PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 8 de octubre de 2012

HIGUERA DE ARJONA Y LA BATALLA DE BAILEN

Nuestro pueblo y la batalla de Bailén:

Improvisado campamento en Higuereta (Higuera de Arjona) de la Segunda División del Ejército español que participó en la Batalla de Bailén en 1808.
En este documento detallaremos especialmente referencias de los personajes relacionados con Higuera de Arjona con ocasión de la Batalla de Bailen: por una parte al Comandante general, mariscal de campo D. Teodoro Reding que de paso por Higuereta (Higuera de Arjona) hacia Menjívar, se aprovisionó de cebada y paja para su caballería formada por 817 caballos. El General Reding, español de origen suizo-alemán, era responsable de la Primera División, formada por 9,436 hombres, 817 caballos, dos compañías de Zapadores y diez piezas de artillería, teniendo como segundo comandante, al brigadier D. Francisco Venegas y jefe del Estado Mayor, brigadier D. Federico Abadía.

Foto del General Reding

Teodoro Reding (alemán: Theodor von Reding; Schwyz, Suiza, 5 de julio de 1755 – Tarragona, España, 23 de abril de 1809) fue un general suizo al servicio de España, héroe de la Guerra del Rosellón. Fue gobernador de Málaga (1806–1808). General al mando de las tropas españolas en la batalla de Bailén y verdadero artífice de la primera victoria sobre las tropas imperiales de Napoleón. Destinado posteriormente al frente de Cataluña, intentó reorganizar sus fuerzas al asumir el mando supremo, sustituyendo al general Vives, y consiguió disponer de unos 30.000 hombres, pero fue derrotado por Gouvion Saint-Cyr cerca de Valls.
Reding resultó gravemente herido y fue llevado a Tarragona, donde murió dos meses después a causa de una infección, el 23 de abril de 1809. Fue la primera persona enterrada en el Cementerio de Tarragona.



La plaza General Reding de Bailén (Jaén) volvió a ser el centro de un emotivo homenaje al militar suizo cumpliéndose un nuevo aniversario de su fallecimiento. Tuvo lugar el 22 de Abril de 2012 con la intervención de las asociaciones de Recreación Histórica de Bailén y Málaga.

Don Antonio Malet, Marqués de Coupigny

De otra parte interesa resaltar el campamento que improviso en Higuereta (Higuera de Arjona) el Marqués de Coupigny al mando de la Segunda División del ejército. Esta Segunda División estaba formada por 7850 hombres, 453 caballos, una compañía de zapadores y seis piezas de artillería. Con el mando del Comandante general, mariscal de campo, marqués de Coupigny; Segundo comandante D. Pedro Grimarest. 
Tenía  el Marqués de Coupigny como ayudante a José San Martín y Matorras, personaje considerado como héroe nacional en Argentina, Chile y Perú, por ser el baluarte de la independencia de estos países, años después de la batalla de Bailen.

En la batalla de Bailén la actuación de Teodoro Redding y del Marqués de Coupigny fue decisiva, hay historiadores que claramente los consideran los auténticos vencedores del ejército francés de Napoleón.
Os preguntaréis como yo mismo hice ¿Qué hacía el Marqués de Coupigny, un francés como comandante general del ejército español que lucho contra los ejércitos imperiales de Napoleón?
La familia del Marqués de Coupigny huyó de Francia en el estallido de la  revolución francesa en 1789, en esa fecha se produjeron las emigraciones de muchos miembros de la nobleza francesa, la familia emigró a Gran Bretaña y de allí pasó a España. Era natural de Arras en la región de Artois, Flandes, ingresó en el ejército español en calidad de noble. La familia procedía del orden de caballeros y fue admitida en los estados de Artois en 1747 para el Señorío de Fouquières-Les-Lens y el 14 de octubre para el Señorío de Noyelles. La familia obtuvo el título de Conde de Henu en agosto de 1722 y el de Marqués de Coupigny en agosto de 1765.

Escudo nobiliario del Marqués de Coupigny

En 1776 Antonio Malet ingresó en el regimiento de Reales Guardias Walonas donde sirvió como cadete, alférez, 2º teniente y 1º teniente con grado de coronel en 1793, hasta llegar en 1794 a Ayudante Mayor y en 1795 a Capitán Provisional. Fue ayudante del Quartel Maestre General del ejército de Cataluña en el período de 1795 -1797. Los ascensos en el ejército continuaron rápidamente en 1795 Brigadier, en 1797 Capitán efectivo, en 1808 Mariscal de Campo y Teniente general ese mismo año, en 1809 Comandante

Uniforme de Teniente general gran gala

El otro personaje famoso que participó en la Batalla de Bailen, como miembro de la Segunda División del ejercito, que igualmente estuvo acampado en Higuera de Arjona; es José Francisco de San Martín y Matorras, figura clave en la independencia de Perú, Argentina y Chile.
Esta es una biografía breve de este personaje:
José Francisco de San Martín y Matorras (Reducción de Yapeyú, Virreinato del Río de la Plata, 25 de febrero de 1778 - Boulogne-sur-Mer, Francia, 17 de agosto de 1850) fue un militar argentino, cuyas campañas fueron decisivas para las independencias de Argentina, Chile y el Perú.

José Francisco de San Martín y Matorras

El 6 de diciembre de 1783, con aún cinco años, y previa estancia en Buenos Aires, viajó a España con su familia, pues su padre había sido destinado a Málaga. Comenzó sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga en 1786. Ingresó posteriormente en el ejército haciendo su carrera militar en el Regimiento de Murcia. Combatió en el norte de África y luego contra la dominación napoleónica de España, participando en las batallas de Bailén y La Albuera.  Su bautismo de fuego se había producido muchos años antes de la batalla de Bailén.

La Medalla de Oro de los Héroes de Bailén, premio militar español, otorgado a San Martín por decreto de la Junta Suprema de Sevilla del 11 de agosto de 1808, en mérito a su acción en esta batalla ganada a los franceses, por la cual también fue ascendido al grado de teniente coronel.

Con 34 años, en 1812, habiendo alcanzado el grado de Teniente Coronel, y tras una escala en Londres, partió a Buenos Aires, donde se le encomendó la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo (que hoy lleva su nombre), el cual logró el triunfo en el Combate de San Lorenzo. Más tarde se le encomendó la jefatura del Ejército del Norte, en reemplazo del General Manuel Belgrano. Entonces concibió su plan de emancipación sudamericana, comprendiendo que el triunfo patriota sólo se consolidaría al eliminar todos los núcleos realistas en el continente.
Nombrado gobernador de Cuyo, con sede en la ciudad de Mendoza puso en marcha su proyecto: tras organizar al Ejército de los Andes cruzó con el mismo la cordillera del mismo nombre y lideró la liberación de Chile, en las batallas de Chacabuco y Maipú. Utilizando a una flota organizada en Chile, atacó el centro del poder español en Sudamérica, la ciudad de Lima, declarando la independencia del Perú en 1821.

Acta de la Independencia de Perú

Poco después se encontró en Guayaquil con Simón Bolívar, y tras una breve entrevista le cedió su ejército y la meta de finalizar la liberación del Perú. San Martín partió hacia Europa, donde murió el 17 de agosto de 1850.

Firma del General San Martín


Monumento al General San Martín en Buenos Aires


San Martín y Bolívar son considerados los dos libertadores más importantes de Sudamérica de la colonización española. En la Argentina se lo reconoce como el padre de la Patria y se lo valora como el principal héroe y prócer nacional. En el Perú se lo reconoce como libertador del país, con los títulos de «Fundador de la Libertad del Perú», «Fundador de la República» y «Generalísimo de las Armas». El Ejército de Chile le reconoce el grado de Capitán General.
 El grupo del ejercito español de Andalucía, formado por antiguos cuerpos militares regulares, al que se añadieron reclutas de las Juntas Provinciales de Defensa de Andalucía, estuvo en Higuera de Arjona en los prolegómenos de la Batalla de Bailen en 1808.
Tras una breve referencia biográfica de estos personajes pasaremos a describir la batalla en dos vías; una a través de un relato novelado de Pérez Reverte y otro propiamente histórico con descripción pormenorizada de toda la fase anterior a la gran batalla de Bailen y detallado plan de movimiento de los ejércitos en la Batalla de Bailen.


Arturo Pérez-Reverte, publicó en El País de fecha 6 de Abril de 2008 el siguiente texto novelado en el que igualmente se recogen las referencias al Marqués de Coupigny y refiere también de un joven ayudante del mismo Marqués, llamado San Martín, que  participó en la batalla de Bailén y después llevaría a cabo la Independencia de Territorios hispanoamericanos como Perú, Argentina y Chile.
Respetamos el texto integro que va entrecomillado 
“Madre que lo parió, es un plan muy peligroso, pensó el flamante ayudante del marqués de Coupigny. Aunque, claro está, se cuidó muy bien de no decir una palabra. El marqués le había permitido, en reemplazo temporario de otro de sus adláteres, pasarse un rato en el campo oval que forman, detrás de la mesa de los generales, sus hombres más experimentados. San Martín estuvo dos horas detrás de Coupigny mientras éste debatía con el estado mayor, y sobre todo con el gran general Castaños, la estrategia para derrotar a los franceses. Estaban celebrando consejo de guerra en la casa de una familia tradicional de Porcuna, y se mencionaba una y otra vez el nombre del diablo: Pierre Dupont de I'Etang.
Dupont era un aristócrata que había presenciado la toma de la Bastilla, había hecho carrera en la Legión Extranjera, acababa de ser nombrado conde por Napoleón y lo esperaba en París el bastón de mariscal si aplastaba la rebelión militar en Andalucía. Había entrado en Córdoba y había permitido que sus hombres la saquearan durante nueve días de horror y pesadilla, donde los gabachos arremetieron contra iglesias, conventos y casas, asesinaron vecinos, degollaron niños, violaron monjas, y se robaron dinero, joyas, imágenes religiosas, alimentos, vehículos y caballos. Después, al abandonar Córdoba, tuvieron que avanzar muy lentamente por el botín que llevaban: siete kilómetros de carros.
A Castaños y a Dupont les tocaba jugar el ajedrez de la guerra en aquel caluroso junio de 1808, y los demás serían sólo piezas sacrificables del pavoroso tablero. El plan del general Castaños era arriesgado e imprudente. Había que cruzar el Guadalquivir con dos divisiones, reorganizar las tropas en Bailén y avanzar hacia Andujar para caerle al enemigo por la espalda. Mientras tanto, él mismo fijaría a Dupont en Andujar y lo acosaría para hacerle creer que el ataque principal vendría por el frente. No sabemos siquiera cuánta tropa tienen los franchutes -se decía San Martín a sí mismo-. Y tenemos una marcha de 40 kilómetros en paralelo al flanco izquierdo del ejército de Dupont. Mala cosa.

El marqués de Coupigny fue puesto a la cabeza de la II División, que contaba con más de 7.000 hombres y que tenía por objeto tomar posición inmediata de un punto cercano a Villanueva de la Reina, el poblado donde estaban instaladas algunas tropas estratégicas del ejército francés. El capitán ayudante iría a su lado, preparado para entrar en acción directa en cuanto se lo mandase. También eran de la partida el subteniente Riera, mucho más atrás, y el húsar Juan de Dios, que cabalgaba con los ojos entrecerrados. El ejército del marqués marchaba al infierno o la gloria en una explosión de color, cada uno con el uniforme del regimiento original al que pertenecía, por terrenos verdes, pródigos y alegres donde reinaba, sin embargo, un silencio de muerte. Coupigny era alto y rubión, casi colorado, y no gastaba mucha saliva. Pero sentía gran estima por su protegido, aunque tal vez presentía que San Martín estaba librando su propia batalla.
Castaños abrió el primer día de operaciones con un fuerte cañoneo de distracción. Y en La Higuereta (Higuera de Arjona), donde improvisaron un campamento, Riera se le acercó a San Martín y le preguntó qué ocurriría. Los dos se pasaban el agua de la caramañola y se escondían de los últimos rayos del sol abrumador. Los correremos de Villanueva, sable en mano -le respondió el capitán en voz muy baja-. No habrá piedad ni miramientos. Riera se encogió de hombros, Ellos no tuvieron ningún miramiento en Córdoba. Y escupió al suelo pensando que su capitán se solidarizaría con su odio. He estado en muchas guerras como para saber que nosotros no somos mejores, pensó, pero no se lo dijo.

El después General San Martín de joven

Al día siguiente, el marqués le ordenó que participara de la ofensiva contra los dos batallones que ocupaban esa pequeña población e impedían el paso (se refiere a Villanueva de la Reina). San Martín se puso en línea, extrajo el sable y se unió a la carga. Cruzó luego el río a los gritos con la caballería ligera, sintió la tétrica respuesta de la fusilería, y de costado notó que derribaban a dos de sus hombres. El chapotear de las aguas del Guadalquivir, el ruido de las herraduras, los alaridos de dolor, las blasfemias en español y las maldiciones en francés, y de repente la orden de retirada del jefe de los gabachos y una persecución sangrienta más allá del río y del camino de Andujar a Madrid. Los jinetes corrían a los soldados imperiales, y San Martín se puso las riendas entre los dientes, se pasó el sable a la mano izquierda, sacó de la funda de arzón una de sus pistolas y descerrajó un tiro a la carrera. Un sargento de las tropas napoleónicas recibió el disparo en la baja espalda, se revolvió sobre su caballo y cayó pesadamente en la huella.
Hubo muchas muertes en esa cabalgada, y en un momento Coupigny ordenó volver grupas y tomar posiciones en la desalojada Villanueva de la Reina. Al regresar, San Martín cruzó miradas con Juan de Dios. El húsar traía en su caballo, como trofeo, un morrión francés. El capitán reconoció en el carácter del cazador que lo había salvado de la muerte los mismos rasgos de algunos camaradas que habían combatido a su lado en África, en Portugal y en los Pirineos. Hombres singulares que combaten con alegría y despreocupación hasta el mismísimo instante final en el que los atraviesa el acero.
La algarabía del triunfo no lo distrajo de los caídos en el río. El capitán desmontó en la orilla y miró los dos cadáveres españoles que sus infantes habían sacado del agua. El subteniente Riera era uno de ellos. Tenía un impresionante orificio de bala en la garganta y los ojos desorbitados e inexpresivos. Reivindicar su honor perdido le había salido muy caro. San Martín se acuclilló a su lado, le despejó el pelo mojado de la cara y le cerró los ojos.
Esa noche apenas pudieron dormir, y a las cinco de la tarde del día siguiente, el marqués observó con sus catalejos cómo otra división de Dupont se retiraba por el camino que bordeaba el cauce, haciendo exhibición de poderío y control del terreno. No me gusta ese desfile -dijo a sus principales espadas-. Los hostigaremos en el flanco y la retaguardia toda la noche.
El héroe de Arjonilla acompañó la operación. La caballería de Borbón y el batallón de Voluntarios de Cataluña cargaron contra la columna francesa y la tuvieron a mal traer durante horas. Los gladiadores de aquellas legiones francesas que no conocían la derrota, aquella tarde mordían el polvo o se entregaban. Al final de la expedición había muchas bajas, sesenta prisioneros y un regalo del cielo. Las tropas de Coupugny habían logrado capturar a un correo del maldito Dupont, y San Martín compartió con su jefe la lectura a viva voz de varias misivas en las que el general gabacho les describía a sus superiores de Madrid su complicada situación militar. El marqués dispuso entonces que se las enviaran a Castaños. Y el jefe máximo ordenó que las cartas fueran traducidas al español, copiadas y repartidas entre la tropa para levantar la moral.
Necesitaremos toda la moral del mundo para derrotar al 'petit caporal, dijo San Martín afeitándose con una navaja. El marqués, que fumaba mirando el horizonte, asintió en silencio. En grave silencio.
Los dos ajedrecistas carecían de información, estaban enojados con sus generales y se cagaban diariamente en todos los dioses del Olimpo. Castaños no podía entender por qué sus dos divisiones no habían cruzado todavía la línea del Guadalquivir y cómo era que tardaban tanto en unificarse, tal como lo habían planeado en el consejo de Porcuna. Para no seguir contrariándolo, la I División cruzó entonces en Menjívar, con el agua a la cintura y las armas sobre la cabeza, y despanzurró durante catorce horas a las fuerzas francesas. La división de Coupigny llegó esa noche y los dos ejércitos se convirtieron finalmente en uno. San Martín vio la enorme cantidad de soldados de ambos bandos que yacían muertos, heridos o terriblemente mutilados en las tiendas de campaña.
El otro ajedrecista, leyendo el parte de aquel encontronazo, montaba en cólera con sus mariscales de campo y daba directivas a los gritos. Sabiendo que le estaban haciendo una encerrona y que su situación era delicada, resolvió en ese mismo momento retroceder hasta Bailén. Pero con muchísimo sigilo, burlando la vigilancia de Castaños.
Dupont esperó hasta la madrugada del 18 de julio y, antes de abandonar Andujar, ordenó taponar silenciosamente el puente sobre el Guadalquivir con carretas y vigas, y dejó apostada allí una unidad de caballería para cubrir las apariencias.
Castaños roncaba en su vivac cuando Dupont partía en puntas de pie hacia Bailén al frente de una columna que ya medía doce kilómetros de largo y en la que se movilizaban nueve mil soldados aptos para la guerra, familias y funcionarios, y carros con trofeos, víveres y enfermos.
El clima se presentaba agobiante, pero las noticias eran aún peores. Cuando el general español fue avisado del ardid de Dupont ya era demasiado tarde. Aunque habituado a la frialdad del soldado profesional, a Castaños le salía espuma por la boca. No podía creer que esto le hubiera sucedido bajo sus propias narices. Armó un revuelo gigantesco y mandó a un grupo de caballería en persecución del convoy francés. Pero el puente bloqueado los retuvo varias horas.
A esa altura nadie estaba demasiado seguro de nada. Ninguno de los bandos en pugna tenía idea sobre las fuerzas y las posiciones de sus enemigos. Era de noche y se había tocado diana en todos los campamentos, pero los generales españoles y franceses tenían miedo por flancos donde no había nada que temer y se confiaban en sitios donde había serio peligro. La luna estaba en su cuarto menguante, y cuando las vanguardias de las dos fuerzas se adivinaron en la oscuridad comenzaron los tiros.
Desde ese momento hasta el final transcurrieron diez horas de sangre y fuego con marchas y contramarchas y asaltos mortales. Coupigny envió a su segundo comandante a destrozar la vanguardia, y hubo escenas rápidas y crueles en las tinieblas de la noche. Los españoles tomaron dos piezas de artillería del enemigo, pero los gabachos contraatacaron a fuerza de bayoneta y las recuperaron.
Cuarenta y cinco mil jinetes, infantes, ingenieros y artilleros luchaban con la sed y con la crueldad. Hubo duelo de cañonazos y cargas y degüellos en todo el frente de combate.
En ese instante, San Martín escuchó que ordenaban atacar a los franceses por los flancos. El Regimiento de Órdenes Militares y los Cazadores de la Guardia Valona bajaron un cerro a toda prisa y cuatrocientos jinetes de Dupont les presentaron batalla. Entre las dos fuerzas existía un profundo barranco que los franchutes tenían que rodear. Los españoles aprovechaban ese desfiladero para dispararles. Tuvieron muchas bajas, pero así y todo lo atravesaron y cargaron contra la infantería española.
El marqués avanzó con dos regimientos, una compañía y un escuadrón. Pero en una carga feroz, los dragones y los coraceros franceses consiguieron diezmar a los jinetes españoles, acabar con decenas de zapadores y lanzarse sobre el Regimiento de Jaén, matar a un coronel y a su ayudante, y apoderarse de una bandera.
Durante esa misma tarde, cuando todo había terminado, San Martín sólo podría recordar cráneos destrozados, espuelas clavadas, bramidos de caballos, disparos y alaridos, y luego el ruido salvador de las piezas de a doce de la batería de la izquierda española que disparaban a mansalva sobre los jinetes franceses y los ponían en fuga.
Dupont realizó distintos asaltos y contraataques ya a la luz plena del día 19 y fue gastando fuerzas y moral mientras subía la temperatura y agobiaba la fatiga. El capitán San Martín, como todos, tenía la boca seca del calor y del miedo. No temía por la vida, sino por el fracaso y la deshonra. Y había momentos en los que creía que estaban ganando y otros en los que pensaba que ya perdían.
A las doce en punto, Dupont armó la línea con todos sus efectivos dispersos, en el centro colocó cuatrocientos marinos de guardia, detrás de ellos dos batallones y a ambos lados cien jinetes de la caballería pesada. Luego recorrió a caballo sus apaleadas filas evocando, en alta voz, las antiguas conquistas del ejército de Napoleón, les mostró la bandera española que habían capturado y les pidió un último esfuerzo. Se colocó a vista de todos al frente de la formación, junto a sus generales, y al ordenar la avanzada gritó: ¡Vive l'Empereur! (...)
Pasado el mediodía, con el ejército desorganizado y abatido, Dupont envió a su ayudante a pedir el alto el fuego y el paso libre a través de Bailén. Se le aceptó lo primero y se le dijo que lo segundo era cosa de Castaños. Su antagonista llegó poco después, cuando la faena estaba cumplida, y al desplegar sus tropas hizo jaque mate y así finalizó de hecho la partida de Bailén. Quedó una división importante que siguió guerreando, pero alguien advirtió a Dupont que si no los disuadía pasarían a cuchillo a toda su tropa. Dupont envió a un oficial con una bandera blanca y los disuadió. (...)
Os entrego esta espada vencedora en cien combates, dijo Pierre Dupont para la Historia y le extendió ceremoniosamente al general Castaños su sable francés. Los dos ajedrecistas de Bailén se miraban a los ojos. Y el capitán ayudante del marqués de Coupigny, en primeras filas, contemplaba atentamente esos protocolos de la rendición. Habían pasado casi tres días desde el fin de los disparos, y las dilaciones habían crispado los nervios de todos los contendientes. (...)
Apenas firmada la capitulación, Coupigny visitó a su ayudante en la tienda de campaña y le confió que lo recomendaría para un ascenso. Brindaron con licor de petaca por el teniente coronel San Martín y por Fernando VII. Que era como brindar por un héroe iluminista de sentimientos contradictorios y, a la vez, por la oscura y enmohecida España de antes. El capitán luchaba internamente con esa paradoja en la plenitud de su carrera. Había comandado la columna del marqués, había participado y opinado en las estrategias, había entrado en combate y había formado parte de muchas acciones heroicas. Tenía muy merecidas la medalla y el cargo, y podía disfrutar de la gloria. Pero algo muy hondo le hacía preguntarse qué clase de patria estaba ayudando a edificar. Y más inconfesable aún, ¿era ésta verdaderamente su patria? –“
La Batalla de Bailén fue una batalla que se produjo en el seno de la Guerra del Francés , durante las Guerras Napoleónicas que supuso la primera derrota del potente ejército napoleónico conocido como la Grande Armée. Tuvo lugar el día 19 de julio de 1808 junto a la ciudad de Bailén, en la provincia de Jaén. Enfrentó al ejército francés que contaba con 21.000 soldados comandados por Antoine Dupont del Etang, el General Dupont, con un ejército español un poco más numeroso (unos 24.000 hombres, entre regulares y milicia) comandados por el General Francisco Javier Castaños. El general Castaños puso a punto su ejército a partir de antiguos cuerpos militares regulares, al que se añadieron reclutas de las Juntas Provinciales de Defensa de Andalucía. Desde el cuartel general de Utrera se dirigió a Sierra Morena para cortar las comunicaciones entre el centro de la península y las tropas francesas desplegadas en Andalucía.
En breve sintesis la historia que después explicaremos en detalle podía ser así:
El general Francisco Javier Castaños, en serie de maniobras un poco temerarias, movió su ejército de día y de noche, cambiando constantemente de dirección, de modo que las tropas francesas no podían estar seguras de sus intenciones. Por su parte, Castaños se mantenía perfectamente informado de los movimientos franceses gracias a la gente del país. Ante esto, Antoine Dupont del Etang envió una parte importante de sus hombres a La Carolina, con la intención de proteger el paso hacia Madrid de un posible ataque, que habría cortado las comunicaciones. De esta manera se había logrado dividir las tropas francesas, una de las condiciones básicas que quería Castaños para entablar batalla con un mínimo de garantías.
El general Dupont, desde Andújar no se atrevió a entablar batalla y fue retrocediendo para enlazar con las tropas francesas comandadas por los generales Dominique Honoré Antoine Vedel y Dufour, que venían como soporte y que estaban casi al límite de Andalucía. De esta manera se desplazó a Bailén el 18 de julio donde se encontraron con el ejército español que salía de la ciudad y allí mismo se llevó a cabo la batalla.
El hecho de que el enfrentamiento tuvo lugar en frente de Bailén pudo ser decisivo para la victoria española: la población local apoyó en todo lo que pudo a sus soldados, la ayuda más importante fue el abastecimiento de agua para los combatientes, ya que era un día de verano y que los cronistas señalan que fue un día caluroso en una región de por sí ya muy calurosa. El agua también sirvió para enfriar los cañones y de esta manera la artillería española fue más efectiva que la francesa, aunque el calentamiento de las piezas era muy común en los dos bandos en lucha.
En el escudo de la ciudad de Bailén figura en lugar destacado un cántaro que se dice que representa a María Bellido; según la tradición esta mujer habría utilizado el cántaro para dar agua a los soldados españoles. Con todo, parece más una personificación simbólica; ya que fue toda la ciudad en su conjunto quien habría dado agua a los soldados y este personaje se habría creado para personalizar el gesto.
Después de varios episodios de violenta lucha con un calor asfixiante, el general Dupont fue derrotado y no pudo recibir ayuda de los hombres que había dejado en La Carolina, ni tampoco los refuerzos del general Vedel. Unos 17.600 soldados franceses se rindieron. Las condiciones de rendición fueron suaves e incluían que las tropas francesas fueran repatriadas a Francia. De todas formas estas condiciones no fueron llevadas a cabo: el general Dupont y sus oficiales fueron liberados y trasladados a Francia, sus hombres fueron deportados a la desolada isla de Cabrera. Cuando se acabó la guerra sólo seguían vivos la mitad de los prisioneros...
Esta derrota de las tropas napoleónicas tuvo graves consecuencias para el esfuerzo bélico francés. La noticia se extendió por toda la península y forzó al rey José I Bonaparte a abandonar Madrid, además de poner en duda que los ejércitos franceses eran invencibles. Napoleón tuvo que venir a España de nuevo con un numeroso ejército para consolidar su dominio.
El ejército francés quedó derrotado y hecho prisionero, en la que fue la primera derrota militar de Napoleón.
Los detalles de la campaña militar y del movimiento de tropas son en detalle los siguientes:
El general Dupont, después de abrirse paso en el puente de Alcolea, había penetrado en Córdoba el 7 de junio, entregándola al saqueo, no se atrevió a proseguir su marcha hacia Cádiz hasta recibir refuerzos, ante la noticia de que se estaba organizando en el campo de San Roque, al arrimo de la plaza de Gibraltar, el ejercito español de Andalucía.
El ejército español no tardó en ponerse en movimiento, estableciéndose algunas fuerzas en Carmona, y el grueso del ejército, a las órdenes de D. Francisco Javier Castaños, en Utrera, cuya villa y alrededores quedaron convertidos en un basto campo de instrucción (Fueron tantos los voluntarios que acudieron al llamamientote la patria que el general Castaños tuvo que mandar a sus casas alrededor de unos 12,000 paisanos, que consideraba inútiles por no querer llevar ningún regimiento que no fuese organizado. Además, aunque abundan las armas  había escasez de vestuario y equipo, supliendo la falta de cartucheras con saquillos de lienzo, que las damas de Utrera confeccionaron), dedicándose allí por lo menos ocho horas diarias a ejercicios doctrinales, con tan buena voluntad y celo por parte de todos, que en la revista pasada el 26 de junio, trece días después de verificada la concentración de Utrera, maniobraron las tropas con gran desenvoltura y aire marcial, aunque no con el aplomo y precisión de las veteranas.
Del contingente que combatió  12.000 españoles 3.910 eran granadinos, de los que  459 voluntarios eran accitanos, que lucharon en la Tercera División del general Félix Jones, el primer batallón, a las órdenes directas del coronel  Bernardino de Asenjo Palero.
Al principio de la Guerra de Independencia, gran parte de las tropas de infantería española estaban formadas por los Batallones de Milicias Provinciales. Eran unidades tipo batallón formadas por soldados precedentes de la ciudad donde se asentaba el Batallón. Era una forma de acrecentar el ejército de S.M. pues los soldados incluso pernoctaban en su casa, es decir teóricamente se servía al Rey en la misma ciudad de donde se era o se vivía. Cada Batallón llevaba el nombre de la Ciudad. Batallón de M.P. de Jaén, Guadix, Granada etc.


