Con estas letras y estas imágenes queremos traer un amable recuerdo de sus años infantiles a aquellos que peinamos bastantes canas, … las que quedan, después de tener mas que mediada la vara métrica e iniciada esta parte de la vida en que disfrutas de una jubilación mas o menos feliz, a sabiendas de que esa segunda mitad no llegaras a completarla.
Hagamos primero una visión del contexto social y político que tenía la escuela de nuestros tiempos:
La instauración del nuevo modelo educativo franquista comporta una ruptura con el modelo anterior, el que aplicó la República. Los ganadores de la guerra, introducen un modelo propio, que potencian conscientemente. Es el resultado de una Guerra Civil en la que hubo vencedores y vencidos.
La escuela que impone el nuevo régimen, sobre todo en las primeras décadas es la consecuencia de una guerra fraticida que deja el país dividido. La escuela que se consolida con el nuevo régimen destaca por algunos aspectos que la marcan y la condicionan, sobretodo durante esas primeras décadas. Por una parte, la enorme e intensa depuración que sufre el colectivo del magisterio en España, en unas regiones más que otras. Una depuración que es fruto de una clara voluntad de romper con el pasado y de asegurarse en la medida de lo posible, unos profesionales dóciles y adictos a la nueva ideología nacional católica.
En la década de los cuarenta, guerra y posguerra, se depuran a los maestros, los libros, los folletos, todo lo que tuviera que ver con el periodo educativo republicano, y por tanto llevan a la escuela las esencias del ejército, la patria y la cruzada católica. Se izan las tradiciones, la lengua nacional se exige y la censura draconiana mata el laicismo, la coeducación, y la enseñanza de las lenguas cooficiales.
Enciclopedia, Grado Medio. Por José Dalmau Carles Pla
Enciclopedia de Segundo Grado de Álvarez (Todo "el saber" concentrado en un libro de poco más de 500 páginas: lengua española, aritmética, geometría, geografía, Historia de España y Ciencias de la Naturaleza, para tercer y cuarto curso. No veo el año en el que fue publicada. Pero sí el precio: 55 pesetas)
Enciclopedia de Segundo Grado de Álvarez abierta por las páginas de Historia
En los años cincuenta aparece la lista de libros que se han de leer, delimitando los contenidos, y las leyes que consolidaron el bloque educativo obligatorio en la escuela. Y en esos dos decenios siguientes se asienta la cartilla de lectura, la enciclopedia oficial, el catón del poder con notas aclaratorias para un eficaz castigo del educador que no lo aplicase.
Cartilla de Escolaridad de los niños. Tomado de http://www.rafaelcastillejo.com
Editoriales como Magisterio Español y Escuela Española, hacían libros escolares de autor, de gran durabilidad, con tapas de cartón y cosidos, de muy bajo costo y con ilustraciones en dos primeras décadas en tinta negra, y luego aparecen algunas fotografías e ilustraciones en color, siempre como decoración ejemplificadora rodeada de textos narrativo-descriptivos o diálogos, con un claro lenguaje diferenciador para los niños y las niñas. Todos ellos con la aprobación estatal y de la iglesia católica.
La llegada de la ley de 1945 supone un cambio importante respecto a la situación anterior, aunque lo cierto es que las materias complementarias establecidas por esta Ley no tienen ni la misma importancia ni el mismo horario de dedicación que el resto. En este programa de estudios están sobrecargadas las asignaturas consideradas formativas (Formación del Espíritu Nacional y Religión), que llegan a ocupar una buena parte del horario escolar total. Por supuesto, y en consonancia con el contexto ideológico del momento, todos los textos escolares de la etapa están estrictamente controlados y elaborados de acuerdo a minuciosas directrices oficiales, lo que supone una gran homogeneidad en todo el país.
Hay que rendir un homenaje a aquellos sufridos maestros con grupos verdaderamente grandes y heterogéneos, en una escuela unitaria que lo mismo atendía a los pequeños incorporados a la escolaridad obligatoria con seis años que a aquellos que próximos a los diez o doce años se iban incorporando a la vida de adultos después de un mayor o menor aprovechamiento de esos años de permanencia en la escuela. En muchos casos se perdían amigos que continuaban en la escuela primaria cuando alguno comenzábamos Bachiller y se reemprendía amistad con otros del nuevo grupo de Bachiller que en algún caso no era del grupo de los habituales.
Para un mejor recuerdo describiremos aquí nuestra escuela (Mi maestro Don Ramón Delgado González, en su practica docente), nuestros libros, cuadernos, pupitres, etc, nuestros tebeos y todo aquello que nos viene a la memoria como un buen recuerdo.
Obviaremos, por supuesto las pequeñas historias escolares de castigo con la palmeta, vara o el “neño” con que Don Ramón empujaba el hombro del que tenía que reprender en su grado máximo. La verdad es que para mi este gran maestro y esta gran persona, utilizaba unos golpes de la vara en el lateral derecho de la mesa, para que con ese sonoro sonido de caja de madera los alumnos restableciésemos el silencio necesario para poder trabajar, mantener la concentración necesaria para el estudio y desarrollar el trabajo programado en el aula para ese día. El “guantazo pedagógico” u otros “rigores didácticos” como “tirones de orejas y patillas” eran muy utilizados por otros maestros conocidos de la época, tanto laicos como religiosos, especialmente proclives a utilizar a la primera de cambio este sistema de disciplina o castigo, muy asociados a sus recursos docentes; en el caso de este maestro, no lo era. Incluso cuando atendía a los alumnos de Bachiller y otro profesor los castigaba con dejarlos encerrados sin comer en su aula, él a escondidas nos dejaba salir por su postigo para que fuésemos a comer y volviésemos a la clase del encierro sin que el castigador nos viese.
Parecía que esa forma de corregir los errores o comportamientos era lo más normal del mundo, así había sido con nuestros padres y siguió algún tiempo más. En ese tiempo más que el castigo del profesor se temía a lo que podía ser el castigo del padre cuando el profesor se lo dijese. Felizmente esa forma educar de padres y profesores del palo o guantazo pasó, aunque hoy nos pasamos, he sido testigo de que al felicitar un profesor a un alumno con una leve palmada en la espalda por una causa meritoria, algo muy habitual en la vida adulta diaria, el niño le respondió al profesor con un “no me pegues” .
Este hombre comenzaba su sesión de trabajo a las ocho de la mañana cada día, atendía en esa primera hora de la mañana a aquellos que en un pueblo, sin otros recursos que los necesarios para pagar unas clases particulares, habían recibido de sus padres y de ellos mismos la posibilidad de realizar estudios de Bachiller Elemental, preparándose en el pueblo y yendo en junio a presentarse como alumnos libres en el Instituto Virgen del Carmen de Jaén.
A las nueve de la mañana abría la puerta a los alumnos de la escolaridad obligatoria y los atendía hasta las doce y media.
A las doce y media volvía a atender a los estudiantes de Bachiller hasta las dos de la tarde y tras una hora para comer iniciaba de nuevo su atención a los niños de escolaridad obligatoria desde las tres de la tarde a las cinco, excepto el jueves que no había sesión de tarde. Los sábados también eran laborables, incluso el domingo tenía la obligación o el compromiso de ir acompañando a los alumnos que querían escuchar la misa de los niños a las diez de la mañana. Así que prácticamente tenia jornada de trabajo toda la semana.
Mi escuela fue la casa que hoy ocupa una familia en la calle Gran Vía número 10. Era una casa con vivienda en la planta baja para el maestro y familia. Con dos habitaciones a derecha e izquierda en el primer cuerpo y un segundo cuerpo con una habitación y portal de escalera que daba acceso a la escuela, situada en la planta primera que ocupaba toda la superficie de abajo. La clase tenía tres balcones a la calle y dos balcones al patio.
Según se entraba a clase a la izquierda había dos bancales, que ocupaban el ancho de ese cuerpo de la casa, en cada banco se podían sentar al menos seis o siete niños y otros tantos en el de atrás.Estos bancos eran ocupados por los más pequeños, los iniciados en la lectura y escritura, cuyas tareas principales eran las muestras y los ejercicios de lectura bastante intensos. A esta tarea recuerdo que le ayudaba un alumno mayor que hacía de monitor escolar mientras el atendía, corregía y aclaraba cuanto le solicitaran los demás alumnos. El resto de ese espacio lo ocupaba la mesa del profesor, la pizarra de los pequeños, un armario junto al balcón y un amplio pasillo donde salíamos a dar la lección en corro que abarcaba el perímetro ampliado al máximo de la mesa, y allí comenzaba a preguntar uno por uno hasta que preguntaba a todos y fijaba la próxima lección para el día siguiente. En algunos periodos de tiempo se preparaba una leche en polvo diluida en un cubo de agua, que servia para dar alimento a todos a media mañana. Esta leche y un queso amarillento del tipo holandés eran donación de los Estados Unidos.
