PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

miércoles, 30 de enero de 2013

EL TERREMOTO DE 1.170

El terremoto de 1.170 en Lahiguera: 

 EL TERREMOTO DE ANDUJAR DE 1170, HORRORIZARIA A LOS HABITANTES DE LAS ALQUERÍAS DE FIGUERUELA (HIGUERA DE ARJONA)

En esta ocasión traemos a estas páginas un hecho extraordinario por su influencia en la sociedad de aquel tiempo y la repercusión que pudo tener en lo que como población fuese el núcleo de habitantes de lo que hoy es Higuera de Arjona, se trata de un  terremoto que sacudió Andujar en parte de los años 1169 -1170. Este terremoto, de magnitud aproximada entre 8 y 9 grados y de 10 según otras fuentes, dejó sentir sus efectos no sólo en esta ciudad, sino en gran parte de al-Andalus. Los textos árabes medievales que hicieron referencia a este suceso son básicamente dos manuscritos árabes de la época, de los cuales tenemos reseña histórica  confirmada por los estudios de eminentes investigadores.
El primero de ellos pertenece a un autor del que sabemos que escribió dos obras de las cuales sólo se conserva la que escribió en segundo lugar, fue un documento escrito por ‘Abd al-Malik b. Muhammad b. Ibn. S¯a. hib al-Sal¯a, un historiador natural de Beja.

Beja, población del Alentejo portugués, ciudad importante en la época árabe.

La importancia de este texto,  en lo referido a la información sobre el terremoto que asoló Andujar en el año 1170, es que se confirma el hecho de que el autor fue coetáneo de los sucesos que narra, y creemos que dada la amplitud del radio de acción del terremoto, es muy probable que llegara a sentir directamente éste mismo movimiento sísmico o alguna de sus réplicas. No es de extrañar, que un fenómeno sísmico de tal magnitud y la referencia del hecho de que los movimientos más pequeños llamados replicas se produjeran a lo largo de dos o tres años, nos hacen pensar que toda la comarca sintiera con intensidad los movimientos sísmicos documentados. Los movimientos sísmicos llamados replicas son más pequeños que el principal, y pueden continuar durante semanas, meses, e incluso años. En general, cuanto mayor es el terremoto principal, más numerosas, más importantes y durante más tiempo se estarán produciendo dichas réplicas.

Se desconoce la entidad de población que por estos años tuviera Lahiguera, eran años difíciles donde los invasores árabes procedentes del norte de África realizaban continuas incursiones sobre la península. En los textos siguientes haremos algunas consideraciones que, sin dar referencia a lo que podía ser Figueruela pues carecemos de datos, nos acercarán a la realidad de lo que supusieron estos años para la población visigoda que a finales del siglo VII se vio muy afectada por las pestes, los años de sequía y hambres que llegaron a disminuir la población visigoda en todo el reino en más de un treinta por ciento en los últimos veinticinco años del siglo VII, y la posterior invasión de pueblos árabes procedentes del norte de África. Sabemos que en las comarcas jiennenses hubo un cierto predominio de los árabes del norte de África. Manuel Sánchez señala, como ha hecho para otras zonas, que en la de La Guardia se fijaron los asad y uqaylíes; los kinana, en Canena; los bahila y los aws, en Úbeda, etcétera; pero también encontramos árabes del sur en Arjona, suponemos pues que los nuevos habitantes árabes de Figueruela fuesen de esa misma condición en cuanto a su origen. En las estribaciones de Sierra Morena, al norte de Córdoba y hacia el oeste, en dirección a Fahs al-Ballut fueron muy importantes los elementos tribales beréberes, donde claramente superaron a los árabes.

Realmente los árabes tenían planes de conquista para Hispania desde hacía varias decenas de años, tras la inicial conquista del actual Marruecos por Uqba ibn Nafi al final de la década de 670. De hecho, consta que en el año 687, bajo el reinado del visigodo Ervigio, los árabes realizaron una primera incursión contra las costas levantinas.

Lo largo del proceso de conquista del reino visigodo, que requirió numerosas campañas, constantes refuerzos militares y pactos con núcleos resistentes, se debe a varios motivos: lo escaso de las fuerzas musulmanas que los conquistaron, las constantes luchas y levantamientos de sus aliados entre los visigodos, la orografía del territorio y la fuerte base de asentamiento social del anterior reino visigodo. Sin embargo, la gran centralización política del reino, la inseguridad causada por bandas de esclavos fugitivos, el empobrecimiento de la hacienda real (especialmente durante el reinado de Witiza) y la pérdida de poder del rey frente a los nobles, fueron elementos que facilitaron la acción de los conquistadores. Pero el factor quizás más importante para la caída visigoda fue la grave crisis demográfica del reino, que en los últimos veinticinco años del siglo VII, había perdido más de un tercio de su población. Esto fue debido a las epidemias de peste y los años de sequía y hambre de finales del siglo VII, especialmente durante el reinado de Ervigio; y que se repitieron también con gran dureza bajo el de Witiza, el antecesor de Rodrigo. Además, existía una fractura política importante entre dos grandes clanes político-familiares godos en su lucha por el trono, que llevaba varios decenios dividiendo políticamente el reino y generando constantes problemas. De una parte estaba el clan gentilicio de Wamba - Égica, al que perteneció o al que estaba vinculado Witiza, y de otra el clan de Chindasvinto - Recesvinto, al que pertenecía Rodrigo. Esta situación dividió al estamento aristocrático-militar en dos facciones cada vez más irreconciliables; hasta el punto de considerar alguna historiografía a los witizanos como instigadores e incluso aliados, explícitos u oportunistas, de los musulmanes.

El éxito de la aceptación del Islam en la Hispania visigoda se explica, en primer lugar, porque la situación de algunos estamentos de la sociedad visigótica era sumamente desagradable: el peso de los impuestos, la existencia humillante de los siervos, la discriminación de los judíos, las continuas sublevaciones de los vascones y la existencia de islotes paganos, sobre todo en las zonas montañosas del Norte, hacían que gran parte de la población no se sintiera representada en el gran proyecto de unidad peninsular que bien o mal habían llevado a cabo godos e hispano romanos.

En especial la aceptación de la nueva situación de conquista se produjo en los judíos, que aún a principios del siglo V se confundían con frecuencia con los cristianos, pero progresivamente habían ido siendo discriminados cada vez más por los sucesivos Concilios de Toledo: Así en el III se obligó a bautizar a los hijos de matrimonios mixtos, con lo cual, algunos iniciaron el camino del exilio hacia el reino franco (587); en el IV (633) se previó la persecución de los conversos que no practicasen el cristianismo; en el XII (681) se les obligó a bautizarse en el plazo de un año, aunque, en compensación, se les devolvía la facultad de testar; en el concilio XVI (693) se les prohibía comerciar con los cristianos, con lo cual se les arruina de hecho a no ser que practicaran un comercio endogámico, y en el XVII (694), suponiendo que sus actas no hayan sufrido manipulaciones posteriores, se acusó a los judíos que habían buscado refugio en el Norte de África de conspirar para conseguir la ruina de España y, en consecuencia, se condenaba a sus correligionarios residentes en la Península a perder todos sus bienes, a la esclavitud con prohibición de que sean manumitidos y a entregar a sus hijos menores de siete años para que fuesen bautizados y educados en el cristianismo.

Frente a esto la población residente se encontró con la tolerancia religiosa coránica. Los judíos del norte de África sabían que El Corán -y este libro era conocido en todos los territorios ocupados por los musulmanes- admitía la libertad de cultos de todos los pueblos que tenían un texto revelado y les adjudicaba un rango igual al de los cristianos, sus perseguidores en España. En el versículo del Corán (2,107/113) dice: “Los judíos dicen: Los cristianos no tienen ningún fundamento. Los cristianos dicen: Los judíos no tienen ningún fundamento. Pero todos ellos recitan la Escritura; de esta manera se expresan los que no saben y la discrepancia entre ambas religiones sólo será resuelta, según el mismo versículo, por Dios, quien juzgará entre ellos, el Día de la Resurrección, en lo que discrepan”.

En consecuencia, los judíos peninsulares no vacilaron en convertirse en auxiliares de los conquistadores árabes e inscribirse como soldados para guardar el orden en algunas de las ciudades recién ocupadas (como ocurrió en Sevilla) y permitir que las fuerzas de choque continuaran su avance en todas direcciones. Por su parte, los cristianos veían estos sucesos con relativa tranquilidad, puesto que en otro versículo, El Corán (5,85/82) reconocía su superioridad sobre los judíos: “En los judíos y en quienes asocian encontrarás la más violenta enemistad para quienes creen. En quienes dicen: Nosotros somos cristianos, encontrarás a los más próximos en amor para quienes creen, y eso porque entre ellos hay sacerdotes y monjes y no se enorgullecen”.

Por consiguiente, la conquista debió verse con relativa tranquilidad por la población, que podía entender que sólo debía pagar el tributo fijado por El Corán, la capitación o chizya (9,29/29): “i Combatid a quienes no creen en Dios ni en el último Día, ni prohíben lo que Dios y su Enviado prohíben, a quienes no practican la religión de la verdad entre aquellos a quienes fue dado el Libro! Combatidles hasta que paguen la capitación por su propia mano y ellos estén humillados”.

Los conquistadores árabes por ello, contaron con el apoyo de parte de la población judía, muy numerosa en la Bética, en la Galia Narbonense, y en toda la cuenca mediterránea. Estaba presente principalmente en los centros urbanos, destacando, entre otras, las comunidades de Narbona, Tarragona, Sagunto, Elche, Lucena, Elvira, Córdoba, Mérida, Zaragoza, Sevilla, Málaga y de la capital, Toledo. La ayuda que los judíos prestaron a los conquistadores se debió a que aquellos, en su mayoría conversos forzados pero fingidos, eran reiteradamente hostigados por la legislación visigoda (con algunas excepciones, como bajo los reyes Witerico y Suintila, y contra el criterio de obispos como San Isidoro, que los defendía). Y sabían, por lo que había ocurrido en el norte de África, que mejoraría su situación al recibir de los gobernantes árabes el mismo estatus que la población cristiana.

