PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

domingo, 24 de marzo de 2013

BUSCANDO ATALAYAS - II

Buscando atalayas (parte II):

Siguiendo a la ya presentada primera parte, entramos en esta segunda, en la que trataré aquel torreón que ya mencionaba al principio de este “tratado” y que no llegué a mostrar por no alargar el artículo.

Recuerdo lo ya dicho: Se encuentra entre la cortijada de El Peñón y El Castillo de El Berrueco. Está cercano al Cerro de Valtodano, y por tanto a la cortijada de Miguel López (Mingo López).


 Puesto que no disponía de más información de esta atalaya, que la ya expuesta, he preguntado a una persona que “se vio crecer” por esos términos (Diego Angulo, “EL Salinero”), y los datos que me ha dado son los siguientes: El paraje es denominado “Haza Las Liebres”, y el cerro “Las Torrecillas”; al parecer siempre le llamaron “El Castillo Moro”. Mis agradecimientos a Diego por esta información.

Pongo unas imágenes que nos muestran el ámbito de comunicación de los distintos enclaves:






Con estos esquemas nos hacemos una idea de cómo se comunicaban desde las distintas torres vigía. Además, desde La Torre de Mª Martín, tenían comunicación con La Ventosilla y Fuentetétar (en algunos mapas, Fuentetéjar), donde se encuentran otras ruinas de castillo, similar al del Berrueco, engullidas por la construcción de un cortijo de época más reciente (aunque antigua). Esto será abordado en otra parte de este “tratado” D.M.

Tras la “ruta turística” realizada el sábado de ayer, nos disponemos hoy a visitar este referido torreón o atalaya, que en lo sucesivo lo denominaré tal y conforme siempre lo llamaron los que por aquellas tierras anduvieron y Diego nos refería: “El Castillo Moro”. El acceso lo hemos realizado desde la vía/carretera que nos lleva de Arjona, o Escañuela, hasta El Berrueco (JV-2338). Dada la circunstancia de que los caminos antiguos los hemos ido dejando perder, casi no nos queda otro remedio que acceder por aquí. Supongo se podría llegar también desde el camino, que desde la ctra. De Lahiguera a Jaén, antes de volcar hacia la Cañada de Zafra, nos sale a la derecha. El problema, insisto, es que los accesos están prácticamente perdidos, y si los hubiera, están poco transitables para un vehículo “corriente”. Si la visita se quisiera hacer “a pie” no habría ningún problema en hacerlo por este último acceso mencionado, teniendo una leve idea de hasta dónde tenemos que llegar: hace falta un poco de orientación.


Otro acceso sería desde la cortijada de El Peñón, llegando desde éste hasta el Cerro de Valtodano,  y desde aquí cruzar el arroyo hasta el cortijo de Miguel López. Antaño existió una pasada entre los mencionados, hoy …hay que buscar un paso improvisado entre los cañizos. Esto no sería posible si tal arroyo llevara agua.  En alguna ocasión hemos realizado este itinerario en Bici de montaña, pero en tiempo “de sequía”.


Cortijo de Miguel López y el Cerro de Valtodano al fondo. Se puede apreciar el camino que pasa a sus pies y que procede de las cercanías del cortijo El Peñón.

Voy a indicar, en este caso, el itinerario que hicimos en esta excursión. Por tanto trataré de dejar claro las desviaciones que debemos tomar desde la JV-2338: Justamente tras cruzar el puente del arroyo Salado (el mismo que posteriormente pasará entre Arjona y Lahiguera), giramos a la izquierda en el segundo camino que nos encontramos. El primero es el que nos llevaría hasta “Miguel López”, pero nos lo encontraremos cortado por una barrera. El siguiente a éste (el que debemos coger), es el llamado “Camino del Cerro Piedra Anguita” (supongo que este camino nos llevaría antaño hasta el cerro llamado Cerro Pedernales, pasando por Cortijo Largo (o Cortijo Losa, según Diego Angulo): puedo constatar que el pedernal o sílex es abundante por la zona, y posiblemente por eso tal cerro adquiriera ese nombre). 

El Cortijo Largo o Cortijo Losa (aunque se trata de un conjunto de varios cortijos)  actualmente tiene varios dueños, entre los que podemos nombrar: Juan Parras (Torredelcampo), Juan José de La Torre Colmenero (Jaén) y Diego Angulo Cordero (Fuerte del Rey – Lahiguera). Anteriormente fue propiedad de los mismos dueños del Cortijo El Peñón: Diego Colombo Tirado, de Torredonjimeno. Éste también era el propietario del Cortijo El Pintao. Casi todas las tierras de este paraje eran dedicadas al cultivo del cereal, excepto 120 cuerdas de Los Parreños dedicadas al cultivo del olivar. Posteriormente pasó a ser arrendado por Los Peñoneros, los mismos que también arrendaran el Cortijo del El Peñón. Dada la larga estancia de esta familia en el último cortijo mencionado adquirieron el apodo con el que hoy los conocemos en Lahiguera.



Cortijo Largo (o Cortijo Losa) avistado desde el Cerro de las Torrecillas.

Desde la JV2338 podemos divisar un pequeño cortijo que se encuentra a la vera de tal camino. Desconocía su nombre, pero Diego me ha confirmado que es llamado "El Cortijo de Piedra Anguita”. Desde éste, suele haber un carril descendiente que nos lleva hasta pasada la barrera del camino de “Miguel López”. Esta opción, por si se quiere llegar en vehículo. Nosotros (Juana y yo), optamos por llegar hasta lo más alto del cerro llamado Piedra Anguita, donde se encuentran las balsas de agua que toman el mismo nombre del cortijo al que pertenecen (Miguel López), y desde aquí, y “a pie”, disfrutando de un maravilloso paseo, nos dirigiremos hasta “El Castillo Moro” que nos espera.


Balsa de Miguel López. Ya se divisa al fondo el Cerro de las Torrecillas.


Otra vista del cortijo desde las balsas.



Vistas del Cerro de la Torrecillas, desde las balsas de agua.


Bajamos por la cara Este de las balsas situadas en el Cerro de Piedra Anguita para llegar al arroyo de Miguel López (vuelve a surgir la duda de cuál será el nombre original: Mingo o Miguel). En los mapas es nombrado como “Mingo” (se puede comprobar en el último mapa expuesto), pero, los que por estas tierras se criaron, siempre lo han llamado “Miguel”. A veces, la transmisión oral de los nombres de lugares, puede dar lugar a estos hechos. Cada cual lo llame como estime oportuno, pero al menos sabemos que podemos escuchar nombrarlo de dos maneras.


Esta otra desde el cauce del arroyo antes de comenzar a subir entre los olivos.


Una de las plantas que visten estos campos.


Vista desde el cerro de Las Torrecillas: Miguel López y Arjona al fondo.

Y por fin, al abordar el cerro, tenemos antes nuestros ojos lo que buscábamos: “El Castillo Moro”.

Me llama la atención varios detalles de este torreón (supuesta atalaya): su situación, y la superficie cuadrangular de su construcción. Aclarar, que las atalayas solían realizarse con superficie circular, para ahorrar en material y mano de obra, ya que se trataba de darle utilidad para la vigilancia, nunca pensando en ser habitadas.  Pero lo que más me intriga es el por qué lo construyeron en una de las laderas de esta elevación, y no en lo más alto como suele ser habitual. ¿Acaso pudiera ser para hacerla pasar desapercibida desde ciertos lugares de visión?. Verdad es que, a pesar de estar semi-escondida, cumple la función perfecta de comunicación con los lugares expuestos anteriormente.




En estas otras fotografías hacemos acto de presencia, ante todo, para que se pueda comparar la dimensión de la torre.

Otras imágenes tomadas días después desde el paramotor:


Sobrevolando la cara Sur del Cerro de las Torrecillas.


Esta otra realizada a unos 60 metros de altura.
En esta fotografía se aprecia lo que antes comentaba de su situación en la orografía (realizada a unos 150 metros de altura).


Días más tarde del comienzo de este artículo, y de la información inicial aportada por Diego, me llegó un mensaje de José Pascual, su hijo. Pongo el texto tal y conforme lo recibí:
“Hola, Juanjo, me ha estado comentando mi padre, que la torre era como un castillo, y que cuando estaban haciendo la carretera de Jaén, para recoger las piedras ponían barrenos y con los mulos se las llevaban en los serones; y había una cuadrilla de picapedreros, que iban partiendo las piedras y repartiéndolas por toda la carretera. Espero que te sirva esta información.”


Por supuesto que me sirve la información: Esto aclara las dudas que me surgían respecto a la base cuadrangular de la torre y de su situación respecto al cerro. También ahora entiendo por qué le llamaban “El Castillo Moro”, y no “la torre” o “atalaya”. Es una verdadera lástima que estas atrocidades se hayan cometido contra nuestro patrimonio. No sólo destruyeron casi en su totalidad ese “Castillo Moro”, sino que también se “llevaron por delante” un poblado neolítico que existió antes que este castillo.