Uniforme del Coronel de Infantería.

El uniforme de estas unidades era el mismo para todos los batallones y en lo único que se diferenciaban era en la leyenda de los botones, que eran todos dorados. El uniforme era blanco y cuello, bocamangas, solapas, vuelto de los faldones rojo. Bicornio y polainas negras, plumero rojo y botones dorados. Los granaderos morriones negro con mangas rojas; granadas y mecheros reglamentarios.

Uniformes del Ayudante de campo, Brigadier Y Teniente general

En la Batalla de Bailén participaron gran cantidad de Batallones de Milicias provinciales, encuadrados en las  4 divisiones españolas….. Granada, Guadix, Jaén, Sevilla, Alcázar de Sanjuán, Trujillo, Bujalande, Cuenca, Ciudad Real, Lorca, Burgos, Plasencia, y Sigüenza y  a Retaguardia, en la ciudad de Cádiz quedaron: Las Milicias Provinciales de Chichilla, Ciudad Rodrigo, Córdoba, Écija, Jerez, Logroño y Ronda… muchos de los Batallones de Milicias Provinciales que combatieron en Bailén llevaron la casaca marrón e incluso alguno como el de C. Real lo hizo de paisano.
 
Don Antonio Malet, Marqués de Coupigny  tuvo una actuación militar muy destacada. Desde Utrera, efectúa varias marchas y contramarchas para distraer al general Dupont que había ocupado Córdoba. Le ataca destruyendo sus líneas de comunicación y su retaguardia, particularmente va a Andujar donde se habían instalado dos hospitales. Persiguió a Dupont a marchas forzadas, 45 leguas en menos de 48 horas, y éste tuvo que abandonar Córdoba.
Dupont, aislado con su división en Córdoba, sin noticias de lo que pasaba a su espalda por estar interceptadas las comunicaciones con Madrid, temió y envuelto, y en la noche del 16 abandonó la capital del antiguo califato, dirigiéndose a Andujar, donde se estableció en la mañana del  día 18, no tardando en incorporársele las divisiones Vedel y Gobert, a las que encargo Dupont vigilasen los pasos del río aguas arriba de Andujar y procurasen al mismo tiempo conservar y mantener libres las comunicaciones. La escasez de subsistencias obligó al enemigo a enviar una expedición a Jaén, en cuya ciudad repitieron los imperiales franceses, los horrores de Córdoba.
El general Castaños salió de sus cantones de Utrera y Carmona a últimos del mes de junio, en combinación con las fuerzas del general Reding, que salió de Granada el día 3 de Julio en dirección a Jaén con las tropas allí organizadas, y el general Castaños siguió avanzando desde Córdoba con todo genero de precauciones, muy necesarias ante la inmediación de un enemigo que había adquirido en toda Europa fama  de invencible, por lo que efectuaron la marcha por Bujalance y Porcuna, donde se pusieron en comunicación ambos ejércitos, de los que se formó uno solo que quedo al mando del general Castaños. Siendo la organización del ejercito  de Andalucía la siguiente en la fecha 11 de julio de 1808: General en jefe D. Francisco Javier Castaños;  mayor general: mariscal de Campo D. Tomás Moreno; comandante general de artillería: mariscal de campo, Marqués de Medina; comandante general de ingenieros: coronel D. Bernardo de Loza. Figurando además en el Cuartel General, los mariscales de campo D. Francisco de Vargas y D. Narciso de Pedro; los brigadieres marqués de Gelo y D. José Augusto de la Porte; los coroneles de Infantería D. Pedro Girón y D. Joaquín Navarro; el de Caballería D. Andrés Mendoza; el de Artillería D. Juan Arriada, y el de Ingenieros D. Juan Bouligny con los oficiales del mismo cuerpo D. José María Huet y D. Antonio Ramón Zarco del Valle.
Primera División: Formada por 9,436 hombres, 817 caballos, dos compañías de Zapadores y diez piezas de artillería. Con el mando del Comandante general, mariscal de campo D. Teodoro Redding (español de origen suizo); segundo comandante, brigadier D. Francisco Venegas; jefe del Estado Mayor, brigadier D. Federico Abadía.
Segunda División: Formada por 7850 hombres, 453 caballos, una compañía de zapadores y seis piezas de artillería. Con el mando del Comandante general, mariscal de campo, marqués de Coupigny; Segundo comandante D. Pedro Grimarest. En la batalla de Bailén la actuación de Coupigny fue decisiva.
Tercera División: Formada por 5415 hombres y 582 caballos. Con el  mando del Comandante general, mariscal de campo D. Félix Jones.
División de reserva: Formada por 6,676 hombres y 408 caballos, una compañía de zapadores y doce piezas de artillería. Con el mando del Comandante general, teniente general D. Manuel de la Peña.
Había además un Cuerpo volante o División de montaña a cargo del coronel D. Juan de la Cruz Mourgeon, compuestos de unos 2,000 hombres.
Con arreglo al plan acordado en dicho punto, el general en jefe se dirigió con la división Jones y la de reserva por Arjona y Arjonilla, a los Visos, colinas situadas en la orilla izquierda del Río Guadalquivir, frente al puente romano de Andujar, como para atacar al enemigo por aquella parte, y la Primera División al mando de Reding se desplazó por la orilla derecha  a Menjívar, (Hay referencias históricas de que el General Reding en su camino a Menjívar se abasteció de cebada y paja para la caballería de su  división en Higuera de Arjona), mientras la Segunda División al mando de Coupigny tomaba posición en la Higuereta (Higuera de Arjona) para apoyar a aquella en su marcha y observar al cuerpo francés acantonado en Villanueva de la Reina, debiendo una y otra pasar el río y dirigirse  a Bailén para colocarse en la retaguardia  del General Dupont, y caer después sobre Andujar al mismo tiempo que el General Castaños acometía de frente desde los Visos. El día 13 de Julio , el general en jefe rompió un vivo cañoneo desde sus posiciones, demostrando una actitud amenazadora; Murgeon paso el Guadalquivir por el puente de Marmolejo para molestar a los franceses de Andujar por el flanco, retirándose después al Peñascal de Morales; Coupigny, desde la Higuereta, rechazo al otro lado del río a dos batallones enemigos que ocupaban Villanueva de la Reina, y Reding permaneció impasible en Menjívar, manteniendo ocultas la mayor parte de sus fuerzas ante los reconocimientos del terreno que practicó Vedel. Esta estrategia consideramos  que fue básica y esencial para el desarrollo final de la operación militar. Desorientados los generales franceses, no dieron importancia a la presencia de algunas tropas españolas en dichos puntos, así, que habiendo pedido Dupont refuerzos a  Vedel, marcho este a Andujar con toda su división, sin dejar frente a Menjívar mas que los batallones a cargo del general Liger-Belair, a quien debía apoyar Gobert, para cuyo objeto se traslado Gobert desde la Carolina a Bailén.
En la madrugada del día 16 de julio, casi todas las fuerzas españolas de Reding pasaron el río por la barca de Menjívar y por el Vado de Rincón, 3 kilómetros más arriba, para practicar un reconocimiento ofensivo en dirección de Bailén, entonces Liger- Belair se replegó con orden buscando el apoyo de Gobert; y éste acudió presuroso en su auxilio, con tan mala fortuna, que cayo muerto de un balazo en la cabeza, causándose por tal desgracia un gran desaliento en las filas imperiales de Napoleón, por lo cual el General Dufour, que fue el que reemplazo y sucedió a Gobert fallecido, emprendió la retirada de las tropas.
Los españoles se cubrieron de gloria en este combate, rechazando nuestros jinetes e infantes a los coraceros franceses. En esta acción de la guerra  y durante su combate cayo mortalmente herido el valeroso capitán de Farnesio D. Miguel Cherif, nieto de la familia de los Cherifes de Tafilete, que se habían acogido a la protección española en tiempos de Carlos III.

El Ejercito Español en la Batalla de Bailen

El Comandante general de la Primera División D. Teodoro Reding para inspirar confianza al enemigo francés retrocedió con sus tropas, estableciéndose el campo frente a Menjívar, donde lo tenía antes el general Liger-Belair, y la junta de defensa de Granada se apresuró a otorgarle el empleo de Teniente general.
El día 17 de julio, mientras la Segunda División al mando del General Coupigny, la que había estado acampada en la Higuereta (Higuera de Arjona) se dirigía a Menjívar para unirse con la División de Reding, el general francés Vedel llegaba a las ocho y media de la mañana a Bailén para apoyar a Dufour; pero el general Dufour temiendo que las fuerzas irregulares de D. Pedro Valdecañas, que operaban en el camino de Baeza y Úbeda y que habían sorprendido anteriormente un destacamento francés en Linares, temiendo que estos se apoderasen de los pasos de la Sierra, sostenida por las tropas victoriosas de Reding, había abandonado Bailén , camino de Sierra Morena. Así que el general francés Vedel, después de hacer reconocer todas las avenidas del río Guadalquivir y no descubriendo en el peligro alguno, siguió desde Bailén tras el General Dufour, con el que se reunió en Guarroman, ordenándole continuase hasta Santa Elena, y él se traslado a la Carolina, esperando noticias del enemigo y nuevas órdenes del General en Jefe Dupont, considerando comprometidas sus fuerzas por la considerable distancia que las separaba, por lo que resolvió trasladar su campo de acción a Bailén, aunque, tranquilizado por los reconocimientos del General Vedel, no tuvo prisa en ello, y en lugar de ponerse en marcha el mismo día 17 de julio por la noche o en la mañana del día 18, difirió salir en la noche del día 18 de julio para así poder ocultar la retirada al General Castaños
. Podemos decir que de este modo, que una serie de errores y coincidencias fatales para el ejercito francés, permitieron a los ejércitos españoles llevar a cabo su plan, que por todo lo dicho se comprende que no dejaba de ser bastante peligroso, y así poder asestar con firmeza un rudo golpe con el que amenazaban desde hacía ya algunos días a los desconcertados y ciegos ejércitos imperiales de Napoleón, trasladándose en la mañana del día 18 de julio tanto las divisiones del ejercito español al mando del General Reding como la del General Coupigny a la ciudad de Bailén, en cuyas afueras acamparon, sin haber tropezado en su recorrido con un solo enemigo francés.

MAPA DE LA CAMPAÑA DE LA BATALLA DE BAILÉN. En el aparece el nombre de Higuereta, referido a Higuera de Arjona.

No eran todavía las tres de la madrugada del día 19 de Julio, cuando, puesta ya en movimiento la vanguardia española hacia Andujar, anunció el fuego de las posiciones más avanzadas de la presencia de los ejércitos franceses. Los franceses habían salido sigilosamente de dicho punto a las ocho de la noche con su numerosa impedimenta, compuesta de 500 o más carros, en los que iban muchos enfermos y el botín cogido en Córdoba, y marchaban por la carretera silenciosos, tristes y abatidos por aquella prolongada inacción y retroceso, tan contrarios a su habitual manera de guerrear de aquellos gloriosos ejércitos de Napoleón.
Mientras D. Francisco Javier Venegas, que mandaba la vanguardia del ejercito español, contenía algún tanto al enemigo, mientras el general Reding, a quien le correspondía el mando, ordenaba a sus tropas se establecieran rápidamente tal como se indica en el croquis. De forma que la Artillería, que tan sobresaliente papel desempeñó en la Gloriosa Batalla de Bailén, estuvo dirigida por los coroneles D. José Juncar y D. Antonio de la Cruz, quedó distribuida de la manera siguiente: La batería de la derecha era mandada por el capitán Tomás Ximénez, con los subalternos D. José Escalera, D. Alonso Contador y D. Vicente González Yebra, La batería del centro, que seguía la carretera, estaba a las órdenes del teniente D. Antonio Vázquez; y la batería de la izquierda, mandada por el capitán D. Joaquín Cáceres y sostenida por las compañías de Ingenieros de D. Gaspar de Goicoechea y D. Pascual de Maupoey, oficial de Estado Mayor, procedente de Ingenieros, y capitán de una compañía de Minadores en Bailén.

Croquis de la batalla de Bailén durante el segundo asalto francés, sobre las 10:00 horas.

Situadas la División Reding a la derecha del Camino Real y la División de Coupigny a la izquierda, para hacer frente a DuPont, y al propio tiempo a Vedel, que desde La Carolina podía presentarse de un momento a otro por la retaguardia. El General Chabert, jefe de la Vanguardia francesa, no titubeó un instante comprendiendo la situación tan crítica en la que iba a encontrarse el ejercito francés al que pertenecía, éste aviso a Dupont y atacó resueltamente la línea española, estableciendo en el centro las seis piezas de artillería de su brigada; más, blanco estas de las baterías españolas del centro, que eran las de mayor calibre, pues eran de a 12; muy bien colocada y mejor dirigida, fueron al momento desmontados dos de los cañones franceses y muertos o heridos gran parte de los soldados franceses , y no teniendo mas fortuna en su mano derecha e izquierda, rechazados desde el Cerrajón y Haza-Valona en las que habían podido situarse los soldados nuestros, arrojándolos de dichas alturas a las avanzadas francesas que las habían ocupado anteriormente, y también del Cerro Valentín . Entonces llego presuroso el General Dupont y turbado por aquel fatal contratiempo, no espero la reunión de todas sus fuerzas, repitiendo imprudentemente el ataque a las cinco de la mañana, con solo la Brigada Chabert y la caballería de Dupré, sin otro resultado que aumentar las bajas y el desaliento sentido por sus valientes soldados.

ESQUEMA DE LA BATALLA.

