PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

jueves, 5 de febrero de 2015

La calle Real


LA CALLE REAL


      Ahora llamada «Ramón y Cajal», tuvo anteriormente otros nombres como «Llana» y «Alfonso XIII». Siendo, el primero —Calle Llana—, el más tiempo empleado. El nombre de «Calle Real» lo tiene como una distinción al ser la calle de más categoría, por lo menos así se pensaba hasta hace poco, y no porque fuese su nombre oficial como ocurre en otras poblaciones.
      Nosotros, en este trabajo, llamaremos a las calles como en el siglo XIX, entrada blog: http://lahiguerajaen.blogspot.com.es/2011/09/callejero-decimononico.html.


      Veamos lo que, esta calle, nos cuenta. Comentaremos lo pequeños negocios, casi todos de postguerra, y los hechos históricos, anecdóticos, más relevantes. Estamos en la «Esquina Morcillo» y comenzamos a bajar:
       La casa de la centenaria María, la Monja, y su hija Elena; tenían un pequeño taller de confección  (nº 95).
      En tiempos pasados, al construir su vivienda un hombre poderoso, procuraba rodearse de su gente de confianza, sus criados; para que pudieran servirle con prontitud. De ahí que nos encontramos casas extremadamente grandes y, a su lado o enfrente, otras minúsculas.
      Frente a la Cuesta la Amargura se encontraba la casa de «Barbas». Era un caserón que muchos hemos conocido y que reunía todas las características de la vivienda tipo de nuestro pueblo, en este caso de un adinerado. Tenía una sola planta; mejor dicho dos, aunque la parte superior no era habitable, tenía los techos muy bajos y se dedicaba a guardar grano. La fachada era de tapial, blanqueada, con unas puertas negras debido a un aceite con las que se les impregnaba. Daba el aspecto de una destartalada robustez, no cabría pensar que allí hubiera vivido un ricachón.
      Cuando (son recuerdos personales) en la casa entraba me venía a la mente la historia del robo. La mayoría de las casas de Lahiguera solo tenían puertas al exterior, para resguardarse del frío o de posibles ladrones; las demás habitaciones no tenían puertas, solo cortinas. Esta casa sí que tenía macizos portones y recias aldabas. Barbas oyó ruido y abrió, más que un valiente se comportó como un imprudente; era una persona ensoberbecida. Lo estaban esperando, ladrones de Villanueva lo estaban esperando. Dicen que tenía un libro de «El Quijote» y en cada página un billete de mil pesetas. Todo se lo quitaron y le propinaron una buena paliza.
      No tuvo fama de buena persona; fue temido, en especial por los niños, a los que aporreaba con un bastón que siempre llevaba. Además, era tan rico como mísero. Cuentan que cuando veía a una criada con un palo para la lumbre, la volvía diciendo que mañana podía hacer más frío, que lo guardara. Barbas era el apodo de Francisco Martínez Lara.
     Seguimos bajando la calle. Nos encontramos el conjunto del Ayuntamiento (antiguo), nº 81. Pósito (casa Pepe Motoroto), y Ermita de Jesús (El Santo). Este fue el núcleo principal de la calle Llana. Era preceptivo, el poder civil representado por el edificio del ayuntamiento y el poder religioso simbolizado por la ermita, compartiendo el mismo espacio.
      En la fachada del ayuntamiento colgaba la pizarra del sindicato, quien por allí pasaba miraba a leer las novedades. Por esta razón se decía de algo que todo el mundo conocía: «eso está más visto que la pizarra del sindicato». Después el sindicato y su pizarra se trasladaron a la casa número 25, casa de Mateo, de esta misma calle. 

      El edificio del ayuntamiento estaba rematado por un pequeño murete de ladrillo, en cuyo centro había un reloj que, en sus buenos tiempos funcionaba, marcando con sus campanadas horarias la vida del pueblo. También, en este edificio, hubo escuelas de niños y niñas.
      *La foto corresponde a la salida de San Isidro, para procesionar, de la ermita de El Santo (también llamada ermita de Jesús, de San Sebastián); posiblemente la última procesión que sale desde esta iglesia. Conocemos la existencia de otra ermita en Santa Clara, de la que nada queda, ni el recuerdo.

      A continuación unas tiendas (siempre se tendrá presente a lo más antiguo, aunque p. ej. existan comercios en el mismo lugar actualmente). También hay que aclarar que algunos de los números de los comercios publicitados en los anuncios de periódico están mal, las casas no tenían número puesto en la fachada y la mayoría de la gente no sabía el número de su casa.
      Una tienda de comestibles, el dueño era José García Jiménez, conocido por Pepe Motoroto. 

       Cruzamos la calle, en la casa número 58 había una taberna, el dueño era el Chan de Pan-blanco.

