PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

jueves, 30 de abril de 2015

Semana Santa 2015. Domingo.

Domingo de Resurección de la Semana Santa del 2015:

Algunas de las fotografías de la procesión del Domingo Santo:



















Video de la Carrera del Encuentro (cámara adosada a la peana de La Virgen):


Carrera del encuentro S. Santa 2015 from kunkache on Vimeo.


Juan José Mercado Gavilán.
Lahiguera a 30 de abril del 2015.


sábado, 25 de abril de 2015

JUAN ORTIZ GARRIDO, EL SUPERVIVIENTE HIGUEREÑO DEL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE MAUTHAUSEN, DEPORTADO EL 7 DE ABRIL DE 1941 Y LIBERADO EL 5 DE MAYO DE 1945. ESTUVO EN MAUTHAUSEN 4 AÑOS, Y UN MES MÁS, MENOS DOS DÍAS.

JUAN ORTIZ GARRIDO, NACIDO EN HIGUERA DE ARJONA (HOY LAHIGUERA) EN FECHA 13 DE ENERO DE 1904, FUE DEPORTADO AL CAMPO DE MAUTHAUSEN, PROCEDENTE DE LA PRISIÓN O STALAGS XVII-A (KAISERSTEINBRUCH), CON NÚMERO DE MATRÍCULA 4819 EN ESTE CAMPO. FUE LIBERADO EN FECHA 5 DE MAYO DE 1945.

En la foto Juan Ortíz Garrido, (protagonista de este artículo, como superviviente de Mauthausen) con su esposa Isabel Cubillas Pérez y su hija Victoria Ortíz Cubillas. Arriba su hijo Juan Antonio Ortíz Cubillas y su esposa Silvia y Manuel Cubillas Pérez hermano de Isabel. Juan Ortíz Garrido murió en fecha 3 de enero de 1983.

Situémonos a primeros de junio de 1939, cuando la Confederación Nacional de Ayuda a los Refugiados Españoles había pedido la supresión de los campos de concentración, en los que estaban recluidos los exiliados españoles en condiciones penosas, y se pedía que estos exiliados se reintegraran en la vida civil francesa. Esta petición fue desoída. Por el contrario, el Gobierno francés para aliviar los gastos que le ocasionaban los refugiados y aprovechar de paso su potencialidad a favor de los intereses franceses, decidió utilizar, a los que quedaron en territorio francés, como mano de obra para fines militares o económicos, para lo que promulgaron leyes por las que crearon las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE).
            Soldados franceses en la Línea Maginot asisten a Misa de campaña.       




La Línea Maginot, con su constructor y destructor.
Arriba defensas francesas de la Línea Maginot, después el ataque alemán a las cúpulas de la Línea Maginot, la conquista de un bunker en la Línea Maginot y la entrega de los franceses y abajo las defensas francesas tomadas.
Maniobras de ataque y envolvimiento de la Línea Maginot.
Las "tripas" de la defensa francesa en la Línea Maginot.
Estructura externa de la Línea Maginot.
Sección de la fortificación de la Línea Maginot.
También hicieron propaganda en los campos para reclutar prisioneros voluntarios para la Legión. Los aproximadamente 10.000 prisioneros que eligieron ese camino fueron destinados al norte de África. El 75 por ciento de ellos perdieron la vida meses después, en 1940, en la batalla de Francia. Mayor aceptación tuvo entre los refugiados españoles los Batallones de Marcha y las Compañías de Trabajo.
Columna motorizada de La Wehrmacht avanza hasta París.

La Legión, los Batallones de Marcha, las Compañías de Trabajo, fueron las fórmulas sucesivas ideadas por las autoridades francesas para encuadrar militarmente a la masa de refugiados españoles, especialmente a los más jóvenes. Cuando comprobaron que los alistamientos a la Legión se hacían con cuentagotas, decidieron la creación de los Batallones de Marcha dirigidos por oficiales franceses. Tampoco tuvieron demasiado éxito, según el testimonio de Pons Prades, E. (1973), porque esos Batallones parecían una copia de la Legión franquista. Como último recurso crearon las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE) que incorporaron a oficiales españoles como auxiliares de los mandos franceses. Estas CTE quedaban a disposición de los generales jefes de las regiones militares y se les encomendaron labores de defensa, construcción de fábricas de armamento y sobre todo la construcción de fortificaciones en el Atlántico y en las fronteras con Alemania e Italia.

Mujer francesa con su hijo, que fue rasurada tras la liberación en 1944, represión debida a la relación amorosa personal de la madre con un alemán. La multitud la humilla en las calles de la ciudad de Chartres.

Pons Prades, E. (1973) calcula que de abril del 1939 a marzo de 1940 los alistados, voluntarios o forzosos, en estas Compañías de Trabajo fueron unos 75.000. Otros 35.000 se integraron en unidades del Ejército francés, de los que unos 10.000, como queda dicho, se alistaron en la Legión Extranjera.

En fecha 21 de junio de 1940 el General Alemán Keitel lee el preámbulo de las condiciones del armisticio entre Alemania y Francia.
Firma del Armisticio por parte francesa y alemana.


Fue el 14 de junio de 1.940, cuando las fuerzas hitlerianas penetraban en París, extendiendo muy pronto su penetración por el resto del país, quedando establecido el gobierno de Vichy, (esta ciudad está situada en el corazón de la antigua “provincia de Bourbonnais”, lugar de origen de los Borbones españoles), presidido por el mariscal Philippe Petain, que inauguraba un régimen totalitario y colaboracionista con el invasor alemán, con base en el armisticio firmado con la Alemania nazi el 22 de junio de 1940, obteniendo cierta simpatía y complicidad por parte de una parte de la población francesa, a quienes, sin lugar a dudas, esta ocasión les fue propicia para expresar sus sentimientos pro nazis, hasta el punto de crearse una situación donde las personalidades francesas y organismos oficiales, habían dejado de tener personalidad alguna al quedar bajo las ordenes del Führer, lo que trajo un periodo de crueldad y de auténtico terror para el pueblo francés, pueblo del cual ya formaban parte los republicanos españoles que, desde un principio, y dejando a un lado todos los rencores y hostilidades recibidas por parte de las democracias en general y Francia en particular, se habían incorporado como un sólo hombre en la lucha por las libertades utópicas del mundo entero, que consideraban eran sus propias libertades…para el futuro.
Artilleros en el Línea Maginot.
Mapa de la Línea Maginot.
Cañón antiaéreo alemán contra las defensas francesas.
Iniciada la Segunda Guerra Mundial muchos de esos españoles murieron combatiendo a los alemanes desde las filas del Ejército francés. Otros combatieron en la Resistencia. Los republicanos españoles estuvieron presentes, con actuaciones a veces decisivas, en los episodios más significativos de la guerra: en Narvirk (Noruega), en Dunkerque, en la batalla de Francia, en el Desembarco de Normandía, en el Plateau de Glières, en la liberación de París, en la liberación de Estrasburgo, en la liberación de Burdeos. Sus actuaciones fueron también decisivas para liberar Foix y otras poblaciones del sur de Francia. «No hay región francesa que no esté regada con sangre española en esos años de lucha frente a las tropas hitlerianas», en palabras de uno de los guerrilleros españoles supervivientes.
Mapa de la división de Francia tras el armisticio. En amarillo la zona ocupada por Alemania , en azul la zona libre de Francia.
Un número importante de los republicanos españoles que se exiliaron a Francia, tras la Guerra Civil española, fueron hechos prisioneros por los alemanes y deportados a campos de concentración.
Cuando desde el verano de 1939, una gran parte de los refugiados españoles fueron integrados en las Compañías de Trabajadores Extranjeros, tomando la iniciativa que el Gobierno Francés le ofrecía para descongestionar los campos de internamiento franceses, y poner al servicio de su ejército a los antiguos combatientes de la República Española. La mayoría de sus integrantes fueron destinados a las obras de fortificación en las líneas defensivas francesas. Cuando Francia fue invadida por los alemanes, muchos de los integrantes de estas Compañías de Trabajadores fueron hechos prisioneros en el mismo frente y conducidos a los llamados Stalags o campos de prisioneros de guerra. También fueron enviados a estos campos de prisioneros, aunque en menor número, los españoles que formaban parte de los Batallones de Marcha o los que se alistaron en la Legión Extranjera francesa.
Españoles de la Compañía de Trabajadores Extranjeros realizando obras en Mulhouse.

La rápida ocupación alemana de Francia en los meses de mayo y junio de 1940 supuso la detención de 845 republicanos españoles trasladados en condición de prisioneros de guerra al Stalag V-D, entre otros.
Maquis españoles en La Tresorerie.
Los prisioneros de guerra, a diferencia de los deportados a campos de concentración, disfrutaban de un estatus especial de acuerdo con lo dispuesto en la Convención de Ginebra. Los reclusos de estos campos de prisioneros o Stalag, podían mantener correspondencia con sus familias, recibían visitas, y paquetes de la Cruz Roja Internacional y disponer de una alimentación y condiciones de vida aceptables. Aquí los prisioneros estaban custodiados por fuerzas del ejército alemán y no por soldados de las SS. Aunque eran vigilados día y noche, había numerosas oportunidades de fuga. En estos campos fueron internados la mayoría  de los españoles apresados por las fuerzas alemanas en los primeros momentos de la ocupación de Francia. Sin embargo, la policía secreta alemana, la Gestapo, pronto llevó a cabo la identificación de los llamados Combatientes de la España Roja, que pasarían a perder la condición de prisioneros de guerra. A estos españoles se les respeto en principio la condición de prisioneros de guerra firmados por Alemania, tal como los convenios internacionales contemplaban, pero unos meses más tarde los prisioneros españoles fueron deportados al campo de Mauthausen.
 

Voluntarios españoles enrolados en el Ejército Francés.

Los refugiados españoles en Francia fueron los primeros en sufrir las consecuencias del desastre de junio de 1940. Más de 13.000 españoles fueron hechos prisioneros por los alemanes y el gobierno de Vichy no hizo intento alguno de protegerlos según los acuerdos internacionales sobre prisioneros de guerra. El 27 de septiembre  de 1940, René Belin, ministro de Trabajo y Producción Industrial de Vichy, introdujo una ley por la cual todos los extranjeros varones de entre 19 y 54 años de edad, que fueran una carga para la economía francesa, y a los que no les fuera posible devolver a sus países de origen, podrían ser reclutados para los Groupes de Travailleurs Étrangers, si bien ellos no recibirían salario alguno, sus familias tenían derecho a una ayuda según las tarifas fijadas por el gobierno. 
Compañía 33 de Trabajadores Extranjeros formada por exiliados españoles.

Unos 15.000 españoles reclutados por esta vía terminaron por trabajar para la Organización Todt en la construcción del Muro Atlántico. Otros grupos de españoles, estimados en unos 4.000, fueron enviados a las islas del canal de la Mancha, ocupadas por alemanes. Más de 30.000 refugiados españoles fueron deportados desde Francia a Alemania y de ellos unos 15.000 ingresaron en campos nazis; eran en su mayoría los que habían servido en las unidades de trabajadores extranjeros.

Prisioneros franceses caminando hacia Amiens.

Aquella lucha tan desigual hizo que millares de nuestros compatriotas republicanos cayeran prisioneros de los nazis, pasando de ser prisioneros de guerra del ejército alemán a prisioneros políticos de la Gestapo, con el consiguiente traslado a los campos de concentración o de exterminio, al considerar “apátridas” a los republicanos españoles, a los cuales, siendo como eran, prisioneros de guerra, no se les aplicó el estatuto correspondiente según la Convención de Ginebra, sino que fueron considerados” combatientes rojos españoles” a los que había que aniquilar.

Presos franceses en la Línea Maginot.
Prisioneros Franceses del Ejército Alemán.
 
Los trabajadores españoles o los resistentes republicanos detenidos en territorio francés, que no tenían el estatus de prisioneros de guerra fueron deportados hacia diversos campos de concentración. Esparcidos en numerosos campos (Geneviève Dreyfus-Armand (1999), p. 125); las mujeres republicanas detenidas por actos de resistencia pasan también al campo de concentración de Ravensbrück, y constituyen un grupo importante esencialmente en el complejo de Mauthausen, en el cual son registrados más de 7.200 españoles: de 7.288, 4.676 encontraron la muerte. (Pierre Milza (sld), Denis Peschanski (1994) « L'engagement militaire des Italiens et des Espagnols», cifra citada por Jean-Louis Crémieux-Brilhac.)

