PROLOGO

Se pretende que sea éste un espacio dedicado a entretener y deleitar (... a través de la fotografía fundamentalmente) ... a dar a conocer (...o traer al recuerdo) ciertos monumentos o espacios situados en el término o cercanías de Lahiguera. ...a llamar la atención por el estado de abandono y deterioro de muchos de ellos, ...y si llegara el caso, a remover la conciencia de todos los que somos "herederos" de tales monumentos y espacios, y que con nuestra aportación ayudásemos a la conservación de los mismos.

lunes, 26 de noviembre de 2012

NOVIAZGOS Y BODAS DE MIS TIEMPOS.

COSTUMBRES DE HIGUERA DE ARJONA: LOS NOVIAZGOS  Y LAS BODAS DE MIS TIEMPOS.

Hay que hacer ya,… un exhaustivo repaso en la memoria para traer a la actualidad los recuerdos de nuestros años de la infancia y juventud y las costumbres de aquellos años. Con el paso de los años se van perdiendo en nuestro recuerdo, por ello vamos a dedicar algunos artículos de este blogs a recordarlo para los nacidos por los años cincuenta y para dar a conocer esas costumbres a los jóvenes asiduos lectores de este espacio de encuentro.

En este artículo pretendemos recordar todo lo que suponía en nuestros tiempos el noviazgo e igualmente describiremos cómo eran las bodas antiguas. Haremos también referencias a como eran esas costumbres en las edades juveniles de nuestros padres y lo que nos digan de nuestros abuelos. Así, aprenderemos a comprender esas circunstancias personales, en estos tiempos en que parece que estamos sobrados de todo, en unos años de intensa crisis en todos los aspectos de la vida.

Comenzaremos por hacer una aproximación a lo que suponía el noviazgo.

La costumbre en Higuera de Arjona era que cuando a un muchacho le gustaba una muchacha y llegaba a sentirse atraído por ella, (algunos tan jóvenes que empezaban a partir de los 14 o 15 años, pero la mayoría unos años después); el joven aprovechaba una oportunidad en el paseo y se acercaba a su elegida, solicitándole dar unos paseos con ella, “Se pueden dar unos paseíllos contigo”; para así iniciar un estatus de relación personal con ella, ello suponía muchas veces hasta carreras de la chica con su  o sus amigas acompañantes. Algunas mostraban resistencia, parecía que así se hacían más de merecer, aunque estuviesen deseándolo, porque las miradas previas en los cruces del ir y volver de los paseos así lo habían confirmado. También el interesado escuchaba y guardaba lo que la chica elegida dejaba dicho en conversaciones con amigas, y confidentes, sobre las preferencias por uno u otro chico de su edad.

Si eras aceptado en el paseo, ya se había establecido una primera relación que se podía repetir y así al cabo de los días o quizá de los meses, según la resistencia que presentaba ella en el campo de batalla, se pretendía a la aspirante a novia. Hecha esa primera proposición de establecer una relación que podía ser comienzo de un noviazgo, sin amistad previa, se esperaba un tiempo de una semana o más para recibir la respuesta de si era aceptada esa relación por parte de la joven, que era la única valedora en el asunto.

Desde entonces se hacía público el acto de pretender y a partir de entonces la noticia se extendía en el pueblo como el fuego, propagado por las mismas amigas acompañantes, que en algún caso hubieran preferido ser alguna de ellas las receptoras de la declaración. La cosa no era fácil, en muchos casos la receptora de la proposición se colocaba en medio de otras dos amigas y entrar en la situación de continuar los paseos y poder darle la declaración se convertía en toda una gesta, con rebolainas incluidas.

Esa gesta en tiempos anteriores a los nuestros se daba en otro terreno y con otros testigos, la joven era acompañada por alguna persona mayor o una hermana o amiga, que a modo de carabina (se llamaba carabina a una mujer madura y respetable que acompañaba a la joven en sus salidas a la calle cuando iban de paseo o a realizar sus quehaceres) cuidaba de la honestidad y buenas formas de la joven, que aspiraba a comenzar una relación casadera; pero esos años fueron más próximos a los tiempos de nuestros padres. Ellos acudían al baile que con un acordeón y poco más, los bailes se hacía en el Casino del pueblo, aquellos que eran hijos o hijas de socios de la “sociedad”, lo cual no dejaba de ser selectivo porque a él no podían acceder los hijos e hijas de los no socios, constituido como grupo social “de los ricos”. El Casino era formado por labradores, comerciantes, profesionales de la enseñanza, medicina, del ayuntamiento, etc. Era un “Círculo Cultural, Agrícola y Mercantil”, sin ninguna actividad en ninguna de estas áreas, si no era porque se estaba suscrito a dos periódicos, se podían vender unos socios a otros productos del campo, o iban los corredores en busca de los propietarios a su edificio o sede social.
 El cura también solía ser miembro del casino, aunque a algunos nunca llegue a verlos sistemáticamente como asistentes a sus dependencias, alguna cerveza y poco más, otros si.

En mis tiempos El Casino tenía por conserje a El Niño “del Conejillo” y Ana, después recuerdo que estuvo el “Correillo” y “María la de Barcelona”, y después el “Pateo” con Chiquita y Antonio, siempre con buenas tapas caseras. Antes  de la guerra, en el antiguo edificio de Ramón y Cajal 15, enfrente de la Plaza, estuvo atendido por Tiburcio. Aquel era un edificio que debió ser conservado, con un gran salón de entrada para baile, con una gran columna metálica en el centro,  y azulejos en el zócalo de las paredes, gran bar en el segundo cuerpo y grandes salones para socios en la parte de arriba.
Lamentablemente no dispongo de ninguna foto de su interior aunque no dudo que algún pionero de la fotografía puede disponer de fotos con motivo de algún acto social importante. Para nuestros padres, allá por los años cuarenta, fue su único lugar de diversión. Esta sociedad tuvo otras sedes provisionales en periodos posteriores a la venta del referido edificio, como la casa de la Pepa, más abajo del anterior edificio, y con “Marchal”  en el edificio que después fue la Peña, detalles en los que no conviene extenderse aquí por su provisionalidad.

En el Casino de nuestros tiempos, (en la casa de Gonzalo, que luego fue Farmacia de Doña Anita Ahumada) se leía el ABC y el Jaén, y se jugaba todas las tardes a los juegos de cartas, domino y ajedrez aunque este último en menor medida, y algunas veces hasta bien entrada la noche; también se veía la televisión, cuando el número de televisores que había en Higuera era escaso y muchas personas iban a ver los programas de entretenimiento que se daban por aquellos años del comienzo de la televisión.

El resto de los establecimientos eran las tabernas: Del Cristalino, Tiburcio, La Cueva, la de Lombardo conocido como Picolin, (marido de Paz), El Tropezón,  después el Chindo…, etc. Donde se servía vino blanco manchego, cerveza, y como aperitivo: avellanas (cacahuetes), tostaos y almendrillas. En estos establecimientos las tapas de cocina eran escasas

Años antes habían comenzado a regresar emigrantes de Alemania y Alfonsito en su casa de la Plaza adecento un espacio renovador y se formó “La Peña”, como sociedad que agrupaba a sectores sociales emergentes en contraposición al único centro social que en esos momentos existía en Higuera de Arjona con el Casino, surgido muchos años antes como sociedad al menos por los años de comienzos del novecientos. Los abuelos llamaban al Casino “La Sociedad”, con el tiempo alguna vez pensé que el nombre de Sociedad sería un residuo de lo que pudo ser en origen una “Sociedad Económica de Amigos del País” tan en boga en lustros anteriores, algún día trataremos de desenredar este asunto. Porque el ovillo va deshaciéndose poco a poco …; ahora resulta que antes del Casino con sede en la calle Ramón y Cajal número 15 enfrente de la plaza, (ocupada hoy como casa familiar de la primogénita de Manuel García Mercado) tuvo su sede inicial en la casa que conocemos como casa de Parras, en Ramón y Cajal 18; su dueño Francisco Martínez Lara, persona muy acaudalada conocida como “Barba”, nacido en 1854 y muerto en 1923, fue durante años quién encabezaba el Partido Conservador en Higuera de Arjona, aquel partido creado por Práxedes Mateo Sagasta en el año 1876. Recordemos lo publicado en el artículo sobre la Casa del Ayuntamiento de Lahiguera, donde se dieron amplias referencias, a la relación de los Martínez Lara con quien fuera presidente del Gobierno de España en reiteradas ocasiones. Y que el nombre de D. Práxedes Martínez Calero, conocido popularmente como “el alemán”, se debió a la relación de su padre con Práxedes Mateo Sagasta.

El Partido Liberal-Conservador (conocido generalmente como Partido Conservador) fue una formación política española creada por Antonio Canovas del Castillo en 1876, al tiempo de solicitar a Alfonso XII que asumiera la corona española tras el fracaso de la Primera República. El partido Conservador estuvo activo entre 1876 y 1931, fue fundado por Antonio Canovas del Castillo. En 1885 firmó con el Partido Liberal de Sagasta el Pacto de El Pardo, por el que ambos partidos acordaron alternarse en el poder a la muerte de Alfonso XII, lo cual fue garantizado gracias a las redes caciquiles con que ambos partidos contaban por toda España e impidió que ideología entonces radicales (socialismo, anarquismo, republicanismo) obtuvieran el poder y destruyeran la monarquía.

El Partido Liberal fue un partido político español creado en 1880 por Práxedes Mateo Sagasta y que, con el Partido Conservador de Canovas, constituiría el sistema bipartidista con alternancia en el gobierno que caracterizaría a la Restauración española durante el tramo final del siglo XIX y el inicial del siglo XX. Su programa político incluía la consecución del sufragio universal masculino —objetivo que vería cumplido en 1890—, la libertad de asociación religiosa y la separación de poderes; y aunque cabría calificarlo como un partido dinástico, a principios del siglo XX algunos políticos que más tarde serían prohombres republicanos militaron en sus filas, como Niceto Alcalá Zamora.

En 1898, España contaba con 18 millones de ciudadanos, de los cuales aproximadamente el 60% eran analfabetos, que se convertirían en 1914 en 20 millones, y el 70% vivía en ciudades de menos de 5000 habitantes. Un tercio del P.I.B. provenía de la agricultura y dos tercios de la población obtenían sus rentas del campo. Si esta era la media nacional, no supongo que Lahiguera estuviera como localidad con mejores estadísticas.

Después de un bosquejo de conservadores y liberales y del contexto sociocultural de España, volvamos a referirnos al enfrentamiento de los políticos locales que representaban esas opciones políticas.

Parece que las relaciones entre los hermanos Francisco y Mateo Martínez Lara fueron normales, pero con el paso de los años, muerto  Mateo Martínez Lara en el año 1901, las relaciones entre Francisco Martínez Lara (Barbas) y su sobrino D. Práxedes Martínez Calero (El alemán) fueron poco amistosas y familiares, quizá debidas a las rencillas que ocasionaron las prácticas políticas de aquellos años de las primeras decenas del novecientos. Pues siendo el tío cabeza de los conservadores en Higuera, su sobrino era el jefe del grupo liberal del pueblo.




Grupo de amigos, posiblemente grupo de políticos conservadores de Higuera, donde figura Francisco Martínez Lara (Barbas) y su hermano Mateo Martínez Lara (Padre de D. Práxedes Martínez Calero, conocido como “el alemán”)

“Barbas” estaba casado con María Paz Navarro Pérez de Aranda, nacida en 1861 y fallecida a los 41 años el 7 de diciembre de 1902. Ambos aglutinaron cuantioso capital, por lo que durante muchos años fueron los grandes capitalistas de Higuera en la persona de su hija María Teresa Martínez Navarro, que caso con Antonio Parras Jiménez (tras la ruptura, en la juventud, de un noviazgo de Teresa Martínez Navarro con su primo Manolito Martínez Calero, (¡un anecdotario completo requería esta historia!), este matrimonio no tuvo descendencia, por lo que el capital pasó a dos sobrinos del marido.

Una anécdota para concluir de momento este tema, es la que se produjo en el casino de “Barba” un día que jugaban al billar el médico del pueblo D. Jesús Couto  Fidalgo (gallego) con otros socios de la sociedad y llego “Barba” y les advirtió que tuvieran cuidado con la tela de la mesa de billar, para que no la rompieran, quizá con el tono prepotente que tienen los poderosos por dinero, (la casa y el billar eran de Barba el más rico del pueblo) por lo que el médico le respondió: “Barbilla, nosotros sabemos jugar”, ofendido “Barba”, ni corto ni perezoso, saco su pistola y el médico escondido bajo la mesa de billar le decía: ”Tira cobarde”; pero la mesa era del ofendido y no iba a dañarla, con lo que al poco se saldó el incidente con la mediación de otros miembros de la sociedad y las aguas conservadoras volvieron a su cauce. Don Jesús Couto Fidalgo fue médico del pueblo a comienzos del novecientos, se refieren a él como a una persona bastante emprendedora. El fue el que construyo la casa situada en Gran Vía, 19, en 1903 y que habitó hasta 1908, año en que murió electrocutado en su hogar.

El sobrino D. Práxedes Martínez Calero (El alemán), abogado, había estudiado en Madrid y aunque no se tiene certeza que fuese diputado, se sabe que constituyó en Higuera un grupo liberal, que aglutinaba en el otro Casino (que llamaremos liberal para diferenciarlo del conservador), situado en la casa que fue posteriormente casa del practicante del pueblo Pepito Del Nido Martínez, y hoy es sede de la Farmacia de D. Tomas Arrazola Moreno en Ramón y Cajal, 23.

El activismo político del “alemán” era tan grande que se recuerda dando mítines desde el balcón del casino liberal referido, de modo que lograba atraerse a las masas menos favorecidas de obreros, por lo que siempre conseguía la mayoría en los comicios municipales. El partido liberal representaba el ala más progresista ante el pensamiento caciquil de los conservadores, del que los mismos liberales no estaban exentos. El sector político de la izquierda, era casi marginal por su cuantía, aunque tenemos datos del reducido grupo de políticos que militaban en Izquierda Republicana y en Unión Republicana a mediados de los años treinta, de los que daremos referencias en otra ocasión.

La Peña era una “Sociedad Cultural y Deportiva” sería cultural por lo de los periódicos (aquí creo no era el ABC, sino EL PUEBLO y si el Jaén) y deportiva por eso de que allí se veía el futbol también en la tele. Jamás ni en una sociedad, ni en otra se patrocinó ni un torneo de ajedrez, un concurso de poesía o novela o se abrieron como promotores a algún progreso o novedad en ningún campo. Se dedicaban a jugar la partida, en algunos casos se jugaba bastante por la noche, y a estar en el bar, donde se daban algún café de desayuno, muchas ligas para el almuerzo y las cenas. Lo normal de muchos socios era irse a tomar el café tras el almuerzo en casa, y ya quedaban allí hasta la noche.

Pronto La Peña comenzó a tomar fama y consiguió gran cantidad de socios y visitantes de fuera por sus buenas tapas, mientras el Casino mantenía una buena cocina pero más tradicional. La verdad era que cuando uno quería lucirse con algún visitante, elegía La Peña por las tapas que servían Alfonsito y  Purita como cocinera. En las tardes noches de verano las terrazas de ambas sociedades se llenaban de gente y con el paseo y la música de la banda municipal, constituían la diversión de las familias. Los jóvenes seguían con los paseos.

Años después el antiguo Cine Palomares se destruyó y se hizo una casa nueva adecentada para tiempos más modernos a donde se traslado “La Peña”, y después con el paso de los años se convirtió en el “Bar del Salva”, cuando la peña se extinguió.

