Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.
He de aclarar que "El cortijillo" era el nombre que le daban sus más recientes dueños cuando lo habitaron hace tan sólo unas décadas.
Aunque este cortijo ya se ha mencionado en otra de las publicaciones de este Blog, trato de mostrar algunas imágenes más recientes, que por un lado manifiestan la belleza de su entorno, y que por otro, sin embargo, nos muestran la cara más triste de la evolución de esta edificación ... hacia su deterioro.
Cae la tarde: el sol peinando el cereal con sus último rayos.
Cerro de Corbunillo asomando sobre la plantación de trigal.
Algunos almendros quedan todavía a su alrededor...
...también eucaliptos, que con tanto cariño plantaron los que lo habitaron.
Ahora las imágenes del cortijo realizadas tan sólo hace unos pocos días. Al margen de las continuadas "invasiones" recibidas, una parte de su tejado se ha derrumbado. Por desgracia, comienza su paulatina destrucción.
Imágenes desde el camino de acceso a este cortijo, que toma su inicio en el antiguo "camino Jaén".
HAY IMPORTANTES ENCLAVES DE INTERÉS ARQUEOLÓGICO EN POBLACIONES DE LA CAMPIÑA ALTA,
LUGARES MUY PRÓXIMOS A LAHIGUERA.
De la época medieval encontramos, también en las
cercanías de Lahiguera, numerosos vestigios en forma de torres defensivas o de
comunicación. En la mayoría de los casos estas torres se concentran en el
triangulo formado por las localidades de Torredonjimeno, Torredelcampo y El
Berrueco. En el enclave el Cerro Villagordo, en las proximidades de El
Berrueco, una excavación reciente ha permitido obtener información relevante
sobre el asentamiento de un oppidum en este lugar. Con
funciones simbólico-funerarias está la
Cista de Villagordo en el Museo Arqueológico de Jaén, la cual lleva encima una cabeza
de lobo, mientras sus patas delanteras sujetan las aristas de la tapa.
Cista de Villagordo. Un arca funeraria con imagen en la tapa del lobo tan característico de la cultura ibera.
Localización de yacimientos jiennenses a los que hago referencia en el artículo.
En todos los casos se trata
de torres de distintas épocas, construidas en muchos casos por los musulmanes
(siempre se escuchaba a los mayores nombrarlas como torres moras) y en otros
casos son torres construidas por los cristianos, con el mismo objetivo de
defensa y comunicación en las múltiples décadas, en que todo este terreno
sufrió incontables ataques de los musulmanes del reino nazarí y viceversa de
los conquistadores castellanos, a lo largo del tiempo que fue territorio de
frontera.
Poblaciones próximas a Lahiguera, referidas por sus yacimientos arqueológicos.
Oppidum, Castillo y fortaleza medieval del Berrueco y Torre Olvidada (ejemplo de torre de vigilancia).
La
importancia arqueológica de esta parte de La Campiña del Alto Guadalquivir, se constata cuando
comprobamos que en las poblaciones de los alrededores de Lahiguera, encontramos
también importantes vestigios históricos y arqueológicos, que dan buena muestra
de la importancia que debió alcanzar todo este territorio, que actualmente
comprenden varias poblaciones de la
Comarca de la
Campiña Alta de Jaén, durante el largo recorrido histórico
que se inicia en épocas protohistóricasy llega
hasta las épocas más modernas.
Por su
importancia no debemos dejar de citar la villa de Porcuna, que desde su
antigüedad se erige como uno de los enclaves arqueológicos más reseñables de
toda la comarca de la Campiña
del Alto Guadalquivir de Jaén.
También
se ha constatado una necrópolis ibérica superpuesta a la anterior, fechada esta
entre los siglos IV yII antes de
Cristo.
Las excavaciones que se han venido realizando en
los últimos años han ido permitiendo descubrir todo un interesante complejo
urbano de la época romana, superpuesto a otro nivel a otros yacimientos de
culturas indígenas anteriores. Apareció una necrópolis
ubicada en lo alto de un cerro conocido como Cerro Blanco. La necrópolis de Cerrillo Blanco es hasta el momento el conjunto escultórico ibérico más
importante de los conocidos en La
Campiña, un conjunto destruido poco tiempo después de
llevarse a cabo y enterrado en unos 1400 fragmentos en zanjas cubiertas con
grandes losas. En la actualidad, la mayor parte de todo este conjunto
escultórico, puede apreciarse y estudiarse en el Museo Provincial de Jaén.
Ubicación de yacimientos arqueológicos en Porcuna.