Hay que tener en cuenta que la mayoría de los judíos habían sido esclavizados bajo el reinado de Égica (excepto los de la Narbonense, con la excusa de que la provincia aún no se había repuesto de la última epidemia de peste), bajo la acusación de que conspiraban contra el rey con los árabes del norte de África. Estos, ya habían realizado algunas incursiones en la península, por lo que suscitaba miedo una posible colaboración con ellos para una futura conquista.
Esta idea partía de los informes de los cristianos del norte de África que habían huido de aquella zona, y que informaron del apoyo dado a los árabes por parte de los judíos de allá; lo cual era lógico dado que su situación allí era también de acoso por el poder bizantino. Pero además de los judíos étnicamente puros de la diáspora, en el norte de África había bereberes que profesaban el judaísmo por proselitismo y mestizaje, muchos de los cuales dieron apoyo a los árabes en su conquista, y se unieron a ellos (como muchos bereberes cristianos) por lazos de clientela. Verdad o pretexto, esta acusación de traición fue la utilizada contra ellos. Finalmente, las divisiones dinásticas internas entre los nobles visigodos sobre la sucesión de Witiza facilitaron aún más el desarrollo de la conquista.

Con estos antecedentes que acabamos de relatar, se evidencia que a principios del siglo VIII el reino visigodo se encontraba sumido en una de sus constantes luchas internas, la toma del poder del último rey visigodo Roderico (Rodrigo) provocó que sus rivales llamasen al líder musulmán Táriq Ibn Ziyad que inició la conquista de la Península Ibérica. En el año 711 tropas del Califato Omeya, compuestas por árabes y bereberes, cruzaron el estrecho de Gibraltar dirigidos por Tariq, lugarteniente del gobernador del Norte de África, Musa ibn Nusayr.

Al pisar tierra ibérica, Tarik quema sus barcos y se dirige a sus hombres en una arenga que todavía sigue siendo coreada por los escolares árabes y musulmanes 14 siglos después: «Al bahru wara'akum ual ad'duo amamakum» («el mar está detrás de vosotros y el enemigo está frente a vosotros»). Es el «vencer o morir» que, como muchas veces, surte efecto.

 En principio Tariq se atrincheró en el peñón que recibiría después su nombre Chabal Tariq, (Gibraltar), a la espera de la llegada del grueso de sus tropas. Sólo entonces inició su ofensiva con la toma de Carteya (Cádiz), después de lo cual se dirigió al oeste e instaló su base de operaciones en Al-Yazirat Al-Hadra, lo que hoy es Algeciras.

En ese mismo año Tariq vence a los visigodos en la trascendental batalla de Guadalete. Los combates duraron una semana, desde el 19 de julio del 711 hasta el día 26 del mismo mes y año y terminó con la derrota y muerte de Rodrigo. El lugar del encuentro aparece en las fuentes árabes con varias denominaciones: Wadi Lakk o Río del Lago, identificado tradicionalmente con el Guadalete; Wadi-l-Buhayra o Río de La Albufera, que puede corresponder al río Barbate o a la laguna de La Janda; Wadi Siduna, Río de Sidonia, que puede ser el mismo Barbate; Wady Umm Hakim, Río de Umm Hakim, nombre de una esclava que acompañaba a Táriq y que éste dejó en una isla que también recibió su nombre: Wady Bakka, Río de Beca o Meca, que puede tratarse del Barbate o de una mala lectura de Wady Lakka o Guadalete; Wadi-l-Tin, Río del Barro, donde pereció ahogado el rey Rodrigo, y Wadi-l-Sawaqi, Río de las Acequias.
En una carga digna de la yihad que les llevó a atravesar el Estrecho, las tropas arabo-beréberes de Tarik destrozan el ejército visigodo de don Rodrigo en la batalla de Wadilaqqa -un lugar que hasta hoy los historiadores son incapaces de ubicar en un mapa, tal como hemos comprobado anteriormente-, y abren la vía para la conquista de la Península, y tras dar remate a lo que quedaba del ejército rival en Écija emprende una rápida conquista, primero en dirección a Toletum (Toledo), la capital visigoda, y posteriormente hacia Caesar Augusta (Zaragoza).

La expansión territorial islámica fue un paseo militar. Por la ruta de las antiguas calzadas romanas, los invasores cosechan victorias. Las grandes ciudades caen sin apenas resistencia y el reino visigodo se derrumba. El botín es considerable. Las crónicas árabes describen la fascinación que causa el descubrimiento del país sobre esos ascetas guerreros.
En su “Descripción de España”, Ahmad Al-Razi se deja llevar por la exaltación cuando evoca el «clima muy sano por la calidad de su aire», las «altas montañas», los «anchos valles y grandes bosques», los «árboles frutales», la «abundancia de peces» y hasta los «buenos vinos». Al final, rendido, Al-Razi no tiene más remedio que reconocer que «Hispania se parece al paraíso de Dios». Un paraíso que no tarda mucho en caer en manos musulmanas para luego convertirse en Al-Andalus como expresión geográfica de un territorio que englobaba no solamente el sur, el centro y parte del norte de la Península, sino también la casi totalidad del actual Portugal. Hacia el 718 la Península Ibérica, salvo las zonas montañosas del norte habitadas por Vascones y Astures, estaba en manos del Califato Omeya.







Alcance de la Conquista musulmana de la península ibérica hacia el año 718.
Es probable que la rapidez de la ocupación, la felonía del conde don Julián (el legendario gobernador de Ceuta que ayudó a los musulmanes a atravesar el Estrecho), y la profusión de traiciones por parte de la aristocracia del reino de Toledo, tengan algo que ver también con la mitificación que a lo largo de los siglos se ha hecho de Pelayo, un personaje histórico de poca monta. Los sentimientos patrióticos se nutren siempre de símbolos e indomables. No sería de extrañar, pues, que la vaga gesta del Pelayo de Covadonga haya sido magnificada hasta hacer de un simple cabecilla un impulsor de la Reconquista, omitiendo señalar su inicial colaboración con los invasores y la causa primera de su revuelta: la boda de su hermana con un gobernador mahometano de la zona. Sin embargo, los textos árabes no ignoran Covadonga. Por ejemplo, el cronista Al Maqqari, que tacha a Pelayo de «malvado cristiano», deja entrever al final de un párrafo que algo debió ocurrir en las infranqueables montañas de Asturias que el cronista sitúa en Galicia. «No había quedado en Galicia alquería ni pueblo que no hubiese sido conquistado, a excepción de la sierra, en la cual se había refugiado este cristiano. Sus compañeros murieron de hambre, hasta quedar reducidos a 30 hombres y 10 mujeres aproximadamente, que no se alimentaban de otra cosa sino de miel de abejas, que tenían en colmenas, en las hendiduras de las rocas que habitaban. En aquellas asperezas permanecieron encastillados, y los musulmanes, considerando la dificultad del acceso, los despreciaron: 'Treinta hombres, ¿qué pueden importar?'. Después llegaron a robustecerse y a ganar terreno, como es cosa sabida».

En el territorio de Al-Ándalus, los musulmanes respetaron a la población cristiana y judía, por pertenecer a una de las religiones abrahámicas, que los dotaba de un estatus determinado. Este establecía que, aunque no formaran parte de la umma, comunidad islámica, quedarían protegidos, tendrían sus jueces y conservarían sus ritos. Entre los que no pertenecían a la Umma estaban los judíos y los mozárabes (cristianos de al-Ándalus). Estas circunstancias motivaron una política de pactos de capitulación donde muchos aristócratas visigodos pudieron conservar propiedades e incluso cierto grado de poder mediante nuevas fórmulas, como es el caso de Teodomiro (en árabe Tūdmir), gobernador de la Provincia Carthaginense, que tras un acuerdo gobernó a título de rey un territorio cristiano visigodo autónomo dentro de Al-Andalus, denominado kora de Tudmir. Este hecho, unido a que una parte de la población, cristianos unitarios y hebreos sobre todo, vieran con buenos ojos el nuevo poder musulmán que los libraba de la dura opresión que los visigodos habían ejercido contra ellos, podría explicar la rapidez de la conquista musulmana, a pesar de los factores en contra ya enumerados antes.

Se conoce como al-Ándalus  al territorio de la Península Ibérica y de la Septimania bajo poder musulmán durante la Edad Media, entre los años 711 y 1492. El nombre "al-Ándalus" referido a la Península Ibérica, aparece documentado por primera vez en una moneda conservada en el Museo Arqueológico Nacional de España y datada en el año 716, pocos años después de la conquista musulmana de la península ibérica. En esa moneda aparece el término latino "Span", que correspondería a "Spania" junto con el término árabe "al-Ándalus". Teniendo en cuenta los múltiples testimonios del bilingüismo que existió en al-Ándalus a lo largo de casi toda su historia entre el romance vernáculo y árabe dialectal, no es de extrañar que en ésta y en otras monedas se usaran el alfabeto latino y el árabe para escribir los términos equivalentes en cada lengua. Sin embargo, a pesar de estar claro que el topónimo al-Ándalus se usó como sinónimo de la Hispania musulmana, el origen del término no está claro, y se han formulado varias teorías al respecto:

1ª.- La tesis Vándala mantiene que el término árabe "al-Ándalus" puede tener origen en la expresión bereber o amazigh "tamort uandalos", que significaría la "tierra de los vándalos". Según esta hipótesis, los habitantes del norte de África, viendo llegar a los vándalos del otro lado del Estrecho de Gibraltar, llamaron a las tierras del otro lado "tierra de los vándalos". El razonamiento es que el genitivo en lengua bereber se construye añadiendo la partícula "u" al principio de la palabra, fenómeno que se conoce como "forma constructa". Por ello, teniendo en cuenta que el nombre latino del pueblo vándalo era "vandalus" (pronunciado "uándalus"), la expresión bereber "tamort uandalos", que significaría la "tierra de los vándalos", pudo ser confundida por los árabes con la expresión homófona bereber "tamort u-andalos" o tierra de los ándalos, lo que habría derivado en el vocablo árabe Andalus, con pérdida de la "v" (pronunciada u) por confusión con la citada "forma constructa" bereber y precedida por el artículo antepuesto "al-". El punto flaco de esta hipótesis es que sus partidarios tampoco han podido aportar ninguna fuente histórica documental ni epigráfica que demuestre que la Bética o Hispania fueran llamadas alguna vez "Vandalicia" o "tamort u-andalos".

