PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

domingo, 28 de julio de 2013

BUSCANDO ATALAYAS - III

Buscando atalayas (parte III):

Intentando seguir los pasos que nuestro personaje, escritor del Memorial Histórico Español, pudo desarrollar en los años pasados, me acerco en esta ocasión hasta la llamada “Ruta de Los Torreones”. Casi toda ella discurre por tierras del término de Torredelcampo: Me estoy refiriendo al Castillo del Berrueco, La Torre Olvidada, La Muña, El Castil o Casa Fuerte. Son todos éstos unos lugares entrañables y evocadores del recuerdo de tiempos pasados, pero a la misma vez causan tristeza por tener que ofrecerse en el estado en que se encuentran.

Si recordamos el artículo del “Castillo Moro”, en él mencionaba la relativa cercanía con la Fortaleza o Castillo del Berrueco. Una vez tomamos ruta en esta encrucijada de caminos, nos encontramos con una serie de construcciones, casi todas ellas levantadas entorno al S.XIII.

Jaén fue conquistada por Abdelazib, en el 713. Los almorávides la incorporarían a su imperio en 1.091 y los almohades la ganarían en 1.148. Los árabes la llamaron Yayyan: era una zona abundante en agua, procedente de sus ríos y manantiales. Engendraba una gran cantidad de cultivos, y era famosa por su manufactura en textil y utensilios domésticos de madera, que se exportaban a Al-Andalus y el Magreb. Al-Sagundi la describía con estas palabras: “Yayyan es la ciudad del Al-Andalus con la que ninguna otra ciudad puede ser comparada en abundancia de cereal, número de valientes soldados y fortaleza y solidez de sus murallas”.
Jaén proviene de lo que los árabes llamaban Kiurin, Gien o Geen: “Camino de caravanas”. Esto se debía a su extraordinaria situación geográfica: paso obligado entre Córdoba y Toledo, y entre Córdoba y Tudmir.
(Datos recogidos de http://www.yayyan.com).


Situación de los distintos lugares mencionados en este artículo (imagen de Google maps):

Dado su potencial en agua hizo que se desarrollaran huertos y vegas para los que se construyeron numerosas albercas. Todo esto nos viene a dar a entender por qué pudieron tener lugar estas construcciones a veces tan cercanas físicamente: La distancia entre La Muña y El Castil a penas puede sobrepasar los dos kilómetros. Hay que tener presente que a los pies de ambas pasa un arroyo salado, además de las fuentes naturales próximas a estos lugares.
Torre de La Muña al fondo.


El Castillo Rural, que así se denominarían estas construcciones, tiene su descendencia en la “villa romana fortificada”, de tiempos de Bajo Imperio Romano, adaptándose a la “alquería murada musulmana”.  Este tipo de construcciones fueron muy típicas en nuestra provincia (Reino de Jaén) después de la conquista y repartimiento de las tierras a los musulmanes, que llevaron a cabo los reinos de Castilla y Aragón. Los nuevos propietarios cristianos fortificarían sus haciendas situadas en las zonas fronterizas.

La mencionada Torre de La Muña, se encuentra situada en una pequeña meseta sobre un altozano de la zona.  Es una robusta torre de superficie cuadrangular, con dos plantas y bóvedas apuntadas. En los alrededores existen restos de murallas de fortificación, bastante atenuadas por la existencia de construcciones más recientes.

La Muña avistada desde lo más alto de la Torre del Castil.


Estas dos últimas fotografías corresponden también a La Muña, realizadas desde el enclave donde se encuentra.

Otro de estos Castillos Rurales es El Castil. Se encuentra un poco más al Sur del mencionado anteriormente, como a unos 2 y pocos kms.

Letrero informativo que nos encontramos al acceder al camino que nos lleva a este conjunto de construcciones: unas más antiguas situadas sobre el antiguo castillo y otras más actuales, que sirvieron de cortijos en época más reciente.


La serie de casas-cortijo es espectacular por el número que las componen, pero no menos por su edificación en sí: muestran la cantidad de personas que se asentaron aquí para poder llevar adelante sus vidas. Llama enormemente la atención la reconstrucción llevada a cabo sobre el antiguo torreón árabe. Se aprecia no sólo los vestigios del mismo, sino también los restos de las antiguas murallas y resto de castillo de tiempos anteriores. Hoy, por desgracia, están en estado bastante crítico.