Conjunto escultórico Iberico encontrado en Cerrillo Blanco de Porcuna y que se puede contemplar en el Museo de Arte Ibérico de Jaén
La necrópolis del
Cerrillo Blanco es un complejo túmulo funerario de ciertas características
orientalizantes, datado en el siglo VII antes de Cristo que consta de
veinticuatro sepulturas individuales en fosa y una megalítica (González y
otros, 1980: 183-218). (1). En Cerrillo Blanco de Porcuna, en el mismo lugar donde en la segunda
mitad del s. V antes de nuestra era (a.n.e.) se construyó y posteriormente se
destruyó y enterró, el monumento ibero más importante de los conocidos hasta
ahora, se localiza un túmulo funerario. La estructura tenía diecinueve metros
de diámetro y estaba delimitado por lajas de piedra. Encerraba el túmulo un
total de veinticuatro tumbas de fosa y una de cámara de planta poligonal. Todas
seguían el rito de la inhumación y eran individuales, salvo la cámara que tenía
un enterramiento doble: un hombre y una mujer. Se podía analizar una
distribución de los enterramientos según el género como ya se había constatado
en el túmulo A de Setefilla. Sin embargo en Cerrillo Blanco la cámara formaba
parte del proyecto constructivo inicial, es decir, el enterramiento doble no se
impuso sobre el túmulo destruyendo parte de las tumbas de la necrópolis de base
porque, desde un primer momento, se reservó un espacio excéntrico del círculo
para ubicar en él la cámara y se marcó un espacio de respeto en torno a ella en
el que no se excavó ninguna tumba. Es posible incluso que fueran los enterrados
en la cámara los que inauguraron el espacio fúnebre. El túmulo reúne muchos de
los ingredientes que serán moneda común en la emergencia de las aristocracias
ibéricas. El primer factor a valorar lo constituye el enterramiento de una
pareja (hombre-mujer) en la cámara, lo que no deja lugar a dudas del papel que
está cobrando el linaje en el seno de la nueva sociedad ibera, pero sobre todo que el
hacer visible la estructura de parentesco a través de la aparición de la pareja
de antepasados, pretende ordenar el espacio funerario. Se hace patente la
oposición entre lo representado por el grupo de tumbas individuales, donde la
legitimación del linaje descansaría en el conjunto de mujeres, y la asociación
cámara-pareja que también reclama la legitimación del linaje. A mediados del
siglo V antes de nuestra era (a.n.e.) la recuperación del espacio funerario del
túmulo para cuidadosamente enterrar un conjunto de esculturas, que representa la
historia del linaje, confirma el éxito del segundo de los modelos expuestos,
porque confirma el tiempo largo que el lugar tendrá para la historia funeraria
del grupo. En todo caso, es este el primer capítulo, si se quiere la
introducción a lo que fue la sociedad aristocrática ibera de la Alta Andalucía, una
historia de largo recorrido, más largo cuanto mejoren la legitimación de un
linaje. Es difícil pensar que el aristócrata-oligarca enterrado ocho siglos
después en Los Robles conociera la larga genealogía que había definido las
relaciones sociales, en el tiempo y el espacio; pero de lo que no cabe duda es
que cuando creó la necrópolis en su propiedad, en el centro mismo de la tierra,
estaba pensando en tiempo largo, igual que sucedía en Piquía. Es posible que
sus comportamientos y actitudes públicas fueran básicamente romanos, pero
también que en el ámbito privado y en sus relaciones con “su casa”, es decir
con sus clientes y con el verdadero poder, el que reside en la tierra, su
pensamiento y desde luego su modo de vida, continuara siendo el de un ibero. (Molinos,
M. 2012 pp. 42-43) (2) Mediante
Resolución de 12 de julio de 2013, la Dirección General de Bienes Culturales e
Instituciones Museísticas publicaba el 26 de julio de 2013, Boja Nº 146 pp.
46-51, se incoaba la
Inscripción en el Catalogo general del Patrimonio Histórico
Andaluz como Bien de Interés Cultural la Zona Arqueológica
de los Yacimientos del Término Municipal de Porcuna. Muy cerca de Porcuna se localiza otra
interesante “turris” en el paraje llamado Huerta del Comendador. Este
yacimiento ha sido excavado recientemente.
Torre y Pilar de la Huerta del Comendador de Porcuna, Bien de Interés Cultural de Andalucia. Foto de Francisco Miguel Merino Laguna.
Fotos antiguas del Pilar de la Huerta del Comendador de Porcuna.
También cerca de Jaén en el paraje llamado Puente Tablas se han localizado más
enclaves ibéricos. El asentamiento se ubicaba originalmente en dos cerros que fueron
rodeados por una potente muralla de trazado irregular, lo que provocó la
colmatación del espacio entre ambas cotas, formando así una meseta aplanada de
unas 6 hectáreas de superficie y 430 m de cota máxima. Es un oppidum de tamaño
medio respecto a otros que se han documentado, y que datan de la misma época, y
su cronología abarca desde inicios del primer milenio a.C. hasta finales del siglo
III a. C., con un momento de abandono intermedio a mediados del siglo
IV a. C. y con un breve lapso de ocupación en época islámica. La
excavación del asentamiento se ha ido sucediendo desde las campañas realizadas
en la década de 1970 por Juan Maluquer de Motes y a mediados de la década de 1980
por el equipo de arqueología de la Universidad de Jaén, permitiendo grandes
avances en la investigación y el conocimiento del poblamiento ibérico en la
Alta Andalucía.
