrer dijo...

Olagüe lo único que hizo fue poner encima de la mesa la idea de que la llegada de tales elementos no necesitaba de una conquista, que él se esforzaba en demostrar que era imposible que se hubiera podido producir en la práctica. De esta forma, pudo concluir que era coherente que la formación de al-Andalus tuviera que ser concebida como un proceso de aculturación.
Lo más sorprendente de la tesis de Olagüe no es lo descabellada y disparatada que resulta. Teorías históricas absurdas y peregrinas producidas por aficionados, publicistas o, incluso, historiadores académicos se cuentan por decenas o centenares. Normalmente, suelen ser olvidadas con la misma rapidez con la que provocan un cierto revuelo inicial. En cambio, la idea de que los árabes no invadieron realmente Hispania, aunque no despertó excesivo eco en su momento, parece estar recibiendo en los últimos tiempos una renovada atención. A ello ha contribuido en parte su difusión y discusión en ciertos de foros de Internet, donde es bien conocida la preferencia que algunos de sus cultivadores manifiestan por todo cuanto tenga que ver tanto con teorías conspirativas, como con aquello que ponga en cuestión el conocimiento adquirido. Por otra parte, estas inauditas tesis han sido también adoptadas en círculos de musulmanes conversos que intentan así disociar la presencia del Islam en la Península de cualquier connotación violenta, con la pretensión de borrar una especie de pecado original provocado por el hecho de que la llegada de esa religión se hubiera producido a través de una conquista.
David Mata Ferrer.

Josue Triguero Román dijo...

En la medianoche del 2 de agosto de 1492 Cristóbal Colón partía para América y los judíos debían convertirse al catolicismo o abandonar España (a los conversos se les llamó 'marranos', de ahí el adjetivo). Enero de 2010, de los 1500 españoles registrados en el consulado de Estambul, 800 son sefardíes que han recuperado la nacionalidad arrebatada hace 500 años.
"Vosotros decís que Fernando es un rey sabio, él que desterrando a los judíos ha empobrecido a su país y enriquecido el nuestro", sentenció el Sultán Beyazid II al recibir a los judíos. Unas 120.000 personas abandonaron España entonces, de los cuales 90.000 llegaron a territorio de la sublime puerta.
Además de la primera imprenta del Imperio Otomano, los Sefardíes llevaron con ellos su cultura y su lengua, el ladino (o judeo-español), un castellano arcaico que todavía hablan unas 150.000 personas en el mundo. "El idioma es un puente entre los sefardíes del mundo además de una herramienta para acceder a un gran legado cultural, sobre todo de cantigas y refranes", defiende Naim Güleryüz, director del museo judío de Estambul.
A pesar de llegar a ciudades grandes como Salónica, Estambul o Izmir, los sefardíes se instalaron en comunidades pequeñas y cerradas, lo que les permitió conservar su idioma dentro del Imperio Otomano. Las comunidades se establecían según el lugar de procedencia, colocándole a la sinagoga el nombre de la ciudad que habían dejado en España: Toledo, Girona, Málaga.
Josue Triguero Román.

Andrés Fernández Padial dijo...

Los musulmanes cuando fueron dueños de la península, acabaron con las luchas civiles, no impusieron su religión, no hubo persecuciones ni mártires, sino que lograron convivir con las otras religiones monoteístas de la península, judíos y cristianos, en pacífica convivencia. Un versículo coránico puede dar luz sobre este hecho “No hagáis violencia a los hombres en materia de religión” (Corán 2,256) o el que recomienda no discutir “No discutáis con la gente de la Escritura (judíos y cristianos), salvo en términos de moderación y amistad y decid (Creemos en lo que se nos ha revelado a nosotros y en lo que se os ha revelado a vosotros. Nuestro Dios y Vuestros Dios es Uno y nos sometemos a Él “(Corán 29,46). Crearon, en todos los órdenes, una mayor estabilidad que favorecía a todos, por eso los cristianos, se convirtieron en masa a la nueva religión; esto es comprensible y además se justifica por el hecho de que los reyes de procedencia germánica, o sea los visigodos, habían arrebatado a los hispano-romanos todas sus posesiones, lo que unido a las frecuentes guerras y atropellos, hicieron favorable el cambio; con los musulmanes disfrutaban de mejor status y de mayor prosperidad. Así los convertidos formaron los núcleos más importantes, en cuanto al número, de los musulmanes andalusíes. Se les llamó muladíes.
Andrés Fernández Padial.

Francisco Manuel Hinojosa dijo...

La supuesta ausencia de los árabes en la formación de al-Andalus, aparte de permitir separar al Islam de ese componente étnico, implica también mantener que esa religión se habría difundido de manera no muy distinta a la que habría adoptado el cristianismo primitivo, permitiendo así contradecir no de los argumentos que, con mayor frecuencia, se usan en la polémica contra el Islam, en la cual suele ser muy común la insistencia en el carácter agresivo de su expansión inicial.
Tales son las paradojas que tienen los discursos históricos: se utilizan para una cosa u otra, dependiendo de la agenda para la que sirvan. Pueden comenzar siendo engendrados en el seno de una visión ultranacionalista y acabar viéndose adoptados por una comunidad religiosa que encuentra en ellos un argumento para intentar legitimar su lugar en una sociedad que le es hostil... entre otras razones por la extremada difusión de esas ideas ultranacionalistas. No son éstas, sin embargo, las únicas paradojas. En los últimos tiempos, las teorías de Olagüe han tenido una nueva vida en círculos académicos y políticos, merced a una reciente obra del arabista Emilio González Ferrín, quien ha vuelto a plantear esta insostenible tesis, al parecer con notable éxito, a juzgar por el número de ediciones de la misma, y con una cierta repercusión mediática.

Francisco Manuel Hinojosa.

Ángel Pérez Montes dijo...

El Islam no es nada ajeno a los oriundos de España, es más verosímil, que los españoles actuales descendamos de un islámico que de un cristiano, porque la gente que entró en la península, era insuficiente para repoblar un país y cambiarlo por la fuerza; si el número de visigodos venidos se cifraron en unas 100.000 personas y no lograron cambiar el tipo de población, raramente se podía lograr sólo con unos 8.000 musulmanes, a no ser por las conversiones en masa de la mayoría de las gentes hispano-romanas. Precisamente y debido a esta retractación, probablemente nuestro antepasado número 32 o 33, profesaba la fe del Islam y era hispano. Hay más posibilidades de que fuera así que el contrario. Es un error identificar a los cristianos católicos con los cristianos de este tiempo, o tratar de antiespañoles a quienes profesaban la fe musulmana. Creo que el equívoco data del siglo XVI cuando se identificaron dos palabras “cristiano-España”. Como dato curioso señalar que algunos reyes cristianos se vestían a la usanza árabe y escribían y firmaban en esta lengua. Señalar entre otros a “Alfonso II de Aragón” o “Enrique IV de Castilla”.
Ángel Pérez Montes.

Abraham Navarro Gutiérrez dijo...

Cerca de 21.000 sefardíes siguen viviendo en Turquía, muchas de estas personas todavía guardan en el apellido los lugares que abandonaron: Navarro, Córdoba, Mayor, Soria, Pinto... No todos hablan ladino, pero en los últimos años han surgido varios proyectos para la recuperación del judeo-español, como el Centro turco-otomano de investigación de la cultura sefardí y los periódicos 'Shalom' y 'El amaneser', auspiciados por la iniciativa de Karen Gerson Sarhon.
Abraham Navarro Gutiérrez.

Felipe Mata García dijo...

Quienes no quisieron abrazar la nueva religión islámica, pudieron seguir practicando el cristianismo, y se les denomino con el nombre de “mozárabes”. Disfrutaron de gran prosperidad, siguieron celebrando culto en sus propias Iglesias, que no fueron destruidas, tuvieron una organización jurídica y eclesiástica propia de acuerdo con la tradición visigoda, incluso en Toledo tenían un arzobispo y seis parroquias intramuros. Núcleos importantes se encontraban en zonas rurales, que con el paso del tiempo se fueron convirtiendo poco a poco al Islam. Aquellos que se asentaron en zonas urbanas se dedicaron, principalmente, al comercio y a la artesanía, especialmente al trabajo de la plata. Un hecho muy curioso es que, musulmanes y cristianos, llegaron incluso a compartir el mismo lugar para orar y celebrar culto; baste como ejemplo la Basílica de San Vicente de Córdoba. Bien es verdad que cuando Abd al Rahman I entra en la ciudad, debido al gran número de conversos y a las gentes venidas con él, compró a los cristianos la parte reservada a ellos, pero les autorizó a construir otra nueva iglesia extramuros. Los hispanos que no quisieron abrazar el Islam ni convivir con quienes profesaban la fe islámica, emigraron hacia el norte y con el tiempo se constituyeron en reinos, y fueron los que dieron comienzo a lo que la historia llamó Reconquista.
Felipe Mata García.

Yago Ariñez Bujeda dijo...

Como parece evidente todo lo que antecede en comentarios anteriores, está relacionado con un asunto principal: el de la devoción y peregrinaciones a Santiago de Compostela, sobre el que muy poco nuevo se puede decir y menos en este ámbito. Sin duda estamos ante la mayor, mejor elaborada y más exitosa manifestación del imaginario colectivo de toda la Edad Media. Ante la enormidad de este fenómeno religioso, cultural y militar poco importa si Santiago predicó o no en Hispania, o si su cuerpo está o no enterrado en Galicia. Como escribió Sánchez-Albornoz, el éxito de Santiago se debió a que en su leyenda y en su presencia «creyeron los peninsulares y creyó la cristiandad y el viento de la fe empujó las velas de la navecilla de Occidente y el auténtico milagro se produjo». Y, también, que «es indudable que el culto a Santiago fue una fuerza poderosa galvanizadora de la resistencia de la cristiandad del Noroeste hispano frente al Islam, del siglo IX al XII». (España un enigma histórico, I, 275 y 287).
Yago Ariñez Bujeda.

Juan Alberto Fernández Villanueva dijo...

Hace varios días que comencé a devorar también, gracias a un buen amigo que ha tenido el detalle de regalármelo en estas Navidades, un libro de ésos que, por desgracia, había que escribir y que, por fortuna, ha habido quien ha escrito: me refiero a La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado (Madrid, 2013), de Alejandro García Sanjuán, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Huelva, en el que revisa y refuta impecablemente los sofismas ("razón o argumento aparente", dice el DRAE, "con que se quiere defender o persuadir lo que es falso") de quienes niegan la conquista del 711 y todo cuanto, antes o después, la rodea.
No es este libro la historia de Al-Andalus en general y la conquista del territorio en particular, un tema del que yo sepa gran cosa, pero no es menos cierto que, si bien una refutación en regla como ésta sólo puede acometerla un especialista, cualquiera que haya estudiado una carrera (con más motivo si es Filología Árabe) debería estar capacitado para reconocer el fraude y denunciarlo, sobre todo porque no hay negacionista, ni grande ni pequeño, que pueda pasar por historiador y, mucho menos, por uno especializado, como yo mismo he podido comprobar repetidamente en el caso de González Ferrín, tanto si se trata de "tayikos", de Juan Damasceno, de numismática, de frescos palaciegos, crónicas chinas o de enterramientos en decúbito lateral derecho.
Juan Alberto Fernández Villanueva.

Javier López Rodríguez dijo...

