PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 26 de septiembre de 2016

EL BANCO DE LA VIDA


EL BANCO DE LA VIDA



Lucía o la soledad.




A veces pienso que la soledad no es más que otra forma de estar acompañado. Acompañado del fantasma del que se fue o acompañado del ensordecedor ruido del vacío.

No todos los bancos son iguales. Como las personas, cada banco tiene su historia y no hace falta que  hablen para que sepamos que eso es así. Cada día procuro sentarme en uno diferente, diferente en el lugar, diferente en la perspectiva y diferente en el entorno.
La primera sensación que tengo al mirar un banco es su soledad. Es un espacio vacío que está pensado para ser llenado. Hoy me he ido a un parque de mi ciudad. Me he sentado en un lugar discreto, algo alejado del griterío de los niños con la pelota y de las madres que hablan mientras los vigilan. Otros bancos están ocupados por personas mayores que hablan poco entre ellas, quizás porque a estas edades sea más importante sentirte acompañado que hablar. He elegido este rato de soledad, necesario, y siento cierta paz al ver cómo discurre la vida y cómo progresa la tarde.
-Hola, joven. ¿Me puedo sentar aquí un ratito con usted?
Es una señora mayor. Ya se ha sentado antes de que yo pueda abrir la boca. Viene con bata de casa, algo descuidada en el peinado y con un bastón que aporrea ruidosamente en el suelo de arena. Desde el principio me ha caído bien. Me ha llamado joven y eso es suficiente. Hace mucho tiempo un grupo de niños que jugaba a las canicas en la acera me vieron de otra manera. “Eh, deja pasar al abuelo”, le decía el uno al otro. Me dolió. Somos diferentes en ojos diferentes.
-          Todas las tardes salgo un poquito. Vivo sola ¿sabe?  La casa se me cae encima. A estas horas de la tarde, cuando el sol se está yendo, cojo mi bastón y me vengo siempre a este banco, no sé por qué le tengo cariño. Si hay alguien, hablo y si no me distraigo mirando a la gente que pasa. Oiga, no le importará a usted que hable, ¿no?.
Por supuesto que no, pensé para mí. Si precisamente me he sentado aquí para eso, para que alguien me hable. Yo también necesito llenar mi vida con historias de los demás, no por caridad, sino por necesidad. Tú me vendes tu soledad, tóxica, y yo lo recibo como un regalo. Me dijo que se llamaba Lucía, por su abuela y que debido a eso y a pesar de su edad aún no se había puesto nunca gafas. Me sonreí. Me gusta la gente que tiene firmes creencias en estas cosas. Nuestras vidas no solamente las tenemos que llenar de pensamientos razonados, la irracionalidad es algo que llena, aunque no alimente. Nuestra historia está llena de irracionalidades.
-          Cuando se fue mi marido, me quedé con mis dos niños chicos. Trabajé como una burra para sacarlos adelante. Cuando se casaron, fue entonces que me di cuenta lo sola que me quedé. Mi vida se convirtió en un infierno. Oiga, hábleme de usted.
-          Yo no tengo nada que contarle, mi vida no tiene interés. A mí me interesa más su vida, su soledad.
-          Mire, cuando me quedé sola, tenía unas ansias enormes de hablar. Al que me encontraba lo cansaba contándole mis miserias. Pero con el tiempo me di cuenta que este no era el camino, que lo que tenía que hacer era todo lo contrario, escuchar. Cuando yo hablaba me producía un desahogo momentáneo, para después encontrarme más vacía aún. Veía que lo que conseguía de los demás era una enorme pena hacia mí y esto me desagrada enormemente. ¿A usted le gusta escuchar?
-          Pues no, la verdad es que me canso enseguida. Me cuesta mucho mantener la atención. ¿Tiene muchas ventajas escuchar?
-          Se sorprendería si viera lo bueno que es, por lo menos en mi caso. Lo primero que conseguí fue olvidarme de mí. No sabe usted lo importante que eso es. Cuando piensas en ti nada más es como si tuvieras dentro una fiera que va devorándote. Luego, la gente me cuenta sus historias y mi vida la lleno de esas historias y no es que me resuelvan el problema, pero me paso el día pensando en ellas y mientras tanto no pienso en mí. ¿Usted ha estado solo alguna vez?
-          Pues la verdad es que sí. Ya casi no me acordaba. Fue hace mucho tiempo. Ahora que lo pienso es verdad que sentía muchas ganas de hablar, hasta que encontré una mujer que hablaba por los cuatro costados y eso me obligaba a escuchar. Fue tremendo el esfuerzo que hice, pero es verdad, me ayudó. No lo había pensado nunca. ¿No ha vuelto a querer a otra persona?
-          Ay, amigo, no he tenido ni tiempo. Mis hijos ocuparon todas mis horas y a mi marido lo llevo siempre en el bolso. Con eso se lo digo todo. ¿Tiene usted muchos amigos?
-          Los amigos de hoy no son como los de antes. Hoy hay dos clases de amigos, los de siempre, de los que tengo solo dos o tres y los de Facebook. De esos tengo un montón. Se les llama amigos virtuales.
-          ¿Cómo son los amigos del Facebook?
-          Cómo le diría yo. Son unos amigos, que sabes que están ahí, que hablas con ellos, que te mandan fotos, que te escriben, pero que no los puedes ver, ni tocar ni irte de copas con ellos y que cuando se ponen pesados los despides.
-          Pues eso es interesante.
-          ¿El qué?
-          Que los puedas despedir. Mire, yo cada vez estoy más decepcionada de la gente, porque no sabes si estar sola o acompañada. Si estás sola te consumes tú misma con tus pensamientos y si estás acompañada te consumen los demás. Así es que, ¿sabe lo que hago? Lo que estoy haciendo ahora, me vengo a mi banco, hablo con el que se siente aquí conmigo y luego si te he visto no me acuerdo. Oiga, perdone por la sinceridad, no me refería a usted, que parece muy simpático y muy buena persona.
-          No se preocupe, estoy rodeado de gente sincera. Bueno, amiga, yo ya me tengo que ir, se me hace tarde.
-          Yo también, amigo. Ahora me preparo la cena, veo mis noticias y después mi peliculilla. Historias y más historias. No quiero recordar nada. Los recuerdos no hacen más que hundirme en mi miseria. ¡A tomar por saco los recuerdos! ¿Vendrá otro día por aquí?
-          No lo sé. Me gusta sentarme en bancos diferentes.
-          Quisiera que me explicara bien qué son es eso de los amigos virtuales. Me da en el cogote que me va a ir bien.


Lleno estaba el cielo de amigos
Cuando aún mi cielo era hermoso.
Al caer ahora la niebla
Los ha borrado todos.

                         Hermann Hesse.



                                                               JUAN JOSÉ GARCÍA BERDONCES

                                                               ELPRAT DE LLOBREGAT 26-09-2016


1 comentario:

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Buena es la prosa que utilizas, Juanjo. Pero me gustaría más si esos bancos fueran los de la Plaza de Lahiguera: el de la puerta de «Vicentillo», el de la «Peña». No sé si me entiendes.

Saludos.