Enclave Ibérico de Puente Tablas. Vista aérea del yacimiento.
El yacimiento ibero
de Puente Tablas (Jaén), es uno de los principales de la época existentes en la
comunidad andaluza, el palacio de la ciudad ibérica de Puente Tablas se ha
convertido en el primer palacio ibero excavado en Andalucía. Se trataba de un edificio
de unos 400
metros cuadrados, con una planta en forma de ele,
dividido en cuatro partes, y con una zona con un patio central que distribuye
varias habitaciones alrededor. Una de las partes de edificio era la pública,
donde el aristócrata recibía a sus clientes, y otra era la privada, "la de
la mujer y de la familia", que tuvo además una segunda planta. Además,
había una zona de culto, con un pequeño santuario y una zona de producción de
aceite o vino. Según la fuente, no se han encontrado muchos materiales pero sí
elementos arquitectónicos muy importantes, que permiten saber que el agua del
patio se sacaba del edificio a través de un canal. Uno de los elementos que más
ha sorprendido es un patio de columnas con la base de piedra y el resto de
madera, y se han encontrado revoco de paredes pintadas en estuco rojo. Desde
que fuera descubierto a principios de los años setenta, el yacimiento de Puente
Tablas, integrado en la Red
de Espacios Culturales de Andalucía (RECA) junto a los enclaves jienenses de La Villa Romana de
Bruñel y Cástulo, ha sido objeto de diversas campañas de excavación, las cuales
han puesto al descubierto más de 6.500 metros cuadrados
de restos arqueológicos. Estos restos se remontan a la Edad del Bronce, aunque no
fue hasta el siglo VII antes de Cristo cuando se construye una potente
fortificación y se dispuso la urbanización del poblado, que se mantuvo en los
siglos siguientes pasando las casas de planta circular a ser cuadradas y
pavimentadas. Se trata de un asentamiento de tipo medio, del siglo IV antes de
Cristo en el que pudieron vivir unos 743 habitantes y que se encuentra en el
término municipal de Jaén, al noreste de la ciudad, a unos 7 kilómetros de
distancia, y en él se conservan restos desde la Edad del Bronce hasta la época islámica.
Excavación del Palacio del Príncipe Ibero de Puente Tablas.
Enterramiento del Príncipe Ibero en Puente Tablas.
En
Menjibar se encuentra el “oppidum” del Cerro Maquiz, donde se ha considerado
ubicada por algunos especialistas la población ibérica de Iliturgi. La ciudad ibero-romana de Iliturgi, localizada en Cerro Maquiz (Mengíbar), destaca entre los yacimientos arqueológicos más importantes de época ibérica en todo el territorio nacional. Así lo demuestra el hecho de que haya 3 vitrinas con las piezas más representativas y conocidas en distintas salas de arqueología ibérica en el Museo Arqueológico Nacional, recientemente abierto al público tras varios años cerrado por importantes reformas tanto constructivas como museográficas.
Así, junto al mayor icono de la arqueología ibérica, la “Dama de
Elche”, podemos contemplar los famosos “Bronces de Maquiz” (los otros dos
restantes se conservan en la
Real Academia de la Historia, también en Madrid). Además, y
como novedad en el remodelado Museo Arqueológico Nacional, también se puede
contemplar junto a los Bronces el cinturón que apareció en Mengíbar hace 154
años junto a ellos, y que hasta ahora nunca había estado expuesto.
Además, el Patrimonio Arqueológico de Mengíbar también está
representado por el conocido como “Tesorillo de Mengíbar”, que en esta ocasión
únicamente se exponen 4 objetos de plata (recordar que el conjunto completo son
unas 17 piezas, todas ellas de plata y de una manufactura excelente).
También de época ibérica es una “espada de antenas” (no confundir con
la famosa “Espada de Mengíbar” de la
Edad del Bronce, que desgraciadamente, se encuentra en paradero
desconocido).
Por último, aunque de una época anterior y, por tanto, en las Salas de
Prehistoria, concretamente en la
Sala de la Edad
del Bronce, también encontramos en el Museo otra pieza atribuida a Mengíbar, el
famoso brazalete con espirales colgantes, todo ello de oro.
Las cuatro cabezas ibéricas de bronce de Cerro Maquiz, encontradas en
1860 en Mengíbar, Jaén, se expusieron, en el Museo
Provincial de la capital jienense.
El conjunto de bronces, encontrados de forma casual por dos labradores,
llegaron a Jaén desde el Museo Arqueológico Nacional, donde se encuentran dos de
ellas, y desde la Real
Academia de la Historia, donde están las otras dos desde
1861.
Estas últimas no han sido expuestas públicamente nunca y sólo han
estado accesibles para investigadores y especialistas con autorizaciones
especiales, mientras que las otras dos estuvieron en la Exposición Internacional
de París de 1867 y en el Pabellón de Arte Español de la Exposición Internacional
de Barcelona de 1929.