Forzado el General Dupont a aguardar la llegada de las tropas restantes de su ejército para así tratar de abrirse paso entre las tropas españolas. Cuando toda su división había atravesado el Rumblar, dejo en la margen izquierda la brigada Pannetier para hacer frente al General Castaños si se presentaba, y renovó la pelea con el resto de su infantería y toda la artillería y caballería, acometiendo por el centro la infantería bajo el fuego vivo de su propia artillería, mientras los renombrados y terribles dragones y coraceros de Privé se dirigían hacia el Portillo de la Dehesa para tratar de envolver nuestra ala izquierda del ejercito. Muy apuradas se vieron las escasas fuerzas españolas que había en el Cerrajón y Haza-Valona, por lo cual, acudió en su auxilio el mismo General Coupigny; pero los jinetes imperiales franceses cargaron con tal ímpetu y bravura, que nuestros batallones tuvieron que replegarse, con pérdida de una bandera, muriendo gloriosamente el coronel D. Antonio Moya, al frente de su regimiento procedente de Jaén. Continuó Privé la carga contra los cuerpos del ejercito español por la izquierda, todos de Provinciales, que rechazaron serenos la acometida como lo hacen las mejores tropas veteranas, a la voz y el ejemplo de sus coroneles el Marqués de las Atayuelas, D. Pedro Conesa y D. Diego de Carvajal, refrenando con su inquebrantable firmeza el formidable empuje de los jinetes franceses. Los jinetes franceses se dirigieron entonces al ala izquierda y ala centro de su línea, en que la batería española de aquella parte seguía inutilizando cañones y montajes a medida que estos iban apareciendo a su frente, y cubriendo de metralla las columnas de ataque francesas, a las que mantuvo siempre a respetable distancia, saliendo al encuentro de ellos los regimientos de caballería de Farnesio y Borbón; pero acudiendo los coraceros franceses que venían desde la derecha, tuvieron que retroceder nuestros jinetes bastante desorganizados, penetrando mezclados con ellos los franceses en la batería de la derecha.

Tercer ataque de Dupont

Los artilleros españoles se mantuvieron serenos en su puesto, defendiéndose con los juegos de armas, dando así tiempo para que la infantería se rehiciese, y lo mismo Farnesio, cuyos escuadrones fueron conducidos de nuevo a la carga contra los franceses por su Sargento Mayor D. Francisco Cornet que murió gloriosamente al salvar su batería, frente a la cual quedaron tendidos la mitad de los coraceros franceses. Por la izquierda francesa, los dragones del general Privé contuvieron el movimiento envolvente que había iniciado el Brigadier Venegas, volviendo unos a otros a sus anteriores posiciones, después de porfiada pelea en el lugar del Zumacar grande, donde se distinguió el regimiento de Ordenes militares, mandado por su coronel el brigadier D. Francisco de Paula Soler.
Tal era el estado del combate a las once de la mañana del día 19 de Julio de 1808. A los franceses y a los españoles les interesaba decidir cuanto antes la contienda, pues podían presentarse de un momento a otro, tanto el general francés Vedel con el General Castaños por parte española, y aniquilar al contrario que fuese cogido entre dos fuegos; pero más abatidos estaban los franceses por el fracaso de las anteriores tentativas, agobiados por la fatiga y medio muertos de calor y sed, mientras que los españoles estaban más descansados y habituados al clima caluroso, disponían además de agua que les llevaron los habitantes de Bailén, si bien no había en su campo una sola mata que les diese sombra, como los olivares que cubrían el campo de los franceses. Bajo los rayos de aquel sol abrasador que caldeaba el campo de batalla, asfixiando a hombres y caballos, estaban en una situación mucho más angustiosa que los soldados españoles, a quienes sonreía ya la victoria de forma indudable. Entonces el General DuPont, no pensando ya en vencer, pues no les era posible, sino tan solo en abrirse paso a toda costa, mando venir Rumblar tres batallones de la brigada Pannetier, y el batallón de marinos de la Guardia Imperial, no dejando allí mas que un solo batallón, hizo cundir la voz de que el General Vedel se encontraba ya próximo y a espaldas del enemigo; recorrió sus quebrantadas filas para recordar las anteriores glorias y pedir a todos un último esfuerzo; y mostrando a sus soldados la bandera española conquistada por los coraceros, se puso con todos sus generales a la cabeza de sus columnas y arremete con heroico ardor, al grito siempre mágico de ¡Vive l’Empereur!
Mas la incansable artillería española continua impertérrita su obra de destrucción, barriendo con la metralla infantes, jinetes y caballos, revueltos en espantosa confusión; la infantería, muro impenetrable de bronce, como la llama Thiers, fulmina mortífero fuego con descargas sobre el enemigo, sembrando la desolación y el terror en sus compactas masas. Cae muerto el General Dupré con otros muchos jefes y oficiales franceses; es herido también el General Dupont, y los bravos marinos de la Guardia Imperial, que dando ejemplo a sus compatriotas, se mostraban dignos, como siempre, de si mismos, marchando impávidos en columnas cerradas delante de todos, sin hacer caso a los enormes claros que iban produciéndose en sus filas, y sin dejarse oír entre otras voces que la de ¡Serrez la colonne! ¡En Avant! Y las aclamaciones a su emperador, tienen al cabo que detenerse cerca ya de la línea española, vacilando su incomparable valor, para retroceder en desorden e ir a guarecerse todos en el olivar que cobijaba a los franceses desde el principio de la batalla.
Las fuerzas de aquellos desgraciados se habían agotado ya por completo. Unos 2,000 de ellos yacían muertos en el campo, con un número casi igual de heridos, y los demás, envidiando la suerte de los primeros arrojaban sus armas con desesperación para tenderse jadeantes y angustiados al pié de los olivos, buscando su débil sombra. Su artillería, desmontada casi toda pues de las 18 piezas de las que dispuso Dupont, 14 habían sido desmontadas por la artillería española y según parte oficial de Castaños,” … el acreditado Real Cuerpo de Artillería, además de participar de todos los afanes y triunfos referidos, ha inmortalizado su gloria con admiración de ambos ejércitos, pudiéndose asegurar que sus oportunos rápidos movimientos y el acierto de sus fuegos( que desmonto 14 piezas al enemigo), señalaron desde luego, o por mejor decir, fijaron desde el principio la victoria”) les era completamente inútil, Verdel no aparecía, y en cambio los Tiradores de Cruz Mourgeon que había acudido al oír el fragor del combate, ceñían la orilla derecha del Rumblar, a cuya inmediación se veían amontonados todos los bagajes del ejercito francés, al paso que sus avanzadas anunciaban la aproximación del General Castaños. Para colmo de sus desdichas, los dos regimientos suizos de Preux y de Reding, antes al servicio de España, aprovechan la ocasión para reunirse en su mayor parte a sus antiguos camaradas. No habiendo, pues, medio de salir de aquella terrible situación, el general enemigo se apresuro a solicitar de Reding una suspensión de hostilidades para acordar con el general en jefe español las bases de la capitulación, en la que debían ser comprendidas las divisiones de Vedel y Dufour, según exigía aquel.
El General Castaños no había podido enterarse de la salida de Dupont de Andujar hasta las dos de la madrugada del mismo día 19 de Julio; y encontrando obstruido el puente, sólo a las ocho de la mañana emprendió la marcha camino de Bailén, la división de Reserva comandada por Lapeña, en cuya vanguardia mandaba D. Rafael Menacho, se detuvo en la orilla del Rumblar al saber del armisticio concertado, después  de anunciar su presencia a Reding con algunos cañonazos.
Vedel, que había recibido el día 18 la orden de Dupont de asegurar las comunicaciones por La Carolina y Santa Elena, como también por la parte de Linares y Baeza, espero en La Carolina que se le incorporara Dufour, y aunque en la madrugada del día 19 oyó tronar el cañón hacia Bailén, no se puso en movimiento hasta las cinco de la mañana, con tanta lentitud, que tardó nada menos que seis horas en recorrer los 14 kilómetros que separaban La Carolina de Guarroman, desde donde, sin sospechar todavía ni remotamente lo que pasaba, hizo practicar un reconocimiento en dirección de Linares. Emprendiendo la marcha a las dos de la tarde, y sólo entonces, al llegar a las cinco de la tarde frente a Bailen y ver las posiciones que ocupaban los españoles, comprendió la apurada situación en que debía encontrarse su compañero.

El General Reding, al saber la proximidad  de Vedel, le dio conocimiento de la situación de suspensión de hostilidades, cuidando, no obstante, de reforzar con algunos cuerpos las tropas apostadas a su espalda, vigilando el camino de La Carolina; pero el General Vedel se desentendió de todo y atacó el cerro del Ahorcado. Se apresuró Vedel a obedecer, autorizado de palabra por su jefe para ponerse a salvo con sus tropas, y emprendió la marcha por la noche en dirección a la sierra, llegando a Santa Elena el día 21 de julio a mediodía, aunque allí fue alcanzado por el coronel de ingenieros D. Nicolás Garrido con la orden terminante e imperiosa de regresar a Bailén, tal como había sido exigido por los Generales Castaños y Reding, que amenazaron al General Dupont con pasar a cuchillo a la división Barbou, completamente cercada ya por todo el ejercito de las Juntas de Defensa de Andalucía, por lo que Vedel tuvo que cumplir lo acordado en la junta de jefes de los dos ejércitos a pesar de ir en contra de su plan. Fueron veintitrés los jefes que asistieron a la reunión de la junta de jefes, de los que sólo cuatro eran partidarios de continuar la retirada.
En realidad si la segunda división francesa que apareció tras la derrota de la primera no hubiera cesado hostilidades, Bailén podría haber sido una derrota de grandes consecuencias para España; sin embargo, la caballerosidad del general francés Dupont al reconocer la derrota cambió la historia de España y de Europa.


En su consecuencia, las legiones de Dupont, en número de 8,242 hombres desfilaron por delante del ejército español y fueron a deponer sus armas y banderas junto a la Venta del Rumblar, a lo largo de la carretera, presentándose el General Dupont al General  Castaños triste y angustiado tal como quedo representado en el cuadro de J. Casado de Alisal.
Aquellas legiones del General Dupont, vencedoras de tantas batallas como Austerlitz y Friedland, que habían paseado sus águilas victoriosas por toda Europa, y habían conseguido el prestigio de ser el mejor ejército en épocas, quedaron vencidas en lo que supuso el descalabro primero y mas grande del Ejercito de Napoleón. La France n'est pas invincible !

Rendición del general Dupont en la Batalla de Bailén. Museo del Prado.

La capitulación del ejército francés se firmó finalmente el día 22 de Julio, en la casa de Postas de Villanueva de la Reina, que media entre Bailén y Andujar, donde se había establecido el General Castaños.

La Casa de Postas (hoy convertida en restaurante) donde se plantearon las famosas Capitulaciones firmadas finalmente en Andujar el día 22 de Julio de 1808.

En esa capitulación debía quedar prisionera de guerra toda la división Barbou, con la que había peleado Dupont, y la división de Vedel sería evacuada, trasladándose ambas a Sanlucar de Barrameda y Rota, desde donde serían embarcadas en buques de vela tripulados por soldados españoles con destino a Rochefor. La capitulación no pudo ser cumplida por falta de transportes y marinería. Además se produjo un hecho, que produjo la ira de los españoles al caer de la maleta de un oficial un cáliz de oro cuando se embarcaban en el embarcadero del Puerto de Santa María, por lo que los prisioneros franceses fueron maltratados y despojados de sus equipajes, atropello que no pudo evitar el General Castaños.
Las divisiones de Vedel y Dufour (9,393 hombres en total) formaron pabellones y entregaron en depósito sus armas y material de guerra. Las demás tropas que faltaban del cuerpo del ejército del General Dupont hasta completar el número de 22,475 hombres, descartados los 2,000 muertos de la batalla, acudieron a Santa Cruz de Mudela, Manzanares y otros puntos de comunicaciones con Madrid, para dar así cumplimiento al convenio acordado entre los jefes.
La derrota de Dupont se concertó en las Capitulaciones de Andujar, firmadas entre Castaños y Dupont el 22 de julio, por las que las fuerzas francesas que combatieron en Bailén quedaban prisioneras de guerra, y las divisiones de Vedel y Dufour se obligaban a dejar las armas en el terreno, debiendo todas las fuerzas de Dupont marchar hacia el sur de Andalucía, donde se las repatriaría hacia Francia. Con esto se evitaba que su rendición se hiciese hacia Madrid, donde podían volver a combatir de nuevo contra los ejércitos españoles que allí se afanaban contra el francés.
CAPITULACIONES DE ANDÚJAR (22 de julio de 1808)

Capitulaciones pactadas entre los generales Castaños y Dupont tras la derrota de éste último en Bailén

Enterado el general Castaños de que las fuerzas francesas rodeadas en Bailén eran tan solo la mitad del ejército de Dupont cedió en su pretensión inicial de solicitar la rendición incondicional del francés. Si bien el alto el fuego tan solo implicaba a las fuerzas directamente al mando de Dupont, los españoles exigieron que en la rendición se incluyeran también las de Vedel y Dufour, bajo la amenaza de exterminar las tropas de Dupont.

El día 22 de julio los generales Castaños y Dupont firmaron las Capitulaciones de Andujar en la Casa de Postas existente a mitad de camino entre Andujar y Bailén. El texto fue enviado a Andujar para que fuera también firmado por Don Ventura Escalante, Capitán General del Reino y Costa de Granada, afectado por una dolencia gástrica que le impidió acercarse a la Casa de Postas.

Resumen del texto:

Los Excmos. Señores Conde de Tilly y D. Francisco Xavier Castaños, General en Xefe del Exército de Andalucía, queriendo dar una prueba de su alta estima al Excelentísimo Señor General Dupont, grande Águila de la legión de Honor, Comandante en Xefe del cuerpo de observación de La Gironda, así como al exército de su mando por la brillante y gloriosa defensa que han hecho contra un exército muy superior en número y que le envolvía por todas partes, y el Señor General Chabert, Comandante de la legión de honor, encargado con plenos poderes por S.E. el Señor General en Xefe del exército francés, y el Excelentísimo Señor General Marescot, grande Águila de la legión de honor y primer Inspector general del cuerpo de Ingenieros, han convenido los artículos siguientes:

Art. 1: por este artículo las tropas bajo el mando del general Dupont quedaban prisioneras de guerra.

Art. 2: por este artículo las tropas del general Vedel y demás tropas francesas de Andalucía no comprendidas en el artículo anterior evacuarían el territorio andaluz.

Art. 3: por este artículo las tropas del artículo 2 conservarían su impedimenta, pero dejarían su artillería, tren y otras armas al ejército español, que se lo devolvería en el momento del embarque.

Art. 4: por este artículo las tropas del artículo 1 saldrían del campo con los honores de la guerra, dos cañones a la cabeza de cada batallón y los soldados con sus fusiles, que rendirían y entregarían al ejército español a unos 800 metros del campo.

Art. 5: por este artículo las tropas del artículo 2 dejarían sus armas en pabellones. Tanto éstas como su artillería y tren serían inventariados por oficiales de los dos ejércitos al objeto de darles devueltos en el momento oportuno.

Art. 6: por este artículo se disponía que todas las tropas francesas de Andalucía pasarían a Sanlúcar y Rota para ser embarcadas con tripulación española y conducidas al puerto de Rochefort, en Francia.

Art. 7: por este artículo se disponía que las tropas francesas se embarcarían nada más llegar a Rota, y que el ejército español garantizaría la seguridad de los franceses durante la travesía.

Art. 8: por este artículo los generales, jefes y oficiales conservarían sus armas y los soldados sus mochilas.

Art. 11: por este artículo los generales dispondrían de un coche y un carro para el transporte de sus efectos exentos de reconocimientos, mientras que los jefes y oficiales de Estado Mayor dispondrían de un solo carro.

Art. 14: por este artículo los enfermos y heridos franceses serían atendidos en hospitales con el mayor cuidado, y serían enviados a Francia con escolta segura tan pronto se hubiesen restablecido.

Art. 15: por este artículo los generales y oficiales franceses se comprometen a tomar las medidas necesarias para encontrar los vasos sagrados que puedan haberse quitado y entregarlos.

Art. 17: por este artículo se establece que la evacuación de Andalucía comenzaría al día siguiente, 23 de julio, a las cuatro de la mañana. Para evitar el calor las tropas marcharían de noche y evitarían el paso por Córdoba y Sevilla.

Art. 20: en este último artículo se establece que el texto de la capitulación se enviaría al Duque de Roviro, general en Jefe del Ejército Francés en España, por un oficial francés escoltado por tropa de línea española.

Cumplimiento de las Capitulaciones.

Entre los días 22 y 24 de julio se consumó la rendición de las tropas francesas.

 El 23 de julio se rindieron los 8.342 hombres de las Divisiones Barbou y Fresia, que desfilaron a tambor batiente delante de las Divisiones Lapeña y Jones, desplegadas a ambos lados de la carretera entre el Puente y La Venta del Rumblar. Rindieron sus armas en el lugar convenido y fueron conducidos hacia Lebrija. Acto seguido Castaños se dirigió a pasar revista a las Divisiones Réding y Coupigny, artífices de la victoria.

El día 24 de julio los 9.393 hombres de las Divisiones Vedel y Dufour depositaron sus armas en pabellones y marcharon hacia Osuna y Morón escoltados por tropas españolas. Entre las tropas francesas que se entregaron estaban incluidos los destacamentos y batallones desplegados al norte de Despeñaperros y que guarnecían las localidades de Santa Cruz de Mudela y Manzanares.

El día 10 de agosto quedó claro que los españoles no tenían barcos suficientes para transportar los 18.000 soldados franceses. Ese mismo día el Capitán General de Andalucía, Don Tomás de Morla, escribió una carta a Dupont en la que le decía que los términos de las capitulaciones eran poco menos que incumplibles.

Hubo que pedir permiso a Inglaterra para que garantizara el regreso de las tropas francesas, a lo que accedió a primeros de septiembre.

Los generales y jefes de Estado Mayor franceses fueron conducidos al Puerto de Santa María, donde embarcaron para Francia tras ser maltratados por la plebe y saqueados sus equipajes.

Los oficiales y tropa franceses fueron recluidos en pontones en Cádiz y trasladados a la isla de Cabrera, donde fueron abandonados a su suerte. Allí la mayoría pereció de inanición.

El capitán d’Villoutreys, el día 28 de julio se presentó oficialmente en Madrid con una escolta de caballería española portando una copia de las Capitulaciones de Andujar. Este capitán, que había entablado en Bailén  los primeros acuerdos llevó a Madrid la triste noticia, escoltado hasta Aranjuez por una sección de caballería española. El 29 de julio conoció José Bonaparte, llamado el “rey intruso”, la amarga noticia, y el 30 abandonaba la Corte madrileña, siguiéndole el día 31 con la retaguardia el  Mariscal Moncey, para establecerse en Miranda del Ebro, en cuyas inmediaciones se concentraron 60,000 franceses camino de su patria.
El día 11 de Agosto respiraba Madrid completamente libre del enemigo francés; el 13 entraba en la capital del país el general D. Pedro González Llamas con las tropas de Valencia y Murcia, y el 23 efectuaba la entrada triunfal el General Castaños por la Puerta de Atocha con la División de Reserva del Ejercito de Andalucía, siendo recibido con el júbilo consiguiente.
Los ejércitos imperiales de Napoleón levantaron también el sitio que a la que tenían sometida a la ciudad de Zaragoza.
Tales fueron las consecuencias de este memorable triunfo de la Batalla de Bailén, que no costó a los españoles más que 243 muertos, entre ellos diez jefes y oficiales, además de los dos jefes citados anteriormente en el desarrollo del artículo, los otros jefes que murieron fueron: El capitán de Jaén, D. Carlos Sevilla; el de Caballería de Farnesio, D. Gregorio Prieto; los dos de Caballería de España, D. Alonso González y D. Miguel de Sanjuán; los subtenientes de Provinciales, D. José Ariza, D. Natalio Garrido y D. Nicolás Munoz, y el cadete de Ordenes Militares, D. José Demblans, y hubo también 735 heridos.
Al General Castaños, (cuya espada y bastón de mando se conservan en el Museo del Ejército, sección de Artillería, números 1,897 y 1898) se le concedió el título de Duque de Bailén, y la Cruz de distinción a todos los que asistieron a esta batalla, con el lema: Fernando VII. Bailén
En el Museo Naval, con el número 716, existe un sable de marina de la Guardia Imperial Francesa, cogido  por el capitán de navío D. Francisco Aguirre en el campo de batalla el día 19 de julio.
El Marqués de Coupigny murió en Madrid el 12 de junio de 1825.
No quiero dejar estas líneas sin traer a la memoria de todos el servicio prestado por un arriero del valle del Rumblar, que aviso al General Reding de la proximidad del ejército francés: el texto dice así: “No eran quince o veinte hombres, sino miles. Los soldados empezaron a surgir de las sombras, como fantasmas que fueran reclamados por la realidad. Ocupaban casi todo el valle del Rumblar. El Arriero se sintió aturdido, estuvo a punto de bajar el montículo y salir corriendo. Pero una voz en su interior le dijo que se quedara. Él no sabía mucho de regimientos, ni de batallones, ni de unidades militares, pero a juzgar por las banderas y estandartes que había plantados, aquello era un ejército en toda regla. Las pocas voces que llegaban hasta él, lo hacían en un idioma que él no entendía. No cabía duda, aquellos eran los soldados de Dupont. De pronto oyó una expresión que parecía una orden: efectivamente, alguien había mandado levantar el campamento. Lo supo porque pudo divisar a muchos hombres que estaban sentados ponerse de pie, entre palabras masculladas que podrían ser reniegos. Bajó muy despacio del montículo, intentando hacer el menor ruido posible. El corazón le retumbaba. Pensó en montar la mula y dirigirse hasta Bailén. Se sentía presionado por el deber de comunicar su hallazgo. Estaba seguro de que el ejército de Reding no sabía que los franceses estaban tan cerca. Cogió su mula y se alejó de allí. Con suerte, cuando los franceses iniciaran la marcha, él estaría ya en Bailén. Pensó esperanzado con orgullo: si llevo este mensaje al general Reding, habré hecho algo por mi patria.
 Después de narrada esta decisiva batalla para liberar a España del yugo francés, no deja de martillear en mi memoria como hace unos años,…justo en 2008, año en que se celebró el Doscientos aniversario de la Victoria de Bailen, el Sindicato Andaluz de Estudiantes se reunió ese año en Sevilla y decidió tomar el acuerdo y enviar una carta al Colegio “19 de Julio” de Bailen, acompañando una resolución aprobada por el Consejo Escolar del Estado, en la que se instaba al referido centro a cambiar de nombre al centro educativo por hacer referencia al régimen político anterior, se reconoce que le debió sonar el 18 de julio de 1936 y no el 19 de Julio de 1808. Menos mal que el escándalo cultural quedo subsanado cuando la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Bailen y el Director del referido centro educativo, enviaron una carta a los responsables del Sindicato de Estudiantes Andaluz y al Consejo Escolar del  Estado.
¿Cuántos burros interesados entran hoy en la Universidad, y cuando salen lo hacen con la misma jáquima que entraron? Y ¡Del Consejo Escolar del Estado, que me decís! ¿Cómo tan alta institución puede quedar tan mal? ¡Así como va a haber ninguna Universidad española entre las doscientas mejores del mundo! La Universidad Autónoma de Madrid, es la primera que aparece con el número 201. Es muy doloroso para todos pero la Universidad Española está muy desprestigiada.