2º.- La tesis Visigoda: Heinz Halm propone que "al-Ándalus" es la arabización de la expresión goda "Landa-hlauts", sustantivo compuesto por los términos "landa" (tierra) y "hlauts" (sorteo) y que significa "tierras de sorteo". Según Halm los visigodos se repartían las tierras conquistadas mediante "sorteos" con el objetivo de repoblarlas y llamaban a las tierras repartidas "Sortes Gothica". De este modo Halm mantiene que "Landa-hlauts" era el nombre godo de la antigua provincia Bética, y que de él pudo derivar el vocablo árabe al-Andalus. Sin embargo en las fuentes históricas sólo se ha documentado la expresión latina "Gothica sors" referida al reino visigodo y no se ha hallado la expresión "Landa-hlauts" o similar en fuente histórica alguna.
La tesis visigoda ha sido revisada en 2004 por el historiador Rafael Sabio González, en un trabajo en el que se acentúa el carácter político de la raíz "land". Así, ésta vendría a aludir al concepto de nación más que a un reparto de tierras, siguiendo una extendida tradición entre las lenguas germánicas (Deutschland, England, Scotland y Switzerland son algunos ejemplos) y refiriéndose por tanto al conjunto de los territorios ocupados por los visigodos en la Península Ibérica, y no sólo a la Bética. En oposición a al-Ándalus, el concepto Spania (derivado tardío de Hispania) habría sido apropiado por los bizantinos en sus intentos por recuperar la parte occidental del Imperio. Una vez los musulmanes penetraron en la Península Ibérica, substituyendo a la élite gubernamental visigoda, tomarían la expresión al-Ándalus para referirse a sus dominios, ya exenta de comprensión etimológica pero manteniendo su significación política. De este modo se explicaría el que, a medida que se fuera retrotrayendo el espacio controlado por los musulmanes, también lo hiciera la extensión geográfica así denominada.

3º.- La tesis Atlántica es la que hace derivar el nombre de "al-Ándalus" del griego Atlantis o del latín Atlanticum. El primer estudioso moderno que apuntó esta posibilidad fue Juan Fernández Amador de los Ríos, basándose en las propias crónicas andalusíes. Más recientemente el filólogo Joaquín Vallvé Bermejo, en su obra La división territorial de la España musulmana, afirmó que el nombre "al-Ándalus" tiene su origen en la locución árabe "Jazirat al-Andalus", que significa la ínsula o la península del Atlántico o la Atlántida, y que aludiría a la Península Ibérica. Según este catedrático, la leyenda de la Atlántida de Platón fue transmitida al mundo árabe antes de que naciera el Islam en el siglo VII, como revela la poesía preislámica que ya hace referencia a un al-Ándalus. Actualmente es la teoría que se considera más correcta. Para explicar el paso del greco-latino Atlántida al árabe al-Andalus se apela a la transcripción fonética: Atlanta pronunciado al.landa, (como de atleta se dice al.leta) sustituyendo la “te” por “l” geminada.

El nombre de al-Andalus aparece ya en tradiciones atribuidas a Mahoma, en poesía árabe preislámica o de la primera época del Islam o en relación con los primeros califas que sucedieron al Profeta. Todas estas fuentes son anteriores al año 711 y, por tanto, apuntan a un origen oriental que no tiene nada que ver con la teoría que sostiene que el nombre de al- Andalus derivaría de los vándalos, porque estos bárbaros atravesaron las tierras del sur de la Península camino de África hacia el año 429.
El nombre de al-Andalus aparece en estas fuentes orientales y en las primeras que narran la conquista de Hispania como el nombre de una isla, Chazirat al-Andalus, o de un mar, Bahr al-Andalus. Tras un análisis de diversas fuentes, grecolatinas, árabes y romances, creemos que la denominación de Chazirat al-Andalus (isla de al-Andalus) es una traducción pura y simple de Isla del Atlántico o Atlántida, resultado de una transmisión literaria del mito de Platón que se puede rastrear ininterrumpidamente en muchos autores clásicos, tanto griegos como latinos.
Junto a esta transmisión del mito de la Atlántida, debió existir en los pueblos marineros del Mediterráneo oriental la creencia muy extendida de una isla o restos de ella más allá de las Columnas de Hércules o del estrecho de Gibraltar, aparte de la traducción al copto, siriaco y árabe de esas mismas noticias. Las fuentes árabes del norte de África y muchas hispanoárabes identifican claramente el Bahr al-Andalus o Mar de al-Andalus con el océano Atlántico. Falta el eslabón que pueda explicar el paso de Atlántida o una voz equivalente a al-Andalus. Ese eslabón podría encontrarse en los textos siriacos o coptos.

La presencia del Islam en la Península Ibérica en la Edad Media, establecida con el nombre de al-Ándalus, se puede clasificar  en los siguientes periodos:

711 - 756. Invasión árabe de la Península Ibérica bajo el Califato de Damasco, establecida como Emirato dependiente de Damasco.
756 - 929. Emirato de Córdoba, tras la proclamación como emir independiente del omeya Abderrahman I.
929 - 1031. Califato de Córdoba, a partir del califato proclamado por Abderrahman III.
1031 - 1085. Periodo de las taifas, o reinos islámicos independientes en al-Ándalus tras la fragmentación del califato cordobés.
1085 - 1144. Imperio almorávide.
1144 - 1172. Segundos reinos de taifas.
1172 - 1212. Imperio Almohade.
1212 - 1238. Terceros reinos de taifas.
1238 - 1492. Reino nazarí de Granada.

Tras la conquista musulmana de la península ibérica, al-Ándalus se integró inicialmente en la provincia norteafricana del Califato Omeya, para más tarde convertirse en el Emirato de Córdoba y posteriormente en el califato de Córdoba independiente del Califato Abasí. Con la disolución del Califato de Córdoba en 1031, el territorio se dividió en los primeros reinos de taifas, periodo al que sucedió la etapa de los almorávides, los segundos reinos de taifas, la etapa de los almohades y los terceros reinos de taifas. Con el avance de la Reconquista iniciada por los cristianos de las montañas del norte peninsular, el nombre de al-Ándalus se fue adecuando al menguante territorio bajo dominación musulmana, cuyas fronteras fueron progresivamente empujadas hacia el sur, hasta la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492,



Situación de conquista de Al Andalus en el año 790.

De todos estos periodos históricos nos vamos a central en el periodo de los Almohades en España, por ser la etapa histórica que coincide con el terremoto de Andujar de 1170 objeto de nuestro estudio:

Hacia el 1120 surge en el Alto Atlas un movimiento político religioso contra los almorávides, que no cesó hasta destruirlo. En ese año llega a Marrakech Ibn Tumart (que pertenecía a la confederación Masmuda), ideólogo y fundador del imperio almohade, que en poco tiempo aglutinó en torno suyo un amplio grupo de seguidores, produciendo la aparición de un foco de disidencia que se convertirá en el principal problema del emir Alí ibn Yusuf.
En 1106, Ibn Tumart había estado estudiado en Córdoba, de allí partió a La Meca y al regresar al Magreb en 1116 provocó varias revueltas y desórdenes contra el relajamiento religioso de los almorávides, acusándolos de antropomorfismo al pretender explicitar los atributos de Alá con referencia a las cualidades humanas, alejándose por tanto del dogma esencial del Islam, que es la unicidad divina y que él y sus seguidores adoptarán en su denominación: almohade significa unitario. Hacia 1125 se produjo la eliminación de todos los elementos de dudosa lealtad, y en ese momento los almohades comenzaron su gran ofensiva contra los almorávides. Ibn Tumart murió en 1128, y su discípulo Abd al Mumin fue reconocido como califa (Sucesor) del Madhi en 1130, adoptando también el título de emir de los creyentes. A partir de 1132, tras la proclamación como califa almohade de Abd al Mumin, se inicia el proceso de lucha encarnizada entre almorávides y almohades, que culminará quince años después con la caída de Marrakech. En lugar del imperio almorávide se implantó otro imperio beréber, el de los almohades, que abarcó desde Tripolitania hasta Al Andalus. El ardor guerrero y religioso de esta dinastía, que determinó en este tiempo un trato intolerante con judíos y cristianos, eclipsó otras realizaciones que no pudieron llevarse a cabo..

La intervención de los almohades en la Península Ibérica había comenzado en 1145, inmediatamente después de la conquista de Tremecén y del fallecimiento del emir almorávide, como consecuencia lógica del hecho de que al Andalus formaba parte del imperio almorávide. Los almorávides habían sido aceptados como gobernantes mientras cumplieron con la defensa del territorio musulmán contra los cristianos. Pero la conquista de Zaragoza por los cristianos en 1118 supuso una gran conmoción. El poder militar almorávide se debilitó aún más cuando la amenaza almohade exigió concentrar tropas en Marruecos.

En septiembre de 1125, Alfonso I de Aragón, el Batallador, pudo penetrar con sus tropas en las regiones de Granada y Córdoba sin encontrar resistencia durante varios meses, llevándose de vuelta consigo a parte de la población mozárabe que allí encontró. Este párrafo nos hace cuestionarnos la escasa población que pudo haber en lo que hoy es término de Lahiguera, y tal como se refiere es posible que su población residente fuese camino del reino de Aragón.

En 1133 la milicia de Toledo llegó hasta las puertas de Sevilla y mató al gobernador musulmán. Aunque los almorávides todavía tenían capacidad de reacción (Alí ibn Yusuf ibn Tasufin pudo penetrar con sus tropas al norte del Tajo y los aragoneses fueron derrotados en Fraga en 1134), en la década de 1140-1150, a medida de que los almohades iban ganando terreno en la otra orilla del Estrecho y que la política fiscal almorávide se iba haciendo más abusiva, la posición de los almorávides en al Andalus se deterioró rápidamente.

Entre 1144 y 1147, los andalusíes se rebelaron contra los almorávides, siendo liderados, según de qué zona se tratase, bien por los jueces, bien por los jefes militares andalusíes, bien por figuras religiosas carismáticas.
El primero en rebelarse fue un sufí, Ibn Qasi, descendiente de conversos cristianos. Al mando de sus novicios transformados en soldados, en 1144 estaba gobernando en Silves, Beja, Mértola y Niebla, llegando a atacar Sevilla, donde el comandante almorávide Yahya ibn Ali ibn Ganiya los detuvo. Pero éste no pudo acabar con la rebelión de Ibn Qasi, pues se vio obligado a ocuparse de otra rebelión, la del cadí Ibn Hamdin en Córdoba (1145). Otros cadíes, (generalmente miembros de familias de notables urbanos) se rebelaron en Málaga, Jaén, Granada y Valencia. A pesar de que estos cadíes gobernantes parecen haber gozado del apoyo popular, no consiguieron crear ejércitos estables y efectivos y por tanto su autoridad duró poco tiempo.
En varios casos fueron sustituidos por jefes militares andalusíes como ocurrió en Valencia. Sayf al Dawla ibn Hud, hijo del último soberano hudí de Zaragoza, a quien los castellanos habían dejado al mando del castillo de Rueda de Jalón, decidió intervenir en los asuntos andalusíes con el apoyo de Alfonso VII y se hizo con el poder en Córdoba en marzo de 1145, pero no pudo mantenerse allí por la hostilidad popular. Se dirigió entonces al Levante, donde se hizo con Valencia y Murcia en enero de 1146, proclamándose "Emir de los creyentes" y adoptando el título de al Mustansir. Ibn Hud fue derrotado y muerto por los cristianos en febrero de 1146. Más éxito tuvo otro "hombre de la espada", Ibn Mardanis, de quien procedió la resistencia más tenaz frente a los almohades y que lograría mantenerse como gobernante del Levante hasta el año de su muerte de 1172. Mientras tanto, disensiones internas en su movimiento llevaron a Ibn Qasi a pedir ayuda a los almohades, lo cual explica que la primera región de al Andalus en caer en manos almohades fuese la occidental.