Seguimos calle abajo, acera de los números impares. Nos encontramos con el estanco; poco después un comercio de tejidos, lo regentaba Cubilla.

      Un poco más abajo y casi enfrente, acera de pares, la tienda de Juan Montoro.





Luego hablaremos de su era.
      Cruzamos la calle, otro Juan, el Colorao. Afamado carpintero pero poco hábil con la gubia. Se contaba, con gran regocijo, que le llevaron el tronco de un gran árbol talado en el Chorrillo para que tallase una imagen religiosa. El carpintero comenzó a quitar madera casi acabando con el tronco.
—Maestro, parece que no va a salir un santo —le comentó un paisano. A lo que el escultor le contestó, sin pestañear.
— Un santo no sale; pero sí una buena «machacaera».

       En el solar de la casa donde vivió el matrimonio formado por Juanitico y Genoveva (nº 59), hubo anteriormente un molino de aceituna, de los llamados «de viga y quintal», al parecer era el único del pueblo de este tipo, la viga podía medir más de quince metros.

       Cera par, la tienda de Manolo Gavilán.

        Cruzamos, frente a la calle Mateico, la casa de los «Perenales», allí hubo también una tienda, alrededor de 1880, administrada por Francisco Jiménez.

      Por estas esquinas, Rafael, apodado Torrijas, con su voz ronca y rota, pregonaba:
DE PARTE... DEL SEÑOR ALCALDE... SE HACE SABER...
      Entramos en uno de los espacios singulares de nuestro pueblo, el sanctasanctórum de la calle. Aquí se desarrolla el Paso, la «Carrera de la Virgen»; durante centenares de años se ha llevado a cabo este acto de profundo y emocionante sentimiento religioso. También tenía, tiene, algo de rito iniciático para nuestros jóvenes.



      En la esquina, el horno de Antonio el Panaero (nº 32), hombre muy obeso y que gustaba de fumar su pipa en la barbería de Paco e Ignacio (nº 41). Antes, la casa de Eusebio (nº 43), donde tradicionalmente se arregla a la Virgen de los Dolores para la carrera.
      Los números 26, 28 y 30 correspondían a un mismo edificio: la Molina, un antiguo molino de cereal que ocupaba un solar inmenso, adquirido por Antonio Luis Mercado Navarro, secretario del ayuntamiento, y que fue dividido, por fachada, en tres partes iguales. En la primera casa, nº 30, vivió Antoniopanaero. La siguiente era la casa de Dominga Colmenero, cuyo sobrino, Rafael, fue médico oftalmólogo; más tarde la ocupó un veterinario: Don Juan Pérez Cabezas, y un hijo suyo es el prestigioso pediatra del que nos habló Pedro Galán en una entrada de este blog:  http://lahiguerajaen.blogspot.com.es/2012/03/el-profesor-doctor-don-juan-luis-perez.html.
La tercera casa, (nº 26), la hizo A. L. Mercado, en ella estuvo mucho tiempo la barbería, antes de trasladarse a la casa de enfrente, y una pequeña taberna. En la casa contigua (nº 24), hubo un molino de aceite. Cruzamos la calle, paramos en el cine Palomares (nº 39); junto al cine, la farmacia de doña Ana.
      Seguimos hasta la tienda de Juan José Zafra (nº 14), más abajo la oficina de los arbitrios. La fábrica de harina (nº 21), que ardió, de Jaime (Alcayata). El casino desaparecido (nº 15), el bar de Antonio el Manchego y la tienda de su mujer, Sara (nº 7). La Cueva, la panadería Los Niños (nº 6), la posada (nº 5).

      En el número 4 estaba el bar de Tiburcio, Anteriormente la peluquería de Chica con una confitería.

      El actual edificio del Ayuntamiento, donde en la parte de la calle Marqués del Puente hubo un molino de aceite.  http://lahiguerajaen.blogspot.com.es/2012/02/la-casa-del-ayuntamiento-de-lahiguera.

      Llegamos a un punto clave, la casa número 1 de esta calle, donde vivieron los dueños del cine Palomares, Juan y Gertrudis; también, aquí, hubo una tahona.

 Casa determinante para explicar parte del desarrollo urbanístico de Lahiguera. 
       Y, precisamente, esta calle llamada Llana, que nunca es llana, cuando comienza a serlo pierde este nombre; calle Mesones.