Aunque un poco cabizbajo por esta información que nos proporciona Diego antes de concluir esta parte, continuaré con lo que tenía en mente aportar.

Días más tarde (1 de marzo del 2013) volví a visitar “El Castillo Moro” tomando otro itinerario que ahora mencionaré, si bien tengo que decir que dejé el vehículo a la vera de la carretera que nos lleva hasta Jaén. Por esta zona nos pilla más cerca a Los Higuereños,  pero vuelvo a recordar que en época de abundantes lluvias es dificultoso cruzar los distintos arroyos que nos encontraremos yendo a pie (hoy he preparado buenas “zarpas de barro”, …término muy de nuestro pueblo).


Indicaré en el siguiente mapa el itinerario seguido:


Comienzo esta andadura por el camino que nos lleva hasta el Cortijo del Higuerón. Antes de llegar al mismo, nos encontramos con este pequeño altozano donde hace unos dos milenios aproximadamente hubo una “casilla” romana y sus moradores. Podemos ver la presencia de las tégulas que fueron utilizadas para sus tejados, así como restos de ladrillo y de cerámica de “terra sigillata”.


 Camino hacia el Cortijo del Higuerón, donde podemos encontrar los restos de esta pequeña casa romana.


Cortijo del Higuerón.

Pasando el mencionado cortijo, y una línea de trasporte eléctrico de alta tensión que podremos ver cruzando sobre el camino, comenzamos a descender hacia el primero de los arroyos que nos encontraremos.


Durante este descenso, y cambiando de lo que se suele ver actualmente en nuestros campos, nos encontramos con esta siembra de trigo (me vienen al recuerdo las palabras de aquel aventurero viajante del S. XIX : …“tierra de pan llevar”…refiriéndose a las siembras abundantes de cereal)  y avistamos El Cerro de las Torrecillas, donde se encuentra “El Castillo Moro”.



En las cercanías del arroyo nos encontraremos dos restos de cortijos con un pozo artesiano entre ambos. Por debajo del primero de ellos nos encontraremos una pasada que nos servirá para cruzar el arroyo (se puede apreciar en la fotografía):
Cortijo de Paz Angulo Cordero.


Este es el referido pozo, el cual no pude fotografiar desde otro lugar debido a que todo su alrededor estaba “achortalado”. Como podemos ver, el agua casi se derrama por su boca.

Me informa también Diego Angulo, que este pozo lo realizaron los vecinos de los dos cortijos, entre los que se encontraba él mismo (Paz Angulo es la hermana de Diego, quien heredó esta construcción). Me decía que su profundidad era de unos 7 metros, y que su agua era dulce. Añadir que existía otro pozo en el cortijo de Pedro Cano cuya agua era más dulce que la de este que vemos en la fotografía. El otro pozo, si aún existe, no llegué a verlo. Muchos pastores de aquellos años (Joaquín y José, de Lahiguera) iban a abastecerse de agua a este pozo que vemos en la instantánea. Tanto los cortijos como el pozo, los he situado en uno de los mapas mostrados anteriormente.

Una vez abordado el primer arroyo y subir hasta la siguiente elevación, obtengo de nuevo otras vistas del paraje:



Desde este segundo cerro desde el que he realizado la fotografía, tendremos que descender de nuevo para encontrarnos el segundo arroyo, y tras cruzarlo, subir finalmente hasta los pies del torreón.

Ahora mostraré distintas fotografías indicando los lugares que señalaba en los mapas al principio de este artículo.
Podemos divisar, al fondo,  El Peñón.


Vistas de la Sierra de Jaén vestida de blanco (desde “El Castillo Moro”).


Al fondo, la atalaya de Cazalilla: otro de los puntos de comunicación.


Al fondo de esta otra fotografía, La Atalaya (torre) de Mª Martín.


Vista de la torre desde la cara que da al Poniente.

Paso a mostrar ahora parte de la flora que tiene cabida en el lugar, entre sus piedras.


Flor de jaramago. Uno de tantos que se encuentran a los pies de esta torre.




 Perejil "loco" o "silvestre".



La flora que existe en la zona será otro de los asuntos pendientes de abordar en este Blog. Hasta ahora, a quien he preguntado no ha sabido decirme el nombre lugareño de estas plantas (salvo las que se indican). Si algún lector pudiera proporcionar información, bienvenida sería.

Antes comentaba que también se había destruido un poblado del período Neolítico. Pues aquí muestro algunos restos de cerámica de tal época. Este tipo de cerámica es muy peculiar, y la podemos distinguir observando que no se utilizó el torno para realizarla, puesto que no se conocía; por tanto la veremos exenta de esos trazos (o pequeños surcos) que sí suele haber en la cerámica posterior a este período, realizada sobre el torno.
Cerámica neolítica encontrada en la ladera del Cerro de las Torrecillas.

Tomo el camino de vuelta. La luz que arroja el sol entre la nubosidad se va atenuando. “Congelo” unas últimas imágenes de los lugares visitados. No puedo evitar hacer esta instantánea intentado adivinar lo que vieron los habitantes de este cortijo, hoy al borde del final de su existencia.


Cortijo de Paz Angulo.


Los últimos resplandores del sol reflejados en las nubes que acompañaron la tarde.


El torreón que sobrevivió va quedando oscurecido por la sombra del cerro que lo alberga.






Se despide la tarde.

…y con esta fotografía digo hasta pronto a este paraje de la “Haza las Liebres”. Espero el vigía del Castillo Moro aún siga viéndome desde lo que queda de esta torre.

Añadir, que este mismo día, estuve deambulando todo este cerro, y en lo que pude observar, dada la cantidad de vegetación existente, no encontré parte alguna donde se apreciaran restos de muralla ni construcción. Tan sólo ha quedado el vestigio de esta torre.

Diego también me dijo que casi todos los cortijos cercanos se aprovisionaron de piedras de este lugar: Miguel López, Paz Angulo, Pedro Cano, etc. Incluso para la construcción del Cortijo La Paz, no tan cercano al lugar, se retiraron piedras de este cerro (ya con camiones). También para el muro que hace años existió en parte del perímetro de “La Era del Sevillano” (en Lahiguera) se requisaron piedras de este lugar. Recuerda Diego cómo cavaban en la tierra para entresacar las piedras talladas que existían en abundancia, sobre todo en lo más alto del cerro.


Al final, el único consuelo que me queda, es saber que tenemos una carretera (también cortijos y muros), cuyos cimientos (o paredes), están formados, en parte, por lo que fue “El Castillo Moro”  durante cientos de años atrás.

Saludos a los lectores de esta humilde morada de sentimientos.


Juan José Mercado Gavilán
La higuera a 23 de marzo del 2013.
Vuelo en paramotor sobre "El Castillo Moro":



Sobrevolando "El Castillo Moro" 15/02/2013. from kunkache on Vimeo.

martes, 12 de marzo de 2013

NUESTRA GENTE: Mama Chela.

MAMA CHELA:

Muchos de los cientos de caminos por donde, andando, peregrinaban los romeros de la Virgen de la Cabeza, convergían en Lahiguera. Eran los peregrinos que venían del sur, de Granada y Almería, de Málaga, de pueblos de Córdoba. Si cada camino, cada calle, era un rayo de luz, Lahiguera, como una lupa, los juntaba en la casa de Mama Chela, allí se unían en calor.
    Mama Chela era conocida en toda la comarca, en toda Andalucía. Aquella mujer buena, graciosa y picarona, acogía en su casa a todos los romeros, los cabones como se les llamaba, sin preguntar nada. Cuando se quedaba sin habitaciones, sin mantas, los metía en el pajar. Muchos peregrinos llevaban después restos de la honrada cama hasta el mismo Jándula, donde se adecentaban para estar presentables ante la Virgen.
Lahiguera aparecía a lo lejos acogedora, tierna y dulce; con sus paredes de rosco de baño blanco y su torre de fresa y canela. Al ver el pueblo, el niño suspiró; ya quedaba poco. No estaba acostumbrado a caminar tanto, tantos días.
-¡Dios os guarde! -saludo un campesino que, tras terminar la jornada volvía y, al verlos venir, se había parado para seguir con ellos el camino. Montaba una mula, otra llevaba de reata.
-¡Con Él estés! ¡Buenas tardes te dé! -contestaron respondiendo al saludo.
-¿El señorito se quiere subir? -preguntó el mulero ofreciendo una mula para el que vio más débil.
-¡Va andando, como todos! -contestó el que caminaba junto al niño. El higuereño asintió y ofreció agua de una botija, todos bebieron. Siguieron en compañía hablando de las incidencias del viaje. Cuando llegaron al pueblo les guió hasta la casa grande de Mama Chela.
La noche lamió el baño blanco de las paredes y el pueblo aparecía ennegrecido. La torre de la iglesia, perdida en lo oscuro, parecía que se había derrumbado; ahora ya no le podía tutear ni presumir al cerro de La Atalaya. Por el camino de Jaén se acercaban caballos presurosos, sables sonoros, voces de mando.
Las puertas de la casa de Mama Chela, presintiendo el frío del aldabonazo, apretaron sus maderas. La casa grande de Mama Chela tembló como si le hubieran disparado con un cañón. El corazón grande de Mama Chela se encogió. Cascos sonoros de caballos se oyeron estrepitosos acercarse y de pronto enmudecer, ante la casa.

