PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Hambre y Brujas.

Hambre y Brujas:


“Muchachas de La Higuera,
bajar al río
 y veréis la verbena
lo que ha crecio.”


Esta coplilla fue recogida por Antonio Alcalá Wenceslada (1883-1955). No sé, el ilustre investigador, escritor y académico, de dónde sacaría una imagen tan bucólica (la pongo tal y como aparece, con las faltas de ortografía). Difícil es que las muchachas de nuestro pueblo vayan al Guadalquivir a ver flores, más bien serían hortalizas. No es que el río fuese la despensa de Lahiguera pero sí que, en épocas de hambruna, por otra parte, bastantes frecuentes, la ribera del Guadalquivir fue saqueada por nuestros paisanos. Ni que decir tiene que a lo que más se iba al río era a trabajar, trabajos diversos y penosos.
Entonces, y hasta hace muy pocos años, la gente iba andando a todos sitios; algunos, los más pudientes, a lomos de una caballería, en una carreta. El camino de Andújar partía desde lo que era la calle de Mateico (Blas Infante) y continuaba por el Camino de Andújar (Cañada de las Nieves). A menudo, se buscaba el vado cercano al “Molino las Aceñas”, sobre todo para no pagar el portazgo; en época más reciente, para trasperlar. La rica orilla del Guadalquivir era una auténtica tentación.
Las épocas de hambre venían acompañadas con revueltas populares. A mediados del XVII, por ejemplo, hubo una rebelión que comenzó en Córdoba y se extendió por toda Andalucía. Una mujer con su hijo muerto en brazos, se había muerto de hambre, arengó a los hombres. Se asaltó el Pósito y al obispo, que salió a calmar los ánimos, se le escupió.
Nuestro Pósito estaba situado bajo el edificio del antiguo Ayuntamiento, Callejón del Pósito. Y ocupaba lo que ahora son las dos casas más cercanas y que forman parte del callejón, antes la casa que llamábamos de “Pepe Motoroto”. No hay que olvidar el papel del Pósito, era un almacén de grano, y cuando había hambre el trigo era más valioso que el oro. No creo que, según la estructura actual, se comunicaran ambos edificios, Pósito y Ayuntamiento,  por el segundo piso. La puerta del Pósito tenía dos cerraduras, y dos personas distintas tenían cada llave; por tanto, siempre como mínimo, había dos responsables cuando se accedía al grano. 

 (Antiguo pósito)

 

Las casas de los agricultores adinerados, en especial de los nobles e hijodalgos (hijos de algo), tenían en el techo, a unos metros de la entrada principal, un agujero. Servía para pasar una cuerda que se sujetaba a un palo acostado en el suelo de la cámara, de la cuerda se colgaba una romana. Así, el señor de la casa, podía supervisar el peso y la venta de su valioso grano. Este debe ser es el origen de la singular estructura de este callejón de la “Casa de Pepe Motoroto”. En ocasiones, el peso se hacía a la vista de todos, sin engañar. Ha quedado el techo donde pendía la cuerda.


 
El edificio del Ayuntamiento tenía un reloj, marcaba el pulso del pueblo. Tal era su importancia que del mantenimiento del reloj se encargaba un herrero, por si se estropeaba alguna pieza; por su trabajo, a veces, se le cedía  una vivienda.

En la novela picaresca “La Lozana Andaluza” (1528), se recoge un refranillo que era muy popular por estas tierras. Era un diálogo entre dos mujeres:

“-¿Quién te hizo puta?
-El vino y la fruta.

Tal era la necesidad de comer, de probar cosas ricas, que se vendía lo más preciado que se poseía. Cosas ricas, quería la Lozana, y variadas.
En el diccionario de Madoz (1846), se nos dice que Higuera de Arjona produce, entre otras cosas, almortas. Las almortas, también llamadas muelas de muerto por la forma parecida a esta pieza dental, salvaron muchas vidas. Goya tiene un grabado titulado “Gracias a las almortas”. Pero la alimentación exclusiva con este producto ocasionaba parálisis y más tarde la muerte. Así ocurrió, tras la Guerra Civil, en Cataluña y Levante, hubo muertos por la ingesta abusiva de almortas (latirismo). En estos años de la posguerra ya no se producen en nuestro término almortas, muchas vidas se hubieran salvado, sus efectos nocivos se conocían y el modo de evitarlos. Se consumían molidas, en una especie de gachas. Como alimento para el ganado aparecían enteras. Comprendemos a la Lozana.

 (Almortas)

 
Distinto, pero ligado a este tema, se encuentra el fenómeno de la brujería, que en nuestra tierra tenía comprobada tradición y considerable importancia. Véase de ejemplo la siguiente coplilla que cantaban las brujas, recogida por varios autores, entre ellos Alcalá Wenceslada.