Tropas prisioneras del ejército alemán en 1940.

En total, 12.000 republicanos españoles. (Contribution de Jean-Claude Fau, en. Monique-Lise Cohen (dir.) 1994, pág.41) y (« Les Républicains espagnols déportés de France»,Triangle bleu « Documentation et archives sur les Républicains déportés de France », 2005) serán encaminados hacia los campos de concentración o de trabajo entre el 6 de agosto de 1940, que marca la primera salida hacia Mauthausen, y mayo de 1945. Casi 9.000 republicanos españoles acabaron en campos de concentración nazis.
 
Grupo de Maquis españoles en Francia.
En el año 1933 comenzó a construirse en las cercanías de Munich, el primer campo de concentración nazi, fue el campo de Dachau, que serviría de modelo para todos los demás. Después, no se tardaría en crear una inmensa red de campos con sus dependencias, llamados Kommandos. En él se formaron también los cuadros de mandos de la SS, que serían los comandantes de los otros campos, en un régimen interno con marcada dureza y con un reglamento disciplinario fuerte, que imponía el poderse permitir el internamiento de personas al margen de la ley, sin la consideración de ninguna garantía jurídica. Cualquier sospechoso podía ser internado indefinidamente en un campo, invocando la (Schutzhaft) o prisión preventiva, de forma que incluso fueron internados muchos condenados por simples delitos comunes. Como aparato represivo fueron utilizados los campos contra todos los opositores al régimen nazi, incluso en el seno mismo de la población alemana, después…fue utilizado para las autoridades de todos los habitantes de los territorios, que el Tercer Reich iba anexionándose progresivamente. En el marco amplio de las operaciones de la Segunda Guerra Mundial, con la captura de miles de soldados por los soldados alemanes, se desbordó el número de presos capturados, no respetándose en  muchos de los casos las condiciones previstas por la Convención de Ginebra para dichos soldados, y con estos antecedentes,  se dio paso a gran escala a las políticas genocidas del III Reich, eliminando físicamente a grandes masas de personas por razón de su origen racial, con diversas modalidades de genocidio y represión. Las primeras victimas de esta ilegalidad fueron los combatientes de la España republicana. 
Esteban Pérez Pérez prisionero en Mauthausen.
 
Mauthausen fue construido durante el mes de Agosto de 1938 por una avanzada de 300 prisioneros llegados desde Dachau (Alemania), en los terrenos de una cantera en desuso situada en torno a la pequeña localidad de Mauthausen en Austria, aproximadamente a 20 kilómetros de Linz.  Lo que diferenciaba Mauthausen de otros campos era que su construcción estaba destinada a albergar a prisioneros asociales, reincidentes sin perspectivas de enmienda, así como a la reclusión de intelectuales, gente culta y miembros de las clases más altas de los países dominados por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Por este motivo las condiciones de vida eran totalmente brutales. Hasta principios de 1940, el grupo más numeroso de internos se componía de socialistas alemanes, homosexuales y rumanos. A principios de 1940 un gran número de polacos fue trasladado al complejo Mauthausen-Gusen, sobre todo artistas, científicos y profesores.

Republicanos españoles en los campos nazis

El grupo de subcampos de Mauthausen estaba dividido en 3 zonas:
Zona 1: Área del campo en sí.
Zona 2: Área para los trabajos esclavizados en las empresas asentadas en la zona y que se abastecían de los prisioneros como mano de obra, pagando un precio por cada prisionero operario que oscilaba entre 3 y 6 RM (reichsmark).
Zona 3: Creada en el año 1944 y destinada en principio para recepcionar a los prisioneros recién llegados al campo.
Las edificaciones de piedra estaban destinadas a las cocinas, duchas y servicios de limpieza así como unos calabozos y, desde 1941, una cámara de gas. Cercano a esta cámara de gas se habilitó un crematorio quedando un espacio entre ambas zonas que se usó como zona de fusilamiento.

Este video contiene una interesante película, donde se recogen los testimonios de varios supervivientes, entre ellos a Mariano Constante, que fué apresado por los alemanes, conducido al mismo Stalag y entró en el campo de Mauthausen en la misma fecha que Juan Ortiz Garrido siendo liberado igualmente en la misma fecha del 5 de mayo de 1945. Vale la pena verlo.
Mauthausen, el deber de recordar
https://www.youtube.com/watch?v=PkUuoCiU0LU


La mayoría de los españoles que entraron en los campos de concentración nazis pasaron primero por un Stalag. El alto mando alemán tomó la decisión de negar a los españoles la condición de prisioneros de guerra, aun cuando hubieran sido capturados con uniforme militar francés. La convicción, dominante en los círculos republicanos españoles durante los últimos sesenta y cinco años, de que la decisión alemana fue el resultado de la petición de Serrano Suñer a Hitler carece de todo soporte documental y la evidencia en la que se sustenta es una ficción demostrable. La determinación se tomó sin duda sobre la base cruel, pero legal, de que Alemania no estaba en guerra con España, aquellos españoles no tenían pasaporte y su situación era por tanto la de apátridas.
August Eigruber, el Gauleiter de Oberdonau, en Austria, ofrece una pista sobre cómo se tomó aquella decisión, pues en una circular a oficiales nazis de Ebensee el 27 de junio de 1941, Eigruber declaraba: “Cuando el año pasado ocupamos Francia, herr Pétain nos entregó a seis mil rojos españoles diciendo: “No los necesito y no los quiero”. Ofrecimos a esos seis mil rojos al jefe de Estado fascista Franco, el caudillo español los rechazó diciendo que nunca repatriaría a quienes habían combatido por una España soviética. Entonces se los ofrecimos a Stalin, proponiéndole transportarlos. Herr Stalin y su Comintern se negaron a aceptarlos. Así que los rojos españoles terminaron sus días en Mauthausen” 
Después de la llamada « Batalla de Francia » en mayo-junio de 1940, que fue una terrible derrota para las tropas francesas, donde más de 1.800,000 soldados franceses fueron hechos prisioneros y entre ellos los españoles. Los campos  de prisioneros de guerra en alguna región del Alemania o en otros países ocupados,  fueron alojando a los apresados en territorio alemán  o en territorio de otros países ocupados como fueron Austria o Polonia, estos se fueron distribuyendo en los campos de prisión llamados “Stalags”, unos campos reservados a los suboficiales y hombres de los ejércitos extranjeros, eran los llamados “Stammlager für kriegsgefangene Mannschaften und Unteroffiziere”,  que aparte alojaron al igual que a Juan Ortiz Garrido a centenares de los españoles republicanos pertenecientes a los Campos de trabajo de Extranjeros, que quedaron incorporados al ejército francés sobre todo en la Línea Maginot. Otros de los campos de prisión para los prisioneros de guerra, de acuerdo con los acuerdos de Ginebra, eran los “Oflags”, estos campos estaban destinados a los oficiales de los ejércitos vencidos, los llamados “Offizierslager für Krigsgefangene Offiziere”.
Mapa de Austria donde se pueden localizar el Campo de concentración de Mauthausen con el cuadrado en amarillo 02 y el Campo de Gusen con cuadrado 01.
Mapa de parte norte de Austria donde se localiza con recuadro en rojo el campo de Mauthausen a 20 kilómetros de la ciudad de Linz.
Mapa con la clasificación de los Campos de Concentración Alemanes: Con rombo el campo mixto, con cuadrado campo de concentración, con triángulo campo de exterminio  y octógono campo de eutanasia. Con doble recuadro abajo el campo de Mauthausen.

El primer contacto de los presos con su familia, al llegar al Stalag, era una carta aviso de la captura, rellenada por cada prisionero desde la llegada y registro en el campo, para anunciar el lugar de la detención, si el prisionero cambiaba de campo, se avisaba o anunciaba  a su familia por una carta especial, sin correspondencia, precisándoles simplemente la nueva dirección, pero con la misma matrícula. Todos los envíos eran libres de gastos de porte para los presos, eran los gebührenfrei. En los millares de cartas entre los prisioneros en los campos de detención alemanes y sus familiares, son particularmente conmovedoras las que expresan sus cambios afectivos y estados de ánimo, donde describen la precariedad de su situación en el campo. En los primeros tiempos, se encontraba en todas las oficinas de correos de Francia las cartas de correspondencia que se podían usar para comunicarse con los presos, que valían 5 céntimos de franco e igualmente en los campos de prisioneros alemanes había cartas formularios, para el uso de la comunicación de los prisioneros de los campos con su familia; pero a partir de primero de enero de 1941, las cartas y postales destinadas a los KG debían estar escritas en formularios especiales que eran enviadas por el mismo prisionero; estos nuevos formularios eran  parecidos a los utilizados anteriormente, pero incluían una parte que se podía separar para el uso de sus familias, eran las Rúckantwortbrief, o carta respuesta y las Antworte-Poskarte, o carta respuesta. Estas cartas eran mayoritariamente escritas a lápiz, la tinta había sido prohibida para evitar su uso en la fabricación de los falsos tampones que podían utilizar los presos. Dado que los alemanes hacían menciones sobre las cartas, tales como: besetztes gebiet, territorio ocupado; geprüft: verificado, visto o testado por la censura; gebúhrenfrei: sin gastos o con exención de porte, que procuraban no fuesen imitados con la tinta por parte de los prisioneros.
Carta enviada por un prisionero andaluz a su familia desde un Stalag en Alemania.
 
Los números de estos campos de prisioneros o “stalags” correspondían a las regiones o a los distritos militares, los Wehrkreis, en los cuales los apresados estaban repartidos, siempre seguidos de una letra, por ejemplo: El Stalags XVII A, como es el caso en el que estaba nuestro paisano Juan Ortiz Garrido, que se encontraba en Kaisersteinbruch bei Bruck Leitha en Austria, en la región de Viena. Los prisioneros de los llamados “Oflag” estaban dispensados de trabajo, salvo los voluntarios; mientras que los presos en los Stalags estaban en su mayoría repartidos en grupos de trabajo, los Arbeitskommando, y estaban asignados o destinados  a las granjas agrícolas, las canteras, las fábricas, las minas, etc.
 
Españoles de un Stalag de prisioneros antes de ser enviados al campo de concentración.
 
Curiosamente los prisioneros del Stalag XVIII eran los prisioneros pertenecientes a los llamados “campos dormitorio” donde los prisioneros, destinados a un comando de trabajo o Arbeitskommando, de nombre variable, estaba constituido por algunas unidades en las granjas, en la cantidad de hasta varias decenas, y en otros casos estaban los destinados en las canteras de piedra. Había prisioneros que no regresaban por la tarde al campo de prisioneros y permanecían en las granjas o no ser que no pudieran ser alojados en las granjas. Los prisioneros que trabajaban como voluntarios o con contrato temporal, eran alquilados por la Wehrmarcht o ejército alemán a los empleadores dueños de las granjas, minas, canteras de piedra, fábricas, etc., que recibían una dieta o indemnización del Ejército por su mantenimiento. Los prisioneros recibían un salario que representaba el 60% del que recibían los obreros alemanes, pero del que se deducía un porcentaje para la alimentación, el alojamiento y el fondo del campo de prisión.  El tiempo de la jornada laboral diaria podía llegar hasta las 11 o 12 horas de trabajo según las estaciones del año, a pesar de ello, los prisioneros eran mejor tratados en las granjas que en los otros puestos de trabajo ya citados.
Supongo que Juan Ortiz Garrido bien acostumbrado al duro trabajo del campo en aquel tiempo en la campiña de nuestro pueblo, sería apreciado y reconocido por su trabajo, lo cual le proporcionaría la mejor consideración de los dueños de la granja, con toda seguridad o de los empleadores de la mina, cantera o fábrica en el peor de los casos. A pesar de la dureza del trabajo en los “Stalags”, este tiempo del trabajo en los diferentes empleos, no sería tan duro como el que sobrevino a partir de la no consideración de los españoles como prisioneros de guerra, en el que anteriormente se habían respetado por parte de los alemanes los tratados internacionales de Ginebra, sobre el trato que debía darse a los prisioneros de guerra en todos los casos, con interventores y visitas a los campos por parte de los a ello encomendados.
 