Las maderas gimieron doloridas queriéndose salir de los pernios, era la primera vez que las golpeaban con una espada.
-¿Quién llama? -se oyó una voz de hombre desde dentro, voz fuerte y valiente. Era Salvador, el marido de Mama Chela; que si su mujer era famosa por su bondad él lo era por su fuerza, a nada ni a nadie temía.
-¡Un capitán del rey! -le contestaron con aspereza.
Cuando el dueño de la casa abrió la puerta, el capitán, sin mediar palabra alguna, entró seguido de cuatro soldados. La luz del candil que portaba Mama Chela proyectaba las sombras de los militares. Sombras quebradas, como lagartijas gigantes, se movían por techo, paredes y suelo; parecían monstruos prehistóricos dispuestos a devorar.
El niño dormía plácidamente. Mama Chela lo había tratado con deferencia al ver que llevaba ropas lujosas, que tenía modales exquisitos. Le había preparado una cama compuesta de sillas con los culos hacia adentro.
El militar se detuvo, Mama Chela levantó la luz para que lo vieran mejor y las sombras que arrojaban las llamas del candil se hicieron más pequeñas. El oficial dudó, como no queriendo despertarlo; al fin lo cogió en sus brazos, miró con agradecimiento a los dueños de la casa y salió con los soldados.
Los caballos se alejaron como de puntillas, sin cascos, sin sables, sin gritos. Salvador cerró la puerta, sopló la llama del candil y todo volvió a la paz de antes; largo tiempo quedó saliendo un pequeño hilo de humo que llenaba, como un incensario, la oscuridad de la casa de un entrañable olor a aceite quemado.
Habían pasado veinte años. Era el mes de abril, el Sábado de Romería. Mama Chela, ya muy anciana, se encontraba en el Cerro. Decía que ya era vieja, no iba a poder ver otro año a la Virgen y se quería despedir. En una yegua, mansa y blanca como una nube, la habían llevado.
-¡Mama Chela! -la llamaban y se volvió.
-No te conozco. ¿Quién eres tú? -respondió con dulzura la bondadosa anciana.
-Estuve en su casa, me dio de comer y me hizo una cama con sillas.
-¿Eres un cabón?
-¡Sí, soy un cabón! Nunca he vuelto a comer unas habas tan ricas como aquellas que nos mandó robar, y usted se enfadó mucho porque las cogimos de su campo.
-Tampoco me acuerdo de las habas, pero no me hace gracia -dijo soltando una carcajada. -Vuelve cuando quieras, ya soy vieja y las habas te las comerás crudas, pero no te faltará un sitio en el pajar donde dormir.
-Un día iré, otra vez a su casa, de cabón.
-¡A ver si es verdad! Creo que me acuerdo de ti, tu cara me suena.
-Yo nunca la olvidaré.
-Toma -se despidió la anciana dándole una moneda y dos sonoros besos.     
- Pásatelo bien y no te la gastes en vino, come algo.
La mujer se alejó seguida por los ojos del personaje, que había quedado como una estatua apretando la moneda en la mano.
-¡Mama Chela, Mama Chela! -la llamó, pero ya se había perdido entre el gentío. Se guardó la moneda, quemando como el sol de la tarde.

Luego se comentó que en aquella romería había estado el rey.

Del libro “Cuentos de la Virgen de la Cabeza”
Manuel Jiménez Barragán








lunes, 4 de marzo de 2013

LA NORIA DE LA HUERTA CANILES.

LA NORIA DE LA HUERTA CANILES EN HIGUERA DE ARJONA

Mención especial hay que hacer de la Noria de la Huerta Caniles.
La toponimia de los lugares que rodean el pueblo despierta la intriga del que curiosea en la historia, quizá el nombre de Caniles venga de unos antepasados de la rama de los Morales, que se sabe por referencias de la familia que procedía de Caniles, población de la provincia de Granada. Desde luego si uno acude a la guía telefónica no se encuentran personas con ese apellido en la lista en esa localidad hoy. Es posible que algún emigrado de esa población en su tiempo se hiciese de esa propiedad y fuese llamado por el topónimo de su pueblo y quedase la huerta como: “Huerta del tío de Caniles” y generase “Huerta Caniles” por abreviar.

1.- Parte externa de la Noria de la Huerta Caniles en Lahiguera

La nuestra es una noria con origen desconocido, hay opiniones que se inclinan a pensar que el origen bien pudo ser romano, en realidad durante la época romana la zona de demarcación del hoy pueblo de Lahiguera y término, estuvo muy poblada, se han registrado numerosos núcleos poblacionales entre los que podemos destacar al menos decenas importantes y de ello hay muestras por los numerosos restos arqueológicos encontrados. Confirma esta posibilidad la constancia de construcción de galerías subterráneas romanas en el mismo subsuelo de la noria, al igual que conocemos las galerías subterráneas romanas que cruzan en varias direcciones el cerro de la Atalaya y las salidas de agua en las llamadas “bocaminas”.

También hay opiniones en el sentido de atribuirle un origen árabe dado que este pueblo africano desarrolló tanto aprovechamiento de los recursos acuíferos y destaco por las innumerables norias construidas en toda la zona de Levante y Murcia, algunas felizmente muy conservadas y restauradas.

Al no disponer de documentación, los interesados en su estudio e informantes hacemos cábalas al tratar de acomodar los conocimientos adquiridos de las estructuras de otras norias supervivientes y su posible trasposición a la forma de funcionamiento de la nuestra.  El panorama que nos muestra hoy el pozo con esa gran piedra rectangular en la mitad de su perímetro también rectangular plantea una problemática añadida a sus orígenes, por el siguiente razonamiento: Si el origen fue romano no se hace compatible pensar, que salvo que el agua estuviese muy superficial, fuera factible acomodar a las dimensiones actuales un tympanum de Vitrubio, (imágenes 14 y 15), aunque el desconocimiento que tenemos sobre las técnicas utilizadas, nos hacen suponer la imposibilidad de utilización por la manera de acomodar la rueda vertical alrededor de esa piedra. Deduzco que ese mismo problema tenemos cuando tratamos mentalmente de colocar una noria tipo árabe con dos ruedas, sobre la piedra travesaño aludida, problema que vemos superado en la imagen 19 con la acomodación del anclaje de la rueda vertical en la piedra travesaño, (fotos:16,17 y 18). No era fácil construir el mecanismo de rueda y piñón que convirtiera el movimiento horizontal en un giro vertical, puede ser también que si el agua estaba profunda se hiciese una noria con apariencia de maroma descolgada, tal como se muestra en la imagen 8 y en la 19.

Respecto  a las galerías romanas citadas en el subsuelo de nuestra noria y Atalaya, tenemos las referencias de las ganäs árabes o minas excavadas en la roca que comunicaban los acuíferos subterráneos con los lugares de huertas. Su origen es iraní y en la actualidad hay tres ciudades que aún conservan este tipo de construcción son: Madrid (el Mayrit islámico), Marrakest y Teherán, por lo que tenemos antecedentes de su existencia como veremos en la imagen 25.

Como tampoco hemos realizado un estudio sobre la parte de construcción que permanece o ha sido renovada, no podemos decidir por los restos presentes, a nuestro juicio, cual es su origen. Los expertos lo dirán si encontramos algún estudioso y experto.