La no conquista de al-Andalus aparece en la elaboración de González Ferrín aderezada dentro de un discurso de reivindicación cultural de lo andalusí, al que se adscribe una continuidad que hundiría sus raíces en la época clásica y que iría en paralelo con la reclamación de un Islam no rupturista, sino inscrito en una línea que llevaría directamente hasta el Renacimiento.
No estaríamos, pues, aquí ante una nueva vuelta de tuerca de la tradición hostil a lo andalusí, sino más bien ante todo lo contrario: la adaptación de esa tuerca a un discurso conciliador y globalizador dentro de cuyo marco González Ferrín considera esencial que se aporte un sentido histórico a al-Andalus. Es posible, sin duda, compartir estos objetivos e incluso considerarlos necesarios pero, para alcanzarlos, González Ferrín recorre una senda plagada de errores. De ellos, el primero consiste en pensar que para que exista ese sentido histórico debe negarse la conquista árabe; el segundo error consiste en negar la evidencia histórica, una práctica que puede llegar a encerrar insospechadas consecuencias.
Javier López Rodríguez.

José Carlos Núñez Serrano dijo...

Imaginemos por un momento que no tenemos ni un solo texto escrito que nos hable de la conquista del año 711. ¿Seríamos capaces de demostrar que en esa fecha tuvo lugar un hecho tan decisivo? Rotundamente, sí. En primer lugar, contamos con monedas acuñadas por los conquistadores. Monedas de oro, fácilmente distinguibles de las que hasta entonces habían venido acuñando los reyes visigodos.
Las diferencias entre unas y otras puede apreciarlas cualquiera que transite por las salas que albergan colecciones numismáticas, como la del Museo Arqueológico Nacional o la de la Real Casa de la Moneda: son muy característicos su forma, su alto poder liberatorio, se trataba de sólidos frente a los tremises o tercios de sólidos acuñados por los monarcas de Toledo, y, sobre todo, las leyendas y motivos inscritos. El anverso de esas nuevas monedas tiene una estrella de ocho puntas en el centro y una inscripción latina alrededor que proclama la profesión de fe musulmana: «In Nomine Domini non Deus nisi Deus non Deus alius» (‘En el nombre de Dios, no hay más Dios que el Dios único, no hay otro Dios’); el reverso tiene el nombre de la ceca («Spania») y la fecha de la Hégira en el margen. La fecha de estas primeras monedas puede corresponderse con el año 712. Cuatro años más tarde, las gentes que las emitían decidieron cambiar de diseño: mantuvieron la estrella de ocho puntas y una inscripción latina con el nombre Spania y la fecha, pero en el reverso inscribieron una serie de leyendas en árabe: la proclamación de Mahoma como enviado de Dios, «Muhammad rasul Allah», y, en el margen, el nombre de la ceca (al-Andalus) y la fecha también en árabe.
José Carlos Núñez Serrano.

Luis Eduardo Mejias Pacheco dijo...

La contundencia y exhaustividad con que García Sanjuán va desarmando las fabulaciones de Olagüe y González Ferrín deberían hacer del todo innecesaria cualquier impugnación adicional y, a este respecto, sólo cabe desear que sean muchas las inteligencias que se dejen apelar por “La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado”, sobre todo entre quienes, por falta de criterio y exceso de credulidad, han venido dando pábulo a esta forma de negacionismo. Qué menos que desearlo, aunque en el fondo uno opine lo que el propio autor, cuando confiesa saber que "en buena medida [...] constituye una tarea vana" (p. 23) y tener "pocas esperanzas, o ninguna" de que su estudio sirva para erradicarlo (p. 25); y es que si por una parte "resulta imposible sustraerse a la inquietante sensación de lo fácil que puede ser engañar a algunos periodistas" (p. 109 —y a muchos otros que no lo son, añadiría yo—), tanto como "grave y preocupante resulta constatar que el principal promotor actual del fraude encuentre acogida en significadas instancias y foros académicos" (p. 125) o aleccione "a través de su actividad docente" a "decenas o cientos de futuros arabistas" (p. 127 —cosa que debe hacer, en efecto, a juzgar por la cantidad de admiradores que tiene entre ellos—); por otra resulta inevitable preguntarse cómo es todo esto posible: cómo lo es, p. Ej., que González Ferrín dirija desde 2009, tres años después de la publicación de su Historia General, una "Cátedra al-Andalus" creada y patrocinada por una fundación pública. Porque, en principio, no debería ser necesario que "en España existiese una gestión verdaderamente seria y rigurosa de la investigación" que excluyese a "quienes incurren en estas conductas anticientíficas [...] de los medios académicos" (p. 252). Debería haberla, opino yo, de la docencia, por razones obvias, pero de la mala praxis científica debería bastar con no hacer aprecio o con reseñarla por los cauces habituales, para que no quede rastro.
Luis Eduardo Mejias Pacheco.

José Luis Marin dijo...

Se deduce que la península se islamizó, que no hay que confundir con “arabización”; es decir se hizo musulmana, adoptó la nueva fe, que nada tiene que ver con la raza, etnia, clan. Árabes vinieron muy pocos, y los norteafricanos, que fueron muchos más, se casaron con hispanas, lo que dio lugar a un mestizaje cultural y físico que influyó, notablemente, en la población, e hizo que fueran muy pocas las gentes de raza pura, árabe o berebere, que habitaban al-Andalus.
Los visigodos de procedencia germánica, eran antisemitas, por ello los judíos eran perseguidos y desprovistos de toda clase de bienes; pues bien el Islam permitió que continuaran ejerciendo su religión y su culto. Fueron muy respetados y alcanzaron tal status cultural, que durante los Reinos de Taifas, ayudaron a los reyes musulmanes en la gobernación, incluso algunos se arabizaron: adoptaron la legua árabe y algunos como Ibn Paquda, se vistieron al uso musulmán.
José Luis Marin.

Ismael Carbonero Plaza dijo...

El ladino era el idioma utilizado por los judíos para traducir la Torah. Traducían palabra por palabra del texto sagrado al castellano; este fue el origen del judeo-español, porque con los siglos ha evolucionado, cogiendo palabras de diferentes culturas pero manteniendo la estructura del castellano. Por ejemplo, nosotros decimos Cuchara y Cuchillo, al igual que en España, pero para referirnos al tenedor utilizamos la palabra griega 'pilon', porque cuando abandonamos la península todavía no existían los tenedores.
Tras estudiar español en el Instituto Cervantes, hay quien asiste ahora a clases particulares, para ellos es algo nostálgico, recuerdan que su abuela sólo hablaba judeo-español y de alguna manera quieren conocer sus raíces. Se sienten diferentes de otras comunidades judías, son más alegres, más mediterráneos, añaden algunos con recuerdos y nostalgias trasmitidas. El judeo-español tenía una función identitaria en sus antepasados, pero ya no es así, porque nadie lo habla ahora como medio de comunicación fuera de casa; sólo lo hablan en su casa los mayores. Perdió está función y quedó como algo nostálgico, confiesan muchos de ellos.
Ismael Carbonero Plaza.

Daniel Moles Alarcón dijo...

Casi siempre, quienes hacen investigaciones en universidades y en la Academia Nacional de la Historia también dan clases en seminarios y cursos universitarios de pregrados y postgrado. Es la técnica la que aplican los historiadores a cada tema lo que lo hace interesante, no los encasillen como buscadores de un pasado Dedícate a la investigación, créeme se gana mucho dinero, hay gobiernos municipales, que los contratan, para buscar en los archivos de todo el país, la historia de sus ciudades, personas, lugares, en fin una infinidad de datos que son importantes para sus archivos. El historiador se informa y busca las fuentes de su información.
Daniel Moles Alarcón.

Rosario Espinosa Fuentes dijo...

El "notable éxito", que como dice Eduardo Manzano ("Algunas reflexiones sobre el 711", Awraq, 3, 2011, p. 10), el eco y la atención que obtienen negacionistas consagrados como Olagüe y González Ferrín, al igual que sucede, inexplicablemente en apariencia, con algunos colegas mediocres e incompetentes a más no poder, se debe tanto a la existencia de un determinado caldo de cultivo (llámese españolismo, andalucismo, maurofobia, etc., en el caso que nos ocupa) e intereses creados, como a sus habilidades y activos sociales.
Evitables en cambio, quiero creer, por más que comprensibles, son ciertos juicios de intenciones, como en los que incurre García Sanjuán no ya al hablar de "ventajistas y tramposos" difícilmente anónimos, sino al atribuirles de plano, sin mayor explicación ni muestra de conocimiento de causa, la voluntad de "medrar, obtener prebendas, satisfacer egos desmedidos o defender determinados proyectos ideológicos, parapetados en la credibilidad que otorga el marchamo académico". Si se trata, como parece, de una sospecha motivada por la "indignación" (p. 25), más que de una certeza, convendría haberla presentado como tal o haber dejado, incluso, que se insinuara en el lector por sí sola.
Rosario Espinosa Fuentes.

Maribel Garcés Expósito dijo...

En el caso de González Ferrín, en el que "asistimos" a una clara improvisación oportunista, destinada a satisfacer inconfesables ambiciones personales" (p. 121), no me atrevería a poner la mano en el fuego, aunque en mis adentros pueda ser tan malpensada como la que más. Sí tengo la impresión, no obstante, de que si detrás de sus "tiempos convulsos", de sus "consecuencias tomadas como causas" y "decantaciones", etc., hay un proyecto ideológico, éste es de una sinuosidad y sofistería que lo hacen inaprensible, incluso para sus adeptos. Su evolución posterior, cada vez menos entusiasta de Olagüe a pretendido apóstol en España de ese revisionismo académico, que según García Sanjuán ignoraba en 2006 (p. 119), tendría tanto de consecuente (cf. p. 256 y ss.) como podría tenerlo de ardid para mantenerse en el candelero, pero también de desvelo, me atrevería a decir, ante la indiferencia o rechazo de quienes, en el fondo, considera competentes y autorizados. No es que arribismo y amor propio estén reñidos, pero en según qué dosis terminan siendo contraproducentes.
Maribel Garcés Expósito.

Antonio Ibáñez Arellano dijo...

Registra la Primera Crónica General II, (PCG) otra intervención milagrosa de Santiago en tiempos de Fernando I (1035-1065). Me refiero al relato de la aparición del Apóstol al obispo griego Estiano, llegado en peregrinación a Compostela, en el que el apóstol Santiago se autodenomina «cauallero de Cristo et ayudador de los cristianos contra los moros». La narración prosigue afirmando que el santo guerrero se apareció a caballo sobre «un cauallo muy blanco», «guarnido de todas armas claras e fermosas», al tiempo que decía al peregrino que se disponía a acudir en ayuda del rey Fernando que en esos precisos momentos estaba sitiando Coimbra. La Crónica no afirma la aparición de Santiago en el campo de batalla, como en el caso de la batalla de Clavijo o en otros casos posteriores, pero lo da entender. El relato suena, otra vez, a un invento de la fértil, e interesada, imaginación de los clérigos compostelanos. Pero ahí queda como un testimonio más de la leyenda del Santo Patrón de la reconquista.
Antonio Ibáñez Arellano.

Cristina Falcón Lozano dijo...