El conjunto histórico no tiene una cronología definida al no estar
contextualizado su hallazgo, sin embargo, según los estudios recogidos por la Asociación Amigos
de los Iberos, formó parte del ajuar de una sepultura principesca, y debieron reforzar
los timones centrales de un carro, uso éste que en el ritual funerario ibero
está vinculado a los más altos niveles sociales. Una de las piezas presenta un apéndice de un asa circular que se
interpreta como pasarriendas para amarrar los animales de tiro al asta del
carro.
Los
bronces están rematados con la cabeza de un lobo, animal relacionado al ritual
funerario y recuerdan al bronce recientemente encontrado en la necrópolis de
Piquía, en Arjona, que representa la cabeza de un guerrero devorada por un
posible lobo, que pertenecía a un carro principesco localizado en una tumba del
siglo I antes de Cristo y que también se une a este espacio dedicado del museo.
En
fecha 7 de mayo de 2019, la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico procedió
a inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con la
consideración de Bien de Interés Cultural, el inmueble denominado Arco Jano
Augusto (Ianus Augustus) descubierto en Mengíbar. Punto de inicio de la Vía de
Augusto en la Bética, se trata de un marcador territorial de primer orden, el
punto desde el cual se medían las distancias de la vía en todos los miliarios
andaluces y que separaba la provincia Bética senatorial de la Tarraconense
imperial. Data de la época del emperador Augusto. Es el arco más antiguo de
todos los construidos por los romanos en la Península Ibérica y está en
Mengíbar. Es el Jano Augusto, la puerta de entrada a la Bética romana, localizada
por investigadores del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología
Íbera de la Universidad de Jaén. Era la entrada sobre la principal vía de
comunicación de toda Hispania, la vía Augusta. El
histórico descubrimiento del Arco de Jano, puerta de la Bética romana, fue
realizado por investigadores del Instituto Universitario de Investigación en
Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén con la participación del
Ayuntamiento de Mengíbar. Ambas instituciones mantienen un convenio de
colaboración que sirvió para el hallazgo de la ciudad ibera de Iliturgi en el
Cerro de La Muela. Los
primeros trabajos de excavación arqueológica en el Ianus Augustus se realizaron
en 2018. Cuando se corroboró la tesis de los científicos, el Ayuntamiento
adquirió los terrenos del yacimiento e invirtió una partida económica y puso a
disposición de los investigadores de la Universidad operarios para ayudarlos en
los trabajos. Hace un mes comenzó la segunda fase de la investigación, en la
que la Administración local ha vuelto a invertir fondos municipales para la
participación de trabajadores y maquinaria del Ayuntamiento, a disposición de
los arqueólogos Juan Pedro Bellón, Miguel Ángel Lechuga y María Isabel Moreno. El
equipo de científicos ha encontrado más restos del edificio anejo al Arco, que
están siendo depositados en instalaciones de la Administración mengibareña.
Asimismo, el prácticum del grado de Arqueología de la Universidad se ha
realizado en este lugar de propiedad municipal. Este
kilómetro 0 de la Via Augusta en Andalucía ha sido descubierto por los trabajos
arqueológicos desarrollados por el Instituto Universitario de Investigación en
Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, en el marco del Proyecto General
de Investigación Iliturgi: conflicto, territorio y paisajes sagrados, gracias a
los cuales se conoce la disposición y morfología de la cimentación, junto a los
restos conservados de elementos que formaban y decoraban el alzado de la
estructura. Esto
unido a su posición con respecto al camino permite plantear que es la huella
material conservada de un gran arco, de 14,80 metros de longitud, casi 5 metros
de anchura, y un único vano central de 5,15 metros por donde discurría la Via
Augusta. La importancia del descubrimiento ha provocado que el Ayuntamiento de
Mengíbar adquiera los terrenos donde se ha encontrado el arco y los restos
anejos, con ello se facilita cualquier iniciativa inversora.El
arco posee un indiscutible valor de legado para que las siguientes generaciones
dispongan de él según su criterio, para ello se ha protegido con la intención
de que se custodie como reserva arqueológica. Por otro lado, tiene un
importante valor en tanto que documento histórico, al poder aportar información
sobre un momento muy interesante de nuestra historia, cuando Augusto decide
unir Cástulo y sus minas a la provincia imperial Tarraconense dejando el límite
de la Bética en el Guadalquivir.
Se amplía la excavación del yacimiento del Arco de Jano en Mengíbar.
Arco de Jano Augusto en Roma, tal como imaginamos sería el Arco Jano Augusto de Cerro Maquiz en Mengíbar.
Trazado de la Vía Augusta en el tramo Corduba-Castulone, y milenarios que indican las distancias al Ianus Augusto (Arco de Augusto) que se busca en las excavaciones de Cerro Maquiz de Mengíbar.