También por aquellos años cincuenta se hizo durante algunos años una Verbena en la Calle Ancha, la calle más importante del barrio de arriba, que sin duda volvió a retomar el aspecto popular que tuviese en tiempos pasados como zoco o feria local para la compraventa de los productos del campo y de animales.  El alma de aquella Verbena era la música de un grupo de músicos entre los que recuerdo a “Follarate”, mejor dicho José Hermosilla Martínez buen músico y persona. Eran los tiempos del cha-cha -cha “La cucaracha”.

Parece ser que en los años finales del siglo XIX se estableció el Casino como sociedad, primero en la casa de Parras y después en la misma calle Ramón y Cajal número 15, era aquel un edificio construido ex profeso para la sociedad que agrupaba los poderes fácticos de aquellos tiempos, quizá con una mentalidad algo caciquil.

Grupo de amigos en el postigo del Casino: Luisa Ojeda, D. Antonio Salcedo (médico del pueblo) D. Antonio Chamorro, Tiburcio, (conserje que aparece sirviendo), Ildefonso Martínez, Paco Pérez, detrás Gonzalo con la cara tapada por la bandeja y Gilberto García

La fachada se mantiene igual excepto las medias ventanas que daban a la calle a ambos lados de la puerta de entrada. Al edificio se accedía por una cancela acristalada, que daba paso a un salón cuadrangular amplio, con una columna de hierro en el centro (pintada en verde oscuro) y cuatro vigas en las cuatro direcciones que le daban consistencia al amplio salón de arriba. El salón de abajo estaba dotado de sofás decorados en terciopelo negro y amarillo, que después llegamos a ver los nuevos socios  en la sede actual del Casino en la llamada “Casa de Gonzalo” en la esquina de la derecha de la Plaza.

En el segundo cuerpo a la derecha estaba la barra del bar, a la izquierda en el fondo la escalera de acceso al gran salón de arriba que daba a la calle y del que se conservan los mismos balcones, en el balcón de arriba que daba al patio, había una habitación muy usada por los jugadores de cartas, que en muchos casos proporcionaron desgracias en los perdedores y beneficios a ganadores. Una cosa que llamaba la atención por aquellos tiernos años era que en el segundo cuerpo abajo había una mesa a la izquierda en el bar y como una cabina acristalada para el teléfono de la sociedad. Este casino agrupaba con el tiempo a los sectores significativamente más politizados de aquellos tiempos, como los miembros de la CEDA en la Higuera.

En la foto aparecen de izquierda a derecha, José Hermosilla, Felipe Zafra Gavilán, Manuel Martínez Liébana, en la fila de abajo: Pedro Teruel Muñoz, Rafael Teruel Muñoz y Miguel Cortés, que después sería maestro de la banda. Este grupo de músicos fueron el alma de las Verbenas y de los bailes de las bodas en los años cincuenta y sesenta. (Foto tomada de Facebook La Higuera)

Los guateques proliferaron poco a poco y muchos jóvenes del pueblo, terminaron haciendo los suyos con la gente de su pandilla. Los guateques de verano en algún patio eran habituales todos los domingos.

El paseo en Higuera de Arjona tenía dos escenarios, si era invierno el paseo se hacía desde el Cerrillo hasta la entrada de la Plaza, parece que el paso del los aires y del frío era menor que en la plaza y lo normal era comer pipas tostadas y saladas compradas en el kiosco de Colin o del Cojo de María la Peregila y su Cipri, las castañas pilongas o no, las chufas de la Trini y los caramelos vespa; en verano comprábamos helados de Colin tipo ”mantecao”, que llevaba también “Maeo” cuando iba a Higuera, también muy solicitados y apreciados. En tiempo de verano  los niños buscábamos herraduras en los ruedos para cambiarlas por polos de fresa, limón, naranja, etc. Poco duraba el refresco después de pasar tanta calor en las búsqueda de los hierros necesarios, también se comían  garbanzos tostaos que iban a vender los torrecampeños, muy especializados en ello, pero se utilizaban quizá más en las tabernas acompañando al calimocho de vino manchego.

 Esto es parte de una realidad, la que vivíamos de cerca, pero no toda la juventud de Higuera tuvo esas relativas facilidades, otros tenían que aprovechar para hablar con la muchacha de sus sueños, aprovechando algún anochecido, en que ella salía a comprar o a otro recado real o fingido para salir, y así sola o mejor acompañada, poder tener la opción de solicitarle relación y entablar un principio de relaciones.

Era muy corriente, que la damisela demostrara algo de indiferencia y se negara a aceptar esa primera proposición, había que insistir dos o tres veces para hacerse más de merecer, parecía  que si decía que si, a la primera de cambio era como si estuviera esperando y eso no estaba bien visto socialmente en el pueblo, pero el joven aguantaba carros y carretas y no tenía en cuenta los rechaces primeros. Volvía a insistir otro par de veces, y la cosa quedaba arreglada, aunque había muchachas que no aceptaban de ninguna forma, y como consiguiente le daban "calabazas". Ya de acuerdo, primeramente se veían un ratito al anochecer medio escondidos, para que no pudiera verlos gente de su familia, vecinas, etc., que se lo pudieran decir a sus padres. Tenía que echar algún achaque para poder salir ese ratito a la calle, porque si tenía que hacer alguna cosa lo había dejado para esas horas, o tener que ir a dar algún recado a alguna amiga (mentira, suerte que había pocos teléfonos).

El muchacho aguardaba esperando por la zona de la casa de ella, para que ésta saliera y ya juntos irse a dar una vuelta por algunas calles, muchas veces a paso más rápido de lo deseado. Pero el tiempo iba pasando y la relación se fortalecía con el paso de las semanas y los meses, y al poco tiempo, ya se les veía ir juntos, lo mismo por el día, que por los atardeceres y anochecidas, sin importarles nada, y los domingos se mantenían para ir de paseo con alguna amiga, o no, según la relación de las chicas, se aceptaba ir solos o permitir a esa amiga intima que presenciase esos primeros pasos del nuevo amor con el paseo en la compañía de la amiga íntima de ella. Lo cual para muchos varones no era plato de gusto.

 Mientras todos estos pasos se van dando, las familias de uno y otra andan congraciadas en silencio, como no habiéndose enterado de nada, y permitiendo que el proyecto de los jóvenes continuara en el caso de aceptación mutua por parte de unos y otros. En otros casos los jóvenes comprometidos comenzaban otra batalla con los suyos en caso de desavenencia, y no aceptación de uno u otra, lo cual provocaba en muchos casos la ruptura y hasta enfrentamientos de las familias de forma más velada o menos.

Los padres de la muchacha, se habían enterado del asunto pero de esto no se hablaba nada en casa al menos delante de la hija, aunque fuese un secreto a voces. Tenía que ser ella la que cara a cara se lo dijera, pasaban los días con la idea de hacerlo, pero no se encontraba la ocasión propicia…siempre lo dejaba para el día siguiente. Se juntaban los novios, y él normalmente le decía "¿se lo has dicho?", y ella le tenía que contestar que "no, pero se lo voy a decir". Por fin llegó ese día, la muchacha tuvo coraje para decírselo a su madre, y ésta a su marido. Si el chico era de su agrado, no ocurría nada, pero si era al contrario, había sus consabidas tensiones, enfados y regañinas. En casa del muchacho ocurría igual, pero era menos el ruido salvo que fuese algo inaceptable para ellos.

Tenían muy en cuenta la posición económica de cada familia, pues esa circunstancia era considerada cosa muy importante, como es natural todos aspiraban a casarse con la mujer de sus gustos y amores, pero ese deseo no estaba desligado de la aspiración de mejorar socialmente al casarse ella con uno más rico o él con una rica, mejor si “él o ella tienen un pedacico de pan” o estudios.

Cuando el noviazgo se consideraba oficial, los amigos le rompían la teja al novio en presencia de la novia, el acto tenía lugar en la puerta de la novia, estando ellos hablando: Se presentaban por la noche en la puerta de la novia cuando hablaban los dos y se le preguntaba al novio: ¿La novia o la teja? El novio respondía que la novia y se destrozaba la teja a sus pies, entonces ya eran oficialmente novios y el novio invitaba generosamente a los amigos y hermanos de la novia. La gente del pueblo veía por la mañana los trozos de teja y se enteraba de que el noviazgo era ya oficial.

     Desde entonces autorizaban los padres a ella, a que la pareja hablaran en la puerta de la casa, procurando siempre no cruzarse con el padre al principio; en tiempos anteriores se daba la circunstancia, que algunas casas tenían ventana de alguna habitación de la planta baja a la calle, después de cenar iba el novio provisto de una manta, que ponía cubriendo dicha ventana y él metido debajo, para hablar con ella, (después lo de la manta se perdió) o hacerse caricias, con algún beso entre barrotes de la ventana de hierro. Después, cuando paso el tiempo, pasaron a hablar y lo demás… al zaguán de la casa, salvados los mozos de las inclemencias del tiempo y algunos envueltos en la cortina o cortinón de la entrada.  Parte de los descansos de los niños de jugar al marro los empleábamos en espiar a algunas parejas muy ardorosas  Eso era lo oficial, porque también había encuentros no oficiales que en muchos casos concluían con embarazos sin mediar ventanas ni barrotes.

Avanzó más el tiempo, y entonces era normal pasar a la casa de los padres de la novia, el proceso era que cuando se veía conveniente por el tiempo de noviazgo, ella se lo decía a sus padres, y una noche después de cenar entraba el novio a casa de la novia, para solicitar el permiso de los padres de ella que serían sus suegros, si no tenían inconveniente el que siguiera en relaciones con su hija como lo había hecho hasta ahora.     Para el joven aspirante a yerno era una situación un tanto embarazosa, pero el que algo quiere… algo le cuesta, había que pasar ese rato y ponerse "colorao" por ser un momento muy vergonzoso para muchos, pues él también pedía permiso para entrar. …Ya al día siguiente, no era hablar casi a escondidas como a lo primero, ni en la puerta solamente, pues el novio entraba en la casa por las noches, después con el tiempo a cualquier hora. Allí estaba un rato de charla con los familiares y luego un poco a la puerta, como para despedirse y hasta mañana, pero las despedidas eran mucho más largas que lo deseado y algunas mamas llamaban a su hija o si eran más modosas se lo decían para  que el día siguiente fuesen más breves. La realidad era que se aprovechaba la ocasión en que los novios se quedaban solos y entraban en sus juegos amorosos.

En otros casos, esto se hacía solamente algunos días como los jueves, sábados y domingos, en el resto de los días de la semana, si se veían al anochecer o el anochecido, hablaban un rato pero nada más, que no era ocasión todos los días de ir a casa de ella y pasarse allí bastante rato hasta la hora de acostarse los padres, después el joven se iba a su casa o al bar con los amigos.

El muchacho pasaba, con el tiempo; a cualquier momento a casa de la novia, pero ésta no hacía lo mismo, salvo que fuese con ocasión de un hecho festivo como podían ser bodas de hermanos, bautizos de sobrinos o por alguna desgracia como el fallecimiento de abuelos u otros familiares del novio.

Tiempos atrás si la pareja tenía que salir a alguna película  al Cine Palomares o al teatro o ver un espectáculo de cantaores, tan frecuentes en temporadas posteriores a la recogida de la aceituna, en que compañías itinerantes acostumbraban a visitar nuestro pueblo en busca del dinero fresco de los cogedores de la aceituna. La pareja tenía que ir en compañía de algún familiar, bien de casa de él o de la casa de ella, pero nunca solos. No por eso, se evitaban el que hubiera casos de aumento de familia sin estar casados, lo que precipitaba el matrimonio para guardar en lo posible las apariencias y poder “vertirse la novia de blanco”.

Con el paso del tiempo, la cosa iba para adelante, hasta que se tenían que formalizar  los acuerdos de matrimonio entre las familias. Y se hacía la “Petición de mano”, que algunos llamaban “comprar a la novia”. Una noche, fijada de antemano, los padres del novio, (si no los tenía, en su representación algún familiar, sus tíos), iban a la casa de la novia a visitar a los padres de ella o a sus representantes, para solicitar de los padres de ésta el consentimiento para que se celebrase la boda.

Foto de una boda de los años 60. Los novios entran en la plaza, al fondo la casa que fue Casino.

Una vez obtenido éste, se trataban los detalles prácticos, todo lo relativo a fecha, invitados, y demás detalles, se quedaba, ya en firme entre las familias en preparar todo lo concerniente a la boda de los dos jóvenes. En esa noche se hacia la “Petición de mano” de la novia, con regalo de pulseras, pendientes y o anillos, aparte de otros regalos, y la familia de la novia preparaba como un pequeña cena en frío con vino, cerveza, jamón, queso, mariscos, etc. El novio también recibía su regalo de parte de la novia, casi siempre unos gemelos de oro o un reloj del mismo metal, en el caso de los más pudientes.

Grupo de amigos en una boda en cine de verano de finales de los años setenta. (Foto tomada de Facebook La Higuera)

Una vez decidida la fecha, se avisaba al párroco, quien empezaba a "arreglar los papeles" y se fijaban los domingos o fiestas en que se leerían desde el altar mayor las amonestaciones.

Si había que pedir dispensa de algún impedimento, el párroco hacía los trámites.

El primer domingo o fiesta en que se leían las amonestaciones o proclamas había en el pueblo gran expectación y nerviosismo en los protagonistas. Y la expectación crecía cuando en la misa parroquial, acabado el sermón o terminada la lectura del evangelio, el párroco, casi siempre con la misma fórmula decía:

 "Sepan todos los presentes que, con el auxilio de la divina gracia, quieren contraer matrimonio, según lo manda la santa madre Iglesia y el Concilio de Trento lo dispone, de una parte Don... (Nombres y datos de los contrayentes). Por todo lo cual, si alguno conoce algún canónico impedimento de consanguinidad, afinidad o espiritual parentesco, por el cual este matrimonio no pudiera ser válida o lícitamente contraído, debe manifestarlo en conciencia cuanto antes. Esta es la 1ª, 2ª,  o 3ª amonestación”.

En épocas pasadas la lectura de las amonestaciones antes de la boda era muy importante. En la actualidad se reducen a citar el nombre de los contrayentes en aras de la brevedad e incluso en algunas parroquias de las ciudades las listas de los contrayentes se ponen en el tablón de anuncios.
Quizá como ahora hacen cursillos prematrimoniales, se les da menos importancia a las costumbres antiguas.

Era lo habitual que  si no había peleas de los novios, cuando el varón volvía de la mili, en unos casos se comenzaba a hablar de boda, en otros, la mayoría se esperara a que el varón tuviera 25, 26 0 27 años para casarse.

Desde que el noviazgo se formalizo, los novios comenzaron a hacerse regalos de joyas, objetos de decoración o adorno y cosas de los ajuares, que la novia guardaba en espera de poder tener su casa para colocarlo. Se regalaba a la novia o al novio en sus onomásticas, cumpleaños, Navidad, Reyes, aniversario de compromiso, ferias. etc. El capítulo de los regalos en caso de desavenencia firme, suponía la devolución de los regalos entregados durante todo el periodo de noviazgo, este asunto suponía un llevar y traer, durante algún tiempo en el pueblo y en muchos casos era tema de conversación durante una temporada. En otros casos no se devolvían los regalos, considerándose lo “comio por lo servio”, si se había entregado dinero para el ajuar o las joyas, ninguno devolvía nada, daban todo por zanjado y pagado uno a otro, con el tiempo que habían mantenido la relación.

 Los padres de la novia iban poco a poco preparando el ajuar de la hija, los ajuares eran amplios dependiendo del poder adquisitivo de las familias, en algunos casos era tan escandaloso en número de juegos de cama, etc, etc que se supone que la hija no tendría que comprar ni una sábana durante toda su vida. Esto ocurría en tiempos más modernos, en tiempos de casamiento de nuestros padres se casaban con lo imprescindible para empezar su vida en común y en algunos casos con escasísimas pertenencias dependiendo de las posibilidades económicas de los padres, del trabajo, etc.