La nuestra debió ser en su origen una noria de madera con engranaje, (siempre han confirmado este punto y parece que permaneció con esta condición hasta su deterioro), estaba provista de una maroma, donde iban atados unos cangilones (envases de barro cocido de unos 4 litros de cabida), que al bajar al pozo cargaban y luego arriba al ponerse boca abajo, vertían el agua sobre una canalización hacia una alberca para convertir su entorno en un huerto jardín todas las estaciones del año. Esta noria, como todas las de las huertas en otros lugares, era movida por una caballería tapando los ojos al animal, como los caballos de los picadores de las corridas de toros, y llevaban unos arreos acoplados a un madero grueso para tirar de él, dando vueltas y más vueltas para poner en movimiento la rueda con maroma y cangilones. La noria era una máquina compuesta básicamente de dos ruedas dentadas, una que giraba en horizontal, de cuyo eje vertical salía una palanca de madera que movida por un animal, transmitía su giro a otra vertical instalada sobre la boca del pozo, la cual llevaba aparejada una cuerda circular (el volante) con vasos (cangilones) ensartados entre sí en una cadena sin fin, a través de unas barras de hierro que colgaban hasta el fondo del pozo. El giro de la rueda elevaba el agua hasta la superficie, descargándola dentro del volante en una especie de cajón (masera) que vertía el agua al reguero. Para evitar el retroceso repentino de la noria, debido al peso de los vasos cargados de agua, el engranaje que gira en sentido vertical llevaba una cuña de hierro, ligeramente curva llamada galga. Suponemos que nuestra noria funcionaría así en sus mecanismos, arrastrada por la fuerza motriz de asnos, mulas, o caballos. Para evitar que los animales que movían la noria pararan cada poco rato, se les tapaban los ojos, con motivo de que el animal no supiera si la persona que le arreaba estaba cerca o más lejos en algunas actividad paralela. Para que se mantuviera en el camino circular y no existiera riesgo de caer al pozo, se le colocaba un palo desde la cabezada hasta el soporte de la palanca, con lo que la distancia se mantenía estable en todo el recorrido de innumerables vueltas.

Hubo otra noria en el Chorrillo, podríamos decir que la hay aunque ahora está prácticamente ilocalizable, hace tal vez cuarenta o cincuenta años “Papolillo el cortaor”, Joselillo y Andrés de “Torrevuelto”, en el trascurso de la faena de la corta del olivar del Cañalizo, encontraron un hueco en vertical de diámetro algo mayor que el grosor de una pierna en su parte más alta, en el que metieron los palos de sus hachas y no encontraron tope, al paso que se agrandaba el agujero por el desprendimiento de la tierra de sus bordes y lo avisaron a Isidro Lara administrador de Don Antonio Parra (El Parreño), que ordeno taparlo de inmediato para evitar otros peligros mayores; es la  historia de la famosa leyenda de la “oliva de cuatro palancas” de la que se habla todavía por el ruido que  hacía el paso del agua en el subsuelo. Rafael “el Chorrillero” bien lo sabe, en otro momento hablaremos de ello. Rafael ha pasado la mayor parte de su vida en el Chorrillo. Cuando en una ocasión traje a colación a Joselillo esta referencia de “la oliva de las cuatro palancas”, él enseguida empezó a hablarme del hueco de la noria de Chorrillo y me refirió lo antedicho. Esta era una noria de la que tenemos información por el Catastro del Marqués de la Ensenada, en 1754 esta noria pertenecía a las monjas del convento de Santa Clara, de la misma congregación de las del monasterio de Santa Clara el Real de Jaén.
En el reverso de la página 681 del Catastro del Marqués de la Ensenada, que reproducimos, dice textualmente:

“que toda la tierra que comprende el termino de esta Villa, es de secano a exzepzion de un pedazo de seis Zelemines de regadio que hai en la huerta que nombran del Chorrillo Propia del Convento y monjas de Santa Clara el Real de Jaen, que se riega con agua de noria y produce sin intermisión hortalizas y que en este termino se hallan olivas y que ningunas de sus tierras producen a el año mas de una cosecha que son…”

2.-Reverso de la página 681 del Catastro del Marqués de la Ensenada referido a “La Higuera cerca de Arjona”

En época ibérica y romana por todo el término de Lahiguera hubo mucha población, como algún día publicaremos las villas romanas en el término de Lahiguera se cuentan por decenas. Con la caída del Imperio Romano nuestra población decae con la invasión visigoda. Es muy difícil distinguir objetos romanos de godos, la cultura romana era muy superior y ellos, aunque más poderosos en armas, se dejan "gobernar" por los hispanos. En los Morales apareció una hebilla visigoda, también monedas del Bajo Imperio; los godos siguieron bastante tiempo con la numismática romana. Hay otros parajes donde se dan parecidos hechos, lo visigodo se va diluyendo con lo romano.

Los godos debieron formar una minoría que se supone que empezaría a estar integrada en la sociedad hispano-romana. Su número de pobladores no ha sido precisado con exactitud por historiador alguno, pero los cálculos más fiables hablan de entre 150.000 y 200.000 visigodos instalados en toda la península, sobre una población que no llegaba al millón de hispano-romanos. Otras fuentes hablan de 80.000–100.000 visigodos sobre una población de cuatro millones de hispano-romanos. Recientemente se ha realizado un estudio arqueológico del poblamiento visigodo estimando una cifra para la población visigoda entre 130.000 y 150.000 personas, lo que representaría entre el 3% y el 4% de la población total hispana. Lo que deseamos poner en evidencia es que por el momento tendremos que esperar un cierto tiempo para que la investigación arqueológica avance y podamos definir con mayor claridad las áreas que estuvieron más o menos pobladas durante la época visigoda y las motivaciones tanto geográficas como climáticas que indujeron a elegir los determinados lugares de asentamiento.

Con la invasión árabe nuestra tierra no levantó cabeza. Aunque deduzco que si Cazalilla dio un poeta de la categoría del poeta cordobés Ibn Darräy, originario de Cazalilla (Jaén), considerado por los críticos árabes, tanto orientales como occidentales, como uno de los mejores poetas de habla árabe de todos los tiempos. Se puede pensar que igualmente en Figueruela habría asentamientos en alquerías  cercanas a los puntos de agua que nuestro pueblo ha mantenido durante siglos, y tal vez investigando encontremos algo parecido a lo que encontré recientemente sobre Ibn Darray. Únicamente trataré ahora de dar a referencia de este personaje ilustre de Cazalilla, para quizá algún día dar a conocer otros datos que reflejaran la importancia de su colección poética en lo que se refiere a la Historia de la España Cristiana que Ibn Darräy tuvo la oportunidad de conocer a través de su vida, larga y fecunda, que duró más de setenta años. En el curso de su vida, como poeta palatino, Ibn Darräy conoció dos períodos del Islam español bien definidos y perfectamente diferenciados. El primero es el que va desde su aparición en la corte del poderoso dictador Almanzor en el año 992 hasta el fin trágico de los “amiríes” con el asesinato, en el año 1008, de 'Abd al-Rahmin, hijo de Almanzor, conocido por Sanchuelo. El segundo está comprendido entre la fitna (guerra civil) que estalló en Córdoba como consecuencia  de la caída de los “amiríes” y la muerte de Ibn Darräy, acaecida en el año 1030, coincidiendo con esta época turbulenta de la vida hispano-musulmana, que hubo de terminar con la consumación del derrumbamiento definitivo del Califato omeya y la apertura de un nuevo capítulo de la historia del Islam español: el de los taifas.

En el primer período, Ibn Darräy llegó a ser el poeta oficial, quizás el de más prestigio y celebridad, de los “amiríes”, y así tuvo ocasión  de presenciar esta época brillante en la que el Islam alcanzó su auge militar y político en la Península Ibérica. Naturalmente, su poesía tuvo que reflejar fielmente la actividad que el famoso Almanzor y sus hijos 'Ahd ad-Malik y 'Abd al-Kahman desarrollaron durante sus respectivos mandatos, tanto en lo político como en lo militar. De ahí el interés que tienen las poesías panegíricas de Ibn Darray dedicadas a los “amiríes”, con motivo de sus campañas contra los reinos cristianos o bien en las embajadas intercambiadas con ellos, poesías que, aparte de su valor literario, constituyen una verdadera documentación histórica inédita, digna de suscitar el interés tanto de los que se dedican a la historia de la España Musulmana como de los deseosos de obtener más material sobre las relaciones cristiano-musulmanas en esta época.

Creemos que en nuestro pueblo subsistió un grupo árabe, quizá berebere, que compartía los recursos de aguas y frutos con los anteriores pobladores, el grupo de cristianos visigodos, año 415, (que vivían en Hispania desde el año 409, poco más o menos, hasta la entrada de los árabes en la Península en el año 711) y un grupo de judíos que vivían en esta tierra desde tiempos anteriores, y que como grupo de población resultaría insignificante ante la entidad de otras poblaciones que la rodeaban como la poderosa Arjona, y menos poderosa Andujar, que no se preocuparon de que cerca de ellos hubiera poblamientos árabes y cristianos en buena coexistencia, pues los árabes a cambio de impuestos dejaban a los conquistados seguir con sus tareas y costumbres, su libertad de culto, y posteriormente ese decaimiento poblacional en relación con tiempos iberos y romanos, se acentuaría con las persecuciones a los cristianos por parte de los “Ortodoxos árabes”… , de todo esto hablaremos otro día.

