PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

viernes, 21 de marzo de 2014

EL REY JUAN II DE CASTILLA

EL REY JUAN II DE CASTILLA: CONCESIÓN DEL DUCADO DE ARJONA A DON FADRIQUE DE ARAGÓN, LA VENTA A DON ALVARO DE LUNA, CONDESTABLE DE CASTILLA, POR 20.000 FLORINES.

EL 19 DE JULIO DE 1434 DON ALVARO DE LUNA PERMUTA ARJONA, LA HIGUERA, ARJONILLA, RECENA Y TRES CUARTAS PARTES DE JIMENA Y 30.000 MARAVEDÍES DE JURO EN LA RENTA DEL ALMOJARIFAZGO Y ESCRIBANÍAS DE CIUDAD REAL, A CAMBIO DE MAQUEDA, SAN SILVESTRE Y EL COLMENAR, CON LO QUE LA HIGUERA PASA A  LA ORDEN DE CALATRAVA.

Entramos en una parte de nuestra historia más documentada, aunque para ello irremediablemente tenemos que referirnos a la historia de nuestros pueblos vecinos mayores: Andújar y Arjona.

    Nuestro pueblo pasó a manos del Reino de Castilla, tras el Pacto del Castillo de Baños de la Encina, entre el rey castellano y el de la Taifa de Baeza. En 1225, Al-Bayyasi entrega a Fernando III el Santo las villas de Andújar  y sus torres (entre ellas Figueruela) y Martos (también ha sido objeto de nuestra atención en un reciente artículo). En 1292 se otorgó privilegio real para la entrega de la aldea de “La Fuente de la Figuera” a mano de la jurisdicción de Andújar, llamándose entonces “Higuera de Anduxar” concesión que duró hasta el siglo XVII, a excepción de la breve adjudicación del rey Juan II como parte incluida en el  Ducado de Arjona al Duque de Luna Don Fadrique de Aragón, y su posterior venta a don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla y su permuta final a la Orden de Calatrava. Entonces pasó a ser aldea de Arjona, dentro del Señorío de Calatrava, en la denominada “Vara de Arjona” fue llamada “La Higuera cerca de Arjona”.

Según puede apreciarse en la parte central superior de esta imagen, al lado del borde izquierdo del titulo del mapa, encontramos el nombre de “Higuera cerca de Arjona ó de Andujar. Es encima de la DE mayúscula de la denominación VARA DE ARJONA, a la derecha aparece Corbul separada por la línea que lo adjudica al PARTIDO DE JAÉN.

Aparece referenciada la población de Lahiguera con el nombre de “Higuera cerca de Arjona ó de Andujar”. Una muestra de la indefinición permanente, residuo de su historia, que perduraba en 1785.

Mapa geográfico del Partido de Martos. Perteneciente a la Orden de Calatrava, comprehende el gobierno de su nombre y las Varas de Porcuna, Arjona y Torreximeno, hecho de acuerdo y ¿a coste? del Real y Supremo Consejo de las Ordenes.  Por Don Tomás  López geógrafo de los Dominios de S.M. Madrid año de 1785. En este mapa aparece la denominación la “Vara de Arjona” de la que “La Higuera cerca de Arjona ó de Andujar” formaba parte en ese tiempo.

    Arjona perteneció durante un tiempo al Concejo de Jaén desde su conquista en 1244, pero en 1285 los arjoneros dejaron de pertenecer al referido concejo; para convertirse en 1430 en un señorío con don Fadrique de Aragón, después paso al Condestable don Álvaro de Luna y así se mantuvo hasta 1434 en que pasaron junto con La Figuera o “Fuente de la Figuera” al dominio de la Orden de Calatrava.

    Suponemos que en el intento de fortalecer las defensas castellanas frente a los ataques nazaríes, surgiría la necesidad de construir un castillo- fortaleza en La Fuente de la Figuera, de este modo se propiciaba la construcción de la fortaleza que hoy denominamos Castillo de la Tercia. Hay quien piensa que quizá desde 1225 o 1226 fecha de la posesión de Fernando sobre Andújar y La Fuente de la Figuera, o como mucho, tal vez, desde 1244 año de la definitiva conquista de Arjona, se tratara de consolidar la posición de La Fuente de la Figuera por su inmejorable situación estratégica en la frontera del creciente estado nazarí y las nuevas tierras administradas por Fernando III rey de Castilla y León; en unas fechas u otras  suponemos que se iniciaría la construcción del Castillo de La Fuente de la Figuera, personalmente me inclino por las fechas primeras debido a la necesidad de vigilancia de la frontera con Arjona.

    El castillo-fortaleza de La Tercia, cuyos restos conocemos hoy en el pueblo como La Tercia (hoy en manos particulares), es el nombre heredado por la función de almacenamiento de los productos que componían los impuestos de los tercios reales, que desde esos años en adelante, el reino de Castilla estableció para todos sus súbditos, entre otras contribuciones. Estas fortificaciones eran atalayas y albacaras o castillos de refugio que más tarde se transformaron en castillos rurales.  (Eslava Galán, J. 1999, 158 (1)

    El asentamiento medieval de la población de La Fuente de la Figuera, se fue conformando alrededor del Castillo de la Tercia como una cortijada, a partir de un inicial emplazamiento de una torre castillo-fortaleza de vigilancia, que pudo cambiar de dueños de árabes a cristianos y viceversa en varias ocasiones, dada su importancia estratégica, que seguramente se fue considerando progresivamente de más importancia,  por las dificultades que para Fernando III supusieron la conquista de otras plazas en manos árabes, y de tanta importancia como fue Arjona, conquistada en 1244, unos 19 años tras la conquista de La Fuente de la Figuera. La importancia estratégica del Castillo de la Tercia se comprende por la función asignada por Castilla de ser torre de vigilancia, desde la que divisar otros baluartes tan importantes como Arjona, Andújar o el gran Alfoz de Jaén. Junto al torreón se levantó, a finales del siglo XV, la antigua Iglesia de Nuestra Señora María de la Consolación, que sin lugar a dudas habría de servir de  capilla al Castillo en tiempos calatravos, que conserva un artesonado mudéjar con una sencilla estructura de par y nudillo con cinco tirantes ornamentados con lacerías que apoyan en canes y que, en sotacoro, apoyan sobre  un puente transversal sostenido por una columna jónica y zapata de madera decorada con grandes hojas de acanto. Un siglo más tarde, en la misma línea de austeridad, se construyó, un vano adintelado con pilastras toscanas carentes de elementos decorativos. Por el estado de deterioro de la techumbre se ha retocado la cubierta del techo, con cambios de las maderas deterioradas en dos ocasiones, parece que esta segunda vez con más acierto que en la primera. En uno de estos arreglos, supongo que en el primero, se rompió la piedra que servia de escalón de entrada al templo, piedra de la misma clase de arenisca que la de las pilastras de los laterales de la puerta. Suponemos que se haría con idea de facilitar la salida del Nazareno en cada Viernes de Dolor. Una perdida injustificada. Ahora el atropello a la Tercia y al Templo del siglo XV parece que va por construir entre ellos un salón nave para alojar a alguna cofradía y sus preparativos. Es penoso que se pudiese llegar a construir tal nave, pues en este entorno está la historia de nuestro pueblo enterrada y los ciudadanos de Lahiguera desconfiamos de que las obras puedan respetar los restos arqueológicos del subsuelo, tal como hace unos meses ocurrió con la aparición de unos restos humanos aparecidos en el lugar, de los que el encargado de obras terminó dando cuenta del hallazgo con una patada a los huesos y la continuación de su labor encomendada por el Ayuntamiento. No es la primera vez que esto ocurre, recordaremos que hace unos años en la calle Gran Vía en su parte más alta apareció lo que se consideró una tumba romana, que sufrió igual tratamiento por parte de los empleados municipales. Ya debe ser hora de que el alcalde comunique a sus empleados que ante la aparición de unos restos arqueológicos al menos se de constancia de ello a las autoridades de la Delegación de la Consejería de Cultura de Jaén, para que se determine la importancia del hallazgo y su tratamiento legal. Hasta ahora todos estos y otros casos han quedado en el silencio de los vecinos, en la pérdida del resto arqueológico y el olvido; parece que poco a poco la respuesta ciudadana empezará a dar sus frutos y ante casos similares se termine denunciando esas actuaciones ante las autoridades y los medios de comunicación.

    La Orden de Calatrava hizo profundas reparaciones en las fortificaciones de Arjona especialmente en su castillo, en 1450 y 1456, cabe pensar que pudo ser esta fecha la del comienzo de la construcción del Castillo de La Tercia. Los almohades ya habían emprendido, quizá a finales del siglo XII, la fortificación de la ciudad de Arjona. Arjona después de una larga tradición realenga, abandona su condición en 1396, año en que los tutores del joven Enrique III hicieron donación de la villa a Ruy López Dávalos, Condestable de Castilla. Ruy López Dávalos (Úbeda, 1357 – Valencia, 6 de enero de 1428) fue un noble, político y militar castellano titulado II conde de Ribadeo, que ocupó los cargos de Condestable de Castilla y adelantado mayor del Reino de Murcia. Tras una fructífera vida en la corte castellana como valido de los reyes Enrique III y Juan II de Castilla, su apoyo al infante Enrique de Aragón y su consiguiente participación en el Golpe de Tordesillas, fueron la causa de su caída en 1422, perdiendo su cargo de condestable y siendo desposeído de sus bienes, falleciendo en su destierro en Valencia acogido a la tutela de Alfonso V de Aragón. Perteneciente a la Casa de Dávalos, fue bisnieto de Lope Fernández Dávalos, alcaide de Úbeda a principios del siglo XIV por el rey Fernando IV de Castilla, y cabeza de los Dávalos en ella; hermano de éste fue también Pedro López Dávalos, alcaide de Quesada (Jaén). Nacido en Úbeda en el año 1357, fue educado para la carrera militar dentro de las reglas de la caballería, que asumía ideales tales como el valor, la fe, la justicia, la generosidad, la lealtad y sobre todo la nobleza. Ruy López Dávalos alcanzó fama y fortuna a lo largo del siglo XIV, siendo nombrado adelantado mayor del Reino de Murcia en 1396, y condestable de Castilla desde el año 1400. Fue valido y camarero mayor de Enrique III de Castilla. Dentro de su gran fortuna se incluían los señoríos de Arenas de San Pedro, Colmenar de las Ferrerías de Ávila, La Torre de Esteban Hambrán, Castillo de Bayuela y Arcos de la Frontera, entre otros lugares, y también fue II conde de Ribadeo desde el 2 de mayo de 1401, por compra que hizo del título a Pedro Le Vesque de Vilaines, compañero de Bertrand du Guesclin, luego de tomar la decisión de retornar a París. Erigió el castillo de Arenas de San Pedro entre los años 1395 y 1423, y un gran palacio que sería demolido tras caer en desgracia en cuyo solar se edificaría a comienzos del siglo XVI, otro conocido como la Casa de las Torres en Úbeda, comandado por Andrés Dávalos de la Cueva.

Rey Juan II de Castilla.
En la minoría de edad de Juan II de Castilla, Ruy López Dávalos fue partidario fiel de Fernando de Antequera y, posteriormente al nombramiento de este como rey de Aragón bajo el nombre de Fernando I de Aragón, de sus hijos los infantes de Aragón, especialmente de Enrique de Aragón. Su apoyo a este infante fue causa de su caída en 1422, perdiendo su cargo de condestable, que pasó entonces al joven cortesano Álvaro de Luna, mano derecha de Juan II. Apoyó el Golpe de Tordesillas de julio de 1420 por el que Enrique tomaría el control sobre su primo Juan II de Castilla y de toda la corte castellana. Pero el rey Juan II tras ser obligado a contraer matrimonio en Ávila muy poco después con María de Aragón, hermana de Enrique, se apoyó en Álvaro de Luna para librarse del control de su primo y del condestable Dávalos, y hallándose en Talavera de la Reina huyó con el de Luna (Álvaro) una noche de finales de noviembre de 1420, encontrando refugio en el castillo de La Puebla de Montalbán. El cerco infructuoso al castillo por parte de las tropas de don Enrique de Aragón, inició su caída en desgracia y la del condestable Dávalos. Tuvieron que huir; en el caso del condestable Ruy López Dávalos a buscar refugio al reino de Aragón, junto a la infanta doña Catalina, esposa de Enrique de Aragón. Éste, en cambio, fue llevado preso a las mazmorras del castillo de Mora.

Don Álvaro de Luna

En una muy meditada operación, Álvaro de Luna consiguió en 1423 que el rey Juan II de Castilla procesara al condestable Dávalos en falsa acusación por supuestos tratos con los musulmanes para despojarle de sus bienes y honores. La situación se perpetúa hasta 1423, año en que el citado Condestable cae en desgracia y se ve obligado a exiliarse en Valencia, donde moriría oscuramente unos años más tarde. De hecho Álvaro de Luna se apropió de su título y patrimonio. Ruy López Dávalos no regresó nunca a Castilla, sino que murió desterrado en Valencia, acogido a la tutela del rey Alfonso V de Aragón, el 6 de enero de 1428. La causa de su caída había sido la de haber sido un firme y decidido partidario del Infante Enrique de Aragón. Así Arjona en unión de las demás villas de su término: La Figuera (Lahiguera hoy), Arjonilla y Escañuela, pasaron a convertirse en recompensa para uno de los vencedores de ese momento histórico, El Duque don Fadrique de Castro, que además del señorío de la villa, de interés para él más que dudoso, dado el alejamiento de sus posesiones gallegas, obtiene la dignidad ducal que le convierte en el único duque de Castilla y cabeza de la nobleza titulada.

    Poco después don Fadrique se alineó con los enemigos de antaño, los Infantes de Aragón y durante la breve etapa del destierro de Álvaro de Luna, debió ser considerado como el primer noble de Castilla; pero la torpeza política de don Fadrique y sus aliados los infantes de Aragón posibilitó la vuelta del Condestable Álvaro de Luna y su cumplida venganza, que llevaría a efecto de forma fulminante, culminando la venganza en la expulsión de Castilla de los Infantes y en la guerra entre ambos reinos.

    El gran perdedor de todo este asunto fue sin lugar a dudas el ya mencionado duque de Arjona don Fadrique de Castro, pues Álvaro de Luna no había perdonado su anterior extrañamiento y de nuevo se asiste a un fenómeno muy habitual durante el siglo XV, como era la confiscación de bienes de los perdedores a manos de los ganadores de la partida librada.

    Don Fadrique de Castro o de Aragón, conde de Luna, nieto del rey aragonés Martín el Humano, exiliado de Aragón en 1430, había nacido en Sicilia, hacia 1400 o 1403  y murió en Ureña, el 29 de mayo de 1438. Fue duque de Arjona, conde de Luna, señor de Cuellar (1430 - 1433) y de Segorbe. Ilegítimo por su nacimiento, al fallecer en 1407 el hijo fruto del matrimonio de Martín el Joven con Blanca I de Navarra, su padre inicia el proceso de legitimación que lo convertiría en su heredero para lo cual le concede los títulos de conde de Luna y señor de Segorbe. Hijo del rey de Sicilia Martín el Joven fruto de la relación extramatrimonial de este con la noble Tarsia Rizzari, al fallecer su padre sin descendencia masculina en 1409 se convirtió en uno de los aspirantes a la Corona de Aragón que quedo vacante tras la muerte en 1410 de Martín I de Aragón. La muerte por paludismo de Martín el Joven interrumpe el proceso de legitimación que aún no había culminado, proceso que es retomado entonces por su abuelo, el rey Martín I, que recurre a Benedicto XIII, pariente de su fallecida esposa María de Luna, para con su apoyo elaborar un plan que legitimase a Fadrique de Aragón para sucederle como rey de Sicilia y soberano a la Corona de Aragón.

    El papa preparó el documento de legitimación el 1 de junio de 1410, pero la muerte de Martín I el día anterior hizo que el pontífice no se encontrara con la suficiente fuerza moral para proceder a la legitimación por sí solo. Se abre con ello un periodo de dos años conocido como interregno en el que trono aragonés permaneció vacante y el reino al borde de la guerra civil, ya que surgieron hasta seis pretendientes al trono, entre ellos el conde de Luna Fadrique de Aragón. Las Cortes de Aragón, Cataluña  y Valencia decidieron solucionar la crisis sucesoria del trono mediante el arbitraje para lo cual cada una de ellas nombró a tres representantes que el denominado “Compromiso de Caspe”, celebrado en 1412, y decidieron que el soberano de la Corona de Aragón y rey de Sicilia habría de ser Fernando de Trastámara, hermano de Juan II de Trastámara rey de Castilla.

    Tras el Compromiso de Caspe, en el que Fadrique de Aragón, no obtendría ningún voto, y al ser aún menor de edad, es puesto bajo la tutela de Ramón de Torrelles y Blanes y reconoció a Fernando I de Trastámara como rey de Aragón y a su hijo Alfonso como heredero, pero Fadrique mantuvo sus pretensiones al trono siciliano enfrentándose a la viuda de su padre doña Blanca I de Navarra. Al alcanzar la mayoría de edad participa, con el título de almirante, en la expedición que contra la isla de Gerba comandaba el infante Pedro, duque de Noto. Reclamada su presencia en la corte debido a sus pretensiones sobre el reino de Sicilia, se casó con Violante Luisa de Mur, aunque el matrimonio fue breve al abandonar a su esposa, y lejos de dejar sus pretensiones al trono siciliano maniobró políticamente para obtenerlo, lo que provocó el malestar de Alfonso V de Aragón que lo declaró en rebeldía en 1430 obligando a Fadrique de Castro o de Aragón, a buscar refugio en el Reino de Castilla cuyo rey, Juan II se encontraba entonces en guerra contra Aragón.

    En esta fecha y circunstancia es cuando se redacta la carta que reproducimos en páginas siguientes

    El documento de referencia es “La carta de donación del rey Juan II a favor de Fadrique de Aragón, conde de Luna, de la ciudad de Arjona, lugares de Alharilla, la Higuera y Recena, y los bienes que habían pertenecido al Conde Ruy López Dávalos en Menjíbar y tres cuartas partes de Jimena.” Es una carta fechada el 24 de Agosto de 1430 en Segovia. Archivo de los Duques de Alba, Jodar, Caja 19, nº 4. El texto de la carta dice así:

“Don  Iohan  por la  gracia  de  Dios , Rey de Castilla , de  Leon , de Toledo , de  Galizia , de  Sevilla , de  Cordova , de  Murcia , de  Iahen , del Algarbe , de  Algezira  e  Señor de  Vizcaya  e  de Molina .
Considerando  el  grand  debdo  que  con  vos  don Fadrique  de  Aragon , conde  de  Luna , mi  primo , comigo  avedes , e  los  muchos  e  buenos  e  leales servicios  que  me  vos  avedes  fecho  e  de  cada  dia fazedes , e  queriendo  acrecentar vuestra  casa , e  por vos  fazer bien  e  merced  fago  vos  gracia  e donación  por  juro  de   heredat  para  siempre  jamas  de  la  mi  villa  de  Arjona  con  su  castillo  e fortaleza  e  toda  su  tierra  e  terminos  e  distritos  e  aldeas , e  con  todas  sus  pertenencias , e  otrosy vos  fago  gracia  e  donacion  por juro  de  heredat para  siempre  jamas  del  mi  lugar de  Alfarilla  que es  entre  la  dicha  Arjona  e  la  villa  de  Porcuna , e  del  lugar que  dizen  La Figuera  que  esta  pegado  a  la  dicha  villa  de  Arjona , con  su  torre e  cortijo , e  Recena  con  su  castillo  e dehesas , e  los  bienes , que  Ruy  Lopez  Davalos  mi  Condestable que  fue  de  Castilla  avia  en  Mengibar, segund quel  Condestable  lo  tenia  e  las  tres  cuartas partes  de  la  villa  de  Ximena  con  su  castillo  e fortaleza  e  de  la  mentad  del  lugar  de  Ybros, quedando  a  salvo  a  Men  Rodriguez  de  Benavides  su  derecho  de  la  ypoteca  que  diz  que tiene  a  la  mentad  del  dicho  lugar  por  razon  de su  casamiento . E  fago  vos  merced  de  la  dicha villa  de  Arjona  e  de  la  dicha  villa  de  Ximena  e de  otros  lugares  suso dichos  e  en  la  manera  que susodicha  es , con  sus  castillos  e  fortalezas  e  con sus  tierras  e  terminos  e  distritos  e  con  los vasallos  e  vecinos  e  moradores  dellas  e  de  cada una  dellas  e  quales  pertenecen  e   pertenecer devan  en  cualquier  manera,  e  con  los  pechos  e derechos  e  penas  e  calopnias  pertenecientes  al señorio  de  las  dichas  villas  e  logares  e  de  cada una  dellas , e  con  las  martiniegas  e  yantares  e escribanías  e  portadgos  e  con  todos  sus montes  e prados  e  pastos  e  dehesas  e  rios  e  con  todas  las otras  pertenencias  de  cualquier  natura  que  sean o  ser  puedan , e  con  la  justicia  civil  e  criminal alta  e  baxa  e mero  e  misto  imperio , e  con  los regimientos  dellas , quedando  ende  todavía  para mi  e  para  los  reyes  que  después  de  mi  fueren , la mayoria  de  la  justicia , e  otrosy  alcabalas  e monedas  e  tercias  e  pedidos  quando  las  otras villas  de  mis  regnos  me  las  uvieren  de  pagar, e otrosy  mineras  de  Oro  e  plata  e  otrosy  metales cualesquier, e  las  otras  cosas  que  pertenescen  al señorio  real  que  no  se  pueden  apartar  del .. De las  quales  dichas  villas  e  logares  con  sus  tierras e  pertenencias  en  la manera  que  dicha  es , vos  yo fago  merced  de  mi  cierta  sabiduria  ansy  como de  cosa  mia  libre  e  propia  e  por mi  poseyda, syn enbargo  e  contradicción  de persona  alguna de cualquier estado  o  condicion  que  sean . E  quiero es  mi  merced  que   sean  para  vos  e  para  vuestros  herederos  e  para  quien  vos quisieredes  e   por bien tuvieredes  e  las  podades  vender e  enpeñar e  dar e enajenar  en  vuestra  vida  o  al  tiempo  de  vuestro finamiento  e  fazer dellas  mayoradgo  o  division, con  las  condiciones  que  vos  quisieredes , e  fagades  dellas  e  en  ellas  e  de  cada  parte  dellas como  de  cosa  vuestra  propia  tanto  que  lo  no fagades  con  la  iglesia  ni  monasterio  ni  con  ome de  orden  ni  de  religión  syn  mi  licencia  e especial  mandado  ni  con  persona  que  sea  de fuera  de  mis  regnos . E  por la  presente vos  do  e entrego  la  tenencia  e  posesyon  e  propiedat  e señorio  de  las  villas  e  logares  e  sus  tierras  con todos  los  derechos  a  ellas  pertenecientes  e  los otros  sobre  dichos  de  que  vos  fago  merced , e  con sus  castillos  e  fortalezas . E  mando  a  los  concejos, alcalldes , alguaziles  regidores , cavalleros  e escuderos  e  omes  buenos  vecinos  e  moradores  de las  dichas  villas  e  logares  e  sus  tierras  e  de cada  uno  dellos  en  la  manera  que  dicha  es , que  vos  reciban  e  ayan  por señor como  dicho  es , e  vos  recudan  e  fagan  recudir con  todas  las cosas  susodichas , so  pena  quel  que  lo  contrario fiziere  ni  me  mas  sobre  ello  requiriese , que  por ese  mismo  fecho  pierdan  todos  sus  bienes  e  sean confiscados  para  mi , de  los  quales  vos  yo  fago merced  para  que  los  entredes  e  tomedes  por vuestra  propia  avtoridat  e mandado  a  los alcaydes  e  otras qualesquier  personas  de  qualquier estado  o  condicion  que  tienen  los dichos  castillos  e  fortalezas  de  las  dichas  villas  e logares  e  de  cada  uno  dellos , que  vos  los  den  e entreguen  a  vos  e  a  vuestro  cierto  mandato  e  vos  apodero  en  lo  alto  e  baxo  dellas  con  todos sus  pretechos  e  bastimentos . Ca  yo   por  la  presente  ellos  faziendolo  e  cumpliendolo  asy  les suelto  e  quito  una  e  dos  e  trez  vezes  a  ellos  e  a cada  uno  dellos  qualquier  pleito  e  omenaje  que por los  dichos  castillos  e  fortalezas  tienen  fechos ansy  a  mi  como   a  otra  cualquier  persona  o personas  e  les  do  por  livres  e  quitos  dellos  para siempre  jamas . E  no  fagan  ende  al   por  alguna manera , so   pena  de  la  mi  merced  e  de  las penas  en  que  caen  aquellos  que tienen  castillos  e fortalezas  por  su  ley  e  señor natural  e  gelos  no dan  ni  entrega  cada  que  ge  los  demanden . E     sobre  esto  mando  a  los  dichos  condes , ricos  omes , Maestres  de  las  Ordenes , Priores , Comendadores e Subcomendadores  e  a  los  de  mi  Consejo  e  oydores  de  la  mi  Audiencia  e  alcalldes   e   notarios  e  otras  justicias  de  la  mi  Casa  e  Corte  e  Chancelleria  e  a  todos  los  otros  mis  subditos  e naturales  de  cualquier estado  o  condicion, preeminentes  o  dignidat  que  sean,  e  a  cada  uno dellos   ge  lo  guarden  e  cumplan  e  fagan guardar e  cumplir  en  todo  e  por todo, segund  que  en  esta  mi  carta  se  contiene  , e  que  no vayan  ni  pasen   ni  consientan  yr ni  pasar contra ello  ni  contra  parte  dello  agora  ni  en  ningún tiempo, e  no  fagan  ende al  por alguna manera , so  pena  de  la  mi   merced e  de  dos  mill  doblas de  oro  castellanas  e  cada  uno  por  quien  fincare  de  los  asy  faze r  e  cunplir,  para  la  mi  Camara .
Sobre  lo  qual  , mando  al  mi  chanciller  e  notarios  e  a  los  otros  que  estan  en  la  tabla  de  los  mis sellos  que  vos  den  e  libren  e   pasen  e  sellen  mis  carta  o  cartas  e   privillejo  o  previllejos , las  mas  firmes  e   bastantes  que  menester uvieredes , con  cualquier  clausulas  derogatorias .  E  los unos  e  los  otros  no  fagan  ende  al  por alguna   so  la dicha   pena . Dada  en  Segovia   veynte  e  quatro  dias  de  Agosto  , año  del nascimiento  del  nuestro  señor  Ihesu  Christo  de  mil  e  cuatrocientos  e  treynta años . Yo  el   Rey . Yo  el  doctor  Fernando   Diaz  de  Toledo  oydor  e refrendario  del  rey  e  su  secretario  la  fiz  escribir  por  su mandato . Registrada… “


Deduce Ahumada Lara, I., (1995, 26) (2) que aquella fugaz concesión de Andújar (1432) a la Orden de Calatrava pudiera ser en origen de que La Fuente de la Figuera apareciese vinculada a los calatravos desde, al menos el día 3 de junio de 1434, puesto que en ese día el rey Juan II firmó un privilegio para que “ se pueda facer troque e cambio de la Figuera al cabo Andújar por el lugar de la Alharilla, que es cerca de Porcuna” (Archivo Histórico Nacional, 1434). “La Figuera” aparece en este privilegio como perteneciente a la Orden de Calatrava y la Alharilla es propiedad de Rodrigo de Guzmán, a quien Juan II se refiere como “mi doncel e vasallo”.

Con el hecho relatado más arriba en la cita de Ahumada; tal vez Juan II quiso enmendar algún desafuero a la ciudad de Andújar. Entramos así en un punto oscuro de la historia que no sabemos si tiene relación con el relato sobre don Fadrique de Aragón Duque de Arjona. Interesa precisar que el referido trueque no se llevó a efecto, pues el 19 de julio de 1434, Don Álvaro de Luna produce el cambio de las villas de Maqueda, San Silvestre y El Colmenar por Arjona, Arjonilla, La Figuera, Recena, que tras Don Fadrique de Aragón, aparece como poseedor del señorío-ducado de Arjona desde que lo perdiera Don Fadrique de Aragón conde de Luna y Duque de Arjona.

    Don Fadrique de Aragón en el año 1434 fue hecho prisionero acusado de participar en un intento de robo a unos comerciantes genoveses de Sevilla. Encarcelado en Ureña fallecería cuatro años más tarde.

    La opinión más extendida, iniciada posiblemente por el historiador Argote de Molina, considera la donación de Arjona a Fadrique de Aragón como una compensación ante la imposibilidad de acceder al control efectivo de Andujar (Argote de Molina, G., 1588, Fol. 323(3). Esta hipótesis ha sido aceptada por la mayor parte de los historiadores que de forma más o menos directa han escrito sobre este tema: Jimena Jurado en el siglo XVII y los posteriores del siglo XX, González Sánchez, J., 1965 (4), Morales Talero, S., 1965(5) e incluso Ladero Quesada, M. A., 1973, 65-66 (6).
    Como síntesis, concluimos sobre este asunto escasamente polémico, que los historiadores citados mantienen que Andujar fue entregada primeramente al Maestre de Calatrava Luis de Guzmán, que no pudo hacer la entrega efectiva en 1432 (entrega a la que hace referencia Ahumada Lara, 1995, 26), y más tarde se hizo entrega de ella a Fadrique de Aragón, que tampoco accedió al dominio de la villa por la resistencia de Pero Sánchez de Benito Pérez, su alcaide, que más tarde justificaría su proceder ante el rey con las propias palabra que recoge el Romancero.

    A este respecto recoge Argote de Molina este episodio: “Don Juan II mandó llamar: “dícenme que soys vos el rey de Andújar y Pero Sánchez le respondió; aquella villa es de Vuestra Señoría, y estos son los privilegios de los que a los reyes pasados a servido, y esta es la cédula de Vª Aª que no la mandara enagenar de la Corona Real. Y assi en nombre de aquella villa, suplico a VªSª les confirme la merced, que les tiene hecha. Y como el Rey tuviese poca voluntad de darla a don Fadrique, hubo lugar de conseguirse lo que  Pero Sánchez deseaba. Y teniendo consideración Andújar al beneficio recibido deste caballero, consintió poner en su sepultura un letrero que dize así: Aquí iace el honrado cavallero  Pero Sánchez  de  Benito  Pérez, que por su tener y valer, merecio ser llamado Señor de Andújar”.

Frente a esta hipótesis se encuentra otra, de signo contrario, iniciada también en le siglo XVI por Rades y Andrada, F., 1980, cap 34 (7), que fue cronista de las Ordenes Militares; este autor retrasa estos acontecimientos al menos diez años, motivados por la negativa del alcaide Pero Sánchez de Benito Pérez a recibir en la villa de Andújar a Juan Guzmán, hijo del Maestre de Calatrava, opinión seguida por otros autores como Terrones y Robres, A., 1657, Fol. 103-104 (8) y Ortiz de Zúñiga , D. 1975,419 (9) ya en el siglo XVII.

    Viene aquí a propósito de este contexto el hecho de armas que ocurrió entre el valeroso señor don Rodrigo Manrique que antes fue maestre, con Juan de Guzmán, hijo del maestre don Luis de Guzmán, entre Andújar y Arjona en 1443. (Fernández de Oviedo y Valdés, G. 1983, 305-306.) (10)
     “…El año de 1443, entre Juan de Guzmán, hijo del maestre de Calatrava, don Luis de guzmán, y Rodrigo Manrique, comendador de Segura, ovieron un recio reencuentro con cada 300 lanzas, y si alguno tenía más que esotro era poca la diferencia. Y salio de Arjona Juan de Guzmán, e Rodrigo Manrique de Andújar, y topáronse en el camino (digo el campo) y travose entre ellos la pelea, y murieron cuarenta hombres de armas de ambas partes y fueron muchos los heridos, y murieron muchos cavallos; y al fin quedó el campo por Juan de Guzmán, y Rodrigo Manrique fue desvaratado. Y yendo Juan de Merlo en el alcance de los contrarios, metiose en ellos tanto, que quedó solo, y cuando quiso volver halló peones, al paso de una puente, de los contrarios, que le mataron; de la cual muerte al Rey y a muchos pesó, porque fue muy buen caballero. Estas son las cosas de la guerra, y a los valerosos capitanes que las continúan acontecen a pro y a contra las victorias; y a este maestre le fue contraria la fortuna en esta jornada, y en otras muchas le fue favorable. Tornemos a nuestro propósito de Paredes.
Havréis de saber que en cierta concordia que se hizo entre el rey Don Juan (II) y el príncipe su hijo don Enrique IV, hallaréis un capítulo en la historia alegada que dice, que en lo que toca al maestradgo de Santiago, aya de ser fecha equivalencia al comendador Rodrigo Manrique por la villa de Paredes, a vista de don Alvaro de Luna, maestre de Santiago y condestable de Castilla, y de don Juan de Pacheco, marqués de Villena, como más largamente lo podéis ver en la corónica ya dicha. En fin, por esta causa le quedó dicha aquella villa pacífica, porque el Rodrigo Manrique dejase el dicho maestre don Álvaro de Luna otras piezas que tenía del maestradgo, ecepto sus encomiendas propias. Este asiento se dio año de 1446; así que en este de 1550 en que estamos, ha 104 años que aquella villa quedó pacífica en poder del dicho Rodrigo Manrique, primero conde de ella, y después del en sus sucesores.”


En la obra de Terrones tan sólo posterior en unos años a la de Jimena Jurado, se defiende una posición radicalmente opuesta. Según este autor, el rey Juan II dio a Juan de Guzmán ciertas mercedes en compensación por la pérdida de Andújar, que no pudo conquistar.
    En cuanto al dato histórico de la resistencia de Andújar a la señorialización de su ciudad, como causa de la entrega de Arjona, las crónicas refieren hasta la saciedad la donación de Arjona al Maestre de Calatrava, dando incluso la fecha de su donación como la del 8 de Diciembre de 1429, confirmada en el Consejo Real en el año 1430 y por privilegio el 4 de Octubre de 1432, según muestra el profesor Ladero Quesada, tesis que encuentra confirmación en Carrillo de Huete, P., (1946, 151) (11) y en Solano López, E., (1978, 74) (12).

Calderón Ortega, J. M. (1991, 141) (13) afirma que no encontró ningún dato que permitiese aventurar que el Maestre de Calatrava no accediese a la posesión efectiva de Andújar, sino más bien al contrario, como parece demostrar el pleito establecido entre los concejos de Arjona y Andújar en 1430, se menciona en el mismo que la ciudad de Andújar era señorío de Luis de Guzmán (Calderón Ortega, J. M. 1991, 141) (13).

    Si como parece, don Luis de Guzmán, Maestre de Calatrava, era poseedor pacífico de Andújar desde 1430, resulta evidente que don Fadrique de Aragón no tuvo nada que ver con la ciudad de Andújar entonces, y la resistencia de Luis de Guzmán quedaría circunscrita a una significación muy próxima a la pugna de facciones nobiliarias, entre dos ciudades próximas que se disputan el poder ante Castilla, más que un intento de escapar la ciudad de Andújar a la condición de ser señorío.

    La Crónica del Halconero informa que el 10 de Mayo de 1439 la ciudad de Andújar, señorío del Maestre de Calatrava, era conquistada por Men Rodríguez y Diego de Benavides, partidarios del infante don Enrique de Aragón (González Sánchez, J., 1965,116) (14). El triunfo definitivo de Enrique II en la batalla de Montiel el 14 de Marzo de 1.369 desencadenó la decisión de este rey de entregar Santisteban del Puerto en señorío a D. Men Rodríguez de Biedma, quien estuvo del lado del rey Enrique y como castigo por el apoyo de la Villa de Santisteban a Pedro I. El Condado de Santisteban no es más que una consecuencia lógica de la importancia del señorío. Enrique IV lo concede a favor de Día Sánchez de Benavides (primer conde de Santisteban) el 21 de septiembre de 1.473. Respecto a Diego de Benavides decir que los Benavides fueron unos de los linajes que se asentaron en Andalucía durante la reconquista, una de las trescientas de las familias que participaron en la toma de Baeza, manteniendo desde entonces una influencia creciente en la ciudad y en su gobierno municipal.

La pérdida de Andújar por parte de Luis de Guzmán debió constituir un duro golpe para él, y muy posiblemente el referido acontecimiento de la resistencia de Pedro Sánchez Benito Pérez, se debió producir como consecuencia de algún intento fracasado de Juan de Guzmán, hijo del Maestre de Calatrava, por recuperar el que fuese antiguo señorío paterno. La famosa donación de Medina Sidonia se produciría por tanto, como consecuencia del acuerdo entre Juan de Guzmán y el infante de Aragón en los primeros meses de 1443, al entregar el primero Martos, Arjona y Porcuna con ciertas condiciones y capítulos (Pérez de Guzmán, F., 1512 ,612-613 (15). Poco después, en estrecha alianza con el conde de Niebla se constituyó en el principal valuarte de la política de Álvaro de Luna en Andalucía, derrotando a los infantes de Aragón en 1444 (Ladero Quesada, 1973,107 (16) y sin duda en este momento cambiaría Medina Sidonia por la Algaba, núcleo de su futuro poder señorial.

    En cuanto a las motivaciones que el rey Juan II tuvo para conceder  Arjona a Fadrique de Aragón, tenemos que considerar que la fecha de donación fue el 24 de agosto de 1430 y ello induce a pensar que la donación pudo ser para compensar las pérdidas que experimentaría el patrimonio del conde de Luna como consecuencia de su huida a Castilla, y la imposibilidad que tenía éste de regresar a Aragón, después de las Treguas de Majano.

El rey Juan II y por supuesto Álvaro de Luna debieron considerar la necesidad de acrecentar los señoríos de Cuellar y Villalón, donados en abril, con una nueva merced acorde a la categoría del ilustre refugiado huido de Aragón. Para este fin Arjona se presenta como la donación ideal, muy alejada de los otros enclaves del conde, y procedente de la confiscación de los bienes de Fadrique de Castro. La oportunidad de su sospechosa muerte en junio de 1430 y la complejidad de su herencia, dejaban expedito a  Juan II el camino para disponer de nuevo de la villa de Arjona.

    Verificada la donación, el referido día 24 de agosto de 1430, Fadrique de Aragón parece despreocuparse por su nueva adquisición, no otorgando carta de poder hasta el 12 de abril de 1431, verificándose su posesión efectiva en el mes de junio de 1431.

    Arjona no se mantuvo mucho tiempo en el señorío de Fadrique de Aragón. Es sobradamente conocido cómo en 1432 Fadrique procedió a liquidar sus posesiones castellanas, atraído por la invitación de los embajadores del rey de Túnez, que le brindaron ayuda para conquistar el reino de Sicilia. Estaba pues necesitado de dinero para sufragar los gastos de tan importante empresa, vendió Villalón al conde de Benavente en 20.000 florines y 40.000 maravedís de juro y Arjona y aldeas referidas en el documento carta a Álvaro de Luna en 20.000 florines, seguramente ambas ventas en las mismas fechas, conservando no obstante Cuellar.

De esta manera Arjona y con ella La Figuera volvían a cambiar de dueño y señor en breve espacio de tiempo. Pasaban así a manos del poderoso Álvaro de Luna, Condestable de Castilla, conde de San Esteban, Administrador perpetuo de la Orden de Santiago, y todopoderoso árbitro de la política castellana. Se desconocen los motivos que indujeran a Álvaro Condestable de Castilla  a comprar Arjona y La Figuera,… pudiera ser que los motivos fueran en mayor grado los motivos políticos que los propiamente señoriales y económicos, motivos que siempre primaban para Don Álvaro de Luna. Con esta venta es posible que la política castellana introdujese un elemento desestabilizador en la retaguardia de los infantes de Aragón, enemigos de Castilla, y por otra se eliminase un personaje tan turbulento como Fadrique, que, quizá en algún momento pudiera erigirse en un enemigo incomodo de don Álvaro de Luna.

    El que fuese considerado Fadrique un personaje algo turbulento lo prueba el hecho de que apenas transcurrido un año, el conde de Luna se encontraba de vuelta en Sevilla, donde concibió la feliz idea de apoderarse de la ciudad. Descubierta la conspiración, fue apresado y ejecutados sus auxiliares, muriendo años después, en 1438 en misteriosas circunstancias en el castillo de Brazuelas, probablemente por orden de Álvaro de Luna. Destruido el conde de Luna y Duque de Arjona (don Fadrique), el condestable don Álvaro de Luna pierde el interés que tenía por Arjona y la Figuera, tal como se pone de manifiesto de forma evidente  al  buscar un comprador para estas propiedades. Cayendo la elección en la Orden de Calatrava, cuyo Maestre era uno de los principales colaboradores del mismo Condestable de Castilla don Álvaro de Luna. Se realizaron unas rápidas negociaciones de venta, unas negociaciones que culminaron el 19 de julio de 1434 con la permuta de Arjona, La Higuera, Arjonilla, Recena y tres cuartas partes de Jimena, y 30.000 maravedíes de juro en la renta del Almojarifazgo y escribanías de Ciudad Real, a cambio de Maqueda, San Silvestre y El Colmenar, que constituían un formidable bastión defensivo, en torno a Escalona.

Descrita la clave histórica de la concesión del Ducado de Arjona a don Fadrique de Aragón entramos en otros pormenores que también tienen relevancia por los avatares de nuestra tierra en esos años. Para ello vamos a retroceder en el relato del tiempo histórico y describir lo relativo a algunos personajes importantes cuyas decisiones fueron bastante decisivas para nuestro pueblo.   

    Sobre la huída de don Fadrique de Aragón a Castilla, resulta hasta cierto punto sintomático que Argote de Molina cite el año 1434, cuando historiadores posteriores han acudido a crónicas coetáneas del hecho e informan que la fecha de la huída es el 6 de febrero de 1430 (García de Santamaría, A., 1434, 181(17) después de unos meses de negociaciones con Iñigo López de Mendoza, el célebre poeta conocido como el Marqués de Santillana.