En Higuera de Arjona se tenía la costumbre ancestral de que los padres de la novia dotaban a la hija de ropas, muebles, electrodomésticos, etc. era todo lo concerniente al dormitorio, cocina, estar, etc.

Los padres del novio pagaban el convite de la boda y dotaban al hijo de una vivienda donde poder comenzar una nueva vida de casado, cuando no se daba vivienda se pagaba el alquiler durante el primer año, y en otros casos no se facilitaba nada de la vivienda y quedaban a vivir con los padres de ella o de él.

Lavando la lana para el colchón de la nueva familia, antes de la boda. (Foto tomada de Facebook La Higuera)

Como había que preparar toda una casa para los novios, había que dotarse de un cómodo y reconfortante colchón donde pasarían casi un tercio de su vida, así que con tiempo la familia del novio se aprovisionaba de lana de oveja, que se lavaba en las “Pilas” de los “Grifos”, se secaba y posteriormente se “abría” para quitarle los restos vegetales que hubiesen recogido las ovejas en el campo. Recuerdo como muchas familias antes, al no disponer de medios con que comprar la lana, tuvieron en aquellos tiempos anteriores los colchones rellenos de “farfolla”, que no era otra cosa que las hojas que envolvían las panochas de maíz, y que proporcionaban un sonoro referente a cada movimiento de los en la cama estaban descansando, ¡imaginaos si se movían...!

LAS  BODAS DE ANTES
 La celebración de la boda en el pueblo, normalmente había venido precedida de un prolongado noviazgo, con sus distintas etapas de trato mutuo por parte de los novios y de aceptación por parte de las respectivas familias. En otros años, no lejanos, casi todas las bodas se celebraban en el pueblo y la costumbre aceptada era que se celebrara en el de la novia, si el novio era de un pueblo de fuera. En ellas participaban los invitados por ambas partes, que eran casi todos los familiares más allegados y los amigos del novio y de la novia.

Postal que se enviaban los enamorados en 1911.

Con 10 ó 12 días o un mes antes de la fecha de la celebración de la Boda, lo mismo por parte del novio como por parte de la novia, salían por las tardes un par de mujeres de sus familias, con una lista en la mano, para ir a las casas apuntadas (que ya se había decidido invitar con anterioridad entre todos los de la casa), a hacerles la invitación a la Boda a los vecinos del pueblo o a poner en el correo la carta con la invitación oficial, aunque previamente con meses de antelación ya se había comunicado a los familiares y amigos del pueblo o de fuera la celebración del acontecimiento familiar. Esto después lo hacían los novios y algunos lo siguen haciendo.

Mostramos a continuación cuatro parejas de recién casados de Higuera de Arjona que celebraron su matrimonio allá por los años de 1920 y siguientes.

 Manuela García y su marido Manuel.

 Pareja de novios en los años 20.

Pedro Pérez y Úrsula Cano, años 40.

Antonio Morales y Segunda Mercado, años 20.

Para hacer las invitaciones se comenzaba por elaborar una lista de familiares más allegados, familia completa en este caso de los abuelos, padres y hermanos de los novios y sus cónyuges o novias, consuegros, primos hermanos de los padres (Si se había decidido invitarlos en la noche de “Pedida de mano”), vecinos de una y otra casa, allegados de unos y otros, También en algún caso se atendían como invitados algunos compromisos de los padrinos de boda, que normalmente compartían entre el padre de la novia y la madre del novio, en otros casos era algún hermano mayor con otro miembro de la otra familia o con su esposa.
También se invitaban a los amigos y amigas de los novios y sus novias y novios respectivos. Eran invitados algunos compañeros de la mili, del trabajo o a los patronos si trabajaban fijos en su casa o eran sus manijeros y a la inversa. La vecindad más directa también era invitada tanto en una dirección como en la otra y en número dependiendo de las relaciones personales que mantuvieran.
Antiguamente había otro tipo de invitados de menor compromiso que eran invitados a acompañar la ceremonia de la boda y finalmente se invitaba a otros jóvenes al baile, eran conocidas de poca amistad, aunque no se les invitaba al banquete. A pesar de que antes de las amonestaciones se avisaba a los invitados por si se tenían que hacer algo de ropa, el día de la víspera salían los novios con los hermanos y primos a convidar pues entonces no se hacían invitaciones.
En las bodas de tiempos más atrás, con bastante tiempo de antelación, empezaban las mujeres a hacer algunos arreglos de las casas del novio y de la novia, para luego dedicarse a pintar, para dejarlo todo a punto, y solían ayudar jóvenes de su familia.
Muchas bodas se celebraban en las casas del novio, después empezaron a celebrarse en el cine Palomares. Si la boda se hacía en la casa del novio, como ocurría al principio, según se acercaba la fecha la familia del novio se dedicaba a ir por las casas de la vecinas y hacían acopio de vasos, jarros, platos, fuentes, ollas, botellas vacías de anís para el resol y otras piezas de las vajillas de uso de las familias de la vecindad del novio y de la novia, para poder atender la demanda de servicio que la boda le requería. Se hacía esta práctica habitual ante la imposibilidad de disponer en una casa de todo el vedriao que se necesita para los invitados, al igual que hacían acopio de sillas y bancos, que se colocaban en todas las habitaciones que con este propósito se habían dejado libres con anterioridad, utilizándose todos los espacios disponibles, pasillos y patios según el tiempo.
Para conocer la pertenencia de cada pieza prestada, se escribía el nombre del vecino propietario, en un papel de sellos y se pegaba en el culo de los platos y vasos. Para que no hubiera confusiones, iban haciendo una lista, de cómo era la vajilla, y poniendo en la parte de abajo por fuera en el culo, unas gotitas de lacre derretido, o la anotación y para sillas y bancos, si no tienen una denominación conocida, con unos hilos atados a las patas en la parte de abajo, quedando amueblada la casa para dar asiento a los invitados, que a veces no encontraban asiento por  decisión de asistencia de última hora, lo que provocaba el sofoco de los padres organizadores de la comida o cena, hasta que finalmente se quedaban todos colocados. Era normal ver a Juana la Loca contar las parejas que formaban toda la fila de acompañantes camino de la Iglesia para incrementar las mesas y sillas a última hora. Las sillas se marcaban en algunos casos con las iniciales de los propietarios, labor que realizaban ellos mismos para evitar pérdidas y confusiones. En casa de mi abuelo siempre vi sillas marcadas a hierro como las reses por esta causa.
En realidad había de todo tipo de bodas, según las circunstancias personales, había que no tenían banquete por escasez de recursos, por fallecimiento reciente de algún familiar directo y la boda era de luto, sin comida. Otro tipo de boda era la que iba precedida de “La Cencerrada”, pero ¿Qué era la Cencerrada?, En el año 1729 el diccionario de Autoridades definía la cencerrada como algo que "en los lugares cortos, suelen los mozos las noches de días festivos andar haciendo este ruido por las calles y también quando hai bodas de viejos o viudos, lo que llaman Noche de Cencerrada,

El diccionario de Autoridades la define someramente. Más explícito es el Diccionario de Ayala, fechado en 1693. Su autor escribe: "… quando un viejo se casa con una niña o un moço con una vieja, o dos sumamente viejos, o alguna, aunque no sea muy anciana, ha tenido muchos maridos y se casa tercera o quarta vez., la gente popular acostumbra darles chascos la noche de boda, habiendo ruido con sartenes y hierros viejos o cencerros”, de donde tomó el nombre y a esto llaman cencerrada. En casi todos los pueblos fue costumbre la “Cencerrada”, aunque en la actualidad haya desaparecido.
En otras ocasiones respecto a la comida, cuando los contrayentes no tenían medios económicos, sus familiares, amigos y allegados, llevaban a casa del novio o la novia algunos animales vivos y alimentos, que luego compartían a modo de convite, junto a lo que podía aportar la familia del novio y la novia en buena armonía.
Las bodas de carne, eran casi siempre por la noche, era una cena que se hacía en la casa del novio, no sé por qué eran consideradas bodas de pobres, en realidad yo fui a alguna y la comida era exquisita. Recuerdo que un señor muy grande y fuerte se comió tres platos de albóndigas, comía bien, me quede asombrado, cuando era joven, en nombre y representación de mis padres fui a la boda de una persona, muy apreciada en la casa.
Aunque en las casas también se hacían almuerzos con chispillas, lo habitual del menú de boda era una buena sopa de albóndigas con carne de pavo y gallina, (se criaban uno o dos pavos según invitados y con ellos se hacía la sopa o se freía la carne),  en muchos casos se repetía si se quería,  en algunos casos entretanto se iba tomando un plato de embutidos, queso y jamón en medio de la mesa, vino y cervezas y para postre un trozo de “Manta” y como bebida vasos de “Resol” de café y de limón, en botellas con la superficie estriada y con una moña de papel de seda de colores que se utilizaba como tapón. Las bodas eran un alarde de comidas en la mayor parte de los casos, en los que no era así y la comida era escasa, se comentaba en el pueblo y la familia del novio quedaba en entredicho por engurruñidos.
La mayoría de las bodas de aquellos años, terminaban con música. Los músicos más habituales por aquellos años  cuarenta y cincuenta eran Rafael el Crisanto y su hermana Luisa. Es de recordar el gracejo personal que tenía “El Crisanto, tanto en el trabajo de pintor, como en el desarrollo de su faceta artística. Cuando iba a las bodas a tocar sus pasodobles, tangos o boleros, a veces le acompañaba su hermana Luisa que como autodidacta aprendió a tocar bien la guitarra, con la ayuda de su padre.
Cuando su hermana lo acompañaba a tocar, Rafael preguntaba antes de comenzar su actuación ¿Si deseaban la pieza “solemne o acompañao”?, si era “solemne” interpretaba él sólo con el saxofón y si era acompañao tocaba su hermana Luisa la guitarra también.
No sé si los recuerdos son fiables, pero la gran afición a la música de ambos les venía de su padre Pedro Teruel (“El tío Perico”), que era bastante aficionado a la música y enseño a sus hijos todo lo que pudo. Parece ser que aquella manera referida más arriba de “solemne o acompañao”, venía de él.

Pedro Teruel, llamado en el pueblo ”Tío Perico” debió ser muy aficionado a la música. Parece que ceceaba, desconocemos su origen. Era vendedor de pescado y murió en 1934. (Foto tomada de Facebook La Higuera)

Un banquete de  boda celebrado en casa particular.
Grupo de jóvenes celebrando una boda en la casa del novio, años 60.



Luisa Teruel Muñoz (conocida como “Luisa la de Pellica”) y su hermano Rafael (conocido como “El Crisanto”). En la foto de la derecha Luisa con la guitarra y su hermana Josefa (“Pepa la Crisanta”). (Foto tomada de Facebook La Higuera).













Normalmente la gente de mayor poder adquisitivo hacía almuerzos y no ponían sopas ni carnes, sino un abundante plato individual de embutidos, jamón, lomo, chorizo, queso, almendras, aceitunas, patatas fritas, etc., que se llamaban” chispillas”, estas chispillas se podían repetir, y mezclada con abundante cerveza y vino tinto, moriles, etc. era más que suficiente para llenar los estómagos de los invitados más tragones. Después igualmente se tomaba la típica “Manta”, roscos de baño blanco y vasos de “Resol” para el postre. También se servían en estas bodas dulces de Casa Campos de Arjona.

Mesa preparada para la boda. En este caso por el tipo de sillas y por el enladrillado del suelo, parece que se celebraba en una casa particular. Sobre el mantel de papel “biscuter” de cerveza El Alcazar, alguna que otra gaseosa con sabor naranja o limón, los platos de “chispillas” el vino amontillado y tinto, la “Manta” rellena de chocolate, los fruteros con los dulces de Arjona, y las botellas de “Resol” de limón y de café. (Foto tomada de Facebook La Higuera)

Boda de Manuel Mercado Cubillas y Francisca Gavilán Pérez, año 1970.

Panorámica del Cine Palomares con la disposición de mesas preparadas para el banquete de bodas.

Situados todos los invitados comienzan a servir la bebida los camareros en las mesas.

En el discurrir de la comida los novios recorren las mesas para comprobar la atención a los invitados

Años después se servía un menú en el Cine Palomares, a modo de catering, traído y servido por alguna casa de Andujar dedicada a dar banquetes, pero eso ya era en los años 70.
Tanto para las comidas cenas de carne en las casas como en el cine, había unas personas del pueblo dedicadas a preparar comidas, bebidas y todo lo referente al banquete, junto con la familia del novio. Recuerdo que se dedicaron a este menester: “Paca la Cochera”, “Clara la de Panblanco”, “Juana la Loca”, y el “Niño las medias” (que también era camarero del Casino). Estas mujeres del pueblo que eran cocineras eran las encargadas de la preparación de las grandes cantidades de comida que se necesitaban.
Una de ellas hacía de directora y las demás ayudaban, aunque ella era la encargada de preparar primeramente las albóndigas y los platos de dulce para los postres. Como es natural, para todo esto tenían que ayudar la gente del alrededor, los de la casa y familiares.
Había la costumbre, que permanece, de que en días anteriores a la boda la novia “enseñaba la casa” donde a modo de escaparate, quedaba expuesto todo el ajuar de la novia para satisfacción de los padres. Esto provocaba visitas continuas por las tardes de jóvenes casaderas, parejas, y mujeres de todas las edades.
El día anterior, o sea la víspera, por la mañana iban los novios al Juzgado, para en la oficina del Registro Civil, hacer expediente de solicitud de casamiento. Después del casamiento en la iglesia el Jefe de los Municipales entregaba al novio el citado documento. El matrimonio civil ahora se celebra ante el Juez o el Alcalde o funcionario señalado legalmente con dos testigos mayores de edad y se deberá acreditar previamente que se reúnen los requisitos de capacidad exigidos legalmente.

Grupo musical de Higuera de Arjona de los años sesenta que tocaba en las bodas. Son Felipe Zafra Gavilán, Pedro Teruel Muñoz, “El Niño Chorreones”, Manuel Martínez Liébana y Rafael Teruel Muñoz en plena actuación. (Foto tomada de Facebook La Higuera)

Lo que sí han hecho los novios en unos días antes, ha sido el reunir a sus amigos y amigas, lo mismo solteros que casados, para ir una noche a un  bar o restaurante e invitarlos a beber y tomar tapas, como despedida de solteros, esto pertenece a tiempos más modernos.
Llegado el día señalado, toda la vida del pueblo giraba en torno al hecho de la boda porque todo el pueblo participaba de alguna manera con el jolgorio consiguiente.
 Por fotos antiguas y por la que me cuentan personas mayores, voy a intentar describir a continuación como iban vestidas de novias nuestras abuelas. Utilizaban ropas que desde hace años están en desuso: Algunas de esas prendas interiores, eran: Un justillo de tela, que hoy día ha sido cambiado por un sujetador. Un corsé, que apretado por mediación de cintas, hacían el talle más perfecto. También un jubón, que es sustituido ahora por una faja. Unos pantalones de tela, desde la cintura hasta abajo de las rodillas, que en las bocas tenían puntilla, estaban atados con unas cintas de seda de colores. Para encima de los pantalones, unas enaguas de tela, que eran del tamaño de una falda, con puntilla o tira bordada cosida en todo el diámetro de la parte de abajo. Si la novia estaba delgada, se ponía entonces dos, para aumentar algo artificialmente. Una sobrefalda para encima de las enaguas, que solía ser de vichy. La vestimenta exterior: Encima de la sobrefalda iba la falda, que era en negro y solía ser de tejido adamascado.