Españoles en Mauthausen
 
El 1º de enero de 1941, Reinhard Heydrich, jefe de la RSHA o Departamento Central de seguridad del Estado, clasificó los campos de concentración en tres categorías según su grado de severidad y el tipo de presos que albergarían:
Categoría I: Dachau, Sachsenhausen y Auschwitz I, para presos menos peligrosos y considerados como recuperables. Estableciendo una subcategoría para los presos de edad avanzada aptos para el trabajo, que habrían de ser internados en Dachau.
Categoría II, intermedia: Buchenwald, Flossenbürg y Neuengamme.
Categoría III: Mauthausen y el denominado “alojamiento Dusen”, para presos considerados irrecuperables y cuya liberación no se contemplaba.
En el campo de concentración de Mauthausen creado en la fecha fatídica del 8 de agosto de 1938 fallecieron aproximadamente 140.000 personas.
Cierto es que según se documenta Mauthausen y su subcampo de Dusen, tenían unas condiciones peores en comparación con los campos de Dachau o Buchenwald. En los casos de estos dos últimos campos citados, el personal de la administración interna del campo estaba formado por presos políticos generalmente; sin embargo en Mauthausen y hasta un periodo relativamente tardío, el control de la vida interna del campo recayó en delincuentes comunes y en los llamados asociales.

Prisionero español en Mauthausen.
 
Como hemos dicho los alemanes hicieron prisioneros a unos 13.000 combatientes españoles. Al establecerse en agosto de 1940 el primer convenio sobre prisioneros entre Francia y Alemania, el Gobierno francés no quiso reconocerlos como miembros de sus fuerzas regulares por ser extranjeros. El Gobierno español, al que consultó el Gobierno alemán, ya que no se encontraba en guerra con España, se desentendió de ellos. Los alemanes, al negarse estos españoles a trabajar para ellos, en vez de libertarlos o dejarlos donde estaban, les internaron en los «campos de la muerte», en Dachau, Mauthausen, Buchenwald, Oranienburg, Auschwitz, terribles campos en los que murieron la mayoría.
En su viaje a los campos de las SS, algunos españoles pasaron por el campo de castigo de Neue Bremm, cerca de Saarbrücken, donde se llevaba a los prisioneros solo para un mes; pero estaban sometidos a un régimen, que doblegaba hasta el más recio: con ejercicios físicos hora tras hora y vueltas alrededor de un estanque “en la postura de rana”, con las rodillas dobladas y las manos detrás de la cabeza. A continuación el final era… Mauthausen, ya que si bien a los españoles se les envió a otros campos de concentración, probablemente nueve de cada diez españoles terminaron en Mauthausen y en sus distintos Nebenlager, la tierra que en tiempo atrás se llamó Austria. Solo en el caso de Mauthausen y en algunos de sus Nebenlager pueden presentarse estadísticas precisas. En el monumento a los españoles muertos de Mauthausen se da la cifra de 6.503.
 
Familias Judías llegadas a la estación de Mauthausen.
Llegada de un grupo de españoles a la estación del pueblo de Mauthausen.
Españoles llegan en tren a la estación del pueblo de Mauthausen.
 
Así llegamos al día 6 de agosto de 1.940, cuando los primeros republicanos españoles de los más de ¡diez mil! deportados llegaban al pueblo austriaco de Mauthausen, en las orillas del Danubio, donde los nazis habían levantado uno de esos campos de exterminio, clasificado en la categoría III, la peor, reservado para los presos particulares considerados como irrecuperables, entre los que se encontraban los “rojos españoles”, de tal manera que ninguno podía salir con vida de aquel infierno: “Si algún día, alguno de nosotros llega a sobrevivir de este genocidio, que diga al mundo entero lo que fueron los campos nazis…”, ese fue el mensaje que nos legaron los miles de españoles antes de morir, después de haber sufrido los horrores y brutalidades de la bestialidad histérica del nazismo hitleriano. El contingente de españoles que llegó a Mauthausen el 6 de agosto de 1940, dice Juan Diego que hicieron un viaje terrible, y algunos españoles murieron de asfixia y deshidratación, ya que pasaron tres días sin comida y sin agua. Este primer contingente de españoles llego a la estación de Mauthausen a las ocho de la mañana, a la vista de todos los vecinos. En esta primera expedición no murió ningún prisionero en la carretera, a pesar de que muchos españoles no pudieron reponer las botas desgastadas en la marcha forzada de Francia a Alemania. Las condiciones del penoso traslado a Mauthausen mejoraban sustancialmente cuando se hacían en primavera u otoño, pues el calor en el verano y la nieve en invierno aportaban sufrimientos y  tormentos diferentes y complementarios a los prisioneros.
 
Experiencia y superviviente en los campos de concentración nazis

Cuando llegaron los primeros contingentes españoles a Mauthausen el campo no era todavía una fortaleza. Estaba rodeado por alambre electrificado. Era antes de que se completaran los escalones de la cantera, y el camino de ascenso que tantas muertes produjo en junio de 1941. Las piedras de dicha cantera eran subidas entonces en camión o con ayuda de una grúa. Escobedo recuerda cuando llegó a la cantera y a sus 186 escalones, su grupo los subió en filas de cinco, adelantando a otros españoles que acarreaban piedras y que les dijeron que estaban allí desde hacía tres días.
 
Grupo de españoles recién llegados a Mauthausen.
 
Como la llegada de Juan Ortiz Garrido se produjo en fecha 7 de abril de 1941, es muy posible que participara activamente en la terminación de los bloques de granito de la escalinata de los 186 escalones que comunicaba la cantera con el resto del campo. Respecto a los españoles que llegaron el 7 de abril de 1941, entre los que se encontraba Juan Ortiz Garrido, recoge Fabréquet, en “Republicains”, página 37, que de los 348 españoles que llegaron a la estación de Mauthausen ese día, 48 de ellos “desaparecieron” en el trayecto de poco más de tres kilómetros que había entre la estación y el campo de concentración. También afirmaba “Es seguro que no escaparon”.
 
Foto de la ficha de Mariano Constante en el Campo de Mauthausen con nº de matrícula 4584. El nº de matrícula de Juan Ortiz Garrido era 4819, lo que demuestra que entraron en el mismo envío, sus números de matrícula sólo estan separados en 235 prisioneros de los 300 que llegaron el 7 de abril de 1941 a Mauthausen. Este grupo de presos constaba en junio de 1940 de 350 soldados cuando fueron apresados por los alemanes; pero a la llegada a Mauthausen según los archivos de la Gestapo solo cuentan 300, habían muerto 50 en el camino.

Entre los españoles de ese grupo estaba Mariano Constante que en su publicación Razola y Constante en la página 57 así lo ratifica.
 
Intro - Mauthausen, una mirada española

No todos los prisioneros llegaron a la estación de Mauthausen en el silencio de la noche. Los convoyes  llegaban con frecuencia a la estación los sábados, días de mayor ajetreo en la localidad, pero no se veía a nadie en las calles, las cortinas de las casas no estaban echadas y los SS maltrataban a los prisioneros a la vista de cualquiera que quisiera mirar por las ventanas.  Leopoldine Drexler, habitante de Mauthausen y entonces una muchacha, recuerda que no hacía falta verlos para reconocer las caravanas de varios centenares de prisioneros sucios, vestidos con andrajos y algunos descalzos: “Se los podía oler cuando pasaban”.
 
Grupo de españoles en Mauthausen. El título de la foto dice: Francisco Ortiz con otros prisioneros
 
“Se los podía oler, pero también oír”, recuerda Eric Neumúller, un vecino de Mauthausen que vivía en Ufer, en el camino que tomaba el grupo. “Eran tantos que podía oírse su marcha, aunque fueran descalzos, incluso en la nieve. Miré por la ventana, pero con todo el cuidado para que no me descubrieran. En 1945, apenas unos cuantos SS los custodiaban, pero todos los prisioneros tenían un aspecto muy débil. Yo era aprendiz y tenía que levantarme a las cinco de la mañana. No vi que dispararan a ninguno de los presos, pero cuando salí de casa todavía no había llegado el camión y en el camino había tendidos varios cadáveres”. Pierre Daix recuerda que, aunque era normal que un camión siguiera a la comitiva de presos para recoger los cuerpos de los que caían abatidos a tiros o golpeados hasta morir en las cunetas, el kommando asignado a esta tarea no llegaba la misma noche que el tren, con lo que los cadáveres se quedaban allí tirados hasta la mañana siguiente”; como era ese el único camino de la margen izquierda del Danubio, todos los vecinos que lo recorrieran veían sus cuerpos.  El camino normal no era la carretera principal siguiendo el Danubio, sino una más corta y estrecha que iba por detrás del pueblo, flanqueada a la derecha por bosques que teóricamente ofrecían la oportunidad de escapar. No se sabe de ningún prisionero que huyera por la carretera hacia Mauthausen (Vilanova, pág. 129-130).
 
Entrada al Campo de Mauthausen.
 
Cuando los prisioneros llegaban a la luz del día, los SS despejaban las calles, ordenaban echar las cortinas de las casas y detenían a quienes descubrieran mirando, pero estas cautelas no se mostraron eficaces. Los prisioneros, en su miedo y su sufrimiento, buscaban contacto visual en las casas ante las que pasaban. Los niños del pueblo, y no solo los niños, espiaban a hurtadillas desde el desván o a través de las ventanas. Algunos supervivientes recuerdan que los aldeanos los miraban pasar detrás de las cortinas. El comportamiento de los vecinos austriacos fue muy variado, Paul Tillard refiere como cuando llegó a la estación con su grupo de prisioneros, la gente del pueblo, con sus sombreros tiroleses mostró cierta compasión hacia ellos. Pero no todo fue compasión, otros hablan de indiferencia de los vecinos y otros recuerdan que a su paso por Mauthausen:” Los austriacos nos escupieron”. En otro testimonio se dice que los niños le tiraban piedras al grupo y les gritaron: ”Pronto estaréis en Totenberg subiendo por las chimeneas”. 
Parece ser que la mayoría de los restantes grupos de españoles llegados a Mauthausen llegaban por la noche o de madrugada, así terminaba la larga pesadilla  de un largo viaje en un vagón de mercancías, sentados en el suelo, acuclillados, tumbados o de pie, sin comida ni agua, tiritando a una temperatura de veinte bajo cero, si era invierno. Tras la detención del tren se corrían los cerrojos exteriores de las puertas, apareciendo entonces cerca de un centenar de los SS, con grandes perros que ladraban. Los SS comenzaban a gritar “Kanaken, `raus”!, a la vez que los obligaban a cargar a los enfermos y los muertos. Los golpeaban con las culatas y las porras hasta hacer bajar a los rezagados, caían a la nieve que llegaba a las rodillas y “nos metíamos en la boca sedientos”. Algunos no llevaban calzado. Los prisioneros con sus escasas pertenencias a cuestas y a base de golpes y mordiscos llegaron al andén de la estación. En filas de a cinco los contaban una y otra vez, y partieron en marcha rápida, con una hilera de SS a los lados y los perros detrás, por el camino que llevaba desde la estación al pueblo. En caso de haber nieve, por el frío reinante y lo penoso del estado de muchos prisioneros, se les ordenaba marchar cogidos del brazo, pero aun así resbalaban en las piedras heladas. En el trayecto los perros ladraban y mordisqueaban los tobillos de los dos de las filas exteriores. Llegados a un parque triangular, el camino giraba bruscamente a la derecha. Cuando cruzaban el pueblo de Mauthausen no podían subiese a las aceras o detenerse, había que pasar el pueblo en silencio. En el centro de Mauthausen el camino se bifurcaba. Había que ir a un ritmo rápido, “Dalli, dalli” (moveos, moveos) decían los SS y la formación se hizo de dos en dos. Se refiere “Los SS ladraban con más fiereza que los perros, golpeando a los que se rezagaban. Nos detuvimos de nuevo mientras Alberto, el interprete decía: “Tenemos tres kilómetros por delante. El que no resista morirá de un tiro. Quién intente escapar será comido vivo por los perros”...“Seguíamos corriendo. Paco se tambaleo y soltó el fardo que transportaba. Dos guardias cayeron sobre él, le sacaron de la formación y empezaron a golpearle en la cuneta, a la vista de los prisioneros que venían detrás, como si no fueran a parar hasta matarle. Estábamos aterrorizados. Dimos un giro y vimos ante nosotros la silueta de una sólida fortaleza. Seguimos subiendo, pasamos delante de una cruz y, luego, ante un puesto con una calavera y unos huesos cruzados pintados de blanco sobre un fondo oscuro. Por fin llegamos arriba de la cuesta y echamos un vistazo a la luz de la luna, a los raíles y a los volquetes. Los SS nos ordenaron volver a formar en cinco filas. Frente a nosotros se encontraba la entrada principal del campo, de estilo mongol, con dos grandes portones de madera que se abrieron según nos acercábamos. Pasamos ante las torres de granito altas… por debajo del arco. Habíamos llegado a Mauthausen todos menos siete de nosotros, los que murieron en los cuatro kilómetros que iban de la estación al campo”.
 