En ese mismo año el almirante almorávide Ibn Maymun se pasó a Abd al Mumin y en Cádiz se nombró como emir o jefe de los almohades en el sermón del viernes. En el año 1147, un ejército almohade conquistó las ciudades de Jerez, Niebla, Silves, Beja, Badajoz, Mértola y finalmente Sevilla. Ibn Qasi, sin embargo, aprovechando que los almohades en Marruecos tenían que hacer frente a la revuelta del Madhi al Massi en 1148, quiso independizarse de quienes le habían ayudado y empezó a negociar con los cristianos, lo cual llevó a que algunos de sus partidarios lo asesinasen. En septiembre de 1145, Ibn Qasi marchó a Marrakech y en 1146 estada de vuelta en agosto-septiembre de 1151. Silves volvió a manos almohades.

El avance cristiano continuaba en el Norte de la Península, donde la últimas fortalezas musulmanas en el valle del Ebro fueron conquistadas (Tortosa cayó en manos cristianas en 1148, Lérida y Fraga en 1149).

Los castellanos ocuparon Almería en 1147, cuando el rey leonés castellano Alfonso VII logró obtener el apoyo de Ramón Berenguer IV, de García V Ramírez de Navarra y de la flota genovesa, manteniéndose en esa ciudad hasta la conquista almohade del año 1157. Quedaba un reducto almorávide en Granada, ciudad que no fue conquistada por los almohades hasta 1155, lo cual explica que el ejército almohade no lograse penetrar en el Levante de al Andalus hasta después de esas fechas.
Al tener que hacer frente a la amenaza almohade, Ibn Mardanis buscó una alianza con Castilla, obteniendo tropas y ayuda militar. Pero este acuerdo con los cristianos favoreció una feroz propaganda almohade en la que se le deslegitimaba como gobernante musulmán por tener el apoyo de los infieles, como eran catalogados los cristianos. Por otro lado, numerosos sabios religiosos que rechazaban el proyecto religioso almohade buscaron refugio en los dominios de Ibn Mardanis.
La conquista cristiana de Almería había mostrado cuán beneficiosa era la política de alianzas entre distintos poderes de la cristiandad. Lo mismo se demostró en la zona occidental, donde en marzo de 1147 Alfonso I Enríquez de Portugal logró conquistar Santarem y el 24 de octubre Lisboa, esta última ciudad gracias a la ayuda prestada por los cruzados de Colonia, Flandes e Inglaterra que se dirigían en barco hacia Tierra Santa. Ni Santarem ni Lisboa en el Oeste, ni las fortalezas del valle del Ebro conquistadas entre 1148 y 1149 serían recuperadas por los musulmanes quienes en esos años perdieron valiosos territorios desde el punto de vista estratégico.

En noviembre de 1160, Abd al Mumin decidió cruzar el Estrecho, estableciéndose en Gibraltar, donde ya el año anterior habían empezado las obras para preparar adecuadamente su instalación. Permaneció allí dos meses durante el invierno (se conservan muchos de los panegíricos que le dedicaron poetas andalusíes) y luego envió su ejército contra Jaén, en la zona donde las tropas de Ibn Mardanis y su suegro Ibn Hamusk habían puesto en grave aprieto a los almohades en años anteriores.

Abd al Mumin volvió a Marruecos a comienzos del año 1162, confirmó a su hijo como gobernador de Sevilla y prometió enviar refuerzos. También mandó una circular en 1161 por la que condenaba a muerte a quienes no cumpliesen con el ritual de la oración (5 veces al día) ni con la obligación de pagar el impuesto de la faque. Concentró sus tropas en Rabat (ciudad que había fundado frente a Salé en 1150), preparando una nueva expedición contra al Andalus, donde tropas almohades acababan de recuperar Granada, con la que había logrado hacerse Ibn Hasmusk con ayuda cristiana y de Ibn Mardanis (por estas fechas, Abd al Mumin dio la orden de que Córdoba volviese a funcionar como capital de al Andalus).

Por lo que se refiere a su relación con los dimmíes (así eran llamados  los judíos y cristianos), Abd al Mumin habría abolido el estatus que les permitía mantener su religión judía o cristiana a cambio de estar sometidos al gobierno musulmán. En un proceso que se había agudizado ya en época almorávide, las comunidades cristianas desaparecieron casi por completo del territorio almohade. Muchos judíos o emigraron a territorio cristiano, o a otras regiones del mundo islámico. A los judíos a los que se había obligado a convertirse al Islam se les obligó también a vestirse de manera diferente a la de los musulmanes viejos.

Antes de morir, Abd al-Mumin hizo venir a Yusuf hasta Marrakech con la intención de nombrarlo emir, decisión llena de peligros por cuanto el joven príncipe tuvo que competir por el puesto con familiares poderosos de la casa real que no le habían jurado la lealtad de muy buen grado. Los miembros fundadores del movimiento almohade que todavía vivían pensaban que la dirección no debía quedar restringida a la familia de ninguno de ello, Abd al Mumin puso fin a las expectativas sucesorias cuando entre los años 1154 y 1156 proclamó heredero suyo a su hijo Muhammad (la tardanza en hacerlo es prueba de que la monarquía hereditaria no estaba prevista en los orígenes del movimiento almohade, consistente en una oligarquía teocrática).

Tenía el califa unos cincuenta y cuatro años y catorce hijos varones. La proclamación se hizo en Salé, no en la capital, Marrakech, en presencia del ejército árabe que era leal al califa. Se daba así un paso decisivo en el establecimiento de la dinastía mu´miní, pero también se creaba un caldo de cultivo favorable a la rebelión de aquellos que pensaban que el modelo original había sido traicionado. Abd al Mumin se había casado con Zaynab, hija de Abu Imran Musa al Darir, miembro del Consejo de los Cincuenta de Ibn Tumart. Zaynab fue la madre de quien acabó siendo sucesor, Abu Yaqub Yusuf, pues su hermano Muhammad reino muy poco tiempo antes de ser destronado.

En efecto, Yusuf I no pudo asumir plenamente el título de príncipe de los creyentes (al-muslim) hasta cinco años después de su ascensión al trono.  Aunque siguió las huellas de su padre en cuestiones militares y religioso-culturales, tuvo mucha menos decisión en lo concerniente a la dirección de los asuntos de gobierno y a la atención de los problemas urgentes. Además, en Marrakech siguió con su amor por las artes y la ciencia en mayúsculas, haciendo venir a la corte a las mejores mentes, especialmente a los filósofos, destacando los tres más importantes de al-Andalus y en general de todo el Islam: Abentofail, Avempace y Averroes. (Se han puesto en negrita los nombres de Beja y Averroes por las referencias que se dan en el artículo.)



Poema de Yusuf, manuscrito aljamiado.



Tras una larga enfermedad, Abd al Mumin falleció el mes de mayo de 1163. Sus restos fueron llevados de Salé a Tinmal, donde fue enterrado cerca de la tumba de Ibn Tumart.

De la lectura anterior del intrincado numero de reyes cristianos y árabes, se deduce que un grupo de reinos cristianos y otro grupo de reinos almorávides y después almohades tratan de fijar posiciones en fronteras inestables, en situaciones como las que hemos visto que algún rey castellano se llevo a la población mozárabe después de volver a tomar Jaén y Córdoba, en la que no cabe duda que iría la población de las pequeñas alquerías de esos reinos almorávides de núcleos de población como la que estuviera ubicada en Lahiguera. Por otra parte la población mozárabe que superviviese a la conquista del territorio por parte de los almorávides, que en muchos casos lograron continuar con su régimen de vida, fe y costumbres, gracias a los impuestos que pagaban, vieron el futuro mas complicado ante la llegada de los almohades que por principios de su reforma religiosa fueron muy ortodoxos y consideraron como razón de su invasión el grado de relajación de costumbres religiosas, de su práctica coránica y por la relación de entendimiento ocasional con los reinos cristianos.

Por aquellos años se imponía el almohade Yusuf I de Marruecos. Para comprender el contexto histórico de nuestro pueblo damos algunas referencias históricas del personaje que ocupo amplia zona de la península por aquellos años de 1169-1170:

Yusuf I de Marruecos (Llamado: Abu Yaqub Yusuf Ben Abd al-Mumin; nacido en Marrakech, 1139 – y muerto en Santarem, Portugal, 1184). Fue el segundo emir almohade (1163-1184). Yusuf I completó la ocupación de al-Andalus emprendida por su padre Abd al-Mumin con la conquista del reino de Valencia y Murcia, en el año 1172, dos años después de la fecha de terremoto de Andujar. Educado de un modo exquisito desde muy joven, Yusuf fue nombrado por su padre gobernador de Sevilla, ciudad donde el joven príncipe beréber estudió y se rodeó de literatos, filósofos y hombres de ciencia, llegando a reunir una de las mejores bibliotecas de todo el mundo hasta entonces, casi igual a la que aglutinó en su día el califa cordobés al-Hakam II.

Aunque la influencia almohade en al-Andalus estaba bastante consolidada, el país aún no se encontraba ni mucho menos bajo control. Todavía existían varios reyezuelos, lo mismo que ocurrió a la llegada de los almorávides en el año 1090, que habían optado por mantener su independencia a toda costa. Los jeques almohades se vieron debilitados cuando nombró gobernadores a sus propios hijos (entre 1152-1156), aunque algunos de los jeques almohades continuaron actuando como consejeros de esos gobernadores y obteniendo otros puestos oficiales que traían consigo importantes prebendas.
Entre estos "rebeldes" se encontraba el más poderoso de todos, Muhammad Ibn Said Ibn Mardanish (el famoso Rey Lobo de las crónicas castellanas), quien controlaba gran parte del territorio este de al-Andalus, incluida Murcia. Desde Marrakech, Yusuf I mandó un primer contingente contra Ibn Mardanish, en el año 1165, que se estrelló ante la implacable defensa y contraofensiva del astuto rey valenciano. La guerra entre ambos se dilató por espacio de varios años, hasta el 1171, fecha en la que Yusuf I cruzó el estrecho y se estableció en su querida Sevilla, donde asentó su cuartel general contra Ibn Mardanish y sus aliados cristianos. La lucha no terminó hasta la muerte del monarca valenciano, en el año 1172. Demostrando una inteligencia política pareja a la de su padre, Yusuf I compró la lealtad futura de los familiares del valenciano, permitiéndoles desempeñar importantes cargos en los territorios que antes ocupaban.