 Esta foto de 1895 tiene interés por las ropas del grupo familiar. Son el matrimonio formado por Antonio García Barragán y su esposa María Cortés Bareas que aparecen sentados. En la fila de arriba de izquierda a derecha aparecen sus hijos: Mariana García Cortés (Marianica) casada con Agustín López León, Juana García Cortés casada con Francisco Morales García, Antonio García Cortés casado con Clara Garrido Navarro, Sofía García Cortés casada con Juan José Morales García, y María Francisca García Cortés casada con Eusebio Zafra Ramírez.

Usaban un delantal de raso con bonitos bordados, para la parte delantera encima de la falda. Las medias de algodón, no se usaban todavía de seda. 
Una toquilla, que se ponían sobre los hombros cubriendo parte de la espalda, y cruzados los picos en la parte delantera. Un manto o blonda en negro, prenda de raso, que era mayor que la toquilla, puesto encima que cubría la parte de espalda, cabeza y hombros hasta la parte de delante.
 También sobre la cabeza un velo negro. Sobre los hombros cubriendo más espalda que el manto porque era mayor, un mantón de Manila (o de la China) con flecos, que se cerraba sobre los brazos, en la parte delantera. Para los pies, bota baja que cubría los tobillos, abrochadas con varios botones. En la mano derecha un abanico. A este traje se le conocía como "la novia vestida de manto".
El novio tenía una forma de vestir más sencilla, como ropa interior camiseta de felpa si era en tiempo de invierno, y tal vez calzoncillos largos del mismo tejido hasta los tobillos. La camisa me parece que era de popelín (algodón) en blanco. Debajo de la solapa (cuello de la camisa), la corbata que era en negro. El traje también en negro, chaleco y luego chaqueta (tejido grueso de lana), o de pana lisa o de tejido, de una fila de botones, pequeña, que cubría solo los riñones. Los pantalones muy estrechos, nada de bombachos en la parte de abajo, pues eran llamados "pantalones de tubo".
 Botas en negro sujetadas con cordones. Sombrero en negro corriente. Capa en negro o color azul, con embozos por dentro de terciopelo en color.

Los puestos del padrino y la madrina, eran ocupados por familiares del novio. Durante muchos años se mantuvo esta costumbre. Si se casaba el primer varón de la casa, entonces los padrinos eran sus padres o hermano y hermana; si no los había o así se había decidido en la casa, eran otros familiares, bien primos hermanos u otros allegados a ellos. Para el segundo varón, ya no había conflicto, pues entonces era su hermano y su cuñada casados los primeros. Para el tercero era el segundo matrimonio y así sucesivamente. En las bodas de hoy, es costumbre de ser la madre por parte del novio y el padre por parte de la novia, o incluso son sus padres. La ropaje los padrinos era un traje normal, y la madrina podría ser también "vestida de manto" al estilo de la novia, o con vestimenta normal, nos referimos a las bodas más antiguas conocidas.
En las bodas antiguas tenían la suficiente creatividad para saberse divertir por ellos mismos, cantando y bailando las canciones y los bailes que se conocían por tradición, con los cuales se identificaban.
 En estas bodas, cuando se aproximaba la hora, al segundo toque de campanas de la iglesia, el novio con su madrina y familiares de su rama, se dirigían a la casa de la novia, para encontrarse con ellos y formar así un solo cortejo de fiesta, camino de la Iglesia donde se iba a celebrar la ceremonia religiosa. La comitiva nupcial iba por el centro de la calle y a un lado y otro las mujeres, jóvenes, niños y público en general se acercaba para ver cómo iba vestida la novia, como iban de arreglados todos los invitados, normalmente las señoras solían decirle algo agradable a la novia, referido a su traje, lo guapa que iba, etc..
De la casa de la novia ya salía la novia con su padrino y el novio con la madrina, después los padrinos, los hermanos, tíos, demás familiares y conocidos.
Celebraba la ceremonia religiosa, se pasaba a las dependencias de las sacristía y allí firmaban los recién casados, siendo testigos del casamiento algunos familiares cercanos de los casados, normalmente hermanos, amigos y tíos, se firmaba el acta presentada por un empleado del Juzgado.
   Terminado el acto religioso, a la salida de la Iglesia los novios emparejados recibían una lluvia de granos de arroz que le lanzaban los invitados sobre sus cabezas, suelían ser familiares o amigos y amigas. Parece que querían significar “abundancia” para los casados
 Se encaminaban a la casa o al cine donde se celebraba el almuerzo o la cena, y la comida trascurría con algún ruido por la conversación de la gente y el ajetreo de los encargados de reponer comida o bebida. Al final de la comida, el novio, que con unas cajas debajo del brazo que contenían cigarros puros, iba dando uno a los varones.

Un grupo de amigos en una boda en 1953, en el patio de una casa (Foto tomada en Facebook La Higuera)

Mientras en estos tiempos se termina todo con una comida, refieren las personas mayores que antes se sentaban a la mesa hasta en seis ocasiones, con eso de la “tornaboda”.
   
Ahora llega el momento de darle el dolor al bolsillo, pues es el momento de entregar "la dolorosa”, “la manteca” o “el cumplido”;…en sobre de carta, al poder ser pequeño, se han metido unos billetes grandecitos doblados, que casi siempre es algo más de lo que generalmente cobran por el cubierto, pues ya sabe la gente lo que se cobra por el mismo más o menos. Si son los recién casados los que han de pagar el importe del banquete, siempre les sobra dinero, y si lo pagan sus padres, a ellos le queda lógicamente todo libre. En la parte final de la comida, ya comienza a formarse una fila de asistentes al banquete que van pasando por delante de la mesa que ocupa el matrimonio nuevo con sus padres, dejando cada invitado el sobre referido sobre una bandeja, que a la vez van recogiendo el cigarro puro que les entrega el padrino, y un regalo para las damas por parte de la madrina, e incluso esto último se entrega al tiempo del café en las mesas de los invitados.

Foto de recién casados en el año 1953 con amigos e invitados en el patio de la casa. (Foto tomada de Facebook La Higuera)

Después pasado un tiempo los novios y padres se retiraban a contar el dinero recibido y daban a conocer la cantidad recogida del convite, que se comunicaba a los más allegados. En algunos casos acostumbraban a anotar el dinero recibido si el invitado se identificaba, con idea de devolver la misma cantidad en posterior compromiso reciproco. En otros casos no se escribía  el nombre del invitado e incluso algunos sobres iban vacíos, se ve que la caradura también se daba.
   
Con rapidez los camareros retiraban sillas y mesas, limpiaban el salón, para que enseguida sonase la música. Comenzaba el baile con un vals bailando el novio con la novia, al que se incorporan el padrino y la madrina y se van incorporando progresivamente los invitados. Después era habitual que bailase el novio con la madrina y la novia con el padrino. Pasadas algunas piezas los novios dejaban de bailar o no, según su afición y volvían a la mesa con sus familiares.


La orquesta comiendo en un descanso de una boda. Los músicos eran: Rafael Teruel Muñoz, Felipe Zafra Gavilán, Pedro Teruel Muñoz “El Crin”, y Manuel Martínez Liébana. Los acompañan  amigos de Felipe Zafra Gavilán: Julián Zafra Garrido, Juan-Manuel García Galán y Manolo Zafra Gavilán, hermano de Felipe. (Foto tomada de Facebook La Higuera)

En las bodas más antiguas  muchos invitados varones salían a tomar café y dar una vuelta, quizá para refrescarse; pero de nuevo volvían el novio con los  amigos, recogían a la novia y de nuevo a bailar todos agarrados y dando vueltas al ritmo de pasodobles.
Se cenaba y de nuevo a bailar hasta próxima la medianoche. Los amigos del novio empezaban a darle bromas, y entre cantos, bailes y bebidas se pasaban hasta bien entrada la madrugada. Cuando la pareja de recién casados lograba desliarse de los amigos, bastante alegres, se iban a dormir a su nueva casa, siendo otras veces acompañados hasta la puerta. 
 Era relativamente frecuente que familiares próximos y amistades allegadas le hicieran en la cama “la petaca”, que consistía en doblar la sábana de arriba por la mitad hacia abajo, de modo que al acostarse los novios, no podían introducirse en la cama al estar la sábana doblada, por lo que terminaban deshaciendo la cama tan primorosamente preparada en apariencia y colocando las sabanas según el uso normal. Otra broma que solía hacerse al novio más que a la novia era ponerle en el orinal unos papelillos de gaseosa, que cuando iban a orinar empezaban a efervescer y hacer espuma, de forma que debían cortar el chorro. Es muy posible que el novio pagara una deuda que tenía, pues seguramente esto que le hicieron ahora, lo habría hecho quizá a su mejor amigo.
Así llegaba el día llamado “tornaboda”, en la que no muy temprano le llevaban el desayuno a los desposados de parte de una de las casas de sus padres, a los que se pegaban amigos y amigas de la novia, a los que se obsequiaba con anís o alguna bebida. En muchas ocasiones cuando se terminaba era ya muy avanzada la mañana, y se hacían entre los jóvenes juegos de prendas u otros entretenimientos, la cosa era juntarse de nuevo la juventud. Después se marchaba cada cual a su sitio hasta la hora del almuerzo, en que se comía lo que había sobrado del día anterior y no se había tocado porque se preparaba en exceso por si faltaba. La boda seguía algún día mas, los mozos iban a buscar a los novios para gastarles bromas y se celebraba como algo parecido al primer día aunque la comida iba flojeando, haciéndose la comida con los sobrantes de la comida preparada, que había quedado sin tocar y los despojos... El baile seguía y a veces también se hacía chocolate.
En las casas donde el patio, corral o alguna habitación eran grandes, se organizaba el baile; la "orquesta sinfónica" la componían un acordeón o saxofón y pocos instrumentos más, interpretados por los músicos del pueblo.
Se seguía dando vueltas hasta cerca del anochecer, era  ya el momento de poner fin a aquellas bodas de nuestros abuelos.
Entonces, el personal invitado se despedía de los padres de las dos ramas, deseándoles salud para ver casados a todos los hijos que tuvieran. También se despedían del nuevo matrimonio para que fueran muy felices y tuvieran muchos hijos. Dejando descansar a todos e intentando descansar ellos, si no tenían programado algún trabajo en el campo. Alguno aficionado a la poesía les regalaría estos versos de despedida muy habituales en esos tiempos:

Viva la novia y el novio
y el cura que los casó
El padrino y la madrina
los convidados y yo.
Para remate de todo
la enhorabuena os damos
sea para servir a Dios
y sea por muchos años.
Nos despedimos de los novios
del padrino y la madrina
y de todos los convidados
que por muchos años vivan.
Nosotros nos despedimos
de todos en general
con muchísima alegría,
no les molestamos más.


Desde este momento, los recién casados comenzaban a vivir en real intimidad y a vivir por su cuenta. La comida la hacían juntos en casa de los padres de él o de ella. La cena en la casa de los otros padres que no lo hicieron para la comida, y ahora sí que se habían terminado todos esos días de inmenso jaleo, en que todos terminaban bastante cansados. Aunque también había algunos amigos que daban la lata a los casados durante esta segunda noche, si no se habían marchado fuera del pueblo, disfrutando de la “Luna de Miel”.
Y fueron felices y comieron perdices

¿Cuánto han cambiado los tiempos?, Hoy las bodas se han simplificado de tal forma que han perdido toda la riqueza de costumbres que las rodeaba. En Higuera de Arjona ya no se celebran banquetes de bodas, se prefiere desplazarse a otros pueblos cercanos: Arjonilla, Andújar o Arjona, para tener la facilidad de celebrar el banquete en un restaurante, en el cual se remata la fiesta con una orquesta que ameniza el baile. Esto ha hecho que haya desaparecido todo el encanto de las bodas populares según la antigua usanza, con las coplas, los ritos y costumbres que habían pasado de padres a hijos y de abuelos a nietos.

Por otra parte, ahora casarse por la Iglesia en España empieza a ser casi una rareza. Seis de cada diez bodas que se celebran en el país son ya civiles y el descenso de los enlaces canónicos es tan acelerado que nadie se atreve a pronosticar dónde puede terminar. De hecho, hasta 2009 fueron mayoría. Ese año, la Iglesia vio cómo caía el penúltimo bastión que resistía ante el acelerado proceso de secularización vivido en el país -solo quedan los funerales- y las parejas que optaron por formalizar su relación en juzgados y ayuntamientos fueron más que las que pasaron por la vicaría. Era el resultado de un proceso de desgaste que es mayor mes a mes como prueban las cifras: en 1991, las bodas civiles apenas superaban el 20%. Diez años más tarde en 2001 pasaban algo del 26%. En 2011 rozaron el 60% al sumar 97.666, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

¿Qué está pasando para que en una década los matrimonios por la Iglesia hayan caído de 152.000 a 62.000? En primer lugar, se ha producido una reducción general del número de enlaces. Hasta época bien reciente, la cifra se mantenía más o menos estable en 200.000 bodas al año. El ejercicio anterior se cerró con apenas 163.000. Sin embargo, las bodas civiles no paran de crecer, aunque en los últimos años sea de forma muy modesta. Casi se han doblado desde 2000, cuando apenas representaban una tercera parte de las religiosas.

Parece, por tanto, que aún teniendo su influencia el rechazo creciente a formalizar las relaciones de pareja, las razones más poderosas son otras. Y la fundamental de todas ellas, según los especialistas, es que ha llegado a la edad de contraer matrimonio la primera generación de españoles que ha vivido completamente inmersa en el proceso de secularización que se inició en la segunda mitad de los 70. Son jóvenes cuya relación con la Iglesia ha sido escasa o nula y que no reciben ningún tipo de presión familiar para contraer matrimonio canónico. También son ajenos al concepto de unión para toda la vida que la Iglesia predica, como suele reiterar el sociólogo Javier Elzo.

Los divorcios están también entre las razones del descenso de matrimonios canónicos. Un divorciado no puede casarse por la Iglesia -salvo en el caso infrecuente de aquellos cuyo primer matrimonio fue civil; ellos sí pueden optar por un enlace canónico para su segunda boda-, lo que reduce el número de candidatos. Resulta que la cifra de divorciados que se casan por segunda o tercera vez no es en absoluto desdeñable. El año pasado fueron 23.000 varones y 21.000 mujeres. Aunque en no pocas bodas ambos serían divorciados, es obvio que hay unas decenas de miles de matrimonios que no habrían podido ser canónicos por más que lo hubiesen deseado los contrayentes.

Razones aparte, el decaimiento de las bodas por la Iglesia no se da manera uniforme a lo largo de la geografía española. Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha tienen más enlaces religiosos. Por provincias, las más pobladas -con la excepción de Sevilla- cuentan con mayoría de bodas civiles. Y hay dos casos muy relevantes, los de Barcelona y Gerona, que con el 79% y el 78% respectivamente se sitúan muy por encima en esta materia de la media de países tan laicos como Francia, donde están en torno al 70%.

Lo que revelan también las cifras cuando se examinan por comunidades es que no existe relación alguna entre una boda y la ideología. La Comunidad Valenciana y Madrid, con muchos años de continuas victorias electorales del PP, tienen porcentajes elevados de bodas civiles. Andalucía, la región con un voto históricamente más definido a la izquierda, es de las pocas con mayoría de matrimonios canónicos. El voto no parece tener vinculación alguna con los comportamientos de índole privada.

                        Higuera de Arjona 15 de Mayo de 2012
                        Día de San Isidro Labrador
                        Pedro Galán Galán



Bibliografía:
Jóvenes españoles 2005. Javier Elzo Imaz (Autor), Pedro González Blasco (director) Grupo Editorial S.M., 2006.
Imágenes y Comentarios de Lahiguera en el siglo XX. Sebastián Berdonces Lara, cronista de Lahiguera. Excmo. Ayuntamiento de Lahiguera, 2008.






jueves, 8 de noviembre de 2012

Fray Blas Palomino: desde Méjico a Filipinas.