Desde
la fecha de 22 de febrero de 2021, hemos sabido que Mengíbar tiene otro tesoro
enterrado a sus pies. Uno que esconden las raíces de los olivos de Cerro Maquiz
y que data del siglo II antes de Cristo. Data del siglo II antes de Cristo,
cuando los romanos, de la mano del famoso general Escipión el Africano,
destruyeron en la II Guerra Púnica la Iliturgi íbera que había sobre el Cerro
de La Muela y, sin que todavía haya respuesta a la pregunta de por qué se
instalaron allí, nació una población romana que llegó a albergar a más de 3.000
personas que fue una urbe estratégica y de pujanza económica. Es
lo que afirma el profesor de la Universidad de Jaén e investigador del
Instituto Universitario de Arqueología Ibérica, Juan Pedro Bellón que cuenta
que hasta el momento se sabe con total seguridad que “la ciudad tenía un foro
municipal, un templo romano que podría ser el único que haya en toda la
provincia, unas termas, depósitos de agua, un acueducto y un ludus para celebrar
espectáculo con gladiadores”. Todo eso se encuentra oculto bajo Cerro Maquiz,
una localización estratégica por la que llegó a pasar la calzada que conectaba
Roma con Cádiz. “La AP-7 de la época, la Vía Heraclea, pasaba por allí. Se sabe
dónde se encontraba la muralla y dónde estaban las puertas y hay motivos para
creer, por una inscripción encontrada, que también había un teatro”, explica
Bellón sobre el valor arqueológico que tiene esta zona. En
este kilómetro cuadrado con más de 1.000 años de historia enterrados bajo los
olivos, se sabe que hay también una las primeras basílicas cristianas en
territorio jienense, pues la ciudad estuvo viva hasta el siglo VI. La extensión
que abarca puede llegar hasta las 16 hectáreas y ahora desde el Instituto de
Arqueología Ibérica de la UJA han hecho una reconstrucción virtual, una
idealización basada en los datos que se conocen de cómo era la urbe, que
permite imaginar el tesoro histórico que tienen los habitantes de Mengíbar a
escasos kilómetros. Actualmente
no se puede investigar allí. Un juicio entre la propiedad de los terrenos y el
Instituto, la delegación de Cultura y la Universidad, por supuestos
desperfectos en el patrimonio enterrado, acabó con la sentencia que daba la
razón a la propiedad recurrida ante el Tribunal Superior de Justicia de
Andalucía, y con la negativa de los dueños del olivar a que se realicen más
excavaciones para conocer lo que hay allí enterrado. De hecho, estos
propietarios cuentan con una “impresionante” colección arqueológica de más de
cien piezas que actualmente se encuentran, en su mayoría, expuestas en un hotel
del pueblo de Mengíbar. Cuenta
esta colección con numerosas inscripciones y restos de construcciones
funerarias que permiten hacerse a una idea de la importancia de los restos que
hay enterrados bajo Cerro Maquiz. Por suerte, no siempre fue así y hace años
investigadores del Instituto Alemán de Arqueología, en colaboración con la
Universidad de Sevilla, pudieron realizar más de 20 sondeos en algunas zonas de
la parcela de los que extrajeron multitud de datos interesantes. Unos que sin
embargo de momento no permiten responder a algunas de las principales preguntas
que se realizan los investigadores sobre esta ciudad romana. ¿Cómo se
construyó? ¿La habitaron los iberos que sobrevivieron a la destrucción de la
ciudad del Cerro de La Muela o fueron foráneos? ¿Qué vinculación tiene esta
ciudad con el Arco Augusto encontrado recientemente cerca de allí? Pero
el hecho de que no se puedan realizar por el momento excavaciones en la zona no
impide a los investigadores avanzar en el estudio de lo que se sabe que allí
existe. “Trabajamos en base a las excavaciones que se hicieron, mediante
inscripciones y restos encontrados y los datos resultantes de estos trabajos.
También utilizamos fotografías aéreas. Por ejemplo, las fortificaciones o el
ludus se pueden ver en estas fotos. Un círculo perfecto, de unos 50 metros de
diámetro, que desde los años 50 cada año que pasa va sufriendo desperfectos
porque se está llenando de tierra. También utilizamos prospecciones geofísicas
y geomagnéticas que son las que han desvelado que ahí debajo hay una ciudad
entera”, desvela Bellón. Un
trabajo que avanzará todavía más por el compromiso del Instituto de Arqueología
Ibérica y también de la autoridades, que son conscientes del valor de los
restos que allí se encuentran enterrado y también del potencial como atractivo
turístico que tendrían si es que en un futuro se pudieran sacar a la luz todos
estos restos, algo que parece del todo improbable. “Es
una pena porque si no se permite seguir investigando siempre va a quedar una
ciudad incompleta y van a quedar muchas preguntas sin contestar. Es injusto
porque el patrimonio arqueológico, incluso el que está sin catalogar, es de
todos”, reflexiona este investigador de la Universidad de Jaén con notable
impotencia y resignación ante lo que se están perdiendo a diario los jienenses,
es la posibilidad de disfrutar de los restos de una urbe romana de un enorme
valor histórico. (Revisión del artículo en fecha 28 de febrero de 2021).
Reconstrucción virtual sobre el yacimiento descubierto en Cerro Maquiz de Mengíbar, realizado por D. Francisco Árias del Instituto de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén. Foto de la UJA.