En la Edad Media el concepto de nación era un concepto con poco recorrido, «se le hace empezar en la Edad Media. Y así, la palabra Reconquista recoge todo el bagaje que no tenía en la Edad Media, se le proyecta hacia atrás y se la considera vigente desde entonces, utilizándose a partir de aquí para argumentar la idea de nación y de Estado Español. El propio Sánchez Albornoz, que fue un destacado medievalista, asegura que don Pelayo no empezó a luchar en Covadonga para restaurar el reino de los Godos, sino que empezó a fundar la nación española. Decir este es una barbaridad. No sé cómo pudo decir tal cosa. No existía entonces la noción de España como unidad política, y menos como noción de patria», subraya el historiador burgalés Javier Peña, catedrático de Historia Medieval.
La Reconquista, apunta Peña, es un concepto nacionalista. Lo utilizó, por ejemplo, Franco para hablar de la España una, católica y todo lo demás. «Franco utilizó símbolos medievales para darse consistencia histórica. Se identificó con Fernán González, con el Cid, por supuesto... Y después utilizó la palabra Cruzada, junto con todos los obispos de España, para dar lustre espiritual a la Guerra Civil, que nada tenía que ver con una Cruzada y que los Papas además no reconocieron. Incluso en algún discurso que dio en Burgos habló de su Cruzada y de su Reconquista, haciendo creer que ésta no acabó con los Reyes Católicos, sino que fue él quien la completó». Explica el catedrático que la utilización del término Reconquista se tuvo que asumir en la universidad en los años 60, siendo adoptado «como un fenómeno normal».
Apostilla Peña que no es que no hubiera recuperación de territorios en la Edad Media. «Lo que no hubo fue idea de nación. Y esa idea es inseparable de la palabra Reconquista, porque nació con esa idea. Por eso propongo desistir de utilizar un vocablo que no tiene nada que ver con la realidad histórica presuntamente afectada por él. Los cronistas medievales hablan de conquistas, no de reconquistas.
Cristina Falcón Lozano.

Sandro Jiménez Poyatos dijo...

Sobre la línea principal que ha generado la mayoría de los comentarios, alrededor de los negacionistas, me permito hacer algunas precisiones que han de tenerse en cuenta.
La historia es la recreación intelectual del pasado humano, mediante la búsqueda de los hechos, realizado sobre la base de testimonios y la exposición congruente de los resultados, trabajo éste del “Historiador”. Su tarea se realiza a través de tres etapas, la heurística: que corresponde a la búsqueda de noticias o testimonios, ésta etapa es la más fatigosa de todas; la crítica: que analiza cualitativamente cada testimonio hallado, si es original, auténtico, si no está alterado, y en caso de dudas se recurre a las ciencias auxiliares o sea los peritos, a éste momento se lo denomina critica externa, luego se los compara con otro de distinta procedencia, éste momento se llama critica interna, donde y qué circunstancias rodearon al historiador para llegar a lo que escribió y por último, la tercera etapa es el ordenamiento y la exposición, que son la adecuada ordenación de esos materiales y la presentación de los resultados. Así llega a culminar su papel el historiador y debe al pie de cada página indicar notas con las fuentes que ha utilizado de acuerdo a lo que haya escrito.
Sandro Jiménez Poyatos.

Luis Aguilar Parra dijo...

La panoplia de santos guerreros asociados a la reconquista no se agota, en modo alguno, con Santiago, aún siendo éste el principal y más asiduo protector de los ejércitos cristianos. Hubo otros y muy notables como San Millán y San Isidoro de Sevilla, cuyo cuerpo fue trasladado a León por Fernando I en 1066, por no hablar de San Jorge.
La Primera Crónica General, haciéndose eco del cantar de Fernán González refiere que, en vísperas de la batalla de Facinas o Hacinas, contra Almanzor (evidentemente anacronismo, ya que el conde castellano falleció en 970), se le apareció San Millán para anunciarle la ayuda divina y la presencia de Santiago y la suya propia en el combate «con armas blancas» y trayendo cada uno de ellos una «cruz en su pendón». (Primera Crónica General II, 11, c. 698.)
Llegado el combate, los cristianos acometieron a los de Almanzor al grito de «San Yagüe» (p. 403b). En un momento apurado de la batalla, Fernán González pidió ayuda a Dios y vio:

“ell apostol sant Yague estar sobre si con gran companna de caualleros, todos armados con sennales de cruzes ...Et los moros uieronlos estonces como el conde, et ouieron muy grand miedo, et fueron muy mal espantados, ca se touieron por muy embargados dellos porque veyen tantas yentes todas de una señal” .(P. Martínez Sopena, «Sobre los cultos del Camino de Santiago», en XVIII Semana de Estudios Medievales: Viajeros, peregrinos, mercaderes en el Occidente medieval (Pamplona, 1992), 171).
En agradecimiento al Santo castellano por su intervención en la batalla se instituyeron los llamados «Votos de San Millán». Se trata, como los de Santiago, de una creación de mediados del siglo XII, que generalizaron una antigua «tradición de ofrendas». (Ed. cit., cap. 981, vol. II, 660b.).

Luis Aguilar Parra.

Rosalía Burgos Hidalgo dijo...

Pedro, he leído tu artículo. Sigo afirmando que me parece muy largo. ¿No puedes dividirlo en dos? Resultaría más ágil su lectura. Es interesante todo lo que expones.
Respecto de los comentaristas, algunos parece que escriben artículos paralelos, al aportar tantos datos al margen de tu escrito. ¿Mantienes contacto con ellos?
Un abrazo, Rosalía Burgos Hidalgo.

Rubén Delgado Robles dijo...

Estoy de acuerdo con lo que José Carlos dice sobre las monedas, pero pasados otros cuatro años, es decir en torno al año 720, las monedas que se encuentran y se acuñan en territorio andalusí vuelven a cambiar, esta vez radicalmente, para presentar el modelo epigráfico clásico de las monedas musulmanas, con leyendas en árabe que presentan la profesión de fe musulmana, la basmala y la proclamación de la misión profética de Mahoma. Apenas diez años antes, las monedas que circulaban en la Península Ibérica hablaban en latín y proclamaban la piedad de un rey llamado Rodrigo. No sólo tenemos monedas radicalmente contemporáneas de la conquista.
También contamos con pequeños sellos de plomo en los que aparecen leyendas en árabe, pero también nombres de gentes llamadas al-Hurr o Anbasa Ibn Suhaym, bajo cuyo mandato se ejecutan ciertas órdenes, según nos cuentan esas leyendas.
Si no tuviéramos ni un solo texto, por lo tanto, tendríamos una clara evidencia de que, en torno al año 711, gentes que hablaban en árabe, que creían en un solo Dios, que aceptaban la misión profética de Mahoma y que tenían una fuerte jerarquía interna habían llegado a la Península Ibérica.
Rubén Delgado Robles.

Cecilio García Romera dijo...

San Isidoro de Sevilla fue también, aunque en contadas ocasiones, uno de estos santos guerreros. A su intervención milagrosa alude la Primera Crónica General (PCG) a propósito de la conquista de Baeza por Alfonso VII el Emperador. Refiere, en efecto, la crónica que, estando el rey asediando la ciudad, se le apareció de noche San Isidoro y le animó a presentar batalla al día siguiente «que el uernie y en ayuda et serie y su ayudador». Iniciado el combate, el Emperador «uio a Sant Esidro andar en la fazienda de la su parte». Tras la victoria, mandó repoblar Baeza y erigió en ella una iglesia «a onrra de Dios et de sant Esidro».
El Toledano alude a otra intervención milagrosa de San Isidoro. (De Rebus Hispanie, ed. cit., VII, XXI.) Se refiere al ataque contra Ciudad Rodrigo, llevado a cabo tiempos de Fernando II de León por Fernán Ruiz de Castro, al servicio entonces de los almohades. Cuenta que San Isidoro se apareció al sacristán de su iglesia en León, previniéndole del ataque, lo que permitió que los habitantes de la ciudad resistir hasta la llegada del rey.
Cecilio García Romera.

Ramón Gálvez Arredondo dijo...

La vida en Al- Andalus evolucionó, hacia un progreso como no ha habido otro igual en España: se disfrutaba de una gran tolerancia y respeto, la industria se desarrolló a índices desconocidos hasta entonces; la agricultura y la ganadería recibieron un fuerte impulso, esta última con la cría de ganado caballar. Se dio un gran empuje a la medicina, astronomía, matemáticas etc., y merece un lugar destacado la “Falsafa” (filosofía islámica) que dio personas tan ilustres como Averroes, “falasifa” universal, que tradujo para occidente obras de Aristóteles y las comentó, sus teorías se discutían en el siglo XIII en la universidad de París, dando lugar a interesantes controversias. Y no puedo dejar de lado al insigne místico Ibn Arabi, murciano universal, que inspiro a todos los grandes místicos posteriores. La lista de personas ilustre es muy larga: Tufayl, Ibn Masarra, Ibn Hamz y muchos más.
Este esplendor que conocemos a través de los documentos históricos, se vivía durante el Califato de Córdoba y durante las Taifas, mientras tanto la cultura cristiana, permanecía sin desarrollar en el norte de España. Según el filosofo Doctor D. Joaquín Lomba Fuentes en su libro “La raíz semítica de la Europeo”, “la cultura musulmana es la base de la cultura europea, no puede comprenderse Europa sin lo islámico”.
Ramón Gálvez Arredondo.

Amelia Galdón Zambrano dijo...

El historiador es una persona que se dedica de la manera más imparcial posible a ampliar, corregir o mostrar la Historia (hechos del pasado, considerando la historia como ciencia), a explicar sus hechos. Debe de hacer referencia de las fuentes de donde toma la información así como tiene el deber de hacerlas públicas a quien sea, en copia u original si es posible. El historiador debe basarse en la mayor cantidad de fuentes relevantes que hablen del tema y no conformarse solo con una. De haber contradicciones entre las fuentes, puede incluirlas todas o tomar una y hacer una pequeña alusión de las demás, siempre y cuando se indique una justificación cuyas afirmaciones también referencien otras fuentes de información.
Amelia Galdón Zambrano.

Miguel Ángel Yépez de Haro dijo...

Una de las últimas intervenciones milagrosas recogidas en las Crónicas es la que tuvo lugar en tiempos de Fernando III. Se trata de la llamada batalla de Jerez (1231), protagonizada por tropas castellanas al mando de Álvar Pérez de Castro, en cuya hueste iba el infante don Alfonso (según Crónica de Veinte reyes y Primera Crónica General, se trata del futuro Alfonso X; según Lucas de Tuy, del infante don Alfonso de Molina, hermano del monarca castellano), y de la otra parte por las tropas de Ibn Hud de Murcia.
Los castellanos acometieron a los moros al grito de «Santiago». En el fragor del combate,
“aparesçió allí Santiago en vn caballo blanco e con seña blanca en la mano e con vn espada en la otra, e que andaua y con él vna ligión de caualleros blancos, e que dizen que ángeles vieron andar sobrellos por el ayre.”

Miguel Ángel Yépez de Haro.

Elías Prados Manzano dijo...

En el siglo XIX Algunas comunidades sefardíes, sobre todo las de Marruecos, intentaron que el Estado español asumiera una tarea de reespañolización de los antiguos exiliados, abriendo escuelas y centros de enseñanza superior que contrarrestaran la influencia del francés. La iniciativa no tuvo mucho éxito entonces, pero años más tarde, durante la disolución del Imperio otomano, la comunidad sefardí turca presionó para obtener el derecho a recuperar la ciudadanía española. Esta vez sí lo consiguieron, y Miguel Primo de Rivera aprobó en 1924 un decreto por el que cerca de 40.000 judíos salvarían la vida en las décadas siguientes.
Elías Prados Manzano.