Viaje de Fray Blas Palomino a Filipinas (II). Trayecto desde Méjico a Filipinas
Con la llegada de Fray Blas Palomino a Veracruz, se culmina una primera parte de un viaje de 16,500 kilómetros que tendrá su continuación con el embarque en Acapulco vía Filipinas.
La ciudad de Veracruz fue fundada por Hernán Cortés en 1519, fue durante mucho tiempo el único puerto de Nueva España en el golfo de Méjico, y junto con Portobelo el punto de llegada de las flotas procedentes de España y de regreso. El puerto registraba un volumen de tráfico de unas cien mil toneladas decenales entre 1561 y 1630. En su fuerte de San Juan de Ulúa (siglos XVI y XVII), se almacenaban las mercancías. Todavía hoy, es el primer puerto del país, por el que tienen salida al mar los productos de las regiones centrales de Méjico y en el que se reciben mercancías procedentes de Europa.
Entre el tiempo de llegada de los religiosos a Veracruz, y de salida para Filipinas desde Acapulco, se alojaban en un convento-hospedería que se construyo a tal efecto.



 El 1 de marzo de 1601, el rey Felipe III, expidió una real cédula concediendo a Fr. Juan Pobre licencia para conducir a Filipinas a 40 misioneros, autorizando que los gastos que se ocasionaran fueran pagados por la hacienda real, por ella Fray Juan Pobre quedo facultado para preparar todo lo concerniente a la organización del viaje para aquellos religiosos que estuviesen dispuestos a evangelizar Filipinas, Japón y China. Queda así de manifiesto que la hacienda real dispensó los gastos que generasen el traslado, manutención y alberge de los religiosos que habían de evangelizar estas tierras.
Esta es la referencia a la relación de religiosos mártires en Oceanía y Asia, con indicación de su año de expedición en el año 1601, 1605 y 1608


 En este segundo texto se refiere la incidencia de un fraile que vuelve a Andalucía por falta de salud de los de la expedición de 1605.


 La comunicación entre Veracruz y Acapulco  en Méjico, se realizaba a través de un larguísimo camino que atravesaba México de costa a costa y llegaba hasta la misma capital del país. Afortunadamente, era muy funcional ya que por parte del mismo transitaba también la plata mexicana que venía del Norte y bajaba desde México hasta la costa.
La ciudad de Acapulco, esta situada en la bahía de su nombre, en el Océano Pacífico. Su núcleo urbano se extiende a lo largo de la bahía en forma de anfiteatro, rodeada de las estribaciones de la Sierra Madre Occidental. Aunque de menos importancia que el puerto de Veracruz, su puerto sigue siendo un puerto de altura, cabotaje y pasaje. En este puerto embarcó Fray Blas Palomino con otros cuarenta y nueve religiosos más destinados a las Misiones de Filipinas y Japón.
Estas son las referencias de búsqueda del embarque a Filipinas en el Archivo General de Indias en Sevilla:
ÁREA DE IDENTIFICACIÓN Código de Referencia: ES.41091.AGI/22.15.2143//INDIFERENTE,2073,N.72   
Titulo Nombre atribuido: Juan Pobre
Fecha Formación: 1608
Nivel de Descripción: Unidad Documental Compuesta Signatura Histórico: INDIFERENTE, 2073, N. 72

 ÁREA DE CONTENIDO Y ESTRUCTURA
Alcance y Contenido:
Expediente dando por presentados y aprobados a fray Mateo de Recalde, en nombre de Fray Juan Pobre, los 50 frailes de la orden de San Francisco, que pasaron a Filipinas y Japón, cuyos nombres son:
fray Alonso Junípero, laico; fray Luis de San Miguel, confesor; Francisco Durán, teólogo; Matías de Argete, estudiante dicácono; Andrés Esteban, sacerdote; Pedro de la Concepción, sacerdote; José Fonte, diácono; Pascual Serrano, presbítero; Bernardo Fernández, confesor; Andrés Felipe, confesor; Pascual de Torrellas, presbítero; Luis Pérez, laico; Miguel de los Angeles, diácono; Domingo de San José, predicador; Miguel Soriano, sacerdote; José Felipe, laico; Francisco de San Miguel, laico; Diego de Casasola, diácono; Diego de San Francisco, sacerdote; Jerónimo de San Francisco, diácono, estudiante; Pedro de San Jerónimo, laico; Baltasar de los Mártires, presbítero; Antonio de Peralta, confesor; Cristóbal de la Buenaventura, laico; Francisco de la Cruz, predicador; Pedro de San Miguel, laico; Blas Palomino, confesor; Antonio de Arcaute, predicador; Juan de Anuncibay, teólogo; Francisco de San Bernardino, teólogo; Diego de Santa María, predicador; Martín Moreno, laico; Esteban de la Torre, sacerdote; Juan de Cabezón, sacerdote; Antonio de San Buenaventura, diácono; Atilano de San Antonio, predicador; Antonio de Santa Ana, laico; Pedro de San Antonio, sacerdote; Pedro de San Martín, sacerdote; Juan de Zamora, predicador; Gregorio de San Esteban, confesor; Francisco de Jesús, sacerdote; Francisco de Santa Ana, predicador; Andrés del Sacramento, confesor; Juan Mantero, sacerdote; Alonso de Ampudia, sacerdote; Domingo de los Mártires, sacerdote; Francisco de Cadalso, laico; Juan de Balconete, diácono; Miguel de Rubiano, sacerdote.


ÁREA DE CONDICIONES DE ACCESO Y UTILIZACIÓN
Índices de Descripción:
Ampudia, Alonso de
Andrés del Sacramento
Antonio de San Buenaventura
Antonio de Santa Ana
Anuncibay, Juan de
Arcante, Antonio de
Argete, Matías de
Atilano de San Antonio
Balconete, Juan de
Baltasar de los Mártires
Bernardino, Francisco de
Buenaventura, Cristóbal de
Cabezón, Juan de
Cadalso, Francisco de
Casasola, Diego de
Diego de San José
Diego de Santa María
Domingo de los Mártires
Domingo de San José
Durán, Francisco
Esteban, Andrés
Felipe, Andrés
Felipe, José
Fernández, Bernardino
Filipinas
Fonte, José
Franciscano
Francisco de Jesús
Francisco de la Cruz
Francisco de San Miguel
Francisco de Santa Ana
Gregorio de San Esteban
Japón
Jerónimo de San Francisco
Junípero, Alonso
Luis de San Miguel
Miguel de los Angeles
Montero, Juan
Moreno, Martín
Palomino, Blas
Pedro de la Concepción
Pedro de San Jerónimo
Pedro de San Martín
Pedro de San Miguel
Peralta, Antonio de
Pérez, Luis
Pobre, Juan
Rubiano, Miguel de
Serrano, Pascual
Soriano, Miguel
Torre, Esteban de
Torrellas, Pascual
Zamora, Juan de

Resulta curioso que Fray Blas Palomino figure entre los que iban destinados a Japón, posiblemente acompañado de otros seis franciscanos, que bien podían ser los que aparecen en la relación listada tras el nombre de Filipinas, a saber:
Filipinas
Fonte, José
Franciscano
Francisco de Jesús
Francisco de la Cruz
Francisco de San Miguel
Francisco de Santa Ana
Gregorio de San Esteban
No es de extrañar dado que Fray Blas Palomino estuvo esperando en Manila la disposición del arzobispo de Manila para ser enviado a una misión u otra.


ÁREA DE DOCUMENTACIÓN ASOCIADA
Soporte:

ÁREA DE CONTROL DE LA DESCRIPCIÓN
Notas del Archivero:
TITULO: ARCHIVO GENERAL DE INDIAS
Descripción elaborada por ARCHIVO GENERAL DE INDIAS
Fecha de la Descripción:
2003-03-26
SOPORTE Y VOLUMEN 1 Expediente(s)
Realizamos a continuación una breve referencia a un personaje clave para el reclutamiento en España de religiosos de distintas órdenes y el acompañamiento del envío de las repetidas misiones a las tierras españolas de Oriente, en un viaje de ida y vuelta continuo con múltiples incidencias de las embarcaciones por las tempestades.
Juan Pobre fue un religioso de origen humilde, que desde 1591 o 1592 comenzó a desarrollar su misión en Oceanía y China y recibió unos años después en encargo de Felipe III de organizar las misiones de envíos de religiosos a Filipinas China y Japón, en 1601, 1605, y 1608.
Seguramente habrán advertido que razón hay para que se enmarque en rojo el nombre de Juan Pobre, parece ser que en ese primer viaje a Japón quería embarcarse Juan Pobre y como había algunas condiciones que estaban referidas a la edad y salud de los religiosos que se embarcaban para tan duro apostolado, hubo ciertas reticencias; pero finalmente fue aceptado por su mucha caridad y buen hacer, tal como leemos en el texto abajo.


 Parece que las dificultades encontradas por Juan Pobre para embarcar al principio le hicieron registrarse como Fray Francisco de Zamora, según prueba el siguiente texto:

 En el texto siguiente se evalúa la labor misionera de Fray Juan Pobre, que hizo el viaje a Filipinas tres veces en el periodo de tiempo que va entre 1592 según texto en la página 598 del capítulo IX de La Misión en Japón  o  la fecha reflejada de 1593 y 2609 según parece confirmar este texto inmediato:



 A continuación mostramos la página aludida anteriormente. Página 589 del libro: Fray Juan Pobre de Zamora. Historia de la pérdida y descubrimiento del Galeón "San Felipe" Autor: Jesús Martínez Pérez
 Ahora reanudamos la narración y descripción del viaje de las Naos de China hacia Filipinas, dando descripción del puerto de Acapulco y todo lo que represento en el comercio de Las Indias, y  por que a nosotros respecta, lugar de embarque de la expedición en la que viajó Fray Blas Palomino



 Plano del castillo de San Diego en el puerto de Acapulco, 1772 (Archivo General de Simancas, Valladolid
El puerto de Acapulco vivió su tiempo de gloria, en la llamada Feria de Acapulco, mercado idóneo para las operaciones de compraventa y que el ilustre historiador Humboldt consideró la más grande en su tiempo. Se reglamentó en 1579 y duraba por lo regular un mes. En ella se vendían los géneros orientales y se cargaba cacao, vainilla, tintes, zarzaparrilla, cueros y, sobre todo, la plata mexicana que hacía posible todo aquel milagro comercial.
 ¿Y qué pasaba con las mercancías de la Nao de la China, una vez desembarcadas en Acapulco? Parte se vendía ahí. Otra parte –la mayor- cruzaba México por tierra, a lomos de mula, hasta llegar a un puerto atlántico, el de Veracruz. Allí las riquezas del Galeón de Manila se unían a los metales y piedras preciosas extraídas de América, y todo embarcaba con destino a los puertos españoles de Cádiz y Sevilla, gran centro del comercio de Indias. En Acapulco, la llegada del Galeón era una fiesta. En torno a la Nao creció una feria de artículos exóticos reglamentada desde 1579 y que duraba todo un mes. Es indescriptible la emoción que se adueñaba de las gentes de Nueva España ante todas aquellas fantásticas mercancías: sederías de China, marfiles de la India, porcelanas finísimas, tesoros de nácar, maderas lacadas del Japón, especies de Indonesia, las Molucas, Timor o Siam; jengibre de Malabar, alcanfor de Borneo, ánforas de Martabán traídas desde Birmania…


 Ruta de los galeones, 1573
1. Islas de las Especias (Molucas)
2. Ruta de los juncos chinos
3. Corriente Kuro Shivo o Kuro Shio
(Río Negro)
4. Corriente de California
5. San José del Cabo
6. Veracruz
7. Ruta a Europa
8. Corriente ecuatorial del norte
9. Cabo Mendocino
10. Acapulco
11. Callao
Rutas de los galeones de Filipinas o Nao de China y de naves proveedoras




A través de los feriantes se podía conseguir, por ejemplo, una media vajilla de porcelana azul y blanca de 324 piezas por 56 pesos; enaguas confeccionadas en Manila, 3reales; una arroba de cera filipina, 1 peso con 7 reales; una colcha de raso bordada, 13 pesos (y si incluía oro y plata, 25 pesos); una alfombra persa, 35 pesos; un baúl de maque, 9 pesos; 1000 botones de cobre, 3 pesos; y 100 botones de cristal, 1 peso con 7 reales. Estos eran los precios oficiales pero en algunos mercados de fayuca (como el actual de Tepito), escondidos en las callejas del puerto, se podían conseguir, de contrabando, los mismos artículos a precios inferiores. El contrabando era un delito que cometían todos los pasajeros del Galeón quienes siempre arribaban con abultados ropajes.

 Feria de Acapulco (por Robert McGinnis)

Plano del puerto de Acapulco, 1712 (Archivo General de Indias, Sevilla)

 El trayecto Acapulco Filipinas se realizaba  en el  Galeón de Manila, beneficiándose para el trayecto por el empuje en las aguas de la corriente de Kuro-Siwo.
La ruta establecida desde Acapulco en Méjico hasta Filipinas fue la alternativa del viaje hacia el oeste por el océano Índico, y alrededor del cabo de Buena Esperanza, que estaba reservada a Portugal de acuerdo con el tratado de Tordesillas. El objetivo del reparto entre España y Portugal fue acceder al mercado del Lejano oriente: China, India, Japón, Siam. Como la ruta mediterránea está cerrada por el Imperio Otomano, Portugal abrió su camino en dirección Sur-Este, bordeando África. España lo abriría en dirección Oeste desde América, según el reparto de océanos acordado con Portugal.







La ruta comercial Manila-Acapulco se inició en 1568 (amarillo) y la ruta comercial rival portuguesa del este (verde) desde 1479-1640 (el mapa refleja solo en esquema, sin precisión, las rutas de navegación seguidas por los barcos).

El resumen de los hechos históricos que motivaron el nacimiento y apogeo de los viajes de los Galeones podía ser así: 


El propósito de hallar un camino por Occidente que condujera a las riquezas asiáticas (especias, sedas, pólvora, marfiles, entre otros productos) hizo que Colón descubriera América y que, en años sucesivos, se multiplicasen las expediciones.

Cristóforo Colombo.

En el año 1521 tuvieron lugar dos sucesos que – según C. Romero Giordano- hicieron posible la anhelada ruta entre España y  Asia: la expedición de Magallanes-Elcano descubrió el archipiélago filipino y Hernán Cortés terminó de conquistar el imperio azteca (que pasó a llamarse Nueva España).


Hernán Cortés.

 Como ya hemos visto, en la época virreinal de 1521, el navegante Fernando de Magallanes al servicio de España llegó al archipiélago filipino y tomó posesión jurídica de las islas, bajo el trono español, pero sin dejar un solo soldado o español cualquiera en las islas, que diera valor al hecho de considerarlas como de la colonización de España. Además se quería arrebatar la jurisdicción de las islas del poder que ostentaba Portugal.
Pocos años más tarde, la búsqueda de esa ruta comercial se realizaba desde Nueva España, fueron las expediciones de Álvaro de Saavedra (1527) y Hernando de Grijalba (1536-1538), patrocinadas por Hernán Cortés, o la encomendada por el virrey Antonio de Mendoza a Ruy López de Villalobos (1541-1543), que terminó alcanzando las islas de Samar y Leyte, a las que llamó Islas Filipinas (tal como se describe mas adelante).
Hernán Cortés envió tres barcos rumbo a Asia, que zarparon de Zihuatanejo en 1527. En el camino dos de ellos naufragaron, y el tercero llegó, pero no regresó por no haber encontrado la corriente del retorno. Después en 1541, López de Villalobos fue enviado por el virrey Antonio de Mendoza para encabezar una expedición hacia las Indias Orientales en busca de nuevas rutas comerciales. Su expedición partió de Puerto de Navidad en 1542 a bordo de cuatro carabelas.
En 1543 la flota tocó la costa sur de la isla de Mindanao, donde exploraron la costa e hicieron contacto con los indígenas malayos. De allí partieron más al oriente hasta alcanzar la isla de Leyte y las nombraron "Las Islas Filipinas" en honor al príncipe Felipe II. Conquistaron una isla a la que bautizaron como Antonia en honor al virrey. Pero, a causa del hambre y la falta de refuerzos se contrataron con los señoríos locales como mercenarios y al cabo de pocos meses los traicionaron para pasarse al bando lusitano. Los expedicionarios tuvieron que retirarse a buscar refugio en las Molucas, dominio portugués. Villalobos murió en 1544 en la isla de Amboyna. El resto de la tripulación consiguió escapar y regresar a Nueva España, donde contaron las historias al virrey, y así se consideró parte de la Nueva España la Capitanía General de las Filipinas.
En España, Carlos V había sido un gran constructor de imperios y un extraordinario soldado, pero un mal administrador, y cuando su hijo Felipe II heredó el vasto imperio español en 1556, recibió también un erario en bancarrota. Tal vez desde entonces, surgió en la mente del joven emperador la idea no sólo de neutralizar la expansión portuguesa, sino también de obtener el dinero que tanto necesitaba comercializando los apetecidos productos de oriente, que podrían ser traídos directamente cruzando el Océano Pacífico hasta Acapulco, en la Nueva España, de donde podrían ser reembarcados para España y otros países europeos para venderse con buenas ganancias.