En esta otra fotografía podemos ver la superposición de lo edificado con posterioridad.  Los que aprovecharon esta torre inicial culminaron con un tejado a dos aguas, el cual se puede apreciar con detalle.

Se levanta majestuosa sobre la superficie que pisamos; pero si grande se aprecia desde aquí, más aún lo es cuando estamos paseando su interior: sus muros, sus escaleras y recovecos se hacen interminables.

He aquí algunas de las vistas que podemos obtener desde el interior de esta torre:


Vistas desde sus balcones o ventanas.

Estas son las escaleras que nos llevan hasta lo más alto de la Torre (vistas desde arriba).


En esta otra fotografía apreciamos el final del muro y fortificación.

Un poco “al margen” de esta torre nos encontramos con la edificación aledaña cuyas dependencias nos transportan a tiempos remotos: tan sólo el hecho de entrar por estas estancias nos dan una sensación de estar en otra época.


Acceso principal: vemos el banco (realmente son bancos, puesto que hay otro con anterioridad a éste) que se sitúa a la derecha, al fondo el acceso que comunicaba con el resto del patio amurallado, y a la izquierda, el paso a las cuadras, aprovisionadas de abundantes pesebres y cantareras.
Acceso a la cuadra: se trata de una pequeña estancia que hace de comunicación, y donde encontramos varios soportes para los cántaros de agua.

Cuadra con pesebres.

Aunque actualmente a muchos de nosotros se nos ha olvidado ya el uso de “las bestias”, tan sólo hace unos pocos años atrás, estos animales eran la “mano derecha” del hombre. En cada cortijo y/o casa existía un lugar destinado a estos animales que toda la vida han supuesto para el ser humano una gran ayuda en las labores agrícolas.
Hoy en día nos parecería repugnante tener a nuestro lado estos animales, pero sin embargo este hecho era habitual hace “unos días”. Es más…a veces, los dormitorios familiares se situaban sobre la cuadra, separados por un techo-suelo de madera, para aprovechar el calor que estos animales desprendían, y así tener una preciada calefacción en los malos días de invierno.
Ocurría también frecuentemente, que el animal pasaba por parte de la vivienda para acceder hasta las cuadras. Precisamente, durante la visita a esta serie de Torreones o Castillos, pude comprobar cómo otro pequeñísimo cortijo que se encuentra por la zona estaba compuesto por una “diminuta” cocina con su chimenea, un pequeño dormitorio a la parte derecha de la entrada, y pasando por esta cocina, al fondo, se situaba la cuadra y el pajar. Puedo asegurar que le correspondía tanta vivienda al mulo como la familia que habitaba la casa. Bueno, …realmente todos ellos la habitaban.

Dado lo dicho, el pajar, era otra parte indispensable de la casa: ahí se almacenaba el alimento para ese animal de ayuda. En muchas de las ocasiones, este almacén se situaba en la parta alta de la casa, en una segunda planta (de esta manera se evitaba la humedad). La paja se solía subir desde el exterior a través de una pequeña cavidad que se le llamaba piquera. Este material que estamos tratando no sólo se empleaba para alimentar al animal, sino que también servía para el acondicionamiento del establo. Tanto los sobrantes del alimento consumido por “las bestias”…como lo empleado para el acondicionamiento, proporcionaban el abono que más tarde se utilizaría en las siembras: Sin duda, …esto sí que era natural.

Al día de hoy, estos animales de ayuda casi han desaparecido, y con ellos los establos y los pajares. Ahora podemos ver naves con alpacas apiladas, y los animales que antes fueron el apoyo diario del ser humano, hoy han pasado a un ámbito más bien lúdico.

Paso a exponer otras fotografías que muestran otros apartados de este feneciente edificio con siglos de antigüedad:

Este es el espacio que nos encontramos tras pasar el zaguán (palabra de origen árabe). Desde aquí se repartía el paso a las distintas zonas de la casa-fortaleza: establo, patio y pajar, bodega, segunda planta, etc. …Que ahora veremos un poco más detallados.
Podemos observar también la existencia de un banco realizado con piedras de mampostería, aprovechando una elevación rocosa que se encuentra bajo el mismo. En muchas de las ocasiones, este banco, era también la cama del mulero.
Este era el acceso a la bodega …provista de sus alacenas. A su derecha se observa “la gatera”: oquedad por la que se daba paso a los felinos (gatos) que convivían en la casa, y que eran unos fieles ahuyenta-roedores.