A poca
distancia de Menjibar en nuestra vecina Cazalilla se encuentra el yacimiento
arqueológico de La
Coronilla. Estos restos de Cazalilla están ubicados en el
Cortijo de la Atalaya
Alta en el referido término municipal. Este yacimiento
presenta niveles prehistóricos e íberos, que han sido sólo excavados en parte
recientemente (Salvatierra, 1995:217). (3). Otros “oppida” situados en las cercanías
de Lahiguera, podemos encontrarlos el Los Villares de Andujar o las
Atalayuelas.
En la
vecina localidad de Fuerte del Rey se ubica el yacimiento del cerro del Espino
con una “turris” íbero-romana. Tan sólo a unos pocos kilómetros más al sur,
cerca de la carretera que une la aldea de Garcíez con Torredelcampo se
encuentran, al pie de un promontorio rocoso, los restos de un pequeño aljibe romano,
construido con “opus cementicium” (Salvatierra, 1995: 217). (3). Otro enclave de la
época romana lo encontramos en Torredelcampo, en el paraje denominado Cerro
Miguelito, donde se ubican los restos de la muralla romana superpuesta a otra
muralla más antigua del preexistente “oppidum” ibérico (Salvatierra; 1995:217). (3)
En la excavación
realizada en la necrópolis de la
Cuesta del Parral, en la vecina localidad de Arjona,
aparecieron cráteras áticas, recipientes de cerámica tardía, un carro funerario
con adornos en bronce e inscripciones íberas forman parte del rico ajuar
hallado en la cámara funeraria del príncipe íbero de Arjona, del siglo I a. C.,
que aporta nuevos datos sobre la pervivencia de la cultura íbera en época
romana. Alrededor de la cámara funeraria, que es de mampostería con grandes
sillares y planta rectangular, y que estuvo semienterrada, se encuentran casi
una treintena de tumbas separadas por la llamada zona de "respeto",
según el arqueólogo, Francisco Gómez. Al interior de la cámara funeraria se
llegaba a través de unos escalones y enfrente se construyó una repisa sobre el
suelo enlosado y dos nichos en un lateral a modo de cajas. Además se ha hallado
una zona donde se realizaban los ritos funerarios y la cremación de los
cuerpos, y se ha documentado un ritual de libación (ceremonia religiosa que
consistía en derramar vino u otro licor después de probarlo) que pone de
manifiesto que, "a pesar de la presencia romana, eran íberos y pensaban
como íberos", según el director del CCAI, Arturo Ruiz. Aunque lo más
importante, además de la edificación de la cámara, es el ajuar encontrado en su
interior, "de la riqueza propia de un príncipe y su familia", según
Ruiz.
Otro de los hallazgos
más sorprendentes es la inscripción en escritura íbera meridional, en la
tapadera de una urna de plomo, en la que aparece el que podría ser el nombre
incompleto del príncipe allí enterrado junto a su familia: ...ILTIR hijo de
EKATERUTU, y es la primera vez que se documenta el nombre de un íbero.
Del conjunto de
materiales encontrados destacan siete cráteras áticas (vasijas de gran
capacidad para el vino o el agua) de figuras rojas del siglo V antes de Cristo,
una de ellas con algo excepcional, una escena dedicada a temas de mujer.
Las cráteras conviven
con un ánfora, restos de un gran vaso de vidrio, una espada corta, más de 148
tabas (huesos para juegos o apuestas) y un importante número de cerámica
ibérica campanicense pintada.
También se han
excavado los restos de un carro funerario de hierro y madera con apliques y
adornos de bronce, del que destaca "un hallazgo excepcional": la
cabeza de un guerrero ibero que está siendo devorada o vomitada por un animal,
seguramente un lobo o un león, que recuerda a piezas existentes en el Museo
Arqueológico Nacional procedentes de Cerro Maquiz en Mengíbar (Jaén), hallados
en el siglo XIX.
Yacimiento de la Cuesta del Parral de Arjona, donde aparecio la Camara funeraria del Príncipe ...Iltir hijo de Ekaterutu. El arqueólogo Francisco Gómez posa junto a la excavación.
Recipientes de cerámica aparecida como ajuar funerario de ...Iltir.
La necrópolis de Piquía se localiza a poco más de un kilómetro al norte
de la localidad de Arjona, un municipio de la campiña de Jaén (que desde
siempre fue el referente de nuestros antepasados higuereños, hasta que comenzó
a tomar creciente importancia la villa de Andújar en época medieval), en un
contexto muy antropizado desde la antigüedad, donde el olivar intensivo ha
sustituido a prácticas agrícolas más tradicionales como el cultivo del cereal.