Toda la zona de la noria debió cambiar mucho con el paso de unas y otras culturas, al llegar lo repobladores castellanos implantan la poderosa Mesta. En la España medieval, durante la Reconquista, los reinos cristianos y musulmanes estaban separados por una franja de territorio que podía llegar a tener hasta 100 Km. de anchura, casi despoblados, pues era tierra de nadie sometida a continuas incursiones bélicas de los dos bandos. Lahiguera de aquellos años era territorio de frontera. En estas tierras no valía la pena labrar, porque las campañas bélicas se organizaban durante el buen tiempo, en la época de las cosechas, de modo que lo más probable es que, por unos o por otros, acabaran dadas al fuego o al saqueo de uno u otro bando.

La inestabilidad político-militar, es decir, la lucha contra el Islam, implicaba la necesidad de desarrollar la cabaña caballar y mular, es decir, la ganadería orientada a la guerra. Por su parte, la creación de establecimientos agrícolas resultaba poco atractivo en un contexto de continuas incursiones y contraincursiones, y de movimientos de tropas. Lo más seguro y rentable era criar ganado, que podía moverse al compás de estos ejércitos, o bien huir de ellos. La trashumancia con su necesidad de tierra era uno de los promotores de la Reconquista. A partir del segundo milenio empezó su verdadera importancia porque tenía un papel relevante en la "reconquista" del "Al Andalus", en la España Árabe. Pastores cristianos eran espías en el terreno de los moros, y además proveían de ingresos a los reinos cristianos con los productos ovinos. El impulso reconquistador cristiano, dejaba grandes extensiones de tierras a disposición de los repobladores del norte. Sin embargo, la densidad de población en los reinos cristianos septentrionales raramente fue alta, de manera que la incorporación de estas amplias extensiones, no implicó una intensa labor de roturación de las tierras. Para los medianos y grandes propietarios, la escasez de campesinos tributarios, hacía poco rentable la agricultura, por lo que tendieron a inclinarse por la ganadería, fenómeno que podría haberse potenciado aún más por los efectos de la Peste Negra que golpeó la Península en la segunda mitad del S. XIV.

Este territorio lo aprovechaban los pastores, cuyo ganado podía moverse de un lugar a otro, practicando la trashumancia, de modo que lo recorrían durante el otoño y el invierno (temporadas frías) y, en la temporada de campañas (primavera y verano), se refugiaban en las montañas del norte, más húmedas y que conservaban sus pastos durante el tiempo cálido, consiguiendo formar una ganadería muy importante. Cuando el rey Fernando III dio un gran impulso a la Reconquista (siglo XIII), incorporando a sus reinos gran cantidad de territorio y haciendo tributarios a los reinos "moros" que quedaban, la tierra de nadie se convierte en tierra segura tras muchos años, y los labradores roturan los pastos, prohibiendo el paso de los ganados que se comían las plantas verdes sembradas. Teniendo en cuenta que otra gran riqueza de Castilla es el trigo, los reyes (empezando por el sucesor de Fernando III, Alfonso X el Sabio) se ven en la necesidad de promulgar leyes para defender a unos y a otros, estableciendo caminos para el ganado entre las tierras cultivadas (cañadas, cuerdas, cordeles, etc.) para facilitar la trashumancia y el paso entre unos pastos y otros, generalmente situados en zonas de difícil roturación.
La Mesta como veremos ahora surgió como una necesidad del Reino de España (la palabra mesta proviene de mixta que significa mezclada). La Mesta era un gremio o asociación profesional de origen medieval que agrupaba a los ganaderos dedicados a la trashumancia de ganados. Desde finales del S. XII o principios del S. XIII se denomina mestas a las asambleas de ganaderos, pero la relevancia de esta actividad llevará a la fundación del Honrado Concejo de Mesta en 1273 por mano de Alfonso X el Sabio. Las mestas, nombre que inicialmente designa los pastos comunales, pero que acabó por dar nombre a las asambleas y asociaciones de ganaderos, cuya finalidad era organizar y establecer las rutas y áreas de pasto, evitar conflictos y dirimirlos, etc. En las asambleas se reunían dos veces al año para elegir cargos, dirimir contenciosos, elaborar leyes relativas al tránsito y recaudación de impuestos, etc.

Siempre que pienso en el tema de la Mesta, recuerdo a Juan Alonso de Rivas, el pastor de padres cristianos en reino nazarí, que se trasladaba desde Colomera (Granada) hasta Sierra Morena allá por el año 1227, y anteriores y posteriores con el ganado ovino. Cuando se le apareció la Virgen, Juan de Rivas era un pastor asalariado al servicio de un propietario ganadero de nuestra vecina ciudad de Arjona, quizá llegó con un rebaño suyo desde Colomera, y después se empleo con el ganadero de Arjona. El recuerdo se aviva cuando desde hace tantos años los peregrinos de  Colomera siguen haciendo el recorrido a pié, pasando por Higuera, como debió hacerlo su paisano Juan Alonso de Rivas a través del camino real desde Colomera a Andujar y Sierra Morena con su manada de ovejas.

3.- Alfonso X el Sabio.

 La Mesta se constituía en un gremio privilegiado, destacando de entre estos privilegios, el establecimiento de tasas máximas de arriendo de dehesas y pastos, medidas de presión conjunta e incluso cierta capacidad legislativa otorgada por el propio Alfonso X, al dar valor de ley aquellas decisiones tomadas en la asamblea de ganaderos relativas a su negocio. El rasgo dominante de la vida económica de la corona de Castilla en la Baja Edad Media era el predominio indiscutible de la actividad ganadera, fundamentalmente la ovina. La ganadería lanar trashumante contaba, desde tiempos de Alfonso X el Sabio, con una poderosa institución a su servicio, el
Honrado Concejo de la Mesta.

La trashumancia de ovejas, cuyas raíces se remontaban a tiempos arcaicos, experimentó una gran expansión en el transcurso de los siglos XII y XIII, al compás de la proyección hacia el Sur de los reinos de Castilla y León, lo que permitió incorporar extensos terrenos dedicados a pastizales. El traslado de la cabaña ovina se efectuaba a través de unos caminos especiales, llamados cañadas. Esta red enlazaba las Cabezas de Cuadrillas de la Mesta con las tierras de pastos, en las que los rebaños pasaban el invierno.

Los principales dueños de rebaños, es decir los ricos hombres, los establecimientos eclesiásticos y las Ordenes Militares, eran los mayores beneficiados de este tráfico. Las poderosas Órdenes de Alcántara, Calatrava y Santiago, contaban con extensas dehesas. Pero también se beneficiaba la Corona, a través de la percepción del servicio y montazgo, impuesto que los dueños de los rebaños debían pagar al trashumar y para el que se hizo necesario crear puntos de recaudación, los llamados puertos reales.

4.- Ilustración medieval que representa a un pastor de la Mesta con el ganado.

En Lahiguera había un Camino Real que, por lo que ahora interesa, pasaba por el Charcón, la noria de la Huerta Caniles quedaba incluida en el citado Camino Real, como también lo estaban toda la zona de las Cuevas y continuaba tanto en la dirección a Andujar como a Jaén. Oíamos de niños contar que el dueño de la tierra colindante puso en el camino olivos y poco a poco se extendió su propiedad, aunque se aprovechó de una tierra que no era suya, porque pertenecía al Camino Real o a la Mesta. Las Cañadas o  vías pastoriles que cruzaban varias provincias tenían una anchura  de 75 metros (aprox. 90 varas), los Cordeles eran las vías pecuarias que concurrían a las cañadas y ponían en comunicación dos provincias limítrofes, siendo su anchura de 37,50 metros (aprox. 45 varas) y las Veredas eran los caminos de carne que ponían en comunicación varias comarcas de una misma provincia y su anchura no superaba los 20,89 metros (aprox. 25 varas). Además de estas servidumbres ganaderas había otras conocidas como pasos o ramales. Esta red comprende también una serie de elementos complementarios; entre ellos fáciles de encontrar están los abrevaderos; existen también descansaderos de tamaños variables según cada caso y otros como son majadas, contaderos, esquiladeros, tainas, chozos, puentes, ermitas, mojones o carteles indicadores de Vía Pecuaria. Además a lo largo de las cañadas reales encontramos elementos singulares como son los berracos. Estas esculturas que representan a toros, aparecen en localidades junto a algunas Vías Pecuarias. Se remontan estos berracos a tiempos de los celtíberos, su presencia es controvertida pero posiblemente tengan relación con la actividad ganadera y sus rutas migratorias.