Cuatro somos de Andújar,
dos de La Higuera
y la capitanilla
de Villanueva.

Existía otra variante:
Cuatro somos de Andújar,
tres de La Higuera
y la que toca el pandero
de Villanueva.



 
Decía que ambos fenómenos estaban ligados. Un cuerpo mal nutrido produce una mente débil, capaz de sufrir alucinaciones, en especial, en el caso de las brujas, si se ayuda de alguna droga. Y en personas de la población general que hasta las veían volar en sus escobas.
Las brujas eran temidas y respetadas. Se las buscaba para obtener remedios a males de cuerpo o del alma. Por ejemplo filtros amorosos, curar el “mal de ojo”, o remedios medicinales porque no se tenía para pagar los servicios de un médico. Otras muchas veces la intervención de una bruja efectuaba en el paciente un efecto placebo y se curaba, con lo que aumentaba la fe en ellas. Aún perduran algunas de estas creencias.
Se reunían en aquelarres, a veces todas las brujas de la comarca, quedan nombres en Arjona como el Callejón de las Brujas, Camino de las Brujas. Y, allí juntas, con “un chute”, alucinaban.
Ellas eran víctimas de su creencia. No se conocen autos de la Inquisición para con alguna bruja de Lahiguera, pero esto no quiere decir que no los hubiera. Un médico de Jaén propuso que en los juicios a las brujas, estas tenían que demostrar poder volar y convertirse en rana; sospechando que todo era una superchería. Porque las brujas afirmaban que lo eran y que tenían estos poderes. La Inquisición las quemaba por la supuesta adoración al diablo, que era el que les daba los poderes. Los “poderes” se los proporcionaban las drogas.


 (Belladona)


 (Verdolaga)


 
Una droga muy utilizada era la belladona (bella mujer, por la dilatación de la pupila que producía cuando se tomaba, o se untaban el cuerpo); pero aquí era difícil de conseguir. Nuestras brujas utilizaban otra planta alucinógena, muy abundante y enemiga de los hortelanos, la verdolaga. La verdolaga tiene un alcaloide con poderes alucinógenos muy fuertes, esta planta era las que las “hacía volar”.
Todavía se dice en nuestro pueblo el refranillo:

“No te ensanches, verdolaga,
 recógete un poquito,
que ni la huerta es tan grande,
ni el hortelano tan rico."

Esperemos que estos tiempos no vuelvan, sobretodo los de hambruna. Los de brujas... bueno, creo que todavía las hay.

Manuel Jiménez Barragán.
Lahiguera a 18/12/2011.




sábado, 3 de diciembre de 2011

Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar

El doctor Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar, otro ilustre Higuereño:



Era el año 1620, siendo alcalde mayor y regidor perpetuo de la villa de "La Yguera", Luis de Aguilar y Ventosillo (Ahumada Lara, Ignacio,1995), cuando otro higuereño familiar suyo, precisamente hermano de su esposa,  tan sólo unos años más tarde, llegaría a destacar por su buena gestión como prior de la Parroquia "Ntra. Sra. de la Expectación" en Cabra de Santo Cristo (Jaén). Este personaje fue: Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar, nacido igualmente en "La Yguera",  prior durante cuarenta años, los que transcurren entre 1636 y 1676.


Sobre este personaje, natural de la villa jiennense de Lahiguera y que por entonces era prior de la iglesia de Cabra del Santo Cristo, además del trabajo de Lázaro Gila Medina, puede verse también el de Ignacio Ahumada “De la vida doméstica en la villa de Lahiguera (Jaén): la carta de dote de doña Ana de Quesada y Aguilar (1620). Edición y estudio”, Homenaje a Luis Coronas, Jaén, Universidad, 2001, pp. 569-582. El documento al que aquí se alude fue redactado, en ausencia de escribano, por el referido prior, hermano por parte de madre de doña Ana de Quesada y Aguilar. Se constata que siendo hijos Francisco Palomino de Ledesma y Ana de Quesada de la misma madre, tenían diferente padre, manteniendo ambos el apellido Aguilar de la madre.



La Iglesia Parroquial es el Santuario del Santo Cristo de Burgos, centro de peregrinación al que acuden personas de diferentes poblaciones, recordando una tradición que se remonta al siglo XVII. Fue construida entre los siglos XVI y XVIII y constituye un claro ejemplo del primer barroco andaluz, por lo que fue declarada Monumento Nacional en 1979.