En la ciudad se han realizado numerosas intervenciones arqueológicas, que han
dibujado una secuencia que se inicia en la prehistoria reciente y continúa
hasta la actualidad salvo un importante transcurso entre el ibérico antiguo y
época ibera tardía. Efectivamente las excavaciones no han documentado en ningún
momento restos correspondientes a las fases plenas, lo que podría vincularse a
la intensiva y continuada ocupación del casco urbano, aunque más probablemente,
como sugiere la secuencia de las intervenciones arqueológicas preventivas
realizadas en los últimos años, esta ocupación no tuvo lugar, lo que se
convierte en un dato clave en la interpretación de la necrópolis de Piquía. La
secuencia de la ciudad vuelve a reiniciarse a partir del s. II antes de nuestra
era y alcanza gran desarrollo a partir de la mitad del s. I a.n.e. o antes de
Cristo.
Tradicionalmente se ha vinculado con la antigua Urgao Alba de Plinio,
así parecen confirmarlo los restos epigráficos, y para la ciudad se ha indicado un
temprano estatuto privilegiado que se iniciaría con César. La intervención
arqueológica en Piquía ha sacado a la luz una necrópolis tardía que se inicia
en un momento quizás avanzado del siglo I a.n.e. aunque este extremo deberá ser
confirmado con estudios posteriores. Se intervinieron más de veinte complejos
funerarios destacando entre estos algunas sepulturas de cámara o incluso dos
columbarios muy afectados por las riadas, también hasta quince cistas y algunas
sepulturas en simple fosa, así como una sepultura infantil, en este caso de
inhumación,para cuya construcción se
recortó una tégula, la única localizada en la excavación. Salvo este último
caso, todas las sepulturas son de incineración y todo el material se compone
urnas y ajuares, a excepción de algunas piezas (ánfora Dressel A1, algún
vidrio) son de tipología netamente ibera. Entre las tumbas excavadas destaca
una cámara donde se registraron un total de seis enterramientos en urna, algo
impensable para épocas ibéricas anteriores, salvo en los niveles que
caracterizan la cúspide social, que en sí mismo es un claro exponente de una
sociedad donde la pervivencia de las formas culturales ibéricas se encuentran
ya hibridadas con la nueva realidad que supuso la conquista romana. Baste como
botón de muestra que en un extremo de la necrópolis se identificó un
columbario, al menos de dos plantas, donde todos los elementos materiales,
urnas incluidas, son de exclusiva tipología ibérica: matriz constructiva
romana, matriz ideológica ibera.
Arqueta funeraria de los Guerreros del yacimiento de la Necrópoli Iberica de Piquía en Arjona.
Arqueta funeraria del Príncipe Guerrero Ibero. Siglo I antes de Cristo. Necrópoli Iberica de Piquía en Arjona.
Pero por encima de todo en la necrópolis destaca un monumento
excepcional, una cámara funeraria, parcialmente expoliada quizás en la propia
antigüedad y también parcialmente en época reciente, que presenta una magnífica
mampostería de grandes losas de arenisca y caliza, perfectamente escuadradas,
con morfología rectangular, presentando un ancho de 1,5 metros y un largo de
2,9 metros.
El acceso a la cámara se localiza en su lado oeste, conservándose cuatro
peldaños de la escalera que descendía al interior. En el muro del fondo se
localiza un bloque de caliza que funciona como plataforma para depositar
probablemente parte de las urnas. Al exterior, la cámara está rodeada de un
surco perimetral, que dibuja un círculo de 5 metros de radio con una
profundidad variable y un ancho bastante uniforme de 70 centímetros, que
la aísla del resto de la necrópolis. La sepultura propiamente dicha presenta en
su vértice noroeste un orificio desde el cual queda conectada, mediante un canal,
con otras estructuras, pequeños hornos, donde se realizaron con toda
probabilidad rituales posteriores al enterramiento del personaje allí enterrado,
que participó de estos rituales mediante las libaciones que se realizaron en su
honor y memoria. Precisamente en la entrada del canal de libación se depositó
un ánfora Dressel A1, que muy probablemente recibió en su interior los vertidos
en los rituales mencionados. En el fondo de la cámara, en un espacio no
enlosado, en una fosa practicada en la misma tierra, que conforma el sustrato
natural del lugar, se enterró un carro de madera y hierro con varios apliques de
bronce. Destaca el elevado número de piezas cerámicas de tipología ibérica
aunque también un gran vaso de vidrio, cuya forma no se puede valorar en este
momento, de factura claramente romana. Todo el material, en su tipología
cerámica, en las importaciones o en la propia simbología asociada a los
elementos del carro, conduce a un momento coherente con el resto de la
necrópolis: siglo I a.n.e. quizás avanzando hacia su mitad. Sin embargo en ese
mismo contexto se localizan un kilix y un total de siete cráteras áticas de
figuras rojas, una de ellas con una cronología, que no avanza más allá de
finales del siglo V a.n.e., mientras las otras seis se corresponden muy
homogéneamente con la primera mitad del siglo IV a.n.e., y además plantean un
programa iconográfico muy coherente.
¿Cómo explicar esta especie de “totum revolutum”, que define un
contexto cerrado? No hay ninguna duda, (descartada totalmente una reutilización
tardía de una sepultura de época plena ibera cuatro siglos anterior), de que el
contexto de la tumba, como el de la propia necrópolis de la que se alza como
vértice jerárquico, debe situarse en el siglo I a. C.; pero también que los
materiales áticos fueron depositados allí en esa misma cronología.
