Intentando seguir los pasos que nuestro personaje, escritor del Memorial Histórico Español, pudo desarrollar en los años pasados, me acerco en esta ocasión hasta la llamada “Ruta de Los Torreones”. Casi toda ella discurre por tierras del término de Torredelcampo: Me estoy refiriendo al Castillo del Berrueco, La Torre Olvidada, La Muña, El Castil o Casa Fuerte. Son todos éstos unos lugares entrañables y evocadores del recuerdo de tiempos pasados, pero a la misma vez causan tristeza por tener que ofrecerse en el estado en que se encuentran.
Si recordamos el artículo del “Castillo Moro”, en él mencionaba la relativa cercanía con la Fortaleza o Castillo del Berrueco. Una vez tomamos ruta en esta encrucijada de caminos, nos encontramos con una serie de construcciones, casi todas ellas levantadas entorno al S.XIII.
Jaén fue conquistada por Abdelazib, en el 713. Los almorávides la incorporarían a su imperio en 1.091 y los almohades la ganarían en 1.148. Los árabes la llamaron Yayyan: era una zona abundante en agua, procedente de sus ríos y manantiales. Engendraba una gran cantidad de cultivos, y era famosa por su manufactura en textil y utensilios domésticos de madera, que se exportaban a Al-Andalus y el Magreb. Al-Sagundi la describía con estas palabras: “Yayyan es la ciudad del Al-Andalus con la que ninguna otra ciudad puede ser comparada en abundancia de cereal, número de valientes soldados y fortaleza y solidez de sus murallas”.
Jaén proviene de lo que los árabes llamaban Kiurin, Gien o Geen: “Camino de caravanas”. Esto se debía a su extraordinaria situación geográfica: paso obligado entre Córdoba y Toledo, y entre Córdoba y Tudmir.
(Datos recogidos de http://www.yayyan.com).
Situación de los distintos lugares mencionados en este artículo (imagen de Google maps):
Dado su potencial en agua hizo que se desarrollaran huertos y vegas para los que se construyeron numerosas albercas. Todo esto nos viene a dar a entender por qué pudieron tener lugar estas construcciones a veces tan cercanas físicamente: La distancia entre La Muña y El Castil a penas puede sobrepasar los dos kilómetros. Hay que tener presente que a los pies de ambas pasa un arroyo salado, además de las fuentes naturales próximas a estos lugares.
Torre de La Muña al fondo.
El Castillo Rural, que así se denominarían estas construcciones, tiene su descendencia en la “villa romana fortificada”, de tiempos de Bajo Imperio Romano, adaptándose a la “alquería murada musulmana”. Este tipo de construcciones fueron muy típicas en nuestra provincia (Reino de Jaén) después de la conquista y repartimiento de las tierras a los musulmanes, que llevaron a cabo los reinos de Castilla y Aragón. Los nuevos propietarios cristianos fortificarían sus haciendas situadas en las zonas fronterizas.
La mencionada Torre de La Muña, se encuentra situada en una pequeña meseta sobre un altozano de la zona. Es una robusta torre de superficie cuadrangular, con dos plantas y bóvedas apuntadas. En los alrededores existen restos de murallas de fortificación, bastante atenuadas por la existencia de construcciones más recientes.
La Muña avistada desde lo más alto de la Torre del Castil.
Estas dos últimas fotografías corresponden también a La Muña, realizadas desde el enclave donde se encuentra.
Otro de estos Castillos Rurales es El Castil. Se encuentra un poco más al Sur del mencionado anteriormente, como a unos 2 y pocos kms.
Letrero informativo que nos encontramos al acceder al camino que nos lleva a este conjunto de construcciones: unas más antiguas situadas sobre el antiguo castillo y otras más actuales, que sirvieron de cortijos en época más reciente.
La serie de casas-cortijo es espectacular por el número que las componen, pero no menos por su edificación en sí: muestran la cantidad de personas que se asentaron aquí para poder llevar adelante sus vidas. Llama enormemente la atención la reconstrucción llevada a cabo sobre el antiguo torreón árabe. Se aprecia no sólo los vestigios del mismo, sino también los restos de las antiguas murallas y resto de castillo de tiempos anteriores. Hoy, por desgracia, están en estado bastante crítico.
En esta otra fotografía podemos ver la superposición de lo edificado con posterioridad. Los que aprovecharon esta torre inicial culminaron con un tejado a dos aguas, el cual se puede apreciar con detalle.
Se levanta majestuosa sobre la superficie que pisamos; pero si grande se aprecia desde aquí, más aún lo es cuando estamos paseando su interior: sus muros, sus escaleras y recovecos se hacen interminables.
He aquí algunas de las vistas que podemos obtener desde el interior de esta torre:
Vistas desde sus balcones o ventanas.
Estas son las escaleras que nos llevan hasta lo más alto de la Torre (vistas desde arriba).
En esta otra fotografía apreciamos el final del muro y fortificación.
Un poco “al margen” de esta torre nos encontramos con la edificación aledaña cuyas dependencias nos transportan a tiempos remotos: tan sólo el hecho de entrar por estas estancias nos dan una sensación de estar en otra época.
Acceso principal: vemos el banco (realmente son bancos, puesto que hay otro con anterioridad a éste) que se sitúa a la derecha, al fondo el acceso que comunicaba con el resto del patio amurallado, y a la izquierda, el paso a las cuadras, aprovisionadas de abundantes pesebres y cantareras.