POR SU INTERÉS ADJUNTO ENLACES DE LA BATALLA DE BAILÉN :
http://www.youtube.com/watch?v=ft6La7orESM&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=4a0L3Ke3GVI&NR=1&feature=fvwp

http://www.youtube.com/watch?v=Sm3Bsl_N5YM&feature=related
.
http://www.youtube.com/watch?v=RysBhROboDQ&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=09lGXPbqYDE&feature=endscreen

http://www.youtube.com/watch?v=6A_WjFfR20c&feature=fvwrel

http://www.youtube.com/watch?v=NukaumCqo9g&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=ZwNTOPWATBc&NR=1&feature=endscreen

http://www.youtube.com/watch?v=jgFZrZls6NY&feature=relmfu

http://www.youtube.com/watch?v=5edZgWSE43Y&feature=channel&list=UL

http://www.youtube.com/watch?feature=endscreen&v=ClUAqZDYUC0&NR=1


                                                     
BIBLIOGRAFÍA:
CUENCA TORIBIO, J. M. La Guerra de la Independencia un conflicto decisivo, Ed. Encuentro, 2006.
MARTÍNEZ DE VELASCO, A. Historia de España. Tomo 8. La España de Fernando VII, Madrid, 1999, p. 65.
PRIEGO LÓPEZ. Historia de la Guerra de la Independencia. Tomo 2. Págs. 211-238.
Páginas y enlaces consultados:
http://www.1808-1814.org/batallas/bbailen.html
http://www.ingenierosdelrey.com/guerras/1808_independencia/batallas/1808_07_19_bailen.htm
http://www.1808-1814.org/persones/malet.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Malet
http://divisionmallorquinawhittingham.blogspot.com.es/2009/10/don-antonio-malet-marques-de-coupigny.html
http://elpais.com/diario/2008/04/06/domingo/1207453958_850215.html
http://www.bailen2008.es/intro.htm

http://www.1808-1814.org/batallas/bbailen.html

http://www.rosavientos.es/modules.php?name=News&file=article&sid=166
http://WWW.CRUZADAHISPANICA.COM -> HISTORIA GENERAL Y PERSONAJES HISTORICOS



Granada 19 de Julio del año 2012
                    204 Aniversario de la Batalla de Bailén
                    Pedro Galán Galán

59 comentarios:

Jesús Nuevo Doncel dijo...

Amigo Pedro:Te agradezco el artículo que has publicado en el blogspot de tu pueblo y que he leído con el cariño que puedes suponer. Todavía me acuerdo del incidente del "19 de julio"... Nadie se abochorna de nada; renegarán de la historia de España, pero eso de "sostenella y no emendalla" sigue en los tuétanos de algunos.
Al leer la cita de Pérez-Reverte echo de menos otra de Galdós que en sus Episodios nacionales dedica uno de los de la primera serie a Bailen. El primero fue a Trafalgar. Son, quizás, los dos mejores, aunque no recuerdo si habla algo de Higuereta.
Supongo que, con buen criterio, no has citado entre los enlaces a Wikipedia porque es innecesario.
Un abrazo y espero seguir contando con tus artículos.
Jesús

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Amigo Jesús, este artículo ahora publicado esta escrito desde la primavera pasada. He seguido indagando y he encontrado documentos valiosos que junto con las referencias que te cito, formaran parte de una segunda publicación en este blogspot, quizá en primavera. Las citas que incluiré en esa addenda será la de Benito Pérez Galdos: : “Nosotros nos extendíamos por la izquierda del Guadalquivir, ocupando los pueblos de Porcuna y Lopera; y alargando una de nuestras alas por el camino de Arjonilla, observábamos la orilla derecha, mientras la otra ala se extendía hacia Higuera de Arjona buscando a Mengíbar".. Otra cita es la de Fernández Díaz Jorge, que en su libro: La Logia de Cádiz hace referencia a Higuera de Arjona aparece con el nombre de La Higuereta:"Castaños abrió el primer día de operaciones con un fuerte cañoneo de distracción. Y en La Higuereta, donde improvisaron un campamento, Riera se le acercó a San Martín y le preguntó qué ocurriría. Los dos se pasaban el agua de la cantimplora y se escondían de los últimos rayos del sol abrumador. «Los echaremos de Villanueva, sable en mano... “

Y otra del autor francés que trascribo a continuación, que cita igualmente a Higuera:

… qui Venant de Torredonjimeno, sur la route de Jaén, coule d’abord vers le Nord jusqu’a la hauteur de Higuera,… Par suite de cette disposition, les mouvements de troupes qui se font vers Arjona et Arjonilla ne pouvent être vus ... (Tomado de: Le général Dupont: Campagne d'Andalousie. Baylen. Cabrera. Eugène Titeux – 1903).

Anónimo dijo...

Lo felicito sinceramente por la elaboración de este artículo. Una descripción que deja bien patente la presencia de su pueblo en los prolegómenos de la Batalla de Bailen... En una España engañada por el Cónsul Napoleón en la persona de dos reyes, tal para cual, y una élite intelectual de "ilustrados"que veía la invasión francesa como el mejor intento de la modernización de España, donde hablar francés era signo de distinción y cultura; surge al igual que en toda Europa un nacionalismo que lucha por recuperar esa patria invadida. Aquel sueño de Napoleón en sus escritos de formar unos Estados Unidos de Europa, y la practica de una guerra total, encuentra en Bailen su freno y nace en Europa, especialmente en Austria, aquello de " Si lo han hecho los españoles, porque no lo podemos hacer nosotros", una consideración no excesivamente alta de nuestro pueblo. Entonces el nacionalismo salva los sueños de libertad, pero hoy dividen absurdamente una posiblidad de caminar unidos como país y como continente, frente a USA y China, en esta aldea global. Atentamente.

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Otro trabajo impresionante de Pedro. Da un poco de "rabia" porque como es tan completo nada se puede añadir, ni debatir, que es lo que particularmente a mí me gusta.
Sólo indicarte que el texto que aludes de Pérez Reverte no es de este autor, es una cita de Jorge Fernández Díaz, un periodista argentino, lo puedes comprobar en esa entrada de 6 de abril de 2008. Que yo recuerde lo he leido en dos ocasiones: una en una página web donde se glorificaba la figura de San Martín y, la otra, en le libro "La Logia de Cádiz". También aparece nuestro pueblo en los "Episodios Nacionales" de Galdós, ambas cosas las referí en la entrada de La Pepa.
Llevas toda la razón en que Teodoro Reding fue el auténtico merecedor de la gloria de la victoria de Bailén, Castaños era un timorato; como siempre unos se llevan la fama y otros escardan la lana.

Me ha resultado emocionante el leer que Malet estuvo en el regimiento de Guardias Walonas con grado de coronel. Yo también estuve allí, pero de soldado raso. A la entrada del cuartel había un letrero con las numerosas batallas en que el regimiento había participado, aparecía Bailén. Fue en Aranjuez.
Parte de esas capitulaciones, además de la Casa de Postas, se firmaron en Andújar, fue en el palacio de la condesa de Gracia Real, situado en el lugar que ahora ocupa "Correos". Una paisana de Lahiguera, Justa, estuvo sirviendo a esta condesa.
Los soldados franceses fueron la mayoría a Cádiz y salvaron la vida. A otros los llevaron a La Carolina, donde había un aserradero de madera; allí los trocearon vivos. C'est la vie.

Lahiguera dijo...

Otro artículo de Pedro que nos lleva una vez más a ampliar el conocimiento de nuestro pueblo en la Historia. Me complace enormemente su entrega y colaboración en las aportaciones a este Blog. Cordiales saludos.

Anónimo dijo...

La lectura del texto del artículo me invita a pensar en esos ciudadanos de esa villa de Higuera de Arjona, que vieron pasar por los alrededores de su pueblo toda esa masa de soldados, en los cálidos días de julio de 1808, centrados ellos en sus trabajos sencillos y cotidianos del campo. Ni siquiera pudieron quizá librarse de la requisa de alimentos para los soldados y sus caballerías, por los que quizá fueron compensados. En el reverso estaban los franceses de Dupont, asentados en Andujar, que tuvieron que segar para obtener su trigo para el pan, o aquellos que hicieron razzias en Jaén, unas batidas y redadas, que días antes habían hecho en Córdoba, matando a mujeres y niños en un lugar y otro y robando todo lo que encontraban a su paso, en una guerra total, que les impidió la agilidad del ejercito en la batalla a causa del enorme caravana de carros con objetos robados que llevaban.
Pero eso, es otra historia o mejor la"intrahistoria" de Don Miguel de Unamuno.
Saludos a los lectores.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

La lectura del último comentario sobre los ciudadanos de Higuera de Arjona al paso de los soldados de la Batalla de Bailen, me ha retrotraido, o llevado hacia atras, a lo que Unamuno, llamó la "intrahistoria".

Esa es la historia verdadera de los pueblos, y en contra de esa historia verdadera se encuentran esas falsas manifestaciones de la historia, que son las que hay que rechazar, las “glorias” que según Unamuno son “nuestras mayores vergüenzas (...) en que se hace jactancia de nuestros pecados pasados (...) fuente de apologías de vergüenzas, y de excusas, y de disculpaciones y componendas con la conciencia, como medio de defensa contra la penitencia regeneradora”. En este punto recuerdo el comentario de Manuel Jiménez sobre el aserradero de La Carolina.
La conciencia, precisamente es la que nos señala que existe otro camino que penetra directamente en la historia, como tradición verdadera. La sustancia de la historia será todo lo opuesto a lo que antes se caracterizaba de oficial, glorioso, sonoro etc... tales elementos tan sólo constituyen la capa exterior, la corteza de la historia, y no el “meollo” .

Es lo profundo, lo que no salta a la vista, lo único verdadero de la historia. Como su propio nombre indica, la intrahistoria se vuelve hacia sus entrañas, despreciando lo externo, y llegados a este punto, es indispensable citar las palabras de don Miguel, que, aunque harto conocidas, definen mejor que ninguna, la teoría intrahistórica mediante la metáfora marina:

Las olas de la Historia, con su rumor y su espuma que reverbera al sol, ruedan sobre un mar continuo, hondo, inmensamente más hondo que la capa que ondula sobre un mar silencioso y a cuyo último fondo nunca llega el sol. Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia toda del “presente momento histórico”, no es sino la superficie del mar, una superficie que se hiela y cristaliza en los libros y registros, y una vez cristalizada así, una capa dura, no mayor con respecto a la vida intrahistórica, que esta pobre corteza en que vivimos con relación al inmenso foco ardiente, que lleva dentro. Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna, esa labor que como la de las madréporas suboceánicas echa las bases sobre las que se alzan islotes de la historia. Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la tradición mentira que se suele ir a buscar al pasado enterrado en libros y papeles, y monumentos, y piedras.

La verdadera tradición eterna será la sencilla pero intensa vida cotidiana de la gente; constituirá la extensión a través del tiempo de todos los momentos históricos verdaderos, es decir de todas las “intrahistorias” aisladas, ahora formando una cadena temporal, eterna. El presente será la guía que nos conduzca, ya que es algo vivo y perdurable, en contraposición al pasado estancado, muerto, aunque perviva aparentemente intacto en los códices y manuscritos, como las momias, en todos los tratados, en letra aduladora y sonora, pero muerta al fin y al cabo. Así es el pasado español, así son sus glorias, tan aclamadas una y otra vez, pero vacías.

El hombre, en unión con su paisaje , formará una unidad profunda y eterna. Si nos adentramos en estos campos y pueblos, encontraremos a los hombres que los habitan; estos hombres y mujeres, al igual que el ambiente que los rodea, representarán la esencia humana, ya que sus vidas silenciosas y sus costumbres humildes, se han ido repitiendo de generación en generación, prolongándose como esa cadena eterna e invisible, que constituye la tradición eterna, la intrahistoria. El paisaje y el hombre en sus quehaceres cotidianos, expresan el tiempo vivido, sentido día a día; es la intrahistoria de Unamuno.

¡Muchas gracias por vuestros comentarios!
Cordiales saludos.

Luis dijo...

Te felicito con satisfacción por el trabajo que realizas en el blogspot. Estos trabajos dan a este blogspot un nivel bastante alto, y eso es poco habitual en otros de su genero, por eso habría que decir a tu favor que "La balanza no distingue el oro del plomo" y también este otro muy propicio: "La buena lectura, distrae, enseña y cura". Es una interesante y lograda labor la que ahora realizas, después de lo que fue tu trabajo durante tantos años. Un abrazo.

María Balbuena dijo...

Era el mes de Julio del año 1808. Se preparaban los ejércitos españoles al mando del General Castaños, para luchar contra los franceses que ya habían invadido casi la totalidad del territorio español. Se inicia desde aquí la histórica Batalla de Bailén. Pero una mujer, casi ignorada por la historia, que no por su pueblo, tuvo mucho que ver en esta gesta. Se trata de María Inés Juliana Bellido Vallejo, nacida en Porcuna el día 28 de enero de 1755, hija de Francisco Elías Bellido y Catalina Vallejo. Familia numerosa, con nueve hijos, y de humilde condición.
Hubo un tiempo en que se confundió a María Inés Juliana con su hermana María Paula Bellido, pero las investigaciones y conclusiones sacadas de las partidas de bautismo, por Francisco Peña Alcalá, aclararon la verdadera identidad de nuestra heroína María Inés, a partir de ahora, María a secas y apodada “la culiancha” por sus anchas caderas.
María Bellido contrajo matrimonio en Bailén con Luís Domingo Cobo Muela, natural de esta localidad y al que conoció en Porcuna en uno de sus viajes para vender botijos, cántaros y cacharrería de cerámica, oficio que compartió y que tendrá bastante influencia en el caso que nos ocupa.
María tenía 53 años cuando la noche del 18 de Julio de 1808, comienzan los primeros movimientos populares en apoyo del contingente militar español contra los franceses. Por los alrededores de Bailén, los hombres se unieron en forma de guerrillas a las tropas, los ancianos se ofrecieron para la intendencia y atención de heridos y, debido al caluroso verano que se echó encima (entre 40 y 50 grados a la sombra), las mujeres y los niños se encargarían de que no les faltase el agua a los combatientes, líquido elemento pesadilla de ambos bandos. Tal era la necesidad del agua, y tan primordial su obtención, que hubo momentos en que la lucha se concretaba en la posesión de las fuentes de aprovisionamiento.
Benito Pérez Galdós, en su Episodios Nacionales, pone en boca de uno de sus personajes cuando se refiere a la Batalla de Bailén: "Eran las seis de la mañana, y el calor principiaba a dejarse sentir con mucha fuerza, sentíamos ya a la espalda aquel fuego que más tarde habría de hacernos el efecto de tener por médula espinal una barra de metal fundido... Pero este malestar era insignificante con otro que desde la mañana principió a atormentarnos, la sed, que todo lo destruye, alma y cuerpo, infundiendo una rabia inútil para la guerra, porque no se sacia matando"... “Es verdad que de Bailén salían en bandadas multitud de mujeres con cántaros de agua para refrescarnos... Más de una vez, aquellas valerosas mujeres se expusieron al fuego, penetrando en sitios de mayor peligro, y llevando sus alcazarras a los artilleros del centro".
La misión de obtención, transporte y abastecimiento del agua tan necesaria, a cargo de las mujeres y niños de Bailén, que con desprecio del peligro tanto contribuyeron a la victoria de las tropas españolas, es el escenario donde María Bellido escribió esta página importante de la historia.
Tomando datos de otras fuentes, el historiador Manuel López Pérez, destaca el auxilio que prestaron algunas mujeres, que en el ardor del combate y en pleno campo de batalla dieron de beber a los soldados, destacando entre ellas a una, llamada María Bellido, que llegando hasta el puesto de mando y "dirigiéndose directamente al General Reding, ofreció agua al General, y en el momento en que elevaba la vasija, una bala rompió el cantarillo. La mujer no se inmutó. Recogió el tiesto donde había quedado un poco de agua, y lo ofreció al General, que alabó su labor y ofreció premiarla".
El temple, valor y la acción que realizó con riesgo de su vida, en pleno combate y en el lugar más abatido por la artillería enemiga, hizo que María Bellido pasara a la galería histórica en representación de otras muchas que se inmortalizaron.
Saludos de María Balbuena

María Balbuena dijo...

Tras la victoria de las tropas españolas, María Bellido (nacida en Porcuna) pasó al más completo olvido. Durante algún tiempo hasta se creyó que este personaje era producto de la imaginación popular o la invención de héroes que toda victoria necesita resaltar. Sin embargo investigaciones posteriores han demostrado que María Bellido existió y así actuó. Posiblemente el olvido en que cayó fue debido a su prematura muerte, acaecida ocho meses después de la batalla y en el mismo año que casualmente falleció el General Reding. Afortunadamente para la historia de Andalucía y sus gentes, el pueblo no suele olvidar a sus constructores.
Cuando en 1862, la Reina Isabel II realizó un viaje por Andalucía pasó por la ciudad de Bailén para seguir por todas las tierras andaluzas. A la vuelta del viaje, en 7 de octubre del mismo año, y de nuevo de tránsito por Bailén, tras visitar muy especialmente el lugar en que años antes se había desarrollado la famosa batalla, las autoridades de aquella localidad, la obsequiaron con "un rico estuche de palo santo, que contenía una bandeja de plata y filigrana y un cantarito de plata dorado a fuego, que sujetaba entre hojas de laurel una bala de metralla". (Manuel López Pérez).
El diputado provincial y poeta de Bailén, Francisco Rentero, al hacer el ofrecimiento, hizo a la reina una reseña del recuerdo histórico del símbolo que le ofrecía, relatando la historia del hecho protagonizado por María Bellido, dando de beber a las tropas y al General Reding en medio de la lluvia de fuego y balas. La bala que entregaba era la misma que, procedente de los disparos franceses rompió el cántaro de María y que se conservó durante muchos años por su sobrina María Josefa Malpesa.
Pasados unos años la ciudad de Bailén rindió homenaje a su heroína, dedicándole una calle conocida por "La Carrera", donde vivió y falleció María. En la fachada de la casa donde vivió se colocó esta placa de homenaje de los obreros de Bailén. Todos estos recuerdos han desaparecido por el transcurso del tiempo, la labor de la piqueta y la mano del hombre.

Pero aún persiste en la Plaza del General Castaños, una fuente monumental coronada por una estatua, que si bien simboliza la "España Victoriosa" con una estatua romana llamada "la matrona", el pueblo de Bailén mantiene su sentir y tradición, y nada ni nadie puede hacerles cambiar de que este monumento representa a María Bellido.
El Ayuntamiento de la ciudad de Bailén, organiza todos los años los actos de Recreación de la batalla de Bailén, donde el personaje de María Bellido tiene un protagonismo que la historia no le reconoció. Bailén le tiene dedicada una plaza, hay un Instituto con su nombre y cada mujer bailenense tiene en María Bellido el referente heroico del comportamiento de todo un pueblo.

Si militares como Castaños, José de San Martín, Reding (Gobernador de Málaga), alcanzaron la gloria, es justo destacar el arrojo y valentía demostrado por el pueblo andaluz, encarnado en la figura de María Bellido quien con deprecio de su vida proporcionó agua en medio del combate a los sedientos soldados, hecho recordado en el escudo de la cuidad, con un cántaro perforado.
Saludos de María Balbuena.

“Ricardo Corazón de León” dijo...