Continúa a si el relato: “Cuando pasamos la entrada vimos un muro de granito a nuestra derecha con unos aros de hierro, los prisioneros que no respondieran adecuadamente al interrogatorio, tendrían la primera experiencia de Mauthausen, al ser encadenados durante 24 0 48 horas sin comida ni agua. Enfrente estaba el espacio para formar, cubierto de hielo. Los faros del perímetro alumbraban como si fuese de día. Los SS seguían aullando sus órdenes, seguidas de nuevo del “Dalli, dalli”, y fuimos conducidos a una zona entre los lavabos y los muros de la fortaleza, de cara  a los primeros, y con los SS y sus perros detrás de nosotros. Hombres con trajes de rayas  y las cabezas afeitadas nos contaron una y otra vez. Eran los kapos, todos ellos con triángulos verdes o negros. A la orden de un oficial de las SS, un kapo nos preguntó: “¿Hay algún judío?”. Un hombre dio un paso al frente. Los kapos se abalanzaron sobre él y le golpearon con sus porras hasta tumbarlo, mientras el SS sonreía. Entonces, otro interprete, un alemán que hablaba español llamado Enriquito, se dirigió a nosotros: “¡Mariconas!, empezó. Estábamos exhaustos, pero su primera palabra nos dejó con la boca abierta. Aquel insulto mal dicho sonaba de lo más estúpido en labios de un hombre tan afeminado en hablar y en los modales. A pesar de nuestros sufrimientos, o tal vez por causa de ellos, nos entraron ganas de reír, y no nos contuvimos. “Pequeños rojos españolitos, (siguió Enriquito, aun más encolerizado), acabáis de entrar en Mauthausen. Habéis venido a trabajar y a obedecer. No podréis protestar como soléis. No pediréis nada. Todo os está prohibido. Ahora me las pagaréis todas juntas. Me tuvisteis preso en la cárcel de Montjuich durante dos años, y ahora vais a pagar bien por ello, porque ninguno de vosotros, ¿lo oís bien?, ninguno saldrá de aquí” Levanto el brazo y señalando con el índice la chimenea del crematorio, dijo: “¿Veis ese humo? ¡Eso es lo que os espera!”. Enriquito, también conocido por los españoles como “Manolita”, era el intérprete oficial de alemán-español de Mauthausen. Pese a sus modales afeminados, tenía espíritu nazi suficiente para haber sido elegido para una misión en España antes de que diera comienzo la guerra civil. Su español atroz no le ayudo en la misma. Fue detenido en Barcelona en 1937 y permaneció en prisión hasta que fue liberado por los nacionales después de la caída de Barcelona. A su regreso a Alemania, sus superiores consideraron que había fracasado en la misión y le enviaron a Mauthausen, pero con un triángulo verde, no rosa, y lo que es más importante, como kapo. Fue asignado al barracón 13.
José Escobedo, un anarquista de Teruel convertido en socialista, que había sido hecho prisionero en Dunkerque, afirma que de los 169 hombres de su tren que llegaron a Mauthausen el 9 de agosto, viajaron durante cuatro días sin agua ni comida y la sed llevó a algunos a enloquecer, con lo que otros le quitaron la vida. José Escobedo, en Razola/Constante, págs. 38-39 indica que este grupo llegó a Mauthausen después de 57 horas en el tren y fueron arrojados a los andenes desnudos.
Otros prisioneros llegaron a la estación de  Mauthausen desnudos, al haber sido obligados a desvestirse para así desalentarlos en el propósito de huir, pero al llegar las ropas estaban guardadas dentro del tren. En la estación se les ordenó que cogieran un hato de ropa y zapatos, los de cualquiera, les valiera o no el calzado. Otros recibieron solo ropa interior y algunos nada.
Algunos prisioneros recuerdan haber sido desposeídos de todas sus pertenencias desde fuera de la fortaleza de Mauthausen, para luego atravesar desnudos las puertas principales hacia los aseos. Eran los kapos, no SS los que se apropiaban de los relojes y anillos de los prisioneros.
 
Anillos de oro recogidos a los prisioneros del Campo de Mauthausen.
 
Mariano Constante escribe que en su “compagnie de travailleurs” eran 350 cuando fueron apresados en junio de 1940, y que los archivos de la Gestapo tan solo cuentan 300 los españoles llegados a Mauthausen. Por los textos de Constante, se ha podido suponer que Juan Ortiz Garrido estuvo con él en la Compañía de Trabajadores Extranjeros (CTE). Manolo Jiménez también da referencia de ello en lo concerniente al tabaco que Juan Ortiz Garrido controlaba en Mauthausen y que posiblemente fuera fuente de suministro de alimento para él y para otros españoles. Parece que el lugar de intercambio de cigarrillos por comida eran las letrinas del Campo de Mauthausen, lugar que los hacía pasar más desapercibidos.

Para muchos de los presos la suerte aparecía sobre todo en el momento en que los prisioneros, al salir de la cuarentena, recibían su primer trabajo. Mientras que a la mayoría se los enviaba a la cantera, algunos eran asignados a comandos suaves en comparación con las canteras. Miguel Malle (“Empire”, página 115) recuerda su buena estrella cuando fue enviado Baukommando, cuyas tareas incluían cortar árboles. Su compatriota en el kommando, el albañil Santiago Raga, le enseñó el secreto de la supervivencia: "trabajar solo cuando alguien observaba y el resto del tiempo simular que se estaba trabajando", pero de poco valdría este consejo de Raga cuando los kapos del kommando fueran verdes y estuvieran alerta sobre el comportamiento de los trabajadores.
 
Prisioneros en Mauthausen. La marmita le servía de cabecera entre otras cosas para no perderla.
 
Aquel maldito lugar, situado muy cerca de donde había nacido Hitler, no había sido elegido por casualidad, ya que a su lado se encontraba la cantera Wienergraben (la Marbacher-Bruch y Bettenberg), donde los presos tenían que trabajar durante doce horas de ininterrumpido esfuerzo hasta la extenuación: cantera o crematorio, esa era la cuestión. El propietario de la cantera era una compañía DEST, acrónimo de Deutsche Erd und Steinwerke GMBH, dirigida por Oswald Pohl, un oficial de alto rango de las SS, que pagaba una pequeña cantidad de dinero por aquella mano de obra, tan barata, a los mandos del Campo de Mauthausen - Gusen, que estos se guardaban para sí, por facilitarles a los presos dos calderos de comida de “inocentes” nabos desvalijados por día y algunos cigarrillos al mes, por el granito extraído, en principio usado para el pavimento de las calles de Viena, y posteriormente para la reconstrucción de las ciudades alemanas.
 
El día 21de junio de 1941 los deportados de Mauthausen son reunidos desnudos en el patio de los garages para proceder a la desparasitación. Esta fecha fue aprovechada por los comunistas españoles para organizarse en grupos de solidaridad. Abajo foto ampliada del mismo día.     

Oswald Pohl escribió a Hitler lo siguiente:”La guerra ha modificado con bastante claridad el objetivo del KZ. Nuestra misión es ahora  reorientar sus funciones hacia el plano económico”. A los comandantes de los campos, Pohl les escribió: “El comandante del campo es la única persona responsable del empleo de la fuerza de trabajo. Este empleo debe ser total en el sentido profundo del término, con el fin de obtener la máxima productividad. No hay límites a las horas de trabajo. Los límites dependerán  del tipo de labor y las horas serán fijadas por el comandante. Todos los factores tendentes a reducir el horario de trabajo deben limitarse al máximo. Las pausas para comer al mediodía han de reducirse al menor tiempo posible.”
 
Visita del mando alemán al Campo de Mauthausen.
Himmler visita el Campo de Mauthausen y la cantera. Foto del Bundesarchiv.
Franz Ziereis y mandos de los SS en Mauthausen. Foto del Bundesarchiv.
 
En el caso de Mauthausen y como consecuencia del programa de industrialización de la WVHA, se aceleró su programa de desarrollo  con la creación de una constelación de campos subsidiarios, conocidos como Nebenlager. Estos campos se extendieron por toda Austria, excepto el Tirol, e incluso por Alemania (Passau) y Eslovenia. Los campos subsidiarios se vincularon con los principales grupos industriales y para conseguir que las fábricas fuesen invulnerables a los bombardeos de los aliados, se obligaba a los prisioneros a excavar centenares de túneles subterráneos.
 
Fábrica encubierta, entrada al tunel donde estaba la fábrica.
 
El resultado fue que la mayor parte de los prisioneros que llegaban a Mauthausen  permanecían allí sólo un periodo de cuarentena, lo que las SS denominaban educación básica. Después se les enviaba a cualquiera de los Nebenlager: las canteras de Gusen y Ebensee, las minas de Eisenerz, la refinería petrolífera de Moosbierbaum, la factoría agrícola de St. Lambrecht, la escuela de la SS en Klagenfurt, la construcción de diques en Grossraming o de un túnel hacia Yugoslavia en Loibl-Pass; y sobre todo las fábricas de armas: la Hermann Göring Werke en Linz, la fábrica de Messerschmitt en Gusen (la mayor de Austria) , la planta de Siemens en Ebensee, la factoría Daimler en Steyr, la Florians en Peggau, las fábricas de tanques Nibelungenwerke en St. Valentín y el centro experimental de misiles de Schlier.
 

El Comandante del Campo de Mauthausen explica a Himmler su funcionamiento durante la visita al campo.
 
Estos proyectos de Pohl tuvieron sus detractores, eran los SS, que en los campos consideraron, que la norma de Pohl interfería  en los planes de exterminio programados, ya que los SS eran compensados con complementos según el número de asesinados. Para los miembros de la administración de las SS, que pensaban que era más importante liquidar a los judíos y demás enemigos que luchar por la victoria (y en 1945 predominaba esta facción), se llegó a considerar que para éstos el programa de Pohl parecía una traición.
 
Albert Sauer, Comandante de Mauthausen desde 08-08-1939 al 20-08-1939.
Ziereis comandante de Mauthausen hasta el final (Desde 20-08-1939 al 05-05-1945).
Kaltenbrunner, Himmler y otros SS. visitan Mauthausen.

Las directrices de Pohl suponían que el Reich dejaría ya de negar la máxima productividad de cada prisionero, con lo que anteriormente se justificaba que se pusiese fin prematuramente a su existencia; entonces se calculaba que el promedio de esperanza de vida del KL Häftling, en tablas cuidadosamente compiladas por las oficinas centrales era de nueve meses. El beneficio medio obtenido de nueve meses de trabajo en régimen de esclavitud se estimó en 1.631 reichsmark, aunque en ello se incluían el valor medio de las pertenencias confiscadas a cada prisionero, y en el debe el coste de alimentarle y vestirle. Debe decirse que en la mayoría de los casos los comandantes de campo, más bien acentuaban las duras directrices recibidas que las atenuaban, y en la mayoría de los campos la esperanza de vida era inferior a los nueve meses prescritos.
 