Acceso a la cuadra: se trata de una pequeña estancia que hace de comunicación, y donde encontramos varios soportes para los cántaros de agua.
Cuadra con pesebres.
Hoy en día nos parecería repugnante tener a nuestro lado estos animales, pero sin embargo este hecho era habitual hace “unos días”. Es más…a veces, los dormitorios familiares se situaban sobre la cuadra, separados por un techo-suelo de madera, para aprovechar el calor que estos animales desprendían, y así tener una preciada calefacción en los malos días de invierno.
Ocurría también frecuentemente, que el animal pasaba por parte de la vivienda para acceder hasta las cuadras. Precisamente, durante la visita a esta serie de Torreones o Castillos, pude comprobar cómo otro pequeñísimo cortijo que se encuentra por la zona estaba compuesto por una “diminuta” cocina con su chimenea, un pequeño dormitorio a la parte derecha de la entrada, y pasando por esta cocina, al fondo, se situaba la cuadra y el pajar. Puedo asegurar que le correspondía tanta vivienda al mulo como la familia que habitaba la casa. Bueno, …realmente todos ellos la habitaban.
Dado lo dicho, el pajar, era otra parte indispensable de la casa: ahí se almacenaba el alimento para ese animal de ayuda. En muchas de las ocasiones, este almacén se situaba en la parta alta de la casa, en una segunda planta (de esta manera se evitaba la humedad). La paja se solía subir desde el exterior a través de una pequeña cavidad que se le llamaba piquera. Este material que estamos tratando no sólo se empleaba para alimentar al animal, sino que también servía para el acondicionamiento del establo. Tanto los sobrantes del alimento consumido por “las bestias”…como lo empleado para el acondicionamiento, proporcionaban el abono que más tarde se utilizaría en las siembras: Sin duda, …esto sí que era natural.
Al día de hoy, estos animales de ayuda casi han desaparecido, y con ellos los establos y los pajares. Ahora podemos ver naves con alpacas apiladas, y los animales que antes fueron el apoyo diario del ser humano, hoy han pasado a un ámbito más bien lúdico.
Paso a exponer otras fotografías que muestran otros apartados de este feneciente edificio con siglos de antigüedad:
Este es el espacio que nos encontramos tras pasar el zaguán (palabra de origen árabe). Desde aquí se repartía el paso a las distintas zonas de la casa-fortaleza: establo, patio y pajar, bodega, segunda planta, etc. …Que ahora veremos un poco más detallados.
Podemos observar también la existencia de un banco realizado con piedras de mampostería, aprovechando una elevación rocosa que se encuentra bajo el mismo. En muchas de las ocasiones, este banco, era también la cama del mulero.
Podemos observar también la existencia de un banco realizado con piedras de mampostería, aprovechando una elevación rocosa que se encuentra bajo el mismo. En muchas de las ocasiones, este banco, era también la cama del mulero.
Este era el acceso a la bodega …provista de sus alacenas. A su derecha se observa “la gatera”: oquedad por la que se daba paso a los felinos (gatos) que convivían en la casa, y que eran unos fieles ahuyenta-roedores.
Salón o estancia provista de una gran chimenea: los bancos se adentran hasta debajo de la misma, para aprovechar el máximo de calor mientras existiera la lumbre. El deterioro es evidente.
Estos soportes de cántaros también se encuentran en esta habitación. En este caso podemos observar como existieron dos niveles de cantareras: la de arriba ha desaparecido en parte.
En la visita al Castil, me resultó enormemente llamativo ver tantísima cantidad de cantareras: por toda la casa-fortaleza se repartían este tipo de soportes.
…Volviendo a tiempos pasados, cabe meditar que no existía la red de agua potable de la que hoy disponemos. A veces no echamos cuentas de la importancia que tiene este elemento tan indispensable para la vida, pero en aquellos tiempos en los que no se disponía nada más que de esos cántaros, que había que llenarlos en el arroyo o manantial más cercano, era indispensable tener un buen almacén del líquido esencial. Por otro lado, esto da testimonio de la cantidad de personas que tuvieron que alojarse en este lugar.
Se podrían mostrar muchas más fotografías del interior de esta fortaleza, pero con éstas queda patente lo que este lugar pudo ser en sus días. Así que me despido con esta otra realizada desde el acceso a la bodega, desde donde podemos ver de nuevo la entrada al establo (al frente), al patio (a la derecha), … y el zaguán (a la izquierda).
Creedme…que estando en este lugar…casi aún se pueden escuchar los pasos de las personas, …sus comentarios, …el chasquido de los muleros a sus mulos, el taconeo de las herraduras, …y esas tertulias que tan frecuentes eran tras el día del cansante trabajo en el campo.
No nos viene mal echar una vista al pasado para poder comprender nuestro presente.
Este es el final del recinto amurallado…que pareciera que ese palo lo estuviera aguantando para nosotros ante el paso del tiempo.
Como menos…espero que esto sea (aunque no lo quisiera en verdad) …con el tiempo…un legado para los que no pudieran presenciarlo.
En otro próximo artículo continuaré con La Torre Olvidada y El Berrueco.
Juan José Mercado Gavilán.
Lahiguera a 28 de julio del 2013.