Salón o estancia provista de una gran chimenea: los bancos se adentran hasta debajo de la misma, para aprovechar el máximo de calor mientras existiera la lumbre. El deterioro es evidente.


Estos soportes de cántaros también se encuentran en esta habitación. En este caso podemos observar como existieron dos niveles de cantareras: la de arriba ha desaparecido en parte.
En la visita al Castil, me resultó enormemente llamativo ver tantísima cantidad de cantareras: por toda la casa-fortaleza se repartían este tipo de soportes.
…Volviendo a tiempos pasados, cabe meditar que no existía la red de agua potable de la que hoy disponemos. A veces no echamos cuentas de la importancia que tiene este elemento tan indispensable para la vida, pero en aquellos tiempos en los que no se disponía nada más que de esos cántaros, que había que llenarlos en el arroyo o manantial más cercano, era indispensable tener un buen almacén del líquido esencial. Por otro lado, esto da testimonio de la cantidad de personas que tuvieron que alojarse en este lugar.

Se podrían mostrar muchas más fotografías del interior de esta fortaleza, pero con éstas queda patente lo que este lugar pudo ser en sus días. Así que me despido con esta otra realizada desde el acceso a la bodega, desde donde podemos ver de nuevo la entrada al establo (al frente), al patio (a la derecha), … y el zaguán (a la izquierda).


Creedme…que estando en este lugar…casi aún se pueden escuchar los pasos de las personas, …sus comentarios, …el chasquido de los muleros a sus mulos, el taconeo de las herraduras, …y esas tertulias que tan frecuentes eran tras el día del cansante trabajo en el campo.

No nos viene mal echar una vista al pasado para poder comprender nuestro presente.

Este es el final del recinto amurallado…que pareciera que ese palo lo estuviera aguantando para nosotros ante el paso del tiempo.

Como menos…espero que esto sea (aunque no lo quisiera en verdad) …con el tiempo…un legado para los que no pudieran presenciarlo.

En otro próximo artículo continuaré con La Torre Olvidada y El Berrueco.

Juan José Mercado Gavilán.
Lahiguera a 28 de julio del 2013.


7 comentarios:

Miguel Angel dijo...



Está muy bien trazado y planteado , me ha gustado esta "visita" que has planteado . Gracias

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

En la provincia de Jaén existen unos cuatrocientos castillos, recintos, torres, murallas y alquerías fortificadas. El número de los que existieron pero no dejaron testimonio histórico o arqueológico es posible que supere con creces esta cantidad. Lamentablemente, de estas fortificaciones sólo quedan hoy restos de unas ciento cincuenta, algunos de ellos tan deteriorados que son difíciles de identificar.
La labor de recogida y estudio la inició el arqueólogo Martín Jimena Jurado quien en 1635 se propuso dibujar los castillos de Jaén pero sólo estudió una decena de ellos. Estos parajes actuaron de frontera entre el Reino de Granada y Castilla. Esta tierra de frontera careció de límites exactos hasta después de la conquista de Granada (1492). Estas circunstancias hicieron necesaria la articulación de una compleja red de defensa y fortificaciones. No deja de ser significativo para nosotros que la ciudad de Andujar era la llave de la baja Andalucía. Los cristianos, cuando conseguían apoderarse de una fortaleza musulmana, reconstruían lo que habían destrozado y ya tenían su castillo. Claro que aquellos habían hecho lo mismo con los visigodos, y éstos con los romanos y así sucesivamente. El reino nazarí estableció un sistema de fortificaciones de naturaleza ecléctica, síntesis de la monumentalidad almohade y cristiana. Al principio persisten las formas cuadradas en torreones (Arenas, Bélmez, Huelma), tipología propia de la construcción en tapial, aunque se emplee mampostería. Esto revela cierta torpeza de los constructores musulmanes que no acaban de asimilar la forma cilíndrica ideal para el torreón de mampostería a pesar de que la arquitectura paleo islámica la había empleado desde siglos atrás.
Observamos en las obras fronterizas nazaríes el aprovechamiento de riscos y peñascos inaccesibles para construir fortalezas baratas y fáciles de defender, aunque algo incómodas de mantener. Esta había sido una característica de la fortificación cristiana del período anterior que Granada asimila porque las finanzas del reino no permiten continuar la suntuosa construcción almohade excepto en la capital.
Cordiales saludos, Pedro Galán Galán