    Gracias a su buen hacer esta villa venera la Sagrada pintura del Santo Cristo de Burgos (Gila Medina, Lázaro, 1982). Su manera de actuar y determinación propiciaron que una pintura de paso por el pueblo, generara una devoción popular mas allá de los limites locales, provinciales y regionales y “La Cabrilla”, Cabra, llamada desde entonces Cabra de Santo Cristo fuera centro de peregrinación y devoción popular, y ello provocaría en esta localidad un período de prosperidad y engrandecimiento. De forma que nuestro paisano fue considerado y recordado durante muchos años como un gran benefactor de la población.





    Posiblemente  este personaje fuera de la misma rama familiar de Fray Blas Palomino, fundador en 1609 de la ciudad de Baler en Filipinas, como ya hemos divulgado en este blog. Se puede inferir que el apellido Palomino, originalmente de Andujar, tuviera en Higuera una rama, a la cual pertenecerían ambos personajes.



    Su importancia como personaje decisivo  y de feliz memoria en el engrandecimiento y desarrollo de esta población, se debe en que al año de haberse hecho cargo de la parroquia del pueblo, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Expectación, se produce un hecho accidental y fortuito, con “milagro” incluido que genera una devoción religiosa y popular a una pintura muy milagrosa, que representa un Cristo crucificado: “El Santo Cristo de Burgos”, imagen que disfrutaba de fama y el reconocimiento popular de haber realizado milagros en aquellos tiempos de la baja Edad Media. La población de España está empobrecida por guerras, epidemias de peste y pobreza; es una España, que aborda muchos gastos en la colonización americana, y en las guerras de religión en Europa, y el pueblo sencillo sufre esos periodos de escasez luchando por sobrevivir a tantas desgracias  y  sólo encuentran en la religión, en su Cristo y Vírgenes, la solución y esperanza a tantos males.



    La Cabrilla era una pequeña aldea situada al sureste del antiguo Santo Reino de Jaén, en el límite entre Jaén y Granada. Su amplio término municipal conforma el punto de unión entre la Subbética, representada en este lugar por el Macizo de Mágina, y el borde norte de la cuenca sedimentaria que constituye la depresión de Guadix-Baza.

    Históricamente nos interesa destacar sólo su pronta reconquista por Fernando III, en 1245, creándose un enclave o avanzadilla cristiana metida de lleno en el Reino Nazarí de Granada, aunque jurídicamente, por concesión real, pertenecía al Concejo de Úbeda. Durante la baja Edad Media fue objeto de innumerables razias o incursiones entre cristianos y musulmanes, de ahí su total despoblamiento y su poca importancia como núcleo de población.




    Una vez conquistada Granada, en 1492, llega la paz a estos territorios, si bien tendrá que pasar algún tiempo hasta que Carlos V, instó en varias ocasiones al Concejo de Úbeda su repoblación, llevada a cabo en 1545, con 50 vecinos o cabezas de familia, que recibirán cien cuerdas de labor, las llamadas suertes, al ser adjudicadas por sorteo y un solar para levantar su casa, erigiéndose paralelamente la parroquia, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Expectación.

    En 1561, ante las muchas posibilidades agroganaderas que ofrece la dehesa de  La Cabrilla, llegarán otros cien vecinos más, aunque sin dejar de depender de Úbeda. Ahora en vez de 100 cuerdas, se les asignará 50, y en última instancia 42, pues se dejará un resto para personas humildes, amén del solar para edificar. Desde el punto de vista eclesiástico, la parroquia dependerá del Arciprestazgo de Úbeda, mientras que desde el civil muy a finales de siglo, en 1592  a aquel inicial ayuntamiento cabrileño se le ceden varias competencias administrativas para facilitar la vida de estos primeros vecinos, cuya distancia de la metrópoli, de 8 leguas según los documentos, limitaba bastante su normal desarrollo.

    Surgen ahora sus primeras calles, amplias y rectas, a pesar de estar asentado el pueblo en la ladera de un gran cerro. Su trazado urbano, como corresponde a su momento histórico, es un claro ejemplo del modelo en damero o retícula, propio del Renacimiento. Es decir, manzanas o cuadras rectangulares con calles anchas y derechas, que se cortan en ángulo recto, dejando libre un amplio espacio para la plaza mayor, donde se levantarían los principales edificios ciudadanos: la iglesia parroquial, la primera iglesia, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Expectación.

    En líneas generales la vida de esta pequeña aldea transcurre con total normalidad, hasta 1637, en que un suceso imprevisto: la llegada de una copia en pintura, óleo sobre lienzo, del Santo Cristo de Burgos o de San Agustín va a darle a La Cabrilla una gran popularidad y una amplia proyección religiosa especialmente en Andalucía Oriental.