5.- En el mapa podemos observar las principales Cañadas Reales de Castilla y sus equivalentes en los otros reinos españoles. En el mapa podemos apreciar como la de la letra I es la que nos afectaba a nosotros procedente de la provincia de Cuenca, cruza Ciudad Real y llega al Valle del Guadalquivir en Jaén. Cuando llegaban cerca de sus destinos, había toda una serie de caminos menores, con diversos nombres según su importancia: cuerdas, cordeles, etc., para repartir el ganado por las zonas de pastos. La Cañada Real Conquense discurre por las provincias de Cuenca, Ciudad Real y Jaén.

Todos sabemos la anchura que tenían los caminos reales y lo poco que queda de ellos. Parece que todo lo que es hoy la Cuesta Cabrera hasta la actual Fuente de los Grifos era un "descansadero"  de los ganados que circulaban por los diferentes términos municipales de “Las Españas” ante los beneficios de circulación que concedieron los reyes a la Mesta y lo que el pago de los propietarios de los ganados suponían para la Corona Toda la tierra que abarcaba desde el Camino Real hacia el Este estaba dedicada al pastoreo. En ese tiempo la Noria de la Huerta Caniles y la fuente originaria de Los Grifos quedarían convertidas en abrevadero de los ganados lanares, que cruzaban nuestras tierras por los caminos reales, por lo que la función de huertos quedaría anulada para todas las tierras que circundaban la noria. Era lo normal ante la protección que tenia la Mesta con una legislación claramente favorecedora de los propietarios de los animales, que debieron campar a sus anchas por donde iban de paso.

El hombre desde la más remota antigüedad se ha servido de los animales para su provecho a lo largo de la historia: de los de tiro obtenía energía motriz, impulsado por la necesidad de riego en los terrenos de secano que sufrían escasez de aguas superficiales y pocas lluvias, lo que propició la búsqueda de agua en el subsuelo y la apertura de pozos cercanos a las zonas de las fincas de trabajo agrícola.

6.- Representación de una noria de sangre

En lo referente a su tipología, la noria de tiro o de sangre, es la más popular de las máquinas de tradición medieval, que tenían como objetivo originar un cambio de 90º del plano de giro mecánico. El mecanismo es similar al de los engranajes de los molinos eólicos e hidráulicos llamados 'de aceña', pero la que tenemos en Higuera  fue la más abundante en el paisaje hispánico, al menos hasta mediados del siglo XX. La máquina fue evolucionando técnicamente y se simplifico a una única pareja de ruedas, que engranaban y giraban por debajo del nivel de atalaje y tiro del animal. Así se consiguió mejorar notablemente su funcionamiento, aumentado su rendimiento mecánico y económico. Este tipo de noria hispánica, o hispanoárabe perfeccionada, se difundió rápidamente a la práctica totalidad de las tierras ibéricas dotadas con mayor o menor abundancia de cultivo hortícola, y su existencia queda documentada desde fechas tempranas en la España septentrional y cristiana. Las norias de sangre resultaron idóneas para regar pequeñas propiedades de dos o tres hectáreas de superficie máxima y tenían una capacidad de extracción y elevación de agua de 20 a 25 metros cúbicos por hora, a unos 5 metros de altura, y cerca de un 70% de rendimiento mecánico. Las norias de sangre se utilizaban en lugares donde el nivel del agua se encontraba cerca de la superficie.

Los pozos de noria son alargados, casi siempre rectangulares y como los demás pozos, fuentes, galerías subterráneas y otros sistemas de captación de aguas, se localizaban generalmente en las zonas abancaladas que existen junto a las ramblas, buscando las corrientes subterráneas de aguas poco profundas con que abastecer a las fértiles huertas y núcleos de población. El entramado de la noria se colocaba sobre una plataforma elevada, de aquí bajaba el agua para depositarse en la balsa y luego mediante un sistema de turnos de riego llamados tandas (caso de ser comunal la noria y la balsa) se regaban los bancales.

La construcción de las norias la llevaban a cabo maestros carpinteros. Una vez excavado el pozo el carpintero tomaba las medidas del brocal y teniendo en cuenta la profundidad del pozo se fabricaban utilizando para ello "maderas duras" previamente curadas de las existentes en los alrededores. El uso de clavos o soportes de hierro era escaso o nulo empleándose cuñas y ensamblajes de madera. Las reparaciones las solían hacer los mismos dueños, reponiendo sobre todo las piezas de los engranajes sujetas al desgaste por rozamiento.

7.- Maroma donde se ataban los cangilones.

La elaboración de la maroma era una tarea comunal en la que intervenían varios vecinos o familiares tal como se hacía en las matanzas o en la trilla. Para ello se hacían cuerdas con las que se trenzaban sogas de tres ramales, las cuales se unían a su vez en grupos de 4 para formar cabos. Grupos de 4 cabos se trenzaban para constituir finalmente la maroma. Este proceso exigía el trabajo y la pericia de 6 ó 7 hombres que la estiraban, manipulaban y trenzaban las cuerdas. Un artilugio simple de madera con cuatro canales (uno por cabo) en forma de pirámide alargada llamada borrego cerraba el proceso de trenzado juntando los cabos de la maroma. Las vasijas, llamadas jarros o arcaduces tenían una capacidad de unos 4 litros, estaban hechas de barro y llevaban un pequeño agujero al fondo para su vaciado una vez que dejaba de girar la noria.

8.- Noria de extracción de agua mediante tracción animal, según una ilustración árabe antigua.

La temporada de riego solía durar desde mayo, o, en ocasiones abril, si la temporada comenzaba seca, hasta finales de septiembre. La noria se ponía en funcionamiento toda la mañana o toda la tarde, según la necesidad del riego. Y, si había apuro, igual ni se paraba para comer. Había que vigilar el ritmo del movimiento de la caballería, pues, debido al cansancio o al calor, podía pararse o caminar con excesiva lentitud, no saliendo la cantidad de agua adecuada, por lo que había que arrearle en ocasiones.

 9.- Esquema del funcionamiento de una noria de sangre.


10.- El mulo, el burro o el caballo eran las fuerzas motrices esenciales en el trabajo de extracción del agua.

La vida de las norias duró hasta que llegaron los motores, momento en el que quedaron inutilizadas y en el que fueron sustituidas por éstos para regar. Antes de la mecanización del campo, las faenas agrícolas se realizaban con caballerías. Y el acarreo de los productos, con carros. Y se preferían los mulos cuando el apero podía ser movido por un solo animal. Aunque también se aró mucho  con pareja de mulos o yuntas. Y era un equino quien ponía en funcionamiento la noria, a través de la palanca de tiro.

11.- Estampa clásica del trabajo de extracción de agua en la noria.

Gracias al interminable caminar de la caballería alrededor del pozo, la noria extraía el agua, necesaria para regar los cultivos. La palanca, arrastrada por el animal, confería un movimiento circular al volante horizontal del engrane, el cual, solidario a un eje vertical, giraba haciendo que cada uno de sus dientes empujase a los del volante vertical del engranaje, con lo que éste también giraba y con él su eje y las ruedas de la noria. Sobre éstas se apoyaba y de ellas colgaba la cadena de vasos o cangilones que habrían de elevar el agua, desde el fondo del pozo, hasta la superficie para caer en la masera.

 12.- El arbolete, o rueda horizontal, recoge la fuerza de las bestias a través del mayal, y la transmite a la rueda del agua.

13.- Un descanso en el trabajo para todos.

Las norias según hemos podido leer, proceden de Oriente Medio y llegaron a nuestras tierras, en tiempos de la invasión musulmana del año 711. Se cree que su inventor fue Muhammmed Sabbed. Otros autores sin embargo refieren que el primer impulsor del invento fue Arquímedes en el siglo III antes de Cristo, que ya escribió sobre la manera de elevar el agua por medio de una rueda. Doscientos años después, Lucrecio poeta y Vitrubio arquitecto, ya hablaban en sus escritos de la existencia de estas ruedas. En el siguiente dibujo (de Helios) puede apreciarse la forma de la llamada Rueda elevadora de agua o Timpanum de Vitruvio, correspondiente a los siglos III y II antes de la venida de Cristo. Los romanos, grandes viajeros y arquitectos, maestros en materia de construcción hidráulica dejaron huella de varios perfeccionamientos e inventos como la rueda de cortadillos o arcaduces y la rueda con cadena de cubos o saqiya, ambas necesitando la fuerza humana para girar.
La “saquiéh” o noria de sangre fue en su tiempo la respuesta tecnológica aportada desde oriente por la cultura islámica del al-Andalus en el siglo VIII y desarrollada en numerosos puntos de la península para solucionar el problema de extracción del agua de los pozos hondos.
Se trataba de transmitir el movimiento de un eje motor vertical movido por animales (mulos, caballos, burros...) a una rueda de eje horizontal dotada de arcaduces recogiendo el agua para subirla a la altura deseada y vaciarla.
Eso necesito resolver algún “rompecabezas” de mecánica pero los problemas se resolvieron y las norias se perfeccionaron pasando de madera a metal, luego con engranajes. Funcionaron durante siglos permitiendo así un importante desarrollo de la agricultura.