Iñigo López de Mendoza - Marqués de Santillana (19/08/1398 - 25/03/1458)

    Iñigo López de Mendoza nació el 19 de agosto de 1398 en Carrión de los Condes, Palencia. Hijo del almirante de Castilla Diego Hurtado de Mendoza, señor de Hita y Buitrago, señorío que heredó cuando quedó huérfano, a los cinco años. Pasó sus primeros años de juventud en Aragón. Muy joven, Iñigo se casó en Salamanca en 1412 con Catalina Suárez de Figueroa, hija del fallecido Maestre de Santiago, Lorenzo I Suárez de Figueroa, con lo cual su patrimonio aumentó en mucho, transformándole en uno de los nobles más poderosos de su tiempo. Marchó al poco a Aragón, junto al séquito de Fernando de Antequera, y allí fue copero del nuevo rey Alfonso V de Aragón. Iñigo acompañó a Fernando de Antequera (entonces regente en Castilla) cuando, elegido Rey de Aragón, fue a tomar posesión en 1414 de su corona (aprendiendo allí los nuevos modos poéticos) y volvió apoyando a los hijos de éste, los Infantes de Aragón, principalmente como única o sola manera de recuperar el patrimonio paterno al militar en el partido opuesto sus oponentes. En efecto los hijos del rey de Aragón Fernando de Antequera tenían grandes posesiones en Castilla, interviniendo en las luchas e intrigas del reino tanto en el reinado del enfermo Enrique III como en la minoría de Juan II. En Aragón hizo estrecha amistad también con los Infantes de Aragón, en cuyo partido militaría hasta 1429. Regresó a Castilla al tiempo de la jura del rey Juan II de Castilla y participó en las luchas de poder entre Enrique de Aragón y Álvaro de Luna, en el bando del primero. Estuvo junto a él en el golpe de Tordesillas y en el cerco del castillo de la Puebla de Montalbán, en diciembre de 1420.Tras la prisión de don Enrique, regresó a sus posesiones de Hita y Guadalajara. Como político, procuró a partir de 1422 inmiscuirse lo menos posible en los asuntos de Estado y mantener a lo largo de su vida la fidelidad al rey Juan II. Ello le llevó a enemistarse primero con los infantes de Aragón en 1429, al no apoyar su invasión de Castilla en el verano de aquel año; y más tarde, a partir de 1431, se enemistaría con el privado real Álvaro de Luna; aunque no por ello volvería a militar en el bando de los aragonesistas.
    Participó en distintos hechos de armas, batalla de Huelma, 1438 y Olmedo, 1445. El título de Marqués de Santillana le fue concedido por el rey Juan II tras la batalla de Olmedo (1445) en la que lucha junto al rey contra un poderoso grupo de nobles. Al final de su vida toma partido contra Álvaro de Luna, el favorito del rey. Iñigo fue figura principal en las cortes castellanas de Juan II y Enrique IV, participando en muchas alianzas la mayoría en apoyo del rey, siempre a favor de sus intereses y, salvo cuando le convino, en contra de Álvaro de Luna, su gran enemigo.
    Siguió intrigando en las luchas contra el valido del rey Juan II, D. Álvaro de Luna, al cual atacaría con su "Doctrinal de Privados" y sería factor decisivo (junto con la reina Isabel Portugal) de la caída definitiva de Álvaro de Luna en 1453. Bajo Juan II guerreó contra los Reyes de Granada, Navarra y Aragón. Esta confirmada su valentía en la batalla, su ambición en mejorar su hacienda y la de su familia y también su amor a las letras. De sus sentencias, siempre me pareció especial aquella que decía que "la ciencia no embota la lanza ni hace floja la espada en la mano del caballero".
    Desempeñó misiones diplomáticas en Italia. Cultivó diversos géneros y estilos literarios, canciones, serranillas, sonetos, composiciones satíricas políticas y religiosas o poemas didácticos y alegóricos. Fue un buen literato y poeta. Aunque escribiera obras como la "Comedieta de Ponza", ha sido más conocido por sus populares "serranillas". Muy culto, tuvo una gran biblioteca, inicialmente en Manzanares y que siglos después acabó en la Biblioteca Nacional, sección "Osuna". “El Premio e carta al condestable don Pedro de Portugal “(1445) es su obra en prosa más interesante. Compuso los Decires narrativos, colección de poemas que comenzó en 1437. Relatos en primera persona de tipo alegórico. Las serranillas arrancan de la tradición popular de los cancioneros galaico-portugueses y del valorado escritor Arcipreste de Hita.
De entre sus célebres y populares serranillas destaco por su belleza poética:

“La vaquera de la Finojosa “

Moça tan fermosa
non vi en la frontera
como una vaquera
de la Finojosa.
Faciendo la vía
del Calatraveño
a Santa María,
vencido del sueño.
Por tierra fragosa
perdí la carrera,
do vi la vaquera
de la Finojosa.
En un verde prado
de rosas e flores
guardando ganado
con otros pastores,
la vi tan graciosa,
que apenas creyera
que fuera vaquera
de la Finojosa.
Non creo las rosas
de la primavera
sean tan fermosas,
fablando sin glosa,
si antes supiera
de aquella vaquera
de la Finojosa.
Non tanto mirara
su mucha beldad,
porque me dejara
en mi libertad.
Más dije: "Donosa
(por saber quién era),
¿dónde es la vaquera
de la Finojosa?
Bien como riendo,
dijo: "Bien vengades,
que ya bien entiendo
lo que demandades:
non es deseosa
de amar, nin lo espera
aquesa vaquera
de la Finojosa.

    Según Hernando del Pulgar, Iñigo López de Mendoza, el conocido y célebre poeta que estudiamos con el nombre del Marqués de Santillana era: "de mediana estatura, proporcionado en la compostura de sus miembros y hermoso en las facciones de su rostro ... era hombre agudo y discreto, de tan gran coraje que ni las graves cosas le alteraban ni en las pequeñas le placía entender ... fablava muy bien ... fue muy templado en comer y beber ... Tuvo en su vida dos notables ejercicios: uno en la disciplina militar, otro en el estudio de la ciencia ... ni su osadía era sin tiento ni en su cordura se metió jamás punto de cobardía ... muy celoso de las cosas que a varón pertenecía facer ... tenía gran copia de libros y dábale al estudio especialmente de la filosofía moral y de cosas peregrinas y antiguas ... no puedo negar que no tuviera algunas tentaciones de las que esta nuestra carne suele dar a nuestro espíritu y que algunas veces fuese vencido, quier de ira, quier de luxuria ... fenesció sus dias en edad de setenta y cinco años con gran honra y prosperidad". El Marqués de Santillana falleció el 25 de marzo de 1458 en Guadalajara; yace enterrado en el mausoleo de los Mendoza del Monasterio de San Francisco.
   
Este mapa representa el territorio ganado por Castilla o Portugal entre los años 1292 y 1462.

    Juan II de Castilla nació el 6 de marzo de 1454 en Toro, provincia de Zamora. Hijo de Enrique III y Catalina de Lancaster. Padre de Enrique IV e Isabel la Católica. Durante su minoría de edad el gobierno de Castilla estuvo en manos de su tío Fernando de Antequera, que más tarde fue rey de Aragón. La regencia de Fernando I de Antequera sobre Castilla permitió que sus hijos, los infantes de Aragón, y sus partidarios formaran en Castilla un grupo político muy poderoso. En el año 1417 Juan II alcanzó la mayoría de edad. El infante de Aragón, Enrique (hijo de Fernando), hizo preso en 1420 al rey Juan II (primo suyo) que logró escapar con la ayuda de su hombre de confianza, Álvaro de Luna. Desde entonces se evidencian en Castilla tres fuerzas políticas en lucha: el partido monárquico integrado por la pequeña nobleza y encabezado por el “valido” del monarca, Álvaro de Luna, los infantes de Aragón y la alta nobleza de Juan II (de Castilla).

Crónica de Juan II de Castilla. Atribuida a Fernán Pérez de Guzmán

    La alianza de los grandes de Castilla con el clan aragonés (1427) supuso el primer destierro de Álvaro de Luna. Esta alianza se rompió pronto y el valido volvió. Los infantes de Aragón fueron expulsados de Castilla (1429), dando comienzo un conflicto entre los reinos de Castilla y Aragón. Álvaro de Luna consiguió imponer su poder en Castilla. Pero en 1439 la reacción nobiliaria estimuló una nueva alianza con los infantes de Aragón que volvieron a Castilla provocando el segundo destierro de Álvaro de Luna. Sin embargo, el secuestro de Juan II, hizo que se coaligaran las fuerzas políticas castellanas, que vencieron a la caballería de la aristocracia castellana y de los infantes de Aragón en Olmedo (1445).

    A partir de este momento la pugna por el poder se estableció entre el partido monárquico y la aristocracia. La ejecución de Álvaro de Luna en 1453 significó la victoria de la oligarquía nobiliaria castellana. Un año más tarde, el día 22 de julio de 1454 moría Juan II en Valladolid.

    Para hacer más comprensible a nuestros lectores todo el entramado de reyes, considero primordial hacer un resumen general de los reinados de Juan II de Castilla y de su hijo Enrique IV.


Juan II de Castilla y su hijo y sucesor Enrique IV.

Podía decirse que el siglo más agitado de la época medieval vio en Castilla los reinados de los dos últimos monarcas de la dinastía de Trastámara Juan II (1406- 1454) y Enrique IV (1454- 1474). Aunque se trata de un periodo conflictivo en el que las luchas internas desgarraron el reino, asistimos también a la creación de una ideología “absolutista” del poder real acompañada de un floreciente humanismo que hace que podamos considerar a estos dos monarcas como los primeros representantes del Renacimiento político castellano. La justificación política de la dinastía había quedado suficientemente establecida durante los reinados de Enrique II y Juan I por una cuidadosa propaganda, que incluyó la manipulación de la memoria histórica de los reinados anteriores. Por otra parte la cuestión sucesoria se había zanjado definitivamente mediante el matrimonio entre Enrique III y Catalina de Lancaster, descendientes de cada una de las ramas de la familia real castellana.

    La larga minoría de Juan II (1406-1418) fue bastante determinante para su posterior reinado. Enrique III había dejado como regente a su esposa, Catalina de Lancaster, y a su hermano, el infante Fernando de Trastámara, que después sería rey de Aragón con el nombre de Fernando I. Ambos regentes se enfrentaron intentando imponer dos políticas dinásticas diferentes: la línea política de Catalina estaba encaminada al engrandecimiento de la monarquía mediante la relación con su propia familia inglesa y portuguesa, y la de Don Fernando estaba destinada a encumbrar a sus numerosos hijos y a fomentar las relaciones con Francia y Aragón, tan tradicionales en la política del antecesor Enrique III de Castilla.
   
    En 1412 Fernando fue elegido rey de Aragón, pero mantuvo bien seguras las riendas de la regencia de Castilla, a través de delegados y nobles. Hasta su muerte, en 1416, se dedicó a aumentar el poder de su familia en ambos reinos, Castilla y Aragón. Aparte de que su hijo Alfonso (Alfonso IV), que heredó la corona aragonesa, otros dos de sus hijos iban a desempeñar un papel fundamental en la política castellana, con el sobre nombre de los “infantes de Aragón”: el infante Enrique, maestre de Santiago desde 1409 y heredero de la fortuna de su madre, Leonor de Alburquerque, y el infante Juan, príncipe heredero y luego rey de Navarra, heredero también de las tierras patrimoniales de su padre en Castilla.

    Para cerrar el círculo alrededor de Juan II de Castilla, se realizaron dos matrimonios: María de Aragón, hermana de los infantes de Aragón, que se caso con Juan II de Castilla, mientras que María de Aragón, hermana del referido Juan II de Castilla, contrajo a su vez matrimonio con su primo Alfonso IV de Aragón. Aunque esta boda última sólo pudo realizarse bajo los auspicios de los poderosos infantes de Aragón en 1418, cuando ya Catalina de Lancaster, madre de Juan II hubo fallecido, pues era totalmente opuesta a este proyecto.

    Aunque la reina Catalina de Lancaster fue acusada  de mantener a su hijo Juan II completamente apartado de la nobleza y de los círculos cortesanos, una autentica revisión de las crónicas de los reinados permiten evaluar hasta que punto fue don Fernando I el causante del retiro de las relaciones con ambos estamentos, actuando unas veces directamente , y otras porque la reina Catalina temía que su cuñado Fernando de Trastámara, hermano de su difunto marido Enrique III y por tanto tío de Juan (Juan II de Castilla) se apoderase con su influencia de la voluntad de su hijo Juan y lo apartase de ella. Aún así Juan II realizaba apariciones públicas con motivo de festividades o ceremonias señaladas, y durante su infancia viajó por las ciudades castellanas que acostumbraban a ser residencias reales, entre ellas Valladolid, Segovia, Ayllón y Salamanca. La corte misma de la reina estaba compuesta por una camarilla, a la que Fernando trasladó su influencia, como por ejemplo conseguir que Catalina desterrara de la corte a su favorita Leonor López de Córdoba, que servía a la reina de apoyo en su muy compleja situación política. También dentro de este círculo de acoso hizo su aparición el Doncel, y luego valido de Juan II, Álvaro de Luna.




    El reinado de Juan II se podría dividir en al menos cuatro etapas: la primera comprendería desde su mayoría de edad hasta el primer enfrentamiento con sus primos los “infantes de Aragón”, apoyado por Álvaro de Luna (1418-1420); la segunda sería desde 1420 a 1430 que es justamente hasta la primera caída del valido Álvaro de Luna a causa de la oposición aragonesa; la tercera etapa comprendería desde la recuperación de la influencia de Álvaro de Luna y la batalla de la Higueruela hasta “el secuestro” del rey Juan en Rágama por sus primos los infantes de Aragón; y una última etapa que comprendería desde el triunfo del partido realista en la batalla de Olmedo en 1445 hasta la caída definitiva y muerte de Álvaro de Luna, a la que seguiría la muerte del mismo rey tan sólo unos meses más tarde en julio de 1454.

Don Álvaro de Luna. Condestable de Castilla y León: Maestre y administrador de la Orden de Santiago.

    Álvaro de Luna (Cañete, 1390 - Valladolid, 1453). Hijo ilegítimo del copero mayor de Enrique III, al quedar huérfano le protegió su tío Pedro de Luna, arzobispo de Toledo. Por la influencia de Benedicto XIII en 1410 fue enviado a la corte real castellana, donde se convirtió en paje del joven monarca Juan II de Castilla y León, de quien pronto llegó a ser hombre de confianza. En pocos años, Álvaro de Luna pasó a encabezar el partido monárquico, formado por la pequeña nobleza, los sectores urbanos y el bajo clero, que se oponía a la oligarquía nobiliaria castellana y a los infantes de Aragón, hermanos de Alfonso V de Aragón, que defendían los tradicionales intereses políticos y económicos de su familia en Castilla. Las exportaciones de lana castellana provocaron un alza de precios que enriqueció tanto a los grandes mercaderes y conversos como a los nobles latifundistas. En este contexto, Álvaro de Luna, condestable de Castilla, asumió la representación de un poder real fuerte y centralizado, aliado de la burguesía urbana, al que se enfrentaron la oligarquía castellana y los infantes de Aragón. La contienda fue larga y cruenta, llegando a sufrir el condestable dos destierros (1427 y 1441), hasta que fue procesado y decapitado en Valladolid (1453).

Grabado de 1791 que representa a don Álvaro de Luna. Álvaro de Luna, nombrado condestable de Castilla y privado del rey Juan II, más tarde cayó en desgracia y fue decapitado por orden del mismo rey.

Imitando a Boccaccio, escribió el Condestable Álvaro de Luna (1390-1453) sus “Claras y virtuosas mujeres” (1446) en tres libros -prologados por Juan de Mena-, con ciento diecisiete biografías femeninas, encabezadas por la Virgen. Proceden de la Biblia, la Antigüedad clásica o el Cristianismo en general.

    En 1422, en reconocimiento a su lealtad, Álvaro de Luna fue designado Condestable del reino por el soberano castellano. Este nombramiento, sin embargo, aumentó la presión de la nobleza para acabar con la influencia del favorito de Juan II, acoso que dio sus frutos en 1427, cuando el rey decidió desterrarlo, aunque, incapaz de gobernar sin la ayuda de su consejero, le rehabilitó poco después.

Álvaro de Luna designado Condestable del reino de Castilla y León.

    Álvaro de Luna culminó de forma victoriosa una larga guerra con Aragón, expulsó a los infantes aragoneses de Castilla y, dos años más tarde, derrotó a los musulmanes de Granada en la batalla de La Higueruela. No obstante, las intrigas nobiliarias promovidas por los Manrique y los Enríquez provocaron su segundo destierro en 1438. Político hábil y tenaz, además de buen poeta y elegante prosista, el condestable recuperó el poder y venció a la coalición de la nobleza castellana en la batalla de Olmedo (1445). En 1453, Álvaro de Luna cayó de nuevo en desgracia, pero esta vez fue juzgado y decapitado en Valladolid por orden de Juan II.

Ejecución de Don Álvaro de Luna - Lienzo de Madrazo

    Visto todo lo que antecede y constatada tanta fluctuación de poder el resultado no podía ser otro que la ingobernabilidad del reino de Castilla.
La base de la política real del reinado de Juan II, defendida por Álvaro de Luna, era despojar de su poder e influencia  a los dos infantes, que encabezaban a su vez un partido nobiliario, a la misma vez que se les arrebataban sus amplios dominios fronterizos con Castilla, desde donde les era fácil organizar revueltas armadas contra el monarca castellano, y establecer con otros reinos alianzas diplomáticas que aislaran a Aragón.

     Para lograr estos propósitos, á Álvaro de Luna recurrió a varias tácticas. En primer lugar, concentrar en sus propias manos la mayor cantidad de cargos y prebendas que pudiera, despojando de ellos a los propios infantes de Aragón: así consiguió el título de Condestable de Castilla, el Maestrazgo de la Orden de Santiago, y numerosos títulos nobiliarios. Además, comenzó a situar en la corte de Juan II a numerosos letrados y burócratas que cargaran sobre sus espaldas el peso de la administración del reino castellano sin tener que depender para ello de los altisonantes cargos ostentados por la nobleza. Esto permitía que el aparato estatal del reino funcionara a pesar de las continuas ligas nobiliarias que obstaculizaban el control del gobierno y que caracterizaron todo el siglo XV. Entre estos funcionarios se encontraban numerosos hombres de confianza del valido que le debían fidelidad por su nombramiento, y bastantes judíos conversos. A ello se unía el reclutamiento de suficientes fuerzas armadas como para poder hacer frente a los levantiscos nobles, aunque estas fuerzas reclutadas tenían que disolverse  cada vez que los infantes lograron que el valido perdiera el favor del rey Juan. Por la que respecta a las alianzas exteriores, se volvió a buscar la alianza de Inglaterra y, sobre todo, la alianza con Portugal, que se plasmaría en el segundo matrimonio del  rey Juan II con la princesa Isabel de Portugal en 1447. El día 22 de julio de 1447 se celebró la boda de Juan II de Castilla e Isabel de Avis, infanta de Portugal en Madrigal de las Altas Torres. En el Archivo General de Simancas  se encuentra el acta notarial del matrimonio (AGS, PR, Cat. 4072.) (18).

    F. Pérez de Guzmán afirma que el enlace matrimonial tuvo lugar en el mes de agosto: “En el mes de agosto (en Madrigal) de dicho año hizo boda el rey don Juan de Castilla con la reyna doña Isabel (…)” (Cañas Gálvez, F.,  2007, 654). (19)

    El intento de controlar a la nobleza y establecer una monarquía fuerte ocasionó también una pérdida de poder de las cortes como organismo colegiado, y las leyes allí dictadas tuvieron escaso valor, a pesar de las continuas reformas que por parte de los nobles se solicitaron al rey Juan II.
   
    Evidentemente, la actuación de Álvaro de Luna desencadenó críticas por parte de la nobleza, que no pretendía abolir el “absolutismo”, sino que pretendía aprovecharse del poder absoluto del rey para su propio provecho y controlar también el Consejo Real, el órgano de poder más cercano al rey. Por ello la cuestión  planteada de la nobleza no era el poder absoluto del monarca, quién sólo respondía ante Dios, sino de la “usurpación de ese poder por Álvaro de Luna. Los infantes de Aragón, a su vez, consideraban que como miembros de la familia real, eran primos del rey, y cabeza de los nobles de Castilla y por tanto miembros del Consejo del Rey, estaban legitimados para hacer del monarca castellano lo que se les antojara. Mientras  el Rey Juan II se mantenía en una situación inestable e incomoda, entre la espada y la pared, y se limitaba dejarse querer y a llevar una existencia cómoda en una corte que se quería humanista. El año 1453 fue el año de la ejecución pública del hombre más poderoso del reino castellano, el Condestable don Álvaro de Luna, acusado de traicionar a Juan II.
Hacia el final del reinado de Juan II, otros dos importantes protagonistas surgieron en el escenario político: el príncipe heredero Enrique (Enrique IV), hijo de Juan II y María de Aragón, y su propio valido, Juan Pacheco, marqués de Villena. Ambos oscilaron entre los vínculos familiares con Juan de Navarra, suegro del príncipe, y la necesidad de apoyar a Juan II en las crisis de gobierno. A pesar de la escasa simpatía que el príncipe Enrique (IV) sentía por Álvaro de Luna, acompañó al Condestable en la liberación de su padre de Rágama, pero intentó conseguir sus propias parcelas de poder a costa de la corona que ostentaba su padre, parcelas que les fueron denegadas.

Entierro de don Álvaro de Luna.

    Poco después de la muerte ejecución del Condestable murió el rey Juan II, y su hijo Enrique IV le sucedió en el trono. Comenzó su reinado como un hombre rico, pues reunió sus posesiones personales con las del principado de Asturias, que seguía ostentando por no tener heredero, y las de la corona castellana, incrementadas con la reciente confiscación de las propiedades de Álvaro de Luna, pero la ausencia de apoyos en su propia familia y entre la nobleza castellana llevó a Enrique a buscar nuevos colaboradores. Su gobierno comenzó ratificando a los funcionarios de su padre en sus puestos, continuó creando nuevas grandezas de España para la baja nobleza en un intento de difuminar el poder de la alta aristocracia y, dentro de este sistema, se rodeó de nuevos aliados, como sus amigos Juan Pacheco, marqués de Villena, el hermano de éste Pedro de Girón, Miguel Lucas de Iranzo y Beltrán de la Cueva. En un primer momento la política llevada en el reinado de Enrique IV por Villena fue bastante continuista, respecto a la del reinado de su padre Juan II. Enrique de Aragón desapareció de la escena política castellana y Juan rey de Navarra por su matrimonio con Blanca y después de Aragón cuando murió Alfonso el Magnánimo, mantuvo una política intervencionista en Castilla hasta 1457 en que acordó con Enrique IV su desaparición del panorama político castellano a cambio de una considerable renta. Esta maniobra convirtió al marqués de Villena en primer noble de Castilla, convirtiéndose su hermano Pedro de Girón en Maestre de Santiago. El protagonismo de estos dos personajes y sus ansias de poder volvieron a sumir al reino en un estado de anarquía. (Echevarria Arsuaga, A., 2013, 19-23) (20)

    Sobre la muerte de Juan II de Castilla en fecha 20 de junio de 1454 y sus prolegómenos se dice por parte de Pérez del Pulgar: “E como la reyna estuviese en Valladolid, el rey determinó de se ir para allá, donde la enfermedad siempre se le fue acrecentando, (…) (Cañas Gálvez, F., 2007, 497) (21 ) y continúa Pérez del Pulgar: “... y un día se amorteció en el monasterio del Abrojo, cerca de Laguna del Duero y fue llevado a Valladolid donde falleció un lunes a 22 del mes de julio deste año.” Por las indicaciones que nos aporta Zurita (Zurita, J., Anales de la Corona de Aragón, 7, 1580, Pág. 114) (22), suponemos que la estancia de Juan II en este convento de Abrojo vallisoletano debió tener lugar muy pocos días antes de su fallecimiento, posiblemente entre el día 19 y el 22 de julio. El día 22 de julio de 1454 muere Juan II rey de Castilla y León en Valladolid (Archivo General de Simancas, Quitaciones de Corte, legajo. 4, Fol. 116) (23) en los palacios del despensero Luis García de Morales, en la calle de Teresa Gil, a la edad de 49 años. La Crónica de Fernand Pérez de Guzmán afirma que el monarca murió: “martes, vispera de la Madalena, a veinte días de julio de dicho año, leyendo de edad de quarente y nueve años (…). Una nota aclaratoria nos asegura que el rey murió  el 21 de julio. Sin embargo, este mismo autor asegura en otra obra que” murió en Valladolid a veinte e dos días de jullio, año de mill e cuatrocientos e cinquente e quqtro (…) (Pérez de Guzmán, F.: Generaciones y semblanzas, Madrid 1998, Pág. 176) (24). Esta fecha de fallecimiento la confirman varios documentos. Uno de ellos es la provisión real enviada por Enrique IV su hijo y sucesor al Concejo de Murcia, dado en Valladolid el mismo día 22 de Julio de 1454. En ella, el nuevo monarca anuncia el fallecimiento de su padre en los siguientes términos: “Sepades que oy de la data de la presente plogo a nuestro Señor Dios de levar para si al muy alto e muy esclarecido e muy virtuoso el rey don Juan, mi padre (…)” (Molina Grande, M. C. Documentos… 1988, Doc. nº 1. (25)

    También en el libro de Actas del Concejo de Palencia reflejaron la noticia del óbito de Juan II de esta manera: “Fino nuestro Señor el rey don Juan  que Dios perdone en la noble villa de Valladolid lunes veynte e dos días del mes de jullio año de cinquente e quatro años podría ser entre las diez e las honse oras después de medio día cerca de media noche”. En el Archivo General de Simancas también se conserva una anotación en la que se especifica con precisión el día de la muerte del rey, dice así:” desde xxiidías de jullio del dicho año pasado quel dicho señor rrey don Juan paso desta presente vjda (…) Archivo General de Simancas, Quitaciones de Corte. Legajo 4. Folio 116. (26)

    El monarca Juan había dispuesto en su testamento que tras su fallecimiento, su cuerpo fuera llevado a la Cartuja de Miraflores en Burgos, que él mismo había fundado algunos años antes. Sin embargo, ese mismo año de 1454 la Cartuja había sufrido un grave incendio y los restos mortales de Juan II fueron depositados en el convento de San Pablo de Valladolid  a la espera de poder ser llevados a Burgos. Casi un año después en junio de 1455, se procedía, finalmente al traslado del féretro con el cadáver del rey hacia su destino final. (Cañas Gálvez, F.: El itinerario de la Corte de Juan II de Castilla (1418-1454) 2007, Pág. 499. (27)

    Hacia 1469 Arjona sería una de las más importantes posiciones de los rebeldes a Enrique IV. Es curioso que Arjona siempre militara en el bando rebelde durante toda la Edad Media. La Figuera se encontraba una vez más entre los rebeldes de Arjona a Enrique IV y los leales a Enrique IV que se encastillaban en Andújar y Jaén. Así La Figuera seguía participando en las luchas de los leales y rebeldes a Enrique IV y su población sintiendo sobre sus haciendas, bienes y vidas, los avatares de un periodo histórico de gran inestabilidad política.
    En el siglo XV las ciudades de realengo en el reino de Jaén eran cinco: Baeza, Úbeda, Andujar, Alcalá la Real, y Jaén.


Granada 2 de Febrero de 2014
                                 Pedro Galán Galán



BIBLIOGRAFÍA:

(1) Eslava Galán, J., Castillos de Jaén, 1999, Pág.158

(2) Ahumada Lara, I.: Breve historia de Higuera de Arjona (1995, 26).

(3) Argote de Molina, G.: nobleza de Andalucía, capítulos: CCXIII y CCXXIV. Sevilla, 1588, folio 323r y v.

(4) González Sánchez, J.: Historia de Arjona. Madrid. 1965.

(5) Morales Talero, S.: Anales de la ciudad de Arjona, Arjona, 1965.

(6) Ladero Quesada, M. A.: Andalucía en el siglo XV, Madrid, 1973, Págs. 65-66.

(7)  Rades y Andrada, F.: Crónica de la Orden de Calatrava. Ciudad Real, 1980, Capit. 34.

(8) Terrones y Robres, A.: Vida, martirio, traslación y milagros de San Eufrasio, obispo y patrón de Andújar, Granada 1657, Fol. 103 y 104.

(9) Ortiz de Zúñiga, D.: Anales eclesiástico y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, Sevilla 1671; ilustrada y corregida por Antonio María Espinosa y Carzel, v.2. Madrid, 1975. Pág.419.

(10) Fernández de Oviedo y Valdés, G.: Batallas y quincuagenas, volumen I. 1983. Madrid, Real Academia de la Historia. Págs., 305-306.

(11) Carrillo de Huete, P.: Crónicas del Halconero de Juan II. (Ed. J. de M. Carriazo y Arroquia, Madrid, 1946 Pág. 151).

(12) Solano López, E: La Orden de Calatrava en el siglo XV, Sevilla, 1978, Pág. 74.

(13) Calderón Ortega, J.M., La donación de Arjona a Fadrique de Aragón: Nuevas perspectivas, en Historia Medieval II. Actas del Congreso de Historia de Andalucía. Córdoba, 1991, Pág. 141.

(14) González Sánchez, J.: Historia de Arjona, Madrid, 1965, Pág. 116.

(15) Pérez de Guzmán, F.: Crónica de Juan II, Libro 1779, 1512, Págs. 612-613.

(16) Ladero Quesada, M. A.: Andalucía en el siglo XV, Madrid, 1973.Pág. 107.

(17) García de Santamaría, A.: Crónica de Juan II, en Codoin v.c. 1434, Pág. 181.

(18) Archivo General de Simancas, PR, Cat. 4072.

(19) Cañas Gálvez, F.: El itinerario de la Corte de Juan II de Castilla (1418-1454) 2007, Pág., 654.

(20) Echevarria Arsuaga, A.: Caballeros en la frontera. La guardia morisca de los reyes de Castilla (1410-1467) 2013, Madrid UNED, Pág. 19-23

(21) Cañas Gálvez, F.: El itinerario de la Corte de Juan II de Castilla (1418-1454) 2007, Pág. 497.

(22) Zurita, J., Anales del reino de Aragón, 7, 1580, Pág. 114.

(23) (Archivo General de Simancas, Quitaciones de Corte, legajo. 4, Fol. 116)

(24) Pérez de Guzmán, F.: Generaciones y semblanzas, Madrid 1998, Pág. 176.

(25) Molina Grande, M. C. Documentos de Enrique IV. Colección de documentos para la historia del Reino de Murcia XVIII. Murcia, 1988. Doc. nº 1.

(26) Archivo General de Simancas, Quitaciones de Corte. Legajo 4. Folio 116.

(27) Cañas Gálvez, F.: El itinerario de la Corte de Juan II de Castilla (1418-1454) 2007, Pág. 499.

Otros textos de referencia:

Álvarez Palenzuela, Vicente Ángel (coord.), Historia Universal de la Edad Media, Barcelona, Ariel, 2002, Pág. 715.

Amador de los Ríos, J.:"Vida del Marqués de Santillana" (1947). Austral, Espasa-Calpe.

Gómez-Menor Fuentes, José Carlos. «Los Dávalos». Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.

Gutiérrez Coronel, Diego.: "Historia Genealógica de la Casa de Mendoza". CSIC (1946). Págs. 172-178.

Martínez Díez, G. (2000). «La conquista de Andujar: su integración en la Corona de Castilla». Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (Jaén: Instituto de Estudios Giennenses) (176): Págs. 615-644.

Pérez Bustamante, R. y Calderón Ortega, J. M. "El Marqués de Santillana. Biografía y documentación." Santillana de Mar (1983).

Ruy López Dávalos, adelantado de Murcia y condestable de Castilla, Úbeda Información, nº 468, 28 de marzo de 2009, pp. 2-3.

Salazar de Mendoza, P.: "Origen de las Dignidades Seglares de los Reinos de Castilla y León". Edición facsímil de la Universidad de Granada (1998).




215 comentarios:

1 – 200 de 215   Más reciente›   El más reciente»
Lucas Romero Montesinos dijo...

La historia medieval del Occidente cristiano guarda en sus anales secretos inconfesables que nos hablan de la homosexualidad de reyes, infantes y validos. Inglaterra se ha llevado la palma en esta clase de asuntos. Ricardo Corazón de León o Eduardo II, con sus amoríos de sexo igual, tuvieron continuidad en otras reales majestades británicas, desde la Edad Media, hasta llegar a nuestros días. Pero no podemos olvidar casos tan difundidos en otras monarquías europeas como el de Luis II de Baviera.
En la España medieval, la corona aragonesa tampoco se libró de habladurías sobre enredos palaciegos entre hombres, rompiendo las reglas de la tradición amorosa predominante. Y si no, que se lo pregunten al infante Don Jaime, primogénito del rey Jaime II de Aragón, que de esa clase de enredos sabía lo suyo. Pero ahora nos toca hablar de Castilla y, sobre todo, de Juan II de Trastámara y de su hijo Enrique IV, que amaron ambos como reinas, aunque la historia oficial lo disimule. Con ellos cumpliose el dicho: en Castilla, de tal palo, tal astilla.
Lucas Romero Montesinos.

José Manuel Olivares dijo...

La “farsa de Ávila”, no fue otra cosa que una acción sediciosa en toda regla. Un auténtico asalto desalmado a la institución monárquica por parte de una nobleza movida, exclusivamente, por sus ansias de poder político y económico. Este acto se pudo realizar, a mi juicio, por dos razones fundamentales: la debilidad enfermiza de Enrique IV, que no de la institución monárquica, y los altos contenidos de estructuras formales peleológicas que impregnaban el pensamiento de la Baja Edad Media. Cuando hablo de estructuras formales peleológicas quiero referirme a contenidos formales del pensamiento mágico-mítico de ese tiempo, impropiamente denominado pensamiento prelógico o primitivo.
José Manuel Olivares.

Joaquín Méndez dijo...

Los últimos estudios antropológicos llevados a cabo sobre los restos óseos de los que fueran padres del Rey Enrique IV(Juan II de Castilla e Isabel de Portugal) y hermano (el infante rey Alfonso) de Isabel I de Castilla, conocida universalmente por Isabel "la Católica", que yacen en el panteón real de la Cartuja de Miraflores (Burgos).
Estos estudios, llevados a cabo por encargo de la Junta de Castilla y León, han sido dirigidos por los profesores Luis Caro y María Edén Fernández, y han colaborado entre otras entidades la Universidad de León, el Instituto toxicológico de Madrid y la Universidad del País Vasco.
Los interesantes estudios han aportado más datos sobre la apariencia física y las causas de la muerte de la familia real castellana, pero considero excesivo el titular dado por la prensa en aquellos días. Me pareció que o bien en la redacción del artículo habían omitido datos importantes, o no me explico como la reconstrucción del posible aspecto de Juan II pueda "cuestionar toda la historia oficial de Isabel I y Enrique IV" (quizá sea por el "misterioso dedo gordo").
Joaquín Méndez.

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Veamos algunas curiosidades, con alguna relación con nuestro pueblo.

Juan II era homosexual, incluso algún historiador afirma que esta era la buena relación que mantenía con Álvaro de Luna, Pedro de Escavías es paje en la corte de Juan II. El hijo de Juan II, el futuro Enrique IV, es homosexual, quizá de ahí arranquen los problemas que después tuvo. Enrique IV fue el primer y único "Príncipe de Jaén", principado que creó Juan II para contrarrestar la fuerza, adversa, de los nobles de Baeza.
Miguel Lucas de Iranzo, condestable de Castilla, es homosexual, se dice que su título es por la relación que mantiene con Enrique. A Lucas de Iranzo ya lo vimos mojoneando por los salados de nuestra tierra. Lucas se emparenta con Pedro de Escavias, Escavias siempre fue partidario de Juan II. Ese fue el motivo de la batalla que se da cerca de nuestro pueblo.
Arjona era un ducado, Figuera de Anduxar quiere convertirla en condado el rey Enrique, para hacer conde de la Figuera a Escavias, cosa que no consigue por la oposición de los calatravos.
Enrique es acusado de impotente, también lo acusaban de lo contrario. Y a su hija Juana, la Beltraneja, no se la reconoce como tal. Aquí se ve la mano de Isabel, hermana de Enrique. Beltrán de la cueva había nacido en Úbeda, también fue acusado de homosexual, y nunca tomó partido por su supuesta hija Juana.
A nosotros, desde el punto de vista de libertades, de impuestos y progreso del pueblo, nos hubiera venido mejor el condado de Escavias.

Sebastián dijo...

Amigo Pedro, considero que es un trabajo excepcional,el que acabas de publicar.
Como cronista de esta noble villa me siento orgulloso que se realicen publicaciones de este tipo.
En hora buena
Sebastián Berdonces

Sebastián Berdonces dijo...

Amigo Pedro en hora buena por esta magnifica publicación.
Como higuereño, como cronista oficial de esta noble villa y como amigo tuyo, me siento orgulloso de este trabajo.
En hora buena.
Sebastián berdonces

José Manuel Olivares dijo...

Trataré de aclarar algunos conceptos sobre el pensamiento mágico-mítico de mi anterior comentario:
Para el hombre mítico el espacio exterior no estaba constituido por objetos inertes e inanimados, sino por "sujetos". Todo lo que existía en torno a él poseía vida individual y propia. De ahí que, la relación que establecía el hombre primitivo con los elementos constitutivos de su mundo, no fuera una relación impersonal, sino completamente personal. Se establecía entre él y su entorno, una auténtica relación yo-tú. Mientras que en la relación sujeto-objeto, las características o cualidades del objeto se consiguen activamente por el sujeto mediante la manipulación del objeto, en la relación yo-tú las cualidades del tu le son reveladas al yo directamente y de forma pasiva, no necesita ser manipulado. Pero el yo no solo comprende al tu, sino que llega a experimentarlo emocionalmente.
José Manuel Olivares.

Elisa Paniagua dijo...

A mediados del siglo XIV la Península Ibérica había dejado de ser algo parecido a un puzzle de pequeños reinos, para quedar reducida a cuatro reinos cristianos, Castilla, Aragón, Navarra y Portugal, y uno musulmán: la Granada islámica. Tras el enfrentamiento entre Pedro I el Cruel y su hermanastro Enrique II, saldado con la victoria del segundo en 1369, la Casa de Trastámara se había instalado en solar castellano y, posteriormente, también en Aragón, tras el Compromiso de Caspe de 1412, un acuerdo que puso fin a la crisis sucesoria habida tras la muerte del monarca aragonés Martín I el Humano. En ese tiempo, el poder político, económico y militar de Castilla, en sus orígenes un simple condado del reino de Navarra, se hacía cada vez más fuerte.
Descendientes de Enrique II de Castilla fueron los reyes Juan II y su hijo Enrique IV, a quienes sus contemporáneos tildaron de sodomitas, esto es de acostarse con hombres, al igual que, por su rama aragonesa, le pasó al infante don Jaime, hijo de Jaime II, quien, por si esto fuera poco para dar que hablar a sus súbditos, renunció a la corona y se refugió en un convento. No se conocen más casos similares en esta dinastía reinante, que se prolongó hasta Juana la Loca, a quien sucedió el emperador Carlos V, perteneciente ya a la Casa de los Austrias.
Un saludo cordial.
Elisa Paniagua.

Gonzalo Ros Martínez dijo...

Los Trastámara, como es fácil suponer, fueron vitales en el devenir de la historia española de transición entre la era tardomedieval y la Edad Moderna. Con ellos se alcanzó la unidad de los territorios hispánicos en un solo Estado, nuevo y fuerte, dándose por concluido el período de reconquista contra los reinos musulmanes. Igualmente, se robusteció el poder de la monarquía frente a la nobleza, mermándose considerablemente los derechos forales de los distintos territorios.
Gonzalo Ros Martínez.

Raúl Garrido Delgado dijo...

Don Enrique que reinaría en Castilla y León como cuarto de los de su nombre, nació en Valladolid el día 5 de Enero de 1425. Era hijo de Juan II de Castilla y de doña María de Aragón, ambos primos hermanos, ya que Enrique III, padre de Juan II, era hermano de Fernando de Antequera, que fue rey de Aragón y padre de María de Aragón. Este dato que no se consideraba relevante en tiempos de este rey, tiene hoy una extraordinaria importancia para la historia clínica de nuestro personaje en razón de su consanguinidad. El matrimonio de sus padres obedeció a razones estrictamente políticas en un momento en el que, a los infantes de Aragón, hijos de Fernando de Antequera y hermanos de María, les interesaba seguir teniendo la hegemonía que había ostentado su padre en el reino castellano. Se trató de una unión de conveniencia en la que para nada se tuvo en cuenta los sentimientos de los esposos.
Raúl Garrido Delgado.

Felipe García Fuentes dijo...

Los reyes Juan II de Castilla y de doña María de Aragón constituyeron siempre una pareja mal avenida en sus relaciones conyugales, siendo para la reina más importante el partido de sus hermanos que el de su marido, dominado en todo por el poderoso condestable Álvaro de Luna. Un dato de posible interés clínico, es el que nos refieren MARAÑÓN (“Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo”. Espasa-Calpe. Madrid, (1998): 58.) y lo mismo en SUÁREZ FERNÁNDEZ (“Enrique IV de Castilla”. Ariel. Barcelona, (2001): 10.) , en relación con la referencia que en el Centón, atribuido a Fernán-Gómez de Ciudad Real, se hace a la grave hemorragia que la reina doña María de Aragón sufrió en el momento de nacer el infante Enrique.
Felipe García Fuentes.

Benjamín Narváez Estudillo dijo...

Mediante el mismo acto grotesco en la “Farsa de Ávila”, se destrona a un rey y se entroniza a otro, lo que en definitiva perjudica a la monarquía. Se trata de un hecho del que se desprende que el poder en Castilla estaba en manos de personajes sin escrúpulos, que conociendo la incapacidad de un rey, se servían de esta debilidad en beneficio exclusivo de sus intereses personales. Más que la seguridad en ellos mismos y en su poder, con este acto de depredación oportunista lo que reflejan sus ejecutores es esa falta de escrúpulos. Los epítetos con los que los podemos calificar se adecuan perfectamente a sus personas y a sus acciones.
Benjamín Narváez Estudillo.

Rubén Estepa Donaire dijo...

La historia política de la Corona de Castilla durante la primera mitad del siglo XV, coincidente con el reinado de Juan II, ofrece una extraordinaria complejidad. La tradicional pugna entre la nobleza y la monarquía se vio acompañada por la presencia en Castilla de los denominados infantes de Aragón, es decir, los hijos de Fernando de Antequera, el Trastámara que se coronó rey de Aragón en 1412. Por su parte el rey de Castilla, Juan II, tuvo un excepcional valedor en Alvaro de Luna, una especie de privado del monarca. No obstante el panorama de fondo era bastante más tranquilizador, pues a la indudable recuperación que se observa en el terreno demográfico y en el mundo agrario se añadió el final del Cisma de la Iglesia.
La temprana muerte de Enrique III dejó como heredero a un niño, Juan II (1406-1454). Hubo de constituirse una regencia, integrada por Catalina, la reina madre, y Fernando, un hermano del monarca fallecido. Fernando fue un personaje de suma importancia en la vida política y social de su tiempo.
Rubén Estepa Donaire.

Francisco Muñoz Martínez dijo...

Fernando de Antequera, el Trastámara que ocuparía el trono de Aragón, ostentaba importantes señoríos, como el de Peñafiel, y su patrimonio se había engrandecido sobremanera al casarse con Leonor de Alburquerque, la "rica hembra". Desde su puesto de regente como tío de Juan II, decidió reanudar la "guerra divinal" contra los granadinos, coronando sus campañas con una sensacional victoria, la conquista de Antequera (1410). De ese hecho deriva el que se le conozca como Fernando de Antequera. Pero su principal éxito lo obtuvo en 1412, cuando fue elegido rey de Aragón por los compromisarios de aquella Corona reunidos en Caspe.
El regente Fernando abandonó Castilla en 1412 pero dejó de tal manera situados a sus hijos que en el futuro parecía imposible gobernar sin contar con ellos. Su primogénito, Alfonso, le sucedió en el trono aragonés en 1416. De los restantes, Enrique era maestre de la orden de Santiago; Sancho, de la de Alcántara y Juan, duque de Peñafiel. Eran los llamados infantes de Aragón. "Con los bienes patrimoniales y con los sucesivamente adquiridos... los infantes eran en conjunto más poderosos en Castilla que el mismo rey", tal como ha señalado E. Benito. Tal era el panorama del reino cuando, en 1419, Juan II fue declarado mayor de edad.
Francisco Muñoz Martínez.