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

Según deduzco de las lecturas, al principio persisten las formas cuadradas en torreones, pero luego se impone la forma cilíndrica más adaptable a la obra de mampostería. Aparecen dos tipos de atalayas. Las más antiguas, algunas del siglo VIII, son de factura árabe, construidas de mampostería, con piedra irregular, de forma cilíndrica, planta circular con diámetro de unos cinco metros y altura total a las almenas.
Las obras fronterizas nazaríes aprovechan riscos y peñascos inaccesibles para construir fortalezas baratas y fáciles de defender. Esta había sido una característica de la fortificación cristiana de la época anterior.
La inmensa mayoría de los restos de los castillos y torreones datan de tiempos medievales, especialmente de la segunda mitad del siglo XIII, pero frecuentemente se alzaban sobre ruinas de fuertes más antiguos, de modo que distintas épocas y distintas concepciones de la construcción militar se funden a menudo en un mismo monumento y no siempre resulta posible diferenciarlas. En cualquier caso podemos establecer una esquemática división de los períodos de fortificación observables en nuestra provincia. Se comenzaría con la fortificación berebere a partir de la fecha simbólica de 1125. La fortificación berebere se caracteriza por la introducción de una serie de recursos desconocidos o poco conocidos hasta entonces en Occidente. Entre ellos cabe destacar el uso del antemuro o barbacana, parapeto más bajo que protege a la muralla principal y dificulta las labores de mina, zapa y la aproximación de cualquier máquina al muro. Además creaba una doble línea de fuego delante del atacante. También emplearon los beréberes torres albarranas o separadas de la muralla y unidas a ésta por un puente o muro de piedra. Las albarranas aumentaban las posibilidades de flanqueo que la torre adelantada tiene y cubrían los puntos más débiles del muro. El empleo de albarranas octogonales en los ángulos de la muralla caracteriza a la fortificación almohade. La famosa Torre del Oro de Sevilla (fechada en 1220) es una albarrana almohade dodecágona que defendía el puerto de la capital andaluza. Otra construcción característica de los beréberes en Al-Andalus es el castillo cuadrado o rectangular con los ángulos protegidos por torres redondas.
Cordiales saludos, Pedro Galán Galán

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

En la época califal, cuando la rebelión muladí de Ibn Hafsun, la tierra de Jaén se caracterizó por la cantidad de señores rebeldes “encastillados” que hubo en ella. De muchos de aquellos castillos, que serían de tierra y madera, se ha perdido por completo la pista.
En cuanto a los materiales de construcción se puede señalar un empleo muy extendido de fortificaciones de tierra: fosos y taludes, a veces en zig-zag y coronados de estacada. Estas defensas de tierra son a menudo suplantadas por construcciones posteriores.
La madera debió ser muy usada en fortificación, antes del siglo XIII, aunque por razones obvias sus restos arqueológicos son escasos. Se presenta a menudo asociada con la fortificación de tierra.
El tapial, que utiliza encofrado o cajones de madera, es unas veces de tierra y barro y otras de mortero de cal y arena (calicanto). Lo usan los romanos y en época medieval la arquitectura califal y la berebere.
La piedra se emplea en forma de sillar o de mampostería. Hasta el siglo XIII abunda en los castillos cristianos. A partir del XIII se adopta también en casi todos los musulmanes. Se advierte la mutua influencia de la construcción cristiana y musulmana. La diferenciación almorávide-almohade no parece que deba hacerse sobre los materiales, que son en los dos casos extraordinariamente parecidos, sino por la tipología. El torreón almorávide raramente excede los 4.50 m. de fachada, mientras que los almohades suelen ser de volúmenes más generosos y divulgan innovaciones tipológicas muy importantes: barbacanas, puertas acodadas, corachas y otras importaciones bizantinas.
Cordiales saludos, Pedro Galán Galán

Manuel Jiménez Barragán dijo...