14.- Esquema de funcionamiento del Tympanum de Vitrubio.

Con el transcurrir del tiempo, los romanos perfeccionaron este artilugio con la idea de extraer agua de las profundidades de las minas.

15.- Nueva representación del Tympanum de Vitruvio en su aspecto externo.

El tímpano se presenta como un tambor rotativo sumergido en parte (≈ ¼ del radio) en el agua que hace falta levantar de nivel. Su interior hueco es dividido en sectores por paredes. Cada sector hueco o compartimento posee una apertura en forma de ranura permitiendo la entrada de agua. El conjunto de estas aperturas se ubica  y se reparte de manera equidistante en la periferia circular del tambor. Cada compartimento posee un agujero de desagüe (los agujeros de desagüe se reparten solo en uno de los dos círculos del tambor, cerca del eje de rotación) El agua presa en un compartimento sumergido será vaciada a más altura cuando  su agujero de desagüe llegue al nivel del eje de rotación. Si el tímpano solo puede elevar y vaciar el agua al nivel de su eje, es decir a poca altura, el hecho que esté hueco le permite almacenar en su interior una cantidad apreciable de agua y así pues compensar la pequeña subida de nivel. El tímpano es movido por la fuerza humana de hombres (sujetos a un pórtico con montantes) que mediante el empuje de sus pies sobre los peldaños del tambor provocan la rotación del tambor, (los peldaños son repartidos en toda la periferia del tambor). La división en ocho compartimentos propuesta por Vitruvio no es la única solución (podían ser más o menos compartimentos)

Estas norias fueron modificadas por los árabes para que, pequeños caudales de agua pudieran mover la rueda. La palabra noria procede de na’ura que significa “la que llora” que a su vez es derivado del también árabe nâ`ar, que significa “gruñir”. En castellano antiguo el nombre de esta máquina era (a)nora, cuyo origen se encuentra en el término árabe nâ`ûra,

16.- Vista del pozo de la Noria de la Huerta Caniles con forma rectangular, tal como está actualmente.

Las norias eran máquinas hidráulicas que se utilizaban para la extracción de agua, generalmente para regadío. Las norias de sangre, así denominadas porque se accionaban mediante tracción animal o más raramente por el hombre, eran un ingenio hidráulico muy extendido en al-Andalus. Sobre una plataforma elevada, en la que el animal se mueve describiendo un círculo, éste arrastra una barra de tiro o brazo de madera. Dicha barra hace girar un eje cuyo piñón encaja en un engranaje vertical, el contenido del cual es transmitir el movimiento sobre la rueda, a la que va sujeta una cadena o «guirnalda» de vasijas o arcaduces. Estos últimos están sujetos por un par de cuerdas, que los mantienen en suspensión, se llenan de agua al entrar la rueda en el interior del pozo, y se vacían en el exterior, sobre una canaleta o una pequeña balsa que recoge el agua (Al-Hassan y Hill, 1986; Hill, 1991:68-70). Estas norias son apropiadas para sacar cantidades moderadas de agua, en pozos de forma ovalada, rectangular o simplemente alargada que no superen los 9 o 10 m. de profundidad (Argemí et al., 1995:177).

17.- Otra foto del pozo de la Noria de la Huerta Caniles. Aquí se aprecia más en detalle la cubierta de ladrillos de la construcción interior.

La documentación andalusí no es muy explícita en noticias sobre norias de sangre, ya que prácticamente se limita a algunas observaciones realizadas por Ibn al`Awwâm (1977) a finales del siglo XII (Caro Baroja, 1955), relativas a ciertas mejoras técnicas de poco calado sobre el mecanismo que, por otra parte, era conocido desde tiempo atrás. Sobre el propio mecanismo Bazzana (1994: 323) indica que si bien su fundamento es bastante elemental, «la máquina en sí misma es relativamente compleja (con más de doscientas piezas de madera) y frágil». En origen el soporte constructivo de las norias era la madera, elemento frágil para una estructura en permanente contacto con la humedad. Pero con el tiempo fue sustituida por el hierro. En el caso de la Noria de la Huerta Caniles, sabemos que su estructura siguió siendo de madera hasta que por el paso de los años y el deterioro del tiempo en sus elementos, dejo de funcionar, porque perteneció a un tío de mi abuela Frasquita, llamado “el tío Alfonso” que murió sin descendencia por lo que toda la familia disfruto de una parte de terreno de la Huerta Caniles, y después por herencia le tocó a mi madre.

18.- En esta foto se puede apreciar el agua reflejada desde el fondo. Estas norias eran utilizadas cuando el agua estaba a ocho o diez metros de profundidad. También se aprecia la tubería usada hoy para la extracción mecánica del agua.

La técnica para su construcción no era muy depurada, aunque requería un ajuste cuidadoso, y un mantenimiento constante como consecuencia del desgaste por fricción, la descomposición de la madera, sometida a constantes cambios de humedad y temperatura, y a la rotura frecuente de los arcaduces.
Posteriormente el metal sustituyó a la madera en la confección de algunas de las piezas sometidas a un mayor roce.
El origen de la noria andalusí se ha establecido en Siria y Egipto, a partir de los estudios de etnología comparada llevados a cabo por Schiøler (1973). Su difusión en la Península es anterior al siglo X, seguramente durante el siglo IX, y no está relacionada con la noria berebere del norte de África (Glick, 1992b:35; Schiøler, 1973:169-170; Bolens, 1972:72).

Es posible que desde al-Andalus, convertido en un foco secundario de difusión, la rueda de estilo sirio se introdujera en las zonas costeras de Marruecos y en otros puntos del Mediterráneo occidental, aunque todavía no disponemos de ningún estudio sistemático de carácter arqueológico que lo confirme. Naturalmente, este artefacto no llegó aquí de forma aislada, sino formando parte de un conjunto de saberes técnicos, máquinas y herramientas, vinculado a una nueva agricultura, en la que los espacios irrigados ocupaban un lugar central.

19.- Modelo de funcionamiento de la noria de sangre. Fuente: Argemí et al. (1995)

Las características de los arcaduces -qâdûs, en árabe- o vasijas cerámicas utilizadas en las norias para sacar el agua del pozo, han permitido, junto con el estudio de las ruedas, conocer el origen y difusión de estos ingenios en el mundo islámico. Esta vasija era muy común en al-Andalus y, como la marmita, eran piezas básicas de la industria rural alfarera. Los arcaduces tenían forma tubular, y acabado en la parte inferior a modo de ojiva cerrada. Están provistos de una hendidura para poder atarlos a la rueda de la noria. Una mejora técnica, que se aplicaba en ocasiones y cuya fecha de aparición desconocemos, es la disposición de un agujero en el fondo para evitar que se rompieran, al facilitar que el aire salga al llenarse de agua, y para vaciar la vasija cuando la noria dejaba de funcionar. Los recipientes así vacíos no dañan la estructura de la rueda ni de los engranajes con el sobrepeso del agua en una posición estática (Argemí et al.1995:178).

20.- En algunos pueblos las norias  se han restaurado y ofrecen hoy esta imagen.

Generalmente, las norias se instalaban sobre una plataforma circular y elevada, construida con piedras y tierra compactada, con el fin de que el agua llegue por gravedad a la canaleta o a la balsa de acumulación y desde éstas a las parcelas de riego.

Un cangilón o canjilón es un recipiente vaso grande de barro o metal, por lo general con forma de cantarilla sin asas, empleado para sacar agua, usado para el transporte de agua como complemento de un ingenio motriz. Originalmente fabricados en arcilla, madera o metales.

 21.- Cangilones de Córdoba

 22.- Canjilón o jarro de noria.

Se utilizaba preferentemente en las norias, donde los cangilones, sujetos con cordajes o cadenas, elevaban el agua hasta un canal de regadío.

 23.- Cuatro tipos de arcaduz o cangilón de noria: 1.- Arcaduz de barro; dibujo de August Ramsthal, en el manual del viajero Georges Ebers: "Egypt: Descriptive, Historical, and Picturesque" (1878). 2.- Arcaduz árabe. Museo de Melilla (España). 3.- Arcaduz de Mota del Cuervo (Cuenca) 4.- Cangilón (Museo de cerámica de Chinchilla de Montearagón, Albacete).

El desarrollo tecnológico y científico de los musulmanes hispanoárabes les permitió adoptar y adaptar diversos medios y recursos técnicos para la prospección, captación, elevación, almacenamiento, distribución y uso de aguas, que propiciaron el desarrollo del regadío esencial para la agricultura hasta el punto de que fue el motor de una importante revolución agrícola en el siglo XI. La evolución de la agricultura supuso importantes avances en la producción, con  la aparición de la noria, la cual se generalizó como sistema de riego.