    Fue un hecho accidental, como anticipamos, el que hizo que, en la víspera del veinte de enero de 1637, llegara a esta pequeña aldea de pastores una copia en pintura del Cristo de Burgos. El relato de los hechos, que sacarían a este lugar del anonimato para convertirlo en un afamado y concurrido santuario de peregrinaciones, debido a su carácter tan extraordinario, fue recogido por varios medios y personalidades, más o menos coincidentes en su narración. No obstante, ahora seguiremos al carmelita descalzo, Fray Antonio de Jesús María, quien en su biografía del Cardenal Moscoso y Sandoval, obispo de Jaén cuando ocurrieron los hechos, le dedica un largo capítulo, siguiendo, como el mismo afirma, el escrito, que, de su puño y letra, le había facilitado el noble burgalés D. Jerónimo de Sanvítores y de la Portilla, legítimo propietario del lienzo.


    El texto del carmelita empieza en 1633, cuando D. Jerónimo, caballero santiaguista, estando en Madrid, como procurador a Cortes por su ciudad natal, Burgos, donde era alcalde mayor y perpetuo, con el tiempo alcanzaría altos cargos palatinos, sufrió una grave enfermedad, siendo, incluso, desahuciado por los médicos. Como buen burgalés, llevaba consigo un pequeño retrato del Santo Cristo del Convento de San Agustín. A Él se encomendó, ofreciéndole en gratitud visitar su capilla, lo que cumplió al recuperar la salud. Es ahora, cuando, deseando tener una copia más grande y hermosa, pide, sin éxito, a los religiosos agustinos licencia para poder hacerla. La imagen estaba oculta por unos velos que sólo se descubrían los viernes, momento que aprovechaban los devotos para visitarlo, por lo que sería muy molesto que al mismo tiempo un pintor estuviese allí trabajando.



    Vuelto a Madrid, ya que formaba parte del Consejo de Hacienda y Millones, consiguió el permiso del Provincial de la Orden, Padre Fray Diego de Rivadeneira, gracias, en parte, a la intervención de su hermano, el Padre Fray Alonso de Sanvítores, monje benedictino y a la sazón General de la Orden. Aunque sus muchas ocupaciones cortesanas hicieron que pasaran dos años sin materializar su anhelado deseo. Hará falta otro importante suceso para que D. Jerónimo, de nuevo, vuelva a pedir la protección del Cristo de Burgos. Se trata de su nombramiento como corregidor de México, capital del Virreinato de la Nueva España. Mas, sintiéndose ya sin fuerzas para tal aventura, suplica al rey Felipe IV se lo permute por otro encargo, acudiendo al Cristo de Burgos para que fuera su valedor ante el Monarca. El rey accede, nombrándolo corregidor de Guadix, Baza y Almería.  Estamos ya en 1636, siendo ahora cuando D. Jerónimo, estando en Burgos para preparar su traslado, logra hacer realidad su pretensión. El artista elegido será Jacinto Anguiano Ibarra, un artista de mediana calidad, discípulo de Mateo Cerezo, el Viejo, quien, tras pasar, el 20 de septiembre, cuatro horas en la capilla del Santo Cristo, elaboraría un boceto que, a continuación, terminaría en su estudio. Existe otra copia suya en la iglesia del Monasterio burgalés de las Huelgas. Así pues, el Cristo de Cabrilla tendría faldellín blanco, con una cenefa de encaje con delicadas puntillas, similar a unas enagüillas, de ahí que también, popularmente, se le haya conocido como “Santo Cristo de las Enagüillas”;  la calavera en la parte inferior, sobre ella un huevo de avestruz y no tres como siempre se dice. La confusión procede de que los clavos de los pies llevan las cabezas tan grandes que parezcan ser también huevos, y todo ello sobre un pequeño montículo —el Calvario o Gólgota—. A partir de aquí, las variantes crecen al hacerse muchas copias...no a partir del original, sino de grabados, descripciones orales de devotos, de otras reproducciones, etc.



    D. Jerónimo envía sus pertenencias a Guadix, su nuevo destino, llegando la comitiva a esta localidad, como hemos anticipado el 19 de enero. No obstante, y aparece recogido en éste y en otros textos más o menos coetáneos, antes de llegar a La Cabrilla ya ocurrieron algunos hechos especiales. Así al atravesar la caravana el río Jandulilla, que por la fecha venía bastante crecido, todas las cajas se mojaron, excepto la que transportaba enrollado el lienzo del Cristo, y una legua antes de llegar al pueblo el mulo que traía la caja cayó rendido al suelo. Se alojan en un mesón, donde el arriero cuenta lo que le había sucedido en el viaje, despertando la curiosidad de los huéspedes, que consiguen que se abra la caja para ver tan “milagroso Señor”. María Rienda, mujer de Juan de Soto Salas, vecinos ambos de  La Cabrilla, quien sufría una manquedad el brazo derecho(…no lo podía articular), por su intercesión obtiene la curación. Los vecinos emocionados y agradecidos se llevan al Cuadro a la iglesia parroquial, colocándolo provisionalmente en la capilla mayor y levantándose posteriormente una ermita en cada uno de estos lugares señalados para conmemorar tan extraordinarios sucesos.