Antes que entrar a comentar algunos hechos meramente históricos de la Batalla de Bailén, quiero comentar algunos detalles importantes que son la clave de la victoria española. El ejército francés estaba mucho mejor preparado que las tropas aliadas de España e Inglaterra, no sólo contaba con soldados muy experimentados y con pertrechos tremendamente superiores, sino que además tenía una de las mejores artillerías del mundo. Napoleón era artillero y sentía debilidad por su arma preferida, por lo que su preparación era muy especial. Pero, aparte de los problemas de comunicación e información que tuvo el ejército francés, además de algunas meteduras de pata tremendas, hubo un detalle de una importancia crucial: el lugar y el momento.

Estaban los contendientes a mediados de Julio en Andalucía, a una temperatura con la que difícilmente se puede luchar sin algo vital: el agua. Además, las tropas francesas estaban completamente agotadas, ya que sus generales las hicieron ir de aquí para allá sin mucho sentido. Que conste que esto no quita valor a la victoria española ni al arrojo de sus soldados, que luchaban por liberar su país de la ocupación gabacha.
La actuación del pueblo de Bailen fue crucial, contaba con varios pozos y los lugareños abastecieron constantemente a las tropas españolas del preciado líquido. Además, a las afueras de Bailén, donde tenía lugar la batalla, sólo se contaba con un pozo de una pequeña venta que durante el conflicto cambió en más de una ocasión de manos, hasta que los españoles lo tomaron definitivamente.

Tenemos que pensar en esas horas del medio día y primeras de la tarde, cuando el sol más aprieta en estas tierras de Andalucía, que los vistosos uniformes franceses de la época iban muy bien para un desfile, pero no para una lucha de tal índole, a más de cuarenta asfixiantes grados de temperatura, y sin apenas agua.
Como ya se dijo en el artículo, los españoles contaron con la incondicional ayuda del pueblo de Bailén, imprescindible para el aporte de agua a las tropas. Como símbolo de esa participación esencial para la victoria, la ciudad de Bailén muestra en su escudo un cántaro, y hay una estatua en memoria de una legendaria mujer, María Bellido, en cuya persona se encarna la fuerza de la gente de Bailén, en ayuda de la recuperación de España.
“Ricardo Corazón de León”.

Manuel García Montalvo dijo...

A continuación quiero dar a conocer algunas anécdotas del general Castaños, relacionadas con la Batalla de Bailen:

La primera:
Durante la rendición después de la batalla, el general Dupont entregó su espada diciendo:
- Os entrego esta espada, vencedora en cien batallas -
Castaños respondió
- Pues yo, ésta es la primera batalla que gano -

La segunda:
Dicen que Castaños llegó con su ejército a Madrid y que alguien le interpeló diciéndole si pretendía entrar con esa pandilla de desarrapados (los meses de campaña y la falta de medios habían dejado a las tropas con un aspecto deplorable), a Madrid, a lo que Castaños contestó:
- Con ellos entré en Bailén y era algo más difícil.

La tercera:
Un día frío de invierno, el general Castaños fue a cumplimentar al rey Fernando VII. Acudió vestido con uniforme de verano. El rey, al verle, exclamó:
- ¡Vienes muy fresco! ¡Te vas a helar!
El general, muy serio, le contestó:
- Es la ropa propia de la estación, majestad.
- ¿Propia de la estación? ¡Si estamos en enero!
- Según el calendario astronómico, tenéis toda la razón. Según el calendario económico, la tengo yo, puesto que hoy he cobrado mi paga del mes de julio.
Un saludo de Manuel García Montalvo

Enrique Guillén dijo...

El general Jacobo Gobert (1760 – 1808) muere en casa del cura párroco de Guarromán el sábado 16 de julio de 1808, festividad de la Virgen del Carmen, después de haber sido herido en el Cerro de la Harina, próximo a Mengibar, en uno de los varios escarceos guerreros que los días previos a la batalla tuvieron lugar para controlar los pasos que cruzaban el Guadalquivir.
El párroco guarromanense, el bachiller don José Manuel Guerrero, escribió la siguiente partida en el libro segundo de defunciones, la que transcribimos literalmente respetando su ortografía original:
«En el día diez y siete del mes de Julio, año de mil ochocientos y ocho, yo el Br. Dn. Josef Manuel Guerrero, Cura Párroco de esta Yglesia de Guarromán sepulté en su cementerio al Cadaber de M. Jacobo Gobert, General de División de los Coraceros franceses, que murió la noche antes en mi casa de resultas de la batalla de Bailén, donde recibió un Balazo por cima de la frente, y cayó soporado, y así murió. De que doi fe.”
Lógicamente, el bueno del párroco, estando Guarromán tomado por el ejército francés (se estima que en los días previos a la batalla se encontraba concentrado en esta real población, que albergaba normalmente algo menos de seiscientos vecinos, un contingente de más de diez mil soldados franceses con todos sus pertrechos) no asentó al ilustre difunto en el libro correspondiente hasta que no se supo el desenlace de tanto movimiento bélico.
Ello hizo posible que, según la partida en cuestión, el general Gobert muriera paradójicamente en una batalla en la que no pudo estar, sencillamente porque ella tuvo lugar tres días después de que muriera; los mismos días que el párroco se anticipó a darle nombre escrito para los anales de la Historia.
Gobert fue sepultado en los nichos que en el cementerio de Guarromán había entonces para enterrar a los difuntos de mayor prestancia social, eclesiástica y militar, situados junto a los muros posteriores de la iglesia. En el año 1950, cuando se edificó una sacristía nueva, ésta se construyó a nivel del suelo del templo, para lo cual en la construcción se aprovechó la elevación que facilitaban los ya citados nichos, entre el que se encontraba el del general Gobert, al que pudieron ver en su ataúd, con su sable y sus descoloridos entorchados, los albañiles que hicieron las obras, y algunos monaguillos curiosos que hoy peinan canas y nos lo contaron.
Aún así, el general Gobert posee una monumental sepultura en la sección de mariscales del cementerio parisino de Pere-La Chaise, obra del escultor David d’Angers, compuesta por una figura ecuestre y cuatro bajorrelieves de mármol donde se escenifican algunas de sus gestas. Fue adquirida por la Academia Francesa el 10 de octubre de 1837 (veintinueve años después de haber muerto) y el 18 de julio de 1845 (justamente treinta y siete años después de su fallecimiento) su corazón fue depositado en la tumba en presencia de los académicos franceses Pingnard, Choquet y Achille Lecrerc. Así lo hemos visto escrito en la biografía que sobre él publicó en Paris C. Mulliè en 1850, bajo el título general de Biographie des Célébrités Militaires. Entendemos que la historia de su corazón puede encuadrarse en el ambiente romántico de la época, y que en realidad lo que se introdujo en su sepultura bien pudo ser algún efecto personal, o, en todo caso, algunas de las vendas manchadas con su sangre que se les hicieran llegar por el estado mayor francés a sus familiares desde Guarromán.
Sea como fuere, el general Gobert posee dos tumbas: la de Guarromán, donde está; y la de París, donde no está; y un corazón viajero que, según su biógrafo, anduvo rodando por esos mundos cerca de cuarenta años, hasta encontrar un descanso eterno cargado de leyenda y argumento de opereta romántica, tan a la usanza de la época.
Muy agradecido por la calidad de los artículos y comentarios. Saludos de Enrique Guillén

Antonio Roldán dijo...

Podemos asegurar que la Batalla de Bailén devolvió el toreo a España; la secuencia y el relato de los hechos es como sigue:

Godoy había prohibido el toreo en toda España en 1805, presionado por los «verdes» de la época, con el absurdo argumento de que la fiesta nacional, así se llamaba el toreo desde los tiempos de Jovellanos, iban a dejar sin toros y sin caballos el agro español.
Se acepta que iniciado el conflicto con el ejército invasor fue el rey usurpador, José Bonaparte, el que en un intento de congraciarse con el pueblo español abrió los toriles a la gran fiesta taurina del siglo XIX, pero no fue exactamente así. Los toros de Bonaparte que se corrieron en Madrid, Sevilla o El Puerto de Santa María, pese a su gratuidad en ocasiones, no llegaron a calar en el espíritu del pueblo.
En la batalla de Bailén se batieron con heroísmo todo un batallón de 400 garrochistas andaluces que al mando del capitán Miguel Cheriff hicieron «acoso y derribo» con los dragones franceses. Estos garrochistas y el resto de la caballería del general Castaños habían sido equipados a crédito por un patriota sito en Cádiz, don Francisco de la Iglesia y Darrac.
Cuando en 1810 el ejercito había apretado a la Regencia, el Gobierno, las Cortes, el Ejército y un sin fin de patriotas, en el pequeño recinto de las islas gaditanas, Darrac aún sufría el peso de las deudas que le consumían desde la batalla de Bailén.
Conociendo que el toreo corría por las venas de los gaditanos y del resto de los españoles allí refugiados, y sabiendo que en otros tiempos, no lejanos, las corridas de toros habían financiado la construcción de las murallas, el hospicio, la Alameda, Bellas Artes y un sin fin de obras públicas de esta ciudad, concibió la idea de solicitar permiso para construir una plaza y cobrarse la deuda, poco a poco.
Y así, autorizado por la Regencia y pensando traer los toros en barco, dado el sitio a que nos tenían sometidos, construyó la que se llamó Plaza Nacional, justo enfrente del castillo de Santa Catalina. Las corridas se iniciaron, ya sin franceses, en febrero de 1813 y muy pronto la inquina de un concejal «ilustrado» que añoraba la prohibición de Godoy le llevó denunciado nada menos que al hemiciclo de las Cortes.
Y allí ocurrió el milagro. Fue un diputado catalán, mira por donde, llamado don Antonio Capmany, militar, filósofo, historiador, economista y político, padre constitucional, uno de los redactores, promotor de la libertad de prensa y sobre todo denodado luchador contra los invasores, el que defendió con ardor ante sus compañeros de la cámara la vigencia del toreo como fiesta de nuestra nación, como identidad de nuestro pueblo, consiguiendo no sólo que continuara la autorización dada a Darrac por la Regencia, sino que se revocara la «afrancesada» orden de prohibición del toreo dictada por Godoy.
Era una época en la que las provincias catalanas daban héroes como Isidro, el tambor del Bruch, o la barcelonesa Agustina de Aragón.
Quizás Capmany, hombre de gran cultura y amplia bibliografía, conocía que la afición catalana a las corridas de toros, entonces a caballo, era ya antigua en tiempo de los reyes visigodos, hasta el punto de que el rey Sisebuto hubo de censurar a Eusebio obispo de Barcelona por su continua asistencia a las corridas.
Capmany murió en Cádiz, poco después, en la epidemia de 1813. Aquí estuvo enterrado mucho tiempo hasta que sus restos fueron trasladados con el honor que merecían a su Barcelona natal.
Lo que han cambiado las cosas de los toros en España con eso de los nacionalistas del señorito Artúrico Mas, el de Huesca.
Un afectuoso saludo a los lectores de Antonio Roldán.

Marina Villamor dijo...

Para todo hay una primera vez, hasta para ganar batallas; o de qué creíais que iba a hablar, eh? Naturalmente, estamos hablando del general Francisco Javier Castaños y de la batalla de Bailén.
Gracias a la estupidez de Carlos IV y a la desfachatez de su hijo, España se encontraba prácticamente ocupada por los ejércitos de Napoleón, comandados por el general DuPont, “El terror del norte”.
Se dirigía el francés hacia Andalucía por Despeñaperros y Castaños decidió interponerse en su camino con un ejército constituido por campesinos, sin apenas preparación, y por retales de regimientos dispersos. Mientras formaba este contingente, un coronel británico le ofreció guarnecer Cádiz y otros puertos del sur con soldados británicos, de manera que pudiera disponer de las tropas acuarteladas en esas plazas. Castaños respondió:
“- [..] no puedo aceptar vuestra ayuda, que además no necesito, pero si pudiera, preferiría entregar Cádiz a los franceses a que sucediese con Cádiz lo que con Gibraltar [...] -” ¡bien dicho!
Se produjo el enfrenamiento el 19 de julio de 1808, en las cercanías de la población jienense de Bailén. Las tropas españolas vencieron a las francesas, lo cual tuvo una gran repercusión en el resto de Europa, ya que al ver derrotado por primera vez al gran ejército de Napoleón, la Grande Armée, se puso en entredicho la entonces supuesta invencibilidad francesa.
Marina Villamor.

David Sánchez García dijo...

Como hablamos tanto de la batalla de Bailén, me he acordado de esta anécdota protagonizada por un general francés en la Batalla de Waterloo. Su nombre, Pierre Jacques Etienne Cambronne.

Al comienzo de esta famosa batalla, las cartas pintaban bastante bien para el corso. En sus propias palabras:

- "Tenemos noventa probabilidades a nuestro favor por diez en contra." -

Pero con el transcurso del enfrentamiento, las cosas fueron complicándose para los franceses, hasta el punto de que la batalla terminó en derrota total y desbandada general de los restos del ejército de Napoleón.

En los últimos combates, la situación ya era desesperada para el bando imperial. Víctor Hugo, en su genial obra “Los Miserables” nos describe magistralmente la situación:

“Cada regimiento, aislado de los demás, y no teniendo ya lazo alguno con el ejército deshecho por todas partes, moría por su cuenta. [..] “

“[..] Cuando la legión se vio reducida a un puñado de hombres, cuando su bandera no fue más que un harapo, cuando sus fusiles agotados de balas no fueron más que bastones, cuando el montón de cadáveres fue mayor que el grupo vivo, hubo entre los vencedores una especie de terror sagrado en derredor de aquellos sublimes moribundos, y la artillería inglesa calló y tomó aliento. Fue una especie de tregua. Los combatientes tenían a su alrededor como un hormiguero de espectros, siluetas de hombres a caballo, el negro perfil de los cañones, el cielo blanco, visto a través de las ruedas y las cureñas; la colosal cabeza de muerto que los héroes entrevén siempre en el humo, en el fondo de la batalla, avanzaba hacia ellos y los miraba. Oyeron cargar las piezas en la sombra crepuscular, vieron las mechas encendidas, que semejantes a los ojos del tigre en la oscuridad formaban un círculo en torno de sus cabezas; todos los bota-fuegos de las baterías inglesas se acercaron a los cañones, y entonces, conmovido, teniendo el instante supremo suspendido encima de aquellos hombres, un general inglés, Colville según unos o Maitland según otros, les gritó:

-¡Rendíos, valientes franceses!
Cambronne contestó:

- ¡MIERDA!

[…] Al oír a Cambronne, el inglés respondió ¡Fuego!”

Hay una versión más novelesca según la cual respondió “¡la guardia muere, pero no se rinde!”. A mí particularmente me gusta más la primera.

Pero al parecer, ambas versiones son falsas. El mismo Cambronne, que quedó herido pero no muerto tras esta última descarga, las desmintió.

Aún así, a mí me parece un episodio muy curioso y prefiero creer que gritó mierda. En una situación así no vas a decir cáspita, ¿no creéis? Un saludo.
David Sánchez García

José Manuel Muñoz dijo...

Sin duda alguna, uno de los condicionantes de la derrota francesa fue el tremendo calor que hubieron de soportar los combatientes. A los más de 40 grados del verano jienense se une el sofoco que producen los fuegos provocados por los disparos. Los soldados franceses se dispersan a la búsqueda de agua, desoyendo las órdenes de sus jefes. Por el contrario, los españoles estuvieron constantemente abastecidos por los vecinos de Bailén quienes, a riesgo de sus vidas, se acercan a la línea de combate para llevarles agua y suministros. Tal es el caso de la heroína local María Bellido, la cual, al ver desvanecerse al Mariscal Teodoro Redding, Jefe de la 1ª División española, corre en su ayuda y le ofrece un cantarillo de agua. Este es el origen del cántaro que aparece reflejado en el escudo municipal de la “muy noble y leal” villa de Bailén, a la que en documento de 1850 se le concede la consideración de ciudad y se determina que en todas las poblaciones de España con censo superior a 10.000 habitantes, una de sus tres calles más principales lleve el nombre de Bailén.
A propósito, me gustaría saber si en alguna publicación aparece la frase atribuida al General Castaños en el momento de terminar la Batalla de Bailén "No hay domingo de ramos sin viernes santo" o algo similar. Estaría muy agradecido al que me informara.
Reciban un cordial saludo de José Manuel Muñoz.

Francisco Javier Pedroche dijo...

Lo que nos hizo vencer en Bailén fue el oficio de Redding unido al exceso de confianza de DuPont de L'Etang, esto aliñado con la exitosa negociación de Castaños, claro está, pero solo se pudo negociar gracias a que Redding aguantó perfectamente los sucesivos, impetuosos y descoordinados asaltos franceses. No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación que algunos hacen; fue la perspicacia de este suizo, grande para las armas de España, a quien debe atribuirse la mayor parte del merito. Pero no hay que olvidar tampoco, que es al General en Jefe a quien al final le corresponde la toma de las últimas decisiones y es él quien elige a sus subordinados y los posiciona en el terreno.
Si achacamos a Cuesta la derrota de Medellín, cuando después de tener la victoria en la mano, esta se malogra por la huida de los regimientos de Almansa y del Infante, hecho en el que evidentemente nada tuvo que ver, es justo reconocerle a Castaños su parte de merito en la Victoria.
Quisiera destacar la actuación de la población de Valdepeñas, el día 16 de Junio, que al paso de las tropas francesas por esta localidad manchega, comenzaron a arrojar contra ellos aceite hirviendo desde las ventanas de sus casas, produciéndoles lesiones de consideración, en un lugar donde no se lo esperaban, y con ello el consiguiente retraso para llegar al punto de la batalla a tiempo, y con considerables bajas.
Saludos, Francisco Javier Pedroche.

Pedro Ochoa López dijo...

El Escuadrón de Lanceros Voluntarios de Utrera y Jerez ha pasado a la historia y la leyenda con el nombre de "Los Garrochistas" por sus temerarias acciones en el combate de Menjíbar y en la Batalla de Bailén.

La valía potencial de sus jinetes la demuestra el hecho de que el teniente general Castaños no incorporó al Ejército de Andalucía las unidades de nueva creación que hubo que encuadrar con el enorme voluntariado surgido tras el levantamiento nacional en el mes de junio. Castaños tan solo hizo tres excepciones: tres batallones de Voluntarios de Granada, el Batallón de Cazadores de Antequera y dos secciones de lanceros formadas por voluntario de Utrera y Jerez, conocidos como los "garrochistas".

En el campo de entrenamiento de Utrera no pasaban de 70 jinetes. Es muy posible que durante el mes de julio se les uniera algún jinete más.

Probaron su valía en el combate de Menjíbar, ocurrido el 16 de julio de 1808. En esa ocasión formaban con los escuadrones del Regimiento de Caballería Farnesio y los mandaba el capitán del mismo D. José Cheriff, nieto de los cherifes de Tafilete que habían buscado protección en la corte española del rey Carlos III. En esta ocasión los garrochistas cargaron en vanguardia junto a los jinetes del Farnesio y alancearon a los infantes franceses, que se vieron obligados a refugiarse en un olivar cercano. Vuelven a la carga junto a jinetes del Farnesio y de Olivenza, pero esta vez se enfrentan a infantería disciplinada formada en cuadro. Sufren numerosas pérdidas, entre las que se cuenta el capitán D. José Cheriff, muerto desangrado por sendas heridas en las muñecas.

Donde saltaron a la leyenda los "garrochistas" fue en la Batalla de Bailén. Formaron en la tercera línea del ala izquierda, junto a los 120 jinetes del escuadrón del Regimiento España de la 2ª División Coupigny. Tras las bajas sufridas tres días antes en el combate de Menjíbar no superarían el centenar de jinetes, aunque ciertas fuentes les dan una fuerza de 136 lanzas.
Este comentario continuará otro día
Saludos cordiales para todos los lectores del blog, Pedro Ochoa López.

Pedro Ochoa López dijo...

La batalla había comenzado en la oscuridad de la noche y acababan de salir las primeras luces del alba. Habían visto desde lejos la carga de los cazadores franceses sobre la batería central española; habían presenciado el mortal duelo artillero, y celebrado con gritos de júbilo cada vez que una descarga española desmontaba una pieza francesa en la lejanía. De pronto, entre las seis y media y las siete de la mañana, ven con estupor y rabia cómo una masa de jinetes franceses, algunos de ellos con corazas en el pecho, se abate delante de ellos sobre los infantes españoles que hostigaban desde primera hora las formaciones francesas. Ven avanzar en su socorro hacia el cerro denominado Haza Valona al Regimiento de Infantería de Jaén, a un batallón de soldados suizos y una compañía de zapadores. Y reciben la orden de proteger el avance junto con los jinetes de España.

Iban a enfrentarse contra el 1er.y 2º Regimientos Provisionales de Dragones y el 2º Regimiento Provisional de Coraceros. Eran unidades provisionales, sin una gran cohesión en el combate ni un acendrado espíritu de cuerpo, pues fueron creadas para la invasión de Portugal y España; pero eran jinetes muy bien entrenados y experimentados y pertenecían a regimientos que acababan de combatir en Alemania: 11º, 13º, 14º 18º, 19º y 22º Regimientos de Dragones; 8º, 12º, 20º, 21º, 25º y 26º Regimientos de Dragones; 1º, 2º y 3º Regimientos de Coraceros y 2º y 2º Regimientos de Carabineros. Por contra, los "garrochistas" tenían como única ventaja la de ser jinetes ligeros y poder maniobrar más fácilmente por los olivares cercanos, por no hablar del resurgir de las unidades de lanceros que cobró forma en la Guerra de la Independencia como excelente arma de choque.