Libre de una seria oposición musulmana en la Península, Yusuf I centró todos sus esfuerzos en los reinos cristianos que amenazaban su poder por el norte. Contando con la alianza del monarca leonés Fernando II a partir del año 1168, los ejércitos almohades de Yusuf I entablaron una clara lucha contra los castellanos y portugueses, reinos que se encontraban enfrascados en una política territorial expansiva. La campaña portuguesa por Extremadura causó estragos, capturando importantes ciudades y fortalezas almohades (Trujillo, Évora, Montánchez, Serpa, Badajoz y Béjar). Estos nefastos acontecimientos obligaron a Yusuf I a mandar un ejército importante que reconquistó dichas posiciones, ayudado por el rey leonés, pero que fracasó en el intento de tomar Toledo, Huete y Tarragona. Con un éxito relativo en sus campañas, la cuestión andaluza se resolvió momentáneamente debido al desgaste de todos los contendientes que forzó el establecimiento de una larga tregua tácita.

En el año 1176, Yusuf I regresó a Marrakech y luego a la región del Sous, donde se había iniciado una seria sublevación contra su poder incubada al calor de su prolongada ausencia de África. Mientras se encontraba ocupado en semejantes tareas de castigo, no paraban de llegarle noticias alarmantes acerca de la situación delicada de al-Andalus: Portugal atacó Béjar en el año 1178 y amenazaba la costa, incluida Ceuta, en el continente africano; Alfonso VIII de Castilla penetró en al-Andalus hasta llegar a las mismas puertas de Córdoba en el año 1182, después de haberse apoderado de Cuenca, en el año 1177; mientras que su tradicional aliado Fernando II de León había firmado una tregua con Castilla, en el año 1183, prometiendo romper sus buenas relaciones con los almohades.

Sin pensárselo dos veces, en el año 1184 Yusuf I preparó apresuradamente un gran ejército para comenzar una campaña contra los monarcas cristianos peninsulares con el que desembarcó en Algeciras. Desde Sevilla, Yusuf I se dirigió a toda prisa a Santarem, en el Algarve portugués, región muy bien defendida por una coalición luso-castellana. El ejército almohade puso sitio a la ciudad acabando por retirarse presa del pánico después de que Yusuf I muriera víctima de una herida recibida en su tienda, dejando una vez más a la España musulmana en una precaria situación, máxime cuando los reyes cristianos estaban preparando planes más ambiciosos para al-Andalus. En 1184, cuando el Califa estaba asediando Santarem, recibe un flechazo con el que empezó su declive físico hasta su muerte en Marrakech. Con él terminó lo más precioso de Al Andalus La muerte de Yusuf I fue mantenida en secreto durante algún tiempo para evitar discordias dinásticas. Fue enterrado con todos los honores en Tinmal, junto a su padre, en la localidad donde surgió el primer embrión de la dinastía. Durante sus casi cinco años de permanencia en al-andalus, Yusuf I emprendió la construcción de varias obras públicas en Sevilla y satisfizo inquietudes intelectuales. Se reedificaron sus murallas, construyendo acequias para la conducción del agua, así como la mezquita aljama, inaugurada en el año 1182, y los alcázares de la Buhaira. También se comenzaron las primeras obras de la famosa Giralda.

Después de un resumen de la actividad bélica y política de la España Cristiana y del Al Andalus árabe en la península, con explicación más detallada de los emires almohades, especialmente Yusuf I, citado en el texto histórico de Averroes, como después veremos;  retomamos ahora el estudio de los
movimientos sísmicos y documentos citados en la primera parte del artículo:

En el siguiente gráfico podemos comprobar la manera que ha tenido el hombre a través de milenios para constatar la existencia de movimientos sísmicos en nuestro planeta. El registro Geológico supone analizar las consecuencias de los movimientos a través de la observación de los deslices y desplazamientos de las masas de tierra (puede comprender desde el año 10,000 antes de Cristo hasta nuestros días). El registro arqueosísmico es la observación de la forma de fracturarse las columnas de los templos de la antigüedad (desde antes del año 3,000 antes de Cristo). El registro histórico desde mediado del milenio antes de Cristo, y el registro instrumental desde el año 1,900 en nuestro segundo milenio.


En el siguiente enlace se puede ver la relación de terremotos y tsunamis importantes en España, desde el año 500 A. C. hasta 2012:  http://www.solosequenosenada.com/misc/terremotos/index.php. De ella hemos extraído la referencia al terremoto de Andujar de 1169-1170, omitimos el resto debido a su extensión, que alargaría innecesariamente la lectura del presente artículo.

Detalles del terremoto de Andujar de 1169-1170.
En la primera columna se da la referencia del año del acontecimiento sísmico, en la segunda se valora la intensidad de movimiento principal que fue seguido de innumerables replicas, en la tercera se da ubicación  del seísmo y en la cuarta se da una descripción breve de los efectos producidos.


Las fuentes de datos son fidedignas al estar avaladas por interesantes estudios de organismos nacionales, como son las cuatro fuentes siguientes:
1º.- Fuentes medievales y posibles evidencias arqueológicas del terremoto de Andujar de 1170
2º.- Fuente: Terremotos más importantes ocurridos en España
3º.- Fuente: Instituto Geográfico Nacional de España
4º.- Fuente: Los estudios de sismicidad histórica en Andalucía.

Podemos confirmar que por ese tiempo, el autor del documento Ibn .S¯a. hib al-Sal¯a se encontraba  acompañando en sus viajes por el al-Andalus al califa  Y¯usuf I y a su hermano el sayyid (príncipe  y caudillo)  Ab¯u Sa‘¯ıd. Por otra parte nuestro autor de referencia Ibn .S¯a. hib al-Sal¯a está reconocido por  sus traductores como un ejemplo de claridad, exactitud y fluidez en sus textos, en lo referente a descripciones históricas, lo cual confirma la idoneidad de las fuentes.

El texto de  Ibn .S¯a. hib al-Sal¯a que hace referencia a este terremoto fue traducido por Huici (1969). El traductor dice: “copie y extracte literalmente a Ibn .S¯a. hib al-  Sal¯a”.

En el mismo, se describen los sucesos  acaecidos en el año 565 del calendario islámico: «En el mismo año se retrasó la lluvia para los sembrados en al-Andalus hasta el mes de diciembre cristiano del 1169, y cayó [entonces] y sembró la gente.

Tomamos la fecha del 25 de septiembre de 1169 a 13 de septiembre de 1170. Advertimos para evitar confusión, que seguimos la equivalencia entre los calendarios islámico y cristiano establecida por Ubieto (1984).

En él ocurrieron grandes terremotos al salir el sol y al declinar el mediodía en la fecha del mes de ˆYumad¯a al-¯ulà del año 1170. En fecha 21 de enero a 19 de febrero de 1170, desapareció, y se la tragó la tierra; y continuó, después de esto, en la ciudad de Córdoba y Granada y Sevilla y todo el al-Andalus, y el testigo ocular veía que los muros de las casas se estremecían y se inclinaban hacia la tierra, luego se enderezaban y volvían a su estado por la bondad de Dios, y se arruinaron por esto los emplazamientos de muchas casas en las regiones citadas, y los alminares de las mezquitas».

Avala la importancia de este texto el hecho de que lo registra el escritor Ibn ‘Id¯ar¯ı,  en su  Al-Bay¯an al-Mugrib, y dice duró en la ciudad de Andujar por espacio de días, hasta que desapareció.

Estas fuentes históricas se encuentran en la “Historia del califato almohade”, y más concretamente, el segundo de los tres volúmenes de que constaba. Éste abarca desde el año 554 del calendario islámico hasta final del 568, equivalente al intervalo que va de 1159 a 1173 en el calendario cristiano. Este segundo volumen de su  Historia del califato almohade se encuentra en la Biblioteca Bodleyana  (Bodleian Library), biblioteca principal de la Universidad de Oxford. Está catalogado como el manuscrito número 433. De la vida de  Ibn .S¯a. hib al-Sal¯a sólo se conoce lo que él cuenta de sí  mismo en dicho manuscrito.

El segundo texto directo que hace referencia a este terremoto es de Abû l-Walîd Mu .hammad Ibn A.hmad (Averroes), es el texto que aparece en el tratado llamado De Meteoris (Autor: Alberto Magno, Santo (1193-1280), del cual Averroes conocedor de toda la cultura latino cristiana de la época, da la siguiente reseña en un texto que dice así:

 «Quien presenció el terremoto que hubo en Córdoba y alrededores el año 566 se puede convencer de esto por los muchos ruidos fuertes y atronadores que hubo. No estaba yo entonces en Córdoba, pero cuando fui, escuché unos ruidos que preceden al terremoto, y la gente sentía que este ruido venía del oeste, y vi que el terremoto se generaba a la vez que se levantaba un fuerte viento del oeste. Estos terremotos en Córdoba duraron cerca de un año con fuerza, y no cesaron hasta al cabo de unos tres años.

Se trata de unos manuscritos encontrados en la  zawiya (escuela coránica) de Tamagr ut, cerca de Zagora, en el Valle del Draa, Marruecos. La traducción que Huici (1963) realiza de este manuscrito en concreto, se hace eco del  alcance que tuvo este terremoto: «Este año ocurrió un terremoto grande, al salir el sol y al declinar Yumada primera, en parte del país del Andalus; el espectador veía que los muros se movían y se inclinaban hacia el suelo, pero luego se enderezaban y volvían a su estado por la benevolencia de All¯ah. Se derrumbaron con ello muchas casas y los alminares de las ciudades de Córdoba, Granada y Sevilla».
En el mismo podemos observar, tal y como hemos señalado, que  se trata de un extracto del anterior texto. Sin embargo, su autor no menciona la ciudad de Andujar, y sólo cita las ciudades de Córdoba, Granada y Sevilla, mucho más importantes que la primera.