¿Amortización tardía de material?, ¿expolio de sepulturas anteriores? Desde luego,
dada la ausencia de restos arqueológicos correspondientes a época plena en
Arjona, las siete cráteras deben proceder de otro asentamiento y, o bien habían
sido tesaurizados como bienes de indudable prestigio, lo que parece excesivo en
tan dilatada secuencia temporal, o bien fueron extraídos de otro contexto
funerario en el momento en que se produce la reocupación del solar de Arjona a
lo largo del siglo II a. C. o a.n.e. o incluso con posterioridad. Si es así,
los materiales griegos podrían vincularse con una tumba principesca del siglo
IV a.n.e. procedente de alguno de los oppida que tras la Segunda Guerra
Púnica fueron abandonados o destruidos como consecuencia del conflicto y de los
reajustes que la presencia del nuevo conquistador supuso en la zona de la campiña de
Jaén. En cualquier caso el hecho mismo de amortizar estos excepcionales
materiales en una necrópolis de un sin duda príncipe ibero de Arjona durante el
siglo I a.n.e., en una cámara que inaugura y ordena el recinto funerario, debe
asociarse a un intento de legitimar una nueva fase en la historia del propio
príncipe: la redefinición o quizás la refundación de un nuevo linaje sobre las
cenizas de aquellos antepasados, fuesen reales o no. En suma cuando ya la
presencia romana iba a cumplir dos siglos se produce un intento de reafirmar,
en la muerte, los orígenes ibéricos del linaje. Es una posición que evoca al
pasado, seguramente también el presente, principesco del personaje (en este
momento no podemos determinar si se trata de un solo individuo o de una pareja)
enterrado en la cámara, pero en un contexto en el que se abría paso el mundo de
la ciudadanía romana. Un príncipe ibero en la muerte y seguramente en las
relaciones clientelares, que con seguridad mantuvo con el resto de los
enterrados en la necrópolis, pero que también, con toda probabilidad, como
clase propietaria formó parte de la naciente oligarquía de Urgao, si es que así
podemos denominarla. Difícil resulta no evocar lo que veíamos en el caso de Los
Robles, más de un siglo después. (Molinos, M. 2012. pp.: 34-36). (2)
Cabeza de un guerrero ibero que está siendo devorada por un animal.
Se
trata de una cabeza de guerrero ibero que está siendo devorada o vomitada por
un animal, seguramente un lobo, que recuerda por sus características las piezas
también de carro, existentes en el Museo Arqueológico Nacional, procedentes de
Cerro Maquiz en Mengíbar y hallados en el siglo XIX, sin descartar que se trate
de un león.
Pinchando
en estos enlaces puedes ampliar información referida al yacimiento de
la llamada Cámara de Arjona y los datos sobre este importante resto de
la cultura ibero-romana.
(1) González, J. y otros (1980):
“La necrópolis de Cerrillo Blanco y el poblado de los Alcores (Porcuna, Jaén)”,
Noticiario Arqueológico Hispánico, 10:183-218.
(2) Molinos, M. 2012: En la vida y en la muerte: Las necrópolis ibéricas de
la Alta Andalucía.
34-36 y 42-43. En González Reyero, S. Íberos: sociedades y territorios de
occidente mediterráneo. CSIC. Madrid.
(3) Salvatierra
Cuenca, Vicente: (1995) Guía Arqueológica de la Campiña de Jaén. Granada.
Sierra Nevada 95/ El legado andalusí.1995:217.
Otros textos de referencia:
Molinos, M., Ruiz, A.; 2007: El hipogeo íbero del Cerrillo de la
Compañía de Hornos (Peal de Becerro, Jaén), Junta de Andalucía. Universidad de
Jaén, Jaén.
Molinos, M., Ruiz, A.; 2010: “De la cámara de Toya al Hipogeo de
Hornos”, en A. Rodero Riaza y M. Barril Vicente (coord.) Viejos yacimientos,
nuevas aportaciones ciclo de conferencias del Museo Arqueológico Nacional,
10-11 de diciembre de 2003. Ministerio de Cultura, 54- 77.
Ruiz Rodríguez, A. 2007: “Los Iberos”, en Gracia, F. (ed.) De Iberia a Hispania.
Barcelona, 733-839.
Ruiz, A. y Molinos, M. 2007: Iberos en Jaén. Jaén.
Ruiz, A. yMolinos, M.
Gutiérrez, L. M. y Bellón, J. P., 2001: “El modelo político del pago en el alto
Guadalquivir (S. IV-III a.n.e.)” Gerona, 11-12.
Ruiz, A. y Molinos, M. 1993: Los Íberos: análisis arqueológico de un
proceso Histórico. Crítica. Barcelona.
Páginas de Internet consultadas entre otras: http://man.mcu.es/ publicaciones/
VYNA/ pdf/ MOLINOS. pdf.