José Manuel Olivares dijo...

El hombre mítico no necesitaba explicarse el por qué de los fenómenos, de ahí que no teorizase sobre los mismos, sencillamente éstos se le revelaban en su relación con ellos. El hombre científico, por el contrario, se enfrenta a objetos con los que mantiene una relación impersonal y a los que somete a manipulación, teorizando además sobre sus cualidades y estableciendo leyes universales que los rigen. La investigación científica es emocionalmente neutral. El yo no experimenta emocionalmente al ello (los objetos, las cosas) lo contrario a lo que acontecía en la actividad del hombre mítico.

José Manuel Olivares.

Manuel Fernández Parrilla dijo...

El rey Juan II, en el momento de acceder al gobierno efectivo de Castilla, parecía hallarse prisionero de los infantes de Aragón, cuya cabeza visible era el duque de Peñafiel, Juan, que en 1425, por su parte, pudo coronarse rey de Navarra. Pero la causa monárquica encontró un firme defensor en la persona de Álvaro de Luna, un personaje originario de Aragón que escaló de tal manera puestos en la corte regia que llegó a convertirse en una especie de valido del nuevo rey. Es posible que estuviera movido por la ambición, pero Alvaro de Luna, a quien el cronista Gonzalo Chacón presenta como un gobernante celoso del bien público y de la gloria de su soberano era, sin la menor duda, un decidido partidario del fortalecimiento de la autoridad monárquica.
En una primera etapa (1419-1431) Alvaro de Luna tuvo la habilidad de presentar el combate contra los infantes de Aragón como una pugna entre reinos. Las treguas de Majano, del año 1430, suscritas por el propio rey de Aragón, Alfonso V el Magnánimo, significaban la desaparición de los infantes de la escena castellana y la consolidación del triunfo de Alvaro de Luna, que había sido nombrado en 1422 condestable. Unos años más tarde el privado de Juan II reanudó la guerra contra los nazaríes, obteniendo, en el año 1431, un importante éxito en La Higueruela, localidad cercana a Granada.
Manuel Fernández Parrilla.

Marcial Esteban Granados dijo...

La prepotencia de Alvaro de Luna era indiscutible. Mientras su hermano Juan de Cerezuela accedía al arzobispado de Toledo, él recibió de Juan II, en 1437, la villa y el castillo de Montalbán. Pero buena parte de la alta nobleza castellana se mostraba sumamente reticente ante él, al que acusaban nada más y nada menos que de tiranía. La ocasión fue aprovechada por el infante Juan, rey de Navarra, que buscó nuevamente una aproximación a la aristocracia de Castilla. Su objetivo era acabar con la dictadura impuesta por el privado.
El destierro de Álvaro de Luna a la villa de Escalona, que tuvo lugar en el año 1439, parecía dar el triunfo a sus rivales. Pero aquello fue sólo una cuestión táctica. El condestable regresó prontamente a la corte con vistas a preparar el desquite. Al lado de Juan II y de su privado estaban algunos linajes nobiliarios, fieles en todo momento a la causa monárquica, como los Mendoza, pero también se encontraba el tercer estado, que fue llamado a una reunión de Cortes, celebrada en la primavera de 1445 en las afueras de la villa de Olmedo. Allí se mostró, por parte de los procuradores de las ciudades y villas, un inequívoco apoyo al poder real, del que se dijo que era la expresión de la común unidad del reino. Poco después tuvo lugar la batalla de Olmedo, entre el bando realista, por una parte, y el que formaban la nobleza rebelde de Castilla y los infantes de Aragón. Sorprendentemente, la caballería de la aristocracia castellana y del rey de Navarra fue diezmada por los peones de las milicias reales.
Marcial Esteban Granados.

Helena Navarro Morales dijo...

Al llegar el siglo XV las grandes catástrofes de la anterior centuria parecían definitivamente alejadas de Castilla. Ciertamente reapareció la peste en diversas ocasiones y los malos años tampoco estuvieron ausentes. Pero unos y otros fenómenos parecen mínimas sombras en un panorama claramente dominado por la recuperación demográfica y la reconstrucción agraria. El brote epidémico más fuerte de la primera mitad de la decimoquinta centuria fue el del período 1434-1438, que afectó a la mayor parte de los reinos.
La tónica dominante del siglo XV fue el incremento de la población, lo que se comprueba, indirectamente, por las numerosas referencias a la reanudación del proceso roturador. En tierras de Salamanca está documentado el inicio de las roturaciones en el año 1418. Parecidas indicaciones tenemos de las tierras burgalesas, del valle del Tajo, de Galicia o de la Andalucía Bética. Asimismo, datos de los años 1418 y 1426, procedentes del señorío de Vizcaya, nos hablan de los intentos de la colegiata de Cenarruza por repoblar de manzanos las tierras de viejos caseríos deshabitados. En definitiva, se buscaban nuevos espacios de cultivo porque había aumentado la demanda de alimentos, debido al crecimiento poblacional. La ascensión demográfica de Castilla, en opinión de F. Ruiz, sería un hecho generalizable a todo el territorio hacia el año 1445. Por lo demás, la primera mitad del siglo XV fue un período de lento pero continuado crecimiento económico. También se constata en dicho período un alza suave pero progresiva de los precios de los productos agrícolas, así como un importante aumento de la renta de la tierra.
Helena Navarro Morales.

Jesús Mejias Beltrán dijo...

Cabe preguntarse ¿En el asunto de la sodomía, cuál fue la actuación de los Trastámara? Pues se dio la paradoja de que, a pesar de que a dos de sus miembros reinantes -Juan II y su hijo Enrique IV- les gustaba, sin duda, yacer con hombres, fue precisamente Isabel I la Católica, hija de Juan II y hermana del rey Enrique, quien con mayor esmero endureció las penas contra los sodomitas.
Es que, hasta bien entrado el siglo XII, la sodomía fue en cierto modo tolerada, siempre que tuviera lugar entre la aristocracia y el alto clero, y nunca fue reprimida con la pena capital. Es entonces cuando San Raimundo de Peñafort reinventa el término “contra natura”, acuñado por San Pablo. En el siglo XIII el código de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, inspirado en el de Justiniano, dedica extensas líneas a hablar de la sodomía e impone en su título XXI la pena máxima para este pecado “nefando”.
Jesús Mejias Beltrán.

Jaime Heredia Escobar dijo...

Tan solo ocho días después de su nacimiento fue bautizado el príncipe Enrique en la iglesia de Santa María de Valladolid, siendo sus padrinos el Condestable Álvaro de Luna, el duque de Arjona (que no pudo asistir personalmente), el almirante Alfonso Enríquez y el adelantado mayor de Castilla, Diego Gómez de Sandoval, con sus esposas. Celebró la ceremonia bautismal el obispo de Cuenca don Álvaro de Isorna.
El 21 de Abril de 1425, fue jurado como príncipe heredero de Castilla y León, en el convento de los dominicos de San Pablo de Valladolid, lo que como sucesor a la corona le confería el Principado de Asturias, que recibiría de manera efectiva unos años después.
Jaime Heredia Escobar.

Sergio García Bueno dijo...

Es en el reino de Navarra, origen del condado de Castilla, donde, al parecer, se inicia esta dura inquisición contra la homosexualidad masculina. Se sabe que un moro de la villa de Arguedas fue quemado en la hoguera en 1290 por “yacer con otros”. Dos judíos de Olite corrieron la misma suerte en 1345 y un año después ardió un tal Pascual de Rojas, en Tudela. La sodomía comienza a confundirse con otros problemas graves, tales como el judaísmo o la herejía, y ya era utilizada en Europa en el proceso que terminó con los templarios, instado por Felipe IV de Francia, con el apoyo papal, y seguido después en la Península a instancias de Jaime II de Aragón.
Sergio García Bueno.

Joaquín Méndez dijo...

A continuación publico un fragmento del artículo, titulado Tres reyes:

Tres reyes

Para empezar, la investigación ha certificado que los cuerpos que descansan en el templo cartujo son realmente los que pertenecieron a los tres personajes citados. Así lo ha demostrado el estudio genético, que ha probado que los restos de Alfonso tienen el mismo ADN mitocondrial que los huesos de la mujer enterrada junto a Juan II.
Llegados a este punto, es hora de recordar la historia. Estamos en el siglo XV, en una encrucijada cuya solución puede llevar a España a encaminarse hacia futuros diametralmente distintos. Al morir Juan II, sube al trono el que reinará como Enrique IV, hijo de Juan y de María de Aragón. Tras un matrimonio anulado por el Papa -el enlace no llegó a consumarse- contrae segundas nupcias con Juana de Portugal. De este enlace nacería Juana, apodada para siempre la Beltraneja, por la creencia -apoyada en la cacareada impotencia del rey- de que era, en realidad, hija de Beltrán de la Cueva. Ante la insistencia de la nobleza, Enrique IV acepta nombrar heredero a su hermano, el infante rey Alfonso, cuyo ordinal, según muchos historiadores habría sido XII, hecho que modificaría el nombramiento de los siguientes monarcas de este nombre.
Joaquín Méndez.

Mercedes Plaza Sánchez dijo...

La niñez del futuro Enrique IV transcurrió bajo la tutela de su madre que lo mantuvo muy apartado de su padre, dadas las desavenencias que uno y otro progenitor sostenían.
En esta época se recrudecía la pugna por la posesión del poder en Castilla entre el favorito del rey, Álvaro de Luna y los hermanos de la reina, los infantes de Aragón, cuyo padre, don Fernando de Antequera, tanto poder había tenido en el reino castellano.
La reina doña María de Aragón, se mostraba decidida partidaria de sus hermanos, lo que incrementaba el distanciamiento de su marido, manteniendo indebidamente alejados a padre e hijo.
Mercedes Plaza Sánchez.

Federico Martos Lorite dijo...

Durante los últimos años del Medievo hispano y, sobre todo, en la interpretación que se hizo en los siglos XVI y XVII, en el fondo del conflicto social contra la sodomía subyace el problema del judaísmo. Hay que tener presente que una de las razones esgrimidas para la expulsión de los judíos fue su aceptación de la homosexualidad, aunque sólo fuera sutilmente.
Por otro lado, judaísmo y homosexualidad masculina también aparecen conectados en la literatura española del Siglo de Oro. Así ocurre, por ejemplo, en la poesía de Quevedo. Esta misma corriente inquisidora llegó hasta los comienzos del siglo XX, cuando aún se llamaba 'judíos' a los homosexuales desde determinados círculos influenciados por la Iglesia católica, que los consideraban como una secta casi satánica.
Federico Martos Lorite.

José Manuel Olivares dijo...

El hombre mítico se relaciona con su mundo mediante vínculos afectivos. Su conocimiento del mundo, o más concretamente, las imágenes y representaciones mentales que conformaban su idea del mundo, representaban para él no un producto autónomo de la actividad de su pensamiento, sino un mero residuo de lo dado.
El otro o los otros integrantes de su entorno, se le revelan desde sus individualidades propias, permitiéndole así captar intuitivamente sus cualidades. Es por esta razón por la que, para el hombre mítico, su entorno tiene un sentido trascendente, se trata de un mundo compartido, en el que se encuentra con las cosas que poseen un valor en sí mismas, en virtud del cual le es permitido participar vitalmente con ellas.
José Manuel Olivares.

José Manuel Vallejo dijo...

Habiendo sonreído la fortuna al bando del favorito del rey Álvaro de Luna, los infantes de Aragón se ven obligados a exiliarse de Castilla, perdiendo sus posesiones que se donaron como pago de servicios a los nobles del bando victorioso.
Sin la protección de sus hermanos, la reina María fue separada de su hijo por orden de Álvaro de Luna, que consiguió del rey que se dotase al príncipe de casa propia, de manera que un mes antes de cumplir los cinco años, 22 de noviembre de 1429, Enrique se vio separado de ambos progenitores, contando con un ayo, distintos preceptores y diversos servidores. Los problemas de los padres dejaron sus grandes secuelas en la infancia del príncipe Enrique que careció del cariño de sus padres desde su más tierna infancia.
José Manuel Vallejo.

Adrián Espejo González dijo...

Sin duda, el Trastámara Juan II y su valido Álvaro de Luna formaron la pareja masculina de amantes más famosa de todo el medievo hispano. La ejecución de Don Álvaro, urdida por Isabel de Portugal, esposa del monarca y madre de la que llegaría a ser Isabel la Católica, se interpreta a la luz de los siglos venideros, en concreto durante el XVII, como un episodio simbólico de represión contra la sodomía, eso que hoy designaríamos como homosexualidad masculina, que también se utilizó como arma política. Acusar a alguien de sodomita era una de las mejores maneras de quitárselo de enmedio.
Adrián Espejo González.

Antonio Jesús Fernández Escobar dijo...

Los éxitos de la batalla de Olmedo del año 1445 fortalecían el poder regio, pero también la imagen de Alvaro de Luna. A los ricoshombres que habían peleado contra Juan II les fueron confiscados sus bienes, en tanto que los infantes de Aragón Enrique y Juan abandonaban una vez más Castilla. Sin embargo, en Olmedo comenzó también, por paradójico que pueda parecer, el declive del condestable. La nobleza castellana desconfiaba del privado de Juan II, pero también se pusieron en su contra el príncipe heredero, Enrique (futuro Enrique IV), el favorito de éste, Juan Pacheco, y la segunda esposa del monarca castellano, Isabel de Portugal. A raíz de un oscuro suceso, el asesinato de Alonso Pérez de Vivero, Alvaro de Luna fue hecho prisionero. Juan II, presionado por unos y por otros, aceptó firmar su sentencia de muerte. Álvaro de Luna fue degollado públicamente en junio de 1453 en Valladolid. Un año más tarde moría el rey Juan II.
Antonio Jesús Fernández Escobar.

Juan Pablo Colmenero dijo...

La “segunda batalla de Olmedo” constituyó un hecho de armas que pudo haber cambiado el curso de la guerra civil castellana; sin embargo, su resultado favorable a la facción enriqueña, se eclipsó como consecuencia de la patológica inseguridad de Enrique IV, quedando para la mayoría de los historiadores en meras tablas. Los dos hechos: el “tratado de Guisando” y los “acuerdos de Valdelozoya”, ponen de manifiesto la marcha sin rumbo definido de un rey débil e inseguro y las tribulaciones de un padre cargado de sentimientos de culpabilidad.
Para colmo de males y como consecuencia también de la ingenua imprevisión del monarca, se produjo la “ocupación de Segovia” por la facción alfonsina, hecho que, como tendríamos ocasión de ver, nos permitiría extraer de los relatos cronísticos numerosos datos de un valor decisivo para enjuiciar un posible diagnóstico psiquiátrico de Enrique, nuestro personaje. Es una cuestión a la que sin duda podíamos referirnos en distintas ocasiones de la vida de Enrique, al ser una clave explicativa de algunas de las reacciones del rey.
Juan Pablo Colmenero.

Mariana Almazán Bravo dijo...

Que Juan II de Castilla y su valido Álvaro de Luna tuvieron una relación que traspasó la línea de la política, adentrándose en lo sentimental, es algo que ya adivinara Gregorio Marañón en su Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla, escrito en 1930. Por encima de todo ello, Álvaro fue un personaje clave en los episodios históricos que tuvieron lugar durante el siglo XV, en los albores de un tiempo que anunciaba la construcción de España como nación.
Álvaro de Luna era hijo bastardo de un noble aragonés. Siendo paje de la corte castellana, ascendió de tal manera que pronto llegó a ser el personaje más influyente en el rey Juan II y, por ende, en toda Castilla. Además de astuto, era un seductor nato. Su atractivo físico encandilaba tanto a hombres como a mujeres. Por si esto no fuera suficiente, se metió en el bolsillo a la reina madre, abanderando a los partidarios del monarca, en pugna constante frente a la nobleza castellana. Y, lo más importante de todo, se ganó a pulso el amor de su pupilo, el joven y débil Juan II, que al quedar huérfano, aprendió de él todo lo que un rey debía saber por aquel entonces, incluyendo los goces de la carne.
Mariana Almazán Bravo.

Andrés Caballero Moya dijo...

La reconstrucción agraria del siglo XV, durante el periodo referido en el artículo de Pedro Galán, significaba una adaptación del campo a las nuevas condiciones del mercado, que incluían tanto las demandas de los núcleos urbanos como el tirón indiscutible del comercio internacional. Así, por ejemplo, el auge de la apicultura en tierras de La Alcarria se explica, en buena medida, por el significado de la miel como objeto de exportación. No obstante el producto que mejor ejemplifica las transformaciones agrarias de la decimoquinta centuria quizá sea la vid. Por acudir a un ejemplo significativo recordaremos que en el entorno de Valladolid florecieron los viñedos de Fuensaldaña, Cigales y Mucientes, destinados al abastecimiento de la villa del Esgueva. Ahora bien, los vinos más preciados eran el bermejo de Toro y el blanco de Madrigal, así como los de la sierra de Córdoba y la zona de Jerez.
Andrés Caballero Moya.

Manuel Jesús Foronda dijo...

Conviene también destacar en estos comentarios que, aunque el Príncipe Enrique, contó con educadores prestigiosos, de entre los que cabe mencionar a don Pedro Barrientos, la generalidad de las personas con las que convivió durante esos cruciales años infantiles, pertenecían a las clases populares o a lo sumo al más bajo escalón de la nobleza, de ellos aprendió los rudimentos básicos, impregnados de las primeras emociones y sentimientos, que conforman la urdimbre de lo que serán sus futuras relaciones interpersonales. Su fijación afectiva a lugares como el alcázar de Madrid y el de Segovia y sobre todo a sus campiñas, el Prado y los montes segovianos, no sorprende para nada, si se tiene en cuenta que fueron los lugares en los que transcurrió su infancia. Con gran acierto, SUAREZ (SUÁREZ FERNÁNDEZ (“Enrique IV de Castilla”. Ariel. Barcelona, (2001): 12.), puntualiza que solo en ocasiones visitó la corte, requerido por su padre para participar en actos públicos de carácter político, de los que debió quedarle un recuerdo poco grato.
Manuel Jesús Foronda.

osé Carlos Montoro Ortega dijo...

El Marqués de Santillana se refería a don Álvaro de Luna llamándole “el puto” en uno de sus poemas escritos contra el valido del rey, a quien sus muchos enemigos, principalmente los nobles castellanos, achacaban haber empleado maleficios para hechizar al monarca o se referían a él como 'puto', esto es sodomita, en alusión a las querencias que le prodigaba al rey. Según la Crónica de don Álvaro de Luna, cuando Juan II le señaló como compañero para dormir con él en su aposento, el escándalo fue descomunal, aunque antes ya lo habían intentado otros, como el Adelantado de Castilla Pedro Manrique, aunque éste sin llegar a conseguirlo.
Saludos para los lectores de este interesante blog.
José Carlos Montoro Ortega.

Mario Villar Monedero dijo...

El historiador Fernán Pérez de Guzmán, en sus Generaciones y semblanzas, afirma que aún siendo el rey “mozo y de buena complexión, y teniendo a su mujer moza y hermosa, si el Condestable se lo contradijese, no iría a dormir a la cámara de ella, ni de otras mujeres, aunque naturalmente era bastante inclinado a ellas.” Y, más adelante, escribe cómo el rey Juan “ ni de noche ni de día quería estar sin don Álvaro de Luna, y lo aventajaba sobre los otros, y no quería que otro alguno lo vistiese ni tratase.”
Mario Villar Monedero.

Francisco Javier Fonta dijo...

Algunos cronistas de su época decían que el rey de Castilla Juan II tenía relaciones homosexuales con don Álvaro de Luna. Don Gregorio Marañón sostuvo en un estudio, que dichas relaciones homosexuales fueron ciertas.
Álvaro de Luna entró como paje de Juan II, entonces niño y compartieron cama durante muchos años. Ejerció gran influencia sobre Juan, que al llegar a rey le concedió grandes prebendas. La batalla de la Higueruela contra los Nazaritas fue una iniciativa de don Álvaro de Luna. La victoria fue de los castellanos, aunque inexplicablemente no entraron en Granada y regresaron a Toledo donde celebraron la victoria con actos religiosos, procesiones, misas, justas y juegos. Las crónicas de sus enemigos dicen que Álvaro de Luna no entró en Granada porque aceptó el soborno de Muhammad IX el Zurdo, que le pagó en monedas de oro, escondidas en un cargamento de higos.
Francisco Javier Fonta.

Soledad Flores Martínez dijo...

La vida de Álvaro de Luna (c.1390-1453) es un claro ejemplo de lo que fue la vida política en Castilla hasta la llegada de los Reyes Católicos. Ser hijo bastardo no le impidió convertirse en el hombre más poderoso en la corte de Juan II de Castilla (el cronista Alonso de Palencia sugiere que había relaciones homosexuales entre ambos y otros lo afirman con rotundidad). Su vida de éxitos incontestables y destierros sonados, de victorias en el campo de batalla, de conspiraciones contra su persona o diseñadas por él contra sus enemigos, terminó en junio de 1453, ajusticiado por decapitación en la plaza mayor de Valladolid. La condena llegó tras un juicio promovido por sus enemigos (incluyendo a Juan Pacheco, ayo del heredero, el infante Enrique) y con el apoyo de la misma reina, la segunda esposa de Juan II y madre de Isabel.
Juan II de Castilla callaba ante las intrigas, abusos y asesinatos de su valido, hasta que Isabel de Portugal la segunda mujer de Juan II intrigó, junto a la nobleza, para su caída. Álvaro de Luna, por orden de Juan II, fue sometido a una farsa de juicio y condenado a muerte el 3 de junio de 1453. Decapitado en la plaza mayor de Valladolid y su cabeza hincada en una pica. A partir de la muerte de su querido valido Juan II entró en una depresión y murió justo al año: el 24 de julio de 1454, no sin antes señalar a Isabel de Portugal, su esposa, como la causante de dicha muerte. Al morir dijo la célebre frase: naciera yo hijo de un labrador o fuera fraile del Abrojo, que no rey de Castilla.
Isabel de Portugal inició una crisis mental llena de remordimientos, por instigar dicha muerte. Llegó a la locura con periodos intermedios de lucidez.
Soledad Flores Martínez.

María del Mar Gamiz dijo...

De Condestable de Castilla, Álvaro de Luna pasó a ser el hombre más temido, respetado y odiado de la corte. Aunque las presiones de la familia real y la nobleza, que sellaron alianza contra él, hicieron mella en su carrera y en su propia vida personal, siempre salió a flote, gracias a la lealtad inquebrantable de su amado rey Juan. La relación entre ambos se fue enfriando, debido a esas mismas presiones, hasta que el de Luna fue acusado de traición y sentenciado a muerte en 1453. El dolor y el arrepentimiento por haber firmado la sentencia que acabó con la vida de Álvaro de Luna precipitaron el final de Juan II, quien un año después murió para reunirse con su adorado valido, amigo, maestro y también amante.
María del Mar Gamiz.

José Luis Reyes Carrasco dijo...

Enrique IV fue hijo único de Don Juan II y de su mujer, la reina Doña María, hija de Don Fernando de Aragón. El hipotético centón de Fernán Gómez de Cibdarreal nos cuenta que la augusta madre padeció una grave hemorragia en el momento de nacer; y hace después horóscopos felicísimos sobre el nuevo príncipe, demostrando así el grave peligro que corren los augures, reales o imaginarios, al pronosticar sobre las cosas públicas. Palencia insinúa que tal vez fue hijo adulterino; pero la herencia de Don Juan aparece tan directamente en Don Enrique que excluye la posibilidad de esta especie, creada, sin duda, en el ambiente corrompido de la corte. Don Juan II fue, en efecto, como su hijo, de talla alta “y de grandes miembros”, pero no de buen talle; “de buen gesto, blanco y rubio, los hombros altos y el rostro grande”.
Podríamos comentar la reproducción de los mismos rasgos físicos y detalles del parecido en la morfología de su hijo. Y desde el punto de vista psicológico encontramos en el padre las mismas cualidades poco deseables que luego alcanzaron en Don Enrique todo su siniestro esplendor.
José Luis Reyes Carrasco.

María Angustias de la Torre dijo...

Aunque la homosexualidad del hijo y sucesor de Juan II, Enrique IV, era evidente, fue la imposibilidad de engendrar un heredero lo que, al convertirse en asunto de estado, dio al traste con su reinado. Ya de joven, el monarca gustaba rodearse de guapos mancebos. Notorios fueron los devaneos que sostuvo con Hernán Gómez de Cáceres o Juan Pacheco, marqués de Villena, que no afectaron a otros cortesanos y donceles, como Francisco Valdés o el Condestable Miguel Lucas de Iranzo, porque huyeron discretamente de la corte ante el real acoso.
María Angustias de la Torre.

Esteban Moles dijo...

Al morir el jefe de la casa del príncipe, Pedro Fernández de Córdoba, en 1435, se hace cargo personalmente del gobierno de esta y de la custodia del niño, que contaba solo diez años, Álvaro de Luna, que introduce cambios importantes de personas en el entorno del príncipe. Se aseguraba así de tenerlo férreamente controlado por gentes de su máxima confianza, cuando cada vez era más tenida en cuenta su persona en los círculos políticos, no podemos olvidar que tres años antes, el 18 de Enero de 1432, había sido confirmado por las Cortes reunidas en Zamora, como príncipe heredero.
Pero lo que siendo un detalle de importancia menor no quiero dejar de destacar, es que entre quienes se incorporan al servicio del príncipe hay un doncel llamado Juan Fernández Pacheco, cuya influencia sobre Enrique será decisiva a lo largo de su vida como persona y como rey.
Esteban Moles.

Valentín Oliva Mendoza dijo...

En Castilla, Juan II era un rey medieval poco usual, dado que le interesaba más el conocimiento que las guerras. Juan, considerado como "voluptuoso y sensual" había nacido en 1405 y su primer matrimonio lo había consumado con María de Aragón, naciendo Enrique en 1420. Enrique desde pequeño había sido enfermizo, dado a largos períodos de melancolía y poco comunicativo. En resumen, era un niño débil y sumiso. Según los nada objetivos historiadores de la época, parece ser que en su pubertad se entregó a "abusos y deleites de los que hizo habito...de donde vino la flaqueza de ánimo y disminución de su persona... Deleites que la mocedad suele demandar y la honestidad debe negar..."
Según palabras del mismo Marañón, "finalmente esta, sin duda, relacionada con su inclinación homosexual, su famosa afición a los árabes de los que, como es sabido, tenia a su lado una abundante guardia, con escándalo de su reino y aun más de las cristiandad. Es sabido que en esta fase de la decadencia de los árabes españoles, la homosexualidad alcanzó tanta difusión que llego a convertirse en una relación casi habitual y compatible con las relaciones normales entre sexos distintos".
Valentín Oliva Mendoza.

Julio Morales Juárez dijo...

"E yo de mi propio motu é ciencia cierta é poderío real absoluto...." Esto se lee en un documento emanado de la cancillería de Enrique IV, del año 1472. Ciertamente la expresión poderío real absoluto ya se encuentra en documentos de la época de Juan II, pero sorprende sobremanera que sea utilizada por un monarca que, en apariencia al menos, parecía un juguete de las apetencias de la alta nobleza de sus reinos. Pero no hay que engañarse. Los interminables conflictos políticos de la época ocultan la realidad de un poder monárquico que se fortalecía de día en día.
Desde el punto de vista teórico predominaba en Castilla la concepción que defendía la plenitud del poder regio. El pactismo tuvo algunos defensores, como el obispo de Avila Alonso de Madrigal, el Tostado, para el cual la monarquía debía ejercer su poder mediante un pacto, expreso o tácito, con la comunidad. Pero cobraron más fuerza las doctrinas que propugnaban un poder autoritario. Uno de los escritores más representativos de esta tendencia fue Rodrigo Sánchez de Arévalo. En su obra Suma de la Política afirmaba que "todos los çibdadanos e subditos deven con mucha fee e lealtad ser subjectos e obedecer a su rey e príncipe natural". Ello tenía como fundamento que el príncipe es "como la cabeça en el cuerpo, la cual no sólo es más alta e más excellente que los otros miembros sino que endereça, rige e govierna a todos los otros miembros".
Pero también apoyaba su argumento en la opinión de las autoridades (Salomón o san Pedro) y en los mandamientos divinos que obligaban a "todo ome a onor e reverencia de su rey o principe". En otro párrafo de esa misma obra sostenía el autor citado que puesto que el rey "es una ymagen de Dios en la tierra, toda criatura le deve abaxar la cabeça". Más aún, en otro escrito suyo, la Compendiosa Historia Hispánica, Sánchez de Arévalo señalaba que incluso los crímenes del rey debían ser tolerados por sus súbditos, pues al fin y al cabo aquel accedía al trono en virtud de un decreto divino y no humano.
Los supuestos teóricos aludidos no eran ideas en el vacío, antes al contrario se correspondían con la práctica política. El fortalecimiento de las instituciones centrales de gobierno, visible desde el acceso de la dinastía Trastámara, continuó en el siglo XV.
Julio Morales Juárez.

Juan Carlos Rodríguez Valencia dijo...

Enrique IV Rey de Castilla y León nace el 25 de enero de 1424 en Valladolid, en la calle Teresa Gil, en la casa llamada La Casa de las Aldabas, del contador Diego Sánchez. La calle era llamada así por haber vivido en ella, a principios del siglo XIV, doña Teresa Gil, Infanta de Portugal y rica hembra de Castilla.
Como ya sabemos era hijo de Juan II de Castilla y de su primera mujer María de Aragón, aunque el historiador Alonso de Palencia llega a insinuar que Enrique IV era hijo adulterino, pero el parecido con su padre Juan II, comenzando por los rasgos físicos, era tan acentuado que hay que tomar la declaración del clérigo por una mentira destinada a denigrar a un personaje tan odiado por él.
Juan Carlos Rodríguez Valencia.

Eduardo Lombardo dijo...

El 12 de septiembre de 1436, el rey navarro Juan II anuncia un acuerdo de paz con el reino castellano, en este pacto
el navarro se compromete a devolver los territorios navarros ganados en guerras anteriores, para ser incluidos en la dote de la princesa (luego todo seguiría igual). Para sellar dicho acuerdo anuncia el compromiso matrimonial de una de sus hijas, Blanca, con el príncipe Enrique, el primogénito de Juan II de Castilla.
La princesa Blanca, nacida en Olite en 1424, era unos meses mayor que Enrique.
Dado que existían lazos consanguíneos, se recibió la pertinente dispensa otorgada el 18 de diciembre por el Papa Eugenio IV.
En marzo de1437, Enrique, que cuenta con 12 años recibió a su bella adolescente prometida. Tras la ceremonia religiosa, los muchachos, siguiendo la costumbre de la época, son separados hasta que alcanzasen la edad estipulada para consumar el matrimonio, fijada entonces en los 15 años.
En el año 1440, Enrique cumple 15 años de edad, es considerado mayor de edad. Se acuerda celebrar
una misa de velaciones en el Monasterio de San Benito de Valladolid, a fin de ratificar el compromiso matrimonial adquirido unos años antes.
La princesa Blanca acude a dicho monasterio acompañada de su madre. Oficia el Obispo de Ávila Juan de Cervantes. Se celebra un torneo en Valladolid para celebrar el evento. Siguiendo la costumbre castellana de la época, se celebra una abundante cena por la noche y, tras ella, los jóvenes contrayentes se retiran a su aposento. Tras la puerta espera mucha gente, entre ellos tres notarios, esperando les sea entregada la correspondiente sábana con manchas de sangre, testimonio del desfloramiento de la princesa Blanca. La sábana no expuso resto alguno. Las crónicas no pueden ser más explícitas de lo que ocurrió después:
"La boda se hizo quedando la princesa tal cual nació, de que todos ovieron grande enojo."
Mosén Diego de Valera es aún más claro en su dictamen:
"durmieron en una cama y la princesa quedó tan entera como venía".
Eduardo Lombardo.

José Antonio García Baena dijo...

Álvaro de Luna, a la sazón válido y favorito de Juan II, pone como ayo del Príncipe Enrique a don Juan Pacheco, Marqués de Villena. La elección no puede ser más desafortunada, porque el de Villena se presentará como un conspirador nato. Algunos historiadores le achacan además una notoria homosexualidad, que pudo transmitir e incluso compartir con el entonces todavía príncipe Enrique. Enrique, desde pequeño, se presenta como un niño enfermizo, poco comunicativo y dado a largos períodos de melancolía. Según el cronista de la época, Enríquez del Castillo, el príncipe Enrique es: "es alto, de piel blanca, pelirrojo, pecoso y de frente ancha. Sus miembros son grandes y su apariencia leonina, en su facies destaca una mandíbula prominente, con dientes mal enfrentados". Según otros historiadores, nada o poco objetivos, en su pubertad se entrega "a abusos y deleites de los que hizo habito...de donde vino la flaqueza de ánimo y disminución de su persona... deleites que la mocedad suele demandar y la honestidad debe negar..."
José Antonio García Baena.

Mateo Perdiguero dijo...

A consecuencia de la no consumación del matrimonio, y justo por este motivo será conocido como el Impotente, apodo con el que pasará a la historia al imponerse a los otros de el Liberal ó el Franco.
A pesar de todo seguirá cohabitando durante tres años con Blanca de Navarra, después comienza a distanciarse de ella y a llevar una vida que, según la describirá Fernando el Católico estuvo "consagrada a la liviandad"
El 11 de mayo de1443, se hace público el divorcio entre el rey y la princesa Blanca. A pesar de ello Roma tardará diez años en anunciarlo de forma oficial. Los cronistas de la épocaescriben: "Los físicos y cirujanos vinieron a curarlo, hicieron manifestación pública de su impotencia y por culpa de su impotencia vino en aborrecerla y mandola salir de su reino que mucho pesó a todos de la injusticia" .
Fueron enviados incluso sacerdotes a indagar entre las meretrices segovianas si eran ciertos los rumores que apuntaban a una posible impotencia real. Las prostitutas declararon en contra de este rumor.
El año 1444, fue designado como Príncipe de Asturias, tan sólo un poco después el 10 de octubre es nombrado Príncipe de Jaén. Este título desaparece y nadie más lo ostentará en el futuro.
Mateo Perdiguero.

Lina Gómez Herrera dijo...

Enrique nunca pudo consumar su matrimonio con Blanca de Navarra, quien no estaba nada mal físicamente y parece que por su aspecto personal pudo haber animado hasta a una estatua.
Cuando Juan II vio que su hijo no conseguía heredero, decidió aprovechar que estaba viudo y mandó a su confidente Álvaro de Luna a que le consiguiera novia en Portugal.
A pesar de que a Enrique le sabía a diablos que su padre le pusiera madrastra, el viejo Juan II en 1447 se casó enamoradísimo de la joven Isabel de Portugal -prima del rey Alfonso V- y en poco tiempo la fogosa muchacha le había dado a Juan II dos hijos, Alfonsito y la futura Isabel la Católica. Enrique se sentía desplazado por su madrastra, quien era más joven que él.
El escritor viajero Tetzel refiere que cuando visitó al Rey, estaban él y la reina sentados en el suelo, a la usanza árabe. Y Palencia dice que los moros de la guardia del rey "corrompían torpisimamente a mancebos y doncellas". Don Enrique no solo adoptó las vestimentas de esa gente y sus posturas y alimentos, sino también "otros hábitos funestos propensos a vergonzosa ruina".
Lina Gómez Herrera.

Patricia Crespo Serrano dijo...

En la fecha 1445 muere la madre de Enrique IV, María de Aragón, en Villacastín (Segovia). Al parecer envenenada por orden de don Álvaro de Luna. Dentro de la compleja política de alianzas, la reina se había alineado con sus hermanos, los Infantes de Aragón. Más que posiblemente ésta será la causa de la orden de su muerte por el Condestable.
Por estos tiempos el príncipe Enrique es ya un "hombre alto de cuerpo e hermoso e bien proporcionado en la compostura de sus miembros...”
Siendo Príncipe de Asturias manda construir el Monasterio de Santa María del Parral (Segovia).
En el año 1447, el viejo rey Juan II vuelve a casar esta vez con la jovencísima Isabel de Portugal -prima del rey Alfonso V- y en poco tiempo la fogosa muchacha portuguesa le da a Juan II dos hijos, el infante Alfonso y la infanta Isabel, futura reina católica. En el año de 1450. Enrique toma partido por Carlos de Viana, quien se ha sublevado contra su padre, tras negarle éste su derecho al trono navarro.
Un año más tarde en 1451, el apoyo se hace aún más explícito con el envío de tropas castellano-leonesas, que ocupan Estella. El Príncipe de Viana es derrotado y encerrado en una celda. Entra a su servicio en calidad de doncel Andrés Cabrera.
En el año 1453 se inicia un acercamiento al Reino de Portugal. En marzo se tiene constancia de duras negociaciones para un futuro matrimonio con su prima Juana de Portugal, hermana del rey portugués.
En mayo su matrimonio es anulado por el Papa Nicolás V, tras comprobar éste que Enrique no ha tenido ninguna relación con su esposa. La Iglesia exigía un mínimo de tres años de intentar consumar el matrimonio para anularlo. Prostitutas segovianas declararon haber mantenido relaciones con el Rey sin problemas, y éste, no tuvo inconveniente en jurar que podría estar siendo víctima de algún tipo de hechizo.
Siendo Príncipe de Asturias, apoyado don Juan Pacheco, contribuye a la caída y posterior ejecución del valido y favorito de su padre don Álvaro de Luna (3 de junio).
Saludos.
Patricia Crespo Serrano.

Braulio Barrero Lendinez dijo...

El 1 de diciembre de 1453, el Papa confirma la sentencia de divorcio de Enrique con Blanca de Navarra, y otorga la correspondiente dispensa para el nuevo enlace con Juana de Portugal; mientras se firman las capitulaciones matrimoniales entre el príncipe Enrique y su prima portuguesa Juana de Portugal, hermana del rey Alfonso V de Portugal. (El pergamino de la Bula original se encuentra en la Real Academia de Historia de Madrid.)
El 21 de julio de 1454 muere Juan II, a la edad de cuarenta y nueve años.
Enrique IV es proclamado como rey de Castilla y León en el Castillo de la Adrada; al castillo, regentado por el alcaide, llegó un correo ordenando «se ficieran llantos y alegrias según la costumbre de sus antecesores» y «al próximo sabado anocheciendo se entonaron tres clamores y al domingo se dieron otros tres e luego las Justicias, Alcaide y regidores con judios y moros, enjergados e enlutados con capas negras e golas blancas y el Alguacil mayor con un pendón en la mano con las armas del difunto Rey, quebró un escudo de don Juan II e se dirigieron a la iglesia y penetrando en ella siguieron los llantos y clamores y los caballeros e hijosdalgos subieron al altar e tambien algún gentil y a su pie se vistieron de ropas bermejas y se aferraron con sus mantos de vistosos colores, mientras que el Alguacil Mayor dejó el pendón de don Juan en el suelo y empuñó el pendón de seda carmesí y muy rico de don Enrique y todos juntos comenzaron a dar gritos de alegria y en terminando la misa salieron del templo y dieron una vuelta a la villa, haciendo todos muchos monos y alborozos y en la torre del homenaje del castillo colocaron el pendón gritando con grandes voces: ¡Castilla por el rey D. Enrique! Por la tarde se corrieron toros en la plaza de la villa y duraron los festejos y alegrias hasta tres dias» (Crónica de don Enrique «el cuarto»).
Braulio Barrero Lendinez.

Ramiro Arana Jurado dijo...

En febrero de 1455 se firman las capitulaciones definitivas para su futuro matrimonio. Aquí queda patente la extrema debilidad del nuevo rey. A saber:
La novia no aporta dote alguna a la boda. Se exige la entrega de 100.000 florines de oro, como depósito y si “por cualquier causa o razón" la ceremonia no se llegase a realizar, la novia no estaría obligada a devolver la dote”
El rey no quiere más sobresaltos y, previamente, deroga la ley de los notarios y reserva la noche de bodas para su intimidad. En abril lleva a cabo una correría contra moros granadinos, limitándose a realizar algunas talas y a la quema de sembrados. En mayo casa en Córdoba con doña Juana, hermana del Rey de Portugal y obtiene un permiso de tres años y medio para estar casado con ella. Al término de los cuales "si no obiese hijo o hija, tornase a tomar por mujer a la Princesa Blanca"
Su primera orden es enviar a la viuda de su padre, Isabel de Portugal, al Castillo de Arévalo junto con sus dos hermanastros Alfonso e Isabel.
Su inicio de reinado no puede ser más esperanzados, basándose en cinco puntos básicos:
1º.-Reconciliarse con la nobleza, perdonando a unos y encumbrando a otros (Beltrán de la Cueva,
Miguel Lucas de Iranzo, Diego Arias,...)
2ª.-Consolidación económica del reino, controlar el cobro de las rentas, tanto para el beneficio del reino como para la hacienda privada del monarca.
3º.-Aumentar el control real sobre las Cortes, ciudades y municipios.
4º.-Conseguir la paz con los reinos cristianos vecinos (Francia y Aragón)
5º.-Combatir contra la Granada nazarí.
Afectuosos saludos.
Ramiro Arana Jurado.

Enriqueta Ortega dijo...

Su gestión parece en principio tan acertada que incluso el cronista oficial Alonso de Palencia le considera un buen rey. Enrique IV es un rey alto y corpulento, dotado de una cabeza grande y mirada trágica la cual "infunde temor a quien le mira". Con una longitud extraordinaria de las piernas, pies y manos igualmente grandes y cierto encorvamiento del cuerpo. Los huesos le suenan al caminar. Es poseedor de una voz suave. El citado historiador, considerado poco o nada objetivo escribe: Como los moros de la guardia real "corrompían torpísimamente a mancebos y doncellas".
En cuanto a los supuestos amoríos homosexuales del monarca, cita a alguno de sus favoritos (como el mencionado Pacheco). Gómez de Cáceres "joven de arrogante figura, belleza física y afable trato" escalará puestos por este medio en la Corte a pesar de su carencia total de méritos. Francisco Valdés huirá de la Corte ya que no desea entregarse a los apetitos del monarca. Pagará Valdés cara su resistencia porque por orden regia es recluido en una prisión a donde irá a visitarle el rey con cierta frecuencia para reprocharle, -según el historiador Palencia-, su "dureza de corazón y su ingrata esquivez".
Al mismísimo Beltrán de la Cueva no le deja libre de alguna insinuación.
Miguel Lucas de Iranzo (siguiendo a Palencia) tampoco se somete a los deseos del rey por sus creencias religiosas y se ve obligado a huir al Reino de Valencia.
Más fortuna tiene Enrique IV con Alonso de Herrera, al que capturan una noche pensando que es el rey, por yacer en su cama, (Enrique había huido a tiempo) y, seguramente con algunos de los moros que pululan por la corte castellana.
Como se ve, cualquier noble que pululaba por La Corte castellana dudosamente quedaba libre de la pluma de este historiador-inquisidor Alonso de Palencia.
Enriqueta Ortega.

Pablo López Martínez dijo...