Los musulmanes perfeccionaron inmensamente las técnicas de riego, se convirtieron en los maestros de la técnica hidráulica agrícola, aprovecharon los sistemas de riego romanos que aquí encontraron, y junto a las técnicas orientales que conocían, pudieron lograr un excepcional aprovechamiento del agua; no podemos dejar pasar por desapercibido el hecho del contenido etimológico árabe de las palabras actuales con las que se designan las obras hidráulicas o de riego: sèquia, assut, assarb, sínia, nória, alcaduf, aljub, safareig, martava, tanda, etc. Los dos sistemas de regadío tradicionales todavía vigentes en la actualidad provienen de la época musulmana, además de las canalizaciones del agua ó acequias, por las que corría el agua de los ríos o de los manantiales, sirviéndose de los desniveles del suelo. En la utilización de las aguas fluviales emplearon los azudes o presas, y los alquezares o cortes. Para sacar el agua de pozos, fuentes, manantiales, o ríos se utilizaron diversos medios: la polea, el torno de mano horizontal, el cigüeñal y las ruedas elevadoras.


Él es Quien ha hecho bajar para vosotros agua del cielo.
De ella bebéis y de ella viven las plantas con las que apacentáis.
Gracias a esa agua, hace crecer para vosotros los cereales, los olivos, las palmeras, las vides y toda clase de frutos.

 Corán (sura 16, aleyas 10-11)

24.- Tratado de agricultura de al- Tignari. Granada. Siglo XI-XII

El Islam es una civilización que nació y se desarrolló en el desierto y el agua siempre se encontrará en su imaginario, pero también en su día a día. Un agua que es el verdadero tesoro. El hombre y el agua, evidentemente inseparables, se unen más todavía en una tierra donde predomina la aridez. Las soluciones a la obtención y el uso del agua han sido claves para el transcurso de la historia y ha visto aparecer y evolucionar la llamada 'cultura del agua. A partir del siglo X proliferan por toda la geografía de al-Andalus las norias accionadas por energía hidráulica "naura", se destinaban a la elevación de agua, al manejo de molinos para la industria textil y la fabricación del papel.

Aunque destaquemos la importancia de la economía urbana y del comercio en Al-Andalus, en la Edad Media la principal actividad económica era sin duda la agricultura. Con respecto a la época precedente el desarrollo de la agricultura en Al-Andalus fue espectacular, y permitió no sólo abastecer a una población en crecimiento, sino volver a exportar al extranjero algunos productos, como el aceite. Los árabes introdujeron notables avances en las técnicas agrícolas, que permitieron este incremento de la producción.
El desarrollo de la agricultura de regadío fue notable, y permitió crear grandes huertas en el entorno de las ciudades y alquerías.
Por otra parte, la disponibilidad de agua permitió introducir y aclimatar en Al-Andalus nuevos cultivos que hoy consideramos típicos de nuestras tierras: el algodón, el azafrán, los cítricos, la caña de azúcar, la berenjena, la alcachofa o el arroz. Pese al desarrollo de la agricultura de regadío, el secano dedicado al cultivo de cereales, olivos y vid fue mantenido y potenciado por los andalusíes.
En cuanto a la estructura de la propiedad agraria, Al-Andalus mantuvo el sistema hispano romano que encontraron, basado en los grandes latifundios. Lo que cambió, en parte, fue la titularidad de estas tierras, que pasaron a estar en parte en manos del Estado y en parte fueron repartidas a los jefes conquistadores, sobre todo árabes y otras siguieron estando en manos de la antigua nobleza hispano visigoda que se había convertido al Islam.

A continuación os muestro un enlace que valora hoy toda la cultura del agua en la Alpujarra granadina. Este corto documental trata de recuperar la cultura asociada al uso tradicional del agua en al-Andalus, no solamente como un patrimonio de importancia, sino también como una alternativa a los problemas de gestión actual de este elemento. Un video precioso que muestra que gracias a lo importante que era el agua en al-Andalus, se ha mantenido a lo largo de los siglos y nos ha quedado este legado tan impresionante que permanece en las mentes de los mayores alpujarreños y que como patrimonio cultural no puede perderse.
http://www.youtube.com/watch?v=atm4rsxZcTw

Del aprecio que tenían en al-Ándalus por la energía hidráulica han dejado constancia los siguientes versos, escritos en árabe por el célebre poeta nacido en Valencia, Ibn al-Abbar:
“¡Qué maravillosa es la rueda de agua! Gira y da vueltas como una esfera celestial, y sin embargo no hay estrellas en ella.
La colocaron en el río manos que le ordenaron refrescar el espíritu de los demás, mientras ella se cansa.
Es como un hombre libre con cadenas, o como un prisionero marchando libremente.
El agua asciende y cae de la rueda como si esta fuera una nube que extrae agua del mar y más tarde la vierte.
Los ojos se enamoran de ella, por ser una compañía bendita para el jardín, un copero que no bebe”.


Para captar aguas subterráneas se utilizaron pozos y, quizá lo más conocido y relevante de las canalizaciones de agua en el mundo árabe, el famoso qanä que consiste, básicamente, en unas galerías subterráneas, perforadas aplicando técnicas de origen oriental, por las que se conduce el agua desde un pozo madre que la capta desde las capas freáticas y que está provista de unos respiraderos o pozos de ventilación cada cierta distancia. Sabemos que en los alrededores de la Noria de la Huerta Caniles también hay un ganä, pues cuando hace años se desterró abundantemente en los alrededores de la Noria por todo el perímetro de la Huerta Caniles, una máquina excavadora hundió una rueda en la techumbre de una galería, que parece ser por las referencias trasmitidas, no se indagaron las características de la galería encontrada y rápidamente se tapó para continuar llenando los camiones de tierra que habrían de rellenar el nuevo trazado de la carretera de Andujar; este hecho se produjo cuando se eliminó la curva del madroño, y se hizo la recta que desemboca en el pozo del Charcón, trazado que permanece en la actual carretera.

25.- Esquema de una ganä o mina excavada en la roca que comunicaba los acuíferos subterráneos con los lugares de huertas. Su origen es iraní y las tres ciudades que aún conservan este tipo de construcción son Madrid (el Mayrit islámico), Marrakest y Teherán.

Es una técnica conocida desde muy antiguo en al-Andalus, introducida por los Omeyas, y abundante en muchas zonas de Mallorca, Madrid y Alicante, donde los arquitectos o expertos se servían de los zahoríes (del árabe zuharï) para detectar la localización de las aguas subterráneas.
Lo que posibilitó la utilización de las norias para la extracción de recursos hídricos de los pozos fue sustituir la fuerza motriz del agua por la de las bestias de carga, lo que permitió accionar la máquina sin necesidad de la existencia de agua corriente.

En el paisaje de la Huerta Caniles puede observarse aún el pozo de la noria romana o árabe; a la vista de otras fotos de la época podemos imaginar la  imagen de estos ingenios, hoy abandonados en su gran mayoría, presentando la triste estampa de la dejadez a todos los niveles, porque no se ve interés, ni público ni privado, por guardar algo de este importante patrimonio hidráulico.

La noria de Lahiguera se utilizaba para regar pequeñas parcelas y abastecer granjas y huertos, hoy gran parte de las explotaciones que las usaban para tener agua están abandonadas como en todos los lugares del país; otras, mantienen lo que por la firmeza de su estructura no ha sucumbido al paso del tiempo y colocando un motor  sacan el agua de forma más fácil, con bombas eléctricas o de gasolina. Las balsas asociadas a las norias de sangre cumplen la función de acumular el agua que se extrae del pozo mediante la rueda. La capacidad de estas balsas está relacionada con la superficie que se prevé irrigar y el débito que proporciona la noria. Mediante el calibre del caño de salida de la alberca se regula el caudal, regándose toda la superficie de cultivo de una sola vez (Barceló y Kirchner, 1995:65).

Para terminar una poesía de Antonio Machado, nuestro buen poeta andaluz, poco celebrado en nuestro pueblo, que es capaz de nombrar sus calles con los nombres de Blas Otero, un poeta vasco, y olvida los poetas andaluces de antes y de ahora.

"La tarde caía triste y polvorienta. El agua cantaba su copla plebeya en los cangilones de la noria lenta. Soñaba la mula ¡pobre mula vieja! al compás de sombra que en el agua suena..."
Antonio Machado. Soledades. Galerías. Otros poemas; Cátedra, Madrid, 1995; p.155.


Granada 2 de febrero de 2013.
Mi sexagésimo quinto cumpleaños
Pedro Galán Galán.

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