Junto con los jinetes del Regimiento España, cargaron contra los franceses sin percatarse, quizás, del gran número de enemigos que se les venía encima. A pesar de ello, se lanzaron con tal ímpetu contra los dragones y coraceros del general Privé que, a decir del historiador francés coronel Grasset, "diezmaron a los jinetes franceses en el curso de una lucha desproporcionada".

La superioridad numérica de los jinetes franceses acabó con el valor de los "garrochistas". Testigos españoles del combate y que formaron parte de la Comisión Militar de 1.850 declararon que "unos lanceros que venían vestidos de paisano, al presentarse los Dragones y Coraceros sobre nuestra izquierda, tuvieron tal choque que de los lanceros no quedaron ni la cuarta parte... se cebaron tanto en perseguir a los franceses que llegaron hasta el grueso del ejército, atravesando todos los olivares, con pérdida de más de tres cuartas partes de su fuerza."

Tan solo sobrevivieron una treintena escasa de "garrochistas". Algunos acompañaron al teniente general Castaños hasta su entrada en Madrid. El resto perdió su vida entre los olivares del campo de batalla después de haber alanceado a numerosos y experimentados dragones y coraceros franceses. Los historiadores franceses les granjearon el adjetivo de "redoutables" (temibles).

Había nacido una leyenda.
Saludos, Pedro Ochoa López.

Pepe Ramírez Cortés dijo...

Sobre los garrochistas en Bailén, y sobre otras muchas unidades de voluntarios, se ha extendido cierta fama, motivada en parte (aunque parezca mentira) por motivos políticos.
Durante mucho tiempo, se ha intentado minusvalorar el papel del ejército en nuestra guerra de la independencia, dándoles todo el protagonismo a las "guerrillas" por ejemplo. No es que las unidades guerrilleras y civiles no se merezcan esos honores, pero hay que hacerlo sin minusvalorar el papel del ejército.
La actuación de los garrochistas en Bailén (al menos sobre lo que yo he leído y he entendido) ha sido desproporcionadamente elevada. Baste como ejemplo "el Húsar" de Pérez Reverte.
Hablo de memoria, pero realmente, la carga de los garrochistas no fue tan efectiva. Se lanzaron sin ningún control contra los franceses y fueron incapaces de parar y de reagruparse, introduciéndose demasiado en el despliegue francés, lo que les costó la vida a la mayoría. Su impacto en la batalla fue muy escaso, pero el acerbo popular ha entendido siempre otra cosa.
Lo que sí hay que reconocer, es el tremendo valor y ganas que demostraron, lo que les merece ser reconocidos como unos auténticos héroes, pero hay que diferenciarlo de su efectividad en batalla.
Al menos yo pienso así.
Pepe Ramírez Cortés.

Curro Correa Sánchez dijo...

Las cosas, creo que hay que ponerlas en su justo valor... y nadie (yo al menos no) no he intentado desmerecer a las tropas "regulares" frente a las tropas "irregulares", las del tipo de la caballería irregular de los garrochistas, y tanto los de "sierra morena" como los "salmantinos" - (entiéndase por "regulares" las unidades encuadradas dentro de la estructura general del Ejercito por la vigente ley de planta, sin contar con su forma de recluta, que en muchos casos era la de "Batallones de Voluntarios Provinciales"; Y por "irregulares" las unidades que mas o menos espontáneamente se formaron atendiendo a un impulso particular o a un espíritu de defensa de la nación por parte de determinados colectivos particulares). Y no, no pretendo hacer un panegírico de las tropas "guerrilleras", sino hablar de esas "unidades voluntarias" intermitentes... que se encuadraron en los cuerpos y ejércitos regulares (cosa que nunca hicieron las partidas guerrilleras, y de ahí el bandidaje y bandolerismo en los que degeneraron posteriormente, consecuencia de lo cual fue creada la Guardia Civil).
Curro Correa Sánchez.

Alberto Fernández dijo...

Yo también he leído que la actuación de los garrochistas fue más testimonial que otra cosa y ha sido mitificada a lo largo de los años en exceso, en detrimento del ejército regular y también de otras partidas de la guerrilla.
Así por ejemplo considero que la mejor unidad de "caballería irregular" y posiblemente la mejor unidad de la guerrilla en toda la Guerra de Independencia, fueron los Lanceros de Castilla de Julián Sánchez, "El Charro", llegando Wellington a solicitar al Consejo de la Regencia su incorporación a su ejercito.
Así mismo, no identificaría tanto las partidas guerrilleras con el bandolerismo posterior a la guerra, ya que en contra de lo que nos ha transmitido la televisión, en Andalucía fue más importante la contraguerrilla josefina que la guerrilla antifrancesa. Siendo esta mucho más importante en el norte de España, donde El empecinado o Espoz y Mina llegaron a comandar verdaderos ejércitos.

Todo esto sin demerito, puesto que la guerrilla fue tan necesaria para el devenir de la guerra como el ejercito regular.

Alberto Fernández.

Un viejo patriota de Bailén dijo...

En Julio de 2008, se celebró en la jienense población de Bailén el bicentenario de una batalla que marcó el destino de Europa y pienso que aún no ha sido reconocida como debiera por la magnitud de sus consecuencias. La Batalla de Bailén se libró durante la Guerra de la Independencia española ante la ocupación francesa.
De hecho, hubo cierto enfado por parte del pueblo de Bailén, de lo más lógico, porque Juan Carlos de Borbón y Borbón, no acudió, como era su obligación, a las celebraciones de dicho acontecimiento histórico de importancia capital, no sólo para España, sino para el destino de toda Europa.
Me llenó de dolor el ver la poca o casi ninguna importancia que a este hecho de armas le dieron las autoridades españolas y el poco interés que en general despertó en el pueblo español. La celebración por lo que parece se circunscribió al ámbito local del pueblo de Bailén, pues según tengo sabido no asistió a los actos ninguna alta personalidad de Estado. Parece como si España ya no importara a nadie, como si la Patria fuera algo pasado de moda.

Pienso en estas cosas y las lágrimas empañan mis ojos, se ve que soy un viejo que no ha sabido ponerse al día en sus sentimientos patrióticos.

Desde esta página quiero rendir mi humilde homenaje a los que ya hace doscientos y pico de años dieron su vida en defensa de la Independencia de su patria.
Decía José Ortega y Gasset: “Y tenedlo entendido de ahora para siempre: yo amo con exaltación a mi Patria, y antes que a la libertad, antes que a la república, antes que a la federación, antes que a la democracia, pertenezco a mi idolatrada España”

Un viejo patriota de Bailén.

Un ciudadano de Bailén dijo...

Si, es patético “viejo patriota” recordar cómo discurrieron las “celebraciones” del segundo centenario de la Batalla de Bailen en 2008, fechas tan decisivas para España. Quitando Madrid que le dio importancia (y ya se encargaron los progres de decir que Aguirre lo hizo para tomar protagonismo nacional) no se vieron a penas actos en los que se conmemorasen estos días en los que los españoles plantaron cara a la potencia mundial francesa, con más coraje que medios y más reaños que cabeza.
La Guerra de la Independencia ha suscitado muchas discusiones porque no son pocos los que hoy todavía piensan (y también los que pensaron en aquel entonces) que casi hubiera sido mejor ponerse de parte de los franceses, y que por tanto nada hay que celebrar, puesto que ayudamos al "bando equivocado". De hecho, la posición "oficial" española era más bien pro-francesa, y el levantamiento fue en realidad una iniciativa del pueblo y de unos pocos militares, que luego se extendió al ser reprimida duramente por los franceses. La posición española era profrancesa, por que así lo había venido siendo desde la llegada de los Borbones y así lo había sido previamente, antes de la llegada de los Austrias, al menos en Castilla.
Aragón si había chocado permanentemente con Francia, pero tampoco España tenía muchas alternativas, menos aún cuando España estaba en guerra con Gran Bretaña desde 1804. Y el pueblo ni era ni pro ni anti nada, seguramente odiaba tanto al francés como al ingles, pero el que ese día cometía desmanes por sus calles eran gabachos (con este término me refiero a los de entonces, no a los franceses de hoy).
Yo sí que me uno al recuerdo de aquella gran victoria, pero no me extraña lo más mínimo la poca importancia que le dan las autoridades, y más con un gobierno tan políticamente correcto como fue el de Zapatero y sus adláteres.
Un ciudadano de Bailén.

Vicente González Duran dijo...

El 12 de Febrero de 2008 tuvo lugar en Madrid, frente al Palacio real, el primero de los actos oficiales con los que se conmemoró el Doscientos Aniversario del inicio de la Guerra de Independencia, 1808-1814. Acto de cuya reseña acompaño la noticia que publicó en su día el diario “La Razón”.
Los Príncipes abren los actos de la Guerra de la Independencia
Soldados de cinco países desfilan en Madrid para conmemorar el bicentenario
R. L. Vargas
MADRID- Una vistosa parada militar presidida por Sus Altezas Reales los Príncipes, en la que tomaron parte cinco pelotones ataviados con los uniformes de época de los países que combatieron en la Guerra de la Independencia -España, Francia, Gran Bretaña, Polonia y Portugal-, dio ayer el pistoletazo de salida a los fastos que se celebrarán durante este año para conmemorar los 200 años de la contienda. Un enfrentamiento que, en palabras del ministro de Defensa, José Antonio Alonso, marcó un hito en la Historia de España porque «consolidó de manera decidida el sentimiento nacional» y abrió el «camino de la constitucionalidad».
Tras recibir los honores de ordenanza a cargo de un Batallón de Honores compuesto por tres compañías de los tres ejércitos, el Príncipe pasó revista a las tropas formadas frente la Palacio Real. Después, y al compás de los acordes de sus respectivos himnos nacionales, fueron izadas las banderas de los países participantes en el acto.
Tras este homenaje a las enseñas llegó el discurso del ministro de Defensa, que manifestó que esta conmemoración no trata «de enaltecer victorias ni sublimar derrotas, sino honrar con respeto a quienes nos precedieron».
Acabada la alocución, tuvo lugar el acto de homenaje a los caídos mientras sonaban los acordes de una marcha militar y de «La muerte no es el final». Miembros de los cinco pelotones de época depositaron coronas a los pies de los mástiles en los que flameaban las banderas de sus respectivas naciones.
El acto concluyó con un desfile en el que tomaron parte estas vistosas unidades junto al Batallón de Honores antes formado.
Inmediatamente, Don Felipe y Doña Letizia se trasladaron hasta el Teatro Fernán Gómez -antiguo Centro Cultural de la Villa- para inaugurar la exposición «España 1808-1814. La Nación en Armas», organizada por Defensa. La muestra, que permanecerá abierta hasta el 11 de mayo, recrea el desarrollo de la Guerra de la Independencia en toda su complejidad. En ella se pueden contemplar 200 piezas de la época, como armas y uniformes de los ejércitos contendientes, así como cuadros o libros.
No quería dejar de aportar a estas páginas la reseña periodística de los actos en Madrid.
Cordialmente, Vicente González Duran.

José Luis Garrido Entrena dijo...

Pues mal se empieza por parte de la Administración cuando se señala que sólo intervinieron en dicha guerra soldados de las cinco naciones reseñadas, puesto que, además de los polacos de la Legión del Vístula, en el Ejército francés hubo alemanes, como, por ejemplo, el Batallón de Westfalia, el único que usaba el uniforme totalmente blanco; o del Regimiento de infantería prusiana; italianos, de los regimientos del reino de Nápoles; o suizos, del Batallón de Neuchatel, que usaban casaca de color amarillo.
Por la parte británica, también hubo alemanes, en la Legión Alemana del rey (King’s German Legion, o KGL).

Y de la española, pues hay que reseñar los suizos, en especial los liderados por Don Carlos Redding, así como los irlandeses de los Regimientos de Irlanda, Ultonia e Hibernia.
Es decir, que si se metió a Polonia, que entonces era un Gran Ducado bajo la égida del Gran Corso, como muchos de los estados títeres que creó para sus familiares o mariscales (Gran Ducado de Berg, por ejemplo), entiendo que, en buena lid, también debieron figurar las banderas alemana, italiana, irlandesa y la suiza. Y esta última, aunque sus soldados actuasen como profesionales contratados en ambos bandos.
José Luis Garrido Entrena.

Álvaro Fuentes dijo...

El Gobierno no quiso efusión patriótica en la conmemoración de la Guerra de la Independencia. El 12 de febrero de 2008, durante un concierto en el Auditorio Nacional con motivo del programa del II Centenario, la Banda Sinfónica del Regimiento Inmemorial del Rey tenía previsto obsequiar al público con la interpretación del Himno de España y una jota patriótica en la que se canta: "El que al oír ¡viva España!/ ¡Viva España! no responde / si es hombre, no es español/ y si es español no es hombre". La víspera, Defensa ordenó retirar ambas piezas e interpretar, en su lugar, la Oda a la Alegría de la Novena de Beethoven.
El teniente coronel al mando del Regimiento Inmemorial del Rey número 1 irrumpió la tarde del 11 de febrero en el ensayo de su Banda Sinfónica, una de las más prestigiosas del acervo de la música militar española. La Banda iba a interpretar al día siguiente un programa dedicado a la Guerra de la Independencia en el Auditorio Nacional de Madrid. Con este concierto, el Ministerio de Defensa inició la conmemoración oficial del Segundo Centenario del levantamiento popular contra las tropas napoleónicas en 1808.

La Comunidad de Madrid tuvo su propia Comisión del II Centenario y su propio programa de actos, en el que sobresalió una magna exposición conmemorativa comisariada por el historiador Fernando García de Cortázar.
El director y los maestros de la Banda Sinfónica del Regimiento Inmemorial del Rey decidieron propinar al público del Auditorio con dos piezas simbólicas: el Himno de España y una jota patriótica rescatada por el maestro Luis Sanz Ferrer en 1921.
El estribillo más conocido de la pieza popular dice así:

El que al oír ¡viva España!
¡Viva España! no responde
si es hombre, no es español
y si es español no es hombre

El militar al mando, teniente coronel Blasco, transmitió la orden del Ministerio de Defensa de retirar el himno y la jota del concierto. El himno fue sustituido por la Oda a la Alegría, con la que se cierra la Novena Sinfonía de Beethoven, una pieza basada en el poema homónimo de Schiller, filósofo romántico y nacionalista alemán.
Se da la circunstancia de que durante el concierto, se interpretó la Wellington Sieg –conocida en español como La Victoria de Wellington o La Batalla de Vitoria–, del mismo Beethoven, en la que se recrea la participación del Duque de Wellington en la Guerra de la Independencia, al lado de las tropas españolas que combatían al invasor francés. En uno de los movimientos de la conocida como Sinfonía Guerrera de Beethoven, suena un fragmento del God Save the Queen.
De modo que el público del concierto del 12 de febrero de 2008 en el Auditorio Nacional pudo escuchar parte del himno inglés, pero se le prohibió escuchar el Himno de España.
Defensa sí permitió que la Banda propinase al público con otra jota patriótica, en la que se canta:

Virgen de Atocha,
dame un trabuco,
para matar franceses
y mamelucos.
Cosas de lo políticamente correcto. ¡Vaya patraña de patriotas!
¡Lo que hay que ver! Álvaro Fuentes.

José Vega dijo...

Hombre, sí que es lamentable que se pase olímpicamente de conmemorar esta batalla, pero bien mirado... ¿se conmemora cualquier otra? ¿Conmemoramos Sant Quintín, Lepanto o Pavía, por ejemplo? Por otro lado la Guerra de la Independencia ha suscitado muchas discusiones porque no son pocos los que piensan (y también los que pensaron en aquel entonces) que casi hubiera sido mejor ponerse de parte de los franceses, y que por tanto nada hay que celebrar, puesto que ayudamos al "bando equivocado".
Pues los que piensan en que mejor hubiese sido ponerse de lado de los franceses, creo que son claramente los que están equivocados. Por lo pronto, tu ahora estarías hablando desde Francia, ya que el proyecto napoleónico era llevar la frontera al Ebro, la "modernidad" no nos habría venido en ningún caso, porque Napoleón habría perdido también y hubiésemos estado en el bando de los perdedores.
Si estando en el bando de los ganadores no ganamos nada, te aseguro que estando en el de los perdedores, si que habríamos perdido.
Porque los franceses no eran más "modernos" que los ingleses y sobre todo porque a los defensores de los afrancesados se les olvida que precisamente los liberales que estaban en contra del absolutismo estaban en Cádiz, y desde Cádiz guerrearon contra el invasor napoleónico y que fueron precisamente los franceses los que impusieron el absolutismo en España.
Así que afrancesados hubo de todo, como en botica, unos eran patriotas y otros miserables, pero en cualquier caso estaban equivocados.
Un saludo cordial, José Vega.

Eduardo Bethencourt Medina dijo...

Para empezar los franceses nos habrían destrozado el territorio nacional, por ejemplo durante la ocupación Cataluña fue considerada parte del territorio metropolitano francés.

Por otra parte yo que soy isleño de las Canarias puedo garantizarte que al menos estas islas no habrían seguido formando parte de la nación, dado que durante la misma se planteó varias veces que si se perdía la guerra había que unirse con Inglaterra e incluso el Brasil portugués o bien formar un estado independiente; supongo que si Inglaterra tras una guerra teóricamente negativa para sus intereses hubiera conservado cierto margen de acción, Baleares tampoco se hubieran conservado, y Cuba ni nos molestemos en pensarlo.
Eduardo Bethencourt Medina.

Daniel Ferro dijo...

La semana pasada estuve visitando una antigua academia militar que cerro sus puertas hace unos 10 años. Esta academia llamada "Monasterio - Escuela Militar de Soreze" (Monasterio Benedictino fundado en el siglo XIII) se encuentra a unos 40 o 50 kilómetros de Toulouse. Hoy día se ha reconvertido en un museo y un hotel de lujo, a semejanza de un parador... Para quien quiera verla o visitarla esta es la información relativa al museo y hotel:http://www.abbayeecoledesoreze.com/decouvrir/abbaye.php
La que hasta hace unos diez años fuese una afamada escuela militar, con una reputación internacional por la modernidad de sus enseñanzas ya desde el mismo siglo XVIII, con cursos de ciencias, historia, disciplinas físicas y militares, etc. Una idea que servirá para daros cuenta de su gran importancia, la da el hecho de que por aquella época tenían ya una piscina entre sus dependencias y servicios para los militares - piscina que existe todavía - acudiendo alumnos de toda Europa para recibir adecuada formación.
A la sazón, visitando la sala de honor de la Escuela, en medio de un montón de bustos de generales y oficiales franceses antiguos alumnos, caigo sobre un busto del General Castaños Duque de Bailen.... Así aprendí que el General Castaños fue alumno de esta escuela militar francesa.... ¡Que cosas! ¿No?

Daniel Ferro.

Juan Castillo Hermoso dijo...

Quien estudie las guerras napoleónicas, se encontrará principalmente con ilustraciones de cuadros de soldados con magníficos uniformes. Era la gran época de los sastres militares. Pantalones y chaquetas de colores llamativos contrastaban con los cordones, galones, torzales, bocamangas y solapas coloreados, todo ello acompañado con brillantes hebillas, botones y corazas, y finalmente coronados por chacós, cascos, gorras y sombreros de múltiples formas.
Los soldados de los diferentes regimientos, o están representados en los cuadros mediante lo que parece un enorme desfile de modelos, o se les ve mandando con gallardía cargas de caballería o ataques acometidos a bayoneta. A veces se observan muertos y heridos a los lados de los cuadros, pero todo está dominado por soldados heroicos que luchan dentro de sus impresionantes uniformes.

La imagen que nos queda de estas guerras fue creada en su gran mayoría a posteriori –no hablamos de Goya – por pintores de regimientos que hacían sus obras mientras soldados posaban ante ellos con uniformes impecables. La guerra está presentada como un juego de soldaditos de plomo. Así lo relataba el historiador militar John Keegan, escandalizando a parte de su auditorio, cuando contaba que frecuentemente los médicos sacaban de las heridas dientes y trozos de huesos de otros soldados. Una cosa eran los magníficos uniformes y otra las amargas realidades.

Esta tendencia ha seguido glorificada gracias a la enorme cantidad de literatura patriótica, producida tras las guerras napoleónicas.
Juan Castillo Hermoso.

Esteban Del Pino Valenzuela dijo...

Los franceses habían perdido en la Batalla de Bailen, por cierto, pero tenían a los grandes héroes; los españoles habían ganado ante el resto de todo el mundo. Por primera vez, muchos de los demás pueblos habían descubierto el patriotismo durante la lucha contra Napoleón. Además, es necesario subrayar que la mayoría de las autobiografías fueron escritas por oficiales, que tenían grandes privilegios en comparación con los soldados rasos. A menudo, para estos oficiales, la guerra parecía una francachela con vino, mujeres y aventuras. Y si tenían realmente la mala suerte de ser heridos, tenían muchas mejores opciones de conseguir tratamiento o una pensión en caso de invalidez.

Claro que, también son conocidos otras hechos de las guerras napoleónicas. Es necesario cavar un poco más profundo en la literatura y pasar por toda la basura fetichista de uniformes y patriotas ingenuos. Se estima, por ejemplo, que entre 1792 y 1815, en Europa, 4,5 millones de hombres servían en algún ejército. De estos cayeron luchando unos 150.000; 2,5 millones murieron a causa de hambre, enfermedades o de interminables fatigas. Es por ello que hay que tener presente que la gran mayoría de los soldados jamás dispararon a enemigo alguno antes de «estirar la pata» junto a alguna carretera anónima o en un sucio acantonamiento.