Según un diagnóstico del doctor Marañón, insigne endocrinólogo y humanista de prestigio:"una falta de secreción sexual provoca en no pocas ocasiones una actividad de la hipófisis que se traduce en la acromegalia que podía apreciarse en Enrique y que reunía manifestaciones como la estatura elevada, la longitud extraordinaria de las piernas, la dimensión exageradamente grande de las manos y de los pies y el encorvamiento con el que caminaba"
Es retraído, desconfiado, juerguista, ingenioso, antojadizo, dominado por los deleites de la carne, generoso y a la vez ambicioso. A su lado reina la depravación y la inmoralidad.
Gusta de costumbres más en sintonía con cortes italianas o francesas que con la rígida y estricta castellana. Se le criticará duramente su gran afición por los "moros" de los que compone su guardia personal y que suele sentarse y vestirse como ellos, datos que nos muestran a un rey tolerante y abierto. Costumbres adquiridas por algunos de los reyes cristianos, para los cuales el mundo árabe había sido modelo de cultura superior.
En cualquier caso, conviene recordar que su "guardia mora personal" no es un invento suyo, sino que es heredada de su padre, el finado Juan II.
Por lo demás sí parece que tiene algo más que una disfunción pasajera con la reina. (Hoy, sin embargo, tendemos más bien a creer que lo que padecía entonces Enrique era una impotencia psíquica que estaba limitada por esa época a su esposa -quizá porque concebía las relaciones con ella como una obligación y no como un placer- y que no afectaba, por lo menos no siempre, a su trato con otras mujeres).
Le son enviados brebajes y remedios por parte de sus embajadores italianos, metrópoli de la ciencia erótica, y que incluso mandará a África emisarios en busca del cuerno del unicornio, conocido por sus propiedades afrodisíacas. (Recordemos la novela de Juan Eslava Galán)
Se hace traer a un médico germano llamado Hyeronimus Munzer (llega a correrse entre el pueblo la voz de que el rey se encuentra hechizado). El citado doctor dará el siguiente diagnóstico: "El órgano copulatorio es débil y escuálido en su base, con frágiles tejidos ahí, pero luego se ensancha hacia una longitud considerable y una desproporcionada cabeza. Esto último impide que la erección se complete pues el resto del órgano no puede sostener tamaño peso."
Pablo López Martínez.

Aurelio Armenteros dijo...

El nuevo rey convoca a Cortes en Cuellar (Segovia) para trasmitir el nuevo programa político de la corona, además de recaudar impuestos. En esta reunión destaca como figura relevante don Juan Pacheco que aspira a ocupar el cargo de Condestable, pero que encontrará grandes recelos entre la nobleza y la Iglesia, temiendo que se erosionaran sus privilegios y prebendas.
El 2 de septiembre hace merced a Diego Fernández de Córdoba como I Conde de Cabra.
En el año 1456, en su segundo año de reinado, el rey se desplaza hasta Úbeda. Allí se hospeda en casa del Regidor Diego Fernández de la Cueva. Agradecido de las atenciones recibidas, pide a don Diego llevar a la Corte a su hijo mayor. Éste se niega, pero ofrece a Beltrán, su segundo hijo. El rey acepta y lo hace su Paje de Lanza.
Se vuelven a realizar correrías contra las localidades moras de Lora, Antequera y Archidona.
Estas campañas militares originan un gran descontento entre la nobleza y el alto clero. Los nobles castellano-leoneses y el Primado de Toledo Alonso Carrillo, acusan al rey de malversación de los subsidios recibidos en Cuellar.
La nobleza, los clérigos y las ciudades -esquilmados económicamente por el monarca- dirigen los ataques contra los nobles colaboradores del monarca, siempre liderados por el ambicioso Marqués de Villena.
En el año 1457, El Marqués de Villena se hace cargo de los asuntos del reino. Como consecuencia se inicia una guerra abierta con el Arzobispo de Toledo Alonso Carrillo y el Conde de Haro, entre otros.
El Marqués de Villena para neutralizar la oposición utiliza los siguientes mecanismos:
Fuerza a Enrique IV a buscar una alianza aragonesa con Juan II de Navarra, hermano del monarca aragonés Alfonso V el Magnánimo.
Busca el respaldo papal. Tanto Calixto III como su sucesor Pío II, legalizan la acción de gobierno de Enrique IV. Con sendas bulas, le autorizan a distribuir los fondos de cruzada como quisiera, eliminando las quejas de los nobles en cuanto a la utilización de los impuestos.
Se rodeo de un equipo fiel a su persona que apoyarán sus decisiones, entre las que se encuentran su hermano Pedro Girón (Maestre de Calatrava) y los Condes de Plasencia y Alba.
Para consolidarse tanto él como el monarca en el poder, incrementa su propio patrimonio, bien apropiándose la fortuna de los nobles rebeldes, bien practicando una política matrimonial bien planificada. Se asalta y conquista la villa musulmana de Jimena, en Jaén.
Cordiales saludos para todos los lectores.
Aurelio Armenteros.

Federico Cifuentes dijo...

En el año 1458, el infante aragonés Juan II es proclamado Rey de Aragón a mediados de año, rompiendo el pacto de amistad firmado con el monarca castellano años antes. Enrique IV decide atacar a los nobles rebeldes. El Marqués de Villena, sibilinamente, le frena mientras entabla negociaciones secretas con los cabecillas de la facción de los nobles.
Mientras tanto, los escándalos en la Corte no cesan. En palabras del Dr. Marañon
"finalmente esta, sin duda, relacionada con su inclinación homosexual, su famosa afición a los árabes de los que, como es sabido, tenia a su lado una abundante guardia, con escándalo de su reino y aun de la cristiandad. Es sabido que en esta fase de la decadencia de los árabes españoles, la homosexualidad alcanzó tanta difusión que llego a convertirse en una relación casi habitual y bastante compatible con las relaciones normales entre sexos distintos"
El rey y la reina se sientan habitualmente a la usanza árabe, testimonio directo del escritor Tetzel, que los había visitado en palacio. Resalta también que además de sus posturas, han adoptado sus costumbres y vestimentas. El cronista Alonso de Palencia, parece haber dejado atrás definitivamente su etapa de complacencia con el monarca.
No así Sánchez de Arévalo, quien no tiene el meno recato en alabar las bondades y excelencias de su rey: «humanus, mansuetus ac humilis longe pluscíuam temporís malicia exigit»
En el año 1459 se produce un ataque nazarí contra Jaén, causando numerosas bajas entre los cristianos y especialmente entre la guardia mora del rey.
Miguel Lucas de Iranzo es nombrado Condestable de Castilla por merced del rey. Alcaide, además, de las Fortalezas de Jaén, Alcalá la Real y Andújar, recibiendo el encargo real de proteger la frontera sur del reino. También fuerzas cristianas ocupan Gibraltar, que se hallaba desguarnecida.
El rey ya es notorio que mantiene una relación con doña Guiomar de Castro, dama noble de compañía de la reina Juana, venida de Portugal en el mismo séquito de la reina.
"de la qual el rey se enamoró y le mostrava grande afición..."
Saludos.
Federico Cifuentes.

José Luis Robles Cabezas dijo...

Fue Don Juan II, a pesar de la buena fama con que, a través de ciertos historiadores ha pasado a la posteridad, débil de carácter y sugestionable hasta el punto de su vergonzosa sumisión a la larga tutela de Don Álvaro de Luna, del que después se desprendió con la crueldad fría que caracteriza a las reacciones de los hombres cobardes cuando, ya debilitado el tirano, pueden tomar estas revanchas que les justifican de su propia impotencia. La muerte de Don Álvaro, que al fin era un hombre dotado de cualidades políticas superiores, y que supo mantener al monarca en una digna limitación, dejó en libertad los instintos de éste, entregándose desde entonces a todo género de voluptuosidades y excesos que no tardaron en matarlo. Toda su historia es un tejido de abdicaciones, de sensualidades desaforadas y de injusticias, sin que baste a mejorar este grave juicio su reconocida afición a la lectura de poetas y filósofos y al arte musical que también transmitió a Don Enrique. Fue, sin duda, lo que hoy llamaríamos un intelectual, pero ni entonces ni ahora debe servir ese título, como a veces ocurre, de patente de corso para ningún género de fechorías.
José Luis Robles Cabezas.

Lucía Hermoso dijo...

Doña María de Aragón, la reina primera esposa de Juan II, “la que, según Palencia, no halló en el matrimonio el menor goce”, murió joven y, la verdad, de un modo tan extraño que no se hace nada inverosímil la sospecha de que fuese envenenada, como la reina de Portugal, desterrada en Toledo y madre de la princesa Doña Juana, segunda esposa de Enrique IV. Debió ser una mujer buena, insignificante y melancólica. Todo lo malo de Don Enrique le afluye sin duda por vía paterna, haciéndonos pensar cuanto hubiera ganado probablemente la historia de España de haber sido cierto el adulterio de la reina a que antes se han referido en algún que otro comentario. Los rasgos degenerativos de Don Juan II pasaron también, con su segundo matrimonio, a la otra rama de su descendencia, agravados por la tara indudable de la nueva esposa. Doña Isabel, la futura Reina Católica, fue un producto genial de esta triste herencia, un eslabón excelso –como es siempre el genio- en una cadena de miserias. Pero rebrotó la pesadumbre degenerativa en su nieta, la loca Doña Juana, y en varios más de sus sucesores.
Lucía Hermoso.

Eduardo Espinosa Trujillo dijo...

Enrique IV se casó en primeras nupcias con Blanca de Navarra, a quien repudió por estéril, para esconder lo que en realidad era incapacidad suya para consumar con ella el acto sexual. Con su segunda esposa, Juana de Portugal, mujer de una belleza embriagadora, las cosas no sólo no cambiaron, sino que fueron a peor. Según cuentan las crónicas, sobre todo la de Alonso de Palencia, Enrique rozaba el ridículo en su afán de mostrar a sus fieles vasallos cuánto se esforzaba por complacer, sin conseguirlo, a su adorada, aunque no deseada, esposa. Se hacía azotar en las nalgas o se untaba ungüentos abrasivos en los genitales mientras intentaba cumplir con sus preceptos maritales. Incluso mandó traer de Italia a unos embaucadores que le indicaban realizar posturas cóitales más propias de un artista circense. Pero todo era inútil.
Saludos.
Eduardo Espinosa Trujillo.

Nuño Hernández Ramírez dijo...

De ser cierta la especial sensualidad del príncipe Enrique (masturbación "excesiva" según las crónicas, como si ello fuese posible) conjuntada con su timidez sexual para con las mujeres, sería lógico que la princesa Blanca quedara "tan entera como cuando llegó a la corte", y esto se achacó al imaginario "desgaste sexual" del muchacho, que en la noche de la boda regia tenia apenas quince años.
En 1453 Enrique se divorció de Blanca de Navarra, alegando que era con ella que no podía copular dado que con otras era un tigre entre sábanas.
Blanca, ofendida, alegó que ella nunca puso impedimentos para realizar la cópula a pesar de que se esposó con un hombre de ojos saltones, nariz deforme y figura poco elegante que no entusiasmaba a nadie. Unas damas de la corte se dieron a la tarea de levantarle las enaguas a Blanca para probar si era virgen, asunto que resultó positivo.
Nuño Hernández Ramírez.

Pedro Pablo López Lozano dijo...

La necesidad del condestable de mantener la paz con la casa de Aragón y la de los infantes de este nombre de no reanudar las hostilidades por múltiples razones políticas, hicieron que como garantía de paz se concertase el matrimonio del príncipe heredero de Castilla con una hija del infante Juan rey consorte de Navarra, la infanta doña Blanca. Solicitada la correspondiente licencia papal, teniendo en cuenta el parentesco existente entre los contrayentes, es concedida por el pontífice Eugenio IV el 18 de diciembre de 1436. Se realizan los esponsales por poderes, y los esposos, que no habían tenido ningún tipo de participación directa en todo lo efectuado, se conocen personalmente el 12 de marzo de 1437.
Pedro Pablo López Lozano.

Manuel Martínez Ruano dijo...

La nobleza, que nunca había aceptado la influencia ejercida por Álvaro de Luna sobre Juan II, manifiesta claramente su rechazo a la tiranía del favorito apoyando los escrito de fecha 20 y 27 de marzo de 1439, encabezados respectivamente por Pedro Manrique y el almirante Enríquez, que exigen se implante la tradición castellana por la que la gobernabilidad la ostentará el rey, investido de “poder real absoluto”, contando con la colaboración del príncipe heredero. La reina María, cuyo distanciamiento de su esposo Juan II era cada vez mayor, coincidía con las reclamaciones de los nobles coaligados; el mismo Juan II no rechazó el contenido de los manifiestos nobiliarios; era necesario, sin embargo, que el príncipe contase con la mayoría de edad requerida, lo que implicaba que se consumase el matrimonio realizado unos años antes con la infanta Blanca de Navarra.
Manuel Martínez Ruano.

Eloisa Latorre Carrasco dijo...

El príncipe Enrique comienza a ser objeto directo de las manipulaciones políticas de todos, de su madre, de sus tíos los infantes de Aragón, uno de ellos, don Juan rey de Navarra, su suegro, de la liga nobiliaria y, como no podía ser menos, de don Álvaro de Luna. Cumplidos los 15 años, en enero de 1440, pues su prima Blanca de Navarra era un poco mayor que él, se “ve obligado” el adolescente Enrique, a “cumplir” como varón y a satisfacer las expectativas, en este caso de todos, incluso las de su padre el rey Juan, las de la elite cortesana y, las del mismo pueblo llano. Alguno parece que solo está preocupado por transmitirnos la “impotencia coeundis” del príncipe, solo se refiere la fecha imprecisa de primeros de septiembre de 1440, fecha en la que contando la pareja ya, con la edad debida, se intentó la consumación del matrimonio, que no pudo tener lugar. Es posible que el miedo no fuera tampoco ajeno a sus reacciones. Sería el miedo que la persona inmadura siente a reaccionar de manera espontánea y fracasar, que inhibe cualquier respuesta enérgica y directa, evitando la espontaneidad natural, que es sustituida por lo que los demás esperan o quieren que sea su conducta

Eloisa Latorre Carrasco.

José Antonio Ocaña dijo...

Tras el fracaso de la noche de boda, 15 de septiembre de 1440, que no resulta nada extraño, teniendo en cuenta el inexistente trato previo de los novios, las presiones a que se veían sometidos y, sobre todo, la escenificación de su primera cópula, en la que contaban con privilegiados espectadores que levantaban acta de la misma, es de suponer el estado emocional del príncipe, cuya repercusión sobre su natural tímido y retraído debió ser muy importante. Por ejemplo, es muy natural que aumentase su falta de iniciativa y su dependencia, así como que apareciesen sentimientos de fracaso e incluso sentimientos de culpa, todo lo cual parece expresarse en su actitud hacia su esposa, con la que, al menos durante casi tres años, se mostró solícito y voluntarioso en su intento de llegar a la consumación de su matrimonio, lo que hace pensar, por otra parte, en el carácter bondadoso del príncipe Enrique, que en tantas otra las que estábamos haciendo referencia y que involucraban cada vez más al príncipe heredero.
José Antonio Ocaña.

Juan Manuel Muñoz dijo...

Se había logrado apartar al menos momentáneamente al condestable Álvaro de Luna de la Corte, con lo que se mermó su poder en general, pero en lo que interesa más resaltar, decayó su influencia sobre la casa del príncipe, en la que empezó a tener cada vez más poder, el joven doncel de 16 años Juan Fernández Pacheco. El interés de este por conseguir incrementar el peso político del príncipe, sobre cuya voluntad iba adquiriendo él la máxima influencia, se vio plasmado en el acuerdo que Juan Pacheco, en nombre del príncipe, firmó con el rey el 24 de octubre de 1440, en el que se garantizaba su sumisión al monarca y el fiel cumplimiento de sus funciones como heredero. Otro claro signo de la influencia de Pacheco sobre don Enrique parece deducirse de cómo éste, posiblemente estimulado por su doncel, comienza a tener relaciones con dueñas y doncellas, como intentando compensar el trauma de su fracaso con su esposa.
Juan Manuel Muñoz.

Juan José Segura dijo...

La casa del príncipe veía afianzarse sus posiciones sobre ciudades como Madrid y Segovia, lo que incrementaba el peso político de don Enrique que, sin embargo, se mantenía en compañía de su madre y proclive al partido de su suegro; es decir, atento a sus deberes con su esposa. Esta proximidad, posiblemente favorecida por los mecanismos psicológicos que debemos considerar, desde un punto de vista político, podía ser interpretada como contraria a los deseos de su padre Juan II, quién no dejaba de reclamar la vuelta a la Corte de su valido el condestable, enemigo mortal de la reina y sus hermanos. Incluso parecía romper el acuerdo que Juan Pacheco había firmado con el rey, en nombre del príncipe, el 26 de octubre de 1440. Lo que aunque se soslayaba aduciéndose que uno de los deberes del príncipe era concertar la paz entre su madre y tíos con el rey, no dejaba de crear tensiones políticas que estallarían algo más tarde.
Juan José Segura.

Luis Ángel Nevado Núñez dijo...

Sin querer entrar a tratar la compleja situación política del momento, voy a centrarme en este comentario casi exclusivamente, en las vicisitudes por las que transita la vida del príncipe Enrique, aunque al hacerlo peque de abreviar excesivamente unos hechos históricos de indiscutible valor para todos los estudiosos de este periodo.
El condestable se recluyó en Escalona con un grupo de sus partidarios, aparentemente ajeno a los asuntos públicos. El rey tras su intento frustrado de entrar en Toledo, encaminó sus pasos hasta Escalona para apadrinar a una hija de Álvaro de Luna, lo que se interpretó como un retorno de éste a la Corte. Como las relaciones de Juan II y el príncipe no pasaban por un buen momento, los infantes de Aragón que pretendían dar un golpe de mano sobre el rey y su valido, creyeron tener el camino libre para efectuarlo, al suponer que Enrique no tomaría partido por su padre. Estando la Corte en Rámaga, los infantes de Aragón y algunos otros nobles de su facción, desalojan del Consejo Real a los partidarios de don Álvaro, lo que equivalía a suspender la legitimidad del gobierno y secuestrar al rey.
Asesorado por su antiguo preceptor Lope de Barrientos, obispo de Ávila, quién contó con la colaboración de Pacheco, don Enrique decide el 10 de Julio de 1443, liberar a su padre, restituir la legalidad pisoteada y defender el derecho del monarca al libre ejercicio de su poder.
Es el momento que, para dar mayor legitimidad al cargo de príncipe heredero que había asumido, a fin de apoyar al rey, Enrique, convenientemente adoctrinado por Juan Pacheco, pide que se le haga entrega del Principado de Asturias.
Luis Ángel Nevado Núñez.

Leonardo Donaire dijo...

Un sacerdote fue enviado a los burdeles de Segovia a indagar con las meretrices si el príncipe Enrique podía funcionar como hombre.
Las astutas meretrices afirmaron que Enrique era "tan bien dotado como un asno" y "todo un relinchón cachondo" mientras el príncipe sacaba pecho.
Para colmo, trajeron a un médico germano llamado Hieronymus Munzer, el cual emitió el siguiente dictamen sobre la capacidad sexual del futuro monarca:"El órgano copulatorio es débil y escuálido en su base, con frágiles tejidos ahí, pero luego se ensancha hacia una longitud considerable y una desproporcionada cabeza. Esto último impide que la erección se complete pues el resto del órgano no puede sostener tamaño peso."
Leonardo Donaire.

Pablo Caballero Medina dijo...

A pesar del rotundo diagnóstico de Hieronymus Munzer, Enrique siguió con la farsa de ser un genuino Príapo en la cama, (El dios Príapo en la mitología era un dios campestre y de los jardines, hijo de Dionisio y de Afrodita, que en la época romana personificó la virilidad y la generación de criaturas en su grado extremo) y en 1455 se casó con una prima de su odiada madrastra: La princesa Juana de Portugal, hermana del rey que estaba en el trono en tierras lusitanas.
Juanita, al contrario de su prima Isabel quien era fogosa solo con su marido pero virtuosa con otros, resultó ser una coqueta incorregible, quien le hacía ojitos hasta al mozo de la cuadra que le cuidaba los corceles en palacio.
En 1454 Juan II se despidió de este valle de lágrimas, y Enrique IV subió al trono como monarca de Castilla.
Para entonces la coqueta Juana seguía tan intacta como el día que su madre la parió, al menos en lo que se refiere a las atenciones sexuales que pretendidamente correspondían a su esposo.
Pablo Caballero Medina.

María Elisa Estévez dijo...

Cuando fue conocida la petición de la entrega del Principado de Asturias al Príncipe Enrique por su padre Juan II, que contó con la conformidad del condestable, el 3 de marzo de 1444, se compromete con su hijo -mediante escrito que le hace llegar- a transferirle de manera efectiva el Principado.
Las importantes decisiones tomadas por el príncipe Enrique conducían, inevitablemente, a la ruptura con su suegro y a dar por finalizadas sus relaciones con su esposa Blanca, de los que se aparta retirándose a la ciudad de Ávila, donde es alojado por el obispo Lope de Barrientos.
Ejerciendo Enrique como príncipe de Asturias y gobernante en sustitución del rey su padre, concierta un acuerdo, el 18 de abril de 1444, con don Álvaro de Luna con dos condiciones básicas: La restitución al rey de su plena autoridad y exiliar de Castilla a los responsables del golpe de estado consumado en Rámaga. La ruptura con la familia de su madre y la separación de su esposa tomaba la recta final, llegando a su meta definitiva al morir la reina doña María el 18 de febrero de 1445.
Tras la ruptura con la familia de su madre, no cabía otra solución más que la lucha armada entre dos bandos contendientes, el liderado por el príncipe de Asturias y el de los infantes de Aragón. Huido el rey de su cautiverio, se reúne con su hijo y los suyos, que consiguen dispersar las fuerzas enemigas.
María Elisa Estévez.

Manolo Reinoso Gálvez dijo...

Las diversas actuaciones resueltas y exitosas de Enrique IV, siendo príncipe, contrastan notablemente con la habitual incapacidad del rey Enrique IV para tomar decisiones en el curso de todo su reinado, lo que exige un detenido análisis psicológico, cuyo abordaje se debe efectuar en cualquier estudio serio sobre este monarca castellano.
También cabe apuntar que lo atribuido a la maldad o aberrante conducta del príncipe Enrique, puede interpretarse a la luz de su biografía, como reacciones psicológicamente comprensibles, en un niño o adolescente, criado sin el afecto de sus padres y entre gentes de condición muy apartada de la suya. Su presumible impotencia psicológica, lo mismo que su comportamiento evitativo, se deben más a circunstancias medio ambientales que a factores disposicionales congénitos.
Manolo Reinoso Gálvez.

Juan Antonio Sosa dijo...

En la primera etapa de la ajetreada biografía de Enrique IV, que bien puede comprender casi las dos primeras décadas de su vida (1425-1444) es preciso registrar todos los datos más significativos de los avatares de su nacimiento, infancia y adolescencia; todos bastantes complicados para un niño y joven con escaso cariño familiar y en manos de poderosos señores que mandaban en su vida y de los que las enseñanzas no brillaban por poder facilitar el desarrollo de un carácter y personalidad estables, destacando, con independencia de sus actuaciones de carácter político, dos momentos de gran trascendencia en su vida: el de su matrimonio no consumado, de innegables repercusiones psicológicas que sin duda influyeron sobre su ya débil carácter, y, otro momento importante fue el de su toma de posesión efectiva del principado de Asturias, aunque éste de más trascendencia política y pública que propiamente íntima como el primero.
Juan Antonio Sosa.

Olga María Fonseca dijo...

Juan II mediante una pragmática dictada el 13 de julio de 1444, que seguía fielmente las directrices dictadas por la jerarquía católica, equiparaba a los cristianos viejos con los conversos, lo que permitía a éstos acceder a cualquier oficio u ocupación que se practicase en el ámbito de la corona castellana. Se terminaba así con una pretensión de los cristianos viejos que intentaba limitar la práctica de ciertos oficios a los nuevos cristianos.
Estas actitudes xenófobas eran muy manifiestas en la ciudad de Toledo, lo que originaba enconados desencuentros entre sus habitantes de uno u otro origen.
Esta importante cuestión -característica residual de la actividad reconquistadora común a todos los pueblos hispánicos-; y, la particular importancia que jugará Toledo en el escenario político, -al ser el centro de las actuaciones de las distintas facciones enfrentadas- están muy bien documentada por Suárez Fernández (Suárez Fernández: “Enrique IV de Castilla”. Ariel. Barcelona, 2001:9).
Como decíamos, esta pugna entre viejos y nuevos cristianos de la ciudad de Toledo, llegó a tener no solo repercusiones políticas entre la ciudadanía toledana, sino que sus resonancias tuvieron amplio eco en la política castellana general.
Pedro López de Ayala, había sido nombrado por Enrique III alcalde de la ciudad, cargo que desde entonces seguía ejerciendo de manera ininterrumpida. Este prócer, simpatizante de los cristianos viejos y partidario de los infantes de Aragón, regía con equidad los destinos de sus conciudadanos, habiendo establecido un equilibrio entre cristianos viejos y conversos que hacía posible su convivencia pacífica. Su adscripción política, por otra parte, le llevaba a que Toledo estuviese absolutamente vedado para los partidarios del condestable.
Olga María Fonseca.

Juan Rafael Jurado dijo...

Con anterioridad a la primera batalla de Olmedo, el príncipe Enrique, había reclutado a López de Ayala entre sus partidarios, lo que impidió que participase en la batalla de Olmedo, manteniéndose neutral. Cuando tras el triunfo de Olmedo se premiaron los apoyos recibidos a favor de Juan II y Álvaro de Luna, se concedió a Pedro Sarmiento el oficio de asistente en Toledo.
Conociendo Sarmiento la filiación política de López de Ayala, -extremando su fidelidad al condestable- se apoyó en los inevitablemente descontentos con Ayala, los cristianos viejos, para privarle de la alcaldía toledana en diciembre de 1445.
Ayala se quejó a Enrique de la persecución que sufría por ser partidario suyo, lo que le valió que tras la concordia de Astudillo,-efectuada entre quienes ahora se encontraban nuevamente enfrentados, es decir, Juan II y su valido y el príncipe de Asturias-, fuera beneficiado al reponérsele como alcalde mayor de Toledo. No hay que perder de vista que a principios de 1446, don Enrique reunía en torno suyo a todos los nobles que eran enemigos declarados de don Álvaro de Luna, lo que si bien le situaba como líder de una facción poderosa, confiriéndole una efímera relevancia política, a la larga este liderazgo se volvería contra él, ya que el objetivo político primordial de sus partidarios era el restablecimiento de los privilegios a la nobleza, que el valido había eliminado. Los auténtico beneficiario de toda esta situación eran los hermanos Pacheco-Girón, que supieron sacar rentabilidad de las intrigas mediante las que Juan Pacheco (recién ascendido a marqués de Villena) había convencido al incauto don Enrique de que encabezase a este grupo nobiliario.
Estos acuerdos no agradaron a los que regían la ciudad de Toledo, quienes vuelven a remover los odios de los cristianos viejos, produciéndose una rebelión en la ciudad.
Juan Rafael Jurado.

Marina Pastrana Moya dijo...

Aunque hasta hace poco más de un siglo el rey Enrique IV de Castilla, apodado “el impotente”, había sido catalogado por la mayoría de los historiadores como un personaje nefasto e indigno y el periodo de su reinado (1454-1474) como uno de los más calamitosos de todos los que Castilla sufrió a lo largo de la historia, se va abriendo camino entre los investigadores la idea de que el controvertido monarca se vio envuelto en una trama política y una leyenda negra que se urdió en su contra para degradar su imagen y su memoria.
El historiador Luis Suárez, (Suárez, L: “Enrique IV de Castila. La difamación como arma política”. Barcelona,2001) quizá el autor que más ha profundizado en el estudio biográfico de Enrique IV, apunta la tesis de que la difamación fue utilizada por sus enemigos como arma política para lograr sus objetivos aprovechando torticeramente determinados problemas médicos que padecía el monarca.
Ya a finales del siglo XVI el padre Mariana intuía que la historia de este periodo había sido falseada por los partidarios de los Reyes Católicos, y en las Crónicas del siglo XVII-XVIII al monarca se le denominaba “el bueno”, “el franco” o “el liberal”, cambiando su anterior apodo, lo que inclina a pensar que bastante bien pronto, su figura comenzaba a ser rehabilitada. También a principios del siglo XX, Sitges (Sitges, J. B.:” Enrique IV y la excelente señora llamada vulgarmente doña Juana la Beltraneja (1425-1530).” Madrid, 1912., apuntaba que toda la memoria histórica del reinado de Enrique IV había sido manipulada, falseándose incluso algunos documentos oficiales, con el fin de justificar una usurpación que privó a doña Juana, hija del rey y conocida después como la “Beltraneja”, de sus derechos sucesorios al trono castellano.
Otro historiador más reciente, Puyol (Puyol y Alonso, J.: “Los cronistas de Enrique IV”. Madrid, 1921), alertaba en su obra que quienes quisieran conocer los sucesos de aquel reinado por las Crónicas y narraciones contemporáneas, tendrían un abundante material, pero les sería preciso usar de él con singular cautela por lo contradictorio de los relatos. Finalmente, Pilar García Louape (García Louape, P.: “Proceso al trono de Isabel la Católica”. Barcelona, 1994), hace bien poco vuelve a señalar que la legitimación de la reina Isabel exigió la presentación de documentos inciertos, tendenciosos y modificados a su favor, mientras que los escritos que hubieran podido demostrar los derechos de doña Juana desaparecieron.
Con nueva documentación localizada durante el siglo pasado se ha llegado casi a un consenso que demuestra que el Reinado de Enrique IV no fue tan nefasto como los cronistas e historiadores de los siglos XV y principios del XVI nos habían hecho creer. Según Torres Fontes (Torres Fontes, J.: “Estudio sobre la Crónica de Enrique IV del Dr. Galíndez de Carvajal”. Murcia 1946), Suárez (ya citado) y Sánchez Martín, durante este periodo tuvo lugar el proceso de maduración del primitivo germen del Estado moderno y las dos décadas de su reinado fueron claves para la historia de España. Siendo así que muchas de las reformas de orden administrativo, político o legislativo emprendidas posteriormente por los Reyes Católicos, incluyendo la Inquisición, la reforma monetaria, la creación de las hermandades y, fundamentalmente, la idea de la unidad de los reinos peninsulares, habían sido enunciadas ya en la época de su predecesor Enrique, continuando la vocación unificadora de los Trastámara.
Valdeón Baruque (Valdeón Baruque, J.: Prólogo a la 14ª edición del “Ensayo biológico sobre Enrique IV y su tiempo” de Gregorio Marañón. Madrid, 1997) opina incluso, que muchos de los aciertos que se atribuyen a los Reyes Católicos, no eran sino expresión de una clara continuidad de las decisiones que había tomado su hermano Enrique antecesor en el trono.
Un saludo con afecto.
Marina Pastrana Moya.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Hace un tiempo tuve la ocasión de encontrar, acorde con los conocimientos actuales de la medicina, una revisión al trabajo de don Gregorio Marañón: “Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo”: Madrid 1930; revisando el diagnóstico clínico que sobre el último monarca de los Trastámara castellanos realizó el célebre médico-historiador español hace ya 84 años. La revisión al estudio vino motivada por los avances sobre las principales patologías urológicas padecidas por el rey Enrique IV. Para realizar ese trabajo se revisaron un total de 10 crónicas, 5 escritos y manuscritos contemporáneos al personaje y 25 obras sobre la figura histórica de Enrique IV publicadas hasta el año 2000. Para el cotejo de los trabajos no sólo se valoraron las crónicas y obras que utilizó Marañón, sino también las más recientes aportaciones en la medicina, lo que incrementaron sensiblemente el corpus documental sobre la figura del monarca. Se trataba también de que, en base a los conocimientos actuales, se adaptara el diagnóstico clínico de don Gregorio Marañon de: Displasia euconoide con reacción acromegálica” a una nomenclatura actualizada para así poder precisar el tipo de endocrinopatía que padecía el monarca castellano.
Según este estudio el monarca fue un singular paciente urológico, que padeció litiasis renal crónica, impotencia, una presunta anomalía peneana y casi seguro infertilidad, si bien todas sus afecciones uro-andrológicas estaban inmersas dentro de la endocrinopatía que padeció el monarca, posiblemente un tumor hipofisario. En este trabajo se describía igualmente su fisionomía y los caracteres psico-patológicos de su personalidad según las crónicas, comentando todos los síntomas clínicos que, según los biógrafos, padeció el monarca y la opinión de médicos e historiadores actuales.
Este trabajo médico de envergadura estaba realizado por don Emilio Maganto Pavón, jefe de Sección del Servicio de Urología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Su título es: Enrique IV de Castilla (1454-1474). Un singular enfermo urológico.
Dado el interés mostrado en los numerosos comentarios sobre sus patologías recomiendo su lectura para una comprensión mayor de toda la problemática patológica que afectaba a este personaje.
Cordiales saludos.
Pedro Galán Galán.

Juan María Cabello dijo...

Nuestro insigne médico historiador Gregorio Marañón fue el primero que planteó en 1930 la idea de que Enrique IV fue un enfermo, y que muchos de los síntomas de su enfermedad, como su declarada impotencia, o su presunta homosexualidad- hoy totalmente descartada- influyeran notablemente en sus actos, que fueron aprovechados por sus enemigos para mancillar su imagen y lograr cambiar la línea sucesoria a favor de sus hermanos de padre.
Marañón, en cualquier caso para llegar al diagnóstico de la enfermedad del rey Enrique se guió mayormente de la Crónica de Alfonso de Palencia, el principal difamador de la figura de Enrique IV, lo cual desvirtúa en parte algunas de sus apreciaciones, a la vista de la documentación actual, según algunos historiadores recientes como Sánchez Prieto (Sánchez Prieto, A. B.:” Enrique IV: “el impotente”. Madrid, 1999) y quizá el mejor documentado Suárez (Suárez, L.: “Enrique IV DE Castilla. La difamación como arma política.” Barcelona, 2001). Hoy en día, y a la vista de dichos documentos y con una meticulosa y exhaustiva revisión de las crónicas y escritos coetáneos, podemos afirmar que Enrique IV fue un hombre enfermo en el más amplio sentido del término, con una enfermedad crónica grave, progresiva, casi invalidante y padecida desde la juventud (acromegalia), de lo que se originó un enorme cortejo de síntomas, de entre los cuales los urológicos y los psicológicos tuvieron gran trascendencia a lo largo de su vida.
Juan María Cabello.

Pablo Pareja Román dijo...

En su tiempo, ni los médicos ni nadie pudieron darse cuenta del grave proceso que padecía el monarca Enrique, y que tan negativamente influyó en sus actos; muy al contrario, algunos síntomas clínicos de su enfermedad fueron interpretados por sus enemigos como mejor convenía a sus intereses.
El principal síntoma urológico de su afección - la impotencia – fue utilizado como un argumento para lograr sus oscuros propósitos en torno a la sucesión al trono castellano por los partidarios y seguidores de los Reyes Católicos.
Los síntomas psicológicos y los trastornos de la personalidad, presentes siempre en este tipo de enfermedad, algunos de ellos relacionados con la disfunción eréctil, como la pérdida de la autoestima, la misantropía, la abulia, o la ciclotimia, sirvieron para difundir una imagen negativa del monarca y acusarle falsamente de ser el promotor de los graves problemas internos del reino. Otros, como la homosexualidad, fueron inventados dando origen a una calumnia histórica.
Si Enrique IV, por su gran cortejo de síntomas físicos y psicológico, fue o no consciente de que era un enfermo crónico, es algo que ignoramos, sin embargo, a la vista de la documentación conocida, no parece que el monarca aceptara de buen grado ninguna de las minusvalías con las que le toco vivir, es más podemos considerar que trató por todos los medios de sobreponerse y luchar contra ellas, en particular por la minusvalía que más lo acosaba, nos referimos a la impotencia, que fue el principal motivo de encarnizamiento de sus enemigos contra su persona. Históricamente su lucha individual contra su enfermedad es lo mínimo que al menos le debe ser reconocido.
Pablo Pareja Román.

Domingo Bueno Pérez dijo...

Enrique IV, hijo de Juan II y de su prima hermana María, proclamado rey a los 29 años de edad llegó al trono castellano con cierta experiencia política adquirida durante el reinado de su padre, si bien no supo o no pudo rodearse de validos tan adecuados como su antecesor.
Supongo que pocas figuras históricas han sido tan vilipendiadas como lo fue la de este monarca, para sus calificaciones en su tiempo se agotó el vocabulario de diatribas e injurias. Se le ha llamado casi sin discusión mal rey, mal esposo y mal hombre, aunque los ultrajes que se vertieron en su época sobre él se deben, según algunos historiadores, a falta de cronistas imparciales durante su reinado y el fracaso político que, una visión demasiado simplista de los hechos, le ha sido personalmente imputado.
Hoy se sabe que esta errónea interpretación de los sucesos se debió, fundamentalmente, al desconocimiento de los síntomas de su enfermedad crónica progresiva causante de su controvertida personalidad y origen de su impotencia, y a los problemas surgidos con respecto a su sucesión. Tampoco hay que olvidar que a proximidad cronológica al reinado de los Reyes Católicos de tanta proyección para España, mermara su figura y le perjudicara, por lo que en la actualidad hay una tendencia entre los historiadores a rehabilitar su imagen en la historia.
Domingo Bueno Pérez.

Juan Manuel Márquez dijo...

Se puede considerar que el repudio que Enrique hizo de su primera esposa doña Blanca de Navarra fue injusto, fueron muchas las circunstancias de enemistad familiar entre la casa real de Castilla y la de Aragón, las que hicieron fracasar el matrimonio, al que no fueron ajenos el ir al matrimonio forzado entre niños para la establecer la paz entre ambos reinos y las circunstancias de su juventud unidos al espectáculo de una primera unión matrimonial con tantos notarios y espectadores para dar fe de la consumación del mismo, aparte de la posible impotencia por la enfermedad, sus problemas psicológicos y los influjos que desde su primera juventud le propiciasen las experiencias sexuales con otros hombres, en un tiempo en que las relaciones con uno y otro sexo parecían bastante habituales.
Sobre su segundo matrimonio con Juana de Portugal, con aspecto físico y buen ver, capaz de enamorar a cualquiera, y con ojos para otros agraciados hombres como los del ubetense Beltrán de la Cueva, dieron como fruto del matrimonio una hija también llamada Juana después con el sobrenombre de la Beltraneja, a causa de creerla hija de Beltrán; aunque el rey siempre la considero su hija y a su nacimiento la hizo jurar y reconocer como heredera del trono castellano. Lastima que el terremoto de Lisboa y el tsunami que provocó tal movimiento hicieron que desapareciese el enterramiento de Juana la Beltraneja en Lisboa. De no haber sido por esto quizá hoy se hubiese aclarado, a través de un estudio ADN de los restos si efectivamente Juan era hija de Enrique o de Beltrán.
Juan Manuel Márquez.

Eufrasio Hernández Muñiz dijo...

Durante los diez primeros años de reinado de Enrique IV la monarquía se mantiene firme y su autoridad es indiscutida y acatada, en el segundo decenio los acontecimientos se precipitan y la realeza representada en su persona, llega a una postración casi única en la historia de España. Durante el primer periodo hubo paz interior en el país, eficaz movilización de sus súbditos para reanudar la guerra con Granada y aumentó su prestigio y poder personal dentro y fuera de las fronteras del Reino de Castilla y León. También en esta fase se conquistó Gibraltar.
Durante los diez siguientes años sucede una época de anarquía debido fundamentalmente al levantamiento de la nobleza en armas contra el reconocimiento de su hija Juana como heredera. Fue cuando reunidos en Ávila, en la llamada “farsa”, sus enemigos destronan al rey en efigie y proclaman a su hermanastro Alfonso como heredero. Pese a que las tropas reales vencieron a los rebeldes en Olmedo (1467) y que el infante Alfonso murió de unas fiebres, el rey no supo aprovechar su victoria, y para evitar mas luchas como sucedió durante el reinado de su padre, pacto la paz con sus enemigos en Guisando (1468) reconociendo como heredera a su otra hermanastra Isabel, aunque bajo las condiciones de obediencia al monarca como su único rey y señor. Este increíble pacto sancionó de hecho, en cierto modo, las suposiciones calumniosas sobre la paternidad de la Beltraneja. El secreto matrimonio de su hermana con Fernando de Aragón disgustó al soberano que cambió de parecer nombrando heredera de nuevo a su desdichada hija Juana, lo cual abrió de nuevo una etapa de confrontaciones.
Eufrasio Hernández Muñiz.

Paco Nieto Carrión dijo...

En una escueta valoración crítica del reinado de Enrique IV hay que subrayar en su disculpa que su subida al trono estuvo afectada por tres grandes problemas: el de su propia y controvertida personalidad, claramente influenciada por su enfermedad; el de una nobleza politizada que no quería perder sus privilegios; y la intervención de determinados personajes no afectos al Rey y a la Monarquía, que jugaron un papel más que decisivo en el devenir de los acontecimientos.
Paco Nieto Carrión.

Francisco Carvajal dijo...

Las dos principales crónicas escritas durante la vida de Enrique IV son las de Diego Enríquez del Castillo (Enríquez del Castillo, D.: “Crónica del Rey Don Enrique el IV de este nombre por su capellán y cronista” Edición crítica por Aureliano Sánchez Martín. Valladolid, 1994), que era cronista del rey y afecto a su causa y la del Alfonso de Palencia (Palencia, A. de: “Crónica de Enrique IV.” Escrita en latín por Alonso de Palencia. Traducción al castellano por A. Paz y Meliá. Madrid, 1904) seguidor incondicional de los Reyes Católicos, enemigo y difamador implacable del monarca.
Según Paz y Meliá se percibe cierto antagonismo entre lo descrito en una y otra crónica, aunque con respecto a lo que intentamos conseguir es importante destacar que hay una coincidencia esencial entre los retratos literarios de ambos cronistas, aunque los rasgos físicos y carácter del monarca fueron interpretados de diferente manera.
Enríquez del Castillo describe al rey de forma aduladora: “era persona de larga estatura, espeso en el cuerpo y de fuertes miembros. Tenía las manos grandes, los dedos largos y recios. El aspecto feroz, casi a semejanza de león, cuyo acatamiento ponía temor a los que miraba. Las narices romas y muy llanas, no que así naciera más porque en su niñez recibió lesión en ellas. Los ojos garzos y a los parpados encarnizados; donde ponía la vista mucho le duraba el mirar. La cabeza grande y redonda, la frente ancha, las cejas altas, las sienes sumidas, las quijadas luengas, tendidas hacia abajo. Los dientes espesos traspellados, los cabellos rubios, la barba crecida y pocas veces afeitada; la tez de la cara entre rojo y moreno, las carnes muy blancas. Las piernas luengas y bien entalladas, los pies delicados” “ era de gran ingenio, mesurado en el hablar, placentero con aquellos a los que daba su afecto, holgado mucho con sus servidores, pero al mismo tiempo poco amigo de la gente, retraído, a sus pueblos muy pocas veces se mostraba y tan abandonado con los negocios, que despachaba tarde los asuntos de estado” “Era enemigo de los escándalos, capaz de entregarse a aquellos en quienes confiaba” “ le gustaba mucho la música, tocando el laúd y cantando en los oficios divinos, con voz bien modulada, mucho se deleitaba” “cazador activísimo, se hizo amigo de los animales” “ su mayor deporte era andar por los montes” “ gran protector de los monasterios y encontraba gran placer en la conversación con persona religiosas” “ se excedía en las donaciones a sus amigos y servidores, y siendo por naturaleza clemente aborrecía cualquier gesto de crueldad” “ piadoso con los enfermos, caritativo y limosnero” “ se mostraba amigo de personas humildes. A nadie hablaba de tu, sino de voz y jamás consintió que le besaran la mano” “fue en el vestir muy honesto”.
Continuara mi comentario ...
Francisco Carvajal.