Las escuelas siempre estaban presididas por signos políticos y religiosos, con un Crucifijo en madera con un Cristo de bronce, una imagen de la Inmaculada en un cuadro en blanco y negro a la derecha y un cuadro con fotografía de Franco a la izquierda.
Imagen de una escuela de ese tiempo.
Los alumnos mayores quedábamos sentados en pupitres bipersonales con asientos abatibles y sus correspondientes orificios en el tablero para albergar los tinteros de porcelana en los que mojábamos la pluma, se alineaban en dos filas en numero de seis o siete a cada lado del ancho del primer cuerpo de la casa, a veces éramos tres en lugar de dos cuando la ocasión lo requería, dejando un pasillo para el movimiento de los alumnos.
Manuales, maletines escolares y cuadernos.
La casa tenía un patio con una parra extendida por todo su espacio de luz y una cocina familiar a la derecha, daba acceso a un corral cuadrangular donde a la izquierda estaba el servicio de la casa compartido con la escuela, y al fondo una pequeña puerta como postigo con acceso a la calle, utilizado por el maestro cuando iba a comprar a la plaza o cuando los castigados acudíamos a nuestra casa a comer a escondidas.
Simétrica a esta casa y con las mismas dependencias estaba la casa de la clase de Doña Magdalena, la maestra de Granada que caso en Higuera y fue maestra de muchas de nuestras madres.Don Ramón era natural de Andujar, aunque no seseaba en su habla, en cambio si parecía sesear Doña Pepita su esposa. Todos recordaremos a su hijo José Antonio, único hijo, cuyo rastro perdimos con el paso de los tiempos, parece que trabajando en banca. Según creo recordar el matrimonio procedía en un anterior destino de Jerez, donde habían sufrido el fallecimiento de otro hijo. En Higuera permaneció la mayor parte de su vida profesional como docente, y quizá próximo a jubilarse o jubilado se marcho a vivir sus últimos años a Andujar. Recuerdo que cuando yo estaba destinado en Madrid, en vacaciones, lo buscaba y veía en el casino de Andujar o una sociedad jugando la partida con sus amigos y siempre tenía disponible un rato para hablar con este alumno suyo participante de su mismo hacer profesional y sus enseñanzas. Desde hace muchos años pienso que Higuera tenía la deuda con él, como para haberle hecho un merecido homenaje por aquellos años. Este artículo tiene esa motivación, la del reconocimiento, agradecimiento y gratitud permanente. Es cierto que su trabajo de preparación de bachilleres lo cobraba con una cantidad de unas 250 pesetas mensuales por alumno, que bien le venían para complementar el exiguo sueldo que reciban los maestros de aquellos tiempos. Pero no es menos cierto que sin él muchos de los que hicimos bachiller en Higuera con su preparación, no hubiésemos podido estudiar porque nuestros padres no podían enviarnos a colegios internos fuera del pueblo para estudiar. Su trabajo sacó un buen número de futuros estudiantes que después completaban Bachiller Superior fuera e iniciaban variadas carreras: diplomaturas, licenciaturas o técnicas que han sido el modus vivendi de la mayoría de los que iniciamos estudios con él.
Recuerdo el libro de problemas que tenía y la cantidad de periódicos franceses como Le Figaro, France- Soir, revistas como Paris Match, etc. que traducíamos poco a poco y nos hacían alcanzar un extraordinario nivel de Francés escrito de forma que podíamos cartearnos con chicas francesas, e incluso en algún caso fuimos requeridos para que hablásemos con el empresario francés que contrataba a los paisanos para la vendimia francesa.
El apoyo visual de lo estudiado por medio de Mapas o Láminas, era fundamental a falta de los medios audiovisuales hoy existentes.
¿Quién no recuerda las enciclopedias de: Grado Medio, de Álvarez o de Dalmau Carles? En ninguna escuela podían faltar la regla, compás, escuadra y cartabón de madera, así como el globo terráqueo.
Recuerdo también la cartera heredada de mi hermano, los plumieres, las plumas (El manejo de las plumillas era todo un arte) y demás enseres de uso personal, las pizarras pequeñas y los pizarrines del principio para realizar las cuentas de matemáticas (El pizarrín era un buen utensilio y muy ecológico), las huchas de la Santa Infancia para realizar colectas para el Domund (Misiones) con una cabeza de un negro y de un chino (que tal vez pronto tengamos que usar al contrario para poder participar del crecimiento y riqueza promovida en China). Igualmente hablaremos de los libros de los años cuarenta, y cincuenta, los cuadernos escolares, pizarras de madera, mapas de hule …Todo ello recreado en vuestra memoria en aquel ambiente donde no falta el recuerdo de los alumnos compañeros, el maestro, la tarima de la mesa en invierno, su clanqueteo en la bajada de escaleras, y esos años que a pesar de las escaseces, la ropa heredada de los hermanos y familiares, disfrutábamos a cambio de tener una familia unida, un alimento con el que aplacar nuestras necesidades y unos cromos de futbolistas, regalo del chocolate “Virgen de Linarejos”, con la alineaciones de los mejores futbolistas de Primera División, que mira por donde después con los años supe que fue una fabrica de unos amigos compañeros míos de profesión en Linares.
Cromos de futbolistas de aquellos años.
No quiero olvidar la forma en que estudiábamos los cuerpos geométricos, con días de antelación nos fijaba el cuerpo que íbamos a estudiar y nosotros buscábamos barro y modelábamos el cuerpo encargado. Salían verdaderas reproducciones entre las que se escogían uno o dos para la clase.
Otro aspecto muy destacable era su faceta como director de teatro, desde la primavera se empezaba a ensayar una obra con adultos del pueblo, amantes del teatro y en los meses de verano se representaba en el amplio corral de la “molina de Parras” la obra, que recaudaba cantidades importantes para alguna campaña de obra del templo del pueblo. Era lo que había que ver, el teatro movilizaba al pueblo y no quedaba nadie sin ver la obra. Algunas obras representadas como Marianela, llegaron a ser tan populares que en muchos casos los actores fueron renombrados por el pueblo con el nombre del personaje que representaban. Improvisábamos juguetes, con cajas de zapatos, buscábamos huesos metatarsos de equinos muertos y emparejábamos ”vaquitas” y estudiábamos a lo largo de todo un intenso curso, para tener el verano disponible y cansarnos de leer tebeos del Capitán Trueno, del Jabato, El Guerrero del antifaz, Superman, de Mortadelo, y Filemón y también pasar mañanas o tardes en verano en las olivas para buscar nidos de tórtolas y después revisar antes de que estuviesen volantones para traérselos a casa y terminar de criarlos con trigo remojado en una conejera.
También hacíamos la locura de buscar herraduras y cosas metálicas en el campo que cambiamos después al “tío de los polos” que iba de vez en cuando por el pueblo a vender unos polos de hielo coloreado y con aromas de limón y fresa que nos sabían a gloria después de pasar tanta calor.Los juegos eran simples pero divertidos, y a veces, un tanto peligrosos como: El tirachinas o el arco y las flechas, las peleas a pedradas de los de “allí arriba con los de abajo”, el juego del marro, (el Chacho Luis y el jefe que nos perseguían para que no jugásemos a eso, porque podíamos arrollar a los paseantes de la Plaza), del galope, las disputas de los domingos con el futbol de los dos bandos en las ”eras de Marianica”, “las del balón”, o la “era de Ignacito, el juego del “che” en tiempos húmedos de la aceituna.
Algunos de los libros en los que aprendimos:
Las enciclopedias escolares reunían en un solo tomo todas las asignaturas que el alumno había de cursar en cada grado escolar, siendo en muchos casos textos únicos durante un curso. En nuestro caso se utilizaba la Enciclopedia de Grado Medio, utilizada durante el tiempo restante de la escolaridad, hasta dejar la escuela o comenzar a estudiar el Bachiller Elemental. Estas enciclopedias tenían por otro lado la ventaja de que, con posterioridad, también podían ser usadas como libro de consulta. En otros países, como por ejemplo en Francia, el uso de las enciclopedias había empezado a ser cuestionado por los pedagogos ya a finales del siglo XIX, y se abogaba por la publicación de manuales específicos que cubrieran las necesidades de una nueva educación, en la que las viejas tradiciones desaparecían y empezaba a observarse una estricta separación de disciplinas en las escuelas. Mientras tanto, las enciclopedias escolares vivieron su apogeo en España entre los años cuarenta y sesenta. Las razones de este atraso no eran solamente el mantenimiento de viejos principios pedagógicos, sino también las ventajas que, en una situación de penuria económica, suponía ahorrar el coste de varios manuales. (Agustín Escolano Benito, Historia ilustrada del libro escolar en España. De la posguerra a la reforma educativa, Madrid: Fundación Sánchez Ruipérez, 1998. Págs. 277 y 278.)En aquellos años el libro de lectura preferido por muchos escolares era Glorias imperiales, de Luis Ortiz Muñoz un libro de lectura de carácter marcadamente patriótico, fue un auténtico éxito editorial, cuya primera edición data seguramente de 1940 pero que ya a la altura de 1947 había conseguido alcanzar su novena edición. La razón de su enorme tirada, más que en las características del propio libro, habría que buscarla en el hecho de que se distribuyó de forma gratuita en muchas escuelas. A día de hoy es relativamente sencillo encontrar un ejemplar de Glorias imperiales, en cualquiera de sus múltiples ediciones –en mejor o peor estado-, ya sea en un mercadillo, en una feria de libros de ocasión o en una librería especializada en artículos de segunda mano.