Los animales de labor eran considerados casi como miembros familiares. Se les daba un cuidado y tenian una dedicación exquisita. Hasta el extremo que, en épocas de labra y para que los animales estuvieran bien alimentados, se les daba de comer en las primeras horas de la madrugada.
En nuestro pueblo se cuenta una anécdota, no sé si será verdadera, de una mujer que recientemente se había quedado viuda. Los vecinos la oían por la noche gritar:
Juan, si es verdad que los muertos se presentan, preséntate y echa de comer a los mulos.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

La fortificación preislámica data de los tiempos ibéricos y romanos, se organiza en dos tipos de construcciones: los “oppida” o cerros fortificados de fácil defensa, que dominan tierras agrícolas y caminos constituyendo ciudades; y los recintos o castillos, por lo general cuadrangulares, de reducidas proporciones, datables entre los siglos V y III antes de Cristo.
Sobre esta base, heredada de la antigüedad y continuada por los visigodos, se proyecta la fortificación paleo islámica. En un contexto histórico de frecuentes sublevaciones y guerras civiles crece anárquicamente una serie de fortificaciones de menor entidad, hoy difíciles de identificar.
En sentido estricto los primeros castillos medievales de Europa fueron los que construyeron los musulmanes en la Península ibérica. El califato de Córdoba adoptó para la defensa de su territorio frente a los núcleos cristianos del Norte, el sofisticado sistema que sus primos orientales habían copiado de Bizancio.
En la Europa cristiana el uso de la piedra en fortificación no se generalizó hasta finales del siglo XI. La rápida evolución que a partir de este momento y hasta el siglo trece vemos en la arquitectura militar europea se debe en parte a la influencia de la fortificación oriental (bizantina e islámica) que llega a Europa por dos canales: España y a través de las cruzadas que ponen a la aristocracia militar europea en contacto directo con las grandes fortificaciones de Oriente.
El uso de la piedra permitiría además una mayor variedad de formas y más ambiciosos volúmenes.
En esta época distinguimos tres períodos principales:
1. La época de los señores encastillados en tiempos de la rebelión muladí de Ibn Hafsun.
2. El primer programa coherente para un plan territorial defensivo en tiempos de al-Hakem (961-976), cuando se fortifica la línea del puerto del Muradal.
3. La época de los reinos de taifas en que el reino de Jaén es disputado por los taifas de Sevilla y Granada y comienzan las intervenciones castellanas (Alfonso VI)
Cordiales saludos, Pedro Galán Galán.

PEDRO GALÁN GALÁN dijo...

No hay que olvidar que en las tierras de Jaén abundan las fortificaciones prehistóricas que el vulgo ha venido asociando a los “castellones” de los moros. Otros pensaron que estas fortificaciones correspondían a las “torres de Aníbal” mandadas construir por los cartagineses. Es cierto que éstos emprendieron un ambicioso programa fortificador para salvaguardar los centros de producción minera y cerealista de Andalucía, pero siguieron el patrón de unas fortificaciones preexistentes que llamamos recintos. El origen último de muchos de estos recintos es posible que sea púnico.
La mampostería de que están compuestos estos recintos es de hechura muy variable. Algunas piedras alcanzan proporciones ciclópeas, como las de Larva, mientras que en otros casos son bastante menudas, como las de Ablir, en el camino de Bélmez a Bedmar.
Existen muchas vertientes de estudio sobre este tema, el profesor Rodríguez Molina ha recogido una interesante documentación sobre estos temas desde el punto de vista histórico y geográfico. Según este autor en la Sierra Sur y en la frontera con Granada se asentaban las correspondientes torres vigías o atalayas, vigilando las diferentes alineaciones defensivas y de comunicación.
Era todo un complejo sistema de vigilancia y muchas de ellas tuvieron plena vigencia en la época cristiana. Las primeras comunicaron a la población musulmana de Alcalá de Abenzayde, antes de su conquista por las tropas cristianas, con las ciudades más importantes del reino nazarí, Loja, Granada y Guadix. Esta red estaba compuesta por un conjunto de catorce torres, arruinadas o desaparecidas en su mayor parte. Las torres atalayas que formaron la frontera entre el territorio castellano y el Reino de Granada a partir de 1341 se conservan mejor. Son las situadas entre las poblaciones de Alcalá la Real, por la parte cristiana, y las de Montefrío, Illora, Moclín y Colomera, por la parte musulmana. Estas atalayas de frontera están compuestas por un total de veinticinco nuevas torres, de las que, mayoritariamente, se conservan importantes restos y algunas casi completas.

Cordiales saludos, Pedro Galán Galán