Evidentemente, al ser un resumen, no nos proporciona información adicional. Este texto aparece bajo el epígrafe “Noticia de la marcha del jeque Ab¯u Hafs ‘Umar B. Yahy¯a desde Sevilla a  Córdoba”, después del episodio de Badajoz, con lo que se llegó a llamar en su auxilio al sayyid Ab¯u Ish¯aq, hijo del califa, para hacer la guerra santa a los que hacían la guerra. Este fue conocido en su época como  Ibn Rushd «el nieto», y más tarde por Averroes, (Averroes) (latinización del nombre árabe Ibn Rushd) es el nombre por el que se conoce en la tradición occidental a Abū l-Walīd Muhammad ibn Ahmad ibn Muhammad ibn Rushd).

Detalle del fresco de Andrea de Bonaiuto “El triunfo de Santo Tomás”, con la imagen de Averroes sentado.

El códice se encuentra en la Biblioteca Nacional de El Cairo, comprende seis tratados, y aparece bajo la signatura, en segunda catalogación,  Fihris al-kutub al-‘arab¯ıya al-mauˆy¯uda f¯ıd-D¯ar  (Puig, 1987).

El título reseñado en el manuscrito es Talj¯ıs kutub Arist¯at¯al¯ıs f¯ıl-Hikma.  Fue transcrito por Allah y Razik (1994) y traducido por Puig (1998). Aparece bajo el epígrafe Elogio del emir Ab¯u Ya‘q¯ub en sus nobles y grandes cualidades, durante su emirato y durante su califato, en resumen, hasta que lo exponga en su califato efectivo, según la traducción de Huici (1969). Refiriéndose al emir  Ab¯u Ya‘q¯ub Y¯usuf. (Estas referencias a Yusuf I han motivado el estudio anterior del periodo de su emirato)

“En el 14 de septiembre de 1170 a 3 de septiembre de 1171, que la tierra se había abierto, cerca de Córdoba, en un lugar llamado Andujar, esparciendo algo así como cenizas y arena, y el que lo vio, está convencido de la veracidad. El terremoto fue general a toda la parte oeste de la península, pero más intenso en Córdoba y alrededores, y al este de Córdoba fue más fuerte que en Córdoba misma, mientras que al oeste fue más débil que en ésta.
Esto lo prueban también las señales que vemos en el aire premonitoras de los terremotos, tales como las neblinas y nubes que dijeron que aparecen alargadas en el cielo, antes de estos».


En una traducción anterior de este manuscrito realizada por Taher (1979),  de él señala (Bravo y López Arroyo, 1990), lo siguiente:

«Para quien ha visto el temblor de tierra ocurrido en Córdoba en el año 566, esta teoría no admite dudas, pues provocó gran alboroto en aquel momento. Yo no estaba en Córdoba en esa época, pero llegué a la ciudad un poco después y oí ruido antes del temblor. La gente comprobaba que el ruido venía del occidente y vi que las sacudidas llegaban al mismo tiempo que el viento del Oeste. Este sismo duró en Córdoba casi un año con una intensidad apreciable y no se calmó definitivamente hasta tres años más tarde. La primera sacudida mató a muchos habitantes y parece que la tierra se hundió en un lugar cercano a Córdoba llamado Andujar, saliendo de la grieta algo parecido a cenizas y arena. Los que lo vieron no lo ponen en duda. Al Este de Córdoba el temblor fue más violento que en la ciudad misma, mientras que al Oeste fue más ligero. Se vio en la atmósfera una especie de aviso: niebla y nubes rectangulares aparecieron».
En el texto de Averroes se confirma lo siguiente: “El primer terremoto mató a muchas personas al hundirse las casas”.

Como vemos, el conocido filósofo y juez Averroes no se encontraba en el momento de la sacudida principal en la ciudad de Córdoba, sino en Sevilla. Siendo así, en principio puede parecer extraño que no cite los efectos en dicha ciudad, teniendo en cuenta lo descrito por  Ibn .S¯a. hib al-Sal¯a. Nosotros  creemos que no es así, ya que el anterior texto forma parte de un tratado (De Meteoris) en el que se comenta y explica la causa y clases de terremotos.
De Meteoris (Autor: Alberto Magno, Santo (1193-1280) De meteoris, es un comentario de la "Meteorología" de Aristóteles. Se estudian todos los cambios observados en el cielo, excepto los movimientos de los cuerpos celestes. En la obra también se habla sobre la formación del rocío, la lluvia o la nieve. Lo que trata de hacer el autor es adaptar al cristianismo la filosofía natural aristotélica. Idioma: latín. El original conservado en la Biblioteca de la Universidad de Granada. 
 Como muestra trascribimos a continuación un texto del referido manuscrito De Meteoris, (transcripción de Allah y Razik, 1994; traducción de Puig, 1998): 

“Cuenta Aristóteles que en un país y en unas islas, (se refiere a las islas Lipari (al norte de Sicilia), una de las montañas no dejó de crecer hasta que salió de ella un fuerte viento, el cual arrastraba consigo mucha ceniza, y la tierra se quemó. Quien presenció el terremoto que hubo en Córdoba y alrededores el año 566 se puede convencer de esto por los muchos ruidos fuertes y atronadores que hubo. No estaba yo entonces en Córdoba, pero cuando fui, escuché unos ruidos que preceden al terremoto, y la gente sentía que este ruido venía del oeste, y vi que el terremoto se generaba a la vez que se levantaba un fuerte viento del oeste. Estos terremotos en Córdoba duraron cerca de un año con fuerza, y no cesaron hasta al cabo de unos tres años. El primer terremoto mató a muchas personas al hundirse las casas. Dijeron que la tierra se había abierto, cerca de Córdoba, en un lugar llamado Andujar, esparciendo algo así como cenizas y arena, y el que lo vio, está convencido de la veracidad. El terremoto fue general a toda la parte oeste de la península, pero más intenso en Córdoba y alrededores, y al este de Córdoba fue más fuerte que en Córdoba misma, mientras que al oeste fue más débil que en ésta.

Esto lo prueban también las señales que vemos en el aire premonitoras de los terremotos, tales como las neblinas y nubes que dijeron que aparecen alargadas en el cielo, antes de estos.

En resumen, la producción de los terremotos se incrementa bajo dos aspectos, uno por esencia, y otro por accidente. Por esencia cuando se incrementa la materia de la que se generan, y las causas eficientes se dan al máximo; por accidente, cuando se obstruyen los poros que en cierta manera tiene la tierra. [La materia] es lo seco o lo húmedo, y por esto aumentan cuando las lluvias son continuadas.

Las clases [de terremotos] corresponden a las clases de movimiento del viento, pues una clase se extiende en longitud, y el movimiento que produce es en longitud, otra se extiende en longitud y latitud; quizá por la intensidad de este viento la tierra llega a ser sometida y deja que mane agua del mar, como cuenta Aristóteles.
Los países son distintos en cuanto a los terremotos, y el número e intensidad depende de su predisposición para que se produzca esta exhalación, por ejemplo, y depende también de que se obstruyan los poros. Por esto en cualquier país en que se junten ambos factores, siempre habrá terremotos, como ocurre en las islas, donde su predisposición para generar esta exhalación eólica se une a la proximidad del  mar, de modo que el agua del mar impide que salgan estos vientos, como cuentan del lugar que en al-Andalus se conoce como «Iglesia de los cuervos» (Santuario situado en el Cabo de San Vicente), pues allí siempre se escucha un ruido parecido al que precede a los terremotos”
. (De Meteoris Autor: Alberto Magno, Santo (1193-1280)

Reproducción de página de: De Meteoris Autor: Alberto Magno, Santo (1193-1280)

En este texto se plasma una de las primeras explicaciones racionales que se dio al fenómeno sísmico. Algunos filósofos griegos, incluidos Aristóteles y Estrabón, eran de la opinión de que los terremotos estaban causados por vientos subterráneos que encendían los materiales combustibles del subsuelo (Bolt, 1981). Anteriormente, la causa de estos se suponía de tipo religioso o mitológico (monstruos, seres mitológicos o dioses).

Se consideraba que en el interior de la Tierra había grandes masas de carbón encendidas, calentando el aire y obligándolo a escapar a través de cavidades subterráneas. Esta teoría se mantuvo, con ligeras variaciones, hasta el siglo XVIII, cuando, tras la observación sistemática de los fenómenos que acompañan a los terremotos, se plantean las primeras hipótesis que podemos llamar científicas sobre su generación.


No se trata, por tanto, de un texto descriptivo de acontecimientos históricos, como ocurre en las obras de Ibn .S¯a. hib al-Sal¯a e Ibn ‘Id¯ar¯ı  (Averroes
Abu al Walid Muhammad Ibn Rusd o Abul Walid Muhammad Ibn Ahmad Ibn Rushd).

Averroes procede de una familia de magistrados que condicionó en gran medida su formación cultural, profesional y académica. Fue dignatario de los príncipes Abu Ya’qub Yusuf y Ya’qub al Mansur. Nació en Córdoba. Su padre, era juez de Córdoba y le enseñó jurisprudencia musulmana. En el año 1169 fue nombrado cadí en Sevilla y poco tiempo después fue asignado a la corte califal como médico del califa de Córdoba. Como consecuencia de ello fue nombrado gran cadí de Córdoba. Era el médico de Abu Yaqub Yusuf, el califa almohade de Marruecos y de la España musulmana. La idea de Averroes de que la razón prima sobre la religión le llevó al exilio en 1195 por orden de Abu Yusuf Yaqub al-Mansur; fue restituido poco antes de su muerte que acaeció en Marruecos.

En cualquier caso, nos describe cómo llega a sentir en Córdoba réplicas del terremoto principal, indicándonos incluso que éstas duraron hasta tres años. Sin embargo, nos encontramos con una discrepancia en relación con la fecha del suceso, y aunque ambos autores tienen bastante credibilidad, nos inclinamos por  Ibn .S¯a. hib al-Sal¯a, que lo fecha entre enero y  febrero del año 1170. Hay que tener en cuenta que el manuscrito de éste nos hace una detallada descripción, año a año, de los sucesos más importantes acaecidos en al-Andalus. Esta sistematización de la secuencia temporal de los acontecimientos narrados en su manuscrito es lo que nos lleva a inclinarnos por su datación. Este criterio es también compartido por el investigador de este terremoto López Marinas (1986).

 Al margen de estos dos textos de  Ibn. S¯a. hib al-Sal¯a e Ibn Rushd o Averroes (el texto  de  Ibn ‘Id¯ar¯ı, como hemos visto, no es más que un resumen del primero), no tenemos constancia fehaciente de más crónicas que narren directamente el suceso. Aún así, destacaremos otras dos que han sido aludidas y consideradas por la histografía, en el primero se analiza este suceso desde la perspectiva cristiana y en el segundo se vuelve a hacer referencia al primer texto árabe de Ibn .S¯a. hib al-Sal¯a.