Durante su reinado, la Hacienda Real se declaró en bancarrota tres veces (1557, 1575 y 1596), aunque, en realidad, eran suspensiones de pagos, técnicamente muy bien elaboradas según la economía moderna, pero completamente desconocidas por entonces.
Felipe II heredó una deuda de su padre de unos veinte millones de ducados, y dejó a su sucesor una cantidad que quintuplicaba esta deuda. En 1557, al poco de entrar al poder el rey, la Corona hubo de suspender los pagos de sus deudas declarando la primera bancarrota. Pero los ingresos de la Corona se doblaron al poco de llegar Felipe II al poder, y al final de su reinado eran cuatro veces mayores que cuando comenzó a reinar, pues la carga fiscal sobre Castilla se cuadruplicó y la riqueza procedente de América alcanzó valores históricos. Al igual que con su predecesor, la riqueza del Imperio recaía principalmente en Castilla, y dependía de los avances a gran interés de banqueros holandeses y genoveses. Por otra parte, también eran importantes los ingresos procedentes de América, los cuales suponían entre un 10% y un 20% anual de la riqueza de la Corona. Los mayores consumidores de ingresos fueron los problemas en los Países Bajos y la política en el Mediterráneo, juntos, unos seis millones de ducados al año.

En 1559, el rey Felipe II , inició la aplicación de un cuidadoso plan que se había elaborado con el mayor secreto, y ordenó al recién nombrado virrey de la Nueva España, Don Luis de Velasco, que enviara una flota expedicionaria a las Islas del Poniente, y tocó al marino vasco Miguel López de Legazpi, acompañado por el fraile agustino Andrés de Urdaneta, quien había declinado el mando, zarpar del puerto de Navidad el 21 ó 20 de noviembre de 1564, en el San Pedro como nave capitana y cuatro embarcaciones más.
Como  hemos visto en Septiembre de 1559, Felipe II encargó a don Luís de Velasco, segundo virrey de Nueva España, armar otra flota para conquistar estas islas. Tras varios años de tarea en la construcción de cuatro naves en el astillero de Barra de Navidad. El Virrey Luis de Velasco encargó a Miguel López de Legazpi hacerse a la mar en una nueva expedición, la expedición fue confiada a Miguel López de Legazpi. Éste viajaba con su nieto Felipe de Salcedo y con su tío, el fraile, piloto y cosmógrafo Andrés de Urdaneta, recomendado por el rey. Los expedicionarios partieron del Puerto de Navidad, Nueva Galicia (actualmente Jalisco), el 21 de noviembre de 1564 y en el viaje conquistó Guam, las Islas de Saavedra (Islas Marshall) y las Islas Marianas (escalando ahí), y tocó Samar y hacia mediados de febrero de1565 llegaron a las Filipinas, donde fundaron la villa de San Miguel en Cebú el 27 de abril de 1565. El intento de colonización de Filipinas no terminó ahí. Por la escasez de productos, Legazpi se vio forzado a trasladarse de isla en isla merodeando y buscando sitios donde expoliar y expandir los dominios. El movimiento se vio favorecido, ya que al igual que en México, los habitantes estaban enfrentados entre ellos y Legazpi logró establecer fácilmente lazos de amistad, levantando al poco los primeros asentamientos españoles: la Villa del Santísimo Nombre de Jesús y Villa de San Miguel. Hábilmente, López de Legazpi evitó hostilizar a los moradores de las islas, que se decía que enseñaban ni más por más las vergüenzas al aire.
La razón del empeño de Felipe II en establecer esta ruta comercial fue que desde 1522, Portugal tenía el monopolio de las rutas comerciales al oriente, por lo que España, Inglaterra, Francia y los Países Bajos se veían obligados a comprar a los portugueses las codiciadas mercancías orientales a elevados precios.

Portugal controlaba los puertos de la India y las Islas Molucas pagándoles a los reyezuelos de la región un porcentaje sobre el valor del intercambio comercial efectuado; cuando alguna vez llegó a manifestarse la oposición de los gobernantes nativos, las unidades navales portuguesas sometían a los rebeldes y sus fuerzas ocupaban la zona costera.

La ruta en sentido América-Filipinas se conocía desde los tiempos de Magallanes en 1521, pero el "tornaviaje" o ruta Filipinas-América no se conoció hasta cuarenta y cuatro años después, en 1565. Muchas expediciones habían zarpado desde México, pero ninguna conseguía regresar.

 Felipe II por Sofonisba Anguissola, 1565 (Museo del Prado, Madrid, España)

 El Rey de España Felipe II ordenó el viaje del primer galeón de Manila. El “Galeón de Manila” o  la “Nao de China” también llamado “Galeón de Acapulco” cubría una ruta marítima a través del Océano Pacífico desde Acapulco (México) hasta Cavite y Manila (Filipinas), transportando pasajeros y mercancías de todo tipo. Era la nave que de forma sistemática hacía este recorrido como medio de transporte y comercio, en el que los religiosos evangelizadores de las nuevas tierras descubiertas eran parte del cargamento por mando real.
El primer barco zarpó en 1565. Con aquel primer navío se selló el destino de las Filipinas durante tres siglos. No iban a ser una simple posesión colonial en un lugar remoto del Pacífico: las Filipinas y sus ciudades –Manila, Luzón, Cavite- se convertirían en el centro del comercio oriental. La ruta era larga y compleja. Desde Acapulco ponía rumbo al sur y navegaba entre los paralelos 10 y 11, subía luego hacia el oeste y seguía entre los 13 y 14 hasta las Marianas, de aquí a Cavite, en Filipinas. En total cubría 2.200 leguas a lo largo de 50 a 60 días. El Galeón empleaba poco más de 3 meses para cruzar el Pacífico en dirección a Filipinas, incluyendo su escala en Guam. Desde entonces, todos los años zarpaba  de Acapulco con rumbo a Manila un galeón cargado fundamentalmente de  plata mexicana y peruana, en lingotes y acuñada. Además del movimiento de funcionarios y militares también iban religiosos para la evangelización de las islas. Humboldt lo resume así:” el galeón de Manila cargaba plata y frailes”.

La Corriente Ecuatorial del Norte en el Océano Pacífico y los vientos constantes hacia el oeste llevaron casi directamente a los navíos españoles a Cebú, en las Islas Filipinas, a donde arribaron a fines de abril de 1565. Después de iniciada la colonización y conquista de las Filipinas, que se llevaron a cabo casi sin derramamiento de sangre, las embarcaciones de Legazpi intentaron el regreso a Acapulco, pero ahora los vientos y corrientes contrarias lo impedían. Se llegaba a Manila aprovechando el monzón de invierno y se hacía el viaje de vuelta a Acapulco aprovechando el monzón de verano.


El tornaviaje  se inició el viernes 1 de julio de 1565 según un itinerario preparado por Urdaneta para alejarse de las zonas de tormentas (navegando primeramente hacia el noreste, virando luego a sureste, bajando a la mitad del océano y desde ahí retomando el rumbo al noreste). Su descubridor fue el marino, cosmógrafo, y fraile agustino Andrés de Urdaneta, que deduciendo la existencia de vientos de poniente más al norte, navegó en dirección noreste hasta Japón, donde encontró las corrientes Kuro-Shio que soplaban en dirección este. Estos vientos hicieron posible el viaje desde Asia hasta América, y concretamente California, donde solían tocar las naves después de la larga travesía oceánica. El tornaviaje se hacía rumbo al Japón, para coger la corriente del Kuro Shio, pero en el año 1596 los japoneses capturaron dicho galeón y se aconsejó un cambio de itinerario. Partía entonces al sureste hasta los 11 grados, subiendo luego a los 22 y de allí a los 17.

 Andrés de Urdaneta.

 Intentando regresar a la flota, algunos se dividieron en dirección sur. Urdaneta que tenía noticia en la Nueva España y en su experiencia había sido aleccionado por el piloto Macías del Poyo, que fue el encargado de los intentos de Alvaro de Saavedra Cerón, en que el tornaviaje se lograría navegando más hacia el norte antes de dirigirse al este; así aprovecharía los vientos alisios que lo llevarían de vuelta a la costa oeste de América del Norte. Allí ponían rumbo hacia el sur, para navegar a lo largo de la costa hasta Acapulco.

Aunque se embarcó a 38 grados Norte antes de virar hacia el este, su corazonada dio sus frutos, y alcanzó la costa cerca del cabo Mendocino, en la actual California, y luego siguió la costa sur, hasta San Blas y luego a Acapulco. Arribaba a América a la altura del cabo Mendocino, desde donde bajaba costeando hasta Acapulco. La mayor parte de su tripulación murió en el primer viaje largo, ya que no llevaban provisiones suficientes. El trayecto completo Manila-Acapulco duraba entre 4 y 5 meses.
El 26 de septiembre se avistó California, pero la peste de mar  hizo estragos en la tripulación y la llegada a Acapulco del galeón San Pedro no se produjo hasta el 8 de octubre. Con este viaje clave, la ruta de Urdaneta quedaba establecida. Curiosamente, una nave separada de la expedición, el patache San Lucas, mandado por Alonso de Arellano, después de rodear parte de la costa de China se lanzó en pos del continente Americano llegando a recalar en el puerto de Navidad dos meses antes que el propio Urdaneta (9 de agosto de 1565), si bien “a punta de milagros”  (A. Landín Carrasco). A los seis años de estos hechos, en 1571, Manila era fundada como la cabecera de las Islas.

Ruta de Legazpi en el archipiélago filipino.

 Lo peligroso de la ruta aconsejaba salir de Manila en julio, si bien podía demorarse hasta agosto. Después de este mes era imposible realizar la travesía, que había que postergar durante un año. El tornaviaje demoraba cinco o seis meses y por ello el arribo a Acapulco se efectuaba en diciembre o enero. Aunque se intentó sostener una periodicidad anual, fue imposible de lograr.

Retrato de Andrés de Urdaneta y Zeraín.

 Fray Andrés de Urdaneta, militar, cosmógrafo, marino, explorador y religioso agustino. Realizó el famoso "Tornaviaje" en 1565 permitiendo la navegación de retorno en la ruta de Filipinas a México.
El siguiente video resume la vida de Fray Andrés de Urdaneta: 

- http://www.youtube.com/watch?v=QdHFuFIVsFw&feature=player_embedded
- http://www.youtube.com/watch?v=12esozo6Igw&feature=related
- http://www.youtube.com/watch?v=yD51tExGHmk&feature=related


El galeón de Manila-Acapulco comenzó cuando Andrés de Urdaneta, navegando en un convoy comandado por Miguel López de Legazpi, descubrió una ruta de regreso desde la ciudad de Cebú a México en 1565.
Descripción de la Nao de la China: La Nao de Manila era, en realidad, un galeón (alguna vez fueron dos: almiranta y capitana), tipo de barco caracterizado por tener castillos bajos (especialmente el de proa) y líneas más finas que las carracas. Su tamaño (50m. de largo y mástil de 30m. de alto) era impresionante en relación con otros barcos.  Pesaba entre 250 y 500 toneladas y era capaz de cargar hasta 40 cañones. Así, algunas Naos de la China alcanzaron las 1.500 toneladas. Estos barcos salían caros (según C. Bonfil, entre 60.000 y 150.000 pesos-plata) pero eran rentables debido al alto valor de la mercancía (de 300.000 pesos a 3.000.000 de pesos) y los beneficios que de ella obtenían los comerciantes. Esta riqueza suscitó la ambición de los piratas y, así, en 1587, el Santa Ana  fue asaltado por Thomas Cavendish y en 1743, el Covadonga fue capturado por Lord Anson. Al mando del galeón iba un comandante con una dotación de soldados. Entre los restantes tripulantes había comerciantes, frailes y carpinteros. En total, eran de 300 a 500 personas. El número de galeones que realizaron los 108 viajes Manila-Acapulco fue tan solo de 50, pues la mayor parte repitieron viaje (C. Quirino). De esos 50 galeones, 15 fueron construidos en los astilleros mexicanos de Zihuatanejo, Salahua, Barra de Navidad, Acapulco y Autlán, que monopolizaron su producción durante los primeros años de la andadura del Pacífico. Los restantes galeones fueron montados en las Filipinas (Bagatao o Sorsogón, Luzón, Lampón y Cavite) a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Las naves eran construidas por carpinteros chinos, dirigidos por técnicos europeos, con maderas duras (para el armazón del barco) y maderas flexibles (para el casco) que conseguían en los bosques de las islas. Las velas se hacían en Filipinas y las partes de metal, como los herrajes, anclas, clavos y cadenas eran fundidos en Japón, China y la India.
Lo que llevaban a bordo era un auténtico tesoro. Consta que el valor de las mercancías llegó a superar los dos millones y medio de pesos en un solo viaje. Para hacernos una idea, tomemos como referencia que el conjunto total de importaciones de oro y plata americanas en todo un año estaba entre los 20 y 30 millones de pesos. O sea que un solo viaje del Galeón valía el 10% de todas las importaciones de metales preciosos en un año. Como su misión era vital, no se escatimaban medios para su defensa: un general al frente, a veces el propio gobernador, y una dotación de soldados. También viajaban pasajeros civiles. Se calcula que a bordo había unas 250 personas. La salida de Filipinas a Acapulco era siempre en julio, aprovechando el empuje de los vientos. El viaje no era ninguna minucia: entre cuatro y cinco meses, a veces más, y llegando en otoño. Una verdadera aventura.
Seguidamente, con los nombres de Galeón de Manila, Nao de la China , Naves de la Seda y  Galeón de  Acapulco, comenzó el comercio de las mercancías que, procedentes de diferentes regiones de Asia, eran concentradas en Manila y tenían como destino al puerto de Acapulco, o bien territorio novohispano, se distribuían por todo Oriente, principalmente China, que era abastecida desde la capital de la gubernatura  filipina (C. Romero Giordano).