Paralelamente, hay que anotar la eficiencia devastadora de la artillería. Napoleón era un gran maestro en unir baterías gigantescas y bombardear con éstas el enemigo durante horas. Hasta que llegaba la «gloriosa» carga, muchos ya estaban muertos, desmembrados, o se revolcaban mutilados en su propia sangre. Solamente algunos soldados tomaban parte en las escenas que nos enseñan estos cuadros populares, y aún muchísimos menos mataron a alguien en combate. El destino de los soldados era marchar y aguantar hambre, frío y enfermedades, y, si de verdad, entraban alguna vez en batalla, sólo podían dejarse derribar a cañonazos en formación fija.
Esteban Del Pino Valenzuela.

Juan Pedro Vergara Pulido dijo...

El obstáculo más grave para desplegar una mirada a las guerras napoleónicas era, y sigue siendo, el patriotismo. Mientras la Revolución Francesa se inventó la patria en una dimensión totalmente nueva. Para su defensa todos los patriotas debían luchar voluntariamente y sobre todo, gratuitamente. Napoleón no solamente utilizó este culto al sacrificio, sino que también lo intensificó hasta lo insoportable, encumbrándose su figura como símbolo mismo de la patria. Con la enorme dinámica de la nueva ideología se podía exigir de sus súbditos una disposición al sacrificio con la que ni un Luis XIV habría soñado. Se cuenta una cita de Napoleón tras su estancia en Santa Elena: «Un soldado como yo necesita 100.000 hombres al año». Con esta cifra, que equivale más o menos a las bajas reales, se refiere a hombres a enrolar, consumidos como materia prima, sacrificados a objetivos personales. Nunca ningún sanguinario ídolo azteca había exigido una masa de sangre tan enorme; solamente Hitler y algunos déspotas del siglo XX se aventurarán a fanfarronadas semejantes, añadiendo, eso sí, un cero más.

Con la invención del «patriota», los mercenarios, en el fondo, perdían su derecho a existir. Del lado francés, se puso de moda difamar a todos sus enemigos como «mercenarios ingleses», porque la mayoría recibía subsidios británicos para mantener la guerra. Era una idea antigua, con la que ya Polibio hizo su propaganda contra Cartago: hombres libres que luchaban voluntariamente contra los criados alquilados por los capitalistas. Ahora, además, la Revolución Francesa añadía la percepción de que comenzaba una época nueva de libertad, en la que el voluntario era la manifestación adecuada, mientras los mercenarios representaban los pasados tiempos siniestros del absolutismo. Pero si se mira la situación un poco más de cerca, los ejércitos napoleónicos recuerdan –y mucho- tiempos lejanos.
Juan Pedro Vergara Pulido.

M. A. Infantes Cobo dijo...

Napoleón tenía sin duda muchos talentos, pero también era un emperador de soldados, que no estimaba a los conscriptos, sino a los veteranos escaldados. Y a éstos trataba de la misma manera que tiempo atrás hicieron los jefes de mercenarios. Cuando tomó el mando del desolado ejército de Italia, lo primero que hizo fue levantar el ánimo de unos soldados desarrapados prometiéndoles los «tesoros de Italia», las «llanuras más fértiles del mundo», pan, ropa y dinero. Cuando entraron en Milán, los franceses fueron aclamados como liberadores de la opresión de los Habsburgo, pero ocho días después la población saqueada se levantó contra sus nuevos explotadores y solamente pudo ser aplacada mediante ejecuciones sumarias. Durante el siglo XVIII el saqueo –la gran pasión de los mercenarios fue bastante reducida, a fin de que los ciudadanos pudieran trabajar y pagar impuestos. Los ejércitos fueron aprovisionados regularmente desde almacenes fijos, para proteger a la población de las grandes devastaciones que habían arruinado los estados durante el siglo XVII. Bajo el mando de Napoleón, se recurrió a métodos antiguos. La guerra debía nutrir otra vez la guerra.

Pronto los veteranos tuvieron menos en común con los voluntarios de la Revolución que con las huestes salvajes de la Guerra de los Treinta Años. Solamente algunos oficiales lo observaban con disgusto. Así cuenta uno, que durante la campaña en Italia los generales todavía estaban ocupados «con llenar sus carros de munición con las riquezas de las iglesias, monasterios y castillos» y estimulaban a sus soldados seguir su ejemplo. Otro relata los pillajes crueles en España: «para nosotros era horroroso contemplar como este hermoso país era entregado entero a un saqueo desenfrenado y a la rabia de soldados borrachos, que se lavan sus manos en aguardiente y champán y cuando duermen se cubren de sagradas vestiduras». Un general escribió en 1796 a Napoleón, que sus tropas eran peor que los vándalos y que tenía vergüenza de mandar sobre tal chusma de salteadores.
Todo este relato nos confirma la actuación de las tropas de General DuPont en Córdoba y el saqueo en riquezas y arte que dejo devastada la ciudad.
M. A. Infantes Cobo.

Eduardo Entrena dijo...

Desde Alemania, escribió el general Moreau: «Hago lo que puedo para manejar los saqueos, pero la tropa no recibe sus pagos desde hace dos meses y los transportes de víveres no pueden seguir nuestras marchas». Y el general Jourdan: «Los soldados maltratan el país hasta el extremo: me avergüenzo de mandar un ejército que se comporta de una manera tan indigna. Si los oficiales tratan de hacer algo, se les amenaza, e incluso se les dispara.»

Las tropas de Napoleón eran más rápidas que sus enemigos, entre otras razones porque renunciaban al sistema tradicional de almacenes en favor de las requisas. Los países vencidos fueron explotados sistemáticamente por la administración. Napoleón exigió sumas enormes de contribuciones, víveres, ropa, caballos y, naturalmente, soldados. El hecho de que los franceses vencieran con relativamente pocas bajas hizo aumentar mucho la motivación de sus soldados. Pero atizó los odios de los pueblos oprimidos por él, que se rebelaron -no como última razón- por ello. Los ejércitos napoleónicos tuvieron que pagar la cuenta en España y en Rusia con una guerrilla de una crueldad entonces casi olvidada. Un soldado raso, que había sobrevivido en Rusia a cosas horrorosas, escribió que se debía entender las crueldades de los rusos, «si se toma en cuenta el tratamiento a los prisioneros rusos. Porque cuando nosotros fuimos los vencedores, columnas enteras pasaban ante nosotros, y cuando uno se retrasó a causa de la debilidad se le disparó en la nuca, estallándole los sesos a su lado. Así vi, a cada 50 o 100 pasos, cadáveres con la cabeza todavía humeante. [..] Y los pocos supervivientes murieron de hambre».
Eduardo Entrena.

Juan de Dios Hortelano dijo...

Bajo el mando de Napoleón no solamente las tropas francesas se acercaron a los mercenarios, también el viejo tráfico de soldados, tan difamado por la Revolución llegó a nuevas cotas. Los aliados estaban obligados a proveer soldados. Sobre todos los príncipes alemanes, pero también Holanda, Italia y Polonia enviaron a sus hijos a España o a Rusia a morir. Aunque no lo hicieron bajo subsidio británico, sino por enormes territorios y coronas de duques o reyes. Entre los 600.000 hombres que fueron con la Grande Armé hacia Moscú 130.000 eran alemanes, 60.000 polacos, 40.000 holandeses, 20.000 italianos, 10.000 suizos, 10.000 croatas y unos miles de españoles y portugueses. Solamente unos pocos restos lamentables escaparon de la catástrofe. De los 15.000 wurtembergueses volvieron por ejemplo solamente ¡300! Por el contrario, de los 20.000 hessenianos que habían sido alquilados por su duque a Inglaterra para luchar contra los rebeldes Estados Unidos, habían vuelto más de la mitad y unos 3.000 se habían quedado como colonos... ¡y había sido un escándalo!

Y no eran solamente estos soldados, reclutados a la fuerza y vendidos, nuevos triunfos de los métodos del absolutismo, también los regimientos tradicionales de mercenarios prosperaron rápidamente. Formados por oficiales emprendedores, estas unidades se llenaron de aventureros extranjeros, desertores y prisioneros de guerra. Con cada campaña acudían unidades nuevas. Durante la de Egipto se reclutaron malteses, griegos, coptos y los famosos mamelucos. A veces solamente daba para formar un batallón, en otras para un regimiento. Unidades híbridas de infantería y caballería recibían el pomposo nombre de «legión». Venía de la moda neoclásica, deseosa de crear puentes con la República Romana. Lo importante era que «legionario» no sonaba tanto a «mercenario». La Legión Extranjera francesa formado en 1830 será un nieto de estas unidades napoleónicas. Había legiones de catalanes, croatas, jenízaros, tártaros lituanos, ligures, sirios, albaneses, y, naturalmente, polacos, suizos y alemanes. Se crearon batallones especiales para desertores prusianos y austríacos.
Juan de Dios Hortelano.

Juan Manuel Campos Rivas dijo...

En cada lugar, donde se hallaba material humano, se trataba de explotarlo. Cuando Napoleón vio en Egipto a los numerosos esclavos negros de buena figura, escribió a Francia: «General-ciudadano, quiero comprar 2.000 o 3.000 negros mayores de 16 años y poner cien de ellos en cada batallón». A pesar que de esta idea no llegó a ningún resultado, tras el regreso a Francia se crearon compañías formadas de los africanos adquiridos. Completadas con esclavos, que habían sido deportados desde las posesiones francesas en el Caribe a causa de las rebeliones, se formó un batallón de zapadores.

Como en los regimientos de extranjeros de la monarquía, también en las legiones de extranjeros napoleónicas existió una diferencia fundamental entre soldados rasos y oficiales. Un oficial recibía un sueldo aceptable, tenía la esperanza de una pensión y como prisionero de guerra era tratado honradamente: aún podía dejar el servicio y era sobre todo un señor. Aunque estaba prohibido golpear a los soldados rasos, la situación de éstos no cambiaba mucho de la esclavitud. Cuando se habla de las legiones de extranjeros se debe distinguir, por tanto, entre oficiales o soldados rasos.

Esta diferencia ya se mostraba durante la formación. Inmediatamente después de la orden para formar unidades se presentaba una muchedumbre de emigrantes, ex-oficiales de los países ocupados, busca fortunas de dudosos orígenes y también franceses que querían hacer carrera en estas unidades. Por el otro extremo, los soldados rasos eran escasos. Por cierto, que algunos todavía se dejaban enganchar en las calles y en las tabernas mediante un simple anticipo y mucha bebida. La gran mayoría, sin embargo, era reclutada en los campos de prisioneros de guerra. Si los reclutadores no tenían el éxito deseado, los candidatos eran maltratados o simplemente se les reducía la comida hasta que capitulaban. Está claro que con estos métodos se perdió muy rápido la composición nacional que anunciaba el nombre de la legión.

Un ejemplo típico es la «Legión Irlandesa». El plan era formar una legión irlandesa para una invasión de Irlanda ya planificada durante la República, pero que nunca fue realizada, a pesar de que todavía quedaban algunos restos de los antiguos regimientos irlandeses de la monarquía en Francia. Cuando en 1803 Napoleón dio la orden de formar una legión con inmigrantes irlandeses y con franceses de raíces irlandesas, se alistaron demasiados oficiales, pero casi ningún soldado. Así, la «Legión» consistiría durante los siguientes años en 66 oficiales y solamente 22 soldados y suboficiales, con lo que la actividad se redujo a las intrigas por las graduaciones y privilegios. Esto cambió solamente en 1806, cuando la legión –que todavía contaba con unos 80 hombres- fue trasladada a Maguncia para más reclutamiento. Allí recibió como refuerzo 1.500 prisioneros de guerra de entre los prusianos recién vencidos. La mayor parte de estos «prusianos» eran polacos –antes reclutados a la fuerza por Prusia - y también había algunos irlandeses. Estos habían sido detenidos por los ingleses en 1796 durante una rebelión en Irlanda, y que habían sido vendidos sin demora a Prusia como soldados.
Juan Manuel Campos Rivas.

Lázaro Latorre dijo...

Más tarde, una parte de la «Legión Irlandesa» fue utilizada en algunas guarniciones en España; otra para defender las costas de Holanda. Cuando los ingleses trataron de invadir Holanda hicieron prisionero a un batallón entero, que fue directamente incorporado al servicio británico. No hay ni que decir que a los soldados nada se les preguntaba. Tras estas pérdidas, se permitió a la Legión reclutar un nuevo batallón en un campo de prisioneros en Alemania. Allá convencieron a unos cientos a alistarse mediante violencia, amenazas y mucho alcohol. Durante la guerra en Portugal los irlandeses finalmente pudieron luchar contra los ingleses, tan odiados por ellos. Por entonces, los irlandeses eran tal minoría que la legión fue renombrada como «3er Regimiento de Extranjeros». En 1813 todavía servían en este regimiento 65 irlandeses, 141 alemanes, 141 húngaros, 57 franceses, 52 austriacos, 42 prusianos, 35 checos, 29 silesianos, 15 rusos, y hasta algunos suecos, españoles, portugueses y americanos.

Napoleón despreció a estos regimientos y legiones. Se les consideraba poco fiables y habitualmente fueron utilizados para las peores tareas, como en Nápoles y Haití, donde hacía un clima mortal, o como en España, donde se luchaba frente a una guerrilla embrutecida. Tampoco los muy fieles polacos eran ninguna excepción. Con la esperanza de una patria libre habían luchado valientemente bajo Napoleón contra austríacos, prusianos y rusos. Pero cuando Napoleón hizo de nuevo la paz en 1805, la «legión polaca» fue relegada a Haití -bajo grandes protestas- para luchar contra los esclavos rebeldes. La mayoría de ellos murió allí, entre fiebres poco heroicas.

Los extranjeros fueron para Napoleón nada más que carne de cañón barata, con cuyos costes podía economizar a sus tropas francesas. Metternich, el canciller de Austria, relató que Napoleón le dijo una vez: «Los franceses no pueden quejarse de mi: para protegerlos, sacrificó a los alemanes y polacos. Durante la campaña hacia Moscú perdió 300.000 hombres, entre los que no había más que 30.000 franceses».
Saludos de Lázaro Latorre.

Diego García Herrera dijo...

En cualquier pueblo de España por donde pasaron los ejercitos franceses durante la Guerra de la Independencia , desaparecieron los tesoros históricos y artísticos de las iglesias, museos y aun de casas particulares. Esto es lo que cuentan los diferentes testimonios de los de cada lugar saqueado.
Un documento de la época relata cómo al entrar las tropas de Rognel en el pueblo de Medina de Rioseco, "cargaron en carros todas las alhajas de iglesias y conventos, vestiduras sagradas y copones, arrojando indignamente las sagradas formas y profanando el templo. En algunas iglesias entraban con los caballos y les daban de beber agua de la pila bautismal. El saqueo de casas y comercios fue tan completo que los vecinos se quedaron sin ropas con que cubrir sus carnes".
En el Alcazar de Sevilla como ciudad ocupada, se instaló una llamada "Comisión Imperial" encargada de recoger para el museo del Louvre los mejores cuadros de los pintores andaluces que se pudieran localizar. Parte de este botín sería devuelto después pero no todo. Comenta Toreno que la pintura "La escuela de Amor" que hoy está en la National Gallery de Londres, fue vendida por la viuda de Murat al Marqués de Londonberry en 11.000 guineas unos años más tarde.
Diego García Herrera.

Antonio Gómez Bellido dijo...

Parece ser que no hay guerra española que no haya contado con el triste aditamento de la presencia de combatientes extranjeros en los dos bandos,también podríamos decir que muchas han sido las guerras extranjeras donde haya habido presencia española peleando en ambos bandos. Ahora en este comentario vamos a tratar de la presencia de combatientes extranjeros en la guerra de la Independencia, así podemos comprender ciertos abatares de la Batalla de Bailen. En el lado español, aún antes de que llegasen las tropas inglesas, existían unos regimientos extranjeros, principalmente suizos, que para colmo de confusión, tenían composición distinta de su nombre, de suerte que estaban formados por una gran mayoría de alemanes, polacos, italianos y también españoles hijos de suizos. Aparte de los regimientos suizos los había de los llamados guardias valones, donde pasaría aproximadamente lo mismo; así como el de Ultonia. También combatieron al pie de la bandera real gentes de origen diverso, a veces procedentes de antiguos dominios españoles como Nápoles y Flandes y también de Irlanda.
Para completar este amplio panorama aparecen también nombres extranjeros en unidades regulares españolas , tal como el general suizo Teodoro Reding de Biberegg, que tenía parientes entre los suizos que combatían del lado francés.
Antonio Gómez Bellido.

Esteban Gutiérrez Poyatos dijo...

Otro aspecto de la gran Batalla de Bailen que merece ser subrayado, es la llamativa presencia de soldados suizos tanto en las filas españolas como en las francesas. En el ejército napoleónico los suizos llevaban uniforme rojo y en el ejército español azul. En cierto momento de la batalla, cinco batallones de los franceses se encuentran cara a cara con medio batallón suizo al servicio de España. Tradicionalmente, los suizos que se enganchaban el servicio del ejercito de un país extranjero, se consideraban dispensados de combatir a los otros suizos del ejercito contrario. En el caso de la Batalla de Bailen, los suizos del lado francés estaban en un momento apurado y vieron el cielo abierto cuando identificaron entre sus atacantes a los suizos de España. Partió de los suizos franceses el invocar dicho plausible principio, y con todo esto y las escenas de confraternidad, se paso el momento de peligro para los españoles, dada la mayoría de batallones franceses enfrentados a los españoles. Hay que tener en cuenta que la participación de los suizos en el ejército francés era mucho más importante que en en ejército español, de suerte que todo aquel bullicio le causó más perturbación al ejército francés que al nuestro.
Esteban Gutiérrez Poyatos.

Francisco Hernández Agudo dijo...

La Batalla de Bailen del 19 de julio de 1808, de la cual hoy se celebra en esta cuidad su aniversario, fue mucho más importante por sus consecuencias que por las proporciones intrínsecas del hecho en si. A su vez, la resonancia de la victoria española provocó desde el primer momento un alud descomunal de literatura encomiástica por nuestra parte y la de nuestros amigos y aliados, y otro aluvión de retórica atenuante y justificativa del hecho en el lado francés. Semejante masa de papel desfiguró la concepción exacta del suceso y lo sacó de sus casillas. En el Arco del Triunfo de París pude ver una reproducción de la victoria de Bailen por parte del ejército napoleónico, ¡Sorprendente, verdad!
A título de pura diversión es interesante anotar que el celebre cuadro de José Casado de Alisal "La rendición de Bailen"no es imagen fiel de una realidad concreta, sino una especie de refundición alegórica de varias escenas distintas relacionadas con la batalla, en el se observan al menos dos, ya que consta que un día, el 23 de julio de 1808, se celebró el desfile de Dupont y sus tropas rendidas ante Castaños, y que al día siguiente las restantes tropas napoleónicas, bajo el mando de Vedel y Dufour entregaron sus armas formando pabellones.
Es una simple puntualización para aclarar otros aspectos de tan importante batalla.
Saludos, Francisco Hernández Agudo.

Amalia Torres Nieto dijo...

Veinte mil prisioneros franceses cayeron en manos españolas por efecto de la rendición de Bailén. La destartalada , miserable y apurada máquina española de gobierno , si es que así puede llamarse a las juntas formadas, vino así a cargar con un problema enorme . La solución ideal, y además pactada en la capitulación francesa de devolver por mar los prisioneros, quedó pronto descartada por la falta de colaboración de los ingleses. La dificultad técnica de trasladar, custodiar y alimentar a los prisioneros vino a complicarse aún más por un factor sumamente grave: la necesidad de protegerlos del furor de la población española, anhelosa de cobrarse en ellos los desmanes, atropellos y arrogancias que llevaban meses padeciendo. Los autores franceses que tratan el hecho, muchos de ellos testigos de los hechos, abundan en señalar que sin esta guarda de las tropas españolas los prisioneros hubieran sido despedazados por el pueblo.
En honor a la verdad se dieron situaciones muy diversas aún en una misma población, así en Lebrija, el pueblo acaudillado por unos frailes, pasó a cuchillo a unos franceses que habían sido relegados allí y entretenían sus ratos de ocio con escandalosas juergas y en cambio otros militares franceses confinados en el citado pueblo que no se hicieron notar, no fueron molestados.
Es muy interesante observar en las memorias y comentarios de franceses, que ellos mismos se sorprenden de que "también" las clases altas manifiestan su odio a los prisioneros y le agredan, lo cual muestra el carácter popular de la lucha contra el invasor francés.
Amalia Torres Nieto.

Rafael Guzmán Álvarez dijo...