Su precio dependerá de un mercado que fluctúa en función del interés de los que fueron niños y ya no lo son y que, en definitiva, saca provecho de la nostalgia de una época pasada. Sin embargo, ¿el mayor número de ejemplares que aún existen de Glorias imperiales está directamente relacionado con su popularidad? Ciertamente significa que la tirada de ejemplares de este título fue muy numerosa y también sabemos que el libro estuvo en muchas escuelas debido a que se repartió de forma gratuita, pero eso no nos dice nada de su uso real. Aun estando auspiciado por el régimen, hasta el punto de ser alabado por diversos intelectuales y políticos de la época, entre los que se incluye a Serrano Súñer, bien podría haber dormido este libro el sueño de los justos en muchas escuelas.
Y así debió ser en nuestra escuela, a pesar del éxito de este libro en otras escuelas del pueblo, en la de Don Ramón el libro mas valorado fue Don Quijote de la Mancha, para nosotros era el primero y más valorado. Curiosamente, era el libro que utilizábamos en clase para hacer la lectura diaria en la mesa, nos colocábamos a la derecha de la mesa y leíamos aproximadamente una página o página y media, por riguroso orden de mesas, mientras que Don Ramón iba corrigiendo algunos ejercicios de los alumnos que terminaban su tarea de la pizarra de la izquierda, en este caso la corrección se realizaba delante del alumno situado en el lateral izquierdo de la mesa. Don Ramón dejaba despejada la parte central de la mesa para tener controlado al personal, que cuando se desmadraba un poco, volvía al silencio y al trabajo al oír un golpe que daba en el lateral de la mesa. Este maestro lo consideraba el libro mas apropiado para la lectura por su valor educativo, instructivo o literario.
Corazón, de Edmundo de Amicis, novelita o compilación de pequeños cuentos, cuya principal intención es emocionar al lector y que tienen como fondo el diario de un niño. Este precioso libro se leía también a diario en clase algunas temporadas como alternativa a la lectura del Quijote, y captaba el interés y la atención de los lectores por su alto contenido emocional.
“Hemos visto al Señor”, “Cristo es la verdad” y “España es así” de Agustín Serrano de Haro, eran otros libros muy usados por aquellos años. El primero de ellos era el libro al que se pasaba cuando se superaba el nivel de lectura de las tres cartillas. El nombre de su autor, Agustín Serrano de Haro era muy popular como autor.
No en vano fue un prolífico autor de textos escolares, además de Inspector de Enseñanza. “España es así”, por ejemplo, es mitad libro de lectura patriótica y mitad libro de Historia que, pretendía “divulgar también la gloriosa Historia de España entre la masa del pueblo”, pues “así, además de conocer la Historia Patria, se la vive, se la siente muy cerca, como si se estuviese produciendo ante los ojos admirados del lector”.
La cartilla de lectura Rayas. A propósito de las cartillas de lectura, mencionar tan sólo que había muchas y muy variadas, pero que no era raro encontrar en ellas toda clase de mensajes patrióticos.
Lecturas de oro de Ezequiel Solana.
Santos españoles de Jesús de Manuel: las hagiografías o vidas de santos se hicieron muy populares en estos años, así como las diversas lecturas religiosas, por su facilidad para introducir mensajes éticos y morales en lo que, a los ojos de un niño, podían parecer curiosas historia de aventuras.
Heterogéneos libros de lectura como Lecciones de cosas, de Dalmau, con los que se pretendía mostrar el mundo a los niños de una forma diferente.
Aunque en aquellos años el mundo de los niños y de las niñas eran dos mundos aislados e ignorados mutuamente; por los contactos y conversaciones con niñas de la familia y vecinas supimos que un libro de mucho éxito entre las niñas fue Mari-Sol, de Josefina Álvarez.
Era un famoso libro de lectura para niñas que contaba una historia con final feliz, muy propio de aquellos tiempos. Se trata de la historia de una maestra de ciudad que por fin consigue su plaza tras las oposiciones, pero a la que le adjudican un puesto en un pueblo perdido. Allí se encuentra con la falta de recursos propias de la época –al principio ni siquiera tiene un local en el que dar clase a sus alumnas- pero ante la adversidad, lejos de amilanarse, como lo hicieran sus predecesoras, decide combatir el problema. Evidentemente, esta edulcorada historia con final feliz –la protagonista termina convertida en Inspectora de enseñanza- no es más que la versión distorsionada de la realidad, pero lecturas como éstas eran realmente populares en una época en la que los “libros para niñas” tenían un espacio y unos lectores claramente diferenciados de los “libros para niños”.
(Carlos Sánchez-Redondo Morcillo, Leer en la escuela durante el Franquismo, Cuenca: Ediciones Universidad Castilla-La Mancha, 2004. Pág. 139.)
Héroes, de Antonio Onieva, otro libro de lectura patriótica. Onieva fue, junto con Serrano de Haro, uno de los autores de textos escolares más populares, aunque curiosamente tuvo problemas para demostrar su fidelidad a la dictadura tras haber estado en contacto con la Institución Libre de Enseñanza. Incluso fue denunciado al final de la guerra como defensor del pacifismo, el internacionalismo y el naturalismo. Pudo evitar males mayores tras escribir una carta personalmente a Franco
Ingenuidades, de Antonio Fernández, fue otro libro de lectura, que incluía textos de muy diversa índole: literarios, históricos, patrióticos, etc.
Manuscrito de Dalmau –dividido en varios tomos-,
Lecturas de Seix y Barral,
Cuentos del pasado glorioso de González Ruiz y
Vida y doctrina de Ezequiel Solana.
Ahora bien, una vez adquiridos, ¿cuál era la vida real de estos libros? Por lo que sabemos, un decreto del 22 de septiembre de 1955 establecía cuáles eran los criterios exactos, en contenidos y cuestiones formales, que un libro de enseñanza primaria tenía que cumplir para ser aprobado. La misma orden advertía que los libros aprobados serían revisados cada cuatro años. Ya sabemos cómo de precaria podía ser la situación. Hasta entonces, era una “Comisión dictaminadora” la que, desde 1938, se encargaba de decidir qué libros eran aptos para ser usados en el sistema educativo.
BIBLIOGRAFIA:
CAMARA VILLAR, G. (1984): "Nacional-Catolicismo y Escuela. La socialización política del franquismo (1936-1951)"; Jaén; Hesperia.
ESCOLANO BENITO, AGUSTIN: Historia ilustrada del libro escolar en España. De la posguerra a la reforma educativa, Madrid: Fundación Sánchez Ruipérez, 1998. Págs. 277 y 278.
GERVILLA CASTILLO, E. (1990): "La escuela del Nacional-Catolicismo. Ideología y cuestión religiosa"; Granada; Impredisur.
MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL (1945): "Ley de Educación Primaria"; Madrid; Magisterio Español.
MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL (1953): "Cuestionarios Nacionales para la Enseñanza Primaria"; Madrid; Servicio de Publicaciones del M.E.N.
SÁNCHEZ-REDONDO MORCILLO, C. Leer en la escuela durante el Franquismo, Cuenca: Ediciones Universidad Castilla-La Mancha, 2004. Pág. 139.
Granada 15 de Febrero de 2012
Pedro Galán Galán
26 comentarios:
Encomiable ejercicio de reconocido agradecimiento a "Don Ramón" que solo con voluntad y luchando contra las circunstancias propias de la época, supo ser EL MAESTRO, con mayúsculas que consiguió sacar adelante lo mejor de los chavales que le entregaron.¡Mi felicitación, Pedro! De bién nacidos es ser agradecidos y D.Ramón tuvo su mérito.
La diferencia entre memoria historica y memoria histerica, sin duda, es que la primera se hace con cariño... como hace Pedro en este caso. Sin duda que Don Ramon merece una estatua en el pueblo, o el nombre de una calle, o algun otro tipo de reconocimiento... Esto no enriqueceria a Don Ramon, sino a todos aquellos que lo recuerdan y se reconocen en el buen ser y mejor hacer que tuvo. La cosa, reconozco, es complicada porque nuestros maestros nos han dado mucho, pero tambien nos han puesto delante nuestras limitaciones... Nos han puesto en contacto con Cervantes y Cervantes no es un tertuliano frivolo de los que tanto abundan y tanto exito tienen.