Francisco Carvajal Guerrero dijo...

En cambio Palencia hace una descripción totalmente negativa de su imagen:
“sus ojos eran feroces, de un color que ya de por sí demostraba crueldad: siempre inquietos al mirar, revelaban con su movilidad excesiva, la suspicacia de amenaza. La nariz bastante deforme, ancha y remachada en su mitad a consecuencia de un accidente que sufrió en su primera niñez, le daba gran semejanza con un mono; ninguna gracia prestaban a la boca sus delgados labios; afeaban el rostro sus anchos pómulos, y la barba larga y saliente, hacía parecer cóncavo el perfil de la cara, cual si algo se hubiese arrancado del centro del rostro. El resto de su persona era de hombre perfectamente proporcionado, si bien siempre cubría su hermosa cabellera con feos casquetes o con un capuz o un birrete indecoroso” “la blancura de la tez, con lo rubio de sus cabellos, borraba las líneas del semblante” “era de elevada estatura, las piernas y pies bien proporcionados”.
“su adusto carácter le hacía huir del concurso de las gentes” “era tan enamorado de lo tenebroso que sólo en las mas espesas buscaba el descanso” “ tenía afán por las excursiones a sitios retirados” “ servidores y criados tan feroces como las mismas bestias, cuidaban sus fieras” “ contra la costumbre de los príncipes españoles que suelen dar a besar la mano, el no la daba a nadie y aunque algunos lo atribuían a la humildad, los hechos demostraron que la descortesía dimanaba de causa menos pura” “ cualquier olor agradable le era molesto y en cambio respiraba con delicia la fetidez de la corrupción y otros olores más nauseabundos… de modo que por este sentido del olfato podía juzgarse lo demás” “ usaba siempre trajes de lúgubre aspecto”.
Resulta evidente que ambas descripciones interpretan de forma diametralmente opuesta los rasgos físicos del rey Enrique.

Francisco Carvajal.

Alicia Benítez Caracuel dijo...

Enrique IV por fin pudo apartar de la corte a su odiada madrastra y sus dos hermanastros Alfonso e Isabel, enviando a la joven viuda y sus hijos al castillo de Arévalo. Una vez ahí, les privó de todo lujo y con costo comían los tres tiempos. Desde 1452, Isabel hija había sido enviada a un convento en Ávila para que estudiara.
Enrique IV comenzó a ser el hazmerreír de la corte con el apodo de El Impotente.
Pero donde Enrique no tuvo ningún problema sexual fue en sus relaciones con otros jóvenes y hombres, ya que sus relaciones se constatan desde su adolescencia, en la que estuvo muy unido - y no solo metafóricamente - a su ayo, Don Juan Pacheco. Después de él vinieron otros muchos, como un tal Gómez Cáceres, "joven de arrogante figura, belleza física y afable trato", quien gozó del favor real tan solo por esos dones.
Otros en cambio tuvieron que huir de los deseos del monarca, como Miguel de Lucas, que emigró a Valencia, o Francisco Valdés que, acosado por el rey, fue apresado y hecho prisionero
En otra ocasión - cuenta Palencia - cuando los criados de Pedro Arias intentaron apoderarse del Rey cazándolo "infraganti", siendo éste avisado a tiempo, huyó en camisa con los pies y piernas desnudos" mientras ellos capturaban a un tal Alonso Herrera "a quien tomaron por el monarca por hallarse casualmente en su cama".
Alicia Benítez Caracuel.

Emilio Reyes Sáez dijo...

Los rebeldes toledanos, ante los intentos de Álvaro de Luna por imponerse en la ciudad, consiguen asociar la persona del valido con la facción conversa, le niegan el empréstito de un millón de maravedís que les había solicitado y se ve obligado a abandonar la ciudad.
Aunque Pedro Sarmiento parecía mantenerse al margen de los acontecimientos, ladinamente los favorecía. Es así como, sirviéndose de intermediarios, se propaga la versión de que los conversos son los responsables de todos los males del reino y que Álvaro de Luna tenía la intención de auparlos a los puestos de poder. Con una labor propagandística perfectamente urdida, se suscitó la posición antisemítica que más de cincuenta años antes se había sostenido, por la que se consideraba que el judío era perverso por naturaleza, de ahí que, aunque hubiera recibido el bautismo, conservase su perversidad que era consustancial con su linaje.
Al asociar al valido con los conversos, se le consideraba responsable del intento que se decía que tenían estos de destruir a la sociedad cristiana, con lo que la coalición nobiliaria que tenía como finalidad la de derribar al condestable, se transformaba de hecho en una defensa de la sociedad y los principios cristianos.
Emilio Reyes Sáez.

José David Monsalve dijo...

En enero de 1449 por un fútil motivo, se inician brotes de violencia en la ciudad de Toledo que se intensifican al día siguiente, ante la manifiesta pasividad de Sarmiento. Los conversos no respondieron con violencia, muchos huyeron. Sarmiento simuló negociaciones con los insurrectos, convirtiéndose en portavoz de sus reivindicaciones, con lo que depusieron su actitud, transformándose de hecho Pedro Sarmiento en la autoridad única de Toledo.
En la conspiración urdida se pretendía que Toledo fuera el detonante de una acción combinada contra el valido, en la que participaban las tropas de Aragón, que de hecho invadieron Castilla y se posesionaron ante Cuenca. La defensa eficaz que de esta ciudad realizó Lope Barrientos y la rápida movilización de sus tropas por parte del condestable, dieron al traste con el plan.
Los toledanos encabezados por Sarmiento, no tenían otra opción más que la de entregar la ciudad al príncipe heredero, al que se lo propusieron. Tal opción conducía a que don Enrique se alineaba con los enemigos de los conversos, postura que no podía asumir al ser contraria a la doctrina de la jerarquía católica, que se oponía a cualquier tipo de discriminación. Conocida la situación por el condestable se reunió con Juan Pacheco, quién a cambio de la fortaleza burgalesa, decidió en nombre del príncipe dejar a su suerte a los rebeldes toledanos.
José David Monsalve.

Joaquín Méndez dijo...

I Continuación del artículo titulado Tres reyes:
Tras la muerte del infante Alfonso (muerte cuya causa se desconoce) Enrique firma con su hermanastra Isabel el Tratado de los Toros de Guisando, según el cual nombrará heredera a Isabel, dejando a su hija Juana fuera de la sucesión. A cambio, la futura reina se compromete a no casarse sin la aprobación del rey.
Pasa el tiempo y llegamos a 1469, año en el que Isabel contrae matrimonio secreto con Fernando de Aragón. Enrique considera roto el acuerdo y proclama a Juana heredera al trono. Su muerte provoca la guerra civil entre los partidarios de Isabel y Juana, guerra cuya suerte se decidirá en la batalla de Toro el 1 de marzo de 1476. Detrás de estos veinte años de historia subyacen intrigas, conjuras palaciegas, conspiraciones y, tal vez, asesinatos.
Encantado con la temática y dinámica desarrollada en este blog.
Joaquín Méndez.

Maribel Martín Ruiz dijo...

Enrique fue un niño que separaron de su madre cuando apenas contaba cinco años, en contadas ocasiones vio a su padre –solo en algún acto protocolario-. Su niñez la pasó alejado de la Corte, rodeado de sirvientes de estratos sociales medios o bajos, cuyos comportamientos eran los únicos modelos a los que imitar, etc. En definitiva, su aprendizaje infantil estuvo poco acorde con el papel que de adulto tenía que desempeñar. Su esposa Blanca, posiblemente mentalizada más adecuadamente con su alta posición, pudo involuntariamente inhibir su pobre iniciativa incrementando su timidez, a lo que no debieron de contribuir poco, sus tíos los infantes de Aragón y, sobre todo, su suegro, el inteligente y enérgico, futuro rey de Aragón. Por todas las razones apuntadas, no es nada extraño que una personalidad evitativa como la de Enrique, reaccionara como lo hizo, presentando entre otras muchas formas de conducta según ese patrón, la de una impotencia psicógena selectiva.
Maribel Martín Ruiz.

Mariló Escudero Durán dijo...

El 1 de mayo de 1449, el rey Juan II se asentaba frente a Toledo en Fuensalida, allí le visitaron los representantes de los sublevados que le hicieron saber que por obediencia debida a su persona, le permitían entrar en la ciudad, pero no al condestable Álvaro de Luna, al que consideraban defensor de los conversos, a los que pretendía entregar el mando de la ciudad. Pedían además al rey, que se confirmase la autoridad de Sarmiento como regidor de Toledo. La situación se hacía difícil para el rey, a quién además se habían dirigido los insurrectos de manera desabrida, exigiéndole cambiar de política, lo que de no hacerse, justificaría el traspaso de la obediencia a su persona a la de su sucesor.
Además, Sarmiento, envió delegados a Segovia, donde a la sazón estaba don Enrique, reiterándole el deseo de que se hiciera cargo de Toledo. En esta ocasión los hermanos
Pacheco-Girón decidieron aconsejar al príncipe que aceptase la oferta. Él solicitó autorización a su padre para ejercer sus prerrogativas como heredero de la corona.
Aunque no hubo una contestación explícita a lo solicitado, lo que de hecho ocurrió fue que Juan II y su valido levantaron sus reales y se encaminaron a Escalona.
El príncipe de Asturias entró en Toledo el 15 de junio de 1449, acompañado de Pacheco y Girón, artífices y auténticos beneficiarios de todo lo realizado, que contaban, de esta forma, con las tres ciudades que se podían considerar llaves del reino castellano, Segovia, Madrid y Toledo, ahora en posesión del heredero, totalmente dependiente de ellos. ¿Qué fue lo que realmente obtuvo Enrique? Solo problemas, ya que al aceptar la propuesta de Sarmiento, se ponía al lado de los cristianos viejos y su doctrina antisemita, que fue severamente condenada por el papa Nicolás V mediante bulas emitidas el 24 de septiembre de 1449. La situación en que se ponía el príncipe de Asturias, era muy desfavorable para él, ya que como príncipe cristiano no podía oponerse a la doctrina de la iglesia católica.
Saludos
Mariló Escudero Durán.

Elsa Martínez Vela dijo...

La posición del príncipe Enrique se vio también perjudicada, por otra trama urdida por Pacheco y su hermano Pedro Girón. Estos, viendo el estado de extrema debilidad en la que en esas fechas se encontraba el condestable, convencen a don Enrique para que se ponga a la cabeza de una nueva liga de nobles que se enfrentarán a Álvaro de Luna, con la excusa de liberar al rey. Con gran esfuerzo y cuantiosos gastos, los coaligados reúnen una tropa considerable para atacar al valido, pero en el último momento el condestable y el marqués de Villena llegan a un acuerdo que desbarata por completo los objetivos de la coalición, entre otras cosas pactan, la entrega de Toledo al rey Juan II. Con ello, tanto los nobles de la liga, como los rebeldes toledanos, se sintieron utilizados y traicionados por los Pacheco-Girón, pero en última instancia, por el príncipe de Asturias, cuyo prestigio se vio gravemente dañado, perdiendo la credibilidad de la que hasta ese momento disponía.
Un episodio anterior al relatado, de una trascendencia más de índole personal que propiamente política, fue el de la muerte de su madre, la reina doña María, el 18 de febrero de 1445. El mayor interés de este acontecimiento reside en las causas que determinaron el fallecimiento de la reina María. Según Alfonso de Palencia (op. cit. cap. IX. páginas 28 y 29.), la reina murió como consecuencia de habérsele administrado un veneno a instancias de don Álvaro de Luna.
Los motivos que según el cronista pudo tener el condestable -de entre los que no menciona el que a mi juicio podía haber sido el principal, la profunda enemistad que se profesaban-, fueron los siguientes; uno, su temor a una hipotética reconciliación con Juan II, bien porque éste tuviese en consideración el vínculo sagrado de su matrimonio, o bien porque el príncipe mediase entre sus padres y, dos, su inquietud porque veía al rey “perdidamente enamorado de los encantos de la reina de Portugal, trataba de precaverse contra la tormenta que por acaso pudiera amenazarle”.
Elsa Martínez Vela.

Gabriel Lozano López dijo...

El príncipe Enrique “Heredó el ánimo apocado y servil con el reino. Incierto y pusilánime en sus resoluciones , despreciado de sus vasallos , corrompido en sus costumbres , amigo de placeres que le negaba la naturaleza , llegó a aborrecer de todo punto los negocios , y los abandonó al capricho y antojo de sus ambiciosos privados . De aquí nacieron las discordias de la familia real, los horrores de la guerra civil y los peligros que corrió la corona de D. Enrique, pero la indolencia del monarca; hacía inútiles las lecciones de la adversidad. Mientras la corte pasaba en justas y galanteos el tiempo que se debía a los cuidados del gobierno, mientras vagaba flojamente de bosque en bosque tras la distracción y entretenimiento de la caza , los próceres se hacía cruda guerra unos a otros en la provincia y se repartían impunemente los despojos de la corona y la sustancia de los pueblos” . Tomado del “Elogio de la Reina Católica Doña Isabel. Gregorio Clemencín. Tomo VI de Memorias de la Real Academia de la Historia.
Saludos.
Gabriel Lozano López.

Gabriel Lozano López dijo...

Del rey Enrique IV se dice: “Daba muestras de deshacerse entre los de Castilla, la mutua sociedad de intereses que forma la república. La moneda adulterada de resultas de los privilegios concedidos indistintamente para acuñarla y alguna vez de orden del mismo Enrique, era excluida de los tratos. Los malhechores, no ya en tímidas y fugaces cuadrillas, sino en tropas ordenadas y numerosas, se levantaban con castillos y fortalezas, desde los cuales cautivaban a los viajeros, obligaban a rescatarlos y ponían en contribución las comarcas y aún las primeras y más populosas ciudades del reino. Era general la corrupción, la venalidad, la violencia. La insensibilidad de Enrique crecía a la par de las calamidades públicas ; y el Estado sin dirección ni gobierno , combatido por todos los vicios , infeccionado de todos los principios de disolución , caminaba hacia una ruina cierta e inevitable . En tal situación recibió Isabel los dominios de Castilla”. Tomado del “Elogio de la Reina Católica Doña Isabel. Gregorio Clemencín. Tomo VI de Memorias de la Real Academia de la Historia.
Saludos.
Gabriel Lozano López.

José Alonso Puertas dijo...

Por la historia sabemos que lo que comenzó con alegría al subir al trono Enrique IV, al poco tiempo fue luto y tristeza. Vuelven las luchas fratricidas que tanto asolaron Castilla durante el reinado de su tatarabuelo Enrique II. Se abandona la guerra de reconquista contra los moros de Granada, y el reino languidece entre las continuas rencillas del monarca, apoyado en la baja aristocracia y nobleza del mediano estado y la arisca e intransigente alta nobleza, encarnada en personajes como el marqués de Villena, arzobispo Carrillo y linajes aristocráticos de los Manriques, Pimentel, Albas, etc.
El rey nombra maestre de la Orden de Santiago, vacante desde la muerte de don Álvaro de Luna, a su mayordomo mayor, don Beltrán de la Cueva, en el año 1464. Es don Beltrán un hidalgo andaluz, favorito del rey y, según los partidarios del marqués de Villena, amante de la reina doña Juana y padre de la infanta heredera doña Juana, apodada «La Beltraneja» por razones obvias.
Después de la segunda batalla de Olmedo, los insurgentes se avienen a pactar con el débil rey y condicionan el fin de las hostilidades al cese del condestable como maestre de Santiago, cargo que recae en don Juan Pacheco, marqués de Villena. En compensación, don Beltrán recibe el título de duque de Alburquerque y, entre otros, el de Señor de Mombeltrán.

«Vos fago favor, merced e gracia, perpetua e non revocable para vos e vuestros herederos de la mi villa de Colmenar de las Ferrerías de Ávila (Monbeltrán) con su castillo e fortaleza e con todos sus vasallos e tierras.» Dado en Valladolid.
Saludos para todos.
José Alonso Puertas.

Adriana Bustos Fernández dijo...

Según relata el doctor-historiador Marañón como detalle del grado de la extravagancia de las orgías que el rey organizaba en su finca de caza de Balsañin, este tenía como porteros a un enano y a un etiope "tan terrible como estúpido", lo que nos habla de la afición del monarca por lo exótico y llamativo.
En resumen, que nuestro soberano gustaba de los placeres del pendoneo. Al menos así era considerado en aquellos tiempos cuasi medievales.
Adriana Bustos Fernández.

Antonio Peinado Cañas dijo...

También existen otros manuscritos y crónicas de la época que detallan aún más el retrato morfológico de Enrique IV. El historiador Rodríguez Villa, A. (Rodríguez Villa, A.: “Bosquejo histórico de Don Beltrán de la Cueva.” Madrid 1881; localizó en la Biblioteca del Escorial un manuscrito titulado “La fisionomía del rey Enrique IV” en el que especifica que “los pies eran a las plantas muy corvos y los calcaños volteados hacia fuera”
Esta descripción difiere un poco de la que hizo Castillo en su crónica acerca de los pies del monarca en la que afirmaba que: “sus pies eran delicados”
Marañón interpretó esta deformación como un pie valgo, extremo que pudo confirmarse en la exhumación de la momia del rey que se hizo en 1946. Esta deformación explicaría según Marañón, en cierto modo, la torpeza de los movimientos del monarca, descrita en casi todos los escritos.
Otras crónicas de la época como la de Ehingen (Fabié, A.M.: Viaje por España de Jorge de Einghen, del barón León de Rosmithal de Blatna, de Francisco Guicciardini y de Andrés Navajero. Traducido, anotados y con una introducción por Antonio María Fabié. Colección libros de antaño. Madrid, 1879) y Bernáldez (Bernáldez, A.: “Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel: crónica inédita del siglo XV. “Cap. I Granada 1856) y Valera (Varela, M. D. de: “Memorial de diversas hazañas: crónicas de Enrique IV.”) nos hablan de que Enrique IV era de alta estatura pero proporcionado: “mal tallado” “era bien proporcionado en la compostura de sus miembros”
Antonio Peinado Cañas.

Gerardo Ibáñez Mendoza dijo...

Según los datos aportados en el comentario por Francisco Carvajal en un comentario anterior son varios los rasgos coincidentes en ambas descripciones de la fisionomía del rey Enrique. Destaca el aspecto feroz de su semblante y de sus ojos destacado por ambos cronistas; la deformación de la nariz, provocada por una caída que sufrió en la infancia; el prognatismo, descrito por Castillo como de “ quijadas luengas, tendidas a la parte de abajo “ y por Palencia “ cóncavo el perfil de la cara como si algo se hubiese arrancado del centro del rostro” ; la barba larga, saliente y crecida y, finalmente, la mirada insistente y obsesiva que Castillo explica gráficamente afirmando “ donde ponía la vista mucho le duraba el mirar”, mientras que Palencia nos dice” sus ojos siempre inquietos al mirar revelaban con su movilidad excesiva la suspicacia o la amenaza.
Hay otros rasgos de su físico no eran coincidentes en ambas crónicas y detallan aún más las características de su semblante tales como serían: la cabeza grande y redonda; la frente ancha, cejas altas y los dientes espesos y traspellados. Aunque recogidos estos datos con cautela por venir de quien vienen, Palencia nos relata también una posible alteración del olfato del monarca (hiposmia) “cualquier olor agradable le era molesto y en cambio respiraba con delicia la fetidez de la corrupción y otros olores nauseabundos”. Se deduce una alteración visual y olfativa del rey, que no fue comentada hasta ahora por otros historiadores, lo cual será tenido en cuenta de cara a un diagnóstico de la enfermedad del rey Enrique.
Gerardo Ibáñez Mendoza.

Carlos Jesús Guardia Castellano dijo...

Si ya el primer motivo del envenenamiento parece muy aventurado, el segundo motivo resulta manifiestamente rocambolesco. En relación con el primer motivo, la posible reconciliación matrimonial entre Juan II y la reina María, las razones que aduce parecen ser difícilmente asumibles, ya que, ¿por qué Juan II después de tantos años de separación, en los que no había sentido escrúpulos de conciencia, iba a presentarlos entonces? En cuanto al segundo, parece poco probable que Enrique, tan poco dado a tomar decisiones por si mismo, las fuera a adoptar ahora, para resolver la problemática matrimonial de sus padres.
En cuanto a lo que respecta al segundo motivo que inquietaba al condestable, decide, para evitar la amenaza que para Juan II podía representar su entrega amorosa a
Leonor de Portugal, incluir a la hermana de la reina María en el “grupo” de sus asesinos proyectos. El único interés posible de don Álvaro de Luna por prescindir con el regente de Portugal don Pedro, enemigo de su cuñada la reina, a la que de la ex -regente reina portuguesa podía ser el de reforzar sus lazos de entendimiento había conseguido desterrar a Castilla y de la que podía temer algún tipo de represalias. Sin embargo, tampoco es esta suficiente justificación para la toma de una decisión tan grave como la de darle muerte.
Carlos Jesús Guardia Castellano.

Verónica Guzmán Hinojosa dijo...

Las elucubraciones de Palencia (Alfonso de Palencia (op. cit. cap. IX. ps. 28 y 29.), parecen infundadas, resultando, por lo mismo, su acusación a Álvaro de Luna, igualmente improbable, y, mucho menos, que contase con el consentimiento de Juan II, al que si consideraba con tantos escrúpulos religiosos sobre su matrimonio, ¿cómo lo creía capaz de no experimentar ningún sentimiento culposo frente al asesinato de su esposa?
Además de estas terribles acusaciones al valido, Alfonso de Palencia provecho la ocasión para criticar al príncipe Enrique del que nos dice que no reaccionó ante estos hechos.
Otro acontecimiento que tuvo lugar también en este periodo de la vida de don Enrique y que marcaría ostensiblemente la última década de su reinado, fue el segundo matrimonio de su padre con Isabel de Portugal.
Según Alfonso de Palencia se efectuó auspiciado por Álvaro de Luna que pretendía con ello socavar, en parte, el poder que estaba adquiriendo el príncipe de Asturias y, además, prevenir posibles represalias de éste contra su persona, por la trágica muerte de su madre doña María.
Aprovecha el cronista la referencia del evento, para comentar negativamente la actitud adoptada por el príncipe, que no se opuso a la decisión del condestable, dada su naturaleza indolente, (como ya se ha referido en varias ocasiones a lo largo de estos comentarios), las consecuencias a medio plazo de este segundo matrimonio de Juan II, se verán años después durante el reinado de Enrique IV, las consecuencias inmediatas del mismo se manifestaron en los últimos años de los del rey, su padre, repercutiendo directamente sobre la persona y la vida de quién fue su artífice, el maestre de Santiago.
Verónica Guzmán Hinojosa.

Raúl González Arjona dijo...

La reina Isabel de Portugal esposa de Juan II, dio a luz, el 23 de abril de 1451, una hija a la que pusieron su nombre y once meses después, el 10 de marzo de 1452, un hijo, el infante Alfonso. Estos nacimientos reflejaban claramente la estrecha vinculación afectiva de la real pareja.
Un último acontecimiento a considerar, en este período de transición hasta el comienzo del reinado de Enrique IV, es el de la anulación de su matrimonio con Blanca de Navarra, que tendría importantes consecuencias políticas durante gran parte del reinado, como veremos más adelante.
Pero con independencia de su interés en el juego político, el divorcio del príncipe, tiene una indudable repercusión sobre la vida íntima de este, de ahí su importancia biográfica.
Téngase en cuenta que, garantizada la sucesión a la corona con el infante Alfonso, esta exigencia para la continuidad dinástica estaba resuelta, por lo que cabe preguntarse, ¿por qué consintió Enrique en verse sometido a un proceso vergonzante y doloroso, tanto para él como para Blanca? Además, conseguido el divorcio su lógica consecuencia no podía ser otra más que la de volver a casarse, lo que si era consciente de su impotencia, ¿para qué someterse a un nuevo reto del que podían derivarse más injurias para su persona? Solo podía estar justificado esto último si, como opinan la mayoría de sus biógrafos, su padecimiento era una impotencia psicógena transitoria, que conocida por el príncipe, le moviese a intentar con otra esposa lo que con doña Blanca le había resultado imposible. Pero en tal caso, ¿por qué si estaba separado de hecho de su esposa desde 1444, -año en el que como ya hemos dicho rompió definitivamente con ella y con su suegro-, espera que pasen ocho años antes de interesarse en legalizar el divorcio, cuya tramitación no se inicia hasta 1452?
Raúl González Arjona.

Juan Ramón Ocaña dijo...

Los datos que nos ofrecen los cronistas con relación a la personalidad y conducta de Enrique IV son mucho más significativos según el mejor conocedor sobre este tema, nos referimos a Suárez (Suárez, L.:”Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política.” Barcelona, 2001)
Resumiendo las descripciones realizadas en las Crónicas Torres Fontes (Torres Fontes, J.: “Estudio sobre la Crónica de Enrique IV del Dr. Galíndez de Carvajal.” Murcia, 1946.); definió al monarca castellano como blando, tímido, abúlico, misántropo y dispuesto de continuo a transigir.
La misantropía ha sido una de las características mas destacadas por todos los autores de la personalidad de Enrique IV.
El médico francés Lucas-Dubreton, siguiendo a Palencia, lo define en su obra (Lucas- Dubreton, J.: “El rey Huraño (Enrique IV de Castilla y su época.” Madrid 1945.), como una persona huraña, y el mismo Castillo reconoce que el rey “era poco amigo de la gente y retraído”.
La misantropía de Enrique IV, según Suárez en la obra ya citada, fue uno de los rasgos mejor definidos de su personalidad, aunque también lo fueron la abulia y el ser una persona tímida y fácilmente sugestionable. Como es natural todos estos rasgos de su personalidad le originarían mala fama frente a sus contemporáneos y no pocos problemas a lo largo de su vida.
En referencia a su pretendida conducta o comportamiento antisocial ante sus contemporáneos, que incluiría su presunta homosexualidad origen de sus “múltiples y depravados vicios” según Palencia; su misantropía , que llegó a ser criticada incluso por sus defensores; su interés por lo árabe juzgado por sus enemigos como una muestra de filoislamismo y que se manifestaba por tener entre su séquito una guardia personal musulmana en contra de las costumbres cristianas; y sus extraños modos en la forma de vestir con atuendos a la morisca o de pobre aspecto, solo definiría , en opinión de algunos historiadores recientes , una mentalidad abierta, tolerante modernista, y con excesiva modestia que contrastaba con la rigidez del pensamiento de la época y lo que se exigía en un rey. En realidad hay que pensar que todas estas desviaciones de la conducta estaban relacionadas con su patología.
Juan Ramón Ocaña.

Joaquín Méndez dijo...

II Continuación del artículo titulado Tres reyes:
Hay que destacar cómo Antonio Gala asegura en su último libro, El pedestal de las estatuas, que Isabel envenenó a su hermano Alfonso con el fin de allanar su camino hacia el trono. Otros muchos creen que los culpables fueron los partidarios del rey. El hecho cierto es que el infante Alfonso murió en un periodo de cinco días en pleno enfrentamiento con su hermano Enrique. El infante Alfonso, que se encuentra refugiado en la provincia de Ávila, muere en la ciudad de Cardeñosa a los 14 años de edad. En principio se quiso achacar su muerte a la peste, pero el médico que estudia el cadáver acabó con las sospechas: «Ninguna señal de pestilencia en él apareció».
El caso cierto es que los análisis toxicológicos practicados en los restos de Alfonso no revelan existencia de sustancia alguna que pueda confirmar que murió envenenado. No obstante, no se puede asegurar que su muerte se debiera a causas naturales, puesto que los restos se encontraban en un ataúd afectado por la humedad, el mayor enemigo para la conservación de los restos, y, además, podría haberse tratado de un veneno indetectable. Por lo tanto, el caso sigue abierto.
Saludos para los seguidores del blog.
Joaquín Méndez.

Jacinto Mesa Caño dijo...

El proceso que se iniciaba a instancia del príncipe Enrique trataba de conseguir la sentencia de nulidad matrimonial probando que, imposibilitados los esposos para consumar la cópula, por impotencia de Enrique, esta incapacidad se circunscribía exclusivamente a sus relaciones con Blanca y no con otras mujeres. Como pruebas se aportaban los testimonios de distintas mujeres segovianas, con las que don Enrique había tenido relaciones sexuales, que confirmaban su potencia viril con ellas.
Quienes han analizado con detenimiento el proceso y la sentencia emitida por el administrador apostólico de Segovia Luís Acuña, afirman que mientras estaba perfectamente probada la impotencia del príncipe para la cópula con la princesa, eran más que dudosos los testimonios de las prostitutas y, ciertamente, si como afirma
Suárez, (Suárez Fernández: “Enrique IV de Castilla”. Ariel. Barcelona, 2001) estas mujeres tenían prohibido por ley prestar testimonio, poco valor legal podían tener sus afirmaciones, lo que indudablemente, aporta nuevas dudas sobre la legalidad de la sentencia de Acuña. Sin embargo, la legitimidad de lo decidido, que podía perfectamente haber sido recurrido por los representantes legales de Blanca, que al no hacerlo, aceptaban las alegaciones presentadas, no impide que desde la perspectiva de los conocimientos sexológicos de que disponemos en la actualidad, pueda explicarse el comportamiento sexual del príncipe, como la expresión clínica de una impotencia psicógena. Refuerzan además este diagnóstico, ciertos datos que encontramos en su biografía, que justifican plenamente unas relaciones interpersonales caracterizadas por las frecuentes reacciones inhibitorias frente a ciertas personas, por lo general, con fuerte temperamento y capacidad de liderazgo y un elevado nivel socioeconómico. En el caso del rey, resulta inverosímil un comportamiento de esta naturaleza, pues, ¡quién hay por encima de él!, pero en el de nuestro protagonista, no se trataba de una competencia meramente social, su problema era mucho más profundo, hundía sus raíces en ese sector de lo psicopatológico que se gesta en el aprendizaje morbígeno de los primeros años.
Jacinto Mesa Caño.

Manuel Escavias Serrano dijo...

Deseo en mi comentario hacer alguna aportación en el proceso de divorcio de Enrique y Blanca:
El administrador apostólico de la sede vacante de Segovia, Luís de Acuña, que debía ser confirmado en su cometido, se reunió con los procuradores de los esposos, en la iglesia de San Pedro de la villa de Alcazar en, el 11 de mayo de 1453 para dictar sentencia, en la que se hacía constar que se les divorciaba para que pudieran contraer nuevo matrimonio, llegando a poder ser padre y madre tras los mismos. De hecho, la sentencia fue confirmada en Segovia el 27 de Julio de 1453 y enviada a Roma junto con una petición de dispensa para que el príncipe pudiera contraer matrimonio con su prima hermana doña Juana, hija de la reina Leonor de Portugal.
Si la sentencia plantea inevitables dudas legales, las intenciones que en ella se constataban debían estar sustentadas en la convicción de que don Enrique podía tener capacidad de procrear, lo que solo puede admitirse si padecía una impotencia psicógena, así como que a doña Blanca también se le suponía dicha capacidad, lo que no pasó de ser igualmente, una suposición, ya que no volvió a casarse. Porque si las prostitutas no podían declarar y se tuvo en cuenta su testimonio y, el príncipe estaba convencido de su impotencia, lo realizado fue más que un proceso canónico, una farsa sacrílega; lo que resulta, a mi entender, difícil que asumiera don Enrique, hombre de convicciones religiosas firmes, que con seguridad le habrían hecho sentirse culpable de perjurio ante
Dios.
Si nos atenemos a sus rasgos de personalidad y a los condicionantes medio ambientales por los que pasó, no resulta difícil de admitir, impotencia psicógena, de la que debía ser plenamente consciente, de ahí que no perdiera la esperanza de poder tener descendencia, siendo capaz de sostenerlo en un proceso canónico. De no haber sido así, su carácter timorato se lo hubiera impedido. Por todo lo cual, nos resulta todavía más verosímil este diagnóstico. Indudablemente don Enrique no era sexualmente muy activo, es posible que incluso hubiera tenido durante la adolescencia cierta indefinición sexual, pero no una impotencia orgánica, para la que salvo los rasgos eunucoides aducidos por Gregorio Marañón, no encontramos ninguna otra posible causa. Como puntualiza Suárez, (Suárez Fernández: “Enrique IV de Castilla”. Ariel. Barcelona, 2001: 124 y 125. , se dispone de dos capitulaciones distintas en relación con las segundas nupcias de don Enrique, una, la primera, firmada cuando aún era príncipe de Asturias, y otra, firmada cuando casi acababa de subir al trono de Castilla.
Manuel Escavias Serrano.

Ángel Labrador Hernández dijo...

Enhorabuena Pedro. A esto le llamo yo documentarse como Dios manda.
Saludos.
Ángel Labrador

Juan Vicente Rivera dijo...

A Enrique IV se le ha achacado: impotencia, homosexualidad, y de forzar las relaciones de su esposa con otros hombres. Incluso algunas fuentes incluyen la forma en que habría dejado embarazada a la reina, mediante una precoz técnica de inseminación artificial utilizando una cánula de oro (per cannam auream), y otras descripciones físicas que permitieron a Gregorio Marañón realizar su Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo (Madrid 1930), que diagnosticó al rey de displasia eunucoide con reacción acromegálica , y que en la actualidad se define como una endocrinopatía , posiblemente un tumor hipofisario, manifestando litiasis renal crónica, impotencia , anomalía peneana e infertilidad , además de caracteres psico-patológicos. Marañón, desde su óptica médica, realiza un estudio de la personalidad somática y psíquica del monarca para concluir que posiblemente no padeciera una impotencia absoluta y que no cabe descartar su paternidad, si bien se trataría de un individuo afecto de una «displasia eunucoide ligada a la acromegalia y a la homosexualidad».
Un saludo.
Juan Vicente Rivera.

Leonor Prieto dijo...

También en su época se atribuyó a Enrique el ser homosexual, en la obra de su detractor Alonso de Palencia y en poesías satíricas. Alonso de Palencia le acusa además de maurofilia (admiración por los moros y la cultura árabe), que asocia a la homosexualidad. Sin embargo, Alonso de Palencia acusa también de homosexualidad a Juan II de Castilla, padre de Enrique y de la propia Isabel la Católica, y de adúltera a su madre, la reina María. También se acusaba de homosexualidad a Álvaro de Luna y otros personajes notables de la corte, lo que hace sospechar que este tipo de acusaciones eran usuales en campañas de desprestigio. Gregorio Marañón, basándose en la obra de Alonso de Palencia habla también de la homosexualidad de Enrique, aunque llega a la conclusión de que no está probada.
Finalmente, tanto la "Crónica Castellana" como la de Alonso de Palencia hablan de “amantes” del rey Enrique, entre las que se cuentan Catalina de Sandoval, Guiomar de Castro y Beatriz de Vergara. Si bien suelen añadir que los amores eran “vanos” no deja de extrañar que un rey impotente buscase amoríos que podrían ponerlo en evidencia ante la corte y el pensar del reino.
Leonor Prieto.

Juan Alberto Pereira dijo...

Sus contemporáneos tildaron a los dos reyes de sodomitas, tal vez introducidos por el Condestable Álvaro de Luna en esto de acostarse con hombres, al igual que, por su rama aragonesa, le pasó al infante don Jaime, hijo de Jaime II, quien, por si esto fuera poco para dar que hablar a sus súbditos, renunció a la corona y se refugió en un convento. Se dio la paradoja de que, a pesar de que a dos de sus miembros reinantes -Juan II y su hijo Enrique IV- les gustaba, sin duda, yacer con hombres, fue precisamente Isabel I la Católica, hija de Juan II y hermana del rey Enrique, quien con mayor esmero endureció las penas contra los sodomitas.
Álvaro de Luna además de astuto, era un seductor nato. Su atractivo físico encandilaba tanto a hombres como a mujeres. Por si esto no fuera suficiente, se metió en el bolsillo a la reina madre, abanderando a los partidarios del monarca, en pugna constante frente a la nobleza castellana. Y, lo más importante de todo, se ganó a pulso el amor de su pupilo, el joven y débil Juan II, que al quedar huérfano, aprendió de él todo lo que un rey debía saber por aquel entonces, incluyendo los goces de la carne.
Juan Alberto Pereira.

Rita María Buendía dijo...

Según la Crónica de don Álvaro de Luna, cuando Juan II le señaló como compañero para dormir con él en su aposento, el escándalo fue descomunal, aunque antes ya lo habían intentado otros, como el Adelantado de Castilla Pedro Manrique, sin conseguirlo.
El rey Juan “de noche ni de día quería estar sin don Álvaro de Luna, y lo aventajaba sobre los otros, y no quería que otro alguno lo vistiese ni tratase.”
Aunque la homosexualidad del hijo y sucesor de Juan II, Enrique IV, era evidente, fue la imposibilidad de engendrar un heredero lo que, al convertirse en asunto de estado, dio al traste con su reinado. Ya de joven, el monarca gustaba rodearse de guapos mancebos. Notorios fueron los devaneos que sostuvo con Hernán Gómez de Cáceres o Juan Pacheco, marqués de Villena, que no afectaron a otros cortesanos y donceles, como Francisco Valdés o el Condestable Miguel Lucas de Iranzo, porque huyeron discretamente de la corte ante el real acoso.
Rita María Buendía.

Antonio Casado del Moral dijo...

Por razones obvias, dado el espacio de un comentario, vamos a comentar aquí solo la primera de las razones aducidas.
Lo más significativo de estas primeras capitulaciones es, como dice Suárez que no conste entre sus capítulos la dispensa pontificia por parentesco de los contrayentes, pues si se firmaron el 20 de diciembre de 1453, difícilmente podía contener la dispensa de Nicolás V fechada el 1 de diciembre de ese año, ya que era materialmente imposible que los redactores de las capitulaciones pudieran contar con ella teniendo en cuenta la precariedad de las comunicaciones en la Edad Media.
Las prisas y, sobre todo, la aparentemente imperiosa necesidad de efectuar este nuevo matrimonio, parece que queda documentada mediante un hecho inverosímil en circunstancias normales.
Así, nos refiere Suárez cómo el 13 de diciembre de 1453, poco antes de la firma de las capitulaciones, el príncipe de Asturias donó a su futura esposa cien mil florines de oro, cantidad equivalente a la que se le asignaba como dote a la princesa y que lógicamente debía ser aportada por su hermano el rey de Portugal Alfonso V. ¿A qué obedeció este adelanto de la dote hecha en este caso por el futuro esposo? Parece que el príncipe se curaba en salud, según el Prof. Suárez (obra citada. página. 126) porque “no estaba (...) convencido de que el impedimento que tuviera con Blanca no reapareciera”.
Pero también podía ser que al no contar con el consentimiento pontificio y tener poca seguridad en la sentencia de nulidad de su primer matrimonio, pensase que le podía ser denegado uno u otra, o incluso ambos, por el pontífice, con el consiguiente perjuicio para la desposada y su entorno.
Antonio Casado del Moral.

Cecilia Olea Mármol dijo...

El plazo de un año concedido a Alfonso V de Portugal para regularizar la situación de su hermana mediante el abono de la dote, tanto vale para el argumento del Prof. Suárez, “un tiempo que sin duda se consideraba suficiente para comprobar la efectividad del matrimonio”, como para dar tiempo a que el pontífice Nicolás V, contestase favorable o desfavorablemente a las requisitorias que se le habían dirigido.
De hecho, si bien se tiene la fecha de 1 de diciembre de 1453 como la de la bula de dispensa del pontífice sobre el parentesco, según Suárez, (Obra citada. Págs. 126 y 127.), obviaba este extremo, cuando se aportó la dote por el príncipe, aún se desconocía.
Pero de lo que se carecía realmente era de la bula que confirmase la sentencia de nulidad del primer matrimonio del príncipe y, no obstante, fue aceptada la sentencia emitida por Acuña, aunque no llegó a confirmarse expresamente por el pontífice dada su complejidad, valiéndose el Papa de una “fórmula comisoria”, mediante la cual otorgaba poderes a tres prelados para que los tres, dos, o uno de ellos al menos, sin la oposición de los otros, dispensasen del vínculo matrimonial a os esposos. Sin este requisito la bula carecía de efectividad.
Cecilia Olea Mármol.

Beatriz Godino Alcalá dijo...

Con independencia de que las condiciones que rodearon a estas primeras capitulaciones fueran motivadas por razones emanadas de la inseguridad de don Enrique por su disfunción eréctil, o para soslayar las consecuencias de un revés en su propia problemática legal, lo que llama mucho la atención de este acontecimiento, es la precipitación con que se le intenta encauzar y la máxima prioridad que parece que se le asigna; hasta el punto que solo la muerte de Juan II, que tendría lugar a mediados de 1454, paralizará momentáneamente los preparativos de este segundo matrimonio del príncipe, que no llegará a realizarse hasta después de su subida al trono como rey de
Castilla.
Beatriz Godino Alcalá.

Joaquín Tejada Ruano dijo...

El 22 de julio de 1454 fallece Juan II de Castilla a los 49 años y tras un largo reinado. Según nos informa mosén Diego de Valera, el martes 23 de julio, es proclamado rey Enrique IV, después de depositar el día anterior el cadáver de su padre en el monasterio de san Pablo de Valladolid. El homenaje que recibe el nuevo rey por parte de los grandes del reino es unánime, iniciándose su reinado con las mejores perspectivas de éxito, al depositar todos los estamentos del reino su confianza en la persona de don Enrique, que contaba en ese momento con 29 años y más de seis meses de edad.
Según parece hasta 1463 la trayectoria política seguida por Enrique IV se proyecta siguiendo los cauces adecuados, por lo que para la mayoría de los historiadores la primera década de su reinado es, considerada, como satisfactoria. Sin embargo, por más que la prodigalidad del rey con los grandes y el amplio uso del perdón real para con los más díscolos y conflictivos fueran la base del comportamiento de Enrique IV desde los primeros meses de su reinado, la nobleza no estaba dispuesta a someterse incondicionalmente al soberano, plantándole cara no solo en la defensa de sus privilegios, sino incluso en el uso de ciertas costumbres de mucho menos entidad.
Joaquín Tejada Ruano.

Pedro José Patón dijo...

Hubo un grave incidente que vamos a relatar, protagonizado por algunos miembros de la nobleza, el incidente se sustentó sobre una de estas razones aparentemente de poca entidad, pero cuyas consecuencias podían haber sido muy graves.
El 22 de abril de 1455, tres meses antes de cumplirse el primer año del reinado, el rey, como posiblemente todos esperaban de él, se hizo cargo personalmente, de lo que siempre había sido una prioridad para todos los monarcas cristianos peninsulares: la lucha armada en la zona sur de España ocupada por los moros, es decir, la frontera de
Castilla con el reino de Granada. Con tal finalidad se desplazó de Valladolid a Córdoba, donde se puso al frente de sus fuerzas que en número considerable, según Castillo con catorce mil de a caballo y ochenta mil peones. (Obra citada página 106), se habían concentrado a su llamada.
Enrique IV, siguiendo una táctica militar que podemos calificar de novedosa y acertada, impidió a sus capitanes que permitiesen repeler las escaramuzas que de manera provocadora realizaban los moros y, sobre todo, responder a tales provocaciones mediante combates singulares, centrando la actividad de sus fuerzas en la práctica de
16 extensas talas del territorio granadino, para conseguir debilitar la resistencia de sus enemigos y cercar las poblaciones y fortificaciones defensivas para rendirlas por hambre. Estas acciones militares cuyo valor práctico parece evidente, no fueron bien entendidas por los nobles del ejército, acostumbrados a realizar esporádicos enfrentamientos individuales, recurriendo al reto personal a singular combate, lo que era motivo de hazañas que les granjeaban honor y prestigio personal, pero en definitiva, quedaba solo reducidas a eso.
Pedro José Patón.