Bernardo Saiz López dijo...

La idea de reconquista, a despecho de modernas teorías y hasta del descrédito que en determinados círculos académicos e intelectuales haya podido tener o tenga, sigue en pie. Despojada de las retóricas e inevitables adherencias de una historiografía de corte romántico tradicionalista, ha sido reforzada por las investigaciones de los más reputados historiadores de este siglo. El primero de ellos fue, sin duda, don Claudio Sánchez-Albornoz, maestro del moderno medievalismo. En su obra España un enigma histórico defendió, con la contundencia que le caracterizaba, la tesis de que la reconquista fue, nada más y nada menos, que la «clave de la Historia de España», negando de paso lo afirmado por Ortega y Gasset, Altamira, Américo Castro y otros.
A partir de un despliegue impresionante de datos y de argumentos, Sánchez- Albornoz afirma la existencia de «los más variados estilos de contacto pugnaz entre los dos enemigos enfrentados»; la irrupción tempranera en la lucha -inicialmente ajena al «deseo de recuperar el solar nacional perdido»- de «un vivaz neogoticismo, que soñó con la continuidad de la historia hispano-goda» y que se propuso de manera consciente» la ambiciosa pretensión de conquistar de nuevo la tierra madre de España»( España un enigma histórico. II (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1956). Entre los textos aducidos están por supuesto los de la Crónica Albeldense, que ya se citaba en comentarios anteriores, y el no menos famoso de la llamada Crónica Profética, perteneciente también al ciclo de Alfonso III, que concluye afirmando, refiriéndose al monarca astur-leonés, que estaba próximo el día en que iba a reinar sobre toda España.
De estos textos infiere Sánchez-Albornoz que el ideal de la reconquista estaba ya implantado en el reino astur a fines del siglo IX y que, por tanto, nada debe en sus orígenes a la influencia de lo monjes de Cluny, como defendiera en su tiempo don Rafael Altamira.
Bernardo Saiz López.

Tomas Martínez Rocamora dijo...

El judeo-español fue sustituido por el francés como lengua franca en Turquía de la comunidad judía por la influencia del movimiento sionista; la instauración de la República turca de Ataturk supuso el golpe de gracia al idioma. Esta fue la última generación que habló judeo-español en las casas. Por ejemplo, se daba el caso de que un conocido nacido en 1921, y que sólo aprendió turco cuando fue al servicio militar. En la generación actual es impensable algo así, y sólo con la apertura del Instituto Cervantes la comunidad está aprendiendo español moderno; esto también es positivo, porque igualmente tendrán acceso al legado de sus antepasados.
Muchos sefardíes viven en Turquía desde hace 700 años, ahora son turcos de religión judía. Como siempre ocurre la ley del país en el que vives es tu ley. Igual que la Real Academia Española de la Lengua está recogiendo expresiones latinoamericanas para incluirlas en un gran diccionario del castellano, estaría bien que contara también con las variantes del judeo-español. Esto lo dice la directora del centro para la investigación de la cultura sefardí, quien siempre acaba reconociendo, y diciendo: cuando voy a España me siento como en casa; los mismos gestos, las mismas expresiones de la cara... curioso, después de 500 años.
Tomas Martínez Rocamora.

José Manuel Escribano Varela dijo...

Unos años antes, otro ilustre historiador, don José Antonio Maravall había publicado un estudio fundamental sobre «la idea de reconquista» en la España medieval (J. A. Maravall, «La idea de Reconquista en España durante la Edad Media», Arbor XXVIII (1954, 1- 37.) Reproducido, con el título de «La idea de reconquista como programa de nuestra Historia medieval», en El concepto de España en la Edad Media (Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1981).
Para el ilustre tratadista de las ideas políticas «no es posible entender lo que España significa para los cristianos medievales sin aclararse esa conexión entre España y la empresa histórica de la Reconquista, que en ella se desenvuelve y que la postula como su propia meta» (Ob. cit., 249. 33 Américo Castro, La realidad histórica de España México, Editorial Porrúa S. A., 1966) ,407 ss.).Tras definir Maravall la reconquista como «recuperación, restablecimiento, restauración» del señorío político de los cristianos sobre la Península, afirma que se trata de un «mito» del que interesa averiguar no tanto «cómo los hechos se pasaron en realidad», sino «cómo se fue constituyendo un sistema de creencias».
Entre otras motivaciones, la reconquista tuvo dos principales: la recuperación política del control del territorio y la restauración del culto cristiano. Ahora bien, de ello no es posible deducir como se ha hecho más de una ocasión que la reconquista fue una respuesta por parte cristiana a la yihad o guerra santa, como defendiera Américo Castro, ni que en sus orígenes estuviese influida por la idea de cruzada o, lo que es lo mismo, una guerra de carácter esencialmente religioso.
José Manuel Escribano Varela.

Antonio Madrigal Castaños dijo...

Esta península no fue invadida por el Islam, sino conquistada, y desarrollada a través de ellos, lo que a todas luces es diferente; los musulmanes fueron llamados para poner orden y se les facilitó la entrada y la gobernación. No impusieron la religión, aunque quienes no abrazaron el Islam tuvieron que pagar un impuesto especial, que todos, judíos y cristianos abonaban sin ningún tipo de animosidad, porque la prosperidad, la cultura, el progreso y la paz habían sustituido a las luchas y miserias del tiempo de los reyes visigodos. La historia, nuevamente, nos da una lección que debería hacernos reflexionar a la vista de la sociedad multirreligiosa y multicultural que se esta configurando, para lograr la convivencia armónica y pacífica, presente y futura.
Antonio Madrigal Castaños.

Alejandro López Malagón dijo...

El historiador tiene que explicar hechos que muchas veces no conoce directamente. Por lo tanto, para llevar a cabo su labor debe utilizar fuentes de distinta naturaleza. El historiador es el encargado de interpretar la historia en donde la historia se pueden entender dos cosas: El acontecimiento y la interpretación, el primero lo que realmente paso y el segundo lo que los historiadores interpretan y es ahí donde hay diferentes interpretaciones, de ahí que el historiador sea parte importante en la forma de como se ve el acontecimiento histórico. Un dicho muy cierto, es que la historia la escriben los vencedores. Esta es la primera falacia, lo unilateral del hecho (lo irrevocable). Para abocarse a un tema, hay que tener un interés por investigarlo, desarrollarlo, y darlo a conocer. Ahora entremos en la que podríamos llamar la segunda falacia: la subjetividad del autor, es lo ineludible. Ambas, diría que son inevitables. Todo hecho histórico está teñido por ambas, es lógico. Pero la peor (lo imperdonable) es cuando un historiador descarta o minimiza lo que no le conviene de los hechos, para fundamentar una teoría que quiere demostrar.
Alejandro López Malagón.

Marta Latorre Muñoz dijo...

Afortunadamente tenemos textos que podemos consultar. Lo que esos textos nos dicen coincide con los testimonios materiales que se acaban de mencionar en otro comentario anterior al referirnos a las monedas y los pequeños sellos de plomo. Los nombres que aparecen en los precintos de los sellos, por ejemplo, responden exactamente a los de los gobernadores árabes de al-Andalus que cita la Crónica de 754, un texto latino que, junto con la llamada Crónica bizantino-arábiga compuesta poco antes, son las dos fuentes más tempranas que nos hablan sobre la conquista. Esos gobernadores, se nos dice, que eran nombrados y depuestos con mucha frecuencia, lo que de nuevo es consistente con la evidencia de los precintos. De hecho, el autor de la Crónica de 754 demuestra no sólo conocer extraordinariamente bien la historia del Próximo Oriente, también ha sido testigo de algunos de los sucesos que narra: sabe mucho tanto de los conquistadores como de los conquistados. Sus menciones sobre los califas son muy precisas, sus páginas dedicadas a Hispania tienen enorme veracidad.
Además, a su testimonio se le pueden añadir otros compuestos fuera de la Península
Ibérica, tales como el de Beda el Venerable (m. 735) o Paolo Diacono (m. 799), los cuales mencionan con rotunda claridad la conquista de Hispania por los árabes, por no hablar de otros testimonios como el Liber Pontificalis o la Vita Pardulfi.
Un saludo.
Marta Latorre Muñoz.

Carlos Caro Molina dijo...

El que sí fue decisivo para España (y para todo el occidente) fue el Aquinate, quien trastocó la filosofía escolástica, antes basada en el platonismo, y la configuró definitivamente en la línea aristotélica: como ya es sabido, la filosofía aristotélico-tomista se mantuvo en la escolástica durante casi seiscientos años, a pesar de que el Renacimiento, la revolución copernicana de Galileo y el racionalismo de Descartes acabaron desbancando a la filosofía griega.
Siendo ésta la verdad histórica y la realidad objetiva, ¿por qué en Córdoba, donde se erigió a Maimónides un monumento o estatua en 1964, no hay ninguno de Averroes (tan importante como él, cordobés, andalusí, perseguido y filósofo como él) ni de Santo Tomás de Aquino (más importante que Maimónides para la cultura occidental de España y Europa)?
Carlos Caro Molina

José Andrés Almazán González dijo...

El sentido histórico, sin embargo, no es algo que haya existido siempre. Por sentido histórico entiendo la necesidad de recurrir al pasado como forma de justificar el presente. La ausencia de ese «sentido histórico» ha motivado que la escritura de la historia no haya sido tan común como tienden a pensar quienes creen que los antiguos estaban obligados de un modo u otro a dejar testimonios para la posteridad del siglo XXI. De hecho, es muy normal que, en determinados periodos, los testimonios de crónicas o historias brillen por su ausencia. Pueden existir, naturalmente, otro tipo de fuentes escritas: textos legales, documentales, religiosos o literarios, pero no necesariamente textos que narren acontecimientos. Durante los llamados siglos oscuros, por ejemplo, la escasez de tales textos históricos es la regla a lo largo de todo el Mediterráneo. El número de crónicas con el que contamos para ciertas épocas apenas puede contarse con los dedos de la mano.
Para el establecimiento de los visigodos en Hispania, por ejemplo, es insustituible el testimonio de Isidoro de Sevilla (m. 636), que vivió más de cien años después de que se produjeran las invasiones germánicas. Junto a las crónicas isidorianas, apenas contamos con tres o cuatro historias más para un periodo tan importante.
Por su parte, desde la muerte de Isidoro y hasta el fin del Reino visigodo, la única composición histórica digna de tal nombre es la Historia Wambae de Julián de Toledo (m. ca. 690). Contar con un solo texto histórico para todo el siglo VIII no es, por tanto, nada extraordinario, es la continuación de una tendencia que venía desde mucho tiempo atrás.

José Andrés Almazán González.

Martín Rubiño Palomo dijo...