Yo se que los buenos lo llevan en su corazon y esta pagina es una ventana para verlo y que siga dando lecciones magistrales. De nuestros maestros podemos decir parafraseando a Machado:
Conmigo vais,
mi corazon os lleva
Yo, también, he tenido maestros muy buenos; y alguno regularcillo, pero de ese ya no me acuerdo.
Nunca fui alumno de D. Ramón, sí que lo recuerdo por nombrarlo con respeto, cariño y admiración, los niños mayores. Mi recuerdo de él es una imagen de persona bonachona, con gafas y entradas en un un pelo aplastado, quiero recordar que siempre vestía traje.
Un año me "echaron los RR.MM." una pizarra y un pizarrín. La pizarra se rompió casi al estrenarla, entonces me consolaron demostrando que con los trozos rotos también se podía "escribir", todo era magia pura. Fue una gran lección, las cosas rotas eran aprovechables.
Los demás recuerdos son comunes, entonces el tiempo pasaba más "lento" que ahora. Los tebeos los cambiábamos; un buen sistema, todos los niños del pueblo teníamos acceso a estos tebeos, y todos los leíamos.
Un recuerso que tengo, imborrable, es el toro de tu abuelo José María, se llamaba Brillante, era casi bravo, cuántas veces me hizo correr por las eras del Pocillo. Todavía tengo sueños en donde me va a coger.
En fin, cualquier tiempo pasado fue...
Ahora, en estos "tiempos crueles", es reconfortante comprobar que hay quien se acuerda de sus maestros, llevándolos en su corazón, gracias. ¡Ojalá, qué alguno de mis alumnos me recuerde como a don Ramón! Aunque yo no lo merezca.
Y a ti, Pedro, te agradezco que nos hayas hecho rememorar nuestros años tiernos y mágicos; como siempre, tan sabiamente. Gracias
Me parece un trabajo ejemplar de lo que significaba aquella escuela.
A la luz de este trabajo me hago algunas reflexiones, superando lo que significa mi afecto y gratitud al autor del mismo, Pedro, fue para mi un buen maestro en las postrimerías de aquella escuela, donde él comenzaba la andadura de su magisterio.
La primera reflexión es la importancia de un buen maestro, por encima de los medios, donde haya un aula, unos alumnos y un buen maestro que lo sea de verdad, se dan las mejores circunstancias para enseñar y por ende para aprender.
La segunda la importancia de los alumnos que quieren aprender, que quieren saber aun cuando se carece de medios. ¡Qué maravilla! frente a chicos y chicas que lo tienen casi todo pero no quieren saber casi nada.
La tercera es sobre el ocio de aquellos tiempos, a parte de ciertas brutalidades, había una gran escasez de medios pero un derroche de imaginación.
Y no soy de aquellos que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí estoy convencido que los tiempos pasados, nos tienen que servir, como siempre ha de sirve la historia, como maestra de nuestra vida.
En hora buena y muchas gracias don Pedro.
Estoy gratamente sorprendido y algo complacido por vuestros comentarios:
El primer anónimo lo hizo con una valoración breve, contundente y enfatizada con este humilde autor. Debe ser un compañero de escuela que acudió rápido a corroborar mis sentimientos y emociones porque eran los suyos. Tal vez esa gaviota voló más alto, tal vez desde Madrid o Sevilla, supongo que pueden ser uno u otro de los dos que presiento... Me hubiera gustado saberlo pero respeto su reserva.
El segundo, mi amigo y compañero Jesús, maestro inquieto y filólogo que conocí en el "García Morente" en Entrevías, cuando compartíamos hora de café con "el Padre Llanos y con Díaz-Alegría” a principio de los setenta y termino como "profe" en IES. A pesar de la distancia y el tiempo sigue siendo mi amigo. Eso es un regalo. Gracias por reconocer que el engrandecimiento es para los que lo recuerdan y con palabras de Machado hacer ver que su persona está en nosotros porque la llevamos en el corazón.
Manolo, otro compañero que desea ser recordado como lo que ya es, un buen maestro e inquieto buscador de historia e historias, compañero en el blog. No te preocupes cuando pasen los años serás recordado por muchos alumnos, tantos que ni te lo esperas. Es el poso que tiene el contacto humano sincero con los niños.
El anónimo cuarto parece que aparte de sus dos reflexiones edificantes para esto del "docere", y de su coletilla de los juguetes; lo que mejor luce y transparenta es su afecto. Tan manifestado en otras ocasiones, que para mi creo no necesita identificarse, honda huella debí dejar en él, si es el que supongo. Me alegro hasta casi emocionarme, esas son las cosas inolvidables de la vida; sólo decirle que me cogió en esos años iniciales en que uno se desvelaba para organizar estrategias con las que adelantar a aquel que se iba quedando atrás, sin perjudicar a los demás y que trate de ser todo lo mejor que pude. Ahora me acuerdo de muchos a los que perdí la pista y los recuerdo tanto o más que ellos me pueden recordar a mí
¡¡¡Gracias a todos!!! y Cordiales saludos.
Me ha gustado mucho el recorrido que has hecho de nuestros años de la niñez. No te has dejado nada en el tintero, hasta los tebeos que leíamos y que nos cambiábamos por aquello de la economía. Y sobre la historia del Ayuntamiento y todo el entorno que tan bien has descrito. ¡Enhorabuena!. Un abrazo. Manolo Molina.
Tengo unos cuantos de estos libros, si quieres volverlos a hojear, algún día que nos veamos me dices que te los lleve. Es muy bonito recordar nuestros años de escuela. Un saludo.
Isabel
A propósito de la lectura del artículo anterior, que no deja de ser un reconocimiento a un buen maestro, tengo el gusto de adjuntar esta joya histórica que no deja de ser valiosa hoy, como lo será a través de los años:
CARTA DE ABRAHAN LINCOLN AL MAESTRO DE SU HIJO:
“Querido profesor, mi hijo tiene que aprender que no todos los hombres son justos ni todos son veraces, enséñele que por cada villano hay un héroe, y que por cada egoísta hay un generoso. También enséñele que por cada enemigo hay un amigo y que mas vale moneda ganada que moneda encontrada.
Quiero que aprenda a perder y también a gozar correctamente de las victorias.
Aléjelo de la envidia y que conozca la alegría profunda de la satisfacción.
Haga que aprecie la lectura de buenos libros, sin que deje de entretenerse con los pájaros, las flores del campo y las maravillosas vistas de lagos y montañas.
Que aprenda a jugar sin violencia con sus amigos.
Explíquele que vale mas una derrota honrosa que una victoria vergonzosa.
Que crea en si mismo y sus capacidades, aunque quede solito y tenga que lidiar contra todos.
Enséñele a ser bueno y gentil con los buenos y duro con los perversos.
Instrúyalo a que no haga las cosas porque simplemente otros lo hacen, que sea amante de los valores.
Que aprenda a oír a todos, pero que a la hora de la verdad, decida por si mismo.
Enséñele a sonreír y mantener el humor cuando esté triste y explíquele que a veces los hombres también lloran.
Enséñele a ignorar los gritos de las multitudes que solo reclaman derechos sin pagar el costo de sus obligaciones.
Trátelo bien pero no lo mime ni lo adule, déjelo que se haga fuerte solito. Incúlquele valor y coraje pero también paciencia, constancia y sobriedad.
Transmítale una fe firme y sólida en el Creador. Teniendo fe en Dios también la tendrá en los hombres. Entiendo que le estoy pidiendo mucho pero haga todo aquello que pueda.
Abraham Lincoln, 1830
Si eres maestro o profesor pon en práctica estas recomendaciones. También tengas en cuenta si eres padre. Estos son tiempos difíciles para la escuela y la familia, defiende estos principios con firmeza y no claudiques.
La escuela rural unitaria, con todos los alumnos en un aula, con la vivienda adosada a la escuela, con sueldos de miseria, constituyendo el maestro junto con el cura y el jefe de la guardia civil, las máximas autoridades locales, fue la estampa clásica de la educación en España en aquel tiempo. La primera campaña de alfabetización, del franquismo data de marzo de 1950. Durante más de diez años se trató de remediar la situación de extrema precariedad cultural en que se encontraban zonas del país como Andalucía, Canarias, la Mancha y rincones de Galicia, Extremadura o Levante.