Daniel Crespo Barón dijo...

El otro acontecimiento importante casi coincidente con el inicio de la guerra de Granada es el segundo casamiento de don Enrique.
Con los prolegómenos de su proyecto matrimonial, interrumpido por el fallecimiento de Juan II, al quedar sin efecto las capitulaciones del 20 de diciembre de 1453. Sin embargo, el tema no dejó de seguir teniendo la máxima prioridad para el ya rey Enrique IV, que, antes de haber transcurrido un mes de su subida al trono, envió a Portugal a uno de sus capellanes con poderes para que en sintonía con los portugueses, redactasen nuevas capitulaciones para su matrimonio con doña Juana.
El interés de Enrique IV y, sobre todo, las prisas que tenía por materializar definitivamente su segundo casamiento, sigue resultando difícil de entender, teniendo en cuenta las condiciones existentes en el momento y las circunstancias que rodeaban al acontecimiento.
Se trataba de un matrimonio sobre el que gravitaba la disfunción eréctil que padecía Enrique y la dudosa legalidad de la nulidad solicitada. Se producía en plenas hostilidades con los musulmanes granadinos que implicaban un nuevo frente de tensiones y, sobre todo, una importante fuente de gastos. Por si fuera poco era una boda no entendida por casi nadie y de la que casi nada se había informado. La sucesión a la corona estaba garantizada mediante un heredero. ¿Por qué y para qué tanta prisa?
Posiblemente el único interés político que podía tener el enlace ansiadamente buscado, era el de normalizar las relaciones con Portugal, que se habían deteriorado como consecuencia de las incursiones que los navegantes andaluces realizaban en el litoral africano occidental, que los portugueses consideraban como zona exclusiva de su actividad comercial. Salvo por esto, es difícil conocer cual era el motivo de la alta prioridad dada por el rey a este segundo matrimonio.
Daniel Crespo Barón.

Fernando Vargas dijo...

El reinado del rey Enrique, pese a la oscuridad de muchos de sus actos, no siempre fáciles de apreciar y menos de comprender, fue uno de los más interesantes de la Edad Media, aunque por los coetáneos estas actitudes fueran juzgadas como anormales, tal como afirma el historiador Torres Fontes ((Torres Fontes, J.: “Estudio sobre la Crónica de Enrique IV del Dr. Galíndez de Carvajal.” Murcia,)
Fernando Vargas.

Serafín Herrador Nevado dijo...

Para entender todas las posibles causas que generasen las alteraciones morfológicas y endocrinas de Enrique IV, hay que fijar la atención sobre un hecho incuestionable, era que Enrique IV fue producto de un matrimonio de dos primos hermanos, tal como sabemos y ha sido destacado por muchos historiadores, y en particular por los ya referidos en otros comentarios, los historiadores Suárez y Bermejo de la Rica.
Los antecedentes familiares de Enrique tampoco podían engañar las leyes de Mendel, el abuelo de Enrique IV, llamado Enrique III, conocido en la historia como el “Doliente”, casado con Catalina de Lancaster, era constitucionalmente débil y enfermizo como su padre Juan I. Desde los 17 años, Enrique III fue un enfermo crónico y murió muy joven a los 29 años. Según Fernán Pérez de Guzmán: “el trabajo y aflicción de su larga enfermedad le hicieron triste, enojoso y melancólico”. Además, Pedro de Escavias afirma que padeció de litiasis renal durante toda su vida y fue uno de los motivos de su muerte: “el rey don Enrique doliente e muy trabajado de dolor de la hijada”. Su esposa Catalina, según las crónicas, fue de temperamento arrebatado, nerviosa y quizás epiléptica.
Juan II, padre de Enrique IV, fue toda su vida, pese a su corpachón aparentemente robusto, un hombre igualmente flojo, fofo, de manifiesta abulia y falto de energía en todos sus actos. Según las crónicas se trataba de un hombre “grande de cuerpo, blanco y de largas piernas”, aunque con voluntad enfermiza, tímido y con gran complejo de inferioridad. Como los lectores de este comentario comprenderán con facilidad, Enrique IV, hijo de Juan II y de su prima María, vástago de dicha unión, heredó agravados por genética, las peores cualidades de todos sus ascendientes: timidez, hurañía, abulia, adustez, melancolía y, quizás, aunque esto parece ser una calumnia, desviaciones del instinto sexual.
De los primeros Trastámara heredó también Enrique sus caracteres físicos, debilidad crónica y enfermedades. La talla alta y algo desgarbada, aunque fue menor que la de su padre a quien se parecía mucho en su cuerpo; el prognatismo (ese rasgo propio de quienes tienen el maxilar inferior mas prominente que el superior), que luego sería trasmitido a Carlos I y a Felipe II por Isabel la Católica y la línea aragonesa de los Trastámara; la cabeza grande, ancha frente y cejas prominentes, que le daban aspecto de fiereza, y quizás la piel blanca con una palidez como muy característica de toda la rama familiar y los cabellos rubios, aunque puede que en estos rasgos físicos se mezclasen también chorros de sangre venidos a través de la Casa Inglesa de los Lancaster.
La litiasis renal es posible que también fuera hereditaria ya que, aunque era una afección común en la Edad Media por el tipo de alimentación, no era frecuente observarla en gente joven.
Serafín Herrador Nevado.

Virginia Cobo Navarrete dijo...

En la casa real de Trastámara se venía siguiendo la línea de casamiento entre familiares, parece ser que para ellos la endogamia constituía una costumbre, por seguir una necesidad habitual en la familia de que todo quedara en casa. Las leyes de la Iglesia acerca del matrimonio entre parientes cercanos eran fácilmente salvadas por las Bulas de dispensa, lo que hacía que los descendientes heredasen todas las taras, peculiaridades y defectos físicos o psicológicos de sus ascendientes e incluso sufriesen empeoramiento de los mismos, al no haber cruces con otras sangres.
En la actualidad se sabe que la consanguinidad se asocia frecuentemente a malformaciones congénitas, a anomalías de la diferenciación sexual y a más de 600 padecimientos (entre ellos los trastornos endocrinos que tanto padecía Enrique IV), que se transmiten con patrón de herencia mendeliano simple.
Virginia Cobo Navarrete.

Juan Vicente Juárez Benítez dijo...

A consecuencia de las disparidades surgidas sobre la nueva táctica militar, los nobles se organizan en una confederación secreta que encabezaba Pedro Girón, maestre de Calatrava, y deciden prender al rey.
Es curioso como según nos refiere Castillo, se encomienda esta tarea al conde de Alba y a Rodrigo Manrique, conde de Paredes, (Recordemos que fueron perdonados por Enrique IV y repuestos en el dominio de sus posesiones, a los pocos días de subir al trono), quienes no pudieron llevar a cabo su traición, al intervenir un hijo del marqués de Santillana que consiguió que el rey se desplazase a Córdoba. Pero tomemos nota también de la reacción de don Enrique cuando se entera de la abortada conjura, según Castillo (op. cit. p. 106.: “...dio muchas gracias a Dios, que le avia librado de tan grand maldad; es decir, tuvo una de tantas reacciones suyas de debilidad, que volveremos a ver repetidamente en el curso de otras actuaciones.
Conviene que reflexionemos aunque sea mínimamente, sobre este hecho singular y sorprendente, desde mi punto de vista. Lo primero que llama la atención es que se produzca antes de cumplirse el primer año del reinado, es decir, cuando no se habían producido aún, acontecimientos que pudieran propiciar actitudes de rebeldía, lo que además de dar al traste con la opinión generalizada de que el rey fue aceptado unánimemente por la nobleza, nos hace pensar que, un malestar de fondo debía existir, además de que ciertos nobles no pasaron página de las posibles desavenencias habidas con la corona.
Los protagonistas de este incidente fueron tres personajes que denotan con su manifiesta hostilidad al monarca que subestimaban los beneficios que habían recibido de él. Es el caso de Pedro Girón que era consejero directo del rey junto a su hermano y había sido ampliamente recompensado. Los otros dos fueron el conde de Alba y el de Paredes, uno, perdonado por Enrique IV, por lo que pudo dejar el exilio, y otro, liberado de la prisión que sufría y de la que no era Enrique el responsable.
Además, la acción emprendida no era una protesta baladí, sino que se trataba, nada más y nada menos, que de prender al rey. Por último, si analizamos el motivo –al menos el relatado por Castillo-, no entrañaba una trascendencia evidente.
Juan Vicente Juárez Benítez.

Andrea Aranda Pérez dijo...

El primer trabajo médico que se ocupó del caso del rey Enrique IV se debe a Luis Comenge quien, en su “Clínica Egregia” (Barcelona, 18959 se dedicó a comentar con brevedad determinados aspectos referentes a su impotencia, revisados posteriormente años más tarde.
El médico francés Jean Lucas–Dubreton publicó en 1922 un libro sobre el monarca, llamado “Le Roy Sauvage” (El rey huraño; Enrique IV De Castilla y su época. Paris ,1922) en el que comentaba la vida del rey inmersa dentro del contexto histórico de su tiempo. Destaca el autor los aspectos psico- patológicos de Enrique IV, en particular su misantropía, aunque no profundiza en el origen de la misma. Para él, Enrique IV era un individuo salvaje, obsceno y huraño, calificativos quizás más exagerados pero comprensibles, ya que sus trabajos se cimientan en las Crónicas de Palencia, reconocido difamador en beneficio de los Reyes Católicos. El texto del libro es prologado por Gregorio Marañón cuando en 1945 e traducido uy publicado en español.
Podemos aseverar que desde un punto de vista histórico el mejor y más completo trabajo sobre la personalidad del monarca Enrique IV fue realizado por Gregorio Marañón y Posadillo: “Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo” (Madrid, 1930). Esta obra despertó desde el principio el interés de los lectores, desde 1930 al 2000 se hicieron nada menos que 15 ediciones, y es un autentico clásico de la historiografía médica española.
Andrea Aranda Pérez.

Rodrigo Barrionuevo Arroyo dijo...

En su meticuloso y pormenorizado estudio el celebre doctor-historiador don Gregorio Marañón, aunque basado principalmente en los datos que aporta Palencia en la Crónica, llega a la conclusión diagnóstica de que Enrique IV era un caso de un individuo “displásico eunucoide con reacción acromegálica” según la nomenclatura de la época.
Hoy sabemos que la insuficiencia de la secreción interna sexual produce en el hombre un tipo morfológico anormal displásico, caracterizado por determinados signos, de intensidad y agrupación distintos de unos individuos a otros, que se pueden dividir en varios tipos. Marañón se guió para su descripción por la conocida clasificación de Furno, que dividía a los eunucoidismos en cuatro tipos: eunucoidismo puro, eunucoidismo feminoide, eunucoidismo senil y eunucoidismo acromegálico.
Cuando la morfología displásica adquiere los rasgos de hiperfunción hipofisaria o acromegalia es lo que se llama eunucoidismo acromegálico; esto es individuos con pies y manos grandes, talla alta, prognatismo mandibular, cabeza grande, frente ancha, cejas salientes, piernas largas y convergentes en los muslos algo parecido a la disposición en la mujer, pie valgo, a veces cifosis, etc. En tales casos la hipófisis reacciona a la falta o disminución grave de la secreción sexual, combinándose los síntomas del eunucoidismo con los de la acromegalia. Marañón además llamaba la atención de que no calificaba a Enrique IV de “eunucoide”, sino mas bien de afectado de una “displasia eunucoide”; esto es, de una modalidad no francamente patológica, sino más bien de un estado constitucional y hereditario, calcado sobre el estado eunucoide, pero más próximo a la normalidad.
Como Marañón además tuvo la oportunidad, como miembro de la Real Academia de la Historia, de estar presente en 1946 en la exhumación de los restos de Enrique IV, descubiertos por azar un año antes detrás del gran retablo del Monasterio de Guadalupe junto a los de su madre, pudo constatar con sus ojos muchas de sus apreciaciones. En la momia de Enrique IV, perfectamente conservada, pudo examinar todos los detalles que el había aventurado en su trabajo y que corroboraban parte de sus impresiones diagnósticas efectuadas dieciséis años antes. Calculo que la talla de Enrique IV debió ser en vida de 1,80 metros; que el diámetro torácico era similar al de la anchura de las caderas; que la cabeza y el cráneo debieron ser grandes y robustos; que el monarca tenía frente amplia, cuencas orbitarias separadas y prognatismo; que los dientes eran fuertes pero de mala implantación; que las manos tenían largos y recios dedos; que las piernas eran notoriamente largas, en proporción a la altura del tronco, y eran convergentes a la altura de los muslos y, finalmente, que el rey tenía un pie valgo.
Rodrigo Barrionuevo Arroyo.

Pedro Jesús Perales Gallardo dijo...

Realmente el número de problemas que en este tiempo se fueron acumulando, sobrepasan con mucho el hecho, casi anecdótico, que el cronista nos refiere como detonante del acontecimiento ya referido de prender al rey. Así, los gastos de guerra eran cuantiosos, teniendo en cuenta además que debían aportarse durante tres años; debiéndose sumar a ellos los producidos como consecuencia de la boda del rey.
En Córdoba van a tener lugar tres acontecimientos relevantes. Fue el lugar convenido para la concentración de las tropas para la campaña emprendida contra los moros granadinos; Enrique IV celebró en esta ciudad su segundo matrimonio y se convirtió en sede de las Cortes de la nueva monarquía.
En estas Cortes, los procuradores se quejaron del uso abusivo que hacía el rey de su poder real absoluto, mostrándose además descontentos de los excesivos gastos para una guerra de resultados inciertos y, para unos esponsales reales de los que se había hecho una propaganda muy negativa. Si se une a todo esto la difamación que acusaba a Enrique IV de restringir las libertades, atentar contra las costumbres y favorecer a los infieles, estamos ante a un excelente caldo de cultivo que favoreció que nobles ambiciosos y cargados de rencor, pretendieran apoderarse del rey y someter la gobernabilidad del reino a un consejo de nobles, que la ejercerían en su nombre.
Pedro Jesús Perales Gallardo.

Josefina Córdoba Márquez dijo...

Fuera de los asuntos políticos, a los que se han dedicado tantos comentarios, en el año 1461 la reina Juana, segunda esposa de Enrique IV, tras seis años de matrimonio, se encuentra en Aranda, donde "conoce sentirse en estado"
El rey en abril intenta requisar los Castillos de La adrada y Mombeltran a doña Juana de Pimentel la Triste Condesa viuda del Condestable Álvaro de Luna.
En agosto el Marqués de Villena media entre el rey y los nobles levantiscos. Pacta con ellos que algunos entren en el Consejo Real.
Finalmente, a pesar de la oposición armada de la Triste Condesa le requisa los citados castillos que son entregados a su favorito, don Beltrán de la Cueva.
1462. En febrero se recibe a una delegación comandada por el Conde de Armagnac. Se celebran grandes fastos en su honor. Enrique IV era un rey que gustaba de agasajar a sus invitados, a quienes solía realizar grandes regalos. En palabras del historiador Hernando del Pulgar: "usaba...de magnificencia en los recibimientos de grandes omes, e de los embaxadores de reyes que venían a él, haziéndoles grandes e suntuosas fiestas e dándoles grandes dones..."
Un saludo.

Josefina Córdoba Márquez.

Alfredo Berlanga dijo...

El estudio clínico-morfológico del Doctor Marañón, justificaría también las características peculiares de la conducta y personalidad del monarca y que Marañón resume magistralmente en su trabajo en varios apartados. Para Marañón, el rey Enrique IV, como consecuencia de su eunucoidismo, padecía un trastorno del reflejo erótico, lo que explicaría su impotencia, que estaba exacerbada por la existencia de un hipospadias. La disfunción eréctil, origen de su fracaso sexual, explicaría algunos comportamientos anormales del monarca, como la tendencia al aislamiento, el abandono de sus esposas durante largos periodos de tiempo, sus inclinaciones exhibicionistas con presuntas amantes, y la inducción al adulterio de sus mujeres, calumnia esta última propalada por Palencia en su Crónica y que Marañón recoge como cierta. Otra alteración de la personalidad de Enrique IV, expuesta por Marañón como típica del eunucoide, comprende su timidez, que él justifica por su retraimiento ante las gentes y el no querer dar la mano a sus súbditos. El célebre historiador trata de explicar este rasgo de descortesía, muy criticado por el malévolo Palencia, porque el monarca tenía manos hipogenitales, húmedas y frías, y se sentía incómodo al darla. Otro rasgo de eunucoidismo, según el doctor, como la voz atiplada para el canto y el gusto por la música, estaban también descritas en las Crónicas. Finalmente su presunta homosexualidad (hoy no admitida por la mayoría de los historiadores casi sin discusión) es planteada por Marañón de un modo ambiguo, sin llegar a rechazarla totalmente, ya que según el doctor también es frecuente en los eunucoides. Afirma que, dada su contextura biológica, Enrique IV pudo haber tenido tendencias homosexuales pero esto no significa que se dejara arrastrar por ellas.
Según Marañón, la enfermedad que padeció el monarca pertenece al rango de las que “adopta el tipo degenerativo y actúa en forma de disolución perturbadora sobre los pueblos que tienen la desdicha de soportarla”, esta opinión es compartida por otros especialistas. Así fue realmente; su afección influyó en gran manera sobre el devenir histórico de Castilla.
Alfredo Berlanga.

Jorge Juan Hidalgo Soto dijo...

Cuando, al fin, la reina Juana quedó embarazada de una niña, las facciones contrarias al rey se negaron a admitir que fuera hija legítima de Enrique IV. También corrieron la noticia de que el padre de la criatura no podía ser aquel rey impotente y sodomita, sino Beltrán de la Cueva, un valido por quien el monarca bebía los vientos y que frecuentaba los rincones más íntimos de palacio. De esta forma, Beltrán se convierte en el hombre bisagra del reino, ya que, a la fuerte relación personal que tenía con Enrique se unía la familiaridad con que era tratado por la reina. Dicho de otro modo, y como cantaban los juglares de la época, la pareja real formaba con Beltrán de la Cueva un trío de lo más compenetrado, en el que el valido repartía sus desvelos a partes iguales entre la pareja real.
Jorge Juan Hidalgo Soto.

Magda de la Fuente dijo...

Nadie lo esperaba pero nace Juana. Es reconocida como heredera al trono. Pero, uno de los nobles propaga la rumor de que Juana no es la hija legitima del rey ya que le había engendrado la reina y el auxiliar del rey (Beltrán de la Cueva). Además, Alonso de Palencia en su obra y en sus poemas satíricos atribuye a Enrique IV el ser homosexual después de haberlo atribuido a Juan II de Castilla y a Álvaro de Luna. Así que podemos sospechar que estas acusaciones eran habituales para desprestigiar a una persona. Muerto Alfonso, preferido a Isabel por su condición de varón, sus partidarios se pasaron al bando de Isabel. De aquí, viene otro debate: son ambas mujeres, o sea que la legitimidad de Isabel requiere la ilegitimidad de Juana. Huelga decir que Isabel cuenta con numerosos partidarios y llega a impulsar un proceso de beatificación en su nombre.
Cabe decir que a Enrique se le ha achacado impotencia, homosexualidad y de forzar las relaciones de su esposa con otros hombres (como si fuera una forma de inseminación para que tuviese un heredero).Por otra parte, gracias a estas peculiaridades, Gregorio Marañón escribió en 1930 su “Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo”. Respecto a eso, tenemos que decir que todos estos testimonios son subjetivos porque por ejemplo, son los detractores los que hablan de impotencia porque ven en ella señales de que Enrique IV no puede gobernar correctamente.
Evidentemente, Enrique IV lo niega pero un puede evitar la lucha interna por el poder en la que están sus hermanos Alfonso e Isabel. Alfonso muere de repente mientras que Isabel consigue que su hermano la reconozca como heredera al trono en vez de su propia hija. Pero esta situación de equilibrio no dura mucho y Enrique IV vuelve a dar los derechos al trono a su hija, al que todos llaman “La Beltraneja”.
Magda de la Fuente.

Evaristo Caballero dijo...

Las dos polémicas la de la impotencia del rey y la de la inseminación artificial, hacen surgir otra polémica, dicen que es homosexual porque tiene relaciones cercanas con varios nobles que le auxilian en sus labores de gobierno (por ejemplo, se trata de Beltrán de la Cueva, que es el favorito de Enrique IV en vez de Juan Pacheco).
Beltrán de la Cueva nace en Úbeda en 1435 y fallece en Cuellar en 1492. Es un noble, un político y un militar castellano. Es considerado uno de los más importantes de su tiempo porque es válido de Enrique IV de Castilla, junto a Juan Pacheco. Cuando todavía era un adolescente ocupó el cargo de mayordomo, paje de lanzas y señor de la localidad de Jimena. Poco después es nombrado valido del rey Enrique IV y es nombrado maestrazgo de Santiago. En 1461 la influencia de Beltrán en la corte se consolida al entrar a formar parte del Consejo del rey, desplazando a Juan Pacheco, marqués de Villena, como hombre de confianza (es decir privado) de Enrique IV. Su ascenso en la corte es favorecido después de haberse casado con la hija de los marqueses de Ledesma. Algunos cronistas dicen que, debido a la impotencia del rey Enrique IV, tuvo una relación con Juana de Portugal y por eso, es acusado de ser el padre de Juana (así que va a tener como apodo “Juana la Beltraneja).
Evaristo Caballero.

Eduardo Sarmiento Castillo dijo...

Los ataques que se dan al privado Beltrán de la Cueva y al monarca determinan que Enrique IV tiene que aceptar las condiciones impuestas por la nobleza rebelde: o sea desposeer del cargo de maestre a Beltrán de la Cueva y expulsarlo y de la corte. La expulsión de la corte es breve. Entonces, Enrique IV pronto lo llama a su lado al proseguir las revueltas de la nobleza descontenta. En 1465 se pone del lado del rey en la “Farsa de Ávila”: conjura en la que destacados nobles (entre ellos el marqués de Villena y el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo) simbolizan el destronamiento de Enrique IV y proclaman rey al infante Alfonso.
Además, cabe añadir que Beltrán de la Cueva participa en la Segunda Batalla de Olmedo. El resultado de esta batalla es incierto. Pues, los dos bandos se atribuyen la victoria. Alfonso fallece en 1468 y la nobleza rebelde a Enrique IV prosigue el enfrentamiento, esta vez respaldando el ascenso al trono a Isabel, y desplazando de la sucesión, por lo tanto, a la infanta Juana. Beltrán de la Cueva nunca toma partido por su supuesta hija durante la Guerra de Sucesión Castellana que enfrentó a Juana con su tía Isabel entre 1474 y 1479. Al contrario, combate en las filas de Isabel durante varios años, tanto en la guerra sucesoria como en el asedio de Granada de 1491.
Eduardo Sarmiento Castillo.

Pedro José Galera dijo...

Su cercana amistad con Juan Pacheco-Marqués de Villena- y luego con Beltrán de la Cueva dio aun mas pábulo y fundamento a los comentarios y rumores de que el soberano era homosexual. Los cotilleos, coplillas y dimes y diretes venían ya desde 1455 cuando Enrique IV había hecho campaña en Granada para sacar a los moros de ahí. Se hablaba de un árabe que lo había hipnotizado.
En 1461 Juana por fin dio a luz a una chiquilla a quien le pusieron Juana también, y que sería conocida como La Beltraneja pues le achacaban a Beltrán de la Cueva su paternidad.
Tras el nacimiento de la niña, Enrique IV hizo Conde de Ledesma a Beltrán, y no faltaron quienes dijeran que el título nobiliario era el pago por haberle fertilizado a la mujer. Enrique IV jugó el papel de orgulloso papi, y haciéndose el generoso, invitó a la corte a sus hermanos Isabel y Alfonso. Isabel de Portugal, al quedar sin sus hijos en Arévalo, viéndose sola y triste perdió la chaveta. Isabel de Portugal cree que se le aparece el espíritu de don Álvaro de Luna.
Pero además de sus correrías por la corte, también gustaba Enrique IV de "facer fornicio" con otros "hombres de mal vivir" cuando salía de caza.
Pedro José Galera.

José Iñiguez Mora dijo...

Juan Pacheco, noble castellano, nace en Belmonte en 1419 y fallece en Trujillo en 1474 poco antes de la muerte del rey Enrique IV. Domina la escena política desde los últimos años de Juan II de Castilla hasta casi el reinado de Isabel la Católica. Es el favorito (o sea el hombre de confianza) del rey Enrique IV y toma las decisiones políticas. Gracias a esta relación se convierte en una de las personas que más influencia ejerce sobre el monarca. Por ejemplo, en 1442, con apenas veinte dos anos, alcanza a ser camarero mayor del Príncipe. Cuando en 1445 finaliza la batalla de Olmedo y se proclama vencedor sobre Álvaro de Luna, es nombrado marqués de Villena. Pero las confabulaciones realizadas a sus espaldas por los nobles le llevan a fundar la Liga de Burgos y a ponerse en contra del rey al declarar ilegítima a la hija del monarca, Juana la Beltraneja. No obstante, en 1469, contra la voluntad del rey Enrique y contra los pactos establecidos, Isabel contrae matrimonio con Fernando de Aragón. De esta manera se empieza la Guerra de Sucesión Castellana en la que Juan Pacheco toma partido por el bando de Juana. Entonces, notamos que en los últimos días de su vida vuelve a ponerse del lado de Enrique IV.
José Iñiguez Mora.

Elvira Cuesta Aguilar dijo...

El rey Enrique era un gran aficionado a la música. Según Hernando del Pulgar es: "un grande músico e tenía buena gracía en cantar e tañer e en fablar de cosas generales..."
Enríquez del Castillo también comenta al respecto: «El tono de su voz dulce e muy proporcionado;
todo canto triste le daba deleyte: preciabase de tener cantores y con ellos cantaba muchas veces. En los divinos oficios mucho se deleytaba. Estaba siempre retraydo; tañía dulcemente latid; sentía bien la perfección de la música: los instrumentos de ella le placían.»
Durante un de las fiestas aprovechó para nombrar a Beltrán de la Cueva como Conde de Ledesma e incluirle en el Consejo Real.
El rey, que se encontraba en Madrid, recibió a la reina entre grandes dudas de sus nobles: "los Grandes de Castilla tuuieron por sospechosa la preñez de la Reyna, no porque della presumiessen cosa fea, sino temiendo no fuesse ficción suya, fingiendo que estaua preñada" .
Ante esto, exigen del rey ciertas garantías, dándose una situación bochornosa: en el momento del alumbramiento la reina doña Juana tiene que soportar no menos de dieciocho pares de ojos, aparte de las de las matronas, médicos, etc...Todo esto consentido por la evidente debilidad del rey.
El 28 de febrero de 1462 nació en el Alcázar de Madrid, la princesa Juana.
Se tiene constancia de un segundo embarazo de la reina, que pierde un hijo varón estando embarazada de seis meses, en fecha que resulta indeterminada.
El monarca mantiene algún tipo de relación con una de las doncellas de la reina, de condición humilde y no perteneciente a la nobleza.

Un saludo de Elvira Cuesta Aguilar.

Francisco José Valero dijo...

Por este tiempo que están refiriendo en los últimos comentarios, Enrique recibe a Luis de Beaumont I Conde de Lerín, quien recaba su ayuda para la causa beamontesa que sostiene en Navarra contra el rey Juan II de Navarra, padre de su anterior esposa Blanca. El susodicho Conde muere en Castilla, con la promesa de la ayuda castellana.
Nombra a Andrés Cabrera como Mayordomo Real, Consejero y Tesorero. Al mismo tiempo se preocupa de hacer reformas en el Alcázar de Segovia. Diego de Valera relata como manda alzar la torre principal y el "corredor de los cordones", que manda llenar con estatuas de los reyes castellanos "labradas muy sutilmente de maderas, cubiertas de oro y plata", y añadiendo las del Conde Fernán González y el Cid Campeador.
El 9 de mayo la princesa Juana es declarada heredera al trono. El monarca castellano hace venir a sus hermanastros Isabel y Alfonso desde Arévalo para asistir al evento, siendo además la infanta Isabel la madrina de la niña Juana.
En agosto se desplaza hasta Guadalajara para asistir a la boda de su favorito Beltrán de la Cueva con doña Mencía de Mendoza. Es tan bien agasajado que otorga a la villa la categoría de ciudad.
El 13 de noviembre mientras la ciudad de Barcelona resiste heroicamente, Enrique IV es elegido por la Generalitat como su legítimo rey. En su nombre manda a Juan de Beaumont, hijo del recientemente fallecido Conde de Lerín, quien es nombrado Lugarteniente de Cataluña. No obstante, las tropas enviadas en socorro de los sitiados son ciertamente escasas.
Francisco José Valero.

Enrique Mena Villar dijo...

En los últimos meses del año 1462 realiza Enrique IV dos incursiones dentro del Reino de Aragón, mientras tropas ocupan muchas ciudades y castillos navarros sin aparente dificultad, pues el rey Juan II de Navarra y Aragón se halla inmerso en plena guerra civil y con innumerables problemas en el Principado de Cataluña y la propia Navarra.
Incluso su propia ex-mujer, la princesa Blanca, renuncia a sus derechos al trono de Aragón en favor de Enrique.
Como puede verse, el año 1462 ha sido un gran año para Enrique IV. Aunque como predice el cronista
Diego Enríquez del Castillo: "si la deslealtad no le fuera contraria e pudiera enclavar la rueda de la fortuna que nunca se trastornara..."
Esa buena racha se verá truncada por la actuación del Marqués de Villena y otros nobles descontentos con su nueva situación.
En el año siguiente de 1463. El rey aragonés emplaza una reunión urgente entre todas las partes implicadas para buscar una solución negociada al conflicto.
El monarca castellano delega su presencia y en un imperdonable error manda dos nefastos representantes: el Marqués de Villena y el Arzobispo de Toledo.
Un saludo para todos.
Enrique Mena Villar.

José Carlos Cabrerizo dijo...

Se producen algaradas en la ciudad de Jáen, por parte de las huestes del obispo Lope Vázquez de Acuña, abortadas por las tropas del Condestable Lucas de Iranzo, fieles al rey.
El monarca se traslada a Madrid para agasajar al embajador del Duque de Bretaña. Entre los actos programados se celebra el del "Paso Honroso", concurso en el cual participa don Beltrán de la Cueva.
Poco después, es sitiado en el Alcázar de Madrid por los nobles descontentos, liderados por Juan Pacheco, quien obtiene el título de Maestre de Santiago.
En los momentos de desasosiego, el monarca se retira a Segovia. Conocida es su afición por la caza, los animales y las fieras. Regalar animales al monarca es un medio seguro de asegurarse su benevolencia. Se sabe que unos labradores de Majadahonda le regalan el cuero de una osa, recibido con gran entusiasmo y siendo generosamente correspondidos. También el embajador de Túnez se presenta en una ocasión con un leopardo. Sus fincas estaban siempre llenas de ciervos y venados y el rey disponía de cantidades para que estuvieran perfectamente guardadas por monteros sus fincas.
Cuenta con dos fincas en Valsaín y El Pardo, donde abundan los animales y suele ir a cazar con frecuencia, aunque eventualmente se desplaza también a Escalona, La Adrada...
Como siempre, Palencia, se desmarca del resto buscando otro tipo de connotaciones en tal actividad. El parcial historiador escribe:«recorría —escribe en otro lugar, refiriéndose a su juventud-- escondidos bosques e intrincadas selvas persiguiendo fieras, y huia del trato de las gentes...», por «el salvaje placer que en la contemplación de las fieras encontraba»
Y añade que Enrique IV "gustaba de hacer fornicio con otros hombres de mal vivir" Cuando salía de caza.
Saludos.
José Carlos Cabrerizo.

Pepe Marín dijo...

El 23 de abril de 1463 mediante la Sentencia Arbitral de Bayona, Castilla devuelve las recientes plazas navarras conquistadas. Los dos desafortunados negociadores castellanos, abandonan a su suerte a beamonteses y catalanes. Su efímero reinado en Cataluña acaba de concluir.
Los descontentos nobles ya alzan sus voces. Acusan al rey, entre otras cosas, de haber incumplido la ley de mantener relaciones íntimas con su esposa ante testigos, poniendo así en duda la legalidad de la princesa Juana. En palabras del cronista Diego Enríquez
"Él, rey que solía mandar, es venido a ser mandado.
Él, que señoreava, quedó puesto en servidumbre.
Al que todos se sojuzgavan ya ninguno lo obedese y él obedese a todos y en tanto grado es ajeno de quien hera, que ni se acuerda si fue rrey o si nasció para ello"
Se reconquista Gibraltar, que junto con Jimena, son cedidos a su favorito don Beltrán de la Cueva.
El rey celebra una reunión con Alfonso V de Portugal. Queda pactado el matrimonio de la infanta Isabel con el rey portugués, amén del matrimonio del heredero portugués con la pequeña Juana, hija de Enrique IV.
Pepe Marín.

Arturo Gómez Hurtado dijo...

En este recorrido por la historia en tiempos de Enrique IV me permito apuntar que:
La Liga de Nobles se reunió en la ciudad de Burgos, donde redactaron el Manifiesto de Burgos, cuyos principales puntos son los siguientes:
Consideraron a los infantes Alfonso e Isabel como prisioneros de la monarquía y cuestionaron su seguridad.
Negaron que la princesa Juana tuviera el derecho legítimo de heredar el trono, a la vez que achacaron su paternidad al nuevo valido del rey, don Beltrán de la Cueva.
Acusaron al rey de favorecer a judíos y musulmanes y de causar la ruina económica del reino.
Enrique IV trató de arreglar el asunto con una solución cuanto menos rocambolesca: un matrimonio entre su hija Juana y su hermanastro Alfonso, pero la Coalición no aceptó.
Incluso Juan Pacheco, Marqués de Villena, se atrevió a intentar el secuestro del monarca por dos veces: una en Madrid y otra en Segovia. Fallando las dos veces por la actuación de las milicias de ambas ciudades, amén de la propia guardia personal del rey. La guardia personal de Enrique IV, a saber, se hallaba compuesta de: Un grupo de 4 ó 5 monteros de guarda "que duermen directamente en la puerta de mi cámara". 30 monteros más de caballo o de pie 45 ballesteros de "a caballo", siendo alguno de ellos "de maza" 80 lanzas, mandadas por Ferrand Carrillo y una guardia mora, de unas 25 lanzas, mandadas por García de Jaén, y formada exclusivamente por moros o conversos.
En mayo de 1464, el rey se plegó a las exigencias de los conjurados.
Saludos
Arturo Gómez Hurtado.

Héctor Gutiérrez dijo...

También en la localidad de Alcalá de Henares, Enrique termina reconociendo las exigencias de la Liga de Nobles:
Obtiene de su favorito, Beltrán de la Cueva, la renuncia al cargo de Maestre de Santiago, (que pasa al infante Alfonso). A cambio le aleja de La Corte y la recompensa con otros lugares (Cuellar, Roa, Alburquerque...)
El infante Alfonso queda bajo la custodia del Marqués de Villena, quien además recupera todo su poder.
En el año 1465, el día 16 de enero se le presenta la Sentencia de Medina del Campo, claramente desfavorable para Enrique IV, pues se le intenta imponer un Consejo Real formado por 12 miembros:
4 nobles
4 eclesiásticos
4 letrados
Se le comunica que no puede tomar ningún tipo de decisión sin contar con dicho Concejo. Además se le conmina a disolver su guardia personal mora, achacándole el mal ejemplo que para los cristianos significa el verse rodeado constantemente por ellos. El rey castellano-leonés se niega alegando que la mayoría de sus miembros son ya "cristianos nuevos", o lo que es lo mismo, musulmanes o judíos convertidos al cristianismo y con el nombre ya cambiado. El rey se niega a firmar dicha sentencia.
Enrique IV busca el apoyo de otros nobles. Ellos son el Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, el Contador Mayor del reino don Diego Arias, Beltrán de la Cueva y Pedro González de Mendoza entran a formar parte del Consejo Real, neutralizando la influencia de la facción proaragonesa.
En marzo se vuelve a celebrar una reunión trascendental en el Castillo de la Mota. Reunidos el rey, don Beltrán de la Cueva y algunos nobles, el monarca reconoce a su hija Juana como su legítima hija y heredera al trono castellano-leonés. Y en previsión de lo que va a suceder, intenta colocar a hombres de confianza y nobles afines en puestos importantes.
Nombra al mayordomo real, Andrés Cabrera, como alcaide del Alcázar de Segovia, lugar donde está confinado el tesoro real, mientras los nobles rebeldes levantan pendones por doquier en pro del infante Alfonso declarándole rey.
Un afectuoso saludo.
Héctor Gutiérrez.

José Hernández Dieguez dijo...

La descripción de la “Farsa de Ávila” y la sucesión de los hechos es la de que en el mes de junio, en la Puerta del Alcázar en Ávila, colocan un monigote con los atributos regios.
El primero en subir es el Arzobispo de Toledo, don Alonso Carrillo, quien le quita la corona de la cabeza.
El Marqués de Villena, don Juan Pacheco, le quita el cetro real de la mano. El Conde de Plasencia don Alvaro de Estúñiga, como Justicia Mayor de Castilla, le quita la espada.
Después, el Maestre de Alcántara, don Gome Solís, el IV Conde de Benavente, don Rodrigo Alonso Pimentel le quitan los otros ornamentos reales y con los pies derriban al monigote del cadalso diciéndole:
"¡¡A tierra, puto!!"
El Conde de Paredes, don Rodrigo Manrique, también se halla entre los presentes junto con su hijo Jorge Manrique.
La muchedumbre que lo ve, ríe y llora. Luego, incontinente el príncipe don Alfonso sube al estrado, donde por todos los grandes señores le será besada la mano como Rey y Señor natural de estos reinos. Diego de Valera. (Crónicas de los Reyes de Castilla; "Memorial de Diversas Hazañas". Edición C. Rosell. Madrid, 1953. Tomo III, capítulo XXVIII, página 33.)
Así se produce en Castilla y León una situación cuanto menos insólita. El reino se halla regido por dos reyes. La Corte de Alfonso XII queda fijada en la ciudad de Arévalo.
La guerra civil está servida. Previsoramente, hace trasladar a su mujer y su pequeña hija, a la que pone bajo la protección del Conde de Tendilla, en la localidad madrileña de Buitrago de Lozoya.
En Tordesillas crea la Santa Hermandad de Ciudades, para proteger éstas de los ataques de los nobles rebeldes.
José Hernández Dieguez.

Rubén Espinola dijo...

Ante el espectaculo ridículo de la Farsa de Ávila, el rey y su familia (junto con la infanta Isabel) se refugian en Salamanca donde hacen un llamamiento a los fieles leales para que se apresten a la lucha. A los ya conocidos importantes aliados se suman la Casa de Alba y Juan Fernández Galindo.
La familia real se refugia en el Alcázar de Segovia, mientras en cualquier lugar del reino se suceden escaramuzas entre los dos bandos, con resultado incierto o favorable a cualquiera de las dos partes.
El 20 de agosto de 1467 se celebra la Batalla de Olmedo, donde no parece que haya un vencedor claro. La prueba más palpable es que la corte rebelde no pierde ninguno de sus feudos conseguidos hasta ahora y sigue instaurada en la villa de Arévalo sin mayores problemas.
La Liga de Nobles dá un importante golpe de efecto. Se apodera de Segovia, lugar donde reside habitualmente la corte enriqueña y donde se encuentra el tesoro real. Cuenta Alonso de Palencia que, nada más conquistar Segovia, entran los rebeldes con el infante Alfonso a la cabeza en la finca que había sido propiedad de Enrique IV. Sabedores de sus gustos por los animales se recrean dando muerte a cuantos hallan en su camino. El historiador escribe: «Mayor pesar había recibido Enrique cuando supo el estrago que en los ciervos del monte había hecho Don Alfonso matando muchos con su venablo y permitiendo a su comitiva que hiciese lo mismo. Más de cuarenta se cazaron aquel día, y hubieran pasado de este número, a no intervenir con sus súplicas los maestres de Santiago y de Alcántara para que no siguiera adelante la matanza. En aquel recinto había seguramente cerca de tres mil ciervos de diferentes edades; muchos gamos y cabras montesas, y un toro muy bravo que no fue posible encontrar. A éste y a un jabalí deseaba Don Alfonso dar muerte...»
Un saludo pleno de cordialidad.
Rubén Espinola.

Verónica Salmerón dijo...

El mayor mazazo para Enrique es la deserción de la hasta ahora leal infanta Isabel, que se pasa al bando de los descontentos nobles rebeldes. Enrique IV se refugia en el Alcázar de Madrid. Se encuentra moralmente hundido. El Conde de Alba y Pedro Arias Dávila el Valiente (hijo de Diego Arias) también le han abandonado. Piensa en tirar la toalla, pero la nobleza madrileña se lo impide y hacen huir de la ciudad a sus enemigos.
Mientras el monarca se encuentra en Fuencarral, se produce un intento de secuestro por parte de Pedro Arias Dávila. Los asaltantes entran en la cámara regia y encuentran al rey ausente, capturando en su lugar al doncel Alonso de Herrera.
El rey intenta asegurarse partidarios en otras zonas del país. Manda cartas a las principales ciudades gallegas a fin de que se agrupen en Hermandades, naciendo así la "Santa Irmandade do Regno de Galicia", que rápidamente se transformará en un movimiento revolucionario anti-feudal y anti-señorial, más comúnmente conocido como "Irmandiños".
Entabla negociaciones con los rebeldes y estos consiguen el confinamiento de la reina Juana en Alaejos, en calidad de rehén de Alonso de Fonseca, mientras duren las mismas.
En abril de 1468 ingresa en el Consejo de Estado don Álvaro de Zúñiga y Guzmán.
Parece ser que durante su confinamiento la reina es galanteada por el libertino arzobispo. Se ignora si Alonso de Fonseca consigue sus objetivos o tiene mayor fortuna su sobrino Pedro de Castilla el Mozo. El caso es que cuando la reina, una vez acabadas las negociaciones, es reclamada en La Corte, se halla encinta de siete meses.El monarca no quiere o no sabe buscar al culpable de su afrenta, quedando ésta sin castigo.
Lo que no habían conseguido las amenazas de los nobles rebeldes lo consigue la falta de dinero: la guardia mora personal del rey es disuelta por impago de sus honorarios.
Verónica Salmerón.

Manolo Córdoba dijo...