En su libro La realidad histórica de España, Américo Castro no duda en postular un origen islámico para la idea de Cruzada, que sería algo así como el equivalente de la yihad islámica. En un largo capítulo trata de demostrar esta filiación y, de paso, la de las Órdenes Militares, con respecto a la institución del ribat islámico. Sin entrar ni salir en la polémica, que no hace al caso, es evidente que la Reconquista -y todas sus manifestaciones e instituciones vinculadas con ella- adoptó desde muy pronto, si no desde el principio, un tono religioso. Los textos asturianos así lo ponen de manifiesto, y también muchos otros exhumados por Maravall. Consciente de ello, Castro aduce una carta de Urbano II a los condes de Besalú, Ampurias, Rosellón y Cerdaña animándoles a luchar contra los musulmanes de Tarragona, en la que anticipa uno de los rasgos fundamentales de la Cruzada: el perdón de los pecados y la vida eterna a todos los que participasen en la guerra contra el Islam (A. Castro, ob. cit., 422. Toma el dato de P. Kerh, «Papsturkunden in Katalonien», en Abhandlungen der Gesellschaaft der Wissenschaaften su Gdttingen XVIII, 2 Berlin, 1926, 287-288.) , y hasta la opinión de don Juan Manuel para quien el Señor permitió la conquista de España para que los cristianos luchasen para recuperarlas y para que «los que en la guerra murieren [...] sean mártires o sean las sus almas quitas del pecado que ficieren» (Don Juan Manuel, El Libro del los Estados. Ed. Jan R, Macpherson y R. B. Tate Oxford, 1974, 53.)
Martín Rubiño Palomo.

Alex García Cifuentes dijo...

Me gustaría dedicar este comentario a explicar lo que se califica como “juicios de intenciones”. Ciertamente, la diferencia entre el error y la mentira es, a veces, pequeña, pero existe. En mi opinión, cuando la ignorancia alcanza ciertos límites deja de serlo y se convierte en algo distinto. Aquí radica el problema de los negacionistas académicos. Sus barbaridades son tan enormes que resulta imposible que sean producto del descuido o la ignorancia. Olagüe no era arabista ni historiador, sino un simple aficionado. Sus disparates pueden atribuirse a su ignorancia, aunque, aún así, me parece que sería demasiado ingenuo considerarlo un simple indocumentado.
Más difícil, en cambio, resultar aplicar este mismo argumento a los apologistas académicos del negacionismo. Imagino que para el arabismo profesional debe resultar sumamente inquietante que haya colegas que se dediquen a la docencia del árabe y que sostengan disparates tales como la imposibilidad de la llegada de árabes a la Península en 711 debido a que “el primer gramático árabe acababa de nacer por entonces”, que un supuesto sustrato púnico sea determinante en la arabización de la Península y que el idioma de Tariq fuese “el latín tardío preñado de púnico y griego” (González Ferrín dixit).
No sé cómo se pueden explicar tales disparates cuando se formulan desde el arabismo profesional, salvo que se apele a una evidente intención tergiversadora. Si es así, parece también obvio que ello se hace con algún objetivo, pues tal exhibición pública de ignorancia a cambio de nada no parece muy rentable para un autor. Sabemos que esos disparates tienen su público, complacen a muchos. Y a la vista está que resultan rentables. No se trata, por lo tanto, de “juicios de intenciones”, sino de realidades bastante evidentes.
Alex García Cifuentes.

Fernando Carrascosa García dijo...

La historia no era una disciplina que se cultivara mucho durante esta época. Sin duda, circulaban cientos, miles de historias y versiones sobre hechos históricos de la relevancia de la conquista árabe. Pero recogerlos, sistematizarlos, darles forma historiográfica y redactarlos no era algo que estuviera al alcance de cualquiera, como no lo estaría a lo largo de buena parte de la Edad Media. Es por ello por lo que las obras cronísticas de este periodo se compusieron siempre a la sombra de un poder político o social que las inspiró y amparó en momentos muy determinados sin que tuviera nada que ver el hecho de que sus autores estuvieran más o menos cercanos a los acontecimientos. El hecho de que, por ejemplo, ‘Abd al-Malik Ibn Habib compusiera su obra más de un siglo después de la conquista no tiene, por lo tanto, nada de extraordinario: si miramos al norte, en el Reino de Asturias tampoco se redactaron crónicas sobre sus orígenes hasta transcurrido más de siglo y medio de los hechos, y lo mismo podría decirse de innumerables acontecimientos y periodos críticos en la historia que no encontraron su puesta por escrito de forma inmediata.
La composición del Kitab al-Ta’rijvino a coincidir, además, con un momento de afirmación de la soberanía omeya bajo el emir Abderrahman II (822-852), responsable de un proceso de centralización política, que estuvo unido a un aumento de la presión fiscal y a una reorganización administrativa. ‘Abd al-Malik Ibn Habib era un hombre muy cercano a los círculos cortesanos del emir, ya que actuaba como miembro de la shura que asesoraba al soberano en asuntos jurídicos.
Fernando Carrascosa García.

José Luis Cabrera Ríos dijo...

Bronisch ha defendido más recientemente la tesis de que la Reconquista fue una «guerra santa» (Alexander Pierre Bronisch, Reconquista und Heiliger Krieg. Die Deutung des Krieges chrisslichen Spanien von den Westgoten bis ins frühe 12. Jahsrhudert (Münster, Aschendorff Verlag, 1998). Según reseña de Máximo Diago Hernando en Anuario de Estudios Medievales 28 ,1998 ,952-955.)
Esta concepción difería de la que predominaba en Europa. Hasta el siglo XI, cuando la idea de Cruzada comenzó a penetrar en la España cristiana, la guerra contra los infieles enlazaba con el concepto de guerra «justa» tal como fuera concebida en la España visigoda. A través del análisis de las obras de Juan de Bíclaro, Isidoro de Sevilla y Julián de Toledo, y de los textos litúrgicos visigodos, el autor cree poder demostrar que el concepto visigodo de guerra «se inspira en el Antiguo Testamento» y «asume la identificación del pueblo visigodo con el pueblo elegido por Dios», concibiendo la guerra como «pruebas impuestas por Dios a su pueblo», y sus resultados, como expresión del favor divina o como castigo por sus pecados».
El análisis de los textos posteriores a 711, especialmente el mozárabe de la Missa pro hostibus, lleva a Bronich a defender la continuidad de esta concepción en el reino astur-leonés, otra prueba más de la conexión entre época visigoda y el mundo astur-leonés. Esta concepción explica, por ejemplo, que en los textos historiográficos asturianos se llame a los musulmanes con un nombre de clara resonancia bíblica como el de caldeos. De ahí que la guerra, emprendida en nombre de Dios -bellum Deo auctore-, se conciba como «guerra santa», porque deriva de un mandato divino y no porque de ella se dedujesen especiales beneficios espirituales, como el perdón de los pecados o la condición de mártires para los que en ella pereciesen.
José Luis Cabrera Ríos.

Jorge Romero Serrano dijo...

Los numerosos gobernadores mencionados por la Crónica de 754 son exactamente los mismos que menciona el primer autor andalusí que escribe un relato sobre la conquista árabe de al-Andalus, ‘Abd al-Malik Ibn Habib (m. 853). Sobre este autor, son varias las cosas que causan sorpresa. La primera, su carácter tardío con respecto a los acontecimientos que narra: ha habido que esperar más de ciento y pico años desde la conquista para encontrar el primer testimonio árabe andalusí sobre la misma. La segunda sorpresa es que no se trata de un historiador, sino más bien de un ulema, un erudito preocupado por las cuestiones del derecho malikí, pero que compone un Kitab al-Ta’rij con pretensiones de ser una especie de historia universal que se remonta hasta la Creación y cuya parte final está dedicada a la conquista de al-Andalus. La tercera sorpresa, en fin, es que su relato de la conquista no deriva de fuentes andalusíes, sino que bebe de un conjunto de tradiciones pergeñadas en círculos de ulemas malikíes de Egipto, país que ‘Abd al-Malik Ibn Habib visitó y de donde extrae, con significativas adaptaciones, el cañamazo que sirve de base para el relato de la conquista. Ese mismo cañamazo es el mismo que utiliza otro autor egipcio, Ibn ‘Abd al-Hakam (m. 871) en una obra que dedica a las conquistas árabes en Egipto y el norte de África y que incluye una parte sobre al-Andalus.
Estos elementos tan «sorprendentes» en realidad no lo son tanto si se examinan detenidamente las circunstancias del momento. Analicemos en primer lugar la cuestión del largo periodo transcurrido desde la conquista hasta la redacción de la obra de ‘Abd al-Malik Ibn Habib. Es pasmoso, en efecto, que transcurrieran más de cien años sin que nadie decidiera hasta entonces plasmar por escrito un acontecimiento de la importancia de la conquista de la antigua Hispania: hoy en día el sentido histórico facilita tanto nuestra visión del tiempo, que nos parece inconcebible que en otras épocas la escritura de la historia no fuera una prioridad para cualquiera.
Jorge Romero Serrano.

Alejandro Roca Salguero dijo...

Mucho antes de que los historiadores modernos elucubrasen sobre el sentido de la guerra contra los moros, don Juan Manuel definió la Reconquista como una guerra desprovista de objetivos religiosos. En un texto muy conocido, el conocido político y escritor afirmaba:
“á guerra entre los christianos et los moros, et abrá fasta que ayan cobrado los christianos las tierras que los moros les tienen forçadas; ca, quanto por la ley ninpor la secta que ellos tienen, non avría guerra entre ellos” (Don Juan Manuel. El Libro de los Estados. Ed. Ian R. MacPherson y R.B. Tate Oxford, 1974,53.)
El mismo sentido político se observa en la carta que los Reyes Católicos dirigieron al Sultán de Egipto en respuesta a su petición de que cesasen las hostilidades contra los moros granadinos:
Las Españas en los tiempos antiguos fueron poseídas por los reyes sus progenitores; e que si los moros poseían agora en España aquella tierra del reino de Granada, aquella posesión era tiranía, e non jurídicia. E por escusar esta tiranía, los reyes sus progenitores de Castilla y de León siempre pugnaron por lo restituir a su señorío, segund antes lo avía sido (Citado en L. Suárez Fernández, «Castilla en 1492», en Actas de las III Jornadas Hispano-Portuguesas de Historia Medieval: «La Península Ibérica en la era de los descubrimientos. 1391-1492, vol. II (Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 1997).
Con estas referencias y otras más que pudieran aducirse no se pretende negar las múltiples implicaciones religiosas que subyacen en la idea y hasta en la práctica de la reconquista. La recuperación del reino y la restauración de la Iglesia eran fenómenos que, desde las grandes conquistas del siglo XI en adelante, estuvieron íntimamente asociados. Y rara es la ocasión en que tras el relato de las operaciones militares y la capitulación de los musulmanes no se describa -con evidente delectación, todo hay que decirlo- la restauración del culto cristiano en la mezquita aljama, previamente purificada de la spurcicia Machometi. (Rodrigo Jiménez de Rada, Historia de Rebvs Hispaniae sive Historia Gothica. Ed. J. Fernández Valverde (Turnholt, Brepols, 1987, 299,10.)
Alejandro Roca Salguero.

Ángel Torres Naranjo dijo...