    Ante esta situación, D. Jerónimo, como legítimo propietario del cuadro y con el apoyo de la ciudad de Guadix, pide al Nuncio su devolución, aunque ya recibía multitudinario culto en su iglesia parroquial. Sin embargo, aquí entra en juego la feliz y eficaz intervención de dos grandes personajes: por un lado el obispo de Jaén, cardenal Baltasar de Moscoso y Sandoval, y por otro el prior de la villa, el doctor Palomino de Ledesma y Aguilar (conocido como “el maestro Ledesma”, según él gustaba firmar), especialmente éste, pues guiado por motivaciones religiosas —a partir de aquí será un gran devoto del Cristo de Burgos— y quizás también pensando en los posibles beneficios de tipo económico, que la permanencia en su priorato de tan nombrado Cristo le pudieran reportar, negocia hábil y sutilmente entre unos y otros. El resultado de su gestión es que, el 14 de septiembre de tal año, D. Jerónimo de Sanvítores, dona a la iglesia de Cabra el lienzo. Previamente el obispo de Jaén, el Cardenal Sandoval, le había cedido a cambio una serie de privilegios, como el patronato de la capilla mayor de su iglesia, donde colocaría su escudo de armas, un relato con el milagroso suceso, construir una cripta para su enterramiento y que de todas las cofradías que se fundaran tendría prelación la de Guadix, debiendo ser recibida a la entrada de la localidad.


    Estos sucesos tendrán una gran repercusión geográfica, en la España del siglo XVII, agotada económicamente, diezmada su población por las epidemias de peste, las crisis de subsistencia, con las consiguientes hambrunas, y por las guerras, etc. Ante tal situación de la población el clima religioso alcanza altas cotas de exaltación, especialmente en el pueblo sencillo, que, abatido ante tanta calamidad al ser el más afectado por estas adversidades, vea en la religión, en general, y en algunas entrañables y veneradas imágenes de santos, de Cristo, y el Cristo de Burgos fue un caso singular,  los más eficaces remedios a tantos males y desgracias.




    Por eso Cabra se convertirá en un concurrido centro de peregrinación, ante la extraordinaria rapidez con que se difunde el suceso, poniendo para tal fin el doctor Palomino todos los medios a su alcance. Así consigue del cardenal Moscoso y Sandoval que la Parroquia sea también declarada Santuario del Santo Cristo de Burgos y él ser nombrado rector y capellán mayor del mismo. Igualmente consigue del Concejo Municipal, con unas atribuciones muy limitadas dependerá del de Úbeda hasta 1659, cuando Felipe IV vende su jurisdicción a José de Sanvítores, hijo de Jerónimo y primer vizconde de esta villa, que se adopte el nombre actual del pueblo de Cabra de Santo Cristo.  Pero sobre todo pone todo su afán en estructurar y organizar, una vez obtenidas las debidas licencias, el sistema de síndicos demandantes por casi todos los pueblos de Andalucía Oriental, a fin de canalizar, sin posibilidades de pérdida, los muchos donativos en especie, dinero, mandas testamentarias, etc., ofrecidos al Cristo de Burgos.


En consecuencia, ello sería una importante fuente de ingresos tanto para el santuario como para él, su rector y administrador, con los que iba a realizar múltiples obras de engrandecimiento de su fábrica, a fin de que el edificio resultara acorde con la alta misión espiritual que había adquirido. Incluso, no lo olvidemos, paralelamente la parroquia y su prior iban a convertirse en unos solventes prestamistas de su época, en el sentido más positivo del término.

 
    En la parte norte de la Plaza, entre el Ayuntamiento y el templo parroquial, aún estaba en pié hasta la década de los años 50, la casa que fuera del Prior D. Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar, casa que se levantara en la primera mitad del siglo XVII y que fue demolida durante los años 50. La casa lucía un elegante alzado, mezclaba elementos de construcción tradicional y noble, la puerta en el centro, de grandes dimensiones, estaba porticada con piedra. Sobre la puerta, un gran balcón con baranda de forja; completaban el alzado cuatro ventanas con una sencilla reja de forja, dos por planta, en perfecta simetría.