El 5 de julio de 1468 se produce un hecho definitivo en el transcurso de la contienda. El infante Alfonso que se encuentra refugiado en la provincia de Ávila (leal a su causa), muere envenenado en la ciudad de Cardeñosa, a los 14 años de edad. En principio se quiere achacar su muerte a la peste, pero el físico que estudia el cadáver deja escrito: "ninguna señal de pestilencia en él apareció". Según algunas versiones, la causa de su muerte podría haber estado en la ambición al trono de Castilla del Marqués de Villena, quien podría haber planeado la eliminación física del infante y una subsiguiente boda entre su hermano Pedro Girón, Maestre de Calatrava y la infanta Isabel (siguiente candidato en la línea de sucesión).
Pero bien el destino o las innumerables plegarias de la infanta hacia una pronta boda no deseada, el caso es que el Maestre de Calatrava muere, presumiblemente de un ataque de apendicitis, en la localidad de Villarrubia de los Ojos, cuando con un ejército de 3.000 hombres viene para formalizar la pedida de mano.
La reina Juana se reencuentra con su hija, que se halla en la localidad madrileña de Buitrago de Lozoya, bajo la protección de la familia Mendoza. Dos meses después, dará a luz a mellizos.
Tras la muerte del desdichado Alfonso, los descontentos nobles vuelven sus ojos entonces hacia su hermana Isabel, pero ésta no quiere guerras con su hermano... "mientras viva".
Manolo Córdoba.

Adrián Bejarano dijo...

En agosto de 1468 se celebra una Conferencia en Castronuño. El 18 de septiembre se reúnen el rey Enrique y la infanta Isabel en los Toros de Guisando, donde acuerdan un tratado, ampliación del anterior. Mediante dicho tratado el rey nombra a Isabel como sucesora al trono, reservándose el elegir él mismo a su pretendiente para marido. La paz parece haber llegado al reino castellano-leonés.
Seguidamente se celebran Cortes en Ocaña en el año 1469, donde se ratifica dicho tratado. Asimismo, se producen quejas por las prácticas usureras de los judíos.
Se envían tres cuerpos de ejército a Galicia
Pedro Álvarez Osorio (Conde de Lemos), desde León
El arzobispo Fonseca, desde Castilla
Pedro Madruga, desde Portugal
Para acabar con el problema de los irmandiños. Estos son derrotados en campo abierto por las tropas leales al rey, pero resisten dentro de las ciudades amuralladas.
Y mientras tanto sus tropas asedian el Castillo de Trujillo, por no aceptar como Señor impuesto a don Álvaro de Zúñiga y Guzmán.
En octubre Enrique IV se encuentra en Sevilla, donde ayuda al Obispo Alonso de Fonseca y Ulloa a recuperar el solio que había dejado a su sobrino -de igual nombre- y después se resistía a abandonar. De aquí viene el conocido dicho
"El que se fue de Sevilla perdió su silla"
El 19 de octubre de 1469, Isabel casa en Valladolid, con Fernando (heredero aragonés) sin la aprobación de Enrique IV, renaciendo así el problema sucesorio. El monarca monta en cólera al enterarse. Anula inmediatamente el Pacto de los Toros de Guisando y vuelve a proclamar a su hija Juana como heredera al trono, excluyendo del mismo a la infanta Isabel.
Un saludo.
Adrián Bejarano.

Juan Sebastián Lupiañez dijo...

Podemos decir que hoy en día el trabajo de Marañón no sólo mantiene la frescura que le caracterizó en el momento de su publicación, sino que sigue teniendo plena actualidad al menos, este estudio se ha convertido en punto de partida imprescindible para quien se interese por la figura de Enrique IV dentro del contexto de su época.
Para el ya citado historiador Suárez la hipótesis de Marañón sigue siendo admitida en la actualidad por la mayoría de los autores, si bien comienzan a discutirse algunos de sus planteamientos y el propio diagnóstico clínico. El mismo Suárez en su libro afirma que la presunta inversión sexual de Enrique IV fue una calumnia divulgada en su época por sus enemigos, principalmente por el cronista Palencia, y otros autores médicos como Einsenberg, que publicó en 1976 un breve pero enjundioso artículo en el que discrepaba abiertamente del juicio de Marañón sobre Enrique IV.
Eisenberg apoyándose en los recientes avances de la Endocrinología, que habían abandonado la vieja idea de que las glándulas determinan la morfología, la vida sexual y la psicología de los seres humanos, rechaza el supuesto eunucoidismo del rey castellano, toda vez que los propios cronistas ponían de manifiesto la existencia en Enrique IV de rasgos claramente masculinos, como una abundante barba. Según Eisenberg, la pérdida de vello facial es uno de los principales síntomas de insuficiencia androgénica, pues la barba siempre ha sido asociada a la virilidad, con lo cual, según él, la teoría del eunuciodismo se derrumba. Además, en opinión de este autor, Marañón no hablaba de eunucoidismo, sino de una displasia eunucoide, lo cual alude a una configuración corporal o colección de síntomas más que a una “modalidad francamente patológica. Según Eisenberg, la cuestión más discutible era la manera en que Marañón combinó eunucoidismo con acromegalia.
Juan Sebastián Lupiañez.

Miguel Ángel Pedrero Romero dijo...

Las Cortes castellano-leonesas confirman a la princesa Juana como legítima heredera al trono.
El 2 de noviembre de 1469 Enrique otorga a Álvaro de Zúñiga y Guzmán la villa y tierras de Arévalo -para compensarle por la rebeldía imposible de doblegar de los trujillanos-.
El 20 de diciembre de 1469 le otorga al mismo personaje el título de I Duque de Arévalo
"por la fidelidad demostrada hacia su padre"
En el año 1470, el rey Enrique hace trasladar a su hija Juana al Castillo de Escalona, bajo la protección -ahora- de Juan Pacheco, Marqués de Villena. Se firman en Medina del Campo las capitulaciones matrimoniales entre el Conde de Boulogne, representante del Duque de Guyena, hermano del Rey de Francia y su hija Juana.
Concede la Tenencia del Alcázar de Segovia, y más tarde la Alcaldía, por juro de heredad a Andrés Cabrera.
Un saludo

José Manuel Arguellada dijo...

En esta especie de crónica breve del reinado del rey Enrique IV, me permito apuntar que el día 26 de octubre del año 1470, como consecuencia de las presiones diplomáticas francesas, se realiza una singular ceremonia en Valdelozoya, un paraje próximo a Buitrago de Lozoya, donde los nobles castellanos juran a la princesa Juana como legítima heredera al trono. Oficia la ceremonia el Cardenal Albi y se celebra el desposorio por poderes, representando el Conde de Boulogne al Duque de Guyena. Recibe nuevamente en Madrid al Conde de Armagnac, ahora caído en desgracia y que huye del Rey de Francia.Tras algunas gestiones diplomáticas, consigue de Luis XI de Francia la promesa de respetar la vida del citado Conde. Juan IV de Armagnac se marcha agradecido camino de su país, pero nada más salir de Madrid
"... en el camino le mataron cruelmente a puñaladas..."
Tan sólo dos años después en 1472, desembarca en la Península, Rodrigo Borgia, legado del Papa Sixto IV, que viene con la ardua misión de traer la paz al reino castellano-leonés. Tras recorrer la castilla enriquista se propone hacer lo propio con la de sus rivales, con gran disgusto del rey.
Alcalá de Henares Enrique IV se encuentra con Isabel y Fernando.
Se entrevista también en algún lugar cercano a Badajoz con Alfonso V de Portugal. El encuentro acaba sin acuerdo importante alguno.
El 17 de diciembre dispone dos importantes nombramientos entre sus nobles aliados:
Juan Pacheco es nombrado como I Duque de Escalona y García Álvarez de Toledo y Carrillo es nombrado como I Duque de Alba.
El 28 de enero de 1473 Enrique crea el Ducado de Benavente en la persona de Rodrigo Alonso Pimentel, el IV Conde de Benavente.
Un saludo de José Manuel Arguellada.

Rubén Serradilla dijo...

Siguiendo el relato de anteriores comentarios, añado que en la fecha del 21 de marzo de 1473 es asesinado en Jaén Miguel Lucas de Iranzo, uno de sus más firmes defensores, de un mazazo en la cabeza, mientras se halla rezando arrodillado en uno de los altares de la Catedral de Jaén.
El populacho de la ciudad asalta y masacra a decenas de judíos, culpándolos del crimen, a pesar de que el Condestable era un reconocido protector de los judíos. Seguramente habría que haber buscado a sus asesinos por otros parajes.
Se produce una quema de judíos en Valladolid.
Enrique IV nombra a Pedro Fernández de Velasco como VI Condestable de Castilla, en sustitución del asesinado Miguel Lucas de Iranzo. Además, convierte dicho título en hereditario a partir de ese momento.
Tras deambular por todos lados y no encontrar acomodo en ninguno, llegan a Madrid la reina doña Juana y su hija, siendo acogidas en el Alcázar, estrechamente vigiladas por el insidioso Marqués de Villena.
El 28 de octubre de 1473 se celebran Cortes en Santa María la Real de Nieva (Segovia). En ellas se aprueba una ley que impide a los maridos vender los bienes de sus mujeres. A últimos de año, encontrándose aún en esta ciudad, se entrevista con Fernando de Aragón.
Un saludo para todos.
Rubén Serradilla.

Vicente Villa Gómez dijo...

El Consejo Real, experimentó en tiempos de Enrique IV importantes transformaciones. Se potenció la presencia en el mismo de los letrados, aunque la sentencia arbitral de 1465 estableció un equilibrio entre los expertos en derecho y los representantes de los estamentos privilegiados.
También hubo reformas significativas en el ámbito de las finanzas regias, potenciándose el papel de la Contaduría mayor de Hacienda. Otra nota distintiva de los progresos del poder regio era la paulatina definición de un centro político estable, algo así como una capital. Ese papel lo desempeñaba, en la Castilla del siglo XV, la villa de Valladolid. Sede de la Chancillería desde 1442, en Valladolid se celebraron en el transcurso de la decimoquinta centuria numerosas reuniones de Cortes, siendo al mismo tiempo escenario de fastuosas fiestas y torneos, algunos brillantemente descritos por la pluma del poeta Jorge Manrique.
Vicente Villa Gómez.

Juan López Cobo dijo...

Juan Pacheco, el ex favorito de Enrique, se llenó de celos al ver a su rival Beltrán de la Cueva gozando de tantos favores con el rey y tramó su caída. Pacheco en 1465 encabezó con otros nobles una guerra civil contra Enrique, declarando al adolescente Alfonsito rey. Haciendo la patraña de que Alfonsito iba a visitar a su madre loca en Arévalo, se tomaron el castillo y en agosto de 1467 estos nobles rebeldes entablaron una batalla cerca de Olmedo. Enrique IV hizo operación cusuco y su esposa e hija huyeron hacia Segovia.
Alfonsito, quien había sido un muchacho sano, enfermó en julio de 1468 y murió misteriosamente. Enrique IV entonces recibió a su hermanita Isabel y se reconcilió públicamente con ella en septiembre del mismo año.
Los nobles juraron lealtad a Enrique y nombró heredera a Isabel, anulando a Juana la Beltraneja como su sucesora en 1468 mediante el Tratado de Toros de Guisando.
Juana de Portugal echó a un lado su falsedad, y presa de una ira sin límites, abandonó a regio esposo para tomar abiertamente un amante, con el cual posteriormente tuvo dos hijos más. Las intrigas de la futura Isabel la Católica por fin habían dado fruto y era heredera. Juan Pacheco murió en octubre de 1474, y el rey lo siguió en diciembre de 1474. A su muerte comenzó la Guerra de Sucesión Castellana entre los partidarios de Isabel y los de Juana la Beltraneja.
Saludos afectuosos.
Juan López Cobo.

Teresa Soto Marín dijo...

Enrique IV le había prometido a su hermana Isabel no casarla contra su voluntad, pero aconsejado por su ex enemigo Luis XII de Francia, Enrique quiso usar a su hermana para casarla con el viejo rey portugués Alfonso V (hermano de la infiel Juana y primo de Isabel de Portugal).
Isabel se sintió traicionada por su hermano y escapó a Valladolid para casarse a escondidas con Fernando de Aragón en octubre de 1469. Cegado por la furia, Enrique IV revocó el tratado de Toros de Guisando y nombró de nuevo heredera a su hija Juana la Beltraneja en 1470, dejando que la alegría de ser heredera no terminara de guisarse en su hermana.
Al morir Enrique IV un 11 de diciembre de 1474, no alcanzó a aclarar cuál de las dos mujeres sería su heredera, dejando tras de sí las semillas de una cruenta guerra civil.
Teresa Soto Marín.

Luis Alberto Cuenca dijo...

Según Eisenberg, que ya había publicado en 1976 un jugoso artículo sobre Enrique IV, la cuestión más discutible era la manera en que Marañón combinó eunucoidismo con acromegalia.
En el caso de los pacientes de acromegalia, lo normal es la existencia de un tumor hipofisario, de lo cual resulta una pérdida de la potencia sexual; lo que equivale a decir que la condición de la pituitaria puede determinar también un eventual eunucoidismo. La acromegalia en opinión de Marañón era el efecto mas que la causa. Si el joven príncipe Enrique sufría hipogonadismo, la acromegalia no pudo haber sido una reacción. Por ello Eisenberg aceptaba como probable diagnóstico la acromegalia, disturbio endocrino causado por una hipersecreción de las hormonas pituitarias provinentes de un tumor o cualquier alteración de la misma hipófisis.
En el año 1984 los profesores escoceses W. J. Irvine y A. Mackay, especialistas en Endocrinología el primero e historiador medievalista el segundo, publicaron un nuevo trabajo en el que revisaban los conceptos de Marañón y Eisenberg sin llegar a ponerse de acuerdo en la enfermedad que realmente padecía el monarca castellano. Según los escoceses, ni siquiera había pruebas contundentes a favor de la acromegalia apuntada en su artículo por Eisenberg. La acromegalia es una enfermedad lenta y rara que afecta a los adultos, ya que la hipersecreción de la hormona somatotrofa en el joven, mucho más raramente puede desarrollar gigantismo.
Luis Alberto Cuenca.

Joaquín Méndez dijo...

Esta es la III Continuación del artículo titulado Tres reyes:

El meollo de la investigación se encuentra en el estudio de Juan II, hallado prácticamente entero, lo que ha permitido estudiar por primera vez los rasgos anatómicos y antropológicos de un rey, su retrato físico. Hay que subrayar que el cuerpo del monarca se encontró en una urna de madera en la cripta, si bien siempre estuvo bien aislado y ventilado, por lo que su estado fue mucho mejor que el de su hijo Alfonso. Además, junto a su cuerpo se encontraron restos muy fragmentarios de otra persona (Isabel de Portugal), junto a un lápiz de carpintero y huesos de jabalí. Se sabe que, al igual que ocurrió en el Panteón Real de San Isidoro, la Cartuja de Miraflores resultó asaltada por las tropas francesas, que profanaron las tumbas reales y robaron lo que allí pudieron encontrar. De ahí que los restos de la reina Isabel de Portugal hayan sido mutilados. ¿De quién era ese rostro?
Saludos.
Joaquín Méndez.

Miguel García Ordóñez dijo...

El nuevo acuerdo matrimonial se concluye el 22 de enero de 1455. Los gastos que debía afrontar la corona castellana para este enlace eran los siguientes: la dote de
100.000 florines de oro, 20.000 florines más en concepto de arras, y una renta anual de millón y medio de maravedís. Lo que justifica claramente que se pueda hablar de dispendio económico. Teniendo en cuenta que en esta primera redacción de las capitulaciones no se mencionaba la ejecución de la nulidad del anterior matrimonio, en la confirmación de las mismas por parte de Enrique IV, el 25 de febrero de 1455, se hace constar que se encontraba tramitándose.
La reina de 16 años entra en Castilla por la frontera de Badajoz, trasladándose, el 20 de mayo de 1455, a Córdoba donde se celebrarán los esponsales, que Castillo nos describe así: “...los desposorios fueron celebrados por don Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, é pasados tres días, se celebraron las bodas”.
La versión que del acontecimiento de la boda con la princesa portuguesa nos da el cronista Alfonso de Palencia, que por el encabezamiento del capítulo en que lo narra podemos intuir su contenido perverso, es la siguiente: “Celebró el arzobispo de Tours a solemnidad del día de las nupcias, aunque sin contar con la dispensa apostólica...”. El arzobispo de Tours formaba parte de una embajada enviada por el rey Carlos VII de Francia que acudía a Córdoba donde estaba desplazada la Corte.
Teniendo en cuenta la llamativa diferencia entre ambas versiones en cuanto a quien actuó como celebrante, hemos consultado a mosén Diego de Valera, quién nos dice que: “...é luego el arzobispo embaxador les tomó las manos e los desposó,... y el día de Pasqua de cinquesma el Rey se veló con la Reyna su esposa é velólos D. Alfonso electo confirmado de la iglesia de Mondoñedo que después fue obispo de Jaén...”.
Con lo que se acentuó todavía más nuestra confusión ya que Valera hacía intervenir a dos prelados, al arzobispo foráneo –como vimos que hacía Palencia- y al futuro obispo de Jaén. Para investigadores expertos en la época que estamos estudiando, como es el caso del Prof. Suárez, es “imposible... discernir que parte de verdad hay”, pero considera, no obstante que, teniendo en cuenta “el protagonismo que Fonseca asume en la contratación de Guisando, hace nula cualquier intervención suya en la boda de Córdoba”.
Resulta pues difícil de aceptar la versión de Castillo, que permitiría posiblemente dar mayor fiabilidad a la ejecución de la dispensa, al ser precisamente el arzobispo de Sevilla uno de los comisionados por el Papa para validar la bula, pero parece que todo se queda en un intento infructuoso del cronista en dejar en buen lugar al rey. En cuanto a las otras dos versiones, parece más plausible la de Valera, ya que la actuación del prelado extranjero, es legitimada a los ojos de todos mediante la participación del clérigo propio.
Miguel García Ordóñez.

Joaquín Méndez dijo...

Es la IV Continuación del artículo titulado Tres reyes:

Las crónicas siempre han descrito a Enrique IV como un hombre terriblemente feo. Los historiadores no ahorraron descalificaciones para dibujar la apariencia física y el espíritu moral del hermanastro de Isabel. Así le describía, por ejemplo, el cronista y escritor del siglo XV Alonso de Palencia: «Sus ojos feroces, de un color que ya por sí demostraba crueldad, siempre inquietos en el mirar, revelaban con su movilidad excesiva la suspicacia o la amenaza; la nariz deforme, aplastada, rota en su mitad a consecuencia de una caída que sufrió en la niñez, le daba gran semejanza con el mono; ninguna gracia prestaban a la boca sus delgados labios; afeaban el rostro los anchos pómulos, y la barba, larga y saliente, hacía parecer cóncavo el perfil de a cara, cual si se hubiese arrancado algo de su centro».
¡Gracias a los colaboradores y seguidores de los comentarios!
Joaquín Méndez.

José Núñez Bellido dijo...

En el año 1474, la reina Juana ingresa en el Convento de San Francisco y purga de esta forma sus muchos pecados de infidelidad cometidos. En cuanto a su pequeña hija Juana de doce años es llevada a la localidad de Escalona, siempre estrechamente vigilada por el intrigante Juan Pacheco.
El 1 de octubre de este mismo año de 1474 muere Pedro Fernández de Velasco. El citado noble era Maestre de la Orden de Santiago, desencadenándose una dura pugna por la obtención del preciado título de Condestable de Castilla. Gabriel Manrique, Conde de Osorno y Comendador Mayor de Castilla, atrae a la localidad de Vaciamadrid al hijo del Marqués de Villena, don Diego López Pacheco, al objeto de debatir sobre la candidatura de ambos al citado Maestrazgo.
En esta localidad el II Marqués de Villena resulta preso, siendo confinado en el Castillo de Fuentidueña de Tajo. Enrique IV monta en cólera al tener noticias de ello, y, apresuradamente, arma un ejército que se dirige hacia Fuentidueña para liberar a Diego López.
No hará falta conflicto armado alguno. Adelantándose dos nobles, so pretexto de parlamentar, hacen presa a la Condesa de Osorno, manteniéndola recluida y forzando el intercambio con el II Marqués de Villena, como así se hace.
Un cordial saludo para todos.
José Núñez Bellido.

Joaquín Méndez dijo...

V Continuación del artículo titulado Tres reyes:

Pasemos ahora a lo que el estudio antropológico ha descubierto. Según los antropólogos Luis Caro y María Edén Fernández, el análisis del cráneo de Juan II demuestra que Juan II tenía la cara ligeramente torcida hacia el lado izquierdo. Tenía la cara alta y no muy ancha, así como una nariz grande y de gran giba, junto unos senos maxilares inflamados alrededor de la nariz, en particular el izquierdo. Sin embargo, lo más característico de la cara de Juan II es su nariz deforme a consecuencia de un traumatismo ocurrido en su infancia, que provocó la desviación del tabique nasal hacia el lado izquierdo y una laterorrinia externa del apéndice nasal hacia el lado derecho. Se puede decir que este aspecto facial es característico y define la cara de Juan II. La lesión ha tenido consecuencias en cuanto al desarrollo interno de los cornetes nasales, impidiéndole respirar con normalidad por la nariz y afectó también al desarrollo facial izquierdo, que presenta hipoplasia.
¡Os felicito!
Joaquín Méndez.

Joaquín Méndez dijo...

VI Continuación del artículo titulado Tres reyes:

Un segundo hecho importante es la fractura de su escápula izquierda, ocurrida cuando era adulto. Esta rotura no fue corregida y le dejó secuelas de por vida, secuelas que afectaron a la movilidad del hombro y brazo izquierdo, lo que le obligó a ser diestro funcional. Junto a estos, Juan II presenta un tercer defecto que afecta al hueso sacro, como resultado de una variabilidad anatómica congénita denominada enderezamiento del sacro, consistente tanto en la disminución de la cifosis sacra, como del ángulo lumbosacro. En una palabra, este defecto le habría impedido sentarse correctamente. Asimismo, el estudio antropológico muestra que el rey fue muy alto (1,79 centímetros) y su defunción ocurrió a una edad entre los 47 y los 50 años. No existen indicios claros que puedan señalar la causa, pero puede afirmarse que se trató de un proceso agudo, no crónico, y que, por tanto, no dejó evidencia en los huesos. Poco más puede precisarse acerca de su muerte, si bien las crónicas señalan que padeció fiebres cuartanas dobles (malaria), que le dejaron grandes secuelas. Aunque se recuperó, murió finalmente en Valladolid el 22 de julio de 1454 con 49 años, desde donde fue llevado a Miraflores.
Joaquín Méndez.

Joaquín Méndez dijo...

VII Continuación del artículo titulado Tres reyes:

En el caso del infante rey Alfonso, las conclusiones de Luis Caro subrayan la coincidencia de los hechos históricos y del análisis antropológico. Así, el estudio precisa que al morir tenía una estatura estimada de 165 centímetros, muy alta para su edad, por lo que, en edad adulta, podría haber alcanzado los 180 centímetros.
El cráneo estaba destruido, desintegrado, debido a las malas condiciones del enterramiento. El hecho de que los restos se encuentren en su enterramiento original permitió recuperar, no obstante, numerosas piezas esqueléticas que, de otro modo, se habrían perdido en sucesivas reducciones de restos o por cambios de lugar. Estas pequeñas piezas son las que permitieron definir la edad, el sexo y la estatura con gran precisión, con lo que está fuera de toda duda que se trata de Alfonso de Trastámara. Luis Caro destaca que existe un hecho sobresaliente y misterioso: la existencia en el sarcófago de un dedo gordo del pie perteneciente a una mujer adulta cuya procedencia resulta, al menos de momento, imposible.
Muy agradecido a Pedro Galán por sus artículos.
Joaquín Méndez.

María Lorente dijo...

En el mes de diciembre de 1474, hallándose el rey Enrique IV en el Alcázar de Madrid "le sobreuino vn accidente de cámaras y vómitos con ocasión de las grandes frialdades que auía cobrado andando por el campo los meses de Otubre y Nouiembre; apretóle tanto, que se juzgó ser mortal.
Bécquer sitúa el escenario en la misma Segovia, y lo cuenta de la siguiente forma:
"...se sintió acometido repentinamente de un agudo dolor en el costado, por lo que desbaratándose la fiesta se tomó ocasión entre el vulgo y los señores descontentos, para atribuir aquella indisposición a un veneno o yerbas que decían haber suministrado al Rey los que deseaban sucederle..."
Con gran serenidad confiesa, nombra albaceas testamentarios, fija lugar para su entierro y tiene un breve y emotivo recuerdo para su mujer e hija, tan cercanas como lejanas, reafirmando a Juana como heredera al trono. Según algunos historiadores, sí que existió un documento redactado ante notario en su lecho de muerte, donde confirmaba a su hija Juana como su legítima heredera. Este documento habría sido destruido por Fernando el Católico tras la muerte de Isabel.
Enrique IV muere el 11 de diciembre, siendo enterrado en el Monasterio de Guadalupe.
Su muerte nunca ha sido del todo aclarada, aunque, según el historiador Marañón, los trastornos descritos se asemejan más que a úlcera gástrica, a síntomas de envenenamiento, tal vez arsénico, el más usado en aquellos días.
En e1 año de 1475, precisamente el día 13 de junio muere en la soledad del convento y la habitación donde se halla recluida, su esposa la reina doña Juana. Redacta un largo testamento que finaliza con la rúbrica La Triste Reyna.
Amistosos saludos de María Lorente.

Eloy Zorrilla Bermúdez dijo...

Puede decirse que de acuerdo con la descripción de Enríquez del Castillo a primera vista parece confirmarse el diagnóstico de acromegalia, sin embargo hay datos discordantes en el monarca con respecto a esta padecimiento, como la inexistencia de una talla corporal excesiva, la diferencia de medidas entre hemicuerpos y caja torácica y los pies delicados, que en el acromegálico crecen. Tampoco el examen de las fotografías del monarca, realizadas en la exhumación de la momia, confirma datos acordes con la acromegalia. Aunque hay prognatismo no hay información evidente que defina el alineamiento de los dientes. El Doctor Marañón tampoco describe en el acta de exhumación ningún dato relevante sobre las manos y pies del monarca, para establecer las características imágenes “en penacho” de las extremidades de los dedos de ambos. Según estos autores se necesitaría una nueva exhumación para realizar un buen estudio radiológico que determine el tamaño de la fosa pituitaria y la condición de los senos frontales. Dicha exhumación no ha vuelto a ser autorizada.
La conclusión del trabajo de Irvine y Mackay (1984) es que un eunucoidismo seguido de acromegalia pudo ser la afección más probable padecida por el monarca, aunque esta última no ha podido ser demostrada de forma satisfactoria. Los autores apuntan la idea de que si son estudiadas cuidadosamente las características de su impotencia, infertilidad y homosexualidad, es posible que se llegasen a obtener datos más relevantes.
Eloy Zorrilla Bermúdez.

Ildefonso Cañabate dijo...

Durante el reinado de Enrique IV, el reino cayó en la anarquía, el rey dejó de gobernar pactando como un noble más. Isabel y Fernando cosechaban más adhesiones como garantes del restablecimiento del orden. En noviembre de 1473, Andrés Cabrera, mayordomo del rey y alcaide del alcázar de Segovia pudo organizar un acuerdo de reconciliación entre el rey y su hermana, para evitar que Juan Pacheco se hiciera con el control del tesoro del alcázar de Segovia. Entre finales de diciembre y comienzos de enero de 1474, el rey se entrevistó con Isabel y con Fernando y aunque hubo cordialidad, no se llegó a un acuerdo de paz, en el que Isabel sería la heredera. El rey cayó enfermo, y ante acusaciones de envenenamiento, los interlocutores se separaron. Mientras Isabel permanecía en Segovia, el rey pasó el resto del año prácticamente en Madrid bajo la custodia de Juan Pacheco.
Ildefonso Cañabate.

Juan Antonio Ortiz Molina dijo...

No hay ningún acontecimiento que destaque en torno a la muerte de don Enrique, lo más significativo es que sorprendió a todos, lo que indica que no existieron pródromos que pudieran alertar a quienes convivían mas estrechamente con el rey, y que el curso de la dolencia que le llevó a la tumba fue muy corto, escasamente de dos días.
Como enfermedades causales posibles se han barajado desde una afección renal del tipo de la litiasis o la nefritis, pasando por una litiasis hepática, e incluso una neoplasia intestinal. Para el Prof. Marañón, el cuadro clínico caracterizado por intensos dolores intestinales, anasarca y diarreas sanguinolentas, le hacen pensar en una muerte por envenenamiento con arsénico.
Hasta poco antes del momento de su muerte mostró Enrique IV sus tendencias evitativas, buscando la soledad. El mismo día en que tuvo que quedar postrado en cama por imposibilidad física manifiesta había intentado aislarse en los bosques del Prado, recreándose con la contemplación de la naturaleza y con la única compañía de los animales salvajes. La dolencia mortal se lo impidió.
Sus horas postreras resultan de un doloroso dramatismo. El mutismo en que se sumerge postrado en el lecho de muerte no es un rechazo resentido a su entorno, sino un último y definitivo intento por desconectarse de un mundo con el que nunca sintonizó, porque ni supo descifrar las claves que le hubieran posibilitado entenderlo, ni los que le rodearon le facilitaron la más mínima ayuda. Quienes mejor le conocieron fomentaron sus debilidades sirviéndose de ellas para beneficiarse ilícitamente, y aquellos que solo juzgaron su conducta pública sin conocer su intimidad doliente lo vituperaron con excesiva crueldad. Marañón, ante los comentarios de los que se sirve Alonso de Palencia para referir su muerte, comenta: “Es difícil que sobre ningún otro muerto caiga un responso tan feroz como el pronunciado ante el cadáver de don Enrique por este implacable capellán”. Enrique IV yace enterrado en el Panteón Real del Monasterio de Guadalupe, en Cáceres.
Juan Antonio Ortiz Molina.

Félix García dijo...

Una historia fascinante. Es interesante descubrir esta parte de la Historia de Lahiguera, no se conocía. Me gusta mucho tu trabajo y me alegra que lo compartas en este blog. ¡Gracias Pedro!
Félix García.

Gonzalo Maroto dijo...

Otros autores posteriores desde un estudio no médico como Sánchez Prieto (Sánchez Prieto, A. B.: “Enrique IV: el impotente.”Madrid, 1999.) apuntan la idea de que Enrique IV padecía realmente una acromegalia de adulto. En su trabajo Sánchez Prieto recopilando las ideas de los autores Irvine y Mackay y, pese a reconocerle valor histórico del estudio de Marañón, rebate la hipótesis del mismo afirmando que el médico escritor cae en la contradicción de tomar como base para su estudio esas fuentes históricas tan fáciles de deformar, como fue la Crónica de Palencia. Sánchez Prieto encuentra en Enrique IV otros síntomas como la fatiga, el nerviosismo, la sudoración excesiva, la inestabilidad emocional y la “barba larga y saliente” no típica del individuo eunucoide. Sánchez se decanta por la idea de que Enrique IV padecía una verdadera acromegalia, haciendo notar que la diferencia entre el eunucoidismo y la acromegalia es sustancial, ya que mientras que el primero es un estado, la segunda es una enfermedad degenerativa que comienza por unos síntomas casi imperceptibles que se hacen patentes muchos años después.
Gonzalo Maroto.

José Luis Escobar dijo...

Recientes investigaciones documentales y la descripción de nuevas endocrinopatías, incluso de carácter hereditario y familiar, amplían el abanico de posibilidades diagnósticas acerca de la enfermedad crónica que pudo padecer el monarca y que a continuación trataría de describir. Reevaluar el diagnóstico de Marañón es hoy una necesidad, efectuado hace ya más de 70 años, dentro del contexto actual de las afecciones endocrinológicas que causan impotencia y alteraciones de la fertilidad.
Es preciso efectuar una puesta al día, según los conceptos actuales, del valioso trabajo de Gregorio Marañón “Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo” (Madrid, 1930), revisando el diagnóstico clínico que sobre el último monarca de los Trastámara castellanos realizó el célebre médico-historiador español hace más de 70 años, ya que se puede considerar que las principales patologías padecidas por Enrique IV eran principalmente de carácter urológico ya que muchos autores médicos consideran con razón que la endocrinopatía no estaba bien filiada en el estudio de Marañón. Se han puesto de relieve los conceptos actuales, según el progreso del conocimiento médico sobre estas enfermedades y se han ido aclarando determinados aspectos del diagnóstico inicial.
Por lo que respecta a la litiasis renal crónica, ésta pudo jugar un importante papel como factor negativo en la calidad de vida del monarca y estar relacionada con la endocrinopatía, por lo que ratificamos que este diagnóstico debía ser revisado.
José Luis Escobar.

Federico Jiménez dijo...

No es fácil definir en unas pocas palabras el trastorno endocrinológico que padecía el monarca castellano Enrique IV. Sus rasgos morfológicos y personalidad, descritos minuciosamente en la Crónicas y otros escritos coetáneos, no excluyen ninguna de las posibilidades apuntadas. Ya Irvine y Mackay apuntaron que posiblemente Enrique IV padeciera dos tipos sucesivos de endocrinopatías ó incluso una enfermedad endocrina múltiple de carácter hereditario, dadas las consanguinidades de los progenitores. Los rasgos psicomorfológicos de los Trastámara, la de algunos de sus sucesores trasmitidos por la rama aragonesa y la endogamia de las casas reales, inducen fácilmente a pensar esta posibilidad, ya que en este tipo de afecciones el defecto no necesariamente puede aparecer como una tara familiar en todos sus miembros, sino que puede ser esporádico en algunos sujetos de la familia según la carga genética de cada individuo en particular.
Federico Jiménez.

Ángela Bueno dijo...

Sería conveniente repasar las características clínico-patológicas de cada afección de las padecidas por el rey Enrique IV, sobre todo a la vista de los conocimientos actuales en el campo de la medicina de este siglo, adaptándose siempre al cuadro morfológico de Enrique IV descrito en las crónicas y escritos de la época del monarca.
El Eunucoidismo, en general, es la deficiencia de la hormona masculina o su formación por los testículos (hipogonadismo).
Los rasgos clínicos del eunucoidismo se pueden resumir en los siguientes aspectos:
En cuanto al esqueleto eunucoide: una envergadura mayor que la altura normal en más de 5 cm.; en una distancia de las plantas de los pies a la sínfisis superior en 5 cm a la distancia de la sínfisis a la cabeza; en un retraso en el cierre de las epífisis.
Otro rasgo es la falta de distribución masculina del vello, con un vello corporal y facial escaso o ausente; un escaso vello púbico y axilar; una falta de retroceso de la línea de implantación del cabello.
Una voz de tono agudo. Unos genitales infantiles, con pene, testículos y escroto pequeños.
Escaso desarrollo muscular, con menos masa muscular de lo normal y menos resistencia y fuerza.
Ángela Bueno.

Alejandro Barrera dijo...

Tenía entendido desde siempre y ahora la lectura me lo recuerda, que la caída de Álvaro de Luna fue precipitada por Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II y madre de Isabel la Católica. Al parecer, Isabel, con la gracia y frescura de sus diecinueve años, logró la exclusiva del amor del rey Juan, que estaba ya en los cuarenta y tantos, algo ya mayor para esa época, aunque hoy a esa edad nos consideramos todavía capaces de dar mucha guerra en todos los sentidos. Es que una joven y nueva pareja de 19 años para un cuarentón, le hace revivir lo mejor de la vida.
Alejandro Barrera.

Fernando Gallo dijo...

En los casos de individuos eunucoides, el sujeto prepuberal se halla en un estado fisiológico de hipogonadismo hipogonadotrópico. El mecanismo desconocido responsable de la puesta en marcha del comienzo de la pubertad falla en producir una secreción de gonadotropinas hipofisarias normales, entonces aparece este síndrome que produce un aplazamiento definido de la pubertad, que no suele comenzar hasta los 18 o 19 años de edad. Esta es la forma más común de hipogonadismo.
Se ha comprobado médicamente que el defecto básico de estos pacientes se halla localizado en el hipotálamo más que en la glándula hipofisaria y la etiología sería la falta de la hormona liberadora de las gonadotropinas, ya que la administración de la hormona liberadora a estos pacientes aumenta los niveles de los que eran deficitarios.
En el síndrome de Kallman los pacientes son altos o de estatura normal y presentan rasgos eunucoides. Los testículos son de tamaño y consistencia prepuberal, nunca hay ginecomastia y las anomalías congénitas comúnmente asociadas incluyen anosmia (sentido inadecuado del olfato) o hiposmia (o descenso de la sensibilidad olfativa), labio leporino y paladar hendido. Más raramente existen sordera congénita, criptorquidismo (anormalidad consistente en la retención u ocultación de uno o ambos testículos en el abdomen, sin descender a las bolsas del escroto, con lo cual no se desarrollan en la pubertad, son los testículos subidos en el vientre) y asimetría cráneo-facial.
La relación entre el sentido inadecuado del olfato y el eunucoidismo es tal que, cuando los dos defectos se presentan juntos el diagnóstico del eunucoidismo hipogonadotrópico está asegurado aunque los otros síntomas no existan. El examen de la biopsia testicular de estos pacientes revela un testículo inmaduro correspondiente a un feto de siete meses, por lo que estos pacientes siempre son infértiles. Los diversos grados de déficit de gonadotropinas (cada una de las dos hormonas producidas por la hipófisis que estimulan las gónadas, las glándulas sexuales de los testículos), unas glándulas presentes antes de la pubertad que se manifiestan después de la misma, dando origen en algunos casos a diversos trastornos entre ellos la impotencia, la infertilidad o la azoospermia (o carencia importante de espermatozoides en el semen. El trastorno puede ser esporádico o puede aparecer como un defecto familiar heredado como rasgo autosómico dominante a causa de algún cromosoma no involucrado en le determinación del sexo, con penetrancia variable y puede afectar a un solo miembro de la familia o a varios.
Fernando Gallo.

María Gracia Molinero dijo...

Según hemos comprobado por la descripción de Marañón, Enrique IV podría ser perfectamente incluido en el tipo de acromegalia referido, si consideramos que la alteración del olfato descrita por Palencia (y no constatada por Marañón) fuera realmente un sentido inadecuado del olfato. Ahora bien, para considerar a Enrique IV como portador de este síndrome faltan los rasgos de la acromegalia, por lo que, el monarca no podía ser englobado en este grupo de pacientes. Tampoco la existencia de barba abundante descrita por los cronistas, se da nunca entre los eunucoides.
Hay otros eunucoidismos o disgenesias gonadales con talla alta. Algunos eunucoidismos del varón como el síndrome de Klinefelter esta caracterizado por presentar anomalías cromosómicas tipo XXY, con testículos pequeños, elevación del nivel de gonadotropinas, infertilidad y ginecomastia, con talla alta como signo de identidad. También se han descrito varones con elevada estatura y alteración cromosómica del tipo XYY (supermachos). En este síndrome coexiste el acné pustuloso y la esterilidad como rasgos identificativos. Sin embargo la impotencia no suele ser un síntoma común en ambas afecciones. En los enfermos de ambos tipos de disgenesia se ha constatado un comportamiento antisocial y en el síndrome de Klinefelter se han observado tendencias homosexuales en algunos pacientes. Hook (Hook, E. b.; Kim, D. S.: “Height and antisocial behavior in XY and XXY boys.” Science, 172: 284, 1971) sugirió que la talla alta, mas que las alteraciones genéticas, es lo que puede predisponer a los sujetos a manifestar una conducta antisocial.
La constatación en Enrique IV de estos comportamientos antisociales, incluida la tendencia homosexual (siempre en opinión de sus detractores), no excluye la posibilidad de un padecimiento de este tipo, si bien los rasgos acromegálicos inclinan a no incluirlo entre los de estos dos grupos de pacientes.
María Gracia Molinero.

Juan Miguel Fernández dijo...

Existe también un eunucoidismo con un desarrollo posterior de tumores hipofisarios, es el caso de pacientes con hipogonadismo preexistente o prepuberal que posteriormente, al cabo de los años, desarrollaron tumores hipofisarios secretores como se demostró en casos de enfermos eunucoides en los que las gonadotropinas urinarias sufrieron un incremento. Estos casos sugieren que una hipersecreción crónica de gonadotropinas por la hipófisis puede originar neoplasias hipofisarias. Este grupo de afectados sería el más concordante al caso del rey Enrique IV según la tesis de Marañón. Lo que él llama “eunucoidismo con reacción acromegálica” podría ser explicado de esta manera. Marañón afirmaba que en algunos casos de eunucoidismo la hipófisis reacciona a la falta o disminución grave de la secreción sexual, combinándose los síntomas del eunucoidismo con los de la acromegalia. Según él, en estos casos la morfología displásica eunucoide adquiere los rasgos de la hiperfunción hipofisaria o acromegalia.
Juan Miguel Fernández.

Eusebio Lozano dijo...

Marañón al no aceptar la idea de que Enrique IV fuera un eunucoide típico sino que lo considera afecto de una “displasia eunucoide próxima a la normalidad” (una modalidad no francamente patológica según su descripción) desvirtuaría también su inclusión en este tipo de enfermos ya que, según Einsenber, el monarca mostraba rasgos y clínica típicas de tumor hipofisario desde la juventud.
Podemos considerar la acromegalia (extremidad grande) como una enfermedad crónica y progresiva caracterizada por una mayor producción de la hormona del crecimiento o somatotropa, debida generalmente, a un tumor hipofisario. Aunque el 85% de los tumores hipofisarios son adenomas cromóforos, considerados usualmente como asecretores, siempre se demuestra por radioinmunoensayo que secretan una o más hormonas hipofisarias. El 15% de los restantes tumores hipofisarios son adenomas plurihormonales, y en estos casos la acromegalia es el síndrome clínico predominante aunque haya secreción de somatotropa o GH y prolactina. Como consecuencia de ello, también el prolactinoma suele ser un tumor hipofisario muy frecuente y la hiperprolactinemia que ocasiona produce disminución de la libido o impotencia de forma muy precoz en más del 80% de los casos. En el 10% de estos últimos pacientes suele coexistir ginecomancia asociada mientras que en la acromegalia simple es más rara. Según Fideleff aunque existe insuficiente información sobre el prolactinoma en pacientes infantiles y juveniles en un estudio sobre 11 varones portadores de este tumor la edad media de presentación de la enfermedad fue a los 12,8 años.
La hiperprolactinemia que se produce en los tumores hipofisarios se acompaña en un 90% de los casos de unos niveles de testosterona bajos, unas cifras de LH inadecuadamente bajas y a veces signos de hipogonadismo, lo que explicaría las disfunciones sexuales precoces. Además, Ra (Ra, S.: Matsuzaka, J.: Sato, F.: “Prolactin and growth hormone directly supress relaxation or produce contraction of the corpus cavernosum penis in Vitro and in vivo in the dog.” J. Urol, 153: AUA, poster 858, 1995) ha demostrado que la prolactina es capaz de suprimir la relajación o provocar la contracción del músculo liso trabecular de los cuerpos cavernosos del pene en perros. Este efecto directo producido por los altos niveles de prolactina puede ser el principal mecanismo que causa impotencia en pacientes con prolactinomas (acromegalia).
Eusebio Lozano.

Jorge Félix Bustos dijo...