El interés en el derecho islámico explica otro de los elementos que parecen extraños a primera vista y que más arriba mencionaba: el de un ulema escribiendo sobre hechos del pasado. El interés de este ulema, sin embargo, no era el de un anticuario interesado en consignar eventos históricos. Su principal preocupación consistía en dilucidar qué estatus tenía el territorio conquistado más de cien años atrás. En ese momento, en efecto, el derecho islámico había desarrollado una más que notable reflexión en torno a la forma en que se habían realizado las conquistas árabes. Fruto de esa reflexión era la distinción entre los territorios que los musulmanes habían rendido por la fuerza de las armas (‘anwatan) y los que, en cambio, se habían sometido por medio de un tratado de capitulación (sulhan).
En el primer caso, las tierras así conquistadas debían ser consideradas como un botín indivisible en manos de la comunidad de los musulmanes (umma).Aunque pudieran ser entregadas como concesiones (iqta‘at) a particulares, el dominio eminente de esos territorios seguía correspondiendo a la umma. Esto era tanto como decir que, en pleno siglo IX, la dinastía omeya podía reclamar que las tierras en poder de los descendientes de los conquistadores pertenecían a la comunidad musulmana y que, por lo tanto, su posesión no pasaba de ser una concesión revocable. En cambio, allí donde se había establecido un tratado de capitulación las poblaciones conquistadas habían seguido disfrutando plenamente de sus propiedades amparadas por el pacto suscrito y, por lo tanto, habían podido disponer de ellas sin restricción alguna, vendiéndolas, legándolas a sus descendientes o entregándolas de una forma u otra. En ese caso, la dinastía omeya podía interferir muy poco en los derechos de los descendientes de los conquistadores, ya que éstos podían argüir que sus ancestros habían adquirido sus tierras en virtud de tratos con la población sometida: es decir, a través de compras, pactos, matrimonios o herencias.
Ángel Torres Naranjo.

Gustavo Bueno Ortiz dijo...

Se ha aludido al descuido o a la ignorancia como posibles orígenes del negacionismo, ni en el caso de Olagüe ni en el de Emilio, pero es que, además, descuido e ignorancia difícilmente pueden considerarse intenciones como sí lo son, en cambio, "medrar, obtener prebendas, satisfacer egos desmedidos", etc. La cuestión respecto a dichas intenciones, y es a lo que íbamos, es si donde unos podemos tener sospechas, otro, en cambio, tienes certezas, porque de ser así convendría, sin duda, haber ilustrado al lector aficionado a la historia con argumentos de peso acerca de esas "realidades bastante evidentes", máxime cuando éste, con cierta seguridad, se ha quedado además preguntándose si González Ferrín es finalmente un españolista a lo Olagüe o un andalucista a lo Pimentel (cosa que ya de por sí suena peregrina). Yo opino que en este terreno de las intenciones hay que ser prudente, y si uno sospecha pero no puede demostrar o argumentar más allá del "qué podría ser si no", conviene no afirmar taxativamente, so pena de caer, en cierto modo, en parte de lo que se critica. Si se quiere interpretar esta opinión como un intento de dispensar en algo a Emilio, se es libre de hacerlo, pero como intención casa bastante mal con la actitud que se ha mantenido hasta ahora hacia su deriva.
Gustavo Bueno Ortiz.

Cesar Bermúdez dijo...

A la luz de las escasas críticas que ha suscitado en el mismo la apología académica del
negacionismo, el arabismo profesional dista mucho de parecer "sumamente inquieto" ante ésas u otras pamplinas... Puestos a rasgarse las vestiduras, habría que comenzar por una evidencia mayor, muchísimo más grave y que no se hace más que denunciar en foros y es que hay mucho "profesional del arabismo", bastantes más de los que el gran público podría imaginar, que, por no saber, no sabe ni árabe. Ante eso, que un arabista confunda (o quiera confundir)gramaticalización con arabización o se saque de la manga un sustrato púnico, como tanto se ha hecho en Malta para obviar el origen de su lengua nacional, no es cosa, afortunadamente, que sólo otro arabista pueda descubrir y denunciar, como muy bien se ha demostrado.
No hay negacionista ni grande ni pequeño, que pueda pasar por historiador, pero sí los hay que pueden pasar por arabistas, porque, en mi opinión, el arabismo no es realmente una disciplina, lo es la lingüística, la filología, etc., y al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española me remito.
Cesar Bermúdez.

Salvador Checa Burgos dijo...

En respuesta a Carlos Caro Molina tengo que decirle que al filósofo Averroes no le falta una estatua en Córdoba, como dice el autor del comentario anterior; pues en la calle Cairuán se alza una estatua sedente del filósofo musulmán, obra del escultor madrileño Pablo Yusti, erigida en 1967. De Santo Tomás de Aquino creemos que no existen ninguna estatua, y si nos equivocamos que nos corrijan los lectores cordobeses que tengamos.

Salvador Checa Burgos.

Francisco Javier Ordóñez Lozano dijo...

Hay estudios que han puesto de manifiesto el enorme esfuerzo de elaboración y exégesis que implicó, en todo el orbe islámico, a círculos de estudiosos sin que su tarea fuera controlada por una institución que centralizara esos estudios, algo así equivalente a la labor apostólica que la Iglesia del mundo medieval cristiano realizó. Los «ulemas», desarrollaron toda una serie de saberes islámicos y se arrogaron la correcta interpretación de la ley.
La Unión Internacional de Ulemas con ocasión de la visita del Papa Benedicto XVI al Líbano en octubre de 2012, se manifestó en el sentido de que: "El Papa debe pedir perdón a los musulmanes" por la Reconquista española. El grupo de ulemas, que dice representar al islam moderado, arremetió contra el Papa por animar a los cristianos de Oriente Medio.
La Unión Internacional de Estudiosos Musulmanes, agrupación que engloba a los ulemas, atacó duramente al Papa en su último comunicado y todo ello a pesar de que ellos mismos se identifican como el islam moderado.
Tal y como informa The Middle East Media Research Institute y recoge Juanjo Romero en Infocatólica, este grupo de ulemas ha exigido al Papa que pida perdón a los musulmanes como ya habría hecho la Iglesia Católica con los judíos.
Este comunicado se fraguó tras la visita del anterior Papa Benedicto XVI al Líbano, país con una importante comunidad cristiana y viaje centrado en la firma de la Exhortación Apostólica del Sínodo de los Obispos de Oriente Medio.
Francisco Javier Ordóñez Lozano.

José Miguel Jiménez Vaca dijo...

Todas las cuestiones referidas, aunque para nosotros estén hoy carentes de importancia, tenían una enorme importancia a la altura de las primeras décadas del siglo IX, justo en el momento en el que se estaba produciendo en al-Andalus la gran reorganización administrativa inspirada por el emir Abde-rrahmán II. Las opiniones de los ulemas andalusíes eran para ello fundamentales, dado que otorgaban la legitimidad política y jurídica que esas reformas necesitaban.
Tales opiniones, sin embargo, en absoluto podían ser originales, por la sencilla razón de que en al-Andalus no existía por entonces una tradición jurídica propia: los ulemas andalusíes eran por ello deudores de una elaboración que tenía a Egipto como uno de sus principales centros, como se ponía de manifiesto en el hecho de que fueran muchos los que llevaban a cabo viajes en pos del conocimiento existente en ese país y otros del Próximo Oriente. No es nada extraño, por lo tanto, que ‘Abd al-Malik Ibn Habib cite a sus maestros egipcios como autoridades de las que dice tomar sus relatos sobre la conquista del año 711. Su principal interés no era informar a los historiadores del siglo XXI de lo ocurrido en el 711, sino componer una visión histórica que diera sentido al dominio que ejercía la dinastía omeya a la cual servía. El tenor de sus relatos, por lo demás, no dejaba lugar a dudas: al-Andalus había sido conquistada «por la fuerza de las armas» y los conquistadores habían obtenido cantidades fabulosas de botín. Los únicos territorios que se habían rendido por capitulación eran los del norte, englobados en los Reinos cristianos, que en pleno siglo IX estaban ya consolidados, pero que los gobernantes de Córdoba consideraban como propios y sometidos por medio de pactos. Una visión así respondía exactamente a los intereses de los emires omeyas de Córdoba, que podían justificar así su dominio eminente sobre al-Andalus, como defensores de los intereses de la umma a la que, en derecho, pertenecía el territorio conquistado por la fuerza de las armas.
José Miguel Jiménez Vaca.

Esperanza López de la Cruz dijo...

No sé muy bien qué es lo que se oculta detrás de la tesis del supuesto origen europeo de la idea de Reconquista. Cuando comienzan a difundirse las ideas de Cruzada, la de Barbastro ( 1064 ) sería el primer atisbo de la Cruzada predicada por Urbano II treinta años más tarde, y cuando Cluny irrumpe en el panorama monástico peninsular, la idea de Reconquista era ya algo sólidamente asentado tanto en la ideología como en la práctica política. Por ello, puestos a buscar precedentes, habría que decir que fue precisamente la experiencia hispánica la que inspiró la idea de la Cruzada (Cf. Eloy Benito Ruano, «Santiago, Calatrava y Antioquia», Anuario de Estudios Medievales, I, 1964, 349 ss.). En cualquier caso, es evidente que a partir de los finales del siglo XI, la idea de Reconquista se vio afectada por la difusión de la idea de Cruzada, y está claro que, por lo menos en el plano de las grandes declaraciones, desde entonces y en momentos especialmente graves, el enfrentamiento tradicional con el mundo andalusí se tiñó también de connotaciones religioso-ideológicas.
Esperanza López de la Cruz.

Raquel Sánchez Montoya dijo...

La primitiva elaboración cronística que aparece sobre la conquista de al-Andalus en las fuentes árabes de la época omeya estuvo, pues, siempre supeditada a los intereses de esa dinastía. Para cualquiera que conozca esas fuentes resulta evidente que los omeyas fueron capaces de imponer un discurso histórico muy férreo. Es evidente que la conquista debió de dar lugar a infinidad de relatos y anécdotas, pero todas estas historias apenas pudieron encontrar el camino de los textos cronísticos llegados hasta nosotros.
En los círculos palatinos omeyas, los aspectos que interesaban sobre la conquista eran muy limitados y fueron esos aspectos los que finalmente acabaron siendo historiados en las composiciones llegadas hasta nosotros. Casi cien años después de la muerte de ‘Abd al-Malik Ibn Habib, su relato de la conquista fue reproducido a grandes rasgos por Ahmad al-Razi, un cronista que, en pleno siglo X, trabajaba también en los círculos palatinos en otro gran momento de afirmación del poder de la dinastía omeya, justo cuando Abderrahman III había decidido adoptar el título califal (929). El hecho de que este autor escribiera una obra histórica sobre
al-Andalus desde sus más lejanos orígenes hasta la época que le había tocado vivir, da idea de nuevo de la importancia y escasez de las grandes tareas historiográficas: una obra tan ambiciosa no se había escrito en la Península Ibérica desde los tiempos de Isidoro de Sevilla, y no volvería a hacerse como proyecto palatino hasta la época de Alfonso X el Sabio, en pleno siglo
XIII. Una de las raras excepciones a ese discurso oficial omeya que permea todo cuanto conocemos sobre la historia de al-Andalus en sus tres primeros siglos es obra de un autor llamado Ibn al-Qutiyya. Este autor decía ser descendiente del rey visigodo Vitiza a través de una nieta de este monarca, Sara, casada con un miembro del ejército conquistador. Los descendientes de esta unión se habían establecido en Sevilla, ciudad de la que era originario nuestro autor. La historia de la conquista trazada por Ibn al-Qutiyya tiene unos caracteres muy peculiares. Frente a relatos de ejércitos y campañas militares, el sevillano hace hincapié en los pactos que sus ancestros, los hijos de Vitiza, habían establecido con los conquistadores, pactos que les habían asegurado el disfrute de posesiones muy extensas.
Raquel Sánchez Montoya.