 
La casa del prior D. Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar, aparece situada en el centro, entre el Ayuntamiento y El Templo parroquial


    Así el mismo cardenal Moscoso y Sandoval, consciente de las muchas posibilidades económicas de la parroquia, obligaba al doctor Palomino a ayudar a otras, como fue el caso de los 300 ducados que se dan a la de Mancha Real para acabar de hacer la portada de los pies.

 
Desde esta perspectiva la casa que aparece junto al perfil de la torre es la del Prior D. Francisco Palomino de Ledesma y Aguilar

Otra fotografía de la mencionada casa.



    En cuanto a las ofrendas, muchos ejemplos podríamos aducir, mas sólo señalaremos algunos de los más ilustrativos. Así, en primer lugar, aunque las obras de la iglesia parroquial se iniciaron en 1587, su ritmo constructivo era muy lento porque los donativos de los lugareños, por su extrema pobreza y escaso número de vecinos, eran muy exiguos. Así, a lo largo de 1626, sólo se recibieron 28 reales para tal fin, mientras que del 21 de junio al 19 de septiembre de 1642, a los cinco años de llegar el Cristo de Burgos [1637] y en tan sólo tres meses, se recaudó la importante cantidad de 11.229 reales y 28 maravedíes, evidentemente aportados por los peregrinos que visitaban este santuario. Otros, en cambio, hacían su ofrenda de gratitud al Cristo de Cabrilla con algún objeto material, más o menos precioso, siendo en este sentido muy ilustrativo el inventario realizado por el visitador del obispado, D. Juan Pérez de Valenzuela, en 1646, donde figuran lámparas de plata, vasos sagrados, ornamentos litúrgicos, pinturas, etc. “...que muchas per / sonas devotas han dado...”. La lista supera el centenar de piezas, donadas, especialmente, por vecinos o lugares de las diócesis del antiguo Reino de Granada.


    Con estos sentidos presentes, que aumentarán con el tiempo, al compás que se incrementa y difunde la fama y devoción al Cristo de Cabrilla y los inventarios conservados son un claro testimonio, multitud de peregrinos a título personal, o pueblos en su conjunto le materializan su reconocimiento por algún favor recibido, contribuyendo, en definitiva al engrandecimiento de su templo, aunque hoy ya no queda nada.

Sería, fundamentalmente, en la segunda mitad del siglo XVII cuando se multiplicarían, especialmente a partir de la gran peste que asoló Andalucía durante el verano de 1649, y que se repetiría justo a los treinta años,  en 1679, siendo el Cristo de Cabrilla el referente obligado para sanos y enfermos, los unos solicitándole no verse afectados y los otros buscando recuperar la salud, que les librara de una muerte casi segura. Mas el verdadero cenit llegaría muy a comienzos del siglo XVIII, a raíz de un suceso extraordinario acaecido en la tarde del 27 de abril de 1698, en que, sacado en procesión para pedir la lluvia, ante la prolongada sequía el lienzo del Santo Cristo experimentó un copioso y extraño sudor, que arrancándole desde la cabeza le llegaba, a través de tres hilos, hasta los pies. Limpiado con unos corporales, se dio cuenta al obispo de Jaén, D. Antonio de Brizuela y Salamanca. Éste formó una comisión de expertos teólogos, físicos, pintores, etc., que lo examinaron, mas no hallaron razón natural alguna a tal suceso, por lo que el prelado, en ese mismo año lo declaró por sobrenatural y milagroso, ordenando que dichos corporales se guardasen en el convento de Santa Catalina de Baeza —aquí estuvieron en un relicario del coro bajo hasta 1936, si bien un pequeño fragmento de los mismos se veneró en esta parroquia en otro relicario hasta ese mismo año—.




     Finalmente, autorizó que se pintara un cuadro que recordara tan importante hecho sobrenatural y que se levantara en este lugar, la era de Antón Marín, donde comenzó tan singular portento, una ermita las dos últimas cosas aún se conservan y han sido restauradas recientemente La religiosidad al Santo Cristo se extendió por las provincias  de Almería (Serón, Beneji ) y Málaga (Alfarnatejo) donde llego a considerarse la advocación la patrona de estos pueblos.


    También por el antiguo Reino de Jaén, al que siempre perteneció esta localidad, la devoción al Cristo de Cabrilla tuvo una gran difusión. Está probado que hubo cofradía en Jaén, capital, donde paralelamente también se veneró con la otra advocación de Cristo de San Agustín, en Albánchez de Úbeda, Mancha Real, Andújar con sede en el antiguo convento de las Capuchinas, Torres, Jimena, etc. Especial significación tuvo la devoción en Úbeda, no en balde, Cabrilla, hasta 1659 dependerá de su Concejo, agrupando la cofradía a los criadores de ganado porcino y recibiendo culto en diversas iglesias. Igualmente, muy entrañable tuvo que ser la cofradía de la vecina y hermana localidad de Huelma, que donó toda la piedra necesaria para la gran fachada principal de la parroquia-santuario. 