A pesar de su juventud muchos fallecian a los pocos meses.
 
Los oficiales de las SS y los kapos seguían asesinando prisioneros, ya fuera golpeándolos hasta morir con sus palos, arrojándolos desde los precipicios o quitándoles las gorras y lanzándolas contra la alambrada, para luego forzar a los prisioneros a recuperarlas, de forma que morían electrocutados o por disparos de los vigilantes. 
 
Humillación y muerte de los presos en las alambradas.

 

Para poner fin a esta deplorable violación de las normas, la Gestapo ideó una solución. La oficina de la Gestapo en cada uno de los campos, incluía un oficial responsable de investigar todos los casos  de “muertes no naturales”, y de abrir procedimientos contra todo aquel imputado por su conducta reprobable, y de remitir un informe  a los tribunales de las SS en Viena en el caso del campo de Mauthausen.
 
Trabajadores en la Cantera del Campo de Mauthausen.
 
Las ejecuciones mediante el disparo en la nuca se realizaban en una pequeña celda adyacente a la cámara de gas y era denominada “estudio de fotografía”. El prisionero era informado de que se pusiera en pie mirando a la pared mientras se le tomaba la foto; y a través de un agujero en la pared opuesta un SS disparaba. Otro método, posiblemente empleado en otro periodo, consistía en hacer que el prisionero se apoyara en la pared contra una cinta métrica como si fueran a medirlo. Cuando el bloque movible por encima de su cabeza se bajaba hasta hacer contacto con ella, dicho contacto hacía que se disparara automáticamente una bala en la nuca.
Como la cámara de gas se concibió con una forma exactamente igual a una sala de duchas, en las que el gas entraba por las alcachofas, las victimas recibían una toalla pequeña y un pedazo de jabón, de modo que la operación era rápida y eficaz. En algunas ocasiones el aporte de gas era insuficiente para matar a todas las personas de la gasificación y algunos eran arrojados a los hornos todavía con vida. También pasaba con frecuencia que los cuerpos en camino desde el Revier o Dispensario al crematorio gritaban desde la carretilla que los transportaba porque aún estaban vivos. Tal fue el caso del oficial de caballería Francés Jacques de Dionne, que estaba a punto de ser arrojado al horno cuando recobró el conocimiento.
Incluso en los ahorcamientos los SS desarrollaron refinamientos, en algunos lugares se colgaba a las victimas por la boca y no por la garganta para prolongar su agonía. Antonio García recuerda que en los ahorcamientos que presenció en Mauthausen la soga se colocaba justo detrás de las orejas, lo que provocaba la dislocación del cuello. Así no se prolongaba la agonía pero se producía un espasmo nervioso: el cuerpo continuaba retorciéndose durante dos o tres minutos después de la muerte de la victima.
Podría decirse, con toda razón, que en cada campo o Lager, había ya establecido un mecanismo de funcionamiento, que funcionaba de acuerdo con su propia dinámica y lógica, de modo que a finales de 1942 se comprobó que la tasa de mortalidad de los prisioneros no mostraba señales de reducirse. Por esta razón se envió una carta  al responsable médico de cada Lager, con una copia para información de los comandantes respectivos de cada campo, deplorando el hecho de que de los 156.000 prisioneros llevados hasta entonces a los campos, más de 70.000 hubieran muerto ya, reseñando que a ese ritmo de muertes la población total de reclusos, jamás alcanzaría el nivel deseado para los fines de la productividad de los presos. Se recordaba a los médicos de cada campo que el mejor médico no era el que se distinguía por su severidad, sino el que preservaba la capacidad de trabajo del prisionero durante el mayor tiempo posible. En ocasiones se llegó a adoptar el remedio desesperado de aumentar la cantidad de comida a los presos; pero la medida no tuvo ningún efecto, ya que las raciones suplementarias solían caer bajo la rapacidad en los bolsillos de las SS o de los Kapos del campo. La escasez de la mano de obra dio a los marcados con triángulos en verde y otros la oportunidad de servir en la Wehrmacht o ejército alemán, permaneciendo los prisioneros en los campos trabajando a un ritmo de construcción superior, pues los nazis sabían que la última esperanza era fabricar armas superiores y esta carrera contrarreloj suponía un aumento espectacular en la tasa de mortalidad. 
A la entrada en Mauthausen, lo primero era el paso a través de la Effektenkammer de camino hacia la sala de desinfección y el barracón de cuarentena, tal como es descrito por el superviviente Juan de Diego de la siguiente manera: “Los SS se sentaban tras una larga fila de mesas, con prisioneros que trabajaban de ayudantes. En la primera mesa, el prisionero que llegaba debía dejar sus documentos de identidad; en la siguiente, su dinero; después, el anillo, el reloj, las medallas y otros bienes de valor; luego el resto del contenido de los bolsillos, incluidas cartas y fotografías; a continuación, lo que se tenía en las bolsas y, finalmente, la ropa y los zapatos.
Entonces se llegaba al final de la fila, desnudo y despojado de todo. Seguidamente se llegaba a la Scherraum.” El mismo prisionero Juan de Diego recuerda la impresión que le produjo que el Friseur (prisionero barbero) le agarrara el pene y le afeitaba los testículos con un escarpelo que muy bien podía tener melladuras, mientras los kapos verdes se mofaban de todo aquel que tuviera el pene pequeño (De Diego, entrevista; Fabréguet, M. “Mauthausen” 1995, páginas 905-906).
 
Foto del Bundesarchiv que representa la llegada de presos a Mauthausen, donde empiezan a despojarse de ropas y todas sus pertenencias.
Los prisioneros despojados de todas sus pertenencias pasaban a las duchas.
 
Luego venían las duchas, con los kapos y los SS, siempre cerca prestos siempre a minarles la moral. El trato en las duchas, contaba otro superviviente, iba encaminado a reducir a los prisioneros a la condición de rebaño de ovejas asustadas. El agua tanto salía helada como escaldaba, y si un prisionero intentaba separarse un poco los kapos le golpeaban en la cabeza con las porras. Y si no lo hacía, de todos modos los SS le fustigaban con un látigo de cola para reventarle las ampollas y desgarrarle la carne (Testimonio de Jack H. Taylor). A los prisioneros no se les entregaban navajas de afeitar, y no tenían derecho a afeitarse solos. Tenían que afeitarse a diario, pero la tarea era muy  rápida. Los sábados y los domingos se les rasuraba todo el vello corporal.
 
Los lavabos de cada barracón del Campo de Mauthausen.
 
Luego, el prisionero recibía de los SS todo cuanto necesitaba para el resto de su vida en la tierra. Primero el “drillich” rayado con la gorra también rayada, el uniforme estándar de un prisionero del campo, también unos calzoncillos, calzado de madera (zuecos), una escudilla y una cuchara. El prisionero se ataba la escudilla a la cintura y escondía la cuchara, tal vez dentro del zapato. En vez de calcetines recibía dos tiras de tela de tamaño suficiente para que se envolvieran los pies con ellas, eran los conocidos como “calcetines rusos”. No se le proporcionaban cinturones, y tampoco eran corrientes las cuerdas, así que el prisionero debía hallar su propia solución para sostenerse los pantalones; para ello tal vez encontrara un trozo de alambre, pero debía tener cuidado para que los SS no sospecharan que lo había robado de algún taller. Con la sucesión del verano y el invierno, los prisioneros se quitaban o se ponían ropa más gruesa. Normalmente, no eran ellos los que se lavaban la ropa. Todas las noches hacían un hatillo con sus prendas, que eran entregadas a la lavandería (Wäscherei) y se las devolvían, no necesariamente secas, al despertarse por la mañana. Conservar las ropas y los utensilios para comer exigía una constante atención por parte de los prisioneros, el robo era una epidemia en los campos y un prisionero, que se presentase ante los SS sin alguno de los artículos que se le habían dado, se arriesgaba a sufrir graves consecuencias.
 
El célebre "drillich" que muchos llamaban "el pijama".
 
Después de recibir sus materiales, el prisionero ingresaba en el barracón de cuarentena, donde no había camastros, sólo jergones en el suelo. Los jergones estaban llenos de virutas de madera que rara vez cambiaban, por lo que terminaban convertidos en polvo. Las raciones de comida en el barracón de cuarentena se reducían a la mitad, de acuerdo con tres principios: los que no trabajaban tenían menos necesidad de comer; con ello ayudaban a infundir la desesperanza; y esa reducción de la dieta servía para acelerar la muerte entre los enfermos y moribundos. El periodo de cuarentena solía durar entre una semana y diez días, pero en Mauthausen podía ser muy breve, hasta de sólo un día. El propósito establecido en la dinámica de funcionamiento del campo era que ningún médico acudiría a visitar al enfermo o débil, ni tampoco los SS. Hubo excepciones, como siempre, en estos comportamientos: García Barrado en una entrevista, añadió el caso de un SS, Scharfürer o sargento; que como había salvado la vida de algunos prisioneros, en el momento de la liberación del campo, los prisioneros supervivientes le dieron ropas de los reclusos para así poder protegerle ante la llegada de los aliados el 5 de mayo de 1945.
Algunos desesperados ponían fin a tanto sufrimiento.

 


















Así el objetivo era dejar que los kapos eliminaran al débil. La verdadera amenaza para los prisioneros en Mauthausen eran los prisioneros elegidos por los SS de entre los prisioneros para actuar como kapos, todo ello a pesar de lo que ya eran capaces de hacer los SS por su cuenta. En este pabellón de cuarentena el kapo alemán era llamado Popeye, debido a sus modos bruscos y a su dicción casi ininteligible al hablar, que hacía recordar al personaje de los dibujos animados. Refiere un testigo que a sus llegada al barracón de cuarentena, un Blockaltester llamado Popeye, que no era español, se dirigió a ellos a través de un interprete, dándoles la siguiente bienvenida:”Si fumáis, os mataremos. Si bebéis en un momento inadecuado, os mataremos. Si habláis demasiado alto o hacéis ruido, veinticinco azotes con el látigo. Mataremos a todo aquel que, sin ser alemán, maldiga a los alemanes. Estáis aquí para morir”. Todo en conjunto era tan ridículo que al final, a pesar del sufrimiento y el cansancio que llevaban encima, se echaron a reír, después de lo cual los mandó salir a todos del barracón a la nieve con los zuecos. Llegado el momento del descanso se tendían en los jergones desgastados, en filas de cinco, arrebujados de lado como cucharas, incapaces después de cambiar de postura. Se tapaban con una manta para los cinco, que extendía un kapo sobre los cinco una vez que habían cogido postura. En algunos casos, el kapo andaba sobre sus cuerpos, y se detenía para bailar encima de ellos y les aplastaba las costillas con sus botas.
El método de selección de los prisioneros jefes funcionaba del mismo modo que el nacionalsocialismo, siempre de arriba abajo. El Lagerführer o Comandante del Campo elegía personalmente al Lagerältester o Prisionero superior, o prefecto, elegido por los SS y responsables de la disciplina de todo el campo, y al Lagerschreiber o Prisionero con función de administrativo para todo el Campo. Los diversos Lagerältester o Prisionero superior de la Unidad eran igualmente elegidos por el Comandante del Campo por la recomendación  del que ostentaba el puesto de Prisionero superior y el Prisionero Administrativo y un Blockschreiber o Prisionero secretario, responsable ante el Blockältester, que se designaba igualmente por recomendación del Blockältester respectivo. Por debajo de ese nivel el Comandante del Campo delegaba la responsabilidad en los prisioneros jefes o kapos. Los responsables de cada semiunidad del campo  o Stubenältester eran nombrados  por el Lagerältester o Prisionero superior, por recomendación del Blockältester respectivo, mientras que el Blockältester y el Stubenältester se encargaban de elegir al Stubendienst o Prisionero responsable de la higiene ante el Blokfriseur  o Prisionero responsable de la higiene de la unidad respectiva, a menudo basándose en su juventud y atractivo físico. La homosexualidad estaba a la orden del día. Estos cargos eran la cadena de mando del campo de concentración de Mauthausen.
 
Grupo de españoles en Mauthausen.
 