      Sabemos que lo números impares de las casas en una calle crecen a la izquierda, los pares lo hacen a la derecha. Así mismo, los números más bajos son lo que están más cerca del centro, del edificio del ayuntamiento. Se da la tremenda casualidad que, en Lahiguera, parece que esta regla se confirma. Pero es que el edificio del ayuntamiento actual no es el antiguo. ¿Entonces los números de las calles por qué coinciden como explica la norma? Cuando se pusieron números a las casas el actual edificio del ayuntamiento no existía, el ayuntamiento estaba ubicado al lado del Pósito, frente a la ermita de El Santo.
      La casa número 1 fue la primitiva estafeta de correos y, a partir de esta casa, se comenzaron a numerar las demás. Estafeta situada en un lugar estratégico, inicio de la calle Mesones, el topónimo es muy esclarecedor. Por aquí pasan los caminos que van a Andújar, Villanueva, Jaén. Camino hacia Arjona enlazando con el Camino Real, Camino de Málaga. Y la calle ofrecía mesones, posadas, para los transeúntes.
      Una vía importante era la que actualmente coincide con la carretera de Arjona. Cerca de la era de Juan Montoro, unos pocos metros hacia el oeste, existía una torre de vigilancia. Torre que, según la época, sirvió para dar seguridad o para que ninguna mercancía eludiera su impuesto. Aún hay quien llama a esta zona la «Torrecilla». Especial importancia debió tener, por los restos aparecidos, en el siglo XVII.
También, esta, sería la explicación de la urbanística de Lahiguera. Cabría preguntarse por qué no se extiende hacia el oeste el pueblo, la iglesia vieja está a pocos metros de las afueras (en el siglo XIX no había casas después de este templo), cuando debería estar en el centro de la localidad. La parte de abajo, esta encrucijada de caminos que hemos visto, tira de la población. Aquí debió existir un pequeño núcleo urbano que acabó por unirse con el principal.

*Los recortes de periódico corresponden a los años 1949 y 1954. Gentileza de Miguel Ángel Catalán Mercado.

Lahiguera, febrero de 2015
Manuel Jiménez Barragán




4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, Manuel, por regalarnos esta reseña histórica de la calle principal y la más larga de Lahiguera, y al mismo tiempo, las más "pateá" por cualquier higuereño o higuereña. No había acontecimiento por pequeño que fuera, que no tuviera lugar en esta calle: desde ir a buscar trabajo al pintar el alba, hasta los paseos vespertinos que dábamos los jóvenes, que ante la escasez de otro tipo de distracción, pateábamos la calle desde la esquina de Antonio "el panaero", hasta donde está actualmente el ayuntamiento; con, casi siempre, la infructuosa esperanza de que alguna chica, de las muchas que paseaban también por la calle, nos permitiera acercarnos a ellas para conversar, porque para otra cosa... Cuando a los mozos nos gustaba alguna mozuela, teníamos que armarnos de tanta paciencia como de perseverancia, porque podían pasar meses y meses sin que la chica diera una respuesta afirmativa y definitiva y cuya "oficialidad" se obtenía con "la rotura de la teja". La honradez de las mujeres, se solía medir por el tiempo que habían tardado estas en ser conquistadas.
Tampoco se puede olvidar las famosas y tradicionales procesiones de Semana Santa con sus "pasos" de Viernes Santo y de Domingo de Resurrección, y por su puesto, las fiestas de San Juan, que mi padre , y yo, en los últimos años que residí en el pueblo, nos encargábamos de engalanarla de banderitas de papel de todos los países del mundo y otras más sencillas de forma triangular de diversos y llamativos colores. Daba la impresión, vista de un extremo a otro, que se había puesto un techo multicolor a la calle. Hasta el ruido que hacían al ser movidas por el viento, cuando lo hacía, era tan agradable como singular, porque ya no lo volveríamos a sentir hasta el año siguiente.
Recuerdo como el hecho más singular e importante de mis 17 años de vida en el pueblo, la visita del Obispo de
Jaén. El Ayuntamiento, construyó un efímero arco triunfal justo delante de los arcos de la plaza, perpendicular al sentido de la calle. Mi padre se encargó de pintarlo con artísticas imitaciones a mármol, a semejanza del altar mayor de la iglesia de arriba, que también lo pintó él, y ladrillos. Mi ingenuidad de niño no acertó a comprender como algo tan bien hecho y tan bonito, y que los albañiles tardaron su tiempo en construirlo y que mi padre tardó una semana en pintarlo, lo empezaran a derribar cuando el coche en que viajaba el obispo, desapareció por la
esquina de la "Ollera" camino de regreso a la capital.