    Sin embargo, donde la devoción al Cristo de Burgos o de Cabrilla arraigó y se difundió con gran fuerza e ímpetu fue en el antiguo Reino de Granada, merced a la creación de las poderosas cofradías de los Ganaderos del Reino de Granada, establecida en la Basílica de las Angustias —la primera capilla de la izquierda es la del Cristo de Cabrilla o de los Pastores—, y la de los Vaqueros de Sierra Nevada, con sede en la Parroquia de Mecina Bombaron, celebrando grandes solemnidades y difundiendo la devoción por todas las Alpujarras. Tal sería el caso de Lújar, ya en la Baja Alpujarra, donde también lo tienen por patrón. Si bien en Granada, también tuvo mucha fuerza y arraigo la otra advocación de Santo Cristo de San Agustín, nombrado en 1679 “Sagrado Protector de la Ciudad”.


    Otra prueba más del gran arraigo popular que gozó el Santo Cristo de Burgoso de Cabrilla, la tenemos en los protocolos notariales granadinos, pues aparece en numerosas mandas testamentarias, en las dotes matrimoniales y especialmente en los inventarios post mortem. La lista es muy extensa. Como simple botón de muestra diremos que, en el primer caso citado, en 1686, Francisco Salido Herrera en una de sus mandas testamentarias deja 30 ducados para que se le haga un velo.


    Por lo que atañe al segundo caso propuesto —dotes matrimoniales —en la de Josefa Vida, que iba a casar con el pintor Salvador Rubio de Rueda, figura una laminica de un Santo Cristo de Cabrilla con marco acharolado. Y, por último en  los inventarios post mortem, los testimonios se multiplican. Mas por su singularidad diremos que al morir el pintor real Pedro Bocanegra, dejó un Santo Cristo de Cabrilla, valorado por el arquitecto y pintor Teodoro Ardemans en 40 reales. Incluso, esta devoción, tan popular, también llegó a las más altas instancias granadinas, como lo prueba el sermón en su honor, pronunciado, el 17 de junio de 1668, por el capellán real D. Sancho de Guzmán Portocarrero en la iglesia del Convento de la Victoria, con motivo de la fiesta que le organizó la Real Chancillería. Incluso, el dramaturgo del círculo de Calderón, Agustín Moreto le dedicó una obra, valorando su fama como taumaturgo, recientemente publicada por el Prof. Aurelio Valladares Reguero.


    La primera hermandad en fundarse, según se deduce del acta notarial de donación del Santo Cristo, sería la de Guadix, si bien, no creemos que colmara las expectativas que se le habían ofrecido en dicho documento. Así, por ejemplo, por el testimonio del citado carmelita Fray Antonio de Jesús María de 1680, de las tres grandes solemnidades que se le dedicaba al Cristo de Burgos al año, la del veinte de enero la hacía la hermandad local de la Esclavitud, la del catorce de septiembre, cedida por ese documento en 1637a Guadix, era de los Ganaderos del Reino de Granada y Sierra Morena, y la última, el día de San Miguel, cuando concurrían todas las hermandades, corría a cargo de los Vaqueros de Sierra Nevada. El  hecho de que D. Jerónimo marchara pronto a Madrid [circa 1640], hizo que la hermandad accitana no alcanzara el rango que se le había previsto. No obstante, sí sabemos que honraba con diversos cultos a la copia del Santo Cristo existente en la catedral. No es ésta la única copia, pues en la Iglesia de la Virgen de Gracia, en el barrio de las Cuevas, hay otro cuadro, más pequeño, en su origen de devoción particular y está necesitado de una rápida restauración.


    También Baza tuvo dos cofradías: una con sede en el desaparecido convento de Nuestra Señora de los Ángeles, de franciscanas clarisas, y la otra en la Parroquia de Santiago, en la Iglesia Mayor existe una copia muy deteriorada, de mediados del Seiscientos. La cofradía local, popularmente la Esclavitud, no fue de las primeras, siendo sus fundadores 72 vecinos, —número simbólico pues nos recuerda aquellos otros tantos discípulos del Evangelio. Sus constituciones y estatutos fueron aprobados en 1669 por el obispo Rodríguez de Valderas. Gozó de muchos privilegios eclesiásticos, especialmente indulgencias y otros beneficios espirituales, siendo de destacar el breve pontificio del Papa Clemente XII, de 1734, concediendo indulgencia plenaria a todos sus cofrades y devotos que visitasen su santuario el día de San Miguel, tras cumplir diversos requisitos. 
  