Juan Rafael Guerrero Carvallo dijo...

Hay que afirmar que la Reconquista no fue una simple manifestación hispánica de la Cruzada. Con ello no se pretende minimizar la importancia del fenómeno cruzado. Pero es preciso tener claro que la cruzada fue, todo lo más, uno de los varios elementos, importantísimo en ocasiones, que influyeron sobre la idea y la realidad de la reconquista; un elemento que en sí mismo no era necesario para justificar la guerra contra el moro. (Cf. M. González Jiménez, «La idea y práctica de la cruzada en la España medieval: Las cruzadas de Alfonso X», V Jornadas Nacionales de Historia Militar: El Mediterráneo: hechos de relevancia histórico-militar y sus repercusiones en España, Sevilla, 1997, 171 ss.)
Hace años, Karl Erdmann, sorprendido por la complejidad de las relaciones entre cristianos y musulmanes en la época de las cruzadas, afirmó, que la reconquista fue «uma guerra profana e se combatia pelo dominio do território contestável. Lutava-se para defender a casa e o lar como o intuito de alargas as fronteiras». Y concluía afirmando que «nao nos é permitido imaginar que as guerras dos cavaleiros ibéricos fossern concebidas como serviço religioso e levadas a efeito corn a intençao de cruzadas» (Karl Erdmann, A Ideia de Cruzada em Portugal, Coimbra, 1940,5.) Ver los comentarios de Torcuato O. Souza Soares, «Crítica a ideia de Cruzada em Portugal de C. Erdman», en Revista Portuguesa de História, l, 1941,305-311.)
Un cordial saludo.
Juan Rafael Guerrero Carvallo.

Raimundo Nájera Lujan dijo...

No creo en la inocencia del negacionismo, se trata de un fraude basado en la tergiversación consciente de los testimonios históricos. Quienes lo promueven en la actualidad desde el mundo académico lo saben, pero les compensa hacerlo porque, adoptando la cómoda posición de víctimas perseguidas por la “historia oficial”, encuentran cálida acogida en determinados medios.
A mi juicio y a juicio de otros muchos, se echa en falta una reacción firme y clara desde el arabismo profesional hacia un aspecto concreto, las barbaridades de los negacionistas en relación con una cuestión tan importante como la arabización de la Península a partir de 711. Me parece muy serio que esos disparates se hayan publicado en revistas académicas de referencia dentro de la disciplina en España.
Raimundo Nájera Lujan.

Esther Luna Vázquez dijo...

Podemos estar bastante seguros de estar aquí ante la versión de los hechos de las gentes que habían protagonizado la conquista. Gentes que no se encontraban a gusto con la visión de que al-Andalus había sido botín indivisible y que, por el contrario, pretendían hacer valer los derechos adquiridos por sus ancestros, derechos que se habían basado en los pactos con la antigua aristocracia indígena.
En la época en la que vivía Ibn al-Qutiyya, en la segunda mitad del siglo X, la cuestión de la conquista de al-Andalus seguía suscitando, por lo tanto, un considerable interés. Es muy posible que ello se deba a que la época de los califas omeyas no era tan monolítica como hemos venido pensando hasta ahora: los intereses eran dispares y los argumentos a favor y en contra de determinadas posturas debían de ser muy complejos. El fin del Califato trajo consigo un total desinterés por nuevas aportaciones en torno a este tema: ciertamente, en las obras históricas se siguió incluyendo el capítulo sobre la conquista, pero en ellas ya sólo se recopilaba a autores como ‘Abd al-Malik Ibn Habib o a los cronistas de la época califal. No se producen, por lo tanto, testimonios nuevos en torno a un episodio que seguirá dando que hablar a lo largo de los siglos siguientes, pero sobre el cual ya nadie contaba con visiones originales. ¿Es posible entonces hacer una interpretación histórica coherente de lo que ocurrió en el año 711 con estos materiales? La respuesta a este interrogante, en mi opinión, debe ser afirmativa.

Esther Luna Vázquez.

Sonia Pérez Garzón dijo...

No puede entenderse la conquista de al-Andalus sin tener en cuenta la expansión árabe producida tras la muerte del profeta Mahoma (632). La conjunción entre el mensaje de salvación predicado por éste, el potencial militar de unas tribus con una fuerte jerarquización interna y la dirección de una élite fuertemente cohesionada en torno al mensaje salvacional y a la solidaridad de los vínculos de parentesco fueron elementos decisivos que ayudan a explicar esa gran expansión. Contrariamente a lo que suele pensarse, las grandes conquistas árabes en el
Próximo Oriente no se desarrollaron de una forma anárquica y poco organizada: cuanto mejor las conocemos, más claro resulta que tuvieron siempre una dirección política muy efectiva y que estuvieron siempre muy bien planificadas. Ello explica en parte tanto su gran éxito, como lo fuertemente centralizado que pasó a estar el gran Imperio que surgió de ellas.
Entre las expansiones militares que ha conocido la historia, la de los árabes tiene mucho más en común con otras protagonizadas por grandes Imperios que con las que tienen como actores principales grandes grupos tribales.

Sonia Pérez Garzón.

Sergio Callejas Escobar dijo...

Las conquistas árabes se vieron muy favorecidas, además, por el frágil carácter que tenían las formaciones políticas con las que se enfrentaron los ejércitos árabes. A la altura de la segunda mitad del siglo VII, los dos grandes Imperios que dominaban en el Próximo Oriente, el bizantino y el sasánida, carecían de la cohesión y de la densa articulación que había ostentado el antiguo Imperio romano. La fuerte urbanización de ese Imperio, caracterizada por la existencia de núcleos de pequeño, medio y gran tamaño, había dejado paso a un mundo más ruralizado en el que muchas de esas ciudades antiguas se encontraban en franco declive.
La consecuencia de estas nuevas situaciones pronto se hizo muy patente: obtener el control de las principales urbes que habían sobrevivido permitía obtener el control de unos territorios muy extensos. Esta llamativa fragilidad de Reinos e Imperios se manifestaba también en el hecho de que una sola batalla campal podía decidir su suerte. Esto es algo que puede comprobarse en casos históricos anteriores a las conquistas árabes. Así, por ejemplo, el Reino visigodo de Tolosa había dejado de existir tras la derrota ante los francos en Vouillé (507), mientras que en el 533-534 al Imperio bizantino le había bastado una sola campaña para acabar con el Reino vándalo del norte de África.
Sergio Callejas Escobar.

Amalia de la Fuente Peñas dijo...

Cuando se conquista To1edo circulaban ampliamente formulaciones teóricas inequívocas de un proyecto que se había ido adaptando en cada momento a las circunstancias históricas. Primero fue la resistencia, luego la colonización y, por último, la conquista y la repoblación sistemáticas y programadas. En cualquier caso, a mediados del siglo XI la ideología de la reconquista estaba ya sólidamente asentada y hasta era conocida por los propios musulmanes. Abd Allah, el último rey de taifa granadino, nos ha transmitido esta opinión, oída a un personaje político muy significado de la época. En sus Memorias, refiere que Sisnando, el gobernador mozárabe de Coimbra y, posteriormente, de To1edo, le dijo de viva voz lo siguiente:
“Al-Andalus pertenecía a los cristianos hasta que fueron vencidos por los árabes, que los obligaron a refugiarse en Galicia, la región más desfavorecida por la naturaleza. Pero ahora, que es posible, desean recuperar lo que les fue tomado por la fuerza. Para que los resultados sean definitivos, es necesario delitirlos y desgastarlos con el transcurso del tiempo. Cuando no tengan dinero ni soldados, nos apoderaremos del país sin esfuerzo” (Texto tomado El siglo XI en 1ª persona. Las «Memorias» de Abd Allah, último Rey Zirí de Granada destronado por los Almorávides (1090), traducidas, con Introducción y notas por E. Leví-Provençal (pb.1936) y Emilio García Gómez (Madrid, Alianza Editorial, 1980), 158-159. En parecidos términos se expresaba en 1147 el arzobispo de Braga en un discurso dirigido a los moros de Lisboa:
«Vos ex mauris et moabitis Lusitaniae regnum regi vestro et nostro fraudulenter subripuistis. Urbium et vicorum et ecclesiarum desolationes innumerae ab iIIo tempore usque in praesens et factae sunt et per dies fiunt [...] Civitates nostras et terrarum possessiones injuste retinetis jam annis CCC et eo amplius LVIII [sic] ante vos a christianis habitas». (Tomado de expuganitione Olisiponis A.D. MCXLVII, en A. Herculano, Portvgaliae Monvmenta Historica. Scriptores, vol. I, 398ª.)
Un amistoso saludo.
Amalia de la Fuente Peñas.

Luis Felipe Cabezas Alarcón dijo...

El negacionismo es también un fraude, una tergiversación deliberada y, por tanto, en absoluto inocente. De eso no me cabe duda. En lo que discordamos es en el tratamiento de lo que para algunos son sospechas, legítimas y fundadas, pero no evidencias. La objeción, en cualquier caso, no es gratuita ni, como ya he dicho, un cable que se le pueda tender a Emilio González Ferrín: probablemente es mucho pedirle, pero, puesto que realmente no queda muy claro al final qué proyecto ideológico puede ser el suyo, la cuestión de los móviles, tanto de los ideológicos como de los prosaicos, porque de ambos podría haber, todo esto bien requería en mi opinión un aplazamiento, o algo más de detalle.
También se echa en falta esa "reacción firme y clara desde el arabismo profesional", pero no es la primera ni la más necesaria que cabría esperar y no se produce. "Perro", dice el refrán, "no come perro", y en el gremio, por lo que se puede observar, si se tarasca a alguien es por querellas personales más que profesionales, y cuando es por lo segundo se malinterpreta adrede para desautorizar la crítica. Pero es que, además, la única entidad que aspira a representar a los arabistas españoles, la SEEA, se encuentra entre esos "foros académicos" que, como bien se decía, acogen a Emilio González Ferrín (aunque se duda que haya socio alguno que comparta sus ideas).
Luis Felipe Cabezas Alarcón.

Cristina Peña Miralles dijo...

Las formaciones que habían sucedido a la ruina del Imperio romano fueron siempre muy frágiles y una derrota grave de sus ejércitos —por lo general, sus únicos ejércitos— comprometían toda su estructura política y el dominio de los territorios. Poco antes de que se iniciara la expansión árabe, en los diez años escasos que median entre el año 611 y el 621, el Imperio sasánida había conseguido conquistar, frente a sus archirrivales bizantinos, los territorios de Egipto, Siria y parte de Anatolia. Era un anticipo de lo que estaba por llegar y una clara demostración de que el desmoronamiento imperial era mucho más fácil de lo que anunciaba su esplendorosa fachada: unas pocas derrotas de los ejércitos imperiales, la ocupación de las principales ciudades y la instauración de una nueva administración en colaboración con las élites locales fue todo lo que necesitaron los conquistadores árabes para instaurar un dominio que inicialmente pareció siempre frágil pero que, en muy poco tiempo, acabó consolidándose de manera generalizada. La geoestratégica de los mapas políticos de los siglos VII y VIII no puede, por lo tanto, leerse nunca con los parámetros actuales: sólo en esta época la ocupación de ciudades como Jerusalén, Antioquia o Alejandría aseguraba el control de unos centros administrativos y políticos para los cuales no existía alternativa alguna.
En los años finales de la década de los cuarenta del siglo VII las grandes conquistas árabes se encontraron, sin embargo, con un freno inesperado en los territorios del norte de África.
Es interesante comprobar que, de nuevo, los ejércitos bizantinos que ocupaban esta zona no ofrecieron mayor resistencia, mientras que, en cambio, las zonas marcadas por un poblamiento berebere de carácter tribal presentaron una resistencia feroz que los ejércitos árabes tardaron casi seis décadas en doblegar.
Cristina Peña Miralles.