Conviene añadir sobre el tema del trato dado a los presos franceses, el dato de que el Capitán General de esta región militar, don Tomás de Morla, estaba celoso del éxito acaparado por Castaños y el eco nacional de su triunfo y desahoga su mal humor gruñendo contra la Capitulación que se firmó en Bailén y agravando las desgracias de los prisioneros, en el recorrido de su caminar, muchísimos de ellos fueron desvalijados y en algún caso fue saqueada la caja de la unidad militar, también se dijo que los prisioneros seguían llevando consigo los frutos de sus anteriores robos, cosa que además de posible era real. Constan asimismo incidentes de mortal riesgo producidos por el abuso del vino o el entusiasmo erótico que arrebataba a algún prisionero, asunto bastante inoportuno en su situación.
Igualmente se dan otros casos , que demuestran de nuevo lo ocasional y contradictorio de todas estas situaciones. En Teba, el alcalde instala como puede a un contingente de franceses que ha ido allí a parar , y estos, con el deseo de ser agradables a la población , determinan el domingo siguiente ir a misa en formación y al son de su banda de música. El espectáculo emocionó tanto a los lugareños, que no creían que los franceses fuesen tan piadosos. Estas escenas tan ingenuas fueron, con todo la excepción a la regla dado que lo habitual era que se diesen agresiones de palabra y de obra. Poco a poco fueron llegando las columnas de prisioneros a Cádiz donde originariamente se había previsto que embarcarían. Ya durante las semanas de camino a Cádiz quedó claro que lo del embarque no podría ser.
Surge entonces las idea de utilizar, para alojar a los presos, los cascos de diversos navíos decrépitos que estaban arrinconados en Cádiz como pontones.
Rafael Guzmán Álvarez.

Jorge Díaz Entrena dijo...

En los días finales del año 1808 embarcaron en barcos en muy mal estado los integrantes de las columnas que venían a pie de Bailén, más los franceses que habían estado en Cádiz y también las esposas de quienes las tuvieran en España con ellos. La solución de los llamados pontones, que les pareció a todos los jefes españoles el invento del siglo, permitió también vaciar de franceses sanos los hospitales y cuarteles de Cádiz donde muchos habían estado recluidos.
Existen dos libros de Theo Geisendorf - Des Gouttes sobre el cautiverio en tales pontones y en las islas donde después estuvieron confinados los franceses. En realidad el hacinamiento en lugares tan poco apropiados ocasionó múltiples penalidades a los presos franceses. El calor fuerte del verano y el frío del invierno en unas calas donde reinaba la fetidez y en los puentes superiores porque se sufría humedad y hedor, las enfermedades se puede suponer que fueron muy numerosas con una alimentación lamentable. En resumen que hubo épocas en que se registraron cien defunciones diarias.
El Marqués de Villel, delegado de la Junta Central en Cádiz, intervino en el asunto y promovió, en enero de 1809 la creación de hospitales para los prisioneros y, salvadas las dificultades del cómo, dónde y cuándo y quién paga, los enfermos comenzaron a salir de los pontones.
Estos sucesos, añadidos al perpetuo riesgo de epidemias que había en Cádiz, determinaron a la autoridad española trasladar a los prisioneros a otros lugares. En marzo de 1809 se dispuso mandar a los presos del ejercito de Dupont a la isla de Cabrera y a Canarias, con los marinos de la escuadra francesa de Rossily que había quedado en Cádiz después de la Batalla de Trafalgar, y se habían rendido a España. Una segunda fracción de prisioneros derivaba de la derrota que las marinas francesa y española habían sufrido en Trafalgar en 1805. Por ello cinco navíos de nuestros entonces aliados se habían refugiado en Cádiz y en 1808 se rindieron a los españoles. Tras compartir con sus patriotas del Ejército de tierra, participantes en Bailén el calvario de los pontones, aquellos marinos franceses fueron enviados a Gran Canaria, Tenerife y La Palma. En Canarias los prisioneros y la población conocieron una epidemia de fiebre amarilla, una invasión de langosta y la subsiguiente hambre. Aun así cuando llegó la hora de la repatriación, una tercera parte de los mil y tantos prisioneros franceses optó por quedarse en Canarias para siempre, sus buenas razones tendrían.
Las autoridades baleares al tener noticias del inminente traslado a las islas del archipiélago, se apresuraron a pedir que se revocase esta medida, argumentando que el archipiélago no estaba en condiciones de que se instalase allí semejante contingente de soldados. No olvidemos hacer constar que, por entonces El general Teodoro Reding se ocupaba con bastante esfuerzo y afán en negociar un canje de prisioneros, en lo cual no tuvo mucho éxito.
La isla de Cabrera, antes , durante y después de esta triste utilización carcelaria, no ha sido célebre por lo bonancible de su terreno.
Jorge Díaz Entrena.

José Martínez Prieto dijo...

Fernández Santos ha compuesto una excelente novela sobre el cautiverio de los franceses en aquellos roquedales soleados y ciertamente ha estado sobrio y ahorrativo en la narración porque ésta podía haber sido mucho más estrepitosa sin llegar a faltar a la verdad ni un ápice. En esta isla, dieron una nota emotiva y pintoresca las mujeres que acompañaron a los cautivos hasta la isla de Cabrera. En algún caso el marido o el amante a quien seguían las alquiló a otros admiradores, o las vendió y por cierto a no alto precio. Gille escribe en sus recuerdos:" Vi vender una mujer, que no estaba desprovista de atractivo ni de juventud, por la módica suma de diez francos vestida y cinco desnuda". En otros casos se organizaron loterías para los mismos efectos de poseer mujer. Un capellán designado por la Junta de Palma para velar por la salud espiritual de los cautivos, trató de aclarar si aquellas mujeres eran esposas legítimas de sus hombres, mediante la presentación de los documentos correspondientes. No pudo sacar nada en limpio, ni actuando en Cabrera ridículamente, ni escribiendo a sus superiores de Palma, a quienes tenía sin cuidado este aspecto del problema.
José Martínez Prieto.

Manuel Jesús Peinado Jiménez dijo...

En el bando del ejército francés ya es conocida la variedad de sus tropas. Napoleón las extraía con levas forzosas de los países que dominaba, y los historiadores franceses, que fueron los primeros en advertir que el episodio español no honraba nada a su país, se detuvieron desde el primer momento en detallar lo heterogéneas que eran sus fuerzas. El historiador Frederic Masson habla de las quince naciones que proporcionaron soldados a Napoleón, entre los cuales destacan los polacos, napolitanos, lombardos, suizos, alemanes, sin olvidar los mamelucos de Egipto, a los naturales de los territorios anexionados a Francia, e incluso a los franceses.
Esta diversidad de procedencias daba de por sí otra diversidad en cuanto a la calificación técnica y moral de gentes de orígenes tan discordantes. El propio Napoleón reprochó a Murat, cuando éste había salido ya de España, que no le enviaba desde Nápoles más que bandidos. Las atrocidades cometidas en la guerra de España por parte francesa quedan así más difuminadas en los libros escritos por sus compatriotas. El académico Louis Madélin con la siguiente frase expresaba: "Lo peor es que hasta el propio ejército francés, puesto en contacto con sus crueles adversarios, perdía todas las virtudes de su raza y se desmoralizaba, en los dos sentidos de la palabra, tanto los soldados como los jefes, hasta la demencia".
Dentro de esta mezcolanza de nacionalidades del ejército francés, se podía a veces diferenciar conductas. Los alemanes y los polacos al servicio de Napoleón fueron juzgados especialmente crueles por los españoles, y no hay inconveniente en aceptar, por otra parte que los bisoños y jóvenes quintos franceses, recién salidos de sus asas, tardarían un poco más en cogerle el aire en eso de ahorcar españoles.
Manuel Jesús Peinado Jiménez.

Manuel Jesús Peinado Jiménez dijo...

En el bando del ejército francés ya es conocida la variedad de sus tropas. Napoleón las extraía con levas forzosas de los países que dominaba, y los historiadores franceses, que fueron los primeros en advertir que el episodio español no honraba nada a su país, se detuvieron desde el primer momento en detallar lo heterogéneas que eran sus fuerzas. El historiador Frederic Masson habla de las quince naciones que proporcionaron soldados a Napoleón, entre los cuales destacan los polacos, napolitanos, lombardos, suizos, alemanes, sin olvidar los mamelucos de Egipto, a los naturales de los territorios anexionados a Francia, e incluso a los franceses.
Esta diversidad de procedencias daba de por sí otra diversidad en cuanto a la calificación técnica y moral de gentes de orígenes tan discordantes. El propio Napoleón reprochó a Murat, cuando éste había salido ya de España, que no le enviaba desde Nápoles más que bandidos. Las atrocidades cometidas en la guerra de España por parte francesa quedan así más difuminadas en los libros escritos por sus compatriotas. El académico Louis Madélin con la siguiente frase expresaba: "Lo peor es que hasta el propio ejército francés, puesto en contacto con sus crueles adversarios, perdía todas las virtudes de su raza y se desmoralizaba, en los dos sentidos de la palabra, tanto los soldados como los jefes, hasta la demencia".
Dentro de esta mezcolanza de nacionalidades del ejército francés, se podía a veces diferenciar conductas. Los alemanes y los polacos al servicio de Napoleón fueron juzgados especialmente crueles por los españoles, y no hay inconveniente en aceptar, por otra parte que los bisoños y jóvenes quintos franceses, recién salidos de sus asas, tardarían un poco más en cogerle el aire en eso de ahorcar españoles.
Manuel Jesús Peinado Jiménez.

Ivan García Rodríguez dijo...

Fueron muchos los prodigios de fantasía, que los prisioneros franceses en Cabrera, desarrollaron para matar el tiempo y matar el hambre. Sembraron y cultivaron algunas plantas y criaron ratas que se compraban y vendían para su alimentación. Con alguna fibra más o menos idónea fabricaron cestos. En una ocasión naufragó en la costa de Cabrera un barco cargado de algodón y con esta materia se hicieron hilazas y se tejió calceta. Otros prisioneros se dedicaron a las ciencias y a las artes, y hubo allí clases de Matemáticas, de baile, de idiomas, de esgrima, etc.. Se representaron comedias y hasta ópera. Marinos ingleses de paso asistieron con admiración a alguna velada.
No todas las páginas de la historia de la estancia de los prisioneros franceses en Cabrera fueron tan amenas: el hambre condujo al canibalismo a sus nuevos habitantes en alguna ocasión.
Otros grupos de franceses cautivos que estuvieron también en otras islas baleares como Menorca, Mallorca e Ibiza, estos tuvieron mejor suerte..
Ivan García Rodríguez.

Pedro José Pérez González dijo...

Para la victoria española en Bailén fue decisivo el retraso del General francés Vedel con su ejército en entrar en lucha, llevaba consigo a unos diez mil hombres , algo así como la mitad de las fuerzas francesas. De modo que este retraso hizo que Dupont tuviese que sobrellevar con la otra mitad de tropas el peso de la batalla y cuando llegó Vedel la acción bélica había terminado. Se habla de que las tropas españolas eran superiores en número; pero no sólo en número sino en concentración y eficacia. Se destaca especialmente la superioridad de la artillería española en cantidad y calidad. Aunque también se dice que Dupont y su gente venían pasando fatigas ya desde Bayona, y que como no ... en Bailén como en toda Andalucía hacía el 19 de julio mucho calor, fenómeno al que los españoles estaban más habituados y sobrellevaron con la ayuda del pueblo y su heroína María Bellido.
Recordemos por otra parte que los integrantes del ejército francés procedían de otras latitudes y el sol abrasador de esos días trabajó para nosotros.
En la memoria de todos estará la crónica periodística de hace unos años sobre el número de muertos en París y en Francia por las subidas de temperaturas, crónica que de nuevo se ha repetido en Londres este verano con decenas de muertos por los efectos de la subida de las temperaturas, a las que están tan poco habituados.
Pedro José Pérez González.

Santiago Nuñez García dijo...

El conde de Toreno, en su "Historia del levantamiento", señala que al igual que en la Reconquista, Asturias fue ahora también la primera que se levantó contra los franceses. El 25 de mayo, la Junta del Principado declaró la guerra a Francia. Inmediatamente se apoderaron de los cien mil fusiles que había en la fábrica de armas, y decidieron enviar dos representantes a Inglaterra para solicitar ayuda. Fueron recibidos allí con todos los honores. El duque de Queenbury, que era su anfitrión, los llevó al día siguiente a la opera. Toreno, uno de los enviados, dice que durante el descanso se corrió la voz, entre los espectadores, de que había en el teatro dos españoles. Los vivas y aplausos fueron ensordecedores y hubo que interrumpir la representación durante una hora.
De Asturias la sublevación se extendió a Galicia, León y Castilla. En Santiago fueron los estudiantes los que dieron los primeros gritos de rebelión. Un grupo de ellos se dirigió inmediatamente a La Coruña, en donde entraron a formar parte de un batallón recién organizado, que en su honor se llamó el "batallón literario".
Santiago Nuñez García.

Dolores Casanova dijo...

El mismo Joaquín Costa dejó dicho rotundamente : "Nos figuramos que la Guerra de la Independencia la hizo la nación, que en ella tomaron parte todas las clases sociales, pero no fue así: fuera de muy contadas excepciones, la Guerra de la Independencia la hizo el pueblo".
Así es y dentro de esta panorámica, ha de inscribirse un triste y lamentable suceso que está lleno de significado. Es el asalto de la plebe barcelonesa en 1794 al cuartel de San Agustín para pasar a cuchillo a los prisioneros franceses de guerra que estaban encerrados allí, un acto violento, instintivo y colérico, pero de signo contradictorio a las amables tertulias que proliferaban de los elegantes de Barcelona y mantenían asiduamente con sus similares huidos de Francia.
Dolores Casanova.

Dario Flores Torres dijo...

Este comentario va destinado a ensalzar la labor de las guerrilas españolas en nuestra Guerra de la Independencia.
A lo largo de la historia ha sido puesta de relieve en incontables ocasiones la trascendencia que en la guerra europea contra Napoleón tuvo el desgaste de las tropas napoleónicas en España proporcionado por las guerrillas españolas. Este desgaste de las guerrillas infringido por ellas al invasor francés premitió a Alemania preparar su levantamiento. El general prusiano Scharnhorst estudió y aprovechó el experimento guerrillero español. Los poetas alemanes Moritz, Arndt, Schlegel y Kleist lo cantaron con inflamado entusiasmo.
En 1944, un historiador soviético, Tarle, publicó en Moscú un libro donde hizo patente la influencia de la resistencia patriótica española en la rusa, de suerte que el zar. antes de trazar sus planes de guerra o de eventual paz, no preguntaba sino por el curso de la guerra de España; y a su vez, la propaganda soviética transportó el ejemplo español al choque ruso contra Hitler, en el cual tanto uso hicieron los rusos de la lucha guerrillera.
Dario Flores Torres.

Dionisio Álvarez García dijo...

La Guerra de la Independencia fue una lucha dinámica, con desplazamientos constantes de masas de combatientes de una parte a otra de la vieja "piel de toro". El mismo espacio fue ocupado, alternativamente, por uno u otro bando innumerables veces; aunque el dominio de determinadas zonas quedara, relativamente pronto definido de manera casi permanente. Se sucedieron un buen número de batallas campales y centenares de combates y refriegas de menores dimensiones. Pero hubo también episodios diríamos estáticos, como fueron los sitios de algunas ciudades: Zaragoza, Gerona, Cádiz, Badajoz, Tarragona, Astorga, Valencia, San Sebastián,etc., que evocaban otro modo de combatir y cuya repercusión en la moral de ambos resulto muy importante.
No faltaron tampoco, en aquella lucha, ciertos componentes de guerra civil y una nota de crueldad superior a lo que podríamos calificar de habitual en las guerras de entonces. A esta última contribuyó no poco la idea del Emperador de someter a España a sangre y fuego, la acción de las fuerzas irregulares y la espiral de represión subsiguiente a las actuaciones de la guerrilla.
Dionisio Álvarez García.

Rodrigo Pérez Contreras dijo...

La guerra de España fue el gran error de Napoleón, como el mismo Emperador reconocería en su destierro de Santa Elena. pero tal vez resultaría más correcto hablar de errores, pues fueron varios, aunque todos ellos tendrían un denominador común. el fracaso de los análisis aplicados por Bonaparte a la situación de nuestro país.
Un fallo que resulta más grave si consideramos que, en 1794, Napoleón había escrito una "Nota sobre la posición política y militar de nuestros Ejércitos de Piamonte y de España", en la cual advertía: " España es un gran estado; la pereza y la ineptitud de la corte de Madrid y el envilecimiento del pueblo, la hacen poco temible en sus ataques. Pero el carácter sufrido de esta Nación, el orgullo y la superstición que en ella predominan , los recursos que ofrece una gran población, la harán temible si se viera atacada en su propio suelo. España es una península, tendrá grandes recursos en la superioridad que la alianza posee en el mar. No puede, pues, caber en un cerebro frío la idea de tomar Madrid. Por ello debe adoptarse el sistema defensivo para la frontera de España y el sistema ofensivo para la del Piamonte. Atacar a Alemania, jamás a España"
Fue un juicio correcto, propio de una mente despierta y preparada; pero en 1807, Bonaparte iba a hacer todo lo contrario de lo que preconizaba en 1794.
Rodrigo Pérez Contreras.

Cesar Guzmán Rodriguez dijo...

Uno de los factores que cambiaron en el cálculo de Napoleón, tres años después, sobre la invasión de la Península, era que pensaba que el paso hacia la invasión de Portugal había pasado a ser necesario, fácil y rentable desde todos los puntos de vista. Era necesaria porque no había otro camino para dominar Portugal y así, asegurarse el control de sus puertas, en especial Lisboa y Oporto, decisivos para el éxito del bloqueo continental. Paralelamente también para acabar con la dinastía borbónica en España, otro de sus grandes objetivos, y, de paso , asegurar su flanco sur, pues desde 1806, cuando Godoy había intentado una aproximación a Inglaterra, el Emperador tenía decidido poner España bajo dominio directo de Francia.
Parecía que el logro de ambas metas era fácil, sobre todo la de la invasión de Portugal, los portugueses no tenían fuerzas militares capaces de plantar cara. Sería suficiente con un Ejército francés de unos pocos miles de hombres y, además, se contaba con la ayuda española según el tratado de Fontainebleau. Tampoco la maniobra de suplantar a los Borbones parecía, en principio, demasiado complicada. Estas ocupaciones debían ser rentables en todos los órdenes, mucho más si añadimos lo que representaban tanto la América portuguesa como, sobre todo Hispanoamérica. Tampoco sería descartable, en un plazo no excesivamente largo, la posible movilización de los recursos militares de ambas naciones ibéricas al servicio de los proyectos napoleónicos.
El proyecto era despojar la casa de Braganza en Portugal y la Borbónica en España, siempre incluida Hispanoamérica, y ponerlas al servicio de Francia. Sin embargo, el Emperador no mantendría las claves de este proyecto. Pronto abandonaría sus dos elementos fundamentales : el relativo al nuevo Monarca, iría incapacitando a su hermano José de modo paulatino y creciente para ejercer sus funciones de Rey y respecto a España, a la cual trocearía administrativa y territorialmente cuando lo fuese estimando oportuno. Curiosa lección esta que parece obvia: para utilizar eficazmente España lo primero es afirmarla, mantenerla e incluso potenciarla, no dividirla.
Napoleón no creía probable que la intervención en tierras españolas condujera necesariamente a la guerra, al menos a un conflicto de grandes dimensiones. Y si se llegaba a una confrontación armada el Ejército español no estaría en condiciones de convertirse en un enemigo temible .
La Iglesia y la nobleza tampoco debían representar un serio obstáculo. Finalmente, su programa de reformas habría de acarrear tales ventajas para la mayoría de los españoles, que contribuirían, sin duda a ganarse su voluntad y diluir cualquier factor de oposición.
La evolución de los acontecimientos derrumbó con estrépito todas aquellas expectativas. Contra las previsiones de Bonaparte la guerra estalló. Hubo lucha en una medida inimaginable y en forma sorprendente y, a partir de aquí, se harían patentes múltiples errores, porque nada respondía a los esquemas previos. Aquella contienda no se ajustaría en casi nada a la filosofía bélica el Emperador.
Cesar Guzmán Rodriguez.

Daniel Cruz Nuñez dijo...

La Junta de Sevilla había declarado formalmente el día 6 de junio de 1808 la guerra a Napoleón. Dupont, con apenas 9.000 soldados franceses, a falta de la incorporación de varias de las unidades previstas, se encontraba, dos semanas después del inicio de su marcha, a centenares de kilómetros de sus bases, en un territorio cuyas gentes habían pasado súbitamente, de acogerles con algún distanciamiento a hostilidades por todos los medios. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar se enfrentaba a la práctica imposibilidad de mantener sus comunicaciones, hostigado por todas partes y con un número de deserciones creciente a cada paso, en particular entre los suizos de la brigada Rouger. Mientras, la brigada de Schramm tendrían grandes dificultades para formarse, porque parte de sus regimientos se habían sumado a la causa de los "patriotas".
A partir de su entrada en Andalucía, el panorama comenzó a mostrarse inquietante. La Carolina, Guarromán, Bailén, se hallaban prácticamente desiertas. Al llegar a Andújar, el 2 de junio, supo del levantamiento general y que las tropas españolas de Andalucía y un número importante de voluntarios, se disponían a combatirle a su llegada a Córdoba . Eran noticias poco tranquilizadoras.
Hasta otro día.
Daniel Cruz Nuñez.

Joaquín Gómez Garrido dijo...

La guerra de la Independencia representó una solución de continuidad en la Historia de España. Las dramáticas circunstancias de la ocupación francesa propiciaron una voluntad radical de cambio que condujo al principio del fin del Antiguo Régimen y al nacimiento de la España Liberal. Tras ello, la vuelta al pasado que pretendió Fernando VII resultó inviable.
Joaquín Gómez Garrido.