La hiperproducción de somatotropa o GH origina un crecimiento exagerado de las partes distales (las más distantes del centro, o eje del cuerpo) o acras y se inicia, en la mayoría de los casos, insidiosamente entre los 20 y 50 años de edad. Con menos frecuencia la enfermedad comienza antes de la pubertad y conduce a un crecimiento proporcionado (gigantismo) en vez de un crecimiento desproporcionado (acromegalia). El curso de desarrollo de la acromegalia es muy variable; el exceso de crecimiento puede ser pequeño y el periodo de progresión de la enfermedad corto. Algunos autores denominan estos casos “acromegalia fugitiva”. Incluso cuando la enfermedad es más grave, existe una tendencia a que el crecimiento cese después de varios años. La explicación sería que, en unos casos, la hipersecreción de somatotropa se detiene por infarto de una parte considerable del tumor; en otros casos, cesaría el crecimiento de las partes acras.
El tipo de crecimiento que determina la somatotropa o GH está precisado por la edad y los factores genéticos. Antes de la fusión de los discos epifisarios, los huesos largos participan en el crecimiento proporcionado y el resultado es el gigantismo. Cuando el incremento de la somatotropa o GH se produce después de la pubertad el aumento de la talla es pequeño, pues los discos epifisarios ya se han fusionado y lo que crece es el diámetro óseo del sujeto. La proliferación de los tejidos óseos y blandos en las partes dístales del cuerpo da como resultado el aumento de tamaño de la cabeza y el alargamiento de la mandíbula o prognatismo, con lo cual los incisivos inferiores sobresalen más de 1 cm: los dientes aparecen anormalmente separados entre sí o diastema; aparece deformación de los rasgos faciales por agrandamiento y abombamiento de los arcos superciliares de los ojos y de los huesos frontal, malar y nasales; y el ensanchamiento de los senos frontales, mastoideos y etmoidales, todo lo cual da como resultado el embrutecimiento de la cara y un aspecto tosco que caracteriza la típica facies acromegálica. A nivel de las manos y los pies hay un sobrecrecimiento anormal y radiográficamente se observa un espesamiento cortical y una terminación en “penacho” de las falanges dístales. Hay también proliferaciones osteofíticas en las epífisis de los huesos largos.
Jorge Félix Bustos.

Cosme Benavides dijo...

Otros síntomas importante son las artralgias y artritis incapacitante; un aumento de la masa total del tejido conectivo con el consecuente aumento del volumen corporal; una piel basta con engrosamiento cutáneo; un vello corporal aumentado y excesivamente grueso; una sudoración excesiva con olor desagradable que el paciente a veces no percibe y una lengua agrandada. Un signo muy importante y constante de esta afección es la afectación del nervio mediano en la muñeca que provoca debilidad y alteraciones sensitivas de las manos con el síndrome del túnel carpiano. Si como hemos visto la diferencia de tamaño entre la mano acromegálica y una mano normal es que generalmente las manos acromegálicas suelen ser grandes, con los dedos largos y recios y una piel basta. Además a nivel de la muñeca los pacientes con estas manos suelen padecer el síndrome de túnel carpiano, lo que le provoca sentir muchos dolores en los movimientos de la misma. Estos síntomas podrían justificar el que Enrique IV no quisiera dar la mano a sus súbditos pues se sentía incómodo y dolorido al darla.
Cosme Benavides.

Lorenzo Santisteban dijo...

En las necropsias practicadas a estos pacientes con tumor hipofisario se descubren agrandamiento del hígado, riñones y corazón, lo que explicaría que estos enfermos sufran frecuentemente insuficiencia cardiaca a partir de los 40 años por miocardiopatía, esclerosis coronaria e hipertensión y mueran relativamente jóvenes.
Cuando el tumor hipofisario continua su crecimiento y se hace muy grande suele extenderse hacia la fosa posterior, tallo hipofisario, o hacia el hipotálamo y estructuras vecinas, entonces surgen manifestaciones locales de tipo comprensivo, como la pérdida de la vista por comprensión de los nervios o estrangulación del quiasma óptico, que es uno de los síntomas más precoces, que se traduce en una visión borrosa, pérdida del campo visual, hemianopsia, diplopia, escotomas y finalmente ceguera total. En estos casos el prolactinoma es el tumor más frecuentemente detectado.
La cefalalgia es otro de los síntomas mas frecuentes, aunque su localización es inconstante. La afectación de los pares craneales da como resultado, entre otros la alteración o pérdida del sentido del olfato. Cuando hay compresión o infiltración del hipotálamo se origina trastornos del apetito, del sueño, de la regulación de la temperatura y crisis uncinadas. Las alteraciones radiológicas de la silla turca o de las apófisis clinoides hacen evidentes la progresión del tumor. Con el tiempo, el crecimiento local de la neoplasia origina una atrofia del tejido hipofisario normal circundante que puede quedar comprimido hasta formar un cascarón alrededor del tumor. Como además la irrigación sanguínea de estos tumores es muy endeble son frecuentes las hemorragias, los infartos parciales o totales y la necrosis que, justificaría la detención de la secreción de la GH y de los síntomas de hipersomatotropismo. La suma de estos factores dará como resultado un hipopituitarismo que afectaba al olfato. Interesa observar que el hipogonadismo suele ser el signo más precoz de hipopituitarismo y se observa en el 69% de los hombres y en el 84% de las mujeres portadores de adenomas cromófobos. Por esto en el varón la impotencia, la disminución de la libido y la esterilidad secundarias son muy comunes. En los pacientes acromegálicos se encuentra bocio en alrededor de un 25% de ellos.
Lorenzo Santisteban.

Santiago Castillo Barranco dijo...

Es interesante destacar que en los pacientes con acromegalia se han descrito alteraciones psiquiátricas muy evidentes como trastornos del humor, fatiga, pérdidas de energía y depresiones. Algunos investigadores, entre ellos Dallago han detectado en un estudio sobre 23 pacientes acromegálicos una incidencia de depresión o disforia en casi el 50% de los enfermos, y Talbot detectó apatía, indiferencia, inactividad, fatiga, somnolencia y depresión con periodos de irritabilidad, en los pacientes con hipopituitarismo. Es muy posible que muchas de las alteraciones del comportamiento de estos varones puedan estar relacionadas con la disfunción eréctil o la impotencia, fuente de frustraciones y de la pérdida de autoestima en muchos de los enfermos.
Con toda esta completa descripción clínica, es opinión de muchos especialistas, que como el citado Einsenberg, entienden que Enrique IV era portador de un tumor hipofisario que comenzando su crecimiento desde la juventud siguió progresando a lo largo de su vida. Es por ello que el crecimiento óseo guarda relación con la edad de aparición del tumor ya que en el monarca se observan signos de gigantismo y acromegalia conjuntamente, independientemente de que en Enrique IV existieran familiares que constitucionalmente eran de talla alta.
Santiago Castillo Barranco.

César Molina Márquez dijo...

Todos los síntomas descritos a lo largo de los últimos comentarios: la estatura elevada, la facies acromegálica, la obesidad y el crecimiento excesivo de manos y pies, están presentes en el monarca castellano, por eso en las Crónicas se le describe “de larga estatura, espeso de cuerpo (grueso), manos grandes y aspecto feroz del semblante”. Otros síntomas como la impotencia, quizás el síntoma mas precoz y aparecido según las crónicas a los 12 años, podría estar justificado por la hipersecreción de hormonas hipofisarias según observó Fideleff en su estudio sobre niños y jóvenes. El apetito voraz, la fatigabilidad, la debilidad muscular, según dicen las crónicas a sus 29 años Enrique se movía lentamente y con torpeza, y la movilidad limitada de articulaciones, incluido el signo del túnel carpiano, están también descritos en las crónicas del rey. La opinión de Marañón, de que Enrique IV no quisiese dar la mano por tenerla húmeda y fría, rasgo típico de los eunucoides, se justificaría mejor por el hecho de que el monarca se avergonzara de darla por su enorme tamaño, la bastedad de la piel de la misma y por el dolor que le produciría el trastorno de la sensibilidad. También la observación de Marañón del “pie valgo” del monarca, frecuente en los eunucoides según él, podría estar justificada por el sobrepeso, la debilidad muscular y la movilidad limitada de sus articulaciones.
César Molina Márquez.

María José Maldonado dijo...

El crecimiento del tumor a Enrique IV le originaría a la larga las alteraciones visuales y olfativas descritas por los cronistas. La descripción de Castillo “donde ponía la vista mucho le duraba el mirar”, y la de Palencia” sus ojos siempre inquietos al mirar”, parecen definir claramente un déficit de la visión que pudiera tratarse de una borrosidad, una hemianopsia o una diplopía, producidas por la compresión del quiasma óptico y que explicaría porque el monarca trataba de agudizar su vista. Bermejo de la Rica (Bermejo de la Rica, A.: “El triste destino de Enrique IV y la Beltraneja.”Madrid, 1946) comenta que la rara expresión de su mirar ha sido destacada por algunos historiadores, como una mirada fija, dura y obsesiva, en tanto que otros la hallaban dispersa, inquieta, tímida, recogida y que todos han buscado la razón atribuyéndola a causas morales o a la forma de las cejas. Igualmente, la alteración olfativa descrita de manera muy gráfica, aunque mordazmente, por Palencia “cualquier olor agradable le era molesto y en cambio respiraba con delicia la fetidez de la corrupción y otros olores más nauseabundos”, indicaría una disfunción de los centros olfativos por posible compresión del par craneal correspondiente a nivel hipostalámico, tal como ocurre en el eunucoidismo hipogonadotrópico.
En los pacientes de acromegalia, además, es frecuente la sudoración excesiva y el mal olor corporal que no es percibido por ellos mismos. De todos modos las descripciones de difamador Palencia deben ser siempre tomadas con reserva.
María José Maldonado.

Pedro Antonio Almagro Sánchez dijo...

Según Einsenberg la barba abundante, citada por los cronistas concuerda más con la acromegalia que con el eunucoidismo. El detalle de la barba está presente en los dos únicos grabados coetáneos que existen de Enrique IV. Otro rasgo, también presente en los dos grabados, es el posible bocio por híper o hipotiroidismo secundario al hipopituitarismo que no había sido destacado por ningún otro autor al como se ha comentado, las alteraciones psicológicas y de la personalidad, presentes en Enrique IV, como misantropía, abulia, indolencia, disforia, ciclotimia, etc. son más concordantes con la acromegalia que con el eunucoidismo, una vez que parece que parece descartarse por los historiadores su presunta homosexualidad aunque como es fácil pensar, la impotencia pudo jugar un importante papel en algunas de las alteraciones psíquicas de este tipo de pacientes.
Pedro Antonio Almagro Sánchez.

Loreto Romerosa López dijo...

Si el ciclo evolutivo de la afección de Enrique IV, tal como afirmaron Irvine y Mackay, fue primero un eunucoidismo y luego un tumor hipofisario, ambos independientes y separados en el tiempo, es algo que no ha podido ser demostrado hasta la fecha de forma fehaciente pero no debemos dejar de pensar que el hipogonadismo suele ser el signo más precoz del hipopituitarismo en la evolución del tumor hipofisario.
Según algunos autores, algunos de estos casos en su fase crónica, podrían ser incluidos en lo que se ha dado en llamar eunucoidismo acromegálico, afección muy rara caracterizada por atrofia genital y desarrollo de características sexuales secundarias femeninas que aparecen en hombres con acromegalia avanzada. En este caso es producido por un adenoma cromófilo de la hipófisis, que inicialmente puede estimular la función gonadal del lóbulo anterior, pero al ir creciendo el tumor el paciente desarrolla impotencia, pérdida del vello facial, axilar y púbico, suavizamiento de la piel y distribución feminoide de la grasa en el cuerpo. Si bien no parece que fuera esta el caso de Enrique IV.
Loreto Romerosa López.

Mariano Núñez Cabello dijo...

En el caso del Síndrome de Neoplasia Endocrina Múltiple o MEN, los trastornos endocrinológicos son generalmente familiares y se heredan de forma autosómica dominante. En este síndrome son varios los tumores endocrinos, benignos o malignos, loa que se desarrollan a la vez de forma sincrónica o metacrónica. Existen tres tipos de esta clase de tumores: en el caso del MEN I los tumores afectan a la hipófisis, las paratiroides y el páncreas; el MEN II A con alteraciones del tiroides, paratiroides y glándulas suprarrenales; y en el MEN II B, se asocian estos tumores con carcinoma medular de tiroides, feocromocitoma y neuronas mucosos múltiples.
En el MEN I o Síndrome de Wermer asocia hiperplasia o tumor de paratiroides, pancreático e hipofisario, la clínica comienza a desarrollarse en la 4ª o 5ª década de la vida y no todos los individuos portadores del gen van a desarrollar necesariamente todos los componentes del síndrome. El defecto genético en el MEN I se ha localizado en el cromosoma 11q13.
La hiperplasia o tumor paratifoideo origina hipercalcemia, litiasis renal y úlcera péptica. El tumor de páncreas (gastrónoma o insulinota) origina un síndrome de Zollinger- Ellison o una diabetes. Finalmente el tumor de hipófisis suele ser un prolactinoma (en el 65% de los casos) que origina impotencia e infertilidad, o bien secretor de GH (en el 35% de los casos) que origina la acromegalia. Además cuando el tumor de hipófisis es de gran tamaño origina una compresión de las estructuras adyacentes dando como resultado defectos en el campo visual del enfermo, alteraciones olfativas (hiposmia o anosmia) y manifestaciones de hipopituitarismo.
Mariano Núñez Cabello.

Silvia de la Torre Gálvez dijo...

Tal como se ha expresado en otros comentarios anteriores y en la revisión de los padecimientos de Enrique IV, por los datos que aporta su clínica, este enfermo podría ser perfectamente incluido entre los pacientes portadores de acromegalia. Sin embargo tampoco puede descartarse que fuera portador de un síndrome MEN I, ya que padeció desde su juventud todo el amplio cortejo clínico que se cita y además, litiasis renal (aspecto poco comentado por los historiadores) y posiblemente ulcera péptica ya que al final de sus días tuvo padecimientos gástricos, con vómitos, cámaras y grandes dolores gástricos, que, entre otras causas, le llevaron a la muerte. Muchos de estos síntomas ya estaban presentes en algunos de sus antecesores y otros fueron trasmitidos a sus sucesores por su hermana Isabel o por los Trastámara de la rama aragonesa, por lo que no puede descartarse tal especulación.
Silvia de la Torre Gálvez.

Jorge Luis González de la Cruz dijo...

Los cólicos nefríticos y la litiasis renal o mal de piedra, han sido escasamente comentados por los historiadores. Esta afección urológica de Enrique IV pudo tener una importancia capital como causa de su fallecimiento. El cronista Diego Enríquez del Castillo escribió que Enrique IV fue, desde su juventud, al igual que su padre Juan II, desordenado en el comer aunque no fue ni bebedor ni glotón. Estas alteraciones en el ritmo de alimentación y el abuso de determinados alimentos, como las grasas, los quesos y los dulces, le originaron desde su infancia problemas renales y dentarios aunque, quizás, estos últimos estaban inmersos en el cuadro clínico de la acromegalia, según la descripción de Castillo: “ su comer mas fue un desorden que glotonia ( glotoneria), por donde su complisyon antiguamente se corrompió y ansi padecía mas de la yjada y a tiempos dolor de muelas; nunca jamás bebió vino”.
Palencia, igualmente afirma que comía en demasía y de forma anárquica, lo que le originó múltiples afecciones: “era incontinente en las comidas, y en esto, como en todas sus costumbres, obedecía a su capricho y jamás a los dictados de la razón”.
Este desorden alimentario no era bien visto por sus médicos, los cuales desaconsejaban tales excesos; sin embargo Enrique IV no hacía caso de tales recomendaciones e incluso se automedicaba: “no hacía caso de los médicos, escogiéndolos ineptos o consentidores de sus antojos. Cuando caía enfermo apelaba a purgas y vomitivos, despreciando las demás prescripciones de la Medicina”.
Jorge Luis González de la Cruz.

Lina Reyes Rodríguez dijo...

En la Crónica de Enrique IV del doctor Galíndez de Carvajal se comenta también su afición a determinados manjares, acordes a su gusto, de los que abusaba: “con dificultad entendía en cosas ajenas de su delectación, porque el apetito le señoreaba la razón”.
Ese apetito voraz que sufría Enrique IV, esa voracidad en el comer, puede que no fuera sino otro síntoma más de su afección, ya que en la acromegalia está descrito como uno de los efectos que se producen de forma más frecuente, sobre todo en la juventud.
Según don Gregorio Marañon, estos desordenes gastronómicos, esta “incontinencia” en el comer, seguramente fueron el origen de su “mal de yjada” del monarca, aunque no hay que olvidar que la litiasis formaba parte del síndrome clínico de Neoplasia Endocrina Múltiple que pudo padecer el monarca.
Otros escritores coetáneos como Hernando del Pulgar, cronista de los Reyes Católicos, también se hicieron eco de los padecimientos renales del rey y comenta:”era doliente de la yjada y de piedra”.
Parece ser que esta última dolencia fue muy frecuente entre la realeza y las clases dirigentes del último tercio del siglo XV, lo que fue motivo de honda preocupación y de la atención médica en España con la publicación de diversos tratados. Julián Gutiérrez de Toledo, celebre médico de los Reyes Católicos, escribió “Cura de la piedra y dolor de la yjada o/y cóloca rrenal” (Toledo, 1498) y “de Potu in Lapidis Preservatione” (De la bebida en la preservación de la piedra, Toledo, 1494), en los que habla de la nefasta influencia de determinado tipo de alimentos como origen de la litiasis y de la conveniencia de la ingesta de abundantes líquidos y determinadas clases de vino para su prevención.
Lina Reyes Rodríguez.

Oscar Casado Sáez dijo...

De la “incontinencia en el comer” del rey y sus perniciosos efectos urológicos, tuvo conocimiento el pueblo, la calle, de forma que esta situación trascendió incluso entre el vulgo, tal como queda reflejado por la literatura popular y el Cancionero. En las anónimas” Coplas de Mingo Revulgo”, consideradas la muestra de la primera poesía satírico- política española y escritas hacia el año 1464, se han encontrado referencias sobre el desorden en el comer del rey Enrique y sus repercusiones urológicas:

"La copla XIV- La continencia
Tempera (Templanza) quita pesares,
que come muy concertado
reventó por los yjares (yjadas)
del comer desordenado."

Las Coplas de Mingo Revulgo fueron escritas de forma anónima como retrato satírico de Enrique IV. En los versos se le denomina al rey Candaulo (Candaules o Candaulos), rey de Líbia que por sus vicios: entre ellos la sodomía, y actitudes: como mostrar desnuda a su bella esposa a uno de sus favoritos, perdió la vida y el reino. En las estrofas de estas coplas están expresados fielmente los defectos y vicios del controvertido monarca sobre todo su presunta homosexualidad, cuya divulgación popular beneficiaba los intereses políticos del bando de los Reyes Católicos. En las citadas coplas la figura del rey sodomita, aparece delineada a través de un lenguaje hermético y alusivo, tras el ropaje de una fabula campestre, cuyo protagonista es un pastor. Este recurso pretende no sólo la burla, sino la denuncia, y en opinión de algunos autores revela la puesta en marcha de un programa de difamación que empleará el “rumor sexual” como arma política. Para ello de todos modos se requería el conocimiento de la vida íntima de los actores, lo que nos habla de la existencia de una tupida “red de espionaje” en la Corte.
Oscar Casado Sáez.

Marisol Hidalgo Alonso dijo...

Es algo discutible la influencia que el padecimiento del riñón sufrido a lo largo de la vida de Enrique IV pudo tener sobre su temprana muerte. Existen muchas dudas sobre la causa primordial del fallecimiento del monarca, de la lectura de las crónicas podemos intuir que uno de los factores que la desencadenaron, y quizás el más importante, estuvo relacionado con el problema renal agudo surgido de su urolitiasis crónica. En la Crónica de Enrique IV del Dr. Galíndez de Carvajal se describen claramente los antecedentes que lo llevaron a la tumba desde poco menos de un año antes a raíz de un banquete celebrado en Segovia con los Reyes Católicos:
“Fiesta del día de los Reyes (6-1-1474)… después que ansi uvieron comido, el rey y sus hermanos se retruxeron a una cámara para oír música de instrumentos y cantares, con que paresció rezivir deleitación espiritual. Oída la música, fueles dada sumptuosa colación y passado algún espacio el rey se sintió mal de dolor de costado, de tal son que fue necesario irse a reposar a su palacio, donde por algunos días estuvo bien trabaxado, pero hechas algunas procesiones y rogarias en la ciudad y en os monasterios por su salud, paresció aver mejoría en su persona sin sentir dolor alguno, aunque siempre le quedaron reliquias de cámaras y gomitos y echar sangre en la orina hasta que murió”.
Enríquez del Castillo en su Crónica da mucha importancia a este convite y afirma reiteradamente que desde entonces Enrique IV siempre estuvo enfermo. En los días que antecedieron a su muerte el rey nuevamente sufrió un fuerte cólico nefrítico, muy bien reseñado por Castillo: “E luego que se despertó, dióle un grave dolor de costado e tan agudo que ningún de reposo ni sosiego le dejaba tener; en tanto grado que luego le fue creciendo y nunca menguado. Duróle aquel dolor por espacio de diez oras. Entonces los físicos dixeron a los señores que allí estaban… que le suplicaran le hiciesen luego confesar e ordenar su alma, porque tenía tres oras de vida”.
Palencia dice que la causa inmediata de la muerte fue” un flujo sanguíneo” sin aclarar por donde se produjo éste: “nada aprovecho el repentino y abundante flujo sanguíneo, antes, en el espacio de dos días, le hizo perder todas sus fuerzas”.
Marisol Hidalgo Alonso.

Ana Cózar Sánchez dijo...

Marañón afirma también, coincidiendo con Palencia, que la” versión oficial” de la muerte, tal como la comunicó el rey Fernando el Católico, que estaba en Zaragoza, fue “un flujo de sangre”.
De esto no puede quedar ninguna duda, pues según del Castillo, desde días antes de su final Enrique IV había vuelto a padecer “vómitos y cámaras, que se aliviaron con purgas, no recetadas esta vez por él mismo, como era su hábito, sino por los médicos, empeorando después el dolor de costado rabioso”. Aunque no conste en la Crónica, el flujo de sangre fue, igualmente, una exacerbación de la hematuria que no le había abandonado desde el convite de los Reyes de Segovia tal como afirmaba el cronista.
Indudablemente el cólico nefrítico persistente y la hematuria (orinar con sangre) debieron jugar un papel importante como primera causa del fallecimiento del monarca. Así lo juzgan las Crónicas contemporáneas y también los escritos posteriores. En un manuscrito de la Biblioteca Nacional localizado por Pilar García Louapre y redactado por el monje Jerónimo de la Cruz, de la Orden de SAN Jerónimo, se describen los últimos momentos del monarca: “su estado empeoraba, estaba flaco y muy débil, los vómitos y grandes dolores gástricos comenzaron de nuevo. El domingo once de diciembre, los médicos decidieron purgarle como era frecuente en aquella época, tras lo cual se sintió más aliviado y hasta pudo comer algunas vituallas. Durmió una hora y media con mucho sosiego, despertándose con un dolor agudo de costado que no cesó en el término de diez horas. Vomitaba y echaba sangre por la orina”.
Ana Cózar Sánchez.

Antonio Luis Sánchez Gijón dijo...

“Las Coplas de Mingo Revulgo” se atribuyen a varios autores, entre ellos al mismo Palencia; si bien parece que fueron escritas por fray Iñigo de Mendoza, franciscano perteneciente al clan de los Mendoza, pero partidario de la reina Isabel la Católica, persona que estaba en la Corte durante el reinado de Enrique IV. Otra obra satírica de Mendoza fue” Vita Chisti”, un poema escrito en coplas reales entre 1467-1468, en el que clama contra las inmoralidades cortesanas y en que se extiende de forma crítica sobre la situación del reino en la vida de Enrique IV. Tanto las citadas “Coplas” como “La Vita Christi” tuvieron gran influencia en la lírica castellana y fueron comentadas incluso hasta el siglo XVII. El mismo Miguel de Cervantes en el Prólogo de la segunda parte del Quijote todavía cita las “Coplas de Mingo Revulgo”.
Un saludo para todos.
Antonio Luis Sánchez Gijón.

Esteban Serrano Torres dijo...

Parece ser que poco antes de la muerte de Enrique IV su cuerpo experimentó cambios repentinos como hinchazón generalizada con deformidad. Según el cronista Varela, Alonso de Chirino hijo del médico de Enrique III y Juan II: “se tornó tan disforme, que era maravilloso de ver”.
Palencia afirma igualmente:” desde el primer día la extremada debilidad le volvió disforme”.
Marañón apoyándose en la carta que Juana la Beltraneja dirigió al Consejo de Madrid tras la muerte de Enrique IV en la que afirmaba que su padre el rey fue envenenado” le fueron dadas yerbas y ponzoñas de que después falleció”, se decanta por un posible asesinato con arsénico. Especula con que los síntomas previos a la muerte sean los de un envenenamiento por este metaloide, ya que en la fase final hay una intensa gastroenteritis sanguinolenta y anasarca. Antes de llegar a esta deducción, e independientemente de la famosa carta de la Beltraneja, Marañón apunta otras posibilidades de muerte, entre ellas la “nefritis”, aunque sin valorar la litiasis renal crónica (piedras en el riñón) y la hematuria (sangre en le orina). Como existen claras referencias documentadas acerca de la hematuria:” que no abandonó hasta su muerte; de las crisis de “dolor de costado persistente” incluso en horas previas al fallecimiento y de la anasarca o edema generalizado.
Esteban Serrano Torres.

Francisco Javier Muñoz Ruiz dijo...

No es muy aventurado conjeturar que quizás la enfermedad crónica del monarca Enrique IV (la litiasis renal) desembocara en una nefropatía aguda obstructiva que, entre otras causas, como los padecimientos digestivos (vómitos, dolor gástrico y cámaras) le llevaron a la tumba.
Todas estas especulaciones no descartan, sin embargo, la posibilidad de un envenenamiento, aunque parece más verosímil un cuadro de toxemia aguda producida por los mórficos o analgésicos suministrados por los médicos durante la fase del cólico renal persistente que pudieron influir negativamente en su deteriorado estado.
Francisco Javier Muñoz Ruiz.

Ana Lozano Moreno dijo...

Que Enrique IV de Castilla fue impotente está hoy fuera de toda duda y discusión. Está demostrado fehacientemente por documentos e incluso reconocido por el propio monarca para lograr la nulidad de su primer matrimonio con Blanca de Navarra. Con el apodo de” el impotente” ha pasado a la historia y aunque el sobrenombre fue utilizado políticamente por sus enemigos para degradar su imagen y rentabilizar dicha anomalía en su propio beneficio (en el tema de la sucesión), no cabe duda de que la afección urológica del rey llegó a ser uno de los más importantes “problemas de estado” del reino de Castilla y que determinó, antes y después de su muerte, el enfrentamiento de dos bandos irreconciliables. El historiador Suárez, al que se han referido en numerosos comentarios, opina al respecto que los defectos del monarca fueron utilizados ampliamente como instrumento al servicio de intereses políticos. Muchos defectos eran evidentes en el rey, pero otros eran calumnias. La difamación se convirtió, en este caso, en arma política para desacreditar al rey.
Ana Lozano Moreno.

José Egea Cueto dijo...

La impotencia del rey fue relacionada con una presunta homosexualidad que el calumniador Palencia y otros se encargaron de difundir conscientemente y a sabiendas de que mentían, aunque también a nivel popular, debido a la mentalidad española sobre estos temas, existió un convencimiento sobre la relación entre ambos defectos. El rechazo que produjo su aparente ambigua personalidad en una sociedad en que la norma era la afirmación ostentosa de la virilidad sirvió para la deshonra popular del monarca. Ambas deficiencias (la impotencia y su posible homosexualidad) fueron propaladas y divulgadas extensamente por el bando isabelino, alimentando una leyenda negra sobre el monarca y su Corte de la que incluso se hizo el Cancionero en sus versos y coplas, como las del Provincial y las de Mingo Revulgo. Como además, los romances y coplas son las fuentes indispensables para la trasmisión del chismorreo y las murmuraciones, no es de extrañar que los comentarios y rumores malintencionados de estos versos fueran considerados por le vulgo como ciertos, dando así pábulo al conocido dicho de “calumnia que algo queda” ó a refranes como aquel de “cuando el río suena agua lleva”.
José Egea Cueto.

Fernando Ariza García dijo...

Según el historiador Firpo (Firpo, A. R.:” Los reyes sexuales (Ensayo sobre el discurso sexual durante el reinado de Enrique IV de Trastámara, 1454.1474. Melanges de la Casa de Velázquez, Paris, 1984; 20:217-227; 1985; 21: 145-158), el rumor sexual” se utilizó como arma política difamatoria del monarca más que cualquier otra cosa, y comenzó a propalarse a partir de 1464, fecha de la aparición de las Coplas de Mingo Revulgo, que ya han sido citadas en varias ocasiones en estos comentarios. Entre 1464 y 1466 aparecerán las Coplas del Provincial. En ellas se da rienda suelta a la más cruda burla sexual con el propósito de denunciar las relaciones sodomíticas, incestos y adulterios del entorno real. El marco simbólico es, en este caso, el de un monasterio visitado por un Provincial; en estas colpas el autor ataca también a la Iglesia, que fue también en estos años asiento de desorden sexual. En las coplas de Mingo Revulgo se dice acerca de la presunta homosexualidad de Enrique IV lo siguiente en la Copla III:
ándase, tras los zagales
por estos andurriales
todo el día embebecido
holgazaneo sin sentido
que no mira nuestros males.

En las Coplas del “Vita Christi” aparecidas en 1468, también mencionadas en otro comentario, se comenta sobre la impotencia del rey en su primer matrimonio y su posible homosexualidad, así dice la copla 10:
Comparación
tu quedaras tan entera
de la preñez del infante
qual queda la vidriera
quando en ella reverbera
el sol y pasa adelante
pues lo del vicio carnal
digámoslo en hora mala
no basta lo natural
que lo contra natural
traen en la boca por gala
¡ o rey!, los que te estrañan
tu fama con su carcoma
pues los ayres no dañan
y los ángeles t`enseñan
quémala como a Sodoma.
Saludos y ánimo con artículos como estos.
Fernando Ariza García.

Gustavo Aranda Pérez dijo...

Las coplas que se han reseñado reflejan el rechazo que produjo la ambigua personalidad de Enrique IV en una sociedad en la que la norma era la afirmación ostentosa de la virilidad. La presunta modernidad o liberalidad de costumbres que, según algunos autores, se detecta en la Corte de Enrique IV, no es admitida por las rígidas normas de la época. Durante los siglos XIV Y XV, la sexualización de la función real es una novedad que aparece en estas centurias como concepción cristiana de la vida. El motivo de la sexualidad del rey como elemento negativo y denigrante de su prestigio se hace cada vez más patente y hay que denunciarlo.
Saludos.
Gustavo Aranda Pérez.

Sergio Barrientos dijo...

Según Palencia el rey Enrique IV desde su infancia manifestó signos de disfunción eréctil pero no otras manifestaciones hipogenitales: “quiso el rey Juan II cerciorarse de si el Príncipe era apto para el matrimonio, pues desde su niñez había manifestado señales de futura impotencia, confirmada luego por los médicos”. En esta escueta relación no se habla de la edad de comienzo de la falta de erecciones, era la manera de interpretar en la niñez dicho problema. Sin embargo, si existe constancia de la edad de comienzo de la impotencia en otros escritos, como en el de Colmenares: “ De Olmedo vino el rey a nuestra ciudad Segovia, lastimado por la infamia que sus enemigos Ponciano en su honor y lo que debiera poner en tela de armas y sangre, puso en tela de juicio. En siete de diciembre de este año mando a don Lope de Ribas, obispo de Cartagena y a don García de Toledo, obispo de Astorga, hiciesen información de cómo era hábil para engendrar. Entre otros fue examinado por el doctor Juan Fernández de Soria, natural y vecino de nuestra ciudad en la parroquia de San Román, médico del rey don Juan Segundo y del mismo rey don Enrique, y como tal declaró que desde la hora que nacido el rey estuvo a su servicio y rigió su salud, sin conocer defecto alguno hasta los doce años, que perdió la fuerza por una ocasión: "causa de que no uviese corrompido a la princesa Doña Blanca de Navarra, su primera mujer, ni a otras; pero que después avia recobrado su potencia perdida y que esto y las causas desta mudanza las sabían el obispo don Lope Barrientos, su maestro, el marques de Villena, Ruiz Díaz de Mendoza y otros ministros suyos, y que de esta ocasión nació el impedimento o maleficio con la infante Doña Blanca de Navarra. Pero que después recobro la aptitud perdida y concluyo afirmando que doña Juana era verdadera hija del rey y de la reina”.
Sergio Barrientos.

Ana María Ballesta Campos dijo...

El doctor Marañón enfocó el problema de la disfunción eréctil de Enrique IV como un síntoma más inmerso dentro de la displasia eunucoide con reacción acromegálica de carácter familiar o hereditario que, según sus apreciaciones padecía el monarca. En su opinión la insuficiencia hormonal que padecería el rey es posible que le originara una alteración del reflejo erótico; este problema, junto a una presunta deformidad del pene (hipospadias) y otros factores, le ocasionó una impotencia parcial o total. Una impotencia de carácter endocrino y genético exacerbada por una malformación congénita del pene (el hipospadias) muy frecuente, según él en los eunucoides hipogenitales. Las hipospadias son malformaciones congénitas de las vías urinarias, consistentes en la desembocadura de la uretra en la región inferior del pene en lugar de hacerlo en su extremo.
Igualmente, Marañón no descarta en su trabajo la posibilidad de que Enrique IV, al tener una alteración del reflejo erótico, mostrase una personalidad o rasgos de invertido sexual. Aunque es difícil rebatir la tesis de nuestro más afamado historiador en referencia a la etiología hormonal de la impotencia de Enrique IV, por la amplitud de sus citas bibliográficas, la exhaustiva revisión que realizó de las crónicas de la época, la autoridad de sus conocimientos y sobre todo la manera de exponerlos y defenderlos, hacen casi imposible a cualquier historiador actual el tratar de discutir nuevos aspectos médicos sobre el monarca castellano; máxime cuando todo viene avalado por la fama de Marañón como endocrinólogo.
Hoy sin embargo, hay algunos autores que plantean nuevas posibilidades en el origen de la impotencia del rey, como es por ejemplo la existencia de una acromegalia verdadera, por lo que los urólogos fijan su atención en determinados aspectos y rasgos de la disfunción eréctil y la presunta malformación genital que padeció el monarca, y que en opinión de algunos especialistas puede que no fuera bien interpretada por Marañón o quedara tratada insuficientemente en su magnífico ensayo.
Ana María Ballesta Campos.

Julia Gómez Moyano dijo...

Tras el fracaso del primer matrimonio con doña Blanca y para demostrar que la llamada Juana la Beltraneja era hija suya, se puede suponer que lo aportado por Fernández de Soria, Ribas, Barrientos y Mendoza, pudo ser la prueba de virilidad de Enrique para demostrar su paternidad. Pues según lo relacionado la impotencia de Enrique IV comenzó a los doce años según su medico Juan Fernández de Soria, quien lo examinó, junto con otros cortesanos, sin encontrarle pese a ello, ninguna anomalía genital o por lo menos no consta. El mismo Fernández de Soria afirmo en el juicio: “que desde la hora que nació el rey … rigiendo su salud… no le conoció defecto alguno hasta los doce años que perdió la fuerza por una ocasión… pero que después avia recobrado la potencia perdida”.
No se habla como vemos en la referida información de ningún defecto o malformación genital objetivable que pudiera padecer el monarca y que es seguro tendría que haber sido reseñado en la declaración ante testigos. Aunque Marañón dude de la honorabilidad de Fernández de Soria y afirme que su informe pudo estar amañado por ser médico de la Casa Real, y quizás realizo un examen “de complacencia” o exigido, no es posible ocultar determinadas anomalías, sobre todo teniendo en cuenta que en el informe se habla de personas presentes muy cercanas al rey desde su niñez.
Julia Gómez Moyano.

Iván Gálvez Escobar dijo...

Sorprende del informe de Fernández de Soria la repentina aparición de la impotencia a los doce años por motivos poco claros y que persistió durante su primer matrimonio con doña Blanca achacándolo el monarca a un “ligamiento o ligamento”, un maleficio, impedimento o hechizo para realizar el acto sexual con la infanta.
El “ligamento” o la imposibilidad física para hacer el amor, padecido por los varones casi siempre se achacaba a un “aojamiento o mal de ojo” y fue uno de los motivos de acusaciones de brujería o superstición durante toda la Edad Media y el Renacimiento. Recordemos como muchos procesos de la Inquisición, principalmente a moriscos y judíos antes de su expulsión, se basaban en acusaciones de intento de curación de este “mal de ojo” que, según los implicados, originaba impotencia, perdida de la virilidad y esterilidad conyugal. Los medios de carácter mágico para intentar solventarlo fracasaban y entonces los “curadores” eran denunciados ante el Santo Oficio.
Saludos para todos los seguidores del blog.
Iván Gálvez Escobar.

Carlos Jesús Prieto dijo...

Se sabe que Enrique IV durante su primera niñez tuvo un accidente, bien reseñado en las crónicas, que le origino una deformación y aplastamiento de la nariz. Si ese accidente pudo suceder a los doce años y ser la “ocasión” de que nos habla Colmenares y jugo algún papel en la “pedida de fuerza” del monarca, es algo que se ignora, pero que no conviene olvidar entre sus antecedentes, hecho que también ha sido apuntado por Elías Amézaga. Determinados traumatismos craneofaciales en la infancia juegan un importante papel en el desarrollo de tumores hipofisarios por hemorragia o alteración del eje hipotálamohipofisario. También hay que recordar que según las crónicas el monarca durante su juventud practicaba el onanismo con asiduidad. Hernando del Pulgar escribe acerca del vicio solitario del monarca: “durante estos años de la mocedad se entrego el príncipe a abusos y deleites de los que hizo habito… de donde le vino la flaqueza de su animo y disminución de su persona… esos deleites que la mocedad suele demandar y la honestidad debe negar”.
Aunque otros cronistas, como Palencia, vean en estos “abusos y deleites” una clara tendencia homosexual del monarca ya desde la infancia, nos parece mas lógico interpretar los hechos según los describe Hernando del Pulgar.
Carlos Jesús Prieto.

Esther Triviño Luna dijo...

Cabe en cualquier caso preguntarse de todos modos la causa de por que su padre Juan II, quiso saber si su hijo era apto para el matrimonio, ya que según las crónicas: “desde su niñez había mostrado señales de futura impotencia”. Por que quiso Juan II conocer el hecho de forma tan temprana, o si hubo algún acontecimiento traumático o problema físico genital durante su infancia que no fue relatado.
El diagnostico de Marañón nos inclinaría a pensar en un déficit hormonal latente ya desde la época prepuberal, aunque quizás sea mas probable, como antes se discutió, la existencia de un tumor hipofisario que pudo iniciarse en la segunda niñez produciendo una talla alta e impotencia y que continuara su crecimiento cuando Enrique IV era adulto, ocasionando una acromegalia verdadera. La confirmación de la disfunción eréctil a los 16 años, a raíz de su boda con doña Blanca, o incluso antes, no descartaría ambas posibilidades.
Esther Triviño Luna.

Mercedes Morales Cerezo dijo...

Sobre el fracaso sexual de Enrique IV en los dos matrimonios, tenemos que pensar en la frustración que creo en la casa Real de Castilla el desenlace de la primera noche de bodas de Enrique IV con la princesa Blanca de Navarra, tal como quedo bien reseñada por los cronistas. En la Crónica de Juan II se dice: “después de la boda la princesa quedo tal cual nació, de que todos tuvieron gran enojo”.Palencia escribe: “ Al pronto empezaron las justas, torneos, espectáculos y nuevos juegos, con otros muchos regocijos en que solo falto el verdadero gozo del matrimonio porque después la Princesa quedo tal cual naciera”.No quiero dejar de referir que el fracaso de esta primera noche fue constatado por cortesanos y mandatarios de la lata nobleza, ya que los reyes de Castilla obligaban a la comprobación ante notario y testigos, de la consumación del matrimonio al día siguiente de la boda con la exhibición de la sabana. Durante los trece años que duro el primer matrimonio de Enrique IV Y durante los tres primeros el príncipe lo intento todo para conseguir la consumación del coito sin lograrlo. Según Zurita 62 aparte de los auxilios espirituales con devotas oraciones a Nuestro Señor y ofrendas, se procuraron otros remedios médicos, ya que se sabe que sus embajadores en Italia le enviaban brebajes y pócimas con presuntos efectos vigorizantes; por aquel entonces Italia era considerada la metrópoli de la ciencia erótica. Incluso se enviaron a África emisarios en busca del cuerno del unicornio conocido por sus propiedades afrodisíacas. Lucas Dubreton escribe que las medidas para romper el encantamiento llegaron hasta la medicina oculta, electuarios mágicos y composiciones propias para romper el cabo.
Mercedes Morales Cerezo.

Sonia Pérez Navarro dijo...

La impotencia del rey y el fracaso de este primer matrimonio quedo bien reflejada en la sentencia de nulidad del mismo que fue publicada por Sitges en su obra: “Enrique IV y la excelente señora llamada vulgarmente doña Juana la Beltraneja 1425-1530”, (Madrid 1912). Aunque en esta obra consta que el rey mantuvo relaciones sexuales durante los trece años que duró el matrimonio con otras mujeres sin problemas” como cualquier otro hombre potente y que tenia una verga viril firme… como otros hombres potentes”, esta información posiblemente dimana de una investigación amañada y realizada de forma fraudulenta para justificar el “ligamiento” con doña Blanca y lograr la nulidad del matrimonio. También confirma que el matrimonio no se consumo un párrafo final de la sentencia en donde consta que tras la exploración de la princesa: “dos dueñas honestas, matronas casadas… declararon bajo juramento que la princesa estaba virgen incorrupta como había nacido”.
Sonia Pérez Navarro.

Juan María Hernández Lagos dijo...

En relación al segundo matrimonio de Enrique IV con Juana de Portugal, de cuya unión nació la desgraciada princesa Juana, conocida después como la Beltraneja, por la dudosa paternidad de don Beltrán de la Cueva, favorito del monarca, se ha escrito y especulado tanto que poco hay que comentar en este momento. Solamente señalar que al igual que en el primer matrimonio, la primera noche de bodas debió significar otro rotundo fracaso para don Enrique, aunque esta vez el fiasco no pudo ser constatado por el notario y los testigos, ya que el rey, antes de las nupcias y previniendo el revés, se había apresurado a derogar la antigua y aprobada ley de los Reyes de Castilla antes citada.
Mosén Diego de Varela, (Valera, M.D. de: “Memorial de diversas hazañas: crónicas de Enrique IV.), cronista de los Reyes Católicos, especula en su obra sobre esta primera noche de bodas del rey con doña Juana de Portugal, imaginándose que ocurriría lo mismo que sucedió en la primera boda con Blanca de Navarra, para ello utiliza un texto similar al de la Crónica de Juan II: “e a la noche el rey e la reyna durmieron en una cama, e la reina quedo tan entera como venia, de que no pequeño enojo se recibió de todos”. No debemos de olvidar que las noticias de este cronista son interesantes, pues era hijo de Alonso Chirino, medico de Enrique III y Juan II, y estaba bien enterado de las intimidades de la Corte.
Juan María Hernández Lagos.

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