Los Kapos eran responsables solo de las unidades de trabajo del campo o comandos, y el término kapo no se aplicaba a los encargados de los barracones. Para dormir, los kapos se distribuían por todo el campo de forma irregular, de manera que en un barracón podría haber solo uno y en otro cinco. Dormían en la sección privilegiada, la más cercana a la entrada, con el Blockältester, el Blockschreiber y el Friseur. Ninguno de ellos tenía habitación propia, pero sí un colchón de paja fresca en su camastro, e incluso sábanas que se cambiaban cada dos semanas hasta el fin de la guerra. Era importante que los tres jefes de barracón mantuvieran buenas relaciones con los kapos de sus barracones. Nunca podían saber, de un día para otro, durante cuánto tiempo conservarían sus puestos, y si lo perdían quedarían a merced de  los kapos. Los kapos eran a la vez víctimas y verdugos, como víctimas no estaban exentos  de las revistas en la Appellplatz, que minaba su resistencia como la de los demás prisioneros del campo. Como verdugos, reseñar que sus porras o “gummi” eran mangueras reforzadas con hierro y de unos 80 centímetros de longitud.
Dada su debilidad moral, y ante la tesitura de morir o matar, se aprestaron a asesinar a los otros con la esperanza de salvarse; algunos de estos esbirros eran asesinos ya antes, no en vano procedían de todas las prisiones y penitenciarías de Austria que fueron vaciadas de sus criminales. Se les señaló con un triángulo verde y se pueden considerar “los miembros fundadores” tal como grotescamente se llamaban a sí mismos, estos fueron los primeros kapos y gozaron de todos los privilegios que correspondían a los miembros: alcohol, tabaco, libre acceso al Puff o prostíbulo del campo. En Gusen, donde un prostíbulo abrió sus puertas en octubre o noviembre de 1942, el objetivo principal de su apertura fue poner fin a la pederastia por la que algunos kapos, principalmente verdes, estaban forzando a los jóvenes polacos y rusos (Boüard “Gusen”, página 59). Respecto al uso frecuente del alcohol por parte de los kapos, parece que se puede afirmar que los kapos, sin excepción, eran unos borrachos. Si no tenían nada más que hacer, bebían alcohol en bruto mezclado con mermelada.
También se arrogaron el derecho a robar impunemente las raciones y la ropa de los presos. De ellos decía el jefe de la SS: “Estos cuarenta mil delincuentes alemanes… forman – y les ruego que no se rían ­– mi “cuerpo de suboficiales” para toda la sociedad…Y en el momento en que dejemos de estar satisfechos con ellos, cesan como kapos y vuelven a dormir con el resto. En la primera noche les darán una paliza de muerte, y ellos lo saben muy bien”.
Hasta marzo de 1945, todos los puestos de kapos principales, con algunas notables excepciones, fueron ocupados por verdes, y a menudo por los peores. Quizá uno de los más famosos por sus características físicas y su maldad fuese Magnus Keller, el legendario King Kong, personaje de inmenso tamaño, su andar parsimonioso y sus accesos de furia. Un mecánico de coches rubicundo y con frecuencia borracho, que con su triángulo rojo fue ascendiendo, desde su llegada a Mauthausen (27-9-1939), hasta ser Lagerältester 1 en 1941 y por lo tanto encargado de elegir a los kapos subordinados. Keller era un hombre que inspiraba terror y más de un preso murió estrangulado por sus propias manos, un simple gesto de Keller valía para que un prisionero fuese asesinado o padeciera algo peor que una muerte rápida. Fue el refinamiento de sus torturas lo que acabó concediéndole los asombrosos  privilegios de que disfrutaba: no solo un dormitorio en el barracón 11, y radio, criados y similares, sino libertad para ir al pueblo, pescar en el lago y cazar en los bosques. Keller dejó Mauthausen a finales de 1943 para ir a Ebensee. El codiciado puesto pasó a Josef Schöps como Lagerältester 1, otro triángulo rojo, que estuvo en Mauthausen desde el 9 de mayo de 1939 al 19 de mayo de 1945. Schöps era brutal por naturaleza y servil ante los SS, siempre dispuesto a ahorcar a sus propios compañeros. Con Schöps estaba de Lagerältester 2 el verde austriaco Franz Unek, un vienes que había ascendido desde kapo del barracón 12, donde se alojaban los españoles y los franceses. Suponemos por tanto que sería, por desgracia, conocido por Juan Ortiz Garrido por haber sido kapo de su barracón. De Unek decir también que sus víctimas se contaron por centenares. 
 
Fotos numeradas tomadas del archivo fotográfico de la  SS.
Prisionero fotografiado por los SS tras el maltrato.



La líneas de alambradas y los campos sembrados de cadáveres




Multitud de cadáveres sembraban el Campo de concentración.
Hornos Crematorios del Campo de Mauthausen.

Los prominenten eran todos los que trabajaban en las oficinas, los talleres, las cocinas, los almacenes, la sastrería y la zapatería, los criados de los SS y de los kapos principales, los ayudantes de los médicos, dentistas y farmacéuticos SS, los barberos, ordenanzas del barracón, pintores, deshollinadores, bomberos, mecánicos de los garajes, electricistas y fontaneros. Los prominenten al igual que los kapos procedían exclusivamente de los grupos verdes y negros, pero no era probable que estos individuos asociales formados por asesinos, ladrones y vagabundos desempeñaran esos puestos satisfactoriamente, por lo que a veces se les otorgaba al prisionero que destacaba por su trabajo otra insignia de otro color mas ventajoso por haberse ganado su favor con su trabajo, por mostrar habilidad para una profesión, lo que hacía que pasase a otro estatus de más respeto y lo dejaran en paz. A regaña dientes, la administración volvió los ojos hacia los triángulos rojos para ocupar puestos, donde primero se les daban a los alemanes y austriacos y después a los de otras nacionalidades que entendieran el alemán.
Desconocemos si Juan Ortiz Garrido pudo formar parte de este grupo de prominentes,… pues aunque sin fundamento, a veces pienso que pudo estar de cocinero o criado de algún SS o kapo, o simplemente sobrevivió por suerte en medio de tanta dureza por la supervivencia. Es un extremo que hoy por hoy queda en suspenso, tal vez algún familiar que lea estas páginas pueda precisar este lado oscuro de su existencia.  
Todos los kapos y los prominenten principales se distinguían con brazaletes, y podían llevar chaqueta y pantalones, o seguir vistiendo su “drillich”, pero sus condiciones de vida eran notablemente diferentes. 
Tras la cuarentena los prisioneros accedían al barracón al que había sido destinado. Cada barracón se dividía en dos secciones, el Stube A a la izquierda de la entrada y el Stube B a la derecha. Entre los dos Stuben se situaban las estancias reservadas a los privilegiados “prominenten”, y a los lados se disponían los aseos del Stube respectivo. El alojamiento de los demás  consistía en camas pequeñas de madera de tres y a veces cuatro alturas, con menos de medio metro entre cada nivel. Los camastros de abajo se llenaban del polvo de los jergones  de arriba, que les caía en los ojos y la boca a quienes dormían en los de abajo. Los de encima se veían obligados a trepar sobre los de debajo y, a la hora de despertarse, cuando los prisioneros se desperezaban del sueño, los de arriba tenían más probabilidades de recibir los golpes de los kapos que los de las alturas inferiores. Por otra parte, los que dormían arriba tenían la ventaja de que sus camastros eran inspeccionados con menos detenimiento que lo eran los de abajo; pero también sufrían el inconveniente de que en el invierno, las grietas de la madera dejaban que entrara la nieve fundida desde el tejado, y con ello la manta siempre estuviera húmeda. Un prisionero moribundo que durmiera arriba podía muy bien ensuciar los camastros inferiores; y en tales ocasiones, no era infrecuente que los demás le golpearan la cabeza contra el poste de la cama hasta que sucumbía.
 
Vista de uno de los bloques del campo de Mauthausen.
 
Para los enfermos quedaba el Revier o dispensario y hospital de prisioneros, con el peligro de que su personal decidiera, que el enfermo no tenía capacidad de realizar sus trabajos, con lo que pasaba al programa de eutanasia promulgado por Hitler en marzo de 1941, si el enfermo llevaba tres meses enfermo o era incapaz de trabajar. El español Juan De Diego recuerda la importancia de no caerse nunca al suelo después de un golpe.”Si caías, solía ser el fin, te golpeaban todavía más, o te daban patadas y te dejaban incapacitado”.
 
Prisioneros de Mauthausen en el día de descanso.
A los prisioneros se les solía dar el domingo como día de descanso, con excepción de aquellos que estaban en el pelotón de castigo. Al ser Mauthausen diferente, el prisionero solo tenía derecho a descanso un domingo sí y otro no. Por otra parte, una vez tomada la decisión de reducir los índices de mortalidad, los que trabajaban en la cantera de Mauthausen estaban excusados de trabajar desde el sábado por la tarde hasta el lunes por la mañana. El objetivo era únicamente prolongar la agonía y evitar que ningún  prisionero muriera demasiado deprisa.

Prisioneros en espera de turno para desparasitación, rapado y aseo.
Prisioneros del Campo de Mauthausen en día de aseo y rapado. Los Kapos temían epidemias de piojos y enfermedades de los presos por su propia seguridad.
Duchas del campo de concentración.
 
Todo prisionero debía llevar en letras grandes a sus espaldas la inscripción KG o sea prisionero de guerra o Kriegsgefangenen y otros en letras pequeñas por delante en el costado izquierdo.
 
Los judíos venían con el número marcado en el brazo.
 
Al llegar a los campos de exterminio, a los españoles les entregaban el triángulo azul de apátridas y la S de España (Spanien, en alemán). (El triángulo rojo identificaba a los presos políticos; el verde, a los ladrones y criminales; el marrón, a los gitanos y vagos; el rosa, a los homosexuales; el negro, a los criminales asociales; el violeta, a sacerdotes y objetores; y el amarillo con la estrella de David identificaba a los judíos).
 
El Holocausto. Crónica de un exterminio - HD
El horror en los campos de concentración imágenes reales, fuertes

Y así, hasta constatar documentalmente 4.769 republicanos españoles, muertos por los distintos métodos de exterminio empleados por los nazis del Führer en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen, que incluían, no sólo el trabajo en las canteras, sino las Cámaras de gas; las duchas heladas, donde los presos morían de hipotermia al permanecer durante varias horas bajo una corriente de agua helada; los tiroteos masivos; los experimentos médicos; los sangrados, donde los presos eran desangrados hasta la muerte para enviar su sangre al Frente del Este; los ahorcamientos; el hambre, donde los presos eran privados de comer hasta alcanzar la muerte; los fusilamientos de las SS…Todos estos tratos a los prisioneros hizo que el número de muertes mayor se produjera en los dos primeros años en los campos.
 
Duro trabajo diario en la Cantera de Mauthausen mientras el cuerpo resista.


Piedras de más de 20 kilos que obligaban a subir a los prisioneros por las escaleras de 186 escalones.
Arriba la escalera con sus 186 escalones. En esta foto los prisioneros subiendo cada uno con su piedra de granito. Abajo los mandos suben por la escalera en una visita al campo de Mauthausen.


Huir del campo de concentración de Mauthausen y de las manos de las SS era dificilísimo, un guardia que disparara a un prisionero que intentaba fugarse recibía una licencia especial de varios días. Si un prisionero escapaba, durante el periodo que permanecía en libertad los demás se exponían a una venganza abominable: se les obligaba a permanecer después del trabajo toda la noche en la Appellplatz, hiciera el tiempo que hiciera. A veces aquello duraba dos noches, e incluso tres. Los prisioneros de Mauthausen murieron por millares no solo por intentar fugarse sino por sufrir las consecuencias de quienes lo hicieron. Tan solo diez consiguieron escapar de Mauthausen, seis en 1941 y cuatro en 1942. Todos los fugados fueron perseguidos sin tregua. Los SS llamaban a la búsqueda hasenjagd, o caza de liebres, una muestra que delataba el placer por el deporte que ejercían. Los atrapados fueron azotados o ahorcados o, por lo general ambas cosas. 
 