Es la época de mandato de un Ministro de Educación D. Joaquín Ruiz Jiménez, demócrata cristiano, entre 1951 y 1956, en sustitución de José Ibáñez Martín, el ministro de los años duros. Es verdad, en cambio que aquellos años son el comienzo legal de un plan de construcciones escolares que terminará desarrollándose con su sucesor, Rubio García-Mina, ministro hasta 1962. En 1956 se iniciaría un plan de construcciones escolares que edificó 23.000 aulas. Pese a ese esfuerzo, cuando se inicia en España la planificación normativa, el llamado Plan de Desarrollo de 1964 estimaba en casi 28.000 el número de aulas necesarias, lo cual en esa fecha era una estimación errónea como mostraría la experiencia: no se tuvo en cuenta el crecimiento vegetativo de la población y el deterioro de lo existente y aquella España que emigraba del campo a la ciudad, con las consiguientes bolsas de analfabetismo y desescolarización. Cuando se llegue al final de la década se estimarán en casi 1.400.000 los puestos escolares necesarios.
El maestro seguía siendo un relegado social como refleja su menguada economía: a principios de los Sesenta, un maestro cobraba menos que treinta años antes: Navarro reproduce el siguiente cuadro:
En 1964 un maestro barcelonés publica estas cifras, extraídas de la prensa diaria:
Un maestro gana, como sueldo inicial... 1.820 ptas/mes
Un maestro gana, con 23 años de servicio... 2.037ptas/mes
Un maestro gana, a punto de jubilarse... 2.223 ptas/mes
Una secretaria de Caja de Ahorros... 8.833 ptas/mes
Un peón especializado... 8.000 ptas/mes
Un ordenanza del Banco España... 3.700 ptas/mes
En 1964 se extendió la escolaridad obligatoria hasta los 13 años y se había instaurado la exigencia de un certificado de estudios primarios para acceder a una ocupación laboral. El Primer Plan de Desarrollo (1964-1967) no cumplió la planificación prevista aunque construyó 12.000 aulas. El Segundo Plan de Desarrollo (1968-1971) contemplaría procesos de concentración y comercialización escolares, construcción de 25.000 aulas, siempre contado con déficit enorme en cuanto a la escolarización de una población en franco crecimiento. Todo ello respondía a un cambio social como nunca antes -el Régimen celebró los "25 Años de Paz" a bombo y platillo- en la historia de España: la población agrícola, descendió a la mitad, millones de españoles emigraron, dejando abandonados en muchos casos sus pueblos y aldeas, disminuyeron las poblaciones medias y aumentaron espectacularmente las ciudades de alrededor de cien mil habitantes. Había que cerrar escuelas, transportar alumnos, crear nuevos centros en las ciudades ahora sobre pobladas, edificar ciudades dormitorio, desarrollar los transportes, manejar como nunca las estadísticas escolares, ser moderno sin dejar por ello de ser diferente: "Spain is different" era un lema turístico por excelencia, con lo que se justificaba, de paso, la singularidad política del régimen, político de dictadura corporativista, también llamado eufemísticamente de "democracia orgánica". Es también parte de la historia de la escuela de los años cincuenta, que tan fielmente ha tratado el autor del presente artículo, pero siempre hay aspectos a ampliar y eso es lo que hizo este maestro jubilado.
Me propongo en este comentario dar una visión de los que fue en este tiempo el Bachillerato.
En 1949 el 70% de los alumnos de bachillerato estudiaba en centros religiosos y un 21% en institutos nacionales. No será hasta comienzos de los Sesenta cuando se iniciará la expansión estadística del Bachillerato, diversificando la tipología de centros, aumentando su número y tomando el Estado el peso de esa política sobre todo en las zonas rurales.
El Bachillerato se extendió definitivamente en España, eso sí, con todas las características tradicionales del siglo XIX. El franquismo había creado "su" Bachillerato por ley de 20 de septiembre de 1938, en plena Guerra Civil, con una finalidad y un contenido currícular, diríamos hoy, de acuerdo al papel social que tenía que desempeñar: preparar para la universidad a quienes por condiciones de clase podían optar a ella. Segregar la primaria, fragmentar a la población, imbuir los principios filosóficos y doctrinales del Régimen y someter todo eso a un severo Examen de Estado al final de siete años de estudio.
A lo largo de los Sesenta comienza la construcción de Institutos, en el marco de una política de extensión por medio de una geografía muy variada de Centros, en cooperación con ayuntamientos y financiación privada. Será el Estado quien se ocupe de los lugares que la Iglesia no quiera ocupar en ese proceso de secundarízación del sistema educativo español, de modo que si a finales de los Cincuenta menos de un 20% de alumnos acudían a Centros estatales, a comienzos de los Setenta la tendencia se habrá invertido y el 51% de los alumnos serán "oficiales" como se decía en el lenguaje de la época.
Se renuevan los programas -1953-, se crea la Enseñanza Media profesional y cada cinco años más o menos se reformará legalmente el Bachillerato: planes de 1938, 1949, 1953, 1957, 1963, 1970 y 1975, nada menos. Efectivamente Lora Tamayo parecía tener razón, aunque el porcentaje de alumnos de bachillerato aumentó durante la década de los Sesenta en más de un 300%, cursando unos estudios fragmentados en dos ciclos -Elemental y Superior-, con sus respectivos exámenes de grado y propiciando un tímido inicio de profesionalización secundaria.
El Bachillerato fue un fracaso, como había advertido Lora Tamayo. El cuerpo de Catedráticos de Institutos liquidó los aspectos cualitativos de los tres cursos de estudios y del Curso de Orientación Universitaria, que precedía al ingreso en la Universidad. No sería la última vez de un suceso tan paradigmático y de la labor de obstrucción de los cuerpos docentes.
Un profesor de Bachillerato.
Se ha hablado tanto de la escuela del Nacional Catolicismo, que después de la lectura del artículo y algunos de los comentarios últimos quisiera dar un extracto tomado de un libro de Stanley G. Payne, que analiza los primeros años después de 1939 hasta 1959, época que llama “El primer franquismo”. El texto sirve para comprender el tema que se debate en los comentarios aludidos y dice así.
“No sería excesivo afirmar que la guerra civil española fue la experiencia más traumática por la que tuvo que pasar la Iglesia católica en un país de Europa occidental en la Edad Contemporánea. La persecución de la religión y del clero en la zona republicana sólo fue igualada, o quizá sobrepasada, por la que ejercieron los comunistas durante la Revolución Rusa. Para los nacionales, sin embargo, la religión fue un apoyo -algunos sostienen que el más fuerte- y una motivación durante todo el conflicto. Por tanto, el triunfo de éstos fue un triunfo del catolicismo, que presidió un resurgir religioso de características casi fundamentalistas, sin parangón en cualquier otro país occidental europeo.
Los años 40 trajeron consigo una vuelta a muchos aspectos de la vida religiosa. El número de personas que asistía a misa aumentó, se reconstruyeron muchos edificios religiosos y subieron todos los índices relacionados con la práctica religiosa. En 1942 estaban en pleno apogeo las nuevas misiones populares dedicadas a la cristianización masiva, que continuarían funcionando durante más de una década. En ciudades grandes e industriales como Barcelona, podía verse algunas veces a casi un cuarto de millón de personas en fila en la calle durante las campañas de las misiones. Se edificaron seminarios por toda España, aunque el número de seminaristas no creció de forma destacada hasta 1945, después de que esta nueva religiosidad tuviera tiempo de asentarse.
Uno de los aspectos más asombrosos de la España de la posguerra fue la nueva introducción de ritos religiosos en los aspectos más formales de la vida. La religión era un elemento natural de la vida social; las Navidades con los Belenes y las cabalgatas de los Reyes Magos; las conferencias cuaresmales y ejercicios espirituales abiertos o cerrados; novenas; las procesiones de Semana Santa; las procesiones eucarísticas y para el viático a los enfermos; los rosarios de la aurora; las procesiones del Sagrado Corazón de Jesús; las romerías a la Virgen; las fiestas de la Patrona, los actos religiosos de cofradías y hermandades... Todo el año estaba acompañado de alguna manifestación religiosa pública.
Esta nueva sacralización de la vida española afectó a casi todos los asuntos públicos y a las instituciones. Se dio con más fuerza en aquellas regiones y entre aquellos españoles que nunca habían sido totalmente laicos: el norte católico, cuya sociedad rural era predominantemente religiosa y gran parte de la clase media y alta. Tuvo mucho menos influencia en los viejos bastiones de la causa revolucionaria: el sur azotado por la pobreza y los trabajadores urbanos. Pero incluso en esas zonas hubo un cambio durante los años 40. Los que antes eran indiferentes ahora oían misa y observaban ciertos ritos ya fuera por la presión, por convicción o por un nuevo sentido de conformismo social. Durante algunos años la España católica tradicional parecía haberse restaurado.