 Las Islas Filipinas eran el único bastión hispano en el inmenso océano Pacífico.
Galeón español del siglo XVII
En realidad mucho antes de que Legazpi fundara Manila en 1521, los mercaderes de varios países asiáticos habían llegado a las Islas Filipinas para intercambiar comercialmente sus productos, pero fue hasta 1571 cuando esta actividad se inició accidentalmente entre China y la Nueva España. En esa ocasión, los españoles rescataron a unos marinos chinos cuya embarcación había naufragado en aguas filipinas, el incidente parecía olvidado, cuando al año siguiente un navío chino fondeó en Manila, cargado con regalos para el gobierno español en agradecimiento y muestra de amistad. Muy pronto, los mercaderes españoles cargaron un barco con los obsequios y otras mercancías, entre los que destacaban las sedas, la nave llegó a Acapulco en 1573 y así comenzó uno de los tráficos comerciales más importantes de la época, que duraría 242 años.
Centenares de buques chinos acudían permanentemente a aquellos puertos españoles en extremo oriente; también centenares de marinos españoles, como antes los portugueses, construían su red comercial con los mercaderes asiáticos. El fruto de todo ese comercio se almacenaba en un enorme recinto, el Parián de los Sangleyes, y embarcaba una vez al año, en ocasiones dos veces, en el famoso Galeón de Manila. La partida del galeón era una auténtica fiesta local, el acontecimiento central de la vida de la ciudad.

Manila fue el centro de una red comercial que traía productos de China, Japón, las islas del Pacífico, y hasta de la India. La carga típica del Galeón de Manila o Nao de China era clavo, canela, pimienta, sedas, terciopelos, raso, tafetanes, cuerdas, copra, cerámica china, oro en filigrana y joyas preciosas, maderas labradas, ámbar, harina, espadas, etc.; a cambio, los chinos pedían de la Nueva España plata, que les urgía para continuar su actividad comercial. Una buena parte de los productos que llegaban a Acapulco, eran llevados a lomo de mula a México, y de aquí a Veracruz, para ser reembarcados a Europa, en donde eran altamente cotizados. Pero el auge económico que se empezaba a sentir tenía su costo; el viaje sencillo era de unos 16 500 Km.; los pesados galeones, construidos en los astilleros filipinos por trabajadores y artesanos chinos, fuertes y bellamente decorados, podían ser presa fácil de los piratas holandeses e ingleses que los llegaron a abordar y saquear, los tifones asiáticos y las tormentas del Pacífico Norte causaban accidentes y naufragios, y lo prolongado del viaje, unos cinco meses de ida y alrededor de cuatro al regreso, hacía a la tripulación vulnerable a diversas enfermedades, como el escorbuto; algunos años después, ya establecida la ruta, era frecuente que al acercarse el galeón a las costas californianas del norte, se le acercaran los nativos en pequeñas embarcaciones para ofrecer a los fatigados viajeros cítricos y otras frutas que se producían en las misiones. El gobierno de la Nueva España sabía que para mantener y aumentar el beneficio económico de aquel intercambio comercial era necesario reducir el riesgo de naufragios que significaba pérdida de vidas y valiosas mercancías, por lo que los virreyes de esa época enviaron expediciones por mar y tierra a las costas occidentales de California, con el propósito de localizar buenas bahías en las que se pudieran establecer puertos de escala, que sirvieran de apoyo a la navegación de los galeones, y aunque nunca se logró para ese efecto el aprovechamiento real de las bahías tanto de la península como de la Alta California, con excepción de San José del Cabo en el extremo sur, aquellas exploraciones facilitaron la posterior colonización de estas tierras, al irse conociendo cada vez más.

La ruta del galeón de Manila.

 Con el Galeón de Manila surge el primer mercado intercontinental entre Asia, América, y  después  lo que quedaba pasaba a Europa,  según podemos comprobarlo con el transporte de mercancías establecido en viajes sucesivos con el mismo recorrido y carga, repetido sistemáticamente.
Carga de una Nao de la China.

 La Nao de la China tenía siempre el mismo destino: Acapulco, el principal puerto en el Pacífico de la Nueva España, hoy México. Allí se desembarcaba la carga y el galeón volvía a las Filipinas Y no volvía de vacío, sino que transportaba en su panza el material más preciado en Asia: la plata, que allí era más valiosa que el oro. Gracias a la plata mejicana, los españoles podían adquirir las mercancías de Asia a un precio muy ventajoso. Tan ventajoso era el comercio establecido, que el margen de beneficio final era de cerca del 300 por ciento, un negocio extraordinario como fácilmente podemos deducir.
Movimiento portuario de Acapulco, 1626-1654 (según Sales Colín, 1996)


 ¿Por qué era tan importante el mercado oriental? Por el valor de sus mercancías. De allí venían las especies -rarísimas en Europa-, las porcelanas y las sedas, los marfiles y maderas lacadas; cosas perfectamente superfluas, pero muy escasas y, por tanto, muy caras, de modo que eran codiciadísimas en las grandes ciudades y en las cortes europeas. La Corona que consiguiera patrocinar tal tráfico obtendría una excelente fuente de ingresos. España necesitaba ese dinero: la política imperial de Carlos I había sido tan gloriosa como cara; Felipe II quiere conservar la gloria, pero es perfectamente consciente de que hay que pagarla. Además, como era ya tradición en el caso español, la apertura de los mares no era sólo un imperativo comercial, sino que venía dictada por consideraciones de rango mayor: primero consideraciones religiosas, pero además consideraciones económicas, políticas y militares.

Por eso Felipe II decide promover el establecimiento de bases fijas en Filipinas. Magallanes y Elcano habían demostrado que era posible llegar allí desde América; Urdaneta demostrará que, además, es posible volver, cosa esencial en un tiempo en el que la navegación depende de las corrientes. Hay que ponerse en la piel de aquella gente que se subía en un barco para averiguar si había una ruta, sabiendo que, si no la encontraban, el desenlace más probable era la muerte. Con ese arrojo, muchos conocimientos cosmográficos y enorme pericia marinera, los españoles descubrieron que había un camino para atravesar el Pacífico desde las Filipinas hasta América: la corriente de Kuroshio. Sentada la ruta, el océano se abrió a las necesidades comerciales y a la evangelización.

Jarrón chino aparecido en uno de los galeones hundidos de la Ruta

 Tras el fallecimiento del Rey Felipe II, es nombrado Rey de España Felipe III desde la fecha 13 de septiembre de 1598. Eran años difíciles con una carga fiscal cuadruplicada  …

Felipe III por Frans Pourbus el Joven.


 Con todo, cabe decir que fray Blas Palomino, otros cuarenta y ocho religiosos, y Fray Francisco Gálvez (único conocido como compañero de fray Blas) llegaron a Manila el año 1609, siendo fray Francisco Gálvez destinado al Convento de Dilao. El viaje de Acapulco a Manila tuvieron que hacerlo en el llamado "Galeón de Manila" y también "Nao de la China", que hacía la travesía cada seis meses, siendo la única comunicación existente entre Filipinas y América. El viaje se hacía cruzando todo el Pacífico, por el archipiélago de las Carolinas y las islas Hawai.

El viaje desde Acapulco  a Filipinas duraba entre cincuenta o sesenta días, beneficiado por los vientos y las corrientes marinas, los cincuenta o sesenta días bastaban para cubrir 2.200 leguas desde Acapulco hasta Cavite y Manila y después serían repartidos por las diferentes tierras de misión según necesidades y las órdenes emanadas por el Obispo de Manila. También fue Prior de un nuevo convento el Maluco y el 20 de marzo de 1620, murió mártir en la isla de Manados y seis meses después fue recuperado el cuerpo y esta enterrado en la iglesia del convento de San Antonio en la isla de Maluco, posiblemente la iglesia del convento nuevo del que fue prior durante algún tiempo.
Desde que salio de Sevilla en 1608, y su llegada a Filipinas en1609 estuvo realizando su misión de dar a conocer el Evangelio de Cristo, tal como se describe en los siguientes textos:


CAPÍTULO LXVIII
“Los grandes, y admirables empleos, y trabajos padecidos por amor de Dios, del venerable Padre fray Blas Palomino, en el nuevo mundo por espacio de doce años, y su preciosa muerte tan medida a sus deseo con que glorificó al Señor, refiere un compañero inseparable suyo, y de su misma Religión, y profesión. Pondré aquí a letra sus palabras, pues será mejor oír esta historia de un testigo de vista mayor de toda excepción, que no de quien la ha de hacer por relaciones.”

(Tomado del libro: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año1653. Por el Padre Francisco de Bilches, de la Compañía de Jesús, Rector del Colegio de San Ignacio de la ciudad de Baeza)

Los doce años a que se refiere el texto es contando desde el 30 de mayo de 1608 fecha de la salida de Sevilla al 20 de marzo de 1620 que muere en Manados.

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“Que es verdad, que conocí al Padre fray Blas Palomino Religioso de la orden de nuestro Padre san Francisco de la Provincia, y recolección de Andalucía, que paso en mi compañía hará veinte años en la barcaza que llevo fray Juan Pobre, el cual dicho Padre era  ya Sacerdote, y Confesor cuando paso, y a mi parecer, de edad de cuarenta años, poco más o menos Y que llegados que fuimos a la dicha Provincia de Filipinas, el dicho Padre aprendió luego la lengua de los naturales, que llaman Tagala, y en ella administro por muchos años los Santos  Sacramentos a aquellos nuevos Cristianos, con grandísimo ejemplo de

CAPÍTULO LXVIII                               
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todos, y mucho fruto que hacía de las alma, por las mucha devoción, fervor y  espíritu con que el dicho acudía a todo esto, de que soy testigo de vista, y comunicación de muchos años.
Tuvo este dicho Padre grandísimos deseos de pasar a Japón, y lo pidió diversas veces con deseos fervorosísimos del martirio, y de ocuparse mejor de predicar, y convertir almas, a que era notablemente inclinado; y viendo que no podía alcanzar ir al Japón, y que la provincia enviaba Religiosos a otra nueva conversión del Reino de Macasar, que es trescientas leguas mas allá del Maluco, en la isla que llaman de Mateo, pidió con grande instancia le señalasen  en el número de los que habían de ir allá, lo cual hizo el Prelado por la satisfacción que le tenía ya en la provincia de su mucho espíritu, y celo de la salvación de las almas. Y yo, aunque indigno, fui también de  los señalados para aquella empresa, que fuimos seis en compañía del Padre fray Martín de san Juan, religioso grave, de mucha virtud, y letras, que fue por nuestro comisario.
Partimos de la ciudad de Manila en los navíos de socorro que envió el gobernador de Filipinas, Don Alonso Fajardo, el año de diez y nueve al Maluco, y llegados que fuimos allá, se determinó que nos repartiésemos. Que el dicho Padre fray Blas Palomino fuese, con otro sacerdote, y un Religioso lego enfermo, a predicar al Reino de Manados, que es en la misma isla de Macasar, al principio de la tierra; y el Comisario, y yo con otro religioso lego, fuésemos a Macasar, y para tener mejor ocasión de entrar, llevamos una embajada y presente, del Gobernador de Filipinas, para el Rey de Macasar. Salimos de Maluco en un navío del Rey, y llegamos a Manados, donde estuvimos cuatro, o cinco días, y dejamos allí a nuestros padres, después de haber hablado al Rey, y a los principales de la tierra, todos los cuales dieron su consentimiento para que se quedasen a predicarles, y enseñasen el camino del cielo, y nosotros pasamos a Macasar.”


(Tomado de: Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza, año 1653.


Cuando pienso en la fe de estos religiosos, no olvido las coordenadas sociales, políticas y económicas del momento, de la España del siglo XVII, agotada económicamente (sufriendo una gran inflación), diezmada su población por las epidemias ( en 1635, y 1675 hubo extensas epidemias de peste en Andalucía), las crisis de subsistencia, con las consiguientes hambrunas, y por las guerras de la religión en el norte y centro de Europa, etcétera, hacen que el clima religioso alcance altas cotas de exaltación, especialmente en el pueblo sencillo, que, abatido ante tanta calamidad, al ser el más afectado por estas adversidades, ve en la religión, en general, los más eficaces remedios a tantos males y desgracias.

Viendo, pues, los dichos Padres, que ya aquello no tenía remedio, y que estaban allí perdidos, entraron en consulta de lo que harían, y determinaron que los dos se volviesen a Manila a dar parte al provincial de lo que pasaba, y el Padre fray Blas fuese a Macasar a hacer lo propio al Comisario, y acertándose a hallar allí dos navíos, y una galeota de Portugueses, que iba a Macasar, se embarcaron los dichos Padres,
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 y prosiguieron su viaje. En esta sazón estaba el Padre fray Blas muy enfermo, y casi desahuciado de la vida, y por esta causa pidió, que antes que se embarcase le diesen los Sacramentos, por lo que Dios fuese servido de hacer con su vida. Hiciéronlo así, y luego se embarco, y fue su viaje, y en el fue Dios servido que mejoro, y fue ya bueno cuando llego al Reino de Macasar, donde nos halló con el mismo desconsuelo, que el llevaba de ver no hallamos la tierra tan bien dispuesta como pensamos, para sembrar en ella las palabras del santo Evangelio, por que aun fuimos bien recibidos del Rey, y acepto la embajada, y concedió la paz, y amistad con los Españoles, y otras cosas que se le pedían. En lo que fue dejar predicar en su tierra, ni hacer Cristianos, no quiso venir, antes publicó un bando en su tierra, de pena de vida a cualquiera que se hiciese Cristiano. Y por mas que le predicamos, y diligencias que hicimos, no fue posible lo contrario. Y habiendo estado allí algunos meses, y experimentando que no se hacía fruto ninguno, ni había esperanza de que se haría adelante, determinó nuestro Comisario de que nos fuéramos el Padre fray Blas, y yo a Maluco, y que desde allí fuese yo a Manila a llevar la respuesta de la embajada al Gobernador, y dar parte al Provincial de lo que pasaba, Y que el Padre fray Blas se quedase allí en Maluco, para ser Presidente de un Convento nuevo, que había tomado en la Isla de Tidore, que es en el mismo Maluco, junto a la Isla de Terrenate. Con ellos nos embarcamos en dos galeotas Portuguesas, que iban a Maluco, y cada uno en la suya comenzamos a navegar, y hacer nuestro viaje, el cual fue tan trabajoso de tormentas, y peligros de enemigos, y vientos contrarios, que nunca tal se ha visto; porque en viaje donde se acostumbra tardar, cuando mucho, veinte días, estuvimos mas de sesenta y tantos, y por cuatro veces encontramos con enemigos, y peleamos con ellos.
Finalmente llegando a la contracosta de Manados, tuvimos tan recio viento contrario por la proa, por mas de diez días, que saliendo por dos, o tres veces a atravesar el golfo que hay de allí al Maluco, que son cosa de cincuenta leguas, volvimos a arribar donde habíamos salido, y viéndonos ya necesitados de agua y bastimentos, nos llegamos a una Isla pequeña, que está pegada a la misma Isla de Macasar, cosa de tres , o cuatro leguas antes de llegar a los volcanes, que llaman de Manados.