El prófugo del campo fue "cazado" por los SS y es conducido al azotamiento y a la horca en la plaza central del campo.

En cinco años en Mauthausen tan solo hubo dos ahorcamientos públicos. El primero de los dos ahorcamientos públicos de Mauthausen tuvo lugar una tarde de junio de 1941 con parafernalia de música, y la misma escena y parafernalia se repetiría en julio de 1942. A las ejecuciones se ordenaba la asistencia de toda la población de prisioneros, kapos y prominenten incluidos
Aunque Mauthausen no era un campo de exterminio en sí, las cifras de muertos diarios eran enormes debido a las condiciones de trabajo brutales sobre todo en la cantera de la muerte. El trabajo extenuante proseguía bajo la lluvia y la nieve, el sol abrasador o frente a un viento gélido. El propósito era el exterminio por el trabajo.
 
Documentales Interesantes
 
Las condiciones de los prisioneros de por si duras, empeoraron con el congestionamiento de prisioneros. Mauthausen estaba pensado inicialmente para 3.000 reclusos y llegó a alojar 70.000. Ello significaba que un barracón con capacidad para 200 personas podría alojar 1.600, en especial en el caso de los barracones de cuarentena, sin que hubiera entonces dotaciones adicionales de aseos o baños. Había incluso escasez de agua, y los SS actuaban obsesionados por la higiene, aparejada con la humillación. El papel higiénico era un lujo desconocido en las letrinas y los carritos usados para llevar el pan, eran los mismos que se empleaban para los desperdicios.
 
A veces se utilizaba un cubo grande donde hacer las necesidades y después se vaciaba en un pozo, donde en una ocasión lanzaron a algunos judíos.
 
Muy de mañana a las 4.45, los silbidos de los kapos, el golpe sordo de los palos, los gritos y los gemidos, y la campana de la puerta principal del campo, provocaba el despertar y la movilización de los recluidos en Mauthausen, en invierno se demoraba esa hora hasta media hora más o una hora. A las 5:15 se pasaba revista, (la revista ordinaria en Mauthausen duraban media hora, pero había sus excepciones, y a veces la revista de la tarde duraba durante toda la noche e incluso el día y la noche siguientes, con el tributo de 500 muertos en una que duró cuarenta horas. En dos casos de larguísimas revistas, se les negaba a los prisioneros la comida y el agua, y en la segunda vez la temperatura llegó a ser de – 25 grados C.
Al término de la revista los prisioneros corrían a toda prisa a las unidades de trabajo y empezaban a trabajar a las 6:00. Lo cierto es que en algunos casos los trabajos comenzaban a las 7:00, dependiendo de la estación y la meteorología, la razón también era que los SS temían la oscuridad, y tan solo el campo interior estaba iluminado ( las luces solo se apagaban en caso de un ataque aéreo aliado, ocasión en la que los prisioneros no salían a trabajar). El trabajo continuaba hasta  las 5.30 de la tarde, con un periodo de entre 30 minutos y una hora al mediodía para la revista y para tomar la “eintopf” un almuerzo que consistía en una sopa de nabos y patatas.
 
Un prisionero toma la comida en la puerta de su barracón.
Repartiendo la comida a las mujeres.
 
Seguía una revista a las 6, la cena a las 7, cena que tenían que tomar de pie o en sus camastros, ni acercarse a una estufa, esos privilegios quedaban para los kapos y los prominenten. El único privilegio que realmente valoraba cualquier prisionero era comer más. Los prominenten comían un poco más que los demás, pero no mucho, mientras que los kapos se alimentaban bien.
El toque de queda para que los prisioneros regresaran a los barracones variaba entre las 7:45 y las 8:45, y las luces se apagaban a las ocho o las nueve, como vemos un cuarto de hora tras el toque de queda.
 
El barracón en espera del toque de queda.
 
Se calcula que para la dureza del trabajo del campo se precisaba una dieta mínima de unas 3.500 calorías y se suministraba una que oscilaba entre 1.000 y 1.500, resultaba que en el mejor de los casos la ingesta diaria representaba el 60% del gasto físico del trabajo diario, con lo que la salud iba deteriorándose día a día. Hacia el final de la guerra la ingesta diaria era de 500 calorías. El dolor del hambre, los retortijones y la obsesión por comer alcanzaban su punto más duro, cuando a la hora de haber comido, porque el estómago segregaba demasiados jugos gástricos para la poca comida que se les daba; lo cual podía derivar en excesos extraños.
 
Estado de desnutrición que presentaban los prisioneros.
 
Paul Tillard describe la proeza de un español que, un sábado por la tarde, consiguió acceder a la cocina y delante de Tillard, se bebió 11 litros de sopa. Al día siguiente ingirió otros 17, pero en la sopa había poco sustento. El hambre hacía a los presos chupar el carbón o masticar el papel cubierto de brea que desgarraban de los techos de los barracones, por la sensación de comer algo. Fabio Luppino, un superviviente italiano relató cómo el hambre le llevó al punto de cuando veía a un SS o un perro le atenazaba el deseo de comérselo, de masticar su cuerpo.
 
La escasa dieta iba minando la salud de los prisioneros a pesar de su juventud. Varios de los jovenes de la foto tienen vendadas las piernas por los edemas.

La desnutrición era común en todo el campo. Algunos se arriesgaban a robar la comida de los perros de los SS, que era buena comparada con la sopa que recibian los prisioneros.
 
La consecuencia  de esta sistemática malnutrición era el edema, con el edema las piernas se hinchaban hasta el triple de lo normal y la inflamación le llegaba desde los pies a los muslos. Era un trastorno físico que en último término llevaba a la muerte y que avanzaba desde las piernas y se reflejaba en la cara, con los ojos hundidos y fuera de las órbitas. Bajo la piel se formaban ampollas de agua, y cuando la victima recibía patadas o golpes las ampollas se rompían y se infectaban.
En Octubre de 1938, año de la apertura de Mauthausen, ya contaba con unos 600 prisioneros detenidos por delitos variados pero las deportaciones continuas fueron engrosando su población reclusa hasta alcanzar las cifras contables. A finales de 1941 llegaron numerosos prisioneros de guerra soviéticos. Era el primer grupo destinado a morir en las cámaras de gas, a principios de 1942.
 
Prisioneros de guerra sovieticos llegados a Mauthausen a finales de 1941.

Antes, los prisioneros que ya estaban exhaustos habían sido transferidos al Castillo de Hartheim, donde las cámaras de gas llevaban funcionando desde 1940. En 1944 fue internado un numeroso grupo de judíos húngaros y holandeses. La mayor parte de ellos murieron como consecuencia de los trabajos forzados y las nefastas condiciones, o fueron arrojados por la cantera de Mauthausen (apodada como la Pared de Paracaídas por los guardias de la SS).  Durante los meses finales de la guerra, aproximadamente 20.000 prisioneros de otros campos de concentración fueron llevados al complejo. También hubo grupos de republicanos españoles que fueron transferidos al campo y sus subcampos durante la Segunda Guerra Mundial.
 
Entrada a Mauthausen en un atardecer.
 
Mauthausen fue a partir de 1942 la cabeza de una red de campos donde también se utilizaba la mano de obra esclava, contando con un campo central, con instalaciones para la práctica de la muerte en cámaras de gas. Hasta 1942 Mauthausen había sido un campo de concentración donde se practicaba el exterminio mediante el trabajo forzado, donde los presos se mantenían con vida algunos meses hasta que la mala alimentación, el agotamiento físico y las enfermedades acababan con ellos.
 
Presos cavan sus propias tumbas.
 
Los prisioneros españoles, en su mayoría eran generalmente excombatientes republicanos huidos tras el fin de la Guerra Civil, y llegaron a constituir en 1942 más de la mitad de la población reclusa total de Mauthausen: Se estima que aproximadamente unos 7.685 españoles pasaron por este campo sobreviviendo únicamente 2.421 de ellos. 
Desde el año 1939 al 1944 el número de prisioneros que hubo en Mauthausen fueron:
En el año 1939 un total de   2.772 prisioneros.
En el año 1940 un total de   8.200 prisioneros.
En el año 1941 un total de 15.900 prisioneros.
En el año 1942 un total de 14.000 prisioneros.
En el año 1943 un total de 25.607 prisioneros.
En el año 1944 un total de 73.392 prisioneros.
El número estimado de los prisioneros que pasaron por todos los subcampos es de 335.000; la mayor parte de ellos fueron obligados a hacer trabajos forzados en una cantera. Aproximadamente 140.000 fueron asesinados. Las condiciones de vida eran sumamente sórdidas; todos fueron mal alimentados, y las enfermedades sin una asistencia médica apropiada causaban estragos. Según los registros, sólo en el campo de Mauthausen (Austria) estuvieron prisioneros más de 7.000 españoles, de los cuales murieron más de 4.300.
Ejecuciones de presos.
 
Los inválidos republicanos españoles recibían la mitad de la comida por no ser productivos y fue en ellos donde más se cebó la crueldad de los nazis. Por la noche se sacaban unos 150 a la intemperie, desnudos en pleno invierno y sin alimento, encargándose la naturaleza el resto, apareciendo la mitad de ellos muertos. Las vejaciones y el sadismo llegaron a tal punto que muchos prisioneros se suicidaban lanzándose contra las alambradas electrificadas, y los nazis sacaban fotos para justificar sus crímenes hablando de intentos de fuga (Tomado de Santiago Raga, superviviente de Mauthausen).
 
Un símbolo que representa hoy la masacre.

Muertos por arrojarse a las alambradas electrificadas.

Carlos Hernández de Miguel, autor de "Los últimos españoles de Mauthausen" refiere en su libro que al menos 1631 andaluces pasaron por los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, de los que sobrevivieron el 40%. Hernández asegura que estas cifras deben interpretarse como "al menos", ya que hacen referencia a los internos cuya documentación se ha conservado y a los que pueden añadirse otros de investigaciones efectuadas por familiares, historiadores y periodistas. La mayor parte de estos andaluces, entre el 80 % y el 85 %, fueron ingresados en el campo de Mauthausen, en la misma proporción que el resto de los españoles que acabaron en este tipo de campos, algo más de 9.000, de los que 300 fueron mujeres. Por provincias, fueron 345 de Córdoba, 297 de Jaén, 267 de Almería, 266 de Granada, 223 de Málaga, 113 de Sevilla, 84 de Cádiz y 36 de Huelva.
 
Carta de Mauthausen donde el mando comunica fallecimiento de Gonzalo Oriz Crespo natural de Estepa (Sevilla)
La Cruz Roja a través de su Comité Internacional comunica a la familia del cordobés de Lucena: Manuel González León el fallecimiento del prisionero.
 
La explicación, según Hernández, es que Mauthausen estaba considerado un campo de categoría III o de exterminio, destinado a los presos considerados "irrecuperables". Hernández explica que los españoles destinados a los campos de concentración procedieron de tres grupos, el primero de ellos formado por deportados que sirvieron en las filas del ejército francés durante la Segunda Guerra Mundial, capturados por los nazis en junio de 1940, y enviados a los campos desde agosto de ese año hasta finales del siguiente.
 
Grupo de prisioneros españoles en Mauthausen.
 
Dado que Juan Ortiz Garrido ingresa en el campo de Mauthausen el 7 de abril de 1941, suponemos que fue uno de los del gran grupo que fue capturado por los nazis en junio de 1940 y que después de permanecer en la prisión o stalag XVII-A en Kaisersteinbruch desde ese momento hasta la fecha del 7 de abril de 1941, en el que consta en los registros de KLM de Mauthausen, como la fecha en que fue internado en este campo de Concentración de Mauthausen.
Apenas dos años después de cruzar la frontera sería apresado por los alemanes y enviado a la prisión o Stalag XVII-A en Kaisersteinbruch. Su posterior deportación al campo de concentración de Mauthausen, como parte de un grupo contingente de 200 españoles que ingresaron el 7 de abril de 1941 donde probablemente estuviera enrolado en una Compañía de Trabajadores Extranjeros al servicio del ejército francés. Entre este grupo de 200 republicanos españoles se encuentra Mariano Constante Campo, combatiente republicano, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas, superviviente del campo de concentración de Mauthausen y autor de varios libros en los que refleja sus vivencias en este campo de concentración nazi.
 