Ángel Castilla Medina dijo...

La conquista de al-Andalus no puede explicarse tampoco si no se tiene en cuenta el hecho de que el final de la resistencia berebere sólo se produjo cuando se alcanzaron una serie de pactos que permitieron la incorporación de un considerable número de soldados bereberes dentro de los ejércitos árabes en calidad de tropas auxiliares. Fueron esas tropas las que constituyeron la vanguardia que penetró en la Península Ibérica y las que permitieron obtener una supremacía militar frente a la administración de un Reino como el visigodo, que atravesaba en ese momento una profunda crisis.
La conquista de Hispania volvió a reproducir el mismo modelo que ya se había producido en el Próximo Oriente: una batalla decisiva (Guadalete), que provocó la desbandada del ejército del rey y llevó a que las ciudades principales (Córdoba, Sevilla, Mérida y Toledo) quedaran abandonadas a su propia suerte.
La ocupación de esas ciudades se produjo tras una resistencia más o menos encarnizada, pero al final fue la connivencia con las élites locales lo que permitió franquear sus murallas a los jefes militares del ejército conquistador. Ello aseguró el estrangulamiento de la administración del Reino visigodo, que descansaba en el control de esas urbes con un fuerte apoyo en la figura de los obispos, que eran los que, sin duda alguna, habían llegado a constituir la médula política del Reino en sus últimos tiempos.
Ángel Castilla Medina.

Pedro Vicente Ibáñez dijo...

Los pactos entre invasores e invadidos fueron en este sentido un componente esencial para la ocupación del Reino. No hay ninguna duda de que, en muchos casos, se vieron acompañados de alianzas matrimoniales que unieron a miembros del ejército conquistador con mujeres de la aristocracia indígena. El caso de Sara, citado en otro comentario, no es en absoluto aislado: el matrimonio de ‘Abd al-‘Aziz Ibn Musa con la viuda de Rodrigo, el de una hija de Teodomiro, un aristócrata establecido en el sudeste, con un miembro del ejército conquistador, el de un caudillo militar berebere llamado Munuza con la hija del dux Eudes de Aquitania o, incluso, el matrimonio frustrado de la propia hermana de Pelayo, el fundador del Reino de Asturias, con el gobernador árabe en Gijón dan todos ellos fe de una tendencia que posiblemente estuvo muy extendida, como dan fe textos eclesiásticos como una carta del papa Adriano quien, a finales de ese mismo siglo VIII, se lamentaba de que en Hispania eran muchos los que daban a sus hijas en matrimonio al pueblo gentil.
En todos estos casos, el resultado era siempre la integración de esas mujeres en los linajes fuertemente agnaticios de los conquistadores, lo que dio lugar a que, con el paso del tiempo, esos linajes árabes o bereberes hubieran consolidado su presencia sin perder por ello un ápice de su identidad.
Pedro Vicente Ibáñez.

Mari-Ángeles Sánchez Ruiz dijo...

Hay evidencias suficientes que muestran que una parte importante de la aristocracia ya no vivía en las ciudades, ni siquiera en los territorios cercanos a ellas. Sus moradas y residencias se encontraban en zonas rurales en las que comenzaban a emerger elementos tan característicos como algunas iglesias dotadas de cierta monumentalidad, de las cuales hay buen número de testimonios. Al igual que había ocurrido en otras ocasiones, a los conquistadores les resultó mucho más difícil someter tanto a esta aristocracia, como a las zonas en las que se había hecho fuerte. La ocupación final de estas zonas rurales fue resultado también de pactos que, sin embargo, tuvieron un carácter presumiblemente más ventajoso para los indígenas. La prueba de ello es que, siglo y medio después de la conquista, los descendientes de estos indígenas seguían manteniendo sus dominios en las zonas rurales.
Muchos de ellos se convirtieron al Islam y con toda seguridad se arabizaron, pero siguieron manteniendo la identidad que les marcaba como descendientes de indígenas que habían pactado con los conquistadores en el momento de la conquista. En el último cuarto del siglo IX muchos de estos linajes entraron en rebeliones violentas frente a la autoridad de los omeyas de Córdoba, como consecuencia de las crecientes imposiciones fiscales de éstos y de la aparición de dinámicas sociales abiertamente opuestas a sus intereses. Los escritores afectos a la dinastía omeya pasaron entonces a designarles con el apelativo de muwalladúnque, con toda probabilidad, tenía un carácter despectivo.
Mari-Ángeles Sánchez Ruiz.

José Antonio Rodríguez Manzano dijo...

Hubo con respecto a la realidad y el concepto de reconquista mucho de imaginario es cierto; pero hubo también reconquista. La hubo a partir de una ideología fraguada en fechas no muy alejadas de la conquista y «destrucción» de España por los árabes. Naturalmente, la ideología de la reconquista fue madurando y perfeccionándose con el paso del tiempo. Pero ya existía a fines del siglo IX, cuando se escriben las Crónicas Asturianas del ciclo de Alfonso III. No eran elucubraciones de clérigos visionarios o de nostálgicos, que añoraban, idealizándolo, el pasado visigodo. Si así hubiese sido, sus ideas habrían quedado simplemente registradas en los códices, y no hubiesen sido otra cosa más que meras elucubraciones. No fue así. El neogoticismo que existió y que, como concepto, tampoco es un invento de los historiadores modernos, dio sentido a estas ideas y las convirtió en lo que en realidad fueron: una ideología pensada para ser llevada a la práctica. Ahora bien, desde la realidad de los hechos, no tiene la menor importancia que algunos o muchos de los elementos sobre los que se construyó esta ideología sean «míticos» o fabulosos, ya que lo cierto es que la sociedad en su conjunto acabó aceptando estas ideas y aplicándolas a lo largo de buena parte de la Edad Media, hasta la guerra final de Granada. Y es que a una ideología se le pide no que sea verdadera o falsa, sino que sea operativa. Y, sin duda, la ideología de la reconquista lo fue en grado sumo.
José Antonio Rodríguez Manzano.

Lázaro Garrido Palma dijo...

La ocupación de las principales ciudades, los pactos con diversos elementos de la aristocracia indígena, la rápida sustitución de la antigua administración visigoda o, en fin, el paulatino despliegue de los conquistadores por todo el territorio dieron a la conquista un carácter permanente que no hizo más que intensificarse conforme avanzaba el tiempo. Esta dimensión temporal es otro de los factores que suelen olvidarse muy a menudo en relación con la conquista árabe: los cien años transcurridos entre el 711 y el 811, por ejemplo, parecen escasos desde la perspectiva contemporánea, de hecho, no es raro que incluso haya historiadores que saltan de un momento al otro con graciosa inconsciencia; pero en términos reales, ese lapso de tiempo supuso la sucesión de varias generaciones en las que precipitaron muchos elementos que inicialmente se encontraban de forma embrionaria, pero que sólo adquirieron cuerpo con el paso del tiempo. Muchos elementos que nosotros analizamos aparecen sólo en lo que es esa configuración final que acabaron adquiriendo. Tal configuración no estaba ni mucho menos prevista en los momentos iniciales.
Lázaro Garrido Palma.

Mario Pérez Porcel dijo...

Si volvemos a la idea de las tres grandes conquistas históricas que ha sufrido la Península Ibérica, ¿con cuál de las otras dos podría compararse la conquista árabe del 711? Sin ningún género de dudas, con la conquista romana. Naturalmente, con esto no pretendo decir que ambas conquistas sean equiparables: su desarrollo, sus circunstancias o las condiciones concretas a las que dieron lugar una y otra no tienen nada que ver. Pero sí que son ciertamente comparables los elementos y efectos que las rodearon: en ambos casos se trató de conquistas militares realizadas por tropas al servicio de un Imperio; en ambos casos se produjo un sometimiento a una metrópoli lejana, durante un corto espacio de tiempo en el caso de la conquista del siglo VIII; en ambos casos la conquista puso en marcha unos complejos procesos sociales e ideológicos que dieron lugar a la asimilación de las poblaciones indígenas en los marcos propuestos por los conquistadores; y en ambos casos, en fin, fue la identidad imperial la que acabó prevaleciendo a lo largo de un extenso periodo de tiempo.
Por contra, las invasiones germánicas de la Península no dieron lugar nunca a transformaciones de ese tipo. Es curioso señalar que, en términos absolutos, tales invasiones fueron mucho más numerosas: no se calcula en menos de 120.000 los suevos y visigodos llegados a Hispania. Y, sin embargo, esta gran cantidad de población acabó viéndose asimilada en las estructuras previas de la romanización: estas gentes acabaron hablando latín, viviendo en las ciudades de los conquistados y adquiriendo una romanización que, ciertamente, ya no podía ser la que imperaba en la época clásica, pero que remedaba el gran legado de la Antigüedad.
Mario Pérez Porcel.

Mónica Aguado Mesa dijo...

Soy muy consciente de que lo que hoy entendemos por reconquista desborda con mucho el significado y las implicaciones que solían atribuir a este concepto los historiadores de décadas pasadas. Ello ha sido resultado en buena medida de la atención que desde los años cuarenta se viene prestando al estudio de la repoblación, asociada normalmente a los procesos de conquista. (Cf. E 1947 tuvo lugar en Jaca una reunión de medievalistas, cuyas Actas fueron publicadas bajo el título de La reconquista española y la repoblación del país (Zaragoza, Instituto de Estudios Pirenaicos, 1951). Una puesta al día de todas estas cuestiones referentes a dicha temática puede verse en Actas del Coloquio de la V Asamblea General de la Sociedad Española de Estudios Medievales. La reconquista y repoblación de los reinos hispánicos. Estado de la cuestión de los últimos cuarenta años (Zaragoza, Diputación General de Aragón; 1988 Ed. Isabel Falcón. Unos años antes J .A. García de Cortázar había coordinado un libro titulado Organización social del espacio. La Corona de Castilla en los siglos VIII- XV (Barcelona, Ed. Ariel, 1985), y a las transformaciones políticas sociales y económicas a las que dio paso el proceso conquistador y repoblador (Cf. Salvador de Moxó, Repoblación y sociedad en la España cristiana medieval (Madrid, Ediciones Rialp, S.A., 1979). . Y es que no podemos ignorar, sino todo lo contrario, que los móviles económicos pesaron mucho, desde antiguo, en el ánimo de «una sociedad organizada para la guerra» (E. Lourie) para la cual la reconquista significaba también botín, tierras y mejora social. De esta forma el factor ideológico del que nos hemos ocupado es uno más, sin duda alguna, fundamental entre otros factores que deben ser tenidos en cuenta por el historiador de hoy.
Mónica Aguado Mesa.

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