La primera de las crónicas la encontramos en los llamados Anales Toledanos (Porres, 1993). Responden al modelo de las crónicas medievales, caracterizadas por una excesiva brevedad y concisión. En estos textos, se narran de forma muy escueta los sucesos más significativos acaecidos cada año. Según los Anales de este año 1169 ó 1170 Aparece en los Anales Toledanos Primeros, que comprenden desde el año 714 al 1229 del calendario cristiano. La cita puede leerse en la página 391 del libro de referencia (Flórez, 1767) (Porres, 1993) y dice así:

«Estremeciose Toledo en XVIII días de Febrero, Era MCCVII».

El año que se cita, 1207, se corresponde con el calendario llamado era Hispánica. Está acreditado que el comienzo de este calendario se sitúa en el año 716 Ab Urbe Condita o de la fundación de Roma (año 38 A.C.), y que tiene su comienzo, al igual que el calendario cristiano, el día 1 de enero. En donde no hay unanimidad en el criterio de los investigadores es en explicar el hecho que da comienzo a esta era. Mientras que muchos aceptan el criterio de que éste fue el año de la conquista de Hispania por Augusto, otros opinan que en este año no se destaca ningún suceso militar importante en Hispania. El origen de esta era podría tener un origen criptocristiano (D’ors, 1962), es decir, por señalar Augusto el momento del nacimiento de Jesucristo, en referencia a la forma de contar la fecha, no creemos que esta única referencia pueda ser definitiva para considerar que estamos hablando del mismo suceso, tal como argumentan Romero Tallafigo et al., 1995; García Larragueta, 1998 con relación a la era de los Césares, que equivale al año 1169 del calendario cristiano.

Este único y breve texto, sin embargo, ha sido definitivo para que algunos investigadores (Galbis, 1932; Bravo y López Arroyo, 1990) consideren éste como una clara referencia al terremoto de Andujar que nos ocupa hoy, además de estimar que la fecha que se menciona, 18 de febrero de 1169, es justamente la fecha de los acontecimientos. Es muy posible que el terremoto de Andujar se sintiera en el centro de la Península Ibérica, tal y como ha ocurrido con otros terremotos posteriores que han sucedido en el transcurso de los años.

Un segundo texto se encuentra también recogido en el manuscrito de Ibn .S¯a. hib al-Sal¯a. Según éste texto del manuscrito:

«Es el que hizo una capital de Sevilla, y el que mandó reconstruirlas murallas por el lado del río, a su costa, después que las derribó la inundación grande, que salió por sus costados y por su región el año 564.
Las construyó de piedra y cal, desde ras de tierra hasta la altura que tienen hoy, por mano de sus encargados más fieles».


Este segundo texto lleva a pensar a Bretón (1997) que muy posiblemente  este suceso guarda relación con el terremoto de Andujar. Nuestra opinión es nítidamente contraria, por diferentes motivos. En primer lugar, porque no hay concordancia de fechas. En segundo lugar, porque aunque se tiene constancia de desbordamientos de ríos asociados a terremotos, éste no es un suceso ni frecuente ni usual tras los terremotos, además de estar intrínsecamente relacionado normalmente con la rotura de presas o diques construidos en la parte alta del cauce, el cual no parece ser el motivo en este caso. Un dato más que avala nuestra opinión es el hecho reseñado por Torres (1960), al señalar que este tipo de crecidas eran más que usuales en el Guadalquivir. Desde el 5 de octubre de 1168 a 24 de septiembre de 1169, las murallas de Sevilla tuvieron que ser reconstruidas, por ejemplo, después de la gran inundación de 1201 (Valor y Tabales, 2002).

«Mas que de las operaciones militares sufrieron siempre las murallas sevillanas de  la proximidad del Guadalquivir, foso suyo a poniente, cuyas periódicas crecidas eran causa de grandes daños, obligando en ocasiones a los habitantes de la ciudad a cerrar y calafatear las puertas y a vivir en tejados, torres y adarves », Torres (1960).

Curiosamente, en los Anales Toledanos Primeros se describe (Porres, 1993) también lo siguiente:

«Avenida en el Río Tajo, que llegó hasta S. Isidro en Toledo en XX días de Decembre, Era MCCVI».

Vemos que hay coincidencia entre la crecida del Tajo (20 de diciembre de 1168) con la crecida del Guadalquivir (de octubre de 1168 a septiembre de 1169). Creemos que éste es un indicativo más de que fue un fenómeno asociado a la climatología y no al terremoto.

Evidentemente, la escasez de fuentes documentales sobre el terremoto de Andujar es un lastre insalvable a la hora de datarlo con mayor precisión. Pero sobre todo este hecho impide aquilatar los efectos que produjo tanto en las edificaciones como en las personas y, conocer su influencia en la sociedad de la época.

Las conclusiones que se deducen a raíz de las descripciones de los dos manuscritos que hemos considerado básicos son:
 En primer lugar, está suficientemente clara la importancia del hecho en sí, aunque se observan exageraciones, fruto en muchos casos del carácter que se le atribuía a estos sucesos, como por ejemplo, «...  hasta que casi desapareció, y se la tragó la tierra...» o «... los muros de las casas se estremecían y se inclinaban hacia la tierra, luego se enderezaban y volvían a su estado... ». Junto a esto, observamos descripciones consecuencia de tratar de explicar la causa origen de estos sucesos, como «... el terremoto se generaba  a la vez que se levantaba un fuerte viento de oeste...», y «... las neblinas y nubes que dijeron que aparecen alargadas en el cielo, antes de estos...».
Aun así, los efectos descritos no dejan lugar a dudas de la magnitud de este suceso. Se habla claramente en el manuscrito de Ibn .S¯a .hib al-Sal¯a de que «...se arruinaron por esto los emplazamientos de muchas casas en las regiones citadas, y los alminares de las mezquitas...», y en el de Averroes que  «... El primer terremoto mató a muchas personas al hundirse las casas. Dijeron  que la tierra se había abierto, cerca de Córdoba, en un lugar llamado Andujar...».

En ambos manuscritos también queda de manifiesto, sin ambigüedades, que el terremoto vino acompañado de una importante crisis sísmica, y que los efectos fueron producidos no sólo por el terremoto principal sino también por sus réplicas. En el manuscrito de  Ibn .S¯a .hib al-Sal¯a se nos  narra «... ocurrieron grandes terremotos al salir el sol y al declinar el mediodía... », «...duró en la ciudad de Andujar por espacio de días...», «...y continuó,  después de esto, en la ciudad de Córdoba y Granada y Sevilla...», y en el de Averroes, «... Estos terremotos en Córdoba duraron cerca de un año con fuerza, y no cesaron hasta al cabo de unos tres años...».

Es bastante significativo el hecho de que se cite que durante un año se estuvieron produciendo temblores de intensidad apreciable, y que hasta tres años más tarde no dejaran de producirse las referidas replicas. Esto es típico de terremotos destructivos, en los que se están produciendo réplicas de mayor o menor intensidad incluso durante varios años.

Un interesante fenómeno que se describe es el hecho de que se escuchó ruido durante el terremoto. Averroes nos dice «...  por los muchos  ruidos fuertes y atronadores que hubo...», y «... escuché unos ruidos que preceden al terremoto, y la gente sentía que este ruido venía del oeste...».

La percepción de ruido suele ser normal en muchos terremotos importantes, principalmente al inicio del temblor. Tal y como nos indica Bolt (1981), cuando las ondas primarias (ondas P), de naturaleza semejante a la del sonido, emergen desde el interior de la Tierra a la superficie, parte de ellas se transmiten a la atmósfera como ondas sonoras. Estas son audibles si sus frecuencias están contenidas en un cierto rango.

Otro fenómeno interesante y curioso nos lo describe también Averroes: «... Dijeron que la tierra se había abierto, cerca de Córdoba, en un lugar llamado Andujar, esparciendo algo así como cenizas y arena...». Los hundimientos y grietas están íntimamente relacionados con las características del terreno. Están descritos en multitud de terremotos de cierta importancia, y aparecen asociados a compactaciones del terreno, colapsos de cavidades subterráneas, o al llamado fenómeno de licuefacción. Este referido fenómeno de licuefacción es un proceso por el que el terreno, al producirse la sacudida, pasa a comportarse como un fluido denso. Ocurre sobre todo en terrenos formados por sedimentos bastante saturados de agua, al superarse un determinado nivel de movimiento del terreno de la zona.

Relacionado con este proceso, se producen los llamados volcanes de limo o barro, en donde barro o limo que se encuentran bajo la superficie terrestre salen fuera empujados por la presión del fluido intersticial de los sedimentos al compactarse.
Este terremoto ha sido incluido en múltiples estudios y publicaciones sobre sismicidad histórica. Otras muchas veces estos terremotos están relacionados con fenómenos de tipo volcánico, en donde a través de respiraderos en el terreno se escapa una mezcla entre agua caliente o en ebullición, a veces gases volcánicos, y sedimentos de otra índole (arena, limo o barro).

Aunque son escasos los textos medievales que hacen referencia a este suceso, tal y como hemos visto, no cabe duda de la ocurrencia de un importante terremoto en el Alto Guadalquivir en el año 1170. Su epicentro se  hubo de situar en el entorno cercano de la ciudad de Andujar. Del análisis de  los textos se evidencia el hecho de que se produjo una importante crisis sísmica  que llegó a durar unos tres años. También el hecho de que muchas casas  fueron destruidas, ante las fuerzas oscilantes de los movimientos sísmicos y como consecuencia, hubo un importante número de muertos en la ciudad y en sus entornos próximos, como en nuestro caso ocurriría entre la población goda y almohade que habitase como pequeños núcleos de población el territorio que hoy ocupa Higuera de Arjona.
También se cita el ruido atronador que acompañó al terremoto primero y a  alguna de sus réplicas entre las cuales habría unas de más intensidad y otras de menos, pero suficientes para destrozar los habitáculos de aquellos moradores, así como un suceso que claramente apunta a un fenómeno de licuefacción, tan relativamente frecuentes en esta tipo de movimientos sísmicos devastadores.


Una estimación de su tamaño nos da una magnitud cercana a 6.0 Ms. Podemos considerarlo un suceso singular, desde el punto de vista de que no  tenemos constancia de otros terremotos de esta magnitud o comparables en  esta región, al menos en el registro encontrado de los terremotos más significativos ocurridos en España o sus proximidades, entendiendo como significativos aquellos capaces de provocar daños y por lo tanto que han superado el grado VI en la escala sismológica de Mercali.

Tampoco se observan accidentes geológicos que puedan ser  claramente los causantes de este evento. La sismicidad instrumental registrada  en esta región, así como el hecho de que no tengamos constancia histórica  de otros terremotos significativos, hacen difícil explicar la ocurrencia  y origen de este terremoto.