En algunos aspectos la vida española de los 40 se vivía de forma extrema. Floreció la prostitución en medio de la penuria de la posguerra, mientras la sociedad formal era la más puritana de Europa. El mercado negro era una necesidad para muchos en su vida privada, pero en público se expresaban siempre en términos tan piadosos que hubiera resultado extraño incluso antes de la República”.
Stanley G. Payne, “El primer franquismo 1929-1959.”
Saludos de un asiduo lector.
Deseo hacer en este comentario un recorrido breve de lo que supuso la reforma educativa de Villar Palasí:
El Ministro Villar pasará a la historia por ser el impulsor y el ministro durante cuya administración se promulgó la Ley General de Educación de 1970, que junto con la Ley Moyano de 1857 y la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo de 1990 son las tres cumbres de la política educativa española desde su existencia, esto es, desde finales del siglo XVIII.
A finales de los años 60 la situación educativa española poco tenía que ver cuantitativa y cualitativamente con la de 20 años atrás, salvo en la participación del Estado en los Presupuestos de educación. El marco legal seguía siendo, pues no había sido derogada, el de la Ley de 1857. Las numerosas reformas parciales, los desarrollos educativos a que nos hemos venido refiriendo, la nueva situación social y la homologación a las políticas de la época de la educación como desarrollo, incluyeron a España en el diseño de las políticas educativas universales. En 1969 se publicó un Libro Blanco de la Situación Educativa en España, cuya segunda parte estaba constituida por las bases para reforma de la educación. La Ley de 1970, pues, significó ante todo el intento de introducir definitivamente la educación moderna en España, definiendo la estructura de la educación básica para todos hasta los 14 años, con un Bachillerato de 4 orientado específicamente a la universidad, con una Educación Profesional destinada a los fracasados del sistema, y una reorganización de la Universidad y la instauración de nuevas titulaciones. Sobre todo, significaba modernizar la primaria, agitar a los profesores -desapareció la denominación de maestro-, renovar los programas, introducir la tecnología en la escuela, definir una carrera docente, establecer un esquema meritocrático-tecnocrático. Era establecer definitivamente la modernización en la enseñanza en España, luchar contra la crítica radical que comenzaba a extenderse por el mundo, el 1969 fue un año de Estado de Excepción en España.
Continuará este comentario en una próximo, comencé a escribir y el tamaño del texto no entra en lo que debe ser la extensión del presente comentario; así pues habrá una continuación del mismo, si el bloguero me lo permite.
Un (MAESTRO) profesor que practicó la Reforma de Villar Palasí
Continuación del comentario ...
La Ley de Reforma del Sistema Educativo de 1970 del ministro Villar Palasí, acabó legalmente con la situación de subsidiariedad del Estado en materia de educación:
"es responsabilidad (del Estado) la función esencial de formular la política de este sector,
planificar la educación y evaluar la enseñanza en todos sus niveles y centros"
Y más adelante se ratificará para la educación "la consideración de servicio público fundamental".
La Ley acabó, asimismo, con el sistema dual del final de la enseñanza primaria y se extendió la obligatoriedad hasta los quince años, al prescribir que quienes no continuasen el Bachillerato debían seguir una formación profesional de dos años. No sólo se quiso escolarizar totalmente a los niños de entre 6 y 13 años, inclusive, sino que se dictó una normativa sobre centros docentes, un diseño de colegios nacionales, unas necesidades de espacios, recursos, etc... Realmente hacía falta escolarizar a un millón de niños.
La realidad se impuso: no hubo dinero porque no hubo prioridad política para tan gran esfuerzo económico. Algún día podremos conocer realmente la verdad de aquella historia, pese a que algunos protagonistas cuenten cuentos de ciego (Diez Hochleitner. 1988). Hubo además una mala asignación de recursos y mala administración y -aunque parezca increíble- no se contabilizó adecuadamente la avalancha demográfica. Y nació la chapuza española: las aulas prefabricadas, el doble turno por necesidad, locales habilitados en malas condiciones. Al comienzo de la Transición había todavía más de 700.000 alumnos mal escolarizados, especialmente en los 14-15 años. Y se olvidó el preescolar, que quedó prácticamente fuera del sistema educativo.
Se programaron diez años para extender definitivamente la Reforma. No fue así: las luchas intestinas por el presupuesto, las resistencias a que el Estado tomara la iniciativa en el terreno educativo -pese a que consagraba, tratando de corregirla, la situación de la enseñanza privada a la que ahora pasaba a subsidiar: situación que no han podido corregir los gobiernos posteriores a 1977-, el final del Régimen: los efectos de la Crisis del Petróleo, la presidencia del Gobierno del Almirante Carrero -con su singular Ministro de Educación, Rodríguez, sustituto de Villar-, los últimos meses de Franco, todo ello hizo que la puesta en práctica de la Ley fuese parcial y ralentizada.
En 1975 los españoles vivieron bajo el terror. El terror de quienes ponían bombas y asesinaban a policías en nombre -se decía- de la libertad y el Terror de Estado que hacía que quien llamaba a la puerta de madrugada no fuese nunca el lechero. Franco murió en noviembre de aquel año en medio de la campaña internacional en contra de las sentencias de muerte que tribunales militares habían dictado contra miembros de bandas armadas.
Para entonces la televisión comenzaba a ser en color, el analfabetismo se había reducido a una cifra política funcional, la escolarización se extendía al amparo de la Ley 1970; comenzaba a conquistarse la libertad de imprenta; a pesar de la salvaje política de industrialización, que arruinaría el medio ambiente para las dos generaciones siguientes, Ia primera industria del país seguía siendo el turismo; varios millones de españoles eran mano de obra barata en países europeos; la Universidad vivía en plena transformación.
Y llegó la democracia, tras dos años de interinidad postfranquista, en junio de 1977. En plena crisis económica occidental, la Crisis de Empleo, y sin que los españoles se hubieran enterado.
Un (MAESTRO) profesor que practicó la Reforma de Villar Palasí
En 1963 se había iniciado la segunda campaña de alfabetización y promoción de adultos, en conexión con programas de cualificación de la mano de obra, que en ese tiempo emigraba masivamente a las ciudades. El objetivo no sólo era alfabetizar a los mayores de 15 años sino dotarles del certificado de estudios primarios y hacerlo mediante una oferta y una presión social. La campaña duró cinco años y la llevaron a cabo más de 300.000 personas; se crearon miles de aulas para analfabetos y todo un aparato de medidas complementarias y material para neolectores. En 1973 esa alfabetización de adultos se daría por concluida, aunque las estadísticas no eran todavía, ni nunca lo serian, demasiado boyantes, mostrando porcentajes entonces de casi el 7%, que no cesarían de incrementarse por causas sociales y económicas. Pero era el final de una etapa y el comienzo de la política de educación de adultos, que pertenece a otra óptica académica y profesional.
Recuerdo que por 1963 las plazas convocadas en las oposiciones para maestro fue inusual por su abundancia, casi todos los opositores entraron para cubrir las plazas que necesitaban disponer para la “Campaña de Alfabetización” recién comenzada. En esas oposiciones participaron muchos conocidos maestros nuestros, que consiguieron nada más terminar su plaza de propietario, después vendrían otras convocatorias mucho más disputadas por el escaso número de plazas que se sacaban a concurso oposición. A esa promoción de opositores se la llamó “La Convocatoria de Venid y vamos todos”, recordando el canto litúrgico en la iglesia y el canto que en el mes de mayo se le dedicaba a la Virgen María cada tarde en el rezo de “Las Flores”, en el que los niños de la escuela rezábamos el rosario y letanía y cantábamos a la Virgen ante un altar que se hacía en clase, y se adornaba con manojos de flores que los alumnos llevábamos de nuestras casas.
Son recuerdos de aquellos años, muestra de la escuela del Nacionalcatolicismo, en la que el que relata estas líneas fue alumno y maestro de Alfabetización un curso.
Saludos de un maestro jubilado.
No quedaría completa esta visión a modo de repaso sobre este periodo histórico, si no se diese una reseña de la Universidad española. Esto es la parte de su historia tal como la entiendo.
La destitución de Ruiz Jiménez se debió a incidentes universitarios en Madrid. Los jóvenes que llegaban a la universidad a mediados de los Cincuenta pertenecían a una generación posterior a la de la guerra civil y la composición social y demográfica del país estaba cambiando. Pero conviene recordar que la Universidad seguía férreamente controlada, que el porcentaje de estudiantes era mínimo con respecto a la todavía menguada escolaridad de entonces y que el peso político de la Universidad, salvo en el capítulo del orden público y policía, era inexistente.
Suele decirse que 1959 fue decisivo atribuyendo a la implantación de un plan económico estabilizador e internacionalmente homologable, por las perspectivas de desarrollo económico de la década que siguió.