    Precisamente este era el día grande, cuando concurrían todas las cofradías, que, en  1790, según el Dr. De la Moneda, eran en torno al centenar. Fue en tal fecha cuando se estableció el orden que cada una de ellas debería de seguir en la procesión, pues se había creado cierta confusión, fijándose la prelación en función de la mayor antigüedad. Igualmente sería este mismo prior quien agrupó en cinco partidos a los pueblos donde había un síndico-demandante encargado de recoger los donativos al Cristo de Cabrilla, buscando una mayor seguridad y eficacia.


    Un hecho importante es que también existe aquí un libro donde se recogen aquellos milagros más sobresalientes debidos a la intervención del Cristo de Cabrilla. Su cronología abarca casi un siglo, pues comienza con el ya señalado extraño sudor que experimentó el Lienzo en abril de 1698, fechándose el último en septiembre de 1790. El esquema narrativo, en casi todos los casos inscritos, es el mismo. El párroco de la localidad, que hacía de notario, acompañado de otras personas, redactaba el suceso extraordinario que el mismo protagonista le iba relatando, quien, para dar mayor veracidad a lo expuesto, venía acompañado de varios testigos del suceso, firmando todos al final de la respectiva acta. Casi todos llevan fecha de 29 de septiembre, pues al ser el día grande en su honor, el beneficiario aprovechaba la ocasión para acudir a esta localidad, pregonar por el pueblo el favor recibido, cumplir la promesa hecha en su día, misas, cohetes, donativos en dinero, etc, y dejar en la parroquia un cuadro alusivo al favor recibido.

No obstante, en algunos casos, en total son 17 relatos, el favor o la gracia se recibía en esta localidad, normalmente durante la procesión que se celebraba en las primeras horas de la tarde, dándose el caso curioso de que algunos peregrinos eran autorizados por el clero a hacer el recorrido procesional subido a las mismas andas, sin duda con el fin de conseguir con mayor garantía de éxito su ansiado deseo , así le sucedió al bastetano Pedro Antonio Moreno, quien, tras declarar que era totalmente ciego, el día de San Miguel de 1790, en la misma procesión recobró la vista—. Evidentemente, y sin ánimo de ser reiterativos, estos hechos especiales aumentarían aún más la devoción al Cristo de Burgos o de Cabrilla.


    Aunque no está nada claro, sería a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, donde se sucedieron una serie de circunstancias históricas nada propicias para este tipo de peregrinaciones y devociones. No obstante, el primer desencanto vino, en el citado año 1791, cuando el Dr. De la Moneda puso orden en el desfile procesional, señalándole a cada una su puesto en la misma, en función de su antigüedad, quedando algunas descontentas.


    Muy negativamente le afectaría la Invasión Francesa y la consiguiente Guerra de la Independencia. Una vez restablecida la paz, el Trienio Liberal  entre 1820 y 1823, con su fuerte carga anticlerical tampoco le sería muy propicio. La desamortización de Mendizábal, de 1835, dejó sin culto a muchos conventos, donde tenían su sede canónica algunas hermandades. En definitiva, la realidad es que al tomar posesión de la parroquia, en 1860, el prior D. Juan José Pugnaire Jiménez, afirmaba que ya no venía ninguna cofradía. Si bien debido a su celo e interés retornaron de nuevo las de Torres, Albánchez, Jimena y Guadix.


    Albánchez y Guadix lo siguieron haciendo hasta la proclamación de la II República, mientras que Torres y Jimena, salvo el paréntesis de la guerra civil, hasta bastante después, por lo cual su memoria y recuerdo, tan querido y entrañable, aún sigue presente en el alma y en el corazón de muchos cabrileños. El pueblo de Torres lo hizo hasta mediados de los años cincuenta, concretamente hasta el óbito de don Joaquín Fernández, su gran impulsor por gran devoción al Cristo de Cabrilla.

 
Hoy continúa la devoción al Santo Cristo de Burgos o de Cabrilla, cada 15 de agosto se celebra esta procesión: La del 15 de agosto de 2010, está recogida en el siguiente video:
Entrada del Cristo de Burgos en su Santuario de Cabra del Santo Cristo:


     Sin entrar en consideraciones religiosas y de la religiosidad popular de aquellos años, he tenido a bien dar a conocer la importancia de este paisano nuestro, en la vida y gentes de este pueblo giennense y de toda Andalucía Oriental,  donde fue reconocido permanentemente como bienhechor.
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Pedro Galán Galán.
Lahiguera a 3 de Diciembre de 2011.