Planteamos aquí, que el origen más probable del terremoto de 1170 pudiera ser el de alguna falla, quizás sin una clara expresión superficial, reactivada por el choque entre las placas tectónicas Africana y Eurasiática.

Aunque se apuntan otras dos posibles hipótesis, es ésta la suposición más verosímil. Como se ha comentado previamente, serían necesarios estudios en detalle de muy diferente índole los que nos permitieran aclarar o dar alguna luz sobre esta cuestión.
Desde un punto de vista histórico, proponemos que este terremoto pudo ser desencadenante, junto con otros factores, de las remodelaciones que se hicieron en el recinto amurallado de la ciudad de Andujar en la época almohade.

El antiguo recinto, construido a finales del siglo IX, maltrecho y obsoleto, se sustituyó por otro de mayor envergadura, en extensión y en elementos defensivos. En diversas excavaciones arqueológicas realizadas se han observado refuerzos en la muralla que pensamos pueden estar claramente relacionados con los efectos que sobre el sistema defensivo de Andujar pudo generar este terremoto.
A este respecto conviene referir que “El Castillo” era la denominación por la que los andujeños conocían el Alcázar Árabe. Era un castillo grande, fuerte con cuatro torres, foso  y contrafoso, es decir un castillo tipo. En 1605 el rey Felipe III entregó el castillo a D. Alonso Serrano Piédrola, que fue nombrado alcaide perpetuo del castillo y regidor o caballero veinticuatro de la ciudad.
El Castillo ocupaba la manzana en la que hoy se encuentra la Sala Tivoli. En fecha 5 de Enero de 1.932, se aprobó por unanimidad de todas las fuerzas políticas el derribo del Castillo. “A instancia de Don José Corbella, en representación de Don Bonoso Lara, se acordó autorizarlo previo pago de los derechos correspondientes, y con arreglo a los planes que acompaña para construir un grupo de dos casas y un teatro en la plaza del Comandante Franco".
Interesa desde nuestra perspectiva de higuereños, comentar que mira por donde, la persona que fue el último poseedor del llamado castillo fue un higuereño Don Bonoso Lara Mercado, maestro y abogado casado con Teresa Dueñas Tejedo llamada “La rusa”. Esta señora estuvo casada anteriormente con un ruso llamado Eduardo Dolkowsky, que como su apellido indica era de nacionalidad rusa y del cual tomó el mote con el tiempo. Fruto de este primer matrimonio nació en La Laguna Tenerife, en 1899,  un hijo  llamado Eduardo Dolkowsky Dueñas (Eduardito lo llamaba su madre).

Se borra así, la leyenda que escuché durante decenas de años en Higuera, en el sentido de que esta Doña Teresa era una señora de la alta nobleza rusa, huida de la Revolución de 1917, que había huido con un buen capital en oro y joyas, capital que le propició cuantiosas inversiones en la ciudad de Andujar.  Desconocemos la historia y origen de estos personajes y causa de su referida y aparente riqueza, que fácilmente… en un alarde de imaginación se ensamblaría con las mejores novelas de Fiódor Dostoievski, el gran novelista ruso, rey indiscutible de la novela psicológica.

El pueblo da soluciones noveladas a los hechos que desconoce y con el tiempo esa leyenda popular se puede llegar a convertir en hecho tomado como real.

Conocida esta nueva realidad de una historia bastante conocida en La Higuera, confirmamos que Teresa se había asentado en Andujar con su hijo Eduardo) y una hermana suya en la primera decena del siglo XX.

La otra parte de esta historia por parte de Bonoso, comenzó años atrás de manera algo increíble, e inaudita por rocambolesca. Bonoso era hijo de Isidro Lara Martínez y Cecilia Mercado Navarro, que habían tenido siete hijos: Frasquita, Bonoso, Antonio, Florencio, María, Lola y Manuel Lara Mercado, de un total de diecinueve partos. Sus padres habían muerto relativamente jóvenes, dejando a Manuel  con una edad de tres o cuatro años.

Bonoso Lara Mercado el segundo de los hijos, había sido tan sólo unos años antes seminarista en el Seminario de Jaén. Refieren los que lo conocieron que era un joven inteligente y con vocación sacerdotal, de modo que habiendo recibido las órdenes menores sacerdotales (tonsura, exorcista, ostiario, lector y acólito) estaba en espera de recibir el subdiaconado y posteriormente ser ordenado sacerdote en tiempo relativamente breve.

Tenía un hermano poco menor que él, de tan poca diferencia de edad y gran parecido físico llamado Antonio, que para muchos era considerado su hermano gemelo por su gran parecido. Antonio era apodado “Perucho”, personaje desinhibido, arriesgado, quizá bohemio e insensato; no tengo más referencias que las que me dieron y no conocí al personaje pero los hechos que describo a continuación dan muestra de ello. Durante muchos años se utilizó en Higuera la expresión “Eres más malo que Perucho”… se refiere también que fue soldado a sueldo o mercenario, porque cuando algún joven adinerado del pueblo podía eludir el servicio militar, se presentaba Perucho en lugar del joven soldado adinerado, que con el pago a Perucho lo representaba para realizar su servicio en el ejercito. Con los años estuvo igualmente en la Guerra de África y murió en la Batalla del Gurugú por las referencias habidas desde siempre y la posible coincidencia de fechas.

Antonio con ocasión de celebrarse en el pueblo la Fiesta de Carnaval, desconocemos la fecha, tomo una sotana de su hermano Bonoso como disfraz de Carnaval en la representación del “entierro de la sardina” y salio por las calles del pueblo como miembro de la comparsa vestido de cura. Este hecho provocó que el párroco de Higuera hiciese una denuncia al Obispado de Jaén argumentando la presencia de Bonoso el seminarista en la citada comparsa, hecho que fue considerado como acto totalmente inadmisible para una persona aspirante a la consagración sacerdotal, hecho por lo que fue expulsado terminantemente del seminario.

El suceso de que “Perucho” se disfrazara de sacerdote en la comparsa le supuso a Bonoso la expulsión del seminario, truncando así su clara vocación al sacerdocio, estando tan próximo a su ordenación.

Ante la nueva situación totalmente injusta para él, y no pocos sinsabores en su vida por este hecho, tuvo que reconsiderar su futuro y con la formación adquirida en el seminario, pronto consiguió el titulo de maestro y de abogado.

Francisco Martínez Lara (Barbas) era familia de Isidro Lara Martínez, este trabajó como guarda de las posesiones de aquel y Florencio Lara Mercado hijo de Isidro, fue igualmente persona de su confianza encargada de la administración de las fincas, del que era por entonces el mayor terrateniente del pueblo. Esta confianza familiar se prolongo años después con la heredera de Barbas y el hijo varón de Florencio, ya en nuestros días. Barbas era presidente del partido Conservador en Higuera como ya comentamos en otro artículo anterior.

Para ayudar a su familiar Bonoso Lara Mercado ante la nueva situación personal, Francisco Martínez Lara “Barbas” que conocía a Teresa “La Rusa” le presento a Bonoso, que pronto fue nombrado preceptor de Eduardo, el hijo de Teresa, gracias a la buena formación que los estudios del seminario le habían proporcionado y convertido en poco tiempo en maestro y letrado. Bonoso facilitó la mejora del capital a Teresa con el ejercicio de su profesión de letrado y años después terminó casándose con ella. El matrimonio no tuvo descendencia dada la edad de la consorte.

Eduardo Dolkowsky Dueñas, había nacido en 1899 en La Laguna, Isla de Santa Cruz de Tenerife en las Islas Canarias. Fue detenido en Andujar y muere en una de las sacas y fusilamientos que realizaron desde Andujar en dirección a Villanueva de la Reina. En el texto:”La Guerra Civil en Jaén” aparece en la relación de fusilados el 27 de Agosto de 1936 a la edad de 37 años, fusilado  junto a Francisco Funes Pineda (propietario de Porcuna) y José Garzón Garzón (natural de Andujar, abogado y juez municipal.) en un lugar de la Carretera que comunica Andujar con Villanueva de la Reina. (Información tomada de Sánchez Tostado, L. M. La Guerra Civil en Jaén. 82 Páginas. Censo de victimas derechistas, página 8.)

Bonoso Lara Mercado en esos azarosos años, ante el peligro que suponía el antecedente de  haber sido seminarista, persona conocida por su ejercicio de la abogacía y creyente practicante en una Andujar republicana, tomo la decisión de marcharse a Madrid, y así poder diluirse de su pasado religioso y del presente de creyente practicante en una gran población; pero fue detenido en su domicilio, apresado  “por ir a Misa”, cayó en poder de las Checas madrileñas desde donde fue enviado y fusilado en Paracuellos del Jarama, por una orden firmada por Santiago Carrillo Solares, de lo cual hay constancia.


Página 403 del libro Paracuellos-Katyn, donde aparece una de las ordenes donde eufemísticamente se decía que los ahí relacionados iban a ser puestos en libertad cuando en realidad iban a ser sacados de la cárcel para ser fusilados.

 Libro Paracuellos-Katyn del autor Cesar Vidal, donde aparece Bonoso Lara Mercado (en la lista aparece con el nombre de Donoso en lugar de Bonoso) como uno de los fusilados en Paracuellos con el número 1904 de la relación numérica en página 355 de un total de 4021 integrantes de la relación, que concluye en la página 375.

En la columna de la derecha, del documento siguiente, en tercer lugar aparece Lara Mercado, Donoso, con número de lista 1904; es evidente la sustitución de Donoso por Bonoso en el nombre, se entiende una errata del autor o del texto original. Es la página 355 del libro referido.  El número total de la lista es de 4,021. El número 1 comienza por Abad Cascajares, Pascual y el número 4021 corresponde a Zuzuarregui y de Sorto, José Mª de




Teresa “La Rusa” no fue perseguida en Andujar y murió por los años 50; años antes había muerto su hermana. Manuel Lara Mercado el pequeño de la familia, recibió en herencia la parte ganancial del matrimonio Bonoso y Teresa, por testamento de Bonoso; con lo que desde entonces y gracias a esta herencia fue apodado como “El rico nuevo”. Teresa y Bonoso fueron los padrinos de boda de su hermano Manuel y de bautismo de la hija primogénita. Quizá algún día habrá que hacer un trabajo sobre los apodos de Higuera de Arjona, bastante abundantes.




Granada del 21 de enero al 19 de febrero de 2013.
Días del Ochocientos cuarenta y tres aniversario del Terremoto de Andujar de 1170.
                Pedro Galán Galán


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