A. Teruel
(continuará)

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Buena evocación de la Calle Real que conocimos desde nuestros más tiernos años, y múltiples los recuerdos que acuden a la memoria con la entrada que acabas de publicar. Efectivamente, es cierto que a pesar de no ser la calle más llana del pueblo, recibió este nombre durante quizá mayor número de años. De siempre he supuesto que el nombre le vendría dado por comparación con las otras dos calles, que daban acceso a la parte más alta, poblada y más antigua del pueblo. Ante la Cuesta de los Caballos y la Cuesta Cabrera, es normal, que los predecesores nuestros la llamasen Calle Llana, en realidad era la más llana desde esa perspectiva, y la que tenía más vida en el pueblo al estar allí ubicados la gran mayoría de los comercios. También era la que tenía más panaderías: La de “Pan Blanco” enfrente del antiguo Ayuntamiento, la del “Antonio el Panaero”, la de “Gertrudis”, que después fue la de los ”Niños” actuales o los “Rubios”, antes de comprar éstos la casa de Anita Papafritas.
Volviendo al tema de las cuestas que como su nombre indican eran más apropiadas para el paso de los caballos y de las cabras, el otro paso natural eran los “lejíos” de las casas impares de la calle Real o Llana; pero claro no era un paso muy adecuado cuando las mozas de “allí arriba” venían a comprar o al paseo. Los “lejíos” han sido siempre para el paso de los animales de carga como medio de transporte y distribución y para servir de “casino de los pobres” en los largos periodos de lluvias invernales que ahora tan poco se repiten. Tan así era que según los trechos de los “lejíos” acudían los vecinos de su entorno de postigos y en el pasillo del mismo postigo se generaban conversaciones muy interesantes para así pasar la mañana y si se dice bien también las tardes lluviosas. Había muchas tertulias en la “Peña Mentirosa” y en otras que o no tenían nombre especial porque eran las del postigo del dueño que albergaba las tertulias, o no los recuerdo ahora.
Cordiales saludos.
Pedro Galán Galán

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Andrés:

Todo lo que dices de la calle es verdadero. Lo del sonido especial de las banderas y farolillos cuando el aire los movía lo recuerdo con añoranza. Era el mismo son de las hojas de las cañas en el Arroyo las Cañas, en especial esos días de tormenta que el viento las azotaba; por allí estaba yo con unas pocas cabras, era como si estuviera en San Juan. Si las campanas fueran de papel sonarían así; ojalá también fuesen de papel los cañones.

Con lo del obispo recuerdo una anécdota de un niño pequeño, mi primillo Antonio. Su tía le decía: vamos a ver al obispo, vamos a ver al obispo. Pero el niño no quería, por nada del mundo. La tía insistía y tiraba de su brazo. Ante tanta insistencia le preguntó: Tita, pero ¿pica?

Pedro:
Te habrás dado cuenta que he reformado esta entrada. Lo de la panadería que dices no sé... he estado preguntando y había un bar, con muchos escalones. Seguiré informándome, ya que sé como se cambia...
También he puesto lo que había en el edificio, número 4, donde se aloja ahora Unicaja.

Gracias a los dos.

Lahiguera dijo...

Para mi pesar… me he perdido muchas cosas de las que acontecieron en nuestro pueblo hace ya algunos años. Ahora tengo la oportunidad de transportar mi imaginación a aquellos tiempos… ayudado de este artículo. Ya me hubiera gustado conocer alguna de estas casas o lugares mencionados. Lo del molino de «de viga y quintal» me ha llamado enormemente la atención: ¡cuántas cosas pasan al olvido sin ser conocidas por la mayoría de nosotros!. Lástima no se conservara parte del mencionado molino, que algo aportaría a este pueblo y su historia. Gracias a este tipo de documentos, muchas de estas cosas no quedarán en la total oscuridad.
El modo de escribir este artículo nos hace casi ir andando por esta calle, en ocasiones casi diría aliviando con nuestros pasos, pasando de número en número de aquellas casas para llegar a esos lugares que mencionas con acertada quietud.
Cuando mencionas al “maestro colorado”, “afamado carpintero”, me viene al recuerdo esa anécdota que tan brevemente nos cuentas, y que tantas veces escuché a mi padre contar “que decían”. Parece ser…que Doña Magdalena, una maestra de aquellos años, le insinuó (a este carpintero) que sacara una talla de San Pedro de aquel tronco; al parecer…cuando “metió mano” con la gubia y quitar madera, le dijo que tal San Pedro no saldría…”que no estaría dentro” …y entonces comentó que intentaría sacar una Purísima, que era más pequeña. De igual modo, al ir devastando la madera, tampoco saldría la mencionada…dada la carencia de material, y entonces le dijo que… a ver si pudiera salir un Niño Jesús (de dimensiones más pequeñas). Volvió a “meter mano”…y de nuevo faltaba madera; así que concluyó diciendo esa famosa frase que mencionas: “un San Pedro…no; una Purísima…no; un Niño Jesús…tampoco, pero va a salir una “machacaera” que va a hacer el ajo sola”. He de aclarar, que mi padre preguntó por esta anécdota al mencionado carpintero, y que con risa socarrona le contestó que eso no era verdad, que la gente lo contaba para meterse con él. Sea como fuere…ahí quedó este precioso “suceso” para la historia de nuestro pueblo.

Estamos a la espera de la siguiente calle.

Juan José Mercado Gavilán.