El superviviente, José Jornet Navarro da el testimonio del infame viaje y la llegada al campo del horror de Mauthausen:
“Los de la Gestapo nos metieron en vagones de carga. Fueron tres días y tres noches encerrados, sin agua ni comida, haciendo nuestras necesidades en un rincón del vagón, que estaba precintado, con vómitos, diarreas y sin saber adónde íbamos. Llegamos a la una y media de la madrugada del 13 de diciembre de 1940. Había esa noche una nevada espectacular. Conforme descendíamos de los vagones, nos molían a palos, los perros nos mordían y así seguimos hasta la cima de un monte. En el camino se quedaron tres o cuatro muertos. Si te esperabas a ayudar a algún camarada, te pegaban con palos y los fusiles en la cabeza. Te la rompían, porque el que caía al suelo ya no se levantaba. Lo remataban allí mismo.” (ABC, 4/8/2001).
Otro grupo fue el de los españoles integrados en la resistencia francesa, detenidos por la policía francesa y la Gestapo y conducidos a los campos en 1942, 1943 y 1944, y por último el denominado "Convoy de los 927", conformado por civiles que se encontraban refugiados en el campo de Les Alliers, junto a la ciudad francesa de Angulema, en el que también había mujeres y niños. El transporte que llegó a Mauthausen,  procedente de Angulema el 24 de agosto de 1940, formado no por prisioneros de guerra, sino por familias completas de refugiados españoles donde había hombres, mujeres, niños y ancianos, estaba formado por más de ochocientas personas, de los cuales cuatrocientas treinta fueron internadas en el campo de Mauthausen, y el resto fueron entregadas a las autoridades franquistas en la frontera de Irún.
Además se abrió un campo para mujeres en Mauthausen en Septiembre de 1944, coincidiendo con la llegada de prisioneras desde Auschwitz (Polonia).


Testimonio de Jorge Pérez un superviviente del campo de concentración de Mauthausen

Eventualmente más mujeres y niños fueron internados en Mauthausen procedentes de Ravensbruck, Bergen Belsen, Buchenwald (los 3 en Alemania) y Gross Rosen (Polonia). Con ellos llegaron también algunas matronas. Se sabe de al menos 20 que sirvieron en el campo Mauthausen, y 60 en todo el complejo.
Mauthausen fue el campo de concentración de los españoles, un campo que comenzó a construirse en 1938 cuando Austria fue anexionada al III Reich. La mano de obra de este campo fueron  los presos procedentes de Dachau al principio, pero con los años Mauthausen fue tomando poco a poco el aspecto de fortaleza que mantiene a la orilla del Danubio. Construido en bloques de granito en todo el recinto procedentes de la cantera de Wienergraben y subidos a través de una escalera de 186 escalones hasta el campo por los propios presos, donde muchos andaluces perdieron la vida.
Cuando los españoles llegaron a Mauthausen  había internados presos polacos; pero había además una cantidad importante  de delincuentes comunes y de presos políticos de nacionalidad alemana y austriaca. Después llegó al campo de Mauthausen un contingente de prisioneros de guerra soviéticos, aunque su presencia en esta primera época fue efímera pues se procedió a su eliminación en el trascurso de unos pocos meses. Después fueron internados a lo largo de la guerra otros presos de otras nacionalidades, procedentes de los apresamientos de los países implicados en la guerra.
 
Fotografía del interior del Campo de concentración de Mauthausen.

Alambradas que coronaban los muros en todo el perímetro del campo de Mauthausen.
 
Con los republicanos españoles no se aplicó el exterminio de forma inmediata como ocurrió con los judíos, gitanos y buena parte de los rusos en Mauthausen. Fueron primero explotados en el trabajo hasta la extenuación y sólo cuando eran piltrafas humanas, inútiles para la producción, eran trasladados a los crematorios de Gusen, Hartheim o Mauthausen para eliminarlos.
Los internados en Mauthausen morían habitualmente a causa del trabajo extenuante, una alimentación escasa, que consistía por la mañana en una taza de líquido oscuro, que no se sabía si era café o té (hablaban de agua caliente), al mediodía un caldo o sopa donde podían frotar algún trozo de una mondadura de patata, y para la cena un trozo de pan con sabor bastante desagradable. La atención médica era muy insuficiente en un entorno de hacinamiento de personas con escasa higiene y con enfermedades que iban desarrollándose. A la muerte no sólo se llegaba por las circunstancias antes expresadas, estaban también los habituales gaseos de los internos llevados a cabo en Hartheim o en los llamados Sonderwagen, las inyecciones de gasolina vía venosa hasta el corazón, la exposición de los presos más debilitados a los chorros de agua helada, o los asesinatos o ejecuciones perpetrados por los miembros de la SS o por los Kapo del campo, a quienes se les retribuía también con el complemento de los prisioneros que habían ejecutado, para esta macabra acción muchas veces les decían a los presos que fuesen a traer piedras o les arrojaban las ropas junto a las vallas alambradas y allí los tiroteaban como si fuesen buscando la huída.
“Un  compañero del campo llegó a contabilizar treinta y cinco maneras de morir en Mauthausen. Ninguna de ellas era tan horrible como la producida por el agotamiento transportando piedras por la cantera y subiendo las 186 escaleras que comunicaban la cantera con el campo arriba. Llegar al final sólo significaba tener que comenzar nuevamente. (Massaguer, 1997).
Sin llegar a enumerar las treinta y cinco formas de morir en Mauthausen, el preso Ernst Martín citaba las principales en un informe presentado a las autoridades militares americanas en 1945:
Por disparo en el curso de un intento de fuga.
Suicidio por salto en el vacío.
Suicidio por ahogamiento.
Suicidio por electricidad.
Suicidio por ahorcamiento.
Declaración de que el prisionero murió por enfermedad aunque en realidad fuera un asesinato.
Cámara de gas
Vehículo de gas.
Asesinato por inyección de gasolina.
Despedazado por los perros.
Duchas en invierno.
Forzados a permanecer en pie, encadenados en la pared.
Disparo en la nuca, etc. (Bermejo, B. 2002).

El campo de Mauthausen se calcula que fue el paso obligado de unas 200.000 personas, de las que murieron aproximadamente la mitad.
Varios subcampos de Mauthausen incluían fábricas de armas y municiones, canteras, minas y plantas de montaje del Messerschmitt Me 262 (el primer avión de combate a reacción). Además, los internos fueron usados como esclavos en granjas cercanas. Los que trabajaban en las canteras, lo hacían durante 12 horas al día hasta quedar totalmente agotados. Después eran transferidos a otros campos de concentración para ser exterminados, o bien eran eliminados con una inyección letal en el propio campo, e incinerados en un crematorio local.
A pesar de que diversas empresas, unas privadas y otras pertenecientes a la SS, se nutrían de mano de obra esclava, el destino más terrible para un prisionero era ser destinado a las canteras. Los prisioneros destinados a esta zona estaban divididos en dos grupos: El primero, llamado "Kommando Wiener-Graben" estaba formado por prisioneros con conocimientos de maquinaria de extracción y explosivos, y el segundo era el más penoso y mortal, ya que obligados a trasladar enormes bloques de roca de unos 30 kilos de peso a sus espaldas, debían de subir los famosos 186 escalones de una escalera, en la que el caerse o ayudar a otros prisioneros estaba penado con el ser arrojados por las paredes de la cantera y morir despeñados. Este sistema y el ver como los prisioneros agotados rodaban por la escalera arrollados por las piedras eran la diversión de los SS.
Otros trabajos menos penosos consistían en la clasificación de pertenencias robadas a los prisioneros y su clasificación en la zona llamada "Kanada", tareas administrativas o relativas a las profesiones de los prisioneros como zapateros, sastres, enfermeros, etc. así como labores en cualquiera de las numerosas fábricas, principalmente armamentísticas, que abastecían al ejército nazi. Entre las empresas establecidas en Mauthausen para aprovecharse de la esclavitud destacan Afa Werke, Bayern, Deutsches Bergwerks, Deutsches erd und Steinwerk, Eisenwerke Oberdonau GMBH, Flugmotorenwerke Ostmark, Forst und Gustverwaltung des Stiftes St. Lambrecht, Gustlof Werke, Heinkel, Hofherr und Schrenz, Oberilzmuehle Elektrizitatswerk, Otto Eberhard Patronenfabrik, Osterreichische Sauerwerks AG, Puch, Rax-Werke GMBH, Stahlbau-Gesellschaft GMBH, Steinveredelungswerke AG, Steyer-Daimler Puch AG Grazwerke I y Universale Hosch und Tiefbau AG.
 
Prisioneros desgastados por el trabajo duro en las canteras, que serían declarados no aptos para el trabajo, lo cual le ocasionaba su exterminio.

La muerte para los agotados, débiles y no aptos llegaba de diferentes formas; principalmente eran transportados a Hartheim en donde su director, el médico de la SS. Eduard Krebsbach y apodado "el inyectador", disfrutaba asesinando a prisioneros mediante inyecciones de gasolina o fenol por vía intravenosa. En este sanatorio murieron 449 prisioneros de origen español.
Otro médico, Aribert Heim conocido como el Mengele de Mauthausen, también hizo honor a su apodo. Sus enfermizas preferencias consistían en escoger a prisioneros para inyectarles benceno y reloj en mano cronometrar el tiempo en morir, así como realizar operaciones carentes de sentido y sin anestesia para tomar nota de los efectos del dolor en las víctimas. Una de sus aficiones era la de escoger prisioneros, decapitarlos y tras hervir los cráneos para descarnarlos los colocaba a modo de colección.
Los médicos españoles José Pla y Pedro Bravo  testificaron tras su liberación, como con una jeringuilla cargada con 20 centímetros cúbicos de gasolina se le inyectaba esta solución en el corazón, otras veces ante la escasez de gasolina se les inyectó agua y cuando comprobaron que no daba los resultados esperados comenzaron a inyectarles éter, que causaba la muerte en cuatro o cinco minutos. La aplicación de inyecciones letales continuó hasta el final.
La cámara de gas de Mauthausen también funcionó como sistema de eliminación de prisioneros; con capacidad para unas 120 personas a la vez se utilizó principalmente para asesinar a los prisioneros recién llegados aunque en ocasiones, coincidiendo con la visita de altos cargos nazis, se escogía a una serie de prisioneros que serían gaseados como demostración mientras los visitantes observaban la muerte de las víctimas por la mirilla de la cámara.
Calzado de los prisioneros al entrar al campo de concentración.
Objetos personales que llevaban los prisioneros al entrar en el campo. Ahora están en el Museo de Mauthausen. 
En general, los métodos de exterminio incluían: Trabajo como esclavo en las canteras, cámara de gas, duchas heladas (aproximadamente 3.000 internos murieron de hipotermia debido que eran forzados a quedarse bajo una corriente de agua helada durante varias horas), tiroteos masivos, ahorcamiento, experimentos médicos, fusilamientos por los SS, hambre (sólo en el campo de Mauthausen aproximadamente 2.000 prisioneros por semana eran privados de comer hasta la muerte), sangrado (varios cientos de internos fueron desangrados hasta la muerte y la sangre extraída fue enviada al frente del este) y cámaras de gas móviles (un camión con un tubo de gases dirigido al interior, que iba y venía entre Mauthausen y Gusen).
Por otro lado, las raciones de alimentos eran muy limitadas y en el período 1940-1942 un interno pesaba 42 kilos de media. El tratamiento médico era prácticamente inexistente debido a las normas alemanas.
Otra parte de las políticas genocidas nazis se desarrolló fuera de los campos de concentración, en centros de exterminio situados más al este de Europa, principalmente en Belzec, Sobibor y Treblinka, donde no había población reclusa, dado que los que allí llegaban estaban destinados a desaparecer sin dejar rastro alguno. Auschitz fue un campo de concentración destinado a la explotación de la mano de obra necesaria para la industria alemana, siendo un gran centro de exterminio donde se practicaba el asesinato a gran escala.
Granada 25 de Abril de 2015.
Pedro Galán Galán.
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