Los Sesenta reflejan extraordinariamente bien lo que fue el franquismo, cuando dejan ya de firmarse masivamente las sentencias de muerte originadas en juicios sumarísimos, cuando se inicia un proceso inmigratorio interior que habría de volver del revés la estructura social y económica de España, sin mover un ápice del sistema político.
Existían ya los estudios universitarios de Pedagogía en cuatro Universidades, una de ella era de la Iglesia, y se estaba produciendo un cierto relevo generacional en el personal dedicado a la función educativa, todavía duramente disputada por algunos de los grupos de presión del franquismo, en este caso, el Opus Dei, que copó la educación española casi hasta el final de la dictadura y más acá.
Además se habían creado, por la influencia de las políticas de organismos internacionales como La Unesco centros de estudio y planificación de la educación que pretendían sostener la formación continuada de los maestros, principalmente; se trabajó con base a las estadísticas, situando a expertos en puestos de la política educativa y España fue incluida en programaciones como el Proyecto Regional Mediterráneo (1961).
A Ruiz Jiménez le había sustituido como ministro de educación Rubio García-Mina, promotor o ejecutor de una gran cantidad de medidas de aceleración y modernización del sistema educativo.
La Universidad continuaba su agitada vida académica, tras las luchas de fines de los Sesenta, los cambios de planes de estudio y la permanente presencia de rectores comisarios, Villar, sustituto de Lora en 1968, creó Universidades "autónomas", aumentó el número de ellas, diversificó los centros por ciclos y pagó mejor que nunca a los profesores estables, aunque los contratados temporal y económicamente aumentaron vertiginosamente hasta constituirse en un problema fundamental para el futuro de la universidad. Nunca como entonces se han dedicado tantas horas a asambleas, huelgas, se ha politizado tanto a la Universidad y sin embargo no ha surgido de ella ningún movimiento de reforma social, atada como estaba a la dura represión tardofranquista, con los claustros repletos de policías de civil. En 1969 la policía asesinó al estudiante Enrique Ruano y tales circunstancias aún no han sido aclaradas. En realidad la ley no podía arreglar el problema político de una Universidad enfrentada al franquismo. Se pedía la democracia.
Muchas gracias por el artículo y comentarios tan sustanciosos. Cordialmente, un saludo de Juan.
En estos prados fértiles y sotos
de Lope de Vega
Soneto XXIV
En estos prados fértiles y sotos
de los deleites de la edad primera,
sentada en espantosa bestia fiera,
Babilonia me dio su mortal lotos.
Y mis sentidos, de aquel bien remotos,
que la inmortalidad del alma espera,
durmieron mi florida primavera
de la razón, los memoriales rotos.
No sólo del veneno la bebida
sueño solicitó, mas de mí tuvo
la mejor parte en bestia convertida.
Circe con sus encantos me detuvo,
hasta que con tu luz salió mi vida
de la costumbre, en que cautiva estuvo.
Un higuereño.
Rimas, Soneto 161
Cual engañado niño que, contento,
pintado pajarillo tiene atado,
y le deja en la cuerda, confiado,
tender las alas por el manso viento;
y cuando más en esta gloria atento,
quebrándose el cordel, quedó burlado,
siguiéndole, en sus lágrimas bañado,
con los ojos y el triste pensamiento,
contigo he sido, Amor; que mi memoria
dejé llenar de pensamientos vanos,
colgados de la fuerza de un cabello.
Llevose el viento el pájaro y mi gloria,
y dejome el cordel entre las manos,
que habrá por fuerza de servirme al cuello.
De Lope de Vega.
Tras la guerra civil española, urgía solucionar el problema de las plazas vacantes de profesores, muchos de ellos "rojos" encarcelados o exiliados y alumnos que durante la guerra no pudieron terminar sus estudios. El gobierno de Franco puso en marcha los llamados "exámenes patrióticos", donde el uniforme o las medallas contaban más que los conocimientos académicos de quienes pretendían el puesto de profesor. Lógicamente, los catedráticos, para afirmar su postura como adeptos al régimen y alejar sospechas, estaban dispuestos a aprobar como fuera a aquellos jóvenes héroes que lucían el uniforme falangista. Así ocurrió esta anécdota en los exámenes de cultura general donde el catedrático preguntó a un nuevo aspirante a profesor:
-Vamos, a ver, empecemos. ¿Quién ganó la batalla de Lepanto?
-! Francisco Franco! -contestó el orgulloso joven falangista con su pecho plagado de medallas.
-Bueno, en realidad, el Generalísimo tiene todas las condiciones de estratega para tal hazaña, pero claro, él no podía estar allí. Veamos una pregunta de letras. ¿Quién escribió El Quijote?
-¡Francisco Franco!
-Sí... El Caudillo efectivamente con su buena pluma sería capaz de hacerlo, pero tampoco vivía en esa época. Bien, sigamos... ¿Quién descubrió América?
-¡Francisco Franco!
-¡Hombre! Por favor...
El falangista aspirante a profesor se levantó airado e indignado.
-¡He dicho Francisco Franco! Y además añado que usted me esta resultando un poco rojo...
El catedrático aprobó a tan entusiasta joven.
Un día el periodista, Rodrigo Royo, fue a quejarse a Franco por lo mal que el régimen le había tratado en un artículo. El Caudillo le aconsejó: "Haga como yo, no se meta en política."
En aquellos años del hambre de la España de los cuarenta, una noche alguien se atrevió a colgar al rey Neptuno de Madrid un cartel que aludía al hambre. Refiriéndose al tridente que empuña la estatua, en la pancarta podía leerse: "¡O me dais de comer o me quitáis el tenedor!"
Saludos de Elías Cross Barrionuevo
La vida de un maestro, en cuanto se refería al aspecto material, era más bien precaria, y eso que yo viví una época en la que empezaba a vislumbrarse mejores perspectivas, que tardarían en materializarse todavía algunos años, tras una huelga general del colectivo, impensable en aquélla época… Claro, que había algunos recursos con lo que paliar lo expresado en el consabido refrán de “pasas más hambre que un maestro de escuela”, como eran las clases particulares. Puse siempre todo mi empeño en las clases particulares, así sacaba un suplemento con el que complementar el exiguo sueldo que me suministraba el Estado. Recuerdo que la gente, por muy humilde que fuera, era muy generosa incluso desprendiéndose de lo absolutamente necesario, para ayudar a aquellos hombres y mujeres que se desvivían por enseñar a sus niños. A su modo y manera, sabían valorar la educación…
Siempre que me pongo a pensar en esta época, no suelo rememorar las fatigas económicas “propias” del cargo, pues yo me defendía bastante bien con mis clases. Lo que más me satisface recordar era el respeto y autoridad que la figura del maestro representaba en la sociedad. Lo que uno decía era aceptado y respetado por todos, lo cual significaba que uno había de tener un gran cuidado de que sus juicios fueran acertados. Era necesario, por tanto, tener especial cuidado con el cultivo de tu propia personalidad, ya que eras un espejo en que alumnos y padres solían reflejarse. El maestro debía no sólo ser ejemplar, sino parecerlo, porque ya sabes, mi buen amigo, el alto valor que se concede en la educación al ejemplo.
Francisco Cobo.
Dice Karl Vosser que los proverbios son fórmulas o sentencias suspendidas y ondulantes entre el concepto y la intuición, la verdad y la ficción, que contienen la sabiduría y filosofía práctica de muchas generaciones expresadas en forma popular, y, a veces, semipoética.
La frase proverbial “Pasar más hambre que un maestro de escuela”, que todavía se usa como muletilla en la conversación, alude a la desdichada situación económica por las que pasaron los maestros de enseñanza primaria durante el siglo XIX debido lo escaso de su retribución y a lo incierto de su percepción o devengo.
Históricamente, desde Fernando VII a Alfonso XIII, los maestros de enseñanza primaria formaban una profesión marcada por la penuria económica y cultural. Cualquier estudio sobre el magisterio español en el siglo XIX y parte del XX, y los hay excelentes como los de Ruiz Berrio, Beatriz Baltanaz o Ruiz Rodrigo, destapa la escasa consideración social que se tenía a los docentes, lo que corrobora la literatura costumbrista coetánea.
Alejandro Fernández Pombo, en su tesis doctoral “El profesor en la sociedad española del siglo XIX a través de la literatura”, ha entresacado numerosos ejemplos literarios de las obras de Galdós, Valera, Ganivet o Blasco Ibáñez. También Amando de Miguel en su libro “La España de nuestros abuelos” cita, en relación con “la figura entrañable de los maestros”, los testimonios, entre otros, de Palacio Valdés y Martinez Baselga.
Como exponente de estas citas, baste el feroz juicio que hace Emilia Pardo Bazán en “La vida contemporánea”, al referirse a la vida española de su tiempo:
“¿Educación? Para eso están los maestros de escuela con sus ayunos al traspaso y sus hambres calagurritanas”.
