PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

martes, 21 de octubre de 2014

LA CUESTA DE LOS CABALLOS


Cuesta de los Caballos


A finales del siglo XIX se comienzan a construir viviendas en lo que hoy conocemos como la «Cuesta de los Caballos». Desde donde termina lo más pendiente de esta calle, precisamente frente a la casa de los Caballos, hasta aproximadamente la mitad de la calle Cuesta Amargura. Es donde se realizan las primeras construcciones, son hogares, la mayoría, de jornaleros, aunque también de algún pequeño propietario. Al mismo tiempo la población se va asentando frente a estas primeras casas, formando la calle. Parte de la vía constituía, y aún sigue, la salida, los postigos, de las casas de la calle –recordando el Callejero Decimonónico- Llana, hasta la calle de Mateico.


Cuesta de los Caballos

La Cuesta de los Caballos ha tenido varios nombres: tras la guerra, General Mola; actualmente Federico García Lorca. Pero siempre, los higuereños, la  han llamado Cuesta de los Caballos. Este nombre se lo debemos a Juan José Barragán Pérez.
Juan José queda huérfano desde muy niño. Su tío abuelo, apellidado también Barragán y conocido como el Cura, es uno de los grandes hacendados del pueblo. Lo toma bajo su protección y se lo lleva a La Nava, una propiedad que tenía en Sierra Morena. Allí vive una vida bucólica apartada del mundanal ruido. Tanto es así que, cuando tiene unos doce años y regresa a su pueblo, viniendo por la carretera de Villanueva, poco antes de llegar a Santa Clara, sonaron las campanas de la iglesia y exclamó asombrado: «¡Qué cencerros más grandes tienen las vacas de este pueblo!».

Juan José Barragán Pérez

A Juan José, ya joven adolescente, le gustaba mucho jugar con los niños, y a los niños con él. Era muy alto, los niños se subían a su espalda y él hacía como que trotaba diciendo: «caballico, caballico, caballico». Se quedó con Caballo, dando origen a la saga de Caballos y Caballillos. También dando nombre a la calle, ya que vivía en la primera casa; subiendo, a la derecha, cuando termina lo más pendiente de la cuesta.
Estaba dotado de una fuerza colosal. En una ocasión, en aquellos entretenimientos, demostraciones de fuerza y destreza que hacían nuestros abuelos, levantó a la vez dos costales llenos de trigo, y con los pies metidos en una media-fanega.
Este hombre tenía un extraordinario parecido con el presidente norteamericano Eisenhower. Cuando en diciembre de 1952 Eisenhower visitó España, a Juan José le mostraban los periódicos preguntándole qué hacía allí. Él, atónito, juraba que alguien lo había pintado; que no había salido de Lahiguera.

Eisenhower y Franco

Las últimas casas que se construyen en esta calle son la que hay por encima de la iglesia, del templo nuevo. Los dueños extraían tierra, para nivelar, agrandar el corral comiéndole a la terrera, o para hacer cuevas. Estas faenas las realizaban los días de lluvia, con objeto de que la tierra estuviese más blanda y, sobre todo, para deshacerse de ella. La tiraban a la calle y, en la Cuesta de los Caballos, que estaba como un camino de tierra sin ningún tipo de asfalto, con la fuerte pendiente toda la tierra era arrastrada por el agua, al Arroyo las Cañas.
En esta calle ocurrió un hecho muy recordado y muy referido, sobre todo cuando un higuereño se «echa palante» ante una situación dificultosa. Ocurrió una Semana Santa.
Entonces los Pregones se celebraban a la tres de la mañana. Al Cerrillo, para la Carrera, a veces, se llegaba de noche. Cuando la procesión iba por la Cuesta de los Caballos siempre era de noche.
Aquel año había llovido muchísimo, la calle era un auténtico barrizal, un banqueo –como decimos nosotros-. Por allí pasaba Nuestro Padre Jesús. Entre el público, hermano cofrade, estaba Miguerei. Hombre pequeño, fuerte, bruto; los que lo recuerdan hablan de su cariño a los santos de las procesiones y su pasión por el tabaco; siempre estaba buscando sus apechusques para encender el cigarro.

Cardo yesquero

«Tienes la cabeza como la porra de un yesquero». Esta frase se decía mucho, todavía quedan algunos cardos yesqueros, supervivientes de los herbicidas. Este cardo se utilizaba como mecha, en ella saltaba la chispa del golpe de un pedernal con el chisquero.
La imagen, llevada en andas, de Jesús, llega hasta la altura de la casa de los Caballos; queda lo más abrupto de la cuesta. Los anderos se detienen, apenas se ve; dudan. Voces dicen que es mejor volverse; por allí no se puede pasar, en el barro hondas pisadas de mulos están llenas de agua.


Miguerei, la cara iluminada por los chispazos del pedernal, grita: «¡POR AQUÍ PASA NUESTRO PADRE JESÚS AUNQUE LE LLEGUE EL BARRO AL PESCUEZO!».
Y así fue, bajó la procesión por la Cuesta de los Caballos, de barro sí que  se llenaron los anderos, hasta las partes más pudendas.



Agradeciendo la colaboración de Jerónimo Barragán Jiménez

Manuel Jiménez Barragán