(Tomado del libro de referencia)

El siguiente texto del libro: Historia de la Iglesia, Abad Pérez, A. Ediciones Rialp S.A. es bien explicito de las dificultades encontradas por este grupo de religiosos franciscanos:

“Aunque en 1591 se dio por terminada la etapa misional, quedaban numerosas rancherías de razas indómitas en las montañas, principalmente en el norte de Luzón Cagayán, en la Laguna de Bay y en el Isarog de Camarines. Serán los agustinos y franciscanos los que evangelizarán estas tierras en los siglos inmediatos. Desde el principio de 1600 iniciaron éstos una campaña para acabar con los restos de la idolatría (v. tv), dirigiendo su atención al extremo oriental de Luzón (v.), Contracosta de Baler, pero las condiciones de insalubridad de la zona arruinaron la salud de muchos y los misioneros hubieron de retirarse”…


A todo esto en nuestra galeota no sabíamos nada, y otro día de mañana al amanecer, se embarco el Padre fray Blas, y con alguna gente vino, a nuestra galeota a darnos parte, y comunicar lo que les había pasado el día de antes, y en particular me dijo , que era aquella muy buena ocasión para volver a entrar en Manados, que pensaba, si hallaba ocasión, quedarse allí, y de allí atravesar a Manados, a ver si podía reducir a aquella gente, que los traía atravesados el corazón, por ser gente afable, y de buenos naturales para Cristianos, y muchos de ellos lo querían ser, y quedaron muy pesarosos de que se fuesen los padres. Con ello hablamos al Capitán de nuestra galeota, para que continuase, que fuese nuestra barca también en compañía de la suya, con algunos soldados y vino en ello.
Fuimos, entramos cada uno en su barco, y primero fuimos a la galeota del Padre fray Blas a pedir licencia al Capitán para ir donde habían hablado el día antes aquella gente, y él la dio, aunque con harta dificultad, temiéndose nos sucediese alguna desgracia, porque era hombre muy cursado en aquella tierra, y conocía toda aquella gente ser Moros, y muy traidores. Mas por las persuasiones del Padre fray Blas dio licencia, advirtiendo del orden que se había de  tener y enviando gente de guarda. Llegados que fuimos al puerto, nos salieron a recibir algunos de aquellos Indios, y el Padre fray Blas los llamo, y dijo le sacasen del barco, como lo hicieron, en hombros. Fue saliendo las demás gente, que sólo quedaron cuatro hombres en cada barco. El bendito Padre los comenzó a abrazar, y se sentó a la sombra de un árbol con algunos de ellos, y el intérprete, que era portugués, a tratar lo que llevaba pensado.
En este tiempo yo me puse a hablar con los demás, que por allí estaban divididos, y apartados en corrillos, y pregúnteles si traían algún refresco, me dijeron que si, y que lo tenían allí dentro en el Monte, que no lo podían traer a cuestas, que entrásemos por ello, de que yo no lo colegí bien, y entrando mas adentro vi, detrás de unos árboles muchas lanzas, y adargas juntas, y amontonadas como escondidas. Y haciendo como que no había visto nada, me volví a salir disimuladamente, y llegue al Padre fray Blas, y le dije lo que había visto, y lo que decía aquella gente del refresco, y respondió que no, que era muy buena gente, y que si traían algo, y con ello se volvió a hablar con ellos, y yo me desvié cosa de doce o catorce pasos, y mirando hacia los barcos vi a los que en ellos estaban tomar a prisa los  arcabuces, y decir a voces, traición, traición, y volviendo a mirar atrás, vi ya atravesado por una lanza al bendito Padre fray Blas, y con otra al interprete. Y si dos o tres soldados que se hallaron cerca no disparaban sus arcabuces, y echaron mano a las espadas, con que ellos temieron, y huyeron, nos alancearan a todos. Retiramos luego al Padre fray Blas, que murió en mis manos dentro de un cuarto de hora, y el otro cuerpo no pudimos

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retirar , temiendo no nos cercasen las embarcaciones. Llevamos al Padre fray Blas a su galeota, y yo estuve con él toda aquella noche, y por la mañana vino la gente de otra galeota, y le llevamos a enterrar todos juntos a una isleta pequeña, que estaba allí junto, lo cual se hizo con la mayor solemnidad que se pudo, porque yo llevaba sobrepelliz, y estola, y sus velas todos los Portugueses. Dejamos marcada la sepultura, para en otra ocasión volver por su cuerpo, como se hizo dentro de seis meses, y se llevo a Maluco, donde está colocado en una caja en la iglesia de nuestro Convento de san Antonio, como de santo Mártir, y así lo escribe la Provincia en una patente que dio el Padre Custodio fray Marcos de Lisboa para el Capítulo General, poniéndole y nombrándole entre el número de los Mártires que había habido en aquella santa Provincia, y  con mucha razón, pues demás de haber ido de España dedicado para la conversión, fue allá escogido para enviar a predicar el santo Evangelio a las tierras de Moros, y Gentiles arriba dichas. Y en esta demanda murió alanceado por los Moros de aquella tierra, in odium fidei, como consta de la experiencia grande que se tiene de los que los han comunicado, que quieren beber la sangre de cualquier cristiano todos los de aquella tierra.

(Tomado del libro referido)

La ciudad de Manila, capital de las Islas Filipinas, era un importante centro de irradiación de la cultura europea y del comercio con Asia, así como punto de reunión y de partida de los misioneros del Extremo Oriente, tanto los que trabajaban en su territorio, como los que había en China y Japón. En la organización de los hijos de San Francisco, todo el archipiélago filipino y también el Japón, formaban parte de la mencionada Provincia franciscana de San Gregorio Magno.


 En Manila se celebraba una Feria a la que acudían barcos de múltiples países del Lejano Oriente, cargados con las más exóticas y valiosas mercancías: perlas y piedras preciosas, diamantes, rubíes, zafiros y topacios de la India; alfombras y tapices de Persia; pimienta de Sumatra; clavo, nuez moscada y otras especias de las Islas Molucas; sedas, lacas, muebles, marfiles, medicamentos, abanicos, porcelanas y otros artículos de China; ámbar y perlas de Japón, etc. La calidad y amplitud de la bahía de Manila y la gran afluencia de barcos extranjeros  generó un gran comercio y una enorme riqueza a la ciudad que llegó a ser llamada la Venecia asiática.
Una vez concluida la feria, tras una ceremonial despedida, el galeón zarpaba hacía México a través de una dificultosa ruta, expuesto a todo tipo de peligros, agravados por el exceso de carga, asaltos, hambre, sed, escorbuto...Tras un viaje de entre cuatro y seis meses el galeón arribaba a Acapulco. Las mercancías tenían un triple destino: muchas quedaban en el propio México, otras iban al Virreinato de Perú, para compensar la plata enviada del Potosí, y las restantes eran trasladadas a lomo de mula hasta Veracruz, en la orilla atlántica, de donde zarpaban  vía La Habana , hacia Sevilla o Cádiz.

  “Para entender la enorme importancia de aquella ruta hay que situarse en el siglo XVI, cuando la navegación dependía todavía de los vientos y las corrientes marinas, y enormes extensiones del planeta permanecen inexploradas”. (Esparza, José Javier, 1992).
El comercio sirvió como fuente fundamental de ingresos en los negocios de los colonos españoles que vivían en las islas Filipinas. Un total de 110 galeones de Manila se hicieron al mar en los 250 años del galeón de Manila-Acapulco (desde 1565 a 1815). Hasta 1593, tres o más barcos zarpaban al año de cada puerto. El comercio de Manila se llegó a convertir en algo tan lucrativo que los comerciantes de Sevilla elevaron al rey Felipe II de España una queja sobre sus pérdidas, y consiguieron que, en 1593, una ley estableciese un límite de sólo dos barcos navegando cada año partiendo de cualquiera de los puertos, con uno quedando en reserva en Acapulco y otro en Manila. Una «armada», una escolta armada, también se admitía.
Con tales limitaciones era fundamental construir el galeón lo más grande posible, llegando a ser la clase de barcos conocidos construidos más grande en cualquier lugar hasta ese momento. En el siglo XVI, tenían de media de entre 1.700 a 2.000 toneladas, y eran construidos con maderas de Filipinas y podían llevar a un millar de pasajeros. La Concepción, que naufragó en 1638, tenía una eslora de 43 a 49 m (140-160 pies) y desplazaba unas 2.000 toneladas. El Santísima Trinidad tenía 51,5 m de largo. La mayoría de los barcos fueron construidos en las Filipinas y sólo ocho en México. El galeón de Manila-Acapulco terminó cuando México consiguió su independencia de España en 1821, después de que la corona española tomara el control directo de las Filipinas. (Esto fue posible a mediados de los años 1800 con la invención de los barcos a vapor y la apertura del canal de Suez, que redujo el tiempo de viaje de España a las Filipinas a 40 días.)
Los galeones llevaban especias (pimienta, clavo y canela), porcelana, marfil, laca y elaboradas telas (tafetanes, sedas, terciopelo, raso), recogidas tanto de las islas de las Especias como de la costa asiática del Pacífico, mercancías que se vendían en los mercados europeos. También llevaban artesanía china, biombos japoneses, abanicos, espadas japonesas, alfombras persas, jarrones de la dinastía Ming y un sinfín de productos más. Asia oriental comerciaba principalmente con un estándar de plata, y los bienes eran comprados principalmente con la plata mexicana. Los cargamentos fueron transportados por tierra a través de México hasta el puerto de Veracruz, en el golfo de México, donde fueron reembarcados en la flota de Indias con destino a España. Esta ruta fue la alternativa de viaje hacia el oeste por el océano Índico, y alrededor del cabo de Buena Esperanza, que estaba reservada a Portugal de acuerdo con el tratado de Tordesillas. También evitaba la escala en los puertos controlados por los poderes de la competencia, como Portugal y los Países Bajos. Desde los primeros días de la exploración, los españoles sabían que el continente americano era mucho más estrecho a través del istmo de Panamá que a través de México. Se trató de establecer un cruce regular por tierra allí, pero la espesa selva, y la malaria lo hicieron imposible.
Tomaba cuatro meses cruzar el océano Pacífico entre Manila y Acapulco y los galeones eran el principal vínculo entre las Filipinas y la capital del virreinato en la Ciudad de México y desde allí con la misma España. Muchos de los llamados «kastilas» o españoles en Filipinas eran en realidad de origen mexicano, y la cultura hispana de Filipinas está bastante cercana a la cultura mexicana. Así que cuando México finalmente obtuvo su independencia los dos países continuaron el comercio, a excepción de un breve período de calma durante la guerra Hispano-Estadounidense. Los galeones de Manila navegaron en el Pacífico durante casi tres siglos, proporcionando a España sus cargamentos de artículos de lujo, beneficios económicos e intercambio cultural.
Gran parte de la circulación monetaria  tenía lugar en barras de plata sin acuñar. Las monedas de uso más importante fueron las famosas piezas de ocho o dólares mexicanos (8 reales, 272 maravedíes), que los comerciantes y banqueros chinos contramarcaban, para evitar así la circulación de moneda falsa.

Real de a ocho de Carlos IV, con resellos chinos (Pieza nº 147 de la Colección SEACEX, Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior)

 La acuñación de estas piezas se realizó en la Casa de la Moneda de Nueva España, constituida en mayo de 1535 por el virrey Alonso de Mendoza, en una ubicación próxima a la fundición creada por Hernán Cortés en 1521 y que fue pionera, como casa de moneda, en todo el continente americano. A partir de abril de 1536 todas las monedas acuñadas en la ceca de México se caracterizaron por llevar grabada la marca "M" con un círculo encima. En 1569 se cambió el domicilio de la Casa de Moneda al Palacio de Moctezuma, en un lateral de la Plaza de Armas y más tarde, en 1847, fue trasladada a la calle de Apartado donde siguió funcionando hasta 1956, fecha en que se construyó la actual Casa de Moneda en Av. Legaría. México considera un orgullo que sus monedas, nacidas para el tráfico con la Nao, tengan una tradición en orfebrería de más de 4 siglos.

Joyas recuperadas del Nuestra Señora de la Concepción, galeón de Manila que naufragó frente a las costas de Saipán (Islas Marianas) el 20 de septiembre de 1638.

 Como suele ocurrir en estas cosas del comercio, la ruta Manila-Acapulco pronto contó con emuladores: la riquísima y exquisita sociedad limeña, deseosa de participar en aquel festival de artículos de lujo, trató de organizar su propio sistema de naves tanto hacia Filipinas –cosa que no consiguió- como hacia México. El intercambio comercial entre los españoles de Perú y los de México se hizo intensísimo: tres millones de pesos anuales a finales del siglo XVI, cinco millones anuales a principios del XVII. El problema era que este tráfico americano podía dejar la carga del Galeón literalmente vacía antes de llegar al puerto de Veracruz, de manera que a Sevilla sólo llegarían los restos. Los comerciantes sevillanos lograron que la Corona pusiera un tope al tráfico entre los virreinatos americanos. Ese tope, más o menos, se respetó. Pero las rutas marítimas abiertas entre Perú y México asistieron entonces a un nuevo tráfico comercial: cacao, brea, mulas, vainilla, zarzaparrilla, añil… todo eso se intercambiaba entre los dos virreinatos, desde el norte de Chile hasta Honduras, al calor del tráfico abierto por las Naos de la China.
Ya puede imaginarse que tales riquezas despertaron la codicia de los piratas. Las aguas del Pacífico, aunque peligrosas para la navegación, tanto por los temporales como por las calmas, eran seguras desde ese punto de vista: pocos se atrevían a cruzarlas. Sin embargo, las áreas más cercanas al archipiélago filipino hervían de piratas chinos, japoneses, malayos… Y pronto se llenaron también de piratas holandeses e ingleses. La piratería no hizo mucho daño al Galeón de Manila: en doscientos cincuenta años, sólo cuatro barcos cayeron en manos de los ladrones del mar. Mucho más peligrosa fue la ambición holandesa por arrancar a España y a Portugal sus bases comerciales en los puertos del Pacífico.
Los holandeses mandaron auténticas flotas para tratar de echar a los ibéricos a la fuerza viva. Es lo que intentaron en un punto neurálgico de todo aquel tráfico comercial, Macao, en 1622, cuando España y Portugal estaban bajo la misma Corona y, por tanto, compartían dominios en aquellos lugares.


 Una flota holandesa de tres barcos y 1.300 hombres intentó apoderarse de Macao, defendida por una guarnición portuguesa de unos 300 hombres reforzados por dos compañías españolas. Pese a su superioridad, los holandeses tuvieron que retirarse. Un cronista nos dejó el siguiente testimonio:

“Se aprestó el invasor holandés al desembarco. Pero aquellos portugueses, y unos cuantos españoles que estuvieron junto a ellos, obraron maravillas aquel día. La artillería, servida por los padres jesuitas, frenó en seco el avance holandés. Y acto seguido los defensores, aun siendo muy inferiores en número, salieron de sus defensas, invocando a la Virgen María y a Santiago Apóstol rompieron el asedio y se abalanzaron contra los atacantes, obligando a huir a los herejes, que corrieron a refugiarse en sus barcos. Así se salvó Macao aquel 24 de junio de 1622. Y no puede uno sino admirar el decidido espíritu de tan pocos contra tantos…” (Esparza, José Javier, 1992)


España mantuvo su bandera en Filipinas hasta 1898. El Galeón había dejado de circular mucho antes: hacia 1820, cuando México, independiente, cerró el flujo comercial. Pero para entonces ya otros muchos barcos, de otras muchas naciones, surcaban el Pacífico con la seguridad que proporcionaban las nuevas técnicas de navegación. Un océano que abrieron los españoles con sus galeones de vela, trazando la primera ruta comercial de Asia con América.
Más importante aún, el Galeón fue el precursor de la globalización económica, al vincular comercialmente el Extremo Oriente con América, que a su vez lo estaba con España por medio de las Flotas de Indias. Las líneas del Galeón en el Pacífico, y las Flotas de Indias en el Atlántico, suponen la primera ruta comercial mundial de la historia, al unir permanentemente tres continentes: Asia, América y Europa. A bordo del galeón llegó a España el famoso mantón de Manila, un tejido de seda china con motivos orientales, que con el tiempo fue evolucionando hasta incorporar flecos, y motivos decorativos andaluces. Y a Filipinas llegaron muchos utensilios, herramientas y textiles españoles que hoy conservan su nombre castellano en los idiomas autóctonos. En el plano cultural, el Galeón llevó a Filipinas la lengua española, la religión cristiana, así como el arte y la arquitectura española, en su versión hispano-americana. 


Copia, pega y pincha en este enlace y podrás disfrutar de un documental elaborado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Méjico:
http://www.youtube.com/watch?v=cMuftlU-B4E&feature=related

 

Ahora, para el que llegó al final del texto, un refrán a modo de premio y muy en consonancia con el tema: Industria, pluma y espada, si no hay estrella, no son nada. Hasta otro día querido lector.
 

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Lahiguera 12 de Octubre de 2012
Día de La Hispanidad.
Pedro Galán Galán.
Manuel Jiménez Barragán.