La musa popular también hizo de este tópico, blanco de burlas y chanzas, como evidencia este cantar popular que entonaba la Murga gaditana:
El ministro de Fomento...
¡huy que portento!...
dice que les va a pagar...
¿Será verdad?...
a los maestros de escuela...
¡Viva su abuela!...
toda la paga atrasá...
De hecho, la mezquindad de los sueldos fue la causa de que los hombres prefirieran profesiones mejor remuneradas y se ofreciera a las mujeres el ejercicio profesional como maestras, haciendo traslado a las mismas de su proverbial pobreza.
Ramón Vega Rodríguez.
El Conde de Romanones fue quién adoptó las medidas oportunas para que el pago de los maestros corriese a cargo del Estado. En efecto, por Real Decreto de 26 de octubre y Ley Económica de 31 de diciembre de 1901, pasaron a depender del presupuesto del Estado las atenciones de Primera Enseñanza, exceptuadas las de las Provincias Vascongadas y Navarra, dejando estas “sagradas obligaciones” de depender de los municipios que frecuentemente las olvidaban, dejando a deber a los maestros años enteros de sus mezquinos sueldos y obligándoles, por tanto, a mendigar o literalmente, a morirse de hambre.
La II República hizo lo que pudo para dignificar la figura del maestro. De hecho, como recuerda la escritora, recientemente fallecida, Josefina Aldecoa en su “Historia de una maestra”, un gran número de maestros hicieron práctica profesional de su fe republicana. El personaje del maestro que interpreta Fernán Gómez en la exitosa película “La lengua de las mariposas” es fiel reflejo de esa circunstancia. Eminentes pedagogos como Manuel Bartolomé Cossío inspiraron campañas como las Misiones Pedagógicas que tuvieron gran eco dentro y fuera de España.
Con la Dictadura de Franco volvió a decaer el papel de los maestros, muchos de los cuales sufrieron en sus propias carnes el rigor de la depuración (y aún males mayores). En su tesis “La depuración del magisterio nacional”, el historiador Moreno Valero cifra en más de 60.000 el número de maestros represaliados o que se vieron obligados a dejar sus puestos a partir de 1939.
En realidad represaliados resultaron todos los integrantes del Cuerpo de Maestros pues todos fueron separados del ejercicio de la profesión, bajo presunción de culpabilidad y obligados los que quisieron y pudieron reintegrarse, a demostrar, a través del alcalde o del cura, que no eran desafectos al nuevo régimen. A estos efectos, Josep Fontana señala que la depuración de los maestros no solo pretendía apartar de la enseñanza a los que no compartían el ideario de los sublevados, sino reducir su número para cerrar escuelas. Por su parte, María Antonia Iglesias, en un libro reciente “Los maestros de la República” nos refiere algunos de los casos mas terribles de maestros, víctimas de la represión, e, igualmente Iñaki Pinedo, en el documental de cincuenta minutos de duración titulado “La escuela fusilada” hace un repaso de esta memoria con testimonios de la represión sufrida por los maestros durante y después de la guerra civil.
Pedro José Caparros Villar.
Durante los años 40 y 50 del pasado siglo, el magisterio nacional se convirtió en una salida natural para las clases medias rurales. A lo largo de estos años se acentuó, además, la diferenciación social entre el maestro de primera enseñanza y el catedrático (o profesor agregado) de Bachillerato, licenciado universitario, procedente en su mayor parte, de las clases medias urbanas y poseedor de un mayor nivel cultural.
La reformas educativas de los años 70 y el posterior proceso democratizador en la enseñanza y en la sociedad, trajeron consigo, junto con el incremento de la demanda educativa y su correlativo aumento de aulas y profesores, una mayor exigencia social por lo que se ha venido en llamar la “calidad de la enseñanza”, traducida también en una mayor participación de los padres de los alumnos en la vida de los centros docentes así como un cambio notable en las relaciones profesor-alumnos, sin descartar los aspectos conflictivos de estas interrelaciones, hoy día agudizados.
Paralelamente, y a pesar de la problemática que pesa en torno al polémica sobre la Educación en España, ha ido creciendo el aprecio social por los profesores. Si en el curso 1991-1992, según una encuesta realizada por la OCDE, esta consideración social se mantenía todavía baja, por debajo de la media de otros países, en 2006 y según los resultados de un estudio de opinión pública efectuado por la Fundación BBVA, los maestros (los profesores, en general) son, junto a los científicos y médicos, los grupos profesionales que mayor confianza suscitan entre los españoles.
Los maestros, escribió la citada Josefina Aldecoa, hija y nieta de maestras, son los “héroes sociales” que han puesto en nuestras vidas las bases mas importantes, los pilares mas firmes para nuestra formación profesional y humana.
Al recordar con esta breve nota la evolución del magisterio en España, quiero invitar a los lectores de este blog a que, a su vez, recuerden por un momento a aquellos profesores que contribuyeron a su formación, rindiéndoles, aunque no sea sino en su fuero interno, el agradecido homenaje que su memoria merece.
Marta Jiménez Medina.
Recuerdo de forma especial el influjo de una educación memorística, de la que alardeaban los mayores más sabidos, en mi infancia y adolescencia y que en parte sufrí en todo el periplo educativo por la etapa de Enseñanza Primaria, de Bachilleres y de la carrera.
En aquel marco de una educación supuestamente intelectualista, cultivar la memoria significaba aprender y recitar de memoria centenares de versos o la lista completa de las provincias y partidos judiciales, sin olvidar la famosa lista de los reyes godos y de los otros reyes y sus batallas. Podíamos decirlo de otro modo y considerar ese aprendizaje como un ejercicio de memoria intrínsecamente desprovisto de interés, ya que la inteligencia no intervenía en él, y que no proporcionaba otro objetivo que pasar con brillantez un examen de los que se hacían en la época.
No hay nada menos autentico y menos útil que una memoria así, que no nos permitía situar las provincias en función de su geografía física y humana, ni a los reyes y sus batallas en el momento de la historia de los pueblos implicados.
Eso fue un error como el de dejarnos seducir por la publicidad que propone otorgarnos una memoria prodigiosa que nos permitirá aprender sin fallos la guía de teléfonos por decir un ejemplo.
La memoria no es ni racional ni intelectual. Es esencialmente infiel y subjetiva porque va ligada a la afectividad.
Defender esa educación memorística a ultranza es ignorar que la civilización ha inventado la escritura y la lectura y que estas dos invenciones descargan la memoria. Conservar el pasado ya no requiere la obligación de las tradiciones orales transmitidas por los mayores a los más jóvenes, como en las sociedades primitivas.
Un saludo para todos.
Pedro Baena Serrano.
Bien pudo escribir D. Miguel de Unamuno estos renglones: "El cimiento de la esperanza es el recuerdo. Acudan, pues, a los recuerdos colectivos, a la tradición del pueblo en que viven, en busca de cimiento para sus esperanzas".
Ana García Sánchez.
Yo no soy víctima de la LOGSE. Tengo 60 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos que en su momento dieron buenos resultados, porque primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política. En “el jardín” (así se llamaba entonces lo que hoy es "educación infantil", mire usted por donde, empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: la A de "araña", la E de "elefante", la I de "iglesia", la O de "ojo" y la U de "uña". Luego, cuando eras un poco mayor, llegaba "Semillitas", un librito con poco más de 100 páginas y un montón de lecturas, no como ahora, que pagas por tres tomos llenos de dibujos que apenas traen texto. Eso sí, en el Semillitas, no había que colorear ninguna página, que para eso teníamos cuadernos.
En Primaria estudiábamos Lengua, Matemáticas, Ciencias, no teníamos Educación Física. En 6º de Primaria, si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de "b en vez de v" o cinco faltas de acentos, te bajaban y bien bajada la nota.
En Bachillerato, estudié Historia de España, Latín, Literatura y
Filosofía. Leí El Quijote y el Lazarillo de Tormes; leí las "Coplas a la Muerte
de su Padre" de Jorge Manrique, a Garcilaso, a Góngora, a Lope de Vega
o a Espronceda...Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección.
Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura.
Conchita García Verdejo.
Deseo en este comentario sobre una escuela que tanto me recuerda a la mía, que es necesario hacer unas precisiones para que no deformemos nuestro idioma, con un tema tan poco significativo como el feminismo y el machismo; es lo referido a que en castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". Entonces cabe preguntarse: ¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene identidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que
expresa el verbo, se añade a este la terminación "ente". Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción. De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”.
Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hacen más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
Les propongo que pasen el comentario y que los abundantes lectores lo expliquen a sus amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes de genero, aunque ocupen carteras ministeriales.
Lamento haber contrariado a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto, en pro de la defensa de género.
Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el
electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!
¡Cuanto tonto y que poco listo!
Julia Garrido Molina.
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